Limpia como los chorros del agua y madrugadora como las alondras del campo , Isabel , de antiguo había puesto singular empeño en que la escuela regentada por su padre apareciese a diario , desde el amanecer , con el bruñido brillo que los almireces , velones , calderas , sartenes , perolas , ollas , platos , aparecían colocados por los testeros de la cocina y sobre el pretil de la chimenea , en la parte de casa reservada a la familia . La escuela , como el hospital , como la cárcel , como el cementerio , como todos los establecimientos públicos por las regiones meridionales , carece en absoluto no ya de esplendor , sino hasta de condiciones higiénicas . Se cuidan más los ediles , con su alcalde a la cabeza , en las horas del reparto territorial de favorecer los intereses propios que los del amigo ; y mas los intereses del amigo que los del pueblo . Se atiende allí con mayor solicitud a los gastos de cualquier fiesta religiosa que a los gastos de cualquier mejora pública . Pocos espectáculos tan tristes como los ofrecidos por los ayuntamientos de los pueblos , aun en sus mis solemnes sesiones . No se discute allí por el bien común , sino por el medro y la granjería particular . No libran los ediles unos con otros altas polémicas que tengan por fin mejorar el estado de una población más o menos populosa , pero al fin y al cabo de una población entera , se pelean como lobeznos hambrientos por repartirse el botín municipal . Los nombramientos de este alguacil , de aquel sereno , de tal escribiente , de cual sepulturero , interesan más , mucho más que el medio y manera de allegar recursos para cosa tan innecesaria , a su juicio , como un establecimiento de educación intelectual . Así no podéis imaginaros lo que es una escuela en tales regiones de natural descuidado e indolente . La gloriosa revolución nuestra , que , entre otras varias ventajas , trajera un relativo culto a la enseñanza , barrió inveteradas supersticiones e hizo que tales públicos establecimientos cobrasen , en parte , si no esplendoroso , decente aspecto . Por la época en que nosotros colocamos la acción de esta novela , y en el villorrio donde pensamos desarrollar las escenas más interesantes , sus moradores , salvas honrosas excepciones , imaginaban pecaminosa y de nocivas resultas la enseñanza para la mujer . Educados en las más burdas supersticiones por el egoísmo de un clero ultramontano , quien pretendiera lucrarse a costa de la ignorancia , los pobres aldeanos tomaban como sinónimos instrucción y prostitución , tal vez por la natural consonancia que guardan entre sí ambos vocablos . Y si había quienes transigiesen con la lectura , no había quienes transigiesen con la escritura . Aun se podía consentir que la mujer leyera , pero no se podía consentir que la mujer escribiese . La posesión de tales rudimentos en la soltera equivalía a un diploma de perdición segura ; mientras en la casada equivalía a tener patente manifiesta de infidelidad conyugal . Quien evita las ocasiones , evita los peligros . Y peligros innumerables , en sentir de aquel vulgo , ignaro , encerraban los signos convencionales de la escritura . La casta doncella , que , recluida en el interior de su hogar , celada por sus padres , vive segura , como perla preciosísima en su concha de nácar , hasta donde no pueden ni los ojos más codiciosos llegar , cae rendida a veces a la lectura de cualquier billete amoroso , lleno de dulces promesas , de tiernos conceptos , de amantísimas frases . La fiel esposa , aun aquella que rodeada de sus hijos cifra en estos retoños de su corazón su ventura , puede con facilidad rendirse en una mala hora y a impulsos de una mala tentación , frecuentes hasta en los santos , a las palabras escritas en un trozo de papel por este afortunado y diestro libertino . Lo mejor , pues , para evitar contingencias de todo en todo nefastas al bello sexo , azar difícil de guardar , el mejor expediente resultaba negarles todo medio de comunicación secreta con sus semejantes . Así , para evitar una desventura problemática , sumían por aquel entonces las mujeres en la ignorancia más completa , que es la mayor desventura posible aquí en el mundo . No asaltaban a los padres tales escrúpulos respecto de los varones ; pero no por esto cuidaban mejor de su enseñanza . Fuera de lo que podríamos llamar porción relativamente aristocrática del pueblo , antes que a la escuela mandaban las clases pobres y aun las clases medias a sus hijos a ejercer en grado más o menos superior sus respectivas industrias . La escarda del cebollino en las bancales , la requisa de las espigas en los rastrojos , el apacentamiento de las ovejas por los campos , la recolección de las aceitunas en los olivares , coger boñigos en la vía pública , velar por las hortalizas al raso , parecíales a los aldeanos aquellos cosa bastante más útil para sus hijos que holgar y recrearse en la escuela . Metidos a peoncillos de albañil , a aprendices de zapatero o otro cualquier oficio , ganaban más los muchachos que metidos a deletrear palabras , a declinar artículos , a conjugar verbos , a trazar más o menos diestramente palotes , que luego , andando el tiempo , para maldita la cosa hablan de servirles . Es tan cierto este horror a la enseñanza , o por lo menos este desprecio por la educación , que los chiquillos instintivamente se dividían en aquel lugar en dos clases , los llamados estudiantes , o en términos vulgares cachuchas , y los llamados arrabaleros , o en términos gráficos zotes o zopencos : dos bandos quienes sentían entre sí odios y rencores irreconciliables que se traducían con frecuencia en bárbaras pedreas , casi siempre terminadas por tremendos descalabros . Imaginaos a tales pésimos antecedentes , la serie desastrosa de consiguientes a seguir . En mezquina rinconada que dos caserones viejos y semiderruidos forman , álzase el frontispicio de la escuela , cuyos dos únicos balcones ostentan , en lugar de expresivo rótulo o de conveniente insignia , tostada por el sol y por la lluvia y el polvo ennegrecida , rizada palma con su natural adorno de brotes de olivo al centro , los cuales , dicho sea con todo respeto , danle al edificio aires , más bien que de noble santuario , de ruin taberna . Amplísimo pero destartalado zaguán , en cuyo recinto , a veces se amontonan los productos del campo o las herramientas agrícolas , sirve de atrio o vestíbulo al que podremos llamar irrisorio templo de las letras ; en tanto que reducida porción de terreno , mitad corral y mitad huerto , donde a un tiempo mismo se oyen los chasquidos de la palmera , en un ángulo erguida , el rechinar de la polea , puesta en movimiento por los chiquillos , que un pozo en este rincón mantiene , el cacarear de las gallinas que pululan a sus anchas por doquier , el gruñir de un cerdo , nombrado sea , por no perder la costumbre , con perdón de tos lectores , metido en la pocilga , y a quien disputan su brebaje de salvado y patatas cocidas las palomas que bajan del terrado y los conejos que salen de sus madrigueras ; tal porción de terreno sirve de desahogo a la casa escuela y de sitio para sus expansiones a los revoltosos alumnos . Y si la planta baja del edificio destinado a la primera educación ofrece tal aspecto de solariega vivienda , la parte superior no lo desmiente . Subid la estrecha escalera , cuya barandilla de pino aparece desgastada por el doble roce de los que a ella se asen incesantemente y de la greda y del cloruro y de los estropajos con que a diario la friega Isabel , en su afán de limpieza , y veréis cómo alternan las cámaras donde se amontona el trigo , los porches tapizados por los frailes del maíz o por las horcas de ajos y cebollas , las despensas repletas de orzas con arrope , de rastras de longaniza , de uvas de cuelga , de granadas , de melones , de productos agrícolas , con el aula donde se enseña latín a los adultos , con el salón donde se enseña a deletrear a los párvulos , y con el cepo donde se castiga a los desaplicados y rebeldes . Un cuarto muy pequeño a la derecha del rellano , en el piso principal , hace oficios de aula , y su mobiliario consiste en dos bancos y una mesa de madera , una pizarra que fue negra en otros tiempos , y varios mapas donde estuvieron las cinco partes en que se divide el globo , pero de cuyos dibujos apenas queda huella . Frente por frente de habitación tan pobre con vistas al corral , si un encerado cubierto de papel no lo impidiera , vese la entrada a la escuela . Espacioso el local , pero de irregulares proporciones , su techumbre en declive descansa , a manera de vasta buhardilla , sobre rústicas vigas horadadas por la carcoma . Una docena escasa de bancos-mesas en pésimo uso lo amueblan , y multitud de carteles llenos de máximas , de alfabetos mayúsculos y minúsculos , de pizarras , de mapas , cubren sus paredes . A un lado , descansando en las tablas de ruin tarima , se alza el sillón del maestro con su mesa de escritorio al frente y su crucifijo de escayola en lo alto . Por toda biblioteca , no hay allí más que unos estantes repletos de libros viejos ; por todo mueble doméstico , varias perchas donde cuelgan los niños sus sombreros o sus gorras . Un punto de madera , negro por un lado y blanco por otro , en la pared y al alcance de todos puesto , indica a los alumnos el instante hábil para ir , con la venia del profesor , a los sitios excusados . He ahí , a grandes rasgos hecha , la descripción de una escuela de pueblo perteneciente a las provincias de Levante , de la que , si hoy no resta vestigio , fue un tiempo modelo clásico en su género , así por la rareza de su aspecto como por el método especial de su enseñanza . En punto de las ocho serían cierta mañana de Abril , cuando terminada la limpieza de lo que podríamos llamar parte oficial de la casa , Isabel puso mano a los quehaceres domésticos . Los muchachos , ávidos de holganza , hasta aquel entonces diseminados en todas direcciones por las calles vecinas a la escuela , con la última campanada de la para ellos hora funesta , abandonaron sus infantiles juegos , y en grupos más o menos numerosos , o persiguiéndose y correteando para no perder ni un minuto de recreo , comenzaron a verificar su entrada . A la cabeza de los mayores en edad y más diligentes por inclinación iba un mancebo , fornido de cuerpo , moreno de color , de rasgados ojos , de mirada triste , imberbe por sus cortos años , pero con apariencias y hasta señales de hombre razonador y reflexivo . Era el pasante de la escuela , a quien la hermosura de Isabel lo tenía como trastornado y fuera de sí . Alguna orden debió comunicar a sus acompañantes Andrés , pues apenas traspuesto el zaguán y al pie de la escalera llegados , mientras aquéllos desfilaron sumisos con dirección a la escolar estancia , él se internó tropezando en los objetos como quien huye y dándole vuelcos el corazón como quien teme , de la planta baja , en la cocina , donde se hallaba Isabel preparando el chocolate para su padre . ¡ Hermosísimo cuadro de género seguramente hubiera podido un hábil pintor trazar si tiene por modelos figuras tan singulares como las de estos dos enamorados y pone por fondo el interior pintoresco de una cocina campestre . El hogar donde chisporrotearan por otras estaciones menos dulces que ésta las cepas , muéstrase apagado , más triste que la trípode fría de cualquier vestal a quien , por descuido , no alimentándolo , se le extinguiera el fuego sacro puesto bajo su custodia e inspección . Ennegrecida por el humo y materialmente cubierta de hollín , la campana de la chimenea aparece brillantísima como la quilla de un barco recién embadurnado de alquitrán . A la derecha el sartenero , donde , además de las sartenes , varias en tamaño , vense los candiles de hierro con sus garabatos deformes . Y mientras por las paredes lucen sus toques metálicos los enseres culinarios , y por los escudilleros se alzan frágiles castillos formados con platos , tazas , jícaras , hueveras y demás vasijas , de sus correspondientes clavos penden las parrillas y las trébedes . El gato , ese tigre doméstico que paga , en su salvajismo ingénito , las caricias con arañazos , junto a la chimenea se yergue como centinela vigilante del hogar , sobre cuyo fondo oscuro se destacan su blanquísima o leopardada piel ; su movible cabeza , que sigue los movimientos del circunstante ; sus ojos , que compiten en brillo con el ascua roja de los tizones ardientes en la hornilla . Y para que nada falte , la hermosa aldeana , vestida con el traje pintoresco , usual por aquella comarca entre las gentes labradoras , cuyas prendas principales lo forman una saya de percal o un zagalejo de colores , un pañuelo de melón , unas alpargatas blanquísimas , un delantal caprichoso , junto al fogón vese iluminado fantásticamente el rostro por las llamas de los sarmientos , dando vueltas sin cesar con ambas manos al molinillo para desleír el chocolate , y a sus espaldas el enamorado galán , quien , de puntillas , se acerca ansioso de sorprender en tal coyuntura a su prometida y cuyo regodeo interior muestran sus ojos chispeantes , su boca entreabierta , que dibuja la más dulce , pero también la más burlona de las sonrisas . Tal era el conjunto ofrecido a la vista por este compartimiento en el minuto de penetrar en sus espacios con cautela el enamoradizo pasante . Isabel , abstraída por completo en hacer el chocolate , no se dio cuenta de la presencia del mancebo hasta que a sus espaldas éste la saludó diciendo : - Buenos días , Isabel . - ¡ Oh ! ¿ Eres tú ? - dijo ésta volviendo hacia su inesperado interlocutor el rostro . - Yo soy - tornó a decir Andrés . - ¡ Cómo se te han pegado las sábanas ! - No tanto , Isabel , no tanto . A la hora que corre , y son las ocho , he oído ya , con el fervor natural en quien de buen cristiano se precia , dos misas , una por el alma de mi madre , que Dios tenga en la gloria , otra porque nuestros amores sean eternos Y nuestra felicidad imperecedera . Y a estas frases , pronunciadas por Andrés con mezcla de sabor dulce y amargo , siguió un suspiro tan hondo y tan triste que se hubiera tomado por el resuello de cualquier moribundo . Isabel , quien ya había apartado de la lumbre la chocolatera y puéstola para que no perdiese su calor a un lado sobre el rescoldo , mirando fijamente al galán , le respondió con cariño : - Me agrada sobremanera verte hecho todo un hombre juicioso ; pero no me agrada verte triste , cuando sólo tienes motivos de alegría y de júbilo . - ¿ Y por qué no de duelo ? - Porque no . - Tal frase , Isabel , más que una razón convincente es una afirmación gratuita . - ¡ Si lo sabré yo ! - Pues no lo sabes . - ¿ Luego guardas en el pecho secretos para mí ? - No es secreto lo que advierte una simple mirada hacia el porvenir . - ¿ Hacia el porvenir ? ¡ Qué cosas dices ! ¿ Si tendremos que llamarte desde hoy el rigor de las desdichas ? - ¿ Si , quejumbroso de natural , sólo por vicio me lamentaré yo ? - dijo Andrés , uniendo a la interrogación de Isabel la suya propia . - Por vicio ; justamente . Esa es la palabra . Y si no , veamos . Paso por alto una página de tu historia , la referente a la pérdida de tu madre , después de todo no más sensible que , en mi vida , la referente a la pérdida de la mía . Pero fuera de esto , ¿ hay alguna nube que pueda empañar el brillo de tu existencia ? ¿ No se mira como en el cristal de un espejo mágico en tus ojos tu padre ? ¿ No has llegado , merced , eso sí , al natural laborioso de tu complexión , a ganarte la voluntad de mi padre , que te quiere como a verdadero hijo ? Y a esta mujer que te habla , ingrato , de reina que en su casa era , ¿ no la has trocado en esclava de tus amores ? ¡ Si no me quieres , si es mentira tu amor ! E Isabel , doblando sobre el pecho la hermosa cabeza , como pudiera una flor cargada de rocío doblar la brillante corola sobre su tallo , comenzó a verter raudales de lágrimas . - ¡ Qué niña eres ! - exclamó Andrés , estrechando en un acceso de febril entusiasmo contra el pecho a su amada . - Muy niña ; cierto . Por eso te burlas de mí - añadió con voz entrecortada por los sollozos Isabel . - Pero sino has dejado que te explicara ... - ¿ Por ventura tiene explicación satisfactoria lo dicho por ti ? - Vaya si la tiene . - Veamos entonces . - Serénate y escucha . - Habla . - La tristeza que notas en mi rostro de poco tiempo acá no puede provenir , cual tú misma has dicho , de contrariedades o desventuras pasadas ; proviene de presentimientos Y recelos del porvenir . - ¿ Y qué presientes ? ¿ Y qué recelas ? - Cosas muy tristes . - ¿ No te amo con todo mi corazón ? - Sí . - ¿ No eres por completo dueño de mi albedrío ? - Ciertamente . - Pues entonces , ¿ qué pena con su sombra , es capaz de ennegrecer el cielo de nuestra dicha y , entristeciéndote a ti , sumirme a mí en los abismos de la desesperación ? - Dentro de breves días , por desgracia , Isabel , se celebrará el sorteo para cubrir el cupo de soldados correspondiente al pueblo . - ¿ Y tú entras en la quinta de este año ? - observó Isabel - . ¡ Cuánto me alegro ! Así como así , para casarse un hombre , lo primero y principal es que haya salido de quintas . ¿ Y eso te desazona ? Pues si debieras bailar de gusto . - O debiera llorar de pena , que no es lo mismo . - Dale con los vaticinios siniestros . ¡ Ni que te hubiese algún abejorro , de esos que anuncian tristes nuevas , visitado de buena mañana ! - Ya sabes que no doy crédito a esas supersticiones . Además , la primera persona con quien topé de manos a boca hoy al salir de casa , aunque vestido de negro como el animalejo que acabas de mentar , no lo juzgo de mal agüero , porque fue nuestro buen sochantre el padre Francisco . Pero volviendo al tema de la conversación , ¿ no puede muy bien tocarme en suerte una bola negra ? - Y aun cuando así fuera , la ley te exime del servicio . - Mucho aventurar es eso . - No tanto como tú crees . Tu padre es , sexagenario . Y si yo no estoy mal informada , te libras por esta causa de ser soldado . - Pues aun así no me las prometo muy felices . ¡ Se comete tanta arbitrariedad ! ... - ¡ Oh ! Yo espero que la Virgen Santísima de las Nieves , oyendo mis súplicas , intervenga en el sorteo y reserve para ti uno de los números más altos . - ¿ Y si no sucediera tal ? - preguntó vivamente Andrés . - ¡ Ay ! No me hagas , ni en calidad de suposición , esa pregunta - dijo Isabel con voz trémula . - Pues precisa ponerse en el peor caso , para no sufrir tristes desilusiones en la vida . - Pues bien , si tú cayeses soldado , yo me moriría de pena . - No es ésa , no , Isabel , la contestación que yo apetezco . Las penas producidas por la ausencia entre los amantes no matan , cual tú supones , pues contra ellas , y para combatir sus estragos , hay un benéfico antídoto que se denomina la esperanza de volverse a ver . Lo que acaba con el cuerpo y con el espíritu es otra enfermedad cien veces más temible . - ¿ Otra enfermedad ? - Sí ; otra enfermedad que produce la muerte por desesperación ; otra enfermedad que , a manera de gangrenoso cáncer , va poco a poco cortando el hilo de la existencia . - ¿ Y se llama ? ... - No aprendas ni siquiera su nombre . Isabel mía , se llama el olvido . - ¿ Y tan poca fe te inspira mi amor , que me juzgas capaz de olvidarte ? - Eso quiero , que no me olvides , que si por desventura llega el caso , como tantas otras frívolas mujeres , no des al viento tus promesas de amor y de fidelidad . Y mientras a las expansiones propias del amor se entregaba sin recelo esta linda pareja , los muchachos congregados en la escuela , sin persona de autoridad que los dirigiera , entregábanse , por su parte , a los excesos de una infantil pero desenfrenada anarquía . Los de índole menos perversa tomaban por campo de operaciones para sus juegos las pizarras , sobre cuyo fondo negro se entretenían en trazar figuras grotescas . Los más fuertes apoderábanse de los más débiles y , llenando sus rostros de tiznajos , los transformaban en diminutos clowns de circo . Éste vertía sobre la plana del compañero la tinta , destinada en los propósitos del maestro para otros más útiles oficios . Aquél cargaba con todos los punteros de las clases y , haciendo un haz con ellos , los escondía en sitio excusado . Parecía aquello un concurso de travesuras infantiles , en donde , cada cual se propusiera lucir su índole perversa . Tornaba de su cotidiano paseo matinal el bueno del maestro , cuando se les ocurrió a los revoltosos discípulos una de esas diabluras que , cual suele decirse , sólo son capaces de inventar los muchachos . De pronto , varios , entre los más crecidos , conciben la idea de hacer blanco sobre cualquier objeto , colocado a cierta distancia , con granzones de yeso o diminutas piedras . Y aun no han concebido tal idea , cuando ya la han puesto en práctica , porque ellos no inventarán cosa buena , pero su instantánea ejecución es infalible . Como a los fogonazos en las escopetas sigue el disparo , en los chiquillos al pensamiento sigue la acción . Cosa o objeto que haga veces de blanco : pues lo más inservible , lo menos útil , las antiparras del maestro , halladas casualmente sobre su mesa . Sitio donde ha de colocarse tal fragilísima prenda : sobre la barandilla del balcón , a fin de no ensuciar el pavimento , aunque con sus chinitas entuerten al infeliz que pase por la calle . Distancia para hacer los disparos o lanzar los granzones : aquí no cabe discusión , de pared a pared ; después de todo el espacio es reducido . Y , apercibido lo necesario al endiablado juego , los chiquillos , puestos en fila , comenzaron a arrojar furiosamente granzones sobre las antiparras . Si , cual acontece con frecuencia por aquella región , una de esas nubes que parecen montañas de granito , según su facilidad en verter a mares las piedras , pasa por allí , se desabrocha su seno de alabastro y arroja sobre la tierra su carga de granizo , blanqueara tanto , pero no blanqueara más la rinconada donde caían los balcones de la escuela como los muchachos la blanquearon con su lluvia de piedrecillas . Y , sin embargo , en su natural aturdimiento , ninguno de ellos logra , hasta entonces , disparando con acierto , darle a las gafas . Tras porfiadísimo empeño , un muchacho , por fin , acierta a hacer blanco , pero con mala fortuna . A la violencia del golpe asestado por él con la piedra , caen a la calle . Todos se disputan ser los primeros en asomar sus cabecitas por la ventana , en averiguación de lo sucedido ; mas todos retroceden espantados , viendo junto al cuerpo de su delito , o sea junto a las antiparras del maestro , al maestro mismo , en persona , quien , sobre el quicio de la puerta recostado , aguardaba sereno el fin , más o menos cómico , de tan triste incidente . Inútil decir el alboroto que armarían los escolares comentando la ocurrencia , como inútil enumerar las disculpas , las excusas , las evasivas que cada uno de ellos aduciría para esquivarse a todo género de responsabilidad . Por fin se convino en recabar a toda costa el objeto voluntaria o involuntariamente arrojado al arroyo . ¿ Mas quién sería osado a ponerle el cascabel al gato ? Si por fortuna para ellos nada había observado el maestro , una reprimenda más o menos agria daría fin a aquella casi en sus comienzos aguada fiesta . Si , al contrario , avisado por sus propios gritos , éste acechaba cauteloso la ocasión de conocer al verdadero culpable , ni la Caridad en persona lograría redimirlo . Quien la hace la paga : decían los muchachos relativamente exentos de culpa , a fin de obligar con esta máxima al notable lapidador de anteojos a que enmendara en lo posible el yerro . Y en efecto , no tuvo más remedio el infeliz que la hizo que pagarla . Para disimular mejor su escapatoria , y encubrir de alguna manera a los ojos del maestro su objeto , arrojó a la calle una hoja de un libro . Ni tan ingeniosa treta le valió . El maestro , con las disciplinas escondidas bajo su levita , sereno el rostro , vaga la mirada , fingió dejarse engañar por el díscolo muchacho , a quien permitió representar su papel según éste lo concibiera . « Al que hace un yerro , y pudiendo , no hace más , por bueno lo tendrás » . Esto dice un refrán español . Pero el severo maestro , juzgando sin duda capaz de reincidir a su discípulo , en cuanto éste traspuso los umbrales de la puerta , en vez de tal sabia máxima , le aplicó las disciplinas , y le hizo saltar como cabrito retozón en fresca y verde pradera metido . Al espoleo , o mejor dicho , al escozor de los zurriagazos en cierta parte mollar de su cuerpo sentido , éste corrió que se las pelaba a refugiarse en la escuela ; mas como en su velocísima fuga el dómine le siguiese , tomando el camino más corto , internóse en la cocina , donde a la sazón se hallaban , bien ajenos de cuanto acontecía , cual hemos visto , el pasante de la escuela y la hija del maestro , al amparo de cuyas faldas libró su salvación el infeliz fugitivo . Un mal mayor se sobrepone a un mal menor en todas las ocasiones de la vida y en todas las partes del mundo . A esta teoría obediente , el vulgo inventó , sin duda , la expresión proverbial que dice : como un clavo saca otro clavo . Lo cierto es que el maestro , hasta aquel entonces sañudo e iracundo contra el discípulo , quedóse como viendo visiones en presencia de la inesperada escena que le ofrecían , con su tierno coloquio , los enamorados ; y suspendiendo su persecución , paróse en redondo , cual pudiera hacerlo un caballo desbocado al borde oscuro de cualquier sima insondable , dejando escapar al chiquillo , de quien para maldita la cosa volvió a acordarse . Imagínese el lector la transición brusca que se operaría en los personajes todos de tal interesantísima escena . Como débil hojuela , de puro mustia ya amarillenta , que el cierzo otoñal agitase , Isabel temblaba . Como torpe ladrón doméstico , en el minuto de cometer sus fechorías cazado y cogido , caíase al suelo materialmente de vergüenza Andrés . Ambos a dos los amantes aparecían en tal situación ante el maestro , cuyos ojos destellaban , en vez de ráfagas de luz , rayos de cólera ; cuyo rostro , ora encendido a impulsos de la indignación , ora lívido a impulsos de la ira , que agolpaba toda su sangre en el corazón , siempre desencajado , siempre trémulo , semejaba un barómetro psicológico , indicando con certeza las tempestades rugientes en su alma ; aparecían , íbamos diciendo , cual viles reos en presencia de inexorable juez . Ninguno de los tres personajes quería ser el primero en romper el silencio , temerosos unos de echarle con sus palabras leña al fuego , no al que bulliciosamente ardía en el fogón , sino al que en silencio ardía en el Pecho del anciano ; y temeroso éste de que sus furores lo condujeran allende lo conveniente . Pero la situación aparecía harto premiosa para sostenida por mucho tiempo . Comprendiéndolo así el pasante , hizo de tripas corazón , y dirigiéndose al padre de su amada , más que pronunciar , balbuceó estas frases : - Perdonad , señor maestro , yo os lo suplico , mi atrevimiento . - Sí , sí ; perdónenos usted , padre - añadió con humilde y reconcentrado acento Isabel . Don Vicente puso oídos de mercader a tales súplicas , y señalando la puerta de la calle , díjole con imperio a Andrés : - Vete , vete de mi casa y no tornes a ella jamás . - ¡ Padre ! - atrevióse todavía a murmurar Isabel , tratando de interceder por su amante . - Lo he decidido así , y han de cumplirse mis órdenes . Vete , vete . - Comprendo vuestro enojo , y a daros satisfacción cumplida estoy dispuesto - replicó sin mover el pie del sitio en donde parecía como enclavado Andrés . - Si no las necesito ; si no las quiero - contestó lleno de febril impaciencia el bueno del maestro . - Sin embargo , yo creo de necesidad presentaros mis disculpas , - Quien con premura y con insistencia trata inoportunamente de dar satisfacciones no pedidas , muestra bien a las claras exceso de malicia . - ¡ Don Vicente ! - Basta . Sal sin demora . - Yo amo a Isabel . - ¿ Intentas , desdichado , apurar hasta su último límite mi paciencia ? - Intento sólo justificar mi conducta , extraña a vuestros ojos . - Está bien , habla ; pero sé breve , porque no respondo del tiempo que en calma podré escucharte . - Yo amo a Isabel , y en alas del amor a este sitio he venido . - ¿ Y crees , insensato , que tal pasión ha de lograr rehabilitarte en la opinión mía ? - Nunca nos hemos atrevido a revelaros estos amores , por miedo a incurrir en vuestro enojo . Mas ya que la casualidad propicia o infeliz nos obligue a ello , voy a confesároslo todo . Como os iba diciendo , yo amo a Isabel y , por fortuna , soy en mi amor correspondido . ¿ Queréis concedérmela para esposa ? He aquí formulada mi pregunta . Sólo ahora vuestra contestación espero . - ¿ Y crees , necio en tu atrevimiento , mi respuesta en consonancia con tu pregunta ? ¿ Tan mentecato me imaginas que así de rondón , y como la cosa más lógica y más natural del mundo , de buenas a primeras ceda a tus descabelladísimas pretensiones ? Andrés , has errado el golpe . No , y mil veces no . He ahí en pocas palabras expresada mi voluntad . - Y sin que toméis por irreverente o por irrespetuosa mi observación , ¿ podríais decirme algunas razones que abonasen tan rotunda como triste negativa ? - Porque no quiero ; porque no me place . ¿ Te parecen razones de poco peso éstas ? - ¡ Oh ! No , señor ; al contrario . Me parecen abrumadoras , aunque injustísimas y crueles . - ¡ Dale con el mozo ! ¿ A qué porfiar tanto ? He dicho que tus pretensiones , además de descabelladas , son ridículas , y nadie me apeará de mi burro . Hemos concluido . Vete . - Don Vicente , por lo que más ame usted en el mundo , no desatienda mis ruegos ni me deje , procediendo así , más huérfano de lo que soy - dijo Andrés , poseído de intenso dolor . - ¡ Padre ! - añadió , acongojada por las tristes emociones que las respuestas de su padre le causasen , Isabel . Pero ni por esas . Hombre de voluntad y de energía sumas , D . Vicente , como no hubiera cedido a las amenazas , no cedió tampoco a los ruegos . Andrés no tuvo más remedio que partirse de aquella mansión , donde tantas horas felices había pasado y de donde lo arrojaba en mal hora su aciaga suerte . ¿ Qué motivaba tal extrema resolución por parte del maestro , dispuesto siempre a complacer , hasta en los más fútiles caprichos , a su hija ? Quien por evitar una lágrima a los ojos hermosísimos de la doncella le hubiese dado , cual suele decirse , una vuelta al mundo , ¿ cómo ahora , y a virtud de su negativa terminante , los trocaba en verdaderos manantiales ? Veámoslo . La superstición popular , no satisfecha con atribuir sobrenaturales prestigios , nefastos unas veces , infaustos otras , lo mismo a la nube transparente o oscura que el horizonte asombra , como al ave caudalosa que dirige , por capricho o por necesidad , su vuelo hacia este o hacia el otro punto cardinal del espacio ; la superstición popular , que ha visto en el pábilo de la bujía , en el tizón del hogar , en el matiz del insecto que visita la casa , en el ladrido del perro que guarda la hacienda , en las hierbas del campo , en las constelaciones del cielo , en el detalle más mínimo , en el ruido más imperceptible , en la cosa más insignificante , anuncios felices o desgraciados de hechos por venir , a un cúmulo tal de erróneas creencias , junta una serie interminable de aprensiones , en acto de suyo tan transcendente a la vida como el matrimonio . Todos sabemos que , fundadas en el fanatismo e ignorancia de nuestros antepasados , tal orden de supersticiosas especies , no alcanza más prestigio que lo remoto de su antigüedad ; pero todos las aceptamos consciente o inconscientemente ; todos , desde el pobre campesino , hecho a labrar las tierras para que produzcan , buenos alimentos , hasta el sabio catedrático , hecho a labrar las inteligencias para que den de sí luminosas ideas , todos las aceptamos la cosa más natural y más corriente . Nos pasa con las supersticiones populares , lo que nos pasa con la liturgia católica . Nadie que de medianamente ilustrado se precie ve , por ejemplo , en el ayuno , en la vigilia , en la huelga dominical , en la abstinencia de comer carne durante la Cuaresma , en la promiscuación y demás preceptos por el estilo , otra cosa que meras reglas de higiene ; pero todos o casi todos cumplimos con la Iglesia en esto , más que por devoción , por costumbre ; más que por miedo a pecar , por miedo a incurrir en el pesagrado de la familia , sobre todo de las mujeres de la familia , en quienes adoramos y a cuyas puerilidades voluntariamente nos sometemos . ¿ Quién , por independiente , por voluntarioso , por libre , se atreve a desoír las advertencias de su madre o de su mujer , dos seres , ¿ qué dos seres ? dos ángeles encargados de velar por nuestra vida y de llorarnos después de la muerte , cuando en vísperas de viaje nos anuncian cómo de ninguna manera debemos emprenderlo en martes , uno de los días más aciagos con que cuenta la semana ? ¿ Quién , por despreocupado que parezca , en día de convite , echa en saco roto y desatiende y desoye la observación pueril de su esposa , la cual dícele al oído , sin que se aperciban los comensales , cómo , llegando al número trece éstos , precisa invitar a uno nuevo o desinvitar al de más confianza , para huir de esa nefasta cifra , cuyas breves sílabas constituyen toda una sentencia de muerte ? Nos reímos que nos las pelamos de la pobre mujer , quien , por lo general , poco instruida , sobre todo en España , donde apenas el bello sexo lee , aparte los periódicos de moda y alguna que otra novela de enrevesado argumento , libro ninguno instructivo , cuando en la limpieza cotidiana casualmente rompe uno de los espejos que adornan la casa , y al ver saltar en pedazos los cristales augura pronta e infalible desgracia ; y luego nosotros , los hombres , que , echándonoslas de ilustrados , calificamos , lo menos , de necias estas supersticiones , ni al comprar décimos de la Lotería , ni al señalar fecha para la inauguración de cualquier empresa , ¿ qué diablos ? ni al trazar estas cuartillas queremos terminar un párrafo , un capítulo y mucho menos la obra , en página que termine forzosa y necesariamente con el número trece : pues parece como que las supersticiones se hallan diluidas en el aire , y que cual del aire participan todos los pulmones , participan de ellas todas las inteligencias . Hoy es , y aun el vulgo estima sobre todo animal doméstico los gatos negros , quienes por un privilegio verdadero , llevan a las casas abundancia y riqueza ; hoy es , y aun nuestras mujeres hieren con sus exclamaciones de indignación los aires cuando , por descuido , cualquiera de los individuos asentados a su mesa vierte el salero ; y se regodea placentera y se frota las manos jubilosa y dice satisfecha al individuo que , todo azorado , le presenta sus excusas por haber sobre el blanco y limpio mantel vertido su copa , rebosante de vino , cómo no debe contrariarle tal incidencia , ya que en la superstición popular , esto augura alegría ; hoy es , y aun existen personas de las cuales se apodera mal humor y hastío y nostalgia , que no pueden a veces en toda una semana desechar de sí , porque , a causa de una mala digestión , de una postura incómoda , de una atmósfera viciada , soñaron con agua clara , es decir , con algo equivalente a las lágrimas amargas que los dolores futuros han de hacerles verter a sus ojos ; mientras se aperciben con fruición otras veces a recoger los bienes por su buena estrella deparados , y que anticipadamente les anunciara los cuernos o las inmundicias vistos soñando . Pues todas estas y otras muchas absurdas creencias , tenían para D . Vicente , a pesar de su oficio o ministerio intelectual , valor idéntico al que entre los físicos , por ejemplo , tienen las leyes inmutables de la Naturaleza . Y como auguraba pestes y guerras viendo en aborrachado crepúsculo acarminarse y aun encenderse las nubes vagantes por el espacio , o aparecer en noche clara , por los cielos , algún brillantísimo cometa , y se hacia eco de cuantos mitos , fábulas , consejas , supersticiones , patrañas de boca en boca el vulgo repetía , auguraba triste porvenir a quien por su desventura y por su mal contrajese nupcias con doncella o mozo que contase en su familia , hasta la cuarta generación , algún carnicero . Merced a las ideas democráticas , arraigadísimas entre nosotros hoy , apenas paramos mientes en estas onerosas divisiones de castas que el régimen feudal nos legara y que durante muchos siglos los reyes absolutos mantuvieran ; pero si con el pensamiento nos trasladásemos a épocas anteriores a la Revolución francesa , habíamos de ver , con respecto a los oficios mecánicos y puramente industriales , cosas en verdad que maravillan . Los esfuerzos más beneficiosos del pobre trabajador , aquellos que mayor recompensa merecían , veíanse premiados ¡ horror ! no con un diploma de los usuales en los certámenes modernos , con un verdadero estigma de perpetua infamia y deshonra . Para aquellas sociedades bárbaras , los oficios se dividían , como los individuos en siervos y señores , en viles y nobles . Así , la profesión de las armas , por ejemplo , aun cuando los ejércitos se componían , en su mayor parte , de aventureros o de mercenarios , consideróse siempre noble o aristocrática ; mientras la profesión de industrial , sobre todo la profesión de zapatero , se consideró siempre vil o plebeya , quizás porque en las costumbres de la Edad Media entraba la de obligarles , bien o mal , esto es , supieran o no supieran , a los infelices siervos recién casados a hacer un par de zapatos la noche de boda , mientras en la cámara de los placeres el señor de horca y cuchillo disfrutaba de las primicias de su esposa , en justo cumplimiento de su derecho , llamado vulgarmente de pernada , o de muslada . Por análogas razones , el oficio de pescador de caña perteneció también a la categoría de los bajos oficios , pues , cuando no un par de zapatos , mandaban los señores feudales , mientras le soplaban la casta mujer , al infeliz esposo a que espantase con una caña las ranas de su estanque . Pero ¿ qué decimos los zapateros y los pescadores ? El actor mismo , a pesar de lo mucho que necesita de la inspiración artística , no se exceptuaba de tales ignominias , y si en los tiempos antiguos se les denominaba farsantes , en nuestros mismos tiempos , tan elevada profesión se tuvo en mengua y se la juzgó por todo extremo despreciable . Hay que confesarlo con rubor , pero hay que confesarlo con franqueza . Ha sido necesario que los siglos se sucedieran a los siglos en el tiempo , que las generaciones se sucedieran unas a otras en la tierra , que la civilización moderna disipara por completo las tinieblas de la ignorancia en que se hallaba como envuelta la humanidad , para desvanecer y destruir la degradante opinión que tenían formada nuestros antepasados de cuantos acogían y tomaban la profesión de actores , cuyos principios capitales son la imaginación y la sensibilidad . ¡ Qué diferencia entre los tiempos pasados y los tiempos presentes ! Antes el actor era considerado como una especie de payaso o de clown , quien no podía ejercer su oficio sin previa autorización real , en la que muchas veces se usaban fórmulas tan humillantes como ésta de Fernando VII : « Autorizo a tales o cuales comediantes para que diviertan en tal o cual punto a mis vasallos » . Hoy el actor aparece a nuestros ojos como el sacerdote de lo bello , de lo imitativo , del arte dificilísimo de la declamación , por medio del cual se reproduce en nuestra mente , y se pone como de relieve , la imagen desconsoladora de los seres humanos , de uno o otro modo pugnando siempre por anticiparse al término de la vida . Para nosotros , los grandes actores son como los sublimes heraldos con que cuenta la poesía , en sus manifestaciones más bellas , en la comedia o en el drama , para difundir y aun perpetuar los productos del ingenio . Sin los grandes actores , el Hamleto , de Shakespeare ; la Lucrecia , de Víctor Hugo ; el Guillermo Tell , de Schiller ; El Alcalde de Zalamea , de Calderón ; El café , de Moratín , las joyas más preciadas de la literatura , así nacional como extranjera , yacerían olvidadas en todo el mundo en los rincones de las bibliotecas , cubiertas de polvo y envueltas en telarañas . Pues con todos estos y otros muchos oficios denominados viles en la clasificación antigua , sumábase el oficio de carnicero . En Francia esta clase de industriales tuvo prerrogativas y privilegios sin número ; pero en España , el odio y la repulsión universal acompañóles siempre . Para nuestro dómine , quien , como ellos , como los carniceros , tienen por hábito la matanza cotidiana de inocentes animales ; han debido en la carnicería , a fuerza de oír sin estremecerse quejidos lastimeros , de ver sin conmoverse las lágrimas que a hilos destilan los ojos , por ejemplo , del cervatillo , sensible cornígero , quien llora en cuanto se le acorrala y se le hiere cual un pequeñuelo ; de lavarse sin repugnancia las manos en sangre , y de oler sin escrúpulo la carne muerta , han debido perder los afectos que más ennoblecen al hombre , los afectos de compasión , de ternura y de humanidad . Un carnicero , en concepto del maestro , era algo así como el verdugo , a quien diz que en casos de enfermedad o de muerte solía en otros tiempos reemplazar . Pues bien , Andrés , el pasante de la escuela , era hijo de un carnicero , y D . Vicente no quería , no podía consentir , dados sus escrúpulos , que su hija Isabel emparentase poco menos que con un auxiliar del siniestro ejecutor de la justicia . Pero divagando por estos espacios de las supersticiones populares , no cortemos el hilo de nuestra narración . Aquella noche , Andrés no pudo conciliar el sueño . Fuerte excitación nerviosa habíase apoderado de su cuerpo , y a virtud y por obra de semejante excepcional estado , bregaba con las sábanas en su lecho de dolor , como brega con las olas en su lecho de muerte el náufrago , víctima de las tempestades marinas . Varias veces apagó , más que de un soplo , de un resuello la bujía , sobre artística pero modesta palmatoria en cercana mesilla de noche alzada , y otras tantas veces tornó a encenderla . Luz para desvanecer la ilusoria imagen de Isabel , fluctuante cual entre vaporosos tules por las impalpables tinieblas , anhelaba a veces el infeliz enamorado , y a veces anhelaba espesas sombras para conciliar mejor el sueño , y con el sueño ahuyentar la falange de extrañas ideas que pesaban sobre su cerebro como losa de plomo . ¡ Vana pretensión ! Quien piensa que no quiere pensar en algo , ya piensa en ello . Cuantas tentativas hiciera para atraer sobre sus párpados el sueño reparador de las fuerzas así morales como físicas , otras tantas resultaron baldías e inútiles . Entre las espirales del humo de su cigarro aparecíasele Isabel , más bella que nunca y más que nunca enamorada ; por las páginas y entre los renglones de sus libros , que hojeaba y hojeaba con afán , creyendo borrar unos pensamientos con otros pensamientos , a Isabel veía , dotada con todos los encantos de su virginal pureza y todos los atractivos de su cándida inocencia ; y si ya , desesperado y fuera de sí , alguna palabra incoherente balbuceaban sus labios , era el nombre de Isabel , quien , bien a su pesar , apoderándose de su alma , se había hecho dueña de todo su ser . Y ora entre gemidos de dolor , ora entre sollozos amargos , ora entre angustias de muerte , murmuraba , elevando los ojos al cielo raso de su habitación , que no veía , o por lo menos que imaginaba en su delirio un cielo real , de fondo azul , con nubes rosadas , resplandeciente de colores , sembrado de estrellas , a través de cuyas constelaciones brillaba , circuida por una aureola de luz espiritual , la cabeza de su madre muerta , ferviente plegaria ; ya exaltado y como loco , profería interminable sarta de maldiciones , por su enormidad capaces de levantar pánico en el corazón más duro y poner horror en la mente más deshecha , maldiciones que iban , como los resoplidos del huracán , acompañadas por gestos y movimientos de verdadero condenado ; ya , por último , cual héroe que viese , a pesar de sus inauditos esfuerzos , cercana la derrota , caía desfallecido en una inercia semejante a la inmovilidad de los cadáveres . Y como los dolores del alma resulten siempre más intensos y más permanentes y más invencibles que los dolores del cuerpo , tras simulada y brevísima tregua , volvía de nuevo el cuitado a batallar furioso consigo mismo . Por fin se produjo en Andrés ese fenómeno cotidiano que nuestros fisiólogos no han podido averiguar aún si reconoce por causa la ineptitud del cerebro para recibir las impresiones transmitidas por los nervios , o la ineptitud de los nervios para transmitir las impresiones al cerebro ; por fin se produjo en Andrés el sueño . El fluido nervioso , discurriente por todo su ser , fue poco a poco aminorando su vital acción sobre los órganos harto cansados del infeliz ; la circulación , la calorificación , todas las funciones de su organismo fueron disminuyendo su actividad ; los párpados se le cerraron , los músculos cayeron en una especie de desmadejamiento , comenzaron a borrársele las ideas y los estímulos exteriores a perder la fuerza necesaria para renovarse , el horno candente del cerebro , donde se elabora el pensamiento , a languidecer , y todo él fue presa de la insensibilidad momentánea que confunde los seres vivos con los seres muertos . Parecía natural que tras tantos esfuerzos Andrés cayese en sueño profundo ; que ya en reposo el órgano que mayor cantidad de fluido dispendía , la vista , y en razón directa de su actividad los demás órganos de su ser , unos antes , otros después , adormeciéndose nuestro héroe , si alguna pesadilla había de tener , sólo cobrase ésta las proporciones de esas fugacísimas y vagas que suelen surgir poco antes de conciliarse el primer sueño . Pues no sucedió así . Repuesto por la nutrición , que no se suspende jamás , de fluidos nerviosos el cerebro , pronto cobró éste una parte considerable de su actividad , y comenzaron revueltas y en confusión a sucederse las ideas . Eran éstas algo así como sombras apenas dibujadas cuando ya extintas ; como esos pensamientos que , aun despiertos , cruzan por la mente , intentamos recogerlos y han volado Dios sabe dónde ; algo así tan rápido cual oscuro , tan fugaz como imperfecto . Pero la nutrición seguía acumulando fluidos al cerebro , y el cerebro , a fuerza de combustión , reviviéndose y cobrando mayor actividad . Merced a tal fenómeno las ideas empiezan a moverse , a coordinarse , a asociarse , y el ensueño no sólo brota casi espontáneamente , sino que toma una forma determinada . Breves horas de reposo habían bastado para que los órganos cerebrales de Andrés se repusieran y cobraran el vigor necesario para llegar en sueños progresivamente , no sólo a darse conocimiento de sí , a distinguir las personas y los objetos que en sueños se le aparecieron . Su estado de excitación nerviosa por una parte , la posición más o menos violenta que para dormir tomara , tal vez lo viciado de la atmósfera por el humo del cigarro , o otra de las causas a que atribuyen los fisiólogos este fenómeno , prodújole a Andrés una pesadilla , de la cual guardó siempre triste memoria . Formando parte de alegre tertulia establecida al aire libre , según costumbre meridional en las noches calurosas de verano , imaginó en sueños hallarse Andrés , cuando de pronto , a sus espaldas , una turba de muchachos , los cuales no lejos se divertían , grito en coro : - Ya viene , ya viene la loca . A tal clamoreo , los allí reunidos volvieron , se rápidos a mirar el objeto causa de tamaño alboroto . Andrés se quedó absorto , sin atreverse a dar crédito a cuanto veía . Ceñida de blanco ropaje ; desnudos los pies ligeros ; suelta y en desorden la negra y larga cabellera ; plegadas las manos sobre el pecho ; incierta la mirada de sus rasgados ojos ; la más dulce de las expresiones retratada en el semblante bello ; rígida como una estatua y majestuosísima como una reina , apareció cual súbita visión fantástica , por una de las avenidas de la plaza , hermosísima doncella . Sus contertulios , al divisar la escultórica figura de aquella singular belleza , quién , se echó a reír a carcajada tendida , quién , a lanzar de su boca soeces dicharachos , quién , finalmente , a dolerse en palabras sinceras , del estado excepcional a que la suerte la había reducido y llevado . Para Andrés , todo aquello se mostraba circuido de gran misterio . Sin embargo , la belleza extraordinaria de aquella mujer , la afabilidad de su rostro , el estado tristísimo de su mente perturbada sin duda a los aguijones de una gran pena , le habían interesado mucho . Abstraído en bien luctuosas reflexiones hallábase Andrés , cuando se aproximó al grupo la joven loca . - ¿ No le habéis visto pasar ? - preguntó dirigiéndose a todos los circunstantes . - ¿ A quién ? - replicó uno de ellos . - A Andrés . Me dijo que volvería y no ha vuelto aún . Pero no se hará esperar mucho tiempo . ¡ Es tan bueno ! - ¿ Tú no le conoces ? - añadió dirigiéndose a Andrés mismo , quien no quitaba lleno de curiosidad de su faz risueña los ojos anhelantes . - Es alto y fornido ; de negros cabellos y de mirar dulcísimo ; arrogante como un león cuando le incitan a la pelea , pero sumiso y dócil como un cordero , cuando por boca de su amada le habla el amor . Una noche , ¡ noche horrible ! , junto a la reja conmigo se hallaba departiendo sobre la dicha suprema que el amor reserva a los amantes . Yo escuchaba , suspenso el ánimo , su voz , con el encanto con que los amadores de la Naturaleza escuchan por las enramadas los trinos de las avecillas . Él me miraba atónito como si mis ojos fuesen el centro de atracción de sus ojos , en estos diversos sistemas planetarios de los seres en la tierra que cuentan , por estrellas fúlgidas , miradas relampagueantes . Todo en torno nuestro era silencio y reposo . El diálogo emprendido a la luz de la luna en su plenitud y al eco sempiterno de la vecina fuente cayendo en su alberca , tomaba los tópicos suaves de un verdadero poema lírico . Nunca , jamás , me he sentido tan feliz . De pronto , Andrés , mi amado Andrés , lanza de su garganta terrible rugido de rabia . Dos hombres le sujetan fuertemente los brazos , mientras un tercero intenta en vano amordazarle la lengua , a fin de impedir que grite demandando socorro . Tras larga y desigual lucha vese constreñido a sucumbir . - Nos volveremos a ver , Isabel ; nos volveremos a ver - gritó en tan apurado trance mi Andrés , dirigiendo hacia la reja sus profundos ojos . Ya no pudo decir más . Aquellos hombres lo habían maniatado y tapádole la boca , cual si se tratara de un horrible secuestro . En tal instante un carruaje , apercibido sin duda al efecto , se aproximó al lugar del crimen . Cogido mi Andrés por los pies y por los brazos , le transportaron al interior del vehículo , el cual , una vez dueño de la preciosa carga , desapareció en rápida carrera por las calles solitarias del pueblo . Desde aquella noche tristísima no he vuelto a ver a mi Andrés . Lo arrancaron cruelmente de mi lado , lo arrebataron a mi amor , quizás para siempre . Y la infeliz loca , como poseída de espantosa desesperación , se retorcía los brazos , crispaba los puños y se tiraba fuertemente de los cabellos . Andrés no perdía ni el menor de los detalles de su conversación , ni la más mínima de las gesticulaciones de su rostro . Al llegar a este punto del relato , en verdad , el semblante de la loca habla perdido toda su natural afabilidad y dulzura , y transformádose en airado y fiero . - Pero volverá - continuó diciendo - , volverá ; ¡ él me dijo que volvería ! Nadie se atrevió a interrumpir a la loca durante el relato de su historia , ni nadie tampoco , una vez terminado , se atrevió a romper el silencio sugerido por la reflexión quizás de tales desventuras entre los circunstantes . La pobre Isabel continuaba de pie inmóvil como una estatua . De pronto , doce campanadas anunciaron llegada la medianoche . Cual si el sonido penetrante de aquella lengua de bronce hiriese sus oídos con mortal herida , la loca dio un salto y partió veloz , gritando : - Ésta , ésta es la hora maldecida por la fortuna . Los camaradas todos abandonaron sus asientos y se despidieron tranquilos hasta la próxima noche . Partióse Andrés también , pero desasosegado e inquieto , con el pensamiento puesto en la pobre loca y el alma oprimida de dolor al considerar su desgracia . En tal momento , se despertó nuestro protagonista . Poco o nada de extravagante , en verdad , tenía este ensueño ; pero la circunstancia de haberse producido en Andrés aquella noche , hízole pensar si sería uno de tantos proféticos como suelen preceder a veces , lo mismo a los acontecimientos faustos que a los acontecimientos desgraciados . Como supiera que cuando los ensueños se muestran lúcidos , es decir , con todas las apariencias de la realidad , evidentemente el cerebro se halla en estado propicio para reconcentrar , aún más que despierto , su acción eficacísima sobre estas o sobre aquellas facultades intelectuales , y merced a semejante fenómeno llegar dormido no solo a resolver problemas difíciles , a componer obras maestras , sino lo que es más raro todavía , a penetrar en lo porvenir , imaginó agorera y fatídica su terrible pesadilla . Joven estudioso , había leído varios casos de ensueños proféticos : quizás el que tuvo Calpurnia la noche precedente al día en que asesinaran los republicanos a su marido César ; quizás el que tuvo Olimpia , quien antes de concebir en sus entrañas al gran Alejandro , soñó llevar en su vientre un niño armado de pies a cabeza ; quizás el que tuvo Anníbal cuando en el sitio de Siracusa , la víspera de su entrada triunfal en la ciudad , soñó hallarse en uno de los palacios comiendo con los oficiales de su estado mayor ; quizás el que tuvo Bruto , quien vio en sueños un fantasma que le anunciaba su próximo fin ; quizás , por último , el que tuvieran respectivamente la mujer de Enrique II y de Enrique IV noches antes de morir el primero en los encuentros de un torneo , y de morir el segundo a manos de un fanático ; había leído varios casos de ensueños proféticos , decíamos , y temió el infeliz que el suyo también lo fuese . ¡ Pobre Andrés ! Cuando por su complexión , por su salud , por su edad , circunstancias que influyen poderosamente en la forma de los ensueños , debía haber visto dormido , entre nubes transparentes , como van envueltos los ángeles , a su amada ; con una guirnalda de frescas y olorosas flores sobre la cabeza y un canastillo de frutas en las manos , como simbolizando las unas el amor y las otras simbolizando el premio que el amor reserva a los buenos amantes ; o haberla visto si no al pie de los altares , en traje de boda , con el manto nupcial a la cabeza y el ramo de azahar al pecho , mirándole de hito en hito , con ese arrobamiento que sólo una verdadera pasión presta a los ojos , ¡ ay ! la ve impasible el rostro , vaga la mirada , desnudos los pies , suelto el cabello , en los labios la frase incoherente o la sonrisa estúpida , en la imaginación las ideas más extravagantes y más dispares ; hermosa y romántica como una Ofelia , eso sí , pero también como una Ofelia demente y tal vez suicida . Según los fisiólogos , entre otras circunstancias , influyen poderosamente en la forma de los ensueños , la edad , el sexo , el temperamento , la zona donde se habita , la posición social que se ocupa , el estado mismo de salud que se tiene . Sucede , pues , que una mujer no sueña jamás ser hombre , ni un hombre llevar en sus entrañas el fruto de la fecundación ; que un árabe nacido en los desiertos de África , no sueña con los ventisqueros eternos de las regiones polares , ni un hijo de la Groenlandia , ni un lapón , ni un normando , nacidos y criados por su parte casi materialmente entre la nieve , con el simoun abrasador , con el desierto inmenso , con la alta temperatura reinante por la zona tórrida . ¿ En qué han de parecerse los ensueños de los reyes a los ensueños de los mendigos ? ¿ En qué los ensueños de los sabios a los ensueños de los idiotas ? ¿ En qué , finalmente , los ensueños de la juventud a los ensueños de la vejez ? ¿ Cómo han de ser tan dulces los ensueños del sañudo e iracundo por naturaleza , cual los ensueños del por naturaleza jovial y alegre ? ¿ Cómo han de provocarse ensueños eróticos en gentes frías de temperamento ? Nuestro gran Calderón lo ha dicho : Si cuando soñamos , la sensibilidad física cobra en nosotros tales intensidades , que el escozor producido por el picotazo de una pulga lo confundimos con el dolor producido por la punta de un puñal ; el repique de cualquier campanilla , con los toques a rebato o con el doblar a muerto , caídos de las altas torres de la iglesia ; los rumores de la brisa con los bramidos del huracán , y todos estos y otros muchos ruidos , por la asociación de ideas , toman en la fantasía las proporciones de un gran incendio , de un horrible terremoto , de una espantosa catástrofe ; si comprimido el cuello por una posición violenta , soñamos que nos estrangulan ; si caída al suelo la manta que nos cubre , imaginamos estar a la intemperie ; si con un brazo al descubierto en noche fría , creemos haberle perdido ; si aquejados de hambre o muertos de sed , vemos , soñando , ricos manjares y cristalinas fuentes ; si causas físicas cual éstas , producen pesadillas tan atroces , causas morales como la viva impresión experimentada por Andrés , debían por necesidad producir el exaltado ensueño que ya conocemos , y éste , ponerlo de un humor de mil diablos . A las tristezas de una gran contrariedad , habían seguido los augurios de un funesto porvenir , y Andrés imaginó poco menos que definitivamente perdida la causa de sus amores . Como el día anterior , al volver triste a su casa , después de haberlo ignominiosamente el maestro plantado en la calle , contara a su padre lo sucedido , y éste en el deseo natural de mitigar su pena le ofreciera eficaz concurso yendo en persona a pedir explicaciones sobre lo sucedido y a demandar solemnemente la mano de Isabel , aun en lo íntimo de su ser guardaba el joven un asomo de esperanza . Así , apenas se hubo levantado , fuese derecho en busca de su anciano padre , a quien instó recordándole su promesa , que se apresurara a cumplirla . Pronto el pobre viejo satisfizo los deseos del joven enamorado ; pero no con la fortuna que hubiera querido . Si Andrés sabe con anticipación las tristes nuevas que había de traerle su cariñoso mensajero , más que apresurar , fijamente dilata la hora de su partida . Mas la esperanza es a los enamorados lo que la farola del puerto a los náufragos , quienes , viéndola de lejos , luchan y reluchan sin medir sus fuerzas , creyendo hasta el último instante poder llegar a ella . Le contrariaría mucho a Andrés el proceder durísimo de D . Vicente ; tornaría por avisos de futuras desgracias los ensueños sugeridos en su mente por vivas emociones ; pero él , ni estaba dispuesto a cejar un paso en su empresa , ni a perdonar medio lícito que le diese la palma de la victoria . Pronto , sin embargo , un nuevo desencanto hirió en lo más vivo su sensible corazón . Desasosegado Andrés mientras evacuaba esta diligencia su padre , mil veces se asomó a la calle por ver si descubría la venerable figura del anciano , y en su marcha tan apresuradísima como lo permitieran sus años , y en lo animado de sus ojos , y en lo contraído de sus labios , y en ese aire de satisfacción que rebosa siempre el semblante de los triunfadores , adivinaba , aun antes que se lo contase , el resultado feliz de la conferencia . Pero ¡ ay ! que al cabo de dos horas , en verdad mortales , su padre volvió , pero jadeante , pero irritado , pero rabiosísimo . Andrés quiso , apenas hubo puesto el pie en el portal de la casa el viejo mensajero , preguntarle , pero éste anticipóse a él diciendo : - Nunca lo hubiese creído , hijo mío . - ¿ Continúa D . Vicente negándome la mano de Isabel ? Me lo figuraba . Pero no os incomodéis por eso . En los empeños de amor , se premia sobre todas las demás virtudes la constancia . Si en verdad Isabel me ama , será mi esposa . - ¡ Oh ! No lo creas . Su padre asegura que antes que en tus brazos quisiera verla muerta . - Pero ¡ Dios mío ! ¿ qué daño le hice yo nunca a D . Vicente , para que me aborrezca así ? - No ; si no es aborrecimiento . Ésta es precisamente la peor y más negra : que te quiere como si fueses hijo suyo , pero que no quiere de ninguna manera emparentar con nuestra familia . - Padre , me confunde usted . - No me extraña . ¡ Si yo al pronto también me confundía ! ¡ Si no daba oídos a las palabras de tu maestro ! ¡ Si me parecía una verdadera burla ! - Pero , veamos ; resuelva usted de una vez y para siempre este jeroglífico . ¿ En qué se funda D . Vicente para negarme , estimándome mucho , la mano de Isabel ? - Pues sencillamente en que eres hijo mío . - ¿ Y el ser hijo de usted es alguna deshonra ? - Poco menos , en concepto de ese viejo chocho , en cuya mollera las supersticiones han hecho grandes estragos . Después de una viva discusión , porque se negaba a darme razones justificantes de su negativa , ¿ sabes lo que me ha manifestado ? Que no consiente tu enlace con Isabel porque yo soy carnicero . ¡ Te parece la salida de tono que ha tenido el maestro ! - ¿ Y esa pueril , por no llamarla necia razón , aduce ? - Esa . No hay otra . Lo que yo le he dicho , harto ya de oírle despotricar contra los de mi oficio . Usted renegará de los carniceros , pero a buen seguro que no reniega , ni mucho menos , de las chuletas . ¿ Te parece , Andrés , que esto no clama al cielo ? El hijo del carnicero , oyendo a su padre , estuvo tentado de soltar el trapo a reír , y por tal modo mofarse de los escrúpulos del maestro . Si no lo hizo , fue porque le pareció harto grave el caso para echado a tan mala parte . No pudo , sin embargo , evitar , aunque leve , una sonrisa , la cual reprimió al dibujarse en sus labios el buen viejo , diciendo : - No , no tomes a broma lo que yo juzgo en sí una ofensa . - Y bien , ¿ qué hacer ? - replicó Andrés . - ¿ Qué ? Renunciar para siempre a este matrimonio . Después de todo , no han de faltar en el pueblo mozas que penen por tus pedazos . - Como si no , padre , como si no ; yo amo a Isabel , y fuera de ella , están de sobra en el mundo para mí todas las mujeres . - Considera que vas derecho a estrellarte en lo imposible , y véncete a ti mismo , practicando una de las virtudes que más ennoblecen al hombre . - La palabra imposible no existe , padre , en el diccionario que los enamorados tienen para su uso particular . - ¿ Qué pretendes entonces hacer ? - Esperar , que es otra virtud humana tan superior como la que usted ha mentado ahora mismo . No satisfizo al padre de Andrés mucho esta respuesta ; pero la aceptó , seguro de que el tiempo y la ausencia harían cambiar de resolución a su hijo . ¡ Cómo se engañaba en sus apreciaciones el buen viejo ! Varios días transcurrieron sin que Andrés , ni por casualidad , viese a Isabel , y en este tiempo no se curó de otra cosa que de allegar un medio que le procurara entrevistarse con ella . Concurrir a casa del maestro después de lo sucedido , parecíale , además de inútil , indigno ; darse a buscar confidentes más o menos discretos , pero al fin y al cabo terceras personas , no le satisfacía ; ponerse en connivencia con su novia y por las tapias del corral , en noche oscura hablarla , era un medio reprobable , más que todo , por el desprestigio que podía acarrear a entrambos amantes . Al cabo , cruzóle por el magín una idea salvadora , la cual puesta en práctica , podía darle el resultado apetecido sin mengua suya y sin desdoro de su novia , ya que en el pueblo había de tomarse como un acto de galantería propio de enamorados ; nos referimos a la , entre nosotros los españoles , popularísima serenata . Conforme lo pensara , así lo hizo . Con sigilo , con misterio , entre las sombras , deslizáronse por las calles más excusadas una noche , Andrés y varios amigos de su confianza , oportunamente avisados , provistos unos de instrumentos músicos , provistos otros de ramajes y flores , y otros provistos de recios y fortísimos garrotes . Pronto llegaron todos al lugar consabido para la celebración de esta fiesta nocturna , ideada en sus arrebatos amorosos por Andrés . Los amigos y camaradas de éste , músicos de afición , pero no por tal circunstancia ineptos para el caso , comenzaron quedamente a templar las cuerdas de sus violines , de sus bandurrias y de sus guitarras . El flautista , empalmó en un dos por tres los canutos de su instrumento , tan melodioso como penetrante , y una vez armado , hizo escalas y dio tonos que sirvieron a armonizarlos unos con otros . El bajo , es decir , el individuo encargado de arrancar voces a este instrumento de metal , tras de desenfundarlo , registró sus pistones , y para tomar la embocadura , dejó escapar varias notas que retumbaron en medio de aquel silencio huecamente . Y mientras por este lado algunos rondadores extraños al pintoresco grupo , atraídos por la curiosidad unos , y atraídos otros por su invencible afición a la música , murmuraban sin escrúpulo ; mientras D . Vicente dormía descuidado a pierna suelta , o como la madre de la célebre fábula del ruiseñor , presentía en sueños que un galán atrevido escalaba las tapias de su huerto y se acostaba con su hija ; mientras algún vecino en su lecho se desperezaba y profería maldiciones contra los importunos que iban a perturbar sus horas de reposo ; mientras Isabel , de seguro desvelada , volvía hacia Andrés su pensamiento , sin presentir , ni siquiera por la simpatía natural de fluidos , según quieren los fisiólogos , entre verdaderos amantes , sobre todo entre amantes en quienes predomina un temperamento nervioso , sin presentir , decíamos , que lo tuviera tan cerca , éste , ayudado por varios amigos , sembraba de ramajes olientes el suelo , y de rosas y capullos de rosas , de azucenas o varas de San José , de geranios , de albahacas y otras flores del tiempo , las ventanas y las puertas de la casa de su novia . De improviso , un torrente de armonías inundó el espacio . Cual si los instrumentos de cuerda tuvieran vida y fuesen capaces de sentir afecciones , cada uno en su lengua particularísima comenzó a expresar sus respectivos profundos sentimientos . Y los violines prorrumpieron quejas amargas , suspiros amorosos , frases tiernísimas , capaces todas ellas , por su melancolía , de conmover el corazón más insensible y más duro ; y las bandurrias a silabear verdaderos diálogos que , ora por lo sentimentales parecían fúnebres elegías , ora por lo alegres báquicas composiciones ; y la flauta a deshacerse en endechas , como si a los reyes de la música entre los pájaros , a los ruiseñores , les hubiese robado , no sólo sus flexibles gargantas , sino hasta su divino arte ; y los bajos a proferir huecas voces , las cuales lo mismo se podían tomar por resuellos de tristeza que por bostezos de hastío , combinación de ideas , expresadas de la manera más armoniosa que han inventado los hombres , resultó lo que no podía menos de resultar , una sinfonía de mágicos acentos , los cuales , además de regalar los oídos , procuraban al alma gratísimos consuelos . Mientras ejecutaban los músicos con habilidad suma las piezas más escogidas de su repertorio , y aprovechando la ocasión que se le ofrecía , pues a los pocos compases de la primera tocata Isabel se asomó a la reja , avisado y diligente Andrés , púsose al habla con ella . Los rayos de la luna caían sobre la enamorada pareja , cual si en ésta , como en tantas otras coyunturas análogas , el astro por excelencia de los amantes no quisiese renunciar a su papel de mudo confidente , y merced a sus resplandores , las figuras de Andrés e Isabel se destacaban en el marco de la ventana clara y distintamente . Ningún toque poético faltaba a la escena . Las estrellas fijas lucían en el cielo su disco de plata , y en la tierra los objetos proyectaban fantásticas sombras ; el leveche soplaba fresco , pero cargado con las esencias de las flores ; los grillos , desde sus escondites , aprovechando los intermedios o entreactos de la serenata , chirriaban de lo lindo ; y si de intervalo en intervalo se oía a lo lejos la ronca voz del sereno pregonando la hora de la noche y el estado de la atmósfera , oíase de continuo más cerca el rumor de una viva fuente cayendo en su vaso de piedra . Un grito de alegría se escapó a las gargantas de entrambos enamorados al verse frente a frente , tras una ausencia no sólo en demasía larga , sino ya de suyo insoportable . Tal involuntaria manifestación de júbilo , antes de llegar a las orejas de los circunstantes , confundióse entre los acentos de la música . Andrés fue el primero en abrir el diálogo , diciendo : - Por fin te vuelvo a ver . - Por fin - replicó la doncella - , gracias a la intercesión directa de la Virgen , a quien noche y día he pedido este momento de felicidad , nos vemos de nuevo , Andrés . - A la intercesión directa de la Virgen en parte puede ser , pero también en parte a la industria mía . - ¿ Qué más da ? - ¡ Oh ! Sí que da más . Todo acto mío que a tu juicio pueda resultar meritorio , no quiero , Isabel , compartirlo con nadie . - ¿ Ni con la Virgen ? - Ni con ella ; te lo aseguro , aunque de blasfemo me tildes . - ¡ Loco ! - Loco , sí , tienes razón ; loco , y de atar , estoy por ti . - ¿ De veras me amas mucho ? - ¡ Y me lo preguntas ! Tu amor es para mí lo que el calor a la luz , lo que el aroma a las flores . Yo no concibo la felicidad , sino pareando con la tuya enamorada , mi alma de fuego . - Pues no desconfíes de mi amor . Aunque la fatalidad separe nuestros cuerpos , nuestras almas vivirán siempre juntas . - No me has entendido , Isabel . Amar a una mujer sólo por la esperanza de poseerla , no es pasión , es apetito , que , una vez satisfecho , despierta hastío . Amar a una mujer sólo por el placer de amarla , tampoco es verdadero amor , es un platonismo que no conduce a ninguna parte . Yo creo que como nuestro cuerpo no puede vivir sin el alma , que es su esencia , ni el alma puede mostrarse y dar señales de vida sin el cuerpo , que es , digámoslo así , su envoltura , el amor necesita de ambas cosas , de la materia y del espíritu . Yo te adoro frenéticamente , Isabel , y por lo mismo que te adoro frenéticamente , quiero a toda costa unirme a ti . - Pero eso es imposible . Mi padre se opone a ello . - Pues hay que vencer todos los obstáculos . - ¿ Y cómo ? - Desobedeciendo , si es preciso , a tu padre . - Eso nunca . Le debo la vida , y lo menos que puedo hacer es sacrificarla en aras de la obediencia . - Mas advierte , Isabel , que no sacrificas sólo tu vida , que sacrificas también la mía . - Pero ¡ Dios mío ! ¿ qué hacer entonces para cumplir con los deberes de buena hija y no faltar a los compromisos de fiel amante ? - Hay varios caminos que conducen al término de nuestras esperanzas . - A ver , indícalos . - ¿ Tú estás dispuesta , Isabel , a sacrificarlo todo por mí ? - Todo , sí . - Pues bien : yo , que soy la impaciencia misma , desde este momento tendré la calma y la serenidad propia de los viejos , para aguardar el día venturoso de nuestra unión . Dispuesta como te hallas a secundar mis planes , podría proponerte un matrimonio secreto , una fuga temeraria , un rapto fingido , algo aventurero , pero práctico , algo parecido a una calaverada . Pero no te propongo nada de esto , aunque bien lo merecían las sinrazones y las voluntariedades de tu padre . Sencillamente lo que te propongo es que , al llegar la edad indicada por las leyes para disponer de tu persona , accedas a ser esposa mía . Nadie entonces podrá oponerse . - ¿ Y falta para hallarme en esas condiciones mucho tiempo ? - Según mis cuentas , unos cuantos meses . - ¿ Pero tendré que abandonar a mi padre ? - Si él se obstina en negarte su consentimiento , claro que sí . - Eso es una iniquidad . - Si fuese una iniquidad el acto de casarte con el elegido de tu corazón , la ley no te ampararía . - ¡ Ay , Andrés ! Me azoras con tus argumentos , que tendrán gran fuerza de lógica , pero que son fríos como ellos solos . Te contestaré otro día . - No , Isabel , ha de ser ahora . - Si no puedo ... Me falta valor . - Mejor dijeras que te falta cariño , ingrata . - ¿ Quieres que sea mala hija ? - Desobedecer a tu padre en asuntos de esta naturaleza , no es ningún pecado mortal - observó con insistencia Andrés . - ¿ Tú lo quieres ? Pues sea - dijo al fin cediendo Isabel - . Cuando llegue la fecha que me has indicado , cuenta en absoluto con mi autorización para llevar a cabo tus proyectos . A este punto llegaba la conversación de nuestros enamorados , cuando en mal hora vinieron a aguarles la fiesta dos incidentes casi previstos : fue uno , el despertar del maestro , quien , viendo abiertas de par en par las ventanas de su casa , y en ella a su hija hablando con un galán , todo azorado , sin encomendarse a Dios ni a su santo , prorrumpió en gritos de alarma que escandalizaron a la vecindad ; fue otro , la acalorada disputa primero , y luego la sañuda reyerta que promovieran los amigos y acompañantes de Andrés , con otros mozos extraños a la serenata , quienes pretendían nada menos que llevarlos a buenas o a malas hasta la casa de sus respectivas novias , cuyos oídos pensaban regalar con notas dulcísimas , arrancadas a los instrumentos más melodiosos , por músicos secuestrados a garrotazo limpio . No faltó , pues , su nota más característica a la popular fiesta nocturna . En cuanto desde el balcón de la escuela , D . Vicente , en mangas de camisa , calado el gorro de dormir , abiertos como aspas los brazos , se asomara a la calle gritando a voz herida , « ¡ socorro , socorro , que me roban a mi hija ! » todo allí fue confusión , estruendo , algazara . Estos mozos , enarbolaron ciegos sus garrotes , que caían sobre las costillas de aquellos otros mozos , materialmente deslomándolos . Se defendían los músicos con sus instrumentos , o acometían con ellos al adversario ; pero a los pocos minutos , de los violines y de las guitarras no quedaban más que los rabos para contarlo . Cada tres pasos sosteníase un combate singular entre jóvenes de uno y otro bando , y después de zurrarse la badana a sus anchas , dábanse por todo reposo a auxiliar en sus apuros al compañero ya medio cachifollado . Parecía que no iba a acabarse nunca aquella riña semi-salvaje , cuando apareció en la plazoleta , seguido de alguaciles , serenos y guardas de campo , el alcalde del pueblo , quien intimó primero a los alborotadores y después arremetió contra ellos a trancazo limpio , cual si , en vez de autoridad , fuese una nueva ronda de mozos tan díscolos como los que allí se peleaban . Una parte de los festeadores se desbandó y otra parte se la llevó el alcalde a pasar la noche en la cárcel . Para que todo fuesen desdichas , a Andrés tocóle ser de los des tinados a habitar este húmedo compartimento de la Casa de la Villa . Arrellanado en amplio sillón de cuero ; descubierta la cabeza , la cual lucía esa especie de trasquilón redondo que los eclesiásticos llaman tonsura , y que nosotros los laicos llamamos coronilla ; los brazos cruzados sobre el pecho ; en los gruesos labios cierta sonrisa de satisfacción , en los vivos ojos cierto malicioso mirar , hallábase el padre Francisco aguardando a que su ama de llaves le sirviera el desayuno . Gastrónomo de natural , cual la mayor parte de los clérigos , frente a sí , veíase una mesa de pino , materialmente cubierta de riquísimas pastas , que ya eran manojos de biscotelas , ya pirámides de mantecados , ya haces de sequillos , ya , en fin , trozos o fragmentos de tortada . La estación de las frutas estaba aún por venir , y todos estos apetitosos manjares , no podían alternar , como alternaran más adelante , con los albaricoques cargados de aromas , con las brevas y los higos destilando mieles , con las ciruelas y las uvas despidiendo frescor . No tardó mucho en aparecer por la puerta del fondo , lindante con la cocina en esta pieza de la casa , que bien podríamos llamar refectorio , el ama de llaves del padre Francisco , con el pocillo de chocolate humeante en la una mano y en la otra el limpio vaso de cristal lleno de agua clara . - Buenos días , señor cura - dijo al penetrar en la estancia aquella mujer . - Buenos días - respondió alegre el Sochantre , acercándose a la mesa para tomar cómodamente el desayuno que le presentaban . - Hoy ha de dispensarme usted - prosiguió diciendo el ama de llaves - si , contra mi voluntad , he tardado en volver de la compra y prepararle el chocolate . - Cuestión de minutos . Eso no vale la pena . Ojalá todas las contrariedades de mi vida se redujesen a esperar como ahora un rato . - Y perdone la pregunta , pero la curiosidad me anima a hacerla : ¿ usted sufre contrariedades ? - ¡ Quién lo duda ! Todos en el mundo tienen algún lado por donde les tiente el demonio . - Todos , sí . Pero yo creía que los señores sacerdotes eran invulnerables a la tentación . - ¡ Anda , anda , anda ! Como cada hijo de vecino - observó acompañando sus palabras de cierta maliciosa sonrisa el Sochantre . - Pues si yo fuese hombre , a nadie envidiaría como a los curas . - Ahí tienes tú lo que es no saber de la misa la media . La vida de los sacerdotes es cómoda hasta cierto punto , pero llena de privaciones . - No lo dirá usted porque a diario sus feligreses dejen de enviarle presentes riquísimos . - No me refiero a las necesidades materiales de la alimentación , Magdalena ; me refiero a otro género de privaciones tan imperiosas o más imperiosas que éstas . - ¡ Ah ! ... - exclamó abriendo un palmo de boca la buena ama del Sochantre . - ¿ Me has entendido , picaruela ? - Si le he de decir a usted la verdad , no señor . - Voy a explicártelo por medio de una anécdota , pues el tema es escabroso y no quiero , hablando en plata , escandalizarte . - Hable usted , señor cura , hable usted . - ¿ Tú sabes lo que es una anécdota ? - El otro día lo oí decir , no recuerdo a quién . Anécdota es algo así como una relación breve pero pintoresca , donde se determinan rasgos o sucesos particulares de alguna notoriedad . - Justamente . Eso es . Pues bien , te voy a contar una anécdota que encaja en nuestra conversación como el anillo en el dedo . Y sentándose , con la venia , por supuesto , del señor cura , en la primera silla que encontró a mano , Magdalena se dispuso a oír el picaresco chascarrillo . - « Deseoso de conocer en general las costumbres de Europa - dijo el padre Francisco - , y particularmente las costumbres de París , emprendió en cierta ocasión un viaje , desde Persia a Francia , el heredero de rica familia asiática . Recomendado eficazmente al representante de su nación , costóle poco trabajo hallar quien le sirviera en tal sociológica correría de cicerone . Por saber el árabe a la perfección y conocer los boulevares de la capital al dedillo , eligió entre otros el persa , para acompañante suyo , a un joven diplomático francés , alegre , como cumplía a su edad y como cumplía a su educación , por extremo atento y cortés . Dados nuestros jóvenes a recorrer las calles de París y a estudiar la topografía , la etnografía , la etnología de todos sus barrios , apenas si hablaban palabra , concretándose sencillamente a ver y observar , sin que ningún detalle se escapase a su escrupulosa investigación . Pronto , sin embargo , llegaron a inspirarse el joven persa y el joven francés mutua confianza , y pronto , por ende , a emprender íntimas conversaciones . Como acontece siempre entre mozos , en estos diálogos , le cupo a la mujer la parte del león , y a todas cuantas vieran , pasándoles revista , hacían acerca de ellas sus correspondientes comentarios . Pero ¡ oh desventura ! el joven persa no hallaba mujer ninguna que le conmoviera lo bastante para hacerle prorrumpir en exclamaciones de entusiasmo . Pasaban a su lado las viejas y las feas , causándole repulsión invencible , y pasaban las jóvenes y esbeltas y hermosas , causándole tedio y hastío . Sólo cuando columbraron a lo largo de las calles sus ojos una mujer gruesa , se animó su semblante , y hasta dijo , no pudiendo contener su alborozo . - He ahí una hembra soberbia . - Una mujer gorda . Es verdad - contestóle el francés con sorna . - ¿ A qué clase de la sociedad pertenece ? - preguntó el joven persa . - A todo el mundo - volvió a responder el diplomático . - ¡ Ah ! - concluyó diciendo un tanto sorprendido el asiático , pero regodeándose interiormente con la idea de que , como a todo el mundo , también a él le podía pertenecer aquella hembra . Pero el entusiasmo del viajero persa subió de punto cuando , al volver una esquina , dio de manos a boca con una figura humana voluminosísima , vestida de negro , con ancho sombrero de felpa a la cabeza y lucientes zapatos con hebillas a los pies , la afabilidad retratada en el rostro y en el continente cierto aire majestuoso y venerable ; entonces , loco de alegría , preguntó con misterio , pero con vehemencia , a su cicerone , señalando al informe bulto : - ¿ Quién es ? - Un sacerdote - le respondió el diplomático . - ¿ Hombre o mujer ? - continuó preguntando afanoso el persa . - Ni lo uno ni lo otro - replicó el francés . - ¡ Aaaah ! ! ! Ya comprendo . Y se echó a reír como un descosido . - Lo que me llama sobre todo la atención - continuó diciendo - es que los visten ustedes de una manera muy original . El diplomático entonces le replicó : - Amigo mío , no me ha entendido usted , puesto que confunde un cura con un eunuco . La operación que hacen ustedes a los guardianes de los serrallos , es harto dolorosa para practicada en estas tierras de civilización . Aquí son los votos prestados en el altar , quienes los inhabilitan para ejercer la primera y más principal función del individuo , la perpetuidad de su especie sobre la tierra por medio de las procreaciones . Cuando acabó el Sochantre de referir su cuento , Magdalena , con los ojos casi fuera de las órbitas , los carrillos encarnados como amapolas , toda confundida y azorada , sólo se atrevió a replicar , hasta cierto punto con acento de reconvención , estas palabras : - Vamos , señor cura , ¡ tiene usted unas cosas ! ... - No te asustes , hija , no te asustes . Quiero con todo esto decir , que no es tan envidiable como a primera vista parece el estado clerical , estado , en sentir mío , verdaderamente irregularísimo y anómalo . - Me deja usted atónita , estupefacta y confundida . Yo nunca esperaba oír hablar de esta manera a clérigo ninguno . - Porque nadie tiene el valor de confesar el fondo de su pensamiento . Pero imagínate que yo estuviera perdidamente enamorado . - ¡ Jesús , María y José ! - exclamó Magdalena santiguándose . - Vaya , pues no te lo imagines ; piensa que lo estoy de fijo . - Pero ¿ será verdad eso ? - Vaya si lo es . Ya sabes que para ti no tengo yo secretos . Estoy enamorado , y enamorado locamente de Isabel , ya sabes , la hija del maestro de escuela . - ¡ Virgen Santísima ! Pero usted ha llegado al último grado de la chifladura . - Lo que tú quieras será , pero ciertamente yo bebo los vientos por esa muchacha . - ¿ Pero no tiene usted en cuenta , padre cura , que la enunciación tan sólo de esa idea constituye en sí ya un sacrilegio ? - ¿ Y qué quieres que le haga ? La culpa no es mía ; la culpa es de quien me ha hecho prestar un voto contrario por todo extremo a la naturaleza humana , y contrario también a las leyes divinas . - Pero que usted de grado prestó - arguyóle Magdalena con acento de firmeza . - ¡ Oh ! Es que no sabía , en el momento de ordenarme , lo pesado y atroz de este calvario . ¡ Y cómo saberlo ! - continuó diciendo el Sochantre . Mi madre me había infundido ese exagerado espíritu religioso que lleva a los niños , y aun a los mayores , a ser fanáticos . Yo veía en sueños , materialmente , si dormido , ora las figuras de las Vírgenes y de los Santos ceñidos de luminosas aureolas , provistos de invisibles alas , ascender majestuosos al Empíreo , y ora con horror vela en forma de gigantescos murciélagos , despidiendo bocanadas de fuego , bajar los diablos a lo profundo ; y si despierto , mis distracciones mayores eran remedar las ceremonias de la Iglesia en mi altarcillo de cartón , donde se alzaban , reproducidas grotescamente en barro , varias santísimas imágenes . Por asistir a una fiesta religiosa , yo deliraba ; por tomar parte siquiera como acólito en una procesión mística , ¡ ay ! volvíame loco . Considera , Magdalena , en tal disposición de ánimo , cuánta mella no harían en mi pensamiento y qué eco no encontrarían en mi corazón las palabras de mi familia , toda ella empeñada en que cantase misa , cuando con vivos colores me pintaban el esplendor y grandeza de la carrera eclesiástica . ¿ Puede nada en el mundo halagar más a un hombre - decíanme mis parientes - que tener a sus pies , suspenso de sus labios , todo un gran auditorio ? ¿ Y qué tribuna guarda comparación con el púlpito , sobre cuyo dosel bate sus alas el Espíritu Santo ? ¿ Y qué orador puede medirse con el cura de la parroquia , sobre cuya cabeza , como sobre la cabeza de los apóstoles , flamean las inspiradoras lenguas de fuego ? Sobre los pavimentos de mármol donde se hallan enterradas generaciones enteras , la multitud , puesta de hinojos , que mueve sus cabezas a impulsos de las emociones despiertas en su ánimo por la voz del predicador , como se balancean y mueven las espigas doradas por el sol de estío , a impulsos de la brisa . En el altar mayor , resplandeciente de colores , iluminado por lámparas de oro y plata , por arañas de cristal , por candelabros de bronce , el tabernáculo que guarda en su artística custodia la sagrada hostia , de todos los fieles contemplada no sólo con respeto , sino con éxtasis . Por aquí un rayo de sol , quebrado en los vidrios de tal gótica ventana , baja , y por allá una columna de olorísimo incienso , quemado ante el altar , sube . Una penumbra espesísima envolviendo las figuras y los objetos del templo , y un silencio casi sepulcral por doquier imperante . Y en medio de tantos misteriosos atractivos , la clara y argentina voz del sacerdote repercutiéndose en las bóvedas con la majestad que los gritos del marino se repercuten en la soledad del mar , o los gritos del pastor en la concavidad de la montaña , después de haber herido las orejas de los fieles y haber penetrado como un eco de la eternidad en sus piadosos corazones . Sin agregar lo sublime de los temas que naturalmente pueden desarrollarse en un sermón , las citas que se pueden traer , verídicas o falaces , pero provenientes de tradiciones piadosas , en las cuales se han abrevado nuestras inteligencias y han dado de sí la fe y la esperanza religiosa que a todos nos mantiene ; los modelos de elocuencia que como San Pablo o como Bossuet pueden citarse ; sin agregar todo esto , hay que convenir que no existe en el mundo tribuna ninguna comparable al púlpito de nuestras iglesias católicas . Pues como si tantos prestigios no fuesen bastante a fascinar una inteligencia joven , aún mi madre me impelía al sacerdocio con razonamientos de gran peso y con halagos por todo extremo tentadores . ¿ Qué rey de la tierra puede compararse con un mísero sacerdote ? A sus plantas se arrodillan los mayores potentados , demandándoles la absolución para sus culpas ; sobre su cabeza bate continuamente sus alas el Espíritu Santo ; ellos tienen el don de convertir el pan en cuerpo y el vino en sangre de Cristo , todos los días a la celebración de la misa ; sus plegarias , más eficaces que las plegarias de los profanos , alcanzan el privilegio de abrirles de par en par a las almas de los justos las puertas del cielo ; ellos , al borde mismo de la tumba , ungen con el santo óleo los cuerpos más inmundos y los limpian de toda moral podredumbre ; ellos , por medio del bautismo , rescatan al hombre de ese inveteradísimo pecado que pesa como losa de plomo sobre la humanidad desde el principio del mundo y que se denomina original ; ellos anudan el lazo indisoluble del matrimonio , que tantas venturas nos procura ; ellos desatan , cuando por la depravación de las costumbres , por la falta de fe o por otra cualquier causa lo estiman conveniente , sobre la cabeza de los réprobos , el rayo de la excomunión , que acaba a veces con el individuo , o por sus buenas obras , conceden a los píos y beatíficos plenarias indulgencias . Yo no concibo , hijo mío - acababa diciéndome mi madre - , ministerio superior al ministerio eclesiástico . Sigue , pues , los consejos que te doy , dedícate a la Iglesia , y está seguro de hallar respeto y consideración en este mundo , y en el otro la gloria eterna . - Y tenía razón su madre de usted - dijo Magdalena interrumpiendo en su discurso al Sochantre . - También creí yo eso - exclamó éste - cuando más que con los ojos del pensamiento , lo veía todo con los ojos de la fantasía ; pero luego me he convencido de lo contrario . Conozco que a todas las ventajas espirituales referidas anteriormente , junta la carrera eclesiástica bienes materiales sin cuento . El primer lugar en todos los sitios donde se presenta un sacerdote , corresponde , por consentimiento universal , a su persona . Ninguna puerta se les cierra y ningún saludo se les regatea a los ministros del altar . Llueven , que es una bendición , sobre ellos las dádivas , y caen , que es un placer , a sus plantas rendidos los penitentes . A su paso por las calles , todas las cabezas se descubren , todas las frentes se inclinan , y mientras los labios de los mayores prorrumpen en frases de cariñoso respeto , los labios de los niños se posan en las manos que solícitos les tienden . En las desavenencias conyugales , el sacerdote es eficacísimo mediador , y en las públicas algaradas , iris de concordia y de paz . En suma , y para no cansarte más con tales digresiones , te diré , Magdalena , que un cura aparece con su sotana , con su manteo , con su sombrero de canal , como un ser extraordinario venido a la tierra con la santa misión de regenerar y redimir el humano linaje . - Está usted hablando como un libro - volvió de nuevo a interrumpir Magdalena , quien oía toda embelesada la peroración del padre Francisco . - Pero todo esto no son más que puras . idealidades que se desvanecen , cual sucede siempre , cuando a ellas se sobrepone con imperio la viviente realidad . Deslumbra nuestros ojos en los años de la juventud cualquier vistoso objeto , y a mi me deslumbraba el uniforme eclesiástico , sobre todo el usual en los días solemnes para la Iglesia . Por vestir la nívea alba , de encajes primorosísimos orlada ; los cíngulos de seda rematados por borlas de oro ; la estola multicolor , donde resaltan artísticos bordados ; la casulla riquísima , sembrada de flores que compiten en hermosura con las estrellas ; la capa pluvial , a un manto regio semejante y que a su valor intrínseco une su altísima y sagrada significación , por vestir todas estas prendas perdía yo el seso . Pero ¡ ay ! que viendo a través de un prisma ideal , completamente ideal la carrera eclesiástica , me metí en ella , y ahora lucho en vano por desasirme de los votos prestados y por eximirme de los compromisos contraídos . En los alucinamientos de mi fantasía , engendrados en parte por voluntad propia y en parte por sugestión ajena , creí hallar un cielo de venturas , y he encontrado ¡ oh suerte aciaga ! un infierno de calamidades . - ¡ Jesús , qué de cosas tan atroces está usted diciendo ! - prorrumpió toda asustada Magdalena . - Y un día , no sé si decir venturoso o desgraciado , porque a todo obliga el amor , y aun las penas nos placen cuando provienen de aquellos seres a quienes adoramos y de cuya vida vivimos ; y un día , iba diciendo , se arrodilló a los pies de mí confesonario cierta joven capaz , con su hermosura , de causarle al mismo sol enojos . Estaba yo recién ordenado y era la primera vez que a mis pies se arrodillara un penitente . No necesito decirte que aquello fue ... confesión para ella , confusión para mí . Nunca supe las palabras que pronunció , y eso que yo tenía fijos mis ojos anhelantes en sus labios de rosa . No sé más sino que , desconfiando de mi fuerza de voluntad , dándome vuelcos el corazón cual si quisiera salirse del pecho , la frente ardorosa , más aún , calenturienta , tembloroso , balbuciente , sin atreverme a pronunciar palabra por no decir una inconveniencia , de prisa y corriendo como para huir de la mala tentación que me asaltaba , absolvíla maquinalmente y la despedí presuroso . Desde aquel momento , Magdalena , no he podido hallar calma ni sosiego en ninguna parte . Una gran pasión amorosa ha surgido en mi pecho , la cual cobra mayores proporciones , a medida que pasa el tiempo y me voy convenciendo de lo imposible que es su satisfacción . Cree , pues , Magdalena , que no hay tormento comparable al que yo sufro , viéndome entre las espesas redes de un amor sin esperanza cogido . Casi por sorpresa le hacen a uno cura , puesto que entrados en el seminario cuando apenas tenemos conciencia de nuestros actos , y al arrullo de las monsergas teológicas , y al amor de las prácticas eclesiásticas , y al eco sempiterno de las leyendas místicas , en un medio ambiente propio para atrofiar hasta las inteligencias más claras , educados , cuando salimos al mundo , ni siquiera tenemos de él la idea más remota ; luego se exige de nosotros el mayor y más cruel de los sacrificios , la continencia absoluta y perdurable . Creced y multiplicaos , dijo Dios a todos los hombres , y los primates de la Iglesia les dicen a los sacerdotes : ahogad en el pecho vuestras pasiones , venced , por ardorosa que sea , vuestra naturaleza , y sacrificad con vuestra vida mil vidas más , en aras de una religión que , por este solo hecho , aún puede compararse con las bárbaras religiones antiguas , las cuales no sólo inmolaban seres irracionales , sino también seres humanos . - ¿ Y la moza a quien se refiere usted es Isabel ? - preguntó el ama de llaves . - Ya te lo he dicho al principio de nuestra conversación : Isabel , por quien daría , a ser posible , una y mil veces mi existencia . - Pues le aconsejo a usted que desista de su empeño , y entre otras cosas , piense que puede la muchacha estar enamorada de otro añadió con cierto retintín Magdalena . - ¿ Esto más ? - exclamó el Sochantre - . Era todo lo que me faltaba . Aún puedo , hasta cierto punto , ir conllevando mis contrariedades amorosas mientras Isabel no sea de hombre ninguno ; pero pensar que puede serlo , ¡ oh ! me desespera . - Pues lo natural es que joven tan guapa se case el día menos pensado . - No será mientras yo aliente - replicó desconcertado y fuera de sí el Sochantre . - ¿ Y cómo va usted a impedirlo ? - ¿ Cómo ? Ya lo verás . En este momento llamaron a la puerta de la calle , y Magdalena se levantó a abrir . Antes de que se alejara , siempre prevenido el Sochantre , díjole casi al oído : - Por supuesto que no necesito recomendarte la mayor discreción . - ¿ Quiere usted callarse , señor cura ? Soy mujer , pero no gusto de las murmuraciones . Además , le quiero como a un hijo , y si algo me conduele , es no poder mitigar de algún modo sus penas . Mi fidelidad para con usted supera a la fidelidad que guardan los perros a sus amos . - No esperaba otra cosa de ti . Ahora ve a ver quién es y hazle que pase . Ya continuaremos otro día nuestra conversación , pues la confianza que en ti he depositado no imagines que ha sido a humo de pajas . Y Magdalena , sin detenerse un punto , fuese con dirección a la puerta de la calle . Por la anterior conversación puede colegirse , apenas presentado , los puntos que calzaría el Sochantre . Hijo de una de esas pobres familias labradoras , quienes en parte por supersticioso culto al catolicismo y en parte por interés y por cálculo dan a la clerecía numeroso contingente , los primeros años de estudio fueron acompañados de innumerables privaciones . Más de una vez estuvo tentado de colgar los hábitos y agarrarse al legón , huyendo así a los continuos vejámenes que sus compañeros de Seminario le infirieran y a las forzosas vigilias impuestas en su tristísimo estado económico por la necesidad . Una de esas becas , inventadas por la Iglesia en la penuria natural de sacerdotes , que forzosamente ha de traerle , entre otras prácticas harto severas para observadas con escrupulosidad , el mismo celibato , llegada en hora feliz , lo sacó de apuros y le procuró medios de terminar su carrera . De colegial , fue torpe al extremo de tenerle que meter los dómines a macha martillo el latín en la cabeza ; de clérigo , tan negado para el púlpito , que una vez , disertando sobre la muerte y pasión de Jesús , lo tuvo en la calle de Amargura toda la tarde , sin poderlo llevar a la cima del Calvario , y otras varias veces , mohíno y cabizbajo , viose obligado , sin concluir el sermón , a descender de la sagrada cátedra , y entre las risas mal reprimidas del auditorio , refugiarse en la sacristía . Sin embargo , cual los castellanos viejos , según lo correcta y castizamente que hablan , parecen traer cuando nacen una gramática española debajo del brazo , el Sochantre , por su parte , parecía haber traído al mundo cuando nació una gramática también , pero no castellana , sino parda , cuyas reglas empleaba con habilidad para el mejor logro de sus casi siempre utilitarias empresas . Por su oficio místico , él cantaría en el coro ; mas cualquiera que de sus añagazas para extraer a beatos y beatas hasta el pringue de los bolsillos estuviese enterado , a fe de quien soy , dijera que cantaba en la mano . Para captar herencias , ni con una luz , de entre clérigos o seglares , lo halláis más listo . Aquella maldición célebre del Nazareno contra los escribas y fariseos , a quienes decía : « ¡ Ay de vosotros , hipócritas ! Porque coméis las casas de las viudas , y luego por pretexto , oráis » , cogíale al padre Francisco de medio a medio . Y no sólo entraba , como si dijéramos , a saco en el hogar desamparado de las pobres viudas ajenas a su familia , sino que hasta depredaba en el cercado mismo de sus parientes más próximos . Él atrajo para sí , por medio de verdadero abuso de confianza , que el Código civil no castiga , pero que las conciencias honradas reprueban , grandes cantidades en sus manos depositadas por un colega suyo , que muriera , cual suelen muchos de la clase , por reblandecimiento de la médula , loco . Él , en su calidad de sacerdote , nombrado muchas veces albacea testamentario , no correspondiendo a la confianza que en su sacratísima persona depositaran los moribundos , metió en sus arcas el oro que debió repartir entre los pobres . Él ¡ cobarde ! amenazó a la propia mujer de su hermano muerto , y le hizo firmar tratos y contratos que le granjearon a su paternidad pingües rentas . Él , en fin , consentía en su sórdida codicia , nadando en riquezas como estaba , que sus parientes vivieran poco menos que en la última miseria . En aquel hombre de alma tan negra como su sotana , los siete pecados capitales hablan echado hondas raíces . Aunque de continuo cubierto su rostro con una especie de antifaz , donde se reproducía a las mil maravillas la mansedumbre , en cuanto por cualquier motivo , en conversaciones más o menos acaloradas , le hurgabais un poco , caíasele éste y se mostraba tal cual era de rabioso e iracundo . Le sucedía en esto al Sochantre , y valga la comparación , lo que a las malas maderas pintadas , las cuales , con apariencias de inapreciables , pierden completamente su mérito ficticio en cuanto con la uña descascarilláis el sobrepuesto baño de barniz que las cubre . Pero sobre todos los vicios sobrepujaba y sobresalía en el padre Francisco uno , el más feo , dada su condición de clérigo , la lujuria . No podéis imaginaros hombre más prosaico y más sensual . Confesarse con él , no era confesarse , era convertirse en interlocutor forzoso de diálogos por todo extremo escandalosísimos . Todo su gozo estribaba en ver arrebolarse y encenderse , a sus impúdicas , por no llamarlas groseras preguntas , el semblante sereno de las doncellas . Todo su deleite , escudriñar en las casadas hasta el detalle más mínimo de los secretos de alcoba . Y como si el confesonario no fuese bastante a procurarle ocasiones múltiples donde saciar a mansalva sus instintos eróticos , creó ¡ hipócrita ! un centro de enseñanza denominado « Escuela dominical » , donde , si algunas pobres aldeanas aprendieron a mal leer , fue a costa de su pudor y de su vergüenza . Pertenecía , acortando razones , aquel padre de almas , a la estirpe de esos curas de misa y olla , quienes , en mengua de nuestra sacratísima religión , convierten los cepillos de iglesia en cajas de giro para su uso particular ; dicen del purgatorio , en sus expansiones íntimas , que es el secreto al cual debe mayores rendimientos la clerecía ; perturban la inteligencia popular con milagros de pacotilla , que podríamos consentir , sin riesgo ninguno , que nos los clavaran en la frente ; a esos sacerdotes sacrílegos , quienes hacen , como los antiguos fariseos , del templo , mercado , y como ellos , comercian con las cosas santas ; a esa maldecida estirpe de clérigos , los cuales , faltos de conciencia y de fe , tras una noche de orgía , con el vapor del mosto dentro de su cabeza , los ecos de la canción báquica zumbando en sus oídos , las inmundicias del sensual coloquio aún desparramadas por su cuerpo , vanse , cínicos , a consagrar la hostia y el vino , que luego consumen con respeto idéntico al que suelen los profanos cuando toman la mañana , según solemos decir , con un par de buñuelos y media copa de aguardiente . Por fortuna abundan poco en nuestro clero estos energúmenos . Frente a un tipo tan repulsivo como el que acabamos de presentar , podríamos poner muchos curas de aldea a lo Escrich , los cuales , por su continencia , por su mansedumbre , por su caridad , por la práctica rigorosa de todos los principios evangélicos , merecerían el calificativo de santos . Hacemos adrede esta aclaración , porque si nuestro objeto es combatir en bien de la moral pública el celibato eclesiástico , no lo es declararle guerra sistemática al sacerdocio , empleando armas tan cortas para esgrimidas por quienes de nobles en sus sentimientos se precian , como la injuria y la calumnia . Sálvense , pues , los buenos sacerdotes , y caiga únicamente sobre la cabeza de los malos todo el rigor de nuestras recriminaciones . El caso es que nuestro Sochantre pertenecía , cual hemos afirmado en un principio , a esta última clase , y que con sólo ver su boca desgarrada que torcía al cantar en el coro , cual suelen los sastres cuando la tijera muerde el paño hecho dobleces , lo estrecho de su frente , lo abultado de sus narices , lo mayúsculo de sus orejas , lo torvo de su mirar , el conjunto , en fin , de su ovalado rostro que tiraba de puro moreno a verde aceituna , veíais en él un hombre por todo extremo antipático . Pues consejero auricular de tal fuste buscó en sus apuros el maestro de escuela para que le auxiliase en la empresa de hacerle desistir a Isabel de sus amores con Andrés . ¡ Quién había de decirle al maestro que huyendo del lobo iba derecho a meterse en su propia madriguera ! Pero continuemos nuestra narración . A los pocos minutos , guiado por el ama del cura , penetró en la habitación D . Vicente . Al verlo el Sochantre , demudósele la faz y se le atragantaron las palabras . Él , que para todos los actos de su vida , aun los más reprobables , encontraba excusa siempre , no pudo ahora , viendo de improviso aparecer ante sí la veneranda figura del anciano , cuyas canas pensaba mancillar , contener su turbación . Pero D . Vicente , que en su fanatismo religioso todo podía creerlo menos que un sacerdote fuera capaz de cometer acción baja de ninguna especie , no paró mientes en estos detalles . Por fin , mal repuesto de las emociones que le causara la inesperada visita , el Sochantre , acertando a formular un saludo , dijo : - Bien venido sea mi amigo D . Vicente . - Séalo muy bien hallado el padre Francisco - respondió el maestro de escuela . - ¿ A qué debo la honra de verle a usted por mi casa ? - volvió a preguntar el Sochantre . - ¡ Cosas bien tristes a ella me traen ! - replicó de nuevo el maestro . - Pues ¿ qué ocurre ? - Ya sabe usted que tengo una hija en la cual , muerta mi mujer , he reconcentrado todos los afectos de mi alma . - ¿ Isabel ? - exclamó el padre Francisco . - Justo , Isabel ; la criatura más angelical que existe bajo la capa del cielo , a quien , para desdicha mía , le ha dado ahora la ventolera de casarse . Semejante noticia le produjo al padre Francisco el efecto que un escopetazo disparado sin previo aviso a sus espaldas . Sin embargo , fingiendo calma y serenidad imperturbables , observále con dulzura al maestro : - Ninguna pretensión tan justa , a mi ver , como esa de casarse , sobre todo si se considera que su hija de usted se halla en la época feliz de la florescencia , o sea en la edad de los amores . - No , si a mí tampoco , no vaya usted a creer que soy egoísta , me parece descabellada tal idea . - Pues entonces ... - Lo que me parece inaceptable de todo punto es el hombre con quien se ha enjotado , y al cual a toda costa quiere unirse . - ¿ Le conozco yo , por supuesto ? - ¡ Ya lo creo ! Si es Andrés , el hijo del tío Félix , el carnicero . Mordióse los labios el Sochantre al oír el nombre de su afortunado rival , pero fingiendo siempre , replicóle al maestro : - Pues no harían mala pareja . - Calle usted , señor cura , calle usted , porque pierdo los estribos cuando considero que esa perla de muchacha puede ir a parar a los brazos de un destripa-carneros semejante . - De todos modos , Isabel ha de casarse algún día , y que digamos , en el pueblo no abundan los marqueses - observó con cierto humorismo que desdecía de su estado interior de ánimo el Sochantre . - ¡ Oh ! Si yo tampoco quiero para marido de mi hija ningún título de Castilla ; me basta y me sobra con un industrial honrado ; mas , por Dios , que no pertenezca al gremio de carniceros . - ¡ Ja , ja , ja , ja , ja ! ¿ Y son esos los inconvenientes que ofrece el matrimonio de Isabel con Andrés ? - ¿ Y le parecen a usted pocos ? - Pero si el muchacho no ejerce profesión semejante . - Bien . Estamos al cabo de la calle . La ejerce su padre , que es lo mismo . ¿ Ustedes , los sacerdotes , no nos han enseñado que las faltas de los padres caen sobre los hijos hasta la cuarta generación ? - Desde luego . Así lo afirman las Santas Escrituras . - Pues entonces no son tan necios como a primera vista parecen mis escrúpulos . - Pchs ... ¿ Qué quiere usted que yo le diga ? Cada cual en el mundo aprecia las cosas a su manera . - Por Dios , señor cura , nada de ambigüedades . ¿ Aprueba usted , sí o no , la resolución tomada por mí de no autorizar semejante matrimonio ? El Sochantre , que trataba de ganarse a toda costa la voluntad de D . Vicente , creyendo a este fin hábil no contrariar sus propósitos , replicóle sin vacilación : - Lo apruebo en absoluto . - En tal caso , y aquí entra el objeto de mi visita , présteme usted su valiosísimo concurso . - ¡ Mi concurso ! ¡ Diantre ! ¿ Para qué ? - Para convencer a Isabel de lo descabellados que resultan a todas luces sus amorosos empeños . - ¡ Oh ! Esa es una empresa de gigantes . ¿ Arrancar del corazón amores que quizás tengan echadas hondas raíces ? ¡ Bah , bah , bah ! ... imposible . - ¿ Cómo imposible ? Pues y los conventos , para qué están ahí ? ¡ Los conventos ! Por Dios , mi amigo , no desbarre usted . En esos santos asilos sólo tienen cabida las almas apacibles de aquellas mujeres que arden en amor , sí , pero en amor al Eterno . - ¿ Qué hacemos entonces ? ¿ A qué medio recurrimos ? Porque ella está resuelta a casarse con Andrés , y yo por mi parte , ¡ Dios me perdone ! estoy decidido a matarla antes que tal suceda . - Vaya , vaya , vaya , no se exalte usted . Yo intervendré en el asunto , y o puedo poco , o deshacemos el noviajo . Isabel es buena , es dócil , y yo creo que si en lugar de exasperarla procuramos convencerla cederá al fin . - Dios lo quiera . - Al caer la tarde , cuando vuelva de mi paseo vespertino , pasaré por su casa de usted ; procure dejarme solo con ella . - Usted espera lograr ... - Allá veremos . - En sus manos , como quien dice , encomiendo la tranquilidad de mi vejez , señor cura . Y tras una despedida por extremo afectuosísima , partióse a su casa D . Vicente . La impresión que en el ánimo del Sochantre produciría esta inesperada entrevista , puede colegirse por las exclamaciones de júbilo escapadas a su garganta en cuanto el maestro hubo desaparecido de su presencia , pues dirigiéndose a su ama , quien desde la puerta oyera el anterior diálogo , gritó : - Albricias , Magdalena , albricias . La cosa marcha a pedir de boca . El diablo ha tentado a este buen hombre , y sin presentirlo viene a poner en mis manos el objetivo de mis ansias , la prenda de mis amores . Sobre un tablero de piedra berroqueña , por el continuo roce de los estropajos , con que asaz limpias las muchachas a diario lo fregotean , bruñido casi , vense inmóviles varios cántaros de arcilla , los cuales , rezumando por sus poros considerable porción de agua , mantiénenlos a la par siempre frescos y brillantes . Apoyados en las bocas de estas vasijas , que nos recuerdan por su artística configuración las antiguas ánforas griegas , haciendo veces de remate y de tapadera , adornadas sus asas con flores del tiempo , los búcaros y las jarras lucen cuantos primores ha puesto en ellos la mano del alfarero . Al pie de este poyo de fábrica o armazón de madera , como dirían los académicos , el lebrillo moruno de toques metálicos , donde caen a hilos , después de haber corrido por las regatas o surcos labrados en la piedra , limpios escurrimbres de agua , hase trocado en móvil fragilísima alberca . Por las paredes , a veces encaladas , a veces enlucidas , a veces ornadas con brillantes azulejos , varios en color y caprichosos en dibujo , infinidad de alcarrazas vacías , las cuales han de reemplazar a cuantas se rompieran a fuerza de traerlas y llevarlas a la fuente , cuelgan de sus correspondientes clavos y dan a la estancia visos de cacharrería . En uno de los rincones , apoyada en fuerte aro de hierro , la jofaina , donde se lavan las manos antes de sentarse a la mesa , según costumbre inveterada , los meridionales , compite en blancura con el lienzo que cuelga del toallero . Limpio como una patena , oliente a flores como un jardín , fresquísimo como la nieve , aparece este sitio de la casa en aquellas provincias nuestras donde tanto queman los rayos del sol y tanto soplan los vientos de África , en verdad como un sitio no sólo poético , sino privilegiado . Con el nombre de cantarero se distingue entre los naturales , mas cualquiera al verlo diría que era algo así como un santuario levantado al agua por aquellos pueblos , verdaderamente hidrópicos a causa de sus largas y continuas sequías . ¡ Y con qué primor arreglan las mozas la cantarera ! ¡ Con qué aseo cuidan , ellas , que de puro limpias lavan el agua , no sólo de que nunca las vasijas estén a medio llenar , y mucho menos vacías , sino de que aparezcan lucientes como la plata , tersas como el cristal ! Cuantos nacidos en las provincias de Levante recordamos , sobre todo por las épocas del calor , sitio de nuestras casas tan fresco , tan atractivo , tan delicioso como la cantarera , casi siempre levantada en el amplio zaguán cerca de la puerta de la calle , sentimos en nosotros avivarse una sed verdaderamente rabiosa . Y es natural que así suceda , hechos como estamos a las rústicas costumbres del campo . Cuando el sol de Agosto dejaba caer perpendiculares sus rayos de fuego sobre nuestras cabezas , en los promedios del día , a nosotros , hijos de la campiña , gustábanos ir a mitigar la sed en el remanso del bullicioso arroyuelo , o en la linfa de la clara fuente , y tendidos por el césped todo lo largo que éramos , coger afanosos en el hueco de la mano el agua recién manante y viva . Cuando el siroco corría caliente por nuestra zona , agostando los vegetales y secando las gargantas a nosotros , hijos de la aldea , placíanos ir , antes que a otro cualquier sitio fresco de la casa , a la cantarera , y beber , antes que en ningún otro vaso , en búcaros o jarras el inodoro , incoloro y transparente líquido . Los pobladores de una gran ciudad no pueden comprender la poesía que guardan en si estas al parecer fútiles nonadas , porque sus ojos no han visto bajo el horizonte azul que limita una crestería de montañas caprichosas , desde la base hasta la cima cubiertas de olorosísimos vegetales , paisajes tan espléndidos como aquéllos ; porque en sus oídos no ha penetrado el eco de aquellas campanas , que si repican os hacen saltar de alegría , y si doblan os hacen morir de tristeza ; el eco de aquellas campanas , a la hora misteriosa de los crepúsculos , cuando tornan del tajo o van al tajo madrugadores , como las avecillas que revolotean en torno suyo , los jornaleros , y en medio de un silencio sepulcral todas las rodillas se posan en tierra , todas las cabezas se descubren , todos los labios profieren místicas oraciones ; porque sus paladares no se han humedecido bebiendo a gañote en el botijo el agua resfriada a la sombra de los árboles por el fresquísimo leveche ; porque sus pechos no se han conmovido viendo en la plaza pública , alrededor de la fuente , las muchachas del pueblo fregar sus cántaros en el vacío , llenarlos al chorro y transportarlos en sus costados a la cantarera , sobre cuyo mármol los jazmines envueltos en hojas de parra , las alábegas hacinadas en manojos artísticos , y mil flores más , aguardan como un rocío del cielo las chispas de agua al ser trasegada de unos cántaros a otros cántaros . Pues en este ameno lugar de la casa hallábase Isabel , escanciando un porrón de agua clarísima recién traído de la fuente sobre la cantarera , cuando tras un Ave María , dicho a voz en cuello desde la puerta , apareció ante sus ojos el Sochantre . La hija del maestro , en cuyo rostro brillaba esa luz espiritual que ilumina las cabezas de las vírgenes por los pintores místicos en los arrebatos de su inspiración trazadas , o ese atractivo misterioso con que nacen algunos seres y de los cuales , no sabiendo cómo expresar las corrientes de simpatía que hacia ellos nos arrastran , el vulgo dice que tienen ángel , bien ajena en su candor nativo a los voluptuosos deseos que sin pensarlo podía despertar en el pecho del inesperado huésped , mostrábase en aquel momento , con los brazos remangados hasta los hombros ; el pañuelo , bajo el cual se rebujaba , sin alfiler que lo prendiera , medio caído sobre su seno ; envuelta en su zagalejo de colores , al término de cuya franja o remate inferior se descubrían , no sólo sus diminutos pies , sino hasta el nacimiento de sus esculturales pantorrillas ; caído el cabello en dos trenzas por la espalda ; en los rasgados ojos una mirada triste , en los purpúreos labios una sonrisa amarga , mostrábase , íbamos diciendo , más hermosa que nunca y más que nunca tentadora . Así el padre Francisco , al verla , quedóse plantado como una estatua en medio del zaguán , sin atreverse a dar un paso hacia adelante . El desaliño en que sorprendiera a la hermosa aldeana , había avivado en su pecho la honda pasión que ésta le inspirara ; mas el temor natural a echar por tierra sus proyectos con una imprudencia , contúvolo en los límites de la circunspección y del respeto más rigorosos . Como viera a la moza completamente turbada , para infundirle ánimos , le dijo : - No te avergüences , mujer , no te avergüences . Ve a tu cuarto , alíñate un poco , y torna a este sitio , porque deseo hablar contigo un rato sobre cosas interesantes . Isabel , quien se había replegado en sí misma al ver al Sochantre , cual repliega sus tallos y encoge sus hojas la púdica sensitiva al roce más ligero , y cubiértose con ambas manos el rostro , que una ola de rubor encendiera , para ocultarlo a las miradas insistentes y lascivas del señor cura , obedeció sin replicar la orden . Mientras la hija del maestro cambiaba su destartalado traje casero por otro modesto , pero decoroso , el padre Francisco , suspicaz como él solo , entretúvose en pasar revista a cuantos objetos a su alrededor viera . Entre éstos halló el costurero de Isabel y se puso a escudriñarlo con la mayor detención posible . Agujas , dedales , pinzas , punzón , tijeras , botones de todas clases , hebillas de varios tamaños , carretes de hilo , madejas de seda , piezas de cintas , muestrarios de telas , remiendos varios , todo cuanto guardaba en su fondo aquel mueble femenil , lo extrajo revuelto en un dos por tres el señor cura , sin encontrar algo que al parecer buscaba . Ya iba a darse por vencido y a declarar inútil tamaña investigación , cuando tropezaron sus dedos con una flor seca , al extremo de que algunos de sus pétalos se hicieran polvo al frotarlos para examinar por el tacto lo que podría ser aquello . - ¡ Hola , hola ! ¡ Flores en este rincón del costurero ! Pues aquí debe guardar Isabel alguna otra prenda de amor que quizás me convenga conocer - dijo el Sochantre hablando consigo mismo , y se puso a registrar hasta el fondo del cajoncillo . En seguida , como diera con un papel hecho varios dobleces , exclamó para sí de nuevo : - ¡ Una carta ! Veamos lo que dice . Y se puso con avidez a leerla . Aunque ya industriado en los amores de Isabel con Andrés , al terminar la lectura de la carta , el padre Francisco había perdido por completo el color , su pulso hablase alterado , su pecho se había oprimido , una angustia horrible héchole poco menos que caer sin fuerzas sobre la silla más próxima . Y habla para eso y para mucho más . La carta extraída del costurero por el padre Francisco , era de Andrés , y en ella conjuraba éste a su novia a que perseverase en los propósitos de verificar al amparo de la ley , lo antes posible , su anhelado matrimonio . A pesar de su malicia , el Sochantre no había imaginado que Isabel y Andrés llevaran tan adelantados los oficios , y el descubrimiento del amoroso complot , le hizo el efecto que una bomba explosible caída repentinamente a sus pies . Pronto se repuso de la fuertísima emoción que la lectura de la epístola amorosa le causara el bueno del señor cura , y pronto concertó un plan maquiavélico de obstrucción y de impedimento , al cual libraba grandes esperanzas . Consagrado a estas maquinaciones se hallaba , cuando compareció de nuevo , ya aliñada y compuesta , ante su presencia Isabel . Si dejándose llevar de sus celos el padre Francisco en aquel instante le da gusto a la lengua , lo desbarata todo y todo lo echa por tierra ; pero tal proceder , además de insensato , resultara contraproducente para el fin que se proponía , y haciendo de tripas corazón y revistiéndose de paciencia suma , y fingiendo una templanza incapaz de sentir , observóle a la hija del maestro con voz tan dulce como lo podía permitir su estado de exaltación nerviosa y lo áspero y bronco de su pésima garganta : - Ya sabes , hija mía , que la Pascua se acerca , y por consiguiente la hora propicia de cumplir como buena cristiana con nuestra santa madre la Iglesia católica . - Es verdad , padre cura . La semana mayor con sus oficios convida a todos los fieles a que frecuentemos el templo y bajo sus ámbitos ofrezcamos a quien por nosotros sacrificó su vida , mil benditas oraciones - dijo Isabel sin vacilar un punto en su contestación . - Ya sé que eres , cual pocas mozas del pueblo , católica , apostólica y romana de pies a cabeza , y en ello me complazco mucho . Mas ahora no me refiero yo a que asistas con grande asiduidad a las ceremonias que celebran la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo , sino a que cumplas uno de nuestros primordiales mandamientos , el que dice cómo todos los católicos deben confesarse a lo menos una vez dentro del año , e indefectiblemente por Pascua Florida . - Agradezco a usted en el alma la advertencia que me hace , señor cura , mas ya en mis propósitos habla entrado éste de cumplir con la Iglesia . - Tanto mejor - contestóle el Sochantre - . ¿ Y cuándo , cuándo piensas ir a confesar tus pecadillos ? - dijo añadiendo a una respuesta una pregunta el padre de almas . - ¿ Cuándo le parece a usted ? - exclamó sonriente Isabel . - ¡ Oh ! En asuntos cual éste , relacionados con la salud del alma , nunca es malo , a fuer de prevenido , pagar con anticipación las deudas espirituales . - Pues entonces mañana , de buena mañana , me tiene usted a los pies de su confesonario . - ¿ Tendrás tiempo suficiente para hacer el indispensable examen de conciencia en tan pocas horas ? - Si le tengo hecho y rehecho desde Dios sabe cuándo , señor cura . ¿ No ve usted que , después de todo , no son tantos mis pecados ? - Bien , bien . Pues hasta mañana , hija mía . - ¿ No quiere usted tomar cualquier bocadillo antes de marcharse ? Le haré una jícara de chocolate si usted quiere . - No , muchas gracias . Me esperan en casa . Además , no cenaría con apetito si ahora aceptase los obsequios que me ofreces de tan buena voluntad . - Ya sabe usted que sí . Aun en ausencia de mi padre , le ofrezco a usted todo cuanto hay en la casa , segura de interpretar el deseo suyo . - ¡ Zalamera ! - dijo acompañando su frase de cariño con una palmadita en el hombro de la moza , el padre Francisco , y se despidió satisfecho hasta el día siguiente . Al transponer la puerta de aquella bendita casa donde se albergaba tanta hermosura , tanta virtud , tanto amor , dio de manos a boca con el maestro de escuela , nuestro clérigo , y en pocas palabras , le explicó éste el resultado de su entrevista con Isabel . Tal diálogo , que durara contados minutos , cerrólo el Sochantre diciendo : - Nada , nada . El asunto corre por cuenta mía . Déjeme usted obrar y no se apene por cosa ninguna . Isabel no se casará con Andrés . Acuérdese mi amigo D . Vicente del día en que se lo digo . ¿ Acertaría en sus augurios el padre Francisco ? Ya lo sabrá a su hora debida el curioso lector . Con la primera campanada del alba , las puertas de la iglesia se abrieron , y algunas beatas , arremolinadas en torno del sacristán , penetraron en ella . Aún reinaba la noche en el piadoso recinto y aún , brillante como una estrella , se destacaba en medio de tanta oscuridad la perenne luz del Sagrario , cuando Isabel caía de hinojos a los pies del padre Francisco . Aquí vienen como de molde algunas observaciones sobre tema tan discutible y discutido cual éste de la confesión , uno de los dogmas , en sentir nuestro , más absurdos con que cuenta la Iglesia católica . No discutamos su origen divino ya que , basados en las palabras puestas por San Mateo en labios de Cristo , cuando en el capítulo XVIII , versículo 18 dice a sus discípulos : « Todo lo que ligareis en la tierra , será ligado en el cielo , y todo lo que desatareis en la tierra será desatado en el cielo » ; y basados en las palabras puestas por San Juan en boca de su excelso Maestro , las cuales , según el versículo 23 , capitulo XX , fueron : « A los que remitiereis los pecados , les son remitidos ; a quienes los retuviereis , serán retenidos » ; y basados en esta frase del apóstol Santiago : « Confesad vuestras culpas los unos con los otros » , los Santos Padres , a tan alto rango elevan el tribunal de la penitencia , siquier en los primeros siglos del cristianismo las confesiones fueran actos públicos , seguidos de públicas sentencias , en justa interpretación de los citados textos evangélicos . La prueba más evidente de que las confesiones fueron públicas , la encontramos nosotros en la etimología misma de la palabra confesor . En tres categorías o estirpes suele dividir la Iglesia católica a los santos , según su vida y los incidentes a que su vida estuvo sujeta . Aquellos propagadores incansables de las ideas evangélicas , quienes murieron en su fe , de muerte natural , sin haber experimentado los horrores de la persecución engendrada por la intolerancia , denominólos sencillamente apóstoles ; aquellos otros menos afortunados , los cuales pagaron a precio de sangre su creencia en Cristo , llamólos mártires ; y por último , distinguió con el nombre de confesores a aquellos que , sin temor a la persecución y con riesgo de la vida , dijéronse siempre partidarios fieles de la religión cristiana . De aquí proviene , si nuestras investigaciones no marran , la palabra confesor . Pero como todo en el mundo se malea , este hermoso título , que denotaba arraigadas convicciones , voluntad firmísima , resolución inquebrantable en quienes para su gloria lo llevasen , una vez instituida la confesión , pasó a ornar la frente de privilegiados sacerdotes , los cuales a costa de él se lucraban y engrandecían . ¿ Quién es capaz de enumerar las ventajas que al sacerdocio procuró de antiguo este sagrado oficio ? Con una moneda de oro , de plata o de cobre , a voluntad , y según sus recursos , remuneraban los primeros penitentes a los clérigos su trabajo místico de confesarlos y absolverlos ; generosa costumbre , la cual , degenerando en viciosa corruptela , inventó esas mandas eclesiásticas , a cuya virtud la mezquina barquilla de los pescadores que seguían a Jesús , trocóse en vasto emporio de riquezas . Pero si estos abusos desaparecieron poco a poco , principalmente a causa de las guerras interiores entre el clero regular y el clero secular , las cuales despertaron las conciencias y amortiguaron la fe , en cambio otro género de ventajas vino a sustituirlas . Por medio de la confesión , los sacerdotes , penetrando en el sagrado del hogar , se industriaron en los secretos de la familia , y recabaron desmedida influencia en las sociedades . Por medio de la confesión , los padres de almas franquearon la distancia que media entre la pobre cabaña del supersticioso campesino y el suntuoso palacio del noble endiosado , imperando por igual en todas las voluntades . Por medio de la confesión , los humildes pastores espirituales ascendieron hasta las gradas mismas del trono , y apoderándose de la conciencia de los reyes , gobernaron a su antojo los Estados , cual lo testifican , sin salir de España , el padre Nithard , confesor de Mariana de Austria ; el padre Aubenton , confesor de Felipe V ; el padre Claret , confesor de Isabel II . Pero sin nada de esto , ¿ no os parece que el sacramento de la penitencia , visto al trasluz de la critica , resulta una institución inmoral , absurda , odiosa ? Es inmoral la confesión porque tiende a conocer secretos , los cuales a veces el individuo que los posee , quisiera arrancarlos de su pensamiento para ni aun con su recuerdo avergonzarse ; es inmoral la confesión , porque tiende a escudriñar la vida íntima de la mujer , los ensueños eróticos que surgen inconscientemente en su vivaz imaginación , las impresiones experimentadas a la presencia del novio , del marido o del amante , y sus audacias o atrevimientos , las interrogaciones que les dirigen cuando la fiebre del amor les asalta cada uno de estos tres personajes , y otras mil voluptuosas interioridades a cuya sola enunciación , hasta la faz de la mujer pública , curtida en el escándalo , se tiñe con el carmín del rubor y la vergüenza ; es inmoral la confesión , por el mismo rigorosísimo secreto de que se halla investida , ya que puede darse el caso de ver criminales confesos pasearse por las calles , sin que tribunal ninguno los tenga a raya ni policía de ninguna clase les vaya a la mano . Y no hablemos de la incompetencia de este tribunal sacratísimo . Sin jurisdicción por las leyes para condenar al reo que de hinojos a sus plantas confiesa el asesinato o el robo cometidos , el sacerdote aparece como un juez recusable al interponerse entre nuestra conciencia y Dios . Y no hablemos de su inutilidad . Por medio de este sacramento , se proponen los sacratísimos oidores místicos conocer y medir la gravedad de las faltas cometidas por los penitentes ; se proponen aplicarle a cada uno su indispensable severo correctivo , y luego sólo cuentan , a todo contar , con advertencias más o menos oportunas , y consejos más o menos sabios . ¿ Qué institución es ésa , la cual , fiando el perdón al arrepentimiento , deja a merced del penitente su propia sentencia ? ¿ Qué tribunal es ése , ante el cual un reo se acusa a sí mismo , se juzga a sí mismo y a sí mismo se condena o se absuelve , constreñido como se halla el confesor a creer a cierra ojos cuanto se le antoje decirle ? Por estas y otras razones , la confesión queda reducida a una especie de consejo auricular , del cual , si alguien en los pueblos católicos gusta , son únicamente las mujeres y los niños . En desprestigio de tal sacramento , se han dicho frases verdaderamente sanguinarias y se han inventado anécdotas socarrones como ellos solos . El más gracioso que de estos últimos conocemos es el que vais a oír : En cierta ocasión diole a San Pablo la ocurrencia de descender del cielo a la tierra para averiguar qué progresos había alcanzado la religión cristiana , por la cual , lleno de ardiente fe , él ofreciera en holocausto su cabeza . Como nuestros santos , en esto de viajar , les dan quince y raya a los ingleses , pronto el buen apóstol preparó lo indispensable a su largo viaje ; y en montura vaporosa sin duda , por vías tan amplias , de fijo , como la Vía Láctea , deteniéndose en estaciones de tránsito tan pintorescas como la primavera , el otoño , el estío y el invierno , ingresó alegre en nuestra patria . Inmediatamente que puso pie en tierra , diose a visitar iglesias , muchas de las cuales podían por su magnificencia competir con el famoso templo de Salomón . San Pablo , aunque poco ducho en artes plásticas , se entusiasmó al ver tales monumentos , y se deshizo en justísimos elogios . Ya se disponía , tras este repaso , a entrar en una de las iglesias , cuando divisaron sus ojos sobre la puerta un cartel que decía : « Hoy se saca ánima » . Despertóle tan extraño rótulo su curiosidad , y dirigiéndose a uno de los sacristanes que por la iglesia pululaban , le preguntó qué significaba aquello . Cuando éste le hubo explicado cómo por medio del santo sacrificio de la misa , en ciertos días del año , los clérigos sacan a voluntad del Purgatorio , donde yacen revueltas entre las llamas , las ánimas en pena , San Pablo creyó morirse de risa , y con cierto amargo dejo de incredulidad pronunció estas irónicas palabras : - ¿ Conque ésas tenemos ? Ya sabía por referencias de otros santos compañeros míos que el cristianismo estaba en verdadero auge , pero , francamente , nunca imaginé progresos tamaños . Traspuesto el pórtico y ya en el templo , lo primero que descubrió el gran orador místico fue una caja de regulares proporciones , especie de hucha donde algunos fieles depositaban monedas de todas clases , según lo más o menos ardiente de su fe y lo más o menos repleto de sus bolsillos . Y esto ¿ qué es ? - preguntó el santo . - Pues esto , señor - repuso el sacristán - , es un cepillo donde se recaudan las limosnas para sostener el culto y clero . Frunció el ceño San Pablo al oír al sacristán , y dijo , siempre con retintín : - No me parece mal . Aquí se conoce que se curan en salud los representantes del Cristo . Ellos tendrán fe en sus doctrinas y confianza en sus promesas , pero se conoce que prefieren , tal vez por ahorrarle trabajo al Eterno , alimentar y vestir sus cuerpos por cuenta propia , sin acordarse de que podría alimentarlos y vestirlos quien viste a los lirios del valle y nutre a las aves del cielo . De las pilas bautismales llenas de agua lustral , San Pablo no se acordó para maldita la cosa . De las sacras , de los candeleros , de los cálices , de las patenas , de las custodias , de los incensarios , de las cruces magistralmente talladas en oro y plata , del lujo con que atavía sus personas con toda clase de prendas costosísimas el clero , dijo sencillamente que le parecía exagerado , y de todos los demás objetos que viera , hizo observaciones , ni bien laudatorias ni bien difamantes . Terminada la visita e inspeccionada la iglesia , el gran apóstol se dispuso , poco satisfecho de sus investigaciones , a abandonarla , cuando en lo más escondido de una capilla columbró una mujer hablando con un sacerdote . San Pablo , al ver a estos personajes en tan recatado lugar del templo , como tórtolas pareadas , embelesados el uno con el otro , preguntó con la naturalidad más sencilla del mundo : - ¿ Es su mujer ? - ¡ Quiá ! No , señor - respondió reprimiendo como pudo la risa que fluía a borbotones en sus labios el sacristán - . Si entre nosotros , los Curas no se casan . - ¿ Que no se casan ? Pero buen hombre , ¿ qué me cuenta usted ? ¿ Pues no les prediqué yo en mis tiempos que sólo tuvieran una mujer ? Vaya , vaya ; esto lo ha han revuelto , al punto de que ni yo mismo lo conozco - prorrumpió amostazado e incomodadísimo el gran converso . Después , como junto a la singular pareja aquella viera algo así parecido a una jaula con sus celosías y todo , preguntó : - Y ese armatoste ¿ qué es ? - Un confesonario . - ¿ Y para qué sirve ? El sacristán satisfizo como pudo la curiosidad extrema de su interlocutor . Entonces San Pablo , soltando el trapo a reír , exclamó : - Ahora me explico yo el celibato eclesiástico . ¡ Qué han de casarse , si tienen aquí millares de mujeres donde poder a sus anchas elegir ! - No sea usted malicioso , señor - interrumpióle vivamente el sacristán . - ¡ Qué he de ser malicioso ! - siguió diciendo el apóstol - . ¿ Para qué sirve la confesión ? ¿ Vienen , por ventura , a confesar sus crímenes los ladrones y los asesinos ? Y aun cuando vengan , ¿ qué castigo puede imponerles un sacerdote ? - Perdone usted , mas no vaya a creerse que sólo constituyen pecado esos monstruosos delitos . Nuestras mujeres , por lo general , son honradas , los hombres siempre libertinos , ni con la confesión ni sin la confesión llegan jamás a enmendarse ; pero hay , sin los mentados por usted antes ni los que yo acabo de citar ahora , otros muchos pecadillos . A lo mejor , por descuido , este penitente enseta el pan que ha de llevarse a la boca en día de abstinencia , con el cuchillo con que acaba de destrozar la carne ; aquel otro penitente se olvida al pasar por las puertas de la iglesia de santiguarse ; este otro penitente , desmemoriado hasta lo increíble , deja de santificar la fiesta , y no solamente deja de concurrir al templo , sino que trabaja como un negro todo el día ; y otras muchas faltas , leves si a usted le place , pero faltas al fin , de las cuales necesitan limpiarse para vivir en gracia de Dios los buenos católicos . San Pablo , que había oído la defensa que de la confesión hacía el sacristán como quien oye llover y está bajo techado , no quiso saber más y se despidió diciendo : - La naturaleza humana no puede contrariarse : los clérigos , por lo general , son jóvenes ; la sangre les arde en las venas con tanto o más ardor que a los laicos , por lo mismo que su abstención es más absoluta ; no pueden casarse porque el voto de castidad se lo impide ; pues bien , ¿ sabe usted , señor sacristán , lo que le aconsejo para que usted a su vez se lo aconseje a los curas ? Que guarden las disciplinas , si es que las tienen , por el rincón más oscuro , pues si a Cristo le da como a mí la idea de bajar a la tierra y visitar las iglesias católicas , esté seguro de que a zurriagazos los echa a todos ustedes a la calle , como echó lleno de ira a los mercaderes del templo . Pero no vale hacer caso de chascarrillos , los cuales , si el chusco inventor de ellos narró con gracia , no tienen , según los ultramontanos , filosofía de ningún género . Mientras los racionalistas y demás escuelas avanzadas combaten el santo tribunal de la penitencia con toda suerte de sutilísimos argumentos , reniegan de él los clérigos , por la tristeza que les procura oír contar a diario miserias de la humanidad , y por las náuseas que experimentan , al beberse sin quererlo el aliento de los penitentes postrados a sus plantas . Un sacerdote , abierto de carácter hasta la temeridad , decíanos en cierta ocasión que las horas más malas que pasaba en el desempeño de sus funciones eclesiásticas , eran las horas destinadas a confesar a los feligreses de su parroquia . « No hay , decía , tormento comparable a éste de verse constreñido durante horas y horas a oír sartas y más sartas de sandios disparates , empotrados como las tinajas en un cuchitril de madera donde no os podéis apenas revolver , y donde por lo incómodo de la postura , entumecidos los miembros , creéis haberlos perdido . Y todavía la posición violentísima que habéis de adoptar dentro del confesonario puede tolerarse . Pero ¿ y el olor de los penitentes , algunos de los cuales apestan ? ¿ Y el aliento de sus bocas , forzosamente obligados a aspirar , y algunas de las cuales hieden ? » Nosotros no diremos que el confesor no sufra éstas y otras molestias análogas , pero sí diremos que el padre Francisco no experimentó ninguna de ellas . Es verdad que pocas penitentes tan hermosas como Isabel habíanse , desde que se ordenara , postrado ante su confesonario . La mirada harto viva del Sochantre despidió casi materialmente lumbre al ver junto a sí a la hija del maestro , quien rebozada en su mantilla de felpa , con los ojos que sombreaban unas pestañas larguísimas medio entornados , enrojecido el semblante , velada la voz , en conmoción el pecho , hubiera sido capaz , no ya de tentarlo a él , sino al mismo San Antonio en persona . Aunque el padre Francisco aguardaba con impaciencia a Isabel , emocionóse profundamente al verla de rodillas a sus plantas . Y no podía acontecerle menos a quien , como su paternidad , durante muchos años viviera recluido en un seminario , sin que su vista ni casualmente topase , al cruzar por los corredores sombríos , al tomar asiento en los refectorios destartalados , al meterse en las celdas estrechas , al divagar , en fin , por cualquiera de los sitios en que se dividen y subdividen estos verdaderos sementales de la clerecía , con ninguna mujer . Isabel , en cambio , ajena por completo a cuantas voluptuosas emociones agitaran los nervios del exaltado capellán , persignóse devotamente , murmuró aún más que con los labios con el alma una de esas oraciones que encarecen el arrepentimiento , y se dispuso a decirle todos sus pecados al confesor . - ¿ Amas a Dios sobre todas las cosas en el mundo ? - comenzó preguntando el padre Francisco , dispuesto a confesar a Isabel por medio de los santos mandamientos . - Sí , padre - respondió sin vacilar la doncella . - Pero amar a Dios no creas que es tan sólo vivir en continuo éxtasis , elevando a las alturas oraciones fervientes y depositando a diario sobre las aras benditas de nuestras iglesias católicas , ungidas con el óleo de la fe , místicas ofrendas ; amar a Dios es más , mucho más que todo eso . - Por supuesto , señor cura . La condición principal de todo amor verdadero , según mis cuentas , consiste en respetar al ser a quien amamos , y honrando su nombre , honrarnos a nosotros mismos . - Muy bien , hija mía , muy bien . Satisfecho de tu contestación , paso a dirigirte una nueva pregunta . Aquí sí que me parece haber dado con algo en donde vas , sin quererlo , a tropezar . ¿ No has , en los días de tu vida , jurado nunca vanamente ? - Nunca - replicó , lista como ella sola , Isabel , complaciéndose en echar por tierra con una sola frase los augurios del Sochantre . - ¿ Nunca ? - interrogó éste de nuevo . - Como usted lo oye . El único juramento prestado desde que me reconozco , hícelo tan de corazón que no pienso faltar a él por nada ni por nadie . - ¿ Luego tú has jurado ? - Sí , señor . ¿ No se lo he dicho a usted ? Una vez , sólo una vez en mi vida , mas no en vano . - A ver , a ver , explícate . - ¡ Señor cura ! ... - balbuceó la hija del maestro , poniéndose colorada como una amapola , y bajando llena de rubor los ojos al suelo . - Vaya , no seas niña y háblale con entera franqueza a tu confesor . ¿ No conoces , tontuela , que cuanto a mi me digas en modo ninguno ha de traslucirlo nadie ? Isabel , ni aun a tales dulcísimas instancias pareció dispuesta a ceder , y para vencerla en sus escrúpulos , tuvo el padre Francisco que apelar , de este suave recurso , a las reconvenciones primero , después a las amenazas con el castigo eterno . - ¿ No podría usted , que es tan bueno , señor , excusarme de contestar a esa pregunta ? - ¡ Oh ! De ninguna manera . - Pues en tal caso , le diré que sí , padre cura , he jurado amor eterno a un hombre . - ¡ Cáspita ! ¿ Conque esas tenemos ? - exclamó un tanto exasperado el Sochantre . - ¿ Hice mal ? - preguntó Isabel , abriendo llena de ansiedad desmesuradamente los ojos . - ¡ Y tan mal como hiciste ! ¿ Pero no sabes , desdichada , que ése es uno de los pecados más graves que has podido cometer ? Aún puede tolerarse que ames a un hombre , ya que resulte para las humanas criaturas de suyo imposible contrastar las inclinaciones de su corazón ; pero ¡ jurarle amor eterno ! ¡ Vamos , serás loca ! - ¿ Y usted cree que estoy por cosa al parecer tan leve en pecado mortal ? - interrogó cándidamente Isabel . - ¿ Que si lo estás ? De fijo . Y da gracias a que aun me tienes a mí aquí dispuesto , si desistes de tu propósito , a absolverte , limpiando por tal modo tu alma de pecado . - Tendrá usted mucha razón , pero es el caso que no puedo , sin cometer otro nuevo , borrar de mi alma éste que usted me reprocha . - ¿ Cómo que no ? - preguntó maravillado el padre Francisco . - Está claro . Sin cometer perjurio no puedo deshacer el juramento . En otras circunstancias , y tratándose de otra penitente , el confesor se riera de tal sutileza jesuítica ; pero en aquel momento no estaba el horno para rosquillas , y el Sochantre salió al encuentro de la moza diciéndole : - No , no temas ; nosotros los sacerdotes tenemos facultades para perdonar a nuestro sabor toda falta , por enorme que sea , y absolver a los contritos de todo pecado , por grave que parezca . - Sí , pero es el caso ... - observó Isabel , deseando defender hasta el último instante su amoroso juramento . - El caso es - interrumpióle el Sochantre - que persistes en mantenerte en tus trece . - Yo , padre ... - Basta .