EL TESTAMENTO DE DON JUAN i , novela histórica original POR T . ARNORIZ Y BOSCH MADRID : ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO MILITAR , calle del Barquillo , número 8 . 1855 . El día 9 de octubre de 1390 , salió por la puerta de Burgos , en Alcalá , una brillante cabalgata que abrían los ballesteros reales y cerraban los donceles de Castilla , precedida de un numeroso y alegre concurso . Todos iban de gala , todos de ceremonia ; lo cual , significaba que el rey D . Juan I iba a la corte a presidir una de aquellas fiestas marciales que ya no existen sino en debilitados recuerdos . El que nos queda del inmediato sucesor de Enrique II , se reduce a tener a la sazón treinta y seis años , y contar uno más de reinado que el fundador de su dinastía . Sabido es , que poco afortunado en la guerra , perdió en una sangrienta derrota el derecho que a la corona de Portugal tenía su esposa Doña Beatriz ; pero que más afortunado en los tratados , aseguró sólidamente su trono con la alianza de Inglaterra , por enlace de su hijo D . Enrique con Doña Catalina de Lancaster . Por lo demás , feliz en sus afecciones de hombre , dichoso con la pompa regia que le rodeaba , cabalgaba D . Juan airosamente en un arrogante corcel , llevando a la diestra al célebre arzobispo de Toledo D . Pedro Tenorio , y a la izquierda al adelantado mayor de Castilla Alfonso Manrique de Lara , con los cuales afablemente departía sobre el objeto que de Alcalá los sacaba . Era aquel , no propiamente un torneo , pues ni había reto ni capítulos , ni prez ; sino simplemente unos juegos de lanza a la africana , carreras y escaramuzas a caballo que habían de ejecutar cien ginetes cristianos , último resto de los cautivos hechos en España por los árabes invasores , y que volvían de África tras un largo y penosísimo destierro . Pero era tal y tan grande la fama de los Farfanes , que habían logrado presenciara y presidiera la justa el monarca castellano , la corte y todo lo que mas de pro y hermosura se encontraba en diez leguas a la redonda . Del vulgo no se hable ; ese corría presuroso a tomar parte en la fiesta para animarla primero , y celebrarla después con su expansivo entusiasmo . Un singular incidente ocurrió en la regia cabalgata a la salida de Alcalá . Espantóse el hermoso y lozano alazán que montaba el arzobispo de Toledo , con mas garvo y desenvoltura de la que era de esperar en sus años y sus hábitos . Pero tan diestro como el mejor ginete , y tan sereno como el hombre de más valor , lo contuvo con mano firme , lo hizo volver y alinearse dócilmente , colocándose de nuevo junto a D . Juan , asustado primero , y admirado singularmente después . El Adelantado mayor , que a pesar de tener los cabellos blancos conservaba todo el vigor de la virilidad , le dijo con entusiasmo . - ¡ Sus ! señor Arzobispo , bien regís ese bridón . - Hacemos lo que podemos - contestó el Primado con natural y mesurado acento . - Por Santiago bendito , reverendísimo padre , añadió jovialmente D . Juan , que no ha de faltar quien viéndoos manejar con tal brío y soltura el fogoso bruto que montáis , se pregunte si os encamináis al palenque como espectador o justador . - ¡ Quién sabe ! - respondió pronta y discretamente el Primado aceptando la benévola zumba del rey ; quién sabe lo que aún puede suceder . Tal vez yo sea quien gane el prez en esta marcial jornada . - ¡ Oh ! mucho me complacería el que se lo arrebatáseis a los Farfanes - replicó alegremente D . Juan - ; eso sí que sería tan nuevo como peregrino . Y siguieron por la llanura llevando sus caballos a un trote corto . La mañana estaba hermosísima . El firmamento , de un azul terso y brillante , no le empañaba una ligera nube . El sol derramaba torrentes de luz dorando magníficamente la campiña , no despojada aún de su gala y lozanía ; y el Henares se percibía entre sus verdes orillas , cual ancha y ondulante banda de plata . Todo era bello , todo era alegre , todo estaba en armonía con la fiesta . Don Juan paseó su plácida mirada por el ancho horizonte , por la estensa llanura , por la alegre multitud que en ella discurría ; y sea que le incitara el movimiento , el ruido , aquella espléndida luz ; sea que sintiera circular su sangre con más fuerza y aumentarse la vida en su corazón ; ello fue , que sin ser dueño de contenerse , elevó el dorado acicate en el hijar de su arrogante caballo , y sacándolo a un rápido galope , gritó al Arzobispo mientras que atropellaba a los ballesteros : - A ver si entre los que me siguen hay alguno que me alcance . Y se lanzó como el rayó , alzando una espesa nube de polvo que lo ocultó a las miradas de su numeroso cortejo . Al verlo partir como una flecha , la regia comitiva dio un grito de júbilo y se lanzó en su pos , esparciéndose y desordenándose por la llanura . Durante algunos minutos sólo se vio una espesísima polvareda , porque el campo por donde corrían con tan frenética rapidez estaba labrado . Luego , entre las sordas pisadas de los caballos y el crugir de las armaduras , se oyó un grito agudo y penetrante . Aquel grito fue un ¡ ay ! que vibrante y dolorido oyeron los que más de cerca seguían al Rey . Todos reconocieron su voz ; y al oír al Arzobispo que les gritaba para que se detuvieran , comprendieron que algún imprevisto y desgraciado accidente venía a turbar la alegría de la fiesta . Todos pararon , el polvo descendió un tanto , y pudieron contemplar al rey D . Juan tendido , inmóvil , pálido , descubierta la cabeza ; y el traje , como los cabellos , empolvados y en desorden . El arzobispo de Toledo estaba de rodillas a su lado ; tenía una de sus manos consagradas estendida sobre la frente del Rey , mientras , que con la otra sobre el corazón , buscaba un indicio de vida en un débil latido ; pero aquel corazón no le daba . Sobre la tierra removida con los pies de su caballo , no reposaba más que un cadáver . El anciano Primado lo apercibió pronto , y con la cabeza inclinada reflexionaba en la súbita desgracia acaecida , y en las muchas que con ella iban a sobrevenir . De prisa murmuraron sus labios una plegaria por el que en aquel instante comparecía a la presencia de Dios ; concentrándose después su pensamiento en la tierra donde un trono acababa de estremecerse y estaba un niño llamado a ocuparle . Pronto el anciano Primado y el difunto Monarca se vieron rodeados de la regia comitiva de D . Juan , que al punto comprendió la verdad . Pero D . Pedro Tenorio levantándose cuando oyó al Adelantado mayor decir : - ¡ El rey ha muerto ! - contestó con voz fuerte y sonora : - ¡ No ! ¡ N o ha muerto el rey ! Está así , en gravísimo peligro ; roguemos , pues , a Dios que lo salve , y vamos a socorrerlo prontamente . Y con una energía extraordinaria ; con un poder abrogado osadamente ; con una presencia de espíritu asombrosa , y una oportunidad singular , el Arzobispo dio tantas órdenes cuantas eran las medidas que en aquella deplorable desgracia se hacía necesario tomar . Por su mandato se alzó instantáneamente una tienda en aquel mismo sitio y se trajo del alcázar lecho , ropas , y servicio . Se organizó la servidumbre como reclamaba su supuesto estado , y se aseguró del secreto que importaba , guardar por la adhesión de los elegidos . Atendido esto , hizo que el vulgo regresase a sus hogares , que los Farfanes suspendiesen su fiesta , y que en todas las iglesias de Alcalá se hicieran rogativas por la salud de D . Juan . No se limitó a esto solo el Primado . Así como tomara sobre sí la responsabilidad de ocultar la muerte del monarca , también tomó la iniciativa para prevenir las consecuencias . Sentado en el fondo de la tienda real despachaba correos a la reina Doña Beatriz , mujer del difunto D . Juan ; al príncipe D . Enrique , su sucesor , y a Doña Catalina , su esposa ; a la reina de Navarra , Doña Leonor , hermana del rey finado ; a todos los prelados y ricos hombres de Castilla , a las ciudades y cabezas de los reinos comunicándoles la funesta nueva , protestando a aquellos su lealtad y demandando la de todos en nombre del rey menor , del huérfano D . Enrique . Sin embargo , en aquellas prudentes y acertadas medidas , en aquella pronunciada decisión , en aquella absoluta iniciativa tomada por sí y ante sí , ¿ no se mezclaba ningún sentimiento de personal egoísmo , de dominante ambición ? ¿ Se consagraba a Castilla o a sí ? ¿ Estendía su mano poderosa para contener las pasiones que una minoría desencadena , o para asir la regencia que la menor edad del rey reclamaba ? ¿ Trataba de hacer suyo el prez de la jornada como poco antes dijera ? En tan supremos instantes sólo Dios pudo conocer en toda su desnudez los sentimientos que lo impulsaban . Hubo , no obstante , quien los comprendió y previno , y luego los acontecimientos lo patentizaron harto desgraciadamente . Esos acontecimientos consignados en una vieja y carcomida crónica , son los que vamos a escribir , no con elegancia ni prolijidad , sino concienzuda y fielmente , entresacando los hechos de sus roídas hojas , como las abejas estraen la miel del cáliz perfumado de las flores . Cobijados bajo el espeso ramaje de una frondosa arboleda a orillas del bullicioso Henares , hallábanse , pocas horas después del acontecimiento que en el capítulo que antecede hemos referido , dos caballeros recostados sobre la blanda y fresca yerba ; y mientras los viajeros se entregaban al descanso , dos caballos de raza árabe , negros como el azabache , pacían sin freno a pocos pasos de sus dueños . Departían éstos tranquila y reposadamente , y en tanto que el uno dejándose llevar del hilo de sus pensamientos cortaba los tiernos tallos del césped , el otro , apoyado en su larga espada parecía respirar con delicia la fresca brisa del Henares impregnada con las aromáticas emanaciones del campo . Respaldados como se hallaban contra un espeso seto , que se alzaba a orillas del camino , estaban completamente ocultos a la vista de los que por aquél transitaban , al par que ellos oían en el silencio interrumpido sólo por su voz , el paso tardío y acompasado del peón que por el camino andaba , el vuelo de las avecillas que anidaban en aquella espesura , y hasta el roce de un insecto escondiéndose en la maleza . Por lo que hace a los viajeros , su alcurnia se colegía al punto que se miraba su porte noble y arrogante , el lujo de sus vestidos y los castillos y leones de su brisado blasón ricamente bordados en las moriscas mantillas de sus briosos corceles . Sin embargo , entre los dos se notaba cierta diferencia que marcaba , una distancia social ; diferencia que no existía en el traje casi igual que vestían , ni en su aspecto distinguido en ambos , ni en su lenguaje por igual , cortés y cordial ; si no en la acentuación de las palabras que mediaban , y en la marcada expresión de los que las proferían . Tendría el uno como treinta arios , alta estatura , talle elegante , tez fina y pálida , negro bigote , una fisonomía tan bella como varonil y una frente tan altanera que parecía ceñir una diadema . El otro contaría veintidós años , y sus facciones eran regulares y bien proporcionadas . Notábase una indolencia verdaderamente meridional en su frente , de una serenidad prodigiosa ; revelándose el fuego de su edad y la energía de su alma en los destellos de sus ojos garzos , alternativamente chispeantes o entornados según el giro que el diálogo tomaba . En el punto que los presentamos a nuestros lectores , el de más edad , que era el distraído segador de la tierna yerba , decía a su joven compañero con una sonrisa fina y burlona : - Yo lo sentí por vos , Gonzalo ; pero fue buen bote el que os sacó del arzón . - Y tan bueno , respondió el llamado Gonzalo sin que se arrugara su blanca frente , y tan bueno , que me hizo rodar por la arena largo trecho . Verdad es que el brazo de Rodrigo López de Ayala , es un brazo de hierro unido a un cuerpo de roble que anima la fuerza de un león . Ser vencido por él , no me humilla ; tampoco me pesó su triunfo , lo que le envidié fue el prez . - ¡ Ola ! Gonzalo , exclamó sonriéndose su interlocutor ; ¡ Dios ! que según lo que decís , y con el fuego que lo acompañáis , dejáis conocer que sois de los que se prosternan a los pies de la joven y hermosa dama , de la no menos hermosa Catalina de Lancaster . - No por cierto - contestó el joven arrugando sus rubias cejas para acentuar mejor su negativa . No soy yo del temple de los que aman sin esperanza . Si la hija del Adelantado mayor fuera libre en sus afecciones , procuraría cautivar su amor con los extremos del mío ; pero solemnemente prometida a Rodrigo López , sólo tengo para quemar en su ara respeto y admiración . - No soy de vuestro parecer , Gonzalo , replicó incorporándose el segador de yerba ; en amor , como en la guerra , sea el prez para el vencedor , y ¡ por Cristo ! la mujer , más que todo , es objeto de conquista . No olvidéis esto por vuestra vida , y os traerá grandísima cuenta con ellas . - No lo dudo si sois vos quien lo afirma ; pero a mi entender esos amores de lucha , esas conquistas de empeño , cuando más , sólo alcanzan de triunfo real un instante , y tras él todo se acaba menos la sed , que al probar tan dulce copa debe quedar al que bebe su néctar embriagador . Y yo , ¡ qué queréis ! no me satisface una gota , necesito un océano . Pretendo goces y no tormentos ... aunque sean de amor propio . Bien haréis si podéis hacerlo , replicó el del negro bigote acariciándoselo pensativo , porque es desesperado cifrar la ventura de la vida en lo que no se ha de conseguir ... al menos cuando se desea con una avidez delirante . Y de pronto reveló su altivo semblante un sentimiento amargo y profundo concentrado en lo más íntimo de su corazón . Su joven compañero lo miró con indecible expresión de interés , y repuso con viveza : - Cualquiera quo os oyese y viera en este instante , creería que es tormento que habéis probado , a juzgar por la triste expresión con que habláis de él ; vos para quien los amores son de oro . - ¡ De oro ! ... han sido Gonzalo ; pero ¿ y si ya no fueran ? - ¡ Imposible ! ¿ Qué dama hay en la corte que os niegue su corazón ? ¡ Ninguna , pardiez , D . Fadrique ! No os lo negarían tampoco si lo solicitárais en más alta esfera , pues bien sabido es que ni Aragón , ni Portugal , ni Navarra os rehusaría la mejor de sus infantas . - Permitid , Gonzalo , hablábamos de amor , no de alianzas . - Así es ; pero yo he unido éstas con aquél , para probar que no existen imposibles para vos . - Eso sería cuando entre ella y yo no hubiera quien representara un derecho interponiéndose como un fantasma fatal para acumularlos más y más . - Cierto ; pero eso sería una fatalidad , y vos sois el arrullado de la dicha . Eso no puede suceder , ni será . - Vuestra réplica , Gonzalo , sobre ser discreta , es también lisonjera ; la acepto y os doy las gracias . Pero mientras que D . Fadrique se sonreía , esto diciendo , su mano estrujó desapiadadamente la tierna yerba que a su alcance estaba , lo cual notado por su interlocutor , bastó para que comprendiera no estaban de acuerdo su lengua y su corazón . En silencio quedaron un corto espacio , silencio que turbó el galopar de un caballo que pasaba por el camino , ahogando en breve la arena el eco de sus pisadas . - Gran diligencia lleva ese viajero , Gonzalo . - A juzgar por la rapidez de su carrera , alguna más que nosotros - contestó aquel suspirando . No podéis disimular que estáis terriblemente contrariado con no asistir al torneo de los Farfanes . Dejad , dejad que otros brillen en la arena del palenque ; sois , por mi vida , el caballero más avaro de gloria y laureles que hay en Castilla . - También lo soy de peligros para ganarlos . - Sin duda , dígalo si no el sitio de Coimbra y el cerco de Lisboa donde ganasteis las espuelas de oro y donde yo os entregué mi bandera como al más digno de llevarla por intrépido y denodado . Mas volviendo a lo del torneo , para consolaros de lo que habéis perdido , acordaos que volvemos a la corte y que veréis a la perla de las damas de Castilla , como la apellidaron en el torneo de Palencia . - Vamos en buen hora a la corte , replicó sonriéndose Gonzalo pero os afirmo que preferiría el ir a la frontera de Granada : antes gloria , después amor . ¿ No es muy grato enlazar como Rodrigo López de Ayala el emblema de sus triunfos al emblema de sus amores ? ¿ Aludís a su divisa de Palencia ? ¡ Oh ! el Alférez mayor del Rey es galante como pocos con su bella prometida . Una azucena de plata en campo de gules , orlada de dos laureles de oro con el lema : « La más bella y la más pura . » Rodrigo acabará por divinizar a su amada y elevarla un pedestal , a cuyo pié se prosternará para adorarla . Otro caballo pasó por el camino , veloz cual la flecha que hiende el aire . - Ese llegará a Madrid mucho antes que nosotros , añadió D . Fadrique estirándose perezosamente . De bonísima gana no me movería de este delicioso sitio , pero el sol empieza a descender por el horizonte , y es necesario acabar la jornada . Pondremos , pues , el freno a los caballos y seguiremos el ejemplo del que acaba de pasar . Inmediatamente se levantó Gonzalo , sacudió el polvo de su coleto y se puso a enfrenar los nobles animales que vinieron dócilmente a su mano . Ocupado en esto estaba cuando el sonido de una voz humana aguda y metálica , hirió su oído excitando su atención . Alargó el cuello con un movimiento pronunciado de interés y se puso a escuchar atentamente a través del follaje del seto lo que decían , ya en tono de misterio , ya de convicción , ya de altercado dos hombres que debían estar parados y muy próximos a él . Al cabo de un minuto volvió la cara , hizo una señal a D . Fadrique para que se acercara , y siguió escuchando casi con ansiedad . Don Fadrique obedeció maquinalmente ; se acercó de puntillas y apoyando su mano en el hombro de Gonzalo que se encorvaba para poner el oído en un claro de la maleza , oyó una voz gruesa que con tono de magistral superioridad decía : - Os engañáis , Millán , os engañáis sin duda alguna . Si hubiera muerto como os empeñáis en sostener , no estaría el Arzobispo cuidándole sin separarse de su cabecera , no le prodigarían tantos cuidados como habéis visto tomar , y no permitiría que se hicieran rogativas por su salud ; y bien sabéis que cuando salimos de Alcalá acudían las gentes en tropel a las iglesias , cuyas campanas todas tañían a la vez . ¿ No conocéis que eso sería querer engañar a Dios ? La frente de D . Fadrique se puso tan amarilla como las hojas que ya empezaban a desprenderse de los árboles , estremeciendo un ligero temblor la mano cuya blancura resaltaba sobre el oscuro coleto de Gonzalo que no respiraba para oír la réplica de Millán , que con su voz chillona dijo : - ¡ Bah ! maese Arnaldo , y que poco se os alcanza de mundo a pesar de lo mucho que os sobra de años . El por qué oculta el Arzobispo la muerte del Rey , no os lo sabré yo decir ; pero que la oculta , es tan verdad , como verdad es que ese río es el Henares . He visto yo a D . Juan escurriéndome entre las piernas de los ballesteros cuando lo entraban en la tienda , y ¡ por San Millán , mi patrón ! que está tan muerto como mi pobre padre , que expiró a mis pies en la maldita batalla de Aljubarrota . Maese , el rey ha muerto , creedlo , que os lo afirma quien conoce bien la muerte . - Pero si está muerto , ¿ a qué viene el asegurar que está vivo ? Este es mi tema , ¿ por qué es este engaño ? - Porque así convendrá , compadre Arnaldo ; y en eso ya no me entrometo , porque ni lo entendemos , ni nos cumple el averiguarlo ; y vamos andando , que aún nos falta legua y media de camino . - Tenéis razón , sigamos nuestro camino , que es lo que más nos importa . ¿ Pero quién nos había de decir cuando al romper el alba veníamos tan alegres por este mismo sitio , que en vez de asistir a una justa , íbamos a presenciar una muerte tan desastrosa ? - Esas son las cosas del mundo , dijo filosóficamente el chillón Millán , por eso se dice que el hombre propone y Dios dispone ; fuimos a justas y vimos desastres . Dicho fue esto andando ya los dos interlocutores , y poco a poco fue perdiéndose el rumor de sus voces que aún por intervalos llegó a oídos de los viajeros , que la subían de punto en el calor de sus réplicas . - El rey ha muerto . ¡ Desgracia ! murmuró el joven Gonzalo con emoción cuando se hubieron alejado del todo . - Y el Arzobispo lo oculta por su interés , como ha dicho ese Millán , que es cazurro de buena casta , añadió D . Fadrique meditabundo , acaso más que afectado . ¡ Bien , por Dios , con el prelado ! Hábil sois y previsor , buen D . Pedro , pero aun así puede que haya quien os gane por la mano . Y encarándose a su compañero que contemplaba en silencio su frente sombría y su rostro contraído y pálido , le dijo : - Gonzalo , los hombres nos engañamos muchas veces porque nos es grato el creer . Permitid a mi convicción , que se afirme con vuestra seguridad . ¿ Es verdad que me sois afecto y que no me equivoco al juzgaros tan leal como decidido y valiente ? - ¡ Ponedme a prueba , y mis obras os contestarán con más precisión y verdad que todas las palabras por firmes y expresivas que sean ! Hablad , mandad , confiad en la adhesión de un hombre que todo lo emprenderá por vos , por vuestra causa , y por su honor . - Os creo ; y tal os creo , que voy a fiar de vuestra diligencia y discreción mi mejor arma de combate . Oíd ; vais pues a montar en mi caballo , que es más corredor que el vuestro y rápido como el pensamiento ; tomad la vía de Valladolid , dejad el camino a una legua de la ciudad , y siguiendo la orilla del Araya , encontraréis un monasterio , al cual en seguida os dirigiréis . Si os extraviaseis , preguntad por San Bernardo el Viejo , y al instante os llevarán . Sin perder tiempo presentaos al Abad , y después de saludarle en mi nombre , le diréis que os dé la caja de plata que le entregué el penúltimo día del sitio de Cillorico ; que la reclamo en nombre del que se la dio . Os la dará sin duda si ignora lo acaecido en Alcalá , para lo cual sirve la diligencia que os encargo , añadiendo la mayor reserva por vuestra parte . No os detengáis un momento después que vuestra mano la asegure ; marchad en seguida , id a mi castillo de Benavente , entregadla a Benzamuel , y después os venís a reunir conmigo s Madrid o donde la Corte se encuentre . Ahora a partir . - Permitidme antes una observación , si lo tenéis a bien , dijo Gonzalo que ya tenía la brida en la mano y el pié en el estribo . ¿ Necesitaré una credencial para el Abad , o bastará mi palabra ? - Advertís a tiempo mi olvido , lo cual me complace mucho ; y sacando un anillo del dedo se lo dio añadiendo : Si duda , presentadle este sello ; si vacila obligadle ; si niega , insistid ; pero de modo que no sospeche el interés que yo tengo en adquirirla . - Creo que a lo menos habéis de quedar satisfecho del enviado - contestó Gonzalo guardando el anillo ; por lo demás , si consigo la caja , a Benavente ; si no , vuelo a participároslo adonde quiera que estéis . - Vuestra previsión , me garantiza el éxito , Gonzalo . Confío pues , en que será feliz , si no os detenéis ... - No lo teméis si Dios es en mi ayuda ! - Que esperaré con impaciencia , añadió el Duque saludándole y despidiéndole con un afectuoso ademán . Gonzalo saltó con ligereza sobre el inteligente animal , que relinchó impaciente como si anhelara secundar los deseos de su señor , y clavándole en el hijar la dorada espuela , partió como una exhalación por un camino de travesía que lo condujera al que con tanta prontitud le estaba indicado seguir . Imitóle en breve su compañero , ocupándose antes en limpiar y ordenar su descompuesto traje ; hecho lo cual , tomó el camino de Alcalá , cayendo en una profunda y melancólica meditación . Era ya de noche cuando el solitario viajero del Henares , se encontró a la vista de Alcalá . Sin entrar en ella , se encaminó directamente a la improvisada tienda donde se custodiaba el cadáver del rey D . Juan ; apeóse a corta distancia , ató su caballo a un poste , cambió algunas palabras con el caballero que guardaba la entrada , levantó la pesada cortina que cubría la puerta , y quitándose respetuosamente el sombrero , se deslizó en el interior recibiendo saludos que altaneramente contestaba ; penetrando por último en la estancia fúnebre sin anuncio ni ceremonia . Solo estaba el Arzobispo , no con el breviario en la mano , sino ocupado en dar órdenes , avisos y consejos cuando entró D . Fadrique , quien le asestó una mirada profunda , de prevención y desconfianza que desconcertó al prelado . - ¡ Vos aquí , Duque ! exclamó el arzobispo sorprendido y levantándose prontamente bendiciendo al recién llegado , y alargándole la mano , que aquel besó ligeramente , después añadió : Dios ha derramado su copa de tribulación sobre nosotros , humillemos nuestras cabezas , y bendigamos la mano que la vierte . - Bendita sea en el cielo y en la tierra - contestó el Duque gravemente ; pero dejadme ver a mi hermano . Y acercándose al lecho , descubrió el imponente rostro de D . Juan que conservaba los ojos abiertos y todos los músculos contraídos . - ¡ Muerto ! murmuró con acento sombrío , muerto de un solo golpe ! ¡ Oh ! A cien pasos de una justa y en todo el lleno de la vida ; rey , padre , feliz ... Y cruzando los brazos , clavó sus negros ojos llenos de fuego en los azules , cristalizados y fijos de D . Juan , contemplándole con una atención profunda , pero sin emoción , sin dolor . A su vez D . Pedro Tenorio lo contemplaba grave e impasible , penetrando con su segura mirada el fondo de aquel corazón , que con sus ardientes pasiones latía de ambición delante del mortal despojo de un hermano ; de aquel corazón que en sus borrascas , había de estremecerlo todo , dándose a conocer en su época por su violencia y rebeldía , por su arrogancia y su poder . - Besad esa frente amarilla y mustia si queréis , dijo el Primado con acento de compasiva indulgencia ; pero después separad de ella vuestra mirada para fijarla en Castilla , que puede agitarse si se la deja olvidada ; y en el niño D . Enrique , huérfano , menor y enfermo . Miró D . Fadrique al Primado un breve instante ; cubrió en seguida , sin besarla , la desfigurada faz del rey , y separándose del lecho , tomó asiento frente a frente del Primado y a su repetida invitación . - ¿ Dónde os ha encontrado mi mensajero ? le preguntó el arzobispo , que conocía sobradamente las prevenciones del Duque y el poder de su voluntad . - ¿ Me habéis mandado alguno ? dijo D . Fadrique volviendo glacialmente pregunta por pregunta . - Antes que a nadie - contestó el Primado desprendiéndose sagazmente de todo motivo de desavenencia con su hostil interpelante ; como cumple a mi confianza en vos , a mi amistad por vos , y a lo que espero de vos . Pero decidme , ¿ cómo sin encontraros mi mensajero habéis sabido la desastrosa nueva ? - En pocas palabras os lo diré , respondió el Duque sin perder su prevención ni su laconismo . Iba a Talavera a ver a mi cuñada Doña Beatriz , pero a cuatro leguas de Alcalá , el griterío de esa bandada de grullas anunciando la tempestad me ha conducido hasta su foco . - De un modo o de otro el resultado es igual , y mi deseo se ha cumplido , repuso el Prelado gravemente . Ahora , Duque , hablemos en la soledad de este sitio , y con la verdad desnuda de nuestra intención : las circunstancias son críticas , todo hay que esperarlo y temerlo : todo es necesario prevenirlo y prepararlo ; porque una regencia es siempre la discordia y acaso la guerra y la ruina de Castilla . Vos , deudo cercano de D . Enrique ; yo , Primado de su iglesia , debemos y podemos evitarlo , obrando con energía en pro del príncipe y del reino ; pero es necesario que nos pongamos de acuerdo para que obremos de concierto , y he aquí porqué al veros se ha llenado mi corazón de alegría , porque los dos salvaremos esta nave si nos unimos para gobernarla y dirigirla en la tormenta que está próxima a correr . - Pienso lo mismo que vos , dijo D . Fadrique con tibieza . Espliquémonos , pues , pero de modo que nos entendamos . Y clavó su escudriñadora mirada en el Arzobispo , que por su parte le observaba con inquietud . - Justo es , dijo el Primado aceptando su situación tal como era : D . Juan I ha muerto y el joven príncipe de Asturias le sucede , pero tiene once años y no puede gobernar : necesita tutores y el reino gobernadores . ¿ Quiénes serán los más aptos ? Quiénes los elejidos ? Quién tomará la iniciativa ? ... Esto , Duque , es lo que vamos a resolver ; y contad que será lo que también resuelva Castilla . - Lo creo , repuso altaneramente el Duque . Castilla tomará lo que le demos , valiéndome de vuestro mismo lenguaje ; mas es necesario que los dos queramos darle la misma cosa , y ¡ por Cristo ! reverendísimo padre , que aún no estamos muy seguros de esa identidad de pensamiento y voluntad . El Primado fijó en el Duque una mirada profunda , luminosa , investigadora cual ninguna , y encontrando la resistencia en la prevención , y la prevención en la desconfianza , trató de disiparla a todo trance . Yo si lo estoy , dijo mirándole frente a frente , porque yo quiero el acrecentamiento de vuestro poder , de vuestro influjo , de vuestra gloria ; yo quiero que seáis gobernador de Castilla , tutor del rey ; y vos conocéis demasiado que esos son vuestros deseos , vuestros pensamientos y por cierto justamente concebidos . - ¿ Y me secundaréis en ellos ? le preguntó el Duque con intención . - Sí - contestó el Primado con firmeza ; lo mismo que vos a mí , ¿ no es cierto ? - Sí ; pero una palabra más , y sea tan positiva que podáis rectificarla con la mano puesta sobre ese signo de nuestra Redención , que indica vuestra alta y sagrada dignidad . Puso el Prelado su arrugada diestra sobre el rico pectoral de diamantes que llevaba , y con tanta mesura como gravedad , dijo : - Si es juramento lo que exijís , pronto estoy a prestarle . ¡ Hablad ! - Dios me preserve de ofenderos pidiéndolo , dijo D . Fadrique con nobleza ; sólo pretendo saber si la alianza que el ilustre arzobispo de Toledo y el duque de Benavente van a jurar en el fondo de su conciencia , se romperá algún día por la fuerza de los sucesos o el influjo de las personas ; siquiera se llamen éstas Enrique de castilla o Catalina de Lancaster ; siquiera sean aquéllos desavenencias o guerra de poder a poder , de bando a bando . - D . Fadrique - contestó el Primado sin vacilar ; nuestra alianza no se romperá por sucesos ni por influjos . Yo iré siempre con vos , porque vos no atentaréis ni a la Iglesia de que soy príncipe , ni al rey que guardaremos lealmente . Una nube pasó por la altanera frente del Duque . Sin embargo , diose por satisfecho , y alargando su mano al Prelado le dijo dando con su cargada acentuación doble valor a cada una de sus palabras : - Sobre esa base se cimenta nuestra alianza . Desde este momento seamos uno los dos . Dejadme el brazo , y sea vuestro el pensamiento . ¿ Convenís ? - Ese es mi afán . Cuento , pues , con vos , con lo que descenderemos a detalles . Primeramente , Duque , ¿ sabéis quiénes son los gobernadores que nombró D . Juan en su testamento de Cillorico ? - ¡ Pues no ! Vos el primero ; = un rayo de satisfacción iluminó vivamente la apacible faz del Primado ; = el arzobispo de Santiago , el segundo ; = aquella frente consagrada se plegó con despecho ; = el tercero el marqués de Villena ; =D . Pedro frunció las cejas ; = y el maestre de Santiago , el conde de Niebla y el mayordomo mayor los restantes . - ¡ Seis gobernadores ! exclamó el Prelado sin poderse contener ; y D . García Manrique también , añadió con amarga sonrisa . ¡ Bien gobernada estará Castilla ! - No tanto como si lo fuera por vos solo ; pero se hará como se pueda ; y además tenéis consejo de diputados de Burgos , Toledo , Sevilla , León , Córdoba y Murcia . Total , doce gobernadores . - Muchos son sin estar el que debe , replicó el Primado , quedándose pensativo al considerarse contrariado . El Duque observaba en silencio cómo el Arzobispo buscaba en su pensamiento una idea para sustituir su voluntad a la voluntad de D . Juan I , que no encontraba a no ser en los más aventurados extremos . Dejóle engolfarse un breve espacio en aquel intrincado laberinto , y pasado , se levantó , dio un paso hacia el Primado y le preguntó : - Ya que estáis enterado de todo , y todos prevenidos , ¿ cuándo publicáis la muerte del rey ? - Mañana ; ¿ no os parece ? - Ya os he dicho que sois el pensamiento . ¿ Y a continuación que haréis ? ... - Jurar al rey , que es lo que más urge . - Sin duda . ¿ Y luego ? - Abrir el testamento , D . Fadrique , aunque para lo que vale , sobra tiempo . - Claro está ! Pero , ¿ y si el testamento no parece ? ... Cosa es que pudiera suceder ... - En ese caso , convocar Cortes , y ellas que provean al gobierno y tutoría . - Y estáis seguro que la elección ... será acertada ? - Más que la del rey , porque recaerá sobre vos anulando una parte de la suya , si sois tan decidido como yo seré diligente . Pues dad el testamento por perdido si el ser diligente vale . ¡ Que decís ! exclam ó el Primado levantándose con viveza desarrugada la frente . - Nada más - contestó el Duque satisfecho , sino que el brazo previno esta vez al pensamiento . - Hágalo siempre con tanto acierto , y hará fácil lo imposible , seguro el triunfo y estable el poder . Y el Primado le alargó a su vez la mano , que el Duque estrechó sin desconfianza . Un instante después se despidió del Arzobispo con una muda inclinación ; de su hermano con un hondo suspiro y una rápida mirada ; y saliendo de la tienda , montó a caballo y se alejó al paso meditando en su alianza mientras llegaba a Alcalá . Ínterin que el duque de Benavente pactaba con el arzobispo de Toledo una alianza , que en breve había de dar en Castilla abundante y desgraciado fruto , pasaba como un meteoro por el camino de Valladolid el joven y apuesto Gonzalo de Figueroa sin detenerse en su desatinada carrera más tiempo que el estrictamente necesario para dar algún descanso a su fatigada cabalgadura . Era hijo el gallardo enviado del Duque de una casa solariega de Galicia ; había sido paje de la reina Doña Leonor , primera mujer del difunto D . Juan , y a la muerte de esta señora , pasó con el beneplácito de su tío el maestre de Santiago , al servicio del duque de Benavente , con quien le unían estrechísimos vínculos de amistad . Diez y siete años contaba el hidalgo Gonzalo cuando acaeció la muerte de D . Fernando de Portugal y el alzamiento del valiente , maestre de Avis contra los mejores derechos de su hermana Doña Beatriz , dando por resultado la guerra que Castilla declaró para sustentarlos como debía . El Duque fue , no con una mesnada , si no con un ejército ; y en aquel ejército fue donde el antiguo paje recibió su bautismo de sangre . En el cerco de Lisboa arrostró los peligros con un valor que pudiera llamarse osadía , y en el de Coimbra igualó a los mas intrépidos y esforzados . En la desdichadísima jornada de Aljubarrota , en que perdió D . Juan los derechos de su esposa junto con la vida de diez mil castellanos , también se encontró el Duque y tampoco faltó Gonzalo que había jurado espuelas en aquella decisiva ocasión . El ejército de D . Juan se vio envuelto y arrollado por su propia impetuosidad en el ataque ; y los multiplicados hechos de un valor que rayó en temerario , no consiguieron otra cosa que aumentar el número de las víctimas castellanas . Nuño Ortiz , hidalgo de los rancios de Estremadura , llevaba en aquel memorable día la bandera feudal del duque de Benavente . Un cuerpo de portugueses vino súbito sobre el valiente Nuño que , con escasa gente , sostenía el campo aún haciendo prodijios de valor ; mas fueron tantos los acometedores , que Ortiz cayó cubierto de heridas , sosteniéndose un instante sobre las rodillas defendiendo la bandera que iba a perder con la vida . Figueroa , que combatía a su lado , le vio caer y se volvió como un león para defenderle ; tarde ya para Ortiz fue su auxilio , pero a tiempo aún para salvar la bandera de D . Fadrique . Arrebatóla con singular denuedo a los triunfantes portugueses ; la sujetó con un brazo alanzeado por dos partes , y blandiendo su formidable espada , la defendió con tal valor que sólo se concibe en la desesperación del heroísmo . Felizmente sobrevino la noche ; ésta puso término a la matanza , y pudieron reunirse los restos de los destrozados escuadrones castellanos , dispersos en aquel campo funesto en donde se exalaba un vapor de sangre insufrible . Gonzalo acribillado de heridas , entregó al duque su bandera sin otra mancha que la de su sangre vertida por salvarla ; y D . Fadrique la tuvo en su mano todo el tiempo que sus soldados gastaron en aderezar unas angarillas para conducir al bizarro doncel , caído con su caballo sobre un montón de cadáveres enemigos . Cuando estuvieron concluidas , D . Fadrique , que era un valiente capitán , se quitó su ensangrentada dalmática y la tendió sobre aquéllas ; hizo colocar encima a Gonzalo que estaba casi exánime , y luego estendiendo la bandera para cubrirlo , le dijo : - Bravo Gonzalo , habéis rescatado mi bandera , y sois un héroe . Desde hoy tenéis el derecho de llevarla . Una sonrisa fue la única respuesta de Figueroa , pero una sonrisa que encerraba una felicidad inmensa . Veía realizado su primer sueño de gloria ; ceñía su primer laurel . El Duque lo distinguió con su afecto , lo elevó con su protección y le honró con su confianza . Debió a su influjo que el rey D . Juan le armase caballero en Sevilla ; fue su padrino en este acto y lo hizo su compañero . En cuanto a Gonzalo , corazón noble y entusiasta , sentía por el Duque uno de esos afectos profundamente arraigados , de esos afectos que no juzgan , que no discuten , que no dudan ; de esos afectos que dominan el corazón y la cabeza y de los que no puede desprenderse nunca el que los siente , porque parecen encarnarse en su ser . He aquí , pues , los lazos que unían a aquellos dos hombres de tan diferente edad , de tan distinto temple y con tan opuesto carácter ; lazos , sin embargo , difíciles y casi imposibles de relajar , porque basaban en una simpatía única y pronunciada del Duque , y en un sentimiento de gratitud y entusiasmo dominante y ardiente en el joven Figueroa , que aceptaba con orgullo la amistad que le concedían . Mas tomando el hilo de nuestra historia , que por cierto dejamos apenas comenzado este capítulo , les diremos a nuestros lectores , que en una hermosa alborada y a los primeros reflejos del día , distinguió Gonzalo las agudas agujas del monasterio de San Bernardo el Viejo . Sintió una vivísima sensación de alegría , pues en su impaciencia , aunque cruzó la distancia que media desde Alcalá a Valladolid con una rapidez inaudita , le parecía sin fin el camino y un siglo el tiempo que gastaba en recorrerlo . Así fue , que columbrar el edificio en lontananza , pararse un brevísimo instante a reconocerlo , redoblar la impetuosidad de su carrera , llegar , apearse y pedir audiencia al reverendo Abad , fue obra de minutos para el diligentísimo mensajero . Ello sí , no consiguió lo que pedía sin tener que sufrir el indiscreto interrogatorio de un lego esférico y preguntón ; pero a poco rato logró estar en presencia del Abad . Era éste un septuagenario alto , derecho y demacrado ; y la blancura de su arrugada tez tenía lo mismo que sus cabellos el viso amarillo del marfil . Por lo demás , en su fisonomía marcada y angulosa , en su ancha y elevada frente , en su gravedad impasible y recogida , notábase inscripta en profundos rasgos la severa abstracción de la vida ascética . Estaba ya Gonzalo en la celda abacial cuando entró el anciano ; éste traía las manos metidas en las anchas mangas de su hábito , paso lento , y los hundidos ojos fijos en la tierra por do pisaba . No fue , pues , confianza ni expansión el sentimiento que inspiró a su joven huésped , que dueño de sí mismo para ocultarlo , se adelantó en silencio recibiéndolo mesurado y respetuoso , sin perder por eso su gracia ni su soltura . Luego incitado por el anciano Abad tomó asiento en un escabel y entabló su petición diciendo de esta manera : - Padre Abad , vengo a vos enviado por D . Fadrique de Castilla , para desempeñar una comisión importante y de singular confianza . - Bien venido seáis , caballero ; contestó con sonora voz y el acento más helado de que es posible revestir el de un mortal ; ¿ qué queréis , o qué quiere el poderoso Duque de este flaco penitente ? - Que le bendigáis ante todo , repuso su enviado dando principio a su encargo con un aplomo perfecto ; que roguéis a Dios por él y que os salude en su nombre como corresponde a vos . Y el diplomático Gonzalo se inclinó profundamente , pero con la mayor dignidad , ni más ni menos que si fuera el mismo D . Fadrique de Castilla , poderoso duque de Benavente . El Abad le devolvió su saludo con mansedumbre diciendo : - Lo haré como deseo y él desea ¿ Qué mas exige ? ... - Que me entreguéis una caja de plata que os dio en guarda durante el cerco de Cillorico - contestó naturalmente Figueroa , entrando de lleno en la materia . El Abad clavó en él una mirada penetrante , y sin apartarla de los azules ojos de Figueroa llenos de inteligencia y de irradiadora luz , le preguntó tras un cortísimo espacio de silencio : - ¿ Sabéis lo que aquella caja contenía ? - Lo ignoro absolutamente , padre mío , contestó el interrogado con la firmeza de la mas íntima convicción . - ¿ Dónde queda esperándoos el Duque ? tornó a preguntar el anciano siempre fijos los ojos que brillaban en las hundidas órbitas con un resplandor imponente . - En la corte - contestó Gonzalo con la misma seguridad y prontitud que antes . - ¿ Sabéis por qué no ha venido él mismo a reclamarla como me ofreció cuando de ella me hice cargo ? - No por cierto , ni nada me ha dicho al encargarme la recogiera ; yo no me he ocupado en adivinarlo . Lo que sí me podréis decir , es lo que lo retiene en la corte obligándole a fiar de otro tan delicada comisión ... Con seguridad no os lo puedo afirmar bajo mi fe ; pero presumo sea el Rey . Y la voz de Gonzalo tembló ligeramente al omitir su presunción que tanta verdad tenía . El Abad advirtió su involuntaria y reprimida emoción y se trocó su impasible frialdad en una pronunciada desconfianza . Por su parte Figueroa comprendió su falta , y se preparó para remediarla manifestando no haberlo notado . - Repetidme palabra por palabra todas las que os ha dicho el Duque , dijo el Abad sin cuidarse de ocultar su desfavorable impresión ; pues para resolverme a entregar un depósito que me ha sido confiado y encomendado altamente , ya conoceréis que necesito asegurar mi espíritu de dudas . - Os las repetiré con mucho gusto , respondió Gonzalo con dignidad ; estad seguro que tendrán hasta su propia acentuación : Helas aquí , padre mío : « Le diréis al respetable Abad de San Bernardo que os entregue la caja de plata que le confié el penúltimo día del cerco de Cillorico ; que se la pido en nombre del que me la dio para ponerla en su guarda ; y si duda en hacerlo , lo que no creo , entregadle esta sortija . » Y abriendo su escarcela , sacó la que le diera el Duque , presentándola por el sello al Abad , que la tomó y examinó durante un largo espacio con el mayor detenimiento . Suya es , bien está , dijo el anciano Abad devolviéndola al joven enviado . Os entregaré mi depósito , pues nada tengo que oponer sino un instintivo recelo . Voy a daros la caja ; sin embargo que hubiera querido devolverla personalmente a D . Fadrique , eximiéndome de toda responsabilidad . - Yo también , repuso Gonzalo con altivez y resentimiento ; eso me hubiera ahorrado la amarga mortificación de ver hay quien dude de lo que afirma Gonzalo de Figueroa . Dios me preserve de ofenderos con mis dudas y mis temores ; no hijo mío , no os resintáis por ellas , considerando que la vejez es desconfiada como la esperiencia , y que esta la forma la lección del desengaño . Dicho esto el Abad se dirigió a un armario de madera negra , cuya solidez era estremada , tomó de su fondo un cofrecito de hierro , lo abrió con una llave que llevaba encima , y sacando una caja de plata maravillosamente cincelada al gusto árabe , dijo presentándola al afortunado Gonzalo : - Tomad , ésta es ; como me la entregaron os la entrego . Gonzalo hizo un grande esfuerzo para ocultar su vivísima alegría ; tomó la pesada y preciosa caja perfectamente cerrada , y levantando su frente tan serena como una hermosa mañana de primavera , dijo al Abad : - En nombre del poderoso duque de Benavente , os doy las más cumplidas gracias . En el mío , infinitamente más oscuro , os demando órdenes y vuestra bendición . - ¿ Os vais ? preguntó el Abad con alguna sorpresa ; olvidáis que esta es la casa de Dios y que estáis en ella como en la casa de un padre ? - Si lo pudiera olvidar , sólo con veros lo recordaría - contestó el diestro enviado que no se acababa de conceptuar dueño del depósito mientras no abandonase los muros del monasterio . Pero no puedo perder un momento en el descanso ; sólo llevo cumplidas la mitad de las órdenes que me han dado , y debo cumplirlas todas . Renació en el Abad , con aquella negativa , su primera desconfianza ; por lo que fijando en él de nuevo su mirada escudriñadora dijo con acento glacial : - Puesto que tan urgentes son las del Duque , partid ; y cuando le veáis decidle de mi parte que guarde mucho , o que devuelva a su dueño ese depósito ; que le deseo todo bien y prosperidad , y que siempre sobre su erguida cabeza estará mi bendición . Gonzalo adelantó un paso y se inclinó humildemente delante de aquel anciano augusto por el sacerdocio y la vejez ; el Abad estendió sobre su hermosa cabeza una mano descarnada y rugosa , y con solemne espresión dijo dulcificando inefablemente su acento . - ¡ Que Dios os bendiga , hijo mío ! que sea con vos y os dirija por el camino de la vida , cuyos primeros pasos andáis ! - ¡ Amén ! respondió Figueroa tomando en la suya la mano del anciano y llevándola a sus labios con respeto . Esto hecho , salió de la celda abacial con paso igual y firme , seguidamente del claustro , y montando de nuevo en su corredor caballo tomó el camino que lo había de conducir a Benavente . - Esta caja ( y la oprimió contra su cuerpo ) debe ser la de Pandora , como diría el sabio y noble marqués de Villena si supiera la importancia que la dan ; se dijo a sí mismo Gonzalo echando una última mirada al monasterio que alegraban los primeros rayos del sol . El Abad se ha desprendido de ella con sobresalto , y no parece sino que aquí dentro está la luz de la vida y teme un soplo que la apague . Sólo con pensar en poseerla , los ojos de D . Fadrique despidieron tan ardientes y dominadores rayos como si encerrara el cetro de oro de Castilla y teniéndolo le empuñara ; y hela aquí que , sea lo que quiera que contenga , ha caído en su poder . Pero destino raro el suyo ; del dominio de un santo Abad , pasa a las manos de un inmundo israelita ; es decir , caja fatal o feliz , que sales del cielo para entrar en el infierno . Y espoleaba su caballo atravesando la distancia con fantástica rapidez . Y por cierto que aquella caja no encerraba ni la luz de la vida , ni el cetro castellano , sino simplemente un testamento . Verdad es que aquel testamento era el de D . Juan I . El Abad vio salir de su celda a Gonzalo llevándose su depósito , y sintió una viva impresión de arrepentimiento por habérselo entregado ; pero como ya estaba hecho , no pensó en detenerlo sino en asegurarse del destino de la caja . Salió , pues , y al primer monge que encontró paseándose en el claustro le dijo con autoridad : - ¡ Hermano ! id volando a la huerta , decidle a Martín que ensille un caballo y que venga ; le espero en la cruz del atrio . Sentado el anciano en las gradas circulares que servían de pedestal a una cruz gigantesca de mármol , vio a Gonzalo tomar el camino de Burgos para torcer hacia Benavente en vez de volver por el de Madrid , que era según lo que había dicho , el que debía seguir si su intento era entregar la caja al Duque . Aquella observación aumentó sus sospechas e inquietud . Aún se distinguía al diligente ginete cuando se presentó un labriego de pequeña estatura y rostro gracioso , en el que se percibía gran comprensión , mayor astucia y notable desenfado ; el cual , conducía un caballo del diestro . - Martín , lo , dijo el Abad así que se acercó , ¿ veis aquel caballero que va a subir por la cuesta del molino ? - Le veo bien claro , padre Abad ; lo que no sucederá en pasando un breve instante . - Pues eso es lo que no ha de suceder ; para lo cual , montando ahora mismo lo vas a seguir como si fueras su sombra en tanto que dure su viaje : cuando pare , paras : donde se aloje , alójate : toma sobre él cuantas noticias puedas : sobre todo , las personas que lo busquen y los sitios donde vaya ; y cuando se reúna con el duque de Benavente , lo que te será fácil saber , te vuelves para darme exacta cuenta : con que adiós , y no te detengas , pues ya lleva suficiente delantera . - Descuidad , padre Abad , respondió el despejado campesino saltando en su fuerte cabalgadura ; que , para mi santiguada , habéis de quedar tan satisfecho que me volváis a emplear cuando se presente la ocasión . Dicho esto , arreó a su trotón , y se alejó a tan buen paso , que hacía esperar el cumplimiento de las órdenes del Abad y sus jactanciosas pretensiones . Un día después llegó al monasterio la noticia del fallecimiento del rey con uno de los mensajes preparatorios del arzobispo de Toledo . Entonces comprendió el Abad toda la trascendencia del golpe de mano ejecutado por el Duque ; y como era natural , se indignó por su acción tan atrevida como significativa . Sin embargo , temiendo sus desmanes y esperando los sucesos , guardó silencio , resuelto a no romperlo mientras no fuese necesario a su tranquilidad o a la del Reino . Fue D . Pedro Tenorio arzobispo de Toledo , varón de eminentes cualidades ; pues con una inteligencia superior , tuvo gran sabiduría , poderosa elocuencia , un ánimo esforzado , estremada energía , y esa esplendidez que realza y ennoblece . Hombre de acción , y hombre de pensamiento , era capaz de concebir grandes ideas y de realizarlas con su poderosa e inflexible voluntad ; pero hombre también de pasiones , entre las que descollaban el odio y la ambición , fue para Castilla una verdadera calamidad . Luchando por intenso aborrecimiento con el arzobispo de Santiago , le quitó al prelado la rica aureola del apóstol de Jesucristo , todo mansedumbre y caridad , todo misericordia y perdón . Queriendo preponderar en el poder , no desechó ningún medio para conseguirlo , aún de aquellos reprobados por la conciencia política ; y su nombre preclaro pasó a la historia con el borrón de haber dividido en bandos a Castilla por una desmedida ambición de riquezas y una sed insaciable de mando . Teas de discordia en la minoría de Enrique III , los dos célebres prelados , patentizaron su implacable odio combatiéndose sin tregua y sin descanso . Sólo la muerte apagó su rencor ; y de creer es , por lo mucho que se aborrecieron en vida , que si sus cadáveres se hubieran quemado en una pira , como a Eteocles y Polinice , las llamas se hubieran separado . Portugués D . Pedro Tenorio , era hijo del comendador de Santiago , Juan Tenorio , caballero de la corte de Alfonso IV de Portugal ; el cual , tuvo que emigrar a Castilla cuando las guerras de este monarca con su hijo Pedro I , por la muerte de la hermosa Inés de Castro ; en la cual , se le acusó de haber tenido alguna parte . Corriendo el tiempo , fue D . Pedro elevado a la dignidad de obispo de Coimbra , y desplegó tanta sabiduría , pero tanta ambición , que se atrajo la mala voluntad de Fernando I , y con la mala voluntad una dura y declarada persecución que lo arrojó de Portugal . Tuvo , mal su grado , que huir , y se fue a refugiar a Roma después de haber recorrido España , Francia e Italia , aumentando siempre sus estensos conocimientos . El obispo espulso de Coimbra era apacible , y elocuente , estaba perseguido , y estas circunstancias , con su mucho saber y su particular política , le ganaron el afecto y la confianza de la Santidad de Gregorio XI , quien lo retuvo a su lado honrándolo y favoreciéndolo . Aconteció por entonces en Castilla la muerte del arzobispo de Toledo D . Gómez Manrique , prelado de grandes y evangélicas virtudes y sin más pretenciones ni ambición que la de gobernar su rebaño como celoso y prudente pastor . La Iglesia en aquellos tiempos tenía el derecho de nombrarse sus pastores ; porque manteniendo ella sola , por cierto , el sublime principio de igualdad que proclamó el mismo Dios , y acogiendo en su seno a todos los hombres , cualquiera que fuese su estirpe o condición , llamaba a gobernarla , por una consecuencia legítima de sus principios , al más digno de sus hijos , elegido fraternalmente por sus mismos hermanos , principiando por el sacro colegio de Roma , y concluyendo en la sala de capítulo del más humilde monasterio . Mas como el poder con su deslumbrante dominio , ya emane de una corona o una espada , ya se desprenda de una tiara o una mitra , tiene tal encanto , tal atracción ; siempre , o por lo menos desde muy antiguo , aun entre los hombres de Dios , hubo quien compitiera por obtenerle , falseando los que lo ambicionaban el más grande , el más sagrado de todos los principios . Esto , que tan ligeramente apuntamos , era precisamente lo que acontecía en el cabildo de Toledo . Había dos pretendientes a la mitra arzobispal ; ambos influyeron ; los capitulares se dividieron en bandos y se eligieron dos arzobispos que alegaron el mismo derecho , porque tenían los mismos votos . Del uno sólo diremos que se llamaba D . Pedro Fernández Cabeza de Baca , que era deán de la santa Iglesia de Toledo , y un modelo de mérito y de virtud . En cuanto a el otro , que se llamaba D . García Manrique , era obispo de Sigüenza , sobrino del difunto arzobispo , muy joven aún y de natural inquieto y turbulento : a pesar de su no escasa ciencia y despejado talento , hubiérale sentado mejor una coraza y un casco , que la dalmática y mitra que vestía . Pero como quiera que descendiese de una de las más ilustres familias de Castilla , enlazada a la sazón con las más importantes y encumbradas del Reino ; aunque D . García no contara otros méritos que su alta alcurnia y su resolución y energía , que eran estremada , por más que su competidor le aventajara en costumbres y santidad ; tuvo al rey y a la corte de su parte para dividir la disputada elección en favor suyo ; no siendo esto bastante para vencer la tenacidad con que defendían la suya los partidarios del Deán , se llevó la competencia a Roma para que el Santo Padre la decidiera . El electo D . García , acompañado de su cuñado Juan Ramírez de Arellano , gran privado de Enrique II , en cuyo reinado sucedían estas escandalosas disensiones y de muchos deudos y amigos que le siguieron por más honrarle y complacer al monarca que lo protegía , fue a Roma también para sustentar su derecho y litigar por sí mismo su justicia . Pero Gregorio XI , que como todo hombre mortal tenía afecciones , y como todo el que las siente se inclina a satisfacerlas , desairó al rey de Castilla en su protegido , sin hacer más justicia al Deán : anuló ambas elecciones con sobrados motivos para ello , y nombró sin ninguno a D . Pedro Tenorio , su favorito , arzobispo de Toledo . En hombres del temple de D . García no se olvida nunca un desaire , ni se perdona jamás la persona por quien fue hecho ; así , el resentimiento de Roma llevó en su día a Castilla hasta el borde de un abismo , en el cual , si no se precipitó , fue por que la contuvo una voluntad agena a los dos prelados . Volviendo a D . Pedro Tenorio , añadiremos que trasladándose inmediatamente a Castilla , tomó posesión sin contradicción alguna de la primada del Reino ; y como hombre que sabía , por una feliz y reciente esperiencia , lo que vale la amistad de los poderosos , procuró a todo trance ganar la voluntad de D . Enrique y su hijo , lo que en breve consiguió a pesar de los esfuerzos que hizo D . García para impedirlo . No se crea , sin embargo , que por acrecer el favor de D . Pedro disminuyó el de su adversario . Enrique II lo elevó a la mitra de Santiago . Juan I lo hizo su canciller mayor , y de consiguiente tuvo casi tanto poder y más influencia que aquél . Pero por esto no se amortiguó su encono , sino que en su continua lucha para conseguirlo , tomó nuevo y más poderoso incremento . A la imprevista y desgraciada muerte del rey D . Juan se prepararon ambos prelados a combatir por el triunfo de su ambición , por la susceptibilidad de su odio , y por el innato deseo de una completa venganza . He aquí el origen de los bandos que tan hondamente dividieron a Castilla en la minoría de D . Enrique el doliente . El duque de Benavente , hermano del difunto D . Juan I , era el más poderoso en vasallos y riquezas entre los egregios magnates de la corte castellana ; porque D . Fadrique había sido el más querido de los bastardos de Enrique II , y ya que no la lejitimidad le dio cuanto un rey puede dar a un hijo . Conocía el arzobispo D . Pedro , y sobradamente por cierto , su versatilidad , su egoísta personalismo , su condición iracunda y violenta ; pero conocía también que aliándose con él se alzarían , como se alzaron en pro de su bandera , las primeras y más poderosas familias de Castilla y León , dando ejemplo el conde de Trastámara y siguiéndole el marqués de Villena , el conde de Niebla , el poderoso maestre de Santiago , el de Alcántara , y con ellos otros muchos ricos-hombres de gran valía , que arrastraron tras sí a los desdichados pueblos , y que mal su grado , hubieron de contribuir con su sangre a decidir la estéril cuestión de mando y supremacía arzobispal . Por su parte , el arzobispo de Santiago , más osado que el de Toledo , tan entendido e infinitamente más resuelto , era un enemigo poderoso y temible ; tanto más , cuanto que entre su odio de hombre político y su intolerante rencor de hombre de iglesia , se elevaba la voz de su ambición más desmedida , más desenfrenada , si cabe , que la del prelado portugués . Éste se apoyó en la fuerte y turbulenta nobleza castellana por medio de su alianza con el duque de Benavente ; aquél se hizo firme s la sombra del trono , decidido a emprenderlo todo por aventurado que fuese , antes que dejar el puesto a un vencedor más diestro o afortunado . Además ; su causa contaba con numerosos y decididos campeones , pues a sus relaciones y alianzas , se unió la simpatía de los pueblos , que pusieron en él más confianza por su calidad de castellano , que en D . Pedro , a quien miraban con esa airada y fuerte preocupación , que hace odiar todo lo que trae su origen de un pueblo a quien siglos de guerras ha hecho tener como a enemigo natural . Hemos apuntado , y lo repetimos , que los elementos con que los dos prelados contaban para destruirse , eran de una fuerza casi igual ; dudoso , pues , era el éxito , y sólo Dios quien sabía hacia donde se inclinaría la balanza equilibrada con trabajo por su influjo y alianza . Violentas pasiones añadieron su hiel al mezclarse en la contienda que los arzobispos animosamente debatían . No fueron suyas , pero las impulsaron , porque ni las pudieron contener , ni les fue dado separarlas para obrar con independencia de ellas . Para dar una idea completa de los dos prelados que nos presenta la historia frente a frente en una de sus páginas más desconsoladoras , diremos a nuestros lectores ; que D . Pedro Tenorio salvó a Castilla de un cisma cuando el doble pontificado de Roma y Aviñón , no reconociendo a ninguno con una firmeza admirable , y negándose con mesura a tomar parte en su escandalosa contienda . También fue debido en gran parte a su tino y habilidad , el matrimonio del príncipe D . Enrique con D . ª Catalina de Lancaster , asegurando la dinastía que vacilaba entre las lanzas de Juan de Inglaterra y las intrigas del hostil Portugal . Luego grabó su nombre en el magnífico claustro de la santa iglesia de Toledo , que hizo construir ; en la linda capilla de S . Blas , donde tiene su sepulcro , y en su puente de Villafranca del Arzobispo , alzando a solo su voluntad una villa rica y poblada en el sitio que ocupaba un mísero y reducido lugar . D . García sucumbió al fin en la lucha : amigo leal y enemigo irreconciliable , no se dobló jamás , ni aún por su propio interés . Prefirió estrañarse y morir en tierra estranjera , a faltar a su palabra dada en seguridad a un enemigo , y Portugal fue su sepultura , como Castilla su cuna . Preparados los ánimos favorablemente a los intentos del Primado , y de acuerdo con e1 duque de Benavente , hizo publicar a muerte del rey ; que merced a su esquisito cuidado , quedó en duda por algún tiempo para unos y oculta para los más . Trasladóse , pues , el cadáver con regia pompa a la villa de Alcalá , depositándolo en la capilla de su palacio hasta que se le pudiera conducir a Toledo , y darle sepultura en la de los reyes nuevos . Allí tuvo quien ceremoniosamente lo velara ; y no le faltaron tampoco preces continuas y fervorosas , elevadas por todas las comunidades religiosas de Alcalá y sus inmediaciones a invitación del Arzobispo ; que como en la tienda improvisada , todo lo prevenía y ordenaba . Dispuesto cuanto era concerniente a los funerales de D . Juan , se consagró el Arzobispo a consolar a la desolada Doña Beatriz , astro oscurecido en el espacio de un día , y que presurosa corriera al lado de su difunto esposo , acompañada solamente del obispo de Sigüenza . Después fue a encontrar a Madrid al huérfano D . Enrique , que afligido y anhelante se dirigía a Alcalá en alas de su dolor filial para ver a su padre , antes que la losa del sepulcro se lo robara para siempre . Llegado a tiempo D . Pedro Tenorio para detenerle en aquella villa ; investido cual se hallaba de una autoridad no deslindada aún ni reprimida como primado de Castilla , ayudado con eficacia por el duque de Benavente que le había precedido , y en cuyo seno había derramado abundantes lágrimas el acongojado huérfano ; secundado por la nobleza . y el clero , y de un modo espontáneo y decidido por la villa , mandó que se alzaran pendones proclamando rey al ya jurado príncipe de Asturias . Consecuente con su plan , espidió cartas de convocatoria a todos los prelados y abades , a los ricos hombres e infanzones , a los maestres de las órdenes , adelantados , merinos , justicias , concejos , villas y ciudades con voto ; para que se juntasen en Madrid con la urgente premura que el caso requería ; cual era la grandísima necesidad de proveer al gobierno del estado , y , a la tutoría de los menores D . Enrique y D . Fernando , que habían quedado en absoluta orfandad . Pero al par que llegaban los convocados , el Arzobispo por una parte , y D . Fadrique por otra , procuraban inculcarles sus ideas , inclinando los ánimos a su favor y preparando con su influjo la elección . Hasta aquel punto todo había marchado de conformidad con sus cálculos y deseos , mas allí también comenzaban a brotar obstáculos que les era muy difícil de superar , y que se multiplicaban por cada uno que vencían . Tocaban con profundísimo despecho , que ni era solo el Primado quien tenía influencia sobre el clero , ni el Duque quien aspiraba a compartir con él la regencia . Añadíase a estas decepciones , que el tercer brazo del estado independiente , poderoso , lleno también de ambición , no se adhería como pensaron a los proyectos del Arzobispo y su aliado , sino que se consagraba a sus propios intereses . Antes de la sesión regia acudían los diputados de las ciudades a la Chancillería a revisar y archivar sus poderes . Desde aquel punto eran tenidos por inviolables y sagrados , empezando en juntas que celebraban entre sí a cumplir sus deberes , poniéndose lo primero de acuerdo para conseguirlo ; y como cuanta más preponderancia obtuvieran en el gobierno , más posible era el llenarlos alcanzando la petición de rebaja en la moneda que los pueblos solicitaban , no prestaron oído a las promesas que se les hacían , aspirando a intervenir por sí en el concejo de regencia . Y a propósito de lo que vamos tratando , advertiremos a nuestros lectores que en aquellos tiempos no eran las cortes el pálido reflejo , el ostentoso fantasma de representación nacional que nosotros alcanzamos . Nacida en las asambleas electivas de los godos , se desarrolló prodigiosamente en el siglo VI , elevándose en los concilios nacionales de Toledo a la altura correspondiente a su gran misión . A ella , a sus múltiples esfuerzos , se debió que la sociedad entregada al caos de la barbarie , se organizara y constituyera . A ella se debieron también leyes que reprimieron sus indómitas pasiones y sus brutales costumbres ; leyes que aún se admiran en el famoso Fuero Juzgo , y que castigando y previniendo consiguieron suavizar aquellas naturalezas duras , y aquellos instintos feroces . A ella en fin , a su influjo se debió el que marchara Castilla la primera por la senda de la civilización europea , como confiesa un célebre publicista francés . Suspendida violentamente por la invasión árabe , quedó olvidada en tanto que sólo se trató de combatir y vencer . Cada español se trasformó en un guerrero ; cada guerrero se convirtió en un héroe , y la patria tan ominosamente vendida , fue reconquistada con el valor , la constancia y la sangre de sus hijos . Olvidada sí , pero no muerta , la representación nacional reapareció con el pueblo castellano . Era esto en la edad media , y en la edad media sólo había dos poderes en la tierra que se la habían repartido espléndidamente entre sí , la cogulla y los blasones . No hubo , pues , más que dos estados en ella , estados que se abrogaban todos los derechos porque poseían todos los privilegios ; pero uniéndose toda vez que la ocasión lo requería , interponían lealmente su formidable poder como un brazo de hierro , entre el pueblo que podía ser oprimido , y el monarca que tendía a la opresión . Por los siglos XIII y XIV , el pueblo que tras largos y vigorosos esfuerzos había conseguido , ayudado por los reyes , emanciparse de la abrumante tiranía feudal , se constituyó en un estado importante e influyente por su valor , su saber , su industria y su riqueza . Conquistaba a la corona con su lealtad y sacrificios franquicias y privilegios , concediéndola Fernando III , llamado el Santo , el de unir su voz a los dos estados que hasta allí esclusivamente la tuvieron , y entonces completa y definitivamente quedó establecida la representación nacional como un derecho común a todo castellano , equilibrándose perfectamente los distintos poderes de la monarquía , que se convinaron en justa y exacta proporción , para atender y velar por todos los intereses de ella . Organizándose , pues , como una institución fundamental , fue acatada por el trono como soberana en sus decisiones . Éste podía negar la sanción a sus leyes ; pero no alcanzaba su poder a imponerla las que emanaban de su sola voluntad . Colocada en tal elevada esfera , jiró sin obstáculos ni entorpecimientos , consagrada esclusivamente a su objeto ; y creció en grandeza e importancia , a proporción que se comprendiera por el monarca y por la monarquía su influjo y su necesidad . Nobles , expléndidas y prudentes , las cortes castellanas sin negar nunca su sangre a la patria cuando ésta lo exigía , a fuer de valientes y leales ; sin regatear su oro al monarca que en sus apuros lo pedía , sostenían cuidadosamente los intereses que representaban , desde el pechero que podía ser vejado en la pacífica posesión de su cabaña , hasta el más encumbrado rico hombre , cuyos derechos señoriales tenía a su cargo hacer fielmente respetar . ¿ Fue aquella época la de su virilidad poderosa y fuerte ? Creemos que sí a poco que la examinemos . Verdad es que no surgían de su seno las magníficas teorías que hoy nos dominan , que nos conmueven y deslumbran : empero tampoco sucedía jamás , que aquellos a quienes los pueblos conferían el poder de representarlos , votasen onerosos subsidios que doblasen su miseria . No era tan universal el sufragio , tan crecido el número , tan fastuoso el aparato ; mas en cambio había más firmeza , eran más independientes , tenían más conciencia del deber que su misión les imponía . Entonces no había esos debates prolongados y brillantes , en los cuales se exala la pasión y se emplean las seductoras galas de la oratoria para dilucidar una idea . No , los diputados de la edad media no sembraban de delicadas flores sus discursos ni eran el encanto de los que le oían ; pero eran , eso sí , el eco firme y severo de las necesidades de aquellos que los enviaban . Y como los diputados prestaban un solemne juramento en el acto de recibir los poderes , por el cual se obligaban , « a no aceptar del rey empleo con sueldo , dinero o gracia para sí y sus parientes , sujetándose en caso de infracción a severísimos procedimientos » , no obraba sobre ellos la corrupción . Además , habían de dar cuenta a la vuelta a sus poderdantes ; y la historia conserva una muestra de cómo las daban y cómo eran tomadas , en lo que hicieron las ciudades de Sevilla , Córdoba , Toro y Segovia con sus diputados a las cortes de Compostela en 1520 . Creemos con lo ya espuesto suficientemente esplicado el por qué las cortes convocadas por el Primado eran inaccesibles a sus deseos , contrariando por interés propio con una resistencia inesperada los cálculos de su ambición y los proyectos mejor combinados de su odio . Entre tanto llegó la llora destinada para la primer reunión , entre las agitaciones de la duda y las inquietudes del temor , sentidas con mayor violencia según se aproximaba el instante crítico de morir o realizarse sus doradas esperanzas , con el nombramiento de regencia que cada cual anhelaba para sí . Fue la ya derruida iglesia de San Salvador la disignada por el arzobispo de Toledo para que las cortes celebrasen sus sesione ; porque el espíritu , religioso del siglo XIV buscando aún sus inspiraciones en Dios seguía en esto la costumbre establecida en los antiguos y célebres concilios toledanos , que inmortalizaron el nombre del arzobispo S . Isidoro , cuya mano arrojó a la sociedad naciente , abundante semilla de civilización y libertad . En el lado de la epístola se colocó un magnífico dosel de terciopelo carmesí guarnecido de pesado fleco de oro , bajo el cual se elevaba sobre gradas el dorado asiento desde donde los reyes presidían las sesiones . A el opuesto perteneciente al evangelio estaban los escaños destinados a los reverendos arzobispos , obispos y abades ; a su frente los de la grandeza , y los diputados ocupaban el centro con los suyos . Ricas alfombras cubrían el pavimento ; el altar estaba iluminado y sobre el ara , en el sitio preeminente , se veía el libro de los Santos Evangelios lujosamente encuadernado . A las doce del día entró en el templo el Primado seguido de un número considerable de prelados ; seguíale después la alta nobleza castellana presidida por el duque de Benavente ; y por último , los diputados de las ciudades que presidían los de Toledo y Burgos , Pero López de Ayala y Alvar Pérez de Osorio . Ocuparon sus respectivos sitios sucesivamente , manteniéndose todos en pié . El arzobispo de Santiago , como canciller mayor del reino , se situó entre el trono y el Primado ; y guardando todos un ceremonioso silencio , dijo con voz sonora y singular aplomo : - Señores , S . A . el rey D . Enrique III de Castilla , se halla en la menor edad ; se necesita , pues , quien lo represente para abrir las cortes aquí reunidas y presidir la sesión . ¡ Por interés del reino nombradle ! - A el reverendísimo arzobispo de Toledo le pertenece representar al huérfano D . Enrique , dijo el duque de Benavente con su acento imperioso y terminante ; nadie lo puede hacer mejor ni con más derecho . La arrogante y severa faz del arzobispo D . García permaneció impasible , y dirigiéndose segunda vez a la elevada reunión , la interpeló diciendo con mesurado tono : - Señores , ¿ tenéis alguna objeción que poner a lo propuesto por D . Fadrique de Castilla ? ¡ Ninguna ! ¡ Lo aprobamos ! contestaron simultánea y unánimemente los numerosos partidarios del Primado . Reverendísimo padre , ya lo habéis oído , repuso D . García volviéndose a D . Pedro . ¿ Aceptáis el encargo que os confieren ? Vedme aquí dispuesto a todo lo que se me exija y mis débiles fuerzas alcancen - contestó el interrogado Arzobispo , con un acento de apacibilidad que no revelaba la menor emoción . - Aquél es entonces vuestro sitio , replicó D . García Manrique , mostrándole con un ademán lleno de dignidad el trono que resplandecía con un rayo de sol escapado entre los densos pliegues de una cortina . Inclinó su cabeza por un breve instante el Primado , y levantándola más erguida dejó su sitio , cruzó la nave lentamente , subió la primer grada del trono , y volviéndose , radiante de majestad la frente que ornaban sus cabellos blancos , y con el mismo acento que usara a ser aquel trono suyo , acento de suprema dominación , dijo con voz clara y vibrante : - Señores , está abierta la sesión . Las cinco palabas del primado produjeron un movimiento general y un tenue pero perceptible murmullo ; y como acaeciera el incidente de ir a pasar para tomar asiento Alvar Pérez de Osorio , diputado por Burgos , y protestase Ayala que lo era de Toledo , dijo D . Pedro estendiendo su mano con dignidad : - ¡ Pase Burgos , que a Toledo le represento yo a nombre de D . Enrique III . Alzó los ojos el arzobispo D . García y le asestó una mirada tan detenida , tan significativa , que hubiera hecho temblar a otro que no fuera D . Pedro Tenorio . Pero éste sin perder un átomo de la soberana espresión que ostentaba su frente , se dirigió a la elevada e imponente asamblea y pronunció un largo discurso , en el cual espuso con elocuencia estremada la situación del reino y del Rey : la necesidad urgentísima de atender a uno y a otro , dando a éste tutores y a aquél gobernadores ; pero tales , que no se repitieran las desgracias que habían afligido a Castilla en las minorías , de Alfonso VIII por las discordias de sus tíos ; en la de Enrique I , con los disturbios de los Lara ; en las sangrientas y borrascosas de Fernando IV y Alonso XI , que tan azarosas hicieron los turbulentos infantes y el ambicioso Juan Núñez de Lara : Misión reservada a las cortes , no habiendo provisto a ello D . Juan I , por su prematuro e inesperado fin , conjurándolas a que eligieran quien mantuviese la paz en el reino , atendiese a su engrandecimiento , y al cuidado de Don Enrique , doblemente sagrado como monarca y pupilo ; con lo cual puso fin a su razonamiento tan aplaudido como merecía por todos los que atentamente lo escucharon . Por lo demás harto patentes eran los hechos que oportunamente recordara D . Pedro , y bien conocido de todos que tocaban el primer escollo de la minoría , en la importante elección que iba a efectuarse elección que podía dar origen a los males que había deplorado el Arzobispo , y que era posible y aun seguro se repitieran , tratándose de un poder transitorio es cierto , pero deslumbrante , omnipotente y codiciado con ardor . Después de contestar D . Alfonso Manrique de Lara como le correspondía en aquel acto por descender del conde Pedro de Lara , que obtuvo el privilegio de representar a la nobleza como defensor y guardador de sus fueros en las cortes de Burgos , protestaron las ciudades su fidelidad y adhesión , con lo cual entraron en la importante cuestión que tan preocupados traía los ánimos . La regencia única fue desechada por la mayoría : de dos la propuso el arzobispo de Toledo y fue enérgicamente combatida por los diputados que la desecharon unánimes : pidióla D . García de cinco y tampoco fue acordada . Aumentábase el número a medida que los aspirantes a formarla descubrían otros nuevos ; y por último , después de animadísimos debates se nombró una regencia de siete gobernadores y un consejo de diez y seis diputados , que alternaran por mitad cada tres meses , para ayudar a los gobernadores con sus luces y esperiencia en todas las dificultades que pudieran sobrevenir . A la cuestión de números sucedió la de individuos , menos controvertida y disputada , pero de mayor y más palpitante interés . Nombráronse los tres más cercanos parientes del Rey , a saber : al duque de Benavente su tío , al conde de Trastámara que lo era también aunque como el marqués de Villena en grado más remoto : el arzobispo de Toledo , el de Santiago y los maestres de Santiago y Calatrava . Los diputados por su parte nombraron a Alvar Pérez de Osorio , Ruy Ponce de León , Pedro Suárez , adelantado de Andalucía , Pero López de Ayala , corregidor de Toledo , Garci González de Atunza , Álvaro de Villa , Fernán Pérez de Castro y Diego Martínez de Villa Real . Cuando terminó el nombramiento quedando formada la regencia , el arzobispo de Toledo dejó su sitio , y seguido de las electos en primer término y de los obispos y abades , ricos hombres y diputados , subió al altar donde se iba a prestar el solemne juramento con el más minucioso ceremonial . Adelantóse D . García , púsose junto al ara , y con un acento que revelaba todo lo augusto de su ministerio con una entereza que revelaba asimismo un ánimo fuerte y superior ; con toda la dignidad altiva y noble del caballero ; señalando con una mano el libro abierto de los Evangelios y clavando al Primado una mirada severa e interrogante : - Pedro , arzobispo de Toledo , dijo : ¿ Juráis por la Santísima Cruz en que fuimos redimidos y los Santos Evangelios , aquí presentes , gobernar en unión de todos y cada uno en paz y lealmente , protejer , defender y guardar al rey D . Enrique III y su hermano el infante D . Fernando , que las cortes ponen bajo vuestro amparo como tutor que os nombra , y obrar en honra y pro de estos reinos que se os confían ? Puso el Primado su mano estendida sobre el libro abierto que estaba en el altar , y con voz clara y entera que resonó en todos los ángulos del templo , dijo : ¡ Sí juro ! - Si así lo hacéis , Dios os lo premie , y si no os lo demande como a aquel que jura en falso , repuso D . García con acento profundo . - ¡ Amén ! contestó el Primado gravemente . Y pasando a la derecha sustituyó a el Arzobispo canciller , quien cambiando de sitio ocupó el que dejara D . Pedro , prestando el juramento en sus manos . En seguida lo hizo el duque de Benavente , y después los demás gobernadores y consejeros . Cuando se concluyó la ceremonia bajó del altar el Primado , ocupó la presidencia como antes , y arengando brevísimamente a la asamblea levantó la sesión . El sol descendía por el horizonte cuando los gobernadores salían de San Salvador . Adelantáronse algunos pasos el arzobispo de Toledo y el duque de Benavente que iban al par uno de otro ; inclinóse el Prelado hacia D . Fadrique , y con una incalificable espresión le preguntó sonriéndose : - ¿ Qué os parece todo esto , Duque ? - Que perdimos la partida , respondió con despecho éste . - ¡ Bah ! no lo creáis aunque tal parece a primera vista . Un cuerpo con quince cabezas es un fenómeno , y los fenómenos no tienen de vida si no cuando más cortos instantes . Todo es paciencia y esperar . Y bendiciéndole le alargó la mano que besó el Duque , disipándose un tanto la sombra de su frente . En pos del Primado y D . Fadrique , que cada cual se alejaba con su numeroso séquito , salieron los maestres de Santiago y Calatrava , juntos también como salieron aquéllos , y parándose en el umbral : - D . Gonzalo , dijo aquél a éste , ¿ qué día fijáis para nuestro juramento del cuerpo de Dios ? - El que vos mismo elijáis , D . Lorenzo , contestó D . Gonzalo con cierta tivieza . - Pues en el convento de Ocaña os espero con el capítulo reunido , el día primero de la próxima semana . - No faltaré con los comendadores y caballeros que se puedan reunir para ese día - contestó el gran maestre de Calatrava . Concluido este diálogo , se despidieron afable y cortésmente : el de Santiago se incorporó con el duque de Benavente , y el de Calatrava fue a reunirse con el arzobispo D . García , que con su hermano el Adelantado mayor salían a la sazón del templo . Al verle venir el Arzobispo , esperóse a que llegara , y cuando estuvo a su lado se dirigió a él con un acento que revelaba las profundas emociones que sufría . - Maestre , os repetiré la misma pregunta que acabo de hacer en este momento a mi buen hermano : ¿ Os place la regencia de que os han nombrado miembro ? El maestre lo miró con fijeza , y al observar aquella frente en que podría leerse los fuertes sentimientos que lo dominaban , y aquella boca contraída por una amarga ironía ; al escuchar aquellas palabras proferidas con calma y singular intención , la inquietud se reveló en su semblante y contestó con un signo negativo . Os halláis , pues , de acuerdo con nosotros , dijo el Prelado colocándose entre los dos ancianos guerreros . ¿ No os agrada ver al Duque abrir camino al Primado , y a éste apoderarse de lo más alto que encuentra ? - No , García , no me agrada - contestó el Adelantado ; porque del ambicioso afán de sobreponerse a todos , nace y se nutre el general descontento . También os diré que temo un choque entre ese conjunto de contrarias voluntades y de opuestos intereses , que dará indudablemente origen a disturbios y revueltas como las que imprudentemente ha recordado ese portugués ambicioso , y que tan célebre le hicieron en las anteriores minorías . - ¡ No por mi nombre ! exclam ó D . García con arrogancia . ¡ Oh ! no lo temas , hermano , que hay aún en Castilla una voluntad enérgica que los reprima , y es la mía ; un brazo fuerte y poderoso que en todo caso los derribe , y es el vuestro : D . Fadrique y D . Pedro no son los infantes D . Juan y D . Enrique . Los Lara no existen hoy , pero en su lugar seremos nosotros los que frente a frente y sin contemplación alguna contrariaremos sus planes y nos encontrarán en todos los terrenos . - Si a ese punto llegamos , dijo con mesura el Adelantado mayor , convenid , García , que el reino no alzará su voz para bendecirnos . En cuanto a mí , vos que conocéis mis sentimientos , como Dios conoce mi conciencia , sabéis que el brazo de Alfonso Manrique está consagrado a su Patria y a su Rey , y su espada a los gobernadores que la sirvan con mayor fidelidad . - Alfonso , dijo el maestre con agreste y espansiva franqueza ; si no me admiráis por leal , me cautiváis por prudente , y siempre tengo algo que celebrar cuando os oigo . Estoy con vos , y mi espada se levantará con la vuestra hiera a quien quiera , ya sea a ese encumbrado bastardo o a ese Prelado estranjero , como falten a la ley o se vuelvan contra la patria para desgarrar su seno . - Así lo creo de vos , Maestre . Por eso me di el parabién cuando os eligieron tutor y gobernador en unión de mi hermano D . García , de quien sois antiguo amigo . - Y tan antiguos , Alfonso , que éramos rapaces y bien pendencieros . Y el encanecido Maestre echó una mirada de cariño a su compañero de infancia , más envejecido que él por el peso del estudio y las agitaciones de su vida . Ya se habían alejado el Arzobispo , el Maestre y el Adelantado con su triple comitiva , cuando apareció en el umbral de San Salvador un grupo de diputados , en cuyo centro estaba Pedro López de Ayala ; a quien uno de sus compañeros , de frente pensadora y mirada profunda , dijo : - Recibid mi sincero pláceme , señor Corregidor , y con él mi buen deseo de que no olvidéis en el gobierno de Castilla que sois el diputado de Toledo ; y que Toledo , que os ha encumbrado a ese puesto , reclama , como todas las ciudades , la rebaja de la moneda a su intrínseco valor . - Gracias , Sr . Juan Gaitán , por el pláceme y el deseo que estimo en mucho - contestó cortésmente el corregidor de Toledo ; y sabed , como sabrá muy en breve la ciudad , que siempre y ante todo soy su procurador , para conseguir la justa demanda que nos ha confiado . Dicho esto , desapareció a su vez aquel grupo y quedó desierta la tan animada iglesia de San Salvador . Poco después apagaron las luces del altar , se cerró el libro de los Evangelios y todo quedó en el más profundo silencio . El plazo que se prefijó por el maestre de Santiago para practicar el juramento , espiraba el día de la Epifanía y había llegado la vigilia . Los farautes del maestre de Calatrava , durante el término convenido , recorrieron en velocísimos caballos todos los dominios de la orden , llevando mensajes a los comendadores y caballeros citándoles para Ocaña . Sólo así podía esplicarse la considerable afluencia de guerreros y curiosos que de Tembleque , Cuenca , Almagro y la Mancha toda se notaba en aquella villa para asistir a el acto solemne DEL JURAMENTO DEL CUERPO DE DIOS . Desde la alborada de aquel día hasta que el sol se ocultara , no cesaron de entrar en Aranjuez ( villa de la orden de Santiago y sitio de recreo de los maestres ) empolvados ginetes cabalgando en soberbios bridones , seguidos de escuderos y de algunos soldados de la orden . Imponderable era el movimiento que se notaba en la villa al terminar aquella tarde , breve y nebulosa como suelen serlo las de enero . Por donde quiera no se oía otro ruido que el trotar de los caballos y el crugir de las armaduras , no cesando hasta que una numerosa tropa de caballeros montados en diestros y veloces corceles salió de Aranjuez tomando el camino de Ocaña . Pendía de sus hombros el manto con la cruz encarnada de la orden , ondulando airosamente a impulso de la veloz carrera que seguían . Bajo sus anchos pliegues brillaban ligeras corazas de bruñido acero , y el casco con que cubrían su cabeza , dejaba descubierto el semblante fiero y espresivo en los más , ya se encontrasen en la flor de la juventud , bien en el descenso de la vida . Marchaba a la cabeza el maestre D . Lorenzo Suárez de Figueroa , llevando a su izquierda al más anciano de los Treces de la orden , célebre por contar casi tantas batallas como cicatrices , faltándole poco para igualar el número de éstas al no escaso de sus años . Seguían después los treces , comendadores y caballeros de cuatro en cuatro , armados de lanza y escudo , y en un silencio que sólo turbaba el continuo cuanto acompasado trotar de los caballos . Caminaban , pues , entregado cada cual a sus pensamientos , sin que ningún accidente les ocurriera en las dos leguas y media que dista Aranjuez de Ocaña ; llegando cerrada ya la noche a las entonces fuertes murallas de la villa y arrecidos con el frío intenso que se hacía sentir . A su llegada fueron recibidos por los caballeros más notables de la orden de Calatrava y los hospedaron con solícita cortesía y fastuosa esplendidez . Las órdenes religiosas y militares de Santiago , Calatrava y Alcántara , tan famosas en los siglos pasados y de que sólo nos quedan sus estatutos y preclaros recuerdos de gloria , habían llegado en los reinados de los sucesores de Alfonso XI a el más alto punto de independencia , esplendor y poder . Nacidas de la piedad religiosa y del odio a los infieles , que cada generación legaba íntegra a la que le sucedía , tuvieron desde luego toda la importancia que les daba su origen en una época que se marcaba por la exaltación de tales sentimientos ; pero adquiriéronla mucho mayor así que fueron reconocidas y sancionados sus estatutos por la Santa Sede . Alfonso XI contribuyó generosamente a su engrandecimiento , concediéndoles privilegios y mercedes que fueron la base de su opulencia y poder . Desde aquella época , siempre progresando , siempre en guerra con los moros , su valor les conquistó estensos dominios . Los reyes que con tanta frecuencia y buen éxito se servían de su brazo en las frecuentes guerras que sostenían con Navarra , Aragón y Portugal ; y que ante la cruz de sus pendones y la espada que heroicamente empuñaban veían retroceder y menguar el poder agareno , premiaron sus servicios aumentando con generosidad sin término los estados y fueros de las órdenes que llegaron a ser considerables . Pero esto mismo logró escitar el recelo y la desconfianza , y entonces se incorporaron sus dominios a la corona . Por el tiempo de que nos vamos ocupando eran los maestres unos soberanos de hecho y de derecho ; independientes , acatados , revestidos de alta y suprema potestad compartida en su ejercicio con otras potestades inferiores , asemejándose cada orden a un estado con sus diversas gerarquías fuertemente enlazadas entre sí . En una palabra , el gran maestre era un príncipe con su gobierno , su justicia , su ejército , sus fueros privativos , alta jurisdicción y exenciones . A las once del día prefijado para el juramento de los dos maestres , el de Santiago , seguido de todos los caballeros que lo habían acompañado en su viaje , ostentando el manto con la roja cruz de su orden , penetraba en la iglesia de los caballeros de Calatrava , donde ya los esperaban éstos con su gran maestro D . Gonzalo Núñez de Guzmán . Según el ceremonial establecido para semejantes actos , los comendadores de Calatrava salieron a recibir al maestre y caballeros de Santiago hasta el umbral del templo , conduciéndolos al coro , a cuya berja se adelantó don Gonzalo con sus claveros para saludarlo : con lo cual y preguntarle cortésmente el maestro de Calatrava a el de Santiago si era de su gusto que empezara la ceremonia , y contestarle éste que le tenía cumplido en todo lo que aquél dispusiera , se encaminaron juntos al altar acompañados por los caballeros de ambas órdenes , que mezclados y confundidos los dejaron subir las gradas de aquél , quedándose ellos a pocos pasos de distancia . Los dos maestres eran tan notables por sus personas como por la elevada dignidad de que estaban investidos ; y los dos maestres en aquel momento , de pié , inmóviles , concentrados en sí mismos , con sus hábitos magestuosos , sus largas espadas en que apoyaban la diestra , y sus cabezas de cabellos grises descubiertas , estaban magníficos en arrogancia , en dignidad y en resuelta firmeza . Sin embargo , vistos de cerca , se notaban entre ambos pronunciados rasgos de diferencia . Las facciones regulares del maestre de Santiago revelaban firmeza en la voluntad , astucia en el genio , reserva en el pensamiento . Su continente altivo y marcial demostraba en cada uno de sus rasgos , de sus más leves movimientos , el íntimo convencimiento de su poder , un largo hábito de mando y los violentos arranques de un carácter nunca violentado ni sujeto por nadie , ni por nada . La fisonomía del de Calatrava , menos bella pero más varonil y pronunciada , la caracterizaba fuertemente una espresión de tan atrevida osadía , de franqueza y lealtad tan decidida y arrogante ; se mostraban de tal modo sus sentimientos en las arrugas de su frente , en los pliegues que unían sus cejas , en las contracciones de su boca , en el fuego que destellaban sus pupilas leonadas , que nadie podía dudar en mirándole . de su amor ni de su odio , de su enternecimiento ni de su ira , cuando el soplo de una u otra pasión lo agitaba . En la célebre mañana en que tenía lugar el juramento , no estaba exenta de nubes su frente ancha y desarrollada ; pero como hemos dicho antes , brillaba en ella la arrogancia , la resolución y la firmeza . Uno de los caballeros profesos de Calatrava se revistió un rico ornamento , y subiendo al altar dio principio al santo sacrificio de la misa , y para asistirle los caballeros se hincaron piadosamente de rodillas a imitación de los maestres que les dieron el ejemplo . Llegando el celebrante al punto de la consagración , pronunció en voz alta y con una entonación lenta y solemne las cinco palabras sagradas : Hoc est enim corpus meum , y elevando la hostia para que la adorasen , la tuvo levantada un corto espacio , durante el cual todas aquellas soberbias cabezas humildemente se inclinaron . Concluida la elevación , la puso el sacerdote en su patena de oro , y la patena sobre el ara , y volviéndose de modo que diera la diestra al Sacramento y la siniestra a los maestres que permanecían de rodillas , les dijo con voz entera : - D . Gonzalo Núñez de Guzmán , . y vos D . Lorenzo Suárez de Figueroa , como maestres que sois de las órdenes de Calatrava y Santiago , ¿ juráis sobre el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo uniros en fiel y leal amistad , para gobernar el reino buena y pacíficamente ; servir , defender y proteger al rey , D . Enrique III , que Dios ha puesto sobre el trono y las cortes bajo vuestra tutela y amparo ; no ir nunca el uno contra el otro , ni levantar las espadas sino para dar el mismo golpe en muestra de una sola voluntad ? ... Así que el celebrante profirió la fórmula del juramento , los dos maestres se levantaron , estendieron el brazo ; y tocando con la mano sin guante la hostia consagrada que les presento el sacerdote , respondieron a la vez con voz clara y segura : - ¡ ¡ Sí juramos ! ! El celebrante retiró la patena , los maestres tornaron a su primer postura con la cabeza inclinada y enlazadas las manos que habían tocado la hostia sacrosanta , continuando la augusta ceremonia sin perturbarse el silencio , la compostura y el fervor de los asistentes . Mas por una singularidad inesplicable y estraña , al concluirse la misa , los ojos del maestre de Santiago destellaban a brevísimos intervalos un contento reprimido , una satisfacción tan cumplida , que a pesar de la rapidez con que lucían aquellas vivísimas llamaradas , no se escaparon a la perspicacia de Don Gonzalo ; quien por un contraste no menos raro mostraba una frente oscurecida y una mirada triste sin embargo de hacer visibles esfuerzos para dominarse y aparecer impasible y grave , no consiguiendo otra cosa que aparecer notablemente violento . La clave de aquel enigma que no podían descifrar los que estaban observándolos , la tenía el arzobispo de Toledo , y se esplica fácilmente . Aquella imponente ceremonia a que había sido emplazado D . Gonzalo por el maestre de Santiago , fue decidida por el Primado , quien antes calculó con mucho detenimiento y pulso todas sus posibles y trascedentales consecuencias . Una de esas amistades que nacen en la infancia , crecen en la juventud , se afirman y arraigan con los años y no se estingue jamás , unían con estrechos vínculos al arzobispo Don García y al jefe supremo de la poderosa orden de Calatrava . Una alianza concluida de poder a poder ligaba con los fuertes lazos de un interés común al arzobispo de Toledo y al maestre de Santiago . La espada o el voto de cada uno de los maestres tenía un peso tal , ya fuera llevando la cuestión al terreno de la fuerza , ya tratándola en el del influjo , que separados podían equilibrar la balanza , y unidos los dos , inclinarla a quien fuera su voluntad . En el siglo X un juramento no se violaba ; era sagrado , y doblemente cuando como el de los maestres era espontáneo , solemne y de una publicidad tal cual tenía el que habían prestado en Ocaña a presencia de ambas órdenes reunidas . Estaban , pues , obligados a guardarle , y , o el de Santiago arrastraba consigo al de Calatrava separándolo de D . García , o lo obligaba a permanecer neutral , dejando al arzobispo luchar con sus solas fuerzas . De un modo o de otro , D . Pedro triunfaba en la lid . Concluida la misa salieron juntos los dos maestres , siguiendo en pos la brillante comitiva de caballeros de Calatrava y Santiago . Un banquete suntuoso dado por los primeros , esperaba a los segundos . Reinó en él la esplendidez y la cortesía , y aquella reunión congregada para asistir al juramento se dispersó por la tarde , saliendo los maestres para Madrid , y a sus fortalezas y encomiendas los caballeros de las órdenes . Pocos meses habían transcurrido desde la infausta muerte del rey D . Juan I , y ya se tocaban lastimosamente las consecuencias de aquella desgracia . La desunión de los gobernantes era estremada ; las demasías de algunos señores harto públicas , y los pueblos eran olvidados por los que tenían el deber de protegerlos , ocupados esclusivamente en las discordias y rencillas de los tutores del rey Enrique III . Si algo faltaba en el ánimo de suyo irascible del arzobispo D . García para exacerbarle en último grado , era sin duda la alianza del primado D . Pedro Tenorio y el duque de Benavente . Altanero D . Fadrique de Castilla y dominante en sumo grado , abusaba a menudo en pro de sus amigos y en mengua de sus rivales , de las facultades que le habían concedido las cortes de Madrid , como gobernador del reino y tutor del rey y el infante sus sobrinos . Por otra parte cada día era más patente el pacto que unía con sus estrechos lazos al arzobispo de Toledo y al duque de Benavente , formando ostensiblemente un bando de que el primero era la cabeza y el segundo el brazo , y cuyas miras tendían a imponer su voluntad como soberana en el consejo , del que no se avenían a ser partes , pretendiendo erigirse en jefes . Murmurábase públicamente sa intimidad , deplorando sus funestas consecuencias ; acriminábanse mutua y violentamente los prelados ; cundía el descontento por do quier , y densas nubes se iban amontonando en el cielo de Castilla , anunciando una tempestad que sólo tardaría en bramar lo que tardara en esperimentarse el choque de las encontradas pasiones que con sus ardientes emanaciones la condensaban . El choque tuvo lugar , y la esplosión fue terrible . Era un día de marzo , día desapacible y nebuloso . El concejo de gobernadores estaba en la iglesia de San Salvador , donde celebraba sus sesiones . Iracundo y sombrío el arzobispo de Santiago ; con la mano en la espada y arrogante postura los maestres de Calatrava y Santiago ; silenciosos y atentos el consejo de diputados de las ciudades , escuchaban todos con la espresión de la cólera en el rostro descompuesto , o la osada actitud del retador , el rumor compasado de pasos , el crugir de las armaduras , los golpes de las alabardas en las gradas de piedra del templo , las voces , en fin , de los hombres de armas que estaban cercando los muros doblemente sagrados y respetables por lo que era y contenía . Sólo el Primado estaba tranquilo , sólo él ostentaba una impasible mesura . En el crítico instante de levantarse D . García Manrique para dar alguna orden , o pedir esplicaciones , se presentaron armados de punta en blanco el duque de Benavente y el conde de Trastámara . La frente torva del arzobispo de Santiago se anubló aún más , su talla escasa se realzó al ímpetu de su ira mal enfrenada estendiendo su mano nervuda y demacrada sobre los recién llegados , pareció rechazarlos mejor que detenerlos . Pero no era la venida de los tíos de Enrique III un incidente casual , sino un ataque premeditado , un pretesto para cometer un hecho de violencia reproducido en casi todas las minorías que antecedieron a la de que nos vamos ocupando . Todos , pues , comprendieron que el Duque venía para arrojar su guante a la arena , y que el Prelado lo iba a recoger sin compasión a la sangre que la contienda pudiera verter , sin temor a las picas y alabardas que asomaban a la puerta y llenaban las avenidas ; y aquel alarde de fuerza , aquel aparato de guerra , enardeció los ánimos hasta de los más prudentes y contenidos . D . Fadrique se adelantó con la visera levantada , se dirigió al arzobispo D . García a quien iba el reto , y con audaz altanería dijo : - Señores , he venido solamente a pedir para el señor Juan Sánchez de Sevilla , el nombramiento de contador mayor de las rentas reales . Todas las miradas pasaron alternativamente de D . Fadrique al Prelado , cuyos labios contraídos se separaron para dar salida a un ¡ ¡ No puede ser ! ! tan enérgico como rotundo . - ¡ Será , porque lo mando ! repuso el Duque con acento amenazador , llevando significativamente la diestra a la cruz de su espada que despidió un metálico sonido al rozar con su manopla de acero . - ¡ No será , porque no es justo ! Replicó D . García con voz de trueno . A la airada negativa del Prelado siguió una escena de tumulto . Los gritos , las amenazas , los denuestos estremecían las bóvedas sagradas . Los bandos que se encarnaban en los dos arzobispos , se agruparon en torno de sus caudillos . Desembaináronse las espadas con notable furia y desacato , lanzándose todos a la calle , resueltos ambos prelados a apoderarse del Rey y sacarlo de la villa . Pero no contaban con el adelantado mayor D . Alfonso Manrique , que reuniendo sus hombres de armas cerró las puertas de aquélla , dobló la guardia del Alcázar , deshizo el tumulto repartiendo mandobles y cuchilladas , y al anochecer tan sólo se oía en las calles , poco antes tan alborotadas , el ruido monótono de la abundante lluvia que caía . Al toque de avemaría , sosegada completamente la villa , solitarias las calles que sólo recorrían los hombres de armas del Adelantado mayor , sobre cuyas pesadas armaduras se estrellaba una lluvia fuerte y espesa ; salió el duque de Benavente de su palacio , dirigiéndose con paso rápido al del arzobispo de Toledo . Iba solo D . Fadrique , embozado hasta los ojos , y por el metálico ruido de sus armas , chocándose entre sí al andar , podía colegirse que no iba desprevenido para lo que pudiera acontecerle ; precaución necesaria en aquellos tiempos de agitaciones y turbulencias . Entró por la morada del Arzobispo sin desembozarse siquiera ; pasó por las antesalas atestadas de eclesiásticos , caballeros , escuderos y pajes , que le saludaban respetuosamente dejándole paso franco , del cual se aprovechaba contestando altiva , afable o desdeñosamente , según los blasones , la influencia o la adhesión de cada uno de los que allí estaban y conocía . Con la misma facilidad le fueron franqueadas todas las puertas , hasta la del oratorio , cerrada a todos para que no fuese turbado el Arzobispo en las meditaciones de su piadoso retiro . En su fondo , sentado en un alto sillón , estaba el Primado de Castilla asaz descontento y meditabundo , recapitulando todos los sucesos que habían tenido lugar en la aventurada tentativa de por la mañana ; frustrada , en tan mal hora para él , por el Adelantado mayor , y que le había colocado en un terreno tan falso como resvaladizo . Conocía con íntimo disgusto que había llegado a su punto crítico , donde retroceder es sucumbir , y que estaba trabada la lucha con un competidor que aparecía más formidable que nunca . Reparaba , pues , como decimos , los variados incidentes del día , contando en seguida todas las probabilidades de triunfo que tenía sobre su rival , cuando entró el Duque sin anunciarse . - ¡ Pardiez , señor Arzobispo ! dijo D . Fadrique , cuya frente estaba más altanera que de ordinario ; menester es preguntaros , pues en vuestro semblante no se colige si somos vencidos o vencedores . Y clavó en él , esto diciendo , una de sus penetrantes miradas . - Ni lo uno ni lo otro , respondió con calma el Primado . No hemos hecho otra cosa que tirar un guante , ni D . García más que recogerlo cuando lo ha visto a sus pies . - Y no se os ocultará que ha sido levantado con brío , aceptando la lucha como se le ha presentado . Ahora bien , señor arzobispo de Toledo , después de la inútil tentativa de apoderarse de mi sobrino , creo , salvo vuestro parecer , que el único camino espedito que nos queda , es apelar a la fuerza y sustentar nuestra razón con la espada . - D . Fadrique , respondió con mesura el Prelado ; mi parecer es que todo partido estremo no debe tomarse sino en un caso estremo también ; cuando la violencia sea de absoluta precisión , cuando sea necesaria y por lo que la ocasione disculpable ; y , creedme , aún no estamos en eso punto . Por lo cual , Duque , es mi opinión que debemos dejar las cosas como están , intentando otro medio que nos conduzca al mismo fin que pretendemos . ¿ Y qué medio se os ocurre , si gustáis participármelo ? le preguntó D . Fadrique con un leve acento de impaciencia . - Sí gusto de hacerlo , Duque , respondió el prelado con una gravedad que no estaba exenta de reconvención . Sentaos y departiremos , esplicándoos yo mis ideas , y objetando vos lo que os cuadre sobre ellas . Sentóse D . Fadrique en un sillón frente al Primado , recogióse éste un breve instante , y fijando en aquél una mirada profunda le preguntó : - ¿ No se os ha ocurrido nunca , Duque , que la supremacía del poder puede establecerse por medio del influjo moral de un modo más absoluto y estable que no impuesta violentamente por la punta de la espada ? - No , ni recordando antecedentes pienso que tampoco vos - contestó D . Fadrique observándolo . - Lo estraño Duque , replicó el Arzobispo con calma . Esa es una convicción que me debisteis suponer por esos mismos antecedentes y la esperiencia de largos años de sacerdocio . - Pues os confieso que he caído en ese error , repuso D . Fadrique con despecho , y lo siento tanto más , cuanto que él nos ha conducido al trance en que nos hallamos . - Bueno está que sobre una idea nos hayamos engañado , Duque , dijo el Primado animándose por grados ; pero no el que en las cosas nos queramos engañar . Lo que ha pasado esta mañana ha sido un simple rompimiento con el arzobispo de Santiago y su bando , y eso tendría lugar mañana , si no hubiera acontecido hoy . Sé también , que cuando una lucha se empeña es necesario terminarla ... ¡ Con la fuerza o con la astucia ! indiferente es el medio como se consiga el fin . Pero lo que trato de persuadiros es , que sin apelar al recurso estremo de las armas podemos alcanzar lo que nos proponemos ; más aún si queréis , porque la cuestión que la fuerza ha de dirimir , sólo es al presente , de un interés grande , pero transitorio ; y con el medio de que os hablo podéis abarcar lo futuro en una estensión ilimitada . ¿ Oís ? - Sí respondió el Duque dibujándose en sus labios una ligera sonrisa un si es no es burlona y claramente incrédula . Pero por Santiago juro , que no os comprendo señor Arzobispo . - Yo me esplicaré , pues , y estoy seguro que me comprenderéis acaso demasiado . Mas antes de hacerlo respondedme paladinamente . ¿ Qué pretendéis conseguir con la guerra ? - No es necesario repetirlo , si recordáis lo que pactamos el día que murió D . Juan . - Yo no olvido nunca , Duque , y menos cuando me liga una promesa . Fue , que seríamos gobernadores vos y yo solamente . ¿ No es cierto ? - Exacto . Ello sí , no ha sucedido con mengua de nuestro orgullo , dijo el Duque con sarcasmo . - No es culpa mía , D . Fadrique ; bien sabéis lo que hice e intenté por conseguirlo . Pero con un poco de tiempo , y otro poco de arte , quizá llevemos a cabo lo que ni nuestro empeño en las cortes , ni vuestro arrojo de hoy , han podido realizar . - ¿ Y ese medio famoso consiste ? ... preguntó el Duque con negligencia . - En ganar la confianza de una dama . - ¿ De una dama ? ... exclam ó sorprendido D . Fadrique . ¿ He oído bien ? Repetidmelo D . Pedro ; pues creo , por S . Andrés , que o he oído mal lo que habéis dicho , o que graciosamente os burláis . - No es eso propio de mi carácter , ni oportuno en esta ocasión . He dicho una dama , debí decir de la reina Catalina . Oído aquel nombre , el Duque lanzó al Prelado una tan ávida mirada que pareció querer devorar su pensamiento . - En verdad D . Fadrique ¿ no habéis parado mientes jamás en la singular posición que ocupa la reina Doña Catalina , de esa reina que lo es por su matrimonio con D . Enrique , y su derecho de legitimidad y primogenitura ? ¿ No habéis reflexionado en el infinito influjo que ha de ejercer sobre el Rey por su edad , por su belleza , por los cuidados que le prodiga , porque , en fin , es el único ser dulce y acariciador en que se apoya ese otro ser débil y quebrantado , con más corazón y cuerpo ? ... ¿ No habéis previsto que hacia donde ella se incline se ha de inclinar el Rey , se ha de inclinar la corte y cuanto de ésta dependa ? ¿ Que por esta razón puede mucho de presente , y más aún de futuro , si atendéis a que por los tratados de su casamiento , Doña Catalina ha de ocupar el trono de Castilla con D . Enrique , si falta éste con D . Fernando y ¡ sola ! si éstos no tuvieran sucesión ? Por último , ¿ no se os ocurre que la Reina es una mujer , que la mujer es susceptible de impresionarse y dejarse dominar por una voluntad firme , que anime un pensamiento profundo , nobles y elevadas miras ; una voluntad fuerte que sepa imponerse e imponerla ? En verdad , os repito , Duque ¿ no habéis pensado en nada de esto ? - No , no he pensado en nada de eso , y he pensado muchas veces en Catalina de Lancaster , respondió D . Fadrique hondamente preocupado . Vos revelándomelo en este momento , me abrís un ancho horizonte . - ¿ Y me comprendéis ahora , Duque ? - ¡ Oh ! Como dijisteis antes con vuestro mucho talento , buen D . Pedro , acaso demasiado . Sin embargo , aun encuentro un punto en que me paro para haceros una pregunta a mi vez . ¿ Cómo es que vos conociendo y apreciando todas esas circunstancias de tan gran valor en la Reina , no habéis solicitado su confianza disputándola a quien la posea ? ¿ Cómo no os habéis insinuado en su ánimo , con esa fascinadora elocuencia que tanto poder os da cuando os servís emplearla ? - Por una razón muy obvia . Doña Catalina tiene para el sacerdote respeto , para el gobernador deferencia , para el anciano reserva ; de manera que mis relaciones con ella son de pura ceremonia . Y respecto a mí , no puedo traspasar la distancia que ha interpuesto entre los dos la malevolencia de D . García , porque la ha rodeado como a D . Enrique de sus parciales y hechuras , en quien tiene tantos instrumentos como espías . ¡ Oh ! id a su cámara veréis en la primera de sus damas a la sobrina del Arzobispo , y la engreída favorita elige o separa a las otras , según le place a su tío . Seguidla al confesionario , su confesor es la encarnación del alma del iracundo Prelado ; por lo cual , para mí no hay cabida con la Reina . Vos su deudo es otra cosa , podéis llegar hasta ella , y allí establecer vuestro sitio sin que nadie os lo dispute . - ¡ Claro está ! replicó presuntuosamente el Duque medio entornando los negros y rasgados ojos para ocultar los ardientes rayos que de ellos se desprendían ; es mi sobrina y debo estar a su lado . Por lo demás , ¿ no ha de sentir una afección ? ... ¿ No ha de tener una debilidad ? ... Si teme , le brindaremos paz , seguridad . Si sufre , le brindaremos consuelo , adhesión ; y Catalina , reina y mujer , se apoyará confiadamente en nosotros . - Duque , esa es mucha jactancia ¡ oh ! dijo el Arzobispo con intención . Nosotros buscaremos su apoyo para preponderar en el reino durante la minoría de D . Enrique , y en su concejo cuando sea mayor y reine . - Pues eso es lo que yo digo , sólo que en las palabras ha habido una involuntaria inversión , replicó D . Fadrique sonriéndose . Convenimos que Doña Catalina puede darnos con su confianza lo que nosotros no hemos podido alcanzar con nuestros esfuerzos reunidos ; y esto , pardiez , creo que es reconocerse espontáneamente inferior y en alto grado obligado . Esto supuesto , permitidle a mi lenguaje su valentía para deciros , tengo esperanza de que la Reina sea nuestra , y perdóneme Dios el orgullo , pero tentado estoy de añadir , ¡ contad con ello de seguro ! - Entonces D . Fadrique , el destino de Castilla estará en estas manos unidas . Y el Primado alargó la suya al Duque que la retuvo un instante en silencio y conmovido . Durante aquel brevísimo espacio , la frente de D . Fadrique erguida con indecible atrevimiento , se inclinó con el peso de una idea . Su mirada que irradiaba vivísima luz se oscureció , y soltando la mano del Arzobispo le dijo pasando repentinamente a la desconfianza y la duda . - No creamos , sin embargo , en este edificio de viento , y ocupémonos de las cosas como están . Vos en vuestro cálculo , o yo en mi proyecto nos podemos engañar ; si sucede , ¿ qué haremos , Sr . Arzobispo ? ... - ¿ Qué haremos ? repitió el Primado con decisión y energía ; lo que habéis venido a proponerme . Iros vos a vuestros estados , yo a Toledo ; levantar gente ; reunir luego nuestros soldados y venir juntos a librar a mano armada al Rey y al reino de la tiranía del arzobispo de Santiago . - ¡ Sí , D . Pedro , sí ! dijo el Duque con un brusco arranque , pues os juro que si no saliera con lo que intento ... ¡ por Dios trino ! que o talaba a Castilla , o estrañaba de ella para siempre . D . Pedro Tenorio miró a su aliado un breve instante como si quisiera sondear el corazón que agitaba con tal fuerza un pensamiento repentino , como si tratara de medir la fuerza de las pasiones que en él residían , fijando el límite donde habían de conducirle ; mas el ojo del Arzobispo era el de un hombre , y aquel examen no podía producir más que un falible conocimiento de éstas y aquél . - Estrañaros , dijo el Primado halagando el orgullo y la venganza de D . Fadrique que creyó herido y escitado con sólo el pensamiento de una derrota ; no por cierto , Duque . En todo caso sería un agravio de dama y lo vengáis en sus campeones , con lo cual está la cuenta saldada . Por lo demás , creedme , aunque no se realice mi plan , tendréis a cambio de algunos días perdidos más conocimiento de vuestros enemigos y más seguridad de vencerlos . El Duque se levantó . Nuevamente sus ojos irradiaban luz , su frente se elevaba osada y arrogante . - Se me olvidaba participaros , por si no tenéis noticia , dijo el Arzobispo dejando su asiento , que esta mañana durante la sesión de San Salvador , entraron en la villa los embajadores de Navarra y Aragón ; que han solicitado la presentación para mañana , tan urgente es su misión ; y que a pesar de lo poco a propósito del día han visitado particularmente y han tenido conferencias según cuentan . - Lo sabía y he visto a Mosén Guerau de Queralt - contestó el Duque sonriendo . En cuanto a eso , las inquietudes son para la reina Doña Leonor , a quien persigue el cariño conyugal con esta nueva embajada . - Eso será la de Navarra , Duque ; mas la de Aragón , mis indicios tengo que viene a mezclarse en nuestras discordias , entendiendo o pretendiendo entender en el gobierno o alianza de Castilla , como amigo y protector . - Aragón que se esté tras sus fronteras , y que no se meta aquí en cuestiones interiores . Si tal hace , le diremos que a Castilla le sobran gobernadores ; a los gobernadores , concejo , y al concejo facultades . - Así es , pero con todo estad sobre aviso , porque si a los propios se les unen los estraños ... - No lo temo , y si Dios no dispone lo contrario , de aquí a la presentación cuento ocuparme de mí mismo . Con esto despidióse el Duque , y saliendo del oratorio pasó por aquella corte que esperaba al Arzobispo , infinitamente más numerosa que la que pisaba las regias antecámaras de los reyes Enrique III y su esposa Catalina . Una vez en la calle , el Duque miró al cielo dispuesto al parecer a secundar el diluvio , y se encaminó a buen paso al palacio que ocupaba la reina de Navarra . Al pasar las alfombradas antecámaras , llenas por la numerosa servidumbre de Doña Leonor , D . Fadrique se dijo a sí mismo : - Para mi empresa es necesario tu ausilio , y para que tú me lo prestes , es preciso creas que conviene a tu interés particular . Obliguémosla a un convenio de servicio por servicio . Y dando su capa a un paje , su gorro a otro , estiró por sí mismo su descompuesta ropilla , alisó los negros rizos de su deshecha melena , y satisfecho de su compostura , entró en la inmensa antecámara de la Reina . En el fondo de ella recostada en un sillón , cuyo respaldo estaba blasonado con las armas de Navarra y cimbrado con una corona real , se hallaba Doña Leonor en el momento de entrar el Duque ceremoniosamente anunciado desde la puerta de la cámara . Tendría esta señora a la sazón de treinta y cuatro a treinta y ocho años ; era morena y sonrosada , tenía unos rasgados ojos pardos llenos de vivacidad y espresión , magníficos cabellos castaños suaves y rizados , la frente ancha un poco elevada y ligeramente inclinada hacia atrás , la boca pequeña y la nariz aguileña . El conjunto de su fisonomía era bello y simpático revelando la inteligencia , la travesura , la energía y la resolución más estremada . Hija de Enrique II , la casaron muy joven con Carlos de Navarra , a quien no amó ; y ni el amor a cuatro hijas que tuvo ni el que a ella le tenía su esposo , pudieron hacerle olvidar la corte de Castilla , y los alcázares de Sevilla y de Segovia , que encerraban los recuerdos de oro de su primera juventud . Tiernísimamente la quería su hermano D . Juan : Doña Leonor devorada por la tristeza que las montañas navarras le inspiraban , se dirigió a él , y por su poderosa mediación consiguió permiso de su esposo para pasar a Castilla con el objeto de restablecer su quebrantada salud ; y obsequiada , agasajada y querida , pasó días , luego años , sin que pensara en dar la vuelta a sus estados . El rey de Navarra fue consecuente con su esposa durante un no corto espacio de tiempo , pero pasado éste , la llamó a su lado con instancia ; ella opuso la poderosa escusa de su salud , y D . Carlos esperó a su restablecimiento . Sin embargo , como viera que se dilataba mucho , tornó a llamarla mandándole que apresurara su regreso , ofreciéndole que saldría a recibirla hasta Alfaro para reunirse con ella ; pero Doña Leonor no era eso lo que quería , y eludió con pretestos y dilaciones las súplicas y órdenes de su marido , suscitando obstáculos e inconvenientes cada vez que aquél las reproducía . Insistía el rey de Navarra , negábase Doña Leonor , intervenía D . Juan para apaciguar a su cuñado y convenir los ánimos , y quedábanse nuevamente , aquél en la soledad de su palacio , ésta en el bullicio de los placeres de la corte castellana . Sucedía que engañado en sus esperanzas D . Carlos , mandaba otras embajadas que ponían a D . Juan en un conflicto por los opuestos deseos de los dos esposos ; y a tanto llegaron las cosas , que a duras penas pudo ganar tiempo enviándole su hija mayor y ofreciéndole que en la primavera inmediata le llevaría él mismo a su esposa . En este estado se hallaban los asuntos conyugales de Doña Leonor de Castilla , cuando acaeció la desastrosa muerte de su hermano ; y no hay que decir si los disturbios del reino , la horfandad de sus sobrinos y las contiendas de los gobernadores la facilitaron pretestos para quedarse . Hallábase , pues , en Madrid desde el fallecimiento del rey D . Juan , tomando una parte no pequeña en el gobierno , y además figurando clandestinamente en aquel cúmulo de intrigas , que podía compararse a los delgados hilos de una araña , donde se enredaban cada vez más los gobernadores queriendo cojer en su centro a los reyes y con ellos el favor . Hay que advertir , trataba Doña Leonor a su hermano D . Fadrique con fraternal intimidad , ya porque así conviniera a su interés , ya porque le amase realmente ; y no la desazonaba mucho que el Duque desgarrase el manto real de su sobrino para apropiarse un girón , siempre que tuviese en él un firme aliado que lo valiese como gobernador para prolongar su permanencia en Castilla . En la noche en que la presentamos por primera vez a nuestros lectores , los acontecimientos se agolpaban para embrollar más o desembrollarla enmarañada contienda de regencia y confundir en ésta los intereses de Doña Leonor ; pues con algunas horas de diferencia habían entrado en la revuelta y atemorizada villa los embajadores de Navarra y Aragón , y susurrábase del uno y del otro que no habían venido sólo por la ceremonia de un pésame . Ya la Reina , que como la más interesada , por temerosa de las consecuencias había sabido la venida de uno y otro , concedió el permiso solicitado por ambos para besarle la mano , luego que desempeñasen junto a Enrique III su cometido . Aprestábase a la batalla que tenía que dar a la autoridad conyugal del impaciente D . Carlos ; y pensativa y ensi mismada , procuraba reunir todos sus recursos , todo su ingenio , su astucia , su energía , para conjurar la tempestad , evadir el golpe que le asestaba y permanecer en aquel foco de intrigas y movimiento en que tan a su gusto se hallaba . El anuncio de D . Fadrique y su saludo tan respetuoso como galante , vinieron sucesivamente a sacarla de su larga meditación , y alzando la cabeza miró a su hermano que alegre y respetuoso le dijo acercándose : - Señora mía , vengo a pediros nuevas de vuestro esposo que sé las habéis recibido escelentes . - Mirad , Fadrique - contestó Doña Leonor haciendo un graciosísimo mohín ; no podías haber llegado en peor ocasión , porque estoy decidida a reñir con el primero que me hable . - No haréis tal conmigo , señora , repuso el Duque con el mismo tono de antes ; porque hablando seriamente , y su rostro adquirió instantáneamente una singular gravedad , vengo a proponeros un medio que os sacará del apuro en que sé os va a poner mañana el embajador navarro . Pero antes añadió con insinuante y afectuosa espresión , prometedme que no son los que aquí están la reina de Navarra y uno de los gobernadores del reino , sino dos hermanos , Leonor y Fadrique de Castilla . - Os lo prometo , porque así es y así será siempre , dijo Doña Leonor con acento dulce y vibrante , y en prueba de ello venid a sentaos a mi lado y hablad ; no olvidando por vuestra vida ese peregrino medio que me habéis insinuado . Sentóse el Duque , aproximó su sitial al de la Reina , y dijo : - Supongo hermana , que sabréis las novedades ocurridas esta mañana en el concejo . - Lo sé todo , respondió Doña Leonor impasible . - ¿ Y qué pensáis de eso ? - ¡ Por mi fe , que os habéis dividido y que es una calamidad para el reino ! - ¿ Y no veis en lo acaecido más que una sola escisión ? - Nada más , mi buen hermano . - Y dado caso que así fuese , ¿ sabéis por qué ha sido motivada ? - ¿ Queréis que os lo diga francamente ? le preguntó a su vez Doña Leonor medio seria medio burlona . - ¡ Sí , pardiez , para eso os interrogo ! - Pues mirad , es porque cada uno quiere mandar sin el otro . Creo que comprenderéis , hablo de los arzobispos . - Antes de oíros me lo figuraba , Leonor mía ; pero ¡ oh ! cuánto os equivocáis al juzgar de ese modo . Yo no tomaría parte en esa lucha de prelados , si no supiera harto bien que en ella está implicada la guerra a los hijos de Enrique II , guerra personal y encarnizada que no admite transación . - Eso que dices , Fadrique , no lo habéis reflexionado madura ni detenidamente , replicó Doña Leonor con gravedad . Esa lucha existe desde que vino de Roma el arzobispo de Toledo , y desde que son gobernadores se ha hecho más acerba ... mortal creo , pero solamente para ellos . Sé que el uno se defiende con vuestras armas , y que el otro pretende embotarlas , ¿ pero guerra a vos ? ... ¿ Quién es capaz de hacérosla , ni con qué objeto ? - Mi Leonor , de hacernos , es la palabra propia , porque entended bien esto que os digo ; dejad obrar a D . García Manrique , y mío el baldón , si en breve tiempo no os conducen escoltada a la frontera de Navarra , para que Pedro de Trastámara pueda encerraros en una estrecha fortaleza , y a mí me dejan , los dos acaso , en sitio donde no vuelva a inquietarlos . El tiro de D . Fadrique fue certero , Doña Leonor se alarmó , su conciencia le decía que el arzobispo de Santiago tenía motivo para temer su presencia , y lo que es consiguiente , grande interés en deshacerse de ella . Aceptó , pues , la predicción de su hermano , y con la prontitud que comprendió su peligro , se resolvió a combatirlo ; para lo cual , mirando al Duque con sus pardos y hermosos ojos , - Fadrique , le dijo : no temamos a ese enemigo . Dos hermanos somos , que el que menos puede más que un arzobispo , aunque sea canciller mayor y gobernador del reino . Podremos si estamos unidos , respondió el Duque con energía . - Contad conmigo , hermano , exclam ó Doña Leonor tendiéndole la mano , que estrechó D . Fadrique reteniéndola entre las suyas . - Unidos , Leonor , triunfamos ; marchando cada cual por su camino sucumbiremos uno tras otro , tan fácilmente como se quiebran los delgados juncos de los pantanos . Establecido este principio , he aquí , hermana , mi soberano medio : sostenernos mutuamente . ¿ Lo aceptáis ? ... - Sin vacilar . - Siendo así , os prometo por vuestra vida y mi honor , que yo a todo trance , D . Pedro que os ama mucho , el arzobispo de Toledo nuestro aliado , y todos los que nos siguen , haremos que contra el deseo de vuestro esposo el rey de Navarra , y de nuestro enemigo el arzobispo de Santiago , os quedéis entre nosotros . Y vos , Leonor , para que lo consigamos nos ayudaréis a ganar la confianza de D . Enrique , y mejor dicho , la de Doña Catalina ; destruyendo ese influjo fatal que ejerce sobre ellos D . García , influjo que será nuestra perdición , hermana si no nos interponemos a tiempo . - Con Enrique , no lo dudo , conseguiré cuanto deseemos , porque me quiere en estremo ese pobre niño . Pero atraernos a Catalina me parece muy arduo sino imposible , dijo pensativa Doña Leonor . Una nube pasó por la frente de D . Fadrique ; sus cejas se fruncieron y abandonando la mano de la Reina , le dijo vivamente contrariado : - No sea imposible , Leonor . Necesito la confianza de Catalina para mí y para vos ; es el alma de Enrique , y Enrique es el Rey , hermana . - Lo sé , Fadrique , mas yo os diré lo que pienso y creo que vos me daréis la razón . Odios muy antiguos recibidos en herencia ; recuerdos muy acerbos y resentimientos muy profundos , alzan una barrera muy alta entre la Reina y nosotros . Por otra parte , no se os esconde la privanza que alcanza con ella Elvira Manrique , la bella y orgullosa sobrina del Arzobispo , y de ella deduciréis la natural consecuencia , que para protejer a su tío la malquista con los demás . No la he visto una vez que no haya estado acompañada de su dama , y esto me conduce a una reserva particular . - Esa muralla de que habláis , replicó el Duque con calor ; está destruida hace tiempo por Doña Constanza y D . Juan . La deuda de sangre y odio que se hacían D . Pedro y D . Enrique , fue harto cumplidamente pagada para que sus descendientes queramos aún ocuparnos de ella . No la tomemos , pues , en cuenta , hermana , y releguémosla al olvido . - ¡ Oh ! Fadrique , repuso Doña Leonor con viveza , yo no puedo , nunca lo olvido ; y os confieso que en mis horas de angustia se apodera de mí ese recuerdo como una mortal pesadilla . El semblante tan animado del Duque , se tornó densamente sombrío . Doña Leonor que lo contemplaba con marcada admiración guardaba silencio ; pero viendo lo mucho que le había afectado su réplica y que nada oponía a ella , le tomó una mano y le dijo con emoción : ¡ Hermano ! mis recuerdos os han sido importunos y mis dudas os han contrariado ¡ lo siento ! - Me han hecho mal , Leonor , respondió el Duque impetuosamente ; figuraos que mi pensamiento se asemejaba a una flor que entreabre pura , fresca , perfumada y que habían echado en su cáliz la sangre de un asesinato ¡ Oh ! ... Y D . Fadrique dio un hondo suspiro . Doña Leonor que seguía contemplándole , apoyó el codo en el brazo del sillón y la sien en la palma de la mano , concentrándose en sí misma un corto espacio que lo fue de silencio . - Fadrique , exclam ó de pronto la Reina apareciendo en sus hermosos ojos toda la travesura que la caracterizaba ; ¿ digisteis que mi vuelta a Navarra ? ... - Se aplazaría indefinidamente , y no se realizaría nunca preponderando yo . La Reina se sonrió con maliciosa satisfacción . Aquella sonrisa disminuyó notablemente el ceño del Duque . - ¿ Y qué para ello ? ... siguió interrogando Doña Leonor . - Era necesario destruir el influjo de D . García que nos roba la voluntad y la confianza de D . Enrique y de Catalina . - ¿ Y si hago que la alcancéis ? ... - Os repito y juro por el santo nombre de Dios , que no saldréis de Castilla . - Acepto vuestro juramento , Fadrique , y os prometo solamente consagrarme a vuestra causa , vuestra , ¿ entendéis ? - Yo me he comprometido por todos , dijo el Duque sonriéndose . - Yo por vos , replicó Doña Leonor acariciando a su hermano con su espresiva mirada . Con Enrique III , con ese niño cuya alma es de hombre y de las mejor templadas , contad ... - ¿ Y con Catalina ? - ¡ También ! si Dios me ayuda , hermano , y con nuestra cuñada la Reina viuda , cuyo influjo puede sobreponerse al de la sobrina del Arzobispo , en razón a que de ella no desconfían por inofensiva y boba . - Usad del vuestro , Leonor , ya sabéis que nadie os resiste , le dijo el Duque con galantería . - En todo caso , hermano , será la seducción cualidad que hemos recibido en herencia , porque ambos la ejercemos por igual . Y ya que veo vuestra frente desarrugada , os diré para que os prevengáis , que esta tarde ha tenido D . García una larga conferencia con la Reina , estando vuestro contendiente furibundo en ella : así me lo ha dicho Juan de Velasco , que es de los nuestros , os lo participo . - Ayudándome vos , hermana , no temo el furor del Arzobispo ni sus odiosos amaños . Con que si me lo permitís , voy aprovechando vuestro aviso , a neutralizar su influencia . - ¡ Adiós , Duque ! y no me olvidéis , le dijo Doña Leonor alargándole su pequeña y linda mano . - ¡ Adiós , señora ! respondió D . Fadrique tomándola y estampando en ella sus labios , y saludándola profundamente , añadió : y hasta mañana si asistís a la recepción . - Si haré aunque tachen mi presencia , porque así nada escapará a mi observación y cuidado . Cuando salió D . Fadrique de la cámara de la reina de Navarra , iba pensativo , satisfecho ; y al pasar los umbrales del palacio , se dijo asimismo ocupándose en cubrirse bien el rostro : - ¡ Leonor , Leonor ! si me cumples tu palabra , que me la cumplirás porque está en tu interés , desafío a los dos arzobispos unidos , y ¡ cuidado ! que juntos o separados son temibles esos sabios y rencorosos varones . Pues D . Pedro ¡ oh ! bien medita y mejor resuelve , y sin embargo , queriendo que yo le abra camino , me ha lanzado por uno que ni siquiera imagina . ¡ Adelante ! Y mentalmente diciendo esto con una confianza audaz , hechó a andar siguiendo el muro del palacio , separándose a poco de él para tomar una calle , contigua , luego otra , y así sucesivamente hasta avistar el alcázar . Al columbrar recortándose en el cielo cubierto de pardas nubes la masa informe y pesada del edificio que habitaban los descendientes de Pedro I de Castilla y Enrique II el bastardo ; el duque de Benavente se detuvo y lo observó atentamente . La noche era oscura y fría : las inmediaciones estaban desiertas . Los centinelas paseaban de facción delante de la puerta del alcázar y en los ángulos del edificio , que iluminaba la oscilante llama de una hoguera que ardía guarecida de la lluvia . Otro rayo de luz más tibia reflejaba en los charcos de la calle , escapándose por entre las mal corridas cortinas de una ventana . Aquella ventana que reconoció el Duque por de la cámara de Catalina de Lancaster , indicaba que estaba , velando allí retirada ; así como algunas sombras que pasaron con lentitud confundidas en un grupo , que se había quedado sola . Tal presunción hizo latir el corazón de D . Fadrique , que murmuró con una emoción indefinible . - Te quedas sola ¡ y yo te voy a ver ! ¡ oh ! no te pido poder , Catalina , no , amor , felicidad ; todo ese mundo de ilusiones que me acaricia y me deslumbra desde que sentaste el pié en la tierra castellana ! ... Y haciendo un esfuerzo para dominarse , cruzó lentamente el espacio que lo separaba del alcázar , y penetró en él sin obstáculo , como no le había para ninguno de los tutores del Rey y gobernadores del reino . La Reina , cuya privanza se disputaban reñidamente los dos bandos , cifrando en poseerla la más cierta de sus esperanzas de triunfo por la natural influencia que debía ejercer sobre el ánimo del Rey , se encontraba en aquella hora sentada en un coronado sillón en el fondo de su regia cámara ; tan sola , tan inquieta y pensativa , que el que hubiese leído en aquel corazón , no hubiera podido imaginarse ni remotamente que de él fiaban los potentes varones de la monarquía . Catalina de Lancaster había sido impuesta a Castilla como Reina , por las lanzas de Juan de Lancaster duque de York su padre , y la debilidad de D . Juan I que no pudo rechazarlas . Las exigencias del esposo de la heredera de D . Pedro , se templaron con las concesiones del hijo de su asesino : la duquesa Doña Constanza de Castilla abdicó en su hija todos sus derechos , y ésta se los llevó en dote al príncipe D . Enrique , que contaba nueve años menos de edad . Mas como la joven Doña Catalina podía quedar viuda fácilmente , porque el niño príncipe de Asturias era muy endeble y enfermizo , se estipuló que no pudiese casarse el infante D . Fernando a no mediar el permiso de aquélla , puesto que al heredar el trono vacante por muerte D . Enrique , contraía la obligación de compartirlo con ella por medio de un casamiento . La suerte de Doña Catalina , estaba , pues , íntimamente ligada a la suerte de dos niños que la muerte de D . Juan había dejado en la horfandad : su juventud encadenada a dos infancias : sus días consagrados al cuidado de un enfermo que no podía apreciar su costoso sacrificio . En la minoría de D . Enrique , que tan turbulenta y azarosa se presentaba , ¿ confiaba la nieta de D . Pedro en la protección de los hijos de Enrique II ? Su madre le había referido muchas veces la infame historia de Montiel . ¿ Se entregaba con fe a la lealtad castellana ? No tenía pruebas de ella , la que había nacido en Westminster después de arrojar a su madre de Sevilla . ¿ Se sentía satisfecho el corazón de la joven con el amor de dos niños que se refugiaban a su seno cuando temían o lloraban ? ... ¡ No ! Entregada a sí misma en esa edad de ventura , en que hasta la brisa y las flores tienen para ella su lenguaje y su armonía ; que le hablan al corazón y lo predispone a sentir esas impresiones sin nombre , sin definición posible ; ardientes , rápidas , luminosas como el relámpago , pero que hacen de la tierra un preludio del cielo ; Catalina conocía con inquietud que su corazón despertaba , que latía con las primeras agitaciones de la vida , y conocía con amargura que el vacío era su destino . Aquel día había oído gritos de rebelión en la alborotada villa , y el estruendo de las armas a la puerta del alcázar . Dentro de su recinto había visto desnudarse las espadas y estar los ballesteros , los donceles y la regia servidumbre con la espectación del peligro . Teniendo en su regazo a el niño D . Fernando que acongojado lloraba , sentía su mano las violentas pulsaciones de la del Rey húmeda y calenturienta ; y al observar la pálida faz de sus damas y el apocamiento del anciano obispo de Cuenca , ayo de D . Enrique , había esperimentado la emoción del miedo casi pronunciado en terror . Pocas horas después la villa estaba quieta y el motín terminado ; pero no estaba tranquila , pues aquella calma no era más que una tregua para atacarse de nuevo . La discordia y el odio habían cobrado nueva fuerza con los sucesos del día ; los desmanes y las tropelías a partir desde aquel rompimiento escandaloso , habían de ser más terribles ; la Reina , como el Rey y el Infante , estaban en su poder , sin que éstos tuvieran fuerza para poderlos contener . Después de tantas emociones Doña Catalina se sintió fatigada , y tuvo un vivo deseo de estar sola para concentrarse en sí misma . Alejó a sus damas con el pretesto de rezar . Hízolo así por un breve espacio ; mas a poco su preocupada imaginación se distrajo y con la mano en la megilla , triste y pensativa , escuchaba el ruido de la lluvia estrellándose en los cristales de las ventanas y los silvidos del viento : en estos instantes la voz argentina de una dama , anunció al duque de Benavente . Por uno de esos presentimientos del corazón , que no es de ningún modo una superstición el divinizarlos porque proceden del cielo ; el de la Reina latió al nombre del anunciado , coloreandose sus frescas megillas cuando le vio aparecer . Estendió D . Fadrique con marcada avidez una mirada en derredor , y una sensación de gozo dilató su corazón al asegurarse que estaba la Reina sola . Era la primer vez que sucedía . El duque de Benavente se adelantó en silencio , primero por respeto , y además porque en aquel instante las ideas se agolpaban atropelladamente a su cerebro , y las palabras huían de sus labios en fuerza de su emoción . En aquel rico período de su juventud , Catalina de Lancaster poseía como los de su raza algo de querubín . Su tez era blanquísima y delicada ; una espléndida cabellera rubia ornaba con sus sedosos rizos una frente de singular pureza , y en sus ojos de un azul oscuro y brillante se revelaba una dulzura inefable y algo de molicie y languidez . Rigorosamente vestida de luto , la severidad de su traje hacía resaltar la majestad de su persona y la nítida blancura de sus manos , abandonada la una sobre los anchos pliegues de su falda , mientras que con la otra sujetaba las puntas del cinturón rolladas entre los dedos . Nunca había parecido tan bella a los ojos de D . Fadrique , como en el instante que , incitado por la ambición , iba a solicitar de la Reina el poder , y de la mujer el amor . Nunca tampoco se había sentido tan conmovido y febril , como al mirarla incorporarse en su asiento para recibirle preludiendo una sonrisa . Por su parte , la Reina que había oído horas antes al arzobispo de Santiago acusar con su enérgica destemplanza al Duque como infractor de la inviolabilidad del concejo y atentador a la libertad del Rey , se asombraba de su mirada radiante , de su frente plácida , de aquella agitación fuertemente comprimida , incomprensible para su inocencia pero magnética para su naturaleza . Presintió lealmente que estaba en una de esas horas supremas de la vida , en las cuales se forman o se rompen vínculos fuertes y poderosos ; Catalina pensó , que acaso Dios conducía aquel hombre a su presencia , para que con su prestigio de Reina y su dulzura de mujer , lo separara de su alianza con el arzobispo de Toledo , restableciendo la calma en la alterada Castilla ; y acariciando este pensamiento , le dijo fijando en él suavemente sus hermosos ojos azules : - Me alegro que hayáis venido , Sr . Gobernador . Con eso os podré decir que por el día de hoy tengo mil quejas contra vos . Miraba el Duque a la Reina en tanto que ésta le hablaba , pero tan fija , tan apasionadamente , que no pudiendo resistir la destelladora luz de sus negros ojos , bajó los suyos colorándose , como la rosa . - ¿ Os las ha dado el arzobispo de Santiago , señora ? la preguntó D . Fadrique notando con delicia la fuerte impresión que causaba . - ¡ Tal vez ! respondió la Reina con su dulce espresión y los párpados medio velados . - No lo he dudado , señora : por do quiera que vaya encuentro esta noche la huella de su paso . Sólo él puede calumniar torpemente mis sentimientos ; sólo él es capaz de envenenar mis acciones con su malicia . Pero vos no lo habréis creído ¡ oh ! es imposible que lo hagáis , añadió con indefinible espresión , porque el corazón adivina mucho mejor que el espíritu . - Tenéis razón , Duque , el corazón adivina ; por eso yo no he visto más en vos que una voluntad que tuercen y un entendimiento que estravían ; replicó Doña Catalina luchando en vano por sobreponerse y dominar la fascinadora mirada que la envolvía . Por eso he dudado de lo que he oído ; por eso estoy pronta a poner en vos mi fe , siempre que , bajo la palabra firme y leal de caballero , me juréis ser nuestro y no del Primado ; conciliar a esos mal avenidos prelados ; tener alguna más deferencia con D . García Manrique , a quien sé de cierto habéis amenazado personalmente hoy , y un poco más de unión con los gobernadores que os acusan de dividir en bandos y parcialidades . Escuchándola D . Fadrique , hubo de perder la cabeza , y no oír más que a su palpitante corazón . Miró , pues , en silencio un brevísimo espacio a Doña Catalina , dio un paso más hacia ella y dejándose llevar del arrebato de su violento temperamento , le dijo : - Para que pongáis en mí vuestra fe , no se necesitan palabras ni juramentos . Solo ¡ y no más ! con que conozcanlo que llena mi corazón , a lo que tiende mi voluntad , estaréis segura de quien os han hecho dudar . ¿ Queréis que os lo manifieste ? ¿ Permitís , que os someta como a Dios el secreto de lo más íntimo que hay en mí , de lo más profundo y más velado ? ... Ante aquella súbita proposición , la Reina sintió un indecible sobresalto . Sin embargo , ocultándolo tras una falsa y forzada apacibilidad - contestó resueltamente : - ¡ Sí ! - ¿ Y os dignaréis responderme si tengo el atrevimiento de dirigirme a vuestro parecer y convicciones ? Hizo Doña Catalina un signo afirmativo y el Duque continuó visiblemente afectado después de un momento de indecisión : - No os voy a hablar del concejo de regencia ni de las rencillas que los devora . Quédese eso para otra vez que mejor prevenida vos y más libre mi pensamiento , os ponga en claro esa ramificación de intrigas que la mano de D . García ha creado . Circunscribiéndome a mí , y concretándome a vos , permitid que , apelando solamente a la nobleza de vuestros instintos , os pregunte : ¿ Creéis que un caballero que ama , ¡ sí ! que ama con ciega idolatría pueda hacer otra cosa que proteger , servir y consagrarse en pro del objeto de su ferviente culto ? - Desde luego , si en su sangre hay hidalguía . - Pues bien ; démosle a ese ser que reasume todas las aspiraciones de otro , su condición semejante ; figurémosla una flor y concedámosla los peligros a que está espuesta en el tallo que la mece : ¿ podréis dudar que si a esa flor , que es su vida , la ve batida por el furor de una deshecha borrasca , vacilará en guarecerla interponiendo su propio pecho entre el huracán y ella ? Por una de esas intuiciones del corazón , Doña Catalina comprendió de repente los sentimientos que violentamente agitaban el del Duque ; lo que le iba a revelar , lo que le iba a pedir , a dónde la conducía ; y conmovida , asustada , dejó caer la cabeza entre sus manos ocultando en ellas el enardecido semblante . - Una palabra , Doña Catalina , dijo el Duque cada vez más audaz y más febril ; sed generosa y pronunciadla . ¿ Creeréis ahora que soy vuestro sin necesidad de un juramento ? ¡ Preguntadlo al corazón ! - Es inútil , murmuró agitada la Reina . - Lo creéis , ¿ es verdad que sí ... ? - Sí , sí que os creo , dijo la joven Doña Catalina sonriéndose forzadamente con angustia . - Pero me comprendéis ... ¿ no es cierto que me comprendéis ? ¡ ¡ Oh ! ! decidlo , de rodillas os lo suplico . Y dobló las suyas a los pies de Doña Catalina . Los latidos del corazón de la Reina llegaron a los oídos del Duque ; pero dejó sin respuesta su pregunta . - No más que esa palabra , esa tan sola ; continuó diciendo D . Fadrique con exigente y cortado acento ; y no pido más ... ¡ me basta ! ... ¡ pero que la oiga ! ... ¡ ella y una sonrisa ... ! y mi felicidad será tan grande , tan inmensa ... que me parecerá estrecho el mundo para mansión . - Pues bien , la diré ; dijo la Reina levantando con resolución su frente de veinte años y clavando en el Duque una mirada dulce y tímida . ¡ Os comprendo ! mas sabed que la flor a que aludís en vuestro emblemático lenguaje se siente ofendida en lo más delicado de su ser , y sólo con la seguridad que espera de no serlo nuevamente , os otorga la esperanza del perdón . - ¡ La esperanza ! repitió el Duque devorando con su mirada a la Reina , que para huirla tornó a poner la ardorosa frente entre sus manos ; ¡ la esperanza ! ¡ ese es el cielo de los ángeles , pero el infierno de los hombres ! ... Y acometido de un vértigo puso sus labios ardientes en los rubios y perfumados cabellos de la Reina . Ésta se levantó de un salto , sacudió los dorados rizos de su sedosa cabellera , como si aquel beso de fuego hubiera dejado abrasadoras chispas entre ellos ; y con un ademán lleno de magestad , levantando el brazo con dirección a la puerta , le dijo con la altanería de una reina y la imponente dignidad de una dama : - ¡ ¡ ¡ Salid ! ! ! - ¡ Perdón ! exclam ó el Duque cogiendo el orillo de su manto . Tiró la Reina con fuerza de él y repitió con energía : - ¡ Salid ! ¡ pronto ! Esperimentaba D . Fadrique en aquel instante supremo que tanto había de influir en su suerte y en la de Castilla , la violenta sensación del que orgulloso , al pisar la cúspide de una montaña , siente desprenderse la roca que lo sostiene y rodar con ella a un abismo . Dos veces intentó hablar ; pero la Reina , siempre de pié , siempre señalándole la puerta , le impuso silencio con un ademán imperioso . Confundido , humillado , dominado a su vez por Doña Catalina , se levantó , y obedeciéndola salió de la cámara devorado de un violento despecho y de un amargo pesar . Así que hubo pasado el umbral de la puerta cayendo tras él la pesada cortina de seda que la cubría , la Reina , quebrantada , débil y acongojada , sin la ficticia energía que la había sostenido , se sentó en el sitial sollozando . - ¡ Dios mío ! ¡ Dios mío ! exclam ó juntando las manos con desconsuelo ; he aquí un enemigo terrible que acabo de añadir a las infinitas de mi sangre ; pero tú , tú que velas por los reyes , porque los reyes son también tus hijos , envíame un amigo leal que me defienda y un rayo de tu luz que me ilumine , para que conociéndole ponga en él mi confianza . La cortina se movió y una dama de peregrina hermosura , asomando la cabeza , dijo con voz dulcísima y penetrante : - Señora , el Alférez mayor , que está en la antecámara , suplica que le reciba V . A . ; ¿ le introduzco ? - Sí , Elvira , sí , respondió la Reina sin titubear . Y enjugándose las lágrimas añadió levantando los ojos al cielo : - Rodrigo López de Ayala es muy leal , según cuentan ; ¿ lo será para mí , Dios mío ? ¿ Lo será para Castilla , Señor , y para esos niños que amo ? Apenas repuesta de su violenta emoción sintió la joven Doña Catalina los pasos de Don Rodrigo López de Ayala atravesando una parte de la antecámara , y seguidamente entró a su presencia el Alférez mayor del Rey . Pasaba Rodrigo de treinta años . La honradez , el valor y la energía resaltaban en su fisonomía , cuya espresión seria y reflexiva se dulcificaba a intervalos por una sonrisa que prestaba un encanto singular a su semblante de perfecta regularidad . De mediana estatura y de pocas carnes , una musculatura vigorosa y desarrollada al más alto punto , constituía en él una fuerza hercúlea que al decir de los caballeros que , como Gonzalo de Figueroa , habían medido sus armas con él , era su brazo de acero y de duro roble su cuerpo . Su apostura y gallardía eran notables , así como también la cortesía de sus maneras y la dignidad de todos sus movimientos . Vestía traje de corte y ceñía una larga espada , cuya empuñadura estaba ricamente cincelada . Cuando entró hizo un saludo respetuosísimo a la Reina y esperó a la conveniente distancia que Doña Catalina se sirviera interrogarlo . Hízolo , pues , ésta , diciendo : - Solicitábais verme , leal Ayala ; ¿ qué tenéis que noticiarme ? - Muchas cosas , señora ; respondió Rodrigo con sonora y simpática voz ; y la primera , que en vos sólo tengo confianza después de Dios para salvar esta pobre nave que zozobra . - ¿ En mí ? exclam ó Doña Catalina despejándose con aquella idea las sombras de su frente . ¡ Oh ! así pluguiera a Dios ! señor Alférez del Rey . - Pues en vos está mi mejor esperanza , señora , porque estáis colocada para ablandar a Dios , que en su cólera nos ha mandado a los arzobispos , y para dirigir a D . Enrique , de quien sois ángel ahora y compañera más tarde . - No sé , dijo la Reina acariciando sus graciosos y ondulantes bucles , si soy un bien o un mal para el Rey y para el reino . Mas sí os aseguro que por ambos me encuentro dispuesta para grandes sacrificios . Dios os ilumine y hablad , porque creo que desde esta noche van a crecer los desafueros de los bandos y las desdichas de los pueblos . - Y yo lo creo también , señora ; pero así como Dios ha dejado remedio para las enfermedades del cuerpo humano , lo ha de haber dejado también para las del cuerpo social ; todo consiste en saberlo y aplicarlo . Para Castilla hay quien encuentra uno , y yo os lo vengo a proponer . - Esplicaos , señor Alférez , dijo la reina vivamente escitada . - No sé si os han dicho que la guerra civil se ha encendido hoy , prendida por la mano del duque de Benavente y el odio de los arzobispos , que envolverá a toda Castilla si se la deja tomar pávulo ; porque la guerra de bandos divide a los pueblos , a las familias , a los hermanos , y los encona entre sí con un implacable odio . Pues bien ; ¿ cuál es el motivo ostensible de esta guerra ? Los arrogantes desmanes del Duque y del conde de Trastámara , que exaltan el genio iracundo de D . García ; de ese antagonismo creciente de los dos arzobispos ; de esa discordia de concejo tan numeroso y desavenido . ¿ No es cierto , señora , que ésta es la causa ? - Demasiado lo sé y conozco , respondió Doña Catalina dando un suspiro . - Pero la guerra civil se puede apagar quitándola el pretesto . He aquí la esperanza de salvación concebida por mi hermano vuestro leal corregidor de Toledo ; esperanza que mi brazo se encarga de realizar , y que vengo a comunicaros para que puesto que el Rey , niño y doliente según me han dicho , no puede oírme y autorizarme , lo hagáis vos como la Reina su esposa . - ¡ Oh ! Mostradme esa buena esperanza Ayala , que buena debe de ser fiando en ella el honrado Corregidor . Decid , no tardéis . - Pues es la de anular la regencia , dijo el Alférez mayor con tanto laconismo como firmeza . - ¡ Oh ! Eso no es posible , exclam ó la joven Doña Catalina asombrada y dudosa . ¿ Quién tiene poder o facultad , para conseguirlo ... ? Nadie , porque las cortes no lo harán . - Para conseguirlo sólo se necesita que V . A . decida al Rey a presentar el testamento del difunto D . Juan I . - ¿ Pero no sabéis que está perdido ? - Lo que sé es que está guardado . - ¿ En dónde , por quién ? - Por quien le conviene tenerlo , por el duque de Benavente . - Entonces no penséis en él , dijo la Reina con amargo desaliento . - Al contrario , insisto en mi idea . - ¿ Mas en qué la fundáis ? - Hoy , como sabrá V . A . , llegó de Zaragoza Mosén Guerau de Queralt como embajador de Aragón , y ... - ¿ Lo va a denunciar Guerau ... ? preguntó vivamente Doña Catalina . - ¡ Oh , no ! Mosén Guerau sólo viene a su embajada . - Así debe ser , pero ¿ a qué entonces su nombre al hablar del testamento ? - Lo hice porque están en íntima relación .