Soledad Gustavo Las diosas de la vida Barcelona Centro Editorial Presa 344 - Diputación - 344 A primeros de Mayo último salió de Barcelona un grande y lujoso trasatlántico francés con rumbo á Buenos Aires Aires . El pasaje del veloz buque se componía de gente de todos los países y condiciones , pero poca se distinguía por algo digno de mención . Unos nobles rancios , murmuradores , fanáticos y envejecidos antes de tiempo y unos jóvenes pálidos y afeminados componían el pasaje de primera ; el de tercera más semejanza tenía con rebaños de esclavos que con colectividades de gente libre . Hasta aquel momento el viaje había sido delicioso y los viajeros , atrás Canarias y hartos ya unos de otros , se dedicaban á sus aficiones favoritas . Estos , mataban las horas contemplando el mar ; otros , jugando al tresillo : algunos , observando el trajín de la tripulación ; el resto , contemplando la más hermosa mujer ó el hombre más simpático que viajaba en el buque . Entre los viajeros de tercera había un hombre , como de treinta años , que apenas hablaba con nadie , y que , al parecer , no tenía ojos más que para mirar el horizonte infinito con sus velas blancas y su superficie azulada . Cristián , que así se llamaba nuestro hombre , era alto y recio , de frente despejada , de ojos grandes , de barba poblada , de nariz un poco aguileña y de labios entreabiertos y algo pronunciados . Cuando hable quizá sepamos algo de la vida de ese simpático viajero ; ahora nada sabemos ó sabemos únicamente que no habla y que huye de sus compañeros de viaje . Entre las personas que viajaban en primera merecen especial mención dos jóvenes ; una de veintitrés años y otra de diez y ocho . Era aquella muy rubia , pero de ojos negros y de cutis sonrosado ; esbelta , arrogante , bien contorneada , majestuosa . Parecía que había venido al mundo para ser obedecida sin mandar nada ; sólo por el imperio de su ademán y su figura , y por la fuerza fascinadora de sus grandes y brillantes ojos . El movimiento más insignificante de aquella joven producía un estado tal de belleza , que ningún hombre podía dejar de admirarla y de contemplarla embelesado . De esa joven sabemos , también , bien poca cosa , porque , al igual que Cristián , huía de la gente , como si la soledad fuese para ciertas personas el mayoer encanto de la vida . Por ahora solo sabemos que tan bella mujer se llama Isabel . La otra joven se llamaba Elisa y era más comunicativa y vivaracha que Isabel . Donde quiera que Elisa fuese , é iba á todas partes , llevaba el bullicio y la alegría . La cara de Elisa era monísima . No tenía la majestad de la de Isabel , pero era más graciosa y picaresca y casi tan linda . Las mejillas de Elisa , que parecían dos rosas , daban á su rostro tal aspecto de salud y frescura , que los hombres pensaban , al verla , que con unas cuantas como aquella joven , la tierra podría cubrirse de ángeles bellos , sanos y juguetones . Isabel tenía pocos amigos entre el pasaje de primera , pero amiga suya era Elisa , por serlo ésta de todo el mundo . No obstante , Elisa sentía tal cariño por Isabel que siempre salía en su defensa cuando las otras señoras hablaban mal de ella , que era casi siempre , y tenía gran placer en pasar algunas horas diarias al lado de Isabel . Un día ésta subió muy temprano á cubierta . Sus ojos cruzaron vagamente la superficie del mar , y como el trasatlántico siguiera dirección contraria á la de una barca pesquera , Isabel esperó , fija la vista en la blanca vela que se acercaba , á que el cruce tuviese lugar . Luego que la barca pesquera hubo cruzado , Isabel la siguió con la vista hacia estribor y en aquel momento vió , en el linde del pasaje de tercera , á un joven alto y de barba fina que la contemplaba admirado . Isabel bajó los ojos y se retiró ; pero con los ojo bajos , aún veía la imagen del joven barbudo . Al día siguiente Isabel subió otra vez á cubierta muy de mañana , volvió á mirar la superficie del mar , se fijó de nuevo en las blancas velas de los barcos pesqueros é instintivamente , y sin querer casi , lanzó su mirada sobre el sitio donde el día antes había visto al joven alto que la contemplaba . Cristián estaba allí también y también miraba encantado á la hermosa joven . Isabel bajó los ojos igualmente , pero los bajó para volverlos á levantar y no se fué tan presto como lo hiciera el día anterior ; antes bien volvió á mirar para ver si Cristián continuaba observándola . Estos diálogos matutinos y mudos de Isabel y Cristián duraron varios días , hasta que uno el joven se atrevió á saludar á la joven . Isabel contestó al saludo con desacostumbrada complacencia en ella y desde entonces todos los días entre Isabel y Cristián se cruzaban miradas que decían mucho y palabras que apenas decían nada . Un día que Isabel acudió más tarde que de costumbre á la cita que sin citarse se daban los dos jóvenes , él la dijo después de darla los buenos días : — Mucho ha tardado usted hoy . — Me encuentro algo indispuesta — contestó Isabel . — Dispense usted mi atrevimiento — repuso Cristián — y no crea que la censuro por su tardanza . ¿ Es de cuidado su indisposición ? ¿ Qué ha dicho el doctor ? — No he creído necesario llamarle — dijo Isabel . — ¿ Se le sentó mal la cena ? — volvió á preguntar con interés Cristián . — No . — ¿ Se marea usted ? — insistió Cristián . — Un poco , pero no es el mareo la causa de mi ... — titubeó Isabel . — ¡ Ah ! si conoce usted la causa de su enfermedad , dé usted también por conocido el remedio — exclamó Cristián . — Quizá no — dijo Isabel . De todas maneras , mucho se ha ganado cuando conocemos el origen de nuestras dolencias — replicó el joven . — No es enfermedad precisamente ; es intranquilidad , emoción — repuso Isabel . — Si no temiera ser indiscreto ... — se atrevió a decir Cristián . — Hoy me he levantado dispuesta á no darle á usted ocasión de ser indiscreto , porque deseo explicarle una página de mi vida , en exceso prosaica , que le dará á usted derecho á tener sobre mí la libertad de un hermano . — Muchas gracias , señorita — exclamó lleno de gozo el joven . — No me llame usted señorita , que no lo soy — repuso Isabel con cierta tristeza . — ¿ No es usted soltera ? — exclamó Cristián . — No , don Cristián , y esto es precisamente lo que tengo empeño en contarle á usted para que su corazón no se forje ilusiones que podrían perjudicarle á usted y a tal vez a mí — se atrevió á decir Isabel . — Hable usted , doña Isabel — dijo el joven — y tenga usted la seguridad de que lo hace con una persona que la aprecia mucho y que de veras se interesa por la suerte de usted . — Ya lo sé , don Cristián , y porque he adivinado lo que pasa en su corazón y lo que yo represento en su vida de usted , le voy á decir quien soy yo . — Grande es mi interés por saberlo — repuso Cristián con anhelo . Pertenezco á una familia acomodada , pero no rica — empezó diciendo Isabel . — Diez y seis años tenía cuando se enamoró de mí un hombre de cincuenta y seis , título de Castilla y además millonario . Un día estaba yo jugando con mis muñecas cuando los autores de mis días me hablaron por vez primera de matrimonio . Me reí y se lo conté á mi hija de cartón sin dar importancia al caso . A las dos ó tres semanas fuimos á comer al palacio de mi futuro esposo . Después de almorzar dimos un paseo por el jardín y el dueño de la casa me ofreció su brazo . Se lo acepté y dejándome guiar por el duque , nos separamos bastante de mis padres . Mi acompañante hablóme de coches , de palacios , de teatros , de modas , de diamantes ... yo le pedí una flor . Al llegar á casa mis padres me preguntaron si me había gustado el duque . « Para papá de Lola , no » , fué mi contestación . Los autores de mis días insistieron en la mesa y en la cama , por la mañana y por la tarde , en que había de casarme con aquel señor . No tenía amigas ni hermanas á quienes contar mi pena . Lola no contestaba á mis interrogaciones ; pero nadie le disputaba mis besos , ni mis caricias . Cansada de reñir con mis padres dije que sí , y el duque , para ganar mi cariño , me hizo donación de sus inmensos bienes . A los veinte meses de matrimonio era viuda y duquesa de Montblanch ; tengo veinticuatro años y hace dos que viajo en busca ... — Interesante , muy interesante — dijo fríamente Cristián — es su juventud , señora . — Ya ve , pues , que he perdido mi calidad de señorita y que no puedo ser tratada como tal — replicó Isabel con ansiedad y con cierta desconfianza . — De excelentísima la trataré en adelante — repuso Cristián con el mismo tono de indiferencia . — ¡ Ah ! no ; eso no . Llámeme usted Isabel , sencillamente — replicó con viveza la joven . — No sé si podré — repuso el joven . — Si usted quiere , sí — exclamó Isabel en tono de verdadero cariño . Luego callaron . Cristián fijó su mirada en el horizonte infinito . Isabel la fijó en el rostro de Cristián . Después de un momento y viendo que Cristián continuaba ensimismado contemplando el mar , la joven preguntó : — ¿ Y usted no tiene algo que contar ? — Todos tenemos que contar , pero no en todos es interesante — replicó el joven . — ¿ Por qué viaja usted , Cristián ? — le preguntó Isabel , dejando cada vez más al descubierto el cariño que por su interlocutor sentía . — Señora ... — dijo Cristián con cierta ceremonia . — Isabel — interrumpió la joven . — Isabel , soy pintor — dijo Cristián . — Pinté varios cuadros en España ; puse en mi arte la vida , porque confiaba en que me darían la gloria ... — ¿ Y no la dieron , Cristián ? — preguntó interrumpiendo Isabel con verdadero cariño . — Y me dieron penalidades y disgustos . Por esto huyo de la tierra que me vió nacer — repuso el joven artista . — Nada me cuenta de amores — dijo Isabel tan quedo , que parecía que la advertencia iba á ella dirigida . — No los he tenido , Isabel — repuso Cristián . — ¿ No ha amado usted ? — preguntó la joven con manifiesto interés . — Nunca — dijo Cristián con no disimulada indiferencia . — Ni ahora , ni antes , ni en la tierra ni en el mar ha visto usted una mujer que le haya interesado ? — preguntó Isabel con tal empeño que no parecía sino que en aquella interrogación iba toda su vida . — No , señora — repuso Cristián secamente . Isabel volvió la espalda con brusquedad á Cristián y desapareció por la puerta de los camarotes sin saludar ni volver la cabeza . Cristián la quiso seguir , pero se lo impidió el límite de la clase en que viajaba ; quiso llamarla y no pudo porque la voz no salió de su garganta . Cuando Isabel se hubo marchado , Cristián contempló , sonriendo amargamente , el sitio por donde la joven había desaparecido . En esta situación estuvo Cristián hasta que subió por la misma escalera un joven mequetrefe , llamado Agapito , y la marquesa de Miraflores . Cristián , entonces , se perdió entre los viajeros de tercera . Agapito era un barón que , empeñado en derrochar su vida y su fortuna , había logrado que su vida estuviese más apurada que su hacienda . Y era la marquesa una vieja mujer que , por no haber reunido condiciones para que un hombre la dijese flores , odiaba á las mujeres hermosas . — ¡ Qué hacía aquí ese ? ¿ Será algún ladrón ? — dijo la marquesa al barón señalando á Cristián . — No , señora marquesa — repuso el joven disipado ; — sosiéguese usted . Es un viajero de tercera que se ha enamorado de Isabel . — Estará loco — exclamó la marquesa . — La duquesa ¿ claro ? al verle , se habrá asustado . — Muy al contrario , señora marquesa — dijo Agapito . — Isabel habla con ese sujeto muy amigablemente todas las mañanas desde que salimos de Canarias . — ¡ Cuando yo digo , Agapito — repuso la marquesa , — que para ser noble hay que tener nuestro origen ! — No ; caprichos de mujer mimada por la fortuna — observó Agapito . — ¡ Y con qué altanería y frialdad nos ha saludado al cruzarnos con ella en el salón ! Pero yo la amansaré antes de llegar á Río de Janeiro . — Dése usted prisa , barón — repuso con cierta socarronería la marquesa , — porque según ha dicho el capitán , pronto entramos en el puerto . — Pierda usted cuidado , señora marquesa ; soy ducho en estas lides . Luego añadió , tomando una postura que al petimetre debió parecerle artística é interesante : — No sé de ninguna mujer que se me haya resistido . — ¿ Pero ama usted á Isabel ? — preguntó la marquesa burlescamente . — ¿ Qué es amar , marquesa ? — preguntó Agapito tomando aires de hombre de mundo . — Yo considero el amor como el dinero : se tira y se toma según los casos . — ¡ El barón tiene ganas de ser duque , vamos ! — exclamó la noble vieja . — Esto ya es otra cosa y , sobre todo , propietario de aquella Villa Isabel que á la memoria de su niña , edificó el buen duque de Montblanch — repuso Agapito . — ¡ Ah ! ¡ tunante ! — exclamó la marquesa , dando un golpecito con el abanico en la empolvada mejilla de su joven acompañante . — Es preciso saberse manejar y por algo ha de servir la guapeza — repuso Agapito creciéndose en su estudiada postura . En este momento Cristián iba á penetrar en el departamento de primera , pero se detuvo al ver á la marquesa y á Agapito . Luego se paseó de babor á estribor . — Lo que es la duquesa — decía entre tanto la marquesa — creo que no se rinde ; apenas le mira á usted . — Parece que la mar está algo alborotada — dijo Agapito rehuyendo la conversación . — Ya se nota en el balanceo — exclamó la marquesa . — Apóyese usted en mi brazo — dijo el barón — é iremos á sentarnos . El barón y la marquesa se sentaron en un banco que allí cerca había . No bien se hubieron sentado oyóse una voz que les dijo : — ¿ Ustedes tan de mañana sobre cubierta ? ¿ A qué hora se retiraron ayer ? — Recuerdo únicamente , señor doctor , que fuí de los últimos — contestó el barón . — Recordar es ! — exclamó la marquesa . — ¡ Ya lo creo ! — añadió el médico de á bordo , riendo . — Pero en cuanto á madrugar no le hemos adelantado en mucho — dijo Agapito . — Ante lodo la obligación — repuso el médico . — ¿ Hay alguna novedad ? — preguntó la marquesa más por curiosidad que por interés . — Alguien que se habrá mareado — añadió el barón . — La señora duquesa se ha sentido algo indispuesta y ... En este momento un tripulante pasaba cerca al médico y éste le dijo : — Avisa al señor practicante que hay que preparar una medicina . — ¿ Pero está de cuidado ? — preguntó el sietemesino . — No ; una ligera exaltación nerviosa — repuso el doctor . — Habrá tenido algún disgusto — añadió la marquesa . — Es muy probable — dijo el médico . — Pero ¿ con quién ? — preguntó el barón . — Quizá con el loco ese — repuso la marquesa señalando á proa . — ¿ No ha dicho usted , barón , que todas las mañanas están un rato juntos ? Isabel es plebeya al fin y al cabo . ¿ Ha notado usted que sus gustos son más propios de burguesilla que de duquesa ? Al llegar aquí se vió venir al marinero , y el médico , aprovechando la ocasión , se despidió de la vieja marquesa y del joven barón , diciendo : — A mis quehaceres , que ya está aquí el practicante . ¡ Cuidado con el aire , que sopla fuerte ! Y empezó á descender por la escalera de los camarotes . — ¡ Oiga usted , señor doctor ! — gritó la marquesa . El médico se paró y la vieja dijo : — ¿ Se puede hablar con la duquesa ? — No hay inconveniente — exclamo el médico desapareciendo . — Le acompañaré á usted , marquesa — repuso Agapito . — Y de paso — exclamó la marquesa — el señor barón , hablará con su ... con su ... — No diga usted tonterías — repuso Agapito bajando á los camarotes detrás de la marquesa . Tan pronto desaparecieron de cubierta la marquesa y el barón , Cristián llamó al marinero que antes había hablado con el médico de á bordo y le dijo : — ¿ Quién está enfermo ? — Su amiga de usted — contestó el marinero sonriendo . — ¿ La joven que habla algunas veces conmigo ? — preguntó Cristián con interés . — ¡ La señora duquesa , sí , señor ! — replicó el marinero . Y viendo que Cristián nada le decía , añadió : — ¿ Manda usted algo ? — Sí ; oye — repuso Cristián , — ¿ qué debo hacer para continuar el viaje en primera ? — Esto es cuestión del contramaestre — observó el hombre de mar . — ¿ Cuesta mucho ? — preguntó Cristián con infantil sencillez . — Una barbaridad ; pero todo puede arreglarse con buena voluntad — añadió el marinero haciendo signos con las manos equivalentes á dinero . — ¿ Puedes arreglarlo tú ? — volvió á preguntar el joven . — Yo no ; pero otro sí — dijo el marinero . — Nosotros no tenemos más gangas que algún recadillo . — Di al contramaestre que necesito hablarle un momento — repuso Cristián , dando al marinero algunas monedas de cobre . El marinero desapareció por la escalera de los camarotes y Cristián paseóse pensativo por el sitio acostumbrado . Luego se oyó el sonido de la bocina ; el capitán , desde el puente , miró al horizonte con el anteojo , primero á babor y después á estribor . Dejó de mirar y tocó el pito . En seguida se vió venir , corriendo desde el fondo á varios marineros que adelantaron atando los objetos , maniobrando y subiendo algunos por las escaleras de cuerdas ; varios viajeros de primera subieron sobre cubierta , miraron al mar y se sentaron . Al poco rato apareció el contramaestre . — ¿ Qué se le ofrece , caballero ? — preguntó á Cristián . — Saber — dijo el joven — lo que tendría que abonarle á usted ó á quien fuese , para continuar el viaje en primera . — ¿ Ha reñido usted con algún viajero ? — pregunto el contramaestre . — No señor — dijo Cristián , — me siento mal y en primera estaré mejor . — Eso desde luego — repuso del contramaestre . Después preguntó : ¿ Hasta dónde tiene pagado usted ? — Hasta Buenos Aires — dijo Cristián . — ¿ Y piensa usted continuar el viaje hasta allí ? — preguntó el contramaestre . — Sí , señor — repuso Cristián . — Nos faltan siete días . Pagará usted el viaje en primera desde Río Janeiro , á donde llegaremos hoy , hasta la capital de la Argentina , descontándole el importe de tercera , que tiene usted abonado . El contramaestre se sacó una cartera , hizo varios números y después dijo : — Ciento veinticinco pesetas . — ¿ No puede ser menos ? — preguntó Cristián con la sencillez que le caracterizaba . — No , señor — exclamó el contramaestre ; — porque mire usted , de Río Janeiro á ... — Bueno , bueno — repuso el joven pintor ; — no necesito explicaciones . Tengo en metálico noventa y tres pesetas . Se las daré á usted y además este reloj ; — dijo Cristián enseñando al contramaestre el que llevaba . El contramaestre cogió el reloj , lo examinó con alguna atención y luego dijo : — Poco vale , pero , en fin , le haré á usted este favor , suplicándole dos cosas ; que á nadie hable del trato ; y que se ponga un traje algo mejorcito que el que lleva puesto , porque si no el pasaje de primera le recibirá á usted mal . — Me pondré el mejor — repuso Cristián . — Sí ; allí no se ensucia uno — observó el contramaestre . — Supongo que no tendré necesidad de dar explicaciones á nadie — dijo Cristián . A nadie absolutamente — exclamó el contramaestre . — Hasta pronto , pues — dijo el joven artista . — Usted lo pase bien — contestó el contramaestre . Los dos hombres se separaron . Cristián para ir á mudarse ; el contramaestre para dirigirse á sus quehaceres . Al poco rato presentáronse sobre cubierta varios viajeros de primera : entre ellos había la marquesa , Agapito , la joven Elisa , don Tomás , un señor rudo y franco , doña María , viuda de Gonfau , con muchas pretensiones aunque de cuarenta y cinco años , Luis , tipo muy parecido al de Agapito y Mariano , que más de una vez había ocultado sus truhanerías con el manejo del florete , temido por muchos . Los recién llegados estaban hablando de la joven duquesa . Agapito , que en murmurador como en otras muchas cosas , más parecía una mujer que un hombre , decía : — Padece una enfermedad de moda . — Una chifladura , querrá usted decir — observó doña María ; — no creo en ese de los nervios . — Sí , hija mía , hay enfermedades nerviosas — observó la marquesa ; — las he padecido yo . Nada le duele á una , pero siente malestar general . — Para eso , tila — repuso doña María . — El doctor le ha ordenado descanso y tranquilidad — dijo Elisa , como defendiendo á Isabel . — Prepárense ustedes para recibir á un nuevo viajero — dijo á los reunidos en aquel momento el contramaestre . — Habrá subido en alta mar — observó don Tomás . — Algún naúfrago — repuso Elisa . — No , señores — dijo el contramaestre , — se trata de un pobre muchacho que viajaba en tercera y que está algo enfermo . — ¿ Alto , de unos treinta años , barba negra , ojos grandes ? — preguntó la marquesa vivamente . — El mismo — dijo el contramaestre . — ¡ El enamorado de Isabel ! — exclamó Agapito . — ¿ Otro enamorado ? — dijo Luis . — Mal andamos ; cualquier día se arma aquí la de San Quintín . — Mientras viaje con nosotros — dijo con sorna don Tomás — don Mariano , tan valiente y tan hábil en las armas , nada temo . — ¿ Tiene otro pretendiente Isabel ? — preguntó Elisa con alguna malicia . — ¿ No lo ha notado usted ? — exclamó la marquesa . — No — repuso Elisa . — Será algún tiburón — dijo Mariano . — Cerca le anda — repuso la marquesa . — ¿ Cómo ? — exclamó Agapito . — Le anda cerca por lo de burón — observó la marquesa . — ¿ El barón ? — gritaron cuatro ó cinco á la vez . — Creo , señores , que están ustedes equivocados — exclamó el contramaestre . — El joven de quien yo hablo no tiene trazas de loco y por consiguiente no puede haberse enamorado de la señora duquesa . — Dijo y se retiró . El caso es — observó don Tomás , — que , en adelante , es fácil que viaje un hombre con nosotros . — ¡ Cómo un hombre ! — exclamaron á un tiempo Agapito , Luis y Mariano . — Y es probable — añadió don Tomás impertérrito , — además , que tenga uno con quien hablar de cosas que no sean toros , esgrima , caballos ... — La duquesa en forma de Adán — exclamó doña María . — El mismo gusto y las mismas vulgaridades — añadió Luisito . — Pablabras de muñeco no ofenden — repuso don Tomás . — Esta frase ... — dijo Luisito levantándose . Los demás contertulianos se levantaron también menos don Tomás que se encogió de hombros . — Tiene usted un genio atroz — dijo la marquesa . — Agapito , llévese usted á Luis . — Sí , mejor será — repuso Agapito chillando , — porque mi carácter tampoco es para oir ciertas cosas . Luis y Agapito desaparecieron por el pasillo de los camarotes . Los demás continuaron reunidos sin hablar una palabra , hasta que Mariano sacándose un cigarro dijo á las señoras : — ¿ Les molesta ? — A mí no — dijo Elisa . — Gracias — repuso Mariano viendo que la marquesa y doña María nada decían . Hubo un momento de silencio ; de pronto dijo la marquesa : — Es preciso organizar algo para festejar nuestra feliz llegada á Río Janeiro . — No me parece mal la idea — repuso don Mariano . — Lo mismo digo — añadió doña María . — Algo así que se salga de lo ordinario — repuso Elisa . — Se me ocurre una idea — dijo la marquesa . — A alguien habrá de pesarle — murmuró don Tomás . — ¿ Qué está usted diciendo ? — preguntó la marquesa de mal humor . Don Tomás ni siquiera volvió la cabeza . — No haga usted caso — repuso en voz baja doña María . — Exponga usted su idea . — No me cabe la menor duda — dijo la marquesa — que el haraposo aquel de tercera pasa á primera para hablar con Isabel . Luego añadió : — Agapito dice ... — Serán los celos — interrumpió doña María . — No — repuso la marquesa ; — Agapito dice que los ha visto juntos varias veces y además que la tripulación ha oído frases íntimas . — En este caso — dijo el espadachín , — la duquesa le habrá facilitado dinero para que continúe el viaje en primera . — Sea de ello lo que fuere , dejemos hablar á la señora marquesa — observó la simpática Elisa . — Agapito — dijo la marquesa , — según propia confesión , quiere á la duquesa por sus millones . — Eso por de contado — observó doña María . — Y lo probable es — añadió la marquesa — que el mendigo de tercera no busque otra cosad . La hermosa Elisa exclamó : Me resisto á creer ... — Tú eres muy romántica , hija — repuso la marquesa . — Me resisto á creer — añadió Elisa — que un viajero de tercera se haya prendado de Isabel . — El amor no repara en clases — dijo doña María con burla y desdén . — Tengo la convicción de que , á pesar de la hermosura de Isabel , no se trata más que de una caceríad á la caja — observó la marquesa . — Naturalmente — repuso doña María . — Bueno , pues — exclamó la marquesa y antes de continuar añadió mirando á don Tomás en voz baja : — Vengan ustedes conmigo — y se los llevó al salón en donde continuaron hablando de la fiesta que había de organizarse para celebrar la feliz llegada á Río Janeiro . Don Tomás , al marcharse las mujeres , se levantó y se paseó mirando unas veces al mar que estaba bastante picado y otras á los marineros que bajaban , subían y maniobraban . Mariano , al quedarse solo , se levantó también . Manadas de delfines seguían , veloces , los movimientos del buque , en espera de que se les echase los restos de la comida ó de que algún viajero , para pasar el rato les tirara algo comestible . Eran las diez de la mañana y el sol empezaba á calentar . Don Tomás se sentó bajo el toldo del antepuente . Sentado estaba aun el viejo franco y rudo y en el mismo sitio , cuando se le acercó al bella Elisa diciéndole : — Buen viaje tenemos , don Tomás . — Sí , muy bueno , Elisa — contestó el viejo , — mucho mejor de lo que temía el capitán . — ¿ El capitán creía que íbamos á tener mal viaje ? — preguntó Elisa . — No ; creía que el día de hoy sería malo — repuso don Tomás . — ¿ Cómo lo sabe usted ? — preguntó Elisa . — ¡ Ah ! por las órdenes que ha dado á la tirpulación , muchacha ; tú no te has fijado , pero yo sí . Elisa iba á replicar cuando vió venir hacia ella á un hombre joven , alto y simpático . — Don Tomás — dijo Elisa . — ¿ Qué quieres , vivaracha ? — le dijo don Tomás . — Hacia nosotros viene el joven que ... Y no pudo continuar , porque Cristián dijo , muy tímidamente , acercándose al grupo que formaban Elisa y don Tomás : — Buenos días . — Muy buenos los tengamos todos — contestó don Tomás . — ¿ Es usted el nuevo viajero ? — Supongo que sí — dijo Cristián adelantando un poco . — ¿ Está usted enfermo , verdad ? — le preguntó con interés Elisa . — La señorita Elisa Durán , educada á la moderna y heredera de una gran fortuna — dijo don Tomás presentando á la joven y sacando á Cristián de un apuro . — Sí , señorita Durán — dijo el joven artista y luego dirigiéndose á don Tomás añadió : — No tengo presentación . Soy un pintor obscuro . Me llamo Cristián . — ¿ Bellmunt ? — preguntó Elisa . — Eso es — repuso Cristián algo animado . Luego con interés preguntó : — ¿ Me conocía usted ? — Por lo que ha dicho la crítica de su último cuadro « El hambriento » — dijo Elisa . — ¡ Mal , muy mal me trató ! — observó Cristián . — ¿ Y ahora se dirige usted á América en busca de gloria ? — preguntó don Tomás . — En busca de gloria , precisamente , no señor — contestó Cristián ; — en busca de otro ambiente que , si no gloria , me ofrezca pan y consideraciones . — Sin embargo , no puede usted quejarse de la suerte — repuso Elisa . — ¡ Viaja usted en primera ! — ¡ Pchs ! ... — hizo Cristián , encongiéndose de hombros . Por el salón del buque corrió la noticia de que el nuevo viajero , pretendiente de la duquesa , estaba ya sobre cubierta en el sitio de primera , y mucha gente subió á ver a Cristián . El joven pintor saludaba á los que iban llegando con una ligera inclinación de cabeza , que sentaba muy bien á su noble porte . Nadie le dijo una palabra ni le devolvió el saludo . Don Tomás , para atenuar aquella grosería , dijo á Cristián , ofreciéndole un periódico : — Siéntese usted y lea , si gusta . — Gracias — exclamó Cristián tomando los periódicos y poniéndose á leer . Las personas que subieron a ver á Cristián hicieron corro un poco apartados á babor y se pusieron á hablar quedo . Elisa , temiendo los efectos de la murmuración se acercó á la marquesa y á doña María . En aquel momento doña María decía a otra señora también entrada en años y bastante fea : — Como lo oye usted , Isabel ha dicho : — Supongo que uno de mis enamorados es Agapito y sólo por librarme de sus impertinencias , acepto la broma . — ¿ Y del otro , nada sabe ? — preguntó Elisa , comprendiendo en seguido de lo que se trataba y poniéndose más roja que la grana . — Nada — dijo la marquesa ; Luis y Mariano están arreglando la cosa . Mientras hablaban las mujeres en los términos que es de suponer , Cristián , impaciente por saber algo de Isabel , preguntaba á don Tomás : — ¿ Viaja mucha gente en primera ? — Mucha — contestó don Tomás . — ¿ Deben estar en sus camarotes ? — volvió a preguntar Cristián . — Sí — le contestó don Tomás . — ¿ No han tenido ustedes novedad ? — insistió Cristián . — Sólo un enfermo ; pero no de cuidado , precisamente hoy — repuso don Tomás . — ¿ Una señora ? — exclamó el joven pintor . — Sí , una joven duquesa , por cierto muy simpática á pesar de lo mal que se la trata por aquí — dijo don Tomás . En este momento se acercaron al grupo que formaban don Tomás y Cristián varios viajeros entre los cuales se contaba la bella y linda Elisa , la marquesa , doña María y Agapito . — Voy a presentarle á usted á estos señores — dijo don Tomás á Cristián . Cristián se levantó y esperó correcto la presentación . — Don Agapito Miró — dijo don Tomás , — barón de Casablanca ; Cristián Bellmunt , distinguido pintor . — Celebro tener el gusto de saludar á usted — dijo Agapito . — El gusto es mío , señor de Casablanca — contestó Cristián dándole la mano francamente . Agapito se la estrechó muy á regañadientes y la soltó en seguida . Don Tomás dirigiéndose á las señoras , dijo : — Tengo la satisfacción de presentar á ustedes á don Cristián Bellmunt , artista de mérito . — Le conocía — repuso la marquesa , con desdén . — ¿ Me conocía usted ? — exclamó Cristián con alegría infantil . — Sí , de verle rondar el departamento de primera — dijo la marquesa . — ¡ Ah ! — exclamó Cristián avergonzado . — La señora marquesa de Collbrú ; doña María Botellar , viuda de Gonfau — repuso don Tomás continuando la presentación . Las presentadas no dijeron palabra ni saludaron . Comprendiendo Elisa la situación de Cristián , exclamó : — Celebramos muchísimo tener entre nosotros á artista de tanto mérito . — Gracias , señorita — dijo Cristián premiando la intención de la simpática joven . — ¿ Y á qué debemos la compañía de usted ? — preguntó Agapito con insolencia . — A la necesidad de viajar en mejores condiciones — contestó Cristián . — Sí , el señor Bellmunt está algo enfermo — dijo Elisa . — Padece la enfermedad de la duquesa — repuso la marquesa . — ¿ Qué enfermedad padece la señora duquesa ? — preguntó Cristián . — No puede resistir á los tontos — exclamó doña María . Don Tomás , sonriente , seguro del efecto que había de causar su agudo ingenio , replicó : — Por eso apenas habla con nosotros y en quince días que llevamos de viaje , no ha tomado parte en nuestras reuniones . — Pero en adelante será otra cosa — añadió Agapito , — sobre todo si se entera que don Cristián viaja en primera . Cristián , avergonzado y tartamudeando , pudo decir , no sin grandes dificultades : — Señores , no estoy acostumbrado á este juego de palabras y lamento que , por circunstancias que ignoro , sea recibido con prevención . — El que no tiene seguro el juicio , se mete en pasos muy ridículos — repuso la marquesa . — Para mí don Cristián no ha cometido ninguna ridiculez — exclamó Elisa . — ¿ No ? — dijo la marquesa . — Que yo sepa , no señora — repuso Cristián . — Estamos en el secreto de su enfermedad de usted — dijo desvergonzadamente doña María . Cristián , confuso , tímido , no sabía qué decir ni qué hacer ; por fin , dijo dirigiéndose á la marquesa y haciendo ademán de retirarse : — Señora — luego se dirigió á Elisa y exclamó : — Señorita , repito las gracias . Después alargó la mano á don Tomás y repuso : — Me vuelvo á mi antiguo departamento . — ¿ A dónde va usted ? — preguntó don Tomás . — Tengo ganas de desahogar mi corazón con alguien — dijo Cristián — y dispense usted , don Tomás y usted también , señorita , dirigiéndose á Elisa . Doña María , despechada porque Cristián no se le dirigía , exclamó : — ¡ Qué plancha ! — ¡ Está usted loco , don Cristián ! — gritó don Tomás . — No permito que se marche usted de aquí . — Deje usted en libertad á las personas — repuso Agapito , dirigiéndose á don Tomás . En estas , Mariano y Luis se acercaron al grupo con mucho sigilo , llevando un sobre en la mano y sin decir nada subieron al puente y hablaron con el capitán . — No ha sido nuestra intención ofender á usted — dijo doña María á Cristián , temiendo que se le escapara su futura víctima . — ¡ No faltaba más ! — añadió la marquesa . — No se vaya usted , don Cristián — dijo Elisa con verdadero cariño . — ¿ Lo ve usted ? ¡ le quieren todas ! — exclamó don Tomás , para evitar que Cristián se fuese . — Todas le queremos ; ¿ verdad , señora marquesa ? — exclamó doña María con sorna . — ¿ Quién resiste ? — contestó la marquesa con insolencia . — Y sobre todo que la duquesa es muy rica , y el dinero atrae mucho — dijo Agapito , para remachar el clavo . Cristián se puso un poco serio y sereno del todo , dijo dirigiéndose á don Tomás : — Ante ese espectáculo ¿ debo quedarme , don Tomás ? — Debe usted quedarse por lo mismo que los que lo provocan le quieren á usted fuera . — Sí , señor ; debe usted quedarse — exclamó Elisa mirando á doña María y á la marquesa con coraje . — Esa niña es tonta también — repuso la marquesa . Elisa iba á replicar , pero se le adelantó Cristián diciendo : — Me quedo , pero tengo muy mal genio , don Tomás . — El del cordero — exclamó Agapito quedo . — No nos vaya á matar si le damos una broma pesada — repuso asustada doña María dirigiéndose á la marquesa . — Es idiota — contestó ésta encogiéndose de hombros . En este momento Mariano y Luisito se separaron del capitán , con quien habían hablado hasta ahora y dirigiéndose á los reunidos , Mariano exclamó : — ¡ Cómo ! ¿ no ha empezado aún la fiesta ? — ¡ Ah ! ¿ hay fiesta ? — dijo don Tomás . — Pues Cristián y yo nos retiramos . — Si se va usted ¿ quién presentará su caro amigo á la señora duquesa ? — dijo la marquesa en tono burlón . — ¿ Saldrá de su camarote ? — preguntó Cristián como un niño que no puede callar ni disimular sus sentimientos . — Está invitada á la fiesta y ha prometido asistir — dijo doña María . — Siendo así , don Tomás , quizá sería mejor que nos quedáramos — observó Cristián . — ¡ No se usted demasiado de la compañía ! ... — le dijo don Tomás . Cristián , olvidándolo todo y creyendo que estaba solo , exclamó á media voz como si hablase consigo mismo : — Veré á Isabel . Una carcajada general acogió las palabras del joven artista . — ¡ Ah ! ¿ sabe usted cómo se llama y tiene usted interés en hablar con ella ? Usted se trae algo ; nos quedaremos — exclamó don Tomás entregado por completo á la infantil naturaleza del pintor . — ¡ Sí ; vamos á divertirnos mucho ! Agapito y don Cristián que vayan á buscar á la señor duquesa — dijo la marquesa . Todos bajaron al salón . Allí la marquesa repitió sus pretensiones de que Cristián y Agapito fuesen á buscar á Isabel . — No , yo no ; que vaya otro en mi lugar — repuso Cristián emocionado . — Que me acompañe Elisa — dijo Agapito . — No , gracias — repuso Elisa precipitadamente . — Pues iré solo — exclamó Agapito . — Me parece una imprudencia — dijo Cristián , con severidad . — ¿ Por qué ? — preguntó Agapito . Cristián se puso muy serio y dijo con enería : — Porque la señora duquesa puede hallarse sola en su camarote , y por respeto á ella , si no por respeto á usted , debe usted ir acompañado . — No admito lecciones de nadie — repuso Agapito queriendo ser enérgico sin lograrlo . — Pues en el caso presente si no admite usted lecciones admitirá usted puntapiés — dijo Cristián enérgico . — ¿ Qué ... qué ... qué ha dicho ? — exclamó Agapito preguntándoselo á todos y yendo de un lado para otro . — ¡ Qué bárbaro ! — exclamaron la marques y doña María á un tiempo . — ¡ Bravo , Cristián ! — grito loco de alegría don Tomás . — Opino como don Cristián — dijo Elisa . — A mí me ofendería que el señor barón entrase en mi camarote estando sola en él . — ¿ Y por qué no ha dicho usted que le ofendería la presencia de un hombre cualquiera en lugar de nombrar al señor barón ? — preguntó doña María . — Porque á las mujeres les gustan los hombres , pero no los Agapitos — dijo don Tomás adelantándose á Elisa . — De que usted no hago caso , pero de este caballero , sí — repuso Agapito . — Más le valiera que hiciera usted caso de mí — replicó don Tomás — y dejara en paz á Cristián ; porque yo , por mis años , puedo tomar las cosas á risa impunemente , pero don Cristián tiene el deber moral de tomarlas un poco en serio . — ¡ Se va á aguar la fiesta , como si lo viera ! — exclamó la marquesa . — Yo suplico al señor barón que tome las palabras según de quien y que acceda á mi ruego . ¡ Sí , accedo , señora marquesa , sí , accedo ! ; ¡ tanto es así que voy solo á buscar a Isabel ! Agapito hizo ademán de irse , mas Cristián le puso una mano en el hombro diciéndole : — Póngase usted detrás de mí si quiere ir por la duquesa . — ¡ Señor mío , por poco me ahoga ! — gritó Agapito colocándose detrás de Cristián . — ¡ Silencio ! y sígame usted — dijo Cristián con tal energía que Agapito se fué detrás de Cristián como perro detrás del amo . — ¡ Adiós , don Quijote — dijo la marquesa viendo alejarse á Cristián . — Adiós , paladín de la del Toboso — añadió doña María . — ¡ Son ustedes atroces ! — las dijo Elisa . — ¡ Cuidado con el mozo , que les va á dar un disgusto ! — observó don Tomás . — No teman ustedes , que aquí estoy yo , y me parece que ese pintor acaba en la punta de mi espada — dijo Mariano . Elisa echó sobre éste una mirada amenazadora . — Se trata de una broma de buena ley — repuso doña María . — Quiero conocerla antes ó sino lo echo todo á rodar , con perdón del florete de don Mariano — repuso don Tomás bruscamente . — ¡ Jesús qué insoportable está hoy don Tomás ! — dijo la marquesa . — Es una broma , pero no pesada — exclamó Elisa , dirigiéndose á don Tomás . — ¿ Y la duquesa sabe de qué se trata ? — preguntó el viejo francote . — Todo lo sabe — dijo doña María . — Y consiente en ello , porque va contra el barón , que la fastidia . Palabras textuales — añadió la marquesa . — ¡ Cómo nos fastidia á todas ! — dijo Elisa . — ¿ Pero está enterada de que don Cristián viaja en primera ? — volvió a preguntar don Tomás . — Qué ha de estar ? ¿ Usted cree que la duquesa se preocupa de este pobre pintor ? — repuso Luis . — ¿ Silencio ! ya están aquí los tres — exclamó la marquesa . Efectivamente aparecieron Isabel apoyándose en el brazo de Cristián . Detrás de los dos jóvenes iba Agapito . — Podemos empezar la fiesta — gritó al verlos doña María . — ¡ Que se avise al capitán ! — exclamó Mariano . Isabel se desprendió dulcemente del brazo de Cristián y dijo con la majestad de una diosa : — ¿ Por qué no me han dicho ustedes que una de las personas que habían de asistir á la fiesta era don Cristián ? — Porque supusimos que no le conocía usted — dijo doña María . Isabel replicó sin abandonar su imperio : — Le conozco y de haberlo sabido ... De todas maneras ustedes pueden divertirse sin mí y me retiro . Isabel hizo ademán de retirarse y Agapito se apresuró á darle el brazo , diciéndole : — ¿ Me permite usted , duquesa , que la acompañe hasta el camarote ? — Si la señora duquesa quiere retirarse , cosa que sentiría mucho , lo hará acompañada de los dos , como ha venido — dijo Cristián con sequedad . — Eso si ella y yo queremos — chilló Agapito . — No quiero — se apresuró á decir Isabel . — ¿ Lo ve usted ? — dijo Agapito á Cristián . — Deseo retirarme sola — repuso fríamente Isabel . — La acompañaré yo , señora duquesa — exclamó Elisa . — Tú sí , hija mía , tú sí puedes acompañarme — dijo Isabel y se retiraron cogidas de las manos . Parecían dos ángeles retirándose de una batalla de flores . No bien habían desaparecido las dos bellas mujeres entró en el salón el capitán del buque gritando : — ¡ Señora duquesa ! ¡ señora duquesa ! Isabel oyó la voz del capitán , retrocedió y dijo : — ¿ Qué quiere usted , señor capitán ? — Acabamos de entrar en el puerto de Río Janeiro y un vaporcito ha traído este pliego urgentísimo para usted — dijo el capitán . — Dispense usted , señor capitán — repuso Isabel ; nada de lo que diga el pliego me importa . Entérese usted ; hágame el favor . Y desapareció otra vez . — Una grosería más — exclamó la marquesa , no bien dejaron de oirse las pisadas de las dos hermosas . — Puede el baile continuar — repuso Luisito . — Deseo que termine pronto para arreglar una cuenta — dijo Cristián con rudeza . — Soy de la misma opinión — añadió Agapito . — En buenas manos está el mono — exclamó don Tomás . — La señora duquesa me autoriza para abrir este pliego — gritó el capitán . — Como yo creo que es de suma importancia , pues su portador no ha querido dejarlo en otras manos que las mías , tomando á ustedes por testigos voy á leer el documentos . Todos menos Cristián y don Tomás se agruparon alrededor del capitán , demostrando mucho interés . El capitán dijo leyendo : « Excelentísima señora duquesa de Montblanch . » Madrid , 1º Mayo 1908 . » Excelentísima señora : Tengo la inmensa desdicha de comunicarle la mayor de las desgracias que pudieran ocurrir á vuestra excelencia . El día 26 del pasado Febrero una mano criminal pegó fuego á la Villa Isabel convirtiéndola en cenizas . El día 27 se declaró en quiebra la sociedad que negociaba la mayor parte de los capitales de la señora duquesa y á los pocos días el mayordomo de vuestra excelencia desapareció con todo el dinero y las alhajas que la señora duquesa guardaba en uno de los departamentos del hotel que vuestra excelencia regaló á su señora ahijada . Nada queda á vuestra excelencia de su inmensa fortuna y no parece sino que Dios le haya enviado esta desgracia para probar el ánimo de vuestra excelencia , que desearía tuviera la serenidad que exige la magnitud de la catástrofe . Siente infinito tener que comunicarle acontecimiento tan triste su antiguo procurador que respetuosamente besa los pies de vuestra excelencia . — Juan Palau . » Antes de concluir la carta Cristián desapareció por el pasillo de los camarotes , sin que lograse detenerle don Tomás , como intentara ; los demás , al terminarse la lectura , buscaron con la vista á Cristián para ver qué efecto le había causado y no lo vieron . — ¿ Se ha marchado don Cristián ? — preguntó la marquesa . — ¡ Calla ! no está — dijo Luisito . — Pues es verdad — añadió doña María . — ¿ No ha oído la lectura del documento ? — Sí , pero antes de que se concluyese ha huído como alma que lleva el diablo — dijo don Tomás . — ¡ Tiene gracia la cosa ! — exclamó Mariano . — ¿ Dónde habrá ido ? — preguntó Luisito . — ¿ Dónde quiere usted que haya ido — dijo Agapito , — si siendo pobre la duquesa , nada tenía que hacer aquí ? — ¿ Y usted , señor barón , le queda algo que hacer aquí ? — le preguntó la marquesa . — Nada , ni tengo interés siquiera en librarme de ese pobre diablo . — ¿ Lo ven ustedes ? — exclamó doña María . — Lo que nosotras decíamos . La señora duquesa puede ser hermosa , pero para los que la pretenden , más hermosos son sus millones . Pobre , hasta los pobres huyen de ella . — ¡ Qué le hemos de hacer ! — repuso Agapito . — El mundo es así de prosaico y positivo . Nadie vive de la belleza , si no es la belleza del oro . En ese momento aparecieron , radiantes de alegría y asidos del brazo Isabel y Cristián . ¡ Qué bellos eran ! ¡ Cuánta felicidad despedían sus ojos ! Al llegar á la puerta del salón , Isabel soltó el brazo de Cristián y dijo con su habitual majestad : — Señores : tengo la inmensa dicha de comunicarles que estoy completamente arruinada . Cristián me lo acaba de comunicar con loca alegría de la siguiente manera : Te amaba , Isabel ; te quise cuando no sabía que eras inmensamente rica ; al saberlo , procuré olvidarte . Te quería y hube de ahogar mi pasión en aras de tu dicha y de mi dignidad . Hoy que eres pobre como yo , hoy que no puedes dudar que pretendo tu persona , no tus bienes , digo : Isabel mía , te quiero inmensamente ... Al terminar Isabel varios de los concurrentes intentaron decir que todo había sido una broma , pero Isabel se lo impidió extendiendo el brazo y gritando : — ¡ Silencio ! Respeten mi dicha y esa alma . Cristián se retiró con Isabel y á ruegos de su amada prometió que durante los cuatro días que faltaban para llegar á Buenos Aires no hablaría más que con ella y con Elisa . Con estas precauciones logró Isabel que Cristián no se enterase de nada hasta que se hubieron casado . Ocho meses llevaban de casados Isabel y Cristián y á la hora en que volvemos á — verlos , los dos esposos se hallaban veraneando en Biarritz . En Biarritz y en el mismo hotel veraneaban también algunos de los personajes que con Cristián é Isabel hicieron la trawsía de Barcelona á Buenos Aires y entre éstos se hallaban Elisa y sus padres , don Tomás , doña María , Agapito , Luis , Mariano y otros que el lector irá reconociendo . En el instante en que el lector traba de nuevo relaciones con sus antiguos conocidos , estaban sentados entre otra mucha gente en la terraza del más lujoso hotel de la citada playa francesa , Cristián y don Tomás y en la misma terraza , apoyadas en el antepecho y asomadas al jardín del hotel se hallaban Isabel , Elisa y doña María .. Don Tomás preguntó á Cristián : — ¿ Y cómo se pasa la vida aquí ? Cristián contestó con alguna tristeza : — Se pasaría bien si no fuese el chismorreo de la gente . — La murmuración es uno de los números del programa — observó don Tomas ; — pero á quienes saben vivir solos en todas partes , les debe tener sin cuidado lo que diga y haga la gente . — Algunas veces — repuso Cristián , — uno no puede aislarse tan en absoluto que no se entere de cosas enojosas . — ¿ De suerte que te arrepientes de haber venido ? — preguntó don Tomás . — Arrepentirme no , porque jamás me arrepiento de nada ; lo que hago es marcharme , si no estoy bien , ó no volver . — Sin embargo , hasta ahora la cosa no es para tanto — repuso el simpático viejo . — Si fuera para tanto ya nos hubiésemos marchado — dijo Cristián . — No falta entre los veraneantes quien te defienda como hombre y te alabe como artista — exclamó don Tomás , tanto por ser verdad como para alegrar al amigo . — Alguna persona benévola — observó Cristián . — Gente justiciera á quien tú no conoces personalmente — dijo don Tomás . — Siempre es un consuelo — repuso el joven pintor , con melancolía . — Y ¿ qué tal , pintas algo ahora ? — le preguntó don Tomás . — Siempre estoy pintando — dijo Cristián . — Isabel me contó ayer que te ayudaba en tus tareas artísticas — repuso don Tomás . — Más que eso ; es mi colaboradora — dijo Cristián . — Siente por la pintura verdadera vocación . En este sentido , se lo digo sinceramente , don Tomás , á nadie envidio en el mundo , y si no fuese porque alguna vez soy pasto de la crítica , me consideraría el más feliz de los hombres . — Puedes considerarte tal , mi buen amigo — observó el viejo , — si , como dices , sólo sufres el padecimiento moral que te produce la crítica de los que quisieran encontrarse en tu lugar . — Tiene usted razón , don Tomás — observó Cristián con algún calor . — Artista y no tener necesidad de sujetar tu inspiración al gusto del público que paga , es una gran dicha . Hombre y estar unido á una mujer joven , hermosa , inteligente y buena , como Isabel , es dicha aún mayor . En aquel momento Isabel y Elisa se retiraron del antepecho ; Isabel exhalando un quejido de ira . — ¡ Qué insolencia ! — exclamó Elisa . Cristián se levantó y dirigiéndose al antepecho dijo : — ¿ Qué ha sido , Isabel ? — Nada , Cristián — contestó Isabel , procurando estar serena . — Algo habrá sido — observó Cristián é hizo ademán de asomarse al antepecho par ver quién había en el jardín , pero Isabel le cogió del brazo para impedirlo , como cooperando á la obra de la bella duquesa : — Ese Mariano Pacheco que me ha dirigido un requiebro de dudoso gusto . — Perdona , Elisa — dijo doña María , — pero el piropo de dudoso gusto , como tú le llamas , sin que yo vea el motivo , se ha dirigido á Isabel . Elisa se puso muy seria y mirando con ira á doña María dijo rápida y enérgica : — Le digo , María , que ha sido á mí á quien Pacheco ... — Isabel — interrumpió Cristián — ¿ á quién se ha dirigido ese espadachín de oficio ? — A Elisa — dijo Isabel . — De todas maneras no sé si debo permitir que se insulte , porque eso que ustedes llaman piropo ó requiebro , ha de ser necesariamente un insulto , á una joven , amiga y compañera de mi esposa — repuso Cristián . — Debes permitirlo , Cristián — dijo don Tomás , — porque Mariano no tiene más defensa que la espada en achaques de amor y de honra . Al llegar aquí , ya la concurrencia , enterada del caso , no apartaba los ojos del grupo que formaban Isabel , Cristián y las demás personas nombradas . Isabel , viendo la curiosidad de que eran objeto dijo : — Yo creo que debemos irnos á otra parte . — Sería una cobardía — repuso Cristián . — Y la comidilla de toda la población veraniega — observó doña María . — Marcharse un hombre y hacerlo con su mujer porque otro se la persiga ... — No obstante me conozco , y temo cometer una barbaridad — dijo Cristián sin hacer caso de la insidia de doña María . — Opto por el cambio de balneario — dijo don Tomás , — y les acompañaré con mucho gusto . — El gusto será nuestro , don Tomás — dijo Isabel ; luego echándose en brazos de Cristián sin importarle nada que la viesen , añadió , con mimo : — Sí , Cristián , vámonos de aquí ; esta gente nos daría qué sentir . Comprendiendo Isabel que Cristián vacilaba , añadió : — Elisa , si tú quieres , puedes acompañarnos , también . — ¡ Cuánto me alegro ! Pediré permiso á mis padres — dijo Elisa con gran alegría . — Se lo pediremos juntas — observó Isabel . — En fin , para gozar de tan buena compañía se puede sufrir el ridículo — repuso Cristián . — Si fuese invitada ... — se atrevió á decir doña María . — Las viudas guapas como usted — dijo don Tomás — están bien en todas partes , y ya sabe usted lo que se dice por aquí . — ¿ Qué se dice ? — preguntaron con curiosidad Isabel y Elisa . Cristián , temiendo una indiscreción de su viejo amigo , le miró fijamente . Don Tomás se sonrió y guiñó el ojo á Cristián como diciendo : no temas . Luego dijo : — Que la linda y riquísima viuda de Gonfau , doña María Botellar , se ha enamorado , ¿ de quién dirán ustedes ? ... De mí , de mí ... La murmuración favorece bien poco el gusto de dama tan bella . Doña María contestó entre enojada y satisfecha : — Muchas gracias , don Tomás . — Y ninguna ocasión como la presente — agregó el viejo , — para que la linda viudita demuestre que sus gustos distan mucho de desmerecer de su hermosura . — ¡ Ah ! siendo así , claro está que no querrá venir usted ¿ verdad ? — la preguntó Elisa . — Naturalmente , pero yo ignoraba cuanto acaba de contarnos don Tomás — dijo doña María . — Lo dice todo el mundo y poco que me crezco y ufano yo con tales dichos — repuso don Tomás . — Con mucho pesar nuestro , tendremos , pues , que prescindir de tan amable compañía — observó Cristián . — Eso sí ; con mucho pesar nuestro — añadió Isabel . — ¿ Vamos á ver á mis padres ? — dijo Elisa á la joven duquesa . — En seguida — contestó ésta con su amable y dulce decir cuando se dirigía á persona querida . — Y nosotros á ordenar que se preparen los equipajes — dijo don Tomás á Cristián . — ¿ A dónde se va ? — preguntó doña María . — No lo hemos decidido aún — contestó don Tomás . — Ya le escribiremos , doña María — añadió Isabel . Cristián alargándole la mano muy ceremoniosamente , repuso : — Doña María , á los pies de usted . — Feliz viaje — dijo doña María . — Feliz veraneo — repuso Isabel . — Y agradables aventuras — agregó Elisa . — Estas están descontadas — repuso don Tomás . — Doña María es la más hermosa entre las hermosas y la más solicitada por el amor entre las que más solicitadas se ven . Después de la galantería de don Tomás los reunidos se despidieron . Las dos hermosas para pedir á los padres de Elisa que la dejasen ir con ella y Cristián y don Tomás y el joven pintor para ordenar que se preparasen sus equipajes . Doña María se quedó sola , nerviosa y malhumorada ; miró á todas partes sin saber qué miraba ; le pareció que todo el mundo se burlaba de ella ; de pronto y como si hubiese concebido un plan de venganza , se dirigió al antepecho y dijo de cara al jardín : — ¿ No lo saben ustedes ? — La duquesa y su marido se marchan . — Es posible que se vayan hoy . — ¡ Tan segura ; como que acabo de despedirme de ellos ! — Con ustedes siempre se pasa un rato agradable . Luego se colocó de espaldas al antepecho y de cara á la puerta que daba paso á la terraza . A los poco segundos la traspasaban el espadachín Mariano y el petimetre Luisito . — ¿ Pero qué ha ocurrido para tomar determinación tan extraordinaria ? — dijo Mariano alargando la mano á la viuda . — Usted tiene la culpa — exclamó ésta . — ¿ Ves ? lo que yo he dicho — repuso Luisito . — ¿ Estaba Cristián en la terraza cuando la dije ... ? — Estaba y se enteró por la actitud de Isabel y la exclamación de Elisa — repuso doña María . — ¡ Y en lugar de pedirme explicaciones , huye ! ¿ Qué cobarde ! — dijo en alto voz el valiente Mariano . — Pero huye con las dos — exclamó doña María riendo nerviosamente . — ¿ Elisa va con ellos ? — preguntó Luisito . — Sí , contestó doña María . — Eso no puede tolerarse — exclamó Luisito ; — hay que evitar la ... la ... deshonra de esa muchacha ... Como se rieran Mariano y doña María , Luisito continuó diciendo : — ¡ Ah ! ¿ se ríen ustedes ? pues sepan que me opongo al viaje con todas mis energías y que haré cuanto se me ocurra para impedirlo . — ¡ Claro que es acción noble y generosa la de evitar que esa niña se vaya con Cristián ! ... — añadió con fingido pudor doña María . Y luego perdiendo el tono caritativo que había adoptado agregó : — Porque ustedes ¡ claro ! deben saberlo ; está de él locamente enamorada . Además , á Luisito no le parece despreciable la muchacha . — Ni á usted Cristián ; lo sabemos también — dijo Luisito como respondiendo á la provocación de doña María . — Ni á Mariano , Isabel ... ¡ Ay ! qué gracia — agregó riendo la viuda . — ¿ Y á dónde se dirigen ? — preguntó Mariano con interés . — No lo he podido averiguar — dijo doña María . — He formado ya mi plan de ataque — repuso Luisito . — ¿ De ataque contra quién ? — preguntó Mariano . — Contra el viaje de Elisa — exclamó Luisito . — ¿ Enamorándola ? — preguntó doña María . — ¡ Ca ! el procedimiento es demasiado lento y de resultados problemáticos — dijo Luisito . — Contaré á su hermano cuánto ocurre . — ¡ Magnífico ! — exclamó Mariano , que en la determinación de su amigo veía la interrupción del viaje . — Cada cual se defiende como puede y yo me opongo también á que se marche Isabel . — Esto me parece más interesante — dijo doña María . — Naturalmente — repuso Luisito ; — no marchándose Isabel , no se marcha Cristián , que es lo que importa . — ¡ Ah ! la deducción y el modo de exponerla , carece de delicadeza — dijo la viuda . — Es humana , natural y corriente — repuso Mariano , — pero yo pienso sacar más el pecho para entorpecer el viaje . — ¿ Qué piensa usted hacer ? — preguntó doña María . Luisito hizo un movimiento de esgrima y repuso : — Pues lo de siempre ; provocar al adversario . ¡ Se bate ! á la fosa . ¡ No se bate ! al ridículo , que es otra fosa , é Isabel en sus brazos . Porque , eso sí , las mujeres reunen un millón de buenas condiciones , pero el defecto de preferir al hombre más osado , nadie se lo quita . — No es defecto ; es cualidad — observó Mariano . — Defecto para quien no se bate ni se ha batido nunca , porque le falta valor — repuso doña María . — Lo confieso — dijo Luisito ; — pero tampoco se bate ni se ha batido Cristián y tiene fama de valiente , ya que no de espadachín . — No tardaremos en averiguarlo — observó Mariano . — En todo caso , señor de Pacheco , sólo un rasguño — repuso doña María ; — lo suficiente para impedir el viaje . — Descuide usted , doña María , que , en obsequio á usted , sabré hacer habilidades — dijo Mariano . — Muchas gracias — repuso la viuda . — A romper el fuego — exclamó Luisito . — A romperlo — gritó Mariano . Los dos hombres se dirigieron á la puerta ; pero antes de llegar á ella penetraron en la terraza Isabel y Elisa . Mariano y Luisito saludaron quitándose el sombrero é inclinándose un poco con galantería extremada y dejaron pasar á las dos mujeres . Luego , como si hubiesen cambiado de opinión , en lugar de irse , dirigiéronse al centro del antepecho del la derecha , al que se apoyaron mirando á Elisa é Isabel . Isabel y Elisa se dirigieron á doña María para preguntarla si había visto á Cristián y á don Tomás . — No , no han vuelto — contestó la viuda y luego preguntó á Elisa : — ¿ Permiten sus padres que vaya de veraneo con Isabel y Cristián ? — ¿ Por qué no habían de permitirlo ? — repuso Isabel . — ¡ Ah ! ¡ Cómo la gente es tan maliciosa ! — dijo doña María . — ¡ Qué tiene que ver la malicia de la gente con que yo viaje ó no en compañía de la señora duquesa de Montblanch y de su señor esposo ? — preguntó Elisa . — La malicia de la gente tiene que ver en todo ... Ya ve usted , hasta murmura de mí — repuso doña María . — Si usted no da ocasión á que el público murmure , mucho menos la da Elisa — observó Isabel . — A veces las apariencias engañan — dijo doña María . — Pero bien , ¿ qué se dice de mí ? — preguntó con energía Elisa . — Don Mariano y Luisito se acercan , y ellos más que yo podrán enterarla á usted de lo que dice la población veraneante — observó doña María . Efectivamente Mariano y Luisito se acercaron diciendo el primero : — Se la saluda afectuosamente , señora duquesa y se la pide mil perdones por mi atrevimiento de hace un rato . — Gracias — contestó fríamente Isabel . — Elisa quisiera saber lo que dicen de ella los veraneantes — dijo doña María . — Tantas cosas dicen , señorita , que uno no acierta á adivinar á cuál de ellas se refiere usted — observó Luisito . — A ninguna , porque dudo que nadie se ocupe de mí — repuso Elisa . — Pues se engaña usted , señorita — dijo Mariano . — Con el permiso de ustedes nos retiraremos — repuso Isabel . Doña María , como si temiera que se escaparan las víctimas , dijo : — Sin enterarse ... — ¿ Por qué huye usted de mí , señora duquesa ? — preguntó Mariano interrumpiendo . — No huyo de nadie ; tengo que hacer ; nos marchamos esta noche y debemos prepararnos — observó Isabel . — ¿ Es cierto que nos dejan ustedes ? — preguntó Luisito . — Debe serlo . Las habladurías — dijo Mariano — son siempre fastidiosas cuando tienen visos de verdad y de la verdad no huye precisamente la señora duquesa , huye su esposo . — ¿ Qué verdad puede molestarnos ? — preguntó Isabel con altanería . — A usted no , pero á Cristián , sí — observó Mariano . — ¡ No haga usted caso , Isabel ! — dijo Elisa queriendo evitar un disgusto á su amiga . — ¡ Claro ! no haga usted caso , porque si hace usted caso , se enterará ... — dijo Luisito . — ¡ Cuidado , Luisito ! — gritó doña María para hacer más grave lo callado que lo dicho . — ¿ De qué me enteraré ? — preguntó también con alguna fuerza Elisa . — Pues , sencillamente , de la íntima amistad que hay establecida entre Elisa y Cristián — dijo Mariano . Elisa exclamó entre colérica y llorosa : — ¡ Mal hombre , deslenguado ! — No llores , niña , no llores — dijo Isabel consolando á la pobre Elisa . Luego dirigiéndose a Pacheco : — Abusar tan ruinmente de una débil mujer no puede hacerlo más que cierta clase de caballeros . — No tan débil que carezca de galán que la defienda — repuso Mariano . — No hay para tanto — observó doña María . La cara de Isabel perdió sus líneas dulces y adquiriendo las de la energía dijo : — Hay para más y si yo fuese hombre ... — Con usted me batiría yo también — dijo Luisito queriendo hacer un chiste . Mariano dijo con verdaderas ganas de provocar un conflicto y de llamar la atención del público : — Todas las mujeres casadas con ... con ... un hombre incompleto , se sienten valientes . Elisa se serenó rápidamente y dijo á Isabel : — He oído la voz de Cristián . Vámonos . Isabel exclamó como para vengarse de Mariano : — Sí , vámonos y no olvides que no hago caso ... Isabel y Elisa se dirigieron á la puerta que daba acceso á la terraza para evitar que la franqueara Cristián ; pero Mariano , que se había propuesto ir á Roma por todo , se colocó delante de ella , diciendo : — ¿ Dónde van ustedes ? — Nada le importa — dijo Elisa dándole un empujón . Pero el malvado Mariano exclamó , levantando la voz para que la oyera Cristián : — Mientras no estaba aquí el eminente pintor , han permitido que las dirigiéramos galanteos , pero ahora podríamos comprometerlas . — ¡ Insolente ! — repuso Isabel valientemente . En este momento apareció Cristián y como hubiese oído las últimas palabras del espadachín se dirigió á Mariano diciendo : — ¿ Qué decía usted ? Mariano contestó satisfecho , como si esperara la intervención de Cristián : — Que lo ocurrido á bordo durante el viaje á Buenos Aires no fué más que una comedia , porque usted sabía perfectamente que la señora duquesa no había perdido ni un céntimo de sus inmensos bienes . Al oir tal agravio Cristián intentó abofetear á Mariano y con este propósito se dirigió á su encuentro , pero don Tomás , Isabel y Elisa lo detuvieron forcejeando con él un momento ; la gente de la terraza se acercó cuchicheando . Mariano exclamó cada vez más provocador : — Pura comedia también ; déjenlo ustedes y ya verán como no se atreve conmigo . — Cristián , no hagas caso — dijo don Tomás , — porque todos sabemos lo que se propone ese perdido . — ¡ Cristián , por Dios , déjalo ; es un miserable ! — exclamó Isabel . — Le advierto que no me bato , pero para usted y para los que son como usted , llevo siempre un revólver en el bolsillo — repuso Cristián . — Todos los cobardes sin honor dicen lo mismo — dijo Mariano . En este momento , sin que nadie pudiese evitarlo , Elisa , rápidamente , arrebató el bastón á Luisito y como el rayo empezó á apalear á Mariano . Algunos de los presentes se echaron sobre la joven y le quitaron el bastón ; pero no antes de que Elisa lo descargara dos ó tres veces sobre la cabeza de Mariano . El acto que acababa de realizar Elisa era grave en extremo , era grave por las consecuencias que para ella y para Cristián había de tener . Por de pronto , la gente veraniega decía que Elisa defendió á su amante al apalear á Mariano y que Cristián , después de las palabras del espadachín y del bastoneo de Elisa , no tenía más remedio que batirse , lo que suponía poner la vida á merced de quien se había propuesto quitarle la mujer . En cuanto á Elisa , después de reflexionar sobre lo que había hecho , empezó á llorar y llorando estuvo largo rato , pero no se arrepentía de haber apaleado á Mariano ; lo único que sentía era no haberle hecho daño bastante para que no pudiese batirse . Isabel estaba desconsolada ; para ella era indudable que Mariano mandaría los padrinos á Cristián ; si éste se batía corría peligro de muerte y si no se batía corría peligro de murmuración y de ridículo . El más sereno era Cristán ; seguro de sí mismo , esperaba los acontecimientos tranquilamente . No sabía qué actitud tomaría , pero estaba seguro de tomar una actitud digna . De estas cosas hablaban en su lujoso cuarto del hotel Isabel y Cristián cuando le anunciaron la visita de dos caballeros . Isabel se retiró y Cristián dió orden de que pasaran . Después de los saludos que eran de rigor , los recién llegados conde de la Mistera y marqués de las Cuadras , dijeron que venían en representación de don Mariano Pacheco á pedir una satisfacción por el acto que había realizado Elisa ó en caso contrario una reparación por medio de las armas . — ¿ Y cuándo , cuándo ? — preguntó Cristián tranquilamente . — Tan pronto los médicos digan que Mariano puede empuñar un arma en defensa de su honor — repuso uno de los padrinos . — ¿ Está herido ? — exclamó Cristián . — Contuso de alguna gravedad — observó el otro padrino . — ¿ Dónde y cuándo podrán hablar con ustedes mis padrinos ? — preguntó Cristián . — ¿ Se bate usted ? — preguntó un padrino con extrañeza . — ¡ Ya veremos , ya veremos ! — contestó Cristián . — Ante todo es preciso aclarar bien el asunto y poner en buen lugar el honor de Elisa . — En el Automóvil — Club á las tres de la madrugada nos tiene usted á sus órdenes — repuso el otro padrino . — Perfectamente — dijo Cristián levantándose — y hasta entonces . Tan pronto el conde de la Mistera y el marqués de las Cuadras hubieron salido de la habitación de Cristián , se presentó Isabel preguntando con gran ansiedad : — ¿ Quiénes son ? ... ¿ qué quieren ? — Los padrinos de Pacheco — dijo Cristián . — ¿ Supongo que no te batirás ? — repuso Isabel . — Supones mal , querida Isabel , me batiré — exclamó Cristián . — ¡ Es tu muerte ! — dijo Isabel . — ¡ Quién sabe , mi querida Isabel ! — repuso Cristián tranquilamente . — Lo dices con una indiferencia — exclamó Isabel llorando — que me hace dudar de todo . Cristián se acercó á su amada , la besó dulcemente y dijo : — Pero ¿ qué quieres que haga , mujercita mía ? Extiende una mirada á tu alrededor ; nuestra vida sería imposible ; todo el mundo se burlaría de mí . Cristián paró y luego dijo : — Elisa nos tiene demasiado cariño . — No es suya la culpa — exclamó Isabel ; — de todas maneras ese miserable te hubiera provocado . — De suerte — repuso Cristián , — que basta conocer el arte de herir para que uno pueda ultrajar impunemente á la mujeres que no se le rindan y tener á raya á sus maridos ... ¿ Vaya una teoría ! ¡ Y eso es el honor ! No , no ; eso no puede permitirlo un hombre de dignidad y de valor como yo . — ¡ El valor ! ¡ De qué sirve el valor personal ante quien no tiene más misión en la tierra que tirar á las armas ! — dijo Isabel . — La serenidad en todo es el primer elemento . Más temible que el brazo de Mariano son las costumbres y la mentalidad de nuestros semejantes y ellas me obligan ir al terreno de las armas — exclamó Critián . — ¡ Ah ! pero es preciso discutir bien el cómo y el por qué . Yo diré á mis padrinos que me bato , no por los palos que le dió Elisa , sino por las palabras que te dirigió a ti . Elisa no es mi hija , ni mi mujer , ni mi novia y si me batiese por ella , declararía implícitamente todo lo contrario , y yo no quiero perjudicar á la heroica joven . — Sin embargo , Elisa te quiere — exclamó Isabel sencillamente . — ¡ También tú ! — repuso Cristián con amargura . — Pero yo no creo que tú la correspondas — observó la duquesa , — y confiando en ti , me doy el superior placer de proporcionar á la pobre Elisa la felicidad que para ella representa nuestra compañía . — ¡ Qué bella eres , Isabel ! — dijo Cristián . — ¿ No soy más que bella ? — preguntó Isabel . — No me refiero á la hermosura del cuerpo precisamente — observó Cristián . — Soy también buena , ¿ verdad ? — dijo Isabel . — Más que buena — repuso Cristián , — eres un caso de exageración moral ... En este momento penetró un criado para anunciar la visita de dos caballeros . — ¿ Los que han salido hace un momento ? — preguntó Cristián . — No , señor — dijo el criado ; — otros dos ; aquí están sus tarjetas . Cristián leyó la tarjeta , hizo un movimiento de hombros , miró á Isabel como queriendo decir « qué querrán » y dijo : — Que pasen . El criado desapareció para aparecer de nuevo seguido de dos señores . — Buenas noches — dijeron . — Muy buenas noches ; siéntense ustedes — dijo Cristián y luego que se hubieron sentado añadió : — ¿ Qué se les ofrece ? — Traemos una misión delicada — dijo uno . — ¿ De parte de quién ? — preguntó Cristián . — De don Ramón Durán , el hermano de la señorita Elisa — repuso el otro caballero . — ¿ Qué quiere de mí , don Ramón ? — preguntó Cristián . — El asunto es de cierta índole ... — dijo uno de los caballeros mirando á Isabel . — Retírate , Isabel — exclamó Cristián , mirando á su esposa tiernamente . — Me retiro — dijo Isabel ; — pero conste que eso es abuso — y luego añadió , yendo hacia su cuarto : — Ya no podrá vivir la honradez sino la escuda la destreza en las armas . — ¡ Por favor , Isabel ! — exclamó Cristián suplicando . — Dispensen ustedes — añadió . — es una mujer y las mujeres son más sensibles que los hombres . Sepamos ahora en que consiste esta misión delicada . — Venimos en representación de don Ramón Durán — dijo uno de los caballeros — á rogarle que ponga en el lugar que por su honradez corresponde el nombre de la señorita Elisa , que Ramón considera ofendido por usted . — ¿ Por mí ? ¡ Si no hago más que defenderla en todas partes ! — observó Cristián . — No basta : es preciso que declare usted públicamente que Elisa nunca ha tenido nada que ver con usted — observó otro caballero . — Lo haría con mucho gusto , si no estimara que la declaración que se me pide , perjudicaría aún más á la persona que se trata de favorecer . Supongan ustedes que , efectivamente , hubiese sostenido relaciones amorosas con Elisa , que no las he sostenido y vergüenza me da tener que confesarlo , porque parece que hay quien lo duda , ¿ sería yo tan villano que lo divulgase y tan bajo que me negara á afirmar que Elisa nunca ha sido mi querida ? De ningún modo . ¿ Qué fuerza tendría , pues , mi declaración ? Ninguna . — Le comprendemos á usted perfectamente — observó un caballero , — más nuestra misión se limita á pedirle una declaración firmada y jurada bajo fe de caballero , de que Elisa no ha tenido amores con usted , ó en caso contrario , á exigirle una reparación por medio de las armas , para lo cual le rogamos que nombre usted sus padrinos , que es lo más corriente y la manera más fácil de entendernos . — Yo haría más — repuso Cristián , — yo declararía y firmaría que Elisa no ha tenido amores con nadie ; pero creo que cuanto yo dijera en beneficio de la joven , habría de redundar en perjuicio de ella misma . Por eso me niego en absoluto á lo que don Ramón pretende . — ¿ Se batirá usted pues ? — observó uno de los señores . — Tampoco — exclamó Cristián , — porque si me batiera declararía implícitamente que Elisa ha tenido amores conmigo . Y eso no es verdad . — ¿ Se niega usted á todo ? — preguntó otro de los señores . — Sí ; me niego á batirme y á dar satisfacciones . En ambos casos ofendería á una niña , que está muy por encima del honor convencional que ustedes representan en este momento — exclamó Cristián un tanto agresivo . — ¡ Estas palabras ! ... — dijeron los dos cabellaros levantándose de mal talante . — Son mías — dijo Cristián con energía . — Estoy ya harto de tanta falsedad y de este honor que se sostiene únicamente con la esgrima . Luego Cristián empujó á los dos caballeros hasta la puerta , añadiendo : — Les aconsejo que no vuelvan por aquí , porque no respondo de que los reciba bien . — No deja de ser una grosería — gritó uno de los caballeros al traspasar el umbral . — Se permiten ciertos desahogos — contestó Cristián volviéndoles la espalda . No bien hubieron desaparecido los dos señores que acababa de echar Cristián , apareció Isabel contentísima . — ¿ Has oído ? — le preguntó Cristián . — ¡ Todo ! — Esa gente se ha propuesto fastidiarnos — repuso Cristián , — Pero tú has estado colosal — dijo Isabel . — ¿ Te parece ? — preguntó Cristián . — Hubieses recibido así á los padrinos del otro y estaría más tranquila — repuso Isabel . — El caso es diferente — dijo Cristián . — En éste se trata de la dignidad de una joven que no entra ni sale en los desplantes del honor y había de ir yo con más cuidado . Además , batiéndome con Mariano , que tiene fama de tirador invencible , nadie podrá creer que si no me bato con Durán es por cobardía . — Cierto , pero ¿ y tu vida ? — preguntó Isabel . Cristián se sentó sin contestar é Isabel añadió , al cabo de un momento : — He pensado una cosa . — ¿ Qué ? — preguntó Cristián . — Visitar á los padres de Elisa . — ¿ Para qué ? — volvió á preguntar Cristián . — Para decirles que cuanto se murmura de su hija es inexacto y prueba de ello es , que yo , siendo la más interesada , me honro con la amistad de Elisa . Quizá logremos resolver uno de los dos conflictos . — No me opongo á ello — dijo Cristián — pero lo considero de poca importancia , porque batiéndome con el espanta maridos , lo demás no tiene valor . — Es que tampoco debes batirte con Pacheco — exclamó Isabel con alguna fuerza . — No veo manera digna de evitarlo — repuso Cristián — y á fe que lo quisiera en obsequio al cariño que me profesas . — La manera es negándote resueltamente á transigir con las costumbres sociales que establecen el lance como prueba de caballerosidad y de honor . — La solución es lógica y justa — observó Cristián — pero la adoptaría con demasiada oportunidad ; y entre esta oportunidad que me anularía por completo y el riesgo remoto de ser herido es preferible lo último . El hombre alguna vez debe tener el valor de correr algún peligro . — Cuando se corre por algo grande , sí — observó Isabel . — En último caso lo correría por ti — dijo Cristián . — Ya ves si es grande el objeto . — Pues bien — dijo Isabel , entre temerosa y apasionada , — por mí no quiero que te batas . Es más , te consideraría indigno de mi amor si por mi amor no hicieres el sacrificio de tu dignidad . La naturaleza de las frases que acababa de pronunciar Isabel , pusieron á Cristián en un grave aprieto . No es que Cristián no se hubiese hecho de antemano las consideraciones que suponían aquellas palabras de su mujer ; es que , verdaderamente , Cristián no había comprendido aún que tenía por esposa una mujer extraordinaria , menos por su hermosura , con ser mucha , que por su inteligencia y su amor . Consideraba que Isabel era una mujer buena , bella é inteligente , pero no heroica cual resultaba en este caso . Era cuestión de pensar , pues , seriamente si le convenía batirse , es decir , si era mejor disgustar á una mujer como Isabel ó arrostrar la crítica del público . En estas dudas , Cristián dijo á Isabel , mirándola fijamente , para estudiar el efecto que sus palabras habían de causar en el alma de la joven esposa : — ¿ Podrás quererme teniendo motivos para sospechar de mi valor ? — ¿ Si podré quererte ? — exclamó Isabel . — ¡ Te querré más ! Yo sé que eres valiente ¡ no necesitas probármelo ! Yo sé que eres digno ; ¡ no necesito que me lo demuestres ! Pues bien , si á pesar de tu valor y de lo delicada que es tu dignidad , hicieras , en mi honor , el sacrificio de pasar por cobarde y por indigno á los ojos de la gente ¿ qué mayor satisfacción y dicha para mí ? El alma de Cristián vaciló . Aquello era un mundo nuevo que descubría en Isabel , un mundo nuevo que le aturdía y le enamoraba á un mismo tiempo . Cristián no pudo decir más que : — ¡ Isabel ! Exclamación que significaba ¿ a dónde me lleva tu grandeza ? Isabel se le acercó y acariciándole con voluntad de ganar su vida dijo : — Mi valor no es ese que derrama su sangre en defensa de la mujer amada ; mi valor es el que , por complacer al ser querido , desprecia los sinsabores que produce la malicia y la crítica . Si me quieres y eres valiente como dices , demuéstramelo sacrificando á mi cariño el honor social y la vida social . Para el alma de Cristián aquello fué como un rayo de luz para el ciego . Se levantó sereno , como si nada hubiese ocurrido , como si despertase de un sueño feliz y dijo , con naturalidad : — Tienes razón , Isabel ; te comprendo y te adoro . No me bato ; no me bato por ti ; no me bato para demostrarte que te quiero ; no me bato para luchar con las preocupaciones del mundo ; no me bato , porque se necesita más valor para vivir tal como lo haré en adelante que para morir . Isabel se le arrojó en sus brazos y dijo besándole con frenesí : — ¡ Gracias , gracias , Cristián ! ¡ Eres tan grande como te había soñado ! ¡ Así te quiero ! Ahora me amas . ¿ Qué nos importa la opinión del mundo si no la necesitamos para nada , si podemos formar en nosotros , con nosotros y para nosotros un mundo moral superior al de nuestros censores ? — Ni una palabra más , Isabel — dijo Cristián acariciando los rizos de oro de su adorada ; — está resuelto el conflicto . Conste que no lo está en mi daño ; conste que esta solución , que tú me has inspirado y sugerido , la creo más digna de mí que el desafío . Pero yo por tu amor no podía adoptarla . Y no podía adoptarla , porque si la opinión del público me importaba algo , la tuya me importaba mucho y antes que parecer cobarde á tus ojos , preferiría la muerte . Ignoraba que tu alma fuese tan hermosa , Isabel mía ; ignoraba que pudiera apreciar la diferencia que va del valor que se deja matar por temor al ridículo , al valor que sabe luchar con las preocupaciones del mundo . Y esto diciendo los dos esposos no cesaban de besarse y abrazarse como si aquel día fuese el primero de su matrimonio y quizá fuese el de su matrimonio moral , que es muy superior á la unión material . Isabel sintiendo con más intensidad que Cristián este estado de alma exclamó : — Ahora es cuando realmente somos grandes y dignos el uno del otro , ahora es cuando se unen y se fusionan nuestras almas . Luego añadió : — ¡ Ea ! preparemos la partida . Voy á despedirme de Elisa y de sus padres . — Yo pasaré recado a don Tomás para que venga á despedirse de ti — exclamó Cristián . Y mientras uno y otro se preparaban para hacer lo que acababan de decir , un criado les anunció la visita de los señores Durán , padres de Elisa . Isabel y Cristián se miraron , luego Isabel dijo : — ¿ Qué hacemos ? — Que pasen — repuso Cristián ; — habla tú con ellos mientras yo voy á despedirme de don Toma ´ s , en lugar de rogarle que venga él aquí . — Está bien — dijo Isabel y luego dirigiéndose al criado agregó : — Que pasen . Cristián se fué y entraron don Prudencio Durán , su esposa doña Antonia y su hija Elisa . — Venimos con el propósito de consolarnos mutuamente — dijo doña Antionia . — Enterada del paso que acaba de dar mi hijo Ramón cerca de Cristián , no hay por qué decir que lo desapruebo por completo . N'osotros , digo , yo á lo menos , no puedo creer en la culpabilidad de mi hija . Es verdad que su actitud se presta á dudas ... pero yo no dudo . — ¿ Y Ramón ? — preguntó Isabel . — Ramón es de este mundo — dijo Elisa — y este mundo cree siempre lo peor . Lo que más siento es que papá no esté del todo convencido . — ¿ También usted , don Prudencio ? — exclamó Isabel . — No acabo de explicarme — dijo el buen hombre por qué mi hija ha hecho de don Cristián defensa tan calurosa y tan comprometedora . — Porque me exasperé — dijo Elisa — al ver que se provocaba á un hombre honrado y bueno por el inhumano placer de derramar su sangre y sin más justificación que el deseo de ponerle en ridículo . Rápidamente pasó por mi mente la idea de que yo podía evitar aquella infamia , poniendo al aventurero en situación de no poderse batir , segura , como estaba , de que Cristián se batía y moría si era preciso . — ¡ Esta seguridad y estos entusiasmos es lo que no comprendo ! — volvió á exclamar don Prudencio . — Le aseguro , don Prudencio — dijo Isabel — y se lo aseguro por la vida del ser que siento latir en mis entrañas , que Cristián me es fiel y que Elisa es para mí una excelente y buena amiga . Elisa se arrojó en brazos de Isabel y la besó entre llorosa y risueña . — ¡ Basta , señora duquesa , basta ! Me ha convencido usted — exclamó don Prudencio . — Y del desafío con Ramón , ¿ qué hay ? no se baten ¿ verdad ? — preguntó doña Antonia . — No — dijo Isabel ; — porque Cristián han contestado a los padrinos , que , por cierto , se han puesto muy pesados , que ofendería la honradez de Elisa si aceptaba el desafío . — Muy bien contestado — respuso don Prudencio . — Yo me encargo de obtener de Ramón una visita para ustedes . — Que sea pronto , porque nos marchamos — exclamó Isabel . — ¿ Cómo , no se bate con Mariano ? — preguntó don Prudencio . — No , señor — repuso Isabel . — ¡ Pero si todo el mundo dice que ya tiene nombrados padrinos y que esta madrugada en al Automóvil Club han de celebrar la primera entrevista con los de Pacheco ! — exclamó don Prudencio . — Es cierto — dijo Isabel — que dos amigos de este espadachín han hablado con Cristián ; es cierto , también , que Cristián ha aceptado el desafío y que ha prometido nombrar padrinos . Mas yo he logrado , después , que no se bata y que partamos hoy mismo . Elisa , que había estado escuchando cabizbaja , levantó de pronto la cabeza y dijo , con energía : — ¡ Ah ! eso no puede ser . — ¿ Por qué ? — preguntó Isabel sorprendida . — Porque es la muerte moral de Cristián — dijo Elisa . — ¡ Qué nos importa á nosotros lo que diga después el público ! — exclamó Isabel . — Querida amiga , el amor que usted siente por Cristián le impide hacerse cargo de la realidad — repuso Elisa . Cristián no es sólo un hombre , es además , un artista . Cristián , al principio podrá satisfacerle su vida aislada y el amor de esposa tan hermosa y amada como es usted , señora duquesa , mas la inteligencia de Cristián querrá producir , querrá crear . ¿ Cómo ? ¿ Con qué elementos sociales ? Cuantos cuadros mande á la exposición serán rechazados ; cuantas veces el público vea su firma , el nombre de Cristián será escarnecido . — ¿ Pero había de permitir que Mariano acabara con mi amado Cristián ? — preguntó Isabel . — ¿ Por complacer al público había de dar á la gran fiera , vida y amor ? — No : ni aún la dignidad de Cristián , qu ahora resulta sacrificada — repuso Elisa cada vez más resuelta . — No he hecho más , querida amiga — dijo Isabel , — que valerme del amor que por mí siente Cristián para arrancarle de la muerte . — El sacrificio vale tanto como la muerte ... — exclamó Elisa . — En fin , querida amiga , yo creo que el amor podía dar más — dijo Elisa tan serena y sencillamente que por un momento Isabel sospechó que tenía delante un alma superior á la suya . — ¡ Elisa ! — gritó don Prudencio . — ¡ Déjenla ! — dijo Isabel . Elisa se arrojó en brazos de Isabel diciendo : — Amiga mía : perdóneme usted . — Te perdono y hasta creo que debo estarte agradecida — dijo Isabel . — No , eso no — repuso Elisa ; — me basta con que me comprenda usted , doña Isabel y con que no le inspire otro sentimiento que el de la compasión . Pero óigame . Las lamas superiores desean y aman la independencia para producir ; pero necesitan de la sociedad para el complemento de sus placeres artísticos y para las satisfacciones morales de la relación . Ponga usted el alma de Cristián en un sepulcro , aunque este sepulcro esté hermosamente decorado y custodiado por la belleza y el amor y habrá usted muerto el alma de Cristián — dijo Elisa con acento casi beatificado ; pero después se repuso y exclamó , aunque pensando en Mariano y en el peligro que Cristián corría : — Hay que batir á la fiera , de que usted hablaba antes y vencerla si es posible , sin darle carne de nuestra carne ; nunca sacrificando nuestros amores . Grande y nobilísima es la acción de salvar vidas por medio del querer , pero es más grande salvar vidas y además dignidades . — El cómo no se me alcanza — dijo Isabel , — más adivino , hija mía , que tú tienes razón , y que Cristián , si es capaz de mantener su palabra de no batirse por habérmela empeñado , lo es también de suicidarse si tanto se le ultraja . — Pues hay que evitar que se bata , que se suicide y que quede deshonrado — dijo Elisa imperativamente . ¡ Hija mía ! — gritó doña Antonia en tono de reconvención . — ¡ Madre adorada ! — exclamó Elisa yendo hacia ella y abrazándola . Isabel quedó pensativa en medio del salón . Una tragedia se desarrollaba en su cerebro ; sentíase empequeñecida ante Elisa ; no odiaba á su excelsa rival , pero deseaba superarla ; amaba tanto á Cristián que por salvarle toleraba que si no ella podía salvarle Elisa y nada le importaba su orgullo y su amor con tal de que Cristián saliera vivo , digno y contento del conflicto . Elisa , después de abrazar á su madre , volvió la cabeza para mirar á Isabel ; ésta hizo lo mismo respecto de Elisa ; las miradas de ambas mujeres se encontraron y adivinando lo que pasaba en sus respectivas almas , Elisa corrió al encuentro de Isabel y se echó en sus brazos . — ¿ Le quieres , verdad ? — le preguntó Isabel á su oído . Elisa bajó los ojos sin contestar é Isabel añadió : — Sálvale y te querré aun más yo á ti . — Salvémoslo las dos — exclamó Elisa . — Salvémoslo — contestó Isabel . Mientras en las habitaciones de Isabel y Cristián se desarrollaban las anteriores escenas , en la de Mariano se hallaban reunidos varios jóvenes . — Una victoria más que agregar á tu hoja de servicios — decía Agapito á Mariano . — Hasta ahora no veo la victoria — contestó . — Ella se acerca — repuso Luisito , . porque yo sigo creyendo , á pesar de lo que han dicho Gabriel y Ricardo , que Cristián no se bate . — Pues sin lance no hay victoria — repuso Mariano . — La victoria consistiría , precisamente , en esto , en que Cristián se negara , que no se negara , á acudir al terreno — dijo uno de los que habían ido á ver á Cristián en calidad de padrino . Luego añadió con aire de conquistador : — ¿ Crees tú que Isabel continuará queriéndole ? Las mujeres no gustan de los cobardes ni hay héroe que no obtenga el amor de la mujer . La duquesa acudirá ¡ tú lo verás !