Doña_Blanca_de_Navarra Crónica_de_el_siglo_XV FRANCISCO_NAVARRO_VILLOSLADA Íbase precipitando el otoño de 1461 en los áridos brazos de el invierno , cuando a la puerta de una choza de el arrabal de Mendavia , pequeña villa de Navarra , donde tuvieron principio los extraordinarios acontecimientos que vamos a referir , se apareció una gentil y apuesta villana , que fue a sentarse en un banco de tosca piedra que a el lado yacía , bajo el frondoso toldo de pámpanos y dorados racimos que coronaba el pajizo techo de la cabaña . Púsose luego a retorcer con su pequeña y delicada mano el pardo lino , sujeto a la recién labrada rueca ; pero sus dedos , cuya blancura hacia resaltar el moreno copo , se mostraban algo torpes en tan grosero ejercicio . Aparentaba la hilandera unos treinta años de edad ; y por su altivo continente , y por la peregrina perfección y dignidad de sus facciones , hubiérasela tenido por una de aquellas matronas romanas , que desde los más elevados puestos de la república dominadora de el mundo , pasaban sin pena a la oscuridad de la vida doméstica . Contaba en aquella época la muy noble villa de Mendavia unos ochenta_y_dos vecinos cristianos , y algunos judíos , y pertenecía a el muy magnífico señor don Luís_de_Beaumont , conde de Lerín , por la sencilla razón de que a el rey don Juan_II , que a favor de las revueltas y disturbios se burlaba ya de las cortes y de los fueros , se le había antojado quitársela a don Iñigo_de_Stúñiga su legítimo dueño . No hacia mucho tiempo que la villa tenía doble número de habitantes ; pues , amén de los nobles , pasarían de mil los labradores ; pero la guerras intestinas en que estaba ardiendo el reino de Navarra , asolaron de tal manera a Mendavia , que los vecinos pecheros quedaron reducidos a diez , y estos muy pobres . Mencionamos este hecho para que el discreto lector , después de saber que en igual proporción se amenguaba la población de todo el reino ; pueda hacerse cargo de lo mal parada que estaría entonces aquella monarquía . Uno de los diez labradores pobres que habían sobrevivido a los desastres de una guerra civil , a el parecer interminable , era Fortuño_Garcés , que en compañía de Aldonza , su legítima consorte , ejercía aquella honrosa y venerable profesión , considerada entonces como una de las más viles y despreciables de la tierra . ¡ Tal era el vuelco que habían recibido las ideas , cuando en tiempos no muy lejanos se vieron reyes que a el empuñar el cetro , tenían que soltar la esteva de sus manos ! Pero ni su pobreza , ni su degradación social eran obstáculos poderosos a impedir que Fortuño y Aldonza tuviesen virtudes ; y lo que es más , virtudes como la hospitalidad que suelen costar dinero . Pocos días antes asomó tímidamente la cabeza por las bardas de el corral la gentil labradora de quien vamos hablando , desconocida de toda la vecindad ; y como este acontecimiento hubiese despertado la curiosidad ociosa , los honrados huéspedes decían a cuántos iban a informarse de lo que no debía importarles , que la recién venida era una cuñada de la tía de la suegra de un hermano suyo , avecindado en Dueñas , y que habiendo muerto el hermano de la suegra , de la tía de su cuñada , venía la infeliz a refugiarse a el único abrigo que la esperaba ... a el seno de sus más próximos parientes ! Quedaban ellos , a el parecer , enteramente convencidos , lo cual no depone muy en favor de su caletre ; bien que algunas crónicas afirman que , magüer no les satisfaciesen mucho que digamos tan incontestables razones , cuando menos guardaban silencio ; lo cual demuestra que debía sobrarles circunspección y prudencia . La misma soberana hermosura y melancólica dignidad de el semblante de la castellana , bastaban también para imponerles respeto ; y su mucha gravedad y retraimiento la ponían a el abrigo de las murmuraciones . Era la tarde , había llovido , y la forastera se hallaba enteramente sola en casa ; y queriendo acaso respirar el aire de el campo , o temiendo que la tristeza se apoderase de su corazón dentro de aquel angosto , oscuro y miserable recinto ; salió con la rueca en la cintura a continuar su tarea fuera de la puerta de la cabaña ; desde la cual , se descubría una dilatada pradera , que el Ebro regalaba con sus bulliciosas ondas , y que frondosas colinas coronaban subiendo en escalones gigantescos hasta convertirse en azuladas montañas . Bañaba la gallarda labradora las pardas hebras de el lino más bien con lágrimas de sus ojos que con la humedad de sus labios , volviendo el rostro a cada instante ; recelosa y estremecida a el más leve rumor que en torno resonase , como corcilla temerosa que más de una vez ha burlado la activa persecución de los cazadores . Pero como viese que nadie la miraba , como creyese vanos sus recelos , dejó caer el huso de las manos , sacó la rueca de la cintura , arrojándola con cierto majestuoso desdén , y tendió sus miradas por la dilatada llanura , elevándolas de vez en cuando a el firmamento . Brillaron entonces sus rasgados ojos con un rayo de melancólica alegría , y se dilataron ávidamente sus negras pupilas , como si quisiesen abarcar el inmenso panorama , y el encantador conjunto de aquella fecunda naturaleza . El tosco , pero cándido lino de las tocas que le cubrían el seno , retemblaba como las blancas hojas de el chopo , como la instable superficie de la cuajada leche , revelando la agitación de su pecho cada vez más extremada ; hasta que no pudiendo contenerse , prorrumpió con lastimera voz en estas sentidas palabras : — ¡ Qué hermoso es el campo , Dios mió , para quien puede verlo exento de cuidados , y disfrutar con tranquilidad y holgura de sus encantos ! ¡ Oh ! si alguna cosa es capaz de hacerme olvidar los amargos días de mi pasada vida , es sin duda este suave perfume que exhalan las flores escondidas a el abrir sus cálices sedientos cuando con plácida lluvia las regala el cielo ! Bello es este ambiente que dilata mi pecho , esta luz que ilumina mi corazón ; esta soledad que nada me hace temer . ¡ Sola ! ¡ Dios mió , siempre sola , y a merced de extraños ; contrariada en todos mis gustos , aun los más inocentes y sencillos ; repudiada por mi marido ; perseguida de muerte por mi padre , y privada hasta de los consuelos de un hermano , de el único ser a quien amo y a quien sin duda por eso tan cobarde y vilmente han engañado para tenerle sumido en un calabozo ! No hay en el mundo un palmo de tierra donde pueda ocultarme de mis perseguidores , y sin embargo ... añadió estremeciéndose súbitamente a el ocurrirla este pensamiento , y sin embargo ... quizá todo cuánto veo , todo es mió ! Sin duda la posesión de lo que miraba no podía verificarse sin alguna terrible y nueva desgracia ; pues que a el tropezar su alma con aquella idea , había sentido una conmoción moral semejante a la conmoción física que se experimenta a el contacto de un cuerpo electrizado . — ¡ Carlos ! prosiguió la labradora con los ojos arrasados de lágrimas ¡ Carlos , hermano mió ! ¿ Se contentarán nuestros enemigos con retenerte a ti en prisiones , y con perseguirme a mí para privarme de la libertad ? ¿ Qué presiente mi corazón con esta melancolía que le devora ? ¡ Carlos ! ¿ Escucharás tal vez los sentidos acentos de tu hermana , sonriéndote de las amarguras de el mundo , desde el lugar que Dios ha destinado a los justos para su descanso eterno ? ¿ Me habrás dejado en herencia con todos tus derechos , toda tu desventura ? Más dijera la gentil villana , más hubiese aclarado el enigma de sus primeras palabras , si creyendo escuchar algún rumor extraño no se levantara de repente . — ¡ Gran Dios ! exclamó con inquietud : siento pasos dentro de casa : será tal vez la pobre anciana que cuida de mí con tanto cariño . Mis enemigos ignoran que yo me oculto en este sitio : el miedo , el sobresalto en que vivo hace tantos años es quien exalta mi imaginación , y finge estos rumores . La mano de el sublime pintor de la naturaleza trazaba entonces a el oriente un arco iris , y la villana quedose dulcemente embebecida contemplando aquel suave y magnífico meteoro , siempre consolador , y ahora más que nunca presago para ella de ventura . Continuaban sin embargo los rumores . Dos caballeros completamente armados de pies a cabeza , habían penetrado en la casa por la puerta trasera que daba a los corrales , donde a la sazón Aldonza se encontraba . Quiso la vieja dar voces ; pero a el verse con una daga en la garganta , tuvo que guardar silencio . La disfrazada labradora hubiera sentido el roce de las armaduras , si en aquel mismo instante no le llamara la atención un gallardo mancebo , que por la parte de el campo venía hacia ella , contemplándola con inefable dulzura . Era este el hijo de Samuel , uno de los vecinos judíos de la villa , que a el poco tiempo de la aparición de la castellana , se había convertido a el cristianismo , bautizándose con el nombre de Jimeno ; porque Jimena , se hacia llamar la desconocida . Estos dos hechos referidos sencillamente , nos ahorran de algunos párrafos de ponderaciones hiperbólicas acerca de el profundo amor que atesoraba el corazón de el antiguo israelita . Sólo tenemos que advertir que su pasión , tal vez por ser tan grande , estaba contenida dentro de los límites de el respeto . Acaso la villana descubrió la profunda impresión que su hermosura causaba ; tal vez no la enojaba el descubrimiento , pero se guardaba muy bien de alentar una pasión imposible ... desatinada , loca . ¡ Pobre Jimeno , si hubiera llegado a sospechar el abismo que entre los dos se abría ! Afortunadamente lo ignoraba , y la ignorancia es el bálsamo consolador , de la mitad de el género humano . Mientras fuera de la casa departían ambos amigablemente , uno de los caballeros observaba en el interior , por entre los calados hierros de la visera , el rostro de Jimena , y aun aplicando el oído , maldecía en sus adentros tal artífice , que había cargado la celada con tanto hierro , que le impedía entender ni una sola de las incompletas frases de la conversación de los villanos . Todas las apariencias indicaban que el compañero de el curioso observador , no tenía el mayor empeño en hacer descubrimiento alguno ; pues limitándose a vigilar a la amedrentada dueña , daba de cuando en cuando evidentes señales de impaciencia , y aun de fastidio . — Ella es , Sancho , dijo el primero en voz baja , y con acento conmovido . — Imposible , mosen Pierres , contestó el aburrido con el mismo tono . — ¿ Empiezas ya con tu sempiterna manía de contradecir ? — Empiezo y concluyo sosteniendo contra cualquiera bien-nacido , que esa no es la persona a quien buscamos . — Pues qué ; ¿ la conoces , tú , Sancho por ventura ? — No la conozco , ni he menester conocerla . — Pero ; ¿ sabes a quien venimos buscando ? — ¡ Voto a el diablo ! ¿ Cómo queréis que lo sepa , cuando sólo me habéis dicho : « Sancho amigo , tal vez tengamos que andar a cuchilladas con los Beamonteses , porque vamos a robarles la más hermosa dama de las orillas de el Ebro ; sé que te pintas sólo para estos lances ? ... » Monto a caballo , vengo , y ... ya no veo que eso tenga trazas de dama , si no de una miserable labradora , indigna de los honores de un rapto . — ¡ Ah ! si no tienes otras pruebas , Sancho , creo que te engañan las apariencias . Eso , como tú has dicho con tan enérgico desprecio , eso , que te parece una villana , es una señora . — ¡ Imposible ! — Una gran señora . — ¿ Me tenéis por un niño ? — Una princesa . — ¡ Condestable ! — Y quizá , quizá es una reina . — Proseguid , y acabaréis por hacerla diosa . — Sancho hermano , si yo fuese partidario suyo , te diría : « esa es tu reina » y tendrías que hincarte , de rodillas delante de ella , y venerarla como a Dios , dijo mosen Pierres_de_Peralta , con todo el entusiasmo monárquico de aquella época en que se miraba a los reyes como divinos ; y se les trataba peor que a humanos . — ¿ Por quién tenéis , pues , a esa villana que no parece si no que os ha hechizado ? preguntó el guerrero con la curiosidad y asombro suficientes , para venir a colocarse cerca de el agujero desde donde miraba el condestable a los de afuera que platicaban sosegados . — Si no me engañan mis ojos , que no la han visto hace muchos años , es la hija de nuestro señor rey don Juan_II de Aragón y de Navarra . — ¿ Doña_Leonor_de_Fox ? — Doña_Blanca_de_Navarra . — ¡ Cómo ! ¡ La princesa de Viana ! — Sí , la hermana y heredera de el infortunado y rebelde Carlos , príncipe de Viana , a quien el partido beamontés ha reconocido y aclamado por nuestro legitimo rey y natural señor . — Os repito que no puede ser . La princesa doña Blanca debe estar ahora en no sé qué pueblo de Castilla ... Y sobre todo , que sea , que no sea , poco se pierde en robarla , trasladándola por algunos días a vuestro castillo de Peralta , donde tendrá un hospedaje más digno o de su excelso linaje o de su hermosura . — Es que si esta no fuese doña Blanca , de quien debo apoderarme en nombre de el rey su padre , maldita la gracia que tendría exponernos por una villana a entrar en combate con toda la guarnición de el castillo de Mendavia , reforzada ahora por la llegada de el conde de Lerín . — Pronto saldremos de dudas , dijo Sancho ; y dando tres pasos en la choza y amarrando a la dueña por la garganta , con una sola mano , añadió brutalmente : ¡ Ea ! bruja maldita , dinos la verdad , o con dos dedos te ahogo lo mismo que a un pichón : ¿ quién es la moza que tienes en casa ? — Señor , deuda mía es Aldonza , respondió temblando . — Mientes , vieja de Satanás , le interrumpió Sancho , apretando un poco el dedo pulgar y el índice , que parecían una tenaza de hierro . Y no me chilles , continuó ; que si aprieto un poco más , no vuelves a murmurar en lo poco que te falta de vida . — ¡ Por Dios ! ... suélteme su merced ... Señor caballero ... Es cierto que no es parienta mía ... pero , no la conozco ... Créame vuesa merced : aquí la trajo un caballero ... como vos ... calada la visera ; entregó un bolsón a mi marido Fortuño ... habló con él ... y se marchó sin descubrirse ... — ¿ Qué señas tenía ? preguntó mosen Pierres . — No le vi la cara ... a fe de Aldonza ... como no se la veo a sus mercedes . — ¿ Era pequeño , no muy gordo ... de voz áspera seca ... ? — Sí , señor ... si ... — ¡ El conde de Lerín ! dijo Peralta . Sin embargo , todavía temo equivocarme . Es muy expuesto habérnoslas con toda la guarnición de la villa . — ¿ Y por qué no si estamos armados ? — ¿ Pero no reparas que nos hemos metido en un pueblo rebelde que pertenece en cuerpo y alma a ese viejo conde de Lerín , cabeza de el bando de el príncipe y de la princesa de Viana contra el rey nuestro señor ? ¿ No reparas con esa tu terquedad , que Dios maldiga , que el pueblo más cercano de nuestro bando dista tres leguas mortales de camino más llano que esa pradera , y nos podrían dar alcance los mesnaderos de el conde ? — ¿ Sabéis qué significa todo eso en buen romance ? — Significa , respondió mosen Pierres_de_Peralta , que desde el día en que se desposó doña Blanca en Valladolid con don Enrique_de_Castilla : no he vuelto a verla , y temo que su fisonomía se me haya despintado . — ¡ Gentil modo de disculparse ! repuso el obstinado Sancho : todo eso es miedo , y nada más . — ¡ Voto a san Fermín , nuestro patrón bendito , exclamó mosen Pierres , como ira mal reprimida , que cuando acierte a salir de este pantano he de castigar tamaña insolencia ! — Pues de este pantano salimos muy fácilmente . ¿ Tenéis duda de si es la princesa la apuesta villana que charla con ese mancebo que parece un novicio de el monasterio_de_Leyre ? Pronto voy a saberlo . — ¿ De qué modo ? — Lo veréis . — Vamos , honrada bruja , añadió el áspero caballero , ¿ cómo se llama esa rapaza ? — Jimena , señor . — Pues bien ; doy treguas un instante a tu garganta de pergamino , para que en alta voz llames a tu huésped . — ¡ Jimena ! gritó la anciana con trémulo y ronco acento , a el que quiso dar cierta modulación particular , como si en esta palabra comprendiese un aviso , una reprensión , y una despedida . La villana hizo un leve ademán como de alzar los hombros : volvió luego hacia la cabaña su rostro , dulce entonces y sereno , y tornó a decir adiós a el ufano mancebo . — ¡ Doña_Blanca , doña Blanca ! exclamó de pronto el atrevido guerrero con un acento que atronó el ámbito reducido de la choza . Pero antes que hubiese pronunciado por segunda vez este nombre , ya la princesa , lanzando un grito agudo había echado a correr desatentada hacia la ermita de nuestra señora de Legarda , que se alza en medio de la pradera , y cerca de la cual pacía una torada . Jimeno la seguía de cerca ; procurando en vano detenerla con sus voces . — ¿ Lo ves , pecador de mí ? dijo el condestable : ¿ ves como con tu maldita obstinación has ahuyentado la caza ? — Nada de eso , respondió Sancho con mucha calma ; cuando la paloma se escapa de las redes ; se coge una ballesta , y con la punta de un venablo se la sorprende en medio de su remontado vuelo . — ¿ Qué vas a hacer , desdichado ? — A disparar contra ella . A el fin , ¿ para qué la quiere el rey , sino para darla un jicarazo , como ha hecho con su hermano el príncipe de Viana ? — Es hija de tu rey , detente : es preciso apoderarnos de ella sin causarla el más leve daño . Tú no sabes ... Es condición precisa para cierto enlace . ¿ Pero lo ves ? ya es tarde ... Un novillo se desmanda de la torada ... le sale a el encuentro , la persigue ... la acosa ... la princesa ha caído de rodillas ... el toro la acomete ... ¡ infeliz ! ¡ Infeliz ! ¡ Ya no hay remedio ! Un grito de terror salió de aquella choza , escapado únicamente de los labios de dos personajes que en ella se albergaban . El soberbio animal bramando de coraje , y más irritado con la furia y los vivos colores de el brial de la princesa ; bajaba ya la testuz para clavar sus agudas astas , cuando el robusto mancebo que la seguía se interpuso repentinamente delante de el toro , sosteniendo con él una lucha rabiosa y desesperada , que no hubiera podido continuar por mucho tiempo , sí , rápido como el relámpago y con agudo silbo no hubiese venido un venablo a enclavarse diestramente en el corazón de el bruto , que doblando las rodillas bajo los hercúleos brazos de Jimeno , cayó revolcándose en su propia sangre . Aquel venablo , como supondrán nuestros lectores , había salido de la ballesta de Sancho , que a el oír exclamar a mosen Pierres_de_Peralta , que ya no había remedio para doña Blanca , sólo por probarle lo contrario , arrojó la flecha con indeferencia que lo hubiera hecho teniendo por blanco el pecho de la princesa . Cayó esta desmayada con el susto y la agitación , y ambos caballeros pudieron fácilmente transportarla a la cabaña , desde la cual poniéndola en el razón delantero de uno de sus mejores caballos , a todo escape se encaminaron Ebro abajo . Cuenta el coronista de esta peregrina historia que el recién convertido israelita se quedó como quien ve visiones : y aun añaden algunos manuscritos de un fraile de Irache , muerto en olor de santidad ; que realmente le parecían fantasmas , o trasgos , o sombras de mal agüero los desalmados que tan inicuamente se apoderaron de doña Blanca . Y en efecto , aquella presteza en el obrar , aquella parsimonia en el decir , y aquella facilidad en hurtar princesas ; más que cosas naturales y corrientes , debieron ser , aun para el buen fraile que sólo las supo de oídas , artes diabólicas y de encantamento : cuánto más para Jimeno , ante cuyos atónitos ojos pasaron como ensueños . Magullado por el toro , exhausto de fuerzas , solo , y sin más armas que sus rozadas y desnudas manos ; ninguna resistencia pudo oponer a los asesinos de su dicha . Empero a su propia debilidad é impotencia debió sin duda la vida , la cual , aunque en aquellos momentos no era para él un don muy apreciable , no debía sin embargo serle tan enojoso andando el tiempo . Este tiempo anduvo muy pronto . — Es preciso salvarla : es preciso vivir para derramar por ella hasta mi última gota de sangre . Tal fue la resolución de el gallardo joven a el salir de su estupor : y en su fisonomía dulce y tímida anteriormente , aparecieron rasgos de valor , de audacia y energía , que dieron nueva expresión y nueva hermosura a su semblante . Es admirable la facilidad que tiene el hombre para formar propósitos , y mucho más siendo malos ; como es igualmente maravillosa la dificultad de cumplirlos , y sobre todo , cuando son buenos . Esta reflexión , que , por cierto , no es de el monje de Irache , nos ha caído en mientes a el transcribir las palabras de el hijo de Samuel ; el cual después de haberlas pronunciado , se mostró tan animoso como si nada le faltase para rescatar a la princesa y vengarla de sus enemigos . Entre la cabeza y el corazón de un joven no media esa distancia aterradora de la reflexión , que los años van ahondando y convirtiendo en un abismo . ¿ Adonde se han llevado a Jimena ? ¿ Quiénes son sus perseguidores ? ¿ Por qué la han arrebatado de casa de sus parientes ? ¿ Quién es ella ? ¿ Quién soy yo para liberarla ? ¿ Con qué medios cuento para el buen éxito de mi empresa ? He aquí las reflexiones que tuvo por conveniente omitir el mancebo . A ninguna de ellas podía responder : he aquí el abismo abierto a sus plantas . Mas para todas aquellas preguntas , tenía una respuesta vaga , instintiva y satisfactoria . — Quiero saberlo todo : quiero salvarla , a costa de mi vida . Jimeno , pues , tenía más de la mitad de el camino andado para conseguirlo . Y tal era la fuerza de su voluntad , que olvidándose de su magullamiento , de su cansancio y de su postración , con animosa faz y firme paso se dirigió a la cabaña . — ¡ Aldonza ! ¡ Aldonza ! ... aun antes de llegar exclamó el mancebo con una voz tan llena y robusta , que para la vieja fue desconocida . — ¡ Aldonza ! tornó a llamar en el umbral de la choza . — Pase ... su merced ... adelante , respondió en tres tiempos la buena mujer , que salió sollozando , y con la punta de su delantal en los ojos . — ¡ A mí su merced ! Pues qué , ¿ no me conoces ? — ¡ Simón ! ... digo Jimeno ; ¿ No te han muerto ? — ¡ Ea ! No es tiempo de andarse en lloriqueos , Aldonza : la interrumpió el mancebo con una superioridad y una firmeza , de que nadie le hubiese creído capaz . ¿ Has conocido a esos hombres ? — No . — ¿ Qué te han dicho ? — No sé lo que me han dicho : sé lo que me han hecho . — ¿ Se han dejado olvidada alguna arma , alguna cosa ? — Me han puesto una argolla a la garganta . — ¡ Oh ! yo creo que te han trastornado el juicio , repuso el hijo de Samuel con impaciencia . Responde , prosiguió ; responde por Dios . ¿ Han dicho algo ? ¿ Qué nombre se han dado ? — ¡ Sancho ! Sancho se llama mi verdugo , dijo Aldonza , cuyo más vivo recuerdo debía corresponder a su sensación más dolorosa . — ¡ Sancho ! Bien está . ¿ Qué traza tiene ese hombre ? — Es un diablo vestido de hierro , y con unas fuerzas ... ¡ un terco que siempre está disputando ! ... yo nada comprendí ; pero bastaba que el uno dijese haches , para que el otro dijese erres . — ¿ Conque nada más sabes si no que uno de ellos se llama Sancho , que este Sancho es terco , forzudo y que disputa mucho ? — Nada más . — ¿ Tiene tu sobrina o parienta , algún amante , algún enemigo que se llame Sancho ? preguntó Jimeno con los ojos inflamados por la venganza . — ¡ Desdichada de mí ! ¡ Quién me ha metido a recibir parientes que Dios no me ha dado ! — Pues , ¿ quién es ella ? — ¿ Qué sé yo ? — ¿ Quién la trajo aquí ? gritó Jimeno con energía salvaje . La vieja le miraba con asombro , y apenas podía creer que tenía delante a el humilde judío de antaño . — ¿ Quién la trajo aquí ? tornó a decir el joven con irresistible acento , haciendo una de esas preguntas que traen respuesta aparejada . — Nuestro señor , el conde de Lerín , contestó Aldonza como si dejase caer un peso de su alma . Apenas oyó Jimeno estas palabras , cuando sin pronunciar una sola , sin dirigir a la vieja una mirada , volvió súbitamente las espaldas : y con el mismo paso acelerado y resuelto que había traído , con la misma audaz expresión en el semblante , se apartó de la choza y comenzó a subir el agria cuesta que conduce a el casco amurallado de la villa . ¿ Cuáles eran sus intentos ? ¿ Ver acaso a el condestable conde de Lerín , caudillo de el bando agramontés , señor de aquella comarca , y más poderoso tal vez dentro de Navarra que el mismo rey contra quien se había rebelado ? Semejante proyecto , que ni aun en sueños le hubiera ocurrido días antes , ahora le parecía natural , sencillo y hacedero . Pasó , pues , bajo la prolongada bóveda de la puerta de el medio día , y se dirigió a la izquierda por una calle recta aunque angosta , que iba a desembocar frente de la fachada principal de el alcázar , cuya última torre delgada y altiva como el pino que arranca de el borde de un precipicio , hemos visto derribada a impulsos de un pensamiento revolucionario que se traga en un día el alimento de cien siglos . Los honrados vecinos de Mendavia que tropezaban con Jimeno , quedaban contemplándole con cierto gesto que quería decir : ¿ Qué tendrá hoy el cristiano nuevo , que pasa sin rubor delante de nosotros ? ... Y encogiéndose de hombros se alejaban , medio asombrados , medio ofendidos . Esta misma arrogancia debió servirle para que los centinelas , pajes y escuderos , por un movimiento instintivo le abriesen de par en par las puertas de el alcázar . Un rubicundo pajecillo , que , por lo que después veremos , debía de ser nuevo en la villa , entró en un salón espacioso , oscuro y modestamente adornado de bancos y sillones de encina ; y volviendo la cabeza a todas partes , después de haber llegado a el medio de el aposento , dio algunos pasos para salir , por no haber encontrado lo que buscaba ; cuando una ligera y oportuna tosecilla le hizo detener , echar mano a la gorra que traía puesta y dirigirse con respeto adonde primeramente se había encaminado . — ¡ Señor Condestable ! ... dijo el paje a un hombrecillo que envuelto en una túnica forrada de pieles blancas , y sumido en un enorme sillón de baqueta , estaba escribiendo delante de una mesa todavía más enorme , sobre la cual llegaban horizontales los débiles rayos de el crepúsculo vespertino . Levantó el de las pieles la cabeza , y brillaron en la penumbra dos ojos pequeños , vivos y penetrantes . — ¿ Qué hay ? respondió el condestable de Navarra , o conde de Lerín con una voz seca , pero bronca y cavernosa , que parecía salir de un gigante tendido en el suelo . Pero antes de pasar adelante , para evitar confusiones debemos advertir a el lector , que entre los muchos males que acarrean las guerras civiles , ocasionan también por vía de compensación grandes bienes ; y uno de ellos es que la república tenga a pares los principales empleos . No suele hallarse por esto mejor servida ; pero en cambio nadie le quita el gusto de pagar doble número de servidores . Tan Condestable de Navarra se creía y se cobraba mosen Pierres_de_Peralta , vasallo de el rey don Juan ; como el conde de Lerín que le hacía la guerra . Si hubiesen vivido en estos tiempos , a uno de los dos le habríamos aplicado el consabido epíteto de el titulado , o la muletilla de el ex ; pero como pasa mucho de trescientos años la delantera que nos han tomado para venir a el mundo , no nos parece prudente hacer inútiles y tardías innovaciones . Anudemos ahora el hilo de nuestra historia . — Perdonad , señor , dijo el impertinente pajecillo , no os había visto . — A mí no se me ve , repuso el conDe cómo picado ; pero se me siente . — Señor , añadió el paje esquivando discretamente la cuestión , aquí ha llegado un mancebo vestido de pardo ... así como de villano ; pero tiene la cara de príncipe , y manda con tal imperio que no he podido menos de hacerle entrar ... — Hasta a el zaguán . — Hasta aquí . — ¡ Bá ! dijo el conde sonriéndose ; pues si tú no has podido menos de hacerle entrar hasta aquí , no es cosa de haceros salir a ti y a el príncipe por el balcón . Dile que pase adelante ... con franqueza , sin temor alguno . El paje salió temblando , después de haber hecho a el conde profundas reverencias . Aquella sonrisa , y tono chancero tan raros en su señor , le volvieron más pálido que la cera . Sin embargo , no tenía el buen paje por que asustarse : eran natural efecto de uno de los pocos momentos de satisfacción interior de que gozan hombres tan bulliciosos é inquietos como el conde de Lerín . Era don Luís_de_Beaumont tan buen guerrero , como eminente político ; tan valiente como sagaz ; pero tan desalmado como sagaz y valiente . Es una fatalidad que la fama de gran capitán y de consumado repúblico puedan ir tan raras veces acompañadas de la fama de hombre de bien . Para pintar de un rasgo a este personaje diríamos que había sido el César_Borja de su época , si el César_Borja no hubiese existido en la época de el condestable ; y por cierto que cinco lustros después vino a morir a manos de los partidarios de el conde , en el término de esta misma villa de Mendavia de que vamos hablando . Pero ya que no puede aplicársele calificación semejante , diremos con más propiedad y exactitud que el conde de Lerín era el César_Borja de Navarra . Acababa entonces de dar la última mano a una carta que había comenzado con visible satisfacción política , y concluido con notable satisfacción literaria ; y en este feliz momento en que la ambición y el amor propio le sonreían a porfía , vino a interrumpirle el paje con su extraña embajada . Apenas dirigió a el criado las últimas palabras , tornó el conde a saborear , no sabemos si sus conceptos , o sus planes , y pasó los ojos por el pergamino que decía así : « A nuestro muy caro , y muy amado , y egregio conde de Pallars . » La nueva de la muerte de el Rey_Nuestro_Señor , Carlos_el_IV ( Q._D._H._E._G. ) ha afligido nuestro corazón ; y mucho más sabiendo que la voluntad de Dios no era de llamarlo para sí tan pronto ; a no haberse interpuesto la mano de su hermana y de su madrastra , que con yerbas ponzoñosas han malogrado los grandes pensamientos que Dios nuestro señor había fundado sobre el infeliz monarca . También tenemos que lamentar los inauditos robos , asesinatos y tropelías que comete en nuestras tierras el bandido Sancho_de_Rota , que nos va privando de nuestros más leales amigos y cumplidos caballeros . Pero en medio de tanta calamidad , podemos consolarnos con la seguridad de el triunfo de nuestra santa causa en cuyo nombre nos hemos apoderado de las buenas villas_de_La_Guardia , San_Vicente , Los_Arcos , Lumbier y Viana , de cuyo castillo salió el altivo mosen Pierres_de_Peralta vestido de luto por una puerta , mientras entrábamos por otra cubiertos de gloria . » Asimismo debemos a el Señor la ventura de tener en poder nuestro a la muy ilustre princesa doña Blanca ; a quien , como heredera de los derechos y títulos de el rey_Carlos , su hermano ; debemos proclamar por reina nuestra y señora natural . » Con este objeto tratamos de llamar a todos los ricos homes , prelados , títulos y buenas villas de Navarra , para reunirnos en Cortes y alzar sobre el pavés a la muy ilustre y magnífica princesa de Viana ; por lo cual es preciso que vos tornéis desde esas tierras de el principado de Cataluña a levantar el grito , para ver si alcanzáis más fortuna que hace cuatro meses ; o de no , para ver si distraéis las fuerzas de el rey don Juan , mientras las Cortes hacen su oficio en el reino . » La desgraciada princesa doña Blanca , que a semejanza de su hermano Carlos , y por su mismo delito de heredar la corona , es perseguida desde su cuna , nada sabe de nuestros justos intentos ; diré más , nada sabe de la muerte de su hermano . Ocultarle lo primero me ha parecido conveniente , por si su timidez y escrúpulos filiales pudiesen oponernos algún obstáculo ; lo segundo , para mayor seguridad de lo primero , y ... para no afligir aun más su lacerado corazón . » Después de haberla sacado de prisiones , no ha querido encerrarse en uno de mis castillos , y prefiere vivir disfrazada de villana , con una familia pechera que la desconoce y con una libertad que nunca había disfrutado . » Está segura , pues , y a buen recaudo , y con el favor de Dios y con el vuestro , presto dejará el tosco sayal de labradora para vestir la púrpura de los reyes . » Avisad de todo a vuestro amigo y hermano , que queda rogando a Dios por vuestra salud . Dado en mi alcázar de Mendavia a quince días de el mes de octubre de 1464 ... Mucho antes que el autor hubiese terminado el repaso de su obra , Jimeno estaba en el aposento . Sintió el conde el ruido de sus pisadas ; pero sin embargo no levantó los ojos de el pergamino hasta enrollarlo con prolijo esmero . Esta distracción afectada , o calculada descortesía , sirvió de mucho a entreambos personajes : a el entrante para reponerse de cierta turbación que le infundió la oscuridad de la sala , el respeto de la persona que tenía delante de sí , y un súbito rayo de luz que le hizo conocer lo arriesgado de su empresa , a el Condestable para lanzar a el recién llegado una furtiva mirada , de los pies a la cabeza . — Adelante , dijo a el mancebo que permanecía inmóvil cerca de el umbral . ¿ Cómo diablos has perdido de repente esa franqueza que te ha traído hasta las puertas de mi cámara ? — Señor , respondió Jimeno con sinceridad , he podido ser audaz hasta que os he visto . Semejante respuesta hubiera desarmado a el conde , aun en sus ratos de mal humor , que solían ser los más de su vida ; considérese pues , cuán buen efecto producirían en los momentos presentes . — Vamos , tienes talento y audacia ; dos cosas que pueden muy bien estar separadas , repuso el conde acordándose de que en si propio estaban reunidas en grado tan eminente . Acércate , añadió suavizando la voz . ¿ Quién eres ? — Soy el hijo de el judío Samuel , vasallo de vuestra grandeza . — ¿ Qué pides ? — Venganza ... No , no señor ; justicia . — Vamos , esos honrados mendavieses , como son tan buenos cristianos , te habrán hecho alguna mala pasada , ¡ pobre judío ! — Señor conde , Jesucristo es mi Dios . — Tienes razón : te veo con el traje de cristiano , y te creía ... — Señor , dos soldados acaban de arrebatar a una mujer ... — ¿ Villana , eh ? — Sí señor , villana parecía . — ¡ Qué travesura ! ... ¡ Vamos ! ¡ Si esa gente no puede permanecer ociosa un sólo día ! Está visto : tras de un asalto , una batalla ; y luego una escaramuza ; y luego ... Te prometo que no han de tener tiempo mis soldados de entretenerse con semejantes bromas . ¿ Y era hermana tuya ? — ¡ Oh ! ¡ Más que hermana ! — ¿ Tu esposa ? — Señor , respondió Jimeno con súbita energía , creyendo desplomar sobre el conde una montaña , como los dioses sobre los gigantes , para vengarse de el desprecio con que había recibido la nueva de el atentado . ¡ Señor , esa mujer es Jimena , la que moraba en casa de Fortuño y Aldonza ! Quedó el mancebo con los ojos enclavados en el condestable , esperando ver la terrible explosión que en su concepto debía seguir a sus palabras . El conde permaneció silencioso un momento : encogiose luego de hombros , arqueó las cejas , frunció los labios , y con el gesto más indiferente y el acento más tranquilo de el mundo , contestó : — No la conozco . El hijo de Samuel , visiblemente desconcertado , dio un paso atrás . La noticia que acababa de recibir don Luís_de_Beaumont , era la más funesta que a la sazón pudieran darle : echaba por tierra todos sus planes ; le confundía , le anonadaba : y sin embargo ninguna impresión visible le había producido . Quizá en el fondo de su alma experimentó la más violenta sacudida ; pero aquel hombre tenía sobre sí mismo el imperio suficiente para sostener la inmóvil serenidad de su semblante . Así la superficie de los mares permanece alguna vez tersa y tranquila como un espejo , mientras el fondo se agita y hierve a el impulso de corrientes encontradas . César_Borja , y ninguno más que César , hubiera podido hacer otro tanto ; pero ni César ni nadie podía haber hecho más . — Cuando entrasteis aquí , continuó el conde en el mismo tono , estaba concluyendo una carta : aguardad , que no quiero dilatar su envío . Y sin esperar respuesta de el atónito mancebo , se levantó el condestable con el rollo de pergamino en la mano , y por una puertecilla secreta salió con paso mesurado de el aposento . A el cruzar delante de Jimeno parecía realmente un enano ; pero a los ojos de el mancebo tomó las proporciones de un coloso . — Vaya , pensó el amante de la princesa : tal vez se habrá contenido , temeroso de ser escuchado por indiscretos escuderos : pero en volviendo ... ¡ Dios mío ! ¡ Cuál será su furia ! Un minuto después tornó el condestable de Navarra arrastrando el ropón de pieles , y con su anterior serenidad y mesura . — ¿ Cuánto tiempo hace que habéis abrazado la religión verdadera ? le preguntó a el joven , aproximándose a la ventana . — Dos meses . — ¿ Y quién os ha convertido ? — Jimena . — ¿ Alguna monja ? — No , señor ... ¡ Jimena ... esa Jimena ! ... se atrevió a decir el mancebo , cuyo asombro rayaba ya en estupefacción . — ¿ Quién ? — La de el rapto . — ¡ Ah ! se me había olvidado . El conde volvió ligeramente la cabeza , y tendió sus miradas por los inmensos páramos que conducen a Viana . — Se conoce que mi recuerdo le ha causado admiración , pensó Jimeno . Está meditando en alguna resolución importante . — Mucha uva se coge este año , dijo el conde , bostezando ligeramente . — ¡ Señor ! ... ¿ Y a mí me decís eso ? — Pues qué ¿ no sois labrador ? — Pero ... ¡ Jimena , Dios mío , Jimena ! ¿ Dónde está ? ¿ Quiénes son sus raptores ? ¿ Cómo no tratáis de averiguarlo ? ¿ Cómo no los castigáis ? ¿ No somos vasallos vuestros ? ¿ No sois condestable ? ¿ No administráis justicia ? — ¿ Y qué tengo yo que ver con vuestras cuitas , raza de siervos , que os atrevéis a revolar cual miserables insectos en torno de nuestros alcázares , y a zumbar con inútiles lamentos ? ¿ No os dejamos brazos para defenderos , puñal para vengaros , y tierra donde sepultar a vuestros enemigos ? ¿ Ha de descender el señor a rescatar lo que os dejáis cautivar vosotros ? ¿ Ha de desvelarse por una honra que os niega Dios cuando os arroja a el mundo ? — ¡ Oh ! exclamó el hijo de Samuel con toda la rabia de cien generaciones oprimidas ; tenéis razón : con brazos , con puñales y con sepulturas , nada tenemos que pedir a los señores : afortunadamente si Dios nos ha negado la honra , nos ha colmado de valor . El conde escuchaba sus mal encubiertas amenazas casi con gusto , y dirigía alternativamente miradas escudriñadoras a la campiña y a su interlocutor . — ¿ Qué camino han llevado los raptores ? le preguntó con brusco , acento . — Rió abajo . — ¿ Eran caballeros ? — ¡ Caballeros debían ser ! respondió Jimeno con amargura . — ¿ Armados ? — De punta en blanco . — ¿ Sabéis más señas ? — Uno de ellos se llama Sancho : es forzudo ; terco , disputa mucho . El conde se sonrió casi imperceptiblemente . No podía ignorar que había un Sancho en Navarra que tenía a gala la terquedad , y por orla de su escudo estas significativas palabras : QUE SÍ : QUE NO . Jimeno ignoraba que había pintado un personaje de un sólo rasgo . Todo el misterio estaba ya revelado para el caballero . — ¡ Sancho ! ... ¡ Sancho ! repitió éste como si quisiese recordar alguna cosa : no hay acaso un hombre más vulgar en Navarra : ahí está si no ese famoso bandido Sancho_de_Rota , que ... — ¡ Bandido ! — Sí ; bandido de las Bardenas ; pero valiente , atrevido , temerario . Decidme ¿ era hermosa vuestra Jimena ? — Como un ángel . — De fijo él es . — ¿ Pues qué ? ... le interrumpió Jimeno con la furia de los celos . — ¡ Oh ! ¿ No sabéis sus mañas ? ¿ No sabéis hasta donde extiende sus correrías para forzar las más apuestas doncellas de la ribera ? — ¿ Y se llama Sancho_de_Rota ? — Sancho de Rota ; pero es muy valiente . — ¿ Y anda por las Bardenas ? — Sí , hacia Tudela ; pero advertid que es un demonio vivo . — Señor condestable , gracias por la noticia . Es valiente , y no es caballero ; puede ser enemigo de un villano . El joven se alejó todavía con más resolución que la que trajo ; pero con el corazón envenenado por el odio , por los celos , y por el ardiente deseo de venganza . Cuando el conde le vio traspasar el dintel de la puerta exclamó con desesperación : — Éste me libertará de Sancho_de_Rota ; pero ¿ quién podrá rescatar a la reina de el cautiverio de su padre ? El conde , sin embargo , no se había descuidado . Mientras con tan aparente indiferencia y frialdad , con tal desabrimiento estaba escuchando a el antiguo judío ; Carlos_de_Artieda , uno de los caballeros de su mayor confianza , salía con veinte lanzas , por orden suya , en persecución de los raptores , y Aldonza y Fortuño habían desaparecido de la villa de Mendavia . Ignorase que hizo de ellos el conde : la historia no los vuelve a mentar . Las Bardenas reales de Tudela montes erizados de robustos pinos y gigantescas rocas , que se extienden desde aquella ciudad a el reino de Aragón , han sido célebres , por los bandidos que las han infestado . Tan frecuentes y espantosos eran los crímenes que en aquellos pinares se cometían , desde los tiempos más remotos ; tan antigua y tradicional la indispensable existencia de un capitán de salteadores en aquellas enmarañadas breñas ; que en cinco leguas a la redonda se habían despoblado todos los castillos , caseríos y albergues de pastores , abandonados a merced de los bandidos ; y los veinte y cinco pueblos comarcanos se habían unido en hermandad para perseguirlos mancomunadamente , siendo uno de los terribles artículos de aquel pacto : « que cogiendo a los malhechores infraganti , los ahorcasen , sin esperar orden de el rey ni de la justicia . » Estériles fueron tan crueles disposiciones , quizá por su misma crueldad : íbanse sucediendo los bandidos de generación en generación , con el orden mismo , con la misma puntualidad que los príncipes se suceden en una monarquía , cuyo origen se pierde en la cuna de los pueblos . El último rey de aquellas montañas , se llamaba Sancho_de_Rota , y había eclipsado la horrible fama de sus antecesores , por la muchedumbre y enormidad de sus crímenes , y sobre todo , por su descomunal arrojo y venturosa temeridad . A mediados de octubre de 1461 , desapareció aquel hombre desolador , espanto de los reinos de Aragón y de Navarra ; y empezó a cundir el rumor de que había muerto en un combate : nueva no muy consoladora para los pueblos , que contaban de seguro con que el sucesor no tardaría en aparecer . Efectivamente , no se hizo esperar mucho tiempo . A la cabeza de cien forajidos salió un formidable guerrero , que hizo enmudecer la fama de Sancho_de_Rota con el eco de feroces hazañas , que resonaban a el par de generosas prendas . Poco podemos decir de su figura , pues rara vez levantaba la visera de el casco , y jamás se desnudaba de su armadura : sólo por el valor se distinguía en el combate ; y cuando su espada o lanza permanecían ociosas , su gentileza , y apostura justificaban la superioridad que sobre los demás ejercía . A guisa de noble y misterioso paladín , como si olvidase que mandaba una gavilla de salteadores , y no una compañía de soldados ; había hecho pintar en su escudo un emblema que nadie podía adivinar . Poco tiempo después de haber tomado el mando de aquella gente desalmada , y de haber sembrado el espanto y la consternación desde el Ebro a los Pirineos , y desde el Océano a Moncayo ; no sin admiración y asombro de sus mismos camaradas , se le vio salir tranquilamente a la cabeza de su partida de el áspero y quebrado terreno que nunca había abandonado , sino para rápidas y nocturnas correrías ; y lo que es más extraño , se le vio descender a las inmensas llanuras de Peralta , sin ser de ninguno de los pueblos de la hermandad hostilizado . Hasta entonces aquel reino de salvajes enclavado en otro reino civilizado , jamás había tenido otras alianzas que las de el brazo con la espada ; ni otros amigos que las cuevas , las rocas , los castillos abandonados , la espesura de los pinares y la aspereza de las montañas . El prisionero que ofreciese probabilidad de buen rescate ; el caminante que llevase el bolsillo bien repuesto , eran sus enemigos capitales : jamás entre ellos se había alzado otro pendón que el de el exterminio , ni otro grito que el de muerte . ¿ Cómo , pues , atravesaban ahora las villas , con las lanzas en la cuja , o las picas a el hombro que reflejaban los rayos de el sol ? ¿ cómo los vecinos de aquellos desolados pueblos , lejos de cerrarles puertas y ventanas se asomaban a ellas , y les miraban con una expresión en que se confundían la curiosidad con el asombro , el terror pasado con el presentimiento de la tranquilidad futura , el dolor de antiguas heridas con la esperanza de no recibir otras nuevas ? Para satisfacer estas y otras dudas tendremos que volver caras a nuestra narración , en la que , sin saber cómo , habíamos avanzado inoportunamente . Era uno de los días de la penúltima semana de octubre , cuando Sancho_de_Rota , preparado para cierto golpe de mano que se había de dar en uno de los pueblos de el condado de Lerín , estaba aguardando la noche con suficiente dosis de impaciencia para maldecir veinte veces por minuto , la lentitud con que el sol iba descendiendo a el mar Cantábrico . El rey de las montañas se fastidiaba tan soberanamente en medio de sus rudos vasallos , armados de corazas de baqueta y de capacetes y yelmos de hierro empavonado , como el más poderoso monarca constitucional en medio de sus ministros responsables . Un hombre aburrido es la criatura más frágil de la tierra ; incapaz de resistir a una tentación , como la tentación pueda sacarle de su fastidio . Tentole , pues , el diablo a Sancho_de_Rota de perder el tiempo , ganando a sus vasallos todo el dinero que anteriormente les había distribuido . También estos eran achaques de rey . Fernando_el_Católico y el emperador Carlos_V se entretuvieron toda su vida en ganar a los nobles los maestrazgos , encomiendas y señoríos de que sus antecesores les habían colmado . Uno de los elementos más poderosos de el fastidio , es hacer todo lo que nos da la gana ; pero esta regla no deja de tener sus excepciones . En la ocasión presente , en que Sancho_de_Rota halló en sus soldados materia dispuesta para secundar sus intentos , y comenzó a jugar a la puerta de el castillo de Eguarás , un minuto después de haberlo pensado ; preciso es confesar que le divertía el monótono ejercicio de vaciar y meter los dados en un canuto . Había una razón para que así sucediese . Cada vez que el capitán de bandoleros arrojaba las piececitas de hueso sobre la mesa , se metía doscientas o trescientas monedas en el bolsillo ; y como el hombre , magüer salteador de caminos , propende naturalmente a el egoísmo , no era ningún obstáculo para que Sancho ganancioso se riera el ver rabiar a sus desdichados compañeros . — ¡ Por vida de el diablo , que el capitán sabe robar a los mismos de su oficio ! — ¡ Voto a san Caín , que me deja sin un cornado ! — ¡ Mil demonios me lleven , si esta noche no le mato ! Tal era el coro angelical que regalaba los oídos de Sancho_de_Rota , quien sin dársele un ardite por estas amenazas , contestaba . — ¡ Ea , hermanos ! ¿ Tan presto os dais por desplumados ? ¡ Vergüenza tengo de mandar a gente tan pobre ! Por Barrabás , que no sé donde sepultáis los caudales que os distribuyo . Vamos , gentecilla ruin , desahuchad el dinero que atesoráis sin duda para fundar monasterios . Nadie sacaba un cornado . — ¡ Cuerpo_de_Dios_! ¡ A el desquite , cobardes , pésia mi alma ; que no sé donde meter tanta plata ! Todos permanecieron mudos . — ¡ Voto a San_Cernin de Pamplona , que aún queda día bastante para pensar en movernos de este sitio , y me haréis entrar a el castillo a escuchar los lloriqueos de las rapazas que tengo ahí cautivas ! ¡ Ea ! o jugáis , o voy a probar de desmentir aquel refrán de : « afortunado en el juego ... » — Veinte florines , dijo uno de los bandidos , vaciando sobre la mesa una bolsa de cuero , que arrojó luego con desdén . El capitán meneó la caja de los dados con cierta sonrisa de satisfacción , dirigiendo codiciosas miradas a el montón de dinero . — Tres , dijo desocupando el canuto . Bajo es el número ; pero tengo tal suerte que estoy seguro de que sacas el uno . — Cinco , contestó el postor , tirando los dados sin haberlos movido apenas . — ¡ Por Jesucristo vivo ! ¿ Lo veis cómo se tuerce la fortuna ? — ¡ Cuarenta florines ! añadió el nuevo jugador . — ¡ Ola ! ¿ Jugáis a la dobla ? Van los cuarenta . Todos los circunstantes comenzaron a interesarse por el contrario de su caudillo . — ¡ Ocho ! exclamó éste ; ¡ pobre diablo ! Lástima te tengo ! — ¡ Nueve ! — ¡ Víctor ! bien , bien ! exclamaron todos sin poder contenerse , y por primera vez fijaron sus miradas en el ganancioso . Sus armas eran conocidas , más no podían verle el rostro : tenía calada la visera . — ¡ Ochenta florines ! — Demonio ! gritó Sancho con voz de trueno . ¡ Ochenta florines de oro ! No ha habido mayor apunte en todo el día . Tienes el alma bien puesta . ¡ Eh ! ; ¡ Señor distraído ! El de la visera siguió silencioso . Van los ochenta . Meneó el capitán las piezas más de lo que solía , y las vertió con cierta suavidad . — Blancos ! todos blancos ! gritó el concurso , apiñándose más y más en torno de la mesa . Sancho_de_Rota se puso amarillo de rabia . Su contrario cogió con calma los dados , y con su acostumbrada indiferencia los tiró a el punto sobre la mesa . — ¡ Veinte ! — ¡ Voto a veinte_mil legiones de demonios que te lleven ! No aguanta más el hijo de mi madre , dijo Sancho procurando salirse de el corro . No era fácil empresa : los bandoleros cada vez más interesados en aquella lucha que iba tomando tan gigantescas proporciones , se pusieron naturalmente de parte de el inferior , y gritaron todos a una voz : — ¡ Juego ! ¡ Juego ! debes hacerle juego mientras ganes . — En buen hora , respondió el capitán , que con toda su autoridad y poco respeto a las leyes divinas y humanas , no se atrevió a quebrantar las de el pundonor . ¡ Juro por San_Fermín , patrón de Navarra , no separarme de aquí mientras tenga un sólo cornado ! Picado ya en su amor propio , fue mucho más allá de sus estrictos deberes . — Ea , añadió con el canuto en la mano . ¿ Cuántos pones ? Ciento_sesenta florines , respondió con calma el encubierto . — ¡ Ciento_sesenta florines ! repitió Sancho balbuciente . No importa : tú caerás . — ¿ Los ves ? ¡ Diez y siete ! ¡ Diez y siete , pobrecillo ! — ¡ Veinte , otra vez ! ¡ Veinte ! gritaron todos , atónitos de una suerte tan obstinada . Sancho calló : tiritaba de cólera : daba diente con diente : sentía un frío tercianario . — ¿ Cuánto va ? preguntó recogiendo los dados casi convulsivamente . — Trescientos_veinte florines , contestó el encubierto con toda impasibilidad . — Espera ... no sé ... si tengo bastante : debe faltar ... — No importa : todo lo que tengas , contra los trescientos_veinte florines . — Bien está . Tiro . Reinaba el más profundo silencio en medio de aquel centenar de hombres agrupados . Un puñetazo sobre la mesa , y una espantosa blasfemia , vinieron a turbarlo . Siguieron luego rumores prolongados , y fuertes chicheos de los bandidos más próximos a el centro , que mandaban callar para no perder una sola palabra de aquella escena . El capitán sacó el número dos . No había un sólo testigo de aquel extraño combate , cuyo corazón , no latiese con violencia ; porque no había quien dejase de presentir una catástrofe . Entretanto se preguntaban los malhechores a el oído : — Pero , ¿ quién es el contrario de el capitán ? — Chafarote . ¿ No ves la cuchillada que recibió el otro día en el espaldar ? — Cierto ; pero Chafarote tiene un aire así ... un poco zafio ... Y luego Chafarote no es hombre que se pasa dos minutos sin echar un trago , y a ese no le hemos visto remojar hasta ahora la palabra . — Silencio , que tira . Tiró en efecto los dados el de la visera , con tanta ventura como en los golpes anteriores . Todos comprendieron que había algo de providencial en aquella constancia de la suerte , y comenzaron a contemplar a el ganancioso cuasi con miedo . Así lo indicaban a el menos los hondos murmullos , los remolinos en que se agitaban , y el instantáneo impulso con que los bandidos se apartaron en torno suyo , manteniéndose a cierta respetuosa distancia . — Me has arruinado , dijo el capitán con una calma mucho más terrible que su pasada furia . — Todavía no , contestó su contrario . — ¿ Quieres que juguemos la vida ? repuso el bandido con una sonrisa traidora , que se perdió en la espesura de sus enormes bigotes . — Nuestra vida podemos jugarla después ; pero no a los dados . — ¿ Qué tengo yo que excite tu codicia ? — Algunas buenas mozas encerradas en ese castillo . — ¡ Bah ! ¡ bah ! Todas ellas te las doy de barato , dijo Sancho con la misma sonrisa irónica que se adivinaba por el movimiento de su bigote , como el tránsito de una sierpe por la agitación de la yerba . — No quiero tener nada que agradecerte , contestó sin inmutarse el afortunado jugador . — Sea , pues ; ¡ voto a el diablo ! Pero entendámonos ; ¿ tú quieres poner contra las mujeres : es decir , contra el dinero que puedan darme por su rescate ? — Ese dinero no te pertenece : es de toda la compañía , y yo juego sólo contra ti . — ¡ Tiene razón ! Tiene razón , exclamaron todos . Cuando viene en apoyo de el interés , no hay cosa más popular en el mundo que la razón . El capitán comprendió que su contrario no se contentaba con arrebatarte los florines , si no la fama . Sin embargo , aparentó no hacer caso . Había tomado una resolución , en la cual iban a hundirse tanto su rencor , como su envidia . — Sepamos , pues , lo que se juega ; repuso con una mansedumbre , que dejó atónitos a todos los que conocían su poca afición a las virtudes evangélicas , — Se juega el derecho de retener a tus mujeres , hasta que vengan a ofrecer por ellas un rescate razonable . — ¿ Y en cuánto tasas ese derecho , pesia mi vida ? preguntó con desprecio el capitán , que no comprendía que pudiese tener valor el oficio de carcelero . ¿ Ahí ... en cualquier miserable par de florines ? — Lo taso en todo este montón de oro que te he ganado . — ¡ En quinientos florines ! — En quinientos . — ¿ Estás loco , perro ladrón ? — Mi capitán , tengo con que pagar todas mis locuras . — ¿ Tiro ? — Tira . — Perdí . — Gané . ¿ Tienes algo más que apostar ? — Sí , respondió Sancho con bronco acento : este puñal contra tu yelmo . — ¿ Para qué tan singular apuesta ? — Para ganarte la celada , quitártela y conocerte . — ¿ No conoces a tus soldados ? ¿ No conoces a Juan_Marín , por otro nombre Chafarote ? — No , tú no eres Chafarote , aunque llevas sus armas y su ropa ; y te juro por todos los once cielos , que de el capitán Sancho_de_Rota jamás se ha de decir que perdió un cornado con un desconocido . — ¡ Chafarote es ! gritaron los más lejanos . ¿ Pues no se está viendo ? Si no se levanta la visera es porque estaba de facción en el robledal , y no quiere que lo castiguen por abandonar el puesto . — Ese no es Chafarote , contestaron los más próximos ; no tiene él esa labia , ni el alma tan bien templada . Aquí el coronista invierte páginas enteras en discutir cual era el medio más sencillo de resolver la grave cuestión que suscitó Sancho_de_Rota ; y a el cabo de algunas tiradas de prosa , concluye diciendo que en su concepto nada había más expedito que levantar la visera de el casco de aquel hombre problemático . Sin embargo , y con perdón sea dicho de el mencionado autor , creemos que la historia resolvió mejor en esta , como en otras ocasiones , el desenlace , presentando en aquel punto , y en la cima de un repecho , nada menos que a el verdadero Chafarote , o Juan_Marín en persona aunque vestido de gregüescos , calzas , abarcas y tabardo , como pudiera el más honrado labrador de la montaña . A el verle asomar con aquel traje de hombre de bien que contrastaba con su airecillo socarrón y malicioso ; descargó sobre el infeliz una nube de rechiflas , dicharados y risotadas que hubiera bastado para dejar corrido a hombre de menos aprensión que Chafarote , el cual sosegadamente dijo : — ¡ Vamos , caballeros ! ¿ a qué vienen esos aspavientos ? ¡ No parece si no que soy alguna bruja encorazada ! — Cuéntanos , cuéntanos como ha sido esa peregrina mudanza , añadieron algunos acercándose a el recién venido . — ¿ Cómo te has dejado desarmar ? gritó con tono de autoridad Sancho_de_Rota . — Poco a poco , hermano . ¡ Voto a mil demonios , que a Roma no se va en un día , ni se ganó Zamora en una hora ! Dadme acá un trago de lo tinto de Peralta , si queréis que sea hombre de provecho . — No hay duda : el verdadero Chafarote , es el Chafarote que pide de beber ; hizo notar un chusco , que no había leído a Plauto ni a Moliere . Diéronselo ; bebió , bebió , en fin , estuvo bebiendo ... muy despacio : se limpió los labios con la manga de el jubón , tosió y habló en estos términos : — Estando de centinela vino hacia mi un aldeano . — ¡ Atrás ! — Nada . Le apunto con la ballesta ... zas ! le yerro : se me echa encima en dos saltos , me acogota , me desnuda , me amarra a una encina , me pregunta mi nombre , se encaja mis vestidos y armadura . Y agur . Forcejeo , rompo mis ligaduras , me planto la ropa que había dejado , vengo ... y santas pascuas . Si el orador no fue elocuente , tampoco pecó de difuso . — ¡ Un traidor ! — ¡ Un espía ! Tales fueron las exclamaciones en que prorrumpieron los facinerosos , desenvainando espadas o puñales , y volviéndose contra el desconocido . — A ver quien lo coge , y me lo cuelga pronto de un roble , dijo el capitán . Un bandido se atrevió a poner la mano en el hombro de el encubierto . Sacó éste un puñal , y con la rapidez de el rayo se lo clavó en el pecho . El bandido lanzó un grito inarticulado y ronco , y se reclinó sobre su matador , el cual dándole un empellón le arrojó a un lado ya cadáver . Todo pasó en un instante . — ¡ Cobarde ! exclamó el desconocido , blandiendo el puñal rojo y humeante . ¡ Miserable ! Te he ganado el dinero , y las mujeres , he abatido tu orgullo , ¿ y no tienes valor para quitarme la vida ? — Traidor , toma tu merecido le contestó Sancho con inaudita furia , descargando sobre la frente de su enemigo un tremendo mandoble con el hacha que tenía a su lado . El desconocido quiso evitar el golpe desviándose ; las armas le robaron la agilidad por su desgracia ; se echó la mano a la cabeza , dio casi dos vueltas alrededor de sí , y cayó luego derribado con espantoso estruendo . Un débil quejido femenil salió de una saetera de el castillo . Corría la sangre por los hierros de la visera de el encubierto , a quien sin duda el hachazo le había partido el cráneo . Los malhechores contemplaron este espectáculo casi con sentimiento . Era cuánto podía esperarse de gente acostumbrada a semejantes horrores . — Pues que , traidor ¿ pensabas que es lo mismo jugar a los dados , que jugar a las armas con Sancho_de_Rota ? ¿ Pensabas que no tenía yo siempre la seguridad de este desquite ? dijo el capitán hablando con el cuerpo tendido de su contrario , como si pudiese escuchar sus insultos para vengarlos . Levantose de repente el desconocido con general asombro , echó entrambas manos a la cabeza , quitose el yelmo abollado que arrojo con rabia , y quedó descubierto el dulce y hermoso rostro de Jimeno que por boca y narices vertía sangre . El golpe no le había causado más que una conmoción cerebral que por algunos instantes le dejó aturdido . Tornó el bandido contra él , creyendo partirle de un tajo la cabeza ; pero esta vez desembarazado el amante de la princesa de aquella pieza de el arnés que le turbaba la vista , pudo esquivar el golpe dando un brinco con la ligereza de un gamo , y cogiendo después a el capitán por la cintura , como Hércules a Anteo , lo levantó con sus membrudos brazos hasta hacerle perder tierra , y le arrojó gran trecho de sí , antes que pudiera hacer uso de las armas . — ¡ La misma , la misma suerte que conmigo , voto a bríos ! escamó Chafarote : ahora no falta si no que le eche el pie encima , que lo ate , que lo amarre y lo vaya desnudando bonitamente . ¡ Cuerpo_de_Dios_! ¡ Qué brazos de hierro ! proseguía entusiasmado : soltadle , soltadle gigantes a el mancebo , que así se los echa a el hombro como costales de paja . Para mi santiguada , que no le hay más gentil en tierra de cristianos . — Pero ¡ diantres ! El capitán se levanta ... ¡ Qué espumarajos ! ¡ Cómo revuelve el hacha ! Huye el mancebo ... — ¡ Cobarde ! — Sí , échale un galgo . En efecto , Jimeno apenas vio a su enemigo ponerse en pie y blandir el arma formidable , apretó a correr por la pradera ; más no para abandonar el campo , sino para evitar el golpe y coger una enorme piedra con ambas manos . Esperó con ella a pie firme a el capitán , que venía rugiendo de cólera , blandiendo el hacha con tan furioso ademán , que de un sólo tajo hendir pudiera un roble entero . Jimeno permaneció tranquilo , columpiando con ambas manos la pesada piedra , que despedida luego súbitamente con la fuerza de una máquina de guerra , fue a dar en la desnuda frente de el bandido , que cayó de espaldas , lanzando un grito por las rocas de eco en eco repetido . Abalanzose el vencedor a el cuerpo de su contrario , y poniendo un pie sobre su brazo , pudo arrancarle el arma que aun empuñaba convulso , y separarle la cabeza de el tronco de un sólo hachazo . El Goliat de la montaña quedó vencido por el David de la ribera . Un lienzo blanco se agitaba a la sazón por la misma angosta saetera de donde salió el gemido de mujer ; y fuese por casualidad , o de propio intento , cayó el cendal a el pie de la muralla de el solitario castillo . Jimeno lo vio : no dudó un sólo instante que su adorada Jimena se lo arrojaba , para que con él se enjugase la sangre y el sudor de el rostro ; como lo hizo en efecto , dirigiendo a la ventana ardientes miradas de amor y de gratitud . — Ya no tenéis capitán , dijo enseguida a los bandidos , mudos de terror : yo quiero serlo : si alguien se atreve a disputarme el puesto , aquí lo aguardo . Nadie se movió . — ¡ Ea , pues ! Si ninguno de vosotros es más valiente que yo , tengo derecho a ser obedecido . Voy a partir con vosotros mis ganancias , en fe de amigos y camaradas . Para vosotros el oro ; para mí las mujeres . Dijo arrogante Jimeno , y con el hacha en la mano se dirigió a el castillo . Los bandidos gritaron todos a una voz : — ¡ Viva el nuevo capitán ! ¡ Vivan los hombres generosos y valientes ! Y a el pasado terror y silencio , sucedieron los murmullos , la algazara , las hipérboles y aclamaciones . Sólo entró , según los cronicones , el nuevo capitán de forajidos en la casa-fuerte o castillo de Eguarás , situado en el corazón de las Bardenas ; y no entró sólo porque sus gentes le menospreciasen , y no estuviesen dispuestas a seguirle a el cabo de el mundo ; si no porque tenían que cumplir con un precepto de la ley de Dios , y hacer una obra de misericordia : tenían que obedecer la orden superior de repartirse los quinientos y tantos florines , y enterrar a el muerto . Sin más guía , pues , que los presentimientos de su corazón , subió Jimeno a el castillo , cuyas paredes ahumadas , y pintorreadas de figuras informes y obscenas , de yeso y de carbón , ofrecían un aspecto aun más repugnante con el hedor que exhalaban . El edificio no desmentía la calidad de sus moradores . Allí donde tropezaba Jimeno con una puerta cerrada , abríala de un sólo hachazo , y tras de todas creía escuchar la dulce voz de su querida , que con los brazos abiertos le llamaba . ¡ Ilusiones todas de su ardiente fantasía ! Algunas cautivas encontró que gemían en el fondo de los sombríos aposentos , algunos velos alzó con atrevida mano , creyendo que le robaban el afligido semblante de su amada : pero de todas partes se alejaba frunciendo las cejas con desesperación , y lanzando suspiros de dolor , hasta que un nuevo obstáculo que se oponía a su tránsito , hacia brotar en su pecho una esperanza nueva . Cansado estaba ya de bajar y subir escaleras , de entradas y salidas , de vueltas y revueltas : mil veces había llamado a su amada en el umbral de cada habitación , y otras tantas le había respondido un silencio desconsolador . Devoraba en su alma pensamientos horribles y desesperados de venganza ; cuando de manos a boca se le presentó Chafarote , que en aquel breve espacio había cobrado , bebido , jugado y perdido los dos florines y medio que le tocaron en el reparto . — Mi capitán , le dijo servicial el bandido , echando mano a su montera de labrador . Si su merced quiere , yo le serviré de guía por este laberinto . Juan_Marín no era rencoroso ni vengativo ; las hazañas de Jimeno habían borrado de su memoria el despojo de sus armas , y la usurpación de su nombre . — Chafarote , preguntó el nuevo capitán , yendo derecho a el objeto que allí le había traído , ¿ sabes si Sancho_de_Rota estuvo ayer en Mendavia ? Chafarote se encogió de hombros , haciendo un signo negativo con la cabeza . — Debió ir sólo con otro compañero , repuso el capitán . — Bien puede ser . — Y traer una mujer cautiva , — Creo haberle visto conducir estos días una linda pieza . — ¿ Una mujer como un ángel ? — No he visto ángeles , mi capitán ... y francamente ... no espero verlos ; pero si los ángeles viesen a la rapaza de que hablo a su merced ; de seguro que por mirarla volverían las espaldas a el cielo . El capitán dejó pasar sin correctivo hipérbole tan sacrílega ; porque en su concepto , tan sólo la sin par hermosura de Jimena pudiera disculparla . — ¡ Ah ! Esa debe ser la que yo busco , dijo el mancebo , dejando escapar en un suspiro mucha parte de sus congojas . ¿ Y donde está ? Venga su merced conmigo . El capitán siguió a Chafarote por los oscuros ánditos de aquel edificio . — ¿ No sabes si la cautivaron en Mendavia ? — ¡ En Mendavia ! ... — Sí ; ¿ por qué te detienes ? — Porque su merced me hace recordar que esa muchacha hablaba no se qué cosas de Mendavia . — Anda , anda , ¿ no llegamos ? — Poco falta . — ¿ Sabes si se llama Jimena ? — ¡ Voto a el chápiro ! ¡ Jimena ! respondió el bandido deteniéndose por segunda vez , y cogiéndose el labio inferior con la mano derecha , en ademán pensativo . — Vamos , ¿ qué ? Pero , dímelo andando . — Yo , a la verdad , cuando la vi estaba ... así ... un poco alegrillo ... Suelo tener buen humor con frecuencia ; pero juraría , que algunas de sus palabras me sonaron a cosa de Jimena , o de Jimeno ... — ¡ Aprisa ! ¿ No llegamos nunca ? le interrumpió el capitán , tropezando en los talones de su guía . — Estamos delante de la puerta . — ¡ Oh ! El discreto lector puede considerar cual sería el mandoble que diera el amante con el hacha , para derribar la puerta . — ¡ Jimena ! ¡ Jimena ! exclamó a el entrar el azorado mancebo , dirigiendo sus miradas a todas partes a un mismo tiempo . Una mujer en pie dentro de la saetera , que daba escasa luz a el aposento , avanzó con los brazos abiertos , y postrándose de hinojos delante de el recién llegado , le abrazó las rodillas , y exclamó con lastimero acento : — ¿ Sois vos ? ¿ Sois vos nuestro generoso libertador , a quien tantas infelices vamos a deber la vida y la honra ? Os he visto desde esa ventana : he oído todas vuestras palabras : he admirado vuestro heroico valor : he comprendido vuestros nobles intentos . ¡ Gracias , caballero , gracias en nombre de el cielo ! ¡ Gracias en nombre de mi padre , que ha muerto sin vengarme ! El capitán cruzose de brazos con calma aterradora , y no respondió una palabra . ¡ No era Jimena la que le abrazaba ! ¡ Calláis ! prosiguió la prisionera poniéndose de pie : ¡ Dios mío ! ¿ Me habré engañado ? A el mudar , de dueño ¿ habré cambiado tan sólo de verdugo ? ¡ Oh ! No : ¡ es imposible ! Las palabras que escuché , las hazañas que he visto , son de un caballero , de un héroe ; no son de un bandido . — Chafarote , dijo el capitán , volviendo el rostro con un resto de esperanza : ¿ es esta la mujer de quien me hablabas ? — Esta , señor . — ¿ Hay más en el castillo ? — Todas las puertas he visto francas : de consiguiente ... — Está bien : vete . — ¿ Qué digo a mis camaradas ? — Que se preparen para la expedición de esta noche . — ¿ Quién ha de conducirnos ? — ¡ Yo ! respondió el capitán con una expresión terrible de arrogancia y de despecho . — ¿ Voto a mil diablos ? se fue diciendo entre dientes el bandido : me temí que flaquease ; pero se me figura que el mancebo tiene pelos en el alma , y que va a dejar atrás a el mismo Sancho_de_Rota . — Señora , dijo Jimeno a solas con la cautiva : os habéis equivocado ; yo no soy caballero . Diré más : aborrezco a los caballeros , y creo que no se necesita serlo para portarse con valor y generosidad . Desde ahora estáis libre . — Si no sois hidalgo por vuestra cuna , lo sois por vuestras virtudes , respondió la hermosa desconocida , con un entusiasmo que fuera dulce recompensa de la hazaña más grande de la tierra . — Me han dicho que , hablabais de la villa de Mendavia , repuso el capitán , desviando modestamente la conversación , ¿ queréis decirme si os han cautivado allí ? — Me dirigía a Mendavia ; pero venía de el Bearne cuando me cogieron los bandidos . — ¿ Y a qué ibais a Mendavia , si puede saberse ? — Señor , iba a casarme , respondió la joven tiñéndose con los matices de la vergüenza , que en el rostro de las doncellas asoman , desaparecen , y vuelven a asomar , como la luz intermitente de los fanales . — ¿ Veníais sola ? — Con mi padre , y con una anciana amiga mía . — ¿ Dónde está vuestro padre ? La hermosa doncella quiso responder ; pero los sollozos no se lo permitieron . — ¿ Ha muerto ? preguntó con interés el capitán . — Defendiéndome ... pero vos le habéis vengado . — ¿ Y la anciana ? — También ha desaparecido , respondió con los mismos sollozos . — ¿ Tanto sentís su muerte ? — Señor , a mi padre debía la vida , a mi amiga la felicidad . — ¿ Vuestra felicidad ... es decir , vuestro casamiento ? — Sí , señor . — ¿ Y con quién ibais a casaros en Mendavia ? — con el hijo de Samuel . — ¿ Qué decís ? — con Simón , hijo de el judío Samuel . — ¿ Con Jimeno ? — Sí , ahora se llama Jimeno : tenéis razón . ¿ Le conocéis ? — Un poco ... de vista ; respondió Jimeno , que creía hallarse en un mundo distinto de el mundo que habitamos . — ¡ Oh ! tengo seguridad de que si le habéis tratado alguna vez le habréis querido . — Es honrado , es valiente , magnánimo , gallardo y apuesto como pocos . — Exageráis quizá sus buenas partes . — ¡ Oh ! ¡ No ! — ¿ Según eso le conocéis mucho ? preguntó Jimeno , fijando sus atónitas miradas en el semblante de su futura . Los ojos de el mancebo , acostumbrados poco a poco a la oscuridad , veían y admiraban ya perfectamente toda la hermosura de la desconocida . — No le he visto jamás . — ¡ Ah ! ¿ Y sin embargo le alabáis con tanta seguridad ? — Sin haberle visto creo que le conocería . — ¿ Cómo se os figura que es Jimeno ? — Señor , si no temiese que pudierais interpretar mis palabras por atrevidas o lisonjeras , os diría que Jimeno es parecido a vos . — ¡ A mí ! — ¡ Diantres ! añadió el mancebo por lo bajo , excitado vivamente por tan singular aventura , ¿ si seré víctima de una mujer astuta ? ¿ Si Jimena querrá poner a prueba mi cariño con este lazo ? — Y Jimeno , repuso en alta voz : ¿ sabe la ventura que le esperaba casándose con vos ? — Lo ignora . — ¿ Y os conoce a el menos ? — No . — Pues entonces , ¿ cómo os habéis expuesto a las incomodidades y peligros de un viaje , sin contar con la seguridad de la boda ? — La tenía . — ¿ Conque estabais segura ? — Segura . — ¡ Oh ! En esto sí que me parece que os engañáis , dijo el mancebo con un suspiro , y acordándose de su amada . — Estoy segura de no engañarme . — ¿ Contabais con la voluntad de su padre ? — Todavía no . Jimeno comenzó a sospechar que aquella mujer estuviese loca , y la miraba con ojos compasivos . — ¿ Contabais con vuestra hermosura ? — ¡ Ah ! ¡ Menos ! — Pues , os juro que hace un mes no hubierais hecho mal en abandonar la suerte a vuestros propios encantos ; dijo el mancebo , luchando con sus antiguos recuerdos , y sus nuevas impresiones . — ¿ Y si podía hace un mes , por qué no ahora ? — ¿ Qué se yo ? ... respondió el capitán un tanto confuso ; y luego añadió mudando de tono : — Pero si no contabais con él , ni con sus padres , ni con vuestros atractivos , ¿ en quién fundabais tantas esperanzas ? — Ese es mi secreto . — Advertid que si he sido generoso con vos , según vuestra propia confesión , estáis obligada a serlo conmigo . — Pues bien , os lo diré todo : mi confianza se fundaba en la palabra de una anciana judía , que pasa por hechicera . A pesar de la superstición tan común en aquella época , Jimeno no pudo menos de sonreírse como hubiera podido hacerlo un esprit fort de nuestros días . — ¿ Conque ibais a casaros por arte de encantamento ? — No : iba a casarme por amor . — ¿ Amáis a Jimeno ? preguntó este conmovido . — ¡ Oh ! dijo la hermosa desconocida , con un suspiro que hubiesen enviado los más venturosos de la tierra . Calló_Jimeno : estaba aturdido ; no sabía qué decir , ni qué pensar . Si era mentira ... ¡ qué mentira tan amable ! Si era verdad , ¡ qué verdad tan peligrosa ! — He satisfecho vuestra curiosidad , caballero , repuso con melancólica dulzura la desconocida : no podía probaros en este momento de , un modo más eficaz , toda la gratitud que os debo por vuestros favores . Permitidme que haga uso de ellos saliendo de este castillo . — ¿ A dónde queréis que os lleve ? — A el Bearne , a Mendavia , a cualquiera parte : ahora todo me es indiferente . — ¿ Todo ? — He perdido a mi padre : he perdido a la amiga que nos acompañaba ... Ya nada tengo que perder . — Pero ... ¡ Dios mío ! ¿ Habláis de veras ? — Esa pregunta me ofende , respondió con dignidad la bella prisionera . — ¡ Perdonad , señora ! ¡ Pero , no sabéis cuán extraordinario es todo cuánto me está pasando ! ... — Tal vez he sido sobrado fácil en confiaros mis secretos : pero me habéis dicho que conocíais a Jimeno : he visto trasparentarse en vuestra fisonomía , en vuestras acciones y palabras , un alma noble , un corazón magnánimo , y un valor a toda prueba : vuestro brazo me ha libertado de el asesino de mi padre , y vuestra generosidad de los que pudieran atentar contra mi honra : venís a romper mis prisiones ... ¡ ah ! yo no tengo otro medio de manifestaros mi agradecimiento , que depositando en vos la confianza que nos merece un buen amigo , un hombre honrado , y satisfaciendo la curiosidad o el interés con que os informáis de mí . — ¡ Gracias , gracias ! contestó Jimeno , que había escuchado a la joven con atención religiosa . Importábale tanto saber a qué debía su confianza , como averiguar los límites de esta confianza misma . — Decidme , por Dios , continuó después de un rato de silencio : ¿ quién os ha hecho amar a Jimeno ? — La judía . — ¿ La hechicera ? — Raquel . — ¡ Raquel_! ¡ Ah ! dijo el mancebo , dándose una palmada en la frente ; Jimeno tiene una tía que se llama Raquel . — Esa misma . ¡ Muy enterado estáis de su familia ! ... Debéis conocerle mucho . — Casi tanto como vos . — Nuevos títulos para merecer mi confianza . — ¡ Oh ! continuad dispensándomela ; yo procuraré esforzarme por merecerla . — ¿ Qué queréis que os diga ? — ¿ Esa Raquel , os habla mucho de mí ... amigo Jimeno ? — A cada momento . — Pero , ¿ Con qué motivo ? — La pobre Raquel , respondió la joven , tomando súbitamente un aire compasivo , y un acento algo más trémulo y penetrante ; la pobre Raquel es una anciana judía lubidrio y escarnio de sus semejantes . En su vida errante ha sufrido insultos , privaciones y martirios ; y sólo para buscar un escudo contra los malos tratamientos , ha podido dejarse tener por hechicera . Así la temían algunos ; pero nadie la amaba . Estaba yo sirviendo a la condesa de Fox en su castillo de Ortés , en Bearne , cuando llegó Raquel a nuestras puertas arrecida y casi muerta de hambre . Tanta lástima me dio la pobre anciana , que la subí a mi cuarto , la di de comer , enjugué sus húmedos harapos a la lumbre , y no contenta con eso , la insté para que fijase su residencia en el pueblo , comprometiéndome a partir con ella mi alimento y mis vestidos . Hízolo así , en efecto ; y no podéis figuraros cuánta bondad , cuánta ternura descubrí en el fondo de su alma , que amamantada con la hiel de la desgracia , todavía se conservaba pura , fresca , y respirando generosidad y dulcedumbre . El antídoto que le preservó sin duda de la amargura , era la imagen de su sobrino Simón , el de Mendavia . ¡ Cuánto le quiere ! ¡ Cuánto padece en no vivir a su lado ! — Pero , ¿ cómo no fijó su residencia en Mendavia ? ¿ Cómo no se dirigió a casa de sus hermanos ? le preguntó Jimeno . — Los hermanos de Raquel repugnaban mucho que esta viviese en el pueblo ; porque , según veréis luego , la anciana tenía tal dominio sobre ellos , que hubiera podido privarles hasta de su hijo . Raquel hacía , pues , el sacrificio de su dicha , por no comprometer la de su sobrino . Pero esto no impedía que de cuando en cuando desapareciese de el Bearne , y que a pie , descalza , con un báculo por todo equipaje , atravesase los Pirineos hasta la orilla de el Ebro ; para contemplar de lejos a Simón que trabajaba en el campo , y jugaba a la barra con sus compañeros , aventajando a todos en fuerza y en destreza , como los sobrepujaba en gentileza y apostura . — En efecto , me acuerdo ... digo , creo haber oído hablar a Jimeno de una mendiga que , cuando él estaba solo y lejos de el pueblo , labrando las tierras de sus señores ; se le acercaba llorando , y le pedía limosna , y él partía siempre con ella el pan de sus alforjas ... Contaba también que después solía encontrarse algunas monedas de oro en los bolsillos , en los aperos , en los surcos mismos que abría . ¡ Ya se ve ! Simón creía que aquel hallazgo era la recompensa que Dios lo enviaba por su caridad ... — ¡ No era si no el regalo de la hermana de su madre ; no era si no el fruto de los ahorros y privaciones de Raquel ! contestó la joven clavando sus ardientes ojos en el semblante tiernamente asombrado de Jimeno . Mi padre , escudero de don Gastón_de_Fox , el primogénito de los condes , miraba con igual cariño a la judía , la cual no tenía mayor placer que hablar de su sobrino . ¡ Cuántas cosas nos decía de su bondad , de su valor , de su gallardía , de su ardiente corazón ! — « ¡ Si vos no fueseis cristiana , repetía mil veces , con qué placer os vería unidos por eternos lazos ! ¡ Cuán venturosos pudierais ser ! ¡ Porque , Simón , Simón , proseguía , está predestinado por el Señor para cosas muy grandes ! Simón ha de salir cuando yo quiera de la mezquina atmósfera en que respira : Simón puede ser un héroe ; puede anonadar a los que le rodean ... ¡ Ama_a_Simón , hija mía , que Simón es digno de ti , y tú eres digna de un príncipe ! » — Yo sin sentir iba participando de el entusiasmo comunicativo de la anciana , y juntas soñábamos , juntas solíamos delirar . Mi imaginación sin embargo , no se detenía apaciblemente muchos momentos en el amor de el hijo de Samuel ; porque la religión ofuscaba con su divina lumbre aquella idea brillante . Pero hace algunos días supo Raquel que su sobrino había abrazado de repente el cristianismo ... — ¡ Ah ! — « Inés , me dijo la anciana : hay un Dios que os ha criado el uno para el otro , y para cuya omnipotencia no existen obstáculos en el mundo , cuando quiere hacer rodar el destino de el hombre por una pendiente . Simón es cristiano , y por más aflicción que me cause , conozco que Simón debía ser cristiano ; porque Simón debía ser esposo tuyo . — ¿ Eso dijo ? la interrumpió Jimeno , como subyugado por las palabras de una sibila . — Sí , eso dijo ; y tomando su báculo añadió : — Vamos , vamos a decir a Samuel que mi voluntad es que su hijo sea tu esposo . Samuel tiene que callar y obedecerme , como Simón tiene que callar y obedecer a su padre . — Era tanta la fe y autoridad de sus palabras , que no vacilamos en seguirla , mi desdichado padre y yo , mucho más desdichada , por haberles sobrevivido . Tan imposible es decir como adivinar lo que a la sazón pasaba en el alma de Jimeno . Llega a las Bardenas : se mete entre los bandidos : provoca a Sancho_de_Rota : triunfa de su rival , y cuando espera que el premio de su triunfo sea el rescate de Jimena ; tropieza con una mujer que le retiene irresistiblemente , y con su acento de sirena , le hace olvidar por breves instantes , a la misma por cuya salvación arrostra tantos peligros a el presente , y una perspectiva de crímenes y horrores para lo porvenir . Crímenes sí : ¿ qué hace el judío de Mendavia después de la muerte de el capitán de bandoleros ? ¿ Tornar a la casa paterna con los vanos laureles de tan infructuosa proeza ? Si para arrancar a Jimena de sus raptores ha menester muchos brazos , si para vengar la indiferencia y desprecio con que escuchó sus cuitas el conde de Lerín , tiene que ser tan poderoso y temible como el conde , ¿ podrá desechar esta ocasión oportuna de ponerse a el frente de aquellos hombres , instrumentos los más propios de el odio y de la venganza ? No : para encontrar a Jimena , era menester ir de pueblo en pueblo , de castillo en castillo , quebrantando puertas , rompiendo cerrojos , penetrando hasta los más recónditos y misteriosos templos de el pudor ; y esto sólo es dado a un bandido . Era menester para vengarse de el conde incendiar sus alcázares ; destrozar sus pueblos ; privarle de sus más bizarros capitanes ; llevar el espanto hasta las puertas mismas de su castillo , y la muerte hasta su mismo techo ; y para esto , no habiendo nacido un Pierres_de_Peralta , un mariscal de Navarra , mortales enemigos suyos , y tan poderosos como él ; para esto , el hijo de el hebreo Samuel tenía que ser capitán de bandoleros . En disculpa de Jimeno , pudiéramos añadir que en aquellos tiempos había muy poca diferencia entre un señor feudal , cabeza de un bando poderoso , y un caudillo de malhechores . Ambos perpetraban los mismos crímenes , si no que los unos podían cometerlos impunemente sin exponerse más que a las represalias , y otros eran ahorcados in fraganti sin esperar orden de el rey ni de la justicia , según se ha visto en el artículo de el pacto de hermandad que en el capítulo anterior hemos copiado . Jimeno , pues , revolvía en su mente todas estas ideas , pero las extrañas revelaciones de la cautiva les iban arrinconando y sustituyendo por otras más apacibles , como la aparición de el día va desterrando las sombras de la noche . Era demasiado joven para dar abrigo por mucho tiempo a recelos y sospechas ; era Inés harto hermosa , para no ser fácilmente creída . No dudando , pues , Jimeno de la verdad de sus palabras y de la sinceridad de sus efectos que se presentaban revestidos con esos mágicos adornos de lo desconocido y misterioso ; ¡ cuán cerca estaba de ser alucinado ! ¡ Cuán cerca de ser vencido ! — Si amarla es tal vez para todos una ley irresistible , pensaba el mancebo , ¿ será un deber para mí ? Y esa Raquel , esa mujer miserable , cuyo nombre jamás han pronunciado mis padres delante de mí , aunque he podido sorprenderlo a veces en sus privadas conversaciones , ¿ qué dominio ejerce sobre ellos ? ¿ Quién es esa anciana cuyo corazón lo dice , como a mí el mío , que he nacido para grandes cosas , a quien inspiro pensamientos tan audaces , como los que yo concibo . Era imposible que Jimeno dejase de estimar a una persona que así lisonjeaba los nuevos sentimientos de orgullo y de ambición , que súbitamente se habían despertado en su pecho . Y apreciando y queriendo a la protectora de la hermosa enamorada ... Volvemos a nuestro tema ... ¡ cuán cerca estaba de amar a la protegida ! Inés le contemplaba en tanto con grato asombro , no pudiendo comprender que sus palabras hubiesen causado tan profunda impresión a su libertador generoso . Capaz era Jimeno de arrebatar el corazón de la doncella más esquiva y desdeñosa , que hubiese notado la arrogante sequedad de sus palabras , la serenidad y decisión de sus ademanes , su valor , su gallardía , y sobre esto el desprecio que hizo de la vida por libertar a las cautivas de Sancho_de_Rota . Nunca se arrostra bizarramente la muerte delante de una mujer sin recibir su admiración en recompensa ; pero cuando la muerte se arrostra por la mujer que nos mira , la prez es su cariño . Nada sin embargo predispuso tan favorablemente a la joven como ver la turbación que el relato de sus aventuras causaba a Jimeno . Aquel hombre de corazón de hierro , inflexible , audaz , que vino a dar muerte a el capitán en medio de su pequeño ejercito , permanecía confuso , acobardado delante de su cautiva ... ¿ A qué mujer no le hubiera entonces asaltado el pensamiento de completar su triunfo , de avasallar a el nuevo rey de las Bardenas , de convertir a el león de las selvas en manso cordero que sigue los inciertos pasos de caprichosa zagala ? Inés tenía que luchar contra el soñado amor de el sobrino de la judía ; pero un amor fantástico debe oponer la misma resistencia a un amor real , que a la proa de un buque la bruma de los mares . A el cabo de algunos minutos de significativo silencio , dijo el mancebo , con ánimo más bien de escuchar una disculpa que de oír una respuesta : — ¿ Y no ha contado Raquel con que podía estar apasionado por otra mujer el corazón de Jimeno ? — Raquel sabía que el corazón de su sobrino había permanecido libre hasta entonces . — Pero ... desde entonces ... ¡ ah ! ¿ Cuántas mudanzas puede experimentar el corazón de el hombre en un mes , en un día , en una hora ? — ¿ Sois vos amigo suyo ? ¿ Sois su confidente ? repuso Inés dolorosamente herida por la primera punzada de los celos . Como en los celos se interesa tanto el amor propio , y el amor propio es la parte de el corazón humano que más presto se resiente ; no es extraño que esta fuese la primera sensación de la joven . Mas luego miró a el capitán : le pareció que por bueno que fuese el sobrino de la judía , no podía exceder a su libertador ; o más claro : le parecía que el Jimeno real , era superior a el Jimeno ideal , y añadió a el punto en tono más humanizado : — En efecto , creo que el corazón de el hombre es susceptible de súbitas mudanzas , y creo también que si hay razón para argüirle por ellas , hay razón para argüirle por todas sus afecciones . Así , pues , no debéis vacilar en decirme , si vuestro amigo está enamorado . — ¿ Qué lograríais con saberlo ? — Como ningún derecho tengo sobre él ; como de todas maneras ya sin el apoyo de mi amiga , debo renunciar a su corazón , lograría saber que es feliz , y sabiéndolo , pudiera yo ser menos desgraciada . — ¡ Qué generosa , o qué indiferente ! exclamó Jimeno por lo bajo , casi con celos de sí mismo . — ¿ Conque renunciáis el amor de Jimeno ? añadió , dirigiéndose a la prisionera . — Abandono el intento de buscarlo . — ¿ Por qué ? — Por que es inútil . — Entonces , ¿ a dónde queréis ir en saliendo de aquí ? — El pájaro que mientras permanece en la jaula , pierde sus padres y su nido ; si le abren la puerta , sale , revolotea , goza un instante de la libertad ; y vuelve a posarse en los alambres de la prisión . — Según eso , ¿ tornaríais a mi castillo ? preguntó el mancebo casi con lágrimas en los ojos . — ¡ Ah ! ¿ Quién sabe ? ... — Pues , ¿ no habéis dicho ? ... — Pero si la jaula quedaba abandonada de su dueño , ¿ qué había de hacer el pájaro dentro de ella ? — ¿ Ha de faltar nunca quien cuide de vos ? — Pero si en la jaula penetrasen los milanos mientras volaba libre la avecilla , ¿ cómo ha de tornar esta a su morada , sabiendo que debe ser despojo de su voracidad ? — No , no : yo ahuyentaré de aquí a los malvados , que osen tocar el polvo que pisáis : ¡ yo seré vuestro escudo , vuestro amparo , vuestro dueño ! exclamó con tierno ahínco el capitán . — Callad , por Dios , callad , que el ave está ya fascinada , y si llamáis con tan dulce reclamo , si la dirigís una mirada más , tal vez podrá caer en las garras de el milano . — ¡ Oh ! no : habéis venido a mis brazos : la providencia os ha conducido ... Raquel es un oráculo ... yo he nacido para grandes empresas ... Yo he nacido para vos ... — ¿ Quién sois ? ¡ Dios mío ! ¿ Quién sois ? gritó la joven , con respiración anhelante y entre cortada : ¿ quién sois para hablar así ? — ¡ Jimeno , Jimeno_! Tu corazón te lo ha revelado . — ¡ Jimeno ! ¡ El de Mendavia ! ¡ Ah ! es imposible tanta felicidad . — Mírame en tu corazón ... mírame aquí , y dime si no soy el mismo . — ¡ Jimeno ! repitió Inés , que vio unidos en este nombre el amor de su fantasía y el amor de sus ojos . Los dos amantes permanecieron largo tiempo unidos con estrechísimo abrazo . Separáronse después : Inés con la cabeza erguida , radiante de gozo : Jimeno con la frente abatida y el corazón despedazado por súbitos remordimientos . — ¡ Adiós , Inés ! decía a el descender por la pendiente escalera de el castillo . — ¡ Adiós , Jimena ! le repetía el eco de su conciencia . Aquella noche , después de poner en libertad a todas las cautivas , menos a la más hermosa salió el capitán con los bandidos , y para sofocar sus negros pensamientos , incendió el alcázar de el conde de Lerín , en Baigorri . En las nubes que forma el humo sobre las llamas , creía el caudillo de los forajidos ver dibujadas las seductoras formas de Jimena , que , con las manos juntas , en ademán de orar se iba elevando poco a poco a el firmamento , dirigiéndole dulces y melancólicas miradas , más bien que de reconvención , de resignación y ternura . ¡ Desdichado el hombre que intenta borrar las huellas de una falta , con las pisadas de el crimen ! La carta de el condestable don Luís_de_Beaumont , a el conde de Pallars , debió llegar a su destino , no sin alguna posdata , acerca de el rapto de doña Blanca_de_Navarra . Así a el menos es de suponer ; por más que los coronistas guarden , sobre este y otros puntos impenetrable silencio . Pero la carta , como todo lo que disponía el condestable , llegó en tan buena sazón a Cataluña ; que celebradas ya las paces con el rey don Juan_II de Aragón y de Navarra , y jurado príncipe de Gerona_don_Fernando su hijo , llamado después el Católico ; comenzaban a esparcirse rumores siniestros , sobre la prematura y arrebatada muerte de el simpático príncipe de Viana . Rumores eran estos , que a pesar de la invencible aversión con que los catalanes miraban a don Juan , y sobre todo , a su segunda y execrable esposa , madrastra de don Carlos y doña Blanca ; susurrábanse apenas como temeraria sospecha de envenenamiento , y en boca de los más rebeldes y atrevidos . Pero el conde de Pallars les fue dando cuerpo ; ya soltando medias palabras y frases misteriosas ; ya presentando con suma precaución documentos muy reservados , con el único fin de hacerlos públicos ; convenciendo abiertamente a los reacios ; encogiéndose de hombros con los crédulos y exaltados ; contestando a el uno con leve sonrisa , con un apretón de manos a el otro , con una exclamación a el de más allá , con votos y juramentos a el de acullá : en fin , hízolo tan bien y de tal manera , que a el cabo de poco tiempo , el susurro se fue convirtiendo en rumor , en ruido , en grito , en estruendo , y en estampido por último de la generosa indignación en que hervían los pechos catalanes , la cual estallando en el Rosellón , pasó rodando por todo el principado , como ruedan los truenos de el uno a el otro confín de el horizonte . Y como si la desastrosa muerte de aquel tan querido príncipe , no fuese bastante poderosa a romper el dique de tan impetuosas iras ; todavía el conde de Pallars quiso acrecentarlas , aprovechándose diestramente de la desaparición de doña Blanca_de_Navarra , hacia quien volvían los ojos todos los partidarios de su hermano , sin que a ninguno le fuese dado clavar en ella sus miradas . ¿ En dónde estaba la princesa ? ¿ Quién sabía de ella ? ¿ Existía por ventura ? ¿ La mano que suministró el veneno a el príncipe don Carlos , se habría secado a el perpetrar este crimen ? ¿ Habría reservado algunas gotas de ponzoña para la hermana ? Si el tener legítimos derechos a el trono era todo el delito de el primogénito de Juan_II , quien heredaba sus derechos , ¿ no heredaba también su desastroso fin ? Si el plan de el rey era satisfacer la ambición desmedida de los hijos de el segundo matrimonio , ¿ no era una necesidad deshacerse de Blanca , como se había deshecho de don Carlos ? Estas reflexiones , por desgracia demasiado lógicas , acabaron de exaltar a los catalanes hasta el punto de creerse por todos de una manera positiva , que las almas de los príncipes hermanos vagaban todas las noches por las calles de Barcelona , arrastrando luengos sudarios , y clamando por la venganza con siniestras y profundas voces . Hasta en el retiro de el hogar doméstico , no había nadie que no escuchase a deshora gemidos inarticulados , suspiros confusos , ayes que parecían salir de la estancia inmediata , y que cuando allí se acudía resonaban en la que se dejaba : no había nadie que no viese cernerse juntas dos palomas con el cuello ensangrentado , y elevarse a el firmamento , desde el palacio de los antiguos condes de Barcelona , dos lucecitas fosfóricas que despedían tristes y amarillentos resplandores . Sadaz el conde de Pallars , y prevalido de la exaltación de los ánimos , pudo reunir en pocos días un ejército numeroso , y como la esposa misma de el rey don Juan quisiese salirle a el encuentro con el príncipe Fernando , su hijo , situándose en Gerona ; dejose caer de improviso sobre esta ciudad , asediándola con ánimo resuelto de apoderarse a todo trance de la aborrecida madrastra . Agitábase en tanto y con igual objeto el conde de Lerín en Navarra , auxiliado por los castellanos con quienes andaba en tratos ; pero don Juan , que había recibido una gran suma de dinero de el rey de Francia , Luís el Onceno , pudo levantar tropas y encomendarlas a el mando de Gastón_de_Fox , su yerno . Este ejército tenía que atravesar las Bardenas para ir de Navarra a el Aragón , y luego a Cataluña , y en aquellas fragosas montañas podría encontrar no pequeñas dificultades , si a los bandidos se les antojaba situarse en un desfiladero para impedirle el paso . No era muy temible que así sucediese ; hacia mucho tiempo que los malhechores mostraban cierta predilección a los bienes y vida de los caballeros de el bando de el conde de Lerín , y casi podía considerárseles como amigos . Pero como los sitiados en Gerona pedían con tal ahínco los socorros de Navarra ; era urgente acelerar el paso de el ejército libertador , y prudente no exponerse a la contingencia de el capricho de un capitán de salteadores , que podía ser ganado por las dádivas de el condestable . Envió , pues , emisarios el rey de Navarra a Jimeno , proponiéndole no perseguirle en seis meses si dejaba pasar las tropas sin oposición alguna ; y el capitán de forajidos que a los pocos días de inútiles pesquisas y de estériles atentados para encontrar a su Jimena , se había cansado de escuchar en torno suyo lamentos y gemidos de víctimas de su venganza ; no sólo admitió gustoso las proposiciones de el monarca , si no que accediendo a despojarse de la investidura de el rey de aquellas selvas , sometiose a don Juan con toda su gavilla , con la única condición de recibir los despachos de capitán de aventureros ; especie de soldados trashumantes , que eran a los ladrones en aquella época lo que son hoy los corsarios a los piratas . No es difícil de adivinar la acogida que encontraría semejante propuesta en el monarca ; que no sólo aseguraba la neutralidad , si no que ganaba la amistad de un_centenar de tigres , terror de aquellos bosques . Asignoles sueldo con larga mano , concediéndoles además todo el botín que pudiesen coger a sus enemigos ; y con estas seguridades , dio orden para que el ejército de don Gastón_de_Fox se moviese , internándose en los temerosos dominios de las Bardenas . Divulgada la noticia por los pueblos comarcanos , fue recibida con inequívocas demostraciones de júbilo ; y desde entonces pasaban los bandidos por las poblaciones sometidas a el partido real , sin que les precediese el terror , sin que les acompañase el crimen , sin que les siguiese la desolación . Gran golpe fue para el bando beamontés la sumisión de los bandidos , y el conde de Lerín con maquiavélica astucia , quiso cuando menos hacerla efímera , y aun trató de enemistar para siempre a el capitán de aventureros con el rey de Navarra , valiéndose de el siguiente ardid . Una partida de osados beamonteses , disfrazados con los pocos uniformes y abigarrados trajes , é incompletas armaduras de los ladrones ; se situó por orden de el conde en una de las gargantas de las Bardenas , a la tardecilla de el día en que pasaban las tropas reales : y disparando flechas y venablos contra la retaguardia , cayó sobre ella después de haberla puesto en confusión , para que creyendo el conde de Fox que los bandidos faltaban a su fe , pudiese derramarse por las montañas y tomar en ellos venganza . Saliole demasiado bien este plan a el condestable . El hijo de el conde de Fox , que a semejanza de su padre y de la mitad de sus ascendientes , tenía Gastón por nombre , iba a la retaguardia de el ejército con harto descuido , para que dejase de caer en la emboscada , y perecer envuelto por los partidarios de el de Lerín , si en lo más crudo de la refriega no hubiese aparecido en su auxilio un formidable guerrero . Mozo imberbe y novel , iba Gastón entonces a estrenar sus armas en la primera campaña , y muy pronto se dejó acorralar a el pie de una roca por cuatro beamonteses que descargaban sin piedad sobre su arnés terribles y descomunales ajos , a que sólo hubiera podido resistir el fino temple de la armadura . A la primera arremetida cayó el caballo muerto a sus pies , sirviéndole de estorbo para la defensa : y aun cuando el mancebo fuese de condición de huir , antes de lo cual hubiera perdido cien vidas ; érale también imposible tan vergonzoso recurso , porque a sus espaldas se alzaba un peñón tan alto como tajado . En este trance llegó el capitán de aventureros con algunos de los suyos . Para acostumbrarse_Jimeno a el grave peso de la armadura , que tan incómoda le había parecido en su primer combate , mandose hacer una completa , de la cual , ni aun en momentos de ocio y descanso se desnudaba ; y como su habitual y profunda tristeza le hiciese esquivo y huraño con sus mismos compañeros , raras veces levantaba la visera de la celada . Podía , pues , entrar en la lid sin desventaja alguna . Indignose el capitán de la superchería de el conde de Lerín , y deseoso de lavar la mancha que momentáneamente había caído sobre su nombre , acometió con furia a los beamonteses , y derribando a los unos , magullando a los otros , hiriendo y espantando a los demás , se abrió paso con la punta de su lanza hasta el pie de el peñón donde tan apurado se hallaba el hijo primogénito de Fox , nieto de don Juan_II . Conociendo los beamonteses la importancia de aquella presa , se habían amontonado en torno suyo para que no se les escapara ; pero a el ver sobre sí a el terrible capitán de aventureros , conocido por la divisa de su escudo , y aun más por la pujanza de su brazo , volvieron contra él sus armas abandonando a el imberbe mancebo que fatigosa y desmayadamente se defendía . Jimeno derramaba en torno la muerte y el terror . — ¡ Cobardes ! gritaba a sus enemigos : ¡ Traidores , que no podéis ser audaces , si no con el disfraz de los valientes ; tomad , tomad el pago de vuestra superchería ! — Ve , tú , villano , a ver si te vistes de aventurero de el infierno . — Anda , tú , viejo zorro , que te conozco por el olfato . — Toma este bote , traidor , que no tienes de hombre de bien más que la ropa . Así Jimeno como los héroes de Homero , y como todos los guerreros que más próximos están a la naturaleza , que no comprenden esos combates sin odio , esas luchas acompasadas y frías , en que ahora se ven envueltos millares de hombres ; Jimeno , repetimos , insultaba durante la lid a los contrarios , que a el fin tuvieron que emprender la fuga , para no quedar tendidos en el campo de batalla . El hijo de el conde de Fox , libre de todo peligro , salvado milagrosamente por el bizarro capitán , se abalanzó a sus brazos para manifestarle su vivo reconocimiento ; pero Jimeno , que a el ver huir a los enemigos permaneció a caballo , sueltas las riendas , la lanza en tierra , y la frente abatida , y lánguido el cuerpo , apenas fue de don Gastón tocado que ansiaba por estrecharle en su seno , cayó en sus brazos sin voz y sin aliento . Su sangre corría por entre la cota y la gola , y una ligera abolladura de aquella parte de el arnés indicaba que por allí había penetrado la punta de una lanza . Tenía el mozo don Gastón_de_Fox , como todos los hombres bizarros de su edad , un corazón inflamable y propenso a súbitas y violentas afecciones , tan extremado en el amor como en el odio . Sintió , pues , vivamente la desgracia de su libertador y allá en el fondo de su alma le juró un agradecimiento y amistad de toda la vida , si es que la de el capitán no había terminado en holocausto de la suya propia . El conde don Gastón , advertido de las novedades que ocurrían tras de sí , volvió a reunirse a la retaguardia , poco después de terminado el combate , y su hijo le manifestó deseos ardientes de quedarse en Navarra para asistir a el capitán de aventureros , su libertador , que por su causa quedaba peligrosamente herido . No hubo remedio : tenía el mancebo una voluntad enérgica , y sobre todo un alma apasionada , y su voluntad se cumplió . Marchó el conde a socorrer a los de Gerona , y su hijo acompañó a Jimeno , que fue llevado en parihuelas a el célebre monasterio de la Oliva . El hierro de la lanza había penetrado por la garganta : era peligrosa la herida , pero no mortal . Cuando el capitán de aventureros abrió los ojos a luz , vio a su lado un joven gallardo y simpático que con semblante afectuoso besaba sus desnudas manos . Aquel joven era un príncipe ; era el nieto de su rey , heredero presuntivo de la corona de Navarra , si como suponían algunos había muerto la princesa doña Blanca ; pero , ¿ no buscaban algo más en torno de el lecho hospitalario las miradas inquietas de Jimeno ? ¡ Ah ! ¡ Cuán vivo era en su ánimo el recuerdo de una mujer ! ¡ Cuántos dolores le hacía sufrir su conciencia , mucho más punzantes que los de su herida ! ¿ Buscaban a Inés sus ojos por ventura ? No ; el corazón de Jimeno no fue de Inés más que un sólo día , una hora , un sólo instante . El corazón de Jimeno fue de Inés como la paloma es de el ave de rapiña que sabe fascinarla ; pasa un momento y después , o la paloma ha perecido , o se esconde en su nido y aborrece a el ave que la tuvo azorada con sus ojos . Inés fue dueña de el corazón de Jimeno , como el magnetizador es dueño de las sensaciones de la magnetizada : desvanécese el fluido de comunicación , y ya entre aquellos dos seres no existe relación alguna . Jimena , sí , Jimena ; la princesa de Viana ; doña Blanca_de_Navarra ; esa mujer infeliz de quien se iba alejando más y más por sus compromisos , por sus relaciones , por sus amistades , y de quien cuánto más huía , más enamorado estaba ; esa era la que los ojos de el capitán anhelaban ver , cuando la vida tornó a su semblante , por tanto tiempo interrumpida . El aventurero había ahuyentado de sí a la desdichada Inés con brusca indiferencia : había espantado el pájaro de la jaula ; y el destino parece que tenía empeño en desviarle de la princesa , cuánto más le impulsaba a quererla . Pero hemos prometido no entretenernos en este capítulo con amorosas relaciones , y no queremos seguir quebrantando nuestra promesa . Trasladaremos , sin embargo , para concluir , las palabras de el manuscrito de el fraile de Irache , que a el explicar este como otros puntos históricos , persiste siempre en su teoría de los encantamentos . « ... Cosa de brujería , dice , paréscenos aquesta afición descomunal ; magüer non sea nuestro fablar de tan terrenales accidentes ; por ende abastarnos debe sentar que Ximeno hovo menester de hechizos para adamar tanto a la fermosa villana . » Por una senda estrecha y escabrosa de la falda de el norte de los Pirineos , y con menos presteza de la que desearan , dos caballeros se dirigían una tarde de el invierno de 1464 desde el interior de Navarra a la capital de el principado_de_Bearne . Cabalgaba el primero en un corcel de asaz impetuosos bríos , que mal su grado tenía que reprimir , por la escabrosidad de el camino , abierto las más veces en peña viva , otras surcado por cauces desamparados de antiguos torrentes , y embarazado las restantes por robustos troncos de corpulentas hayas y altaneros pinos , aterrados por los huracanes . Iba armado de punta en blanco , puesta la lanza en la cuja , y sujeta a el brazo derecho con una correa ; y con el izquierdo embrazaba una rodela de templado acero , en la cual estaba pintado un sabueso con el hocico cerca de el suelo y en ademán de seguir la pista , con estas palabras por orla : « HASTA QUE LA ENCUENTRE . » Montaba el segundo un Jaco alazán que , sin duda por la inveterada costumbre de andar por las montañas , y con una serenidad que sólo dan los muchos años , suelto y ligero como una cabra , saltaba de peñasco en peñasco y de precipicio en precipicio . Era su dueño un hombrón de unos cuarenta abriles , robusto y colorado , con áspera y cerdosa barba negra , ojos negros igualmente ; pero alegres y pequeños : llevaba capacete de hierro , escudo y coraza de cuero , y una espada descomunal que para ser tan granDe cómo él , debió el artífice haberla estirado media vara . Después de andar largo trecho , ocioso el acicate y tirante la rienda para sostener a los caballos que a cada paso hacían genuflexiones , llegando muchas veces a besar el suelo ; quisieron picar un poco los caminantes en una llanura , a cosa de una legua de Ortés cuando de repente tiró el primero las bridas a su trotón , y levantando la visera dijo volviendo el rostro a su compañero , que siempre se mantenía a respetuosa distancia : — ¡ Marín_! Marín saboreaba a la sazón el dulce néctar de una oronda bota que traía colgada ordinariamente de el arzón , y que con harta frecuencia solía descolgar para estampar en ella sus ardientes labios . Tuvo , pues que suspender sus caricias , en medio de su más dulce embeleso . — ¡ Chaforote ! tornó a gritar el delantero con impaciencia . — ¡ Señor ! — ¿ Que es eso ? ¿ Te quedas atrás ? — ¡ Cá ! respondió tornando a colgar la bota , el buen Marín , llamado sin duda Chafarote por antitesis ; no señor , si no que no puedo seguir . Este babieca , que Dios maldiga , sólo sirve para trepar por las rocas ; pero en saliendo a lo llano no tiene sentido . — Oye , Marín , ¿ no sientes hacia el camino de san Juan_de_Pie_de_Puerto ruido de cascabeles , y de pisadas de caballerías ? — Vuesa merced debe tener los cascabeles en la cabeza , porque lo que es yo , no oigo palabra . — Sin embargo , téngalos , o no los tenga , repuso el caballero , que sin duda estaba acostumbrado a las chanzas de Marín , yo siento el ruido cada vez más clara y distintamente ; y es preciso averiguar de dónde procede . — ¡ Señor , señor ! vuesa merced tiene razón ; esas deben ser acémilas que irán cargadas con tesoros para el rey de Francia , que diz que está entre san Juan_de_Luz y Fuenterrabía haciendo las paces . ¡ Ay señor ! famosa ocasión era esta , si estuviésemos en los pinares de las Bardenas , para echar el guante a esos regalos , por vía de merienda . Apenas tuvo tiempo el buen Chafarote de acabar esta última frase ; porque el caballero , echando atrás el brazo derecho , sacándole de la correa , y dando media vuelta a la lanza , fue a descargar con el cuento tan tremendo golpe en las espaldas de su escudero , que si este no acierta a poner delante la rodela , sin duda que no vuelve a mimar a su querida bota . — ¡ Miserable ! exclamó el caballero con trémulo acento , ¿ aún no habéis llegado a comprender tú y tus compañeros que ya no estáis a las ordenes de un bandido , si no a sueldo de un capitán de el rey ? Chafarote escondió la cabeza entre los hombros , se encorvó sobre el arzón delantero ; encogió las piernas , y hubiera deseado en aquel momento si supiera matemáticas reducirse a la más mínima expresión . Conociendo la condición iracunda y genio pronto de su amo , se guardó muy bien de replicarle ; pero sintiéndose más de cerca el sonido de las campanillas , y el trote de las cabalgaduras , le dijo con voz humilde y ademán contrito : — Señor , ¿ quiere vuesa merced que me adelante un poco a ver si es alguna partida de rebeldes beamonteses , que han jurado hacernos tajadas si caemos en sus manos ? — No : hagamos alto en esta llanura , donde sería mengua tomar otras precauciones que las de enristrar lanzas : si son enemigos , no los llevaremos a la espalda , y si amigos , es regular que sigan el mismo camino que nosotros . — Señor , ¿ y puede saberse qué camino es el nuestro ? Porque yo , maldito si entiendo lo que me pasa , desde que dejé de pertenecer a el gremio de los ladrones , para entrar a servir de escudero a su merced . — ¿ Echas de menos aquella vida ? — ¡ Ay , señor ! respondió Chafarote con un suspiro lastimero : confieso que le tengo cierta inclinación . Beber y robar son mis ... — ¡ Chafarote ! — Basta , señor , no volvamos a las andadas : me contentaré con dedicar a lo primero toda la afición que profesaba a lo segundo . — ¿ Cuando habías de tener la honra de hacer un viaje como el que ahora llevamos , siguiendo en la tormentosa profesión de bandidos ? — ¡ El viaje , el viaje ! Señor , este es mi tema : ¿ a dónde vamos ? — A Ortés . — ¿ A la boda quizá ? , preguntó el escudero con ironía . — No te sonrías , insolente : a la boda vamos . — ¿ A la boda de el príncipe ? — Sí , hombre , sí . ¿ Capaz serás de dudarlo ? — No , no , señor ; se apresuró a responder Chafarote , yo no dudo jamás de lo que dice su merced , y sobre todo , cuando trae a el lado un lanzón que como el brazo de Dios llega a todas partes , Pero , entendámonos : ¿ vamos convidados ? — Convidados , hombre ; convidados , por los mismos condes de Fox y príncipes de el Bearne , hijos de el rey don Juan , los cuales me han mandado un atento mensaje para que no deje de asistir a los desposorios de su primogénito don Gastón_de_Fox con madama Magdalena_de_Francia , hermana de el rey don Luís_el_Onceno . — Confieso , señor , repuso aturdido Chafarote , que a no ser para dar un limpión a la vajilla , jamás se me hubiera ocurrido presenciar antiguamente tan altos festejos . ¡ Cuerpo de mi abuela , y como voy a sacar la tripa de mal año ! Pero ¿ cómo esos señores se acuerdan de mí , si no es para ahorcarme ? añadió Marín haciendo de un plural un singular , sin duda por respeto a su señor , o por temor de su lanza . — El novio don Gastón_de_Fox es mi mejor , mi único amigo ; y siendo príncipe tan real y tan esclarecido , no se desdeña de tenerme a su lado . Pero déjate de preguntas y mira el pelotón de gente que asoma allá por donde el sol se está poniendo . Marín volvió en efecto la cabeza a el Occidente , y en el alto de una vecina loma vio cuatro caballeros armados también de punta en blanco , y en medio de ellos una litera conducida por dos arrogantes mulas , cuyas cabezadas estaban llenas de campanillas y cascabeles , y coronadas de airosas garzotas , con cintas y perifollos de estambre de mil colores . A el lado de las cabalgaduras iban también dos fornidos villanos de el país . Podía dudarse si aquellos caballeros eran guardia de honor de la persona encerrada tal vez en la litera , o desalmados malandrines que mal su grado la llevaban cautiva . Esta duda debía muy pronto aclararse ; porque uno de la escolta se adelantó buen trecho a el advertir el ademán resuelto de los que esperaban con lanzas en ristre . No estaría aquella tierra en muy holgada y pacífica situación , cuando para ir a festejos de bodas , tomaban nuestros caminantes tanta precaución de armas ofensivas y defensivas , y tanto temían la aproximación de seres humanos . En efecto , confiado el rey don Juan en sus propios recursos , o tal vez en su buena fortuna , no se aturdió cuando en todos sus vastos dominios brotaron simultáneamente terribles y numerosos enemigos . Su yerno , el conde don Gastón , ayudado de los principales caballeros de la facción agramontesa ; de mosen Pierres_de_Peralta ; de aquel famoso Sancho_de_Erviti , a quien hemos conocido en el rapto de la princesa ; de Sancho_Londoña y Beltrán_de_Armendáriz ; obligó a el conde de Pallars a levantar el cerco de Gerona , donde en tan terrible aprieto se vieron la reina y su hijo don Fernando . Pero los catalanes , que no desmayaron con esta , ni con otra posterior derrota , declararon a el rey de Aragón y de Navarra traidor y enemigo de su patria ; y como fuese desconocida , no sólo la morada , si no la existencia de doña Blanca , legítima poseedora de los derechos de su padre , a falta suya fueron a ofrecer los tres estados de el principado de Cataluña a el rey de Castilla , en odio a el monarca don Juan , que se titulaba conde de Barcelona . Algunos comentarios pudiéramos hacer acerca de este hecho notable de nuestra historia , si fuésemos a examinarlo bajo el punto de vista constitucional ; pero dejándolos para ocasión más oportuna , diremos únicamente que el rey de Castilla admitió primero las proposiciones de los catalanes , y que después , pareciéndole cosa de sueño , según dice la crónica , respondió que sólo quería ser medianero de una buena paz , si dejaban sus diferencias con el monarca Aragonés a el arbitrio de el rey de Francia_Luís_el_Onceno , que tenía en ciernes el proyecto de casar a su hermana Magdalena con el presunto heredero de el trono de Pamplona . Accedieron incautamente los catalanes a la propuesta , no sabiendo que era entregarse como un rebaño de corderos a la custodia y decisión de el lobo ; y mientras se publicaba la sentencia de el árbitro , depusieron lealmente las armas . No lo hicieron así los beamonteses de Navarra . El conde de Lerín , su caudillo , era harto avisado y astuto , para dejarse engañar tan fácilmente por apariencias de imparcialidad y justicia ; y aunque solo , y desamparado de sus amigos de Cataluña , seguía en Navarra una guerra , si no tan ostentosa y formal como la de el principado , de más ventajas a el menos para las escasas fuerzas con que contaba , después de la desmembración que de ellas hizo para auxiliar a el conde de Pallars . He aquí , pues , explicados los justos motivos de recelo y desconfianza que asistían a nuestros caminantes para precaverse contra las guerrillas de el bando enemigo , que si no infestaban el Bearne como Navarra , no era imposible que traspasasen la frontera . — ¿ Quién va allá ? gritó con bronca voz el caballero viniente a los expectantes . — Navarra por Agramont , le contestó otra voz no menos robusta pero más sonora . — ¡ Oh ! somos amigos , repuso el de la escolta . Y si la fama de vuestra gallardía y la divisa de vuestro escudo no miente ; sois el capitán de aventureros más valiente que ha conocido Navarra . — El capitán de los Bardenas , contestó Jimeno modestamente . — Me llamo Sancho_de_Erviti ; repuso el recién llegado , alzando la visera . — ¡ Sancho_! — Sí , ¿ os choca ese nombre ? — No lo niego . — ¿ Quizá supondríais que andaba ... allá ... por las montañas de Cataluña ? pues amigo , las treguas me han arrojado de allí ... Yo me pudro donde no hay guerra . — ¡ Sancho ! ... ¿ Sancho ... de qué ? repuso Jimeno , como afectado por una idea . — ¡ Sancho_de_Erviti ! ¡ Qué diablos ! No parece si no que os coge de nuevas el nombre de un infanzón de Navarra , dijo el caballero un tanto picado de que su ilustre fama no hubiese llegado a oídos de el capitán . — ¡ Sancho ! ... repitió este , no sé por qué tengo tanta predilección por este nombre . — ¡ Voto a el diablo ! ¡ Pues hartos Sanchos hay en el mundo ! — Muchos más había , replicó Jimeno con extraña sonrisa ; muchos más había antes de haber empuñado yo mi lanza . — ¡ Ola ! ¿ Conque tantos habéis despachado a el otro barrio ? ¡ Voto a el chápiro ! — ¡ Oh ! ¡ Bastantes ! ... ¿ Y quién sabe si todos ellos sin merecerlo ? — Pues , hombre , que no os dé conmigo tan extraña manía . — ¡ Con vos ! ¿ Y por qué ? — Andemos , si os parece , dijo el caballero desentendiéndose de la pregunta , a el ver que los de la litera se acercaban demasiado . — ¿ A dónde vais ? — Por ahí adelante . — El mismo camino llevo yo , respondió Jimeno . ¿ Y os detenéis ? ... — En cualquier parte . — Como yo ... justamente . En cualquier parte . — Con que ... andemos , dijo Sancho , con visibles muestras de impaciente , y aun de contrariado por aquel encuentro . — Vamos . ¿ Pero a quién diantres lleváis en esa litera , don Sancho ? — A nadie ... ¡ A un arzobispo ! añadió luego de repente , y con mucho misterio Sancho_de_Erviti . — ¡ Pésia mi alma ! ¡ Y decís que es nadie un arzobispo ! — Pues tan arzobispo es como el de Tarragona , replicó Sancho , esforzándose en sostener lo que nadie le contradecía . — Yo lo creo . Pero , deteneos : ¿ sabéis , don Sancho , que oigo unos suspiros que me traspasan el corazón ? — ¡ Aprensiones ! Vamos corriendo : hace un frío de mil diablos , y la noche se viene encima . — ¡ Qué diantre ! ¿ Sabéis que vuestro arzobispo suspira como una monja ? Sancho perdió el color , y para disimular sin duda su turbación , dejó caer la visera diciendo : — ¡ Arzobispo es , voto a mi alma ! — Así os lo parece , repuso con calma Jimeno : ¿ Pero no es fácil que os hayan dado gato por liebre ? ¿ No es posible que lo que vos creéis un venerable prelado , no sea ni siquiera un triste monaguillo ? — Señor capitán , exclamó el caballero ; yo sostengo mi palabra ; porque sería la primera vez que Sancho_de_Erviti dejase de tener razón contra el mundo entero . En esto se oyó una voz femenil que con lastimoso acento , capaz de conmover las peñas , salía de la litera , diciendo : — ¡ Ay , mísera de mí !