Su único hijo por Clarín ( Leopoldo Alas ) Madrid Librería de Fernando Fé Carrera de San Jerónimo , 2 1890 Emma Valcárcel fue una hija única mimada . A los quince años se enamoró del escribiente de su padre , abogado . El escribiente , llamado Bonifacio Reyes , pertenecía a una honrada familia , distinguida un siglo atrás , pero , hacía dos o tres generaciones , pobre y desgraciada . Bonifacio era un hombre pacífico , suave , moroso , muy sentimental , muy tierno de corazón , maniático de la música y de las historias maravillosas , buen parroquiano del gabinete de lectura de alquiler que había en el pueblo . Era guapo a lo romántico , de estatura regular , rostro ovalado pálido , de hermosa cabellera castaña , fina y con bucles , pie pequeño , buena pierna , esbelto , delgado , y vestía bien , sin afectación , su ropa humilde , no del todo mal cortada . No servía para ninguna clase de trabajo serio y constante ; tenía preciosa letra , muy delicada en los perfiles , pero tardaba mucho en llenar una hoja de papel , y su ortografía era extremadamente caprichosa y fantástica ; es decir , no era ortografía . Escribía con mayúscula las palabras a que él daba mucha importancia , como eran : amor , caridad , dulzura , perdón , época , otoño , erudito , suave , música , novia , apetito y otras varias . El mismo día en que al padre de Emma , don Diego Valcárcel , de noble linaje y abogado famoso , se le ocurrió despedir al pobre Reyes , porque « en suma no sabía escribir y le ponía en ridículo ante el Juzgado y la Audiencia » , se le ocurrió a la niña escapar de casa con su novio . En vano Bonifacio , que se había dejado querer , no quiso dejarse robar ; Emma le arrastró a la fuerza , a la fuerza del amor , y la Guardia civil , que empezaba a ser benemérita , sorprendió a los fugitivos en su primera etapa . Emma fue encerrada en un convento y el escribiente desapareció del pueblo , que era una melancólica y aburrida capital de tercer orden , sin que se supiera de él en mucho tiempo . Emma estuvo en su cárcel religiosa algunos años , y volvió al mundo , como si nada hubiera pasado , a la muerte de su padre ; rica , arrogante , en poder de un curador , su tío , que era como un mayordomo . Segura ella de su pureza material , todo el empeño de su orgullo era mostrarse inmaculada y obligar a tener fe en su inocencia al mundo entero . Quería casarse o morir ; casarse para demostrar la pureza de su honor . Pero los pretendientes aceptables no parecían . La de Valcárcel seguía enamorada , con la imaginación , de su escribiente de los quince años ; pero no procuró averiguar su paradero , ni aunque hubiese venido le hubiera entregado su mano , porque esto sería dar la razón a la maledicencia . Quería antes otro marido . Sí , Emma pensaba así , sin darse cuenta de lo que hacía : « Antes otro marido » . El después que vagamente esperaba y que entreveía , no era el adulterio , era ... tal vez la muerte del primer esposo , una segunda boda a que se creía con derecho . El primer marido pareció a los dos años de vivir libre Emma . Fue un americano nada joven , tosco , enfermizo , taciturno , beato . Se casó con Emma por egoísmo , por tener unas blandas manos que le cuidasen en sus achaques . Emma fue una enfermera excelente ; se figuraba a sí misma convertida en una monja de la Caridad . El marido duró un año . Al siguiente , la de Valcárcel dejó el luto , y su tío , el curador-mayordomo , y una multitud de primos , todos Valcárcel , enamorados los más en secreto de Emma , tuvieron por ocupación , en virtud de un ukase de la tirana de la familia , buscar por mar y tierra al fugitivo , al pobre Bonifacio Reyes . Pareció en Méjico , en Puebla . Había ido a buscar fortuna ; no la había encontrado . Vivía de administrar mal un periódico , que llamaba chapucero y guanajo a todo el mundo . Vivía triste y pobre , pero callado , tranquilo , resignado con su suerte , mejor , sin pensar en ella . Por un corresponsal de un comerciante amigo de los Valcárcel , se pusieron estos en comunicación con Bonifacio . ¿ Cómo traerle ? ¿ De qué modo decente se podía abordar la cuestión ? Se le ofreció un destino en un pueblo de la provincia , a tres leguas de la capital , un destino humilde , pero mejor que la administración del periódico mejicano . Bonifacio aceptó , se volvió a su tierra ; quiso saber a quién debía tal favor y se le condujo a presencia de un primo de Emma , rival algún día de Reyes . A la semana siguiente Emma y Bonifacio se vieron , y a los tres meses se casaron . A los ocho días la de Valcárcel comprendió que no era aquel el Bonifacio que ella había soñado . Era , aunque muy pacífico , más molesto que el curador-mayordomo , y menos poético que el primo Sebastián , que la había amado sin esperanza desde los veinte años hasta la mayor edad . A los dos meses de matrimonio Emma sintió que en ella se despertaba un intenso , poderosísimo cariño a todos los de su raza , vivos y muertos ; se rodeó de parientes , hizo restaurar , por un dineral , multitud de cuadros viejos , retratos de sus antepasados ; y , sin decirlo a nadie , se enamoró , a su vez , en secreto y también sin esperanza , del insigne D . Antonio Diego Valcárcel Merás , fundador de la casa de Valcárcel , famoso guerrero que hizo y deshizo en la guerra de las Alpujarras . Armado de punta en blanco , avellanado y cejijunto , de mirada penetrante , y brillando como un sol , gracias al barniz reciente , el misterioso personaje del lienzo se ofrecía a los ojos soñadores de Emma como el tipo ideal de grandezas muertas , irreemplazables . Estar enamorada de un su abuelo , que era el símbolo de toda la vida caballeresca que ella se figuraba a su modo , era digna pasión de una mujer que ponía todos sus conatos en distinguirse de las demás . Este afán de separarse de la corriente , de romper toda regla , de desafiar murmuraciones y vencer imposibles y provocar escándalos , no era en ella alarde frío , pedantesca vanidad de mujer extraviada por lecturas disparatadas ; era espontánea perversión del espíritu , prurito de enferma . Mucho perdió el primo Sebastián con aquella restauración de la iconoteca familiar . Si Emma había estado a tres dedos del abismo , que no se sabe , su enamoramiento secreto y puramente ideal la libró de todo peligro positivo ; entre Sebastián y su prima se había atravesado un pedazo de lienzo viejo . Una tarde , casi a oscuras , paseaban juntos por el salón de los retratos , y cuando Sebastián preparaba una frase que en pocas palabras explicase los grandes méritos que había adquirido amando tantos años sin decir palabra ni esperar cosa de provecho , Emma se le puso delante , le mandó encender una luz y acercarla al retrato del ilustre abuelo . - Sí , os parecéis algo - dijo ella - ; pero se ve claramente que nuestra raza ha degenerado . Era él mucho más guapo y más robusto que tú . Ahora los Valcárcel sois todos de alfeñique ; si a ti te cargaran con esa armadura , estarías gracioso . Sebastián continuó amando en secreto y sin esperanza . El guerrero de las Alpujarras siguió velando por el honor de su raza . Bonifacio no sospechaba nada ni del primo ni del abuelo . En cuanto su mujer dio por terminada la luna de miel , que fue bien pronto , como se encontrase él demasiado libre de ocupaciones , porque el tío mayordomo seguía corriendo con todo por expreso mandato de Emma , se dio a buscar un ser a quien amar , algo que le llenase la vida . Es de notar que Bonifacio , hombre sencillo en el lenguaje y en el trato , frío en apariencia , oscuro y prosaico en gestos , acciones y palabras , a pesar de su belleza plástica , por dentro , como él se decía , era un soñador , un soñador soñoliento , y hablándose a sí mismo , usaba un estilo elevado y sentimental de que ni él se daba cuenta . Buscando , pues , algo que le llenara la vida , encontró una flauta . Era una flauta de ébano con llaves de plata , que pareció entre los papeles de su suegro . El abogado del ilustre Colegio , a sus solas , era romántico también , aunque algo viejo , y tocaba la flauta con mucho sentimiento , pero jamás en público . Emma , después de pensarlo , no tuvo inconveniente en que la flauta de su padre pasara a manos de su marido . El cual , después de untarla bien con aceite , y dejarla , merced a ciertas composturas , como nueva , se consagró a la música , su afición favorita , en cuerpo y alma . Se reconoció aptitudes algo más que medianas , una regular embocadura y mucho sentimiento , sobre todo . El timbre dulzón , nasal podría decirse , monótono y manso del melancólico instrumento , que olía a aceite de almendras como la cabeza del músico , estaba en armonía con el carácter de Bonifacio Reyes ; hasta la inclinación de cabeza a que le obligaba el tañer , inclinación que Reyes exageraba , contribuía a darle cierto parecido con un bienaventurado . Reyes , tocando la flauta , recordaba un santo músico de un pintor pre-rafaelista . Sobre el agujero negro , entre el bigote de seda de un castaño claro , se veía de vez en cuando la punta de la lengua , limpia y sana ; los ojos , azules claros , grandes y dulces , buscaban , como los de un místico , lo más alto de su órbita ; pero no por esto miraban al cielo , sino a la pared de enfrente , porque Reyes tenía la cabeza gacha como si fuera a embestir . Solía marcar el compás con la punta de un pie , azotando el suelo , y en los pasajes de mucha expresión , con suaves ondulaciones de todo el cuerpo , tomando por quicio la cintura . En los allegros se sacudía con fuerza y animación , extraña en hombre al parecer tan apático ; los ojos , antes sin vida y atentos nada más a la música , como si fueran parte integrante de la flauta o dependiesen de ella por oculto resorte , cobraban ánimo , y tomaban calor y brillo , y mostraban apuros indecibles , como los de un animal inteligente que pide socorro . Bonifacio , en tales trances , parecía un náufrago ahogándose y que en vano busca una tabla de salvación ; la tirantez de los músculos del rostro , el rojo que encendía las mejillas y aquel afán de la mirada , creía Reyes que expresarían la intensidad de sus impresiones , su grandísimo amor a la melodía ; pero más parecían signos de una irremediable asfixia ; hacían pensar en la apoplejía , en cualquier terrible crisis fisiológica , pero no en el hermoso corazón del melómano , sencillo como una paloma . Por no molestar a nadie , ni gastar dinero de su mujer , puesto que propio no lo tenía , en comprar papeles de música , pedía prestadas las polkas y las partituras enteras de ópera italiana que eran su encanto , y él mismo copiaba todos aquellos torrentes de armonía y melodía , representados por los amados signos del pentagrama . Emma no le pedía cuenta de estas aficiones ni del tiempo que le ocupaban , que era la mayor parte del día . Sólo le exigía estar siempre vestido , y bien vestido , a las horas señaladas para salir a paseo o a visitas . Su Bonifacio no era más que una figura de adorno para ella ; por dentro no tenía nada , era un alma de cántaro ; pero la figura se podía presentar y dar con ella envidia a muchas señoronas del pueblo . Lucía a su marido , a quien compraba buena ropa , que él vestía bien , y se reservaba el derecho de tenerle por un alma de Dios . Él parecía , en los primeros tiempos , contento con su suerte . No entraba ni salía en los negocios de la casa ; no gastaba más que un pobre estudiante en el regalo de su persona , pues aquello de la ropa lujosa no era en rigor gasto propio , sino de la vanidad de su mujer ; a él le agradaba parecer bien , pero hubiera prescindido de este lujo indumentario sin un solo suspiro ; además , creía ocioso y gasto inútil aquello de encargar los pantalones y las levitas a Madrid , exceso de dandysmo , entonces inaudito en el pueblo . Conocía él un sastre modesto , flautista también , que por poco dinero era capaz de cortar no peor que los empecatados artistas de la corte . Esto lo pensaba , pero no lo decía . Se dejaba vestir . Su resolución era pesar lo menos posible sobre la casa de los Valcárcel , y callar a todo . Emma era el jefe de la familia ; era más , según ya se ha dicho , su tirano . Tíos , primos y sobrinos acataban sus órdenes , respetaban sus caprichos . Este dominio sobre las almas no se explicaba de modo suficiente por motivos económicos , pero sin duda estos influían bastante . Todos los Valcárcel eran pobres . La fecundidad de la raza era famosa en la provincia ; las hembras de los Valcárcel parían mucho , y no les iban en zaga las que los varones hacían ingresar en la familia , mediante legítimo matrimonio . Procrear mucho y no querer trabajar , este parecía ser el lema de aquella estirpe . Entre todos los Valcárcel no había habido más hombre trabajador en todo el siglo que el padre de Emma , el abogado , que también había sido , dentro del matrimonio , menos prolífico que sus parientes . Ya se ha dicho que Emma era hija única , y , por tanto , heredera universal del abogado romántico y flautista . Pero los ahorros del aprovechado jurisconsulto llegaron a su hija un tanto mermados . Parece ser que la castidad de D . Diego Valcárcel no era tan extremada como se creía ; su verdadera virtud había consistido siempre en la prudencia y en el sigilo ; sabía que el mal ejemplo y el escándalo son los más formidables enemigos de las sociedades bien organizadas , y él , visto que no le era posible conservarse en casta viudez , entre seducir a las criadas de casa y a las doncellas de su hija , y , tal vez , como la tentación le había apuntado varias veces a la oreja , a las respetables clientes , desamparadas señoras que acudían a su despacho en demanda de luces jurídico-morales , como él decía ; entre esto y reglamentar el vicio , las inevitables expansiones de la carne flaca , optó por lo último , organizando con sabia distribución y prudentísimo secreto el servicio de Afrodita , como decía él también . Y allí , fuera del pueblo , en las aldeas vecinas adonde le llevaban a menudo los cuidados de la hacienda propia y negocios ajenos , llegó a ser , valga la verdad , el Abraham - Pater Orchamus - irresponsable de un gran pueblo de hijos naturales , muchos adulterinos . Ni su conciencia , ni la del cura que le confesó , que en vida le había ayudado a veces a evitar escándalos , ni ciertas amenazas de bochornosas confesiones por parte de algunas pecadoras , le consintieron , a la hora un tanto apurada de hacer testamento , dejar en completo olvido ciertas obligaciones de la sangre ; y como se pudo , guardando los disimulos formales que fueron del caso , se dejaron mandas aquí y allá , que disminuyeron en todo lo que la ley consentía la herencia de Emma . No fue esto lo peor , sino que , previa consulta del mismo director espiritual , D . Diego había hecho antes subrepticiamente muchas enajenaciones inter vivos , a que , muy a su pesar , le obligó el miedo al escándalo , que era su gran virtud , según se ha dicho . En suma , Emma se vio con bastante menos caudal que su padre , pero ella apenas lo supo casi , porque la daban jaqueca los papeles , síncopes los números y grima la letra de los curiales . Allá el tío , decía siempre que se trataba de intereses . Ella no entendía de nada más que de gastar . Bien hubiera querido D . Juan Nepomuceno , antes curador de Emma y actual mayordomo , sacudir todas las moscas que en forma de parientes zumbaban alrededor del mermado panal de la herencia ; mas no era esto hacedero , porque el entrañable cariño que a los Valcárcel pretéritos y presentes y futuros había cobrado la sobrina , exigía que la hospitalidad más generosa acogiera a todos los suyos . D . Juan tuvo que contentarse con ser el único administrador de aquella prodigalidad gentílica , pero no llegó su influencia a evitar el despilfarro , ni siquiera a conseguir que redundara sólo en provecho propio la generosidad excesiva de su antigua pupila . Emma , que tuvo un mal parto , salió de una crisis de la vida lisiada de las entrañas , con el estómago muy débil , y perdió carnes y ocultó prematuras arrugas . Mas no podía esconder un brillo frío y siniestro de la mirada , antipático como él solo ; en aquel brillo y en la expresión repulsiva que le acompañaba , se había convertido el misterioso fulgor de aquellos ojos que habían cantado , a la guitarra , varios parientes de la enfermucha mujer , nerviosa , irascible . De aquellos parientes , enamorados los más en secreto tiempo atrás , cada cual según su temperamento , hizo su corte Emma , que cada día despreciaba más a su marido , a quien sólo estimaba como físico , y sentía más vivo el cariño por los de su raza . Reyes comprendía bien que , sin culpa suya , se iba convirtiendo en el enemigo de sus afines , enemigo vencido y humillado gracias a que su mujer le entregaba indefenso , atado de pies y manos , a cuantos parientes quisieran hacer de él un pandero . Los Valcárcel , oriundos de la montaña , habían bajado a las villas de las vegas y de la llanura a procurarse vida más holgada y muelle , y por todo recurso acudían al expediente de buscar matrimonios de ventaja , seduciendo a los ricachos de pueblo con pergaminos y escudos de piedra labrada , allá en los caserones de los vericuetos , y a las tiernas doncellas con las buenas figuras de arrogante vigor y señoril gentileza que abundaban en la familia . Casi todos los Valcárcel eran buenos mozos , aunque no tanto como el abuelo heroico , esbeltos ; pero de palabra tarda , ceño adusto , voz ronca , trato oscuro y orgullosos sin disimulo ; distinguíanse también por su apego exagerado a la capa , cuyo uso era excusado la mayor parte del año en los poblachones bajos , templados y húmedos , donde solían buscar novias . Algunos llevaron su audacia , sin dejar la capa , a extender sus correrías de caballeros pobres hasta las puertas de la misma capital de la provincia , y por fin , D . Diego , el padre de Emma , el genio superior de la familia sin duda alguna , entró en la ciudad sin miedo , fue estudiante emprendedor y calavera , y al llegar a la mayor edad y tomar el grado , cambió de carácter , de repente , se hizo serio como un colchón , abrió cuarto de estudio , acaparó la clientela de la montaña , aduló a los señores del margen , magistrados serios también y amigos de las fórmulas más exquisitas , hizo buena boda , salió de pobre , brilló en estrados con fulgor de faro de primera clase , y , sin perjuicio de ser romántico en el fuero interno , y hasta de escribir octavillas en el seno del hogar , y dejar válvulas de seguridad a los vapores del sentimentalismo en las llaves de la flauta , en que soplaba con lágrimas en los ojos , fue con todo el más rígido amador de la letra y enemigo del espíritu y de toda interpretación arriesgada e irreverente de la ley sacrosanta . Y no se cuenta que una sola vez tuviera la Sala que dirigirle el más comedido apercibimiento ; ni de la pulcritud de su lenguaje en estrados se hizo la magistratura sino lenguas , llegando en este punto a caer D . Diego , valga la verdad , en cierto culteranismo , disculpable , eso sí , porque mediante él procuraba que su elocuencia saliese como el armiño de las cenagosas aguas de la podredumbre privada , adonde le arrastraban , en ocasiones , las necesidades del foro . Alguna vez tuvo que acusar , mal de su grado , a un sacerdote indigno , de delitos contra la honestidad ; y si bien en el fondo procuró estar fuerte , terrible , implacable , no hubo modo de que su lengua usase epítetos duros , ni siquiera enérgicos ni aun pintorescos , llegando en el mayor calor del ataque a llamar a su contrario « el mal aconsejado presbítero , si se le permitía calificarle así » . « Mal aconsejado - decía después D . Diego explicando el adjetivo - ; esto es , que yo supongo que el presbítero no hubiese caído en tales liviandades a no ser por consejo de alguien , del diablo probablemente » . Tenía el abogado Valcárcel que luchar en sus discursos forenses con el lenguaje ramplón y sobrado confianzudo que se usaba en su tierra , y que aun en estrados pretendía imponérsele ; mas él , triunfante , sabía encontrar equivalentes cultos de los términos más vulgares y chabacanos ; y así , en una ocasión , teniendo que hablar de los pies de un hórreo o de una panera , que en el país se llaman pegollos , antes de manchar sus labios con semejante palabrota , prefirió decir « los sustentáculos del artefacto , señor excelentísimo » . A estas cualidades , que le habían conquistado las simpatías y el respeto de toda la magistratura , unía el don no despreciable de una felicísima memoria para recordar fechas con exactitud infalible , y así , había más números en su mollera que en una tabla de logaritmos . Llegó , sí , llegó el apellido de los Valcárcel , gracias a D . Diego , a un grado de esplendor que no había tenido desde los siglos remotos en que había brillado por las armas . Honra y provecho había ganado el ilustre jurisconsulto , y , de una y otra ventaja , querían gozar los parientes , que , por culpa de la fecundidad de sus hembras y de las afines , incurrían en un doloroso proletariado que amenazaba llenar de Valcárceles el mundo . No había matrimonios ventajosos que bastasen , con esta desmedida facultad prolífica , a sacar a la raza del temor muy racional de dar al fin en la miseria . Aquel movimiento de expansión en busca de la prosperidad , que se había señalado en la dirección del vendamont , bajando de la montaña al valle , ya volvía a indicarse en una reacción proporcionada en sentido de vendaval , echando otra vez al monte , a los caserones de los vericuetos , a las proles numerosas de los Valcárcel , multiplicadas sin ton ni son , incapaces de trabajar ; porque no se puede llamar propiamente trabajo , a lo menos en el sentido económico , los mil apuros que en redor de los tapetes verdes pasaban los parientes de Emma , casi todos jugadores , y muchos de ellos víctimas de su pasión , que estalló en forma de aneurisma . Muerto D . Diego , los Valcárcel perdieron su único apoyo , y el movimiento de retroceso en busca de la montaña se aceleró en toda la familia . Cuando bajaban al llano venían cada vez más montaraces , más orgullosos ; su odio a la cortesía , a las fórmulas complicadas de la buena sociedad de provincia , se acentuaba . Cuanto más pobres se iban quedando , más vanidad solariega tenían y más despreciaban la vida en poblado y en tierra llana . En la ribera , como llamaban allá arriba a las regiones bajas , sólo una cosa respetable reconocían los Valcárcel del monte : el tapete verde . Se iba a las ferias a jugar , a perder , a empeñarse ... y a casa . Por el camino de retroceso que llevaba aquella raza se volvía a la horda ; era aquel el atavismo de todo un linaje . Por algún tiempo contuvo en gran parte tan alarmante tendencia el espíritu exaltado de Emma . El cariño gentilicio que en ella despertó con tan exagerada vehemencia , sirvió para reconciliar a muchos de sus parientes con la civilización y la tierra llana . Las visitas a la capital fueron más frecuentes , tal vez porque eran más baratas y más cómodas . Ya se sabía que la casa del famoso y ya difunto abogado D . Diego Valcárcel , era , como él la hubiera llamado si viviese , jenodokia , jenones , o sea , en cristiano , albergue de forasteros . Emma , que en algún tiempo había desdeñado , no sin coquetería , la adoración de sus primos y tíos - pues también tenía tíos apasionados - ahora , es decir , después de haber perdido la flor de la hermosura , sobre todo la lozanía , por culpa del mal parto , gozábase en recordar los antiguos despreciados triunfos del amor , y quería rumiar las impresiones deliciosas de aquella adoración pretérita . Rodeábase con voluptuosa delicia , como de una atmósfera tibia y perfumada , de la presencia de aquellos Valcárcel que algún día se hubieran tirado de cabeza al río por gozar una sonrisa suya . El amor aquel en algunos de ellos tenía que haber pasado por fuerza , so pena de ser ridículo ; los años y la grasa , y la terrible prosa de la existencia pobre y montaraz de allá arriba , habían quitado todo carácter de verosimilitud a cualquier tentativa de constancia amorosa ; pero no importaba : Emma se complacía en ver a su lado a los que todavía recordaban con respeto y cariño el amor muerto , y consagraban al objeto de tal culto todos los obsequios compatibles con el natural huraño y brusco de la raza montés . Aquellos cortesanos del amor pretérito , tal vez al rendir sus homenajes , pensaban sobre todo en la munificencia actual de la heredera de D . Diego , única persona que aún tenía cuatro cuartos en toda la familia ; pero ella , la caprichosa cónyuge del infeliz Bonifacio , no se detenía a escudriñar los recónditos motivos por que era acatada su indiscutible soberanía sobre los suyos . Es muy probable que ya ninguno de los parientes viese en su prima la belleza que , en efecto , había volado ; pero algunos fingían , con mucha delicadeza en el disimulo , ocultar todavía una hoguera del corazón bajo las cenizas que el deber y las buenas costumbres echaban por encima . Emma gozaba también , sin darse cuenta clara de ello , creyéndolo vagamente ; saboreaba aquel holocausto de amor problemático con la incertidumbre de una música lejana que ya suena , no se sabe si en la aprensión o en el oído . Lo que era un dogma familiar , que tenía su fórmula invariable , era esto : que por Emma no pasaban días , que lo del estómago no era nada , y que después de parir , de mala manera , estaba más fresca y lozana que nunca . Nadie creía tal cosa , porque saltaba a la vista que no era así ; pero lo aseguraban todos . Los cortesanos de aquella sultana caprichosa y de carácter violento y variable , se vengaban de su humillación ineludible despreciando a Bonifacio Reyes sin ningún género de disimulo . Emma llegó a sentir por su esposo un afecto análogo en cierto modo al que hubiera podido inspirar al Emperador romano su caballo senador . Otro dogma de la familia , pero éste secreto , era que « la niña había labrado su desgracia uniéndose a aquel hombre » . El primo Sebastián confesaba entre suspiros que el único acto de su vida de que estaba arrepentido ( y era hombre que se había jugado la hijuela materna a una carta ) , se remontaba a la época de su pasión loca por Emma , pasión que le había hecho caer en la debilidad de consentir en dar todos los pasos necesarios para buscar , encontrar , emplear y casar al estúpido escribiente de D . Diego . Aquella debilidad , aquella ceguera de la pasión , no se la perdonaría nunca . Y suspiraba Sebastián , y suspiraban los demás parientes , y suspiraba Emma también a veces , gozando melancólicamente con aquella afectación de víctima resignada que sufre por toda una vida las consecuencias desastrosas de una locura juvenil . El buen esposo durante mucho tiempo no paró mientes en tales injurias . En el fondo del alma , y a pesar de los elegantes trajes de paño inglés que se le había hecho vestir , continuaba considerándose el antiguo escribiente de D . Diego , a quien había pagado sus favores con la más negra ingratitud . Todos los Valcárcel eran para él los señoritos . En vano , allá en los rápidos días , ya remotos , de aquella luna de miel que Emma había decretado que fuese tan breve , en vano la enamorada esposa le había exigido más dignidad y tesón en el trato con los primos y tíos ; él , Bonifacio , no podía menos de estimarlos siempre muy superiores a él por la sangre , por los privilegios de raza en que confusamente creía . D . Juan Nepomuceno le aterraba con sus grandes patillas cenicientas , sus ojos fríos de color de chocolate claro y su doble papada afeitada con esmero cancilleresco ; le aterraba sobre todo con sus cuentas embrolladas , que él miraba como la esencia de la sabiduría . Siempre que D . Juan daba noticia somera de las mermas de la hacienda a su aturdida sobrina , exigía que Bonifacio estuviese delante ; era inútil que Emma y el mismo Reyes quisiesen excusar esta ceremonia . - De ningún modo - gritaba el tío - ; quiero que lo presenciéis todo , para que el día de mañana no diga ese ( Bonifacio ) que os he arruinado por inepto o por otra cosa peor . El todo que había de presenciar por fuerza ese , no era nada ; allí no se podía ver cosa clara , y aunque se pudiera , no la vería Reyes , que ni siquiera miraba . Si era una escena molesta , irritante para Emma la de asistir a las cuentas del tío , sin atender , sin sacar en limpio más que « aquello iba muy mal » , para el marido era el tormento más insoportable . En vez de pensar en los números , pensaba en lo que le querrían decir aquellos ojos del administrador pariente . Le querían decir , en su opinión , « ¿ quién eres tú para pedirme cuentas , para fiscalizar mi administración ? ¿ Por qué estás tú metido en la familia , plebeyo miserable ? » . Sí , plebeyo , pensaba el infeliz ; porque si bien sabía , con gran oscuridad en los pormenores , que sus ascendientes habían sido de buena familia , casi lo tenía olvidado , y comprendía que los demás , los Valcárcel especialmente , no querrían recordar , ni casi casi creer , semejante cosa . Tan fuerte llegó a ser el disgusto que le causaban aquellas inútiles entrevistas , que , por primera vez en su vida , se decidió a cumplir en algo su propia voluntad , y se cuadró , como él dijo , y no quiso presenciar más la insoportable escena . Con gran extrañeza y mayor placer se vio victorioso en este punto sin gran resistencia por parte del tío . En cuanto a Emma , tampoco insistió mucho en contrariar el deseo de su esposo . Y fue porque se le ocurrió que detrás de la emancipación del otro vendría la suya . En efecto , a los tres meses de haber prescindido de la presencia de Bonifacio , Emma consiguió que se prescindiera también de la suya . Y el tío , sin que lo supiera nadie más que él y la sobrina , dejó de rendir cuentas de gastos y de ingresos a bicho viviente . Cada cual firmaba lo que tenía que firmar , sin leer un renglón ni una cifra , y no se hablaba del asunto . Dos preocupaciones cayeron después sobre el ánimo encogido de Bonifacio : la una era una gran tristeza , la otra una molestia constante . Del mal parto de su mujer nacían ambas . La tristeza consistía en el desencanto de no tener un hijo ; la molestia perpetua , invasora , dominante , provenía de los achaques de su mujer . Emma había perdido el estómago , y Bonifacio la tranquilidad , su musa . El carácter caprichoso , versátil de la hija de D . Diego , adquirió determinadas líneas , una fijeza de elementos que hasta entonces en vano se pretendía buscar en él ; ya no fue mudable aquel ánimo , no iba y venía aquella voluntad avasalladora , pero insegura , de cien en cien propósitos . Emma , con una seriedad extraña en ella , se decidió a ser de por vida una mujer insoportable , el tormento de su marido . Si para el mundo entero fue en adelante seca , huraña , la flor de sus enojos la reservó para la intimidad de la alcoba . Molestaba a su esposo como quien cumple una sentencia de lo Alto . En aquella persecución incesante había algo del celo religioso . Todo lo que le sucedía a ella , aquel perder las carnes y la esbeltez , aquellas arrugas , aquel abultar de los pómulos que la horrorizaba haciéndola pensar en la calavera que llevaba debajo del pellejo pálido y empañado , aquel desgano tenaz , aquellos insomnios , aquellos mareos , aquellas irregularidades aterradoras de los fenómenos periódicos de su sexo , eran otros tantos crímenes que debían atormentar con feroces remordimientos la conciencia del mísero Bonifacio . « ¿ No lo comprendía él así ? » . No . Su imaginación no llegaba tan lejos como quería su mujer . Él no pasaba de confesar que había sido un ingrato para con D . Diego dejándose robar por su hija . De todo lo demás no tenía él la culpa , sino Emma o el diablo , que se complacía en que él no tuviese hijos , ni su mujer las necesarias condiciones para ser como todas las hembras . En cuanto se quedaban solos en la habitación de la enferma , ella cerraba la puerta con estrépito , y acto continuo se oía la voz chillona , estridente , que gastaba las pocas fuerzas de la anémica en una catilinaria de cuya elocuencia y facundia no era posible dudar . La disputa , si a estas verrinas se les podía dar tal nombre , solía comenzar por una consulta médica . - Me sucede esto - decía ella - , y hablaba de sus irregularidades íntimas ; ¿ qué te parece que será ? ¿ Qué debo hacer ? ¿ Continuaré con tal medicamento o tendré que suspenderlo ? Bonifacio palidecía , la saliva se le convertía en cola de pegar ... ¿ Qué sabía él ? Compadecía a su esposa ( por supuesto , mucho menos que a sí mismo ) , pero no sabía ni podía saber lo que la convenía ; es más , ni siquiera tenía una idea exacta de los males de que ella se quejaba ; estaba seguro de que tenían cierta gravedad y de que eran origen de la propia desesperación , porque le cerraban la esperanza de ser padre , de tener hijos legítimos ; pero de medicamentos y pronósticos ¿ qué podía decir él ? Nada ; y se echaba a temblar pensando en los oscuros fenómenos patológicos de que ella le hablaba , y barruntando la tormenta que traía aparejada su ignorancia del caso . - Mujer , yo no puedo decirte ... yo no entiendo ... llamaremos al médico ... - ¡ Eso es , al médico ! ¡ Para estas cosas al médico ! Ya que tú no tienes pudor , déjame a mí tenerlo . Estas son intimidades del matrimonio : al médico no se debe recurrir sino en el último apuro ... Tú debieras saber , tú debieras afanarte por averiguar lo que me conviene ; aunque no fuera por cariño , por pudor , por vergüenza ; y si no tienes vergüenza , por remordimientos , por ... Ya se ha indicado que la facundia de Emma , llegados estos momentos , no tenía límites . Un día , en que a ella se le antojó que tenía una inflamación del hígado ... en el bazo , fue en busca de su esposo y le encontró en su alcoba tocando la flauta . Su indignación no encontró palabras ; allí no había elocuencia posible , a no ser la del silencio ... y la de los hechos . « Ella muriendo de un ataque al hígado y él ... ¡ tocando la flauta ! » . Aquello merecía testigos , y los tuvo . Acudieron a la citación de Emma D . Juan Nepomuceno , Sebastián y otros dos primos . La indignación cundió por todos los presentes . El delito era flagrante : la flauta estaba allí , sobre la mesa , y el hígado de Emma en su sitio , pero hecho una laceria . Bonifacio , que a pesar de todo quería a su mujer más que todos los tíos y primos , olvidando el propio crimen , quiso enterarse del mal que padecía la víctima ; a duras penas pudo conseguir que Emma , tendida en un sofá y ahogando los sollozos , señalase con una mano en el lado izquierdo la región del bazo . - Pero , hija ... se atrevió a decir , si eso ... no es el hígado . El hígado está al otro lado . - ¡ Miserable ! - gritó la esposa - . ¿ Todavía te atreves a hablar ? ¿ No dices que tú no eres médico ? ¿ Que tú no entiendes de eso ? Y ahora por contradecirme ... D . Juan Nepomuceno , amante de toda verdad , como no fuera del orden aritmético , en el cual prefería las lucubraciones de la fantasía , declaró , con la mano sobre la conciencia , que en aquella ocasión ¡ rara avis ! ( dijo ) Bonifacio tenía de su parte la razón ; que el hígado estaba al otro lado , en efecto . - No importa - dijo Sebastián - ; puede ser un dolor reflejo . - ¿ Y qué es eso ? - No lo sé ; pero me consta que los hay . No era tal cosa ; era un dolorcillo reumático ambulante ; pocos momentos después lo sintió Emma en la espalda . Resultó , en fin , que no era nada ; pero siempre sería cierta una cosa : que Bonifacio estaba tocando la flauta en el instante en que su esposa se creía a las puertas del sepulcro . No dormían juntos , sino en habitaciones muy distantes ; pero el marido , en cuanto se levantaba , que no era tarde , tenía la obligación de correr a la alcoba de su mujer a cuidarla , a preparárselo todo , porque la criada tenía irremediable torpeza en las manos ; y en esta parte Emma hacía a su Bonifacio la justicia de reconocerle buena maña y dedos de cera . Rompía mucha loza y cristal , y buenas reprimendas le costaba ; pero tenía dotes de enfermero y de ayuda de cámara . Y también reconocía ella de buen grado , y pensando a veces en pasadas ilusiones , que a pesar de ser tan hábil en aquellos manejos , su marido no era afeminado de figura ni de gestos ; era suave , algo felino , podría decirse untuoso , pero todo en forma varonil . Aquel plegarse a todos los oficios íntimos de alcoba , a todas las complicaciones del capricho de la enferma , de las voluptuosidades tristes y tiernas de la convalecencia , parecían en Bonifacio , por lo que toca al aspecto material , no las aptitudes naturales de un hermafrodita beato o cominero , sino la romántica exageración de un amor quijotesco , aplicado a las menudencias de la intimidad conyugal . Emma seguía sintiéndose orgullosa del físico de su Bonis , como llamaba a Reyes ; y al verle ir y venir por la alcoba , siempre de agradable y noble catadura a pesar de los oficios humildes en que allí se empleaba , experimentaba la alegría íntima de la vanidad satisfecha . Mas antes la harían pedazos que dejase traslucir semejantes afectos , y cuanto más guapo , más esclavo quería al mísero escribiente de D . Diego , más humillado cuanto más airoso en su humillación . Reñir a Bonifacio llegó a ser su único consuelo ; no pudo prescindir ni de sus cuidados ni de pagárselos con chillerías y malos modos . ¿ Qué duda cabía que su Bonis había nacido para sufrirla y para cuidarla ? Sus pocos momentos de buen humor relativo los gastaba Emma en cultivar los resabios de sus pretéritas coqueterías ; todavía pretendía parecer bien a los parientes a quienes un día desdeñara ; un poco de romanticismo puramente fantástico , alambicado , enfermizo , era lo único que , en presencia de los Valcárcel , y sólo entonces , revelaba la existencia de un espíritu dentro de aquella flaca criatura pálida y arrugada : lo demás del tiempo , casi todo el día , parecía un animal rabiando , con el instinto de ir a morder siempre en el mismo sitio , en el ánimo apocado y calmoso del suave cónyuge . Bonifacio no era cobarde ; pero amaba la paz sobre todo ; lo que le daba mayor tormento en las injustas lucubraciones bilioso-nerviosas de su mujer , era el ruido . « Si todo eso me lo dijera por escrito , como hacía D . Diego cuando insultaba a la parte contraria o al inferior en papel sellado , yo mismo lo firmaría sin inconveniente » . Las voces , los gritos , eran los que le llegaban al alma , no los conceptos , como él decía . Había temporadas en que , después de los ordinarios servicios de la alcoba , para los que era irreemplazable el marido , Emma declaraba que no podía verlo delante , que el mayor favor que podía hacerla era marcharse , y no volver hasta la hora de tal o cual faena de la incumbencia exclusiva de Bonifacio . Entonces él veía el cielo abierto , tomando la puerta de la calle . Se iba a una tienda . Tenía tres o cuatro tertulias favoritas alrededor de sendos mostradores . Repartía el tiempo libre entre la botica de la Plaza , la librería Nueva , que alquilaba libros , y el comercio de paños de los Porches , propiedad de la viuda de Cascos . En este último establecimiento era donde encontraba su espíritu más eficaz consuelo ; un verdadero bálsamo en forma de silencio perezoso y de recuerdos tiernos . Por la tienda de Cascos había pasado todo el romanticismo provinciano del año cuarenta al cincuenta . Es de notar que en el pueblo de Bonifacio , como en otros muchos de los de su orden , se entendía por romanticismo leer muchas novelas , fuesen de quien fuesen , recitar versos de Zorrilla y del duque de Rivas , de Larrañaga y de D . Heriberto García de Quevedo ( salvo error ) , y representar El Trovador y El Paje , Zoraida y otros dramas donde solía aparecer el moro entregado a un lirismo llorón , desenvuelto en endecasílabos del más lacrimoso efecto : decía Bonifacio y decían todos los de su tiempo con una melopea pegajosa y simpática , algo parecida a canto de nodriza . Y decían también , esto con más energía : Esta era la mejor y más sana parte de lo que se entendía por romanticismo . Su complemento consistía en aplicar a las costumbres algo de lo que se leía , y , sobre todo , en tener pasiones fuertes , capaces de llevar a cabo los más extremados proyectos . Todas aquellas pasiones venían a parar en una sola , el amor ; porque las otras , tales como la ambición desmedida , la aspiración a algo desconocido , la profunda misantropía , o eran cosa vaga y aburrida a la larga , o tenían escaso campo para su aplicación en el pueblo ; de modo que el romanticismo práctico venía a resolverse en amor con acompañamiento de guitarra y de periódicos manuscritos que corrían de mano en mano , llenos de versos sentimentales . ¡ Lástima grande que este lirismo sincero fuera las más veces acompañado de sátiras ruines en que unos poetas a otros se enmendaban el vocablo , dejando ver que la envidia es compatible con el idealismo más exagerado ! En cuanto al amor romántico , si bien comenzaba en la forma más pura y conceptuosa , solía degenerar en afecto clásico ; porque , a decir la verdad , la imaginación de aquellos soñadores era mucho menos fuerte y constante que la natural robustez de los temperamentos , ricos de sangre por lo común ; y el ciego rapaz , que nunca fue romántico , hacía de las suyas como en los tiempos del Renacimiento y del mismo clasicismo , y como en todos los tiempos ; y , en suma , según confesión de todos los tertulios de la tienda de Cascos , la moralidad pública jamás había dejado tanto que desear como en los benditos años románticos ; los adulterios menudeaban entonces ; los Tenorios , un tanto averiados , que quedaban en la ciudad , en aquella época habían hecho su agosto ; y en cuanto a jóvenes solteras y de buena familia , se sabía de muchas que se habían escapado por un balcón , o por la puerta , con un amante ; o sin escaparse se habían encontrado encinta sin que mediara ningún sacramento . La tertulia de Cascos y la tienda de los Porches habían sido , respectivamente , ocasión y teatro de muchas de aquellas aventuras , que se envolvían en un picante misterio y después venían a ser pasto de una murmuración misteriosa también y no menos picante . Aunque en nombre de la religión y de la moral se condenasen tales excesos , no cabe negar que en los mismos que murmuraban y censuraban ( tal vez cómplices , por amor al arte , de tales extremos ) se adivinaba una recóndita admiración , algo parecida a la que inspiraban los poetas en boga , o los buenos cómicos , o los cantantes italianos - buenos o malos - o los guitarristas excelentes . Aquel romanticismo representado en la sociedad ( entonces todavía no se había inventado eso de hablar tanto de la realidad ) era como un grado superior en la común creencia estética . En cambio , si los antiguos partidarios del clair de lune de la tienda de paños tenían que declarar la inferioridad moral - relativamente al sexto mandamiento no más - de aquellos tiempos , recababan para ellos el mérito de las buenas formas , del eufemismo en el lenguaje ; y así , todo se decía con rodeos , con frases opacas ; y al hablar de amores de ilegales consecuencias se decía : « Fulano obsequia a Fulana » , v . gr . De todas suertes , la vida era mucho más divertida entonces , la juventud más fogosa , las mujeres más sensibles . Y al pensar en esto suspiraban los de la tienda de Cascos ; de Cascos , que había muerto dejando a la viuda la herencia de los paños , de la clientela y de los tertulios ex románticos , ya todos demasiado entrados en años y en cuidados , y muchos en grasa , para pensar en sensiblerías trascendentales . Pero no importaba ; se seguía suspirando , y muchos de aquellos silencios prolongados que solemnizaban la ya imponente oscuridad de la tienda con aspecto de cueva ; muchos de aquellos silencios que tanto agradaban a Reyes , estaban consagrados a los recuerdos del año cuarenta y tantos . La viuda , señora respetable de cincuenta noviembres , tal vez había amado y se había dejado amar por uno de aquellos asiduos tertulios , un D . Críspulo Crespo , relator , funcionario probo y activo e inteligente , de muy mal genio ; sí , se habían amado , aunque sin ofensa mayor de Cascos ; y en opinión de los amigos , seguían amándose ; pero todos respetaban aquella pasión recóndita e inveterada ; rara vez se aludía a ella , y se la tenía por único recuerdo vivo de tiempos mejores ; y el respeto a tal documento póstumo del muerto romanticismo se mostraba tan sólo en dejar invariablemente un puesto privilegiado , dentro del mostrador , para D . Críspulo . Bonifacio , que había sido uno de los más distinguidos epígonos de aquel romanticismo al pormenor , ya moribundo , se sentía bien quisto en la tertulia y se acogía a su seno , tibio como el de una madre . Una tarde que Emma le arrojó de su alcoba por haber confundido los ingredientes de una cataplasma - ¡ caso raro ! - , Bonifacio entró en la tienda de paños más predispuesto que nunca a la voluptuosidad de los recuerdos . Don Críspulo estaba en su asiento privilegiado . La viuda hacía calceta enfrente del relator . Ambos callaban . Los demás ex románticos , entre toses y largos intervalos de silencio que parecían parte del ceremonial de un rito misterioso , soñoliento , hablaban en la semioscuridad gris , fuera del mostrador , y repasaban sus comunes recuerdos . ¿ Quién vivía en aquella plaza que tenían delante , el año cuarenta ? El habilitado del clero , allí presente , hombre de prodigiosa memoria , recordaba uno por uno los inquilinos de todos aquellos edificios tristes y sucios , grandes caserones de dos pisos . « Las de Gumía habían muerto en la Habana , donde era el año cuarenta y seis magistrado el marido de la mayor ; en el piso segundo de la casa grande de Gumía habitaba el secretario del Gobierno civil , que se llamaba Escandón , era gallego , muy buen poeta , y se había suicidado en Zamora años después , porque siendo tesorero se le había hecho responsable de un desfalco debido al contador . En el número cinco vivían los de Castrillo , cinco hermanos y cinco hermanas , que tenían tertulia y comedias caseras ; la casa de Castrillo era uno de los focos del romanticismo del pueblo ; allí se escribía el periódico anónimo y clandestino , que después se metía por debajo de las puertas . Perico Castrillo había sido un talentazo , sólo que entre las mujeres y la bebida le perdieron , y murió loco en el hospital de Valladolid . Antonio Castrillo había sido el mejor jugador de tresillo de la provincia , después se había ido a jugar a Madrid , y allí se agenció de modo , siempre jugando al tresillo , que se hizo un nombre en la política y fue subsecretario en tiempo de Istúriz . Pero este y los demás Castrillos habían muerto tísicos . En cuanto a ellas , se habían dispersado , mal casadas tres , monja una y perdida la otra por un seductor del provincial de Logroño , el capitán Suero » . Al llegar a la casa número nueve el habilitado del clero suspiró con gran aparato . - Ahí ... todos ustedes recuerdan quién vivía el año cuarenta ... - La Tiplona , dijeron unos . - La Merlatti , exclamaron otros . La Tiplona , la Merlatti había sido el microcosmos del romanticismo músico del pueblo . Era una tiple italiana que aquellos provincianos hubieran echado a reñir con la Grissi , con la Malibrán , sin necesidad de haber oído a estas . No concedían aquellos señores formales que en este mundo se hubiera oído cosa mejor que la Merlatti ... ¡ Y qué carnes ! ¡ Y qué trato ! Era más alta que cualquiera de los presentes , blanca como la nieve , suave como la manteca y de una musculatura tan exuberante como bien contorneada ; montaba a la inglesa , tiraba la pistola , y había abofeteado en medio del paseo a la Tiplona , su rival la Volpucci , que también tenía sus aficionados . Esta era delgada , flexible como un mimbre y lucía más que la Tiplona en las fioriture ; pero como voz y como carnes y buena presencia , no había comparación . La Tiplona había vencido , y había vuelto a la ciudad en varias temporadas , y por último se había casado con un coronel retirado , dueño de aquella casa de la plaza del teatro , el coronel Cerecedo ; y allí había vivido años y años dando conciertos caseros y admirada y querida del pueblo filarmónico , agradecido y enamorado de los encantos , cada vez más ostentosos , de la ex tiple . Y ¡ quién lo dijera ! , también había muerto tísica , después de un mal parto . ¡ La Tiplona ! El que más y el que menos de aquellos señores la había amado en secreto o paladinamente , y el mismo Bonifacio , muy joven entonces , tenía que confesarse que su afición a la ópera seria había crecido escuchando a aquella real moza , que enseñaba aquella blanquísima pechuga , un pie pequeño , primorosamente calzado , y unos dientes de perlas . El habilitado del clero siguió pasando revista a los inquilinos del año cuarenta ; de aquella enumeración melancólica de muertos y ausentes salía un tufillo de ruina y de cementerio ; oyéndole parecía que se mascaba el polvo de un derribo y que se revolvían los huesos de la fosa común , todo a un tiempo . Suicidios , tisis , quiebras , fugas , enterramientos en vida , pasaban como por una rueda de tormento por aquellos dientes podridos y separados , que tocaban a muerto con una indiferencia sacristanesca que daba espanto . El vejete terminó su historia al por menor con los ojos encendidos de orgullo . ¡ Qué memoria la suya ! , pensaba él . ¡ Qué mundo este ! , pensaban los demás . A Bonifacio aquella narración le había hecho recordar el espectáculo tristísimo de las ruinas de la casa donde él había nacido ; sí , él había visto desprenderse las paredes pintadas de amarillo y otras cubiertas de papel de ramos verdes ; él había visto como en un plano vertical la chimenea despedazada , al amor de cuya lumbre su madre le había dormido con maravillosos cuentos ; allá arriba , en un tercer piso ... sin piso , quedaba de todo aquel calor del hogar el hueco de una hornilla en una medianería agrietada , sucia y polvorienta . ¡ Al aire libre , siempre expuesta a las miradas indiferentes del público , estaba la alcoba en que había muerto su padre ! Sí ; él había visto en lo alto los restos miserables , la pared manchada por las expectoraciones del enfermo , las señales del hierro de la cama humilde en la grasa de aquella pared ... ¿ Qué quedaba de toda aquella vivienda , de aquella familia pobre , pero feliz por el cariño ? Quedaba él , un aficionado a la flauta , en poder de su Emma , una furia , sí , una furia , no había para qué negárselo a sí mismo . La casa había desaparecido ; aquellas ruinas de su hogar habían estado siendo el escándalo de la gacetilla urbana . « ¿ Pero cuándo se derriba la inmunda fachada de la esquina asquerosa de la calle del Mercado ? » . Esto había gritado la prensa local meses y meses , y al fin el Municipio había aplicado la piqueta de doña Urbana , como decía el periódico , a los últimos restos de tantos recuerdos sagrados . ¿ Y él mismo , pensaba Bonifacio , qué era más que un esquinazo , una ruina asquerosa que estaba molestando a toda una familia linajuda con su insistencia en vivir , y ser , por una aberración lamentable , el marido de su mujer ? Todas aquellas ideas tristes y humillantes las había despertado en su espíritu el diablo del habilitado con aquella ojeada retrospectiva al año cuarenta . ¡ La historia ! ¡ Oh ! , la historia en las óperas era una cosa muy divertida ... Semíramis , Nabucodonosor , Las Cruzadas , Atila ... magnífico todo ... pero las de Gumía , las de Castrillo ... tanta muerte , tanta vergüenza , tanta dispersión y podredumbre ... esto encogía el ánimo . Por fortuna la conversación volvió a la Tiplona , y con motivo de esto se recordó las óperas que se cantaban entonces y las que se cantaban ahora en comparación con aquellas . La verdad era que ahora no se cantaban óperas en el pueblo , pues casi hacía ocho años que no parecía por allí un mal cuarteto . Entonces el habilitado , que tanto había entristecido al concurso , se dignó dar una noticia de actualidad , contra su costumbre . Su costumbre era despreciar altamente todos los sucesos próximos , pasados o futuros , que no exigían , para ser referidos o inducidos , gran retentiva , como él llamaba a la memoria . Con aire displicente dijo el buen hombre : - Pues ópera la van ustedes a tener ahora , y buena ; porque me ha dicho el alcalde que han pedido el teatro desde León el famoso Mochi y la Gorgheggi . - ¡ La Gorgheggi ! - gritaron a una los presentes . Y hasta el relator hizo un movimiento de sorpresa en su silla , metido en la sombra , y la viuda de Cascos le miró y suspiró discretamente . Ocho días después estaban en el pueblo el tenor Mochi , famoso en todos los teatros de provincia del reino , y su protegida y discípula la Gorgheggi . Cantaron La Extranjera la primera noche , y aunque el diario más filarmónico de la capital « no se atrevió a emitir juicio por una sola audición » , el público , menos circunspecto ( verdad es también que con menos responsabilidad ante la historia del arte ) , se entusiasmó desde luego y juró en masa que « desde la Tiplona acá no se había oído prodigio por el estilo . La Gorgheggi era un ruiseñor ; y además , ¡ qué guapa , qué amable , qué atenta con el público , qué agradecida a los aplausos ! » . Sí que era guapa ; era una inglesa traducida por su amigo Mochi al italiano , dulce y de movimientos suaves , de ojos claros y serenos , blanca y fuerte ; tenía una frente de puras líneas , que lucía modestamente , con un peinado original , en que el cabello , de castaño claro y en ondas , servía de marco sencillo a aquella blancura pálida , en que , hasta de día , como pensaba Bonifacio , parecía haber reflejos de la luna . Bonifacio vio dos actos de La Extranjera la noche del estreno , y con un supremo esfuerzo de la voluntad se arrancó de las garras de la tentación y volvió al lado de su esposa , de su Emma , que , amarillenta y desencajada y toda la cabeza en greñas , daba gritos en su alcoba porque su esposo la abandonaba , acudiendo tarde , muy tarde , media hora después de la señalada , a darle unas friegas sin las cuales pensaba ella que se moría en pocos minutos . Llegó Reyes , dio las friegas con gran ahínco , en silencio , oyendo resignado los gritos , mezclados de improperios , de su mujer , y pensando en la frente y en la voz de la Gorgheggi y en el final de La Extranjera , que estarían entonces cantando . Y se acostó Bonifacio , discurriendo : « ¡ Sí , es muy hermosa , pero lo mejor que tiene es la frente ; no sé lo que dice a mi corazón aquella curva suave , aquella onda dulce ! ... Y la voz es una voz ... maternal ; canta con la coquetería que podría emplear una madre para dormir a su hijo en sus brazos : parece que nos arrulla a todos , que nos adormece ... es ... aunque parezca un disparate , una voz honrada , una voz de ama de su casa que canta muy bien : aquella pastosidad , como dice el relator , debe de ser la que a mí me parece timbre de bondad ; así debieran cantar las mujeres hacendosas mientras cosen la ropa o cuidan a un convaleciente ... ¡ qué sé yo ! , aquella voz me recuerda la de mi madre ... que no cantaba nunca . ¡ Qué disparates ! Sí , disparates para dichos , pero no para pensados ... En fin , ¿ qué tengo yo que ver con ella ? Nada . Probablemente Emma no me dejará volver al teatro ... » . Y se durmió pensando en la frente y en la voz de la Gorgheggi . Al día siguiente , a las doce de la mañana había ensayo , y allí estaba Bonifacio , más muerto que vivo , barruntando la escena que le preparaba , de fijo , su mujer , a la vuelta . Se había escapado de casa . Y tenía que confesarse que el placer de estar allí era mayor , por lo mismo que era un acto de rebeldía su presencia en tal sitio . Los ensayos siempre habían sido el encanto de Reyes . No se explicaba él bien por qué los prefería a las funciones más solemnes y magníficas . A su manera , venía a pensar esto : « El teatro verdadero , el teatro por dentro , era el del ensayo ; a Reyes no le gustaba la ficción en nada , ni en el arte ; decía él que los tenores y tiples no debían cantar delante de las candilejas , entre árboles de lienzo y vestidos de percal ante un público distraído y en una sala estrecha donde el aire era veneno ; los tenores y tiples debían andar , como los ruiseñores o las sirenas , esparcidos por los bosques repuestos y escondidos , o por las islas misteriosas , y soltar al aire sus trinos y gorjeos en la clara noche de luna , al compás de las melancólicas olas que batían en la playa , y de las ramas de la selva que mecía la brisa ... » . Bueno ; pero ya que esto no podía ser , Bonifacio prefería oír a los cantantes en el ensayo . Porque allí veía al artista tal como era , no como tenía que fingir que era . Por un instinto de buen gusto , de que él no podía darse cuenta , lo que aborrecía en las representaciones públicas era la mala escuela de declamación , la falsedad de actitudes , trajes , gestos , etc . , etc . , de los cómicos que iban por aquel pobre teatro de provincia . En el ensayo no veía un Nabucodonosor que parecía el rey de bastos , ni un Atila semejante a un cabrero , sino un caballero particular que cantaba bien y estaba preocupado de veras con sus cosas , verbigracia , la mala paga , el mal tiempo que le tomaba la voz , o el correo que le traía malas noticias . Bonifacio amaba el arte por el artista , admiraba a aquella gente que recorría el mundo sin estar jamás seguros del pan de mañana , preocupados con los propios y los ajenos gorgoritos . - ¡ Cómo hay valiente - pensaba él - , que se decida a fiar su existencia del fagot , o del cornetín o del violoncello , verbigracia , o de una voz de bajo segundo , con veinte reales diarios , que es lo más bajo que se puede cantar ! Yo , por ejemplo , sería un flauta pasable , pero ¡ por cuanto hay no me atrevería a escaparme de casa y a ir por esos mundos hasta Rusia , tapando huecos en una orquesta ! Acaso a mi dignidad y a mi independencia les estuviera mejor emprender esa carrera ; pero ¡ antes me tiro al agua ! El azar ... lo imprevisto ... el pan dudoso , ¡ qué miedo ! Y por lo mismo que él se creía incapaz de ser artista , en el sentido de echar a correr sin más que la flauta , por lo mismo admiraba más y más a aquellos hombres , que eran indudablemente de otra madera . Ya la cualidad de extranjero , y aun la menos extraordinaria de forastero , era para Bonifacio muy recomendable ; no ser de su pueblo , de aquel pueblo mezquino donde habían nacido él y su mujer , constituía una ventaja ; ser de muy lejos era una maravilla ... El mundo ... el resto del mundo ¡ debía de ser tan hermoso ! Lo que él conocía era tan feo , tan poca cosa , que las bellezas que había soñado y de que hablaban los versos y los libros de aventuras , deberían de estar , de fijo , en todos esos lugares desconocidos ... En Méjico había visto poco bueno ; pero al fin Méjico había sido colonia española , y se le había pegado la pequeñez de por acá . El verdadero extranjero era otro . Y de este venían los artistas , los cantantes ... Ser italiano , ser artista ... ser músico , esto era miel sobre hojuelas y néctar sobre la miel . Y cuando el extranjero , el artista , el músico ... era hembra , entonces el respeto y admiración de Bonifacio llegaban a ser religión , idolatría ... Por todo lo cual , y por lo antes apuntado , prefería con mucho ver a los cómicos tal como eran , a verlos pintados de reyes o de sacerdotisas respectivamente . En el ensayo , en el ensayo era donde se conocía al artista ... Entró en el palco proscenio , a que estaban abonados desde tiempo inmemorial sus amigos de la tienda de Cascos ; era el más bajo de los claros , que así se llamaba entonces a los que después se denominó plateas , y tenía , por ser de proscenio y estar medio escondido por una pared maestra , el apodo vulgar de faltriquera ( años adelante bolsa ) . No había nadie en el palco . Reyes abrió la puerta , procurando evitar el menor ruido . Para él era el teatro el templo del arte , y la música una religión . Se sentó con movimientos de gato silencioso y cachazudo ; apoyó los codos en el antepecho y procuró distinguir los bultos que como sombras en la penumbra cruzaban por el oscuro escenario . No había entonces baterías de gas y no podía llevarse la luz por delgados tubos , como años adelante se vio allí mismo , a una altura discrecional ; las humildes candilejas alumbraban lo poco que podían , desde el tablado , como estrellas ... de aceite , caídas . A la derecha del actor ( así pensaba Reyes ) , alrededor de una mesa alumbrada apenas por un quinqué de luz triste , había un grupo de sombras que poco a poco fue distinguiendo . Eran el director de escena , el apuntador , un traspunte y un hombre gordo y pequeño , de panza extraordinaria , vestido con suma corrección , muy blanco , muy distinguido en sus modales ; era el signor Mochi , empresario y tenor primero ... y último de la Compañía . Otros grupos taciturnos vagaban por el foro , eran los coristas : el cuerpo de señoras estaba sentado en corro a la izquierda . Donde quiera que se juntaban aquellas damas pálidas y mal vestidas tendían , por la fuerza de la costumbre , a formar arcos de círculo , semicírculos y círculos según las circunstancias . Reyes había leído la Odisea en castellano y recordaba la interesante visita de Ulises a los infiernos ; aquella vida opaca , subterránea del Erebo , donde opinaba él que tanto debían de aburrirse las almas de los que fueron , se le representaba ahora al ver a los tristes cómicos , silenciosos y vagabundos , cruzar el escenario oscuro , como espectros . Ya sabía él que otras veces reinaba allí la alegría , que aquello iría animándose ; pero había siempre en los ensayos cuartos de hora tristes . Cuando al artista no le anima esa especie de alcohol espiritual del entusiasmo estético , se le ve caer en un marasmo parecido al que abruma a los desventurados esclavos del hachís y del opio ... Reyes había hecho a su modo un profundo estudio psicológico de los pobres tenores ex notables que venían a su pueblo averiados , como barcos viejos que buscan una orilla donde morir tranquilos , acostados sobre la arena ; también sabía mucho de tiples de tercer orden que pretendían pasar por estrellas : aunque era muy joven todavía cuando había tenido ocasión de hacer observaciones , la reflexión serena le había ayudado no poco . Observaba compadeciendo , y compadecía admirando , de modo que el análisis llegaba verdaderamente al alma de las cosas . Lo que él no veía era el lado malo de los artistas . Todo lo poetizaba en ellos . Los contrastes fuertes y picantes de sus ensueños de gloria y de su vida de bastidores con la mezquina prosa de una existencia difícil , llena de los roces ásperos con la necesidad y la miseria , le parecían a Reyes motivos de poética piedad y daban una aureola de martirio a sus ídolos . Aquel día procuró , como siempre , atraer hacia sí la atención de las partes ( el tenor , la tiple , el barítono , el bajo y la contralto ) , y esto solía conseguirlo sonriendo discretamente cuando algún cantante le miraba por casualidad después de atacar con valentía una nota , o de hacer cualquier primor de garganta , o también después de decir un chiste . Mochi , el tenor bajo y gordo , era como una ardilla y hablaba más que un sacamuelas , pero en italiano cerrado , y con suma elegancia en los modales . Hablaba con el maestro director que se reía siempre , y Reyes , que no entendía a Mochi , pero que creía adivinarle , sonreía también . Como no había nadie más que él en calidad de mero espectador del ensayo , el tenor no tardó en notar su presencia y sus sonrisas , y al poco rato ya le consagraba a él , a Reyes , todos sus concetti . Tanto se lo agradeció Bonifacio , que al tiempo de levantarse para salir del palco deliberó consigo mismo si debía saludar al tenor con una ligera inclinación de cabeza . Miró Mochi a Reyes ... y Reyes , poniéndose muy colorado , sacudió su hermosa cabellera con movimientos de maniquí , y se fue a su casa ... impregnado del ideal . Por la noche Emma le echó del seno del hogar por algunas horas , y Bonifacio volvió al ensayo . Ahora no estaba sólo en calidad de público ; en todas las faltriqueras había abonados , y en la de los tertulios de Cascos se destacaba la respetable personalidad del Gobernador militar , que honraba a aquellos señores aceptando un asiento en lo oscuro . Reyes se sentó en primera fila , y en cuanto Mochi miró hacia el palco , le saludó con el sombrero . No contestó el tenor por lo pronto , lo cual desconcertó al buen aficionado , principalmente por lo que pensarían sus amigos ; mas ¡ oh gloria inmortal , oh momento inolvidable ! , al lado de Mochi , frente a la cáscara del apuntador , había una mujer , una señora , con capota de terciopelo , debajo de la cual asomaban olas de cabello castaño claro y fino ; y aquella mujer , aquella señora que había notado el saludo de Reyes , tocó familiarmente con una mano enguantada en un hombro del tenor , y le debió de decir : - En aquel palco te han saludado . Ello fue que Mochi se volvió con rapidísimo gesto , vio a Reyes y se deshizo en cortesías ... En el palco todos envidiaron aquello , hasta el brigadier Gobernador militar de la provincia ; y más envidiaron la sonrisa con que la dama de la capota se atrevió a acompañar el saludo de Mochi , muy satisfecha , al parecer , de haberle advertido su distracción . Reyes encontró en sus ojos la mirada de la Gorgheggi - que no era otra la dama - y muchas veces , muchas , pensando después en aquel momento solemne de su vida , tuvo que confesarse que impresión más dulce ni tan fuerte no la había experimentado en toda su juventud , tan romántica por dentro . « Una mirada así - se dijo en aquel instante - , sólo puede tenerla una extranjera que sea además artista . ¡ Qué modestia en el atrevimiento , qué castidad en la osadía ! ¡ Qué inocente descaro , qué cándida coquetería ! ... » . De las sonrisas y los saludos poco se tardó en pasar a las buenas palabras : Bonifacio y otros señores de su palco reían discretamente los chistes con que Mochi se burlaba con disimulo de la orquesta , que era indígena y desafinaba como ella sola ; un lechuguino , que tenía fama de hacer grandes y muy valiosas conquistas entre bastidores , se atrevió a servir de intérprete , a su modo , entre el tenor y un trompa a quien el artista dirigió una cortés reprimenda en italiano . No era que el lechuguino supiera mucho de la lengua del Dante , pero sí lo suficiente para comprender que al hablar de missure , Mochi se refería a los compases ; mas los conocimientos lingüísticos del trompa no llegaban allí . Poco después Bonifacio se arriesgó , poniéndose muy colorado , a traducir otra observación humilde - esta de la Gorgheggi - al idioma del trompa pertinaz , un hombre de tan mal genio como oído ; la tiple había hablado en español , había dicho « compás » como , de hablar , podría decirlo un canario ; pero el hombre del bronce no había querido entender tampoco ; la traducción de Bonifacio consistió en repetir a gritos las palabras de la cantante , inclinándose desde el palco sobre la cabeza calva del músico . - ¡ Mil gracias ... oh ... mil gracias ! , había dicho la artista , despidiendo , entre miradas y sonrisas , chispas de gloria para el corazón de Reyes , que estuvo viendo candelillas un cuarto de hora . Le zumbaban los oídos , y pensaba que si en aquel momento aquella mujer le proponía escaparse juntos al fin del mundo , echaba a correr sin equipaje ni nada , sin llevar siquiera las zapatillas ; y eso que no concebía cómo hombre nacido podía echarse por la mañana de la cama y calzarse las botas de buenas a primeras . Siempre que leía aventuras de viajes lejanos , grandes penalidades de náufragos , misioneros , conquistadores , etc . , etc . , lo que más compadecía era la ausencia probable de las babuchas . Sin faltar a un solo ensayo , y yendo también al teatro todas las noches de función en que podía robar algunas horas a sus quehaceres domésticos , llegó Bonifacio a intimar con las partes , como él decía , de tal manera , que los amigos de la tertulia de Cascos llegaron a suponerle en relaciones amorosas con la Gorgheggi . - Yo les digo a ustedes que la obsequia - aseguraba el relator . - Yo sostengo que no la obsequia - decía el lechuguino , envidioso . La verdad era que la simpatía , y a los pocos días la más cordial amistad , habían llegado a tal punto entre Mochi y Bonifacio , que el tenor , después de tomar juntos café una tarde , no había vacilado en pedir al suo nuovo ma già carissimo amico , duecento lire , o sean cuarenta duros en el lenguaje que entendía Reyes . Pidió el italiano con tal sencillez y desenfado aquellos ochocientos reales , acto continuo de haber contado una aventura napolitana que le había costado cerca de dos mil duros , que Bonifacio tuvo que decirse : « Para este hombre cuarenta duros son como para mí un cigarrillo de papel ; me ha pedido esos cuartos como quien pide lumbre para el cigarro ; lo que le sobra a él , de fijo , es dinero ; pero no lo tiene aquí , en este momento ; lo malo es que tampoco lo tengo yo . Pero hay que buscarlo corriendo , no hay más remedio . Si se lo doy , no me lo agradecerá , aunque bien sabe Dios que no sé de dónde sacarlo ; pero a él ¿ qué ? ¿ Qué son ochocientos reales para este hombre ? En cambio , si no se los busco inmediatamente me despreciará , me tendrá por un miserable ... ¡ Antes la muerte ! » . Colorado como un pimiento declaró el español que , por una casualidad que lamentaba , no traía consigo aquella insignificante cantidad ; pero que en un periquete corría a su casa ... que estaba muy cerca , y volvía con los cuartos . Y echó a correr sin oír las palabras de Mochi que , por no molestarle , renunciaba al préstamo . En efecto , la casa de Emma no estaba lejos ; pero llegar a ella , entrar , era más fácil que volver al teatro , al cuarto del tenor , con los cuarenta duros . ¿ De dónde iba a sacarlos el infeliz esclavo de su mujer ? ¡ Ay ! ¡ Con qué amargura contempló entonces , por la primera vez , su triste dependencia , su pobreza absoluta ! No era dueño ni de los pantalones que tenía puestos , y eso que parecía que habían nacido ajustados a sus piernas ; ¡ tan bien le sentaban ! No tenía dos reales que pudiera decir que eran suyos . ¿ Qué hacer ? ¿ Renunciar para siempre al ideal ? Mochi le aguardaba con aquellos ojos punzantes , risueños y maliciosos : sin el dinero no se podía volver : detrás de Mochi estaba la Gorgheggi , su discípula , su pupila . Bien ; puesto que no tenía aquellos cuarenta duros ni de donde sacarlos , como no robase los candelabros de plata que tenía delante de los ojos , sobre la mesa del despacho ( el despacho de D . Diego , que seguía siendo despacho sin adjudicación singular : el de don Juan Nepomuceno , el de Emma , el de todos ); como no tenía cuarenta duros ni de donde le vinieran , renunciaría a su felicidad ; no volvería a presentarse ante los queridos amigos italianos , ante los artistas sublimes , se sacrificaría en silencio ; cualquier cosa menos volver allá con las manos vacías ... En aquel momento D . Juan Nepomuceno se presentó en el despacho con un saquito de dinero entre las manos ; saludó a Reyes con solemnidad , y se puso a contar pesos fuertes sobre la mesa ; se trataba de la renta de la Comuña , una casería que entregaba limpios todos los años cuatro mil reales . Mientras don Juan , sin hacer caso del importuno , iba haciendo pilas de pesos en correcta formación hasta el punto de recordar al pobre dilettante de todas las artes las ruinas de un templo griego , Reyes pensaba : - Esas columnas argentinas debía formarlas yo : ¡ yo debía ser el administrador de los bienes de mi mujer ! Una ola de dignidad retrospectiva le subió al rostro y le dio valor suficiente para decir : - D . Juan , necesito mil reales . Años después , recordando aquel golpe de audacia , para el cual sólo el amor podía haberle dado fuerzas , lo que más admiraba en su temeraria empresa era el piquillo de su pretensión , los doscientos reales en que su demanda había excedido a su necesidad . « ¿ Por qué pedí mil reales en vez de ochocientos ? » . No se lo explicó nunca . D . Juan Nepomuceno miró , sin contestar , a su afín . ¡ Mil reales ! Aquel mentecato se había vuelto loco . - Sí , señor , mil reales ; y no hace falta que mi mujer sepa nada ; yo se los devolveré a usted mañana mismo ; se trata de sacar de un apuro a un amigo de la infancia ... paga segura ... - Amigo de la infancia ... paga segura ... No lo entiendo . Esto fue todo lo que dijo el tío administrador . ¿ Cómo un amigo de la infancia de aquel pelagatos podía ser paga segura ? Esto quería dar a entender , y Bonifacio , comprendiéndolo , rectificó : - De la infancia ... precisamente ... no ... es uno de los amigos de la viuda de Cascos ... Y se puso otra vez muy colorado . D . Juan clavó una mirada puntiaguda en los ojos claros ... y turbados de su afín ; adivinó algo , echó sus cuentas en un segundo , y , tomando dos montones de plata , se los puso entre los dedos al pasmado Reyes , sin decir más que : - Tome usted ; son mil justos . - Bueno , gracias . Mañana mismo ... - Eso ... allá usted . - Y que Emma no sepa ... - Por ahora no hace falta que sepa nada . - ¿ Cómo por ahora ? - Y si usted reintegra a la caja ( así hablaba el tío ) esa cantidad en breve , no sabrá nada nunca . - Bien , bien ; mañana mismo . Ni mañana , ni pasado , ni al otro . Mochi recibió sus doscientas liras , como él las llamaba , con más expresivas muestras de agradecimiento que esperaba su nuovo amico ; pero de devolución no dijo nada . ¡ Cuáles serían las emociones que se amontonaron en el pecho del pobre flautista en aquellos días , que durante algunos , ni siquiera pensó en la deuda ni en la promesa de reintegrar a la caja aquellos cuartos , ni en el peligro de que se enterase Emma de todo , ni siquiera en la existencia de Nepomuceno ! Con la generosidad de Reyes coincidió ( pura coincidencia ) la mayor amabilidad de Serafina Gorgheggi . Por un privilegio , de que gozaban muy pocos , a Bonifacio le consentía el empresario permanecer entre bastidores durante la función . Solía colocarse el buen flautista muy oportunamente , pero como al descuido , en las entradas y salidas por donde él sabía , gracias a los ensayos y al traspunte , que tenía que pasar la tiple . Serafina siempre se inmutaba al entrar en escena ; él la animaba con una sonrisa que ella parecía agradecerle con los ojos , cariñosos , maternales , como pensaba el marido de Emma . Cuando salía de la escena entre aplausos , por pocos que fueran , veía a Reyes que batía palmas entusiasmado ; entonces sonreía ella , inclinaba la cabeza saludando y pasaba discretamente cerca del infeliz enamorado . ¡ Qué perfume el que dejaba tras de sí aquella mujer ! Era un perfume espiritual , según él ; no se olía con las groseras narices , sino con el alma . Aquella noche , la correspondiente al día del préstamo , Serafina tuvo una ovación en el segundo acto , y salió de la escena por la puerta lateral de una decoración cerrada de modo que los bastidores dejaban en una especie de vestíbulo , cerrado también por todos lados , a Bonifacio , que aguardaba allí como solía ; para salir de aquella garita de lienzo , había que levantar un cortinón pesado , que se usaba para el foro en otras decoraciones . La Gorgheggi y su adorador se vieron un momento solos en aquel escondite ; ella , después de saludar y sonreír al galán como solía , radiante ahora de justa satisfacción por los aplausos que aún resonaban allá afuera , se turbó un punto , buscando con torpe mano el éxito de aquella especie de trampa ; y no lo encontró , como si anduviera ciega . No era Bonifacio hombre capaz de aprovechar ocasiones ; pero como si lo fuese y la hubiese aprovechado y se hubiera arrepentido de la demasía , se echó a temblar también ; y se puso a buscar la puerta y tampoco supo levantar el tapiz pesado al primer intento . En estas maniobras , tropezaron los dedos de uno y otro ; pero como él no sabía qué decir y ella lo comprendió así , la tiple , por hablar algo , dijo : - Il Mochi m'ha detto ... Ah ! siete un galantuomo ... Y aludió vagamente , con delicadeza , al préstamo . Serafina , inglesa , hablaba italiano en los momentos solemnes , cuando quería dar expresión de seriedad a sus palabras ; ordinariamente chapurraba español con disparates deliciosos . En inglés no hablaba más que con Mochi . - Señorita ... eso ... no vale nada ... Entre amigos ... Ha estado usted sublime ... como siempre ... Es usted un ángel , Serafina . Sus palabras le enternecieron , le sonaron a una declaración ; además , se acordó de su mujer y del mal trato que le daba ; ello fue que dos lágrimas como puños , muy transparentes y tardas en resbalar , le saltaron de los hermosos ojos claros ; se quedó muy pálido y daba diente con diente . - Oh amico caro ! - dijo ella con dulcísima voz temblona - ; come siete buono ... Y le cogió la mano que andaba tropezando en la cortina , y se la apretó con franca cordialidad . - Serafina ... yo no sé ... lo que me hago ... usted creerá ... Ella no le contestó , encontró la salida , levantó el cortinón , y con una mirada intensa , llena de caridad y protección , le dijo que la siguiera . Pero Bonis no se atrevió a traducir la mirada , y no siguió a la tiple . En cuanto quedó solo en aquel escondite , sintió que las piernas se le hacían ajenas , cayó sentado sobre las tablas , casi perdió el sentido , y , como entre sueños , oyó un silbido y voces y blasfemias que sonaban en lo alto ; cayó un telón a una cuarta de su cabeza , desaparecieron algunos bastidores arrastrados , y Reyes se vio entre un corro de tramoyistas y señoritas que gritaban : ¡ Un herido ... un herido ! ... ¡ Un telón ha derribado a un caballero ! - ¡ Ah , el Sr . Reyes ! ... - ¡ Reyes herido ! ... - ¡ Una desgracia ! ... Antes que él pudiera desmentir la noticia , había llegado al cuarto de Mochi y al de la Gorgheggi . Ambos acudieron a todo correr , asustados . Serafina se puso en primera fila ; y como Reyes , con el susto que le habían dado los que le rodearon , y las emociones anteriores , y la vergüenza de confesar la verdad , no acababa de hablar , por contuso se le tuvo , se le supuso víctima de un vahído , pues tan pálido estaba , y las monísimas manos cuyo contacto de poco antes aún sentía en la piel , las de la Gorgheggi , le aplicaron esencias a las narices y le humedecieron las sienes . Un minuto después se vio sentado en el confidente de raso azul que había en el tocador de la tiple . Reyes se dejó compadecer , cuidar , mimar podría decirse , y no tuvo valor para negar el accidente . ¿ Cómo decir que se había caído al suelo de gusto , de amor , no derribado por aquella decoración de monte espeso ? Serafina parecía adivinar la verdad en los ojos de su apasionado . Los curiosos los dejaron solos a poco ; Mochi no más entraba y salía , felicitándose de que no hubiera habido una desgracia ; y por fin se marchó porque le llamaba el traspunte . La doncella de la Gorgheggi , que era partiquina , tuvo que presentarse también en escena ; la tiple no cantaba hasta el final del acto . Para hacerle la operación peligrosa de la declaración , a lo que la ardiente inglesa estaba resuelta , tuvo que cloroformizarle con miradas eléctricas y emanaciones de su cuerpo , muy próximo al del paciente . Reyes , en efecto , allá entre sueños , se dejó abrir el pecho , y habló sin saber lo que decía , aturdido y hecho un mar de lágrimas . La Gorgheggi , si hubiera sido más observadora , hubiera podido aprender en aquella confesión de su adorador lo que eran los Valcárcel y adónde conducían los matrimonios desiguales . Bonifacio en aquel estado no era responsable de sus dichos ni de sus hechos ; y así , no se le pudo llamar traidor al pan que comía , aunque habló de Emma , la llamó por su nombre y tuvo que quejarse de la vida que semejante mujer le daba ; y aun aturdido y todo , medio loco , no maltrató a su cónyuge ; refirió los hechos tal como eran , pero los comentarios fueron favorables a Emma ; Serafina pudo oír que aquella señora tenía gran talento , imaginación , un carácter enérgico de hombre superior ; hubiera sido un gran caudillo , un dictador ; pero la suerte quiso que no tuviese a quien dictar nada , a no ser a él , al pobre escribiente de D . Diego Valcárcel . Ocho días pasaron sin que Mochi volviera a pedir dinero a Reyes . Durante una semana se juzgó este el hombre más feliz del mundo , a pesar de que jamás había experimentado hasta entonces tantos y tan graves apuros , acompañados de insufribles remordimientos a ciertas horas . Fue en uno de aquellos tormentosos días cuando pensó por vez primera en su vida que una pasión fuerte todo lo avasalla , como había leído y oído mil veces sin entenderlo . Se creía a veces un miserable , el más miserable de todos los maridos ordinariamente dóciles ; y , a ratos , se tenía por un héroe , por un hombre digno de figurar en una novela en calidad de protagonista . De los cuarenta duros no había vuelto a acordarse Mochi , ni Reyes se atrevió a pedírselos ; mas todas las noches , pasados pocos días , los de ceguedad completa para todo lo que no fuese el amor de la inglesa , al volver a casa temblando por varios motivos , iba pensando en los mil reales de la renta de la Comuña . « ¿ Pero cómo reclamar aquel dinero por cuyo préstamo su ídolo le había llamado galantuomo ? » . Por cierto que , cuando podía discurrir con alguna tranquilidad , Bonifacio extrañaba un poco dos cosas : primera , pensaba que Serafina estuviese enterada del favorcillo hecho a Mochi , a Julio , se decía él ; segunda , que ella hubiera dado a un servicio tan insignificante tanto valor . « ¿ Habrá sido un pretexto para provocar mi declaración ? Eso debe de haber sido » . Las cavilaciones de Reyes en este punto no pasaron de ahí . A los ocho días de la declaración , cuando Julio se atrevió a pedirle dinero otra vez a Bonifacio , los amores de este con la Gorgheggi no habían pasado de los deliciosos preliminares que , por culpa del carácter del varón que en ellos tenía interés , amenazaban prolongarse indefinidamente . En cuanto al segundo préstamo , Bonifacio tuvo que confesarse a sí mismo que lo había tomado por un escopetazo , y que este era el apelativo que le había aplicado en sus adentros . Julio pidió cinco mil reales para pagar a un bajo profundo que estaba mal con el público , porque aplaudían más al bajo cantante que a él , y dejaba la Compañía por tesón ... y , dicho fuera en secreto , por exigencias de los abonados . No llegaba a cinco mil reales , ni con mucho , lo que había que darle al bajo que se iba , pero ... había que adelantarle parte del sueldo a la notabilidad que venía a sustituirle ... en fin , ello eran cinco mil reales : la Empresa no los tenía en aquel momento ... pero la renovación del abono daría un resultado seguro y ... eran habas contadas . Y él , Mochi , sonreía con la tranquilidad comunicativa con que sonríe el titiritero sano y forzudo que hace trabajar en lo alto de una percha a un pobre niño dislocado , que en el programa se llama su hijo . « Esa sonrisa - pensaba Reyes - , equivale a una hipoteca ... pero no es confianza lo que me falta a mí , sino dinero » . No se le ocurrió pensar que negar aquel nuevo préstamo al tenor no era desairar a la tiple : un secreto escozor , de que no quería hacer caso , le decía siempre que entre los intereses de la Gorgheggi y los de su maestro había una solidaridad misteriosa . « Negarle ese dinero a él era negárselo a ella » , se decía sin poder remediarlo . « Y yo a ella ... en estas circunstancias , no puedo negarle nada , ni siquiera lo que no tengo » . Pensó en D . Juan Nepomuceno , y hasta entró en casa una noche con el propósito de pedirle cinco mil reales . « Sí , no cabía duda , hubiera sido el colmo del heroísmo . Yo le he prometido a usted devolverle mil reales a las veinticuatro horas de recibidos , ¿ eh ? ¿ No es eso ? Pues bien ; aquí me presento , a los ocho días , no a entregar esos cincuenta duros , sino a pedir cinco veces otro tanto » . ¡ Absurdo ! El colmo del heroísmo , sí ; pero absurdo . Y se acostó y apagó la luz , entregándose a sus remordimientos , que ya iban siendo una costumbre casi necesaria para conciliar el sueño . Antes de dormirse resolvió esto : que , sucediera lo que sucediera , él , Bonifacio Reyes , no pediría ni un cuarto más al tío de su mujer . Pero como había prometido llevar al teatro al día siguiente los cinco mil reales , y lo había ofrecido con una petulancia que nunca se perdonaría , sin titubear , como si lo que a él le sobrara fueran miles de reales ; como había que buscarlos , no decía encontrarlos , buscarlos sin falta , se levantó temprano y se dirigió ... a la plaza de la Constitución , lugar de cita de todos los mozos de cuerda del pueblo . - ¿ Qué hago yo aquí ? - se dijo - . No parece sino que uno de estos gallegos me va a prestar cinco mil reales por mi cara bonita - . Los barrenderos levantaban nubes de polvo que un sol anaranjado teñía del mismo color de la niebla que se arrastraba sobre los tejados . - Pues lo que es uno de estos señores de escoba tampoco creo yo que me dé lo que necesito . ¿ Qué hago yo aquí ? Y entonces vio que por una calle estrecha , la de Santiago , subía D . Benito el Mayor , escribano , hombre delgado y muy pequeño , que venía soplándose las manos y traía un rollo de papel debajo del brazo izquierdo . Le llamaban D . Benito el Mayor para distinguirle de don Benito el Menor , otro escribano , éste muy buen mozo , que se apellidaba como el Mayor , García y García . Al pequeño le llamaban el Mayor porque era el más antiguo o porque era el más rico . Prestaba dinero a las personas distinguidas , no era muy tirano en materia de réditos y plazos , y su discreción y sigilo eran proverbiales en la provincia . En cuanto Bonifacio reconoció al Mayor sintió la súbita alegría que le proporcionaba siempre la conciencia de una resolución irrevocable , en él cosa rara . « Este es mi hombre - se dijo - ; la Providencia me ha hecho madrugar hoy ; por algo yo he venido a la plaza » . Media hora después , Reyes recibía trescientos duros en oro , de manos de D . Benito , en el despacho de este , sin más testigos que los libros del protocolo , que siempre habían inspirado a Bonifacio una especie de terror supersticioso . D . Benito el Mayor tenía la costumbre de coger por las orejas a sus parroquianos y clientes a poca confianza que tuviera con ellos . - Vamos a ver - dijo , tentándole el pulpejo de la oreja izquierda a Bonifacio - ; ahora que ya tiene usted esos cuartos , sin más garantía que un simple recibo ... ahora que no puede usted sospechar que hable por negarle este insignificante favorcillo , ¿ me permite usted que , sin ánimo de ofenderle , me atreva a hacerme cruces , un millón de cruces , viendo al jefe de la casa Valcárcel venir a pedirme prestados seis mil reales ? ... - Yo no soy jefe de la casa Valcárcel . - Usted es el marido de la única heredera de Valcárcel ... y no hace cuatro días que yo he otorgado la escritura de venta del famoso molino de Valdiniello ; y usted lo sabe , pues usted ha firmado , como era necesario , todos los documentos que ha traído aquí D . Juan , su tío de usted ... - Ni D . Juan es mi tío ... - Bien , de su señora de usted ; de usted por afinidad ... Ni yo he firmado nada , iba a añadir Bonifacio ; pero se contuvo recordando que sí había firmado tal ; pero había firmado sin leer , sin enterarse , como sucedía siempre , y esta humillación no se la podía confesar al escribano . Sin acabar la frase , y sin dar otras explicaciones , salió de allí avergonzado , aturdido , como si acabara de robarle aquel dinero a don Benito ; y se fue derecho al teatro . El notario , al verle salir así , y pensando mejor , se arrepintió de haber entregado aquellos cuartos a semejante mamarracho . Algo sabía D . Benito , y aún algos , del pito que tocaba Reyes en su casa ; pero lo que acababa de oír y lo que sospechaba le hacía ver con claridad del mediodía : y de resultas de esta clarividencia empezó a temer por su dinero . Pero le tranquilizó enseguida el propósito de exigir serias garantías al tío D . Juan , que , por las señas , era el que mandaba en casa . A Bonifacio aquel día con las glorias se le fueron las memorias ; entregó cinco mil reales a Mochi , guardó los mil restantes con el presentimiento de no sabía qué gastos extraordinarios que tendrían que sobrevenir , y se dejó asfixiar moralmente , como él decía luego , por el incienso con que el tenor le pagó , por lo pronto , su generosidad caballeresca . Por la noche se cantaba el D . Juan , cosido a tijeretazos , y todavía a las doce , después de recibir una ovación , le duraba el agradecimiento y el entusiasmo al tenor , que se encerró en su cuarto con su carísimo Reyes , y en mangas de camisa y con un calzón de punto , de seda color lila , muy ceñido , y en calcetines , apretaba contra su corazón a su salvador , y le llenaba la cara y el pelo de polvos de arroz , sin que ni uno ni otro se fijaran en estos pormenores . A las doce y media , a la luz de la luna , en mitad de la plaza del Teatro , hablaban con el tono de las confidencias misteriosas , íntimas e interesantes , Serafina , Julio y Bonifacio . Julio juraba que Reyes tenía el alma de artista , que si le vicende hubieran sido otras , sin duda se hubiera aventurado a vivir del arte y sería a estas horas un músico ilustre , un compositor , un gran instrumentista , Dios sabía ... - Non è vero , mia figlia ? , con quel cuore ch'a questo ' uomo ... chi sacosa sarebbe diventato ! ... La Gorgheggi decía con entusiasmo contenido : - Ma si babbo , ma si ! ... Y pisaba con fuerza un pie de Bonifacio que tenía debajo del suyo . - « Babbo , figlia ! » pensaba el flautista ; sí , en efecto , el trato de esta mujer y de este hombre es el filial , es el amor de hija y padre ... El arte , por modo espiritual , los ha hecho padre e hija ... Y ya estimaba a Mochi como una especie de suegro artístico ... y ¡ adulterino ! ¡ Aquello era felicidad ! Él , un pobre provinciano , ex escribiente , un trapo de fregar en casa de su mujer ; el último ciudadano del pueblo más atrasado del mundo , estaba allí , a las altas horas de la noche , hablando , en el seno de la mayor intimidad , de las grandes emociones de la vida artística , con dos estrellas de la escena , con dos personas que acababan de recibir sendas ovaciones en las tablas ... y ella , la diva , le amaba ; sí , se lo había dado a entender de mil modos ; y él , el tenor , le admiraba y le juraba eterno agradecimiento . A Mochi se le antojó de repente volverse a contaduría , donde había dejado algún dinero , y como no se fiaba de la cerradura ... « Id andando » , dijo , y echó a correr . La posada de la Gorgheggi y de Mochi , que era la misma , estaba lejos ; había que seguir a lo largo todo el paseo de los Álamos para llegar a la tal fonda . Serafina y Bonifacio echaron a andar . A los tres pasos , en la sombra de una torre , ella se cogió del brazo de su amigo sin decir palabra . Él se dejó agarrar , como cuando Emma se escapó con él de casa . La Gorgheggi hablaba de Italia , de la felicidad que sería vivir con un hombre amado y espiritual , capaz de comprender el alma de una artista , allá , en un rincón de verdura de Lombardía , que ella conocía y amaba ... Hubo un momento de silencio . Estaban en mitad del paseo de los Álamos , desierto a tales horas . La luna corría , detrás de las nubes tenues que el viento empujaba . - Serafina - dijo Bonifacio con voz temblona , pero de un timbre metálico , de energía , en él completamente nuevo - ; Serafina , usted debe de tenerme por tonto . - ¿ Por qué , Bonifacio ? - Por mil razones ... Pues bien ... todo esto ... es respeto ... es amor . Yo estoy casado , usted lo sabe ... y cada vez que me acerco a usted para pedirle que ... que me corresponda ... temo ofenderla , temo que usted no me entienda . Yo no sé hablar ; no he sabido nunca ; pero estoy loco por usted ; sí , loco de verdad ... y no quisiera ofenderla . Lo que yo he hecho por usted ... no creí nunca poder atreverme a hacerlo ... Usted no sabe lo que es , no ha de saberlo nunca , porque me da vergüenza decirlo ... Yo soy muy desgraciado ; nadie me ha querido nunca , y yo no le encuentro sustancia , verdadera sustancia , a nada de este mundo más que al cariño ... Si me gusta la música tanto es por eso , porque es suave , porque me acaricia el alma ; y ya le he dicho a usted que su voz de usted no es como las demás voces ; yo no he oído nunca - y va de nuncas - una voz así ; las habrá mejores , pero no se meterán por el alma mía como esa ; otros dicen que es pastosa ... yo no entiendo de pastas de voces ; pero eso de lo pastoso debe de ser lo que yo llamo voz de madre , voz que me arrulla , que me consuela , que me da esperanza , que me anima , que me habla de mis recuerdos de la cuna ... ¡ qué sé yo ! , ¡ qué sé yo , Serafina ! ... Yo siempre he sido muy aficionado a los recuerdos , a los más lejanos , a los de niño ; en mis penas , que son muchas , me distraigo recordando mis primeros años , y me pongo muy triste ; pero mejor , eso quiero yo ; esta tristeza es dulce ; yo me acuerdo de cuando me vacunaron ; dirá usted que qué tiene eso que ver ... Es verdad ; pero ya le he dicho que yo no sé hablar ... En fin , Serafina , yo la adoro a usted , porque , casado y todo ... no debía estarlo . No , juro a Dios que no ; nunca me he rebelado contra la suerte hasta ahora ; pero tiene usted la culpa , porque ha tenido lástima de mí y me ha mirado así ... y me ha sonreído así ... y me ha cantado así ... ¡ Ay , si usted viera lo que yo tengo aquí dentro ! Yo había oído hablar de pasiones ; ¡ esto es , esto es una pasión ... cosa terrible ! , ¿ qué será de mí en marchándose usted ? Pero , no importa ; la pasión me asusta , me aterra ; pero , con todo , no hubiera querido morirme sin sentir esto , suceda después lo que quiera . ¡ Ay , Serafina de mi alma , quiérame usted por Dios , porque estoy muy solo y muy despreciado en el mundo y me muero por usted ... ! Y no pudo continuar porque las lágrimas y los sollozos le ahogaban . Estaban casi sin sentido , en pie , en mitad del paseo ; deliraba ; la luna y la tiple se le antojaban en aquel momento una misma cosa ; por lo menos , dos cosas íntimamente unidas ... Volvió a creer , como la noche del primer préstamo , que le faltaban las piernas ; en suma , se sentía muy mal , necesitaba amparo , mucho cariño , un regazo , seguridades facultativas de que no estaba muriéndose . « Iba a ahogarse de enternecimiento ; esa era la fija » , pensaba él . La Gorgheggi miró en rededor , se aseguró de que no había testigos , le brillaron los ojos con el fuego de una lujuria espiritual , alambicada , y , cogiendo entre sus manos finas y muy blancas la cabeza hermosa de aquel Apolo bonachón y romántico , algo envejecido por los dolores de una vida prosaica , de tormentos humillantes , le hizo apoyar la frente sobre el propio seno , contra el cual apretó con vehemencia al pobre enamorado ; después , le buscó los labios con los suyos temblorosos ... - Un baccio , un baccio - murmuraba ella gritando con voz baja , apasionada . Y entre los sueños de una voluptuosidad ciega y loca , la veía Bonifacio casi desvanecido ; después no oyó ni sintió nada , porque cayó redondo , entre convulsiones . Cuando volvió en sí se encontró tendido en un banco de madera , a su lado había tres sombras , tres fantasmas , y del vientre de uno de ellos brotaba la luz de un sol que le cegaba con sus llamaradas rojizas . El sol era la linterna del sereno ; las dos sombras restantes la Gorgheggi y Mochi que rociaban el rostro de su amigo con agua del pilón de la fuente vecina ... A la mañana siguiente , a las ocho , despertaron a Bonifacio diciéndole que deseaba verle un señor sacerdote . - ¡ Un sacerdote a mí ! Que entre . Saltó de la cama y pasó al gabinete contiguo a su alcoba ; no puede decirse a su gabinete , pues era de uso común a todos los de casa . Atándose los cordones de la bata saludó a un viejecillo que entraba haciendo reverencias con un sombrero de copa alta muy grande y muy grasiento . Era un pobre cura de aldea , de la montaña , de aspecto humilde y aun miserable . Miraba a un lado y a otro ; y , después de los saludos de ordenanza , pues en tal materia no mostraban gran originalidad ninguno de los interlocutores , el clérigo accedió a la invitación de sentarse , apoyándose en el borde de una butaca . - Pues - dijo - , siendo usted efectivamente el legítimo esposo de doña Emma Valcárcel , heredera única y universal de D . Diego , que en paz descanse , no cabe duda que es usted la persona que debe oír ... lo que , en el secreto de la confesión ... se me ha encargado decirle ... Sí , señor , a ella o a su marido , se me ha dicho ... y yo ... la verdad ... prefiero siempre entenderme con ... mis semejantes ... masculinos , digámoslo así . A falta de usted no hubiera vacilado , créame , señor mío , en abocarme , si a mano viene , con la misma doña Emma Valcárcel , heredera universal y única de ... - Pero vamos , señor cura , sepamos de qué se trata - dijo con alguna impaciencia Bonifacio , que lleno de remordimientos aquella mañana , sentía exacerbada su costumbre supersticiosa de temer siempre malas noticias en las inesperadas y que se anunciaban con misterio . - Yo exijo ... es decir ... deseo ... no por mí , sino por el secreto de la confesión ... lo delicado del mensaje ... El cura no sabía cómo concluir ; pero miraba a la puerta , que había quedado de par en par . Como su mujer dormía a tales horas , Bonifacio no tuvo inconveniente en levantarse y cerrar la puerta de la estancia , pues no siendo Emma , nadie se atrevería a pedirle cuenta de aquellos tapujos . - Lo que usted quería era esto , ¿ verdad ? - dijo con aire de triunfo , y como hombre que manda en su casa y que puede a su antojo tener las puertas de su gabinete abiertas o cerradas . - Perfectamente , sí , señor , eso ; secreto , mucho secreto . De usted para mí nada más ... Después usted dará cuenta de lo sucedido a su señora esposa ... o no se la dará ; eso allá usted ... porque yo no me meto en interioridades ... Al fin usted será , naturalmente , el administrador de los bienes de su señora ... y aunque yo no sé si estos son parafernales o no ... porque no entiendo ... y ... sobre todo no me importa , y , al fin , el marido suele administrarlo todo ... eso es ; tal entiendo que es la costumbre ... y como la ley no se opone ... - Pero , señor cura , repare usted que yo no comprendo una palabra de lo que usted me dice ... Comience usted por el principio ... Sonrió el clérigo y dijo : - Paciencia , señor mío , paciencia . El principio viene después . Todo esto lo digo para tranquilidad de mi conciencia . He consultado al chico de Bernueces , que es boticario y abogado ... sin precisar el caso , por supuesto ... y , la verdad , me decido a entregarle a usted los cuartos sin escrúpulos de conciencia ... Sí , usted , el marido , es la persona legal y moralmente determinada , eso es , para recibir esta cantidad ... - ¡ Una cantidad ! - Sí , señor , siete mil reales . Y el cura metió una mano en el bolsillo interior de su larga y mugrienta levita de alpaca , y sacó de aquella cueva que olía a tabaco , entre migas de pan y colillas de cigarros , un cucurucho que debía de contener onzas de oro . Bonifacio se puso en pie , y sin darse cuenta de lo que hacía , alargó la mano hacia el cucurucho . El cura se sonrió y entregó el paquete sin extrañar aquel movimiento involuntario del marido de la doña Emma , que recibía onzas de oro sin saber por qué se le daban . Mas Bonifacio volvió en sí y exclamó : - Pero ¿ a santo de qué me trae usted ... esto ? ... - Son siete mil reales ... - ¿ Pero de qué ? Yo no soy ... quien ... Iba a decir que el que allí corría con las cuentas de todo era D . Juan Nepomuceno ; pero se contuvo , porque solía darle vergüenza que los extraños conocieran esta abdicación de sus derechos . - ¿ Esto será alguna deuda antigua ? - dijo por fin . - No señor ... y sí señor . Me explicaré ... - Sí , hombre , acabemos . - Estos siete mil reales ... proceden ... de una restitución ... sí , señor ; una restitución hecha en el secreto de la confesión ... in articulo mortis ... La persona que devuelve esos siete mil reales a los herederos , a la única y universal heredera de D . Diego Valcárcel , esa persona ¿ me comprende usted ? , no quiso irse al otro mundo con el cargo de conciencia de esa cantidad ... que debía ... y que no debía ... es decir ... yo ... no puedo tampoco hablar más claro ... porque ... la confesión , ya ve usted , es una cosa muy delicada ... - Sí que es - exclamó Bonifacio , que se había puesto muy pálido y estaba pensando en lo que el cura de la montaña ni remotamente podía sospechar . - Sin embargo , yo ... no debo ... así , en absoluto ... omitir las circunstancias que explican , en cierto modo , la cosa . Esto , me dije yo a mí mismo , es indispensable para que los herederos , o la heredera , o quien haga sus veces , admitan sin reparo esta cantidad , con la conciencia tranquila de quien toma lo que es suyo . Pues , sí , señores , de ustedes es ... ya lo creo ... Verá usted ; es el caso que ... aquí hay que omitir determinadas indicaciones que no favorecen la memoria de ... - Del difunto . - ¿ De qué difunto ? - Del que restituye ... - No señor ; del difunto ... de otro difunto . No me tire usted de la lengua , eso no está bien . - No , si yo no tiro ... ¡ Dios me libre ! Ello será que la casa Valcárcel prestó este dinero sin garantías ... y ahora ... El cura estaba diciendo que no con la cabeza desde que Bonifacio había dicho casa . - No , señor ; no fue préstamo , fue donación inter vivos . - ¿ Y entonces ? - Entonces ... no me tire usted de la lengua . He dicho ya que la cosa no era favorable a la memoria del difunto ... X , llamémosle X , que en paz descanse . Bueno , pues no me he explicado bien : es favorable y no es favorable , porque en rigor ... él es inocente , en este caso concreto a lo menos ; y además , aunque no lo fuera ... el que rompe paga ... y él quería pagar ... sólo que no había roto ... ¿ Me explico ? - No , señor ; pero no importa . No se moleste usted . Al cura empezaba a parecerle un majadero el marido de la doña Emma Valcárcel . - ¿ Usted conoció ... trató al difunto ... Don Diego ? - Sí , señor ; como que era mi suegro ... quiero decir , mi principal . - ¿ Si estará loco , o será tonto este señorito ? - pensó el clérigo . De repente se le ocurrió una idea feliz . - Oiga usted - exclamó - . Ahora se me ocurre explicárselo a usted todo mediante un símil ... y de este modo ... ¿ eh ? , se lo digo ... y no se lo digo , ¿ me entiende usted ? - Vamos a ver - dijo Bonifacio , que apenas oía , porque estaba manteniendo una lucha terrible con su conciencia . - Figurémonos que usted es cazador ... y va y pasa por una heredad mía ; supongamos que soy yo el otro ; bueno , pues usted ve dentro de mi heredad un ciervo , un jabalí ... lo que usted quiera , una liebre ... - Una liebre - dijo Reyes maquinalmente . - Va , y ¡ pum ! ... El fogonazo , remedado con mucha propiedad por el cura , hizo dar un salto a Bonis , que estaba muy nervioso . - Dispara usted su escopeta y me ... ; no , no conviene que sea liebre ; es mejor caza mayor para mi caso ; y cae lo que usted cree robezo o ciervo ... ; pero no hay tal ciervo ni robezo , sino que ha matado usted una vaca mía que pastaba tranquilamente en el prado . ¿ Qué hace usted ? En mi ejemplo , en mi caso , pagarme la vaca por medio de una donación inter vivos ... importante siete mil reales . Yo me guardo los siete mil reales y el chico , digo , la vaca . Pero ahora viene lo mejor , y es que usted no ha sido el matador . El tiro no dio en el blanco , el tiro de usted se fue allá , por las nubes ... Sólo que antes que usted , mucho antes , otro cazador , escondido , había disparado también ... y ese fue el que mató la res , y se quedó con ella y con los siete mil reales de usted . Pasa tiempo , muere usted , es un decir , y muere también el otro ; pero antes de morir se arrepiente de la trampa , y quiere devolver a los herederos de usted el dinero que , en rigor , no es suyo , aunque usted se lo ha dado ... inter vivos . ( El cura daba gran importancia a este latín , sin el cual no creía bien explicada la idea de la donación . ) ¿ Eh , qué tal , me ha comprendido usted ? Ni palabra . Bonifacio no comprendió que se trataba de uno de aquellos agujeros de honor que D . Diego había tapado con dinero . En este caso concreto , como decía el cura , la lesión de honra no existía , o , por lo menos , no era D . Diego el causante , y se le había hecho pagar lo que no debía . La persona que había lucrado , gracias a la asustadiza conciencia del jurisconsulto , siempre temeroso del escándalo , restituía a la hora de la muerte , por miedo del infierno probablemente . El cura creyó suficientes sus explicaciones ; y , muy satisfecho del símil , cuya exposición le había hecho sudar , se limpiaba el cogote con su pañuelo verde con rayas blancas , sin cuidarse ya de que aquel caballero , que parecía tonto , hubiese comprendido o no ... El secreto de la confesión y la buena memoria de D . Diego no le permitían a él ser más largo ni más explícito . Habló más , pero sin nueva sustancia ; insistió mucho en que aquello debía quedar allí , y arrancó a Bonifacio la palabra de honor de que sólo él y su señora , si él lo creía decente , debían enterarse de lo sucedido . - Nadie más . Ya ve usted , es delicado ... y los maliciosos , sobre todo allá en el pueblo , si saben que yo vine ... y entregué ... enseguida caen en la cuenta . Mucho sigilo pues . Además , la misma señorita ... quiero decir , la señora de usted , debe saber lo menos posible ; podría cavilar ... y las mujeres , sobre todo las casadas , las cazan al vuelo , y podría comprenderlo todo . « Mejor que tú , por lo que veo » ; añadió para sí . Y salió el señor cura de la montaña satisfecho de sí mismo , confiado en la palabra de honor de aquel señor soso y casi tonto , que , a pesar de todo , tenía cara de honrado y de persona formal . - Se puede ser fiel a la palabra y tener pocos alcances , se decía el clérigo bajando la escalera . A Bonifacio se le había ocurrido , ante todo , ver en aquello que él llamaba casualidad la mano de la Providencia . Pero acto continuo añadió para sí : « La mano de la providencia ... del diablo » . Porque lo primero que pensó hacer de aquel dinero que le venía llovido del ... infierno , fue llevárselo a D . Benito el Mayor , para tapar aquel antro horrible de la deuda , aquel agujero negro , por donde se escapaban las furias del Averno ( estilo Bonifacio ) , gritándole : « Infame , adúltero , ¿ qué has hecho de la fortuna de tu mujer ? » . En vano la razón decía : « Ni tú has sido adúltero hasta la fecha , a no ser por palabra de presente , ni la fortuna de tu mujer está comprometida por ese préstamo de seis mil reales , aun suponiendo que los pagase ella » . No importaba ; los remordimientos , o , más bien el miedo que tenía a Emma y a D . Juan Nepomuceno , no le habían dejado dormir aquella noche . Lo que él llamaba ser adúltero quedaba en segundo lugar ; alambicando mucho , a fuerza de sofismas , tal vez encontraría medio de disculpar a sus propios ojos aquel amor ilegítimo ... pero lo del dinero no admitía excusas ; él había pedido seis mil reales a un prestamista , abusando del crédito de su mujer . Esto era inicuo ... y lo que era peor , muy expuesto a una tragedia doméstica . La imaginación , la loca de la casa , le ponía delante el cuadro aterrador : « Emma saltaba de la cama con su gorro de dormir , pálida , huesuda , echando fuego por los ojos y avanzaba en silencio hacia él , estrujando en la mano temblorosa un recibo que D . Juan Nepomuceno acababa de entregarle , impasible , como siempre , envuelto en la dignidad de sus patillas . ¡ Lo sabía todo ! Lo de los cincuenta duros , lo de los seis mil reales y lo del paseo por la noche ... ¡ Entre el sereno y Nepomuceno la habían puesto al cabo de la calle ! ¡ Qué horror ! ¡ Adónde puede llegar la fantasía ! » , pensaba Bonifacio temblando de pies a cabeza . Por fortuna aquello no era más que un cuadro imaginado ... Pero la realidad podría llegar a parecérsele . Y aquel señor cura se le presentaba con siete mil reales , que él , Bonifacio , podría gastar en lo que quisiera , sin que persona nacida lo estorbase ni lo supiese . Es más , el secreto era allí lo principal . Y ¿ cómo guardar el secreto haciendo ingresar aquellos miles en lo que llamaba D . Juan Nepomuceno la caja ? Ni el cura ni el que restituía , honrado penitente , sabían que él , Bonis , allí no tocaba pito , ni administraba , a pesar de lo que disponían ciertas leyes recopiladas , según le habían asegurado ; él , pese a todas las leyes del mundo , no disponía de un cuarto , y sólo servía para firmar como en un barbecho cuantos papeles le presentaba el de las patillas . Pues bien ; siendo así , ¿ cómo incorporar aquel dinero al caudal de su mujer sin que nadie se enterase ? Imposible . Por este lado la conciencia le decía : « Haz de tu capa un sayo » . Pero emplear aquellos cuartos en su provecho , ¿ no era robar a su mujer ? Sí y no . No , porque con ellos iba a tapar una brecha abierta al crédito de la casa Valcárcel . Ya se sabía que él no tenía un cuarto , ni de dónde le viniera , y que D . Benito el Mayor había prestado fiándose del capital de Emma ; más era ; el mismo Bonifacio reconocía que en su fuero interno siempre había pensado en pagar con dinero de su mujer , aunque le asustaba pensar en el cómo y cuándo . Por este lado no era robar lo que quería hacer . Por otra parte , sí era robar ; porque ... porque aquello era ... un robo , un fraude o como se dijera , pero ello era robar . Satisfecho de sí mismo hasta cierto punto , en medio de aquella desolación moral , contemplaba la rectitud de su alma , que rechazaba sofismas vanos y gritaba : « ¡ robar , robar ! » . Lo cual no impidió que Bonis se lavase y vistiera lo más de prisa que pudo y saliese de casa sin ser visto ni oído , con ánimo de estar de vuelta antes que Emma despertase . « Estas cosas hay que hacerlas así , iba pensando por la calle . Si vacilo , si me estoy días y días dándome jaqueca con la idea de que esto es un crimen ... a lo mejor viene el trueno gordo , D . Benito se cansa de esperar , Nepomuceno se entera del caso y ... primero morir ; cien veces la muerte y el infierno . A pagar , a pagar . ¿ No quería secreto el señor cura ? Pues ya verá qué secreto . Y soy un ladrón , no cabe duda , un ladrón ... Sí , pero ladrón por amor » . Esta frase interior también le satisfizo y tranquilizó un poco . « ¡ Ladrón por amor ! » . Estaba muy bien pensado . Llegó al portal de la casa del escribano . « ¿ Subiría ? Sí ; en último caso , si lo que iba a hacer era un verdadero delito , su honradez heredada , la fuerza de la sangre , limpia de todo crimen , el instinto del bien obrar , en suma , le impedirían llevar a cabo lo que intentaba . Se le trabaría la lengua o se le doblarían las piernas , como en recientes aventuras de otra índole ; si nada de esto le sucedía , no debía de haber tal crimen ni tales alforjas » . D . Benito estaba en pie en medio de su despacho oscuro , de techo bajo ; estaba rodeado de escribientes que trabajaban en vetustos escritorios forrados de muletón verde . Los libros del protocolo , macizos y graves , de lomo pardo , estaban allí , con la solemnidad misteriosa que tal pavor supersticioso infundía en el alma romántica y nada jurisperita de Bonis . El notario se acercó a su amigo el Sr . Reyes y le frotó las orejas con ambas manos como para entrar en calor . Fingimiento inverosímil , pues estaba la atmósfera que ardía , según el otro . - ¿ Qué hay , perillán ? ¿ A qué viene usted aquí ? ¿ A robarme tiempo , eh ? Pues me lo pagará usted en dinero , porque el tiempo es oro . Y se reía D . Benito , encantado con su propia gracia . - Sr . García , quisiera hablar con usted dos palabras ... Bonifacio hizo un gesto que pedía una entrevista a solas . D . Benito , cogiendo al deudor por las solapas del gabán , le llevó tras de sí a un gabinete contiguo , cuyas paredes estaban ocultas también por estantes , continuación del protocolo . Allí estaban los libros de siglos pasados . « ¡ Dios mío , pensaba sin querer Bonis , bien antiguos son estos líos del papel sellado y las triquiñuelas de los escribanos ! » . Sin saber por qué , se acordó de haber oído describir las bodegas de Jerez y las soleras de fecha remota , que ostentaban en la panza su antigüedad sagrada . « ¡ Qué diferencia , pensó , entre aquello y esto ! » . D . Benito le volvió a la realidad . - Vamos a ver , señor mío , desembuche usted ... ¡ Je , je ! ... El notario , después de declamar aquellos dos versos de una comedia de aficionados , muchas veces representada en el pueblo porque era de hombres solos , dio una palmadita en el vientre a Reyes ; y de pronto se quedó muy serio , muy serio , sin decir palabra , como dando a entender : « Soy todo oídos ; basta de chistes ; aquí tiene usted al representante de la fe pública , o al prestamista sin entrañas , lo que usted quiera » . - Sr . García , vengo a pagar a usted aquel piquillo ... - ¿ Qué piquillo ? - Los seis mil reales que usted tuvo la amabilidad ... - ¿ Qué amabilidad ? , quiero decir , ¿ qué seis mil reales ? ... Usted no me debe nada . - ¡ Qué bromista es usted ! - dijo Bonis , que más estaba para recibir los Santos Sacramentos que para chistes . Y se dejó caer en una silla y empezó a contar onzas sobre una mesa . Aquel dinero le quemaba los dedos , pensaba él , o debía quemárselos . La verdad era que la operación material de contar el dinero la hizo con bastante tranquilidad , muy atento sólo a no equivocarse , como solía ; porque el reducir aquello a miles de reales , le parecía cálculo superior a sus fuerzas ordinarias . D . Benito le dejaba hacer , estupefacto , o tal vez por el gusto de amateur . Era indudable que el espectáculo del oro le quitaba siempre la gana de bromear . Fuese por lo que fuese , la presencia del dinero siempre era cosa muy seria . - Aquí están los seis mil ; cámbieme usted esta ... - Pero ... - a D . Benito se le atragantó algo muy serio también - ; pero ... ¿ qué está usted haciendo ahí , criatura ? ... ¿ No le digo ... a usted que ... ya no me debe nada ? - Sr . García ... celebraría estar de buen humor para poder seguírselo a usted ... - ¡ Señor diablo ! , le digo a usted que ayer mismo me he reintegrado de esa cantidad insignificante . - ¿ Ayer ? ... usted ... ¿ quién ? ... Lo que tenía atravesado en la garganta el escribano había saltado sin duda al gaznate de Reyes , porque el infeliz se atragantó también . - A ver , D . Benito , explíquese usted ... ¡ por los clavos de Cristo ! ... - Muy sencillo , amigo mío . Ayer de tarde , en el Casino , D . Juan Nepomuceno , su tío de usted ... - No es mi tío ... - Bueno ... su ... - Bien , adelante ; el tío ... ¿ qué ? - Pero hijo , ¿ qué le pasa a usted ? Está usted palidísimo , le va a dar algo , ¿ será el calor ? Abriré aquí ... - No abra usted ... hable , hable ; el tío ... ¿ qué ? - Pues nada ; que hablando de negocios , vinimos a parar en las probabilidades del resultado de esa industria que van a montar ustedes con el dinero de las últimas enajenaciones . - ¿ Una industria ? Que vamos a montar ... ¿ nosotros ? ... - Sí , hombre , la fábrica de productos químicos . - ¡ Ah ! , sí , bien ; ¿ y qué ? Bonifacio había oído en casa , a los parientes de su mujer , algo de productos químicos , pero no sabía nada concreto . - ¡ Al grano ! - dijo más muerto que vivo . - Yo ... con la mayor inocencia del mundo , le pregunté a su señor ... pariente si el dinero que usted acababa de tomar , honrándome con su confianza , era para los gastos primeros ... para algún ensayo ; para muestras de ... qué sé yo ... ; en fin , que se me había metido en la cabeza que era para la fábrica . D . Juan ... me miró con aquellos ojazos que usted sabe que tiene . Tardó en contestarme ; noté eso , que tardaba en hablar . En fin , encogiendo los hombros , me dijo : « Sí , efectivamente , para gastos preliminares , de preparación ... pero tengo orden , ahora que me acuerdo , de pagar a usted inmediatamente ese dinero » . Yo , la verdad , extrañaba que haciendo tan pocas horas que usted había recogido los cuartos ... pero a mí , ¿ quién me metía en averiguaciones ? , ¿ no es eso ? En fin , que nos citamos para esta su casa a las diez de la noche , y a las diez y cuarto estaba aquí D . Juan Nepomuceno con seis mil reales en plata . Esta es la historia . ¡ Aquella era la historia ! , pensó Reyes desde el abismo de su postración . Estaba aturdido , se sentía aniquilado . El tío lo sabía todo ... y ¡ había pagado ! ¿ Y Emma ? Al acordarse de su mujer experimentó aquella ausencia de las piernas , sensación insoportable que nunca faltaba en los grandes apuros . Callaban los dos . El notario comprendió que allí había gato encerrado ; « algún misterio de familia » , pensaba él . Pero como había cobrado su dinero , de lo que estaba muy contento , como se había reintegrado , sabía contener su curiosidad , que dejaba paso a la más exquisita prudencia . Allá ellos , se decía , y seguía callando . Rompió el silencio Bonis , diciendo con voz sepulcral : - Si usted hiciera el favor de mandar que me sirvieran un vaso de agua . - Con mil amores . Una maritornes sucia y muy gorda presentó el agua con un panal de azúcar cruzado sobre el vaso . - Gracias ; sin azúcar . Nunca tomo azúcar en el agua . Gracias . Esto lo decía Bonis con los ojos estúpidos clavados en el rostro risueño y soez de la moza ; lo decía con una voz y un tono como los que emplean los cómicos al despedirse del pícaro mundo al final de un tercer acto , cuando están con el alma en la boca y un puñal en las entrañas . El agua le calmó y dio cierta fuerza . Pudo levantarse y despedirse . No pensó en dar explicaciones ni disculpas . Su silencio era muy ridículo , es claro . ¿ Qué estaría pensando aquel señor ? Lo menos , que él estaba loco . Bien , ¿ y qué ? Valiente cosa le importaba en aquel momento a Bonis que se riera de él el mundo entero . ¡ Nepomuceno había pagado los seis mil reales ! Esto , esto era lo terrible . ¿ Volvería a casa ? ¿ Se escaparía ? Viéndole tan conmovido , D . Benito , el Mayor , no quiso hablar una palabra más sobre el asunto misterioso ; sin tirarle de las orejas ni andarse con cuchufletas , le despidió muy serio , con rostro compungido como acompañándole en una desgracia tan respetable cuanto desconocida para él ; y después de conducirle hasta el primer tramo de la escalera , se volvió a su despacho . Sólo entonces se le ocurrió esta diabólica idea : - Aquí hay gato , es claro ; a mí no me importa ; pero si ... es una hipótesis , si hubiera podido haber un medio ... así ... verosímil ... legal ... de ... de cobrar yo mis seis mil reales , al tío primero , y después otros seis mil al sobrino ... Disparate , absurdo ; corriente ; pero hubiera tenido gracia . Y dando un patético suspiro , se frotó las manos ; y renunciando al ideal de cobrar dos veces , no pensó más en aquello y volvió a sus negocios . En cuanto a Reyes , al llegar al portal , donde trabajaba y comía un zapatero de viejo , tuvo varias ideas y un desmayo . Las ideas fueron las siguientes : « Ese farsante de ahí arriba me ha engañado , he debido tener valor para acogotarle , o , por lo menos , para decirle cuántas son cinco . Miente como un bellaco ; el tío Nepomuceno ha pagado porque este traidor no se fiaba de mí ; me conoció en la cara que yo no podía sacar de ninguna parte seis mil reales y se fue al otro ... y cantó ... Verdad es que yo no le había encargado el secreto . Pero se suponía que lo necesitaba ; debía de conocérseme en la cara ; y a él acudí por su fama de discreto , de hombre de mucho sigilo ... Voy a volver arriba a matarle , exprofeso ... » . Y cuando pensaba en esto , fue cuando sintió absoluta necesidad de dejarse caer . Cayó sentado en el portal y se le fue la cabeza . El zapatero acudió en su auxilio . Cuando volvió en sí Reyes , sintió , como la noche anterior , que le regaban la cara con agua fresca . Y medio delirando , dijo : - Gracias ... sola , sin azúcar . Dio expresivas muestras de gratitud al zapatero , que se ofreció a acompañarle a su casa y salió , sacando fuerzas de flaqueza , a paso largo , sin saber adónde iba . « Yo debía tirarme al río » , se dijo . Pero enseguida reflexionó que ni por aquella ciudad pasaba río alguno , ni él tenía vocación de suicida . Pasó junto al café de la Oliva , donde solía tomar Jerez con bizcochos algunos domingos , al volver de misa mayor , y el deseo de un albergue amigo le penetró el alma . Entró , subió al primer piso , que era donde se servía a los parroquianos . Se sentó en un rincón oscuro . No había consumidores . El mozo de aquella sala , que estaba afinando una guitarra , dejó el instrumento , limpió la mesa de Reyes y le preguntó si quería el Jerez y los bizcochos . - ¡ Qué bizcochos ! , no , amigo mío . Botillería , eso tomaría yo de buena gana . Tengo el gaznate hecho brasas ... El mozo sonrió compadeciendo la ignorancia del señorito . ¡ Botillería a aquellas horas ! - Ya ve usted ... botillería a estas horas ... - Es verdad ... es un ... anacronismo . Además , el helado por la mañana hace daño . Tráeme un vaso de agua ... y échale un poco de zarzaparrilla . Debe advertirse que Bonifacio y el mozo , al hablar de botillería , estaban pensando en el helado de fresa que allí , en el café de la Oliva , se hacía mejor que en el cielo , en opinión de todo el pueblo . Servido Reyes , el mozo volvió a su guitarra , y después de templarla a su gusto , la emprendió con la marcha fúnebre de Luis XVI . Al principio Bonis saboreaba la zarzaparrilla inocente sin oír siquiera la música . Pero la vocación es la vocación . Al poco rato « su espíritu se fue identificando con la guitarra » . La guitarra , para Bonis , era a los instrumentos de música lo que el gato a los animales domésticos ... El gato era el amigo más discreto , más dulce , más perezosamente mimoso ... la guitarra le acariciaba el alma con la suavidad de la piel de gato , que se deja rascar el lomo . Las trompetas y tambores que imitaban las cuerdas , ya tirantes , ya flojas , le hicieron a Reyes ponerse en el caso del rey mártir ; y se acordó de la frase del confesor : « Nieto de San Luis , sube al cielo » . Lo había leído en Thiers en la traducción de Miñano . Muy a su placer se sintió enternecido . Sabía él que sólo el sentimentalismo podía darle la energía suficiente , o poco menos , para afrontar su « terrible » situación cara a cara con todos los suyos , o , mejor dicho , todos los de su mujer . Sí , era preciso armarse de valor , ir al suplicio con el espíritu firme del desgraciado rey mártir . Para él era el suplicio la presencia de Emma y de Nepomuceno . El guitarrista dejó a Luis XVI en el panteón , y saltó a la jota aragonesa . Se lo agradeció Bonis , porque aquello edificaba ; era el himno del valor patrio . Pues bien , lo tendría , no patrio , sino cívico ... o familiar ... o como fuese ; tendría valor . ¿ Por qué no ? Es más , pensó que su pasión , su gran pasión , era tan respetable y digna de defensa como la independencia de los pueblos . Moriría al pie del cañón , a los pies de su tiple , sobre los escombros de su pasión , de su Zaragoza ... - No disparatemos , seamos positivos - se dijo . Y se llevó las manos a los bolsillos con gesto de impaciente incertidumbre ... ¿ Si habría dejado aquellas onzas en casa del infame ? ... No ... estaban allí , en el bolsillo interior del gabán ... ¡ lo que era el instinto ! No recordaba cómo ni cuándo las había recogido y envuelto otra vez en su cucurucho . Después que palpó su tesoro , empezó a sentirlo por el peso , peso que le oprimía dulcemente el pecho . Daba el dinero , aunque pareciera mentira a un ser tan romántico , daba cierto calorcillo suave . « ¡ Siete mil reales ! » se decía ; y experimentaba consuelo en sus tribulaciones ; y sobre todo le animaba la conciencia de un valor cívico que nacía de la presión de aquellas onzas ... ¡ Oh ! Es indudable lo que dice el catedrático de economía y geografía mercantil en la tienda de Cascos : « La riqueza es una garantía de la independencia de las naciones » . Si estos siete mil reales fueran míos , yo afrontaría con menos miedo mi terrible situación . Huiría al extranjero ; sí , señor , me escaparía ... ¡ Y si ella me acompañaba ! ¡ Oh ! ... ¡ Qué felicidad ! ... Juntos ... en aquel rincón de Toscana o de Lombardía que ella conoce . Pero ¡ ay ! , siete mil reales eran muy pequeña cantidad para compartirla con una dulce compañera . En realidad , ¡ qué pobre había sido él toda la vida ! Había vivido de limosna ... y quería ser amante de una gran artista llena de necesidades de lujo y de fantasía ... ¡ Miserable ! ... Se puso colorado recordando ciertas reticencias maliciosas y alusiones tan embozadas como venenosas de sus amigos envidiosos . El día anterior , el lechuguino , que en vano había querido conquistar a la Gorgheggi , había dicho en la tienda de Cascos : - Estos señores creen que usted se entiende con la tiple , Sr . Reyes ; pero yo defiendo la virtud de usted ... y le ayudo en su campaña para desarmar la calumnia . Y mi argumento es este : « El Sr . Reyes sabe que una mujer de estas es muy cara , y él no ha de querer arruinarse y arruinar a su mujer por una cómica . Y sin regalos , y de los caros , es ridículo obsequiar a una artista de tales pretensiones . Es usted demasiado discreto » . La verdad era que si hasta la fecha no había necesitado más dinero que el prestado a Mochi , en adelante , si aquellas relaciones se formalizaban ... Sí , era indispensable disponer de cuatro cuartos . Por muy desinteresada que se quisiera suponer a Serafina , y él la suponía todo lo desinteresada que puede ser la mujer ideal ( el bello ideal ) , era indudable que si seguían tratándose y crecía la intimidad , llegarían ocasiones en que alguno de los dos tendría que pagar algo , hacer algunos gastos ... y el ideal no llegaba al punto de exigir que pagase la mujer . No , tendría que pagar él . Pero ¿ con qué ? « Con el dinero que tenía en el bolsillo » . Esto le dijo la voz de la tentación , pero la voz de la honradez , antipática por cierto , contestó : « ¡ Ese dinero no es tuyo ! » . La guitarra , que seguía hablando al alma de Bonis , se inclinaba al partido de la tentación . La música le daba energía y la energía le sugería ideas de rebelión , deseo ardiente de emanciparse ... ¿ De qué ? ¿ De quién ? De todo , de todos ; de su mujer , de Nepomuceno , de la moral corriente , sí , de cuanto pudiera ser obstáculo a su pasión . Él tenía una pasión , esto era evidente . Luego no era rana , por lo menos tan rana como años seguidos había pensado . Salió del café en un arranque de actividad que le sugirió también la energía reciente , y tomó el camino de su casa dispuesto a afrontar la situación y a no soltar los cuartos por lo pronto . Es claro que él acabaría por hacer ingresar aquellos siete mil reales en caja ; pero , ¿ cuándo ? No corría prisa . Como en la calle ya no oía la guitarra del mozo del café , se le empezó a aflojar el ánimo , y sin darse clara cuenta de sus pasos , en vez de entrar en su casa se encontró en el vestíbulo del teatro . Era hora de ensayo . Allí estaría Serafina de fijo . Tampoco le desagradó aquel cambio instintivo de rumbo . Era otra prueba de que estaba muy enamorado . Siempre había leído que los buenos amantes , en casos análogos , hacían lo que él , seguir el misterioso imán del amor . ¡ Oh ! , y lo que él necesitaba era estar bien seguro de que experimentaba una pasión fatal , invencible . Averiguado esto , todas las consecuencias , fatales también , las reputaba legítimas . Ocho días después Bonis no se conocía a sí mismo , y se alegraba : es más , ni pensaba en conocerse . Serafina era suya , y él , por supuesto , era de Serafina , hasta donde podía serlo aquel mísero esclavo de su mujer . Caricias como las de la italiana-inglesa , Reyes ni las había soñado . « ¡ Nunca creí que el placer físico pudiera llegar tan allá ! » , se decía saboreando a solas , rumiando , las delicias inauditas de aquellos amores de artista . Sí , ella se lo había asegurado , el amor de los artistas era así , extremoso , loco en la voluptuosidad ; pasaba por una dulcísima pendiente del arrobamiento ideal , cuasi místico , a la sensualidad desenfrenada ... En fin , él veía visiones ; pero ¡ qué hermosas , qué sabrosas ! Tenía que confesar que « la parte animal , la bestia , el bruto , estaba en él mucho más desarrollado de lo que había creído » . No pensaría Bonis que el inofensivo flautista que olía a aceite de almendras , tenía dentro de sí aquel turcazo voluptuoso que se dejaba querer al estilo artístico-oriental tan ricamente . Y , sin embargo , el alma , el espíritu puro , velaba , ¡ sí , velaba ! , y Serafina era la primera en mantener aquel fuego sagrado de la poesía . « ¡ Besos con música ! El que no sabe lo que es esto no sabe lo que es bueno . Niego que haya moralista con derecho a reprenderme por mi pasión , si el tal nunca ha gustado esta delicia , ¡ besos con música ! ... » . Pero el mayor encanto , el éxtasis de la dicha , estaba en otra parte ; en la íntima alegría del orgullo satisfecho . - Serafina me ama , me ama ; estoy seguro ; llora de placer en mis brazos , no hay fingimiento , no ; en la escena no sabe hacerlo tan bien ; me quiere de veras , le gusto , le gusto como físico y como moral , digámoslo así . ¿ Y dónde cabría mayor gloria que gustarle a ella , a la mujer soñada , a la que él amaba como amante y madre y musa en una pieza ? Lo cierto era que la Gorgheggi , corrompida en muy temprana juventud por Mochi , su maestro y protector , se vengaba de su tirano y de la pícara suerte , y no sabía de quién más , arrojándose a la mayor torpeza , al desenfreno loco en los amores temporeros que su infame corruptor y amante insinuaba , favorecía y explotaba . Mochi había seducido a su discípula para dominarla ; mucho tiempo creyó tener en ella una gloria futura y una renta de muchos miles de liras , que pronto se empezarían a cobrar . La corrompió para unirla a su suerte ; después , cuando el desencanto llegó , las frías lecciones de la realidad le hicieron ver que se había equivocado , que a su hermosa discípula la faltaba algo y la faltaría siempre para llegar a verdadera estrella ... le faltaba la voz y la flexibilidad suficiente de garganta . Tenía mucho gusto , sentía infinito , en el timbre había una extraña pastosidad voluptuosa , que era lo que llamaba Bonis voz de madre ; sí , hablaba aquel timbre de salud , de honradez , de discreción femenina , de dulzura doméstica ; pero ... era poca voz para los grandes teatros . Y , además , se movía poco la garganta : como una virgen demasiado gruesa se parece a una matrona , la voz de la Gorgheggi tenía , siendo ella aún muy joven , un enbonpoint , decía Mochi , que la quitaba la agilidad , la esbeltez ... En fin , ello era que , a pesar de estar él seguro de que allí había un corazón y un talento de gran artista y un timbre originalísimo , seductor ... no teníamos verdadera estrella de primera magnitud . Esta convicción que adquirió antes Mochi , llegó al cabo a la conciencia de Serafina ; mas fue el secreto mutuo , si vale decirlo así , de que jamás se hablaba . Fue la tristeza común quien los unió más que su trato amoroso y sus intereses ; pero fue también el origen y causa permanente de ocultos rencores , de humillaciones viles . Mochi , por amor propio , por vanidad de hombre de negocios , no quiso dar su brazo a torcer , confesarse que se había equivocado uniéndose a Serafina para explotarla . ¿ No era una gran artista ? Pues era mediana , y era además una mujer muy hermosa , y , más que hermosa , seductora . Pensando , como en una prueba de habilidad , en que no se había casado con ella , en que podía separarse de su negocio en cuanto fuese gravoso , se atrevió a comerciar con su hermosura y él mismo le puso delante la tentación . Serafina , la primera vez que cayó en ella , cayó , como tantas otras , seducida por la vanidad , por la lujuria exaltada de la mujer de teatro , por el interés : su primer amante , a quien quiso un poco , de quien estuvo muy orgullosa , fue un General francés , Duque , millonario . La venganza que Mochi se reservó para hacer pagar a su discípula la infidelidad espontánea , que él mismo había provocado , pero que le dolía , fue dejarla ver que él lo sabía todo y que el Duque era su mejor amigo y protector . Los regalos que Serafina ocultaba no eran la mitad del provecho que de tales relaciones había sacado la compañía . Siempre sereno , siempre risueño , feroz y cruel en el fondo , Mochi hizo comprender a su amiga que aquella tolerancia del maestro continuaría , y que era indispensable para tener nivelados los presupuestos de la sociedad . Lo que no hacía falta era explicarse directamente ; lo que allí hubiera sido repugnante , según el tenor , era un pacto explícito ; no hacía falta . Además , él continuaba siendo amante de su discípula , y por rachas le entraba un verdadero amor a que ella debía corresponder , o fingirlo a lo menos . Pero lo principal era lo principal , y cuando se presentaba un partido , Mochi se reducía al papel de marido que no sabe nada ; esto ante Serafina ; ante el nuevo galán no era ni más ni menos que para el público , el maestro , il babbo adoptivo . El segundo devaneo de Serafina , en Milán , ya no fue espontáneo . Aceptó como aceptaba una contrata en un teatro , porque lo exigía el otro , Mochi . También ella creía de buen gusto guardar las formas ; hacía como que engañaba a su amante y director artístico . Y algo le engañaba , porque , vengándose a su vez de aquel miserable comercio a que se la condenaba , daba a entender a Mochi que sólo por interés y obediencia aceptaba los galanteos provechosos , y que en el fondo sólo a su maestro quería . Mochi creía algo de esto . « Sí , ella me quiere ya ; y me quiere a mí sólo : si no fuera así , se escaparía ; con los demás finge por interés y por obedecerme » . Lo cierto era que la Gorgheggi no amaba a su tirano y le había sido infiel de todo corazón desde la primera vez ; pero al verse vendida , le dolió el orgullo ; creía que Mochi estaba loco por ella , y cuando advirtió que era cómplice de sus extravíos , lo cual demostraba que no había tal pasión por parte del tenor , se sintió más sola en el mundo , más desgraciada , y experimentó el despecho de la mujer coqueta que , sin querer ella , desea que la adoren . Aquel comercio infame la dolía más que la repugnaba ; en su vida de teatro , en la que entró ya seducida , enamorada del vicio , no había tenido ocasión de adquirir nociones de dignidad ni de amor puro ; aquella mezcla del amor y el interés le parecía sólo producto de su oficio ; que la hermosura tenía que ser el complemento del arte para ganar la vida , lo admitía , sobre todo desde que ella misma estuvo convencida de que jamás llegaría a ser prima donna assolutissima en los grandes teatros . Pero lo que lastimaba lo que llamaba ella su corazón , era la complicidad de Mochi . « Yo hubiera hecho lo mismo sola y él hubiera conservado mi respeto y mi amistad y mis caricias cuando las quisiera , y el provecho de estas infidelidades mías también se habría repartido . ¿ Qué falta hacía que él se mezclase en esto ? No me dice nada , pero me empuja , me echa en brazos de los que debiera considerar como rivales ... » . Y esto era lo que ella quería que él pagase . ¿ Cómo ? Suponía la Gorgheggi que aunque él no estuviera ya enamorado , se creía querido todavía ; y engañarle , arrojarse con ardor al vicio , al amor lucrativo ; remachar los besos que vendía , era su venganza . Eso hacía , sin darse cuenta de que tomaba parte en aquellos furores de lubricidad con aires de pasión , la lascivia , la corrupción de su temperamento fuerte , extremoso y de un vigor insano en los extravíos voluptuosos . Se entregaba a sus amantes con una desfachatez ardiente que , después , pronto , se transformaba en iniciativa de bacanal , es más , en un furor infernal que inventaba delirios de fiebre , sueños del hachís realizados entre las brumas caliginosas de las horribles horas de arrebato enfermizo , casi epiléptico . Cuando su cuerpo macizo y bien torneado , suave y palpitante , cayó en los brazos de Bonifacio Reyes , ya estaba ella un poco cansada de aquella campaña terrible de su venganza , pero todavía sus arrebatos eróticos eran manjar muy superior al estómago empobrecido por tibias aguas cocidas del mísero escribiente de D . Diego . Él estaba pasmado , además de vivir en perpetua embriaguez , casi en alucinación constante . Creía sentir aquellas caricias sin nombre ( él a lo menos no sabía cómo llamarlas ) , a todas horas , en todas partes ; se le figuraba estar bañándose todo el día en los besos de Serafina ; la veía , la oía , la olía , la palpaba en todas partes , hasta en el cuarto de Emma , entre las medicinas y mal olientes intimidades de la esposa enferma y poco limpia . Le extrañaba a veces que su mujer no conociese que la otra estaba allí , entre los dos , más cerca de él que ella misma . « ¡ Qué mujer ! - pensaba el infeliz a cualquier hora , en cualquier parte - . ¡ Quién había de imaginar que había mujeres así ! ¡ Oh ! ... todo esto es el arte ... sólo una artista puede querer en esta forma tan ... deliciosamente exagerada » . Lo que más picante le parecía , lo que venía a remachar el clavo de la felicidad , era el contraste de Serafina , quieta , cansada y meditabunda , con Serafina en el éxtasis amoroso : esta mujer , toda fuego , que asustaba con sus gritos y sus gestos de furiosa de amor ; que hablaba , mientras acariciaba , con una voz ronca , gutural , que parecía salir de la faringe sin pasar por la boca , y que decía cosas tan extrañas , palabras que , aunque pareciera mentira , aún eran excitantes en medio de los hechos más extremosos de la pasión ; esta mujer , diablo de amor , cuando el cansancio material irremediable sobrevenía y llegaban los momentos de calma silenciosa , de reposo inerte , tomaba aire , contornos , posturas , gestos , hasta ambiente de dulce madre joven que se duerme al lado de la cuna de un hijo . Las últimas caricias de aquellas horas de transportes báquicos , las caricias que ella hacía soñolienta , parecían arrullos inocentes del cariño santo , suave , que une al que engendra con el engendrado . Entonces la diabla se convertía en la mujer de la voz de madre , y las lágrimas de voluptuosidad de Bonis dejaban la corriente a otras de enternecimiento anafrodítico ; se le llenaba el espíritu de recuerdos de la niñez , de nostalgias del regazo materno . Cuando , al separarse , ella recomponía su tocado , con ademán tranquilo , familiar , echaba a la cabeza , en posturas de estatua , sus brazos de Juno , sonreía con reposada placidez , dejando los rizos de la sonrisa rodar en su boca y sus mejillas , como la onda amplia de curva suave y graciosa del mar que se encalma ; pensaba , mirando el rostro pálido del aturdido amante , más muerto que vivo a fuerza de emociones , pensaba en Mochi y se decía : - ¡ Si le dijeran a ese miserable lo dichoso que acaba de ser este pobre diablo ! Todo , todo por venganza . ¡ Él cree que este infeliz tiene que contentarse con desabridas caricias ; no sospecha que le estoy matando de placer y que va a morir entre delicias ! Bonis también creía que aquella vida no era para llegar a viejo ; pero , a pesar de cierto vago temor a ponerse tísico , estaba muy satisfecho de sus hazañas . Se comparaba con los héroes de las novelas que leía al acostarse , y en el cuarto de su mujer , mientras velaba ; y veía con gran orgullo que ya podía hombrearse con los autores que inventaban aquellas maravillas . Siempre había envidiado a los seres privilegiados que , amén de tener una ardiente imaginación , como él la tenía , saben expresar sus ideas , trasladar al papel todos aquellos sueños en palabras propias , pintorescas y en intrigas bien hilvanadas e interesantes . Pues ahora , ya que no sabía escribir novelas , sabía hacerlas , y su existencia era tan novelesca como la primera . Y buenos sudores le costaba , porque había ratos en que su apurada situación económica , sus remordimientos y sus miedos sobre todo , le ponían al borde de lo que él creía ser la locura . No importaba ; la mayor parte del tiempo estaba satisfecho de sí mismo . Aquella ausencia de facultades expresivas , que según él era lo único que le faltaba para ser un artista , estaba compensada ahora por la realidad de los hechos ; se sentía héroe de novela ; no había sabido nunca dar expresión a lo que era capaz de sentir ; mas ahora él mismo , todos sus actos y aventuras , eran la viva encarnación de las más recónditas y atrevidas imaginaciones . Y si no , se decía , no había más que repasar su existencia , fijarse en los contrastes que ofrecía , en los riesgos a que le arrastraba su pasión y en la calidad y cantidad de esta . Emma , cada día más aprensiva y más irascible , exigente y caprichosa , había llegado a complicar el tratamiento de sus enfermedades reales e imaginarias hasta el punto de que , el mismo Bonifacio , a pesar de su gran retentiva y experiencia , había necesitado recurrir a un libro de memorias en que apuntaba las medicinas , cantidades de las tomas y horas de administrarlas , con otros muchos pormenores de su incumbencia . Como la enferma no estaba muy segura de padecer todos los males de que se quejaba , temerosa muchas veces de que las pócimas recetadas no fuesen necesarias dentro del estómago y acaso sí perjudiciales , prefería por regla general el uso externo , con lo cual se aumentaban las fatigas del cónyuge curandero , porque todo se volvía untar y frotar el cuerpo delgaducho y quebradizo , quejumbroso y desvencijado , de su media naranja o medio limón , como él la llamaba para sus adentros ; porque los desahogos de Bonis eran de uso interno , al contrario de lo que sucedía con las medicinas de su mujer . Pulgada a pulgada creía conocer el antiguo escribiente la superficie de aquel asendereado cuerpo de su mujer , donde él daba friegas con fuerza y con delicadeza a un tiempo , según lo exigía la paciente , esparcía ungüento con justicia distributiva , amoroso tacto , pulcritud y suavidad ; así como en la región del pecho , y en la espalda y sobre el hígado había pasado un pincel impregnado de yodo . Antojábasele aquel mísero conjunto de huesos y pellejo y de importunas turgencias , edificio ruinoso que el dueño defiende contra la piqueta municipal a fuerza de revoques de cal y manos de pintura y recomposición de tejas . « ¡ Ay ! , en vano la retejo , y la unto , y la froto , y la pinto ; esta mujer mía hace agua por todas partes , y el viento de la ira entra en ella por mil agujeros ; esta destartalada máquina , inútil para mí , en cuanto legítimo esposo , sirve sólo , y servirá tal vez muchos años , para albergue del espíritu sutil de la discordia y de la contradicción : poca materia necesita el ángel malo para encaramarse en ella como un buitre en una horca , un búho en un torreón escueto y abandonado , y desde su miserable guarida hacerme cruda guerra » . Lo cierto era que Bonis exageraba , lo mismo que en el lenguaje , en los achaques de su mujer . Emma , que había estado en peligro de muerte meses antes , poco a poco se reponía , y la nueva energía que iba adquiriendo empleábala en inventar más exigencias , más achaques y en procurarse unturas que no la comprometían a estar enferma de verdad , y en cambio habían llegado a ser para ella una segunda naturaleza ; no se sentía bien sin grasa alrededor del cuerpo , sin algodón en rama aplicado a cualquier miembro ; y en cuanto al resquemillo del yodo y a las cosquillas del pincel , habían llegado a ser uno de sus mejores entretenimientos . Todo ello servía para multiplicar los trabajos de Reyes , su responsabilidad y alarde de paciencia . Aquella resignación de su marido llegó a ser tan extremada , que a Emma acabó por parecerle cosa sobrenatural y diole mala espina . No sabía por qué le olía mal aquella sumisión absoluta ; tiempo atrás , antes de sufrir las últimas humillaciones , protestaba tímidamente por medio de observaciones respetuosas ; pero ahora , ni eso : callaba y untaba . A un insulto , a una provocación , respondía con una obra de caridad de las que inmortalizaban a un santo ; allí hacía falta , no sólo el sacrificio del corazón , sino el del estómago , pues todo se sacrificaba . Bonis no tenía ni amor propio ni náuseas ; el olfato parecía haber desaparecido con el sentimiento de la propia dignidad . ¿ Qué era aquello ? Lo que antes era para la esposa autocrática la única gracia de su marido , ahora comenzaba a convertirse en motivo de sospechas , de cavilaciones . ¿ Por qué calla tanto ? ¿ Por qué obedece tan ciegamente ? ¿ Es que me desprecia ? ¿ Es que encuentra compensación en otra parte a estos malos ratos ? Un día Emma , a gatas sobre su lecho , se recreaba sintiendo pasar la mano suave y solícita de su marido sobre la espalda untada y frotada , como si se tratase de restaurar aquel torso miserable sacándole barniz . « ¡ Más , más ! » , gritaba ella , frunciendo las cejas y apretando los labios , gozando , aunque fingía dolores , una extraña voluptuosidad que ella sola podía comprender . Bonis , sudando gotas como puños , frotaba , frotaba incansable , con una sonrisa poco menos que seráfica clavada en el apacible rostro : sus ojos , azules y claros , muy abiertos , sonreían también a dulces imágenes y a deleitosos recuerdos . En vano Emma refunfuñaba , se quejaba , le increpaba y con palabras crueles le ofendía ; no la oía siquiera ; cumplía su deber y andando . Volvió ella la cabeza hacia arriba , y al ver la expresión de beatitud de aquella cara , quedose pasmada ante semejante alarde de paciencia y humildad absoluta . - A este algo le pasa , algo muy raro ... Parece más tonto que de costumbre , y al mismo tiempo en esa cara hay una expresión que yo no he visto nunca . - ¿ Sabes que andas distraído , joven ? Aquel joven era la tremenda ironía de la mujer que , viéndose mustia y enfermiza , recordaba al tierno esposo que él envejecía , gracias , no sólo a los años , sino también a los disgustos de aquella servidumbre conyugal . El joven no contestaba cosa de sustancia y entonces ella le miraba de hito en hito , y daba vueltas alrededor de él , para ver si por algún lado estaba abierto y se le veía el secreto que debía de tener entre pecho y espalda . Después le olfateaba . Le daba el corazón que por el olfato habían de empezar los descubrimientos ... ¿ A qué olía aquel hombre ? Olía a ella , a los ungüentos con que la frotaba , al espliego y alcanfor de su jurisdicción ordinaria . « Habrá que olerle cuando venga de fuera , de la calle » . Y le despachó , como casi siempre , con cajas destempladas . Emma dormía mucho , y aun despierta tenía necesidad de estar completamente sola muchas horas , porque además de las intimidades a que podía y debía asistir Bonifacio , había otras más recónditas que no podía presenciar ni el marido ; eran unas las del tocador , secreto de secretos , y otras misteriosas manías de cuya existencia no quería ella que supiese nadie . Añádase a esto que había conservado la mala costumbre de soñar despierta horas y horas en su lecho , antes de levantarse , y en tales deliquios de la pereza , así como en las frecuentes rachas de murria , Emma no toleraba la presencia de ningún semejante . Por todo lo cual , Bonis , a pesar de la estricta sujeción de sus tareas de marido enfermero , tenía por suyo mucho tiempo ; el caso era ser exacto a las horas de servicio ; de las demás no pedía cuentas el tirano . Todas las que , tiempo atrás , vivía Reyes olvidado por el mundo entero , sin tener que dar noticia de su empleo a nadie , a fuerza de ser él persona insignificante , ahora las dedicaba , siempre que había modo , a su amor . Veía a Serafina en el teatro , en la posada y en los largos paseos que daban juntos por parajes muy retirados o lejos de la ciudad .