El honor castellano , Novela histórica original de José María Amado Salazar , Autor de la historia crítica del reinado de don Pedro de Castilla y su completa vindicación , de la historia del influjo que ha tenido el descubrimiento del Nuevo-Mundo en la civilización de España , de la familia errante , etc . , etc . Madrid - 1855 Imprenta y estereotipia de don José María Alonso , Calle de Valverde , número 5 . Una noche tempestuosa del mes de enero de 1366 , dos caballeros cruzaban el extrecho sendero que separa el valle de Altamira de , la antigua villa de Cabezon , para dirijirse al castillo de este nombre , que la oscuridad no les permitia distinguir todavia . La lluvia caia á torrentes , el viento silbaba con furor , y el cielo cubierto de negros nubarrones , tan lejos de tranquilizar á los fatigados viajeros , parecia anunciar una nueva borrasca , mas terrible que la que acababa de ofrecerse á su vista . Envueltos en largas capas que solo descubrian la punta de una ligera espada , y montados en dos soberbios caballos , cuyo paso firme y seguro en medio de los rigores de la noche , manifestaba una raza privilegiada ; ambos viajeros caminaban silenciosos entregados á sus pensamientos , y sin cuidarse al parecer de los peligros que aun les amenazaban . Solo de vez en cuando al débil resplandor de un relámpago , dirijian la vista al rededor para asegurarse del camino que cruzaban , y separar los caballos de algun barranco para no tropezar con alguna do las robustas encinas que cercaban el camino . El cielo , tan lejos de despejarse , se iba cada vez oscureciendo de tal modo , que uno de los viajeros , detenido á su pesar por haberse enterrado su caballo en un lodazal , apenas pudo distinguir á su compañero á pesar de no haberse adelantado mas que algunos pasos . - D . Fernando , dijo de repente al ver que su caballo se encabritaba para vencer aquel contratiempo . El caballero al oir esta voz , se detuvo . - Qué sucede ? preguntó deteniéndose , y aflojando las riendas á su caballo . No veis el camino ? - Detenéos un instante , si no quereis que nos extraviemos ahora que llegamos al término de nuestro viaje . Y empuñando con mano robusta las riendas , apretó los hijares de su caballo con tal vigor , que el generoso animal despidiendo un espantoso ronquido , dió un bote terrible que hubiera hecho saltar de la silla á otro jinete menos diestro , logrando salir del lodazal en que yacia sepultado , no sin hacer abandonar los estribos al caballero . - Podeis seguir , dijo este á su compañero ; creí por un momento que mi Bayardo se iba á enterrar en esto sendero maldito ; pero ya vuelve á caminar con libertad . - Qué noche , vive Dios ! respondió el otro levantando la visera de su casco para dirijir la vista al cielo : parece que todos los elementos se desencadenaron hoy contra nosotros . - Nada de blasfemias , D . Fernando , porque el peligro aun amenaza . ¿ No veis que las sombras nos ocultan , á pesar de la corta distancia que nos separa ? - Sí , y el trueno resuena aun á lo lejos . ¿ Volverá la tormenta ? - Antes espero descansar bajo los muros de Cabezon . - Desconfiad , señor , que aun está lejos ese castillo , y la tormenta ruge ya sobre nuestras cabezas . - No lo creais ; el castillo debe hallarse á la vuelta de este sendero . - Vos medís la distancia que de él nos separa por las horas que llevamos de viaje , y este cálculo no puede ser exacto , porque durante la borrasca hemos caminado á ciegas y desalentados . - Sí , pero ya hace mas de cuatro horas que no cesamos de andar , y para llegar á Cabezon desde Valladolid , no se necesitan mas que dos . - Eso prueba que nos hemos extraviado . - No es posible ; en este momento acabamos de dejar la villa de Cabezon , y el castillo de su señor debe hallarse en la cima de la montaña que ahora vamos atravesando . Pero extraño , amigo D . Fernando , que desconozcais estos lugares , cuando en ellos debe habitar la hermosa doña Blanca de Cabezon . - Señor , jamás la he visto en el castillo de su familia , y esta es la primera vez que voy á visitarlo . - Luego dónde diablos la conocisteis ? - En Valladolid , señor , cuando se hallaba en el convento . - Ola , ola , dijo el caballero con irónico acento ; parece que en estos tiempos de revueltas no se hallan tan seguras las vírgenes del Señor como debian estarlo en sus templos . - Me acusais , señor , porque he osado ? ... - Sí por cierto ; á vos , D . Fernando , que vais en pos del amor á un lugar que os está vedado por la Iglesia . - Señor , siempre lo he respetado . - Veamos ; cuántas veces habeis acudido á la reja para hablar á doña Blanca ? - Ninguna . - La respuesta no admite réplica . Os creo , D . Fernando , porque siempre decis la verdad ; pero perdonad si manifiesto mi extrañeza al veros tan discreto . Sin duda no habreis hablado nunca á vuestra amada . - Nunca , señor . - Y luego , cómo esperas obtener su mano ? para qué obligarme á abandonar mis proyectos por un dia , si no estais seguro del amor de doña Blanca ? - Os diré , señor ; muchas veces una mirada es mas elocuente que la mejor declaracion . Yo jamás hablé á doña Blanca , pero solo una vez la he visto á través de la reja de su convento y fué bastante para que nuestras miradas se cruzasen y para que nuestros corazones se compren diesen . Vos tal vez no conocereis este mudo lenguage , ó esta elocuente correspondencia , y es porque no habeis amado con todo el fuego de los primeros años , como yo amo ahora . - Os sobra razon , á fé mia , porque nunca cometí la locura de enamorarme de un objeto que solo podia ver á través de una espesa reja . - No tan espesa , señor , cuando dejó vislumbrar un semblante peregrino , y el rostro de un ángel . - Pero lo habeis contemplado á vuestro antojo ? - Sí Señor , y mas de una vez . - Y la dama correspondia á vuestras miradas ? - No puedo dudarlo . - Cuando se ama , D . Fernando , la imaginacion forja mil risueñas esperanzas que mas tarde preparan un funesto desengaño . - Teneis razon , y siento haberos escuchado ... - Sin duda ha cambiado ya el curso de vuestros pensamientos halagüeños . - No puedo negarlo , señor ; y vos de ello teneis la culpa . - Es que con la misma facilidad volverán á renacer , si yo quiero . - Pues hacedlo , y si es posible muy presto , porque ahora empiezo á sentir los rigores de la noche , y solo porque me haceis dudar del amor de doña Blanca . - Pobre galan ! Apuesto cien doblas castellanas á que en este instante veis ya con ojos mas serenos los diferentes objetos que nos rodean . Ved ahí lo que es ese fantasma que vosotros llamais amor . - Fantasma á quien vos pagásteis tambien un tributo . - Razon teneis , D . Fernando ; pero ha sido en una edad en que la razon no habia llegado á un completo desarrollo . - Es decir que la mia ... - No prosigais , en medio de una noche tempestuosa , y cuando por todas partes nos amenaza el peligro , seria un delito ventilar tales cuestiones . Continuad , noble paladin , continuad sosegado ; no quiero distraeros de tan hermosos pensamientos ; pero no olvideis las sombras que nos rodean y los riesgos que ofrece todavia este camino maldito . Fácil seria que tropezáseis con un obstáculo como el que acaba de salvar mi caballo , y sentiria que os despertase de vuestros sueños con mas rigor del que mereceis . - Descuidad , señor , no echaré en olvido el consejo . La calma habia ya renacido en el solitario camino que atravesaban los dos viajeros , pero la oscuridad era cada vez mas profunda , y algunas gotas de rocio que destilaban sus almetes , venian á indicarles , que si la tempestad se habia alejado , haciendo renacer la calma á su alrededor , en cambio experimentarian los rigores de una de esas noches de hielo en que el soldado mas valeroso vé agotado todo su valor . - D . Fernando , dijo de repente el caballero que iba reconociendo el camino . Descubrís un sendero á vuestra izquierda ? - Mi vista solo alcanza sombras espesas y por cierto nada risueñas , y la vuestra no creo que sea mas diestra . - Precipitad el paso de vuestro caballo porque , si no me engaño , este bosque que ahora dejamos á nuestro lado debe , hallarse muy próximo al sendero que conduce á la ermita de Cabezon . - Quereis ver al ermitaño ? - Le pediremos hospitalidad por esta noche , y mañana pasaremos al Castillo . El viejo señor de Cabezon no nos recibiria de buen grado á una hora tan adelantada de la noche . - Como gusteis . D . Fernando , despues de esta lacónica respuesta , dió un espolazo al caballo , que partió al trote , y á poco rato se detuvo al descubrir tres senderos que cruzaban el camino que iban siguiendo . - Coged á la izquierda , dijo el caballero acercándose . - Y dista mucho la ermita ? - Si la luna quisiese ahora mostrarnos sus brillantes fulgores , os enseñaria desde aquí la morada del anciano ermitaño . - Le conoceis , señor ? - Una vez le he visto al pasar por esta villa , y su semblante venerable no se ha borrado de mi memoria . Me ha interesado su piedad , y quisiera preguntarle si continúa tranquilo en su soledad . Ahora , con motivo de nuestras discordias , no se respeta el asilo del desgraciado ; y por eso quiero saber si le han molestado algunos de los muchos desalmados que recorren este pais . - Muy noble es vuestro deseo , señor ; y me place que os hayais resuelto á no entrar esta noche en el castillo . - Pues andad , y no os detengais ; dentro de un instante hallareis una cruz al lado del sendero que seguimos , y ella os mostrará la ermita conocida en estos lugares por el Cristo de las batallas . El caballero , sin responder , aligeró el paso de su caballo , sin dirigir una mirada penetrante á lo lejos para juzgar del estado del camino . Algunos vestigios de la tempestad se descubrian todavia , mostrando de vez en cuando algun obstáculo , que el caballero procuraba vencer , trepando por algun vallado , ó acortando el paso de su caballo . El camino áspero y montañoso que seguian hacia dos horas , acababa de desaparecer , mostrando en su lugar un ancho sendero rodeado de espesos árboles , que venian á aumentar las tinieblas en que caminaban envueltos . A poco rato , el caballero que iba delante descubrió una forma negra y gigantesca que creyó reconocer por la cruz que le habia indicado su compañero , y dudando si seria la misma , oprimió los hijares de su caballo , dispuesto á salvar de pronto la distancia que aun le separaba ; pero no bien habia dado algunos pasos , cuando el caballo retrocedió de repente , dando un espantoso relincho que hizo estremecer á su dueño sobre la silla . - Adelante , D . Fernando , dijo el caballero que venia detrás , al notar que su compañero yacia inmóvil . - Decís bien , señor , respondió ; pero antes necesito el permiso de mi caballo , y al parecer no quiere otorgármelo . - Se habrá asustado al descubrir la cruz del ermitaño . - Será acaso esa especie de fantasma que parece cruzarse ahora en el camino ? - La misma es . - Y la ermita ... - Está á vuestra derecha . El caballero se disponia ya á luchar con la resistencia que oponia su caballo á seguir adelante , cuando un gemido lastimero vino de repente á herir su oído . - Escuchad ... dijo volviéndose á su compañero ; cerca de nosotros gime sin duda algun desgraciado . - Será algun viajero extraviado , á quien la tempestad no quiso respetar , como á nosotros . - Nos adelantaremos , porque sin dada reclama auxilio . - Extraño en verdad que el ermitaño no le haya socorrido estando tan próximo su albergue . Los dos caballeros poco tardaron en llegar á la vuelta del sendero donde se hallaba la cruz que en aquella época guiaba al viajero á la ermita del Cristo de las batallas . La oscuridad , aunque profunda , les permitió distinguir el cuerpo de un hombre medio arrodillado en el primer escalon de la cruz , despidiendo gemidos ahogados , y luchando al parecer con las agonias de la muerte . - Apeaos , D . Fernando , dijo el caballero , y reconoced á ese hombre . D . Fernando , á pesar de la complicada armadura que cubria su cuerpo , abandonó el caballo con una ligereza que manifestaba todo el vigor de un jóven en la flor de su edad . Con paso firme se dirijió al momento á la escalinata de la cruz en que se hallaba el desconocido , que ageno á lo que pasaba alrededor , seguia despidiendo mil exclamaciones dolorosas . - Quién sois ? dijo poniendo una mano en su espalda y procurando descubrirle el rostro . El desconocido , herido por esta voz que sin duda no esperaba oir en aquella soledad , se levantó penosamente , y separando los cabellos que cubrian sus ojos , descubrió un rostro que sin duda debió sorprender al caballero , porque al momento llamó á su compañero con toda la fuerza de sus pulmones . El caballero no tardó en acercarse . - Señor , señor , dijo vivamente , este desgraciado es el escudero del señor de Cabezon . - El mismo soy , añadió el desconocido haciendo un esfuerzo para ponerse en pie . - Qué haceis aquí ? Por qué os quejais ? De dónde venís ? D . Fernando , al dirigir estas preguntas al escudero , parecia hallarse agitado de un cruel presentimiento . - Estoy herido en un pie , y vengo de Valladolid . - Hablad presto . Quién os hirió ? Algun bandido tal vez ... - No señor , ha sido un caballero . - Su nombre ? - D . Lope Alvar de Rojas . - Explicaos y sed breve , porque la paciencia se agota , y la tormenta amenaza . - D . Fernando , sin duda delirais , dijo el caballero ¿ por qué esa impaciencia ? - Señor , vos ignorais que ese D . Lope Alvar de Rojas quiere ser mi rival . - Calle ! Con que teneis tambien rival ? - Perdonad , señor , ahora no puedo explicarme . Y volviéndose al escudero que parecia haber olvidado sus lamentos para contemplar con asombro á los dos caballeros , le dijo . - Por qué os hirió D . Lope ? - Señor , ayer de órden de D . Rodrigo pasé á Valladolid para acompañar á doña Blanca al convento . - Al convento ! repitió D . Fernando con trémulo acento . - Sí señor , al convento de santa Clara de Valladolid para visitar á su amiga la abadesa . - Proseguid , dijo el caballero , respirando al parecer con mas libertad . - Esta tarde resolvió volver al castillo , y como el camino no ofrecia el menor riesgo , mandó á los pages y á sus doncellas que se adelantasen mientras ella seguia á pie para disfrutar de la frescura de la tarde , y de la belleza de los campos . El tiempo estaba sereno ; y como nuestro paseo se habia prolongado mas de lo regular , dispuso doña Blanca que descansásemos un momento para recordar la época venturosa en que sentada sobre mis rodillas jugueteaba con mis cabellos blancos ... El escudero hizo una pausa , y D . Fernando al advertirlo , se disponia ya á mandarle proseguir , pero el caballero le detuvo con un gesto . - Ved si ese hombre está herido , y cuidad de socorrerle antes de saber lo que tan penoso le es referir ahora . - Teneis razon , señor ; perdonad mi impaciencia , pero es tan interesante para mí la relacion de ese hombre ... - Olvidadlo ahora , y ved si puede ser trasladado á la ermita . - El cielo premiará vuestros generosos esfuerzos , exclamó el escudero conmovido ; no os cuideis de mí , porque la herida que he recibido debe ser muy leve . Solo me molesta un pié que me he fracturado al correr cuando quise socorrer á mi señora . - Luego , estuvo en peligro ? preguntó vivamente D . Fernando . - Sí señor ; una hora despues de habernos sentado á la sombra de ese bosque que veis á vuestra espalda , fuimos sorprendidos por cuatro hombres armados que se apoderaron de doña Blanca , y la llevaron con direccion á la ermita del Cristo de las batallas . - Y conocisteis á los raptores ? - Era D . Lope Alvar de Rojas y sus escuderos . - Miserable ! Toda su sangre no podrá lavar esta afrenta ! Y decís que se dirigieron á la ermita ? - Sí señor , porque la tempestad rugia á lo lejos , y sin duda queria ponerse á cubierto de sus rigores . - Señor , dijo D . Fernando , volviéndose al caballero ; ya que tan próxima se halla la ermita , quereis que me adelante para interrogar al ermitaño ? - No ; las sombras de la noche son cada vez mas espesas , y podrian muy bien extraviar vuestro paso . Seguidme ; yo os guiaré , pero antes colocad á ese hombre en la grupa de ese caballo . D . Fernando , despues de penosos esfuerzos , pudo acomodarse en su caballo , con el escudero , que en medio de su gratitud no cesaba de llamar sobre el caballero todas las bendiciones del cielo . Su compañero se adelantó , y D . Fernando , le siguió interrogando de paso al escudero . Las densas sombras que hasta entonces rodearan á los dos viajeros , empezaban á descorrerse con la aparicion de la luna , cuya luz sombria vino á dibujar confusamente el camino que cruzaban . A un lado corrian las aguas del Pisuerga despidiendo un ruido sordo y monótono que interrumpia el silencio de la noche , y á la orilla se descubria el negro grupo de los árboles que se perfilaban ante un cielo tempestuoso cubierto de densas nubes que formaban una especie de crepúsculo en medio de la noche . De trecho en trecho en la llanura , y á los lados del camino , se divisaban algunos árboles corpulentos , y á lo lejos , en la cima mas alta de la montaña , un castillo feudal que aparecia en aquel momento á la vista de los viajeros como una forma negra y vaporosa . Ni una ráfaga de viento se advertia en la atmósfera ; un silencio sepulcral reinaba en aquella inmensa soledad ; el camino estaba húmedo y resvaladizo , y los viajeros reanimados con la aparicion de la luna , volvieron á continuar su viaje con mas celeridad . A poco rato el caballero que iba delante se detuvo al descubrir el robusto roble que ocultaba la triste vivienda del ermitaño , y apeándose del caballo mandó á D . Fernando , que imitase su ejemplo , cuidando de bajar al escudero , mientras llamaba á la puerta de la ermita . - ¿ Quién llama ? preguntó una voz al oir el robusto golpe que el caballero descargó sobre la puerta . - Un herido , y dos viajeros extraviados por la tormenta . - ¡ Que el cielo os guie , hermanos ! Aquí no hallareis hospitalidad , porque el P . Anselmo volvió hoy á su convento . - Abrid quien quiera que seais , dijo el caballero con imperioso acento ; la tormenta puede empezar de nuevo , y necesitamos un asilo para el resto de la noche . - Seguid un poco adelante , y hallareis un castillo . El señor de Cabezon es hospitalario , y no os negará por esta noche una buena cena y mejor lecho del que yo pudiera ofreceros . - Señor , dijo D . Fernando acercándose ; la negativa del hombre que se halla dentro , encierra algun misterio . Sin duda es uno de los raptores de doña Blanca . - Tambien yo abrigo la misma sospecha , y por quien soy , que he de entrar . Villano , prosiguió acercándose á la puerta ¿ quereis dejarnos á la intempérie ? - Señor caballero , no desprecieis mi consejo . El señor de Cabezon os recibirá de buen grado , mientras que yo no podré perdonaros que vengais á interrumpir mi sueño . - Me place la respuesta , dijo el caballero dando un nuevo golpe á la puerta . ¿ Quereis que os rompa la mollera , seor villano ? Pues os juro por quién soy , que si no abrís pronto , me veré obligado á colgaros como un perro , para escarmiento de gentes de vuestra ralea . - Muy larga teneis la lengua , señor caballero andante , y sabeis que puedo cortárosla si me decido á saltar del lecho . - ¡ Miserable ! exclamó el caballero rugiendo con furor , y dando violentos golpes á la puerta . ¿ Quieres provocar mi saña ? Pues bien ; espera un instante , y verás si en vano te amenazo ... Y diciendo esto , sacudió un golpe tan terrible sobre la puerta , que esta vino al suelo hecha pedazos . - Atrás , mal caballero , atrás . ¿ Con qué derecho venís á asaltar esta morada ? ... dijo una voz que D . Fernando creyó conocer . Y de repente aparecieron en el umbral de la puerta derribada cuatro hombres armados de largas espadas , cuyas puntas amenazaban el pecho de los indefensos viajeros . - Señor , señor , dijo D . Fernando retrocediendo el hombre que acaba de dirigirnos la palabra no me es desconocido . El caballero al ver aquella muralla de hierro habia retrocedido un paso . Dirigiéndose despues al que capitaneaba á aquella gente , le dijo : - ¡ Miserable ! ¿ me conoces ? ... Y levantando la visera de su casco , descubrió su rostro tan terrible , como amenazador ... El que parecia jefe , al reconocerlo , se adelantó vivamente , y arrojando su espada á los pies del caballero , dijo con sumiso acento . - Perdonad , señor , no sabia que érais vos ... - ¿ Qué haceis en esta ermita ? El desconocido - vaciló un instante antes de responder . - Señor , una aventura de amor ... - ¿ Qué osais decir ? ¿ Sereis vos acaso el raptor de doña Blanca de Cabezon ? - ¿ Qué ? ... Vos sabeis ... - La presencia de este hombre os le explicará . Y cogiendo de una mano al escudero que seguia á D . Fernando lo presentó al desconocido preguntándole con furioso acento . - ¿ Qué habeis hecho del sagrado depósito que el señor de Cabezon confió á la lealtad de este escudero ? - Señor ... - Responded pronto . - Doña Blanca , se halla dentro entregada á un profundo desmayo . Un momento despues de haberla arrebatado de los brazos de su escudero , perdió el conocimiento , y hasta ahora no lo ha recobrado . D . Fernando , al oir estas palabras , despidió una exclamacion de cólera que hizo estremecer por un instante al desconocido . - ¿ Y cuál era vuestro objeto al arrebatarla ? - Hacerla mi esposa . - ¡ Miente el villano ! dijo D . Fernando no pudiendo contener la esplosion de su cólera . - Caballero , respondió el desconocido , haciendo un violento esfuerzo para refrenar su cólera , ved que en este momento no puedo contestaros ... Sed mas generoso y esperad ... - ¡ Silencio ! Aquí no debe resonar mas voz que la mia , dijo el caballero volviéndose á D . Fernando , y luego dirigiéndose al desconocido , añadió . Dejad libre el paso , y tratemos de socorrer á doña Blanca . Despues me ocuparé de vuestro atentado ... El desconocido caminando delante siguió al caballero por un extrecho corredor alumbrado escasamente por el débil resplandor de una lámpara de hierro que se descubria en el fondo de la cueva . El pavimento era de dura piedra , y estaba sembrado de yerba y hojas secas sin duda para preservar al anacoreta de los rigores de la intempérie . A un extremo se descubria un modesto oratorio en que descollaba un crucifijo de forma regular , cubierto con una ligera cortina de seda á través de la que se traslucia toda su magnificencia . En el rincon mas apartado , y en una forma de nicho que servia de lecho al ermitaño , se hallaba recostada una muger , cuyo rostro angelical dibujaba confusamente la luz opaca que reinaba en la cueva . Su actitud doliente , sus cabellos en desórden , y su mirar inquieto y vacilante , manifestaba el estado de insensibilidad de que acababa de salir . D . Fernando al verla , se arrojó al momento á sus pies , y apoderándose de sus manos murmuró sordamente . - ¡ Blanca ! ¡ Blanca ! ¡ El cielo me envia para salvaros ! La jóven por única respuesta dirigió al caballero una mirada triste y apagada , y luego haciendo un esfuerzo violento para despejar sus sentidos entorpecidos todavia , se sentó en el lecho cubriéndose el rostro con las manos . - ¡ Recobraos , Blanca mia ! añadió el apasionado jóven volviendo á apoderarse de sus manos y apretándolas dulcemente en la mas viva espansion . ¿ No reconoceis á vuestros amigos ? Ved que os hayais al lado de D . Fernando Alfonso de Zamora . - ¡ D . Fernando ! ! repitió la jóven con trémulo acento . Y su mirada penetrante , se fijó en el caballero con una expresion de ternura indefinible . - Sí , soy yo , Blanca mia . ¿ No me conoceis ? - Oh ! Salvadme , salvadme por el cielo , exclamó de repente saltando del lecho , y tendiendo sus brazos al caballero en una actitud suplicante . - Tranquilizaos por el cielo , ved que ya no son enemigos los que nos rodean . - Sí , pero ese hombre , aun se halla á mi lado . Y con mano temblorosa señaló á su raptor , que inmóvil y con los brazos cruzados sobre el pecho , contemplaba esta escena esforzándose en ocultar el ódio que germinaba en su alma . - Señora , podeis estar tranquila , dijo el caballero adelantándose , y levantando la visera de su casco , os hallais bajo la proteccion de un castellano honrado , que sabrá devolveros á los brazos de vuestra madre . Doña Blanca separando los negros rizos de su cabellera , examinó al desconocido con una mezcla de temor y respeto que le hizo sonreir . - Ignoro quién sois , respondió despues de un momento de silencio ; pero confio , en vuestra lealtad , y en la de este generoso caballero , añadió dirigiendo una tímida mirada á D . Fernando . - D . Lope Alvar de Rojas , prosiguió el caballero dirigiéndose al raptor , esta dama será conducida ahora por vos al castillo de su padre ¿ lo entendeis ? D . Lope se inclinó profundamente , y con sumiso acento respondió . - Señor , mandad y ... obedeceré , - Podeis ya partir . - ¿ Y vos ? preguntó D . Fernando . - ¿ Me esperais aquí ó nos acompañais al castillo ? - Os aguardaré , y mientras escribiré nuestra llegada al P . Anselmo . - No tardaré en volver , dijo D . Lope . - ¿ No habeis dicho que se hallaba en su convento ? - Perdonad , eso he dicho , pero os engañé juzgando que era un importuno el que me interrogaba á la puerta . - ¿ Qué ha sido pues del ermitaño ? - Huyó tan presto como nos vió entrar . - ¿ Antes de la tormenta ? - Sí señor . - ¡ Desgraciado ! ¿ qué habrá sido de él ? D . Lope , prosiguió el caballero con airado acento ; sois responsable de la vida de ese anciano ¡ Ay de vos si ha muerto en la montaña ! - Se habrá alejado de la ermita para proporcionar auxilios á doña Blanca , dijo don Fernando . - D . Lope , añadió el caballero dirigiéndose á este , tan pronto como esta dama se halle tranquila bajo los muros de Cabezon , buscareis al ermitaño , y lo conducireis aquí ¿ entendeis ? D . Lope sin responder , se inclinó profundamente , en ademan de obediencia . - Partid , y volved al punto . Y con una mano le señaló la puerta . D . Lope se inclinó ligeramente para ocultar su agitacion , y despues , haciendo un gato á sus escuderos , se dispuso á emprender el viaje al castillo de Cabezon . D . Fernando llevando de la mano á doña Blanca ; se preparó tambien á seguirlo , mientras que el caballero inmóvil , y con los brazos descansando sobre el pecho , examinaba con una curiosa atencion el semblante de la dama para juzgar del grado de intimidad á que habia llegado en tan cortos instantes la relacion de los dos jóvenes . - Señor , dijo esta despidiéndose , que el cielo premie vuestra generosa ayuda . - Adios , noble dama , adios , repuso el caballero , presto volveré á veros en el castillo de vuestro padre . - Ya rogaré al cielo para que no olvideis esta promesa . - Yo uniré mi ruego al vuestro , repuso D . Fernando dirigiendo al caballero una espresiva mirada . D . Lope se hallaba ya á la puerta rodeado de sus escuderos , esperando á don Fernando y á la que pocos minutos antes habia sido su prisionera . La alteracion de su semblante revelaba una agitacion interior , cuya terrible explosion solo podia contener la presencia del caballero . Dispuesto á cumplir sus órdenes , esperaba con ansiedad el momento en que tranquila doña Blanca en su castillo , pudiera vengar las ofensas que habia recibido de don Fernando Alfonso de Zamora . El placer de verle vencido á sus pies , á que se entregaba en aquel instante , le hacia olvidar la humillacion por que acababa de pasar delante de la muger que amaba , y el castigo que á la vuelta debia imponerle el caballero desconocido . Hallábase preocupado con la venganza , cuando de repente sintió el galope de algunos caballos que le hizo aplicar el oido , y olvidar por un momento á don Fernando , y á su amada doña Blanca . Con la vista fija en el camino por donde suponia venian los caballos , permaneció inmóvil procurando rasgar el espeso velo que las tinieblas de la noche habian impuesto á todos los objetos que le rodeaban . Despues de un momento de ansiedad , durante el que su vista centelleante se fijó con ardoroso afan en el camino que guiaba á la ermita , se adelantó algunos pasos para salir al encuentro de los caballos , cuyo paso resonaba ya á su lado . Los rayos de la aurora empezaban ya á asomar en el horizonte , pero su brillo opaco y nevuloso no permitia distinguir todavia los objetos , si no á través de negras y espesas sombras . D . Lope , agitado y confuso , sin poder explicarse á símismo la causa de la estraña turbacion que sentia , dió algunos pasos ; pero de repente retrocedió como espantado al reconocer á los nuevos viajeros . El primero que caminaba delante , era un caballero de edad madura , de talla colosal , mirada viva y penetrante , y enjuto de carnes ; la dureza de su expresion era habitual ; su cuerpo , aunque algo encorbado , parecia tener mas animacion de la que su edad podia permitir . A su lado caminaba un anciano de larga y espesa barba , envuelto en un hábito ceniciento y con la cabeza descubierta , siguiendo en pos diez ó doce hombres de armas , montados en briosos caballos . D . Lope , tan presto descubrió al anciano , retrocedió vivamente yendo á ocultarse á un lado de la puerta de la ermita , bajo las espesas ramas del árbol que la ocultaba . La comitiva al llegar á este punto se detuvo , á tiempo que doña Blanca y su amante , seguidos del caballero disponian la vuelta al castillo de Cabezon . Sorprendidos al ver aquella gente , se detuvieron , y el caballero desconocido iba ya á interrogarles , cuando el anciano que venia delante apeándose precipitadamente de su caballo se dirigió á él con presteza . - Traidor , dijo con furioso acento , ¿ qué has hecho de mi hija . ? ¿ dónde se halla ? Responde , villano , ó quieres , que te arranque la lengua ? Venid vasallos , prosiguió llamando á su comitiva , sujetad á este bandido , y cortarle al punto la lengua ya que se niega á responderme . El caballero , tranquilo en medio de aquel ciego arrebato contempló en silencio por algunos instantes al anciano , y despues dando á su voz una entonacion altanera é imperiosa , le dijo . - Callad , desventurado , y no provoqueis á quien puede sepultaros con un solo gesto . Os perdono porque el justo furor que abrigais , perturba ahora vuestra razon ¿ No veis á vuestra hija ? ... Y cogiendo de la mano á doña Blanca , que aterrada de la actitud de su padre , no se atrevia á dar un solo paso , prosiguió con tranquilo acento . - Hé aquí vuestro tesoro , noble anciano ; os lo devuelvo para que veais cómo respondo á vuestras injurias . - Eso no basta ; villano , es preciso que antes quede vengado mi ultrage . Y desnudando la espada hizo ademan de arremeter al caballero . - Deteneos , padre mio , deteneos , exclamó doña Blanca arrojándose en los brazos del anciano . ¿ No sabeis que este caballero es el que me ha salvado ? Sin su generoso esfuerzo , vuestra hija se hallaria en poder de un miserable raptor . - ¡ Es posible ! ¡ Y yo desventurado le provocaba ! ¡ Oh ! perdonad , caballero , dijo acercándose al desconocido y apoderándose de sus manos ; el furor habia extraviado mi razon . - Comprendo lo que debisteis sufrir al veros separado del objeto de vuestro cariño , y por eso os perdono . - ¿ Y no tendré el placer de ver el rostro del generoso caballero á quien soy deudor del honor de mi hija ? - Sí , con tal de que respondais con lealtad y franqueza á una pregunta que voy á dirigiros . - Hablad , señor , hablad ; en este momento soy vuestro siervo . Habeis salvado á mi hija de la infamia , y esta generosa accion os hace dueño de mi persona . Mandad , pues ; D . Rodrigo de Cabezon os pertenece . El caballero pareció vacilar un instante ; con una mirada escrutadora examinó ligeramente á los que le rodeaban , y luego bajando la voz dijo al anciano . - ¿ Conoceis el triste estado en que yace la infortunada Castilla ? - Sí , señor . - ¿ Sabeis la causa ? - ¿ Quién la ignora ? Sin la funesta division de la nobleza , Castilla seria poderosa y feliz . - ¿ Tomais parte en esta division ? - No he podido evitarlo . El caballero guardó silencio un instante . Luego con voz resuelta preguntó : - ¿ Cuál es vuestro partido ? - El de D . Enrique , conde de Trastamara . - ¿ Le servís fielmente ? - Como un leal vasallo á su dueño . - ¿ Le abandonareis ? - Un castellano honrado jamás falta á sus deberes . - ¿ Olvidais que es ya crecido el número de los que desconocen los suyos ? - No pertenece á ese número don Rodrigo Cabezon . - ¿ Lo jurais ? - D . Rodrigo no jura jamás ; ofrece su palabra de caballero y todo el poder de los elementos no es bastante para hacérsela olvidar . - Es decir que nada en el mundo os separará de la causa del bastardo . - Solo la muerte . El caballero volvió á guardar silencio , sin advertir que sus preguntas habian dejado absortos de admiracion á todos los que lo rodeaban . - Puesto que ya he averiguado lo que deseaba , podeis partir , caballero , dijo el desconocido con una expresion singular . - No , no , repuso el anciano ; antes debo conocer á quien tanto bien acaba de prodigarme . - ¡ Inútil empeño ! vuestra curiosidad no será satisfecha . - Os lo ruego , señor , dijo don Rodrigo con acento suplicante . - Anciano , habeis abrazado una causa que no es la mia . No podemos ser aliados . Un abismo nos separa . Id tranquilo , y que el cielo os bendiga . El caballero diciendo esto iba á retirarse ; pero el desconocido le detuvo apoderándose de una de sus manos . - Si las calamidades de Castilla nos separan , le dijo , el encuentro de esta noche nos une con un vínculo poderoso que por mi parte solo se desatará en la tumba . No os negueis , pues , á mi súplica . ¿ Qué importa que sigáis el pendon del rey don Pedro ? ¿ Habeis por eso de negarme la gracia que se otorga al mas oscuro pechero ? ¿ Por qué no he de saber vuestro nombre ? ¿ Es acaso un secreto ? Si habeis hecho voto de ocultarle , lo respetaré ; pero habeis de otorgarme la promesa de revelármelo cuando os lo permita vuestra conciencia . Todo os lo concederé menos que me priveis de la esperanza de poder gravar algun dia vuestro nombre en mi corazon . Vos no conoceis á Rodrigo de Cabezon . Vos no sabeis que el que defiende su honor , como vos lo habeis hecho , es dueño de su vida . Así como será inexorable en el castigo del miserable que ha querido mancillarlo , inexorable será tambien en conservar eternamente el recuerdo del que acaba de defenderlo . Ahora , si me negais lo que os pido , me resignaré , pero juro no albergarme en techo cubierto hasta descubrir vuestro nombre . - Esa curiosidad pudiera seros funesta , dijo el caballero gravemente . Ningun voto me impide revelaros mi nombre . Si lo oculto , es porque conozco que esta revelacion os causará una dolorosa impresion . - No importa ; quiero conocerlo . - No , no ; es inútil que lo sepais . No necesito vuestro reconocimiento , aunque tal vez llegue á recordároslo algun dia . - Es decir , que estoy condenado á no conocer al generoso caballero que socorrió á mi hija . - ¿ Os empeñais en saberlo ? dijo el caballero ya impaciente . - Os lo suplico , señor . El caballero reflexionó un momento , y despues , cogiendo de una mano al anciano , fué á ocultarse debajo de las ramas del árbol que defendia la ermita . D . Lope Alvar de Rojas permanecia aun allí escondido , esperando el resultado de aquella escena . El ermitaño , doña Blanca , y los vasallos de su padre , continuaron inmóviles á la puerta de la ermita , admirados al ver el misterio que parecia encubrir al caballero . Este , hallándose ya solo con el anciano , le dijo : - D . Rodrigo , vuestra curiosidad abrirá una herida en vuestro pecho , porque sois un leal caballero . Reflexionad , pues , un instante , y os lo repito , seguid mi consejo . Si quereis que me descubra , lo haré aquí , en esta soledad , á la vista de ese rayo luminoso que brilla ahora sobre mi cabeza , pero temo que os arrepintais , y que con el nuevo dia que ahora luce , empiece para vos una epoca de amargura . - No importa , respondió el anciano con voz resuelta ; vuestra reserva excita mi curiosidad . Hablad , pues , y calmad mi impaciencia . El caballero guardó silencio por algunos instantes , como si necesitase esta tregua para resolverse á acceder á la demanda de don Rodrigo ; pero al ver que la ansiedad de éste iba en aumento , levantó la visera de su casco , y con acento conmovido , le dijo acercándose : - ¿ Vuestra curiosidad está satisfecha ? - ¡ Cielo santo ! exclamó D . Rodrigo postrándose á los pies del caballero . - ¿ Me conoceis ? - Perdon , señor , perdon ... murmuró sordamente el anciano . - Alzad , noble caballero , estais perdonado . - ¡ Oh ! ¡ ese perdon es funesto para mí ! Teniais razon , señor ; de hoy en adelante el recuerdo de esta noche será un cruel remordimiento que desgarrará mi pecho . - Luego comprendeis ... - Sí , conozco que soy deudor de mi honra á un hombre á quien juré inmolar . ¡ Fatal destino es el mio , señor ! ¿ Cómo podré ser fiel ahora á mi bando ? ¡ Oh ! Matadme señor , matadme ; sed generoso , añadió el anciano arrojándose á los pies de caballero . Salvadme del remordimiento que debe atormentarme desde esta noche . ¿ No veis que he jurado defender la causa de vuestro enemigo y que no puedo separarme de ella ? Ya veis , soy un traidor , un rebelde y merezco la muerte ... - Levantaos , don Rodrigo , dijo el caballero con emocion , no me engañé cuando creí ver en vos el último vástago de una raza que ya no existe . No , no privaré á Castilla de un caballero , cuyo nombre puede recordar con gloria algun dia . Seguid la senda que os habeis trazado , y no temais que intente separaros de ella . Un noble como vos , no puede abrazar en la vida mas que una sola causa . ¡ Oh ! Si todos hubieran seguido vuestras huellas , no seria hoy Castilla víctima de la guerra sangrienta que devora á sus hijos mas ilustres . ¿ Qué importa que seais mi enemigo ? ¿ He de olvidar por eso la nobleza y la lealtad de vuestros sentimientos ? Aprended á juzgarme , y no olvideis que el hombre á quien concede vuestro bando los instintos de la fiera , es mas noble , mas generoso que los que así le juzgan . D Rodrigo , con una mirada triste y vacilante contempló por un instante el pálido semblante del caballero . Las palabras que acavaba de pronunciar , habian penetrado en su alma de una manera inexplicable . Aquella generosidad , que no podia concebir , le habia dejado absorto . Haciendo despues un ligero esfuerzo , y como si tratase de dominar la secreta agitacion que sentia en aquel instante , dijo con débil acento , aunque seguro . - Señor , el vasallo rebelde solicita de vos una nueva gracia . - Hablad . - Jamás volverá á veros ; su fin debe estar próximo , y quisiera llevar al sepulcro el consuelo de no ser aborrecido por el hombre generoso á quien debe el honor de su hija . - Partid tranquilo , noble anciano , y olvidad como yo el recuerdo de esta noche . Quizá un dia vuelva á veros , y entonces os probaré que mi corazon no abriga ningun sentimiento que pueda inquietaros . - ¡ Señor , vos venir á verme ! ... Es imposible ... - Vendré , don Rodrigo , para ver si habeis olvidado la fé jurada á los enemigos del reposo de Castilla . Y el caballero separándose de don Rodrigo , se dirigió al encuentro de don Fernando Alfonso . - D . Fernando , le dijo , montad á caballo . - ¿ Partís ya ? - Sí , dentro de una hora , os esperaré mientras acompañais á doña Blanca á su Castillo . Volviéndose despues á don Rodrigo , que le seguia con la cabeza inclinada sobre el pecho , y abismado en profundas meditaciones , le dijo . - D . Rodrigo , este caballero os seguirá á vuestro castillo , para darme cuenta del estado de vuestra esposa . La desaparicion de su hija debió sumirla en la desesperacion , y quiero recibir el placer de que la traquilice en mi nombre , devolviendo á sus brazos el bien que tanto adora . El anciano solo respondió con un ligero movimiento de cabeza . - ¡ Ah ! Olvidaba lo mas interesante , prosiguió el caballero acercándose al señor de Cabezon . D . Rodrigo , dijo con voz casi imperceptible , ese jóven adora á vuestra hija , y ha salido hoy de Valladolid con el solo objeto de anunciároslo . No puedo mandaros , ni tampoco debo rogaros ... Sois dueño de hacer lo que gusteis . Y sin cuidarse de la impresion qua estas palabras habian producido en el ánimo del anciano , se dirigió á la ermita ; pero antes de llegar al umbral , don Rodrigo , recobrado ya de su asombro , exclamó con acento imperioso , dirigiéndose á los escuderos que rodeaban el asilo del ermitaño . - Villanos , paso al rey don Pedro de Castilla . Los escuderos al oir esta voz conocida , volvieron de repente la cabeza , y al descubrir delante de sí al caballero , se pusieron de hinojos por un movimiento instantáneo . El rey se detuvo un instante para contemplarlos en esta posicion , y luego volviéndose á don Rodrigo , que inclinado tambien profundamente imitaba el ejemplo de sus vasallos , le dijo . - Gracias , don Rodrigo , gracias ... El acento con que pronunció estas palabras , penetró hasta el corazon del anciano . - ¡ El infierno ha guiado hoy mis pasos ! murmuró con triste acento . ¡ Oh ! ¡ Si yo pudiera encontrar al miserable que me precipitó en estos lugares ! Al menos tendria el placer de desahogar un instante el peso horrible que ha dejado en mi pecho el funesto encuentro de ese rey sin corona , proscripto en su patria como un bandido y á quien he calumniado tal vez , sin advertir que el destino habia de arrojarlo un dia en mi camino para admirar la grandeza de su alma . Y don Rodrigo reclinando la cabeza sobre su pecho , quedó abismado en una profunda meditacion , que por un instante le hizo casi olvidar el lugar en que se hallaba . - D . Rodrigo , dijo de repente , don Fernando Alfonso de Zamora , siguiendo á caballo al lado de doña Blanca , ved que os esperamos . El anciano levantó vivamente la cabeza al oir aquella voz . - ¿ Con que me esperais ? dijo examinando al caballero con estraña curiosidad . ¡ Oh ! parece que estais impaciente , caballero . - Ya veis , el rey me espera . - Pues adelantaos con mi escudero , mientras yo reuno á nuestra gente . D . Fernando no dió lugar á que le repitiese la órden . Caminar á solas un momento con la hermosa doña Blanca , y hablarla de su amor , era todo cuanto podia ambicionar el enamorado caballero . El rey hacia ya largo rato que se hallaba en la ermita , conferenciando con el padre Anselmo , y aun D . Rodrigo permanecia á la puerta procurando explicarse á sí mismo su extraña aparicion á aquella hora en un parage tan solitario . El motivo que habia manifestado al despedirse , tan lejos de dejar satisfecho al anciano , solo sirvió para excitar su curiosidad , y ver en él solo un pretexto para ocultar el verdadero objeto de su venida , y en efecto , nada mas natural que la sorpresa de D . Rodrigo . Ocupado el rey en la guerra con el de Aragon y en exterminar á su nobleza , no podia concebirse que por complacer á D . Fernando Alfonso de Zamora , abandonase el teatro de la guerra cuando su presencia debia ser mas necesaria . Por otra parte ninguna mira política podia conducirle á aquellos lugares . En el radio de seis leguas no se conocia otro noble que el señor de Cabezon , y este enteramente adicto á la causa del conde D . Enrique , no tomaba parte en las discordias del reino y solo en secreto favorecia á los partidarios de aquel , si bien siempre dispuesto á abandonar los muros de su castillo , para volar en su socorro cuando fuese necesario . ¿ Se llevaria por objeto el atraerle á su partido ? ¿ Las preguntas que le habia dirigido no parecian confirmar esta idea ? Hallábase D . Rodrigo entregado á estas reflexiones , cuando fué interrumpido por uno de sus escuderos . - Señor , le dijo , en este momento acabamos de sorprender á un hombre oculto detrás del árbol de la ermita , y como puede ser uno de los raptores de doña Blanca , he encargado á mis camaradas que le aprisionen , mientras vos no disponeis otra cosa . - Adelantaos con él , y esperadme á la salida del bosque . El escudero obedeció , y á poco rato se hallaba con sus compañeros frente á la cruz que separaba el camino de la ermita . D . Rodrigo antes de reunirse con sus vasallos , recorrió á caballo las avenidas de la ermita , para saber si el rey habia venido solo con D . Fernando Alfonso y sus gentes para alguna emboscada ; y viendo que todo permanecia tranquilo á su alrededor , se dirigió en busca de sus escuderos , cada vez mas confuso y admirado al advertir que D . Alfonso quedaba solo en la ermita sin mas compañia que un anciano , expuesto á ser sorprendido por alguna de las compañias de aventureros que ifestaban el pais , ó á ser vendido por los vasallos del señor de Cabezon . - Esto es estraño , murmuraba el caballero pensativo ¡ venir acompañado de D . Fernando Alfonso , y solo para hablarme del amor que este caballero profesa á mi hija ... vamos , ó el rey está loco , ó yo soy el viejo mas desconfiado de todo el reino ! Y apresurando el paso de su caballo , poco tardó en hallarse al lado de sus vasallos . - ¿ Qué sucede ? dijo al verles reunidos en tumulto , y como preparados para una lucha . - Señor , dijeron á una voz , este hombre quiere huir ... - ¿ Quién es ese hombre ? Por Santiago que es noche de aventuras la que acaba de pasar . Vamos , acercaos malandrines ¿ Por qué ese motin ? - Ved aquí el prisionero . D . Rodrigo vió en efecto á un hombre que luchaba para desasirse de los brazos de los escuderos . La vigorosa resistencia que oponia , manifestaba un cuerpo nada afeminado , y acostumbrado sin dada á luchas tan desiguales . - Soltadle , vive Dios , y que hable , si no le habeis cortado la lengua . - ¡ Vil canalla ! dijo el desconocido al verse libre , no lucirá el nuevo dia sin que hallais experimentado el rigor de mi venganza . - Ola , ola , parece que habeis medido vuestras fuerzas con las de un buen caballero , dijo D . Rodrigo con aire zumbon . Y decidme , señores villanos , ¿ por qué habeis detenido sin mi permiso á este caballero ? - Señor , dijo el mas osado , este hombre se hallaba oculto junto á la ermita , y sin duda alguna ha sido uno de los que se apoderaron de doña Blanca . - Sí , recuerdo que poco há me hicisteis esa observacion . Y bien caballero , ¿ qué respondeis ? dijo á este . - La verdad D . Rodrigo . - Veamos , pues . - Vuestros vasallos no os engañaron . Un caballero no miente jamás . - Acercaos , dijo D . Rodrigo alargando el pescuezo para descubrir mejor al caballero , creo reconocer vuestra voz ... sí , sí , no hay duda , sois ... - D . Lope Alvar de Rojas . - Caballero , ¿ no es verdad ? - Como vos . - Cierto es , añadió el anciano con irónico acento . ¿ Dejareis acaso do serlo por haber intentado robar á una dama ? - Sabiendo que vos habeis aborrecido á mi padre , creí que me negariais su mano , y ... - Por eso la robabais ¿ no es cierto ? D . Lope inclinó la cabeza haciendo un gesto afirmativo . - Pues esta hazaña , amigo D . Lope , prosiguió el anciano con el mismo acento irónico , es un nuevo blason que debeis unir á los que heredasteis de vuestro noble padre . Lástima es en verdad , que este buen caballero haya muerto , para que si pudiera contemplaros en este instante me ahorrara el trabajo de mostraros mi agradecimiento por la honra y merced que ibais á dispensar á mi familia . Y decidme , D . Lope , ¿ conoceis los deberes de un buen caballero ? - D . Rodrigo , esa pregunta ... - Es muy oportuna , no lo dudeis . Responded pues , y con presteza , porque no quisiera detenerme mucho tiempo , y por grande que sea el placer que esperimento al veros á mi lado tan noble y tan leal como vuestro noble padre , mayor es el que me espera al lado de mi hija libre ya de vuestros cariñosos brazos . Estará impaciente sin duda por mi tardanza , y no debeis estrañarlo , como que espero me perdonareis esta falta al recordar que quien me obliga á cometerla , es una dama muy querida vuestra y admiradora como yo de vuestra sin par galanteria ... El acento frio é irónico del caballero , no podia tranquilizar de ningun modo á D . Lope y aun tuvo la suficiente osadia para responderle , con una nueva injuria . - ¿ Quereis vengaros , D . Rodrigo ? Pues bien , mandad á vuestros vasallos que se separen á un lado y nos batiremos . - Teneis razon , es preciso que haya un combate . ¿ Cuáles son vuestras armas ? - ¡ D . Rodrigo ! - Las mias , prosiguió el anciano sin advertir la llama que acababan de despedir los ojos de D . Lope , las mias no se han fabricado todavia ; pero muy presto estarán aquí . ¡ Hé , canallas ! dijo á los escuderos , cortad cuatro ramas del bosque y traedlas al punto . Escojed las mas fuertes ... Los escuderos aterrados al ver la calma aparente de su señor , se apresuraron á obedecer , temerosos de que la terrible explosion que iba á estallar , descargase sobre ellos . D . Lope , admirado de aquella órden singular , miró fijamente al anciano , como pidiendo una esplicacion , pero éste , como sino le hubiese comprendido , prosiguió : - El combate será desigual , pero no debeis olvidar que como mas jóven , me llevareis mucha ventaja . Así , pues , preparaos ya y no temais ; porque os juro , que mis golpes no serán mortíferos . - Veo , D . Rodrigo , que abusais de vuestra posicion , dijo D . Lope esforzándose para aparecer tranquilo ; y esto no es noble , en un caballero de tan altas prendas . Os estais burlando de mí y haceis mal , D . Rodrigo , porque el cielo me ha dotado de un carácter algo altanero y nada conciliador , que puede acarrearos algunos males . - Ya sé que sois vengativo como vuestro noble padre , y que no perdonais la menor injuria . Por eso quiero borrar ahora la que hicisteis á mi linage , castigándoos como á un villano que sois . - ¡ D . Rodrigo ! exclamó el caballero rugiendo como el leon ; no provoqueis mi saña ... - ¡ Villanos ! dijo el anciano variando de tono y con un eco de voz que retumbó por un instante en aquella soledad ; atad á éste miserable á la cruz , y apaleadle como á un esclavo . - ¡ D . Rodrigo ! ¡ D . Rodrigo ! Ved que soy un caballero y que la mancha que vais á imprimir en mi rostro solo puede borrarse con sangre . - Descargad fuerte , dijo el señor de Cabezon á los escuderos que habian cortado las ramas para aquel duelo singular ; vengaos si es posible en el cuerpo de ese villano , de los golpes que he descargado en el vuestro . No temais , su pellejo debe ser tan duro como la coraza que cubre su pecho . Los escuderos no necesitaban las exhortaciones de su señor , para cumplir dignamente sus órdenes . La resistencia que al principio opusiera el caballero , habia cedido á los repetidos y vigorosos esfuerzos de tantos hombres reunidos . Derramando espumarajos de rabia , y jurando como un herege , se dejó atar despues de ver agotadas todas sus fuerzas . - ¡ D . Rodrigo ! dijo con desfallecida voz , matadme por lo que mas amais en el mundo , y no arrojeis sobre mí tal baldon . - ¿ Y os acordabais de esa súplica cuando fraguabais la deshonra de mi hija ? - ¡ Oh ! matadme , matadme , la muerte no me es tan odiosa como las manos de estos viles esclavos sobre mi cuerpo . ¿ No veis que quedo para siempre deshonrado ? - No , no , el secreto de este castigo , quedará sepultado en el silencio de la noche . Yo os lo juro por la fé de caballero . - ¡ Mentís ! ¡ Mentís ! ¿ Y esos hombres ? ... - Estos hombres , se dejarán desollar como perros antes de que sus labios pronuncien una sola palabra de lo que pasa ahora entro los dos . Yo no quiero infamaros , D . Lope ; debia hacerlo , pero soy noble y solo me limitaré á daros un castigo tan villano como la ofensa que ibais á hacer á mi linage . - ¡ Oh ! ¡ qué espantoso suplicio ! murmuró el caballero , dejando oir el crujido de sus dientes . - Villanos , dijo el señor , de Cabezon , dadle algunos latigazos , y soltadle . Los escuderos , despues de haber aplicado algunos golpes al mísero caballero , se disponian á abreviar el castigo , haciendo girar las ramas que habian cortado sobre sus espaldas , con mas rigor sin duda del que aconsejaba su señor , pero un rumor cercano que percibieron á su lado , les obligó á suspender de pronto el castigo , temerosos de ser sorprendidos por algunos amigos ó vasallos del caballero . D . Rodrigo , olvidando por un instante á su enemigo , se dirigió á la entrada del camino que conducia al castillo , para reconocer á los importunos que venian á interrumpir el castigo que estaba imponiendo al caballero , y no tardó en descubrir á su hija acompañada de D . Fernando Alfonso de Zamora , y del escudero . Alarmados por la tardanza del anciano , y confusa doña Blanca al verse casi sola con el apasionado D . Fernando , habia dado órden á este para emprender la vuelta , no sabemos si con el deseo de caminar mas tiempo á su lado , ó por desvanecer un ligero escrúpulo . - ¿ Qué haceis aquí , señor ? preguntó la dama admirada ¿ por qué esta detencion ? - Mi buena estrella , respondió D . Rodrigo , me ha reunido esta noche con tu raptor , y antes de despedirnos , me pareció que debia darle una muestra de mi agradecimiento por la señalada honra que queria dispensarte . - ¿ Qué ? ... habeis osado tal vez ... dijo D . Fernando tendiendo su vista á los lados para descubrir al prisionero . - No os alarmeis , caballero ; solo he mandado aplicarle algunos latigazos como pudiera hacerlo con uno de mis perros . - ¿ De esa manera , viejo cobarde , cumples la promesa que acabas de otorgarme ? esclamó D . Lope , rechinando los dientes de desesperacion . - D . Lope , las promesas que se otorgan á un villano , son como las hojas que arrebata el viento ... - Es decir ... repuso D . Lope . - Que quiero veros humillado y cubierto de oprobio como estais ahora , dijo D . Rodrigo interrumpiéndole con un gesto terrible . - ¡ Oh ! ¡ que mengua ! murmuró el caballero con sordo acento cubriéndose el rostro con las manos . - D . Rodrigo , dijo de repente D . Fernando Alfonso de Zamora , el castigo que acabais de imponer á este caballero ... - D . Fernando , interrumpió el viejo enojado , recojed la lengua y no os entrometais en lo que no os pertenece . - D . Rodrigo , jamás puedo olvidar el deber de un caballero , y el mio en este momento es protestar contra el ultrage que habeis hecho á D . Lope , ya que el respeto que me inspiran vuestras canas no me permite daros otra respuesta . - Osado sois á fé mia , y si manejais la espada como la lengua , no dudo que sereis un valiente caballero . - D . Rodrigo , permitidme el silencio . El respeto que os profeso , pone un nudo en mi garganta . - ¿ Quereis que os lo descorra ? - ¡ D . Rodrigo ! ¿ Olvidais el nombre augusto que represento en este lugar ? - Teneis razon , dijo el viejo variando de tono repentinamente , perdonad los caprichos de un anciano encanecido ya en la guerra , y acostumbrado á ser siempre obedecido . D . Fernando , prosiguió tendiendo una mano al jóven que este apretó entre las suyas con respeto , me place vuestra hidalguia ; sois todo un caballero , y la defensa que acabais de tomar , ofrece una alta idea de vuestras nobles prendas . Y como no puedo negar que habeis obrado con la lealtad de un castellano honrado al defender á ese miserable , sed tambien tolerante y no me censureis por haber impuesto un castigo infamante al que intentaba cubrirme de oprobio . - D . Rodrigo , un hombre como vos , no sabe castigar . Alarga su diestra y perdona . - D . Fernando , hay injurias que el caballero no debe perdonar . - D . Rodrigo , hay castigos que el caballero no debe imponer . - ¡ Extraño contraste ! murmuró el anciano : no podemos entendernos , contradecís mis palabras como todavia no lo hizo ningun hombre , y sin embargo , héme aquí tranquilo , y dispuesto á perdonaros esta ofensa . - Nunca hay ofensa , D . Rodrigo , cuando se dice la verdad . - Testarudo sois , á fé mia . ¿ Por qué censurais , lo que vos hariais en mi lugar ? - Perdonad , D . Rodrigo , yo jamás olvido lo que se debe á un caballero . - Es decir , que no dariais un castigo de villanos , á un caballero que dejó de serlo . - Desnudaria mi espada , y se uniria con la suya en lucha igual . - ¿ Y si lograba heriros ? - D . Rodrigo , dejaos de ociosas preguntas y permitid que devuelva la libertad á D . Lope . Y acercándose á la cruz , desató al caballero , ayudándole á ponerse en pié . El castigo de los escuderos habia magullado su cuerpo , de tal modo , que apenas podia conservar el equilibrio . - D . Rodrigo , dijo el generoso D . Fernando , permitid que uno de vuestros escuderos ofrezca un caballo á D . Lope . - D . Fernando , mas acertado seria que le diéseis el vuestro ya que tan galante con él os mostrais . - Teneis razon , perdonad , no se me habia ocurrido esa idea . D . Rodrigo contrariado y confuso al advertir cómo el caballero se deshacia de su caballo para ofrecérselo á su rival , se acercó á su hija , para no contemplar indiferente aquella escena . - D . Fernando , dijo su rival al verse á caballo , aunque no habeis podido evitar el castigo humillante que he sufrido , procurásteis hacerlo menos doloroso con la generosidad de un leal adversario . Por esto os quedo muy reconocido ; y como conozco que el mejor medio de demostrároslo , es señalándoos el parage y la hora , en que podeis encontrarme , os diré que mañana hasta las seis de la tarde , esperaré en mi castillo de Rojas , por si teneis la galanteria de buscarme . - No puedo otorgaros promesa formal , mientras acompañe al rey ; pero , en el momento que su servicio nos separe , procuraré veros en vuestro castillo , ó donde me conduzca el deseo de corresponder dignamente á vuestra honrosa invitacion . - Gracias , D . Fernando , gracias , hé aquí mi mano . - Tomad la mia . D . Lope tendió la suya , y D . Fernando , aunque con repugnancia , la tocó ligeramente . Habia en esta muda señal de un mentido afecto , una elocuencia misteriosa que hizo estremecer á los dos . D . Lope saludando ligeramente á su rival , se acercó al señor de Cabezon . - D . Rodrigo , le dijo con un eco de voz que hizo estremecer á todos los circunstantes : el infierno ha desplomado hoy todas sus iras sobre vuestra cabeza . Sí , porque Dios no pudo inspiraros la idea de ofender tan horriblemente á un hombre , que ya no puede bajar al sepulcro , sin haberos hecho sufrir antes los tormentos del infierno . Habeis empeñado conmigo una lucha , que solo debe terminar con la muerte de uno de los dos : pero ... ¡ ay de vos , desventurado anciano , si soy el vencedor ! Preferible seria mil veces que os diéseis la muerte . Si amais á vuestra esposa y á vuestra hija , hacedlo , desventurado , os lo ruego ; y así me salvareis de la horrorosa mision que de hoy en adelante guiara mis pasos . Dicho esto , pegó un espolazo al caballo , y con la rapidez del relámpago se alejó del valle , despidiendo un juramento horrible que hizo estremecer á la tierra de espanto . - ¡ Habeis labrado en un instante la desdicha de vuestra hija ! - ¡ Dios mio ! ¡ Qué horrible imprecacion ! exclamó doña Blanca aterrada . ¡ Oh ! ¡ Padre mio ! ¡ Qué habeis hecho ! ¡ Desventurado ! Y reclinando la cabeza sobre su pecho , despidió un gemido lastimero , que hizo estremecer á D . Fernando sobre su caballo . - ¡ Dios mio ! murmuró éste elevando sus ojos al cielo . ¡ Será un presentimiento ! ... Un cuarto de hora despues descansaban los viajeros en el castillo de Cabezon . Sobre la cúspide del cerro de Altamira , se descubria á mediados del siglo XIV el soberbio castillo de Cabezon , con sus torres , sus almenas y sus fosos . Habia sido edificado por el primer señor de Cabezon , cuando la invasion sarracena , con la solidez que aun se admira hoy , en la mayor parte de las obras de aquella época , y de la que todavia se conservan algunos restos al examinar sus ruinas . Las murallas que le rodeaban , de una inmensa altura , revelaban el pensamiento del que habia dirigido la obra desde su origen . En efecto , era imposible que en una sola fortaleza pudieran reunirse tantos medios de defensa , como se habian empleado en el castillo de Cabezon . Sus cuatro torres dominando todo el valle , servian de atalayas en un radio de ocho leguas , y en un largo asedio , podian defender á los habitantes del castillo en el espacio de dos meses , aun cuando estuviese ocupado el resto del edificio por los sitiadores . El primer señor de Cabezon , con una prevision harto comun en los nobles de aquella época , habia calculado que un dia se veria obligado á sostener un sitio formal , con algun rival poderoso , y para ponerse á cubierto de una sorpresa , en lugar de ocuparse de la defensa de los primeros departamentos del castillo , se habia fijado en las torres como último punto de defensa , y tal vez el mas seguro . Estas torres que aun hoy se elevan orgullosas sobre las ruinas del castillo , formaban cuatro departamentos separados , con el número suficiente de aposentos , para alojar hasta una compañia de hombres de armas en cada uno . Los muebles que le servian de adorno , solo consistian en una hilera de tarimas embutidas en la pared , algunas máquinas de armas de todas clases y otros efectos de guerra . Otra de las defensas mas principales de este castillo , tal vez la mas importante , consistia en los bosques espesos que le rodeaban , y en la escabrosidad del terreno ; haciéndole inaccesible aun á los sitiadores mas inteligentes , como que en todo el pais se sabia por tradicion , que algunas veces se habia intentado su conquista infructuosamente . De todas las fortalezas del pais , era la única donde los sectarios del profeta no habian podido fijar su media luna , ni menos las huestes del rey D . Pedro , en guerra entonces con don Alfonso XI de Aragon y D . Enrique de Trastamara . Los albores de la aurora largo rato hacia que brillaban en el horizonte , y solo una ligera brisa , fria y helada como el rocio de la noche , agitando suavemente los árboles del bosque , interrumpia silenciosa la calma que se disfrutaba en el valle . A esta hora matutina , un caballero , procurando contener la violenta carrera de su caballo , se dirigia al castillo de Cabezon , envuelto todavia en una espesa niebla que la aurora iba disipando . Despues de cruzar el puente de la villa , y dejar á un lado el Pisuerga , siguió con menos ligereza el camino abierto en el monte , y que no sin gran riesgo llevaba al viajero , al castillo de Cabezon . Corta era ya la distancia que le separaba , cuando se vió detenido por una voz robusta , que dominando el espacio , le gritó : - Deteneos , caballero , deteneos . - Quieto estoy , dijo este haciendo un gesto desagradable , y conteniendo á su caballo por las riendas , mientras que con la vista trataba de descubrir á su interlocutor . - ¿ Quién sois ? preguntó este mostrando su cabeza cubierta de hierro , en lo más alto del primer torreon del castillo . - ¿ Quién soy ? repitió el caballero , dirigiendo la vista á la torre . ¿ Y por qué lo preguntais ? - Perdonad , caballero ; este castillo se halla amenazado de una sorpresa ; y para conjurarla , tomamos estas precauciones . Así , no dejeis de responder si venís á visitarlo . - ¡ Sois cortés , buen escudero , y no lo olvidaré ! Decid al señor de Cabezon , que á la puerta de su castillo espera D . Fernando Alfonso de Zamora . - Concededme un instante , y no tardaré en bajaros el puente . Diciendo esto , el escudero hizo sonar una trompa , cuyos ecos retumbantes se repitieron por largo espacio en la llanura . Un minuto despues , se hallaba rodeado de algunos hombres de armas . - ¿ Qué ocurre ? preguntaron á una voz . - Decid á D . Rodrigo , que acaba de llegar D . Fernando Alfonso de Zamora , y pide que se le admita en el castillo . El señor de Cabezon acababa en aquel momento de abandonar su lecho , y se disponia á pasar á la cámara de su esposa , cuando el sonido de la trompa le obligó á volver á su aposento . Abriendo entonces una ventana , tendió la vista al rededor para descubrir al importuno que á aquella hora venia á interrumpir la soledad de su castillo . D . Fernando , inmóvil en el lugar en que se le habia mandado hacer alto , tan pronto como le descubrió en la ventana , levantó la cabeza vivamente , y con una sonrisa burlona , le dijo . - ¿ Qué sucede , D . Rodrigo ? ¿ Estais en guerra con vuestros vasallos , ó haceis preparativos para combatir al rey ? - ¡ Sois vos , D . Fernando ! dijo el viejo en extremo alborozado . ¡ Oh ! subid , subid al punto : Hé ... malandrines ... proseguió dirigiéndose á los escuderos que se habian agolpado á las torres ; volved á vuestros aposentos , y bajad el puente . D . Fernando , habiendose acercado al castillo , se apeó ligeramente , y entregando su caballo á un escudero , penetró en el edificio con tanta soltura , como si le fuesen familiares los cuatro departamentos de que se componia ; pero al llegar al primero de la derecha , vió que se hallaba cerrado por una doble puerta de roble , y de un trabajo admirado . Contrariado , y algun tanto confuso , se dirigió al departamento de la izquierda , y al llegar á la puerta , descubrió en el umbral al señor de Cabezon . - Venid , venid , mi leal amigo , dijo tomándole una mano , y apretandosela cordialmente , llegais á tiempo para acompañarnos en el desayuno . Supongo que tomareis con nosotros algun refrigerio . - Como querais , D . Rodrigo ; me tendreis á vuestro lado hasta la tarde . - ¿ Partís tan presto ? - Es preciso ; el rey me espera . - ¡ El rey ! murmuró el caballero variando de expresion . - Sí , el rey D . Alfonso , en su nombre vengo á hablaros . - ¡ Extraño encargo ! dijo el viejo pensativo . Y cojiendo de una mano al caballero , añadió : - Venid al aposento de mi esposa , ya me hablareis ... - Escuchad , D . Rodrigo , antes de saludar á las damas , quisiera hablaros un instante . - Despues os escucharé ; ahora permitid que os introduzca en su aposento . - Ved que es un encargo del rey ... - Bien , bien , ya me lo comunicareis . Y sin dar lugar á otra respuesta , empujó suavemente la puerta , y acompañado del caballero , entró en el aposento . Hallábase este adornado con el gusto exquisito que exigia la época . Grandes cortinajes de damasco adornaban las ventanas ; sus pliegues ondulantes dejaban paso á los rayos del sol . Algunos cuadros de tamaño natural que representaban á los descendientes del señor de Cabezon , cubrian de lleno las paredes , y en el fondo se descubria el de D . Rodrigo , armado de punta en blanco , y con una mano fija en el escudo de armas que la mano hábil de un célebre artista habia esculpido sobre la puerta . El suelo adornado de una preciosa alfombra que ocupaba todo el aposento , ofrecia una perspectiva risueña y sorprendente contribuyendo á darle mas realce los magníficos espejos de Venecia , colocados en los extremos , y algunos sillones de terciopelo carmesí distribuidos en desórden por el aposento . D . Fernando , despues de examinar ligeramente el aposento , fijó su vista en la señora del castillo , sentada muellemente en un sillon al lado de su hija . Hallábase esta tan atareada en componer uno de los rizos de la negra cabellera de su madre que no advirtió la presencia de su padre hasta que anunció á D . Fernando . - Beatriz , dijo llevándole aun de la mano : os presento á D . Fernando Alfonso de Zamora . El jóven habia retrocedido un paso no atreviendose á interrumpir la tarea de su amada . Embelesado al contemplarla tan bella en aquella actitud , casi habia olvidado la presencia de su guia . La voz de este vino á sacarle de su extasis . Haciendo entonces un ligero movimiento separó su vista del grupo que formaban las dos damas , y dando un paso , fijó en la madre de Blanca una rápida mirada , en que el observador menos profundo , hubiera creido advertir algo de admiracion . En efecto , no podia examinarse friamente á la esposa de D . Rodrigo . Algo de sobrehumano parecia encubrir aquel rostro angelical . Una larga cabellera de un negro reluciente adornaba sus hombros , cubiertas en parte con una ligera gasa trasparente á través de la que resaltaba la blancura alabastrina de su cutis . Sus ojos lánguidos , adornados de largas pestañas negras , despedian en aquel instante un pálido fulgor que hubiera quizá impresionado el corazon ardiente del jóven D . Fernando , si de él no hubiese sido dueño mucho tiempo hacia la hermosa doña Blanca . Era de mediana estatura , su cuerpo esbelto reclinado lánguidamente sobre el sillon , dibujaba el talle de una sílfide ; sus manos de nieve coronadas de sonrosadas uñas , jugueteaban con los cabellos ondulantes de su hija , mientras ella arreglaba los rizos de la suya . De vez en cuando al sentir el contacto de la mano de Blanca sobre su cabeza , dejaba asomar á sus labios una dulce sonrisa , mostrando dos hileras de perlas que hubieran dado celos á una diosa del Olimpo . El aspecto y la languidez de esta muger , imprimian en sus movimientos un carácter tierno y simpático , que contrastaba singularmente con la expresion viva y risueña que de ordinario brillala en el semblante de su hija . No contando con la viveza encantadora de esta , y la muelle languidez de aquella , cualquiera al examinarlas , no hubiera vacilado en saludarlas como á dos hermanas cariñosas . Y sin embargo , los vínculos que las unian eran mas extrechos . Blanca poseia toda la belleza de su madre , pero que su edad hacia brillar con mas explendor , y no obstante de aparecer aquella con tan tierno nombre , nadie á primera vista se lo hubiera prodigado , temeroso de hacerla un agravio . Confuso D . Fernando al admirar tanta belleza , permaneció inmóvil delante de la esposa de D . Rodrigo , despues de hacer un saludo , que esta recibió con una benévola sonrisa . - ¿ Qué feliz estrella os ha conducido hasta estos lugares ? exclamó la hermosa castellana mirando dulcemente al caballero . - Perdonad , he sido un indiscreto , en seguir hasta aquí á vuestro esposo . El estado en que os encuentro ... - ¿ Os inspira algun temor ? dijo interrumpiéndole con la misma sonrisa . Poco galante sois , D . Fernando ; mi cabellera podria asustaros , pero no debais decirlo ... - Señora , en este estado , quisiera contemplaros siempre de hinojos . Y el jóven lanzó una mirada centellante , que la castellana apagó de repente con una sonrisa glacial . - Blanca , dijo vivamente , recoje presto mis cabellos , y vos , caballero , podeis tomar asiento á nuestro lado . - Beatriz , dijo vivamente el señor de Cabezon : no creí hallaros en este estado ; mientras acabais vuestro tocado , llevaré á D . Fernando , para que conozca el castillo . - Id , D . Rodrigo , pero no le detengais mucho tiempo . - Presto estaremos aquí de vuelta . D . Fernando saludó profundamente á las dos damas , y despues de hacer un signo cariñoso á doña Blanca , salió del aposento en pos del viejo D . Rodrigo . Celoso este hasta de su sombra , se habia turbado algun tanto , al descubrir las miradas que el jóven habia dirigido á su esposa . Y juzgando que su vista en aquella actitud debia alarmar á otro hombre menos impresionable , creyó mas acertado hacerle salir del aposento , mientras las dos damas no terminaban su tocado . Al llegar al primer corredor , le dijo : - Si gustais , mientras las damas se preparan para el desayuno , podeis participarme el encargo del rey . El jóven turbado todavia tardó algun tiempo en responder . Antes debia reponerse de la extraña sensacion que habia experimentado á la vista de las dos damas mas hermosas de Castilla , en la situacion mas interesante que podia imajinar allá en sus sueños de amor y ventura . Recobrado ya algun tanto , respondió : - D . Rodrigo , vos recordareis sin duda , aquella noche , que vuestra hija estuvo en peligro de ser arrebatada de vuestro lado ... - Sí , hace dos meses . - ¿ Olvidásteis el encargo que entonces os hizo el rey ? - No por cierto : me dijo que vos amábais á Blanca , y que no lo olvidase . - ¿ Y nada añadió ? - Creo que mostró algun interés por vos , y ... - ¿ No os recomendó mi amor ? - Sí , no puedo negarlo . - Luego vos ... - Proseguid . - Si yo os dijese ahora , D . Rodrigo , amo á vuestra hija , y quiero ser su esposo , ¿ qué responderiais ? - Es ese el encargo del rey . - Sí , me ha mandado haceros esa pregunta . El viejo reflexionó un instante , y luego acercándose con el jóven á la muralla que rodeaba el castillo , le dijo : - ¿ Amais á Blanca ? - Como los ángeles aman al Criador . - Y ella ... - Cifra toda su ventura en llamarse mi esposa . - En este caso ... - Dareis vuestro consentimiento . - Antes tengo mucho que hablaros , y dado que ahora podais escucharme . - Oh , hablad , no temais ; escucharé lo que querais . - Pues bien , seguidme . Y D . Rodrigo , abandonando la muralla , se internó en el primer corredor seguido de D . Fernando , despues de dejar á un lado varias habitaciones , subió algunos escalones con ligero paso : y haciendo una señal á su compañero para que se detuviese , abrió una puerta casi imperceptible por una inmensa cortina de damasco y entró en su aposento . Hallábase este adornado con bastante lujo , aun cuando la mayor parte de sus adornos consistian en escudos de armas , y retratos de familia . D . Rodrigo , al entrar , indicó al caballero que tomase asiento en un precioso sillon que le presentó , y luego acomodándose en otro mas modesto , le dijo : - Ahora que estamos solos , podeis repetir vuestra demanda . D . Fernando despues de acomodarse en el sillon , y de dirigir al rededor una furtiva mirada para asegurarse de que ningun importuno les escuchaba , dijo al anciano . - No os repetiré la historia del amor que profeso á vuestra hija , porque no creo pueda interesaros ahora . - Teneis razon , solo deseo saber en qué lugar habeis conocido á Blanca . Jamás os he visto antes de aquella noche , en que tuvisteis la fortuna de salvarla , y creo haber descubierto entonces que ya la amabais hacia algun tiempo . - Cierto es , D . Rodrigo , la he amado desde el primer dia que apareció á mi vista , en el convento de santa Clara de Valladolid . - ¡ Ola ! parece que no sois muy excrupuloso en cuestiones de amor . ¿ Y cómo diablos pudisteis hablarla estando encerrada ? - Vos sin duda ignorais que los enamorados poseemos un lenguage mas elocuente que las palabras . - Os comprendo , jóven , hablábais con los ojos . ¿ No es cierto ? El jóven hizo un signo afirmativo . - Y Blanca , ¿ respondia ? añadió con maliciosa sonrisa . - No puedo negarlo . D . Rodrigo guardó silencio por un instante , mientras que don Fernando admirado de aquel extraño interrogatorio , se disponia á hacer de nuevo su demanda . - Ahora , D . Fernando , ¿ me explicareis la intervencion del rey en este asunto ? ¿ Hay en ello algun secreto ? - Ninguno que vos no podais conocer . D . Alfonso me ama ; dice que soy uno de sus partidarios mas fieles , y al sabor un dia que amaba á vuestra hija , resolvió aprovechar la primera ocasion favorable , para rogaros que no violentaseis su inclinacion , y que en lugar de enlazarla con un noble adipto á la causa del señor de Trastamara , de quien no podia estar apasionada ; uniese su mano á la mia para hacerla dichosa . Tal ha sido , D . Rodrigo , el objeto que impulsó al rey á pasar desde Valladolid á Cabezon la noche en que fué arrebatada vuestra hija por los escuderos de D . Lope Alvar de Rojas . - Verosimil es vuestra relacion , D . Fernando ; pero me admiro de que el rey teniendo empeñada la guerra con el aragonés , abandonase á sus soldados para favorecer los amores de uno de sus partidarios . ¿ No os parece muy extraño , D . Fernando ? - Veo , D . Rodrigo , que sospechais de la venida del rey , y siento deciros que vuestra sospecha es infundada . - ¿ No podia guiarle tambien otro objeto de mas cuantia ? Vamos , no me lo oculteis . - D . Rodrigo , os juro que el rey hizo un viaje solo por complacerme . - Me parece que estoy mejor informado que vos , y eso que no soy su partidario , dijo el viejo con extraña sonrisa . - Hablad , D . Rodrigo ; pronto estoy á demostraros que de mis labios solo sale la verdad . - ¿ No venia dispuesto el rey á conocer los proyectos del señor de Cabezon ? - No , solo por curiosidad habia resuelto preguntar si le érais adipto . - Vamos , ya vais confesando que no solo vuestros amores le obligaron á venir á Cabezon . - D . Rodrigo , un caballero jamás se retracta . Os he dicho que el rey D . Pedro no traia ningun proyecto encubierto y sentiré que me obligueis á repetirlo otra vez . - No os enojeis así , D . Fernando , ved que soy el padre de Blanca . - D . Rodrigo , el deber me manda ahora defender al rey , y lo haré aun cuando me negueis la mano de vuestra hija . - Vuestro amor en ese caso debe ser muy pasagero , cuando por un ligero excrúpulo quereis aventurarlo . - Es que defiendo al rey D . Pedro mi bienhechor , y antes que él , no hay para mí amor , ni otro sentimiento que pueda hacérmelo olvidar . El semblante del jóven al pronunciar estas palabras , se revistió de una expresion tierna y melancólica , y sus ojos de un negro reluciente , se animaron con un fuego extraordinario . Las dudas que el anciano habia concebido , no pudieron menos de desvanecerse al ver la expresion de la verdad en el rostro del caballero , y el amargo sentimiento de verse contrariado . - D . Fernando , dijo lentamente como si pesase cada una de sus palabras , ya que os enojan mis sospechas , las guardaré para mí solo , y solo me ocuparé de vuestra demanda . - Haced lo que gusteis , D . Rodrigo , sois dueño de pensar á vuestro antojo ; solo os suplico que no dudeis de mis palabras , porque es una ofensa que no merezco de vos . - Bien , dejemos este asunto por demás molesto , y hablemos de lo que tanto os interesa . ¿ Decís que el rey apoya vuestra demanda ? - ¿ No lo recordais ? Si no me engaño , creo que él mismo os lo ha indicado antes de ver al ermitaño . - Sí , pero lo hizo de una manera algo extraña . Me parece que en lugar de encargarme que aceptase vuestra mano para Blanca , solo se limitó á manifestar el deseo de que se verificase esta union . - ¿ Y no os satisface , D . Rodrigo ? - Si en ello tuviese el interés que vos suponeis , hubiera empleado su autoridad real ... - D . Rodrigo , ¿ olvidais que antes de reconocerlo , le habiais hablado de vuestra adhesion á la causa de D . Enrique ? - ¡ Y bien ! ¿ Era este un obstáculo para que su voluntad dejase de ser acatada ? - D . Pedro cuando manda quiere al punto ser obedecido , y cualquier escusa suele castigarla con rigor . Sabiendo que vos perteneciais á su enemigo , dudó que le obedeciéseis , y para evitar el castigo de vuestra desobediencia , creyó que solo debia mostraros su deseo , dejándoos en completa libertad de hacer lo que gustáseis . - Razonais , á fé mia , como un hombre de letras . Acabais de explicar el deseo del rey , como queria que lo comprendiéseis . D . Fernando algun tanto turbado , no se atrevió á responder . El anciano prosiguió . - Ahora que podemos entendernos , contestaré á vuestra demanda . ¿ Sabeis D . Fernando , que he jurado defender la causa del conde D . Enrique ? - Sí , proseguid . - ¿ El amor que profesais á mi hija , puede obligaros á abandonar la del rey ? - Jamás . - No quiero aconsejároslo , porque si lo hiciéseis , nunca seriais el esposo de doña Blanca . - Gracias , D . Rodrigo ; sois un castellano honrado . D . Fernando al pronunciar estas palabras , se habia puesto pálido . Un funesto presentimiento que acababa de herir su imajinacion , le hizo vacilar en su asiento , y fijar en el viejo una mirada triste y apagada . - Ahora bien , D . Fernando , si el honor y el deber os mandan seguir el partido del rey , ¿ quereis que yo abandone el de su enemigo , para que seais el esposo de mi hija ? - D . Rodrigo , no puedo exigiros ese sacrificio . - ¿ Y luego , qué esperais ? ¿ Quereis combatir un dia con el padre de vuestra esposa ? Reflexionad , D . Fernando : yo admiro en vos las mismas prendas , que adornan á mi hijo D . Alvaro ; como él sois uno de los caballeros mas ilustres del reino ; mi gloria y mi ventura llegarian á su colmo , si pudiera estrecharos entre mis brazos , para saludaros con el dulce nombre de hijo , porque he sondeado vuestra alma , y creo que el cielo no puede conceder á mi hija un esposo que la haga feliz , como sin duda vos la hariais . Empero he recordado que las funestas disensiones del reino , pueden colocarme un dia frente á vos con la espada en la mano para mataros como á enemigo de mi bando , y que mi hijo celoso partidario de D . Rodrigo , no podrá tender su diestra , á un amigo predilecto del que llaman tirano de Castilla . Lamentando , pues , el invencible obstáculo que nos separa , solo me resta pediros una gracia . Quisiera que no desechaseis la amistad de un viejo como yo , encanecido en la guerra , y que en lugar de culparme por la dolorosa respuesta que doy á vuestra honrosa demanda , me alargeis vuestra mano , olvidando si es posible que habeis amado un dia á mi hija . D . Rodrigo pronunció con acento conmovido estas palabras , y como si tratase de desvanecer la dolorosa impresion que acababan de producir en su ánimo , le apretó la mano cordialmente despues de considerarle en silencio por algunos instantes , con una solicitud casi paternal . - D . Rodrigo , dijo el jóven procurando ocultar su emocion ; debo antes de todo , mostrarme reconocido á los elogios que acabais de prodigarme . Soy en efecto un castellano leal , adipto á mi rey , é incapaz de seguir la senda traidora de los que olvidaron sus juramentos ; pero de ningun modo , puedo revestirme de los títulos gloriosos que Castilla ha concedido á las altas prendas de vuestro hijo D . Alvaro . He procurado seguir siempre sus huellas , pero conozco que todavia no he llegado á la posicion en que le han colocado . Sin embargo , no olvidando esta superioridad , he creido que vos , á pesar de haberle servido de modelo , no me negariais la mano de vuestra hija , y esto aun conociendo la funesta division que nos separa . Será un error , D . Rodrigo ; pero yo no veo ese obstáculo que tanto os desalienta . ¿ No podeis vos defender al conde D . Enrique , sin que yo falte al juramento que me liga á la causa de su hermano ? Decís que la suerte de las armas puede reunirnos en el campo de batalla , pero si el destino lo dispusiese así , el primero que lo advirtiese , haria retroceder á su caballo , sin que nadie pudiese llamarle cobarde . ¿ No conoceis á muchos hermanos que se han visto en una situacion semejante ? ¿ Cuántos hijos no han tenido que retroceder á la vista de sus padres ? ¿ Y por eso han sido acusados de traidores ? Nada de eso , amigos y enemigos , todos les respetaron lamentando al mismo tiempo el destino de la infortunada Castilla , y la fiebre sanguinaria que se ha apoderado de la mayor parte de sus hijos . En cuanto á D . Alvaro , es tan noble y tan generoso , que no vacilara en llamar hermano , al que un dia tuvo la dicha de salvar á doña Blanca , de un peligro en que hubiera quizá sucumbido victima de la saña de un noble villano . - D . Fernando , razonais bien , y no lo extraño , porque al fin estais enamorado y en una situacion semejante , cuando se trata de conseguir el objeto de nuestro amor , la imajinacion presta grandes recursos , por mas que la inteligencia sea harto limitada . Empero yo que soy viejo y que no entiendo ya de amores ni galanteos , no quiero participar de vuestra opinion , ni creo podais sostenerla con conviccion . Os aconsejo , pues , que no aguceis el injenio para defender lo que vos no aprobariais en otra ocasion . - Permitid que os interrumpa , dijo D . Fernando vivamente . Vuestras palabras me ofenden , yo jamás sostengo lo que no me dicta la conciencia ; no lo olvideis , D . Rodrigo . - Pues bien ; entonces diré que la pasion os alucina , y que veis un acontecimiento natural , donde debiais hallar un crímen . - Un crímen , D . Rodrigo . - Sí , vos no recordais el ciego frenesí que de nosotros se apodera en el ardor de la pelea , porque de otra suerte no hubiérais considerado con tanta frialdad el obstáculo invencible que os dí á conocer . En el furor de la pelea ¿ sabeis si D . Rodrigo reconoceria al esposo de su hija ? Y vos , al descargar vuestros golpes de muerte sobre los partidarios de D . Enrique , y al ver tendidos algunos á vuestros pies , ¿ podriais distinguir entre ellos al padre de Blanca ? ¿ Qué divisa nos daria á conocer ? ¿ Os atreveriais á proponerla ? Sí : vuestra mirada me lo indica ; pero en una noche oscura , y en el ardor del combate , ¿ de qué serviria esa señal ? ¿ Podriamos reconocerla ? Imposible , D . Fernando . No os alucineis tan presto y creedme ; siento como vos no poder desvanecer ese obstáculo ; pero si reflexionais un momento , no dejareis de conocer que es insuperable . - Veo que despreciais mi demanda , dijo D . Fernando con amargura levantándose del sillon é inclinándose levemente delante de don Rodrigo . - Por Santiago , que sois testarudo en demasia : sentaos , vive Cristo , y escuchadme . Diciendo esto , obligó al jóven á que tomase asiento ; y luego , con una sonrisa entre amarga y risueña , le dijo : - ¿ Por qué despues de lo que os dicho , suponeis que desprecio vuestra demanda ? - ¿ Y qué debo pensar , cuando no me concedeis siquiera una esperanza ? - Vive Dios , que no puedo concebir semejante esperanza . - ¿ No puede dejar de existir el obstáculo en que se funda esa negativa ? - Explicádmelo , si gustais . - ¿ Os parece que la contienda que hoy se agita en Castilla , no tendrá término algun dia ? - Sí por cierto . - ¡ Y bien ! ¿ No podiais reservar la respuesta á mi demanda para cuando llegue ese dia ? El viejo guardó silencio , sin duda para reflexionar un instante en la esperanza que reclamaba el enamorado D . Fernando . - O si la guerra dura algunos años , ¿ quereis que mi hija espere la vejez para daros su arrugada mano ? Vamos , no estais en vos , don Fernando . - Os repito , D . Rodrigo ; no habeis recibido con agrado mi demanda . - Y vuelta al mismo tema ! dijo D . Rodrigo haciendo un gesto de impaciencia . ¿ Cómo diablos he de probaros que sois el caballero que mas convenia á mi hija ? - Y entonces , ¿ por qué me privais de esa débil esperanza ? - Pero decidme , testarudo . Si antes de terminar la guerra se presenta un partido brillante para mi hija , ¿ quereis que lo desprecie hasta que vos , viejo decrépito , vengais á pedírmela por esposa ? - Segun eso , ¿ creeis que la guerra jamás terminará ? - Yo creo que durará tanto como los dos monarcas ; y como ambos casi son de vuestra edad , debo suponer racionalmente que vivireis los mismos años con alguna diferencia , y que siempre combatireis por la misma causa . - Pues bien , D . Rodrigo , prometedme no violentar á doña Blanca , y consentiré que no desecheis el partido que para ella se os presente . - Veamos : sin duda pensais alucinarla tambien para que cometa la torpeza de morir doncella . Por el cielo , D . Fernando , sed mas considerado , y no priveis á una dama hermosa de la dicha matrimonial que la espera . - Pues bien , D . Rodrigo , me someto á todo lo que querais , dijo D . Fernando con acento desesperado ; no alucinaré á vuestra hija : partiré hoy mismo de su lado , y no volveré hasta que haya terminado la guerra . Si entonces está libre , seré su esposo : ¿ me lo prometeis ? - Sois tan exigente como una dueña enamorada . Os juro , á fé de caballero , que no violentaré á Blanca , ni dispondré de su mano sin anunciároslo . ¿ Estais satisfecho ? - D . Rodrigo , no esperaba menos de vos , dijo D . Fernando alargándole una mano , mientras que con la otra enjugaba una gota de sudor que corria por su frente . El jóven para conquistar aquella débil esperanza , habia agotado todas sus fuerzas como si acabase de sostener una lucha con su mayor enemigo . Terminado el desayuno , y retiradas las damas á su aposento , don Rodrigo volvió al suyo , acompañado de D . Fernando , éste algun tanto contrariado , al verse separado tan presto de su dama . El señor de Cabezon , profundo conocedor del corazon humano , sabia que la ausencia , es el auxiliar mas poderoso , para combatir una pasion . Durante el corto espacio que habian estado reunidos los dos amantes , comprendió la naturaleza , del sentimiento que los unia hacia algun tiempo , y abrigando algun temor por la tranquilidad de su hija , trató de poner una raya que los separase para siempre , ya que las discordias del reino , ó quizá otros motivos mas graves , hacia dificil su enlace . Con este propósito , despues de enterarse de los proyectos que el enamorado D . Fernando habia formado para el porvenir , le dijo : - La guerra , tan lejos de tocar á su término , vá de dia en dia tomando incremento , y creo por lo mismo que se dilatará vuestra vuelta al castillo , mucho mas de lo que habeis calculado . Para evitar , pues , que mi hija espere demasiado , si os parece , fijaremos un plazo durante el cual , no dispondré de su mano . - ¿ Pues no hemos fijado como término , la conclusion de la guerra ? Si se prolonga demasiado , sin violentar á Blanca , otorgareis su mano , al que merezca vuestra preferencia , dándome aviso , como habeis ofrecido . - Me conformo , D . Fernando , dijo el anciano con una expresion singular ; pero vos habeis de otorgarme otra promesa . - Lo que querais . - Juradme por vuestro honor , que no vereis á doña Blanca ni la enviareis el menor mensaje , al menos sin mi permiso . - Os he otorgado ya mi palabra , dijo D . Fernando con triste acento . Ahora , D . Rodrigo , no direis que soy exijente . Me separo de vos , como un amante desdeñado , sin la mas ligera esperanza de ser algun dia el esposo de vuestra hija . En el rostro del jóven , alumbrado por los rayos del sol , que iluminaban el aposento , se notó en aquel instante un carácter particular de dolor resignado , que interesó vivamente al anciano . - Partid tranquilo , D Fernando , le dijo apoyando una mano en el hombro con cierta expresion cariñosa , no violentaré á dona Blanca ; pero si en vos tiene algun poder el consejo de un anciano , que os admira por vuestras prendas , olvidad presto al objeto de vuestro amor , y sereis mas dichoso . Estas palabras destilaron un frio glacial en el corazon del enamorado D . Fernando . - ¿ Es esa la esperanza que me concedeis , D . Rodrigo ? D . Rodrigo pareció vacilar antes de responder . Por un instante sostuvo una lucha interior que el jóven no pudo comprender , y luego , como si hubiese adoptado un partido , respondió : - Os aconsejo , D . Fernando , que olvideis á mi hija , porque no es posible que la guerra termine tan pronto como vos deseais . Pero si vuestro amor es superior á este obstáculo , alimentadlo con la esperanza de una próxima paz en el reino . Nada mas puedo deciros . Una hora despues , D . Fernando montaba á caballo en el patio del castillo , para dirijirse á la ermita del Cristo de las batallas . Con el corazon oprimido por el mal éxito de su demanda , descendió lentamente por la enorme pendiente de Altamira , abandonando las riendas de su caballo , para entregarse con mas libertad á los pensamientos que le sugerian la larga conferencia que habia tenido con el señor de Cabezon . Acababa de abandonar el camino escarpado de la montaña , y su inmovilidad era tan completa , que no advirtió la senda extraviada que iba siguiendo su caballo , para separarse de un lago profundo que las aguas de la montaña habian formado en derredor . Largo rato hacia que el caballo continuaba su paso extraviado , cuando el jóven levantó de repente la cabeza , como si tratase de desvanecer una idea que le aquejaba y vió que se hallaba en un camino desconocido . Dirijiendo entonces una mirada alrededor , suspendió de repente el paso de su caballo , para contemplar admirado el panorama delicioso que se ofrecia á su vista . A su derecha un arroyo cristalino despedia sus aguas , agitadas suavemente por la ligera brisa de la mañana . Los arbustos que cercaban la orilla , iban elevándose gradualmente , hasta que la espesura y robustez de los árboles , formaban un bosque delicioso , por el que cruzaban una multitud de senderos que se confundian entre sí , de tal modo , que el caballero se encontró en un laberinto natural , cuya salida parecia impracticable . Sin embargo , despues de vacilar un instante , y de tender la vista alrededor , se decidió á tomar la senda mas próxima , huyendo del arroyo . Un momento despues conoció que se habia extraviado . El cielo estaba despejado , el aire puro y embalsamado , el cántico dulce y monótono de las aves , al revolotear sobre su cabeza , le distrajeron por un instante de los tristes pensamientos que tanto le preoupaban . Apretando despues los hijares de su caballo , continuó su paso extraviado , confiando en que el ángel protector de los enamorados , le conduciria á la ermita del padre Anselmo ; una vez alejado de aquel valle delicioso , el camino que se presentó á su vista mas escabroso , y la inmensa altura de las montañas que dejaba al paso , vino á recordarle el viaje qua dos meses antes habia hecho á aquellos lugares con el rey D . Pedro . Entonces creyó reconocer las montañas inaccesibles de Altamira , y animado de una secreta esperanza , volvió á excitar á su caballo , para salvar de pronto la distancia que le separaba de un punto negro , que descubria á lo lejos , y que dudó si seria la cruz del Cristo de las batallas . En efecto , media hora despues , se detenia delante del crucifijo que guiaba á la ermita , para respirar libremente , y dar tiempo á que su caballo se repusiese de la celeridad con que hasta entonces habia caminado . Mientras el caballero se disponia á continuar su viaje , el padre Anselmo , objeto de tantos afanes , se hallaba tendido á la sombra del árbol protector , que cercaba su mísera vivienda , entregado al parecer , á una profunda meditacion . Su semblante que infundia respeto y admiracion al mas osado , se habia revestido de una ligera nube de tristeza . Con una mano apoyada en la frente , y la otra sosteniendo el rosario que pendia de su hábito , contemplaba con religioso anhelo , las nubes blanquecinas que cruzaban el firmamento , fijando de vez en cuando su vista , en el inmenso valle que descubria á lo lejos , como para admirar una de las obras mas sublimes de la naturaleza . Hallábase aun absorto , contemplando aquel inmenso panorama , cuando D . Fernando , apareciendo de repente , vino á cortar el hilo de sus meditaciones . El ermitaño al descubrirlo , se levantó penosamente de su asiento , para examinar las facciones del viajero . Despues de fijarse un instante , conoció al amigo del rey , á pesar de que la jornada habia alterado su semblante . - Padre ; que el cielo os guarde , dijo besándole una mano . - Y á vos os bendiga , hijo mio , respondió el anciano , cojiendo de una mano al caballero , despues de sujetar el caballo al árbol bienhechor de la ermita . ¿ Qué casualidad os conduce á esta soledad ? añadió haciéndole entrar en la cueva , y sentándole en una especie de asiento formado en la roca . ¿ Venís á impetrar la misericordia divina , ó á quejaros de la miseria humana ? - Padre ; solo vengo á informarme de vuestro estado . - ¿ Qué decís ? ¿ Se acuerda todavia el mundo de este mísero anciano ? - Sí , hay un hombre que se interesa por vos , y que no os olvida aunque mora lejos de vuestro albergue . - ¿ Os comprendo , jóven ? hablais del rey . A pesar de su vida azarosa y aventurera , recuerda todavia al padre Anselmo . Y decidme , caballero , ¿ le amais mucho ? - Tanto como á vos , noble anciano . - ¿ Venís en su nombre ? - Antes de partir de su lado me dijo : si vais á Cabezon , informaos del padre Anselmo , y decidle que no me olvide en sus oraciones . - ¡ Que el cielo le bendiga ! ¡ Oh ! A pesar de su grandeza , aun tiene un recuerdo para los que ya no le volverán á ver en el mundo . El anciano conmovido á su pesar , guardó silencio ; mientras que el jóven le examinaba con el mas vivo interés . - ¿ Y venís del castillo ? preguntó de repente , como si tratase de adormecer algunos recuerdos , que venian á herir su memoria . - Sí , he visto á D . Rodrigo . - Sigue tan adicto á la causa del conde D . Enrique . - Solo la abandonará despues de la muerte . - ¡ Funesto error ! murmuró el anciano . ¿ Y habeis visto á su esposa ? - Y á su hija tambien , respondió el jóven despidiendo un profundo suspiro . - La amais , ¿ no es cierto ? - Sí , la amo como no deben amar los hombres . - ¡ Desgraciado ! - ¡ Desgraciado , decís ! El anciano solo respondió , inclinando tristemente la cabeza sobre su pecho . - ¡ Oh ! Por el cielo , explicaos , padre Anselmo , dijo D . Fernando apoderándose de una de sus manos , y besándola con ternura . ¿ Qué misterio encierra vuestra exclamacion ? - ¿ Habeis hablado á D . Rodrigo de vuestro amor ? - El rey me ha dado el encargo , de pedirle en su nombre la mano de doña Blanca . - ¿ Y qué ha contestado el señor de Cabezon ? - Dice , que accederá á mi demanda , cuando terminen las discordias del reino . - ¿ Confiais en el amor de doña Blanca ? - ¿ Acaso dudais ? - ¡ Pobre jóven ! Perdonad ; el peso de los años ha debilitado mi cabeza . Y el anciano despidió un profundo suspiro y quedó entregado á una profunda meditacion . D . Fernando no se atrevió á interrumpirle , y sin embargo , la pregunta del ermitaño le habia causado una profunda impresion .