Nescit labi virtus . El señor deán de la catedral de ... , muerto pocos años ha , dejó entre sus papeles un legajo , que , rodando de unas manos en otras , ha venido a dar en las mías , sin que , por extraña fortuna , se haya perdido uno solo de los documentos de que constaba . El rótulo del legajo es la sentencia latina que me sirve de epígrafe , sin el nombre de mujer que yo le doy por título ahora ; y tal vez este rótulo haya contribuido a que los papeles se conserven , pues creyéndolos cosa de sermón o de teología , nadie se movió antes que yo a desatar el balduque ni a leer una sola página . Contiene el legajo tres partes . La primera dice : Cartas de mi Sobrino ; la segunda , Paralipómenos ; y la tercera , Epílogo . Cartas de mi hermano . Todo ello está escrito de una misma letra , que se puede inferir fuese la del señor deán . Y como el conjunto forma algo a modo de novela , si bien con poco o ningún enredo , yo imaginé en un principio que tal vez el señor deán quiso ejercitar su ingenio componiéndola en algunos ratos de ocio ; pero , mirado el asunto con más detención y , notando la natural sencillez del estilo , me inclino a creer ahora que no hay tal novela , sino que las cartas son copia de verdaderas cartas , que el señor deán rasgó , quemó o devolvió a sus dueños , y que la parte narrativa , designada con el título bíblico de Paralipómenos , es la sola obra del señor deán , a fin de completar el cuadro con sucesos que las cartas no refieren . De cualquier modo que sea , confieso que no me ha cansado , antes bien me ha interesado casi la lectura de estos papeles ; y como en el día se publica todo , he decidido publicarlos también , sin más averiguaciones , mudando sólo los nombres propios , para que , si viven los que con ellos se designan , no se vean en novela sin quererlo ni permitirlo . Las cartas que la primera parte contiene parecen escritas por un joven de pocos años , con algún conocimiento teórico , pero con ninguna práctica de las cosas del mundo , educado al lado del señor deán , su tío , y en el Seminario , y con gran fervor religioso y empeño decidido de ser sacerdote . A este joven llamaremos D . Luis de Vargas . El mencionado manuscrito , fielmente trasladado a la estampa , es como sigue . Querido tío y venerado maestro : Hace cuatro días que llegué con toda felicidad a este lugar de mi nacimiento , donde he hallado bien de salud a mi padre , al señor vicario y a los amigos y parientes . El contento de verlos y de hablar con ellos , después de tantos años de ausencia , me ha embargado el ánimo y me ha robado el tiempo , de suerte que hasta ahora no he podido escribir a Vd . Vd . me lo perdonará . Como salí de aquí tan niño y he vuelto hecho un hombre , es singular la impresión que me causan todos estos objetos que guardaba en la memoria . Todo me parece más chico , mucho más chico ; pero también más bonito que el recuerdo que tenía . La casa de mi padre , que en mi imaginación era inmensa , es sin duda una gran casa de un rico labrador ; pero más pequeña que el Seminario . Lo que ahora comprendo y estimo mejor es el campo de por aquí . Las huertas , sobre todo , son deliciosas . ¡ Qué sendas tan lindas hay entre ellas ! A un lado , y tal vez a ambos , corre el agua cristalina con grato murmullo . Las orillas de las acequias están cubiertas de yerbas olorosas y de flores de mil clases . En un instante puede uno coger un gran ramo de violetas . Dan sombra a estas sendas pomposos y gigantescos nogales , higueras y otros árboles , y forman los vallados la zarzamora , el rosal , el granado y la madreselva . Es portentosa la multitud de pajarillos que alegran estos campos y alamedas . Yo estoy encantado con las huertas , y todas las tardes me paseo por ellas un par de horas . Mi padre quiere llevarme a ver sus olivares , sus viñas , sus cortijos ; pero nada de esto hemos visto aún . No he salido del lugar y de las amenas huertas que le circundan . Es verdad que no me dejan parar con tanta visita . Hasta cinco mujeres han venido a verme que todas han sido mis amas y me han abrazado y besado . Todos me llaman Luisito o el niño de D . Pedro , aunque tengo ya veintidós años cumplidos . Todos preguntan a mi padre por el niño , cuando no estoy presente . Se me figura que son inútiles los libros que he traído para leer , pues ni un instante me dejan solo . La dignidad de cacique , que yo creía cosa de broma , es cosa harto seria . Mi padre es el cacique del lugar . Apenas hay aquí quien acierte a comprender lo que llaman mi manía de hacerme clérigo , y esta buena gente me dice con un candor selvático que debo ahorcar los hábitos , que el ser clérigo está bien para los pobretones ; pero que yo , soy un rico heredero , debo casarme y consolar la vejez de mi padre , dándole media docena de hermosos y robustos nietos . Para adularme y adular a mi padre , dicen hombres y mujeres que soy un real mozo , muy salado , que tengo mucho ángel , que mis ojos son muy pícaros , y otras sandeces que me afligen , disgustan y avergüenzan , a pesar de que no soy tímido y conozco las miserias y locuras de esta vida , para no escandalizarme ni asustarme de nada . El único defecto que hallan en mí es el de que estoy muy delgadito , a fuerza de estudiar . Para que engorde se proponen no dejarme estudiar ni leer un papel mientras aquí permanezca , y además hacerme comer cuantos primores de cocina y de repostería se confeccionan en el lugar . Está visto : quieren cebarme . No hay familia conocida que no me haya enviado algún obsequio . Ya me envían una torta de bizcocho , ya un cuajado , ya una pirámide de piñonate , ya un tarro de almíbar . Los obsequios que me hacen no son sólo estos presentes enviados a casa , sino que también me han convidado a comer tres o cuatro personas de las más importantes del lugar . Mañana como en casa de la famosa Pepita Jiménez , de quien Vd . habrá oído hablar sin duda alguna . Nadie ignora aquí que mi padre la pretende . Mi padre , a pesar de sus cincuenta y cinco años , está tan bien que puede poner envidia a los más gallardos mozos del lugar . Tiene además el atractivo poderoso , irresistible para algunas mujeres , de sus pasadas conquistas , de su celebridad , de haber sido una especie de D . Juan Tenorio . No conozco aún a Pepita Jiménez . Todos dicen que es muy linda . Yo sospecho que será una beldad lugareña y algo rústica . Por lo que de ella se cuenta , no acierto a decidir si es buena o mala moralmente ; pero sí que es de gran despejo natural . Pepita tendrá veinte años ; es viuda ; sólo tres años estuvo casada . Era hija de doña Francisca Gálvez , viuda , como Vd . sabe , de un capitán retirado según dice el poeta . Hasta la edad de diez y seis años vivió Pepita con su madre en la mayor estrechez , casi en la miseria . Tenía un tío llamado D . Gumersindo , poseedor de un mezquinísimo mayorazgo , de aquellos que en tiempos antiguos una vanidad absurda fundaba . Cualquier persona regular hubiera vivido con las rentas de este mayorazgo en continuos apuros , llena tal vez de trampas y sin acertar a darse el lustre y decoro propios de su clase ; pero D . Gumersindo era un ser extraordinario : el genio de la economía . No se podía decir que crease riqueza ; pero tenía una extraordinaria facultad de absorción con respecto a la de los otros , y en punto a consumirla , será difícil hallar sobre la tierra persona alguna en cuyo mantenimiento , conservación y bienestar hayan tenido menos que afanarse la madre naturaleza y la industria humana . No se sabe cómo vivió ; pero el caso es que vivió hasta la edad de ochenta años , ahorrando sus rentas íntegras y haciendo crecer su capital por medio de préstamos muy sobre seguro . Nadie por aquí le critica de usurero , antes bien le califican de caritativo , porque siendo moderado en todo , hasta en la usura lo era , y no solía llevar más de un 10 por 100 al año , mientras que en toda esta comarca llevan un 20 y hasta un 30 por 100 , y aún parece poco . Con este arreglo , con esta industria , y con el ánimo consagrado siempre a aumentar y a no disminuir sus bienes , sin permitirse el lujo de casarse , ni de tener hijos , ni de fumar siquiera , llegó D . Gumersindo a la edad que he dicho , siendo poseedor de un capital , importante sin duda en cualquier punto , y aquí considerado enorme , merced a la pobreza de estos lugareños y a la natural exageración andaluza . D . Gumersindo , muy aseado y cuidadoso de su persona , era un viejo que no inspiraba repugnancia . Las prendas de su sencillo vestuario estaban algo raídas , pero sin una mancha y saltando de limpias , aunque de tiempo inmemorial se le conocía la misma capa , el mismo chaquetón y los mismos pantalones y chaleco . A veces se interrogaban en balde las gentes unas a otras a ver si alguien le había visto estrenar una prenda . Con todos estos defectos , que aquí y en otras partes muchos consideran virtudes , aunque virtudes exageradas , D . Gumersindo tenía excelentes cualidades : era afable , servicial , compasivo , y se desvivía por complacer y ser útil a todo el mundo aunque le costase trabajo , desvelos y fatiga , con tal de que no le costase un real . Alegre y amigo de chanzas y de burlas , se hallaba en todas las reuniones y fiestas , cuando no eran a escote , y las regocijaba con la amenidad de su trato y con su discreta aunque poco ática conversación . Nunca había tenido inclinación alguna amorosa a una mujer determinada ; pero inocentemente , sin malicia , gustaba de todas y era el viejo más amigo de requebrar a las muchachas y que más las hiciese reír que había en diez leguas a la redonda . Ya he dicho que era tío de la Pepita . Cuando frisaba en los ochenta años , iba ella a cumplir los diez y seis . Él era poderoso ; ella pobre y desvalida . La madre de ella era una mujer vulgar , de cortas luces y de instintos groseros . Adoraba a su hija , pero continuamente y con honda amargura se lamentaba de los sacrificios que por ella hacía , de las privaciones que sufría y de la desconsolada vejez y triste muerte que iba a tener en medio de tanta pobreza . Tenía además un hijo mayor que Pepita , que había sido gran calavera en el lugar , jugador y pendenciero , a quien después de muchos disgustos , había logrado colocar en la Habana en un empleíllo de mala muerte , viéndose así libre de él y con el charco de por medio . Sin embargo , a los pocos años de estar en la Habana el muchacho , su mala conducta hizo que le dejaran cesante , y asaetaba a cartas a su madre pidiéndole dinero . La madre , que apenas tenía para sí y para Pepita , se desesperaba , rabiaba , maldecía de sí y de su destino con paciencia poco evangélica , y cifraba toda su esperanza en una buena colocación para su hija que la sacase de apuros . En tan angustiosa situación , empezó D . Gumersindo a frecuentar la casa de Pepita y de su madre y a requebrar a Pepita con más ahínco y persistencia que solía requebrar a otras . Era , con todo , tan inverosímil y tan desatinado el suponer que un hombre , que había pasado ochenta años sin querer casarse , pensase en tal locura cuando ya tenía un pie en el sepulcro , que ni la madre de Pepita , ni Pepita mucho menos , sospecharon jamás los en verdad atrevidos pensamientos de D . Gumersindo . Así es que un día ambas se quedaron atónitas y pasmadas cuando , después de varios requiebros , entre burlas y veras , D . Gumersindo soltó con la mayor formalidad y a boca de jarro la siguiente categórica pregunta : - Muchacha , ¿ quieres casarte conmigo ? Pepita , aunque la pregunta venía después de mucha broma , y pudiera tomarse por broma , y aunque inexperta de las cosas del mundo , por cierto instinto adivinatorio que hay en las mujeres y sobre todo en las mozas , por cándidas que sean , conoció que aquello iba por lo serio , se puso colorada como una guinda , y no contestó nada . La madre contestó por ella : - Niña , no seas mal criada ; contesta a tu tío lo que debes contestar : Tío , con mucho gusto ; cuando Vd . quiera . Este Tío , con mucho gusto ; cuando Vd . quiera , entonces , y varias veces después , dicen que salió casi mecánicamente de entre los trémulos labios de Pepita , cediendo a las amonestaciones , a los discursos , a las quejas y hasta al mandato imperioso de su madre . Veo que me extiendo demasiado en hablar a Vd . de esta Pepita Jiménez y de su historia ; pero me interesa y supongo que debe interesarle , pues si es cierto lo que aquí aseguran , va a ser cuñada de Vd . y madrastra mía . Procuraré , sin embargo , no detenerme en pormenores y referir en resumen cosas que acaso Vd . ya sepa , aunque hace tiempo que falta de aquí . Pepita Jiménez se casó con D . Gumersindo . La envidia se desencadenó contra ella en los días que precedieron a la boda y algunos meses después . En efecto , el valor moral de este matrimonio es harto discutible ; mas para la muchacha , si se atiende a los ruegos de su madre , a sus quejas , hasta a su mandato ; si se atiende a que ella creía por este medio proporcionar a su madre una vejez descansada y libertar a su hermano de la deshonra y de la infamia , siendo su ángel tutelar y su Providencia , fuerza es confesar que merece atenuación la censura . Por otra parte , ¿ cómo penetrar en lo íntimo del corazón , en el secreto escondido de la mente juvenil de una doncella , criada tal vez con recogimiento exquisito e ignorante de todo , y saber qué idea podía ella formarse del matrimonio ? Tal vez entendió que casarse con aquel viejo era consagrar su vida a cuidarle , a ser su enfermera , a dulcificar los últimos años de su vida , a no dejarle en soledad y abandono , cercado sólo de achaques y asistido por manos mercenarias , y a iluminar y dorar , por último , sus postrimerías con el rayo esplendente y suave de su hermosura y de su juventud , como ángel que toma forma humana . Si algo de esto o todo esto pensó la muchacha , y en su inocencia no penetró en otros misterios , salva queda la bondad de lo que hizo . Como quiera que sea , dejando a un lado estas investigaciones psicológicas que no tengo derecho a hacer , pues no conozco a Pepita Jiménez , es lo cierto que ella vivió en santa paz con el viejo durante tres años ; que el viejo parecía más feliz que nunca ; que ella le cuidaba y regalaba con un esmero admirable , y que en su última y penosa enfermedad le atendió y veló con infatigable y tierno afecto , hasta que el viejo murió en sus brazos dejándola heredera de una gran fortuna . Aunque hace más de dos años que perdió a su madre , y más de año y medio que enviudó , Pepita lleva aún luto de viuda . Su compostura , su vivir retirado y su melancolía son tales , que cualquiera pensaría que llora la muerte del marido como si hubiera sido un hermoso mancebo . Tal vez alguien presume o sospecha que la soberbia de Pepita y el conocimiento cierto que tiene hoy de los poco poéticos medios con que se ha hecho rica , traen su conciencia alterada y más que escrupulosa ; y que , avergonzada a sus propios ojos y a los de los hombres , busca en la austeridad y en el retiro el consuelo y reparo a la herida de su corazón . Aquí , como en todas partes , la gente es muy aficionada al dinero . Y digo mal como en todas partes : en las ciudades populosas , en los grandes centros de civilización , hay otras distinciones que se ambicionan tanto o más que el dinero , porque abren camino y dan crédito y consideración en el mundo ; pero en los pueblos pequeños , donde ni la gloria literaria o científica , ni tal vez la distinción en los modales , ni la elegancia , ni la discreción y amenidad en el trato , suelen estimarse ni comprenderse , no hay otros grados que marquen la jerarquía social sino el tener más o menos dinero o cosa que lo valga . Pepita , pues , con dinero y siendo además hermosa , y haciendo , como dicen todos , buen uso de su riqueza , se ve en el día considerada y respetada extraordinariamente . De este pueblo y de todos los de las cercanías han acudido a pretenderla los más brillantes partidos , los mozos mejor acomodados . Pero , a lo que parece , ella los desdeña a todos con extremada dulzura , procurando no hacerse ningún enemigo , y se supone que tiene llena el alma de la más ardiente devoción y que su constante pensamiento es consagrar su vida a ejercicios de caridad y de piedad religiosa . Mi padre no está más adelantado ni ha salido mejor librado , según dicen , que los demás pretendientes ; pero Pepita , para cumplir el refrán de que no quita lo cortés a lo valiente , se esmera en mostrarle la amistad más franca , afectuosa y desinteresada . Se deshace con él en obsequios y atenciones ; y , siempre que mi padre trata de hablarle de amor , le pone a raya echándole un sermón dulcísimo , trayéndole a la memoria sus pasadas culpas y tratando de desengañarle del mundo y de sus pompas vanas . Confieso a Vd . que empiezo a tener curiosidad de conocer a esta mujer ; tanto oigo hablar de ella . No creo que mi curiosidad carezca de fundamento , tenga nada de vano ni de pecaminoso ; yo mismo siento lo que dice Pepita ; yo mismo deseo que mi padre , en su edad provecta , venga a mejor vida , olvide y no renueve las agitaciones y pasiones de su mocedad , y llegue a una vejez tranquila , dichosa y honrada . Sólo difiero del sentir de Pepita en una cosa ; en creer que mi padre , mejor que quedándose soltero , conseguiría esto casándose con una mujer digna , buena y que le quisiese . Por esto mismo deseo conocer a Pepita y ver si ella puede ser esta mujer , pesándome ya algo , y tal vez entre en esto cierto orgullo de familia , que si es malo quisiera desechar , los desdenes , aunque melifluos y afectuosos , de la mencionada joven viuda . Si tuviera yo otra condición , preferiría que mi padre se quedase soltero . Hijo único entonces , heredaría todas sus riquezas , y , como si dijéramos , nada menos que el cacicato de este lugar ; pero Vd . sabe bien lo firme de mi resolución . Aunque indigno y humilde , me siento llamado al sacerdocio , y los bienes de la tierra hacen poca mella en mi ánimo . Si hay algo en mí del ardor de la juventud y de la vehemencia de las pasiones propias de dicha edad , todo habrá de emplearse en dar pábulo a una caridad activa y fecunda . Hasta los muchos libros que Vd . me ha dado a leer y mi conocimiento de la historia de las antiguas civilizaciones de los pueblos del Asia unen en mí la curiosidad científica al deseo de propagar la fe , y me convidan y excitan a irme de misionero al remoto Oriente . Yo creo que , no bien salga de este lugar , donde Vd . mismo me envía a pasar algún tiempo con mi padre , y no bien me vea elevado a la dignidad del sacerdocio , y aunque ignorante y pecador como soy , me sienta revestido por don sobrenatural y gratuito , merced a la soberana bondad del Altísimo , de la facultad de perdonar los pecados y de la misión de enseñar a las gentes , y reciba el perpetuo y milagroso favor de traer a mis manos impuras al mismo Dios humanado , dejaré a España y me iré a tierras distantes a predicar el Evangelio . No me mueve vanidad alguna ; no quiero creerme superior a ningún otro hombre . El poder de mi fe , la constancia de que me siento capaz , todo , después del favor y de la gracia de Dios , se lo debo a la atinada educación , a la santa enseñanza y al buen ejemplo de Vd . , mi querido tío . Casi no me atrevo a confesarme a mí mismo una cosa ; pero contra mi voluntad esta cosa , este pensamiento , esta cavilación , acude a mi mente con frecuencia , y ya que acude a mi mente , quiero , debo confesársela a Vd . ; no me es lícito ocultarle ni mis más recónditos e involuntarios pensamientos . Vd . me ha enseñado a analizar lo que el alma siente , a buscar su origen bueno o malo , a escudriñar los más hondos senos del corazón , a hacer , en suma , un escrupuloso examen de conciencia . He pensado muchas veces sobre dos métodos opuestos de educación : el de aquéllos que procuran conservar la inocencia , confundiendo la inocencia con la ignorancia y creyendo que el mal no conocido se evita mejor que el conocido , y el de aquéllos que , valerosamente y no bien llegado el discípulo a la edad de la razón , y salva la delicadeza del pudor , le muestran el mal en toda su fealdad horrible y en toda su espantosa desnudez , a fin de que le aborrezca y le evite . Yo entiendo que el mal debe conocerse para estimar mejor la infinita bondad divina , término ideal e inasequible de todo bien nacido deseo . Yo agradezco a Vd . que me haya hecho conocer , como dice la Escritura , con la miel y la manteca de su enseñanza , todo lo malo y todo lo bueno , a fin de reprobar lo uno y aspirar a lo otro , con discreto ahínco y con pleno conocimiento de causa . Me alegro de no ser cándido , y de ir derecho a la virtud , y en cuanto cabe en lo humano , a la perfección , sabedor de todas las tribulaciones , de todas las asperezas que hay en la peregrinación que debemos hacer por este valle de lágrimas , y no ignorando tampoco lo llano , lo fácil , lo dulce , lo sembrado de flores que está , en apariencia , el camino que conduce a la perdición y a la muerte eterna . Otra cosa que me considero obligado a agradecer a Vd . , es la indulgencia , la tolerancia , aunque no complaciente y relajada , sino severa y grave , que ha sabido Vd . inspirarme para con las faltas y pecados del prójimo . Digo todo esto porque quiero hablar a Vd . de un asunto tan delicado , tan vidrioso , que apenas hallo términos con que expresarle . En resolución , yo me pregunto a veces : este propósito mío ¿ tendrá por fundamento , en parte al menos , el carácter de mis relaciones con mi padre ? En el fondo de mi corazón , ¿ he sabido perdonarle su conducta con mi pobre madre , víctima de sus liviandades ? Lo examino detenidamente y no hallo un átomo de rencor en mi pecho . Muy al contrario : la gratitud le llena todo . Mi padre me ha criado con amor ; ha procurado honrar en mí la memoria de mi madre , y se diría que al criarme , al cuidarme , al mimarme , al esmerarse conmigo cuando pequeño , trataba de aplacar su irritada sombra , si la sombra , si el espíritu de ella , que era un ángel de bondad y de mansedumbre , hubiera sido capaz de ira . Repito , pues , que estoy lleno de gratitud hacia mi padre ; él me ha reconocido , y además , a la edad de diez años me envió con Vd . , a quien debo cuanto soy . Si hay en mi corazón algún germen de virtud , si hay en mi mente algún principio de ciencia ; si hay en mi voluntad algún honrado y buen propósito , a Vd . lo debo . El cariño de mi padre hacia mí es extraordinario , es grande ; la estimación en que me tiene , inmensamente superior a mis merecimientos . Acaso influya en esto la vanidad . En el amor paterno hay algo de egoísta ; es como una prolongación del egoísmo . Todo mi valer , si yo le tuviese , mi padre le consideraría como creación suya , como si yo fuera emanación de su personalidad , así en el cuerpo como en el espíritu . Pero de todos modos , creo que él me quiere y que hay en este cariño algo de independiente y de superior a todo ese disculpable egoísmo de que he hablado . Siento un gran consuelo , una gran tranquilidad en mi conciencia , y doy por ello las más fervientes gracias a Dios , cuando advierto y noto que la fuerza de la sangre , el vínculo de la naturaleza , ese misterioso lazo que nos une , me lleva , sin ninguna consideración del deber , a amar a mi padre y a reverenciarle . Sería horrible , no amarle así y esforzarse por amarle para cumplir con un mandamiento divino . Sin embargo , y aquí vuelve mi escrúpulo : mi propósito de ser clérigo o fraile , de no aceptar o de aceptar sólo una pequeña parte de los cuantiosos bienes que han de tocarme por herencia y de los cuales puedo disfrutar ya en vida de mi padre , ¿ proviene sólo de mi menosprecio de las cosas del mundo , de una verdadera vocación a la vida religiosa , o proviene también de orgullo , de rencor escondido , de queja , de algo que hay en mí que no perdona lo que mi madre perdonó con generosidad sublime ? Esta duda me asalta y me atormenta a veces ; pero casi siempre la resuelvo en mi favor , y creo que no soy orgulloso con mi padre ; creo que yo aceptaría todo cuanto tiene si lo necesitara ; y me complazco en ser tan agradecido con él por lo poco como por lo mucho . Adiós tío : en adelante escribiré a Vd . a menudo y tan por extenso como me tiene encargado , si bien no tanto como hoy , para no pecar de prolijo . Me voy cansando de mi residencia en este lugar , y cada día siento más deseo de volverme con Vd . y de recibir las órdenes ; pero mi padre quiere acompañarme , quiere estar presente en esa gran solemnidad y exige de mí que permanezca aquí con él dos meses por lo menos . Está tan afable , tan cariñoso conmigo , que sería imposible no darle gusto en todo . Permaneceré , pues , aquí el tiempo que él quiera . Para complacerle , me violento y procuro aparentar que me gustan las diversiones de aquí , las giras campestres y hasta la caza , a todo lo cual le acompaño . Procuro mostrarme más alegre y bullicioso de lo que naturalmente soy . Como en el pueblo , medio de burla , medio en son de elogio , me llaman el santo , yo por modestia trato de disimular estas apariencias de santidad o de suavizarlas y humanarlas con la virtud de la eutropelia , ostentando una alegría serena y decente , la cual nunca estuvo reñida ni con la santidad ni con los santos . Confieso , con todo , que las bromas y fiestas de aquí , que los chistes groseros y que el regocijo estruendoso me cansan . No quisiera incurrir en murmuración ni ser maldiciente , aunque sea con todo sigilo y de mí para Vd . ; pero a menudo me doy a pensar que tal vez sería más difícil empresa el moralizar y evangelizar un poco a estas gentes , y más lógica y meritoria , que el irse a la India , a la Persia o la China , dejándose atrás a tanto compatriota , si no perdido , algo pervertido . ¡ Quién sabe ! Dicen algunos que las ideas modernas , que el materialismo y la incredulidad tienen la culpa de todo ; pero si la tienen , pero si obran tan malos efectos , ha de ser de un modo extraño , mágico , diabólico , y no por medios naturales , pues es lo cierto que nadie lee aquí libro alguno ni bueno ni malo , por donde no atino a comprender cómo puedan pervertirse con las malas doctrinas que privan ahora . ¿ Estarán en el aire las malas doctrinas , a modo de miasmas de una epidemia ? Acaso ( y siento tener este mal pensamiento , que a Vd . sólo declaro ) , acaso tenga la culpa el mismo clero . ¿ Está en España a la altura de su misión ? ¿ Va a enseñar y a moralizar en los pueblos ? ¿ En todos sus individuos es capaz de esto ? ¿ Hay verdadera vocación en los que se consagran a la vida religiosa y a la cura de almas , o es sólo un modo de vivir como otro cualquiera , con la diferencia de que hoy no se dedican a él sino los más menesterosos , los más sin esperanzas y sin medios , por lo mismo que esta carrera ofrece menos porvenir que cualquiera otra ? Sea como sea , la escasez de sacerdotes instruidos y virtuosos excita más en mí el deseo de ser sacerdote . No quisiera yo que el amor propio me engañase ; reconozco todos mis defectos ; pero siento en mí una verdadera vocación y muchos de ellos podrán enmendarse con el auxilio divino . Hace tres días tuvimos el convite , del que hablé a Vd . , en casa de Pepita Jiménez . Como esta mujer vive tan retirada , no la conocí hasta el día del convite : me pareció , en efecto , tan bonita como dice la fama , y advertí que tiene con mi padre una afabilidad tan grande que le da alguna esperanza , al menos miradas las cosas someramente , de que al cabo ceda y acepte su mano . Como es posible que sea mi madrastra , la he mirado con detención y me parece una mujer singular , cuyas condiciones morales no atino a determinar con certidumbre . Hay en ella un sosiego , una paz exterior , que puede provenir de frialdad de espíritu y de corazón , de estar muy sobre sí y de calcularlo todo , sintiendo poco o nada , y pudiera provenir también de otras prendas que hubiera en su alma ; de la tranquilidad de su conciencia , de la pureza de sus aspiraciones y del pensamiento de cumplir en esta vida con los deberes que la sociedad impone , fijando la mente , como término , en esperanzas más altas . Ello es lo cierto , que o bien porque en esta mujer todo es cálculo , sin elevarse su mente a superiores esferas , o bien porque enlaza la prosa del vivir y la poesía de sus ensueños en una perfecta armonía , no hay en ella nada que desentone del cuadro general en que está colocada , y sin embargo , posee una distinción natural que la levanta y separa de cuanto la rodea . No afecta vestir traje aldeano , ni se viste tampoco según la moda de las ciudades ; mezcla ambos estilos en su vestir , de modo que parece una señora , pero una señora de lugar . Disimula mucho , a lo que yo presumo , el cuidado que tiene de su persona ; no se advierten en ella ni cosméticos ni afeites ; pero la blancura de sus manos , las uñas tan bien cuidadas y acicaladas , y todo el aseo y pulcritud con que está vestida , denotan que cuida de estas cosas más de lo que se pudiera creerse en una persona que vive en un pueblo y que además dicen que desdeña las vanidades del mundo y sólo piensa en las cosas del cielo . Tiene la casa limpísima y todo en un orden perfecto . Los muebles no son artísticos ni elegantes ; pero tampoco se advierte en ellos nada pretencioso y de mal gusto . Para poetizar su estancia , tanto en el patio como en las salas y galerías , hay multitud de flores y plantas . No tiene , en verdad , ninguna planta rara ni ninguna flor exótica ; pero sus plantas y sus flores , de lo más común que hay por aquí , están cuidadas con extraordinario mimo . Varios canarios en jaulas doradas animan con sus trinos toda la casa . Se conoce que el dueño de ella necesita seres vivos en quien poner algún cariño ; y , a más de algunas criadas , que se diría que ha elegido con empeño , pues no puede ser mera casualidad el que sean todas bonitas , tiene , como las viejas solteronas , varios animales que le hacen compañía : un loro , una perrita de lanas muy lavada y dos o tres gatos , tan mansos y sociables , que se le ponen a uno encima . En un extremo de la sala principal hay algo como oratorio , donde resplandece un niño Jesús de talla , blanco y rubio , con ojos azules y bastante guapo . Su vestido es de raso blanco , con manto azul , lleno de estrellitas de oro , y todo él está cubierto de dijes y de joyas . El altarito en que está el niño Jesús se ve adornado de flores , y alrededor macetas de brusco y laureola , y en el altar mismo , que tiene gradas o escaloncitos , mucha cera ardiendo . Al ver todo esto , no sé qué pensar ; pero más a menudo me inclino a creer que la viuda se ama a sí misma sobre todo , y que para recreo y para efusión de este amor tiene los gatos , los canarios , las flores y al propio niño Jesús , que en el fondo de su alma tal vez no esté muy por encima de los canarios y de los gatos . No se puede negar que la Pepita Jiménez es discreta : ninguna broma tonta , ninguna pregunta impertinente sobre mi vocación y sobre las órdenes que voy a recibir dentro de poco , han salido de sus labios . Habló conmigo de las cosas del lugar , de la labranza , de la última cosecha de vino y de aceite y del modo de mejorar la elaboración del vino ; todo ello con modestia y naturalidad , sin mostrar deseo de pasar por muy entendida . Mi padre estuvo finísimo ; parecía remozado , y sus extremos cuidadosos hacia la dama de sus pensamientos eran recibidos , si no con amor , con gratitud . Asistieron al convite el médico , el escribano y el señor vicario , grande amigo de la casa y padre espiritual de Pepita . El señor vicario debe de tener un alto concepto de ella , porque varias veces me habló aparte de su caridad , de las muchas limosnas que hacía , de lo compasiva y buena que era para todo el mundo ; en suma , me dijo que era una santa . Oído el señor vicario y fiándome en su juicio , yo no puedo menos de desear que mi padre se case con la Pepita . Como mi padre no es a propósito para hacer vida penitente , éste sería el único modo de que cambiase su vida , tan agitada y tempestuosa hasta aquí , y de que viniese a parar a un término , si no ejemplar , ordenado y pacífico . Cuando nos retiramos de casa de Pepita Jiménez y volvimos a la nuestra , mi padre me habló resueltamente de su proyecto : me dijo que él había sido un gran calavera , que había llevado una vida muy mala y que no veía medio de enmendarse , a pesar de sus años , si aquella mujer , que era su salvación , no le quería y se casaba con él . Dando ya por supuesto que iba a quererle y a casarse , mi padre me habló de intereses ; me dijo que era muy rico y que me dejaría mejorado , aunque tuviese varios hijos más . Yo le respondí que para los planes y fines de mi vida necesitaba harto poco dinero , y que mi mayor contento sería verle dichoso con mujer e hijos , olvidado de sus antiguos devaneos . Me habló luego mi padre de sus esperanzas amorosas , con un candor y con una vivacidad tales , que se diría que yo era el padre y el viejo , y él un chico de mi edad o más joven . Para ponderarme el mérito de la novia , y la dificultad del triunfo , me refirió las condiciones y excelencias de los quince o veinte novios que Pepita había tenido , y que todos habían llevado calabazas . En cuanto a él , según me explicó , hasta cierto punto las había también llevado ; pero se lisonjeaba de que no fuesen definitivas , porque Pepita le distinguía tanto , y le mostraba tan grande afecto , que , si aquello no era amor , pudiera fácilmente convertirse en amor con el largo trato y con la persistente adoración que él le consagraba . Además , la causa del desvío de Pepita tenía para mi padre un no sé qué de fantástico y de sofístico que al cabo debía desvanecerse . Pepita no quería retirarse a un convento ni se inclinaba a la vida penitente : a pesar de su recogimiento y de su devoción religiosa , harto se dejaba ver que se complacía en agradar . El aseo y el esmero de su persona poco tenían de cenobíticos . La culpa de los desvíos de Pepita , decía mi padre , es sin duda su orgullo , orgullo en gran parte fundado : ella es naturalmente elegante , distinguida ; es un ser superior por la voluntad y por la inteligencia , por más que con modestia lo disimule ; ¿ cómo , pues , ha de entregar su corazón a los palurdos que la han pretendido hasta ahora ? Ella imagina que su alma está llena de un místico amor de Dios , y que sólo con Dios se satisface , porque no ha salido a su paso todavía un mortal bastante discreto y agradable que le haga olvidar hasta a su niño Jesús . Aunque sea inmodestia , añadía mi padre , yo me lisonjeo aún de ser ese mortal dichoso . Tales son , querido tío , las preocupaciones y ocupaciones de mi padre en este pueblo , y las cosas tan extrañas para mí y tan ajenas a mis propósitos y pensamientos de que me habla con frecuencia , y sobre las cuales quiere que dé mi voto . No parece sino que la excesiva indulgencia de usted para conmigo ha hecho cundir aquí mi fama de hombre de consejo : paso por un pozo de ciencia ; todos me refieren sus cuitas y me piden que les muestre el camino que deben seguir . Hasta el bueno del señor vicario , aun exponiéndose a revelar algo como secretos de confesión , ha venido ya a consultarme sobre vanos casos de conciencia que se le han presentado en el confesionario . Mucho me ha llamado la atención uno de estos casos que me ha sido referido por el vicario , como todos , con profundo misterio y sin decirme el nombre de la persona interesada . Cuenta el señor vicario , que una hija suya de confesión tiene grandes escrúpulos , porque se siente llevada con irresistible impulso hacia la vida solitaria y contemplativa , pero teme a veces que este fervor de devoción no venga acompañado de una verdadera humildad , sino que en parte le promueva y excite el mismo demonio del orgullo . Amar a Dios sobre todas las cosas , buscarle en el centro del alma donde está , purificarse de todas las pasiones y afecciones terrenales , para unirse a él , son ciertamente anhelos piadosos y determinaciones buenas ; pero el escrúpulo está en saber , en calcular si nacerán o no de un amor propio exagerado . ¿ Nacerán acaso , parece que piensa la penitente , de que yo , aunque indigna y pecadora , presumo que vale más mi alma que las almas de mis semejantes ; que la hermosura interior de mi mente y de mi voluntad se turbaría y se empañaría con el afecto de los seres humanos que conozco y que creo que no me merecen ? ¿ Amo a Dios , no sobre todas las cosas , de un modo infinito , sino sobre lo poco conocido que desdeño , que desestimo , que no puede llenar mi corazón ? Si mi devoción tiene este fundamento , hay en ella dos grandes faltas : la primera , que no está cimentada en un puro amor de Dios , lleno de humildad y de caridad , sino en el orgullo ; y la segunda , que esa devoción no es firme y valedera , sino que está en el aire , porque ¿ quién asegura que no pueda el alma olvidarse del amor a su Creador , cuando no le ama de un modo infinito , sino porque no hay criatura a quien juzgue digna de que el amor en ella se emplee ? Sobre este caso de conciencia , harto alambicado y sutil para que así preocupe a una lugareña , ha venido a consultarme el padre vicario . Yo he querido excusarme de decir nada , fundándome en mi inexperiencia y pocos años ; pero el señor vicario se ha obstinado de tal suerte , que no he podido menos de discurrir sobre el caso . He dicho , y mucho me alegraría de que Vd . aprobase mi parecer , que lo que importa a esta hija de confesión atribulada , es mirar con mayor benevolencia a los hombres que la rodean , y en vez de analizar y desentrañar sus faltas con el escalpelo de la crítica , tratar de cubrirlas con el manto de la caridad , haciendo resaltar todas las buenas cualidades de ellos y ponderándolas mucho , a fin de amarlos y estimarlos ; que debe esforzarse por ver en cada ser humano un objeto digno de amor , un verdadero prójimo , un igual suyo , un alma en cuyo fondo hay un tesoro de excelentes prendas y virtudes , un ser hecho , en suma , a imagen y semejanza de Dios . Realzado así cuanto nos rodea , amando y estimando a las criaturas por lo que son y por más de lo que son , procurando no tenerse por superior a ellas en nada , antes bien , profundizando con valor en el fondo de nuestra conciencia para descubrir todas nuestras faltas y pecados , y adquiriendo la santa humildad y el menosprecio de uno mismo , el corazón se sentirá lleno de afectos humanos , y no despreciará , sino valuará en mucho el mérito de las cosas y de las personas ; de modo que , si sobre este fundamento descuella luego , y se levanta el amor divino con invencible pujanza , no hay ya miedo de que pueda nacer este amor de una exagerada estimación propia , del orgullo o de un desdén injusto del prójimo , sino que nacerá de la pura y santa consideración de la hermosura y de la bondad infinitas . Si , como sospecho , es Pepita Jiménez la que ha consultado al señor vicario sobre estas dudas y tribulaciones , me parece que mi padre no puede lisonjearse todavía de ser muy querido ; pero si el vicario acierta a darla mi consejo , y ella le acepta y pone en práctica , o vendrá a hacerse una María de Ágreda o cosa por el estilo , o lo que es más probable , dejará a un lado misticismos y desvíos , y se conformará y contentará con aceptar la mano y el corazón de mi padre , que en nada es inferior a ella . La monotonía de mi vida en este lugar empieza a fastidiarme bastante , y no porque la vida mía en otras partes haya sido más activa físicamente ; antes al contrario , aquí me paseo mucho , a pie y a caballo , voy al campo , y por complacer a mi padre concurro a casinos y reuniones ; en fin , vivo como fuera de mi centro y de mi modo de ser ; pero mi vida intelectual es nula ; no leo un libro ni apenas me dejan un momento para pensar y meditar sosegadamente : y como el encanto de mi vida estribaba en estos pensamientos y meditaciones , me parece monótona la que hago ahora . Gracias a la paciencia , que usted me ha recomendado para todas las ocasiones , puedo sufrirla . Otra causa de que mi espíritu no esté completamente tranquilo es el anhelo que cada día siento más vivo de tomar el estado a que resueltamente me inclino desde hace años . Me parece que en estos momentos , cuando se halla tan cercana la realización del constante sueño de mi vida , es como una profanación distraer la mente hacia otros objetos . Tanto me atormenta esta idea y tanto cavilo sobre ella , que mi admiración por la belleza de las cosas creadas ; por el cielo tan lleno de estrellas en estas serenas noches de primavera , y en esta región de Andalucía ; por estos alegres campos , cubiertos ahora de verdes sembrados , y por estas frescas y amenas huertas con tan lindas y sombrías alamedas , con tantos mansos arroyos y acequias , con tanto lugar apartado y esquivo , con tanto pájaro que le da música y con tantas flores y yerbas olorosas ; esta admiración y entusiasmo mío , repito , que en otro tiempo me parecían avenirse por completo con el sentimiento religioso que llenaba mi alma , excitándole y sublimándole en vez de debilitarle , hoy casi me parece pecaminosa distracción e imperdonable olvido de lo eterno por lo temporal , de lo increado y suprasensible por lo sensible y creado . Aunque con poco aprovechamiento en la virtud , aunque nunca libre mi espíritu de los fantasmas de la imaginación , aunque no exento en mí el hombre interior de las impresiones exteriores y del fatigoso método discursivo , aunque incapaz de reconcentrarme por un esfuerzo de amor en el centro mismo de la simple inteligencia , en el ápice de la mente , para ver allí la verdad y la bondad , desnudas de imágenes y de formas , aseguro a Vd . que tengo miedo del modo de orar imaginario , propio de un hombre corporal y tan poco aprovechado como yo soy . La misma meditación racional me infunde recelo . No quisiera yo hacer discursos para conocer a Dios , ni traer razones de amor para amarle . Quisiera alzarme de un vuelo a la contemplación esencial e íntima . ¿ Quién me diese alas , como de paloma , para volar al seno del que ama mi alma ? Pero , ¿ cuáles son , dónde están mis méritos ? ¿ Dónde las mortificaciones , la larga oración y el ayuno ? ¿ Qué he hecho yo , Dios mío , para que tú me favorezcas ? Harto sé que los impíos del día presente acusan , con falta completa de fundamento , a nuestra santa religión de mover las almas a aborrecer todas las cosas del mundo , a despreciar o a desdeñar la naturaleza , tal vez a temerla casi , como si hubiera en ella algo de diabólico , encerrando todo su amor y todo su afecto en el que llaman monstruoso egoísmo del amor divino , porque creen que el alma se ama a sí propia amando a Dios . Harto sé que no es así , que no es ésta la verdadera doctrina ; que el amor divino es la caridad , y que amar a Dios es amarlo todo , porque todo está en Dios y Dios está en todo por inefable y alta manera . Harto sé que no peco amando las cosas por el amor de Dios , lo cual es amarlas por ellas con rectitud ; porque ¿ qué son ellas más que la manifestación , la obra del amor de Dios ? Y , sin embargo , no sé qué extraño temor , qué singular escrúpulo , qué apenas perceptible e indeterminado remordimiento me atormenta ahora , cuando tengo , como antes , como en otros días de mi juventud , como en la misma niñez , alguna efusión de ternura , algún rapto de entusiasmo , al penetrar en una enramada frondosa , al oír el canto del ruiseñor en el silencio de la noche , al escuchar el pío de las golondrinas , al sentir el arrullo enamorado de la tórtola , al ver las flores o al mirar las estrellas . Se me figura a veces que hay en todo esto algo de delectación sensual , algo que me hace olvidar , por un momento al menos , más altas aspiraciones . No quiero yo que en mí el espíritu peque contra la carne ; pero no quiero tampoco que la hermosura de la materia , que sus deleites , aun los más delicados , sutiles y aéreos , aun los que más bien por el espíritu que por el cuerpo se perciben , como el silbo delgado del aire fresco , cargado de aromas campesinos , como el canto de las aves , como el majestuoso y reposado silencio de las horas nocturnas , en estos jardines y huertas , me distraigan de la contemplación de la superior hermosura , y entibien ni por un momento mi amor hacia quien ha creado esta armoniosa fábrica del mundo . No se me oculta que todas estas cosas materiales son como las letras de un libro , son como los signos y caracteres donde el alma , atenta a su lectura , puede penetrar un hondo sentido y leer y descubrir la hermosura de Dios , que , si bien imperfectamente , está en ellas como trasunto o más bien como cifra , porque no la pintan , sino que la representan . En esta distinción me fundo a veces para dar fuerza a mis escrúpulos y mortificarme . Porque yo me digo : si amo la hermosura de las cosas terrenales tales como ellas son , y si la amo con exceso , es idolatría ; debo amarla como signo , como representación de una hermosura oculta y divina , que vale mil veces más , que es incomparablemente superior en todo . Hace pocos días cumplí veintidós años . Tal ha sido hasta ahora mi fervor religioso , que no he sentido más amor que el inmaculado amor de Dios mismo y de su santa religión , que quisiera difundir y ver triunfante en todas las regiones de la tierra . Confieso que algún sentimiento profano se ha mezclado con esta pureza de afecto . Vd . lo sabe , se lo he dicho mil veces ; y Vd . , mirándome con su acostumbrada indulgencia , me ha contestado que el hombre no es un ángel y que sólo pretender tanta perfección es orgullo ; que debo moderar esos sentimientos y no empeñarme en ahogarlos del todo . El amor a la ciencia , el amor a la propia gloria , adquirida por la ciencia misma , hasta el formar uno de sí propio no desventajoso concepto ; todo ello , sentido con moderación , velado y mitigado por la humildad cristiana y encaminado a buen fin , tiene sin duda algo de egoísta ; pero puede servir de estímulo y apoyo a las más firmes y nobles resoluciones . No es , pues , el escrúpulo que me asalta hoy el de mi orgullo , el de tener sobrada confianza en mí mismo , el de ansiar gloria mundana , o el de ser sobrado curioso de ciencia ; no es nada de esto ; nada que tenga relación con el egoísmo , sino en cierto modo lo contrario . Siento una dejadez , un quebranto , un abandono de la voluntad , una facilidad tan grande para las lágrimas ; lloro tan fácilmente de ternura al ver una florecilla bonita o al contemplar el rayo misterioso , tenue y ligerísimo de una remota estrella , que casi tengo miedo . Dígame Vd . qué piensa de estas cosas ; si hay algo de enfermizo en esta disposición de mi ánimo . Siguen las diversiones campestres , en que tengo que intervenir muy a pesar mío . He acompañado a mi padre a ver casi todas sus fincas , y mi padre y sus amigos se pasman de que yo no sea completamente ignorante en las cosas del campo . No parece sino que para ellos el estudio de la teología , a que me he dedicado , es contrario del todo al conocimiento de las cosas naturales . ¡ Cuánto han admirado mi erudición al verme distinguir en las viñas , donde apenas empiezan a brotar los pámpanos , la cepa Pedro-Jiménez de la baladí y de la Don - Bueno ¡ Cuánto han admirado también que en los verdes sembrados sepa yo distinguir la cebada del trigo y el anís de las habas ; que conozca muchos árboles frutales y de sombra ; y que , aun de las yerbas que nacen espontáneamente en el campo , acierte yo con varios nombres y refiera bastantes condiciones y virtudes ! Pepita Jiménez , que ha sabido por mi padre lo mucho que me gustan las huertas de por aquí , nos ha convidado a ver una que posee a corta distancia del lugar , y a comer las fresas tempranas que en ella se crían . Este antojo de Pepita de obsequiar tanto a mi padre , quien la pretende y a quien desdeña , me parece a menudo que tiene su poco de coquetería , digna de reprobación ; pero cuando veo a Pepita después , y la hallo tan natural , tan franca y tan sencilla , se me pasa el mal pensamiento e imagino que todo lo hace candorosamente y que no la lleva otro fin que el de conservar la buena amistad que con mi familia la liga . Sea como sea , anteayer tarde fuimos a la huerta de Pepita . Es hermoso sitio , de lo más ameno y pintoresco que puede imaginarse . El riachuelo que riega casi todas estas huertas , sangrado por mil acequias , pasa al lado de la que visitamos : se forma allí una presa , y cuando se suelta el agua sobrante del riego , cae en un hondo barranco poblado en ambas márgenes de álamos blancos y negros , mimbrones , adelfas floridas y otros árboles frondosos . La cascada , de agua limpia y transparente , se derrama en el fondo , formando espuma , y luego sigue su curso tortuoso por un cauce que la naturaleza misma ha abierto , esmaltando sus orillas de mil yerbas y flores , y cubriéndolas ahora con multitud de violetas . Las laderas que hay a un extremo de la huerta están llenas de nogales , higueras , avellanos y otros árboles de fruta . Y en la parte llana hay cuadros de hortaliza , de fresas , de tomates , patatas , judías y pimientos , y su poco de jardín , con grande abundancia de flores , de las que por aquí más comúnmente se crían . Los rosales , sobre todo , abundan , y los hay de mil diferentes especies . La casilla del hortelano es más bonita y limpia de lo que en esta tierra se suele ver , y al lado de la casilla hay otro pequeño edificio reservado para el dueño de la finca , y donde nos agasajó Pepita con una espléndida merienda , a la cual dio pretexto el comer las fresas , que era el principal objeto que allí nos llevaba . La cantidad de fresas fue asombrosa para lo temprano de la estación , y nos fueron servidas con leche de algunas cabras que Pepita también posee . Asistimos a esta gira el médico , el escribano , mi tía doña Casilda , mi padre y yo ; sin faltar el indispensable señor vicario , padre espiritual , y más que padre espiritual , admirador y encomiador perpetuo de Pepita . Por un refinamiento algo sibarítico , no fue el hortelano , ni su mujer , ni el chiquillo del hortelano , ni ningún otro campesino quien nos sirvió la merienda , sino dos lindas muchachas , criadas y como confidentas de Pepita , vestidas a lo rústico , si bien con suma pulcritud y elegancia . Llevaban trajes de percal de vistosos colores , cortos y ceñidos al cuerpo , pañuelos de seda cubriendo las espaldas , y descubierta la cabeza , donde lucían abundantes y lustrosos cabellos negros , trenzados y atados luego formando un moño en figura de martillo , y por delante rizos sujetos con sendas horquillas , por acá llamados caracoles . Sobre el moño o castaña ostentaban cada una de estas doncellas un ramo de frescas rosas . Salvo la superior riqueza de la tela y su color negro , no era más cortesano el traje de Pepita . Su vestido de merino tenía la misma forma que el de las criadas , y , sin ser muy corto , no arrastraba ni recogía suciamente el polvo del camino . Un modesto pañolito de seda negra cubría también , al uso del lugar , su espalda y su pecho , y en la cabeza no ostentaba tocado , ni flor , ni joya , ni más adorno que el de sus propios cabellos rubios . En la única cosa que note por parte de Pepita cierto esmero , en que se apartaba de los usos aldeanos , era en llevar guantes . Se conoce que cuida mucho sus manos y que tal vez pone alguna vanidad en tenerlas muy blancas y bonitas , con unas uñas lustrosas y sonrosadas , pero si tiene esta vanidad , es disculpable en la flaqueza humana , y al fin , si yo no estoy trascordado , creo que Santa Teresa tuvo la misma vanidad cuando era joven , lo cual no le impidió ser una santa tan grande . En efecto , yo me explico , aunque no disculpo , esta pícara vanidad . ¡ Es tan distinguido , tan aristocrático , tener una linda mano ! Hasta se me figura a veces que tiene algo de simbólico . La mano es el instrumento de nuestras obras , el signo de nuestra nobleza , el medio por donde la inteligencia reviste de forma sus pensamientos artísticos , y da ser a las creaciones de la voluntad , y ejerce el imperio que Dios concedió al hombre sobre todas las criaturas . Una mano ruda , nerviosa , fuerte , tal vez callosa , de un trabajador , de un obrero , demuestra noblemente ese imperio ; pero en lo que tiene de más violento y mecánico . En cambio , las manos de esta Pepita , que parecen casi diáfanas como el alabastro , si bien con leves tintas rosadas , donde cree uno ver circular la sangre pura y sutil , que da a sus venas un ligero viso azul ; estas manos , digo , de dedos afilados y de sin par corrección de dibujo , parecen el símbolo del imperio mágico , del dominio misterioso que tiene y ejerce el espíritu humano , sin fuerza material , sobre todas las cosas visibles que han sido inmediatamente creadas por Dios y que por medio del hombre Dios completa y mejora . Imposible parece que quien tiene manos como Pepita tenga pensamiento impuro , ni idea grosera , ni proyecto ruin que esté en discordancia con las limpias manos que deben ejecutarle . No hay que decir que mi padre se mostró tan embelesado como siempre de Pepita , y ella tan fina y cariñosa con él , si bien con un cariño más filial de lo que mi padre quisiera . Es lo cierto que mi padre , a pesar de la reputación que tiene de ser por lo común poco respetuoso y bastante profano con las mujeres , trata a ésta con un respeto y unos miramientos tales , que ni Amadís los usó mayores con la señora Oriana en el período más humilde de sus pretensiones y galanteos : ni una palabra que disuene , ni un requiebro brusco e inoportuno , ni un chiste algo amoroso de estos que con tanta frecuencia suelen permitirse los andaluces . Apenas si se atreve a decir a Pepita « buenos ojos tienes » ; y en verdad que si lo dijese no mentiría , porque los tiene grandes , verdes como los de Circe , hermosos y rasgados ; y lo que más mérito y valor les da , es que no parece sino que ella no lo sabe , pues no se descubre en ella la menor intención de agradar a nadie ni de atraer a nadie con lo dulce de sus miradas . Se diría que cree que los ojos sirven para ver y nada más que para ver . Lo contrario de lo que yo , según he oído decir , presumo que creen la mayor parte de las mujeres jóvenes y bonitas , que hacen de los ojos un arma de combate y como un aparato eléctrico o fulmíneo para rendir corazones y cautivarlos . No son así , por cierto , los ojos de Pepita , donde hay una serenidad y una paz como del cielo . Ni por eso se puede decir que miren con fría indiferencia . Sus ojos están llenos de caridad y de dulzura . Se posan con afecto en un rayo de luz , en una flor , hasta en cualquier objeto inanimado ; pero con más afecto aún , con muestras de sentir más blando , humano y benigno , se posan en el prójimo , sin que el prójimo , por joven , gallardo y presumido que sea , se atreva a suponer nada más que caridad y amor al prójimo , y , cuando más , predilección amistosa , en aquella serena y tranquila mirada . Yo me paro a pensar si todo esto será estudiado ; si esta Pepita será una gran comedianta ; pero sería tan perfecto el fingimiento y tan oculta la comedia , que me parece imposible . La misma naturaleza , pues , es la que guía y sirve de norma a esta mirada y a estos ojos . Pepita , sin duda , amó a su madre primero , y luego las circunstancias la llevaron a amar a D . Gumersindo por deber , como al compañero de su vida ; y luego , sin duda , se extinguió en ella toda pasión que pudiera inspirar ningún objeto terreno , y amó a Dios , y amó las cosas todas por amor de Dios , y se encontró quizás en una situación de espíritu apacible y hasta envidiable , en la cual , si tal vez hubiese algo que censurar , sería un egoísmo del que ella misma no se da cuenta . Es muy cómodo amar de este modo suave , sin atormentarse con el amor ; no tener pasión que combatir ; hacer del amor y del afecto a los demás un aditamento y como un complemento del amor propio . A veces me pregunto a mí mismo , si al censurar en mi interior esta condición de Pepita , no soy yo quien me censuro . ¿ Qué sé yo lo que pasa en el alma de esa mujer , para censurarla ? ¿ Acaso , al creer que veo su alma , no es la mía la que veo ? Yo no he tenido ni tengo pasión alguna que vencer : todas mis inclinaciones bien dirigidas , todos mis instintos buenos y malos , merced a la sabia enseñanza de usted , van sin obstáculos ni tropiezos encaminados al mismo propósito ; cumpliéndolo se satisfarían no sólo mis nobles y desinteresados deseos , sino también mis deseos egoístas , mi amor a la gloria , mi afán de saber , mi curiosidad de ver tierras distantes , mi anhelo de ganar nombre y fama . Todo esto se cifra en llegar al término de la carrera que he emprendido . Por este lado , se me antoja a veces que soy más censurable que Pepita , aun suponiéndola merecedora de censura . Yo he recibido ya las órdenes menores ; he desechado de mi alma las vanidades del mundo ; estoy tonsurado ; me he consagrado al altar , y sin embargo , un porvenir de ambición se presenta a mis ojos y veo con gusto que puedo alcanzarle y me complazco en dar por ciertas y valederas las condiciones que tengo para ello , por más que a veces llame a la modestia en mi auxilio a fin de no confiar demasiado . En cambio esta mujer ¿ a qué aspira ni qué quiere ? Yo la censuro de que se cuida las manos ; de que mira tal vez con complacencia su belleza ; casi la censuro de su pulcritud , del esmero que pone en vestirse , de yo no sé qué coquetería que hay en la misma modestia y sencillez con que se viste . ¡ Pues qué ! ¿ La virtud ha de ser desaliñada ? ¿ Ha de ser sucia la santidad ? Un alma pura y limpia , ¿ no puede complacerse en que el cuerpo también lo sea ? Es extraña esta malevolencia con que miro el primor y el aseo de Pepita . ¿ Será tal vez porque va a ser mi madrastra ? ¡ Pero si no quiere ser mi madrastra ! ¡ Si no quiere a mi padre ! Verdad es que las mujeres son raras : quién sabe si en el fondo de su alma no se siente inclinada ya a querer a mi padre y a casarse con él , si bien , atendiendo a aquello de que lo que mucho vale mucho cuesta , se propone , páseme Vd . la palabra , molerle antes con sus desdenes , tenerle sujeto a su servidumbre , poner a prueba la constancia de su afecto y acabar por darle el plácido sí . ¡ Allá veremos ! Ello es que la fiesta en la huerta fue apaciblemente divertida : se habló de flores , de frutos , de injertos , de plantaciones y de otras mil cosas relativas a la labranza , luciendo Pepita sus conocimientos agrónomos en competencia con mi padre , conmigo y con el señor vicario , que se queda con la boca abierta cada vez que habla Pepita , y jura que en los setenta y pico de años que tiene de edad , y en sus largas peregrinaciones , que le han hecho recorrer casi toda la Andalucía , no ha conocido mujer más discreta ni más atinada en cuanto piensa y dice . Cuando volvemos a casa de cualquiera de estas expediciones , vuelvo a insistir con mi padre en mi ida con Vd . a fin de que llegue el suspirado momento de que yo me vea elevado al sacerdocio ; pero mi padre está tan contento de tenerme a su lado y se siente tan a gusto en el lugar , cuidando de sus fincas , ejerciendo mero y mixto imperio como cacique , y adorando a Pepita y consultándoselo todo como a su ninfa Egeria , que halla siempre y hallará aún , tal vez durante algunos meses , fundado pretexto para retenerme aquí . Ya tiene que clarificar el vino de yo no sé cuántas pipas de la candiotera ; ya tiene que trasegar otro ; ya es menester binar los majuelos ; ya es preciso arar los olivares , y cavar los pies a los olivos : en suma , me retiene aquí contra mi gusto ; aunque no debiera yo decir « contra mi gusto » , porque le tengo muy grande en vivir con un padre que es para mí tan bueno . Lo malo es que con esta vida temo materializarme demasiado : me parece sentir alguna sequedad de espíritu durante la oración ; mi fervor religioso disminuye ; la vida vulgar va penetrando y se va infiltrando en mi naturaleza . Cuando rezo , padezco distracciones ; no pongo en lo que digo a mis solas , cuando el alma debe elevarse a Dios , aquella atención profunda que antes ponía . En cambio , la ternura de mi corazón , que no se fija en objeto condigno , que no se emplea y consume en lo que debiera , brota y como que rebosa en ocasiones por objetos y circunstancias que tienen mucho de pueriles , que me parecen ridículos , y de los cuales me avergüenzo . Si me despierto en el silencio de la alta noche y oigo que algún campesino enamorado canta , al son de su guitarra mal rasgueada , una copla de fandango o de rondeñas , ni muy discreta , ni muy poética , ni muy delicada , suelo enternecerme como si oyera la más celestial melodía . Una compasión loca , insana , me aqueja a veces . El otro día cogieron los hijos del aperador de mi padre un nido de gorriones , y al ver yo los pajarillos sin plumas aún y violentamente separados de la madre cariñosa , sentí suma angustia , y , lo confieso , se me saltaron las lágrimas . Pocos días antes , trajo del campo un rústico una ternerita que se había perniquebrado ; iba a llevarla al matadero y venía a decir a mi padre qué quería de ella para su mesa : mi padre pidió unas cuantas libras de carne , la cabeza y las patas ; yo me conmoví al ver la ternerita y estuve a punto , aunque la vergüenza lo impidió , de comprársela al hombre , a ver si yo la curaba y conservaba viva . En fin , querido tío , menester es tener la gran confianza que tengo yo con Vd . para contarle estas muestras de sentimiento extraviado y vago , y hacerle ver con ellas que necesito volver a mi antigua vida , a mis estudios , a mis altas especulaciones , y acabar por ser sacerdote para dar al fuego que devora mi alma el alimento sano y bueno que debe tener . Sigo haciendo la misma vida de siempre y detenido aquí a ruegos de mi padre . El mayor placer de que disfruto , después del de vivir con él , es el trato y conversación del señor vicario , con quien suelo dar a solas largos paseos . Imposible parece que un hombre de su edad , que debe de tener cerca de los ochenta años , sea tan fuerte , ágil y andador . Antes me canso yo que él , y no queda vericueto , ni lugar agreste , ni cima de cerro escarpado en estas cercanías , a donde no lleguemos . El señor vicario me va reconciliando mucho con el clero español , a quien algunas veces he tildado yo , hablando con Vd . , de poco ilustrado . ¡ Cuánto más vale , me digo a menudo , este hombre , lleno de candor y de buen deseo , tan afectuoso e inocente , que cualquiera que haya leído muchos libros y en cuya alma no arda con tal viveza como en la suya el fuego de la caridad unido a la fe más sincera y más pura ! No crea Vd . que es vulgar el entendimiento del señor vicario : es un espíritu inculto ; pero despejado y claro . A veces imagino que pueda provenir la buena opinión que de él tengo , de la atención con que me escucha ; pero , si no es así , me parece que todo lo entiende con notable perspicacia y que sabe unir al amor entrañable de nuestra santa religión el aprecio de todas las cosas buenas que la civilización moderna nos ha traído . Me encantan , sobre todo , la sencillez , la sobriedad en hiperbólicas manifestaciones de sentimentalismo , la naturalidad , en suma , con que el señor vicario ejerce las más penosas obras de caridad . No hay desgracia que no remedie , ni infortunio que no consuele , ni humillación que no procure restaurar , ni pobreza a que no acuda solícito con un socorro . Para todo esto , fuerza es confesarlo , tiene un poderoso auxiliar en Pepita Jiménez , cuya devoción y natural compasivo siempre está él poniendo por las nubes . El carácter de esta especie de culto que el vicario rinde a Pepita , va sellado , casi se confunde con el ejercicio de mil buenas obras ; con las limosnas , el rezo , el culto público y el cuidado de los menesterosos . Pepita no da sólo para los pobres , sino también para novenas , sermones y otras fiestas de iglesia . Si los altares de la parroquia brillan a veces adornados de bellísimas flores , estas flores se deben a la munificencia de Pepita , que las ha hecho traer de sus huertas . Si en lugar del antiguo manto , viejo y raído que tenía la Virgen de los Dolores , luce hoy un flamante y magnífico manto de terciopelo negro , bordado de plata , Pepita es quien lo ha costeado . Estos y otros tales beneficios el vicario está siempre decantándolos y ensalzándolos . Así es que cuando no hablo yo de mis miras , de mi vocación , de mis estudios , lo cual embelesa en extremo al señor vicario y le trae suspenso de mis labios , cuando es él quien habla y yo quien escucho , la conversación , después de mil vueltas y rodeos , viene a parar siempre en hablar de Pepita Jiménez . Y al cabo , ¿ de quién me ha de hablar el señor vicario ? Su trato con el médico , con el boticario , con los ricos labradores de aquí , apenas da motivo para tres palabras de conversación . Como el señor vicario posee la rarísima cualidad en un lugareño , de no ser amigo de contar vidas ajenas ni lances escandalosos , de nadie tiene que hablar sino de la mencionada mujer , a quien visita con frecuencia y con quien , según se desprende de lo que dice , tiene los más íntimos coloquios . No sé qué libros habrá leído Pepita Jiménez , ni que instrucción tendrá ; pero de lo que cuenta el señor vicario se colige que está dotada de un espíritu inquieto e investigador , donde se ofrecen infinitas cuestiones y problemas que anhela dilucidar y resolver , presentándolos para ello al señor vicario , a quien deja agradablemente confuso . Este hombre , educado a la rústica , clérigo de misa y olla , como vulgarmente suele decirse , tiene el entendimiento abierto a toda luz de verdad , aunque carece de iniciativa , y , por lo visto , los problemas y cuestiones que Pepita le presenta , le abren nuevos horizontes y nuevos caminos , aunque nebulosos y mal determinados , que él no presumía siquiera , que no acierta a trazar con exactitud ; pero cuya vaguedad , novedad y misterio le encantan . No desconoce el padre vicario que esto tiene mucho de peligroso , y que él y Pepita se exponen a dar sin saberlo , en alguna herejía ; pero se tranquiliza porque , distando mucho de ser un gran teólogo , sabe su catecismo al dedillo , tiene confianza en Dios , que le iluminará , y espera no extraviarse , y da por cierto que Pepita seguirá sus consejos y no se extraviará nunca . Así imaginan ambos mil poesías , aunque informes , bellas , sobre todos los misterios de nuestra religión y artículos de nuestra fe . Inmensa es la devoción que tienen a María Santísima , Señora nuestra , y yo me quedo absorto de ver cómo saben enlazar la idea o el concepto popular de la Virgen con algunos de los más remontados pensamientos teológicos . Por lo que relata el padre vicario entreveo que en el alma de Pepita Jiménez , en medio de la serenidad y calma que aparenta , hay clavado un agudo dardo de dolor ; hay un amor de pureza contrariado por su vida pasada . Pepita amó a D . Gumersindo , como a su compañero , como a su bienhechor , como al hombre a quien todo se lo debe ; pero la atormenta , la avergüenza el recuerdo de que D . Gumersindo fue su marido . En su devoción a la Virgen se descubre un sentimiento de humillación dolorosa , un torcedor , una melancolía que influye en su mente el recuerdo de su matrimonio indigno y estéril . Hasta en su adoración al niño Dios , representado en la preciosa imagen de talla que tiene en su casa , interviene el amor maternal sin objeto , el amor maternal que busca ese objeto en un ser no nacido de pecado y de impureza . El padre vicario dice que Pepita adora al niño Jesús como a su Dios , pero que le ama con las entrañas maternales con que amaría a un hijo , si le tuviese , y si en su concepción no hubiera habido cosa de que tuviera ella que avergonzarse . El padre vicario nota que Pepita sueña con la madre ideal y con el hijo ideal , inmaculados ambos , al rezar a la Virgen Santísima , y al cuidar a su lindo niño Jesús de talla . Aseguro a Vd . que no sé qué pensar de todas estas extrañezas . ¡ Conozco tan poco lo que son las mujeres ! Lo que de Pepita me cuenta el padre vicario me sorprende , y si bien más a menudo entiendo que Pepita es buena y no mala , a veces me infunde cierto terror por mi padre . Con los cincuenta y cinco años que tiene , creo que está enamorado , y Pepita , aunque buena por reflexión , puede , sin premeditarlo ni calcularlo , ser un instrumento del espíritu del mal ; puede tener una coquetería irreflexiva e instintiva , más invencible , eficaz y funesta aún que la que procede de premeditación , cálculo y discurso . ¿ Quién sabe , me digo yo a veces , si a pesar de las buenas obras de Pepita , de sus rezos , de su vida devota y recogida , de sus limosnas y de sus donativos para las iglesias , en todo lo cual se puede fundar el afecto que el padre vicario la profesa , no hay también un hechizo mundano , no hay algo de magia diabólica en este prestigio de que se rodea y con el cual emboba a este cándido padre vicario , y le lleva y le trae y le hace que no piense ni hable sino de ella a todo momento ? El mismo imperio que ejerce Pepita sobre un hombre tan descreído como mi padre , sobre una naturaleza tan varonil y poco sentimental , tiene en verdad mucho de raro . No explican tampoco las buenas obras de Pepita el respeto y afecto que infunde por lo general en estos rústicos . Los niños pequeñuelos acuden a verla las pocas veces que sale a la calle y quieren besarla la mano ; las mozuelas le sonríen y la saludan con amor ; los hombres todos se quitan el sombrero a su paso y se inclinan con la más espontánea reverencia y con la más sencilla y natural simpatía . Pepita Jiménez , a quien muchos han visto nacer , a quien vieron todos en la miseria , viviendo con su madre , a quien han visto después casada con el decrépito y avaro D . Gumersindo , hace olvidar todo esto , y aparece como un ser peregrino , venido de alguna tierra lejana , de alguna esfera superior , pura y radiante , y obliga y mueve al acatamiento afectuoso , a algo como admiración amantísima a todos sus compatricios . Veo que distraídamente voy cayendo en el mismo defecto que en el padre vicario censuro , y que no hablo a Vd . sino de Pepita Jiménez . Pero esto es natural . Aquí no se habla de otra cosa . Se diría que todo el lugar está lleno del espíritu , del pensamiento , de la imagen de esta singular mujer , que yo no acierto aún a determinar si es un ángel o una refinada coqueta llena de astucia instintiva , aunque los términos parezcan contradictorios . Porque lo que es con plena conciencia estoy convencido de que esta mujer no es coqueta ni sueña en ganarse voluntades para satisfacer su vanagloria . Hay sinceridad y candor en Pepita Jiménez . No hay más que verla para creerlo así . Su andar airoso y reposado , su esbelta estatura , lo terso y despejado de su frente , la suave y pura luz de sus miradas , todo se concierta en un ritmo adecuado , todo se une en perfecta armonía , donde no se descubre nota que disuene . ¡ Cuánto me pesa de haber venido por aquí y de permanecer aquí tan largo tiempo ! Había pasado la vida en su casa de Vd . y en el Seminario , no había visto ni tratado más que a mis compañeros y maestros ; nada conocía del mundo sino por especulación y teoría ; y de pronto , aunque sea en un lugar , me veo lanzado en medio del mundo , y distraído de mis estudios , meditaciones y oraciones por mil objetos profanos . Las últimas cartas de Vd . , queridísimo tío , han sido de grata consolación para mi alma . Benévolo como siempre , me amonesta Vd . y me ilumina con advertencias útiles y discretas . Es verdad : mi vehemencia es digna de vituperio . Quiero alcanzar el fin sin poner los medios ; quiero llegar al término de la jornada sin andar antes paso a paso el áspero camino . Me quejo de sequedad de espíritu en la oración , de distraído , de disipar mi ternura en objetos pueriles ; ansío volar al trato íntimo con Dios , a la contemplación esencial , y desdeño la oración imaginaria y la meditación racional y discursiva . ¿ Cómo sin obtener la pureza , cómo sin ver la luz he de lograr el goce del amor ? Hay mucha soberbia en mí , y yo he de procurar humillarme a mis propios ojos , a fin de que el espíritu del mal no me humille , permitiéndolo Dios , en castigo de mi presunción y de mi orgullo . No creo , a pesar de todo , como Vd . me advierte , que es tan fácil para mí una fea y no pensada caída . No confío en mí : confío en la misericordia de Dios y en su gracia , y espero que no sea . Con todo , razón tiene Vd . que le sobra en aconsejarme que no me ligue mucho en amistad con Pepita Jiménez ; pero yo disto bastante de estar ligado con ella . No ignoro que los varones religiosos y los santos , que deben servirnos de ejemplo y dechado , cuando tuvieron gran familiaridad y amor con mujeres , fue en la ancianidad , o estando ya muy probados y quebrantados por la penitencia , o existiendo una notable desproporción de edad entre ellos y las piadosas amigas que elegían ; como se cuenta de San Jerónimo y Santa Paulina , y de San Juan de la Cruz y Santa Teresa . Y aun así , y aun siendo el amor de todo punto espiritual , sé que puede pecar por demasía . Porque Dios , no más , debe ocupar nuestra alma , como su dueño y esposo , y cualquiera otro ser que en ella more , ha de ser sólo a título de amigo o siervo o hechura del esposo , y en quien el esposo se complace . No crea Vd . , pues , que yo me jacte de invencible , y desdeñe los peligros y los desafíe y los busque . En ellos perece quien los ama . Y cuando el rey profeta , con ser tan conforme al corazón del Señor y tan su valido , y cuando Salomón , a pesar de su sobrenatural e infusa sabiduría , fueron conturbados y pecaron , porque Dios quitó su faz de ellos , ¿ qué no debo temer yo , mísero pecador , tan joven , tan inexperto de las astucias del demonio , y tan poco firme y adiestrado en las peleas de la virtud ? Lleno de un provechoso temor de Dios , y con la debida desconfianza de mi flaqueza , no olvidaré los consejos y prudentes amonestaciones de usted , rezando con fervor mis oraciones y meditando en las cosas divinas para aborrecer las mundanas en lo que tienen de aborrecibles ; pero aseguro a Vd . que hasta ahora , por más que ahondo en mi conciencia y registro con suspicacia sus más escondidos senos , nada descubro que me haga temer lo que Vd . teme . Si de mis cartas anteriores resultan encomios para el alma de Pepita Jiménez , culpa es de mi padre y del señor vicario y no mía ; porque al principio , lejos de ser favorable a esta mujer , estaba yo prevenido contra ella con prevención injusta . En cuanto a la belleza y donaire corporal de Pepita , crea Vd . que lo he considerado todo con entera limpieza de pensamiento . Y aunque me sea costoso el decirlo , y aunque a Vd . le duela un poco , le confesaré que si alguna leve mancha ha venido a empañar el sereno y pulido espejo de mi alma en que Pepita se reflejaba , ha sido la ruda sospecha de usted , que casi me ha llevado por un instante a que yo mismo sospeche . Pero no : ¿ qué he pensado yo , qué he mirado , qué he celebrado en Pepita , por donde nadie pueda colegir que propendo a sentir por ella algo que no sea amistad y aquella inocente y limpia admiración que inspira una obra de arte , y más si la obra es del Artífice soberano y nada menos que su templo ? Por otra parte , querido tío , yo tengo que vivir en el mundo , tengo que tratar a las gentes , tengo que verlas , y no he de arrancarme los ojos . Usted me ha dicho mil veces que me quiere en la vida activa , predicando la ley divina , difundiéndola por el mundo , y no entregado a la vida contemplativa en la soledad y el aislamiento . Ahora bien ; si esto es así , como lo es , ¿ de qué suerte me había yo de gobernar para no reparar en Pepita Jiménez ? A no ponerme en ridículo , cerrando en su presencia los ojos , fuerza es que yo vea y note la hermosura de los suyos , lo blanco , sonrosado y limpio de su tez ; la igualdad y el nacarado esmalte de los dientes que descubre a menudo cuando sonríe , la fresca púrpura de sus labios , la serenidad y tersura de su frente , y otros mil atractivos que Dios ha puesto en ella . Claro está que para el que lleva en su alma el germen de los pensamientos livianos , la levadura del vicio , cada una de las impresiones que Pepita produce puede ser como el golpe del eslabón que hiere el pedernal y que hace brotar la chispa que todo lo incendia y devora ; pero , yendo prevenido contra este peligro , y reparándome y cubriéndome bien con el escudo de la prudencia cristiana , no encuentro que tenga yo nada que recelar . Además que , si bien es temerario buscar el peligro , es cobardía no saber arrostrarle y huir de él cuando se presenta . No lo dude Vd . : yo veo en Pepita Jiménez una hermosa criatura de Dios , y por Dios la amo , como a hermana . Si alguna predilección siento por ella es por las alabanzas que de ella oigo a mi padre , al señor vicario y a casi todos los de este lugar . Por amor a mi padre desearía yo que Pepita desistiese de sus ideas y planes de vida retirada y se casase con él ; pero prescindiendo de esto , y si yo viese que mi padre sólo tenía un capricho y no una verdadera pasión , me alegraría de que Pepita permaneciese firme en su casta viudez , y cuando yo estuviese muy lejos de aquí , allá en la India o en el Japón , o en algunas misiones más peligrosas , tendría un consuelo en escribirle algo sobre mis peregrinaciones y trabajos . Cuando , ya viejo , volviese yo por este lugar , también gozaría mucho en intimar con ella , que estaría ya vieja , y en tener con ella coloquios espirituales y pláticas por el estilo de las que tiene ahora el padre vicario . Hoy , sin embargo , como soy mozo , me acerco poco a Pepita ; apenas la hablo . Prefiero pasar por encogido , por tonto , por mal criado y arisco , a dar la menor ocasión , no ya a la realidad de sentir por ella lo que no debo , pero ni a la sospecha ni a la maledicencia . En cuanto a Pepita , ni remotamente convengo en lo que Vd . deja entrever como vago recelo . ¿ Qué plan ha de formar respecto a un hombre que va a ser clérigo dentro de dos o tres meses ? Ella , que ha desairado a tantos , ¿ por qué había de prendarse de mí ? Harto me conozco , y sé que no puedo , por fortuna , inspirar pasiones . Dicen que no soy feo , pero soy desmañado , torpe , corto de genio , poco ameno ; tengo trazas de lo que soy ; de un estudiante humilde . ¿ Qué valgo yo al lado de los gallardos mozos , aunque algo rústicos , que han pretendido a Pepita ; ágiles jinetes , discretos y regocijados en la conversación , cazadores como Nembrot , diestros en todos los ejercicios de cuerpo , cantadores finos y celebrados en todas las ferias de Andalucía , y bailarines apuestos , elegantes y primorosos ? Si Pepita ha desairado todo esto , ¿ cómo ha de fijarse ahora en mí y ha de concebir el diabólico deseo y más diabólico proyecto de turbar la paz de mi alma , de hacerme abandonar mi vocación , tal vez de perderme ? No , no es posible . Yo creo buena a Pepita , y a mí , lo digo sin mentida modestia , me creo insignificante . Ya se entiende que me creo insignificante para enamorarla , no para ser su amigo ; no para que ella me estime y llegue a tener un día cierta predilección por mí , cuando yo acierte a hacerme digno de esta predilección con una santa y laboriosa vida . Perdóneme Vd . si me defiendo con sobrado calor de ciertas reticencias de la carta de Vd . que suenan a acusaciones y a fatídicos pronósticos . Yo no me quejo de esas reticencias ; Vd . me da avisos prudentes , gran parte de los cuales acepto y pienso seguir . Si va Vd . más allá de lo justo en el recelar consiste sin duda en el interés que por mí se toma y que yo de todo corazón le agradezco . Extraño es que en tantos días , yo no haya tenido tiempo para escribir a Vd . ; pero tal es la verdad . Mi padre no me deja parar y las visitas me asedian . En las grandes ciudades es fácil no recibir , aislarse , crearse una soledad , una Tebaida en medio del bullicio : en un lugar de Andalucía , y sobre todo teniendo la honra de ser hijo del cacique , es menester vivir en público . No ya sólo hasta al cuarto donde escribo , sino hasta a mi alcoba penetran , sin que nadie se atreva a oponerse , el señor vicario , el escribano , mi primo Currito , hijo de doña Casilda , y otros mil que me despiertan si estoy dormido y me llevan donde quieren . El casino no es aquí mera diversión nocturna sino de todas las horas del día . Desde las once de la mañana está lleno de gente que charla , que lee por cima algún periódico para saber las noticias , y que juega al tresillo . Personas hay que se pasan diez o doce horas al día jugando a dicho juego . En fin , hay aquí una holganza tan encantadora que más no puede ser . Las diversiones son muchas , a fin de entretener dicha holganza . Además del tresillo se arma la timbirimba con frecuencia ; y se juega al monte . Las damas , el ajedrez y el dominó no se descuidan . Y por último , hay una pasión decidida por las riñas de gallos . Todo esto , con el visiteo , el ir al campo a inspeccionar las labores , el ajustar todas las noches las cuentas con el aperador , el visitar las bodegas y candioteras , y el clarificar , trasegar y perfeccionar los vinos , y el tratar con gitanos y chalanes para compra , venta o cambalache de los caballos , mulas y borricos , o con gente de Jerez que viene a comprar nuestro vino para trocarle en jerezano , ocupa aquí de diario a los hidalgos , señoritos o como quieran llamarse . En ocasiones extraordinarias , hay otras faenas y diversiones que dan a todo más animación , como en tiempo de la siega , de la vendimia y de la recolección de la aceituna ; o bien cuando hay feria y toros aquí o en otro pueblo cercano , o bien cuando hay romería al santuario de alguna milagrosa imagen de María Santísima , a donde , si acuden no pocos por curiosidad y para divertirse y feriar a sus amigas cupidos y escapularios , más son los que acuden por devoción y en cumplimiento de voto o promesa . Hay santuario de estos que está en la cumbre de una elevadísima sierra , y con todo , no faltan aún mujeres delicadas que suben allí con los pies descalzos , hiriéndoselos con abrojos , espinas y piedras , por el pendiente y mal trazado sendero . La vida de aquí tiene cierto encanto . Para quien no sueña con la gloria , para quien nada ambiciona , comprendo que sea muy descansada y dulce vida . Hasta la soledad puede lograrse aquí haciendo un esfuerzo . Como yo estoy aquí por una temporada , no puedo ni debo hacerlo ; pero , si yo estuviese de asiento , no hallaría dificultad , sin ofender a nadie , en encerrarme y retraerme durante muchas horas o durante todo el día , a fin de entregarme a mis estudios y meditaciones . Su nueva y más reciente carta de Vd . me ha afligido un poco . Veo que insiste Vd . en sus sospechas , y no sé qué contestar para justificarme sino lo que ya he contestado . Dice Vd . que la gran victoria en cierto género de batallas consiste en la fuga : que huir es vencer . ¿ Cómo he de negar yo lo que el Apóstol y tantos Santos Padres y Doctores han dicho ? Con todo , de sobra sabe Vd . que el huir no depende de mi voluntad . Mi padre no quiere que me vaya ; mi padre me retiene a pesar mío ; tengo que obedecerle . Necesito , pues , vencer por otros medios y no por el de la fuga . Para que Vd . se tranquilice , repetiré que la lucha apenas está empeñada ; que Vd . ve las cosas más adelantadas de lo que están . No hay el menor indicio de que Pepita Jiménez me quiera . Y aunque me quisiese , sería de otro modo que como querían las mujeres que Vd . cita para mi ejemplar escarmiento . Una señora , bien educada y honesta , en nuestros días , no es tan inflamable y desaforada como esas matronas de que están llenas las historias antiguas . El pasaje que aduce Vd . de San Juan Crisóstomo es digno del mayor respeto ; pero no es del todo apropiado a las circunstancias . La gran dama , que en Of , Tebas o Dióspolis Magna , se enamoró del hijo predilecto de Jacob , debió ser hermosísima ; sólo así se concibe que asegure el Santo ser mayor prodigio el que Josef no ardiera , que el que los tres mancebos , que hizo poner Nabucodonosor en el horno candente , no se redujesen a cenizas . Confieso con ingenuidad que lo que es en punto a hermosura , no atino a representarme que supere a Pepita Jiménez la mujer de aquel príncipe egipcio , mayordomo mayor o cosa por el estilo del palacio de los Faraones ; pero ni yo soy , como Josef , agraciado con tantos dones y excelencias , ni Pepita es una mujer sin religión y sin decoro . Y aunque fuera así , aun suponiendo todos estos horrores , no me explico la ponderación de San Juan Crisóstomo sino porque vivía en la capital corrompida , y semi-gentílica aún , del Bajo Imperio ; en aquella corte , cuyos vicios tan crudamente censuró , y donde la propia emperatriz Eudoxia daba ejemplo de corrupción y de escándalo . Pero hoy que la moral evangélica ha penetrado más profundamente en el seno de la sociedad cristiana , me parece exagerado creer más milagroso el casto desdén del hijo de Jacob que la incombustibilidad material de los tres mancebos de Babilonia . Otro punto toca Vd . en su carta que me anima y lisonjea en extremo . Condena Vd . como debe el sentimentalismo exagerado y la propensión a enternecerme y a llorar por motivos pueriles de que le dije padecía a veces ; pero esta afeminada pasión de ánimo , ya que existe en mí , importando desecharla , celebra Vd . que no se mezcle con la oración y la meditación y las contamine . Vd . reconoce y aplaude en mí la energía verdaderamente varonil , que debe haber en el afecto y en la mente que anhelan elevarse a Dios . La inteligencia que pugna por comprenderle ha de ser briosa ; la voluntad que se le somete por completo es porque triunfa antes de sí misma , riñendo bravas batallas con todos los apetitos y derrotando y poniendo en fuga todas las tentaciones ; el mismo afecto acendrado y ardiente , que , aun en criaturas simples y cuitadas , puede encumbrarse hasta Dios por un rapto de amor , logrando conocerle por iluminación sobrenatural , es hijo , a más de la gracia divina , de un carácter firme y entero . Esa languidez , ese quebranto de la voluntad , esa ternura enfermiza , nada tienen que hacer con la caridad , con la devoción y con el amor divino . Aquello es atributo de menos que mujeres : éstas son pasiones , si pasiones pueden llamarse , de más que hombres , de ángeles . Sí ; tiene Vd . razón de confiar en mí , y de esperar que no he de perderme porque una piedad relajada y muelle abra las puertas de mi corazón a los vicios transigiendo con ellos . Dios me salvará y yo combatiré por salvarme con su auxilio ; pero , si me pierdo , los enemigos del alma y los pecados mortales no han de entrar disfrazados ni por capitulación en la fortaleza de mi conciencia , sino con banderas desplegadas , llevándolo todo a sangre y fuego y después de acérrimo combate . En estos últimos días he tenido ocasión de ejercitar mi paciencia en grande y de mortificar mi amor propio del modo más cruel . Mi padre quiso pagar a Pepita el obsequio de la huerta y la convidó a visitar su quinta del Pozo de la Solana . La expedición fue el 22 de Abril . No se me olvidará esta fecha . El Pozo de la Solana dista más de dos leguas de este lugar y no hay hasta allí sino camino de herradura . Tuvimos todos que ir a caballo . Yo , como jamás he aprendido a montar , he acompañado a mi padre en todas las anteriores excursiones en una mulita de paso , muy mansa , y que , según la expresión de Dientes , el mulero , es más noble que el oro y más serena que un coche . En el viaje al Pozo de la Solana fui en la misma cabalgadura . Mi padre , el escribano , el boticario y mi primo Currito , iban en buenos caballos . Mi tía doña Casilda , que pesa más de diez arrobas , en una enorme y poderosa burra con sus jamugas . El señor vicario en una mula mansa y serena como la mía . En cuanto a Pepita Jiménez , que imaginaba yo que vendría también en burra con jamugas , pues ignoraba que montase , me sorprendió , apareciendo en un caballo tordo muy vivo y fogoso , vestida de amazona y manejando el caballo con destreza y primor notables . Me alegré de ver a Pepita tan gallarda a caballo ; pero desde luego presentí y empezó a mortificarme el desairado papel que me tocaba hacer al lado de la robusta tía doña Casilda y del padre vicario , yendo nosotros a retaguardia , pacíficos y serenos como en coche , mientras que la lucida cabalgata caracolearía , correría , trotaría y haría mil evoluciones y escarceos . Al punto se me antojó que Pepita me miraba compasiva , al ver la facha lastimosa que sobre la mula debía yo de tener . Mi primo Currito me miró con sonrisa burlona , y empezó enseguida a embromarme y atormentarme . Aplauda Vd . mi resignación y mi valerosa paciencia . A todo me sometí de buen talante , y pronto , hasta las bromas de Currito acabaron , al notar cuán invulnerable yo era . Pero ¡ cuánto sufrí por dentro ! Ellos corrieron , galoparon , se nos adelantaron a la ida y a la vuelta . El vicario y yo permanecimos siempre serenos , como las mulas , sin salir del paso y llevando a doña Casilda en medio . Ni siquiera tuve el consuelo de hablar con el padre vicario , cuya conversación me es tan grata , ni de encerrarme dentro de mí mismo y fantasear y soñar , ni de admirar a mis solas la belleza del terreno que recorríamos . Doña Casilda es de una locuacidad abominable , y tuvimos que oírla . Nos dijo cuanto hay que saber de chismes del pueblo , y nos habló de todas sus habilidades , y nos explicó el modo de hacer salchichas , morcillas de sesos , hojaldres y otros mil guisos y regalos . Nadie la vence en negocios de cocina y de matanza de cerdos , según ella , sino Antoñona , la nodriza de Pepita Jiménez , y hoy su ama de llaves y directora de su casa . Yo conozco ya a la tal Antoñona , pues va y viene a casa con recados , y en efecto es muy lista : tan parlanchina como la tía Casilda , pero cien mil veces más discreta . El camino hasta el Pozo de la Solana es delicioso ; pero yo iba tan contrariado , que no acerté a gozar de él . Cuando llegamos a la casería y nos apeamos , se me quitó de encima un gran peso , como si fuese yo quien hubiese llevado a la mula , y no la mula a mí . Ya a pie , recorrimos la posesión , que es magnífica , variada y extensa . Hay allí más de ciento veinte fanegas de viña vieja y majuelo , todo bajo una linde : otro tanto o más de olivar , y por último un bosque de encinas de las más corpulentas que aún quedan en pie en toda Andalucía . El agua del Pozo de la Solana forma un arroyo claro y abundante , donde vienen a beber todos los pajarillos de las cercanías , y donde se cazan a centenares por medio de espartos con liga , o con red , en cuyo centro se colocan el cimbel y el reclamo . Allí recordé mis diversiones de la niñez , y cuantas veces había ido yo a cazar pajarillos de la manera expresada . Siguiendo el curso del arroyo , y sobre todo en las hondonadas , hay muchos álamos y otros árboles altos , que con las matas y yerbas , crean un intrincado laberinto y una sombría espesura . Mil plantas silvestres y olorosas crecen allí de un modo espontáneo , y por cierto que es difícil imaginar nada más esquivo , agreste y verdaderamente solitario , apacible y silencioso que aquellos lugares . Se concibe allí en el fervor del medio día , cuando el sol vierte a torrentes la luz desde un cielo sin nubes , en las calurosas y reposadas siestas , el mismo terror misterioso de las horas nocturnas . Se concibe allí la vida de los antiguos patriarcas y de los primitivos héroes y pastores , y las apariciones y visiones que tenían , las ninfas , de deidades y de ángeles , en medio de la claridad meridiana . Andando por aquella espesura , hubo un momento en el cual , no acierto a decir cómo , Pepita y yo nos encontramos solos : yo al lado de ella . Los demás se habían quedado atrás . Entonces sentí por todo mi cuerpo un estremecimiento . Era la primera vez que me veía a solas con aquella mujer , y en sitio tan apartado , y cuando yo pensaba en las apariciones meridianas , ya siniestras , ya dulces , y siempre sobrenaturales , de los hombres de las edades remotas . Pepita había dejado en la casería la larga falda de montar , y caminaba con un vestido corto que no estorbaba la graciosa ligereza de sus movimientos . Sobre la cabeza llevaba un sombrerillo andaluz , colocado con gracia . En la mano el látigo , que se me antojó como varita de virtudes , con que pudiera hechizarme aquella maga . No temo repetir aquí los elogios de su belleza . En aquellos sitios agrestes se me apareció más hermosa . La cautela , que recomiendan los ascetas , de pensar en ella afeada por los años y por las enfermedades ; de figurármela muerta , llena de hedor y podredumbre y cubierta de gusanos , vino , a pesar mío , a mi imaginación ; y digo a pesar mío , porque no entiendo que tan terrible cautela fuese indispensable . Ninguna idea mala en lo material , ninguna sugestión del espíritu maligno turbó entonces mi razón , ni logró inficionar mi voluntad y mis sentidos . Lo que sí se me ocurrió fue un argumento para invalidar , al menos en mí , la virtud de esa cautela . La hermosura , obra de un arte soberano y divino , puede ser caduca , efímera , desaparecer en el instante ; pero su idea es eterna , y en la mente del hombre vive vida inmortal , una vez percibida . La belleza de esta mujer , tal como hoy se me manifiesta , desaparecerá dentro de breves años : ese cuerpo elegante , esas formas esbeltas , esa noble cabeza , tan gentilmente erguida sobre los hombros , todo será pasto de gusanos inmundos ; pero si la materia ha de transformarse , la forma , el pensamiento artístico , la hermosura misma , ¿ quién la destruirá ? ¿ No está en la mente divina ? Percibida y conocida por mí , ¿ no vivirá en mi alma , vencedora de la vejez y aun de la muerte ? Así meditaba yo , cuando Pepita y yo nos acercamos . Así serenaba yo mi espíritu y mitigaba los recelos que Vd . ha sabido infundirme . Yo deseaba y no deseaba a la vez que llegasen los otros . Me complacía y me afligía al mismo tiempo de estar solo con aquella mujer . La voz argentina de Pepita rompió el silencio , y , sacándome de mis meditaciones , dijo : - ¡ Qué callado y qué triste está Vd . , señor D . Luis ! Me apesadumbra el pensar que tal vez por culpa mía , en parte al menos , da a Vd . hoy un mal rato su padre trayéndole a estas soledades , y sacándole de otras más apartadas , donde no tendrá Vd . nada que le distraiga de sus oraciones y piadosas lecturas . Yo no sé lo que contesté a esto . Hube de contestar alguna sandez , porque estaba turbado ; y ni quería hacer un cumplimiento a Pepita , diciendo galanterías profanas , ni quería tampoco contestar de un modo grosero . Ella prosiguió : - Vd . me ha de perdonar si soy maliciosa , pero se me figura que , además del disgusto de verse Vd . separado hoy de sus ocupaciones favoritas , hay algo más que contribuye poderosamente a su mal humor . - ¿ Qué es ese algo más ? - dije yo - , pues Vd . lo descubre todo o cree descubrirlo . - Ese algo más - replicó Pepita - no es sentimiento propio de quien va a ser sacerdote tan pronto , pero sí lo es de un joven de veintidós años . Al oír esto , sentí que la sangre me subía al rostro y que el rostro me ardía . Imaginé mil extravagancias , me creí presa de una obsesión . Me juzgué provocado por Pepita que iba a darme a entender que conocía que yo gustaba de ella . Entonces , mi timidez se trocó en atrevida soberbia , y la miré de hito en hito . Algo de ridículo hubo de haber en mi mirada , pero , o Pepita no lo advirtió o lo disimuló con benévola prudencia , exclamando del modo más sencillo : - No se ofenda Vd . porque yo le descubra alguna falta . Esta que he notado me parece leve . Vd . está lastimado de las bromas de Currito , y de hacer ( hablando profanamente ) un papel poco airoso , montado en una mula mansa como el señor vicario , con sus ochenta años , y no en un brioso caballo , como debiera un joven de su edad y circunstancias . La culpa es del señor deán , que no ha pensado en que Vd . aprenda a montar . La equitación no se opone a la vida que Vd . piensa seguir , y yo creo que su padre de Vd . , ya que está Vd . aquí , debiera en pocos días enseñarle . Si Vd . va a Persia , o a China , allí no hay ferro-carriles aún , y hará Vd . una triste figura cabalgando mal . Tal vez se desacredite el misionero entre aquellos bárbaros , merced a esta torpeza , y luego sea más difícil de lograr el fruto de las predicaciones . Estos y otros razonamientos más adujo Pepita para que yo aprendiese a montar a caballo , y quedé tan convencido de lo útil que es la equitación para un misionero , que le prometí aprender enseguida , tomando a mi padre por maestro . - En la primera nueva expedición que hagamos - le dije - , he de ir en el caballo más fogoso de mi padre , y no en la mulita de paso en que voy ahora . - Mucho me alegraré - replicó Pepita con una sonrisa de indecible suavidad . En esto llegaron todos al sitio en que estábamos , y yo me alegré en mis adentros , no por otra cosa , sino por temor de no acertar a sostener la conversación , y de salir con doscientas mil simplicidades por mi poca o ninguna práctica de hablar con mujeres . Después del paseo , sobre la fresca yerba y en el más lindo sitio junto al arroyo , nos sirvieron los criados de mi padre una rústica y abundante merienda . La conversación fue muy animada , y Pepita mostró mucho ingenio y discreción . Mi primo Currito volvió a embromarme sobre mi manera de cabalgar y sobre la mansedumbre de mi mula : me llamó teólogo , y me dijo que sobre aquella mula parecía que iba yo repartiendo bendiciones . Esta vez , ya con el firme propósito de hacerme jinete , contesté a las bromas con desenfado picante . Me callé , con todo , el compromiso contraído de aprender la equitación . Pepita , aunque en nada habíamos convenido , pensó sin duda como yo que importaba el sigilo para sorprender luego cabalgando bien , y nada dijo de nuestra conversación . De aquí provino , natural y sencillamente , que existiera un secreto entre ambos ; lo cual produjo en mi ánimo extraño efecto . Nada más ocurrió aquel día que merezca contarse . Por la tarde volvimos al lugar , como habíamos venido . Yo , sin embargo , en mi mula mansa y al lado de la tía Casilda , no me aburrí ni entristecí a la vuelta como a la ida . Durante todo el viaje oí a la tía sin cansancio referir sus historias , y por momentos me distraje en vagas imaginaciones . Nada de lo que en mi alma pasa debe ser un misterio para Vd . Declaro que la figura de Pepita era como el centro , o mejor dicho , como el núcleo y el foco de estas imaginaciones vagas . Su meridiana aparición , en lo más intrincado , umbrío y silencioso de la verde enramada , me trajo a la memoria todas las apariciones , buenas o malas , de seres portentosos y de condición superior a la nuestra , que había yo leído en los autores sagrados y los clásicos profanos . Pepita , pues , se me mostraba en los ojos y en el teatro interior de mi fantasía , no como iba a caballo delante de nosotros , sino de un modo ideal y etéreo , en el retiro nemoroso , como a Eneas su madre , como a Calímaco Palas , como al pastor bohemio Kroco la sílfide que luego concibió a Libusa , como Diana al hijo de Aristeo , como al Patriarca los ángeles en el valle de Mambré , como a San Antonio el hipocentauro en la soledad del yermo . Encuentro tan natural como el de Pepita se trastrocaba en mi mente en algo de prodigio . Por un momento , al notar la consistencia de esta imaginación , me creí obseso ; me figuré , como era evidente , que en los pocos minutos que había estado a solas con Pepita junto al arroyo de la Solana , nada había ocurrido que no fuese natural y vulgar ; pero que después , conforme iba yo caminando tranquilo en mi mula , algún demonio se agitaba invisible en torno mío , sugiriéndome mil disparates . Aquella noche dije a mi padre mi deseo de aprender a montar . No quise ocultarle que Pepita me había excitado a ello . Mi padre tuvo una alegría extraordinaria . Me abrazó , me besó , me dijo que ya no era Vd . solo mi maestro , que él también iba a tener el gusto de enseñarme algo . Me aseguró , por último , que en dos o tres semanas haría de mí el mejor caballista de toda Andalucía ; capaz de ir a Gibraltar por contrabando y de volver de allí , burlando al resguardo , con una coracha de tabaco y con un buen alijo de algodones : apto , en suma , para pasmar a todos los jinetes que se lucen en las ferias de Sevilla y de Mairena , y para oprimir los lomos de Babieca , de Bucéfalo , y aun de los propios caballos del Sol , si por acaso bajaban a la tierra y podía yo asirlos de la brida . Ignoro qué pensará Vd . de este arte de la equitación que estoy aprendiendo ; pero presumo que no lo tendrá por malo . ¡ Si viera Vd . qué gozoso está mi padre y cómo se deleita enseñándome ! Desde el día siguiente al de la expedición que he referido , doy dos lecciones diarias . Día hay , durante el cual , la lección es perpetua , porque nos le pasamos a caballo . La primera semana fueron las lecciones en el corralón de casa , que está desempedrado y sirvió de picadero . Ya salimos al campo , pero procurando que nadie nos vea . Mi padre no quiere que me muestre en público hasta que pasme por lo bien plantado , según él dice . Si su vanidad de padre no le engaña , esto será muy pronto porque tengo una disposición maravillosa para ser buen jinete . - ¡ Bien se ve que eres mi hijo ! - exclama mi padre con júbilo al contemplar mis adelantos . Es tan bueno mi padre , que espero que Vd . le perdonará su lenguaje profano y sus chistes irreverentes . Yo me aflijo en lo interior de mi alma , pero lo sufro todo . Con las continuadas y largas lecciones estoy que da lástima de agujetas . Mi padre me recomienda que escriba a Vd . que me abro las carnes a disciplinazos . Como dentro de poco sostiene que me dará por enseñado , y no desea jubilarse de maestro , me propone otros estudios extravagantes y harto impropios de un futuro sacerdote . Unas veces quiere enseñarme a derribar , para llevarme luego a Sevilla , donde dejaré bizcos a los ternes y gente del bronce , con la garrocha en la mano , en los llanos de Tablada . Otras veces se acuerda de sus mocedades y de cuando fue guardia de corps , y dice que va a buscar sus floretes , guantes y caretas y a enseñarme la esgrima . Y por último , presumiendo también mi padre de manejar como nadie una navaja , ha llegado a ofrecerme que me comunicará esta habilidad . Ya se hará Vd . cargo de lo que yo contesto a tamañas locuras . Mi padre replica que en los buenos tiempos antiguos , no ya los clérigos , sino hasta los obispos andaban a caballo acuchillando infieles . Yo observo que eso podía suceder en las edades bárbaras , pero que ahora no deben los ministros del Altísimo saber esgrimir más armas que las de la persuasión . - Y cuando la persuasión no basta - añade mi padre - , ¿ no viene bien corroborar un poco los argumentos a linternazos ? - El misionero completo , según entiende mi padre , debe en ocasiones apelar a estos medios heroicos ; y como mi padre ha leído muchos romances e histonas , cita ejemplos en apoyo de su opinión . Cita en primer lugar a Santiago , quien sin dejar de ser apóstol más acuchilla a los moros , que les predica y persuade en su caballo blanco ; cita a un señor de la Vera , que fue con una embajada de los Reyes Católicos para Boabdil , y que en el patio de los Leones se enredó con los moros en disputas teológicas , y , apurado ya de razones , sacó la espada y arremetió contra ellos para acabar de convertirlos ; y cita , por último , al hidalgo vizcaíno D . Íñigo de Loyola , el cual , en una controversia que tuvo con un moro sobre la pureza de María Santísima , harto ya de las impías y horrorosas blasfemias con que el moro le contradecía , se fue sobre él , espada en mano , y si el moro no se salva por pies , le infunde el convencimiento en el alma por estilo tremendo . Sobre el lance de San Ignacio , contesto yo a mi padre , que fue antes de que el santo se hiciera sacerdote , y sobre los otros ejemplos digo que no hay paridad . En suma , yo me defiendo como puedo de las bromas de mi padre y me limito a ser buen jinete , sin estudiar esas otras artes , tan impropias de los clérigos , aunque mi padre asegura que no pocos clérigos españoles las saben y las ejercen a menudo en España , aun en el día de hoy , a fin de que la fe triunfe y se conserve o restaure la unidad católica . Me pesa en el alma de que mi padre sea así ; de que hable con irreverencia y burla de las cosas más serias ; pero no incumbe a un hijo respetuoso el ir más allá de lo que voy en reprimir sus desahogos un tanto volterianos . Los llamo un tanto volterianos , porque no acierto a calificarlos bien . En el fondo , mi padre es buen católico y esto me consuela . Ayer fue día de la Cruz y estuvo el lugar muy animado . En cada calle hubo seis o siete cruces de Mayo llenas de flores , si bien ninguna tan bella como la que puso Pepita en la puerta de su casa . Era un mar de flores el que engalanaba la cruz . Por la noche tuvimos fiesta en casa de Pepita . La cruz , que había estado en la calle , se colocó en una gran sala baja , donde hay piano , y nos dio Pepita un espectáculo sencillo y poético que yo había visto cuando niño , aunque no lo recordaba . De la cabeza de la cruz pendían siete listones o cintas anchas , dos blancas , dos verdes y tres encarnadas , que son los colores simbólicos de las virtudes teologales . Ocho niños de cinco o seis años , representando los Siete Sacramentos , asidos de las siete cintas que pendían de la cruz , bailaron a modo de una contradanza muy bien ensayada . El bautismo era un niño vestido de catecúmeno con su túnica blanca ; el orden otro niño de sacerdote ; la confirmación , un obispito ; la extremaunción , un peregrino con bordón y esclavina llena de conchas ; el matrimonio , un novio y una novia , y un Nazareno con cruz y corona de espinas , la penitencia . El baile , más que baile , fue una serie de reverencias , pasos , evoluciones , y genuflexiones al compás de una música no mala , de algo como marcha , que el organista tocó en el piano con bastante destreza . Los niños , hijos de criados y familiares de la casa de Pepita , después de hacer su papel , se fueron a dormir muy regalados y agasajados . La tertulia continuó hasta las doce , y hubo refresco ; esto es , tacillas de almíbar , y , por último , chocolate con torta de bizcocho y agua con azucarillos . El retiro y la soledad de Pepita van olvidándose desde que volvió la primavera , de lo cual mi padre está muy contento . De aquí en adelante , Pepita recibirá todas las noches , y mi padre quiere que yo sea de la tertulia Pepita ha dejado el luto , y está ahora más galana y vistosa , con trajes ligeros y casi de verano , aunque siempre muy modestos . Tengo la esperanza de que lo más que mi padre me retendrá ya por aquí será todo este mes . En Junio nos iremos juntos a esa ciudad ; y ya Vd . verá cómo libre de Pepita , que no piensa en mí , ni se acordará de mí para malo ni para bueno , tendré el gusto de abrazar a Vd . y de lograr la dicha de ser sacerdote . Todas las noches , de nueve a doce , tenemos , como ya indiqué a Vd . , tertulia en casa de Pepita . Van cuatro o cinco señoras y otras tantas señoritas del lugar , contando con la tía Casilda , y van también seis o siete caballeritos , que suelen jugar a juegos de prendas con las niñas . Como es natural , hay tres o cuatro noviazgos . La gente formal de la tertulia es la de siempre . Se compone , como si dijéramos , de los altos funcionarios : de mi padre , que es el cacique , del boticario , del médico , del escribano y del señor vicario . Pepita juega al tresillo con mi padre , con el señor vicario y con algún otro . Yo no sé de qué lado ponerme . Si me voy con la gente joven estorbo con mi gravedad en sus juegos y enamoramientos . Si me voy con el estado mayor , tengo que hacer el papel de mirón en una cosa que no entiendo . Yo no sé más juegos de naipes que el burro ciego , el burro con vista , y un poco de tute o brisca cruzada . Lo mejor sería que yo no fuese a la tertulia : pero mi padre se empeña en que vaya . Con no ir , según él , me pondría en ridículo . Muchos extremos de admiración hace mi padre al notar mi ignorancia de ciertas cosas . Esto de que yo no sepa jugar al tresillo , siquiera al tresillo , le tiene maravillado . - Tu tío te ha criado - me dice - debajo de un fanal , haciéndote tragar teología y más teología , y dejándote a obscuras de lo demás que hay que saber . Por lo mismo que vas a ser clérigo y que no podrás bailar ni enamorar en las reuniones , necesitas jugar al tresillo . Si no , ¿ qué vas a hacer , desdichado ? A estos y otros discursos por el estilo he tenido que rendirme , y mi padre me está enseñando en casa a jugar al tresillo , para que , no bien lo sepa , lo juegue en la tertulia de Pepita . También , como ya le dije a Vd . , ha querido enseñarme la esgrima , y después a fumar y a tirar la pistola y a la barra ; pero en nada de esto he consentido yo . - ¡ Qué diferencia - exclama mi padre - , entre tu mocedad y la mía ! Y luego añade riéndose : - En sustancia , todo es lo mismo . Yo también tenía mis horas canónicas en el cuartel de guardias de Corps : el cigarro era el incensario , la baraja el libro de coro , y nunca me faltaban otras devociones y ejercicios más o menos espirituales . Aunque Vd . me tenía prevenido acerca de estas genialidades de mi padre , y de que por ellas había estado yo con Vd . doce años , desde los diez a los veintidós , todavía me aturden y desazonan los dichos de mi padre , sobrado libres a veces . Pero ¿ qué le hemos de hacer ? Aunque no puedo censurárselos , tampoco se los aplaudo ni se los río . Lo singular y plausible es que mi padre es otro hombre cuando está en casa de Pepita . Ni por casualidad se le escapa una sola frase , un solo chiste de estos que prodiga tanto en otros lugares . En casa de Pepita es mi padre el propio comedimiento . Cada día parece además más prendado de ella y con mayores esperanzas del triunfo . Sigue mi padre contentísimo de mí como discípulo de equitación . Dentro de cuatro o cinco días asegura que podré ya montar en Lucero , caballo negro , hijo de un caballo árabe y de una yegua de la casta de Guadalcázar , saltador , corredor , lleno de fuego y adiestrado en todo linaje de corvetas . - Quien eche a Lucero los calzones encima - dice mi padre - , ya puede apostarse a montar con los propios centauros ; y tú le echarás calzones encima dentro de poco . Aunque me paso todo el día en el campo a caballo , en el casino y en la tertulia , robo algunas horas al sueño , ya voluntariamente , ya porque me desvelo , y medito en mi posición y hago examen de conciencia . La imagen de Pepita está siempre presente en mi alma . ¿ Será esto amor ? , me pregunto . Mi compromiso moral , mi promesa de consagrarme a los altares , aunque no confirmada , es para mí valedera y perfecta . Si algo que se oponga al cumplimiento de esa promesa ha penetrado en mi alma , es necesario combatirlo . Desde luego noto , y no me acuse Vd . de soberbia porque le digo lo que noto , que el imperio de mi voluntad , que Vd . me ha enseñado a ejercer , es omnímodo sobre todos mis sentidos . Mientras Moisés en la cumbre del Sinaí conversaba con Dios , la baja plebe en la llanura adoraba rebelde el becerro . A pesar de mis pocos años , no teme mi espíritu rebeldías semejantes . Bien pudiera conversar con Dios con plena seguridad , si el enemigo no viniese a pelear contra mí en el mismo santuario . La imagen de Pepita se me presenta en el alma . Es un espíritu quien hace guerra a mi espíritu ; es la idea de su hermosura en toda su inmaterial pureza la que se me ofrece en el camino que guía al abismo profundo del alma donde Dios asiste , y me impide llegar a él . No me obceco , con todo . Veo claro , distingo , no me alucino . Por cima de esta inclinación espiritual que me arrastra hacia Pepita está el amor de lo infinito y de lo eterno . Aunque yo me represente a Pepita como una idea , como una poesía , no deja de ser la idea , la poesía de algo finito , limitado , concreto , mientras que el amor de Dios y el concepto de Dios todo lo abarcan . Pero por más esfuerzos que hago , no acierto a revestir de una forma imaginaria ese concepto supremo , objeto de un afecto superiorísimo , para que luche con la imagen , con el recuerdo de la beldad caduca y efímera que de continuo me atosiga . Fervorosamente pido al cielo que se despierte en mí la fuerza imaginativa y cree una semejanza , un símbolo de ese concepto que todo lo comprende , a fin de que absorba y ahogue la imagen , el recuerdo de esta mujer . Es vago , es oscuro , es indescriptible , es como tiniebla profunda el más alto concepto , blanco de mi amor ; mientras que ella se me representa con determinados contornos , clara , evidente , luminosa con la luz velada que resisten los ojos del espíritu , no luminosa con la otra luz intensísima que para los ojos del espíritu es como tinieblas . Toda otra consideración , toda otra forma , no destruye la imagen de esta mujer . Entre el Crucifijo y yo se interpone ; entre la imagen devotísima de la Virgen y yo se interpone ; sobre la página del libro espiritual que leo viene también a interponerse . No creo , sin embargo , que estoy haciendo de lo que llaman amor en el siglo . Y aunque lo estuviera , yo lucharía y vencería . La vista diaria de esa mujer y el oír cantar sus alabanzas de continuo , hasta al padre vicario , me tienen preocupado ; divierten mi espíritu hacia lo profano y le alejan de su debido recogimiento ; pero no , yo no amo a Pepita todavía . Me iré y la olvidaré . Mientras aquí permanezca , combatiré con valor . Combatiré con Dios para vencerle por el amor y el rendimiento . Mis clamores llegarán a él como inflamadas saetas y derribarán el escudo con que se defiende y oculta a los ojos de mi alma . Yo pelearé como Israel en el silencio de la noche , y Dios me llagará en el muslo y me quebrantará en ese combate , para que yo sea vencedor siendo vencido . Antes de lo que yo pensaba , querido tío , me decidió mi padre a que montase en Lucero . Ayer , a las seis de la mañana , cabalgué en esta hermosa fiera , como le llama mi padre , y me fui con mi padre al campo . Mi padre iba caballero en una jaca alazana . Lo hice tan bien , fui tan seguro y apuesto en aquel soberbio animal , que mi padre no pudo resistir a la tentación de lucir a su discípulo , y después de reposarnos en un cortijo que tiene a media legua de aquí , y a eso de las once , me hizo volver al lugar y entrar por lo más concurrido y céntrico , metiendo mucha bulla y desempedrando las calles . No hay que afirmar que pasamos por la de Pepita , quien de algún tiempo a esta parte se va haciendo algo ventanera y estaba a la reja , en una ventana baja , detrás de la verde celosía . No bien sintió Pepita el ruido y alzó los ojos y nos vio , se levantó , dejó la costura que traía entre manos y se puso a miramos . Lucero , que , según he sabido después , tiene ya la costumbre de hacer piernas cuando pasa por delante de la casa de Pepita , empezó a retozar y a levantarse un poco de manos . Yo quise calmarle , pero como extrañase las mías , y también extrañase al jinete , despreciándole tal vez , se alborotó más y más y empezó a dar resoplidos , a hacer corvetas y aun a dar algunos botes ; pero yo me tuve firme y sereno , mostrándole que era su amo , castigándole con la espuela , tocándole con el látigo en el pecho y reteniéndole por la brida . Lucero , que casi se había puesto de pie sobre los cuartos traseros , se humilló entonces hasta doblar mansamente las rodillas haciendo una reverencia . La turba de curiosos , que se había agrupado alrededor , rompió en estrepitosos aplausos . Mi padre dijo : - ¡ Bien por los mozos crudos y de arrestos ! Y notando después que Currito , que no tiene otro oficio que el de paseante , se hallaba entre el concurso , se dirigió a él con estas palabras : - Mira , arrastrado ; mira al teólogo ahora , y , en vez de burlarte , quédate patitieso de asombro . En efecto , Currito estaba con la boca abierta , inmóvil , verdaderamente asombrado . Mi triunfo fue grande y solemne , aunque impropio de mi carácter . La inconveniencia de este triunfo me infundió vergüenza . El rubor coloró mis mejillas . Debí ponerme encendido como la grana , y más aún cuando advertí que Pepita me aplaudía y me saludaba cariñosa , sonriendo y agitando sus lindas manos . En fin , he ganado la patente de hombre recio y de jinete de primera calidad . Mi padre no puede estar más satisfecho y orondo ; asegura que está completando mi educación ; que usted le ha enviado en mí un libro muy sabio , pero en borrador y desencuadernado , y que él está poniéndome en limpio y encuadernándome . El tresillo , si es parte de la encuadernación y de la limpieza , también está ya aprendido . Dos noches he jugado con Pepita . La noche que siguió a mi hazaña ecuestre , Pepita me recibió entusiasmada , e hizo lo que nunca había querido ni se había atrevido a hacer conmigo : me alargó la mano . No crea Vd . que no recordé lo que recomiendan tantos y tantos moralistas y ascetas ; pero , allá en mi mente , pensé que exageraban el peligro . Aquello del Espíritu Santo de que el que echa mano a una mujer se expone como si cogiera un escorpión , me pareció dicho en otro sentido . Sin duda que en los libros devotos , con la más sana intención , se interpretan harto duramente ciertas frases y sentencias de la Escritura . ¿ Cómo entender , si no , que la hermosura de la mujer , obra tan perfecta de Dios , es causa de perdición siempre ? ¿ Cómo entender tampoco , en sentido general y constante , que la mujer es más amarga que la muerte ? ¿ Cómo entender que el que toca a una mujer , en toda ocasión y con cualquier pensamiento que sea , no saldrá sin mancha ? En fin , yo respondí rápidamente dentro de mi alma a estos y otros avisos , y tomé la mano que Pepita cariñosamente me alargaba y la estreché en la mía . La suavidad de aquella mano me hizo comprender mejor su delicadeza y primor , que hasta entonces no conocía sino por los ojos . Según los usos del siglo , dada ya la mano una vez , la debe uno dar siempre , cuando llega y cuando se despide . Espero que en esta ceremonia , en esta prueba de amistad , en esta manifestación de afecto , si se procede con pureza y sin el menor átomo de livianidad , no verá Vd . nada malo ni peligroso . Como mi padre tiene que estar muchas noches con el aperador y con otra gente de campo , y hasta las diez y media o las once suele no verse libre yo le sustituyo en la mesa del tresillo al lado de Pepita . El señor vicario y el escribano son casi siempre los otros tercios . Jugamos a décimo de real , de modo que un duro o dos es lo más que se atraviesa en la partida . Mediando , como media , tan poco interés en el juego , lo interrumpimos continuamente con agradables conversaciones y hasta con discusiones sobre puntos extraños al mismo juego , en todo lo cual demuestra siempre Pepita una lucidez de entendimiento , una viveza de imaginación y una tan extraordinaria gracia en el decir , que no pueden menos de maravillarme . No hallo motivo suficiente para variar de opinión respecto a lo que ya he dicho a Vd . contestando a sus recelos de que Pepita puede sentir cierta inclinación hacia mí . Me trata con el afecto natural que debe tener al hijo de su pretendiente D . Pedro de Vargas , y con la timidez y encogimiento que inspira un hombre en mis circunstancias ; que no es sacerdote aún , pero que pronto va a serlo . Quiero y debo , no obstante , decir a Vd . , ya que le escribo siempre como si estuviese de rodillas delante de Vd . a los pies del confesionario , una rápida impresión que he sentido dos o tres veces ; algo que tal vez sea una alucinación o un delirio , pero que he notado . Ya he dicho a Vd . en otras cartas que los ojos de Pepita , verdes como los de Circe , tienen un mirar tranquilo y honestísimo . Se diría que ella ignora el poder de sus ojos y no sabe que sirven más que para ver . Cuando fija en alguien la vista , es tan clara , franca y pura la dulce luz de su mirada , que , en vez de hacer nacer ninguna mala idea , parece que crea pensamientos limpios ; que deja en reposo grato a las almas inocentes y castas , y mata y destruye todo incentivo en las almas que no lo son . Nada de pasión ardiente , nada de fuego hay en los ojos de Pepita . Como la tibia luz de la luna es el rayo de su mirada . Pues bien , a pesar de esto , yo he creído notar dos o tres veces un resplandor instantáneo , un relámpago , una llama fugaz devoradora en aquellos ojos que se posaban en mí . ¿ Será vanidad ridícula sugerida por el mismo demonio ? Me parece que sí : quiero creer y creo que sí . Lo rápido , lo fugitivo de la impresión , me induce a conjeturar que no ha tenido nunca realidad extrínseca ; que ha sido ensueño mío . La calma del cielo , el frío de la indiferencia amorosa , si bien templado por la dulzura de la amistad y de la caridad , es lo que descubro siempre en los ojos de Pepita . Me atormenta , no obstante , este ensueño , esta alucinación de la mirada extraña y ardiente . Mi padre dice que no son los hombres sino las mujeres las que toman la iniciativa , y que la toman sin responsabilidad , y pudiendo negar y volverse atrás cuando quieren . Según mi padre , la mujer es quien se declara por medio de miradas fugaces , que ella misma niega más tarde a su propia conciencia si es menester , y de las cuales , más que leer , logra el hombre a quien van dirigidas adivinar el significado . De esta suerte , casi por medio de una conmoción eléctrica , casi por medio de una sutilísima e inexplicable intuición se percata el que es amado de que es amado , y luego , cuando se resuelve a hablar , va ya sobre seguro y con plena confianza de la correspondencia . ¿ Quién sabe si estas teorías de mi padre , oídas por mí , porque no puedo menos de oírlas , son las que me han calentado la cabeza y me han hecho imaginar lo que no hay ? De todos modos , me digo a veces , ¿ sería tan absurdo , tan imposible que lo hubiera ? Y si lo hubiera , si yo agradase a Pepita de otro modo que como amigo , si la mujer a quien mi padre pretende se prendase de mí , ¿ no sería espantosa mi situación ? Desechemos estos temores fraguados sin duda por la vanidad . No hagamos de Pepita una Fedra y de mí un Hipólito . Lo que sí empieza a sorprenderme es el descuido y plena seguridad de mi padre . Perdone usted , pídale a Dios que perdone mi orgullo ; de vez en cuando me pica y enoja la tal seguridad . Pues qué , me digo , ¿ soy tan adefesio para que mi padre no tema que , a pesar de mi supuesta santidad , o por mi misma supuesta santidad , no pueda yo enamorar , sin querer , a Pepita ? Hay un curioso raciocinio , que yo me hago , y por donde me explico , sin lastimar mi amor propio , el descuido paterno en este asunto importante . Mi padre , aunque sin fundamento , se va considerando ya como marido de Pepita , y empieza a participar de aquella ceguedad funesta que Asmodeo u otro demonio más torpe infunde a los maridos . Las historias profanas y eclesiásticas están llenas de esta ceguedad , que Dios permite , sin duda para fines providenciales . El ejemplo más egregio quizás es el del emperador Marco Aurelio , que tuvo mujer tan liviana y viciosa como Faustina , y , siendo varón tan sabio y tan agudo filósofo , nunca advirtió lo que de todas las gentes que formaban el imperio romano era sabido ; por donde , en las meditaciones o memorias que sobre sí mismo compuso , da infinitas gracias a los dioses inmortales porque le habían concedido mujer tan fiel y tan buena , y provoca la risa de sus contemporáneos y de las futuras generaciones . Desde entonces , no se ve otra cosa todos los días , sino magnates y hombres principales que hacen sus secretarios y dan todo su valimiento a los que le tienen con su mujer . De esta suerte me explico que mi padre se descuide , y no recele que , hasta a pesar mío , pudiera tener un rival en mí . Sería una falta de respeto , pecaría yo de presumido e insolente , si advirtiese a mi padre del peligro que no ve . No hay medio de que yo le diga nada . Además , ¿ qué había yo de decirle ? ¿ Que se me figura que una o dos veces Pepita me ha mirado de otra manera que como suele mirar ? ¿ No puede ser esto ilusión mía ? No ; no tengo la menor prueba de que Pepita desee siquiera coquetear conmigo . ¿ Qué es , pues , lo que entonces podría yo decir a mi padre ? ¿ Había de decirle que yo soy quien está enamorado de Pepita , que yo codicio el tesoro que ya él tiene por suyo ? Esto no es verdad ; y sobre todo , ¿ cómo declarar esto a mi padre , aunque fuera verdad , por mi desgracia y por mi culpa ? Lo mejor es callarme ; combatir en silencio , si la tentación llega a asaltarme de veras ; y tratar de abandonar cuanto antes este pueblo y de volverme con Vd . Gracias a Dios y a Vd . por las nuevas cartas y nuevos consejos que me envía . Hoy los necesito más que nunca . Razón tiene la mística doctora Santa Teresa cuando pondera los grandes trabajos de las almas tímidas que se dejan turbar por la tentación : pero es mil veces más trabajoso el desengaño para quienes han sido , como yo , confiados y soberbios . Templos del Espíritu Santo son nuestros cuerpos , mas si se arrima fuego a sus paredes , aunque no ardan , se tiznan . La primera sugestión es la cabeza de la serpiente . Si no la hollamos con planta valerosa y segura , el ponzoñoso reptil sube a esconderse en nuestro seno . El licor de los deleites mundanos , por inocentes que sean , suele ser dulce al paladar , y luego se trueca en hiel de dragones y veneno de áspides . Es cierto : ya no puedo negárselo a Vd . Yo no debí poner los ojos con tanta complacencia en esta mujer peligrosísima . No me juzgo perdido ; pero me siento conturbado . Como el corzo sediento desea y busca el manantial de las aguas , así mi alma busca a Dios todavía . A Dios se vuelve para que le dé reposo , y anhela beber en el torrente de sus delicias , cuyo ímpetu alegra el Paraíso , y cuyas ondas claras ponen más blanco que la nieve ; pero un abismo llama a otro abismo , y mis pies se han clavado en el cieno que está en el fondo . Sin embargo , aún me quedan voz y aliento para clamar con el Salmista : ¡ Levántate , gloria mía ! Si te pones de mi lado , ¿ quién prevalecerá contra mí ? Yo digo a mi alma pecadora , llena de quiméricas imaginaciones y de vagos deseos , que son sus hijos bastardos : ¡ Oh , hija miserable de Babilonia ; bienaventurado el que te dará tu galardón : bienaventurado el que deshará contra las piedras a tus pequeñuelos ! Las mortificaciones , el ayuno , la oración , la penitencia serán las armas de que me revista para combatir y vencer con el auxilio divino . No era sueño , no era locura ; era realidad . Ella me mira a veces con la ardiente mirada de que ya he hablado a Vd . Sus ojos están dotados de una atracción magnética inexplicable . Me atrae , me seduce , y se fijan en ella los míos . Mis ojos deben arder entonces , como los suyos , con una llama funesta ; como los de Amón cuando se fijaban en Tamar ; como los del príncipe de Siquén cuando se fijaban en Dina . Al mirarnos así , hasta de Dios me olvido . La imagen de ella se levanta en el fondo de mi espíritu , vencedora de todo . Su hermosura resplandece sobre toda hermosura ; los deleites del cielo me parecen inferiores a su cariño ; una eternidad de penas creo que no paga la bienaventuranza infinita que vierte sobre mí en un momento con una de estas miradas , que pasan cual relámpago . Cuando vuelvo a casa , cuando me quedo solo en mi cuarto , en el silencio de la noche , reconozco todo el horror de mi situación , y formo buenos propósitos , que luego se quebrantan . Me prometo a mí mismo fingirme enfermo , buscar cualquier otro pretexto para no ir a la noche siguiente en casa de Pepita , y sin embargo voy . Mi padre , confiado hasta lo sumo , sin sospechar lo que pasa en mi alma , me dice cuando llega la hora : - Vete a la tertulia . Yo iré más tarde , luego que despache al aperador . Yo no atino con la excusa , no hallo el pretexto , y en vez de contestar ; - no puedo ir - , tomo el sombrero y voy a la tertulia . Al entrar , Pepita y yo nos damos la mano , y al dárnosla me hechiza . Todo mi ser se muda . Penetra hasta mi corazón un fuego devorante , y ya no pienso más que en ella . Tal vez soy yo mismo quien provoca las miradas si tardan en llegar . La miro con insano ahínco , por un estímulo irresistible , y a cada instante creo descubrir en ella nuevas perfecciones . Ya los hoyuelos de sus mejillas cuando sonríe , ya la blancura sonrosada de la tez , ya la forma recta de la nariz , ya la pequeñez de la oreja , ya la suavidad de contornos y admirable modelado de la garganta . Entro en su casa , a pesar mío , como evocado por un conjuro ; y , no bien entro en su casa , caigo bajo el poder de su encanto ; veo claramente que estoy dominado por una maga , cuya fascinación es ineluctable . No es ella grata a mis ojos solamente , sino que sus palabras suenan en mis oídos como la música de las esferas , revelándome toda la armonía del universo y hasta imagino percibir una sutilísima fragancia , que su limpio cuerpo despide , y que supera al olor de los mastranzos que crecen a orillas de los arroyos y al aroma silvestre del tomillo que en los montes se cría . Excitado de esta suerte , no sé cómo juego al tresillo , ni hablo , ni discurro con juicio , porque estoy todo en ella . Cada vez que se encuentran nuestras miradas , se lanzan en ellas nuestras almas , y en los rayos que se cruzan , se me figura que se unen y compenetran . Allí se descubren mil inefables misterios de amor , allí se comunican sentimientos que por otro medio no llegarían a saberse , y se recitan poesías que no caben en lengua humana , y se cantan canciones que no hay voz que exprese ni acordada cítara que module . Desde el día en que vi a Pepita en el Pozo de la Solana , no he vuelto a verla a solas . Nada le he dicho ni me ha dicho , y sin embargo nos lo hemos dicho todo . Cuando me sustraigo a la fascinación , cuando estoy solo por la noche en mi aposento , quiero mirar con frialdad el estado en que me hallo , y veo abierto a mis pies el precipicio en que voy a sumirme , y siento que me resbalo y que me hundo . Me recomienda Vd . que piense en la muerte ; no en la de esta mujer , sino en la mía . Me recomienda Vd . que piense en lo inestable , en lo inseguro de nuestra existencia , y en lo que hay más allá . Pero esta consideración y esta meditación ni me atemorizan ni me arredran . ¿ Cómo he de temer la muerte cuando deseo morir ? El amor y la muerte son hermanos . Un sentimiento de abnegación se alza de las profundidades de mi ser , y me llama a sí , y me dice que todo mi ser debe darse y perderse por el objeto amado . Ansío confundirme en una de sus miradas ; diluir y evaporar toda mi esencia en el rayo de luz que sale de sus ojos ; quedarme muerto mirándola , aunque me condene . Lo que es aún eficaz en mí contra el amor , no es el temor , sino el amor mismo . Sobre este amor determinado , que ya veo con evidencia que Pepita me inspira , se levanta en mi espíritu el amor divino , en consurrección poderosa . Entonces todo se cambia en mí , y aun me promete la victoria . El objeto de mi amor superior se ofrece a los ojos de mi mente como el sol que todo lo enciende y alumbra llenando de luz los espacios ; y el objeto de mi amor más bajo , como átomo de polvo que vaga en el ambiente y que el sol dora . Toda su beldad , todo su resplandor , todo su atractivo , no es más que el reflejo de ese sol increado , no es más que la chispa brillante , transitoria , inconsistente , de aquella infinita y perenne hoguera . Mi alma , abrasada de amor , pugna por criar alas , y tender el vuelo , y subir a esa hoguera , y consumir allí cuanto hay en ella de impuro . Mi vida , desde hace algunos días , es una lucha constante . No sé cómo el mal que padezco no me sale a la cara . Apenas me alimento ; apenas duermo . Si el sueño cierra mis párpados , suelo despertar azorado , como si me hallase peleando en una batalla de ángeles rebeldes y de ángeles buenos . En esta batalla de la luz contra las tinieblas , yo combato por la luz ; pero tal vez imagino que me paso al enemigo , que soy un desertor infame ; y oigo la voz del águila de Patmos que dice : « Y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz » ; y entonces me lleno de terror y me juzgo perdido . No me queda más recurso que huir . Si en lo que falta para terminar el mes , mi padre no me da su venia y no viene conmigo , me escapo como un ladrón ; me fugo sin decir nada . Soy un vil gusano y no un hombre : soy el oprobio y la abyección de la humanidad ; soy un hipócrita . Me han circundado dolores de muerte , y torrentes de iniquidad me han conturbado . Vergüenza tengo de escribir a Vd . , y no obstante le escribo . Quiero confesárselo todo . No logro enmendarme . Lejos de dejar de ir a casa de Pepita , voy más temprano todas las noches . Se diría que los demonios me agarran de los pies y me llevan allá sin que yo quiera . Por dicha , no hallo sola nunca a Pepita . No quisiera hallarla sola . Casi siempre se me adelanta el excelente padre vicario , que atribuye nuestra amistad a la semejanza de gustos piadosos , y la funda en la devoción , como la amistad inocentísima que él le profesa . El progreso de mi mal es rápido . Como piedra que se desprende de lo alto del templo y va aumentando su velocidad en la caída , así va mi espíritu ahora . Cuando Pepita y yo nos damos la mano , no es ya como al principio . Ambos hacemos un esfuerzo de voluntad , y nos transmitimos , por nuestras diestras enlazadas , todas las palpitaciones del corazón . Se diría que , por arte diabólico , obramos una transfusión y mezcla de lo más sutil de nuestra sangre . Ella debe de sentir circular mi vida por sus venas , como yo siento en las mías la suya . Si estoy cerca de ella , la amo ; si estoy lejos , la odio . A su vista , en su presencia , me enamora , me atrae , me rinde con suavidad , me pone un yugo dulcísimo . Su recuerdo me mata . Soñando con ella , sueño que me divide la garganta como Judith al capitán de los asirios , que me atraviesa las sienes con un clavo , como Jael a Sisara ; pero a su lado , me parece la esposa del Cantar de los Cantares , y la llamo con voz interior , y la bendigo , y la juzgo fuente sellada , huerto cerrado , flor del valle , lirio de los campos , paloma mía y hermana . Quiero libertarme de esta mujer y no puedo . La aborrezco y casi la adoro . Su espíritu se infunde en mí al punto que la veo , y me posee , y me domina , y me humilla . Todas las noches salgo de su casa diciendo : esta será la última noche que vuelva aquí ; y vuelvo a la noche siguiente . Cuando habla , y estoy a su lado , mi alma queda como colgada de su boca ; cuando sonríe , se me antoja que un rayo de luz inmaterial se me entra en el corazón y le alegra . A veces , jugando al tresillo , se han tocado por acaso nuestras rodillas , y he sentido un indescriptible sacudimiento . Sáqueme Vd . de aquí . Escriba Vd . a mi padre que me dé licencia para irme . Si es menester , dígaselo todo . Socórrame Vd . ¡ Sea Vd . mi amparo ! Dios me ha dado fuerzas ara resistir y he resistido . Hace días que no pongo los pies en casa de Pepita ; que no la veo . Casi no tengo que pretextar una enfermedad porque realmente estoy enfermo . Estoy pálido y ojeroso ; y mi padre , lleno de afectuoso cuidado , me pregunta qué padezco y me muestra el interés más vivo . El reino de los cielos cede a la violencia , y yo quiero conquistarle . Con violencia llamo a sus puertas para que se me abran . Con ajenjo me alimenta Dios para probarme , y en balde le pido que aparte de mí ese cáliz de amargura : pero he pasado y paso en vela muchas noches , entregado a la oración , y ha venido a endulzar lo amargo del cáliz una inspiración amorosa del espíritu consolador y soberano . He visto con los ojos del alma la nueva patria , y en lo más íntimo de mi corazón ha resonado el cántico nuevo de la Jerusalén celeste . Si al cabo logro vencer , será gloriosa la victoria ; pero se la deberé a la Reina de los Ángeles , a quien me encomiendo . Ella es mi refugio y mi defensa ; torre y alcázar de David , de que penden mil escudos y armaduras de valerosos campeones ; cedro del Líbano que pone en fuga a las serpientes . En cambio , a la mujer que me enamora de un modo mundanal , procuro menospreciarla y abatirla en mi pensamiento , recordando las palabras del Sabio y aplicándoselas . Eres lazo de cazadores , la digo ; tu corazón es red engañosa y tus manos redes que atan : quien ama a Dios huirá de ti , y el pecador será por ti aprisionado . Meditando sobre el amor , hallo mil motivos para amar a Dios y no amarla . Siento en el fondo de mi corazón una inefable energía que me convence de que yo lo despreciaría todo por el amor de Dios : la fama , la honra , el poder y el imperio . Me hallo capaz de imitar a Cristo ; y si el enemigo tentador me llevase a la cumbre de la montaña y me ofreciese todos los reinos de la tierra , porque doblase ante él la rodilla , yo no la doblaría : pero cuando me ofrece a esta mujer , vacilo aún y no le rechazo . ¿ Vale más esta mujer a mis ojos que todos los reinos de la tierra ; más que la fama , la honra , el poder y el imperio ? ¿ La virtud del amor , me pregunto a veces , es la misma siempre , aunque aplicada a diversos objetos , o bien hay dos linajes y condiciones de amores ? Amar a Dios me parece la negación del egoísmo y del exclusivismo . Amándole , puedo y quiero amarlo todo por él , y no me enojo ni tengo celos de que él lo ame todo . No estoy celoso ni envidioso de los santos , de los mártires , de los bienaventurados , ni de los mismos serafines . Mientras mayor me represento el amor de Dios a las criaturas y los favores y regalos que les hace , menos celoso estoy y más le amo , y más cercano a mí le juzgo , y más amoroso y fino me parece que está conmigo . Mi hermandad , mi más que hermandad con todos los seres , resalta entonces de un modo dulcísimo . Me parece que soy uno con todo , y que todo está enlazado con lazada de amor por Dios y en Dios . Muy al contrario , cuando pienso en esta mujer y en el amor que me inspira . Es un amor de odio , que me aparta de todo , menos de mí . La quiero para mí ; toda para mí y yo todo para ella . Hasta la devoción y el sacrificio por ella son egoístas . Morir por ella sería por desesperación de no lograrla de otra suerte , o por esperanza de no gozar de su amor por completo , sino muriendo y confundiéndome con ella en un eterno abrazo . Con todas estas consideraciones procuro hacer aborrecible el amor de esta mujer ; pongo en este amor mucho de infernal y de horriblemente ominoso ; pero como si tuviese yo dos almas , dos entendimientos , dos voluntades y dos imaginaciones , pronto surge dentro de mí la idea contraria ; pronto me niego lo que acabo de afirmar , y procuro conciliar locamente los dos amores . ¿ Por qué no huir de ella y seguir amándola sin dejar de consagrarme fervorosamente al servicio de Dios ? Así como el amor de Dios no excluye el amor de la patria , el amor de la humanidad , el amor de la ciencia , el amor de la hermosura en la naturaleza y en el arte , tampoco debe excluir este amor , si es espiritual e inmaculado . Yo haré de ella , me digo , un símbolo , una alegoría , una imagen de todo lo bueno y hermoso . Será para mí , como Beatriz para Dante , figura y representación de mi patria , del saber y de la belleza . Esto me hace caer en una horrible imaginación , en un monstruoso pensamiento . Para hacer de Pepita ese símbolo , esa vaporosa y etérea imagen , esa cifra y resumen de cuanto puedo amar por bajo de Dios , en Dios y subordinándolo a Dios , me la finjo muerta , como Beatriz estaba muerta cuando Dante la cantaba . Si la dejo entre los vivos , no acierto a convertirla en idea pura , y para convertirla en idea pura , la asesino en mi mente . Luego la lloro , luego me horrorizo de mi crimen , y me acerco a ella en espíritu , y con el calor de mi corazón le vuelvo la vida , y la veo , no vagarosa , diáfana , casi esfumada entre nubes de color de rosa y flores celestiales , como vio el feroz Gibelino a su amada en la cima del Purgatorio , sino consistente , sólida , bien delineada en el ambiente sereno y claro , como las obras más perfectas del cincel helénico , como Galatea , animada ya por el afecto de Pigmalión , y bajando llena de vida , respirando amor , lozana de juventud y de hermosura , de su pedestal de mármol . Entonces exclamo desde el fondo de mi conturbado corazón : Mi virtud desfallece ; Dios mío , no me abandones . Apresúrate a venir en mi auxilio . Muéstrame tu cara y seré salvo . Así recobro las fuerzas para resistir a la tentación . Así renace en mí la esperanza de que volveré al antiguo reposo no bien me aparte de estos sitios . El demonio anhela con furia tragarse las aguas puras del Jordán , que son las personas consagradas a Dios . Contra ellas se conjura el infierno y desencadena todos sus monstruos . San Buenaventura lo ha dicho : « No debemos admirarnos de que estas personas pecaron , sino de que no pecaron » . Yo , con todo , sabré resistir y no pecar . Dios me protege . La nodriza de Pepita , hoy su ama de llaves , es , como dice mi padre , una buena pieza de arrugadillo : picotera , alegre y hábil como pocas . Se casó con el hijo del Maestro Cencias , y ha heredado del padre lo que el hijo no heredó : una portentosa facilidad para las artes y los oficios . La diferencia está en que el Maestro Cencias componía un husillo de lagar , arreglaba las ruedas de una carreta o hacía un arado , y esta nuera suya hace dulces , arropes y otras golosinas . El suegro ejercía las artes de utilidad : la nuera las del deleite , aunque deleite inocente o lícito al menos . Antoñona , que así se llama , tiene o se toma la mayor confianza con todo el señorío . En todas las casas entra y sale como en la suya . A todos los señoritos y señoritas de la edad de Pepita , o de cuatro o cinco años más , los tutea , los llama niños y niñas , y los trata como si los hubiera criado a sus pechos . A mí me habla de mira , como a los otros . Viene a verme , entra en mi cuarto , y ya me ha dicho varias veces que soy un ingrato , y que hago mal en no ir a ver a su señora . Mi padre , sin advertir nada , me acusa de extravagante ; me llama búho , y se empeña también en que vuelva a la tertulia . Anoche no pude ya resistirme a sus repetidas instancias , y fui muy temprano , cuando mi padre iba a hacer las cuentas con el aperador . ¡ Ojalá no hubiera ido ! Pepita estaba sola . Al vernos , al saludarnos , nos pusimos los dos colorados . Nos dimos la mano con timidez , sin decirnos palabra . Yo no estreché la suya : ella no estrechó la mía ; pero las conservamos unidas un breve rato . En la mirada que Pepita me dirigió nada había de amor , sino de amistad , de simpatía , de honda tristeza . Había adivinado toda mi lucha interior : presumía que el amor divino había triunfado en mi alma ; que mi resolución de no amarla era firme e invencible . No se atrevía a quejarse de mí ; no tenía derecho a quejarse de mí ; conocía que la razón estaba de mi parte . Un suspiro , apenas perceptible , que se escapó de sus frescos labios entreabiertos , manifestó cuánto lo deploraba . Nuestras manos seguían unidas aún . Ambos mudos . ¿ Cómo decirle que yo no era para ella , ni ella para mí ? ; ¡ Qué importaba separamos para siempre ! Sin embargo , aunque no se lo dije con palabras , se lo dije con los ojos . Mi severa mirada confirmó sus temores : la persuadió de la irrevocable sentencia . De pronto se nublaron sus ojos ; todo su rostro hermoso , pálido ya de una palidez traslúcida , se contrajo con una bellísima expresión de melancolía .