Eduardo López Bago Los amores ( obra entretenida ) Sevilla Imp . de Gironés y Orduña , Lagar 3 . 1876 FONDO DEL CUADRO . — El cielo y la tierra . COLORES DEL FONDO . — El azul para el cielo . Si hay nubes , úsese sólo el blanco y el color de rosa . El verde más brillante para la tierra . Si hay flores , todos los colores de la paleta , exceptuando el amarillo y negro . Úsese más el color blanco , porque deben predominar las azucenas . ESTUDIO DE LUZ . — La de la mañana . El ambiente del cuadro será ligero y fresco . El pintor , al hacerlo , debe recordar y sentir la primavera . En la parte baja , y en primer término , un manantial abierto en la roca viva . FIGURAS . — Tres . Un hombre , una mujer y un niño . PRIMER TÉRMINO . — La mujer y el niño . SEGUNDO TÉRMINO ( que es también primero en apariencia ) . — El hombre . COLOCACION DE LAS FIGURAS . — La mujer deberá estar junto al manantial y el niño junto á ella . El hombre detrás de los dos , formando grupo . POSTURA DE LA MUJER . — Inclínase un poco hácia delante . La cabeza baja , por la inclinacion del cuerpo . Sus manos se juntan formando un hueco , en el que ofrece al niño el agua que ha recogido asi en el manantial . Por entre sus dedos caen algunas frescas gotas de agua que , heridas por un rayo de sol que se desliza entre los árboles , parecerán diamantes en fusion ; dijérase una de esas lindas conchas de nácar en que se detiene el agua á las orillas del mar . Con los muslos se ciñe el vestido , un poco levantado , que deja ver los pies pequeños y elegantes . De este modo el ropaje dibuja las formas y la figura resalta más artística y airosa . POSTURA DEL NIÑO . — Natural . No tiene que violentarla , gracias á la de su madre . Sus manos diminutas , cogen los bordes de aquella especie de taza que le forma la madre con las suyas , y sus labios , que acerca para beber , se entreabren con una sonrisa ántes de hacerlo . Sobre las cabezas de la madre y del niño se persiguen al vuelo dos mariposas . POSTURA DEL HOMBRE . — De pié , junto á la roca , en la que se apoya con un brazo : actitud de cansancio físico . Que el espectador se figure sin trabajo que aquel hombre , joven y robusto aún , acaba de correr y jugar con aquel niño . La cabeza se ladea un poco , para poder ver á su hijo por detrás de la madre . COLORES QUE DEBEN EMPLEARSE PARA ESTAS FIGURAS . — En la mujer y el niño . — Cabellos castaño brillante . Para el niño , casi rubios . Para las orejas , el color de las hojas de rosa encarnada . Para la frente , blanco mate . Para los ojos , el azul usado para el cielo . Para las megillas , un color de rosa más encendido . Para los labios puede servir el mismo color empleado al pintar los claveles de la pradera mezclado con un poco de rojo coral . Para los dientes el blanco marfil y también el que forma la espuma del agua . EL HOMBRE . — Cabellos negros y sedosos . — Encarnacion morena pálida . — Debe tenerse en cuenta que , aunque en la penumbra y en segundo término , esta figura no ha de quedar oscurecida en nada . SOMBRAS DE LAS FACCIONES . — Ninguna . EXPRESION DE LOS ROSTROS . — Todos sonrien . TRAGE DEL HOMBRE . — De campo , y medio color . TRAGE DE LA MUJER . — Gris perla , porque es joven . TRAGE DEL NIÑO . — Blanco , porque es niño . ACCESORIOS . — No hacen falta , pero en todo caso se puede poner un nido de pajarillos entre el ramaje y á la vista del espectador . ( El pintor que quiera hacer el pendant , ó sea un cuadro que forme juego con éste , puede concebir el interior de un hogar , animándolo con las mismas figuras . — La mujer , sentada cerca de una ventana con un niño de pocos meses en la falda , al que amamanta , mirándole amorosamente . — El hombre , sentado también ante un escritorio . — La mano en que tiene la pluma estará levantada del papel y su rostro vuelto para mirar el grupo de la madre y del hijo . — No hay inconveniente en poner una lágrima en los ojos del hombre ; pero ha de ser muy trasparente y el pincel hará que resbale de una manera fácil . ) Este capítulo de mi libro es de suma importancia para la mujer . Con este propósito ha trazado mi pluma los primeros renglones . El niño que hemos bosquejado en el cuadro anterior , no tiene más de seis años . Hasta esa edad las madres visten á sus hijos de blanco ( es lo general ) — y con faldas , aunque sean varones . Hay una obstinacion predominante en la mujer , que responde á otra predominante también en el hombre . La esposa , al notar dentro de su sér los primeros síntomas de la maternidad , tiene un deseo que poco á poco se convierte en creencia y exclama con fé ardiente como su deseo : — « Será una niña . » Pero el hombre rechaza esta conjetura , y dice con acento de conviccion : — « Nó , será un niño . » Despues el tiempo se encarga de dar la razon al que la tiene . Hé aquí por qué todos los niños se visten con faldas hasta los seis años . — La mujer , cuando anhela alguna cosa , lucha por obtenerla hasta con la misma naturaleza . Su imaginacion , soñadora como la de los poetas , da consistencia á los fantasmas . Cuando la realidad no se coloca bajo sus órdenes caprichosas , rivaliza con la creacion entera , y no pudiendo alcanzar la posesion de una verdad , busca una mentira , un algo falso y le da el prestigio de las apariencias . De esta manera las madres que no tienen hijas se consuelan vistiendo de niñas á sus hijos . Pero estas niñas ficticias cambian de sexo á los seis años , edad en que las faldas se convierten en pantalones . ¡ Loca ! exclama el hombre al considerar estos inútiles afanes . Locas , sí , decimos nosotros ; pero al mismo tiempo felices todos los que adolecen de semejante demencia , porque esa locura , es la locura eterna de la humanidad de todos los siglos y tiene un nombre santo y bendito : las ilusiones . Pero llega un dia en que la realidad impasible nos hace despertar de tan hermosos sueños . Llega un dia en que el niño no se aviene con la metamorfosis de que es víctima ; sus movimientos bruscos no pueden tener libertad encerrados en aquella vestimenta propia de la ligereza delicada y de la débil actividad de las mujeres . — Todo lo que es femenino tiene la gracia en el reposo . — Una niña jugando , es una figura elegante que no se descompone . — Desde la infancia hay cierta coquetería en la mujer . — Hay niños , pero no hay niñas . — Las niñas , según Alfonso Karr , son mujeres más pequeñas que las demás . — El niño , cuando quiere correr , se quita la chaqueta para desembarazar sus movimientos . — La niña , por el contrario , ántes de lanzarse á la carrera , se arregla los pliegues del vestido , se sujeta el corpiño y va mirándose el trage en vez de mirar hácia adelante para no tropezar y caerse . — Lo que corre , lo que salta , lo que gira allí no es la niña , es el vestido azul ó color de rosa puesto en una figura de movimiento , que va pregonando el excelente corte de la modista . — Un niño que juega es un torbellino . — Una niña que salta es un maniquí que tiene todos los movimientos estudiados ; una mariposa de alas de colores atada á un hilo , que va volando con precaucion , para que un brusco movimiento de nuestra mano no destroce su delicadeza . — En los jardinillos de Recoletos las niñas corren , tropiezan y caen . — Se levantan con las manos ensangrentadas , pero no lloran . — Se miran primero el vestido , que desluce el polvo del sendero . — Entónces , por un movimiento irreflexivo y natural , quieren sacudirlo con las manos . — El polvo desaparece , pero el vestido se mancha de sangre , y entónces lloran amargamente . — Lo que no pudo hacer el dolor físico lo consigue aquel nuevo deterioro . — La niña , que no se aterró al ver la sangre en sus manos , se desespera cuando la ve en el trage . Despues de estos detalles queda sobradamente justificada la predileccion con que la mujer acepta el ser madre de una niña . El niño , desde cierta edad , se entrega á ejercicios violentos , que son convenientes para su desarrollo y perjudiciales en sumo grado para las prendas que viste . El mejor trage para los niños es un pantalon bombacho y una blusa . — ¿ Cómo es posible que la madre , mujer al fin , y como tal amante de toda elegancia , distincion y riqueza , transija con estas prendas que tan reñidas están con el buen gusto ? La mujer ha inventado una palabra , breve , de cuatro letras , para compendiar con ella el imperio y la tiranía absoluta de todos sus caprichos . LA MODA . Lo que quiere decir que las modas para niños es tener niñas , vestirlas , probar en sus formas infantiles los trages más caprichosos , más raros y más elegantes . Hay una escala . La madre , ántes de hacerse un vestido , prueba en su hija el corte y la confeccion para ver cómo sienta . La niña , aunque más en pequeño , prueba sus vestidos ... vistiendo con los retazos á la muñeca . Así , pues , las niñas están de moda para las madres . Si se tuvieran hijos varones se visten con faldas para que los niños resulten niñas siquiera en la apariencia . Las que así lo hicieren serán elegantes y sus hijos seguirán la última moda . De lo contrario , incurrirían en el dictado de cursis . La barbarie , las artes , la religion , la geografía , las ciencias todas , la alquimia , la caballería y hasta la voluptuosidad , el sensualismo y la molicie han tenido sus épocas y en ellas han reinado y presidido cada una por derecho de conquista y con unanimidad de votos . El siglo presente pertenece á la literatura . Lo que no significa en manera alguna que los literatos sean uno de los adelantos del siglo diez y nueve . Lo único que tratamos de probar es que la literatura lo invade todo , reina en las naciones , se impone , en una palabra , á las inteligencias , á los hombres de accion , á la hermosura , al saber , al valor y áun á los intereses materiales . En efecto , sin salir de nuestro territorio vemos que la literatura reviste las siguientes formas : Literatura callejera , que pudiéramos llamar de la vida airada . — ( En este género están comprendidos los romances de ciego y los villancicos de Noche-Buena , la salve que cantan los presos al reo que está en capilla , y la oratoria de los que enseñan entre los cristales de aumento de un Tuti-li-mundi el panorama de las derrotas carlistas . ) Literatura infantil . — ( Los pliegos de aleluyas , libros de aguinaldos , alfabetos , etc . , etc . ) Literatura comercial . — ( Los anuncios de las cuartas planas de los periódicos . ) Literatura especulativa . — ( Los versos del cartero , el sereno , el repartidor y los carteles de los circos ecuestres . ) Literatura galante . — ( Escrita en álbums , abanicos y motes para damas y galanes . ) Literatura política . — ( Más de cuatrocientos periódicos de esta mala índole en la Península y posesiones de Ultramar . ) Literatura ilustrada . — ( Novelas por entregas . Infinidad de personajes fantásticos grabados en madera por Capúz y otros buriles no menos encapotados , millones de letras impresas en papel con cubierta de color . — Un cuartillo de real la entrega en toda España . ) Literatura sábia . — ( Discursos de entrada de todos los académicos en todas las Academias . ) Literatura internacional . — ( Traducciones alternadas de Paul de Kock y de Jules Verne . — Para más detalles véase La Correspondencia de España en su seccion de folletín . ) Literatura militar . — ( Véanse las proclamas de los generales sublevados desde el año de cincuenta y cuatro hasta la fecha . ) Y así sucesivamente . Además hay salones , enredos , diálogos , comidas , hambres , costumbres , bohemia , hospitales , cementerios y hasta thés literarios . No extrañará , pues , que llamemos bautismo literario el capítulo en que damos un nombre al protagonista de LOS AMORES . Llamémosle desde ahora Julio Suarez . Tal es el nombre del niño vestido de blanco , que aparece entre las figuras del cuadro de género , cuya explicacion nos ha servido para escribir las primeras páginas de este libro . El asunto de aquel cuadro es el primer amor de Julio . — El cuadro figura en el catálogo de la vida humana , con el título de LA INFANCIA . Lo fueron , en efecto , para Julio , y lo serán siempre para todos los mortales , las siguientes : La primera Noche-Buena que recuerda . El primer pantalon que estrenó el dia que cumpliera siete años . El dia de su entrada en el colegio . Los tres que empleó en escribir una plana de orla , para sorprender á su familia , en celebracion del santo de su padre . La tarde en que , al salir de una clase , se pegó con un muchacho para hacer las amistades . La lectura de la primera novela , que fué El Robinson , de todo lo cual resultó fugarse de la casa paterna , volviendo á los tres dias hambriento , desarrapado y arrepentido , de una isla desierta que formaba el rio Guadalquivir ( Julio era sevillano ) en un remanso de un molino , á un cuarto de legua de la poblacion . El paseo militar que dió por todas las calles y callejuelas de Sevilla , vistiendo el uniforme de guardia marina , cuando le concedieron dicha gracia . La declinacion del Musa , æ , á poco tiempo de su entrada en el Instituto , y el dia en que averiguó que respiraba oxígeno . El dia en que se le murió un gato de Angola . Cuando cumplió catorce años de edad . Cuando conoció á la amiguita de su hermana . Cuando su hermana se casó . El dia en que se graduó de bachiller . Aquel en que vendió los libros estudiados para prestar tres pesetas al amigo que yá conocemos . Aquel en que el amigo se negó á devolvérselas . Y , por último , las dos fechas memorables en que sus padres se murieron , de cuyas resultas termina aquí el primer amor y empieza en realidad la historia de Julio . LOS SALONES DE LA MARQUESA . — ¡ Cárlos ! — ¡ Julia ! — ¿ Conoce usted á ese ? Aquí estamos todas muertas de curiosidad por saber cómo se llama . — Pues no le conozco . — ¡ Qué lástima ! Cárlos se acerca á otro grupo . — Condesa , está usted , como siempre , irresistible . — Gracias , Cárlos . ( Aquí un mohin . ) — ¿ Y el Conde ? — Jugando al tresillo ... Pero ... ¿ no sabe usted ? ... — ¿ El qué , señora ? ( Sentándose junto á ella . ) — El acontecimiento de esta noche ... ese joven , á quien nadie conoce . — Permítame usted , Condesa . Alguien le conocerá . — Nó señor , si no le ha presentado nadie . — ¡ Cómo ! — Lo que usted oye . Es un amigo de la Marquesa . — Entónces le conocerá la Marquesa . — ¡ Qué cosas dice usted ! ( Aquí una sonrisa picaresca . ) — ¡ Yo ! ... — Sí , malicioso . Apostaría á que se refiere usted ... ( Mudando de tono . ) Y la verdad es que da en qué pensar eso de estar hablando con él más de un cuarto de hora . — ¿ Quién ? — La Marquesa . Yá ve usted ... En una noche como esta , la reina del salon no se pertenece . No puede distinguir anadie , á ménos que ... pero no quiero ser tan maliciosa como usted . — Condesa , aseguro á usted que yo no he dicho … — ¡ Vamos ! — Además , creo que la malicia siempre debe tener algo en qué apoyarse , un fundamento , una base ; de lo contrario , se convierte en calumnia . — ¡ Nó ! si yo no digo ... ( Confundida . ) — Confiese usted , Condesa , que una base de quince minutos es muy mezquina . Si la Marquesa habla con un joven , y le habla en público , no puede decirse que á solas ... — ¡ Calle usted ! ¡ Calle usted ! — ¿ Por qué ? — ¡ Es usted muy hábil ! Como todos los hombres , ataca usted defendiendo . — ¡ Condesa ! ... ( Con marcado disgusto . ) — ¡ No se ofenda usted ! — Condesa , á mí no me ofende usted más ... que la vista . — ¡ La vista ! ¿ Y por qué ? ( Con enojo . ) — ( Con galantería . ) Porque la belleza de usted es radiante y deslumbradora como el sol . ( Se levanta . ) — ¡ Lisonjero ! ¿ Pero se va usted yá ? — — Sí , voy al tresillo á saludar al Conde . En el tresillo . — Conde , muy buenas noches . — Hola , pollo . — ¿ Se gana ? — La fortuna me sonríe . Acabo de dar una bola . — No es extraño . — ¿ Por qué ? — Porque está nevando . — ¡ Oh ! pero esta bola no es de nieve ; me ha producido diez y seis duros . — ¡ Una onza ! Tiene usted razon , es de oro . Sin embargo , esta noche abundan más las otras . — ¡ Ah ! yá caigo . ¿ Lo dice usted por ese joven , ese desconocido que ha estado más de media hora hablando con la Marquesa al principio del baile ? ¡ Si fuera uno malicioso ! — ¡ Conde ... ! — ¡ Yá ve usted que media hora seguida ... ! — Esa es la bola de nieve , va aumentando . — ¡ Yo lo he visto ! — Reloj en mano , lo supongo . Sin embargo , admírese usted ; á mí me han dicho que un cuarto de hora . — ¡ Oh ! pues quien lo ha dicho — — Se equivoca ... ó miente . Vamos , no se ponga usted serio . Sin embargo , el que lo ha dicho no es él , es ella , es su mujer de usted . — Juego , señores . — Ea , que gane usted mucho . El tresillo no es un juego peligroso ; sobre todo , cuando se gana . Hay otros juegos en que se pierde más . Adiós , Conde . En la sala de fumar . — Oye , Cárlos . — ¿ Qué quieres ? — Vén aquí con nosotros , charlarémos un rato . — No me gusta . Voy á fumar . — Toma un cigarro . — Gracias . — Pero hombre , escucha . — No puedo , tengo que pensar . — Pues mejor , pensarémos todos juntos . Sobre todo , harémos reflexiones sóbre los acontecimientos más recientes . — Me gusta más pensar en abstracto . — ¿ Te has vuelto filósofo ? — Puede ser . — Déjate de eso . Vamos á ver : ¿ á que no sabes quién es el nuevo amante de la Marquesa ? — ¡ Y tan nuevo como será ! ¡ Nunca le he conocido ninguno ! — Yá lo creo — Ha sido siempre una mujer muy reservada ... Pero yá es distinto . Cuando la mujer se vuelve loca , salva todos los obstáculos . Únicamente así se comprende el escándalo de esta noche . — Y ¿ cuál es ? — ¡ Hombre , pásmate ! ¡ Ella , la Marquesa , la recatada Marquesa , la más linda de nuestras viudas , ha estado más de una hora hablando con ... ! — Sí , yá lo sé , con un joven . — Á quien nadie conoce . Debe ser de provincia . — Señores , me voy . — Pero , Cárlos ... — No me gusta la conversacion . — Parece que la noticia te preocupa . — Á mí , francamente , quiero á la Marquesa , la admiro ... — Yá lo sospechábamos . — ¡ Eh ! basta . Quiero á la Marquesa porque es mi amiga , mi verdadera amiga , y la admiro porque es tan hermosa como buena , y no permito … . — Bueno , hombre , bueno ; mira , vete á fumar . Tienes razon , los filósofos como tú deben quedarse para mejor ocasion . La Marquesa y Cárlos . — Marquesa , adios . — ¿ Se va usted , Cárlos ? — Sí . — Tiene usted una cara tan séria ... ¡ Dios mió ! ¿ se aburre usted ? — De manera alguna . — ¡ Como nos deja usted tan pronto ! — Estoy un poco enfermo . Me parece que tengo calentura . Voy á acostarme . — ¡ Cuánto lo siento , porque deseo que conozca usted á un amigo mió , un buen muchacho , joven , casi un niño y huérfano de padre y madre ! Acaba de llegar á Madrid . Tiene alguna fortuna , pero no tiene amigos . — Esas son dos ventajas . — ¿ Y qué le ha parecido á usted el baile ? — Muy bien ; está muy brillante , muy concurrido . Pero que no se repita . — ¿ Por qué ? — Porque aunque la fortuna de usted es fabulosa , estas cosas producen siempre la ruina . — ¡ Oh ! no hay cuidado . — Créame usted , Marquesa , los bailes cuestan muy caros . El Casino . — ¿ Viene usted del baile de la Marquesa ? — Sí . — ¿ Y qué hay de nuevo ? — ¿ De política ? No sé nada . — Dicen que los salones están llenos de lo más selecto de nuestra sociedad . — Es cierto . — Aquí han venido , ántes que usted , Arturo Fuenterubios , Luis Casan ova y otros . Yá tenemos noticias . — ¿ De qué ? — Vamos , no se haga usted de nuevas . Por más que , según es voz y fama , el descubrimiento le ha producido á usted sensacion . — Señores , no sé de qué se trata . — De ese joven de provincia , de Julio Suarez . Así al ménos nos han dicho que se llama . — ¡ Ah ! vamos . Sí . — Parece que goza de gran intimidad con la Marquesa . — ¿ Y por qué ? — ¡ Digo ! si le parece á usted poco , estar hablando con él más de dos horas ... — Señores , me marcho . — Comprendemos que no le guste á usted la conversacion , ( Con marcada ironía . ) porque debe ser terrible verse derrotado por un provinciano , por un advenedizo . — Vaya , basta de bromas . — Bromas buenas están . Pues sepa usted que no se habla de otra cosa . Todos aseguran que está usted furioso por su derrota . — Sí lo estoy , pero es por otra circunstancia . — ¿ Cuál ? — Porque los hombres se van pareciendo mucho á las mujeres . Yá ven ustedes si el caso es grave . Conque , muy buenas noches . El Café . — Aquí viene Cárlos ; callarse . — ¡ Pobre muchacho ! Le compadezco . — Yáse consolará . — ¡ Hola , Cárlos ! ¿ Quieres tomar algo ? — Sí , pero no admito convites . ¡ Mozo , un té ! — ¿ Hombre , vas á tomar otra taza ? — ¡ Otra taza ! Esta es la primera . — ¿ Qué , no has estado en casa de la Marquesa ? — Sí , pero no he tomado té . — Allí le habrán dado las tostadas y aquí toma el líquido . — ¡ Já , já , já ! — Sé de qué se rien ustedes , pero no me importa . — Vamos , mejor es así . Tén conformidad . Pero , dime , ¿ es verdad que se llama Julio Suarez ? — Eso dicen . — ¿ Y es provinciano ? — También dicen eso . — ¿ Y es amigo de la Marquesa ? — Sí . — ¿ Y han estado hablando juntos y en voz baja toda la noche ? — Eso dicen ustedes ; otros dicen que dos horas , otros que una , otros media , y así sucesivamente . — Pues ello es que cuando el rio suena agua lleva . — Ó bien que hay mucho ruido y pocas nueces . — Eso quisieras tú . — Lo que yo quisiera es que la calumnia , aunque mala , no fuera patrimonio de la estupidez . — Bueno , bueno , no te exaltes . Toma té . — Yá lo he tomado . Mozo , cóbrese usted . Ea , adios , me voy á acostar . — Adiós , hombre , que pases buena noche . El paseo ( al otro día ) . — ¡ Mírala ! — ¿ Dónde ? — En aquel coche . — ¿ Y él , dónde está ? — Hace un momento que acaba de pasar por nuestro lado . Va á caballo . Mira . Ahora vuelve . Es él . Van á cruzarse . — ¿ Es aquel ginete que la saluda ? — El mismo . — Pero hombre , ¿ quién habia de pensar que la Marquesa ... ? ¿ Y cómo no se ha sabido hasta anoche ? — No seas tonto . La Marquesa estaba de luto por la muerte de su marido . Anoche cumplió el primer aniversario de su viudez . Dió un baile con el pretexto de presentar en el mundo ( como ahora se dice ) á esa sobrina suya , aquella jovencita que va en el coche con ella , y entónces , como es natural , se descubrió todo . Parece que es su amante desde hace tres meses . Vino de fuera . Es muy rico , pero huérfano . El difunto Marqués y su padre eran íntimos amigos . Julio Suarez , pues así dicen que se llama , vino á Madrid sin conocer á nadie . Se presentó á la Marquesa con una carta de su tutor , un tio suyo . ¡ El que dicen que está trinando es Cárlos Caballero ! — ¿ Y por qué ? — Dicen que — ( Hablan algunos segundos en voz baja . ) ( Alto . ) Hubo una escena violenta . Ella le dijo que era viuda y libre , que no tenía que dar cuenta de sus acciones á nadie . Cárlos salió hecho una furia . Se marchó sin esperar á tomar el té . No se le puede hablar de ella . En el baile estuvo grosero con sus amigos ; en el casino , insultante , y en el café estuvo en nuestra mesa , y se marchó visiblemente contrariado por nuestras bromas . En fin , chico , parece que la tal Marquesa es una alhaja . « Allí vimos á las condesas de A , B , C , D y E ; á las marquesas de F y G ; á las duquesas de H , I , J ; señoras y señoritas de K , L , M , N , O , P , Q , R , S , T , U , V , X , Y , Z ; á la princesa de * * * ; A la embajadora de Alemania , y á las de Francia , Italia , Inglaterra , Rusia , etc . , etc . Además los distinguidos escritores señores ... « La fiesta estuvo animadísima . » La linda Marquesa viuda hizo los honores de la casa , con la amabilidad que tanto la distingue , á la escogida high life , en que figuraba la aristocracia , la alta banca , las letras , las artes , la diplomacia y la política . « El buffet , expléndidamente servido . Respirábase allí aisance y comm'il faut . « Para terminar nuestra causerie diremos á los lectores que anoche , á última hora , se hablaba de un lance pendiente entre dos jóvenes , uno de ellos muy conocido en el beau monde y el otro no menos distinguido , recien llegado á Madrid , que acaba de presentarse en los salones á que le llaman su nombre , su buena fortuna y sus envidiables cualidades personales . » El periódico de que hemos copiado literalmente el párrafo anterior , salia por la noche . Cárlos era uno de sus suscritores . Pero el joven no acostumbraba á leer por la noche más periódicos que la Correspondencia de España . Porque Cárlos era madrileño . El lector sabe yá que este Cárlos Caballero — pues así se llamaba — es el mismo que aparece en nuestro capítulo anterior , víctima , como Julio Suarez , de los comentarios hechos acerca de la conducta de una dama de la aristocracia . Comentarios gratuitos y ofensivos en alto grado , que ponian en peligro el clarísimo honor de la limpia vida de la Marquesa viuda del Rio . Pero sigamos la novela . Al dia siguiente Cárlos estaba almorzando . Un criado entró á servirle el té y puso sobre la mesa los periódicos de la mañana . Cárlos no era literato ni periodista ( sabida es la diferencia ) . — Pero podia serlo . Á la sazon contaba veinticinco años y un capital de veinticinco mil duros , con cuya renta vivia frecuentando los teatros , las reuniones y los casinos , como hemos visto , sin cuidarse del porvenir , falto de ambiciones , aunque sobrado de talento é instruccion para poder aspirar á las primeras y más brillantes categorías sociales . Vivia solo en un piso construido á la francesa , una verdadera habitacion de soltero ( chambre de garçon ) , en el barrio de Salamanca . A los veinticinco años , el hombre , aunque joven aún , empieza yá á tener un poco de amor á la vida práctica . — Las hermosas teorías de la juventud van desapareciendo ; y , aunque los cabellos no blanquean , la mirada es más varonil , tiene más dureza , ménos pasion , ménos ternura , y , si se nos permite la frase , dirémos que empieza á nevar en la imaginacion y sobre los más floridos pensamientos . El hombre á los veinticinco años y la mujer á los treinta son como frutos que pierden en brillo lo que ganan en madurez . Cárlos , miéntras endulzaba con gran cuidado su taza de té , cogió un periódico , el yá mencionado , y su vista empezó á recorrerlo primero con indolencia , hasta que , por último , la crónica de salones despertó su curiosidad . Era la revista de Plácido , escritor especialista en tal género de literatura , merced á la amenidad francesa con que cometia indiscreciones , relataba bodas , bautizos y hasta entierros próximos á celebrarse , citaba nombres propios , describía trages , detallaba desafíos , escándalos y todo género de sucesos y aventuras de la semana . Cuando Cárlos cesó de leer se sonrió , primero con desprecio , despues amargamente . Quiso tomar el té , pero un ligero temblor nervioso , que agitaba sus manos , hizo que la finísima taza cajera hecha añicos de entre sus dedos , derramándose el contenido sobre la mesa . — ¡ Miserables ! — exclamó con ira que no fué dueño de contener . Luégo se levantó de ama manera violenta , tocó un timbre y apareció el mismo criado de antes . — Recoge eso — le dijo señalando A los restos de la taza — y vísteme . Voy A salir . Miéntras el criado cumplia su encargo , volvió A tomar el periódico que en el primer momento arrojára al suelo , guardándolo en uno de los bolsillos de su trage . Vistióse precipitadamente y salió . Un coche de alquiler le llevó en pocos minutos desde el barrio de Salamanca á la casa en que vivia la Marquesa viuda del Rio . Subió las escaleras , llamó al piso principal y un lacayo de corta edad , con librea de diario , le abrió la puerta . — La señora Marquesa está descansando . — Lo supongo ; entrega esa tarjeta mia . Pero no vengo A verla . — ¿ Qué desea el señorito ? — ¿ Sabes tú dónde vive el señor don Julio Suarez ? — En el Hotel de París , piso segundo , número 39 . — Bueno , gracias . Dile A tu señora que volveré más tarde otro dia . Cierra , niño . Cárlos bajó las escaleras , dió la nueva direccion al cochero y entró en el coche . Durante el nuevo trayecto , recobró su calma habitual . Cuando llegó al Hotel de París , cuando subió al piso segundo y se detuvo delante de la puerta señalada con el número 39 estaba sereno como siempre . Llamó con los nudillos , y una voz de hombre dijo : ¡ Adelante ! La puerta estaba entornada , en efecto , y Cárlos no necesitó más que empujar suavemente para que se abriera . Encontróse en presencia de un joven que lo era de cinco años ménos que él , es decir , que representaba unos veinte de edad , rubio , de ojos azules , de mirar franco y dulce , el cual no es otro que el que hemos llamado nosotros Julio Suarez y á quien yá vió Cárlos la noche del baile en casa de la Marquesa . — Caballero ... — dijo Julio saludando y mirándole con cierta curiosidad . — ¿ Don Julio Suarez ? — interpeló Cárlos , correspondiendo á esta mirada . — Pase usted , pase usted y siéntese , estoy á sus órdenes . — Me llamo Cárlos Caballero — replicó éste . — En efecto , ese nombre me parece que lo conozco yá . — Tiene usted buena memoria y la Marquesa viuda del Rio también . Y Cárlos se sonrió al decir esto . — ¡ Ah ! yá sé . La Marquesa me anunció que iba á presentarme áuno de sus mejores amigos . Justo . Don Cárlos Caballero . Ese es el mismo nombre que me dijo . — Se ha cumplido mi encargo . Yo , como usted ve , me anticipo á los deseos de nuestra amiga , y vengo á evitar la molestia de una presentacion . Julio , aunque extrañando la conducta de su nuevo amigo , replicó : — Yo agradezco esta visita , que deseaba . Pero , siéntese usted . — Eso haré ; mas antes me permitiré cerrar la puerta . Tenemos que hablar de varias cosas . Julio se levantó y cerró por sí mismo . Subia de punto su extrañeza . — Hablemos de lo que usted quiera . Estamos completamente solos . Sentáronse ambos y Caballero , despues de ofrecer un cigarro al joven , sacó el número del periódico y le dijo : — Ántes de hablar , lea usted . Julio obedeció . — No comprendo — exclamó mirando fijamente á su interlocutor despues de devolvérselo . — Voy á explicarme y á explicarlo . — Decididamente — pensó Julio — ó éste no es Cárlos Caballero , ó el tal Cárlos lleva su despreocupacion hasta la extravagancia . Y añadió en voz alta : — No veo en esa crónica de salones nada de particular ; la descripcion de várias reuniones , entre ellas el baile de la Marquesa , y un lance de honor pendiente entre dos jóvenes . Si es usted ese escritor que firma con el pseudónimo de Plácido , le felicito por su talento . — Muchas gracias , pero yo no escribo más que cartas particulares . Ahora que conoce usted el resultado ó el total de la suma ( representado por esa crónica de salones y sobre todo por el último párrafo de esa crónica ) voy á poner ante su vista los sumandos . Compuestos nó de líneas de cifras , nó de números , sino de escándalos . Escúcheme usted . Y Cárlos refirió en breves palabras todo lo que ya saben nuestros lectores . La sorpresa de Julio no tuvo límites . — Aunque falto de esa ciencia que algunos han llamado oportunamente mundología ( y es impropio ) ó conocimiento del mundo , comprendió que la intachable fama de su amiga la Marquesa estaba en peligro , merced á todos los comentadores de ámbos sexos que trataban de hacer de él un Don Juan ó más bien un Lovelace de nuevo cuño . — Yá ve usted , amigo mió , — añadió Cárlos por via de resumen — cómo se forjan las calumnias de más terribles consecuencias en esta sociedad frivola y ligera . La Marquesa es inocente del crimen que se le imputa . Aquí los verdaderos culpables somos dos . Usted y yo . — ¿ Cómo ! — Es muy sencillo . Empezaré por mí , yá que trato de fundar acusaciones . Yo no debia ni podia salir abiertamente á la defensa de una mujer calumniada , joven y hermosa . Yo tuve ocasion de provocar un desafío , y , sin embargo , lo evité en interés de mi defendida . Hubiera sido contraproducente . En el estado actual de nuestra sociedad era aducir pruebas en favor de los detractores y exponer más aún la reputacion que ellos atacaban . El papel de Quijote , lo mismo que el de Redentor , da lugar hoy á chistosísimos equívocos . La historia que corre de boca en boca se convierte en leyenda . La que se escribe con sangre no se olvida nunca . La lógica social es no tenerla . Si una mujer encuentra un defensor , la deduccion inmediata es que la duda , caso de haber alguna , desaparece y la mujer es culpable . Si la acusacion es de honra , la defensa está comprada con moneda de liviandad . — Yo creo — balbuceó Julio . — Perdone usted , sé lo que me va á objetar . Yo no siento teorías en absoluto . Habrá casos en que suceda lo contrario . Pero en general y en el que nos ocupa todo sucede con arreglo á este programa que yo he fijado de antemano . Y aquí entra mi falta , porque sabedor de esto , yo no debí demostrar interés alguno en desmentir á los comentadores . Por hacerlo ha resultado que la Marquesa no sólo tenía un amante , sino dos . Que uno de ellos era usted y el otro yo . Yo no debí salir del baile ántes del té . No debí obedecer á la sobrescitacion de mis nervios . No debí rebelarme contra el absurdo . He faltado á la amistad , y mi falta se llama inexperiencia . El verdadero amigo , en tales casos , no ataca , pero tampoco defiende . — ¡ Pero eso es infame ! — interrumpió Julio sin poder contenerse . — Es usted muy joven . Viene usted de una provincia . No tiene amigos en la Corte . Esta es su falta ; esta la parte de crimen que le toca en los sucesos que estoy analizando y que le he dado á conocer . Usted se halla en condiciones para ser el héroe posible de una novela . La conducta de usted no la conozco , pero á no dudar tiene mucho de reprensible . — ¡ Caballero ! — Lo he dicho y lo repito . Pero no nos incomodemos y seamos amigos . No demos lugar á que Plácido , el revistero , tenga razon . Entre nosotros no puede haber lance , pero tendrémos una explicacion . Ambos somos amigos de la Marquesa . Las circunstancias , que son dueñas de los hombres , nos obligan a tener intimidad . Creo que sin esto la simpatía nos hubiera reunido — agregó con finura exquisita . — Además , yo no acostumbro á sentar suposiciones sin aducir pruebas . Está usted acusado . Veamos cómo responde á mis preguntas . ¿ Cuánto tiempo hace que reside usted en Madrid ? — Tres meses á lo sumo . — ¿ Conoce usted á algunas de las señoras que menciona Plácido en su crónica ? — Á ninguna , excepto á la Marquesa . — ¿ No tiene usted parientes en la Corte ? — Ninguno . — ¿ Es usted socio del Casino ó del Ateneo ? — Nó . — ¿ Cuáles son sus ocupaciones ? — Soy abogado , pero no ejerzo ; tengo alguna fortuna y gran aficion á la literatura y á las artes . Me paseo , visito los museos y las academias , compro libros , y , por leerlos , no conozco á nadie ni tengo más amigos que mis autores favoritos — replicó Julio , á quien enojaban tales preguntas apesar del tono poco humillante en que se le dirigian . — En cuanto á bailes y diversiones , el único y primero á que he asistido usted sabe cuál es , pues que me ha visto en el último dado por la Marquesa . — ¿ Lo ve usted ? Queda convicto y confeso el acusado . — ¡ Cómo ! — Voy á explicarme . Hace tres meses que reside usted en Madrid . Durante ese tiempo la buena sociedad no le ha visto en su seno , y como está usted llamado á ella bajo todos conceptos , le coloca en la picota de los sospechosos y le destina á la observacion . La Marquesa es viuda , joven y hermosa . Da un baile para presentar en el mundo elegante á su sobrina , una candorosa niña que su hermana moribunda confió á sus cuidados , un ángel que acaba de vestirse de largo . Pero , ¿ quién dice que no sea para enorgullecerse ante sus rivales mostrando un esclavo , un adorador joven , de talento , de buena figura , y , por consiguiente , conquista que merece ostentarse y arrostrar por ella el escándalo para satisfacer el amor propio ? Por otra parte , ese joven , usted , según es público y notorio , no ha procurado buscar ni frecuentar más relaciones que las de dicha familia , compuesta de dos mujeres , una viuda y una huérfana , que viven solas : ¿ es extraño que la sociedad lo relegue á la infame clase de amante , degradando á nuestra amiga con el inmerecido nombre de manceba ? — ¡ Dios mió , tiene usted razon ! Soy culpable . Y , sin embargo , yo le aseguro … — No se moleste usted ; no es preciso explicar su inocencia , yo la presiento , como he conocido cuánto condenan las apariencias . — ¿ Pero qué hacer ? — Nada : dicen que somos rivales , procuremos demostrar que somos amigos . Y los dos jóvenes continuaron hablando largo rato ; pero los resultados de esta entrevista formarán los capítulos siguientes . Eran las cuatro de la tarde , y ésta de invierno , templada por los rayos del sol poniente . El paseo de coches del Retiro se ve en hora tal y en tal estacion convertido en el punto de cita de la sociedad elegante . En Madrid no hay romerías . — Todo el año es romería en las grandes poblaciones . — En buen hora que el pueblo , la gente trabajadora espere con verdadera impaciencia las fiestas de San Juan , San José y San Isidro ; las Pascuas de Navidad , la Semana Santa y los domingos , y que una vez llegadas tales fiestas acudan todos con apresuramiento á la pradera , al Prado ó á cualquier otra parte , aglomerados , confundidos y como ébrios de alegría . — Esas expansiones de la masa popular tienen no poco de grosero en la forma y mucho de arrebatadas y dementes en el fondo . — Pero las clases más elevadas superan también en esto á los que dominan en todo . — Ved , si nó , cómo no contentos con lo que la tradicion y la costumbre han hecho general y casi obligatorio , eligen una alameda , una pintoresca calle de árboles como pasco diario , donde las hermosas se dejan admirar y ( mujeres al fin ) se reclinan indolentes y graciosas sobre los mullidos asientos de sus carruajes , para que los hombres caigan de la admiracion en la esclavitud y de la esclavitud entre sus brazos . Esa es la romería eterna . — La romería del amor . — Allí , entre aquella ordenada confusion ( me permito la frase ) no se ven danzas desenvueltas , riñas alevosas , ni rostros encendidos por el calor de la embriaguez . — Allí todo es distinguido . — Allí los hombres tienen á lo sumo la fria borrachera del Champagne ; las mozuelas no existen , pero en cambio mirad de qué manera cruzan la belleza , la gracia femenina , con qué ardiente afan trotan esos caballos de pura raza y cómo persiguen — guiados por la mano del ginete , que apénas parece moverse , y estimulados por el acicate artero — una mirada de amor y de promesas , lanzada al pasar desde el fondo de un carruaje . ¡ Qué disimulo ! ¡ qué recato ! y más aún , ¡ cuánto misterio flota como un velo encantador entre aquel mundo de gasas trasparentes , de rizos dorados , de perfumadas pieles y de Cándidas perlas ! — Dijérase que la agitacion de la carrera es la única causa de que en las pupilas brille el entusiasmo , de que todas las megillas se coloren y todos los labios sonrian de felicidad . — El amor tiene sus categorías . — Hay también un amor eminentemente aristocrático . Juzgúese de la sorpresa que causarían Cárlos y Julio al entrar en el paseo , cabalgando juntos , en dos briosos caballos , riendo y charlando como dos antiguos amigos , cuando , según yá sabemos , la tarde anterior Julio Suarez , ginete en un alazan de raza andaluza , estuvo paseando solo por entre aquella multitud que poblaba el Retiro , y yá sabemos lo que de él y de su reciente amigo Cárlos se decia entre los que propalaban la nueva historia galante . En esto descubrieron el carruaje de la Marquesa , y acercáronse los dos ginetes á saludarla , trotando al estribo un gran espacio . Las acusaciones de los dias anteriores resultaban falsas . — Los comentadores se vieron derrotados una vez más . — Á no dudar , la Marquesa no tenia dos amantes , puesto que estos dos amantes eran amigos tan íntimos , que áun hubo quien aseguró haberlos oido tutearse . Cárlos no era más que un buen amigo ; en cuanto á Julio , el caso era diferente . — Bien pudieran ser amigos ámbos jóvenes , sin que por eso dejára Julio de ser el amante de la Marquesa . Plácido escribió otra revista dando cuenta de bailes sucesivos , y terminó diciendo : « Afortunadamente , y mediante la acertada intervencion de los padrinos , el lance de que hablaba en mi revista anterior seha terminado satisfactoriamente . » Este artículo , que viene aquí como intercalado , es , sin embargo , de los de primera necesidad . Según la pauta novelesca debiera haberse escrito antes , y no dudo que á muchos les parecerá fuera de lugar y algún tanto retrasado , no faltando seguramente quien tachará de olvidadiza mi pobre pluma . Y debo advertir que mi crimen , caso de existir , está ejecutado con premeditacion y alevosía . He querido que mis lectores vieran el original ántes que la copia , y primero que retratar á los personajes se colocan éstos delante del espectador y hablan en su presencia , mientras el autor cubre sus facciones con una máscara parecida á la que usaba la antigüedad para representar las aventuras de Edipo y las trágicas Euménides . Creo , como ellos , que el público debe ser dueño de sus impresiones propias , cuando compra un libro como este para leer y soñar y entretenerse forjando allá en su múltiple fantasía tipos y creaciones románticas . Pero la costumbre es una ley ineludible y , para dar á conocer sucesos posteriores , debo someterme á ella , poniendo este capítulo entre paréntesis . Conste , pues , que á todo comprador de este libro se le regala un álbum de retratos . Y para mayor exactitud los haremos de fotografía y sin colores . Helos aquí : Reproduccion ampliada hasta el tamaño natural . — Las facciones , aunque mas pronunciadas , nos recuerdan su rostro de niño , lleno de candor y de inocencia en el cuadro de género . — Hay más expresion en la mirada de sus ojos . — Sobre el labio superior , un poco levantado , una ligera sombra de naciente bigote . — La frente irradia inteligencia y tiene la altivez de la nobleza . — Está de pié , apoyando el brazo izquierdo en un alto mueble . — Se ve elegancia natural en la actitud , pero revela algo de esa cortedad y turbacion peculiar á la adolescencia . — Tan luminosa es toda la figura como la luz que la reprodujo . Retrato Rembrandt ( fondo negro ) . — Combinacion de luz y de sombra en las facciones . — Estos retratos , que hace Otero de una manera inimitable , favorecen mucho cuando el fotógrafo es bastante hábil para dejar oscurecida toda expresion dura y en plena luz los rasgos más delicados . — El pelo y los ojos del retratado son oscuros y la barba rizada y abundante . — Debe ser muy pálido , porque la luz del rostro es algo difusa y blanca . — La mirada está llena de franqueza y lealtad , y , sin embargo , parece que hay en ella algo de acerado y frió como la hoja de una espada . — Los labios se entreabren con una sonrisa amarga , y violenta el rostro una afectacion de indiferencia , que contrasta con el vigor apasionado de los pómulos y de la frente . Tarjeta americana de cuerpo entero . — Hermosa cabeza , colocada con naturalidad no exenta de distincion . — El peinado es sencillo , como conviene al mejor lucimiento de una profusa cabellera . — Esta aparece en el retrato de un negro tan brusco , que debe ser en el original de este mismo color y sedosa en extremo . — Las cejas suavemente arqueadas . — La Marquesa debe ser también muy blanca de carnes , y su blancura mate , porque la luz no ha dejado al copiar su rostro ninguna trasparencia cortada , como sucede cuando los rayos solares se reflejan produciendo esos puntos brillantes y ridículos en la extremidad de la nariz ó en la curvatura de la barba . — En los retratos lo más difícil de averiguar es el color de los ojos , porque hasta el azul es negro en fotografía . — Además , la mirada de la Marquesa tiene una dulce melancolía , que es más general á los ojos azules . — Sin embargo , como quiera que no cabe duda en que el pelo es negro , puede afirmarse que los ojos , grandes y rasgados , también lo son , porque en esta mujer todo es perfecto hasta el punto de que en ella no podríamos suponer nada de extraño y sobrenatural . — Representa veinticuatro años á lo su mo . — Esbeltez , elegancia y distincion en su actitud . — Las manos son tan acabadas , que el fotógrafo no habrá necesitado colocarlas detenidamente , cosa que en otros retratos es sumamente difícil , pues el efecto de luz y sombra las desfigura casi siempre notablemente , haciéndolas de mayores y desproporcionadas dimensiones . Tarjeta veneciana . — Busto de relieve . — Joven de unos quince años . — Sus facciones son más propias del pincel que de la fotografía . — Debe ser muy blanca , y , sobre todo , muy rubia , porque el efecto de luz en el pelo produce la gradacion gris claro . — El retrato , aunque bueno , resulta con vaguedad en la fisonomía ; porque todos los rasgos son tan finos , que sólo un miniaturista pudiera seguir en el marfil sus contornos delicados . — El rayo de sol , al penetrar por el cristal del objetivo , parece haberse detenido ofuscado ante la radiacion fantástica de candor que resaltaba en la figura aprisionada para recibirle en la cámara oscura del aparato . Anochecía cuando nuestros cuatro personajes regresaban á la poblacion de Madrid desde el paseo de coches del Retiro . La Marquesa y su sobrina , en un lujoso landeau ó carruaje descubierto , penetraron por el anchuroso portal de un hotel situado en Recoletos , donde ambas vivian . Julio y Cárlos , por su parte , se despidieron , ya cerca del arco de la calle de Alcalá , poniendo el primero su caballo al trote largo en direccion á la Puerta del Sol , donde está situado el Hotel de París , y encaminándose el segundo hácia el próximo barrio de Salamanca . Esperemos nosotros ( mis lectores y yo ) un corto rato , pues que pudieran atropellarnos los numerosos trenes que , imitándolos , se retiraban á sus respectivas casas , y así daremos tiempo suficiente para comer á los personajes que nos interesan , cosa en que el lector no puede imitarles sin cortar el interés que le inspiren estas páginas . Ahora los fieles que me sigan , como recompensa del tiempo que pierden en hacer tal sacrificio , sabrán , entre otras cosas , lo siguiente : La Marquesa y su sobrina Purificacion , Julio y Cárlos tienen una costumbre que hoy se encuentra muy generalizada , cual es la de anotar todos los dias , en una especie de libro de memoria , los acontecimientos que mayor impresion dejan en su ánimo . Es de advertir que ninguno de ellos , siguiendo el impulso de ridículo romanticismo , alimenta la absurda pretension de escribir sus memorias , sino más bien el curioso entretenimiento de formar un diario . Recomiendo á mis lectores esta ocupacion , y , haciéndolo en la misma forma que nuestros personajes , me darán las gracias . Entretanto yo , en obsequio del público , cometeré un abuso de confianza trasladando á este libro cuatro autógrafos , que pueden dar mucha luz sobre el argumento de este libro . Las estampas y litografías de santos franceses ostentan á menudo en el respaldo una oracion para los devotos . Nuestros cuatro retratos fotográficos tendrán en esto alguna semejanza , si el lector se entretiene en pegar con goma estas cuatro hojas arrancadas de los diarios que escriben los originales . Todas , como se verá , llevan la misma fecha y se ocupan del mismo suceso . Tratemos de retratar , ya que el estilo es el hombre , los caractéres y sentimientos que predominan en cada uno de ellos . Hé aquí la copia conforme de los autógrafos mencionados . 15 de Enero de 187 ... He conocido á Julio Suarez . — Necesito ser su íntimo amigo . — Si me impulsan á la venganza vengaré á la Marquesa , buscando pretextos para batirme con sus calumniadores , exceptuando al conde de Fuente Hermoso , porque su mujer se encarga devengarme miéntras él juega al tresillo . ¿ Por qué irá Julio Suarez con tanta frecuencia á ver á nuestra amiga ? — Ella , aunque mayor que él , es muy joven . — ¿ Me oculta Julio su amor si es que lo siente ? — ¿ Amale la Marquesa sin que él lo sospeche ? — Tengo que informarme cuanto ántes de todo ello : desde mañana les observaré . 15 de Enero de 187 ... Purificacion es un ángel . — Ella y Julio serán muy felices . — La candorosa niña le adora y está en la edad en que todavía se cree en la muerte irremediable cuando el alma no realiza los sueños de amores de nuestra imaginacion . — Cárlos y Julio han estado juntos en paseo esta tarde y se acercaron á saludarnos . — Me hace sonreir el pensar que no se le habrá olvidado á Pura consignar esto mismo como un gran suceso en las hojas de su Diario . — Julio se puso al estribo del lado en que iba Pura , y no hizo más que saludarme , hablando con ella toda la tarde . — Deben quererse mucho . — Yo estaba con dolor de cabeza . — ¿ Por qué son amigos Cárlos y Julio , que ántes no se conocían ? 15 de Enero de 187 ... Estuvo en paseo y se puso al estribo del lado en que yo iba . — Su caballo conoce yá nuestro carruaje . — El noble animal parece que tiene inteligencia ; sabe que soy yo la que le da todas las tardes un terron de azúcar , y no lo quiere más que de mi mano . — Julio vendrá esta noche . — Voy á arreglarme un poco . — Según mi reloj , faltan veinte minutos para que llame , pero debe ir atrasado . 15 de Enero de 187 ... La he visto en paseo . — Ahora voy á vestirme , porque esta noche iré á su casa y yá me estará esperando . Dos palabras para terminar el capítulo . Hé aquí el título de un curioso libro que compré hace dias : Livre d'images sans images . Si la costumbre establece jurisprudencia , estoy en mi derecho , en vista de tales precedentes , al titular el presente capítulo Album de autógrafos sin autógrafos . El público resolverá . La escena representa un gabinete en casa de la Marquesa . — No es posible detallar el mobiliario , porque el buen gusto no se analiza . — Imagínense paredes tapizadas de brillante raso color de aroma . — Sillas de forma elegante ; muebles de maderas preciosas ; hermosas pinturas de la escuela moderna ; mármoles y bronces ; dobles colgaduras , cubriendo con misterio los umbrales ; una chimenea que , en vez del obligado espejo , tiene encima un limpio cristal de grandes dimensiones , que se incrusta en el perforado tabique , y á través del cual se ve el gran salon inmediato , semejante á un sueño de riqueza que nos deslumbra ; un piano que tal vez recuerda la última nota que lanzó , — que , abierto y silencioso , guarda las armonías dormidas en perfumada cárcel de palo santo , — y semejante al genio , que se recoge y se abstrae para concertar sus ideas , esas notas de la inteligencia , parece que va á sonar , que el marfil extremecido se animará sin que dedos humanos lo opriman ; — y , bajándose como la fiera que se prepara á lanzarse sobre su presa , saltará , hiriendo con brusco golpe una cuerda que , como el cisne , cante para morir . — Á la derecha , el gabinete ó saloncito comunica con el invernadero por dos puertas que están siempre abiertas . — Colocados así , tan inmediatos , el invernadero y el gabinete , son como dos buenos amigos que se prestan mutuos favores . — En el primero hay flores delicadas ; en el segundo la chimenea que yá hemos descrito . — « Toma , » parecen gritar las rojizas y juguetonas llamas , templando la atmósfera de su vecino ; y las plantas , irguiendo sus tallos con el calor que les da vida , por cada beso de fuego le regalan cien suspiros de perfumes adorados . Una mesa de centro , sostiene encuademaciones de nácar y oro , álbums de piel de Rusia , y pende sobre ellos la lámpara trasparente . — La mesa está cariñosamente rodeada por un diván circular , cortado á trechos con brazos ; — brazos donde reposó quizás la acariciada mano de una hermosa , y límites blandos y benditos que sólo distan uno de otro el espacio necesario para que las turgentes formas de la mujer amada tiemblen de amor , aprisionadas junto al extremecido cuerpo del amante . No se oye más que el chisporroteo continuado y desigual de los leños ardientes que se consumen . — El gabinete , sin embargo , no está desierto . — Dos mujeres , la Marquesa y su sobrina , palpitan y viven enmedio de aquella riqueza . — Entremos , ocultémonos en la parte más oscura , en el invernadero . — Pero al rumor de nuestros pasos se despiertan los canarios , cuyas doradas jaulas , ocultas entre el follaje , cuelgan de la gran cubierta de cristales . — Un poeta romántico llamó al ave ramillete con alas . — Los canarios son flores amarillas , y su perfume ... escuchad ¡ cómo cantan ! — Yá enmudecen . — Se restablece el silencio , que al poco rato interrumpe otro sonido de improviso . — No es un trino , no son los canarios , no es una nota , es una vibracion de plata . — Se repite . — Es el reloj de Boule que está encima de la chimenea . — Una , dos , tres ... las nueve . Levántase una colgadura y aparece un criado que anuncia á Cárlos y Julio . Lector , desde el punto y hora en que nos hallamos empieza la parte más árdua para mí y también el verdadero interés de este libro . Lo que vamos á presenciar adoleciera , si este libro fuese un drama , de escaso movimiento ; pues cuatro personas que se reúnen para pasar agradablemente lo que se llama una velada , no pueden hacer más — salvo error de mi parte — que lo que hicieron la Marquesa , Purificacion , Cárlos y Julio ; es decir : charlar al principio , jugar al ajedrez , al tresillo ó cualquier otro entretenimiento , leer algún libro , bordar , hacer flores , tocar el piano y cantar si es posible . — Ningún empresario aceptaría un desarrollo de escenas en que no se encuentra ni un solo efecto teatral . Pero yo sé que un hombre sentado en una delantera de anfiteatro quiere ver , y nada más , porque está muy incómodo para hacer reflexiones . — Mas cuando coge un libro y se recuesta muellemente en un sillon de su biblioteca , cerca de la estufa , y de su mujer , si es que la tiene , prefiere pensar , porque la vista sólo le sirve para confundir gradualmente los caracteres de imprenta , las manos para dejar caer el cigarro á poco rato y los párpados para cerrarse de sueño al doblar la última hoja del volumen favorito . Sigamos , pues , la narracion . Sobre la mesa de centro púsose un tablero de ajedrez ; y , mientras la Marquesa y Cárlos su contrincante , sentados uno enfrente de otro , se ocupaban en colocar peones , alfiles , caballos , reyes y torres , el piano preludió las primeras notas de una serenata . Pura , de pié al lado de Julio , se preparaba á cantar . Un ligero sonrosado coloreaba las mejillas de la joven , y la palpitacion de su seno , que se levantaba á intervalos , se delató solamente por la ondulacion crugiente de la seda en que estaba aprisionado . — Sus ojos tenian el brillo de la pasion , y sus miradas la pasion misma . — Estaba tan hermosa como la felicidad y era feliz con su hermosura . — Parecíase , con sus cabellos rubios que desmayaban sobre el trage , con sus ojos azules y su esbelta figura , á la virgen del Septentrion que idealizan en sueños los poetas , extremecida y suspensa al verse cubrir con el velo blanco de la desposada , que ciñe sus formas puras como una niebla que flota sobre las aguas tranquilas de los lagos de la Suiza alemana . Y en tanto el enamorado Julio veíase envuelto en aquellos efluvios de pureza , en aquellas oleadas de amor divino , y su frente ardia como debió arder la de Romeo al ver á Julieta en la reja del amor — clavando en él sus ojos con la mirada de la primera cita . — Sus dedos convulsos recorrían el teclado en un preludio sin fin , porque su vista fija en las notas que el atril sustentaba no tenía más que la confusion de una lágrima . — Y ésta rodó al cabo , fácilmente , como el rocío que resbala por las curvadas hojas de la azucena . Pura enmudecía y en sus labios se dibujó , como el arco-iris de aquel llanto , la sonrisa inefable de la mujer que se siente amada . La voz de Cirios vino á sacarles de aquel éxtasis . — Marquesa , jaque-mate , — exclamó éste interrumpiendo el silencio con que se hablan verificado las anteriores jugadas . Entónces , como los que se ven sorprendidos en el acto de estar perpetrando un crimen , Pura y Julio bajaron la cabeza avergonzados , apresurándose á penetrar por las estrechas puertas de la realidad al salir de los encantados pórticos de la fantasía . El piano produjo los primeros acordes , y una voz un tanto trémula , pero fresca y delicada , empezó las modulaciones de un canto melancólico y ligero como las tardes del cielo de Italia . Permítame el que leyere que abandone la pluma de uve con que están emborronadas las cuartillas anteriores ; y , para analizar los sentimientos de otra índole que agitaban ; á la Marquesa y Cárlos , escribiré con pluma de acero . Empecemos por el principio . Una vez puestas en orden y en sus respectivas casillas , las figuritas de ébano y marfil que componían el juego de ajedrez , éste empezó , y no seguirémos sus alternativas , porgue en nada nos interesan . — Sólo , si , dirémos que , á nuestro entender , ámbos jugadores tenían un método extraño y tan desigual , que no hubiera dejado de llamar la atencion á cualquier observador tan indiscreto como nosotros . Y si el observador no fuera inteligente en tales entretenimientos hubiese dado toda la ventaja á la Marquesa , pues mientras Cárlos se detenia pareciendo meditar su jugada , doña María de Silva sólo esperaba el momento de que su contrincante moviese una figura para hacer la suya con tal rapidez que bien pudiera asegurarse estaba dotada de una asombrosa celeridad de cálculo y gran certeza en vencer á su adversario . Es más ; en tanto que Cárlos reflexionaba , ella , sin preocuparse del resultado de tan largas cavilaciones , separaba sus miradas del tablero para fijarse en el grupo formado por su sobrina y Julio Suarez . — Y Cárlos pensaba , reflexionaba y cavilaba ( que todo es lo mismo ) no con los ojos cerrados para abstraerse , no recorriendo con la vista las posiciones del contrario en el tablero , sino mirando á la Marquesa con tal ahinco , que se le hubiera creido empeñado en adivinar en el rostro hermoso de su rival los ataques y defensas que tenía premeditados . Cárlos miraba á los ojos de la Marquesa y ésta esquivaba la intencion mirando al ángulo en que estaba el piano . — Sólo cuando se encontraban aquellos luminosos rayos , como si de este choque recibieran ámbos contrincantes la inspiracion de un ataque , movíanse las figuras . Dijérase que no el noble ajedrez , sino el artero florete era el arma que esgrimian en aquel desafío . Habia un desequilibrio continuo . — Cárlos tardaba en jugar . — La Marquesa lo hacía seguidamente y con la rapidez del relámpago . Imagínese un asalto de armas en que los aceros permanecen inmóviles y cruzados en el aire por largo rato y en que el acero que atacase ve seguido y esperado en su giro rápido y deslumbrador por el acero contrario , que para el golpe y se defiende . Veamos cómo fué la primera estocada . Aunque Pura y Julio daban la espalda á los jugadores , habia encima del piano un espejo , pendiente de aquel lienzo de pared . Desde el sitio en que se hallaba la Marquesa veíanse perfectamente reflejadas en el espejo las facciones de ámbos jóvenes . Vióse la sonrisa de Pura , vióse la lágrima de Julio ; y , ¡ cosa extraña ! el rayo de luz , al copiarla , pareció refractarse , retroceder desde la superficie tersa , llegar en rápida línea á otro cristal , al cristal de los ojos de la Marquesa , en los cuales apareció de improviso otra lágrima igual , exactamente igual á la que brillaba en el fondo ficticio del espejo . — Las leyes de la Física no admiten este fenómeno , que cambia la dióptrica en catóptrica y viceversa ; pero nosotros lo menospreciamos todo ante la realidad del hecho ; y , una de dos , ó la refraccion existió , y las pupilas de la Marquesa se humedecieron como se humedecen y lloran las nuestras cuando se deslumbran heridas por un rayo directo del sol , ó , de lo contrario , debemos suponer que doña María de Silva era uno de esos séres ridículos que lloran siempre que ven llorar á los demás ( estupidez distinta á la que yo confieso de reirme siempre que encuentro por el mundo á un jorobado ) . Cárlos bajó la frente ante aquella lágrima ; miró al tablero como si tratase de concentrar todas sus fuerzas para dar un golpe de gracia ; su mano alzó y dejó caer en otra casilla un caballo , y exclamó , como yá hemos oido : — Marquesa , jaque-mate . Entónces la voz de Pura , que se elevó tras estas palabras , y los primeros acordes del piano , envolvieron en olas de armonía el chasquido violento del abanico de la Marquesa , cuyo varillaje de nácar y oro saltó hecho pedazos entre sus dedos . — Tiene usted razon , Cárlos , he perdido y quiero mi revancha , — dijo despues ésta , con entonacion tan dulce y reposada , que , A no ser por el abanico roto , nadie hubiera adivinado el despecho que indudablemente la dominaba por su derrota . En aquel instante el reloj de Boule daba las diez de la noche . El canto de Pura era una serenata . — Las notas , al salir de su garganta , resonaban como perlas de un collar desatado , que se desprenden y caen en una copa de oro . — Hay canciones que llaman A la memoria los alegres dias de la niñez ; canciones que son como la escala del recuerdo , por á cual vamos bajando hasta llegar A nuestro ayer más lejano , y Otras hay que , como nube de esperanza , nos suben al porvenir entre blanquísimos vapores de armonías , hasta tocar con nuestras mános el cielo azul y color de rosa de nuestra soñada felicidad . — La cancion que Julio acompañaba A Pura era uña de estas últimas . — Una serenata de amores , encerrada en el pentagrama siempre jugueton y consolador de Rossini : nada más conforme A la situacion y á los sentimientos de los que en aquel instante la interpretaban , que la ternura y el rendimiento que llenaban aquellas inspiradísimas notas . — ¡ Qué dicha pudiera igualar á la de la cándida niña cuando modulaba promesas tan tiernas , juramentos tan leales y aquel llamar á su amante con los más dulces nombres , y aquel virginal anhelo que los temerosos labios aún no se habían atrevido A expresar en sus conversaciones con Julio y en las cortadas frases de sus cartas llenas de encantadora vacilacion ! Así es que , sin darse cuenta de ello , los dos jóvenes se abandonaron á la situacion que los vencía ; el delirio y el vértigo borraron de su vista los objetos y de su memoria - a conciencia de donde estaban . — La voz de Pura se elevó gradualmente . , hasta parecer la de un ángel cantando en las alturas ; su rostro radiaba encanto , y los ojos del joven dejaron de mirar el teclado para elevarse hasta ella ; y así , confundidos en recíprocos torrentes de luz , palpitantes y arrastrados hácia las glorias venideras , invadieron las eternidades de amor , deslizándose , sin violentas sacudidas , hácia las ríentes playas donde á solas podían repetir una y mil veces ese suspiro eterno que hizo impuro Cleopatra y divinizó Santa Teresa . La Marquesa y Cárlos parecían también someterse á un vértigo , el vértigo del juego , atendiendo á la rapidez con que una y otro , baja la frente , brillante y fija la vista en el tablero , con las facciones demudadas y los dedos convulsos , movían caballos , torres , reyes y peones sin dejar un punto de reposo á las figuras , que , á no dudar , se perseguían con furia tal y tan iguales intentos , que ninguno de los jugadores perdía una sola en la refriega , cosa tan inexplicable como la refraccion que yá dejamos anotada en las páginas anteriores . De pronto la voz de Pura terminó , apagándose la última modulacion ; pero el piano continuó en sus acordes , y otra voz varonil , la de Julio Suarez , se elevó entonando con el mismo acompañamiento la serenata ; pero no yá con su letra , sino con la siguiente : No sé si mis lectores creerán , como yo seguramente creo , que en ocasiones se siente hasta llegar la inspiracion poética . — Lo que puede asegurarse es que tal aconteció á Julio . — Su rostro irradiaba luz , y sus facciones , sus ojos , tenían un sello de hermosura divina . — En cuanto á Pura , la pobre niña comprimía fuertemente el latido del corazon , que iba á saltársele del pecho ; y , ofuscada , ciega en aquella atmósfera de fuego , inclináronse sus formas como el tallo de un lirio que se doblega , y su aliento entrecortado se hizo anhelante , cayendo de rodillas ante Julio , que , en sublime delirio , atrajo hácia sí la hermosa cabeza de su adorada , depositando un casto beso en su purísima frente . La vibracion de aquel beso produjo un eco extraño en el aire , el eco de un grito agudo . — Otro fenómeno físico que no explicamos . — El grito era de la Marquesa , y al par resonó el estrépito que produjo Cárlos al levantarse , arrojando léjos de sí , con un movimiento nervioso de espantosa rapidez , el tablero en que ámbos jugaban . Como quien se despierta bruscamente de un sueño de la media noche , volvióse Julio al escuchar aquel grito . En cuanto á Pura , irguióse con la distension de un resorte ; por sus ojos pasó algo de espanto y de fijeza ; demudóse en extremo , y vaciló , llevándose una mano á la frente como quien pretende arrancar de la imaginacion esas ideas repentinas que se desgarran en ella sombrías como nubes y rápidas como el rayo . Quedóse áun más pálida que la Marquesa , casi lívida , inmóvil y como petrificada . La mirada de Julio , expresando la más natural sorpresa , se encontró con la de su amigo Cárlos . Pero los ojos de éste destellaban no sé qué insólita amenaza mal encubierta . Esta situacion duró sólo algunos segundos . Cárlos fué el primero en romper el silencio . — Marquesa , perdone usted por el susto , pero al tratar de mover una pieza no sé cómo he derribado el tablero ; y , vea usted , ha sido una lástima , porque yá tenía combinado el segundo jaque-mate , — exclamó con naturalidad . — Es verdad , Cárlos , me he asustado ; — añadió doña María , mirando á su contrincante con cierta gratitud indefinible — empecemos de nuevo . Y así quedó explicado todo . Sin embargo , Pura se acercó á la mesa de centro , siguióla Julio , y el piano quedóse yá abandonado en todo el resto de la velada . A las doce se sirvió el té . Ha trascurrido una semana . Durante estos siete dias he corregido las pruebas de todo lo escrito ; y , cuando yá me preparaba á continuar mi tarea en igual forma , me encuentro con una carta de los editores , concebida en los términos siguientes : « Sr . D . Eduardo López Bago . » Muy Sr nuestro : El último capítulo remitido , cuyas pruebas , que le incluimos adjuntas , le rogamos corrija con esmero , no nos satisface tanto como los anteriores , y así esperamos que prescinda de la nueva forma en él adoptada , procurando dejar á un lado descripciones harto poéticas y un tanto oscuras , ciñéndose extrictamente á narrar , sin comentarios ni ampulosas imágenes , todos los acontecimientos con estilo ménos galano y más claro y preciso . — Yá le hemos dicho , que es nuestro deseo publicar un libro donde el autor no ha de predominar en nada y los personajes sean el todo . — El trabajo de usted es muy parecido al que nosotros empleamos para trasladar del Diario al Libro Mayor las cuentas de gastos é ingresos . — La Marquesa , su sobrina , Julio y Cárlos son los verdaderos autores , puesto que de ellos se trata en el libro , y usted se debe limitar á darnos cuenta detallada , pero concisa , de los sucesos . — Las reflexiones , el público puede hacerlas , y yá sabe usted que al lector no le gusta que el novelista influya con sus opiniones en su manera de pensar y de sentir ; de lo contrario llegaria el caso en que las bibliotecas fueran como los bancos de una escuela de primeras letras . » Si , apesar de esto , persistiera usted en tales propósitos , respetaríamos su opinion , sin molestarle en adelante con nuevas quejas . » Sin otro particular , y esperando nuevos originales , se repiten suyos atentos SS . SS . , Q . B . S . M . , Confieso que la lectura de esta carta produjo en mi ánimo tales extremos de furor , que , sin tener en cuenta el desprestigio que de mi exageracion y arrebatos pudiera resultarme , sabiendo que el mejor medio de venganza es el ridículo , y para demostrar á mis editores prácticamente lo absurdo de sus exigencias , escribí en una cuartilla lo siguiente : Señor don Julio Suarez . Lunes . — Está ocupado en extremo pensando en Pura , tocando la serenata en el piano , paseando á caballo por el Retiro , donde no ve el carruaje de la Marquesa , y se acuesta temprano como un niño malhumorado . Martes . — Igual método de vida é iguales resultados negativos . — Ni en paseo ni en el teatro , adonde acude con el mismo objeto , consigue ver á la Marquesa y á su sobrina . Miércoles . — Tristeza infinita . — Reclusion voluntaria en su cuarto de la fonda de París . — Reflexiones en serio acerca de si es ó no conveniente la muerte cuando se pasan dos dias sin que un hombre vea á su novia . Juéves . — Resolucion del problema anterior . — Ántes de atentar á la vida , averiguar por qué razon la Providencia dispone este alejamiento . — Mayores ejercicios de tristeza al saber en el hotel de doña María de Silva que Pura está enferma y que las señoras no reciben á nadie . Viérnes . — Paseos por los jardinillos de Recoletos en el mes de Enero . — Conversacion cordialísima con una doncella de labor , la que gana veinte reales por la sola noticia de que la señorita Pura está mejor . Sábado . — Nuevos paseos nocturnos por Recoletos . — Serenata tarareada al aire frió . — Nueva conversacion con la doncella , y nuevo duro , y nueva noticia de que la señorita Pura está yá bien . Domingo . — Inmensa alegría al recibir una invitacion de la Marquesa para repetir la velada . Señorita doña Purificacion de Silva y Paredes . Lunes . — Por la mañana fiebre , por la tarde fiebre y médico , por la noche aumento de la fiebre . Mártes . — Fiebre , medicinas , delirio y al fin sueño profundo . Miércoles . — Recobra el uso de su razon perturbada por la enfermedad . — Lágrimas sin causa al ver á su tia sentada junto á la cabecera del lecho . — Sueño tranquilo . Juéves . — La enferma se mejora . — Por la tarde está yá fuera de peligro ; Pura no conserva de la pasada crisis más que una gran excitacion nerviosa y una extraña predisposicion al llanto . Viérnes . — La Marquesa agradece á sus numerosos amigos el interés manifestado hácia su sobrina en aquella ocasion . — Pura se levanta y quedan despedidos el médico y la enfermedad . Sábado . — Los ojos de Pura brillan más que nunca y sus mejillas adquieren un sonrosado vivísimo . — Indudablemente la juventud triunfa en toda la línea de la pasada fiebre . — Antes de acostarse copia la serenata improvisada por Julio , que recuerda de memoria . Domingo . — Cárlos y Julio van á casa de la Marquesa y trascurre la velada sin incidente alguno . — Puta está yá completamente restablecida , aunque algo pálida y triste . — Cuando los dos jóvenes se despiden , enciérrase ella en su cuarto , y en una hoja de su diario escribe lo siguiente : « ¡ Qué desgraciada soy ! » Excelentísima señora Marquesa viuda del Rio . Lúnes ... Mártes ... Miércoles ... Juéves ... Viérnes ... Sábado ... Domingo ... Véase el estado anterior : donde dice enferma , póngase enfermera ; donde fiebre , solícitos cuidados ; y donde sueño y delirio , insomnio y maternal abnegación . Señor don Cárlos Caballero . Lunes . — Paseos matinales á caballo . — Asalto de florete en la sala de armas , hasta caer rendido de cansancio . — Pérdidas al juego , pasando para ello la noche entera en el casino . Martes . — Igual método de vida que el anterior . — Excesos en el juego y en la bebida . Miércoles . — Continúa insomne el espíritu de Cárlos , miéntras sus miembros extenuados recobran las perdidas fuerzas en un corto descanso . Juéves . — Paseo á caballo hasta la caida de la tarde . — Entrase en un lugar de Madrid , de cuyo nombre no debo acordarme , y llega la noche con la continuacion de lo anterior . Viérnes . — Cárlos regresa á su casa ántes del amanecer , en brazos de unos amigos y compañeros de orgía á quienes no conoce como tales . Sábado . — Nueva salida de Cárlos , poniendo en práctica el título de una obra de Paul de Kock , que , si no es infiel mi memoria , dice así : Les femmes , le vin et le jeu . Domingo . — Renuévase el curioso caso de la madrugada del viérnes . — De cómo el espejo de Cárlos continúa terso , miéntras la frente del hombre de mundo ostenta la primera arruga . — Recibida la invitacion de la Marquesa , acude á la velada , donde demuestra que es el más hábil jugador de ajedrez . Resumen del estado de Julio . — Música celestial . Resumen del estado de Pura . — « El último pensamiento . » Resumen del estado de la Marquesa . — Romanza sin palabras . Resumen del estado de Cárlos . — Palabras para la romanza , compuestas por lord Byron . La segunda velada fué , según se deduce de los anteriores estados , triste , monótona y corta . — Sirvióse el té no á las doce , sino á las once , sin que para ello hubiera más pretexto que el de la convalecencia de Pura , ni más causa que la de parecer á todos interminable ( excepcion hecha de Julio Suarez ) . Julio salió de casa de la Marquesa desesperado y loco , revolviendo en su imaginacion los proyectos más absurdos . ¿ Y cómo no , si Pura , es decir , su ídolo adorado , no le miró con la mirada que él soñaba siempre ; contestó por monosílabos á todas sus preguntas y contestó en voz alta , dando por toda excusa de su abatimiento é indiferentismo un fuerte dolor de cabeza ? — ¿ Qué más duda pudiera abrigar el joven de que Pura no le amaba ? — Y , sin embargo , esto era tan insuperable para él , tan imposible , tan absurdo como que Pura no fuese un ángel . En cuanto á Cárlos despidióse de él á poco trecho , dirigiéndose no al casino , según era su costumbre de última hora , sino á su casa del barrio de Salamanca . Dejemos á Julio , imitando en esto á los que abandonan á la desgracia , y oigamos á este último . Una vez solo , su rostro , hasta entónces impasible , delató una violenta agitacion interior ; vaciló su andar seguro , llevóse una mano al pecho , para contener los fuertes latidos del corazon , y sus labios convulsos murmuraron : — No puede ser . Cuando Cárlos pensaba ó sentia hablando en voz alta , cosa que áun estando solo le acontecia raras veces , semejaban sus frases no el largo soliloquio de Don Quijote , sino la concisa expresion telegráfica . Tal es el valor que daba á las palabras aquel prototipo del hombre del siglo en que vivimos . — No puede ser . Voy á sufrir mucho ; y , sin embargo , ella lo quiere , — repitió á pocos pasos . Continuó andando , llegó á su casa , y , al encerrarse en su habitacion , sentóse en una butaca , echó el cuerpo hácia delante , y , con ámbos codos apoyados en las rodillas , reposó la cabeza en las palmas de las manos . Trascurrieron dos horas de absoluta inmovilidad . Al cabo de este tiempo se levantó , miróse distraidamente en el armario de espejo colocado ante él y concentró todo su espanto y su amargura en una sonrisa . Estaba pálido , más pálido que nunca . — ¡ Iré ! — exclamó al fin con tono resuelto , y se acostó sin más palabras consigo mismo . En cambio , no logró conciliar el sueño ; tal era la acalorada discusion á que se entregaron sus pensamientos en las misteriosas regiones del cerebro . Hemos dicho que los monólogos de Cárlos tenian la rápida concision del lenguaje telegráfico . — Débese añadir que eran telegramas en que se contestaba á otros cuya pregunta nadie más que él conocía . Hé aquí la explicacion de la agitada lucha en que se encontraba : Aquella noche , en tanto que el infortunado Julio estrechaba inerte y fría la mano que Pura le abandonaba , la Marquesa se despidió de Cárlos , diciéndole en voz cuya vibracion nadie más que él pudo oir : — Mañana á las dos de la tarde le espero á usted ; estaré sola . Cárlos se extremeció , pero inclinó la cabeza en señal de acatamiento á tales órdenes . El hombre cuando no duerme desvaría , porque no sueña . Cárlos pasó toda la noche desvelado . En efecto , Cárlos Caballero pisaba á las dos en punto del siguiente dia los umbrales del gabinete que yá conocemos . Nada en su rostro demostró la agitacion que interiormente le dominaba y sólo por una distraccion , inconcebible en un elegante , conservó en su mano derecha , al entrar en tales sitios , un precioso baston de acero forrado de piel de Rusia , con puño de oro cincelado , verdadera maravilla de primor comprada por él mismo en uno de sus últimos viajes á Alemania . Estaba la Marquesa medio oculta y recostada en un confidente , cerca de la chimenea ; las puertas de cristales del invernadero hallábanse entornadas y toda claridad del dia era penumbra en aquel recinto que guardaban y defendian de la luz los misteriosos trasparentes . — Siéntese usted , Cárlos , — dijo doña María , tendiéndole su hermosa mano . — Y , sin abandonar su postura , le atrajo hacia sí con una suave presion , obligándole á tomar asiento , no á distancia , sino junto á ella y en el mismo mueble . La voz y la mano de la Marquesa temblaban ligeramente . Sentóse el visitante , y , clavando en ella una atrevida mirada , la dijo con tono un tanto seco y osado : — María , me felicito de esta distincion que tanto me honra . La turbacion de la Marquesa aumentó visiblemente . Brilló una chispa de enojo en sus pupilas al escuchar las palabras anteriores , que pronunció Cárlos con expresion marcada de impertinencia y de cinismo . Pero , reponiéndose , le interrumpió con acento dulce : — Observo que falta usted á la costumbre adquirida yá entre todos mis amigos , que siempre me han llamado Marquesa y nunca por mi nombre . — Pero en este momento — replicó Cárlos , acentuando más su osadía . — En este momento más que en ningún otro mi nombre en boca de usted , que siempre ha sido para mí un amigo respetuoso , me hace daño . — ¿ Y por qué ? — dijo su interlocutor con indiferente acento . Y al mismo tiempo cruzó una pierna sobre otra , actitud con que faltaba á todas las consideraciones debidas . — Porque yá lo ve usted , Cárlos , estamos solos , ¡ oh ! completamente solos ; — y echó una mirada á su alrededor y miró al joven como reconviniéndole — esta entrevista no es usted , sino yo , quien la ha pedido . ¿ No es verdad , — añadió con exaltacion irónica — no es verdad que por este solo hecho , usted se cree autorizado para suponer en mí el caprichoso interés de una cortesana ? La dama que , como yo , solicita una conferencia en su casa con un hombre , advirtiéndole que estará sola , puede considerarse , no ya como la Marquesa viuda del Rio , sino como María , la viuda más ó ménos linda , más ó ménos ligera , que impone su amor por medio de una cita y arrostra las murmuraciones del último de sus lacayos , para satisfacer acaso su liviano capricho . — ¡ Marquesa ! — interrumpió Cárlos con tal vigor , que su voz y su rostro daban miedo . — Pues bien , sí , — añadió la hermosa irguiéndose serena , mientras que sus mejillas se teñian de un suave sonrosado ; — ¡ á qué fingir ! ... yo apesar mió , he luchado mucho conmigo misma ántes de provocar esta entrevista ... yo no quería que usted me despreciára . — ¡ Eso nunca ! — exclamó el joven , miéntras que por sus pálidas facciones se deslizaba una lágrima rebelde , dejando en ellas un surco como la gota de agua que horada el mármol . Y con extremada prisa en sus movimientos adoptó la actitud más respetuosa . — Gracias , Cárlos , ¡ oh ! muchas gracias , — dijo ella ; y , haciendo Dios sabe qué violento esfuerzo , añadió con voz apagada : — Bien supuse yo que usted me comprendia , por eso nada me ha detenido ; he creido adivinar que usted no me despreciaría aunque yo le dijera , aunque yo le confesára aquí , que le he llamado , no con el intento de la que desea voluptuosamente el cariño de un hombre , sino para decirle : Cárlos , yo soy joven , viuda y sola ; necesito un brazo que me defienda , una voz que clame en mi favor , un hombre que me proteja , álguien que me haga respetar en el mundo ; yo he sabido admirar la nobleza de sus sentimientos , lo levantado de su voluntad , la lealtad de su corazon ; yo sé que nadie como usted puede ocupar dignamente este lugar vacio de mi vida ; no le pido á usted amor , le pido defensa ; hasta ahora fué usted mi mejor amigo ; Cárlos , hé aquí mi mano , ¿ quiere usted ser mi esposo ? La Marquesa dijo todo esto con la precipitacion del que desea consumar un sacrificio para el cual no tiene ni voluntad ni fuerzas . Levantóse el joven con un supremo ademan severo que heló las frases en los labios de la dama ; y , rápido en el andar , seguido por la vista de la Marquesa , se acercó al piano , levantó el baston , y con el cincelado puño , y de un solo golpe , hizo saltar en pedazos el magnífico espejo inclinado . La Marquesa , comprendiendo todo lo que significaba aquella escena muda , que tan de improviso la cogiera , lanzó un grito ahogado y ocultó vergonzosa su rostro , en tanto que Cárlos tornaba á sentarse cerca de ella , sereno , impasible como un autómata que acaba de ejecutar un movimiento del que nada sabe . Dijérase que aquel hombre era indiferente á todo , hasta el grado de inercia , y que la sangre corria en frió y lenta ántes de congelarse por sus venas , como pudiera hacerlo por las de un reciente cadáver . — Dijérase también que Cárlos inspiraba á la Marquesa el pavor que sienten los reos ante su víctima . En cuanto á él , una vez sentado , miró á la que no se atrevia á mirarle , y con entonacion familiar dibujó en su rostro una sonrisa de buen humor , exclamando : — Marquesa , conspiremos . Al escuchar las palabras de Cárlos , tranquilas , pero dichas con voz tristísima , la Marquesa rompió en un copioso llanto . — ¡ Dios mió ! perdóneme usted , soy un loco , — continuó Cárlos con cruel ironía — la he asustado A usted con esta nueva extravagancia . ¿ No es verdad , Marquesa , que es inverosímil interrumpir en lo más interesante una declaracion en regla ? ¡ Oh ! porque ha sido en regla ; hecha , así como quien dice , de una tirada , como los papeles que una actriz se aprende de memoria , y por la más hermosa dama de nuestra aristocracia . ¿ Y todo por qué ? Por nada ó poco menos que nada . Por un capricho que es sólo digno de las imaginaciones femeninas , pues debo decir á la que yá es mi futura esposa , que sin saber cómo , y agitado á impulsos de una fuerza desconocida y superior , tuve desde mi entrada intenciones de romper esa magnífica y tersa luna veneciana . Marquesa , me arrepiento de todas veras . Soy como los niños mimados , que gustan en destrozar los más preciosos objetos . ¡ Oh ! mi crimen es imperdonable . Un espejo que tal vez tuviera usted en tanta estima como un recuerdo ... — ¡ Cárlos ! — gimió la dama , que seguia ocultando su rostro y sus lágrimas . — Marquesa , convinimos hace poco en que yo no debía decir María ; pues bien , á trueque y premio de mi obediencia no diga usted Cárlos . Yo también deseo que me consideren aquellos que merecen mi respeto ; y , sobre todo , los que lo exigen , — añadió con severa ironía .