Era una noche fría y lóbrega de uno de los últimos años del siglo XIII . Toda la creación yacía sumergida en silencio , tinieblas y sueño , como si los resortes de la vida y del Universo se hubiesen paralizado . Entre las negras brumas de esta noche de invierno , se divisaban , en la cumbre de un alto y fragoso monte , dos masas imponentes , dos monstruos de fantásticos contornos , dos gigantes de piedra , que frente a frente parecían contemplarse silenciosos y amenazadores . Eran dos vastos edificios , colocado el uno a muy corta distancia del otro . El primero era un castillo de los más fuertes e inexpugnables ; el segundo era una iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Concepción . Ambos edificios pertenecían a la poderosa , acatada y temida orden de los caballeros Templarios . A la falda septentrional del monte , entre peñascos y maleza , se elevaba una torre solitaria , carcomida , ruinosa y cuyos muros de verdinegros colores atestiguaban su edad caduca . En lo más alto de aquella torre había una campana ; en lo más profundo había un subterráneo . La campana servía para comunicarse al aire libre , con la iglesia y el castillo ; el subterráneo servía para el mismo objeto , si bien de una , manera invisible y misteriosa . Sólo turbaba el espacio el murmurar monótono y eterno de un caudaloso arroyo que corría poco distante del solitario torreón , y los lúgubres chirridos de la lechuza y el búho , que , como los genios de las tinieblas y de las ruinas , agitaban en torno de la torre sus crujientes alas , produciendo un ruido semejante al choque de huesosos esqueletos que surcasen el espacio . Quien hubiese mirado atentamente a una ventanilla practicada , en el muro del salón principal de la torre , habría podido notar las oscilaciones de una luz , que brillaba a intervalos , según que se interponía o desaparecía entre la ventana y la luz una sombra que vagaba por el aposento . Un silencio verdaderamente sepulcral reinaba en el interior de la misteriosa torre . Todo era oscuridad y silencio , excepto en aquella estancia por donde se paseaba el único habitante que , al parecer , existía en aquella mansión . En su centro , pendiente de una cadena de hierro , veíase una lámpara que esparcía en torno la moribunda luz que ya hemos divisado . El salón , cuya techumbre estaba escaqueada de púrpura y oro , entapizado el pavimento con una alfombra oriental , y adornado con ricos y bien labrados sitiales de nogal con remates dorados , presentaba un aspecto muy diferente en su interior del que pudiera esperarse , a juzgar por la apariencia ruinosa y desvencijada de aquel caduco edificio . En la semioscuridad que inundaba el aposento , pues que la luz espirante sólo esparcía alguna débil claridad en un círculo muy limitado , confundiendo en sombras los extremos del espacioso salón , se destacaba vigorosamente una figura blanca y una fisonomía enérgica que hubiera podido servir de estudio a un gran pintor . Era una cabeza digna de Rembrandt , el genio trágico de la pintura . Figúrese el lector un hombre de estatura mediana , pero fornido y vigoroso como un atleta ; un rostro de color cetrino , facciones muy pronunciadas , y una barba , espesa y encrespada como un matorral , larga hasta la cintura y negra corno el azabache . Una enorme y profunda cicatriz le atravesaba desde la frente y la ceja hasta la mejilla izquierda , donde se perdía entre su aborrascada barba . Excusado parece decir que era tuerto del ojo izquierdo , y que , por lo tanto , su aspecto era fiero y disforme . Sus cabellos eran espesos , ásperos y entrecanos en la parte posterior de la cabeza , mientras que la superior estaba completamente calva , y sólo dos mechones de pelo venían a caer a los lados , de su frente nebulosa , ceñuda y surcada de arrugas transversales , signo de dureza , de crueldad y de pasiones mezquinas , no de la meditación ni del estudio . Su andar era rápido y firme , y sus precipitados e impacientes paseos por el salón pudieran compararse a los del tigre encerrado en una jaula . Era , en fin , una de esas figuras sombrías de tragedia , de revolución o de venganza , una de esas cabezas de sayón o de verdugo , uno de esos hombres cuyo aspecto impresiona fuertemente , y que , una vez vistos , aun cuando sea a la luz de un relámpago , jamás se olvidan . Vestía el hábito blanco de la orden del Templo de Salomón , y en su pecho lucía la cruz roja , señal de que era caballero profeso . Llamábase Matías Rafael Castiglione , era calabrés de nación y había merecido la más ilimitada confianza del maestro provincial de Castilla y de algunos comendadores , que le habían encargado en varias ocasiones tenebrosos manejos y confiádole algunos de esos secretos terribles que con frecuencia suelen ser el alma de ciertas sociedades o corporaciones cuando , como la orden del Templo , encuentran toda su fuerza y prestigio en sus misteriosas ceremonias , en sus reuniones ocultas y en su presencia universal . Los caballeros Templarios estaban en todas partes , como Dios , invisibles y presentes , según les convenía . Respecto al bueno de Castiglione , debemos añadir que era el genio malo de la orden , el espíritu de ingeniosa y lenta tortura , el demonio de las venganzas misteriosas . Largo rato continuo en sus paseos , hasta que de pronto se detuvo . La campana del reloj de la torre repitió doce veces su tañido , que se dilató en el espacio como la voz sollozante de un moribundo . Sin duda tiene algo de solemne ese momento en que decimos . ¡ Es la media noche ! Si es cierto que en ese instante comienza el reinado de los espíritus , infernales , de seguro debía empezar entonces la vida y el contento para el horrible italiano . Y a la verdad , aquella hora produjo en él un efecto maravilloso . Inmediatamente encendió una lamparilla , y , cargado de un cesto , salió rápidamente del espacioso salón por una puerta que se abrió en el mismo muro de la estancia ; pero una puerta , no de madera , sino cuyos tableros estaban formados de piedras de sillería . En seguida bajó una escalera de caracol estrecha , desgastada y húmeda . Al fin de aquella escalera había una habitación inmensa , dividida en tres piezas , cada una de las cuales estaba iluminada por una gran lámpara . Debe advertirse que no había aceite , ni luz ardiendo , sino que las lámparas contenían un líquido fosfórico y luminoso que en medio de las tinieblas producía una viva claridad . Aquella prodigiosa mixtura era la misma que usaban los romanos en sus enterramientos o panteones subterráneos . En nuestros días se han descubierto algunos de estos vasos pasmosos , cuyo líquido apenas se había consumido algunas líneas después de miles de años . A la puerta de la primera pieza veíase atado con una cadena un formidable león de erizadas guedejas , al cual arrojó Castiglione grandes trozos de carne , que el terrible animal devoró con ansia . Luego el disforme caballero comenzó a acariciar a la fiera , que azotaba su roja y luciente piel con su enarcada cola , en señal de cariño y agradecimiento . El león estaba perfectamente domesticado , se entiende para Castiglione solamente , pues que otro cualquiera habría sido al punto víctima de sus robustas y sanguinarias garras . El ojo único del espantoso italiano chispeaba feroz y jubiloso al contemplar 1a actitud fiera , la encendida boca , el vahoso aliento y los ojos centelleantes del temible animal . Y por cierto que aquella horrible simpatía entre el hombre y la fiera , aquella especie de entre dos seres fuertes y feroces , aquella calva frente , aquella barba negra , aquel hábito blanco ; el rojo león , la pálida luz , el subterráneo y la solitaria noche , todo esto formaba un grupo horrible , fantástico , espeluznador . Por fin Matías Rafael Castiglione pasó adelante . ¡ Quién podrá describir las maravillosas riquezas , los espléndidos tesoros que aquel apartado recinto contenía ! En cada una de las espaciosas salas veíanse alrededor de los muros hileras de grandes vasos de bronce en forma de cáliz , todos llenos de oro , de plata y de piedras y joyas de valor . Igualmente se veían lujosos paramentos , mantas de seda de color de púrpura y sillas de montar ricamente bordadas de estriberas de plata y espuelas de oro ; puñales , dagas , cimitarras , sables y espadas con suntuosas esmaltadas de diamantes , todo lo cual estaba colocado sobre la pared con admirable simetría , formando vistosos pabellones , caprichosas figuras y labores del más exquisito gusto . Pero lo que más llamaba la atención en la última pieza era una multitud de figuras extrañas de animales , construidas de oro macizo y colocadas en nichos semejantes a los casilleros de un armario que revestían las paredes . En muchos de aquellos compartimientos había también guardadas con inmensa profusión ricas telas de brocado de ora , de sirgo y damasco de los más bellos dibujos y espléndidos colores . Tanto , arriba como abajo en los muros de la última sala , a manera de zócalo y cornisa , veíanse dos hileras de nichos , dentro de cada uno de los cuales había representado , ¡ cosa rara ! un gato de gran tamaño y ejecutado con prodigiosa perfección ; mas las tales figuras no eran menos estimables por la materia que por el arte , pues que todas estaban hechas de luciente oro . He aquí la razón por qué el vulgo acusaba a los Templarios de idólatras , porque decían adoraban la figura de un gato . También , muchos escritores , teniendo en cuenta las extrañas y espantosas figuras esculpidas en sus iglesias , les imputaron doctrinas gnósticas ; y habiendo descubierto entre ellos varios grados de iniciación , se ha pretendido ver en esta orden el origen de las logias masónicas . El que tenga la paciencia , de seguirnos vera más adelante hasta qué punto eran o no fundadas semejantes acusaciones en el proceso más ruidoso de los siglos medios , tan fecundos , sin embargo , en procesos , pues hasta los mismos animales no estuvieron exentos de la jurisdicción de Themis . El lector habrá reconocido fácilmente que nos encontramos en el lugar donde los opulentos Templarios tenían guardados sus inmensos tesoros ; y si no era aquel su único escondite , podemos asegurar que , por lo menos , allí estaba el depósito más considerable de las riquezas de la orden en Castilla . Y en verdad que no era fácil atinar con aquellas habitaciones subterráneas , cuya entrada guardaba el rey de las fieras y en cuyo recinto habitaba el formidable tuerto . Este , cerrando la puerta , que era también un lienzo de pared que se movía por medio de ingeniosos resortes , desembocó en una extensa galería , a cuyo frente apareció una puerta de bronce . Sobre la portada veían se pintados con vivísimos colores trofeos y símbolos que hacían erizarse los cabellos . Constituían aquel horrible pabellón dos sables cruzados , un manto imperial , una cabaña , una corona , dos calaveras y una figura espantosa con cabellera de sierpes y cabeza de dragón . Aquella cabeza era el bafomet , que en la ideografía masónica de los Templarios significaba el mal principio o el genio del mal . A la temblorosa luz de la lamparilla del italiano , aquellas culebras parecían retorcerse , aquella boca de dragón parecía abrirse , y parecía que aquellos ojos feroces brillaban de júbilo y que las peladas calaveras , con sus cavidades vacías , lanzaban carcajadas llenas de un sarcasmo horrible . Castiglione miró todo esto , y su disforme semblante se cubrió de una palidez mortal . Sin duda alguna aquella habitación encerraba terribles misterios o recuerdos espantosos para el italiano , supuesto que , sin volver atrás la cara , cerró su ojo único y se precipitó desatentado por aquellos sótanos interminables y lóbregos . Después de haber bajado otra escalera estrechísima y que se sumergía en las entrañas de la tierra a una profundidad prodigiosa , se detuvo en un largo callejón . Allí permaneció inmóvil y de pie como una estatua durante mucho tiempo . La luz apenas ardía en aquella atmósfera estancada , y no se oía más que un ruido acompasado , lento y monótono , como una gota de agua que se estrellase sobre un cuerpo duro . Aquel ruido era la única palpitación de vida que interrumpía aquel silencio de muerte en aquella fría , lúgubre y solitaria mansión , tan distante del rumoroso y vívido estruendo que cubre la superficie de la tierra . De repente se oyó un suspiro tristísimo que se dilató en mil ondulaciones por las tinieblas , cual si por allí vagase el ángel de los dolores . El italiano salió de su meditación y se dirigió rápidamente hacia el punto donde había sonado la dolorosa exclamación . - ¿ Por qué te quejas ? - preguntó Matías con una ironía cruel - . ¿ No hemos sido bastante piadosos contigo dejándote la vida ? Nadie respondió ; solamente sonó un nuevo suspiro más doliente , más lúgubre , más desgarrador aún que el primero . Castiglione se había detenido delante de un edificio tan extraño como espantoso . Figúrese el lector un inmenso círculo que se hacía al fin del callejón . Aquella extensa explanada estaba rodeada de muros sólidos y macizos . Contiguo a la muralla se levantaba una perforación en toda la altura de la bóveda y pared , que eran de una elevación considerable . Aquella perforación era una celdita , que , superpuesta a la muralla , se levantaba allí , formando un cubo de prodigiosa altura , pero que seguramente no excedía de tres pies su longitud y latitud . Aquello era verdaderamente una alacena , un nicho , una tumba de piedra dentro de un panteón subterráneo , como la doble cubierta de plomo y de madera de un ataúd que contiene los restos de algún mortal célebre . Solamente que aquellos restos eran vivos . Por la parte exterior y a la altura de un hombre sentado se veía una ventanilla con una tupida reja de fuertes barrotes de hierro . Aquella era la única comunicación del ser vivo que allí se encontraba ; por aquella pequeña abertura , si se nos permite la expresión , respiraba gota a gota el aire suficiente para no morir , el aire bastante para prolongar el horroroso martirio de su existencia . En vano el Creador del mundo hacía que todas las mañanas el refulgente carro de la aurora anunciase a los mortales el movimiento y el júbilo y el estruendo de la vida . Ni los cantares de las zagalas , ni los trinos de las aves , ni el soplo de los vientos , ni el murmurar de los arroyos , ni el perfume de las flores , ni los rayos del sol penetraban jamás en aquella , espantosa mansión de tinieblas y de lágrimas . Ni ruido , ni luz , ni movimiento , ni nada que se asemejase al mundo de los vivos se experimentaba allí . Todo era silencio , soledad y horror . Aquel aire mefítico sólo guardaba dolorosos ayes , y alguna que otra vez solían oírse los pasos del horrible carcelero o los rugidos del amarrado león , que se dilataban retumbando por aquellas tenebrosas concavidades . Castiglione sacó del cesto un pedazo de pan y un trozo de carne , y colocándolos en la reja , dijo : - Toma , y come . La luz que llevaba el disforme caballero hirió de lleno en la ventanilla . ¡ Gran Dios ! ¡ Qué doloroso espectáculo ! Al través de la reja veíase una cabellera greñuda y más blanca que la nieve . Un rostro pálido y triste asomó a la abertura y una mano descarnada cogió con ansia el esperado alimento . Nunca en humano semblante ha aparecido una palidez más intensa que la que cubría el rostro del prisionero . Sus ojos , cargados de largas cejas , tenían una expresión inexplicable de tristeza , de ternura y de odio , como si en el alma de aquel desdichado batallasen juntas la resignación más evangélica y la desesperación más diabólica . Y en verdad que era preciso estar dotado de una bondad más que humana para no acusar al cielo de cruel en tan espantoso infortunio . El emparedado solía mezclar con frecuencia , los lamentos de su amargura y las oraciones de su fe religiosa con sus recuerdos mundanos y con las blasfemias terribles de su desesperación . ¡ Cuánta nobleza y dignidad podía leerse en el semblante de aquel hombre ! Su vejez era anticipada por las privaciones y amarguras de la vida más bien que por el peso de los años . En torno de aquel inmundo tugurio se esparcía un olor repugnante . Castiglione se alejó con paso lento y aire distraído . La luz se fue extinguiendo por grados en aquel subterráneo . Todo volvió a quedar sumergido en el más profundo silencio , que tan solamente era interrumpido por los sollozos del emparedado y por un ruido confuso , lento , extraño , casi imperceptible , pero acompasado , constante , eterno . Una gota de agua caía a intervalos medidos sobre la cabeza del infeliz condenado al más cruel de todos los suplicios . Nunca ha podido encontrarse un símbolo , una forma , una expresión tan elocuente como repugnante del valor del tiempo y de la constancia . El prisionero tenía la parte superior del cráneo desnuda de cabellos y en extremo dolorida por el continuo choque de la gota de agua . Acaso parezca a primera vista que era insignificante este suplicio ; pero , si atentamente se considera , se comprenderá que nunca el demonio de la tortura debió sonreír con más júbilo que cuando se ocurriera a los mortales castigar a sus hermanos con una agonía , cuya hiel inagotable se saboreaba gota a gota . Al inventar este suplicio , se inventó la manera de eternizar las ansias de la muerte . Es verdad que los reos sucumbían después de mucho tiempo ; pero sucumbían con el cráneo podrido y entre dolores espantosos . El anciano que se encontraba en la solitaria torre de los Templarios era una de esas organizaciones privilegiadas , uno de esos hombres extraordinarios que al vigor intelectual reúnen la energía del carácter y la fuerza del cuerpo . No obstante , algunas veces le abandonaba su razón y se entregaba a los más extraños delirios , y comenzaba a rugir de dolor y de ira . Esto , al parecer , sucedía a impulsos de algún recuerdo más doloroso todavía que los que cotidianamente le atormentaban . Entre las nubes hay nubarrones , así como también entre las estrellas hay luceros . Tanto en el bien como en el mal , tanto en la dicha como en el tormento , el alma humana ve siempre un más allá , un abismo más profundo que todos los abismos , un cielo más alto que todos los cielos . El mundo sin límites de lo infinito es la verdadera patria del hombre . El Templario consideraba loco al infeliz condenado , porque en sus furiosos arrebatos demandaba al cielo la fuerza suficiente para desmoronar los muros de su tumba . Y con ademán delirante comenzaba a sacudir fuertemente los hierros de la reja , hasta que , jadeando y maldiciendo su impotencia , caía en el fangoso piso de aquella especie de ataúd infecto . Jamás la esperanza le había abandonado , y siempre aguardaba que de un momento a otro llegase el de su libertad . Esta fe tan viva en el porvenir le había dado fuerza sobrehumana para resistir sus desdichas . Dios ha permitido que el que cree y espera sea más fuerte que el que no abriga fe ni esperanza . Pero con una gran actividad intelectual , sepultada entre tinieblas , no podía hacer otra cosa sino entregarse a sus delirios . La vida sólo se completa con el espectáculo del Universo , causa ocasional , aura fecundante que hace florecer la verdad con toda su plenitud en los espacios luminosos del pensamiento . - ¡ No ! ¡ No ! - exclamaba - . No es un sueño , no es un delirio ... Yo he visto en esta noche interminable , yo he visto aparecer una figura blanca con una luz en la mano ; me ha hablado , me ha prometido la libertad ... ¡ Oh ! ¡ La libertad ! ... Mientras que el triste prisionero deliraba con esta mágica palabra , el feroz Castiglione se dirigía a su aposento por el mismo camino que antes le hemos visto llegar adonde gemía el emparedado . Ya hemos hecho notar que cuando Castiglione pasó por la puerta , sobre la cual se veía la monstruosa cabeza del bafomet , se alejó de aquel sitio con rápida planta y ademán temeroso . Ahora , cuando de nuevo volvió a pasar por allí , exhaló un terrible grito , que resonó siniestramente en aquel 1úgubre sótano . El Templario permaneció inmóvil , apoyado contra el muro , lívido el semblante y con todas las muestras del más helado terror , que se retrataba en su mirada atónita . La misteriosa puerta acababa de abrirse , dando paso a una figura vestida con un hábito blanco . Su aspecto era extraño , pasmoso , sobrenatural . Llevaba los ojos fijos al frente , el andar firme y recto , y en toda su actitud se revelaba una especie de extático arrobamiento . Pero lo que más llamaba la atención era que el misterioso fantasma llevaba en la mano derecha su misma mano izquierda , que , al parecer , le habían cortado por la muñeca mucho tiempo hacía . A lo menos así podía creerse , a juzgar por el tronco del brazo izquierdo , que llevaba descubierto y horriblemente mutilado . Verdaderamente era terrible el espectáculo que presentaba aquella mano separada del tronco y cuyos dedos estaban rígidos y extremadamente apartados unos de otros . Aquella mano parecía señalar a Castiglione , como la víctima a su verdugo . El calabrés , helado de terror , murmuró con voz desfallecida : - ¡ Aún vive ! ... ¡ No ! ¡ No ! ... Es que ha salido de las profundidades del infierno para maldecirme ... ¿ El infierno ? ... ¡ Locura y mentira ! Y el italiano se pasó la mano por la frente como para arrancarse sus lúgubres pensamientos , y prorrumpió en una carcajada febril , procurando tranquilizarse ; pero , a pesar suyo , el remordimiento le roía las entrañas y la temerosa fantasía le presentaba delante mil horrendas visiones . El blanco fantasma se perdió en la lobreguez del subterráneo , mientras que el estupor tenía como encadenado a Castiglione . Al cabo de mucho tiempo , el Templario se alejó de allí con paso lento y vacilante . Luego , nada más se oyó , sino aquel ruido acompasado , como el de una péndola , ruido terrible , que servía para marcar el tiempo en aquel mundo de tinieblas , donde yacía el triste emparedado . Cada gota de agua apagaba un latido de su corazón . Hemos dicho que el castillo situado en la cumbre del monte tenía comunicaciones subterráneas con la misteriosa torre habitada por el disforme cuanto feroz italiano . En este castillo solía residir gran parte del año el maestre provincial de la orden de los Templarios en Castilla . Cuando el maestre no habitaba en aquel castillo , no por eso dejaba éste de estar completamente guarnecido y pertrechado con arreglo a todos los recursos militares que en la época se conocían , pues debe tenerse entendido que jamás milicia alguna ha demostrado tanto valor y destreza en las armas , como la orden de los Caballeros Templarios . Frecuentemente en las casas o encomiendas de los caballeros del Templo se acostumbraba a admitir algunos otros caballeros que , según la expresión de la regla , iban a servir de por tiempo , llevando sus armas y caballos y todo lo demás necesario para prestar convenientemente sus servicios . Estos agregados estaban en un todo sujetos a las órdenes de los maestres y comendadores , y vivían como los caballeros profesos hasta tanto que , concluido su empeño volvían otra vez a sus tierras y castillos como señores particulares . Además de estos hidalgos , que en Aragón llamaban infanzones , había en las casas de los Templarios otra clase de soldados , que servían como de escuderos o pajes . Era condición precisa que los tales soldados vistiesen el hábito negro , a diferencia de los caballeros profesos , que le usaban blanco y con el distintivo de la cruz roja , campeando sobre el pecho . Por lo demás , la orden abastecía de todo lo necesario a estos servidores que entre los Templarios se denominaban armigueros y también armigazos . La noche se encontraba ya muy avanzada . Ni una estrella brillaba en el firmamento , encapotado por negros nubarrones , que pesaban sobre la tierra como una losa de mármol negro sobre una tumba . Corría un viento frío que a cada instante traía en sus alas el rumor de algunos truenos lejanos . De vez en cuando la luz fosfórica y azulada de los relámpagos hendía los espacios . A este pálido fulgor , los centinelas que se hallaban en la plataforma del castillo vislumbraban el monte , la torre y la iglesia , como fantásticos edificios que su imaginación les pintase en sueños . Después todo volvía a quedar sumergido en las más profundas tinieblas . Aquella noche , ya muy tarde , habían regresado todos los caballeros de la Encomienda después de haber hecho algunas correrías por tierra de moros , con los cuales acababan de tener un encuentro asaz encarnizado . Así , pues , todos los caballeros estaban recogidos en sus lechos y entregados al descanso , del cual harto necesitaban . Solamente velaban en el castillo el comendador , las varias centinelas que recorrían los muros y el vigía de la torre principal . Envuelto en su manto , empuñada su pica , paseándose por la plataforma y murmurando una oración se hallaba un joven armiguero contemplando el formidable a la par que magnífico espectáculo , que la tempestad rugiente le ofrecía . De repente el centinela quedose inmóvil . En el extremo opuesto de la plataforma distinguió un hombre , que con precipitado paso se le acercaba . El centinela requirió su pica , y con marcial acento preguntó : - ¿ Quién va ? - ¿ No me conoces ? ¡ Fortún ! - Querido Jimeno , vengo a buscarte para que te convenzas de que digo verdad . - A fe que eres testarudo como buen aragonés . ¿ Todavía estás en tus trece ? - Y lo estoy con mucha razón . - Pero ¿ querrás hacerme creer en visiones ? - Yo no quiero que creas sino a tus propios ojos . - Solamente a ese testimonio irrecusable pudiera yo dar crédito . - Pues en ese caso , muy pronto has de creer en el fantasma blanco . - ¿ Qué quieres decir ? - Digo que esta misma noche has de ver la aparición como yo la he visto . - ¿ En dónde ? - Hará cosa de una hora , que yo me encontraba en el patio del castillo , cuando de pronto distinguí a lo lejos la figura blanca , que cruzaba rápida como una exhalación . - Y tú ¿ qué hiciste ? - ¿ Qué había de hacer ? Santiguarme y rezar un Paternoster y un Ave María . - ¿ Y estás seguro de que no es un antojo de tu imaginación ? - ¡ Cuerpo de Cristo ! ¿ Me tomas acaso por una dueña ? Ya sabes que en más de una ocasión me han cosido el pellejo agujereado por las lanzas de los moros , y que en llegándoseme a atufar el ventisquero , soy muy capaz de enristrar con una legión de demonios , si es que se atreven a ponerse delante de mí en los momentos en que me toma la ira . - ¡ Cáspita ! Cualquiera que te oyese pensaría que eres un Bernardo del Carpio , según te muestras alentado y brioso en las palabras . - Y en los hechos , - gritó colérico Fortún . Jimeno , que era un mozo muy vivaracho , de mucho ingenio y un sí es no es zumbón , se le rió en las barbas a su compañero , dándole matraca acerca de su credulidad y superstición , que le hacía tener por cosa averiguada e innegable la existencia de los fantasmas . No poco mohíno escuchaba Fortún los donaires de su amigo el picaresco Jimeno , quien , a la cuenta , tenía muy malas tragaderas para esto de creer en aparecidos . Era , además , Jimeno de muy buena índole , muy sabido , y se preciaba de hacer las mejores y mas tiernas trovas que jamás cantaron escuderos y pajecillos . A mayor abundamiento , nuestro joven tenía la habilidad de cantar sus endechas con inimitable gracia y expresión , acompañándose con su bandolín , instrumento que sabía tañer como el más pintado trovador de Provenza . Apenas rayaba el mancebo en los diecisiete años : pero era alto como un roble , encendido como una rosa , valiente como un Orlando , alegre y jovial como unas carnestolendas , decidor y travieso como estudiante en vacaciones y apuesto y bien ceñido como mantenedor en justas . El joven armiguero era huérfano , o , por mejor decir , jamás había conocido a los que le dieron el ser . De niño , nunca había reclinado su blonda cabellera en el regazo maternal ; nunca los amorosos labios de una madre habían enjugado las lágrimas que corrían de sus lindos ojos negros . Ya hombre , tampoco había gustado las caricias de un hermano , ni habían resonado en su oído los sabios consejos de un padre , que , como luciente faro , suelen servirnos de guía y norte en el mar proceloso de la vida . - Así es que el mancebo , en medio de su jovialidad y gracias casi infantiles , solía alguna vez entristecerse al pensar en su destino adverso , que le había arrojado en este mundo desde las tinieblas de un origen desconocido . El cielo le había negado hasta lo que concede a las fieras y a las aves del bosque , las cuales , ya en sus guaridas , ya en sus nidos , rugen de gozo y trillan de alegría al reconocer a sus padres . La leona amamanta a sus cachorros , y el águila altanera con amoroso pico lleva el apetecido alimento a sus polluelos , que aletean de júbilo y gratitud . Pero al infeliz Jimeno lo había criado una cabra en una choza de pastores , quienes lo habían recogido por caridad al verlo expuesto a la clemencia divina dentro de una cesta , pendiente de un árbol , junto a un camino . ¡ Pobre niño abandonado ! Tres años hacía que lo habían recibido en la encomienda en calidad de armiguero , y ya en más de una ocasión había mostrado en las morunas lides incomparable bravura , por lo cual era muy estimado de todos los caballeros , y más particularmente del comendador don Diego de Guzmán . Por fortuna el gallardo trovador ( así le llamaban sus compañeros ) se hallaba ahora en esa edad deliciosa , en ese período encantador , en esa aurora brillante de la vida , en que el espíritu juvenil sólo descubre en el horizonte nacarados celajes o radiosas nubes de azul , de oro y de púrpura . Así , pues , los pensamientos de dolor pasaban por el alma de Jimeno ligeros y fugitivos , como los bajeles por la superficie de los mares . Muy pronto volvía a recobrar su jovialidad nativa , encontrando un alivio a sus pesares , ya en el espectáculo de la naturaleza , fuente inagotable de dulcísimas emociones , ya pulsando el bandolín y entonando los armoniosos cantares que él mismo componía . Jimeno era poeta y había recibido del cielo las más bellas flores que existen sobre la tierra , la imaginación y el sentimiento , flores ¡ ay ! cuyo aroma es con frecuencia funesto para el mismo que lo posee . Los trinos de las aves canoras suelen servir de gula a las mortíferas saetas del cazador . Con los ligeros apuntes biográficos que preceden , ya comprenderá fácilmente el lector la inmensa superioridad de Jimeno sobre su compañero Fortún , hombre de buena índole , de valor temerario y cristiano viejo , pero de inteligencia ruda y nada cultivada , en tanto que el trovador hurtaba a las fatigas militares todo el tiempo que le era posible , sin menoscabo de sus deberes , para entregarse a la lectura de los poetas lemosinos y de las obras de Aristóteles , filósofo que , en la edad media , puede decirse que casi reinó despóticamente en las escuelas . - Vamos , hombre , no te enfades , - dijo , por último , Jimeno - ; pero ya ves que nada de extraño tendría el que , si hoy has ido a la aldea , esta noche veas fantasmas y aun candiles . Y Jimeno prorrumpió en una estrepitosa carcajada . - Anda al diablo que te entienda , - murmuró Fortún amostazado . - Pues es muy fácil entenderme . - ¿ Qué tiene que ver la aldea con las visiones ? - Tiene más estrecha relación de lo que te imaginas . Como es natural , hoy habrás visto a la Majuelo , que , según otras veces te he oído decir , tiene un mosto resucitador , y yo he observado que siempre que vas a la aldea , por la noche tienes visiones , lo cual me prueba que son los humos de tu embriaguez los que tú tomas por aparecidos de carne y hueso . ¡ Ira de Dios ! Que ya estás cansado y asaz importuno con tus incrédulas agudezas , y que parece que te empeñas en desconocer mi gran capacidad para comer y beber . Aun cuando yo apurase todas las tinajas de la Majuelo , yo te juro y te conjuro que no por eso había de ver ni candiles ni fantasmas , y que ni aun siquiera mis pies habían de dar un mal paso . Pero no perdamos tiempo , pues esta noche me he propuesto convencerte de la verdad de mis noticias , y el corazón me dice que tú , que tienes más magín que yo , has de descubrir por este medio grandes cosas . El acento de gravedad y convicción , que revelaban las palabras de Fortún , no pudo menos de impresionar vivamente el ánimo de Jimeno , quien presintió que en aquella aventura se le habían de hacer grandes revelaciones . De pronto se vio acosado por una curiosidad impaciente y calenturienta , y se le hacía tarde el profundizar aquel misterio , que hasta entonces había tenido por vano ensueño de la simplicidad de su compañero . Luego dijo el trovador : - Pero si ya esta noche ha aparecido la sombra , ¿ cómo quieres que volvamos a verla ? - Me parece haberte dicho , y si no te lo digo ahora , que muchas noches el fantasma aparece dos veces . - El caso es que yo no puedo separarme de aquí . - Muy pronto va a dar la una , y entonces serás relevado . - ¡ Oh ! Ya estoy impaciente porque llegue la hora del relevo . ¡ Hace una noche horrorosa ! - Y un frío insoportable . - La tempestad va en aumento . - ¡ Jesús , María y José ! , - exclamó santiguándose Fortún , a quien acababa de deslumbrar un tremendo y súbito relámpago . Durante algunos minutos los dos religiosos armigueros permanecieron mudos , contemplando el cielo , encapotado por negros nubarrones , que en mil caprichosas y fantásticas figuras arremolinaba el huracán por la vaga región de los espacios . Al cabo Fortún dijo : - ¿ Conque me prometes venir luego ? - ¿ Adónde ? - Al segundo patio , junto al huerto , por cuya puerta es muy probable que vuelva a aparecer la sombra después de la una . - Pues bien ; te prometo ir , pero antes quisiera que me respondieses a lo que voy a preguntarte . - Pues pregunta . - ¿ Tú le has hablado al fantasma alguna vez ? - ¡ Jesús ! ¡ Pues no faltaba más ! No me he metido nunca en esos ruidos . - Y la aparición , ¿ no te ha dicho nada ? - Pues qué , ¿ hablan los duendes ? - Déjate de simplezas . ¿ Es posible que creas que los espíritus se aparecen así ? Lo creo hasta el punto de jurarlo . ¿ Y tú ? - Yo , supuesto que tú tan de veras lo afirmas , creo en la aparición , pero niego que sea un ser sobrenatural . - Pues entonces , ¿ quién quieres que sea ? - Un hombre . - Me parece que tiene el semblante de mujer . - Pues bien , en ese caso ya ves que tengo razón . - Sin embargo , lleva un hábito blanco con la cruz roja sobre el lado izquierdo , y esto me pone en dudas , es decir , que aumenta la probabilidad de que sea un hombre o un espíritu , que toma la figura de caballero Templario . - Vamos , no seas impertinente ; la cuestión es que ese fantasma no puede menos de ser una persona humana . - Pues en ese caso es muda ; porque yo una noche , haciendo la señal de la cruz , me aventuré a preguntarle que me dijese de parte de Dios quién era , y siguió su camino , haciendo oídos de mercader , sin mirarme tan siquiera . En esto se oyeron pasos en la escalera de la torre . - Ahora van a relevarte . ¡ Adiós ! Ya sabes en dónde te aguardo . - Pues descuida , que luego iré yo a buscarte . Fortún desapareció rápidamente , y pocos momentos después , el trovador fue relevado de su centinela y se encaminó al punto en donde Fortún le aguardaba . La casa de aquella Encomienda era de una extensión considerable , supuesto que no tan sólo era un castillo , sino también un convento que contenía en su recinto numerosas celdas para caballeros y armigazos , hermosos picaderos , amplias caballerizas , bien surtidas armerías , fructíferas huertas y amenos jardines . El sitio por donde , según Fortún , solía aparecer el fantasma , era uno de los lugares más apartados y solitarios de aquel edificio . Sin embargo , el trovador no vaciló un instante para ir en busca de su compañero . Como ya la noche estaba muy avanzada , todo yacía sumergido en el más profundo silencio y soledad , cuyo pavor aumentaban el relámpago , el trueno y la lluvia , que caía a torrentes . Al llegar Jimeno al segundo patio , descubrió en lontananza tres bultos negros , uno de los cuales le salió al encuentro . El trovador reconoció al fin a Fortún , a quien preguntó : - ¿ Quiénes son esos hombres ? - Dos de nuestros compañeros , Alfonso y Beltrán - ¿ Y para qué les has hecho venir ? - ¿ Quieres que te diga la verdad ? Estoy ya tan cansado de ver todas las noches al fantasma y que luego me digan que deliro , que he determinado el salir de una vez de dudas , para lo cual os he llamado a todos a ver si ahora , que se juntan ocho ojos , miran y ven lo mismo que todas las noches están viendo mis ojos pecadores , porque si más tiempo continúo , de esta manera , estoy seguro de perder el seso . Aquí llegaba el atortolado Fortún , cuando se le reunieron Alfonso y Beltrán . - ¿ Has visto el convite que nos ha hecho nuestro ínclito Fortún ? - dijo Alfonso , a quien llamaban el Estudiante , porque primero había pensado seguir la carrera de la Iglesia . - Nos ha convidado para ver un duende , - añadió Beltrán . - Es un espectáculo como otro cualquiera , - dijo Fortún . - Y mucho mejor que cualquiera otro , - observó el trovador . - Pero noto que nos estamos mojando como unos imbéciles . - Pues vámonos al huerto . - No lo creo muy acertado , pues quien se mete debajo de hoja , dos veces se moja . - Pues nos iremos al dintel de la puerta . - Eso me parece más conveniente por muchos motivos . - ¿ Y cuáles son ? - Además de no mojarnos , tendremos así mayores probabilidades de ver al fantasma , supuesto que tiene que pasar muy cerca de este sitio . ¿ Te lo ha mandado a decir ? - Es su camino acostumbrado . - Tú te vas a volver loco con el fantasma . - No piensa en otra cosa . - Y al fin no será más que un antojo de su imaginación . - Pues , mirad , mirad ... ¿ Y ahora ? ... ¿ Qué decís ? - ¡ Santos cielos ! - ¡ Qué horror ! - ¡ Quién lo pensara ! A estas exclamaciones siguió el más completo estupor de parte de aquellos jóvenes incrédulos . Fortún , aunque tenía mucho miedo , casi lo daba por bien empleado , y hasta miraba al fantasma blanco con cierta expresión de gratitud , porque parecía haber escuchado sus votos , acudiendo a aquel sitio para confundir y aterrar a sus compañeros . Sin duda alguna el amor propio de Fortún se hallaba excesivamente halagado por el triunfo que la aparición le proporcionaba , saliendo en las altas horas de aquella noche tempestuosa , precisamente en el momento mismo en que sus compañeros con más empeño y con más apariencia de razón le tachaban de visionario . La impresión que la blanca figura produjo en los cuatro armigueros fue inexplicable . Contra su costumbre , el fantasma , a cierta distancia , permaneció inmóvil y clavó sus ojos con extraordinaria tenacidad sobre el gallardo Jimeno . Este , por su parte , no dejaba de contemplar con extrañeza , y hasta con terror a aquel ser misterioso que , al parecer , le miraba con particular interés y preferencia . Algún tanto recobrados los armigueros de su primera turbación , notaron que la blanca figura extendió su brazo derecho , y con un ademán solemne hizo seña a Jimeno de que le siguiese o se le acercase . - ¿ Has visto ? - dijo Beltrán . - ¡ Pardiez ! - exclamó Alfonso - . ¡ La aparición te llama ! - ¡ A ti , Jimeno ! - exclamó Fortún - . ¿ No te lo decía yo ? ¡ Mis presentimientos se han realizado ! El trovador se hallaba en un estado difícil de explicar , pero muy fácil de concebir . Una curiosidad calenturienta , una simpatía misteriosa , una fuerza de atracción irresistible se había apoderado del gallardo Jimeno al contemplar aquella figura melancólica y extraña . Diríase que aquel ser extraordinario , quebrantando la losa de su tumba , se había escapado de la negra región de la muerte para presentarse a los mortales en el silencio de la oscura noche , arrastrando su blanca y lúgubre mortaja . Por tres veces el misterioso personaje repitió su llamamiento con un ademán soberanamente imperioso . En seguida la blanca figura comenzó a andar hacia un extremo del huerto , poblado de frondosos altos árboles . El trovador trató de seguir al fantasma con valerosa resolución ; empero sus compañeros intentaron oponerse a su designio . Jimeno los rechazó , diciendo : - Yo he de seguir a ese ser misterioso sin que nada pueda contrariar mi propósito ; aun cuando supiera que mil veces había de perder mil vidas que tuviera . Ora sea una emanación de los infiernos , ora sea un perfume del paraíso , ángel o demonio , yo quiero que ese ser me manifieste el negro arcano de su existencia y de su aparición en estos lugares ; yo le hablaré , yo le arrancaré su mortaja y le escupiré en la frente o me prosternaré en su presencia , según mi entendimiento descubra que es un genio del mal o del bien ; y supuesto que él me llama , allá voy . - ¡ Oh temeridad ! - ¡ Serás aniquilado por el fuego celeste ! - ¿ Quién sabe ? ¡ Dejadlo que vaya ! Nada pudo contener al bizarro trovador , que firmemente había resuelto profundizar aquel enigma . Y como para decidir al intrépido joven , en aquel momento se oyó entre la espesura una voz extraña que dijo : - ¡ Jimeno ! ¡ Jimeno , ven y nada temas ! Durante algunos momentos , estas palabras , pronunciadas por una voz que no parecía de este mundo , fueron repetidas por el eco , que las dilató en el espacio como un lúgubre quejido . Todos sintieron erizarse sus cabellos al oír aquel metal de voz tan lastimero y tan desusado en el mundo de los vivos . El pálido miedo , cuya imaginación es tan viva y fecunda , pintaba en aquel instante a los cuatro armigueros mil fantásticos terrores . El mismo Jimeno , tan esforzado y resuelto poco antes , se sintió desfallecer al escuchar el extraño y melancólico acento del fantasma . Los jóvenes guardaban un silencio sepulcral , sin atreverse a respirar siquiera . Segunda vez resonó la voz , diciendo : - ¡ Hijo misterioso de un amor desgraciado ! ¿ Rehusarás seguirme para saber de quién has recibido la vida ? Tú , a quien el cielo ha prodigado los dones sublimes de la inteligencia humana ; tú , cisne divino ; tierno cantor a quien inspiran las musas ; valeroso paladín , a quien teme el agareno , ¿ te atreverás a temblar en mi presencia ? ¿ No te causará rubor tu cobardía ? ¡ Así renunciarás a saber tu origen y el empleo que debes hacer de tu vida , milagrosamente salvada en tu niñez y protegida en tu juventud por la fuerza omnipotente e invisible del destino ? ¡ Óyeme ! Durante muchos años , un genio amigo y protector ha velado sobre ti , esperando el momento de esclarecer tus dudas con la luminosa antorcha de una gran revelación , que tengo el deber de hacerte . Si tienes miedo , ocúltate en donde jamás los hombres te vean , o ensangrienta tu débil brazo en tu propio y ruin corazón ; pero si eres brioso y alentado , como la fama te pregona , sígueme y sabrás las maravillas y prodigios de tu infausto nacimiento . Dijo la blanca figura , y silenciosa , e inmóvil permaneció frente por frente de los cuatro armigueros , que creían que aquel razonamiento había sonado debajo de tierra . ¡ Tan extraño era el timbre de la voz que lo había pronunciado ! - ¡ Sí ! ¡ Sí ! Yo te seguiré aun cuando sea a la región de las sombras , - dijo el trovador . - ¡ Qué vas a hacer ! - exclamaron sus compañeros deteniéndole . - ¡ Apartaos ! En este momento la vida brota a torrentes de mi corazón , una fuerza desconocida anima todo mi ser , cada músculo de mi cuerpo tiene el aliento de cien titanes , me parece que escucho la voz de mi destino que me habla por la boca de esa misteriosa aparición , y cuando el destino nos empuja con su mano de hierro por sus oscuras vías , es inútil toda resistencia . Tú , quien quiera que seas , guíame . ¡ Ya te sigo ! - Ven y nada temas . ¡ Voy a hacerte grandes revelaciones . La blanca figura comenzó a caminar por lo más sombrío del huerto . Jimeno , abandonando el dintel de la puerta , en donde con sus compañeros había buscado un refugio contra la tempestad , se precipitó en seguimiento del fantasma , en tanto que los tres armigueros permanecían mudos de estupor e inmóviles como estatuas . Transcurridos algunos momentos , los tres penetraron en aquel recinto aguijados por la curiosidad y por el deseo de proteger a su amigo . Pero a nadie encontraron . Parecía que la tierra se había tragado a la siniestra figura y al temerario Jimeno . Los tres jóvenes entonces entablaron el diálogo siguiente , que muy pronto fue interrumpido de la manera más extraordinaria y terrible . - ¿ Habéis oído qué lenguaje tan sublime usa el fantasma blanco ? - Me da muy mala espina que un fantasma sea tan discreto . - ¿ Y por qué ? - Porque con esas palabras tan melosas acaso le hayan tendido un lazo peligroso a nuestro compañero . - Pero ¿ en dónde se habrán metido ? - ¡ Pobre Jimeno ! ¿ Le habrán asesinado tal vez ? ¿ Quién sabe ? - Quizás el enemigo malo se le habrá llevado al infierno en cuerpo y alma , - murmuró el supersticioso Fortún . - Vamos a recorrer todo el huerto para ver si le encontramos . - Sí , sí ; no debemos abandonarle en esta ocasión . - ¡ Vamos ! ¡ Vamos ! Ya se disponían los jóvenes armigueros a empezar su investigación , cuando súbito brilló un relámpago formidable , un ronco trueno conmovió el cielo y la tierra , y un aire inflamado sopló en torno de los mancebos , que cayeron al suelo desvanecidos . Al día siguiente se notaban en las tapias del jardín y en algunos árboles abrasados los estragos de una centella . A una media legua distante de la Encomienda de los Templarios se elevaba un monasterio en un apacible valle . Junto al convento se veían algunas casas que formaban una reducida aldea . La mayor parte de sus habitantes era de los empleados y dependientes del rico y suntuoso convento de monjas de Nuestra Señora de la Luz . Este convento era fundación del distinguido linaje de los Gómez de Lara , señores de todo aquel territorio y de la villa en la que se levantaba un fuerte castillo , donde habitaba a la sazón el último vástago de la ilustre familia que acabamos de mencionar . El castillo estaba situado junto al convento , como un esforzado guerrero que se brindase a proteger a las vírgenes del Señor . Don Guillén Gómez de Lara , así se llamaba el actual señor del castillo , era un mancebo que aún no contaba cuatro lustros . Contra la costumbre de la época y a diferencia de todos sus parientes , nuestro joven estaba dotado de una condición en extremo apacible , y hasta entonces no había dado muestras de un espíritu belicoso y aventurero , si bien en cambio se había dedicado al estudio con un ardor y una constancia no común en su edad y mucho menos en su clase . Los nobles de Castilla en aquella época entendían más de cintarazos que de letras . Difícilmente pudiera encontrarse una figura más varonilmente hermosa que la de don Guillén Gómez de Lara . Una abundante y negra cabellera coronaba su altiva cabeza ; sus tersas mejillas brillaban con el fuego de la juventud , sus labios de rosa , entreabiertos por una sonrisa de candor , dejaban entrever una dentadura perfecta y blanquísima , y , en sus negros y vívidos ojos se reflejaba su alma rica de ternura y de inocencia . Apenas el bozo comenzaba a sombrear su rostro . Era de estatura más bien alta , de ancha espalda , de relevado pecho , de gallardo porte y dotado de fuerza ; incomparable . En aquella organización se encerraba una inteligencia de primer orden , un corazón ardiente y , sobre todo , una voluntad de hierro , la voluntad que es lo que verdaderamente constituye la personalidad humana . Parecía que la naturaleza se había complacido en producir un hombre en toda la plenitud de la idea . Todas las dotes , todas las cualidades , mil diversas aptitudes se encontraban en el privilegiado mancebo . De ordinario compartía su tiempo entre el estudio y la caza ; pues , según máxima del señor Gil de Antúnez , nada es más conveniente a la salud que ejercitar el cuerpo y el alma , teniendo en un armonioso grado de desarrollo todas nuestras facultades . Era el señor Gil Antúnez capellán del castillo y del convento de Nuestra Señora de la Luz , al mismo tiempo que hacía los oficios de cura de almas en la reducida aldea . Y ciertamente que el buen Antúnez cumplía con su ministerio de la manera más digna , con toda la discreción de un anciano , con la sabiduría de una inteligencia eminente y cultivada y con la caridad más evangélica , joya la más preciosa que puede adornar el manto del sacerdote . Habiendo muerto los padres de don Guillén cuando éste aún era muy niño , quedose al cuidado y dirección del señor Gil Antúnez , quien había seguido su carrera bajo la protección de la casa de Lara . Era el buen capellán hijo de un antiguo servidor de don Nuño , abuelo de don Guillén y padre de don Manuel , con el cual se había criado desde niño el señor Antúnez . Bajo muy funestos auspicios vino al mundo don Guillén Gómez de Lara , pues su nacimiento costó la vida a su madre doña Elvira de Carvajal . Su esposo don Manuel , vivamente afligido por tan dolorosa pérdida , cayó en la más profunda , melancolía , abandonó la corte y retirose a aquel solitario castillo para llorar a la mujer amada , cuya vida la implacable muerte había segado en la flor de sus años . En vano el buen Gil Antúnez trataba de consolar a su amigo y señor en la aflicción inmensa , que le devoraba . Cinco años después , don Manuel Gómez de Lara descendió al sepulcro , dejando a su tierno hijo encomendado al afecto y sabiduría del buen sacerdote . Este desde entonces se dedicó con toda su alma a cumplir religiosamente la sagrada y noble misión que se le había confiado y que además era tan digna de su ministerio . Gil Antúnez dio a su educando un condiscípulo de la misma edad y que le acompañaba siempre , tanto en sus juegos infantiles como en sus lecciones , y que , más adelante , fue el paje de confianza que tenía , don Guillén , el cual profesaba el afecto de un amigo a su servidor . Era éste hijo de una hermana de Gil Antúnez y se llamaba Álvaro del Olmo . Ya más entrados en años , casi todas las tardes solían salir a caza los dos mancebos , los cuales llevaban su halconero , supuesto que daban la preferencia a la volatería . Era esa hora misteriosa del crepúsculo , en que el espíritu se remonta a otras regiones con un sentimiento inexplicable de melancólica ternura . El sol poniente doraba con sus últimos rayos las altas copas de las encinas del bosque , al trasluz de cuyos frondosos ramos veíase el encendido disco del astro central como un luciente y dorado globo cubierto por encajes de verdura . A la entrada de la aldea , en la encrucijada de dos caminos y junto a un manso arroyuelo , que dulce y sonoramente murmuraba , veíase sobre un tosco pedestal , formado por cinco gradas , una elevada cruz de piedra . Cerca de aquel piadoso monumento , y sobre un repecho , levantábanse los muros de una casa que a la sazón se hallaba no poco destruida y desmantelada , si bien daba muestras de que en lo antiguo había sido habitación suntuosa de gente principal . Era la portada de piedra berroqueña , y en el frontis veíase esculpido un escudo de armas . A uno y otro lado de la puerta se veían altos poyos de mármol e incrustadas en la pared gruesas manillas de hierro , que fácilmente podía adivinarse servían para amarrar los caballos . Desde la puerta , en las paredes fronteras de un espacioso atrio , se distinguían numerosos trofeos de caza , que consistían en cabezas de jabalíes , de ciervos y de lobos ; señal evidente de que los moradores de aquella mansión habían sido muy dados a los ejercicios venatorios . Pero lo que más llamaba la atención era un nicho ricamente labrado y sito a la derecha de la fachada y en torno del cual pendían varios votos y milagros , que atestiguaban la piadosa devoción de los sencillos habitantes de la aldea , hacia Nuestra Señora de la Luz , cuya efigie , espléndidamente vestida y alhajada , veíase dentro del nicho , que cubría un tejadillo . En el bosque cercano a la aldea , y junto a unos setos , veíase un caballero que pie a tierra tenía del diestro a su caballo . Pendiente del arzón delantero traía una hermosa garza real , que , a juzgar por las señas , había cazado el caballero con su gerifalte , que ahora lo traía encapirotado sobre el puño izquierdo , cubierto con su guante de gamuza . El cazador esparcía en torno sus miradas , como si aguardase a alguna persona . Entretanto , a larga distancia y por el camino adelante hacia la aldea , veíanse caminar dos jinetes a buen paso y que iban en conversación muy tirada . El primero de ellos era un mozo de gallarda presencia , y montaba un soberbio potro andaluz , negro como la noche y que manejaba con notable maestría . El segundo representaba alguna más edad , y era un joven de mediana estatura , mofletudo y encendido como un fraile jerónimo . Su semblante risueño y su salud robusta , revelaban al hombre que sigue el curso natural de la vida sin calentarse los cascos por meterse en honduras , ni dársele un ardite por todos los filósofos y filosofías habidas y por haber . Nuestro personaje , sin leer a Hipócrates y mucho menos a Raspaill ( esto último le hubiera sido imposible absolutamente ) , había encontrado un excelente e infalible secreto para dormir de un tirón doce de las veinticuatro horas del día . Este secreto consistía en que desde que el sol aparecía en el oriente hasta que se hundía en el ocaso era testigo de las fatigas de nuestro caballero , ya cazando con venablo ciervos y jabalíes , ya corriendo liebres a caballo y con galgos , o ya cogiendo garzas con halcones y gerifaltes . Igualmente había encontrado otro secreto para estar siempre encendido como un madroño y alegre como unas sonajas , y consistía en echarse entre pecho y espalda buenos tragos de lo más añejo para remojar los trozos de ciervo y jabalí , que devoraba con singular apetito y que sabía aderezar con tomillo y jengibre de una manera tentadora , aun para un muerto . Según todas las trazas , este personaje tenía el oficio de halconero en la casa de algún señor principal de aquellos contornos . Iba montado sobre una jaca de color castaño , con un lucero en la frente , fina , y limpia de cuartillas , de ancho pecho y de redonda grupa . A tiro de ballesta denotaba aquel animal vigor y ligereza suma . - ¿ Conque por fin es cosa resuelta , Pedro ? - preguntaba el caballero , que iba un poco delante . - Sí , señor ; siempre que vuesa merced fuese servido de no desamparar a este pobre pecador ; pues aunque Mari-Ruiz es la más garrida doncella de la aldea , al menos para mi gusto , con todo yo no me enamoro tan ciegamente que vaya por ello a dar desazón a mi señor natural ... Pero si vuesa merced bien lo considera , verá que no hay inconveniente en que Pedro Fernández se case y que cuide con el mismo , y aun con mayor esmero que antes , de vuestros halcones , neblíes y sabuesos . Mi padre sirvió al vuestro , que Dios perdone , y yo le sucedí en el mismo oficio , y así ... - ¿ Tú también quieres perpetuar tu oficio de halconero ? - Me lo ha quitado vuesa merced de la lengua . ¡ Qué otra herencia podré dejarle a mis hijos , sino que sean buenos halconeros y diestros cazadores para que sirvan bien a vuestros hijos ? - Sin duda , tus intenciones son muy laudables ; pero yo , por mi parte he resuelto no casarme nunca . - ¡ Es posible , señor ! ¿ Y qué ha motivado el que vuesa merced abrace semejante resolución ? - No tengo otra causa , sino la ausencia absoluta de todo deseo . Mi alma permanece tranquila como la superficie del lago que no riza el menor soplo de las auras . Pero esta tranquilidad solamente se refiere a los afectos personales , es decir , hacia personas determinadas . Y no es porque haya en mi corazón indiferencia ni frialdad ; al contrario , todas las criaturas me interesan vivamente . La naturaleza , el universo se refleja en mi alma como sobre un límpido espejo , y yo percibo a torrentes y resumo en mí mismo con maravillosa energía el sentimiento grande y sublime de la vida universal . Las estrellas del cielo , las aves del aire , las plantas de la tierra , montes , valles , cascadas , todo me causa emociones divinas e inexplicables . Yo contemplo el mundo con ojos gozosos como Adán contemplaba al paraíso en el primer momento de su existencia . ¡ El amor es todo ! No es el espíritu que fríamente conoce , ni tampoco la materia que tan solamente siente ; el amor es el espíritu que piensa y el espíritu que quiere , unidos por un lazo tan eficaz como misterioso en la plenitud de una identidad suprema e inexplicable . El joven filósofo se detuvo y permaneció algunos minutos con los ojos elevados al cielo y como absorto en una vaga meditación . Luego continuó : - Sin duda alguna el amor es la verdadera existencia ; pero el amor puede amarse en sí mismo y en sí misma también puede conocerse la verdad . Yo hasta , ahora no he amado más que ideas . Ninguna mujer ha hecho aún latir mi corazón . Yo amo la humanidad , la virtud , la gloria , la ciencia ; pero no he amado ni encontrado todavía ningún hombre idealmente virtuoso , ni célebre , ni sabio . Comprendo con mi entendimiento la ternura y la belleza de la mujer , creación divina y fecunda . Yo concibo perfecciones ideales en todo lo que puedo conocer , y siento en mí una facultad de concepción que es como la cúpula del entendimiento humano ; facultad moral , facultad inteligente , facultad de amor o de aspiración , que me hace ver todas las cosas no como son , sino como deben ser ... ¿ Y quién se atreverá a acusarme de que no conozco los sublimes arrobamientos del amor ? El alma de sí misma enamorada como inteligente y amante ¿ no es agitada y conmovida en la íntima actividad de su recóndito santuario más dulcemente y con mayor pureza que por las groseras sensaciones del mundo exterior ? ... Por lo demás , buen Pedro , es preciso que entiendas que el alma puede amar a las creaciones y conquistas de su propia actividad , aun antes de exteriorizarlas . - No digo que no . - ¿ Comprendes bien lo que yo quiero decirte ? - Me parece que sí , señor . A mí me sucede cada jueves y cada viernes el experimentar como un trasluzón de esa especie de amor y de alegría de pecho adentro ; no me explico bien , es una alegría de cabeza . ¿ No es así , señor ? - Perfectamente , Pedro . Y cuándo experimentas esa alegría ? - Siempre que voy de caza y se me ocurre una estratagema nueva , es decir , completamente inventada por mi caletre . Y aunque no la ponga en práctica , no por eso dejo de alegrarme y de decir para mi coleto : ¡ Por más astucias que tenga un animal , siempre vence una persona ! . Y cuando pienso que yo soy una persona , me gozo en mí mismo , la tierra me parece chica , y miro al cielo . - No es eso exactamente lo que he dicho ; pero al fin veo que me has comprendido más de lo que yo esperaba ... ¡ El alma en su santuario misterioso e íntimo es donde aparece más grande ! - exclamó don Guillén , como absorto en sus profundos pensamientos . - ¡ Qué bien dice el señor Gil Antúnez , que es un santo varón , al decir que vuesa merced es un pozo de ciencia ! Yo , señor , por mi parte , soy un porro , que no sirvo más que para tratar con fieras y cuidar perros y halcones ; pero así en confuso y como por un ensueño , yo barrunto que con la edad le han de venir a vuesa merced otros pensamientos acerca de eso de querer a las mujeres . A mí me sucedía lo mismo cuando era más muchacho . Es verdad que algunas veces me daba así una tristeza y una turbación , que yo mismo no lo puedo explicar . Esto me sucedía más particularmente cuando , en el rigor del verano , iba persiguiendo una pieza , y ya fatigado y molido buscaba la sombra de algunos árboles , a la orilla de un arroyo . Entonces sentía un gozo tan grande , que me hincaba de rodillas y me ponía a rezar , y sin poder remediarlo se me saltaban las lágrimas . Yo tenía necesidad de querer a alguien ; pero como no tenía padre ni madre y estaba tan solo en este mundo ... En fin , Dios me perdone ; pero muchas veces miraba con envidia a los pajarillos , que en la copa de un árbol piaban dulcemente cuando su madre venía a traerles la comida . Ellos aleteaban y abrían los picos , y me parecía como que se besaban contentos en su nido , nada más que porque había padres , hijos y hermanos . Y cuando en estos momentos de murria me saltaba alguna cierva con su cervatillo , no tenía valor para matarla , porque decía : este pobre animalito se va a quedar sin madre . Yo en aquellos momentos sentía que el corazón se me quería salir por la boca de angustia y de pena , y así , cuando llegaban estas horas , me parecía que allá a lo lejos , en el sitio más delicioso del bosque , veía a una mujer con sus hermosos cabellos negros tendidos sobre la espalda , vestida de blanco , y que , llorando de compasión hacia mí , extendía sus brazos para consolarme en mis horas de cansancio , después de las fatigas de un día de caza . El semblante de Pedro , de ordinario risueño , tomó una expresión notablemente sentimental , que cuadraba muy bien con la sencillez de su traje y modales . Don Guillén Gómez de Lara contemplaba con extrañeza a su halconero . Siempre le había tenido por una naturaleza ruda y poco espiritualista ; pero entonces comprendió que hay una fuente de ternura inagotable que , sin libros ni estudios , brota al espectáculo de la naturaleza llena de vida y de amor , y que las aves y las fieras enseñan a los hijos de las montañas a conocerse a sí mismos , o , por decirlo mejor , a sentir dentro de su propia alma , el alma que vivifica al universo . - Un día , - continuó Pedro Fernández - , encontré en la fuente a Mari Ruiz . Yo venía ahogado de calor , y ella voluntariamente se me anticipó , diciéndome : ¡ ¡ Pobre Pedro ! ¡ Qué fatigado vienes ! Toma y bebe agua de mi cántaro , que estará más fresca . Yo la miré con agradecimiento , y después de haber saciado mi sed , no me atrevía a separar mis ojos de ella . Aquel día había yo cazado un nido de mirlos , se lo regalé y se puso tan contenta . Al separarnos le dije : ¡ Adiós , María . El cielo te pague tu buena voluntad para conmigo ! Ella se puso muy colorada , y se despidió con una amable sonrisa , después de haber estado entretenida en acariciar a un pequeño sabueso , cachorrillo que había sacado por la primera vez al campo . El perro la siguió retozando , y por más que yo lo llamaba , no quería volver . Entonces ella me dijo : ¿ ¿ Me lo quieres regalar ? ? Yo le respondí : Con mucho gusto , María ; cuídalo bien y acuérdate de mí . Desde entonces casi todas las tardes encontraba a María en la fuente , y cuando yo algún día me tardaba , aun cuando estuviese media legua distante , el perro fiel iba a anunciarme que mi amada me estaba ya aguardando junto a los chopos de la fuente ... Así han pasado tres años , y aun cuando yo la quería más que a las niñas de mis ojos , con todo y con eso , no había pensado nunca en casarme ; pero ahora no puedo quitarme de la cabeza este pensamiento , pues no hay cosa como los años para que los hombres cambien . Por eso le decía a vuesa merced que algún día pensará de otra manera . - Por ahora , a lo menos , estoy muy distante de pensar en tal cosa . - Lo comprendo , señor . Al tiempo se le ha de dar lo que es suyo , y no hay cosa mejor para vivir contento como es seguir buenamente los consejos de aquello que tengamos sobre el corazón , siempre que a nadie pueda causarle mal . - ¡ Muy bien dicho ! Ahora bien , ¿ quién es la doncella con quien pretendes casarte ? - Señor , es Mari Ruiz , la moza más garrida de la aldea . - ¿ De quién es hija ? De Fernán Ruiz , el rentero más rico de los heredamientos de vuestra casa . Es un hombre honrado a carta cabal , cristiano viejo , labrador asaz inteligente , y que en sus mocedades nadie le sobrepujaba para esto de domar un potro cerril , para tirar a la barra o para jugar un partido de pelota . - Y ya esta tarde no la verás , ¿ eh ? - Ya hace unos días que no la veo , porque está en el convento de Nuestra Señora de la Luz . - ¿ Acaso tratan de que sea monja ? - No , señor ; sino que allí tiene una hermana profesa , y ha ido a cuidarla , porque parece que está muy malita . ¡ Dios quiera aliviarla pronto ! La noche con su séquito de sombras iba avanzando a pasos de gigante . Ya se encontraban amo y mozo muy cerca de la aldea , cuando ambos , por un movimiento simultáneo , detuvieron el paso de sus cabalgaduras y se pusieron a escuchar . - ¿ Has oído ? - preguntó el caballero . - ¡ Cáspita ! ¡ Ruido de espadas ! - Y lamentos de una mujer . - ¡ Qué diablos de aventura ! - ¿ Le habrán atacado a Álvaro del Olmo ? - Otras cosas puede haber más lejos . - Efectivamente , ya debíamos haberlo encontrado . - La garza que perseguía su gerifalte debió caer por estos contornos . - Vamos a ver qué es ello . - El ruido suena hacia la casa de los Vargas . El lector recordará sin duda la casa que hemos mencionado , que estaba fuera de la aldea , y que a un lado de la puerta tenía una imagen de Nuestra Señora , colocada en un nicho . La oscuridad iba aumentando por grados , y las campanas del convento comenzaban a tocar las oraciones . Los dos jinetes precipitáronse espada en mano hacia el sitio donde sonaba la pendencia , y con no poca admiración descubrieron dos hombres a caballo que peleaban encarnizadamente ; pero que , a fuer de bien nacidos , no hablaban una palabra . El uno de los contendientes presentaba un aspecto extraño , pues parecía un fantasma negro y blanco . Iba vestido con un cumplido sayo negro , y con su brazo izquierdo sujetaba difícilmente a una mujer vestida con un cándido brial y que pugnaba con extraordinaria tenacidad por desasirse del violento raptor . Este con la diestra mano paraba los repetidos golpes que le asestaba su contrario , el cual ponía todo su empeño en cerrarle el paso , de manera que al robador de doncellas no le quedaba otro recurso que huir hacia la aldea , cosa que por lo visto no le convenía . Ambos combatientes estaban a caballo y se defendían con igual destreza y fortuna . En esto llegaron don Guillén y su halconero tan sorprendidos como ajenos de la causa que podía motivar aquella pendencia . - ¡ Paz , caballeros ! - exclamó el de Lara . - ¡ No , no es posible que haya paz entre nosotros ! - respondió uno de los dos adversarios - . Don Guillén , ayúdame a libertar a esa doncella ... ¡ Estoy herido ! - ¡ Álvaro ! - exclamó don Guillén - . ¿ Tú por aquí ? Bien me lo daba el corazón que te hallabas en algún peligro . Estas breves palabras se cruzaron rápidamente ; pero sin que dejasen de reñir los dos contrarios . El hombre del sayo negro comprendió que con los recién llegados su derrota sería segura , por cuya razón trató de ponerse en salvo , arremetiendo con no vista presteza y con valeroso ímpetu hacia los tres enemigos . De este encuentro cayó mal parado el buen Álvaro del Olmo , que ya también se hallaba algún tanto debilitado por la sangre que había vertido . Pedro Fernández acudió en socorro de Álvaro , mientras que don Guillén Gómez de Lara , metiendo espuelas a su poderoso alazán , se precipitó a una frenética carrera en seguimiento del misterioso caballero . Desde luego era muy fácil de notar el obstinado empeño del raptor en no ser conocido , y tal vez por esta misma razón despertáronse aún más vivos deseos en don Guillén de alcanzar y conocer al fugitivo . La blanca luna comenzaba a levantarse en el azul del cielo , derramando su misteriosa luz en la campiña . A sus reflejos pálidos veíanse galopar dos corceles que parecían la personificación de los vientos . De vez en cuando se escuchaba un grito lastimero , que venía a servir de nuevo estímulo a don Guillén para perseguir al incógnito . De repente una figura blanca saltó en el suelo y se dirigió como a refugiarse hacia el caballo que montaba don Guillén . Este detúvose al punto para proteger a la doncella , que acababa de desasirse de los brazos de su raptor . - ¡ Amparadme , caballero ! - exclamó la hermosa virgen toda trémula y confusa por los esfuerzos que acababa de hacer para libertarse de su enemigo . - Descuidad , bella señora , que antes que vos fuerais ofendida la muerte habría paralizado mi brazo protector . Y así diciendo , el de Lara asió a la doncella y la colocó en su caballo . Por muy breves instantes que en esto tardaron , cuando volvieron a mirar por el camino adelante , ya , no divisaron al misterioso caballero , cual si la tierra se lo hubiese tragado . Acaeció que el raptor , no pudiendo contener a la hermosa joven , detúvose algún tanto como si vacilase entre volver a recobrar su preciosa fugitiva o alejarse sin ser conocido . Esta última consideración debió de ser decisiva en su ánimo , supuesto que , apretando los acicates a su trotón , desapareció rápido como un relámpago . Don Guillén se creía víctima de un sueño , pero de un sueño encantador . Cuando menos lo pensaba encontrose el héroe principal de una aventura romancesca , habiendo hecho la casualidad que él fuese el libertador de una gentil y apuesta doncella que le miraba con la efusión del agradecimiento , con el abandono de la soledad , con la ternura del amor . - ¿ Me permitiréis , señora , que os pregunte quién es ese caballero ? Según lo poco que puedo deducir de lo que he visto , paréceme que os llevaba contra vuestra voluntad . - Sin duda alguna , señor don Guillén . - ¡ Ah ! ¿ conocéis mi nombre ? - ¿ Y quién no lo conoce en esta comarca ? - Soy muy dichoso , señora , de que así sea por vuestra parte ; por la mía , siento deciros , hermosa doncella , que no tengo el honor de conoceros . - No lo extrañó , a pesar de vivir en vuestra misma aldea . - ¡ Es posible ! - Sí , señor , en la casa de los Vargas , donde está la imagen de Nuestra Señora de la Luz . - ¡ En la casa de los Vargas ! ¿ Acaso pertenecéis a esa familia ? - Sí , señor don Guillén . - Parece que esa casa ha estado mucho tiempo deshabitada . - Así es la verdad . - En ese caso , señora , ya no extraño el crimen de no conoceros . Supongo que no hará mucho tiempo que habitáis en la aldea . - En efecto , aún no hace tres meses que mi madre trasladó su domicilio . - ¡ Tres meses ! ¡ Tanto tiempo ! ¡ Cuán desgraciado he sido en no haberos conocido antes ! - Vivimos muy retiradas . - Yo también casi siempre estoy de caza o estudiando en mi castillo . Estas son las dos ocupaciones de mi vida . - Ocupaciones muy propias de un caballero ... Sin embargo , algunas personas que tienen el mismo género de vida que vos , me han conocido mucho antes , - dijo la joven con cierta coquetería . - ¿ Y quién ? - preguntó don Guillén frunciendo las cejas . - Es muy fácil de adivinar . - ¿ Tal vez Álvaro del Olmo ? - Justamente . Don Guillén Gómez de Lara estaba dotado de un carácter soberanamente altivo ; así es que trató de dominarse para no dar a entender los verdaderos sentimientos que la doncella le había inspirado . - Efectivamente , - dijo el mancebo - , recuerdo que mi amigo Álvaro me ha hablado de una dama que le había inspirado amor ... Es posible que hablase de vos ... ¿ Es cierto que él es vuestro amante ? - No , señor , don Guillén ; no he dicho yo tanto . - Creí haber entendido ... - Me he limitado solamente a decir la verdad , y es que vuestro amigo me conoce . - ¿ Y cómo esta noche estaba peleando con vuestro raptor ? - Todo ha sido obra de la casualidad ... Y por cierto que se apareció en un momento muy oportuno para mí , y que por su generosa conducta le debo la gratitud más indeleble . - Mi amigo , señora , es un cumplido caballero , - dijo don Guillén con cierta complacencia . Sin embargo , en el acento del joven un observador profundo habría podido leer un no sé qué de amargura y despecho . Después de algunos minutos de silencio , el de Lara volvió a preguntar : - Pero ¿ no me diréis , señora , quién es ese mal caballero que por fuerza pretendía arrebataros ? - ¡ Ay ! - exclamó la doncella - , me cansa horror solamente el pensar en ese hombre odioso ... Y cuidado que yo no soy nada tímida ; - añadió la encantadora joven haciendo un precioso remilgo . - Ya he visto que en esta ocasión os habéis conducido con una serenidad de ánimo que yo no esperaba . Cuando os vi saltar del caballo ligera como una cervatilla , temblé por vos , temí que os hubieseis hecho algún daño . - Yo aguardé a que mi raptor estuviese descuidado ; y como confiaba en vuestra protección , no vacilé un instante en llevar a cabo mi proyecto , y ya habéis visto que me salió a medida de mi deseo . Me arrojé al suelo de pronto , y felizmente caí de pies . Yo estaba además segura de que ese hombre no os aguardaría . Él debe conoceros , y sin duda alguna temía que vos le conocieseis . - ¡ Cosa más extraña ! ¿ Y vos no le conocéis ? - Le conozco por el aire del cuerpo ; pero nunca le he visto el rostro . ¿ No observasteis que lo llevaba cubierto con un antifaz ? - Yo solamente he podido distinguir un bulto negro ; pero en cuanto a vos , supongo que no será esta la primera vez que lo habéis visto . - Así es la verdad ; lo he visto varias veces junto a la cruz de piedra , que está cerca de la aldea , en la encrucijada de los caminos . - ¿ Acaso os daba citas ? - No , por cierto . - De cualquier modo , quiero decir que le veláis , porque tal era vuestro deseo . - Porque no podía evitarlo . Yo tengo la devoción de salir todas las noches al toque de oraciones a encender los faroles de la sagrada imagen de Nuestra Señora de la Luz . Pues bien , muchas noches lo encontraba allí y me requería de amores . - ¡ Infame ! - Yo no podía menos de mirar con horror a aquel misterioso personaje , cuyo rostro jamás he podido ver completamente . - ¿ Y vos cómo no salíais acompañada ? - No quería decirle nada a mi madre por no afligirla ... ¡ y como las dos vivimos solas ! ... ¡ Cuántas desgracias han caído sobre mi familia ! - He oído , en efecto , referir terribles historias de la casa de los Vargas . - Ese hombre extraordinario , de cuyas manos me habéis libertado , había conseguido despertar mi curiosidad más vehemente , supuesto que anoche me dijo que tenía , que hablarme de mi padre ... Habéis de saber , don Guillén , que yo he sido muy desgraciada , y que no he tenido la dicha de conocer a mi padre , calumniado y perseguido cruelmente por sus enemigos . Es imposible que nadie haya querido a su padre , sin conocerlo , tanto como yo ... - Pero ¿ acaso vive ? - Según todas las trazas , parece que no ha muerto ; aunque por tal lo he llorado yo mucho tiempo , así como también mi madre . Ese hombre , pues , me prometió decirme en dónde se encontraba mi padre , y habiéndole yo hecho ciertas preguntas acerca de varios pormenores de mi familia , me he convencido de que , en efecto , conoce mi historia aún más a fondo que yo misma ... Y he aquí la verdadera causa de que yo no haya esquivado su encuentro , y porque además nunca creí que sus intenciones fuesen tan pérfidas y viles , como las ha manifestado esta noche . Repito que yo más bien estaba deseosa de que llegase la hora en que el incógnito solía estar al pie de la cruz , para que me refiriese todo cuanto me había prometido acerca del paradero de mi padre , tan querido como llorado . Pero esta noche no dejó de sorprenderme el verlo a caballo , cuando siempre había venido a pie y con un ademán modesto y tímido , aunque siempre extraño y misterioso . Yo me dirigía , según tengo de costumbre , a encender los faroles de Nuestra Señora , cuando de repente me sentí violentamente asida por la cintura . A pesar de que os he dicho que no soy nada tímida , fue tan grande , sin embargo , la impresión que recibí de sorpresa y de terror , que ni aun tuve fuerzas para exhalar un grito y mucho menos para impedir que aquel hombre infernal con su mano de hierro me colocase en su cabalgadura . Ya se disponía mi raptor a partir , cuando súbito apareció vuestro amigo , tomando mi defensa . - Tal vez lo habría estado observando todo . - Es muy probable ; pues muchas veces lo he visto entre unos setos poco distantes de la cruz , en donde , al parecer , os estaba aguardando a vos y a vuestro halconero . - Con frecuencia suele suceder como vos decís , especialmente cuando alguna pieza ya muy tarde vuela hacia la aldea , supuesto que el que la persigue no quiere volver a desandar lo andado . - Lo demás ya lo sabéis , y sin vuestra oportuna llegada , no sé qué hubiera sido de mí . - Soy muy dichoso , señora , por haber contribuido en algo a vuestra libertad . - ¡ Oh ! Y yo bendigo mil veces el susto que he pasado , porque ... ¡ Cuán hermosa noche hace ! - exclamó de pronto la joven , casi sonrojada de haber dicho demasiado , dejándose dominar por la amorosa fascinación que en ella ejercían los negros y brillantes ojos del agraciado mancebo . Ambos jóvenes olvidaron completamente al hombre misterioso , y durante algún tiempo permanecieron silenciosos y extasiados contemplándose mutuamente . - ¡ Cuan hermosa era la doncella ! La rosa y la azucena se dividían por igual el imperio de aquel rostro divino ; en sus negros ojos brillaba la pasión con todos sus incendios , y su talle flexible y delicado semejábase a la palma de Delos , temblorosa al suave impulso de los céfiros . Nunca Fidias ni Praxiteles ni Timantes en sus divinos sueños de artistas vislumbraron un rostro tan perfecto ni una expresión más seductora . Las brisas de la noche jugaban con su rica y perfumada cabellera , formando graciosas ondas de bruñido ébano sobre la airosa espalda de nieve , y en su linda boca , que respiraba amores , brillaban el coral y las perlas . Elvira , tal era su nombre , encubría bajo el finísimo cendal el cándido seno , agitado blandamente torneado por la mano de las Gracias . Los ojos codiciosos del mancebo se fijaban imprudentes sobre el blanco y celoso brial , débil muro que resistía a las ansiosas miradas ; pero que no bastaba a detener el pensamiento , que traspasa la seda , como al través del cristal penetran los rayos del sol . Mariposa de espléndidos matices y rapidísimo vuelo y la imaginación se lanza al espacio brillante de las ilusiones y contempla mil bellezas que pinta a su deseo y adora a su gusto ; pero incauta se precipita en la llama que la devora . La soledad con sus misterios , la noche con sus tinieblas , la hermosura con sus encantos , la juventud con sus ardores , todo despertaba , en don Guillén emociones tan enérgicas como desconocidas . Añadíase a esto el vértigo delicioso de una rápida carrera , el dulce calor del brazo de Elvira asida al caballero y el irresistible magnetismo de sus recíprocas miradas , en las que cada cual bebía a torrentes el filtro calenturiento del amor . Don Guillén Gómez de Lara detuvo de repente su caballo , contempló por algunos instantes a la encantadora Elvira , después alzó sus ojos al cielo , exhaló un profundo suspiro , y por último puso al paso su alazán . Sin duda alguna el mancebo trató de dilatar algún tanto el momento de una separación dolorosa . Cuando llegasen a la aldea , su ventura se desvanecería como un sueño . - ¡ Cuánto os amo ! - dijo don Guillén de pronto y como fuera , de sí . La hermosa Elvira , cubierto el rostro de amable rubor , bajos los ojos , palpitante el pecho , permaneció silenciosa . Don Guillén suspiró . Después de algunos momentos dijo con voz muy conmovida : - ¿ Me perdonaréis la libertad de haceros una pregunta ? Elvira inclinó la cabeza afirmativamente . - Decís que conocéis a mi amigo ... ¿ Amáis a Álvaro ? - No . - ¿ Pues no decís que él os ama ? - No he dicho tal , sino que me conoce ; y aun cuando me amase , no se deduce por eso que yo le ame . En esto llegaron a las inmediaciones de la aldea y les salieron al encuentro Pedro Fernández y Álvaro del Olmo . Este se hallaba herido , aunque levemente , en un brazo . Todos se dirigieron hacia la pequeña población , y el enamorado Álvaro no apartaba ni un instante los ojos de la gentil doncella , que le había inspirado la pasión más volcánica . Sin embargo , don Guillén tuvo tiempo y ocasión , sin que su amigo lo notase , de hacer a Elvira esta pregunta en voz muy baja : - ¿ Pudiera yo tener la dicha de hablaros mañana ? - Tal vez . - Desearía que fuese muy tarde , a media noche , por ejemplo . ¿ Será fácil ? - No es imposible . ¿ Y por dónde ? ... - Estad a media noche en la puerta del jardín . Don Guillén clavó una mirada fascinadora en Elvira , una mirada de agradecimiento , de amor , de felicidad por la esperanza de verse a la noche siguiente . En esto se detuvieron todos delante de la casa de los Vargas , en cuyo patio encontraron a una anciana llorando amargamente . Elvira se precipitó en sus brazos , exclamando : - ¡ Madre mía ! - ¡ Hija de mi alma ! ¡ Qué dolor me has hecho pasar ! He llorado por tu ausencia , te lloraba perdida y he rezado a la Virgen para que te protegiera y me concediese la dicha de estrecharte entre mis brazos . ¡ Hija mía , ven , ven acá ! ... ¡ Sagrada Virgen ! ¡ Gracias por tu bondad infinita ! La joven y la anciana se estrecharon , formando un tierno grupo en que el maternal amor y el respeto filial se ostentaban reunidos por un abrazo cariñoso . Los circunstantes presenciaban esta escena con tanta mayor emoción , cuanto que ninguno de ellos tenía padres . ¡ Los tres eran huérfanos ! Elvira refirió brevemente a su anciana madre el peligro que había corrido y la manera como había sido defendida y salvada , por aquellos caballeros . La tierna madre , llorando de alegría , les dio las gracias por su generosa conducta , y les ofreció la hospitalidad , tan pobre de conveniencias como rica de afecto , que le era dado brindarles . Desde aquel mismo momento miró con el más entrañable cariño a los protectores de Elvira , y hubiera sido capaz hasta de ser su esclava . ¿ Qué no hará una madre por el que le restituye el tesoro de su ternura ? Los caballeros rehusaron , y en el semblante de la anciana se pintó el más profundo respeto al saber que el libertador de su hija era don Guillén Gómez de Lara , el opulento señor de muchas villas y castillos . Igualmente cuando la joven dio las señas del hombre misterioso que había tratado de robarla aquella noche , la infeliz anciana se estremeció de terror como el que en los horrores de una pesadilla se siente caer en un abismo sin fondo . - ¡ Oh ! - murmuró - . ¡ Siempre ese hombre infernal ! ¡ El enemigo implacable de los Vargas ! ... De repente la anciana se detuvo y guardó silencio , como una persona que teme decir imprudentemente palabras o secretos que la comprometan . - Todos comprendieron que alguna terrible historia de odio y de venganza debía encerrarse en aquella noble familia , a la sazón reducida a la oscuridad y a la miseria . Nuestros caballeros , a fuer de discretos y corteses , respetaron aquel silencio , despidiéronse de la anciana y de su hija , y en seguida se encaminaron al castillo en donde ya les aguardaba el señor Gil Antúnez , impaciente y cuidadoso . Aquella noche , mientras que su escudero le ayudaba a desnudarse , don Guillén pensaba en la belleza de Elvira , en su ternura , en sus desgracias , y sentía derretirse su alma en el fuego de un amor infinito . Pero luego volvió a recordar que al despedirse , la joven había dirigido una sonrisa al buen Álvaro del Olmo , que por defenderla había sido herido . ¿ Era gratitud ? ¿ Era amor ? El recuerdo de aquella sonrisa , que en los labios de la hermosa brilló como un rayo de la luz del cielo , derramaba en el alma de don Guillén todas las torturas del infierno . Álvaro era su compañero , su amigo , casi un hermano , y a pesar de todo esto , aquella noche , durante la cena , ni le había dirigido la palabra , y ni aun siquiera se había informado de la gravedad de su herida . Don Guillén , hasta entonces siempre tranquilo , siempre dulce y cariñoso , no podía menos de reprocharse su dureza . Aquella noche , abismado en la deliciosa contemplación de la encantadora Elvira , había creído entrever un paraíso ; pero ¡ ay ! al primer pensamiento de amor acompañaba también el primer pensamiento de odio . ¡ Miserable naturaleza humana ! Don Guillén , siguiendo la costumbre de una inteligencia cultivada y en alto grado propensa a razonárselo todo , trataba de descifrarse los misterios que había levantado en su corazón la sola presencia de una muchacha . ¡ Qué soplo mágico , qué misterioso encanto , qué fuerza sobrenatural poseía aquella débil criatura para arrojar tantas y tan negras nubes en el cielo poco antes sereno y límpido de su existencia ? Pero don Guillén se atormentaba en vano . El joven sabía raciocinar ; pero sólo conocía la vida humana bajo este punto de vista exclusivo . A su entendimiento se escapaba esa encarnación misteriosa , tan bellamente simbolizada en el cristianismo , ese lazo que une el espíritu y la materia , la idea y el sentimiento , el ser y la existencia , de donde surge la vida en toda su plenitud de pensamiento y de acción . Don Guillén no veía la medalla más que por el anverso . Ahora comenzaba a navegar por el mar tempestuoso de las pasiones . Durante largo rato el joven permaneció silencioso , pensativo y ceñudo . Al fin exclamó con un acento terrible : - ¡ Eso es ! ¡ Maldito sea mi amigo ! ¡ E1 amor es lo más divino que existe sobre la tierra ! No es el amor lo que emponzoña mi alma ... ¡ Son los celos ! Si mi amigo no existiera , ¡ cuán feliz sería yo esta noche ! Álvaro es la mancha de ese brillante sol que hoy ha querido Dios revelarme ... ¡ Hoy es el gran día de mi vida ! ¿ Cuándo se extinguirá su recuerdo ? ... ¡ Cuán hermosa es ! ... Por un beso de su boca , padecería yo siglos de torturas ... ¡ Oh Dios potente ! ¿ Qué es lo que pasa por mí ? ¿ Qué fuerza tan inmensa es la que conmueve todo mi ser ? Hasta ahora yo había vivido dentro de mí mismo , mi alma no buscaba el poseer nada fuera de ella , y ahora se arroja frenética en las alas de su deseo ... ¡ El deseo ! He aquí la palabra , he aquí el verdadero nombre de esa fuerza que yo desconocía , de esa aspiración que hierve en mi pecho y me arrebata a otras regiones . El deseo , como un relámpago en la oscura noche , ha esclarecido todos los abismos de mi existencia . Desde hoy la nave ha desplegado sus velas ; mares desconocidos , nuevos horizontes se presentan a mi vista ... ¡ Señor de las tempestades , yo te imploro ! El aposento estaba pálidamente iluminado por una lamparilla de plata que ardía sobre una mesa situada junto al lecho donde estaba sentado el hermoso caballero . En la mesa veíanse muchos volúmenes que aquella noche , contra la costumbre del mancebo , no habían sido hojeados . Verdaderamente era un espectáculo interesante aquel joven en las altas horas de la noche , inquieto y caviloso , afligido y feliz a un mismo tiempo , según pensaba en Elvira o en Álvaro ; pero esta doble faz de su pensamiento era casi simultánea . No existe la luz sin las tinieblas . Largo rato permaneció don Guillén reclinado sobre las almohadas , apoyado el bello rostro en su mano derecha , desmelenado , pálido y lloroso . Las lágrimas , como la lengua , sirven para expresar las cosas más diametralmente opuestas . La lujosa colgadura , que sirve lo mismo para festejar al vencedor de ayer y a su contrario , vencedor hoy : he aquí lo que son las lágrimas . ¡ Así es el hombre ! A las más grandes alegrías , como a la tristeza , las festeja y recibe también con llanto . La lamparilla destellaba una luz moribunda hasta que , por último , llegó a extinguirse completamente . Entonces el aposento quedose sumergido en la oscuridad . El joven experimentaba un vértigo sofocante ; su sangre inflamada circulaba por sus venas como plomo derretido ; sentía que se ahogaba ; las tinieblas le oprimían como un manto de piedra . Levantose y abrió una ventana que daba al campo y desde donde se descubría la solitaria casa de Elvira . El astro de la noche comenzaba a ocultarse en Occidente , y a sus rayos moribundos contempló el triste mancebo las solitarias campiñas . Todo yacía en plácido reposo . Es verdad que se escuchaban algunos ruidos ; pero ¡ cuándo la voz de los vientos cesa de conducir en sus alas esos vagos rumores , símbolos del espíritu de vida que recorre el universo ? Las brisas de la noche remedaban mil perdidos acentos entre los cipreses de la huerta del monasterio de Nuestra Señora de la Luz : de vez en cuando se oía el chirrido de la lechuza que penetraba a chupar el aceite de la lámpara del claustro , y la corneja repetía a intervalos sus lúgubres lamentos . Y allá a lo lejos se escuchaban los ladridos de los perros , las cencerras de las yeguas , el murmurar de un caudaloso arroyo y veíanse brillar las luces y hogueras de algunas alquerías y ganaderos . Aquel espectáculo solemne de la tranquila noche , la moribunda luna , las melancólicas estrellas , tanto plácido murmurio , tanta vida serena y apacible , como ostentaba la naturaleza bajo mil formas distintas , todo esto impresionó fuertemente el ánimo de don Guillén . Le parecía que aquella noche todos los objetos le impresionaban de un modo singular , con una fuerza desconocida , encontrando en ellos un lenguaje simbólico , una armonía misteriosa y sublime , un cántico celestial , un himno sin fin , un concierto majestuoso y opulento de melodías que hasta entonces nunca había escuchado . El joven en aquel momento estaba verdaderamente hermoso . Su levantado pecho palpitaba de entusiasmo , y en sus negros ojos brillaba el sagrado fuego de la inteligencia y del sentimiento , la inspiración . - ¡ Salve , argentada luna ! - exclamó de pronto extendiendo sus brazos al cielo - . Yo te saludo , astro solitario , desde mi triste morada . ¡ Oh ! Nunca hasta ahora he comprendido en tan alto grado el encanto delicioso , la emoción divina , la voluntad inefable en que baña mi alma tu tímida luz , casta diosa de los bosques . ¡ Si yo pudiera volar a ti y reclinar mi ardiente cabeza sobre tu cándido seno ! El joven permaneció extático largo tiempo contemplando la bóveda estelante . ¿ De dónde procedían estas nuevas aspiraciones que con tanta fuerza sentía y que con tanto afán procuraba descifrarse ? - ¡ Amor ! - prorrumpió saliendo de su arrobamiento - . ¡ Amor ! ¡ Amor ! Me parece que sobre tus alas de oro y armiño me elevo rápidamente a las esferas etéreas , y que mi espíritu , surcando los espacios luminosos , encuentra nuevas vías de actividad entre mil torrentes de inefables delicias ... Pero ¡ ay ! ¿ Por qué son así los hijos de la tierra ? ¿ Por qué la estrella ardiente , inmortal y volátil de mi ser se encuentra encerrada en una caja quebradiza , inmunda y perecedera ? ¿ Por qué la revelación del amor eterno y divino nos ha de ser dada en una mujer frágil y acaso indigna ? ¿ No ha de haber bien sin mal ? ¿ Es preciso medir lo inmenso con una mezquina pértiga ? ¿ Por qué ver un océano sin orillas y no poder tragar más que una gota de agua ? ¡ Miseria ! ¡ Miseria ! ¡ Siempre luz y tinieblas ! ... ¡ Oh , Dios mío ! ¡ Qué turbación tan profunda ! ¡ Cuánta hirviente lava encierra mi pecho ! Hoy comienzan las luchas , las ansiedades , los deseos vehementes , la dicha profunda a la par que turbulenta y desgarradora , los celos , la ponzoña del odio , el fuego del amor . ¡ Ah ! ¡ Todas las pasiones , todos los vientos desencadenados , todos los huracanes de la juventud ! ¡ Adiós para siempre , tranquilas noches de hermosos sueños , dulces días de reposo , recreos inocentes , sencillas emociones , adiós ! ... La paz huyó de mi corazón para nunca más volver ... ¡ Huyó para siempre , para siempre , para siempre ! ... Después de algunos momentos de profunda meditación , el joven tomó una actitud erguida , osada , como provocando al destino , una actitud de luchador en los juegos de Olimpia . - ¿ Y bien ? - dijo - . ¿ Qué importa ? Pensar , sentir , amar , aborrecer ... ¡ Esto es vivir ! ... ¡ Que se desaten los lazos de mi entorpecimiento letárgico ... Ella ha sido para mí como la vara de Moisés , que hizo brotase un manantial de la peña ... ¡ Corran , pues las fuentes de la vida tanto tiempo cegadas ! ¡ Que bramen los huracanes ! ¡ Que reluzcan los relámpagos ! ... ¡ Que rujan los truenos ! ¡ Nunca las ondas del mar saben elevarse a los astros sino en el furor de las tempestades ! ... Don Guillén , después de fijar una última mirada en la casa de Elvira , cerró la ventana y se dirigió a su lecho . ¿ Quién puebla los bosques de napeas y silvanos , los aires de sílfidas y genios y los mares de ondinas y nereidas ? ¿ Quién da sonrisa a la aurora y melancolía al crepúsculo ? ¿ Quién da formas , vida y colores al mundo seductor de las ilusiones ? ¿ Quién a su vez extiende el velo brillante de la ilusión sobre la creación entera ? ¿ Quién posee ese soplo mágico que infunde realidad a las ideas y sentimientos a lo insensible ? ¿ Quién sabe fabricar ese espejo encantado , en el cual se mira la imagen pura de todas las cosas sin mezcla de imperfección ? ¿ Quién ha sabido encontrar ese cielo jamás oscurecido por la noche y coronado por un sol que nunca sale , nunca se pone y que brilla eternamente ? ¡ Amor ! Tú eres la verdadera fuerza del hombre , y solamente con los resplandores de tu divina hoguera es como pueden contemplarse las maravillas de la creación . ¡ Amor ! ¡ Amor ! Tu soplo fecundo es el que esparce sobre el universo mil sublimes melodías , mil deliciosos aromas que regocijan al alma como a las flores el rocío . ¿ Quién entenderá la eterna conversación de la tierra con el cielo , si tu dulce llama no ilumina su inteligencia ? ¡ Amor ! Tú eres inteligente , tu eres sensible tu eres creador . Aun en la misma estación de los hielos , tú sabes sembrar las más bellas flores de la primavera sobre los pasos de la mujer querida . ¡ Con cuánta impaciencia aguardaba don Guillén el delicioso instante de ver a la encantadora Elvira ! Era la media noche . Todo en la aldea yacía en el más profundo silencio . Un hombre cuidadosamente rebozado se dirigía hacia la puerta del jardín de la casa de los Vargas . Apenas llegó al sitio que hemos indicado , tendió una mirada escrutadora en torno suyo , y después comenzó a llamar muy suavemente en el postigo del jardín . Nadie le respondió . Algo impaciente adoptó el partido de dar algunos paseos , rondando las tapias del jardín de Elvira . Súbito detúvose y fijó sus ojos atentamente en un punto , como si hubiese divisado algún objeto que le inspirase la más viva atención . Habla creído ver dos bultos cruzar por delante de sus ojos . La noche estaba hermosa y serena , la luna brillaba en el cielo en toda la plenitud de su plácido esplendor . Solamente el viento que corría era un poco frío ; pero la claridad de la luna hacía fácil cualquiera investigación que se intentase . El gallardo mancebo se encaminó resueltamente hacia el punto en donde le había parecido ver los dos bultos ; pero , con grande admiración suya , a nadie descubrió . Todas sus investigaciones fueron inútiles hasta que , por último , vino a convenir consigo mismo en que se había engañado . Don Guillén volvió inmediatamente a la puerta del jardín , centro sobre que gravitaba y norte de su esperanza . Volvió a llamar con el mismo recato que antes . ¡ Oh ! ¡ Cuán bello es ese momento en que el apuesto galán aguarda ver a la hermosura que adora ! ¡ Cuán dulcemente palpita su corazón ! ¡ Cuán suavemente las alas del amor agitan su cabellera ! Mil nacaradas tropas de placeres , como cándidos celajes , vuelan en torno de su frente , mil nuevos sentimientos agitan con delicia su corazón . Don Guillén había visto mil veces las pintorescas cercanías de la aldea en las hermosas noches de Mayo , cuando los ruiseñores cantan , cuando las luciérnagas brillan , cuando sonríen las praderas , cuando las pintadas flores exhalan sus perfumes . Pero nunca había experimentado lo que sentía ahora en los mismos sitios , en una noche de Diciembre . ¿ Qué nueva fuerza había aparecido en su ser ? ¿ Por qué ahora veía nuevas bellezas en todos los objetos ? Porque miraba al trasluz del mágico lente que el amor ponía delante de sus ojos . El joven creyó escuchar unos pasos ligeros que cada vez más se aproximaban a la puerta . Luego oyó una voz suave y misteriosa que dijo : - ¿ Sois vos , don Guillén ? - Señora mía , yo soy , que aguardo con impaciencia el veros . - Tened la bondad de ir por la reja . - ¿ Y en dónde está ? - Siguiendo las tapias del jardín , a mano izquierda la encontraréis . - Allá voy . El mancebo se dirigió rápidamente al punto de signado , en donde ya encontró a la encantadora doncella envuelta en un capotillo de terciopelo negro , que hacía resaltar maravillosamente la blancura de aquel rostro seductor , que venía a iluminar un débil rayo de luna . Durante algunos momentos , ambos jóvenes permanecieron silenciosos y absortos en una mutua contemplación . - ¡ Cuán feliz soy en volver a veros ! - exclamó don Guillén - . Nunca creí que fuese tanta mi dicha . Todo el día he estado pensando en este momento venturoso . - Yo también me he acordado mucho de vos . - ¡ Cuánto os lo agradezco ! ... Yo venía esta noche temblando , no sea que alguna desgracia os hubiese ocurrido , supuesto que vuestra familia es perseguida por enemigos poderosos . ¿ No habéis visto hoy a nadie ? - No , don Guillén . - Según dijo vuestra madre , el hombre misterioso que ayer pensaba robaros , es enemigo implacable de los Vargas , de lo cual se deduce que vuestra madre debe conocerlo . - Sin duda que es así . - ¿ Sabéis que me devora la más viva curiosidad por saber quién es ese hombre ? He dicho mal , no es la curiosidad , es el deseo de poder prevenir sus asechanzas ; pues si él continuara , en sus proyectos , creo que ha de costarle muy caro . - ¡ Cuánto goza , mi alma , con la idea de que vos sois mi protector ! ... - Capaz de dar por vos hasta la última gota de sangre . - ¡ Oh , don Guillén ! ¡ Cuán feliz soy ! - Solamente desearía saber cuál era el intento de ese hombre malvado , al pretender arrebataros de casa ... ¿ Es posible que ese hombre sea capaz de teneros odio ? - Mi madre dice que es el enemigo de mi familia ; pero ... La joven se detuvo y permaneció algunos minutos con la faz encendida y los ojos bajos . - ¿ Qué queríais decir , señora mía ? - Nada ... Me parece que mi madre se equivoca . - ¿ Respecto a qué ? - Respecto a creer que el hombre del sayo negro me tenga odio . - Ya lo he dicho yo también ... Me parece imposible que a nadie podáis inspirar odio ; aun cuando ese fuese un tigre ... Además , recuerdo me habéis dicho que algunas veces os ha requerido de amores , ¿ no es verdad ? - Sí , don Guillén . Elvira temblaba como la hoja en el árbol . ¿ Era a impulsos de la divina emoción de un amor volcánico ? ¿ Era que tal vez guardaba algún terrible recuerdo del hombre misterioso ? La verdad es que este personaje , cuyo rostro apenas había ella vislumbrado , le inspiraba sentimientos desconocidos . Elvira , en presencia de su raptor , se sentía turbada y afligida , pero al mismo tiempo fascinada y temerosa , como la paloma en presencia del milano . Hay en el alma de la mujer una facultad divina y poderosa que hace en ella lo mismo que la inteligencia hace en el hombre . Lo que éste conoce con vaguedad , la mujer lo presiente con extraordinaria energía , con la seguridad infalible de un profeta . Hablamos de los presentimientos , y nos atrevemos a asegurar que en aquel instante eran muy negros y terribles los que agitaban el corazón de Elvira . No podía pensar en su raptor sin estremecerse , como el que , caminando por una pradera florida , ve de repente saltar de entre sus pies una verdinegra sierpe , que se desliza , silbando y crujiendo sus flexibles anillos . Pero muy pronto la presencia de su amante disipaba en ella todos los negros fantasmas de su imaginación , como se disipan las nieblas a los rayos solares . - ¿ Y no salvéis quién sea ese hombre singular ? - preguntó don Guillén , que con tenacidad insistía en averiguar quién fuese el raptor de su adorada . - ¡ Oh ! Ignoro quién pueda ser . Todo lo que mi madre me ha dicho es que ese hombre aborrece mortalmente a mi familia , que es muy rico y poderoso , que dispone de grandes medios para sus venganzas , y por último , que es un infame , a pesar de la orden que profesa . - Pues qué , ¿ no es seglar ? - No , señor ; es religioso . Don Guillén hizo un gesto muy marcado de admiración . Sin dada alguna aquella noticia causó en él gran sorpresa . El joven quedose asaz pensativo , y desde aquel instante concibió el proyecto de averiguar a todo trance quién fuese aquel personaje , que se ponía en su camino , envuelto en el misterio y con una actitud amenazadora . Formada esta resolución irrevocable , pensó en entregarse con toda su alma al placer de hablar de su amor con la encantadora doncella . Ésta parecía algún tanto inquieta y afligida . Don Guillén lo notó fácilmente . ¿ Qué se oculta a los ojos perspicaces de quien de veras ama ? - ¡ Qué tenéis , hermosa señora , que me parece leo en vuestros ojos síntomas de pesar , cuando en este momento es poco un corazón para tanta y tan inefable ventura ? - ¡ Ah don Guillén ! Parece que el cielo envía envuelta siempre la dicha con penas . ¡ No hay rosas sin espinas ! - ¿ Pues qué os sucede , señora ? - Que como si no bastasen las pruebas crueles por que ha pasado mi pobre madre , la Providencia ha querido aumentar ahora sus padecimientos y los míos . Con el susto que anoche le causó mi corta ausencia , han tomado sus temores un carácter más sombrío , y como que ya los años son muchos y las fuerzas pocas , conozco que cada día le hace una impresión más funesta cualquier acontecimiento contrario . Desde anoche la estoy viendo sufrir y llorar , y , no obstante , aun cuando yo quisiera estorbarlo , no puedo impedir ni evitar el encontrarme dichosa . - ¡ Misterios del corazón ! - murmuró don Guillén en voz baja y conmovida . - Tal vez ahora mismo la fiebre esté abrasando su venerable frente ; pero yo os había prometido salir a hablaros esta noche , y no podía faltar a esta palabra ... ¡ Ah don Guillén ! Si no hubieseis venido , yo habría muerto de dolor , porque ... Yo os amo , gallardo caballero , con todo el fuego de mi corazón ... Al llegar aquí , la voz argentina de la joven estaba trémula , su seno palpitaba , sus tersas mejillas se cubrieron de un ardiente carmín , y sus hermosos ojos , humedecidos por una lágrima de ternura , se fijaron con timidez sobre el rostro varonilmente bello del amartelado galán , que , arrebatado de su entusiasmo amoroso , prorrumpió : - ¡ Criatura angelical ! Yo no sé qué espíritu de bendición agita sus alas de oro en torno mío , cuando mis ojos se encuentran con los tuyos . Al contemplarte , hermosa mía , conozco que mis pies se desprenden del cieno de la tierra , y que , fijas mis miradas en tu imagen circuida de soles esplendorosos , creo ver en ti , dulce criatura , el compendio y cifra de todos los cielos . ¡ Mujer divina ! ¡ Tú no sabes lo que vales ni lo que puedes ! ¿ Hay por ventura sobre la tierra algún poder semejante al tuyo ? ¿ Quién conmoverá mi corazón y encadenará mi voluntad como una mirada de tus ojos o una sonrisa de tus labios ? Hasta tu mismo nombre , Elvira encantadora , hasta tu nombre parece designado por el destino para que yo le adore . Una Elvira me dio la existencia , que yo consagro gustoso a otra Elvira . - ¿ Qué queréis decir ? - Mi madre se llamaba doña Elvira de Carvajal . ¡ Triste de mí ! El cielo quiso que yo no la conociera ... ¡ Cuán cruel es causar la muerte a quien nos da la vida ! ... Hasta esta circunstancia de llamarte así , parece que me impone el deber de aumentar hacia ti mi idolatría , si el aumentarla fuese posible . - ¡ Qué inexplicable ventura ! ¡ Cielos ! ¿ Por qué habéis permitido que yo viva tanto tiempo sin experimentar lo que ahora experimenta mi corazón y que mi lengua no alcanza a expresar ? ... Cuando el viento gemía en el bosque , cuando las nubes se apiñaban en el cielo , cuando veía cruzar las aves despavoridas que iban a guarecerse en sus nidos de la próxima tempestad , cuando desde mi ventana oía el eco lejano de los sencillos cantares de los pastores , cuando contemplaba el día moribundo en brazos de las primeras sombras de la noche , ¡ ah , don Guillén ! no podéis figuraros qué emoción tan profunda me causaba todo esto . Mi corazón palpitaba violentamente , mis ojos se deshacían en lágrimas , y allí en el bosque sombrío y entre los misterios del crepúsculo , yo descubría la imagen de un gallardo caballero , una imagen que se os parecía y que con melancólica frente suspiraba tal vez por mi amor ... Yo entonces lloraba , porque mi corazón estaba muerto para la dicha real , porque mi ilusión no era una verdad , porque el mundo vacío no me ofrecía ningún deseo , ningún placer , ninguna emoción comparable a la que ahora siente mi pecho ... ¡ Oh Dios mío ! Ahora ya puedes llamar a tu criatura hacia tu seno , porque ahora yo he gustado la dicha de la tierra , he vivido , he amado . - ¡ Elvira mía ! ¿ Es verdad que tú me adoras ? ¿ Podré estar seguro de que jamás me olvidarás ? ... - ¡ Nunca ! ¡ Oh ! ¡ Nunca ! Yo te amo , sí , yo te amo . - ¡ Dios mío ! ¡ Y dirán que ya el paraíso no está en la tierra ! - Yo conozco que debería ser menos franca , según lo exigen los usos establecidos ; pero ¿ se encuentra siempre la verdad en las fórmulas del mundo ? Ya que con tanta fuerza experimentamos el santo sentimiento de un amor puro , entreguémonos con confianza a las emociones de nuestro corazón , que nos dice la verdad , que de seguro conoce que tu amor y el mío es sincero . Y así diciendo , la encantadora Elvira al través de la reja abandonaba su linda mano al gentil caballero , que la cubría de besos apasionados y de lágrimas de felicidad , de esas lágrimas que el amor arranca en ciertos instantes deliciosos , en que parece que Dios derrama sobre sus criaturas los inagotables tesoros de su ternura infinita . En aquel momento , los dos venturosos amantes habían olvidado el mezquino planeta en que habitan los hombres , y en alas de su amor se remontaban a esas regiones desconocidas , a las cuales sube el espíritu de aquellos elegidos de entre los mortales que atraviesan el piélago undoso de la vida en los cariñosos brazos del amor fiel y nunca desmentido del amor puro , generoso , desinteresado . Pero ¡ ay ! Siempre junto a un placer hay un dolor , siempre en el apacible valle se descubre una roca descarnada , siempre en el florido prado se oculta una serpiente venenosa . Don Guillén contemplaba extasiado a la hermosa Elvira ; pero de vez en cuando en lo más intimo de su pensamiento se levantaba una sospecha , como una negra nube en el azul purísimo de un hermoso cielo de primavera . ¿ Qué motivos tenía don Guillén para dudar del amor de Elvira ? Ninguna razón tenía , es verdad ; pero si él dudaba , si se afligía , si sospechaba , ciertamente que no era porque él lo desease . A pesar suyo , de vez en cuando , en el momento más dichoso , divisaba la faz ceñuda y sombría de la desconfianza en medio de los mágicos horizontes que su amor apasionado le pintaba . ¿ Tal vez amaba Elvira por ambición al señor de Alconetar ? Si éste hubiese sido un simple caballero , ¿ pudiera haberse lisonjeado de inspirar a la joven la misma volcánica pasión que ahora sentía o que afectaba sentir ? Tales eran los pensamientos que , tímidos , confusos e indecisos , se asomaban alguna vez a la mente del señor de Alconetar ; pero éste los rechazaba con horror . Acaso la inquietud de Gómez de Lara pudiera atribuirse a la expresión extraña de astucia y de voluptuosidad que algunas veces revelaban los ojos incitantes de la agraciada Elvira . Pero estas llamaradas de un corazón ardiente y sediento de goces pasaban , rápidas como relámpagos , y otra vez el pudor y la tímida ternura volvían a aparecer en los bellos ojos de la joven con todo su encanto virginal . Mientras que don Guillén y Elvira se entregaban a sus amorosos delirios , tres hombres se ocultaban entre unas encinas que formaban un bosque poco distante de las tapias del jardín de la casa nombrada de los Vargas . El uno de ellos parecía como el jefe , según podía deducirse de las muestras de respeto y consideración que le daban los otros dos , quienes , al parecer , eran esclavos moros . El jefe de estos personajes era de mediana estatura , de color cetrino , de luenga barba y de una actitud altanera , que denotaba el hábito de mandar y ser obedecido . Traía calzadas unas grandes espuelas que hacía resonar a cada paso que daba , espada de rica empuñadura , y pendiente del cuello un cuerno de caza , primorosamente embutido de plata , que resaltaba sobre su ropilla de terciopelo negro guarnecida de finas pieles . El caballero decía : - ¿ Habéis visto a don Guillén ? - Sí , señor ; cuando salió del castillo lo fuimos siguiendo hasta que se detuvo en las tapias del jardín de doña Elvira . - ¡ Ira de Dios ! - El tal don Guillén , - continuó uno de los esclavos - , debe tener una vista como un águila , porque , a pesar de ser de noche , tengo para mí que nos descubrió , supuesto que , abandonando el postigo del jardín , se dirigió hacia donde nosotros nos hallábamos y comenzó a examinar a su alrededor con un cuidado y atención , que harto bien denotaba que nos había columbrado ... - ¿ Y por fin os descubrió ? - preguntó con vivacidad el caballero . - Nosotros tuvimos la buena ocurrencia de escondernos en un barranco rodeado de árboles , y allí nos aplastamos como gazapos . A no haberlo hecho así , sin duda alguna nos hubiera descubierto . - Y después ¿ no dio muestras de desconfianza ? - Al contrario ; según pudimos deducir , él se convenció de que sus temores habían sido infundados , y con todas las señas de un hombre perfectamente tranquilo , volvió a situarse en la puerta del jardín ... - ¿ Y ella ha salido a hablarle ? - preguntó vivamente el desconocido . - Doña Elvira salió a los muy breves instantes . - ¿ Le abrió tal vez la puerta ? - preguntó el jefe con voz trémula . - No , señor . Por lo visto , le diría que fuese a una reja que hay en el jardín al final de la tapia , pues que luego que los dos cambiaron algunas palabras por el postigo , don Guillén se dirigió a la reja que ha dicho , en donde ahora se encuentran los dos hablando . - Si queréis verlos , señor , - dijo el esclavo que hasta entonces había guardado silencio - , no tenéis sino dar algunos pasos hacia el camino , y desde allí se descubre la ventana ... ¡ Venid , señor , venid ! Había en la entonación de aquel esclavo alguna cosa de irónico , de cruel , de complacencia satánica . - ¡ Venid , señor , - repetía - , venid . - No , no quiero verlos , - repuso el caballero con acento sordo e iracundo . - Y ahora , ¿ qué hemos de hacer ? - preguntó el otro esclavo .