EL ALMA ENFERMA . NOVELA ORIGINAL DE MARÍA DEL PILAR SINUÉS . TERCERA EDICION cuidadosamente corregida por la autora . TOMO I . MADRID Imprenta de la Viuda é Hijos de J . A . García Campomanes , núm . 6 . 1882 Es propiedad de la autora , y queda hecho el depósito que marca la ley . Toda esta edición lleva una contraseña reservada . En una de las travesías que cortan las aceras — hoy espaciosas — de la calle Ancha de San Bernardo , había , hace bastantes años , una casa modesta y sencilla , pero dé muy decente apariencia . La travesía existe aun con el nombre de Calle del Noviciado : la casa ha desaparecido ; y en el sitio que ocupaba , hay otra tan hermosa y grande , que casi merece el espléndido nombre de palacio . Sin embargo , este suntuoso edificio dice mucho menos al alma que aquella sencilla casita de dos pisos , pintada de verde en las maderas de los balcones , y cuyo portal , limpio y blanqueado , se cerraba al anochecer por no tener portería , ocupándolo de día un anciano zapatero remendón . La puerta exterior estaba pintada de oscuro , y tenia , para llamar , un pequeño aldabón de hierro , reluciente y blanco ya en fuerza del uso . En el piso principal tenia aquella casa dos balcones y una ventana pequeña : y lo mismo exactamente en el segundo . En un cuartito del patio vivia el zapatero , viudo , y con una hija , viuda también , flaca y enfermiza , que le cuidaba y ganaba algo cosiendo vestidos para los niños de la vecindad . A las siete de la mañana , el buen hombre se sentaba en una silla baja á la puerta , y se ponia á trabajar : en el verano se sentaba á las cinco . Se llamaba Vicente ; su hija Vicenta ; ambos eran buenos , serviciales ó inofensivos : solo una difere / ncia habia entre los dos : el tio Vicente era candido por demás , alegre y un poco hablador . Vicenta era melancólica , pero dulce , y en su clase , era una persona distinguida por su talento natural y lo compuesto y agradable de su lenguaje ; hablaba poco y siempre á tiempo ; era aseada y casi elegante , á lo que contribuía el ser delgada y bien hecha , á pesar de su endeble salud . Pero dejemos á la vecindad , que ya nos ocuparemos de ella , y subamos al cuarto principal de la casa . Eran las dos de una tarde de invierno , cuando en una salita , que servia de comedor , calentándose los piés en un rayo de sol , en tanto que cosia , se hallaba una señora como de unos cuarenta años , de fisonomía algo severa , pero de facciones nobles , correctas y distinguidas . El comedorcito era modesto : hoy le llamariamos pobre y aun mísero : hoy que son precisos , en las piezas de comer , los chineros llenos de porcelana , cristal y plata , la gran mesa de caoba en el centro y la soberbia lámpara pendiente del techo : hoy que se las guarnece de sillas con muelles y de cómodos sillones : pero entonces las gentes — que no eran menos ilustres que nosotros , porque eran nuestros padres — se sentaban en sillas de anea , y comían al dulce calor del brasero , sin desear otra cosa que un alimento sano y bien sazonado , y la grata y alegre compañía de su familia . Brasero , y no chimenea — de las que hoy nos consumen veinte reales diarios — modesto y rojo brasero era lo que , además del sol , caldeaba de una manera deliciosa aquel limpio comedor . La tarima era de pino pulimentado , ya algo desteñido en fuerza del uso , pero lustrado cuidadosamente con cera y aceite dos veces por semana ; la copa , de aro estrecho , brillaba y relucia como el oro , en compañía de una pequeña badila para mover la lumbre . Cubría el pavimento una estera de esparto pintado en informes listas encarnadas y verdes , de esas que nos envia Valencia , y que hoy ni aun nos sirven ya , por las ruinosas exigencias del lujo , para los cuartos de nuestros criados . Seis sillas de anea y madera oscura guarnecían la pared : é inmediata al brasero , habia cubierta una mesa que esperaba la comida . El servicio de aquella mesa era tan humilde , tan sencillo , pero tan limpio como todos los demás detalles de la casa . Cubríala un mantel de lino , algo grueso , y blanco como la nieve : tres cubiertos de plata , delgados á fuerza de usarlos , y seis platos de loza blanca de la más común , repartidos dos para cada cubierto , indicaban que la familia se componía de tres personas : tres servilletas , compañeras del mantel y enrolladas cuidadosamente , señalaban á cada uno su sitio : porque cada una tenia su anillo bordado en tapicería de canevas — entonces se llamaba cañamazo — muy fino , y con sedas de colores fuertes , que dejaban ver en el centro , y bordado también el nombre de su dueño . Leámosle nosotros , y lo sabremos para tener esto adelantado . La servilleta colocada con los platos y el cubierto en la cabecera de la mesa , tenía en el anillo el nombre de Pedro . La que estaba colocada á la derecha de la anterior , tenia el de Amparo . A la derecha de esta se hallaba colocado el tercer cubierto , más pequeño que los otros dos : los platos eran también de tamaño menor , y así mismo el vaso y la servilleta : esta estaba señalada con el dulce y triste nombre de Dolores . Habia además en la mesa una botella blanca para tener agua , deslucida ya por largos años de servicios , y una botellita negra con un poco de vino . Adornaban las paredes un cuadro de la Sagrada Familia , de remota antigüedad , como si los dueños de la casa hubieran querido aquella santa presidencia para sus comidas , y dos cuadritos bordados en cañamazo y sedas por una mano infantil , que representaban dos paisajes como los que todas hemos hecho cuando niñas : una viejecita hilando , y la casita del tío Juan : debajo del primero estaba bordado en letras oscuras de punto de marca , este letrero : A su querido papá , en el dia de su santo , Dolores Herrera : lo hizo á la edad de diez anos , en el de 1835 . Este era el de la vieja hilando : el de la casita del tio Juan tenia por debajo la siguiente dedicatoria : Lo hizo Dolores Herrera para su querida mamá en el dia de su santo , á los nueve años de , edad : año de 1834 . Habia en estas humildes obras , en estas dos dedicatorias triviales y llenas de vulgaridad , un encanto y una poesía indecibles : parecia como que se desprendia de ellas un perfume de amor , de obediencia , de sumisión y de humildad , que hoy por cierto no se encuentra en las niñas . Enfrente de su madre , estaba cosiendo la autora de los dos cuadros : también estiraba sus pequeños pies , para que llegasen al hermoso y alegre rayo de sol , que calentaba los no mucho mayores de su madre . Doña Amparo — pues ya sabemos su nombre por el anillo de su servilleta — era de estatura mediana , y delgada , sin ser flaca : su cara , que debia haber sido hermosa y simpática , estaba ajada por las frecuentes jaquecas nerviosas que la mortificaban : tenia negros los ojos y los cabellos , estos abundantes y aun brillantes : la nariz delgada , la boca pequeña y adornada de una blanca ó igual dentadura : su frente era ancha y abovedada , lo que hablaba muy alto en favor de su inteligencia : sus mejillas pálidas y finas , terminaban en una barba delicada y redonda : tenía pequeñísimos los pies y las manos , perfección común en las españolas , y , sobre todo , en las andaluzas y madrileñas . El conjunto de esta señora , que se llegaba á los cuarenta años , era noble y algo severo , según ya queda dicho más arriba : pero , á través de su severidad , se traslucia un elevado talento , y un mundo de sensibilidad y de ternura . Su traje era modesto : hoy seria de una pobreza vergonzosa : consistía en un vestido de indiana , de fondo oscuro ; en un pañuelo de lana de cuadros encarnados y verdes ; en un delantal de lana negro y en una toquilla blanca , con cintas muy baratas , de color de plomo ; que abrigaba su cabeza , padecida y delicada . Las mangas de su traje se cerraban en la muñeca con un botón , porque aún no se habia generalizado la moda de las mangas blancas , tan dispendiosas por las combinaciones que admiten de cintas y de encajes . Sus pies calzaban media de algodón , muy blanca , y zapato bajo , de raso , ya muy usado pero zurcido con gran primor y paciencia , para disimular los desperfectos del tiempo . La niña era parecida á su madre , pero mas bonita aún y mas dulce en su hermosura : tenia la tez de ese color trigueño , que no es moreno ni blanco , pero que es un bello medio entre los dos : sus ojos , negros , eran grandísimos , muy rasgados y muy abiertos , y ostentaban el suave y afelpado matiz del terciopelo : sus cabellos , que nacían de un hermoso color castaño claro , en la frente y sienes , parecían negros en las apretadas masas reunidas en dos gruesas trenzas , que caian por su espalda , salían por encima del respaldo de la sillita , en que se hallaba sentada , y descansaba en el suelo : su frente estaba cortada por dos cejas negras , tan finas , que parecían dibuja das por un pincel : su boquita > su nariz , su barbilla adornada de un gracioso oyuelo , formaba un perfil encantador : era enoa ruada como una manzana , fresca como una flor cubierta de rocío : estaba gruesa , y sus formas ostentaban una adorable redondez : sus mejillas , abultadas , se hallaban , al besarlas , frías y apretadas como las de un ángel de plata : su cuello , grueso , era un poco corto : sus manitas estaban llenas de hoyos , y su cintura era ancha , como la de esos niños rollizos que nos presentan desnudos en las pinturas sagradas del pasado siglo . Dolores era tan hermosa , tan alegre , tan sana , que su nombre parecía una feliz ironía inventada por el orgullo maternal : pero no era así . Doña Amparo , que tenia una tierna devoción á la Virgen en su advocación de Dolores , por lo mucho que ella padecía en su salud , puso á su hija bajo el amparo de aquel nombre triste , y que recuerda de continuo las penas que matirizaron en la tierra á la Reina de los cielos . Llevaba , como su madre , un vestidito de indiana de color oscuro , corto hasta dejar ver una media muy blanca ; unas botitas de piel mate , y la media ajustaba muy bien á su rolliza pierna . Una criada , gruesa y muy fea , estaba concluyendo de traer lo necesario para la mesa . Era una de esas criadas que envejecían en el servicio de nuestros padres , y que llegaban á ser consideradas como individuos de la familia . Simona , que así se llamaba , habia entrado en la casa para niñera de Dolores , y habia tomado tal cariño á sus amos , que , habiendo despedido estos á la cocinera , se quedó ella en su lugar . Su señora quiso buscar otra niñera : pero ella se opuso fuertemente : era una de esas buenas mujeres apegadas á sus señores , á los que profesan una adhesión sin límites , y cuya raza parece que se ha extinguido sin llegar hasta nuestros dias , en que cada criado es un enemigo formidable . — ¡ No faltaba más , dijo , sino que yo permitiera que la señora hiciera ese nuevo gasto ! La niña es ya creoidita y juega sola , y , por lo tanto , yo puedo atender á ella y á la casa . Pero ya habrá ocasión de dar á conocer á Simona ; oigamos ahora hablar á su ama , que la veia ir y venir sin alzar los ojos de su labor . — Simona , dij o con voz grave y un poco fuerte , ten la sopa pronta , que el señor va ya á venir de un momento á otro . — Yo ya tengo mucha gana ! dijo Dolores , que era algo tragona . ¿ Simona qué has hecho hoy para principio ? — Sopa , respondió con flema Simona . — No digo eso ! repuso Dolores enfadada ; no te hagas la tonta . — ¿ Qué tonta ? ¿ no se principia por la sopa ? — Te pregunto qué hay para después del cocido . — Cortapicos y callares , respondió Doña Amparo : plato excelente y que á tí te conviene mucho comer . Dolores , que miraba á la criada , bajó los ojos á su labor , encarnada y confusa . La criada , pesarosa de la reprimenda que acababa de sufrir la niña , pasó por detrás de su sillita , se arrodilló en el siielo y cogió la fresca y redonda carita de Dolores entre sus manos , bastas y curtidas . — Corazón mió , te voy á contar lo que hay , le dijo , y te vas á alegrar . — Vete ! déjame ! ya no quiero saberlo ! respondió Dolores con enfado . — Simona , á tu quehacer , y déjala , dijo Doña Amparo gravemente : cuando salga á la mesa , verá lo que hay para comer : antes no debe saberlo : las niñas bien educadas no preguntan esas cosas . — Señora , dijo Simona : ¿ por qué no le permite Vd . ya que guarde la labor ? está cosiendo la pobrecita mia desde la diez ! — ¿ Ha concluido la tarea ? preguntó Doña Amparo sin alzar los ojos de la pieza que estaba repasando . — Me falta ya muy poco , respondió Dolores con timidez . — Pues hasta que se acabe , no se deja . — No ! si yo no pido dejarla ! repuso la niña con altivez dolorosa : y sus mejillas se pusieron rojas como el fuego , y de sus ojos brotaron en confuso tropel algunas lágrimas . Es Simona la que se mete á hablar ... — Hace mal , porque no conseguirá nada : y tu has de saber que si viene tu padre sin que hayas acabado ese dobladillo , no te sientas á la mesa , y te quedas sin comer . Dolores no respondió ya una palabra : sacó del bolsillo de su traje un diminuto pañuelo , se secó con él los ojos , haciendo como que se limpiaba las narices , para disimular que lloraba , y siguió cosiendo con una especio de corage doloroso . — Simona , dijo Doña Amparo , que se irritaba con la presencia de la criada : ¿ está la sopa ? — Sí señora , ya está dispuesta ; respondió la doméstica . — ¿ Has puesto á templar el agua de tu amo ? — Sí señora . — Que al llamar á la puerta , pongas la sopa en la mesa . — La pondré . En aquel instante sonó lo campanilla . Dolores dejó su almohadilla , y fué á abrir la puerta . Simona corrió á buscar la sopa , con toda la ligereza que su obesidad le permitía . Se oyó cerrar la puerta y en el mismo instante algunos sonoros besos , que el padre estampaba en las mejillas de su hija . Cuando entraron en la sala , D . Pedro llevaba asida á Dolores de la mano : esta saltaba como una cervatilla , olvidada ya de su angustia anterior . En medio de aquella alegría , de aquel abandono , la niña parecia mil veces más bella que agobiada bajo la severidad de su madre : sus lágrimas se habían secado , y aun quedaban los húmedos surcos en sus mejillas : reia , cantaba , gorjeaba , asida siempre de aquella mano benigna y protectora , que era para todas sus picardigüelas el escudo de Aquiles . Don Pedro Herrera era un caballero pequeño y algo grueso : podria contar cuarenta y ocho años : su ropa era ya muy usada y de una forma antigua , pero estaba acepillada con esmero : su camisa ostentaba una blancura deslumbradora : su calzado brillaba como un espejo . Su cara presentaba el tipo de la honradez , de la hidalguía y de la bondad : era sonrosada , llena , de facciones marcadas , que ostentaban una expresión benigna y plácida . Su nariz larga , sus grandes ojos garzos , su ancha y elevada frente con grandes entradas , su boca de labios gruesos , le daban tanta nobleza , que no era posible mirarle sin un profundo respeto , y una simpatía invencible . — ¿ Cómo estás , Amparo ? preguntó dirigiéndose á su esposa , en tanto que Dolores le tomaba el bastón y el sombrero . — Hoy mejor , respondió Doña Amparo volviéndose á mirar á su marido . Y en su rostro grave brilló un rayo de cariño , como el sol brilla á través de la niebla de la mañana : todas sus facciones se iluminaron y aparecieron bellas y casi jóvenes , hermoseadas por el amor conyugal . Don Pedro se sentó y tomó sobre sus rodillas á Dolores . Doña Amparo dejó su labor y se acercó también á su marido . — Sí , ¡ mímala ! dijo mirando á su hija : mímala , que lo merece ! — ¿ No ha sido buena ? preguntó D . Pedro . Desde las diez está con media vara de dobladillo sin concluirlo ! hoy ya sabe que no come . — ¡ Terrible sentencia ! dijo con cómico horror D . Pedro . Dolores , hija mia , desarma al instante al juez : anda , anda , dile que la revoque ! Y puso á la niña en el suelo . — No lo tomes árisa , Pedro , dijo Doña Amparo : esta criatura no quiere trabajar : es una vergüenza : no me hace caso : bien podia aprender de Modesta , que hace primores y solo tiene su edad ! Al oir esta reprimenda , Dolores se detuvo cortada y confusa , sin atreverse á llegar hasta , su madre . — La sopa se está enfriando , dijo Simona , testigo mudo ó inmóvil de aquella escena . — Cállate ! repuso severamente Doña Amparo : y mirando de nuevo á su hija , prosiguió : — ¿ De qué te sirve ser tan amiga de Modesta ? ella tan aplicada , tan primorosa , tan dócil ... — Y tan sosa ! añadió Simona por lo bajo . — Y tú , continuó Doña Amparo , tan inquieta , tan turbulenta ! aborreces la labor , y solo deseas correr , cantar y saltar por la casa , como un pájaro en la jaula . — - Vamos , dijo D . Pedro sonriéndose de la verdad de esta comparación : por boy la perdonarás , porque yo me empeño : pero á la otra falta , no me empeñaré , que ya van muchas . — Le he dicho que no comeria si no acababa , y no me he de volver atrás . — Tu harás lo que quieras : si piensas que lo merece , déjala sin comer : solo te decia que la perdonases por esta vez á condición de que mañana se levante una horita más temprano , y acabe la tarea de hoy antes de empezar la del dia . — Ve á sentarte , dijo Doña Amparo , más contenta de poder permitir á Dolores que comiese , que la misma niña de comer ; y da gracias á tu padre . Dolores fué á abrazar á su intercesor . — Anda , besa la mano á tu madre , y pídele perdón : eres muy mala y muy terca . Don Pedro dijo estas palabras al oido de Dolores , que fué á besar la mano de Doña Amparo . Y , sin más retardo , se sentaron á la mesa , pues todos tenian apetito , y Simona estaba impaciente porque la sopa se enfriaba . Doña Amparo fué la que , según su costumbre , se puso á servir la sopa , empezando por su esposo y terminando por ella . Dejemos comer tranquilamente la sopa á Iospadres y á la hija , servidos cuidadosa y activamente por Simona , y entretanto , vamos , si te place , lector amigo , á pasar revista á la casa , para que la conozcas de una vez , y te admires del modo con que vivían las personas decentes en aquel venturoso tiempo . Cuando yo vine al mundo , ya el lujo invadía las casas y las personas ; derrumbaba las fortunas , y hacia contraer deudas : no obstante , aun he visto yo en mi infancia y aun veo hoy personas que se contentan con lo que tienen , y que viven en una humilde y modesta medianía , que muchos critican , porque muy pocos saben la virtud que encierra . Esta medianía , esta templanza , esta resignación , que hoy provocan la risa y la burla de los nécios y de los malos , en el año en que empieza esta historia era una cosa natural , según me contaba una anciana abuela mia , que ya está en el cielo : yo misma vi pruebas de esto en casa de aquella noble señora : á pesar de ser su posición magnífica , no solo por su nacimiento , sino por ser la viuda de una elevadísima persona , la modestia , la piedad , la virtud , resplandecían allí , y moraban tranquilas y contentas como en asilo propio . La casa de mi abuela era también la mia ; decia ella que yo era la alegría de su jaula : pera no hacia falta yo para que todo fuese alegre , hermoso y radiante en aquella jaula , cuyos hierros eran los altos árboles de un jardín , cuyo techo era el cielo . Las cortinas eran damascos antiguos color de oro y de rica seda : el retrato de su difunto esposo presidia en la sala , grave y afable al mismo tiempo : una estera pintada cubría el suelo : la antigua sillería , cuidadosamente conservada , resplandecía de limpieza : por la mañana se abria y limpiaba todo : después se cerraba y se perfumaba con alhucema y cáscaras de manzanas hechas polvo , adquiriendo así la habitación ese perfume de limpieza y como de alegría , que habla tanto de aseo y de buen orden . Don Pedro Herrera era un antiguo empleado , que , á costa de gran laboriosidad y de largos años de servicio , habia llegado á tener en un Ministerio 16.000 rs . de sueldo . Doce mil bastaban á su esposa para atender á todas las obligaciones déla casa , inclusas las de pagar ésta y vestir . Los otros 4.030 se guardaban para dote de Dolores . ¿ Cómo se vivia entonces con tan poco ? Gracias á la ausencia del extremado lujo que hoy impera en todo . Don Pedro daba á su casero cada mes siete duros de alquiler , y nadie que viva con decencia , da hoy al suyo menos de 35 ó 40 . Doña Amparo pagaba á su única criada 30 reales de salario cada mes , y hoy damos 160 á una cocinera , 200 á una doncella y 240 á un criado , que sirva á la mesa , compre , y pase el resto del dia durmiendo ó paseándose . Don Pedro se engalanaba diez años con una misma levita , dos con un solo sombrero , y veinte con la misma capa azul con bandas de terciopelo negro , que el sastre habia renovado dos ó tres veces en tan largo espacio de tiempo . Doña Amparo vestia de percal para casa , y todas sus galas se reducían , para salir , á un vestido de tafetán negro , á un pañolón de lana fina , gris y negro , y á una mantilla de fondo de tafetán , con guarniciones de blonda catalana , que era la misma que su madre le habia hecho para casarse . Hoy los hombres que tienen una posición regular renuevan cada estación su vestuario . Hoy las esposas de esos mismos hombres , nosotras , en fin , tenemos seis vestidos de invierno , seis de verano y seis de baile , total , diez y ocho , y nos parecen muy pocos : cada año se renuevan , porque se hacen antiguos , porque se estropean ó simplemente porque nos cansan . Los trajes de Doña Amparo , los cosía ella misma , por que eran lisos : hoy los hace la modista y llevan como cuatro veces tela que entonces , por la multitud de sus adornos , costando triple las hechuras que el traje mismo . Doña Amparo tenia entonces su casa decente con sillas de anea , con una modesta copa de cobre dorado , y con un espejo de media vara en cuadro : los damascos carmesíes de los balcones , habíales heredado de su abuela . Nosotros creemos deber tener hoy portieres y cortinajes de terciopelo , alfombras de 200 reales vara , sillones de rica seda , mesas doradas , lunas de Venecia colosales , caloríferos en todas las habitaciones , y además la dispendiosa chimenea , que consume 12 reales de leña diarios , gastándola con extrema economía , y que llega á 16 y 20 si no se anda con mucho tiento y mucha mesura . No es el ánimo de la que esto escribe culpar á la época en que ha nacido ni compararla con otra anterior : solo dice sencillamente de qué modo antes una familia bien nacida y bien educada podia t vivir con decencia con 12.000 reales anuales , y hoy gasta 50.000 sin tener más que los 12.000 , porque los sueldos no se han aumentado . Si este es mal de la época ; si los adelantos del siglo le ocasionan , fuerza es resignarse á él : pero laudable seria también que cada uno lo remediase en lo posible , poniendo tasa á sus aspiraciones , y no llevándolas á un terreno demasiado elevado . La casa habitada por el Sr . Herrera y su familia no era muy grande , pero era lo bastante para que les permitiera vivir con holgura . Al abrir la puerta de la escalera , se entraba en una antesalita cuadrada , amueblada con dos antiguas banquetas forradas de lana verde , ya algo descolorida , y con una mesa de juego con tablero de damas negro y blanco : sobre esta mesa , habia un hermoso velón de cobre , dorado y brillante , como el oro , con cuatro mecheros y dos pantallas verdes . A la derecha habia una puerta que llevaba al comedor , despensa y cocina , después de atravesar un pasillo ó corredor . A la izquierda estaba la sala ó el estrado como se llamaba entonces : esta sala tenia gabinete , y el gabinete alobca . En la sala habia un trémol — después se han llamado consolas , y últimamente jar di ? ier as — que sostenia un espejo de vara en cuadro , con marco de madera oscuro : debajo del espejo , se veia una caja de dulces que habían regalado á Dolores un dia de su santo , y , á cada lado , un florerito , que contenia un pequeño ramo , obra de Dona Amparo , los cuales se conservaban cuidadosamente cubiertos con unas campanas de cristal . Otra mesita enfrente sostenia una imagen de talla de lo , Virgen del Rosario , y á los pies , en un jarrito , se veia otro ramo de claveles y jazmines , ya maltratados por las injurias del tiempo . A cada lado de este jarro , habia un pequeño candelero de plaqué , que sostenia una bugía de cera . En el testero principal habia un sofá de caoba , con asiento de cerda verde y negra , é iguales eran una docena de macizas sillas que le hacian compañía . Delante del sofá habia un veladorcito , sobre el que lucia un juego de cafe , de antigua porcelana blanca con ramitos de rosas . Delante del balcón habia cortinas de damasco carmesí , antiguas y muy usadas , pero conservadas con gran esmero , pues su brillo no estaba empañado por el más leve átomo de polvo . Los dos espejos estaban guarnecidos de targetas de las visitas que habian entrado en la casa , tal vez desde que se habia casado Doña Amparo con D . Pedro : muchas habia ya tan amarillas , que pregonaban á voces su respetable antigüedad : todas estaban sujetas entre el marco y la luna del espejo . Bajo el sofá , habia dos banquetitas de los mismos materiales de la sillería , que servian para poner los pies á las señoras que iban de visita . La estera del invierno era de esparto ó pleita , lo mismo que la del comedor , tejida á listas encarnadas y verdes : en el verano se reemplazaba esta con una de paja . El gabinete estaba adornado con la misma sencillez : enfrente de la puerta habia un pequeño sofá ó confidente de madera verde con asiento de anea : este asiento estaba cubierto con un almohadón de tela de lana amarilla , relleno de mullida lana , y ribeteado de verde . Las sillas , que no pasaban de seis , eran también de madera verde con asientos de anea ; al lado de la puerta habia una cómoda , y sobre ella una imágen del Crucificado ; á cada lado de la imágen se veia un candelero de cristal verde , con bugías como las de la sala . Al otro lado de la puerta habia un antiguo buró , y , en su parte superior , un niño Jesús de cera , encerrado en una urnita de cristales , y vestido de pastor con algodón blanco de enguatar abrigos . La sonrisa del divino niño parecia alegrar aquel humilde gabinete : unas cortinas de damasco amarillo que adornaban la alcoba y el balcón contribuian á darle también un aspecto risueño y encantador ; y así la sala como el gabinete parecía exhalar de los muebles , y hasta de Las paredes , aquel perfume casero de espliego y de manzana que tan bien confeccionaban Las hacendosas manos de Doña Amparo . La sala no tenia brasero : en el gabinete habia uno pequeño , cuya caja ó tarima era también de azófar , como la copa , brillando ambas cual si fueran de oro . En la alcoba , y en el testero principal , se veia la gran cama conyugal , de caoba y de hechura de barco : la colcha de damasco amarillo , como las colgaduras , hacian resaltar la blancura de la sábana , que se volvia sobre ella , de hilo finísimo y adornada con una guarnición bordada , lo mismo que los almohadones . Aquella colcha y aquella rica ropa blanca se quitaba todas las noches , y la cama quedaba con ropa lisa y cubierta con una colcha de indiana , de ramos . A los pies de la cama habia un armario ropero : y en un rincón una jofaina con su pió , pues aun no se usaban apenas en España los lavabos , que exigen un sinnúmero de objetos de rica porcelana . Sobre la jofaina y sujeto á la pared , un pequeño y reluciente clavo romano sostenia una toha 11a de lino , más blanca que la misma pared , que estaba decorada con un flamante traje de cal . La sala y el gabinete estaban vestidos de papel de figurones . En la alcoba había una puerta por la que se pasaba á una salita con alcoba , en la que dormía Dolores : aquella alcobita , blanqueada , hablaba de infancia y de alegría , como su cainita blanca , su altarito á los pies , en el que se veia á la Virgen Dolorosa , rodeada de flores , su sillita , y un pequeño y viejo cofre , guardaropa de la niña y depositario de sus inocentes secretos . En la salita que servia de tocador á Doña Amparo , habia una mesita cubierta de hule negro , que sostenia un espejito con pie de cartón , un armario y una cómoda para sus mantillas y cofias . Dentro de la alcoba de Dolores habia un cuartito pequeño , donde Simona dormía cada noche el sueño de los justos y de los fatigados . El comedor ya le conocemos . La cocina era un prodigio de limpieza y de brillante aseo . La despensa , bien provista , estaba asimismo muy bien arreglada , y muy bien guardada por Doña Amparo , que jamás abandonaba la llave . Dentro del comedor habia otra salita , que era el despacho de D . Pedro . Allí estaban los dos únicos sillones que habia en la casa , y que el buen señor hacia heredado de un tio , canónigo de la catedral de Toledo . Los dos muebles no podían ser más venerables : sus brazos abiertos parecían convidar al descanso : el asiento y el respaldo eran de baqueta negra con pequeños clavos dorados . Dolores — que era muy dormilona — gustaba mucho de echar un sueñecillo en ellos durante la velada , si sus padres la pasaban en aquella sala , lo que solo sucedia en las noclies lluviosas , porque las demás venian algunas gentes , y las pasaban en el gabinete jugando al tute un rato , y otro rato hablando . Habia en aquella casa algo del suave y dulce ambiente de un convento : la grata paz doméstica , la feliz medianía , que no es ni envidiosa ni envidiada , la sincera devoción que nace del alma y preside todos los actos de la vida , la serenidad de la conciencia , el amor conyugal , el paternal y el materno , el dulce sosiego de la uniformidad feliz , todo esto se transpiraba allí , y todo hablaba á la imaginación , no menos que al alma , de la virtud que mora en el mundo , y de la misericordia del cielo : todo era casto , apacible , bello , diáfano , sosegado como un lago , risueño como un jardín , armonioso como un cántico , perfumado como una floresta , silencioso como un bosque , hermoso , en fin , como todo aquello en que se fija la benigna , soberana y profunda mirada de Dios . La comida de la familia Herrera era tan modesta , como su casa , como sus trajes , como su vida , en fin . La habilidad culinaria de Simona no tenia tampoco grande extensión . Los dias - de santo , algún domingo ú otro cualquier dia que Doña Amparo queria añadir algo á la comida ordinaria , ella era la que elaboraba la adición , con gran primor y maestría , pues entendia tan perfectamente de cocina como de todos los pormenores del arreglo de una casa . Habíanla educado á ella , como ella educaba á su hija : era tan hábil para bordar , como para mullir un lecho : sabia guisar , asear su casa y hasta lavar , lo mismo que hacer flores , armar papalinas y cortar y coser vestidos : manejaba igualmente el quitapolvos que el telar de hacer bolsillos , el dedal que la escoba , las agujas de la calceta que las cacerolas , y hasta el estropajo , cuando Simona no lo hacia á su gusto . Sus camisas de novia estaban bordadas por su mano , y también algunas sábanas de las que guardaban sus roperos : y excepto la ropa de su esposo , que la hacia el sastre , no se daba puntada en su casa que no la diese su mano . Aquel dia no habia ningún extraordinario en la comida : se componia sencillamente de sopa de pan , cocido apetitoso y un plato de picadillo , cosa que gustaba mucho á D . Pedro y á su hija , que tenían siempre buen apetito . Doña Amparo comia poco , y casi siempre de mala gana . Simona habia ya puesto en la mesa un plato de ensalada , y otro con un pedazo de queso , como final y postres de la comida , cuando Don Pedro dijo á su esposa : — ¿ Quieres que vayamos á tomar un poco el sol ? hoy no habia trazas de que saliéramos del Ministerio hasta las tres , pero pensé en tí , y pedí permiso á las dos , calculando que un poco de ejercicio será bueno para tu dolor de cabeza . — Hoy no me ha dolido , contestó Doña Amparo : y quisiera acabar de repasar esa ropa para que esta noche la almidone Simona , que mañana es dia de plancha . — ¡ Déjate de repasar , mujer ! exclamó D . Pedro en tono de cariñoso enfado : si no se plancha mañana , se hará pasado ó el otro . — ¡ Eso es ! pasado mañana sábado , dia destinado á la limpieza ; al otro , domingo ; al otro , lunes , dia de lavado ; ¿ no ves que cada dia está dedicado á una faena de la casa ? — Pero , querida mia , ¿ has de ser esclava de ■ esas faenas ? — ¿ Y qué remedio ? no hay escape si la casa ha de marchar bien , y ha de estar bien arreglada . — ¿ Es decir que no quieres salir ? — No es que no quiero , Pedro : es que no puedo . — Señora , por los clavos de Jesús , no diga usted eso ! exclamó Simona : ¡ que no puede ! ¿ por qué no puede ? qué repaso le queda ya ? ¡ las medias de la niña ! yo las coseré , y vaya usted á paseo un rato ! aquí siempre metida ! ¿ como no ha de estar mala ? y esta criatura ; yo no sé como está gorda : jamás pone los piés en la calle ! ya se vé ! por eso no crece ! — Qué abogada tan famosa del no hacer nada eres , Simona ! dijo riéndose Doña Amparo . — Pero señora , si está Vd . siempre hecha un azacán , y sin por qué ! si tuviera los ocho hijos que Dios se le ha llevado , ¿ qué seria ? — Ojalá que los tuviera ! murmuró la señora tristemente . — ¿ Pero qué haria Vd . entonces , si ahora con una se agobia tanto ? — Haria lo mismo que ahora , ó más . — Más ! yo no sé cómo ! si ahora se mata usted de trabajar ! — Trabajaría doble entonces : estaría cosiendo en vez de jugar al tute ! Dios da siempr fuerzas para que se cumpla con las obligaciones . Dolores , que veia á su madre distraída , se acercó al oido de su padre , y le dijo muy que dito : — Padre ! yo quisiera un pedacito más de queso ! Don Pedro cortó una buena rebanada y la dió á la niña , que se puso á comerla con apetito , lo que era muy extraño , pues había yo comido mucho . — Y después , continuó Doña Amparo , hablando con Simona , tendria ya tres mayorcitos : Teresa y Emilia contarían diez y siete años la . una , y diez y seis la otra : Pedro y Joaquin doce y trece , ¡ ay ! si vivieran qué feliz seria yo ! — - Vamos , vamos , dejemos esas cosas tristes , y salgamos á tomar el sol , dijo D . Pedro levantándose de la mesa : dame ese gusto , Amparo . — Hija ! tú vas hoy á reventar de comer ! exclamó Simona al ver á Dolores que aún engullía queso : señor , ¿ por qué le ha dado Vd . más ? — Porque tenia más gana , respondió Don Pedro . — Si piensas que eso es hacerle un bien , te equivocas , dijo Doña Amparo á su esposo con triste gravedad : ella no sabe nunca cuando ha comido bastante , y luego se pone mala : vamos , corre á vestirte para que andes un poco , niña , que bien lo necesitas . — Voy á dar gracias , respondió Dolores un tanto avergonzada de su glotonería . Y cruzando sus manecitas , é imitándola sus padres , empezó á recitar esta oración con voz dulce y clara : — Amen ! repitieron en coro los padres y la criada haciendo la señal de la cruz con tierna devoción y recogimiento . Luego , Doña Amparo volvió á cruzar sus manos , y rezó á media voz un Padre Nuestro y una Ave-María , terminando con Gloria , y contestándola todos , inclusa la niña . — Señora , dijo Simona : no me acordaba de decir á Vd . que Doña Elena me ha encargado que subiese la niña esta tarde á jugar un poco con Modesta , que está mala y con mucha tos de un fuerte constipado . — Más le convenia pasearse que subir arriba , objetó Doña Amparo , y más se distraerá paseando con nosotros . — Pero , madre , Modesta está mala , dijo tímidamente Dolores . — ¿ Y quieres mejor ir á hacerle compañía ? — Sí ! porque la pobre no puede salir del cuarto . — - ¿ Y qué haréis ? — - Jugar con las muñecas : hacer comiditas con sus cacharros : yo me subiré también los mios , si Vd . quiere , y si me dá una torta de las de manteca lo pasaremos muy bien . Doña Amparo fué á la alhacena , la abrió , sacó dos hermosas tortas , dos manzanas y algunas nueces , y lo puso todo en el delantalillo de Dolores . — - Toma , dijo : para merendar y hacer comiditas : que te acompañe Simona , y cuidado con hacer rabiar á Modesta , porque ya sabes que está mala . Dolores abrazó á su madre , trasportada de alegría , y luego fué á abrazar también á su padre . Un instante después , llamaba con Simona en la habitación del cuarto segundo . Una mujer como de treinta años abrió la puerta . Su aspecto era decente , pero su traje pobre : en su semblante brillaban la bondad , la franqueza y la alegría . Llevaba un vestido de percal bien cortado y bien hecho , y sus cabellos negros estaban peinados con esmero . Antes de hablar á la niña y á la criada , gritó llena de alegría : — ¡ Modesta ! hija inia , ya tienes aquí á Dolores ! — ¡ Ah que entre ! que venga ! respondió una voz infantil . Entonces , la mujer que habia abierto la puerta abrazó á la niña , la tomó por la mano , y se entró con ella á las habitaciones interiores . La casa era pobre , pero brillaban en ella la limpieza y la alegría . En una salita con alcoba estaba acostada en un lecho pequeño , pero sentada en él , una niña de la edad de Dolores : era rubia , con hermosos ojos azules , y tez blanca como el nácar : en su rostro habia una dulce calma , que contrastaba de un modo extraordinario con la viveza de su amiga . Sentado delante del balcón , que caia á la calle , un hombre joven y de bella figura pintaba un hermoso cuadro , casi terminado ya : llevaba una bata de lana que debia haber sido de colores vivos ; pero que estaba ya deslucida por el tiempo . Aquel hombro no podia pasar de los treinta y seis años , y era rubio como la niña que se hallaba acostada , aunque la dulce expresión del semblante de su hija , pues sin duda lo era , estaba reemplazada en él por otra expresión enérgica y vigorosa En una misma cama dormian dos niños , que podian contar dos y tres años de edad ; el uno era varón , la menor era una graciosa niña . — ¡ Qué ! ¿ Ya viene aqui esta picarona ? preguntó el pintor , dejando el pincel para tomar la barbilla de Dolores que pasaba por su lado , asida de la mano de su esposa . — Sí , viene á jugar con Modesta , que se aburre sola , respondió ésta ; y tomando en sus brazos á Dolores , la sentó en el lecho de su hija , añadiendo : — Os voy á traer el cesto de los juguetes , queso y pasas , para hacer comidas . — Aquí tengo yo tortas y manzanas , dijo Dolores abriendo su bien provisto delantal . — ¡ Oh , qué buenas comidas vamos á hacer ! gritó Modesta dando palmadas . — Hablad bajito , no me despertéis á los pequeños , dijo la esposa del pintor , que se llamaba Elena . Y tomando su costura , se sentó enfrente de su marido , que continuaba pintando , en tanto que las dos niñas charlaban á media voz sentadas en el lecho . Lo primero que salió del fondo del cesto de los juguetes fué una muñeca de cartón de gran tamaño , vestida con un deteriorado traje de indiana , hecho de un vesíido viejo de Modesta . Dolores fué quien la sacó de su encierro , y la miró con cariño á la brillante luz de la tarde que penetraba en la alcoba . — ¿ Cómo se llama por fin ? preguntó á su amiga . Se llama Cesarina , como mi hermana , respondió Modesta . — ¡ Más valia haberla llamado de otro modo ! ¡ Cuando la nombremos vendrá tu hermana á incomodarnos , creyendo que la llamamos á ella ! — ¿ Y qué importa que venga ? — ¿ No ha de importar ? ¡ yo no la quiero al lado cuando jugamos ! Y variando de pensamiento con la viveza de imaginación que le era natural , añadió al instante : — ¿ Por qué no le hemos de poner otro vestido ? — ¿ A quién ? preguntó Modesta . — ¡ A la muñeca ! ¡ si está tan fea así ! ¡ parece una criada ! ¡ dame acá el de color de rosa ! — ¡ Es lástima para casa ! murmuró tímidamente Modesta . — ¿ Lástima ? repitió Dolores soltando una carcajada ; y aquella niña , tan tímida y encogida delante de su madre , parecia transfigurada por una expresión llena de malicia y un espíritu dominante . Chispearon sus negros ojos , su roja boquita se puso más encarnada , y de su frente parecían brotar rayos de luz resplandeciente . En aquel instante acertó á mirarla el pintor y exclamó con profanda admiración : — ¡ Qué hermosa es esa criatura ! — Muy hermosa , repitió su mujer ; pero si no la tuviera su madre tan sujeta , seria más mala que el mismo enemigo . — Vamos , continuó Dolores mirando á la * muñeca , no puedo ver los vestidos pobres me ponen triste : cuando yo sea grande y dueña de mis acciones , he de ir siempre muy elegante . — ¡ Pero para estar en casa ! ... observó tristemente Modesta , al ver que su amiga despojaba rápidamente á Cesarina de ' su usado vestido de indiana , y le ponia el flamante de color de rosa , que ella guardaba tanto . — Para estar en casa , también ha de llevar vestidos lujosos . — Pues yo , dijo Modesta , para estar en casa , lo peor ; asi dice mi madre , que no quiere vestir nunca , porque los niños le arrugan el traje ; y como nosotras , cuando seamos grandes , tendremos niños también , ya ves ... — ¡ Que tengamos ! repuo Dolores : yo los enviaré con las criadas . — Yo no , objetó Modesta : que mi madre no nos envía á nosotros . — ¡ Pues , hija , yo no quiero chiquillos impertinentes que lloren y se suban á mi falda ! Cuando yo sea grande , estará muy elegante , me iré á paseo , á los teatros , recibiré visitas y me divertiré todo lo que pueda ! — ¿ Pero y coser ? ¿ y zurcir la ropa ? ¿ y limpiar la casa ? — Nada de eso haré yo . — ¿ Pues quién lo hará ? — Mi madre , como ahora . — Cuando tú seas grande tu madre ya habrá muerto : ¿ no ves cómo murió tu abuela ? — ¡ Morir mi madre ! repitió Dolores , cuyas mejillas se volvieron pálidas : ¡ no , no ! eso no puede ser ! — ¿ Cómo que no puede ser ? Como dice el señor cura que nos ha confesado ya dos veces , la vida es de Dios , y el dia de mañana no le tenemos seguro . — ¡ Antes de quedar sin mi padre ó sin mi madre me quisiera morir yo ! — A pesar de su genio vivo y revoltoso , mira qué buena es ! exclamó Elena , levantándose para abrazar á Dolores ; y luego añadió : — ¡ Vamos , hijas mías ! ¿ quién piensa ahora en morirse ? ¡ jugad y estad alegres , que aun os guardará Dios á vuestros padres durante largo tiempo ! — Pero es que mi madre no está buena , como Vd . , señora , murmuró Dolores , por cuyas mejillas corrían gruesas lágrimas : ¡ siempre se está quejando de la cabeza ! — Bueno , bueno ! nadie se ha muerto aún de dolor de cabeza , niña , dijo el pintor : ¡ ea ! ¿ cuándo hacéis la comida ? — Ahora , respondió Modesta : haremos sopa , cocido y un principio ¿ eh , Dolores ? — Y tres principios , respondió la interpelada : ¿ teniendo tanto hemos de comer con miseria ? — ¿ Pero mañana ? — ¿ Qué mañana ? ¡ para mañana todo estará seco , y ya habrá más ! — Mañana seria dentro de un rato : mira , tu serás la mamá de la niña : yo la criada , y haré la comida . — ¡ Eso es ! para mangonearlo todo , ¡ así quieres siempre ! — ¿ Quieres ser tu la criada ? — ¿ Yo ? No por cierto ! ¡ criada ! ¡ ni aun jugando ! vamos , soy la mamá que se lleva á paseo la niña Cesarina . Dolores tomó en sus brazos á la muñeca y empezó á pasearla por la sala diciánclole mil cosas tiernas y dulces . Luego fingió que lloraba , y empezó á consolarla con reflexiones ; pero el llanto no cesaba 7 y le dió unos cuantos azotes volviéndose á casa , ó sea á la alcoba con ella . Modesta , la buena y templada Modesta , habia estado sentada en la cama contemplando esta maniobra , y , al parecer , muy pensativa . — ¡ Qué poca paciencia tienes ! exclamó dirigiéndose á su amiga : ¡ pegar á la niña por tan poca cosa ! ¡ más valia que yo la hubiera sacado á pasear ! ¡ pero , calla ! ¿ sabes ! lo que me ocurre ? — ¿ Qué ? — Que supuesto que no me duele nada , bien me podia vestir , y jugaríamos mejor : voy á pedir permiso á mi madre . — ¡ No lo hagas ! dijo resueltamente Dolores : ¡ no seas tonta ! — ¿ Cómo tonta ? — Si le pides permiso , no te dejará ; así , vístete sin decirle nada . — ¡ Me reñiría ! — ¡ Cá , boba ! ¡ tu madre no riñe por esas cosas ! ¡ si fuera la mia ! Conque ven acá y te ayudai é . Dolores hizo salir casi á la fuerza á su amiga de entre las ropas del lecho , y empezó á vestirla , acabando muy pronto . Entonces se descubrió toda la hermosura de la figura de Modesta . Era una niña esbelta , delicada , de una blancura nacarada , y habia en ella algo de pudoroso , de dulce , de suave y de encantador , que decia perfectamente con su nombre . Cuando estuvo vestida , su amiga la tomó del brazo , y salieron juntas , diciendo Dolores con voz campanuda al aparecer en la puerta de la alcoba : — ¡ Buenas tardes ! — - ¡ Niñas ! ¿ que habéis hecho ? exclamó Elena : ¿ por qué te has vestido , Modesta ? — Se cansaba de estar en la cama , respondió Dolores por la interpelada . — ¡ Y como nada me dolia ! objetó Modesta con timidez . — ¡ No importa ! ¡ ahora te vas á constipar ! ¡ vas á pDnerte peor ! — Yo la abrigaré , dijo Dolores ; y quitándose su pañuelo del cuello , lo echó sobre los hombros de Modesta : la sentó sobre una silla , y se colocó á su lado , prodigándole toda clase de cuidados y atenciones . Habia en aquella ternura algo de protector y de fuerte , que contrastaba con la débil apariencia de Modesta : se conocia que Dolores quería á su amiga con un cariño íntimo y profundo . Las miradas de Modesta á su amiga eran tímidas y dulces , y parecía obedecerla con gusto y con cariño . Una vez sentadas la una al lado de la otra , colocaron á Cesarina en una silla inmediata , y entablaron de nuevo un diálogo animado . — Yo no sé , dijo Dolores , que era la que tomaba siempre la iniciativa , cómo mi madre me ha dejado subir hoy contigo . — ¿ Por qué ? ¿ has sido mala ? preguntó Modesta . — No tenia ganas de coser , y me regañó . — ¡ Pero si nunca tienes ganas de trabajar ! — ¿ Qué culpa tengo yo de que me guste más andar que estarme sentada ? Cuando me encarga sacar cosas de la despensa , ropas de los armarios , y ayudar á Simona á limpiar la sala , estoy más contenta . — Pues , hija , á mí me sucede lo contrario , objetó Modesta : más me gusta coser y bordar , que no que mi madre me envíe á la cocina á soplar con el fuelle , á limpiar verduras , ó al comedor á poner y quitar la mesa . — ¡ Ay , pobrecita mía ! exclamó Elena mirando á su hija con los ojos cubiertos de lágrimas : ¡ es que bordar y coser es tu descanso ! Como somos pobres , tengo que dedicarte á faenas que no te gustan , ni á mí tampoco que las desempeñes ! — ¿ Y qué remedio ? repuso apaciblemente Modesta : es muy justo que la ayude á Vd . , madre mia , que á Vd . también le gusta más coser los gorritos de Cesarina y de Federico , y hace tcdo Lo que es menester . El padre de mi amiguita Dolores es mucho más rico que nosotros , ¿ verdad ? — Si por cierto , hija mia , lo pasa mejor que tu padre , que está enfermo muchas veces y no puede trabajar . — ¿ Rico mi padre ? exclamó Dolores : sí , sil rico ! Lo que se llama ser rico es un señor á quien hemos ido á ver el otro dia , y que tiene una niña ! — ¿ Como nosotras ? preguntó Modesta . — No ; es mayor : es casi una señorita : tiene ya catorce años : pero es muy amable , y me ha dicho que vendrá á jugar conmigo , y eso que su padre es Conde . — ¿ Y cómo se llama ? — Se llama Berta . — Nombre de reina antigua , dijo riendo el pintor . — Berta llama á su padre Papá , yo dije á mi madre si queria que la llamase Mamá , y me respondió que no ; que á Dios y á la Virgen se les llama Padre y Madre , y que no queria modas en eso , porque los padres son la imágen de Dios . — Tiene razón , observó Elena : en los nombres de Padre y Madre ; tan dulces y tan santos , no deben entrar las modas . — Berta , prosiguió Dolores , tiene muchos juguetes , y aun se divierte con ellos , á pesar de que ya es grande : vive con su abuelita y con su padre , y todos la miman mucho , y la dejan hacer todo lo que ella quiere . Uno de estos dias vendrá á casa y llamaré á Modesta para que la vea , porque lleva mucho lujo ; tanto como esas señoras que pasean en coche , aunque es una niña . — ¿ Cómo habrán conocido D . Pedro y Doña Amparo á esa familia ? preguntó Elena á su marido en voz baja . — Mujer , respondió éste , ya nos lo dijo , y yo no me acuerdo ... espera ... creo que es un ricachón de Sevilla ... un Conde como dice la niña , que ha estado con él en el colegio y ha venido aquí á seguir un pleito y á pasar el invierno . — Es cierto , yo también oí algo de eso , pero ya no lo recordaba tampoco : si ahora he hecho memoria , es porque al oir decir á la niña que llamaría á mi hija , me ha disgustado : no quiero que Modesta alterne ni se trate con gentes ricas y que viven en la grandeza . — ¿ Por qué ? preguntó el pintor : ¿ no dicen que lo que sirve hoy para medrar son las relaciones ? — No lo creas , Antonio , esas relaciones solo sirven para despertar la codicia : para hacer gastos superiores á nuestras fuerzas , para sufrir , en una palabra : nadie debe aspirar al 1S bien estar mas que por medio de su trabajo y de lo que valga . — Sí , ya ves qué bien nos vemos nosotros por esa cuenta ! observó el artista con cierta amargura . — ¿ Y qué nos falta ? exclamó Elena : solo que tengas más salud : por lo demás , tenemos paz y tranquilidad : nos amamos : nuestros hijos están sanos , son hermosos y prometen ser buenos : ¿ no es quejarse pedir más á Dios ? Yo que lamentaba hace poco el que Modesta tenga que hacer ciertas cosas penosas para su edad , conozco que hacia mal , y que ningún trabajo envilece á la mujer honrada . Antonio Benavides — este era el nombre del pintor — fijó en su buena esposa una mirada humedecida de lágrimas , y estrechó tiernamente su mano , aquella mano santificada y ennoblecida por el trabajo y las rudas faenas de la familia , y luego se volvió , y cobijó con otra mirada de amor á Modesta , y á los dos niños , que dormian en la misma cuna . Después de oír las palabras de su mujer , no pensaba ya en la pobreza , ni * en su falta de salud , ni en las fatigas de su por demás humilde existencia . Las niñas , entretanto , seguian charlando de Berta , de sus magnificencias , de la muñeca Cesarina , de sus comidas en miniatura , que hacian y se comian en seguida , y de todas esas pequeñas puerilidades de la infancia , con la alegre algara vía , que producirían juntos un ruiseñor y un canario . El ruiseñor , de voz sonora y armoniosa , era Dolores , mas hermosa , mas fuerte que su compañera . La rubia Modesta era el dulce y juguetón canario , que solo oponia suaves sonidos al poderoso trinar de su amiga . ¡ Dulces é indisolubles amistades de la primera edad ! vosotras sois las más verdaderas , las más durables de la vida , porque sois también las más puras y sinceras ! La Srta . Amparo García , hija de un Magistrado benemérito , se habia casado á la edad de diez y siete años , con D . Pedro Herrera , joven de veinticinco , honrado , probo , laborioso , y que era escribiente primero de un Ministerio , con el haber de 5.000 reales . La boda , en punto á interés , no pudo ser más descabellada : pero Amparo no tenia madre , y su padre no pudo resistirla las súplicas de aquella hija única y con tanto extremo amada . — Cásate , y viviréis conmigo , le dijo : mi mesa será la vuestra ; tú manejarás mi sueldo como hasta aquí ; unirás á él el de tu marido : pagarás la casa , comeremos á la misma mesa , vestiremos , y lo que sobre será para vosotros : solo me reservaré el dinero que invierto en mis limosnas , y en decir dos misas cada mes por el alma de tu madre , lo que , como sabes , asciende á poco . Así se hizo . Amparo se casó con el que amaba y fué la administradora inteligente de todos los haberes de la casa . Era una joven de alma ardiente , de imaginación muy viva , y de corazón sensible : estas dotes , fatales para ella , hacían algo desigual su carácter , porque la igualdad constante y helada procede casi siempre de la absoluta carencia de sensaciones . Comunmente se confunde un carácter vivo y apasionado , ya en el amor , ya en la ira , con un mal carácter . ¡ Deplorable error ! hay índoles llenas de bondad , de abnegación , de grandeza , de generosidad , y hasta de heroismo , que son [ impetuosas y arrebatadas , y casi pudiera decir que lo son todas aquellas que salen del círculo común : la completa serenidad del ánimo nace casi siempre de una alma fria y egoísta : cuando á la bondad natural van unidos el talento , la sensibilidad , y un raciocinio exacto , por grande que sea aquella bondad , solo se da á quien la merece , y tcdo lo que es bajo y ruin exaspera hasta la ira y hasta la violencia . Amparo era violenta : pero la perfecta y cristiana educación que había recibido , contenia los arrebatos de su carácter impetuoso , y la obligaba á dominarse , pero haciéndola sufrir mucho más : para aquella alma delicada y llena de elevación , eran martirios lo que para otras mujeres son cosas insignificantes : esclava de la dignidad y del bien parecer , jamás alzaba la . voz , y aunque muchas veces se proponía tomar medidas enérgicas , en lo que su razón conocía ser necesarias , la natural dulzura y nobleza de sus sentimientos se lo impedia , y casi siempre dejaba al que la efendia en la impunidad . Afortunadamente , su padre y su marido la adoraban : y esto la libertaba de muchas penas , si bien las tenia en otras mil cosas de su retirada vida doméstica , empezando por las que le causaban los criados , que era muy opuesta á cambiar . Jamás pudo tener con ellos la sangre fria necesaria para inponerles su voluntad : tomaba disgustos mortales por lo que otras solo se incomodan levemente , y ellos dejaban pasar su arrebato , y hacían después lo que querian . Para decirlo de una vez : el carácter de Amparo , á un tiempo benigno y arrebatado , y la bondad de su alma estaban en completa oposición con la rectitud de su razón , que le hacia ver clara , distinta y aterradora la falta , donde quiera que existiese , sin tener la energía de castigarla , si no muy rara vez . Puede suponerse lo que aquella delicada y generosa naturaleza , lo que aquel claro y sano juicio padecerían en las diversas circunstancias de la vida doméstica , que son el calvario de toda mujer honrada , digna y pundonorosa : su marido , al que siempre amó con la más constante ternura , aumentaba aún sus sufrimientos , porque su carácter no estaba dotado de mayor fortaleza , y en vez de sostenerla en las pruebas de la vida , era el primero de los dos que se anonadaba , y era ella , por lo mismo , la que tenia que darle valor . Un suceso'inesperado y terrible para Amparo , vino inopinadamente á sumergirla en el más profundo dolor ; su padre murió casi de repente , víctima de una aguda pulmonía . Las sombras del pesar y las de una medianía muy próxima á la pobreza envolvieron á un mismo tiempo á los dos esposos : ya tenían dos hijos : muerto el anciano , quedaban reducidos al cortísimo haber del empleado , que , á pesar de no tener la vida las necesidades que hoy cuenta , no llegaba para sufragar las mas indispensables . Entonces empezó para Amparo ese martirio lento , pero doloroso , que ocasionan la delicadeza del organismo y la escasez de los medios : el instinto de lo bello , y la imposibilidad de lograrlo : la sensibilidad de los instintos , y la precisión de avenirse á las más duras ocupaciones y á los cuidados mas dolorosos y más amargos . Pero la mujer cristiana y fuerte no debia desmayar ante la prueba , sino armarse de valor , y esto fué lo que hizo Amparo . La doncella y el criado fueron despedidos , y solo quedaron una criada para la cocina y otra para atender al cuidado de los niños . El matrimonio se ciñó á toda clase de privaciones , sin quejarse , sin murmurar de la suerte , sin nombrarlo siquiera . Se acabaron las noches del teatro , donde tanto disfrutaba la pobre Amparo , cuya salud había sido arruinada por el nacimiento de otros ocho hijos . Se sustituyeron en su mesa los platos delicados , por otros mucho mas humildes ; y ella fué la que tomó sobre sí todas las tareas de la doncella y planchadora , no menos que la vigilancia de la cocina y de la limpieza de la casa . Por más que S3 ria el sexo fuerte , y por más que la mujer buena los llene con paciencia , con valor y con resignación , los deberes domésticos son árduos y duros , cuando los medios son escasos , cuando el servicio está caro y pervertido , mal que desde hace muchos años venimos experimentando : solo se hacen menores aquellos deberes cuando se descuidan ; pero Amparo no tenia carácter para descuidarlos , y mas fácil que esto sucediese , era que fuera víctima de sus afanes , como justamente fué lo que sucedió . A sus cavilaciones para sufragar con la extrema escasez de sus medios todas las obligaciones de su casa , se unian sus padecimientos físicos y la continua violencia que se hacia para aparecer tranquila y contenta cuando su espíritu permanecía en un abatimiento completo . Su alma era una estrella que cercaban de continuo las negras nubes de su suerte . De este modo pasaron algunos años : en ellos su posición mejoró algún tanto , porque su esposo ascendió en su carrera , si bien con aquella lentitud angustiosa y extrsma que acompaña siempre á la probidad y á la absoluta ignorancia de lo que es intriga , adulación ó engaño : el Sr . Herrera ascendió según se dice , por sus pasos contados , y solo cuando le correspondía por rigurosa escala ; pero al fin ascendió , y su familia , compuesta de su esposa y nueve hijos , tuvo algún respiro y algunas ventajas , en la precaria situación en que vegetaba . Otro acontecimiento vino á afirmar el bienestar doméstico de Amparo : la entrada de Simona en la casa , muchacha ruda , pero honrada , y que se apegó á sus amos con un afecto profundo y lleno de lealtad . La muerte de sus hijos abrió nuevas heridas en el corazón de Amparo , y su salud , ya delicada , se alteró para siempre y de una manera profunda : todos los niños fueron volando al cielo , y solo quedó á su lado Dolores , que era la menor , y que á la muerte de sus hermanos solo contaba algunos meses . La pobre madre estuvo á las puertas del sepulcro , pero Dios decretó que aun debia permanecer en la tierra , y se alivió , aunque no pudo volver á estar del todo buena . Ambos esposos reconcentraron en aquella última hija el cariño sin límites que habian profesado á todos los demás : solo que la manifestación de aquel amor era diferente y en consonancia con el carácter de cada uno . Doña Amparo — ya se la llamaba así desde hacia algunos años — estaba en la precisión de reunir en sí , para educar á su hija , toda la entereza de los dos , porque D . Pedro , excesivamente débil , era instrumento de todos los caprichos de Dolores , que algo voluntariosa , habia llegado á dominar á su padre . Por eso su madre la corregía y castigaba alguna vez , pues de lo contrario hubiera crecido como un arbolito inculto , y su carácter , vehemente ya , se hubiera convertido en duro y obstinado . Vamos ahora á encontrar á los dos esposos , que se habían sentado en uno de los bancos de piedra del paseo para que Doña Amparo descansara de la fatiga , natural en una persona que sale muy poco de su casa . El aire libre y la vista de la naturaleza , tan hermosa y risueña , habían producido en el alma de aquella pobre mujer , enfermiza y apasionada , el efecto acostumbrado en todas las almas de su temple . Sus mejillas , pálidas , se habían sonrosado : un destello de juventud animaba sus negros ojos , aun hermosos y llenos de ternura : su pecho se había dilatado con el ambiente embalsamado del campo , y se creía transfigurada y dichosa . Hablaban á la sazón los dos esposos de lo que era para ellos lo más interesante de la tierra : de su hija . Sin duda hacia ya rato que se ocupaban del mismo asunto , porque en el semblante de los dos habia marcadas huellas de una emoción profunda . — ¡ Qué hermosa será cuando tenga cinco ó seis años mas ! decia D . Pedro con entusiasmo . — Cuando la veo al lado de la niña esa que ha llegado de Sevilla , repuso Doña Amparo , es cuando conozco lo que vale : ¿ te acuerdas cuánto nos la ponderaban antes de verla ? — ¡ Vaya si me acuerdo ! pero no llega á nuestra Dolores , ni de cien leguas ! — ¡ Si Dios quisiera que lograse un buen partido ! no digo yo un hombre rico , que no soy ambiciosa : sino un hombre de buena posición , y que la hiciese feliz ... — De buena posición sobre todo ; nuestra hija , Amparo , padecería en una situación humilde . — ¡ Ella ! exclamó la madre ofendida en su amor propio de madre : ella padecer , es decir , ¿ enojarse porque era pobre ? eso no , Pedro : le he dado yo muy cristiana educación para que suceda semejante cosa . — Ya lo sé : ¿ pero no ves que es bastante vanidosilla ? — Lo que veo yo es que el dejársela llevar a Doña Angustias , nos la echa á perder : esa andaluza me inspira una aversión que no puedo vencer ! — Entonces , como dice la buena Elena , ¿ por qué la recibimos ? — ¡ Qué sé yo ! respondió Doña Amparo : no podemos darnos otra razón sino la de que es pobre . — Ciertamente : si fuera rica ... — ¡ Oh ! si fuera rica , ya la hubiera yo dicho veinte veces que no volviera á poner los piés en casa . — Y hubieras hecho muy bien : no te hubiera yo reconvenido por ello , dijo D . Pedro muy sério , y como si alguna vez , desde que habia doblado el cuello á la coyunda del matrimonio , hubiese reconvenido á su mujer : pero así , como la pobre está tan mal , dirá ella misma que tenemos malas entrañas . — ¡ Si fuera como sus hermanos ! añadió Don Pedro , ¡ qué Doña Tecla tan buena y qué Don Atilano tan bendito ! — Doña Angustias es el Judas de la casa , y lo que no puedo sufrir es que siempre está enseñando á la niña á desobedecernos : luego , ¡ como tú eres tan blando ! — ¿ Y qué quieres que haga , mujer ? — ¡ Reprender á Dolores ; castigarla cuando da motivo para ello ! — ¿ Pero cuándo lo da ? 6Q — A cada momento : la niña , por más que tú te empeñes , es mala ! ¡ y como soy yo sola la que la corrige , al fin ha de tomarme manía ! — ¡ Manía ! — Sí : ¡ te quiere más que á mí ! ya lo sabes tú ; y créelo , Pedro , ¡ eso me hace desgraciada ! La expresión de paz y de tranquilo bienestar que animaba el rostro de Doña Amparo , desapareció al decir estas palabras , sustituyéndola otra de verdadero y agudo pesar . — Amparo , dijo su marido tomándole una mano con ternura : ¿ por qué te aflijes sin razón ? Hay en tí una fatal propensión á ver todas las cosas por el lado malo y oscuro , y tú eres , pobrecita mia , la que más sufres en esto : ¿ que la niña me quiere más que á tí ? ¿ cómo ha de ser eso si á tu lado vive , y apenas me ve á mí ? ¿ y cómo he de reprenderla yo si la veo tan pocas horas , y no hace nada que sea digno de reprensión ? — Pedro , repuso tristemente la señora de Herrera , no he hallado jamás en tí la ayuda moral que necesito ; y pues ha sido y es la voluntad del que todo lo puede el que yo sufra las consecuencias de tu debilidad de carácter , no debo quejarme de ello : ¡ pero te aseguro que , á pesar de tu indiferencia por corregir el carácter faerte de nuestra hija , no eres tú el que más la quiere ! — ¡ Amparo ! ¿ es posible que has de estar quejándote siempre , y buscando motivos de tristeza para tí y para mí ? — ¡ Ay , Pedro ! respondió la pobre mujer : ¿ con quién quieres que tenga confianzas si no contigo ? ¿ á quién quieres que me queje ? — Pero mujer , ¿ de qué te quejas ahora ? — De lo de siempre : ya lo sabes : ¡ de que eres débil y haces que yo sea odiosa á Dolores , porque le parezco demasiado severa cuando me compara contigo ! ¡ Pedro , ese no es modo de educar á los hijos ! no es quererlos más , el dejarles salir siempre con su gusto : ¡ si se desplomase sobre Dolores una gran desgracia , no serias tú quien la ayudase á salir de ella ! ¡ seria yo , que sé quererla mejor ! — Vamos , vamos , deja esas ideas tan tristes , repuso el Sr . Herrera , cuyo alegre y bonachón semblante se habia ido entristeciendo poco á poco : ¡ desgracias , desgracias ! ¿ quién piensa ahora en semejante cosa ? nuestra niña no sera jamás desgraciada , porque Dios es justo , y ya nos ha probado bastante quitándonos todos nuestros demás hijos : Dolores será dichosa , porque será buena y muy linda : la casaremos con el hombre que ella ame , y vivirán á nuestro lado y tendrán hermosos niños que alegrarán nuestra vejez : piensa así , que esto es más natural , y no te empeñes en ^ ver fantasmas negros en el porvenir . — ¡ Así pensaba también mi pobre padre y murió antes de ver realizados sus deseos ! murmuró Doña Amparo , á cuyos ojos asomó una lágrima : ya sabes que Dios le llamó á sí , ¡ y cuánto perdimos con su muerte ! — ¡ Ya lo sé ! ¡ pero esa no es una razón para que Dios se nos lleve también á nosotros ! Además , aunque eso sucediera , ya tenemos algunos ahorrillos para la niña , y casándose con un hombre laborioso no lo pasarán del todo mal : pero , vamos , que el sol se va escondiendo , y hace frió para tí . Don Pedro se levantó : imitóle su esposa , y se apoyó en su brazo , tomando lentamente el camino de su casa : el buen señor iba esforzándose en alegrar á su mujer , que parecía dominada por la melancolía de sus últimos pensamientos , referentes á la educación , al carácter y al porvenir de su hija . A lo último de la calle de San Bernardo , y en el cuarto tercero de una casita de humilde apariencia , vivia una familia compuesta de tres individuos , únicos amigos y tertulianos del matrimonio Herrera ; de aquel matrimonio tan bueno , tan modesto y tan apreciable . La distancia que separaba las dos casas era corta : y además el gran cariño que las dos familias se profesaban , la acortaba mucho más . Dicha familia constaba de un señor mayor , alto y delgado , jubilado con 6.000 rs . por unos dolores nerviosos que ocho años antes le habian tenido baldado y sufriendo como un mártir , del que ostentó toda la ejemplar paciencia . Los dolores pasaron por fin , gracias á Dios ; pero quedó jubilado , gracias á los hombres , que ya habian puesto á otro en su sitio , y á sus años , que llegaban á sesenta . Don Atilano Carmona era soltero , porque en su timidez jamás se habia atrevido á decir á una mujer que le gustaba , aunque realmente le hubiera gustado , lo que era también algo dudoso , por cuanto simpre fué muy amante de su familia , que reunia para él todas las perfeciones de la tierra , y jamás pensó en el matrimonio . Su familia , en la época que da principio esta historia , se hallaba reducida á una hermana viuda , llamada Doña Tecla , y que contaba doce años ménos qne él , por lo que algunas veces le decia sencillamente , esta muchucha , siguiendo la costumbre de su juventud . El otro individuo de la familia era una andaluza llamada Doña Angustias , viuda de Carmona , pues habia estado casada con un hermano de Doña Tecla y D . Atilano , que recien nombrado subteniente , de cadete que era , se dejó prender en las redes de la salada malagueña , fea como un coco , y desvergonzada como una moza de rumbo . Seis años después de casada , mató á su marido , al que llevaba cerca de quince , á fuerza de disjustos . Armábale cada hora una cuestión , y el desdichado ni tenia voluntad ni pensamiento propio , porque hasta de esto queria disponer la rumbosa Angustias , que no perdia ocasión de desacreditarle con las amigas con quienes tomaba chocolate , y , do decir que le habia hecho favor en casarse con él . Pero á la muerte de aquel favorecido mortal , ella quedó en la posición más precaria : se habia casado sin Real licencia , y no le quedaba un cuarto de viudedad , ni un cuarto ahorrado , porque todo lo gastaba en chocolate , y en echar algunas copitas de noyó y perfecto amor , amen de los repetidos cigarritos ó pitiyos , como ella los llamaba , y que más bien parecia cada uno el envoltorio de dos cuartos de azafrán . Don Atilano y Doña Tecla eran tan benditos , que jamás pensaron ni por un instante en culpar á su hermano Juan — á quien cuadraba el nombre á las mil maravillas , por ser tan bendito como ellos — jamás pensaron , repetimos , en culparle por su disparatado casamiento con una mujer que podia ser su madre , pues tenia treinta y tres años y él solo diez y siete . Amaban tanto al pequeño , como ambos le llamaban , que por ' nada del mundo hubieran querido disgustarle , ya que por su mala suerte 11 andaba el pobrecito por esos mundos de Dios . » Los dos hermanos siguieron viviendo con su sueldecito , con su invariable arreglo , y cuando podian enviaban los ahorros de sus 10.000 rs . al pequeño , ahorros que su esposa convertia luego en copitas de perfecto amor , en pitiyos y en pinturas para su sandunguero rostro , que no tenia nada de femenil , y si mucho de hombruno , por su gran bigote , sus cabellos negros , cresposy relucientes , su tez basta y encendida , y su atrevida mirada . ¿ Cómo habia podido atrapar aquella feroz solterona á un lindo y delicado muchacho de diez y siete años , modesto , pundonoroso , bien educado , y criado por una madre ejemplar , y después por su suave y apacible hermana Tecla ? Solo se explica esto por la ley invencible de los contrastes . Juan habia visto á Angustias en casa de un oficial de su cuerpo , casado con una parienta de aquella : y la astuta malagueña , que era ya mujer de mucha historia , y que desconfiaba de hallar marido , empezó á hacerle tantos arrumacos , que aturdió al pobre y sencillo muchacho . Así lo contaba ella á otra de sus amigas al poco tiempo de su enlace , entre las azuladas bocanadas de humo que dejaba escapar de sus marchitos labios . — Chica — referia ella ; — al ver á ese boquirubio , perdí los estribos : ¡ ya vés tú ! yo que hacia poco habia despedido'y desairado á un Conde y á un general ! — ¡ Es posible ! exclamó socarronamente la amiga : pues yo nada he sabido de esos elevados pretendientes ! — Hija , eso se dice cuando ya pasó : yo , ya se vé , como vivia muy regularmente con mi orfandad ... ya ves tú , orfandad de general ... — Yo creí que tu padre era solo capitán , querida Angustias . 6 ? — Pues creías mal , era general : y yo , que solita con mi criada lo pasaba muy bien , no quería perder mi libertad y los despedí ... pero llegó ese diablillo de Juan , y ya vés , si él me volvió á mí el juicio , yo le mareé á él , que era pajarito del primer vuelo . — ¡ Y tanto ! pensó la amiga , profundamente dolida de Juan . Pero mujer , prosiguió en voz alta , teniendo orfandad de general , ¿ por qué ibas con un vestido de alepín tan corto y tan viejo ? — Ahí verás , respondió Angustias , con el pasmoso descaro , que suelen ostentar las de su calaña : para lucir mi pié , que no es feo . — Muy lejos estoy yo de creerlo tal , repuso la amiga , que era lista y no se dejaba alucinar por la subtenienta : pero el tener el pié bonito , si es una razón para llevar el vestido un poco corto , no lo es para llevarlo viejo . — Queria ahorrar , respondió Doña Angustias . — Y con tal tendencia al ahorro , ¿ por qué perdiste la orfandad de general , por el sueldo de subteniente ? — - Ya te he dicho que me enamoré . En efecto , la malagueña no podia estar más enamorada al parecer : no dejaba al pobre Juan ni á sol ni á sombra : iba siempre colgada de su brazo : y á pesar de que debia tener algunos ahorros de su orfandad de general , la primera paga de su esposo se la gastó toda en hacerse un traje de seda decente . El subteniente Carmona murió á los veintitrés años , de una afección al pecho , producto de los muchos sinsabores que su terrible y dominante esposa le ocasionaba : entonces , ésta , que casi nunca habia escrito á sus cuñados , les dirigió una carta , escrita , según decia , con sangre de su corazón , en la que les pintaba su orfandad , su abandono y los peligros á que quedaba expuesta en su temprana viudez . — Pobrecita ! tiene razón ! exclamó Doña Tecla , que lloraba á lágrima viva : á mí me compadece mucho , porque , al fin , ha sido la esposa de nuestro pobre pequeño . — ¿ Y qué haremos ? dijo D . Atilano muy pensativo : nosotros no podemos enviarle más que muy poco ! y al fin ella no tiene de qué quejarse ! puede trabajar ! — ¡ Ay , hermano mió ! el trabajo de una pobre mujer produce tan poco ! — Ciertamente : pero ya ves que yo estoy muy delicado : estos dolores se van extendiendo cada vez más : tengo miedo á que me jubilen , lo que no tardarán en hacer , si sigo así , yendo dos dias á la oficina y quedándome cuatro en cama . — Pero lo que hagamos por esa pobrecita , alegrará á nuestro Juan en el cielo . — Pues bien , mujer : escríbele que se venga á vivir con nosotros : es lo más que podemos hacer . — ¡ Dios te bendiga , hermano mió ! dijo la buena señora abrazando á D . Atilano : á mí se me había ocurrido también esa idea ; pero no me atrevía á proponértela : ya sabes que en todo gusto de obedecerte : ahora mismo voy á escribirle . Doña Tecla se encerró en su cuarto , y escribió esta carta con su letra antigua , gruesa y redonda . " Mi querida hermana : así Atilano como yo , hemos leido con gran pesar tu carta , y en su contestación , y en nombre de los dos , te ofrezco esta tu casa para que vengas á habitarla con nosotros en buena y amigable compañía , y en paz y gracia de Dios . " No es mucho lo que podemos ofrecerte , y esta es la primera vez que , así Atilano como yo , sentimos ser pobres , porque si fuéramos ricos , tu hallarías á nuestro lado más comodidades y opulencia : pero no te faltarán á sus horas las dos comidas y el desayuno , todo limpio y aseado , y un cuartito que es pequeño , pero que está bañado casi todo el dia por el sol : además , tendrás cariño y paz , que es lo principal y lo más estimable . " Te mando cuatro duros para ayuda de los gastos de viaje : es cuanto tengo , porque la mala salud de mi pobre Atilano no me permite ahorrar más , como antes hacia , y lejos de eso , todos mis pobres ahorrillos han salido para pagar dos novenas de leche de burra que lleva tomadas , y una untura muy cara que le doy cada noche en las piernas , sin que por eso se alivie de sus dolores , que no le dejan sosegar . ¡ Cómo ha de ser ! ante todo , sea alabada y adorada la santa voluntad de Dios ! * " Adiós , querida hermana . Atilano te saluda con afecto cordial , y también tu hermana , que desea abrazarte y te quiere de veras . — Tecla . — ¡ Jesús , esta gente ha de ser más tonta que Picio , y más beata que un fraile de la Merced ! exclamó Doña Angustias arrojando la carta con desden : pero así y todo yo haré lamia : por lo pronto voy á Madrid , y con mi ingenio yo haré algún negocio : me acuerdo que me gustó mucho cuando estuve allá por mis quince años , con aquel calavera de G-eromo , el estudiante de farmácia , mi primer amor : ¡ qué buenos cuartos le gastamos á su padre , fingiéndose enfermo para que le mandase desde Cádiz ! y cómo llamaba yo la atención de todos en el Prado , con mi falda corta y guarnecida de madroños y mi mantilla de cachucha , y mi peineta de á cuarta ! nadie le echaba el pió adelante á la malagueña ! Ahora , que sé un poco más , no dejaré de hacer fortuna . Con tan bellas y cristianas disposiciones , partió Doña Angustias desde Granada , donde se hallaba , á Madrid , para aprovecharse del cariñoso amparo que le brindaban los hermanos de su esposo . Al verla , quedaron sorprendidos D . Atilano y Doña Tecla : era esta una señora bajita y delgada , de color quebrado , ojos azules muy dulces y cariñosos , nariz pequeña y recta , y boca algo marchita ya , pero que habia sido muy linda . Contaba entonces esta excelente señora cuarenta y ocho años : los restos de una belleza , que sin ser deslumbradora , habia estado llena de atractivos , se descubrían aun en sus facciones plácidas y dulces : su traje invariable era un vestido de lana carmelita : un pañuelo negro de merino en invierno , y de crespón en verano : una papalina de una blancura deslumbrante que dejaba ver , por delante , sus cabellos rubios que empezaban á ser blancos , y una mantilla de gros con guarniciones de tul liso . Doña Tecla hacia tres años que usaba los mismos guantes de piel negra : es verdad que durante el verano los reemplazaba por unos mitones de S3da del mismo color , que eran un modelo de primor en el ramo de zurcido , lo mismo que sus zapatos de rusel escrupulosamente cerrados sobre las medias blancas como la nieve , por medio de unas estrechas cintas negras que remataban en un lacito . De la limpieza del pañuelo de bolsillo de Doña Tecla y de toda su ropa interior no hay que hablar , porque lo mismo que su cofia desafiaba á la misma nieve . En cuanto á D . Atilano , era muy alto y muy delgado : catorce años hacia que llevaba la misma levita azul , que ya habia perdido el pelo á fuerza de cepillarla su hermana con el mayor esmero : su estrecho pantalón negro dibujaba lo exiguo de sus piernas , y su chaleco , negro también , dejaba ver una camisa muy blanca y planchada por la primorosa Doña Tecla : esta deslumbrante camisa estaba cerrada en el pecho por dos grandes botones de plata que formaba cada uno una estrella . Pero lo que más caracterizaba á D . Atilana era su sombrero : un sombrero de anchas alas — entonces se llevaban pequeñitos — que le habian comprado cuando dejó la gorrita que llevaba á la escuela , que él cuidaba y cepillaba con minucioso esmero , y que aun estaba flamante , , á pesar del tiempo trascurrido . Cada dia al volver á su casa de su cuotidiano paseo , le encerraba en su caja de cartón , donde pasaba la noche con todo abrigo y comodidad . Entre aquellas dos figuras raras y prosaicas , , pero apacibles , candidas y llenas de honradez , cayó como una bomba la alta y robusta Doña Angustias , llena de vanidad , de arrogancia y de pretensiones . Notables eran por cierto la cortedad , el embarazo , la timidez , con que la buena y santa Doña Tecla esperaba á la viuda de su hermano ; ésta , muy contrariada al llegar á la fonda donde paraba la diligencia , al ver que no la esperaban sus cunados , que ella creia iban á salir á buscarla con una magnífica berlina , entró en un coche de alquiler y dio orden al cochero de que la llevara á la calle Ancha de San Bernardo número 102 . Una criada anciana , que servia á los dos hermanos , y habia sido niñera de Doña Tecla , abrió la puerta con solicitud , y la viuda del subteniente entró como una avalancha . Era una mujer alta y bastante corpulenta : su tez era basta y encendida : sus oj $ s negros y pequeños , de mirada maligna y dura , estaban separados por espesas cejas negras y ásperas , y guarnecidos de pestañas muy espesas , pero muy cortas , señal segura da dureza de corazón , así como las largas y convexas lo son de sensibilidad . Sobre su delgado labio superior , se extendía un bigote negro , que le habia envidiado más de un adolescente : tenia la frente estrecha y deprimida , la nariz regular y la barba cuadrada completamente . Su cabello , bastante escaso , era negro y reluciente , con ese brillo peculiar de las cabelleras cerdosas , y que se adquiere con el uso continuo y repugnante de la grasa . Por lo demás , no habia en ella nada que agradase por la delicadeza de la forma : tenía el talle echado á perder y grueso , porque jamás llevaba corsé : el cuello corto y rollizo : solo su pió y su mano eran pasables , ventajas que hacia lucir con una insistencia bastante importuna . Traia para el camino un traje lanilla , estropeado y viejo , porque era en extremo desaseada : una manteleta antigua , de seda , y lustrosa á fuerza de haber prestado largos servicios , y un sombrero de paja , aunque se estaba en el mes de Enero , componian su presuntuoso , ridículo y deteriorado atavío . Pendiente del brazo llevaba una bolsa de terciopelo con boquilla de acero , y sus manos , encendidas por el polvo del camino , no tenían guantes . — ¡ Jesús ! exclamó entrando : ¡ quién había de pensar que me habían Vds . de dejar sola sin conocer á un alma viviente ! ¡ sofocación como esta pocas veces la he pasado ! Dicho esto , se dejó caer en una silla y empezó á echarse aire con el abanico de una manera furiosa . — Hermana mia , repuso con dulzura Doña Tecla : como hoy estaba Atilano bastante mal , ni él ha podido salir , ni yo me atreví á dejarle . — A lo menos , objetó Doña Angustias que parecía muy sofocada , podían Vds . haber enviado á un criado ! — ¡ Solo tenemos á Simplicia , y como la pobre es tan vieja ! ... — ¡ Se busca otra joven ! — Querida hermana , dijo Doña Tecla que , en medio de su mansedumbre verdaderamente angelical , estaba dotada de una gran firmeza de carácter : más vale que te vayas á recoger , pues vendrás cansada : tienes tu cuartito dispuesto y té hecho , por si lo quieres tomar ; yo misma lo he preparado . — No quiero té , respondió desabridamente la malagueña . — ¿ Tomarás mejor chocolate ? — Tampoco me gusta á estas horas : lo que tomaria de buena gana es una copa ó dos de Málaga seco con bizcochos para poder después fumar un cigarro . ¡ Beber vino ! ¡ fumar ! Doña Tecla se quedó con la boca abierta al oir aquellas monstruosidades : luego , y como si las palabras no hallasen paso entre sus labios , dijo balbuceando : — Lo que es Málaga , no lo hay en casa : como no lo gastamos ... — Envié Vd . á comprarlo á la Simplicia , que lo habrá en Madrid . La viuda trataba de Vd . á su cuñada , con una especie de irónico respeto ó , mas bien , de conmiseración despreciativa . — Hay un inconveniente , respondió entonces la voz áspera de Simplicia , que haciendo como que arreglaba el comedor donde se habían sentado , miraba de reojo á la rumbosa andaluza . — ¿ Qué inconveniente ? preguntó Doña Angustias con mucho retintín . — Que yo no puedo ^ alir ahora de casa . — ¿ Cómo ? — Que no salgo ahora de casa , ea ! repitió Simplicia con enfado : no hay para qué echarme esos ojazos , que á mí no me come la gente . — ¡ Ay , Dios ! ahora recuerdo que el coche está á la puerta , esperando el cochero que le pague ! Cuñado , ¿ tiene V . algo suelto ? Don Atilano . que estaba recostado en un viejo sillón de baqueta , y que no había desplegado los labios , llevó la mano al bolsillo del chaleco . — Déme Vd . : yo iré á cambiar , dijo Simplicia alargando á la viuda su gruesa mano . — ¿ No acabas de decir que no puedes salir ? preguntó aquella echándole una mirada de basilisco . — Para eso es diferente , respondió resueltamente la criada : siempre debe haber gana de pagar al que se le debe : pero nunca debe haberla para ir á gastar el dinero en golosinas . — Para sacar dinero tengo que abrir mi cofre y no ha llegado todavía , dijo Doña Angustias , que se ahogaba de ira : y al fin ... es una peseta lo que necesito . — Aquí está , dijo D . Atilano , á quien se le fi 7T guraba aquella mujer una sierpe infernal , acostumbrado , como se hallaba , á la suavidad y dulzura de su hermana . Y puso la peseta en la mano de Simplicia , añadiendo : — Baja y despide al cochero . — - ¡ No podria venir á pié el sargento de granaderos ! murmuró la vieja sirvienta : y si viene en coche ¿ por qué no se lo pagará ella ? Esto hacia falta á mis amos , que viven con la economía del mundo . Simplicia era aragonesa , que es lo mismo qus decir que , aunque brusca , no tenia hiél ni guardaba rencor : así , pues , no hubo cosa que pudiese complacer á su huéspeda que ella no hiciese , en cuanto le dijo su señora : — Simplicia , hazlo por no incomodarme á mí : ya sabes que la pobre no tiene más amparo que nosotros , y por esto mismo debemos tratarla todos con más miramientos que si fuera rica . Inútil es decir que Doña Angustias se aprovechó grandemente de la delicadeza de este cristiano modo de pensar , y que su arrogancia y su desden para sus cuñados , como ella decia , crecieron hasta un punto increíble . Doña Tecla se levantaba temprano , ayudaba á Simplicia en todas sus labores , limpiaba la casa , que dejaba como una tacita de plata , y luego se ponia á recoser pacientemente las deterioradas camisolas de su hermano . Doña Angustias se levantaba tarde , se componía ridiculamente con sus pingos , y se marchaba á ver á algunas amigas ( que habia hallado con sorprendente facilidad , porque se metía en todas partes ) , y volvia á la hora de comer : después salia de nuevo para ir á casa de la Marquesa P ... ó déla Marquesa A ... pues ella , que aunque habia estado casada con un subteniente habia sido por hacerle mucho favor , y como hija de general , no se trataba con gentes de otra calaña . Por la noche se iba de tertulia : porque era cierto que tenia acceso en algunas casas decentes , en las que hacia gracia por su incesante verbosidad y por sus chuscadas andaluzas . Era además la Gaceta de todas las novedades del dia , la que sabia todos los chismes , y contaba las historietas secretas de las personas conocidas . Basta ya de los antecedentes de esta familia , á la que volveremos á encontrar en la acción de esta historia . Por ahora no hay más que decir sino que los diez años que habian pasado sobre los dos hermanos , les habian hecho más sufridos , más apacibles y mejores cristianos , así como á la viuda malagueña la habian hecho más entrometida , más mordaz , más chismosa , más habladora y más holgazana de lo que antes era . Esta tenia además una amistad íntima : la de una tal Doña Toribia , patrona de huéspedes y prestamista , gran usurera y gran bribona . En su casa se jugaba largo , y allí había hecho Doña Angustias algún dinerillo , con el cual iba atendiendo á sus gastos de copitas y y pitiyos . Pasamos por alto siete años de esta historia , durante los cuales nada ocurrió de nuevo : los individuos de ella envejecieron un poco más : los cincuenta y seis de Doña Angustias eran más perversos , más mordaces que los cuarenta y nueve : los de Doña Amparo mas tristes y más enfermizos : los de Dolores , que cumplia quince , más hermosos que un ramo de flores . Era siempre la niña redonda y sonrosada que hemos conocido : su estatura llegaba apenas á mediana , pero estaba torneada con esquisita gracia y primor : bajo su pura frente , se abrian sus ojos negros y rasgados , llenos de luz y candidez , de alegría y de viveza , de sensibilidad y de ternura . En su boca de coral y perlas , habitaba constantemente la sonrisa : parecían sus cejas trazadas por la mano de Murillo , y su talle , delgado de cintura , ostentaba en la garganta , hombros y seno , una graciosa y seductora redondez . Dolores no era menos bella en su parte moral , que en la física : dócil , amable tierna para con sus padres , primorosa para toda clase de labores , se hadan lenguas de ella , como vulgarmente se dice , todos los amigos de su casa , que no pasaban de cinco . A tres de estos les conocemos ya : eran Don Atilano , Doña Tecla y Doña Angustias , aunque es forzoso decir que esta inspiraba poca confianza y mucho despego á Ja prudente Doña Amparo . Los otros dos tertulianos eran un compañero de oficina de D . Pedro , y el Sr . Cura de la parroquia de San Márcos . Dolores se levantaba temprano é iba á misa , con su madre , á la cercana iglesia : después volvían á casa , tomaban chocolate con D . Pedro ? 3 ^ la hija peinaba á la madre ; en seguida se peinaba á sí misma la hermosa madeja de cabellos castaños , sedosos y graciosamente ondulados que adornaba su peregrina cabeza . Hecho esto , ayudaba un poco á la criada al arreglo de la casa . y después se sentaba á coser ó á bordar al lado de Doña Amparo . Por la noche jugatan al tresillo ó al tute los cinco amigos de Herrera y de su esposa , ó por mejor decir los cuatro , porque Doña Angustias rara vez asistía , y eso por poco rato : la viuda prefería , por más lucrativo , el juego de cttsa de Doña Toribia la prestamista y patrona de huéspedes , al de sus vecinas . Dolores tomaba su labor y se sentaba junto al vetusto quinqué para trabajar en su bordado ó en su tapicería : á las diez dejaba la labor , y tenia permiso para leer hasta las once en el Almacén de niños , Veladas de la quinta , ó Viajes de Enrique Wanton al pais de las monas : obras que , con algunos Ejercicios cuotidianos y Semanas Santas , componiau la reducida biblioteca de su padre . A las once la tertulia se dispersaba ; Dolores besaba la mano á sus padres y se iba á un cuartito , tan arreglado como la celda de una monja , con las paredes blancas , y cuyo solo mueblaje eran una cama con una cortina y un cobertor de percal blanco , una mesita con un tocador de palmo en cuadro , una silla , un costurero , un armario para guardar su vestido de tafetán negro , hecho de otro de su mamá , y dos de lana que componían toda su guarda-ropa : sobre la mesa del tocador habia un jarrito de cristal blanco que casi siempre tenia flores frescas , regalo de D . Pedro á su hija . Habia en aquella celdilla cierto perfume de gracia , de frescura y de inocencia , que arrobaba el alma : el blanco lecho : el cestillo de la labor de Dolores : el Crucifijo colocado en el testero principal del cuartito , coronado con una rama de boj y otra de olivo bendito : el almohadón puesto á los pies de la santa efigie , donde Dololores se arrodillaba para rezar sus oraciones de mañana y noche : las cortinillas de la ventana , recogidas con lazos de color de rosa : y por último , el ramo de humildes flores , colocado en el jarrito de blanco y limpio cristal , formaban un conjunto lleno de encanto y de pureza . Cada noche , al entraren su cuartito , rezaba Dolores arrodillada en el almohadón bordado por su mano , y luego se acostaba para dormir , como decia su padre , toda la noche en un sueño . Don Pedro seguía mimándola , y dejándola salir en todo con su gusto . Su madre seguía siendo severa para ella , amonestándola con gravedad , reprendiéndola con firmeza y elogiándola . cuando no estaba delante : inspirándole , con la mejor lección , que es el ejemplo , la modestia y el amor á todas las virtudes cristianas , que traen la paz al hogar doméstico , y conservan al alma su dulce tranquilidad . Entre aquellos dos santos y protectores afectos , crecía Dolores como la bella flor , que tiene sol abundante , riego y céfiros que acaricien su corola . Tenia además otro afecto que la hacia muy feliz : el de Modesta , la hija del pintor del cuarta segundo de su casa , aquella niña rubia y fresca , con la que jugaba cuando ella lo era también . Modesta se habia hecho una joven tan linda como su amiga ; sus padres la amaban tanto como D . Pedro y Doña Amparo amaban á Dolores : solo que estaban cambiados los papeles , porque en casa de Modesta , la madre era la que mimaba , y el padre el que reprendia y castigaba . ¿ Pero qué importa que sea el padre ó la madre el que use de gravedad ó de ternura ? Lo esencial , lo preciso en las santas alegrías de la familia es que exista el equilibrio , tan difícil de sostener , de la ternura y del respeto , del amor y de la consideración . Dolores , reprendida alguna vez por su buena madre , acariciada siempre por su padre , era dichosa . Modesta , mimada por su madre , y reprendida por su padre , lo era también : después veremos los efectos que cada uno de estos métodos produjo . Los caractéres de las dos amigas diferian bastante . Dolores era apasionada , vehemente , un tanto arrebatada y otro poco vengativa : amaba hasta el delirio y era capaz de aborrecer hasta la crueldad : así lo decían sus negros ojos , sublevada frente , el redondo y puro contorno de sus mejillas y la firme brillantez de su mirada , en la que sobresalía , sin embargo , el exquisito pudor de la virgen adolescente . De toda la persona de Dolores brotaba la pasión : los efluvios de su alma se escapaban en corrientes eléctricas en sus miradas , en sus sonrisas : aquella alma fresca , virginal , palpitaba en su voz , en su andar , en su mirada , en su modo de hablar , ora lento y suave , ya apresurado y un tanto violento : chispeaba en su sonrisa , que formaba un hoyo bastante grande en medio de cada una de sus mejillas , y se daba k conocer en todas sus acciones , jamás frias ó calculadas , sino súbitas é irreflexivas . — Esta hija nuestra está dotada de todas las cualidades , de todas las propensiones , que han de hacerla completamente desgraciada , decia algunas veces Doña Amparo á su esposo . — ¡ Válgate Dios , mujer ! respondia invariablemente el buen señor : ¡ siempre has de pensar tristemente ! ¿ por qué dices eso ? — Porque lo siento así . Dolores no será dicho * sa , porque es demasiado apasionada , y ya empieza á exigir más de lo que el mundo puede darle . No era el talento de D . Pedro todo lo penetrante que necesitaba ser para comprender los temores de su esposa , dotada de una sensibilidad mucho más esquisita que él : así es que se contentaba con encojerse de hombros , y respondía : — ¡ Mi pobre Amparo , pareces ave de mal agüero ! ¿ porqué cavilas en lo que tan léjos está ? La buena y amante madre callaba , y volvía á quedar sola , como lo habia estado toda su vida , con sus tristezas y sus presentimientos . Era un alma llena de melancolía y como desterrada , que nadie sabia ni se cuidaba de alegrar . Algunas veces contemplaba á Modesta y se decía suspirando : — ¡ Cuan dichosa seria yo , si mi hija se la pareciera ! En efecto , como ya dije más arriba , nada tenian de común las dos amigas , á pesar del tierno amor que se profesaban . Modesta no era tan alegre como Dolores ; pero era más igual , y esto consistía en que sentía con mucha menos vehemencia : no era generosa hasta el heroismo ; pero daba de buena gana lo que tenia : no reia nunca á carcajada , ni lloraba con sollozos hondos y profundos , porque no sentia con intensidad ni la alegría ni el dolor : obede 3Ía sin esfuerzo cuando pensaba que iba á salir á paseo y su padre la mandaba quedarse en casa : le gustaban todos los manjares , pero de todo comia poco , al revés de Dolores , que comia por diez de algunas cosas que le gustaban con pasión , y no podia vencerse á probar otras que detestaba . En una palabra . Dolores había nacido para ser dominada por una excesiva sensibilidad , por una extrema vehemencia en sus afectos , para amar , para padeoer , para ser desdichada , en fin . Modesta para ser feliz y hacer la felicidad de todos los suyos . Porque ¿ hay algo más bello y más sereno que esas existencias , puras como la superficie de un trasparente lago , tranquilas como el bosque durante las horas de medio dia , y en cuyas almas cantan , como cantan los pájaros en la espesura sus himnos , la paz y la alegría ? ¿ Y hay algo más grande , pero más sombrío , más desigual y más tempestuoso que - esas naturalezas ardientes , entusiastas , desordenadas , que gozan en un instante siglos de ventura , ó de desesperación ? Tal era el contraste que presentaban aquellas dos niñas que entraban apenas en la vida , y que , desde sus primeros pasos en ella , se hallaban unidas con los lazos de la más tierna amistad . Dolores era el mar con su aspecto grandioso y deslumbrante , ora reflejase en él el sol , ora lo agitase la bramadora tempestad . Modesta era el arroyo apacible , en cuya orilla siempre brotan flores , y cuyas claras ondas están constantemente puras y azuladas , dejando ver en su seno dorada arena y limpias piedrecillas . — Mamá , dijo un dia Dolores aturdidamente , Modesta tiene novio . — Niña , no me gustan las bachillerías , respondió severamente Doña Amparo : ¿ qué es eso de novio á la edad de Vds . ? Modesta debe ahora pensar solo en trabajar y en aprender lo que le falta que saber . — Ella me ha dicho que tiene novio , insistió Dolores . — Pues yo te digo , que site habla de esas tonterías , te separaré de su trato . — Pero mujer , ¿ por qué no te enteras de lo que es ? preguntó D . Pedro , que tomaba el sol , y fumaba su cigarro después de comer : ven acá , hija mia , siéntate - aquí á mi lado y cuéntame qué novio es ese . — Es , dijo Dolores , un estudiante que está de huésped ahí enfrente en casa de Doña Toribia , la amiga de Doña Angustias . — ¿ Un estudiante ? preguntó con enojo Doña Amparo . — Sí , mamá : un estudiante de leyes : joven , y muy guapo , que se ha enamorado de Modesta de verla coser por las tardes en el balcón . — Eso es lo que resulta , prorumpió Doña Amparo , de dejar á las niñas como loritos en los balcones : ¡ no te verán á tí ! — Yo lo creo ! repuso tristemente Dolores : ni siquiera me deja Vd . ponerme á coser ó á bordar al lado de los cristales ! — ¡ Ya se vé que no ! el buen paño en el arca se vende ; y sobre todo , no me gusta que te vean los estudiantes de ese lobo marino de Doña Toribia : ¡ vecindad más escandalosa ! daria yo la mitad de lo que he de comer porque esa mujer se marchase á otra parte ! vamos ! acaba la historia del novio , ya que por desgracia la sabes . — Pues bien , mamá : Luciano , como le llama Modesta , le envió una cartita con la mujer que les hace los mandados , á la que ella contestó . — ¡ Contestó ! — Sí , señora : ¿ qué había de hacer ? — ¡ Entregársela á su madre sin abrirla ! ¡ eso debió hacer ! — ¡ Bah , bah ! exclamó Dolores : para que ni siquiera se la hubiera enseñado ! Modesta la abrió y la leyó ; contestó á ella , y después enseñó á su mamá la carta y la contestación . — ¿ Y qué decian ? — La carta , que era muy linda , que tenia cara de ángel bueno , y que esto habia hecho que el que la escribia se enamorase de ella perdidamente . — Claro , opinó D . Pedro : lo que se dice siempre en tales casos : ¿ le pedia respuesta el galán ? — ¡ Perico ! ¡ que poca formalidad tienes ! observó Doña Amparo . — Ya se vé que le pedia respuesta , dijo Dolores : y la carta está escrita con una letra tan preciosa ! y dice unas cosas tan bonitas ! Modesta tomó cuatro cuartos , envió á la mandadera por un pliego de papel con los márgenes calados , y respondió á Luciano que le estaba muy agradecida , así por la opinión que tenia de ella , como por el afecto que le manifestaba : pero que ella , si bien le hallaba á su vez agradable , no se determinaba á seguir relaciones á escondidas de sus padres : le aconsejaba que buscase medios para conocerles y tratarles , y le ofrecia corresponder al cariño que le manifestaba , siempre que sus padres nada tuvieran que oponer : pero antes de mandar la carta , se la enseñó á su madre . — ¿ Y qué dijo ? preguntó Doña Amparo con curiosidad . — ¿ Qué dijo ? la abrazó : y dijo que tenia mucho juicio ; pero entristeciéndose después , añadió : — Hija mia , ese caballero , como te ha visto decentita , creerá que tienes algo , y no sabrá que bordas y coses para una tienda : cuando lo sepa puede que se le pase el entusiasmo , porque los hombres busoan el dinero ante todo . — Vamos , no puedo soportar que una madre hable á su hija con mimos , cuando ésta se ha hecho culpable de imprudencias . Y la carta se envió al estudiante ? — Con la mandadera , contestó Dolores . — A la mandadera esa la hubiera yo puesto de patitas en la calle , y hubiera clavado todos los balcones aunque me hubiera tenido que alumbrar con luz de aceite ! dijo Doña Amparo . — ¡ Jesús , mamá ! pues Vd . bien se casó ! esclamó Dolores . — ¡ Bien dicho hija mia ! has dejado á tu madre derrotada ! exclamó D . Pedro , riendo á no poder más : ¿ qué respondes á eso , severo predicador ? — Responderé , dijo Doña Amparo resentida , lo que no debia responder : responderé que yo no me casó contigo por medio de cartas y recaditos , sino que me viste , y antes de decirme " buenos ojos tienes » , me pediste á mi padre , y éste entonces me consultó á mi : responderé que la primera vez que te vi era ya con el título de novio : y en fin , ya que me obligas á ello con tus pullas , te diré que entre nosotros no habia la desigualdad que existe , al parecer , entre ese joven , hijo sin du.da de familia pudiente , cuando le sostiene en Madrid siguiendo una carrera , y Modesta , hija de un pintor , y que trabaja para un almaoen de modas . — Amparo , dijo D . Pedro : algunas veces te dejas arrebatar del enojo hasta el extremo de olvidar tu bondad natural : es acaso alguna falta en una joven , el trabajar en obras de primor para ayudar á sus padres ? — No digo yo que lo sea . — Ojalá me dejaran , dijo Dolores , bordar también para fuera , y así tendría algún vestido más . — No te hace falta ninguna á tí el trabajar para otro , repuso su madre : quiero que conserves tu independencia , que pases alguna privación , y no que vayas á bajar la cabeza delante de los comerciantes , y que ellos miren de mala manera tus primores : trabaja para tus padres . — Una carta acaba de traer el cartero , dijo Simona entrando , y dándola á D . Pedro . — ¡ De Sevilla ! esclamó éste : y creo que conozco la letra ! — ¿ La conoces ? repitió Doña Amparo : pues es extraño , porque hace ya largo tiempo que nadie te escribe : solo tu amigo el Conde de Elven cuando vivia ... — ¡ Ah , sí ! ¡ pobre y buen Gonzalo ! exclamó Don Pedro enternecido : mi amigo , mi solo amigo , ó por mejor decir , mi hermano ! cuánto nos queriamos ! y luego dicen que en las clases elevadas no hay buenos sentimientos ! — Eso es hablar por hablar , repuso Doña Amparo : en todas las clases hay de todo : tu amigo , á pesar de ser Conde , era todo un caballero y tenia un corazón de oro ! — Pero papá , qué hace Vd . ahí con la carta entre los dedos y sin abrirla ? dijo Dolores con su genuina impaciencia . — ¡ Qué imprudente eres , niña ! esclamó enojada Doña Amparo . — Tiene razón , repuso D . Pedro : con todo me distraigo , aunque á decir verdad , no es extraño que me produzca este efecto la memoria de mi querido Gonzalo : veamos de quién es esta carta . Don Pedro volvió el sobre para romper el nema , y vio impresa , en lacre de un elegante color claro , una corona de Conde : la letra era de mujer , fina y correcta , pero de forma un poco antigua . Desdobló el papel satinado , grueso , y que exhalaba un suave aroma , y leyó en voz alta lo que sigue : " Mi querido amigo : hace mucho tiempo que guardo con Vd . el mismo silencio que con todos los que lo eran de mi inolvidable esposo ; pero hoy que le necesito , acudo á Vd . sin preámbulos ni rodeos , y acudo también á su digna esposa , invocando el sagrado titulo de madre , pues se trata de mi hijo . ? ? Don Pedro volvió la carta y buscó la firma : decia : La Condesa de Elven . — Deseo , dijo Doña Amparo con grave dulzura , saber para qué nos necesita la Condesa , señora á quien estimo mucho desde que tuve el gusto de tratarla , aunque por pocos dias , cuando hace doce años hizo con su esposo un viaje á Madrid : hazme el favor de seguir , Pedro . " Gonzalo , aquel niño , de quien tanto hablaba yo á Vds . cuando fuimos á esa — continuó leyendo D . Pedro — mi querido y único hijo , que entonces quedó aquí con mi padre , va á esa corte á estudiar el doctorado y á graduarse , porque , como él dice muy bien , no basta en la sociedad ser Conde , es preciso ser algo más : ha heredado los nobles pensamientos y la bella presencia de su padre . ? ? — Vete , niña , dijo Doña Amparo á Dolores . Esta , que escuchaba atentamente la carta , hizo un mohin de descontento , pero salió sin atreverse á replicar una palabra . — ¿ Por qué le dices que se vaya ? preguntó admirado D . Pedro . — ¿ No oyes que la Condesa elogia la figura de su hijo ? — ¿ Y eso qué importa , si al fin le ha de ver ? Pero ahora que repaso esto , veo que has hecho bien : oye lo demás que dice : " Ya sabe Vd . , amigo mió , todos los peligros de que está lleno Madrid para los jóvenes : Gonzalo es crédulo , bueno , entusiasta : se dejará prender fácilmente en las redes de esas criaturas que pululan por esa corte con tanta abundancia : pero tengo , para evitarlo , un remedio : el recomendárselo á Vd . : ¿ y sabe Vd . por qué ? porque me han hablado de una hija que Vd . tiene , de una preciosa niña , á la que yo conocí de tres años , y que ya era un serafín : ahora me han dicho que es una joven encantadora . « Mi querido Herrera , si Gonzalo y Dolores se aman , no contraríe Vd . su mutua afición : sé que debe ser buena , pura , inmaculada , siendo hija de tan buena madre : sé que poseerá todas las virtudes : ¿ qué importa que no posea riquezas ? El Conde de Elven es opulento , y solo deseo para él una mujer rica en virtudes : es un matrimonio en el que he pensado muchas veces , y seré dichosa si se realiza . n — ¡ Diosmio ! exclamó Doña Amparo , cuyo pe cho palpitaba de entusiasmo , y cuyas pálidas mejillas se habian vestido de un leve sonrosado : ¡ Dolores Condesa ! mi hija lograr una suerte tan brillante ! verse libre para siempre de penas y de escaseces ! ah ¡ eso seria demasiada felicidad ! — Tienes razón , Amparo , repuso D . Pedro , por cuyas mejillas se deslizaba una lágrima : eso seria demasiada felicidad . — Acaba de leer la carta de esa excelente señora , dijo Doña Amparo : veo que ya se está acaband . o . — En efecto , repuso D . Pedro , ya se acaba y dice así : " El 20 de este mes llegará á esa mi hijo : suplico á Vd . , amigo mió , que le busque un hospedaje , en una casa decente y situada en paraje céntrico : llevará consigo un solo criado en calidad de ayuda de cámara : reitero mis súplicas , para que mire por él : uno de estos dias escribiré implorando su ternura y su interés para mi hijo , á su digna esposa y mi querida amiga : entre tanto , no olviden Vds . que tiene solo veintitrés años y que necesita de sus consejos . « Adiós , mi querido Herrera : implora á usted conmigo , en favor de su hijo aquel Gonzalo que ya está en el cielo y que amaba á usted tanto como se merece , y tanto como lo estima su sincera amiga La Condesa de Elven . « Sevilla 10 de Enero de 1842 . » — ¡ Y estamos ya á 15 ! dijo Doña Amparo : Pedro , no te descuides en buscar hospedaje para Gonzalo , pues solo debe tardar cinco dias en llegar . — Ahora mismo voy á salir , dijo D . Pedro . Y en efecto , tomó este su sombrero y su caña de Indias , y se lanzó á la calle . Doña Amparo , la piadosa y triste mujer , la paciente esposa , la tierna , pero severa madre , se trasformó de un modo muy sensible , después de oir leer á su esposo la carta de la noble y digna Condesa de Elven . ¡ Un novio para la niña ! ¡ un novio rico , brillante , de linda y elegante figura , y sobre todo , Conde ! A esta idea , su corazón latía apresurado y una nueva vida circulaba activamente por las venas de la excelente señora . Era humilde , por sus piadosas creencias , por su tierna devoción , y por natural carácter : pero era también madre idólatra de su hija , y se volvia looa de gozo ante la bella suerte que la Divina Providencia deparaba á su Dolores . Ni por un instante se le ocurrió la idea de que los jóvenes podian no agradarse recíprocamente : ¡ no agradar su hija , siendo tan linda , tan fresca , tan encantadora ! ¡ eso no era posible ! ¡ no podia suceder ! Dolores , que era muy perspicaz , notó en su madre algo extraño : salieron juntas , y esta compró para la joven un bonito traje de lana y seda : cuando ya estuvo la tela en casa , llamó á Elena , la madre de Modesta , y le dijo : — Amiga mia , Vd . tiene más habilidad que yo para hacer vestidos , y le suplico dirija este que quiero se haga Dolores . — Con mucho gusto , Doña Amparo , respondió la buena Elena : yo lo cortaré y las dos niñas lo coserán á mi vista . A las dos horas , se hallaba cortado el traje ; Modesta y Dolores cosian en él con gran actividad , en casa de la primera . — Yo no sé lo que le pasa á mi madre , decia Dolores á su amiga , mientras cosía rápidamen , te : hoy me ha arreglado las rayas del peinadoy aunque me he estado más tiempo que el de costumbre en el tocador , no me ha reñido : además , ayer me compró un corsé nuevo , y me ha dado un pedazo de muselina.para que me haga cuellos . — Todo eso es muy raro , dijo Modesta , y también me lo parece el que tu madre por la vez primera de tu vida quiera que te hagas un traje de toda moda ; pero ya verás como así que lo vea hecho quiere que te los corte siempre mi madre , que se pinta sola para eso , como para todo . — Antonio , dijo al pintor su esposa : ¿ que querrá pedirme esta chiquilla que así me adula ? — Lo que quiero pedir á Vd .. madre mia , es que me quiera siempre , repuso Modesta , abrazando con ternura á su madre . Cesarina , que ya contaba nueve años , y Federico , que contaba diez , se unieron á su hermana para acariciar á Doña Elena . Dos dias después , el vestido nuevo se habia concluido y , al ver á su bija ataviada con él , la grave y reservada Doña Amparo estuvo á punto de dejar escapar un grito de alegría : tan linda la encontró . En efecto , Dolores parecia más alta : el cuerpo bien y graciosamente cortado , realzaba la elegante redondez de su talle : estándoselo mirando extasiados D . Pedro y su esposa , entró Doña Angustias en la habitación . — ¿ Qué es eso ? dijo con su descaro habitual : ¿ vestido nuevo ? ¡ hola , hola ! bien se conoce que se espera al Condesito de Elven . — Señora , nosotros no esperamos á nadie , repuso gravemente Doña Amparo ; y el hacer yo un vestido á mi hija no significa sino que se lo quiero hacer . — ¡ Ya ! insistió la viuda : pero se lo quiere usted hacer , porque viene un forastero , joven y buen mozo , y espera como es natural , que Lolita le guste . — Ya sabe Vd . que quiero que se la llame Dolores y nada más . — ¿ Y qué más da ? — Que tengo devoción á los Dolores de la Virgen , y no conozco ninguna santa que se llamo Lola . — Vamos , Amparito , no hay que enfadarse por tan poca cosa — Tampoco me gusta que me llame Vd . Amparito . - ¿ No ? — No señora , Doña Angustias . — ¿ Y por qué no suprime Vd . el don ? — Porque no debo : así como Vd . no debe suprimirme el mió : somos ya demasiado personas mayores para eso : 4 lo menos por mí lo digo . — Lo puede Vd . decir por Vd . , pero por mí , no : aun no creo que he llegado 4 la edad en que es preciso el don . — ¿ Dice Vd . eso con formalidad ? — Sí , señora . — Pues cada loco con su tema , la llamaré 4 usted Angustitas si Vd . quiere ; pero 4 mí , 114meme Vd . Amparo 4 secas , y no me venga usted con diminutivos , ni con llamar Lola 4 Dolores ; niña , anda 4 quitarte el vestido , que ya hemos visto que est 4 bien . Dolores salió muy preocupada con las palabras de la andaluza . ¿ Qué quería decir aquello de Conde joven y elegante ? ¿ era por la llegada de aquel Conde por lo que le hacían tanta cosa nueva , por lo que su madre se resignaba algún tanto 4 las leyes de la moda ? Dolores no hallaba otra razón , y se dijo que , en efecto , era la llegada del Conde la que obligaba á su madre á ser un tanto condescendiente . Mientras ella se alejaba reflexionando así , decia la andaluza á Doña Amparo : — ¡ Jesús , señora ! paréceme que está Vd . erizada toda de púas ! qué despego el de Vd . ! sale uno de su casa para respirar un poco , y le va peor que en ella donde pensaba hallar la distracción y el solaz ! — Donde mejor ¡ está cada uno es en su casa , repuso Doña Amparo ; y cuando en ella se halla mal se halla peor fuera : ¿ pero qué le pasa á us_ ted en la suya ? — ¡ Poquita cosa ! ¿ no sabe Vd . lo que son mis cuñados ? — Dos santos , respondió D . Pedro : todos lo sabemos . — ¡ Sí , dos santos ! eso es ! eldia ménos pensado los canonizan ! respondió desabridamente Doña Angustias : buenos santos te dé Dios ! — ¿ Pues qué quejas tiene Vd . de ellos ? preguntó Doña Amparo . — ¿ Qué ? ya me han pedido dos duros en dos veces , y no llevan maldita la traza de devolvérmelos . — ¡ Ay , pobrecitos ! exclamó Doña Amparo : en qué necesidad tan grande se verá Doña Tecla para pedir á Vd . dinero ! ya se vé ! las cosas esrán cada dia más caras ; les han subido el alquiler de la casa ... ayer me decía que tendría que despedir á la criada , por no poder mantenerla . — Pues eso faltaba ! exclamó iracunda Doña Angustias : despedir á la criada ! ¿ y quién nos servirá entonces ? — Usted debia servir á esos dos pobres ancianos , respondió Doña Amparo : Vd . debia ayudar al menos á la pobre Doña Tecla , en vez de ser ella la que cose y plancha la ropa de usted ? que se pasa el dia de casa en casa haciendo visitas , y , lo que es peor , sin entrar en ninguna iglesia . — Pero , señor , ¿ podrá saberse á qué vengo yo á esta casa ? gritó Doña Angustias , que se sofocaba , y cuyo semblante sonrosado naturalmente , estaba de color de púrpura : señora , aun le parece á Vd . poco con regañar á todas horas con su familia , que también la emprende usted conmigo ? — Yo me indigno contra todas las injusticias , respondió gravemente y sin alterarse la señora de Herrera : Vd . cobra su pensión , y se la guarda entera en el bolsillo , teniendo la serenidad de vivir á espensas de sus pobres cuñados , que no tienen ninguna obligación con Vd . : y llega á tanto su mal corazón , que vé Vd . á la infeliz Doña Tecla , que va á misa con los zapatos rotos , sin que le mueva la conciencia á comprarle unos ! — Cuando Dios no le dá para calzado , no querrá que vaya á la iglesia , opinó con su genuino é inimitable descaro Doña Angustias . — No es eso , respondió D . Pedro : es que Dios permite que haya mártires en la tierra , para ejemplo de los demás , y para que nos enseñen la resignación y la mansedumbre . — Que Vds . se queden con Dios , dijo la andaluza levantándose : tengo que hacer . Simona ? llama á Lolita para darle un beso . La gruesa criada , que se hallaba arreglando los ¡ chismes en la mesita de tocador , se hizo la sorda : era la antagonista más formidable de la andaluza . — Perdone Vd . , respondió Doña Amparo fríamente ; Dolores está en su cuarto ocupada . — Pues abúr , dijo Doña Angustias : hasta la vista . — Abúr dijo el diablo por no decir adiós , observó Simona : esa petardista , entremetid , chismosa , merecia que se le diera con la puerta en las narices ; ¿ para qué querrá besar á la niña , si siempre está oliendo á mistela y á noyó ? Al salir la viuda á la pequeña antesala ó recibo , sin que nadie la compañase , oyó la dulce voz de Dolores , que cantaba en su cuartito , en tanto que se quitaba el vestido nuevo que se habia probado , y se ponia su traje de casa . Doña Angustias , que no se paraba en barras , siguió la dirección de la voz y entró en el cuarto de Dolores . — ¡ Jesús ! exclamó esta asustada : no lahabia oido á Vd . entrar . Ya me iba , respondió la viuda : pero he entrado á darte la enhorabuena por el novio que te ha salido . — ¿ Un novio á mí ? si no se nada ! — Lo creo : tu madre llegará dia en que se cosa la boca á pespunte para no hablar : mi pobre Lolita , debes desear casarte cuanto antes para salir de su insufrible tutela ; yo no he visto genio como el suyo , ni he conocido madre que tenga á su hija más esclavizada : si vives , pobrecita mia , como ratón en boca de gato ! sin respirar , sin salir , sin tener una amiga ... eso no es vivir ! pobre niña , y cuánto te conpadezco ! La viuda dijo todo esto de un tirón y sin tomar asiento . Dolores , aunque preocupada , sobre todo con la idea del novio de que hablaban , y del cual ninguna noticia tenia , no dejó de pensar que Doña Angustias tenia razón al hablar de la tiranía de su madre . De esta suerte una gota de negro cieno , arrojada en un arroyo puro y azulado , basta para enturbiarlo , siquiera sea momentáneamente , y quién sabe si el principio nauseabundo y destructor queda para siempre en las aguas , antes tan limpias y saludables . — Vamos Doña Angustias , dijo Dolores : hábleme Vd . de ese novio , ya que Vd . sabe más que yo : hasta hoy , puede Vd . crerlo , nadie me ha dicho buenos ojos tienes . — Y por cierto que no es mala vergüenza , respondió la andaluza : á tu edad , hija mia , ya traia yo á cinco ó seis al retortero : con dos de ellos hablaba por la reja de mi casa . — ¿ Con los dos á un tiempo ? — No , inocente : venia el uno de las doce á las dos , y el otro de las dos á las cuatro . — Y cuándo dormia Vd . ? — Cuando se ama , no se necesita ni comer ni dormir : tú comes mucho ^ ¿ no es verdad ?