Las amarguras de un rey Nicasio Camilo Jover A noche habia cerrado fria y encapotada : la lluvia empezaba á sacudir las ramas de los árboles , y el ábrego mugia en son medroso al desgarrarse en las peladas rocas de un estrecho desfiladero , por cuya escalonada . y ágria cuesta subia á paso lento una pequeña caravana compuesta de dos hacaneas , cuatro vigorosos caballos y tres peones . Ya hacia largo rato que los viandantes , cuyas formas se perdían en la oscuridad , habian divisado en lo mas alto de la colina los ténues resplandores de algunas luces que brillaban al través de las tinieblas , vagando unas veces como fuegos fátuos y titilando otras como las estrellas fijas del firmamento ; aquellas luces anunciaban la proximidad de una poblacion , bien pronto se oyó clara y distintamente el trémulo tañido de una campana . - ¿ Escuchais , señor ? dijo uno de los peones volviéndose hácia el caballero que tenia mas próximo ; ahora suenan las ánimas en Brihuega , y ya estamos á un tiro de ballesta de sus tapias . - ¡ Loado sea Dios ! murmuró este sin dignarse contestar al que le dirigia la palabra , y clavando el acicale á su palafren fué á colocarse al lado de las hacaneas , que hasta entonces habian caminado algunos pasos delante . - ¿ Qué ha dicho ese villano ? preguntó una mujer algo conmovida . - Que pronto llegaremos á poblado , contestó el caballero ; y tras estas breves palabras volvió á guardar el mas profundo silencio . El viento arreciaba de minuto en minuto ; los arroyos hinchados con la lluvia sonaban ya con voz de torrente , y el chasquido de los árboles que se desgajaban á cada bocanada del huracán acrecia el fragor de la tormenta . Sin embargo , en uno de esos momentos en que las tempestades mas deshechas parecen acallar sus bramidos para tomar aliento , se hubiera dicho que resonaba á lo lejos un rumor estraño . - Parad , parad , ¡ cuerpo de Cristo ! ... esclamó con impaciencia uno de los jinetes ; juraría por las calderas de mi escudo que oigo rumor de armas y de voces en el fondo de ese valle . Obedecieron todos su imperiosa órden , y conteniendo la respiracion escucharon atentamente . En efecto , sonaban pisadas de caballos al pie de aquella escarpada loma , y de vez en cuando se oia sordamente el choque de las armaduras . - ¿ De dónde viene ese rumor ? preguntó con zozobra la misma mujer que habia hablado poco antes . - Aguardad , aguardad , alta y poderosa señora , tartamudeó uno de los peones , fijando la atencion , yo os lo diré . - « Ese rumor viene del camino de Guadalajara , » esclamó el caballero con voz dura y acentuando sus palabras , sin poder contener su mal disimulado despecho . A ver : Pero Sanchez , aguija tú las cabalgaduras de esas damas ; tú , Ramiro , adelántate á toda brida : haz de modo que no se detenga nuestra marcha ni un solo instante al llegar á Medinaceli , y vé á esperarnos en el castillo de la raya : vosotros dos , añadió volviéndose á los otros caballeros , quedáos aquí para avisarnos en el momento en que esa gente se aproxime á este sitio . Dijo , y sin aguardar respuesta de nadie , sacudió las riendas de su corcel , que hubiera deseado lanzarse á la carrera a juzgar por su ardiente resoplido ; pero el jinete le detuvo obligándole á marchar al mismo paso que llevaba el resto de la comitiva , la cual traspuso en breve el último repecho de la colina , y dando un pequeño rodeo entró en las angostas y solitarias calles de Brihuega . Ya se habian recogido todos los habitantes de aquella pequeña poblacion , y desde el fondo de sus hogares oian mugir por de fuera la tormenta , con esa vaga y dulce tristeza que esperimenta el corazon del hombre al pensar que mientras él disfruta las comodidades de un techo hospitalario , hay seres que atraviesan los campos sufriendo á la intemperie todo el rigor de los desatados elementos . Solo en una pequeña casa situada en el ángulo mas occidental de la plaza mayor de la villa , parecian olvidarse del trastorno de la naturaleza , y se hubiera dicho que intentaban sofocar los gemidos del viento y el pertinaz rumor de la tronada con alegres cánticos y agudas voces de risueña algazara . La gente moza bailaba sin duelo en medio de una espaciosa cocina al son de mal templados rabeles , y los convidados ya maduros conversaban al amor de la lumbre , debajo de la colosal campana de una denegrida chimenea , haciendo de vez en cuando la ronda con sendos pellejos de riquísimo tinto de Montarron , tan seco y tan viejo como el mas acartonado de los bebedores . Era este un anciano de elevada estatura y de aspecto venerable , que debia contar mas de sesenta inviernos , y que á juzgar por la deferencia con que los demas le trataban , parecia ser el dueño de la casa . - Con que por fin , hermano Mateo , tenemos ya libre de la guerra á Fortuñico ? preguntó una vieja de arrugada catadura . - Libre por tres años , tia Mónica , contestó el anciano exhalando un suspiro . - ¡ Gracias á Dios ! hermano . - Gracias á la fonsadera , abuela , repuso el tio Mateo con amarga sonrisa : trescientos sueldos burgaleses me cuesta mi hijo ; pero cómo ha de ser ! vayan en gracia del Señor , que este año no nos ha dado mala la cosecha . - A fe , á fe , añadió uno de los circunstantes , que bien habemos menester hasta de los esquilmos de la tierra para taparles la boca á los malditos pesquisidores : ogaño parece que esa gente traga pepiones . - Y para mayor consuelo , dijo un hombrecillo regordete , que la echaba de gracioso , el pan se va á subir antes de un mes . - ¿ Y por qué preguntó la tia Mónica con estrañeza . - Toma , porque la moneda se va á bajar , repuso el gordetillo soltando una intempestiva carcajada . - ¿ Será posible ? - Tan posible que el otro día oí hablar sobre ese asunto á dos hidalgos , y por señas que no ponian muy buena cara al , referirlo . « Esto va malo » esclamó uno de ellos , que parecia persona de calidad ; « esto de meternos cobre por oro pica en historia , y no puede quedar así : » el otro no sé lo que le repuso , y de palabra en palabra se fueron acalorando y emprendieron una disputa de mil díantres sobre los dislates ... ó quislates del oro y de la plata y ... qué sé yo ... - No son malos dislates los que estais ensartando vos , dijo el dueño de la casa interrumpiendo al locuaz noticiero : el otro día estuve yo en Guadalajara , y no oí ni una palabra de eso que nos contais . - ¡ Toma ! pues yo sí , y no es eso solo lo que sé , pues aquellos señores añadieron otras mil cosas . « Es necesario que los concejos determinen algo sobre el particular » dijo el que hablaba mas recio , despues de haber convencido á su contrincante que no hacia mas que menear la cabeza ; « es indispensable que nuestras quejas lleguen á los oidos del rey , pues no es justo que mientras nos meten gato por liebre , adulterando la moneda , deje Su Alteza consumir espuertas de oro á esos judíos y moros que siempren lo rodean y que ... - Paso , paso , seor Pancho , dijo el tio Mateo , arrugando el entrecejo ; esas son palabras mayores que me ofenden las orejas : dejemos al rey en Toledo y las cosas como se están , y que allá se las compongan los hidalgos y los señores que ciñen espada : á nosotros solo nos cumple ver y callar , y pedirle á Dios que nos ayude : dejemos , pues , cosas tan hondas , y pensemos en apurar estos pellejos que nos están dando voces , mientras los rapaces siguen bailando que es un contento . La proposicion del buen anciano fué acogida con muestras de regocijo por todos los circunstantes que ya se iban fastidíando de las sérias reflexiones del tio Pancho , y la bota pasó de mano en mano disminuyendo en volúmen á cada vuelta que la hacian dar . Crecia la algazara al paso que el vino iba menguando , y ya empezaban á tomar parte en el baile hasta los mas graves de los concurrentes , cuando un trueno horroroso que dominó con su estampido el sordo rumor de la tormenta , vino á estallar precisamente sobre el frágil techo de la casa . - ¡ Ave María purísima ! esclamó la tia Mónica santiguándose con precipitacion . - ¡ Jesus , María y José ! repitieron los demás maquinalmente , mirándose unos á otros . - ¿ Sabeis que hace una noche de perros ? dijo el tio Mateo , dejando en el suelo la bota que acababa de aproximarse á los labios ; no seria malo que suspendiésemos el baile para rezar algunos padrenuestros por los viajeros estraviados - Dice bien padre , esclamó una rolliza muchacha que hasta entonces habia repicado las castañuelas con mas garbo que ninguna de sus compañeras ; y la insinuacion del buen labriego y de la caritativa zagala , fué oida por todos con respeto , y obedecida como si fuese un severo mandato . Dejaron unos los instrumentos , suspendieron otros las piruetas , y ya habian formado un ancho corro para dar principio a sus oraciones cuando de repente retumbaron en la puerta dos golpes tan recios que todos volvieron la faz con sobresalto . No era por cierto aquel el tímido llamar de un peregrino , sino el rudo choque del cuento de una lanza : tampoco siguió al llamamiento el Deo gratias de costumbre , sino una voz imperiosa que esclamando con altivez : - « Abrid , cuerpo de tal ; abrid , villanos , hizo temblar de piés á cabeza á cuantos la escucharon . - ¿ Quién llamará de tal suerte ? dijo uno de los mancebos con mal talante . - Míralo , repuso el tio Mateo , sin moverse de su sitial . Obedeció el jóven y levantándose con faz torva , fué á abrir , la puerta de par en par . Un caballero armado de punta en blanco , atravesó el umbral resueltamente y llegó hasta enmedio de la cocina , seguido de dos damas que entre los pliegues de sus mantos , forrados de piel de marta , llevaban cuidadosamente envueltos dos preciosos niños dormidos al parecer . Al verlas se pusieron en pie todos con ademan respetuoso , y el dueño de la casa se adelantó quitándose la parda caperuza . - ¿ En qué puedo serviros , señor caballero ? preguntó inclinándose cortesmente . - En dejarnos reposar un momento junto á la lumbre , y en darles un pienso á nuestros caballos que han quedado en esos soportales de enfrente . - Con mucho gusto , señor caballero : sentáos , sentáos aquí cerca del hogar : lleguen tambien vueseñorías , y permitan que mis hijas acomoden en su cama á esos angelitos que deben estar arrecidos de frio ... A ver , Munia , quita los mantos á estas nobles damas : tú , Alfonsa , toma con mucho cuidado á esos niños , y entre tanto que vaya Fortuño á piensar los caballos de estos señores : avive V . el fuego , tia Mónica , que yo voy á sacar unos torreznos . - No os incomodeis , buen hombre , dijo el recien llegado con - voz menos severa : nosotros únicamente reposo y lumbre necesitamos , y si nos dejais solos en este aposento mientras descansan nuestros palafrenes , nos haréis un gran favor . - Como gusteis , señor caballero : esta casa esta á vuestras órdenes , como todos nosotros , y no teneis mas que mandar . Vamos , amigos mios , dejemos solos á estos señores ; vosotras , muchachas , á vuestros cuartos , y nosotros , Fortuñico , vamos á cuidar de los caballos . Si entre tanto les ocurriese alguna cosa á vuestras señorías , pueden dar una voz y al instante ... - Está bien , está bien , dijo el caballero que ya se iba cansando de tanto ofrecimiento ; y con un gesto imperioso hizo despejar aquellas pobres gentes que le cedían su habitacion mas bien como criados humildes que como huéspedes caritativos . Al quedar enteramente solos los recien llegados pareció que respiraban con mas libertad , y mientras las damas dejaban sobre un banco sus mantos empapados en agua , el caballero se quitó el almete y fué a cerrar cuidadosamente todas las puertas . El leño que la tia Mónica habia arrimado á la lumbre se inflamó de repente , y á la vaga claridad de la oscilante llama pudieron verse los semblantes de aquellos nuevos personajes . Era el caballero un gallardo mancebo de altiva frente y de ojos audaces , cuya fisonomía hubiera sido simpática á cuantos le mirasen , á no deslucir algun tanto sus varoniles perfecciones la desdeñosa espresion de su boca , la dureza de su ceño y la altivez de su ademan . Las damas eran ambas de sin par belleza , aunque una de ellas habia perdido ya las frescas rosas de la juventud : la otra apenas contaria veinticinco años ; tenia el pelo rubio , los ojos azules y la tez mas blanca que el ampo de la nieve : una profunda tristeza aumentaba el hechizo de su semblante , y sus miradas no se apartaban ni un solo momento del precioso niño que llevaba en los brazos . Su compañera tambien estaba triste , y como ella , tambien fijaba sin cesar los negros ojos en el otro infante que dormía en su regazo . - ¡ Oh Dios mio , Dios mio ! esclamó la jóven exhalando un suspiro : qué noche tan horrorosa ! creí que íbamos á perecer todos en la cuesta que acabamos de subir , y os juro que me estremece la idea de continuar ese camino . - Señora , dijo el caballero , que permanecía á su lado en pie y con los brazos cruzados a la espalda , mucho siento no poderos proporcionar mas largo reposo ; pero ya Sabeis que nos siguen muy de cerca , y no debemos detenernos ni siquiera veinte minutos . - Mas decidme , D . Juan , creéis vos que esas gentes tienen en efecto órden de oponerse á nuestra marcha ? preguntó con despecho la otra dama . - ¡ Cuerpo de Cristo ! ... perdonad , señora , pero por mi nombre os afirmo que esos malandrines nos siguen la pista . En Guadalajara no os quitaban los ojos de encima , y en todo el camino que llevamos andado he oida las pisadas de sus caballos detrás de nosotros . ¡ Oh ! creedme , creedme , alta y poderosa señora ; tengo la nariz muy fina y huelo á los sabuesos desde lejos , pero no os inquieteis por eso , que aquí traigo la espada de mi padre , y ya sabéis que nosotros no soltamos su empuñadura mientras nos queda un átomo de vida . - Lo sé , D . Juan , lo sé ; pero creéis que el rey ha podido dar semejante órden ? - El rey ... no precisamente ; mas la órden se ha dado , sin duda alguna , y nos conviene trasponer cuanto antes los confines de Castilla . - ¿ Y cuánto nos falta para llegar al término de nuestro viaje ? preguntó la acongojada jóven con afanosa curiosidad . - Quince leguas escasas . - ¡ Quince leguas aun ! Dios mio ! ... - No os aflijais , señora , llevamos buenos caballos , y , antes de romper el día ya pisaremos tierras de Aragon . Nada repuso la dama , y hubo un momento de silencio en que solo se oia el chisporroteo de la lumbre y el crujido de la armadura de D . Juan , que absorto en una idea sin duda muy pertinaz , empezó á pasearse lentamente de un ángulo á otro de la cocina . Estraño era por cierto el cuadro que ofrecian aquellos personajes iluminados por la rojiza llama del hogar : los suntuosos trajes de las damas , que contrastaban de un modo chocante con las denegridas paredes de aquella estancia , la figura del guerrero cuyo peto se destacaba en medio de las tinieblas , relampagueando al pasar por delante de la hoguera , como la luz intermitente de un faro ; la calma angelical de los niños que dormian debajo de una miserable chimenea , tan tranquilos como si se hallasen so la magnífica colgadura de un dosel ; la actitud de aquellas figuras , la espresion de sus semblantes y el estraño agrupamiento en que la casualidad las colocara , hubieran sin duda inspirado al genio de Rembrandt una creacion digna de sus fantásticos pinceles . Algunos minutos duró aquel silencio ; pero sin duda debió comprender el caballero que era poco galante permanecer tanto tiempo mudo en presencia de dos señoras , y parándose de improviso , dijo procurando suavizar el timbre de su voz : - ¡ Cómo duermen los infantes : parecen dos ángeles del Señor ! ... - Sí , duermen con la calma de la inocencia , esclamó la dama menos jóven , fijando en los parvulillos una mirada de ternura : dichosos ellos que ignoran el peligro que les amenaza ! pobres huérfanos de mi alma ! apenas han visto la luz cuando ya son el blanco de oscuras maquinaciones : parece que el cielo les ha condenado desde la cuna al llanto y á la persecucion ... - ¡ Voto á ! ... no tanto , señora , no tanto , que aun tengo yo las mesnadas de mis vasallos en Albarracin , y no encomendó en balde el padre de esos niños su cuidado á las gentes de mi casa . - Sé que sois muy poderoso , D . Juan ; pero tambien lo son nuestros enemigos ... - Y ¿ qué importa el poderío de nuestros contrarios , si mis gentes no saben huir y tienen segura la victoria ? - Con todo , generoso amigo , no me negareis que el sino de estas criaturas es bien funesto . La jóven de la rubia cabellera , que hasta entonces habia permanecido con la frente inclinada , fijó en D . Juan los turbados ojos como si esperase hallar en sus palabras la resolucion de un problema , del cual dependiese la suerte futura de su existencia : comprendió el mancebo toda la ansiedad de aquella mirada , y con su natural energía repuso , haciendo sonar las mallas de la manopla sobre las doradas molduras de su peto : - Yo os juro , nobles señoras , que mas aciaga ha de ser la estrella de cuantos osen hacer tuerto á esos infantes , que la que el cielo ha colocado sobre sus inocentes cabezas . Aquella altiva oferta no debió satisfacer completamente á las que la escucharon , y sin duda iban ya á responderá ella con algunas objeciones , cuando se oyó llamar á la puerta con mucho cuidado . - Quién va ? preguntó el caballero imperiosamente . - Yo soy , señor . - ¡ Hola , Ferrando : ¿ qué , ocurre ? - Permitidme entrar si os place , y os lo diré , . repuso el de afuera . - Allá voy , dijo el mancebo , y poniéndose el almete abrió una sola hoja de la puerta . - ¿ Qué hay ? le preguntó al recien llegado . - Nada , sino que esa gente acaba de entrar en la villa . - ¡ Voto á Luzbel ! villano ; ¿ y me lo dices con esa calma ? ¿ es así como cumples mis mandatos ? - Perdonad , señor , pero es el caso que no les sentimos llegar hasta que pasaron por delante de nosotros como ciervos desbandados . - ¡ Ah , ladron ! sin duda te dormiste . - Señor , os juro ... - Basta , basta ya : y cuántos eran ? - Yo solo conté ocho bultos . - Y dime , ¿ parecian caballeros ó soldados ? - Ni lo uno ni lo otro . - Qué estás diciendo , bergante ? - Al llegar junto a nosotros no pudimos distinguir sus formas , porque ya Sabeis que la noche está como boca de lobo ; pero no bien se adelantaron treinta pasos , brilló un relámpago mas claro que el sol , y puedo juraros que solo dos de ellos vestian arneses completos : los demas llevaban pardos capellares , y aun me pareció distinguir que flotaba alrededor de sus cabezas el blanco lienzo de las tocas . - Con que en resumidas cuentas son judíos ? ¡ voto á ! ... no seria malo que hubiésemos ido huyendo , hace veinticuatro horas , delante de los merinos del rey como pecheros temerosos de pagarles la alcabala ... Al llegar aquí se detuvo un momento , apoyando el dedo índice sobre sus labios en ademan de reflexionar mas ; pero de improviso como si pasára por su mente una ráfaga de duda y desconfianza , - No , no es posible , añadió levantando la voz : cuidado no vayamos á dejarnos coger en un lazo ... mira , Ferrando , prepara los caballos y pongámonos otra vez en marcha . Obedeció el escudero sin replicar ni una palabra , y el jóven paladin volvió al lado de las damas que habian estado escuchando con ansiedad el anterior diálogo . - Ya lo veis , señoras , nada tenemos que temer ; pero con todo me parece prudente que aprovechemos la noche , y solo espero vuestras órdenes . - Cuando gusteis , D . Juan , podemos salir de aquí , dijo la dama menos jóven poniéndose en pie : imitóla su compañera , y cuando se hubieron envuelto en sus mantos , se dirigió el mancebo á una de las puertas y esclamó - ¡ Hola , buena gente ! Acudieron á su llamamiento el tio Mateo y sus hijas , y al ver en pie á las damas , manifestaron suma pena por la brevedad de su visita ; sin embargo , no se atrevieron á dirigirles la palabra , y solo cuando el caballero les dijo : - Dios os guarde , honrados labradores , no echaré en olvido que os debo una noche de hospitalidad ; fué cuando rompiendo la valla del respeto se deshicieron en ofertas y en bendiciones . Agradecieron las damas aquellas muestras de afecto dejando sobre una mesilla algunas monedas de oro , y envolviendo con gran precaucion , entre los pliegues de sus mantos á los dos infantes que aun permanecian dormidos , gracias á los esquisitos cuidados de los bondadosos labriegos que habian guardado amorosamente su sueño , se despidieron de sus huéspedes con benévolas razones , y salieron de aquella humilde casa precedidas por el arrogante caballero que las acompañaba . La tempestad seguia mugiendo sordamente , y bien pronto se perdieron á lo lejos las pisadas de sus caballos . El Jalon es un rio bastante caudaloso que nace en los últimos términos de Castilla la Nueva , y que despues de correr con sesgo curso por los campos de Sigüenza , se interna en las fértiles llanuras de Aragon y va á sepultar sus raudales en el Ebro . En la márgen , pues , de aquel rio , y precisamente en la línea divisoria de las dos provincias que fertiliza con sus aguas , se elevaba en otro tiempo un pequeño castillo cuyo cuadrado torreon servia de atalaya en los días de revueltas , y en cuyos muros esteriores estribaban por un lado los taludes de una de aquellas fábricas hidráulicas con que los árabes enriquecieron nuestro suelo durante su larga permanencia en él . El castillo ha desaparecido completamente de la faz de la tierra , y apenas quedan ya vestigios de los azudes ; pero la tradicion , que es eterna , existe todavía , y al través de las edades nos nos recuerda que á principios de enero del año del Señor 1277 , se hallaban reunidos en la sala de armas de aquel castillo unos cincuenta guerreros cuyos jefes permanecian recostados sobre sus escudos , en derredor de un roble medío consumido por la llama . La noche habia sido horrorosa ; aun silbaba el viento en las molduras de las almenas , pero la lluvia habia cesado completarnente y los pardos nubarrones , en cuyo seno rugia la tormenta pocos momentos antes , volaban hácia el occidente , como una bandada de cuervos , dejando raso el firmamento en pos de sí . Los primeros albores de la mañana empezaban á teñir de púrpura las crestas de los montes , y un pálido rayo de luz penetró de soslayo por las angostas troneras del muro . - ¡ Hola , hola ! ya parece que asoma la mañana , dijo incorporándose uno de los guerreros . - Sí , ya hace rato que estoy viendo despuntar el día , repuso otro que ocupaba un tosco banquillo de madera , y cuya armadura salpicada de lodo reciente revelaba que pocos momentos antes debia haber cruzado los campos . - ¡ Calla ! segun eso no te has acostado ? - No , por cierto , yo no duermo cuando estoy de fatiga , y lo que es ahora en vano lo hubiera intentado ; esta tardanza me tiene inquieto . - ¿ Y por qué ? la noche ha estado muy mala y sin duda se habrán refugiado en alguna aldea , huyendo del chaparron . - Imposible ; me hicieron venir delante á todo escape para que en ninguna parte se detuviese su marcha , y no es cosa de que haya ido haciendo jornaditas de lego . - Con todo , eso de caminar con faldas es muy enojoso y ya sabes ... - Sé que no han podido detenerse en ninguna parte , y que es muy estraño el que no hayan llegado hace dos horas . - ¿ Pero qué díablos les ha de haber sucedido ? - Qué sé yo ? precisamente el ignorarlo es lo que me tiene inquieto . - Y dime , Ramiro , ¿ por qué no habrá querido nuestro amo que le acompañásemos nosotros en ese viaje ? - Porque lo interesaba entrar en Guadalajara sin llamar la atencion , y queria salir de ella sin ser observado de nadie . - ¡ Ah ! con que viaja á hurtadillas y sin mas escolta que su escudero ? pues mira , entonces no seria estraño que hubiese tropezado con alguna partida de salteadores . - Sí , échale bandiditos á D . Juan , y verás cómo los despacha con el cuento de su lanza . - O tal vez puede que se haya estraviado en medio de las tinieblas . - Tampoco , hombre , tampoco ; si Ferrando ha sido ojeador toda su vida . - Entonces te digo que no lo entiendo . - Ni yo ... esclamó Ramiro levantándose bruscamente y atravesando por medio de sus tendidos compañeros fué á mirar por una estrecha saetera que daba al campo . - ¿ Quieres que salga con algunos jinetes á dar un vistazo por la orilla del rio ? preguntó el otro soldado levantándose tras él . - No : me ha mandado que nadie se mueva del castillo , y no me atrevo á faltar á la consigna . - Entonces aguardémosle sentados , repuso el veterano , y volviendo de nuevo á su banquillo empezó á talarear una cancion , atizando el fuego con la acerada vaina de su espada . Mientras asi se perdían en conjeturas aquellos leales servidores , sin poderse esplicar la causa que motivaba la tardanza de su jefe ; este , que como habrá adivinado el discreto lector , era el paladin que hallamos en Brihuega al toque de las ánimas en compañía de dos afligidas señoras , habia llegado con su reducida comitiva á un frondoso cañaveral que en la márgen izquierda del Jalon formaba una espesa muralla de verdura . La luz de la alborada aun no habia desterrado completamente las sombras de la noche , y los objetos se ofrecian á los ojos de los viajeros tan vagamente diseñados que era difícil distinguir su verdadera forma . El mas profundo silencio reinaba por todas partes , y solo el murmullo del rio y las pisadas de los caballos dispertaban los ecos de la ribera . Caminaba , pues , D . Juan seguido de su caravana , sin recelar ya por la suerte de aquellas damas que parecian estar encomendadas á su custodía , y se daba el parabien al ver que tocaba sin tropiezo el término de su viaje , puesto que antes de medía hora debia reunirse con los soldados de su mesnada , que con tanta impaciencia lo aguardaban en el castillo inmedíato . Los que tenian un interés en detenerle en su camino sin duda le habian perdido la pista , ó quizá habrian desistido de su propósito teniendo el rigor de su fuerte brazo . Halagado por este pensamiento el arrogante mancebo , reanimó el brio de su fatigado corcel , y haciéndole salir á trote corlo , llegó en reve a la cabeza de un tosco puentecillo de tablas por el cual debian atravesar el río ; detúvose allí para dejar pasar delante las haçaneas , y recomendando á los peones que las conducian el mayor cuidado , echó á andar detrás de ellos seguido de Ferrando , su escudero , y del otro jinete , que llevaba por única escolta . Al lado , opuesto de la corriente se elevaba una pequeña colina cubierta de espesos matorrales ; empezaron á subir por ella los descuidados caminantes y apenas habrian andado cien pasos , cuando al revolver de un peñasco desde el cual se divisaban ya las almenas del castillo donde tantos servidores les aguardaban , se hallaron de improviso delante de doce formidables guerreros , armados unos de punta en blanco y envueltos otros entre los pliegues de pardos capellares . Lanzaron las damas un grito de terror ; se detuvieron los peones con espanto , y D . Juan rechinó los dientes de rabia , al verse sorprendido de aquella suerte cuando menos lo esperaba . - ¿ Quién va ? ... gritó enristrando la lanza y avanzando hácia los desconocidos con gallardo continente . Adelantóse algunos pasos el que hacia cabeza de aquella tropa y con voz sosegada le dijo : - Caballero , tenemos órden de rogar encarecidamente á esas nobles damas se dignen regresar de nuevo á sus hogares , escoltadas por nosotros . - Esas damas , repuso el atrevido mancebo , conteniendo malamente los impulsos de su ira , vienen de buen grado en mi compañía ; es su voluntad continuar este viaje y ¡ vive Dios ! que nadie , ha de oponerse á su deseo . - No es nuestro objeto ofenderos , noble , paladin , pero tened entendido que en balde os oponeis á lo que os hemos demandado . - ¡ Que es en balde , don villano ? esclamó el caballero rugiendo de coraje : abrid paso , canalla mal nacida , ó conmigo sois todos en desigual pelea ; y así diciendo clavó los acicates al caballo , que al sentir que su dueño tomaba la posicion de arremeter , sacudió las encrespadas crines con gallardía y se lanzó a la carrera como un rayo . - ¡ Teneos , D , Juan , teneos ... gritaron las damas , perdida la color y tendiendo los brazos á su enfurecido campeon ; pero sus gritos espiraron sofocados por el choque de las armas y por el rumor de una descomunal batalla . Habia cerrado D . Juan con los doce guerreros que á su vez enristraron las lanzas , formando en torno suyo un círculo de aguzados hierros : revolvíase el mancebo con la ligereza de una pantera , y ya habia hecho morder la tierra á dos de sus enemigos , cuando sus escuderos llegaron en su ayuda y tomaron parte en la refriega ; pero cada uno de ellos tenia que habérselas con tres adversarios de mucho brio , y el resultado del combate nada tenia de dudoso . El caudillo de , los salteadores era un guerrero de elevada estatura y de tan robusto brazo , que D . Juan , á pesar de su bravía destreza , intentaba en vano hacerle perder los estribos . La mañana iba aclarando , y cuando los primeros rayos del sol se derramaron por la llanura , pudieron distinguirse las empresas de los combatientes : no era por cierto un villano el paladin de la emboscada : sobre su rodela se veia un blason en cuyo campo de gules brillaban una balanza y una espada de plata surmontadas por una celada de encaje , el lema de las armas decia Siempre leal y justo . Al ver D . Juan aquella empresa , reconoció a su enemigo , y lleno de una siniestra alegría esclamó , apretando el asta y el escudo . - ¡ Ah , Diego Lopez de Salcedo ! digna de tí y de los tuyos es semejante hazaña . - Mandado soy por quien puede hacerlo , repuso el caballero , procurando escusar su accion y sin apostrofar por su nombre á su contrario á quien no habia reconocido . El paladin á quien hasta ahora hemos llamado D . Juan , llevaba una armadura pavonada que á pesar de ser de las mas ricas de Vizcaya no ostentaba ni mote ni empresa , y por consiguiente era imposible descubrir quién era el que la vestía . Redoblábanse los botes y las cuchilladas á cada palabra de los combatientes ; Ferrando y su compañero habian venido al suelo , y solo lidíaba ya el esforzado jóven que sin perder la serenidad resistia bravamente la embestida de ocho adversarios . Diego Lopez de Salcedo rompió su lanza en el peto de su enernigo , y al desenvainar la espada les gritó a los soldados que aun combatian en torno suyo : - ¡ A las damas ; apoderáos de las damas y dejadme á mí solo con este caballero ! - Eso no , ¡ vive Dios ! esclamó D . Juan arremetiendo á los que se desviaban de aquel sitio , con ánimo resuelto de cerrarles el paso ; pero sus esfuerzos fueron vanos , y mientras atendía de nuevo á los mandobles de Salcedo , vió que las damas y los infantes eran arrebatados sin respeto por dos de aquellos miserables , los cuales huyeron en seguida á todo escapo escoltados por los demás jinetes . No es fácil espresar la ira que se apoderó del paladin en aquel momento : arrojó la lanza lejos de sí , y resuelto á concluir la pelea en un solo punto desenvainó la fulminante espada . Su competidor era diestro y valiente ; pero en vano intentó resistir al torbellino de cuchilladas que descargó sobre su cabeza , y bien pronto vino á tierra maltrecho y sin sentido . No se cuidó D . Juan de su caida ; el interés le llamaba á otra parte y levantando la visera de su almete , respiró un momento : tomó de nuevo la lanza de manos de Ferrando , que habia logrado ponerse en pie á pesar de hallarse herido y volviendo la grupa se lanzó á la carrera por el lado que habian tomado los ráptores de las damas ; mas en vano los buscó por todas partes : largo tiempo anduvo de ribazo en ribazo y de encrucijada en encrucijada , sin poder hallar á los fugitivos ; si por acaso encontraba á algunos campesinos , las noticias que lo daban eran contradictorias ó incoherentes , y ya se elevaba el sol al zenit cuando se encontró el despechado mancebo abrasado de sed y reventado de fatiga , junto al misino puentecillo en cuyas inmedíaciones habia sido tan villanamente salteado : reconoció el sitio , y resuelto á talar aquella comarca y á recorrer todos los lugares del contorno hasta encontrar á las damas que se habian confiado á su custodía , dirigió los pasos de su fatigado corcel por el carnino que conducia al inmedíato castillo en que le aguardaban sus mesnadas . Anduvo lo mas de prisa que le fué posible y á las doce en punto de la mañana llegó al anhelado término de su viaje . Salieron á recibirlo sus fieles servidores llenos de regocijo ; y Ramiro , el paje que con tanta ansiedad le habia estado aguardando desde el primer albor de la mañana , le preguntó con risueño semblante al aproximarse á él para tenerle el estribo : - ¿ De dónde viene su señoría á semejante hora ? - Del infierno que nos trague á todos ! ... esclamó el irritado caballero apeándose de su corcel . - ¿ Venis enojado , señor ? - Endemoniado dirás mas bien . - Sosegaos , poderoso señor , y permitid que os quite la armadura , pues debeis venir muy fatigado . - ¡ Quitarme la armadura ! gritó D . Juan con aspereza : ¿ crees tú que los caballeros de mi casa descansan mientras tienen injurias que vengar ? A ver : pronto a las armas mis escuderos ; ensilladme otro caballo y que formen las mesnadas en órden de batalla . - Acaso vamos á tomar alguna villa por asalto , señor ? - Vamos á talar toda esta comarca y á no dejar piedra con piedra en diez leguas á la redonda , hasta que encontremos lo que me han robado . - Y para eso solo queréis desplegar vuestros pendones y reventar otro caballo ? - ¡ Vive Dios , villano , que esas razones me huelen á burla ! - ¿ Burlas yo con vuestra señoría ? líbreme Dios de semejante tentacion : si os hablo asi , es porque sé que lo que vos buscais está muy cerca de nosotros . - ¿ Qué estás diciendo , Ramiro ? - Estoy diciendo que las damas que veníais escoltando y los infantes que ellas traian , hace ya mas de dos horas que duermen en vuestro aposento veladas por vuestros vasallos . - ¡ Será posible ! ¿ Y cómo han venido aquí ? ... ¿ Quién las ha traido ? ... ¿ Por qué no me lo has dicho antes ? ... - Tened calma , señor , que si haceis tantas preguntas la vez no voy á poder contestaros á ninguna . Han venido montadas en palafrenes y las ha traido un caballero incógnito de buen talante , el cual está tambien reposando en la sala de la torre . - ¡ Oh ! Loado sea Dios ! esclamó D . Juan exhalando un suspiro que le descargó el corazon de un peso inmenso ; y sin aguardar mas esplicaciones , penetró en el castillo y subió á saltos los desmoronados peldaños de la torcida escalera . Entró con mucho tiento en una reducida estancia que daba paso á otras habitaciones interiores , y se detuvo al ver recostado en un tosco sillon de encina al caballero incógnito de quien le habian hablado sus gentes : iba completamente encubierto y no pudo reconocerle por mas que le examinó con escrupuloso cuidado : al ver que dormía estuvo indeciso entre dirigirle la palabra ó retroceder para no turbar su sueño ; titubeó un momento y ya iba á salir procurando no hacer ruido , cuando vió que el desconocido se incorporaba diciendo con mucha naturalidad : - Llegad , D . Juan , llegad , no estoy dormido . - ¿ Me conoceis ? preguntó el mancebo , que no se habia levantado la visera . - Sí , D . Juan Nuñez de Lara , os conozco y os agradezco el servicio que acabais de prestar á las ilustres damas que reposan en ese aposento . - Y ya Sabeis vos quiénes son esas damas ? preguntó de nuevo el ilustre caballero , mas admirado cada vez . - Esas damas , repuso el desconocido , acentuando lentamente su palabras , son la muy alta y muy poderosa Doña Violante , reina de Castilla , y la muy ilustre y muy hermosa infanta Doña . Blanca de Francia . - Supuesto que conoceis mi secreto , dijo D . Juan quitándose el almete , sereis de los nuestros . - Al contrario , repuso el caballero , poniéndose en pie ; tengo órden de apoderarme de esas damas , y si os hubiese encontrado en el camino , me atrevo á juraros que no habriais escapado tan bien de mis manos como de las de Salcedo . - Mucho fiais en vuestro brio , esclamó el de Lara , que no podía soportar con paciencia ni el asomo de una amenaza . - Mi brio basta á reconquistar con unos cuantos botes de lanza las prendas que otros bravos adalides se dejan arrebatir en medio del día . Mordióse los labios el altivo magnate , y procurando contener su despecho , preguntó con voz entrecortada : - Pero en resumidas cuentas , ¿ quien sois vos ? - Un caballero , respondió el incógnito , que como he dicho antes os agradece con toda su alma el servicio que estais prestando á la reina de Castilla y la infortunada Infanta que la acompaña : no puedo deciros mas ; mi obligacion me llama á otra parte y no puedo detenerme ni siquiera el tiempo necesario para despedirme de la Reina ; pero vos lo hareis en mi nombre . A Dios , D . Juan ; en Ariza os esperan con impaciencia , y no debeis dilatar vuestra partida : salid de este castillo , que es harto débil , antes de la noche ; tomad la márgen izquierda del Jalon , y no olvideis que vuestros enemigos son muy poderosos . - Id con Dios , noble caballero , dijo el de Lara tendiéndole la mano : respeto los motivos que os obligan á permanecer encubierto , y aunque no comprendo bien vuestra conducta , creo que las palabras que acabais de decirme son leales . ¿ No teneis nada que mandarme ? - Una sola merced quiero pediros . - Hablad . - Cuando veais á la infanta Doña Blanca , repetidle estas palabras : « El paladin de la cimera verde , vela por vos . » - ¿ Esto tan solo ? - Eso tan solo , dijo el desconocido ; y sin aguardar respuesta salió del aposento , bajó con velocidad la sinuosa escalera de la torre , y al llegar al patio montó en un soberbio palafren que le tenia preparado su escudero , partiendo á galope , sin volver la cara atrás , por el camino de Castilla . Medía hora despues caminaban en direccion opuesta la reina Doña Violante , la infanta Doña Blanca y los inocentes hijos de D . Fernando de la Cerda , escoltados por cien guerreros , á cuyo frente cabalgaba el muy poderoso y muy esforzado D . Juan Nuñez de Lara , señor de Albarracin . Aquella lucida comitiva llegó á la villa de Ariza antes de espirar el día 8 de Enero de 1217 . Un rey con toda su córte , D . Pedro III de Aragon , aguardaba allí á los ilustres viajeros . Forzoso nos es retrogradar algun tanto para esplicar , como cumple a verídicos historiadores , por qué tal eminentes personajes emprendieron aquel precipitado viaje en medio de un tiempo borrascoso y sin la escolta y boato que á su elevada clase correspondía . Luego que el rey D . Alonso el deceno , aquel monarca ilustre , que disfrutó como Salomon de todas las prosperidades , y que sufrió como Job todas las desdichas , regresó de su infructuosa espedicion á Francia , sintió herida su alma sensible por uno de los golpes que mas afligieron su magnánimo pecho Muchas veces vió revueltos sus estados por el desconteto , la ambicion y el espíritu de rebeldía que fermentaba en sus poderosos feudatarios ; grandes conflictos le hicieron esperimentar los moros fronterizos , que con el auxilio de sus hermanos de allende el mar , intentaron en varias ocasiones acometer su reino trabajado sin tregua por luchas intestinas ; recientemente acababa de esperimentar en Belcaire un revés que afectó sus intereses de monarca y su orgullo de hombre , y sin embargo , nada de esto le hizo inclinar la frente ni borró la sonrisa de sus labios . Cuando los señores feudales le negaban la naturalidad , los colocaba en el número de sus enemigos , y ¡ guay de ellos ! las armas de D . Alonso no estaban tomadas del orin por mas que su dueño parecia hallarse absorto en el profundo estudio de la ciencia , y mal podían resistir las mesnadas de los rebeldes á las legiones reales : cuando los Merinos y los Bermejos se coligaban para hacerle guerra , tremolaba sus pendones tantas veces victoriosos , y las huestes agarenas huian amedrentadas delante del conquistador de Murcia . y de los Algarbes ; y finalmente , cuando le arrebataron el imperio de Alemania , sin atender siquiera á su demanda , supo sobreponerse á aquella desgracia , y recibió con risueño semblante el beso de paz con que Gregorio IV le indemnizaba de la inmensa pérdida que le hacia esperimentar aquel violento despojo : despojo sí , porque la corona de Carlo Magno lo correspondía de derecho por mas que hayan querido contradecirlo los émulos de su gloria . Cuando Guillermo de Holanda murió , dejando vacante el sólio de los Césares , se dividieron los electóres haciendo recaer el nombramiento para aquella dignidad en dos candidatos ; pero D . Alonso fué elegido dentro de los muros de Francfort , que era el lugar señalado de comun acuerdo para aquella eleccion , y los votos del Arzobispo de Tréveris y del duque de Sajonia valian tanto , por lo menos , como los del Arzobispo de Colonia y del Conde Palatino , que nombraron á Ricardo Plantagenet en medio de un campo de batalla , y bajo la influencia de las armas inglesas : además , el rey de Castilla habia sido elegido libre y espontáneamente , sin pretenderlo siquiera , por la fama universal de su alta capacidad ; por cor tar entre sus ascendientes paternos y maternos muchos emperadores de Oriente y Occidente , entre los cuales habian descollado Alonso el Magnánimo , y Federico Barbarroja . ; por el crédito de sus virtudes políticas , y por el renombre , en fin , de bravo capitan que habia adquirido en sus primeros años mientras fué lugarteniente y adelantado de su padre en las contínuas guerras que aquel santo rey sostuvo contra el islamismo . Sin embargo , cuando despues de un largo litigio en que sacrifico sus pingües tesoros , y durante el cual se enajenó el amor de muchos de sus vasallos , le negaron sus derechos al imperio , oyó aquel fallo con semblante tranquilo sin que entristeciesen su animo ni el desaire que le hacia á la faz del mundo , ni la notoria injusticia con que se le despojaba del manto de los Césares ; pero el golpe que le esperaba en su patria era superior á toda energía , y D . Alonso lloró con lágrimas de fuego la pérdida de su hijo primogénito , el simpático D . Fernando de la Cerda que la muerte le habia arrebatado durante su ausencia . Aquel malogrado infante habia sido el encanto del pueblo y el sosten de los timbres guerreros de su familia ; apenas contaba veinte años cuando dejó de existir , y ya se habia señalado en cien batallas : los ricos-hombres mas poderosos de su tiempo le amaban sinceramente por considerarle digno de ocupar el trono de su abuelo , y su muerte fué una verdadera calamidad nacional . Todo era luto en el alcázar de Toledo : el rey no salía de su estancia ni para visitar siquiera su laboratorio químico : la reina Doña Violante lloraba con lágrimas de madre la pérdida de su hijo mas querido , y Doña Blanca de Francia lamentaba su prematura viudez y la horfandad de sus infortunados hijuelos que habían perdido á su padre antes de saber balbucear su nombre . Los palaciegos reflejaban en sus semblantes la melancolía de sus señores , y los hombres versados en la política de aquel tiempo auguraban grandes trastornos . En efecto , la muerte inesperada de D . Fernando de la Cerda , dejando hijos menores , debia producir conflictos en una época en que las leyes de Castilla , tan incompletas hasta entonces , aun no habian deslindado claramente los derechos de sucesion , y aquellos conflictos no tardaron mucho en llegar . Aun estaban calientes las cenizas del Infante cuando su hermano D . Sancho , que desde sus primeros años habia revelado un carácter inquieto , un valor á toda prueba y una voluntad indomable , quiso afianzar sus derechos á la corona por medio de una declaracion pública , y dejando la frontera de Granada , en donde se hallaba á la sazon , se encaminó precipitadamente á Toledo . No se crea , sin embargo , que aquel bizarro mancebo miró con indiferencia ni menos con regocijo la muerte de su hermano primogénito no : D . Sancho lloró con amargura la pérdida de aquel , y tal vez no hubiera pensado en que su sepulcro era el primer escalon que se le presentaba para subir , a un trono , á no hacérselo recordar las sugestiones de los que le rodeaban ; pero la ambicion de los grandes halló coyuntura en aquel infausto acontecimiento para producir las sangrientas querellas que siempre concluian por aumentar su poderío en menoscabo de los reyes y sobre las ruinas de los pueblos . Habia muerto D . Fernando precisamente en ocasion en que se hallaba en Ciudad-Real , preparándose á defender los reinos de Andalucía de las armas reunidas de Jacob Aben-Juzef rey de Marruecos y de Mohomad el de Granada : D . Alonso estaba en Francia , y aquellos infieles creyeron hallar desprevenidos á los castellanos ; pero en su primera tentativa de invasion se convencieron de cuán equivocados estaban . Era D . Nufio de Lara frontero mayor del reino , y al aproximarse á Ecija las huestes agarenas les salió al encuentro con pocos pero arrojados guerreros : trabóse la pelea en medio del día , y los árabes vieron con espanto que un puñado de caballeros cristianos arrollaba por todas partes sus numerosas legiones : ya parecia que la victoria tremolaba su estandarte en pro de los de Castilla , cuando de improviso vino á tierra el de Lara atravesado por el agudo hierro de un meje que le dejó muerto en el acto . Cundió el terror entre los suyos ; pero no tanto que les hiciese huir con ignominia ; pelearon aun algun tiempo , y cuando la noche empezó á estender sus sombras se retiraron en buen órden á Ecija , desde cuyos muros opusieron un dique inespugnable al paso del ejército musulman . Supo D . Fernando aquella infausta nueva , y llamando junto á sí á D . Juan de Lara , hijo del malhadado caudillo que con tanta gloria acababa de inmolar su vida en defensa de su patria , le confió el mando de un grueso ejército para que fuese á vengar con sangre mora la muerte del que le habia dado el ser : tambien él aguardaba un refuerzo de Castilla para mover sus armas contra los enemigos de la Fé , cuando de improviso se sintió atacado de la fulminante dolencia que en breves días le llevó al sepulcro . Una profunda tristeza se apoderó de todos los corazones ; su madre voló á su lado y hubiera querido sacrificar su existencia por darle de nuevo la vida ; D . Juan de Lara suspendio la ejecucion de su venganza y no se apartó ni un punto del lado de su amigo y señor , que tantas pruebas de afecto le tenia dadas , y todo el reino pedía al cielo con fervorosas preces por la vida de aquel Infante tan querido ; mas su hora habia llegado , y los deseos de los hombres fueron desatendidos por Dios . El día 9 de agosto de 1275 llamó el Infante junto á su lecho á su madre y á D . Juan de Lara , y haciendo despejar a la servidumbre les dijo con desfallecido acento : - Voy á morir ; Dios , me llama á su presencia y me resigno con su voluntad suprema : no me asusta perder la vida en la flor de mis años ; pero no bajaré tranquilo al sepulcro si no me jurais velar por la suerte de mi Blanca y de mis hijos : vos , madre mia , prometedme que mirareis siempre como vuestras aquellas tres prendas de mi corazon , y tú , D . Juan , dame tu palabra de caballero de que defenderás en todos tiempos y contra todos , los derechos de mis hijos ... á tí ... te los confio ... Al llegar aquí no pudo continuar : un débil quejido se escapó de sus cárdenos labios ... Doria Violante lanzó un grito desgarrador y D . Juan de Lara vertió una lágrima , que abrasó su encendida mejilla : el infante de la Cerda había dejado de existir . Cundió la nueva de su muerte , y el mas acerbo desconsuelo se difundió por todo el reino ; pero cuando hubo pasado el primer estupor , se divulgaron las últimas palabras del infante , y al saberse el encargo que habia hecho al señor de Lara la tristeza cedió su lugar á la ambicion , y los enemigos de aquel poderoso magnate buscaron en el carácter altivo de D . Sancho un arma que oponer á la que colocara en manos de su adversario la última voluntad de D . Fernando de la Cerda . D . Lope díaz de Haro , señor de Vizcaya , era el rival mas poderoso de la casa de Lara : sus ascendientes habian disputado siempre á los de aquella la supremacía en el poder , y mas de una vez habian llegado á las manos para ventilar sus contínuas querellas ; los Laras , sin embargo hacia va algun tiempo que llevaban lo mejor en la contienda , y desde los últimos años de D . Fernando el Santo estaban vinculados en su familia los primeros puestos de la república . La gloriosa muerte de D . Nuño en los campos de Ecija habia venido recientemente á afirmar el poder de su alcurnia , y los Haros miraban con mal disimulada envidía la prosperidad de sus émulos ; pero la muerte del infante D . Fernando les presentaba una ocasion oportuna de volver á luchar , quizá con ventaja , y D . Diego no la desperdició . El último de los Laras era un mancebo , que á pesar de su valor , hereditario en aquella raza de héroes , apenas contaba veinticinco años , y su impericia en los negocios públicos era notoria . D . Lope díaz de Haro por el contrario estaba en lo mas granado de la edad viril , habia aprendido en la corte á intrigar , y sabia además , como todos los suyos , blandir la lanza con sin igual denuedo . Cuando llegó á su noticia que D . Fernando habia encomendado la tutela de sus hijos á su rival , voló al lado del infante D . Sancho , con cuya amistad se honraba , y despues de darle el pésame por la muerte de su hermano , le , dió el parabien por el derecho que acababa de adquirir á la herencia de una corona . Aquel parabien fué el primer soplo que vino á avivar la llama de la ambicion en el alma del indómito mancebo , y cuando el mañero favorito le hizo comprender que quizá habria quien le disputase sus derechos , su corazon altivo se indignó dando campo á la sospecha : por eso sin enjugarse las lágrimas voló á reclamar de su padre el título de heredero que segun le habian hecho comprender le pertenecia legítimamente . Cuando llegó á Toledo , precedido del Señor de Vizcaya y rodeado de numerosas huéstes , aún vestía la corte de riguroso luto , y su entrada en el alcázar régio al son de belicosos instrumentos , y su armadura de batalla que contrastaba de un modo chocante con el blanco ropaje de toda su familia , llamaron la atencion de todo el mundo . Su madre lloró al saber la actitud con que se aproximaba al techo paterno en aquellos momentos de afliccion general , y D . Alonso le recibió con faz severa y sin tenderle los brazos . Atribuyó el Infante aquella frialdad á que quizá el ánimo de sus padres se hallaria prevenido en contra de sus pretensiones , y su carácter violento se exasperó : en vez de manifestar la pena que realmente sentia por la muerte de D . Fernando , se presentó indiferente y sereno , con el ceño fruncido y en ademan de reto ; trató con frialdad y hasta con desvío á los Laras , miró con desdeñosa compasion - á doña Blanca , la viuda de su hermano , y no tardó muchos días en manifestar el vehemente deseo que sentía de verse declarado único y legítimo heredero de la corona . El venerable Arzobispo de Sevilla , que era padrino de don Sancho , fué el encargado de llevar al rey el mensaje de su hijo . Oyó D . Alonso con semblante impasible á aquel ilustre prelado que con la dulzura de sus palabras procuraba encubrir la dureza de su pretension , y cuando se hubo enterado de todo lo que el infante exigia le dijo , levantando lentamente la cabeza : - ¿ Sabeis , compadre , que nuestro hijo y ahijado vuestro , tiene mas prisa de lo que fuera de desear ? - Señor , repuso el Arzobispo , verdaderamente ha andado algo ligero en su demanda ; pero como en resumidas cuentas á él le corresponde de derecho lo que ahora solicita debeis disculpar su impaciencia , hija de sus pocos años . - Hija de malos consejos direis mas bien , señor Arzobispo . - Yo no soy el consejero de D . Sancho . - Lo sé , compadre , lo sé , y nunca podria , sospechar de vuestro piadoso celo ; pero en cuanto á lo que habeis dicho con respecto á los derechos del infante no lo veo yo tan claro como vos : hijo mio es ; mucho me envanece saber que tiene dotes de mando ; pero mi conciencia de rey titubea al tener que fallar en este litigio y quiero aconsejarme de varones doctos . - ¿ Quién mas docto que vuestra Alteza ? acaso habrá alguno en vuestro reino que pueda decidir una cuestion de alta política mejor que vos ? - ¡ Ay D . Ramon ! yo soy padre y rey á la vez , y cuando el padre y el rey no están de acuerdo en un asunto mal pueden fallar de mancomun . Yo creo que mi nieto , el infante D . Alonso de la Cerda puede alegar tan buenas razones por lo menos como mi hijo para pretender la sucesion al trono de Castilla : porque decidme , ¿ quién nos asegura que es mas justo y mas prudente dar el derecho de esperar la herencia de una corona á todos los vástagos de una familia , que vincular ese mismo derecho en la línea siempre recta de los primogénitos ? En el primer caso dejais viva la esperanza y despierta la ambicion de muchos individuos , esponiendo á la república á contínuos trastornos y á interminables guerras de sucesion ; en el segundo , por el contrario , afianzais la paz del Estado y no turbais la armonía de la familia . Los hijos no primogénitos de los reyes , que mientras se creen con derecho de heredar á su padre son otros tantos pretendientes dispuestos siempre á la rebelion y á la guerra civil , al persuadirse de que ninguna opcion les quedaba al trono serian , naturalmente , los mas firmes pilares de la monarquía . ¡ Oh creedme , señor Arzobispo , creedme no es este asunto tan claro como imaginais . - No puedo discutir con - vuestra Alteza sobre tan árdua materia , repuso el prelado procurando dar otro giro á la conversacion : la causa que yo defendiese quedaria mal parada ; pero decídme , señor , habeis meditado bien sobre el estado actual del reino ? ¿ sería prudente negarle ahora á vuestro hijo lo que reclama apoyado en la opinion de los mas poderosos ricos-hombres ? Vuestros hermanos , vuestros hijos , los Haros , los Girones , los Toledos , están adheridos á la causa de don Sancho : él es mancebo irreflexivo y audaz ; los guerreros le aman , está bien quisto en toda la monarquía , dispone de fuerzas formidables , que se moverian a su antojo , y seria petigroso disgustarle . - Harto lo sé . compadre , y eso es lo que me hace titubear : las insurrecciones que hasta aquí han trabajado mi reino eran desagradables para mí ; pero me bastaba esgrimir la espada para dominar la altivez de los insurrectos : ahora para sofocar la rebelion tendria que amagar la cabeza de mi hijo , y me veria precisado á verter torrentes de mi propia sangre : conozco toda la gravedad de mi situacion , no me atrevo á resolver por mí solo y así quiero encomendar á otros el fallo de este litigio : convocaré las Córtes y que ellas decidan la cuestion . - No esperaba menos de vuestra alta prudencia , señor , dijo el prelado apretando la mano del rey : llevaré esa respuesta á vuestro hijo , y estoy seguro de traerle á vuestros brazos arrepentido de haberos causado el mas leve disgusto con su pretension : perdonadme si he abogado por él ; le quiero mucho , que aunque su carácter es algo arrebatado su corazon es bueno . - Y creeis , compadre , dijo el rey procurando dominar su emocion , que le amo yo menos que vos ? ¿ Olvidais que es mi hijo , mi hijo querido cuyas hazañas me envanecen mas que mis propios triunfos , y cuya presencia es lo único que puede endulzar la amargura de mi corazon ? Sabed , D . Ramon , quiero confesároslo , que aunque me ha ofendido su actitud amenazadora en medio de mi corte enlutada , al ver su aspecto marcial y la altivez de su frente tenia que esforzame mucho para no abrazarle lleno de orgullo paternal ; pero , id , id á decirle que someteré su pretension al fallo de las Córtes , no sea que el padre conceda algo mas de lo que le es dado conceder al rey . Salió el Arzobispo de la régia estancia , dejando á Don Alonso sumergido en hondas meditaciones : aquel hombre superior preveia que el paso que iba á dar no evitaria los transtornos y revueltas que habia augurado desde el momento , en que su hijo primogénito dejó de existir . Si las Córtes declaraban , á D . Sancho heredero de la corona , ¿ cómo calmaria el descontento de los Laras que eran los fautores de la causa de sus nietos , y cuya espada pesaba tanto en la balanza política como casi todas las de los otros grandes reunidas ? ... Don Alonso , en medio de todas sus relevantes cualidades de rey y de hombre , tenia un defecto , hijo quizá de su bondadoso carácter ; era irresoluto , y la irresolucion en los hombres de mando es falta que temprano ó tarde les lleva al precipicio . Algunos días pasó luchando consigo mismo despues de su entrevista con el arzobispo ; pero al cabo mandó que se reuniesen las Córtes en Segovia , y allí fue donde despues de reñidísimas cuestiones se declaró á D . Sancho , único y legítimo heredero de la corona de Castilla . Aquella resolucion disgustó de tal manera á la reina doña Violante , que no habia olvidado los últimos encargos de su hijo el malogrado infante de la Cerda , que sin ser poderosa á ocultar su descontento , le pidió al rey permiso para retirarse con sus nietos á Guadalajara , ciudad de su recamara , en la cual queria buscar alguna distraccion á sus penas . Tambien protestaron enérgicamente contra aquel acuerdo el infante D . Fadrique y D . Juan Nuñez de Lara , saliendo el segundo de Segovia con hostiles intenciones , y pronto cundió por todas partes ese sordo murmullo de descontento precursor de las grandes tempestades populares . No se lo ocultó al perspicaz D . Lope díaz de Haro , que la retirada de la reina no tenia por único objeto el que ella habia alegado : los hijos de D . Fernando , eran una escelente bandera , en torno de la cual podían agruparse sus poderosos adversados , y resuelto á todo trance á sostener la supremacía que le daba el nuevo título de D . Sancho , cuya voluntad dirigia á , su albedrío , decidió apoderarse de los infantes de la Cerda , para quitarles , á sus enemigos todo pretesto de insurreccion . Con la fogosa actividad que lo caracterizaba tomó todas sus medida para no malograr el lance : empezó por transmitir su pensamiento á D . Sancho , despues dispertó las sospechas del rey , y últimamente logró obtener la órden de hacer regresar a la reina al lado de su esposo : pero por mas prisa que se dió aquel mañero favorito , ya llegó tarde ; Doña Violante se habia puesto de acuerdo con el infante don Fadrique y con el Señor de Lara antes de salir de Segovia , y no bien hubo llegado á Guadalajara , cuando escribiéndole á su hermano el rey D . Pedro III de Aragon , obtuvo de él no tan solo que le ofreciese un asilo para sus nietos junto á su trono , sino que le comprometió á que saliese á recibirla hasta los últimos confines de su reino : llegó á la Córte la nueva de estas negociaciones precisamente cuando se estaba buscando el medio de estorbarlas , y sin pérdida de rnomento se despacharon mensajeros con el encargo de impedir á todo trance la fuga de la reina . Don Diego Lopez de Salcedo , capitan de la guardía del rey y D . Zag de Malea , merino mayor del reino , fueron los designados por el infante D . Sancho para aquella comision y Don Alonso dió el mismo encargo á un caballero de toda su confianza , que pocos días antes habia llegado de la frontera con la nueva de una señalada victoria alcanzada por él contra los moros : partieron , pues , dichos mensajeros , seguidos de gruesa escolta á desempeñar su comision ; pero no bien se habian apartado de Segovia una jornada , cuando D . Juan Nuñez de Lara , que se hallaba al lado de la reina disponiendo su partida , recibió una carta concebida en estos términos : « Huid al momento con su Alteza y los infantes , sin comitiva y sin ruido , ó todo lo perdeis . » ¿ Quién podía darle tan misterioso aviso ? D . Fadrique no se hubiera valido del anónimo para prevenirle de un peligro ; él no habia dejado espías en la Córte , por consiguiente no sabia á quién atribuir aquel consejo ; pero no por eso dejó de seguirle , y hé aquí por qué la reina Doña Violante y la infanta Doña Blanca salieron de Guadalajara en medio de un tiempo borrascoso , sin mas servidumbre que los peones conductores de sus hacaneas , y sin mas escolta que el bravo paladin , cuya pujanza ha podido admirar el lector en los anteriores capítulos . Todavia se ve en una de las calles mas angostas y pendientes del Alan-da-que de Toledo un disforme caseron de piedra berroqueña , sobre cuyos muros ha estendido el pincel del tiempo ese color ceniciento oscuro que revela la antigüedad de los edificios : esta casa , que en nuestros días parece humilde por la irregularidad y poca elevacion de su frontispicio , fué sin embargo en otro tiempo vivienda de una poderosa señora . Sus habitaciones , hoy desmanteladas y tristes , ostentaron en la época á que nos referimos todo el lujo y riqueza que podía desplegar la antigua Córte de Castilla . En una de aquellas estancias , pues , adornada con muebles y objetos bien heterogéneos , en donde se veian toscos sillones de encina rudamente labrados , sobre primorosas alcatifas de Persia bordadas de seda y oro , y donde lucian soberbias cornucopias de bruñida plata al lado de abigarradas pinturas , cuyos contornos bárbaros contrastaban de un modo raro con su brillante colorido , se paseaba , al espirar una tarde fria y nebulosa , una jóven , cuya belleza era algun tanto deslucida por la estraña espresion de su semblante . Ya debia hacer largo rato que estaba aguantando , á juzgar por la impaciencia que se traslucia en todas sus acciones : ora se paraba delante de una mesa , y con distraido ademan arreglaba simétricamente todos los adornos de ella para derribarlos luego eón un repentino movimiento ; ora vagaba sin dirección , evitando maquinalmente tropezar con los muebles esparcidos por la estancia , y ora abria una ventana que volvia á cerrar con despecho despues de haber mirado por ella moviendo tristemente la cabeza y murmurando palabras ininteligibles . - ¡ Oh cuánto tarda ! esclamó por fin dejándose caer en un escaño forrado de terciopelo . Ese D . Lope acabará por arrebatarme del todo su amor , ¿ y para qué ? ... ¿ para qué , Dios mio ? para henchir su alma de ambicion y llevarle al precipicio ... Al llegar aquí inclinó la cabeza sobre el pecho , quedando sumida en una profunda meditacion : así permaneció algunos minutos ; pero de pronto sonaron en la estancia inmedíata pasos acelerados , cuyo rumor la sacó de aquel estado de abatimiento : levantóse con la presteza de una gacela , y dejando vagar por sus labios una sonrisa de esperanza corrió a abrir la puerta . - Cómo , Brianda , ¿ eres tú ? - ¿ aun no ha venido ? dijo frunciendo el ceño al ver entrar á una jóven de elevada estatura y de austero semblante . - No : repuso , brevemente , la recien llegada . - ¿ Y en qué puede consistir esta tardanza ? - No lo sé . - ¿ Dijo ayer que volveria ? - Sí . - ¿ Y por qué no ha venido ya ? - Lo ignoro . - ¡ Oh Dios mio , Dios mio , cuánto me hace sufrir ! - Sufrir ? ... y por qué ? - Porque le amo , le amo mas que á mi vida , y él solo piensa en guerras y en intrigas de córte . - ¿ Y eso os aflige ? - Sí , porque esas intrigas me roban á todas horas su presencia . Además , temo tambien que piense en otra mujer . - ¿ Acaso no pensais vos en otro hombre ? Un ligero carmin tiñó las mejillas de la impaciente dama , y como si no hubiese entendido la pregunta de su doncella , prosiguió , dirigiéndose á la ventana y abriéndola por la centésima vez : - No , no viene aun , y ya la noche empieza á cerrar . - Por señas que está bien fria : os aconsejo que entoneis esas maderas . Obedeció la dama maquinalmente aquella indicacion , y volviendo á su escaño , dijo sin mirar á su interlocutora y como si hablase consigo misma . - Que pienso en otro hombre ! ... ya lo creo .. , y no tanto como debiera . - Entonces no entiendo vuestra impaciencia . - ¡ Ay ! Brianda , tú no tienes corazon de mujer : á no ser así no dirias eso . ¿ Acaso porque el otro me inspire un afecto profundo no he de amar á este como la tórtola á su compañero ? - Decis bien , señora , yo no tengo corazon de mujer , y si amase á alguno estoy segura de que nadie , fuera del objeto de mi eleccion , podria infundirme afecto de ninguna especie . - Pues á mí sí , repuso la dama con visibles muestras de disgusto , al ver el reproche que envolvian las palabras de su doncella . - Ya lo sé . - Lo sabes por mi mal , Brianda , y eso es quizá lo que te hace atrevida por demas con tu señora . - Perdonad mi indiscrecion . - ¡ Oh ! esa sumision hipócrita es un nuevo insulto . - Os juro , señora , que no es mi ánimo ofenderos ; soy incapaz de abusar de vuestra confianza . - Lo sé , dijo la dama con mal reprimido despecho y procurando sonreir con desden : sé que eres un modelo de servidores , tu virtud es intachable , demasiado intachable quizá ; pero ahora recuerdo , ¿ á qué has venido sin que te llamase ? - A deciros que el otro está en Toledo . - ¿ Y á qué aguardabas para anunciármelo ? - A que vos dejáseis de preguntar por ... - Basta : ¿ cuándo ha venido ? - Hoy . - ¿ Le has hablado ? - Sí . - ¿ Desea verme ? - Sí . - Y ¿ cuándo ? - Esta misma noche . - Bien está , á las doce le introducirás en mi aposento ; pero calla ... ¿ no oyes pasos ? ... Sí , sí , ahí está : vete , Brianda , vete . Salió la doncella echando á su señora una mirada de desdeñosa compasion , y poco despues entraron dos pajes con luces en la mano ; encendieron los candelabros que habia sobre las mesas , y se retiraron en seguida , saludando respetuosamente á un apuesto caballero que acababa de penetrar en la estancia . Era el recien llegado un gentil mancebo que apenas contaria diez y nueve años , aunque su robusta complexion y desarrollada musculatura , le hacian representar mas edad : tenia los ojos azules y penetrantes , la cabellera rubia y ensortijada , el bigote ligeramente rizado , y la fisonomía severa : su traje consistia en una sencilla juba de brocado con sobrevesta de terciopelo verde , ceñida á la cintura por una primorosa cadena de acero , de la cual pendían un puñal damasquino y una larga espada de cruz ; llevaba calzas de color de ante , y zapatos apuntados ; cubria su cabeza una gorra cilíndrica y muy baja , de terciopelo negro , y una graciosa capa forrada de pieles , le bajaba desde los hombros hasta la mitad de la pierna . Al verle la dama que con tanta impaciencia le habia estado aguardando , corrió á él con los brazos abiertos , y en tono de dulce reconvencion le dijo : - Mas vale tarde que nunca : ya empezaba á creer que no vendrias esta noche . - Qué quieres , Doña María , primero es la obligacion que la devocion . - Ingrato ! con que segun eso hay en el mundo cosas que te interesan mas que nuestro amor . - Voto á ! ... quién lo duda ? pero no creas que por eso dejo de quererte : para todo hay tiempo . - Cruel ! y me lo dices así ? - Y por qué no ? te parece que yo sé disimular , ó mentir que es lo mismo ? Nó ¡ vive Dios ! la franqueza es mi divisa : al que aborrezco se lo digo : al que amo se lo digo tambien ; pero , á qué viene todo esto ? dejemonos de quejas , que bastantes disgustos me acosan fuera de aquí . Ven , Doña Maria , siéntate á mi lado y háblame de amor , de amor sin reproches , sin exigencias desmedidas ... qué te importan a ti los áridos asuntos que me llaman á otras partes ? Te parece que te amo menos porque me ocupo de mi prosperidad ? Al llegar aquí se quitó la capa y la gorra : se desciñó la espada , y arrastrando con el pie un pequeño taburete , fue á sentarse delante de su amada que había ocupado un alto sitial . - Con que me amas ? ... le preguntó la jóven pasando suavemente su mano alabastrina por la sedosa cabellera del mancebo . - Sí , Doña María , te amo mucho , repuso este fijando en ella una mirada llena de pasion , pero que sin embargo revelaba mas firmeza que ternura . - ¿ Y estás convencido de que siempre sentirás por mí el mismo amor ? - Esa es otra pregunta del demonio , dijo el caballero con impaciencia : estoy seguro de que lo siento ahora , y esto debe bastarte . - ¡ O ! sí , sí , me basta , esclamó la dama acariciándole con cariño temerosa de haberle disgustado ; pero no te enojes : quisiera que tu corazon fuese mio , mio hasta la muerte , y por eso procuro investigar tus sentimientos . - Pues bien , Doña María , depon todo recelo : te amo , te amo mucho , y creo que nunca amaré á otra : ¿ estás contenta ? - Sí , eres incapaz de mentir , y tus palabras valen tanto como los mas sagrados juramentos ; pero díme , que es lo que te ha detenido tanto tiempo lejos de mí ? - ¿ Qué ha de ser ? que han llegado los que fueron á impedir la fuga de la reina y me han estado dando disculpas de su torpeza . - Con que por fin ha logrado evadir su vigilancia ? - Sí , ¡ vive Dios ! y ya la tienes sana y salva en Aragon con Doña Blanca y los Infantes . Diego Lopez de Salcedo ha vuelto molido y alanceado como un toro , y Zag de Malea huyendo como una liebre : buena cuenta han dado de mi encargo , ¡ voto á Luzbel ! y lo peor es que no puedo quejarme de nadie : yo fuí quien les eligió para esa comision y he tenido que sufrir callando la reprimenda de D . Lope . - Y el rey , ¿ qué dice ? - El rey se ha irritado por la torpeza de mis mensajeros . - Y tú , ¿ que piensas hacer ? - ¿ Qué ? aun no lo sé á punto fijo : ya lo he dicho á D . Lope que allá se las componga con nuestros enemigos y que me dé aviso cuando sea menester hacerles entrar en razon á cuchilladas . - ¡ Oh ! siempre pensando en la guerra ! - Qué quieres , Doña María , yo he nacido para pelear , y me desesperan las intrigas de la Córte . - ¿ Pero no piensas que así te espones á cada instante ? - ¿ A qué ? - A perder la vida tan preciosa para los que te aman . - ¡ Bah ! no temas por eso : las lanzas enemigas me conocen y no se atreven con mi armadura de Milan . - Y díme , ¿ no es nada para tí vivir ausente de la mujer que solo á tu lado es feliz ? - Sí , ciertamente es triste no poder consagrar toda la vida al amor ; pero los que han nacido para mandar á los demás , no pueden obedecer los impulsos del corazon : yo bien quisiera estár escuchando tu acento á todas horas ; pero que quieres , el deber me llama á otras partes , y aunque no me gusta el trato de los cortesanos me es esforzoso transigir con ellos : además D . Lope no me deja á sol ni á sombra , y estraño mucho que no haya venido ya á buscarme . - ¿ Quedó acaso en verte aquí ? - Sí , quedó en venir á darme cuenta de las disposiciones que han de tomarse para reparar , en cuanto sea posible , la torpeza de Salcedo y de Zag de Malea . - ¡ Oh ! eso es ya demasiado , esclamó la dama frunciendo el ceño y dejando de acariciar los rizos de su amante : ese hombre se ha propuesto turbar mi felicidad á todas horas , y acabara por enajenarme completamente tu amor . ¿ Con que no le basta tenerte todo el día á su lado , llevarte en pos de sí al consejo , á la Córte , á las batallas , sino que aun ha de venir á arrebatarte de mis brazos y á tratar de sus negocios en mi presencia ? - No te enojes con él , Doña María , es mi mejor amigo y creo que no tomarás á mal que se afane en prevenir las asechanzas de mis contrarios . - ¿ Y quién ha de intentar ofenderte ? - ¿ Quién ? preguntó el mancebo fijando en su amada una mirada recelosa , ¿ quién ? ... muchos , por cuyas venas circula mi propia sangre ; muchos á quienes he hecho grandes mercedes , y tú debieras saberlo . - Yo nada quiero saber de esas intrigas que te preocupan á todas horas y que han entibiado tu afecto hácia mí haciendote ambicioso . - ¿ Sabes que cuando esperaba encontrar á tu lado alguna tregua á las borrascas de mi pecho , veo que solo piensas en atormentarme con injustos recelos y amargos reproches que ya me cansan ? Desde que he entrado en este aposento solo quejas han llegado á mis oidos : tus caricias están mezcladas con hiel . ¡ Oh ! vive Dios , que esto es insufrible . - Insufrible te parece ser amado con delirio ? ... ¿ qué dirias , pues , si me , hallases infiel ? Levantó el mancebo la cabeza con altivez , y dando á sus palabras una entonacion que hizo estremecer á la dama , dijo sonriendo siniestramente : - Si te hallase infiel , te mataria . - Cruel ! y tú que dices eso , estrañas que me atormente tu desvío ! - No , no lo estraño ; pero como ese desvio no existe , me enojan tus infundados recelos ; me enoja que quieras sujetar las altas aspiraciones de mi-alma , solo por el pueril deseo de verme siempre á tus pies . Un discreto golpe dado en la puerta vino á interrumpir tan animada conversacion ; volvieron el rostro los dos amantes á la vez , y con harto disgusto de la dama vieron entrar á Brianda . - ¿ Qué quieres ? dijo Doña María , mirando á la recien llegada con enojo . - Un caballero pregunta por vos , repuso la doncella dirigiéndose al amante de su señora . - ¿ Le has conocido ? - Sí . - ¿ Y quién es ? - Don Lope díaz de Haro . - Que entre , que entre al instante . Salió Brianda haciendo una profunda reverencia ; doña María exhaló un suspiro de despecho , y el infante D . Sancho de Castilla , pues no era otro aquel apuesto mancebo que estaba a los pies de su dama , se levantó del taburete que hasta entonces había ocupado y fue á sentarse en un alto sillon de brazos . D . Lope díaz de Haro entró un momento despues : era un hombre de estatura mas baja que alta ; vestía con modestia una tunicela parda galoneada de terciopelo azul con golpes de plata en el pecho y en las mangas ; sobre los hombros llevaba un ancho tabardo ceniciento , forrado de pieles de gato montés , y de un ancho cinturon de correa recamado con lentejuelas de acero , pendía su larga espada que á no ir en posicion . oblícua le hubiera llegado cerca de la barba . Los ojos de aquel personaje eran pequeños y perspicaces , la frente ancha , la nariz fina , los lábios delgados y el todo de su fisonomía inteligente y severo . No carecía de gentileza en su apostura , y sus modales eran de los menos rudos de su época . Al entrar se había quitado la gorra , solo por respeto á la dama puesto que los ricos hombres eran caballeros cubiertos delante del mismo Rey . - Buenas noches , D . Lope , ya estrañaba tu tardanza , dijo el Infante aparentando hallarse muy risueño . - Permitidme besar las manos de la muy noble y muy hermosa doña María de Ucero , repuso el magnate inclinándose delante de la disgustada jóven . - Dios os guarde , amigo mío , dijo ella con desdeñosa sonrisa , y ¿ cómo os hallais de salud ? - Perfectamente . - ¿ Y de negocios ? - De negocios ... no tan bien contestó el de Haro , aprovechando la coyuntura de esta pregunta para no perder un precioso tiempo en vanos cumplidos , y temo que han de enojaros los que ahora voy á comunicarle al Infante . - Decis bien , los asuntos de estado son enojosos para las pobres mujeres que nada entendemos de ellos , y si me lo permitís iré á dar algunas órdenes mientras vos hablais con don Sancho . - Señora , vos sois la dueña aquí . Doña María no respondió á esta última lisonja y saludando con una ligera inclinacion de cabeza , salió de la estancia despues de haber fijado una mirada de rencor en D . Lope . No bien este se vió solo con el Infante , cubrióse con un movimiento de impaciencia , y sentándose en el sillon que acababa de dejar doña María dijo , cruzando las manos sobre una de sus rodillas : - Sabeis , señor primo , que tenemos los enemigos en casa y que hemos dormido mas de lo que fuera provechoso ? - ¿ Cómo es eso ? ¿ Han vuelto á Toledo los Infantes de la Cerda ? - Los Infantes de la Cerda son una bandera que tremolada desde Aragon da tanta fuerza á nuestros verdaderos adversarios como si se desplegase en Castilla . - Acaso el de Lara ha regresado despues , de acompañar á mi madre ? - El de Lara es un bravo caudillo y nada mas . - Y nada mas ? repitió D . Sancho con estrañeza : entonces que el díablo me lleve si te entiendo . - ¿ Ignorais acaso que no es en el campo de batalla donde son mas peligrosos los enemigos ? malo ha sido lo de la fuga de la Reina , muy malo ; pero no temais . por eso que vuestro tio nos declare guerra : harto hará él en apaciguar su reino : nuestro valiente primo D . Juan de Lara es muy poderoso ; pero para sus mesnadas tengo yo las mías y tampoco es él quien me da recelo : en Toledo , y no lejos de nuestros pies está el volcan que a mi me asusta , y si no lograis que vuestro padre remedie el daño con mano fuerte , ¡ guay de él , y guay de nosotros ! - Pero ¿ me dirás al cabo qué volcan y qué daño son esos de que me estás hablando ? - Ese volcan y ese daño , dijo el de Haro aproximando su sillon á D . Sancho y bajando la voz , son las reuniones secretas que celebran hace mucho tiempo en casa de vuestro tio don Fadrique los que ya en las Córtes de Segovia se opusieron abiertamente a la declaracion de vuestros derechos ; la insurreccion debe estallar de un momento á otro , y esta noche misma han de juntarse para deliberar . - ¡ Vive Dios ! ¿ De esas tenemos ? ¿ Y en qué piensas que aun no has enviado cien lanzas á desbaratar ese cónclave de renegados ? - Paso , señor primo , paso , que D . Fadrique no es ningun manco ni ningun mendigo para que se asuste al ver cien lanzas : mas escudos viejos encierran sus arcas que todas las nuestras reunidas , y en cuanto á lo de puños , que hablen las huestes de Cárlos de Anjou , las cuales huyeron de él en los campos de Sicilia como si fuesen liebres desbandadas , - ¿ Y crees tú que temo yo sus doblas ni sus puños ? - No creo tal , porque , en verdad sea dicho , tampoco yo los temo ; pero estad seguro de que no es tan fácil destruir sus planes como creeis ; para ello no tenemos aun bastante poder : los que se reunen en su casa son todos ricos-hombres , y solo el Rey tiene autoridad para intervenir en este asunto . - Y el Rey bien sabes tú que no suele sentar la mano muy de recio sobre nuestros enemigos . - Es que nuestros enemigos lo son suyos tambien en esta ocasion . - Entonces ¿ qué es lo que me aconsejas hacer ? preguntó don Sancho con impaciencia . - Ante todas cosas debeis despediros de doña María de Ucero y despues ... despues ir á ver á vuestro padre y repetirlo al pie de la letra lo que acabo de comunicaros . Se puso en pie el Infante al oir las últimas palabras de su interlocutor , y echando atrás los pliegues de su capa se dirigió á la puerta resueltamente y llamó con voz imperiosa á doña María ; no fué ella sin embargo la primera en acudir , sino Brianda su doncella . - ¿ Qué mandais , señor ? - Dile á tu ama que me marcho ... - ¿ Tan pronto ? preguntó la de Ucero llegando á su vez . - Sí , voy con D . Lope á evacuar un asunto urgente . - Y cuándo volvereis , señor ? - Mañana . - Mañana ! .. murmuró doña María , hablando consigo misma , siempre aguardando á mañana . El de Haro , que tambien se había puesto en pie al ver entrar á Brianda , se aproximó á los amantes para abreviar su despedida y dijo inclinándose respetuosamente : - Tengo el honor de besar vuestros pies , señora . - Id con Dios , caballero , contestó la despechada jóven , lanzando á D . Sancho terribles miradas . Fingió este no observar aquellos signos de disgusto , y besando con ternura las manos que ella le tendió temblando de rabia , salió del aposento seguido de D . Lope de Haro . - Ya lo ves , esclamó doña María , despues de un largo rato de silencio en que estuvo mirando de hito en hito la puerta por donde su amante acababa de desaparecer ; ya lo ves , á pesar de mi ternura no me ama como yo quisiera . - ¿ Y por qué ? preguntó Brianda con indiferencia . - Porque le devora la sed de mando , y prefiere á mis caricias los combates y la gloria . - ¿ Y eso os disgusta ? ¿ querriais acaso á vuestros amantes cobardes y sin nobles aspiraciones ? - Les querría amantes y nada mas , esclamó la dama yendo a mirar por la ventana si podía distinguir aun la figura de don Sancho ; pero la noche habia cerrado oscura , y solo un confuso rumor de pasos que se perdían por la torcida callejuela de enfrente , llegó á sus oidos . Tambien Brianda se aproximo á la ventana y tendió - desde ella una mirada anhelante ; pero en vez de quedar absorta en vagos pensamientos como su señora , se estremeció de alegría al oir que otras pisadas nuevas resonaban en la misma callejuela , aproximándose al paso que se alejaban las del Infante . Acababa el rey de dar audiencia á los altos funcionarios de su Córte : algunas quejas habian llegado á sus oidos por boca de los procuradores de sus buenas villas y ciudades , y con harto sentimiento supo los desafueros de sus cogedores y pesquisidores , y el trastorno que la reciente acuñacion de moneda de baja ley habia introducido en las negociaciones mercantiles : los artículos de primera necesidad se habian encarecido , de suerte que el aumento de numerario en nada podía remedíar las penalidades de la época : las personas acomodadas se resistian á cambiar sus escudos viejos por burgaleses nuevos , y los empleados del fisco , siempre dispuestos á abusar de la fuerza , cometian toda clase de atropellos so pretesto de hacer respetar la ley . Disgustado en estremo dejaron á D . Alonso tales nuevas y parecia que una nube de tristeza posaba sobre su espaciosa frente : sus tesoros habian quedado exhaustos durante el largo litigio que le ocasionara su pretension al imperio de Alemania ; los recursos del pueblo estaban agotados , la nueva acuñacion de moneda , en vez de aliviar su angustiosa situacion habia rebelado contra él todos los ánimos , y un sordo rumor de descontento cundía por todas partes . ¿ Qué hacer ? ... su razon , tan poderosa para resolver los mas intrincados problemas de las ciencias conocidas en su tiempo , se estrellaba en aquel escollo de dificultades materiales : su talento superior habia entrevisto en lontananza los primeros destellos de otra ciencia , que mas tarde debia ser la piedra angular de los estados ; habia adivinado la economía política ; pero la luz de esa antorcha bienhechora que hoy , ilumina y guia á la humanidad entera , se presentó á sus , ojos , tan vaga y fugitiva , que en vez de guiarle al puerto , como un faro de ventura , le estravío en mares borrascosos , llevándole á perecer entre bajíos , como los fuegos fátuos de la ribera . Discursivo se hallaba el monarca , y paseándose por su habilacion á pasos lentos , cuando un paje le anunció la llegada de Ahmed Ebn Yuzef , embajador de Egipto . No venia aquel personaje de oficio y á presentar sus credenciales al Rey , sin como particular y con el solo objeto de tener una conferencia con otro sabio . Recibióle D . Alonso con muestras de satisfaccion y de respeto , y haciéndole sentar en su propia silla ocupó él otro escaño á su lado . Era Ebu Yuzef un anciano venerable , de larga barba mas blanca que la nieve y de austero semblante ; su . traje consistia en una túnica parda que le bajaba hasta los pies , un elevado turbante blanco y un jaike ceniciento sin adornos de ninguna especie : no llevaba armas . Sus ojos hundidos y sus mejillas surcadas por los años y las vigilias ; su frente ancha y majestuosa , su nariz fina y su boca cerrada siempre , como conteniendo la respiracion , revelaban uno de aquellos hombres entregados a los misterios de la ciencia , que el mundo respeta , por mas que ellos no se dignen descender de su trípode para alternar con sus semejantes . Don Alonso , que contaba á la sazon cincuenta y cinco años , tenia sin embargo veinte menos que su huésped : sus cabellos aun no habian encanecido , ni sus ojos carecian del brillo de la juventud ; era de medíana estatura y de agradable aspecto , vestia un traje talar de seda y lana sin mas adorno que un cinturon bordado de oro y un collar de piedras preciosas ; no ceñía espada ni puñal , y llevaba en la cabeza una gorra de terciopelo recamada de plata . Tambien habia impreso Dios en su frente magnánima el sello de la sabiduría : su mirada era penetrante y reflexiva , su boca algo grande y bien formada sonreia á menudo , aunque con tristeza , y sus mejillas se coloreaban de vez en cuando con el fuego del entusiasmo . Aquellos dos hombres pertenecian á la raza príncipe de la humanidad : se habian comprendido desde el momento en que se vieron por vez primera , y á pesar de la inmensa diferencia que existia entre sus creencias religiosas , edad y posicion , se tendieron los brazos llamándose , hermanos . - Dios os guarde , mi querido maestro , dijo el Rey al sentarse al lado del anciano ; ¿ cómo os sentis de salud ? - Bien , hijo mío , muy bien , le respondió Ebn Yuzef , besándole con efusion la mano que le habia tendido . Dios ha querido prolongar mi vida para que pueda tocar el resultado de mis largas investigaciones . - Y qué os ha dicho la ciencia , desde la última vez que nos vimos ? Habeis adelantado algo ? - He adelantado mucho , porque acabo de llegar al término de mi viaje . - ¡ Cómo ! acaso habeis descubierto ? ... - Todo , mi amado discípulo , todo . - ¡ Oh , Dios mio ! será posible ? y decidme , es cierto lo que enseña Ostan , es cierto que el oro es hijo del fuego ? - Sí : mas para conseguir que el fuego llegue a un estado concreto que es lo que constituye el oro , es fuerza dividir los átomos elementales de su parte mas pura , que al derramarse en corrientes por el éter producen la luz . Olimpiodoro pretendía que de la interseccion , de los rayos del sol sobre la tierra se forma el oro , y Averroes creyó que , encerrando uno de esos rayos lograria descomponerle y producir el gran engendro de la luz y del polvo : fundaba su opinion en que el oro se encuentra siempre en las entrañas de la tierra , y por eso imaginó que solo aquel procedimiento bastaria á cuajar los átomos auríferos del fuego ; pero á qué conduciría semejante operacion ? Nueve mil años deben pasar , segun dijo , para que su esperimento dé resultado : ya veis que esto es un sueño : tanto valdria dejar que la naturaleza siguiese , como hasta aquí , produciendo ese precioso metal . - Y acaso vos habeis hallado otro medio mas eficaz de producirle ? pregunto el Rey fijando sus ojos entre admirado , y dudoso en los ojos del anciano . - ¿ Dudais acaso de Hermes ? - ¡ Oh , no ! Líbreme Dios de semejante duda . - Pues entonces , os lo aseguro , Averroes se equivocaba no es un rayo de sol lo que es posible concretar , sino una brasa de fuego terrestre . Zósimo que poseia el original de la Tabla esmeraldina del Maestro , buscó en sus hornillos , y no en las cavidades de la tierra , el modo de trastornar las partículas ígneas en partículas áureas . Estéfano , el príncipe de la alquimia , enseñó en sus nueve Prácticas , que la crisopeya solo puede salir de un crisol , y yo que tengo en mi poder el pergamino secreto de Geber , el Estéfano de la Arabia ; yo que he visto la carta original de Sinesio dirigida á Dioscoro ; yo en fin , que he llegado al pie del santuario de la verdad , y que poseo lo que os diré mas tarde , sé que solo en la ebullicion está el medio y el fin de la grande obra . Llevadme á vuestro laboratorio . - ¡ Vamos , vamos ! esclamó el Rey poniéndose en pie pálido y tembloroso . ¿ Con que es cierto que habeis descubierto el medio de hacer oro , y vais á iniciarme en vuestro secreto ? - Sí , hermano mio , para eso solo lic venido desde Egipto á vuestra Córte : creeis que yo , en el borde del sepulcro y entregado á la investigacion de las grandes verdades , hubiera aceptado , por un vano deseo de honores la mision que me ha confiado el gran Soldan ? No : si he venido á Castilla es porque vuestro nombre ha llegado á mis oidos en alas de la fama ; es porque la fama me ha dicho que sabríais comprenderme ; , que érais un digno Salomon de aquel David , cuya memoria venero con fé profunda y gratitud eterna ; que habíais bebido en las fuentes de la sabiduría , y que sin embargo no érais feliz . - No os comprendo , venerable maestro , dijo el rey mirando al anciano con una espresion que participaba del asombro y de la curiosidad . Hasta hoy nada me habíais dicho de cuanto acabais de indicarme . - Es que hasta hoy no he debido descorrer el velo que cubre el arcano de mi corazon ; pero la hora ha llegado y quiero pagaros lo que os debo . - ¿ Vos deberme á mi ? ... - No me interrumpais : durante mi residencia en Castilla he podido convencerme de que la fama no habia exagerado al enalteceros tanto : nadie mejor que vos podria comprenderme : habeis aprendido á leer en el gran libro del firmamento ; las estrellas responden á vuestros conjuros ; las ciencias de los hombres os son tan conocidas como la primera letra del alfabeto , y hasta os ha concedido el cielo la divina inspiracion de los poetas . ¡ Oh ! no hay duda , me complazco en repetirlo , sois un digno Salomon de aquel David . Sin embargo , en medio de todos esos dones con que Dios os ha favorecido , sois desgraciado : vuestros súbditos no os aman porque no os comprenden y vuestros deudos se os rebelan porque no os temen : además el destino os ha privado de vuestras riquezas , y por eso hallais obstáculos á todos vuestros grandes pensamientos ; pero yo voy á conduciros á las orillas de Pactolo inagotable , y el tiempo os enseñará lo demas . - Pero , decidme , esclamó D Alonso con acento suplicante , á quien le debo el que así querais colmarme de felicidades . - Mas tarde , mas tarde os lo diré ; ahora llevadme á vuestro laboratorio . - Vamos , pues , dijo el Rey , cuyo corazon latia con violencia , agitado por varias sensaciones . No podía comprender el misterio que encerraban las palabras de Ebn Yuzef ; pero entreveia la realizacion de todos sus deseos , y un gozo febril casi le embargaba la razon . D . Alonso no era avaro de riquezas ; pero lo era de gloria , y el descubrimiento que iba á revelarle su anciano maestro le colocaba sobre todos los sabios de la tierra . Levantóse Ebn Yuzef de su sitial , y apoyándose en el brazo de su discípulo , le dijo sonriendo con dulzura : - ¿ Tendreis paciencia y fortaleza ? - Tendré lo que vos querais . - Entonces vamos ya , murmuró el anciano , y saliendo ambos de la estancia , bajaron por una escalerilla secreta y se alejaron del palacio , hablando en voz baja y recatándose de las personas que hallaban al paso . Cuando llegaron al alcázar viejo de Toledo y á la torre del Sur , en donde tenia el rey su laboratorio , ya habia cerrado la noche completamente : encendieron ellos mismos una lámpara ; preparó el moro los combustibles que debian arder en el hornillo , y echándose sobre los hombros la túnica de los herméticos y cubriendo sus rostros con máscaras de cristal , dieron principio á su misteriosa tarea . Un hedor acre y corrosivo se exhalaba de los crisoles , en cuya cavidad hervian diferentes metales : el mas profundo silencio reinaba en aquella estancia , y las horas pasaban volando sobre las cabezas de los dos sabios , que sin dirigirse la palabra obraban impulsados por un mismo pensamiento . D . Alonso soplaba la lumbre con un fuelle de forma estraña , mientras el anciano reunia diferentes sustancias animales y vegetales , moliendo de vez en cuando ciertas cristalizaciones solubles , que disolvia luego en líquidos preparados al efecto . La noche avanzaba y los alquimistas seguian entregados á su elaboracion , cuando de improviso resonó un leve rumor de pasos en el angosto corredor que conducía á aquella retirada estancia . Miró Ebn Yuzef al rey como para preguntarle qué significaba aquel ruido , y D . Alonso volvió el rostro hácia la entrada del laboratorio sin dejar de avivar la lumbre con su fuelle . La puerta giró lentamente sobre sus goznes , y un hombre envuelto en su capa apareció en ella . - ¡ diablo ! esclamó el recien llegado , deteniéndose en el umbral ; vaya un perfume de infierno ! - Cómo es eso ? dijo el rey , suspendiendo su tarea y quitándose la mascarilla . ¿ Tú por aquí , D.Sancho ? - Perdonad , señor , si vengo á interrumpiros en vuestros esperimentos : harto me pesa tener que respirar este ambiente ; pero tengo que hablaros de asuntos que urgen , y no habiéndoos encontrado en nuestro palacio , me he tomado la libertad de llegar hasta aquí . - Dí , pues , lo que ocurre , y sé breve . - Es un secreto . - Un secreto ? repitió el rey sonriendo : ¿ acaso puedo yo tenerlos para mi maestro ? Sabes tú los que él me ha confiado ? Habla , D . Sancho , habla sin recelo , que Ahmed Ebn Yuzef puede oirlo todo . El anciano seguia observando la ebullicion de sus crisoles , sin cuidarse ya de la llegada del infante , y sin oir siquiera lo que hablaban á su lado . D . Sancho se aproximo a su padre , y lo dijo : - No hay un momento que perder : mientras vos os entregais á ocupaciones que respeto y que no tengo derecho de censurar , hay quien conspira en Toledo en menoscabo de vuestra real autoridad y contra vuestras soberanas resoluciones . - ¡ Quien conspira contra mí ? - Contra vos , señor , y quizá no está muy lejos el momento en que la rebelion levante su cabeza á las puertas mismas de nuestro alcázar . - Eso es imposible , D . Sancho : esta misma tarde ha venido á darme cuenta del estado de mi Córte el Justicia mayor D . Diego Alonso , cuya actividad es bien conocida , y nada me ha dicho . - Es que Diego Alonso no pica bastante alto para llegar á los conspiradores . - Acaso te habrán engañado . - Ojalá , señor ; pero creedme , en este mismo momento están reunidos , y ¡ guay de nosotros ! si no acudimos con tiempo á cortarles las alas : quizá no tarden ocho días en hacernos oír sus reclamaciones . - ¿ Sabes , D . Sancho , que para ser tan mozo , eres demasiado suspicaz ? - Y vos muy confiado , padre mio ; vuestra inteligencia superior vuela á regiones desconocidas para los mortales , y por eso quizá no os dignais fijar los ojos en el suelo , esponiéndoos á tropezar á cada paso . - Mucho se asemejan esas palabras á un reproche , señor infante . - No es mi ánimo ofenderos ; pero , creedme , lo de la conjuracion es cierto . - ¿ Y quiénes son esos enemigos misteriosos ? - Preguntádselo á vuestro hermano D . Fadrique . - ¿ Qué oigo ? Fadrique rebelde ! esclamó el rey con indignacion . Qué os parece de esto , Ebn Yuzef ? El anciano que al oir las últimas palabras del Infante se habia estremecido , volvió el rostro y repuso : - No olvideis que D . Fadrique es hijo de vuestro padre . - ¡ Oh , solo esto me faltaba ! esclamó D . Alonso con amargura . ¿ Con que no es bastante haber perdido el amor de mi pueblo , sino que tambien han de conjurarse contra mí mis propios deudos ? - ¿ Y por qué os apura esa conjuracion , si ya la hemos descubierto ? dijo D . Sancho con entereza . - ¿ Por qué ? porque me aterra tener que empuñar una espada fratricida ; porque ese contratiempo viene á distraerme precisamente en ocasion en que quizá voy á fijar la suerte y la prosperidad de mis vasallos todos . - No os inquieteis por eso , padre mio : fiadme á mí la persecucion de los rebeldes , y yo os respondo de que no han de estorbaros en vuestras meditaciones . - ¡ Oh , no , no ! eso seria peligroso : fiar mi cetro á un niño . - ¿ Olvidais acaso que he sido , no hace mucho , vuestro lugarteniente ? - En la frontera , D . Sancho , en la frontera , y no es lo mismo mandar soldados , que perseguir á conspiradores . Decidme , Ebn Yuzef , ¿ podríamos suspender este esperimento ? - Imposible , señor : la hora prefijada se acerca , y si la dejamos pasar , todos nuestros esfuerzos serán inútiles en adelante . - En ese caso no hay remedio : D . Sancho , te confio mi autoridad , y espero que velarás por la paz de mi pueblo : toma mi sello de mando y mi espada de justicia , y no eches en olvido que son el sello y la espada de S . Fernando . - Fiad en mí , ya veis que me ocupo sin descanso en pro de vuestra corona , y que mi condicion de mozo no me impide descubrir las maquinaciones de nuestros enemigos . - Ve , pues , á mantener la tranquilidad de ese pueblo ingrato , mientras yo me ocupo en preparar su prosperidad y su gloria . Salió D . Sancho cerrando la puerta tras sí , y el Rey quedo un momento en ademan pensativo . - Qué , preguntó Ebn Yuzef , acaso os preocupan los negocios mundanos ? Si es así , apartáos del altar de la ciencia . - No , no , repuso el Rey , haciendo un poderoso esfuerzo y poniéndose la careta ; ya estoy tranquilo . ¿ Qué me importa una sedicion mas , á mí que mañana podré sofocar la insurreccion del mundo entero ? Veis algo en el crisol ? - Nada , nada : pero que no por eso vacile vuestra fé . Geber pasó toda su vida entregado á la meditacion , y cuando quiso reducir á práctica su teoría , permaneció muchos años en su caverna de rodillas delante del fuego que abrasaba su semblante corroyendo su existencia : un día mas de vida le hubiera bastado para tocar el término de sus afanes y alcanzar el premio de su heróica constancia ; pero la muerte sorprendió cuando solo le faltaban veinticuatro horas para concretar el fuego que habia preparado . - ¿ Y creeis que nosotros seremos mas felices ? preguntó el Rey con acento de duda . - Nosotros haremos oro , dijo el anciano con la mas profunda conviccion . Mirad : ¿ no veis esa barrita candecente que flota en medio de la ebullicion del crisol grande ? pues cuando esa barrita sea fuego nos bastará sumergirla en aquella redoma para obtener el oro de mas subidos quilates . - ¿ Y cuándo será fuego ? - Cuando en vez de flotar se vaya al fondo . - ¡ Oh Dios mio ! Dios mio , esclamó el Rey levantando las manos al cielo : ¿ nos concederás tan supremo beneficio ? - Nada se niega á la ciencia , bien lo sabeis , y ese beneficio me lo ha concedido la Providencia hace mucho tiempo . - ¡ Qué escucho ! ¿ Con que esto no es un simple esperimento ? - No , D . Alonso , no : esto es una revelacion . Antes que asome el primer albor de la mañana os persuadireis de que Hermes no es un sueño ; pero la hora ha llegado , y mientras el fuego se purifica voy á referiros una historia que os esplicará cómo he descubierto el gran misterio , y por qué os he elegido á vos para revelárosle . Yo cuidaré del crisol : sentáos y prestad atencion á mis palabras . Era yo niño todavía cuando mi padre , nombrado jeque de Mohamed Ben Jussuf , Emir Almumenin , vino á España entre las formidables huestes que aquel poderoso monarca llamó á Europa , deseoso de echar el yugo , sarraceno sobre toda la cristiandad . día de júbilo y de risueñas esperanzas fué para Tremecen aquel en que sus hijos se ciñeron la cimitarra , y montaron en sus corceles de guerra . « Al otro lado de los mares , les dijeron , hay una region tan deliciosa como el Edén que el Profeta ofrece á sus escogidos : allí las mujeres tienen la tez blanca como el armiño , y los ojos azules como el firmamento ; allí serpentean sobre alfombras de verdura rios con las corrientes de plata y las arenas de oro ; allí crecen flores de gayos matices que esmaltan los prados , y cuyas redolientes emanaciones embriagan con mas dulzura que los perfumes de la Arabía , » Ardió en todos los pechos un deseo vehemente de respirar en aquel pais encantado , y un grito de alegría delirante respondió á la órden de botar los bajeles á las aguas . La mar desapareció debajo de las henchidas velas ; las huestes que llenaban aquellas naves eran mas numerosas que las arenas del desierto , y el caudillo que debia mandarlas el mas poderoso de los monarcas de la tierra . Aun me parece mirar la inmensa cadena , forjada con el designio de sujetar á ella los esclavos sin cuento que pensaban dejar en pos de sí los hijos del Profeta en su carrera triunfal . Un soplo de la brisa hizo que la armada se perdiese tras los horizontes , y el Africa aguardó llena de regocijo la vuelta de aquellos nuevos argonautas , que habian ido á conquistar otro vellocino de oro . Mas ¡ ay ! que las Navas de Tolosa aguardaban á nuestros guerreros , y allí se estrellaron las olas de aquel torrente que imaginaba en su soberbia derrocar cuanto se le opusiese al paso . Cuatro días duró la lid , y la muerte segó con su guadaña la flor de nuestra juventud . Huyó con ignominia el soberbio Jussuf ; el rey de Aragon se apoderó de su tienda de púrpura ; el de Navarra le arrebató la cadena con que circundaba sus reales , y el de Castilla le despojó de cuantos laureles habia alcanzado en cien batallas . Cuando la fama , tendiendo sus alas gigantescas , nos trajo la nueva de aquella rota , rugió el Africa de coraje como el leon herido , y juró odio eterno y guerra sin tregua al nombre de Nazaret . Mi padre habia muerto como bueno interponiendo el pecho al golpe que iba dirigido contra el corazon de su rey , y cuando su esclavo favorito le presentó á mi madre su alquicel ensangrentado , aquella mujer que hasta entonces me habia hecho respirar auras de ternura , infundió en mi alma de niño rencor de muerte contra los asesinos del que me habia dado el ser . Pasaron los años ; y cuando ya mi pecho se habia estrenado en sangrientas escaramuzas contra las inquietas Kabylas del desierto , creí que era llegada la hora de dar principio á mi venganza : reuní en torno mío á mis deudos y esclavos ; desplegué el rojo pendon de los combates , y embarcando en tres bajeles mis tesoros y los ardientes potros de mis yeguadas , hice rumbo hácia las costas de la Bética . El Califa de Granada , que era del linaje de los Bermejos , me admitió á su servicio , y bien pronto me colmó de dignidades y de honores . El continuo trato con los ilustrados moros andaluces , la residencia en aquel suelo delicioso , cuyos bosques de azahar y cuyas alfombras de , alelíes realizaban mis sueños orientales ; la vista de las encantadoras hijas del Genil ; la dulzura . de un clima templado y enervador , suavizaron algun tanto la rudeza de mi corazon , que por espacio de diez años había estado atesorando fanática ira contra la valerosa España . Mis costumbres belicosas , agrestes y severas , se reformaban de día en día : hasta entonces mi pecho cerrado á todo sentimiento humano , solo abrigó deseos de venganza y aspiraciones de guerrera gloria : mis ocupaciones favoritas habian sido la caza del leon y los combates ; era profano al conocimiento lo de las letras , Y solo la fama de mis antepasados y el crecido número de mis esclavos me pudieron conducir á un alto puesto en la Córte de Granada , pero una tregua de tres años que se habia ajustado entre moros y cristianos , me dejó en el ocio y dispertó en mi pecho la aficion á las zambras y á los festines . Depuse los pesados é inútiles arreos de batalla , y vistiéndome las magníficas galas de la Córte , empecé á probar las dulzuras de una sociedad culta y voluptuosa : sin embargo , mi pecho no habia perdido completamente su duro temple , ni mis modales la rudeza del campamento : era un soldado vestido de cortesano á quien las damas miraban con estrañeza , y cuyos altivos ojos no se habian fijado nunca en ninguna de ellas ; pero un día ( era en lo mas delicioso de la primavera ) fuí invitado para asistir á un festin : los convidados estaban reunidos en uno de aquellos verjeles embalsamados y sombríos que bordan las orillas del Darro : una música dulcísima resonaba en un bosquecillo de arrayanes , y en medio de una espaciosa glorieta cubierta con toldos de seda danzaban al compas de agudos erótalos y sonoras panderetas innumerables parejas de garridas moras y apuestos donceles . Yo jamás habia ejercitado mis pies en las difíciles zambras , y miraba con desdeñosa altivez á aquellos mancebos que fundaban su orgullo en la ligereza y en la afeminada gracia de sus movimientos : ya empezaban á parecerme monótonos los compases de la orquesta , cuando de repente fijé los ojos en una doncella , en quien no habia reparado hasta entonces y que acababa de danzar : apenas contaria quince abriles ; era de medíana estatura , de tez sonrosada . ojos garzos y negra cabellera ; sus labios eran mas rojo que una clavellina , y sus dientes mas blancos y mas iguales que una rastra de perlas de Comorin . Al verla sentí un sacudimiento nervioso , que me hizo variar de posicion involuntariamente : un calor repentino subió a mis mejillas y desde aquel momento ya no fuí dueño de mi albedrío : la presencia de aquella criatura ejercia en mi espíritu una influencia estraña : me aproxime a ella con paso tembloroso , y al contemplar de cerca sus facciones me pareció que desfallecian los latidos de mi corazon ; el aura que respiraba en torno suyo era embriagadora para mi pecho , el sonido de su voz infantil vibraba en lo mas hondo de mi alma , y sus miradas lánguidas y dulces me fascinaban . Quise hablarla y no encontré palabras con que espresar mis sentimientos : entonces envidié á todos aquellos mancebos tan diestros en el arte de decir amores , y hubiera trocado sin dificultad mi pericia en blandir la lanza , por la agilidad de sus pies , que pocos momentos antes habia mirado con tanto desprecio . Cada vez que alguno se acercaba á ella sentia un involuntario despecho que me hacia fruncir el ceño : apenas acababa de esperimentar el prirner destello de amor y ya me atormentaba el roedor de los celos : mi carácter indómito se rebelaba contra las leyes de la galantería española , y mas de una vez estuve tentado de hundir mi puñal en el corazon de los que osaban tocar en mi presencia la mano de aquella mujer ; pero me bastaba mirar sus ojos castos y serenos para sentir templados los impulsos de mi ira . Terminó el festin , y yo supe que aquella jóven era la hija de Aly-Zeir , el alcaide de Priego : había ido con su padre á pasar algunos días en Granada y debia regresar en breve á su pais ; pero mi destino se hallaba ya ligado al suyo , y poco me hubiera importado tenerla que seguir hasta el fin del mundo . La ví : mi pasion inspiró sin duda mis palabras , y yo , el rudo soldado , el feroz caudillo de Tremecen , como me apellidaban los moros andaluces , supe insinuarme en aquella alma tímida y candorosa y despertar el mas acendrado amor en su corazon de virgen : desde aquel momento me pareció que mi frente era mas alta que la del Emir-Almumenin . Pasaron como un sueño de hadas los días de su permanencia en la córte : aun recuerdo con delicia aquellas noches serenas en que la veia en su arabesca ventana , medio velada entre el espeso follaje de los rosales y jazmines que , trepando desde los arriates del jardin , se entretejian sobre su cabeza como un dosel de verdura . ¡ Cuán hechicera estaba mi Zulima en medio de aquellas flores que afrentaba con su belleza ! ... Partió por fin ; pero el día antes de su marcha me había yo presentado á su padre y obtenido su consentimiento para enlazar con ella mi existencia : únicamente una condicion me impuso aquel venerable anciano : - Espera , me dijo ; « mi Zulima aun no cuenta quince primaveras , y hasta la luna de Safar no puedo conceder e su mano ; así lo he jurado sobre el sepulcro de su madre . » Despues partió y yo quedé solo , solo en medio de la ciudad mas populosa de España : una dulce melancolía se apoderó de mi corazon : por las noches iba á contemplar á la luz de la luna aquella misma ventana que tantas veces habia sido testigo de mi dicha , y me parecia á cada sacudida de las ramas mecidas por el aura , ver aparecer en la penumbra del follaje su forma blanca , aérea , encantadora : así pasé días , semanas , meses : dos palomas , blancas como el armiño , eran las mensajeras encargadas de llevar desde Granada á Priego espresion de nuestros mútuos sentimientos . El amor había despertado las facultades de mi alma , y de repente me sentí inspirado por el númen de los poetas : más de una vez consolaba mis penas repitiendo aquellos sentidos versos que Alhakem II escribió al verse lejos de su querida : El sentimiento de lo bello se habia revelado en mi alma , y deseando hacerme digno de mi amada cultivé las bellas artes , adiestrándome en la danza y en la música . Ya me faltaba poco para tocar el colmo de mi dicha ; mas ¡ ay ! una nueva terrible vino á estremecer mi corazon : el rey de Castilla acababa de romper la tregua , y enarbolando el estandarte de la cruz habia entrado a sangre y fuego en los dominios andaluces . Cundió por todas partes con la velocidad del rayo el grito de alarma : las villas y lugares se aprestaron á la defensa ; el de Granada apercibió sus huestes á la pelea , y aquel reino tan tranquilo pocos días antes , presentó desde aquel momento el aspecto de un inmenso campo de batalla : al alegre rumor de los festines y á la voz armoniosa de los adules siguió el belicoso estruendo de las armas y el ágrio resonar de los añafíles : los guerreros á quienes la paz cansa y enerva , entonaban sus bélicos lelilíes llenos de un gozo feroz : mis esclavos númidas afilaban sus gumias , como el buitre aguza las garras antes de arrojarse sobre su presa . Yo solamente , yo que hasta entonces habia sido siempre el primero en desnudar la cimitarra , permanecia frio y aterrado al oir aquel estruendo de guerra . Mi alma presintió que al romperse la tregua se retardaria naturalmente el cumplimiento de mi deseo , y apartarme un solo día de mi amada , era para mí mas cruel que perder diez años de vida ; sin embargo , pasado el prirner momento de perplejidad , y cuando me convencí de lo inútil de mi tristeza , sentí que el odio á los cristianos , mal sofocado en mi pecho , se dispertaba de nuevo en mí : el peso de mi armadura damasquina volvióme la antigua energía , y al recibir la órden de salir al encuentro de los castellanos salté sobre mi negro corcel de batalla ardiendo en sed de gloria . Entre , tanto avanzaban los cristianos , y la victoria precedía sus pasos : un caudillo jóven y bizarro les guiaba á la pelea , el terror empezaba á cundir por todas partes , y los pueblos enclavados en la serrania de Ronda temieron la proximidad de aquel caudillo : los moros de cuenta reunieron sus vasallos , y llevando consigo sus familias y tesoros fueron á encerrarse en la villa de Priego , cuya fortaleza era tenida por inespugnable . El padre de mi amada era alcaide de aquella plaza . Cuando llegó á mi noticia la nueva de que los cristianos dirigian contra ella sus armas victoriosas , temí por la prenda de mi corazon , y sin aguardar órdenes de mis jefes volé en su auxilio desgarrando los hijares de mi corcel : dos días anduve sin conceder descanso á mis soldados , y al tercero descubrí el alcázar , dentro de cuyos muros me aguardaba mi Zulima ; mas ¡ ay ! las huestes castellanas cercaban ya aquella fortaleza , y una descomunal batalla se estaba dando en sus inmedíaciones . El venerable Ali-Zeir , cubierto con su armadura peleaba en lo mas recio del combate con el arrojo de un mancebo , y su lanza formaba en torno suyo un circulo sangriento . Las falanges de ambos bandos mezcladas ya en confuso remolino se inmolaban sin compasion , y de una parte y otra perecian innumerables guerreros : hubo un momento supremo en que la victoria estuvo indecisa : aquel momento fué el en que yo cerré con los cristianos seguido de mis feroces combatientes : al grito de los hijos del desierto se reanimaron los moros andaluces , y los cristianos retrocedieron sobrecogidos : su valiente caudillo no combatia entre ellos , y mi lanza hizo morder la tierra á su lugarteniente . Ali-Zeir , que se habia apartado un momento de la pelea , embistió de nuevo con sin igual pericia á nuestros enemigos , y destrozó el ala izquierda de sus peones : ya empezaba á cundir la confusion y el desaliento entre los de Castilla , y mis guerreros con su acostumbrada fiereza quisieron terminar la batalla en una arremetida ; mas ¡ ay ! al volver yo los ojos para observar si los jinetes se hallaban bien ordenados , ví que el estandarte de la cruz tremolaba sobre los muros de Priego : un grito horrible llegó entonces á mis oidos y divisé una densa columna de humo , que desprendiéndose de la techumbre del palacio del alcaide , subia en negra espiral hasta el firmamento . Mi corazon dejó de latir por un instante ; sentí en el pecho una opresion terrible ; una nube de sangre ofuscó mis ojos , y un zumbido atronador hirió mis oidos : en aquel momento lo olvidé todo , el éxito de la batalla , el riesgo de Ali-Zeir , la suerte de mis soldados , y solo pensé en Zulima , en Zulima que habia caido en poder de mis enemigos ; en Zulima , que se hallaba en medio de un mar de fuego ; y hostigado á mi corcel con la voz y con los acicates , golpeando sus ancas con el cuento de la lanza , me precipité hácia la morada de mi prometida con la velocidad y el fragor de un peñasco arrojado por un volcan . Corrí , volé , llegué ; pero ya era tarde , una desenfrenada soldadesca habia entrado á saco la villa ; el incendio acababa de cebarse en muchas de sus casas , y un grueso peloton de guerreros cristianos guardaba sus puertas . Mi desesperacion llegó á su colmo ; arremeti solo y sin cuidarme de la defensa propia á aquellos formidables campeones que acababan de arrebatarnos una de nuestras mejores villas ; les arrojé la lanza al ver que no podía destrozar con ella sus acerados escudos ; salté de mi caballo , me apoderé de una maza de armas , y haciendo esfuerzos sobrehumanos , quise abrirme paso sobre los cadáveres de mis adversarios . El incendio seguia entretanto adquiriendo mayor voracidad : una de las casas mas inmedíatas se despionió sepultando entre sus escombros innumerables víctirnas , y los guerreros que lidíaban conmigo se apartaron del muro con terror ; entonces hallo libre el paso , y sin pensar que podían herirme por la espalda , me lancé á través de los escombros , llegué al palacio de Ali-Zeir , y un momento despues ya me hallaba en el patio principal de aquel vasto edificio . En uno de sus ángulos habia una maciza puerta forrada de hierro ; en la parte superior de sus cuatro frentes y ya cerca de la techumbre se estendía una larga hilera de ventanillas arabescas , y sobre ellas avanzaba una especie de ándito formado por las molduras salientes de los muros . Un confuso rumor de voces y gemidos zumbaba en el interior del palacio : muchos moros pálidos y ensangrentados , pasaban presurosos por delante de mí perdiéndose cual fantasmas en las intrincadas galerías del patio , y densas bocanadas de humo salian de vez en cuando por algunas de las ventanas . Yo no conocia las entradas del edificio ; pregunté á varios esclavos que atravesaban despavoridos de un lado á otro , y no me respondieron ; solo la puerta de hierro se presentaba á mis ojos ; pero aquella puerta estaba cerrada : una angustia indecible se apoderó de mí , lágrimas de rabia impotente surcaban mis mejillas , y sentí que me abandonaba la energia . Zulima , la prenda de mis amores , la hurí de mis pensamientos , el alma de mi alma , iba á ser presa de las llamas , allí , cerca de mí , y yo que hubiera dado cien vidas por la suya , me hallaba reducido al vergonzoso estremo de llorar como una mujer sin esperanza . Un vértigo terrible turbó mis ojos , y ya me parecia que los objetos empezaban á dar vueltas en torno mio , cuando de repente llegó á mis oidos un grito desgarrador : volví la cabeza y en la ventana practicada sobre la puerta de hierro vi á Zulima con el cabello en desórden , rasgadas las vestiduras , y pálido el semblante : su presencia volvió á mi pecho el denuedo y la fé ; corrí á la puerta que me apartaba de ella , y descargué sobre sus hojas mi maza formidable : rechinaron los goznes ; pero resistieron sin conmoverse ; redoblé los golpes y la puerta no cedía : ví que un resplandor rojizo empezaba á circundar la cabeza de mi amada : oí su voz infantil que gritando ¡ socorro , socorro ! se perdía entre los estallidos del incendio : mis manos entumecidas apenas podían ya soportar el peso de la maza , la esperanza me abandonó de nuevo ... todo estaba perdido ... Mas ¡ oh prodigio ! un caballero cristiano cubierto con una magnífica armadura apareció sobre la techumbre del palacio vió á la acongojada doncella , y sin cuidarse de su propio peligro arrojó el escudo que embrazaba , se quitó las manoplas y con la agilidad de un leopardo se descolgó á la estre - cha galería formada por las molduras , encaminándose con firme paso hacia la ventana incendíada : un sin número de soldados castellanos acababa de coronar las azoteas del edificio , y todos le miraban con estupor . Yo mismo con ser amante , y amante favorecido de Zulima , no hubiera podido hacer masque aquel valiente guerrero ; su accion magnánima en tan azaroso instante y en medio de tantos riesgos , cautivó mi albedrío ; sentí que un raudal de gratitud inundaba mi alma , y levantando los ojos al cielo con toda la fé del creyente rogué por ella y por él . Mi plegaria no fué desatendida : un grito de júbilo llenó el espacio , y en medio de aquella aterradora escena , el paladin de la resplandeciente armadura apareció de nuevo entre sus numerosos guerreros llevando á Zulima desmayada en sus brazos . El incendio devoraba por todas partes el palacio : sus moradores huyeron en tropel , y cuando llegué á la escalinata del frontispicio vi ya en medio de la plaza al libertador de mi adorada , que rodeado de ricos-hombres y escuderos , le estaba prodigando los mayores cuidados : poseido de agradecimiento quise conocer al hombre á quien debia mas que la vida ; atravesé por medio de sus guerreros , v postrándome á sus plantas le dije , sin cuidarme de ocultar las lágrimas de mis ojos : - « Ilustre paladin , si mi vida bastára á pagar tu accion magnánima , te ofreceria mi vida ; mas hay beneficios que solo al cielo es dado premiar : cólmete Alá , de prosperidad y de ventura : tu esclavo soy ; pero es tan profunda mi gratitud que desde hoy llevaré tu cadena con mas orgullo que una corona . » Al oir mis palabras tendióme la mano en ademan afectuoso , y me respondió obligándome con benevolencia á levantarme del suelo : - Conozco tu linaje y tu bravura ; capitanes como tú no han nacido para arrastrar cadena ; sé que tu reconocirniento , y no mi espada , te han postrado á mis pies , y seria indigno de mi estirpe dejar en tierra á un enemigo tan valiente . Ven á mis brazos , Ahmed-Ebn-Yuzef , ven á mis brazos , y permite que en cambio de la villa que acaban de arrebataros mis soldados , te entregué la mano de tu bella prometida : al salvar á Zulima solo he cumplido con el instituto de la ley que profeso : deber es de todo caballero esponer su existencia por las damas : al devolverte á tu amada cumplo con los instintos de mi corazon . - Noble cual ninguno es el corazon que atesoras , valiente caudillo , le dije ; mas si quieres que admita tus beneficios concédeme al menos el honor de conocer al que me los prodiga . Entonces llamó aquel bravo paladin á sus escuderos , y quitándose el almete dejó descubierta la magnánima frente de D . Fernando III de Castilla . Desde aquel momento juré no blandir la lanza contra ningun cristiano y pagar dignamente los desinteresados favores de aquel santo rey . Hizo una pausa Ahmed Ebn Yuzef al llegar á este punto de su historia , y D . Alonso que desde un principio le habia atendido con el mas vivo interés , dejó vagar por sus labios una sonrisa de dulce satisfaccion al oir que el héroe á quien su maestro debia tan eminente servicio era su augusto padre . El anciano quedó entre tanto con la vista fija como si estuviese reuniendo sus-recuerdos , y parecia hallarse conmovido ; pero despues de un corto silencio levantó la cabeza , y anudando su interrumpido relato siguió de esta manera . - El valiente Ali-Zeir se habia encerrado , al dejar la batalla . en el castillo de Priego , llevando consigo las reliquias de su destrozado ejército , y despues de una obstinada resistencia obtuvo del vencedor todos los honores de la capitulacion . Salimos , pues , de aquella villa con armas y caballos aunque llevando en el alma la amargura del vencimiento : el rey de Castilla siguió su conquista y la guerra era cada vez mas sangrienta : á nuestro arribo á Granada recibimos órden de ir á hacer una algarada en la frontera ; pero yo habia hecho un juramento irrevocable , y despues de enlazar mi mano con la de Zulima , obtuve de su padre y de mi rey el permiso de volver á Tremecen : dejé entonces el mando de mis vasallos á un deudo de confianza , y regresé a mi patria con el corazon henchido de alegría y de dulces presentimientos . Una brisa favorable nos llevó tras corta y bonancible navegacion á las costas de Africa , y yo que habia salido de mis hogar con el pecho lleno de rencor y en busca de odiosos enemigos , volví a él dejando deudas de gratitud y recuerdos de ventura en aquel suelo que tanto habia aborrecido en otro tiempo . La fortuna parecia sonreirme desde mi llegada á Tremecen : Zulima , aquella burí que el cielo me habia concedido por compañera de mi vida , me amaba cada vez con mas ternura , y yo dividía mi existencia entre ella y el estudio de las artes ; los años se deslizaban sin que nada viniese a turbar nuestra dichosa tranquilidad , cuando de improviso hirió mi corazon un golpe terrible que me sumergió en la mas desesperada amargura . Mi esposa , que aun no había tenido hijos , sintió que Dios acababa de concederle aquel beneficio ; pero cuando esperábamos llenos de regocijo el cumplimiento de nuestro deseo , vino la muerte despiadada á cortar su existencia en el momento en que acababa de dar á luz el primer vástago de nuestra union : murió Zulima , murió cuando el cielo la habia hecho mas dichosa , cuando apenas contaba veinticinco abriles ... ¡ Ay ! ... cincuenta años de vicisitudes y de lágrimas no han podido borrar su imágen de mi pecho ni volver la sonrisa á mis labios ... Huí de Tremecen y fuí á esconder mi desventura lejos de aquellos lugares que habian sido testigos de mi dicha : si no hubiera tenido un hijo que educar y una deuda que satisfacer , habria seguido á mi esposa ; pero la vida no me pertenecía , y llevando conmigo el fruto de mi amor busqué un asilo que estuviese en armonía con el estado de mí corazon en las ardientes y solitarias riberas del Niger . Allí fué donde deseando llenar el inmenso vacío de mi vida me dediqué al estudio de la ciencia , y quise investigar el orígen de las grandes verdades para ver si encontraba otras verdades nuevas que fuesen capaces de dulcificar la amargura de mi alma : devoré con avidez las obras de los hombres ; leí como Plinio en los misteriosos pétalos de las flores , y como Pitágoras en los eternos caractéres de los astros ; seguí las huellas de Platon y de Sócrates , y al fin tropecé en Hermes y en Ostan que me lanzaron en pos de la seductora Crisopeya . Entre tanto , mi hijo llegó á la edad en que el hombre necesita para respirar una atmósfera de amor y de gloria , y fué á buscarla en el mismo pais en que mi pecho habia dado tanto pábulo á aquellas nobles pasiones . Entonces yo , que no habia podido hallar una verdad absoluta , una verdad que valiese lo que las ilusiones que habia perdido , ni en las doctrinas de los filósofos ni en las teorías de los sabios , quise ver si la palabra hablada de los maestros de la ciencia se infiltraba en mi corazon mejor que la palabra escrita , y mientras mi hijo iba á buscar la felicidad en España , yo fuí a buscar la sabiduría en el Oriente . Cincuenta años contaba á la sazon ; pero ni la melancolía ni las vigilias habian encanecido mis cabellos , y con tanto ardor como si me hallase en la mas lozana juventud emprendí mi viaje : atravesé con las caravanas de los árabes los desiertos de Sahara ; crucé el bajo Egipto ; visité el Cairo , dejé el Nilo á mi espalda , me interné en las vastas llanuras de la Siria , y costeando la orilla derecha del Eufrates llegué á las márgenes del Erat , y allí me detuve en Erzerum , que es una de las ciudades mas importantes de Armenia . Los Magos son aun en aquel país los depositarios del saber humano , y mi primer afan fué iniciarme en los misterios de su religion , seguro de que sin este requisito me seria imposible penetrar los arcanos de su ciencia . Para conseguirlo procuré ante todas cosas captarme la benevolencia de Almagastan , el mas autorizado de todos ellos , el cual era un anciano venerable que ya frisaba en los noventa inviernos ; sus largos padecimientos y acerbos desengaños , en vez de agriarle con los hombres habian dulcificado su carácter , y era un sabio cuya boca no se negaba jamás á la sonrisa : cuando me presenté á él me recibió con una deferencia paternal , y al informarse de mi deseo empezó por examinarme con el delicado tacto de verdadero filósofo : hizo que le refiriese mi historia , y fijando en mí sus ojos serenos y penetrantes , sondeó mi corazon y mi inteligencia , adivinó mis pensamientos , leyó en mi alma , y levantándose de improviso de su asiento me tendió los brazos lleno de efusion y de ternura . - « Tú eres el predestinado , me dijo ; hace cincuenta años que te estoy esperando : hasta hoy todos los que han llegado á las gradas de la escalinata traían corrompido el corazon : unos estaban poseidos del demonio de la avaricia , otros ardían en el fuego impuro del orgullo , los mas ambicionaban una vana gloria ; pero tú , tú solo vienes en busca de la verdad , y tú solo eres digno de saberla porque tienes la dicha de haber amado con fé sincera y de agradecer con firme propósito . Mañana partiremos , tengo los días contados y no podemos perder tiempo ; los que visten la túnica de la ciencia en Erzerum no son mis hermanos , en vano te dirigirias á ellos : ignoran tanto como el vulgo , porque no les he juzgado dignos de iniciarlos en el gran misterio , y si tú no hubieses llegado , la verdad no hubiera salido del Santuario . » No dijo mas aquel hombre estraordinario , y yo quedé reflexionando sobre sus palabras sin poder comprender el verdadero sentido de ellas , y sin resolverme á dudar ni á creer lo que me decia : adivinó mi pensamiento , y acercándose á mí , añadió con una dulce sonrisa : - « Tu perplejidad es natural : eres justo y por eso ni te dejas fascinar ni te resuelves á creer : mañana partiremos . » En efecto , al día siguiente , al romper el alba , vinieron á despertarme de parte de Almagastan , y cuando llegué a su casa te encontré ya á la puerta montado sobre un camello de la Bactriana : otros dos de aquellos veloces animales se hallaban enjaezados , uno para mí y el tercero sin duda para alguna persona que debería aguardarnos fuera de la ciudad , pues no bien me vió el mago me saludó con un ligero movimiento de cabeza , y haciéndome montar sin detencion dió órden al esclavo nubio que habia venido en mi busca , de romper la marcha delante de nosotros . El sol empezaba á reflejar de soslayo en las corrientes del Erat , cuando dejamos los muros de Erzerum : la mañana estaba calurosa , y el horizonte teñido de púrpura deslumbraba nuestra vista con sus vivísimos resplandores . Almagastan guardaba el mas profundo silencio , y contra su costumbre parecia hallarse absorto en tristes meditaciones : tenia la frente inclinada y sombría , los ojos fijos en el suelo y los brazos cruzados sobre el pecho : su camello avanzaba con la velocidad del pensamiento sin necesitar que la mano de su dueño lo indicase el camino que debia seguir : el esclavo callaba tambien y corria con pie ligero para ir á la par de jigantesco animal que conducia del diestro ; yo les seguia sin interrumpir el silencio , y todos caminábamos con rapidez por una llanura árida y arenosa como los desiertos de Barca . Tres días anduvimos sin conceder descanso á nuestras bestias , alimentándonos con polvo de dátil y bebiendo el agua tibia de nuestros odres : al despuntar la cuarta aurora divisamos a lo lejos las azuladas cumbres de una cordillera de montañas que formaban la apariencia de un mar agitado por las olas : habíamos llegado a la Georgia , y desde aquel momento empezamos á descubrir huellas humanas recientemente impresas en la movible arena : de vez en cuando veíamos pasar á lo lejos varios grupos de viandantes que caminaban en distintas direcciones , y algunas bandadas de golondrinas cruzaban sobre nuestras cabezas con fatigado vuelo . Subió el sol lentamente al zenit , dejó caer sus rayos perpendiculares , y ya empezaba á declinar , cuando vimos venir hácia nosotros un pequeño bulto blanco , cuya forma no se distinguia bien : sin embargo , fijó en él Almagastan su penetrante mirada , y exhalando un suspiro esclamó : - « Héla aquí por fin ; mucho ha tardado , pero bien sabia yo que no podía faltar . » Un momento despues nos hallábamos en presencia de una mujer bellísima : su talle era esbelto y elevada su estatura ; sus ojos negros y tímidos permanecian habitualmente inclinados , y una magnífica cabellera oscura como la noche flotaba en torno de su cuello : llevaba cubierta la cabeza con un turbante mas blanco que la nieve y una túnica de lino blanca tambien , bajaba hasta sus pies calzados con pequeños borceguíes de tafilete encarnado : un manto de lana ceniciento completaba su traje . Al pasar junto á nosotros nos saludó con un gracioso ademan y siguió andando ; pero mi venerable compañero la detuvo haciéndola señal de que aguardase , y aproximándose á ella le dijo : - « Hija mia , te estaba esperando ; bien sé que deseas llegar á casa de tu padre antes de la noche ; mas es indispensable que nos acompañes : necesito una mano pura como la tuya para abrir las puertas del Santuario : ven , pues , con nosotros y no temas atrasar en tu camino : el paso de mis camellos es bastante veloz para que podamos llegar al término de nuestro viaje y regresar á tu casa antes que la luna brille en el firmamento . » Nada respondió la doncella á estas palabras . La autoridad de los Magos es tan respetada en aquellas regiones que nadie osaria contradecir su mas leve insinuacion : a una mirada de Almagastan hizo el esclavo que el camello que conducía del diestro doblase las rodillas , y la bella viajera saltó sobre su espalda sin manifestar el menor disgusto : entonces emprendimos de nuevo nuestro viaje , y aun brillaba el sol con todo su esplendor cuando llegamos á la falda de la cordillera que pocas horas antes nos había parecido tan lejana . Allí echamos pie á tierra , y guiados por Almagastan nos encaminamos hácia la cumbre de un monte mas elevado que los demas . Largo rato anduvimos por una empinada cuesta , y ya empezábamos á sentirnos fatigados , cuando llegamos á la estrecha boca de una caverna profunda y oscurisima : el Mago se detuvo á su entrada , y tomando por la mano á la tímida doncella que nos acompañaba , se volvió á mí y me dijo con un acento imperativo que nunca habia usado conmigo : - Sígueme . Le obedecí sin responderle , y un momento despues nos hallamos envueltos en la mas densa oscuridad : solo el rumor de nuestros pasos repetidos por un eco sordo y lejano interrumpia el silencio de aquel antro solitario , y ya hacia largo rato que girábamos en distintas direcciones aunque siempre descendiendo , cuando de improviso nos hallamos en un ancho recinto iluminado por un pálido rayo de luz que penetrava á traves de una grieta practicada en la techumbre . Detúvose Almagastan al llegar á aquel sitio y haciéndonos sentar en un tosco banco de piedra se dirigió á mí , y con reposado acento me habló de esta manera : - « Hijo mio , la desgracia primero y el estudio despues te han enseñado grandes verdades morales : en tu viaje por el mundo has podido aprender que el amor es un sueño y la gloria una palabra vana ; de tus largas meditaciones filosóficas has podido deducir que solo en la práctica de la virtud existe la felicidad ; pero al buscar la gran verdad fisica , al querer sondear el misterio de la naturaleza y descubrir el arcano de sus elaboraciones misteriosas , has tropezado en la ignorancia de los maestros y te has perdido en falsas conjeturas : pero esto se esplica bien ; la verdad moral nos la ha revelado Dios por la boca purísima de sus profetas , que han estendido su doctrina sobre la faz de la tierra , mientras la verdad fisica aunque está anunciada aun no ha podido encontrar intérpretes : su letra existe escrita , pero no predicada , Y por eso has estudíado en vano la ciencia de los hombres . Dios sin embargo que quiere fiar su gran presente á un varon justo , te ha designado á tí que estás purificado por el dolor , y por eso has llegado hasta mí que te estaba aguardando hace cincuenta años . » Al llegar aquí se puso en pie , y dirigiéndose á la jóven que le escuchaba con un asombro progresivo , le dijo : - A tí , hija mia , te he traido al Santuario de la ciencia por que solo la mano inmaculada de una mujer pura puede recibir el misterioso libro que los espíritus eternales consagraron á las hijas de los hombres : el destino ha querido que tú fueses la escogida , y por eso te ha encaminado por el mismo sendero que á nosotros ; cúmplase , pues , la voluntad de Dios . » Dichas estas palabras nos hizo señal de que le siguiésemos , se encaminó al ángulo mas oscuro de la caverna , golpeó el suelo con la planta , hizo girar una losa que daba paso á una estrecha galería , y marchando delante de nosotros nos condujo á una vastísima rotonda iluminada por cien lamparas de forma estraña : sus paredes eran de jaspe oscuro y abrillantado , su bóveda de granito y su pavimento de mármol negro : la mano del hombre no habia podido labrar aquella fábrica gigantesca que no pertenecia á ningun genero conocido de arquitectura , y cuya magnificencia era sorprendente : en medio de la nave se elevaba en atrevida espiral hasta el anillo de la bóveda una escala altísima y misteriosa como la de Jacob : aquella escala se componia de ocho tramos , delante de cada uno de los cuales habia una puerta de estraordinario mérito : la primera era de plomo , y en ella se veia la imágen de Saturno modelada en bajo relieve ; la segunda de estaño con el traslado de Venus ; la tercera de cobre representando á Júpiter ; la cuarta de hierro adornada con la estátua de Mercurio ; la quinta de diferentes metales en cuyo centro campeaba la figura de Marte ; la sesta de plata con el disco de la luna sobre su dintel , y la sétima que era de oro puro desaparecia bajo los rayos de un sol resplandeciente : detrás de aquellas siete puertas simbólicas aun se veía otra que las escedía á todas en riqueza : sobre sus hojas de marfil habia incrustada en caractéres de azabache una larga leyenda que campeaba en medio de una orla de pedrería . A vista de tan estraordinario espectáculo quedamos absortos la bella georgiana y yo mirándonos con asombro . Adivinó Almagastan nuestro pensamiento , y acercándose a nosotros nos dijo con tono solemne y en ademan de inspirado : - « Este es el templo de Ormutz : aquí permaneció Zoroastro por espacio de veinte años pidiéndole á su Dios que le revelase la verdadera ciencia , y aquí fué donde oyó resonar el acento de su Dios : sobre la mas alta de esas puertas estais mirando escrito el Zend Avesta que es la palabra de Ormutz ; la palabra de Ormutz fué difundida por Zoroastro desde las márgenes del Eufrates hasta el Indo ; pero los Magos mis antecesores se rebelaron contra su doctrina , y entonces el Maestro no satisfecho con destruir su influencia por medio de la poderosa letra de Fargar se negó á interpretar sus profecias y escondió en este santuario el libro de la verdad , condenando á nuestra raza á vivir en la ignorancia durante el trascurso de mil ochocientos cincuenta años . El plazo de su maldicion acaba de espirar ; pero mis días han llegado tambien á su término , y por eso os he traido para que reveleis á los hombre el secreto que voy á confiaros . » Dijo , y adelantándose con paso lento empezó á subir los peldaños de la escalinata haciendo que nosotros nos hincásemos de rodillas al pie de ella : fué abriendo una tras otra las siete puertas que conducian al Santuario , y al llegar á la octava se detuvo un momento , murmuró una breve oracion y volviéndose hácia mí me dijo : - Ahmed Ebn Yuzef ` de Tremecen , tú que has sabido comprender la verdad moral que Dios ha revelado á los hombres por conducto de sus escogidos ; tú que adoras esa verdad practicando la virtud ; tú que has sabido amar y que sabes agradecer , recibe tambien la revelacion de la gran verdad física para que no puedas comunicarla á tus hermanos . Ormutz lo ha dicho . - « Cuando vuelvas la faz hacia el lado de la luz , haras huir á Ahriman , el demonio del error y de las tinieblas . En el mundo no hay nada fuera de luz .. Al pronunciar estas palabras se inclinó respetuosamente , permaneció así algunos segundos , y luego añadió : - Zoroastro lo enseña . - El sol es padre de la luz , la luz madre del fuego , el fuego padre del oro . - Ahmed Ebn Yuzef de Tremecen , recibe la fórmula consagrada y vuela á revelarla á tus hermanos . Dijo , y abriendo con ímpetu el Santuario , descorrió un cortinaje de púrpura que lo cubria dejándonos ver su interior portentoso . En medio de una nube de zafiro resplandecia lla imágen de Ormutz rodeada de todos los atributos del poder : sobre su cabeza giraba un inmenso disco de acero tachonado de puntos luminosos que representaban los astros , las estrellas fijas y los planetas , cuyo doble movimiento , así como la interseccion de sus rayos se marcaban por medio de líneas sutiles : á sus pies había una trípode de nácar primorosamente labrada y sobre ella estaba el libro de la verdad que era muy pequeño y forrado de piel de salamandra . Cuando Almagastan hubo descorrido el velo del Santuario , llamó con un movimiento de cabeza á nuestra jóven compañera , la cual obedeció su mandato , y subiendo con planta veloz todos los peldaños de la escalinata , llegó junto á la trípode y con mano temblorosa tomó aquel libro estraordinario . Entonces el Mago cerró de nuevo las puertas de marfil , y de repente nos hallamos rodeados de tinieblas . Cuando volvimos á la luz acabámos de llegar al pie del monte en donde nos aguardaba el esclavo con los camellos : montamos sin dilacion , volvimos la espalda á la cordillera , y llegando antes que la luna asomase en el firmamento á una pequeña aldea de la-Georgia , dejamos en ella á la jóven del desierto , y seguimos nuestro camino con tanta velocidad que antes de espirar el cuarto día nos hallábamos de nuevo en Erzerum . Allí fué donde por vez primera fijé los ojos en el libro que acababa de adquirir por tan estraño medio , y leí esta sola palabra reproducida en pehlvi , en zend , en persa y en griego sobre los cuatro ángulos de la cubierta . Lleno de una viva curiosidad quise hojear sus páginas misteriosas ; pero al llegar á la primera hallé esta advertencia : - Para leerme , espera cinco lustros ; para producirme , huye del pais de los Magos . Guardé el libro y resolví esperar . Almagastan murió al tercer día de nuestro regreso á Erzerum , y yo salí de Armenia para no volver jamás a aquellas regiones . Habia tocado el término de mis largos afanes científicos : al considerarme poseedor del gran secreto que tantos sabios habian buscado en vano desde las remotas edades en que Hermes lo anunció al mundo , sentí que mi corazon amortiguado por el dolor , se abrasaba en una llama nueva , ardiente , devoradora . ¿ Qué eran las riquezas de los potentados mas altivos comparadas con las mias ? Lo que un grano de arena á una montaña . Yo , del mismo modo que Moisés hizo brotar raudales de agua viva golpeando una roca con su vara , podía hacer brotar raudales de oro , con solo tender la mano sobre mis crisoles . Un pensamiento de insano orgullo pasó entonces por mi mente y me deslumbró el alma ; mi hijo era joven , audaz , ambicioso , y soñé que podía hacerlo rey del universo . Corrí en su busca y ya imaginaba verlo sobre el mas elevado de los tronos teniendo á sus pies á todos los monarcas de la tierra que le juraban vasallaje y le pagaban tributo . Mas ¡ ay ! á mi llegada al Cairo recibí la infausta noticia de su muerte : habia dejado de existir , como su madre , a los veinte años de edad . Aquella nueva fué para mí una revelacion amarga , terrible , providencial : yo , que poseia el gran secreto ; yo que habia llegado al último límite de las aspiraciones humanas ; yo que podía subyugar á los hombres , comprar coronas , fundar imperios , me hallé mas infeliz que el último de mis esclavos . ¿ Qué era para mi la ciencia ? Vanidad : ¿ qué la riqueza ? vanidad : ¿ qué mis proyectos ambiciosos ? vanidad . Un solo lazo me ligaba ya á la vida , la gratitud : en medio de mi desventura recordaba aun con dulce tristeza al hombre á quien habia debido el mas grande de los favores , y puesto que para mí eran inútiles todos los tesoros del mundo , quise esperimentar una última satisfaccion colmándole de riquezas . Pero estaba escrito : para llegar al conocimiento de la verdadera ciencia era indispensable hallarse purificado por el dolor , y el cielo me habia condenado sin duda á esperimentar todas las amarguras . Cuando me disponia para dirigirme á España con el objeto de revelar mi descubrimiento al ilustre monarca á quien habia debido la única felicidad verdadera , la posesion de Zulima , llegó al Cairo en alas de la fama la noticia de su muerte : D . Fernando III de Castilla no existia ya : al recibir tan infausta nueva incliné la frente , me entregué en brazos de la Providencia y resolví no hacer en adelante ningun propósito . La Providencia guió mis pasos desde entonces , y despues de veinticinco años de vicisitudes me ha traido á tu córte , oh rey , para que pueda pagarle al hijo la deuda que habia contraido con el padre . » Ya eran altas horas de la noche , cuando el moro llegó de esta manera al fin de su relato . El Rey quiso manifestarle su gratitud con demostraciones afectuosas ; pero él . le detuvo con un gesto imperativo y le dijo : - Volvamos á nuestra tarea . Obedeció D . Alonso , y tomando de nuevo el fuelle se colocó delante del hornillo . El mas profundo silencio reinaba dentro y fuera del alcázar , y solo se oía el monótono rumor de la ebullicion en los crisoles . Ahmed Ebn Yuzef permanecia con la mirada fija en la barrita encandecente , sobre la que habia llamado la atencion de su discípulo antes de dar principio á su historia : parecia hallarse agitado , y un ligero temblor recorria su cuerpo de vez en cuando . La luna acababa de asomar , disipando completamente las tinieblas , y por una estrecha claraboya practicada en el techo de la torre penetraron sus rayos frios , cuya pálida luz bañó la frente de los dos sabios . Al verles uno en frente del otro envueltos en sus largos ropajes de color de ceniza , y maniobrando en silencio con el acompasado movimiento de dos autómatas ; al mirar su actitud misteriosa y la estraña espresion de sus semblantes , que se divisaban lívidos y sombríos al través de las mascarillas de cristal , se les hubiera podido tomar mas bien por medrosos fantasmas , que por mortales estudiosos entregados á un descubrimiento químico . El Rey estaba inquieto y miraba con sobresalto hácia un reloj de arena colocado en un ángulo del laboratorio , estremeciéndose á cada grano que veia caer . Su maestro , cuya barba de alabastro y cuya inmovilidad completa le daban la apariencia de la estatua de la atencion , seguia trabajando con asiduidad sin cuidarse siquiera del desasosiego de su compañero que le interrogaba á cada momento con sus miradas anhelantes . La noche avanzaba y el silencio seguia : todo parecia hallarse en calma : el cielo despejado de nubarrones ostentaba su manto azul bordado de estrellas , y el viento que al principio de la noche habia silbado en las molduras del alcázar no interrumpia ya la tranquilidad del universo ; mas de improviso resonó a lo lejos un confuso rumor que aunque al pronto no llamó la atencion de los preocupados alquimistas , no tardó mucho en aproximarse viniendo á distraerles en su tarea : no era fácil adivinar de dónde provenia aquel ruido ; pero cada vez se oia con mas claridad , y precisamente en el momento en que el moro alargaba unas primorosas tenacillas de cristal de roca para sujetar con ellas la barrita enrojecida que flotaba en el mayor de los crisoles , llegó á sus oidos un grito sordo , confuso , inarticulado . Estremecióse D . Alonso al escucharle y Ebn Yuzef hizo un gesto de indignacion : el grito resonó de nuevo , y un rumor estrepitoso semejante al fragor de una tempestad estalló de repente al pie del alcázar . Corrió el Rey á una ventana de la torre , y sin premeditar lo que hacia , abrió de par en par us cristales : una bocanada de aire frio penetró en el cálido aposento , y el moro lanzó un ¡ ay ! de desesperacion : aquella ráfaga de aire acababa de interrumpir el hervor de sus crisoles . Sin embargo , D . Alonso no volvió el semblante al oir la voz angustiosa de su maestro : tenia delante de los ojos un espectáculo terrible , y su corazon latia estremecido . A la luz amarillenta de la luna y al vago resplandor de algunas teas encendidas , divisó que allá á sus pies en el fondo de la plaza de Zocodover se estaba dando una reñida batalla entre combatientes cuyas formas no distinguia , pues solo llegaban hasta él el fulgor de los almetes y el estrépito de las armas . A vista de aquel cuadro de desolacion quedó inmóvil y apoyado en el alfeizar de la ventana como si acabase de presentarse á sus ojos la cabeza de Medusa . Entretanto seguia la refriega cada vez mas encarnizada . Un crecido número de jinetes capitaneados por un guerrero de elevada estatura , desembocó por la estrecha calle de la Sangre de Cristo , y llegando á toda rienda al lugar de la pelea , hizo retroceder á la enfurecida plebe que hasta entonces habia llevado lo mejor de la jornada : sin embargo no era aquello una huida sino una retirada prudente que no tardó mucho en convertirse de nuevo en agresion : por la tortuosa calle de las Armas y desde la cuesta del Aguila , iban llegando grupos de gentes sediciosas que engrosaban el centro de los rebeldes : unos llevaban brillantes armaduras y otros vestian trajes miserables ; pero todos blandían picas ó esgrimian espadas . En el ángulo oeste de la plaza estaban reunidos los gefes de la sedicion , y enfrente de ellos se hallaba el Justicia mayor de la Córte D . Diego Alonso , rodeado de varios paladines , y á la cabeza de los archeros reales , que formaban en ala al pie de la cuesta del alcázar . Diego Lopez de Salcedo era el caudillo que capitaneaba a los jinetes cuya llegada habia cambiado por un momento el aspecto de la refriega : los otros guerreros que mandaban á los combatientes iban cubiertos con sus celadas de encaje y guardaban el mas rigoroso incógnito . Aun no se habia dado un solo grito que revelase el motivo del tumulto y entre los insurrectos no tremolaba ninguna bandera conocida : sin embargo no era aquel un simple motin popular de los que se dispersaban á latigazos por los criados del Rey : los esfuerzos de D . Diego Alonso y de Salcedo se estrellaban en la pujanza de bravos paladines , y ya empezaba la mañana á despuntar , sin que lograsen vencer á los rebeldes . Tan obstinada resistencia impacientó á uno de los caballeros , que estaban entre la escolta del Justicia mayor , el cual volviéndose al que cabalgaba á su lado le dijo : - Voto á Satanás que esto pica en historia : ¡ sabes que esa gente tarda mucho en rendirse ? - ¿ Qué os decia yo ? las armas de nuestros enemigos están confiadas á buenas manos , y los jefes que los capitanean entienden á maravilla el arte de guerrear . - ¡ Pues de poco les ha de servir su arte , vive Dios ! repuso el caballero sacando la lanza de la cuja y embrazando la rodela . A ver : que enristren cincuenta de tus jinetes vizcainos , y que vengan detras de mí . - Dejad , dejad , que á mí me toca esa empresa . - Eso no , primo ; quiero yo darles el golpe de gracia . - En ese caso vamos á ellos los dos , y asi acabaremos antes . Dijo : y haciendo una señal con la mano á dos cabos que iban á su lado se lanzó á la carrera con la rapidez del pensamiento , seguido de cincuenta soldados que embistieron de frente á los grupos mas compactos : hubo un momento de vacilacion entre los que acababan de ser tan bruscamente atacados ; pero de pronto llegaron dos incógnitos armados de punta en blanco y arremetieron á su vez á los jefes de los vizcainos : á vista de aquel encuentro se reanimó el valor de entrambas huestes , y mientras menudeaban las cuchilladas por todas partes , los cuatro paladines sostenian en medio de la plaza una imponente refriega . El mas jóven de los que acaudillaban las tropas del rey peleaba con el mas denodado de los rebeldes , y ya hacia largo rato que se esforzaba inútilmente en hacerle perder los estribos ; pero al fin logró asestarle un bote tan bien dirigido que le hizo saltar en pedazos el barboquejo del almete . Lanzó un grito de rabia el mal parado caballero , y sosteniéndose á duras penas en la silla quiso cubrirse el rostro con el escudo , pero en vano ; la mañana habia aclarado bastante y todos los que estaban cerca de él pudieron reconocer el semblante lívido y siniestro de D . Fadrique el hermano segundo del Rey . - ¡ Ah ! Infante , Infante , le gritó su adversario , ¡ cómo has aprendido en Túnez á renegar de tu raza ! ... Nada repuso aquel altivo personaje á tan humillante apóstrofe ; pero apretando la lanza y clavando los acicates á su corcel arremetió de tal suerte al que así le insultaba , que le puso en grande aprieto haciéndole retroceder mas de lo que le hubiera convenido , pues de repente se halló lejos de su compañero y rodeado por todas partes de enemigos , que hacian llover sobre él sin compasion pedradas y mandobles . Muestras de valiente habia dado aquel guerrero , mas era tan crecido el número de sus adversarios , que ni las fuerzas de Hércules hubieran bastado para contrarestarles : hizo peda - zos su lanza en el peto del Infante y al ir á sacar la espada recibió á su vez un golpe en la visera que tambien le dejó descubierto . - ¡ Don Sancho ! .. gritaron los rebeldes al ver su rostro juvenil cubierto de sudor y ensangrentado . - Sí , D . Sancho soy , canalla mal nacida , dijo el Infante descargando golpes descomunales á diestro y siniestro . La plebe no puede prescindir del respeto ni aun con sus enemigos si son de alto rango , y hubo un momento en que a vista de tan ilustre adversario titubearon los rebeldes : notó aquella perplejidad D . Fadrique , y levantando su voz de trueno gritó con toda la fuerza de sus pulmones : - ¡ Castilla por los Infantes ! .. Aquel grito fué repetido en todos los ángulos de la plaza ; pero ya era tarde : el compañero de D . Sancho que habia sido separado de él por una oleada de la muchedumbre , acababa de abrirse paso por entre los que rodeaban al jóven Infante y colocandose á su lado se lanzó sobre las masas que retrocedieron con terror á vista de tan audaces combatientes ; cerró en seguida con D . Fadrique que ya contaba segura la victoria , y asestándole un bote en la garganta le hizo titubear sobre el caballo y venir al suelo con el estruendo de un pino tronchado por el hacha del leñador . El caballero que acababa de conseguir tan señalada victoria era D . Lope Díaz de Haro , señor de Vizcaya . Al mirar por tierra al Infante levantó la rejilla de su almete para cerciorarse de si le habia muerto , y mientras él y D . Sancho se aproximaban al desfallecido magnate , huyeron los rebeldes acobardadados por el terrible descalabro que acababan de esperimentar . Diego Lopez de Salcedo , que por su parte habia dispersado tambien los grupos menos pertinaces , logró por fin restablecer el órden con la ayuda del Justicia mayor y de los archeros del rey . Colocó centinelas en todas las avenidas , hizo que fuertes patrullas de caballería recorriesen la ciudad con órden de apoderarse de todos aquellos a quienes encontrasen con armas , y dispuso que cien ballesteros permaneciesen con los arcos empulgados delante de la cuesta del alcázar . Entretanto aconteció una cosa estraña : desde el momento en que los rebeldes vinieron á las manos con las tropas reales , habia combatido al frente de estas un paladin desconocido cuyo denuedo hubiera sin duda llamado la atencion en lid menos revuelta y confusa : cuando el Justicia mayor dió órden de dispersar el primer grupo de sediciosos , aquel guerrero fué el encargado de ejecutar tan peligrosa disposicion ; cuando Diego Lopez de Salcedo entró en la plaza á la cabeza de sus jinetes , él fué quien le indicó los puntos en que mas falta hacia su presencia ; y por último , cuando el Infante D . Sancho y el señor de Haro cerraron con los amotinados sin poder contener su impaciencia , tambien fué él quien se puso al frente de los cincuenta lanceros vizcainos , cuyo arrojo decidió la suerte de aquella jornada . Este personaje , pues , que se hallaba en todas partes y cuya espada habia sido el azote de los rebeldes , no bien vió que el señor de Vizcaya embestía á D . Fadrique , desenristró la lanza y conteniendo los ímpetus de su fogoso corcel , se redujo a ser impasible espectador de aquel encuentro : siguió con la vista á los dos combatientes ; adivinó sus golpes y sus quites ; previó el resultado de la lucha , y al mirar por el suelo , al Infante ; al ver que sus secuaces huian aterrados , sin prestarle socorro en tal conflicto ; al observar , en fin , que el de Haro fijaba sus ojos con siniestra satisfaccion en el tendido magnate , echó pie á tierra y llegando al lugar de la batalla cargó sobre sus hombros al mal herido caballero , le colocó en la grupa de su caballo , y montando de nuevo con la agilidad de un árabe , salió á galope de la plaza dejando asombrados á los que hasta entonces habian sido sus compañeros y sus jefes . Pasado el primer estupor quisieron seguirle ; pero ya era tarde : habia desaparecido por la cuesta del Aguila , y ni los centinelas apostados en las calles contiguas , ni los que fueron á su alcance pudieron dar razon de dónde se habia ocultado . ¿ Quién era aquel estraño personaje ? nadie lo sabia : el Justicia mayor D . Diego Alonso aseguraba que habia salido con él de palacio en el momento en que se notaron los primeros síntomas de insurreccion , y todos le habian visto ejecutar heróicas hazañas en pro de la causa del Rey ; pero su armadura completamente negra , su escudo sin motes ni blasones , y su corcel sin caparazon acuartelado , le permitieron guardar el mas rigoroso incógnito : no se le habia distinguido mas que por su bravura y por el penacho verde que ondulaba sobre su almete , y en vano fueron todas las pesquisas que se practicaron para hallarle . El sol habia asomado entretanto , y Toledo presentaba un aspecto sombrío é imponente : los pacíficos moradores de la ciudad que durante la noche habian oido con terror el estrépito de las armas , salieron de sus casas con recelo , y arrastrados por esa poderosa curiosidad que domina muchas veces al temor , se dirigian á la plaza de Zocodover , deseosos de averiguar el orígen del pasado desórden : las mujeres en particular llegaban á bandadas , y al ver los rastros de sangre que de trecho en trecho manchaban el suelo , se santiguaban con espanto y se condolian de los desgraciados que habian perecido en la refriega . Diferentes comentarios se hacian por los curiosos que iban llegando á la plaza , y las mas descabelladas especies pasaban de boca en boca . - Con que los judíos han querido apoderarse del alcázar , para sorprender al rey en su laboratorio ? Decia una vieja de siniestra catadura . - ¿ Quién os ha contado semejante disparate , abuela ? repuso otra mujer que llevaba un niño de la mano : cristianos y muy cristianos han sido los que intentaron matar á su Alteza . - Dios mio , matarle , ¿ y por qué causa ? - Por lo de la moneda , dijo bajando la voz un haraposo personaje que acababa de llegar al corro en aquel momento . - Tambien estais vos bien informado , añadió otro de los circunstantes ; ni el motin ha sido contra el Rey , ni nadie ha pensado en pedir por el bienestar del pueblo ; ¿ qué les importan nuestras miserias á los que son capaces de rebelarse contra las autoridades ? Los que esta noche han tomado las armas son los enemigos del infante D . Sancho . - Y qué pedían ? - Pedían ... pedían ... qué sé yo lo que pedían ; pero lo cierto es que el Rey no ha corrido ningun riesgo . - Bendito sea Dios , mucho me alegro ; esclamó una rolliza muchacha de gentil talante . - Y por qué , Marica ? ¿ te ha regalado algun joyel ? ... - No , por cierto , pero no me gusta que maten á nadie . - Pues á mí ... repuso un artesano , haciendo un gesto de indiferencia , tanto me da . El grupo en que se propalaban tan contradictorias noticias , iba aumentándose al paso que llegaban nuevos curiosos , y ya empezaba á ser bastante crecido , cuando cuatro jinetes armados de punta en blanco llegaron á dispersarle : diseminóse la multitud por las estremidades de la plaza , y ya volvia á los comentarios en diferentes corrillos , cuando de pronto llamó la atencion general la llegada del Justicia mayor de la Córte , que despues de haber recorrido toda la ciudad para cerciorarse de que el órden quedaba completamente restablecido , se encaminaba al alcázar acompañado de Diego Lopez de Salcedo , capitan de los guardías del Rey , y seguido de una numerosa escolta . Tomaron aquellos personajes por la calle de la Sangre de Cristo , y el pueblo que al verlos pasar les habia abierto una ancha calle , fué tras ellos guardando el mas profundo silencio y dejando completamente desierta la plaza de Zocodover . Un momento despues resonó el acompasado galope de un caballo en la cuesta del Aguila , y el misterioso paladin del penacho verde apareció con la lanza en la cuja y el escudo en el arzon , perdiéndose en seguida con la velocidad del rayo por una de las estrechas callejuelas que conducian al antiguo alcazar de Toledo . Recordara sin duda el atento lector que al fin de nuestro cuarto capítulo dejamos á Brianda , la severa doncella de Doña María de Ucero , gratamente conmovida al oir unos pasos que creyó reconocer en la estrecha callejuela por donde acababan de marchar el Infante D . Sancho y el señor de Haro . En efecto , aquellos pasos eran de la persona a quien estaba aguardando y no tardó mucho en hallarse en su presencia : acababa de entrar en la antecámara de Doña María un caballero envuelto en su gaban de pieles , cuando Brianda salió á recibirle y con un acento lleno de ternura le dijo : - ¿ Cómo , tan pronto , señor ? ... aun no son las nueve . - No puedo venir mas tarde , y quiero verla . - Me habia encargado que os citase para las doce . - ¿ Para las doce ? imposible : dila que estoy aquí . - ¿ Y si se enoja ? - Si se enoja , yo la desenojaré . - Ya lo creo : murmuró la doncella sin que sus palabras llegasen á los oídos de su interlocutor . Quién le ha de resistir ... y sin hacer mas observaciones fué á dar aviso á su señora . Entre tanto quedó solo el recien llegado , paseando con distraccion por la estancia : era un hombre de elevada estatura y esbelto talle , de fisonomía simpática y tez pálida ; la tristeza de sus ojos y la majestad de su frente , la enérgica espresion de su rostro y la elegancia de sus modales , eran prendas mas que suficientes para prevenir en su favor á cuantos tenian ocasion de verle : la damas en particular no podían aproximarse á él sin esperimentar una especie de fascinacion : sin embargo , aquel apuesto personaje no parecia estar muy satisfecho de sí mismo : sus ventajas personales sin duda no habian bastado á hacer su felicidad , y una profunda melancolía llenaba su corazon á todas horas . El cielo le habia colmado de favores ; pero un hado adverso sembró de espinas su camino y turbó todas sus dichas . La soledad le halagaba , tal vez porque la mayor parte de sus penas le habian venido de sus semejantes , y siempre que se hallaba lejos de los hombres se entregaba a vagas meditaciones que parecian distraerle dulcemente : por eso nunca tuvo por largas las horas de aislamiento , y por eso quizá no se impacientó de la tardanza de Brianda , la cual ya hacia largo rato que habia entrado á dar aviso á su señora y no volvia ; pero al fin salió con paso acelerado , y procurando ocultar su emocion dijo : - Perdonad si os he hecho aguardar : no me ha sido posible volver antes , se estaba vistiendo . - Está bien , hija mía , no me parece que has tardado mucho , repuso el caballero sonriendo tristemente . - Es que tenia que hablaros . - Tú ? ¿ y de qué ? - De asuntos que os interesan . - En ese caso llévame pronto á su aposento , y á mi salida te oiré . Obedeció la doncella , y un momento despues ya se hallaba el recien llegado en presencia de Doña María de Ucero . - Buenas noches , vida mia , lo dijo estampando en su frente un beso respetuoso . - Buenas noches , le respondió la hermosa dama , estrechándole entre sus brazos ; al fin os vuelvo á ver . - Y antes quizá de lo que hubieras deseado , ¿ no es cierto ? - ¿ Antes ? ¿ quién os lo ha dicho ? - Me habia indicado Brianda que quizá te enojaria mi visita . - Pues se equivoca Brianda , y ella solamente es la que me enoja á todas horas . - Sin embargo , es una escelente servidora . - Escelente , ya lo sé : ademas es deuda de mi familia , sobre todo os agrada á vos ; por eso la sufro . - Gracias , hija mia , gracias ; pero díme , ¿ por qué estás triste ? ¿ en qué consiste esa palidez , ese abatimiento ? - No lo sé ; respondió la jóven bajando los ojos para no revelar su secreto ; pero el caballero habia leido ya en ellos el arcano de aquel pecho infantil , y sentándose al lado de su tierna interlocutora le dijo con dulzura : - ¿ Por qué me ocultas tus penas ? ¿ acaso no tienes confianza en mi ? - ¡ Oh ! sí , sí , vos sois mi mejor , mi único amigo y no debo ocultaros nada : soy muy infeliz . - ¿ Tambien tú ? y ¿ qué es lo que puede alejar la dicha de tu corazon ? ¿ acaso te falta algo ? ¿ hay en Toledo alguna doncella que tenga mejores galas que tú ? ¿ no eres la envidía de la Córte y la admiracion de los festines ? ¿ no suspiran por tí los mas apuestos donceles ? ¿ no vives con el rango de una princesa ? - No lo niego , tengo todo aquello que depende de vos , y no sé como agradeceros tan asíduos cuidados ; pero hay una cosa que no está en vuestra mano darme , y esa es la que me falta para ser dichosa . - ¿ Acaso es el amor lo que echas de menos ? dijo el caballero fijando en ella una mirada de compasion . ¿ Sería posible que tú tambien fueses víctima de esa dolencia del alma que no acaba mas que con la vida ? ¡ Oh , no lo creo ! ¿ Quién sería el mortal que sabiendo que tú le amabas , no se conceptuase el mas venturoso de la tierra en corresponder á tan puro afecto ? - No , no es eso , murmuró la jóven , cuyas mejillas se cubrieron de un brillante carmín : os aseguro que tampoco es eso lo que me falta . - Sin embargo , María , esa turbacion , ese color que ha subido á tu rostro desmienten tus palabras : además hace tiempo que he notado en tí una mudanza estraordinaria : antes de salir de Toledo la última vez que mi deber me alejó de tu lado , ya creí notar que estabas triste ; pero lo atribuí , ¡ cuán presuntuoso soy ! lo atribuí á que tal vez te afligiria mi ausencia . - Y en efecto , eso solo es lo que ... - No , no , María ; ahora mismo acabas de confesarme que la causa de tu mal nace de una cosa que no está en mi mano proporcionarte ; ¿ y qué pudiera ser esa cosa mas que un afecto que dependa de otra persona ? porque no ignoras que yo sé alcanzar para tí todo aquello que está en el poder del hombre . - Lo sé , y me aflige veros tan desazonado por mi causa ; me aflige no poderos esplicar el motivo de esta tristeza que yo misma no sé á qué atribuir . - En ese caso , dijo el caballero poniéndose en pie y sonriendo tristemente , yo procuraré averiguarlo . - ¿ Os vais ya ? preguntóle la doncella dejando tambien su escaño y poniéndole una mano sobre el hombro con ademan afectuoso . - Sí , Maria , solo he venido á saludarte : antes de las diez necesito estar bastante lejos de aquí y por eso he adelantado mi visita : no he querido dejar pasar el día de hoy sin verte , y á mi llegada le encargué á Brianda que te avisase mi regreso para que estuvieses prevenida . Ahora ya te he estrechado entre mis brazos , ya he respirado un momento junto á tí y voy donde el deber me llama . - ¿ Y cuándo volvereis ? - Mañana : quiero adivinar la causa de tu melancolía , y para ello necesito hablar contigo mas despacio . - No os inquieteis por mí , ya os he dicho que yo misma no sé ... - Bien , hija mia , bien : no exijo que me digas nada mas , hay ciertas cosas que nunca las confiesan las jóvenes , y no quiero atormentarte con preguntas vanas : yo solo deseo tu felicidad . Adios , pues , hasta mañana . - Hasta mañana , repuso doña María , conteniendo á duras penas una lágrima que asomaba á su pupila ; y apretando la mano de su tierno y respetuoso amigo le acompañó hasta la puerta de la estancia . - Retírate y procura distraerte , dijo el caballero besando de nuevo la frente de la doncella ; y haciendo un esfuerzo para separarse de su lado , se alejó sin volver el rostro atrás ; cruzó varias habitaciones , y al llegar á la última de las antecámaras encontró en ella á Brianda que le estaba aguardando con impaciencia . - ¿ Qué tenias que decirme ? le preguntó : ¿ sabes tú acaso cuál es la causa de la tristeza de mi María ? - Tal vez ; pero no es de ella de quien tengo que hablaros , sino del Rey . - ¿ Del Rey ? no te comprendo . - Ya me comprendereis , señor , cuando os diga lo que por una casualidad he descubierto . - Habla , habla , pues , y deja ese tono misterioso . - No hay ningun misterio aquí . El infante D . Fadrique está al frente de una conspiracion que se fragua contra su Alteza . - ¿ Y cómo lo sabes tú ? esclamó el caballero estremeciéndose á pesar de su sangre fria habitual . - Muchos personajes de alto rango se hallan comprometidos como él , prosiguió Brianda sin hacer caso de aquella interrupcion , y D . Lope díaz de Haro tiene ya en su mano todos los hilos de la trama que estaban urdiendo . - Pero ¿ quién te ha dicho ? ... - Voy á concluir : el infante D . Sancho ha jurado esterminar á los rebeldes , y esta misma noche , tal vez en este instante debe hallarse en la real cámara de su padre pidiéndole la autorizacion para prender á los conjurados . - Eso sería horrible , murmuró el amigo de doña María hablando consigo mismo : Sancho , Sancho prender á D . Fadrique , acusarle de alta traicion , llevarle al cadalso ... ¡ Oh ! no , no puede ser . Y dime , Brianda , ¿ cómo has podido saber lo que acabas de revelarme ? - No me lo pregunteis ; no puedo añadir una sola palabra ; pero creedme , lo que os he dicho es cierto .