Biblioteca de novelistas del Siglo XX Miguel de Unamuno Amor y pedagogía Barcelona , 1902 Imprenta de Henrich y Ca - Editores Calle Córcega Al lector , dedica esta obra El autor Hay quien cree , y pudiera ser con fundamento , que esta obra es una lamentable , lamentabilísima equivocación de su autor . El capricho o la impaciencia , tan mal consejero el uno como la otra , han debido de dictarle esta novela o lo que fuere , pues no nos atrevemos a clasificarla . No se sabe bien qué es lo que en ella se ha propuesto el autor y tal es la raíz de los más de sus defectos . Diríase que perturbado tal vez por malas lecturas y obsesionado por ciertos deseos poco meditados , se ha propuesto ser extravagante a toda costa , decir cosas raras , y lo que es aún peor , desahogar bilis y malos humores . Late en el fondo de esta obra , en efecto , cierto espíritu agresivo y descontentadizo . Es la presente novela una mezcla absurda de bufonadas , chocarrerías y disparates , con alguna que otra delicadeza anegada en un flujo de conceptismo . Diríase que el autor , no atreviéndose a expresar por propia cuenta ciertos desatinos , adopta el cómodo artificio de ponerlos en boca de personajes grotescos y absurdos , soltando así en broma lo que acaso piensa en serio . Es , de todos modos , un procedimiento nada recomendable , aunque muy socorrido . A muchos parecerá esta novela un ataque , no a las ridiculeces a que lleva la ciencia mal entendida y la manía pedagógica sacada de su justo punto , sino un ataque a la ciencia y a la pedagogía mismas , y preciso es confesar que si no ha sido tal la intención del autor — pues nos resistimos a creerlo en un hombre de ciencia y pedagogo — nada ha hecho por lo menos para mostrárnoslo . Parece fatalmente arrastrado por el funesto prurito de perturbar al lector más que de divertirle y sobre todo de burlarse de los que no comprenden la burla . No sabemos bien por qué un hombre serio en su conducta , que ocupa una posición y que ni hace ni dice nada que se salga de los términos corrientes y ordinarios , padece de una morbosa manía contra las personas graves y aborrece tanto a los que no se salen nunca de su papel y adoptan siempre un continente severo . Acostumbra decir que todo hombre grave es por debajo tonto de capirote , y no tiene razón en esto . Esta su manía de atribuir más a tontería que a maldad las mezquindades humanas acusa una cualidad de que debe curarse . Parece imposible que un hombre que lee , según nuestros informes , con alguna asiduidad los Evangelios no haya meditado más en el versículo 22 del capítulo V del Evangelio de San Mateo . Mas repetimos que el defecto más grave que a esta obra puede señalársele es que no se sabe a punto fijo qué es lo que en ella se propone su autor , pues nos resistimos a creer que no se proponga más de hacer reír a unos y escandalizar a otros . Perjudícale en gran manera la aversión que al dictado de sabio tiene y el empeño ridículo que pone en que no se lo apliquen . No acertamos a explicarnos por qué le molesta tanto ese tan honroso nombre , como no acertamos a explicarnos el que escribiendo con tanta frecuencia y siendo profesor de literatura griega ponga tanto cuidado en no escribir nunca de semejante literatura . ¿ Será que la conoce mal y teme mostrar su flaqueza en aquello de que oficialmente es maestro ? No sabremos decirlo . Otra manía tiene que le daña también mucho , y es la manía contra la literatura española . Tan mal la conoce o con tal suma de prejuicios la estudia — si es que la estudia — que suele decir que es la literatura española el más claro espejo de la vulgaridad y la ramplonería y que el espíritu que en ella se refleja es un espíritu ahíto del más embrutecedor sentido común . Y a la vez que siente aversión hacia la literatura española siéntela , y no menor , hacia la francesa , y cuando el espíritu de una y otra se fusionan , surge algo que para él se simboliza en Moratín . Cuando de Moratín habla — le hemos oído hablar de él varias veces — pierde los estribos y no reconoce mesura alguna . « Moratín es un abismo de vulgaridad y de insignificancia — le hemos oído decir — sus obras son el más insípido manjar que puede darse ; ni tiene sentimiento , ni imaginación , ni inteligencia ; es frío , no ha ideado ni una sola metáfora nueva , no piensa más que con el pensamiento de todo el mundo ; es sencillamente un caso de imbecilidad por sentido común . » No sabemos que haya escritor a quien aborrezca más que a este no siendo a Jenofonte . ¿ Qué le habrá hecho Jenofonte ? Sí , esta es la cuestión : ¿ qué le habrá hecho Jenofonte ? Y puede ampliarse preguntando qué le habrán hecho Moratín y qué la literatura española y la francesa , y hasta el mismo espíritu español qué es lo que le habrá hecho . Porque lo primero que de un escritor debe exigirse es que tenga respeto a su público y le trate lealmente , y la verdad , a las veces se exterioriza de tal modo en sus escritos el autor de esta novela , que nos parece no llega su respeto al público que le lee al punto que debiera llegar , y esto es imperdonable . El público tiene ante todos los demás y sobre todos los demás el indisputable derecho de saber cuándo se le habla en broma y cuándo en serio , si bien es cierto que le divierte el que se le hable con cierta seriedad fingida o con cierta fingida broma , según los casos . Ocasiones hay en que un lector suspicaz pudiera creer que no se propone nuestro autor otra cosa sino que sus lectores digan : « Esto ya pasa de la raya … este hombre quiere tomarnos el pelo . » Y tal propósito , si le hubiere , es en verdad intolerable . Todas estas y otras aberraciones de su espíritu , que por no recargar este juicio pasamos en silencio , le han llevado al señor Unamuno a producir una obra como esta , que es , lo repetimos , una lamentable , lamentabilísima equivocación . Obsérvese en primer lugar que los caracteres están desdibujados , que son muñecos que el autor pasea por el escenario mientras él habla . El don Avito nos hace sufrir una decepción , pues cuando todo hace suponer que impondrá un severo régimen pedagógico a su hijo , nos encontramos con que es un pobre imbécil que le tupe de cosas de libros , pero dejándole hacer , y que se entrega al don Fulgencio , sin advertir las mixtificaciones de este . De Marina más vale no hablar ; el autor no sabe hacer mujeres , no lo ha sabido nunca . De buena gana nos detendríamos en analizar al don Fulgencio , que es acaso la clave de la novela , pero el autor mismo nos lo ha descubierto , descubriendo a la par otras cosas que mejor estarían ocultas , cuando en la última entrevista que el grotesco filósofo tiene con Apolodoro le habla del erostratismo . Poco hemos de decir del estilo . No más sino que peca de seco y a las veces de descuidado , y que eso de escribir el relato en presente siempre no pasa de ser un artificio que afortunadamente no tendrá éxito . Lo que sí hemos de hacer notar es que después de las prédicas del autor por esas revistas y periódicos en pro de la reforma o revolución de la lengua castellana , escribe esta lo más llana y lisamente posible , y si no la hace más castiza es porque no puede . En el fondo hay que reconocer que no tiene el sentido de la lengua , efecto sin duda de lo escaso y turbio que es su sentido estético . Diríase que considera a la lengua como un mero instrumento , sin otro valor propio que el de su utilidad , y que como el personaje de esta su novela , echa de menos la expresión algébrica . Vése su preocupación por dar a cada vocablo un sentido bien determinado y concreto , huyendo de toda sinonimia , de hacer una lengua precisa , suene como sonare . Realmente hay que hacerle la justicia de reconocer que cuando resulta oscuro no es por defecto de expresión ni de lenguaje , sino por cierto retorcimiento conceptista y por un vituperable empeño de decir cosas que se salgan de lo vulgar . A pesar de todo lo que acabamos de decir , parécenos que es esta una obra digna de detenida atención y que hay en ella elementos y partes que la hacen recomendable . Y no precisamente por lo que el autor ha querido poner en ella , sino por lo que a pesar suyo no ha podido dejar de poner . Es casi seguro que lo valioso de esta novela es lo que en ella tiene por poco menos que desdeñable su autor , siendo en cambio de lamentar la inclusión de todo aquello otro en que parece haberse esmerado más este . Antójasenos que por debajo de todas las bufonadas y chocarrerías , no siempre del mejor gusto , se delata el culto que , mal que le pese , rinde a la ciencia y a la pedagogía el autor de esta obra . Si de tal modo se revuelve contra el intelectualismo es porque le padece como pocos españoles puedan padecerlo . Llegamos a sospechar que empeñado en corregirse se burla de sí mismo . Mas es este un terreno delicadísimo y en él no queremos entrar . Antes de terminar este prólogo , cúmplenos hacer una manifestación , para satisfacer con ella un deseo del autor . Cuando este se dispuso a dar al público su obra , a pesar de los consejos que de ello pretendían disuadirle , preocupóse ante todo del tamaño y forma que había de dar al libro , pues nos manifiesta que da gran importancia a este punto . Dice , en efecto , que hallándose el verano pasado en Bilbao , su pueblo nativo , y en una librería donde tiene consignados ejemplares de su novela Paz en la Guerra y de sus Tres Ensayos , le manifestó el librero que cuando volviese a publicar otro libro se cuidara mucho de su volumen y condiciones materiales , procurando que , a poder ser , tengan sus obras todas un mismo tamaño . A cuyo respecto le contó el librero lo que con uno de sus clientes le había ocurrido . Fue el caso que un sujeto le había pedido en varias ocasiones las obras completas de Galdós , Pereda , Valera , Palacio Valdés y otros escritores de fama y éxito , y se las había servido . Pidióle luego las de Picón , y cuando llegaron estas torció el cliente el gesto y les puso mala cara porque no eran todas de un mismo volumen , sino unas más largas y otras más anchas . — ¿ Y cómo voy a encuadernar como « Obras completas de D . Jacinto Octavio Picón » si presentan tanta diversidad de tamaños ? El librero , como se trataba de un buen cliente , se ofreció en su obsequio a quedarse con ellas , y así se acordó , no llevándose el cliente más que dos o tres , las que más le interesaban , o sean las iguales en tamaño y forma . Y comentando luego el sucedido , decía el librero al señor Unamuno que procurara que sus libros todos fueran uniformes , pues así los vendería mejor . Porque es indudable que hay quienes compran los libros para leerlos , y son los menos , y hay quienes los compran para formar con ellos biblioteca , y son los más . Y en una biblioteca está feo que los libros de un autor , que han de aparecer juntos , no puedan alinearse en perfecta formación y sin ningún saliente , ni hacia arriba ni hacia adelante . Mas como por ahora no publica el señor Unamuno más que para lectores y no para bibliófilos , parécenos de poca importancia sus escrúpulos , y que debe dejar esas importantes consideraciones para cuando dé a la estampa su colección de « Obras completas » , que nos complacemos en creer no ha de tardar mucho en hacerlo . Entonces publicará para las bibliotecas : por ahora debe contentarse con publicar para los lectores . El mismo autor está conforme con estas consideraciones y le es indiferente , por ahora , el tamaño y demás condiciones materiales en que ha de aparecer su libro . Tal vez influya en esto , como en su estilo , cierto desdén , no bien justificado sin duda , hacia las formas exteriores . Hechas tales manifestaciones , invitamos al lector a que entre en la lectura de una obra de la que ha de sacar algún deleite y creemos que también algún provecho . Hipótesis más o menos plausibles , pero nada más que hipótesis al cabo , es todo lo que se nos ofrece respecto al cómo , cuándo , dónde , por qué y para qué ha nacido Avito Carrascal . Hombre del porvenir , jamás habla de su pasado , y pues él no lo hace de propia cuenta , respetaremos su secreto . Sus razones tendrá cuando así lo ha olvidado . Preséntasenos en el escenario de nuestra historia como joven entusiasta de todo progreso y enamorado de la sociología . Vive en casa de huéspedes , ayudando con sus sabias disertaciones de sobremesa , y aun de entre platos , la digestión de sus compañeros de alojamiento . Vive Carrascal de sus rentas y ha llevado a cima , a la chita callando , sin que nadie de ello se percate , un hercúleo trabajo , cual es el de enderezar con la reflexión todo instinto y hacer que sea en él todo científico . Anda por mecánica , digiere por química y se hace cortar el traje por geometría proyectiva . Es lo que él dice a menudo : « solo la ciencia es maestra de la vida » y piensa luego : « ¿ no es la vida maestra de la ciencia ? » Mas su fuerte está en la pedagogía sociológica : — Será la flor de nuestro siglo — dice de sobremesa , mientras casca unas nueces , a Sinforiano , su admirador — ; nadie sabe lo que con ella podrá hacerse … — Hay quien cree que llegará a hacerse hombres en retorta , por síntesis químico-orgánica — se atreve a insinuar Sinforiano , que está matriculado en ciencias naturales . — No digo que no , porque el hombre que ha hecho los dioses a su imagen y semejanza , es capaz de todo : pero lo indudable es que llegará a hacerse genios mediante la pedagogía sociológica , y el día en que todos los hombres sean genios … — engúllese una nuez . — ¡ Pero qué teorías , don Avito ! — prorrumpe , sin poder contenerse , el matriculado en ciencias naturales . — ¿ Usted sabe , Sinforiano amigo , cómo hacen su reina las abejas ? — No , todavía no hemos llegado a eso … Entonces no sé si debo … porque el método … — ¡ Oh , sí , sí , don Avito , sí ! ¡ qué teorías ! ¡ qué teorías ! Pues es el caso que cogen un huevecillo cualquiera de hembra , uno cualquiera , uno como los demás , fíjese bien en esto , Sinforiano , un vulgar huevecillo de hembra , y mediante un trato especial y régimen de distinción , alimentando a la larva con pasta real o regia , mediante una acertada pedagogía abejil , o , si hemos de hablar técnicamente , melisagogía , sacan de él la reina … — ¡ Qué teorías ! ¡ oh , qué teorías ! — No , amigo Sinforiano , no ; son hechos . Y lo que hacen las abejas con sus larvas , ¿ por qué no hemos de hacer con nuestros hijos los hombres ? Tómese un niño , un niño cualquiera , con tal que sea niño y no niña … — Me permite usted , don Avito — y ante el silencio del teorizante , prosigue Sinforiano — : ¿ Por qué ha de ser precisamente niño ? — ¿ Y por qué ha de salir la reina precisamente de hembra ? En la especie humana el genio ha de ser por fuerza masculino . — ¡ Qué teorías ! — Tómese un niño cualquiera , digo , tómesele desde su estado embrionario , aplíquesele la pedagogía sociológica y saldrá un genio . El genio se , hace , diga el refrán lo que quiera ; sí , se hace … se hace … y ¿ qué no se hace ? Y lo demostraré … Y ante el silencio de Sinforiano , que mira y calla , añade Carrascal rompiendo una nuez : — ¿ Que cómo lo demostraré ? ¿ Cómo ? ¡ Pues … con hechos ! — ¡ Oh , los hechos ! — suspira Sinforiano . — ¡ Los hechos … ! — repercute Carrascal , y quedan ambos mirando a la patrona , que pasa con un flan para el Delegado , que come aparte , en su cuarto . — ¿ Están buenas las nueces ? — les pregunta doña Tomasa . — El hecho es que las más de ellas están huecas — contesta Carrascal . — No puede ser , don Avito , porque son recientes y de veinticuatro perras celemín … — No puede ser , señora doña Tomasa , ¡ pero es ! — responde con energía Carrascal . Y así que ha despejado el campo doña Tomasa , yéndose envuelta en su prosaico vaho de cocina , Avito continúa : — Con hechos , sí , amigo Sinforiano , ¡ con hechos ! — ¡ Oh , los hechos ! — Tiempo hace que maduro un vasto plan para llevar a la práctica mis teorías , aplicando mi pedagogía sociológica in tabula rasa … — ¿ Se va a hacer maestro ? — Algo más hondo . — ¿ Más hondo ? — ¡ Más hondo , sí , voy a hacerme padre ! « ¿ Se hace uno padre o le hacen tal ? » piensa el matriculado en ciencias naturales , traduciéndolo en esta frase : — Qué teorías , don Avito , ¡ oh , qué teorías ! Y se levantan de la mesa , para madurar su plan el uno , para estudiar el otro la lección del día siguiente . Porque Sinforiano , como buen chico , que es , se lleva siempre una lección por delante y unas cuantas por detrás . Medita , en efecto . Carrascal buscar mujer a él y a su obra adecuada , y con ella casarse para tener de ella un hijo en quien implantar su sistema de pedagogía sociológica y hacerle genio . Por amor a la pedagogía va a casarse deductivamente . Porque es de saber , antes de proseguir nuestro relato , que los matrimonios pueden ser inductivos o deductivos . Ocurre , en efecto , con harta frecuencia , que rodando por el mundo se encuentra el hombre con un gentil cuerpecito femenino que con sus aires y andares le hiere las cuerdas del meollo del espinazo , con unos ojos y una boca que se le meten al corazón , se enamora , pierde pie , y una vez en la resaca no halla mejor medio de salir a flote que no sea haciendo suyo el garboso cuerpecito con el contenido espiritual que tenga , si es que le tiene . He aquí un matrimonio inductivo . En otros casos acontece que al llegar a cierta edad experimenta el hombre un inexplicable vacío , que algo le falta , y sintiendo que no está bien que esté el hombre solo , se echa a buscar viviente vaso en que verter aquella redundancia de vida que por sensación de carencia se le revela . Busca mujer entonces y con ella se casa en matrimonio deductivo . Todo lo cual equivale a decir que , o la , precede la novia a la idea de casarse , conduciéndonos aquella a esta , o ya el propósito del casorio nos lleva a la novia . Y el matrimonio del futuro padre del genio tiene que ser , ¡ claro está ! , deductivo . Y como un hombre moderno , por mucho que en la pedagogía sociológica crea , no puede dejar de creer en la ley de la herencia , cavila noche y día Avito acerca del temperamento , idiosincrasia y carácter que su colaboradora ha de tener . Porque eso de que el huevecillo del futuro genio haya de ser un huevecillo como los demás , está bien en teoría , como postulado y punto de arranque de nuestra pedagogía , para los matriculados en ciencias , pero … ¿ hemos de despreciar el instinto ? A buscar , pues , novia . Sentado ante su mesa , bien arrebujadas las piernas en una manta que imita una piel , y en largas horas de meditación fecunda , ha trazado Avito en unas cuantas cuartillas los caracteres antropológicos , fisiológicos , psíquicos y sociológicos que la futura madre del futuro genio ha de tener . Y tales caracteres en ninguna encarnan mejor que en Leoncia Carbajosa , sólida muchacha dólico-rubia , de color sano , amplias caderas , turgente y levantado pecho , mirar tranquilo , buen apetito y mejores fuerzas digestivas , instrucción variada , pensar libre de nieblas místicas , voz de contralto y regular dote . Avito ha puesto sus ojos en los de ella , por si estos le dicen algo ; pero Leoncia , a fuer de futura madre de genio futuro , no responde más que con la boca , y eso cuando se la pregunta . Decidido a la conquista de Leoncia , pónese Avito a redactar con tiento y medida eso que se llama carta de declaración . La cual no cabe sea , ¡ naturalmente ! centón de esas encendidas frases que el amoroso instinto dicta , sino reposados argumentos que de la científica teoría del matrimonio derivan . Y del matrimonio mirado a luz sociológica . Doce horas , en seis noches consecutivas , le cuesta el documento . Y no es la cosa para menos , porque cuando al rodar de los años se estudie al genio obtenido por pedagogía , pieza de escogido estudio habrá de ser , sin duda , la Carta Magna que de preludio le sirve . Escríbela , por lo tanto , Avito para la posteridad , a través de Leoncia , la dólico-rubia de anchas caderas . Es todo un informe amoroso ; allí , con la precisa hoja de parra , las ineludibles necesidades orgánicas , allí psicología del amor sexual al alcance de las Leoncias Carbajosas y de la posteridad a que resumen con el genio de la especie y demás metafísicas , allí la ley de Malthus , allí la tendencia sociológica a la monogamia , y allí , en fin , el problema de la prole . Cuajado todo ello en un sutil tejido en que se le suelta a la imaginación su parte , haciéndole ver , cual tentador señuelo , allá , en gloriosa lontananza , al espléndido genio . Lee y relee el expediente , corrigiéndolo a cada lectura , se lo recita tomándose de posteridad , y cuando lo ha visto bueno saca de él copia y se guarda la pieza original esperando coyuntura propicia de que a la interesada se le traslade . Quiere antes prepararla para que sea menos brusca la emoción que le cause y el efecto útil mayor . Dirígese Avito a casa de Leoncia a iniciar el advenimiento del genio . — No hagas caso , Leoncia , esas son cosas de mi hermano , y a un hombre que como mi hermano tiene cosas , se le oye como quien oye llover … — Es que como empiezo a padecer de reuma , me gusta poco el oír llover … — ¡ Don Avito Carrascal ! — anuncia la criada en este punto . — ¿ Le conoces ? — pregunta Leoncia a Marina . — De oídas tan solo … — Pues merece que te le presente . Y así que al entrar don Avito ha saludado a Leoncia , esta : — Avito Carrascal , mi buen amigo … Marina del Valle , mi casi hermana … — ¿ Del Valle ? — mormojea Avito mientras acariciando en el bolsillo el amoroso informe , se dice : « ¿ pero qué es esto ? ¿ qué es esto que me pasa ? ¿ qué me pasa ? ¿ dónde he tratado yo mucho a esta muchacha ? ¡ pero si no la he visto hasta hoy ! ¿ qué es esto ? » — ¡ Hermoso día ! — exclama Leoncia . — Es que estamos ya en primavera . Leoncia — dice Marina . — ¡ Exactísima observación ! Ayer equinoccio … Sin embargo , la savia de los vegetales … — y se detiene Avito al ver que los tersos ojazos de Marina se orientan a los suyos y que desplegando la boca se pone a oírle con todo el cuerpo y con el alma entera . « Pero ¿ qué tendré hoy — se dice el futuro padre del genio — qué me pasará que no acierto a ligar dos ideas ? ¿ Se me rebelará la bestia ? » Marina , en tanto , parece esperar lo de la savia de los vegetales ; vésele el ritmo del pecho , y en sus cabellos de azabache se tiende a descansar la luz cernida por los visillos . — La savia de los vegetales — prosigue Carrascal — hace tiempo que ha dado botones de flores … — ¿ Le gustan a usted las flores ? — le pregunta Leoncia . — ¿ Cómo estudiar botánica sin ellas ? Marina , apartando sus ojos de Avito , los vuelve sonrientes a Leoncia y al hombre luego , como quien dice : ¡ tiene gracia ! Y al observarlo Carrascal oye una voz que en su interior le dice : « ¡ alma primitiva , protoplasmática , virginal ! ¡ corazón inconsciente ! » a la vez que su corazón , consciente y todo , empieza a acelerar su martilleo . — Usted debe de saber muchas cosas , señor Carrascal . — ¿ Por qué , mi señora doña Marina ? — Porque mi hermano cuando hay algo así , muy enrevesado , dice : ¡ a Carrascal con eso ! — ¿ Su hermano ? — Sí , Fructuoso del Valle . « ¡ Pobre muchacha ! — piensa Avito — tan hermosa y en poder aún de ese … » y dice : — Oh , no , es favor que don Fructuoso quiere hacerme y que tal vez me hace , porque eso de saber muchas cosas … — y se atasca . « ¿ Qué cosas sabes tú , Avito Carrascal , qué cosas sabes frente a esos tersos ojazos candidos que empiezan a decirte lo que no se sabe ni se sabrá jamás ? » Leoncia barrunta algo y hasta adivina qué . No es este Avito el Avito de otras veces , dueño siempre de sí y de su palabra , en el decir afluente y preciso , firme y exacto en el pensar . Tiene en la punta de la lengua esta pregunta : « pero ¿ qué le pasa a usted hoy , Avito ? » ; mas coligiendo que no de paso sino de queda es lo que Avito siente , tira a abreviar la visita . « Y ¿ qué me hago de la exposición matrimoniesca ? — piensa Avito — . A preparar su recepción vine … ¡ habrá que pensarlo más despacio … ! » Se levanta para retirarse y las dos mujeres se levantan también . Y como si una planta frondosa y aromática se desplegase de pronto siente Avito en el ámbito del alma perfumada frescura . Le da la mano … y esto ¿ qué es ? ¿ cómo se llama ? ¡ sí ! ¿ cómo se llama ? « ¿ Es que me he vuelto tonto ? — dícese Avito ya en la calle — ; ¡ buena manera de preparar a la futura madre del genio ! ¿ qué pensará de mí ? » Y llegado a casa : « ¿ Qué es lo que me ha pasado ? ¿ cómo se llama ? sí , ¿ cómo se llama ? porque aquí está el nudo de la cuestión , en cómo se llame . Durmamos , durmiendo es como se digieren estas impresiones … ¡ Tengo para mí que ha entrado en juego el Inconsciente … démosle su parte … a dormir ! » Mete el amoroso informe bajo la almohada y se acuesta . Al despertar sabe ya de cierto que está enamorado de Marina ; háselo dicho el sueño . Desde las excelsas cimas de la deducción se ha despeñado a los profundos abismos inductivos . Y se abre la única batalla que hasta hoy ha empeñado Avito en su conciencia . Es en esta un terremoto ; agítansele ondulantes las oscuras entrañas espirituales ; el elemento plutoniano del alma amenaza destruir la secular labor de la neptuniana ciencia , tal como así lo concibe , en geológica metáfora , el mismo Carrascal , escenario trágico del combate . « Ha entrado en juego el Inconsciente » , se dice a cada paso . Leoncia , la deductiva , la dólico-rubia de sano color , anchas caderas , turgente y levantado pecho , mirar tranquilo y buen apetito , de una parte , de la parte de encima , en las aguas de la ciencia envuelta , y de otra parte Marina , la inductiva , por misteriosa ley de contraste braqui-morena , sueño hecho carne , con algo de viviente arbusto en su encarnadura y de arbusto revestido de fragantes flores , surgiendo esplendorosa de entre los fuegos del instinto , cual retama en un volcán . Al poco agua y fuego vuelven , como de costumbre , a soldar un pacto ; redúcese parte de aquella a nube , apágase parte de este . Empiezan a chalanear ciencia e instinto ahora que Avito ha vuelto a ver , como por acaso , a Marina y ha vuelto a departir con ella . El amoroso instinto de Carrascal se dispone a obedecer a la ciencia del teorizante ; mas es indicándole antes en silencio , al oído y a oscuras , lo que ha de mandarle . « El genio ¿ no es tan hijo de la naturaleza como del arte ? — se dice Avito — ; ¿ no es la naturaleza hecha arte , lo que equivale a decir que es el arte hecho naturaleza ? ¿ no es el feliz consorcio de la reflexión con el instinto , instinto reflexivo a la par que reflexión instintiva ? Démosle , pues — así piensa esto , en primera persona del plural del presente de subjuntivo , o de imperativo si se quiere — , démosle su parte de naturaleza , de instinto , de inconciencia ; no hay forma sin materia . El arte , la reflexión , la conciencia , la forma lo seré yo , y ella , Marina , será la naturaleza , el instinto , la inconciencia , la materia . Y ¡ qué naturaleza ! ¡ qué instinto ! ¡ qué materia ! … ¡ qué materia sobre todo … ! — le dicen las corrientes plutonianas con su lenguaje de sacudidas del corazón — ¡ qué materia ! Yo la trabajaré , como las aguas a la tierra , la surcaré , le daré forma , seré su artífice . ¡ Cállate ! ¡ cállate ! — le dice a una voz de su interior que le murmura : " mira , Avito , que caes … que caes , Avito … que caes … eso es el señuelo … así no se llega al genio … que caes … " ¡ Cállate ! — . Y termina en esta conclusión : ¡ Marina es materia prima de genio , forma de él yo ! ¿ Pues qué ? ¿ la belleza física nada quiere decir ? Los verdaderos genios , los de verdad , han debido de ser hijos de mujeres guapas , y si la historia lo negare o es que el supuesto genio no es tal o es que no se fijaron bien en su madre . ¿ Y el informe amoroso ? ¿ Lo entenderá acaso la braqui-morena plutoniana ? Oh , el instinto adivina lo que no entiende . Y recuerda Avito haber contemplado con qué atención observaba una vez una gata a un conejillo de Indias inoculado de tifoidea y la apacible familiaridad con que las aves del cielo se posan en los hilos del telégrafo , lejos de los lirios del campo . Cosa decidida , pues ; el documento redactado para Leoncia irá , tal como lo está , a Marina . » Al acabar Marina de leerlo y mientras le danza el corazón , se dice , sin querer , con su hermano : « ¡ a Carrascal con esto ! » Y luego : « ¡ qué Carrascal este , Dios mío , qué Carrascal ! ¡ acordarse de mí ! » Va en seguida , sin quererlo también , a mirarse al espejo , en el que se encuentra con sus propios ojos que le dicen lo que no se sabe ni se sabrá jamás . « ¡ Oh , qué Carrascal ! sí , está a la altura de su reputación , no hay duda . Y no es feo , no , no es feo , pero yo … Y tiene unas ideas … qué idea , qué idea esta de pretenderme , y de pretenderme así … » Y ahora , cual avecilla del cielo posada en los alambres telegráficos , lejos de los lirios del campo , se dice : « ¿ ineludibles necesidades orgánicas … — súbesele el rubor a las mejillas — genio de la especie … ley de Malthus … matriarcado … matriarcado ? … ¡ matriarcado ! … tendencia social a la monogamia … matrimonio y patrimonio … genio del porvenir … pedagogía sociológica … Y ¿ cómo le digo que no ? ¡ Con qué cara le digo que no , yo , pobre de mí , Marina del Valle , a todo un don Avito Carrascal ! Alguno había de ser , este u otro … pero don Avito … ¡ don Avito Carrascal ! ¿ Cómo le digo que no ? ¿ Cómo se hace eso ? Si viviera mi madre para aconsejarme … ¡ pero Fructuoso , nada más que Fructuoso ! » Al recordar a su hermano una ráfaga de aire frío le vuelve a la realidad , porque Fructuoso del Valle , tratante en granos y presidente del comité lopecista , es un saco del más barato sentido común . Al recibir Carrascal carta de Marina , en que acepta esta las relaciones que aquel le ha propuesto , se dice : « ¡ la ha copiado de algún manual ! » y se satisface . ¿ No es el copiar lo propio del instinto , de la naturaleza , de la materia ? La carta dirá lo que quiera , ¿ pero los ojos … ? ¡ Oh , los ojos ! Estos sí que al copiarlo todo no copian nada ; son absolutamente originales , con clásica originalidad , que de plagios se mantiene . Procúranse una entrevista en que Avito se propone estar masculino , dominador , cual cumple a la ciencia , y domeñar a la materia al punto . — Me hace usted mucho honor , don Avito … — ¿ Usted ? ¿ don ? háblame de tú , ¡ Marina ! — Como no tengo costumbre … — Las costumbres se hacen ; el hábito empieza por la adaptación ; un fenómeno repetido … — ¡ Ay , por Dios ! — ¿ Qué te pasa ? — ¡ Lo del fenómeno ! — ¿ Pero qué ? — No hable de fenómenos , que tuve un hermanito fenómeno y parece que estoy viendo aquellos ojos que querían salírsele y aquella cabeza ¡ qué cabeza , Dios mío ! no hable de fenómenos … — ¡ Oh la ignorancia , lo que es la ignorancia ! fenómeno es … — No , no , nada de fenómenos … y menos repetidos … — ¡ Pero qué ojos , Marina , qué ojos ! — y en su interior añade : « ¡ cállate ! » a la voz que le murmura : « que caes , Avito … que caes … que la ciencia marra … » — Pero no se ría si digo algo … — Yo no me río cuando se trata de algo serio , y nosotros , Marina , tratamos ahora de lo más serio que hay en el mundo . — Es verdad — agrega Marina con profunda convicción y maquinalmente , con la convicción de una máquina . — Y tan verdad como es . Se trata , Marina , no ya de decidir de nuestra suerte , sino de la suerte de las futuras generaciones acaso … Se pone la Materia tan grave que al abrir los ojos hace vacilar a la Forma . — La suerte de las futuras generaciones , digo … — ¿ Sabes tú , Marina , cómo hacen las abejas su reina ? — y se le acerca . — No entiendo de esas cosas … Si no me lo dice … — Háblame de tú , Marina , te lo repito ; háblame de tú . Deja ese impersonal porque aquí es todo personal , personalísimo . — Pues … pues … no sé … — pónese como la grana — si no me lo dices … — ¿ Pero no , qué te importa lo que hagan las abejas , amor mío ? — y luego a la voz interior : « ¡ cállate ! » y se detiene . « ¿ Amor mío ? » ¿ Quién ha dicho eso ? ¿ Qué es eso de « amor mío ? » El genio de la especie ¡ oh ! el Inconsciente . — El genio de la especie … — continúa Avito — . ¡ Qué ideas , Carrascal , qué ideas ! — ¿ Carrascal ? No me gustan las mujeres que llaman a sus maridos por el apellido — . Al oír lo de marido y mujer se le encienden las mejillas a Marina , y encendido Avito por ello se le acerca más y le pone una mano sobre la cadera , de modo que la Materia quema y la Forma arde . — ¿ Ideas ? ¡ mi idea eres tú , Marina ! — ¡ Oh por Dios , Avito , por Dios ! — y le esquiva . — ¿ Por Dios ? ¿ Dios ? … bueno … sí … todo es cuestión de entenderlo … Acabarás por hacerme creer en él — y lanzando un « ¡ cállate ! » a la voz interior que le dice : « que marra la ciencia … que caes , Avito … » , coge a la Materia en brazos y la aprieta contra el pecho . — Déjeme , por Dios , déjeme … déjame … mi hermano … — ¿ Quién ? ¿ Fructuoso ? — Lo mejor será acabar pronto , Avito . — Querrás decir empezar pronto , Marina . — Como quieras . — Sí , empezar pronto como quiera . Y ahora ven , sellemos el pacto . — ¿ Qué es eso ? — Ven , ven , y lo verás . La coge ahora de nuevo , la aprieta en los brazos y le pega en la boca un beso , de los que quedan . Y así , sujeta , sofocada la pobre , con el corazón alborotado , dícele él : — Tú … tú … Marina … tú … — Ay , por Dios , Avito , ay … por Dios … — y cierra los ojos . También Avito los cierra un momento , y solo se oye el latir de los corazones . Y la voz interior le dice a Carrascal : « el corazón humano , esta bomba impelente y absorbente , batiendo normalmente , suministra en un día un trabajo de cerca de 20.000 kilográmetros , capaz de elevar 20.000 kilos a un metro … » Y en voz alta , como enajenado : — Bomba impelente … — Ay , ay , por Dios , Avito … no … no … — Tú … tú … vamos , tú … Mira que hasta tanto no te suelto … Los labios de la pobre Materia rozan la nariz de la Forma y ahora esta , ansiosa de su complemento , busca con su formal boca la boca material y ambas bocas se mezclan . Y al punto se alzan la Ciencia y la Conciencia , adustas y severas , y se separan avergonzados los futuros padres del genio , mientras sonríe la Pedagogía sociológica desde la región de las ideas puras . Al saberlo Fructuoso se queda un rato mirando a su hermana , sonríe y da unas vueltas por la estancia . — ¡ Pero mujer , con don Avito Carrascal ! … — Con alguno había de ser … — ¡ Claro ! ¡ pero … con Carrascal ! — ¿ Tienes algo que oponer ? — ¿ Oponer ? yo no . « ¡ Con Carrascal ! — piensa — ¡ cuñado de don Avito ! ¡ Psch ! Como marido tal vez lo haga bien … Fortuna … tiene … gastador no es … lo demás la familia lo trae consigo … Y después de todo , para lo que ella vale … » Todo esto pasa por la mente de Fructuoso que como saco de sentido común es profundamente egoísta , por ser el egoísmo el sentido común moral . — ¿ Oponerme ? ¡ Dios me libre ! ¡ Cásate con quien quieras , siempre que sea persona honrada y que pueda mantenerte sin necesitar de tu dote , aunque sea con don Avito ! « ¡ Qué bruto ! » se dice en su corazón Marina , que aun sin saberlo , ve en el matrimonio una manera de liberarse del tratante en granos . Para Carrascal llega la segunda batalla , la de si habrá de casarse por lo religioso , transigiendo con el mundo . Acude a la sociología y esta le convence a transigir . Y he aquí cómo se unen la Materia y la Forma en indisoluble lazo . « ¡ Has caído , Avito , has caído ! — le dice la voz interior — ¡ has caído ! has convertido a la ciencia en alcahueta … ¡ has caído ! » Y mientras echa de menos a su fiel Sinforiano , no le sirve repetir : « ¡ cállate ! ¡ cállate ! ¡ cállate ! » Pasada la embriaguez de los primeros días , disipada la nube que de las aguas de la ciencia levantaran los fuegos del instinto , empieza a vislumbrar la verdad . Ha sido una caída , una tremenda caída a la inducción , mas es preciso aceptarla y aprovecharla en beneficio del futuro genio . Ahora que posee a Marina se acuerda más de Leoncia , oliendo la cabellera de la braqui-morena sueña en la de la dólico-rubia . ¡ Si cupiera fundirlas en una ! … ¿ Por qué el goce de lo poseído ha de encendernos el apetito de lo que no poseemos ? « La Materia es inerte , estúpida : tal vez no es la belleza femenina más que el esplendor de la estupidez humana , de esa estupidez que representa la perfecta salud , el equilibrio estable . Marina no me entiende ; no hay un campo común en que podamos entendernos ; ni ella puede nadar en el aire , ni yo volar en el agua . ¿ Educarla ? ¡ imposible ! Toda mujer es ineducable ; la propia más que la ajena . » Así piensa Avito . ¿ Y Marina ? A los pocos días de trasladada del poder de su hermano al del marido se encuentra en regiones vagarosas y fantásticas , se duerme y en sueños continúa viviendo , en sueños incoherentes , bajo el dominio de la figura marital que anda , come , bebe , y pronuncia extrañas palabras . — ¿ Y tu marido ? — le pregunta Leoncia un día . — ¿ Mi marido ? ah sí , ¿ Avito ? ¡ bien ! ¡ Qué casa , Dios mío , qué casa ! Hay que dejar abierta de noche la ventana del cuarto , por donde entran las tinieblas exteriores y el aire fresco , no hay que espumar el puchero , hay que sumergir a cada paso los cubiertos en esa cubeta con solución de sublimado corrosivo que está sobre la mesa , y esos extraños vasos , graduados , y con su rótulo H 2 O , Y el salero con su ClNa , y ese retrete de báscula y … ¡ qué mundo , Dios mío , qué mundo ! Una noche , sacudiendo por el momento el sueño crónico y antes de entregarse al otro , susurra Marina unas palabras al oído de Avito , le abraza este sin poder contenerse y no duerme en toda la noche . Ya está en función el pedagogo . — ¡ Vamos , Marina , un poco más de alubias ! … — Pero si no me apetecen … — No importa , no importa … ahora tienes que comer más con la reflexión que con el instinto , más con la cabeza que con la boca … Vamos , un poco más de alubias , alimento fosforado … fósforo , fósforo , mucho fósforo es lo que necesita … — Mira que luego no voy a poder comer la chuleta … — ¿ La chuleta ? ¡ no importa ! ¿ carne ? No , la carne aviva los instintos atávicos de barbarie … ¡ fósforo ! ¡ fósforo ! Y Marina se esfuerza por hartarse de alubias . — Y luego acabaré de leerte la biografía de Newton … ¡ qué gran hombre ! ¿ no te parece ? ¿ no te parece que era un gran hombre Newton ? — Sí . — Piensa bien qué gran hombre era … Si saliese nuestro hijo un Newton … — y agrega para sí : « me parece que estoy sugestivo … así , así … » — ¿ Y si sale hija ? — dice ella por decir algo , a lo que se pone muy serio Avito , que no quiere contar con la genia . — Esta tarde iremos al Museo , a que veas las obras maestras y te empapes en ellas ; allí te explicaré el papel social , digo sociológico , del arte . — Pero si … — ¿ Que no lo entiendes ? No importa , no importa nada … no trato de instruirte , sino de sugestionarte … La sugestión es un fenómeno … — ¡ Por Dios , Avito , por Dios ! fenómeno no … no … no … — Tienes razón , ¡ torpe de mí ! tienes razón … esa ignorancia … A la noche iremos a la Opera , a que te armonices … — Pero si acaba tan tarde … si no tengo ganas … — Hay que hacerlas . Mira que ya no te perteneces , Marina , que ya no nos pertenecemos … La mujer se deja hacer ; come alubias a todo pasto , escucha biografías de grandes hombres según don Avito , mira cuadros , oye música … — Mejor quisiera que me leyeses en el Año cristiano la vida del santo de hoy … — se atreve a suplicar un día desde su sueño . Avito la mira diciéndose : « ¡ oh , el atavismo ! » y arranca en una disertación contra los santos todos del Año cristiano , hombres antisociales y mejor aún que antisociales antisociológicos . Y al observar la expresión de su mujer se dice : « ¡ hasta las entrañas mismas ! ¡ esto hará su efecto ! » Marina se siente mal y Avito se alarma por ello . Ocúrresele si podrá ser un parto prematuro , y sorprendido de su imprevisión en este respecto , piensa pedir una incubadora Hutinel , por si acaso . Y hasta le halagaría , allá , por muy dentro , que fuera tal cosa , pues podría así comprobar en su hijo las maravillas de la ciencia . Y como la indisposición de su mujer se agrava , tiene que llamar al médico , un médico sociólogo también . — ¿ Qué ? — pregunta Avito ansioso , después del reconocimiento médico , pensando en la incubadora . — No es más que una indigestión … una fuerte indigestión … ¿ qué ha comido usted , señora ? — ¡ Alubias ! — Pero eso … — Es que me hastían ya , las aborrezco … — ¿ Pues por qué las toma ? — Soy yo , soy yo quien se las hago tomar … por causa del fósforo … — ¡ Ah ! — y poniéndole una mano sobre el hombro , le dice el médico — : No indigeste de fósforo al genio , amigo Carrascal , que no basta fósforo en el cerebro para , que este dé luz ; no basta , pues acaso le tenemos todos de sobra . — ¿ Entonces ? — ¡ Es menester además … raspa ! — ¡ Piedra , yesca y eslabón ! que cantábamos de niños . — ¡ Exacto ! — Ya que no quieres ir a la ópera — dice un día Avito a su mujer — he ideado lo que la sustituya … Hace traer un aristón , coloca en él el disco de una melodiosa sonata , y puesta la mano en el manubrio dice : — Quiero que oigas música . Además , las vibraciones rítmicas palpitarán en el aire y esas vibraciones habrán de trasmitirse en torno … Allá donde lleguen todo se acordará rítmicamente en cuanto sea posible , y no cabe duda , las tiernas células del embrión habrán así de hacerse más armónicas … Ven , acércate , siéntate ahí … — Pero … — ¡ Pero ahora escucha ! Empieza a darle al manubrio . La pobre Materia soñolienta mira con sus tersos ojazos cándidos a la figura dominante de su sueño ; despiértale la sonata las dormidas ternuras maternales , y empieza a inundarle el corazón maternal piedad , piedad jugosa hacia el padre del futuro genio . — Ven , acércate , que te lleguen al regazo las rítmicas ondulaciones ; que envuelvan al tierno embrión … Siente la pobre Materia que le hinchen las aguas profundas del espíritu , amargas linfas , que le ahogan el corazón de madre , que los objetos todos , la cómoda , las sillas , la consola , el espejo , el espejo sobre todo , la mesa , todos se ríen de ella : córrele la sangre al rostro , a reírse también viendo aquello , y avergonzada al sentir el rubor , empiezan a rezumar sus ojos silenciosas lágrimas y las lágrimas le acongojan . — Oh , veo que te afecta demasiado , y tampoco eso … tampoco eso … No le quiero sentimental . Un sentimental no puede ser buen sociólogo . Y ahora , puesto que hace tan buen día , a pasear un rato , a tomar luz … ¡ luz ! ¡ luz ! ¡ mucha luz ! Y ya de paseo , dice : — La educación empieza en la gestación … ¿ qué digo ? en la concepción misma … antes , mucho antes , venimos educándonos ab initio , desde lo homogéneo primitivo . Ella calla y él prosigue : — Y tú , Marina , eres muy homogénea . Adivina un insulto . ¿ Insulto ? ¿ Pero es que esta figura insulta ? ¿ Que quiere decir todo esto ? ¿ Hay algo que quiera decir algo ? Avito piensa : « Debería leerle algo de embriología ; que sea consciente de lo que hace … ¡ pero no ! que sea inconsciente , así saldrá mejor … sin embargo … » Y al siguiente día le enseña una preparación embriológica en el período correspondiente . Y ella , emergiendo del sueño crónico , exclama : — Quita , quita , por Dios , quita , quita eso … — Ah , si pariésemos los hombres … — suspira Avito , callándose lo de : « lo haríamos más científica y conscientemente . » — Es que si parieseis los hombres no seríais hombres , sino mujeres … Al oír lo cual piensa Avito con regocijo : « genio , genio , ¡ de seguro genio ! » y luego , en vez de « ¡ cállate ! » , dícele a su voz interior : « ¿ lo ves ? » Han corrido días . La pobre Materia siente que el Espíritu , su espíritu , un dulce espíritu material , va empapándola y como esponjándola , pero no ya en aguas de amargura , sino en el más dulce rocío que de esa amargura al evaporarse queda . Cántale la Humanidad eterna en las eternas entrañas del alma . A solas se toca los pechos que empiezan a henchírsele ; va a brotar del sueño la vida , la vida del sueño . ¡ Pobre Avito ! ¿ despertará ahora ? ¿ se dormirá ahora ? Ha llegado el día ; lo tiene ya de antemano dispuesto todo Carrascal , y aquí él , tranquilo , abroquelado en ciencia , al encuentro del Destino . Laméntase la Materia de cuando en cuando , levantándose , paseándose un momento , volviéndose a sentar . — No puedo , no puedo , don Antonio , no puedo más … yo me muero ¡ ay ! me muero … no puedo más … — Eso no es nada , Marina , un dolorcillo sin importancia ; ayúdelo , ayúdelo … venga un dolor decente , un dolor como es debido y se acabó todo … — Yo tengo más , don Antonio , yo tengo más … esto es otra cosa … esto es muy grave … yo me muero … ¡ ay ! adiós . ¡ Avito ! … yo me muero … me muero … — Lo de todas , doña Marina , lo de todas … eso no es nada … — ¿ Que no es nada ? … ¡ ay ! me muero … me muero … quiero morirme … ¡ adiós ! — ¡ Vaya , vaya ! descanse un rato … Fruto de la civilización estos dolores — interviene don Avito — , la civilización habrá de suprimirlos . Bien te dije que el cloroformo … Cállate … no … no … cloroformo no … ¡ ay ! que me muero … ¡ ay ! … yo quiero morirme … Don Antonio … el cloroformo es cosa de judíos … ¡ ay ! que me muero … — O bien se anticipará científicamente este acto y luego la incubadora … — Calla , calla , calla … Trágase a hurtadillas una cintita de papel , hecha rollo , cintita en que está impresa una jaculatoria en dístico latino , y luego otro papelillo en que hay una imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro . Son su cloroformo . Llega el momento , asoma el futuro genio la cabeza para mirar al mundo , entra en el escenario y se pone a berrear . Es lo único que se le ocurre hacer , ya que ha de hacer algo al pisar las tablas . Juega con el aire ; toca un chillido en el albogue de su gaznate . Avito mira al reloj ; las 18 horas y 58 minutos . — Esa cabeza … — dice con desfallecimiento la madre . — Ella se le arreglará sola — contesta el médico . — Pero qué fea la tiene , ¡ pobrecito ! — y sonríe . — ¡ Bah ! — dice Avito — , ha sido el trabajo de nacer . ¿ O crees que tú lo has hecho todo y él nada ? — Yo le he dado a luz , ¡ hombre ! — ¡ Y él te ha nacido , mujer ! — Y ahora , ¿ quiere usted morirse ? — le pregunta el médico . — ¡ Pobrecito ! — contesta ella . El padre le coge y le lleva a la balanza , a pesarle ; luego a una bañera especial que a prevención tiene , y ¡ adentro del todo ! , que le cubra por completo el agua , para ver en el tubo registrador el número de litros que ha subido , el volumen . Con peso y volumen deducirá luego su densidad , la densidad genial nativa . Y lo talla , y le toma el ángulo facial y el cefálico y todos los demás ángulos , triángulos y círculos imaginables . Con ello abrirá el cuadernillo . La casa está dignamente provista para recibirlo ; techos altos , como ahora se lleva , iluminación , aireación , antisepsia . Por todas partes barómetros , termómetros , pluviómetro , aerómetro , dinamómetro , mapas , diagramas , telescopio , microscopio , espectroscopio , que a donde quiera que vuelva los ojos se empape en ciencia ; la casa es un microcosmo racional . Y hay en ella su altar , su rastro de culto , hay un ladrillo en que está grabada la palabra Ciencia , y sobre él una ruedecita montada sobre su eje ; toda la parte que a lo simbólico , es decir , a lo religioso , como él dice , concede don Avito . Ya tenemos al niño , al sujeto , y ahora surge el primer problema , el del nombre . El nombre que a uno le pongan y que tenga que llevar puede hacer su felicidad o su desgracia ; es una perpetua sugestión . ¿ No se oye decir a muchos : « me debo a mi nombre » ? ¡ Cosa ardua el cómo me llamen y cómo me llame a mí mismo ! El nombre tiene que ser griego por ser la lengua griega la de la ciencia , sonoro y significativo además . Relee Carrascal la carta en que el singular filósofo don Fulgencio ha contestado a su pregunta y que dice así : « Hay quien lleva como un castigo su nombre , como joroba que al nacer le impusieron . En rigor debía aguardarse a que el hombre diese sus frutos para ponerle nombre a ellos ajustado ; mientras no ostente carácter propio no debía tener más que nombre provisional o interino , ya que no fuese anónimo . Los pseudónimos y los motes son más verdaderos que los nombres legales , ya que apenas hay cosa legal que sea verdadera , y la que verdadera resulte será a pesar de su legalidad , jamás merced a ella . » Y luego propone don Fulgencio varios nombres , entre los cuales Fisidoro , don de la naturaleza ; Nicéforo , vencedor ; Filodectos , amante de la verdad ; Aniceto , invencible ; Aletóforo , portador de la verdad ; Teodoro , don de Dios , y Teóforo , portador de Dios , entendiendo por Dios lo que por él entiende el singular filósofo ; Apolodoro , don de Apolo , de la luz del Sol , padre de la verdad y de la vida … Avito vacila ; inclínase a Apolodoro por lo simbólico y sobre todo por empezar como Avito con « A » lo que ha de permitir que se sirvan padre e hijo de un mismo baúl y que no haya que cambiar las iniciales de los cubiertos : « A . C » . Solo tiene el inconveniente de eso de Apolo , una deidad pagana , una forma de superstición , dígase lo que se quiera . Aunque por otra parte lo de Apolo no puede entenderse ya más que como un símbolo , un símbolo del Sol , de la luz , del generador de la vida . Va a decidirse por Apolodoro , y la voz interior : « caíste ya y vuelves a caer , y caerás cien veces y estarás cayendo de continuo ; transigiste con el amor , con el instinto , con lo carnal , transigirás con la superstición pagana y tu hijo llevará siempre como un estigma ese nombre y le llamarán abreviándoselo : Apolo ; mejor es que le llames Teodoro , que al cabo es nombre más corriente y llano y equivale a lo mismo , pues ¿ qué va de Apolo a Dios ? » Y Avito contesta a ese importuno demonio que al enamorarse le entró , diciéndole : « No , no es lo mismo Apolo que Dios , no equivale Teodoro a Apolodoro , porque en Apolo no cree ya nadie y no pasa de ser una mera ficción poética , un puro símbolo , mientras aún quedan quienes creen en Dios , y así si le llamo Apolodoro nadie supondrá que pueda yo creer en la existencia real y efectiva de Apolo , mientras que si le bautizo , digo , no , si le denomino Teodoro podrá creerse que creo en Dios . De Dios se podrá hablar , podremos hablar los hombres de razón , cuando nadie crea en él , cuando sea un puro símbolo … ¡ entonces sí que nos será útil ! » Y la voz : « has caído , has caído y volverás a caer cien veces , y estarás cayendo sin cesar … ¿ Si pudieras llamarle A . B . C . o X . como por álgebra ? Tan derogación es llamarle Apolodoro como Teodoro : ponle un nombre sin sentido , algébrico , Llámale Acapo o Debito o Futoque , una cosa que nada signifique y a que dé significado él ; Mete en un sombrera sílabas , saca tres y dale así nombre . » Y Avito replica : « ¡ cállate ! ¡ cállate ! ¡ cállate ! » y se queda con Apolodoro , salvo confirmárselo o rectificárselo según los frutos que dé . El sueño de Marina se hace más profundo , baja a las realidades eternas . Siéntese fuente de vida cuando da el pecho al hijo . Desprende el mamoncillo la cabeza y quédase mirándola , juega con el pezón luego . Y cuando en sueños sonríe se dice la madre : es que se sueña con los ángeles . Con su ángel se sueña ella , apretándoselo contra el seno , como queriendo volverlo a él , a que duerma allí , lejos del mundo . Avito no hace sino preguntarla : « ¿ Qué tal ? ¿ tienes leche suficiente ? ¿ te sientes débil ? » Y no satisfecho con las seguridades que su mujer le da , envía a que se analice la leche , que se analice escrupulosamente , a microscopio y a química . — Porque mira , si el criar te perjudicara o perjudicara al niño , tenemos el biberón , el biberón perfeccionado … — ¿ Biberón ? — Sí , biberón , pero biberón moderno y con leche esterilizada , lactancia artificial , el gran sistema , mejor que la lactancia natural , créemelo … — ¿ Mejor ? Pero si lo natural … — Déjate de lo natural . La naturaleza es una chapucería , una perfecta chapucería , como dice don Fulgencio … — Pues yo creo que en esto lo más natural … — ¿ Y qué has de creer tú ? ¿ qué has de creer tú que al fin y al cabo eres naturaleza ? Te digo que no hay como el biberón … — Pues mientras yo tenga leche … — Si no me opongo , pero … mira , la pedagogía misma , ¿ qué es sino biberón psíquico , lactancia artificial de eso que llaman espíritu por llamarlo de algún modo ? « Has caído , sigues cayendo — le dice la voz interior — le dejas criar ; así le transmitirá más de su sangre ; el pecado del amor da sus frutos . » — Y esas mantillas , esas mantillas … ya te he dicho que no le envuelvas así ; las mujeres sois las sacerdotisas de la rutina . — ¿ Pues qué he de hacer ? — Mira este dibujo , vístele por él . — Yo no sé hacerlo , hazlo tú . — Hazlo tú … hazlo tú … Estos primeros cuidados los confía la pedagogía a la madre … — ¿ Y el darle de mamar no ? — ¡ Lógica femenina ! El darle de mamar no ; el biberón mismo es cuidado de la madre . — Pues mira , como yo no sé hacerlo de otro modo … — Bueno , mujer , bueno … sigue … Hoy ha averiguado Avito que a escondidas de él , en connivencia la madre con Leoncia , se han llevado al niño para que lo bauticen . Su principio de autoridad , base y fundamento de toda sana pedagogía , ha sido conculcado ; y ¿ cómo ? ¡ por consejo de la deductiva ! No se puede dejar pasar esto así , sin protesta . — ¿ No te tengo dicho , Marina , que no quiero que le metas esas cosas al niño ? — Así se ha hecho siempre — contesta la mujer con un resto de independencia que le brota de las entrañas — . Tú no quieres más que poner leyes nuevas … — ¿ Quién te ha dicho eso ? — y como Marina calla , prosigue elevando la voz — : ¿ Quién te lo ha dicho ? repito ; ¿ quién es el majadero o la majadera que te lo ha dicho ? Vamos , contesta . ¿ No sabes que soy tu marido ? La pobre Materia , oprimiendo al genio contra su seno , siente que una bola de cuajada angustia le levanta primero por dentro los henchidos pechos , que le tupe la garganta después y empieza a ver a su marido a través del amargo humor que le purifica los ojos lavándoselos . — Tienes la desgracia de haber nacido imbécil y no estás en edad … Oyese apenas , como quejumbre de animal herido , estas palabras escapadas de entre dientes : Eres un bruto . — ¿ Un bruto ? ¿ un bruto yo ? — la coge del brazo y la sacude — ; ¿ un bruto ? si no fuese por … Y ella rompiendo a llorar ya : Virgen Santísima … — ¡ Calla , no blasfemes ! Apolodoro mira fijamente a su madre . Y el padre paseándose se dice : « He estado torpe , poco razonable , poco científico , se me ha vuelto a rebelar el animal , este animal al que tenía dominado y así que me enamoré despertó ; esta infeliz no tiene la culpa … ¿ Le ha bautizado ? ¿ y qué ? ¡ cosas de mujeres ! que se diviertan en algo las pobres . » Y volviéndose a Marina , con su voz más dulce : — Vamos . Marina , he estado fuerte , lo reconozco , pero … — y se le acerca ofreciéndole la boca , a la vez que la voz interior le murmura : « caíste , vuelves a caer y caerás cien veces más … » Déjase besar Marina apretando contra el seno al niño , y recae en el sueño de su vida . — Sí , he estado fuerte , pero … pero es menester cumplir mi voluntad … ¿ Y bautizarle ? ¿ para qué ? ¿ para limpiarle del pecado original ? ¿ Pero tú crees que esta inocente criatura ha pecado ? Y la voz del demonio familiar : « sí , no ha pecado , pero trae pecado , trae pecado original : el de haber nacido de amor , de enlace de instinto , de matrimonio inductivo ; amor y pedagogía son incompatibles ; el biberón exige complemento … » — No le beses , no le beses así , Marina , no le beses ; esos contactos son semillero de microbios . Y la voz : « ¿ por qué la besabas tú a ella ? te ha contagiado , te ha contagiado con sus microbios , con los microbios de su personalidad , porque cada uno de nosotros tiene su microbio , su microbio especial y específico , el Bacillus individuationis , como le llama don Fulgencio , y te ha contagiado … ¡ Caíste , caíste y volverás a caer ! » Esto fue ayer y hoy encuentra Marina a su marido pinchando al niño con una aguja , e irrumpiendo del sueño su corazón de madre , exclama : — ¿ Pero estás loco , Avito ? ¿ qué haces ? Y el padre sonríe , vuelve a pincharle y contesta : — Tú no entiendes … — Pero , Avito — añade con mansedumbre . — ¡ Es que estudio los actos reflejos ! — ¡ Qué mundo este , Virgen Santísima ! — y recae en el sueño . Y aún le queda por ver esto otro , y es que haciendo que Apolodorín se coja con ambas manos del palo de la escoba le levanta su padre así en alto . La madre tiende los brazos ahogando un grito , y el padre con enigmática sonrisa dice : — Esta fuerza de prensión , propiamente simiesca , la perderá luego . Nuestro tatarabuelo el antropopiteco y nuestro primo segundo el chimpancé … — ¡ Qué mundo este , Virgen Santísima ! — y adéntrase aún más en el sueño . Otras veces es ponerle una vela ante los ojos y observar si la sigue con los ojos , o hacer ruido para llamarle la atención . Y en estas y las otras he aquí que al arrimar el niño su manecita a la lumbre de la vela se quema y rompe a llorar y tiene su madre que acallarle dándole el pecho , mientras la madre le tapa la boca con la teta para que no pueda llorar , Avito : — Déjale que llore ; es su primera lección , la más honda . No la olvidará nunca , aunque la olvide — y como la madre parece no fijarse en el profundo concepto , prosigue el padre — : Así aprenderá que el dedo es suyo , porque ese llanto quería decir : mi dedo ¡ ay ! mi dedo . Y del mí al yo no hay más que un paso , un solo paso hay del posesivo al personal , paso que por el dolor se cumple . Y el yo , el concepto del yo … Al ver con qué ojazos desorientados le mira Marina , se calla Avito , envainándose el yo . Carrascal vigila la evolución del pequeño salvaje , meditando en el paralelismo entre la evolución del individuo y la de la especie , o como decimos , entre la ontogenia y la filogenia . « Su madre le hará fetichista — se dice — ¡ no importa ! Como la especie , tiene el individuo que pasar por el fetichismo ; yo me encargaré de él . Ahora , mientras siga siendo un invertebrado psíquico , un alma sin vértebras ni cerebro , allá con él su madre , pero así que se le señale la conciencia reflexiva , así que entre en los vertebrados , así que se me presente de amphioxus psíquico , le tomo de mi cuenta . » Marina , por su parte , sonambuliza suspirando : — ¡ Qué mundo este , Virgen Santísima ! y duerme al niño cantándole : Y Apolodoro va aprendiendo , bajo la dirección técnica de su padre , el manejo del martillo de su puño , de las palancas de sus brazos , de las tenazas de sus dedos , de los garfios de sus uñas y de las tijeras de los recién brotados dientes . Y por sí solo , ¡ cosa singular ! sin dirección alguna , adelantando la cabeza cuando quiere , sí , cuando quiere comer de lo que le presentan y sacudiéndola de un lado a otro para que no se lo encajen en la boca , cuando no lo quiere , no , no quiere comerlo , aprende a decir mudamente sí y no , las dos únicas expresiones de la voluntad virgen . Su padre , sin embargo , se dedica un rato todos los días a frotarle bien la cabeza por encima de la oreja izquierda para excitar así la circulación en la parte correspondiente a la tercera circunvolución frontal izquierda , al centro del lenguaje , pues algo de la excitación ha de atravesar el cráneo y ayudar al niño a romper a hablar . Ahora en cine el alma de Apolodoro se acerca , merced a las fricciones superauriculares , al amphioxus psíquico , ahora ha venido a habitar en nuestra ciudad el verbo de Carrascal , el insondable filósofo don Fulgencio . Es don Fulgencio Entrambosmares hombre entrado en años y de ilusiones salido , de mirar vago que parece perderse en lo infinito , a causa de su cortedad de vista sobre todo , de reposado ademán y de palabra en que subraya tanto todo que dicen sus admiradores que habla en bastardilla . Jamás presenta a su mujer por avergonzarse de estar casado y sobre todo de tener que estarlo con mujer . El traje lo lleva de retazos hábilmente cosidos , intercambiables , diciendo : « esto os un traje orgánico : siempre conserva las caderas y rodilleras , signos de mi personalidad ; mis caderas , mis rodilleras . » Tiene en su despacho , junto a un piano , un esqueleto de hombre con chistera , corbata , frac , sortija en los huesos de los dedos y un paraguas en una mano y sobre él esta inscripción : Homo insipiens , y al lado un desnudo esqueleto de gorila con esta otra : Simia sapiens , y encima de una y de otra una tercera inscripción que dice : Quantum mutatus ab illo ! Y por todas partes carteles con aforismos de este jaez : « La verdad es un lujo ; cuesta cara . » « Si no hubiera hombres habría que inventarlos . » « Pensar la vida es vivir el pensamiento . » « El fin del hombre es la ciencia . » Son , en efecto , los aforismos uno de sus fuertes . Y el Libro de los aforismos o píldoras de sabiduría su libro esotérico , el que ha de dar como ilustración al común de los mortales . Porque el otro , su Ars magna combinatoria , su gran obra esotérica , que irá escrita en latín o en volapuk , la reserva para más felices edades . Trabaja en ella de continuo , mas decidido a encerrarla , desconocida , en un hermético cofrecito de iridio o de molibdeno , cuando muera , ordenando que la entierren con él y dejando al Destino que al correr de los siglos aparezca a flor de tierra un día , entre roídos huesos , cuando sea ya el género humano digno de tamaño presente . Porque es lo que se dice a solas : « ¿ Trabajar yo para este público donde han caído como en el vacío mis más profundos y geniales estudios ? ¿ para este público que tarda tanto en admitir como en despedir a aquel a quien una vez haya admitido ? Esto es como caminar en un arenal ; esto es romperse el brazo del alma al ir a dar con todo esfuerzo y encontrarse con el aire nada más . Hay aquí cien escritores , publica cada cual cien ejemplares de cada una de sus obras y las cambian entre sí , como cambian los saludos y las envidias . El que no escribe no lee , y el que escribe tampoco lee como no le regalen lo que haya de leer . Como ninguno se halla sostenido por público compacto , numeroso y culto , ni creen en sí mismos ni en los otros — pues necesitamos de que los demás nos crean para creernos — y a falta de esa fe , de la fe en la popularidad , única de nuestro escritor , desprécianse mutuamente o creen despreciarse más bien . » Hechas estas consideraciones se vuelve a trabajar en su Ars magna combinatoria , labor que ha de ser un día asombro de los siglos . No es , en efecto , la filosofía , según don Fulgencio , más que una combinatoria llevada a los últimos términos . El trabajo hercúleo , genial , estribaba en dar , como él ha dado , con las cuatro ideas madres , dos del orden ideal y dos del real , ideas que son , las del orden real : la muerte y la vida ; y las del orden ideal : el derecho y el deber , ideas no metafísicas y abstractas , como las categorías aristotélicas o kantianas , sino henchidas de contenido potencial . A partir de ellas , coordinándolas de todas las maneras posibles , en coordinaciones binarias primero , luego ternarias , cuaternarias más adelante y así sucesivamente , es como habrá de descifrarse el misterio del gran jeroglífico del Universo , es como se sacará el hilo del ovillo del eterno Drama de lo Infinito . Está en las coordinaciones binarias o simplemente combinaciones , como él , aunque apartándose del común tecnicismo , las llama estudiando el derecho a la vida , a la muerte , al derecho mismo y al deber ; el deber de vida , de muerte , de derecho y de deber mismo ; la muerte del derecho , del deber , de la misma muerte y de la vida ; y la vida del derecho , del deber , de la muerte y de la vida misma . ¡ Qué fuente de reflexiones el derecho al derecho , el deber del deber , la muerte de la muerte y la vida de la vida ! ¡ qué fecundas paradojas las de la vida de la muerte y la muerte de la vida ! Ibsen ha presentido a don Fulgencio al hacer decir al Obispo de su drama « Madera de reyes » ( Kongs-Aemnerne ) aquello de : « ¿ Pero con qué derecho tiene derecho Hakon y no vos ? » ( Men med heaad Ret fík Hahon Retten og ikke I ? ) Luego que acabe con las binarias se meterá don Fulgencio con las coordinaciones ternarias o más bien conternaciones , que es como él las llama , tales cuales , las de la vida de la muerte del derecho , el derecho a la muerte de la vida , el deber del derecho al deber , y ¡ oh fuente de paradójicas maravillas ! el derecho al derecho al derecho , o la muerte de la muerte de la muerte . Hanle presentido , además de Ibsen , Ihering con eso de que no hay derecho a renunciar los derechos , y todos los que hablan del derecho a la pena , es decir , a la muerte . Las conternaciones son sesenta y cuatro y luego vienen las doscientas cincuenta y seis concuaternaciones y las mil veinticuatro conquinaciones más tarde y … ¡ qué porvenir se abre a la Humanidad ! Esta ha de ser inacabable , eterna , pues no basta la infinita consecución de los tiempos para agotar la infinita serie de infinitas coordinaciones . El método coordinatorio es , sin duda , la fuente de toda filosofía , el modo de excitar el pensamiento . ¿ Oyes decir que el amor es el hambre de la especie ? pues inviértelo y di que el hambre es el amor del individuo . Ya Pascal , como buen filósofo , volvió aquello de que el hábito es una segunda naturaleza en lo de que la naturaleza es un primer hábito . ¿ Te hablan de la libertad de conciencia ? pues compárala al punto con la conciencia de la libertad ; ¿ te proponen la cuadratura del círculo ? medita en la circulación del cuadrado . Cuando se pone don Fulgencio a pensar en esto , de noche y oscuras , descansando sobre la almohada su cabeza , junto a la de doña Edelmira , su mujer , desciende a él el sueño al peso de tan graves meditaciones . Con razón llama filosofía rítmica sobrehumana a la suya . Profesa un santo odio , un odium philosophicum al sentido común , del que dice : « ¿ el sentido común ? ¡ a la cocina ! » y cuando llega a sus oídos esa estúpida conseja de que es una olla de grillos su cabeza , recítase este fragmento poético que para propio regalo tan solo ha compuesto : Tal es el guía a quien para la educación del genio se ha confiado don Avito . Han anunciado a don Fulgencio que Carrascal le busca , sale el filósofo en chancletas , echa a don Avito una mano sobre el hombro y exclama : — ¡ Paz y ciencia ! amigo Avito … cuanto bueno por aquí … — Usted siempre tan magnánimo , don Fulgencio … Vengo algo sudoroso ; está tan lejos esta casa … Se pierde mucho tiempo en recorrer espacio … — Casi tanto como el espacio que se pierde en pasar el tiempo … ¿ Y qué tal va el papel ? Don Avito queda confundido ante esta profundidad de hombre , y como al entrar en el despacho , le salta a la vista lo de que « el fin del hombre es la ciencia » , vuélvese al maestro y se decide a preguntarle : — ¿ Y el fin de la ciencia ? — ¡ Catalogar el universo ! — ¿ Para qué ? — Para devolvérselo a Dios en orden , con un inventario razonado de lo existente … — A Dios … a Dios … — murmura Carrascal . — ¡ A Dios , sí , a Dios ! — repite don Fulgencio con enigmática sonrisa . — ¿ Pero es que ahora cree usted en Dios ? — pregunta con alarma el otro . — Mientras Él crea en mí … — y levantando episcopalmente la mano derecha , añade — : Dispense un poco , Avito . Frunce los labios y baja los ojos , síntomas claros del parto de un aforismo , y tomando una cuartilla de papel escribe algo , tal vez un trozo del padrenuestro o unos garrapatos sin sentido . Entre tanto la voz interior le dice a Carrascal : « caíste … has vuelto a caer , caer y caerás cien veces … este es un mixtificador , este hombre se ríe por dentro , se ríe de ti … » y Avito , escandalizado de tan inaudita insolencia , le dice a su demonio familiar : « ¡ cállate , insolente ! ¡ cállate ! ¡ tú que sabes , estúpido ! » — Puede usted seguir , Avito . — ¿ Seguir ? ¡ Pero si no he empezado … ! — Nunca se empieza , todo es seguimiento . Confuso Carrascal ante tamaña profundidad de hombre , le explana de cabo a rabo la historia toda de su matrimonio y lo que respecto a su hijo proyecta . Le oye don Fulgencio silencioso , interrumpiéndole por dos A veces con el gesto episcopal para asentar algún aforismo o escribir cualquier cosa o ni cosa alguna . Al concluir su exposición quédase Carrascal bebiéndose con la mirada el rostro del maestro , sintiendo que a su espalda tiene al Simia sapiens y delante , sobre la augusta cabeza del filósofo , lo de « si no hubiera hombres habría que inventarlos . » Mantiénese don Fulgencio cabizbajo unos segundos , e irguiendo su vista , dice : — Importante papel atribuye usted a su hijo en la tragicomedia humana ; ¿ será el que el Supremo Director de escena le designe ? Responde Carrascal con un pestañeo . — Esto es una tragicomedia , amigo Avito . Representamos cada uno nuestro papel ; nos tiran de los hilos cuando creemos obrar , no siendo este obrar más que un accionar ; recitamos el papel aprendido allá , en las tinieblas de la inconciencia , en nuestra tenebrosa preexistencia , el Apuntador nos guía ; el gran tramoyista maquina todo esto … — ¿ La preexistencia ? — insinúa Carrascal . — Sí , de eso hablaremos otro día ; así como nuestro morir es un des-nacer , nuestro nacer es un des-morir … Aquí de la permutación . Y en este teatro lo tremendo es el héroe … — ¿ El héroe ? — El héroe , sí , el que toma en serio su papel y se posesiona de él y no piensa en la galería , ni se le da un pitoche del público , sino que representa al vivo , al verdadero vivo , y en la escena del desafío mata de verdad al que hace de adversario suyo … matar de verdad es matar para siempre … aterrando a la galería , y en la escena de amor ¡ figúrese usted ! no quiero decirle nada … Interrúmpese para escribir un aforismo y prosigue : — Hay coristas , comparsa , primeras y segundas partes , racioneros … Yo . Fulgencio Entrambosmares , tengo conciencia del papel de filósofo que el Autor me repartió , de filósofo extravagante a los ojos de los demás cómicos , y procuro desempeñarlo bien . Hay quien cree que repetimos luego la comedia en otro escenario , o que , cómicos de la legua viajantes por los mundos estelares , representamos la misma luego en otros planetas ; hay también quien opina , y es mi opinión , que desde aquí nos vamos a dormir a casa . Y hay , fíjese bien en esto , Avito , hay quien alguna vez mete su morcilla en la comedia . Cállase un momento ; mientras Carrascal se recrea en interpretarle el pensamiento , irrádianle los fulgurantes ojos y mirando al enchisterado homo insipiens , prosigue : — La morcilla , ¡ oh , la morcilla ! ¡ Por la morcilla sobreviviremos los que sobrevivamos ! No hay en la vida toda de cada hombre más que un momento , un solo momento de libertad , de verdadera libertad , solo una vez en la vida se es libre de veras , y de ese momento , de ese momento ¡ ay ! que si va no vuelve , como todos los demás momentos y que como todos ellos se va , de ese nuestro momento metadramático , de esa hora misteriosa desciende nuestro destino todo . Y ante todo , ¿ sabe usted , Avito , lo que es la morcilla ? — No — contesta Carrascal pensando en su matrimonio , en la hora aquella misteriosa de su visita a Leoncia , cuando se encontró con Marina , en aquel momento metadramático en que los tersos ojazos de la hoy su mujer le decían cuanto no se sabe ni se sabrá jamás , en aquel momento de libertad … ¿ de libertad ? ¿ de libertad o de amor ? ¿ el amor , da o quita libertad ? ¿ la libertad , da o quita amor ? Y la voz interior le dice : « caíste y volverás a caer , » — Pues morcilla se llama , amigo Carrascal , a lo que meten los actores por su cuenta en sus recitados , a lo que añaden a la obra del autor dramático . ¡ La morcilla ! Hay que espiar su hora , prepararla , vigilarla y cuando llega meterla , meter nuestra morcilla , más o menos larga , en el recitado y siga luego la función . Por esa morcilla sobreviviremos , morcilla ¡ ay ! que también nos la sopla al oído el gran Apuntador . Interrúmpese don Fulgencio para escribir este aforismo : « hasta las morcillas son del papel » , y continúa : — Prepararle para su morcilla ha de ser la labor pedagógica de usted . Lombroso … Al oír este nombre vuelve Avito hacia atrás la vista , mas al encontrarse con la mirada de los huecos ojos del esquelético Simia sapiens , torna a atender . — Lombroso , ese filósofo fiel sentido común , dirá del genio lo que quiera , pero genio es aquel cuya morcilla se ve obligado a aceptar el Supremo Dramaturgo . Es , pues , menester obligar al Autor Supremo a que meta en el papel nuestras morcillas , y es que del papel mismo surgen . O hablando esotéricamente , genio es el que corrige la plana al Supremo Autor , y como este Autor solo en nosotros , por nosotros y para nosotros los cómicos es , vive y se mueve , genio es el Autor mismo encarnado en comediante y corrigiéndose a sí mismo la comedia por boca de este … Carrascal medita ; las palabras de don Fulgencio le han invadido a borbotones el alma , como aguas de inundación que entran en honda sima , formando remolino en su conciencia . — Es decir que … — dice como quien despierta de un sueño . — ¡ A preparar , a espiar su momento metadramático ! — añade don Fulgencio . Esto es demasiado para Avito ; excede de su ciencia . Es una tan sublime filosofía que solo en parábolas puede encarnar . — Se lo traeré a usted , don Fulgencio … — No , no , de ninguna manera — exclama vivamente el filósofo , que no tiene hijos — ; no , yo no debo verle ni debe él verme hasta que llegue la hora . Es conveniente que haya una mano , aunque humana , oculta o invisible , en su sendero ; nos entenderemos nosotros dos , y cuando le juzgue en sazón vendrá a oír mis revelaciones para disponerse así al momento de la libertad … — ¿ Y si le llega este antes ? — No ; ese momento sé bien hacia qué edad llega . Siguen algún tiempo más planeando la educación del niño , cuyo principio consiste en que lo vea todo , lo experimente todo , de todo se sature y pase por todo ambiente . « Intégrese , intégrese en busca de su morcilla » , repite el filósofo . Pero todo debidamente explicado , con su glosa y comentario científico . La Naturaleza — la naturaleza con letra mayúscula , se entiende — es un gran libro abierto al que ha de poner el hombre notas marginales e ilustraciones , señalando a la vez con lápiz rojo los más notables pasajes . « Lápiz rojo , mucho lápiz rojo , y como todo es en realidad notable , lo mejor sería dar de rojo al libro todo » , dice don Fulgencio , que publica en cursiva todo . Quedan , además , en que apuntará don Avito todo lo digno de mención que haga o diga el futuro genio , para estudiarlo luego los dos y proveer en vista de ello . Retírase ahora Carrascal y se encuentra con doña Edelmira en el pasillo . Mujer alta , serena , estatuaria , entrada en años ya , sonrosada , de rostro plácido ; gasta peluca . Se saludan ceremoniosamente , y Carrascal sale . — ¿ Es ese don Avito Carrascal , Fulgencio ? — Sí , ¿ pues ? No , nada ; parece un buen hombre . El filósofo coge con la mano la barbilla de su solemne esposa y le dice : — Vamos . Mira , no seas mala . — El malo eres tú . Fulgencio . — Los malos somos los dos , Mira . — Como quieras , pero yo creo que somos muy buenos … — Acaso tengas razón — añade el filósofo pensativo , y luego — : ¡ Caramba ! pero qué guapetona te me conservas a pesar de tus … — Chist , chist , Fulgencio , que las paredes oyen … y ven … « Caíste , caíste y volverás a caer cien veces — le dice la voz interior a Carrascal mientras va a su casa — ; ese hombre , Avito , ese hombre … ese hombre … » Mas al entrar en su casa y ver la rueda montada sobre el ladrillo de la ciencia se aquieta . Así como todo principio tiene un fin , todo fin implica un principio , y en este se halla Apolodoro todavía . Va destetándose ya con mezcla de pesar y agrado por parte de Marina . Le hace comer su padre a reloj , a tal hora y tantos minutos , pesando la comida que le da y luego le pesa a él , tres veces al día . La higiene y la educación física ante todo ; por ahora hay que hacer un buen animal y tupirle de habas ; fósforo , mucho fósforo . Empieza a andar . Para que lo logre le deja su padre en una gran pieza muellemente tapizada , que se las componga , ofreciéndole sillas y otros objetos a que se agarre y un palo que le sirva de bastón . Y si Marina quiere acudir a él , al verlo vacilar , tendiendo los bracitos : — Quieta , quieta , déjale que se caiga , que no pasará del suelo . — ¡ Qué mundo este , Virgen Santísima ! — sigue soñando la madre . La madre , que a hurtadillas coge en brazos al hijo y le dice : « di mamá , querido , di mamá . » Las fricciones superauriculares han dado resultado ; Apolodorín rompe a hablar y el padre espía la primera palabra , su expresión natural , individuante . Y hete aquí que es esta : ¡ gogo ! ¡ gogo ! ¡ solemne misterio ! ¡ gogo ! fórmula cabalística acaso de la personalidad del nuevo genio … Porque si eso de la grafología tiene , como parece , su fundamento y le tienen otras misteriosas relaciones psicofisiológicas , ¿ no ha de tenerlo la primera palabra que cada cual de nosotros pronuncia ? ¡ Gogo ! Consulta con don Fulgencio al punto . La sonora gutural g , seguida de la o , la vocal media de las tres a-o-u que no tienen más que una nota específica , y repetido por dos veces … ¡ gogo ! ¡ gogo ! ¡ gogo ! ¿ Qué relación habrá entre este misterioso gogo y el futuro momento metadramático ? Don Fulgencio recuerda la experiencia que nos cuenta Herodoto hiciera el rey egipcio Psamético para comprobar cuál fue el lenguaje primitivo , cuando entregó dos niños recién nacidos a un pastor con encargo de que los criara sin que oyesen hablar a nadie , y al trascurso de dos años entrando un día el pastor a verlos los oyó decir becos , que era como los frigios llamaban al pan , con lo cual se convencieron los egipcios de que era el de los frigios y no el suyo el pueblo primitivo . Las investigaciones de don Fulgencio dan por resultado que en el idioma vascuence o euskera gogo equivale a « deseo , ganas , humor , ánimo » y acaso por extensión , voluntad . — El niño desea algo , solo que lo desea en vascuence … Luego aprende papa , mama , aba titi chicha … y un día sorprende don Avito a Apolodorín pronunciando misteriosas sílabas , a solas , como hablando consigo mismo : puchulili , pachulila , titamiqui , tatapupa , pachulili . — No lo entiendo , no acabo de entenderlo , no lo entiendo — se dice el padre , camino de la casa del filósofo — ; ¿ serán fatales indicios ? Fue una caída … una caída … la sangre materna … Y este hombre … — mas reponiéndose , añade entre dientes : « ¡ cállate ! ¡ cállate ! » En tanto el niño juega al creador , forjando de todas piezas palabras , creándolas , afirmando la originalidad originaria que para tener más tarde que entenderse con los demás habrá de sacrificar ; ejerce la divina fuerza creadora de la niñez , juega , egregio poeta , con el mundo , crea palabras sin sentido : puchulili , pachulila , titamiqui … ¿ Sin sentido ? ¿ no empezó así el lenguaje ? ¿ no fue la palabra primero y su sentido después ? Don Avito observa los solitarios juegos del geniecillo , estos tanteos de actividad , este palpeo espiritual , ese recorrer en todas direcciones el bosque por si se le presenta un nuevo camino . Observa qué efecto le hace el enseñarle una pulga a simple vista primero y al microscopio después . El hule que cubre la mesa es de esos en que están representados los principales inventos con los retratos de los inventores . A Montgolfier le llama papá porque se parece a don Avito , su padre . Mientras el padre se encierra con el filósofo , enciérrase la madre con el hijo y allí es el besuquear al sueño de su sueño . — Mamá , di querido . — ¡ Querido ! ¡ querido mío ! ¡ rico ! ¡ rey de la casa ! ¡ cielo ! ¡ querido ! ¡ querido … ! Luis , Luisito , Luisito , mi Luis … Porque al bautizarle hizo le pusieran Luis , el nombre de su abuelo materno , del padre de Marina , en vez de aquel feo Apolodoro , y es Luis el nombre prohibido , el vergonzante , el íntimo . — Luis , mi Luis . Luis mío . Luisito , mi Luisito — y se lo come a besos . Le aprieta la boca contra la boca sacudiendo la cabeza a la vez , la separa luego de pronto , quédasele mirando un rato , y gritando « ¡ Luis ! ¡ Luisito ! » , vuelve a unir boca a boca con ahínco . — ¿ Di , mamá , me quieres ? — Mucho , mucho , mucho . Luisito , mi Luis , mucho , mucho , mucho , sol , cielo , mi Luis , ¡ Luisito … ! ¡ Luis ! — ¿ Me quieres mucho , mamá ? — Mucho … mucho … mucho … Luis , sol de mi vida … ¡ Luis ! — ¿ Cuánto me quieres ? — Más que todo el mundo . — ¿ Más que a papá ? Núblase la frente de Marina , ¡ si viese esto Avito … ! Con el remordimiento de un furtivo crimen , aterrada ante la aparición invisible del Destino , se levanta de pronto y deja al niño para seguir soñando . Y aquí ahora otra vez que apretándole contra su seno exclama : « Mío , mío , mío , mío , mi Luis , mi Luisito . Luis , Luis mío , mío , mío , sol , cielo , rey , mi Luis , Luis mío , mío , mío » , mientras el niño la mira sereno , como se mira al cielo cuando se va de paseo . En estas furtivas entrevistas le habla la madre de Dios , de la Virgen , de Cristo , de los ángeles y de los santos , de la gloria y del infierno , enseñándole a rezar . Y luego : « no digas nada de esto a papá , Luisito : ¿ has oído , querido ? » Y al sentir los pasos del padre , añade : « ¡ Apolodoro ! » Acaba de persignarse Apolodoro ante su padre y empieza el corazón a martillearle a Marina el pecho , mas ¡ oh lógica del sueño ! una vez más lo inesperado . — Me lo suponía . Marina , me lo suponía , y no voy a reñirte , pues he hablado ya con don Fulgencio acerca de ello . El embrión pasa por las fases todas por que ha pasado la especie , el proceso ontogénico reproduce el filogénico , es infusorio primero , casi pez después , mamífero inferior luego … La humanidad pasó por el fetichismo ; pase por él cada hombre . Yo me encargo de sacarle más adelante de este estado convirtiendo en potencias ideales sus actuales fetiches . Háblale del Coco , que ya verás en qué se le convierte ese Coco al cabo … Vuelve Marina a someterse al sueño , con su soñada lógica . Más que la influencia de la madre teme Avito la de las niñeras , los cuentos de brujas , las preocupaciones populares . Y ¿ por qué estima estos cuentos y estas preocupaciones más graves que aquellas tradicionales leyendas que su madre le imbuye ? « Mira , Avito — le dice la voz interior — que al temer más que le hablen del Coco que de Dios , al no inquietarte de que le imbuyan la creencia en ángeles y sí la creencia en brujas , mira que al hacer eso los pones en distinta esfera … Mira , Avito , mira bien » , y se le revuelve el poso de su niñez , de esa niñez de que nunca habla . « ¡ Cállate ! ¡ cállate ! ¡ cállate , impertinente ! » le dice Avito . Con la facultad de hablar empieza a ejercer Apolodorín su imaginación , inventando mentirijillas ; adiéstrase en la única potencia divina , burlándose de la lógica . Despiértasele el santo sentido de lo cómico , se recrea en toda incongruencia y en todo absurdo . Ríe de todo corazón , de corazón de niño , echando hacia atrás la cabecita , todo ensarte de palabras sin sentido , goza con romper el nexo lógico de la asociación de ideas y el cincho de su eidace normal : espaciase por el campo de lo incongruente . Acaba de sorprenderle hoy su padre recitando este relato , aprendido de la niñera , acaso , o de otros niños : Y ahora le sorprende esto otro : Cuando Carrascal , todo alarmado , cuenta esto a don Fulgencio , frunce el maestro la frente ladeando la pensadora cabeza , contrariado porque al apoyarse Avito contra la mesa le movió los cachivaches que llenan su bufete . Pónelos en orden el filósofo , porque tiene cada objeto , tintero , lápices , tijeras , reloj , fosforero , plumas , adscrito a su lugar , y exclama : — ¡ Esfuerzos por salirse del escenario , por sacudirse de la verosimilitud , ley de nuestra tragicomedia ! — ¿ Y qué hacer ? — ¿ Qué hacer ? dejarle , dejarle que vuele , que él tendrá que volver a tierra , a picar el grano pisando en suelo firme . No se cogen granos volando . Solo la lógica da de comer . Y mientras se detiene para escribir este aforismo , que como los más de ellos , se le ocurren hablando , pues es hombre el filósofo que piensa en voz alta , se dice don Avito : « ¡ dejarle ! ¡ siempre que se le deje ! ¡ a todo que se le deje ! ¡ extraña pedagogía ! ¿ qué se propondrá este hombre ? » — ¿ Dejarle ? — ¡ Sí , dejarle ! ¿ Ha sido usted alguna vez niño , Carrascal ? Avito vacila ante esta pregunta y responde : — No lo recuerdo al menos … Sí , sé que lo he sido porque he tenido que serlo , lo sé por deducción , y sé que lo he sido por los que de mi niñez me han hablado , lo sé por autoridad , pero , la verdad , no lo recuerdo , como no recuerdo haber nacido … — Aquí ; aquí está todo , Avito , ¡ aquí está todo ! ¿ Usted no recuerda haber sido niño , usted no lleva dentro al niño , usted no ha sido niño , y quiere ser pedagogo ? ¡ pedagogo quien no recuerda su niñez , quien no la tiene a flor de conciencia ! ¡ pedagogo ! Solo con nuestra niñez podemos acercarnos a los niños . Con que Eso , eso , eso , porque no tiene sentido , sí , porque no tiene sentido … Tampoco las morcillas tienen sentido , porque no están en el papel . ¿ Pues , qué quiere usted que cante ? ¡ Dos por dos , cuatro ; dos por tres , seis ; dos por cuatro , ocho … ! ¿ No es eso ? Ya le llegará su hora , ya le llegará la hora terrible de la lógica . Ahora déjele , déjele , déjele … « Que le deje — se dice Avito en la calle — que le deje … que le deje … le dejaré , sí , pero repitiéndole , aunque no me entienda , otras cosas . ¿ Por qué habrán fracasado cuantos han intentado componer canciones de corro con lógica y buen sentido y que los niños las adopten ? ¿ por qué ama el niño el absurdo ? » Llega a casa , oye a su hijo una absurda conseja y le pregunta : — Pero vamos a ver , Apolodoro , ¿ crees eso ? El niño se encoge de hombros . ¡ Vaya una pregunta ! ¡ Que si cree en ello … ! ¿ Sabe acaso el niño lo que es creer en algo que se dice ? — Vamos , dímelo , ¿ crees en eso ? ¿ crees que eso es verdad ? ¿ Verdad ? El niño vuelve a encogerse de hombros . ¿ Será que para el futuro genio no hay aún pared entre lo real y lo fingido ? ¿ Será que inventa las cosas y las cree luego , como asegura don Fulgencio ? ¿ Será el principio de la morcilla ? Y he aquí que al oír un día el niño a la niñera que le acusa de una picardigüela , exclama : — ¡ Eso lo habrás soñado ! Vuelve a quedar encinta la Materia , con estupor de la Forma , que no contaba con semejante contratiempo . Y maldice una vez más del instinto , porque el nuevo ser ¿ estorbará o ayudará a la formación del genio ? ¿ no conviene acaso que este se críe solo ? ¿ será genio también ? — Anda , anda — exclama Apolodorín un día — , ¡ qué gorda se está poniendo mamá ! Y mientras la pobre Marina se enciende en rubor , el padre dice : — Mira , Apolodoro , de ahí , de esa gordura , va a salirte un hermanito o hermanita … — ¿ De allí ? — exclama el niño — , ¡ qué risa ! — ¡ Avito ! — suspira en sueños , suplicante , la Materia . — Sí , de allí . Nada de eso de que los traen de París y otras bobadas por el estilo ; la verdad , la verdad siempre . Si fueras mayor , hijo mío , te explicaría cómo brota la mórula del plasma germinativo . La Materia , sofocada , empieza a rezumar lágrimas de los ojos . Y ahora que Carrascal cuenta , satisfecho , lo ocurrido a don Fulgencio , recibe una nueva sorpresa . — Dotes de observador no le faltan , por lo visto , al chiquillo — dice el maestro — , pero no veo por qué había de haberle usted dicho eso , o no haberle dicho una mentira … — ¡ Una mentira ! — exclama Carrascal ensanchando los ojos . — Sí , una mentira … provisional . — Aunque sea provisional … ¡ una mentira ! — ¿ Pero aún está usted en eso , Carrascal ? ¿ Hay acaso mayor mentira que la verdad ? ¿ No nos está engañando ? ¿ No está engañando la verdad nuestras más genuinas aspiraciones ? « Pero este hombre … pero este hombre … » , se dice Carrascal en la calle , confundido . La imperfecta realidad es un muro de bronce contra sus planes ; no tiene voluntad . « Pero este hombre … » mas al recordar lo de : « ¿ Aún está usted en eso , Carrascal ? » reacciona y se dice : « sí , ¡ tiene razón ! » « ¿ Y si da a su madre ? ¿ Puede la pedagogía trasformar la materia prima ? ¡ No hice acaso un disparate al ceder al … al … al … — se le atraganta en el gaznate mental el concepto — al … confiésatelo , Avito , al amor ! » Y una vez aceptado el concepto , acallando la voz del demonio familiar que le murmura : « ¿ lo ves ? caíste , caíste y caerás cien veces » , prosigue pensando : « ¡ El amor ! el pecado original , la mancha originaria de mi hijo , ¡ oh , qué simbolismo más hondo encierra eso del pecado original ! No me va a resultar genio ; he fiado con exceso en la pedagogía , he desdeñado la herencia y la herencia se venga … La pedagogía es la adaptación , el amor la herencia , y siempre lucharán adaptación y herencia , progreso y tradición … mas ¿ no hay tradición de progreso y progreso de tradición , como dice don Fulgencio ? ¿ no hay pedagogía de amor , pedagogía amorosa y amor de pedagogía , amor pedagógico a la vez que pedagogía pedagógica y amor amoroso ? ¡ Lo que se pega en el contacto con este hombre ! ¡ es mucho hombre ! Tengo que vencer en mi hijo toda la inercia que de su madre ha heredado ; sé claro , Avito , toda la irremediable vulgaridad de tu mujer … El Arte puede mucho , pero ha de ayudarle la Naturaleza … Tal vez como un torpe impulsivo he sacrificado mi hijo al amor en vez de sacrificar el amor a mi hijo … La Humanidad vivirá sumida en su triste estado actual mientras nos casemos por amor , porque el amor y la razón se excluyen … Padre y maestro no puede ser ; nadie puede ser maestro de sus hijos , nadie puede ser padre de sus discípulos ; los maestros deberían ser célibes , neutros más bien , y dedicar a padrear a los más aptos para ello ; sí , sí , hombres cuyo solo oficio fuera hacer hijos que educarían otros , dar ; la primera materia educativa , la masa pedagogizable … Hay que especializar las funciones … ¡ El amor … el amor … ! Pero es , Avito , ¿ que has amado alguna vez a Marina … ? ¿ La he amado ? ¿ Y qué es esto de amar ? » Al llegar a este punto de sus meditaciones , tropieza su vista con un niño que está meando en un hoyo que ha hecho . » ¿ Qué significa esto ? ¿ por qué hace eso ? Y si me hubiese casado con Leoncia , ¿ cómo sería Apolodorín , mi Apolodoro ? y si ese Medinilla que va a casarse con Leoncia se hubiera casado con Marina , ¿ cómo sería Apolodorín , su Luis ? Y … » Al llegar a este punto ocúrrele a la mente aquella paradoja de don Fulgencio , de qué habría sido de la historia del mundo si en vez de habernos descubierto Colón América hubiera descubierto a Europa un navegante azteca , guaraní o quechua . « ¿ Qué será mi Apolodoro ? » piensa al subir las escaleras de casa , y le sale el niño al paso exclamando : — ¡ Papá , quiero ser general ! Exclamación que cae como un bólido en sus meditaciones . — No , hombre , no ; no puedes querer eso … te equivocas , hijo mío … ¿ Quién te ha enseñado eso ? ¿ quién te ha dicho que quieres ser general ? ¡ Ah , sí ! ¿ porque has visto hoy pasar la tropa ? No , Apolodoro , no ; mi hijo no puede querer eso … interpretas mal tus propios sentimientos … La sociedad va saliendo del tipo militante para entrar en el industrial , como enseña Spencer ; fíjate bien en este nombre , hijo mío , Spencer , ¿ lo oyes ? Spencer , no importa que no sepas aún quién es , con tal que te quede el nombre , Spencer , repítelo , Spencer … — Spencer … — ¡ Así … así ! no , no puedes querer eso … — ¡ Sí , papá , quiero ser general ! — ¿ Y si te dan un tiro en la guerra , hijo mío ? — insinúa dulcemente Marina desde el fondo de su sueño . Mira Carrascal a su mujer y a su hijo , baja la cabeza y dice : « ¡ dejarle ! ¡ dejarle ! que le deje … pero ese hombre … ese hombre … ¡ Hay que proceder con energía ! » El filósofo insiste en que se dé al niño educación social , en que se forme en sociedad infantil , que se le mande a que juegue con otros niños , y al cabo Carrascal , aunque a regañadientes primero , cede . Pero es terrible , oh , es terrible , es terrible la escuela . ¡ Qué de cosas trae de ella ! — Papá , el sol les dice a los planetas por dónde tienen que ir … » ¡ Oh , la escuela , la escuela ! ¡ Le están enseñando en ella antropoformismo ! ¿ Que el sol dice … ? Y ¿ cómo le desarraigo esto ? ¿ desarraigar ? ¿ pero es que tiene raíces ? ¡ desarraigar ! La lengua misma con que hacemos la ciencia está llena de metáforas . Mientras no la hagamos con álgebra no habrá cosa buena . Decididamente , tengo que intervenir ya , y aunque vaya a la escuela , instruirle yo . » — Papá , todos quieren ser ladrones y a mí me ponen de guardia civil siempre , porque soy el más chiquito … — Mejor , hijo mío , mejor ; vale más ser guardia civil que ladrón … — ¡ No , no es mejor ; los ladrones se divierten más ! « ¡ Oh , esta educación socio-infantil ! ¿ qué buscará con ella don Fulgencio ? ¡ es terrible ! ¡ verdaderamente terrible ! » Y ahora , al pasar por la plaza , acaba de oír que una madre dice a su hijo que le viene llorando de una pelea : « ¡ Antes con las tripas fuera que llorando ! ¡ Coge un canto y rómpele la cabeza ! » « ¡ Oh , los niños , los desgraciados niños sin pedagogía alguna … ! ¿ para qué sirven como no sea para que con el contraste se ponga de relieve el valor de la pedagogía de los que la tienen ? » Y al llegar a casa : — Mira , Apolodoro , tú no pegues nunca a ninguno , déjate antes pegar o mejor aún huye … — Es porque me pueden , que cuando sea grande … Y he aquí que acaba de encontrarle su padre trabado a moquetes con otro muchacho . — ¡ Pero , Apolodoro , ven acá ! ¡ acá te he dicho ! — Es que siempre me andan burlando : « ¡ Apolo ! ¡ bolo , bolo , boliche … ! ¡ Polodoro … boloro … boloriche ! » siempre me andan burlando con el nombre — y rompe a llorar . « ¡ Oh , no , no , esto es anticientífico , tengo que imponerme … hora es ya de aplicar mis principios ! » Se decide a enseñarle a hablar , a leer y a escribir como se debe . Y para enseñarle a hablar , por leyes y no por reglas , pónese a estudiar lingüística y a los pocos pasos tropieza . « ¡ Qué absurda es una lengua ! Se ahogó en el río , v . gr . ahogarse … de ad-focare se , de focus , fuego , como quien dice enfogarse , y enfogarse … ¡ en agua ! Es como si dijéramos : se enaguó en fuego … Otra cosa : es probable … y probable es lo que puede probarse , y nada hay más seguro que lo probable … Lástima que tengamos que hablar en lenguajes así y no en álgebra . » Y renuncia a enseñarle a hablar por leyes . Pero no a enseñarle a escribir con ortografía fonética , la del porvenir , la única racional . Duda primero si optar por la q o por la k para la gutural fuerte , si escribir Qarrasqal o Karraskal , pero se queda al fin con la k para no quitar a las palabras kilómetro y kilogramo su tradicional y científico aspecto . Además Kant , Kepler , etc . , empiezan con k , y con q ¿ qué grande hombre hay ? Solo recuerda más que a Quesnay y a Quetelet . I así es komo empezó el niño a berter su pensamiento en forma gráfica , i en la única berdaderamente zientifika ke ai , por lo menos oi , asta ke no adoptemos el áljebra .