Mariano C . y Gómez , Editor Cervantes Novela original de Ramón Ortega y Frías Edición de lujo adornada con preciosas láminas litografiadas a varias tintas , representando las escenas más interesantes de la obra Madrid 1859 Imprenta de Don Antonio Gracia y Orga , Pla . del biombo , num . 4 . Es propiedad del editor A MI QUERIDA ESPOSA La señora doña Matilde Verdes-Montenegro . Mucho tiempo me has visto vacilar antes de decidirme á escribir el CERVANTES . Presentar en el cuadro de una novela al príncipe de nuestros ingenios sin tener el suyo , hacerle hablar sin poseer su lenguaje , es sobrado atrevimiento . Algunos de mis buenos amigos , que son muchos , y en esto me reconozco afortunado , juzgándome con la pasion de su síncero afecto , me animaron á tomar la pluma . Aun no sé porqué me decidí á dar comienzo á la obra que tanto respeto y aun temor me infundia ; pero al fin , el atrevimiento de la ignorancia ó la locura me hicieron dar el primer paso . Muchas veces tambien me has oido decir que el CERVANTES pondria mi escasa é inmerecida reputacion de escritor pendiente de un cabello , porque del acierto que demostrase al escribirlo , estribaba el que tuviese que abandonar para siempre la pluma ó pudiera seguir , al menos sin avergonzarme , el espinoso camino de las letras . Esto me ha decidido á dedicarte la presente obra : tú has compartido conmigo mis muchas amarguras y mis pocas alegrías , y nada mas justo que el estampar tu nombre , para mí el mas querido de todos , en el libro que decidirá tal vez de mi suerte como escritor . Esposa de virtudes intachables , madre de mis dos inocentes y adorados hijos , el Eterno conserve viva la llama del acendrado amor que te profeso , para hacerte la mas feliz de todas las mugeres y que yo sea el mas dichoso de todos los hombres . RAMON ORTEGA Y FRIAS . Arrojóse mi vista a la campaña Rasa del mar , que trujo á mi memoria Del heróico don Juan la heróica história . ( CERVANTES — Viage al Parnaso . Cap . 1 . ) NO se levantaban embravecidas , mugiendo amenazantes , las aguas de Lepanto ; ni agitaba Aquilon sus impalpables alas , convirtiendo la brisa en vendaval ; ni manchaban el azul horizonte gigantescas nubes preñadas de centellas , oscureciendo la refulgente luz del sol : ni se hinchaban las velas para convertirse en girones ; ni se doblaban los redondos mástiles para saltar deshechos en astillas ; ni el timon , mal sujeto por la mano temerosa del piloto , giraba y crugia , buscando en vano direccion segura ; ni la amedrentada tripulacion corria precipitadamente del uno al otro lado , pasando de popa á proa , de babor á estribor , recojiendo cuerdas y soltando cuerdas , trepando la arboladura , botando lanchas , y siempre atenta á las repetidas señales de mando ; ni respondian juramentos y blasfémias á los ecos del trueno , ni las corrientes de aire se llevaban fervorosas oraciones , ni el fuego de los relámpagos secaba el llanto de los débiles y cegaba los ardientes ojos de los temerarios . Nó , ni tormenta , ni espanto ni confusion ; calma , completa calma . Las aguas de Lepanto se rizaban á impulsos de la fresca brisa , y si en ligeras espumas se levantaba algunas veces , era para besar los negros costados de las pesadas naves , y deshacerse luego en líquido azulado que se plegaba y desplegaba , recoriendo , de Norte á Sud , la transparente superficie . En el despejado y purísimo horizonte se enseñoreaba el astro del dia , derramando sus vivificadoras luces en menudos hilos de fuego que se quebraban en los movibles cristales del golfo . ¡ Cielo y agua ! ¡ Cielo y agua no mas cuanto alcanza la vista ! Cuanto de sorprendente y recreativo tiene un variado panorama , es de imponente y magnífico ese horizonte de cielo y agua , por todas partes igual , pero cuya igualdad conmueve y aun espanta . En alta mar , cuando se tiende la mirada y solo se ven el cielo y las olas , estas blandas y movibles , aquel impalpable y sin fin , estremécese el pecho , tiembla el corazon y se agita el alma , porque no hay mas sosten que resista á la planta que el leño débil , arista entre las olas , pluma entre el viento , y solo la mano de Dios puede asir la mano del hombre que no ve la Omnipotente mano aunque la adivina y la siente . El infinito sobre la cabeza , un abismo á los pies ... ¡ Cielo y agua no mas ! ... No mugian las olas , murmuraban , parecian gemir agoviadas por el peso de los numerosos bajeles que avanzaban con lentitud al compás de los movibles remos . Nunca las aguas de Levante se movieron tan dulcemente en su cóncavo lecho de arena , ni levantaron sus blancas espumas tan blandamente , ni lamieron con igual cariño las surcadoras quillas , ni con tanta calma dejaron azotar sus cristales por los duros remos , ni al sol , en pago de sus luces , devolvieron mas multiplicadamente las sonrisas de sus movibles y variados reflejos . El tosco velámen , levemente hinchado por el viento , apenas daba ayuda en su lenta marcha á los pesados bajeles ; las corrientes de aire , como fatigadas de su eterna y desigual carrera , parecian reposar , y mientras que los plateados peces , con descuidado abandono , se dejaban mecer por las blandas olas , las acuáticas aves y la inocente golondrina atravesaban el espacio con manso vuelo , sacudiendo placenteras sus pintadas alas y graznando ó pitando como para responder al monótono gemido del mar . El desigual crujido de los pesados aparejos no se dejaba oir sino por intérvalos muy largos , como si temiese interrumpir el silencio y la calma de los sosegados elementos . ¡ Impotente quietud ! ¡ Cuadro grandioso y magnífico el que presentaban las doscientas naves de la Santa Liga ! Sus gloriosos pabellones flotaban izados orgullosamente , revolviéndose en caprichosas ondulaciones , ya plegándose al asta cimbradora , ya estendiéndose en direccion del soplo de la brisa . Relucian , como si numerosísimos espejos revoloteasen desconcertadamente , las bruñidas armaduras de los soldados y los cañones de los arcabuces y mosquetes , mientras que se agitaban , doblándose con flexible coquetería , las rojas y blancas plumas de los pardos sombreros de anchas alas de la infantería ligera . Humeaban las encendidas mechas que debian hacer vomitar la muerte y el esterminio á las negras bocas , de hierro y bronce , que guarnecian los costados y los castillos de los bajeles , sobre cuyas cubiertas se veian los enmohecidos garfios de abordaje y las cortantes y pesadas hachas de armas . Admiracion y espanto á la vez infundia la cristiana flota . Vogaban á la descubierta , forzando remos y á todo trapo , ocho galeras al mando del intrépido don Juan de Cardona , almirante de la escuadra de Sicilia . Formando prolongada hilera , babor con estribor , á iguales distancias , y levantándose y cayendo acompasadamente los duros remos , seguian otras cincuenta galeras bien artilladas bajo las órdenes del experto Juan Andrea Doria . A larga distancia , y formando tres grupos , navegaban cuarenta y dos galeras y muchos navios : el ala derecha iba mandada por Marco Antonio Colonna , general de la flota pontificia , y la izquierda por Sebastian Venier , de la veneciana , ocupando el centro parte de la escuadra española , con la Real Capitana á cuyo bordo iba el generalísimo don Juan de Austria . Mas pausadamente y en buen órden vogaban tras de todas otras cincuenta galeras y algunas goletas y navios á las órdenes del valiente marques de Santa Cruz , y en todas direcciones , con mas ó menos rapidez , veíanse cruzar muchas lanchas con oficiales y soldados que iban de unos en otros bajeles comunicando órdenes . Seguia levantándose el sol en el puro y azulado horizonte . Continuaba soplando la fresca brisa y murmurando las blandas olas engalanadas con los caprichosos bordados de sus nacaradas espumas . Vogó mas y mas la numerosa flota . Desde las sicilianas galeras divisóse al fin un punto negro que , ensanchando gradualmente su forma , parecia ir saliendo del fondo de las aguas segun se le acercaban los bajeles . Eran los escollos de Curzolari con sus puntiagudos riscos , sus desiguales cumbres , sus simas , sus cortaduras , sus movedizos arenales y sus ocultos bancos . El grito de … — ¡ Tierra ! Partió desde la primera cofa del palo mayor de la galera capitana , mas que todas velera , y fué repitiéndose de una en otra hasta perderse en el inmenso espacio . Agitáronse todos los corazones , moviéronse con mayor velocidad todos los remos , y el gemido sordo de las aguas resonó mas prolongado y dominante . Vogó mas y mas la numerosa flota . Distinguiéronse los accidentes de la cercana tierra . Seguia tranquilo el mar y acariciadora la brisa . No muy lejos de la costa apareció otro punto negro , y pocos minutos despues , — ¡ Barco viene ! Se oyó gritar desde la capitana de Sicilia . Repitióse la voz . Todos los corazones palpitaron con violencia . Quedaron los remos inmóviles por un instante . Treparon muchos marinos los altos masteleros . Reinó un profundo silencio , y todas las miradas se fijaron en un mismo punto . El que se habia divisado ensanchóse lentamente , elevándose sobre las aguas ; vióse manchado de blanco , y al fin á favor de los ópticos instrumentos , se reconoció la enemiga flota . Muy numerosa era tambien ; componíanla trescientas velas á lo menos . Las galeras sicilianas viraron en redondo , y multiplicando los golpes de sus remos , vogaron para encontrar la Real Capitana . Imitaron con prontitud esta maniobra las cincuenta galeras de la vanguardia mandadas por Doria , y avanzando mas las que formaban la retaguardia , reuniéronse todas en poco tiempo . Maniobróse nuevamente , plegáronse muchas velas , y se abandonaron los remos . Entonces se votaron mas lanchas y se cruzaron con mas rapidez que antes . Don Juan de Anstria llamaba á consejo á los principales gefes . Generales , almirantes y proveedores fueron llegando . Pasemos á la cámara donde la esperiencia y el valor van á emitir su juicio . Once gefes , presididos por don Juan de Austria , componian el consejo . La llama del bélico entusiasmo hacia brillar con su radiante luz las garzas pupilas del héroe de las Alpujarras , del gran soldado siempre vencedor , nunca vencido , y de cuyos gloriosos laureles , aguijon de la ruin envidia , rivales de la ciega vanidad , espanto de la ambicion cobarde , debia brotar la ponzoña vil . Su pálida frente , ancha y noble como la de su invicto padre , se levantaba con el aire de la mas imponente autoridad , mientras que en sus labios entreabiertos vagaba una levísima sonrisa que dulcificaba la espresion altanera de su continente . Nada mas noble que su aspecto magestuoso : ante las suyas bajaban sus miradas los mas ancianos y los mas atrevidos , así como los mas indiferentes sentian por él cariñoso afecto al ver la dulce sonrisa que dilataba su semblante de varonil belleza . Sobre su coleto de ante finísimo con mangas de la misma piel festoneadas de oro en sus costuras , llevaba peto y espaldar de bruñido y bien templado acero con incrustados tambien de oro y cincelado con primor . Armado así á la ligera , sin que otras piezas embarazasen sus movimientos ni ocultasen sus formas , podia notarse la belleza de estas y la grave dulzura de aquellos . Á pesar de su juventud infundia respeto á los veteranos generales que le rodeaban y que habian envejecido entre el fuego de los mosquetes y la carnicería de las batallas . Allí estaba don Luis de Requesens , Gran Comendador de Castilla , el mas leal de los caballeros españoles , soldado valiente y político esperimentado . Daba á su rostro mayor autoridad su cabeza calva en la parte superior y sus negros ojos de mirada tranquila . Cerca de él se bailaba Sebastian Venier , el ardiente veneciano , impetuoso en la acometida , ciego en la pelea . Sus pupilas verdes brillaban como relámpagos , y en su ovalado rostro de espesa barba gris , se pintaba lo indómito de su carácter . Marco Antonio Colonna , valiente , aunque de mas templado ardimiento , mostraba en su semblante la gravedad de sus juicios , y esperaba , con calma aparente , á que hablasen sus compañeros . A su lado estaba Agustin Barbarigo , proveedor general de Venecia , el del brazo incansable y animoso corazon . Su mirada sombria vagaba del uno al otro lado como si quisiese adivinar en los semblantes de los demas si tenian como él tantos deseos de blandir el hacha mortífera . Juan Andrea Doria , el marino esperimentado , el que en todas ocasiones pesó en la balanza de su juicio los laureles de la victoria con los escudos que le costarian las averias de sus galeras , calculaba sobre su parte de botin y miraba con indiferencia á los que le rodeaban . Por el contrario , el entusiasmo y la impaciencia se pintaban en el semblante adusto de don Alvaro de Bazano , marques de Santa Cruz , tan valiente en la pelea como prudente en el consejo . Otros capitanes , Orsino , de la Corgnia , Santa Fiora y Serbelloné , mostraban tambien en sus ojos el deseo de encontrarse frente á frente con el enemigo . Cualquiera se hubiese sentido dominado á la vista de aquellos rostros , por el sol y el humo de la pólvora ennegrecidos los unos , por la respetable vejez marcados los otros . Contemplólos el noble don Juan y sintió latir su coraron á impulsos del orgullo , al pensar que todo el heróico valor de aquellos pechos estaba subordinado á su voluntad , y que el suyo en nada les cedia . — Grande es , señores — dijo con pausado tono — la empresa que intentamos , y como á todos alcanzarán los laureles , si vencemos , la vergüenza , si somos vencidos , justo es que tambien sea de todos la responsabilidad de la determinacion que debe tomarse . Pronto me ayudareis quizás con vuestras fuerzas , ayudadme ahora con vuestros consejos , y que ninguna consideracion impida á vuestros lábios decir lo que sientan vuestros leales corazones . No hay distinciones de patria ni de particulares intereses ; todos somos unos , soldados de la santa Liga , defensores de la misma fé . La cristiandad tiene por patria el mundo porque lo ha conquistado con las armas de la verdad divina , de la caridad y de la mansedumbre , y sus creyentes , hermanos son todos , todos iguales . Frente á nosotros ondea la media luna sus estandartes impíos , ó desgarrémoslos en menudos girones , ó dejémoslos campear , señores de los mares , hasta que la mano de Dios quiera abatirlos para siempre . La eleccion no es dudosa para buenos cristianos , pero donde mismo están los laureles están las cadenas de la esclavitud , y como los juicios del Eterno son incomprensibles , la razon tal vez y la prudencia aconsejen la retirada para aguardar ocasion mas oportuna . Por eso os he llamado y os pido vuestros consejos , que en empresa de tanta importancia , la inesperiencia de mis pocos años no debe atreverse á determinar por sí sola . Don Luis de Requesens — prosiguió , dirigiéndose al Gran Comendador de Castilla — vuestros años , vuestra calidad y el respeto que os debo , os conceden la primacia en tomar la palabra . Hablad , pues . El Gran Comendador levantó la cabeza con altanero orgullo y como si quisiese hacer comprender que no era el miedo el que iba á dictar sus palabras , y luego dijo : — No creo prudente , señor , acometer una empresa donde arriesgamos mucho sin poder obtener ventajas de consideracion . Si las conquistas que nos proponemos hacer no son ni ciertas ni de una importancia capaz de infundir terror á nuestros enemigos , es locura correr peligro tan manifiesto y esponer una armada tan formidable . ¡ Y cuán fatales serian las consecuencias ! La Sicilia , los mares de la Calabria , la Italia toda y aun las costas de España , quedarian sin defensa , abiertas á los corsarios berberiscos . Hay ocasiones en que debe mirarse como una gran victoria el impedir que aumente las suyas un enemigo poderoso , y nosotros estamos en este caso . Las circunstancias de los enemigos no son como las nuestras , están en su propio pais , cuentan con el abrigo cercano de muchos puertos bien defendidos , y en caso de una derrota , pueden rehacerse con facilidad y prontitud , mientras que nosotros arriesgamos cuanto poseemos . Si nos vencen , el golpe será terrible , irreparable para la cristiandad , pues de una vez se perderán para siempre tantos ilustres generales , tantos capitanes renombrados por su valor y su esperiencia , tantos soldados que sin exageracion pueden considerarse la flor de la milicia-cristiana . Con la derrota nos inutilizaremos para contener prudentemente el pillaje de los turcos , y perderemos la esperanza de tenedlos tarde ó temprano . No menciono , señor , todos los demas incidentes que debemos temer , como son los vientos y las tempestades , casi ciertas en la estacion en que estamos . Mis palabras no pueden ser sospechosas por que hartas pruebas de lealtad tengo dadas , y si se decide V . A . por acometer al enemigo , tentando doblemente la fortuna , mi pecho será el primero que se oponga á los golpes de su alfanje , mi brazo será el último que deje de herir , y antes mi sangre correrá toda que doblar mi cuello á la cadena vil de la esclavitud . Palabras me pidió V . A . que dijesen la verdad de lo que sentia mi corazon ; tal las he dicho , nada me resta que añadir ; ahora solo me toca obedecer . Así habló don Alvaro y su mirada severa se fijó , uno por uno , en los presentes como para cerciorarse de si su prudente discurso habia hecho dudar de su valor . Empero tal sospecha no podia caber tratándose de quien tantas pruebas de lo contrario tenia dadas , y sus ojos solo encontraron ojos ardientes , rostros contraidos que revelaban con claridad que la opinion de la mayoria no era la del noble comendador . — ¿ Qué decís — preguntó don Juan á Colonna — de la opinion de don Alvaro ? Brillaron las pupilas del general , se contrajo su frente , y contestó : — Señor , no sé con qué objeto se haya firmado una liga con estrechas condiciones muy estudiadas y mas revisadas , liga que se ha solemnizado con rogativas públicas , con fiestas de todas clases , si tanto aparato , dispendios tan costosos , no debian servir sino para hacer algunas descargas de artillería al saludarse las escuadras confederadas en el momento de su reunion . Los príncipes que han depositado en nosotros su confianza , han querido hacer el último esfuerzo , y no nos toca sino obedecer . Mucho arriesgamos , es verdad , pero mas ganaremos si alcanzamos la victoria . La armada turca es mas numerosa que la nuestra , pero tenemos doscientas galeras mejor equipadas y provistas que las suyas , y si nuestros soldados son la flor de la cristiandad , compensado está el número con la bravura y la disciplina . Se teme que nuestras costas queden abiertas á la crueldad y al pillaje de los infieles : ¿ en tan poco estimamos las fortalezas que las guardan ? ¿ Será lo mismo que nos desbaraten en un encuentro como que invadan nuestros territorios donde tenemos todos los recursos para la defensa ? No nos abandonemos á quiméricos temores ; es preciso que despertemos del profundo letargo que por tanto tiempo ha tenido en vergonzosa inaccion las armas cristianas . Tenemos deberes muy sagrados que cumplir : Chipre nos demanda ayuda , la sangre de sus mártires está humeante aun , y el honor nos pide venganza de las injurias que hemos recibido . ¡ Triste ejemplo daríamos al mundo cristiano si despues de tan extraordinarios preparativos trocásemos en prudencia para esquivar el combate la arrogancia que mostramos para provocarlo , y solo dejásemos ver á los infieles las fugitivas popas de nuestras galeras , soltando trapos y doblando remos para huir con mas velocidad ! ¡ No contemos el número de nuestros enemigos , marchemos a su encuentro , que Dios combatirá en nuestra ayuda , y así responderemos dignamente al llamamiento , á los votos de toda la cristiandad ! de los que adoran su ley , habremos cumplido nuestra sagrada mision , y cuando en los venideros siglos surquen estas aguas , por nuestra sangre enrojecidas , cristianos bajeles , podrán decir , « aquí murieron los de la santa Líga como mártires poseidos de ardiente fé , como soldados valerosos » pero no « aquí como católicos solo en el nombre dudaron de la ayuda de Dios , como débiles mugeres huyeron espantados , encubriendo el miedo con la máscara de la prudencia . » Vinimos á morir por nuestra religion y nuestra patria : ¿ qué tememos , pues , si la muerte encontramos , cuando á buscarla hemos venido ? Pelear con la seguridad de la victoria , no es proeza de nobles y animosos pechos . Cerca está el enemigo , señor , y si las escuadras de la Liga no le acometen , irán á buscarlo solas mis galeras sin mas ayuda que la de Dios . « ¡ A vencer ó á morir ! » me dijeron bajo las sagradas bóvedas del Vaticano , y venceré ó moriré , acompañado ó solo , como buen cristiano , como honrado caballero y como valiente soldado ! Este discurso , pronunciado con fuego , produjo el mas vivo entusiasmo , y si el respeto contuvo las lenguas para no prorumpir en aclamaciones , los gestos , las encendidas miradas y los espresivos ademanes , dieron á entender bien claramente lo que sentian los corazones , lo que animaba el deseo . Don Juan de Austria , cuyos bélicos instintos se dejaron ver en todos los hechos de su malograda vida , sintió palpitar violentamente su animoso corazon , y ardiente la pupila , alta la frente , levantado el pecho y estendiendo la diestra con arrogante ademan , salieron de su boca , con sonoro y vibrador acento , las siguientes palabras : — ¿ Dónde está la gloria del soldado sino donde está la muerte ? ¿ Qué es la muerte donde está la gloria ? ¿ Qué es el honor si lo pregonan los lábios y lo desmiente el miedo , lo abandonan las fuerzas ? ¿ La fuerza de qué vale si el honor no la socorre ? Sin que á presentarles cara se atrevan los cristianos pueblos , las escuadras turcas recorren los mares , llevando delante el espanto , dejando detras la sangre y la destruccion . Como numerosa plaga de carnívoras y ponzoñosas fieras , siembran la muerte allá donde su aliento se esparce , donde sus garras hieren , y aumentando victoria tras victoria , amontonando riquezas con el botin de sus rapiñas , y llenando á millares las férreas argollas con esclavas manos , insultan el honor , lo pisan , lo desgarran , y al mismo Dios provocan en la embriaguez de su orgulloso poderío . Nada se opone á su paso ; todo lo arrollan , lo vencen , lo destruyen ; el corvo alfanje abre á miles los pechos para arrancar las vidas , como arranca el buitre las entrañas de su débil presa ; en polvo se convierten las murallas á sus rudos golpes , y la incendiaria lea , mas ardiendo cuanto mas consumo , deja cenizas donde pueblos hubo , humo no mas , la muerte y el espanto , la soledad y el silencio donde moraron seres , el recuerdo , solo el recuerdo triste donde existió la realidad . Vencidos , mas que vencidos , humillados , escarnecidos , la vergüenza dobla nuestras frentes , el miedo hace temblar nuestros corazones , y nuestras armas , terror en otro tiempo de la infiel morisma , se esconden y aun se arrojan de las manos para humillar el cuello á la argolla vil de la dura esclavitud . ¿ Qué se han hecho los corazones que alentaron á Pelayo en Covadonga , á don Alfonso en el Salado , á Ponce de Leon , á Gonzalo y á Pulgar en Granada , á Cortés en Otumba ? ¡ No salgais , nó , de vuestros silenciosos sepulcros , reconquistadores heróicos de vuestra patria , porque la vergüenza os haria volver á ellos ! No bien don Juan hubo pronunciado estas palabras , cuando instintivamente todas las manos empuñaron los aceros , de todos los pechos se escapó un rugido , y centellas de corage brotaron de todos los ojos . — ¡ Aquí están , sí , aquí están ! — prosiguió con voz potente el de Austria — ¡ Aquí están los hijos de aquellos nobles héroes ! ¡ Responden á los gritos del honor ! ... ¡ Mi sangre toda correrá con la vuestra ! ¡ Ha despertado el leon ! ¡ Su garra poderosa romperá en menudo polvo la traidora garra del tigre del desierto ! ¿ Qué nos importa esa numerosa falange de perros infieles ? ¡ Murallas encontrará en nuestros pechos esforzados , y un rio de sangre correrá de sus venas por cada gota que de las nuestras salga ! ¡ Santa es la causa que defendemos , Dios nos ayuda , y ante la divina enseña de la cruz , caerá la media luna impía para no levantarse jamás ! ¡ Laureles solo llevemos á la cristiana tierra , ó el recuerdo no mas de nuestro nombre vaya con el último soplo de nuestro aliento ! la vencer ó á morir ! Así acabó don Juan su conmovedor discurso , y en su encendido rostro y en su contraida frente , en sus centellantes miradas y en la agitacion de su pecho , demostró que el fuego de sus palabras no era mas que un débil reflejo del que ardia en su valeroso corazon . Oyóse un solo grito que no podemos significar ni hacer comprender , grito elocuente vomitado por el entusiasmo y el coraje , y luego , como si el enemigo estuviese allí , blandieron aquellos héroes sus gloriosas espadas con ademan terrible y amenazador . Instantáneamente quedó la cámara desierta , y todos corrieron á sus puestos , comunicando á la guerrera gente el valor y el entusiasmo que en sus corazones hervia . Don Juan subió á cubierta , pronunció una palabra , y el estampido del cañon mortífero retumbó y fué á perderse en el infinito del horizonte . Era esta la señal de ponerse en órden para dar la batalla . Izóse el estandarte de la Liga en el mastelero del palo mayor de la Real Capitana , y el soplo de la brisa lo agitó suavemente en caprichosas ondulaciones . Que en fin has respondido á ser soldado Antiguo y valeroso , cual lo muestra La mano de que estas estropeado . ( CERVANTES Viage al Parnaso . Cap I . ) CÓMO , al crujido atronador del parche , respondió en la galera Marquesa un grito de alegre y bélico entusiasmo ! Iba , con otros bajeles , á las órdenes del proveedor Barbarigo , y montábanla para su defensa algunos italianos y la compañia de veteranos del valerosísimo capitan Diego de Urbina . Mandábala Francisco Sancto Pietro , soldado animoso y marino esperimentado , y no latia en ella un corazon que no anhelara el momento del combate . Pálido el rostro y abatido el cuerpo , hallábase en el entrepuente de la _Marquesa , _ tendido sobre algunos trozos de áspera lona , un hombre que estaba en lo mas florido de su lozana juventud . Veíase animado su semblante noble por la divina chispa del creador ingenio que en su cabeza ardia , y cuando no le aquejaban las incomodidades de la aguda enfermedad que entonces padecia , brillaban alegremente sus grandes ojos negros , de penetrante y vivísima mirada , y de sus ardientes pupilas parecian desprenderse dos corrientes magnéticas que dominaban con su influjo incontrarestable las voluntades mas firmes . Era de mediana estatura , de aguileño rostro ligeramente moreno , de frente lisa y desembarazada , pequeña la boca y largo y espeso el retorcido bigote , y castaño y recortado cabello . No era entonces , como él mismo dijo despues , á la edad de sesenta y seis años , cargado de espaldas y no muy ligero de pies , sino que por el contrario , sus miembros de perfectas formas demostraban en su musculatura , un tanto descarnada , vigorosas fuerzas y suma agilidad . Aquel hombre se llamaba Miguel de Cervantes Saavedra . Hoy se llama el príncipe de los ingenios españoles , y sus escritos , su nombre solo , solo su recuerdo es la mas esplendente gloria de nuestras letras . ¡ El cielo guie nuestra pluma ! ¡ No quisiéramos profanar nombre tan venerable y glorioso , y ya que no lo ensalcemos con la grandeza que se merece , que nuestra torpeza no sea tal que nos atraiga la justa indignacion y el merecido desprecio de los que veneran , como buenos hijos , las glorias de su patria ! ¡ Antes la pobre y vanidosa pluma abrase nuestros dedos ! Era Cervantes simple soldado del tercio de don Miguel de Moncada , al cual fué agregado , cuando ambicioso de todo género de gloria , sentó plaza . Pobre y desvalido , aunque de cuna hidalga , y sintiéndose su espíritu con fuerzas para acometerlo todo y para luchar con todas las adversidades , pensó sin duda que con su valor y su ingenio , podria conquistar algun dia un puesto honroso en la carrera de las armas . Siendo estudiante pobre y travieso , habia corrido universidades y escuelas y probado fortuna para crearse una posicion en el camino espinoso del Parnaso ; pero los libros no valian entonces sino en razon del incienso que se prodigaba en sus dedicatorias , y el que no se arrastraba á los pies de un Mecenas ignorante y vanidoso , nada sacaba de los partos de su ingenio . Empero la adulacion era imposible en los lábios de Cervantes , y á su carácter independiente cuadraba mal la bajeza de ser poco menos que el criado de ningun gran señor para que se dignase protejerlo por humillante lástima como el que arroja una limosna con altivo desden y sin mirar al rostro al socorrido . Ya habia probado , sin embargo , á sujetar la grandeza de sus instintos , y llegó á servir de camarero en Roma al cardenal Aquaviva ; pero aunque tratado por este con bastante consideracion y cariño , cansóse bien pronto de la servidumbre , y arrastrado por el espíritu entusiasta y emprendedor de aquella época , buscó en las armas la gloria y el provecho que le habia negado la fortuna en sus primeros pasos en las letras . Desde algunos dias antes del en que hemos presentado al inmortal autor del _Quijote , _ teníanle postrado unas calenturas que le dispensaban de todo servicio , y por esta razon pasaba la mayor parte de las horas tendido en un trozo de vela hecho dobleces , ó recostado junto á la cureña de un cañon , respirando el aire fresco de la brisa antes que adelantase la mañana , contemplando el cielo y el mar , y dando á su imaginacion , por la fiebre exaltada , todo el vuelo de que eran capaces sus fantásticas alas . Aunque aquejado por la enfermedad , habíase cuidado de inquirir cuanto iba sucediendo , y desde que supo que estaba á la vista el enemígo y que don Juan de Austria habia llamado á consejo para decidir si debia provocarse el combate , esperaba con toda la ansiedad de su ardimiento , ó que se diese la señal de acometida , ó que virase de bordo la galera para buscar la salida del golfo y esquivar la pelea . Cualquiera hubiese dicho , al verlo en tan completa inaccion , que era indiferente á cuanto á su alrededor sucedia , y que mas hubíese deseado la calma y el reposo que la agitacion y el estruendo del combate . No era así , la grandeza de su espiritu , su esforzado aliento , eran muy superiores á los dolores de su aguda enfermedad , y tras el afanoso deseo de que se travase la pelea , su imaginacion de poeta , sin poderse contener en los límites de lo real y lo presente , embriagóse con los sueños de la futura gloria , y extasiado por sus fantásticas creaciones , quedó aletargado en brazos de un mentido sueño . Crujió , con repetido tableteo , el estampido del guerrero bronce , y esta señal de sangre y esterminio , sacó á Cervantes de su soñador letargo . Abrió sus rasgados ojos , brillaron sus negras pupilas como brilla la chispa del rayo vomitada por la tempestad en el negro seno de las tinieblas , y su frente , de pronto coloreada , se dilató como si fuese á recibir el glorioso mirto . — ¡ Gloria ! — fué la primera palabra que salió de sus secos lábios . Y oprimiéndose el pecho que parecia que iba á ser roto por los fuertes latidos de su animoso corazon , exhaló un suspiro , púsose de pié , ciñó la espada que tenia cerca de sí , apoderóse de un mosquete y subió precipitadamente á cubierta . Allí aspiró con avidez la fresca brisa ; estendió la penenetrante mirada y vió maniobrar á un tiempo en las doscientas naves , soplar las mechas , cargar los arcabuces , asir los timoneros la redonda caña , y bullir centenares de cientos de marineros y soldados que preparaban sus armas ó corrian en todas direcciones los unos , mientras que los otros trepaban con ligereza los altos palos y recojian y soltaban cuerdas ó botaban lanchas : oyó crujir las pesadas jarcias , silbar los pítos de mando , gritar á los capitanes y contramaestres , jurar y maldecir á los marineros , cantar á los veteranos mientras que se retorcian el tostado bigote , y preguntar á los visoños reclutas mientras que se arreglaban el cinturon y requerian la espada ó buscaban apresuradamente donde encender las mechas ; contempló las pesadas naves que se valanceaban de babor á estribor á medida que el viento hinchaba las velas , y todo aquel conjunto queso agitaba y crujia , y las murmuradoras olas con sus rizadas cabelleras de blanca espuma , y el cielo transparente , azulado y puro , con la joya de su refulgente sol , todo aquel espectáculo , grande , magnífico , inimitable , de la obra del Eterno y de la obra del hombre , elevó el espíritu del poeta al último grado de su inmensa sublimidad , exaltó su fantasia y encendió en su cabeza , mas viva que nunca , la llama del bélico entusiasmo . — ¡ Gloria ! — exclamó otra vez . Y se dilataron sus pupilas , y á la vez que su semblante tomó una espresion de imponente grandeza , irguió la frente con magestuoso orgullo . A la señal del combate habian acudido á cubierta cuantos iban en el bajel , y los soldados españoles , al ver á Cervantes allí armado y como dispuesto á entrar en la pelea , no pudieron menos de manifestar su sorpresa con una exclamacion . — ¿ Qué haceis aquí ? — le dijo el capitan Diego de Urbina , llegando á tiempo que otros soldados iban á dirigír la misma pregunta á nuestro héroe . — ¿ No se ha dado la señal de ponerse en buen órden para acometer al enemigo ? — replicó el poeta como admirado de que le preguntasen sobre lo que era por demas sabido — ¿ Por ventura , he dejado de ser soldado español y vasallo de su Magestad ? ¿ Cómo , pues estrañais verme dispuesto á cumplir con mi deber cuando nunca me vísteis escusarlo ? La lealtad que mostrais es exagerada — le dijo el capitan — y ocasiones tendreis en que poder dar pruebas de ella . Estais enfermo , sin fuerzas , y no seria prudente el permitiros hacer una locura como la que intentais . Vuestro corazon no ha consultado á vuestro brazo , y sin que os fuese posible defenderos , caeríais á los primeros golpes del enemigo . ¿ Qué servicio prestariais así á su Magestad , privandole de vuestra lealtad y de vuestro valor , que quizás estará llamado á decidir en otro encuentro la suerte de vuestra patria ? Acometer al enemigo con la seguridad de sucumbir , no es valor sino temeraria locura y es grave delito esponer la vida inútilmente cuando tal vez otro dia pudiera servir á nuestros hermanos . — Si , sí , que se retire al entrepuente — dijeron algunos soldados , mostrando el mayor interes . — Todos piden — repuso el capitan — lo que yo me veré obligado á mandaros si como amigo no escuchais mis consejos . — Señores — respondió el poeta cuyo rostro se iba animando mas á cada instante — ¿ qué se diria de Miguel de Cervantes ? En todas las ocasiones que hasta hoy en dia se han ofrecido de guerra á su Magestad y se ha mandado , he servido muy bien como buen soldado ; y así ahora no haré menos , aunque esté enfermo é con calentura ; mas vale pelear en servicio de Dios é de su Magestad é morir por ellos que no bajarme so cubierta . — Os repito que os estravia vuestro mismo entusiasmo . Es verdad que mas que nada , vale morir por Diós y por el rey , pero os cuando se puede morir defendiendose y castigando á los enemigos de la religion y de la patria . ¿ Qué hareis vos sin fuerzas apenas para sosteneros ? La lucha va á ser muy encarnizada , el momento se acerca , ya se empieza á maniobrar para ponerse en buen órden , y cada uno debe ir á su puesto . Estas palabras , en lugar de convencer , escitaron mas en Cervantes el deseo de figurar en la pelea . — Sí — replicó acaloradamente — el momento se acerca y por eso me veis aquí . ¡ Va á ser la lucha encarnizada , correrá la sangre á torrentes , y quereis que permanezca tranquilo ! . Mis compañeros van á arrostrar la muerte , pero tambien á conquistar la gloria : ¿ me robareis la parte que en ella puede caberme ? No me faltan las fuerzas ¡ vive Dios ! que mi brazo á ninguno cede en este instante . ¡ Quiero estar con vosotros , camaradas ; con vosotros vencer ó morir y que juntos cantemos la victoria ó que presentemos á la muerte sereno rostro para que el turco envidie hasta nuestra derrota ! Fuerte es el brazo mientras el corazon late animoso , y cuando ya falta el aliento para herir , sobra la hidalguia para cubrir con el ensangrentado pecho el de nuestro hermano y servirle de escudo á los enemigos golpes . — ¡ Viva nuestro camarada ! — gritaron los españoles veteranos que , sin saber esplicarse la causa , no podian dejar de sentirse dominados en todas ocasiones por el jóven poeta . — ¡ Qué os abandone ! — prosiguió Cervantes — Allí está la gloria y quiero mi parte en ella — dijo señalando hácia donde vogaba la flota enemiga — Mirad , allá en el azulado horizonte , aquella , como nube , con manchas blancas que parece subir y acercarse con pausado vuelo : es la armada ímpia , el soberbio mahometano que escarnece á nuestro Dios , que mancha nuestra honra , que se mofa de nuestro valor y de nuestra fuerza ; es el verdugo que inmola á su fanática crueldad á millares de mártires , el que pone á nuestro cuello la argolla de la dura y humillante esclavitud . ¿ Quién no defiende el nombre santo de Dios y el brillo de la honra ? ¿ quién no responde al que provoca su valor ? ¿ Cuando español y esclavo fué posible cosa , si nuestra espada nos hizo señores en uno y otro mundo , si nuestra hidalguia y nuestra honra fueron espejos en que siempre se miraron nuestras acciones ? ¡ Allí teneis al enemigo , con sus numerosos bajeles , con sus pesados alfanges segadores de cristianas cabezas ; pero no os arredre su poderio , de nuestra parte está Dios , el Dios que de un leve soplo hizo caer las murallas de Jerusalen al resonar las trompetas de los ejércitos de su pueblo querido ! ¡ Por centenares de miles corren hácia nosotros los infieles ; por centenares de miles tambien los veremos sumergirse bajo las olas , y nuestras galeras , ostentando la santa cruz , dando al viento su pendon glorioso , vogarán en un mar de sangre y el recuerdo de Lepanto se conservará en la memoria de todos los pueblos hasta que el Omnipotente los borre de la haz de la tierra ! Numerosos gritos de entusiasmo respondieron á estas palabras . El aspecto de Cervantes era imponente en aquellos momentos . Su semblante estaba animado con la espresion de la mas noble grandeza , brillaban sus negros ojos con todo el fuego de su entusiasmo , y su frente se levantaba como la del héroe cuando está poseido del orgullo de su valor y de su gloria . — Don Diego — prosiguió el poeta despues de algunos momentos y dirigiéndose al capitan — si en algo estimais mi honra , que es la honra de un español , ponedme en el lugar mas peligroso y dejadme cumplir con mi deber . Si muero , os bendeciré al espirar porque me habeis dado ocasion de pagar á Dios y á la madre patria el tributo que les debo , y si la fortuna me proteje y salvo la vida , mas que á mi valor ni á mi brazo os deberé á vos la gloria que alcance . Mas que nunca me siento con fuerzas , os lo juro , y late mi corazon con tales brios , que á contenerlos , hecho pedazos saltaria del pecho . Y no mentia , porque su arrebatada ambicion de gloria dominaba todos sus sentimientos , y si la fiebre no habia desaparecido , habíale dado á sus miembros mayores fuerzas . Ni Diego de Urbina pudo contrarestar la influencia que en su ánimo ejercieron las palabras de Cervantes , ni por consiguiente , supo tampoco negarle la atrevida peticion , por lo cual , accediendo á sus deseos , destinólo á la cabeza de doce soldados al lugar del esquife . Mientras tenia lugar esta interesante escena , habíanse repetido las maniobras en todos los bajeles , que fueron colocandose en el órden de ante mano convenido para entrar en combate . La escuadra que iba á las órdenes de Juan Andrea Doria , con parte de la siciliana , formó el ala derecha sobre el Norte , y sobre el Mediodia , la veneciana , con la galera _Marquesa , _ mandada por el proveedor Barbarigo , formó el ala izquierda , quedando en medio casi todo el resto de las galeras con la Real , la capitana de Genova y la del duque de Savoya , y los tres generales , don Juan de Austria , Colonna y Venier . Algunos navíos de gran porte formaban la vanguardia y la retaguardia , dispuesta á socorrer el punto de mas peligro , buen número de galeras y galeotas . En tal órden vogó la numerosa armada en direccion de la del enemigo , siempre con viento fresco y mar serena . Al principiar la marcha reinó en todos los bajeles un silencio profundo , interrumpido solo por el eco acompasado de los remos al azotar las aguas y por el desigual crujido de la arboladura ; pero transcurrido buen rato , y estando aun á bastante distancia del Turco , formaron los soldados diversos grupos junto á sus respectivos puestos , para entretener el ócio apurando alegremente algunas botellas . Palpitaron de gozo todos los corazones como si se preparase una alegre fiesta . La arrebatadora idea de alcanzar glorioso renombre subordinó á su poderoso influjo todos los sentimientos de Cervantes , y como si hubiese obrado en su naturaleza un completo trastorno , ni sintió en aquellos momentos los ardores de la fiebre , ni enervaba , como poco antes , sus miembros la debilidad . Brillaban alegremente sus negros ojos , y la espansion de su espíritu se revelaba en su rostro de movible musculatura y enérgica espresion . Era Cervantes , á la vez que pensador grave y profundo , mancebo de no comun travesura , buen camarada , franco , bullicioso y decidor chistoso y oportuno , y en nuestro tiempo lo hubiésemos calificado , no sin razon , de verdadero _calavera_ porque tenia de tal todo el ingenio , rápida inventiva y gracioso donaire . Segun la ocasion se presentaba , mostrábase , ya , como ninguno alegre , ya , mas que todos grave , y al que hubiese mirado su semblante risueño , animado por la mas cordial franqueza , hubiérale parecido imposible que un instante despues se presentase altivo , desdeñoso hasta herir en lo profundo del alma mas fria , ni que aquellos labios hubiesen podido entreabrirse con tan amargo desprecio , ni que aquella mirada inquieta y escudriñadora se fijase con tan altanero orgullo é hiciese reconocerse pequeños á cuantos corazones iba á clavarse . — ¡ Camaradas ! — gritó dirigiendose á los doce soldados que Diego de Urbina habia puesto á sus órdenes — ¡ Tenemos enfrente al enemigo , pero sobre nosotros revolotea el alegre Momo , que al reirse del mundo entero abre un palmo de boca , y el panzudo Baco , inteligente catador , que nos amenaza con sus iras sino le inmolamos algunas de las vírgenes habitadoras de la bodega ! — ¡ Si , degollemos unas cuantas y bebamos su sangre ! — dijeron algunos . — ¡ Bien , bravo ! — gritaron otros . — Aplaquemos — repuso el poeta — el enojo de ese Dios que puede favorecer á los turcos por lo aficionado que es á las turcas . — ¡ Vivan las turcas y mueran los turcos ! Algunos momentos despues los troce valientes españoles estaban sentados sobro cubierta y bebian , reian y cantaban en alegre confusion . — ¡ A la salud de nuestro buen camarada Cervantes ! — dijo uno mientras se disponia á empinar una botella de Jerez . — ¡ Por la gloria de España ! — repuso á su vez el poeta . Y todos brindaron , ya por su patria , ya por el rey , ya por la Liga , vaciandose botella tras botella cuyos frágiles vidrios iban á recibir honrosa sepultura en el mar . El vino se apuraba y calentábanse las cabezas , achicábanse los ojos , dilatábanse las pupilas brillando mas y humedeciendose levemente , enrojecianse los rostros , secábanse los labios y algunas lenguas se turbaban ... Empero no hay cuidado ; el estampido del cañon despejará todas las cabezas , tornará sombrias todas las miradas , cubrirá de palidez todas las megillas , de rabiosa espuma todos los labios y dará fuerza á las lenguas para proferir enérgicas amenazas , juramentos y maldiciones . Cervantes se puso repentinamente de pie , y empuñando una botella que levantó en alto , dijo : — ¡ Oh , excelencias del vino , y cuan raras y preciosas sois ! ¡ Oh , suavisímo jugo del dorado racimo que entre el pámpano verde esconde el tesoro de sus dulcísimos granos , cuan prodigiosamente das valor al cobarde , desembarazo al encojido , palabras al discreto , liberalidad al tacaño , confianza al sospechoso y la vanidad rebajas y das orgullo y atrevimiento al humilde y al pobre ! ¡ Cómo el fuego de tu espíritu da á nuestros cuerpos refrigerante calor , y el ingenio enciende y á los soñolientos ojos presenta estrañas visiones que el ánimo recrean ó el corazon espantan ! Tú eres olvido de las penas , alma de los placeres y de todas las fiestas alegria . ¡ Y cuantos y cuan grandes acontecimientos se deben á tu influjo poderoso ! Las afiladas tijeras de la traidora Dalila no hubiesen cortado los ásperos cabellos de Sanson si este escusára en su cena una copa de añejo vino que siempre la acompañaba , ni el invencible Olofernes se hubiese dormido con tan pesado sueño en los brazos de Judit á no babor añadido á la embriaguez de su pasion la de un esquisito vino de Chipre , ni Baltasar hubiese provocado la cólera de Dios si el mosto no exaltara su vano orgullo , ni Deyanira , mas que por los celos , trastornada su cabeza por la copa con que la obsequió el vengativo centauro Nelso , hubiese enviado á Hércules la fatal camisa , ni Saturno hubiese perdido lo que mas estimaba si el jugo de la uba no encendiera la envidiosa cólera de sus hijos . ¡ Oh , aguijon de las pendencias y de todos lo malos pensamientos ! ¿ qué seria sin ti de los corchetes y escribanos que con sus plumas ensucian papel para limpiar bolsillos ? ¡ Yo te bendigo , patriarca Noe , segundo poblador del mundo , primer cultivador de la preciosa cepa ! ¡ Cuan satisfecho debió quedar tu amor propio á la primera cata del espumoso líquido ! ¡ Cómo sentirias renacer en tu cuerpo las fuerzas de tu juventud y alegrarse tu magin ! Seguro estoy que bailastes de contento á pesar de tu luenga y encanecida barba que diz te llegaba á la cintura . ¿ Qué le importa á Baco que le llamen vicioso si bebe y engorda y siempre está de buen humor para retozar por los bosques con todas las mozuelas del Parnaso ? ¡ Oh , vino , líquido sin igual , palanca que conmueve al género humano , á tu vista huyan avergonzados á esconderse los cristalinos arroyos con sus trenzas de plata , que las tuyas son de oro con topacios y rubies ! ¿ Qué seria de nosotros sin tí en este momento ? ¿ Quién sino tú tendria el poder de alegrarnos cuando corre hácia nosotros la muerto ? ¡ Yo te bendigo , cien veces te bendigo y mas te bendecire , que eres alegria , consuelo , atrevimiento , reposo , y olvido ! ¡ Solo brindo por tí , por tí no mas , y prometo cantar tus excelencias si Apolo quíere prestarme su lira ! ¡ Camaradas , bebamos por cientos , por miles de botellas hasta que cruja el cañon ! ¡ Viva el vino y mueran los turcos que el beberlo tienen por pecado ! — ¡ Viva el vino ! — ¡ Viva Cervantes ! — ¡ Bebamos ! — ¡ Descabezemos botellas ! — ¡ Cantemos ! — Si , sí , cantemos ! — ¡ Que nuestro camarada Cervantes improvise la cancion ! — ¡ Silencio ! — ¡ Nó , nó , bullicio , alegria , ruido , algazara , desórden ! — ¡ La cancion , la cancion ! Entre el ruido de las carcajadas , de las voces , de las botellas al chocar ó romperse en menudos pedazos y de las palmadas al aplaudir , oyóse un silvido prolongado y agudo y todos quedaron silenciosos ó inmóviles en la misma posicion que tenian , los unos con el brazo derecho levantado y empuñando una botella , los otros con ella entre los labios y muchos en actitud de arrojarla despues de haberla vaciado . Era la señal de silencio y atencion , y luego oyóse la de guardar cada cual su puesto porque el enemigo estaba muy cerca y parecia intentar la primera acometida sobre el ala izquierda . Anublóse el semblante del poeta , su frente se contrajo y fijó su mirada de águila en los bajeles enemigos , observando por espacio de algunos instantes la direccion que llevaban . — ¡ Nosotros los primeros ! — exclamó con acento de la mas entusiasta alegria . Y brillaron sus ojos como dos centellas , y estendiendo el brazo derecho impulsado por una sacudida nerviosa , prosiguió : — ¡ Esos son los traidores , y como traidores , cobardes ! ¡ Compañeros , acordaos de Numancia y de Sagunto , de Pavia y de San Quintin y que Lepanto sea la mas brillante gloria de nuestra patria ! — ¡ Viva España ! — gritaron sus compañeros . En pocos instantes se encontraron todos en sus puestos y reinó por de quiera el silencio mas profundo , interrumpido solo por el crujido desigual de la arboladura y por los acompasados golpes de los remos . ¡ Cómo palpitaron todos los corazones y cómo sintieron aquellos valientes convertirse en corrientes de fuego la sangre que alimentaba sus venas ! No habia pupila que no so moviese inquieta , reluciendo centellante , ni mano que no temblara convulsivamente , no por el espanto , sino por el coraje agitada . Iba á correr la sangre á torrentes y á convertir los azulados cristales en rojo y espumoso charco , y la mas horrible de las carnicerias iba á dar ejemplo de la fiereza del hombre que acepta como deber el perdonar las ofensas y que no las perdona sino despues de vengarlas . Era el dia siete de octubre de 1574 , y tal vez aniversario del nacimiento de Cervantes ; solo consta que fué bautizado en Santa Maria la Mayor de Alcala de Henares el nueve de Octubre de 1547 , siendo muy probable que hubiese nacido dos dias antes y aun quizás á la misma hora en que probó que estaba dotado de un corazon tan animoso como de una imaginacion tan brillante y fecunda . A poco que vogaron ambas flotas encontráronse bastante cerca para que se pudiesen aprovechar los disparos de cañon . Tan apacible estaba el mar que apenas se rizaban sus aguas , y casi no se dejaba sentir el leve soplo de la fresca brisa . No parecia mas sino que los elementos habian suspendido su movimiento eterno para presenciar el sangriento y horrible drama que iba á representarse . Cervantes , mas que ninguno atento , miraba alternativamente á la enemiga flota y al proveedor Barbarigo que estaba sobre el castillo de proa esperando el momento oportuno de dar la señal de fuego . Segun la posicion de las galeras de ambas partes , la _Marquesa_ debia ser la primera que encontrase al enemigo . Repentinamente palidecieron las megillas del poeta y luego se cubrieron de un vivo carmin ; despidieron sus ojos dos chispas , agitóse su cuerpo , y con el acento de un loco , gritó : — ¡ Yo el primero ! Luego se precipitó sobre un artillero , le arrancó la mecha de entre las manos , y su convulsa diestra la aplicó al oido de un cañon . Retumbó con prolongado tableteo la esplosion mortífera , y el grito de guerra , exhalado por cristianos y turcos , pobló el inmenso espacio . La galera turca que se hallaba mas próxima , contestó con una andanada , y entonces , como si , rompiendo sus negros límites , hubiese estallado el infierno , un crujido espantoso , horrible , incomparable , hizo estremecer al mar en lo mas profundo de su cóncavo seno , y temblar á las arenas y á los riscos de las cercanas costas . Una inmensa y fugaz llamarada pareció querer abrasar ó los seiscientos bajeles que quedaron envueltos entre los negros remolinos de una espesa nube de humo . Habia comenzado el combate . El estampido del cañon , las detonaciones de los mosquetes y el crujido de los palos y tablas al volar desechos en menudas astillas , lo dominaron todo con su ruido espantoso y atronador . El humo denso , elevandose en espirales negras y azuladas , velaba la luz del sol que , suspendido en la inmensa bóveda del universo , robaba lentamente un dia mas de existencia á las pasiones del hombre . Una hora , escasamente una hora , el fuego solo y las voladoras flechas turcas hicieron sus estragos . Aun no se habia teñido con la humana sangre el filo del hierro , aun debia ser mas espantosa la carnicería , no bastaba que se hubiesen deshecho en mil pedazos algunos bajeles ni que entre sus incendiados restos volasen horriblemente mutilados brazos , piernas y ensangrentados troncos . Chocáronse las galeras enemigas y los garfios de abordaje las afianzaron entre sí , comenzando cuerpo á cuerpo el rudo combate . Entonces fué mas espantoso y aterrador el ruido . Seguia crujiendo el cañon y con su desigual y repetido tableteo armonizaba el de los miles de arcabuces y mosquetes . Por de quiera se mezclaban los gritos , las amenazas , maldiciones y juramentos con los ayes desesperados de convulsivas agonias , y el hipo de muerte entre el ronco estertor respondia á las feroces y nerviosas carcajadas de los que de un solo golpe quitaban una vida , y que de un solo golpe tambien recibian la muerte un segundo mas tarde . Rechinaban los aceros al chocarse entre sí ó al encontrar los huesos del brazo enemigo , y crujian los cráneos al romperse á los golpes de las pesadas hachas . Corria la sangre formando espumosos arroyos y humeantes charcos donde se revolcaban los moribundos con las convulsiones de la agonia y donde se resbalaban los pies de los feroces combatientes . ¡ Horrible concierto ! ¡ ¡ Música infernal de mortíferas detonaciones , de golpes de hacha , de crujidos de cráneos y pechos que se rompian y brotaban torrentes de sangre , de imprecaciones , de blasfemias y de amenazas no temidas , de ayes y de lamentos no escuchados ! ¡ Música infernal cuya aterradora armonia iba á espirar entre el fuego de la pólvora y las llamas de los bajeles incendiados , ó á perderse con las negras columnas de humo en el infinito del zenit ! Quien aseguraba su planta sobre el pecho ó la frente de su moribundo hermano ; cual , al caer en las enrojecidas olas , aprovechaba las convulsivas fuerzas de su agonia en una lucha desesperada y tenaz con el enemigo que habia caido antes que él ; cual otro , en la turbacion de su agonia , para no sumergirse en las aguas , asíase de un palo ardiendo ó del costado de una lancha donde quedaban sus manos deshechas cortadas de un hachazo . ¡ Muerte , sangre y destruccion ! La rabia , la mas desesperada rabia hervia en todos los pechos ; estaban inyectados de sangre todos los ojos ; rechinaban todos los dientes ; blanca espuma , por el coraje vomitada , cubria los temblorosos y maldicientes lábios . No habia rostro que no estuviese manchado de sangre , pero la embriaguez de la ira y de la ardiente sed de venganza no dejaban á ninguno sentir el dolor de sus heridas . Mientras los unos al espirar invocaban el santo nombre de Dios , los otros blasfemaban ó maldecian la muerte solo porque no les dejaba verter mas sangre . Y no habia para el vencido otro refugio mas que el abismo de las olas , ni nada dulce y apacible que pudiese contemplar en su agonia , porque el humo habia nublado la brillante luz del sol y ocultado la faz serena , trasparente y pura del cielo . Cubierto estaba ya el golfo de los restos humeantes de las galeras que se habian destrozado , y las tranquilas aguas , poco antes azuladas y cristalinas , habíanse tornado rojas y espesas , y lo que eran nacaradas espumas de caprichosos rizos , convirtiéronse en amarillentos borbotones que entre desiguales madejas de sangrientos coágulos flotaban entrelazándose ó deshaciendose , y ya se enredaban entre las astillas de un palo ó se pegaban al amoratado rostro de un cadáver , dandole el mas repugnante aspecto . Cuatro horas llevaban de combate las enemigas escuadras , y parece imposible que aun el hierro encontrase mas sangre que verter ni el fuego nada que consumir . ¡ Con cuanto afan destruye el hombre y con cuanta lentitud avanza y crea ! ¡ Cómo se embriaga con las malas pasiones y cuan friamente practica el bien ! ¿ Qué era de Cervantes ? Seis esquifes turcos habian rodeado á la galera _Marquesa , _ pero sus defensores se multiplicaban y acudian á todas partes con prodigiosa velocidad . No habia turco que intentase poner el pié sobre la cubierta del bajel cristiano , que no cayese sin vida . El intrépido Barbarigo blandia un hacha y no daba descanso á su brazo de hierro . Estaba el buque como todos los demas , de sangre teñida y de cadáveres sembrada su cubierta . Cervantes peleaba con incansable ardimiento ; su ambicion de gloria lo habia convertido en un héroe ; en la embriaguez de su bélico entusiasmo olvidaba evitar los golpes enemigos por cuidar de que los suyos fuesen mas continuados y certeros . Cien veces la turca cimitarra se levantó sobre el tesoro de su noble cabeza ; cien veces la negra mano de la inexorable parca intentó sellar la espaciosa y altiva frente del poeta con el hielo de la muerte , y sin cesar cruzaban , rozando con su animoso y agitado pecho ; las silbadoras flechas que parecian entretejarse en el espacio y se perdian entre las nubes formadas por la espesísima humareda . — ¡ Detente ! — gritaba el poeta — ¡ Deten , oh muerte , tu segadora guadaña hasta que yo vea triunfante la enseña divina de la cruz ; dejame gozar por un solo instante de la gloria de mi patria ! ... Y multiplicábanse sus golpes , y con sus breves y arrebatadores discursos alentaba á los menos animosos y encendia mas y mas el coraje de aquellos cuya intrepidez rayaba en locura . Habíanse abordado la _Marquesa_ y la Capitana de Egipto , y de la una como de la otra parte no quedaba mas que morir ó vencer , porque era imposible ya buscar la salvacion en la huida . La parte del esquife era la mas comprometida , si bien toda la banda de estribor hallábase asaltada tenazmente por numerosos enemigos . Cervantes y sus camaradas no bastaban á contener el impetuoso ataque de los turcos por aquel lado ; pero Barbarigo acudió en su ayuda . — ¡ La victoria es nuestra ! — gritó el terrible venecíano con potente voz — ¡ Nuestros hermanos están sobre la cubierta de la Real Otomana ! ... — ¡ Mientes , que la monta Alí ! — exclamó un soldado turco arrojándose al proveedor . Este levantó su hacha de abordage sobre la cabeza del infiel , y mientras decia . — No sabes lo que cuesta desmentir á un cristiano . Descargó el golpe mortífero y el cráneo del infiel crujió , cayendo dividido en dos pedazos y entre un mar de sangre . — ¿ Cómo os deteneis aquí sin hacer mas que defender vuestro puesto ? — gritó el poeta — ¡ Adelante , camaradas , la victoria es nuestra ! — ¡ Santiago y á ellos ! — ¡ Viva España ! — ¡ Avancemos ! — ¡ Adelante , adelante ! Pocos momentos despues de estos entusiastas gritos , los situados eran sitiadores , y peloton tras peloton de los soldados que montaban la _Marquesa , _ la mayor parte de ellos encontróse bien pronto sobre la cubierta de la capitana de Alejandria . — ¡ Victoria , victoria ! — exclamaron . No habia sido hasta entonces tan horrible la matanza . Los turcos se defendieron con desesperacion porque la muerte era cierta á no destruir completamente á los cristianos . Mas que nunca se oyeron multiplicados los homicidas golpes , y resonó mas y mas el ruido del choque de las armas y armaduras , y el crujido de la mosqueteria y el silbido de las flechas . Los humanos cuerpos caian unos tras otros sin vida como antes habian caido destrozados los aparejos de la nave . No brillaban los ojos del poeta , sino que despedían centellas de furor y de entusiasmo . Su pálida frente se levantaba sobre todas ; su voz dominaba el estruendo del combate , y quitando una vida con cada golpe que descargaba , y avanzando un paso por cada enemigo á quien tendia á sus pies , fijó su ardiente mirada en el estandarte real de Egipto y exclamó : — ¡ Allí lo teneis ! ¡ Bendita la mano que lo arranque para clavar el de la cruz divina ! ¡ La muerte está con él , pero tambien una corona cuyo laurel glorioso no será marchitado por los siglos ! ¡ Compañeros , el que ponga bajo sus pies el estandarte impio verá su nombre en el libro glorioso de la inmortalidad ! Un gritó de entusiasmo respondió á estas palabras , y los católicos redoblaron sus esfuerzos mientras que los turcos empezaban á sentir el espanto . Igualmente llevaban la ventaja en todos los buques los soldados de la Liga . La Real Capitana y la Otomana habianse abordado como la _Marquesa_ y la Capitana de Alejandria . Don Juan de Austria se mostraba digno de su glorioso renombre : siempre á la cabeza de sus soldados , destruia y avanzaba , pugnando por encontrarse frente á frente con Alí , generalísimo de los turcos que tampoco desmentia su fama de valiente . Declinaba el sol hácia su ocaso , y las tinieblas de la noche se preparaban á tender su negro crespon sobre tantos horrores . Pronto el silencio de los sepulcros reinaria donde el estruendo dominaba . Tras los rayos de oro del sol que habian alumbrado la animacion y la vida , los resplandores de plata de la nacarada luna velarian en breve , como una antorcha fúnebre , la muerte y la quietud . Pocas horas despues las ensangrentadas olas se revolverian entre cadáveres sin que las duras quillas cortasen sus espumas . La noche debia protejer , ocultando en su negro seno , á las victimas que amenazaba sacrificar la guadaña de la muerte . Bendita , santa noche cuando traes el cansancio y tus tinieblas suspenden la matanza de los combates ... pero nó , ¡ oh , noche ! que tu oscuridad abriga el crímen , alienta al asesino y levanta su brazo . Declinaba el sol y el Oriente oscurecia como la gloria de sus hijos mientras la alcanzaban los defensores de la santa fé cristiana . Apenas en la Capitana de Egipto podia ponerse un pie sin pisar un cadáver ó hacer salpicar la sangre de un charco enrojecido y humeante aun . — ¡ Perros , infieles ! — gritó Cervantes — ¡ Canalla vil , gente menguada y cobarde ! ¡ Condenados , impios ! ... ¡ Atrás , vive el cielo ! ¡ Atras , plaza , que la victoria es nuestra ! — ¡ Al gigante del hacha , al de la pálida frente que son los mas terribles ! — dijeron muchos turcos , señalando á Barbarigo y al poeta . Y uno de aquellos infieles , preparando su arcabuz , apuntó al incansable veneciano . Cervantes dejó escapar un grito , y comprendiendo con su viveza de imaginacion , que asestando un golpe al que amenazaba la vida de su gefe , no evitaria que el arma se disparase , asió con la mano izquierda atrevidamente y junto á la boca el cañon del arcabuz enemigo y le dió otra direccion . Empero en aquel instante oyóse la esplosion y la mano salvadora quedó mutilada y llena de sangre . Contrajéronse los músculos del rostro del poeta ; sus morillas palidecieron mas de lo que estaban aun ; mordióse los labios , y haciendo un esfuerzo , exclamó : — ¡ Sangre ! ... ¡ Oh ! ... ¡ Gracias , Dios mio ! ... ¡ Miradla , compañeros ! — prosiguió , desplegando una sonrisa — ¡ Miradla como corre ! ¡ Ya salvé mi honra ! — ¡ Viva Cervantes ! — gritaron los soldados . El hacha de Barbarigo se hundió en el pecho del que habia disparado contra el suyo ; pero estaba decretada la muerte del veneciano , y de nada sirvió que le librase la vida un rasgo de abnegacion sin igual : una flecha turca le atravesó la cabeza , entrandole por el ojo izquierdo . — ¡ Maldicion ! — gritó el valiente capitan — ¡ Oh ! ... ¡ Sin arrancar ese estandarte ! No pudo proseguir : la luz faltó á sus ojos , y despues de vacilar algunos instantes , cayó pesadamente sobre un monton de cadáveres . — ¡ Venganza ! — gritó el poeta — ¡ Venganza , compañeros ! ... — ¡ Venganza ! — se oyó repetir por todas partes . — ¡ Has perdido la vida , pero tu hacha destruirá al último de los enemigos ! — prosiguió Cervantes . Y con peligro de recibir la muerte porque descuidaba la defensa , recojió el hacha de Barbarigo y la blandió con terrible ademan . Entre tanto su sangre corria , pero ni siquiera pensó nuestro héroe en restañarla , ni el dolor de la herida le amenguó el aliento , sino por el contrario , escitó su coraje . En torno de él y de sus camaradas se agrupó la mayor parle de los enemigos , ya porque su primera atencion era defender el estandarte , ya porque consideraban al poeta y á los suyos como á los mas temibles , atendiendo al ardor con que peleaban , á la destreza que dejaban ver en manejar las armas , y á la firme resolucion que en ellos se notaba de no retroceder un solo paso . Y en verdad que era así , pues cuando los valerosos cristianos no avanzaban , todo lo mas , se detenian para desembarazarse de sus acometedores , pero no daban un paso atras aunque hubiesen con ello de salvar la vida . Entre el estrepito del combate gritaba así el poeta : — ¡ Allí está la gloria , vamos allí ! — ¡ Allí está tu muerte ! — dijeron muchos turcos que lograron rodear al jóven — ¡ Allí está tu muer te si es que logras llegar allí ! — ¡ Perros , condenados ! — repuso Cervantes , descargando innumerables golpes — ¡ No os regocije el ver correr mi sangre , que la sangre no hace falta cuando el aliento sobra ! ¡ Atravesad mi corazon y lo vereis latir despues ! ¡ Villanos , mal nacidos , cobardes ! ... — ¡ Socorramos á nuestro camarada ! — dijeron muchos soldados . Y pugnaron por colocarse al lado del poeta ; pero no pudieron conseguirlo tan pronto como deseaban . Cervantes se vió perdido : le era imposible defenderse pues por todos lados le acometian . Entonces , con el acento de la desesperacion , gritó de modo que se oyó en todo el bajel : — ¿ Ha envilecido la esclavitud vuestros corazones ? ¿ No os atreveis á tomar venganza de los que os han tratado como á bestias miserables ? ¿ Las desgracias os han hecho dudar de Dios y han entibiado vuestra fé ? ... ¡ Romped las cadenas , vuestros hermanos mueren por rescataros ! Dejóse oir un rugido sordo por las bandas de babor y estribor , como si las olas hubiesen respondido á la escitacion del poeta , y tras aquel rugido , al cabo de algunos momentos , un murmullo de espanto y los grifos de … — ¡ Se rebelan , se escapan ! Que en lengua turca pronunciaron los infieles . La causa de estos gritos fué que , por acudir al combate , habian descuidado los turcos la guarda de los cautivos cristianos de que se servian para remeros , y aprovechandose estos del descuido , viendo que la victoria se inclinaba á los católicos , y escitados al fin por las palabras de Cervantes , lograron , con la ayuda los unos de los otros , deshacer las ligaduras que los sujetaban á los duros bancos , y á trueque de perder la vida , acudieron al lugar en que mas encendida estaba la pelea , proveyendose de las diversas armas que encontraron sobre cubierta de los que habian perecido . Eran muchos los cautivos , y aunque casi desarmados , su crecido número y lo inesperado de su acometida , puso en grande aprieto á los infieles y casi puede decirse que decidió el combate . Bastantes sucumbieron al primer choque por la escasa defensa que podian oponer á los golpes de los contrarios , pero esto no disminuyó el ardor de los demas que comprendieron que su salvacion única estaba en el completo esterminio de sus crueles opresores . Cervantes se vió muy pronto libre de los que le rodeaban , y unido á sus compañeros , logró acercarse mas al estandarte codiciado . — ¡ Dios y España ! — exclamó . Y derribando enemigos avanzó mas y mas . En ardor febril parecia impulsar su brazo que agitaba , revolviendo en todas direcciones , el hacha de abordaje cuyo ensangrentado filo hendia los cráneos y dividia los enemigos pachos con sus terribles golpes . — ¡ A mí , compañeros ! — gritó — ¡ A mí si sois españoles y cristianos ! ¡ A mí sí el honor alienta vuestros pechos ! Y sin sentir el dolor de la herida de su mano , con los ojos chispeantes y la frente erguida , lanzóse á los que defendian el estandarte real . Sus compañeros , poseidos del mismo ardor , lo siguieron sin vacilar . Trabóse un combate horrible y la sangre corrió á torrentes . Del uno y del otro bando acudieron muchos . Uno , dos , tres , cuatro enemigos cayeron á los golpes del hacha del poeta . — ¡ Viva España ! — gritó á la vez que dividia la cabeza del turco que se encontraba entre él y el estandarte . Y arrojando lejos de sí el hacha , porque solo podia hacer uso de su mano derecha , empuñó la enseña real , y levantandola para tenderla despues á los pies de sus compañeros , exclamó : — ¡ Victoria ! Empero tras este grito resonó una detonacion , y la encendida bala de un arcabuz sarraceno atravesó su pecho noble . Ni una queja , ni un leve gemido salió de la boca del poeta ; su mano apretó convulsivamente el asta del estandarte , elevó al cielo una mirada de indefinible ternura , y luego sus ojos , radiantes con la luz de la gloria se tornaron hácia la Real Capitana y la Otomana que aun se disputaban la victoria . — ¡ Venganza ! — gritaron los soldados españoles . — ¡ Nó , compañeros ! — les dijo Cervantes esforzándose para sostenerse de pie . — ¡ Venced antes que vengarme ! ... ¡ Antes la fé de Cristo y el patrio honor ! ... ¡ Morid como yo muero ! ... ¡ Sí , sois españoles , me mirais con envidia ! ... ¡ Yo tambien he envidiado á los que yacen en el abismo de las aguas ! ... ¡ Dichoso el que pueda pedir á la posteridad un nombre en la página sin par gloriosa de la jornada de Lepanto ! Detúvose un momento y quiso con la tela del mismo estandarte contener la sangre que en abundancia manaba de su profunda herida ; pero al ver que algunos intentaban socorrerle , prosiguió : — ¡ Aun tengo vida ! ¿ Qué importa que se pierda la sangre si no se mengua el valor ? ¡ Miradle ! ... ¡ Victoria ! — exclamó con acento de febril entusiasmo . Y señaló hácia la Real Otomana . Todos , con peligro de sus vidas , miraron hácia aquel punto , y vieron ondear en la galera turca el estandarte de la santa Liga y levantarse en la punta de una pica la ensangrentada cabeza del generalísimo Alí . — ¡ Victoria , victoria ! — se oyó gritar por todas partes . — ¡ Gracias , Dios mio ! — exclamó el poeta . Y al elevar al cielo una mirada de inmensa gratitud , un segundo arcabuzazo hirió otra vez su pecho . Ahogó en su garganta un ¡ ay ! que hubieran tenido á mengua dejar salir sus lábios ; oprimió contra su ensangrentado pecho el estandarte ; brillaron por un segundo sus negras y ardientes pupilas , y su cuerpo vaciló . Dos de los veteranos que lo habian seguido lo sostuvieron . — ¡ Hayos del infierno que me trague ! — gritó el uno á la vez que estendia su nervudo brazo , cerraba el puño con ademan de terrible amenaza y el fuego de la desesperacion brotaba de sus negros ojos . — ¡ Ira de satanas ! — gritó el otro mientras que rechinaba los dientes y arrancaba un puñado de su encanecido bigote . El grito de victoria resonó por todas partes . La armada turca estaba completamente derrotada , y las pocas y averiadas galeras que no habian sido destruidas , forzaban desesperadamente los remos para ganar la orilla . Apenas podian maniobrar los bajeles de la Liga obstruidos por los restos de los otomanos y por los miles de cadáveres que flotaban á merced de las olas . Tanta era la sangre que se habia vertido que las aguas del mar estaban rojas . ¡ Cuantos horrores ! ... ¡ oh ! ... Nuestra pluma renuncia á pintarlos . Hundióse el sol , no en las blancas espumas , sino en los ensangrentados borbotones . El vespertino crepúsculo iluminó la frente noble de don Juan de Austria como una aureola de divina y gloriosa luz . Cervantes fué conducido á un camarote , sin que en largo rato diese señales de vida , y como todos los heridos , fué llevado á Mesina donde se estableció el hospital general de la armada . Pocas victorias pueden igualarse á la de Lepanto , pero ninguna ha sido tan estéril . Cantos de gloria ... no mas que cantos da gloria fueron los resultados de aquella gran jornada en donde , segun los historiadores mas autorizados , perecieron cincomil cristianos y treinta mil turcos . Era uno , no recordamos cual , de los primeros dias del mes de enero de 1576 , es decir , cerca de seis años despues del sangriento cambate de Lepanto . Desaparecian en Occidente los últimos rayos del sol , y las estrechas y tortuosas calles de Argel veíanse muy pobladas por los mahometanos habitantes de la ciudad que se dirijian á las mezquitas para rezar la oracion de la tarde . Todos iban silenciosos , con los brazos cruzados y la cabeza inclinada sobre el pecho . Los sombrios edificios estaban tambien silenciosos y sus puertas se veian cerradas , sin que por los agujeros de las celosías de sus estrechas ventanas ó balcones de madera se escapasen aun esos destellos de luz que en las poblaciones despiden con sus vacilantes reflejos á los últimos arreboles del crepúsculo vespertino . Aumentábase la concurrencia de las calles por la de muchos esclavos que se cruzaban en todas direcciones y se dirijian á las casas de sus respectivos amos , y aunque el rudo y continuado trabajo de muchas horas teníalos fatigados en estremo , no dejaban de caminar aprisa , temerosos de que la noche les sorprendiese fuera de su encierro y que por esta falta les impusiesen un terrible castigo . No habia entre todos ellos un rostro en que no se revelasen padecimientos los mas crueles y falta de salud , y con solo reparar en su casi completa desnudez , adivinábase el duro y miserable trato que sufrian . Muy pocos eran los que no iban descalzos , y rarísimo , y se tenia por dichoso , el que habia logrado algo mas que unos calzoncillos , y una , á manera de camisa , de áspero lienzo , pues muchos aun de esta carecian y llevaban desnudo el pecho y la espalda sobre la que á veces tenian que cargar un pesado fardo . No eran pocos los que llevaban argollas y cadenas de hierro desde la cintura á los pies , que les embarazaban en gran manera para andar , y á veces , con el continuo roce herianles hasta hacer salir la sangre . Si alguno estaba falto de una oreja , de los dientes ó de parte de la nariz , era porque habia sufrido , por la mas leve falta , uno de los bárbaros castigos que solian imponer con la mayor sangre fria sus amos . Y aun sin tener falta alguna que castigar , aquellos mónstruos de la humana raza , solian cortar á cualquiera de sus esclavos una oreja , y hasta empalarlos , no mas que por el feroz placer de verlos hacer un gesto en el esceso del dolor ó en las ansias de la agonia . Ninguna ley habia que pusiese límites á la crueldad de los señores ; eran dueños absolutos de sus esclavos , con el derecho de vida y muerte , y si alguna vez contenian los impulsos de su ferocidad , era por puro egoismo , temerosos de perder con la vida de un esclavo el precio del rescate ó las ganancias de una venta . Tristísimo era el estado de los infelices cautivos . Empleábanlos en los mas rudos trabajos , apenas les daban el alimento suficiente para sostener la vida y teníanlos casi desnudos . Los que por la pobreza de sus familias no podian esperar ser rescatados por una respetable suma , eran generalmente destinados á remar en las galeras ó á durísimos trabajos en los arsenales ú obras públicas , y reservaban á los demas para el servicio de las casas ó los encerraban en los _baños_ que eran unas prisiones que consistian en algunas cuadras y patios , húmedas , mal sanas , y estrechas por mucha capacidad que tuviesen , pues en ellas se encerraban á veces hasta tres ó cuatro mil hombres . Todos los señores podian llevar allí á sus esclavos cuando les estorbaban en sus casas ó no podian guardarlos con seguridad . Un solo consuelo tenian aquellos desdichados , y era el libre ejercicio de su religion , permitiendoles asistir á las diferentes iglesias católicas que habia en la poblacion y cuyo culto se sostenia con las limosnas que enviaban los fieles españoles y aun con las de los esclavos que en su mísera condicion no dejaban de encontrar medios con que adquirir algunos recursos . Raro parece que un pueblo inculto , fanático y que se gozaba en atormentar á los católicos , permitiese que estos , sus mayores enemigos , ejercitasen tan libremente su religion ; procuraban hacerles renegar de su fé , halagándoles con todo género de promesas , pero á ninguno obligaban ni tampoco imponian castigo alguno , ni aumentaban la dureza de su trato , si se negaban á trocar por la de Mahoma la religion de sus padres . Nada añadiremos á la ligerisima idea que hemos dado de la suerte de los cautivos en Arjel , porque en el transcurso de la presente historia la conocerán nuestros lectores hasta en sus mas insignificantes detalles : solo añadiremos que en aquella época , Arjel era el refugio , la madriguera puede decirse de todos los piratas turcos , que estaba gobernado por un virey nombrado por el sultan , y como dicho vireinato tenia un periodo fijo de tiempo , pasado el cual , el que lo disfrutaba era reemplazado por otro , cada uno de aquellos tiranuelos , á quienes no se les pedia cuentas de su conducta con tal de que pagasen religiosamente el tributo , cometia todo género de abusos para enriquecerse antes de abandonar el empleo . Generalmente , los gobernadores habian sido piratas , y para obtener el vireinato , se les habian contado por títulos meritorios los robos y crueldades con que habian hecho célebres sus nombres . Réstanos decir ahora lo que habia sido de nuestro héroe . No haremos un minucioso relato de los sucesos de su vida durante los cinco años que han transcurrido desde que lo vimos en Lepanto . Cerca de un año permaneció Cervantes en Mesina , curándose de sus peligrosas heridas y con el dulce consuelo de verse particularmente atendido por don Juan de Austria , quien le aventajó en tres escudos al mes , socorriéndole además muchas veces con demostraciones de un interés el mas cariñoso . El erudito autor de la _Vida de Miguel de Cervantes Saavedra _ inserta en la _Biblioteca de Autores españoles , _ que publica don Manuel Rivadeneira , y dirijo el ilustrado señor don Buenaventura Cárlos Aribau , á quienes la literatura española debe importantes servicios , nos permitirá que en el relato que vamos haciendo copiemos algunas de sus frases y aun alguno de los párrafos de su notable escrito , porque no nos consideramos bastante para dar en pocas palabras y con tanta exactitud , viveza de colorido y elegancia en las formas como él lo hace , una idea de los sucesos de la vida del príncipe de nuestros ingenios desde su salida del hospital de Mesina hasta el principio de su cautiverio . No podemos ofrecer al dicho autor en pago de este hurto nada que pueda servirle para sus trabajos literarios ; pero sí le aseguramos que es mucha nuestra gratitud por lo que el Parnaso español debe á su talento , á su sabiduria y á sus constantes desvelos . Oportunamente haremos mencion de los demás eminentes escritores á quienes debemos la ayuda de acertadísimos consejos y datos sin los cuales valdria mucho menos de lo poquísimo que vale nuestra obra . A fines de abril de 1572 se vió incorporado Cervantes en el tércio de don Lope de Figueroa , que fué á Corfú en las galeras del esclarecido marqués de Santa Cruz , concurriendo bajo las órdenes de Colonna á la jornada de Levante , y bajo las del generalisimo á la empresa de Navarino . La política de la Francia , atendiendo á sus particulares intereses , logró apartar de la liga á los venecianos , hizo surgir algunas dificultades , y hasta fines de setiembre de 1573 no salió de Palermo la espedicion , que se posesionó del fuerte de la Goleta y de la ciudad de Túnez , donde don Juan de Austria , harto confiado en la benevolencia de su hermano , soñaba en asentar su codiciada soberanía . ¡ Codicia fatal que , con la que le hizo fijar sus miradas en Escócia , cortó en edad temprana el hilo de sus gloriosos dias ! De esta espedicion fué parte el tercio de Figueroa , y tal vez Cervantes pertenecia á las cuatro compañías del mismo , que segun la espresion de Vanderhamen en su historia de don Juan de Austria , hacian temblar la tierra con sus mosquetes . ¡ Temblar la tierra ! ... ¡ Ah ! ... ¡ Cuan tristísimos recuerdos y dolorosos comparaciones nos sugiere esta enérgica y célebre frase ! Nuestros lectores que han visto á Cervantes en Lepanto , comprenderán cuantas pruebas de valor no daria en aquella espedicion donde se contaron tantos héroes como soldados , cuyas hazañas parecerian invencion de la fantasia si no las justificase la historia con documentos irrecusables . Antes de la pérdida de Tunez y del fuerte de la Goleta , pérdida que tanta sangre costó á los tércios españoles , nuestro poeta pasó á Cerdeña de guarnicion , despues al Genovesado , y de allí á Nápoles y Sicilia , á las órdenes del duque de Sesa . Empero su suerte no mejoraba á pesar de haber dado tantas pruebas de valor , de lealtad á su rey , de amor á su patria , y seguia reducido á la miserable condicion de simple soldado . De nada le sirvieron cinco años de esclarecidos servicios y haber quedado inutilizado de su mano izquierda : distinguianlo sus jefes , respetábanlo sus compañeros , y unos y otros le reconocian prendas no comunes , pero nada obtuvo sino estas consideraciones que , al arraigar en él el convencimiento de su valor , aumentaban su amargura , porque se hacia mas palpable la injusticia . Cansado al fin , y viendo que eran inútiles todos sus esfuerzos para adelantar en la peligrosa carrera de las armas , solicitó su licencia y la obtuvo de don Juan de Austria , quien le proveyó de espresivas cartas de recomendacion para el rey su hermano , á fin de que se le confiriese alguna compañia ; el duque de Sesa escribió tambien encarecidamente en su favor á S . M . y á los ministros . En compañia de su hermano Rodrigo , que tambien habia seguido la carrera de las armas , salió de Nápoles en la galera _Sol , _ con mas esperanzas que dinero , con muchas ilusiones y sin mas realidades que las cartas de recomendacion que daban testimonio de sus esclarecidos hechos . Navegaron felizmente , y ya nuestro poeta sentia henchirse de gozo su corazon porque iba á verse en su patria y en el seno de su familia , cuando el 20 de setiembre de 1575 se encontró la galera rodeada de una escuadrilla de galeotas que mandaba en persona el arnaute Mamí , renegado albanes , capitan de la mar de Arjel , que era destino de importancia en aquel reino . Diéronle caza tres de estos bajeles , de los cuales el uno era de veinte y dos bancos , al mando del arraez Dalí Mamí , tambien renegado griego , y atacándola con denuedo vinieron al albordaje . La lucha fué sangrienta , pero las fuerzan no eran iguales , y de nada sirvió la resistencia obstinada de los cristianos . En aquel encuentro dió Cervantes nuevas pruebas de su valor , pero cayó al fin con su hermano Rodrigo y toda la tripulacion en poder de los piratas , y ambos cupieron en suerte al arraez Dalí Mamí cuando se hizo el reparto de la presa . Su noble aspecto , su bravura en el combate y las cartas de recomendacion que llevaba nuestro poeta , hicieron creer á su señor que el prisionero era sugeto distinguido y de mucha importancia , y escitada su codicia con la esperanza de obtener un pingüe rescate , vigilóle estrechamente y tratóle con estremada dureza para obligarle así á que pidiese con mas afan á su familia que lo sacasen de tan triste estado . ¡ Fortuna loca ! ¿ Quien habia de decir á Cervantes que las mismas prendas meritorias de que estaba dotado , los documentos que atestiguaban sus esclarecidos servicios , su valor y su honradez , habian de servirle para su mayor tormento , endureciendo mas el trato de su negra esclavitud ? Tal habia sido la suerte de aquel grande ingenio : tales los sucesos de su amarga vida desde que lo vimos en Lepanto perder su mano izquierda por salvar la vida al veneciano Barbarigo , y dar al cielo gracias cuando el mortífero plomo rompió su noble pecho . Cuatro meses llevaba de cautividad , y continuaba sirviendo al arraez Dalí Mamí , en cuya casa estaba tambien su hermano Rodrigo . Como deciamos al principio de este capítulo , el sol se ocultaba , los creyentes de Mahoma se dirijian á las mezquitas , y los esclavos á sus encierros . Caminaba por una de las calles , la mas solitaria , ya de prisa , ya despacio , á veces deteniendose , y como absorto en profundas meditaciones , un esclavo en cuyo pálido rostro brillaban sus ojos negros y espresivos con el fuego de una ira mal reprimida . Era Cervantes . Como todos los que sufrian la triste suerte del cautiverio , iba casi desnudo . Llevaba una gruesa cadena de hierro sujeta á la cintura por uno de sus estremos con una cuerda de cáñamo , y por el otro enlazada á un grillete que oprimia su pierna derecha sobre el pie . El chirrido que producia la cadena al moverse marcaba los pasos del poeta como para que cuidase contar los que daba durante su esclavitud . Con el mismo aire meditabundo dejó atrás aquella calle , atravesó otras y al fin se detuvo junto á la puerta de una casa bastante grande y en cuya parte posterior se veian las altas tapias de una huerta ó jardin . Cervantes llamó , abrióse la puerta , y pasó adelante . El sol se habia ocultado ya , y las tinieblas de la noche envolvian completamente á la poblacion . La luz de un farolillo iluminaba el zaguan de aquella casa que era la de Dalí Mamí . Salió al encuentro de nuestro poeta un turco pobremente vestido , de gigantesca estatura y horrible semblante de siniestra y feroz espresion , llevando en la mano izquierda una linterna y en la derecha unas disciplinas hechas de cuerdas de cáñamo trenzadas , enceradas , y con muchos nudos . — Ya es de noche — dijo al poeta con voz ronca y desagradable que resonó en el interior de su ancho pecho como el ronquido de un leon en el interior de una caverna . Cervantes no contestó ni aun siquiera miró al que tales palabras le dirijia . — ¿ Me has oido , esclavo ? — repuso el turco con salvaje aspereza . — Sí — contestó Cervantes . — ¿ Y no sabes el castigo que se impone á los esclavos que no se han recojido antes de anochecer ? — Diez azotes — replicó tranquilamente el poeta mientras que se dirijia hácia una puertecilla que daba paso á un largo corredor . — No has pecado por ignorancia — dijo el gigante , agriando sus diciplinas y como si fuese á descargarlas sobre Cervantes . — El tiempo que gastas en hablar — replicó el poeta — puedes invertirlo en darme los azotes . — ¿ Me provocas , perro desagradecido ? — repuso el turco — No perderé mas tiempo . Y diciendo así levantó el brazo con intencion de descargar el primer golpe . Cervantes observó el movimiento , sus megillas se tornaron rojas como si fuera á brotar la sangre de ellas , volvióse repentinamente , y clavando en el turco su penetrante mirada , quedó inmovil , con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza erguida con imponente altivez . Los ojos del poeta brillaban en aquel momento como dos ascuas , y su frente contraida y un estremecimiento nervioso que recorrió todo su cuerpo , revelaron la ira que trabajosamente contenia en su pecho . El turco se sintió dominado por el influjo poderoso de aquella mirada , y no pudiendo sacudirlo , rechinó los dientes , dejó escapar un rujido y bajó el brazo casi sin saber lo que hacia . — ¿ A qué esperas ? — le dijo Cervantes — ¿ Tienes miedo ó es que piensas darme otro castigo mas severo ? — Es que si empiezo no acabaré hasta dejarte sin vida ; pero al fin lo conseguiras , y te juro por el santo profeta que no he de perdonarte muchas veces . — ¿ No te ha convencido la esperiencia — repuso el mancebo — de que á mi placer exalto tu cólera ó te hago sonreir ? Tú eres mi esclavo y yo no lo soy de nadie . — ¡ Oh ! ... — Mira — prosiguió Cervantes sin hacer caso de un gesto horrible y amenazador del turco — he hablado con uno de los cristianos que tienen la costumbre de socorrernos , y como otras veces , ahora me ha dado una prueba de su caridad . — ¿ Y qué me importa ? ... — Toma — interrumpió el poeta sacando una pequeña moneda de plata y arrojandola á los pies del turco — Esa es su limosna . — ¿ Y para qué me das esto ? — preguntó el gigante á la vez que recojia la moneda . — Para lo que te he dado otras , para que la gastes , porque yo no la quiero , Y sabes que tengo la costumbre de hacerte esos regalos ... — Si piensas que así ... — Nada te he pedido hasta hora ni pienso pedirte . Cuando te place me tratas con dureza y no me quejo , ó me tienes alguna consideracion y tampoco te doy las gracias . El turco se encojió de hombros y guardó las disciplinas entre los pliegues de su faja . — Vamos , sígueme y encierrame si ninguna cosa tengo que hacer , pues estoy fatigado y deseo descansar . Cervantes entró seguido del turco por la puertecilla de que ya hemos hablado , siguió un largo y estrecho corredor y bajó una escalerilla muy pendiente á cuyo final habia otra puerta . — Registrame — dijo , deteniendose y abriendo los brazos . — Dejemos por esta noche la ceremonia — contestó el gigante — Entra y duerme . Toma la linterna que te dejo esta noche por gracia particular si me juras por tu Dios crucificado apagarla antes de media hora . Así podras ver á tu hermano y dar envidia á tu compañero . — Te juro apargarla antes de media hora . — Volveré á ver si lo cumples — repuso el turco , dando la luz al mancebo . Este entró en un espacioso sótano , de techo abovedado , de negras paredes y húmedo piso . La atmosfera era allí pesada , pestilente y como sin otra ventilacion que la de la puerta . A la opaca luz de la linterna pudieron verse , recostados sobre un monton de paja , dos esclavos que al fijar sus miradas en el poeta dieron muestras de contento y se le acercaron para abrazarlo . El uno era Rodrigo , el hermano mayor de Cervantes , y el otro un veterano capitan llamado Francisco de Meneses , que habia servido tambien en el tércio de don Leandro de Figueroa . El poeta contestó cariñosamente á los saludos de su hermano y del capitan , dejó en el suelo la linterna , sentóse con ellos en el monton de paja , y cuando sintió que el turco habia cerrado la puerta y que se alejaba , dijo : — Se acerca el dia de nuestra libertad . — Esplícate , hermano — dijo Rodrigo con tono afanoso — Te esperábamos con impaciencia para saber lo que habias adelantado . — Mirad — repuso el mancebo alegremente y á la vez que sacaba de debajo de su camisa un trozo de lima . El capitan Meneses se apoderó de aquel objeto , y lo mismo que Rodrigo , dióle entre sus manos mil vueltas , examinólo con centellante mirada , y en su entusiasmo hasta lo besó con ternura . — Ya veis que Dios no nos abandona — repuso el poeta — Con esa lima romperemos los grilletes para poder caminar sin ningun estorbo y deprisa , pues de otra manera necesitaríamos emplear doble tiempo en nuestra marcha y podrian darnos alcance . — Pero hablais de nuestra fuga como de una cosa cierta . — Y asi es la verdad , y no habeis de tardar tres dias en convenceros . Todo se consigue á fuerza de constancia que os el arbitrio mas poderoso de cuantos están al alcance del hombre . — ¿ Has visto al alferez Castañeda ? — preguntó Rodrigo . — Y al sargento Navarrete , el cual ha robado esta lima en casa de un cerrajero que trabaja para su amo . Ha tenido miedo de guardarla , y me la ha dado . — ¿ A quien mas has visto ? — A ninguno mas de los que se ocupan de nuestra fuga . — ¿ Qué os ha dicho Navarrete ? — Qué por su parte esta dispuesto á todo , como lo prueba el hurto de esa herramienta ; pero que le parece imposible encontrar al hombre que ha de servirnos de guia . — Lo mismo pienso yo — dijo Rodrigo . — Y yo tambien — añadió el capitan — temo que ose inconveniente dasbarate nuestro plan y acabe con nuestra esperanza . — Os equivocais — repuso el poeta . — No digo — replicó Meneses — que no se encuentro alguno que se preste á nuestros deseos , pero será en la apariencia , con el fin de sacarnos algunos ducados y delatarnos luego para lograr una recompensa por su traicion . Ya sabeis cuan falsas son estas gentes y lo poco ó nada escrupulosas que se muestran cuando se trata de engañar á los cristianos , porque nos consideran como bestias . — Tomaremos precauciones para que no suceda asi . — Todas son pocas . — Algun riesgo hornos de correr , aunque sea el de la vida , porque todo es preferible al miserable estado en que nos hallamos . ¿ Qué puede suceder , que nos ahorquen ? ... ¡ oh ! ... lo prefiero á pasar la vida encerrado en esta cueva ó trabajando mientras levanta sobre mis costillas el látigo mi inhumano señor . Y ya sabeis que aun no se me ha dado un solo golpe , pero las amenazas me han herido en el alma mas que los azotes pudieran haberme herido el cuerpo . — Teneis razon . — Todo es preferible , os lo repito , á verse tratado como una bestia , á ser esclavo . Cien veces hemos espuesto la vida en los combates y hemos hecho mas de lo que nos mandaba nuestro deber solo por el vano orgullo de que nos llamen valientes ; ¿ pues cuanto no es mas justo que arrostremos toda clase de peligros por alcanzar nuestra libertad , por esa libertad que es el primer derecho del hombre ? ¡ Esclavo ... esclavo el hombre que tiene una vida en la tierra y otra en la eternidad ! ... ¡ Antes la muerte ! ¡ Que los padecimientos no amenguen vuestro valor ni rebajen los quilates de vuestra dignidad ! ... — ¡ Somos españoles y nuestros cuellos , no pueden doblarse sin haberlos cortado ! — exclamó el capitan — No temo la muerte , y antes la prefiero que esta vida que me envilece . Cuando llegue la hora , pronunciad una palabra y no nos vereis vacilar para seguiros . — Nunca lo lio dudado — repuso Cervantes — y menos de vosotros que tantas pruebas de valor teneis dadas . La hora llegará ; no perdais la fe en Dios que es la que da á la voluntad del hombre una fuerza superior á todas las cosas . — Tú redoblas nuestros alientos , germano mio . — Si los perdeis — prosiguió el poeta — mirad en torno vuestro y vereis vuestro porvenir un esas negras paredes . — Antes la muerte — murmuraron con espanto Rodrigo y el capitan al estender sus miradas por el oscuro sótano . — Ahora — repuso Cervantes — demos gracias al Omnipotente por la ayuda que se digna prestarnos , y apaguemos la luz y acostémonos por sí vuelve ese monstruo á quien no debemos infundir sospechas . — Si , reguemos á Dios que mañana nos de una nueva suerte . — No será estraño : ya he fijado mi atencion en cierto moro de mala vida que tiene el vicio de la embriaguez y pienso que ha de servirnos para el caso . Trabaja en clase de peon en la obra que hacemos en la huerta , y me es fácil ponerme en comunicacion con él . — Nada nos habias dicho . — Ni os diré mas porque os repito que podemos infundir sospechas si seguimos hablando . — Ciertamente . — Básteos saber que tengo mucha y muy fundada esperanza . — El cielo os ilumine . — Oremos . Arrodilláronse aquellos tres hombres y los ecos de su ferviente oracion se repitieron en la bóveda . Sus ojos brillaban con los resplandores de la mas ardiente fé religiosa , y nadie hubiera podido contemplarlos sin doblar la frente . ¡ Cuan tranquilo estaba su espíritu en aquellos solemnes instantes , y cómo el rezo les hizo olvidar todos sus tormentos y amarguras ! ... ¡ Ah ! ... ¡ La oracion cuando la fé arde viva en el alma es divino consuelo el mas dulce de todos ! Terminaron sus preces los desdichados cautivos . Cervantes apagó la luz , y el silencio mas profundo reinó . AUN no habia dejado ver la aurora su risueña y sonrosada faz , cuando los tres cautivos , sacudiendo de sus ojos el sueño , sentáronse en la paja , y despues de breves instantes se arrodillaron para rezar . Presumian que se acercaba la mañana porque la costumbre les hacia despertar siempre á la misma hora ; por lo demas , el sótano estaba tan oscuro como á la media noche , porque ya hemos dicho que solo por la puerta podia recibir algun escasísimo esplendor , y esto solo á ciertas horas del dia y estando abiertas unas ventanas del corredor inmediato que daban al Jardin . — ¿ Habrá amanecido ? — preguntó Meneses despues de terminado el rezo . — Poco debe faltar — contestó Cervantes — segun lo anuncian los gallos . — Pronto — repuso Rodrigo — vendrá nuestro gefe para mandarnos ir al trabajo . — No tardará , y por lo mismo , debemos aprovechar estos instantes para quedar de acuerdo en lo que cada cual debe hacer hoy . — Vos dispondreis — repuso el capitan . — Tú — prosiguió el poeta dirijiéndose á su hermano Rodrigo — te encargarás de decir al alférez Rios y á don Beltran que poseemos una lima con que romper sus grilletes loa que les tengan , y que espero ganar las voluntades de un moro que trabaja en mi compañia . — No dejaré de participarle tan buena nueva . — Como tienes ocasion de hablar con don Beltran cuando te plazca , porque formais pareja para tirar de un mismo carreton , añádele que el señor Baltasar de Torres me habló ayer en el mercado y que demuestra los mismos deseos de favorecerle ; que procure verlo por si le da algun socorro , lo cual no será difícil porque me dijo que habia hecho una lucida ganancia en la última partida de tafetanes que recibió de Valencia . Si á fuer de paisano le da un par de escudos , podremos , con lo ya reunido y poco mas , acudir á todos los gastos de nuestra empresa . — Tal voz hoy al mediodia — contestó Rodrigo — me dejen solo en el carreton de sacar los escombros , porque hace falta madera y enviarán á buscarla á don Beltran que para esto ha mostrado buena inteligencia . — Tanto mejor ; así podrá tal vez aprovechar la coyuntura para ir á ver al señor Baltasar de Torres , y esplicándole el pormenor de nuestro proyecto pedirle la ayuda de algun socorro . — Nada olvidaré — contestó Rodrigo — y al efecto aprovecharé las primeras horas del dia para hablarle . — Ahora me toca á mi — dijo Meneses — que aunque me tienen atado á la nória donde estoy todo el dia dando vueltas , ya sabeis que no me falta ocasion de hablar á Osorio . — Lo mismo que á mi hermano os digo á vos — repuso el poeta — Dadle al buen hidalgo las noticias que tenemos , y que sea prudente para evitar que descubran el escondite donde guarda los diez ducados . — Y sobre todo — añadió el capitan — que nada trasluzca del proyecto la mulata porque seria muy capaz de delatarlo antes que dejar que se le fuese su amante . — En verdad , mi buen amigo — replicó Rodrigo — que se necesita sobrada fuerza de fingimiento para corresponder á las caricias de una muger tan repugnante como la tal mulata . — Le sirve de mucho . — Es verdad , pero ... — Todo puede hacerse por alcanzar la libertad , y el dinero que roba la mulata á su señora y que entrega al hidalgo nos será muy útil . Hubo algunos momentos de silencio mientras que los tres desdichados sacudian de sus miserables ropas la paja que se les habia pegado durante la noche . — Pienso — dijo al fin Rodrigo á su hermano — que hace muchos dias que no hemos recibido noticia alguna de nuestros padres . — ¡ Cuántos sacrificios estarán haciendo para conseguir nuestro rescate ! — repuso el poeta cuyos ojos se humedecieron . — He soñado que los abrazaba — contestó Rodrigo con no menos ternura . — ¡ Quiera Dios que se cumpla tu sueño ! — ¡ Felices vosotros — dijo el capitan — que al volver á vuestra patria encontrareis pedios amigos que estrechar cónica los vuestros ! El llanto corria fácilmente por las megillas de aquellos infelices que en su situacion sentian con mas viveza que nunca los recuerdos de la patria y de la familia , y ya enjugaba el veterano una lágrima , cuando se oyeron pasos en la parte de afuera del sótano , y la puerta se abrió violentamente . — ¡ Arriba , holgazanes ! — gritó el gigante turco mientras que , haciéndolas crujir , sacudia sus disciplinas á guisa de amenaza . — Há rato que os esperamos , buen amigo — le dijo el capitan . — ¿ Amigo me llamais , perros condenados ? Ya os he dicho que no me falteis al respeto . Sin duda teneis frio y quereis que os caliente las espaldas . — Lo que tenemos frio — dijo Cervantes — es el estómago . — El almuerzo os espera , y hoy es bueno . — ¿ No es el de siempre ? — Teneis estraordinario . Los tres cautivos siguieron al gigante , atravesaron el corredor , dejaron atrás dos espaciosos aposentos , y salieron á un patio en donde estaban ya hasta otros doce esclavos de distintas edades . Pocos momentos despues llegaron otros dos , llevando un arteson de madera lleno de habas cocidas con agua y sal , y colocadas al rededor algunas , al parecer cucharas , de madera , pues era aventurado calificarlas de tal . Algunos de aquellos infelices mostraron en sus semblantes la alegria que les causaba la vista de aquel asqueroso alimento , pues era muy delicado en comparacion del que acostumbraban á darles los demas dias . Una cebolla asada ó un pedazo de pan de centeno ó de maiz , negro , duro y mal condimentado era el almuerzo que ordinariamente se les daba , y por consiguiente , no era estraño que se regocijasen al ver el repugnante cocimiento . Colocáronse los desdichados alrededor del arteson , tomaron las cucharas y empezaron á comer ávidamente . Los unos porque en su niñez habian tenido una grosera educacion , los otros porque en su larga esclavitud habian olvidado la que recibieran , y algunos porque los tormentos del hambre podian en ellos mas que ningun sentimiento delicado , es lo cierto que hubo instantes en que se rechazaban los unos á los otros y los mas robustos se aprovechaban de la superioridad de sus fuerzas para alcanzar mayor cantidad de alimento , y aun llegó el caso de disputar acaloradamente y de descargarse algun cucharazo en las narices . Tuvo el gigante que intervenir al cabo en la contienda y poner órden á fuerza de latigazos que descargó indistintamente sobre acometedores ó acometidos , sobre débiles ó fuertes . Aquellos infelices murmuraron en voz baja , despidieron miradas sombrias y se amenazaron mutuamente , conteniendo su enojo por temor de recibir mas duro castigo , pues en tales casos á los motores del desórden solian imponerles el de estar un dia y aun dos sin comer . Y esto era cosa de que ninguno se admiraba , pues sucedia con mucha frecuencia , ¡ Cuantos perecian de hambre encerrados en sus oscuras mazmorras ! Sin que exajeremos en el cálculo , bien puede asegurarse que de los cautivos que entraban en Arjel , la mitad eran víctimas de la falta de alimento , de la desnudez y de las enfermedades producidas por la insalubridad de los baños donde los encerraban . El P . Haedo , que vivió allí muchos anos , dice en su _Historia de Arjel , _ que muchos esclavos morian de hambre , especialmente si eran viejos ó débiles que no servian para el trabajo ó para ser vendidos . Un cautivo en el mercado valia menos que una mula , pues su precio corriente , á menos que no fuese persona de quien se pudiese esperar rescate , no pasaba de doscientos ducados , ó lo que es lo mismo , de poco mas de dosmil reales , y eso en tiempo de escasez y cuando eran jóvenes , robustos , ágiles y de condicion humilde , porque sino , podian comprarse muchos á la mitad de este precio . Bien pronto concluyó el almuerzo , y el turco dió rápidamente varias órdenes á los unos y á los otros , repitiendolas acompañadas de latigazos á los que no las comprendian en seguida . Quedaron algunos en la casa para las faenas domésticas , y los demas salieron cuando el sol comenzaba á dejar ver sus primeros rayos y los habitantes de la ciudad se disponian á hacer la oracion de la mañana antes de emprender sus ordinarias faenas . Los dejaremos alejarse , y mientras que nuestro poeta llega al punto donde trabajaba aquellos dias , nos internaremos en las mas apartadas habitaciones de la casa de Dalí Mamí por si algo observamos que pueda interesar á nuestros lectoras . En la parte del edificio que daba al jardin habia un aposento cuadrado cuyas paredes estaban cubiertas con esas primorosas labores de relieve pintadas de azul y blanco , rojo y oro que aun se conservan y admiran en alguno de los alcázares que nos dejó el arte de la dominacion Mahometana y que no hemos podido siquiera imitar . El techo , en forma de cúpula , estaba construido por vigas incrustadas primorosamente de nácar y marfil y recortadas y colocadas de modo que presentaban la mas bella combinacion que puede imaginarse . Ligeras columnitas de blanquísimo mármol se asentaban sobre la cornisa de los muros y sostenian las vigas , y entre las columnas , pequeñas ventanas redondas y cerradas con cristales azules y encarnados dejaban penetrar un resplandor agradable y en estremo dulce que en vano intentaban desvanecer algunos atrevidos rayos del sol que á ciertas horas traspasaban los estrechos agujeros de la celosia pintada de color verde que cerraba una ventana , única del aposento , que daba al jardin . Tres puertas habia en distintas paredes , las tres con hojas de cedro incrustadas de marfil , y para completar la obra de tan costoso aposento , el piso era de mármol blanco pulimentado con tal delicadeza que era menester andar con sumo cuidado para no resbalarse . Nada desmerecian tampoco los muebles que consistian en dos grandes divanes forrados de seda encarnada con llecos de oro , un espejo de cinco pies de altura formado de dos pedazos de cristal , con marco de ébano y colocado lejos de la pared y próximo á la ventana , un taburete tambien forrado de seda y oro , y grandes jarrones y demas vasijas para lavarse , llenas de perfumadas aguas . Ademas habia sobre dos mesas doradas muchos pomos de distintas formas llenos de esencias y olorosos aceites y algunos pebeteros de plata y de bronce donde se quemaban las resinas y yerbas de olores mas esquisitos . Como presumirán nuestros lectores , aquella habitacion era el tocador de una muger , la esposa del acaudalado Dalí Mamí que , como todos los demas musulmanes de Arjel bien acomodados , rodeaba de aquel lujo á su esposa mientras que se contentaba con comer un mal guisado de arroz ó de trigo y beber una taza de café . La sobriedad de los turcos es estremada , y en aquella época , si hemos de dar crédito á las noticias del P . Haedo y otros historiadores , una familia de doce personas gastaba escasamente dos reales diaros en comer . Pero en cambio , en sus serrallos , el que era bastante rico paca tenerlo , ó en el adorno de la persona y habitacion de su mujer ó mugeres , desplegaban un lujo estremado . Media hora , poco mas ó menos , haria que los esclavos habian salido de la casa , y á pesar de ser tan temprano , hallábase sentada en el taburete de que hemos hecho mencion , y delante del espejo , una muger cuya belleza arrebatadora intentaremos en vano pintar . Los ojos de aquella muger eran grandes , rasgados , negros , de pupila brillante , ardiente y cuya espresiva mirada , viva á veces , á veces lánguida , revelaba un corazon de fuego , manantial de amorosa pasion que no satisfecha debia ser una espantosa borrasca , que correspondida debia ser un arrullo blando como el céfiro que besa los pétalos del lirio sin agitarlos , y mece á la azucena en su tallo débil sin romperlo , embriagador con la dulzura de esos aromas que adormecen y hacen soñar creaciones de fantásticos paraisos . Largas pestañas y arqueadas cejas negras rodeaban sus ojos y resaltaban en el blanco mate de su frente . Sus lábios rojos de hechicero corte , de provocativa espresion , levemente entreabiertos , permitian ver el tesoro de las perlas que encerraba su boca y dejaban escapar acentos tan dulces como el último eco de un harpa cuando se pierde bajo el estrellado cielo de una noche de estío . Caian sobre su entonces desnuda espalda y levantado pecho las crenchas largas , relucientes de su negra cabellera y ocultaban parte de su torneado cuello . Si era su rostro de belleza rara , de no menos perfectas formas era su cuerpo de talle flexible , de lánguidos movimientos . Acababa de salir del baño y por consiguiente estaba á medio vestir sus vistosas ropas y libre su cabeza de turbante ni adorno alguno y sin que schales ni joyas ocultasen los encantos de su belleza . Dos esclavas indias de tez negra y brillante , con argollas de plata en el cuello y en los brazos y ataviadas con trages vistosos y de muchos colores , se disponian á peinar á la esposa de Dalí Mamí que , contra su costumbre , llevaba algunos dias de levantarse al amanecer , estaba triste , y aun á veces de sus negros y rasgados ojos brotaban dos perlas que dejaban en las megillas huellas de cristal y se evaporaban al caer en su ardoroso seno . Solian murmurar las esclavas de este cambio de su señora , y pensando que Dalí Mamí tenia cincuenta años , era feo y de palabras y maneras rudo , hacian deducciones no desacertadas . Evitaremos á nuestros lectores el enojo de seguir una por una todas las operaciones del tocado de Zoraida , y solo les diremos que pasada una hora pusiéronle sus esclavas los dos últimos brazaletes de oro y perlas , y aguardaron que un gesto les mandase salir de la estancia . Zoraida se levantó , sentóse luego en uno de los divanes , y recostándose con descuido , guardó silencio por algunos instantes hasta que al fin dijo á una de las esclavas : — Vete . La negra salió . Volvió á reinar un profundo silencio , durante el cual , la esposa de Dalí Mamí fijó varias veces una mirada escrutadora en la esclava , meditó , pareció dudar y luego dijo : — ¿ Quieres ser libre , Jaguá ? Los ojos de la negra brillaron como dos luces . — ¡ Libre ! — exclamó — ¡ Libre como antes ! — Sí , libre y volver á tu tribu . — ¡ En mi tribu y en mis bosques ! ... ¡ oh ! ... ¡ Quiero ser libre por un dia no mas aunque al otro me muera ! — ¿ Pero no querrás morir ahorcada sin haber alcanzado tu libertad ? — ¡ Morir ahorcada ! — repitió la negra con espanto . — La libertad y tus bosques ó la esclavitud y la muerte te esperan . — No te comprendo , sultana . — ¿ Has amado á un hombre alguna vez ? — ¡ Oh ! sí — contestó Jaguá cuyos ojos brillaron nuevamente y cuyo cuerpo se estremeció . — Entonces comprenderás lo que una muger que ama es capaz de hacer . — De todo es capaz , de todo . — Entonces no me serás traidora , porque sabes lo que es la muger cuando la ciega una pasion . — ¡ Pobre sultana ! — murmuró tristemente la negra . — ¿ Porqué te inspiro compasion ? — dijo vivamente Zoraida . — ¿ No palpita tu corazon por un hombre que no es tu esposo ? — ¿ Sabes lo que puede costarte ese secreto ? — Ya me lo has dicho , la vida si soy traidora , la libertad si te sirvo bien . Los ojos de Zoraida se animaron ; enrojeciéronse sus megillas por un instante , y se oprimió el pecho . — Jaguá — dijo con enérgico acento — amo á un hombre que no es mi esposo , y moriré desesperada si eso hombre me desprecia . — ¡ Pobre sultana ! — volvió á murmurar Jaguá . — ¡ Es verdad , con razon te inspira lástima mi desdichada suerte ! — ¡ Tú , Zoraida , que debias ser feliz porque eres libre ! ... — ¡ Libre porque no me llaman esclava ! ¡ Libre en esta cárcel de oro cuyas riquezas trocaria yo por las secas arenas del desierto ! ¡ Es esclavo mi cuerpo porque estas paredes ponen límite á mis pasos , esclavos son del capricho de un hombre mi pensamiento y mis sonrisas , y tambien esclavos , mi llanto que no puede salir á los ojos cuando quiere y mi aliento que en suspiros no puede exhalarse porque delataria los secretos del corazon . Feliz dices cuando el deber me manda fingir amor y olvidar á quien amo ! ¡ Feliz cuando una pasion me abrasa el pecho y no templa sus ardores ni aun la esperanza ! — Eres hermosa como ninguna muger ¿ porqué no ha de amarte ese hombre ? ¿ Te ha despreciado para que así le desconsueles perdiendo la esperanza ? — Tal vez no sepa que existo . — Entonces ... — Está escrito que he de morir desesperada : — interrumpió Zoraida con voz sombria — está escrito , me lo dice el corazon . — Dime , sultana , quien es ese hombre , y no saldrá el sol dos veces sin que lo veas á tus pies . — ¿ Antes de dos dias ? — replicó Zoraida enderezando su talle repentinamente — ¿ Sabes lo que dices ? ¿ No piensas en que puede haber muchas dificultades ? — Te lo prometo . — ¿ Y si no lo cumples ? — Antes has pronunciado mi sentencia . — Es imposible , Jaguá . — Me has prometido la libertad . — Y serás libre . — Dime su nombre , sultana . — Su nombre ... — murmuró Zoraida como dudando — su nombre ... ¿ Y si llega á despreciarme ? ... Nó . Jaguá , antes la duda que una realidad tristísima ... — No vaciles , sultana ; antes la realidad y morir de un solo golpe , que la duda y acabar la vida lentamente á fuerza de sufrir . — Es verdad , mas vale morir de un solo golpe . — Yo le pintaré tu amor , y tanto le diré , que aunque tenga un corazon de piedra se ablandará . — ¡ Oh ! ... sí , sí , dile que son horribles los tormentos que padezco ! ... — Su nombre , sultana , su nombre . — Un esclavo — dijo Zoraida . — ¡ Un esclavo ! — repitió la negra cuya frente so contrajo . — Se llama Cervantes ... — ¿ El manco ? — preguntó Jaguá afanosamente . — Sí . La esclava reprimió un grito y tuvo que hacer un esfuerzo para sostenerse de pie . — ¡ El manco ! — murmuró con voz apenas perceptible y mientras que sus manos temblaban convulsivamente . Zoraida no acertó á comprender la causa de la turbacion de la negra . — ¿ Qué tienes , Jaguá ? — le preguntó — ¿ Porqué ? se agita tu cuerpo , porqué inclinas la frente ? — Sultana — replicó la esclava con acento ahogado — ese amor que abrigas en tu pecho nos perderá ... La esposa de Dalí Mamí palideció . — ¡ Tú tambien — exclamó — desvaneces mi esperanza ! ... — No quiero la libertad — interrumpió Jaguá . — ¿ Qué dices ? ¿ Te arrepientes de haberme prometido que antes de dos dias el hombre á quien amo estaria á mis pies ? — No sospeché que el esclavo manco fuese el objeto de tu pasion . — ¿ Piensas que mis ruegos no lo conmoverán como á cualquiera otro ? La esclava no acertó á contestar : su turbacion se aumentaba , y la mirada sombria de sus grandes ojos casi infundia pavor . — Esplícate , Jaguá — dijo Zoraida , levantandose . Pero la negra no contestó . — Esplícate ... ¿ porqué tiemblas ? ... ¡ Habla ! — grité la esposa de Dalí Mamí cojiendo por un brazo á Jaguá y sacudiendola violentamente . — Tiemblo porque me amenazas — dijo la negra cayendo de rodillas . — Levántate , Jaguá — repuso Zoraida , sentandose otra vez — Levántate y esplica la causa de esa turbacion . — No me levantaré , sultana , porque tengo miedo ... Si me ves temblar es porque sé que ese hombre es fatal para tí y para mí . — ¿ Quién te lo ha dicho ? ¿ Le has hablado alguna vez ? — Nadie me lo ha dicho sino un presentimiento , ni le hablé nunca porque la mirada de sus ojos me hace estremecer , me domina ... — Es cierto , Jaguá ; — interrumpió Zoraida — la mirada de ese hombre se clava en el corazon ... Zoraida calló repentinamente y quedó pensativa . — Lo amo tanto — prosiguió despues de algunos instantes — que no me importa la muerte ni todas las desgracias que puedan amenazarme con tal ... — Sultana — interrumpió vivamente Jaguá — no me hables de tu pasion porque ... porque me recuerda mis tristes presentimientos ... — ¡ Será mio ! — exclamó con arrebato Zoraida . — Si no le basta mi amor le ófreceré riquezas y su libertad tambien si quiere llevarme á su patria . — Nos perderemos ... — Es preciso que le hables , Jaguá , y que venga . Dos centellas despidieron los ojos de la esclava que , haciendo un esfuerzo , dominó sus violentas emociones , y repuso : — Le hablaré , sultana ; pero tendras que esperar algunos dias . — Hoy mismo . — Ya sabes que trabaja en la huerta y que solo viene de noche para encerrarse en su cueva donde no puedo entrar . — Le hablarás mañana . — Tambien irá á la huerta . — No irá , trabajará en el jardin . — Tu esclava te obedecerá , dijo la negra . — Bien , Jaguá , ya sabes lo que puedes ganar ó perder . — Me mandarás ahorcar , sultana — repuso la negra — Tengo un presentimiento . — Vete — interrumpió Zoraida . La esclava salió , dirijióse precipitadamente á un apartado aposento , y cerciorandose de que estaba sola , retorcióse los brazos con fuerza convulsiva , y en ayes y lágrimas demostró el dolor mas desesperado . — ¡ Antes moriremos las dos , pero no será suyo ! — exclamó — ¡ Soy la esclava miserable , pero aprendí en los bosques donde he nacido á morder con el silencio de la serpiente ! A poca distancia mas de un cuarto de legua de Arjel , tenia Dalí Mamí una huerta de recreo , y en ella era donde Miguel de Cervantes trabajaba desde algunos dias en la obra de reedificacion de una parte de tapia que se habia caído . Entre algunos peones que se empleaban á jornal en aquella obra , habia uno moro llamado Hamete , hombre de mala vida y que entre todos los vicios dominábale el de la embriaguez hasta el punto de prestarse á cometer cualquier crimen por un jarro de vino : flaqueza que conocida por Cervantes , lo hizo comprender cuán fácilmente podria ganar la voluntad del moro , y por esta razon , con tanta seguridad dijo á su hermano Rodrigo y á Meneses que no tardaria mucho tiempo en encontrar quien favoreciese sus proyectos . Quiso la buena suerte de nuestro poeta que el dia en que estamos le destinasen con Hamete á llenar espuertas de tierra que otros iban llevando , y esta ocasion le dió la de poder trabar cómodamente conversacion con el moro . Dos horas llevaban de trabajo , y tras muchas palabras que solamente sirvieron para preparar el ánimo y ganar la confianza del hijo de Mahoma , dijo Cervantes : — Ya ves que la esclavitud no es tan dura para mí como te parece , y si el deseo de ver á mi patria no me aguijonease , te aseguro que yo pasaria la vida regularmente . — ¿ Y si tu amo llegase á descubrir que pierdes media hora en las visitas que haces á tu amigo ? — contestó Hamete . — Eso es lo único que me tiene con cuidado y por lo que pienso procurar mi libertad á toda costa . — ¿ Tienes familia que te rescate ? — No ; pero otros medios hay con que alcanzar mi deseo . — ¿ La fuga ? — No diré tal ; pero aun cuando así fuese , ¿ no es justo que el esclavo procure huir de las cadenas ? — Tú meditas algun proyecto de escapatoria — repuso el moro meneando la cabeza . — y te juro que no me parece un crimen el que quieras volver á tu patria donde se puede beber un jarro de vino sin esconderse . — Mis proyectos son otros , Hamete — contestó Cervantes — y bien quisiera tener el desahogo de confiártelos mientras dábamos fin á unas botellas de vino de Jerez ó siquiera de Valdepeñas . — La cosa es fácil ; — dijo el moro , suspendiendo su faena — y puedes creerme que perdono el saber tus secretos con tal que me des vino hasta que me canse de beber , lo que no he podido conseguir en mi vida . — Tengo á mi disposicion una bodega — replicó Cervantes . — ¡ Y yo tengo que estarme sin comer un dia si he de procurarme un jarro de mal vino ! — repuso Hamete á la vez que suspiraba . — Prosigue tu trabajo — Le dijo el poeta — no sea que llamemos la atencion . — Es verdad ; pero hablame de esa bodega . — Decídete á prestarme un servicio , y por espacio de muchos dias beberas cuanto quieras . — El negocio varia de aspecto — dijo el moro . — Amigo Hamete — replicó Cervantes — tú puedes beberte en tres ó cuatro dias cincuenta botellas , y esto no es una bicoca . — Mucho dinero valen aun cuando no me bebiese mas que cincuenta , que ó contar por mi deseo , tendriamos que duplicar ese número . — Entonces con mas razon algo has de hacer para conseguirlas . — Pero tal puede ser el servicio que exijas de mí ... — Nada que te comprometa : pasarás por algunos dias una vida holgada , comiendo y bebiendo á tu placer , y al fin te encontrarás dueño de cincuenta ducados , cantidad que no veras reunida jamas . — ¿ Y dices que no me comprometo ? ... — A nada , como te convencerás cuando te diga lo que de ti se desea . — No acierto lo que es . — Ni es menester que lo adivines , porque es para mí secreto de mucha importancia , y no debes saberlo sin que medie un convenio formal . — Sea lo que quiera , cuéntame por tuyo si las condiciones son de darme cuanto vino quiera yo beber y cincuenta ducados por conclusion del asunto . — Entonces hablaremos de ello seriamente . — Comienza — dijo el moro . — Deja que pase un buen rato sin que nos vean hablar , porque ya sabes que en nosotros todo infunde sospechas . Trabajaron entonces silenciosamente y sin mirarse siquiera . Cervantes , á pesar de tener estropeada su mano izquierda , veíase obligado á manejar un pesado azadon . Corria por su frente en abundancia el sudor , y mientras que se agotaban sus fuerzas con aquel penoso trabajo , sufria su espíritu horribles tormentos por las tristes ideas que embargaban noche y dia su imaginacion ; pero como hombre dotado de un alma privilegiada , nunca se le vió desmayar , y parecia crecer su aliento al aumentarse sus amarguras . Transcurrió largo rato , y ya iba el poeta á reanudar su interrumpida conversacion , cuando lo llamaron para que se ocupase de otra cosa . — Si no vuelvo , hablaremos mañana — le dijo al moro al alejarse . Desgracia era de Cervantes , y que le persiguió toda su vida , que en los momentos mas interesantes se atravesase algun inconveniente á sus proyectos . Pero su resignacion era superior á todo , y nunca de su boca salió una queja , nunca retrocedió ante ningun obstáculo . En todo el dia no tuvo otra ocasion de volver á hablar con Hamete , y llegada la hora de dejar la faena , volvióse á la ciudad algo triste porque habia perdido un dia . Como tenia de costumbre , no se cuidó de andar de prisa para llegar á su encierro antes de que anocheciese , y ya encontró en el sótano á su hermano y al capitan Meneses que lo esperaban con impaciencia . — ¿ Qué has adelantado ? — le preguntaron á la vez ambos cautivos . — Algo ; — contestó Cervantes , dejándose caer en el monton de paja — pero no todo lo que yo hubiese querido adelantar . — Esplicaos — dijo Meneses — que por poco que sea , para nosotros es mucho . — Encuentro bien dispuesto al moro , aunque no he tenido tiempo de manifestarle mi plan ; pero como yo sospechaba , por un jarro de vino hará cuanto se le pida . — ¡ Nos salvaremos ! — exclamó Rodrigo , falseando á tientas á su hermano para abrazarle , porque aquella noche no les dejó luz el turco . — Así lo espero . , hermano mío . Mañana proseguiré mi interrumpida conversacion con el moro Hamete , y si se decide y nuestros compañeros tienen ocasion , dentro de dos dias saldremos para Oran . — ¡ Libres ! — ¿ Y vosotros qué habeis hecho ? — Cumplir tus encargos — contestó Rodrigo . — Nada de nuevo tenemos que participaros — añadió Meneses — Nuestros compañeros siguen animados , dispuestos á todo , y no teme ninguno de ellos esponer la vida para alcanzar su libertad . — El dia se acerca , amigos mios — repuso el poeta — el gran dia en que rompamos nuestras duras cadenas . — Y á vos os lo deberemos . — A Dios que lo hace todo — contestó Cervantes — ¿ Qué seria de nosotros sin su ayuda ? — Cierta mente , pero tú eres el instrumento de que se vale . — ¡ Hemos perdido un dial ... — Así lo ha dispuesto el Señor , cúmplase su voluntad . — Oremos , amigos . Como la noche anterior , rezaron fervientemente los desdichados . Luego reinó un profundo silencio en el interior del negro sótano , y el sueño , único descanso del pobre , única felicidad del que padece , cerró los ojos de los tres cautivos y durmieron como duerme el virtuoso que sufre y llora , con ensueños de sonriente ventura . Entre tanto , dos mugeres sentían atormentados sus corazones : Zoraida y Jaguá no podían conciliar el sueño porque lo mismo que por la mañana , un secreto presentimiento les decia que su ardiente pasion habia de serles fatal . COMO la mañana anterior , antes que despuntase el alba , oraban ya tos tres cautivos . La hora del almuerzo llegó , y aquel dia fué mas frugal , pues solo una cebolla alcanzaron los infelices que tenian que trabajar como bestias . Guando se dió la órden para que cada cual emprendiese su faena , dijo el turco á Cervantes : — Tú te quedarás en casa porque tienes que ayudar á una esclava de nuestra señora en la tarea de hacer unos ramilletes de flores que ha deseado su capricho . — ¿ Y la obra de la huerta ? ¿ No sabes que Dalí Mamí quiere que se acabe pronto ? — replicó el poeta sorprendido y en estremo disgustado . — ¿ Y qué le importa la obra de la huerta ? Obedece y calla , esclavo . — Es que para cortar flores bastan las muger es y no hay necesidad de disminuir los brazos donde más hacen falta . — Vele al jardin y espera si no quieres probar mis disciplinas — dijo el turco . Cervantes no insistió por no infundir sospechas , y despues de cambiar una mirada con su hermano y con Meneses , se dirijió al jardin . El cielo estaba despejado , la atmósfera serena , y los primeros rayos del sol coronaban las copas de los árboles . Las fuentes murmuraban con manso ruido ; trenzaban sus cristales los arroyos , y cantaban los pájaros ocultos entre el ramaje siempre verde del arrayan , mientras que las leves y pintadas mariposas volaban de flor en flor sin encontrar ninguna cuyos colores compitiesen con los de sus brillantes alas . Cervantes se recostó lánguidamente sobre la blanda yerva que tapizaba el suelo cerca de tina fuente de juguetones cristales , y mientras que se acordaba de su familia y de su patria , estasióse en la contemplacion de las bellezas sin rival de la naturaleza . Pronto el poeta dejó de ser hombre , se olvidó de todas las miserias de la humanidad , de todas las amarguras de su vida , y su frente pareció dilatarse , y brillaron sus ojos con el fuego de la inspiracion y se elevó su espíritu al mundo ideal de los sueños de la poesía . Desde uno de sus aposentos , y tras la celosia de una ventana , observaba al poeta la esposa de Dalí Mamí , y Jaguá , detrás de su señora , oprimíase el pecho con fuerza convulsiva y sentia los tormentos horribles de los celos . — ¡ Qué hermoso es ! — murmuró Zoraida — ¡ Con cuánta nobleza levanta su pálida frente y cómo brillan sus negros ojos de mirada fascinadora y penetrante como la del águila ! ... ¡ cuánto le amo ! ... ¡ Se arde mi pecho ! ... ¡ Ah ! ... — ¡ Yo me arrastraré como la culebra de mis queridos bosques y sin que lo sientas mezclaré en tu sangre el veneno de mí boca ! ¡ Arrogante leona del africano desierto , le acecha la pantera ! Esto pensaba la esclava al escuchar las palabras de su señora , y entre tanto , encendíase la mirada de sus grandes ojos , rechinaban su blanquísimos dientes y se crispaban sus dedos de ébano . Largo rato permanecieron ambas inmóviles , hasta que volviendose Zoraida hácia la negra , le dijo : — ¿ A qué aguardas ? — Voy , sultana . — Acuérdate de la libertad , de tus queridos bosques , de los hermanos que dejastes en tu tribu . — Y me acordaré mas que de todo de tu amor que ha de ser la mas horrible desdicha de ambas . — Deja tus tristes vaticinios , Jaguá ; no desvanezcas con ellos ninguna de mis ilusiones . ¡ Ah ! tú no comprendes cuanto lo amo . — ¡ Qué no lo comprendo ! — murmuró la esclava con amargura — Ya te dije , sultana , que tambien mi corazon amaba á un hombre ... — Pero él te amará tambien . — Si así fuese , los celos no atormentarian horriblemente mi existencia . — ¡ Pobre Jaguá ! — ¡ Desdichada de mi rival , dirás ! — replicó la negra , apretando los puños — ¡ Desdichada de mi rival , si la fortuna la proteje ! — ¿ Deseas vengarle ? — Y me vengaré , sultana . ¿ Qué harias tú si otra muger quisiese arrebatarte el corazon del manco ? Una profunda arruga se marcó en la frente de Zoraida , y sus megillas palidecieron . — Tambien me vengaria — contestó — y no estaria contenia hasta ver sin vida á mi rival . — Tú has pronunciado su sentencia — dijo Jaguá á la vez que sonreia con espresion siniestra . La esposa de Dalí Mamí no pudo contener un estremecimiento al contemplar el semblante de su esclava . — Vé á buscar á Cervantes : — le dijo — ya sabes que nadie os interrumpirá . — Pronto me verás á su lado . — No olvides que debe aprovecharse la ausencia de mi esposo que no tardará muchos dias en volver . Jaguá se dirijió rápidamente al jardin mientras que en su pecho hervia la ponzoña de los celos . El poeta continuaba inmóvil y tan absorto en la contemplacion del cielo , de las llores y del agua que á sus pies corria , que no se apercibió de la llegada de la negra . Esta lo miró por algunos instantes y como si quisiese respetar aquel éxtasis , hasta que al fin le dijo con voz turbada por la emocion : — ¿ Cervantes ? El poeta se estremeció cómo si lo despertasen de un sueño , y miró con sorpresa á Jaguá . — ¿ No me esperabas ? — repuso la negra . — ¿ Vienes de parte de tu señora para que cortemos las llores ? — Sí . — Entonces , dispon lo que ha de hacerse porque yo no lo sé — repuso el poeta . — Sígueme y te lo iré diciendo — contestó la esclava que queria llevar á Cervantes á un sitio desde donde no pudiese verlo Zoraida . Él obedeció maquinalmente , y despues de atravesar algunas calles de árboles , llegaron junto á un kiosco formado por enredaderas y laurel . Jaguá se detuvo . — Sientate aquí — dijo , señalando el borde da una fuente de mármol blanco y á la vez que ella se sentaba . — ¡ Que me siente ! — replicó admirado Cervantes porque no acertó á comprender el fin que se proponia la esclava . — Sí , tenemos que hablar — repuso esta — y para eso he venido . El poeta tomó asiento y se encojió de hombros , cruzandose de brazos tranquilamente . Jaguá lo contempló por espacio de algunos instantes , y sus grandes ojos brillaron extraordinariamente . — Si en vez de esta fuente — dijo — se estendiese á nuestros pies uno de los grandes pantanos de la tierra que me vió nacer ; al en lugar de encontrar nuestra mirada esos débiles arbustos pudiese contemplar aquellos espesos bosques donde los rayos del sol nunca penetran , y si como son gusanos y hormigas los que á nuestras plantas corren , fuesen negras serpientes que so arrastrasen en silencio , y si como escuchamos el canto de esos pajarillos oyésemos el rugido de la pantera , entonces yo seria tan feliz en estos momentos que á nada podria compararse mi felicidad . Cervantes escuchó admirado estas palabras : tanta poesia , tanta delicadeza de sentimiento en una mísera esclava no podian menos de sorprenderle , así como le conmovieron tiernamente . Pero no sospechó el poeta que mas que la triste amargura del destierro , una amorosa pasion habia sublimado en aquel instante el alma de la cautiva . — Lloras como yo — dijo el poeta con triste acento — tu perdida patria , y cifras tu dicha en volver al seno de sus frondosos bosques ... — No me comprendes — repuso Jaguá , interrumpiendo á Cervantes . — ¡ Qué no te comprendo ! — Nó , porque piensas que solo el recuerdo de mi patria es el que me hace llorar . — ¿ Qué mas que su libertad puede desear el esclavo ? — ¡ La libertad ! — murmuró la negra cuyos ojos brillaron como dos luces fosfóricas — ¿ Qué importa la libertad del cuerpo cuando no la tiene el corazon ? — ¿ Estará loca ? — dijo Cervantes para sí y mientras examinaba atentamente el rostro de Jaguá . — ¿ Callas ? — repuso esta — ¿ Acaso no has esperimentado nunca los rigores de la esclavitud del corazon ? — ¿ A qué has venido ? — Ya le dije que para hablarte , y ... — ¿ No te manda tu señora ? — Sí , ella me ha mandado venir y fuerza me ha sido obedecerla . — No te comprendo . — Escúchame — prosiguió Jaguá con acento cada vez mas exaltado — Lo que tengo que decirle debes guardarlo cuidadosamente en tu memoria , porque de ello depende la felicidad , la vida de tres personas . — Vuelvo á repetirte . — No me interrumpas , óyeme basta el fin , que de la vida de mi señora y de la mia , de tu vida tambien vas á decidir . Tal vez tengas que hacer un sacrificio , pero ten en cuenta que yo lo hice mayor , porque aunque misera esclava , siento y sufro , y tengo corazon y lágrimas como vosotros los del rostro blanco . Cervantes , en estremo sorprendido y confuso , nada contestó , y se dispuso á escuchar á Jaguá . — Mucho tiempo hace — prosiguió esta — que encendiste en el pecho de Zoraida una pasion ardiente . — ¡ Zoraida ! — exclamó el poeta palideciendo — Zoraida , la esposa de Dalí Mamí ... — Sí , su esposa , la muger mas hermosa de Arjel , la de los ojos negros , centellantes ; la de la frente blanca como las perlas ... ¡ Ah ! — repuso á la vez que su contraian los músculos de su rostro — ¡ Muy hermosa , tan hermosa como horrible debe parecerte la pobre Jaguá que tambien le ama ! ... — ¡ Está loca ! — murmuró Cervantes con tono compasivo . — ¡ Loca ! ... ¡ Ah ! ... Sí , loca estoy porque los tormentos que sufro han turbado mi razon . — ¿ Qué quieres , pues ? Acaba , estas dando lagar á que nos impongan un severo castigo si advierten que en lugar de cumplir con nuestro deber gastamos el tiempo en hablar . — No tengas miedo porque nadie vendrá á interrumpirnos ; asi lo ha dispuesto Zoraida para que tengamos tiempo de ocuparnos de lo que tanto le interesa . — Me obligarás á alejarme — repuso el poeta que estaba á punto de convencerse de que Jaguá habia perdido el juicio . — ¿ Qué has de hacer cuando le manda estar aquí quien es dueño de tus acciones como de las mias ? ¿ Piensas que estoy loca ? — Lo dudo . — Ya te convencerás de lo contrario . — Sé breve . — Lo seré , pero escúchame sin interrumpirme . — Con tal que no me trastornes la cabeza . — Te he dicho que Zoraida te ama con exaltacion , y es tan verdad , como que ella ha dispuesto que hoy te quedes en casa y me ha mandado venir para rogarte que vayas á verla , que correspondas á su pasion , y que para la entrevista se aproveche la ocasion de la ausencia de nuestro señor Dalí Mamí . Pero yo estoy celosa porque tambien te amo como las mugeres de mi raza , con esa ternura que las esclaviza al hombre á quien adoran si se ven correspondidas , ó con esa desesperacion capaz de todos los crímenes si se ven despreciadas . Yo tambien te amo , Cervantes , y los celos han hecho nacer en mi un odio tan profundo á Zoraida , que lo mismo ella que tú sereis victimas de mí frenética desesperacion si os veo al uno en brazos de la otra . El poeta miró con espanto á Jaguá , y se apartó de ella involuntariamente . — ¡ Te repugna solo la idea de mi pasion ! — repuso tristemente la esclava — Lo sé , no me lo digas , no aumentes mis tormentos ... ¡ Soy negra ! — añadió mientras quede sus ojos brotaba una lágrima tan cristalina y tierna como pudiera haberlo sido una vertida por Zoraida — Por eso no le pido que me ames , pero tampoco me siento con fuerzas para verte en brazos de otra muger . — ¿ Entonces que pretendes ? — dijo al fin Cervantes cuyo corazon palpitaba con violencia . — Si yo no te llevo á presencia de mi señora , me costará la vida ; y aunque nada me importa perderla porque es harto desdichada , no quiero morir porque entonces ningun obstáculo se opondria al logro de los deseos de vuestro amor . — ¿ Es decir , que he de presentarme á Zoraida ? ... — Sí , para que no me ahorquen . — ¿ Y contestar con desden á sus halagos ? ... — Sí , para que yo no os envenene ... — ¡ Esclava ! — ¡ Ni la muerte me hará retroceder ! — dijo arrebatadamente Jaguá . Y sus crispadas manos , agitadas convulsivamente , oprimieron con extraordinaria fuerza uno de los brazos de Cervantes . — ¡ Aparta , desdichada ! — exclamó el poeta . — Mañana á la noche iré á buscarte á tu encierro , espérame , que no me faltará medio de abrir la puerta . — Me pides un imposible . — No le niegues . — Dí á Zoraida que no quiero verla . — Me ahorcará con cualquier pretesto con el de la primera torpeza que cometa al servirla .