Felipe Trigo Jarrrapellejos ( Vida arcaica , feliz e independiente de un español representativo ) Novela Renacimiento Madrid San Marcos , 42 Buenos Aires Libertad , 170 1914 Desde la majestad de mi independencia de intenso historiador de las costumbres ( no siempre grato a todos , por ahora ) permítame usted que le dedique este libro a la majestad de sus talentos ( no siempre gratos a todos , por ahora ) de futuro gobernante . Él , en medio del ambiente un poco horrible de la Europa , le evocará la verdadera verdad del ambiente de un país europeo , el nuestro , cuya cristalización en un medievalismo bárbaro , ya sin el romántico espíritu de lo viejo , y aun sin los generosos positivismos altruistas de lo moderno , le hace todavía más horrible que los otros . No le diré que estas páginas contienen la historia de una íntegra realidad , pero sí la de una realidad dispersa , la de la vida de las provincias españolas , de los distritos rurales ( célula nacional , puesto que Madrid , como todas las ciudades populosas , no es más que un conglomerado cosmopolita y sin típico carácter ) , que yo conozco más hondamente que usted , acaso , por haberla sufrido largo tiempo . Si usted lee este libro con un poco de más reposada atención que hayan de leerlo millares de lectores de ambos mundos , quizá más pronto y mejor pueda verse en buen camino la intención con que lo he escrito . Me llaman algunos inmoral , por un estilo ; a usted , también , algunos le llaman inmoral , por otro estilo ; pero usted , que por España habrá llorado muchas veces lágrimas de sangre de dolor , y yo , que por España di mi sangre un día y por España suelo llorar cuando escribo , sabemos lo que valen esas cosas . Y yo , monárquico como usted , porque creo que la autoridad y el orden de una monarquía democrática , con sus prestigios tradicionales , pueden ser el mejor puente de lo actual al porvenir ( Letamendi afirmó : « El progreso no es un tren que corre , sino un árbol que crece » ); yo , que sin embargo , voto a Pablo Iglesias ; yo , individualista , socialista , monárquico ... , un poco de todo ... , tan dolorosamente aficionado a los toros como a Wagner ... ; yo , desde la majestad de mi independencia de « hombre que escribe » ( no de artista ni de novelista ; dejemos esto para los del castillo de marfil ) , en nombre de la Vida , que no es de marfil , sino de angélica bestialidad de carne y hueso , le digo a usted : vea si , en dejar pasado a la historia bárbara de España el asunto de este libro , no está todo el más urgente empeño de gobierno digno de la majestad de un gobernante . Felipe Trigo La odiosa gasa volante era cada vez menos tenue . Cruzaba las alturas desde hacía media semana , con su rumor de sedas , orientada siempre al Sur , desde las sierras del Brezo , y ya aquí , según avanzaba el cochecillo , iba oscureciendo el sol como en un eclipse . Fatídica luz de tristeza turbia , ésta que filtraba el velo de maldición tendido entre el cielo azul y la hermosura primaveral de la campiña . A Orencia divertíala crispadamente y parecíala el moteado velo que ella solía ponerse en los sombreros . Recogida en la estrechez del tílburi contra la hercúlea corpulencia de Pedro Luis , atento a las arrancadas del avispado potro al sentirse los langostos en el lomo y las orejas , reía y sacudíase , también nerviosa , los que empezaban a caer , e encima de la falda . Menudeaban . Más densa y más baja por momentos la plaga aérea , tal que en una amenaza de total invasión del mundo y los espacios , lo regaba todo de los repugnantísimos insectos . El trote del caballo levantábalos del polvo del camino , y se veían en los ribazos de flores , menudos , cubriendo los macizos de jaras y madroñas . Los grandes trepaban vigilantes y lentos por los canchos , por los troncos de los árboles , igual que los espías de un ejército invasor . - ¡ Ah , por Dios , qué porquería ! - exclamó Orencia , descargándole un convulso sombrillazo a uno enorme , que quedó prendido del pescante . Y como al descompuesto ademán el potro se encabritó , Pedro Luis , después de refrenarlo , hubo de insistir : - ¡ Bah , mujer ! ¡ Debías volverte ! ¡ Debíamos volvernos a la casa ! - ¡ No ! ¡ Que no ! ¡ Sigue ! Voluntariosa . Habíase despertado hoy con el antojo de ver la plaga en las no lejanas fincas , donde era cuadro horrible , y empujando el perezoso , para más prisa , por un lado del lecho , mientras ella saltaba por el otro , empleó en seguida , no obstante , sus tres horas de tocador en arreglarse , en peinarse , en ponerse los zapatitos como de baile , la clara y ceñida falda de nacáreos botoncillos , que hacíala parecer como estatualmente desnuda , y la blusa lila de limón , que transparentábala el corsé y las moreneces marfileñas del escote . Amaba lo trágico , sin perjuicio de desvanecerse a la menor impresión , lo mismo que al perfume fuerte de una rosa . Una noche , despierta por el gritar de los pastores , se obstinó en ir a ver la pelea de lobos y mastines ; salieron , pisando barro ; los cruzó entre las encinas una sombra , y tuvo Pedro Luis que retornarla en brazos desmayada . Una tarde quiso presenciar la extracción de un ahogado en la laguna ; lo sacaron los guardias y el porquero ; tendiéronlo sobre el murallón ; horriblemente hinchado el cadáver , hizo « gruuú » , vaciándose de agua y pestilentes gases por la boca ; Orencia cayó a tierra con un síncope , y durante medio mes sólo supo perfumarse , rezar y no dormir , con la visión aquélla ante los ojos . ¡ Oh , sí ! ¡ Chiquilla encantadora ! ¡ Adorabilísima y elástica muñeca ! ... Pedro Luis estaba cada día más contento de que le hubiese cabido en suerte tal tesoro . Doblábala la edad , puesto que él , aunque lo disimulara su fuerte complexión , frisaba en los cincuenta y nueve años , y la dulce y delicada pasión que ella le rendía no pudiera atribuirse en modo alguno a futilezas despreciables - hombre no bonito , casi feo , él , quizá , de enmarañadas barbas grises , llena de manchas la ropa , pero de tanto talento , poderío y experiencia de la vida , tan altamente situado por encima de leyes y trabas sociales , que despreciando la nimia vanidad de un cuello limpio , propia de cualquier mamarrachete de La Joya , sentábase a su placer y con las piernas a lo largo en las visitas , eructaba cuando de una manera natural se lo pedía la digestión , y no le daban miedo ni asco aquí , por ejemplo , ahora , estos langostos que iban posándosele en las piernas y que harían estremecerse a aquellos pobres señoritos de los ternos cepillados , como al potro , como a Orencia , y como a él mismo , si tuviese la misma condición asustadiza de caballo o la misma histérica educación de la señorita ... ¡ Bah , los prestigios de su nombre , don Pedro Luis Jarrapellejos ! ... Sino que se estremeció , de pronto , al sentir la convulsión de horrible susto con que Orencia se dobló sobre sí propia . - ¡ Oh , por Dios ! ¡ Aquí ! ¡ Qué asco ! ¡ Aquí , aquí ! ¡ Quítalo en seguida ! - ¿ El qué , mujer ? - ¡ Aquí , un langosto ! ¡ Anda , anda ! - ¿ Pero dónde ? - ¡ Pero aquí ! ¡ Pareces tonto ! ¡ Aquí ! ¡ Pero anda , hombre ! Detuvo el coche . Ella , sin cesar en los chillidos , cogíase en las rodillas , con ambas manos , un puñado de la ropa . Trató Pedro Luis de buscar , inútilmente , entre los finos y apretados dedos llenos de sortijas , y Orencia , muerta de terror , porque estaría destripando el langosto a través de la tela del vestido , tuvo que indicarle : - ¡ Debajo , hombre , torpe , debajo ! ¡ Tonto ! ¡ Pareces tonto ! Comprendió él . Alzó la falda , la enagua después , y la camisa , buscando al fin entre los cendales de batistas perfumadas . Cogió y retiró de una pata al colosal langosto , por suerte sin reventar , y en tanto que la liberada del tormento reclinábase medio desmayada al rincón de la capota , pudo unos instantes contemplar aquel hechizo de piernas bien ceñidas en la seda de las medias ... , aquella celeste semiluna de morena carne blanca , que había quedado también al descubierto en uno de los muslos , sobre el juego teatral de los lazos y dorados de una liga ... Se dobló , rápido , y depositó un beso en la divina carne profanada por el animal inmundo con su frío y áspero contacto . Pero esto restituyó en sí a la pudorosa en otra convulsión , que la hizo erguirse , eléctrica , y arreglarse el desorden del vestido . - ¡ Loco ! - habíale reprochado únicamente . Y cuando , reclinada en su hombro , al partir el cochecillo , volvió a sentir los menudos besos que dábala en el pelo , mimosa , se quejó : - ¡ Cualquiera que te crea , niñito , embusterito , falso ! Te gustan todas . Te han gustado siempre . ¡ Ah , si yo pudiese en La Joya seguirte por las noches ! - ¿ Volvemos a las de ayer ? - Dime pesada , si quieres . Tengo razón . Convencidísima estoy de que a no ser por nuestros hijos , por los niños ... ¡ Bah ! Así que llega al pueblo una mujer que vale cuatro cuartos , como esa Ernesta , como esa dichosa Ernesta , tan estúpida y tan tonta con sus rumbos de ciudad , pierdes el juicio . ¿ A qué tienes tú que florearla ? ¿ A qué tienes tampoco que pararte con los necios de la cruz ? - ¿ De la cruz ? - Sí , para ver a Isabel la panadera , la Fornarina ... , como la llamáis , tal que si fuese algún prodigio . ¿ Es esto bonito ? ¿ Es esto , o no , hacerme vivir en sobresalto ? ... Se interrumpió , echándose una mano al peto y la otra dentro del escote ... ¡ Otro langosto ! ... Un grito ... Lo sacó , crispada ... Y ¡ no ! ... ¡ Ah , tuvo que reírse ! ... Se le había parecido el escapulario ; lo besó y lo restituyó a su dulce asilo entre los senos . Pero , sobrecogida nuevamente de terror , miró fuera del coche . Dejado el camino , buscaban la trocha de los Valles , cruzando una pradera . Eran tantos los langostos que la alfombra verde de la hierba , fina y frondosa , desaparecía bajo una capa gris . Se amontonaban en el cauce de un arroyo , casi cegándolo , y desde que entraron en el robledal abundaban de tal suerte por el suelo , por las piedras , por los troncos , colgados de las hojas , como minúsculos y diabólicos gimnastas , que la capota del tílburi los dejaba caer en granizadas al rozar con el ramaje . El trotar del potro los aplastaba o hacíalos saltar en raudal por ambos lados , como el agua al paso de una rueda de paletas . Y seguía , seguía también volando por la altura , siempre hacia el Sur , con su rumor sedoso , la inmensa nube de la plaga , que entenebrecía los horizontes . - Sí , mira , Pedro Luis , hijo - tornó a su tema Orencia , dolida , y ciñéndose a los pies la falda , para que no le entrasen más langostos de aquellos sacudidos de las ramas - . Sufro lo indecible . No habíamos hecho más que pasar lo de la herrera , y sé que ahora no dejas a sol ni a sombra a la Isabel . ¿ Es esto vivir ? ¿ Tienes tú derecho a martirizarme de este modo ? ¡ Oh ! Una explosión de llanto la abatió contra el pañuelo , y Pedro Luis , contento , a un tiempo apiadado y orgulloso de la delicadísima sensibilidad de la sensible , sonreía . Lo de la herrera fue un pequeño lío , en que el joven cura tuerto , don Calixto , primo de ella , le sirvió discretamente ; sólo que , descubierto al fin por el marido , que no osó , ¡ claro ! , decirle al « rey del pueblo » una palabra , el pobre diablo se apartó de su mujer , y se desquitaba contra el cura a gritos ( « ¡ Ladrón de mi honra ' ¡ Alcahuete ! ¡ Sinvergüenza ! » ) cada vez que le encontraba ... Un poco de escándalo , en verdad . - Dime , Pedro Luis - lamentó la buena Orencia - : ¿ por qué no te corriges ? ¿ Qué buscas en las otras que yo no tenga para ti , que yo no pueda darte ? ... No eres un chiquillo . Has de cambiar . Te quieren las demás porque te explotan . Convéncete , hombre , por Dios , de que sólo en la formalidad y la decencia ... Hubo de callarse . El potro se espantó . Alguien acababa de aparecer detrás de un chozo . - Tu marido - dijo Pedro Luis , reconociéndole . - ¡ Ah ! ... ¡ Eusebio ! ¡ Eusebio ! Era un hombre con polainas , con mersellés de buen corte , y que iba cargado de palos y de cuerdas . Esperó al borde del sendero . - Hola . ¿ Adónde vais ? - A ver la plaga . - ¡ Tú ! ¿ A los Valles ? ... Te vas a morir de miedo , Orencia , hija . Vuélvete , que después te pones mala . Intervino Pedro Luis , que había puesto al paso el potro : - Es lo que yo la aconsejo , Eusebio ; pero ... ¡ nada ! - Quita , qué miedo . Y tú , ¿ adónde vas ? - Llevo estos trastes ahí , a los pastores , porque van entrando en la avena los langostos . Pedro Luis , amable , le brindó : - ¿ Quieres montar ? Es tu camino . - Gracias , padrino - , está cerca . - Pon esas cosas , al menos . - Gracias , gracias . Pueden mancharles a ustedes . ¡ Vayan con Dios ! El mismo apresuró al caballo con una palmada en el anca , y atajó por una linde . - ¡ Qué bueno es el pobre ! ¡ Cómo me quiere ! ¡ Cómo nos quiere ! - contestó Orencia , enternecida . Le contempló un rato entre el verdor de los forrajes . Buen mozo , aunque rudo ; rubio como un italiano rubio que solía ir a La Joya tocando el arpa , y trabajador y aficionado al campo cien veces más que a la botica . De nuevo Pedro Luis se sonreía en la fruición de sus orgullos . Necesitaba ser quien era él , con sus cincuenta y nueve a la cola , para verse idolatrado de tal modo por la linda mujer de un hombre joven , guapo , de carrera . Cierto que el infeliz , a través del baño científico y de las limpiezas señoriles a que esta pulcra Orencia le obligaba , descubría su cáñama cerril . Se puso a recordar , en tanto la miedosa protegíase contra los langostos detrás de la sombrilla . La historia , que acreditaba cual ninguna las piedades e hidalguías de su excelente corazón y su donjuanesca habilidad , traía de fecha nueve años . Muerto el farmacéutico , su íntimo amigo don Juan Gorón , padre de Orencia , dejó a ésta y a la viuda en una miseria cruel que no tenía más salvación que la farmacia . Eusebio , justamente , terminaba tal carrera . Pedro Luis , su Padrino , a quien la pobre aperadora , madre del muchacho , le atribuía la paternidad , igual que de otros chicos tantas madres ( la del cura tuerto , verbigracia ) , por si acaso , como al cura , le sacaba de pobrezas costeándole el estudio . Resolvió casarlo con Orencia : ella tendría el boticario que le faltaba a la botica , y Eusebio la botica que le hacía falta al boticario . Y ... bueno , la verdad , Orencia , entre respetuosa y agradecida al fiel amigo de su padre , entre enamorada y sorprendida , en la rebotica , una tarde , meses antes de la boda , le concedió al protector galante su inocencia sobre aquel cajón de malvavisco ... Todo inducía a creer que el hijo de la aperadora , dichosísimo con su redonda posición , mientras de zamarra los hermanos seguían matándose en el campo , sin el menor intento de protesta al padrino poderoso y a la linda señorita con quien nunca habría soñado , estaba en autos de aquello desde antes de casarse . Le nació un sietemesino ; impúsosele al padrino del papá oficial un nuevo padrinazgo , y , poco a poco , Eusebio , por no estorbarles el idilio , del que pronto pudo sorprender escenas sueltas , llegó , primero , a retardarse , jugando en el casino hasta bien pasada medianoche , y luego , a resignarse en lecho y cuarto aparte de la esposa . Vino otra hija ; juzgó el hombre , de íntegra conciencia y amparador de todos , que no debía regatearle una pequeña parte , siquiera , de su enorme capital a su nueva prole , lo mismo que habíale costeado a Orencia la boda y el ajuar y había remozado la farmacia , y bastó una indicación de ella en tal sentido para que le entregase Eusebio quince mil duros contantes y sonantes , con los cuales compraron este quinto del Mimbral . ¡ Oh las bellas noches a descanso pleno que gozaban desde entonces los amantes ! « No , no ; a mí no me toca Eusebio . No podría , sin creerme rebajada , y sin que Dios me castigue , seguir siendo de los dos » , repetíase la honesta , delicada y devotísirna creyente . Dispusiéronse para ellos un cuarto a todo lujo , lleno de espejos , de sedas , con un crucifijo de plata y de marfil encima de la cama , y para Eusebio otro muy limpio , adonde él , irreverente , se permitió cierta noche zampar a una pastora de aquellas con quienes , libre de enojosos miramientos señoriles , consolábase mejor el infeliz . Descubierto el lance por Orencia , luego que el olor cabruno la hizo encontrar unas horquillas morroñosas en las sábanas , le riñó , y le riñó asimismo Pedro Luis a la hora del almuerzo . « Hombre , Eusebio , esas aventuras se tienen fuera , por los chozos . Ya ves qué educación le vas a dar , si no , a los niños . » Eusebio casi lloró de vergüenza y de dolor , no obstante lo comedido de la reprimenda de su mujer y del padrino . Una perfecta armonía . Se debían guardar las apariencias . El propio Eusebio se encargaba de entretener a los muchachos , a fin de que por las mañanas no entrasen en la alcoba suntuosa hasta haberse levantado , o vestido siquiera , Pedro Luis , y éste , siempre por las formas , disimulando también para con su propia mujer y sus dos hijas casaderas , hubo de cuidar que el quinto estuviese situado , con respecto de una dehesa suya , linde al medio . De tal modo pasaba con Orencia largas temporadas sin que nadie tuviese que decir . No obstante , ¡ claro ! , toda La Joya , desde casi al mismo tiempo que el marido , sabía las relaciones . Hasta hubo habido , en la primera época , un conato de desprecios y rechazos de las reparosas amigas , para Orencia , antes de casarse . Y la boda , que empezó a rehabilitarla ; la pública seriedad de ella , después ; su místico fervor en las iglesias , y sobre todo los respetos al formidable poderío de don Pedro Luis Jarrapellejos , que dio para la joven ejemplo de consideración haciendo que sus mismas hijas la siguiesen visitando ... , restituyéronla plenos los decoros que aún la hubo de acrecer el verla propietaria de un quinto , con borregos y con coche . Querida o no de su querido , y por él enriquecida o no , que esto allá ellos lo verían , Orencia , pues , por fueros de belleza y de decencia y juventud quedaba en La Joya como una institución de amistad y de simpatía entre las muchachas . Se reunía con ellas y las damas honorables ; las guiaba ; oíanla sus consejos ; era ella constantemente la que llevaba iniciativas con las monjas y los curas en las fiestas religiosas . Por cuanto a la mujer de Jarrapellejos , la pacífica doña Teresa , burguesamente gorda a reventar y tullida de reúmas , limitábase a no estar muy amable con la rival , cuando la recibía en su casa entre las jóvenes , y a implorarle a Dios , en sus continuos rezos , indulgencia para las incorregibles faltas del marido . Y así , de una desvalida huérfana , que otro en la situación de Pedro Luis , sin reparos al difunto , hubiese convertido en una pública y deshonrada amante sostenida a poca costa , él , hombre de nobleza y corazón , había ido haciendo una señora por todos los conceptos . - ¡ Ah ! , ¿ qué es eso ? - dijo Orencia - . ¡ Cuánta gente ! Doblado el camino sobre una loma , aparecía la carretera . Llenábala una extraña muchedumbre . Carros , mulas , borricos , hombres y mujeres , con toda clase de artefactos . Eran los perjudicados por la plaga . Desde el día antes no cesaba la peregrinación desesperada , inútil , tratando de defender sus fincas cada cual como podía . Un horror , el gesto de tanto extenuado por la angustia y la fatiga . Cuando Orencia se vio entre ellos sintió una pena que le ahogaba . Saludaban , dejando paso al cochecillo , sombrero en mano , y componiendo una sonrisa . « ¡ Vaigan con Dios ! » « ¡ Dios los guarde ! » Algunos atrevíanse a preguntar , con un afable servilismo que ocultaba los rencores : - Don Pedro , qué , ¿ se trae , o no , la gasolina ? - Ya está encargada a Madrid - respondía el interrogado . Y para desentenderse de la verdadera manifestación de quejas que no habría tardado en rodearle , excitaba al potro con la fusta . - Qué , don Pedro Luis , ¿ y la gasolina ? - le gritó como con irritada insolencia un viejo . - ¡ Para llegar , Quico , para llegar ! - Sí , para llegar ... , y si allega , cuando allegue , no quea raspa en los sembrao . Se amostazó Jarrapellejos : - Pues eso , al alcalde . ¿ Por qué a mí ? Atrás el viejo , un hombretón que precedíale , menos exasperado , rindió también en aduladoras suavidades su reproche : - ¡ Qué alcalde , don Pedro Luis , vaigan con Dios y con salú ; qué alcalde de mi arma ! ¡ Bien sabemos que sin la voluntá de usté no se menea por toa esta tierra ni un mosquito ! El piso de la carretera desaparecía bajo un tapiz de langostos pequeños , oscuros . El tílburi rodaba sin ruido al aplastarlos . Toda en repugnancia Orencia , viendo voltear junto a sí las ruedas aceitosas , tuvo el valor de sobreponerse a su impresión por otra impresión de caridad : - ¡ Mira , mira : van llorando aquellas dos ! ... Si les ha de servir la gasolina , ¿ por que no la traéis ? El amante sonrió . Siempre debería haberla en La Joya y los pueblos inmediatos , puesto que cada dos o tres años sufrían el mismo azote ; pero los alcaldes ( sin que , por ser amigos , pudiera evitarlo Pedro Luis ) no atendían más que a robar . Afortunadamente , los langostos , levantados de las dehesas próximas , las suyas entre ellas , que era donde aovaban , se iban lejos esta vez , no habiendo caído sino aquí con verdadera profusión . Sonaron gritos . En dirección contraria venía una mujer descompuesta , con las ropas chamuscadas , negra de humo y de sudor , y seguida por tres niños , que también lanzaban agudísimos clamores . - ¿ Qué pasa ? ¿ Qué os sucede ? - les preguntó Jarrapellejos al cruzar , parando el coche . - ¡ Qué ha de sucedé ! - lamentó la mujer , sin detenerse y sin quitarse las manos de los ojos - . ¡ Maldita sía mi suerte , y premita Dios que estallen cuatro señorones ... Advirtió con quién hablaba , y , sin detenerse tampoco , corrigió en súbito temor a su imprudencia : - ¡ Qué ha de sucedé , sino que nos quean sin pan los bicho , que to l'han repelao ! Perdióse carretera arriba , con su fúnebre coro de criaturas y su himno de miseria . Dominando Jarrapellejos el impulso de favorecer a la rebelde , hizo que también continuase el cochecillo . Junto a él , la bella amiga pedíale a Dios clemencia para tantísimo infortunio . Los tules , que cruzaban el cielo eternamente , habían dejado de parecerla los que ella poníase en los sombreros . No caían los langostos , no , para que jugasen sus niños clavándoles alfileres en los ojos . Eran el hambre , la ruina , la muerte . Se convenció más en cuanto , dejados atrás los olivares , dio vista el tílburi al pleno cuadro de tragedia . Llamas , acá y allá ; columnas de humo que levantábanse pesadas por las cuestas en la luz de eclipse del espacio ; hombres y mujeres en fila , rodeando los cuadros de las siembras , y chillando y agitando su desesperación como energúmenos . Decoración dantesca , de infierno , cerrada al fondo y a los lados en la angostura negra de unos montes . Los humanos alaridos resurgían a ratos en tristísimo concierto tal que si los contorsionados trabajadores que se retorcían por todas partes se estuviesen abrasando en las hogueras . Ya no rezaba Orencia . - ¡ Ooooh ! - había sido su única estupefacción de comentario . Y como al llegar al río , rígida de espanto , tendía una mano sobre las de Pedro Luis , impidiéndole guiar , él detuvo el coche . - ¡ Para ! ¡ Sí , para ! ¡ Qué horror ! Estaban al final del viejo puente de tres arcos que salvaba al Guadalmina . Dominaban el vasto y lúgubre escenario . Orencia lo miraba todo . Asombrábala que hubiesen podido cambiar de tal manera a la desolación y la fealdad aquellas paradisíacas vegas , donde poco hacía estuvo ella pescando con los niños . No se veían en el remanso los nenúfares . Las margaritas y los musgos de los canchos ocultábanse también por las riberas , bajo lo gris , bajo lo sucio . Roña viva e infinita , que nada respetaba , que invadía las aguas lo mismo que las tierras y los aires . Campos de pobres expuestos a las inundaciones torrenciales en invierno , y a los cuales la fatalidad quería ahora infligirles su máximo rigor ; el verde de los centenos , de las cebadas , de los trigos ennegrecíase asimismo por la turbia irrupción devastadora . Las espigas doblegábanse al peso que tenían que soportar , o caían segadas por las sierras de los voracísimos insectos . Cortaban lo que no podían comer ; manchábanlo con la baba sepia de su boca . Sin medios ni para mal defenderse contra ellos , abrumados cada vez más por los que les iban entrando incesantemente desde fuera , a saltos , en sábana , en montón , los dueños de las siembras cejaban de rato en rato en la tarea para alzar los brazos al cielo y proferir en maldiciones ... ; pero pronto , luego , tenaces , proseguían con más ahínco . Dijéranse los locos de un inmenso manicomio suelto por el valle . Orencia y Pedro Luis , cerca , lejos , en todas las ondulaciones del terreno y a todas las distancias , los veían correr medio sepultados en las mieses , agitando palos , cuerdas , látigos y mantas ... , al mismo tiempo que daban grandes voces . Tan ciegos se empeñaban en la lucha que algunos , ya desesperados , con sus furiosos trallazos a diestro y siniestro , causábanse más daño que el que intentaran evitar . Felices los que para el ardor de su trabajo contaban con familia numerosa . Las hijas y las mujeres , despojadas de sus faldas , a falta de otra cosa , sacudíanlas por el aire . Los niños , hasta los de tres años , con tal que supieran tenerse en pie , corrían y chillaban también en ala , levantando polvaredas de langostos . Habían abierto zanjas en las lindes . El ansia de los desdichados cifrábase en contener en ellas la invasión . Los que no tenían quienes les ayudasen a manejar azadas y esportillas , tendían barreras de lienzo firmes en estacas . Pero llenábanse las zanjas , rebosaban pronto igualmente los rimeros de langostos por lo alto de los lienzos , y antes que los denodados luchadores lograran aplicarse a sepultarlos con tierra o a abrasarlos con fogata de retama ya nuevas oleadas de la marea terrible , inagotable , estaban saltando por encima . Algunos , en sustitución de aquella suspirada gasolina , empleaban el petróleo . Trabajo y gasto estériles , perdidos , sin tregua ni esperanza . Un minuto sobraba para volver a llenar del infesto lo que se había creído limpiar en una hora . Extenuados , tenían que volver a empezar , sin haber tomado aliento más que en aquellos segundos angustiosos de las baldías imprecaciones . Miraban entonces , observaban el estrago , consideraban lo poco , lo cada vez menos que les quedaba por salvar , y muchos , viendo totalmente segadas o comidas sus cosechas , tronchados los verdes tallos sin espigas , abandonaban al fin las tierras sombríamente . Las mujeres y los niños los seguían , llorando , en una congoja de alaridos , que perdíase hacía la altura con el humo y las cenizas ... Eran las familias enteras , eran los tristes derrotados , en éxodo hacia el pueblo , en éxodo hacia el hambre ... Cruzábanse entre los que seguían enloquecidos la batalla , sin que unos a otros concediéranse atención en la urgencia o el dolor de su egoísmo , y cruzaban igual el puente , al pie del coche , sin notarlo , muertos de pena , y sin que tampoco el contristado y poderosísimo señor Jarrapellejos osara turbarles con vanas frases de consuelo la majestad de aquella angustia . Orencia rezaba nuevamente con gran fe . Persuadida de la ineficacia del humano auxilio ante la magnitud de la catástrofe , y pensando que debería irse a La Joya para organizar a escape rogativas , se lo dijo a Pedro Luis : - « Bien ; sí ; bueno ; como quieras . Aunque creo que eso es mejor para la lluvia ... » - repuso él , muy preocupado en contemplar algo que Orencia no podía ver por la situación del cochecillo ; alguna suelta escena del cuadro de desastre . Ella , en cambio , contemplaba otras escenas . A cien metros del tílburi , un hombre , atacado de súbita demencia , arrancábase las canas a puñados y quería matarse a golpes de azadón en la cabeza ; dos hijos suyos lograron dominarle y llevársele sujeto : « ¡ Padre , padre , por Dios ! ... » El anciano sangraba por la nariz y expulsaba por la boca cien duras blasfemias contra aquel Dios que los hijos le invocaban . Orencia acreció sus oraciones en fervor . Tal vez la plaga justificábase como un castigo divino a la maldad de estas gentes descreídas , de estas gentes soberbias e inmorales . Era notable el olvido de pudores femeninos que por todas partes se advertía ; quitadas las faldas y las chambras , a lo mejor , para carear a los langostos , muchas mujeres , negras por el calor , enteramente desgreñadas , maldito si en la angustia del trabajo percatábanse siquiera de estar luciendo los hombros y las piernas . Pero reparó , reparó la delicada , salvando la indignación que siempre la deshonestidad la producía , el ansia estéril de tantos infelices . Un grupo , cerca , en una hoja de centeno , se obstinaba en defender las últimas espigas . A enjambres volaban delante de ellos los langostos , dirigidos a la zanja echa al borde del sembrado . La zanja se llenaba ; otros langostos , saltando en contraria dirección , caían a ella por millones de millones . Entre los que venían de dentro , rechazados , y los que llegaban de fuera sin cesar , formaban remolinos , que ocultaban a los que en vano intentaban detenerlos ... ¡ Ah , sí ! Comprendía Orencia la imponente magnitud de lo espantoso . El suelo todo , por todas partes , no era más que un densísimo y movible manto de la plaga ambulatoria . Algo así como si la propia tierra , cansada de su quietud en su esplendor primaveral , viva ella también , se hubiese ido pudriendo en una vida de miríadas de átomos de horror de lo sucio y lo siniestro para ahogar las hierbas y las flores . Y emigraba , emigraba aquello a saltos de los minúsculos seres que formaban la eterna sábana infinita del monstruo inagotable . Una vibración , el suelo . Una ebullición de chispas grises , como de moscas , en que cada cuerda de langostos brincase huyendo de la legión que en un solo instante de reposo pudiera atropellarlos y envolverlos . Así , microscópicos payasos infernales de una tropa colosal , Orencia , desde el coche , veíalos por su izquierda subir , subir al terraplén , cruzar la carretera , bajar al lado opuesto . continuar , en fin , aquel trémulo avance de marea , de inundación eternamente inacabable y destructora . Seguían su paso , seguían sus saltos , seguía el conjunto de la horrenda marea su reptación orientada exactamente igual que aquella otra que nublaba al sol pasando con su lúgubre rumor de sedas por la altura , y nada ni nadie era capaz de contenerlos . Colmaban los huecos de las piedras , llenaban los baches y barrancos , acumulábanse y se removían en las desigualdades del terreno , enredados unos sobre otros , lo mismo que viscosos manojos de imperdibles , y los que por hallarlos a su paso precipitábanse en las zanjas o en el río , formaban el montón o la flotante costra , por donde seguían cruzando los demás ... ¿ Adónde iban ? ¿ Qué fatalidad o qué maldito designio misterioso los guiaba ? ... Tal fue la curiosidad de Orencia , de improviso . Quiso que se lo explicara Pedro Luis , y se lo preguntó , turbándole su abstracción . Él no lo sabía tampoco . Hipótesis , y nada más . Era de suponer que la plaga , al alzar el vuelo los primeros bandos , tomase entera la misma orientación . Esto sucedíales a las ovejas , que por donde corría una corría todo el hatajo . Por lo demás , y calmando a la afligida , que no acertaba a vislumbrar cómo las pobres gentes pudieran verse libres del azote , él expuso su esperanza , su casi seguridad de que las falanges sueltas , desprendidas de la inmensa nube , o que tal vez desde las dehesas inmediatas venían saltando , sin haberse lanzado a los aires todavía , de un momento a otro levantaríanse también , y seguirían el rumbo general hacia Dios supiese qué parajes . El mal , ¡ claro ! , para los infelices que no tenían otras cosechas estaba en que veríanlas destruidas , por pronto que ya se marchasen los langostos ; pero él , y Eusebio y los grandes propietarios , podían estar relativamente tranquilos con respecto a la extensión ... - ¡ Oh ! - ¿ Qué ? Orencia , repentina , había saltado en el asiento . Advertida de las plácidas miradas que él seguía lanzando allí cerca , allí cerca , sin cesar , habíase doblado curiosa a investigar por delante de la capota , que a ella la estaba ocultando lo que fuese . - ¡ Ah , hombre , vaya por Dios ! - volvió en seguida a recogerse , lívida , temblando - . ¡ Vamos , hombre , por Dios ! ¡ Qué poca vergüenza ! Un segundo hubo de sobrarla para divisar a quince metros a la Isabel , a la Fornarina , a aquella aborrecible muchachota de ojos negros , que era en La Joya la preocupación constante de los hombres . La reconoció , la había reconocido su corazón , todo en celosa ira , a pesar de su apariencia de furia desgreñada y de su congestionado rostro , cubierto de chafarinones de sudor y de tiznotes . Medio desnuda , casi haraposa , con una faldilla corta , ayudaba en un trigo a su padre y a su madre . No habíala visto Orencia , en verdad , durante aquel breve segundo , sino empeñada como una leona furiosa en el trabajo , nada atenta a Pedro Luis , al parecer ... ; pero éste , ¡ oh , sí , sí ! , con la atención o sin la atención de ella , era lo innegable que se había estado complaciendo en contemplarla las piernas y los brazos ... El impudor de estas mujeres tornó a herir a la Orencia delicada tanto como el descaro y la desconsideración de Pedro Luis . Se irguió , más pálida , ganada por el desaliento rabioso y dulce que habíala sido inútil con el infiel ya muchas veces : - Di , hombre ; dime , Pedro Luis ... : ¿ para esto me has traído ? - ¿ Para qué , mujer ? - trató él de disimular en vano todavía . - Para ver a esa indecente , a la Isabel . - ¿ Yo ? ... ¿ Está ahí ? ... Pero hija , niña , por favor ... , ¡ qué culpa tengo yo de encontrarla ! ¿ Soy yo , tampoco , o tú , quien hubo de empeñarse en que viniéramos ? Le miró ella , dura , blanca , muerta , a punto de llorar o caer en un ataque : - ¡ Bien ! ¡ A casa ! ¡ A escape ! ¡ Vuelve el coche ! - decidió . A menos del ataque , no había más que callar y obedecerla . Pedro Luis hizo al caballo revolverse , y lo puso al galope de un fustazo . Sonreía . Sentíase halagado en el orgullo . Sabía cuánto más enamora a las mujeres la aureola tenoriesca . a al lado suyo , aparte lo posible , en el Silenciosa al lado suyo , aparte lo posible , en el rincón , sollozaba Orencia contra el perfumado pañolillo , sujeto con ambas manos a los ojos . Domingo , y en este mayo de las Flores a María , que ya iniciaba las animaciones de La Joya . Las muchachas habían invertido la mitad de la mañana al espejo , peinándose , pintándose , vistiéndose ; habíanse lanzado con sus primaverales galas a la misa de once en San Andrés ; habían ido después a dejarse ver de los muchachos y continuar admirándose las unas a las otras en « Los Fenómenos » y demás tiendas de la calle de las Tiendas , y ahora , por la tarde , esperando la novena , anochecido , juntaríanse en casa de las Rivas , donde hoy era la reunión . Orencia entre ellas , porque al mismo tiempo que a charlar y a divertirse iban a reorganizar la Asociación de San Vicente de Paúl , por si había que socorrer con leche a los enfermos de las muchas familias arruinadas por la plaga . Altas las faldas ( excepto Purita Salvador ) , ocupada la otra mano en las sombrillas , y silenciosas y en fila y sobre la punta de los pies , para destripar los menos langostos posible , Orencia , Pura y Ernesta tenían que cruzar heroicamente el pueblo . Vecinas puerta al frente aquellas dos , y casi vecinas de la tita Antonia de la hermosa forastera , de intento habían pasado temprano a recogerla , con el fin de sorprenderla de trapillo y comprobar si fuese cierto , según tanto repetíase , que no se pintaba , que se bañaba y que de su tocador , bien a diferencia también que todas en La Joya , no le hacía ningún misterio a las amigas . Y ... , ¡ oh , sí ! , destruida la duda en toda su extensión . Admiradísimas la linda boticaria y la especie de rubio payasito lleno de albayalde que era Pura Salvador , marchaban procurando fijar en la memoria los detalles de las limpiezas exquisitas que habíanla visto en los dientes , en las manos , en los pies , en las uñas de las manos y los pies , con unas cosas a que la brava así capaz de recibirlas a plena confianza decíales polisiar o polisuar , y con unas raras pastas y esmeriles , de cuyo uso y marcas tomaron notas por si ellas decidieran cuidarse igual ... las uñas de las manos , cuando menos ... ¡ Qué uñas , Dios , las de Ernesta ! ¡ Qué pies ! ... ¡ Descalza pudiera ir a las visitas ! ... Ahora sí , comprendíase que una mujer no se lavotease y perfilara tanto , a no ser para ... desnudarse con los novios ... , lo que venía a corroborar , si no el embarazo de Ernesta y que hubiésenla traído a sacarla del apuro ( puesto que la vieron el vientre en el baño ) , que fuese verdad la historia aquella del tejado . La misma tita Antonia , tonta de remate , contábale a quien quisiera oírlo que su sobrina estaba como desterrada de Valladolid para hacerla olvidar a un capitán muy guapo , pero pobre ; y puesta a decir sandeces , añadía que , aunque no fuese rica Ernesta por su padre , célebre abogado , viudo , que ganaba un dineral con la misma sencillez que lo tiraba en lujos y mujeres , ella iría a dejarle un pasar con su dehesa y sus dos viñas . Además , conocíase el lance por Gil Antón , el primo y medio novio de Pura , cadete de Caballería ; el capitán , a cuyas relaciones oponíase tenaz el presunto suegro , se mudó a una casa de huéspedes contigua a la de Ernesta ; desde la azotea pasaba a un tejado inclinadísirno y charlaban en una reja de guardilla ; y una noche se descuidó , rodó , y fue a parar al patio de la novia , rompiéndose una pierna ; tuvieron que auxiliarle y recogerle la propia novia , el papá de ésta y las criadas ... Trasladado al hospital , el hombre se ofreció a acallar el escándalo de la ciudad entera con la boda ... Pero ya el orgullosísimo abogado , que querría algún rey para su hija , teníala prisionera a doble llave ; y cuando el de la pierna rota se curó y fue a verle y reiterarle sus ofertas , ni le quiso recibir , y le dio a manera de firmísima respuesta este viaje de la loca . Orencia le había oído contar todo esto , con el añadido de la sospecha de embarazo , a Pura directamente , a la rubita recién salida del colegio de las monjas , y más tímida y callada cada vez . Juntamente , toda la impresión de dudas y reservas que la forastera la inspiraba trocábase en una especie de galante compasión a la rubita , siempre alerta en mudas curiosidades infantiles así que veíanla junto a don Pedro , y siempre melancólica bajo las tiranías de la educación monjil y de su madre . Si las monjas del colegio , por sistema y garantía futura de virtud enseñándola a prescindir de las limpiezas , teníanla ahora condenada a no reír , a esconder las manos con vergüenza , a no mover mucho el pescuezo en la gorguera de rizados , para no lucir con los blanquetes de la cara lo sucio del cogote y de las uñas y de los dientes amarillos ... , la madre , la alcaldesa , la más que experimentada doña María del Carmen , querida del párroco don Roque , por mayor y aun más eficaz garantía de castidad , sin duda , obligándola a llevar viejas las medias y enaguas y camisas remendadas , impedíala bailar en los bailes , a la pobre , y correr con las amigas en el campo , y hasta sentarse a plena despreocupación de las cortas faldas de moda en las visitas , para no lucir las piernas y los bajos ... ¡ Oh , sí , sí , bah ! ... , pensaba Orencia , pensaba que entre la gorrinería de Pura Salvador y de la mayor parte de las señoritas de La Joya , y los aseos , ya equívocos de tan exagerados , de esta Ernesta fanfarrona y « ciudadana » , estaba el justo medio de colonias y dentífricos y lavoteo general todos los sábados que ella venía poniendo en práctica de antiguo . Desembocaban a la Ronda del General Rivas , sin nadie aún por el sol de siesta , que abrasaba , y amparándose más en las sombrillas y redoblando cautelas entre la abundancia de langostos , cuesta abajo , pudieron la muy bella forastera y la farmacéutica gentil ( claro es que no la pobre Pura ) llegar a casa de las Rivas , alzándose las faldas un buen poco . Fueron acogidas regocijadamente en la reunión , donde todavía se quitaban los sombreros , recién acabadas de entrar , Luz , Remedios y Gertrudis Jarrapellejos , de negro , sobrinas de don Pedro Luis , bizca la mayor y fúnebres y largas como mangas de parroquia . « ¡ Hola ! » « ¡ Hola , nenitas ! » « ¡ Qué elegantona , Ernesta ! » « ¡ Qué mona , Encarnación . » « ¡ Qué peripuesta , Orencia , tú , y qué bonita ! ¡ Anda , anda , más que una soltera ! ... » Igual que siempre , las mudas envidias acabaron concentrándose en las distinciones de Ernesta , de la exótica , que vestía esta tarde un traje seda topo . Tenían de par en par las dos ventanas . El salón lucía un retrato al óleo del general , gran cazador , padre de las niñas , que daba nombre a la Ronda , y que poco antes de morir ascendió de coronel , pasando a la reserva , y unos medallones antiguos con sendos relieves de pasta de marfil , en fondo jaspe , de Nerón y otros césares romanos . Con motivo del crema traje de étamine que estrenaba Orencia , y del asombro causado en Ernesta porque todas a aquélla la extrañasen su gusto juvenil para vestirse , lanzáronse a discernir si hacían bien o mal la mayor parte de las casadas de La Joya abandonándose en su adorno . Contra ello protestaban muchas , adictas de la valisoletana hermosa y de la farmacéutica ; mas no faltó quien apoyase la nota de orden , dada con mesura por Luz Jarrapellejos , y estalló la discusión . Reían . Cruzábanse en aguda música de gritos los varios argumentos . No lograban entenderse . A más de Joaquina y Petra , las dos alegres y nada feas dueñas de la casa y de las seis que acababan de llegar , estaban Nieves y Piedad Jarrapellejos , hijas de don Pedro Luis , de luto siempre por cualquiera de su parentela dilatada , altas como él y con la misma cara leonina del padre , aunque con ojos azules ; Encarnita Alba , preciosa miniatura de humor jovial , y que cojeaba algo a consecuencia del tumor blanco sufrido en la niñez ; Dulce Marín , fresca morenucha bien metida en carne y desparpajo , y su hermana Jacoba , guapa también y buena moza , pero insignificante de puro simple , lo cual la hacía cargar perpetuamente con los valses del piano para que las otras bailasen . Estaban , además , la comedida y simpática Eduvigis Porra y su novio , desde que tenían los dos once años ; Cleofé Buenaventura , un joven pálido , abrumado de premios en la recién concluida carrera de Derecho , y sólo atento a los estudios para hacer oposiciones a Registros y casarse cuanto antes . Cleofé constituía el modelo de virtud señalado por las madres del pueblo a sus hijos , generalmente borrachos y gandules ... Sino que estos dos , como si no estuviesen . Apenas cambiados los saludos , se habían vuelto a su rincón , detrás de una latania ( fieles a la costumbre de todas las parejas de novios de La Joya ) , y maldito si les llegaba a interesar ni estorbarles el fragor de la polémica . « Pues ¡ sí , señor ! » « Pues ¡ no , señor ! » « Las casadas se deben a sus hijos y su hogar . » « Pues ¡ no , señor ! » « Pues ¡ sí , señor ! » « Aparte de que se pueda atender a la casa y los pastores compuesta igual que de trapillo , las casadas les deben conservar la ilusión a sus esposos ... ¿ Por qué se ha de hacer de novias la farsa de engañarlos ? ¿ Por qué ellos después buscan fuera devaneos ? » « ¡ Porque sí , porque son hombres , y es lo natural ! » « ¡ No , hija , no ; no veo lo natural ! ¡ Porque ven a las otras más bonitas ! ... » Trajo un recado el sacristán de San Andrés . Al señor párroco , don Roque , le impedían venir dos bautizos y un entierro . Veríalas en la iglesia , después de la novena . Partió , dejándolas el frío como sepulcral de su presencia , y la boticaria anticipó algo de sus planes : reorganizar la Hermandad de San Vicente y dedicarle un trisagio en las Flores , ya que las rogativas parecían mejor para la falta de agua , a la plaga de langostos . Eran un horror . Referíalas el cuadro por ella en los Valles presenciado . Cortada así la discusión , que de sí propia , por otra parte , había ido agotándose , no supieron de qué hablar . Arrastraron a Jacoba a la banqueta del piano . Ernesta , con su bella voz de contralto , cantó La Matinata , de Folchi , y la Plegaria de La Tosca . Cantaron después a coro el Ven y ven y el vals de La viuda alegre . Los de Chopin , últimamente , aunque bien ejecutados por Ernesta , fraccionaron las conversaciones por las sillas , engendrando algún bostezo . Un espíritu muerto empezó a volar , con las moscas , sobre aquellos rostros aburridos de rígidas caretas de albayalde y bermellón . Las Jarrapellejos referíanle a la boticaria los progresos del manto que le bordaban a la Virgen . Purita Salvador , al otro lado , contábale a la despreocupadísima Dulce que había estado viendo a Ernesta bañarse y arreglarse . « ¿ Bañarse ? ... ¿ Pero bañarse ? » « Sí , en una bañera . » Asombro . En La Joya , quitando la gentuza que por Julio se tiraba al río , y salvo el orgulloso de Octavio y el conde de la Cruz , que tenían baños de mármol en sus casas , no se bañaban más que los enfermos de mucha gravedad . Ernesta , además , no se pintaba . Sus manías , las uñas , los dientes y los pies ... » ¡ Oh , bah ! - exclamó Dulce , mirándola de reojos ; y al oído de Purita - : ¿ Me quieres decir para qué le sirve tanto limpiarse a una mujer , y especialmente si es soltera ? ... » Voces en la Ronda . Excepto Eduvigis y el novio , fueron todas a las rejas . Un borrico respingaba , escapado a unos gitanos . Entretúvolas buen rato su captura . Luego , disimulando en los abanicos los bostezos , vieron cruzar un galgo al trote ; vieron regar el suelo al dueño de un quiosco , y vieron acercarse a una desmelenada gitanilla , que las pidió limosna , llena de churretes . Lo único que no veían , por mucho que miraban , era a los muchachos . Ernesta comprobaba una vez más el cruel aburrimiento que acometía a las infelices en cuanto llevaban juntas y se habían admirado los trapos diez minutos . No las trataban los señoritos de La Joya , salvajes y como cazados a lazo casi todos . En las tiendas y en la puerta de la iglesia cruzaban de largo o las observaban en grupos desde lejos . Incapaces uno a uno de acercárseles , por un recelo de barbarie que no supiese qué decirlas , únicamente osaban hacerlo dos o tres reunidos . Y para esto esperaban ellas los tan ansiados domingos , luego de pasarse la semana reformando trajes y sombreros . Bostezaban , bostezaban , mirando hacia la Ronda . Era la Ronda del General Rivas el orgullo de La Joya , pueblo casi ciudadano y orgullo a su vez de los demás de la región por muchas cosas importantes , como los comercios de escaparates con pistolas y molinillos de café , el eléctrico alumbrado , los gramófonos del juez y del jefe del telégrafo , las bicicletas y los caballos de Octavio , Julio Pérez , Luis González ( El Brocho ) , el tílburi de Orencia , los otros siete coches de siete ricos , y la berlina , el landó y el automóvil del conde de la Cruz de San Fernando . Todos los joyenses , aunque al llegar sus parientes y amigos forasteros hubiesen tenido en la diligencia que cruzarla , ya que abríase desde la misma glorieta del gran puente árabe sobre el Guadiana , les volvían a mostrar y les hacían fijarse en las bellezas y amplitudes de la Ronda : al centro , la carretera , bordeada de acacias , a cuya sombra acampaban las tribus de gitanos ; a los lados , jardines con arboleda , con girasoles , con malvas reales , con tres quioscos amarillos de agua y aguardiente ; un enorme pilar , con fuente de tres platos restaurada en una juvenil y alcadesca dominación de don Pedro Luis Jarrapellejos ( según decía una lápida , por más que , naturalmente , la construcción fuese árabe ) , y aún sobraba sitio para instalar durante el estío un cinematógrafo , que , a partir de media tarde , le añadía el estruendo de su órgano al ruido y a la animación de los carros que cruzaban , de los bravos herradores que sudaban trabajando a las puertas de sus tiendas y de las gentes que iban o tornaban de paseo o de San Andrés , templo en moda para todo y que regía y tenía con grandes lujos el riquísimo párroco , primo de don Pedro Luis , don Roque Jarrapellejos . Los forasteros , una vez admiradas tantas cosas de la Ronda , solían oírle al feliz indígena a quien hubiésele cabido la suerte de mostrárselas , este apóstrofe , en sorites , que se le achacaba a don Pedro Luis , de cuando estudió Lógica y Ética : « La Ronda del General Rivas es lo mejor de La Joya ; La Joya es lo mejor de Extremadura ; Extremadura es lo mejor de España ; España es lo mejor del mundo ; luego La Joya es lo mejor del mundo . » Es decir , que La Joya , aunque pequeño , era la verdadera joyita de España . « Cuando menos - añadían , dejándose de exageraciones - , aquí , en La Joya , pueblo que guarda cuidadosamente todas las puras españolas tradiciones de virtud , en religión , en costumbres , en política y en todo , es donde los extranjeros debían venir a conocer la raza . ¡ Oh , si aprovechando las ruinas árabes y los bellos panoramas , se decidiese a favorecer el turismo nuestro gran Jarrapellejos ! ... » - ¡ Contra ; vaya un nombre ! - solían los forasteros exclamar , abrumados de tanto oír Jarrapellejos - . ¿ Es un mote ? Claro es que no lo preguntaban si no fuesen de muy largo , porque , en otro caso , conocíanlo demás , y les sonaba a maravilla . No ; ¿ qué iba a ser mote ? ... Apellido , y orgullo y timbre de la familia poderosa , aunque chocara hasta habituarse a su grandeza , como Recaredo , Fredegunda , Doña Urraca y varios de la Historia . Según unos provenía del gobernador de la alcazaba de Alajar , Arap-el-Yej , o Ara-pe-Iej ; según otros , de un caudillo , ascendiente de don Pedro , que a sablazo limpio ( 1808 ) les desgarró la piel a muchísimos franceses ; y no faltaban , en fin , quienes rebajaban su origen ( los enemigos del cacique , y entre ellos Gómez , el director de La Voz de La Joya ) , achacándoselo a un célebre bandido de caminos que , no haría un siglo , se enriqueció a fuerza de robar y matar por la comarca . - ¡ Oh ! ¡ Ya vienen ! ¡ Ya vienen ! - anunció Jacoba de improviso , cortando los bostezos - . ¡ Ahí están ! Referíase a los muchachos ... , y ¡ nada ! Decepción . El Curdin-Club . El grupo de borrachos , que al verlas torció hacia los paseos de enfrente . Cruzaban el pueblo a todas horas , mudos y solemnes , tal que una permanente comisión de pésames y entierros , y no iban más que recorriendo las tabernas . Delante , Evaristo , ¡ muuú ! , grande , el jefe , el más grave , rubio hipopótamo , que mugía e iba perdiendo la facultad de hablar , de tanto vino y aguardiente ; detrás , y entre otros , Saturnino , con su aire chulapón y su sombrero cordobés , sobrino nada menos que del conde de la Cruz , con el cual vivía ; ¡ una lástima de chico ! ; y el que aún era mayor lástima , Mariano Marzo , guapo , listo , concejal de la familia de don Pedro Luis , y que en llegando la ocasión sabía enjaretar un discurso corno un ángel , y ponerse corno nadie la levita . Volvió la Ronda al abandono . Pero declinaba el sol y tardó menos en aparecer alguna gente . Don Atiliano de la Maza , caballero setentón , de nariz enorme , siempre llena de rapé , y poeta , con varios amigos se detuvo a anunciarle a Ernesta que la estaba componiendo tres sonetos para su cuarta colección de cien sonetos . Continuaron , y las saludó y piropeó el grupo del juez . En defecto de los jóvenes , los viejos floreaban a las chicas . Otro asustado , de pronto : Manolo Alba , a pesar de que estaba su hermana en la reja ; detúvose , y hubieron de salvarle dos que venían detrás . Juntos , acercáronse y entraron . Tornó la reunión al alborozo . Uno de los llegados , Gómez , rechoncho solteroncete ya maduro de fuerte bigote negro , de barba tan recia que al afeitarse quedábale la cara azul hasta cerca de los ojos , y director y redactor único del quincenario católico y conservador La Voz de La Joya ( de brava oposición perpetua a la política local , a la de los Jarrapellejos , por cuestión de unos pleitos larguísimos sobre una cuantiosa herencia que no le pudo Gómez ganar al párroco don Roque , a causa de lo cual dijo en el periódico que a éste « le habían hecho cura sin vocación , en la época de los apuros pecuniaros de su casa ... » ) , traía un número de La Voz con un artículo dedicado a Ernesta en saludo ditirámbico ; el otro , caballista , cazador , bastante torpe , pero buenazo , solo , rico , y , por lo tanto , « buen partido » para las más de cuatro que le pescarían de buena gana , no cesaba de sentarse y levantarse , y cada vez que se levantaba arreglábase con un golpe de mano y con unas genuflexiones leves , que le ponían las piernas en paréntesis , la cruz del pantalón . Usábalos de punto , siempre , y era aquélla una costumbre que hacia sonreír a las muchachas . En una viña tenía una querida con tres hijos ; en un cortijo , otra querida con cuatro ; en una dehesa , otra con dos , todas de lo más florido que salía entre las pastoras . Le daba ello fama de conquistador , aunque por timidez no lo hubiese probado aún con señoritas ; y ellas , en la intimidad , igual que sus amigos , llamábanle el Garañón aunque llamábase Gregorio . « ¡ Gregorio , hijo , hombre ! , ¿ por qué no te estás quieto ? » , decíale alguna vez alguna en confianza , y en particular Dulce Marín , no desesperada de llevarle pronto o tarde al matrimonio . No podía ser ; sudaba , sentía comezones y hormiguillos por la sangre , y andaba que saltaba de los nervios . Manolo Alba , en cambio , parecía un mosquita muerta , con sus húmedos y largos ojos de ciruela y su sonreír de colegial en la cara palidísima de orejas transparentes , y era un cazurro de cuidado . Acostado hasta la una , traía con las sirvientes de su casa un trajín de mil demonios . No había quien le hiciera aplicarse en sus cursos libres de Derecho . El colmo de la dejadez , de la pereza . Se tumbaba en un sillón , por pereza tocaba la guitarra , y ni a tiros lograban levantarle . De niño lindo , poco menos que anteayer , había dado un estirón y había echado un bigotillo que no importaba para que las amigas de su hermana le siguiesen tratando maternales . Reñíanle con frecuencia , y le reñían ahora , pasados la lectura y el comentario del artículo . « Pero , niño , Manolito , ¿ por qué estás siempre tendido ? ¿ Por qué te estás tanto en la casa ? » « ¡ Aer ! , ¿ y dónde se está mejor ? » « Pero , niño , Manolito , ¿ por qué no estudias ? ¿ No ves Cleofé ? » « ¡ Aer ! ¡ Es uno un perro , lo comprendo ! No puedo estudiar porque estoy débil , tal vez de haber crecido mucho . » Tenía gracia la resistencia pasiva de Manuel , que , a lo tonto a lo tonto , sin hablar , por menos de dos cuartos , largábale en blando un disimulado sobón de codos a la primera de estas reprensoras que llegara a descuidarse . Luego relamiéndose , les decía con plena franqueza a los amigos : « ¡ Aer ! ¡ Si vieses qué duras las tiene la Fulana ! » Y , naturalmente , cuantas presumían de hallarse en caso tal , excepción hecha de la Orencia severísima y la encopetada colección Jarrapellejos , prestábanse a los descuidos con el fin de que Manuel lo pregonase ... Dejaron a Manuel . - ¡ Octavio ! - había saltado como un grito triunfal de Petra en una reja . Resonaban los cascos de un caballo . Corrieron todas , y Gregorio y Gómez - éste contrariadísimo por la fulguración de alegría de la hermosa forastera a la magia de aquel hombre , después que pareció agradecerle tanto los elogios del artículo . Fanfarroneando destrezas de jinete en un magnífico alazán de levantado rabito de plumero , a la moda madrileña , Octavio se acercaba . Diríase un príncipe . Traía su consabido traje gris de montar , gorra pequeñita , casaca abierta atrás y con traba , calzón de bolsa , ajustado a la rodilla por una serie de botones , polainas avellana y espolines . Alto , esbelto , pagado de su tipo inglés , con bigote color paja , y de la blancura de sus dientes , tan blancos que hasta que vino Ernesta no habíanse conocido otros en el pueblo , ya sonreíala desde largo , por lucirlos . Llegó , saludando con la fusta y la enguantada mano , metió el caballo en la acera , y luego de repartir un ramo de rosas de su quinta , reservándole a Ernesta la mejor , bastó una indicación de Gregorio , como inteligente en caballos también , para que se pusiese a ejecutar con el suyo escarceos y evoluciones . No se diría de La Joya , ni aun de Valladolid - pensaba la valisoletana - , este hombre de veintiséis años , finísimo , guapísimo ... , divina pareja para ella . La hacía el amor , y desde que le hubo conocido era la nueva intensísima ilusión que la borró los vivos recuerdos del capitán y del tejado , poetizándola la cómica tosquedad de todo lo demás de este pueblucho . Con la rosa en la boca , insinuó : - ¿ No entra ? ¡ Ah ! Orden de miel . Se desmontó Octavio , y le encomendó la conducción del caballo a un guardia municipal que estaba entre los chicos que se habían juntado a verle maniobrar . Ya en la sala , leyéronle el artículo de Gómez . Lo ponderó . En seguida , su amena conversación de crónicas mundanas , de viajes y teatros monopolizó en una de las rejas a Ernesta , a Orencia y a todas las Jarrapellejos . Selección aristocrática . Las otras , salvo las Rivas , habían viajado poco , y no se entretenían con estas cosas . Chafado el periodista , empezó a hablarlas mal de Ernesta ; y Dulce se llevó aparte a Gregorio . Pero hasta Dulce contemplaba celosa la pareja de preferencias mutuas que formaban Octavio y la muy bella forastera . ¡ Oh , sí , Octavio , aquel Octavio de las principescas cortesías y desesperación de sus paisanas ! Buscábalas ahora diariamente porque estaba Ernesta . Hijo único , su padre , muerto tiempo hacía , fue gobernador de Tarragona y de Murcia . Emparentado de lejos con el conde , mas no tan rico que varias de ellas no le duplicasen y triplicasen en caudal , hubo de educarse , mientras siguió la carrera de Derecho ( aquí todos eran o intentaban ser abogados ) , en casa de otros parientes marqueses y ganaderos de Sevilla , que le aficionaron a la esgrima , al tenis , al polo , al tiro de pichón , a correr y derribar reses bravas ... , a las genealogías y ejecutorias de nobleza y a la Historia y la política ... Por esto , y a pesar de envidiarle con cordial odio el automóvil , cultivaba lleno de digno y filial comedimiento las simpatías del conde de la Cruz de San Fernando , senador , a la mira de sucederle alguna vez . Atormentado prisionero de las altiveces de su estirpe , Octavio , tan feliz en apariencia , sabíase lleno de contradicciones y zozobras . Aborrecía al pueblo , y les impedía a su madre y a él trasladarse a Sevilla la falta de medios para vivir con el mismo tren que sus parientes . Podía quizá , estar siendo diputado , en lugar del botarate forastero don Florián , y ni lo intentaba por no mendigarle a nadie los sufragios y exponerse a una derrota . Abominaba lo plebeyo , y un poco por las ideas moderadas de sus libros de filosofía y sociología , y un mucho por la burla del destino , que no le quiso hacer hidalgo millonario , ya que no también , de paso , conde o marqués , detestaba de potentados y condes y marqueses , soñando con tremendas reivindicaciones populares . Sin embargo no toda la culpa le correspondía a la suerte , sino a los recónditos orgullos que manteníanle en su altivez innata , llenándole de perplejidad : pudo ser título y magnate casándose con Berta , la audaz y bella prima sevillana , que llegó hasta a provocarle en su alcoba algunas noches , y ... no la tocó , de horror a que sus padres pensasen que con el escándalo forzaba un matrimonio no consentido quizá de otra manera ; se pudo casar con Margarita , única hija y heredera de este viudo conde de la Cruz , rica , aunque no como la otra , si bien , al revés que Berta , mística y formal , y la escasa belleza de la joven contúvole su designio oculto en una vacilación de dignidades con sobrado espacio para que ella decidiese su vocación claustral y profesara en un convento . Hoy , pues , Berta , casada con un duque , y Margarita , con Cristo . ¡ Ah , sí , por digno , por orgullosamente digno e indeciso él ! ... Lleno de nostalgias dolorosas , todavía muchos ratos desde su casa contemplaba , en la vecina del conde , por encima del jardín , aquellos dilatadísimos corrales de graneros y laneras , aquellas manadas de mulas y bueyes de labor , aquel automóvil y aquellos coches que podían ser suyos . Hasta comprendida la propia situación , y necesitando el reflexivo Octavio , en todo caso , de una boda que a la vez que le dejase éticamente tranquilos el orgullo y la conciencia le acrecentase de considerable modo el capital , al objeto de lanzarse a sus grandes esperanzas en política ... , claro es que al flirteo con Ernesta sólo le otorgaba el valor de un pasatiempo . Había venido , evocábanle sus lujos a la noble y loca prima sevillana , más sensualmente hermosa Ernesta que la prima , a la verdad , y ... « ¡ Gru ! ¡ Gru ! » ¡ Ah ! « ¡ Gru ! ¡ Gru ! ¡ Gru ! » ¡ Concho ! ¡ El conde ! ... El auto , la bocina . » ¡ Gru ! ¡ Gru ! ¡ Gru ! » ¿ De vuelta ? Cortada la conversación y lo que Octavio pensaba mientras hablábale a Ernesta sumiéndose en la luna azul de sus ojos negros y terribles , vieron acercarse el automóvil . El conde , al verlas , hizo que el chauffeur lo detuviese . Descendió , por saludarlas y por conocer y ofrecerse a Ernesta , de cuya tita Antonia era muy amigo . El coche y él venían llenos de polvo , de Madrid , y , sin embargo , don Jesús , según le nombraban cariñosamente las muchachas , no traía balandrán de dril , ni gorro de automovilista , ni anteojos , y sí los mismos sombrerete hongo y trajecito y corbatita negros con que aquí andaba por las calles . Pequeño y recortadito , con sus vivos y redondos ojos y su bigote cano , movía las manos pálidas en eucarística lentitud de bendición , y más que un conde , parecióle a Ernesta , admirada de la lluvia de piropos que a ella y las demás las iba derramando , una especie de tieso empleadillo setentón de notaría . Engañábase en diez años ; el conde contaba sesenta nada más . Viudo tres veces , y la tercera de una bonita Socorro de veinte abriles , bien que se volvería a casar , indicaba su afición a las muchachas , las cuales , por su parte , correspondiendo amables a la suave cortesía de don Jesús , habíanse amontonado una tras otra a la reja . Manolo , en la última fila , aprovechaba el barullo para estar metiéndole el codo por un lado del pecho a la simple de Jacoba . Gómez , indignado contra este conde del canasto , que de nuevo arrebatábale la atención de las amigas , le ponía de viejo verde y avaro , en tanto él las seguía encantando , extasiando , embelesando con sus flores . « ¡ Bah , el mezquino ... , que había comprado automóvil para no gastar en los viajes a Madrid en diligencia y en tren ! » « ¡ Pero , hombre - replicaba Petra Rivas - , si , siendo senador , en el tren , viajaba de balde ! » « ¡ Bueno , por ahorrar la diligencia ! ... » Marchóse don Jesús , al fin , con un adiós predilecto para Octavio , con una última mirada para Ernesta , dejando atrás una estela de admiraciones entre el polvo de su auto ; e inmediatamente , a una frase despectiva de Gómez , surgieron halagüeñas otras frases : - ¡ Qué fino ! - ¡ Qué galante el conde ! - ¡ Qué cortés ! - Pero ... ¡ por Dios , niñitas ! - ¡ Bah ! ¡ Más simpático y amable cien veces que vosotros ! - ¡ Ya lo creo ! - ¡ Claro ! - ¡ Claro , claro , sí ! - ¡ Vamos ! ¿ que os casaríais con él ? - ¿ Por qué no ? ... Como Socorro . El colmo . Oyéndolo , a Gómez se lo llevaba Lucifer . Había huido asqueado hacia el piano , y le acosaban a protestas . ¿ Qué más daba la edad ? ... Educadísimo , agradable , guapo , todavía , el conde . Orencia , con su grande autoridad , y las Jarrapellejos , con la suya , llevaban la voz cantante en el coro femenino de alabanzas . Por suerte , Gómez vio aliársele a Octavio y Ernesta , quienes opinaban también , e intentaron razonarlo , que por muy bella persona que fuese el conde para amigo , era ya imposible que pudiera hacer la ilusión y la amorosa felicidad de una muchacha . Nuevas protestas , nuevo ardor de todas sosteniendo lo contrario , y como arremetían contra Gómez , cuya voz penetrante de corneta las exacerbaba , Ernesta y Octavio fuéronse a un sofá , lejos de donde Dulce charlaba con Gregorio , y del rincón de la latania , en que seguían comedidos departiendo Eduvigis y Cleofé . - Comprenderá usted , Ernesta - dijo Octavio , jugando con los guantes y la fusta , y después de atender los dos otro momento al griterío - , que antes prefiera uno morir de santa soltería que cargar con mis paisanas . Idiotas , llanamente . Vea su moral . Las almas amarillas , igual que los dientes y el pescuezo . Una tal carencia de ideales , una tal confusión de la poesía de la vida con los más toscos intereses , que de buena fe , ¡ de buena fe , créalo , las conozco ! , piensan que pueda ser lo mismo un trovador el bruto de Gregorio , porque es rico , a un viejo , porque es conde . - ¡ Qué horror ! ¡ Repugna eso ! Y es cierto , y lo que me ha chocado más : ya que se pintan así , ¿ por qué no se limpian los dientes ? - Porque no tienen sentido común , Ernesta ; porque son en todo la incongruencia y la inconsciencia . Tropa de payasos . Se educan en las monjas , unas monjas cristianamente puercas y cerriles que gastamos por aquí , y éstas las enseñan que la excesiva limpieza es pecado de impudicia . No obstante , se pintan , se embadurnan , lo mismo que demonios , sin que a ello tengan las monjas nada que oponerle . Cumplen la regla de la Orden , que a las hermanas prohíbelas los cuidados del cuerpo y de la boca , y basta ... aunque el pintarse , en realidad , constituya la infracción más torpe de aquellas honestidades que hacen radicar en la falta de limpieza . Va con el aseo , en razón inversa , la virtud de La Joya , desde el punto de vista , al menos , religioso ... ; ¡ y usted , Ernesta , porque se baña , se encuentra en muy propincuo riesgo de ser conceptuada terrible pecadora ! ... - ¡ Qué gentes ! ¡ Qué barbaridad ! - rió ella , torciéndose hacia él como a un refugio de ideal , y así ciñéndose más la opulencia de los muslos en las dóciles sedillas de la falda . Octavio se estremeció , tan cerca envuelto en la ola sensual de vida bella y de perfumes . Queriendo disimularlo , porque siempre habían sido la fuerza suya el dominio y la frialdad , era lo cierto que se le iba metiendo demasiado adentro el esplendor de pagana gracia que efluviaba esta mujer . Fue ella , pues , mostrándole el blanco azul luna de sus ojos en lánguidas miradas , y el blanco nieve de los dientes en sonrisas de la roja flor amplia y fresca de su boca , la que guió ágil al pobre deslumbrado por los escabrosos derroteros a que la conversación los conducía ... Las Hijas de María estaban muy contentas del trisagio . Al sexto día de la novena un ciclón barrió la plaga de langostos . « ¡ Milagro , milagro ! » , decían en gracias a la Virgen , repitiendo lo que los señores sacerdotes demostraban desde el Púlpito . Algunos escépticos explicábanlo de un modo natural : lo mismo que cualquiera medianamente observador , en este pueblo de las moscas , podía notar que las moscas , y las mariposas también , disminuían notablemente después de los fuertes vendavales , el ciclón , que tras una tremenda granizada estuvo soplando treinta horas entre remolinos de polvo , de tejas y de ramas desgajadas de los árboles , habría arrastrado a los voracísimos insectos . El hecho , milagro o no de la piedad divina , era que desaparecieron . No quedaba uno . Cierto que el ciclón arrancó chozos , descuajó encinas y asoló huertas y olivares . A los arruinados por la langosta , uniéronse casi en doble número los nuevos damnificados , para pedir limosna o manifestar por las calles su sorda irritación . Veíanse negras las damas de San Vicente de Paúl , presididas por Orencia , repartiéndoles raciones , y Gómez , maligno , pronto a hacer arma política de todo , enumeraba los destrozos en La Voz de La Joya y fomentaba la protesta . Dos emisarios del Gobierno , llegados tres semanas antes , recorrían los campos , en no se supiese qué estudios o qué posibles problemas de socorro . Ignorábase si su viaje obedecía al clamor de La Joya o al de la provincia entera , y al de las próximas , castigadas más cruelmente , según la Prensa de Madrid , por la plaga que aquí tenía perennes focos de reproducción . Vivían en la posada , y hoy , acompañados por el alguacil , que era al mismo tiempo sacristán de una parroquia , se dirigían plaza abajo a la reunión de autoridades que iba al fin a celebrarse . Junto al Ayuntamiento estacionaban grupos de braceros , al sol , sudando , con sus chaquetones pardos y sus fajas encarnadas . Al ver a los delegados , última esperanza del pobre en este rincón del mundo , desamparado de justicias , hubo un conato de rodearlos e informarlos de sus quejas ; pero desistieron , porque El Mocho , el alguacil , el ex presidiario , además , hombre de malas pulgas , era uña y carne de caciques . - Si quién ostés - dijo El Mocho - puen tomá café despacio en el Casino , y asín lo ven . Aunque la cita era a las cuatro , nadie empezaría a acudir hasta las cinco . Cómodo , nuevo , una joyita el Casino , con sus adornos de yeso y sus amplios ventanales . El Mocho les enseñó la sala de juego , espléndida . Mesa de ruleta ; mesa de monte . « ¡ Aer , de noche , si les tira a ostés la timbirimba ! ... » ¿ Quién lo ha hecho ? » « ¡ Aer , quién quién ostés que l'haiga hecho : don Pedro Luis ! » Veían después por la ventana los edificios , también nuevos , del Ayuntamiento y del teatro , discordantes con los demás de la vieja plaza , e informándose acerca de quién hubiese realizado aquellas obras , obtenían igual contestación : « ¡ Aer , don Pedro Luis ! » La luz eléctrica , los rótulos de las calles , el uniforme de los guardias ... « ¡ Aer , - insistía El Mocho , admirado de que pudieran tales cosas preguntarse - , quién quién ostés que haiga hecho na , más que don Pedro Luis Jarrapellejos , el que lo hace to , el que pue to , el amo ! » Tenía razón . A pesar de que el conde de la Cruz fuese el alto inspirador de la política , y de que sus consejos , y aun en cierta manera los de Octavio , como joven serio y orientado a la moderna , se oyesen en determinadas ocasiones , don Pedro Luis , campechanote , era el que mandaba , en íntimo contacto con el pueblo . Sin haber querido serlo nunca - « Pa qué ? » , contaba El Mocho - , él hacía y deshacía los diputados y . traíalos de coronilla ... Un tanto molestos por la omnímoda autoridad del cacique , ambos delegados , en su condición de representantes del Gobierno , burláronse ligeramente del uniforme de los guardias . Y , sin embargo , dos personas que cruzaban la plaza entonces , Octavio y Juan Cidoncha , iban precisamente lamentando la insignificancia de aquella comisión a que el Gobierno , y como siempre , encomendaba la tardía salvación de la catástrofe . Ni ingenieros , siquiera . Pobres diablos de peritos agrícolas , con los que no sabrían qué hacerse en la capital de la provincia , y se ganaban unas dietas . Los grupos de trabajadores le abrían respetuosa calle de saludos a Cidoncha : - ¡ Don Juan , que lo diga osté ! - ¡ Don Juan , que no nos abandone ! Medias palabras . Ansias contenidas por temor a Octavio . - ¡ Descuidad , hombre , descuidad ! - calmábalos Cidoncha , con un gesto de firmeza , en que refulgía la serenidad de la razón . Entraron en el Ayuntamiento . El portero les pasó a la desierta sala de sesiones . Sentáronse a esperar . Cidoncha habíales hablado a aquellos infelices en el Liceo de Artesanos varias noches . Próxima la siega , venía recomendándoles que se uniesen , al objeto de impedir la desastrosa competencia de sus propias hijas y mujeres . Ellas , según costumbre inveterada , iban a segar , a reventarse al sol , los días enteros por una peseta , y ellos veíanse precisados a emigrar durante esta época del año , en busca de un jornal de cuatro o cinco . Le habían pedido a Cidoncha que les representase en la reunión para esto y para todo . - Sí , hombre - le animaba Octavio - , aprieta bien . Y además los debías organizar en sociedad de resistencia . ¡ Pobre gente ! No podría ayudarle él , por su especial posición entre amigos y parientes ; pero vería complacidísimo que se empezase a quebrantar el régimen de feudo . Íntimos los dos , con el alma abierta a las noblezas de la vida , siguieron abominando de las arcaicas miserias de La Joya y de España . Mientras moríase de hambre y suciedad la mitad de la nación , el Gobierno , heroicamente enfrascado en discutir en las Cortes si era constitucional o no la última crisis de las cuatro habidas en un mes , creía cumplir con comisiones o bromas de Gaceta . Pan y duchas , he aquí la fórmula de la general redención para Octavio . - Sí , sí , Juan - insistía , reforzando su argumento , a la vez que le informaba de cosas de esta Joya , donde Juan llevaba pocos meses - ; un país de idiotas , de famélicos , de sucios . No se come . Lo mismo que ves ahí fuera a esos extenuados de fatiga , acartonados por el aire y por el sol , fíjate y advertirás que hasta la mayor parte de los ricos llevan crónico en la cara el rastro de la debilidad , del salón de oveja muerta que consumen . Crían ganados excelentes , y los venden en Madrid . Guardar , atesorar ochavo a ochavo , o jugar a la ruleta . Nos diezman las epidemias y nos abruman las plagas , con gran contento de don Pedro Luis y de sus bravos corifeos , que así afirman el dominio . La miseria sirve para prostituir a las mujeres y para volver a los maridos borrachos y gandules . Régimen de servilismo , en fin , que envejece los cuerpos y las almas de pura hambre y porquería , mal disimuladas por las cloróticas muchachas con caretas de albayalde ; y ya ves tú , porque soy un poco independiente y tengo cuarto de baño en mi casa , y porque tú te bañas y han averiguado que se baña Ernesta , nos juzgan raros a los tres , y a ella , punto menos que una ... Se irritó ; sabía que circulaban soeces comentarios acerca de los aseos de Ernesta , acerca de ciertos detalles de sus íntimos cuidados , sobre todo , pues nadie , al parecer , entendía que una joven necesitase ser tan absolutamente limpia desde el pelo hasta los pies , y vestirse al interior con tan rabiosa pulcritud , como no fuera ... « para dejarse desnudar » , y olvidó sus dolores sociológicos , lanzándose a charlar de la hermosa calumniada . Sólo con Cidoncha permitíase tales confianzas el prudente , el altivo Octavio . Se conocían desde pequeños , de haber estudiado juntos en Sevilla ; y si bien la distinta posición los apartaba , porque Cidoncha no era más que el hijo de un humilde labrador de Grazalema , habíalos unido con viva simpatía el talento y la afición a los estudios . Cidoncha siguió la de Ciencias , a más de la carrera de Leyes . Se fue a Madrid , ganoso de horizontes , lleno de esperanzas , y su pobreza y su rígida honradez , que repugnaban los medios de indecoro , le hicieron fracasar en el intento de meterse , por recomendación de un caciquillo de su tierra , a periodista . No había perdido la relación epistolar con Octavio , y éste le proporcionó la cátedra que ahora desempeñaba en el colegio de La Joya , adjunto al Instituto . Modesto , con modestia de perdones y condescendencia para todo , encastillada en su filosófico concepto de las cosas , a plena fe creía en el poder virtual de las ideas y en un porvenir mejor del mundo hecho por la ciencia y por la higiene . Habíase instalado aquí en un blanco cuartito limpio , de los abuelos , por cierto , de la famosa Isabel , de la famosa Fornarina , y lejos de envanecerse con la amistad de Octavio , redujo su vida , desde luego , a las obligaciones del colegio , donde explicaba agricultura y procuraba aficionar a los alumnos con un pequeño campo de experimentación ; a organizar en el Liceo clases de dibujo y artes aplicadas , siendo él el profesor de casi todas , con gran sacrificio de su tiempo ; a la gimnasia sueca y a pasear solo , fortaleciéndose con el metódico ejercicio al aire libre cuando no le buscaba Octavio , distraído en los deportes y tertulias , y a conversar y bromear con Isabel admirando su belleza , en las frecuentes ocasiones que iba a visitar a los padres de su madre la alegrísima muchacha . Una gloria verla tan lozana entrar , llena de harina ; cerraba el libro Cidoncha , y de extremo a extremo de la mesa reían y charlaban largamente , en tanto trajinaba fuera la abuelita . Al principio estas visitas de la joven habían sido raras y sin orden ; ahora , cada noche , novios ya ; y por nada de la tierra dejaba de esperar a Isabel el profesor . Las señoritas , que habían acogido indiferentes la llegada del humilde forastero , acabaron por fijarse en sus corbatas , en sus cuellos limpios , en sus empaques de hombre no vulgar y en el absoluto desdén que las mostraba : ni una vez intentó acercarse a ellas . Los señoritos , los hombres , por su parte , rectificaban , enteramente desorientados , con motivo de Isabel , el concepto de fatuo apóstol con gravedad de burro que les hubo de merecer el catedratiquillo al contemplarle solo por los campos . No concurría al Casino de señores , y de vuelta del paseo solía tomar cerveza en el Liceo con la gentuza . ¿ Era posible que un tipo así hubiera venido a que se le entregase sin más ni más la Fornarina , incluso buscándole en su casa , ¡ necia ! , cuando había sido y seguía siendo la de ella el paso de procesión de tantos como la acosaban ofreciéndola dinero , collares y sortijas , hasta fincas y matanzas ? Acerca de estos asuntos del corazón , tanto o más que de sociologías , placíanles a Octavio y Juan las confidencias . En el profundo abandono de algunas noches de luna por el puente , oyendo cantar los mirlos en los sauces , aquél había llegado incluso a contarle al discreto amigo su aventura con la prima sevillana . Ahora se empeñaba en la no fácil tarea de describir física y moralmente a Ernesta ; evocaba de ella encantadores gestos y audacias a que la conversación parecía arrastrarla sin querer . Creía Octavio en la complejidad de las almas femeninas . Ardua cuestión la de fijar por apariencias los quilates del fondo de virtud de una mujer , y de una mujer a la moderna , especialmente . - Bueno , ¿ pero estáis en relaciones ? - No , Juan ; aunque como si lo estuviéramos de hecho . No debo proceder con ligereza . Es demasiado guapa para que pueda uno estar cierto de no llegar hasta la burrada de casarse , con tal de verla suya , si no cediera de otro modo . Exponerme a un riesgo así sería insensato . En primer lugar , porque Ernesta , a pesar de que yo no creo que se comprometiese irreparablemente en su valisoletano lance del tejado , pues que no hubiese olvidado por mí tan pronto al capitán , ni fuese su padre tan tonto que con él opusiérase a la boda , es , al fin y al cabo , una mujer frívola , acaso un poco bruta , y , sin duda , de mucho menos valor espiritual que plástico . En segundo lugar , tampoco su posición me convendría : le falta capital , y aparte mezquinas ambiciones , y no tratándose de quien con sus cualidades ofreciese la garantía de una sólida ventura , lógico es que busque una esposa que aporte al matrimonio siquiera lo que yo . La vida impóneseme con grandes exigencias , so pena de renunciar a ser diputado algún día ... , gobernador , como mi padre ... « Ministro , quizá ... y con harto más motivo que los tantos que lo son en este desgraciadísimo país de los ministros botarates » , iba a haber dicho . Pero se detuvo ante el ecuánime Cidoncha , que de puro servil ni adulador limitábase a escucharle sonriendo ; y con otra pregunta , recíproca de la que le había hecho él , volvió a las cordialidades su ímpetu altanero . - ¿ Y tú , Juan , y tu Isabel ? ... ¿ Marcha la cosa ? - Sí ; desde anteayer ... , ¡ no ! ¿ Cuándo fue la última vez que estuve a verte ? - El lunes . - Justo . El lunes . Desde el día siguiente , hace tres , va también por las siestas a mi casa . ¡ Oh ! Reflejó tal inefable dicha la frase , cortada por el dichoso para engomar y encender un cigarrillo , que Octavio palideció , mirando con envidiosa ira al buen amigo , que no obstante su faz de inteligencia , lucía en la angulosa cabeza , pelada a rape , la estirpe del patán . Por él había ido sabiendo cuándo Isabel le consintió cogerla una mano , besarla una mano , besarla en la cara una vez ... , una sola vez , y con juramento de no volver a consentírselo ... ¿ Era ahora el triunfo , la entrega total , de aquella incomprensible Fornarina ? ... Sin que se pudiese decir que Octavio había formado nunca en la grotesca turba de sus asediadores , no dejaba de ser cierto que la había mirado al pasar a caballo por la ermita , que por hacerla su amante hubiera dado un mundo , que a ella no habíala parecido mal la rubia gentileza del jinete ... y que él , por el vanidoso temor a un desaire , nunca la dijo nada , así dejándosela a este bueno de Cidoncha . ¡ Ridícula , bien ridícula a la verdad , la indecisión , la perplejidad orgullosa , que hacíale andar rematadísimamente mal de todo , hasta de lumias , en un pueblo donde a puntapiés teníalas cada títere y las criadas y pastoras parían más que las ovejas ! Prolongábase la pausa del cigarrillo , cual si Juan , tendido en la butaca , saborease el humo y los recuerdos , y Octavio le excitó : - ¡ Bien ! ¡ Qué ! ¿ Todo ? ¿ Ya ? - ¡ Oh , no ! - repuso Juan - . Va por las tardes ... ¡ Verás ! Tú sabes que soy aficionado a la pintura ; no habrá otro , ni mejor ni peor , por lo visto , en La Joya , y enteradas las Hijas de María , me escribieron , aunque no debo de serlas agradable , enviándome un cromo y rogándome una copia al óleo para un estandarte de la Virgen . Accedí , y de acuerdo con Isabel , estoy haciendo , en vez del cromo , su retrato . A Isabel , que no debe de serlas tampoco muy simpática , le divierte eso de que , como los señoritos la veneran a prueba de desdenes por su puerta , ellas y todo el mundo tenga que adorarla en imagen por las calles . Llega a las dos . Trabajo hasta las tres . ¡ Una morena virgen , graciosa , ciertamente , con la bella faz de todas las purezas en su misma travesura juvenil ! - Pues ... que dure , Juan , que dure ... O , mejor dicho , ¡ perdona ! , que no dure . - ¿ Cómo ... que no dure ? ¿ Qué ? - La virgen , en persona , para el pintor que va consagrándola en efigie . Tardó Juan en comprender . Se incorporó , con un gesto de respeto : - ¡ Bah , no ! Te digo que ... al contrario . Cada vez más cerca de mí , en la confianza de mi cuarto , y cada vez más lejos . Sigo rectificando mi juicio de Isabel . Se la juzga una loca complacida en agradar , a la espera de la venta de su honra en la elección más acertada , y ni yo mismo , engañado también por su fama y por su corpachón de mujerota , acababa de entender que no es más que una candidísima niña de dieciocho años , rebosando la alegría de la juventud , de la salud y del triunfo en que la tiene el perpetuo asedio de los hombres . « El señorío de La Joya me ha espantado los novios de mi clase » , decíame la otra tarde , tratando de justificar « por qué era novia mía , la novia del señorito menos señorito y menos antipático » . Quise abrazarla , y lloró . Estaba divina de honradez y de belleza . Sincero , la dije entonces que yo no era un « señorito » , sino el hijo de unos pobres , como ella ; y por su madre y por mi madre , la juré el respeto que a una hermana . Tan sincero , Octavio , brotó este sentimiento de mi alma , que aquella noche no dormí , ni duermo a gusto desde entonces , a fuerza de pensar si no estará pasando la felicidad a mi alrededor , en esa sola vez que se nos brinda en la vida , con Isabel , con la delicadísima criatura digna de todo sacrificio , a trueque , como tú decías , de la sólida ventura que acaso sea capaz de forjarle al hombre que la cautivó en un poco de delicadeza ( aunque , torpe yo para otras empresas , creyese lo contrario ) , entre tantos como ofrécenla billetes y sortijas . Octavio se le quedó mirando fijamente . Era él quien tardaba esta vez en comprender , a pesar de la claridad de lo que oía . - ¡ Chiquillo ! ... Pero ... ¿ Casarte ? ¿ Hablas en serio ? - ¿ Por qué no ? ... De pobre a pobre , vale más Isabel , y es mas inteligente y discreta que cualquier pobre señorita a la cual yo hubiese de aspirar como una carga de estultez y de cintajos . Señorita también , sólo con vestirla , hay en ella la sana bondad de corazón y los hábitos de laboriosidad , de que tú y yo hemos hablado tantas veces , y tan importantes para las madres que hayan de empezar a darle a nuestra patria los futuros ciudadanos . - ¡ Bravo , Juan ! - no pudo menos Octavio , caluroso , de aplaudirle . Y corno Juan guardó silencio , solemne de serenidad , él , Octavio , sobre Juan vertiendo en admiraciones y respetos su sorpresa , enmudeció asimismo con una emoción compleja de íntima alegría por aquellas inesperadas honradeces de Isabel , que le libraban del dolor de verse arrebatada por otro una posible y guapísima querida . No fue torpe , pues , sino avisado , no intentándolo siquiera ... , y los torpes y los tontos serían estos que seguían acosándola para quedarse con un palmo de narices ... - ¡ Bravo , Juan ! - repitió - . Siempre también creí notar en esa Fornarina ... Hubo de callarse . Abierta la pesada puerta con estruendo , entraron al salón los dos comisionados y cuatro o cinco concejales . De éstos , borracho , alegrito cuando menos , uno , Mariano Marzo , del Curdin-Club . Se acerco a saludar a Octavio y a Cidoncha , con su flamenca simpatía , que llenábalo todo de sonrisas y de ademanes desenvueltos . Minutos después llegaban el juez , el registrador y unos cuantos propietarios . Luego , más concejales , el síndico , el alcalde , cinco curas . Pasada la hora del plazo que a la pereza de los joyenses se le solía conceder en toda cita , iban acudiendo puntuales . Dos médicos . Detrás , el capitán de la Guardia Civil . En seguida otro grupo de respetables contribuyentes ; y solo , desafiador con su áspero bigote y su rechoncha traza de limpio zapatero , Gómez , que , luciendo un número de su periódico y lápiz y cuartillas , fue a aislarse en un rincón , como al banco de la prensa . Llenábase el salón . Oblicuo el sol , entraba por los tres balcones . Un horno aquello . Empezaba a oler muy mal . Últimamente , con su gigantesco y barbado adlátere Zig-Zag , apareció el no menos barbado y gigantesco señor Jarrapellejos , haciendo al concurso levantarse entre un murmullo de saludos . Subió al estrado . Le desparramó a uno encima , sin querer , la lumbre de su puro . A Octavio le dio un apretón de manos . El alcalde le brindó la presidencia . Él , modesto , sonriente ( « ¡ Nada de molestarse , señores ! ¡ Y vamos a empezar ! » ) , prefirió un lado de la mesa , junto a Gregorio , el Garañón , que , al volver a sentarse , se arreglaba la cruz del pantalón , con las piernas en paréntesis . - ¡ Aer ! ¡ Contra con don Pedro Luis ! - decíase a sí mismo en la puerta el Mocho , admirando su llaneza . Hasta para él había tenido una afectuosa palmadita . ¡ Quién se lo hubiese dicho al furtivo cazador , cuando estuvo en el presidio justamente por matarle un guarda ! Y era lo que irritaba a Octavio , que no podía sufrir en Jarrapellejos esta especie de impúdico servilismo a la inversa con tal de asegurarse el de las gentes . El alcalde tocó la campanilla . - Señores : en vista de las circunstancias que atravesamos , se ha convocado a esta reunión con el objeto ... se ha convocado a esta reunión para ... para ... Titubeó . No lo sabía . Le acorrió don Pedro , a media voz : - Hombre , Fabián ... : para dar cuenta de los trabajos hechos en la extinción de la langosta , para ver de remediar la situación y para oír a los peritos . - Eso es ... : para dar cuenta de los trabajos de extinción de la langosta , para ... Repitió la frase , y en giros llanos , pero nada torpes , púsose a pormenorizar aquellos municipales trabajos de extinción . No , no . Fabián Salvador , el padre de Purita , no era torpe , sino , al revés , un despreocupado de los formulismos y responsabilidades de su cargo , que con hábiles improvisaciones salía de atolladeros . Antiguo camarada de don Pedro Luis , el juego le arruinó , y don Pedro le hizo alcalde . No había más alcalde que él , desde que empuñó la vara , seis años atrás . Se le vio rápidamente reponerse ... Alzar la hipoteca de su casa , comprar tierras , lucir de nuevo a la familia por la carretera del puente en coche ... Los fieles amigos achacaban tal prosperidad al simple hecho de haber perdido el vicio a la banca ; Gómez , en cambio , portavoz del siempre postergado y pequeño grupo conservador , en su dichoso periódico , no dejaba de largar insidias sobre los trigos del pósito , la venta y los arriendos de la dehesa boyal y los consumos , las contratas de obras del teatro y del mismo Ayuntamiento . Se le dejaba despotricar a Gómez , hombre de puños . Después de todo , maldito si nadie hacía caso de La Voz de La Joya . Puntualizaba , puntualizaba el alcalde la labor municipal . Gasolina , treinta y dos latas . Vigilancia de guardias rurales a caballo avisando a tiempo los sitios en que amenazaba la langosta . Ciento treinta y tres peones conteniendo la plaga con zanjas y barreras ... « Bien , sí ; poco y malo - saltó del fondo del salón la voz metálica de Gómez - . Y aun ello , no para los Valles ; para fincas , donde no hacía falta , en realidad , de cuatro paniaguados . » « ¡ Fuera ! » , se gritó ; y siguió el orador , impávido . Dada la insignificancia del fondo de calamidades y lo difícil de aumentarlo , proponía una permanente asociación particular contra las futuras eventualidades de la plaga , por medio de suscripciones , o quizá , mejor , un recargo de las cédulas . Así tendríase siempre gasolina . « El Municipio ha cumplido bien dentro de sus medios , y ... He dicho . » Una salva de aplausos sancionó la gestión del Municipio . Surgieron algunas protestas de la gente que en el pasillo se agolpaba , detrás del Mocho , y se amenazó con mandar desalojar . Les fue concedida la palabra a los peritos ... , sino que ya un cura , don Roque , habíase anticipado , levantándose . Largo sermón de voces destempladas y tonos conminatorios . El público , al cuarto de hora , bostezaba . Entendía don Roque , adornándolo con citas en latín , Trahit sua quemque voluptas , que todos los males del pueblo no eran mas que un castigo de la cólera divina a la inmoralidad y la incredulidad . ( « Oye , éste - le inquirió a Octavio Cidoncha - , ¿ no es el querido de la madre de Purita Salvador ? » « Sí , de la alcaldesa . Ata esa mosca por el rabo . » ) Habló de « Gomarra y de Sodoma » . ( « ¿ Gomarra o Gomorra ? » , dudó el registrador . « Hombre , no sé ; me suena aún más Garnorra » , vaciló también el juez . ) Quería que , en vez de profanas suscripciones , y puesto que ya funcionaba la Hermandad de San Vicente , constituyéranse para darle al culto mayores faustos , que habrían de aumentar la religión ... Se le aplaudió mucho . - ¡ Pido la palabra ! - gritó Cidoncha , indignado . Le fue concedida , dejando a uno de los delegados sentarse nuevamente . En contraste con la hueca oratoria de don Roque , produjo expectación la del profesor de Agricultura , reposada , pero enérgica . Unas invocaciones suaves a la humana fraternidad , y pasó en seguida a proclamar que no debía concederse de limosna lo que debía otorgarse por derecho . La miseria presente se podía conjurar , en parte , evitando el mezquino y cruel ahorro que representaba el que las mujeres trabajaran y los hombres emigrasen en la siega . Solicitaba para éstos , además , el reparto del trigo comunal del pósito , y la condonación de arriendos de unas fincas de la dehesa boyal o de las particulares , cuyas cosechas habían perdido por culpa de la ajena incuria . La langosta , según la frase consagrada , no era más que la piojera de los pueblos . La sufrían los que no querían limpiarse . ( « ¡ Bravo ! » , aventuró Octavio tímidamente , si bien provocando murmullos de aprobación hacia la puerta . El alcalde , sonriendo a Octavio , amenazó con la calle a los de fuera del salón . ) Y , ahora bien , el modo de limpiarse , el único modo de limpiarse , dejando por siempre a un lado gasolinas e inútiles socorros , estaba en roturar las dehesas , donde desde tiempo inmemorial venían aovando los langostos . Esto era tan sencillo , tan breve , en la región , en España entera , vergüenza de naciones , como limpiar con un peine y un poco de jabón la cabeza de un muchacho . « ¡ Ay de los que , no haciéndolo - terminó - , fueran culpados de la tremenda responsabilidad cuando los humildes acabaran de enterarse ! » Hubo que acallar otra vez a los humildes . Fuerte rumor de contraprotesta en el salón . « ¡ Ay , ay , anarquista ! - glosó al oído del vecino un viejo propietario - . ¡ Me parece que en La Joya te vas a caer con el equipo ! » Y levantado , pudo al fin tirar de papeles el más gordo de los emisarios del Gobierno . Memoria . Ciñéndose a lo de su incumbencia , leía los técnicos datos obtenidos por las calas y sondeos . Más de diez minutos con la enumeración de las dehesas en donde aovaban los langostos , y que deberían ser roturadas : Iboleón , Las Margas y El Terrajo , de don Pedro Luis Jarrapellejos ; Camuñas y Zorita , de don Roque Jarrapellejos ; Las Pelas , de don Romualdo Jarrapellejos Galván ; San Femando y Piedras Blancas , del señor conde de la Cruz de San Fernando ; Gorgorillas , de don Andrés Rivas Falcón ; Zarzalejos , de don Gregorio Falcón Jarrapellejos ( saltaron Rivas y el Garañón en sus asientos , poco menos de brutales ); Monterrubio , del señor duque de Monterrubio , de Madrid ; San Beltrán ... Siguió la lista . Acabó la lista . Octavio se tranquilizó . « ¡ Estúpidos ! » , pensaba , a pesar de su íntima alegría . Habíanse limitado a la zona norte . No habían ido por su dehesa . Pero , irritadísimo el señor Rivas , con su respetabilidad de grueso y vicio propietario , y con voz torpe de cañón , acalló los « ¡ bravo , bravo ! » y los « muy bien ! » del mal bicho de Gómez , para afirmar que , siendo La Joya un pueblo esencialmente ganadero , sería una atrocidad meter los arados en las dehesas . La langosta , al salir , en abril o mayo , dañaba poco las hierbas , y salvadas éstas , nada importaba que algún año se comiese los sembrados , « ¿ Quiénes son labradores aquí ? ... ¡ Cuatro gatos , cuatro gatos ! ... También yo y todos nosotros tenemos trigos y cebadas , y algunas veces se los comen . ¡ Qué más da ! i No seré yo quien se ponga a roturar , ni aunque me aten ! Y de mi parte , al menos , pueden ustedes decirle al Gobierno , señores comisionados , que si quiere arar las Gorgorillas , habrá de ser por su cuenta y mandando más ejército que al moro ! » Se sentó , dando en el brazo de la butaca un puñetazo , que le pilló un dedo a Gregorio . Grandes aplausos . Gómez vociferaba inútilmente . Hízose la calma , y nadie más quiso intervenir . ¿ A qué ? Quedaba perfectamente manifiesta la voluntad de la asamblea . A Mariano Marzo , orador fluido , y a impulsos de su borrachera , rebelde en ocasiones , le habían reventado el discurso que traía dispuesto , acerca de la necesidad de roturar . Se levantó don Pedro Luis , y resumió , no sin sorpresa de todos ; la roturación parecíale lo único urgente e importante ; se debía proceder de acuerdo con la Dirección de Agricultura , en vista de aquellos datos que presentarían los señores delegados , y que , por lo demás , ya existían de años atrás en los centros oficiales . Para lo restante , relativo a los socorros , una comisión de estudio quedaría nombrada incontinenti . Era don Pedro Luis , y nadie rechistó . La comisión fue nombrada : presidente , el señor cura , don Roque Jarrapellejos ; vocales , otros dos señores curas , Mariano Marzo y Gregorio ... , que ya bajaba los estrados , arreglándose la cruz del pantalón . Con el alcalde , los últimos , permanecían don Pedro Luis y el grupo de parientes y altos propietarios . Rivas bufaba . « ¡ Lo que es yo no doy un real más a suscripciones ; y creo lo de roturar un disparate ! » Calmábale el diplomático cacique . « Pero , hombre , Andrés , pareces tonto ; ¿ qué suscripciones de Dios ni qué roturamientos ? ¿ Te piensas que de esa comisión resulte nada , ni que el Gobierno se acuerde de aquí a un mes de la langosta ? » « ¿ Pero ... y si se acuerda , tú ? » « Si se acuerda , con hacernos los suecos , como siempre , en paz . ¡ A fe que el duque de Monterrubio no anda al medio , allá en Madrid , por si no sobrase con nosotros ! » Se admiraron . He aquí el hombre que sabía quedar bien con todo Cristo . Efectivamente , en la puerta , cuando salía con Zig-Zag , los mismos braceros rindiéronle una ovación más grande que a Cidoncha . Zig-Zag y don Pedro Luis se fueron paseando hacia la ermita , situada a medio kilómetro del pueblo , al lado opuesto del puente y de la Ronda . Reanudaban la conversación que habían traído antes de Isabel . « Y bien ; ¿ tú crees ? ... » Sí , creía Zig-Zag todo lo del profesor música celeste . Un pelagatos más feo que Carracuca . La chica fingía aquello para darles guayaba , y nada más , a los que andábanla rondando . Visto el juego de ella y de la madre , como en todas : en hacer rabiar un poco , aguardando un buen postor . - No , caramba , tú ... , que ya llevan tres o cuatro años del juego ; desde que Isabel tendría catorce . - Y qué . ¿ Quién la ha dicho nada formalmente ? Mucho la gente en la cruz , frente a la ermita ; mucho florearla y seguirla , pensando cada memo que por su cara linda la pueda conquistar , y poco ofrecerla más que algún billetejo de diez duros o zarcillos de la feria . - Gregorio , sin embargo ... - ¿ El Garañón ? ... ¡ Bah ! Echarle a la Cegata , con la pretensión de llevársela por tres pesetas diarias a una finca . ¡ No es la Isabel mujer para alcahuetas ni esos precios ! Escuchaba atento Pedro Luis . Zig-Zag era una autoridad en la materia . Moreno bronceado , de rizosa barba negra terminada en dos puntas , que le llegaban al pecho ; guapo y arrogante como un guerrero moro , justamente le debía el mote a su exacta semejanza con el moro de los libritos de papel de fumar Zig-Zag . En cierta ocasión , habiendo ido con los prohombres de La Joya a cumplimentar al rey Alfonso XIII , al paso de éste hacia Lisboa , por la estación de Las Gargalias , le dijo : « ¡ Caray , caray ; su majestad estará cansada ! ... » Y con motivo de tal frase , que dio mucho que reír , algunos llamábanle Caray ; pero prosperó más , y le quedó , en definitiva , aquel otro sobrenombre de Zig Zag . Ex albañil medianamente enriquecido , jugaba al monte , organizaba las cacerías de los señores , acompañándoles no pocas veces para servirles de broma y diversión ; buscaba minas , mentía bastante , y , a pretexto de que acostándose primero su mujer hartábanse en ella los chinches y mosquitos , que luego , gordos y reventando de sangre en las paredes , a él no le picaban , pasábase solo las noches enteras recorriendo en alpargatas las calles de La Joya , y husmeando líos por tapias y por rejas . Lo notable estaba en que , tiernamente enamorado de su esposa ( salvo en aquella egoísta desconsideración de los chinches y mosquitos ) , nunca trataba de aprovecharse de los secretos que iba descubriendo , dichoso , nada más , de podérselos participar a los amigos . Él era el primero en saber las pastorcitas y artesanas que se echaban al raso , si no se le anticipaban los mismos que lograban deshonrarlas , y él garantizaba las purezas materiales de Isabel , hasta la fecha , por las calmas nocturnas de la ermita . - De modo que ... tú opinas ... - insistía don Pedro Luis , tornando al otro extremo de la conversación tenida antes . - ¡ Qué sí ! ... Que la langosta y el ciclón los ha dejado a perdone usted por Dios , que me consta que el padre ha ido a pedirle mil pesetas a réditos al Zurdo para atender a la tahona , que sé que el Zurdo no se las ha querido dar , sabiéndole arruinado ... y que están pasando las morás , y que ésta es la ocasión de que usted le ofrezca a la madre lo que quiera . Se habían sentado en la escalinata de la cruz . Miraban la puerta de Isabel . La pintoresca vivienda de ella , al borde de la carretera , aislada de las demás del pueblo por huertos y cercones , era una abandonada ermita que habían comprado y arreglado sus padres . El atrio , cerrado con tapias y convertido en jardín , por encima de las frondosas copas de una higuera y un nogal dejaba ver el cimborrio de tejas renegridas entre una ruidosa volatería de gorriones , de vencejos , y la azoteílla del antiguo campanario , sin campanas . Otro campanario que había tenido un esquilón , a media curva del cimborrio , tenía ahora un nido , en que estaban criando las cigüeñas ; y justamente , a pretexto de cuidar de los cigüeños , de darles de comer , todas las tardes subíase allí la Fornarina , sin más objeto , en realidad , que coquetear , dejando que de lejos la admirasen los tenorios de la cruz . - ¡ Mírala ! - le dijo don Pedro Luis a Zig-Zag , largándole un codazo . Acababa de aparecer en la azotea , armada del cestito y de la caña . - ¿ Eh ? ... ¡ La ... niña ! Nos ha visto , sin duda . Se anticipa . ¡ Me parece , o yo estoy tonto , que la cosa significa algo para usted ! Se estremeció Jarrapellejos , se sonrió . Hombre listo , dudaba , sin embargo . En esta trabajadora familia , que con la tahona vivía desahogadamente ; que , arrendada o no , disponía además de una labor de dos yuntas de borricas y de un carro , ¿ serían verdad sus grandes apariencias de honradez , o entraría en sus cálculos vender a la muchacha ? ... ¡ Ah , Fornarina ! ... Ni él ni Zig-Zag hablaron más , extasiados de belleza . Por encima de las tapias , por encima de los árboles , en la aérea azoteílla , la gentil silueta de arrogancia se recortaba contra el cielo . Tenía a la cabeza un pañolito de seda azul , atado atrás , a la turca , y llenos de harina la cara y los arremangados brazos . Iba sacando del cesto pan , o lo que fuera , prendiéndolo en algún alfiler de la cuerda sujeta a la punta de la caña , y dándoselo a los cigüeños ... , que abrían el pico , empinándose , torpes , en el viejo nido de pastos y malezas . Aparentando no haber visto a los que allí abajo la admiraban , de espalda a ellos , así mejor podía lucir las esbelteces del talle y la poderosa redondez de la cadera al inclinarse a la baranda . - ¡ Qué mujer , Virgen Santísima ! - ponderó Zig-Zag - . ¡ Parte un napoleón de un cuesco ! « ¡ Guarro ! » , pensó don Pedro Luis , a quien la hermosura delicada de Isabel inspirábale poéticas ideas . Volvió a dudar . ¿ Justa la fama de honrada irreductible de su madre o estrategia para explotar mejor a la chiquilla ? ... Un pensamiento , de pronto , púsole de pie : « En todo caso , bueno fuera no desperdiciar la ocasión de sus apuros para obligarla con un préstamo que tal vez no le pudiese pagar , al fin , más que con la niña . » - ¡ Espérame ! - díjole a Zig-Zag , sin más explicaciones . Y con la urgencia de dejarlas , siquiera , obligadas cuanto antes ; de que otros , Gregorio tal vez , no le ganasen por la mano ... pasó junto al pilar , cruzó la carretera , y llamó a la puerta de la ermita . Dejando su distracción en la azotea , le abrió la propia Fornarina , a quien la tapia y las ramas del nogal habíanla impedido mirar quién fuese . Al verle , púsola encarnada la sorpresa . No ignoraba qué le debía su apodo , grato al fin , a este viejo galanteador , que siempre decíala cosas por las calles . - ¡ Hola , don Pedro ! - sonrió . - ¡ Hola , Isabel ! ¿ Cómo estás ? - Bien . ¿ Y usted ? Entraba él , venciéndola la pasiva y leve resistencia . - Muy bien , gracias - respondió ; y hubo de añadir , dándole paternales palmaditas en el hombro , según costumbre suya con las jóvenes - : Tú , tan guapa , tan ingratona , digna de ser la reina de España . ¿ Y tu madre ? Querría hablarla . - Ha salido . - ¡ Oh ! ¿ Estás sola ? Ella , alejándose , sacudiéndole de un manotón el brazo , porque tocábala la cara , repuso : - Está mi padre . ¿ Le llamo ? - No , mujer ; no es igual ; querría hablar con tu madre y contigo . ¡ Qué arisca eres ! Y qué simple , además ; ¡ mira que haber ido a enamorarte , según dicen , de ese tonto de Cidoncha ! - ¿ Tonto ? ... ¿ Cree usted , don Pedro ? Sonreíale , pícara , habiendo dejado al medio , por defensa , unas cubas de azucenas . El hábil camastrón confirmaba el gusto de señoríos de la hermosísima muchacha en sus botas finas , de punta de charol , y en el corte de aquella ceñida y vieja falda que se ponía para el trabajo . Nada de refajos ni aparejos redondos . - Y si no es tonto ... peor para ti , Isabel . ¿ Qué vas a sacar de un hombre así ? Tú , con ese cuerpo , con esa cara , con sólo que lo quisieras , podías tener ... hasta coche en La Joya ... , como otras que lo tienen . Fue recogida por la singular burlona ruborosa la alusión a Orencia . Sonreía , sonreía ... , y acercábase don Pedro . Pero ella dio otra media vuelta a las macetas prestamente . - Qué , ¿ aviso a mi padre ? Con una mano le estaba indicando la puerta ; con la otra , el sitio de atrás , de los corrales , en donde su padre estaría . Era una alternativa , tan suave como firme , que desarmó al tenaz . - Bien ; avísale , mujer . Pero al verla ir , en un revoleo de faldas , que la descubrió un poco de la prodigiosa pierna por encima de la bota , la llamó : - Oye , oye , niña , Isabel , ven ; primero ... te iba a decir ... - ¡ Qué ! - Ven ... ¿ Qué prisa tienes ? ... ¡ Acércate ! - ¿ Para qué ? - Para que sí ; ¡ escucha ! ... ¿ Voy a comerte , quizá ? - No - dijo ella , volviendo - , a mí no me come nadie , y bien lo sabe usted , don Pedro . ¿ Qué quiere ? Cauta , no obstante , dejaba ahora entre los dos una especie de estanquillo que estaba al pie del pozo . Y como su sonreír de burla y seguridad acabó de desconcertar al cacique gigantesco , éste se limitó a divagar , hundiéndose las negras uñas en la gris maraña de las barbas . - ¿ Qué prisa tienes , chiquilla ? ... ¿ Qué estabas haciendo ? ... ¿ Qué les das a las cigüeñas ? ¿ Pan ? - No , esto : renacuajos . Señalaba al pequeño estanque , en cuya agua verde pululaban los panzudos y viscosos renacuajos a millares . - ¡ Ah ! ¿ Los crías aquí ? - Aquí los crío . - Y los comen bien ... las cigüeñas ... - Regular . - Claro ... ¡ dados por ti ! ¡ Capaz sería yo de pagarte cada uno a cinco duros ! Un nuevo intento de aproximación de él la hizo partir ligera , riendo , en busca de su padre . Risa de coquetería extraña ... ¿ Le trasteaba Isabel ? ... Orencia tendría razón . A su edad , acaso , las demás mujeres le iban queriendo ya para explotarle . ¡ Qué más daba ! No por eso gozaba él menos a la que caía de su cuenta , y que se despidieran los otros , jóvenes o no , cuando él se proponía . La riqueza era un don que Dios concede , como la misma juventud . Puesto , ¡ bah ! , ¡ sería suya esta muchacha ! Miraba la casa , la ermita . A la izquierda , el horno y las paneras . Todo limpio . Sillas buenas . Jaulas de grillos y jilgueros . ¡ Iba a costarle ! ... Nada respiraba la miseria en el jardín . - Don Pedro ... Pero , don Pedro , tanto güeno por aquí ... ¿ Cómo no ha entrao ? ... ¡ Qué tonta la chiquilla ! ¡ Pase .. pase usté ! Afeitado el padre , en mangas de camisa , con la cara inexpresiva de otro cualquier labradorcete , y ajeno , sin duda , a aquellos trapicheos de novios profesores y a aquellas ínfulas de grandeza de la hija y la mujer , vendría del pajar y sacudíase los zapatones . Le condujo al interior . La nave de la ermita hallábase dividida con techos y blancos muros , que habíanla convertido en una pequeña vivienda confortable , doblada de graneros . Únicamente el fuste de una columna empotrado en un rincón , delataba la antigua arquitectura en la estancia a que pasaron . Más dentro , un dormitorio con cama de hierro limpísima , con lavabo de Vitoria , con cortinas claras ... , que debía ser el de Isabel . El rey que hubiera llegado a la casa , no le inspiraría a Roque , al dueño de ella , más turbaciones de veneración . Hízole sentarse , sin sentarse él ; le pareció más cómodo después un sillón de madroño para ofrecérselo , y lo aligeraba de un gato , de un bastidor de bordar y de almohadillas de costura ... Sobre la mesa había una jarra con claveles . - Siéntate , hombre , Roque , siéntate . Mira , vengo a verte porque tú sabes que yo , sabiendo la excelentísima persona que eres tú , y tu fidelidad en las elecciones , te aprecio como amigo ... - ¿ Va a haberlas ? - inquirió Roque veloz , no pudiendo entender de otro modo la visita , y alzando una mano tal que si fuese ya a depositar en la urna su sufragio . - No , no se trata de eso . Ahora , al revés , se trata de que yo te pruebe lo que soy , amigo tuyo , y de verdad , de cuerpo entero ... ; se trata de demostrarte que hasta la pared de enfrente pueden mis amigos disponer de mí y de mis intereses . Te ha tocado perder mucho , casi todo , con esto del ciclón y la langosta ; no has querido ir a buscarme , como otros , sin duda temiendo molestar , y yo , que sé que el Zurdo se te ha negado ayer a cierta petición ... , vengo a ti a decirte : ¿ cuánto necesitas ? Al bravo apóstrofe , que había hecho palidecer a Roque de infinita y honrada gratitud , acompañó la acción de sacar y brindar abierta la cartera , que siempre el millonario llevaba atascada de billetes . Roque lloró . La emoción le embargó por un instante en el solo afán de besar aquellas manos . No acertaba a hablar . No acertaba a comprender que pudiese merecer tantas bondades ; y llorando , llorando , queriendo siempre besar las manos generosas , rechazaba la cartera . Torpe el diálogo , a partir de aquí fue el señor Jarrapellejos quien de clemencia en clemencia tuvo que conducirlo , hasta dejar encima de la mesa no las mil pesetas que el timorato Roque creía necesitar , sino dos mil ... en dos solos billetes . - ¡ Pero don Pedro de mi alma , que no le podré pagar este verano , por mucho que arrecoja uno de lo poco que le quea ! - ¡ Ya me pagarás ! ¿ Tú crees que yo me arruine ? - ¡ Pero don Pedro de mi alma , que sobra con las mil ! - ¡ Quita , Roque , bobo ! ; ¿ a qué vas a andar con estrecheces ? ... ¡ Y cuando quieras más , más ; vas y me lo pides ! - ¡ Pero don Pedro de mi vida y de mi alma , espérese usté , por Dios ; siquiá un cacho de recibo ! - Qué recibo ; ¡ hombre , hombre ! Mas , ¡ oh , no ! ; ¡ bah , no ! ... En esto se obstinó Roque tan terco que tuvo don Pedro que esperarse ... Sentado en el taburete , al centro del sombrajo , espiaba Melchor la lejanía . Los demás , tumbados contra los aparejos de las bestias , tenían cerca el cántaro del agua . Ya uno , con el escalofrío de la terciana , no cesaba de beber . Otro , muy flaco e hidrópico del vientre , incapaz de soportarse nada en la cintura , mostrábalo venoso y tenso a través de un jirón de la camisa . No hablaban . Inyectados los ojos , absortos bajo la sensación de su tormento en el seco ambiente , que negábales hasta el consuelo de sudar , se rascaban el ardor de los brazos y el cogote . Eran los limpiadores - nuevamente por una calma del aire forzados al descanso - . Un perro ladró . Moviéronse detrás del sembrajo las espigas , y apareció un hombre con bandolera de chapa y escopeta . - A la pá e Dió . El Gato , guarda de las eras . Huyéndole al sol , desde bien temprano estuvo durmiendo y cazando en las próximas alamedas del Guadiana . Tiró al suelo el sombrero y dos patos que traía , y se sentó . - Vaya un diíta , ¿ eh ? , pa los que no tenemos más remedio que chincharno . Ni las cigarra ni las jormiga han salío de sus bujero . ¡ Tra ca un cigarro , Melchó ! La falta de tabaco hacíale anticipar el regreso de aquellas frondas agradables . Día de prueba el de hoy , a la verdad . Se respiraba llama . Olía a retostado pasto en todas partes . Dijérase que , especialmente en el bochorno de fuego de la siesta , no habían ardido solas las eras por milagro .