Don Felipe el Prudente Novela histórica José María de Andueza Así tocaba á su término la primera mitad del siglo décimo sesto , cuando Cárlos primero de España y quinto de Alemania , acosado sin tregua por la rivalidad de su esforzado competidor Francisco , emperador de los franceses , concibió el temerario proyecto de atacar á éste en el corazón de los mismos estados , cuya posesión contaba ya como segura . Con cinco ejércitos formidables había invadido la Francia los dominios del héroe de Tunez y los de su aliado el duque de Saboya ; el tesoro de Castilla se hallaba exhausto , y era necesaria una resolución magnánima para conjurar tan recia tempestad . El infatigable Cárlos nunca vacilaba ante el peligro : reunió en Monzon las Cortes de Aragon y Cataluña , y estas juraron al principe D . Felipe , otorgando al mismo tiempo al emperador un subsidio de quinientos mil ducados . Las de Valencia imitaron tan patriótica conducta , poniendo á disposicion del monarca un cuantioso donativo ; y el rey de Portugal , cuya hija doña María acababa de casarse en Almería con D . Felipe , por poderes , aprontó para la proyectada espedicion otra crecida suma de dinero . Estos recursos , y la alianza ofensiva y defensiva que formó Cárlos con Enrique octavo de Inglaterra , lo animaron en su pensamiento de trasladarse a Alemania , con el objeto de abrir en persona aquella célebre campaña de diez años , la última de su gloriosa vida , coronada por brillantes triunfos y apenas oscurecida ligeramente por algunos reveses , que le asestó la fortuna , Deidad caprichosa , parecida á las mugeres , que alhagan á los mozos y abandonan á los viejos . No hemos podido indicar con menos palabras a nuestros lectores la época en que dan principio los acontecimientos que vamos á narrarles : ahora es preciso que condesciendan en acompañarnos á las inmediaciones de un antiguo alcázar cuadrilongo , enclavado en el riñon de Castilla , no léjos del famoso monasterio de la Espina y estramuros de una poblacion , cuyo nombre , hoy olvidado , o muy poco conocido , figura sin embargo en nuestra historia desde el siglo décimo cuarto . Era una fresca mañana de abril del año de gracia 1545 : dos hombres , guerrero el uno , a juzgar por los arreos que lo cubrian , y villano el otro , segun daba á entender su humilde y asendereado trage , departian amigablemente , sentados en el césped , que servia de mullida alfombra á la falda de la eminencia , sobre la cual se hallaba situado el alcázar de Villagarcía de Campos . Acababan , de tocar á maitines en el monasterio de la Espina y el castillo feudal se destacaba sobre la colina , semejante á un fantasma , que se despoja de las negras vestiduras de la noche . En el dia es una fortaleza abandonada ; ha seguido la mala suerte de , la monarquía española , y apenas puede reconocer el viagero entre sus ruinas , algunos restos de su pasado poderío . Y con todo , cuenta entre sus señores ilustre prosapia y su fundacion se remonta á los primeros tiempos de la restauracion asturiana . Propiedad mas adelante de la reina doña Maria , muger de D . Alfonso el onceno é hija de D . Alfonso el sesto de Portugal , lo entregó aquella señora en tenencia á Gutierrez Gonzalez de Quijada , y luego á la abadesa y convento de Santa María la Real de Valladolid . Andando el tiempo , hizo en su testamento don Juan primero merced de la villa y del alcázar al mencionado Gutierrez Gonzalez de Quijada , desde cuya época no volvió á salir del señorío de la familia de los Quijadas , hasta que faltando la sucesion directa de la misma , se posesionó de ambos la casa de Docampo , oriunda de Galicia , aunque establecida en Zamora . Corrieron una en pos de otra las desgracias de la monarquía , y fiel la vetusta fortaleza á los recuerdos consagrados por sus severas tradiciones , pasó de decadencia en decadencia , de los Docampos á los Villamizares , y desde los Villamizares á los Villazices , ó condes de Peñaflor , para sepultar por último su anterior importancia bajo el dominio de los nobles Valdecalzanas . Pero ¿ quién se atreve hoy á recordar sin rubor las descripciones que del castillo de Villagarcía ha leido en antiguos y empolvados cronicones ? ¿ Dónde están aquellos murallones imponentes , que desmoronados hoy por la injuria del tiempo , ostentan sin embargo algunos trozos de cuarenta piés de elevacion , sin que en ellos se descubran las primeras troneras ? Sobre esos trozos arruinados se estendia una doble línea de tan importantes defensas ; la de la parte mas baja , establecida á cincuenta piés de la base del alcázar , estaba destinada á la rnosquetería ; la superior , cuya altura nos es imposible conjeturar , servía para los disparos de piezas gruesas en toda su estension . Tampoco se conserva resto alguno de los almenares ni matacanes de sus plataformas , aunque todavía flanquean su frente principal dos torres cuadradas de imponente apariencia , destrozadas en muchas partes hasta el pié de los murallones . El ancho foso , que aislaba la fortaleza , se halla completamente , cegado , y al ferrado puente levadizo , que daba paso a su entrada por la cortina del S . O . , y que solo ofrece señales de existencia en los enormes ganchos de las cadenas dispuestos sobre el arco del porton , ha sucedido un miserable puentecillo de piedra . Como si no fuera bastante ultraje para tan venerables ruinas el injusto olvido , no ha faltado quien añada el escarnio á su desventura . Los , dos hombres que platicaban en la pendiente ladera de Villagarcía examinaban , al parecer , la situacion de los negocios públicos , salpicando de vez en cuando su diálogo con razonamientos y conjeturas acerca de otros asuntos privados que , no por serlo , deben parecer menos interesantes á nuestros lectores . Nuestra conciencia de historiadores nos obliga á enterarles de una conversacion , que tal vez no será inútil , para que vengan en conocimiento de otros sucesos mas importantes . El menos orgulloso de los dos políticos del siglo décimo sesto , aquel á quien hemos calificado de villano , era un joven como de diez y ocho á veinte años , fornido , de corta estatura , en una palabra , el tipo de lo que los navarros entienden por un hombre bajo , rechoncho y cuadrado . Tenia ojos negros de un brillo estraordinario , y los jugaba con admirable viveza y donosura , como para revelar á los demás la refinada malicia de su alma : por lo demás , y como él mismo aseguraba , nunca se mordia la lengua ; de modo que hablaba a roso y belloso sin temer al rey ni á la santa Inquisicion , era incapaz de guardar un secreto y andaba siempre á caza de noticias , buenas o malas , á fin de recrearse con el placer de referirlas al primero que le deparaba á mano su fortuna . Vestia corto y estrecho saco de paño pardo , ceñido , á la cintura por tosca correa de cuero en bruto con hevilla de metal , calzon de lo mismo , polainas de pie de lobo basta media pantorrilla y zapatos abiertos en forma de sandalias , completando todo su ajuar una especie de montera ó caperuza de piel de nútria , que lo cubria la cabeza hasta la parte inferior de las orejas , un escapularía de la Vírgen de Monserrate , que llevaba pendiente del cuello y un grueso y nudoso garrote de encina , colocado á la sazon entre sus cruzadas piernas . El otro personage aparentaba tener mas trastienda y conocimiento del mundo que su compañero . Cuando se le dirigia alguna pregunta acerca de su edad , contestaba con orgullo que habia venido al mundo el mismo año , en que el gran gobernador y santo cardenal Jimenez de Cisneros emprendió y llevó á cabo á sus propias espensas la conquista de Oran ; y como ya desde entonces , a pesar de lo reciente del suceso , empezaba á agitarse entre el vulgo la duda de si aconteció tan memorable triunfo en el año de 1509 , como hoy aseguran sesudos cronistas , ó si en el de 1516 , como sostienen asimismo algunos modernos compendiadores , resultaba de la respuesta del taimado guerrero castellano , que unos le daban buenamente treinta Y . seis años de vida , al paso que otros no sentian el menor escrúpulo al creer que solo frisaba en los veinte y nueve . Hacíale no obstante traicion con liarta frecuencia su memoria , pues cuando relataba sus pasadas glorias militares , hablaba del asalto y saqueo de Roma por las tropas del duque de Borbon y de la muerte de este caudillo , como de hechos que habia presenciado y en los que tuvo no pequeña parte ; de aquí deducia el malicioso villano de los brillantes ojos negros , que su interlocutor , fuese por vanidad pueril o por otros motivos que él no alcanzaba , habia dado en la flor de suprimir siete ú ocho años en su partida de bautismo . Por lo demás , era excelente camarada , complaciente , servicial , aficionado al mosto y á las buenas mozas , de ancha conciencia y de razonables puños : un amigo podia contar con él en apurados lances , pero los malos hábitos que habia contraido en el pillaje de la ciudad eterna le impedian , sin duda a mirar con poco escrúpulo los bienes agenos , supuesto que no perdonaba ocasion de apropiárselos contra la voluntad de sus dueños . Precisamente debia preocuparle algun proyecto de esta especie en aquella deliciosa mañana de abril de 1545 , por cuanto las primeras palabras que pronunció , ó al menos , las primeras que podemos transmitir á nuestros lectores , fueron estas . - Asegúrote , amigo Juan , y así Dios y Nuestra Señora de Monserrate te amparen y defiendan , que en esa pícara madriguera no hace mas que pudrirse , un hombre honrado . De mí sé decir que no he nacido para estar mano sobre mano paseándome por la plataforma del castillo , y que si el cielo no lo remedia , voy á morir muy pronto de puro fastidio . El bueno de Juan miró de reojo al soldado , castañeteó con los dedos y murmuró sonriéndose : - Esa no pega . - ¿ Conque no crees que voy á dar mi alma á una legion de familiares , repuso el otro , si no me sacan de aquí ? - No , mientras te vea atravesar , a guisa de ladron , todas las noches el patio grande de la fortaleza , en busca de la hermosa Beatriz . - Que si quieres , y llámenle tonto , esclamó el guerrero soltando la carcajada . ¿ Quién te ha dado esas noticias ? - La ociosidad aguza el ingenio , y como por la misericordia divina , estamos de holganza hasta que vuelva mi señor el alcaide ... - Estoy en autos ; has seguido mis pasos y despues de sorprender mis amorosas locuras ... - Y algunos besos , aplicados con estrépito en las sabrosas mejillas de la susodicha Beatriz . - ¿ Eso mas ? Ya voy esperimentando , querido Juan de Mesa , que eres mozo de provecho , y ya que la charla ayuda á matar el tiempo , voy á descubrirte cómo y cuando me enamoré de esa muchacha . - Que me place : ya sabe el señor Diego Martinez que soy hombre capaz de guardar un secreto , y que por todo el oro del mundo ... - Mucho hay que hablar en cuanto a eso : pero doy muy poca importancia á mis galantes aventuras , y puedes divulgarlas á tu sabor , con tal que nada quites ni añadas á la verdad . - Eso no ; antes me vea empalado por judío . - Basta y escúchame bien . Habrá poco mas de tres meses ... justamente , el dia de los Santos Reyes ; por cierto que nevaba á mas y mejor ... Pues , como iba diciendo , ese mismo dia 6 de Enero aconteció que salí del castillo á las ocho de la mañana para llevar un recado de mi señora doña Magdalena al monasterio de la Espina . ¿ Y qué te figuras que encontró al llegar á él , despues de haberme empapado en agua y nieve hasta los huesos ? Nada menos que una brillante comitiva de ilustres damas y nobles caballeros , cuajados de oro y de terciopelo desde las orejas hasta los piés . Allí estaban , orando delante del altar mayor el conde de Melito D . Diego Hurtado de Mendoza y su muger doña Catalina de Silva , el apuesto caballero D . Ruy Gomez de Silva , que tanto dá en qué pensar á las hermosuras de la córte , si no mienten lenguas , el Viejo marqués de Los Velez , el consejero D . Pedro Fajardo , el marqués de la Fabara , el conde de Cifuentes , la condesa de Barajas , la marquesa de Aguilar y ¿ qué se yo cuantos mas personages ? Por supuesto , con la correspondiente añadidura de mayordomos , pages , escuderos , damas de honor , doncellas y criadas de mano . - Te quedarias con la boca abierta . - Nada de eso ; he visto cosas mas estupendas en Aquisgran y en Ratisbona ; aquello es boato , amigo Juan , y no han presenciado los nacidos aparato de tanto bulto corno el que ofreció la majestad de nuestro invencible emperador y rey el dia de su coronacion en Alemania ; de esto hace ya unos veinte y cinco años y sucedió en la época de la guerra de las Comunidades de Castilla . - Buena memoria tienes , observó el villano , para acordarte de todo eso , porque debias ser muy jóven entonces ... pero prosigue tu relato del monasterio de la Espina . Mordióse los lábios Diego Martinez , porque la cuestion de fecha s , presentada indirectamente por su interlocutor , le habia cogido de medio á medio : no tardó sin embargo en adquirir su habitual aplomo , y haciendo como si nada hubiese oido , continuó de esta manera : - Así que yo ví aquello , dije á mi cola : no hay duda , compadre Diego de que aquí puedes alcanzar algun provecho : las altas y poderosas señoras son fruta prohibida para un pobre diablo , que solo ha traido á su pais honra y miseria ; pero tal vez encuentres entro la gente de escalera abajo alguna pelinegra , que se prende de tu porte marcial . Y diciendo y haciendo , adelantéme hasta las gradas del altar mayor , mezclándome con la servidumbre femenina y dando de codo con gallardia y desembarazo á los impertinentes escuderos . Mi osadía obtuvo todo el efecto que anhelaba ; cierta criadita de la condesa de Barajas fijó sus ojos en los mios ; aproveché la ocasion y los puse en blanco , embidando la partida ; ella no se hizo de rogar y quiso el resto con una sonrisa . Hubo despues lo de acercarme a ella , lo de saber que era huérfana de padre y madre , lo de ofrecerla mi proteccion y descansado servicio en Villagarcía , lo de confesarme que no podia tolerar por mas tiempo las impertinencias y caprichos de la señora condesa , y por último lo de concertarnos , ella para desertar de la casa de Barajas , y yo para presentarla y recomendarla en este castillo como parienta mia . Evacuada despues la comision que me habia llevado al monasterio , tuve otra entrevista con mi hermosa Beatriz , y en ella me descubrió que toda aquella magnificencia desplegada por los mas encopetados magnates del reino , en uno de los mas crudos y terribles dias del invierno , tenia por objeto ofrecer á la Madre de Dios y á su santísimo hijo , en aquel Santuario , que pasaba por milagroso , la persona de doña Ana de Mendoza de La-Cerda , de edad de cinco años , hija única de los esclarecidos condes de Melito , por la merced que les habia concedido el cielo de salvarla de una peligrosísima enfermedad . Añadióme que despues del mediodía debia ponerse en marcha toda la comitiva para Valladolid , y que si por mi parte estaba resuelto á libertarla de la penosa servidumbre de la condesa de Barajas , no teníamos tiempo que perder . Mi respuesta fué animarle á que se preparase en el término de media hora : transcurrida ésta , situéme con una acémila , que pedí de gracia en el monasterio , en la primera encrucijada del bosque , adonde á poco rato llegó Beatriz llevando un cofrecito de preciosas joyas y como , unos doscientos ducados en oro . Ya ves , querido , que mi espedicion no era enteramente desgraciada . Apoderéme del dinero y del cofrecillo , suponiendo desde luego que la condesa de Barajas podria tener algun derecho para reclamarlos , coloqué en la acémila á mi resuelta enamorada , y sin mirar hacia atrás , nos encaminamos á ese bendito castillo , al cual sin embargo no llegamos hasta la noche , por la sencilla razon de que fueron muy repetidas nuestras distracciones y paradas durante la travesía . - Curiosísima y entretenida es por demas la historia del principio de tus amores , dijo Juan de Mesa , luego que su amigo hubo concluido de hablar , y solo me falta saber ... - ¿ El fin de la aventura ? Habas contadas : como el señor D . Luis Quijada , mayordomo del rey y alcaide de Villagarcía estaba á la sazon , lo mismo que ahora , en Alemania , forjé una historia de parentesco para su noble esposa doña Magdalena de Ulloa , y esta señora admitió desde luego á su servicio á mi amada Beatriz . - ¿ Y los doscientos ducados ? - Muy pocos quedan ya : los demás ... pregúntaselo á las francachelas que he tenido en Valladolid y en Medina de tres meses á esta parte . En cuanto á las joyas del cofrecillo , no se han tocado aun , porque están reservadas para mejor ocasion . - ¿ Y no recelas que mi señora doña Magdalena , matrona tan severa como prudente , descubra que la has engañado , y te obligue á tomar por muger á la que hasta ahora todos tienen por prima hermana tuya ? - Si lo descubre , será por tu medio ; si pretende que me case con Beatriz ... ¡ qué diablos ! Ancha es Castilla y buscaremos otro escondite . - Y en ese escondite , por ignorado que esté , sabrá encontrarte nuestro alcaide D . Luis Quijada , cuando vuelva con el rey . - Allá lo veremos y sonará lo que fuere : entretanto démonos la mejor vida que podamos , pues de lo contrario no contarémos muchos abriles en esta bicoca . ¡ Ah ! Y apropósito de buena vida ¿ qué nuevas trajo anoche el mensajero Miguel de la córte ? - Todavia no he podido traslucirlas , pero han de ser por precision importantes , porque el mozo estuvo encerrado mas de dos horas con la Señora del castillo , y cuando salió de su cámara , ni una sola palabra respondió á las repetidas preguntas que le hicimos . - De modo que no sabes si la importancia de las tales noticias , ó algunas otras razones mas poderosas le impidieron que os hablase . - Por mi quebranta-huesos , que no te comprendo , dijo Juan con estrañeza y acariciando el garrote que tenia entre las piernas . - Ven acá , y el diablo confunda tu estupidez , repuso Diego , algun tanto amostazado , porque queria que su compañero hubiese adivinado el sentido de sus palabras , sin verse precisado á esplicarlas . ¿ No acabas de asegurar que Miguel del Bosque , ese bribonzuelo que nunca pierde de vista á doña Magdalena , permaneció anoche dos horas encerrado con ella en su misma cámara ? - Lo he asegurado : ¿ y qué ? - Vamos , Juan de Mesa , eres la criatura mas imbécil de estos reinos y señoríos . ¿ Son por ventura las nobles damas de nuestro tiempo de distinto barro que las de la corte de D . Enrique , á quien llamamos el Impotente ? - ¡ Cómo ! ¿ Supones que la honradísima esposa de mi Señor don Luis Quijada ... - ¡ Quieres callar y no mentar aquí nombres que para nada necesitamos ! Yo no supongo ; yo solo digo lo que dirá cualquiera , que no tenga el entendimiento en las suelas de sus zapatos . Y si no , veamos . ¿ Qué piensas que diria yo á los criados de una muger asi , fuese la mas encopetada de la tierra , que me viesen salir de su estancia , despues de dos horas de plática ? ¿ No conoces , menguado , que mis palabras tendrian toda la apariencia de una disculpa y que los otros se reirian de ellas ? - Calla , calla por los cuatro Santos Evangelistas , esclamó el villano empuñando con fuerza su nudoso palo y poniéndose en pié de un salto , como impelido por un resorte . Si supiera que se ha cometido tan feo desacato contra la honra de mi Señor ... - ¿ Qué harias ? - Aplastaria la cabeza de , Miguel del Bosque contra las losas del patio principal del alcázar . - Siempre quiebra la soga por lo mas delgado , murmuró Diego Martinez , añadiendo luego en voz alta : - Puede ser que yo esté muy equivocado y que Miguel sea el amante mas inocente y menos temible del mundo , asi como que ningun desaguisado amenace al limpio honor del ausente y confiado esposo : mas dime por tu vida , si se necesitan dos horas de encierro con una dama , para enterarla de las novedades que han ocurrido en la córte . ¿ Qué diablos ha podido suceder en Valladolid para tanto misterio ? Iba ya Juan de Mesa á encolerizarse por segunda vez , acosado por las observaciones de Diego , cuando dirigiendo la vista por casualidad hacia el castillo , vio ondear en la mas alta de sus torres una bandera negra . - ¡ Que es eso ! dijo con asombro . ¡ Qué sucede en el alcázar ! - Entremos en él y saldremos de dudas , le contestó su amigo . - ¡ Si será esa la respuesta que no quiso Miguel darnos anoche ! - De todos modos no olvides lo que voy á decirte antes que dejemos este sitio : es una advertencia saludable , que acaso te será muy útil algun dia . Los dos hemos cometido ciertos pecadillos , que no perdonará seguramente el alcaide de Villagarcía , si llega á saberlos : yo , por ejemplo , tengo sobre mi conciencia la superchería del parentesco con Beatriz , sus amores y sobre todo los doscientos ducados y las riquísimas joyas de la condesa de Barajas ; por tu parte , tampoco debes vivir muy tranquilo , porque te acusan , entre otras cosas que el tiempo puede sacar á luz , los dos garrotazos que diste á aquel pobre ermitaño , que enterramos entre los dos allá abajo , junto á las últimas empalizadas del castillo . - Ya te dije quien era y que ... - Nadie te disputa que no tuvieras razon para hacer con él lo que hiciste , pero lo cierto es que quedó hecho , y que si llega á olfatearlo el Señor D . Luis Quijada , toda tu razon y tu buen derecho no le quitarán el vivísimo deseo de colgarte de una almena . - ¿ Y tu advertencia saludable ? - Héla aquí . El mejor medio de desarmar á un enemigo temible es sorprender algun secreto que te importe guardar . Ahora bien : no seria del todo imposible que la ilustre matrona doña Magdalena de Ulloa llegase á entender alguna cosa de nuestras fechorías , y si esto acontece , ya debes presumir que nos darán sin tardanza el merecido premio : á los dos , pues , nos interesa estar prevenidos y escudarnos con arma poderosa . Es asi que entre la castísima esposa del Señor D . Luis Quijada y el escudero Miguel del Bosque hay un secreto ... - Discurres como un inquisidor . - Y que podemos probar , cuando fuére necesario , que han estado dos horas juntos y encerrados , por la noche en la cámara de ... - No prosigas , Diego ; ya veo que he obrado mal al encolerizarme contra el pobre Miguel . - No hay duda , Juan , no hay duda , porque de todo se saca provecho en este mundo . Sepamos ahora qué es lo que significa ese guiñapo negro que han puesto en aquella torre . Estiró Diego las piernas al decir esto y se levantó con gran calma , como sintiendo que una novedad cualquiera lo obligase á abandonar el blando asiento de cesped , y ambos echaron á andar dirigiéndose al alcázar ; el soldado haciendo comentarios sobre el partido ventajoso que le seria dado sacar de la situacion en que se hallaba , y Juan de Mesa pidiendo al cielo de todo corazon que no llegase el caso de tener que acusar á su Señora , ni de romper el espinazo á su buen amigo Miguel del Bosque . La enlutada bandera , que estendia sus pliegues al viento en la torre mas alta de Villagarcía , anunciaba á los moradores de la poblacion una triste nueva . La infanta doña Maria , esposa del príncipe D . Felipe , que gobernaba en España durante la ausencia de su padre D . Cárlos , acababa de dar á este un nieto , pagando con la vida su ventura materna . La corte estaba de duelo y se habian mandado suspender las grandes fiestas y regocijos , con que todas las ciudades se disponian á celebrar el nacimiento del príncipe Cárlos , añadiéndose á la tristeza general que esparció tan infausto acontecimiento , el disgusto y zozobra de los ánimos , en vista de los últimos sucesos de la guerra de Italia . No era ya un misterio en Valladolid que el duque de Euguien habia atacado la importante plaza de Carignano en el Piamonte , despues de haber destruido en Cirinola al marqués del Vasto , haciendo en sus tropas tal destrozo , que este general perdió en el campo de batalla mas de doce mil hombres entre españoles , italianos y alemanes . La angustia y el desaliento se veian retratados en todos los semblantes ; formábanse en el Campo Grande corrillos de gente ociosa , para condolerse de las calamidades públicas , y en las puertas de los templos y en las calles se hacian votos por la pronta vuelta del rey-emperador , á quien los noticieros suponian , cuando menos , en la misma situacion en que habian contemplado á Francisco primero de Francia , despues de la memorable victoria de Pavía . Las tiendas de los mercaderes se habian cerrado en señal de luto , el pueblo daba de mano á sus quehaceres y diversiones ; todo en fin se aunaba en desconsolador concierto , para desmentir aquel antiguo dicho de los paisanos del famoso Pedro Ansurez : Villa por Villa , Valladolid en Castilla . Tales eran las noticias que Miguel del Bosque , escudero de don Luis Quijada , habia llevado á su Señora ; la bandera negra era la espresion del sentimiento , que la guardadora del alcázar de Villagarcía tributaba á la justísima afficcion del príncipe D . Felipe . Si echamos una rápida ojeada por vetustos pergaminos conservados en el precioso archivo de Simancas , nos convenceremos de que la Pintia de los Voscos á Vacceos distaba mucho de ser lo que , andando el tiempo , fué el Valle-de-Olid ó de Lid de los Arevacos y Carpetanos , y muchísimo de figurar lo que figuró , cuando el rey D . Ordoño II de Leon tuvo por conveniente tomar á los árabes dicha poblacion en el año de 920 , despues de reñidísima lucha . Tampoco en esta época alcanzó las ventajas que obtuvo de D . Alfonso VI en 1081 , cuando este monarca la cedió en juro de heredad al magnífico y magnánimo conde D . Pedro Angurez , que se dedicó á engrandecerla , y á continuar en ella las obras emprendidas por el otro conde D Rodrigo Gonzalez Giron , de órden del rey de Castilla . Y al fin aconteció en Valladolid , despues de su preponderancia , lo que en los vastísimos dominios con que la católica Isabel primera , abrillantó las preciosísimas perlas de su corona : el génio de Colon descubrió el Nuevo Mundo ; su cuerpo yace en un rincon de la Catedral de la Habana y el Nuevo Mundo se llama América , porque otro navegante le dió su nombre . Así en una capilla que existe en la nave del Evangelio de la catedral de Valladolid se conserva el sepulcro del conde Ansurez , al paso que las armas de la ciudad son Tres Girones pajizos en campo de gules , y en el timbre una corona con ocho castillos . Mas sea de esto lo que fuere , y ya que no hemos tomado la pluma para enderezar entuertos de antiguos caballeros tratados con injusticia , debemos dejar consignado que , entre los grandes edificios de la córte de Castilla , descollaba como el mas colosal , como la obra unas atrevida de arquitectura , el que luego se tituló convento de San Benito y es en el dia una fortaleza sin objeto , aunque provista de grandes fosos , bien defendidas murallas y sus indispensables puentes levadizos . En aquel vastísimo palacio de inmensos corredores y de fuertísimas paredes descansaba á mediados del siglo décimo sexto el gobierno de los dilatados dominios españoles ; y descansaba de todo punto el dia en que hemos visto á Juan de Mesa y Diego Martinez platicando á su sabor sobre el cesped , junto al alcázar de Villagarcía ; porque , al decir de los mejor informados entre los que de noticias respiraban , el príncipe D . Felipe , inconsolable por la pérdida de su amada esposa doña Maria , y abrumado con el peso de las fatales desgracias de nuestras armas en Italia , habia caido en una especie de ensimismamiento , que le vedaba atenderá los negocios . El pueblo le compadecia y no osaba murmurar de su abandono , si bien anhelaba conocer la suerte que habia cabido á la persona del invicto emperador y á las conquistas hechas por sus armas en el territorio germánico . La oposicion que en aquella época y otras no menos gloriosas se hacia á los poderes públicos , era demasiado circunspecta y patriótica , para que se tradujese en quejas y mucho menos en motines : ademas , amaban los españoles al príncipe D . Felipe , porque era hijo de Cárlos , es decir , del monarca severo , pero justo , que miraba á sus súbditos como á hijos , y que nunca perdonó á los estranjeros la menor injuria ó atentado contra la hidalga nacion , á cuyo frente lo habia colocado la Providencia . Hallábanse el mismo dia que hemos apuntado , junto al alfeizar de una ventana del palacio , tres magnates de la córte de Castilla , y la paso que aguardaban , al parecer , alguna órden que les permitiese penetrar en los aposentos interiores , examinaban con curiosidad , no tanto los primores del salon verdaderamente régio en que acababan de reunirse , como la actitud de los corrillos que formaba el pueblo delante del edificio . Despues de un silencio bastante prolongado , durante el cual pudo cada uno de aquellos personages convencerse , de que no se trataba de conjurar tempestades políticas , como las que veinte y cinco años atrás habian puesto en fermentacion á las principales ciudades del reino , el de mas edad dijo á los otros : - Terrible golpe ha sido este , caballeros , porque la princesa doña Maria era el alma del gobierno de D . Felipe . - ¿ Lo creeis así ? preguntó al que habia hablado el que lo seguia en edad . - Estoy ciertísimo de ello , respondió el primero , y tanto que , no bien sepa nuestro buen rey D . Cárlos la causa que hoy nos hace vestir de luto , se apresurará á dar la vuelta á España . - Poquísima confianza os inspira segun eso el príncipe D . Felipe , Señor D . Gonzalo , repuso el segundo , y eso es mas de estrañar en vos que en otro alguno , ya que en todas partes os haceis lenguas de su acertada direccion en los negocios del Estado . - Añadid , señor de Requesens , replicó D . Gonzalo sonriéndose , que el rey D Cárlos me ha colmado de mercedes y lo habreis dicho todo . Veo que no me habeis comprendido : nuestro muy amado príncipe D . Felipe acaba de perder una esposa que formaba todas sus delicias , y esta desgracia debe anonadar su espíritu y contener los impulsos de su voluntad : el monarca está ausente , sin que sepamos á punto fijo su paradero ni el de sus tropas , despues de la derrota sufrida por el marqués del Vasto , y ... ved , señores ; el pueblo participa de nuestra misma ansiedad , porque ¿ qué lo queda al príncipe , muerta doña Maria , cautivo acaso el gran Cárlos y perdidas tal vez sus magníficas conquistas ? - Lo quedan aun su corazon y su cabeza , contestó con prontitud el mas jóven de los tres caballeros , que hasta entonces no habia despegado los lábios . - Acabais de , espresar fielmente y con dos solas palabras mí íntimo pensamiento , Señor Ruy Gornez de Silva , observó cortesmente D . Gonzalo : el corazon y la cabeza son dos cosas preciosas , que hacen al hombre llevar á término arriesgadísimas empresas ; nuestro príncipe no ha cumplido todavia veinte y cinco años y llegará á ser un gran Monarca ; pero hablamos del tiempo presente y de las dificultades que por todas partes se presentan para atender á las necesidades del momento , y para conjurar las desgracias que nos amagan . No bien hubo pronunciado estas últimas razones el anciano caballero , cuando abriéndose de par en par las dos hojas de la puerta del fondo del salon , dieron paso á la persona del cardenal Espinosa . Los tres magnates abandonaron al punto la ventana , adelantándose hacia el prelado . Echóles éste gravemente su bendicion y les dijo : - El príncipe os aguarda para celebrar consejo , señores . - ¡ Tan pronto ! murmuró D . Gonzalo . - Ya lo veis , repuso D . Luis de Requesens y Zúñiga . - En efecto , observó D . Ruy Gomez de Silva ; parece que está ya en accion la cabeza ; ya veremos luego qué es lo que hace el corazon . El cardenal Espinosa saludó á los caballeros y volvió á entrar delante de ellos en la cámara de D . Felipe . Era este príncipe de menos que mediana estatura , endeble de piernas , de pocas carnes , velludo y de voz gruesa é imponente . Cuando se presentaron en su estancia los tres magnates leia unos despachos , que dejó sobre su mesa , para mirar de hito en hito á los que llegaban . Saludóles poco despues con afabilidad y tristeza y ordenándoles tomar asiento , les dijo : - Huélgome mucho , caballeros , de haber sabido que os hallabais tan inmediatos á mi persona en ese salon , pues de esta manera no se hará esperar demasiado el parecer que habeis de darme sobre varios negocios de gran monta . Mi secretario D . Gonzalo Perez , tengo que cornunicaros una buena nueva , y felicítome por ello , porque al menos habrá hoy alguna alma contenta y satisfecha en la córte . - Esa nueva , señor , por grande y alegre que sea , respondió don Gonzalo , no tendrá la virtud de hacerme sentir con menos fuerza y amargura las penas de mi príncipe . - Habia olvidado y olvidáis vos tambien que os he llamado á todos para que me deis consejos , ajas no para que os aflijais conmigo , replicó D . Felipe . Señor cardenal , hacedme merced de leer en alta voz esas comunicaciones del marqués del Vasto . Hízolo así el prelado , y los tres magnates quedaron oficialmente enterados de nuestros desastres en Carignano y Cirinola . - Ninguna noticia tengo del emperador mi augusto padre , añadió el príncipe . ¿ Qué pensáis que debe hacerse en tan apurado trance , señor de Requesens ? - Levantar sin perder momento un ejército de cincuenta mil hombres y atacar al emperador Francisco I en sus propios estados , contestó sin detenerse D . Luis . Debemos invadir desde luego la Lorena y poner sitio á la plaza de San Dicier , para que el Rey nuestro Señor pueda correrse al Piamonte y restablecer allí el imperio de sus victoriosas armas , en tanto que el enemigo atiende á la defensa de su territorio . Miróle el príncipe atentamente por largo espacio , como si intentase penetrar sus mas ocultos pensamientos , y le dijo despues de aquel molesto exámen : - Habláis como hombre de guerra , esforzado y decidido . Y volviéndose luego hacia D . Ruy Gomez de Silva , añadió : - Háganos conocer su opinion en tan árduo empeño el príncipe de Éboli . - No estoy muy distante de pensar como el Señor de Requesens , respondió este ; pero será menester que esos cincuenta mil hombres , antes de atacar al emperador de Francia , refuercen el ejército de nuestro rey D . Cárlos . Tengo tambien por seguro que en España no necesitamos fuerzas , contando , como contamos , al frente de los negocios con un príncipe , que trabaja en pró de la causa pública , cuando todos le juzgan sumido en el mas acerbo dolor . - ¿ Eso dicen ? - No lo dicen , Señor : es el pensamiento unánime de un pueblo que ama á V . A . - Basta . Díganos ahora su parecer el secretario de mi augusto padre y mio . Don Gonzalo Perez se alzó de su asiento , clavó su mirada en la penetrante de D . Felipe y pronunció con decidido acento estas palabras . - Señor , mi parecer es esperar . Sonrióse el príncipe y levantándose dio por terminado el consejo : los tres magnates se despidieron de S . A . , que permaneció solo en la cámara con el cardenal Espinosa y el pueblo siguió condoliéndose en el Campo Grande y en las calles y plazuelas , de la amargura y tristeza de su querido príncipe , á quien el dolor impedia tomar resoluciones decisivas , que enderezasen el mal sesgo de los públicos negocios . - ¿ Conque creen que de nada me cuido porque he perdido á la princesa doña Maria ? esclamó D . Felipe , cerrando la puerta de la estancia . Nada me habíais dicho de eso , señor Cardenal . - Don Ruy Gomez de Silva ha exagerado la especie , contestó el Cardenal , y hubiera debido contentarse con decir ... - Don Ruy Gomez me , ha hecho un servicio de gran cuenta , poniendo en mi noticia de una manera indirecta las murmuraciones del pueblo : y por Dios Santo , que ese dolor inmenso que siente mi corazon os parecerá increible , cuando sepáis los trabajos que mi imaginacion ha revuelto en veinte y cuatro horas . Ahí teneis ese legajo , prosiguió D . Felipe señalando á Espinosa un monton de papeles que habia sobre la mesa : he contestado de mi puño y letra á todas las dudas presentadas por los gobernadores de las provincias , he dispuesto que se me pasen consultas sobre todos los asuntos de la competencia de los tribunales , y establecido las bases de una administracion equitativa , que con el tiempo dará buenos frutos . He hecho mas , señor Cardenal ; he estudiado sobre el terreno las operaciones del ejército enemigo que persigue al marqués del Vasto , y os aseguro que estoy tranquilo . - ¿ Tranquilo , Señor ? - De todo punto . He aquí la carta que escribo á mi augusto padre el emperador , aconsejándole que en vez de proseguir la guerra sin descanso , aproveche la primera coyuntura favorable para convocar una dicta en Wormes ó Ratisbona . - ¿ Con qué objeto ? - Con el de tratar de los negocios de la religion y de las hostilidades contra el gran turco . Los príncipes protestantes de Alemania se ligarán sin perder tiempo , y esto liará que las tropas del Papa penetren en aquellos estados . - ¡ Ah ! Ahora comprendo ... - Que mi plan se reduce á ahorrar en la contienda del imperio germánico sangre española ; á impedir , por la cooperacion de la Iglesia , los progresos de la heregía , y á contener la audacia de Francisco en sus empresas contra nuestros ejércitos . La presencia de un cuerpo de tropas del Papa amenazando á Ausgburgo , deja libre , á mi augusto padre para remediar el desastre de Cirinola , y me evita el cruel sentimiento de enviar cincuenta mil españoles mas al sacrificio . Al espresarse de este modo el joven príncipe , ninguna señal de interior satisfaccion revelaba su impasible semblante ; era sin embargo evidente que su corazon palpitaba con violencia , porque volvió á sentarse , despues de estrechar las manos de Espinosa entre las suyas . - V . A . necesita entregarse al descanso , dijo el Cardenal , para volver con nuevo empeño á tan importantes tareas . - Aquí duermo y aquí trabajo , murmuró el príncipe sonriéndose y dando dos golpecitos con la mano en uno de los brazos del sillon . Conviene sin embargo , añadió con la mayor naturalidad , que nadie se entere de mis entretenimientos sobre los negocios del Estado , porque los mismos que ahora se quejan ó murmuran de mi escesivo dolor , dirán , si llegan á saber en qué me ocupo , que busco distracciones á mi pena . Cuidad entretanto , señor Cardenal de remitir esa epístola á nuestro muy amado emperador y esos otros despachos á los gobernadores de las provincias . ¡ Ah ! llevad tambien un escrito que por ahí debe andar , y entregádselo al secretario D . Gonzalo Perez , que se holgará mucho al leerlo es el diploma que mi augusto padre le envia , legitimando á un su hijo llamado Antonio , que á lo sumo cuenta cuatro años de edad . El Cardenal ordenó los diferentes papeles que acababa de indicarle D . Felipe , hizo á éste una profunda reverencia y , se retíro : al atravesar el salon , encontró á varios cortesanos que le detuvieron para informarse de la salud del príncipe ; pero Espinosa , sin detenerse , movió la cabeza á derecha é izquierda diciéndoles : - Estamos muy mal , si Dios no pone mano en esto : en aquella cámara no hay mas que lágrimas y suspiros . - Y con todo , necesitamos otra cosa , señor Cardenal , replicó uno de aquellos señores con impaciencia . Muy santo y muy laudable es llorar por los muertos , pero los que están al frente de un Estado deben atender á la felicidad de los vivos . - No hableis en tan descompuesto tono , señor D . Pedro Fajardo , repuso el Cardenal en voz baja y prosiguiendo su camino ; pudieran escucharos y esto perjudicaria mucho á vuestra ambicion . El cardenal Espinosa , joven á la sazon , era uno de los mas hábiles políticos de su tiempo . Hombre recto , de costumbres austeras y de una probidad intachable , habia logrado conquistar la confianza del emperador Cárlos V quien , apreciando en su justo valor sus no comunes dotes de gobierno , se lo recomendó eficazmente al príncipe D . Felipe , como consejero de gran valla , durante su ausencia . Pero D . Felipe , que valiéndonos de un dicho asaz vulgar , aunque gráfico para revelar de una plumada su talento , fué uno de los gobernantes que mas largo han cazado en este mundo , conoció en breve que el nuevo consejero , intachable como sacerdote y como particular , seguía las inspiraciones de Guillermo de Croy , arzobispo de Toledo , que estaba al frente de la parcialidad de los flamencos , cuya rapacidad fué uno de los mas poderosos motivos del alzamiento de los Comuneros de Castilla . Así pues , como el príncipe no pensaba del mismo modo que el rey , en cuanto á la provision de los grandes cargos del Estado , miraba con prevencion al arzobispo Guillermo , y solo se valla del cardenal Espinosa con repugnancia y por no disgustar á su invicto padre . No se ocultaban á la sagaz penetración del consejero las disposiciones de D . Felipe , por lo que se dedicó afanosamente á ganar su voluntad por medio del estudio de su carácter , y al cabo lo consiguió con grandes ventajas para la española monarquía . Pocas horas habian transcurrido desde que D . Gonzalo Perez recibió el despacho que legitimaba á su hijo , cuando fué llamado por el príncipe , á quien encontró leyendo por tercera ó cuarta vez nuevas comunicaciones , que acababan de llegarle . Al ver al secretario , le alargó la mano diciéndo : - Vuestro consejo era sábio ; debiamos esperar , y pésame en el alma la carta que hoy mismo he escrito al emperador mi padre . - Segun eso . V . A . ha recibido satisfactorias nuevas ... se atrevió á preguntar D . - Gonzalo . - Todas las pérdidas de Italia se han reparado y ... ¡ cosa increible ! El emperador ha hecho precisamente todo lo que nos ha propuesto hoy mismo D . Luis de Requesens . - ¡ Cómo , Señor ! - Nomas , ni menos : ha atacado á Francisco en sus mismos Estados ; ha invadido la Lorena y ha puesto sitio á San Dicier . - Eso es admirable . - Mas crecerá vuestro asombro , cuando sepáis el número de tropas con que ha acometido la empresa . Leed , D . Gonzalo , leed . Don Felipe dió un despacho al secretario y éste exclamó despues de haberlo recorrido con la vista : - ¡ Cincuenta mil hombres ! - Cincuenta mil , repitió el príncipe . - Pero es precisamente la fuerza que D . Luis aconsejaba . - ¿ Qué pensáis de todo esto ? Habladme sin rebozo . - Que D . Luis de Requesens y Zúñiga es un gran militar , un hombre honrado y un súbdito fiel del emperador . - Qué D . Luis de Requesens y Zúñiga es un traidor y un malvado , gritó un hombre que acababa de entrar en la cámara por la puerta del salen . Don Gonzalo dio dos pasos atrás , pero el príncipe permaneció impasible y dijo al recien llegado : - Habeis acusado á uno de los mas intrépidos generales del emperador mi augusto padre , y vuestra alta dignidad de Arzobispo de Toledo no os releva de la obligacion , en que estáis , de presentar pruebas terminantes de vuestro dicho . - Aquí están , respondió Guillermo de Croy , entregando á D . Felipe un papel doblado . - Enteraos de eso , D . Gonzalo , repuso el último , pasando el papel al secretario . Hízolo así éste con mucho detenimiento y dijo en seguida : - En esta carta se asegura que D . Luis de Requesens y Zúñiga tiene conocimiento de todo el plan concebido por el emperador para invadir la Lorena y atacar á San Dicier . - Respondedme en conciencia , señor Arzobispo , pronunció el príncipe con solemne acento . ¿ Teneis noticia de lo que hoy mismo se ha tratado en consejo , al cual ha asistido el cardenal Espinosa ? - Puedo afirmar á V . A . que es la primera vez que oigo hablar de la celebracion de ese consejo . - ¿ Lo juraríais sobre los santos Evangelios ? - Señor , sí ; lo juraré , si V . A . lo manda . - ¿ Y dónde están la traicion y la maldad de D . Luis , dando de barato que con efecto no ignore los proyectos del emperador don Cárlos ? - En su silencio para con V . A . - ¿ Cómo sabeis que lo ha guardado ? - Lo sé , porque el pueblo nada ha traslucido de esos nobles intentos del guerrero emperador ; lo sé porque el pueblo sigue desasosegado é inquieto , y porque V . A . no reservaría para sí solo la satisfaccion y el contento de tan importantes nuevas , despues de habernos participado las tristes y desconsoladoras que ha recibido de Italia . Inmóvil y pensativo quedó el príncipe al escuchar los argumentos del Arzobispo , cuyas contundentes razones parecian incontestables . D . Gonzalo estaba como aterrado , pues costábale mucho trabajo imaginar que Requesens hubiese intentado captarse la confianza de D . Felipe , por medio de consejos y planes que no eran suyos y que estaban ya puestos en práctica . No solo era esto atentar á la gloria del emperador D . Cárlos sino hacer alarde á los ojos del príncipe de un tacto militar y de una esperiencia que no existian ; cosas ambas que se hermanaban muy mal con el pundonor y reconocida fidelidad de D . Luis . Observando al fin que se prolongaba demasiado la profunda meditacion en que habia caido D . Felipe , rompió el silencio murmurando : - Aquí hay algun misterio que no acierto á comprender , pero si V . A . me da su permiso ... - ¿ Cuál es vuestro propósito ? le preguntó el Príncipe . - Interrogar á Requesens , Señor . - Bueno es el pensamiento , mas no ha de ser aquí sino en Villagarcía ; conducidle vos mismo sin estrépito á ese alcázar , y pedid en mi nombre á la noble esposa de D . Luis Quijada que lo guarde en él . - V . A . le prende sin oirle ... - Don Gonzalo , haced sin demora lo que os mando , que á nadie pesará de ello . ¡ Ah ! Leedme el nombre de la persona que firma esa acusacion . - Juan Vazquez , secretario del duque de Alba . - ¿ Cuándo la habeis recibido , señorArzobispo ? - No hace todavía una hora . - Lo cual prueba que la ha traido el mismo espreso , portador de los despachos de mi augusto padre . - Así deberá ser , señor . - Está bien ; en todo se hará justicia . Estas fueron las últimas palabras que pronunció D . Felipe , pero al mismo tiempo echó una mirada penetrante , rápida y significativa al secretario . Éste la comprendió corno muy avezado que estaba á adivinar por un solo gesto los mas íntimos pensamientos de su amo y salió de la cámara seguido de Guillermo de Croy . Al bajar la escalera de palacio dijo éste último á D . Gonzalo : - Poned á buen recaudo á D . Luis , no sea que se fugue , en cuyo caso dará mucho que sentir al príncipe . - No hayais miedo de que tal haga , replicóle el secretario ; por lo demás , señor Arzobispo , confiad en que no se torcerá la vara de la justicia . Aquella misma tarde se dirigian hacia el castillo de Villagarcía tres personas : á dos de ellas conocen ya nuestros lectores ; la otra era el espreso que habia traído al príncipe D . Felipe los recientes despachos del emperador su padre . La parte interior del alcázar de Villagarcía formaba singular contraste con las belicosas obras que lo hacian tan temible , y desde luego se echaba de ver el lujo y delicado esmero , con que su alcaide habia atendido á la comodidad y al regalo . Atravesando el patio principal ó plaza de armas , habia al opuesto estremo una espaciosa escalera de piedra , que conducia á los primeros aposentos . Ocupaban estos el remate de una galeria casi oscura , á causa de la escasísima luz que en ella penetraba , por la desproporcionada elevacion de las ventanas y lujosos vidrios de dolores , y en la cual se paseaban dos ó tres criados de confianza , esperando tal vez algunas órdenes para los puestos de la fortaleza . Una puerta de grandes proporciones , que en esto se diferenciaba de otras muchas , practicadas á lo largo del corredor , daba á conocer la habitacion , á que daba paso , estaba destinada para las personas mas encopetadas del castillo . Y así debia ser en efecto , porque aquella estancia era magnífica y demostraba el esquisito gusto de sus moradores . Adornaban las paredes , cubriéndolas de alto abajo , floreados tapices de Damasco , de los cuales pendian á trechos , en dorados clavos , algunos mal acabados retratos de D . Enrique el Doliente , de D . Juan II el Débil , de Enrique IV el Impotente y de los católicos monarcas D . Fernando y doña Isabel , descollando sobre todos un lienzo que representaba al gran cardenal Jimenez de Cisneros , en el acto de enseñar desde un balcon el almirante de Castilla , al duque del Infantado y al conde de Benavente la artillería que tenia á sus órdenes : al pié del lienzo se leian estas palabras : - « Hé ahí los poderes que me ha conferido el rey Nuestro Señor , para gobernar en su nombre . » Sobre un entarimado incrustado de piedras blancas y azules decoraban los costados de la habitacion ricas alfombras , que ostentaban , bordados en sedas y con bastante propiedad , todos los lances , azares y peligros de una cacería , formando gracioso juego con los toscos sillones de madera de encina , sobrecargados de figuras y cubiertos de seda carmesí de Utrecht . Por último , una disforme araba de plata maciza , en la que ardian todas las noches siete bugías , despidiendo azulada luz y deliciosa fragancia , colgaba de un artesonado matizado de guirnaldas sobre fondo claro , y una mesa , de mármol de Calatrao , de color negro con venas rojas , ocupaba el testero de la sala . En ella se hallaba la muy ilustre castellana doña Magdalena de Ulloa , leyendo con avidez unas cartas que Miguel del Bosque habia llevado de Valladolid y en las cuales le aseguraba su esposo el alcaide , que pronto tendria la felicidad de estrecharla en sus brazos , cuando fueron á decirla que el superior de los monges del monasterio de la Espina pedia vénia para entrar en el castillo . Concedióla de buen grado doña Magdalena , y ordenó que fuese agasajado cual merecia por la fama de su virtud . Un cuarto de hora despues se encontraba el fraile delante de la señora de Villagarcía . Era un hombre como de cincuenta años , seco , macilento , alto y encorbado ; sus ojos hundidos , casi redondos y en continuo movimiento comunicaban á su rostro la apariencia del de un gato montés , confirmando esta semejanza una frente estrecha deprimida , oculta en parte , por la capucha . Ni un solo cabello crecia en su cabeza , pero caíale hasta el pecho una blanca barba , semejante á la que vemos en los bustos de los primitivos patriarcas de Israel , y llevaba los piés embutidos en gruesas sandalias que entorpecían sus pasos , cuya accion dependía al parecer de la fuerza que les comunicaba el grueso palo de enebro , que apretaba convulsivamente entre sus arrugados dedos . - Sentaos , padre mio , le dijo la castellana con amable dulzura ; descansad á vuestro sabor y comunicadme después el objeto de vuestra venida . - Hija mia , respondió el monge con acento cavernoso , vuestros caritativos sirvientes han querido agasajarme , porque ignoran que el negocio que me trae es de vida ó muerte . - ¡ Qué decis ! exclamó asustada doña Magdalena : hablad por Dios . - Lo que voy á revelaros es un secreto de confesion . - ¡ Ah ! ... ¿ Y podéis hacerlo ? - He martirizado mis carnes , hija mía , con la disciplina y con el ayuno pidiendo al cielo una inspiracion , y hace ocho dias que desgarra mis carnes un apretado cilicio con agudas puntas de hierro . Dios , solo Dios sabe los tormentos que mi alma padece , desde que un pecador contrito me reveló en el confesonario del convento de la Espina el terrible misterio que voy á declararos . - Pero repito mi pregunta , padre mio . ¿ Podéis faltar al secreto confiado á vuestro ministerio santo en el altar de la penitencia ? - No ; no puedo en conciencia ; mas decidime ¿ debo consentir que el esposo engañe á la esposa y que el hijo adulterino entre en la casa de la matrona honrada ? - Por fin , murmuró la castellana , reponiéndose de la turbacion que le habian causado las primeras palabras del fraile : ya veo que no venis á anunciarme ningun asesinato . - Si eso fuera , no hubiera salido del monasterio . ¿ Teneis en mas por ventura la vida de un hombre que el deshonor de una familia ? - ¡ Oh ! No , no , padre mio , pero ... ¿ qué parte me toca de vuestros anuncios ? ¿ Me importa tal vez ese secreto ? - ! Si os interesa ! ¿ Pues á quién sino á vos , hija mia ? - ¡ Cómo ! ¡ Acaso mi esposo D . Luis Quijada , el mas pundonoroso caballero de Castilla ! ... - Vuestro esposo el señor D . Luis Quijada olvida las obligaciones que os debe , y se entrega en Alemania á los desórdenes . Hace un año que conoció en Ratisbona á una dama de singular belleza , con la cual ha vivido con ilícito trato , y acaso no tardeis en tener la prueba á la vista , supuesto que el noble alcaide de Villagarcía y mayordomo del César , sé dispone para volver á España con el fruto de sus amores . - Cesad , padre mio , cesad , gritó doña Magdalena desesperada y fuera de sí , porque acabáis de atravesarme el corazon . Nunca creí que debajo de ese sagrado hábito se anidase tanta crueldad . - He luchado , hija mia , he luchado conmigo mismo largas noches , antes de resolverme á daros esta fatal noticia . - ¿ Y qué tengo yo que ver con vuestros escrúpulos ? Hubiéraisme dejado con mi ignorancia , y no que así acabáis de destruir para siempre mi ventura . - ¿ Qué queréis , hija mia ? Llevadlo con paciencia en cuanto á los sentimientos del alma , y aprovechaos del aviso para poner en salvo vuestros bienes , si ya no queréis que mañana pasen á manos de un advenedizo , estraño á vuestra sangre . - Supuesto que tal es vuestro parecer , dadme tiempo para que yo me recobre y vea de proveer en este asunto como mejor cumpla á mis afectos y decoro , y decidme ahora , si os place , el nombre del penitente que os ha confesado tan agradable nueva . - Lo ignoro á fé mia : solo sé que hará un mes que vino á Castilla , después de haber servido en las tropas reales que manda el duque de Saboya . - ¿ Y no habeis imaginado siquiera que puede ser un impostor ? - Os he dicho que pronto os convencereis de la verdad . Ojalá resulte lo que decís , hija mia : ojalá que los timbres de la casa de Quijada no se vean manchados con la hedionda barra de los bastardos : con gusto daria el corto tiempo que me resta de existencia porque tal borron no hubiese caido en ellos . Ya veis , doña Magdalena , que , mi único fin en este negocio ha sido mirar por el honor de vuestro esclarecido linage . - No importa , padre mio , debisteis aseguraros de que vuestro penitente no os engañaba . - ¿ Y cómo , señora ? El mismo dia de su confesion desapareció del convento y no he vuelto á verle . - ¿ Ni habeis averiguado su paradero ? - Creo que sí . - ¡ Ah ! - De mis informes resulta que desde el monasterio de la Espina se dirigió á este alcázar , donde , segun me aseguró tenia que ajustar ciertas cuentas . Desde entonces no ha vuelto á pasar por el camino del convento : ¿ me comprendeis hija mia ? por el único camino que tenia para ausentarse de estas tierras . - ¿ Qué creeis pues ? - Que el penitente á quien dí la absolucion por sus pecados el dia 2 de Marzo se encuentra entre los servidores de vuestro castillo , ó que ha muerto en él : en este último caso , requiescat in pace . - Si acontece lo primero , no será difícil encontrarle , contando con que recordeis sus facciones . - Su persona ha quedado grabada profundamente en mi memoria , y no olvidaré en mucho tiempo su porte y andar desembarazado , á pesar del ropon de hermitaño que lo cubria . - Hoy mismo examinareis detenidamente á todos mis criados y hombres de guerra ; mandaré que se reunan en la sala de armas al toque de oraciones , y al paso que nos dirigís en el piadoso rezo por las almas de los que no existen ... - Entiendo , hija mia , entiendo , y no estraño vuestro afan en tan grave asunto . Dios os dé fortaleza en la adversidad . - Me la dará , padre mio , me la dará , porque yo imploraré de veras á ese árbrito supremo de todas las misericordias . Os equivocais empero al pensar que solo ocupa mi mente la idea de mi esposo y señor Luis Quijada : vuestras palabras acerca del paradero de vuestro desconocido penitente excitan fuertemente mis sospechas , y nunca olvidaré que , al partir para Alemania el noble alcaide de Villagarcía , me dejó depositaria de su jurisdiccion , con el cargo de administrar en su nombre recta justicia . - Yo es ayudaré , doña Magdalena , yo os ayudaré en lo que dependa de mi sagrado ministerio . - Así lo espero y no me prometo poco de vuestra virtud y prudencia . Ahora , padre mio , es justo que descanseis , despues de reparar vuestras fuerzas . Diciendo así doña Magdalena , cogió de un sitial un silbato de plata , que le servia regularmente para llamar á sus criados , lo acercó á sus lábios y sacó de él un sonido prolongado y agudo . Pocos minutos despues se presentó un escudero en la estancia de la castellana . - Haz saber á Juan de Mesa , dijole esta á media voz , que aunque nuestro mayordomo Ramirez está enfermo desde ayer , necesitamos hoy abundante caza en la cocina del castillo ; ya que hace sus veces , debe cuidar de que no falten sabrosos platos de perdices y conejos para el reverendo padre superior del santo monasterio de la Espina . - El pobre Juan de Mesa se halla á estas horas asaz asustado , respondió el escudero inclinándose , lo cual no impedirá que , yo le comunique puntualmente vuestras órdenes . - ¿ Pues qué azar ha tenido ese mozo ? preguntó la castellana con interés . - Parece que el mastin del muy reverendo padre ha tomado demasiado cariño á nuestro Juan , en términos que desde que le ha olfateado , lo sigue como su sombra , clavando en él sus encarnizados ojos . - En efecto , murmuró el padre ; he traido conmigo al fiel Bravo , que siempre me acompaña en mis escursiones fuera del convento : es un buen amigo , que solo hace daño á los que lo ofenden . - Así es , y todos le acariciamos y se muestra complacido , pero aborrece á Juan de Mesa , sin que adivinemos la razon . - Alguna tendrá el noble animal para obrar de ese modo , hijo mio , porque Dios no ha dado inútilmente el instinto á los brutos . ¿ Creeis , Señora , añadió bajando la voz y acercándose á doña Magdalena , que el tal Juan de Mesa sea mi penitente ? - Imposible , contestó la castellana , ese mozo hace mucho tiempo que está en Villagarcía , y mi esposo lo llevaba siempre á sus cacerias en el monte de Torozos . - ¿ Y dices , hijo mio , prosiguió el monge volviéndose hacia el escudero , que Bravo sigue todos los pasos de Juan ? - Y tanto que el muchacho , no sabiendo ya á qué santo encomendarse , se ha encerrado en su cuarto , sin que por eso se vea libre , de zozobra , pues no podrá salir sin encontrarse en la puerta con su enemigo . - Libertadle , de ese suplicio , padre mio , dijo la dama al fraile . - Bien , bien , vamos allá , repuso éste , haciendo al escudero una seña para que le guiase . Despues , como iluminado por un rayo de , luz , se detuvo , y al ver que el escudero salia de la estancia , dijo á doña Magdalena : - Es preciso que el mastin pueda penetrar al toque de oraciones en la sala de armas . - Obrad como quisiéreis , le contestó la matrona . Y el fraile la saludó señalando al cielo con la mano . No bien se vio sola , la castellana dé Villagarcía , cuando el reprimido dolor que destrozaba su alma , desde las primeras palabras que hirieron sus oidos con la infausta nueva de la infidelidad de su esposo , saltó el dique del orgullo y de la prudencia , que hasta entonces lo habian contenido , desbordándose con violencia en lágrimas y sollozos . Mesóse la infeliz sus hermosísimos cabellos , apretóse los puños , retorcióse las manos , blancas como el alabastro , y no pudiendo ya soportar el peso de tan honda pena , dio con su cuerpo sobre la alfombra de la cámara , rindiéndose á mortal desmayo . Dos horas estuvo allí privada de sentido , hasta que el sonido vibrante de una corneta la sacó de su letargo . Abrió los ojos , todavia anegados en llanto , miró hácia todas partes ruborizada , y convencida al fin de que ningun mortal habia presenciado el rudo estremo de su desesperacion , se levantó , serenó su semblante , arregló su tocado y abriendo un libro de devociones , esperó con aparente tranquilidad la visita , que el vigía de la fortaleza acababa de anunciarle . No tardaron mucho en subir al alcázar los recien llegados : eran dos caballeros , seguidos de un hombre , al parecer , de clase inferior á la suya . Echaron pié á tierra y uno de ellos pidió ver á la guardadora del castillo , añadiendo que iba de orden del Príncipe gobernador del reino . Al oir esto , abriéronse todas las puertas , y enterada del caso doña Magdalena , salió hasta la galería á recibir al mensajero de su señor , en quién nuestros lectores habrán reconocido , sin mas señas , al secretario D . Gonzalo Perez , asi como en las dos personas que le acompañaban , al general de Cárlos V . Don Luis de Requesens y Zúñiga , y al correo portador de los despachos de Alemania . - Señora , dijo el primero , á la esposa de Quijada , juego que entraron en la cámara : habéis de permitirme , antes que desempeñe la comision que para vos me ha dado nuestro augusto Príncipe , que me felicite y os dé el parabien por las satisfactorias nuevas , que sin duda habréis recibido de afuera : mi amigo , el señor alcaide de Villagarcía soporta , segun tengo entendido , con su acostumbrado valor y perseverancia las penalidades de la guerra , sin separarse un momento del lado del rey . - Así es en verdad , señor secretario , y os quedo reconocida al contento que por ello me mostráis ; os prometo que cuando escriba á Quijada , he de significarle la obligacion que , debe á vuestra cortesanía . Ahora enteradme , si gustais , de las órdenes de mi querido Príncipe , advirtiéndoos de antemano que serán ejecutadas como si el mismo Quijada estuviese aquí para hacerlas obedecer . - Poco trabajo os costará ese empeño , mediando en el asunto la palabra de honor de D . Luis de Requesens . - Palabra que de nuevo otorgo bajo mi fé de caballero , repuso este estendiendo su brazo derecho : nunca se dirá que por haber faltado á ella , empañó el mas leve disgusto la apacible serenidad de á una matrona tan ilustre , y tan acreedora á mi respeto y acatamiento , como la castellana de este alcázar . Sonrióse melancólicamente doña Magdalena , al escuchar el galante cumplimiento de D . Luis , y preguntóle con tierna solicitud : - ¿ Venís por ventura á llorar en estas tierras algun bien perdido , y habéis jurado no inquietar á las doncellas de mis dominios señoriales ? - Vengo preso , señora , de órden del Príncipe . - ¡ Vos ! ¡ Ah ! Ya comprendo : sois tal vez culpable por haber dado muerte en desafío ... - Me envian bajo vuestra custodia , por traidor . - ¡ Oh ! ¡ Qué estáis diciendo , caballero ! Un hombre tal que vos no comete tan negra felonía . Pagó Requesens á la matrona con un profundo saludo la buena opinion que , acerca de sus sentimientos , acababa de manifestar , en tanto que añadía D . Gonzalo : - El Príncipe me ha mandado que os entregue la persona de D . Luis de Requesens y Zúñiga , á quien podeis permitir razonable desahogo , una vez que me ha ofrecido no alejarse mas allá del bosque inmediato . Y al presente debo cumplir con vuestro preso cierto interrogatorio , que tambien se me ha prevenido , faltando solo saber cuál es la estancia en que ... - Aquí mismo , señor secretario , replicó la castellana levantándose de su sitial ; de ese modo estaréis á vuestras anchuras , mientras doy las órdenes necesarias para hospedar á nuestro cautivo del modo que merece . - Mirad , doña Magdalena que no he concluido con esto mi comision . El Príncipe D . Felipe ordena que guardeis encerrado en calabozo muy seguro á esa buena pieza . Y esto último lo dijo , señalando al Correo , que inmóvil junto á la puerta de la estancia , contemplaba á la castellana , sin apartar un instante la vista de su bellísimo rostro . Miróle á su vez la dama y le hizo seña para que se adelantase , despues de lo cual , le preguntó : - ¿ Cómo os llamais ? - Creo , señora , respondió aquel hombre con visibles muestras de turbacion , que mi nombre nada importa para que yo esté preso . - Os equivocáis , replicó doña Magdalena : aquí se lleva un registro de todos los que entran , y de los que recobran la libertad . - Pues bien ; tened entendido que , al revelaros quien soy , es que entrego mi cabeza al verdugo ; pero no he aprendido á servirme de la impostura , ni aun para salvar mi vida , y menos recurriré hoy á ella en presencia de una dama . Me llamo Mauricio , duque de Sajonia . El asombro que esta declaracion causó á la castellana de Villagarcía y á los dos caballeros que con ella estaban , no puede espresarse con palabras . Requesens echó involuntariamente la mano al puño de la espada , y el secretario Perez dio un salto hacia atrás , como si lo hubiese mordido una serpiente . Estos estremos ninguna estrañeza causarán á nuestros lectores , cuando sepan que el elector de Sajonia fué desposeido de esta dignidad , é investido por ella en la dieta de Augsburgo por Cárlos V el duque Mauricio ; que éste habia manifestado la mayor adhesion al emperador , al mismo tiempo que se entendia secretamente con sus implacables enemigos los luteranos , y que por último acababa de rebelarse contra su protector , aprovechando una tregua para pasar á España . Doña Magdalena fué la primera que , cumpliendo con el deber que le imponia su cargo de guardadora del alcázar , tomó la resolucion que en tan difíciles circunstancias se hacía necesaria , por mas que repugnase á sus sentimientos . - Sois , dijo al duque , un hombre , á quien el príncipe D . Felipe , mi señor , me manda custodiar , y voy á encerraros en la torre mas alta de esta fortaleza : el Príncipe dispondrá despues , lo que con vos haya de hacerse . - No es muy difícil de adivinar , respondió Mauricio de con indiferencia : por lo demás , estoy á vuestras órdenes . La castellana atravesó el salon y salió á la galería para tomar las disposiciones que requería el caso . Entre tanto permanecian pensativos D . Gonzalo y D . Luis , procurando adivinar el primero los motivos que habian traido á España al elector de Sajonia , y el segundo admirando interiormente la sangre fria de un personage , que no debia esperar merced de sus enemigos . Al fin el secretario se dirigió al duque diciéndole : - Os requiero , en nombre del rey nuestro señor , para que respondais á mis preguntas . - Preguntad cuanto os venga á las mientes , caballero , contestó Mauricio , que os juro por mi sangre no morderme la lengua . - Declarad ante todo , si además de los despachos para el príncipe D . Felipe , habeis traído algun otro pliego . - En efecto , he traido otro . - ¿ Para el general D . Luis de Requesens ? - Bien sabe el general que no . - ¿ Para quién pues ? - Para Monseñor Guillermo de Croy , arzobispo de Toledo . - ¿ Quién os lo entregó ? - Es historia larga , caballeros , pero básteos saber para satisfaccion de vuestra curiosidad que yo necesitaba venir á la córte de Castilla , y que á pesar de haber cesado las hostilidades en los estados de Alemania , no podia esperar del emperador un salvo conducto . Importábame además no ser conocido aquí , y esto solo podia conseguirlo presentándome como un hombre oscuro : dudoso estaba acerca de la eleccion del disfraz que tomaria para atravesar el campamento de los Imperiales , cuando la fortuna se brindó á favorecerme . Mis puestos avanzados cogieron á un correo que traia pliegos para el príncipe D . Felipe y una carta para el arzobispo , y al punto me decidí : el correo quedó prisionero , y yo he venido en su lugar , imaginando que nada tendria que temer , si desempeñaba fielmente mi comisión . - ¿ Conoceis el contenido , de los despachos del Rey ? - Si los hubiese abierto , á lo cual me daban derecho las leyes de la guerra , no hubiera podido entregarlos , y si no los entregaba , me esponia á andar en dimes y diretes con vuestros alguaciles . - ¿ Tampoco podeis decir quién escribió la carta para Guillermo de Croy ? - No por cierto ; la entregué como los despachos , pero en ella lo aseguraban , segun me manifestó , que se fiase de mí , es decir del correo , y me descubrió sin rebozo que la trama estaba bien urdida , y que pronto quedaria vengado el duque de Alba de un rival temible que tenia en la corte . - ¿ Pronunció el nombre de ese rival ? - No ; ni pretendí conocerlo ; poco me interesaba esa intriga . - ¿ A qué habeis venido á la corte ? - Ese es mi secreto , que solo revelaré al príncipe D . Felipe , en persona y sin testigos . - ¿ Conoceis la suerte que os espera ? - Sé que moriré á manos del verdugo , ó por medio de un veneno . - Duque Mauricio , si repetís por escrito cuanto acabáis de declarar , os doy mi palabra de que os oirá , corno deseáis , el Príncipe mi señor . - ¿ Y por qué no , aun cuando no me oiga ? - Vuestras razones pueden salvar á un inocente . - Tanto mejor ; venga recado de escribir y acabemos pronto , porque llega ya á mis oidos el estrépito de los hombres de armas que deben conducirme á la torre mas alta de esta pajarera . Si lo teneis á bien , hacedme una merced . - Hablad , y si está en mi mano ... - Decid á esa noble dama que la fiereza hace malísimo maridage con la hermosura , y que para ir á la torre , solo necesito un escudero que me enseñe el camino : mientras tanto , yo escribiré y el general Requesens ayudará á mi memoria , por si algo se me olvida apuntar de lo que antes dije . El Secretario se dirigió á la galería , y el duque Mauricio , sentándose sin ceremonia en el sitial de doña Magdalena , sacó papel de un enorme cartapacio forrado de pergamino que habia sobre la mesa , y se puso á redactar su anterior declaracion verbal . - Yo soy , díjole Requesens , luego que hubo concluido de escribir , el hombre acusado de alta traicion , á quien vuestra firma salvará la vida . Entre soldados son muy sagradas estas deudas : señor Elector de Sajonia , ya sabeis que desde hoy nada puedo negaros , que sea compatible con mi honor y mi fidelidad al soberano . - Solo exijo de vos que inclineis el ánimo del Príncipe á que me proporcione un veneno activo , que ponga fin á mis dias ; si me toca la mano del verdugo , moriré dos veces . - No han llegado todavia las cosas á ese estremio . - Pero llegarán , no lo dudeis , si no consigo hablar á D . Felipe ; porque estoy resuelto á no confiar mi secreto á ningun otro mortal . - ¿ Y si le habláis ? - Podrá acontecer que nos entendamos . - Pues le hablaréis ó perderé yo la vida . Acababa apenas Requesens de pronunciar estas palabras , cuando volvió á entrar D . Gonzalo Perez seguido del llavero principal del alcázar . El duque Mauricio le entregó entonces su declaracion escrita y firmada , y haciendo una seña al llavero para que fuese delante , se retiró de la estancia , dirigiéndose á la torre que la castellana le habia destinado . D . Gonzalo leyó detenidamente la relacion del Elector , hallóla conforme á lo que antes habia espuesto de palabra y encareció á D . Luis la necesidad en que se hallaba de partir sin demora para Valladolid , á fin de enterar al Príncipe de todo . Convino en ello el general , á quien desde aquel momento dio su amigo por libre , con la prudente reserva de aguardar las órdenes de D . Felipe para su vuelta á la córte , ' y fuéronse los dos á buscar á doña Magdalena para poner en su noticia lo que habian acordado . Halláronla en animada conversacion con el padre Superior del monasterio de la Espina , á la estremidad del puente levadizo de la fortaleza , y detuviéronse razonable distancia para no interrumpir su plática . La castellana los divisó á poco rato , fué á su encuentro y despues de escuchar las poderosas razones que espuso el secretario para no permanecer aquella noche en Villagarcía , aprobó su deterrninacion , exigiendo empero que su marcha se verificase despues de la comida , con que queria agasajar á tan distinguidos huéspedes . Así se hizo ; el banquete fué silencioso y conforme en un todo á las leyes de la etiqueta que habia importado de Alemania á Castilla el emperador D . Cárlos . Media hora despues de terminado , cabalgaba con direccion á Valladolid el honradísimo secretario Gonzalo Perez ; el general D Luis de Requesens y Zúñiga tomaba posesion del alojamiento que se le habia dispuesto en el alcázar ; el venerable monge de la Espina rezaba el rosario paseándose por las almenas , y doña Magdalena de Ulloa derramaba á solas copioso y amargo llanto recordando las traiciones de su ausente esposo . Nuestros lectores no habrán echado seguramente en olvido á Diego Martinez , el amante raptor de la desenvuelta Beatriz , antigua criada de la condesa de Barajas . Si Juan de Mesa , al decir del escudero que acudió al llamamiento de doña Magdalena , durante el primer diálogo , que ésta tuvo con el fraile , no hallaba momento de reposo desde la llegada al castillo del terrible mastin , que á todas partes le seguia con tenaz perseverancia , la verdad nos obliga á asegurar que tampoco el héroe del saqueo de Roma se las habia todas consigo , y que andaba asaz mohino , preocupado y receloso de que la permanencia de D . Luis de Requesens en Villagarcía , aun cuando fuese en calidad de preso , le deparase una mala ventura . Y es el caso que en el primer capítulo de esta narracion , no hemos completado las noticias que tenemos acerca de tan interesante personage . Conviene , por lo tanto , saber , para que no cause admiracion el miedo que esperimentaba el buen guerrero , seductor de doncellas , que habia pertenecido á los tercios vencedores de Francisco Sforcia , cuando este tuvo que rendir el castillo de Milan ; que despues entró á servir en el ejército del duque de Borbon ; habiendo sido uno de los primeros en amotinarse por la falta de pagas contra los capitanes de las compañías y señaladamente contra Requesens , quien persiguió espada en mano á los revoltosos indisciplinados ; y que por último , y á pesar de los esfuerzos del mismo jefe , se entregó , con otros muchos perdidos aventureros , á los mayores excesos en la capital del mundo cristiano , robando los vasos sagrados de sus templos y convirtiendo la ciudad en un teatro de sangrientas escenas de carniceria y desolacion . Despues de tan insignes proezas , desertó de sus banderas y regresó á Aragon , su patria , desde donde alistándose de nuevo en las tropas de Castilla , pasó á formar parte de la corta guarnicion del alcázar de Villagarcía . En cuan Lo á Juan de Mesa , ya liemos visto que , para librarse de los amenazadores ojos de Bravo , habia recurrido al espediente de encerrarse , esperando que la permanencia de su terrible adversario no se prolongaria mucho en el castillo ; pero transcurrieron , las horas y llegó la de la oracion , sin que el sañudo mastin abandonase la puerta del cuarto de aquel mozo , y este no tuvo mas remedio que abrirla , para cumplir una orden terminante de doña Magdalena , que lo mandaba presentarse en la sala de armas con todos los demás sirvientes y soldados del alcázar , á escepcion del vigia . El pobre diablo rogó entonces á dos de los primeros que no lo dejasen solo y espuesto á , alguna acometida del fiero animal ; mas al ver ellos que este sacudia la cola y se preparaba á seguirles , se santiguaron , figurándose que era el diablo , y dejaron que-su compañero se las compusiese con él . El bueno de Juan se vió pues en la necesidad de dirigirse , muerto de miedo , á la sala de armas : al entrar en ella cobró algun aliento , imaginando que se prohibiria al perro la entrada en aquel recinto , pero frustósele esta esperanza , por cuanto Fortun , el escudero de mas confianza de la castellana , estaba instruido sin duda de lo que debia hacer , y dejó pasar libremente á Bravo al interior de la sala , en la cual se hallaban ya reunidos guerreros , doncellas y criados . á poco rato se presentaron doña Magdalena de Ulloa , el superior de los monges de la Espina y D . Luis de Requesens , haciendo cesar su llegada las conversaciones y comentarios , á que daban lugar entre aquella gente ociosa , las noticias que podria haber traido de la corte Miguel Bosque , así como la repentina aparicion en Villagarcía del fraile del cercano monasterio con su mastin , el tenaz empeño de este , de no separarse un punto de Juan de Mesa y la prision de uno de los mas valientes generales del rey . Colocáronse todos en dos filas á ambos costados del salon , dejando libre el de la puerta y ocupando el opuesto á ella la castellana con sus huéspedes , y así esperaron en profundo silencio la primera señal que anunciase el toque de oraciones . Observóse á muy poco tiempo por los actores de aquella escena muda , que el perro del monge abandonando de pronto á Juan de Mesa , junto al cual se habia formado , como si fuese uno de tantos domésticos de la fortaleza , atravesó rápidamente la sala , se detuvo á cuatro pasos de la fila de hombres que hacía frente á la suya , acercóse luego á un soldado , examinó atentamente su turbado rostro , olió su trage , y exhalando tres ahullidos lastimeros , que amedrentaron á los mas aninosos se volvió á su puesto . Aquel soldado era Diego Martinez . - ¿ Habeis oido eso , señora ? dijo Requesens en voz baja á doña Magdalena . Disponed que echen de aquí á ese hermoso animal , para que no interrumpa vuestra devocion . - Dejadle , D . Luis , le contestó la dama , que no está aquí por falta de misterio . - Creed , general , añadió el monge , que hoy ha conducido mis pasos á este alcázar el dedo de Dios . - En efecto , voy sospechando que os interesa algun descubrimiento importante , repuso el primero ; y sino ... ved como tiembla aquel soldado ... ¡ Ah ! Apostára á que he visto ese perillan en alguna otra parte : sí ... no hay duda ; lo conozco , mas no recuerdo bien en que tropas ha servido . - Tengo oido decir que en las de Aragon , respondió doña Magdalena : el alcaide mi esposo lo trajo de Valladolid por haberle parecido hombre determinado . De todos modos , deseo que le examineis esta noche y no digais lo que saqueis en claro de su vida pasada . - Así lo haré puntualmente por complaceros . Aquí llegaban nuestros principales personages de su diálogo , cuando resonó en la sala el tañido de una campana , al mismo tiempo que el eco de la corneta del vigia anunció á los habitantes del alcázar la hora de oraciones . Prosternóse doña Magdalena , cuyo ejemplo siguieron todos los que en la sala de armas estaban reunidos : el monge hizo la señal de la cruz , dirigió al cielo una fervorosa oracion en latin y dio principio al rezo vespertino . No podemos asegurar que la devocion fuese aquel dia sincera en el castillo , porque habia un objeto en el que se fijaban los pensamientos y las miradas de los asustados moradores , objeto impasible é impotente , que no apartaba un instante los ojos de Diego Martinez se desviaba seis dedos de Juan de Mesa ; objeto que , á causa de tan viva insistencia , no podia menos que dar al traste con las ideas , que en aquellos momentos debian ocupar todas las imaginaciones . Termináronse al fin las plegarias á la Madre de Dios ; el fraile pronunció una exhortacion , encareciendo la práctica de las virtudes y de los deberes religiosos ; anatematizó á los incrédulos y á los malos cristianos , conminándoles con los castigos de la Santa Inquisicion , y por último echó á sus oyentes la bendicion de la Iglesia . Ya se preparaban estos á desocupar la sala , cuando adelantándose doña Magdalena con altivo continente , pronunció estas palabras : - Nadie se mueva de su puesto . Juan de Mesa , aquí . Apoderóse del mozo un frio glacial y á duras penas pudo andar los pasos que le separaban del centro de la estancia . Bravo , fiel á la consigna que á sí mismo se habia dado , le siguió sin vacilar , situándose á su izquierda , como si estuviese preparado para responder al interrogatorio de la noble matrona . - Esplícanos , dijo ésta al aturdido villano , la causa de que ese mastin te persiga hasta el punto de que te hayas encerrado voluntariamente por no verle . - ¡ Ah señora ! ... balbuceó Juan tiritando de miedo ; no la sé ... no la sé : yo estaba allí ... junto al puente ... cuando ese maldecido perro llegó al alcázar , y entonces ... es decir ... desde el punto que me divisó , se vino á mí , para no soltarme un momento . - Lo cual significa que te conoce . - En efecto ... es muy posible , señora ; me habrá visto algunas veces en el convento de la Espina . - O en otra parte , murmuró el monge , sacando de la manga de su hábito un pañuelo manchado de sangre , que enseñó á Requesens . - Por Dios que no comprendo , dijole éste ... - Se trata , repuso el fraile , de descubrir al perpetrador de un crímen horrible . - En tal caso , paréceme , observó , el primero , que son dos los delincuentes . Pero , ¿ qué se ha hecho del soldado , que tanto temblaba cuando se lo acercó el perro ? Al oir el monge esta pregunta , miró hacia el sitio que antes ocupaba Diego Martinez y notó que efectivamente no estaba ya en él , circunstancia que puso sin perder momento en noticia de doña Magdalena . Esta dejó entonces á Juan de Mesa , y dirigiéndose á los hombres de armas llamó al amante de Beatriz : nadie contestó . Hizo en seguida una seña al escudero Fortun y supo por él que no habia atravesado alma viviente la puerta de la sala . - Regístrese todo y entregadme ese hombre , esclamó la castellana con imperioso acento : os lo requiero en nombre del Rey . Los soldados y sirvientes se arremolinaron y dieron principio á una pesquisa , que no produjo el menor resultado , por lo que imaginando el monge que el único que podia , en aquella coyuntura , dar alguna luz acerca del paradero de Diego , era Bravo , desplegó el pañuelo ensangrentado y lo puso delante de los ojos del mastin , con gran admiracion y susto de todos . El efecto de la prueba no se hizo esperar mucho tiempo : Bravo se abalanzó furioso al pañuelo , lanzando un ahullido tristísimo , lo cogió entro sus dientes y abriéndose paso corrió á la puerta y desapareció de la sala . - Seguidle , gritó el monge á los criados ; su instinto admirable nos revelará la verdad . - Sigámosle tambien nosotros , añadió doña Magdalena . Y echó á andar , acompañada de Requesens : al llegar á la puerta dijo á Fortun en voz baja : - Echa los cerrojos y barras por la parte de afuera : este es por ahora el calabozo de Juan de Mesa . El último que abandonó la sala de armas fué el superior del monasterio de la Ermita . Juan de Mesa habia permanecido como petrificado por el espanto en el mismo sitio en que le dejára la castellana , sin poder darse una razon exacta de cuanto acababa de suceder . El silencio que reinaba en torno suyo le hizo al fin reconocer que se encontraba solo , y entonces recordó , como si sacudiese de su imaginacion las sombras de pesado sueño las preguntas de doña Magdalena , la desaparicion de Diego Martinez y el pañuelo fatal ; lo restante habia desaparecido de su mente porque el ahullido del mastin le habia obligado á cerrar los ojos y nada mas habia visto ni oido . Pero una vez recobrado de su mortal zozobra , entró en cuentas consigo mismo y conoció que estaba perdido , si no lo sacaba algun milagro de tan terrible situacion , porque el perro del monge era un acusador tan poderoso , que á fuerza de perseverancia y de persecuciones conseguiria al cabo , por mas que él se resistiese , hacerle confesar su secreto , á fin de ahuyentará su cruel é implacable adversario . Este pensamiento le impulsó á dirigir la vista á su alrededor , seguro de que encontraria la fascinadora mirada de Bravo clavada en su rostro ; mas ¡ cuál fué su sorpresa al asegurarse de que ningun testigo leia á la sazon en el libro de su manchada conciencia ! Pudo al fin respirar el pobre mozo ; pudo moverse y sobre todo pensar en los medios á que le sería dado recurrir para salvarse . Examinó desde luego todos los rincones de la sala ; en ninguno de ellos vió al aborrecido mastin ; corrió á la puerta y la halló cerrada ; encaramóse á una ventana ... trabajo inútil , porque sus cruzados barrotes de hierro eran demasiado gruesos , para que cediesen á los desesperados esfuerzos de un hombre . No habia pues esperanza para Juan de Mesa , y el desaliento sucedió bien pronto en su angustiado corazon al débil rayo de luz que habia creido ver brillar para él , al considerarse abandonado de todos á su suerte . - ¿ Conque voy á morir por asesino ? esclamó dolorosamente y dejándose caer , mas bien que sentándose en el suelo . ¡ Maldito ermitaño ! ¡ Maldito dia aquel en que te hallé ! ¿ Quién fué el demonio , enemigo mortal de mi salvacion , que te inspiró la idea de venir á Castilla , para que nos encontrásemos los dos ? Vivieras y murieras en Alemania , como habias jurado al marcharte , y de ese modo no me hubieras obligado á quitarte la vida . En fin , lo hecho , hecho se está , como dice Diego , á quien el cielo favorece mas que á mí ... ¡ Ah ! gritó entonces dándose una palmada en la frente é incorporándose de pronto . ¡ Qué famosa idea acaba de ocurrirme ! Diego Martinez estaba aquí con los demás , y sin embargo se ha escapado sin saberse cómo ni por dónde ; de seguro que no habrá sido por la puerta , porque le hubieran visto . Pues bien ; no hay remedio : esta sala tiene otra salida que yo ignoro , pero necesito buscarla á todo trance , si quiero evitar la miserable suerte que me aguarda . Y Juan de Mesa , con el ahinco y la rábia que comunica al corazon la certeza de una muerte próxima , se dirigió á los tapices que cubrian de alto á abajo las cuatro gruesas paredes de la sala , los fué levantando en todas direcciones y los palpó de trecho en trecho , esperando á cada paso encontrar una puerta secreta ó una abertura que pusiese fin á los tormentos de su alma . Pero el cielo , sordo á , sus quejas , nada le deparó de lo que tan desesperadamente buscaba : jadeando de fatiga , pálido y desencajado , por la penosa lucha que habian trabado en su pecho el deseo y la imposibilidad de huir ; iba ya á tenderse otra vez en el suelo , renunciando á toda tentativa y rechinando los dientes con fuerza convulsiva , cuando una carcajada clara y sonora , que llegó á sus oidos , le heló toda la sangre en las venas . Abrió los ojos desmesuradamente , erizáronsele los cabellos , cubrió todos sus miembros un copioso sudor frio , y creyó llegada ya su última hora . ¡ Quién eres ! ... preguntó al cabo con voz tan desfallecida , que solo el lúgubre silencio de aquella estancia podia hacerla tener por eco de humana criatura . ¡ Quién eres , quo así vienes á turbar mi espiritu con tu diabólico regocijo ! ¿ Acaso el alma del pícaro renegado , á quien despaché al otro mundo , á pesar de su ropon de penitente ? Supongo que no vendrás á pedirme misas , porque debes estar ardiendo en los profundísimos infiernos , y tengo oido que nadie sale de esa halagüeña mansion . No ; no buscas sufragios , ya lo sé ; quieres divertirte á mi costa , ó tal vez probar mi valor , para saber si podré mirar cara á cara al verdugo . Si es asi , vuelve , vuelve á las hogueras infernales y déjame en paz . Otra carcajada mas fuerte que la primera fué la contestacion que obtuvieron las razones de Juan . Este dirigió la vista hácia la parte de la sala , de donde parecia haber salido aquel estrepitoso escarnio contra su mala estrella , y observó distintamente que se movia una de las muchas armaduras completas y colosales que decoraban las paredes de la sala . Hincó una rodilla en tierra , rezó mentalmente el credo y gritó como un loco : - Perdon , perdon . Yo lo confesaré todo al monge del monasterio de la Espina . - Ese será un medio infalible para-que te ahorquen mas pronto , lo contestó una voz que no lo era desconocida . Al mismo tiempo se agitó de nuevo la armadura que tanto había trastornado á Juan de Mesa , inspirándole el primer acto de arrepentimiento , y éste vió salir de ella ... á su buen amigo Diego Martinez . - ¡ Cómo ! ... esclamó santiguándose . ¿ No eres Satanás , ni el renegado en persona ? ... ¡ Diego ! ... el mismo Diego ... Y animándose mas y mas , á medida que se cercioraba de que no le hacían traicion sus ojos , añadió adelantándose hácia su amigo : - ¿ De dónde sales ? ó mejor dicho ¿ por dónde has entrado á esta maldita sala que Dios confunda ? - Habla mas bajo , porque si te oyen , no habrá esperanza de salvacion para nosotros , le contestó el soldado , limpiándose el sudor que le corría por el rostro . - ¡ Hola ! ¿ Conque , segun eso , podrémos librar el pellejo ... ? - Mucho han de estudiar para que dén con nosotros ... se entiende , si haces lo que yo . - ¿ A qué se reduce ? - A encajonarte vivo dentro de una de esas armaduras de los antepasados del señor D . Luis Quijada ; ahí nadie te verá , aun cuando te busquen dos horas por toda la sala . - ¡ Demonio ! ... pero ese recurso debe ser muy sofocante . - No digo que no , pero es mucho peor habérnoslas con el endiablado mastin del fraile . - De modo que si vienen para conducirme á ... - No tienes mas que elegir el caballero que te convenga de todos esos que vés ; en seguida te metes , por detrás , dentro de su cuerpo , y cátate como en tu casa . - ¿ Y de esa manera has burlado tú las pesquisas que se han hecho para cogerte ? - Ni mas ni menos . Al ver la confusion que reinaba en la sala , producida por el llamamiento que hizo doña Magdalena de tu persona , traté de aprovecharla ; los soldados que estaban junto á mi se adelantaron tres pasos para oír mejor lo que te decía la noble castellana , y yo entonces , deslizándome con disimulo á lo largo del tapiz , alcancé la primera armadura que estaba á mi derecha y me embutí en ella , del mismo modo que se meteria el diablo en una pila de agua bendita , si se encontrase comprometido . - Todo está , bien , amigo Diego , todo está bien , pero me ocurre una dificultad . - ¿ Cuál es ? - Que si bien estamos seguros de que no nos echen el guante en nuestras madrigueras , tambien , si permanecemos en ellas mucho tiempo , vamos á correr el riesgo de morir de hambre . - Otro peligro mayor nos amenaza . - ¡ Qué dices ! - Sí ; el de que traigan aquí al mastin para que nos olfatee , ó nos sorprendan por pura casualidad , lo cual no será muy divertido para nosotros . - ¿ Y qué debemos-hacer ? - Nada , Juan , nada ; estarnos quedos y oido alerta . Se me figura que es todavía demasiado temprano para que Dios me abandone , y me dice el corazon que he de salir bien de este íntrincado negocio . Al decir esto Diego Martinez , se acercó á la puerta , por habérsele antojado que oia ruido de pasos y de voces , lo cual era cierto , por que muchas personas , hablando con animacion y con un apresuramiento desusado , se dirigían , al parecer , por las diferentes galerías del castillo á la plaza de armas . - Ya están aquí , dijo á su compañero : pronto ... pronto á convertirnos en yelmos , corazas y escarcelas . Juan no se hizo repetir dos veces la saludable advertencia , é imitando al astuto soldado , desapareció en un abrir y cerrar de ojos , empotrándose en el interior de una holgadísima armadura . No habia aun tomado aliento en su escondite , cuando se descorrieron los cerrojos de la puerta y entró en la sala Fortun el escudero , seguido de hombres de armas y criados , para llevarse á Juan de Mesa , en cumplimiento de una órden de su señora , . Hé aquí lo que había ocurrido desde que los habitantes del alcázar salieron precipitadamente de aquella misma estancia en seguimiento de Bravo . El mastin , apretando entre sus mandíbulas el ensangrentado pañuelo , atravesó las galerías , el patio principal y las obras esteriores hasta el puente levadizo , que estaba á la sazon levantado ; detúvose un instante ante esta dificultad , pero no tardó en tomar una resolucion , que dejó estupefactos á los que iban observando sus movimientos . Trepó á la muralla por la primera rampa que vió , y sin cuidarse de la anchura formidable del foso , ni de la profundidad de sus aguas , saltó la distancia que separaba el castillo del campo abierto , sin abandonar la presa que llevaba , y se encontró fuera del recinto amurallado . Los criados corrieron al puente , aflojaron las cadenas y se precipitaron en tropel para alcanzar el intrépido Bravo , que salvando cercas y vallados , con el admirable instinto providencial que la naturaleza ha concedido á su raza , los condujo , dando casi la vuelta al castillo , hasta sus últimas empalizadas . Cuando llegaron á ellas los sirvientes , hallaron al fatigado animal escarbando la tierra con sus manos . Al ver á la gente del castillo , suspendió su trabajo y se fué á su encuentro , exhalando lamentables ahullidos , que helaron á todos de espanto ; y viendo que nadie se movía para ayudarle en la comenzada tarea , se abalanzó á los mas cercanos y comenzó á tirarles de la ropa y aun á desgarrársela , como para obligarlos á secundar sus intentos , yendo y viniendo desde un punto del campo , en que había dejado el pañuelo , hasta aquel en que se habían detenido los de la fortaleza , sin saber á que resolverse hasta la llegada de doña Magdalena . Presentóse esta á poco rato en aquel sitio , acompañada de D . Luis de Requesens y del superior de la Espina , á quien la emocion y la esperanza habían dado fuerzas para tan fatigosa escursion . En tanto que el buen monge calmaba como mejor podía los arrebatos y la impaciencia de Bravo , varios criados se dirigieron al alcázar , por una poterna inmediata á la empalizada , y volvieron con hachones de viento , para iluminar aquellos alrededores , sobre los que estendía ya la noche su enlutado manto . Entonces dijo la castellana : - Intimo á todos absoluto silencio ; la Providencia nos ha traído sin duda á este sitio para el descubrimiento de un gran crimen , obedezcamos los decretos de la Providencia . - Manos á la obra , hijos míos , añadió el monge señalando el sitio en que el mastin había depositado el pañuelo : removed esa tierra , destrozada ya por las uñas de este noble animal , y en él encontraréis pruebas irrecusables de lo que buscamos . La gente del castillo no esperó á oír dos veces aquel mandato : los mas se arrojaron al suelo y empezaron á sacar tierra con sus mismas manos ; algunos entraron en el alcázar para salir un momento despues con azadones y palas de hierro , y otros se encargaron , por consejo de Requesens , de cortar ramas de los árboles mas cercanos , para hacer unas parihuelas . No tardaron todos en sobrecogerse de espanto : un ahullido lastimoso de Bravo , anunció el término de aquella silenciosa faena , y los hombres que levantaban la tierra se apartaron despavoridos , porque al resplandor de los hachones acaban de descubrir un cadáver . Acercóse el monge al hoyo poco profundo en que se hallaba , examinóle atentamente , murmuró entre dientes una oracion por el descanso de su alma y dijo a la castellana : - Declaro delante de Dios y en presencia de cuantos me escuchan , que ese hombre es el mismo penitente , que me confesó sus culpas el día 2 de Marzo en el monasterio de la Espina . Mirad , Señora ; todavia no ha consumido la tierra el ropon de ermitaño que le cubría , y del cual os he hablado : solo me resta añadir algunas palabras , para convencer al mas incrédulo de que nada se oculta en la tierra a los ojos de Dios . Hace seis días que salí del convento , con objeto de poner en conocimiento de la muy ilustre matrona doña Magdalena de Ulloa ciertas nuevas que ya no ignora ; mas antes de penetrar en el alcázar , ocurrióme la idea de visitar sus alrededores , tanto para retardar una conferencia que nada podia tener de agradable , corno para recrear el ánimo en la contemplacion de las maravillas del Eterno . Llegué á esas empalizadas con la intencion de dar la vuelta al castillo , cuando de repente se detuvo asustado el mastin que siempre me acompaña . - ¿ Qué es eso Bravo ? - díjele temiendo que hubiese olfateado algun mal encuentro para mí ; mas el perro me respondió agachándose y alzando del suelo ese lienzo ensangrentado : en seguida dio tres ahullidos , corrió a este mismo sitio y comenzó á escarbar la tierra , dándome á entender con sus movimientos , que al pié de las murallas de los antiguos y fuertes torreones de Villagarcía existía oculto un misterio de sangre . Ya no quise ver aquel día á la noble señora de estos contornos ; el descubrimiento de Bravo se enlazaba en mi mente con el recuerdo de las noticias que tanto podían interesarla . Volvíme pues al monasterio para meditar , para pedir al cielo que iluminase mi espiritu , y seguro al fin por sus divinas inspiraciones , de que mi presencia pondria en claro el paradero de mi penitente del 2 de Marzo , he venido hoy para encontrarle en el castillo vivo ó muerto . Mi mision ha concluido . - Y ahora empieza la mia , repuso doña Magdalena con dignidad . Fortun , dirígete a la sala de armas con los hombres de armas que necesites y trae aquí á Juan de Mesa . Fortun obedeció ; pero ya hemos visto quo el villano acababa de convertirse en caballero armado de todas armas , cuando los que iban á-buscarle penetraron en la sala . Y como estos no le encontraron , por mas pesquisas que hicieron , tomaron el prudente partido de hacer saber á doña Magdalena que el diablo , cansado ya sin duda de las maldades del mozo , se lo habia llevado en cuerpo y alma , para que hiciese compañía a su dignísimo amigo Diego Martinez en las mansiones infernales . De este modo esplicaron desde entonces los moradores de Villagarcía la desaparicion de aquellos dos personages . Se sacó pues el cadáver del ermitaño de la tierra y fué conducido en las parihuelas al castillo , á fin de darle religiosa y mas conveniente sepultura . Cumplido este piadoso deber ; se registraron de nuevo las galerías , los patios , las murallas , en una palabra , todo cuánta inspiraba recelos de que pudiese dar asilo á un prófugo , y convencida por último la castellana de que los presuntos reos del crímen , que acababa de descubrirse , caerian al siguiente dia en su poder , rogó al superior de la Espina que no , saliese del alcázar hasta que esto se verificase , pues contaba con la eficaz coopercion de Bravo para averiguar su paradero . Mandó despues levantar el puente y que todos , á escepcion de los hombres de armas de servicio , se recogiesen , como todas las noches , despues de la cena . En el estremo de la oscura galeria , opuesto al que ocupaba la suntuosa cámara de doña Magdalena de Ulloa , habia una puerta , que daba paso al corredor en que estaban situados los retretes de sus doncellas . Cada una de estas tenia el suyo , y ninguna se cerraba por dentro , á fin de que pudiesen llegar á su conocimiento , sin detencion alguna , los recados y órdenes de su señora . Allí precisamente , á la entrada del corredor se hallaba la habitacion de Beatriz , moza resuelta y de desparpajo , si las habia , y capaz de trastornar con su coqueteria veinte cabezas mas sólidas que la de Diego Martinez . Con todo , debemos dejar consignado en honor de la verdad , que eran las doce de la noche , en que ocurrieron los acontecimientos que acabamos de referir , y aun no se habia acostado . Su desasosiego era evidente ; iba y venia á lo largo de su cuarto , quedábase algunos momentos pensativa , asomábase otros á la ventana , que caía a la plataforma del alcázar , apretaba los puños y reprimia el llanto con todas sus fuerzas , por temor de que se oyesen sus sollozos , é intentasen sus compañeras de servicio averiguar la razon que los motivaba . La razon está al alcance de nuestros lectores ; su amante había desaparecido , y no era esto todo lo que tenia que sentir ; su amante se había llevado probablemente el cofrecillo de alhajas , robado á su anterior ama la condesa . ¿ Qué iba pues á ser de ella en Villagarcia , sin el decidido protector que lo había deparado su cariño ? ¿ Y cómo seria mirada en lo sucesivo por las demás doncellas y por la misma doña Magdalena la creida prima hermana de un hombre , acusado por todos los del castillo , como autor de un asesinato ? Beatriz había asistido al rezo de oraciones en la sala de armas y presenciado la terrible escena de Bravo con Diego Martinez , la mortal palidéz de este último y su evasion : desde entonces se perdía en mil conjeturas acerca de los medios de que el soldado se habría valido para evitar el castigo que le esperaba , y no pudiendo imaginar que lo hubiese logrado por medios naturales , sin ser visto ni sentido , concluía creyendo candidamente lo que los sirvientes aseguraban ; esto es , que Diego Martinez se había evaporado por arte de Satanás y que estaba ardiendo en los infiernos . Acosada la pobre é infortunada doncella por el temor supersticioso de su alma , por el recuerdo de un amor perdido y tan mal empleado , y aun mas , por el recelo de que , llegase á averiguar doña Magdalena la verdadera historia de sus relaciones con su supuesto primo hermano , no se había atrevido á acostarse , prefiriendo pasar , la noche en vela , entregada á sus cavilaciones . De pronto empezó á temblar , porque creyó haber oído pisadas en la galería ; acercóse a la puerta del cuarto y conoció que no se había engañado ; aquellos pasos se dirigían hacia el corredor . Iba ya á cerrar la puerta por dentro á pesar de las severas órdenes que lo prohibian , cuando dos hombres que acababan de llegar con el mayor silencio posible al estremo de la galería , penetraron en el corredor y un momento despues en el retrete de Beatriz . Uno de aquellos hombres ; puso á esta la mano en la boca , para impedir que lanzase algun imprudente grito . - Y ahora , dijo á la sobrecogida doncella , saca de tu dispensa particular , mi querida llorona , alguna cosa con que nos vuelva el espíritu al cuerpo , porque venimos muertos de hambre y de sed . Beatriz le miró de hito , en hito , para cerciorarse de que , no era una vision del otro mundo el objeto que tenia delante de los ojos , cuando el otro añadió : - ¿ Te figuras , hermosísima Beatriz , que somos dos ánimas del purgatorio ? Pálpanos á tu sabor y te convencerás de que aquí hay carne y huesos ; estos en abundancia verdaderamente , y aquella escasa , porque la horrible prision de que salimos nos iba convirtiendo en esqueletos . - ¡ Ese tambien ! ... murmuró Beatriz con tembloroso acento , señalando al que acaba de hablar . - Tambien ese , repuso el primero - ¡ Ah Diego ! No sé lo que vá á ser de nosotros . - ¡ Ah , Beatriz ! Fortalece un poco nuestros estómagos . - Dime antes ... - Ni una palabra . He formado grandes proyectos , que el hambre vá borrando de mi imaginación . Enteramente persuadida la moza de que el diablo no se habia llevado á Diego Martinez ni á Juan de Mesa , supuesto que estaban allí , á su vista en cuerpo y alma al parecer , y esplicándose de una manera que no acostumbran ciertamente los espíritus infernales , abrió una alhacena , sacó de ella pan , vino , un razonable trozo de cecina de venado , dos faisanes en salsa verde con ajos y cebollas , un enorme pedazo de pastel de palominos y algunas frutas , y lo puso todo á disposicion de los dos amigos . Abalanzáronse estos á las provisiones , como hombres condenados á una abstinencia forzosa de muchas horas , y devoraron en pocos minutos y en silencio á que la opípara cena , que les llegaba como llovida del cielo , saboreándola con sendos tragos , que restablecieron completamente el equilibrio de sus fuerzas . Pero como dos hombres , por mucho apetito que tengan , no pueden estar cenando eternamente , Juan y Diego enfrenaron el suyo despues de haber dado fin á los tesoros de la dispensa particular de Beatriz , a la que refirieron entonces el ingenioso ardid de que se habían valido en la sala de armas , para burlarse de la justicia de doña Magdalena . - Hasta ahí lo comprendo perfectamente , díjoles la admirada doncella : pero ¿ cómo ó por dónde habeis salido de la sala para llegar á mi aposento ? - Por la puerta , querida mia , por la puerta , repuso con gravedad Diego Martinez : has de saber que cuando volvió allá Fortun , acompañado de hombres de armas para buscar á Juan , segun creemos , á fin de proporcionarle encierro mas reducido , ó tal vez á quitarle la vida , que de esto no podemos responder , has de saber , repito , que se quedó patitieso , al cerciorarse de que habia volado su cautivo , y que se retiró con las orejas gachas seguido de sus hombres . Entonces cometió la mas insigne torpeza que cabe en escudero , y seguro estoy de que esta es la hora en que no la conoce . Convencido de que nada tenia ya que guardar en aquella sala ¿ qué imaginas que hizo ? Dejó la puerta como está siempre ; abierta de par en par . Nosotros fuímos mas prudentes que él ; unimos las dos hojas para platicar libremente , y decidir lo que mas nos importaba en aquel trance : es decir , que hemos permanecido en la sala de armas hasta que estuviesen dormidos cuantos habitan en el alcázar , y despues hemos venido á engullir tus sabrosísimos manjares . - Pero ... no podeis deteneros aquí , observó Beatriz , porque os cogerán sin remedio . - Dios nos libre de semejante necedad , respondió Juan rascándose una oreja : ya quisiera verme á dos mil leguas de esta jaula . - De eso se trata , y ahora mismo vamos á probar fortuna por última vez , añadió Diego . - ¿ Qué es lo que piensas ? le preguntó la moza , llena de angustia y de zozobra . - Salir á campo raso y tomar las de Villadiego . - ¡ Y yo ! ... - Acabarás de una vez ; demasiado sé que eres de buen temple . - Es decir que me abandonas ... - Al contrario ; te llevo conmigo y doy ese nuevo chasco á la señora de Villagarcía . - Tu proyecto es una locura . - ¿ Por qué ? - Porque está levantado el puente . - Juan ¿ qué te parece de esa dificultad ? - Gazmoñerías de mugeres . ¿ Para qué necesitamos el puente , si tenemos la poterna ? contestó el villano : mi parecer es que nos larguemos pronto , no sea que algun azar nos detenga en el castillo mas tiempo del que quisiéramos . - ¡ Por la poterna ! esclamó Beatriz horrorizada . No léjos de allí se ha encontrado ... - ¿ Qué ? preguntaron los dos amigos á un tiempo . - El cuerpo de un hermitaño . - ¡ Demonio ! murmuró Juan de Mesa ; eso complica hasta cierto punto nuestro negocio . - Nada , nada ; ya estamos en salvo , le replicó Diego Martinez . ¿ Quién ha de figurarse que vamos á salir del alcázar , y á estas horas , atravesando las empalizadas ? Ten presente una cosa ; no hay sitio mas seguro para un viagero , que aquel en que acaba de cometerse ó descubirse un asesinato . Esta sentencia del soldado decidió la cuestion . Beatriz por su parte , temerosa de las consecuencias que podia tener para ella en Villagarcía su intimidad con Diego , se decidió á acompañarle , y no tardó en hacer un lio de sus ropas . Su amante y Juan de Mesa sacaron del pecho aguzados puñales de que se habian provisto en la sala de armas , y los tres , andando de puntillas , se escurrieron del retrete al corredor y del corredor á la galería . Despues de haberla atravesado en toda su longitud , llegaron á la puerta de la estancia de doña Magdalena , y tomaron á la derecha para bajar al patio grande por la escalera principal . Aquel era el paso mas peligroso , porque tenian que presentarse al descubierto , esponiéndose á que algun centinela reparase en ellos desde la plataforma ; pero la noche estaba afortunadamente como boca de lobo y ningun obstáculo tuvieron que vencer para penetrar , ó mejor dicho , para enterrarse en el estrecho subterráneo que desde el patio conducia , dando casi media vuelta al castillo , á la poterna que nuestros fugitivos buscaban . Dicho subterráneo se habia practicado entro la primera muralla interior y la plataforma , con el objeto de que sirviese para las salidas de la guarnicion en caso de sitio , y formaba varios recodos , ó especie de plazoletas , que hacian perder el camino al mas avisado , si no tenia conocimiento práctico de sus añagazas . Juan de Mesa rompia la marcha ; seguíale Beatriz , é iba el último Diego Martinez , alentando á la asustada doncella y asegurándola que en breve se veria libre de cuidados . - ¿ Habéis oido ? preguntó el primero deteniéndose de pronto , como á unos treinta pasos antes de llegar á la salida de la poterna . - No , respondió Diego acariciando la punta de su puñal . ¿ Qué es ello ? - Un gruñido ... - ¡ Bah ! - Dígote que no doy un paso mas , por todas las almas que arden en el infierno . - Y yo te afirmo que es necesario seguir adelante , porque de lo contrario estamos perdidos . - ¿ Y sabes por ventura quién nos cierra el paso ? - Aunque sea el mismo Lucifer en persona . - Peor , mil veces peor , amigo Diego ; es la sombra del renegado ... - Los renegados no gruñen . - Ya estoy , ya estoy ; pero los espíritus pueden tomar todas las formas imaginables , y no sería estraño que ese viniese ahora del otro mundo en figura de perro . - ¡ Perro dijiste ! ... Mucho me temo alguna mala pasada de la pícara suerte . ¿ Sabes , Beatriz , si el monge del convento de la Espina duerme esta noche en el alcázar ? - En efecto , respondió la moza ; todavia no se ha marchado . Al mismo tiempo dio Juan un salto hacia atrás , porque otro gruñido mas fuerte que el anterior y que tambien llegó á los oidos de su compañero y de la doncella , le hizo temer por su vida . - ¡ El es ! ... ¡ El mastin del monasterio ! pronunció el villano . - Pocas palabras y al avío , repuso Diego adelantándose puñal en mano , en tanto que Beatriz , mas muerta que viva , se encomendaba á todos los santos del cielo , para que la sacasen de tan terrible aprieto . - ¿ Qué intentas ? le preguntó el primero . - Haz lo que voy á decirte , si no quieres que perezcamos todos . Hablaron en seguida los dos en voz baja , y un instante despues prosiguieron su camino , marchando ambos de frente y estrechamente unidos , no sin haber intimado á Beatriz que permaneciese quieta y silenciosa en el sitio á que acababan de llegar . Cortísima era ya la distancia que les separaba del campo abierto , cuando sintieron distintamente los pasos de un bulto que hácia ellos se dirigia ; al mismo tiempo estendió el soldado el brazo izquierdo , levantándolo á la altura de su cabeza y presentando á su frente el lio de ropas de Beatriz ; el bruto lanzó otro gruñido semejante á los primeros , abalanzándose con rabiosa furia á aquel objeto , pero Diego , sin darle tiempo para que reconociese su error , le introdujo con la mano derecha su puñal por la garganta , gritando á Juan de Mesa : - Hiere . El villano asestó su golpe en la oscuridad casi al propio tiempo que Diego , pero con tanta fuerza que el acero quedó clavado hasta el mango en el corazon del nocturno acometedor . Éste cayó al suelo como una masa , exhalando un doloroso ahullido , y quedó sin movimiento y sin vida . - Victoria , dijo Diego , aunque á costa de mi cara ; ven , Beatriz , toma tus guiñapos , que servirán para hacerme vendas , y huyamos de aquí , para que no nos sorprenda el dia en estos alrededores . El aviso era prudente y no debía despreciarse . Apresuráronse pues á llegar á la poterna , la atravesaron y se vieron libres , porque el paso de las empalizadas no les ofrecia la menor dificultad . Tampoco tenian que temer por aquel lado la persecucion de los de la fortaleza , pues nunca se vigilaba , por lo mismo que era de todo punto imposible que un cuerpo de tropas enemigo se estacionase allí con máquinas de guerra y escalas para el asalto , sin pasar antes por el frente principal del alcázar . Nuestros fugitivos se guardaron bien de dar la vuelta á este , supuesto que lo esencial para ellos era alejarse del puente levadizo ; asi pues se dirigieron rectamente al bosque , y allí vendó Beatriz una enorme herida , que las uñas del invisible y rabioso adversario del subterráneo habian abierto á Diego , rasgándole desde el nacimiento superior de la oreja izquierda hasta el medio de la barba . Concluida esta operacion , como mejor le fué dado á la doncella , pusiéronse de nuevo los tres en marcha , con el objeto de cortar el bosque por su parte mas angosta , pues de este modo podian hallarse , antes que amaneciese , en el camino de Valladolid . Todo les salió á medida de su deseo , por cuanto Diego que era hombre muy prevenido y siempre estaba preparado para todo evento , deseaba entrar en Medina y no en la córte , y lo consiguió sin que nada se lo estorbase . Aquel deseo era natural en un hombre que anhelaba darse buena vida , lo cual lo era imposible , si autos no sacaba de dicha villa el cofrecillo que la hermosa Beatriz había robado á la condesa de Barajas . El saqueador de Roma comprendió desde un principio , que aquel tesoro estaría muy espuesto en el alcázar de Villagarcía , y en una de sus escursiones á Medina , punto que lo agradaba para sus francachelas , y para matar el tédio del castillo , segun aseguraba , lo confió á cierta heredad en que vivía una lejana parienta suya , achacosa y ciega , enterrándolo sin que ésta lo sospechase , al pié de la mas ruinosa tapia del huerto . Allí pues fué á buscarlo , y allí lo encontró con gran contentamiento de Beatriz y de Juan de Mesa , á quien se prometió , en calidad de compañero inseparable de proezas é infortunios , una parte de la fortuna que el cofrecillo encerraba . Satisfechos pues los tres viajeros , emprendieron su ruta para la Mota del Marques ; de la Mota pasaron á Madrid , de Madrid á Guadalajara , y una vez en camino de Aragon no se detuvieron hasta Zaragoza , en donde por fin respiraron á sus anchuras , persuadidos de que ya no tenían que recelar peligro alguno por parte de la justicia del Rey . Serían como las ocho de la mañana del día que amaneció despues de su evasion , cuando el Superior del convento de la Espina y don Luis de Requesens entraron precipitadamente en la cámara de doña Magdalena de Ulloa . - ¿ Qué noticias me traeis , señores ? preguntóles ésta con tembloroso acento , que revelaba una noche de insomnio y de amargos padecimientos . ¿ Están presos los delincuentes ? - Todo hace presumir que se hallan fuera del alcázar , respondió el general , pero tal vez no sea difícil tropezar con ellos . Si me dais vuestra licencia , dispondré una batida por el bosque , en tanto que nuestro reverendo padre os esplica ... - Hacedlo como gusteis , D . Luis , hacedlo , repuso la matrona , pues no quiero que se diga que , en ausencia de mi noble esposo , descuido el cumplimiento de mis deberes . Marchóse Requesens y pocos minutos despues salió del castillo por el puente levadizo , al frente de los hombres de armas , internándose en el bosque , que Beatriz , Diego Martinez y Juan de Mesa habian atravesado seis ó siete horas antes . Durante este tiempo decía el monge á la castellana de Villagarcía : - Con arreglo á las últimas órdenes que anoche nos disteis , pareciónos á D . Luis y á mí , que no se lograría el objeto de nuestra vigilancia , si no poníamos junto á la poterna , único , punto , además del puente , para salir de la fortaleza , segun dijisteis , un centinela valiente á toda prueba . Nuestra eleccion tampoco podía ser dudosa , y recayó por consiguiente en mi fiel Bravo , capaz de habérselas con los dos bribones que buscámos . Yo mismo señalé al mastín el puesto que debia ocupar en el subterráneo , y seguro de que nadie lo atravesaria impunemente durante la noche en direccion al campo , me retiré con el general . Figuraos , hija mía , cuál habrá sido nuestro asombro , cuando al acudir , habrá una media hora , á la poterna , hemos encontrado á Bravo babado en su sangre y sin vida . Los infames han huido por allí y han armado alguna celada al perro . - ¿ A qué hora , poco mas ó menos , preguntó doña Magdalena , colocásteis al pobre animal en el subterráneo ? - A eso de las once , respondió el fraile . - Lo cual indica , observó la castellana , que los fugitivos salieron del alcázar hácia la media noche , ó tal vez mas tarde . Pero ¿ en dónde se ocultaron hasta entonces ? - Preciso es , hija mía , averiguarlo , porque todo hace creer que han tenido cómplices . No bien articuló el religioso estas palabras , cuando se abrió la puerta de la estancia y aparecieron en ella las doncellas de doña Magdalena , para noticiar á ésta que Beatriz se había fugado del alcázar , supuesto que en ninguna parte de él se la encontraba ; añadiendo que en su retrete se veían los restos de un banquete nocturno y el ajuar en desórden . - Ya está aclarado el misterio , padre mío , dijo la castellana al monge ; Beatriz es prima hermanad del soldado Diego Martinez . El fraile no respondió á esta observacion , contentándose con arquear las cejas en señal de incredulidad . De todos modos , tanto él corno doña Magdalena tuvieron que contentarse con la probable conjetura de que Beatriz había proporcionado á los dos bribones seguro asilo en su cuarto , durante las primeras horas de la noche . En cuanto á las ártes que aquellos pusieron en juego para escaparse de la sala de armas , el uno en presencia de tanta gente allí reunida , y el otro despues de encerrado en ella , secreto fué que nunca llegaron á penetrar los moradores del castillo . Don Luis volvió de su espedicion al bosque , sin haber conseguido , otra cosa que fatigarse en vano ; pero templo su disgusto un mensaje , que aquel mismo dia recibió doña Magdalena del príncipe don Felipe , para que dejase en libertad al valiente general de Cárlos V . Partió pues Requesens para Valladolid , no sin haber reiterado antes al duque Mauricio la promesa de una entrevista , á que éste daba gran importancia , y por su parte el Superior del monasterio de la Espina , á quien nada detenia ya en el alcázar , púsose en marcha para su retiro . La fortaleza volvió á su anterior sosiego ; sus habitantes hablaron mucho al principio de la desenvuelta Beatriz , de los , crímenes atribuidos á Diego Martinez y á Juan de Mesa , del asesinado hermitaño y de la mala suerte del intrépido Bravo ; pero el tiempo fué borrando estos recuerdos y la misma doña Magdalena , á fuerza de leer y releer las cariñosas epístolas de su ausente esposo , acabó por tranquilizar su espíritu , olvidando la infausta revelacion de los amores de D . Luis Quijada , hecha al monge por el infortunado penitente el dia 2 de marzo del año de gracia 1545 . Y hé aquí , que ahora nos hallamos de repente en 1556 . La varita mágica del novelista produce estos milagros , y asi hace atravesar á sus lectores distancias inmensas con una plumada , como les obliga á dar por nulos todos los acontecimientos de medio siglo . Nosotros , sin prevalernos de las omnímodas facultades que nos competen , para enlazar , con arreglo á las leyes de nuestro capricho , las diferentes escenas de este drama , tenemos por conveniente suprimir en él un período de once años , lo cual ciertamente no es abusar de la condescendencia del público . Á pesar de tan sincera como espontánea declaracion , no queremos que se nos eche en cara la terrible acusacion de que dejamos á oscuras á los que esta historia lean , y por lo tanto vamos á decirles en cuatro palabras lo que habia ocurrido ( que se relacione con nuestra narracion ) desde que nos despedirnos del alcázar de Villagarcía , hasta el advenimiento de D . Felipe el Prudente al trono de España . El gran competidor de Cárlos aquel rey caballero , que perdió todo menos el honor en la memorable batalla de Pavía , habia bajado al sepulcro . El duque Mauricio de Sajonia obtuvo del regente del reino D . Felipe una audiencia , solicitada en su favor con empeño por D . Luis de Requesens y por el secretario Gonzalo Perez : en ella propuso al Príncipe el tratado de Pasaw , y el Príncipe le concedió salvo conducto para que se avistase con el Emperador en Flandes , lo cual no tuvo efecto , porque el elector murió al llegar á sus estados , dos dias despues de la victoria que Cárlos obtuvo contra Alberto de Brandemburgo . D . Felipe se habia casado en segundas nupcias con Maria de Inglaterra , hija de Enrique VIII y de doña Catalina de Aragon , y por último acababa de ceñirse la corona de Flandes y Borgoña , que le cedió su padre con el gran maestrazgo de la órden del Toison de oro . Algunas semanas despues , cansado el valiente Emperador de los caprichos de la fortuna , y decidido á abandonar completamente los negocios mundanos , abdicó tambien en favor de su hijo el príncipe D . Felipe la corona de España , reservándose únicamente una pension de cien mil escudos para las atenciones de su familia y para obras de beneficencia . Á su vuelta á Castilla , confirmó solemnemente en Valladolid la abdicacion que habla hecho en Flandes , y dirigiéndose á Estremadura , sepultó para siempre su ambicion y su grandeza en el monasterio de los Gerónimos de Yuste . Allí murió dos años despues , á la edad de cincuenta y ocho , seis meses y veinte y cinco dias . De modo que ya no ignoran nuestros lectores los principales acontecimientos que habian tenido lugar en España antes de que comenzase su reinado el héroe de esta historia . Entremos ahora en aquella cámara que ya conocemos del palacio de Valladolid , convertida despues en convento de San Benito , en la cual hemos asistido ya á un consejo , y veremos al nuevo monarca , ocupado en leer , como la vez primera , varios despachos que acababan de llevarle . Pero no estaba solo á la sazon , como cuando le presentaron despues del desastre de Cirinola el general Requesens , D . Ruy Gomez de Silva y su secretario Gonzalo Perez . Hallábanse en pié y á respetuosa distancia del Rey dos de aquellos personages , cuya suerte habia variado algun tanto , por cuanto el príncipe de Éboli era afortunado esposo , hacía ya tres años , de doña Ana de Mendoza de la Cerda , aquella niña que los condes de Melito llevaron con gran pompa y acompañamiento al monasterio de la Espina , el dia en que Beatriz dejó de ser doncella de la noble condesa de Barajas , y porque D . Luis de Requesens y Zúñiga , cuya lealtad y estensos conocimientos militares habia reconocido solemnemente D . Felipe , gozaba ya toda la confianza de este , á quien debia la alta dignidad de comendador mayor de Castilla . Quien faltaba en la cámara del rey era Gonzalo Perez , mas reemplazábale , al parecer , en sus funciones un joven como de diez y siete años , de amabilísimo carácter y apacibles modales , aunque delgado de carnes y algun tanto enfermizo . Á pesar de su corta edad y de su endeble constitucion física , revelaban sus miradas energía y audacia : habíase aficionado al estudio de las teorías de la política italiana , generalizadas en todos los estados europeos , y ellas habian comunicado á su alma una perseverancia asombrosa , que lo hacía mirar como cuestiones facilísimas de resolver los mas intrincados problemas de la diplomacia . Dotado de imaginacion viva y fecunda , era ya escritor elegante y elocuente , á la vez que muy versado en el despacho de los negocios , si bien no habia alcanzado aun el aplomo , el disimulo y la destreza , que tantas desgracias acumularon sobre su vida . Lo cierto es que sus discursos agradaban singularmente al monarca , quien conociendo desde luego el inmenso partido que podia sacar , para el gobierno del estado , de un hombre que entraba en la carrera pública con tan brillantes cualidades , alentaba su naciente ambicion , despues de haberse asegurado de su fidelidad Este joven que tanto prometia , y cuya desdichada suerte ha sido y es objeto en nuestros dias de investigaciones históricas , de encontrados juicios y de la mas tierna compasion , se llamaba Antonio Perez ; era hijo natural del secretario Gonzalo Perez , fué legitimado por el emperador Cárlos V y llegó á ser el privado mas fiel y mas querido del rey D . Felipe . Los historiadores , tanto nacionales como estranjeros , están y estarán probablemente en completo desacuerdo , hasta la consumacion de los siglos , respecto á la manera de juzgar á este monarca : los colores de sus paletas son tan diametralmente opuestos , que unos hacen de él un Salomon y otros un Tiberio . Quien asegura que era un político consumado , activo , inflexible , receloso , disimulado , vengativo y sobre todo suspicaz ; quien consigna que el celo de la religion inspiraba todas sus resoluciones y que á ese celo posponía los mas dulces afectos del hombre y los deberes mas sagrados de la familia ; este no se contenta con tan poco , y añade que era cruel y sanguinario por temperamento , que jamás perdonaba una injuria , que oia con deleite los alharidos de las víctimas que la Inquisicion inmolaba en sus autos de fé : aquel escribe ... pero ¿ á dónde vamos á parar ? Nosotros , humildes novelistas , sin presuncion bastante para engolfarnos en las secretas averiguaciones que tanto trastornan los cerebros de las modernas inteligencias , nosotros , que hacemos mucho mas caso de la tradicion que de la historia escrita , nos guardaremos de decir lo que fué el rey D . Felipe , aunque nos consta de buena tinta que sus pueblos le apellidaron el Prudente ; que supo restablecer en sus vastos dominios la armonia y el órden , no poco desquiciados ; que administró recta justicia , reformó grandes abusos y escuchó siempre las quejas de sus súbditos , infundiendo temor á las leyes , respeto á la religion del país y acatamiento á la majestad régia .. Por lo demás , su conducta en los sucesos que narramos suplirá el vacio de la autopsia moral de nuestra pluma . Como ya hemos dicho , leia el rey unos despachos y el príncipe de Éboli y el comendador mayor de Castilla aguardaban en pié sus órdenes . En cuanto al jóven Antonio Perez , tenia fijas sus miradas en el severo rostro de su señor , como si intentase penetrar sus pensamientos . Esto , sin embargo , no era muy fácil , porque D . Felipe sabia ocultarlos , sin hacerse la menor violencia , cuando le importaba que no fuesen conocidos : á su vez poseia el don de adivinar las ideas de aquellos mismos que le examinaban . Fatigado , al fin , de la lectura que habia emprendido , ó no queriendo molestar por mas tiempo á sus tres fieles servidores con un silencio que iba haciéndose ya sobradamente pesado , separó los papeles y dijo á Requesens : - ¿ Habéis visto hoy á la reina , comendador ? - He tenido esa honra , señor , contestó D . Luis . - ¿ Y no os ha dicho que está celosa ? - Sí , señor ; muy celosa del incesante trabajo de Vuestra Alteza . - Pues vá á estarlo mucho mas , porque pienso ausentarme de ella , se entiende , añadió sonriéndose D . Felipe , si me dá su licencia para salir de España nuestro buen consejero D . Ruy Gomez de Silva . - Señor , observó este con respeto ; si el augusto padre de Vuestra Alteza no hubiese abandonado tantas veces nuestro suelo , tal vez no hubiera tenido motivos de quejarse de la fortuna , hasta el punto de acabar sus días en un tristísimo retiro . - ¿ Qué decís á eso ? preguntó el monarca á Antonio Perez . - Señor , repuso el joven , cualquiera pensaría que á D . Ruy Gomez le sabe mal el que Vuestra Alteza sea rey de España . Mordióse los lábios el príncipe de Éboli y lanzó al novel diplomático una mirada de basilisco . Antonio Perez la recibió con estóica serenidad y prosiguió diciendo : - Mas como nadie puede suponer que se abrigue tan traidor pensamiento en el pecho de un servidor tan adicto á Vuestra Alteza , tengo para mí , señor , que el príncipe se opone á ese viage , porque tendrá que seguiros y abandonar á su jóven esposa . Agradó mucho al rey el epigrama porque D . Ruy Gomez de Silva frisaba ya en los cincuenta años , al paso que doña Ana de Mendoza solo contaba diez y seis : pero deseando tranquilizar al primero , replicó sonriéndose : - No hagais caso , príncipe , de las burlas de la juventud ; el señor Antonio Perez llegará á vuestra edad , y verémos si entonces es tan dichoso como vos lo sois ahora . Estas palabras proféticas de D . Felipe , y cuya terrible aplicacion ni él ni los que lo escuchaban podían sospechar que llegaria un dia á realizarse , cayeron como plomo derretido sobre el corazon del jóven . El rey observó que se habia puesto pálido ; y pesaroso de haberle afligido , se apresuró á variar de conversacion . - Habeis de saber , señores , dijo á sus cortesanos , que á pesar de la profunda veneracion con que acato á la Santa Sede y á nuestro santísimo padre Paulo IV , no he podido negarme á seguir el parecer de los teólogos y el de mi Consejo de Castilla para sostener , en Roma nuestros derechos . No sé si Dios me castigará , por haber dispuesto que el duque de Alba entre en los estados de la Iglesia , pero bien conoce la pureza de mis intenciones y que sí lo he hecho , ha sido lamentando la necesidad en que me ha puesto la silla apostólica , intentando en pleno Consistorio privar á la corona de España del reino de Nápoles . Por fin , nuestras tropas han llegado hasta las puertas de Roma y se ha propuesto á su general una suspension de armas de cuarenta dias , los cuales debemos aprovechar , supuesto que el duque de Guisa , al frente de veinte mil hombres , ha sitiado el castillo de Civitella y se entretiene con la esperanza de arrojarnos de Roma . ¿ Adónde os parece que debemos ir ? - A Flandes , señor , respondió el comendador sin vacilar . Allí podrá Vuestra Alteza organizar , mejor que en otra parte , un respetable ejército , y con un auxilio de ocho ó diez mil ingleses conseguir brillantes triunfos . - En otro tiempo os tuve , Requesens , por traidor , y hoy tambien os creeria tal , si hubiese yo comunicado á criatura humana mis proyectos . Imagino sin embargo que sois brujo , porque siempre adivinais . Hoy mismo parto para Flandes , señores , y en cuanto al refuerzo que el comendador juzga necesario , ya lo tengo pedido á Inglaterra . Durante mi ausencia proveerá á la administración del reino el Consejo de Castilla ; D . Ruy Gomez de Silva mandará ejecutar sus acuerdos en nuestro nombre , y el señor Antonio Perez cuidará de la comunicacion de mis despachos al dicha Consejo , asi como de envíarme las consultas que este me hiciere . En cuanto á vos , comendador , deseo que no os separéis de mi , y por lo mismo os llevo á Flandes para aprovecharme de vuestras brujerias . Aquella misma tarde se puso en marcha D . Felipe , á de Requesens y de cuatro criados , sin ostentacion ni preparativos : muchas ciudades del reino le creian muy tranquilo en Valladolid y saboreando la felicidad de ser rey , cuando ya se hallaba en Canibray , disponiendo aquellos valientes tercios que á las órdenes de Emanuel Filiberto , duque de Saboya , asombraron al mundo con sus proezas . Aquella misma tarde tambien se entretenian en animada conversacion el nuevo secretario del rey , Antonio Perez y D . Ruy Gomez de Silva , paseándose al mismo tiempo á lo largo del vasto salon que procedia á la cámara de Su Alteza . - Eso que me aseguráis , me parece increible , dijo el segundo parándose de pronto . No ignoro que el duque de Alba me aborrece , pero nada tiene que ver su ódio hácia mí con el empeño de separar á D . Luis del lado de D . Felipe . - Requesens es hechura vuestra , observó el segundo . - No hay duda , repuso el príncipe de Éboli . - Ya lo veis ; el duque de Alba corta las ramas para llegar al tronco . - No llegará , os lo aseguro : poseo un secreto que puede trastornar todos sus planes y hundirle en el polvo . - Si es así aprovechad el tiempo . - ¿ Queréis ganar un buen amigo para siempre , señor Antonio Perez ? - Ya sé , D . Ruy , que sois muy capaz de serlo mio , desde el instante en que me conozcáis bien . - Tal vez vuestro padre D . Gonzalo os diría ... - Mi padre me enseñó á respetaros , y pocos momentos antes de morir me aseguró que en vos hallarla un protector decidido . - No os engañó , joven , no os engañó ; solo que os habeis empeñado en hacer todo lo posible para que se cumpla su paternal deseo . - Por Dios , príncipe , que no os entiendo . - ¿ Conque no ? ¿ Pues no aprovecháis todas las ocasiones que se os presentan para zaherirme con vuestros punzantes sarcasmos ? Hoy mismo y en presencia del rey ¿ no me habéis puesto en ridículo , sacando á plaza , aunque indirectamente , mis años y los de doña Ana ? - ¡ Ah , príncipe ! Si ese es mi gran delito á vuestros ojos , estoy pronto á cometerlo todos los dias . - ¡ Cómo ! - ¿ Todavía no habeis caido en la cuenta ? - Esplicaos de una vez . - Don Ruy Gomez de Silva , príncipe de Éboli , creed que por grandes que sean vuestros títulos y merecimientos , el rey no os perdonará jamás que seais mi amigo y mucho menos mi protector . ¿ No habeis estudiado su carácter ? El fondo de este es la desconfianza ... - Empezais á abrirme los ojos . - ¿ No habéis notado que ninguna señal de impaciencia ni de frialdad anuncia de antemano el cambio de sus inclinaciones ó afectos ? Quiere á su lado hombres que difieran en talento y miras , y cuyas ambiciones se neutralicen ; por eso conserva y alienta á dos partidos rivales . La altivez del duque de Alba le incomoda , pero sabe que sus consejos se oponen á los vuestros y esto le obliga á tolerarle : si llega á sospechar que os soy adicto , ó que mi padre me confió á vuestra influencia , nos perderemos los dos . Tolerad , pues , mis chanzonetas , príncipe , y no os quedeis corto conmigo con las vuestras : hé aquí el secreto de vuestra privanza y el de mi fortuna . Don Ruy Gomez estrechó afectuosamente entre sus dos manos la derecha del jóven y dijo á éste : - Sois el mas hábil político de estos tiempos : sigamos así , ya que me habeis probado que conviene , y seamos rivales en público y amigos en secreto . - Me habeis hablado , repuso Antonio Perez , de que poseeis armas poderosas contra el duque de Alba . - Juzgad vos mismo . El arzobispo de Toledo recibió hace años una carta , en la que se acusaba de traidor á D . Luis de Requesens , suponiendo que vendia al enemigo los planes de campaña del emperador . - Don Gonzalo mi padre puso preso al general de órden del Rey . Veo que estáis enterado del caso . En efecto ; todo se conjuró para hacer creer que D . Luis había recibido noticias de los proyectos del César contra la Francia , porque su pericia militar le hizo concebir y esponer en consejo los mismos que acababan de realizarse por nuestras armas , en la Lorena . - Tampoco ignoro que el duque Mauricio , disfrazado de correo , fue quien trajo á D . Felipe ciertos despachos , y quien declaró la inocencia de D . Luis . - A quien el Rey nombró despues Comendador Mayor de Castilla para indemnizarlo del disgusto que le habia causado cuando era regente del reino . Apuesto con todo , á que no ha llegado á vuestra noticia el nombre del que dirigió la trama contra tan valiente soldado . - Juan Vazquez . - Perfectamente ... ¿ Y ese Juan Vazquez ? - Es el secretario del duque de Alba . - Lo era , señor Antonio Perez , porque hace años que está en la eternidad . - Pero dejaria en este mundo algunas pruebas contra el duque ... - Irrecusables , amigo mio , y yo las tengo . - ¡ Ah ! - Es una historia algo triste , pero os la voy á referir . - Podeis creer que no perderé una sílaba devuestro relato . - El duque de Alba , á pesar de su carácter artificioso y maligno , es el primer general de la monarquia española , lo cual no le impide consagrar á los placeres y locuras del amor el tiempo que le deja libre del servicio de las armas . Habeis , pues , de saber que entre todas las hermosuras , que engalaban la córte de Valladolid , antes que D . Fernando Alvarez de Toledo se embarcase para la gran espedicion de Túnez , era la mas celebrada dona Magdalena de Ulloa , que acababa de dar su mano al honrado caballero D . Luis Quijada , muy querido del Emperador , despues su mayordomo , y hoy señor del alcázar de Villagarcía . El duque , á fuer de soldado emprendedor , intentó repetidos asaltos contra el recato de aquella dama , que había cautivado su pecho ; pero la fotaleza se mantuvo inespugnable , y despues de infructuosos , aunque reñidos ataques , tuvo que abandonar el cerco el enamorado sitiador , para dirigirse á la costa de África . Mas no os figureis que renunció por eso á sus esperanzas , porque la imagen de doña Magdalena , le siguió á todas sus campañas . Para abreviar mi cuento , os diré que por último , que habrá como unos once años se hallaba el bueno del duque en Ratisbona con el emperador , y habiendo sorprendido no sé que relaciones amorosas entre D . Luis Quijada y una dama principal de Flandes llamada Bárbara Blomberg , concibió el diabólico plan de malquistar á la señora de Villagarcía con su esposo . Por aquel mismo tiempo ocurrió lo de la carta del secretario Juan Vazquez . Don Fernando Álvarez de Toledo queria perder á todo trance a Requesens , cuya influencia y grandes conocimientos militares le causaban enojos , y así fué que hizo escribir á Velazquez aquella malhadada epístola para el arzobispo de Toledo . - ¡ Miserable trama ! esclamó Antonio Perez . ¡ Enredo indigno de tan alta persona ! - No fué esa su única torpeza , prosiguió el príncipe de Éboli : despues de haber despachado la carta con un correo que , como sabeis , cayó en poder del duque Mauricio de Sajonia , quiso el de Alba que el mismo Juan Vazquez pasase á España é informase á doña Magdalena de los devaneos de su esposo ; al efecto le encargó que se avistase con el Padre superior del monasterio de la Espina , respetable varon que murió hace dos años en olor de santidad , de modo que el secretario llegó un mes poco mas ó menos antes que el elector á Castilla , y disfrazándose de hermitaño , declaró al monge , bajo secreto de confesion , aunque sin dudar del resultado de su estratagema , todas las noticias que su amo lo habia encargado . Admirad ahora , señor Antonio Perez , los arcanos de la Providencia . Poco despues de haber salido Juan Vazquez del convento de la Espina , fué asesinado en las inmediaciones del alcázar . ¿ No sospecháis quien le seguia los pasos ? - Empiezo á comprender el misterio de ese crimen . - No se queria su muerte , sino que entregase la carta que él mismo habia escrito contra Requesens , la cual estaba entonces en poder del Elector disfrazado de correo : era preciso poseerla , pero el secretario se resistió resueltamente á darla y ... - Le hicisteis matar . - ¡ Yo ! - ¿ Pues quién ? - Sospeché que él era la víctima , cuando D . Luis de Requesens , despues de su cautiverio de una noche en el alcázar , me refirió lo que allí habia ocurrido con los asesinos de un hermitaño . - Pero las pruebas que poseeis , ... - Me fueron entregadas sin decirme que Juan Vazquez habia perecido . Hace mas de treinta años , señor Antonio Perez , que estoy mezclado en el manejo de los negocios , y no me hareis tan ciego ni tan falto de seso , que desconozca los ódios , las rivalidades y las envidias de los que hace mucho tiempo aspiran á gobernar el reino . Jamás me ha mirado el duque de Alba con buenos ojos y sé que está pronto á aprovechar la primera coyuntura para derribarme : por eso he opuesto la astucia y la prudencia á su orgullo y altanería ; por eso he querido enterarme de sus secretos , para no tener que darle mas que un golpe certero . Siempre ha tenido á su lado un espía de Ruy Gomez de Silva , y hé aquí por qué Ruy Gomez de Silva supo los intentos de Juan Vazquez en su viage á Castilla . La detencion del correo y la venida del Elector fueron acasos que me favorecieron mas , porque yo buscaba una carta , y encontré apuntados en la cartera del secretario los proyectos amorosos del duque y los planes que fraguaba contra mí y contra los mios . - Poco ha me dijisteis que soy el político mas hábil de estos tiempos , yo á mi vez os reconozco por el diplomático mas consumado de Europa . - Con todo , amigo mio , tened presente una cosa que puede interesaros para mas adelante . - ¿ Cuál es ? - Que los dos tenemos que aprender mucho de nuestro rey y señor D . Felipe el segundo . - Si nos unimos estrechamente , echaremos por tierra á nuestros rivales en privanza . - ¡ Pues qué ! ¿ No lo estamos ya ? Os he confiado un secreto muy importante ... - Cuando yo tenga alguno que guardar , lo depositaré en vuestra prudencia . Entre tanto , no lo olvideis ; es preciso que nos aborrezcamos de todo corazón . - Y con toda el alma . Al decir esto , volvió á estrechar con efusion el príncipe de Éboli la mano , del joven y saliendo del palacio , se dirigió á su morada lleno de satisfaccion , pues imaginaba que aun cuando él muriese , siempre dejaria al frente del partido que capitaneaba en la corte , un caudillo capaz de habérselas ventajosamente con el duque de Alba y con todas sus hechuras . Antonio le vio partir sonriéndose , y murmuró entro dientes : - ¡ Pobre viejo ! Se cree un sábio y me otorga su confianza , sin recelar que puedo venderle . ¡ Oh ! No haré tal por todos los tesoros de la tierra , mas tampoco conocerá el menor secreto mio , porque temo su locuacidad . Hecho este propósito , salió del salon y llamando á un page de la Reina que encontró al paso , le advirtió que cuando Su Alteza le requiriese , no le llevasen recado á su posada y sí al convento de San Francisco . á él se encaminó sin detenerse y sin hacer caso de las demostraciones de respeto que le prodigaban , al atravesar las calles , todos cuantos sabian que aquel modesto jóven era el favorito del rey . Cuando Antonio Perez-significó claramente á D . Ruy Gomez de Silva que no tenia secretos que guardar , no le habló como verdadero amigo : existia uno que atormentaba su alma sin dejarle momentos de reposo y ciertamente no debemos culparle por su falta de franqueza para con el encumbrado protector que le habia legado su padre , porque dejando á un lado la razon que ya conocemos , el secreto de aquel joven era de tal naturaleza , que el Príncipe debia ser tambien la única persona , á quien jamás hubiera osado confiarlo . El protegido del príncipe de Éboli amaba perdidamente á doña Ana de Mendoza , cuya belleza y donosura eran el embeleso de la corte , y su desasosiego crecia de punto , por cuanto ignoraba el resultado de las gestiones que habia puesto en juego , para conquistar el corazon de la mas rica dama de Castilla . Por lo mismo que Ruy Gomez le prodigaba todo su afecto , temía que su venganza estallase con mayor furia , si llegaba á descubrir lo que á él tanto importaba ocultar de su perspicacia , y esto le obligaba á valerse de prudentes precauciones , que no le comprometiesen ni burlasen sus esperanzas . Entre el príncipe de Éboli y su esposa mediaba la diferencia de treinta y cuatro años de edad , circunstancia favorable para las locas pretensiones de un joven , que solo contaba diez y siete . Otras habia así mismo que alentaban sus deseos . Don Diego Hurtado de Mendoza y doña Catalina de Silva habian entregado la mano de su hija , cuando todavia era esta niña , no á un esposo amante , sino a un pariente de gran valimiento en la brillante corte de Cárlos V , á un mentor del heredero de la corona . Semejante union no podia ser dichosa , porque D . Ruy Gornez hablaba de tratados y negociaciones , cuando doña Ana solo pretendia jugar á las muñecas . Esta oposicion de gustos ó inclinaciones habia de aumentarse , por precision , andando el tiempo , hasta convertirse en alojamiento y hastío . Bien es verdad que la princesa de Éboli no jugaba ya á las muñecas , pero en cambio sabia que era hermosa y de ilustre sangre , que por este lado nada tenia que agradecer á su esposo , que el príncipe podia pasar por viejo a , su lado , y que en la córte habia mas de un apuesto galán que suspiraba por ella . Era pues doña Ana coqueta y orgullosa , lo cual , y especialmente lo primero , exasperaba en alto , grado á D . Ruy Gomez , que tenia fama de marido celoso y de cumplido caballero . Era ya muy cerca del anochecer cuando Antonio Perez , embozado en su capa hasta los ojos , llegó al claustro del convenio de San Francisco . Un lego que se paseaba con las manos cruzadas sobre el pecho , aguardaba sin duda á nuestro jóven , porque al oir sus pisadas se detuvo , y despues de saludarlo humildemente le dijo : - Mi comision queda cumplida . - Perfectamente , hermano , le contestó Antonio Perez : ahora solo Dio falta saber qué semblante presenta el asunto . - Muy risueño , si he de juzgar por el de la doncella , repuso el lego . Tomó los diez escudos con muestras de muchísimo contento y me prometió maravillas . - Ya ; pero ¿ y la entrevista ? - Tambien ha dicho que acudirá á la cita que Vuestra Merced le ha señalado . - No quiero saber mas , hermano , pero reciba estos cuatro escudos , únicos que me quedan hoy del dinero que he metido en el bolsillo , y vaya á verme á mi posada para que le gratifique mas generosamente . - Me doy por bien pagado , señor Antonio Perez , y solo deseo que el príncipe D . Ruy Gomez de Silva no entienda que ando en estos tratos . - ¿ Qué tiene que ver el Príncipe con los amores de una doncella de su casa ? El lego guardó los escudos en la manga de su hábito , castañeteó con los dedos en el aire y murmuró , entrando al mismo tiempo en la iglesia : - ¡ Cómo que yo acabo de nacer , para figurarme que el señor Antonio Perez pica tan bajo ! El jóven no oyó ó fingió que no habia oido estas palabras y se retiró del claustro . Al entrar en su posada le dijeron que un escudero del príncipe de Éboli habia llevado una carta para él : estremecióse con esta nueva y cubrió todo su cuerpo un sudor frio , porque supuso que la doncella de doña Ana le habia hecho traicion , enterando á su amo de los ataques que estaba sufriendo la fortaleza de su honor : desvaneciéronse empero sus temores luego que , solo en su cuarto , abrió la carta de su protector , la cual estaba concebida de esta manera : « Señor Antonio Perez : Siempre que vuestro juizio os aconseje que mireys bien por vuestra seguridad , lo podreis hazer , encargando el recaudo della á la persona que entiendo nombraros , como la mas ressuelta y apropósito para negozios graves . Y la dicha persona es un cierto aragonés , que tiene por nombre Juan de Mesa , y es mozo avispado y de chapa , y él os espantará de buen grado al enemigo que os estorbe . Esto que al presente os escribo completa mi relacion desta tarde de la historia del hermitaño . Y nada mas se me offrece dezyros , porque ny yo debo hazerlo , ny vos soys como de entendimiento para dejar de comprenderme . Vuestro afectísimo , servidor y buen amigo El de Silva » ¡ Ira de Dios con el voceador ! esclamó el jóven , no bien hubo terminado la lectura de tan estraña misiva . ¿ Qué necesidad tenia yo de saber el nombre del asesino de Juan Vazquez ? ¿ Me hallo por ventura en el caso de deshacerme de alguno que me moleste ? Está visto que el Príncipe no es hombre , en quien yo puedo depositar mi confianza , si no quiero ver pregonados mis secretos por todas las trompetas de la fama . De nada me sirve hoy este papel , añadió doblándolo y acercándolo á la llama de la bugía que ardía sobre la mesa ; mas asaltóle otro pensamiento distinto , y separando la mano de la luz , murmuró sonriéndose : - ¡ Quién sabe si D . Ruy Gomez será mañana mi mas implacable enemigo ! Si tal llega á suceder , no me valdrá poco la conservacion de esta prueba . Guardémosla , que la Providencia no la ha puesto inútilmente en mis manos . Despues de tan maquiavélica reflexion , metió la carta del Príncipe entre sus papeles de familia y luego de haber cenado con regalo , se acostó pensando en doña Ana y en el brillante porvenir que le brindaba la fortuna . Las diez serian de la siguiente mañana , cuando una mujer como de veinte y siete años , de sonrosadas mejillas , pelinegra y de ademan resuelto , se dirigía hacia la orilla del Pisuerga . De vez en cuando detenia el paso para mirar hacia atrás , como recelosa de que alguno la siguiese , y al pasar junto á las pocas personas que encontraba , escurríase con ligereza , semejante á una ánguila , clavando la vista en el suelo y esquivando el rostro , á fin de no ser conocida . Despues de mil vueltas y revueltas , que daban á entender lo mucho que la importaba ocultar su paseo , llegó á la márgen del rio y allí hizo alto , porque observó que un hombre embozado , hasta entonces entretenido en contemplar los caprichosos giros de las cristalinas aguas , echó á andar hácia ella . Aquel hombre era sin duda el que buscaba , porque le esperó sin dar muestra alguna de temor , y aun manifestó cierta impaciencia porque , á su parecer , tardaba en reunirsele , impaciencia que se tradujo por un gesto significativo , y un movimiento de cabeza . El embozado , por su parte , no se hallaba menos interesado en recatarse de los curiosos que la casualidad podia conducir á aquel sitio , y caminaba despacio para acercarse á la mujer tapada , porque queria dar á su encuentro con ella las apariencias de un caso imprevisto . Reuniéronse por último los dos á la entrada de un bosquecillo inmediato al rio , y el embozado fué el primero que rompió el silencio , diciendo á su compañera : - Ya veo que no inintió el buen lego de San Francisco , y cuento por ganados los cuatro escudos que le dí . - Es decir que dais por perdidos los diez que ayer me enviasteis , replicó la tapada . - En prueba de lo contrario , aquí tienes otros diez , contestó aquel poniendo en manos de ésta la suma que decia . - Sois un enamorado generoso , si los hay . - Y tu una bribona que liarás cuanto yo quiera . - ¿ Quién lo duda ? Sabeis conquistar las voluntades de una manera ... - Tu fortuna corre de mi cuenta , si haces que doña Ana corresponda á mi amor . - ¿ Por qué he de engañaros encareciendo mis servicios ? Sabed que no es muy difícil lo que me pedís . - ¡ Ah ! ¡ Cómo así ! - Por lo pronto estad cierto de que mi señora tiene grandísimos deseos de trataros , porque el estafermo D . Ruy Gomez , ha hablado de vos y os ha puesto en los cuernos de la luna . - ¡ Qué hombre tan imbécil ! ¡ Y se cree un gran diplomático ! - ¿ Qué decís ? - Nada , nada ; prosigue . - Como habeis oído , doña Ana os recibiria en su casa con mil amores , pero no se atreve á solicitar del Príncipe vuestra entrada en ella , porque es celoso como un puerco-espin . - Buen remedio ; que salga doña Ana , avisándome de antemano , y podremos vernos en otra parte . - Es el caso que eso ... supone desde luego una cita amorosa . - No la supone , sino que lo es . - Mas primero conviene averiguar si ella os tiene aficion . - ¿ Pues no has asegurado ... ? - Que rabia por gozar el irresistible hechizo de vuestra conversacion . - ¿ Me adulas ? - ¡ Bah ! No por cierto . Y ... ya veis ; el desear oiros no es amaros . - ¿ Y qué debemos hacer para que me oiga ? - Estoy pensando en ello desde ayer , y no parece sino que vuestros últimos diez escudos han acabado de aguzar mi ingenio , porque he dado en el hito . - Eres una doncella de gran provecho para los amantes , y una calamidad desastrosa para los maridos . - ¿ Qué quereis ? Cuando son viejos y regañones ... Ademas , abrigo un alma compasiva , y no puedo ver , sin que se me parta el corazon , los malos ratos que pasa mi pobre señora . - ¡ Ah ! ¿ Conque el de Silva la hace sufrir ? - En primer lugar , haceos cargo de su figura ; un arcon sobre dos postes retorcidos , que tal es su cuerpo y tales son sus piernas : en segundo lugar , aquellos brazos , que mas bien pueden llamarse aspas de molino de viento : y luego su génio , y su interminable charlar del Rey y de la guerra , y sus alifafes , y sobre todo sus cincuenta años que cumplió por San Juan . ¿ Os parece que todas esas prendas reunidas son apropósito para cautivar á una niña de diez y seis abriles ? - Pero ¿ quién diablos te ha enseñado tanta filosofía ? - ¡ Oh ! He visto ya el mundo , aunque no soy tan vieja como el príncipe de Éboli mi señor , y he tenido un maestro que ni pintado . - Bien : otro día me contarás tu historia , que debe ser materia entretenida . Lo que ahora me interesa es saber lo que te propones intentar en favor mio . Decias que tu sutil ingenio ... - En efecto : si quereis tener entrada segura en casa de D . Ruy Gomez , pasad esta tarde por debajo de sus balcones , cuando el Príncipe y mi señora estén asomados para tomar el fresco , segun acostumbran todos los días . - ¿ Y qué mas ? - Eso es cuanto teneis que hacer ; el resto me toca á mí . - Basta ; cumplirá lo que me encargas . - Os advierto que en presencia de mi señor os hagais el santo , porque observará hasta el modo con que respirais : nada de requiebros á la Princesa , porque el bendito esposo tiene narices de perro perdiguero y huele los galanes á la distancia de dos leguas . - Seguiré en todo tus consejos , pues eres mujer que lo entiendes . Separémonos ahora para volver á la ciudad , y si alguna noticia tienes que comunicarme , ó si yo te necesito , ya conoces al lego Damian . - No os dejaré , señor Antonio Perez , ya que tan buena ocasion se me presenta , sin demandaros una gracia . - Dála por concedida , si está en mi mano . - Se trata de la colocacion de un pobre diablo ; honrado eso sí , por cuatro costados y soldado valiente de los tercios de Flandes : es primo hermano mio y hombre ya maduro , con la añadidura de cristiano viejo , como lo fueron sus padres en tierra de Aragon . Supuesto que gozais de tanto favor en la corte , segun he oido asegurar á D . Ruy Gomez de Silva , poco trabajo os costará sacar para ese desgraciado pariente alguna cosa . - Tus razones me recuerdan el pensamiento que tengo de establecer casa propia en la ciudad y que pronto necesitaré un mayordomo . Presénteseme ese veterano de las tropas imperiales , y cuidaré de su establecimiento . La doncella de la Princesa dió las gracias con remilgada coqueteria á su joven protegido , y reiterándole el encargo de que no faltase al paseo de la tarde por la calle en que vivia D . Ruy Gomez , se separó de él dirigiéndose á la ciudad con las mismas precauciones y rodeos , que habia puesto en juego para acudir á la cita . Antonio Perez dió algunas vueltas por el campo , hasta que imaginando que su deber lo llamaba á donde pudiese saber si habian llegado despachos del Rey para el Consejo , entró tambien en Valladolid y se encaminó al palacio del gobierno . Al entrar en el salon que ya conocen nuestros lectores , encontró al cardenal Espinosa , que acababa de salir de la cámara de la Reina y le preguntó por la salud de S . A .