La Buscona Novela médico-social ( Tercera parte de La prostitura ) por Eduardo López Bago La moral moderna consiste en buscar las causas de los males sociales , analizándolos y sometiéndolos a experimento.Claudio Bernard Madrid Juan Muñoz y Compañía , Editores Administración : Espadad , 11 , bajo Iba Rosita Pérez por la calle de Hortaleza y calle abajo , ó lo que es lo mismo , en demanda de la Red de San Luis , y andaba muy deprisa , procurando , puesto que había llovido , manchar lo menos posible , con el fango de las calles , sus preciosas botas de charol y sus almidonadas enaguas , con cuyo extremo cuidado era su escrúpulo una coquetería adorable que se resolvía en recoger y levantar el vestido , dejando ver de este modo las menudencias de sus pies y el soberbio arranque de las pantorrillas cubiertas y ceñidas por estiradas medias de seda roja , cuyo matiz pudiera calificarse , no como lo califican los horteras llamándolo color de vino de Burdeos , sino por ser más adecuado simil como rojo de patitas de perdiz . Era el traje de lana , y el dibujo del tejido formaba cuadros blancos y negros , muy pequeños . Llevaba también abrigo de paño negro con adornos de pasamanería y abalorio de azabache , un sombrerito gris de castor , adornado tan sencillamente , que sólo llevaba las cintas para atarlo y otra cinta igual rodeando la base de la copa , en cuya cinta se sujetaba un ala de golondrina . Completaban su atavío guantes , largos hasta el codo , de piel de Suecia y del mismo color que las medias , y un paraguas de seda , cuya reluciente contera rebotaba de vez en cuando en las baldosas . Iba así Rosita Pérez llamando la atención y siendo recreo de la vista , y como si el mirar no bastase á muchos de los que con ella se cruzaban , unos acompañaban la mirada con una sonrisa picaresca ó con un suspiro no falto de intención pecaminosa , y otros , abandonando la dirección y el quehacer que llevaban , pareciéndoles mejor el de seguirla , echaban tras la mujer , empezando toda una maniobra de conquista consistente en toses y siseos , á los que ella contestaba volviendo de vez en cuando la cabeza , con arreglo al rito y signos masónicos que se emplean en la busconería para los casos de encuentro por la calle , en el café , en el teatro , ó en cualquier otro sitio distinto de la casa de citas , donde á la postre se daba remate á todas estas suertes de toreo . Era la tarde una de Enero en que no hacía mucho sol y si bastante frío , siendo el sol tal como puede ser entre nubes y como de invierno , incapaz de secar en las calles el ya mencionado barro de la reciente lluvia . Las fachadas mostraban grandes chafarrinones , señales del pasado aguacero , y parecían rezumar la humedad que verdeaba en los tejados . En la claridad de aquellos rayos solares , pálida y triste , haciendo pensar en lo lejano que estaba de nosotros el astro que nos la enviaba , lucía más blanca la almidonada enagua que dejaba al descubierto la buscona , resaltaba más limpio todo el traje , que salvaba primorosamente los charcos de la acera , esquivando la mancha , y en el moreno y agraciado rostro brillaban los ojos y parecían despedir más ardientes y amorosas luces , las pupilas que el frío humedeció , dejando correr á veces una lágrima desde las pestañas á las mejillas , tomando en el camino cambiantes iguales á los del agua que también goteaba desde lo alto de las casas . Rosita sonreía á todas las sonrisas , contestaba con los ojos á todas las miradas y á cada tos volvía la cabeza . Nadie hubiese adivinado al ver tan alegre malicia , vicio tan francamente confesado y tales alardes de picardía expuestos en medio de la vía pública , que quien iba ofreciéndose de este modo á cuantos pasaban con una oferta insistente , incansable , muda , en la que no podían hacer mella los desprecios de uno y otro , era la primera vez que se lanzaba á la calle con tales propósitos , la primera vez que intentaba la caza del hombre y que todos aquellos manejos inspirábalos más la intuición que la costumbre . Nadie sabía que Rosita Pérez iba temblando , asustada de sí misma , de sus resoluciones , de lo que estaba haciendo y de lo que se proponía llevar á cabo . Todos , al verla risueña , atribuían sus lágrimas al frío , cuando en ellas llevaba su desesperación la mejor parte , y al frío también la color de sus mejillas que era debida á la vergüenza . No era ciertamente , porque la joven fuese nueva en la deshonra , ni ha de decirse por esto que sentía ese miedo al hombre , instintivo en la virginidad . Ninguno podía enseñarla nada que no supiera . No ; Rosita Pérez era capaz de dar lecciones al más libertino y crapuloso en materia de goces sensuales . Habíalos experimentado , habíalos hecho sentir sintiéndolos ella misma . Había tenido dos amantes : el primero de ellos un tonsurado ; el segundo , el último , un grande de España , el duque de Tres Estrellas . Pero aquello era distinto . Aquello , lejos de ser la caza del hombre , pareció más bien una conquista . Ni el duque ni el padre Lasoga , ninguno de los dos , cayeron en sus brazos llamados y solicitados por ella , sino que , por el contrario , uno y otro la enamoraron y se prendaron de su cuerpo y aun algo de su alma . Hasta entonces Rosita fué la querida . Y desde aquella tarde empezaba su existencia nueva de buscona , en lo que había un descenso , un rebajamiento de clase , digásmolo así . Querida de un hombre , podía volver á serlo . ¿ Quién lo duda ? pero no es lo mismo . En aquellos encuentros y citas por la calle , en aquella vida aventurera , entre todos los desconocidos que la miraban ó la seguían , ninguno deseaba más que el goce y la posesión de un momento , ninguno era capaz de otra cosa que de satisfacer ambos , estipular el precio , pagar y despedirse de ella , sin preguntar siquiera el nombre de la mujer que acababan de estrechar entre sus brazos . Solo una casualidad , casi un milagro , era preciso para que al calor de aquellas caricias , al estallido de los besos , brotara un deseo más intenso , un capricho de renovar otro día con la misma hembra tales placeres . Rosita no se hacía ilusiones . Iba á la aventura , pero la buena aventura no pensaba encontrarla . No era para ella . Y así andaba deprisa , recogiéndose el vestido , mostrando sus lindos pies , llorando de frío y de pena , acariciado el rostro por la claridad de un sol que no calentaba , pasando por entre las gotas de agua que resbalaban y caían de los canalones , envuelta ya en la niebla que empezaba á surgir de la tierra húmeda , y repartiendo miradas y sonrisas , ofreciéndose al deseo de cada transeunte , brindando y prometiendo al que quisiera , joven ó viejo , hermoso ó feo , aquel goce , aquélla posesión fácil y cómoda , pareciéndose en un todo á los cocheros de alquiler cuando van de vacío sentados en el pescante , mirando á una y otra acera , con la tablilla puesta y atentos al primer siseo . También ella se alquilaba por horas . No había que darle vueltas . Esa tenía que ser su vida en adelante . Por la otra acera , una vez que miró hacia aquel lado , iba una señora con su hija y un joven . ¡ El novio ! Aquel era el novio indudablemente . Se acordó de su madre , de ella misma , de sus primeros amores , del pasado , de todo el pasado que de improviso se le vino á la memoria y la ocupó por entero . Ella , ella había sido una señorita honrada . La hija del capitán de ejército don Tomás Pérez y Pérez , muerto de un balazo en la acción de Monte-Muro . También ella tuvo novios antes de tener amantes . ¡ Ah ! ¡ su madre ! ¡ La culpa era de su madre ! de la mismísima doña Angustias López , la viuda del capitán . ¡ Si el difunto resucitara ! Si su pobre padre levantara la cabeza y viera á qué extremos habían llegado , y en qué lodazales se manchaba su nombre . Rosita , su querida , su idolatrada hija fué primero la novia de café ; en el « Café Nuevo del Siglo , » la novia de media tostada , como decían los estudiantes , la señorita cursi , de la que todos se burlaban y á la que poco á poco y uno por uno se encargaron todos de pervertir y picardear . ¿ Qué había de suceder ? Lo natural , lo humano . Sobrevino un estado histérico casi constante en su organismo viciado . Se entregó á la bacanal solitaria de las virgenes ; de noche , en la oscuridad de su dormitorio lloraba y suspiraba , procurando no hacer ruido , no despertar á su madre ; revolcábase en las tibias sábanas , mordía la colcha , abrazaba frenéticamente la mullida almohada , perdíanse sus manos y se olvidaban acariciando las curvas jóvenes de su cuerpo que se extremecía nervioso al calor de aquellos propios contactos , y caía , por último , en un sueño que era más bien un desmayo , del que despertaba con las mejillas ardiendo , el cuerpo frío , la cabeza dolorida , disgustada de sí misma , irritada contra todo lo que la rodeaba , entristeciéndose al ver el sol , llena el alma de reproches contra la naturaleza . Deseaba saciar sus afanes , cumplir sus gustos ó morir , pero morir pronto , ser enterrada en un cementerio que ella había soñado donde no había losas de mármol ni cruces negras , sino tierra y flores , tierra blanda , menuda y movediza como arena , tierra que era un abrigo más que un peso , y que lejos de oprimir se levantaba marcando la forma de los cuerpos sepultados , amoldándose á ella como una sábana , y en tales términos , que á cada paso , en cada fosa , dos montecillos gemelos , uno junto á otro , indicaban , mejor que coronas de azahar y luces en globos de color de rosa , el sitio en que una mujer había sido enterrada sin ataúd y desnuda . Aquel era el cementerio de las vírgenes ; allí no iban á rezar los amantes . Iban á llorar , leyendo las últimas cartas de la muerta , atadas en paquete con cintas de seda . Allí no había olor á cadáveres , sino á flores marchitas . Toda esta insensatez en las ideas , procurábasela su misma enfermedad . Porque ya traspasaba los límites del histerismo y entraba en los primeros grados de la ninfomanía . Para manifestarse ésta sólo era necesaria la ocasión y el amparo de circunstancias favorables . Una tarde la miseria amanazó más de cerca á la familia de Pérez ; iban , á verse despedidas de su pobre vivienda , iban á encontrarse en medio de la calle , sin muebles , sin dinero alguno , teniendo por todo bien sus pobres vestidos de seda ajada y recompuesta cincuenta veces . En aquel momento la inquilina del cuarto principal La Pálida , según su mote de guerra , Estrella Sánchez , según su nombre propio , una mujer hermosísima á la moda entonces entre todas las aspasias madrileñas , tuvo , apenas enterada de esto caso extremo , uno de esos arranques de generosidad , que tan comunes son en estas desgraciadas y salvó á las vecinas del tercero , á las que no conocía , poniendo ella misma en manos de Rosita Pérez la corta cantidad que necesitaban para pagar su deuda al casero . ¿ Qué sucedió entonces ? Al hallarse en el gabinete de la pecadora , al respirar los perfumes que había en el ambiente de aquella habitación lujosa , al ver su imágen reflejada en lucientes espejos , al adivinar las huellas de la orgía en el cuerpo de la prostituida hembra , la naturaleza dió sus órdenes y Rosita obedeció , la ninfomana se arrojó como una bestia hambrienta sobre aquella mujer ; besóla y mordióla , con los besos y los mordiscos de la lujuria , y sació por primera vez en con estas monstruosas caricias sus apetitos inestinguibles de carne humana y viva , palpitante entre los brazos . En casa La Pálida tuvo luego su primer amante , cuyo recuerdo la horrorizaba . Su primer amante un cura carlista que , después de poseerla , confesó haber estado en la guerra y declaró que de su fusil partió la bala que hirió de muerte á don Tomás Pérez y Pérez , capitán de las tropas liberales , ¡ á su padre ! ¡ Ah ! entonces empezó la tristeza de su vida . Entonces al poco tiempo La Pálida se trasladó á un lujoso hotel , comprado para ella por el marqués de Villaperdida , y engañó á éste y se enamoró del duque de Tres Estrellas , y ella , Rosita Pérez , tuvo que huir una noche del hotel , dejando sobre la alfombra tendida y muerta de un balazo en la sien á su protectora . Balazo clavado allí por los celos del amante engañado . Tuvo que huir en compañía del mismo duque de Tres Estrellas , y aquella noche durmieron juntos ; durmieron juntos abrazados estrechamente , no como dos enamorados , sino como dos seres aterrados ante la horrible escena que acababan de presenciar . El miedo los hizo amar y se amaron . El duque de Tres Estrellas fué el primer amor de Rosita Pérez . El primero , porque ninguno de los que tuviera hasta aquel día interesaron ni profundizaron su ser . El primero , porque antes que con él , jamás pudo adivinar Rosita cómo encariñan las noches , las noches enteras pasadas en el lecho , al lado de un cuerpo que reclina su cabeza en la misma almohada en que descansa la nuestra , que nos besa al despertar y que mientras duerme nos envía su aliento , y en medio del silencio , dentro de la soledad , envueltos en lo oscuro , uno y otro insomnes ó bajo el dominio del sueño van añadiendo nuevos eslabones á la costumbre de unirse , de confundirse , de identificarse . No hay amor quizás en la noche primera , hay acaso extrañezas y repugnancias . Pero si luego se dominan , á la siguiente empieza la aleación , la amalgama ó la mezcla , que en la alcoba con los seres animados sigue las mismas leyes á que obedecen los demás de la naturaleza en el laboratorio químico . Entonces los cuerpos se acercan , se atraen y se complacen en estas atracciones y proximidades , en las que la espiración del uno sirve al otro de aspiración , en que los corazones laten á compás como dos amigos que al cabo de un rato de andar juntos marcan ó igualan el paso , y en aquel momento como se enlazan los brazos , como se tocan las formas , como las bocas se besan , todo es confusión y mezcla , se tienen los mismos sueños , se suspira á la par y el calor que se desprende de un cuerpo abriga al otro y á este calor brota el cariño . ¡ Así brotó el de Rosita hacia el duque de Tres Estrellas ! Cariño de la mujer al primer hombre que comparte su lecho . Cariño no ideal , sino profundamente humano , palpitante , oliendo á vida y á carne . Pero el duque llegaba á los brazos de la huérfana cansado ya de anteriores excesos , gastado por caricias pasadas y era Rosita una más en la lista de aquel Tenorio á la moderna . Hizo lo que don Juan , aceptó el goce , llevó la copa á sus labios y cuando tuvo bastante dejóla mediada en su mismo sitio , pagó el gasto y se alejó en demanda de otras aventuras , cuya mayor duración fuera como la de aquélla una eternidad de dos ó tres meses . En esto iba pensando Rosita , en su amor que tuvo que arrancar apenas brotaba , en su abandono , en su soledad , en tanto cúmulo de desgracias como la abrumaba . En esto iba pensando y en su madre y en su casa . El dinero del duque de Tres Estrellas había durado poco . Se remediaron con él grandes y urgentes necesidades de la familia . Se pagaron deudas atrasadas . Se llegó á conocer el bienestar y aun se puso el pie en lo supérfluo , porque como Rosita estaba contenta , quería que los demás lo estuvieran . Bastábale su enamoramiento , para motivar este regocijo , quiso que todos amaran en cierto modo al hombre por ella preferido , y á su madre y á su hermano hizo regalos y procuró bienes con el dinero de aquel hombre para inspirarles agradecimiento . Y cuando la familia de Pérez reunida en el comedor , ante una mesa cubierta de exquisitos manjares , rodeada de buenos muebles , vestida con trajes nuevos se hallaba , complacida , soñando que todo aquello no era debido á la deshonra de la hija , ésta no dejaba nunca de decir , mirando á doña Angustias : « Todo esto lo tenemos gracias al duque , madre . Ese hombre es un angel . » Por lo cual , lejos de brotar en ellos la gratitud , ignoraba la joven que con sus palabras iba haciendo crecer un odio profundo y mal disimulado hacia el duque y hacia ella misma . Madre ó hijo se miraban consternados pensando lo mismo . Aquella muchacha los alimentaba , les vestía , los albergaba , era la hija , era la hermana , pero siempre parecía echarles en cara su deshonra , recrearse en inculparles de ella . ¿ Qué necesidad había de recordar en familia ciertas cosas ? ¿ Qué precisión de nombrar al duque á cada minuto ? Ya lo sabían demasiado . Y un día doña Angustias llamó á su hija y se lo dijo en estos términos y con razones parecidas á las expuestas . Con tales cavilosidades y recuerdos llegó nuestra heroína á la mitad de la calle de la Montera , pasada la red de San Luis . Notó entonces que la seguían y volviéndose quedó maravillada . No era un hombre su perseguidor . Apenas representaba tener veinte años . Era casi un niño , porque había en sus ojos , al mirar á la buscona , la misma alegría , curiosidad y deseo infantil con que miran los niños un juguete de gran precio ó una linda caja de dulces . El amor debió parecerle tierno y almibarado . La mujer , en su edad , era indudablemente una golosina . Rosita sonrió al verle . No era la sonrisa suya . Era más bien una expresión de enternecimiento maternal que asomó á sos labios ante aquel adolescente que se enamoraba . Era sonreír como sonríe todo el mundo ante la inocencia . Vacilaba entre tanto el joven . Rosita apresuró el paso . ¿ Qué iba á hacer olla de tal conquista ? Pero armándose de valor el estudiante ó lo que fuera , la imitó , y aun hizo más todavía , púsose á su lado , la miró y queriendo fingir un atrevimiento que no tenía . — ¿ Adonde va usted tan sola ... y tan bonita ? — preguntó con voz que parecía un canto . Decía estas frases de cajón , no como quien dice lo que se le ocurre , sino como aprendidas de memoria al oírselas decir á otros en semejantes casos . Conocíase que estaba asustado de sí mismo y que sufría un poco esperando la contestación . El primer impulso honrado , bueno , fué el de pararse y sin ambajes ni rodeos contestar desengañándole . — Vete , yo busco viciosos no enamorados . Yo no soy mujer honrada , soy una perdida . Y si él insistía , negarse á todo en absoluto . Pero sin saber por qué respondió en el acto . — Voy á mi casa , — y luego en voz baja , sin energía , sin decisión ; — déjeme usted . Sintióse el joven estimulado . — ¿ Quiere usted que la acompañe ? ¡ Oh ! ¡ lo que es ahora no se arrepentiría ! — ¡ No sea usted niño ! ... no puede ser . — ¿ Y por qué ? — ¿ Por qué ? ... porque no . Pero él no se contentaba con tales explicaciones . — Eso no es una razón . Al fin tendría que decírselo franca y brutalmente , allí , en medio de la calle , no , en la calle no de ningún modo . Luego varió de pensamiento . ¿ Y por qué no ? Acaso ya lo sabía , ya se lo figuraba . Pues qué , á los veinte años , ¿ cabo suponer tanta inocencia en los hombres ? Aquel era como los demás . Debía tratarlo como á todos , hizo un gran esfuerzo . — Pues hijo , si quieres venir , ven ... ó vamos donde tú quieras . Al oir que lo tuteaba , el joven se inmutó , la miré sorprendido , pero regocijado . — ¡ Ah ! — exclamó , — Con que ... en fin , bueno , mejor ... ¿ y á dónde vamos ? La buscona se echó á reir . — ¿ Y yo que sé ? ... ¡ lo mismo me da ! — Es que ... yo no conozco ... yo tampoco sé ... Quedaron los dos un momento en silencio . A la verdad que el caso era estupendo . Rosita que , como sabemos , salía aquélla tarde por primera vez no había pensado en ello . Esperábalo todo menos el encuentro con un niño , tan ignorante como ella de los sitios en que encuentra refugio la prostitución clandestina . Entonces él ingenuamente , dijo : — ¿ Pero , tú , cómo no sabes ? ... Tuvo Rosita que confesarlo . — ¿ Por qué ? ... porque nunca he salido para esto hasta hoy ; — y se sorprendió al sentir rubor en las mejillas , al considerar que sus labios pronunciaban palabras en que se disfrazaba teda crudeza , obedeciendo á un pudor que jamás creyó experimentar y que ahora la dominaba . Iba á empezar la noche muy pronto . La gente apresuraba el paso y tropezaban muchos con los dos jóvenes que , parados en la acera y mirándose , permanecían raudos , irresolutos , sin saber á dónde ir ni qué partido tomar . Algunos , al tropezar , murmuraban palabras de enojo casi insultantes . Ni ella ni él paraban mientes en esto . Ni ella ni él oían ni veían nada . — ¿ Qué hacemos ? — preguntó por fin él con una ansiedad manifiesta . — ¿ Qué hemos de hacer ? ... dejémoslo . Pero al mismo tiempo , y al terminar esta frase , Rosita sintió que la mano del estudiante , penetrando por la abertura del abrigo , cogió la suya , la acarició , la estrechó con fuerza . — ¡ Oh ! ¡ no ! ... ¡ no por Dios ! Era una súplica ardiente . El ruego de un niño que pido caricias y que no le hagan daño , De pronto dijo resueltamente : — Ven conmigo . Yo encontraré . La mujer obedeció . Le siguió y empezaron juntos una peregrinación por las calles , alejándose del centro de Madrid , buscando los sitios oscuros , mirando todos los portales estrechos y mal alumbrados , siu atreverse á preguntar á las mujeres que veían en ellos apoyadas indolentemente en el quicio . Daba lástima ver aquellos dos seres jóvenes los dos , loa dos hermosos , más hermosos aúu por la misma ansiedad experimentada , sintiendo en su naturaleza y en su organismo los primeros brotes del amor , y que empezaban con una mirada una historia ; pero iban resueltos , ella , á terminarla con el desencanto de una repugnante escena , sofocando y axfisiando toda lo pureza de aquel sentimiento cu los torpes contactos carnales ; él , á formar con el beso y el abrazo el primor hermoso capítulo y á continuar así la historia . Era la de noche , pasaban bajo los faroles que acababan de encenderse , buscando siempre , uno junto á otro , mjjándose , estrechándose para ocupar sin separarse la angosta acera , y la mano de Rosita no se había retirado de la del nido desde que éste la buscó bajo el abrigo con el afán que ya sabemos , con eso infantil anhelo con que se busca un nido en lo espeso de las hojas . Rosita iba pensando . Conocía lo inútil de aquellos afanes , lo interminable de las pesquisas . Por fin se decidió . — Vamos á mi casa . El estudiante ( pues por tal lo tuvo ) lanzó una exclamación de alogria y de inmensa gratitud . — Puedes llevarme . Quedarás contenta de mí ; — y la estrechó la mano con cariño . ¡ Qué alegre retorno y qué regocijada manera de retroceder cu busca del camino y dirección ya perdidos y abandonados ! La noche no existía , puesto que no existía la sombra á hora que todo Madrid estaba alumbrado en las calles por los fuertes reverberos de las tiendas , de cuyos escaparates brotaban anchos focos de luz . El adolescente creyó alucinado en una iluminación general hecha para los festejos de su dicha . La cuesta de las calles de la Montera y Hortaleza no le pareció sino como ascensión al cielo donde su ventura estaba . Llegaron por fin al portal dela casa de Rosita Pérez y ésta entró precediéndole . — Sube . Es en el principal . Ligera iba olla dominando los escalones ; pero él con más ligereza seguíala refrenando su impaciencia y , como por lo común se dice , pisándola los talones . Sentía fuertes latidos en las sienes , un ruido ensordecedor como el de la caida de uu torrente en la cabeza ; ardían sus manos y el corazón le palpitaba apresurado . Cuando entraron en el piso principal quedó nuestro heroe sorprendido al ver las habitaciones lujosamente amuebladas , por las que ibau pasando ellos dos solos , deprisa y en silencio . ¿ Quién era esta mujer ? ¿ Cómo rodeada de lo supérfluo salía á comerciar con sus caricias para procurarse lo necesario ? ¿ Cómo le bastaba en pago de ellas el óbolo escaso de la aventura callejera ? Al pasar por delante de una puerta cerrada oyó un quejido . — Es mi madre , está enferma . No bagas ruido , — dijo Rosita . Llegaron después de esto ¿ uu gabinete que debía ser el suyo . Delante del balcón había un tocador recubierto de raso embastado . En uno de los lados un armario de espejo . La sillería era de cretona rameada en que predominaba el tono gris . Sobro la chimenea veíanse multitud de objetos de porcelana , figuras de barro cocido , uu precioso roló de nickel y bronco , La Gimnasta y La Bañista dos copias reducidas de alabastro de estas célebres esculturas y todo ello se reproducía en el amplio espejo inclinado , cuya moldura llegaba hasta el techo . Hasta que estuvo en el gabinete no vió qno en el fondo de este había una alcoba y en la alcoba desde luégo descollaba una cama con riquísimas colgaduras de damasco rejo . — ¿ Cómo te llamas ? — Miguel . Se lo preguntaba sin mirarle , despojándose del abrigo del a uto de la chimenea . Después del abrigo desató las tintas del sombrero y con ellas sueltas sin quitárselo sentóse en el confidente . — Estoy rendida liemos andado mucho . Miguel permanecía en pie un poco trastornadas sus ideas con todo lo que le sucedía y casi arrepentido de su atrevimiento . Aquella mujer iba á enojarse con él . Y lo que es peor , á reirse y avergonzarlo en cuanto él dejara sobre la chimenea entre La Gimnasta y La Bañista los míseros cuatro duros que vaciaban su bolsa . ¡ Cuatro duros ! no tenía más no tenía más que estos cuatro duros y su hermosa juventud , sus ojos azules que miraban cariñosos , su naciente bigote bajo el cual la boca fresca y risueña estaba pidiendo besos de vírgenes enamoradas . — ¿ Por quó no te sientas ? Y haciéndose a un lado en el confidente recogió su falda , dejándolo sillo junto á ella . Rosita , inclinado el cuerpo hacia adelante , extendía las palmas de ambas ruanos para recibir el calor de la chimenea . Miguel se sentó . Continuaba en silencio entregado á sus preocupaciones acerca de los cuatro duros . lilla , atribuyendo otras causas á su mutismo , dejó la tarea de calentarse , ladeó un poco la cabeza para mirarle y cogiendo con las suyas una mano del joven , se la acarició , la ex trecho dulcemente . Luego acercándose más , sonriendo y sin cesar de mirarle . — Qué guapo eres , — le dijo . Observó entonces su seriedad . — ¿ Qué tionos ? ¿ No querías venir aqui ? — No , no es oso . Rosita abandonó la mano que acariciaba , lo hechó los brazos al cuello , lo atrajo hacia sí , lo besó en la boca . — ¡ Nene ! El beso y el abrazo de la mujer le hicieron olvidarlo todo . Devolvió con creces la caricia . Tornó á su alegre charla , a sus francas risas , á su regocijo juvenil que motiva el presente y que no se frustra con temor alguno para lo futuro , Cogió á Eosito , la levantó en peso con fuerza maravillosa , la sentó sobre sus rodillas . — No , no . Espérate . Y des asiéndose del abrazo , la buscona se irguió , se puso en pie , acabó de quitarse el sombrero y en seguida echó á andar hacía la alcoba y cuando estuvo cerca , volvió la cabeza como hiciera en la calle , miró al joven que continuaba mentado en el confidente . — ¡ Anda ! ¡ ven ! — Y desaparecíó detráa de las colgaduras que se cerraron y volvieron á entreabrirse para dar paso á Miguel que iba tras ella . El gabinete volvió á quedar desierto ; el alto quinqué de máquina siguió alumbrando con intensa luz todos los objetos . La Gimnasia , con las manos puestas en el pedestal y los pies por alto , mostraba su blanco y desnudo cuerpo de alabastro , continuando su eterna pirueta . La Bañista , inclinando el suyo hacia delante , juntas las piernas y extendidos los brazos se preparaba á dar el salto desde la roca al mar invisible ; y de todas aquellas figurillas la única que parecía sentir el abandono en que habían quedado y hasta tener miedo de la soledad , era la de un piniel o , de barra cocido , que levantándose la camisa , su único traje , llevábase el faldón á los ojos y lloraba amargamente . No tardaron en reaparecer . Ella con los ojos brillantes , el moreno rostro embellecido por el color , y ól mostrando en su expresión el orgulloso contento dola virilidad satisfecha . Sentáronse de nuevo en el confidente , risueños , mirándose complacidos , no sintiendo ya más que un solo deseo , una curiosidad creciente que llenaba su pensamiento de preguntas acerca de aquel pasado de los dos , que ninguno de ellos conocía y que no poseían , que no entregaron y dieron , al entregar , al dar y al poseer mutuamente sus cuerpos en una larga caricia . Sabían sus nombres y nada más . El primero que rompió este silencio fuó Miguel , levantándose de pronto merced á un gran esfuerzo de la voluntad . — ¿ Te vas ? ¿ tan pronto ? — dijo Rosita . — Es tarde para mí . Me esperan ft comer . — ¿ Te esperan ? ¿ Quión te espera ? — Mi padre . Vivo con mi padre . Rosita no replicó . Él , entretanto , metióse la mano en el bolsillo . Ya tenía cogidos entre , los dedos índice y pulgar los malhadados cuatro duros . No sabía decidirse á sacarlos . — ¿ Qué vas á hacer ? — exclamó la buscona con nervioso acento . — Yo no só ... no te ofendas ... no tengo más ... no traigo más boy . No se ofendió , perosin ofenderse púsose muy seria . — No seas niño ... tú no sabes con quién tratas ... me has encontrado en la calle ... me tomas por otra cosa ... guárdate eso ... lo que sea ... no lo saques ... lo que yo quiero es que vuelvas ... que me quieras ... que no me olvides ... eso y nada más . Estaba abrazándole , buscando su boca con un beso , estrechándole fuertemente contra su cuerpo . — Perdona ... perdóname ... No supo decir más . — ¿ Volverás , eh ? ... ¿ me das tu palabra ? ... ¿ volverás ? — Mañana , mañana mismo , á la hora que tú me digas . Pareció reflexionar antes de contestarle . — Yen por la muñan » , á las diez , estaré sola . Y con sos inquietas manos le arreglé el lazo de la corbata , le dió el último beso . — ¡ Ahora , vete ! Miguel salió del gabinete loco de amor ; Rosita le acompañó hasta la puerta de la escalera . — Hasta mañana . — ¡ Adiós , nene ! Y cuando el adolescente estuvo fuera , cuando Rosita quedó sola volvió á ponerse el abrigo de agremanes negros con adornos de azabache , el sombrero con el ala de golondrina , y salió de nuevo á la calle sin entrar en la alcoba de la enferma . Iba á remediar el daño . Iba en busca del dinero que había tenido en sus manos y acababa de rechazar . En busca de aquellos cuatro duros . En busca del comprador . En busca del hombre . Miguel Loitia tenía , en efecto , veinte años , y era estudiante , aun cuando no cursaba sus estudios en la Universidad . Sólo se sentó en las aulas del Instituto para obtener el título de bachiller en artes . Vivía el joven con su familia , y así como le fueron desconocidos casi los motines y asonadas de los claustros universitarios , ignoraba en absoluto la azarosa existencia que en las casas de huéspedes de poco precio soporta la gente estudiantil . Era el padre de Miguel personaje importantísimo en esta historia , el limo . Sr . D . Pedro Loitia y Gómez , jefe superior de administración civil , ex-gobernador de provincia ; cesante desde el mismo día en que se realizó en España la revolución de 1868 . Dicho lo anterior , queda supuesto que las opiniones políticas de D . Pedro le caracterizaban como afiliado en el partido moderado histórico , de que ya era jefeen los tiempos en que ocurren estos sucesos el Excmo . Sr . D . Claudio Moynno . Don Pedro Loitia , no tan sólo figuraba en el moderantismo , sino que dentro de él se le recordaba su procedencia de la antigua fracción de los polacos . El conde de San Luis fue condiscípulo y paisano suyo , y esta amistad de la infancia fue base principal de la amistad política . Loitia y Sartorius se tuteaban . El ministro sabía las nobles cualidades de Loitia , y utilizaba sus servicios encargándole aquellos en que la política exigía para desempeñar ciertos cargos , hombres de gran probidad , de rectitud inquebrantable y de lealtad nunca desmentida . Bien pronto tuvo Loitia reputación tal en el moderantismo , que , no sólo Sartorius , sino González Brabo , y hasta el mismo jefe D . Ramón María Narvaez , recordaban su nombre primero que ninguno , y era la de Loitia la primera credencial que se escribía en la combinación de gobernadores , encargándole la provincia de más difícil mando . Llamaban al Sr . Loitia el gobernador de los moderados , y hasta en la familia y allegados , cuando se hablaba de él se le conocía por el gobernador , siendo esto debido , no tonto á lacircunstancia de haber ejercido dicho cargo , sino á la de contar en él mayor número de años de servicio que ninguno , y considerársele como el más antiguo que había en España . Esto era el limo . Sr . D . Podro Loitia en su vida pública y como funcionario del Estado . Provincia por él gobernada á los tres meses de ejercer el mando , era como una balsa de aceite . Por encanto desaparecía el bandolerismo , se cerraban las casas de juego , las malas artes no prosperaban , el vicio andaba oculto y como huido , mientras que en las oficinas del Gobierno civil podían presentarse como modelo de empleados , desde el portero basta el secretario , y ni un solo expediente dormía el sueño de I03 justos . Pero en su vida privada , el gobernador perdía toda aquella entereza de carácter , daba al trasto con su mayor severidad el llanto de uno de sus hijos , y abiertas las fuentes del cariño , tírale imposible inspirar respeto como jefe y cabeza de familia , por más que todos sus esfuerzos propendían inútilmente á conseguirlo . Don Pedro tenía sesentaiseis años y disfrutaba , como clase pasiva , un haber de 5.000 pesetas anuales , con cuyos mil duros , que no llegaban á serlo por el descuento , atendía a la manutención y demás obligaciones de la casa . Estaba casado en segundas nupcias , y de su primer matrimonio erau hijos Miguel y Amparo , esta última de mayor edad que el joven á quien ya conocemos . El gobernador había engruesado durante los obligados ocios de su larga cesantía . Era de buena estatura , y rostro en que la vejez no pudo borrar ni desfigurar ¹ las líneas de una belleza varonil correcta y seria , si bien este distintivo de seriedad estaba unido á la expresión bondadosa de toda la fisonomía , de tal suerte , que sólo resultaba como sobrepuesto y artificioso , debiendo ser máscara de las facciones adoptada por D . Podro para los actos de la vida oficial , y para inspirar en la de familia aquel respeto de que hice mención anteriormente , tan deseado como cosa nunca lograda . La entereza de carácter que le valió senalados triunfos en las provincias de sn mando , perdíase deshecha y como evaporada , ó fíjasele del espíritu toda energía , como si de ella se hubiera despojado , al quitarse el bordado uniforme de jefe superior de administración , al salir de ¡ as oficinas , al dejar de estar en presencia de sus subordinados , al verso entro los suyos , al abrazar á Julia , su segunda mujer , al besnr á sus hijos en la frente . Eutoaces la expresión de la cara indicaba claramente que sus único 8 pensamientos erou bendecir la vida y dar gracias por su felicidad al Todopoderoso . Tenia el sefior Loilia manera tal de sentir el amor á la familia , que las manifestaciones de tiste , si bien procuraba contenerlas , salíansolo por los ojos , como vulgarmente se ha dicho . Quería ser para sus hijos un padre severo , y óralo cu las cosas nimias , que las de importancia lo hallaban blando y asequible á todo . Siempre hubo disculpas que llenaban su pensamiento y frases de perdón que se aglomeraban en sus labios . Llegó Miguel aquella noche algo más tardo que de costumbre , encontrando á su padre , mohíno y cejijunto por haber tenido que sentarse á la mesa y empezar la comida sin espera rlo . Disculpóse el joven como pudo , y de tan fácil manera , que apenas inventada la disculpa el Sr . Loitia la aceptó como buenn , cosa que siempre aconteció en tales casos . El gobernador , viendo en la cara de Miguel muestras de uu gran regocijo , alegróse tarabita siu saber otra cosa , ni meterse en más filosofías . Su hijo estaba contento . Era natural que él también lo estuviera . Y cuando Miguel , antes de sentarse , se acercó á darle un beso , el ceño adusto había desaparecido y encontró tersa y limpia la frente , preparada para recibirlo . — Come deprisa . A ver si nos alcanzas . Para que no sirvan dos veces . Esto dijo , y á esto se limitó toda la riña paternal . La familia de Loitia vivía en la calle de Valverde y en el segundo piso de una casa de reciente construcción . No habia muchas habitaciones , pero sí las precisas para cada uuo de los moradores , y domds de esto la sala , bastante espaciosa con dos gabinetes á uno y otro lado , cada uno de ellos con alcoba , durmiendo en una el matrimonio y en la otra la hija mayor Amparo . En cuanto á Miguel , su cuarto era un verdadero cuarto de estudiante , con ventana al patio de la casa , en el cual cabía su cama , los utensilios precisos para el asea personal y una mesita cubierta de libros y papeles . El por qué Miguel no era más que bachiller en artes , preciso fuera investigarlo analizando el carácter del joven , y relacionándolo en sus manifestaciones con el ya conocido del Sr . Loitia , con aquella debilidad cariñosa y aquella fatal carencia de energía que le convirtieron siempre en juguete de las decisiones y voluntades de sus hijos . Era Miguel , de quien todavía no he procurado al lector retrato alguno y sí sólo ligerísimo apunte , inozo de pocos años , como ya sabemos , muy desembarazado en sus modales , de regular estatura , delgado y fuerte , bien proporcionado en todas sus partes , lo que le daba distinción y elegancia , de cutis blanco como el de una señorita , rubio el pelo y azules los ojos , que miraban con extremada dulzura y como adormidos y soñadores á veces , expresión debida á la miopía . Lo más hermoso que tenía Miguel era la frente , espaciosa y alta , bien encuadrada por el nacimiento del cabello , y lo más defectuoso la boca un tanto grande y de labios sensuales y abultados . Había en él una extraña mescolanza de la gracia delicada del niño con el hermoso vigor del hombre , aquélla borrándose ya y próxima á desaparecer y ésto último nacíeute , apuntando como la dorada sombra que empezaba á formarse sobre su labio superior . En Miguel , más que en otro alguno , los veinte años se acusaban y estaban como impresos indeleblemente en su rostro , en sus movimientos , en su expresión , en el conjunto y en el detalle , en las manifestaciones externas y en las internas de su organismo , en lo que decía y en lo que peusaba . ¡ Su pensamiento y su lenguaje ! Ibau los dos á la par , sin adelantarse el uno al otro , prestándose mutuos servicios , encariñados por esta intimidad , deles hasta el punto de seguirse lo mismo por los senderos de lo vulgar y común , como por los más in trincados laberintos de la fantasía . Hubo en la niñez de mi protagonista una impresión tortísima , recibida durante los estudios del bachillerato , impresión que futí causa determinante de su porvenir . Recibióla al abrir las páginas del tratado de Retorica y Poética . Supo que había expresiones para el sentimiento . Leyó los versos que citaba el libio como ejemplos de la métrica . No se detuvo cucontar loa sílabas . Llamó su atención lo que decían , buscó los autores citados y desde entóneos pasaba largas horas leyendo nuestros clásicos . De estas lecturas sacaba su imaginación sustancia de gran contentamiento , pero túvolo mayor cuando , dejando el verso por la prosa , hubo de recrearse en el examen de las grandes creaciones de Cervantes y Quevedo , que desde el mismo punto de la primera página lo sedujeron y dominaron , tan por absoluto modo , que no hallaba solaz más que con lo que estos libros consignaban . Terminado el bachillerato , el Sr , Loitia creyó llegado el caso de tratar con su Lijo acerca de la profesión que debía emprender . El antiguo gobernador deseaba para Miguel la más brillante , la mejor , y preocupábase con la elección entre todas las carreras civiles y militares ; el Sr . Loitia quedó , pues , maravillado cuando a la pregunta de rigor contestó el joven , manifestando su propósito de no seguir ninguna , bastándole con los conocimientos adquiridos y los que pensaba adquirir en lo sucesivo . — Yo , — dijo Miguel con gran decisión é ingenuidad , — quiero ser escritor.Por primera ven cu su vida el Sr . Loitia mostró tinto tal réplica , entereza de carácter . Calificó el propósito de niñería , y cuando el estudiante alegó razones en su defensa , terminó el asunto notificando su resolución , irrevocable con respocto al porvenir . Miguel estudiaría , dejándose de literaturas y sandeces , el francés y el inglés , los prolegómenos de derecho , y el derecho internacional , preparándose de esta suerte para el ingreso en la diplomacia , donde el gobernador de los moderados contaba todavía , á posar de la revolución , con influencias sobradas para hacerlo ascender rápidamente á los primeros puestos . No hubo para Miguel otro recurso que el de obedecer , oponiendo únicamente una resistencia pasiva . Resultó para nuestro protagonista uu gran bien de aquel mismo daño , recibido al torcer su voluntad y fué la bieuandauza , que con el conocimiento de los idiomas precitados , amplió sus lecturas , viuiendo en ocasión en que ya lo era preciso tenor enseñanza de la literatura contemporánea . Asi cuando el señor Loitia se regocijaba por su triunfo , al ver los progresos hechos por Miguel en el estudio de de las lenguas vivas , éste devoraba , se pretexto de ejercitarse en la traducción , las obras de Dickens y Collins , las de Karr y Gautier , y otros autores más modernos , afirmándose inás que nunca en sus decisiones literarias . En estas , llegó el momento preciso del ingreso en la diplomacia , y hubo de acontecer lo que el padre no esperaba y el hijo temía . Miguel sufrió una derrota en el examen de ingreso . La escena ocurrida con este motivo en la casa paterna fud terrible . Pero ante la cólera y el enojo del Sr . Loitía , como auto el llanto y las súplicas de las dos mujeres , el joven supo resistir y mostrarse resuelto y decidido . Repitió su frase pronunciada un año autes . Quiero ser escritor . Y por toda respuesta á las acusaciones de holganza abrió las puertas vidrieras de un armario donde tenía escondido su tesoro , mostró algunos cientos de volúmenes leídos y anotados por él , estudiados detenidamente . Había en aquella biblioteca una preciosa colección de obras maestras de todas las literaturas . — Pero tú , ¿ qué has escrito ? — preguntó el gobernador batiéndose en retirada . — Nada . He preferido leer antes para escribir después . — Pues bien , escribo y verás . Y el Sr . Loitia , terminó su filípica , saliendo de la habitación de su hijo y encerrándose en la suya con grande ímpetu . Era su manera de declararse vencido . A la llora de comer estaba plenamente convicto del gran porvenir que esperaba á Miguel cultivando las letras patrias , y lo consideraba superior , bajo todos conceptos , al cargo de embajador que antes soñara también como seguro nombramiento que , andando el tiempo , recaería en favor del joven . ¡ La gloria ! ¿ En qué había estado pensando ? Si hay gloria , Miguel tenía más derecho y más títulos que nadie para conquistarla . Y allá en lo futuro , así como hasta aquel día , tuvo la visión del palacio de las Tullerias donde , en el centro de un salón inmenso , veía á su hijo adelantándose al encuentre del jefe del estado francés , emperador , rey ó presidente de la república ; fingíase ahora toda la nación española metida dentro de un teatro aplaudiendo frenétieamento los sonoros versos de un drama de capa y espada y oía bis aclamaciones de la apiñada muchedumbre ; ¡ El autor ! ¡ El autor ! Y al salir Miguel al palco escénico caían coronas , y á él se lo llevaban desmayado de júbilo . — ¿ Cuándo escribirás tu drama ? No pudo contener esta pregunta . Miguel no pudo tampoco reprimir las lágrimas que de improviso asomaron i sus ojos , miró al anciano , levantóse , abandonó su sitio en la mesa , y acercándose , cogió con ambas manos aquella cabeza venerable , la besó , la abrazó , mientras que las dos mujeres , la hermana y la madrastra , lloraban , como di y se reían . Fuá una comida alegre , y durante la comida una conversación continuada , una charla incesante en la que Miguel lué objeto de las más halagüeñas predicciones . Ninguno dudaba de sus éxitos futuros , de su talento , y desde el siguiente día D . Pedro jamás regresó á su casa sin traer para su hijo debajo del brazo alg ma adquisición hecha en la librería de Fernando Fe , donde tenía encargadas siempre las obras nuevas que se publicaban en España , Inglaterra y Francia y , como cuando Miguel era niño , volvía alegre con su compra , figurándose el eouteuto del joveu , feliz con la sorpresa que le preparaba y que le hacía recordar los saltos y risas con que en aquel entonces eran acogidos los juguetes , comparándolos con el abrazo con que ahora pagaba el futuro escritor los regalos de libros . — Mira , aquí tienes esto . Yo no sé lo que es , pero me han dicho que es muy bueno . Y el joven , desatando el paquete con febril impaciencia : — A ver , á ver . Toma , pues ya lo creo , decía leyendo las cubiertas , David Copperfidds Aventures , La Confmion Aun cnfant dtt siéde . ¡ Ah , papá ! Cuánto te lo agradezco . Y papá se retorcía el bigoto mirando con sonrisa placentera la precipitación que empleaba el joven en cogor los tomos y abrir las hojas con la plegadera de marfil , también regalo suyo . Pero el escritor no escribin . Hastn entonces no pasaba de sor un lector infatigable , que uno tras otro , en revuelta confusión , sin orden ni método alguno , iba haciendo una revista general de autores . — ¿ Y ese drama ? — le preguntaba á veces el Sr . Loitia . — ProDto , muy pronto lo empezaré . Entre tanto , Miguel llegó á cumplir los veinte anos , y si desordenada estaba su educación intelectual , mayores desórdenes y trastornoshabía Ca sus sentí míe atos . Bazar en que lo bueno y lo malo andaba en montón , sin que el brillante tuviera su montura , ni la perla su aderezo ; prendería de todo lo creado en el mundo , donde lo antiguo se confundía con lo moderno , hasta el punto de no distinguirse bien cuál era el ídolo de la pagoda , y cuál el botijo-toro de Guenca ; tal era la imaginación de Miguel , y como la imaginación su vida afectiva . El Werther puso en ella semilla y gérmen de amarguras , y en cambio Lamartine hizo brotar la ternura como tallo de flor delicada ; Byron y Musset , los dos grandes desesperados , luciéronle escéptico , y sobre el barullo que armaba con sus disputas este excepti cismo , dominándolo , se oía la carcajada de Voltaire ; Stendhal le hizo despreciar todas la3 inteligencias , y Balzac amplió los límites de este desprecio , provocando á la náusea de la humanidad ; Teófilo Gauthier lo maravilló con su estilo , lo senr-ializó primorosamente , y llegó tarde Alfouso Karr para hacerle discurrir con sentido común . Era , pues , nuestro héroe uu loco , un Don Quijote de nuestra edad que deseaba ser armado caballero de las letras yá quien no faltaba más que el escudero y Dulcinea . La vida de familia , aquellos extremos del cariño , el retiro en que voluntariamente se encerraba para el estudio , lejos de convenirle , fueron en su daño . La casa de huéspedes , las amistades de café , una aproximación más inmediata y constante á la realidad , hubieran sido la higiene reclamada por aquella naturaleza que vivía soñando y que necesitaba á cada instante andar entre los hombres , aspirar de cerca los fuertes olores de la calle , - recibir codazos y empujones para despertar , aunque despertara con sobresalto . La materia hizo en él sus oficios y reclamó sus derechos . Miguel , hasta el momento de conocer á Rosita Pérez , obedeció á la materia en estas necesidades y exigencias , mas por su buena ventura , tal vez por las repugnancias sentidas después del acto carnal , verificado con desdichadas criaturas , salió de aquellos encuentros sin recuerdos de afección , sin agradecimientos , sin sentir siquiera calmada la sobreexcitación nerviosa que le pedía mayores y más perfectos bienes . Pero la noche en que comienza nuestra liigtorio aconteció de otra suerte . Rosita Pérez no era una mujer que pudiera confundirse con las demás , cuyos nombres ya no recordaba , cuyos cuerpos habían estado en sus brazos , sin que dejaran tampoco memoria de sus formas , ni impresión alguna de sus caricias . Para el que había leído La Confession d'un enfant du siècle y Mademoisélle de Maupin , Rosita Pérez era una mujer peligrosa , y desde el primer momento , desdo que la vio en la calle , Miguel recordó las heroínas de estos libros , y vió destacarse , tomar carne , palpitar y respirar ante sus ojos á Margarita Gautier , no menos deseada por todos tos adolescentes . Dulcinea se presentaba . Don Quijote se preparaba ya para su primera salida . ¿ Cómo tomó formas y apariencias tan rápidas esta ilusión ? ¿ Cómo se encaminaron tan decididos por aquella dirección los pensamientos ? No pudiera Miguel decir ! o , y sí únicamente analizar las impresiones recibidas . Recibió primero la de la belleza y la gracia , belleza del rostro , graciado los movimientos , el rostro todo expresión , los movimientos amigos del donaire . Luégo llegaron por su turno la elegancia de la figura , el esmero del traje , ycomo si esto de bastara , sirvieron para llenar de color el fondo del cuadro , aquella peregrinación por calles y pinzas cuando empezaba la noche , aquel paseo en que iban los dos con las manos enlazadas buscando inútilmente un sitio en lo oscuro para besarse , la ansiedad é impaciencia que los dominaba , y por último , la encantadora voz de la mujer diciendo : « Vamos á mi casa , » la sorpresa de quien imagina llegar á un prostíbulo y encuentra la lujosa mansión de una hetaira moderna . El retrato terminado , completo , una gran figura del sensualismo encerrada en marco digno del cuadro Cuando salló á la calle iba ol ¡ endose las monos , y aquel olor lo embriagaba , lo enloquecía . Era el perfume que usaba Rosita Pérez no parecía que acababa de abrazar á una mujer , dijérase que venía de estrujar un ramo de jazmines . Miguel comió regocijado , como ya bemos dicho . No sintió jamé a tanta alegría . Ni siquiera aquella noche memorable en que después de una tenaz oposición á sus vocaciones literarias , manifestada con llantos de mujer ó increpaciones y amenazas det padre , éste le dijo : — ¿ Cuándo empiezas tu drama ? ¡ Su drama 1 Empezaba en aquel momento . Estaba hecha la primera escena y pensaba sin tregua en la segunda . — ¡ Mafinna á las diez en punto volveré á verla ! Y quedaba asustado tanto de no tener ideas fuera de esta , como de encontrar mayores anhelos después del placer satisfecho . El amar y el poseor habían sido muy rápidos . Deseaba empezar de nuevo . Si la hubieran preguntado loa órdenes que doblegaron su voluntad y á las que obedeció para rehusar el dinero de Miguel , llosita Pérez hubiese tenido que contestar confesando lo inexplicable de su conducta . Lo rehusó , sí , lo rehusaría una y cien voces , si cien veces se lo ofrecieran . ¿ Por qué ? No lo sabía . Obedeció á un instinto . Era lo único que podía decir . ¿ Instinto de qué ? En este punto , difícil sería penetrar por el complicado enredo cu que andaban dentro del cuerpo de Rosita Pérez , sentimientos y sensaciones ; después del bocho , después que hubo salido el joven , experimentó una vaga tristeza tTodo es inútil , pensaba . Mañana no vendrá . No volveremos á vemos nunca i Por primera vez se miró atentamente al espejo , So miró procurando ser extraña á sí misma para juzgar , como una extraña , de su hermosura ; se desesperó al conven corso de que el Amor propio no la dejaba analizar esto con la imparcialidad de la indiferencia , Luógo quiso recordar palabra por palabra textualmente , y si era posible basta con la misma entonación , las que Miguel había pronunciado , y se maravilló mucho de no tener de todas ellas rada que un recuerdo con luso , como el que se tiene de una conversación oída entre sueños , líocor daba más la impresión de los besos que los besos mismos , que lo que al besar la decía Más el sonido de la voz que el sentido de la a palabras , mis la cara que la figura y en la cara los labios y los ojos ; los ojos , sobre todo , a sulcs , cerrándose al mirar , con una contracción de íes párpados que parecían recoger la imágen de ella , de Posita y llevársela á las pupilas , para desde allí esconderla más adentro en el alma . Todo había sucedido en una tarde , en menos de una tardo , en un momento , á traición , en brazos de un niño y sin saber ella misma quó sucedía . Pocas horas antes sus pensamientos fueron muy otros . Pocas horas antes al recorrer la calle de Hortalcza , iba pensaudo todavía en el amante del pasado , en el duque de Tres Estrellas que la abandonó despuós de enamorarla . Ahora ya no se acordaba del duque . No pensaba más que en Miguel , en el hombre nuevo ; había salido casi detrás de él con el propósito de ganar con otro desconocido la cantidad que necesitaba , y que se negó á tomar de manos del joven . Su madre estaba enferma , era preciso . Pero cuando se encontró en la calle varió de pensamiento . No , aquella noche no . Otro día . Después de todo , podía hacer dinero por otros medios y sin que su madro lo supiera . Aun estaban intactos todos los regalos del duque . Aquel día era el primero de escasea en la casa . Había de qué ecliar mano . Y resueltamente se encaminó á la Carrera de San Jerónimo . Allí brillaba ya , encendido , frente á la Cervecería inglesa , el farol blanco con letras azules que anunciaba la sucursal del Monte . Subió deprisa . No quería ver á nadie más que al empleado con quien tuviese que tratar la operación . Entró en la sección reservada y con grande alegría , cuando el hombre se presentó , se quitó el guante de la mano izquierda , le mostró su diminuta mano . — Quiero empeñar esta sortija . En el dedo meñique lucía uua de oro engarzando un brillante rodeado de perlas . Después de examinarla detenidamente , el empleado dijo : — ¿ Mil quinientos reales , señora ? — Es bastante . Y cuando volvió á salir , iba tan contenta como si hubiera llevado á cabo una buena acción . Al volver á su casa doña Angustias , que estaba despierta , se apresuró á llamarla desde la alcoba . — ¿ Traes dinero ? — Sí , mamá . — ¿ Quién estuvo antes aquí contigo ? Rosita vaciló un poco antes de contestar . Luégo tuvo una idea que la pareció feliz . — Pues de ese es el dinero que tengo . — ¡ Ah ! La madre reprimía una pregunta que pugnaba por salir de sus labios , sintiendo comezón de saber cuánto había ganado su hija con aquel hombre . Lo quiso averiguar de un modo indirecto . — Ya sabes que mañana subirán el recibo de la casa . Les dirás que vuelvan dentro de cuatro ó cinco días . Hay que reunir veinticinco duros . — Mañana pagaremos la casa . Hay que salir de oso cunnío antes . Doña Angustias se rebujó en las sábanos y estiró los piernas . No quería que las intenciones la salieran al rostro . — Aniceta pido también su salario . — No se le debe más que uno . EL del mea pasado . — Son cuatro duros . Dice que tiene que enviarlos á au pueblo . — Se los daré también mañana . La enferma no pudo resistir mas , Se incorporó , miró á Rosita fijamente . — Pero , oye , ¿ cuiluto tienes ? ¿ Era algún banquero ese hombro ? — Tengo ... cuarenta duros . Eso hombre no tiouo lacha de sor banquero ... es un pollo , . , muy pollo ... poro paga bien . — ¿ Y no sabes quién es ? . — No lo sé . — ¿ Y volverá ? — Vendrá ínañnnB por la mañaua . La madre sabía ya cuanto quería saber . Recobró su postura . “ Abrígame un poco . Rosita obedeció . Cuando doña Angustias 30 encontró abrigada , viendo que su hija no se sentaba , guardó silencio y esperó . — Si no quiere usted nada más , voy á acostarme . ¡ Buenas noches ! Ya estaba junto á la puerta ; iba á salir . — Oye , deja eso aquí , encima de la mesa de noche . — ¿ El qué ? — y esta pregunta la dijo Rosita como un grito estridente . — “ Los cuarenta duros . Yo pagaré esas cosas , y lo demás que sobra lo iremos estirando . La buscona volvió junto á la cama y , con ademán nervioso , dejó en el sitio indicado los dos billetes de cien pesetas . — Ahí los tiene usted . Esta vez salió ya sin que la detuviera ninguna orden . En la sala no pudo contenerse . No la bastó tenor la palabra formada en el pensamiento . Quiso pronunciarla y la dijo en voz baja , con los dientes apretados por la ira : ¡ Cochina ! Oyó que desde la alcoba la enferma gritaba con voz que para ella tenía los acentos de la burla . — ¡ Que descanses , hija ! Pero todo el enojo desapareció al entrar enBU gabinete , al verse sola , por fin , en el sitio donde aquella tarde el amor había estado oreando un poco los sentimientos encerrados en su ser que empezaron , al recibir la luz y el aire de las pasiones , á desentumecerse , á revivir . So desnudó deprisa , sin hacer lo que hizo otras noches , sin detenerse ante el espejo para estudiar sus carnes , para complacerse en el enorgullecimiento que la inspiraban ; las curvas de su cuerpo . Aun faltaba la noche entera para llegar al día siguiente , y sin embargo , no parecía sino que Miguel estaba allí acostado antes que ella , esperándola y llamándola con el insistente estribillo del deseo . « Acuéstate , ven . Yen , Rosa , acuéstate . » Se acostó . « A las diez vendrá , Ko pensaba en otra cosa . Xo podía dormir . Roscó en vano el reposo . En aquella cama era imposible . Era blanda y mullida , ancha y abrigada , pero ahuyentaba el sueño . Estaba hecha para abrazarse , para besarse . Dijérase animada , viviente , llena de malicias , acostumbrada á secundar con dóciles complicidades los movimientos más voluptuosos . Se perdía al caer allí el sentimiento de la caída . Xegaba las leyes de la gravedad . Hundía para levantar después . Los cuerpos no pesaban , flotaban , y más que sobre sábanas , parecían tendidos sobre espuma , mecidos por las olas , corriendo por toda la carne el cosquilleo del agua agitada con los juegos lascivos de las ondinas . Y luégo aquella cama figuraba tener á veces voz y aliento . Voz , de los dulces diálogos ocurridos allí en voz baja ; aliento , de suspiros entrecortados . Pasó toda la nocbc cn un intranquilo insomnio . Pensaba en Miguel siempre . Miguel era la figura principal de todos los cuadros compuestos y dibujados en su imaginación . Pero allá , en segundo término , estaba también el duque de Tres Estrellas y el padre Lasoga , El grande de España y el eclesiástico miraban al joven y se reían , reían con una carcajada terrible , toda ella nerviosa , inestinguible , insultante , provocativa . Se reían de aquella venda que llevaba Cupido y que estaba humedecida por las lágrimas . El amor de Rosita tenía que ser asi , un pobre niño con los ojos tapados y llorando . Pensó , al llegar á este punto de sus alucinaciones , en el porvenir , en los dias siguientes , en lo que debía decir y en lo que iba á hacer . « Si Miguel me pregunta , ¿ cómo contesto ? » jUnengaño ! Tenía que fingir . Tenia que inventar algo , cualquier cosa , lo nimio , lo vulgar , lo Comento , hasta lo monstruoso ; todo menos lo verdadero . Decirle « yo soy lo que soy , » era decirle judíos ! Decirle « no aoy lo que te figuras , » era retenerle , conservarle , guardarle , poseerlo en cuerpo y alma . Y esto por el tiempo que pudiera tardar el joven en saber la verdad de todo . Días , meses , afios , tiempo , en mía palabra , el tiempo preciso para gastar , para estonuar las terribles fuerzas con que se apoderó de ella la pasión desde el primer instanteYa podían reírse , allá en el fondo del cuadro , con la risa de los traidores de tragedia , el duque de Tres Estrellas y el padre Lasoga . Lograría , fuerza de gritos de pasión , abogar con su voz , aquellas cínicas carcajadas ; gritada tnnto y tan bien , que Miguel , oyéndola , no sería capaz de parar mientes en las carcajadas de los otros . A la madrugada se quedó dormida , pero con esc sueno intranquilo y ose dormir , con cuidado por el despertar , incomprensibles en las que no tienen la preocupación del trabajo diario . Y cuando oyó por las habitaciones interiores de la casa el ir y venir de las primeTas faenas , abriéronse sus ojos , sacó fuera de las sábanas un desnudo brazo , buscó el cordón de la campanilla y llamó . — Cuando venga el señorito que estuvo ayer tarde ... ¿ sabes ? que pase aquí ... aunque yo esté acostada . Vendrá á las diez . Recibida la orden , Aniceta volvió á marcharse y allá dentro cantaba al poco rato : Era entonces la canción de moda en las cocinas . Pugnaba ya la claridad del día por entrar en el gabinete , y los rayos solares parecían forcejear en los resquicios y junturas de las puertas cerradas . Con esto , la oscuridad se convertía y transformaba en penumbra , dando fondo gris al cuadro general , en cuyo fondo , lo negro no llegaba á verse todavía , pero en cambio , destacaba fuertemente todo lo blanco . La Gimnasta y La Bañista tenían una blancura deslumbradora , pareciendo que de sus cuerpos de alabastro irradiaba la luz , y sobrouna butaca , Jas enaguas y la ropa interior de Rosita Pérez , no eran menos nevadas , formando una mancha grande de caprichosos contornos , de r ¡ entes arrugas , informe montón de espuma batida . No se voía el reloj de nickel y bronce , pero desde la cama el oído iba siguiendo el tic-tac persistente de la péndola . Y esto era lo que alegraba á la mujer , porque oyendo asi la medida del tiempo , refrenábanse los impacientes anhelos de la espera . No quería levantarse , no quería esperarlo vestida ya en el gabinete , sino allí , en la alcoba , en aquella media oscuridad favorable a todo , y acostada , desnuda , guardándole la pureza de su noche pasada sin recibir las caricias de nadie y el blando calor de su cuerpo de bacante . Los discoides ruidos del tránsito callejero eran cada vez mayores . Un carruaje que pasaba ensordecía las notas deí organillo ; notas clñüonas que daban idea de lo que puede ser La Traviata cantada por unos cuantos gatos metidos dentro de un cajón que va traqueteándose por el empedrado . Los traperos voceaban con un prolongado grito sus ofertas de compra y venta , y como los traporos , uno tras otro , cada cual á su hora , fueronlanzando su pregón todos los vendedores ambulantes . Cada cual á su - hora , hasta tal estremó de puntualidad , que realmente nuestra madrileña , no hubiese necesitado más que oir loa pregones para prescindir del reloj y saber la hora á punto fijo . — ¡ Yo veeendo las plantas dee claveles dobles ! « ¡ El de las flores ! » — exclamó Rosita , incorporándose en la cama . — ¡ Las diez ! Por fin eran las diez . Iba a venir . Se levantó de un salto acometida de una idea repentina , y sin calzarse las babuchas , en camisa , con los desnudos piés hollando presurosamente la alfombra , llegó al gabinete , buscó á tientas en el tocador , entre los frascos , el que era su olor favorito , y bajándose la camisa , con el irrigador , se perfumó los pechos . Sonó en aquel instante la campanilla . Dió una carrera loca para volver á la cama . Así estaba bien . Tibia y perfumada . Eu la calle el vendedor de flores seguía voceando : — ¡ Yo veeendo las plantas deo claveles dobles 1 Sintió que venían por la habitación iumediata , que descorrían luego la doble colgadura del gabinete . — Aquí es td , — dijo Aniseta , haciéndose 1 un lado para dejar pasar . — Entra , Miguel . Y cuando el joven llegó andando á tientas hasta tropezar con la cama , ya tenia ella los dos brazos lucra de las sábanas , esperándolo , cogiéndole , atrayéndole hacia si para besarle en la boca . Y en voz muy baja , después del beso : — Desnúdate , desnúdate y acuéstate aquí conmigo . Se levantaron ; í las doce . Al abrir los postigos del balcón , lanzó Kosita un grito de júbilo . Entró en el gabinete un amplísimo rayo solar que la obligó á cerrar los ojos , y al cerrarlos , la luz transparentando la sangre en sus párpados hizola figurárselos como dos pétalos de rosa . « ¡ Jesús , qué hermosura ! » Volvióse para mirar á su amante . « Escucha , no quiero que te vayas , saldremos juntos , hace mucho sol y estoy contenta . Nos iremos ahora mismo . Almorzaremos en cualquier parte . Es preciso una fiesta para celebrar el primer día de nuestros amores . ¿ Quieres ? aNo tuvo Miguel fuerzas para oponerse . Por un instante pensó en su familia , en su padre , que estaría intranquilo , esperándole . Pero , ¿ cómo decirlo ? ¿ No era ridículo confesar á la mujer amada aquellos temores de hijo de familia menor de edad ? — Verás , verás que pronto estoy vestida . Se sentó delante del tocador recibiendo directa la intensa claridad del día , con esa temeridad , con esa confianza en los propios encantos , en la frescura del cutis , en la fortaleza de la carne joven , que da la seguridad del triunfo , la certeza de salir ganando , en verse contemplada así , á toda luz , examinada de cerca y minuciosamente . Olvidó Miguel sus preocupaciones . La inquietud del Sr . Loitia , inquietud producida por su tardanza y que estaría sintiendo en aquellos mismos instantes , era sin duda una contrariedad . Pero ya sabría él explicar esta ausencia de modo satisfactorio . Contaba además con el cariño que se adelanta y acepta como buenas todas las disculpas . Sin embargo , para tranquilizar su conciencia , que con tales reflexiones le importunaba , dijo de pronto , con indecisión , tímidamente : — El caso os que mí padre ... no sabe nnda . Me esperará . Ya estará esperándome para almorzar . Si pudiéramos enviar un aviso á ni i casa . — ¿ Para qué ? — Para que no estén con cuidados y temores . Levantóse olla soltando poínos y cepillos encima de lamosa , retirando la silla , no con las manos , sino con las piornas , echándola a rodar como de un puntapié , y presurosa á medio peinar , más bolla que nunca en aquel desórden , se acercó , se sentó en sus rodillas . — ¿ Tanto to quiere tu padre ? Entreabierto el peinador , dejaba ver el nacimiento del seno , de donde salía aquella emanación frasca de su cuerpo racien lavado , echólo al cuello los brazos ; estaba desnuda bajo la bata . — Me quiero mucho , muellísimo . — Yo te querré más . ¡ Ay ! nene , nene mío , tú no sabes ... No . Miguel no sabía nada de estas cosas la loa veinte aíios ! No se atrevió á insistir . — ¿ No me besas , no me das un beso ? — Sí . Después la mujer se levanté . Continuó su faena . Se peinaba y cantaba . Parecía una alondra alisándose el plumaje . — Ea , yá estoy . ¿ Yes qué pronto ? — Ponte el vestido que llevabas ayér . — ¡ AIi ! sí , el de ayer tarde . ¿ Adónde vamos ? Oye , iremos al campo . Esto lo decía ya desde la alcoba . Hablaba , pero el joven no la veía . Oíase el ruido de las enaguas , la caída de las babuchas , el crugir de la seda . Estaba vistiéndose . Continuó su charla . — Iremos al campo , sí . Con este día , el campo estará delicioso . Un poco húmedo , pero es mejor , porque olerá tierra mojada . ¿ No te gusta á tí ese olor ? Tengo ganas de correr y de saltar . ¡ Ya verás ! Yo corro mucho de fijo que no me alcanzas . — ¿ Y adúnde iremos ? — ¡ nterrumpió Miguel , participando al fin del regocijo de su querida , sonriendo ante el rayo solar que daba vivos colores al dibujo de la alfombra . Ella entonces salió , puesta ya la falda y el cuerpo del vestido , aunque tan de mala manera , que hubo que arreglar aquel desorden de la figura delante del armario de espejo , donde ae veía de cuerpo entero . LuÓgo volvió junto á su amante para ponerse el sombreró de castor con el ala de golondrina . « El de ayer tarde . » — Pues iremos adonde se almuerce bien , porque yo tongo apetito . Mira , já tí que te parece la fonda del Retiro ? — Donde tú quieras . No ho almorzado allí nunca . — ¡ Allí tú no almuerzas más que 011 tu casa , — exclamó la busco na , — poro yo te respondo de que te gustaré , porque se como bien . Ya estaba el airoso sombrero en la cabeza y hecho el lazo de las cintas . Con un movimiento adorable , de pie como estaba , puso ambas manos sobre los hombros de Miguel , inclinando el cuerpo hacia delante , casi ou la misma actitud que La Bañista . — ¿ Te gusto ? El joven , sujeto por ella , no podía incorporarse , poro quiso abrazada , sentarla de nuevo sobre sus rodillas . — No , no , ahora no . Luego , en el Retiro . Anda , cariño , anda . Ligera como una gacela , separose bruscamente , trajo ella misma el sombrero del hombre , ella misma lo puso el abrigo . — Vámonos . ¡ A escape ! Al poco rato un simón los dejaba en la fonda del Retiro . Rosita quería almorzar bajo los árboles , pero-desistió de esta voluntad porque había allí otras paroas , otras gentes . No podrían estar solos . Subieron , pues , en demanda de uno de los comedores del pabellóu rústico . — Es lo mismo . Desde aquí se ven los árboles , y nadie nos estorba . La mujer quiso que Miguel eligiera lo que habían de almorzar . Y esto fuá diversión nueva , porque Rosita prorrumpió ou una estrepitosa carcajada al oir al joven , que con gran seriedad pedía huevos fritos y chuletas . — ¡ Dios mío ! ¡ Esto es horrible I Pero chico tú no Buhes nada de nada . Y dirigiéndose triunfante al camarero que sonreía : “ Primero ostras , tortilla á loa finas yerbas , riñones á la brochette y merluza frita . — ¿ Nada de salsa ? — replicó el camarero . — Nada . — ¿ Vino ? — Grand Ordinaire , y el queso , de Brie . — ¿ No quieren otra cosa los señores ? — Manzanilla para las ostras . — Hay Sauteme excelente . — Manzanilla es lo que quiero . — ¿ Ostras cuántas ? — Dos docenas . Y cuando el camarero hubo salido . — Yo me como una docena cu un santiamén . ¿ Y á tí , no te gustan ? — Yo me comeré la otra , — replicó el joven ridicula monto reaiguado . Habíase puesto de m ni lmmor sin saber por qué . A pesar del sol que parecía haberse venido con ellos desde casa , que estaba allí poniendo reflejos como estrellitas en el bordo de las copas y en el labrado de las botellas ; á pesar de la incitante blancura de los manteles ; á pesar de la alegría de su compañera que , asomlindóse á la ventana , aspiraba voluptuosamente las ráfagas libres del aire y miraba con no menos voluptuosidad , buscando entre los árboles alguno de esos grandes enemigos de la muerto que siguon en invierno abrigándose con sus hojas y persisten ou conservar un verdor eterno.De prouto exclamó : — ¿ Cómo a abes tú disponer con tauta presteza un almuerzo en la fonda ? ¿ Has dispuesto muchos ? ¿ A él que le importaba que fueran muchos ó pocos ? Poro el caso es que la mordedura de los celos habíala sentido comenzar cou aquel fútil motivo , Rosita conoció lo que le pasaba , palideció al ver que su amante sufría . « No seas ni fio , le dijo , y luego retirándose de la ventana : — « Escucha , cuando estemos solos durante el almuerzo , yo te contaré ... Es preciso que sepas muchas cosas . No supo nada y ereyó saberlo todo . Rosita mintió , como recordarán los lectores , que era su propósito . No fué una historia , fuá un cuento en el que no hubo fnás que una sinceridad , una franqueza , un sólo dato verdadero . La negación de su virginidad física y la afirmación de que ella no tuvo la culpa de su desgracia . — ¿ No has observado , no has visto nada extrafio en mi conducta ? — No . — ¿ Conque no te sorprende que estando mimadre enferma , yo venga aquí contigo y salga de casa como salí , sin entrar siquiera en la alcoba ? — Juan . Y Rosa , en voz baja , con la verdad en los labios , terminó : — Esa es la que tiene la culpa de iodo . Apuró de un trago una copa de Grand Ordinaire y siguió almorzando . — lío hablemos más de esto . Me entristecería demasiado . Ya lo sabes . Miguel la miraba . La quería más , mucho más . Antea , pocas horas antes , en la hermosura ( le aquella mujer , amaba lo desconocido . Lo desconocido era un dolor y aquella mujer ima víctima suya , Rosita , al descubrir su caída , había procurado hacerla interesante . Ahora ya podía aparecer ante él joven como quisiera . Si alguna vez era la bapaute desgreñada , la adoración persistiría porque la bacante llevaba puesta una aureola . Fueron amores empezados en mal hora y seguidos de mala mauera . Intranquilidad del espíritu , grandes sustos y sobresaltos de la conciencia , nada de lo que es martirio dejó de andar sino muy de sobra en esta pasión , cuyo desarroyo , rápido en demasía , hizo que los sentimientos tuvieran al nacer lo espontáneo de la improvisación ; lo espontáneo y lo incorrecto . En los primeros días hubo regocijo y fiesta , abrazos frenéticos y caricias inestinguibles ; estar juntos era una necesidad , separarse una tristeza : amarse un estasis y un furor , éxtasis en las miradas y en los pensamientos , furor en los labios que besaban y en los brazos que estrechaban sus cuerpos uno contra otro , apretándolos mucho , todo lo más posible , con tal extremo , que no se satisfacía este alarde de fuerza hasta que uno de ellos exclamaba con voz ronca , no pudiendo resistir más aqueha ludia : « Vida mía , que me ahogas . Déjame respirar . » Luego en las treguas , en los descansos concedidos á este abrazo , quedaban mirándose , rendidos , pero satisfechos de sü cansancio , y entonces era cuando el espíritu trabajaba , cuando acudían en tropel las ideas á la mente , las frases á ia boca , las dudas y las deseonñanzas , y daba lastima verlos cómo contenían el hombre sus reproches injustos y la mujer sus lágrimas , volviéndose á veces de espaldas á Miguel en el lecho , para enjugarlas y que no las viera . Es que Rosita adivinaba lo que sucedía en la imngi nación de su amante , adivinaba las sospechas , los celos , las preguntas , le oía pensar , y uno por uno iba escuchando los pensamientos que no se decían , porque el decirlos era un horror , después de aquellas locas caricias . ¡ Pobre nino ! En la historia inventada por la mujer , contada durante el almuerzo en la fonda del Retiro , historia que le impresionó de tal suerte que hasta hubiera podido escribirla , con las mismas palabras empleadas para el relato ; quedaba en blanco un nombre . ¿ Cómo se llamaría aquél rival suyo del pasado , aquél , cuya dicha envidiaba ; aquél que tuvo virgenen sus brazos este mismo cuerpo que , ahora profanado , herido , estaba cutre los suyos ? ¿ Cómo se llamaría ? ¿ Por qué no lo dijo Rosita ? No pensaba en otra cosa . ¡ Qué horrible martirio ! á cada momento , á cada instante , su voluntad contenida por el miedo se revelaba queriendo hacer la pregunta . Temía sufrir más . ¿ Sería joven ó viejo ? Lo prefería viejo . Se lo figuraba así , y entonces miraba á la buscona intensamente , miraba aquellas carnes , cu3o contacte poco antes le extreineció y despertó poderosamente sus sentidos . ¡ Aquellas carnes ! ¡ Las sobras de un viejo ! ¡ Qué ascol ¿ Sería joven ? Entonces peor , mucho peor . Rosita Pérez , por obedecer á su madre , a esa que tiene la culpa de todo , se entregó sin amor , acaso en aquel mismo lecho , en aquella misma alcoba . ¡ Bueno ! pero , ¿ y después ? ¿ Puede concebirse siquiera la insensibilidad en este caso ? ¡ Pues qué ! ¿ la materia no tiene sus leyes ineludibles á las que obedece siempre ? ¿ La voluntad es tanta que resista á que pueda resistir el imperio délas sensaciones ? Al contrario , hay momentos en que la materia manda y el ser entero se somete . No hay que pensar en el amor ; no hay que ocuparsede lo3 sentimientos . ISTo se trata de la vida espiritual . El caso es un fenómeno de la vida de relación . ¡ El alma ! cierto , Miguel cree que el alma existe , aunque tiene sus duda 3 . Pero lo que seguramente existe , son loa nervios , la sangro y las entrañas . ¡ Los sentimientos 1 ¿ y qué son los sentimientos cuando nos extremecea las sensaciones ? Dos cuerpea humanos , dos naturalezas llenas de juventud , cai ¡ ne3 sanas , frescas y pletóñcas de vitalidad , sangre que circula caliente por las venas , que las hincha , que refluye al corazón haciéndolo palpitar con fuerza , pulmones que respiran ampliamente deleitándose en la combustión del aire , sexos distintos que se atraen como dos electricidades contraídas , todo este conjunto , sin amarse , sin conocerse , sin poder verse siquiera , en una habitación a oscuras , echadlo como dos masas uña sobre otra en el mismo lecho , de paja 5 de plumas , sobre algo blando ó mullido , á solas con la naturaleza , dejad que la carne huela la carne , que la sienta junto á sí ; podrá sobrevenir uua resistencia , pero rápida , pasajera , la resistencia que opone la limpieza á toda mancha , y luego , el calor que desarrolla en los músculos esta misma lucha los cansa , los extenúa ; luego la sangre , los nervios , las entrañas , eso que existo con certeza absoluta , piden y mandan , y liay un grito de la virginidad desgarrada y otro grito del placer satisfecho . Cuando Miguel pensaba en esto , todos los demonios de los celos le atenaceaban ; y muchas veces , en medio de los mayores expasmos , procuraba tener el oído alerta , escuchaba las palabras que balbuceaba Rosa delirante , para sorprender , cuando se pierde la noción de la vida en los labios de la hembra , la frase producto de una alucinación , un nombre que no fuera el suyo . « Miguel , Miguel mío . » Siempre pronunció este mismo . Jamás el de el otro ! La buscona no se equivocaba . Los sufrimientos de Miguel empezaban con tal empuje , con vigor tal para el ataque , que le asustaban . Además de sus celos , además del infierno aquel en que sufría tormento y consunción , había otro dolor grande , otro disgusto y contrariedad de distinto género , que atacaba con remordimientos á su cariño filial , ¡ Estaba engañando á su padre ¡ Era un mal hijo ! j Ah ! ¡ su casal ¡ su familia ! Un mes iba á cumplirse desdo la cobarde ó hipócrita comedia representada por él , al regresar de la fonda del Re Uro . Recordaría siempre el cuati i o que contemplaron sus ojos . Su madrastra abrió la puerta y al verlo lanzó un grito de júbilo : — ¡ Pedro ! ¡ aquí está ! ¡ Ya está aquí tu Lijo ! — y en voz baja con todos los anhelos : — ¿ Qué te ha pasado ? ¿ dónde es tu vi síes ? ¿ Vienes llorido ? — No , no . Tranquilízale , No tengo nada , ¿ Y papó ? ¿ dónde está papá ? “ Ven , ven pronto . ¡ Que se calmo ! que to vea ! Lo cogió , mejor dicho , se agarró á su mano , lo llovaba tras sí , y á medida que se acercaban , adelantando por el largo corredor al cuarto de su padre , iban haciéndose más distintos los sollozos , se oían mejor las quejas , los suspiros . — Poro ¿ qué es esto ? ¿ qué pasa aquí ? Y al entrar en la habitación á la indecisa claridad de las últimas horas de la tarde , quedó Miguel inmóvil , sin voz ni aliento . Su padre mAs que sentado , postrado cu una butaca , ocultaba la venerable cabeza entre las manos . Cerca de él , junto á él , su hermana procuraba inútilmente consolarle . Aquellas canas , así , abatidas con oí abatimiento de la cabeza , aquel dolor del cual se adivinaba sólo la inmensidad por las con tracción es convulsivas de los hombros , del amplio busto , aquellas manos puestas desperad amente sobre los ojos para recibir el 1 lauto ; la hija y el padre llorande por el hijo y el hermano ausente , llorándolo muerto , ó tal vez herido y maltrecho . ¡ Qué escena ! — ¡ Aquí está , aquí lo tienes 1 Y el anciano contestó con un grito . — ¡ Hijol — abrió los brazos , irguió la cabeza . Miguel corrió hacía el grupo : — ¡ qué disgusto nos ha dado ! Y al verle en pié , junto á la butaca , silencioso é inmóvil , enjugó sus lágrimas , 1c miró fijamente . — ¿ Dónde has estado ? ¿ Qué has hecho ? ¿ Por qué no has venido á almorzar ? ¿ Has almorzado ya ? Me figuraba todo lo peor . ¿ Cómo saliste tan temprano ? — Pero , papá , no es para tanto . No soy un niño . No podía suceder nada . — Ea o uo en Madrid ocurren muchas desgracias . Los coches atropellan á la gente . Y además , á tu edad salir á las diez de la mañana y no volver . Una ve » hice yo eso , ¿ sabes ? y lué para batirme , y me hirieron . ¿ Qué has hecho tú ? I Cómo mintió ! Había encontrado á un amigo , un antiguo condiscípulo del Instituto que , al enterarse de sus aficiones literarias , le prometió buscar para él una plana en la redacción de un periódico . En la redacción de la parte literaria , por supuesto . Era un muchacho muy bien relacionado y rico . Luego no quiso separarse de ét . Desde el Instituto no se habían vuelto a ver . Le convidó y almorzaron juntos en Fornos . Estuvieron charlando largo rato , Luégo le llevó á su casa , le presentó á su familia . « Y ahora , ahora mismo salgo de allí , » terminó con grande aplomo . El Sr . Loitia lo creyó todo . Estaba dispuesto á creer hasta lo imposible ; estaba rendido de llorar , y no tenía alientos más que para el descanso . Y en los días siguientes , siempre que Miguel salía : — ¿ Vás á ver a tu amigo ? ¿ Cuándo entras en ese periódico ? — Pronto . Hoy tenemos una cita con un director . Tardaré en volver . E íbase corriendo á casa de Rosita Pérez , disgustado de sí mismo , pensando con envidia en otros padres que quieren menos á sus hijos . — Y después de todo , — añadía para sus adentros , — lo del periódico voy a tener que hacerlo . Yo necesito dinero . Parecíale que Rosita , en estos últimos Üíag , le quería menos . Estaba preocupada , seria . A veces daba besos distraída , como de limosna ó como de obligación . No . Ya no eran los suyos aquellos grandes arrebatos del primer momento . — ¿ Qué tienes ? — Nada . ¿ Qué quieres que tenga ? Cosas mías . Y no podía conseguir otras explicaciones . Lo cierto es que la buscona tenía motivos para entregarse á cavilosidades . Tenía que pensar en el porvenir seriamente . Estaba viviendo de su3 alhajas . Pero cuando se acabó el dinero de la sortija , mil quinientos reales ¡ una miseria 1 empeñó uno de sus aderezos , y recibió con la papeleta otro tanto . Y gracias á que su madre no sabía tales locuras ; no lo sabía , porque estaba aun convaleciente , flor que lo que a de fia Angustias aquejaba era una clorosis , de que iba reponiéndose poco á poco , merced al lartrato férrico potásico y al extracto de carne . AL era no vivía en la cama , y se pasaba las Loras muertas sentada en un sillón , cu el comedor , junto á la ventana que daba al patio , mirándose las manos pálidas y flacas , con un aire de consternación espantosa , poniéndolas á la luz , delante de sus ojos , para ver cómo se transparentaban . No pensaba más que en esto y en beber vino puro , en cuidarse , en reponer los glóbulos rojos que faltaban á su sangre , pero sin embargo , desde el sillón observaba , espiaba , y una vez que Rosita entró en el comedor . — Escucha , ¿ no decías que tu pollo era tan rico ? — Sí . — Pues mira , debe ser Tofioso , Porque esto mes no te ha dado más de dos mil reales , según mi cuenta . Procura que se enmiende . Ya sabes que gastamos más . La buscona no contestó . El tono con que fueron dichas estas palabras y el texto de ellas eran una orden . Tenía que obedecer . Pero á quien más temía Rosita era á su hermano . Su hermano que no estaba postrado por ninguna enfermedad , que entraba y salín , que registraba todos los cajonea y la pedía dinero , cuando no saqueaba los bolsillos de los trajes que ella tenía colgados cu el roporo . En una de aquellns pesquisas , era fácil que encontrase las malhadadas papeletas de la sucursal del Monto . Y el día menos pensado echaría de menos la sortija cu las manos de sn hermana , ó el aderezo en su estuche de raso . Precisaba tomar una determinación á todo trance . Amaba , cierto . No sabía á punto fijo cómo y por qué se apoderó de su ser aquella pasión , poro amaba á Miguel como no creyó amar nunca . Recordaba , como se recuerda la primavera en invierno , aquella entrada de Miguel en su cuarto , cu su alcoba , aquel llegar del amanto hasta la cama , mientras que en la calle se oía el pregón de las flores tempranas . — ¡ Yo veendo las plantas dee geranios dobles ! Si ella hubiese tenido una fortuna con esta impresión repitiéndola siempre , podía disfrutar de una felicidad tan larga , tan constante como su vida . Poro no . No podía ser . No tenía nada . Y Miguel tampoco . Miguel era un hijo de familia , pode vosamente dotado nada nníg que de cariño . Miguel era pobre , y doña Angustias tenía razón . ¡ Dos mil reales ! Habían sido tros mil justos . Se equivocó en la cuenta . Pero aun con tres mil no liabía b as lauto . « Ya sabes que gastamos más . Rosita , con ostas preocupaciones , pensaba y temía pensar . Porque todos sus proyectos para el porvenir no podían tenor más que una baso , ¡ El hombre ! ¡ La oxplotacíón de su cuerpo ! ¡ Y esto , teniendo como cerrados los sentidos it toda sensación que fuera distinta , que fuera otra , de la que eon Miguel experimentaba , oponiéndose su carne á cualquier contacto con esa resistencia purificadora de la mujer enamorada , esto era terrible cosa ! Una tarde al salir el amanto hubo una escena entre Juan y Rosita . Eutre los dos hermanos , Él pidiendo dinero ¡ más dinero ! para sus interminables ocios de café , y ella negándose con obstinación . ¡ No tenía ! ¡ Dios mío I No tenía . Y al acabarla cana , durante la cual la madre la miraba con ceño adusto , para posar después sobre el vagabundo esta misma mirada conmiserativa ya , la buscona se levantó , nerviosa , exaltada , dispuesta á todo . — Escucha , esta noche no puedo darte nada . No tengo . Pero tendré mañana . Dentro de un rato . ¿ Cuánto quieres ? — Poco . Un par de duros . Por hoy nada más . — Espérame aquí . Vuelvo en seguida . So recobró la paz . Quitados los manteles madre é hijo permanecieron en el comedor , esperando silenciosos la vuelta de Rosita , mirando el reloj de vez en cuando , primero con tranquilidad , luégo , á medida de la tardanza , con impaciento despecho . Iban á transcurrir ya dos horas . El hermano se atrevió á decir : — ¿ Dónde estará esa perdida ? Dona Angustias bajó los párpados como asintiendo al epiteto . Luego levantó las manos y se las miró al trasluz . Decididamente de noche se transparentaban mucho más . ¡ Esa perdida ! Esta vez , el hombro que encontró al paso no era tan ignorante como lo fué Miguel la tarde en que había llovido , ó iba Rosita levantándose la faiia para salvar los charcos de la acera , enseñando la blancura de las enaguas y el comienzo de las bien contorneadas pantorrillas . — ¿ Aliónele vas tan depriaa , cuerpo bueno ? Arza y vento conmigo , chiquiya , que boy lio cobrno . Y como olla , sin contestar , tuviera un movimiento parecido al de la resistencia , sentido al oir esto chulesco lenguaje . — Vente . Es aquí , á dos pasos . Y mira que á mí hay que verme despasito , que á las mujores que lovalen como tú , las suerto cinco duros de gorpo . Levantó los ojos para mirarlo . No . No era un chulo , ni uu torero , aunque hubiera podido creerse por su fraseología flamenca . Vestía un gabán entallado azul , ni corto ni largo , que hacía las veces de prenda de abrigo y de lovita , y con este gabán , nuovo poro de poco precio , comprado en los bazares de ropas hechas , un pantalón de color claro , de mal gusto , que también debía ser de la misma procedencia . El sombrero bongo , las manos sin guantes , de gruesos dedos , y la cara abotargada , estúpidamente maliciosa , llena de sonrisas inútiles , de guiños risibles , bigote negro , y pelo reluciente á fuerza de pomada barata . Se traslucía el disfraz de caballero , usado en los codos por la costumbre de apoyarse en el mostrador , para mirar á la calle , esperando á los parroquianos . — ¿ Y usted tiene cinco duros 9 — Míralos . Efectivamente . Deprisa , sólo un momento , sacó de su bolsillo un popel , lo desdobló , lo enseñó y volvió á guardarlo . Por el color , . rápidamente , parecía un billete del Banco . — Vamos donde usted quiera , — dijo Rosita resignándose . El hombre echó á andar á su lado , guiando , sonriendo con mayor picardía . Tomaron por la calle del Desengaño á la de la Luna , y allí entró resueltamente por una de las bocacalles que formaba cuesta ; una callejuela que parecía movida por un térra moto , levantada en sus primeras casas , ó inclinándose , hundiéndose , como para ir á caerse las íillimas en la calle del Pez . Todo era allí edificios de desigual altura , aceras mal colocadas , piedras salientes , desiguales , y en verano corrillos delante de las puertas ; allí se adivinaba la miseria y el yicio que de la miseria se origina . Bastaba ver en lo oscuro á la entrada de cada vivienda , aquellas mujeres que se frotaban las mejillas con papel de colorete , vestidas de percal hasta en invierno , para presentir que vendían su carne barata porque el pan había subido dos céntimos cu cada libreta . Una sola casa en toda la calle tenía el portal enladrillado coquetamente con ladrillos finos , rojos y blancos , cuyo portal cerraba xma puerta vidriera con cristales de colores . Allí entraron . El hombre se dirigió á un torno , tocó en él con los nudillos , puso diez reales , y recibió una llave con un colgajo de cuerda sucia y mugrienta á cuyo extremo lucía una chapa de h03adelata , en la que á golpe citaba impreso un número , no vieron á nadie . Pero una voz dijo detrás del torno : — Húmero 7 . Escalera de la derecha . — Una vos tal que no se sabía si era de hombre ó de mujer , enronquecida por el aguardiente . Siguiendo estas indicaciones , subieron . Era la primera vez que Rosita veía de cerca el cuadro y la figura , la casa de eitas y el Tenorio de la busconcría . Aquella casa , segúu explicó el hombre , era toda igual , construida ad hoc para fines aventureros . Tenía tres escaleras , la del centro , la de la izquierda y la de la derecha , todas ellas independientes , y en cada una , de tramo en tramo , una habitación , de la que por diez leales , era dueflo el primero que pasara por la calle , sin más averiguaciones . Era el mis cómodo misterio . Allí entraba el vicio bajo todas sus formas . Parejas de todas clases , sin verso unas á otras , sin molostarso , sin oirse . A veces iban allí un hombre y una mujer , á veces dos hombres , á voces dos mujeres , y en ocasiones hasta un hombro solo . Pagaba , recogía su llave . « Número tantos . Escalera del centro , » y al poco rato volvía á salir , llamando para recobrar su libertad , porque cerrado el cuarto no se podía abrir por dentro ; no se podía salir sin ser inspeccionado . — ¿ Y oso , por qué ? — Porque hay gentes capaces de todo . Porque en esta soledad de calabozo se pueden hacer muchas cosas . Hay quien trac aquí una mujer para robarla , y amontes celosos que lus traen y las asesinan . No sería el primer caso , ¿ Sabes , chiquiya ? Kosita sintió un escalofrío . ¿ Es verdadí Estiba allí á la merced de aquel hombre . Si daba un grito nadie la oiría . Y miró con terror las colgaduras blancas , el lecho , la sillería de reps usado y grasicnto , todo aquel ajuar , clásico ya para el vicio y acostumbrado para la lujuria . El hortera entonces se acercó . Eetrocedió asustada . — ¿ Qué te pasa , mujer ? Estate quieta , que no voy ¡ í comerte . Y con sus manos , muestrario de sabañones , empezó ó desabrochar el traje de la buscona . — No , no . Yo to liaré . Déjeme usted . So prestó ó todo . Obedeció . Soportó las caricias groseras del desconocido . Tenía miedo . Y cuando aquél dejó saciados sus instintos de btístia , la miró y soltó una feroz carcajada . — Puos na tenías que echártela de novata . Anda , vámonos . Lo víó tirar del cordón de la campanilla , y á poco sintió que subían por la escalera : iban á abrir . Entonces respiró , tranquilizándose . Y cuando llegaron á la calle : — Dome usted los cinco duros . La miró de alto á bajo , se quitó el sombrero , hizo una inueea de mono burlón que imita los saludos respetuosos del hombre , y dando media vuelta , yéndose á la otra acera : — ¡ De verano , hija mía ! Echó á andar depilan , dejlindóla sola en medio de la calle , expuesta ¿ las miradas curiosas de todas aquellas mujeres vestidas de percal , que estaban en el quicio de las puertas y que al oir la Iraso , prorrumpieron en risas . Una de ellas se puso á cantar con ironía : Y otra , no menos flamenca , viendo que Rosita seguía parada en el mismo sitio , sin acertar moverse , contestó á su compañera desde otro portal : La calle entera se regocijaba . El hombre estaba : ya muy lejos . Iba cada vea más deprisa . La buscona le imitó . Quería salir de aquel infierno , subió la cuesta , dejando atrás risas , toses burlonas y cantares que no cesaron hasta que llegó ¿ la esquina y entró en la calle de la Luna . — ¡ La han dao mico ! ¡ Jesús , qué lástima ! — fué lo último que oyó , como frase de despedida . Sentía nn furor , un despecho terrible , reconcentrado . De tener á mano un urina la hubiese hundido en el pecho del primor hombre que pasara y la mírase . Luégo se calmó , haciendo un gran esfuerzo , violentándose mucho . Reflexionó . Recordó . No podía volver á su casa con las manos vacías . Allí estaban en el comedor esperando , impacientes ya por la tardanza , los verdugos de su vida . Su madro y su hermano . ¡ Dios mío ! Era preciso llevar dinero á todo trance . Y el vestido á cuadritos blancos y negros , tuvo movimientos que parecían convulsiones , y el ala de golondrina puesta en el sombrero empezó á cortar el aire . ¡ Ah ! ¿ querían dinero ? nada m ; í s que eso . La echaron á la calle para buscarlo . Pues bien . Lo buscaría , Y se sintió convertida de pronto en algo que no tenía relación alguna con los organismos vivos . En algo que no contaba con lazos en la sociedad de los adres humanos . Ni familia , ni amores , ni amistades , En algo que se movía automáticamente , que era de acero , que se distendía por medio de resortes y no de músculos ; una máquina de hacer monedas . Aquella noche por primera vez trabajaba la máquina , ae movía el volante , caía el troquel , juno ! ¡ ( toa golpes ! ¡ dos duros s euñtidos ! Pero no . No quería llevar esa miseria . Hús , rancho más . Y al primor hombro que pasó por su lado , le miró sonriendo . — ¿ Quieres venir ? ¡ Anda ! ¡ Dos horas ! D03 horas de indescriptibles escenas , el oficio de buscona ejercido de una manera incansable , sin conciencia de lo que hacía , reprimiendo el llanto que estaba tan cerca de los ojos , que uno de aquellos hombres quiso besarla en los párpados y sintió la humedad amarga de las lágrimas en sus labios . ¡ Las doce ! ¡ Eran las doce de la noche ! Más que andar corría para llegar antes á su casa . Y cuando entró en el comedor , allí estaban los dos , esperando , como ella suponía , malhumorados . No dijo una palabra . Metióse la mano en el bolsillo .