A . . . . . . . . . . « ¿ Ama de veras el hombre ? » me preguntaste ayer en un momento de crísis . En amor todo se hace cuestion de gabinete . Ayer me sonreí ; mi respuesta á aquella pregunta es este libro ; no te quejarás : los dias que tarde en escribirlo pensaré en tí , y esto halagará tu amor ... propio . ¿ Ama el hombre ? — Mad . de Stäel opina que el amor es un episodio en la vida de los hombres y la historia entera de la vida de las mujeres ; pero no debes dar entero crédito á Mad . de Stäel , porque pertenecia á tu sexo : no era leon el pintor . No te asuste el título de mi novela , creyendo encontrar en sus páginas las fibras , ventrículos , membranas , túnicas , etc de que se compone el corazon ; aunque este , segun los anatómicos , no es más que un robusto músculo que sirve de órgano principal del circuito de la sangre , en el cual consiste la vida ; es tambien verdad que se le simboliza como centro moral de las pasiones . Mi anatomía no es física : mi escalpelo es la razon ; así , mi libro no será didáctico . Si cuando leas la última línea no quedas convencida , no me culpes : un libro sobre el amor es un libra más . ¿ Qué puedo yo decir en pro de una investigacion que ha trastornado el cerebro de cuantos pensaron y escribieron , sin despejar la incógnita ? — El nihil sub sole novum es una gran verdad ; además , nihil dictum est , quod non sit jam dictum prius . — Esto te lo copio en latin para que no lo entiendas . ¿ Qué es el amor ? — Buscaré definiciones que ilustren tu razon . El amor es ser dos y no ser más que uno ; un hombre y una mujer que se funden en un ángel : es el cielo . — Víctor Hugo . El amor es el único bien que no se puede apreciar ; el amor es el único mal para el que no se encuentra remedio ; pintadlo como un monstruo peligroso ; representadlo como un Dios bienhechor , y lo encontrareis perfecto en uno y en otro retrato . — De Bernis . El amor es un niño grande ; la mujer es su muñeca . — Mad . Voillez . El amor no es más que un olvido de la razon . — San Jerónimo . El amor es una locura que proporciona al hombre los placeres más grandes que en la tierra es dado gozar á los seres de su especie . — Stendhal . El amor es el deseo de lo desconocido llevado hasta la rabia . — Petiet . El amor es el calor inagotable que rejuvenece á los séres , los hace florecer y los reviste de esperanzas ; es el atractivo inseparable de toda señal de perfeccion . — Sénancourt . El amor es el egoísmo de dos séres . — De la Salle . El amor triunfa de todo . Omnia vincit amor . — Virgilio . El amor habita en las almas más hermosas como el gusano roedor se esconde en la flor más lozana . — Shakspeare . El amor es un convenio borrascoso que acaba siempre por una bancarota . — Champfort . El amor es el único tercero á quien ponen los amantes buena cara . — Dupuy . El amores un alquimista . Un enamorado es casi siempre un hombre que habiéndose encontrado un pedazo de carbon , lo guarda como un tesoro en el bolsillo , diciendo : « Es diamante . » — Stahl . El amor es el rey de los jóvenes y el tirano de los viejos . — Oxenstiern . El amor nace bruscamente , sin otra reflexion , por temperamento ó por debilidad . — La Bruyére . El amor es hijo de la pobreza y del dios de la riqueza : de la pobreza porque siempre pide ; del dios de las riquezas porque es liberal . — Platon . El amor es el arquitecto del universo . — Hesiodo . El amor es el perturbador del mundo . — Bacon . El amor no puede vivir sino por el sufrimiento , cesa con la felicidad , porque el amor feliz es la perfeccion de los sueños más hermosos , y toda cosa perfecta ó perfeccionada toca á su fin . — Mad . de Girardin . El amor es una pasion que no se somete á nada , y á quien , al contrario , se somete todo . — Madlle . Scudéri . El amor es la pasion de las almas grandes , y les hace merecer la gloria , cuando no les trastorna la cabeza . — Mad . de Pompadour . El amor es un tirano que á nadie perdona . — Corneille . El amor es un combate desigual , donde se impone al más tímido , al más débil , la necesidad de obtener siempre la victoria . — Mad . Riccoboni . El amor es siempre en la vida una página escrita en hebreo . — Arséne Houssaye . El amor , como las viruelas , es más peligroso cuanto más tarde viene . Venit amor gravius quo serius . — Bussy-Rabutin . El amor es la ocupacion de los desocupados . — Diógenes . El amor nace de nada y muere de todo . — Karr . El amor , como el fuego , lo purifica todo . — Mad . Robert . El amor nivela el talento y la tontería . — Gresset . El amor es un mendigo que pide aun despues de haberle dado todo . — Rochpédre . El amor encuentra disculpa para todos los crímenes que hace cometer . — Mad . de Sartory . El amor que corrompe muchas veces los cuerpos puros , purifica algunas veces los corazones corrompidos . — Latina . El amor es una pasion ciega que pone su venda á todos los que avasalla . — Séneca . El amor es la única cosa que no quiere más comprador que él mismo . — Schiller . El amor es toda la ambicion de la mujer ; para el hombre , al contrario , no es más que el sueño momentáneo de la ambicion . — Stern . El amor es un señor poderoso que guarda sus tierras ; sólo en su ausencia se puede atrapar la caza . — Dupont de Nemours . El amor es un encanto ; gocemos de él sin procurar conocer y definir lo que nos divierte y seduce . Anatomizar el amor es querer curarnos de él . — Ninon de Lenclos . El amor son las alas que Dios da al hombre para que suba hasta él . — Leroux . El amor es un contrato como el matrimonio . — Jorge Sand . El amor es una gota celeste que el cielo derramó en , el cáliz de la vida para corregir su amargura . — Rochester . El amor es un no sé qué , que viene de no sé dónde , se forma no sé cómo , y nos encanta por no sé qué cosas . — Le P . du Bosc . El amor es … … … … … … — Goldsmith , Lamartine , Balzac , Michelet , Feijoó , La Rochefoucauld , Lessing , Larra , Rousseau , Byron , Ovidio , Montesquieu , Fenelon , Bossuet , Marmontel , Quevedo , etc . , etc Ahora bien : despues de oir á tantos sábios , filósofos y poetas , defíneme con exactitud el amor . Por mi parte voy á discurrir sobre todo lo que dijeron , deduciendo cuál se acerca más á la verdad . Escucha : Creo que con mi lógica irresistible acabo de convencerte : ya sabes fijamente cuál tiene razon . Valgo menos que esos autores ; pero ¿ quién me quita el derecho de investigar , dando mi opinion ? Y para determinar la síntesis de mi libro , ahí va una definicion enteramente mia : El amor es un pozo de agua cristalina , pero la humanidad se da tal maña que lo revuelve y saca sólo el cieno del fondo . Ayer . — Hé aquí una palabra que ningun lexígrafo ha determinado con propiedad . En su verdadero sentido , no es más que el dia antecedente , inmediato al en que se habla . Dándole la Academia española mayor latitud , nos la define : « Poco tiempo há . » Pero esa definicion es muy pobre . Cerrad los ojos , coordinad vuestras ideas para traer al pensamiento un torbellino de memorias , y en vuestros labios se dibujará una sonrisa dulce ó amarga ; esa sonrisa es la significacion exacta de la voz ayer . Ese movimiento de los labios , por imperceptible que sea , es más elocuente que la misma lengua , y describe con más propiedad que la pluma de los lexígrafos . Ayer no es el dia antecedente ; ayer es la vida entera del hombre ; es el panorama de los recuerdos ; es el espejo del género humano . ¿ Qué es la historia ? — El ayer de los pueblos ; las páginas de gloría ó de baldon que legamos á nuestros hijos ; aquellas se graban en mármoles para perpetuarlas , ó se escriben en frágiles hojas de papel que , á pesar de su fragilidad , tambien se perpetúan ; estas se graban en el pensamiento , y la tradicion se encarga de trasmitirlas á las generaciones venideras . ¡ La idea no muere , aunque la cubra el polvo de cien siglos ! — ¡ Hé ahí el ayer ! Lo que va de ayer á hoy . — Esta frase adverbial que se ha deslizado de mi pluma , al empezar el capítulo , tiene una explicacion sencilla . Al coger el libro que encierra la primera parte de mi novela , para , prepararme á escribir la segunda , el tiempo , ese enemigo inplacable del amor propio , me puso delante de los ojos el espejo del género humano , el ayer desconsolador , y reconcentrándome un momento , la mano trazó en el papel esas palabras que acaso al lector le parecerán vacías de sentido . ¡ Pero no ! ¡ esa frase no es un grito desconsolador de la vanidad al divisar las canas que coronan mi frente ! ¡ no es el quejido del sentimiento al recordar una época en que andaba por el mundo en pos de quiméricas ilusiones , sembrando desventuras y recogiendo desengaños ! Al contrario ; esa frase es la emanacion de un alma tranquila , que se encuentra rodeada de goces puros , olvidando el pasado , disfrutando del presente y soñando con el porvenir . La paz del corazon es el gran problema de la vida ; y fácil es comprender que no se resuelve corriendo tras de locas esperanzas , y mucho menos llevando la desolacion á las familias por alcanzar el triunfo de torpes satisfacciones . — ¡ El hogar ! ¡ Hé ahí la síntesis de la dicha humana ! — ¡ La familia ! ¡ Hé ahí el lazo santo que nos une á Dios ! ¡ Maldicion sobre el hombre que profana el hogar con su atrevida planta para turbar el cuadro de amor de una familia ! — ¡ La virtud ! ¡ sólo ella proporciona legítimas satisfacciones al corazon ! ¿ Pudiera acordarme de ayer sin bajar la frente para esconder las lágrimas de la contricion ? Ayer , en mi vida , quiere decir : las expansiones de un alma ardiente , sin freno , sin reflexion , desbordada á impulsos del capricho que robaba su máscara al amor . Hoy , purificado , siento latir en mi pecho el corazon , acorde como la máquina de un reloj , gozando de las inefables dulzuras de la calma que proporciona una conciencia sin torcedores , un sueño sin desvaríos , unas horas sin alteracion . Al clavar los ojos en la primera parte de mi libro , me he visto en el espejo del género humano , jóven , muy jóven , vagando con la imaginacion por el mundo como la mariposa por el jardin , ansiosa de todas las flores , hambrienta de deseos ; y pasando la mano por los ojos , para borrar la tentadora ilusion , me he vuelto á contemplar el cuadro que me rodea , he acariciado con el pensamiento la dulce compañía de una esposa adorada , he besado con amor las frentes purísimas de los ángeles que embellecen mi hogar , y he exclamado , con sabrosa fruicion : ¡ lo que va de ayer á hoy ! — ¡ Soy feliz ! Entre la primera y la segunda parte de mi novela han pasado para el lector doce años , pero para mí ha pasado un siglo ; hace muchos años que escribí la primera , en el vértigo de la vida agitada de la juventud , y hoy , al tomar la pluma para continuarla , soy otro hombre ; puede decirse que entre las dos media un abismo . El lector elegirá entre sus páginas las que simpaticen con su modo de pensar . Un libro no es una historia del que lo escribe , pero en sus hojas se encuentran siempre pedazos de su alma que se deslizan por el papel , escapados al sentimiento íntimo que une al autor con sus lectores . No me atrevo á borrar algunas ideas de ayer porque sería quitar líneas características á la fisonomía de la obra , si se permite valerme de esta frase . Por eso he dejado íntegra la introduccion que antes servia de prefacio á mi novela ; pero necesitaba de un correctivo , y ahí van estas líneas que forman el segundo capítulo de la introduccion misma ; por eso , repito , he dejado intacta la dedicatoria á una mujer , que no es por cierto la mia . A . . . . . . . . . . Hé ahí la dedicatoria . — Y voy á ser franco con mis lectores para que aprendan á estimar el valor de los extravíos mundanales . Esos puntos suspensivos ocultan un nombre á los lectores ; pero lo extraño es que tambien lo ocultan al autor ; despues de revolver el archivo de mi memoria , despues de traer al pensamiento los nombres de muchas mujeres , me he convencido de que la dedicatoria es un jeroglífico indescifrable ; esos puntos suspensivos son una lápida sin letrero en el cementerio de mi corazon ; he perdido él recuerdo de ese nombre , como he perdido la impresion de la mujer que me inspiró el libro . Sólo me queda la vaga idea de un ensueño que me alucinó hasta el punto de coger la pluma para dedicar un libro á una pasion que no habia de ser eterna , teniendo la inadvertencia de no escribir el nombre para no sepultarlo en el olvido . Más vale así ; es un lazo menos que me liga á mi pasado algo tempestuoso ; una mujer que cruza por nuestro corazon deja siempre una huella , y el olvido es el bálsamo consolador para las almas afligidas . ¡ Dichoso yo que supe olvidar ! El amor de la mujer es una lámpara que arde en el corazon del hombre ; el desengaño ó la veleidad se entretienen en apagarla y en volverla á encender ; pero poco á poco consume el óleo de la vida , y si á tiempo no se inflama con el rayo eterno de la sagrada luz del matrimonio , se extingue para siempre , sin consuelo para el mismo corazon , sin provecho para la humanidad . Ese enigma que se esconde en unos puntos suspensivos no es más que un pedazo del corazon de un ib hombre que lo fué esparciendo por el mundo como esparce una coqueta las flores de su ramillete , sin apreciar su valor , sin saber que tienen una existencia y que en cada una guarda un secreto que debia ser imperecedero . Esa mujer , hoy para mí desconocida , es uno de mis arrepentimientos . Este libro , sin ser mi historia , es el misterio de mi vida ; él me enseña las transiciones de la existencia ; en una palabra , me enseña lo que va de ayer á hoy . ¿ Cómo no he de amarlo con predileccion sobre mis otros libros que representan para mí solo una época ? Este libro es el pasado tendiendo su mano al presente ; es el presente escalando el porvenir . La primera mitad brotó en horas de insomne tribulacion , falseando los sentimientos , dando mentiras á cambio de mentiras , sintiendo agitada la mano por la presion de una mano embustera , con el cerebro alterado por esperanzas ilusorias , con los labios abrasados por el fuego engañador de un beso sin sustancia . La segunda mitad brota en horas de tranquilo bienestar , con la vista fija en el porvenir , que abre sus dilatados horizontes á los hijos de mi amor , acariciando en mis rodillas los ángeles que me cantan en coro el himno de la felicidad y me ofrecen en el castísimo beso de sus labios de rosa un deleite que nunca se acaba , una esencia que nunca se pierde porque no pertenece al mundo . ¿ Cómo no he de ser apóstol del matrimonio si canto mis glorias ? ¡ Las almas mezquinas que no han llegado al altar sino para profanarlo , doblen las frentes y huyan avergonzadas ! — ¡ Hé ahí el problema ! Doy mi libro completo , y al fijarme en las dos épocas que para mí representa , concluyo regocijándome con esta exclamacion : ¡ lo que va de ayer á hoy ! « Atendiendo á los heróicos servicios prestados en la guerra civil por el brigadier D . Cárlos de Medina , vengo en ascenderlo al empleo de mariscal de campo , etc . » Este decreto apareció en la Gaceta de Madrid de un dia de no sé qué mes del año 1839 . Toda España conocía el nombre de D . Cárlos de Medina : la prensa , con sus cien sonoras trompetas , lo habia proclamado diariamente en los siete años de guerra , y hasta los ciegos , con sus gritos más modestos , pero más vocingleros , habian aturdido á los habitantes de Madrid , pregonando las Gacetas extraordinarias que contaban los grandes servicios de Medina : servicios que el gobierno recompensaba con una faja . La guerra civil habia terminado . Poco tiempo despues de la fecha del decreto anterior llegó Medina á Madrid . Aunque un nuevo mundo le franqueaba sus puertas , no pisó la corte desvanecido con sus glorias y ganoso de placeres para él desconocidos ; apenas habia abierto los ojos á la razon , su familia lo habia enviado al colegio militar ; al ponerse la charretera estallaba la guerra , y corrió al campo de batalla , adonde le llamaban sus instintos y aspiraciones . Siete años le habian bastado para conquistar una fama colosal que ciñó su frente con legítimos laureles ; el temple de su alma y su pericia le colocaron en primera línea , consiguiendo al cabo contar los dias de guerra por sus triunfos . La fortuna es un genio que eleva al que cubre con sus alas . Medina vió premiado su valor , y aunque la terminacion de la guerra era su sueño , como el de todo buen español , cerró el camino de su ambicion . Medina tenia treinta años , una elevada estatura , una gallarda presencia , y unos ojos negros y rasgados , cuya mirada penetrante no era posible sostener : su mirada era la del águila ; en sus pupilas estaban retratadas la altivez y la osadía ; sus cejas pobladas se unian , dando á su fisonomía un ceño imponente ; y , sin embargo , su fisonomía revelaba dulzura siempre que sus cejas no se fruncian , efecto de alguna idea que al cruzar por su imaginacion era nuncio de una tempestad pronta á estallar ; su voluntad era un rayo ; no sabia dominarse : al suplicar , mandaba . Como la campaña lo habia alejado de la corte , no comprendia que nunca debiera el hombre ocultar sus impresiones ; para él siempre estaba el hombre á merced de los sentimientos ; nunca los sentimientos á merced del hombre . En la carrera militar los individuos son como los guarismos , que valen segun el lugar que ocupan . Medina , que habia aprendido á obedecer , aprendió tambien á mandar ; verdad es que esta se aprende pronto . Para conocer á cualquiera , fijaba los ojos en el distintivo de los hombros ó de las bocamangas del uniforme : debajo del , uniforme hay sólo una máquina que obedece al movimiento de un resorte : una máquina sin aparente instinto de conservacion , puesto que ni la vida le pertenece . Y á pesar de eso , la milicia es una carrera gloriosa : en sus banderas están escritos nuestros fastos célebres ; en sus pendones están grabados nuestros preciosos anales . No comprendia Medina cómo los hombres podian vivir sin subordinarse domésticamente , sin depender cada cual de un superior . Sabiendo que la mentira estaba penada por la ordenanza , al llegar ala corte no hubiera creído que los hombres pasan aquí como pasan las monedas falsas , galvanizándolas para darles un valor ficticio ; no veia los antifaces que cubren los rostros ; en este carnaval , perpétuo que llaman vida cortesana . No le digais que un hombre vive de la usura y que se presenta con la cara del filántropo , porque llevando en la mano izquierda el Código , irá á arrancar con la derecha esa careta engañosa . No le aseguréis que una mujer que blasona de virtud envuelve su mercenaria hermosura con la riqueza de un desventurado que para saciar su necesidad despoja á su mismo padre , porque poniendo la , mano sobre su corazon puro , gritará : ¡ imposible ! No le querais convencer de que ese hombre : que atropella á la gente con su carruaje vive de la infamia y del robo , que cubre con los nombres de especulacion y lucro , porque se cruzará en su camino y empuñará su noble espada queriendo , como D . Quijote , desfacer un entuerto . Nada le digais : Medina puso el pié en : un mundo que no conocia , como el niño que descalzo se lanzara á cruzar un pedregal ; ya aprenderá á precaverse ; no le quiteis esas ilusiones que lo hacen feliz , pues , cada ; una que se le arrancara , sería una : leccion para el porvenir . ¿ No desagrada el que se nos refiera anticipadamente el argumento de una obra dramática ? Para Medina , al entrar en ese gran teatro del mundo , todo debe ser inesperado : fuera injusto privarle del derecho de sentir esas emociones violentas , esas peripecias de la vida , que forman un drama en cada historia : por más insignificante que parezca un ser , es actor , y actor inimitable , en escenas que nadie le ensaya ; y que desempeña sin ajustarse alas reglas del arte . Para Medina la vida habia sido una epopeya : entre los peligros y los arrebatos del entusiasmo habían trascurrido aquellos siete años que formaban su existencia entera ; se habia remontado á la tragedia , que parecia ser la aspiracion de su alma , y juzgaba trivial la comedia y pobre el drama . Qué error tan craso ! En el teatro de la vida no hay para el hombre género que le corresponda ; el primer actor de ayer es hoy último comparsa ; el gracioso dé hoy será mañana traidor de melodrama . Los hombres truecan sus papeles con sólo mudar de trajes . La espontaneidad es el arte : el arte es la verdad ; el estudio perfecciona , pero no crea . Un pobre diablo se cree gigante , como el héroe de Austerlitz , y buscando su Santa Elena va á morir en un hospital de dementes . Por el contrario , ¡ ved ese hombre oscuro , que no quiere gloria , que se asusta al leer su nombre impreso en una simple citacion del Diario de avisos ! ¡ presa de un vértigo espantoso , acaricia el crímen y levanta el puñal ! ¡ contemplad esa fisonomía en el terrible instante ! ¡ Los celos extraviaron su razon , y la razon extravia su mano , que en vez de buscar su propio corazon , va á herir el de la mujer que adora ! ¡ Ese hombre se eleva á la altura trágica . ¡ Hé ahí á Otelo ! ¡ Hoy le censura justamente la destemplada voz del gacetillero , y acaso le glorifique mañana la robusta lira del poeta ! ¡ Cuánto hubiera dado Máiquez por ese momento de verdad ! Hay una distancia inmensa de la tragedia al sainete , y , sin embargo , se representa en el mismo escenario y por los mismos actores , que al descalzarse el egregio coturno y soltar la malla se calzan el botin andaluz ó se envuelven en la faja del chispero : todo es obra de un instante . ¿ Pasa por ventura otra cosa en el mundo ? Buscad un hombre que represente la mision que esté llamado á cumplir . Ahora noto que me voy separando de mi asunto . — Los hombres son , fueron y serán siempre , lo mismo , y nada adelanto con enseñar lo que saben todos . Mi mision en este caso iria más allá de lo que prescribe el mandamiento de la Iglesia . ¿ Y el general D . Carlos de Medina ? ¡ Ah ! ... : Si vienes conmigo , lector , al Prado de Madrid , te diré lo que el caballo de copas de nuestras antiguas barajas : AHÍ VA . Con efecto , el general Medina , el héroe de la guerra civil , se pasea tranquilamente por el espacioso salon , confundiéndose con aquella turba que se codea y se empuja y se cierra el paso para cumplir con el precepto desasear . Qué ganas me asaltan de discurrir sobre ese ridículo precepto ! Tengo un amigo — ¿ quién no tiene amigos ? — que hace muchos años me predica para quitarme el vicio que me domina de ir al Prado siempre que el tiempo lo permite . En vano busco pretextos para disculpar mi necesidad , fundándola en que es una prescripcion higiénica del médico , pues él , que dudando de todo duda de los médicos , me contesta que los animales no pasean y estás sanos . Ello es que me aburro en los paseos : solitarios y que necesito , para dar expansion al cuerpo , entretener los ojos en ese variado panorama que tiene , como Atenas , su Pandemonium : sólo que en Madrid la fiesta es diaria . Tengo más cariño á la silla del Prado que á la butaca del teatro ; alguna vez me ocurre invadir con la mente el tiempo futuro , y me veo decrépito entre esa generacion queme viene empujando ; si algo me desconsuela , es la idea de que entonces ya las mujeres serán para mí libros que no podrán leer mis ojos cansados : contra semejante idea me sublevo , y acaso por esta razon , cada dia que voy al Prado abarco con el pensamiento aquel tumulto de mujeres , ávido de recobrar las ilusiones perdidas , ávido de encantos que huyen y que veo con el negro prisma de los treinta años . ¿ A qué va la gente al Prado ? — A que la vean . La madre expone á sus hijas . Las hijas , su cara . El marido , á su mujer . La mujer , las galas del marido . Los calaveras , su amor vergonzante . La juventud , su vejez prematura . La vejez , su postiza juventud . El tramposo , sus miserias . El vicio , su apariencia de virtud . Y la virtud , su triunfo , dudoso siempre para el mundo . En esta exhibicion general , todos los géneros se confunden : el Prado es el mercado del amor . La mujer vale en lo que ella misma se tasa ; al hombre , por el contrario , lo tasa el mundo . ¿ Por qué voy al Prado ? ¡ Ah ! yo soy uno de tantos ; allí está escrita la pobre historia de mi primera juventud ; en cada pié de terreno encuentro una emocion , un recuerdo ; allí , como todos , compré los desengaños á muy caro precio ; allí está mi corazon , hollado por los pies de muchas mujeres ; desde allí he creido subir al cielo ; desdé allí he creido bajar al infierno ; la mujer es el ángel ó el demonio de nuestra existencia . ¡ Deliro por las mujeres ! Cuando me engañan ; las perdono , porque tengo una idea fija que me preocupa en su favor ; las mujeres son la imagen de mi madre ; mi madre es para mí la imagen de una divinidad ; deduciendo , me convenzo de que no pueden ser malas , y si tengo que vengar alguna ofensa , vuelvo la vista hacia ellas , y ellas vencen siempre . Cuando sea viejo , es decir , cuando las mujeres me dejen , porque yo difícilmente sabré , dejarlas , iré al Prado á leer mi historia , á pedir á cada asiento una página , á cada árbol un capituló . Los árboles tambien habrán envejecido ; pero ellos ¡ ay ! darán sombra , porque tienen su primavera anual . ¡ Felices los árboles ! ¡ El hombre no tiene más que una primavera ! Perdona , lector ; me distraje con mi propia persona ; oigo que me preguntas de nuevo por el general Medina , y vuelvo á repetirte : AHÍ VÁ . Un hombre de bigote cano Te acompaña , apoyándose en su brazo ; van embebecidos en su conversacion , sin reparar en la gente que los observa . : El anciano habia referido sus hechos gloriosos en Bailen . Medina , en cambio , contaba su triunfo en Morella . Para aquél , el Prado era un libro insulso ; para éste , un libro cerrado . Al pasar Medina , las gentes le miraban , hablándose al oido ; decididamente su presencia causaba sensacion . ¿ Tiene algo de extraño ? Jóven , con una carrera brillante , con una figura distinguida y con el inmenso prestigió de su gloria , debia contar con muchas envidias entre los hombres y con muchas simpatías entre las mujeres . Al ponoer pié en el gran mundo , como dan en llamarlo , el general no habia comprendido todas las ventajas de su posicion . Para las madres , Medina era una gran presa ; para las hijas , un gran , partido ; para las coquetas , un gran trofeo ; y para los hombres , un gran enemigo . Y á pesar de , todas estas grandezas Medina no habia aprovechado los treinta días del mes para acreditarse de hombre sensible y apasionado . La crónica hacia mil comentarios , pues aunque menudeaban los tiros indirectos y las miradas expresivas , el general no daba motivo para que se cebase en él la murmuracion , que estaba en expectativa ; su pecho , cubierto sin duda con una bien templada malla , hacia inútiles los golpes del acero damasquino ; ¡ Qué ! ¿ no tiene Medina corazon ? ¿ cómo resiste á los encantos de las mujeres ? Enfrente de la fuente :d e las Cuatro Estaciones habia un grupo de jóvenes , sentados , que sin cuidarse de sus vecinos , sostenían un diálogo vivísimo acerca de los que pasaban , sazonándolo con esos equívocos y chistes de mal tono , que de tiempo inmemorial forman el atractivo del paseo para esa porcion de mozalbetes que no están comprendidos en la ley de vagos porque viven de sus rentas , pero que no tienen más ocupacion que ir á todas partes á proclamar las propias y las ajenas miserias , dando alimento continuo á lo que bautizaron con el ridículo nombre de crónica escandalosa . — ¿ Estás distraído , Leopoldo ? dice uno ; mira á la derecha ; aquella muchacha del sombrero verde te come con los ojos . — Es tu Camila , añade otro . — ¡ Déjame en paz ! contesta Leopoldo ; ¡ la persecucion de esa mujer es insolente ! — ¿ Quién es ese camafeo que la lleva del brazo ? — ¿ Quién ha de ser ? Su marido . — ¡ Pobre hombre ! te ha saludado con una sonrisa cariñosa . — ¡ La predestinacion ! dice Leopoldo con un tono insoportable de fatuidad . Leopoldo Rivas tiene veinte años : edad en que el alma sueña , edad en que la vida es una fuente inagotable de poesía ; y sin embargo , escuchad á ese niño que apenas ha pisado los umbrales del mundo , y le oireis maldecir de todo y cebarse en desgarrar su propio corazon , que rebosa amarguras que no ha probado , desengaños que no ha sentido : reniega , porque aprendió de memoria la maldad , sin haberla estudiado hace gala de un escepticismo que no comprende ; cree aparecer superior anticipándose á lo porvenir ; pretende hacerse lugar arrojando barro á los que le cierran el paso : es una fruta arrancada del árbol prematuramente , y que maduró aporreándola . El placer , ese néctar exquisito que brinda la copa del amor , ese néctar que el hombre en sus primeros años apura de un trago , que despues bebe , : y que por último paladea , era desconocido para Leopoldo : al llevar á los labios la copa , la manchó con el cieno de sus manos : el cristal empañado no deja ver la pureza del licor ; así , el placer mundano vició su corazon , y no pudo distinguir las alas con que la mujer , ángel de la fantasía del hombre , refresca su abrasada imaginacion . Para Leopoldo el amor era un pretexto ; la mujer una necesidad . ... Y sus fuerzas estaban enervadas ; y sus dolencias , física y moral , le hacian prorumpir en maldiciones contra la causa de su abatimiento , sin convencerse de que el hombre tiene sus épocas fijas , como el año sus estaciones marcadas , y que no se tuercen impunemente las leyes de la naturaleza . Leopoldo perseguia á las mujeres porque sus nombres , que abandonaba á la crónica , acrecían su fama . Desdichadamente , segun la estadística , las mujeres están en mayoría : esto produce el mal , y de aquí nace el clamoreo que se levanta contra ellas ; una mujer mala perjudica á las demás : uno que grita vale por ciento que callan . La virtud es modesta , se esconde , y no pregona sus merecimientos ; el vicio se engalana y se deleita en cantar sus faltas . Julio , ¿ conoces á aquella muchacha que va en la carretela verde-mar ? pregunta uno de los jóvenes . — Es Cecilia . — La acompaña un alemán , dice Leopoldo ; ya cambió de dueño . — ¡ Ah ! sí , exclama otro ; no me extraña porque estamos á principios de mes . Explícanos ese enigma . Es muy fácil ; Cecilia se ajusta por meses . — Allí viene nuestro Mentor , grita uno ; ya tenemos tela larga , donde cortar , porque traerá noticias . Nos ¡ hacia falta el conde de Tamajon , dice Leopoldo . — Parece un galápago asomando la cabeza por entre sus dos conchas . — Le perdono su joroba , añade Leopoldo riéndose , porque tiene mucha gracia y es feroz con las mujeres ; conoce bien ese sexo que representa dignamente en la tierra á Satanás . Bienvenido ! dicen todos presentando las manos al recien llegado , que tomó asiento entre ellos . El conde de Tamajon habria cumplido veintiseis años ; una protuberancia en la espalda , muy pronunciada , y otra no tan saliente en el pecho , ponian de relieve la exactitud de la comparacion con el galápagos — ¡ Ese chiste sangriento habia salido de la boca de uno de sus mejores amigos ! El conde era rico , tenia un título : , y siempre se le veia con el sarcasmo en los labios , que provocaba la risa dé cuantos le rodeaban . Las desdichas ajenas eran para él un objeto de mofa , y se gozaba en nublar la felicidad del prójimo , porque pensaba que todos los hombres viven unos á merced de otros . , El conde era el oráculo de aquella juventud licenciosa y sin creencias . Su risa era el sello de la dicha que para el mundo disfrutaba : su risa aparecia como un mero pasatiempo ; en la dulzura de su fisonomía habia , sin embargo , alguna contraccion ligera que no podia reprimir , pero que sus amigos no sorprendian , como el que no es marino no sorprende en un cielo , cubierto de argentados rayos la negra nubecilla precursora de la tempestad ; su risa era un merengue lleno de acíbar . El diálogo siguió muy animado Los que paseaban tranquilamente no podian adivinar que allí , á dos pasos , algunas lenguas viperinas sacaban á la vergüenza sus misterios , y que la calumnia tambien clavaba su infame y despiadada garra en honras invulnerables . El conde y sus amigos reian en coro . — Mira , dice Leopoldo , allí viene el héroe del dia . — Sí : el general Medina , que va estudiando el modo de aparecer interesante . Al nombre de Medina se contrajo la fisonomía del conde ; pero su risa corrió en seguida en su ayuda . — ¡ Já , já , já ! — ¿ De qué te ries ? preguntaron todos . ; — Es curioso , contestó el conde : una anecdotilla de salon . — ¡ Que la cuente ! gritaron los amigos del jorobado , estrechando el círculo . — Ya sabeis que ese hijo de la fortuna vino aquí como llovido del cielo , y que las mujeres prepararon sus baterías .. — ¡ Como que tiene una faja ! exclamó Leopoldo . — Pues bien , prosiguió el conde : hasta ahora ha permanecido insensible á los encantos de nuestras sirenas ; aseguran que no hay medio de conmoverlo . — ¡ Qué estúpido ! dijo uno . — Los militares , añadió Leopoldo , no conocen la táctica del amor : sólo vencen en las guerrillas con sus prosaicas patronas . — Dicen las damas , continuó el conde , que ese soldado , invencible con los hombres , no sabe hacer frente á la mujer más tímida ; pero el caso es que se ha puesto en evidencia , y que por esta razon ellas se lo disputan : la curiosidad es el móvil de la mujer . — Continúa . — ¿ Todos conoceis á la marquesa del Fresno ? — ¡ Oh ! exclamaron unos . — ¡ Ahí dijeron otros . Y el jorobado prosiguió : — Anoche , en casa de la marquesa , se hablaba de la ferocidad de ese ogro , y ella se comprometió á rendir la inexpugnable fortaleza , mediando una apuesta con la esposa del baron de Torre-Nueva , de ese veterano que ahora pasea con él . — La marquesa vencerá , dijo uno ; es irresistible . El conde de Tamajon miró de reojo al que hablaba ; al fijar éste los ojos en el jorobado no vió ya más que la eterna risa en sus labios . — El general es una gran conquista para la marquesa , dijo Leopoldo ; ha rendido ya á todas las notabilidades contemporáneas . — Es una coqueta consumada . — Y ¿ de qué medios se vale para preparar la lid ? preguntó uno . — Esta noche , contestó el conde , lo presenta en su casa la misma baronesa de Torre-Nueva . — ¡ Pobre Eduardo de Campo-Real ! exclamó uno . — ¡ Y pobre general ! añadió Leopoldo . — No faltaré al palenque . — Ni yo , dijeron todos á la vez . La noche tendia su negro manto , como dicen los poetas , y los jóvenes abandonaron el Prado . Al salir Medina del salon , su acompañante , el baron de Torre-Nueva , se quitó el sombrero para saludar á una señora , que inclinó el cuerpo fuera de su carretela , haciendo un saludo graciosísimo . — ¿ No conoce V . á esa dama , general ? — No . — ¡ Parece imposible ! — ¿ Por qué ? — Porque es la marquesa del Fresno , á cuya casa va V . esta noche con mi esposa ; es una mujer encantadora . — ¿ No hay medio , baron , de evadir el compromiso de esa visita ? : — Es imposible , la etiqueta es rigorosa como la ordenanza militar , y ya está V . anunciado en el gabinete azul . — ¡ Pero á lo menos debieron contar con mi voluntad ! murmuró el general . — ¡ Qué disparate , amigo mio ! Los hombres notables no se pertenecen ; son como los fenómenos de la naturaleza , que tienen que dejarse exhibir . ¡ La curiosidad puede mucho ! — ¡ Me parece bien ! Medina se encogió de hombros , y ambos siguieron su retirada por la calle de Alcalá , siempre ocupados en recordar la guerra de la Independencia y la guerra civil , que ensalzaban los dos , porque simbolizaban esas dos grandes páginas militares de la historia de España en el siglo actual . El gabinete azul de la casa era el aposento favorito de la marquesa del Fresno ; los dandies cortesanos , en su lenguaje poco castizo , decian que era imposible Casar con mas tino el buen gusto y el confort . — ¿ A qué me cansaria en describir ni él lujo de los muebles , ni la riqueza de los adornos ? ¿ Quién no ha visto el gabinete de una coqueta del gran mundo ? Las paredes estaban forradas de seda azul ; azul era la sillería ; azules las colgaduras : la marquesa era blanca y rubia . El gabinete azul era el templo de Venus ; allí se reunian los amigos de confianza , que eran muchos ; satélites de un astro , giraban obedientes á su alrededor , rindiendo párias á la que todos llamaban reina de los salones , á la que acataban todos como diosa del amor . Dos magníficos candelabros de bronce , con diez velas de esperma , iluminaban la estancia . En un divan , frente á la chimenea , estaba reclinada la marquesa ; sus ojos no seguian los cambiantes de la llama , que forma ese espectáculo tan variado y encantador con que la imaginacion suele abstraerse horas enteras . El filósofo encuentra retratada en lo interior de la chimenea nuestra deleznable vida : la llama consume el tronco ; el hombre la violenta con el fuelle , y la ceniza le trae á la memoria aquel ¡ memento homo ! Hé aquí la historia del amor : se unen dos troncos secos , se les aplica el combustible , y se encienden ; la llama los confunde , se prestan mútuo calor , enrojecen , y mientras más se aviva el fuego más pronto se apaga ; la misma llama que los une , los separa : el resto de los troncos cae , necesitando otro fuego que los reduzca á cenizas . ¡ Todo es fugaz ! ¡ Sic transit gloria mundi ! En la mente de la marquesa no vagaba ahora ese fatal memento : su vista seguia , acaso maquinalmente , las oscilaciones de la péndola de un reloj colocado encima del mármol de la chimenea . La campana vibró nueve veces , y la marquesa contó en voz alta la hora . Su postura , aunque indolente , era estudiada : no queria descomponer su exquisito tocado . El espejo robó al reloj una mirada y una sonrisa á la marquesa , que acarició sus rizos de oro , tan largos que caian sobre su pecho de nieve . Como ya dije que la marquesa era blanca y rubia , no se extrañará la comparacion ; sé muy bien que unos rizos de oro serian de un valor inestimable en este siglo positivista ; pero los rizos de la marquesa tenian , un valor real , porque eran una red en donde se prendian las almas ; la nieve del pecho es otra cosa : puede admitirse mejor la calificacion , porque aquella piel blanquísima y trasparente , que dejaba adivinar en las azuladas venas la circulacion de la sangre , parecia destinada á derretirse al fuego de las miradas ; pero no hay que fiarse de apariencias : pieles semejantes cubren muchas veces ó un corazon curtido ó un corazon de hierro . Los minutos pasaban lentamente para la marquesa ; la imaginacion alarga ó acorta la carrera del tiempo , aunque esta sea invariable . El espejo compensaba algun tanto el tormento de su impaciencia . El reloj y el espejo son los únicos libros que consulta la mujer del gran mundo , y los que menos la enseñan ; contemplando aquél , no aprende á estimar el tiempo ; contemplándose en éste , no aprende á estimarse en lo que vale . La marquesa tenia unos magníficos ojos negros , cualidad no comun en las rubias ; habia en ellos cierta languidez voluptuosa que hablaba á los sentidos y al alma ; sus ojos poseian esa mirada indefinible que forma un contraste entre el mate de la córnea y el brillo de la pupila , presentando esa especie de humedad que revela un tesoro inagotable de deleites . Sus pestañas eran largas y sedosas . Como si sus ojos no hubieran sido bastante para realizar en ella el tipo de la tentacion , la naturaleza se habia esmerado en formar una criatura perfecta : su nariz aguileña resistia al examen más minucioso ; su boca pequeña era incitante ; al entreabrir sus delgados labios , enseñaba dos hileras de dientes que no diré que eran de marfil porque podrian creerlos artificiales . Unas formas redondas , un pié de medio pié , una cintura fabulosa y unas torneadas manos completaban el retrato de esta mujer ; adviértase que no exageró : copio , y con más verdad , porque no me gustan las rubias , salvo alguna excepcion que no es del caso . La cabeza de la marquesa del Fresno era la desesperacion de los pintores . Madrazo , ese pintor-poeta de nuestros dias , á quien tanto deben las damas , trasladando al lienzo las facciones de la marquesa , no hubiera tenido que acudir á su rica fantasía para realzar gratuitamente el original : pues bien , la marquesa era el bello ideal de una cabeza de Madrazo . ¿ No la adorarias , lector ? — Pues eso acontecia á cuantos desventurados se encontraban en su camino ; ¡ pobre de tí si la hubieras conocido el año 1839 ! tu nombre hubiera enriquecido el catálogo de sus numerosas víctimas ; hubieras visto en ella la sonrisa más seductora , el agrado más exquisito , la conversacion más amena ; te hubiera dado un caudal de esperanzas , y se hubiera gozado en tu dolor y en tus arrebatos : mientras más públicos eran estos , más alicientes añadian á su reputacion . Sus atractivos eran irresistibles : su fisonomía se amoldaba á la escena que debia representar ; si queria atraerte , era la sirena que arrastraba con su canto ; si queria tocar las fibras de tu corazon , su rostro robaba el secreto de Murillo para aparecer como una castísima virgen ; si queria atormentarte con el deseo , tomaba la actitud de una bacante sin perder su dignidad . Era una mujer distinta cada hora , cada minuto . Era imposible combatir con ella ; los hombres le temian , pero la adoraban : la fascinacion era completa . La crónica , que nada respeta , habia tenido que respetar su virtud , porque su rigidez habia puesto una barrera entre ella y sus víctimas ; ¡ leyes de la sociedad que tan en contradiccion están con las de la naturaleza ! La mujer cree conservar su virtud cuando no da el último paso , como si al dar el primero no se separase ya de la línea recta . — Es más disculpable á veces la que empieza por el último . ¡ Virtud ! ¿ Quién es capaz de definir esta palabra ? — La mujer casada os dirá que es virtuosa , porque no se ha rendido á un amante que vive en su corazon , despues de haberle escuchado , despues de entregarle su mano calenturienta , despues de confesarle su pasion criminal . Al fijar su primera mirada de amor en otro hombre , pierde el marido todo el terreno ; el corazon de su mujer ya no le pertenece : su mujer es un cadáver moral que no responde á su sentimiento : el pájaro vuela á posarse en otro nido , y sólo queda al marido la jaula vacía . ¡ Y esto es la virtud ! — ¡ Hé ahí á la marquesa ! no se conmueve ; pero como los hombres halagan su vanidad , los subyuga y se goza en atormentarlos ; su virtud , ó era cuestion de temperamento , como dice Balzac , ó era un mal instinto , como puede decir cualquiera . Si sólo esta lucha aprecia el mundo , reniego de la virtud tan mal entendida , porque traspasa los límites de la naturaleza , no satisfaciendo los sagrados deberes de la conciencia . La marquesa era el tipo de la elegancia : si al despertar por la mañana le ocurria una excentricidad en su traje , la fashion la adoptaba , respetando á su deidad . En una palabra , la marquesa era una mujer de moda ; era una coqueta consumada ; era un precioso vaso de china , pero al parecer sin esencia dentro . No habia pasado más tiempo que el que he tardado en estas digresiones , que no me parecen del todo inútiles , cuando la colgadura de la puerta del gabinete azul se levantó , dando paso á un hombre . La marquesa no cambió de postura , contentándose con tender la mano derecha al que habia entrado . Si esperaba , no era este seguramente el objeto de su impaciencia . — Adios , Alba . — Adios , Celia . Y aquél se dejó caer en una butaca , cerca de la chimena , dando muestras de disfrutar confianza en la casa La marquesa tiró del cordon de la campanilla , que estaba al alcance de su brazo , y un instante despues entró un criado á servir el té , manifestando ser costumbre cotidiana , por cuanto no habia esperado la órden . Don Mariano de Alba , que frisaba en los cuarenta años , era un hombre de una figura regular . Alba era el amigo de la marquesa , el único amigo que visitaba su casa : todos los demás que á ella concurrian eran ó sus amantes ó sus admiradores . Creo no haber dicho todavía que la marquesa tenia veinticuatro arios y que era viuda . A los diez y ocho , su familia la habia casado con el marqués del Fresno , llevada de la fortuna y del rango de éste , á pesar de que casi le triplicaba la edad ; ella no le amó , ni tuvo tiempo para hacerle feliz , porque al año de matrimonio murió , dejándola heredera de sus cuantiosos bienes . Alba habia sido amigo íntimo del marqués ; despues de su muerte , siguió visitando diariamente la casa , viendo en la viuda de su amigo á su amigo mismo ; la marquesa habia extrañado al principio su insensibilidad ; pero al cabo se acostumbró á la compañía de este hombre original , y no sabia pasar sin verle . Alba tomaba el té todas las noches con la marquesa ; habia llegado á ser su confidente y leia en su alma . Alba era callado como un sepulcro , y la marquesa lo sabia demasiado . — Hé aquí por qué la llamaba familiarmente Celia ( su nombre de pila ) , y no marquesa , como todo el mundo . — ¿ Qué tal me encuentra V . esta noche ? preguntó ella , queriendo disculpar una mirada que fijó en el espejo , sorprendiéndola Alba in fraganti . — Como siempre . Esta respuesta dudosa arrancó una sonrisa á la marquesa ; el tono de Alba no encerraba una galantería . — ¿ Como siempre ? ¿ Quiere V . decirme , señor filósofo , por qué no he de oir de su boca la menor lisonja ? ¿ No sabe V . que esta es para la mujer lo que el rocío para la flor ? — Esa es mi filosofía , Celia ; no me gusta emplear el tiempo en fruslerías , y menos en provecho de nadie . — ¡ Qué egoísmo ! — Tengo la franqueza de confesarlo ; vivo á mi manera , y creo que no lo he desmentido en los años que nos hemos tratado . — Seguramente ; no agradezco á mi único amigo más que una franqueza que otra no perdonaria . — Ya : ¿ hay alguna mujer á quien yo visite , á quien consagre una hora siquiera ? — ¿ Es posible que viva V . contento , encerrado en sí mismo como el caracol en su concha ? — Soy así feliz ; tambien tuve una juventud y me dejé arrastrar por los devaneos ; pero aprendí que el hombre pierde el tiempo en correr tras las ilusiones , que huyen como aves de paso ; en soñar una dicha , que es un sueño ; en buscar un amor , que es una fantasmagoría de la imaginacion ; en perseguir mujeres , que hacen con nuestro corazon un juego de cubiletes . — Nos trata V . sin piedad . ¿ Y las pasiones ? — ¡ Oh ! las encerré debajo de un candado . — Pero ¿ guarda V . la llave ? preguntó la marquesa riéndose . — No : la arrojé por la ventana . Desengáñese usted Celia , y no se ofenda de mi confesion : la mujer no es digna del menor sacrificio , porque no sabe agradecer . Cómo tranquilamente ; duermo , sin que el nombre de la mujer tenga derecho de espantarme el sueño ; salgo cuando se me antoja , y hago , en una palabra , lo que quiero yo y no lo que quieren ellas ; en un salon , lo que más me cautiva es una butaca : soy oriental ; y sin atormentarme por nada , tomando los sucesos prósperos ó adversos sin que me alteren , paso la vida como un sibarita . — ¿ No tiene V . ambicion ? — No la conozco : la pintan como una pasion grande , pero es costosa ; y si conseguir algo me proporciona la menor incomodidad , renuncio á ello . — ¡ Parece broma ! — Pues no lo es ; veo la política y el poder y el rango social como tres mentiras deslumbradoras , como tres esqueletos cubiertos con mantos de púrpura ; vivo de la verdad ; pero si la verdad me costara molestarme , tambien me amoldaria á vivir de la mentira . — ¿ No tiene V . amigos ? — Doy la manot á los hombres que encuentro en mi camino , pero no los busco , porque no son para mí una necesidad . Cuando un amigo es más que otro , lo domina ; cuando es menos , no puede explotarlo ; los amigos en el mundo son como los naipes , que sirven para ganar con ellos : el que juega de buena fe pierde siempre . — ¡ Gracias , Alba ! — Repito que soy franco , Celia ; el marqués y yo simpatizábamos porque éramos de opuesto carácter ; sigo viniendo á esta casa ; pero si alguna vez sintiese la menor inclinacion hacia V . no volveria más . — Abusa V . del lazo que nos une íntimamente , y que ya no sé cómo llamar . — Llámelo V . costumbre ; me agrada ocupar esta butaca que tiene buenos muelles , y tomar este legítimo té de la China ; me distrae oir á V . cuando me cuenta esa vida incomprensible que arrastra , porque á lo menos veo una mujer sin careta , ventaja que no disfrutan esos fatuos insoportables que siempre rodean á V . y de los cuales huyo como de los moscones , cuyo zumbido me roba el sueño . — ¿ Encuentra V . goces en la soledad ? — La soledad es mi centro : el hombre que piensa nunca está solo ; y yo procuro desterrar hasta mi pensamiento , porque toda ocupacion me incomoda : los recuerdos son un tormento , y en la soledad vienen á hacernos compañía . Quiero vivir sin que nada ni nadie me saque de esta inercia moral que es mi delicia . — Somos opuestos en todo , Alba ; me encanta el bullicio y me deslumbra el mundo , por más que esté convencida de que la verdad es una palabra que está en el Diccionario , pero no en los labios de los hombres ; sin embargo , me gusta la mentira , ó me conformo con ella , porque me proporciona horas de solaz . — Perderá V . en ese juego , Celia , porque los hombres son exigentes . — Se precia V . de conocer á los hombres y no sabe que son siempre niños , pues se contentan con poca cosa ; para dominarlos , se les da una esperanza con que sueñan ; para engañarlos , se les da un juguete con que se entretienen . — Y ¿ qué va V . ganando ? — La vanidad , amigo mio , es mi flaqueza ; me desvanecen las lisonjas , y entre mis admiradores y yo se forma una atmósfera que me embriaga ; nada pierdo , porque ningun hombre me interesa ; más ó menos feos , todos son iguales ; todos tienen las mismas aspiraciones ; todos llevan un mismo objeto . Ven que brillo , y quieren engalanarse con la distincion que les dispenso : soy para ellos lo que una venera codiciada , que se luce con orgullo . Alba se habia arrellanado en la butaca y escuchaba impasible . — Los hombres , continuó la marquesa , juegan dé mala fe para ganar siempre ; por eso escondo mis cartas y hago trampas . Ellos me presentan una medalla por el anverso , y se la devuelvo por el reverso ; así , nada nos debemos . — Ya ve V . que mi filosofía escéptica no va descaminada , dijo Alba sonriéndose . — Es V . exagerado . — No : paga V . mentiras con mentiras , y yo verdades con verdades : es igual el sistema . — No crea V . que no siento en el corazon una necesidad ; mi corazon busca algo : un soplo que lo despierte , porque está dormido , no muerto ; pero vive subyugado á mi cabeza , y esta le manda que descanse , porque no hay un hombre de alma virgen que me ofrezca palabras nuevas , nuevos pensamientos , nuevas sensaciones ; un alma que combata entera . — ¡ Ay , Celia ! se está V . ahora engañando á sí misma : ¿ quién ignora que la flor que pasa de mano , en mano se deshoja y muere ? — Los dedos no me manchan ; conservo mi pureza . — ¡ Vana disculpa ! La moneda , siendo de metal , se gasta al contacto de los dedos . La virtud consiste en no empañar ni el aliento , que se envenena al confundirlo con el hálito de la serpiente ; la pureza del pensamiento es la virginidad del alma . — ¡ Hola , señor filósofo escéptico ! ¿ Tambien tiene usted sus creencias y sus momentos de legítimo entusiasmo Alba se encontró sorprendido por un enemigo hábil , y despues de un momento , dijo : — Es verdad ; algunas veces me extravío ; pero tiene usted la culpa , porque me obliga á sostener la ímproba tarea de pensar . — ¡ Me deleita oir á V . cuando discurre ! — Pues no pienso proporcionar á V . muchas veces ese placer . — Al fin , amigo Alba , saldrá V . de su marasmo ; esa inercia de que V . blasona es un letargo como el mio : sólo que V . duerme postrado , y yo me agito en el sonambulismo . ¿ No es cierto ? El amigo íntimo de la marquesa se recostó más en la butaca y no contestó . — ¿ Se obstina V . en callar ? dijo ella . — Me obstino en no hablar . — Pues escúcheme V . y acabaré de abrirle mi corazon . Es verdad que llevo detrás de mí ese sinnúmero de satélites que forman , como V . dice , mi Estado mayor ; pero tambien es verdad que ninguno logró conmoverme , ni robarme el sueño ; el fuego del amor no ha prendido todavía en mi corazon incombustible : pasé por la llama como la salamandra , saliendo ilesa . He estudiado á algunos hombres , sin encontrar un alma superior Por los labios de Alba vagó una palabra , y la marquesa le salió al encuentro , exclamando : — ¡ Ya comprendo ! ¿ Persiste V . en creer que he amado y que amo todavía á Eduardo de Campo-Real ? Alba por toda respuesta se sonrió . — ¡ Es V . terrible , amigo mio ! Hubo , en efecto , un tiempo en que sospeché que Campo-Real fijaba mi volubilidad ; tenia una idea elevada de los poetas , porque deliro por los versos : Campo-Real es poeta ; me dijo frases que me parecieron nuevas y que despues ví estereotipadas en todos los volúmenes de nuestros líricos ; creyendo que llegaria á amarle , le distinguí , pero el ídolo cayó del altar , porque era del mismo barro que los demás . Los poetas no son más que hombres que engañan mejor : es cuestion de palabras . Cuando me convencí de que el poeta era un ser que comia y roncaba , y que sólo valia algo al acordarse que tenia en la frente un surtido de frases huecas que acomodaba segun las circunstancias , Campo-Real perdió el prestigio . — ¡ Cuánto gozo escuchando á V . , Celia ! Exclamó Alba rompiendo el silencio en que se habia encerrado . — Ya ve V . que no me gana en franqueza . — ¡ Y dicen que el poeta es un ave cuyo canto melodioso fascina ! — El poeta , dijo la marquesa con desden , es un grajo con el canto de un ruiseñor : hay que oirle cantar sin verlo . El amor no se alimenta sólo del oido , pues tambien los ojos — Lo mismo pasa entonces con el amor que con los manjares , añadió Alba interrumpiéndola ; lo que no entra por la vista — No vulgarice V . la cuestion , dijo ella . — Como V . guste . — Dejando , pues , á mi favorito , nombre con que conocen en el mundo á Eduardo de Campo-Real , diré á V . que espero esta noche un nuevo amigo . — ¿ Amigo ? preguntó Alba sonriéndose . — Hasta ahora no puedo darle otro nombre ; la crónica ha hablado mucho de ese soldado que habiendo rendido Culto á Belona , se niega ahora absolutamente á consagrarlo á Cupido ; pero si he de hablar mitlógicamente , añadió riéndose , aseguro á V . que cuento con la proteccion de este rapaz . — ¡ Pobre general ! murmuró Alba . — Esta conquista me interesa , amigo mio ; ¿ creerá usted que acerca de él hice anoche una apuesta con la baronesa de Torre-Nueva ? — Lo sé ; á pesar del retiro en que vivo llegó esta mañana á mi noticia que se habia V . comprometido á avasallar á ese invencible soldado . — ¿ Quién ha podido revelar esa apuesta ? preguntó la marquesa agitada . — ¿ Quién ? La baronesa . — ¡ Le encargué la mayor reserva ! — Por eso mismo . — ¡ La baronesa es mi mejor amiga ! — Razon más para que no calle . — ¡ Oh ! ¡ me vengaré de ella ! — ¿ De qué modo , Celia ? — Obligaré al conde de Tamajon á que le haga la córte sin descanso ; el conde es atrevido , y esto ajará su amor propio ; además , ella ve ya asomar los crepúsculos ponientes de su belleza , muy dudosa , ¿ no es verdad ? — Nunca reparo en la cara de las mujeres . — ¡ Es V . insoportable ! exclamó ella , dejándose llevar de su mal humor reprimido . El filósofo se rió con fuerza . Dieron las diez en aquel reloj que habia abstraido á la marquesa antes de llegar Alba , y que en la hora siguiente habia consultado sesenta veces , sin cortar por eso el hilo de la conversacion . Al sonar la decimal campanada , se oyó el ruido de algunos pasos en la sala adonde daba el gabinete azul ; D . Mariano de Alba se puso en pié , encendió un cigarro , estrechó la mano de su amiga y dijo con una sonrisa afectuosa , muy extraña en su fisonomía : — La reina espera su corte ; el incienso lastima los ojos al salvaje , que necesita del aire puro ; así , goce usted , amiga mia , que el dulce sueño me reclama . — Adios , Alba : hasta mañana . Apenas salió del gabinete azul el amigo íntimo , entraron varias personas y se dirigieron á saludar á la marquesa , disputándose la preferencia . Ella habia tenido tiempo para fijar en el espejo su última mirada . El conde de Tamajon entró en el gabinete azul despues que sus amigos . Al estrechar la mano de la marquesa , encontró en su rostro una afable sonrisa . La sonrisa de la marquesa tuvo su justa correspondencia en la risa del conde . Sin embargo de la aparente calma de sus fisonomías , aquella risa y aquella sonrisa encerraban un secreto : la marquesa y el conde parecian estar unidos por un lazo misterioso que los obligaba á buscarse perpetuamente . La sonrisa de la coqueta declaraba afecto , encubriendo el miedo y el desprecio . La risa del jorobado encubria , bajo el velo del cariño , el odio reconcentrado . Aquel apreton de manos expresivo era una nota diplomática , la risa de ambos sostenia una lucha á muerte . Cuatro individuos habian entrado en el gabinete azul , además del conde . Era el primero Leopoldo Rivas , á quien ya conocemos . El segundo , un bolsista que habia conseguido en su fortuna un alza fabulosa jugando á la baja ; era hombre muy diestro : ¿ quién no gana al juego barajando los naipes con inteligencia ? El tercero , el marqués del Espino , sportman sin rival , muy instruido en el manejo de las armas y de las cartas , y con una gracia especialísima para murmurar de los hombres y para desacreditar á las mujeres ; segun su propia confesion , nadie empleaba mejor que él el tiempo ; sabia de todo : lo único que ignoraba era el idioma castellano . Y el cuarto , un caballerete de provincia , apellidado Perez , hidalgo rico , que se distinguia por callar : en silencio gastaba sus rentas ; en silencio escuchaba siempre , sin ocurrírsele nada ; en silencio , por último , amaba á la marquesa , sin que otra cosa más que sus furtivas miradas declarasen la pasion que escondia en su pecho . Los admiradores de la marquesa eran víctimas de ésta ; Perez era la víctima de aquellos . A las repetidas chanzas del jorobado , Perez contestaba con el silencio . El gabinete azul era el centro de las notabilidades de la época ; allí se confundian las tres aristocracias , dándose la mano , en una fusion verdadera , el dinero , el talento y la sangre . Ninguno era superior para la reina de aquella corte , pues habia sabido establecer la perfecta igualdad , aunque dando á entender á cada uno que era el preferido : esta es la ciencia de la coquetería . El mismo Perez alimentaba esa esperanza : algunas miradas expresivas de la marquesa lo habían desconcertado , dándole la conviccion de que lo distinguia : Perez se consideraba dichoso desde que oyó á su ídolo que el silencio era sublime . Si algun hombre se colocaba en primera línea por algun hecho notable ; si el mundo fijaba en él la vista ; si su nombre corria de boca en boca , aquel ser pertenecia á la coqueta ; la reina de los salones subyugaba á la notabilidad , y la diosa del amor lo uncia á su carro . Tamajon , despues de saludará sus amigos , se dejó caer en una butaca , escondiendo la cabeza entre los hombros . Un momento despues entraron varias personas , y la conversacion se hizo general ; todos los ojos estaban fijos en la marquesa y todos los oidos pendientes de los labios del conde de Tamajon . — Está V . esta noche encantadora , dijo éste . — ¡ Encantadora ! repitieron todos , menos Perez , que se contentó con mirarla fijamente . — Hé aquí , continuó el conde , un puñado de hombres , vueltos hácia V . como girasoles al astro del dia La marquesa se sonrió . — Me hace V . el efecto de un espejo ustorio . El marqués del Espino , que sabia de todo , hizo un gesto ; repitió entre dientes la palabra para buscarla despues en el Diccionario , y exclamó en voz muy alta : — Es verdad : la comparacion es exactísima . — ¿ Espejo ustorio ? preguntó la marquesa . — Sí : creo ver en todos nosotros los rayos que convergen en un mismo origen : el rostro de usted es el punto convergente ; ¿ no es cierto , amigo Perez ? — Sí , contestó éste maquinalmente ; — ¿ Tiene V . influencias en su provincia ? — Sí , repitió el hidalgo con trabajo . — ¿ Nunca ha pensado V . en ser diputado ? preguntó el conde con su sardónica risa . — No , respondió Perez desconcertado . — ¡ Es lástima ! sería V . un gran representante sordomudo ; un sí ó un no á tiempo salvan muchas veces el país . Todos , hasta la reina de los salones , celebraron la ocurrencia ; Perez se encerró en aquel silencio calificado de sublime . Levantóse la colgadura de la puerta , y un jóven llegó á presentar la mano á la marquesa , haciendo despues un saludo general . — Adios , poeta , dijo el conde estrechándole la mano al paso . ¡ Bien venido sea al templo del amor el favorito de la diosa ! La marquesa volvió la cara para que no viesen que subia la sangre á sus mejillas . El recien llegado dijo , sentándose : — Eres terrible , amigo mio ; nada respetas . — El favorito de las musas , añadió el conde , bien merece serlo tambien de la sacerdotisa del amor , de la deidad de la hermosura . En aquel momento estaba pintado en el rostro de todos el mal humor ; la satisfaccion del jorobado era grande . Eduardo de Campo-Real , el amigo más íntimo de Tamajon , comprendió que perderia terreno provocándolo á la lucha , y dirigióse á la marquesa para decirle : — Echo de menos esta noche uno de los adornos de la reunion . ¿ Y Lucía ? La pregunta era un dardo , y se clavó en el amor propio de la coqueta ; pero ésta , haciéndose superior , contestó : — Mi sobrina está algo indispuesta : su salud es muy delicada . — Hágale V . presente mi recuerdo . — Gracias , contestó secamente la marquesa . El pecho del conde se agitó ; pero su fisonomía era inalterable . En aquel instante hubiera dado un abrazo á Campo-Real . — Lucía , dijo , es un alma que sufre ; á mi modo de ver , llora la ingratitud de algun pastor extraviado ó el miopismo de algun ser insensible ; vive en una region bucólica que embellece su imaginacion exaltada : Lucía es una Galatea de salon . — Nada perdona V . , señor conde , y creo que juzga mal á mi sobrina , á esa pobre niña que si algun defecto tiene , es ser demasiado inocente y demasiado candorosa .. — : ¡ Já , já , já ! exclamó el jorobado con una explosion de risa ;: respeto á Lucía ; pero ¡ ay marquesa ! el candor y la inocencia son flores que sólo abren al aire puro ; , el mundo es un invernadero , y el calor artificial e roba por lo menos su fragancia . En el jardin de la vida , la mujer es una rosa — Y V . ¿ qué es ? le interrumpió la marquesa sonriéndose para ocultar su despecho . — ¿ Yo , señora ? ... Soy un cardo . Todos se rieron ; mordióse los labios la marquesa , y el conde continuó : — Cada individuo es algo : Lucía es la sensitiva ; Campo-Real , como poeta , será un pensamiento ... — ¿ Y nuestro amigo Perez ? preguntó Espinó . — ¡ Oh ! el hidalgo silencioso es una adormidera . Esta vez tambien la marquesa se reia sin poderlo remediar . — Eres oportuno , dijo Campo-Real , sobre todo en haber comparado á Lucía con la sensitiva . — ¡ Lucía es muy bella ! añadió el conde mirando de reojo á la marquesa , que cogió un juguete de encima de la chimenea para aparentar una distraccion de que estaba muy lejos ; Este ¡ disparo á quema-ropa ; habia ¡ producido su efecto : elogiar áuna mujer en el gabinete azul era casi un sacrilegio . El conde lo sabia ; gozando con su triunfo , continuó : — Ya que de flores hablamos , amigo Eduardo , no es regular que olvidemos á la camelia de este ramillete . — ¡ La marquesa ! exclamaron todos , excepto Perez . — Justamente , la marquesa ; la camelia es la flor aristocrática por excelencia , que se estima en mucho , á pesar de que carece de aroma . El epigrama era sangriento ; pero la marquesa , no queriendo manifestarse resentida , dijo con su sonrisa habitual : — No hay otro como V . , conde , para clavar un puñal , haciendo una caricia ; me convenzo de que no hago mal en llamar á V . mi enemigo íntimo . — ¡ Oh , marquesa ! ¡ es V . injusta ! Si no le place esta comparacion , echaré mano de la siempreviva , flor que estoy ! dispuesto á probar que tiene muchos puntos de contacto — ¡ Gracias ! contestó ella levantándose de improviso . Habia visto asomar el rostro de la baronesa de Torre-Nueva al descorrer un criado la colgadura de la puerta . La baronesa presentó á su amiga , con la fórmula acostumbrada , al general D . Carlos de Medina . La impaciencia de la marquesa habia cesado : desde aquel momento sobraba un objeto en el gabinete azul . De fijo ha comprendido el lector que esté objeto era el reloj . El gabinete azul presentaba aquella noche lo que me atreveré á llamar una crisis de salon , pues los ánimos estaban agitados . Medina era la manzana de la discordia arrojada en aquel campo de perpétua lucha ; ninguno ignoraba que aquel soldado , jóven , elevado por la fortuna , con su prestigió y su posicion social , robaria las atenciones de la marquesa : la novedad es un gran incentivo para la coqueta , que lleva siempre en su corazon este lema italiano : per troppo variare natura é bella . Campo-Real no amaba á la marquesa del Fresno ; pero su vanidad no podia soportar que otro le arrebatase el pomposo título de favorito que le halagaba y le hacia sujetarse á los caprichos y veleidades de una mujer ; ¡ tanto puede en el hombre el amor propio ! El poeta comprendia ; que el héroe de la guerra-civil era el único enemigo terrible que se habia presentado en el gabinete azul desde que consiguió su tan extraordinaria privanza . Sin embargo , Campo-Real calculaba el medio de hacer , una retirada honrosa , no atreviéndose á sostener un ataque que le proporcionara una derrota vergonzosa : sabia por experiencia que el favoritismo de una coqueta se compra caro , no olvidando que habia dado una estocada á cierto príncipe polaco , adorador de la marquesa . Al entrar Medina en el gabinete azul , se contentó Campo-Real con fruncir las cejas , colocándose en segundo término para saber el papel que debia representar en lo sucesivo . El conde de Tamajon se levantó y fué á apoyarse de espaldas en la chimenea , queriendo ver de frente las fisonomías de la marquesa y del general , para seguir paso á paso la táctica de la coqueta , midiendo al mismo tiempo las fuerzas de aquel ogro de tanto renombre , que esta vez iba á pelear con un enemigo desconocido y más temible acaso que todas las huestes del Pretendiente . La baronesa de : Torre-Nueva era una señora que revelaba en los rasgos de su fisonomía su antigua nobleza ; sin pretensiones , como ; decirse suele , vivia conforme con sus cuarenta años y con su marido , veterano de la guerra de la Independencia . Ahora se comprenderá por qué la baronesa encontraba buena acogida en el gabinete azul : en el santuario de una coqueta no se admite más que un ídolo , porque la coqueta es tan avara de incienso que no consiente , en compartirlo con nadie . Una mujer jóven y bella , que se alimenta de la vanidad , es un astro que huye de cualquier cuerpo luminoso qué pueda causarle un eclipse , aunque sea momentáneo . La baronesa estaba en su ocaso . La baronesa , abandonando la víctima á su amiga , se sentó en una mesa de tresillo , para , jugar una partida con el marqués del Espino , con el silencioso Perez y con otro de los admiradores de la marquesa , que bien á su pesar se separó del campo de batalla , pero muy dispuesto á observar , aunque fuera á costa de algun codillo : — Los codillos son la desesperacion de los jugadores de tresillo Los demás satélites formaron grupos para hablar de cosas indiferentes ; aunque todos estaban preocupados , debían esforzarse por disimular su sobresalto . Eduardo de Campo-Real y Leopoldo Rivas ocuparon un-diván : el primero procuraba en vano sostener la conversacion ; el segundo se sonreia con malicia , contemplando á la coqueta y al general . La marquesa habia examinado á Medina con esa mirada escrutadora que intenta leer en el fondo del corazon , y le habia asustado la fria impasibilidad del general , pues daba á entender que su presencia en el gabinete azul era más bien ocasionada por una exigencia social que por la satisfaccion de su propio deseo : esto alarmó á la marquesa que , comprendiendo su falsa posicion , se preparó á combatir con todas sus armas . ; Conocia bien que todos los ojos estaban fijos en ella y en el general , que todos los oidos pendian de sus palabras , que todos los corazones palpitaban con emociones distintas ; en una palabra , que iba á presentar un sitió decisivo ; la victoria levantaria su reputacion á una altura colosal ; pero una derrota la hundiia para siempre ; contaba mucho con sus fuerzas y con sus atractivos , aunque el exámen de la fisonomía del ogro , como ; le habia llamado , la desanimaba , porque no habia adivinado en sus facciones indicio alguno de atraccion , y al estrechar su mano , no le habia vendido uno de esos impulsos ¡ secretos , é instintivos ; que no pasan desapercibidos para la mujer acostumbrada á los combates del amor . Medina era un enemigo formidable ; , la coqueta , comprendiéndolo así y preparada para la batalla , estudiaba el terreno ; sabia sin duda que para las defensas heróicas vale : mucho la estrategia . El general y la marquesa estaban muy cerca , sentados en dos sillones ; El general paseó la vista con indiferencia por los cuadros del gabinete : seguramente no estaba dispuesto á romper el silencio . La marquesa lo intentó dos veces ; pero tenia enfrente la cara impasible del jorobado : este hombre ejercia en ella una influencia que la desconcertaba ; el conde hubo de adivinarlo , pues se sentó en aquél momento , ocupándose en arreglar los tizones y en avivar la llama . ¿ Necesitaba mirar á los actores para estudiar la escena ? La marquesa respiró al ver la accion del jorobado , pues su generosidad revelaba una transaccion : aprovechando aquella suspension de hostilidades , dijo al general con una sonrisa afectuosa : — Nos sé cómo agradecer á mi amiga la baronesa el favor que ha dispensado á mi casa , presentando en ella al héroe á quien tanto debe la patria . El general , mirándola fijamente , contestó : V — Señora , desconozco las frases de la galantería , y soy poco afecto á ellas ; pero en este instante siento ignorarlas para corresponder á ese elogio , aunque tengo el orgullo de creer que es justo . Todas las conversaciones se interrumpieron por un segundo : aquel rasgo , tan natural en un hombre de verdad , se tradujo por falta de modestia . — Campo Real miró á Rivas , que marcó una sonrisa de despreció . Medina nada notó ; Ta marquesa aparentó no notar nada , y dijo : ... — Celebro mucho , general , que estime V . en su verdadero valor mis palabras , yo , por muy versada que esté en esa fraseología que á V . disgusta , no prodigo elogios inmerecidos . — Bien hecho ;: la verdad debe ser acogida en todas partes , porque : tiene un trono en el corazon ; mis labios nunca semancharon : con la mentira . — Entonces será V.desgraciado , porque en el mundo se conoce á la verdad como al fénix : sólo de nombre ; muchos la cantan y se declaran sus sacerdotes ; pero nadie ve sus hechos : la verdad es un mito . — ¡ Oh ! renegaria del mundo si eso fuera cierto ; pero no : amo la verdad porque la hé encontrado . — ¿ En dónde ? preguntó la marquesa con asombro y marcando en los labios su sonrisa seductora Todos miraron más ó ; menos directamente al general , que contestó sin notar aquella observacion : — En los campos de batalla ; si la gloria no fuera verdad , los hombres no expondrian su vida en los combates .. La coqueta vió que el enemigo se retiraba del campo , pero le persiguió dispuesta á batirlo hasta en sus últimas trincheras . Hizo un gesto significativo y dijo :; ¿ La gloria ? Es cierto que tiene su aureola ; pero si lo consideramos bien , deduciremos que no es siempre ! la gloria laque obliga al soldado á perecer . Los ojos del general se inflamaron : peleaba en su terreno con ventaja , y exclamó : — ¿ Hay otra cosa por ventura ? ... — Sí , general , la disciplina ; el soldado no puede retroceder , porque si el peligro envuelve : una muerte dudosa , la desercion envuelve una muerte cierta . La ordenanza es inflexible , y Y . lo sabe mejor que yo . — ¡ No ! dijo el general exaltado ; por la gloria pelea el soldado ! La gloria no es una mentira deslumbradora ; si el debernos llama , vamos á morir ; pero el deber tiene su límite , señora ; cuando la patria lanza un grito , el corazon del soldado se inflama , busca el peligro , ebrio de entusiasmo , y va siempre más , allá de lo que el mismo honor prescribe ; ¡ no es el deber ! ¡ es la ambicion de gloria ! Decida un soldado que le espera una derrota , y le vereis invocar la muerte con frenesí . Si queda victorioso , la gloría lo cubre con sus alas y le ensancha el corazon ; si perece en la refriega ; muere : abrazado á su bandera , porque sabe que de la tumba del soldado se levanta la fama que canta la apoteosis del héroe . Si pelea por la gloria , y sólo por ella , la gloria no es mentira ; he soñado con los laureles , y al ceñirlos á mi frente , levanté los ojos para mirar á Dios con gratitud . ¡ Yo entonces no era un hombre ! ¡ miraba al cielo , porque me parecia estrecha y pobre la tierra para medirla con mi vista ! ¡ Y no era ambicion , marquesa ! ¡ yo no era el conquistador que ganaba un palmo de terreno , sino el enviado del Señor que : devolvia á mis hermanos , una perdida libertad ! ¡ oia al eco repetir mi nombre ! Perdone V . mi franqueza , pero me creia un gigante ; mi frente brotaba fuego , y me lanzaba de nuevo á los combates , buscando ese momento de fascinacion , ese delirio que realizaba despues todas mis aspiraciones . ¿ Qué me importaba la vida ? La muerte , cruzándose en mi camino , hubiera puesto el ; sello á mi enagenacion ; la muerte del héroe es dulce como la de los santos , tranquila como la del justo , grande como la del mártir . ¿ Y á esto llaman deber ? : ¡ Diga V . ahora que la gloria es mentira ! . Todos los admiradores de la marquesa estaban vueltos hacia el general , inmóviles , pendientes de sus palabras ; sólo el jorobado , aparentando impasibilidad , arreglaba los tizones con las tenazas que tenia en la mano derecha , escondiendo la izquierda en su pecho , entre el chaleco y la camisa . El conde conocia demasiado la posicion ventajosa que ocupaba el general . La marquesa le miraba fijamente y en éxtasis ; aquel entusiasmo tan espontáneo le hacia comprender que , aun siendo la gloria mentira , habia un ser que le rendia un culto sagrado ; un ser , en fin , que soñaba con la verdadera verdad . El general Medina estaba hermoso en aquel momento de fascinacion : era Petrarca cantando á Laura ; era Virgilio : cantando el dolor ; era Homero cantando las glorias del combate . La verdad agitaba su corazon : el corazon es siempre poeta . — ¡ Con qué placer he escuchado á V . , amigó mio ! exclamó la marquesa . ; . , La frase amigo mio hizo abrir mucho los ojos á los admiradores de la coqueta : . dominada ésta por aquel hombre superior , se habia dejado llevar de un impulso de su alma , estableciendo una confianza demasiado prematura . Campo-Real se levantó , y para ocultar su despecho , fué á sentarse junto á la baronesa , aparentando seguir con interés la marcha del juego . El conde soltó al cabo las tenazas y se recostó en la butaca , sin sacar del pecho la mano izquierda , cuyas uñas maceraban su carne . El general continuó : Veo que me hace V . justicia , reconociendo que era incierta su acusacion . — No sé si será cierta , general ; pero se defiende usted tan bien , que por lo menos hay que admirar su veneracion y su entusiasmo . — Cada hombre rinde culto á una deidad , y la mia es la gloria ; me habló V . de ella , y para ensalzarla demostré un calor que , aunque justo , parecerá acaso intempestivo . — De ninguna manera ; sólo me sorprende que pueda ser verdad ese delirio , porque las balas son verdades incontestables , añadió sonriéndose . Alabo en usted al héroe , aunque hasta ahora la guerra nada haya dicho á mis sentidos . — ¿ Ha leido V . , marquesa , las impresiones de Lamartine y de Chateaubriand en sus viajes á Oriente ? — ¡ Oh ! sí ... — Yo tambien he consagrado mis pocas horas de descanso á los grandes ingenios . Pues bien : considere usted un hombre que no rindiendo el primer culto á nuestra religion , lea esos preciosos volúmenes : se entusiasma con sus páginas , y al cerrar los libros , emprende la marcha á Jerusalem , siguiendo el mismo itinerario que Lamartine ó Chateaubriand . Aquel viaje idealizado ofrece mil penalidades que harian renegar de la expedicion , si no esperara el viajero pisar los Santos Lugares ; pone el pié en ellos , rendido y abrumado ; ¿ qué encuentra ? — ¡ Ruinas ! ¡ una sencilla losa ! Entonces se arrepiente del viaje , y protesta contra la mentira de la imaginacion de los poetas ; y sin embargo , allí está la inspiracion ; aquel sitio es grande ; aque ha losa es una fuente inagotable de verdad y de poesía ; allí se tocan de cerca los misterios que aprendimos á respetar ; allí se ven todavía las huellas del Redentor del mundo . Para el que no ve con los ojos del alma , allí no hay nada ; pero Lamartine y Chateaubriand vieron todo lo que escribieron . — Y ¿ qué quiere V . decir , general ? — Quiero decir que sucede lo mismo con la guerra al que no le rinde culto en su corazon . ¿ Qué ve V . en un trofeo , en una bandera ? ¿ Un pedazo de tela desgarrada ? ... ¡ Ah ! mis ojos leen en ella las brillantes páginas de la historia ; la bandera me presenta la imagen viva del héroe ; le hablo , le toco la mano , y me considero feliz : sale de su tumba para señalarme el camino de la gloria : le veo con los ojos del alma , que ven siempre la verdad . — ¿ Conque la gloria es una fascinacion ? — La gloria no es mentira ! — Entonces , dijo la marquesa queriendo traerlo á su terreno , ahora que se ha concluido la guerra , no vivirá V . , general . — Ahora vivo muriendo , ; señora ; en el campo está mi puesto . Terminada la guerra , vengo á descansar ; pero no dude V . que mi espada saltará de la vaina en cuanto asome la cabeza un enemigo . — Comprendo muy bien esa noble aspiracion ; pero si , como espero , los enemigos no asoman la cabeza , creo que tendrá V . tiempo para disfrutar de nuevas emociones ; y acaso sienta V . algun dia que el grito de la patria lo arranque de la vida cortesana » — ¡ No , señora ! para mí no hay placeres en esta vida tranquila ; quiero la agitacion de los combates , el estruendo y el peligro , porque estas horas siempre iguales son insufribles ; me gusta contar los minutos que me faltan para realizar un pensamiento , las horas que necesito para conquistar un laurel más , los dias que puedo sacrificar para añadir uno de gloria á mi patria ; mi mente no se separa del reloj del tiempo , porque del tiempo que no se aprovecha en algo , debe el hombre dar cuenta , vivo , á su patria ; muerto , á Dios . Aquí los hombres se reclinan muellemente en el carro de la fortuna , que los conduce á su antojo ; yo no me dejo llevar : me unzo al carro , y trabajo para guiarlo adonde aproveche á todos . Tengo voluntad y fuerza — La vida de la córte ... — No me hable V . de eso ; en la córte viven los hombres como máquinas : todos trabajan en provecho propio ; ninguno sufre vigilias y contrariedades y peligros cómo el soldado , en provecho de los demás ; el soldado vela para que otros duerman . — ¡ Oh ! sí ; pero el soldado se alimenta con el sudor de sus hermanos ; es un trabajo recíproco , dijo la marquesa con impaciencia , porque no podia fijar la cuestion que la atormentaba . Ahora duerme V . , general , y pronto no querrá despertar . — ¡ Imposible ! — Esta vida de Madrid tiene atractivos , que V . desconoce todavía . — ¿ Atractivos ? ¡ qué me ofrecen los salones y las mujeres ! ¿ Delirios , molicie , calma , y esa mentira que usted antes retrataba ? ¡ Esos no son mis ensueños ! — Cuándo se canse V . de descansar , amigo mio , buscará la lucha ; pero aquí no hay campos de batalla , ni enemigos , ni balas , ni combates ; en cambio , hay salones , y paseos , y mujeres , y ojos muy traidores , y amor , en fin . — No me conoce V . , marquesa , si piensa que esas pasiones pobrísimas pueden alimentar las necesidades de mi alma . No dudo de la mujer , pero no la busco ; tampoco dudo del amor , pero creo que es el recurso de los desocupados para entretener el tiempo . — Luego , ¿ nunca amó V . , general ? — Nunca , señora . — ¿ Y está V . seguro de que es inaccesible al amor ? — No me he ocupado de ese estudio en mi individuo ; lo único que aseguro es que la mujer rio me robó un minuto el pensamiento ; mi corazon no ha aumentado sus latidos más qué por la gloria . — ¡ Parece imposible ! exclamó la marquesa con asombro ; á la edad de V . hay aquí hombre que cuenta en su hoja de servicios más victorias en el amor que V . en campaña . — La costumbre , señora ; esos héroes vergonzantes pelearán con escudos para cubrirse el pecho ; no comprendo que se ame por amar ; el que rinde culto á la deidad del amor debe rendírselo entero , como lo rindo yo á la gloria . La marquesa ahogó un suspiro ; sus ojos brillaban , y exclamó : — ¡ Eso es verdad ! . — Como lo es que no entiendo una palabra de esas escaramuzas de salon que llaman pasiones . Sospecho que tengo el corazon de acero , y bien templado , porque hace un mes que estoy en Madrid , y aunque veo mujeres hermosas , mi corazon late tranquilo ; crea usted que echo de menos la guerra ; ¿ qué mujer puede proporcionarme las emociones que necesito ? Hasta ahora no he visto ninguna . La marquesa se mordió los labios con ira . Una sonrisa estaba pintada en el rostro de todos . Campo-Real volvió al lado de Rivas contoneándose . El conde se habia inclinado sobre un brazo del sillon para escuchar atento al general : su mano izquierda ya no atormentaba secretamente sus levantadas costillas . La coqueta , con una rápida ojeada , comprendió que necesitaba jugar el todo por el todo , pues su derrota era manifiesta ; sin que la voz vendiera su emocion , dijo con su sonrisa eterna : — No es una razon convincente , general ; hasta hoy no encontró V . una mujer que dominara su alma ; pero es imposible que no se cruce en su camino alguna que despierte sus pasiones aletargadas , y que le haga sentir esas vivas emociones que por lo menos valen tanto como el desvarío de la gloria . — Lo dudo , dijo Medina con indiferencia . 7 — ¡ Oh ! ¡ es un tributo que todos pagan ! — No me pesaria , marquesa ; pero ¿ en dónde está ese ser que comprenda toda la fuerza de mis pasiones ? — En el mundo , amigo mio . — La mujer ocuparia un lugar secundario en mi alma , y difícilmente se conformaria con esa postergacion . — El soldado sueña con la victoria que abrasa su cabeza porque lleva en el corazon la imagen de una mujer á quien quiere deslumbrar . Si no ama , ¿ con quién comparte su gloria ? Cuando regresa á su hogar , le satisface arrojar á los pies de su amada los laureles que conquistó : el hombre pretende ser grande para que la mujer lo admire . — Eso es muy hermoso , señora ; pero no habia pensado en ello . — Cuando el Cid volvia á los brazos de su Jimena , ésta adoraba al amante y admiraba al héroe . — Es verdad ; pero recuerde V . que Jimena se quejó al rey Fernando de que el Cid la olvidaba por los combates ; esto prueba que el soldado atiende antes á la gloria que al amor . La marquesa se sorprendió , encontrando en su enemigo una gran prueba de habilidad y talento ; pero sin retroceder , dijo : — No siempre , general ; ¿ negará V . que Marco-Antonio fué un gran militar ? — No , señora . — Pues Marco-Antonio abandonó sus banderas , y su amor por Cleopatra tuvo la culpa de aquella desercion . — ¡ Marco-Antonio era un loco ! — No , prorumpió la marquesa riéndose ; Marco Antonio era un hombre que amaba ; no sé si el amor y la locura se dan la mano ; pero casi diré que tienen algun parentesco . — No entiendo de eso , dijo Medina queriendo cortar la conversacion , porque se iba metiendo en una red de la que temia no poder salir . — ¡ Ah ! sé muy bien que Madrid es un campo de conquistas en donde correrá V . grandes peligros . Cuando vea V . una jóven sensible , amable , esbelta , graciosa , que en una mirada revele la impresion que siente ; cuando comprenda V . las delicias de la comunicacion , y busque un alma que corresponda á su alma ; cuando una mujer — ¿ Una mujer como V . , por ejemplo ? preguntó el general , interrumpiendo á la marquesa . Esta , riéndose para encubrir su agitacion , exclamó : — ¿ Qué es esto ? ¿ galante un soldado ? ¿ olvida V . la consigna ? Turbóse el general , y encogiéndose de hombros , se reclinó en la butaca sin contestar . Campo-Real miraba al techo , despues de haber pasado revista á los muebles del gabinete ; los jugadores no atendían á las cartas ; Leopoldo Rivas se habia dormido en el divan ; el jorobado habia vuelto á arreglar la chimenea y á esconder en el pecho su mano izquierda . La coqueta habia triunfado . Pasó sus ojos por las fisonomías de todos con simulada arrogancia , y quiso anudar la conversacion ; pero el reloj dió una campanada , y la baronesa se volvió á consultarlo . — Señores , dijo , es la una ; ajustemos cuentas . La baronesa habia ganado : el interes para los jugadores no habia estado en los naipes . ¡ Qué inoportuno es el reloj ! El general Medina respiró , porque se hallaba colocado en una posicion desventajosa . Todos se pusieron en pié . La marquesa presentó la mano al general , y despues de ofrecerle su casa con la fórmula acostumbrada , añadió : — Quiero que seamos muy amigos para contemplar á Hércules cuando cambie su poderosa clava por la prosáica rueca . — No entiendo , señora ... — Es decir , seré confidente de V . para conocer á la afortunada Onfale que trastorne su cerebro y le vea rendido á sus pies . Quiso el general sonreirse , pero notando que todas las miradas estaban fijas en él , conservó la serenidad en el semblante . La marquesa continuó : — Me tomaré la libertad de suplicar á V . que honre mañana mi mesa . — Señora ... — No admito disculpas ; me agrada oir hablar de la gloria con entusiasmo , y deseo que al fin convenga usted conmigo en que el soldado debe dar entrada al amor en su corazon . No espero un desaire . — De ninguna manera , marquesa ; me considero honrado con una distincion que no merezco . — Hasta mañana , general . — Hasta mañana , señora . Los admiradores de la coqueta se miraron con asombro . ¡ Medina estaba vencido ! La baronesa se despidió de su amiga , dándole esos dos besos de costumbre entre las damas , que las más veces parodian el tan conocido como traidor de Judas : al poner sus labios en el carrillo derecho de la marquesa , le dijo al oido : ¡ Pierdes ! Al devolverle el beso en el carrillo de la izquierda , murmuró la marquesa esta palabra : ¡ Gano ! Todos hicieron un saludo frio . El enemigo íntimo , al darle la mano , marcó en su boca la risa de siempre ; pero en el rostro de ella encontró su misma sonrisa . Al entrar en el carruaje , dijo Campo-Real al jorobado : — ¡ Esa mujer tiene mal instinto ! — Hace con Medina lo que contigo y conmigo y con los demás . — No : esta vez se interesa mucho en el combate . — Porque es fuerte el enemigo , Eduardo . — ¡ Qué agitada estaba ! — ¡ Es el primer dia ! — Lo veremos . — ¿ Temes perder tu privanza ? — Nada me importa ; pero lo siento por el general : es un hombre grande . Los dos amigos se estrecharon las manos . Al separarse , decia el conde para sí : — Este soldado vale mucho ; conquistaré á todo trance su amistad . La baronesa de Torre-Nueva , al apoyarse en el brazo del general , le dijo : — Convendrá V . en que no ponderé las gracias de mi amiga . — Señora , contestó Medina , la marquesa tiene talento y discrecion . — Es una mujer peligrosa . — ¿ Por qué ? — Porque inspira pasiones volcánicas ; todos los amigos que ha visto V . esta noche en su casa son sus admiradores : mariposas que se queman revoloteando al rededor de la luz de su hermosura . ¡ Cuidado , general ! — Soy incombustible , baronesa . Esta ayudaba á la coqueta , sin embargo de mediar entre ambas una apuesta ; no se extrañe este fenómeno : la baronesa nada esperaba ya del mundo . Cuando la marquesa se quedó sola , exclamó apoyando la cabeza entre las manos : — ¡ Este hombre es digno de mí ! La lucha será igual , pero reñida ... ¡ Venceré ! ... ¡ La gloria ! ... ¡ Bah ! ... Y se miró al espejo sonriéndose . Aquella noche tardó una hora en dormirse . ¿ Meditaria ó ensayaba su plan estratégico ? Voy á quitarte dos años , caro lector . — Estamos en 1837 . ¿ Ves ese carruaje , con un blason en la portezuela , que cruza á escape por la calle del Arenal , á pesar de los bandos de policía ? — Pues entra en él conmigo y siéntate en sus suaves almohadones . Este privilegio que tiene el escritor de llevar á sus lectores adonde se le antoja es inapreciable . Calla y observa al individuo que ocupa el vehículo . ¿ Crees que va solo ? — Pues le acompaña una mujer ; pero no la verás , porque va escondida en su pensamiento : repara que habla solo , y que ya se sonríe , ya se contraen sus labios y cierra los puños , como si sufriera una crispacion nerviosa . Algunas palabras se escapan de su boca , pero tan inconexas , que no podrias averiguar lo que vaga por su mente . Sueña despierto ; se lleva las manos á la cabeza y despues al corazon ; se incorpora en el asiento , y luego se deja caer , como si hubiera sostenido una lucha superior á sus fuerzas . El carruaje paró en la calle de Atocha , esquina á la de Cañizares , delante de una casa que daba frente á la iglesia de San Sebastian , cuya fachada no revelaba el lujo de lo interior : en 1837 todavía no se habia desplegado ese aliño con que hoy engañan los propietarios á los inquilinos ; entonces las casas de Madrid ofrecian comodidades , aunque las fachadas eran antiguas y feas ; hoy se han derribado aquellas para hacer avisperos de bonita vista . Seguimos el influjo de la época : lo que se ha perdido en comodidad se ha ganado en apariencias . Apeóse del carruaje el individuo y subió la escalera de la casa más despacio de lo que hubiera deseado por no permitírselo sus piernas cortas : era jorobado . Si te fijas en él , lector , reconocerás al conde de Tamajon . Este tiró del cordon de seda de la campanilla , y pocos segundos despues penetraba en un aposento que tampoco te es desconocido : en el gabinete azul . Si no quieres perder tu libertad , y acaso tu razon , no entres ; conténtate con oir mi relato : á la puerta del gabinete azul podria haberse escrito aquel verso de Dante : Lasciate ogni speranza voi ch'intrate . La marquesa estaba sola , leyendo un libro que abstraia su imaginacion ; la llegada del conde pareció que la importunaba ; pero sin manifestarlo le alargó la mano con esa gracia y esa indolencia que cautiva en las mujeres del gran mundo . El conde estaba agitado ; su mano abrasaba ; la marquesa le miró fijamente para preguntarle : — ¿ Está V . enfermo ? — ¿ Y V . me lo pregunta ? — Sí , porque lo ignoro . — ¿ Lo ignora V . ? exclamó el jorobado , apretando los dientes . — ¡ Me da V . miedo ! Y le señaló un sillon , donde él se dejó caer sin saber lo que hacia . Hubo un momento de silencio , que rompió la marquesa , sonriéndose : — Decididamente , atraviesa V . alguna crisis , y veo con sentimiento que no soy acreedora á que un amigo comparta conmigo su pena . — Marquesa , ¿ ha llorado V . alguna vez ? preguntó el conde con tono solemne . — ¿ Viene V . hoy dramático , amigo mio ? ¿ Llorar yo ? ¿ por qué ? — ¡ Ah ! ¡ llorar ! ¡ tiene V . razon ! El llanto es el rocío que Dios envia para refrescar una mente abrasada ; el llanto es el bálsamo consolador que cura las heridas del alma ; el llanto dulcifica las amarguras ; pero la mujer que no tiene corazon no necesita de este alivio , porque no sufre ; ¡ llorar ! Las lágrimas que embellecen moralmente á la mujer la marchitan físicamente ; los surcos de las lágrimas quedan impresos en el rostro ; las lágrimas abrasarian ese cutis delicado : ¡ hace usted bien en no llorar ! — Me engañé , dijo la marquesa con calma ; la fiebre es más intensa de lo que creia ; debe V . volver á buscar el lecho porque sólo convenciéndome de que sufre usted las consecuencias del delirio puedo perdonarle esa granizada de insultos intempestivos . — ¡ Insultos ! No : la verdad no puede ser un insulto ; ¿ no confiesa V . misma que nunca llora ? — ¡ Es original ! ¿ Por qué pretende V . verme convertida en Dolorosa ó en Magdalena , si me rodea la felicidad y de nada me remuerde la conciencia ? — ¿ Es V . feliz ? — Y ¿ qué me falta , amigo mio ? — Es verdad ; soy un necio ; la fiebre me extravia ¡ Porque tengo fiebre ! ¡ Esta noche he llorado ! — ¿ De veras ? Debe V . tener una organizacion privilegiada para sentir , de fijo va V . á decirme ahora que fuí yo la que con mi mano dí vueltas á la llave para que brotara el raudal de la fuente de sus ojos . — ¿ Se burla . V . , marquesa ? El gesto del conde era amenazador ; estremecióse ella á su pesar , y dijo , variando de tono : — Amigo mio , veo que se convierte en trágica la escena ; me costaba trabajo tomar por lo serio lo del llanto . — Debiera avergonzarme de confesarlo ; pero no me avergüenzo de tener corazon . Un año hace que mi vida está reconcentrada en la marquesa del Fresno ; cifraba mi felicidad en agradarla ; mi alegría en verla contenta : ella , aceptando mis obsequios , me ha dado derecho para pedirle cuentas de su conducta — ¡ Conde ! interrumpió la marquesa . — Ella , sabiendo que yo la adoraba , continuó él sin oirla , me admitia á su lado ; no creia sin duda contraer compromiso alguno con el hombre á quien engañaba ; pero este hombre , que no puede prolongar por más tiempo tan difícil situacion , necesita que la aurora de mañana salga para él resplandeciente , ó que no la vea salir , añadió con una intencion muy marcada . — Pero , conde ... — Los hombres que aqui vienen á todas horas me estorban ; si es verdad que V . me distingue y comprende este fuego inmenso que me devora , abramos un porvenir para los dos lleno de encantos , tengo una fantasía rica , y haré que en nuestra existencia no haya dos horas iguales . Y acercó su sillon al de la marquesa , que retiró el suyo con miedo . — ¡ No huya V . de mí , señora ! ¡ Amo á V . como á mi existencia ! ¡ más todavía ! ¡ amo á V . hasta el crímen ! Levantóse la marquesa sobresaltada , y tendió el brazo para coger el cordon de la campanilla ; el conde quiso evitarlo , y cayó de rodillas á sus piés . Por detrás de la colgadura de la puerta apareció la cabeza de un hombre ; la coqueta respiró , porque se habia salvado , y sonriéndose señaló al que entraba . El conde dió un rugido y salió , atropellando á don Mariano de Alba , que era el que tan á tiempo habia llegado . — ¡ Qué escena melodramática me prepara V . , querida amiga ! A fe que siento haberme molestado en venir para que ese gimió me atropellara . — Me ha salvado V . de una catástrofe . — ¿ Es posible ? — Ese gimio , como dice V . muy bien , dió en galantearme , y como para mí todos los hombres son iguales , oia sus necedades ; pero hoy me ha pintado un amor exquisito : la quinta esencia del amor ; me habló de crímen y de suicidio : está enfermo su cerebro . — La influencia de la época ; el romanticismo ha trastornado la cabeza de nuestra juventud : hombre conozco que se ha suicidado siete veces . — ¿ Siete veces ? — Sí : de palabra . El suicidio es uno de los muchos recursos oratorios del amante , que no escasea ninguno para convencer . — Me causaba miedo oirle expresarse con tanto calor . — El calor es tambien artificial , añadió el escéptico Alba . Pasemos del gabinete azul al aposento de la casa de Tamajon , en donde acaba de entrar éste , fuera de sí , dejándose caer en un sofá y cubriéndose el rostro con las manos . Diez minutos permaneció inmóvil , como si hubiera dejado de existir ; levantó al fin la cabeza y se incorporó . Sus ojos no estaban como antes , inyectados de sangre , pero revelaban su abatimiento ; habia pasado la exaltacion de la calentura y se hallaba en la postracion ; puso una mano en la cabeza y otra sobre el corazon , que latia con menos violencia , y exclamó : — ¡ Hay algo aquí y aquí ! en mi corazon hay un tesoro de amor ; en mi cabeza un raudal de pensamientos ; y ¿ de qué me sirven , Dios mio ? Se puso en pié y se paseó agitado por la estancia ; al llegar frente á un espejo de cuerpo entero , se miró en él un prolongado rato . — ¡ Ah ! dijo con acento dé profundo dolor ; he sido un loco ; me quejé de la marquesa injustamente ; estaba ciego ; ¿ cómo pude aspirar á rendir con mi horrible deformidad á esa turba de jóvenes apuestos y hermosos que la rodean ? La desventaja era notoria ; esa turba se mofa de mi joroba y me vence , escarneciéndome . ¿ Para qué quiero la riqueza de mi corazon si las mujeres me desdeñan ? ¿ Para qué quiero las galas de mi mente si los hombres me desprecian ? ¡ Ella ! ¡ ah ! ¡ yo habia formado tantos ensueños deliciosos con este amor que me ha ocupado un año entero ! ¡ deliré tantas veces ! ¡ Porque tengo veinticinco años , y mi sangre hierve , y mi fantasía se desborda ! ¡ Todo por ella y para ella ! Poseo un título y una fortuna ; y ¿ para qué los quiero ? ¿ Por ventura , la felicidad estriba en satisfacer las necesidades de la prosa de la vida y en deslumbrar la vanidad ajena ? ... ¡ Ah ! ¡ no ! Mi corazon buscaba lo que la naturaleza no niega al último de los mortales ¡ Oh ! ¡ hubiera dado todas mis grandezas por un minuto de su amor ! Desprendióse de sus ojos una lágrima , y al sentirla caer sobre sus manos cruzadas , se estremeció . — ¡ Ah ! ¡ una lágrima ! ¡ Dios es bueno ! pero el demonio necesita de su presa ; esta lágrima me recuerda el sarcasmo de ella ; el mundo tambien se reiria ahora viéndome llorar ... Mañana este cuerpo deforme que fué pasto del sarcasmo de los hombres , será pasto de los gusanos , menos roedores que aquellos ... ¡ Debo morir ! Y dirigiéndose á un pupitre , fuera de sí , sacó del cajon una pistola ; despues de examinarla , para convencerse de que estaba bien cargada , la montó , diciendo : — ¡ Voy á morir ! ¡ perdóname , Dios mio ! ¡ soy débil ! ¡ no tengo fuerzas para ahogar esta pasion , ni para luchar con los hombres ! ¡ Ella se reirá mañana ! ¿ Qué me importa ? Si la vida es un tránsito para la eternidad y mi senda está erizada de escollos , abreviemos el camino ¡ Mi corazon late con fuerza ! ¡ No puedo , no quiero , no debo tener miedo ! ¡ Dios mio , perdon ! Y aplicó el cañon de la pistola en la sien derecha . El balcon estaba abierto , y se oyó en la calle una estrepitosa carcajada : el conde se estremeció , cayósele de la mano la pistola , y corrió al balcon para ver al que tan cruelmente se burlaba de un hombre que habia levantado la losa de su tumba . Pasaban por la calle dos jóvenes , hablando de cualquier cosa que habia excitado su hilaridad . Aquella carcajada , indiferente para el jorobado , le , dió la vida . — ¡ Ah ! ¡ creí ! ... exclamó ; ¡ estoy delirando ! ¡ la risa me hace daño siempre ! Apoyando la cabeza en las manos , meditó por espacio de algunos minutos ; al cabo dijo , presentando en su fisonomía un cambio notable : — ¿ Por qué no he de reir tambien ? ¿ Porqué no he de volver al mundo esa carcajada que parece vino á insultar mi dolor ? ¿ No consiste la felicidad en la existencia que el hombre se traza ? Yo tenia un corazon puro , y una mujer me lo ha llenado de veneno ; ¿ por qué no ha de probar este veneno , si puedo devolvérselo gota á gota para amargar las horas de su vida ? ... Los hombres se burlan de mi deformidad física ; ¿ acaso no llevan en el alma una joroba más pronunciada que la mia ? ¡ Ah ! sí : en mi cabeza hay talento : la lucha no es desigual ; el mundo es un campo que brota flores y espinas : cogeré las espinas para ceñirlas á las sienes de esos miserables que se creen superiores á mí porque la naturaleza les regaló una figura perfecta . La Providencia , al formar los seres , les pone un sello especial ; ¡ soy una mueca de la Providencia ! El conde se oprimió el pecho con las manos y continuó . — Debo reir siempre y esconder á las gentes esta tempestad de que acabo de salvarme La marquesa es bella ; como un áspid , me cruzaré en su camino , y venceré en la lucha ; mi encono será un rayo que fulminaré contra ella ; pero siempre con una risa engañosa que ocultando mis sentimientos me haga saborear el placer de la venganza ... ¡ Quiero vivir ! ¡ vivir sólo para envenenar sus dias más halagüeños , para desgarrar su corazon como ella ha desgarrado el mio ! ¡ quiero vivir para sostener una valiente lucha con el género humano ! ... ¡ Já , já , já ! Y el jorobado ensayó al espejo aquella risa diabólica y mentirosa que fué la careta de su dolor . Hé ahí la causa de la risa del conde de Tamajon . Al siguiente dia se presentó en el gabinete azul , sereno y con la risa en los labios . La marquesa , al verle entrar , le miró fijamente y le dijo : — ¿ Está V . más aliviado , conde ? — ¿ Representé bien mi papel , marquesa ? Y el jorobado soltó una carcajada que heló en las venas la sangre de la coqueta . — Qué dice V . , amigo mio ? — Nada : que ayer estuve sublime , á juzgar por el efecto de mi exaltacion , ¿ me negará V . que tengo cualidades de actor ? — Finge V . bien , dijo la marquesa herida en su amor propio . — ¡ Oh ! me empeñé en saber hasta donde llegaba la impasibilidad de V . La amenaza aquella del suicidio me elevó , lo menos , á la altura de Carlos Latorre ; ¿ no es cierto ? — ¡ Oh ! sí . — ¿ Esperaba V . hoy recibir la noticia de mi romántico suicidio ? Pues no , marquesa : vivo para querer á usted como antes , ó masque antes . Y el conde volvió á reirse con una espontaneidad que provocó la sonrisa de la marquesa : aquella sonrisa que habia de ser en lo sucesivo el eco de la risa del jorobado . La marquesa acaso sentia en aquel momento que el conde no se hubiese suicidado : el conde habia arrebatado un trofeo á la coqueta . La lucha estaba entablada . Desde aquel dia , la marquesa habia encontrado en el conde un amigo allegado , una persona inseparable , un concurrente asiduo al gabinete azul ; desde aquel dia , la marquesa habia sentido contrariedades : los satélites del astro no miraban al ídolo con la misma veneracion : habia una mano oculta que movia el pedestal para derribarlo . La crónica trataba de hincar su diente desapiadado en la coqueta , y no pudiendo herir su honra , proclamaba á voz en grito que la diosa de los salones no tenia corazon , que el ídolo no queria más que incienso . Apareció Campo-Real en el gabinete azul , y apareció con el prestigio del favoritismo ; acercóse el conde al poeta , le estrechó la mano , y trató de interesar á la marquesa para tener el gusto de atormentarla ; Campo Real encontró en el jorobado un amigo sin igual , que se sacrificaba por su afecto y que seguia paso á paso su vida : queria que le sirviera de instrumento de su venganza . Nadie como Tamajon elogiaba al poeta en el gabinete azul ; nadie estaba más dispuesto á salir á su defensa . Campo-Real pertenecia al jorobado , y le abria su corazon . Cuando se convenció de que la marquesa no se habia fijado de una vez , buscó el medio de alejar al favorito para que le dejase el campo libre , é intrigando , consiguió que en el teatro del Príncipe se representase una comedia de Campo-Real que dormía en el archive , de cuando el poeta cultivaba la literatura . El día del estreno de la comedia organizó Tamajon una claque aparente , que silbó sin piedad , á pesar del mérito de la obra . ¡ Y quiso pelearse con el público porque silbaba la obra de su mejor amigo El prestigio del poeta sufrió el golpe contundente que esperaba el conde ; herido en la vanidad , Campo Real perdió el terreno , y no conservaba ya en el gabinete azul masque el nombre de favorito . El jorobado aparecia en el mundo con su perpetua risa : sus sangrientos epigramas y su talento le conquistaron una reputacion entre la juventud licenciosa , que le buscaba siempre para saciar ese fatal instinto de los maldicientes . Tamajon se vengaba de la humanidad poniendo de relieve jorobas más pronunciadas que la suya . ¡ Oh ! debe tener razon Virgilio cuando dice : « Gratior et pulchro veniens in corpore virtus . » Sin embargo , ¿ no tendrá el mundo la culpa de que la virtud parezca más hermosa en un cuerpo hermoso ? La marquesa adivinaba la mano del conde ; pero no se atrevia á delatarlo , porque tenia miedo á aquella serpiente . Cuando se anunció en el gabinete azul la presentacion del general Medina , el jorobado se puso en guardia y preparó de nuevo sus armas para combatir al que comprendió á primera vista que era formidable enemigo . Y si quieres , lector , ver todos los efectos de la risa del conde de Tamajon , sigue el curso de mi historia en el año 1839 . Eran las tres de la tarde . Dos horas hacia que la marquesa estaba ocupadísima , perfilando su tocado y en consulta con el espejo ; en sus adornos lucia una gran riqueza de detalles . Su mal humor era visible ; la doncella no acertaba á prenderla como siempre , y el peluquero habia tenido que desbaratar tres veces su obra maestra por faltar un no sé qué á sus magníficos rizos . Hasta la atmósfera sufria sus acusaciones injustas , porque creia que el sol le prestaba poca luz para contemplarse en la luna veneciana ; nunca habia quedado más descontenta del conjunto de su cabeza , y nunca habia estado más deslumbradora ni más bella . No es extraño : aquel dia comia con ella el general Medina . Al oir las tres hizo un gesto de impaciencia : temia que llegara la hora de entrar los convidados . , sin haberse acabado de vestir ; ¡ y los convidados no debian asistir á la cita lo menos hasta las cinco ! Dije los convidados , y debo dar una explicacion . Cuando la marquesa habia despertado por la mañana , á las ocho , hora muy desusada por cierto para ella , lo primero que cruzó por su mente fué el nombre del general ; dormirse una mujer con un nombre en la imaginacion qué al despertar la acomete de nuevo , es un síntoma alarmante , pero no debe olvidarse que para la mujer que vive de galanteos una conquista es lo que para el avaro un negocio ; si esté quiere encerrar un talego más en su arca , aquélla ansia apuntar una víctima más en su lista . La marquesa recordó palabra por palabra la conversacion de la noche anterior , y ya se nublaba su semblante , ya acariciaba una sonrisa , segun iba interpretando las frases del general . Entre sí decia : — Este soldado será un ogro que se comerá á los hombres , pero para las mujeres debe ser un cordero ; su corazon virgen no puede resistir mucho tiempo á los embates del amor . ¡ Y si llegara á impresionarlo ! ... ¡ ahí ¡ quién como él me proporcionaria una victoria que cantaria la Fama con sus cien trompetas ! Sin esos calculados afectos , que en todos los hombres se parecen , ¡ qué nuevas emociones me esperan ! Lo dominaré , y confesará que la gloria no es la diosa del soldado : ¡ este triunfo me enloquece ! ¡ Y lo conseguiré !