Las ilusiones del doctor Faustino por D . Juan Valera Madrid 1875 Imp . de J . Noguera a cargo de M . Martínez calle de Bordadores , núm 7 Te dedico esta novela como el matador dedica su obra antes de matar el toro . Ni él ni yo sabemos si saldrá bien o mal lo que dedicamos . El público y tú habréis de juzgar y sentenciar , cuando la novela se imprima por completo , no bien se escriba . De todos modos , aunque la novela salga malísima , como es buena la voluntad con que te la dedico , tendrás siempre que agradecer , aunque no tengas que aplaudir . Verdad es que , como yo te debo tanta amistad desde hace años , apenas si empiezo a pagarte con esta muestra de cariño , y , bien miradas las cosas , tampoco tienes que agradecerme la dedicatoria . Yo no diré al público , porque sería quitar atractivo a mi composición , que cuanto en ella he de contar será fingido . Villabermeja es una verdadera Utopía : sus héroes jamás existieron . Con todo , no estará de sobra que tú divulgues esto por ahí , pues forjo mis creaciones fantásticas , como entiendo que hacen todos los novelistas , con elementos reales , tomando de acá y de acullá entre mis recuerdos , y me pesaría de que saliese algún crítico zahorí afirmando que hago retratos . Harto sé que el río del olvido se llevará pronto en su corriente esta novela , con multitud de composiciones insulsas , escritas a escape para llenar las columnas de los periódicos . No hay miedo , por consiguiente , de que dentro de un par de siglos salgan los eruditos averiguando quienes fueron todos los de mi cuento , como imaginan que averiguan hoy quién fue Sancho , quién D . Quijote , quién el rucio , y cuál el lugar de D . Quijote , dando por seguro que fue Argamasilla de Alba ; pero lo que no ha de suceder dentro de un par de siglos , pudiera suceder al momento , y contra esto te suplico que trabajes , afirmando , como es la verdad , que carecen de originales en el mundo los pobres partos de mi fantasía . Acógelos tú en tus brazos cariñosos y defiéndelos de las injurias a que van a exponerse , si , como sospecho , nacen feos y endebles . Mi excelente y antiguo amigo D . Miguel de los Santos Álvarez , pensador optimista , sereno observador de las cosas y razonable filósofo , sostiene con agudeza que en la vejez se gana por un lado lo que se pierde por otro , que no hay motivo ni razón para afligirse y que es díscolo quien se aflige . El vulgo , dice él por vía de ejemplo , imagina que , cuando alguien se queda calvo , es porque falta el jugo que alimenta las raíces de sus cabellos y éstos se caen ; pero como sucede siempre que al que se queda calvo le nacen pelos y aun cerdas en las narices y en las orejas , y las cejas crecen y se robustecen de modo que suelen dar sombra a la cara , no puede atribuirse la calvicie a falta de jugos . En las mujeres es más patente aún este fenómeno , apareciendo casi sin excepción en la que pierde el pelo de la cabeza un maravilloso y fecundo florecimiento de cerdas en barba y labio superior , lo cual la hace digna rival de la condesa Trifaldi o de Santa Librada , si bien a estas señoras les ocurrió milagrosamente lo de embarbarse , a una por duro castigo de un mal intencionado encantador , y a otra por especial favor del cielo , a fin de que salvase la joya de su castidad , puesta en grave peligro , mientras que por lo común es ordinaria operación de la caprichosa naturaleza , sin que se vislumbre finalidad alguna , el embarbamiento de que aquí se trata . Véase , pues , cómo no hay tal carencia de jugos en la vejez , sino cambios de dirección en ellos . Lo mismo sucede o debe suceder con todo lo demás . Traigo esto a propósito de que cuando joven era yo más severo en mis censuras que ahora que voy siendo viejo , lo cual se comprende , porque no había yo cometido tantos pecados , ni incurrido en tantos errores , ni dado en tantos extravíos como más tarde . Yo censuraba a los otros , no advirtiendo aún , con inocente petulancia , lo mucho que habría que censurar en mí . Hoy , que lo advierto , soy mil veces más benévolo e indulgente con todos , a fin de serlo conmigo . Entre las infinitas cosas que yo censuraba , era una la afición de ciertos poetas y escritores a encomiar la áurea medianía , el retiro , la vida campestre y el encanto del lugarcillo en que nacieron , así como la propensión que muestran a volver a dicho lugar , y a vivir y morir allí tranquilos , ni envidiados ni envidiosos , lejos del mundo y de sus pompas vanas . Cuantos así hablaban o escribían se me antojaba que eran hipócritas , que eran como el usurero Alfio o poco menos . Aquello de Martínez de la Rosa , que dice : me excitaba la bilis de un modo superlativo . ¿ Por qué , murmuraba yo , ha de atolondrarnos este señor con sus ayes y suspiros , estando , como está tan en su mano dejar la embajada de París o la presidencia del Consejo de ministros , o su brillante puesto en las Cortes , y retirarse a los cármenes umbríos y a los solitarios vergeles que están entre los cerros del Generalife y del Sacro Monte , por donde corre mansamente el Darro , y donde la Fuente del Avellano vierte sus cristalinos raudales ? Más tarde me he convencido de que Martínez de la Rosa no suspiraba sin pasión por su Granada . He incurrido , en mi tanto , en el mismo defecto , si defecto es . Desde hace años , lo confieso , ando siempre diciendo que me voy a mi lugar , que deseo vivir allí , ut prisca gens mortalium , cuidando del pobre pedazo de tierra que me dejó mi padre en herencia , y casi , casi haciéndole arar yo mismo por mis bueyes , como Cincinato y otros personajes gloriosos de las antiguas edades . Esto lo decía yo y lo digo con sinceridad , hallando preferible a todo aquella descansada vida , deseando ser uno de los pocos sabios que en el mundo han sido , y no cumpliendo , sin embargo , mi deseo , cuando al parecer sólo de mí depende cumplirle y satisfacerle . Ahora comprendo y noto las dificultades con que , hasta para cumplir tan modesto deseo , tropieza el más desembarazado y decidido , y perdono a los que hablan con amor y con saudades de la vida rústica desde el bullicio de las grandes poblaciones , y pido perdón para mí y que se considere que no es farsa esta ternura entrañable con que vuelvo los ojos y el ánimo al rincón tranquilo e ignorado donde están los majuelos que crió mi padre y el plantonar que a fuerza de fatigas y de apuros vio crecer y medrar hasta que , llenos de vigor y lozanía , empezaron a dar abundante fruto . Mi lugar está en la misma provincia y a corta distancia del lugar donde nacieron D . Luis de Vargas y Pepita Jiménez , a quienes supongo que conocen mis lectores ; pero no voy a hablar de mi lugar , sino de otro , también muy cercano , a donde suelo ir de temporada , porque tengo allí una capellanía y otros bienes , que me producen , calculando por un quinquenio , cerca de medio duro diario . Este lugar es más pequeño y pobre que el mío y que el de Pepita , y su campo es menos bonito y ameno ; pero sus naturales entienden lo contrario , y no dudan de que aquello es lo mejor del mundo . Situada la población , cuyo nombre se guarda para mayores cosas , a la falda de un árido peñascal o pelado cerro y rodeada de montes por todas partes , abarca sólo el espectador , aunque se coloque en lo más alto del campanario , un horizonte harto mezquino . Apenas hay huertas en las cercanías , sino viñas , olivares y tierras de pan llevar . Sin embargo , en las cañadas , por donde serpentean sendos arroyuelos , se ven hermosas alamedas , y todo aquel suelo parece a sus hijos , que enamorados le cultivan , tan fértil y bendito , que no aciertan a explicarse naturalmente su fertilidad generosa , y sostienen que el trono de la Santísima Trinidad está colocado precisamente sobre sus cabezas y que deja sentir su benéfico influjo por todos aquellos contornos . Creen , además , que el Santo Patrón del pueblo es muy celoso y activo y que siempre está intercediendo con Dios para que todo lo prospere y mejore . Así , y no de otra suerte , logran , según ellos , mediante una especial providencia e intervención divina , la riqueza y hermosura del paraíso en que presumen que viven . La imagen del Santo Patrón es de plata y no tendrá más de treinta centímetros de longitud ; pero el valer no se mide por varas . Según tradición piadosa , en otro lugar inmediato ofrecieron una vez por este santo pequeñito quince carretadas de otros santos de todos linajes y dimensiones , y el cambio no fue aceptado . El santo pagó con usura el amor que sus ahijados le profesan . Los que ofrecieron las quince carretadas , viendo que no lograban por buenas la posesión del santo , es fama que le robaron una noche ; pero el santo se escapó bonitamente del sitio en que le habían encerrado y volvió a aparecer en su nicho al otro día . Desde entonces está el nicho defendido por gruesas barras de hierro . Y no se crea que se toman estas precauciones por el miserable valor de la plata que pesa el santo , sino porque es el defensor del lugar y su refugio , remedio y amparo en todos los males , adversidades y peligros . Confieso que el espíritu crítico de nuestra época descreída ha penetrado también en este lugar , amortiguando el entusiasmo por su Santo Patrono : pero aún recuerdo el frenesí , el profundo afecto de gratitud , con que le aclamaban , años ha , cuando le sacaban en procesión e iba la fervorosa muchedumbre gritando delante de él : « ¡ Viva nuestro Santo Patrono , que es tamaño como un pepino y hace más milagros que cinco mil demonios ! » expresión sincera de la persuasión en que estaban de que su santo , si es lícito buscar ejemplos en lo profano para lo sagrado y en lo material para lo espiritual , así como tal máquina de vapor tiene fuerza mecánica de tantos miles de caballos , tenía fuerza taumatúrgica nada menos que de cinco mil demonios , a pesar de lo pequeño que era . Lo que yo no he visto nunca , lo que no quiero creer , lo que me parece invención y habladuría de los pueblos cercanos para dar vaya a los de este pueblo , es el exceso de familiaridad con que trataban en ocasiones a su Santo , llevándole , cuando no llovía , a una fuente que llaman el Pilar de Abajo , y zambulléndole allí para que lloviese , lo cual , se añade , no dejaba nunca de ocurrir en el acto o pocas horas después . Sobre esto de la zambullida devota tengo yo mis dudas . Los lugareños de Andalucía son envidiosos y burladores , y pueden haberlo inventado sin fundamento . No es , por desgracia , lo de la zambullida la única cantaleta que dan a los del lugar de que hablo . Como hay en él muchos rubios , y hubo hasta pocos años ha , un rico convento de frailes dominicos , los llaman para exasperarlos hijos del padre Bermejo , lo cual ha ocasionado frecuentes pedreas entre muchachos de unos pueblos y otros , y mojicones , y a veces palos y hasta navajazos entre hombres , turbando la paz de que debe gozarse en ferias y romerías . No es caso singular el que refiero . Apenas hay lugar en toda Andalucía , contra el cual no se haya inventado algún chiste ofensivo en los lugares circunstantes . Del Viso , por ejemplo , se dice que es la tierra de las chimeneas , porque no las hay , y se pregunta si saben allí lo que son piñones , porque apenas si se produce algo más que piñones en todo su término . Sobre Valenzuela y Porcuna se difunden mil epigramas , porque no hay leña ni carbón en muchas leguas a la redonda , y se calientan y guisan con combustible poco oloroso . De Palma del Río aseguran que nadie almuerza allí más que naranjas , y que , no concibiéndose ni la mera posibilidad de que nadie almuerce otra cosa , hacen esta pregunta : ¿ donde no hay naranjas , qué almorzarán ? A los de Tocina los embroman afirmando que la música de la misa mayor se acompaña con una guitarra , porque no hay órgano en la iglesia . A los de Fuentes de Andalucía , basta llamarlos de Fuentes de la Campana para que se enojen . De otro lugar , donde hay una torre muy primorosa , se dice a que todo forastero que la ve y la admira , procuran los naturales inculcarle en la mente que la dicha torre está hecha allí . Para no pecar de prolijo no pongo aquí mayor número de ejemplos . Basten los citados para comprender que no es desgracia única la del lugar a que voy aludiendo , y que está en las costumbres andaluzas el darse vaya y cantaleta con algo por el estilo . Sea como se quiera , creo que debe y puede considerarse al padre Bermejo como a un personaje patriarcal , raíz y tronco de toda una casta lugareña ; y así , para distinguirla y nombrarla , sin proferir el verdadero nombre , que ya he dicho que debo callar por ciertos respetos , llamaré a aquellos lugareños los bermejinos , y llamaré Villabermeja al lugar en que viven . Procedo en esto como los doctos historiadores de los tiempos heroicos y noto en nuestros días , tratándose de lugares de corta población , lo mismo que sucedía en el albor de la historia , en los siglos dorados y poéticos en que los patriarcas vivieron . Perseo dio nombre a los persas , Heleno a los griegos o helenos , Heber a los hebreos , Chus a los chusitas , Jafet a los jaféticos , y así discurriendo , hasta llegar a nuestro padre Bermejo , de donde arranca la denominación de bermejinos . No debe colegirse de lo dicho que el padre Bermejo fuese un personaje real . Tal vez fue la prosopopeya de todo un pueblo . Muchos sabios de ahora interpretan de esta suerte el nombre y la vida de algunos patriarcas citados en los primeros capítulos del Génesis . Tubalcaín , pongo por caso , es para ellos , no un hombre que vive unos cuantos siglos , sino toda una raza humana , los turaníes o mejor diremos un ramo o varios ramos de los turaníes , llamados acadienses , protomedos , calibes y tibareños , los cuales fueron los primeros que trabajaron los metales y pasaron de la edad de piedra a la de bronce . No faltan ejemplos tampoco de atribuir con malevolencia y en son de mofa un patriarca grotesco o aborrecible a una nación o casta . Los egipcios , v . gr . , suponían que los hebreos nacieron en el desierto de un nefando consorcio de Tifón , dios del mal , cuando caballero en una burra , iba huyendo de Horo y no recuerdo bien si de su hermano Osiris , ya entonces resucitado . De este carácter malévolo se revisten , a no dudarlo , la fábula o mito del padre Bermejo y el apodo de bermejinos ; pero no teniendo yo otro nombre mejor a la mano , repito que me he de permitir llamar Villabermeja al lugar que describo y bermejinos a sus habitantes , haciendo todas las salvedades posibles y jurando y perjurando que no trato de inferir la menor ofensa a mis semipaisanos . Yo los quiero a todos muy bien , y además hay entre ellos una persona , cuyo carácter , entendimiento y afable trato me encantan , y a quien me honro en considerar como uno de mis mejores amigos . Esta persona es conocida con el apodo de don Juan Fresco , y así la llamaremos , seguros de que no lo tomará a mal . D . Juan Fresco es un verdadero filósofo . Cuando chico le llamaban Juanillo . Se fue del lugar y volvió riquísimo , ya muy entrado en años y con un don como una casa . Atendidas la novedad y la frescura de este don , la gente dio en llamarle D . Juan Fresco , y no de otra suerte se le conoce y distingue . Pasa con razón por un potentado , pero como no quiere mezclarse en política ni en elecciones , ni en nada , no es el cacique , como debiera serlo . Villabermeja , contra la costumbre y regla general de los lugares de Andalucía , está descacicada o acéfala . Al volver a su país natal este varón excelente ha dado , en mi sentir , la mayor prueba de amor a la patria que puede imaginarse , o cuando no , ha dado muestra de una portentosa despreocupación . En cualquiera otra parte pasaría por todo un caballero : allí tiene por primos o sobrinos al carnicero , al alguacil , a media docena de licenciados de presidio y a otra gente por el mismo orden : pero de esto no se le importa un ardite . ¿ Merecería llamarse D . Juan Fresco , si no tuviera tanta frescura ? Por el contrario , mi amigo D . Juan saca de lo desastrado de su familia ciertas deducciones lisonjeras . Asegura que no es casta la suya de ganapanes o destripaterrones humildes , sino de gente del bronce , hidalga , de ánimo levantado , en quien prevalecen los bríos y el vivir heroico y el gran ser de los bermejinos de la Edad Media , que eran guerreros , fronterizos de tierra de moros . Los Frescos , llamémoslos a todos así , no sirven para cavar : tienen que revestirse de la toga o empuñar las armas , y por eso , no habiendo habido mejores medios de satisfacer tan nobles instintos , uno es carnicero , alguacil otro , y no pocos se han echado al camino , en varias ocasiones , ya de contrabandistas , ya de desfacedores de agravios de la fortunilla ciega , enmendando , hasta donde les es dable , el mal repartimiento que de sus presentes y favores ella tiene hecho . En tales razones funda D . Juan la apología de su familia ; no sé aún si con toda seriedad o de broma , porque es el mayor socarrón que he conocido en mi vida . Tendrá ahora sus setenta años muy largos de talle ; pero está más firme que un roble y más derecho que un huso ; no le falta diente ni muela , y conserva todo su cabello , que por ser rubio , como de legítimo bermejino , disimula o encubre las canas . Monta a caballo como un centauro y dispara su escopeta con tanto tino como si poseyera las balas encantadas de Freyschütz , o fuera un Filoctetes a la moderna . D . Juan vive con esplendidez nada común por aquellos lugares . Su casa está situada en la plaza , y como todas las de los ricos de por allí , se compone de dos ; una destinada a la labranza , donde hay lagar , bodega , candiotera , molino de aceite , cochera , alambique y caballerizas ; otra de comodidad y aparato , con patio enlosado , fuente y columnas de mármol , flores , muebles elegantes , y ¡ cosa extraña ! una escogida y rica biblioteca . Esta biblioteca no es sólo de adorno . D . Juan lee mucho y sabe mucho también . De su vida y del origen de su riqueza diré en resumen lo que él me ha contado , excitado por mí , porque es hombre que habla poco de sí mismo . Nació casi con el siglo y no conoció a su padre . Su madre era viuda o algo parecido a viuda . En estos pormenores no entra nunca D . Juan , a pesar de su filosofía . A la edad de siete años ya se ingeniaba para contribuir con su óbolo al gasto de la casa . Ora cogía cardillos , espárragos o alcauciles que luego vendía ; ora se encargaba de vender zorzales , anguilas o zancas de ranas , que otros cazaban o pescaban . Más entrado en años , esto es , de diez a catorce o quince , iba a escardar o a coger aceitunas , y hasta llegó a cuidar de una piara de cerdos . En este último oficio , le conoció su tío , el famoso cura Fernández , una de las mayores glorias del lugar . La guerra de la independencia había terminado , nuestro deseado Fernando VII reinaba ya , y el cura susodicho se reposaba sobre sus laureles y había depuesto las armas , después de haber sido , durante cinco o seis años , en la serranía de Ronda y por casi toda la extensión de las provincias de Córdoba y Málaga , caudillo animoso de una cuadrilla de patriotas , que los franceses apellidaban briganes . El cura Fernández había sido y era el clérigo más jaque , campechano y divertido de que puede jactarse Andalucía . Tocaba con primor la guitarra , cantaba como nadie la caña y el fandango , y tenía la corpulencia y los puños de un jayán . Nadie le había vencido jamás ni en tirar a la barra , ni en luchar a brazo partido , ni en pulsear , ni en poner los labios en el borde de una tinaja de l60 arrobas de vino , bien llena , y rebajarla medio dedo o uno , sin que ni la cabeza ni el estómago padeciesen . Hablaba caló con primor , tenía una conversación muy amena , y contaba mil chascarrillos graciosos . No se crea , sin embargo , que era un cura inmoral e ignorante . Si era un Viriato de sotana , bajo las apariencias de bandolero había en él un fervoroso católico , un buen sacerdote y un humanista , teólogo y filósofo muy instruido . Hablaba latín con la misma facilidad que castellano , aunque todo con ceceo y acento andaluces . Era terrible en las controversias , argumentando en materia y en forma , como ninguno de su tiempo ; y , aunque tomista y escolástico , conocía el movimiento filosófico de los últimos siglos , desde Descartes hasta Condillac y los más recientes sensualistas y materialistas franceses a quienes refutaba . Acabada la guerra , el cura Fernández , que aún no era cura aunque le llamaban así , se retiró a Archidona , donde daba lecciones de latín y de filosofía , auxiliando más bien que compitiendo con los escolapios . El obispo de Málaga fue por allí a hacer su visita pastoral , y si bien había sido compañero de seminario de Fernández , fijó poco en él su atención . Fernández no se picó , conociendo que las preocupaciones y cuidados del obispo tenían la culpa de todo ; pero , como era chancero y alegre , quiso embromar a su antiguo condiscípulo , proporcionándose también ocasión de tener con él una larga entrevista . Cuando el obispo salió en coche de Archidona para proseguir su visita , ya el cura Fernández había salido y le estaba aguardando en la Peña de los Enamorados . Iba el cura con traje de campo muy majo ; se había puesto unas patillas postizas de boca de hacha , y llevaba como acólito a un forajido , a quien con sus amonestaciones había traído a mejor vida , alcanzando su indulto . El forajido , ya con esta jubilación , se empleaba en hacer de ángel ; esto es , en acompañar a viajeros tímidos o inermes , a fin de salvarlos en cualquier mal encuentro que en el camino se les ofreciera . Tanto el cura Fernández como su compañero iban en esta ocasión para poner miedo en los pechos más valerosos : ambos a caballo y con sendos trabucos . Salieron , pues , de improviso al camino , cuando pasó el coche de su Señoría Ilustrísima , desarmaron con rapidez a los dos escopeteros que iban custodiándole , y el ángel dijo con buenos modos al obispo , que echara pie a tierra . Obedeció el santo varón y bajó con su secretario , aunque bastante atribulado . Extraordinaria fue su consolación y grande su contento cuando el cura Fernández se quitó las patillas postizas y procedió a la anagnórisis o reconocimiento , mostrándose como condiscípulo afectuoso y lleno de respeto , que sólo deseaba echar un filete a la amistad y tener un rato de palique . Llevó el cura al obispo a una especie de tienda de campaña , que a un lado del camino tenía preparada , y allí te regaló con rosoli y mistela , con bizcochos y mostachones , y con rosquillos de Loja , que son los más delicados que se comen . Estuvo tan discreto el cura Fernández , lució tanto en la conversación , y dijo tan buenas cosas , así de filosofía como de teología , que el obispo salió encantado y halló agradable hasta el susto que había recibido . Pronto , con la protección del obispo , llegó el cura Fernández a ser cura en Málaga , en el barrio del Perchel , donde tenía feligreses muy a propósito para que él los catequizara , y ovejas levantiscas que bien requerían un pastor de sus hígados y arrestos . Siendo cura en Málaga , vino Fernández a Villabermeja a ver a los de su familia y a respirar los aires patrios . El sobrino porquerizo le pareció despejado y apto para cualquier cosa , y llevósele a Málaga consigo . No se engañó el cura . Su sobrino aprendió a escape cuanto él sabía y más , así de música como de gimnástica , esto es , así de ejercicios corporales como de ciencias y letras . El cura Fernández estaba embelesado de transmitir con tanta prontitud su saber y de ver qué sobrino de tanto mérito era el suyo ; por lo cual quiso que se hiciera clérigo , seguro de que llegaría a obispo , cuando menos ; pero D . Juan no tenía vocación y declaró repetidas veces que no le llamaba Dios por dicho camino . Toda su pasión era ver mundo y buscar aventuras , recorriendo tierras y mares . Merced al influjo del tío , entró , pues , en el colegio de San Telmo , de donde a los cuatro años , salió consumado piloto . Las navegaciones de D . Juan , durante largo tiempo , compiten con las de Simbad , y si como sospecho , él las tiene escritas , serán libro de muy sabrosa lectura el día en que se publiquen . Por ahora , sólo importa saber que , habiendo llegado don Juan Fresco , en Lima , al apogeo de su reputación , fue nombrado capitán de un magnífico navío de la compañía de Filipinas , que debía hacer varias expediciones a Calcuta con ricos cargamentos . Había entonces piratas en los archipiélagos de la Oceanía . La tripulación del navío era harto heterogénea y nada de fiar : los marineros malayos ; chinos los cocineros y calafates , el contramaestre francés ; inglés el segundo , y sólo cuatro o cinco españoles . Con esta torre de Babel ambulante y flotante , hizo D . Juan tres viajes felices a las orillas del Ganges , donde , mientras se despachaba el navío y se preparaba y cargaba para la vuelta , vivió como un nabab , yendo en palanquín suntuoso , servido por lindas muchachas , querido de las bayaderas , cazando el tigre sobre los lomos de un elefante corpulento , y siendo agasajado por los más poderosos comerciantes de aquella plaza opulenta , emporio del extremo Oriente . Como , a más de un sueldo crecido , tenía derecho a llevar una gran pacotilla , D . Juan acertó a hacer su negocio , y a la vuelta a Lima de su tercer viaje , se encontró millonario . La independencia del Perú le obligó a escapar de aquel país con otros muchos españoles ; pero , en vez de volver a Europa , se quedó en Río Janeiro , donde abrió casa de comercio . Cansado , por último , de vivir en tierras lejanas , volvió D . Juan a Europa , y después de viajar por Alemania , Francia , Italia e Inglaterra , el amor del suelo nativo le trajo a Villabermeja , donde yo le he conocido y tratado . Ha comprado cortijos y olivares y viñas , y está hecho un hábil labrador . Nadie descubrirá en él al antiguo y audaz marino . Apenas habla de sus viajes y aventuras . Ha permanecido soltero toda su vida , y no es de temer que al cabo de ella haga la locura de casarse . D . Juan Fresco es la providencia de toda su fresca y numerosa familia , si bien no parece hombre de mucha ternura de corazón . Jamás le oí , durante meses , recordar amores ni amistades , ni de América , ni de la India , ni de ninguna parte . A la única persona que recordaba a cada momento , con verdadera efusión de gratitud y cariño , era al cura Fernández , que murió en Málaga querido de todos , pobre porque daba de limosna cuanto tenía , y digno de ser canonizado , si hubiera sabido guardar mejor las que , valiéndonos de un galicismo , se llaman hoy conveniencias ; pero como contaba chascarrillos poco decentes a veces , y había hecho la guerra , y había dado bromas como la que dio al obispo , y hasta más pesadas , era harto difícil la canonización . A pesar de la idolatría que profesaba D . Juan a su tío , no me atrevo a afirmar que le imitase en punto a ser religioso y buen católico . D . Juan era positivista . Sólo daba crédito a lo que observaba por medio de los sentidos y a las verdades matemáticas . De todo lo demás nada sabía , nada quería saber , hasta negaba la posibilidad de que nada se supiese . Era , no obstante , muy aficionado a las especulaciones y sistemas metafísicos , y le interesaban como la poesía . Los comparaba a novelas llenas de ingenio , donde el espíritu , la materia , el yo , el no-yo , Dios , el mundo , lo finito y lo infinito , son las personas que la fantasía audaz y fecunda del filósofo baraja , revuelve y pone en acción a su antojo . D . Juan , no obstante , distaba mucho de ser escandaloso ni impío . Aunque para él no había ciencia de lo espiritual y sobrenatural , esto no se oponía a que hubiese creencia . Por un esfuerzo de fe , entendía D . Juan que podía el hombre ponerse en posesión de lo que el discurso no alcanza , y elevarse a la esfera sublime donde por intuición milagrosa descubre el alma misterios eternamente velados para el raciocinio . Cuando yo estaba en Villabermeja , solía dar largos paseos por las tardes con D . Juan Fresco , viniendo luego a reposarnos los dos en un sitio llamado la Cruz de los Arrieros , a la entrada del lugar . Esta cruz de piedra tiene un pedestal , de piedra también , formado de gradas o escalones . Allí , al pie de la cruz , nos sentábamos ambos . A veces nos acompañaba Serafinito , joven de 28 a 30 años , soltero , huérfano de padre y madre , bastante rico para lo que es la riqueza de los lugares , y muy dulce de carácter , aunque melancólico y taciturno . Desde la Cruz de los Arrieros , sostenía D . Juan Fresco que se disfrutaba de la vista más hermosa del mundo . Yo me sonreía y le miraba con atención para ver si se burlaba al afirmar aquello . En su rostro no se notaba la más ligera señal de que hablase irónicamente o de burla . Era , sin duda , una alucinación patriótica . Una tarde del mes de Septiembre , D . Juan , Serafinito y yo estábamos sentados al pie de la Cruz de los Arrieros . El sol se había ocultado ya detrás de los cerros que limitan la vista por la parte de Poniente , y había dejado el cielo , por todo aquel lado , teñido de carmín y de oro . Sobre los cerros que están a espaldas del lugar , y aún sobre el campanario , mientras que yacía en sombras todo el valle , daban aún los rayos oblicuos del sol , reflejando esplendorosamente en la pulida superficie de las peñas que coronan la cima de dichos cerros . Pocas y blancas nubes turbaban el limpio azul de la bóveda celeste , vagando a merced de un viento manso y arreboladas y luminosas con los reflejos del sol . La luna mostraba ya su rostro pálido , muy alto sobre el horizonte , y algunos luceros empezaban a columbrarse en la región más obscura del éter y más apartada del disco solar . Por el lado por donde la vista , en este bajo suelo , podía espaciarse más , se espaciaba una legua . Los cerros terminan allí el horizonte . Paz suave reinaba por donde quiera . Los olivares y las viñas cubren la mayor parte del terreno cultivable . Los peñascos áridos , que forman las cumbres , no tienen cultivo ni pueden tenerle . Las diversas heredades y haciendas están separadas entre sí , y de los caminos y veredas , por vallados de zarza-mora y pitas . Tal vez , en los terrenos más fértiles y húmedos , se muestran en estos vallados la madreselva , el granado y las mosquetas . En los sitios más resguardados del frío invernal , crece también y fructifica la higuera chumba . Las hazas del ruedo y demás tierras de pan llevar estaban ya segadas , y sobre la negrura de la tierra amarilleaban el rastrojo , los cardos y toda la yerba seca , que el polvo y los ardores de la canícula habían hecho como yesca . En algunos puntos habían sido incendiados los rastrojos , y la llama corría formando una línea tortuosa , dejando negro el suelo en pos de sí , y levantando densa humareda . La viña , que es el plantío que allí más abunda , verdeaba aún cubierta de pámpanos lozanos . Estaban ya vendimiando , y por varias sendas y caminos venían al lugar carros y reatas de mulos con el último acarreo de uva de aquel día , que había de quedar amontonado en los lagares para empezar a pisar a la madrugada siguiente . Volvían asimismo a descansar de sus trabajos los vendimiadores , y de vez en cuando se oía una canción alegre , cantada en coro , o se escuchaba allá a lo lejos una copla de playeras con que distraía sus pesares un arriero que tornaba solo con su recua de alguna expedición , o un gañán que volvía de arar con los bueyes o las mulas uncidas aún al arado . En las cañadas hay arroyos , cuyas orillas están cubiertas de mimbrones , álamos blancos y negros , adelfas , juncos , mastranzos y otras yerbas de olor . Hay asimismo ocho o nueve huertecillos , que no tiene el mayor una fanega de tierra ; pero esta tierra está bien aprovechada , y se alzan en ella nogales gigantescos , higueras pomposas , que dan los más dulces higos que se comen en el mundo , y otra multitud de frutales . El arroyo más caudaloso de la cercanía está a un cuarto de legua de la población , y las mozas que iban allí a lavar , volvían también , terminada ya su faena , con el lío de ropa lavada puesto sobre la cabeza , y con la alegría de la juventud en el alma y el donaire y el brío campesino en todos los gallardos y libres movimientos del cuerpo , bien dibujadas sus formas robustas y elegantes bajo los pliegues de las breves y ceñidas enaguas de percal o del más ceñido y corto refajo de amarilla bayeta antequerana . D . Juan Fresco contemplaba toda esta escena como en éxtasis , y se ratificaba más y más en que Villabermeja y sus alrededores eran lo mejor del mundo . Creció su entusiasmo , recordando los mejores años de su vida , al ver cierta polvareda que se levantaba en el camino principal . A poco se empezaron a oír mil regocijados gruñidos en todos los tonos , desde el más tiple al más bajo , y luego se distinguió una floreciente piara de cochinos de todas edades y de ambos sexos , guiada por un hábil zagalón de catorce a quince años . Cada vecino del lugar , cada bermejino , tenía alguna dulce prenda en aquella piara ; tenía el futuro regalo suyo y de toda su familia entre aquellos sabrosos mamíferos , que habían de convertirse en jamón , tocino , morcillas , longaniza , lomo en adobo , manteca y otros artículos , custodiados en la despensa y preparados para todo evento digno de celebrarse y para cualquier día en que acude un huésped a la casa o repican recio e importa echar el bodegón por la ventana . Bastaba el zagalón para ser capitán de aquella tropa , cuya disciplina era admirable . Ningún cerdo se descarriaba jamás . No bien llegaban todos a las primeras casas , tocaba el pito el zagalón , y la piara se dispersaba en seguida , trotando y galopando cada uno de los que la componían y cruzando calles y callejuelas hasta meterse en la casa de su amo , saltar por el zaguán y la cocina baja , sin cuidarse de no echar a rodar cualquier trasto que encontrase por medio , y parar sólo en el corral , donde nunca faltaba su pocilga o lagareta . Pasado un poco el éxtasis de D . Juan , no pude menos de decirle : - Confieso con franqueza que cada día me maravillo más del sincero entusiasmo que tiene usted por Villabermeja . Se comprende que por ser el pueblo de Vd . le guste más que ningún otro , que viva Vd . en él contentísimo , que prefiera esta rustiquez a todos los esplendores y a todas las elegancias de Madrid o de París . Lo que no se comprende es la ceguedad con que un hombre , que no es como muchos bermejinos que jamás salieron de aquí , sino que ha visto las más bellas comarcas del globo , se empeñe en sostener que este paisaje es superior en hermosura a todo lo que ha visto . - ¿ Qué quiere Vd . , amigo mío ? - contestó don Juan Fresco - . Yo no digo que esto sea mejor que todo , sino que tal me lo parece . Mis viajes y mis estudios , y el haber visto la bahía de Río-Janeiro , y las costas fertilísimas que la circundan , y sus lagos interiores , y las cien islas de la bahía enorme llenas de perenne verdura , y sus sierras gigantescas , y sus florestas seculares , y sus bosques fragantes de naranjos y limoneros , y el haber vivido en la orillas feraces del Ganges y del Brahmaputra con sus pagodas , palacios y jardines , y el haber visitado las márgenes del golfo de Nápoles tan risueño y lleno de recuerdos clásicos , no destruyen en mí la arraigada condición del bermejino , quien jamás cree ni confiesa que haya nada más bello , ni más fértil , ni más rico que su lugar y los alrededores de su lugar . ¿ Qué me importa a mí que el horizonte sea aquí mezquino ? Mejor : más allá de ese horizonte pongo con la imaginación lo que se me antoja . Si quiero ver en realidad , no ya lo grande , sino lo infinito , ¿ no me basta con alzar los ojos al cielo ? ¿ Desde qué punto penetra más la vista en las profundidades de sus abismos , que desde aquí , donde el aire es diáfano y puro , y rara vez las nubes se interponen entre mis ojos y las más remotas estrellas ? Además , aunque sea pequeña la extensión de tierra que abarco con los ojos , ¿ no la agranda el conocerla toda punto por punto y el poblarla de memorias y de casos , mil veces más interesantes para mí que los de Rama , Crishna y Buda en la India , y los de Eneas , Ulises y las Sirenas en Nápoles ? ¿ Qué encanto no tiene el poder exclamar como exclamo : cuantos olivos se divisan por toda aquella ladera los he plantado yo mismo ; todo aquel viñedo es también creación mía ; aquella casería colorada es la de mi amigo Serafinito y sé cuántas tinajas de vino da cada año ; más allá , blanquean las tierras de la capellanía de usted que son algo calizas ; aquel huerto le tuvo arrendado mi madre y allí pasé algunos de los mejores años de mi niñez ? ¿ Ve Vd . aquel cañaveral , que está en medio del huerto , a orillas del arroyo ? - Y D . Juan Fresco señalaba con el dedo . - Sí le veo - contestaba yo . - Pues allí tuve yo la primera revelación de la belleza artística , la inspiración primera , mi mayor triunfo y la satisfacción del amor propio más pura , más completa y más sin pecado que he tenido en mi vida . - ¿ Cómo fue eso ? - preguntó Serafinito . - El cañaveral - respondió D . Juan - , está ahora como a principios del siglo presente , cuando tenía yo diez años o menos . Yo era entonces tan ignorante que más no podía ser ; no sabía leer ni escribir ni tenía idea cierta de nada . Me figuraba el cielo como una media naranja de cristal , donde estaban clavadas las estrellas a manera de clavos , y por donde resbalaban la luna , el sol y algunos luceros , movidos por ángeles u otras inteligencias misteriosas . En el seno de la tierra suponía yo un espacio infinito , unas cavernas sin término , un abismo sin límites , lleno de diablos y condenados ; y más allá de la bóveda celeste , otro infinito de luz y de gloria , poblado de santos , vírgenes y ángeles , y donde había perpetua música , con la que se deleitaban el Padre eterno y toda su corte . Según la creencia general de los de mi pueblo , estaba yo persuadido de que precisamente en cima de Villabermeja , que es donde más se eleva la bóveda azul , estaba el trono de la Santísima Trinidad . La música celestial era allí mejor que en ningún otro confín de los cielos ; y yo me recogía en el silencio de las siestas , y me retiraba al cañaveral , y cerraba los ojos y reconcentraba todos mis sentidos y potencias , a ver si lograba oír algo de aquella música , que no imaginaba muy distante . A tal extremo llegó mi entusiasmo que pensé oírla algunas veces . Yo era aficionadísimo a la música , y si mi manía de ver mundo y mi vida agitada de marino y de comerciante lo hubieran consentido , quizás hubiera sido un excelente artista . Lo cierto es que un día corté una caña de cañaveral , hice varios canutos , y a fuerza de pruebas y tentativas , ya horadando con mi navajilla los canutos de un modo , ya de otro , acerté a dar su justo valor a cada nota , y logré formar una acordada y sonora flauta , con la que tocaba cuantas canciones había oído , y muchas sonatas que se me figuraba que no había oído jamás en el mundo , porque las inventaba yo mismo o eran como reminiscencias vagas de la música del cielo que había logrado oír en mis arrobos . Mi invención de la flauta y mi habilidad para tocarla fueron muy celebradas en todo el lugar y me valieron un millón de besos de mi pobre madre . Consideren ustedes ahora si , teniendo éstos y otros recuerdos aquí , no me han de parecer Villabermeja y sus alrededores más hermosos que todas las zonas habitables del globo terráqueo . Nada tenía que replicar a esto Serafinito , más convencido que el propio D . Juan de todas las excelencias de Villabermeja . Sólo yo replicaba , pero D . Juan Fresco me sellaba los labios con nuevos argumentos , en los que aparecía un carácter poético que jamás había yo sospechado en aquel hombre . En vista de esto , di otro giro a la conversación , diciendo a D . Juan : - No quiero disputar más con Vd . , y doy por valederas y firmes las razones que alega , a pesar de ser tan sofísticas . De lo que me permitirá Vd . que hable es de la extrañeza que me causa ver a Vd . lleno de un sentimentalismo tan subido de punto y de tantas ilusiones poéticas , impropias de un positivista . - Paso por lo del sentimentalismo - replicó don Juan - . Jamás he presumido de tener el alma de alcornoque , si bien no me jacto tampoco de tierno de corazón . En lo que no convengo es en lo de las ilusiones . En mi vida tuve ilusiones , ni quise tenerlas , ni me he lamentado de esta falta , ni he llorado el haberlas perdido . Nada me repugna tanto como las ilusiones . - ¿ Cómo que no tiene Vd . ilusiones ? ¿ Pues acaso no se apoya un poco en ilusiones su amor de Vd . a este lugar ? - No se apoya este amor en ilusiones , sino en realidades . Discutir sobre esto sería , con todo , volver al tema de la primera disputa , y no quiero volver . Quiero , sí , demostrar a Vd . que no tengo ilusiones y que importa no tenerlas : que no hay mal mayor que tener ilusiones . - Pues qué - dijo entonces Serafinito - , será un absurdo lo que dice el poeta : - El dicho del poeta no es absurdo - contestó don Juan Fresco - , si se entiende de cierta manera ; pero convengamos en que todo el género humano nos está aburriendo en el día con tanto lamentar la pérdida de sus ilusiones , las cuales bien pueden ser las hojas del árbol del corazón , mas no son ni el fruto sazonado ni las flores fragantes y salutíferas . - ¿ Qué entiende Vd . por ilusiones ? - dije yo . - Un concepto sugerido por la imaginación , sin realidad alguna - contestó D . Juan - . Ilusión equivale a error o mentira . Perder las ilusiones es lo mismo que salir del error y alcanzar la verdad . Y la adquisición de la verdad , que es el mayor bien que apetece el entendimiento , no debe deplorarse . - Me parece que Vd . se contradice . ¿ No nos decía Vd . , poco ha , como sintiendo haber perdido aquella ignorancia , que su ignorancia de niño le hacía ver entonces el cielo y la tierra de cierto modo poético ? Claro está que , con el saber de Vd . en el día , no verá ni la tierra ni el cielo del mismo modo . - Sin duda que del mismo modo no los veo . Pero ¿ de dónde infiere Vd . que los veo ahora de un modo menos poético que entonces ? ¿ En qué se opone a la poesía , no ya mi poco de ciencia , sino toda la ciencia que atesoran y resumen cuantas academias y universidades hay en el mundo ? Para saber yo que una ilusión es ilusión y perderla o desecharla , importa que la ciencia me demuestre su vanidad y su falsedad , y aún no me ha demostrado la ciencia la vanidad ni la falsedad de ninguna ilusión cuya pérdida merezca ser llorada . Otro poeta ha dicho : El árbol de la ciencia no es el árbol de la vida ; pero yo sostengo lo contrario : el árbol de la vida es el árbol de la verdadera ciencia . - No comprendo bien sus pensamientos de Vd . - Veamos si los comprende Vd . ahora . Dígame Vd . : el concepto de lo conocido por la experiencia en el día , ¿ no es mayor , más bello y más sublime que el concepto de lo conocido y sabido por experiencia en cualquiera época de la historia , anterior a ésta en que vivimos ? - Esto no se puede negar procediendo de buena fe . Vd . habla sólo de lo conocido por experiencia . Lo malo está en que , al conocer por experiencia , se pierde la facultad de imaginar y de creer , y de esto nos lamentamos . - Veo , pues , que Vd . conviene , como no puede menos de convenir , en que lo conocido ahora por experiencia vale más que lo antes conocido . Debemos presumir , por lo tanto , que mientras más se conozca , más bello , más sublime , más noble será el concepto de las cosas todas , en cuanto conocidas . - ¿ Pero lo imaginado en ellas no desaparece ? - repliqué yo . - ¿ Por dónde ni cómo ha de desaparecer ? Aunque yo vea ahora el cielo como un espacio inmenso y los astros separados unos de otros por distancias enormes , más allá de donde llegan los ojos y el telescopio , ¿ no me queda campo en que imaginar lo que guste y creer en lo que quiera ? - Al menos me concederá Vd . que tendrá que poner muy lejos , muy lejos , cuanto imagina o cree . - Pues se equivoca Vd . también en eso , porque no se lo concedo . ¿ Qué es lo que yo veo y noto , qué es lo que yo averiguo por experiencia , sino algo de extrínseco y somero ? De accidentes sé algo ; pero la misteriosa esencia de los seres , ¿ quién la ve y quién la conoce ? ¿ Son tan torpes y necias las ondinas y las sílfides , que se dejen aprisionar por el químico para que , al descomponer el agua y el aire , haga su análisis en retortas y alambiques ? ¿ Qué microscopio , por perfecto que sea , podrá descubrir el espíritu de vida que fecunda los estambres de las flores y pone en ellos el polen amoroso ? El duende , el genio , el demonio que me inspira , que directamente se entiende conmigo , que toca sin intermedio en mi alma y se comunica con ella , ¿ a qué ley de física o de matemáticas obedece ? ¿ Dónde está la demostración que me pruebe su no existencia ? ¿ Quién midió jamás y señaló los linderos de la percepción humana , hasta el punto de afirmar : nadie ve o advierte más allá ? No sólo con el sentido interior , sino con los exteriores , ¿ ha demostrado alguien que no haya personas que vean y sientan y se comuniquen y traten con otras inteligencias ocultas ? ¿ Pues qué , no es inexplicable en el fondo el que Vd . y yo nos entendamos hablando , revistamos nuestro pensamiento de una forma sensible y nos le transmitamos , no en realidad , sino en un signo material y convencional que le representa , y que se llama palabra , y que es un mero son que agita el aire y por medio de sus vibraciones llega a nuestros oídos ? ¿ Quién sabe cómo se entenderán y con quién se entenderán otras personas ? ¿ Se habla de continuo de lo sobrenatural y de lo natural , como si se conociera perfectamente la distinción , y se marcara el término o la raya que separa lo uno de lo otro , como si hubiésemos explorado en lo extenso y en lo intenso a la naturaleza ? No , amigo mío : la frontera entre lo natural y lo sobrenatural o no existe o está borrada . Donde ponemos mugas y señales y hacemos apeo y demarcación es sólo entre lo sabido y lo ignorado , lo cual es muy diferente . Nada más infundado , por lo tanto , que llamar edades de fe a las antiguas edades y edad de la razón a la nuestra , contraponiendo la razón a la fe , como si el imperio de la fe , que es infinito , se menoscabase en lo más mínimo con las conquistas y anexiones que la razón va haciendo en su pequeño imperio . Ciertas ilusiones , que no lo son , no se pierden , pues , con la ciencia . Al contrario , la grande y efectiva ilusión está en creer que la ciencia mata lo que vemos con la fantasía o con la fe , calificándolo de ilusiones . Esta es una ilusión de la vanidad científica . Tal vez sea la más perjudicial de todas las ilusiones , aunque no es la más bellaca . - ¿ Cómo es eso ? - dijo Serafinito - . ¿ Conque tener ilusiones es una bellaquería ? - Casi siempre - replicó D . Juan . - Vd . habla así - dije yo - porque llama ilusiones a las malas y no a las buenas . - Ya he dicho que no me ha probado nadie todavía que esas que llama Vd . ilusiones buenas , nacidas de la fe , de un alto sentimiento religioso o de una bien ordenada y discreta fantasía poética , sean tales ilusiones en lo esencial . Quedan , pues , ilusiones malas , o dígase verdaderas ilusiones . Contra éstas combato , y afirmo que no las he tenido nunca , y que si las hubiese tenido alguna vez , no me quejaría de perderlas . - Ponga Vd . - dijo Serafinito - algunos ejemplos de esas ilusiones . - Nada más fácil - contestó D . Juan - . Hay una señorita en Madrid , elegante , algo coqueta , no muy rica , y que ha llegado a cumplir veinticinco años , sin casarse . Las ilusiones de esta señorita consistían en coger un marido rico , titulado si fuese posible , sufrido de condición , poco gastador , a fin de que ella lo pudiese gastar todo o casi todo , etc . , etc . Como estas ilusiones no se han realizado , la señorita exclama a cada momento que ya no hay amor en el mundo , que pasaron los tiempos de Isabel y Marcilla y de Julieta y Romeo , que vivimos en un siglo de prosa y que ha perdido las ilusiones . Hay una dama casada con un funcionario público , cariñoso , afable , buen papá , marido tierno y enamorado ; pero da la maldita casualidad de que uno de sus compañeros , quizás con menos sueldo y quizás con más intermedios de cesantía , se arregla de suerte que tiene para butacas en los teatros y para más moños y trajes , y tal vez hasta para palco en la Ópera o para ir a Biarritz a veranear , mientras que él , trabaja que trabaja siempre , y sin salir de apuros y ahogos . La dama que , en vista del ejemplo , se había forjado sus ilusiones , conoce al cabo que es imposible hacer carrera con su marido , y las pierde . Desde entonces se lamenta a cada instante de que no ha realizado su ideal , de que los maridos son monstruos o zotes , de que la poesía del hogar doméstico no es dable en esta edad infecta en que vivimos , y de que ya no volverán a la vida Baucis y Filemón . Entra a servir en cualquiera casa una cocinera . El ama toma la cuenta todos los días , y procura , informándose de los precios , que la cocinera sise lo menos posible . La cocinera pierde entonces sus ilusiones ; dice que la hidalguía , el desprendimiento , la magnanimidad de los señores bien nacidos pasaron para siempre , y que ahora vivimos en un siglo metalizado , ruin , plebeyo y cicatero . Va a Madrid un joven bien plantado , chistoso , ameno , que se viste con el mejor sastre y se pasea en la Castellana . No se enamoran de él las duquesas ni las marquesas , las ricas herederas le dan calabazas , y sólo se le muestra propicia , si acaso , la hija del ama de la casa de huéspedes donde vive . Este joven pierde también sus ilusiones , y decide que las mujeres del día no tienen más que vanidad y soberbia y carecen de corazón . Pierden , por último , las ilusiones , el coplero insufrible que presume de poeta y no halla quien lea sus versos ; el periodista ambicioso que no llega a ministro ; el autor dramático que es silbado ; el médico que no tiene enfermos ; el abogado que no tiene pleitos ; el hipócrita a quien no creen sus embustes , y hasta el que juega a la lotería y no saca el premio gordo . Para todos éstos la corrupción de nuestro siglo es espantosa , la falta de ideal evidentísima , la carencia de religión horrible ; y un destino ciego y perseguidor de la virtud gobierna y dispone los acontecimientos humanos . - Infiérese de cuanto Vd . alega , que sólo los tunantes , torpes o desdichados , tienen ilusiones y las pierden . - Son los que más ilusiones tienen y las pierden - prosiguió D . Juan contestando a mi interrupción - . No niego , sin embargo , que hay multitud de personas honradas que se forjan ilusiones y que se lamentan luego de haberlas perdido ; pero , si no implica falta de honradez el tener cierta clase de ilusiones y el lamentar su pérdida , implica al menos falta de juicio y poca entereza de carácter . - Aclare Vd . eso también con ejemplos - dijo Serafinito . - Voy a aclararlo . Hay una señora pobre y muy virtuosa y honesta , que sabe resistir a toda seducción , y que sufre con su marido molestias y privaciones sin cuento ; pero pasan los años , no la saludan con más respeto a causa de su honestidad , porque la fama no ha de ir publicándola a son de clarín , y nadie le da joyas , ni palco , ni coche , porque eclipse a Lucrecia ; de manera que sigue tan desvalida y poco considerada como antes . Aquí encaja entonces el que la buena señora empiece a rabiar , a lamentarse de que ha perdido las ilusiones , y a decir que la sociedad es un lupanar inmundo , donde sólo las malas mujeres consiguen ir en landó y vestir sedas y encajes , y adornarse con diamantes y perlas . Las ilusiones de esta señora habían consistido en creer que la virtud podría y debería traer satisfacciones de amor propio y ventajas y regalos materiales , como si la virtud , con tan vil precio , fuese verdadera virtud , y proporcionando su ejercicio lo que la señora quería , no viniese a ser prenda de los más bribones . Este segundo modo de ilusionarse es una terrible enfermedad que se apodera a veces de generosos y nobles espíritus , aunque falsos y extraviados . Consiste en rebajar las más nobles prendas y excelencias de nuestro ser buscándoles una finalidad vulgar , queriendo convertir en útil lo bello o lo sublime . La virtud , el genio , la ciencia , la poesía , podrán ser útiles en ocasiones al individuo que las posee ; pero no es su fin principal la utilidad . Es más : el que se propone sacarla de su virtud , de su ciencia o de su poesía , deja al punto de ser sabio , virtuoso o poeta . Para fines bajos importa emplear bajos medios : los medios elevados conducen sólo a fines que lo son también . - ¿ Pero y el trabajo , la constancia , el valor y la economía , no son virtudes , y no son nobilísimas virtudes , y no son ellas las que procuran el bienestar material ? - Sin duda que a veces le procuran para el individuo , y siempre para la sociedad entera : pero yo hablo de otras virtudes más altas , más espirituales , y por lo mismo más fáciles de imaginar que las tiene uno sin tenerlas . De modo que en este orden de ilusiones hay dos grados : primero , el de atribuirse las tales virtudes ; y segundo , el de empeñarse en que han de tener un valor en el comercio y se han de cotizar en la Bolsa . - Según Vd . , por consiguiente - interrumpió Serafinito - , es verdadero el refrán que dice : Honra y provecho no caben en un saco . - Lo que yo afirmo nada tiene que ver con el refrán . El refrán es falso . En mil honrados oficios puede cualquier hombre honrado sacar provechos y no pocos . Harto me aproveché yo de la fortuna , y disto mucho de creerme sin honra . Lo que yo afirmo es que hay prendas de entendimiento y de carácter , y obras humanas de tal excelsitud , que no miran al provecho , ni pueden ni deben pagarse : y condeno las ilusiones de los que poseen o creen poseer esas prendas y obrar esas obras , y piden la paga y se desesperan porque no la reciben . Coinciden con esto , en la mente de los así ilusionados , un concepto pueril del orden del mundo y de la Providencia divina , la cual ha de estar siempre premiando al bueno y castigando al malo , y disponiendo las cosas de suerte que lo pasemos muy bien . Los que así discurren están de continuo pleiteando con Dios y pidiéndole cuenta de todo . ¿ Para qué me criaste ? ¿ Por qué he de morirme ? ¿ Por qué me he de poner viejo ? ¿ Esta muela , por qué me duele ? ¿ Este mosquito , por qué pica y arma una música tan molesta ? ¿ Por qué las perdices no se vuelven todo pechuga ? ¿ Por qué ha de tener el jamón menos magras que tocino y hueso ? - Vamos - dije yo sonriéndome - , lo que deduzco de todo es que a mi amigo D . Juan le ha pasado algo desagradable con alguien que tenía ilusiones o que se lamentaba de haberlas perdido , y por eso declama tanto contra el tener y perder ilusiones . D . Juan Fresco puso una cara tan grave al oír mis palabras , que me pareció otro : puso una cara hasta melancólica , y exclamó dando un suspiro : - Es verdad : algo desagradable , y más que desagradable , me ha pasado . ¡ Malditas sean las ilusiones ! ¡ Infeliz doctor Faustino ! No bien pronunció este nombre , Serafinito , que ya estaba muy cabizbajo y triste , se echó a llorar como un niño de siete años . Aumentada con esto mi curiosidad , pregunté a D . Juan quién era el doctor Faustino , que tan dolorosos recuerdos suscitaba . D . Juan entonces prometió contarme la historia del mencionado doctor , y cumplió su promesa , no estando presente Serafinito para que no llorase . La narración de D . Juan Fresco , arreglada luego a mi modo , es lo que voy a referir ; pero entiéndase que no pretendo probar al referirla ninguna tesis contraria a las ilusiones . D . Juan Fresco sigue su opinión y yo la mía , que aquí no es del caso . Yo , terminada esta introducción , me retiro de la escena donde me he entrometido como personaje secundario , y me limito a mero narrador de los sucesos . Villabermeja , como ya queda indicado , ha sido por más de dos siglos lugar fronterizo de tierra de moros . Aún está en pie el castillo o fortaleza que tenía allí el duque , señor del lugar . Los negros y espesos muros de toscas piedras , las almenas encumbradas , los torreones cilíndricos , todo subsiste aún . Un arco , en cuyo seno hay un pasadizo , pone en comunicación el castillo con la iglesia . Esta es , con todo , mucho más moderna que el castillo , y bastante posterior a la época guerrera de los bermejinos . Cuando andaban batallando sin reposo contra los moros de Granada , se encomendarían a Dios en el castillo mismo o en medio de los campos . Después de la conquista de Granada fue , sin duda , cuando se pensó en la iglesia , y vinieron a edificarla los hijos del glorioso padre Santo Domingo . La casta belicosa de los bermejinos fue desde entonces doblando poco a poco el cuello al yugo de la teocracia frailuna , y de aquí proviene , en mi sentir , el chiste de hacerlos descender del padre Bermejo . Durante los siglos de la monarquía absoluta , aquel lugar de hidalgos peleadores se amansó , se emplebeyeció y se democratizó . El duque se fue a la corte , y nadie volvió a verle por el lugar . Ni amado ni odiado , nadie volvió a pensar en él . El administrador del duque era quien arrendaba o daba a censo las tierras . A principios de este siglo , salvo el ausente e invisible duque , apenas había en Villabermeja , ni siquiera en espíritu , tres o cuatro familias hidalgas . Todo lo restante era plebe , olvidada ya de la gloria de sus ascendientes heroicos . Desde principios de este siglo hasta hace unos treinta años , época en que empieza nuestra historia , esas mismas familias hidalgas o se habían confundido con la plebe , agobiadas por la pobreza , o habían emigrado , Dios sabe dónde , en busca de mejor fortuna . Sólo quedaban los López de Mendoza , alcaides perpetuos de la fortaleza , desde los tiempos de Alamar el Nazarita y del santo Rey D . Fernando . La hermosa casa solariega de estos López de Mendoza bermejinos se apoya en los propios muros del castillo . La sencilla y elegante fachada , obra del siglo XVI , es de piedra de sillería , y tanto la puerta como el balcón del medio del piso principal están adornados con airosas columnas de mármol blanco . Coronando el referido balcón , resplandece el limpio y complicado escudo de armas de la ilustre familia , primorosamente esculpido , sobre mármol blanco también . Aunque no tanto como la familia misma , la casa ha decaído y da muestras claras y tristes de la estrechez de los dueños . En muchos balcones faltan cristales ; las antiguas puertas , prolijamente labradas y cubiertas de graciosos clavos de bronce , están descuidadísimas ; y el amarillo jaramago publica la afrenta de aquella fábrica arquitectónica , brotando por entre las grietas que se han abierto al separarse varios sillares . Las grietas son tan anchas y profundas en algunos sitios , que ofrecen sobrada capacidad para que en su seno se aniden las lagartijas , las salamanquesas asquerosas y los feos y medrosos murciélagos , y para que nazcan , se arraiguen y crezcan allí no pocas higueras bravías y yerbas y maleza . Esta vegetación parásita se desenvuelve mucho en primavera y da a la fachada el aspecto de un jardín vertical . El alero del tejado es tan ancho que deja un espacio grande entre su extremidad y el muro , donde las golondrinas fabrican con predilección sus rústicos nidos . Sobre el piso principal de la casa hay otro piso de graneros y zaquizamíes ; pero como , de mucho tiempo ha , apenas hay granos que llevar a aquellos graneros , sólo los habitan algunos búhos y lechuzas melancólicos y algunos ratones parcos y ascetas . Todas las casas del lugar , aun las más pobres , se enjalbegan tres o cuatro veces al año , y están más blancas que el ampo de la nieve . La casa de los Mendozas ofrece , pues , una gran contraposición , comparada con ellas , y tiene un aspecto sombrío , con sus piedras , si algo doradas por el sol , más ennegrecidas aún por las lluvias , el descuido de los amos , el transcurso del tiempo y la inclemencia de las alternadas estaciones . La casa de los Mendozas está además en el sitio más esquivo y apartado , a la espalda del castillo , en un callejón sin salida , mientras que las blancas y alegres casas de los plebeyos más acomodados están en calles abiertas o en la plaza , donde hay fuente con cuatro caños y algunos álamos , y por donde discurren hombres , mujeres y chicos , y se nota movimiento de carros , carretas y caballerías . No hace muchos años , aún no se había construido , a tiro de escopeta del lugar , el nuevo cementerio , y los muertos se enterraban todos al lado de la iglesia , en un corralón , frente a la casa de los Mendozas . Sólo se enterraban en la iglesia misma los frailes y los mencionados Mendozas , quienes tenían allí bóveda subterránea y una magnífica capilla con retablo lujosísimo de madera dorada , del tiempo y gusto de Churriguera , lleno de profusas e intrincadas labores de talla . En el camarín de esta capilla hay un Jesús Nazareno , con su cruz a cuestas , vestido con túnica de terciopelo bordada de oro , de quien el mayorazgo de los Mendozas es hermano mayor . Después del santo de plata , patrono del pueblo , esta imagen de Jesús es la más querida y la que pasa en el lugar por más milagrosa . El artificio con que la imagen está fabricada no denuncia el mayor ingenio por parte del autor en punto a mecánica , pero ha sido de mucho efecto y lo es todavía , al menos para las mujeres . Nuestro Padre Jesús , merced a una cuerda de que tira el sacristán , separa el brazo derecho de la cruz que tiene asida , y desde el balcón de las Casas Consistoriales , que da sobre la plaza , echa la bendición a la muchedumbre de los fieles , una o dos veces cada año , cuando le sacan en procesión . Pero volviendo a la casa solariega de los Mendozas , fácil es de comprender lo fúnebre que será con esta vecindad del antiguo cementerio , y de la iglesia , bastante ruinosa ya , y depósito asimismo de osamentas . La familia de los Mendozas había ido decayendo y no era más alegre que su habitación . El sino y el estado de esta familia , y sus relaciones con el resto de los bermejinos , tenían algo de extraño . Se diría que , desde que vinieron los frailes dominicos al lugar y el lugar se fue enfrailando , ésta fue la única familia que luchó contra ellos y quiso conservar la secularización , por decirlo así . En lucha tan descomunal había acabado por sucumbir , y eso que había contado , hasta lo último , con varones de notoria aptitud y denuedo . Nadie en el lugar quería mal a los Mendozas , porque no había memoria de que hubiesen hecho daño a la gente menuda . Nadie tampoco les tenía envidia , porque estaban pobres y empeñados . No obstante , contábanse cosas que podían ofender a la familia . De un antiguo Mendoza , del tiempo de los moros , se referían ciertos amoríos escandalosos con una cautiva , mora y hechicera . De otro Mendoza , no menos ilustre , que estuvo en las Indias , se afirmaba que se había casado con una judía o con una coya o princesa peruana , que sobre esto no se estaba muy de acuerdo , aunque si bien se nota no implica contradicción , pues , para nuestros lugareños , judío o moro es equivalente a todo lo que no es cristiano , y así de un niño que no ha recibido el bautismo , se dice que está judío o que está moro aún . Lo evidente para los bermejinos era que la cautiva mora primero y la coya o judía más tarde infundieron en la sangre de los Mendozas cierta levadura de impiedad . En cambio , la judía o coya trajo en dote a su marido una gran cantidad de dinero , con la cual se edificó la casa solariega de que hemos hablado , y se compraron no pocas fincas , perdidas o empeñadas después . Como complemento y añadidura se aseguraba que la judía o la coya trajo de allende los mares , de aquellos bárbaros palacios en que moraba , multitud de perlas y diamantes , los cuales estaban escondidos y emparedados en un rincón de la casa que nadie llegó jamás a saber . En varias ocasiones , sin embargo , habiéndose enriquecido de repente algún vecino del lugar , sin saber a qué atribuir su riqueza , habíase supuesto que dicho vecino había encontrado parte del tesoro , burlando la vigilancia del espíritu de la princesa india que le custodiaba , o venciéndole y dominándole por artes diabólicas . Murmurábase también de la aparición casi diaria , en los desvanes de la casa , de un célebre comendador Mendoza ; el cual había estado en Francia durante la gran revolución , y por su impiedad , por varios lances trágicos y misteriosos y por la manera con que vivió los últimos años de su vida mortal , andaba penando con el manto blanco de su encomienda y la roja cruz de Santiago en el pecho , aunque sin brazos la cruz , porque , no estando en gracia , no podía llevar cruz perfecta en la otra vida , no faltando quien afirmase que no era cruz sin brazos lo que en el manto llevaba , sino la figura de un sapo sangriento . Suponían los liberales del lugar que todas éstas eran hablillas que habían difundido los frailes para desacreditar a los Mendozas , los cuales eran de su partido nada menos que desde los tiempos del emperador Carlos V , en que uno de ellos peleó entre los comuneros . D . Francisco López de Mendoza , muerto en 1830 , había sido , en efecto , liberalísimo , siguiendo , según en el lugar se afirmaba , el ejemplo de sus antepasados . Desde el año de 1823 hasta que murió , fue muy vejado y perseguido . En cambio , algunas personas de las más licurgas del lugar , y serviles , como por ejemplo el escribano , aseguraban que los López de Mendoza eran una casta de gente díscola , contraria al espíritu del tiempo en que vivieron , durante más de tres siglos , y que sólo por sus hazañas en las guerras y por su posición habían sido tolerados . Casi todos ellos habían ido a servir al rey , habían corrido el mundo buscando aventuras y garbeando por estilo heroico cuanto se presentaba , y habían vuelto al cabo al lugar , a la casa de sus mayores , con aumento de su fortuna y con mujer legítima forastera . Aunque contrarios en el fondo del alma al pensamiento político de los españoles de entonces , le habían servido con brillantez por su amor a la vida inquieta ; pero en la administración tranquila de sus bienes , jamás se habían empleado con acierto , de suerte que , decaída España de su antigua pujanza , sin Flandes , Indias e Italia , donde ir a rehacer o a mejorar patrimonios , el de los Mendozas había caído por tierra del modo más lamentable . Ya el D . Francisco de que hemos hablado contrajo infinitas deudas , empeñó muchas fincas , y vendió algunas de las vinculadas , cuando quedaron libres , de 1820 a 1823 . Su heredero , el actual mayorazgo , llevaba trazas de consumir cuanto del caudal quedaba , exento ya de toda amortización y vínculo . Aunque vagamente , bien entendían y daban a entender los críticos que el espíritu liberal de los Mendozas era el espíritu anárquico de la Edad Media , que coincidía en algo con el de los tiempos modernos ; que su despreocupación o poca piedad tal vez no había sido tan grande en épocas anteriores y que por lo menos había aumentado mucho desde que el comendador Mendoza estuvo en Francia en tiempo de la gran revolución ; y que lo que más caracteriza los tiempos modernos , el orden en el manejo de los negocios , el afán legítimo y atinado de aumentar en paz los bienes de fortuna , lo que llaman algunos el industrialismo , era del todo contrario a aquella familia . Los ricos nuevos del lugar se burlaban de esto sin compasión , pero el vulgo amaba a los Mendozas . El fondo democrático y algo socialista de la educación frailuna del vulgo no se volvía ya contra ellos , porque no tenían más que deudas , ni contra el señor del lugar , cuyos administradores habían sido siempre generosos con el pueblo y con ellos mismos a costa del magnánimo duque , el cual andaba en Madrid hecho un Mendoza de la corte ; esto es , con más trampas que pelos en la cabeza . El furor de la porción menos sana de los bermejinos era contra los ricos de reciente fecha ; contra los que se habían enriquecido dando dinero a premio o con el tráfico de vinos , aceites y granos . Muchos de estos ricos nuevos habían hecho su fortuna aumentando el bienestar general , acrecentando el acervo común del haber de la nación , creando riqueza ; pero los resabios inveterados de los bermejinos más aviesos , mezclados con la envidia , si bien no de concierto todavía con predicaciones venidas más tarde de fuera de España , no les dejaban ver en los bienes adquiridos por otros un aumento del bien colectivo , sino una dislocación o una absorción de bienes que a todos pertenecían , verificada con infernal astucia . El antiguo refrán que reza : Los ricos en el cielo son borricos , los pobres en el cielo son señores , se oía con frecuencia en los labios de los bermejinos , como pronosticando en son de amenaza , que la habilidad pecaminosa de los ricos no prevalecería en el cielo , donde al fin sería castigada , si antes algún hombre de corazón no adelantaba el castigo , echándose a la vida airada , con armas y caballo . Entiéndase bien que hablo de la gente peor bermejina . La mayoría es sufridísima y razonable , y lleva sin envidia y con paciencia el encumbramiento de los ricos nuevos , por más que no haya habido toda la limpieza que fuera de desear en el modo de enriquecerse de no pocos . Había , sin embargo , una razón para que hasta los ricos nuevos mirasen con afecto a los Mendozas . Merced a la actividad fecunda que la moderna civilización imprime en todo , a pesar de nuestras inacabables discordias civiles , cierta cultura de costumbres se había difundido por todo el lugar ; y no pocas familias de arrieros o de gañanes , que habían hecho dinero y fundado casa principal , empezaban a tener humos aristocráticos , recordando con orgullo que descendían de valerosos adalides y yendo a ver con satisfacción en los libros de la parroquia que llegaba su ascendencia , por línea recta de varón en varón , y por legítimo matrimonio , hasta uno de los compañeros o hermanos de armas que vino con el primer López de Mendoza a custodiar aquella fortaleza y a molestar a los moros , entrando en algarada por sus tierras y talando sus panes . De aquí nacía un espíritu de igualdad y de dignidad en perfecto acuerdo con el cariño respetuoso a la casa de los Mendozas , gloria común de todos y monumento del antiguo caudillo . Doña Ana , viuda de D . Francisco , aunque forastera y anciana ya de sesenta años , vivía en el lugar rodeada de finas atenciones . En medio de sus apuros sostenía esta dama respetable el lustre señoril de la casa . El caballo que montaba su marido permaneció regaladísimo en la caballeriza hasta que murió de viejo . Varios retratos al óleo de los López de Mendoza que más brillaron , unos con relucientes armaduras , otros con cuera de ante , bizarros todos , y con plumas , y alguno que otro con bengala , como insignia de mando militar , lucían en la cuadra o salón cuadrado , autorizándole como era justo . Los antiguos criados no se despidieron . Y , por último , la jauría de perros de caza se conservó , hasta que pachones , podencos y galgos , fueron todos sucumbiendo al peso de la edad , siendo ejemplo muchos de longevidad perruna . En esto de los perros , y sobre todo en los podencos era donde más había resplandecido el afecto de los bermejinos a los López de Mendoza . Los podencos son golosos y ladrones siempre , y más aún cuando están a media ración o a menos de media ración . Los podencos de López de Mendoza se hicieron , por consiguiente , famosos en todo el lugar por sus latrocinios e inesperados asaltos . No había morcilla ni longaniza segura , ni pedazo de jamón o de carne con que se pudiera contar , ni lonja de tocino a buen recaudo . Las travesuras de los podencos , no obstante , más eran solemnizadas con risa que refrenadas con dureza . Sirva de prueba lo que ocurrió una vez con la madre del tendero , señora de cerca de setenta años , la cual yacía postrada en cama con un pertinaz dolor de estómago , donde le habían puesto como reparo , lo que es muy frecuente en Andalucía entre los remedios caseros , media docena de bizcochos con canela y empapados en vino generoso . La fragancia atrajo a los podencos en ocasión que la tendera se hallaba sola en su alcoba . En balde ella , defendiéndose con las manos , Clamores horrendos simul ad sidera tollit ; la descubrieron , a pesar de sus gritos ; y sin que el pudor les pusiese el menor reparo , se comieron el otro , dulce y aromático , que en tan oculto sitio había . La gente de casa acudió tarde para evitar que este reparo pasase al cuerpo de los podencos , mas no acudió tarde para contemplar a la excelente matrona en una inusitada y vergonzosa desnudez . No puede negarse , a pesar de éstas y otras muestras de simpatía , que la tal simpatía se entibiaba con harta frecuencia por un defecto involuntario , casi fatal de la señora doña Ana , cuya cortesía no tenía límites , pero cuyo entono , circunspección y retraimiento ponían a raya toda familiaridad y toda confianza . La señora doña Ana , encastillada en el fondo de su caserón , apenas salía a la calle , recibía de tarde en tarde visitas con todo cumplimiento y ceremonia , y las pagaba con exquisita urbanidad . No había medio de quejarse de que fuese grosera , ni algo tiesa de cogote , pero no intimaba con nadie y era arisca y poco comunicativa . Las otras señoras del lugar se despicaban propalando que doña Ana era bruja , aunque no con brujería plebeya de untarse y volar al aquelarre , sino con brujería aristocrática , recibiendo en su estrado a diablos y almas en pena de distinción y alto coturno , y entre ellos a varios individuos de la familia , como la mora cautiva , la coya y el comendador , con los cuales tenía sus tertulias . Del mayorazgo Mendoza , del hijo de doña Ana , que vivía también en la casa solariega , y que era sujeto menos tratable aún y más retirado de la convivencia de sus compatricios , a pesar de sus veintisiete abriles , se decían cosas mucho más raras ; pero tanto lo que de él se decía , como lo que era en realidad , merece capítulo aparte por su mucha importancia . No se asusten los lectores timoratos al leer el epígrafe que antecede , ni se den a sospechar que intento promover cuestiones impías . Harto se me alcanza que en toda la resplandeciente y complicada máquina del mundo no hay cosa alguna que no sirva para algo : todo tiene un fin ; todo concurre al orden perfectísimo y a la total armonía . Para creerlo y afirmarlo , importa lo mismo decir que vemos porque tenemos ojos o que corremos porque tenemos piernas , que decir lo contrario : esto es , que porque vemos tenemos ojos y porque corremos nos han nacido piernas y todo lo conveniente para correr . Casi , casi redunda en mayor alabanza de las leyes providenciales el contemplar y explicar las cosas de este último modo . Y si no , vaya de ejemplo : ¿ Quién sería mejor relojero , el que fuese fabricando prolijamente todas las ruedecillas , cada una con su fin y propósito , y luego las ajustase y ordenase entre sí , y luego diese cuerda al reloj , y luego el reloj marcase y sonase las horas , o el que pusiese en un poco de metal un movimiento y una idea y un propósito de dar las horas , que agitasen todas las partecillas de que el metal se compone , y las forzasen a no parar en sus giros , vibraciones , brincos y sacudimientos , ya agrupándose de un modo , ya de otro , hasta que juntas se concertasen en marcar el tiempo y en señalar las horas con un punterito y en hacerlas sonar en el momento debido , hasta con música o por lo menos con cuco ? El prurito eficaz , triunfador e infalible , puesto en los átomos , de organizarse de suerte que se formen seres que corran y que vean , o es aserto misterioso y confuso como el dogma más ininteligible de la más metafísica de las religiones , o presupone en la idea primera , cuyo desenvolvimiento produce el universo , una voluntad y una inteligencia soberanas , no menos grandes que las del ser personal que nos hiciese ojos para ver y piernas para correr . Repito , pues , que casi afirma más esta inteligencia y esta voluntad increadas , no el pensar que se nos dio ojos para que viésemos y piernas para que corriésemos y alas a los pájaros para que volasen , sino el pensar que , desde el origen , hay en la materia un afán de volar que produjo al cabo las alas , y un afán de correr que produjo las piernas , y un afán de ver que produjo los ojos . Por lo dicho , se me antoja con frecuencia que la tal doctrina de los materialistas novísimos pudiera purificarse de toda mancha de impiedad y hasta convertirse en piadosísima doctrina , muy consoladora además y muy rica en pronósticos de progresos , mejoras y adelantamientos indefinidos . La antigua duda del Padre Fuente la Peña , sobre si los monstruos lo son ellos o lo somos nosotros , se resolvería en favor de los monstruos , que tal vez aparecían como síntomas del prurito o conato de crear nuevas especies ; y , siempre que fuera este conato legítimo , y no capricho pecaminoso , caso en el cual el ser monstruoso sería un castigo , ¿ quién nos había de privar de la razonable esperanza de echar alas y volar , si nos empeñábamos , o de tener cola o trompa o un ojo más , como Fourier pretendía ? Ni se argumente en contra sosteniendo que la vida , el instinto , el brío de los átomos , de las impalpables e invisibles esferillas que llenan el aparente vacío con las ondas del éter , es un instinto ciego , coeterno con la sustancia . ¿ Como dimana del instinto ciego la inteligencia que después explica sus leyes indefectibles ? Estas leyes , además , o están en cada átomo , que las conoce y las impone , o están fuera o por cima de los átomos , o están a la vez en los átomos y fuera de ellos ; por donde vendríamos a parar , después de calentarnos la cabeza más de lo justo , en aquello que nos enseñaba en la escuela el catecismo del padre Ripalda : en que Dios está en todo lugar animándolo y ordenándolo todo . Por dicha el ¿ para qué sirve ? de nuestro epígrafe , no requiere que ahondemos tanto . Este ¿ para qué sirve ? era la pregunta que doña Ana se hacía a menudo con referencia a su único hijo el mayorazgo Mendoza . Y era también la pregunta que se hacía a sí mismo dicho mayorazgo , diciendo : ¿ Para qué sirvo ? y no sabiendo qué contestar . Nadie imagine , sin embargo , que era cojo , sordo , ciego , tullido , o tonto el mayorazgo Mendoza . Tenía sus sentidos y potencias más que cabales ; era robusto , estaba sano y bueno , y , como ya se ha dicho , o si no se ha dicho se dice ahora , acababa de cumplir veintisiete abriles ; pero nada de esto impedía que la señora doña Ana y el mismo mayorazgo se preguntasen con ansiedad si él servía para algo y no atinasen con la contestación . Menester será , para que el lector comprenda bien estas cosas , que le ponga yo en algunos antecedentes . Doña Ana era una dama , hija de un hidalgo de Ronda , de los más ilustres de aquella enriscada ciudad . Baste decir que doña Ana se apellidaba de Escalante . Entre sus gloriosos antepasados , contaba a uno de los fundadores de la Maestranza ; y los timbres de la Maestranza y sus grandes servicios en la guerra de sucesión , en el sitio de Gibraltar , en la guerra del Rosellón y en la de la Independencia , fueron desde entonces los timbres y servicios de la familia de doña Ana . Aunque nacida y criada en lugar tan alpestre y retirado como es Ronda , doña Ana fue educada hasta con refinamiento ; y no sólo por el gusto castizo y exclusivamente español , sino de un modo que pudiéramos llamar cosmopolita . Un discreto sacerdote francés , de los muchos que durante la revolución emigraron , vino a parar a Ronda , y fue el maestro de doña Ana , enseñándole su idioma y bastante de historia , geografía y literatura , y haciendo de ella un prodigio de erudición para lo que entonces solían saber en España las mujeres . Todo el saber de doña Ana no le valió , sin embargo , para negocio alguno ; y al fin , cuando ya tenía veintinueve años cumplidos , recelando quedarse para tía o para vestir santos , y estimulada por su padre y hermanos , que ansiaban colocarla , o dígase deshacerse de ella , se resignó a casarse con el Sr . D . Francisco López de Mendoza , no menos ilustre que los Escalantes , mayorazgo , alcaide perpetuo de la fortaleza y castillo de Villabermeja , comendador de Santiago y maestrante también de Ronda , como el padre y los hermanos de ella lo eran . Quieren decir ciertos autores que ya los Mendozas y los Escalantes tenían algún parentesco , y que esto contribuyó a facilitar el matrimonio ; pero como no importa la tal circunstancia a la esencia de nuestra historia , la paso por alto , sin entrar en detenidas investigaciones . Doña Ana tomó su partido con valor . Aunque había visto a Sevilla y había pasado largas temporadas en Málaga y en Cádiz , se enterró en vida en Villabermeja , sin quejarse lo más mínimo , sin dejar sentir a nadie , ni una vez siquiera , el sacrificio que hacía . D . Francisco , aunque muy caballero , era rudo , ignorante y violentísimo . Doña Ana supo amansarle , pulirle y civilizarle un poco a fuerza de paciencia y dulzura . El amor de doña Ana a D . Francisco , dicho sea entre nosotros , si por amor hemos de entender algo de poético , no existió jamás ; pero doña Ana tenía muy elevada idea de sus deberes y se miraba en su honra con verdadero orgullo patricio . Fue por consiguiente una esposa modelo . Achican un tanto el encomio que por esto merece dos notables consideraciones . La primera es que el orgullo de doña Ana , aunque rebozado en cortesía , no le dejaba estimar , ni siquiera como a prójimos , al resto de los bermejinos . Es la segunda la ferocidad y vigilancia de D . Francisco , el cual anduvo siempre ojo avizor y con la barba sobre el hombro , como quien no quiere la cosa ; y si hubiera cogido en un renuncio a doña Ana , ni el Tetrarca ni Otelo se le hubieran adelantado en vengar el agravio . Lo que en manera alguna se achica por nada , en lo que no cabe escatimar el elogio , es ya que no en el amor , en el afecto que engendra el trato , en la confianza que de la convivencia nace , y en la delicada amistad y constante devoción con que asistió siempre doña Ana al lado de su marido , cuidándole cuando estaba enfermo , consolándole cuando triste , templando su furia cuando irritado , y compartiendo sus alegrías y haciéndolas mayores con su regocijada conversación cuando él estaba alegre . Doña Ana perdía la gravedad y el entono en el seno de la familia y solía ser muy amena . El fastidio , terrible y peligrosa enfermedad en las mujeres , no se apoderó nunca del alma de doña Ana , pues sabía emplear su tiempo del modo más variado . A pesar de que había leído a Racine , a Corneille y a Boileau , le encantaban los poetas españoles más conceptuosos , sobre todo Góngora y Calderón , y hasta Montoro y Gerardo Lobo . La Historia de España , de Mariana ; las obras del venerable Palafox , y el Teatro crítico y las Cartas eruditas de Feijoo , eran sus libros predilectos en prosa . Siempre estaba ocupada en algo . Cuando no leía , cosía o bordaba ; y cuando no , cuidaba de la casa , donde el orden y la limpieza luchaban con lo triste y aislado del sitio y con lo vetusto de los muebles . Desde la muerte de D . Francisco tuvo doña Ana ocupación más importante ; la educación completa de su único hijo . Mientras D . Francisco vivió , la tal educación se había ido haciendo con tres impulsos diversos . D . Francisco enseñó al niño a montar a caballo , a tirar con la escopeta , y otras habilidades pertenecientes a la gimnástica . Cuando D . Francisco murió , tenía su hijo doce años ; pero en dichas cosas estaba bastante adelantado . El aperador de la casa era un antiguo criado , a quien , por la majestad con que trataba de que todo lo perteneciente a sus amos se respetase , habían puesto el apodo de Respeta ; pero el hijo de Respeta , a quien sólo por ser su hijo llamaban Respetilla , era de lo menos respetador y de lo menos amigo de infundir respeto por las cosas de sus amos que puede imaginarse . Este Respetilla , que tendría seis u ocho años más que el mayorazgo Mendoza , fue su confidente , escudero , lacayo , ayo y preceptor , todo en una pieza . Con él aprendió el mayorazgo a jugar a las chapas , al cané y al hoyuelo , a tocar la guitarra y cantar la soledad , el fandango y otras canciones , y a referir una multitud de cuentecillos verdes . Por último , doña Ana enseñaba al mayorazgo historia ; y el mayorazgo se aficionó más que a ninguna otra a la de Grecia y Roma , soñando , siempre que no jugaba al cané o a las chapas , con ser un Scipión , un Milciades , un Cayo Graco o un Epaminondas , según él conocía a estos héroes por el libro de Mr . Rollin traducido al castellano . Muerto D . Francisco , doña Ana tomó la férula educadora y no quiso compartir con Respetilla la educación de su hijo . Era ya tarde , sin embargo , para apartar a Respetilla y para desarraigar del corazón y de la mente del ilustre mayorazgo todos los vicios y resabios de un señorito andaluz de lugar . Doña Ana hubo de contentarse con tratar de injertar , digámoslo así , en el señorito andaluz y lugareño el saber y los sentimientos propios de un hombre culto y de un perfecto caballero . Como D . Francisco había sido negro , esto es , muy liberal , a pesar de preciarse de tan linajudo , y había estado mal con Narizotas , como él llamaba a Fernando VII , siempre se había enfurecido ante el proyecto de que el niño fuese a servir al rey , entrando de cadete en un colegio . Doña Ana siguió con facilidad , en este punto , el humor de su dulce esposo , porque idolatraba a su hijo , no quería separarse de él , suponía aún que teniendo que gozar de su mayorazgo no tendría que servir a nadie , y además pensaba en que ni Milciades , ni Epaminondas , ni Cayo Graco , ni ninguno de los Scipiones , fueron cadetes nunca , ni subieron paso a paso , ridícula y prosaicamente , hasta llegar a generales , sino que fueron oradores , hombres políticos , guerreros y magnates a la vez , y ya empuñaban la espada , ya tomaban la pluma , ya se revestían de la toga , ya se armaban con la loriga y con el casco . Así quería doña Ana que fuese su hijo , y aunque no tenía más que uno , entendía que valía por dos , y se juzgaba otra Cornelia . Doña Ana comprendió , a pesar de todo , la utilidad de que el niño siguiese una carrera ; y , después de meditarlo bien , eligió la de abogado , no para que ganase la vida haciendo pedimentos , sino para que aprendiese las leyes , y supiese reformarlas y darlas a su patria , cuando llegase la ocasión . El mayorazgo estudió , pues , latín con el dómine del lugar , y llegó a traducir casi de corrido algunas vidas de Cornelio Nepote . Fue luego al Seminario conciliar de la capital de su provincia , donde aprendió filosofía en el padre Guevara , y sacó siempre nota de sobresaliente . Y por último , cursó el derecho en la Universidad de Granada , donde , por arder entonces la guerra civil entre carlistas y cristinos , no había severidad en cuanto a la asistencia . Nuestro mayorazgo se pasaba , pues , en Villabermeja la mayor parte del tiempo que duraba el curso . Luego iba a examinarse ; y , merced a la longanimidad de los examinadores , siempre obtenía buena nota . En las excursiones a Granada acompañaba al mayorazgo el fiel servidor Respetilla . Allí se portaban ambos con cierto rumbo y elegancia . Hubo temporadas en que hasta la jaca castaña , en que cabalgaba y viajaba desde el lugar el señorito , se quedó en Granada para que el señorito la montase y luciese . Bien es verdad que entonces todo estaba aún barato en Granada , mereciendo esta ciudad llamarse la tierra del ochavico . Con veinte reales diarios se hacía todo el gasto de vivienda , comida , camas y servicio de amo , criado y jaca . Aun así era un lujo estupendo . Lo más que solía gastar entonces en el pupilaje un estudiante en Granada era la suma de siete reales diarios . Seis era el precio medio corriente de las mejores casas , donde las patronas más aseadas y bonitas daban almuerzo , comida y cena , cama , luz , agua y otra multitud de regalos . En fin , el ilustre Mendoza terminó en Granada su carrera , y se graduó de licenciado y de doctor in utroque . Doña Ana le bordó una primorosa muceta y le hizo una borla riquísima para el bonete . El miniaturista más hábil que había entonces en Granada pintó por seis duros , sobre cándido marfil , el retrato del mayorazgo Mendoza , con su muceta , su toga y su bonete emborlado ; y el mayorazgo Mendoza , cuando volvió a los brazos de su madre , hecho un doctor , le trajo dicho retrato de presente , puesto en un marco de ébano con adornitos de bronce . Ya desde aquella época , como el mayorazgo Mendoza se llamaba don Faustino y era doctor , empezaron a llamarle el doctor Faustino , título y nombre con que se hizo famoso en lo futuro y con que en adelante le designaremos . El doctor Faustino se doctoró en el año de 1840 . Volvió a su casa lleno de ilusiones y deseoso de ir a Madrid a realizarlas . Por desgracia , su ciencia era vaga y sus ilusiones eran tan vagas como su ciencia . El doctor sabía de todo y de nada sabía . De todo sabía más que de leyes , que era , al parecer , lo que había estudiado . El título que le habían dado en la Universidad , era un título huero . ¿ Para qué sirve el título ? se preguntaban el doctor y su madre . El Sr . D . Faustino López de Mendoza y Escalante , alcaide perpetuo de la fortaleza y castillo de Villabermeja , Caballero del hábito de Santiago , maestrante de Ronda , descendiente de una multitud de héroes , ¿ estaría bien que fuese a Madrid a ponerse de pasante con un abogado ? Doña Ana y el doctor reconocían que la profesión de abogado era honrosísima , sabían que Cicerón y Catón habían sido abogados en Roma , y nada razonable tenían que objetar contra la abogacía : pero una estética irresistible , un sentimiento superior a todo raciocinio les hablaba poderosamente al alma , clamando : D . Faustino no puede ser abogado . D . Faustino además , si bien se creía capaz de inventar las mejores leyes , fundándolas en filosofía , no se sentía con fuerzas para aprender las leyes inventadas por otros , al menos en sus pormenores y menudencias . Esto , parodiando la sentencia de Triboniano o de no sé qué otro jurisconsulto , anterior a las Pandectas , sostenía D . Faustino que era carga más a propósito para muchos camellos que para un hombre solo , y más siendo este hombre alcaide perpetuo y maestrante . ¿ Iré a Madrid a pretender un empleo ? se preguntaba D . Faustino . A esto no se oponía sólo lo ilustre de su nacimiento , el hábito de Santiago y la maestranza , sino el mismo título de doctor , que don Faustino y su madre tomaban por lo serio . ¡ Qué vergüenza , qué degradación pretender o tomar un empleo de ocho o diez mil reales , que era lo más que podían darle , e ir a confundirse y aun a quedar por bajo de tantos y tantos pelafustanes plebeyos , que sin ser doctores , ni maestrantes , ni alcaides perpetuos de ninguna fortaleza , disfrutaban de mucho más sueldo y de mayor categoría en las oficinas del Estado ! ¿ Aspiraría D . Faustino a entrar en la carrera judicial ? Pero ¿ qué puesto obtendría , contando con favor y humillándose a pretender del ministro ? Una promotoría fiscal . A lo sumo , un juzgado . Esto era inaceptable . D . Faustino se resignaría a ser oidor ; pero no podía ser menos . Para vivir en un lugar , bien estaba en el suyo , donde vivía en su casa solariega y cerca del castillo de que era alcaide perpetuo , donde su nombre se respetaba , donde se acataban sus blasones , y donde , si los destinos del mundo no hubieran cambiado tanto , podría ejercer mero y mixto imperio , y ser , por delegación del duque , cuando no por derecho propio , señor de horca y cuchillo , pendón y caldera . ¿ Se dedicaría D . Faustino a la literatura ? Mucha afición tenía a esto , pero ¿ cómo ganar dinero con la literatura en España ? D . Faustino , además , seguía sobre el particular la opinión de Alfieri , literato casi tan noble como él . El poeta que reviste la belleza ideal de una forma sensible , y el sabio que enseña la verdad severa a los hombres , no deben pensar en remuneración alguna ; no deben tener Mecenas ni entre los próceres ni en el vulgo . Si buscan Mecenas , se exponen a caer en el servilismo , profanan el sacerdocio de las musas , degradan un magisterio sublime y convierten la misión de hierofantes en el bajo oficio de aduladores de los príncipes o de las muchedumbres . Había que pensar también si , aun allanándose a lisonjear el gusto de muchedumbres o de príncipes , toparía el doctor Faustino con algunas o con algunos que quisieran leer y pagar lo que él escribiese . Esta duda la resolvía el doctor prometiéndose escribir para un público eterno , sin atender a la corriente de la opinión , al gusto dominante en un momento dado , a la moda o al capricho . Pero como el público eterno no paga , el doctor decía , con Alfieri que valía más ejercer un oficio mecánico para ganar el pan y escribir para alcanzar laureles inmortales , que no fundar en los escritos la menor esperanza de mejorar la situación económica . Varias veces pensó el doctor Faustino en meterse a periodista , tomándolo por aprendizaje y propedéutica de hombre de Estado y de literato a la vez ; pero ¿ cómo sujetarse a los antojos de un director , tal vez rudo , ignorante y necio ? ¿ Cómo un alcaide perpetuo , caballero del hábito de Santiago , con tantos ascendientes venerandos , con un árbol genealógico tan hermoso , y con mil otros títulos y distinciones , había de dejarse asalariar por cualquier zascandil que tuviese dinero para fundar un periódico y se dignase darle veinte o treinta duros al mes para que escribiera lo que al periódico conviniera , ya que no le obligase a pasar algún tiempo de novicio ( el doctor se estremecía y horripilaba sólo de pensarlo ) , traduciendo el folletín , tomando de acá y de acullá noticias para compaginar el correo extranjero , o recortando armado de unas viles tijeras sueltos y gacetillas de otros periódicos , y pegando con obleas en cuartillas lo recortado , a costa de la propia saliva , para mayor ignominia ? El doctor Faustino no era posible que fuese periodista tampoco . En suma , la madre y el hijo se pasaron muchos meses cavilando , discurriendo y discutiendo qué podría ser , a qué podría dedicarse , para qué podría servir el doctor Faustino , y no hallaban la solución de tan arduo problema . Ambos entendían , no obstante , que el doctor servía y valía para todo , dándole dinero con que llegar . Esta especie de viático para el primer encumbramiento , esta peana indispensable para alzarse entre las turbas y hacer que resplandeciese el verdadero mérito era lo difícil de hallar , así para el doctor como para su madre . No había medio , o al menos era muy aventurado , que el doctor Faustino se lanzase a Madrid , a la buena de Dios , sin ánimo de buscar en la redacción de un periódico , en una oficina o en el estudio de un abogado , alguna ayuda de costas mientras llegaba a personaje . El caudal de los Mendozas , hacía tiempo , había menguado mucho . D . Francisco , con su desgobierno , le había disminuido más y le había empeñado . Aunque D . Francisco había amado y respetado siempre a doña Ana , sus pasiones de hidalgo , y su vanidad quizás , le habían arrastrado primero a tener relaciones con cierta ninfa a quien llamaban la Joya , y más tarde con otra ninfa a quien llamaban la Guitarrita . Ni la Guitarrita ni la Joya gastaron nunca brazaletes y collares de diamantes y de perlas , ni se vistieron con Worth , ni con la Honorina , ni con Monsieur Augusto , ni anduvieron en coche ; pero en cambio tuvieron ambas una dilatada parentela de padres , tíos , hermanos y primos , que ya sacaban aceite , ya vino , ya morcillas , ya lomo , ya trigo de la casa del ilustre mantenedor . La Joya , además , lo mismo que la Guitarrita , se vestían bastante bien , para lo que en el lugar se usaba , y todo esto consumía la hacienda de D . Francisco . Por último , habían costado caras y contribuido al atraso de la casa las mismas bizarrías de D . Faustino , siendo estudiante en Granada , donde había tenido luneta en el teatro , y había jugado al monte y había perdido , y donde se había vestido en casa de Caracuel , haciéndose , no ya sólo fraques y levitas , sino vestidos de majo , y dos uniformes , uno de maestrante y otro de oficial de lanceros de la milicia Nacional . Este último uniforme , sobre todo , había costado un ojo de la cara , por lo complicado y pintoresco . No le faltaban perfiles ni requilorios . Cuando la expedición de Gómez , se había movilizado en Granada la milicia , y a D . Faustino le había hecho el capitán general su ayudante de campo , de suerte que el uniforme hasta portapliegos tenía , el cual iba pendiente de unas correas muy lustrosas . El charol del portapliegos era exquisito y se veía uno la cara en su bruñida superficie . La multitud de cordones y bordados de oro no era de menos precio y elegancia ; y el chascá polaco , con un plumero blanquísimo , y el sable truculento y la lanza con banderola , habían importado asimismo buenos dineros . D . Faustino no estaba muy seguro de que ni este uniforme , ni el de maestrante de Ronda , ni los dos vestidos de majo que tenía , con chupa llena de caireles y marsellé remendado de mil colores , y botines de becerro , bordados por los más primorosos y prolijos presidiarios de Málaga , y zahones , y calzones de punto ajustados con dobles botones de muletilla , de la más rica filigrana de oro que en Córdoba se fabrica , fuesen vestimentas y galas de grande uso y provechoso efecto en las calles y reuniones de Madrid ; pero de lo que sí estaba seguro es de que en estas cosas y en otras se había gastado la moneda , y ya había leído él en las obras de un profundo economista , y si no lo hubiera leído lo hubiera adivinado , porque era hombre de muy agudo entendimiento , que la moneda es indispensable al hombre desde el momento en que el hombre vive en sociedad . Esta necesidad de la moneda se aumentaba tratándose de ir a vivir a Madrid , donde todo cuesta un sentido en comparación de lo que valen las cosas en los lugares , y donde D . Faustino López de Mendoza tendría que hacer su epifanía , como importaba al lustre de su apellido y a dos o tres marquesas y condesas , amigas y parientas de su madre , que habían de recibirle como sobrino y presentarle en todos los salones aristocráticos . Hubo ocasiones , en que madre e hijo pensaron en que D . Faustino fuese a Madrid de incógnito , tomando un pseudónimo , hasta que hubiese más dinero , o bien se viniese a descubrir quién él era por su mismo esplendor y por las bellas acciones o escritos que hiciese o compusiese ; pero este arbitrio se abandonó por impracticable . Ir a Madrid , sin ir de incógnito , era una temeridad , no yendo a pretender . El vino , principal riqueza de la casa de los Mendozas , estaba a peseta la arroba . ¿ Qué menos podía gastar en Madrid don Faustino , asistiendo en la sociedad comm'il faut , y viviendo con extraordinaria economía , que ochenta duros al mes ? Pues bien ; ochenta duros al mes suponen cuatrocientas pesetas o sea cuatro tinajas de vino , que importan al año cuarenta y ocho tinajas ; cerca de cinco mil arrobas : la mar de vino ; la cosecha entera de los mejores años , no habiendo oídium ni honguillo . Y si el señorito se lo gastaba todo en Madrid ¿ con qué se pagaban las contribuciones ? ¿ Con qué se hacían las labores ? ¿ Con qué satisfacían los intereses del dinero tomado a rédito ( al veinte por ciento ) sobre buenas hipotecas ? Hic opus , hic labor est ; según el profano . A pesar de todo , el doctor Faustino no se resignaba a no ir a Madrid , donde , echando pecho al agua y arrostrando y venciendo mil dificultades , se lisonjeaba de conquistar , ni él mismo sabía por qué caminos , gloria , posición y fortuna . La idea de que muchos hombres , con menos medios que él , se habían encumbrado , le estimulaba perpetuamente . No había género de ambición que el doctor no tuviese . Andaba como toro picado del tábano . En punto a oratoria esperaba ser un Demóstenes , no a la pata la llana y sencillote como fue el de Atenas , sino con todos los floreos que privan en nuestra edad más retórica . En efecto , nadie había salido tan apto como él para imitar el estilo de su célebre maestro de práctica forense , que era el más poético orador de Granada . Mentira parece que acertase a adornar con tanta pompa y galanura la explicación de los procedimientos civiles y criminales . Sirva de muestra cuando decía : - « Señores , el juicio civil ordinario es un cristalino arroyuelo que nace en la amena gruta del derecho de cualquiera persona , y se desliza con suavidad por apacible llanura , esmaltándola de flores y causando blando murmullo al quebrarse entre menudas guijas , hasta que llega a su término dichoso , fecundado con su riego el árbol de la justicia absoluta . Por el contrario , el juicio ejecutivo es un torrente impetuoso que , despeñándose de la escarpada cumbre , donde mora la inflexible obligación , todo lo arrastra en su rápido curso , hasta que baja a perderse en el hondo foso , que circunda , ampara y hace inexpugnable el alcázar de la propiedad sagrada » . Cuando este señor hablaba en estrados era más elocuente todavía . Las exigencias del estilo didáctico no ataban entonces sus ímpetus ni abatían su vuelo , y se remontaba a las nubes , combinando diestramente lo metafórico con lo patético . En cierta ocasión , en que su cliente era un barbero , que antes había sido rico , atinó a expresarse así hablando de él : - « Este desventurado , que , en el naufragio de su fortuna , tuvo que asirse a la dura tabla de su navaja » - ; con lo cual arrancó aplausos y hasta lágrimas . El doctor Faustino , aunque de suyo no era muy propenso a tantos tropos y lindezas , se sentía capaz de eclipsar a su maestro , si en ello se empeñaba . De poesía aún se le alcanzaba más al doctor Faustino . Era aquélla la época del romanticismo , y el doctor se había hecho romántico de los más furiosos . Casi todos sus versos eran desesperados y subjetivos : esto es , el doctor hablaba siempre de sí . No había compuesto aún ningún poema ni ningún drama ; pero podía reunir ya un par de tomos abultados de Fantasías , Meditaciones , Plegarias , Orientales y Fragmentos . Afirmaba que no hacía caso de la forma , y que , como verdadero poeta , sólo atendía al pensamiento y a la pasión ; pero es lo cierto que hacía mil combinaciones raras y nuevas de rimas y de metros , y que , a veces en una misma composición , ponía versos de una sílaba , y de dos y de tres y hasta de veinte , y luego descendía hasta versos otra vez de una sílaba , lo cual les daba extraña lindeza esquemática , pues la composición venía a figurar un lenguado . El doctor Faustino , no obstante , tenía un espíritu crítico y descreído , que aun contra él mismo se volvía . Cierto que se juzgaba capaz de ser un sobrehumano poeta : un genio , y está dicho todo ; pero los versos , ya escritos y realizados , se sometían a su propia crítica con más facilidad que las tenebrosas profundidades de su alma ; y , en honor de la verdad y del pobre doctor , hemos de declarar aquí que dudaba mucho de que los versos fuesen buenos . A pesar de su romanticismo , había una sentencia de un clasicastro aborrecible , de Moratín hijo , que le estaba siempre zumbando en las orejas y acobardándole . La sentencia era : « ¡ Ay , amigo Pipí ! ¡ Cuánto más vale ser mozo de café que poeta ridículo ! » - El doctor Faustino , por consiguiente , aunque parezca el caso inverosímil , no contaba para nada con sus versos , y los guardaba en cartera hasta que los hallase buenos con toda evidencia , o hasta que tales los compusiese . Sólo un verso , que él repetía a menudo entre dientes , tenía mérito singular , fuera de toda duda , porque reflejaba el estado de su cerebro . decía el verso espantable . Había un caos de ideas y de pensamientos en aquella frase . En ocasiones pensaba el doctor que todo lo ignoraba ; que no había estudiado ; que había perdido su tiempo , y que era un mueble que no servía para nada , ni especulativo ni práctico . Pero con mayor frecuencia entendía al revés , que no había cosa que él no supiese o que no adivinase , y esto , en vez de alegrar su corazón le afligía más aún . - ¿ Con que no hay nada que yo no sepa ? ¿ Con que nada nuevo pueden enseñarme los libros ? ¿ Con que todo lo que leo o es un hecho insignificante que lo mismo da saber que ignorar , o es eco o fórmula o mera enunciación de lo que estaba ya en mi conciencia ? Cada escritor pondrá en el orden que guste o arreglará según el método que quiera sus doctrinas ; pero yo me las sabía ya antes de leerlas en sus libros . De lo que no sé y de lo que anhelo saber es de lo que nada hallo en los autores . Siempre que los pensamientos y cavilaciones del doctor tomaban este rumbo , siempre que se juzgaba harto , saturado , repleto de ciencia humana , no estimándola en un pito , le entraban vehementísimos deseos de comunicar con otros seres superiores , a ver si sabían más que los humanos , y con su favor y auxilio acertaba él a penetrar en los misterios del mundo visible y del invisible . El doctor Faustino se juzgaba tan principal y tan noble , que no se explicaba el desdén de los espíritus , y se consideraba agraviado de que no comunicasen con él ni atendiesen y cediesen a sus conjuros . No se crea por eso que el doctor estuviese loco . Tenía momentos de exaltación , pero no de locura . Al descender de sus puras especulaciones y al tocar de nuevo la realidad , se olvidaba de la magia , porque no creía que hubiese ya un diablo tan estúpido que se dejase engañar como Mefistófeles se dejó engañar por Fausto , su semi-tocayo , proporcionándole gratis dinero , placeres , fama y buenos lances de amor y fortuna . Esto deseaba alcanzar , y para alcanzar todo esto no confiaba el doctor , ni en el diablo , ni en la magia , ni en la ciencia , ni en la poesía , sino en un arte vulgar , que despreciaba , que miraba como indigno . No obstante , le daba rabia de dudar si le poseía o no le poseía . Para salir de esta duda , para hacer experiencia de sí mismo , quería el doctor ir a Madrid . Villabermeja se le caía encima con todo su peso . Hablaba entonces el doctor con su madre , y le comunicaba su propósito . La prudente señora preguntaba siempre al doctor : - ¿ Qué plan llevas ? - Ninguno - contestaba el doctor . - ¿ Quieres quizá dedicarte a la abogacía ? - Nunca . - ¿ Ganarás dinero y posición como periodista o como empleado ? - Tampoco . - ¿ Ganan algo los poetas ? - Ignoro si soy poeta ; pero no ignoro que los mejores poetas ganan poco o nada . - Para escribir , por otra parte - añadía doña Ana - , alguna obra en prosa o en verso , que haga tu nombre inmortal , lo mismo puedes escribirla aquí que en la corte . - En eso no cabe duda - tenía que contestar el doctor Faustino . - Pues entonces , quédate en Villabermeja . No abandones a tu anciana y cariñosa madre . El doctor se dejaba convencer a fuerza de ruegos y caricias . Reconocía que , de irse , se exponía a consumir en cinco o seis meses todo su miserable caudal , quedándose luego a pedir limosna . Bajaba la cabeza y sonreía melancólicamente . Cuando estaba solo decía entre sí : - Vamos , ¿ para qué sirvo ? ¡ Voto al diablo , que no sirvo para nada ! La madre también decía entre sí cuando se quedaba sola : - Este hijo mío ( no me engaña el amor de madre ) , es hermoso de alma y de cuerpo , elegante , gallardo : parece capaz de todo ; pero ¡ es tan raro ! ¡ es tan soñador ! ¿ Para qué sirve ? Mucho me temo que para nada ha de servir , como no sea para ser su propio tormento . Un año hacía que el doctor se había graduado . Un año hacía que pensaba en ir a Madrid , y no iba por falta de dinero . Y un año hacía que , casi de diario , con variaciones y amplificaciones , pero con la misma substancia , se repetían el diálogo y los monólogos que acabamos de apuntar en el capítulo anterior . La muceta , el bonete , la borla y demás insignias y vestimentas doctorales , el vistoso uniforme de oficial de lanceros , y el no menos vistoso de maestrante , descansaban en un armario , muy en peligro de apolillarse . Con los fraques y las levitas de Caracuel sucedía lo propio . Ni siquiera de majo se vestía el doctor Faustino . No veía a nadie ; descuidaba mucho , no el aseo , pero sí el exterior adorno de su persona ; y andaba siempre con el traje menos doctoral y menos aristocrático que puede imaginarse : de chaquetón y de sombrero hongo , y en el invierno envuelto en su capa . Era el doctor tan llano , tan amable , tan caritativo con los pobres , que le adoraba la gente menuda ; pero los ricachos del lugar le aborrecían y procuraban burlarse de él . No los visitaba , no acudía jamás al Casino , y no había una entre todas las señoritas elegantes de Villabermeja que pudiera jactarse de haber oído un solo requiebro de sus labios . Las hijas del escribano eran las que más le odiaban , porque eran las que presumían de más bellas y distinguidas . Eran las que gastaban más fantasía , valiéndonos de los términos mismos de lugar . El escribano , llamado D . Juan Crisóstomo Gutiérrez , se había hecho muy rico con su profesión y dando dinero a premio . Rosita y Ramoncita , sus dos hijas , parecían dos princesas . Hacían venir vestidos de seda de Málaga y hasta de Madrid , y aparecían siempre en público con tanto entono y autoridad , que , más tarde , cuando llegó a establecerse la guardia civil , no hallando el pueblo nada más autorizado y venerable que un guardia de aquéllos , con su sombrero de tres picos de frente , dio a Rosita y Ramoncita el apodo colectivo de las Civiles , con el cual hasta ahora son designadas . Las Civiles , pues , se desataban en sátiras contra el desdichado doctor . Le llamaban el ilustre Proletario y D . Pereciendo ; y , en vista de lo poco o nada que le valía el haber estudiado ambos derechos , le llamaban también el abogado Peperri . El doctor no aparecía jamás en el paseo público , que estaba en la plaza , sino que daba largos paseos a pie por los andurriales y vericuetos más solitarios , mostrando singular predilección por subir al cerro de la Atalaya , donde se conservaban aún los restos ruinosos de un torreón , desde el cual se oteaban los campos y se descubría mucho horizonte . Era aquel cerro tan estéril y pedregoso que sólo producía algunas matas ruines de amarga retama , tomillo , gayomba y romero , lirios silvestres , que brotaban en las hendiduras de los peñascos , otras flores moradas y de un solo pétalo , que llaman por allí candiles , y sobre todo multitud de esparragueras . Las Civiles dieron , con este motivo , otro título al doctor , llamándole el conde de las Esparragueras de la Atalaya . No faltaba quien informase al doctor de todas estas burlas ; pero el doctor permanecía invulnerable , sin procurar ganarse la voluntad de las Civiles con una sonrisa ; sin dignarse siquiera tomar represalias y decir alguna burla contra ellas . El doctor vivía absorbido en sus tristes meditaciones , que eran de dos géneros principales : las meramente especulativas , y las que tenían un fin práctico . En las meramente especulativas , prevalecía el pensamiento de que el doctor lo sabía todo , o sea de que la ciencia humana era vanidad , y de que , después de leer millares de libros , no estaría más avanzado que se hallaba entonces . Soñaba , pues , el doctor con entrar en relaciones con los espíritus . Si él llegaba a conseguir esto , lo mismo le daba vivir en Villabermeja que en París o en Londres ; desistía del empeño de ir a Madrid . Mientras esto no se le lograba , y aún distaba mucho de logrársele , todos los apetitos , todos los estímulos , todos los deseos de un joven de veinte y tantos años hablaban poderosamente al corazón del doctor , y le excitaban a ir a Madrid . Amor , ambición , sed de placeres , ansia de gloria y nombradía , duquesas bellísimas sonriéndole y amándole , salones espléndidos donde mostrarse , encantadores y misteriosos gabinetes donde penetrar para una cita por una puertecilla oculta debajo de un rico tapiz flamenco , aplausos de la multitud cuando él recitase sus versos , que ya serían excelentes , o cuando pronunciase un discurso mejor que los de su maestro de Procedimientos ; admiración de damas y galanes al verle muy gentil , haciendo trotar y hacer corvetas en el Prado a un caballo fogoso y magnífico : éstos y otros mil triunfos más se ofrecían con viveza a su imaginación y le sacaban de quicio . La maldita carencia de dinero derribaba tales castillos en el aire . El doctor se juzgaba más infeliz que el príncipe Segismundo . Era más humillante , y por lo tanto más cruel , que el verse encerrado como una fiera por un padre rey y tirano , el sentirse detenido y confinado en Villabermeja por la plebeya inopia . El doctor , ya en la soledad de su estancia , ya en la cumbre de la Atalaya , entre las esparragueras , cuyo dominio le concedían las hijas del escribano , recitaba , glosaba y comentaba con amargura las décimas de - ¡ Qué lástima - pensaba doña Ana - , que este hijo mío no logre vencer sus sueños de ambición y no se resigne a vivir a mi lado ! ¿ Dónde hallará quien le quiera más que yo ? ¿ Dónde será más respetado y estimado que entre estos fieles y antiguos servidores de su casa y aun entre todos los humildes y honrados jornaleros de Villabermeja ? ¿ Dónde le dirán con mayor efusión de cariñoso respeto , siempre que le vean pasar : - « Vaya su merced con Dios , nostramo » . « Dios bendiga a su merced , señorito » - . Un dulce y afable « A la paz de Dios , caballeros » , pronunciado aquí por mi hijo , le gana más voluntades que cuantas tal vez pueden ganarle todos los discursos , todas las poesías y todas las prosas que acierte a componer en Madrid . - Además , ¿ qué le falta aquí a mi hijo ? - seguía cavilando doña Ana . Y en verdad que , en cierto modo le sobraba razón . La casa solariega , si bien en lo exterior parecía ruinosa y sombría , era por dentro espaciosa y cómoda . Doña Ana moraba en las habitaciones altas . El doctor , con toda independencia , en el piso bajo . Allí había una sala con sillones hermosos y antiguos , de nogal , cubiertos de cuero labrado o guadamaciles , y exornados con tachuelas de bronce ; cuatro enormes cornucopias doradas ; varios retratos al óleo de Mendozas ilustres ; un árbol genealógico , pintado también al óleo ; un brasero de reluciente azófar en el centro , y una mesa con búcaros y vasos de China . Más en lo interior había otra sala , sin más muebles que un tablado para tirar al sable y al florete , y un trapecio para hacer ejercicios gimnásticos . En un rincón se veían sables de palo forrados de vendo , floretes , caretas de alambre , petos de estezado y guantes o manoplas , y en otro rincón , unos zancos y dos balas de cañón con asideros para levantarlas a pulso . La biblioteca y el gabinete de estudio del doctor ocupaban otra tercera sala . Libros de distinta procedencia y carácter llenaban varios armarios de pino pintado . Los que trajo de Francia el endiablado comendador Mendoza , que andaba penando en el desván , eran casi todos impíos : Voltaire , los enciclopedistas , etc . Los que sirvieron para la educación de doña Ana , o adquirió ella del clérigo francés , era como el contraveneno de los libros del comendador Mendoza . Allí estaban las refutaciones de Bergier y de otros contra los impíos de su época , y las obras de Fenelon , Massillon y Bossuet . Ni faltaban El hombre feliz , el Eusebio y El Evangelio en triunfo . Había en otro lado algunos libros de la carrera del doctor y grande abundancia de libros antiguos , castizos españoles , desde las Epístolas familiares del obispo de Mondoñedo hasta los primores poéticos del cura de Fruime . Y completaban la biblioteca todas las obras de medicina , química y otras ciencias naturales , que el doctor Faustino había comprado a la viuda de un médico muy estudioso , el cual había muerto del cólera en el lugar el año de 1834 . En la alcoba donde dormía el doctor , había otro estante que contenía a los poetas predilectos , desde Homero hasta Zorrilla , Espronceda y Arolas . Pero aún había otro cuarto en que el doctor permanecía más , sobre todo en invierno . Se llamaba este otro cuarto la cocina baja de los señores , no porque allí se guisase nada , sino por una gran cocina o chimenea de campana , en cuyo fogón podía arder y ardía con frecuencia medio olivo , mucha pasta de orujo y gavillas enteras de secos sarmientos . La ancha losa , sobre la cual se quemaba tanto combustible , salía del muro más de una vara , y daba lugar , a un lado y otro , a dos rincones cómodos donde había sillones de brazos , en uno de los cuales se pasaba el doctor horas y horas escribiendo , leyendo o meditando . En la pared había una alacena , cuya puerta caía como una mesa sobre dos gruesos palitroques , que también salían o más bien se apartaban de la pared , de modo que el doctor se encontraba en el rincón de la chimenea como sentado en su bufete . No tenía más que sacar de la alacena y poner sobre la mesa los papeles , el tintero y los libros . En el sillón de enfrente solía venir a sentarse doña Ana para conversar con su hijo . Y los viejos podencos , galgos y pachones , acababan a veces de cerrar el círculo y completar la tertulia , sentados sobre los cuartos traseros en torno del hogar . No carecía esta cocina de cierto encanto entre rústico y señoril . El escudo de los Mendozas estaba esculpido en piedra sobre la campana de la chimenea . En un lienzo de pared descansaban sobre repisas cinco jaulas con perdices cantoras . En otro lienzo se veían muy bien colocadas escopetas y otras armas , como pistolas y cuchillos de montería . En varias partes , por último , había cabezas de venados , zorros , lobos y garduñas , que por lo mismo que estaban mal disecadas , parecían y eran verdaderos trofeos de caza , y no vano ornato comprado en alguna tienda . Poseyendo y disfrutando todo esto , ¿ por qué se obstinaba el doctor en ir a Madrid ? ¿ En qué pícara casa de huéspedes viviría con más decoro y anchura ? En cuanto al regalo del pico , poco o nada tenía que envidiar tampoco , a pesar de su pobreza . Sin ir al mercado había en casa de todo , merced a la crianza y labranza : buen vino añejo en la bodega , exquisitos jamones , morcillas , chorizos y salchichas , lomo en adobo , pajarillas y otros mil artículos de matanza , condimentado todo por doña Ana ; un palomar de palomas de pueblo en la torre de la casa solariega , y otro palomar de zuritos en la casería ; doce colmenas en la misma casería que rendían tributo de miel olorosa ; frutas a manta ; y un corral lleno de conejos , gallinas , pavos y patos , que se alimentaban con las aechaduras del trigo y otras semillas . Todo esto , a pesar de las deudas y miserias de la casa , podía sostenerse aún , gracias al arreglo , orden , vigilancia y severa economía de doña Ana , que no había cosa de que no cuidase . Allí no había mueble antiguo que se hubiese arrumbado , ni colcha de damasco que se hubiese roto , ni sábana , mantel o tohalla , que no se zurciese y durase con notable aseo . Doña Ana cuidaba mucho de la ropa blanca y la tenía muy en orden , sahumada con alhucema . El doctor Faustino , sin embargo , quería irse a buscar aventuras . Todo un invierno estuvo meditando doña Ana . Luego escribió varias cartas y sostuvo una correspondencia , sin decir nada a su hijo . Al cabo , una noche , cuando ya había llegado la primavera , estando madre e hijo a solas , en el salón de los sillones antiguos , de los retratos y del árbol genealógico , doña Ana se explicó de esta suerte : - Estáme atento , hijo mío , pues voy a hablarte de un asunto de suma importancia . El doctor prestó la atención más respetuosa ; y , sentados ambos en un ángulo de la gran sala , prosiguió hablando la madre : - Harto advierto y deploro que eres infeliz con esta vida que llevas . Aquí hay tranquilidad y algún bienestar ; pero te faltan objetos que satisfagan tu ambición , tu sed de gloria y hasta tu amor . No me quejo de ti porque quieras abandonarme e irte a Madrid . Nada más natural . Pero tú mismo convienes en que sería demencia irte a Madrid sin un real como se va cualquier aventurero . Dicen en este lugar que la pobreza no es deshonra , pero es ramo de picardía , con lo cual enseñan que la dura necesidad obliga a veces hasta a los hidalgos y bien nacidos a hacer bajezas en que yo no quisiera que incurrieses nunca . Por eso he buscado un medio de que vayas a Madrid sin exponerte a vivir allí como un perdido o sin acabar de arruinarte . - ¿ Y cuál es ese medio ? - preguntó el doctor Faustino todo alborotado . - Voy a decírtelo - contestó la madre - . Ya sabes que en la ciudad de ... distante de aquí catorce leguas , vive mi prima queridísima , doña Araceli de Bobadilla . Aunque tiene más de sesenta años , la siguen llamando la niña Bobadilla , porque nunca ha querido casarse , no habiendo hallado sujeto de su condición en quien emplear su voluntad y a quien dar su mano . Tu tía Araceli vive con bastante desahogo en una hermosa casa . En su pueblo va a haber bailes , toros y otras diversiones con motivo de la feria , que será dentro de una semana , y Araceli te convida a que vayas a su casa a ver la feria y a pasar el tiempo que quieras . - ¿ Y qué voy ganando yo con ver la feria y estar de huésped en casa de la niña Bobadilla ? - A eso voy . Ten calma , que todo se andará . La niña Bobadilla tiene un hermano llamado D . Alonso , poseedor de un riquísimo mayorazgo , y más rico aún que por el mayorazgo , por su buen tino y mejor suerte como labrador de varios cortijos y criador de ganado lanar y vacuno . Vive D . Alonso en la misma ciudad que Araceli , está viudo quince años ha , y tiene una hija de diez y ocho cuyo nombre es Costanza , de cuya hermosura y discreción no hay encarecimiento que no se oiga , y en elogio de cuya virtud , recato y buena crianza , se hacen lenguas los más descontentadizos . - Vamos , ¿ y qué ? - interrumpió el doctor . - ¿ Para qué andar con rodeos ? Yo he tratado de tu casamiento con esta señorita . Su padre la adora y tiene millones . - Madre , ¿ quiere Vd . hacer de mí un Coburgo ? - ¿ Y por qué no , hijo de mis entrañas ? Tú tomarás dinero como quien toma alas para volar ; pero volarás luego , y encumbrarás tan alto a tu mujer , que no le pesará de haberte dado las alas . Ella te conoce ya por el retrato en miniatura , en que estás tan guapo , con la muceta y el bonete de doctor ; y mi prima Araceli , que le ha enseñado el retrato , me dice en sus cartas que has gustado mucho a Costancita . - Me alegro , mamá , me alegro ; pero yo no sé aún si ella me gustará o me disgustará . - Para eso han de ser las vistas , hijo mío . Nadie te pone un puñal en el pecho . Nada hay concertado aún . Posible es que D . Alonso sepa algo del proyectillo ; pero ha de aparecer como que no sabe nada . Ni tú ni Costancita os habéis comprometido . Os veréis , os trataréis , y si no os agradáis , en paz : no hay nada perdido . - El tiempo y la fatiga y los gastos del viaje ... - dijo el doctor - . Mejor será desistir y que yo no vaya . - Yo he prometido ya que irás y no me dejarás fea . - No , mamá ; si Vd . lo ha prometido , no habrá más que ir . - Sí , Faustinito . Mira , me da el corazón que te vas a enamorar como un bobo de mi señora doña Costanza . De ella no digo nada , porque , según Araceli , está ya hecha un volcán desde que contempló tu retrato . Pronostico que habrán de hacerse las bodas . - Si Costancita me parece bien y es tan rica , nos resignaremos . Dada la venia por el doctor Faustino , doña Ana desplegó , durante cuatro días , toda su actividad en los preparativos del viaje . Echó e hizo echar cuellos y puños nuevos a algunas camisas del doctor que estaban algo estropeadas ; examinó las levitas y fraques de Caracuel y halló que por fortuna no habían sido injuriados por la polilla ; y en el mejor de los dos vestidos de majo hizo varias reformas indispensables . La víspera de la partida tuvo doña Ana una larga y acalorada discusión con su hijo , empeñada ella en que llevase los dos uniformes de maestrante y oficial de lanceros , y D . Faustino en que no los había de llevar . Al fin triunfó el parecer de doña Ana . El uniforme de maestrante luciría mucho en un baile de gran etiqueta que se anunciaba . Y en cuanto al otro uniforme ¿ qué duda tiene que parecería bien y rebién , llevándole D . Faustino a la feria y corriendo al estribo del birlocho de doña Costanza de Bobadilla , caballero en la jaca castaña , con su portapliegos lustroso , sus plumas blancas y su chascá polaco ? Lo único que consintió doña Ana que no fuese a la expedición fue la lanza , porque al cabo no iba a haber formación ni cargas de caballería , y parecería ya demasiado belicoso el llevarla . Doña Ana , no obstante , sintió que Costancita no viese a su hijo hacer el molinete , como enredando en sus raudos círculos las balas y la metralla . Doña Ana decía que entonces se asemejaba su hijo a Diego de León . Como en la ciudad , a donde iba el doctor Faustino , no había Universidad , ni salón de grados o paraninfo , hubo de desperdiciarse también otro medio de seducción , y no se embaularon la muceta , el bonete , la borla y demás insignias doctorales . Por último , llegó el día de la partida . Madre e hijo se abrazaron cariñosamente . El doctor Faustino con traje de campo , zahones , faja y marsellé , montó en su jaca castaña , enjaezada con aparejo redondo , lleno de flecos de seda , y dos retacos . Respetilla , como escudero , le seguía en un mulo tordo , y con vestidura parecida , aunque más pobre . Después cerraba la marcha otro criado , nada menos que con tres mulos de reata , donde iban el equipaje del señorito y no pocos presentes que había dispuesto doña Ana para obsequiar a doña Araceli y la misma doña Costanza . Allí les enviaba piñonate , alfajores , hojaldres , gajorros , arrope de varias clases en canjilones tapados con corcho y yeso , gachas de mosto , empanadas de boquerones , carne de membrillo y otros mil regalos de repostería , por donde es celebrada en todas partes la gente de Villabermeja . La expedición salió muy de mañana del lugar ; pero no tanto que las Civiles , que eran tan ventaneras como madrugadoras , no estuviesen ya atisbando detrás de la celosía . El doctor Faustino y todo su séquito tuvieron que pasar forzosamente por delante de la casa del escribano . - Oye , Rosita - dijo Ramona , al ver pasar al doctor - , ¿ a dónde irá el conde de las Esparragueras ? - A conquistar algunas tierras más fértiles y que produzcan más ochavos - contestó Rosita . El doctor oyó el chiste de aquellas desvergonzadas y se puso rojo como una amapola . Pensó que sabían que iba a hacer el papel de Coburgo y que por eso se mofaban ; pero las Civiles no sabían a dónde iba el doctor Faustino . Las catorce leguas que separaban al doctor Faustino de la casa de su tía doña Araceli fueron quedando atrás , sin que ocurriese nada memorable . La caravana o pompa novial paró aquella noche en una venta que distaba nueve leguas de Villabermeja . Allí cenaron pollos con arroz y pimientos , que parecieron exquisitos después de jornada tan fatigosa , y sardinas fresquísimas , que les vendió un arriero que venía de Málaga y que se albergó por dicha bajo el mismo techo . Las sardinas , asadas sobre las brasas , estaban sabrosas de veras , y fueron un gran incentivo y despertador de la sed . El doctor , su escudero Respetilla , el mozo de los mulos y hasta el arriero vendedor de las sardinas , a quien convidaron a cenar , comieron patriarcalmente en la misma mesa y empinaron bien el codo , dando un millón de besos a la bota del doctor . Luego durmieron como bienaventurados , sobre unas haldas que rellenaron de paja , sirviendo de almohadas los aparejos de las bestias . Antes de que clarease , ya estaban de punta el señorito y sus dos criados . Estos , a pesar de las libaciones de la noche anterior , mataron el gusanillo con aguardiente de anís doble , y el señorito tomó una jícara de chocolate . Vaciadas las haldas en el pajar , pagada la cuenta y aparejadas las caballerías , se pusieron de nuevo en camino , cuando ya las estrellas se habían desvanecido y perdido todas en la blanca e incierta luz del alba , brillando sólo en la celeste bóveda el lucero miguero . Era una hermosa mañana de primavera . Golondrinas , jilgueros y ruiseñores cantaban . El ambiente diáfano , el vientecillo lleno de frescura y la rosada luz que iba asomando por el oriente , alegraban el corazón . El doctor se sentía menos melancólico que de costumbre . Como gente que va a caballo y picando mucho porque tiene mucho que andar , la caravana se salía del camino más trillado e iba buscando las trochas , ya cortando por unos olivares , ya tomando veredas y atajos por medio de cortijos y dehesas , ya siguiendo por la orilla de algún arroyo o trepando por algún cerro . Respetilla era admirable para guiar en un camino y se puso delante . El doctor Faustino le seguía . Detrás arreaba el mozo , con el equipaje y los presentes en los tres mulos de reata . Tan embelesado y distraído iba el doctor que ni se daba cuenta de lo que pensaba . El sol salió . Anduvieron más de un par de leguas . Eran las nueve del día . Sólo entonces recordó el doctor , o dígase volvió en sí , y bajó de los espacios etéreos para pedir de almorzar . - Un poco más allá hay una fuentecilla que tiene un agua muy buena , y sombra ; allí almorzaremos , si quiere su merced - dijo Respetilla . En efecto , no tardaron en llegar a la fuente . Se apearon , se sentaron sobre la yerba , bajo una corpulenta encina , y almorzaron de un buen repuesto de carnero fiambre , huevos duros y jamón en dulce , que en las alforjas traían . La bota , aunque colosal , harto enflaquecida ya con el jaleo de la noche anterior , acabó de quedar enjuta , pegadas una con otra las dos caras interiores de la corambre . Cierto que para decir que el doctor y su séquito caminaron , durmieron , cenaron y almorzaron , tal vez censure el lector que yo me detenga , y tal vez afirme además que lo mejor sería que diese ya el viaje por terminado , trasladándome con mi héroe a casa de doña Araceli ; pero yo diré al lector para disculparme , que el doctor Faustino , después de haber almorzado , y prosiguiendo su viaje en la misma forma , y acercándose ya a la ciudad , donde tal vez iba a contraer un compromiso que influyese en gran manera en su suerte y vida , tuvo una meditación o soliloquio tan esencial y transcendental , que no puedo menos de ponerle aquí en compendio y resumen . Para ello , como para todo , me valdré de las noticias circunstanciadísimas , y hasta prolijas , que me suministró D . Juan Fresco , las cuales fueron tantas , que yo , lejos de ampliar la historia con invenciones mías , lo que hago es encerrar cuanto en ella se contiene en las menos frases que puedo , pues no me agrada ser difuso . Importa , no obstante , decir cuatro palabras sobre un punto que aún no hemos tocado . Algo entrevé ya el lector de las cualidades morales e intelectuales del doctor Faustino ; pero nada sabe aún de su aspecto y fisonomía . El doctor era alto , delgado aunque robusto , y rubio , no ya tirando a rojo su cabello , como suele por lo común el de los bermejinos , sino más bien de un rubio pálido . A pesar de ser aquella época la del más frenético romanticismo , no se había dejado crecer la melena , si bien no estaba tan corto su pelo que no se pudiesen ver y admirar los rizos naturales en que se ensortijaba , siendo a la vez suave como la seda . Lucía , pues , en el doctor , en grado elevadísimo , una de las cualidades con que distinguen más los etnógrafos a la raza aria : era euplocamo por excelencia . La patilla , rubia también como el oro , era bastante poblada , y el bigote , que sin duda no se había afeitado nunca , tan delicado como el bozo . El doctor tenía la frente despejada y serena , las mejillas sonrosadas , la nariz un poquito aguileña y la boca chica y con buena dentadura . Su tez era blanca y transparente como la de una dama , y los ojos grandes , azules y llenos de dulzura melancólica . En suma , nuestro héroe merecía en cualquiera parte la calificación de guapo mozo , si bien un tanto desgarbado . A caballo estaba bien ; pero más que señorito de la tierra , parecía un inglés que se había disfrazado , vistiéndose a la moda de Andalucía . Esta última calidad había de favorecerle , porque parecer andaluz entre andaluces no hace sobresalir a nadie , mientras que toda la traza del doctor tenía algo de extraño y peregrino , que es lo que más atrae y encanta a las mujeres . Meditando , pues , el doctor , mientras caminaba , iba diciendo entre sí de esta manera : - Por complacer a mi madre he acometido una empresa que por mi propio consejo e iniciativa no hubiera yo acometido jamás . ¿ Qué voy a ofrecer a doña Costanza de Bobadilla , si gusto de ella , si ella gusta de mí , y llega el caso de pedirla en matrimonio ? Mi casa solariega del lugar y unas cuantas fincas , cuyos productos se consumen en pagar los intereses del capital en que están empeñadas . Todo esto es ridículo . Valiera más no tener nada que tener esto . Lo ilustre de mi nombre no importa para ella , que es tan ilustre como yo . Además , en España apenas hay nadie que no sea ilustre . En cuanto alguien tiene dinero y da valor a estas vanidades , prueba que desciende del rey Wamba si se le antoja . Si yo tuviese un título , aunque fuera el de conde de las Esparragueras , que me han dado las hijas del escribano , ya sería otra cosa ; ya habría algo que ofrecer . Siempre tiene vivo aliciente para una muchacha el pensar que la van a llamar condesa y que en las tarjetas va a poder escribir La condesa de tal . Es cierto que yo tengo el título de doctor y el de alcaide perpetuo ; pero no se estila que el esposo transmita estos títulos a la esposa por legítima que sea . Doña Costanza de Bobadilla , si llegase a ser mi mujer , no podría escribir en las tarjetas : La doctora y alcaldesa perpetua de la fortaleza y castillo de Villabermeja . Vamos ... está visto ; yo no tengo que ofrecer sino esperanzas . Pero si Costancita las acepta por buenas y me da en cambio su corazón , su mano y cinco o seis mil duros de renta , que dicen que puede y quiere darle su padre , ¿ por qué no aceptarlo todo ? Además de tener por marido a un joven de mis prendas , el dinero que dé a Costancita su padre será como dado a usura o más bien como puesto en una aparcería en que pongo yo el saber , el ingenio y el trabajo . Aquí se encumbraba la meditación , pero con tal rapidez que no es fácil seguirla y menos encerrarla dentro de un lenguaje hablado o escrito . El doctor , ora se veía coronado en el Liceo de Madrid , después de haber leído una fantasía o un poema oriental ; ora salía a la escena en el teatro del Príncipe , donde acababa de representarse un portentoso drama suyo ; ora estaba despachando o dando audiencia en la silla ministerial ; ora venían a pedirle albricias sus numerosos amigos porque la reina tenía a bien concederle el título de duque , libre de lanzas y medias annatas , en pago de sus relevantes servicios ; ora llegaba a París de embajador , y el rey Luis Felipe y toda su corte se quedaban encantados de su mucha discreción y finura ; y ora inventaba un nuevo sistema de filosofía , para que informase todas las demás ciencias secundarias , creando así la ciencia primera , una y toda , con general asombro y contentamiento de los nacidos . Estos triunfos y otros mil , que pasaban refulgentes , arrebatadores , estruendosos , ricos en color , llenos de armonía y de belleza , por la mente entusiasta , se tocaban con la mano , tomaban cuerpo , se iban a realizar , una vez dueño el doctor Faustino de los cinco o seis mil duros de renta de doña Costanza de Bobadilla . - Pero no - proseguía el doctor - , no me casaré con doña Costanza , si no me enamora , o al menos si no tiene talento y hermosura , por donde la gente llegue a presumir que pude enamorarme de ella , aunque no sea tal el caso . No me casaré , aunque pierda y desbarate todos mis ensueños . El doctor se decía esto , porque los hombres nos complacemos en engañarnos a nosotros mismos , poniéndonos en trances apurados , que no existen , y saliendo de ellos de un modo heroico . ¿ Quién no se ha fingido alguna vez que le acometen seis o siete enemigos y que él les hace cara y los vence y aterra ? Y con todo , si los seis o siete , o tal vez si uno solo le acomete de verdad , es probable que ponga pies en polvorosa . ¿ Cuántas costurerillas y cuántas fregatrices no dan por seguro en el fondo del alma , que ni el propio Fúcar las seduciría , aunque les ofreciese el oro y el moro ? Y sin embargo , sabe Dios con cuán ligero empuje suele luego el interés derribar su entereza . El doctor no ignoraba que doña Costanza era bonita , y , por consiguiente , no había para qué hacer del heroico y del desprendido , diciendo que no se casaría con ella , si no fuese bonita . Pero esto , que llaman ahora darse charol no es sólo para deslumbrar a los otros , sino para deslumbrarnos y deleitarnos en nuestras propias perfecciones . Verdad es que el soliloquio del doctor era más candoroso , era profundamente sincero y noble , cuando continuaba : - ¿ Y si Costancita no me quiere ? ¿ Y si me halla poco ameno , encogido y sin chiste ? ¿ Y si no comprende el valor de mi alma ? ¿ Y si no cree en mi porvenir , como yo creo ? ¿ Y si , a pesar de su falta de fe en mí , y de sus desdenes , soy yo quien me enamoro de ella ? Entonces será menester matarla . Pero ¿ qué culpa adquiere , si no le caigo en gracia ? ¿ Por qué , no digo matar , pero ni tan sólo odiar a una mujer que nos desdeña ? En este último caso desesperado , ya sé lo que debo hacer . Desoiré los consejos de mi madre : me iré a Madrid sin recursos , a la ventura ; lucharé ; no reposaré hasta ganar dinero , posición y nombradía ; hasta probar a doña Costanza que soy digno y más que digno de ella ; que no necesito de su dinero para elevarme ; que mis ensueños de ambición no son vanos . Casi estoy por irme ya a Madrid derechito , y entrar por la puerta de Toledo con todo este aparato y estruendo de mulos , y con los alfajores , el piñonate y demás presentes , que no faltará allí quien se los coma . El doctor , no obstante , seguía caminando en pos de Respetilla , hacia el pueblo y casa de su tía doña Araceli , sin poner la proa hacia Madrid sino por un instante y con la imaginación sólo . - Eso sí - añadía - , si doña Costanza no me ama y yo la amo , me siento capaz de algo más grande y poético que lo que hizo Marcilla por Isabel . Aquél fue por esos mundos , para ganar la mano de su amada . Yo iré por esos mundos , a dar razón de quién soy , a llenarlos de mi gloria , y a ganar al cabo el desdeñoso corazón de Costancita . Si ahora no me amase , oscuro y desconocido ¿ cómo no había de amarme y aun de idolatrarme cuando me viese descollar entre la multitud con la frente ceñida en oro y lauro , y grabado mi nombre , con indelebles y gruesas letras , en las páginas de la historia ? Tomando este giro la meditación , el doctor se representaba tan a lo vivo que amaba ya a Costancita y que no era amado de ella , que empezó a suspirar con furia , como si se hubiese puesto enfermo . Respetilla iba muy adelante y no le oyó , que si no se hubiera asustado . En esto llegaron todos a un visillo , y desde allí descubrieron la ciudad a donde iban a parar . Blancas eran las casas por el mucho enjalbiego y con grandes patios , desde cuyo centro se alzaban las verdes copas de naranjos , acacias , adelfas , azofaifos y cipreses . Un riachuelo , que corre por delante de la ciudad , regaba no pocas huertas en una fértil llanura que se extendía a los pies de los viajeros . A la bajada del cerrillo , tomaron éstos la carretera , saliendo de la vereda o camino de herradura . Diez minutos más tarde se divisó una nubecilla blanca sobre la carretera . Después , un bulto que se movía . Respetilla , con vista de águila , lo advirtió y reconoció todo , y volviendo riendas vino hacia su amo gritando : - Señorito , señorito , ahí vienen a recibir a su merced . Ese es el birlocho del Sr . D . Alonso . No se había engañado Respetilla . Ya se estaba oyendo el sonar de los cascabeles y campanillas de plata que adornaban los pretales y colleras de los lindos caballos negros que tiraban del birlocho . El doctor se gallardeó sobre el aparejo redondo , se limpió el polvo con el pañuelo , se ladeó el sombrero con donaire y puso espuelas a la jaca , que llegó pronto cerca del coche , haciendo mil escarceos . El birlocho se paró entonces , y el doctor pudo ver a dos damas que en él venían . La una era vieja y seca como una pasa , pero con ojos muy vivos y semblante bondadoso y alegre . Vestía de negro y traía en la cabeza una papalina con moños morados . La otra era menudita , pero graciosa . Negro el cabello como la endrina y más negros los ojos . Los labios como el carmín : sonriendo siempre y dejando ver unos dientes blanquísimos e iguales . La nariz caprichosamente respingada , lo cual daba a su rostro cierto aire atrevido , burlón y de malicia infantil . La tez , fresca , limpia y brotando salud y juventud . El color , trigueño . El talle flexible , no como una palma , sino como una culebra . Y por último , todo lo que de las formas podía revelarse , presumirse o conjeturarse , artística y sólidamente modelado , sin exceso ni superabundancia en cosa alguna , sino en su punto , con número y medida , guardando las justas proporciones , según las reglas del arte , y en consonancia con la edad de diez y ocho años y la condición de señorita principal y cuidadosa de su persona y no de descuidada aldeana . Vestía la dama gentil un traje de seda de color de lila , y en la cabeza no llevaba más tocado que sus negros cabellos ni más adorno que seis o siete rosas , alternando con la clara púrpura de sus pétalos la alegre verdura de varias hojas de tallo . Ambas señoras conocían al doctor por el retrato , y no había miedo de equivocarse . Así es que doña Araceli , pues no era otra la viejecita que venía en el birlocho , exclamó apenas se acercó al doctor : - Buenos días , sobrino ; bien venido seas . - Bien venido , señor primito - dijo doña Costanza . El doctor saludó con la mayor cordialidad . Bajó del caballo y dio un abrazo muy cariñoso a su tía , y a la primita un apretón de manos , advirtiendo , a pesar del guante , que la mano de la primita era pequeña y los dedos largos , afilados y aristocráticos , y no aporretadillos y plebeyos . - Mira , sobrino - dijo doña Araceli - , yo he querido salir a recibirte , y he pedido prestado el birlocho a Costancita , que ha tenido la bondad de acompañarme . Tu tío Alonso no ha podido venir , porque anda afanadísimo apartando el ganado que quiere presentar y vender en la feria ; pero no te puedes quejar cuando viene en cambio su hija . El doctor se deshizo en cumplimientos , y hasta formuló algunas frases bonitas a pesar de que estaba cortado y de que naturalmente era algo tímido . Costancita llamó lisonjero a su primo , y se puso colorada . - Oye , sobrino - dijo doña Araceli - , ¿ quieres creer que Costancita tenía miedo de verte y hablarte , figurándose que estabas siempre de doctor , tan serio como en el retrato , y temerosa de cometer alguna falta de prosodia o de soltar una patochada ? Ahora que te ve de majo , me parece que ya no se asusta . - Siempre me asusto , tía ... ¡ Y qué cosas dice usted ! ¡ Válgame Dios ! ¿ Cómo había yo de creer que mi primo viniese a caballo , vestido de doctor , con su muceta , borla y bonete ? ¡ Vamos , no me haga Vd . tan simple ! Lo que yo creía es que mi primo es muy entendido e instruido , esté o no con el traje doctoral , y que quizás me tuviese en menos cuando notase lo ignorante que soy . No ... y lo que es este miedo no se me ha quitado todavía . El doctor volvió a deshacerse en cumplidos , alambicando mucho y devanándose los sesos para demostrar , en lenguaje corriente , sin aparato ni términos científicos , que la mujer todo lo sabe y penetra por intuición , aunque nada estudie , y que en la cara y en los ojos de su prima se columbraba y traslucía más ciencia que en Aristóteles , en Platón y en Santo Tomás de Aquino . Ya había demostrado el doctor dicha tesis por dos métodos distintos , e iba a demostrarla por el tercero , cuando le interrumpió doña Araceli , diciéndole que sin duda vendría cansado , y que cabalgase de nuevo , a fin de llegar pronto a su casa , donde podría reposarse . El doctor montó otra vez a caballo ; y trotando al estribo del birlocho , del lado en que iba su prima unas veces , y otras por cortesía del lado de la vieja , llegó con ellas a la ciudad y a la casa de doña Araceli . En los veinte minutos que duró este dulce complemento del viaje , el doctor lanzó veinte mil miradas incendiarias a su prima : a millar de miradas por minuto . Constancita recibió el bombardeo de un modo delicioso , aunque difícil de explicar . Ya parecía que penetraba toda la intensidad y significación de aquellas miradas y bajaba la suya con un pudor lleno de agüeros dichosos : ya que en su inocencia no consideraba aquellas miradas sino como muestras del cariño propio de parientes y las pagaba con otras miradas de afecto puro y sin pasión de amor ; ya se reía , con risa sonora y franca , como si la provocase a reír el súbito y volcánico enamoramiento del primo ; ya , por último , lanzaba ella también , de vez en cuando , alguna mirada tan semejante a la del doctor , que no parecía sino que era la misma , que volvía a él de rechazo , haciéndose mil y mil veces más bella al reflejar en los negros ojos de Costancita . El doctor llegó algo mareado a la puerta de la casa de doña Araceli . Todo se le volvía cavilar si doña Costanza era un angelito o un diablito : pero , angelito o diablito , siempre le hechizaba . Se apeó el doctor de su caballo , que tomó de la brida un criado para llevarle a la caballeriza , y dio la mano a doña Araceli para bajar del birlocho . Apenas bajó doña Araceli , acudió el doctor a dar la mano a Costancita para que bajase también . - No , primito . Yo no bajo ; me voy a casa . Adiós , primito . Adiós , tía . Y diciendo - ¡ a casa ! - al cochero , se fue doña Costanza , dejando al doctor tan embobado , siguiéndola con los ojos hasta que la perdió de vista . Ella volvió la cara dos o tres veces , antes de desaparecer , y al ir a pasar la esquina disparó la última mirada , que por la distancia no pudo ya el doctor distinguir de qué clase era . Doña Araceli instaló al doctor en un cuarto muy alegre y bonito , con balcón a un patio interior , cuyos muros estaban entapizados con las siempre verdes y frondosas ramas de varios naranjos y limoneros , y en cuyo centro se alzaba un surtidor de agua cristalina , derramándose en una taza de mármol con peces colorados . Todo alrededor se veían arriates con flores . Su aroma y el apacible murmullo de la fuente lisonjeaban a la vez olfato y oído . En el cuarto había cama , sillas , tocador , sofá y mesa de escribir : todo limpio y bueno . Allí dijo al doctor el ama de la casa que podría descansar un rato , hasta las tres de la tarde , hora de la comida . Luego le dejó entregado a sus propias reflexiones . Faltaba poco tiempo para las tres , y el doctor no tenía gana de descanso . Púsose , pues , a pasear y a hacer examen de conciencia . Hombres hay que la tienen clara , y otros que la tienen confusa . La del doctor era de la última clase . No quiere decir esto que viese menos y peor que otros en el fondo de su alma . Tal vez nace la confusión de la conciencia de ver demasiado . Los que no ven más que aquello que les conviene , agrada o adula , lo ven o creen verlo con gran claridad . Los que ven también lo que los contraría , vacilan y se enredan . El pro y el contra de sus propias acciones y un tropel tumultuoso de encontrados sentimientos y propósitos , pelean sin tregua allá dentro . Con la misma obscuridad y contradicción que se veía el doctor a sí propio veía los demás objetos que venían a pintarse en su interior sentido . La primera duda que se proponía el doctor era la siguiente : - ¿ En qué concepto tendré a mi prima ? Ya estaba cierto de que era bonita , elegante y discreta : pero no sabía si era buena o mala . Lo que no quería creer es que fuese medio mala o medio buena . O había de ser Costancita un breve cielo o un resumen y amasijo de todos los diablos . Propenso el doctor a exagerar las cosas , apasionado y romántico , decía de Costancita : - ¡ Ella será mi salvación o mi perdición , mi infierno o mi gloria , mi Tabor o mi Calvario ! Claro está que Costancita no le era indiferente : que casi estaba ya enamorado de ella . Después se preguntaba : - ¿ Y ella ... pagará mi amor ? ¿ Será capaz de pagarle ? ¿ Será capaz de comprenderle siquiera ? Procedamos con método . Este mismo amor , elevado , difícil de comprender , cuya magnificencia tal vez no cabe en el angosto cerebro del vulgo de las mujeres , ¿ le sentía ya o no le sentía el doctor por doña Costanza ? El doctor no sabía qué responder a esto , como no sabía qué responder a casi nada , a fuerza de saberlo todo . Amaba o no amaba a Costancita , según lo que por amor se entendiese . Y como él se daba una multitud de definiciones del amor , resultaba que unas veces la amaba y otras veces no la amaba . Si la quería con el fervor de la mocedad , viéndola linda , fresca , aseada , elegante , algo coqueta , consideraba que podría amar sucesiva o simultáneamente a otras muchachas como se presentasen a sus ojos adornadas de los mismos requisitos . - El amor - añadía - , es exclusivo : luego no amo a mi prima con verdadero amor . ¿ Amaba a su prima porque en su rostro , en sus ojos , en su sonrisa , había creído descifrar y traslucir un espíritu simpático con el suyo , lleno de inteligencia , de pasión y de vida ?