BARCELONA Y SUS MISTERIOS por Antonio Altadill Madrid Librería española de Emilio Font calle de Relatores , núm . 14 , tienda . Barcelona Librería popular económica , plaza del Teatro , núm . 7 Imprenta de V . Castaños , Asalto , núm . 20 NO era de noche , ni llovia , ni el huracan rebramaba tronchando las ramas de los árboles , ni estremecia el trueno , ni caia el rayo , ni a la fosfórica luz del relámpago se veia una llanura desierta , ni una cruz solitaria en medio de la llanura , ni siquiera una muger llorando al pié de la cruz ; sino que era una tarde serena y placentera como son casi todas las tardes de abril , bajo el benigno cielo de Barcelona . Era dia de fiesta , y un sinnúmero de familias artesanas , que durante la semana toda habian estado sujetas al yugo del trabajo , entre el ruido atronador de los telares y en medio de la cargada atmósfera de las cuadras , en las fábricas principalmente de hilados y tejidos , ó en otros de los variados ó infinitos talleres que encierra la gran ciudad , segun el oficio ú ocupacion de cada uno , salian del casco de la capital , que quedaba en completa calma , desparramándose por sus alrededores y llevando al campo con su natural deseo de esparcimiento , la animacion y la vida que momentáneamente robaban a la poblacion . Y los pueblos de Gracia , San Gervasio , Sarriá y Sans , renuevos vigorosos de la añosa encina condal , de cuyo jugo se alimentan , á cuya sombra crecen y se desarrollan , y á cuyo tronco , por fin , llegarán á unirse un dia formando el árbol robusto , emblema de la grandeza y prosperidad catalanas , recibian en su seno á las alegres comitivas que invadian sus fondas , sus cafés , sus casas de comida y sus tabernas , ó pasando sin detenerse mas que para añadir algo que faltase á la merienda en casa preparada de antemano , se dirigian á gozar completamente de la libertad y delicia del campo en sus montes vecinos y junto á sus ricas y cristalinas fuentes . Uno de los puntos predilectos y mas visitados de la clase artesana en la época del año 1844 , que es donde empieza nuestra historia , era la fuente llamada den Xirot . Dejando la poblacion de Gracia á la izquierda y dirigiéndose á una pequeña colina llamada el Puchet , se encuentra , al empezar el monte , un sendero escarpado que , rodeando la falda de la colina , conduce al corazon de la montaña . Al fin del sendero y en una hondonada que forma el monte , brotando del seno de las rocas y al pié de un añoso sauce que ha crecido junto al rico manantial , está la deliciosa fuente . La frescura y rica calidad de sus aguas ferruginosas , las mas cercanas á la capital , llamó la especulacion á aquel sitio , y el dueño lo arregló igualando un buen espacio de terreno delante de la fuente , enladrillándolo y rodeándolo de una tapia baja de cal y canto que sirve de respaldo á un poyo hecho al pié del amurallado . A pocos pasos de la fuente , se levanta tambien una casa que en los dias de fiesta se halla provista de cuanto puedan consumir las gentes que al indicado sitio se dirijan . Sentado en un estremo del poyo , con la vista fija en el camino y sin atender á la gente que se levantaba y volvia á sentarse , yendo y viniendo de beber de la fuente , estaba un jóven de unos veinte años , le mediana estatura , con pantalon y chaqueta de paño negro , apoyado el antebrazo sobre la tapia y descansando la cabeza , en la palma de la mano . Fácil hubiera sido á cualquiera , por el aspecto y actitud del jóven , adivinar la causa de su abstraccion . A ponerse triste pasando la tarde sin conocidos en aquel sitio , no habia de ir á su edad un hombre , cuyo rostro y cuyo porte estaban muy léjos de ser los de un aburrido ó de un maniático . Además , su vista , que no se separaba del camino sino para fijarse en la estera de un reloj de plata que sacaba y volvia á meter en el bolsillo del chaleco , traducia claramente la impaciencia de su alma . El jóven esperaba , pues , á alguien que tardaba seguramente mas de lo que á su deseo convenia . Pero ese alguien , en una hora larga que él estaba allí , no aparecia en el camino . Este se veia cuajado de gente , que en su tortuoso curso se asemejaba á una procesion de hormigas yendo y viniendo del nido al sitio donde una encontró algo para todas . Entre los varios grupos que llenaban el camino , habia uno compuesto de cuatro personas ; dos mugeres y dos hombres que juntos á la fuente caminaban . Los hombres , artesanos los dos , tendrian ambos , con corta diferencia , la edad de veintitrés años . Uno , mejor vestido que el otro , ocupaba el lado de la mas vieja de las mugeres . Era de regular estatura , enjuto de carnes , de rostro impasible , de oficio hilador y se llamaba Nicolás Turella . El otro , mas bajo y mas lleno de carnes , de oficio carpintero , se llamaba Roberto ; y el descuido de su persona y de su vestido , menos limpio de lo que acostumbran los jóvenes de su clase en los dias festivos , unido á una fisonomía llena de intencion y de bien poco regulares líneas , era otra prueba de esa relacion que existe casi siempre entre el interior y el esterior de un individuo . Iba al lado dé la muger mas jóven , que era una niña de quince años , completamente desarrollada , de modesto aspecto y fisonomía dulce y apacible , velada por esa especie de sombra de bondad y de pureza que prestan al rostro la pureza y la bondad del corazon . Se llamaba Clara y era hija de la muger que la acompañaba . Por el modo como miraba Roberto á la bella jóven , hubiérase conocido al momento en él una de esas pasiones violentas que así como son causa de grandes y nobles hechos cuando se agitan en nobles corazones , son el móvil de las mas bajas acciones cuando van unidas á un alma ruin y pequeña . Clara iba taciturna , y acelerando el paso al lado de Roberto : — ¡ Jesús , Clara ! esclamó la madre de ésta , conteniendo su fatigada respiracion ; anda un poco mas despacio . — Ay , respondió Clara , volviendo la cabeza á su madre ; es verdad , no advertia que caminaba demasiado aprisa ; pero es que tengo una sed ... — ¿ De agua ? ... interrumpió Roberto con una sonrisa llena de malicia . — ¿ Pues de qué ha de ser ? — Quién sabe ... el hambre y la sed no son siempre de comida y bebida ... — No entiendo á V . , concluyó Clara con cierta sequedad . — Ya me entenderá V . luego con sola una leve indicacion , si al llegar á la fuente encontramos lo que yo creo que encontraremos . Clara se ruborizó á estas palabras , que no contestó , volviendo á quedar muda como antes . Así que llegaron al punto en que el camino concluia , Clara y Roberto echaron á la vez una mirada á las personas todas que en la fuente habia , tropezando en seguida sus ojos con el jóven sentado en el banco , el cual , al verlos , se levantó de repente como obligado por un secreto y poderoso resorte . El rostro de Clara pareció iluminarse de improviso . Roberto la miró , sorprendiendo la súbita alegría de la jóven , y le dijo con la misma maliciosa sonrisa de antes : — ¿ Se le ha pasado á V . la sed ? ... Clara ruborizóse de nuevo y contestó , procurando afectar una sencillez inútil para Roberto : [ ] — Si no he bebido agua todavia , ¿ cómo quiere V . que me haya pasado ? En esto el jóven del banco se adelantó saludando en general á todos con un buenas tardes , aunque sin mirar á Roberto , y haciéndolo luego particularmente con la madre de Clara . Nicolás , que estaba al lado de la vieja cuando fué á saludarla el jóven , á pesar de que tenia la suficiente fuerza para sofocar en su corazon sus sentimientos sin permitirles asomar al rostro , no logró esta vez que en su cara dejase de pintarse el efecto desagradable que en él produjo la presencia de la persona que se les unia . — ¿ Y cómo vos por acá , Diego ? preguntó la madre de Clara al jóven , que así se llamaba , despues de contestarle . — ¡ Pshe ! respondió Diego , aquí he venido á dar un paseo ... y ya me volvia cuando he visto á Vds . — Buenas tardes , Diego , parece que no quieres saludarme , hombre , le dijo Roberto con un tonillo de resentimiento y despecho á la vez . — He saludado ya en general , respondió Diego secamente y sin mirarle tampoco . Y dirigiéndose á Clara y á su madre á un tiempo les dijo : — Vengan Vds á sentarse ahí , que hay sitio , y yo les llevaré el agua para beber . — Beber ahora no , porque mi madre estará fatigada y yo lo estoy tambien ; pero podemos sentarnos , contestó Clara . Así lo efectuaron en el sitio donde antes estaba Diego , quedando éste al lado de Clara , ésta junto á su madre , y seguidamente Nicolás y Roberto , que no tuvo otro remedio que ocupar el último puesto . Apenas sentado , el rostro de Diego tomó un cierto tinte de disgusto y de pesar á un tiempo . Clara lo advirtió , como advierte siempre una muger que ama cuantas impresiones se marcan en el rostro de su amante , y le preguntó : — ¿ Qué tienes , Diego , que pareces disgustado hoy á mi lado ? — Eso mismo que has dicho : tengo que estoy altamente disgustado . — Supongo que no será conmigo ... — No del todo . — ¿ Luego hay algo de que yo soy en parte la causa ? ... Esplícate , Diego . — ¿ Por qué iba Roberto á tu lado ? — Es muy sencillo ; porque nos encontró al salir en la puerta del Angel y se unió á nosotras . — ¿ Y Nicolás ? — Por la misma razon ; aunque éste no iba al lado mio . — Ya le he visto al de tu madre . Ese ya sabe como ha de arreglarse ... Clara , cuyo amor á Diego no podia sufrir ni la mas ligera suposicion en contra de su lealtad , contestó resueltamente : — Pero , es que no basta , Diego , el ganarse la voluntad de mi madre ; es preciso ganar la fé de mi corazon , y esa ya no la tengo yo para que Nicolás la gane . — ¡ Ya lo sé , Clara mia ! ... — Es que así como lo sabes , es necesario que no lo olvides , Diego ... — ¡ Oh ! no es que lo olvide ; pero , ¿ qué quieres que te diga ? no son esto celos ... mas la vista de Nicolás con vosotras me incomoda ... — Y á mí no me incomoda menos . Yo he conocido que me ama , sí ... — ¡ Ya lo creo ! ... — Pero ese modo suyo tan poco franco y hasta rastrero que usa para ganarse la voluntad de mi madre , haria , sin el motivo poderoso que tú sabes , que yo me resistiese siempre á aceptar un cariño que nunca consideraria leal . — Y en cuanto á Nicolás , pase todavia ; al menos á los ojos de la gente no le hace disfavor ; no se sabe que tenga una vida relajada , porque realmente no la tiene , vá con decencia , y si bien son pequeños y mezquinos sus sentimientos , la gente no se para en semejantes nimiedades ... pero en cuanto á Roberto ; mas desarreglado y menos hipócrita que el otro , ese sí me repugna y me dá un pesar cada vez que le veo con vosotras . — Pues no será á fé mia , porque no le haya yo dado á comprender mi poca simpatía por él . Mientras Clara y Diego platicaban de esta suerte , no necesitamos relatar minuciosamente la conversacion de la señora Magdalena con Nicolás , para que el lector comprenda el asunto que les ocupaba . La señora Magdalena hablaba poco , con todo y ser muger . Nicolás no era gran hablador . Su conversacion se concretaba siempre á sí mismo , dejando conocer mas cada dia su ventajosa posicion , los buenos jornales que ganaba , el modo como hacia producir por otra parte sus no despreciables ahorros y su deseo de tomar estado con una jóven honrada , economizadora , hacendosa , que supiese llevar el gobierno de la casa , etc etc . ; pero todo esto á medias palabras y sin declarar abierta y francamente á la señora Magdalena el punto fijo á donde dirigia sus aspiraciones . Roberto se aburria entretanto y se levantaba unas veces á la fuente , y otras á pasear por delante de sus compañeros , haciendo sallar las piedrecitas y cortezas de naranja del suelo , con la punta de un baston que llevaba . Una vez , abstraida Clara completamente en la conversacion que tenia con Diego , de cuyo rostro no apartaba sus embelesados ojos , no advirtió que pasaba Roberto , y éste pudo conocer por sus palabras la queja que respecto de él la daba Diego . Roberto no se detuvo , mordióse el labio inferior y volvió á sentarse al lado de Nicolás . — Oye , Diego , dijo Clara al cabo de un rato ; levántate con la escusa de traernos agua , porque hace ya demasiado rato que estamos hablando y ... — ¿ Y qué ? Clara no respondió . — Y tu madre te reñirá luego , ¿ no es así ? prosiguió Diego adivinando la idea de Clara . Una lágrima que asomó á los ojos de ésta fué la amarga contestacion á la pregunta de Diego . — ¡ Oh ! esclamó éste , y ¿ por qué no me lo habias dicho antes ? ¿ Pero te maltrata acaso ? — Eso no , respondió Clara , secándose furtivamente aquella lágrima con la punta del pañuelo . — ¡ Ah ! prosiguió Diego ; bien me lo habia yo temido ... ¿ Y te escitará tal vez á que te muestres así ... amable con Nicolás ? .. Clara no respondió ; pero bajó los ojos , inclinando la cabeza con una espresion tal , que obligó á Diego á decirla : — Bien mirado , tu madre tiene obligacion de elegir para tí el mejor partido ... y Nicolás , que es solo , que gana un gran jornal , del que no gasta ni la sexta parte ... comparado con otro que no gane tanto y tenga una madre anciana á quien mantener , vale diez veces ... — ¡ Menos con todo su dinero , que tú sin un maravedí , pero con ese magnífico corazon que tanto halaga los deseos del mio ! esclamó Clara de repente , concluyendo la idea de Diego como éste realmente deseaba . Diego cogió entre sus manos la blanca mano de Clara , la estrechó dos veces y se levantó diciendo con acento sereno y tranquilo : — Voy á traer á Vds . agua . Parecerá tal vez estraña en una jóven de la por desgracia tan descuidada clase del pueblo , semejante elevacion de sentimientos y la manera como los espresa Clara á Diego ; pero dejando aparte que el amor , como todas las grandes pasiones , lleva en sí mismo la elocuencia de la forma con que se espresa ; y respecto de los sentimientos , inútil es decir que la naturaleza no distingue de clases al infundirlos en el corazon del hombre y de la muger ; aparte esto , decimos , preciso es tener en cuenta que una muger , en su primer amor , llega á asimilarse de tal manera , no solo en el modo de espresarse , sino hasta en el de sentir , con el hombre á quien ama , que muy torpe ha de ser aquella para no engrandecerse tomando algo de la dignidad y grandeza de éste . Y Clara no era torpe ; y en cuanto á Diego , sobre estar dotado de un talento natural nada comun , le tenia , como iremos viendo , bastante cultivado en mas de un sentido , no siendo él sin embargo una rara escepcion en la clase trabajadora de Barcelona . Diego llegóse á la fuente , de la que volvió con dos vasos llenos de agua fresca y cristalina que presentó á Clara y á su madre . En el momento mismo acercóse allí una muger que vendia pequeños cucuruchos de anises , simétricamente colocados en una cesta . Clara y su madre tomaron un cucurucho , haciendo lo propio sus tres compañeros , que fueron por un vaso de agua cada uno para sí . Despues de haber bebido , preguntó Diego á la muger de la cesta . — ¿ Cuánto se os debe ? — Son cinco cucuruchos , cinco cuartos . — Tomad , dijo Diego entregándole dos reales . — Tomad el mio , dijo seguidamente Nicolás alargándole un cuarto á la muger . — ¡ Está pagado ! esclamó Diego ; guarda el cuarto para un pobre ó para tí , que será igual . — No me avergonzaré nunca de no haber hecho el grande , esclamó Nicolás metiéndose el cuarto en el bolsillo . — Pues yo me avergonzaria de haber hecho una vez el miserable , concluyó Diego . La accion de Nicolás , si antes no hubiésemos dado á conocer al lector su carácter , bastaba para retratar el género de sentimientos que puede tener un hombre que así se conduce en presencia de la muger que ama . Roberto bebió sin decir una palabra . Era ya hora de retirarse . La gente que allí habia lo iba ya efectuando , y nuestros personages tomaron el camino de Barcelona . Clara y Diego se encontraron , como por casualidad , el uno al lado del otro , delante y á dos pasos de la señora Magdalena , á la cual no abandonaba Nicolás . Roberto les seguia sin hablar palabra , ora quedándose atrás , ora avanzando y caminando un rato , como distraido , al lado de la madre de Clara . En el camino , presentóse á nuestros personages una pobre muger con un niño en brazos y otro de corta edad que llevaba en la mano , pidiéndoles una limosna . Diego sacó una moneda de cobre , que dió á la pordiosera , la cual seguidamente pidió á Nicolás , que iba con la madre de Clara á dos pasos de ésta y de Diego . — ¿ No acaban ahora de daros ? respondió agriamente Nicolás á la pobre . Diego oyó estas palabras , y volviendo la cabeza , dijo á Nicolás con una sonrisa irónica : — ¿ No tienes un cuarto suelto ? pues dáselo á la pobre muger . Nicolás metió la mano al bolsillo , refunfuñando estas palabras : — Es que estos diablos de pobres piden ya hasta por vicio . — Pues es un vicio bien feo ... y así , ya no estraño que gente tan sin tacha como tú , arroje de sí á quien tan vicioso mira . El sangriento reproche de Diego no hizo el menor efecto en el ánimo de Nicolás , quien , alargando el cuarto á la pobre , la preguntó : — ¿ Teneis un ochavo ? — Si , señor . Y la muger devolvió el ochavo , que Nicolás se metió bonitamente en el bolsillo . Llegados á Barcelona , siguieron juntos hasta la plaza de la Boquería , donde Diego dijo á Clara : — Aquí te dejo ya . Es de noche y quiero ver á mi madre , que la pobre estará aguardándome . — Vé , Diego , sí : ¿ hasta cuándo ? — Hasta pasado mañana , que vuelve á ser fiesta . — Iremos al mismo sitio . — ¿ Y á la propia hora ? — Poco mas ó menos . — Adios , Diego . Y éste saludó en general tomando la calle de la Boquería , mientras Clara y su madre se dirigian á su casa de la calle de Peracamps , acompañadas de Nicolás . Roberto se despidió tambien despues de Diego , echando á andar tras de éste . La casa que Diego habitaba con su madre , era un piso cuarto de la calle del Mill Al llegar á la de la Boria y á la entrada del callejon de San Ignacio , Roberto se adelantó , tocándole el hombro y diciéndole á la vez : — Diego . — ¿ Qué hay ? respondió éste volviendo le cabeza . — Tengo que decirte dos palabras . — Despacha , pues , porque es tarde y mi madre está sola en casa — ¿ Qué le has hablado hoy á Clara ? ¿ Y quién eres tú para preguntármelo ? — Es que le has hablado de mí . — ¿ Y qué ? — Que quiero saber los motivos que tengas para ello , y tambien el porqué estás así tan serio y hasta despreciativo conmigo de unos dias á esta parte . — Pues en dos palabras está dicho : en primer lugar estoy así contigo , porque eres un mal amigo . — ¡ Yo ! — Tú , sí , que fingiéndome una necesidad que no existia , me sacaste hace quince dias el reloj que te dejé para que lo empeñases , y no lo empeñaste ... — Pues ¿ qué hice ? ... — Lo jugaste . — ¡ Yo ! ... — Aquella misma noche . De quien te lo ganó , lo compré yo ayer . Míralo . Diego sacó su reloj , enseñándoselo á Roberto . — Es que ... balbuceó éste confuso ... — Que eres un perdido , y no quiero que vayan perdidos al lado de la muger que yo amo . Ahí tienes porque realmente , sí , he hablado de tí á Clara , esta tarde . Aquí los ojos de Roberto brillaron como una llama fosfórica en la oscuridad del callejon , y sacando súbitamente una navaja , abierta ya , del bolsillo , se lanzó sin hablar palabra sobre Diego . Este paró hábilmente el golpe , desarmándole con el palo que llevaba , y levantándolo otra vez lo descargó sobre la espalda de Roberto , quien , al mirar la navaja en el suelo y al sentir el fuerte dolor en la muñeca por el primer golpe de Diego , echó á correr sin aguardar á mas . — ¡ Infame ! esclamó Diego cogiendo la navaja y dirigiéndose á su casa . Roberto llegó corriendo al estremo de la calle de la Boria . Allí se paró y retrocedió por la misma á paso lento , parándose luego cerca de la plaza del Angel y frente al portal de una casa de buena apariencia . Al tiempo que Diego entraba en la suya , Roberto llamaba en el cuarto principal de la casa de la calle de la Boria . Era la habitacion del gefe principal de policía . LA morada de Diego y su madre estaba , como hemos dicho , en la calle del Mill , casa número 2 piso cuarto . Conque sepa el lector que el padre de Diego habia sido un simple tejedor , que habia tenido cinco hijos , de los cuales solo quedaba ya el último , y que éste , muerto aquel , tomó el mismo oficio , de cuyo jornal tenia que mantener á su madre , ya anciana y enferma , pagar el alquiler de casa y demás gastos que se ocurren á una familia por reducida que sea ; conque esto sepa el lector , tiene lo suficiente para formarse una idea del aspecto humildísimo que presentaba la vivienda de Diego y su madre . Pero téngase en cuenta que decimos humilde , y no miserable . Esta última faz no la presenta nunca una familia , que tiene una muger como era la madre de Diego , sino cuando ha llegado al último grado de miseria . La morada , pues , á que nos referimos , si bien sumamente humilde en sí misma y en el escaso mueblage que contenia , respiraba tal aseo y limpieza , que ninguna persona por escrupulosa que fuera , hubiese repugnado el tomar asiento en cualquiera de las sillas de pino pintado con asiento de anea , que habia en la primera pieza y única de recibo de la casa , ni el beber un vaso de agua en cualquiera de los dos que brillaban tersos y limpios en el vasar de la blanqueada cocina , que se descubria toda al entrar en la salita . En esta pieza habia una alcoba que es donde dormia la madre de Diego . Un pequeño aposento junto á la alcoba , capaz para un catre de tijera y una mesita , sobre la cual habia algunos libros y una palmatoria de barro con media vela de sebo , era el cuarto de Diego , donde éste dormia y leia , antes de acostarse , lo menos dos horas todas las noches . La pobre anciana aguardaba efectivamente á su hijo , como este habia previsto . La prevision de Diego era natural . ¿ Qué hijo que ame á su madre , hallándose ésta en semejante situacion , no piensa en que es esperado con ansiedad , siquiera sea escaso el tiempo que falte de su lado ? Y Diego no solo amaba , podemos decir que idolatraba á su madre . Sintióle ésta ya al subir la escalera , y se levantó pausadamente de una silla baja en que estaba sentada junto al balcon , para abrir la puerta . Diego entró , abrazó á su madre y se guardó completamente el lance ocurrido con Roberto , queriendo evitar el natural sobresalto y disgusto que habia de causarla . — ¿ Qué hora traes , Diego ? preguntó la anciana á su hijo , después de haberle abrazado . — Son las ocho , madre mia . — Eso es ; y dadas , pues me parece haberlos oido hace un rato en el reloj de Santa María . — Hubiera venido antes , pero ... — ¡ Oh ! no lo digo porque hayas tardado ; aunque siento siempre la alegría que ves cuando entras en casa ; sino que es ya la hora de cenar y voy á poner la mesa . — No lleve V . prisa ... observó Diego con el acento no muy bien disimulado del disgusto que tenia . — ¿ Pues ? ¿ qué es eso ? ¿ no tienes gana de cenar ? ¿ te sientes malo ? ¿ te ha pasado algo , hijo mio ? Y la cariñosa anciana dirigió este aluvion de preguntas á su hijo con tal ansiedad y una espresion tal de cariño y de ternura , que cualquiera , sin conocerla y sin oiria la frase hijo mio , hubiera adivinado que era una madre la que á Diego preguntaba . — Nada , madre mia , no tengo nada ; sino que unas noches tiene uno mas apetito que otras . — Es que como , gracias á Dios , te veo siempre bien ... pero si no es mas que eso , el apetito viene tambien comiendo , voy á poner la mesa . — Bueno , bueno , póngalo V . y cenaremos , añadió Diego forzando el tono jovial con que dijo estas palabras . Luego , quitándose la chaqueta y dejándola con la gorra en su cuarto , decia para sí : — ¡ Cenaremos , aunque sea á la fuerza ! Cualquiera cosa daria para que entrase alguien á estorbarnos y distrajese á mi madre . ¡ Lejos estaba Diego , cuando esto decia , de pensar hasta qué punto iba á cumplirse su deseo ! Puesta ya la mesa y sentados madre é hijo , no bien empezaron á cenar , cuando se oyeron dos golpes dados con la mano á la puerta de la habitacion . — ¿ Quién ? preguntó Diego levantándose de la mesa . — ¡ Abrid ! respondió secamente una voz ronca . — ¿ De quién es esa voz , Diego ? preguntó la anciana medio sobresaltada . — No sé , veremos . Y Diego fué á abrir en seguida . La luz de la mesa de la cocina daba de lleno á la puerta de la habitacion . Al abrirla , Diego esperimentó un fuerte sobresalto . Cinco hombres armados con un comisario de policía al frente se ofrecieron á su vista . El comisario preguntó : — ¿ Vive aquí Diego Rocafort ? — Yo soy , contestó éste . — ¡ Qué es eso , Diego ! preguntó su madre levantándose de la silla y fijos los ojos en el grupo de la puerta . — Seguid pues conmigo , añadió secamente el comisario . — ¡ Cómo ! ¿ quién ha de seguir ? preguntó la anciana con sobresalto saliendo de la cocina ¿ mi hijo ? ¿ Y por qué y á quién ha de seguir mi hijo ? — El porqué ya se verá luego ; y á quién ha de seguir , es á la justicia . — ¡ Cómo á la justicia ! ¿ Y qué tiene que ver la justicia con mi hijo , que no se mete con nadie , que no hace nada á nadie , que ningun daño ha hecho á nadie ? — Cálmese V . , madre mia . — Ea , menos razones y pasad en medio de esos hombres , mientras yo registro la casa . — ¡ Pero , hijo mio ! ... esclamó la anciana echándose en los brazos de Diego . Entre tanto el comisario preguntó : — ¿ No tiene esta casa otra habitacion que la que se vé ? — Nada mas , respondió Diego . Y levantando suavemente la cabeza de su madre , que descansaba llorando sobre su hombro , la dijo : — Cálmese V . madre mia ; esto no será nada ; tal vez una equivocacion que se desvanecerá al momento . — ¡ Hum ! ¡ equivocacion ! ¡ buena equivocacion ! ya vá desvaneciéndose la equivocacion ! ... esclamó irónicamente el comisario desde la mesita del cuarto de Diego , y mirando la primera página de uno de los libros que tenia ya en la mano , ¡ Fourier ! ... ¡ un libro de Fourier ! .. ¡ otro de Luis Blanch ! ... ¡ Equivocacion ! ... ¡ Ya vereis la equivocacion ! ... — ¿ Es por ventura algun crímen tener esos libros ? — Los mismos que se han encontrado en otras casas de los demás conspiradores . ¡ Ya vereis si es crímen ó no ! ... — Sí lo veré , esclamó Diego con entereza ; pero permítame V . , señor comisario , le advierta que no adelante juicios sin fundamento , que aflijan de tal manera á mi madre . — ¡ Cómo ! ¡ me reconvienes ! — ¡ Te reconvengo ! sí . — ¡ Y me tutea ! — ¿ No me tutea él por ventura ? — ¡ Llevadle ! esclamó el comisario dirigiéndose á los hombres que consigo traia . — ¡ Hijo mío ! gritó la anciana cayendo en la silla mas cercana . — ¡ Madre mia ! esclamó Diego dejándose llevar sin violencia . No era Diego hombre de resistirse á la autoridad , cuando esta no le faltaba , y preciso es confesar que los cuatro hombres del comisario no usaron de malas maneras al separarlo de su madre , obedeciendo el mandato de su gefe . — ¿ Teneis otros papeles que los que hay en esta mesa ? — No , respondió Diego . — Vamos , pues , dijo el comisario llevándose papeles y libros . Diego conoció que habia sido imprudente , queriendo dar una leccion , aunque merecida , al comisario , en la situacion en que se encontraba , y no pidió que le permitieran un momento para atender al estado de su madre , temeroso de que le fuera negado por el comisario resentido ; y en vez de esto , se dirigió á una muger vecina del cuarto de enfrente , que á la puerta habia salido , diciéndola : — ¡ Ana , por favor , atended á mi pobre madre ! ... — Anda descuidado , Diego , respondió la muger asomándole dos lágrimas á los ojos y corriendo al lado de la anciana . Diego bajó silencioso la escalera en medio de los cuatro agentes . Llegados á la calle , dijo el comisario : — A casa del gefe . Y todos se dirigieron á la calle de Calderera , entrando en la casa donde poco antes habia estado Roberto . Antes de pasar adelante , vamos á permitimos una corta digresion para decir algo acerca de la situacion política de Barcelona en la época á que nos referimos , pues es esto de necesidad para la justificacion de los sucesos que vamos narrando . Mandaba el partido moderado . Uno de los medios de gobierno que ha usado siempre este partido en las épocas de su dominacion , y que fatalmente , preciso es confesarlo , está en la índole suya propia , es el de la represion llevada al último grado , principalmente con los partidos estremos ; y una de las provincias en donde mas se temia á esos partidos , era Cataluña . No hay para que decir , si se usaria el rigor en el principado , en una época en que precisamente esos partidos estremos , el absolutista y el republicano habian levantado á la vez su respectiva bandera en la montaña , tomando creces cada dia con la union de nuevos prosélitos al estandarte de la doble rebelion . Fieles en la pintura de aquel período , no cabe en nosotros omitir ninguna circunstancia , por mas que á primera vista parezca justificar la conducta del gobierno , como así parece desprenderse de la que acabamos de indicar desnuda y aislada ; pero es necesario tener en cuenta que , al hablar de represion , no nos referimos á los actos materiales y de probada y palpable conspiracion contra el gobierno ; que aquellos estaba éste muy en su derecho , no solo al intentar reprimirlos , sino el castigarlos enérgicamente en los delincuentes ; pero de esto á la represion de las ideas , del sitio á la ciudad al sitio de las conciencias , hay una distancia inconmensurable ; la distancia de la sospecha á la prueba , de la inocencia al crímen . Barcelona , puesta en estado de sitio y bajo la autoridad discrecional de un capitan general que resumia todos los poderes , no era una provincia de España en el goce de los derechos políticos que daba indistintamente á todas las provincias la Constitucion del Estado , aun la que entonces subsistia , sino que era una colonia , diremos mas claramente un pais conquistado , sobre el cual tiene el conquistador todo derecho y toda facultad , sin otra ley que su propia voluntad sostenida por la fuerza de las armas . Por otra parte , aun suponiendo que el buen juicio y sanas intenciones de un capitan general , que en aquel entonces raras veces ó nunca se veia libre de ilegítimas y perniciosas influencias , hubiera podido neutralizar el mal efecto , y las fatales consecuencias de la reunion de poderes y atribuciones de órden tan distinto en una sola persona , ajena á la ciencia para ello necesaria , la suerte quiso que ninguna de las primeras autoridades militares de aquella época , reconociese la inmensa trascendencia de sus varias disposiciones ; sino que , todo lo contrario , creyendo ciegamente tal vez que la ciencia era hija en la autoridad , como lo es en último resultado la autoridad de la ciencia , dictase toda clase de medidas en todo género de cuestiones , bajo la impresion del momento , sin examinar el asunto , y contentándose con verlo del lado que , merced á aquellas influencias , se le presentaba . No , no era el estado de sitio , pues , la causa inmediata de lo que sucedia en Barcelona ; éralo , sí , el modo como se ejercia la autoridad en ese estado , que seguia llamándose escepcional despues de veinte años que duraba ! Y tampoco era justa tan estremada represion , aun considerada como medida preventiva . La rebelion en la montaña , tenia precisamente su causa principal y el motivo de su acrecentamiento en estado en que se tenia á las ciudades , y el alzamiento de fuera no era otra cosa que la manifestacion del descontento que reinaba dentro . Si necesitásemos demostrar esta verdad tan reconocida ya y tantas veces probada , bastaria el tan reciente como elocuentísimo ejemplo de la sublevacion de la Rápita , en la cual el pais mismo que tanto dió que temer á aquellos gobiernos , ha sido el apoyo mas firme y el mejor baluarte del órden y la tranquilidad . Hechas estas ligeras consideraciones , no estrañará ya el lector las escenas que vamos á presenciar . Sigamos nuestro relato . El comisario de policía tomó la delantera al llegar al portal de la casa de la calle de Calderers , y así que estuvo á la puerta del cuarto principal , tiró del cordon de la campanilla . Un agente abrió y todos penetraron en la primera sala , donde se quedó Diego con los que le custodiaban , pasando el comisario al despacho del gefe . — ¿ Qué tenemos ? le preguntó éste al verle entrar . — Ya está aquí el pájaro . — ¿ Y qué se le ha encontrado ? — Esta navaja y estos libros y papeles . — ¡ Una navaja de muelle ! esclamó el gefe de policía examinándola . La navaja era la misma de Roberto , que Diego habia dejado escondida entre dos libros . — Veamos los papeles . Nada tenian estos que al caso hiciese y los dejaron a un lado . — Los libros . El gefe empezó á hojearlos , diciendo : — Sí ... como los que hemos encontrado en algunas casas de los otros . Hé aquí lo que pervierte y trastorna á esas masas ignorantes . Bastante hay . Que entre ese pájaro . El comisario salió , y el gefe tomó en su sillon , detrás de la mesa de despacho , toda la actitud de un juez en el acto de un interrogatorio . Haremos merced á nuestros lectores de la pintura minuciosa de este nuevo personage . El lector , sino lo ha visto , se figurará poco mas ó menos la cara que puede tener un gefe de policía . El hombre lleva en sí , impreso en su persona , algo que no se esplica , pero que se vé y dá á entender el género de oficio ó profesion en que se ocupa , y el ejercicio de la política , no forma por cierto una escepcion de esta regla ; y tanto menos , en cuanto por su índole especial , necesita hacer trabajar mucho las facultades intelectuales , que constituyen la sagacidad , y esta , cuando se posee , es una de las circunstancias morales que mas se pintan en el rostro del individuo . Acerca del grado de sagacidad de nuestro personage , no diremos mas , sino que hacia ocho años que desempeñaba el empleo . Aquí el lector , á quien inmodestamente juzgamos ya interesado por la persona de Diego , pensará con satisfaccion que siendo el gefe de policía tan sagaz , necesariamente ha de descubrir y conocer su inocencia ... . Pasemos adelante . Cuando Diego estuvo en presencia del gefe , éste le preguntó : — ¿ Cómo se llama V . ? — Diego Rocafort . — ¿ Y cuál es su oficio ? — Tejedor de velos . — ¿ Y no le valia mas tejer velos que arrastrar una cadena en un presidio de Ultramar ? — Ciertamente que sí , y por esta razon , aunque no he pensado nunca en esto último , no me he separado de mi obligacion , que es lo primero . — No creo yo lo mismo , y las pruebas me demuestran lo contrario , ¿ Conoce V . esta navaja ? — No , señor . — No mienta V . — Yo no miento jamás ; y suplico , sea cual fuere el destino que me aguarde , que no se me falte usando conmigo espresiones que no están justificadas ... — ¿ Hay mas justificacion que la de haberse encontrado esta navaja en su casa , en su propia mesa , y no conocerla ? ¿ Cómo se esplica eso ? — Se esplica diciendo , que puede uno tener un objeto en su casa , de momentos no mas , sin examinarlo , y no poderlo reconocer luego . Y aquí Diego esplicó al gefe el modo como sabemos que fué la navaja de Roberto á parar en su poder . — ¿ Y estos libros ? — Esos libros sí , los reconozco por mios . — Usted será republicano tambien ¿ eh ? La pregunta tan indiscreta como fuera de propósito del gefe , no inmutó á Diego , que contestó simple y sencillamente : — Si , señor . — ¿ Y se atreve á confesarlo ? — ¿ No se atreve V . á preguntármelo ? — Está bien . Y sacando una lista de varios nombres , se la presentó diciéndole : — ¿ Conoce V . estos nombres ? — La mayor parte , contestó Diego , despues de haber examinado la lista . — Diga V . pues lodo lo que sepa de la conspiracion , y cuente que no le pesará de sus revelaciones , antes al contrario , ellas servirán para dejarle completamente libre de la pena que en otro caso le aguarda . Diego , que oyó con una calma admirable y sin perder una sílaba las palabras del gefe , contestó con el mayor aplomo : — Dejando á un lado que yo , ni por el deseo de la libertad , ni por el miedo de la muerte , revelaria nunca la menor cosa que á otro comprometiese , debo decir , respecto á mí , que ignoro completamente á qué se refiere eso de la conspiracion de que se me habla . Aquí el gefe iba á decir á Diego que mentia otra vez ; pero la observacion anterior de éste , y mas aun la dignidad que revelaba en su tono y sus palabras , detuvieron á aquel , obligándole á otra escitacion en estos mas moderados términos : — Mire V . bien lo que dice , porque será luego peor para V . — He dicho ya , y ni ahora ni nunca me retractaré de lo que he dicho . — Pero , hombre , ¿ no manifestó V . que era republicano ? — Sí , señor . Las ideas vienen de Dios ... — ¡ O del diablo ! ¡ segun qué ideas ! ... interrumpió secamente el gefe . Diego se calló al oir aquel tono exaltado , temiendo llegar á exasperarle añadiendo otra observacion . — Pero volvamos , al asunto , prosiguió , ¿ no ha dicho V . que era republicano , y que conocia á los principales gefes ? — He dicho lo primero , pero no lo segundo . — Es que los gefes son los nombres que V . ha visto . — Lo ignoro . — Pero ¿ no ha dicho V . que era republicano ? pues entonces es inútil negar que sabe lo de la conspiracion . — ¿ Pero por ventura el que tenga uno esas ideas significa que haya de saber todas las conspiraciones ? — Las que son en ese sentido , es natural y seguro que las sabe ; y la de que hablo , era en dicho sentido . ¿ Con que confiesa V . ó no ? — No tengo nada que confesar acerca de este punto , porque repito que lo ignoro todo . El gefe se dirigió al comisario diciéndole : — Como los otros ; incomunicado . El comisario hizo seña á Diego para que saliera del despacho . — Quisiera pedir á V . un favor , dijo al gefe antes de salir . — ¿ Cuál ? — Que me permitiera escribir dos líneas para tranquilizar á mi madre . — No puede ser . — ¡ Oh ! se lo suplico á V ... — Es imposible , repitió el gefe : queda V . incomunicado desde este momento , y yo no puedo conceder eso , aunque quisiera . — Pero á una madre ... escribiré delante de V . y á V . mismo ruego que mande la carta ... — Lo siento , pero repito que no puede ser . EL comisario hizo entonces una seña imperiosa á Diego , que salió del despacho esclamando : — ¡ Madre mia ! ACOMPAÑADO de los mismos agentes que á su casa fueron á prenderle , fué Diego llevado á un calabozo de la ciudadela de Barcelona . Desgraciadamente para él , era cierto que en aquellos dias habia descubierto la policía una conspiracion en sentido republicano , cuyos autores y principales miembros estaban casi todos en poder de la autoridad ; y aunque Diego no tenia la menor parte en semejante conspiracion ni sabia nada de ella , la circunstancia de haberse confesado republicano y el no haber negado que conocia á alguno de los presos anteriormente , por este motivo , fué causa bastante y aun sobrante para que el gefe , sin otras pruebas ni ulteriores averiguaciones , le declarase tambien conspirador , incluyéndole en el número de los demás . La noche que Diego pasó en el calabozo , solo , sin luz y sin otro mueble que un banco de madera carcomido y mohoso , pues era húmedo el calabozo , es fácil de comprender . El motivo de su prision , que ignoraba completamente , no imaginando tal avilantez en el corazon de Roberto , ni tan negra ingratitud en quien tantos favores suyos habia recibido , el estado de su anciana madre , el amor de Clara , y las consecuencias de su prision , que presentia tristes y fatales , todas estas ideas á la vez se disputaban el imperio en su mente confusa y acalorada . Sin conciliar ni un momento el sueño , ora paseando de un estremo á otro del calabozo , ora sentado en el banco y sin abandonar nunca una idea de las que bullian en su imaginacion , sino para entregarse completamente á la otra , pasó la noche entera . Vino la mañana del siguiente dia . La luz de la aurora penetraba ya por la reja mezquina y única del calabozo , practicada en la tapia y cerca de su elevada bóveda , y Diego respiró , creyendo que no podia ya pasar mucho tiempo sin que le dejasen mandar noticias á su madre y á Clara . Cada momento , sin embargo , se le hacia un siglo . Apenas salió el sol , empezó ya en la Ciudadela ese movimiento que se observa en los grandes cuarteles de tropa y que inaugura todas las mañanas el toque de diana ; movimiento que se hace tanto mas notable en cuanto sucede súbito y repentino al silencio profundo de la noche , interrumpido solamente por el graznido de las aves nocturnas y el alerta de los centinelas . Cada vez que Diego oia pasos fuera del calabozo , su respiracion cesaba , sus ojos se dirigian á la puerta y su corazon decia : ¡ ahora ! Pero los pasos que primero se oian lejanos , llegaban hasta la misma puerta y volvian á alejarse luego , perdiéndose seguidamente , para volver á dejarse oir y perderse otra y otras veces . Diego no hacia ya caso de las pisadas que sentia fuera ; pero mas tarde oyó que á las pisadas acompañaba un ruido metálico como el que produce el choque entre si de muchas llaves en un manojo , y esta voz volvió su corazon á esclamar : ¡ ahora ! Las pisadas y el ruido de las llaves se acercaron , paróse la persona que venia en la puerta del calabozo , la llave sonó en la cerradura ... — ¡ Gracias á Dios ! esclamó Diego respirando . — ¡ No es ahí ! gritó una voz fuerte desde fuera , que penetró en el calabozo como un rayo que hubiese caido junto á Diego . — ¿ Pues dónde es ? respondió otra voz junto á la misma puerta . — ¡ En el número veinte ! concluyó la primera voz . Y la llave volvió á quitarse de la cerradura y las pisadas del hombre aquel se alejaron y perdieron , y Diego dejó caer la cabeza abatida sobre su pecho . Así pasó hasta la hora de las tres de la tarde . En la Ciudadela se acordaron por fin que allí habia un hombre encerrado desde las once de la noche anterior , sin lecho y sin alimento durante diez y seis horas ! Un mozo de cárcel penetró en el calabozo . Llevaba en una mano y en una especie de cazuela de lata , una racion de rancho , medio pan de municion bajo el brazo y un botijo de agua en la otra mano . — Si quereis comer , ahí os dejo esto , dijo el mozo á dos pasos de la puerta y sin mirar á Diego , que estaba sentado en el banco y en el fondo del calabozo . Y se dispuso á salir , despues de haber dejado en el suelo lo que llevaba . — ¡ Oid un momento ! esclamó Diego levantándose . — ¿ Qué quereis ? dijo el mozo desde la puerta . — Quisiera saber , continuó Diego adelantándose , si he de estar mucho tiempo aquí en este estado ... — ¡ Ah ! eso no puedo decíroslo yo . — Si ha de venir alguien ... . si he de ver ó puedo ver á alguien ... al alcaide ... á cualquiera que diga si se me permite mandar un recado á mi casa . — Lo que á mí me digais , es como si lo dijeseis á esa tapia . Yo aquí soy un mozo no mas , que no puedo contestaros á nada de lo que quereis . — Pero ... El mozo salió cerrando tras sí la puerta , y dejando á Diego con la palabra en los lábios . Lo que en tanto sucedia en la casa de Diego , se deprende de la situacion en que se encontraban éste y su madre , despues del suceso , de la noche anterior . ¿ Qué habia , qué podia suceder á una madre anciana y achacosa á quien de tal manera arrebatan al único sér querido que le queda en el mundo ? Que esa madre , ó muere con el pesar y el sobresalto en el momento , ó , si vive , ha de ser para morir en breve , si presto no viene en su auxilio la única medicina para su dolor ; la libertad con la adorada presencia de su hijo en su casa . Y ese único remedio no lo tuvo ni al dia siguiente , ni al otro ni al otro la desconsolada madre de Diego . Respecto de Clara , ignorante como estaba de lo que á su amante sucedia , aguardaba ya desde el momento en que lo dejó de vuelta del paseo , el dia , ó mejor la tarde del domingo , y con ella la hora de la amorosa cita que para el mismo sitio se habian dado . Fuera de este natural y dulcísimo anhelo , nada turbaba el ánimo de Clara , si no es las indirectas con que de vez en cuando pretendia su madre demostrarla las ventajas de un enlace con un hombre como Nicolás , sobre el matrimonio con un jóven de la posicion de Diego . Pasáronse tres dias y llegó el del domingo . Clara se levantó risueña y contenta con esa espresion hermosísima que da al rostro la luz de la esperanza que encierra el corazon . Sus movimientos eran libres y desembarazados , su voz llena y armoniosa , y su ánimo , por fin , cedia con una complacencia indescribible á las menores insinuaciones de su madre , en la limpieza general de la casa que hacian las dos semanalmente á la primera hora del domingo , y hasta se apresuraba á tomar ella sola ciertas faenas , como si quisiera en cierto modo pagar adelantado á su madre el favor que de ésta esperaba al acompañarla á la fuente , como la tarde de la pasada fiesta . Así pasó la mañana de aquel domingo casi feliz , decimos mal , feliz del todo , en lo que cabe la palabra , pues nunca llega la realidad , por hermosa que se presente , á la idea que de ella nos hacemos antes de tocarla , viéndola con los ojos del deseo y entre las rozadas nubes de la esperanza . Pero llegó la hora del medio dia , y , sin saber por qué , aquella espresion infantil y dulce alegria que iluminaba su rostro , fué desapareciendo , y un presentimiento triste é indefinible se posesionó de su corazon . En aquella misma hora , al cabo de tres dias , durante los cuales no se habia preguntado ni dicho una palabra siquiera al desesperado Diego , acerca del asunto que allí le tenia , entraba en el calabozo el alcaide diciéndole : — Salga V . , que vá a partir ya . — ¡ A partir ! preguntó Diego sobresaltado ; ¿ á dónde ? — A Filipinas , segun parece . — ¡ Pero eso no puede ser ! gritó Diego fuera de sí . — ¡ Así se ha sentenciado ! esclamó la voz del gefe de policía , que asomaba á la puerta del calabozo . Se ha mandado desterrar á los de la conspiracion , á Filipinas , y V . como uno de tantos . — ¿ Y quién ha dicho que sea yo uno de tantos ? — Las pruebas ; pero esta no es ya ocasion de observaciones ni de rectificar nada . Renunciamos á describir la escena que tuvo lagar entre Diego y el gefe en aquel momento en que el primero , ciego completamente , no veia mas que al empleado de la policía , causa para él de su desgracia ; á su anciana madre muriendo de dolor y sola en el mundo , y á Clara , como puede imaginarse un hombre en semejantes situaciones á la muger que adora . Diego salió por fin al patio , donde fué atado al estremo de la cuerda que sujetaba ya á los otros presos . — ¡ Decid por compasion , por la justicia , por mi madre , por mi desdichada madre , que yo no estaba con vosotros ! esclamó dirigiéndose á los demás atados á la cuerda . — Realmente , este jóven no estaba con nosotros dijo uno . — ¡ No estaba , no ! esclamaron todos . Pero el gefe habia ya salido del patio y no era tiempo , como dijo antes , de hacer rectificaciones , ni mucho menos de trabajar en el espediente por un hombre mas ó menos metido en la causa , ya concluida . En el puerto esperaba anclada la fragata de guerra Perla , en la cual habian de ser conducidos los desterrados á su destino . Por una puerta que tiene al Norte la ciudadela , salieron y fueron llevados á la fragata . Al poner los piés en ella , y así que el capitan se hubo hecho cargo de los pasajeros que por cuenta del gobierno habia de llevar , Diego se adelantó á hablarle quitándose la gorra , pero sin bajeza . El capitan , así que los presos corrieron bajo su responsabilidad , mandó desatarlos en seguida . — Mi capitan . — ¿ Qué se ofrece ? — Quisiera pedir á V . un favor , que agradeceria mas que la propia vida . — Sin gratitud . Diga V . , contestó el capitan con esa franqueza del marino . — Que fuera un recado á la casa número dos de la calle del Mill , á decir á mi madre María Rocafort , que yo parto á Filipinas ... que pronto volveré ... que no desmaye ... en fin , un recado que la consuele ... Diego apenas podia hablar , y si un hombre pudiera por su causa sufrir al estremo que él sufria en aquel momento , este hombre hubiera sido el capitan á quien hablaba . — Y que le den ... este reloj , concluyó . Y quitándoselo , entrególo al capitan , que le respondió enternecido : — Descuide V . , jóven ; voy á mandar el recado al momento , pues todavía falta mas de una hora para zarpar . — Gracias , y el cielo le bendiga , mi capitan . — Él te proteja y consuele á tu madre , concluyó el capitan apeando el tratamiento á Diego de un modo y con tono bien distinto que lo hiciera en aquella otra ocasion el comisario de policía . Diego se separó , yendo á reunirse con sus compañeros , tristes y apesadumbrados tambien . El capitan mandó en seguida el recado , que llegó despues del que habia enviado la policía . La policía tuvo esta atencion . Lo cortés no quita lo valiente , y así que los presos fueron á la fragata , mandó decir á la madre de Diego que su hijo habia sido embarcado para Filipinas y que perdiese todo cuidado . Nos repugna describir ciertas escenas , y creemos que el lector nos agradecerá el que prescindamos de las que se sucedieron en la casa de Diego con ambos recados , dejándolas á su consideracion . Eran ya las tres de la tarde y Clara y su madre se disponian á salir de su casa . Clara estaba visiblemente mal humorada , y en sus ojos se descubrian las huellas de un reciente llanto . Sus movimientos no tenian la agilidad de la mañana , sino que , por el contrario , eran pesados y perezosos , y su voz opaca y como sofocada por un grave peso en el alma , era tambien muy distinta en las cortas y precisas palabras que pronunciaba . Nicolás se presentó en aquel momento . Como de costumbre , aunque disimuladísimamente , miró lo primero á Clara , cuyo disgusto no se le escapó . Nicolás no era torpe y al fin la amaba . — ¿ Qué tiene Clara ? preguntó á su madre . — ¿ Qué ha de tener ? que es á veces lo mas caprichoso que se ha visto . — ¿ Pues ? — Nada , que quiere ir , como la pasada fiesta , á la fuente , que está muy lejos para mí , y que yo no quiero cansarme tanto . — Lo mismo dá á una parte que á otra , todo es pasear , y en verdad , el paseo del otro dia fué demasiado largo para V . — Como que llegué reventada á casa , añadió la señora Magdalena . Clara , á todo esto , concluia de arreglarse dentro de la alcoba , donde se metió así que entró Nicolás , sin pronunciar una palabra . — ¿ Sabe V . qué es lo que yo creo que tiene ? dijo la vieja á media voz llevando á Nicolás al balcon ; pues es que seguramente Diego irá allá , y esto basta para que yo no quiera que vaya , concluyó con un tono de autoridad maternal , que no carecia de cierta benévola intencion en favor de Nicolás . Salieron finalmente y llegaron á la calle , donde encontraron á Roberto , al doblar la esquina . La presencia de éste acabó de trastornar á Clara . De buena gana se hubiese fingido enferma , para quedarse en casa , si , no formando la escepcion de la regla general en las mugeres , hubiera sabido fingir , ó de otro modo , resistir á la voluntad de su madre . Roberto se puso á su lado , y Clara , aunque lo intentó , no tuvo valor para decirle abiertamente que la dejase . — ¿ Y hácia dónde vamos ? preguntó volviéndose á su madre . — A cualquier parte , contestó ésta mirando á Nicolás . — Vamos al muelle , si á Vds les parece , observó éste . — Vamos pues al muelle , determinó la señora Magdalena , que no aguardaba mas que la insinuacion de su protegido . Roberto , al oir que se dirigian al muelle , dejó conocer en su rostro una vislumbre de satánica alegría , y en sus labios se deslizó una tan ligera como maligna sonrisa . Mas de una vez el ingrato amigo , el vil delator intentó , mientras iba andando al lado dé la bella Clara , repetir á ésta las insinuaciones que en mas de una ocasion se habia permitido respecto de un amor que repugnaba ya á la amante de Diego ; pero la marcada espresion de disgusto que observaba en su fisonomía , lo detuvo cuantas veces la miraba , ávido de su hermosura , y con impulsos de declarar abiertamente sus sentimientos . Hay hombres que no perdonan nunca la falta de correspondencia en la mugor que adoran , y creyendo que el amor implica el derecho de ser amado , consideran como un agravio y una , ofensa gravísima la no admision de sus pretensiones , sin conocer , en su manera egoista de sentir , que en la muger , lo mismo que en el hombre , existe por naturaleza la libertad del sentimiento . Así vemos con frecuencia que una afeccion grande de amor se convierte en una pasion de ódio inestinguible , y el corazon que antes era altar sagrado de la muger adorada , es luego foco de agudos dardos contra la muger aborrecida . Y si , merced á esta debilidad , hija de la humana naturaleza , se observa esta variacion hasta en personas de cultivada inteligencia , ¿ qué no sucederá cuando acontece en hombres que no tienen el freno de la educacion y en quienes por otra parte dominan los malos instintos á las buenas inclinaciones . Ya sabemos que de estos últimos era Roberto . A la puerta de Mar llegaban cuando el capitan de la Perla dió órden de levar anclas . Así que empezó esta operacion , se oyeron tres cañonazos , que fueron el saludo de la fragata á los fuertes . — ¿ Que es eso ? preguntó Clara asustada , despues de haber lanzado un grito . Su corazon afligido , estaba por esta razon doblemente dispuesto al sobresalto , y las detonaciones le hicieron un efecto terrible . — Nada , es un buque de guerra que sale del puerto , observó sin detenerse un hombre que pasaba . — Lleguémonos á verlo salir , dijo Nicolás . — Sí , sí , vamos ; añadió la señora Magdalena apresurando el paso . Clara se adelantó tambien obligada por su madre . Roberto volvió á sonreirse . Al estremo del muelle y asomados á la muralla habia gran número de personas contemplando la salida de la fragata . Nuestros personages llegaron y Nicolás dijo á unos jóvenes amigos que allí vió : — A ver un poco de sitio para estas señoras . Los jóvenes artesanos dejaron un lado , y todos so colocaron en disposicion de poder observar el buque . El viento era fresco y la Perla salia del puerto de Barcelona desplegado todo el velámen , flotando las banderas y serpeando en el tope del palo mayor el prolongado gallardete como una culebra de colores . — ¡ Qué magnífico buque ! esclamó uno ; ¡ y qué hermosa magestad tiene la salida del puerto de una fragata de guerra ! — Sí , efectivamente , observo otro ; pero es cuando esa fragata no lleva veinte ó treinta desterrados á Filipinas . — ¡ Cómo ! esclamaron á un tiempo varios de los que allí habia . — ¡ Qué ! ¿ no lo sabiais ? pues ahí van los infelices . Se metieron en una conspiracion que la policía descubrió y allá los llevan ahora . A ver si nadie de los de su partido les indemnizará de los perjuicios que irrogarán á sus familias , concluyó con cierto tono de hombre desengañado de partidos . — Se lo pagará un dia la patria , observó un jóven de cuyos ojos brotaban lágrimas . — ¿ Tiene V . algun pariente entre ellos ? preguntó Clara mirando al jóven . — No , señora ; pero no necesita uno ser pariente para sentir la desgracia de los demás , observó el jóven conociendo que la pregunta de Clara era movida por el sentimiento que en él habia descubierto ; en el mundo todos somos hermanos . — ¿ Y cuántos van ? preguntó con curiosidad la señora Magdalena . — Veinte y tantos , segun me han dicho . — Y entre ellos un amigo mio , dijo entonces Roberto . — ¿ Un amigo vuestro ? preguntó la señora Magdalena . — Y conocido de todos . — ¿ Quién ? dijeron los tres á la vez . — Diego Rocafort .. — ¡ Ay ! gritó Clara . — ¡ Diego ! esclamaron Nicolás y la señora Magdalena . Clara cayó sin sentido , en los brazos de su madre . Roberto saboreó todo el placer de la mas vil de las venganzas . La fragata Perla , impelida por el viento , siguió hendiendo las olas hasta perderse en el horizonte . EL capitan de la Perla , comprendió la clase , de gente que á bordo llevaba , así que vió de cerca los revolucionarios , y , con mejor tacto en el buque que el gobierno en Cataluña , se atrajo en breve con su conducta las simpatías de todos . Su talento supo hacer la debida distincion entre una y otra clase de delitos , y conociendo que el caballerismo y los sentimientos de humanidad no estaban reñidos con el cumplimiento de su deber , dió á los deportados toda la libertad que en el buque podia permitirse , inclusa la de reunion y discusion . Los deportados pertenecian á la clase media en su mayor parte y los demás á la artesana de Barcelona . En el espacio limpio y despejado que formaba el alcázar de popa , sentados algunos en el banco de madera barnizado que habia en todo el alrededor , otros en taburetes de tijera , que mandó poner el capitan , se reunieron todos , así que éste les indicó con esa franqueza hermosísima del marino , la libertad que les concedia confiado en la cordura que de ellos esperaba . Es evidente que la desgracia de muchos trae cierto consuelo al alma , en la mayor parte de los casos ; y el que inventó el sabido refran de mal de muchos consuelo de tontos , conocia bien poco de ese sentimiento natural en el hombre , que repugna siempre la soledad , la cual , si es siempre desagradable en las épocas normales de la vida , es cruel en el infortunio . Y no es esto que el corazon se alegre del mal que otros sufren consigo , sino que la pena que le oprime se siente como consolada al encontrar una compañera en la pena igual de otro corazon , qué á su lado padezca por la misma causa . Y esta es una verdad palmaria , que se vé clara , por sus mismos efectos materiales . Destiérrese á un hombre , y vaya ese hombre solo al destierro ; á buen seguro que nunca se verá su rostro libre de la sombra del pesar que siente , ni mucho menos la alegría en sus ojos , fijos siempre en un punto donde su imaginacion localiza , digámoslo así , la imagen de su desdicha ; pero únansele dos ó mas compañeros de la misma desgracia , y pasados los primeros momentos , cuando empieza ya el corazon á acostumbrarse á ver el mal frente á frente , se observará que su rostro va serenándose , que empieza á oir sin disgusto palabras de consuelo que no tiene derecho á dirigirle otro que como él no sufra , porque nada hay de efecto mas : contrario en el que padece , que las palabras de consuelo de aquellos que son felices , y se verá que aquel hombre , empezando por admitir consuelos , llega á consolarse , y concluye por consolar a los demás y hasta por desafiar la suerte , inventando medios de reirse de la desgracia . Esto , pues , pasó exactamente á los deportados á Filipinas en la fragata Perla , así que el buque se encontraba ya en alta mar . Uno habia sin embargo entre todos , de cuyo rostro no se separaba la sombra del pesar , de cuyos labios no salian sino entrecortadas esclamaciones , en cuyos oidos no penetraban ni las palabras de consuelo , ni los chistes mas de una vez graciosísimos de sus compañeros , y cuyos ojos , como los del infortunado que se vé solo , no se separaban de un punto fijo , en el cual , como antes hemos dicho , ponia su imaginacion para contemplarla constantemente , la triste imagen de su desgracia . Pero para esta escepcion de la regla , preciso era que hubiese una causa especial , una desgracia distinta de las demás . Y así era efectivamente . Diego hubiera soportado , hasta sacudido antes que los otros una desgracia como la que á los demás afligia ; pero la suya no era sola , eran tres desgracias á la vez , á cual mas terrible ; y de tanto peso , no podia tan fácilmente librarse un hombre de los sentimientos de Diego . Su inocencia , por una parte , que era para él la desgracia menor , el estado de la madre y el amor de Clara . Quince dias llevaban ya de navegacion y mientras todos los deportados , hechos ya á la vida del mar , y tratando de aprovechar el tiempo de la travesía , algo mejor , gracias á la buena índole del capitan , que el que creian les esperaba en Filipinas , comian y bebian y jugaban y discutian y hasta cantaban , Diego no salia de su estado de ensimismamiento , á pesar de las escitaciones de todos y hasta de las atenciones del capitan ; estado que á prolongarse mas , hubiera tenido serias consecuencias para su salud , en otra constitucion menos robusta y basta diremos privilegiada , como era la de Diego . A los quince dias de feliz navegacion , se encontraban en las aguas del golfo de Guinea . La mar estaba tranquila , el cielo sereno y despejado , el sol caminaba á su ocaso y sus dorados rayos llenaban de granos de oro y de zafiro las majestuosas ondas del Atlántico . El capitan se paseaba fumando un largo habano con las manos atrás y de arriba abajo del alcázar de popa , y levantando la cabeza tendió una mirada hácia el Este . Frunció el entrecejo , bajó la cabeza , miró otra vez al Este y siguió , paseando . Despues de un momento , vió al primer pilluelo que paseaba tambien por sobre cubierta : paróse éste junto á la puerta de la cámara y el capitan le dijo : — ¿ Qué le parece á V . de la noche que vamos á tener hoy ? — Buena , mi capitan , respondió el piloto . — Quiéralo Dios ... — ¿ Pues ? ¿ Cree V . lo contrario ? — ¿ Ve V . aquella nubecilla ? Y el capitan tendió la mano en direccion al Este . — Sí , señor . — Pues cuente V . esta noche con el Harmatan . — No lo creo , mi capitan . — Dios quiera que me equivoque . — Mientras tengamos este poniente que vá refrescando un poco , no lo temo . — Es que el poniente cesará , añadió el capitan . — En fin , veremos , concluyó el piloto . Y el capitan siguió paseando . El Harmatan es un viento del Este ó del Oriente , que tiene , sobre la fuerza con que sopla , la maligna propiedad de agrietar la piel de los hombres y de los animales , haciendo imposible la rapidez y precision de maniobras que requiere un buque en momentos críticos . A medida que el sol iba ocultándose , el viento de poniente cesaba . El capitan alzó la vista por tercera vez en direccion al Este . La nubecilla estaba fija en el mismo punto , sin haber disminuido una línea . Vino el crepúsculo y con él empezó á soplar el viento frio del Este . El capitan se sonrió de una manera particular y dijo para sí : — ¡ No me engañaba yo ! Con efecto , la prediccion del capitan empezaba á cumplirse contra la opinion del piloto . El poniente calmó por completo , y el Harmatan empezó á dejarse sentir en ráfagas irregulares y bastante fuertes . — ¿ Qué le dije yo á V . ? preguntó el capitan al piloto , que procuraba no encontrarse con él , previendo ya esta pregunta . — Veo que ha tenido V . razon , mi capitan . — Y no es lo peor que la haya tenido hasta ahora , sino el que seguiré teniéndola , si digo que no vamos á tener tiempo de salir del golfo antes de que arrecie el Harmatan ; y si á este se le opone viento de tierra , por poco fuerte que sea , tenemos aquí esta noche una marimorena de doscientos mil diablos . El piloto miró á la parte de tierra , y no se atrevió á manifestar su opinion , temeroso de contradecir de nuevo la del capitan y volver á quedar chasqueado . El capitan de la Perla tuvo aquel dia un acierto fatal en sus predicciones . Apenas acababa de hablar , el viento de tierra empezó á dejarse sentir . — ¿ Qué le decia yo á V . ? preguntó otra vez el capitan al piloto , que mejor hubiera querido todo un chubasco encima de su alma , que tener que mirar á la cara al capitan . — Ya lo veo , mi capitan . — ¡ Ea ! ... ¡ no dormirse , pues , y al avío ! Y cogiendo el pito se puso en medio del castillo de popa , de pié y como un general que vá á dirigir una gran batalla , á mandar por medio del silbido las maniobras necesarias , á la tripulacion . Y era realmente , no solo un general , sino algo mas el capitan de la Perla , que con un simple leño , con dos trozos de lona y un puñado de hombres , se disponia á luchar nada menos que con los elementos . Su frente , sin embargo , estaba serena , su mirada , que recorria toda la inmensidad del horizonte , como preguntando á los elementos cuándo y de qué forma iban á atacarle , relucia con ese brillo que el verdadero valor imprime á los ojos ante el peligro , y se fijaba en la maniobra mandada , clavándose luego con la misma serenidad en las ya encrespadas olas , para observar el movimiento del buque . La noche habia cerrado , y el cielo fué cubriéndose de nubes . El Harmatan arreciaba cada vez con mas fuerza ; el viento de tierra no calmaba , sino que por el contrario , crecia , y la Perla , entre dos vientos encontrados , necesitaba tan súbitas como repetidas maniobras . — ¡ Vivo con doscientos mil de á caballo ! gritó el capitan dando una fuerte patada que resonó en el interior de la cámara , viendo que no observaba la rapidez necesaria en lo que habia mandado . ¡ Vivo , ó nos quedamos en el golfo ! Pero la justa impaciencia del capitan no imprimia desgraciadamente mayor elasticidad á los miembros de los marineros ateridos de frío , ni disminuia el dolor de sus manos y de su cara , en donde sentian una especie de escozor insufrible . El Harmatan producia ya sus efectos . — ¡ Vivo ! volvió á gritar el capitan , despues de haber repetido una y otra vez con el silbato la señal de rapidez en la maniobra . El piloto se le acercó en el acto que el capitan hacia estremecer la popa , menos con una fuerte patada , que con un terrible voto que resonó en el aire . Era que una fuerte ráfaga acababa de llevarse la gavia del palo mayor . — Mi capitan , le dijo el piloto acercándosele . — ¿ Qué hay ? — Esto presenta muy mal carís . — Ya lo sabia yo antes . — Creo que no salimos del golfo . — ¿ Y qué opina V . en este caso ? — Mi opinion es ya estrema , porque viene desencadenada la tempestad . — Diga V . — Que yo no la aguardaria ... añadió con cierto temor el piloto . — Pues no la aguarde V . y vaya donde pueda guarecerse de ella , contestó el capitan con un tono de chanza tal que estremeció al piloto . Éste no replicó , quedándose como petrificado al lado de aquel . — ¡ Cuerpo de Cristo ! añadió el capitan en seguida , ya comprendo la medida salvadora ... tenemos tierra no lejos de aquí , en el fondo del golfo por ejemplo ... y embistiendo en la playa podia salvarse la tripulacion , perdiéndose el buque . ¿ No es eso ? El piloto no contestó . — Diga V . , ¿ no es eso ? añadió el capitan obligándole . — Es que de otra manera se perderá buque y tripulacion ... se atrevió á responder el piloto . — ¡ Se perderá , voto á bríos ! pero no se dirá que , por miedo á la muerte , el capitan de la Perla la haya perdido . Si es que al fin se pierde , será con la vida del capitan . — Y con la de toda su tripulacion , mi capitan , respondió el piloto , que al fin era un buen marino . Pero si me he atrevido á hacer esta observacion , es porque conozco un poco las aguas en que nos hallamos ; y en dos distintas ocasiones , y eso que no era de noche , he visto perderse aquí mismo en un temporal como el que tenemos encima , tres buques que quisieron mantenerse sin embestir en la playa . — Pues con este habrá V . visto cuatro , si tenemos esa desgracia , respondió resueltamente el capitan ; y puede ir comunicando mis intenciones por ahí , pues son irrevocables de todo punto . Las últimas palabras del capitan tienen su lógica esplicacion en su carácter , que si era amable y hasta tierno , como hemos visto , al entrar los presos en el buque , era de hierro en semejantes momentos y en tratándose sobre todo de sostener el pabellon del cuerpo á que pertenecia ; y como en otra ocasion crítica los oficiales con el segundo á la cabeza , quisieron tener un consejo , en el cual se propuso una medida de salvacion semejante , por esto mandó que circulasen sus palabras , dando á entender la inutilidad de consejos sobre este punto , por cuanto esta vez los resistiria como los resistió la otra . La atmósfera que poco á poco habia ido cargándose de espesas y negras nubes que encapotaban completamente el cielo , empezó á descargarse de la electricidad en ellas comprimida , comenzándose la tormenta con un trueno terrible al que siguió inmediatamente un fuerte chubasco . — ¡ Zafa cubierta ! gritó el capitan al tiempo que arrojaba léjos de sí el saco de goma que le presentaba un marinero . ¡ Vivo ! Y el silbato sonó otra vez mandando las necesarias maniobras . Los presos y soldados de marina obedecieron al momento la orden , cerráronse las escotillas y las puertas de las cámaras y empezó entonces esa lucha gigantesca , á la que no iguala ninguna otra lucha ; la lucha de un buque en medio de la tempestad , defendiéndose de todos los elementos . El Harmatan cargó con viva fuerza , las olas encrespadas , levantando el buque á las nubes y sumergiéndole luego á inconmensurables abismos , bramaban al par de los encontrados vientos , silbando entre las cuerdas y destrozando sus lonas , y el fragor del trueno lejano se confundia con el estrépito del rayo al caer , iluminando con su vivísima luz aquel cuadro de horror y de espanto . La Fragata quedó en breve á palo seco . El timon era ya inútil , y entonces se oyó en el espacio un estampido distinto del que produce la descarga eléctrica de las nubes ; era el primer cañonazo de la Perla pidiendo socorro ! ¡ Inútil tentativa ! Una luz mas viva , que cegó por un momento al capitan y marineros , envolvió un instante no mas todo el buque . A la luz siguió un trueno desgarrado y horrible . Al trueno y pocos momentos despues , las lastimeras voces de ¡ agua ! ¡ agua ! que salian de bajo de cubierta . Un rayo habia caído en medio del buque , abriendo un boquete en la misma quilla . — ¡ Mi capitan , agua en la bodega ! gritó un marinero acercándosele . — ¡ La bomba ! ¡ presto ! esclamó el capitan . ¡ Pero remedio inútil ! El agua que podia sacar la bomba , era en cantidad sobrado insignificante para la que entraba en el buque . — ¡ Abrid las escotillas ! esclamó el capitan , conociendo la situacion de la gente allí encerrada . El buque empezaba ya á hundirse . El capitan esclamó entonces : — ¡ No hay remedio ! Y bajando á la cámara , que estaba ya sin luz , mandó encender una bujía , abrió el cajon de una papelera , sacó una pistola cargada , la amartilló y se sentó en un sofá . Todo el mundo estaba sobre cubierta , menos el capitan . La primera operacion de algunos , entre los cuales estaba Diego , fué la de despojarse de la ropa . Una ola que vino sobre la fragata , inundó la cubierta , llevándose , con el peso del agua , que no encontró bastante salida en los agujeros de los costados , toda la murada del buque . Al pié de los palos estaban , rodeándolos indistintamente , los oficiales , marineros y los deportados , apiñados á su alrededor y cogidos unos á otros , para tener un sosten contra el ímpetu de otra ola ; pero desgraciadamente no les sirvió . Vino una nueva ola que en su tremenda fuerza rebasó la cubierta desde la proa al palo mayor . Si el grito humano pudiera oirse en medio de semejante horror y estruendo , se hubiese oido desgarrador como nunca el de los hombres que arrebató la ola del pié de los dos palos . Entre estos estaba el pobre Diego . A esta ola siguió otra vez la vivísima y aterradora luz de antes ! ... Pero los pobres náufragos que quedaban en el buque , no oyeron ya el trueno de este último rayo ! En el mar se oyó una profunda detonacion , y el espacio se iluminó un instante ! ... El rayo habia caido en el Santa Bárbara , prendiendo fuego á la pólvora , que , en su esplosion , voló el buque . El capitan no tuvo ni tiempo de apuntarse la pistola ! ... ¡ La Perla habia desaparecido ! INMEDIATAMENTE despues del naufragio de la Perla , por uno de esos tan raros como irritantes caprichos de la naturaleza , empezó á calmar la tempestad . El trueno se fué alejando , dejó de rebramar el viento , las encrespadas olas se aquietaron acariciadas por el rayo de la luna ; en una palabra , los elementos dejaron de rugir , como satisfechos despues de haber devorado su presa ! La tormenta pasó . El cielo presentóse despejado y sereno , y bajo el manto azul del firmamento , lucieron las estrellas como un gran puñado de brillantes arrojados al espacio . La noche tocaba á su término . La rosada luz de la aurora empezó á colorar las regiones de Oriente , y la naturaleza sonrió por fin contenta y desagraviada ! ... El sol no habia salido , y cercano al lugar de la catástrofe , pasaba un buque que venia de Loango y se dirigia á Mallemba . Todo lo que la noche anterior habia sido horrible y tormentosa , era tranquila y serena la madrugada . La brisa hinchaba apenas las velas del buque , que se mecia dulcemente en las mansas y perezosas olas . Habia sufrido tambien en la noche pasada , aunque no lo recio de la tormenta , como la Perla , y la marinería roncaba , descansando de la fatiga en el rancho de proa y el capitan en la litera de su cámara . La cubierta estaba por consiguiente casi desierta , pues solo habia en la popa el contramaestre sentado en un taburete y siguiendo la pausadísima marcha del buque , con la caña del timon bajo el sobaco y tarareando una cancion marítima . De repente el contramaestre se levantó . — ¿ Qué es esto ? dijo para sí ; ¡ diria que se oyen gritos en el agua ! Aguzó el oido y pudo distinguir claramente la voz de socorro , que se oia como debajo del buque . — ¡ Diablo ! esclamó asomándose á la baranda de la derecha : no distingo nada . — ¡ Socorro ! gritó la misma voz , mas cercana y distinta . El contramaestre saltó á la otra baranda del barco . — ¡ Por mi vida ! esclamó : ¡ es un hombre sobre un pedazo de madera ! ¡ Y por poco lo coge la quilla por el medio ! Y tomando súbitamente una cuerda que tiró al agua , gritó : — Coged del cabo ! ... así ! ... Ahora tened fuerte ! ... no lo solteis , que yo lo iré cobrando poco a poco ... Y el contramaestre fué cobrando la cuerda hasta atracar el pedazo de tabla á bordo , operacion que permitió grandemente la pausadísima marcha que llevaba el buque . Atracada la madera , el contramaestre preguntó : — ¿ Resistirán vuestras manos el peso del cuerpo ? El náufrago contestó negativamente , meneando la cabeza con desaliento . — ¿ No ? Pues entonces pasad la cuerda por debajo de los brazos ... Así ... Y hecha esta operacion por el náufrago , el contramaestre gritó . — Ohoo ... ¡ iza ! ... Y tirando de la cuerda , sin embargo de que era un hombre de mas de cincuenta años , pudo subir casi á pulso el cuerpo del hombre á quien acababa de salvar . El único que sobrevivió al naufragio de la Perla , estaba ya fuera de peligro . Era Diego . — Por vida mia , dijo el contramaestre : ¿ de dónde diablos venis ? — ¡ Oh ! ¡ gracias ! ¡ gracias ! esclamó Diego , sin poder casi respirar , tiritando de frio , y dejándose caer largo sobre cubierta . — Qué diablo de gracias ... tomad este capote . Y el contramaestre , acompañando la accion á la palabra , envolvió á Diego en un recio y peludo capote . Luego echó mano á una especie de alacena que habia junto al timon , y sacando una botella de aguardiente de caña , la destapó , aplicándola á los labios de Diego y diciéndole : — Ea , bebed un buen trago ; esto os reanimará . Diego abrió la boca y bebió , sintiendo instantáneamente cómo si volviese la vida á su aterido y desmayado cuerpo . — Cuando llame á la gente y se vean con semejante huesped ... dijo el contramaestre sonriendo , mientras dejaba la botella . Diego oyó estas palabras y se sonrió tambien . Al cabo de un rato , entre el calor que le habia comunicado el aguardiente y que conservaba el capote , la falta de sueño de tantos dias y la escesiva fatiga del naufragio , se quedó como completa y profundamente dormido . El contramaestre lo observó y le dejó que descansase , sentándose otra vez y poniéndose á hacer conjeturas sobre el lance . No pasó Diego en este estado mas de una hora . El sueño y el descanso completo del cuerpo eran imposibles en quien tenia tan escitada el alma . Para esto , hubiera sido necesario que Diego fuera recogido casi exánime , y el náufrago de la Perla , si estaba sumamente fatigado , como era natural , distaba mucho de haber perdido ni el sentido , ni aquella fuerza de espíritu que raras veces abandona á las naturalezas privilegiadas en los momentos mas críticos y apurados de la vida . Ya hemos indicado en otra ocasion que Diego poseia una de esas inestimables constituciones físicas . Gracias á ella , pudo resistir , asido siempre á la madera , los embates de las olas , y á la tempestad que afortunadamente calmó casi de improviso , despues del naufragio de la fragata . Diego , además , era escelente nadador , y esto por otro lado habia de dar no poca fuerza de ánimo á un hombre en su caso . Despertó , pues , ó mejor volvió de su letargo , y el contramaestre le preguntó : — ¿ Qué tal ? ¿ se va cobrando ánimo ? — ¡ Oh ! ¿ sois vos quien me ha salvado la vida ? preguntó Diego incorporándose . — No os movais , qué diablo , observó el contramaestre . — Dejad , replicó Diego sentándose sobre el capote , y procurando cubrirse . — Vamos , veo que teneis mas fuerza de la que yo me creia ; mas para estar así , os falta ropa . Y de un salto , despues de haber amarrado la caña del timon , se fué á proa , de donde volvió con una camisa y unos calzoncillos , que se puso Diego . El contramaestre le dió otro trago de ron , y Diego , como era natural y el otro deseaba , le esplicó el naufragio . Una de las circunstancias á que debió su salvacion , fué la de dar casualmente con un cuerpo duro al que se aferró y era el pedazo de madera en que flotaba luego sobre el agua . La madera no era otra cosa que un gran trozo de la popa de la fragata , que al volar en pedazos cuando la esplosion del buque , vino á caer junto á Diego . Despues de referido el naufragio , Diego esplicó tambien el motivo de su viaje . — Nada , nada , pues , ánimo y nada mas , dijo el contramaestre despues de haber oido con suma atencion el relato de Diego . Todo se arreglará . El sol habia salido ya , y el contramaestre se puso repentinamente en pié , diciendo : — ¡ Diablo ! ¡ vuestra relacion me habia distraido ! Luego tomando aliento , gritó : — ¡ Alza arriba ! ¡ Amarra petates ! A este grito , y como vomitados por el agujero de la escotilla de proa , saltaron sobre cubierta como unos treinta marineros . Diego volvió hacia ellos la vista , y entonces fijóse en una circunstancia que su estado no le habia permitido reparar cuando entró á bordo . Esta circunstancia era la de que el buque llevaba cañones . — ¿ Si será otro buque de guerra ? se dijo , desalentado de nuevo por esta coincidencia . ¿ Pero este buque es de guerra ? se atrevió á preguntar al contramaestre . — No es buque de guerra ; pero la hace cuando tiene necesidad . Tan en ayunas como antes quedóse Diego despues de la respuesta del contramaestre , haciendo entre sí mil conjeturas . Momentos despues del grito de aquel , abrióse la puerta de la cámara y apareció un nuevo personage sobre cubierta . Un sombrero charolado y de anchas alas cubria casi la mitad de su bronceado rostro , en cuyas mejillas campeaba una patilla espesa y cerdosa , en medio de la cual se descubria una boca ancha y de delgados labios sobre una barba corta y un poco saliente , señales casi infalibles de dureza de corazon y violencia de carácter , cuando van unidas á un cráneo ancho en la línea que pasa de oreja á oreja , sumamente desarrollado en la parte donde residen los órganos animales , como es la posterior de la cabeza , y pobre y mezquino en la region de la inteligencia , como es la frente . Tales indicios ocultaba , pues , bajo el sombrero , el nuevo personage que vemos salir pausada y perezosamente de la cámara del buque . Era el capitan . Sin dar los buenos dias , llegóse al contramaestre y le preguntó : — ¿ Qué hay ? — Nada , sino un huésped que ha venido como llovido del cielo , respondió el contramaestre . Y señaló á Diego , que permanecia sentado sobre el capole . Luego continuó dirigiéndose al náufrago : — Si podeis , poneos de pié , que estais delante del capitan . Diego se puso de pié , ya sin trabajo . — Pero qué mil demonios es eso que yo no lo entiendo ? preguntó con ronca y malhumorada voz el capitan . El contramaestre le esplicó el caso . — ¡ Cómo , voto á mil diablos ! ¡ Es por ventara mi buque hospicio de gente perdida ! Diego miró asombrado al capitan . — Corre de mi cuenta , capitan , replicó mansamente el contramaestre , y yo pago todo el gasto que aquí pueda hacer este hombre , durante la travesía . — ¡ Claro que lo pagareis ! Pero es que no está solo en eso , sino en que luego lodo son espedientes y averiguaciones . — Se le deja con los bultos antes de llegar ... observó el contramaestre . — Para que luego vaya charlando y comprometiendo , añadió el capitan . — Perded todo cuidado , capitan , esclamó entonces Diego ; no sé dónde me hallo , ni me importa ; pero sé que os debo la vida , y mi gratitud sabrá ser muda y ciega á la vez . El capitan echó una mirada á Diego de piés á cabeza , y metiendo su velluda mano en uno de los bolsillos de un gaban que llevaba , sacó un largo cigarro que puso en los labios , volviéndole la espalda sin decir palabra . — ¡ Candela ! gritó el contramaestre al ver el tabaco en la boca del capitan . Súbitamente presentóse un grumete con un cabo de cuerda ardiendo . Tomólo el capitan , encendió su cigarro y devolvió la mecha al grumete , en cuya mano cayó una chispa que le hizo soltar el cabo . Bajóse para cogerlo , y en el momento le aplicó el capitan tan fuerte puntapié , que grumete y mecha fueron á parar rodando al pié del palo mayor . — ¿ Cuántos hay muertos ? preguntó seguidamente el capitan al segundo , que se le acercó . — Seis , capitan . — ¡ Voto al diablo ! ¡ á este paso no llegamos ni con la mitad ! ¡ Al agua ! El segundo se alejó , y á los pocos instantes se pusieron dos marineros de pié sobre la escotilla de proa , abierta , y recibiendo un bulto que les venia de la bodega , llegaron á la murada del buque y lo arrojaron al agua . Volvieron á la escotilla , recibieron otro bulto y lo arrojaron tambien , y así repitieron esta operacion por cinco veces . Diego contemplaba atónito , sin moverse de su sitio , aquella estraña escena , y sin atreverse á preguntar nada , amilanado en cierto modo por el carácter del capitan . El segundo volvió al capitan y le preguntó : — Si os parece haremos la limpieza . — Bueno , respondió el capitan . Entonces el segundo gritó : — ¡ Negrada á cubierta ! Diego se preguntó : — ¿ Qué significa esto ? Y desde su sitio redobló su atencion á cuanto en el buque pasaba . Dada la voz del segundo , cada uno de los marineros cogió un sable ó un hacha de la especie de arsenal que habia á la popa y junto á la toldilla , y se distribuyeron , arma al hombro , en varios puntos del buque . Abrióse la escotilla mas inmediata á la popa , y levantada la convexa tabla , aparecieron dos cabezas negras , y tras estas , otras dos y tras dos hasta las de cien pares de negros , que á pares subian á cubierta y sujetos por esposas que les tenian atados por las manos derecha é izquierda respectivamente , marchando así á dos de fondo hasta la proa del buque . Tras de los cien pares de negros subieron como cincuenta negras , veinticinco parejas en la misma disposicion . A Diego no le quedaba ya duda de la clase de buque en que se hallaba . Era un bergantin negrero , y los bultos que poco antes viera arrojar al agua , negros muertos en la pasada noche . Y ahora aquí necesitamos hacer una justificacion . El lector que sepa algo de lo que pasa en los buques que á esto tráfico se dedican , y conozca la clase de gente que se emplea en tan infame comercio , habrá estrañado la conducta del contramaestre en su noble accion con Diego , la cual no parece muy en armonía con el carácter y sentimientos nada generosos de que está poseida esta clase especial , verdadera hez y escoria de la marina de todos los paises . Pero para justificar esta conducta del contramaestre , bastará saber que una vez habia naufragado y á una casualidad parecida debia su salvacion . Sigamos con nuestro relato . No se necesitaba tener las ideas sociales que Diego profesaba , y que el lector habrá comprendido ya al principio de nuestra historia , cuando tan franca y sencillamente le ha visto confesar su opinion de republicano ante el gefe de policía , ni tan arraigados como Diego tenia los principios de igualdad y fraternidad , sino que bastaba un corazon medianamente noble para sentirse sublevar la sangre ante el espectáculo que ofrecian los negros al subir á la cubierta del bergantin . Desnudos y atados , como hemos dicho , iban con la cabeza baja , y cada vez que pasaban por delante de los marineros que con el hacha ó el sable al hombro y los oficiales con recios látigos en el aire formaban el terrible cordon de aquella tristísima procesion , se les veia como las carnes les temblaban , como sus fisonomías se contraian y hasta el pelo hacia cierto movimiento , causa todo del miedo al atroz castigo que se los daba . El capitan presenciaba esta operacion de pié en medio de la toldilla , fumando un largo tabaco y sin pronunciar otras palabras que las de ¡ duro ! ¡ firme ! cuando algun latigazo llegaba á sus oidos . Estando ya todos los negros en cubierta , empezó la operacion de la limpieza , que consiste en sacar las inmundicias que los negros han dejado en la bodega durante la noche , y luego en fumigaciones de cloro que se dejan dentro por espacio de una hora , cerradas las escotillas y cubiertas además con mantas y pedazos de vela , para desinfectar la bodega . Hecho esto , el segundo volvió al lado del capitan , y le dijo : — ¿ Podemos ranchar ? — Sí , respondió secamente el capitan . — ¡ A ranchar ! gritó con voz de trueno el segundo . Ranchar es el acto de dar á los negros la primera comida , que consiste en una especie de gachas espesas , hechas con harina de yuca y agua . Los negros se ponen en círculos de diez en diez y la racion para cada uno en un plato de lata . Cada círculo tiene un vigilante , que es un marinero armado de un látigo , el cual está encargado de impedir el que algun goloso vaya á otro plato á comerse la racion del compañero . El aviso del vigilante en estos casos , es un latigazo tan fuerte por lo comun en las espaldas del negro , que él golpe queda marcado con un cardenal de tres dedos sobre la piel . Mas de uno de estos crueles latigazos se oyó durante el rancho y mas de una vez se oyó tambien inmediatamente la sabida voz del capitan en estos casos : ¡ Duro ! ¡ firme ! No hay para que decir el efecto que estos golpes y estas voces cansarian en el alma del generoso Diego . Alguna vez estuvo tentado de dirigir una súplica al capitan ; pero se detuvo ante su feroz carácter , que si en otra ocasion hubiera despreciado y hasta humillado seguramente , que para ello era Diego bastante hombre , en la posicion que ocupaba en el buque , era muy arriesgado semejante pensamiento . Pero cuando Diego se sobresaltó de repente fué al oir dos fuertes latigazos , á los que siguieron unos horribles gritos . La voz era femenina , y esto fué lo que tan vivamente le impresionó . — ¡ Firme ! esclamó el capitan como de costumbre . — ¡ Quia ! no hay firme que valga . Está emperrada como no he visto jamás y primero se la mata que se la obliga , dijo uno de los pilotos acercándose al capitan con el látigo teñido en sangre . Emperrado se dice en lenguaje negrero cuando un negro no quiere comer . — ¿ Y será la misma de ayer ? preguntó el capitan . — Sí , la misma ; es la que cazamos junto a la bahía . Además de los esclavos que compran á los gefes negros , las tripulaciones de los buques negreros hacen cortas escursiones á tierra para cazar á alguno . — Traedla acá y dadme el látigo . Venga tambien el plato , dijo el capitan remangándose la boca manga . Su órden fué obedecida , y llevada inmediatamente á su presencia la negra emperrada . El aspecto de aquel ser humano tan horriblemente maltratado , conmovió á Diego hasta hacerle asomar las lágrimas , que contuvo con toda su fuerza de voluntad . — ¡ Ea , come ! le dijo el capitan señalando con la mano izquierda el plato de la racion , que estaba en el suelo delante de la negra , y levantando el látigo con la derecha . Esta meneó la cabeza en señal negativa . Inmediatamente el látigo silbó en el aire dejando oir un golpe seco en las espaldas de aquella muger . La infeliz dió un grito horrible . Diego no podia resistir mas . — ¡ Come ! repuso el capitan saltándole los encendidos ojos de las órbitas . La negra volvió á menear la cabeza . Otro latigazo tan fuerte como el primero , porque mas era imposible , hirió de nuevo á la infeliz , que dió otro grito desgarrador . Diego adelantó , sin advertirlo él mismo , un paso hácia el capitan . Afortunadamente éste no lo reparó . — Pero ¿ por qué diablos no quiere comer esta mala pécora ? preguntó el capitan . — Qué sé yo , porque no le da la gana , respondió el piloto . — A ver , que venga ese que los entiende . El piloto llamó á uno de sus compañeros medio intérprete , pues conocia bastantes de las lenguas que en los reinos de Africa se hablan , y el capitan le dijo : — A ver si sacais del cuerpo á esa perra el por qué no quiere comer . El piloto le dirigió la pregunta , y la negra respondió : — ¿ Qué dice ? esclamó el capitan . — Dice que es porque se quiere morir . — Si no la mato yo antes . ¡ Pues está buena ! dijo entonces el capitan . Luego añadió : — Preguntadle á ver por qué se quiere morir . Se hizo la pregunta á la negra , y ésta rompió entonces en un fuerte llanto , levantando las manos al cielo y llevándolas luego ambas al corazon . Era evidente que la pobre tenia un gran sentimiento . Y si el sentimiento , cuando es verdaderamente grande , alcanza á dibujarse hasta en la cara de los animales , ¡ cuánto mas en la de un ser racional , siquiera no tenga éste el las mas veces mentiroso barniz de la civilizacion ! A Diego le inspiraba un doble interés la desgraciada figura de aquella negra con tan marcados ademanes de verdadero pesar . — Vamos á ver , ¿ por qué se quiere morir ? repuso el capitan . El intérprete hizo la pregunta . La negra prorumpió en un llanto copioso , articulando palabras que salian de sus labios entrecortadas por los sollozos . Al mismo intérprete le fué difícil entenderla , tal era la agitacion y fatiga con que hablaba . — ¿ Qué mil demonios habla ? Preguntó el capitan al intérprete . — Dice , respondió éste , que cuando la cazaron , habia dejado sus hijos pequeñuelos encerrados en una cueva , para que las fieras no los devorasen durante su ausencia ; que nadie sabe donde están sino ella , y que no pudiendo sus hijos salir por sí , morirán irremisiblemente de hambre , y por eso quiere ella morir tambien . — ¡ Pues es capricho ! observó con fiera y satánica sonrisa el capitan . A Diego se le heló la sangre en el corazon . El contramaestre y el intérprete dejaron conocer en su fisonomía un sentimiento de compasion hácia los horribles dolores de aquella desgraciada madre . — Con que , tú has determinado no comer , ¿ verdad ? dijo el capitan á la negra con un acento parecido al que usan los arrieros bárbaros , cuando hablan á sus bestias antes de castigarlas ; pues yo he resuelto que comas ; porque de lo contrario , me vas á perjudicar de cuatrocientos pesos que valdrás en llegando á la Habana ; pero si al fin te empeñas en morir , no será de hambre , como pretendes , sino de una soba que concluya con tanto dengue . Las personas allí presentes , oian ya con cierta repugnancia las palabras del capitan . No hay para que decir el efecto que causarian en el destrozado corazon de Diego . La negra las oyó porque tenia oidos , pero sin comprenderlas , y así , ni siquiera hizo el menor movimiento , teniendo su figura , en su inmovilidad , un cierto aire como de sublime resignacion que inclinaba mas y mas hácia ella los sentimientos de compasion que habia despertado ya en los que la miraban . — ¡ Con que al avio ! esclamó el capitan señalando el plato á la negra con una mano y levantando con la otra el formidable vergajo . El contramaestre , el piloto y Diego tuvieron á la vez el impulso de detener al capitan . Los dos primeros , sin embargo , se contuvieron . Diego no pudo contenerse y esclamó poniendo la mano delante : — ¡ Por Dios , capitan , un poco de compasion ! ... El capitan , apenas vió la mano de Diego junto á su brazo , levantó la suya , descargándola instantáneamente en el rostro del jóven con una fuerte bofetada . De repente el rostro de Diego encendióse como la grana , sus ojos , inyectados de sangre , lanzaron como dos chispas de fuego ; dió un paso hácia el capitan , pero sus piernas flaquearon ; su cabeza vaciló , su cara perdió el color vivo del fuego , apareciendo lívida y amarilla , y cayó como un cuerpo muerto sobre cubierta . El sentimiento de la ira , el de la venganza y el de la vergüenza á un tiempo produjeron seguida y momentáneamente sus efectos á tan alto grado , que Diego no pudo resistirlos . — ¡ Allí teneis ! esclamó en seguida el capitan dirigiéndose al contramaestre ; sed generoso otra vez , salvando á gente que venga luego á poneros leyes á bordo y á rebelarse contra el capitan . — Es que este pobre no ha querido eso , capitan , dijo , lo menos fuerte que pudo el contramaestre , disimulando el efecto que le habia hecho la accion del capitan . El contramaestre , habia salvado la vida á Diego , éste era su protegido á bordo , y ya sabemos que los agravios inferidos á las personas que uno protege y ampara se toman como hechos á uno mismo . Esto sucede en todos los hombres y sin distincion de clases en la sociedad . — Capitan , dejadme esta negra por mi cuenta , dijo el piloto intentando arrancarla de sus garras . — Tomadla , respondió el capitan , y tirando el látigo , se bajó á la cámara . En seguida el contramaestre hizo seña á un marinero que se le acercó , y entre los dos cogieron á Diego , que estaba sin sentido , no precisamente del golpe , sino del acceso , como hemos dicho , de su natural furor y vergüenza , y lo llevaron poniéndolo en la litera del primero . LAS acciones generosas y nobles , cuanto mas raras son en una persona y mas contrastan con su carácter , mayor satisfaccion producen en su alma por la razon misma de que es nuevo y nunca sentido el placer que aquellas traen siempre consigo . Lo difícil es , pues , en ciertos hombres entregados á una vida agena á todo sentimiento delicado , como la del contramaestre del negrero , el que espontáneamente y arrastrados sin sentirlo por ciertas circunstancias , hagan la primera accion generosa , que una vez está practicada , el placer de sí misma les induce á seguir sus consecuencias , y repitiéndose en el sér á quien favorece , ella sola basta en muchas ocasiones á regenerar , poniéndole en la senda del bien , al corazon poco antes perdido en el camino del crímen y la maldad . El contramaestre del negrero , que no se contentó con salvar la vida á Diego , recogiéndole , sino que le cuidó luego y le cedió poco despues su misma cama , claro es que no habia de pararse aquí . Hizo lo primero , esperimentó inmediatamente la consiguiente satisfaccion del bien que habia hecho , y así prosiguió en su obra , que no abandonaria hasta concluirla . Otro fenómeno se observa en casos semejantes , y es que unido á la satisfaccion del bien que hace , siente el corazon despertarse el cariño hácia la persona á , quien favorece ; y nunca los dilatados beneficios , que empiezan á veces sin reconocer causa alguna , particular de afecto , concluyen sin un cariño por parte de quien los hace hácia la persona que los recibe . El contramaestre siguió cuidando á Diego y redoblando con él sus atenciones y no tardó , aunque sin pararse en ello , en sentir este fenómeno . Diego tenia ya á bordo una persona que por él se interesaba . Uno de los marineros , jóven , educado y criado , puede decirse , en aquella infame vida , era hijo del contramaestre . Se llamaba Mauricio Ponce , nacido en la Habana . El nombre del padre era Tomás . Inducido por éste , Mauricio cuidaba tambien á Diego , aunque de una manera muy distinta . Se conocia que en el hijo no obraban sino las indicaciones del padre . Esto se comprende tambien fácilmente . El hijo no habia salvado la vida á Diego . En el caso del padre , quizás hubiese hecho lo mismo y seguido como el padre seguia , así como éste era probable que no manifestase mayor interés que el que en el hijo se observaba , si solo por indicaciones de éste obrase en el cuidado que Diego exigia . La gratitud de Diego era inmensa , sin embargo , para el padre y el hijo indistintamente . Al cabo de un dia sintióse ya Diego casi bueno . A los dos dias subió fuerte y del todo restablecido á cubierta . — ¿ Qué tal ? preguntóle en tono jovial el contramaestre . — Del cuerpo , perfectamente ... respondió Diego con cierta reticencia . — Pues entonces todo está bien . — ¡ Ah , no ! ¡ me duele el alma ! ... — ¿ Que os duele el alma ? ... — ¡ Sí ! ¡ siento en ella el dolor de una bofetada que no se conoce ya en el rostro , pero que está grabada en el corazon ! ... continuó Diego en tono bajo y reconcentrado . — ¡ No la olvida ! dijo para sí el contramaestre . Luego , levantando mas la voz , aconsejó á Diego : — Pues esa bofetada no debe recordarse aquí . — Tendré cuidado de no olvidar el sitio en que me hallo , y lo que á vos os debo ; pero creed que á no ser por esto último , no sé si tendria fuerza suficiente para hacer lo primero . — Ea , pues , hacedlo así , que tiempo le queda á un hombre para todo ... observó el contramaestre con cierta intencion . Ahora , prosiguió , alejaos á proa , porque el sol vá á salir , voy á dar la voz de arriba , y el lobo marino saldrá inmediatamente de la madriguera . Es mejor que no os veais , si puede ser , durante todo el tiempo que falla de viaje . Diego se fué á proa , y el contramaestre dió la sabida voz de — ¡ Alza arriba ! ¡ amarra petates ! A la voz del contramaestre , sucedió inmediatamente lo mismo que vimos al amanecer del primer dia que entramos en el buque ; pero poco despues hubo un incidente de un género que no sucedia todos los dias . Apenas subió á cubierta el capitan , se oyó una voz como bajada del cielo que gritó : — ¡ Vela ! A este grito toda la tripulacion levantó la cabeza , dirigiendo su escrutadora vista á todos los puntos del horizonte .