El diablo las carga , cuadro de costumbres , Año de mil ochocientos treinta y tantos . por D . Antonio Ros de Olano , Socio facultativo del Liceo Artístico y Literario de Madrid . Madrid Imprenta de la Compañía Tipográfica . 1840 A D . NAZARIO CARRIQUIRY , Dedica este cuento SU INTIMO AMIGO Antonio Ros de Olano “ Era una de aquellas noches de insomnio , tempestuosas , terribles , en que el alma tiene fiebre , en que el corazon se anubla y se compunje , y en que nuestros miembros crispados por el estertor del alma nos botan de improviso contra el lecho como cadáveres galvanizados : una de aquellas noches en que los ojos velan para que los recuerdos asesinen ; y yo lloraba con pueril flaqueza , y con un complicado indefinible pesar , semejante al que en mi juicio debe sentir la muger honesta luego que ha cometido su primer adulterio . " “ Al reflejo de la lámpara se proyectaron en la pared , y las ví por el prisma de mis lágrimas , las formas de dos mugeres que arrastraban tras si mis ilusiones , vírgenes un tiempo , siempre queridas , y marchitadas hoy . Iban aquellas mugeres como de partida , y para nunca volver … Una tú no la conoces ; fué tan pura un dia como ahora es infeliz , y su fantástico reflejo en aquella noche era el de su primera edad : la otra muger eras tú ; pero ya aparentabas tener veinte años ; huias temerosa , me miraste , y llorabas como yo , tal vez arrepentida , cuando ya era tarde ! … porque junta con mis ilusiones ibas caminando para nunca volver ! " … Estos renglones de humilde prosa los escribió el jóven Fernando en el album de Teresa , libro tan atildado como su dueña , y tan rebozado en brilladoras galas , lleno de juventud y de tersura , envuelto en oro y vanidad como la doncella , la cual erigia en su album un monumento al orgullo , amasado con los despojos da sus triunfos , blasonado con las inscripciones de sus victorias … En una palabra , Teresa , el Napoleon de las mugeres , queria tambien una columna de Vendoma . Habian pasado meses como leves dias para Teresa , y dias como tardos años para Fernando , desde que el album salió de manos de este para que por el conductor eléctrico de su veleidosa señora , recayera el turno apetecido en algun versificador de diez y ocho primaveras , taciturno y desengañado filósofo , recien salido de un colegio de humanidades . Es lo probable que este poeta desempeñara al punto su encargo , porque las inspiraciones son rápidas y ejecutivas . Tambien es probable que del poeta pasara el libro á algun pintor á l'acquarella , purísimo aficionado , romántico absoluto , admirador de Velazquez por su valentía , que vé los efectos de sus tintas y los imita mal , porque desdeña descender al estudio de las causas ; que elije siempre para sus obras grupos de trovadores en la calle , y tapadas á la ventana , noches de luna , trages de ropilla , riñas , rondas y espadas que se cruzan . Tambien es probable que del pintor fuese el album á poder del músico , que á fuer de buen artista deplora la muerte de Bellini , y le roba sin embargo sus armonías . Casi no cabe duda en que el libro anduvo en manos de muchas capacidades hasta recaer en un escritor moralista , redactor de folletines y folletos , escritor de esos que copian de la escena del mundo malos cuadros de costumbres en grosero lenguaje que juegan con las palabras de una anfibologia obscena , y lucen á su parecer el ingenio con bastardos retruécanos : hombres osados que yo conozco , que no se conocen ellos , los cuales escalan el recinto de la buena sociedad armados de impudencia , y allí se presentan á desnaturalizarla con todos los lunares de una mala educacion , y con el chiste de una imaginacion picante . Cuanto he dicho es casi indudable ; pero lo que de todo punto puede afirmarse es , que aquellos célebres artistas leyeron todos con desdeñoso sarcasmo los sentidos renglones de Fernando : ayes del alma , articulaciones proféticas formuladas con la lógica del corazon , que una mano febril temblaba al escribirlas . Con la frente reclinada en la mano derecha , el codo apoyado sobre una mesa , el brazo izquierdo lánguidamente abandonado , y la vista al parecer fija en un punto , pero en realidad distraida , se hallaba Fernando á solas en su cuarto , á tiempo que entró á visitarle un hombre enjuto , moreno , bien portado , y como de treinta y tres años , que es la edad de Cristo segun la Biblia , y la del Diablo tambien , segun mis muchas observaciones sobre el particular . — ¡ Fernando ! mi querido Fernando ! Esclamó el caballero estrechando en sus brazos con arrebato al joven enamorado y continuó sin soltarle : Por una feliz casualidad he descubierto que te hallabas en esta corte : sábete que acabo de llegar , pero sin tomar descanso he corrido á recordarte nuestra antigua amistad … ah ! la amistad es antes que todo ! la amistad es mi ídolo ! Y sin dar treguas al aliento , continuaba apretando el pecho de Fernando contra el suyo . Atónito y de hito en hito contemplaba el jóven al incógnito ; y aunque aquellas facciones no le parecieran totalmente nuevas , no acertaba sin embargo á distinguir quién fuese el que tan familiarmente demostraba quererle ; parecíale haber visto aquel hombre mas de una vez , pero no acertaba en dónde ni cuándo ; y bien examinado , encontraba semejanza entre su aparecido y cuantos conocidos tenia poco mas ó menos de la edad aquella . Fernando con el embarazo natural en estos casos le respondió : — No desconozco á V . , pero hablando en verdad , ni recuerdo cual sea su nombre , ni desde donde datan nuestras relaciones . — Oh ! no lo estraño ; las últimas impresiones te han borrado las primeras del corazon , y ya hasta has olvidado á un amigo de colegio , que por ser mayor te amparaba contra tus adversarios condiscípulos , traviesos como estudiantes y mal intencionados como niños … has olvidado en fin á Gustavo por Teresa . — ¡ Ah ! sí , te reconozco por el nombre , recuerdo nuestra antigua amistad … pero tus mismos parientes me aseguraron que habías muerto … — Mas díme , díme , tú has nombrado á Teresa ! quien te ha informado de mi paradero ! de Teresa ! de mis relaciones con ella ! … ¡ Ay ! sabes mi delirio ! sabes su ingratitud ! … — Y su vanidad Fernando ! … tranquilízate … . un amigo que como yo posee el recurso de la esperiencia , puede ser muy útil al jóven impresionable , que abandonado á sí propio , seguiría solo los impulsos de su fogosidad . El corazon que manda en la cabeza , corre á despeñarse como el ciego que cabalga y aguija un poderoso potro andaluz . Entiende que la mujer de pocos años es un gusano á quien de súbito brotaron las alas … ¡ pobrecillas ! ! Su primer vuelo es hacia la llama del orgullo . Si Teresa insensata se ajita y revolotea en torno de esa luz que la fascina , déjala ; que pronto caerá abrasada y arrepentida á tus pies … La estrecharás entonces en tus brazos , la levantarás hasta tí , no lo dudo ; pero luego de muchos besos y caricias , que son felicidad y mentira , palparás la verdad y hallarás el hastio hasta rechazarla de tí como á un gusano … — Imposible Gustavo , es imposible … ni ella será ya mia , ni yo pudiera nunca despreciarla ! Gustavo asomó cierta negligente sonrisa á los labios , se recostó en un sofá y empezó á morderse las uñas , sin responder palabra . — Dices que la mujer es un gusano . — Replicó Fernando — ¡ Cuanto se diferencian nuestros juicios ! Es la mujer en mi sentir un espíritu celeste que perfecciona la forma terrenal en que se anida : es un espíritu ¡ para mi mal impasible ! y el hombre es la vil materia que en pos de él se arrastra . Nota , sinó , como los mas sublimes pensamientos de todas las relijiones nos son trasmitidos bajo el tipo de la mujer . — En efecto , Fernando , la Divina Maria es virjen y madre , es el deseo y el logro sin destruirse el uno al otro , es la incomprensible union de dos ideas opuestas … ¡ Maria ! ! he aquí lo mas bello , lo mas sublime de todas las relijiones … pero esa María advierte que es una sola , la cual no pertenece á nuestro suelo . Y si es que tú la concibes al traves de su impenetrable misterio , compárala , Fernando , con las demás mujeres , y hallarás que una es el complemento del idealismo , las otras la imperfeccion ; esto saltará naturalmente á tus ojos ; al paso que el moralista San Vicente Ferrer profetizó para todos que los hombres tendriamos que encaramarnos á los árboles , huyendo , acosados de las mujeres … Dejo á un lado la condicion humana , que hasta nos hace apartar con repugnancia los ojos de las viandas despues del banquete . — ¡ Calla , que son amargas tus palabras , Gustavo ! ! ¡ Cuanta ponzoña destilan para quien como yo vislumbra cierta realidad en ellas , y siente solo en su corazon debilidad y amor ! ! Todos cuantos errores esclarezcas á mi razon , todas cuantas ideas me imbuyas , vendrán á luchar contra estos dos tenaces enemigos ; y yo sucumbiré al fin , sin haber recibido de tu amistad galardon alguno , como no sea el tránsito de un martirio lento á otra máquina de tormento mejor combinada y mas rápida . He agotado buscando la salud del alma casi todo mi dinero ; busqué la guerra , apelé á los viajes ; pero la guerra , quizá porque ya no tiene gloria , lo cierto es que tampoco tiene Dios , en los viajes no nos acompaña Mentor , y el amor tiene una deidad , tiene un Dios , y este Dios es la mujer que amamos ¡ Terrible es el Dios que impera sobre mí ! ! Lo sé , no me lo digas ; pero huyéndolo , mis caballos han muerto jadeando , hostigados por la impiedad de mis espuelas ; y allí donde caían , por entre los árboles como Sílfida , sobre las nubes como Anjel , allí , en todas partes , me parecia verla , alli estaba ella . ¡ Ay ! inutil es huir del amor , cuando el amor nos manda huir ! El nos empuja , nosotros le llevamos . — Y no seré yo por cierto quien te aconseje la fuga : el amor es una guia desenfrenada hácia un determinado manjar . Mira tú ahora , si yo que tanto te quiero , iré á aconsejarte que viajes en posta para matar el hambre . — Ea ! déjate guiar , sacude esa molicie , incorpórate , aliña tu corbatin , abrocha tu frac , acompáñame á la fonda donde vivo , y avisa á los criados que no comes en casa . Fernando , para quien lo mismo era su casa que la fonda , que la carcel , asi lo hizo con una distraccion que rayaba en estupidez ; y los dos amigos bajaron la escalera , uno , mordiéndose los labios como el que padece , y otro , mordiéndose las uñas como el que imagina . Hoy se cumple un mes y algunas horas desde la primera entrevista de Fernando y Gustavo ; amigos inseparables desde entonces , son el olmo y la yedra , ó por valernos de una comparacion menos vulgar , diremos que son el peregrino y el báculo . Fernando , como si desfalleciera por efecto de una emorrajia , está blanco como este papel estaba antes que yo lo escribiera ; sus cabellos en revuelto remolino , nublan no obstante su frente , y el arquear de las cejas y su ceño adusto indican que por su mente pasan ideas siniestras , que se reproducen bajo mil formas , como las creaciones fantásticas de un enfermo , como los monstruos de un delirio . Gustavo al parecer se ocupaba poco de Fernando ; está demasiadamente atareado en ponerse un negro pantalon colan , tan ajustado que apenas permite paso al pie , ceñido de delicada media de seda negra y leve zapato de charol ; hecha esta dificil operacion se almoldó Gustavo sobre la pulcra camisa una corbata del género y color del las medias ; luego un chaleco de reluciente raso como las alas de un cuervo ; y por último , un esmerado frac de soirèe que vestirlo pudiera el mas estremado dandy un dia de luto . La casa del antiguo favorito de Fernando VII , la casa del conde de P , del caballero Gran — Cruz , esta iluminada . El continuo ruido de los carruajes agrava á los enfermos y turba el descanso de los vecinos pacíficos de la calle de N . Muchos curiosos , gente toda de segundo órden , espuestos al sereno , contemplan las ráfagas de vivísima lumbre , y prestan oido á las estruendosas armonias y á la algazara , que los salones del Gentil-hombre no son capaces à contener en sí , y por sus balcones las arrojan à la atmósfera , de la misma manera que se desahoga un volcan , lanzando por su cràter truenos y llamaradas . Entra , lector , conmigo bajo lo dorados artesones del antiguo favorito , que nosotros ya somos hombres viciados que solo nos contentamos con el todo de los goces , quédese para la medianía y el populacho percibir á medias el canto de la sirena ; nosotros nos debemos precipitar tras el deleite , mas que luego nos ahoguemos . Con este paño que reviste la escaler ; sin embargo halla tanto sabor un rico en pisarlo como el mendigo en arroparse . Hasta aqui el paño que cubre el pavimento ha sido azul-celeste , en dando el primer paso hacia adelante pisaremos paño blanco . — Lector , ambos llegamos al baile por nuestros pasos contados , procuremos que no lo infieran por las huellas , porque seriamos tenidos en poco : limpia como yo , lector amado , las suelas de tu calzado en el paño azul y entremos . Nuestras cortesias deben dirijirse á aquel personaje de la placa de brillantes que tiene la cabeza gris , à aquel caballero de elegantes modales , de afabilidad pueril y recelosa mirada . Este es el dueño de la casa ; desposado hoy mismo con aquella jóven de diez y siete años , que al soslayo no cesa de mirarse al espejo , que llama oficiosamente á los criados para que la den tratamiento . Esa niña es mi señora doña Teresa ; ofrezcámonos á sus pies , pero que de modo alguno se te escape llamarla Teresita , porque en esta noche seria ofender la dignidad de su estado . Mucha y brillante es la concurrencia ; son las doce y poco mas de la noche ; apenas hay una silla vacante , y aun veinte coches esperan turno unos tras otros para desocupar á la puerta . Mas de quinientas velas de esperma , sobre bases de cristal y oro , prestan à los salones una claridad riente . Dos orquestas brotan alternativamente robustas armonias desde elegantes tribunas colaterales ; los músicos asoman como un coro de màjicos soplando en sus varitas de virtudes para ridiculizar á su antojo la especie humana . Pero los tales májicos con sus carrillos hinchados , y sus ademanes furiosos , no estan menos ridículos que sus subordinados . El salon principal está vestido de raso perla , y el cortinaje de los balcones flota de vez en cuando impelido por el ambiente de la noche , que aspiran con avidez cien hermosas agitadas por el vals . Los vestidos de estas Penélopes son escotados como requiere la etiqueta , y sus pechos donde se mece el aliento , reposados en cunas de batista palpitan de dos en dos , como armiños dormidos . Los hombres , unos se pasean , otros juegan en las salas interiores y algunos en muy corto número , conversan con las damas ; porque la moda es hablar poco y lijero , bailar mal y despacio . Mi señora doña Luisa con capota trasparente y traje de blonda , recibe tambien á los concurrentes … nada hay en esto que no esté en el circulo de sus atribuciones , es suegra del conde , es madre de un hombre que nació antes que ella … … nuestra cortesia debe ser con esta señora mas que profunda , galante , y no importa que la llamemos Luisita . Es mas de la una y media , se han bailado una mazurca y un rigodon ; las bandejas con dulces y helados empiezan á circular ; si la tierna desposada hubiera de comerse todas las yemas que uno por uno le presentan los elegantes , sufriría una cruel penitencia . La amable condesa no desdeña aceptarlas , pero de sus manos caen con disimulo al pañuelo … A esta hora y en el oscuro aposento de una fonda , las lágrimas amargas de Fernando van tambien á perderse en un pañuelo ! ! ! El caballero gran cruz se manifiesta con su esposa mas esmerado que celoso : cierto es que en la primera noche de boda ningun marido debe desconfiar de su muger . Se acerca á ella cada veinte minutos , le habla tres ó cuatro palabras , sonríe y vuelve al circulo de concurrentes , donde antes se hallaba . En este momento acaba de entrar un hombre que por vestir completamente de negro olvida hasta el buen tono de los guantes blancos . Escusado parecerá tal vez que yo declare que es Gustavo . Descuella este sugeto entre la hidalga juventud por sus modales fashionables ; Gustavo al entrar tiende la mano al conde ; le llama por su nombre bautismal , y le recuerda la semejanza entre su soirée y otra á que asistieron ambos en Berlin , siendo el conde enviado secreto de Fermando VII en aquella corte . Mi señora doña Luisa acepta de Gustavo un torrente de lisonjas que le hacen olvidar veinte años matrimoniales . Pasa luego nuestro fashionable á ofrecerse á los pies de Teresa , y escita la curiosidad de la concurrencia ver que la lindísima , desposada con ninguno de entre tantos galanes se ha mostrado tan complacida como con Gustavo . Empieza desde luego el hombre enlutado á dominar la sociedad y la recorre y alterna en ella como si le fuese familiar . Las miradas de los circunstantes se fijan no solo en la espiritualidad de su rostro , sino tambien en la condecoracion estraña que adorna su pecho . — Parece la órden de Calatrava , dicen unos . Mas luego comparada con la de otro condecorado resulta que no . — No es tampoco la de Santiago , dicen otros . — Será extranjera . Los jóvenes de la legacion francesa no la conocen ; los de la inglesa tampoco ; y nos hubiéramos quedado todos probablemente con la duda , á no iluminarnos un fidalgo portugés que saltó y dijo : — Es á cruz dá orden de Christo , mais té aos brazos trocados . Asi pareció en efecto despues de la aclaracion dada , y yó me conformé sin ecsamen con la afirmativa del portugés , porque estas gentes son muy entendidas en materias heráldicas . Chocó á todos , sin embargo , que el caballero enlutado llevase la cruz de Cristo puesta patas arriba . Dejó la atareada doña Luisa una silla vacia junto á Teresa , y en el instante la ocupó Gustavo . He aquí el diálogo de la muger de diez y siete años y del hombre de treinta y tres : — Condesa , ¿ está V . pensativa ? — No , Gustavo . Miraba como las luces se van consumiendo , y me dá pena , porque indican que el baile empezó há mucho rato , y que acabará pronto . — Esa contemplacion , condesa , es harto triste , y es menester desecharla : el recuerdo de lo que fué y el pensamiento de lo que será , cuando se nos ofrecen á la vez , afectan el corazon y destruyen la alegria . — No pensaba yo en eso ; pero como el baile es tan brillante ! tan seductor ! ! … — Es cierto : dentro de dos horas , condesa , dirá V . , el baile era tan brillante , era tan seductor ! Es el primero y el último á que asiste en toda su vida la mujer que ocupa la posicion de V . en esta noche . — Me entristece V . , Gustavo . — Ah ! no , condesa , no seré yo quien con el hálito de sus palabras aje la flor mas linda de la creacion ; flor que ayer la adoraban en capullo , y que mañana , abierta su corola , la respetaremos todos sin dejar de admirarla . Nadie respeta tanto á la condesa como yo pero … ¡ Qué hermosa es V ! No hay duda que la belleza del medio dia encierra mas atractivos morales que la del norte : son totalmente opuestas : la una reside en la materia , la otra se manifiesta en el espíritu … Esas pupilas negras sobre un blanco azulado ; esas corvas pestañas que sombrean unos párpados mansos como las olas que acarician las playas andaluzas : esas leves tintas morenas y sonrosadas , que forman sobre la tez un mágico contraste ; la morbidez en fin de las formas sin superfluo desarrollo ; la flexibilidad de la cintura , la brevedad de los estremos son dotes características de las mujeres meridionales ; y ademas en estos cuerpos de pulcritud y donosura asilan luego un alma ardiente como su sol , alma que enciende sus miradas y vivifica sus palabras hasta que con los ojos y la boca nos abrasan el corazon … Pero no , condesa , no asi repliegue V . sus facciones con desdeñoso disgusto . Esa es otra propiedad de las andaluzas : pudorosas como la sensitiva , mudas y espresivas á la par muestran su timidez al mas leve contacto … Mas como V . se ha enojado , mi señora condesa , le soy deudor de una aclaracion que atañe á mi proceder de caballero . — No , Gustavo ; puede V . escusarla sin ofensa de entrambos . — Eso no ; mi sincera amiga la condesa me permitirá la diga que no he sido yo nunca víctima de sus encantos . Soy ya viejo por desgracia , condesa ; y los hombres , ó por la índole del sexo , ó por nuestra condicion en la sociedad , á los treinta años dejamos de adorar el amor para disfrutar la hermosura ; de suerte señora , que lejos de considerarnos víctimas , podemos antes ser reputados como sacerdotes , que inmolamos á las mujeres en su tierna edad nubil sobre las aras de nuestro capricho . Teresa examinó el rostro de Gustavo , sorprendida al ver que espontaneamente confesara ser ya viejo ; y con un cambio rápido , derramó una indagadora ojeada sobre la encanecida frente de su marido ; Gustavo aparentó no haberlo notado , y prosiguió con tono afable : — Solo conozco dos víctimas inmoladas á la escelencia de mi señora la condesa . — Gustavo ! Por mí nadie es infeliz … sopena de serlo yo tambien toda la vida . — Esa es la tristísima realidad , señora . Una víctima es en efecto la misma Teresa … otra … — Pronto ! que vienen ! por Dios ! — Otra ? … Fernando . En este momento volvia intempestivamente doña Luisa , y Gustavo tuvo que cederle la silla . Levantándose ya , dijo este á Teresa : — ¿ Bailaremos el primer rigodon , condesa ? — Sí , dijo la desposada con espresion melancólica . Doña Luisa se sienta junto à su hija ; los ojos le chispean ; está inquieta , los carrillos le abrasan , y agita un primoroso abanico que fué moda medio siglo decimo octavo , que los cincuenta años siguientes fué un mueble sin uso , que á principios de este siglo fué ridículo disfraz en las máscaras , y que hoy es elegancia en los estrados . Este abanico chinesco , capaz por su gran vela de dar movimiento á una lancha , no es bastante sin embargo á refrescar la encendida cabeza de doña Luisa . La señora , no cabe duda , que está recien mordida del histérico , falderillo hidrofóbico que las mujeres abrigan yo no se donde . Cuantos adviertan que doña Luisa habla consigo misma y de labios adentro , diran que reza , y en efecto aciertan , pues aunque lo que hace doña Luisa es murmurar , son las murmuraciones mentales oraciones enderezadas al diablo . Ya no le es posible reprimir por mas tiempo la bilis que le rebosa , ni guardar el secreto que la abruma , y va gradualmente levantando la voz y diciendo : — ¡ La desvergonzada ! La puerca ! que se pinta hasta los dientes , con mas trampas que horas tiene un mes … Yo le aseguro ! … — ¿ Qué le sucede á V . mamá ? — Yo le aseguro á la muy fea , que si no está en esta casa , oye las siete verdades . — Pero , mamá mia ! ¿ Qué es eso ? — ¿ Qué ha de ser , hija ? La media almendra de la marquesa de B … que no parece sino que en su vida ha roto un plato … ya ! ya ! … ¡ Cuidado con que la beses al despedirte , niña ! Te lo prohibo ! … y te permito solo que hoy por hallarse en tu casa la saludes , pero que sea por última vez . ¡ Cuidado ! — Señora ! ¿ Qué es lo que ha sucedido ? — Has de saberte que esa melindrosa , que se anda en la cara con la mano de gato , de la que dicen lenguas que tiene un hijo que heredará de su marido , pero no de su padre … ¡ Vamos , estoy que trino ! Has de saber , Teresa , que como no la sacan á bailar , ha formado corro con la sesentona duquesa de H . y la coja Baronesa de C , y como á mí no se me escapa nada , me pareció que hablaban de tí , y escurriéndome por detras de los hombres , me acerqué á ellas pasito á paso , y oí que decia la muy remilgada . que Dios sabe si es hija de algun lacayo , oí que decia : ¡ miren qué hueca está la comercianta ! Si creerá que por dar su juventud y su oro á un … ¡ Vamos ! no le lo quiero decir . — Prosiga V . mamá . — Decia la medio calva : ¿ si creerá que por dar su juventud y su oro á un viejo ha trocado su sangre ? ¿ Miradla , miradla qué hueca ! Y te miraban , hija ; y se reian ; y la coja respondió : el que no está hecho á bragas … Bien que señalada por la mano de Dios habia de ser … ¡ Niña ! que no las beses ! La impresion física de Teresa fué totalmente distinta de la de su madre ; se puso pálida como la cera , y languidecieron sus brazos . La música anunció en esto los primeros compases de un rigodon , y Gustavo tan puntual como obsequioso , llegó á presentar su mano á Teresa . Como el salon es regio , las parejas están con desahogo , á bastante distancia las unas de las otras . La casualidad dispuso que frente á Teresa bailara la marquesa de B . con uno de esos hombres , que , como yo , son con frecuencia mártires en la sociedad . Digo esto porque aquel se dejaba conocer que no tenia maldita la voluntad de bailar con la marquesa ; pero lo hizo movido por una indicacion del dueño de la casa , que la habia oido sin duda quejarse de la falta de cortesía de nuestra juventud . Las mujeres dijiéren mejor el acero que los treinta años ; la marquesa tiene treinta y cuatro , y no ha sido nunca ni siquiera bonita . No es pues estraño que se lamente de la inhumanidad con que los jóvenes la tratan ; porque la verdad es que el mozo mas filantrópico se convierte en un Marat , ó mas bien en un S . Anton para con las feas . — Y ahora me ocurre decir , aunque no sé si soy el primero en emitir esta opinion , que la fealdad es una secuela del pecado original que no lava el bautismo . El dinero suele en este siglo positivo dar á las imperfecciones fisicas cierto barniz que deslumhra : las aguas del Jordan no bastan á tanto ; pero las mugeres feas que compraron marido , podrán decirnos si este barniz dá cumplidas todas las consecuencias que deben emanar del matrimonio , no digo conforme al amor ( no exijo tanto ) , sino conforme siquiera á lo prevenido por la iglesia … Quédense escritas estas consideraciones , puesto que salieron al paso , y voy á ceñirme á la cuestion antes que salga un lector á darme en rostro con este moderno conjuro parlamentario , que me horroriza como la presencia del verdugo , desde que cierto presidente del Cogreso de Diputados me ahogó al nacer mi hijo primogénito que se anunciaba robusto cual cachorro de leon , y quedó aplastado como una ostra entre la lengua de dicho presidente y el badajo de su campanilla . Gustavo y Teresa que forman pareja de cabecera , han permanecido en silencio . La música rompe ; las manos se elevan y se enlazan ; deslízanse los pies y los grupos de preferencia dan concluida la primera figura . Mientras las parejas colaterales se ajitan , las de cabecera reposan ; y estos intervalos de descanso forman , como si dijeramos , una página leida á trozos , que pertenece esclusivamente ó á la galantería ó al amor . Las madres suelen no estar de acuerdo con eso de salir á bailar para estarse quietos en cuchicheos ; pero aun con mas severa crítica que las madres combaten la tal costumbre los maridos , porque dicen , y con razon , que como costumbre no pueden oponerse abiertamente á ella , y de tolerarla en sus mujeres se produce tambien un daño . De manera que del tal baile frances les resulta á los casados lo que en las escuelas llaman ángulo cornuto . Gustavo , como está persuadido de la curiosidad que el suspenso diálogo anterior debió producir en Teresa , aguarda confiado que ésta le suscite de nuevo la conversacion para entrar él desde luego abusando de la posicion humilde en que se coloca toda muger que dá margen . Y he aqui otra situacion moral que tambien deslinda los sexos como las edades . Teresa en efecto llena de esa curiosidad tan peligrosa , que suele arrastrar al delito las mas sensibles y honestas mugeres , anhela que Gustavo aclare sus ya tormentosas dudas ; y al propio tiempo , tímida como el reo ante el juez de su causa , no se resuelve á proferir palabra , tal vez porque no se lea en su corazon . Ella combate consigo misma ; Gustavo lee en efecto en su alma trasparente , como el médico en las pulsaciones de un enfermo : cuando la muger lucha está vencida , dice no sé qué filosofo . Ya casi abocada la segunda figura , se atrevió Teresa con natural ò pretestado motivo , y abrió el diálogo diciendo . — ¡ Con qué aficion baila aquella señora ! — Sí , condesa ; baila como comen los hambrientos : á dos carrillos y fin reparar en los circunstantes . — Es muy esacto … Está en ridículo . — V . se rie de ella . — No tengo ganas , y á pesar de todo me rebosa la risa sin querer . — Pues esa dama es nada menos que la marquesa de B . — Ya la conozco . — Es ademas vizcondesa de F . , baronesa de Y . , grande de España de primera clase , hija de un duque , y no sé cuantas cosas ; y á pesar de todo , condesa , con ir tan cargada de títulos , no es mas que un hazme reir , como V . opina ; y lo será siempre aun cuando mañana salga con un heraldo delante que á viva voz publique sus blasones . ¿ De qué le sirve tanta prestada grandeza á esa pobre mujer ? … ¿ Cambiaria V . , Teresita , una sola pestaña de esos rajados ojos por una rosa artificial para la frente ? — Ah ! no , á fe mia . — Pues esos son los blasones : florones que como las onzas de oro se cuentan uno á uno ; monedas hoy dia sin valor intrínseco ; flores inodoras , que cuando fascinaban con su brillo iban eslabonándose entre sí , formando coronas como círculos sociales hasta que los reyes envidiosos las arrebataron de las frentes de los nobles para formar de todas una que amoldase bien á sus sienes A ejemplo de los reyes , pronto dejaron los pueblos de respetarlas ; y ya ni unos ni otros las derriban porque las desprecian todos . Al pronunciar Gustavo sus últimas palabras , Teresa , el ángel que se sentia caer del cielo de su fantasia , abatió la vista , pero afortunadamente vino otra pantomima , ó séase la segunda figura del rigodon , á causar un efecto tal como si un mico se introdujera en la escena cuando Orestes desgarra el corazon á Clitemnestra . En avant deux , previno un elegante á Gustavo , y en aquel instante se deslizó este por entre el aire y la alfombra como un vaporoso íncubo ; y la marquesa de B . se agitaba en frente con descompasados brincos , parecidos ni mas ni menos , á los que ví dar á un pabo que cierto piamontés hacia danzar al son de su organillo sobre una lata caliente . Dió fin la figura , pero Teresa sentia la necesidad de quejarse . — ¿ Por qué , Gustavo , por qué será que cuando V . me habla me entristezco tanto , tanto ! — Teresa , querida amiga mia , al hombre franco suele confundírsele con el grosero siempre que se le juzga por meras impresiones recibidas , pero á mí concédame V . tan solo la primera cualidad … Ay ! … Vá V . á ingresar en una sociedad que le es desconocida . Esa derrotada tropa de orgullosos querrá que se siente V . en el anfiteatro de las categorias al pié de todos como el último recluta , y yo , derribándoles la máscara con que prestigian , quiero que desde el primer dia rompa V . por entre los escombros y las brechas del castillo gótico , no para empuñar su bandera feudal , sino para presidir como reina de la hermosura á sus fembras en los salones , y como señora de la riqueza á sus varones en los festines . — No alcanzo todo lo que V . me ha dicho , pero vislumbro un lujo de lisonja hácia mí que me ruboriza . — Harto conozco que no se halla V . penetrada de su mérito … pero preguntémoslo al conde , señora . No sea yo el juez si asi se quiere ; preguntémoslo á hombre de edad avanzada ; al que ya no necesita adular á la hermosura para rendirla … Digámosle ¿ cuanto vale la modesta hija del capitalista indiano ? y verá V . cuan enfático responde : “ ¿ Ah ! es un anjel que vale todo un condado ! ” — Si entonces me fura permitido replicarle , yo le diria : ¡ mas vale ! ¡ mas vale , anciano , ese anjel que dejó el cielo de su gloria para velar el lecho de tus dolencias ! … — Hable V . conmigo y de mí , pero deje V . al conde Gustavo . — Ah ! ¡ Si le dejaran á él sus remordimientos como yo le dejo ! Teresa , la hija del honrado capitalista era conocida de todos , arrastraba la admiracion de todos , todos la señalaban donde quiera , y un conde te confunde , si es jóven con su Yocquey , y sí viejo con su mayordomo . — Teresa llora : ¡ por piedad , Gustavo ! — Tambien lloran por Teresa . ¡ La poule , Señores ! la poule ! y se bailó la poule , y luego la pastorelle , y tras esta la trenis , y dió fin el rigodon sin que Teresa alzara de la alfombra sus lagrimosos ojos . ¡ Vuelve junto á tu madre , temblorosa virgen , á quien el rayo del arrepentimiento amenaza surcar la frente ! ! vuelve á tu asiento ; repara en las velas y responde á tu corazon , si ahora quisieras que el baile hubiese durado tanto . Ay ! ¡ con qué lentitud han ardido las luces , mientras que tú has corrido tan largo trecho hácia la desgracia … ¡ Virgen ahora ! ¡ Esposa mañana sin amor ! ¡ Plugiera á Dios que las presentes horas permanecieren fijas y no abriesen via á mas amargas horas ! Tú , segunda Eva en la inocencia , vas á relevarte el misterio conyugal ; ese ay tardio , ese fatal misterio de donde brotaron las generaciones maldecidas , y que ya no pende de un arbol , guardado dentro de una fruta sazonada ; sino que se encierra entre dos sábanas mas ó menos blancas , mas ó menos finas , pero siempre áridas y monótonas á la vista , como alegorias de un viaje por el desierto , como los símbolos de una obligacion … ¡ única ! eterna ! … Una paloma torcaz que rompe el vuelo desde el campo en que con sus compañeras apacenta , se lleva la banda entera tras de sí ; y esta accion instintiva y peculiar á todos los animales que viven en familia , es de medrosa precaucion en los irracionales , pero en la especie humana es un germen de esclavitud innata que irremisiblemente nos impele á obedecer al mas osado . Aunque parezca denigrativo confesar que en casa del conde obedecimos todos á una vieja , yo he de referir las cosas como al pie de la letra sucedieron . A las tres de la madrugada la duquesa de N . se puso en pie , levantando al propio tiempo su manton del respaldo de la silla , y en aquel instante se dispusieron á seguirla sus siete hijas , tan lindas , brilladoras y parecidas entre sí como las siete cabrillas celestes . Ocho amantes y un marido , abreviando las fórmulas de despedida corrieron á anticiparse á la escalera ; y el mas joven de todos los galanes dió la mano á la duquesa . La señal de la disolucion estaba dada ; la música no centralizaba ya la accion de aquel motin ; no habia madre que no buscara de veras á su hija , ni hija que no aparentara buscar á su madre : los esposos se unieron á sus respectivas mitades ; los hombres sueltos iban casi todos en pos de las mujeres acompañadas ; el conde , su esposa y la suegra se deshacian en besamanos , y solo algunos tenaces , espíritus rebeldes gritaban ¡ cotillon ! cotillon ! y en efecto dió principio ; pero acabó de inanicion á poco rato . Marcharon todos , y los dueños de la casa se adelantaron hasta la escalera , prodigando sus últimos cumplidos . Amortiguadas ya las luces quedaron solitarios , abrasando y llenos de espesa bruma los ambitos aquellos ; solo Gustavo espera , plantado en mitad del opaco salon , á semejanza de Cain , el primer condenado , bajo las bóvedas del infierno . Apenas sintió los pasos de los desposados salióles al encuentro , abrazó tiernamente al conde , dió un espresivo parabien á la condesa , y partió . A mí me ha parecido igualmente que debemos mi lector y yo dejar la casa del conde . La noche se borra desleida en las primeras tintas de la aurora . Gustavo entra de súbito en su cuarto , y encuentra á Fernando en la misma silla , en la misma actitud , en la abstraccion misma que lo dejó . Las rejas abiertas como estaban , las ropas abandonadas en el desorden que quedaron , la cama sin el menor desaliño ; todo esplica que la mano del hombre en aquella estancia no ha destruido sus obras anteriores . Alli de cuanto existía solo ha perecido una luz , que se conoce acabó consumida en sí propia , porque el tubo de cristal se vé roto por efecto de la última llamarada . Suspensos y en pie , se miraban uno frente al otro los dos amigos cual si tuvieran las pistolas amartilladas , y las leyes del honor les mandaran tirarse contra las leyes del corazon . Pasados algunos instantes se adelanta Gustavo á su compañero y pasándolo la mano sobre el hombro le dice . — Alienta , amigo ! que esa mujer es tuya . — ¡ Qué ! No se ha casado ! Influyó la nobleza ! Ha muerto el conde ! … Mi última esperanza se habrá cumplido ! … Ah ! ni me atrevo á esperarlo … pero dime , dime … — No tal … pero como el conde no ha de tragar … se á su mujer — ¡ Tu boca es el infierno ! … ¡ A su mujer , y dijiste que era mia ! ¿ De donde vienes , Gustavo ? … ¡ Has vuelto para asesinarme ! ¿ Por qué me esperanzaste á tu salida ? Ah ! de otra suerte , yo hubiera dado un paso á la quietud eterna . Fernando se llevó con arrebato las dos manos à la frente y volvio á caer desplomado sobre la silla . Gustavo , que continuaba hablándole con estraordinaria calma , prosiguió : — Vengo del baile — Díme , ¿ estaba ella ? … Estaba el conde ? … Tú has estado con ellos … entre ellos … sin perderlos de vista ? … Queda allí mucha gente ? … Ya me has visto , Gustavo . No me moveré de esta silla … Vuélvete , corre allá … Vuélvete pronto … No los desampares ! … Corre , corre , que me asesinas aquí ! — Venga del baile , y si no hubiera hecho mas que vijilar á una mujer , poco tendrias que agradecerme ; pero misionero de una doctrina , no la mas evanjélica por cierto , he convertido el alma de Teresa hasta el punto que lloraron de fervor sus ojos . ¿ Y por quién dirías tú que lloraban ? … Por tí , Fernando mio : por tí , en la ocasion mas peligrosa de su vida , ha llorado la encantadora Teresa . La fortaleza es tuya ; alienta ! alienta ! que en mí tienes al condestable de Borbon asaltando la ciudad santa de Roma para que la posea Cárlos V … El conde ocupa aquí el lugar del Papa . Díme tú ahora si Roma es de su Santidad ó del Emperador que la conquista . — ¡ Lloró por mí , cuando era tarde ya ! … Pero ahora , ahora ¿ quién queda allí con los dos ? … ¿ Quién está entre los dos ? … — Como dió fin el baile … — ¿ Qué fué ? — Quedaron solos . — ¡ Y los dejaste tú ! ¡ Maldito seas ! Fernando dió un salto de tigre hácia la puerta , pero su padecer habia formado crisis , faltáronle las fuerzas , y cayó accidentado sobre los ladrillos . Gustavo cargandoselo á cuestas , lo trasladó á la cama . Alli un furioso delirio embargó sus sentidos . Y los que hayais pasado por este trance , el mas cruel de la vida , vosotros los que con oido alerta , con encendidos ojos hayais contado , instante por instante , toda una noche de placer para nuestro rival con la mujer que os arrancó de los brazos y no del corazon , vosotros conocereis , y nadie sino vosotros , que la pérdida de la razon viene á aliviar al hombre en estos caso ? Ay ! que á mi me pusieron en ese tormento doce años há , y aun se estremecen todos mis miembros cuando la bálbula de la memoria se abre para que brote el infernal recuerdo . Asi es que no quiero dar una plumada mas en este capítulo ; soy dado á las comparaciones , y acaso imprudentemente haria alguna alusion á quien las tempestades de mi vida solo me permiten querer como si nos hubiesemos nutrido en un mismo seno . Una nacion que se revoluciona , y una sociedad que se disuelve , se asemejan tanto en ciertos periodos , que el filósofo llega á dudar cual sea el síntoma dominante . En uno y otro caso los mas sagrados vínculos se rompen ; domina la ambicion ; piérdense las creencias ; las pasiones imperan ; la ley sucumbe ; se esconde la virtud , y la osadia triunfa de la razon y la esclaviza . En uno y otro caso , ningun interes , que salga de su individualidad aislada , mueve al hombre , y le parece que cuanto sus semejantes poseen puede á poca costa ser suyo ; los medios comunmente empleados para conseguir en uno y otro caso son la violencia ó la intriga . Los hombres en las revoluciones convierten á sus semejantes en instrumentos de venganza , al paso que propalan la filosofía humanitaria cuando jamas la practicaron menos . Desde el momento en que la revolucion infesta á un pueblo , se ofrece este á mí bajo el aspecto de un joven en la adolescencia contajiado por la viruela . Por todas partes quiere brotar su irritada sangre , agolpandose á la superficie en asquerosas formas . Los miembros se estorban unos á otros el reposo , y como con fruicion de desgarrarse aquel hombre , las uñas únicamente le viven sanas para herir en la carne que las nutre . Su cuerpo es pestífero como un campo de batalla . Sus vecinos le niegan auxilio por eludir el contacto , como huian los hebreos del Lázaro de la Biblia . Y por último : ó se presenta la muerte y disuelve al joven , ó huye la enfermedad y convalece ; pero tan borradas estan sus formas primitivas que todos dicen al mirarle : ¡ aquel hombre há padecido ! Y el hombre al mirarse en el espejo , como las naciones en la historia , quisiera haber nacido sin uñas ; de la misma manera que quisieran los desgarrados pueblos no haber nunca conocido las armas . Las facciones que mas se borran con la viruela son las mas pronunciadas , las mas características , como por ejemplo las del rostro . Y lo mismo acontece á los pueblos con las revoluciones . En nosotros tenemos el ejemplo . El clero y la nobleza formaban la faz de nuestra república , que en el ardor de su fiebre ha esgrimido los brazos contra esta parte de su propio cuerpo que tiene ya mutilada . ¡ Ay de la humanidad ! ¡ Cuantas veces desmiente su nombre por conservar un pacto irrescindible entre los pueblos y el tiempo ! Si la contra-revolucion de España hubiese partido del centro á la circunferencia , en vez de lo que al contrario ha sucedido ; si en el riñon de la monarquía y desde la residencia de la corte hubiese partido el pronunciamiento carlista , yo no sé si toda la parte de la nobleza que se encuentra hoy ligada á los intereses constitucionales , lo estaría . Pero los nobles sumidos en una abyeccion y reprensible inercia de tres siglos á esta parte , gozaban de la molicie de sus alcázares cuando el grito de guerra ! resonó entre las breñas allá en los Pirineos , á punto que el síntoma de libertad asomaba en la capital . Sin prever muchos de ellos las consecuencias de un principio germinador en el estado llano , se adhirieron á formar parte de un simulacro de gobierno representativo que creían sin duda firme y estable . Pero á medida que el embrion de la democracia va desarrollandose , muchos antiguos nobles que proscribieron del trono la sucesion del pretendiente , anhelan ahora en su corazon que D . Carlos triunfe y empuñe el cetro . El Conde , antiguo favorito de Fernando es uno de tantos ; pero como muchos otros se contenta con querer y aguardar . El pueblo empieza á colocar la juventud al frente de sus intereses , y Fernando representa una provincia en el Congreso de Diputados . La ambicion levanta una calumnia contra el conde ; la inmoralidad la favorece , la pobreza forma testigos falsos , y hé aqui á este personage acusado de un delito contra el estado . Un calabozo le hospeda ; su esposa pasa los dias asida á las rejas deshonrosas de una carcel ; Gustavo inquiere , corre y entera á Fernando de los trámites que ha llevado la columnia , habla á su juventud , estimula su generosidad , ilumina su razon ; Fernando marcha ; se apodera de la tribuna parlamentaria ; usa de la palabra para defender los derechos de un ciudadano . Teresa , la angustiada esposa , está con Gustavo en otra tribuna reservada , y sus ojos se encuentran con los de Fernando . Toda la esperanza de Teresa se cifra en el joven arrogante que inspirado por la deidad de sus amores , y elocuente como un Mirabeau , lleva tras sí los aplausos de la multitud . Un ministro se levanta á responder desde el banco negro que el acusado será puesto en libertad . En aquel instante Teresa hubiera empapado en besos las manos y el rostro de Fernando ; pero el mancebo , apenas pronunciado su discurso , se retira acometido de su natural melancolía , y sin cambiar siquiera una mirada con la que nunca le habia amado tanto . No conozco mas que dos séres capaces de morir por entusiasmo , y son : el caballo y la mujer . Deja Teresa el salon de Córtes para subir al coche , y apéase de allí á un momento en la carcel . — ¡ Estás en libertad ! dice abrazando á su esposo . Y el preocupado conde apenas acertaba á persuadírselo . De alli á dos horas un elegante landó paró á la puerta de la casa de Fernando ; apeóse y subió la escalera un caballero que tenia la cabeza gris ; llamó á la campanilla ; le fué respondido que el señor no recibia , y entonces el caballero dejó una tarjeta con la punta doblada , que decia : el conde de X . Al día siguiente , serian las tres de la tarde , cuando Fernando y Gustavo entraban de visita en casa el conde de X . Hay en la casa del conde de X , alli inmediato á la alcoba principal , un elegante gabinete de forma circular que tiene dos entradas y un alegre mirador ; está vestido este gabinete del mas delicado papel de raso , de la estera de junco de mas precio , y lo adornan entre grandes marcos dorados los mas escogidos cuadros de Horacio Vernet . Cinco son los cuadros de este pintor , y al nivel de ellos cae verticalmente sobre una chimenea francesa otro cuadro bordado en cañamazo que representa una joven jugando con un perro . Esta pulcra y prolija obra de las manos de Teresa forma un vivo contraste con la arrogancia varonil que campea en los lienzos del artista francés . En el centro del lindo gabinete se halla un velador octagonado cubierto con rozagante tapete color de café , matizado de flores blancas y arabescos ; sobre dicha mesa se ven varios periódicos , muchos figurines de moda , un album , y encuadernado en finisima pasta hay tambien un cualquier tomo de una cualquiera de nuestras llamadas novelas modernas , que son crónicas refundidas . Hay espejos , reló , y taburetes ; sobre una mesa consola se ven mil dijes y figuritas de china , y debajo de ellas hay una cestita de mimbres , dentro de la cesta un lecho de algodon en rama , y dentro el lecho un perrito lanudo de tamaño de un huevo de avestruz , que el dia siete del mes que viene cumple dos años , y sin embargo no ha salido nunca de su casa á pie . Hay muchas cosas primorosas en este gabinete , todo distribuido con el mejor órden , escepto las cómodas butacas americanas que estan repartidas acá y allá con estudiado descuido . Me he detenido un poco en bosquejar el apartado gabinete del Conde , porque es la habitacion favorita de Teresa . Allí ningun criado se propasa á entrar sin pedir muy de antemano un respetuoso permiso ; es para ellos aquel recinto un lugar casi sagrado , á la par que miran como profanos los restantes sitios de la casa y obran en ellos à su antojo como si pertenecieran exclusivamente á tales enemigos domésticos . Las doce y poco mas de la mañana serian cuando Gustavo se entró de rondon en el cuarto de Teresa … … … Yo no sé en lo que consiste , pero hay ciertos hombres que no parece sino que llevan en el rostro una patente de abusos : ellos se introducen en todas partes , no respetan las fórmulas establecidas , se familiarizan al momento , captan por lo comun las voluntades , pero si no las captan tampoco les importa ; son exigentes siempre , sumisos algunas veces y serviciales con frecuencia , hasta pecar en oficiosos . Suelen estar dichos hombres dotados de intencion y perspicacia , y como por razon natural saben la vida privada de todo el pueblo en que viven como huespedes de todas las casas , llevan á los oídos de media poblacion los hechos de la otra media , y vice versa , siendo esta última una de las propiedades que mas necesarios los hacen , porque la crítica sorda es el pasto espiritual de las familias honradas . En Madrid abundan mas que en ninguna parte estos familiares , para quienes no hay criados en las casas , ni porteros en las oficinas del gobierno , ni ugieres en el palacio real & c . , que no quiero ocuparme mas de semejantes sugetos que si yo los desprecio , ellos se rien de mí y me llaman falto de mundo . En honor á la verdad , Gustavo tiene solo de estas gentes , la osadia ; pero lejos de ser futil y chismoso es perspicaz , sentencioso y grave cuando conviene . Decia que las doce y poco mas de la mañana serian cuando Gustavo se entró de rondon en el cuarto de Teresa , sin darle mas tiempo que para cerrar precipitadamente el album , en que sin duda leia , y pasarse el pañuelo por los ojos . La cárdena huella del pesar se vé estampada en los párpados de la condesa ; ya no es la virgen de los amores ceñida de una aureola de sonrisa ; es la esposa que llora en secreto . Sin amiga ninguna , porque no la hay que merezca saber el terrible combate de su alma , habla á la soledad de su retiro ; y mas de una lágrima resbalada por sus pálidas mejillas , ha lamido el perrito cariñoso de pocos dias á esta parte . Una túnica blanca , ceñida por un cordon á la cintura , forma el traje total de la condesa ; pero como la muger es mas bella á medida que mas arropa sus formas naturales ; y como el blanco lino envuelve tanta idealidad , parece un cisne que flota dormido sobre las ondas de un lago . Ningun hombre vé el deshonor bajo un aspecto tan formidable como las mugeres cuando lo combaten . Miran ellas el edificio de la sociedad que entera viene á descargar su pesadumbre sobre sus flacos corazones , y entonces mas entusiastas que el hombre , porque el hombre se entusiasma solo por las alabanzas , salvan la sociedad , manchan su fama y desprecian hasta la vida por gozar un leve instante la realizacion de sus ensueños de amor . Las mugeres tienen dos condiciones opuestas , una con que nacen , y otra que les impone la tiranica vanidad del varon . Cuando la condicion natural , y la naturaleza facticia luchan en sus entrañas se las ve perder la hermosura , se ajan por momentos , se consumen palpablemente ; no tienen calentura , y no les duele nada porque les duele todo su ser . La compasion agena las agrava porque les escita la sensibilidad y no se puede menos de consolarlas , y de sentir por ellas y con ellas ; en una palabra , son las criaturas mas dignas de lastima , porque viven sin amparo , solas sobre el pàramo del mundo , y no parece sino que una serpiente las fascina , sorbiéndoles la vida con lentitud . Apenas entró Gustavo procura sonreirse la condesa , pero este frívolo fingimiento es inutil á los ojos penetrantes del filósofo . El caballero hubiera aprovechado ocasion tan oportuna á sus fines , pero el conde que desde la alcoba le oyò saludar , salió á su encuentro atraído de su voz y para conversar un poco , porque había cobrado á Gustavo notable aficion . Presentóse S . E . como de casa , en traje de bata , con follado pantalon de cuadros grandes , y sin tirantes ; con holgadas pantuflas amarillas venidas de Marruecos ; con la camisa de ayer noche , con la barba de ayer mañana , y sin corbata . Es cierto que S . E . iba á afeitarse , lavarse , peinarse , vestirse y pulirse en aquel momento mismo para salir de visita ; pero aun hecha esta salvedad , concédaseme que por lo pronto estaba en ridículo á los ojos de su muger . Habilidad casi superior á la posibilidad humana necesitan en mi juicio los maridos para evitar este escollo del matrimonio , conciliando los goces de la vida doméstica . El hombre ! nacido para el respeto ! el hombre ! que Dios formó desnudo á imagen suya , y que lo disfrazó luego el pecado , cuando se presenta en bata ó en calzoncillos ofrece la mezquina risible idea de un payaso , mientras que elegantemente portado es una hermosa ficcion . La muger propia que lo vé como Dios lo hizo , como lo tiznó el diablo , como lo enmienda el barbero , que lo oye cuando se queja , que lo cura cuando padece , lo sufre cuando regaña , y que junto á esto vé siempre elegante al hombre de puertas afuera , siempre atento , solícito , esclavo , que no se queja mas que para cantar amores como el ruiseñor … ¡ la muger ! ese concreto de vanidad y poesia , que vive en un mundo ficticio , decidme ¿ podrá amar nunca la primaria realidad ? No digo que las perdonen cuando delinquen , al contrario usen los hombres de sus derechos para con ellas , que yo no soy herético ni antisocial ; pero hallo aqui un mar de reflexiones , donde zozobra mi razon . Al mismo tiempo nótese que la muger es tan redonda , tan tersa , tan mórbida , tan esbelta que una sencilla blusa le da elegancia , y sobre todo la muger no se afeita nunca que es el non plus ultra , de la ridiculez . El conde , Teresa y Gustavo se reposaban en sendas butacas , y guardaban silencio , cuando Teresa exhaló un mal reprimido suspiro . Díjole entonces el conde : — Mujer , ¿ te sientes peor ? — No … pero déjame . — Ahí tiene V . , Dijo el conde , un si es no es amostazado , dirijiéndose á Gustavo : — Esta es su continua respuesta : déjame , déjame , y yo no sé qué hacerla ; de noche no me deja dormir : se la vé que se consume ; y si la preguntan , no le duele nada : tampoco nada la distrae , y llora sin fundamento ; vamos , no sé lo que tiene , ni qué haga ya con ella . Crea V . que hasta he llegado á sospechar si serán síntomas … consecuencias del nuevo estado . La pundorosa Teresa se sonrojó como era natural : en vista de esto juzgó Gustavo que debia dar otro giro al lenguaje , y dijo : — Conde , puede que esa melancolía nazca de la separacion de su madre . Las mujeres aman mas que nosotros á los autores de su ser ; recordará tal vez Teresita los besos , las caricias maternales ; hallará su alma que le falta aquel consuelo que se recibe cuando el corazon se desabrocha en el seno de la familia que nos vió nacer . Déjela V . , conde , que con mas frecuencia visite á su mamá ; déle V . mas libertad . — No , señor : si no es eso ; ni por pienso ; si me ha dicho que en esta casa no la falta nada . Y si no , dínoslo , Teresa , ¿ deseas algo que yo no te conceda ? — Nada deseo . — Quiere V . , conde , si Teresa dispensa mi proposicion , que yo me encargue de conocer dónde reside la causa que aflije á Teresa ? — ¡ Hombre , y qué gran favor me haria V . en ello ! Deseo verla contenta sobre todo . Mire V . , yo ahora tengo que salir ; hablen Vds . , y V . procure con su talento vencer la nimia repugnancia que tiene mi mujer de decir la causa de su mal á su marido . — No sera obra tal vez de un solo dia . — Será de mas ; pero como yo ya me confieso vencido por su tenacidad , lo pongo en manos agenas . Si continúa asi , crea V . Gustavo , que tendré que poner un catre junto á su cama , porque no duermo . — ¡ Pobre anjel ! — Sí , pobre , y todo lo que V . quiera ; pero pobre de mí tambien que hay noches que no pego los ojos … Vaya , adios , Gustavo , que es tarde , y aun me tengo que afeitar . Marchóse el conde , dejando voluntariamente á su mujer con otro hombre , á solas y sin temer nada , cuando no hubiera dejado á su rey y amo confiarse á otro palaciego sin mandato espreso del señor , y marcada repugnancia del humilde vasallo . Creo que tales gentes hay que no aprenden mas que un oficio . La primera dilijencia de Gustavo fue llegarse al velador , y apoderarse del album . Teresa se estremeció al ver esta accion ; pero Gustavo , sin atender á ella , hojeó el libro con imperturbable calma y sangre fria , hasta encontrar la hoja firmada por Fernando . Aqui derramó por tres ó cuatro veces la vista , ya sobre Teresa , ya sobre el papel , ni mas ni menos que . como el que compara el original con el retrato . Teresa ni alentaba siquiera . En este momento era el criminal á quien se sorprende con el cuerpo del delito . — Esta página está mojada , Teresita . — Eh … ? pues … no sé de qué . — De lágrimas , Teresa , de lágrimas de amor que cayeron una á una sobre las ya vertidas de los ojos de Fernando . Estas y aquellas , las del hombre y la mujer se han juntado , y aqui escribia , no ha mucho tiempo , el desechado amante : me miraste y llorabas como yo , cuando ya era tarde … Hé aqui como las mismas letras están borradas con el llanto de los dos . — ¡ Por Dios , no mas , Gustavo , no mas ! ¡ Que me siento morir ! — Sí , están casi borradas ; pero deben desaparecer del todo , porque no es tarde todavia . — ¡ La mujer del conde … ! — La mujer del conde no ama á su marido . — ¿ Quién lo ha dicho ? — Ella misma . — ¡ Mentira ! ¡ Mentira ! ¿ A quién ? — A mí . — Deliraria entonces … — A mí me lo ha dicho la condesa sin pronunciar para ello una palabra , y á nadie mas en el mundo lo ha dicho . Repito que la mujer del conde aborrece á su marido , y si posible le fuese , odiaria tambien á su madre , porque la sacrificó á la ambicion de un nombre vano . — ¿ De dónde ha salido este hombre , Dios mio ? — ¿ Yo , Teresa ? Soy el fruto amargo del mundo ; he recorrido con los ojos , con el entendimiento y con el cuerpo la gran pájina de la civilizacion moderna que se estiende en toda Europa : soy , Teresa , el fruto amargo del mundo , que leo en las almas desde que aprendí que hasta los lábios mas puros mienten la verdad ; soy , Teresa , la víctima y el producto de la embustera sociedad en que vivimos , condenado al indiferentismo ; pero no perfeccionada aun en mí la obra de la esperiencia , conservo sin gangrena una parte del corazon , que consagro á la amistad , y en ella solo caben dos seres que me atormenta verlos infelices por una quimera , por un fantasma que llaman honor . — ¡ Un fantasma … ! ¡ Es verdad ! ¡ Un fantasma que nos desgarra las entrañas , y nos anega los ojos en lágrimas , que me dice que muera , Gustavo , que me manda morir . — ¡ Pobre inocente ! ¿ Nada menos que morir ? ¿ Y por quién ? ¿ Por el conde sin duda ? Por el conde que la deja á V . á solas con un hombre que asi como á él le gusta , pudiera también gustar á su esposa ? ¿ Morir la hermosa que con su muerte arrancaría otra vida tan preciosa como la suya ? ¡ Qué locura ! Vengar la ofensa del desprecio es la ley del débil contra la arrogancia del fuerte . — ¿ Y fue menosprecio del conde dejarme aqui á solas … ? — Yo de mí sé decir , que si poseyera un ánjel , como es V . , jamás lo soltaria de la mano temiendo se me volara , y mucho menos la entregaría á otro hombre , y menos aun mil veces siendo este hombre mas joven que yo … Desengañémonos ; es un desprecio , consecuencia natural de la edad … Sí , no me mire V . , de la edad ; porque el alma de los viejos se convierte á la avaricia . Y sino , ¿ cómo es que no me ha dejado el señor conde aqui encima de esta mesa las llaves de los cofres en que encierra ciertos millones que fueron de su mujer ? No las ha dejado porque ama en mucho al oro ; asi como se presta voluntariamente á abandonar el lecho de su esposa , porque la estima en poco : en una palabra , porque apetece el sueño . Ah ¡ ¡ Pobre inocente ! ¿ Y no la desprecia aun ? — Sí , sí ; voy conociendo que al menos no me ama , y se me ensancha el corazon … ¡ Si V . viera cuánta necesidad tenia de esta revelacion , de esta verdad ! Ya me siento mejor . — ¿ Y por qué , Teresa ? — Porque me desprecia el conde . No acierto á ser injusta ; y padeceria por él , si él padeciese por mí . — ¡ Y qué señora … ! ¿ Ha olvidado V . en esa justicia de que blasona , que el hombre que la idolatra está muriendo á causa de una ingratitud ? ¡ Ha olvidado V . , yo no lo creo , que quien tan generosamente á su rival salvara de un patíbulo , espira en el suplicio de los celos … ! ¡ Es tan jóven aun … ! ¡ Ha poco era tan gallardo … ! Y pálido y demudado ahora , solo alza los ojos para preguntarme : ¿ has visto á Teresa ? Y á veces , aunque le conste que no me he movido de junto á él , me vuelve á preguntar : ¿ has visto á Teresa … ? Yo no sé ; pero creo que vivirá poco . — Cómo … ! Qué … ! ¡ Tan malo está … ! ¡ Dios mio … ! ; Dadme fuerzas , Dios mio ! Estas últimas palabras las dijo Teresa en tono bajo , como para Dios y su corazon , á tiempo que los ojos , por ser la parte mas débil de la mujer , se la anegaron en llanto . Gustavo se mostró tambien enternecido , y le dijo : — ¡ Ay , Teresa ! Vuelve V . á llorar por él . Esas lágrimas caerán como un rocío sobre el corazon del desgraciado . Yo le diré que V . ha llorado de amor , y él se aliviará al momento . — No ! ¿ Qué vá V . á hacer … ? No , no . De amor , no ! — ¿ Pues de qué ? — De compasion … — Tampoco es verdad . Las lágrimas esas son de amor . — ¡ Qué ! ¡ Me insulta V . , Gustavo ! — Sí , de un amor mas poderoso que un juramento y superior á toda resistencia . — ¡ No se lo diga V . á él ! — Obedezco ; pero … á mí me lo confiesa V . — ¡ ¡ Gustavo ! ! — A mí que acabo de depositar secretos en el seno de la amistad ; á mí que me intereso por Vds . , y no tengo otra ninguna aficion en el mundo . — A V . , Gustavo … ? á V . le diré … pero á V . solo , y para que nunca salga de su boca … ¡ Ay ! Soy mujer al fin … ! ! á V . le diré … que … amo á Fernando ! ! Y la pobre muchacha soltó á llorar rotas las riendas ya del disimulo . — Ahora bien , contestó Gustavo : el secreto queda en mí lo mismo que echado en un pozo . Pasemos á otra cosa . El amor puede ir digresando hasta quedar en amistad , siempre que se le conduzca por trámites prudentes ; pero si lejos de esto se le ultraja ó se le violenta , es de tal naturaleza que produce la venganza ó la muerte . Ya que en nuestras manos está apartar estas desgracias , vamos á conjurarlas . Ante todas cosas ; no se niegue V . abiertamente á recibir á Fernando . Debe V . hablarle una vez á solas , esponiéndole las causas que le obligaron á V . al matrimonio . Luego de esto presentarle V . su nuevo estado como un hecho , ocultando siempre … ¡ cuidado con lo que voy á decir … ! los defectos del conde , y rogándole por último que sea el concejero de V . , el amigo íntimo y nada mas . Verá V . cuan pronto y fácilmente se consolida la amistad entre un hombre de veinte y tantos años y una mujer de diez y ocho . Nada mas fácil que digresar á este punto habiéndose querido antes , y pata dar principio , Teresita , mañana por la tarde vengo yo á buscar al conde so pretesto de sacarle á paseo . Esto se hará á las seis , y á las seis y media entrará Fernando . Todo lo que nos halaga el corazon , nos parece realizable ; asi es que yo para mì tengo que aquello que llamamos esperanza , no es otra cosa mas que el deseo íntimo ; supuesto que gran parte de las veces vemos que la tal esperanza no se cumple . Lo cierto es que á Teresa no solo le pareció admisible , sino razonable y hasta moral la proposicion de Gustavo ; y bien séase porque este hombre la dominase , ó como es mas probable , porque en la proposicion encontrase ella la fórmula de su vago y hasta entonces indefinido sentimiento , se conformó á todo , y el dia siguiente quedó aplazado para una entrevista . — Hermosa está la tarde . — Irémos á Chamberí . Dijo el conde à Gustavo despues de haber conversado despacio acerca de las ventajas que ofreceria el gabinete tory que se anuncia ; porque de este modo no frustraria la Inglaterra los esfuerzos de la liga del Norte respecto á España . — Pues vámonos , que son ya las seis y cuarto . Repuso entonces Gustavo , y bajaron la escalera hablando de Metternich . Teresa se asomó al mirador , los siguió con la vista hasta que doblaron la esquina , y luego entrando en el gabinete , corrió á mirarse al espejo , conoció que estaba ajitada , y ensayó ademanes propios para afectar tranquilidad , se frotó las mejillas con el pañuelo á fin de escitar los colores , finjió luego una risa para la alegria , una sonrisa para la complacencia ; no se descuidó en atildar de nuevo sus veleidosos rizos de azabache ; hecho esto , tomó asiento en ademan altivo , y tres minutos por lo menos estuvo llena de una resolucion verdaderamente varonil . De allí á poco pasó una mirada por la mesa , y viendo el album , dió un sacudimiento nervioso , involuntario , lo cojió y fuese á esconderlo en la alcoba . Volvia al parecer tranquila ; pero al breve rato inclinó la frente , se miró las manos , halló en su dedo anular la sortija de boda , y se la quitò precipitadamente . Estaba impaciente : su vista se fijaba á cada segundo en el reló ; daban las seis y media , y entre pesarosa y airada no pudo menos de esclamar : — Todos me desprecian ! … Llegóse entonces el perrillo á lamerle los pies . ¡ Pobre Tilin ! … Ella le hubiera devuelto à la sazon mil caricias por cada una , pero sonaron los goznes de una puerta , y su cuerpo entero tembló : Fernando , el jóven pálido , cayó hincado de rodillas ante sus pies . Difícil , imposible es bosquejar siquiera un cuadro que presente al vivo una escena como la que debe resultar de la situacion en que se encuentran Fernando y Teresa . En las peripecias de amor sin licencia brutal , la represion de ciertas palabras , las reticencias que median hasta pronunciar otras , la alteracion simultánea de las facciones , la agitacion del aliento , el cambio de los tonos , el ademan , la ansiedad y otros mil y mil accidentes , son inimitables medias tintas , raudales de luz ó sombras derramadas que cambian el horizonte de un gran cuadro ; son brillantes perfiles del diálogo , y elocuentes frases mudas que del alma van al alma sin pasar por el órgano de la voz . Mas sobre todo ¿ cómo traducir á la aritmética del lenguaje una de aquellas miradas ya vagas , ya intensas , que reproduciéndose en sí mismas , cada una de ellas dice mas que todo un libro de Rousseau ? Fuerza es que yo me confiese insuficiente ; pero en consignarlo asi paladinamente , y razonándolo á mi manera , llevo ya cierta ventaja á algunos escritores minuciosos , los cuales creen que la pasion les brota de la pluma concisa , ardiente , voraz como en sí es , y correjida ademas , como dicen ellos , de los defectos de la improvisacion , y enmendada conforme á la sana razon . — Teresa ! Teresa mia ! Esclamó Fernando , fijos en ella con avidez los ojos , y entreabiertos los labios , á semejanza del mamoncillo que se embebece contemplando una luz . La condesa tendió una mano , acaso sin mas objeto que levantar al desgraciado ; pero quedó olvidada entre las dos de Fernando . Nada hay tan propenso à la distraccion como el amor : ese desvanecimiento de las intenciones formadas es el amor mismo , y la mano de una mujer , dulce y lánguidamente olvidada entre la de su amante , son dos palomas que se acarician al borde del nido . — Teresa ! Teresa mia ! ¿ Es esta la mano de la condesa , ó de la mujer por quien me dejo morir ? Teresa creyó hallar una reprension amarga en estas palabras , y retiró el brazo ; pero el jóven prosiguió tomando una actitud menos suplicante . — Ay ! demasiado lo veo … ! ¡ Ella es la mano que firmó mi sentencia , y la que acaba de acariciar su victima ! ¡ Se aparta V . de mí , Teresa ! ¡ No lo haga V . todavía ! ¡ No sea hoy siquiera ! ¡ No sea en este momento , por Dios ! Qué ! ¿ No era ya bastante desgraciado ? Pero si aun no basta : para el castigo , ¿ no queda siempre un mañana ? — Si de los dos alguno es digno de castigo , no te me oculta que soy yo . Pero sabe el cielo que ahora mismo un rayo que se desplomara sobre mi frente , me haria un bien . ¡ Lo sabe el cielo , Fernando ! Mas mi presente situacion exije que deseche y olvide lo pasado … Nuestro comun amigo , Gustavo , ¡ que nos quiere tanto ! habrá prevenido á V . del motivo de esta entrevista , que de una sola manera podrá … podrá no eser la última , Fernando … y aunque he vacilado al decirlo , para ejecutarlo me siento con mas fuerzas . Dijo Teresa estas postreras palabras , bajando la cabeza con pueril candidez ; y sin atreverse á levantar los ojos , distraia su turbacion atando y desatando las puntas de un pañuelo . Fernando , ya mas poseído de sí propio , que fascinado por la presencia misteriosa de la mujer que se adora en la primera juventud , tiró con suavidad del pañuelo ; resistiose Teresa á soltarlo ; pero alzo los ojos , y en esto quedó la prenda en posesion de los dos . Mientras , el dialogo seguia de esta suerte : — Gustavo nos quiere mucho , es cierto ; y será sin duda porque la vé á V . tan joven y á mí tan infeliz ; pero como ayer lo primero que me dijo , fué : mañana á las seis y media te verás á solas con Teresa ; ya no pude comprender ni oir mas , aunque luego me hablase muchas cosas . Treinta horas ha que Gustavo me dijo : mañana te verás á solas con Teresa ; y treinta horas há que Teresa no se mueve de junto á mí . De dia no estaba mi Teresa asi tan pálida como ahora la veo á V . , y su risa se derramaba por mi alma como un rocío … pero de noche ¡ ay de noche ! quisiera esconderme á mí mismo , y morirme antes que recodarla … Sí , Teresa , mas quisiera morirme . — De noche … Fernando … — Sí ! Sí ! De noche . ¿ Qué … ? ¡ Pronto , Teresa ! Dígalo V . porque á mí de noche … me ataraza el corazon la memoria de la condesa . — De noche yo muchas veces me digo : Fernando dormirá , porque como todos duermen en casa , me parece á mí que sola soy yo quien vela á ciertas horas . — ¿ Y dónde pasa V . las noches ? — Allí dentro . — Sola … ! — No … pero ya me dejan hoy . — Quién ? — Si lo sabe V , — Quién ? Necesito oírlo de esa boca misma . — Lo sabe V . ya … No quiero decirlo … ¿ No ? Una làgrima sola asomò para quedar cuajada en los párpados de Fernando . Teresa le mirò con la espresion mas seductora que jamàs puso una mujer hermosa . Su pañuelo sirviò para enjugar los ojos del jòven , y de este movimiento combinado resultò que las manos de los dos se encontraran juntas ; y asi quedaron desde entonces ; pero cual si las contuviera el mútuo temor de advertirse la una à la otra , permanecian quietas al abrigo del lienzo , porque los pecados mudos , ocultos y sin movimiento , hallan fàcil disculpa á la conciencia . — Teresa , cada lágrima que asoma en los ojos del hombre es un pedazo de su corazon . ¡ Perdon , Teresa , perdon ! Siquiera porque otro tiempo me permitió V . que la llamase mia . Sé que ningun derecho tengo ya sobre la … sobre Teresa … Pero sin que obre la conformidad por un momento , los celos me devoran siempre , me asesinan ! ¡ Ay de mí ! ¿ Por qué no me dijo V . en lugar de aquellos pretestos infundados , por qué en vez de aquel desden tan ofensivo al alma no me dijo V . : Fernando , mañana es preciso que muramos , porque me quieren casar . — Yo no lo pensaba entonces , ni se me ocurrió siquiera ; porque mi madre me besaba siempre ; porque el conde era mi esclavo ; porque no había pisado sus salones ni sus carruajes ; porque ignoraba mucho , mucho en el mundo , y porque … — Teresa mia … ! Por piedad … ! Siga V . — Ay ! Sí , lo diré : porque entonces no estaba casada , porque entonces no lloraba V . nunca . — ¡ Dulce bien mio ! — No , no , Fernando . Ese tiempo pasó . Suélteme V . , y no escuche yo jamás esas palabras ; pero para decir que muramos , tiempo es todavia . Soy la esposa del conde . — ¡ Teresa ! — Soy la mujer del conde . — ¡ Teresa ! No hablar mas en eso … ! — Ay ! ¡ Cuánto he llorado escondiendo el rostro ! Cuánto ! Infeliz de mí … ! — ¿ Y era entonces la condesa quien lamentaba su esclavitud , ó era tal vez Teresa la que rendia una lágrima á la triste memoria del infeliz Fernando ? — No lo sé , no lo sé , y ni á mí misma me atrevo á contestar … Conozco ahora que en consentir que nos viesemos solos , olvidé un deber . Yo , es verdad , que pensaba me respetaria V . mas ; mi objeto era proponer á V . mi amistad , y encuentro que V . hasta me amenaza … — Teresa , mi primera palabra la proferí de rodillas , y mi última tambien . ¡ Yo amenazar al ánjel que viene á ampararme , y que tiempo ha me sostiene sobre la tierra ! ¡ Ay Que no alcanza V . cuanto la quiero ! — No ; asi no . Levántese V . Fernando . Yo ya no soy mas que una pobre mujer . ¡ Y V . se arrodilla delante de mí … ! — No se envilece quien se postra ante su Dios . — ¡ Fernando ! — ¡ Amiga mia ! — Eso sí . Hasta morir , Fernando mio . — Teresa ! Dímelo otra vez . — ¿ Qué dije , Fernando ! — Dímelo otra vez , otra vez y no mas . — Fernando mio , tu amiga soy ; pero no vengas mucho … Oye … contaste bien ? ¡ Las ocho ! Salta , corre , que antes del teatro suele pasar el conde por aqui . — ¿ Cuándo volveré ? Teresa inclino la cabeza sin dar solucion á esta crítica pregunta . — ¿ Cuándo volveié ? … Mañana ? … Teresa levantó los ojos sin responder palabra . — Adios , mi única amiga . — Fernando … adios ! … Y se acercaron tanto , que el primer favor adúltero fué dado y recibido . Sonó el blando estallido de un beso . — Es el de la amistad . Dijo ella . Fernando no acertaba á contestarla . — Es el primero y el último . Dijo ella . Fernando se lo afirmó con otro segundo beso . Los tales besos formaron periodo en la conducta de Fernando respecto à Gustavo . Natural parecerà à muchos que el jòven neòfito , à fuer de agradecido , corriera en busca de su maestro à compartir la satisfaccion de su triunfo ; pero muy lejos de eso , Fernando pagò con una mentira à su bienhechor el precio de sus tareas . Todos sabemos , ò es muy probable que lo sepamos todos , que en materia de besos lo que importa es evitar el primero , porque tras este viene luego otro , como su hermano gemelo ; se atreve y pasa sin remedio , y otro luego , y luego mil , que eran cobardes antes , pululan , asoman , bullen y vuelan de los lábios à los labios como abejas que cambian de colmena . Es de todo punto imposible contener la fuga de estas verdaderas abejas morales , que armadas de aguijon y cargadas de miel , nos deleitan el paladar al propio tiempo que con el aguijon del deseo irritan todo nuestro ser . Fernando disculpaba con la amistad sus frecuentes visitas á Teresa , siempre que se le hacia imposible ocultar sus pasos á Gustavo ; y junto à esta , vivia ya contento , robustecia por momentos , descuidaba sus deberes con frecuencia , vestía con esmero , y solo se presentaba en los paseos à caballo por eludir con las damas la siempre comprometida galantería . Gustavo , el hombre de la esperiencia , se mostraba con su amigo complaciente y complacido , generoso , afable , ni por casualidad curioso , y si bien alguna ver que otra picante , siempre sin amargura ni sarcasmo . Triste cosa es por cierto que hasta el corazon mas sencillo encierre una doblez , donde solo penetran el ojo de Dios y el talento de satanás . La graciosa Finú fué griseta en Burdeos , y es ahora la doncella favorita de Teresa ; es su amiga . Está enferma la pobre Finú ; pero no hay que asustarse , porque no es cosa de cuidado . Tiene su cama en un retrete contiguo á la alcoba de su señora , y està sentada á su cabecera , la acompaña , y por distraerla lee en voz natural la traduccion de lord Byron hecha por Amedée Pichot , y el pacienzudo Beppo mueve la risa de las dos jóvenes . A las mujeres y á los mancebos de corta edad les es dado reír con Byron ; pero en mi dictamen no puede caer libro mas amargo en las manos del hombre pensador . La puerta del retrete de Finú y la de la alcoba principal , abiertas de par en par , dejan ver el fondo del gabinete , y allí en lo mas apartado están el conde y Gustavo , hablando con gran reserva , y examinando á ratos unos papeles manuscritos . El conde dijo : — Me comprometo á dar hasta seis mil duros ; pero no quiero que suene mi nombre en este negocio , y mucho menos que se lea mi firma . V . bien sabe que una calumnia estuvo á punto de perderme . ¿ Qué no seria , pues , si apareciese la verdad ? Gustavo se encojió de hombros , arqueó las cejas , inclinó la cabeza como en asentimiento de lo espuesto por S . E . , y le respondió : — Cuando salí de Viena para desempeñar mi cometido , me señalaron diez nobles y cuatro obispos con quienes entenderme , y entre los primeros , V . sabe , señor conde , que consta su nombre ; por lo que no es estraño que estas cartas envuelvan alguna alusion hacia tan respetable persona . — Asi lo veo ; pero prevenga V . que en lo sucesivo escriban con mayor precaucion … Y dejando esto á parte ; ¿ como debe disfrazarse para la voz pública este donativo ? — Nada mas fácil : se aparenta un empréstito con Holanda ; se circula la voz de un donativo del cristianismo por intercesion del sumo Pontífice , ó cosa semejante ; y yo espero que este esfuerzo sea el que corone la obra de los realistas europeos . La cuarta parte del capital recaudado basta ya para las cámaras francesas , y bien administrado sobra aun para algunos periódicos — Bien , bien , muy bien , Gustavo . Dijo el conde , frotándose ambas manos y rodando al propio tiempo una ojeada indagadora por la estancia , prosiguió : — Estas cuestiones deben tratarse siempre sin testigos , y V . sabe la causa porque se dice que hasta las paredes tienen oídos . Ademas el Comendador nos aguarda á las siete junto al cementerio . Salgamos , y vámonos por donde ni los árboles estorban ; y ojalá que la berlina pudiera llevar la dirección sin cochero ni lacayo , que entonces los tres tomariamos mayor distancia para huir hasta de los muertos . — Nada de ruido ; conde ; marchémonos á pie ; pero no vayamos desprevenidos . Yo , por lo que es cuenta , ya traigo aqui mis pistolas . — Tambien yo acabo de tomarlas . — ¿ Están cargadas ? — Si . — ¿ Bien cargadas ? — Lo están por mi mano . — ¿ Suelen faltar ? — Son muy buenas . — Bah ! Pero nunca serán como las mias . Cambiemos , amigo conde , y sale V . ganancioso . — Acepto , Gustavo . Mil y mil gracias . En este trueque , y mientras el conde se distraia examinando las pistolas nuevamente venidas á su poder , Gustavo , con una precaucion estraña y cierta mirada suspicaz , guardó en el forro de su sombrero los papeles de que hemos hecho referencia , y acto continuo , como si los embargara un solo cuidado , sin despedirse fuéronse á la calle . Apenas habian desocupado el gabinete , Teresa cerró su libro dando un donoso brinco de alegria , y dirijiéndose á su criada , le dijo : — Mira , lo siento mucho , pobrecita ; pero ya es menester que te levantes , porque Fernando me reñiria si supiese que estás ahi . — Ah ! Si , mi señora , si me levantaré ; ma foi que monsieur Fernando se enfadaria . Ah ! ¡ Como él es galan ! Mr . Fernando vale mucho , y vuestra escelencia tambien . — Anda , levántate , Finú ; pero hoy no importa que no te estés al balcon ; no hace falta centinela , porque se han ido allá muy lejos , y el aire te haria daño . — ¡ Ah , mi señora ! El tenor Gustavo tambien es mucho buen amigo . — Despacha por Dios , Finú . Y la doncella dio un salto de la cama al suelo , y en un abrir y cerrar de ojos quedó prendida como de mil alfileres , con aquella pulcritud y coquetería puramente francesa . ¿ Habeis vosotros visto un animal mas elegante que la corza cuando con erguida frente atiende fija al mas leve ruido de una hoja seca ? Pues asi como una tímida cervatilla atendia la jóven condesa á cualquier rumorcillo estraño , que pudiera ser precursor de su amante . Solo se hizo esperar el galan breves momentos , y una butaca dió asiento á los enamorados ; que no hay lugar mas cómodo para los que bien se quieren , como aquel en que estan mas apretados . Y de este modo , en el sitio donde diez minutos antes el genio feroz de la revolucion movia la voz de dos hombres que al parecer desconfiaban hasta de si mismos , se oyeron las siguientes palabras de dulzura , soltadas en el abandono del amor : — El día , bien mio , tiene dos horas para mí . — ¿ Cuáles son , Fernando mio ? — Aquellas en que estoy á tu lado , y nada mas . — ¿ Y el dia que no me ves ? — Lo anima la esperanza del siguiente , mi bien . Sino me moriría ; créelo . — ¿ Me quieres tanto ? — Idolo del corazon ! Si eres un ánjel ! — ¿ Y querrás algún dia á otra ? — ¿ Cómo tú ? — Sí . — ¡ Qué candor veo en tí ! ¡ Si no hay ninguna ! Tú formante mi amor para tu alma , y lo prendiste á tus ojos y á tus lábios , y así mi amor te sigue á todas partes ; y cuando tu alma angelical se eleve , mi amor irá tras ella á la eternidad . — Fernando mio ! Ay ! Trae tu mano . Mira , no sé por qué se me salta el corazon . Pónmela aqui : ¿ lo sientes ? — Sí lo siento , amor mió . ¡ Pero por qué no debia ser tan facil besarnos el corazon como te beso en la boca ! — ¡ Ay ! — Bésame tú á mí . — Si es lo mismo . — Teresa , ¿ no eres mi bien ? — Ay ! Eso sí . Estas y otras frases sazonadas de deleite , que nada enseñan y significan tanto , se reproducian en sus lábios cada vez mas nuevas y seductoras . Una languidez nerviosa , que se apodera generalmente antes de las mujeres que de los hombres , suele poner término á las platicas de amor … Pero mi lector y yo nos debemos alejar de este gabinete encantado , para alcanzar al conde y á Gustavo , que mal haya si no andan ya cerca el Hospicio . Allí están parados en efecto , y Gustavo registra sus bolsillos con azoramiento . — Somos perdidos , dice , si no están caidos en el gabinete . Eran casualmente los papeles mas interesantes , y ahora me parece recordar que quedaron caidos al pie del velador . El conde se arranca los cabellos , y con voz resuelta esclama : — Pues á casa ! á casa pronto ! Y si allí no parecen , nos podemos ir al infierno . En alas del deseo deshacen el camino andado , y Gustavo con las facciones desencajadas atiza la exaltacion del frenético viejo , diciéndole al paño : — Conde , en casa están , no me cabe duda ; pero hasta con las armas es preciso arrancarlos : nuestra vida es antes que todo , y la de V . peligra mas que la mia . En tanto estos dos hombres corren que no parece sino que el diablo los empuja . Llegan : no se detienen en llamar á la puerta : encuentran la caballeriza abierta : entran en ella : suben por una escalera interior : penetran en la casa . Vamos , corren tanto , que no es cosa natural ; los lleva el diablo . El conde con las pistólas amartilladas en el bolsillo y puestas las manos sobre la coz , se lanza al gabinete abriendo de un puntapié la vidriera , y allí todo en tropel grita con voz histérica : — ¿ Dónde están las cartas , ó arrancaré la vida á quien las guarde ? Los amantes quedan atónitos sin precaverse de tomar la mas adecuada de las distintas actitudes , que como fórmulas de este ó el otro pensamiento , la sociedad tiene prevenidas en los casos de mayor ó menor grado de franqueza . La situacion de Fernando y Teresa era el signo social en que se traduce familiaridad completa . Con tan inesperada perspectiva , olvida el conde el objeto de su venida , y tira de una pistola contra Teresa . — ¡ Morirás , adúltera vil ! Le dice , y á tiempo que Fernando corre á interponerse entre el arma y su amada , tocó Gustavo la mano del conde , y salió el tiro . — Ay ! Esclamó la condesa , mas al parecer de miedo que de otra cosa ; pero cayó en los brazos de Fernando , que asi como el conde , quedó inmoble desde aquel momento y sobrecojidos ambos , por un instante se los vió estáticos , sin habla y como heridos del rayo . Tales y tan sorprendentes casos acontecen en la vida , que paralizan con su efecto hasta la accion del entendimiento . Presenciábalo todo con admirable frialdad estóica el comisionado de Viena , y para sacar de su perplejidad al conde , allegóse á él , y dándole dos palmaditas en la espalda , dijo : — Ya no hay mas remedio ; la satisfaccion está tomada por un lado ; por otro el mal está hecho : no nos queda , pues , mas tiempo que para huir el castigo ; salgámonos al punto , y sígame V . confiado y sin ningun recelo . Estas palabras sacaron al buen conde de su letargo , y soltó á temblar como un azogado ; pero antes que perdiese el equilibrio , lo agarró su amigo del brazo , y llevándolo como á remolque , echó á andar con él hacia la escalera , tarareando por disimular un allegretto de fra diavolo , y diciendo á los criados que tropezaba al paso : — No es nada , no es nada . Saliéronse á la calle , y de alli procuraremos luego averiguar adonde , porque ahora nuestra atencion y la compasion cristiana reclaman que volvamos á Teresa , por si la alcanza socorro , ó por si acaso aquello no fué nada . Sosteníala , como he dicho , Fernando entre sus brazos , sin atreverse á moverla , sin osar preguntarla , y erizados como agujas sus cabellos . La pobre jóven jadeaba lo mismo que una gacela fatigada por la carrera del tigre , y sin pestañear los ojos , le latian las pupilas enclavadas en su amante . Tenia aquella mujer no sé qué mezcla de celestial y de fiero en el rostro : eran sin duda el alma santa y el dolor terreno que luchaban . En esto entraban los criados de tropel en el gabinete , y ella moviendo al fin con pesadumbre sus lábios pálidos y secos , dijo : — Detened á mi marido , y llamen á mi madre , que … quiero hablarles … no me ha hecho nada , Fernando mió … pero me duele aqui … un poco … Puso una mano sobre su costado izquierdo , dió una arcada , unas bombitas de sangre la asomaron á la boca , dejó caer la cabeza , y espiró . — Socorro ! — Vecinos ! — Agua ! — Un médico ! — La uncion ! — El capellan ! — Llamad á su madre ! Gritaban todos los de la servidumbre , cuál mas , cual menos , conforme su valor ó aturdimiento , y todos se tropezaban , y ninguno acertaba á salir del cuarto . Fernando , al dar Teresa su ultimo estremecimiento , se dejó caer al suelo con ella ; y alli la acariciaba con torpes manos , y alli la miraba con una mirada imbécil , y alli la decia en voz alta y como si nadie mas que ella le escuchara : — Levanta ! levanta , Teresa ! que nada tienes ; que lo sé de fijo . Y luego en vano forcejeando con el cadaver , soltó el cuerpo sin vida , y con las manos en alto reciamente enclavijadas , esclamaba : — ¡ Ay , matadme ! ¡ Ay , matadme … ! ¡ que de veras está muerta … ! Teresa ! Teresa … ! morirémos los dos … ! Corred , cobardes , y si alcanzais al conde , dadle muerte … Una y mil puñaladas : corred , cobardes … ó dádmelas á mí … ! ! Teresa del corazon ! Teresa mía ! Teresa de mi alma que te adora ! ! Se cerraron tus ojos para no verme ? ! ! Tus lábios para no hablarme ? ! ! Tus brazos cayeron de mi cuello para siempre , y tus caricias acabaron ya … ? ! ! Quiero morir , señores ! Quiero que , me arranquen las entraña ? , porque me abrasan ; quiero que me saqueis los ojos para no verla ; que me corteis las manos que la tocaban . y ¡ por Dios ! despedazadme el corazon que la idolatra … cobardes ! cobardes ! no toqueis á ella … Conde asesino ! conde villano … ! ah ! si no la mataste … ¡ ay ! Sí , que me la robaste vírjen , y me la devuelves muerta … ! ! ay de mi … ! ! pero dejadnos , dejadme á solas con ella … ! Caliente aun , bien mio ! ? conmigo aun , mi amor ! ? y ya siempre conmigo , y solo para mi ! ! … Y el miserable , frenético y sin juicio , la sacudia y la besaba con furor . Su razon estaba trastornada , sus facciones desencajadas , y la reacción con el abatimiento empezaron á marcarse por grados , hasta el punto que sin resistencia alguna fué trasportado á un coche que lo condujo á su casa . Apenas habian arrancado á Fernando del lugar donde se desenvolvia el cruento drama , entró por casualidad doña Luisa , acompañada del baron de Trautmanfdorf , antiguo primer teniente del estinguido cuerpo de Guardias Walonas , hombre , aunque viejo , colorado y sano , muy aristócrata y asaz visitador . La sorpresa de doña Luisa fué un dardo asestado derechamente al corazon que despertó la sublimidad maternal . — Tú muerta , hermosa hija mia , y no asesinaron antes á tu madre , para que no te viere en tal estado … ! ! Gritó corriendo como una endemoniada por la estancia , y cayó de rodillas ; volvióse á levantar , y otra vez fué al suelo . — Tú muerta , hermosa hija mia … ! ! Me han muerto la hija ! dadme mi hija … ! ! volvedla por lástima á su madre que la crió con estos pechos ! Tales palabras y otras mas desgarradoras diciendo , se golpeaba el seno sin piedad y mesaba sus cabellos , llenando á todos e aquella grima , horror y compasion que inspira toda mujer desenfrenada … . Besaba el cárdeno rostro de su hija , le lamia la boca , y ya se quedaba contemplándola como fascinada por el amor maternal , ó ya comprimiendo el aliento , juntaba sus lábios con los de Teresa , y mostrábase atenta por ver si respiraba todavia . El baron era todo un hombre de esperiencia , muy flemático , muy aleman y poco hablador . Tuvo lugar por lo tanto de razonarse la situación , y hecho esto , llamó por señas á dos criados en su ayuda , y dándoles ejemplo , cargaron en hombros con la doloriba madre hasta dar con ella en el carruaje , y de allì á casa , y de casa á la cama , donde la dejó que se desahogara llorando á sus anchas . Ahora , lector meditabundo , contemplemos cómo digresa el sentimiento supremo hasta la indiferencia . cómo la gratitud suele parar en amor , y cómo aquellas inclinaciones las mas mezquinas tal vez , cuando nos son peculiares é injénitas , prevalecen sobre todas las circunstancias sociales , hasta que al último arrastran por su declive el azaroso curso de la vida . A Teresa la enterraron … Teresa era la mujer , estaba casada , no era madre , era joven , era hermosa , lo mas delgado en fin del hilo social . El tiempo , los consuelos , los consejos y el título del baron de Trautmanfdorf , labraron tanto en el ánimo de doña Luisa , que hoy es su tierna esposa , y ya en cuantas conversaciones halla oportunidad encaja con sabor y sin pena estas palabras : mi difunta hija la condesa esto y estotro : mi difunta hija la condesa esto y lo de mas allá . El baron por su parte ha ganado mucho con este enlace ; tiene el capital que no soñó nunca en poseer ningun soldado ; tiene coche , y mas de veinte perros que infestan su cuarto en la visita diaria que le hacen . El buen baron se refresca á su placer con Ginebra ; se pasa las horas muertas jugando al chaquete , que su señoria llama tablas reales , é imperturbable fumador de pipa , la tiene por compañera de sus continuos placeres , aunque no muy de tarde en tarde la separa de sus lábios cariñosos para besar el ponche con cierta coqueteria y marcada infidelidad . Nuestra doña Luisa , la cuarentona exviuda del capitalista indiano que fué , aquella madre há poco arrebatada y loca de dolor , ha dado tambien con la piedra filosofal — es ya título — y á pesar de que los perros la molestan un poco , no le quitan por eso la felicidad . Otra cosa hay de mas amargo en la vida de la baronesa de Trautmanfdorf ( lo que prueba que jamás hay dicha completa ) , y es no poder pronunciar con alemana pureza el título que á sus ojos la engrandece : pena terrible , pena inmensurable , semejante al padecer de Tántalo con el agua en los lábios sin poderla beber muriéndose de sed ; pena semejante á la del personage de Hoffman cuando se asomaba al espejo y no encontraba el reflejo de su existencia . Respecto á Fernando es fuerza confesar que sufrió mucho ; pero como aun es diputado , ya se le vé que asiste al Congreso . Dicen lenguas que de resultas de la catástrofe se encuentra algo trastornado su juicio , y fundandose estas hablillas en que de jóven entusiasta y hábil político que fue , se ha vuelto doccañista . Si Fernando da en errar de esta manera , puede que se case ; y entonces tambien puede que dé á su turno despique al conde , porque el posse no le niegan los teólogos . Lo que es en cuanto al conde de X , logró fugarse de Madrid á los montes … Mas nadie crea que á los de Armenia , ni , en penitencia de sus culpas , como nuestros romances mas populares cuentan de ciertos contumaces pecadores , á quienes por último Dios tocara el corazon con su gracia . Nada de eso : el conde logró fugarse á los montes de Vizcaya , y allí anda en caravana á la zaga del Pretendiente , siendo muy factible que con el rodar de las cosas y el tiempo vuelva á la patria comun hecho un teniente general de los ejércitos nacionales . Finú , la coqueta francesa , la graciosa hija de Burdeos , se halla hoy día viviendo por su cuenta y riesgo en la calle de las Huertas , cuarto bajo , número no sé cuántos , y consigo tiene á cierta tía suya natural de Valencia del Cid . La pobre chica ya está desmejoradilla , y se queja amargamente de un tal D . Joaquinito , sobrino del conde de X . En las dilijencias judiciales practicadas para la indagacion del delito que ocasionó la muerte de Teresa , llamó la justicia á la habitacion de Gustavo ; pero el tal hombre había desaparecido sin que se supiera por donde , conforme había llegado sin saberse como . Interrogado el fondista dijo que su huesped faltaba desde por la mañana , y entregó la llave del cuarto . Abrieron , y entro el juez con su escribano ; pero no solo faltaba Gustavo , sino que tampoco habia cosa alguna que le perteneciera . De todo diò fè el presente escribano , y no teniendo mas à què atenerse , hizo constar en autos un recibo hallado sobre la mesa que decia : “ Soy en deber á Cristòforo Picolomini la cantidad de tres mil reales vellon , valor de la asistencia y casa de tres meses , los cuales le pagarè de fijo un momento despues de su muerte . Madrid & c . El escribano se desojaba por leer la firma ; pero no pudo al fin por estar trazada en caracteres estraños . Ahora bien , amadas lectoras y señores lectores : de cuanto llevo dicho y de algo mas que yo me sè , se infiere que la vida es mala , pero en cambio es corta .