Los siete infantes de Lara , leyenda histórica tradicional originalde D . Manuel Fernández y González Madrid : Imprenta á cargo de C . González , calle del Rubio , núm 14 . 1853 . HABÍA en Burgos casi al concluir el siglo décimo , un casaron de piedra , de ruda arquitectura bizantina , del cual no quedan ya ni cimientos , cosa que nada tiene de estraño , puesto que desde que sucedió la tremenda historia que vamos á relatar , han pasado no menos que ochocientos setenta y tres años , un mes y quince dias : como conocen , pues , nuestros lectores , el tiempo y los hombres han tenido espacio bastante , el uno para quebrantar y los otros para demoler , adicionar y trastrocar . Por lo tanto , el autor se ve en la imposibilidad de poner el dedo sobre el monumento , y decir á sus lectores : hé aquí donde empezaron los sucesos que os voy á referir . Pero afortunadamente el autor tiene una pluma , que como la varita cabalística de un mago , reconstruye ruinas , resucita muertos , y pone en comunicación y trato íntimo á personas que ha muchos siglos murieron , y de los cuales ni aun el polvo queda . Establecido este poder , vamos á dar á conocer la casa de que hemos hecho mención . Ya en el año 874 , época en que el caballero aleman Nuño Belquides fundó la ciudad de Búrgos , en unión con el juez de Castilla Diego Porcellos , padre de la hermosa Sullabella , mujer del dicho aleman Belquides , aquella casa era antiquísima , y tenia sobre sí bastantes indicios de haber sido construida por los godos en los primeros tiempos de su dominación en España : los árabes la habian mutilado en cierto modo , para imprimirla el gusto de su voluptuosa arquitectura , y en 980 , época de nuestra acción , aunque los restauradores del pueblo español la habian purificado en gran parto del contacto árabe , la quedaban resabios y señales tan marcadas , como su ancho y labrado alero de alerce , su esbelta galería superior , sustentada en delgadas columnas cilindricas de alabastro , y algún agímez de arcos festoneados y caladas celosías . Por lo demás , el tal casaron , denegrido ya por el tiempo , y sobre el que habian impreso su gusto tres pueblos y tres civilizaciones distintas , era lo mas sombrío que darse puede : su áspera fachada daba sobre uno de los puentes que hacen que la mitad de la ciudad de Búrgos se una con la otra mitad á despecho del Arlanzon que las separa , y al frente , á derecha y á izquierda , no tenia otros vecinos que casucas , la mayor parte de madera , y desembocaduras de estrechas y sombrías callejas . Quien no hubiera sabido que aquella casa , cuya ancha puerta , cubierta de mohoso hierro , con su enorme escuson en que campeaban cuatro barras rojas en campo de oro , con yelmo coronado al timbre y vuelto á la izquierda , como en señal de bastardía real , con sus ventanas ojivas , sus agimeces árabes y sus estrechas saeteras , era el alcázar viejo de los jueces de Castilla , y que en ella vivía la hermosa y noble doña Lambra , prima carnal del conde soberano Garci-Fernandez , como hija bastarda que era del rey Garci-Sanchez , hermano de doña Sancha , esposa del famoso Fernan-Gonzalez , padre del conde imperante : quien no hubiera sabido esto , repetimos , hubiera creido que la tal casa , según su aspecto y su color local , no podia ser otra cosa que la morada de duendes ó trasgos , ó cuando mas de algún rico y famoso nigromante . Tan cerrada se la veia de continuo y tan misteriosa . Pero si se daba la vuelta por una tortuosa y estrecha calleja , y deslizándose á lo largo de unos fuertes tapiales , se llegaba á un portalón , generalmente abierto , y en el cual se veia vagar una numerosa servidumbre de escuderos y hombres de armas ; si en el frontispicio gótico , que se veia á lo lejos de una calle de árboles , se alcanzaban á ver pages y doncellas que pasaban , entraban y salian ricamente vestidos ; si en el balcón se divisaba ya juntas ó cada una de por si , dos damas jóvenes y hermosas , y tras ellas algún enamorado caballero , desaparecia la idea de los espectros y de los hechizos , y se concebia que la parte principal se habia condenado por triste , y dádose la preferencia á la del huerto , que abierto á un gran espacio , era inundado directamente por una alegre luz de mediodía . Hemos sentado estos precedentes , porque debia ser recien venido á aquella casa un jóven caballero , que habiendo atravesado el puente que se tendia sobre el Arlanzon , ginete en un poderoso caballo negro , habia llegado á la puerta principal , y alzándose sobre los estribos para alcanzar al altísimo y mohoso aldabón , le habia dejado caer por tres veces con fuerza sobre la enorme cabeza de moro que le servia de apoyo . Esto sucedia á la caida de la tarde de un dia del mes de mayo del año 880 de J . C .. Es fama que los vecinos de las miserables casucas inmediatas asomaron las cabezas á sus buhardas , maravillados de un acontecimiento que hacia muchos años no tenia ejemplo . Para ellos era una novedad que se llamase á aquella puerta , lo que parecia significar que el recién llegado no habia entrado nunca en aquella casa . Los tres golpes resonaron dentro de una manera hueca y retumbante ; pero pasó algún tiempo , y nadie contestó : el ginete volvió á alzarse sobre los estribos , y á asentar otros tres golpes sobre la cabeza de moro . Sucedió por el momento el mismo silencio , pero poco despues se abrió levemente y sin ruido un agimez , y asomó por él una hechicera y rubia cabeza de mujer , ó por mejor decir , de niña . Al verla , el ginete palideció de emocion , y esclamó con acento apasionado : — ¡ Blanca ! ¡ Blanca mia ! ¿ Eres tú ... ? — Sí , yo soy , Gonzalo ; yo que te esperaba ... que dudaba de que vinieses , contestó alentando apenas la jóven . — ¡ No venir , y me llamabas tú ... ! eso era imposible ... Esta mañana recibí tu carta , y en el momento bajé yo mismo á las caballerizas , saqué por un postigo el caballo , y sin avisar á mi padre ni á mis hermanos , monté á caballo , y no he cesado de correr . Solo así pudiera haber recorrido por senderos , temiendo ser visto por alguno de nuestros vasallos , las nueve leguas que hay de Salas de Lara á Burgos . La jóven premio aquella fatiga con una dulcísima sonrisa y una ardiente mirada de sus magníficos ojos negros . — ¿ Pero qué peligro es ese que te amenaza , Blanca mia , dijo el ginete , y del cual me dices en tu carta que solo yo puedo salvarte ? — Lo que importaba , Gonzalo , era que vinieses , y has venido ... ya nada temo ; pero es prudente que evitemos que nos vean hablando ... ¡ Oh ! ¡ Dios mio ! entonces el mal no tendria remedio . — Pero ¿ qué sucede ? — Quieren casarme . — ¡ Casarte ! esclamó palideciendo el caballero . ¿ Y con quién ? — Con Alvar Sanchez . Hubo un momento de silencio , semejante al que causa una violenta é inesperada sorpresa . — ¡ Con Alvar Sanchez ! ¡ con el pariente de doña Lambra , tan infame como ella , y tan traidor como ella ... ! ¡ Oh ! eso no puede ser , es imposible ... imposible de todo punto , mientras corra en mis venas una sola gota de sangre de los Laras . Yo revelaré á mi padre ... — ¡ Oh ! No , Gonzalo , no ... es imposible ... — Imposible ... ¿ y por qué ? ... — Esta noche ... dijo con acento trémulo Blanca , cuando todos duerman , el mismo escudero que te ha llevado mi carta , entrará en tu aposento y te llevará á un lugar , en donde podamos hablar seguros . Entre tanto , adiós . — Un momento , Blanca , un momento ... — Doña Lambra puede sorprendernos , dijo la jóven ... y es necesario que nada sepa . Hasta la noche , Gonzalo mio . Adiós . Y cerró la ventana . Entonces el jóven que á pesar de la opinion de los vecinos , habia entrado muchas veces en aquella casa y sabia demasiado que por mas que llamase por aquella parte no le abrirían , espoleó á su caballo , tomó por una callejuela á su derecha , y llegando al portalón del huerto entró por él á tiempo que entraba otro caballero . Al verle Gonzalo , palideció y el hombre que tal impresión le causaba , le saludó con una fria sonrisa de superioridad . — ¿ Qué es esto ? dijo . ¿ Cómo es que tenemos la dicha de ver en Burgos al mas galan y afortunado de los infantes de Lara ? — La dicha es mía , primo Alvar Sanchez , contestó el jóven ; y , sin duda , para que asi no lo comprendiérais , os habéis olvidado de que llego á la casa de mi hermosa y noble pacienta doña Lambra . Mientras decían esto los dos nobles , algunos escuderos habian acudido solícitos á tenerles los caballos , habían echado pié á tierra y adelantaban por la calle de árboles hácia la entrada de la casa , mientras otro escudero corria desalado hácia ella . — Mirad , mirad , dijo Alvar Sanchez : vuestra venida pone aquí en movimiento á todo el mundo , lo que significa ... — Que los criados de doña Lambra conocen bien el respeto que se debe á los parientes de su señora , y mucho mas cuando ese pariente es un Lara . — Eso significa que los escuderos de doña Lambra están acostumbrados á escuchar continuamente vuestro nombre en unos hermosos labios . — ¡ Ah ! Pues mirad , ignoraba que era tan dichoso . — ¡ Que lo ignorábais ! .. pues yo hubiera creido que ... venis con demasiada frecuencia , Gonzalo . — Nunca se frecuenta demasiado la casa de una noble parienta . — Sobre todo cuando esa parienta es hermosa , noble , rica y nos ama . — Os juro por mi honor que no os comprendo . — ¡ Oh descuido de la inocencia ! esclamó con descortés sarcasmo Alvar Sanchez . ¿ Será cierto que no habéis reparado ? ... ¡ Vamos , es necesario tener lástima á mi prima ! ¡ Amar á un hombre que es tan ciego que no ve ... lo que han visto todos ... — ¿ Y qué han visto ? — Lo que yo creia que vos habíais visto también , por lo que me he permitido entrar en este asunto ... En fin , ya que he empezado , fuerza es concluir ; primo , doña Lambra esta locamente enamorada de vos . Alvar Sanchez posó una mirada insolentemente inquiridora en el jóven , que se detuvo en el momento en que ponia el pié en el primer escalón de la puerta de la casa . — Siempre os he tenido en muy poco , le dijo con el rostro pálido y las mejillas trémulas de cólera ; pero nunca hubiera creído que fuéseis tal , que os atreviéseis al recato de una dama que es mi parienta . — ¡ Oh ! ¡ oh ! ¿ qué quereis decir , niño ? esclamó ferozmente Alvar Sanchez . — No quiero decir , sino que digo que me avergüenzo del parentesco , que aunque lejano , tiene con vos la casa de Lara . — ¡ Por Cristo vivo ! ... esclamó Alvar Sanchez . — Teneos : mirad la casa en que estamos , y sobre todo el motivo de nuestro desconcierto . Tiempo tendremos sobrado . — ¡ Mañana ! — Sí , mañana . — ¿ Donde ? — Donde vos queráis . — Al salir el sol , en la fuente de los Almendros . — Sea . Y sin decir mas los dos enemigos subieron al par las anchas escaleras de mármol de la casa de doña Lambra . Nadie habia oido su reyerta , y cuando entraron en la gran cámara donde doña Lambra estaba acompañada de Blanca , nadie los hubiera creido enemigos . Doña Lambra Sanchez era una de esas mujeres que si se ven una vez , no se olvidan jamás : parecia que al crearla Dios habia destruido la forma en que la habia modelado , para que no pudiera producir otra mujer comparable á ella . Por mas que nosotros nos esforcemos en describirla , no conseguiremos mas que hacer formar á nuestros lectores una imperfecta idea de lo que era : ni un pintor tendria recursos bastantes en su talento y en sus colores para reproducir la diáfana y nacarada blancura de sus mejillas , lo puro de su frente , lo poderoso y fascinador de sus negros ojos , lo brillante de sus cabellos , lo mórbido de su cuello , la gentileza de su talle y la majestad de su bizarra apostura ; sus hombros , su seno , sus brazos , sus piés , que se veian á veces bajo la revuelta falda de su brial , eran admirables , y mas admirable aun el simétrico y dulce conjunto de estas partes , colocadas con una perfecta simetría : pero en aquella mirada ardiente y sensual se revelaba , en situaciones dadas , un fondo tal de perversidad y de dureza ; en aquella boca purpúrea , aparecia á veces una sonrisa tan glacial , y en aquellas mejillas tan puras , una palidez tan lívida , que habia momentos en que un escultor no hubiera podido encontrar un modelo mejor para representar al arcángel rebelde . En aquellos momentos parecia uno de esos vampiros sedientos de sangre humana , que se levantan de su tumba maldita , cuando al mediar la noche suena la hora de las apariciones y de los maleficios . Doña Lambra entonces justificaba su nombre [ 1 ] . Pero cuando su alma se sentia halagada por un placer cualquiera , cuando por su pensamiento pasaban ardientes ilusiones , entonces aquel semblante , aquellos ojos , aquella sonrisa , eran dulces , hechiceros , hasta hacer tomar á dona Lambra la apariencia de un angel . Al entrar Gonzalo de Lara , doña Lambra tenia ese dulce y fascinador aspecto de que hemos hablado ; se levantó del estrado en que estaba sentada junto á un grave y sombrío caballero y salió al encuentro del jóven . — ¡ Oh ! ¡ bien venido seáis ! le dijo : ¿ á qué debo el placer de veros en mi casa ? ¿ Qué es de mi buen tio el conde Gonzalo Gustios .. ? Venid , Gonzalo , venid , sentaos aquí , junto á vuestro tio Ruy Velazquez , que tendrá como yo un placer en veros ... Que os guarde Dios , primo Alvar Sanchez , añadió despues friamente , volviéndose al noble que tan duro choque acababa de tener con Gonzalo . El jóven contestó afablemente al apasionado saludo de doña Lambra , adelantó hácia el estrado y estrechó friamente la mano de un caballero , como de cuarenta años , que estaba sentado en él , y que se levantó ceremoniosamente á la llegada del jóven . Aquel hombro era Ruy Velazquez , señor de Bilaren , uno de los mas obstinados pretendientes de doña Lambra : su estado era rico , su alcurnia ilustre , y su parentesco poderoso , como hermano que era de doña Sancha Jimenez , esposa de Gonzalo Gustios y madre de los infantes de Lara . Sin embargo , la hermosísima doña Lambra jamás habia contestado á sus demandas matrimoniales sino con vagas esperanzas , disculpándose con lo verde de sus años , que no pasaban de veinte y cuatro , y dando por pretesto que queria vivir algunos años mas libre , antes de someterse al duro yugo del matrimonio . Ruy Velazquez sufria y se obstinaba , y lo que era peor , tenia celos , unos celos horribles , desesperados . El nombre de Gonzalo Gonzalez , el menor de los siete hijos del señor de Lara , estaba continuamente en la boca de doña Lambra , y pronunciado con una languidez tal , que no era posible dudar de que quien tanto repetia aquel nombre , tenia un constante recuerdo de amor para el hombre que le llevaba . Cuando delante de doña Lambra se elogiaba la gentileza , el valor ó la bizarría de alguno , la enamorada dama contestaba con calor : — cierto es cuanto se dice de ese caballero , pero no alcanza , ni con mucho , en gentileza , en valor y en bizarría á mi primo Gonzalo Gonzalez . A fuerza de oir estos elogios y de observar cuán profundo era el amor que doña Lambra sentia por el mas jóven de los infantes , se fué labrando un ódio sombrío é irreconciliable en el alma de Ruy Velazquez , no solo hacia Gonzalo , sino también hácia su madre , hacia Gonzalo Gustios , hácia todos los hermanos : el rencoroso hidalgo hubiera roto de buena gana la amistad con sus parientes , aunque lo eran tan próximos , á no ser porque este rompimiento hubiera roto también la amistad que le profesaba doña Lambra . El frágil lazo de una mujer era el que sostenia una buena inteligencia en las formas , entre el señor de Bilaren y el señor de Lara y su familia . Por estas razones el semblante de Ruy Velazquez estaba letalmente pálido , su mano se estremecia de una manera leve , y sus palabras eran ceremoniosas y secas al saludar al jóven que por su parte no era mas afectuoso con su tio , por una razón de antipatia instintiva . Ademas de las personas que hemos indicado estaban en la cámara de doña Lambra , habia otra , bella , dulce , semejante á una aparición de amores ; una jóven como de diez y seis años , con cabellos rubios , ojos negros , tímidos , pudorosos , apasionados , semblante blanco , levemente sonrosado , de formas purísimas , cuello esbelto y talle gentil ; vestia sencillamente de blanco y estaba sentada en almohadones á los piés de doña Lambra , con la mirada tenazmente fija en la alfombra desde que entró Gonzalo . Esta jóven era Blanca Nuñez , hija de una lejana parienta de doña Lambra , y huérfana desde la cuna . Parecía que de aquella hechicera criatura emanaba una atmósfera de pureza que la separaba de los objetos que la rodeaban y constituia un contraste enérgico con la exagerada y fuerte hermosura de doña Lambra . A mas de estos personages , que por decirlo asi , formaban el grupo principal del cuadro , replegado sobre sus rodillas , por la parte esterior de una de las puertas de la cámara , oculto por los tapices y mirando por debajo de ellos , sin ser visto de nadie , habia un esclavo negro , que el conde de Castilla Garci Fernandez habia cogido á los árabes y regalado á su parienta doña Lambra : este esclavo era fornido , hermoso , relativamente á su tipo , y sus grandes y espresivos ojos negros en que apenas se veia el blanco , estaban fijos con una espresion intensa en su señora : vestia enteramente de rojo , con un trage ajustado que dejaba descubiertos sus robustos hombros , sus brazos y sus piernas , desde la mitad del muslo : calzaba sandalias de cuero , sujetas con cintas de lana rojas , y en su ancho cinturón se veia sujeto un largo puñal : últimamente , como en señal de esclavitud , rodeaba su cuello una argolla de plata . La materia preciosa de la argolla , demostraba ademas que era el esclavo favorito , puesto que los otros la llevaban simplemente de cuero ó de hierro . El aspecto de las personas que estaban sentadas en el estrado y alrededor de él , hubiera interesado á primera vista á un observador : doña Lambra , que de una manera tan favorable , tan apasionada , habia recibido á Gonzalo , no era ya la mujer de rostro puro , angelical , radiante de alegria : por el contrario , su boca se habia contraido fuertemente , y sus ojos se habian concentrado en una espresion dura , profunda , terriblemente fija en Gonzalo , que no veia aquella mirada , porque estaba absorto en una no muy discreta contemplación de Blanca , cuyos ojos estaban tenazmente inclinados sobre la alfombra : del mismo modo que el jóven no reparaba en la observación de que era objeto por parte de doña Lambra , esta no habia notado la displicente mirada que Ruy Velazquez pasaba alternativamente de ella al mancebo . Alvar Sanchez era el único que todo lo miraba , que todo lo veia , y el que mas recatado y prudente se mostraba . Algunas veces Blanca , como arrastrada contra su voluntad por una poderosa corriente de fluido magnético , levantaba la vista y posaba una ardiente mirada en los ojos de Gonzalo , que destellaban un relámpago de pasión : entonces doña Lambra , empalidecia y temblaba , Blanca se ruborizaba y volvia á clavar su mirada en la alfombra , y Alvar Sanchez decia para sus adentros : — ¡ El rapaz es afortunado ! ¡ No son mas que dos , y las dos le aman ! Los infantes de Lara tienden el vuelo alentados por el prestigio que les da su fama , y se meten en la jurisdicción de otros : será necesario cortarles las alas . Pues fortuna os mando , mancebo . Doña Lambra os ama y se siente desatendida ; es orgullosa , irascible , y su orgullo os herirá , su ira os matará : sí escapais de doña Lambra , ahí queda mi buen amigo Ruy Velazquez , que es todo un lobo , y á quien hace sentir unos horribles celos la manera como os mira doña Lambra : Ruy Velazquez os hará pedazos , hermoso garzon ; esto en el caso de que yo no os tienda mañana de una buena estocada en la fuente de los Almendros ... y os tenderé , sí ; os tenderé ... los infantes de Lara tienen fama de diestros , fuertes y alentados ... pero no importa , paréceme que de esta vez el altivo Gonzalo Gustios verá reducidos á seis sus hijos . No sabemos á donde hubiera ido á parar el buen Alvar Sanchez con sus benévolos pensamientos , si no hubiera tomado la palabra Ruy Velazquez , que necesitaba decir algo para dar salida , aunque no fuese mas que con palabras rebozadas , á la cólera que ardia en su alma . — ¿ Con que decididamente os venia á la córte , mi noble pariente ? dijo , procurando dar á su voz la entonación mas cortés posible . — Por ahora , solo he venido por un deseo que hace algunos dias me punzaba . — ¡ Ah ! ¡ os punzaba un deseo ! ... — Sí , ciertamente , y un deseo muy natural : hacia mucho tiempo que no habia visto á mi hermosa prima doña Lambra . Blanca comprendió que en vez de Lambra debia entenderse Blanca ; comprendiólo del mismo modo Alvar Sanchez , y la dulce niña no pudo contener una leve sonrisa de felicidad , ni el feroz hidalgo , cierto movimiento brusco que hizo crugir el sillón de roble en que se sentaba . Habia pronunciado el jóven con una expresión tan intensa aquella galantería , que iba encaminada , aunque indirectamente á Blanca ; habia acompañado á ella para disimular , tal mirada á doña Lambra , que esta , que estaba perdidamente enamorada del jóven , sintió arder su sangre como un volcan , y se escapó de sus ojos una mirada de fuego , mas de lo que debia imprudente , y que hizo bajar los ojos á Gonzalo , y morderse violentamente los labios á Ruy Velazquez . — ¡ Oh ! ¡ Oh ! murmuró para sí Alvar Sanchez : el buen pollo de azor conoce perfectamente el volateo ... ¡ Diablo ! ... Está en caza de una paloma , y finge seguir el vuelo de una garza real . ¡ Oh ! ¡ oh ! El buen Gonzalo Gustios ha sabido proveer de un buen ayo á sus hijos , y paréceme que estos aprovechan bien las lecciones del viejo cortesano Nuño Salido . Fingen de una manera admirable . Ruy Velazquez interrumpió de nuevo los pensamientos de Alvar Sanchez , dirigiendo la palabra al jóven y haciendo un violento esfuerzo para dominar su conmocion . — En verdad , en verdad , dijo , que la hermosura de doña Lambra es motivo bastante , no digo para hacer en pocas horas el camino de aqui á Salas de Lara , sino para venir desde la fin del mundo . Doña Lambra ni aun se dignó contestar á esta galantería , que habia sido pronunciada por Ruy Velazquez con cierto sarcasmo , y dijo al jóven : — ¿ Y cómo dejais á vuestro noble padre , primo mio ? — Mi padre , señora , contestó cortesmente Gonzalo , descansa de los cuidados de la córte y de las fatigas de la guerra , desengañado , convencido ; hasta ahora solo ha probado amarguras . — ¡ Amarguras el vencedor de Almanzor ! dijo con ímpetu y casi con descortesía Ruy Velazquez . ¡ Amarguras un hombre que ha sido recibido en Búrgos mas de tres veces al doblar de las campanas de la catedral , al son de triunfo de trompas y atabales , al lado del conde soberano , que ha salido á recibirle á dos leguas de los muros como se hace con un salvador de la patria ! — La espada de mi padre , tio , esclamó con ímpetu Gonzalo , ha brillado siempre desnuda por Castilla , ya contra los leoneses , ya contra los navarros , ya contra los árabes , y nunca ha estado sino por momentos en la vaina , y aun asi , tinta en sangre enemiga hasta el pomo . — Sí , sí , ya sé que el conde Gonzalo Gustios es el primer caballero de Castilla , y me honro con el parentesco que he contraido con él por medio de mi hermana doña Sancha , su esposa : sé también cuanto mi noble cuñado se encuentra reproducido en sus siete valientes hijos , y me causa una alegria infinita poderme llamar su tio . Gonzalo se inclinó ceremoniosamente . — Por lo mismo , continuó Ruy Velazquez , no puede menos de estrañarme que un hombre , á quien ha favorecido la fortuna , dándole una nobleza que envidiarian muchos reyes , triunfos en la guerra , poder en el consejo , amor en su hogar , y por resultado de ese amor unos hijos tales corno los infantes de Lara , piense en destinarse al descanso , cuando aun no ha cumplido cuarenta y cinco años . — Esa misma fortuna ha procurado á mi noble padre envidiosos y enemigos : enemigos de baja estofa , de esos que no se vencen con la espada , porque acometen como las yerbas parásitas , minando el edificio que las sostiene con sus raices , mientras traidoramente le halagan con sus brazos ... lo mejor que se hace con esos enemigos , mi noble tio , es dejarles el campo para evitar una lucha rastrera , en que ningun hombre , que aliente en el corazon verdadera nobleza , puede entrar sin desdorarse . Por lo tanto , mi padre ha resuelto dejar su espada y su bandera á nuestro hermano mayor Diego . — Pues guardáos de esas yerbas , mancebo , pensó Alvar Sanchez , mientras Ruy Velazquez devoraba la cólera que le habia caucado la transparente contestación de Gonzalo . — En verdad , en verdad , dijo al fin conteniéndose , un padre que tiene tales hijos , bien puede descansar seguro de que no se amancillará la gloria de su nombre . Ahora bien , os dejo : ya cierra la noche , hermosa doña Lambra ; el conde Garci Fernandez me espera : los leoneses no andan muy tranquilos : preténdese imponer de nuevo feudo á Castilla , y será muy posible , añadió volviéndose á Gonzalo , que el noble y valiente Diego Gonzalez lleve muy pronto la vencedora bandera de los Laras á las fronteras leonesas . Entretanto , y como creo que vos , mi gallardo sobrino , no dejareis tan pronto el hospedage de doña Lambra , os suplico ... — Podéis mandarme , señor ... no he olvidado aun que sois hermano de mi madre . — Pues bien , dijo Ruy Velazquez con una sonrisa sesgada : os mando que mañana me acompañéis á comer ; os espero á la hora de tercia , en que acostumbro á hacer mi comida . ¿ Ireis ? — Iré , señor . — Adiós , pues , doña Lambra . Adiós , hermosa Blanca . Hasta mañana , Gonzalo . Dicho esto , salió ; y Alvar Sanchez , despidiéndose también , alcanzó á Ruy Velazquez en las escaleras . — Habeis convidado á comer á vuestro sobrino , le dijo . — Sí , pardiez , y si quereis ser de la partida ... — ¡ Diablo ! ¡ Las yerbas parásitas ! ¡ Diablo de mancebo ! La palabra yerba os ha inspirado sin duda la idea de convidarle á comer . — ¿ Qué quereis decir con eso ? — Nada digo , sino que están demasiado sobre sí los Laras para que no sea preciso cortarles los vuelos . Vos convidáis á comer á uno de ellos ... yo también estoy citado con él para dar un paseo mañana al amanecer hácia la fuente de los Avellanos . — Y vos ¿ por qué ? — ¿ Cómo por qué ? Gonzalo Gonzalez se ha puesto en mi camino . — No os entiendo . — Basta que yo me entienda . — Pues yo digo que no es en vuestro camino en el que se ha puesto , sino en el mio . — Vos , cuando se trata de mujeres , no veis mas de lo que teneis delante de las narices ; pero yo ... yo veo mucho mas . — Y vos , ¿ qué veis ? — Veo que las dos damas que hay en esta casa están enamoradas de ese garzón . — ¡ Cómo ! — Doña Lambra le ama . — ¿ Y él ? ... — El , ni siquiera repara en sus amores , porque ... — ¿ Por qué ? — Porque está enamorado de Blanca . — ¡ Ah ! — Ya veis , importa mucho que os acordéis de lo de las yerbas , si es que yo en mi paseo por la mañana , no logro ... — ¡ Silencio ! Hé aqui que llegan nuestros escuderos ; será bien que al salir tomemos cada cual por nuestra parte . — Decis bien ... no deben , al menos por esta noche , vernos juntos . — Hasta mañana ; voy á mandar disponer mi comida . — Hasta mañana ; voy á preparar mi paseo . Dicho esto , los dos amantes celosos montaron á caballo , salieron del huerto , por el portalon , entro los serviles saludos de pages y escuderos , y partieron en distintas direcciones . Ruy Velazquez no paró hasta llegar á una estrechísima calleja sin salida que terminaba en el muro de la ciudad , y en cuyo fondo se levantaba una desvencijada casa de madera , de dos altos . En aquella casa vivia un médico judío , astrólogo judiciario , de quien el vulgo contaba cosas espantosas , á pesar de lo cual , la justicia del conde Garci Fernandez no habia llamado una sola vez á su puerta . Esto acaso se esplicaba por la presencia en su casa de Ruy Velazquez , que , por hallarse retirado de los negocios el conde Gonzalo Gustios , privaba con el conde soberano . Alvar Sanchez por su parte , tomó el camino de una de las puertas de la ciudad , salió al campo , siguió la corriente del Arlanzon , se internó en un espeso bosque , y á la media legua de camino llegó á un ensanchamiento de él , donde á la luz de la luna se veia una choza levantada entre breñas . En aquella choza vivia un famoso capitan de bandidos . Era la inedia noche ; un profundísimo silencio envolvia la casa de doña Lambra : todo indicaba que sus habitantes estaban entregados al sueño . Sin embargo , en una magnifica cámara , alhajada con estraordinario lujo , sentada en un sillón blasonado , apoyados los codos en una mesa y la cabeza entre sus manos , habia una mujer destocada y destrenzada , profundamente pensativa y densamente pálida . Aquella mujer era doña Lambra . El estado de desórden en que se encontraban su trage y sus cabellos y lo revuelto de las ropas de un enorme y ostentoso lecho que se veia en el fondo de la cámara , demostraban que le habia sido imposible alcanzar el sueño y que se habia levantado impaciente . La espresion de dolor de su semblante , le hacia entonces dulce y maravillosamente hermoso : aquella mujer en la situación en que se encontraba , hubiera enloquecido al mas apartado de las influencias del amor : dos gruesas lágrimas surcaban sus megillas lentamente , y cuando habian caido sobre el rico tapete de brocado , otras dos las sustituian y se deslizaban de la misma manera lenta : aquel era el resultado de un dolor profundo , de una sed de amor insaciable que no se satisfacia , que ni aun era conocido , que habia domesticado aquella alma salvage , y que la hacia verter un llanto amargo , en cuyo fondo habia algo de esperanza . Y no era aquel uno de esos amores caprichosos cuya causa no se concibe , sino como se conciben las vulgaridades y las aberraciones del espíritu humano : era un amor que tenia por objeto un ser noble , simpático , hermoso ; un modelo de belleza en cuanto al físico , en cuanto á lo moral un modelo de caballeros : Gonzalo Gonzalez , el menor de los hijos de Gonzalo Gustios , reunia á una hermosura varonil , á un valor á toda prueba , á una generosidad sin tacha , un alma entusiasta , franca , noble , poética : aunque sus hermanos eran gallardos , alentados , nobles y generosos , ninguno como Gonzalo habia llegado á ser como el lote de amor ambicionado en general por las mas hermosas damas de la corte de Castilla : en las carreras era el mejor ginete , el primero que llegaba á la meta ; en las sortijas , su lanza la que mas cintas arrancaba ; en las cañas , el mas gentil y el mas diestro ; en las justas , el que hacia medir á mas caballeros la arena de la tela : si se trataba de ejercicios de fuerza , rompia una lanza blandiéndola en el aire , ó ponia una barra mas allá del mas forzudo , y aun llevaba ventaja á su hermano mayor Diego Gonzalez , que era uno de los caballeros mas estimados por su fuerza y por su destreza en Castilla : si se trataba de alancear toros , no habia valiente fiera del Jarama que le impusiera espanto , ni dejase de revolcarse en su sangre , sin haber logrado tocar con sus terribles astas la piel de su caballo . Y Gonzalo no tenia mas que diez y ocho años : su pura belleza no habia perdido aun ese delicioso y fresco matiz de la adolescencia , ni en su rostro se veia otra barba que un ligero , sedoso y negrísimo bigote : su cabellera se rizaba naturalmente en hermosos bucles , y sus anchos hombros , su noble estatura , su gallardo talle y la esbelta robustez de sus miembros , le constituían en un hermosísimo mancebo , que tenia todas las dotes necesarias para hacerse amar de una mujer . Discreto , candoroso , con la franca mirada de sus bellos ojos negros , rico por su patrimonio , nobilísimo por su linage , y famoso ya por sus pruebas de armas , nada tiene de estraño que fuese universalmente codiciado de las damas : este mismo éxito le hacia mas deseable : doña Lambra le habia visto pasar , en los saraos y en los festines del conde de Castilla , indiferente ante las mas preciadas hermosuras : le habia visto vencedor siempre , siempre noble , siempre acompañado de su caballeresca cortesanía : habia adivinado que aquella alma de niño no habia amado aun , y ella que tampoco habia amado , porque no habia encontrado un ser digno de sus altivos amores , empezó á interesarse por aquel mismo primo , ( á quien habia visto indiferente siendo niño cuando ya era ella mujer ) en el momento en que el niño se hizo hombre : al interés siguió el deseo , al deseo el empeño , al empeño el amor ; pero uno de esos amores que se arraigan profundamente en el alma , que la llenan toda , que son la perdición ó la salvación de una mujer , su destino , en fin : doña Lambra estuvo contenida en los límites precisos , mientras pudo dominar su amor ; pero desde el momento en que aquel amor dominó á su razon , empezaron las demostraciones hácia Gonzalo , mas transparentes de lo que convenia á su decoro , y en una palabra , ella fué la que se puso en conquista de una manera decidida . Gonzalo , tranquilo en su pureza de niño , no comprendió en las ardientes miradas de doña Lambra , en sus palabras apasionadas , en su conducta íntima , otra cosa que el amor de una parienta , y la correspondió con una sincera amistad . Doña Lambra sufrió aquella repulsa instintiva , y esperó : pero llegó un dia en que tuvo celos : Gonzalo que no habia reparado en la brillante hermosura de su prima , reparó en la cándida , tranquila y dulce belleza de Blanca Nuñez , y del mismo modo la pobre huérfana se inclinó hácia él , como la vid que tiende sus brazos para enlazarse al olmo . Emtrambos se comprendieron , entrambos se amaron mucho tiempo antes de decírselo , y cuando se lo confesaron , ya hacia mucho tiempo también que doña Lambra sabia que el corazon de Gonzalo no era virgen en amor . Blanca fué la víctima inmediata : empezaron los malos tratamientos , las humillaciones , las crueldades de parte de doña Lambra , y llegaron á un límite insufrible : no hay enemigo mas terrible , mas encarnizado , mas cruel , que una mujer que se siente celosa y desatendida : Blanca sufrió y lloró ; pero llegó un dia en que , en una de las solitarias entrevistas que les procuraba en el huerto de la casa de doña Lambra , un viejo escudero vendido al oro de Gonzalo , reveló á este todos los dolores que debia á su parienta : entonces no fué ya indiferente doña Lambra para Gonzalo ; sintió hácia ella una verdadera pasión : pero una pasión terrible , el ódio : esa funesta antitesis del amor : si Gonzalo no hubiera sido tan generoso , doña Lambra hubiera probado una venganza terrible : pero era mujer , y el noble mancebo no concibió ni aun siquiera la idea de vengarse : él ignoraba que una mujer es á veces un enemigo mas fuerte , mas formidable que el mas terrible de los hombres . La tiranía de doña Lambra solo le inspiró un pensamiento : el de salvar de ella á su adorada Blanca : pero esto no podia ser de otro modo que casándose con ella , lo que era muy difícil , atendida la diferencia gerárquica de los dos amantes , cosa que nunca hubiera encontrado allanada el orgullo de raza de Gonzalo Gustios . Blanca era parienta por parte de madre de doña Lambra , y si bien esta era harto ilustre , por haberla reconocido como hija bastarda el rey de Navarra don Garci Sanchez , esto no bastaba para ennoblecer á su madre , que , aunque demasiado hermosa para hacerse amar de un rey , no pasaba de ser una villana , hija de un arquero de su guarda : por lo tanto , Blanca , parienta de ella , era villana y muy villana . Esto dió ocasion á una nueva desdicha : Gonzalo Gonzalez sabia demasiado que su padre , aunque inflexible para un matrimonio por amor , cederia y consentiria en aquel casamiento , á trueque de no tener un nieto natural . Gonzalo , pues , abusó del amor de Blanca y de las solitarias entrevistas que le procuraba con ella su bolsa , siempre abierta , y la pobre niña , sin perder su candor ni su inocencia , se encontró en cinta á los diez y seis años . Fatal resultado de las preocupaciones gerárquicas que han dado lugar á tantas desdichas . Doña Lambra no habia podido apercibirse aun del estado de Blanca , y esto lo demostraba el enlace proyectado entre la jóven y su pariente Alvar Sanchez , que viniendo del mismo origen que Blanca , siendo hijo de un carpintero de Tudela y habiendo sido ennoblecido en Castilla , merced á los buenos oficios de doña Lambra , no encontraba obstáculo ninguno en casarse con una mujer que hablaba fuertemente á sus sentidos , y á quien , por otra parte , habia asignado un considerable dote su prima . Doña Lambra , pues , solo conocia el amor de entrambos jóvenes , y esto era bastante para tenerla en el estado de desolación en que la hemos presentado á nuestros lectores . Pasó algún tiempo sin que nada turbase la dolorosa abstracción de doña Lambra , hasta que se oyó un golpe recatado á la puerta de la cámara : aquel golpe se repitió una , dos y tres veces antes de que le escuchase la dama . Esta so levantó de una manera nerviosa , se envolvió en un ancho manto rojo , fué á la puerta y la abrió . Entonces entró el esclavo negro , que dijimos en el capítulo anterior estaba replegado tras una puerta fijando en doña Lambra una mirada avarienta á través de los tapices . — ¿ has visto algo , Jamrú ? le preguntó doña Lambra . — Sí , sí , noble señora ; dijo el esclavo temblando de emocion ante el aspecto incitante de la dama : como me mandaste , me puse en acecho junto á la puerta del cuarto donde se ha hospedado ese caballero . — Bien , bien , y ¿ qué has visto ? — Cuando la luna tocaba á lo mas alto del cielo , sentí pasos ... me oculté ... el viejo escudero Jimeno llegó á la puerta y llamó . — ¿ Le abrieron ? — Sí . — ¿ Y luego ? — Luego salieron á oscuras , y recatándose el hermoso caballero y Jimeno . — ¿ Los seguistes ? — Sí . — ¿ A dónde fué el infante ? — Al huerto . — ¿ Y allí ? — Fué hasta el olmo grande , se sentó en el asiento de césped , y Jimeno lo dejó solo . — ¡ Solo ! ... ¿ y no fué nadie ? — Sí , sí , mi noble señora ; poco despues llegó la niña Blanca . — ¿ Y están alli ? .. esclamó con la voz apenas inteligible doña Lambra . — Sí , sí señora ; allí están . Doña Lambra fué á la mesa , tomó de sobre ella una pesada bolsa y la arrojó á los piés del esclavo que la recogió suspirando . — Jamrú era en su tierra un gran guerrero , murmuró de una manera ininteligible : las doncellas de los labios de coral mendigaban una de sus miradas ... la dama cristiana desprecia á Jamrú y le trata como á un perro . Una ardiente lágrima surcó las negras mejillas del esclavo . — Escucha , Jamrú , le dijo doña Lambra ; vuelve á ocultarte en la galería y avísame cuando el infante vuelva á su aposento . El esclavo salió despues de haber lanzado á hurtadillas una tímida mirada á doña Lambra , que envuelta en su manto parecia una fantasma roja . Apenas salió el esclavo , doña Lambra recojió sus cabellos en una toquilla ; se puso una túnica oscura , y salió desalada , sin luz , sin mas guia que sus celos , de su aposento ; atravesó galerías , bajó escaleras y salió al huerto , y adelantó en paso lento y guardándose de la luz de la luna , entre las enramadas . De repente , al revolver de una senda , por entre las espesuras , vió á poca distancia de ella un grupo iluminado por la luna , al pié de un gigantesco olmo ; aquel grupo se componia de una mujer y de un hombre . La mujer era Blanca : el hombre Gonzalo Gonzalez . Ella le miraba con una rauda y purísima espresion de felicidad : él , arrojado á sus piés , estrechaba entre sus manos de una manera delirante , las pequeñas manos de Blanca . Doña Lambra se sintió desfallecer ; una nube sangrienta cruzó por sus ojos , su frente se cubrió de sudor frío ; la sangro se agolpó violentamente á su corazon ; vaciló , dobló las rodillas y cayó presa de un vértigo , lanzado un ronco gemido . Al fin hizo un poderoso esfuerzo , se levantó y fijó una mirada indescribible en los dos amantes : sus ojos tenían algo del fuego terrible que concebiríamos en los ojos de Satanás , sus dientes se entrechocaban , su cuerpo se avanzaba hácia los dos jóvenes como si hubiera querido devorarlos ; por un momento tuvo impulsos de lanzarse sobre ellos ... pero esto era confesarse conocedora de lo que según sus intentos , le convenia no dar á entender que conocía : luego quiso escuchar su conversación , pero no tuvo valor para oir palabras de amor á otra mujer en la boca de Gonzalo . Durante algún tiempo , doña Lambra permaneció inmóvil como una estatua ; despues se pasó la mano en un ademan desesperado , por la frente calenturienta , como si hubiera querido arrancarse de ella los pensamientos que la acosaban , y luego se apartó con un violento esfuerzo de aquel lugar y huyó hácia la casa esclamando : — ¡ Yo me vengaré ! Pero á medida que se alejaba , parecia que recobraba su razón y su indomable voluntad se sobreponia á las circunstancias ; cuando llegó á su dormitorio , su frente retrataba una calma glacial y sus ojos un decidido pensamiento : de repente aquellos ojos se iluminaron con una espresion ardiente é impura , se miró en su gigantesco espejo de plata , sonrió á su magnifica hermosura y esclamó : — Aun me queda una esperanza ... triunfaré ... sí triunfaré . Y siguiendo los consejos de su pensamiento , fue á un enorme arcon de cedro , le abrió ; sacó de él un cofrecillo de sándalo , que puso sobre la mesa , y despues esplendentes vestiduras , sobre las cuales vertió esquisitas esencias ; luego se desnudó y empezó á vestirse de nuevo ; entretejió sus larguísimas trenzas negras con perlas , se ciñó sobre el desnudo y terso cuello un collar de diamantes , se puso sobre las dobles túnicas de lino y seda una magnífica túnica de brocado escarlata , de exajerado descote ; rodeó sus deliciosos brazos con ajorcas de oro , y su reducida y cimbradora cintura con un joyel de rubíes ; fué á uno de los búcaros que perfumaban la cámara con sus flores y adornó con ellas su seno y sus cabellos ; cuando estuvo enteramente prendida , operacion que habia ejecutado con una precipitacion febril y que á pesar de esto habia dado un magnífico resultado , fué de nuevo al espejo y se contempló en él : — Aun me falta algo , se dijo : si , es necesario que esta sombría espresion de disgusto , de cólera , que afea mi semblante , desaparezca ; que estas lágrimas se sequen : no , aun todavía no es esto : aun es violenta mi sonrisa ... ¡ oh ! ¡ así , así ! ¡ como si fuera muy feliz , como si no tuviera celos ! .. ¡ celos ! ¡ celos yo ! ¿ Y de qué ? ¿ no soy la mujer mas hermosa de Castilla ? ... parece que cada dia que pasa presta nuevo brillo á mi tez , que mis encantos crecen ... sí , sí , la vanidad no me engaña , soy muy hermosa . Y doña Lambra , en efecto , estaba deslumbrante : sus ojos , enlanguidecidos por la fiebre , resplandecían con un fuego opaco , apasionado , intenso : su seno , levantado por la sobrescitacion de su aliento , producia una blancura deslumbradora , en contraposición del fuerte color escarlata de la túnica , y una morbidez encantadora , oprimida por su descote ; sus brazos , saliendo de entre una nube de blanca seda , parecían modelados por el genio de la escultura griega , y sus húmedos lábios , la sonrisa que vagaba en ellos , hacian irresistible á aquella mujer . — Sí , sí , triunfaré , dijo , solo con quererlo ... Gonzalo me amará en el momento que yo le diga que le amo : su orgullo se verá satisfecho ... ¡ que ama á esa muchacha ! ... y bien , amor de niño ... yo soy mas hermosa que ella , y tan pura como ella : por mi amor suspirarán los mas nobles caballeros de la córte , y si quisiera , el mismo Garci-Fernandez , el conde soberano de Castilla , caeria á mis píes temblando de amor : pero mi ambición es Gonzalo , y Gonzalo será mio , Gonzalo me amará ... Su padre Gonzalo Gustios consentirá loco de alegría en esta unión ; y yo no sé por qué he sufrido tanto : ¿ sabia acaso Gonzalo , que yo lo amaba ? ... él es demasiado inocente , demasiado puro para haber comprendido mis palabras , mis miradas ... ¡ Oh ! yo abriré su alma al amor , le envolveré en deleites , le enloqueceré . ¡ Oh ! ¡ Gonzalo ! ¡ Gonzalo ! ¡ alma de mi alma ! Amame si no quieres que mi alma se pierda ... porque ... si arrastro delante de tí mi pudor y mi orgullo , lo que sucederá despues ... ¡ oh ! lo que sucederá despues , será terrible . Apenas habia acabado de pronunciar doña Lambra estas palabras , y de dar un último toque á su peinado , cuando resonó un golpe á la puerta . Doña Lambra fué á ella y la abrió : era el esclavo Jamrú , que al ver á su señora lanzó un gemido , permaneció un momento inmóvil y luego cayó de rodillas . Doña Lambra se inclinó sobre él , le asió una mano y observó profundamente la vaga mirada que el africano posaba en su semblante . — ¡ Oh ! murmuró para si doña Lambra , tú también me amas , y el amor ha podido en tí mas que el temor : pues bien , yo te juro que , en último caso , tú serás mi puñal . Y soltando con desprecio su brazo , añadió en voz alta con indecible altivez : — Levántate , esclavo . Jamrú se levantó trémulo y aterrado . — ¿ Ha entrado ya en su aposento el infante ? — Sí , poderosa señora , balbuceó el negro . — Vete , le dijo doña Lambra con imperio , y espérame . Jamrú salió . Entonces doña Lambra , fué á la mesa , abrió un cajon , tomó de el una llave , salió de sus aposentos , recorrió una larga galería , y al fin de ella se detuvo junto á una puerta , puso la llave en la cerradura y abrió . Aquella puerta era la del aposento donde se habia hospedado á Gonzalo Gonzalez . La puerta volvió á cerrarse , y la galería quedó solitaria y oscura . Paseábase Gonzalo Gonzalez en el aposento que se le habia destinado en la casa de doña Lambra , preocupado y abstraido en sus pensamientos de amor . Tenia ante sí hechicera , hermosa , enamorada , pura , á su adorada Blanca , la mirada dulcemente fija en él , estrechándole con una apasionada convulsión las manos , y poniéndose bajo su amparo , como un momento antes al pié del olmo grande del huerto . Gonzalo la repetía , como entonces , el juramento de amarla siempre , de salvarla , de hacerla su esposa á despecho de su padre y del mundo entero , aunque por ello fuese arrojado del hogar paterno , desheredado , reducido á poner su lanza á sueldo ó á mendigar con un laúd para atender á la subsistencia de Blanca . Blanca era para él la existencia , la luz , la felicidad : con Blanca aceptaba el trabajo , las eventualidades de la pobreza : sin Blanca nada queria : hubiera desdeñado por ella á la mas hermosa infanta aunque le hubiera traído por dote el reino mas poderoso del mundo . Gonzalo se habia resuelto y contaba por suya á Blanca : su impetuoso corazon no encontraba obstáculos , ó tenia por seguro el vencer los que se habian puesto á su paso : por lo mismo esperaba con ánsia á que amaneciese , para correr al punto de su cita con Alvar Sanchez , tenderle á sus piés , y sacar en seguida á Blanca de la tiránica tutela de doña Lambra , para lo cual los dos jóvenes se habian ya concertado . Gonzalo lo encontraba todo esto llano y hacedero : en el número de los obstáculos que se oponían al logro de sus amores , no contaba el amor de doña Lambra : ni aun se acordaba de ella . Pero cuando mas entregado estaba al dulce vuelo de su imaginación , sintió que una llave abria la puerta de su aposento , y despues vió adelantar una sombra , primero informe , despues deslumbrante por las joyas que cubrían sus ropas ; aquella forma adelantó en paso trémulo , indeciso y vacilante , se detuvo á algunos pasos de Gonzalo , y dejó ver una mujer magníficamente prendida , cubierta la frente con las dobles plegaduras de un velo de seda y plata : inmóvil ante el jóven y temblorosa . — ¿ Quién sois ? ¿ qué queréis ? dijo Gonzalo maravillado de aquella aventura . La dama echó atrás tímidamente su velo y dejó ver al jóven su semblante cubierto de rubor , cuya mirada se posaba tenazmente en el pavimento . — ¡ Doña Lambra ! esclamó el jóven haciéndose atrás . — ¡ Tu esposa ! esclamó doña Lambra , levantando la mirada y lanzándola sobre el atónito semblante de Gonzalo , con la fuerza y la brillantez de un relámpago . El jóven se estremeció : aquellas dos palabras ¡ tu esposa ! habian sido pronunciadas con un acento tal , tan profundo , tan dulce , tan anhelante , tan apasionado , y al mismo tiempo tan tímido , que ellas solas equivalían á la mas ardiente declaración de amor . Y luego aquella mirada habia mostrado á Gonzalo , tales secretos de voluptuosidad , de amor , de sentimiento , de deseo ; habia brillado de una manera tan intensa , tan poderosa y tan rápida , que el jóven se sintió vacilar , como un campeón que recibe en el combate un inesperado golpe , y se descompone por un momento y vacila en los arzones . Doña Lambra sonrió de una manera dulcísima y adelantó hácia Gonzalo que se habia apoyado maquinalmente en una mesa , con la que habia tropezado al retroceder . — ¡ Tu esposa , si ! dijo doña Lambra , asiéndole una mano que el jóven en su aturdimiento no pensó en retirar , y estrechándola con pasión entre las suyas ... ¡ Oh ! ¡ y no habías comprendido mi amor , Gonzalo ! .. ¿ no es verdad que no le habías comprendido ? — ¡ Señora ! balbuceó Gonzalo , asustado por la libertad de las palabras y de la conducta de su prima . — ¡ Oh ! en verdad que ha sido necesario que yo te ame mucho para atreverme ... ¡ Oh , si ! esclamó con arranque doña Lambra ... ¡ por ti todo : el honor , la vida ... la eternidad ! ... Mírame , Gonzalo , mírame : ¿ no es verdad que nunca has visto una mujer tan hermosa como yo ? ¿ no es verdad ? . , pero tú eres mas hermoso ... si ... y yo , yo te amo con toda mi alma y he venido á decírtelo desesperada ... loca . — ¡ Apartad , señora ! ¡ apartad ! esclamó Gonzalo rehaciéndose y como quien despierta de un sueño . ¿ Qué hacéis aquí ? ¿ Cómo una parienta mia se ha atrevido á venir en alta hora al aposento de un hombre ? Esto es imposible , no ... yo debo estar soñando : vos no sois doña Lambra Sanchez ... yo no os conozco . Doña Lambra lanzó un gemido , soltó la mano de Gonzalo , retrocedió á su vez , se apagó la ardiente mirada de felicidad que antes brillaba en sus ojos , se borró de su boca la dulcísima sonrisa de amor que la habia embellecido , y una palidez mortal sustituyó al encendido color de sus megillas ; al ángel habia sucedido el demonio . — ¡ Que no me conoces ! esclamó con voz ronca , ¡ que me desdeñas ! .. ¡ Oh ! habla terminantemente , Gonzalo ... dime : — os habéis engañado , habéis sido una imbécil en amarme , una miserable , una mujer liviana en decírmelo ... ¡ Oh ! concluye , por Dios , concluye ; porque tu silencio me mata . Gonzalo se sobrepuso á la situación , dulcificó su semblante , y acercando un sillón á doña Lambra , la dijo : — Sentaos , prima mia , sentaos . Doña Lambra dulcificó también su semblante , porque en el acento dulce con que el jóven habia pronunciado sus últimas palabras habia entrevisto una esperanza , y se sentó . Gonzalo fué á la puerta , la cerró , puso sobre la llave su gorra para evitar que por un acaso fuese vista doña Lambra por la cerradura , y acercando un escabel al sillón de su prima , se sentó á sus piés . — Prima , la dijo : ante todo es necesario que me confeseis que la situación en que nos encontramos ... — Es estraña ... bien lo sé ... esclamó con acento tembloroso doña Lambra ; pero el estado en que se encuentra mi corazon , es horrible ... horroroso ... hace mucho tiempo ... — ¿ Y no teníais otro camino , señora ? dijo Gonzalo . Si por acaso os han visto entrar ... si os viesen salir ... ¿ No teníais siempre á mi padre ? — ¡ Tu padre ! ¡ decir yo á tu padre : — amo á vuestro hijo , á vuestro hijo que no repara en mi amor , á vuestro hijo que está ciego ! ¡ Mandadlo que me ame ! — No , Gonzalo , no : una mujer que es altiva , noble , que se aprecia en lo que vale , jamás dice ciertas cosas sino al hombre que la enamora ... y para ello es necesario llegar al estado en que yo me encuentro ... al estado que solo sabrán Dios y yo ... Hace mucho tiempo , primo mio , que te amo ... hace mucho tiempo que me pongo á tu paso , que procuro aumentar con galas mi hermosura , que fijo mi mirada clara , elocuente en tus ojos , y tú has pasado indiferente siempre , sin recompensar tanto amor , sino con un frio y cortés trato de deudo , de amigo ... ¡ Oh ! esto basta para hacer enloquecer á quien ama como yo ... á quien como yo se vé cercada de adoradores ... de enamorados á quienes odio , porque me obligan á escuchar palabras que solo quisiera oir en tu boca ... esto basta , no digo para hacer posible el venirle á buscar con la soledad de la noche y decirte : yo muero , yo sufro una agonía lenta , horrible ... no puedo sufrir ya mas ... piensa de mí lo que quieras , pero sálvame , ámame ... porque tu amor es mi vida ... Doña Lambra se detuvo aterrada por el esceso á que la habian llevado sus celos y su empeño , y Gonzalo , dominado , aturdido guardó un silencio de confusion . — ¡ Oh ! ¡ estoy loca ... loca ! . , esclamo desesperada por aquel silencio doña Lambra . Soy una miserable que arrastro mi honra á los piés de un hombre para que la pise ... pero yo me vengaré ... ¡ oh , sí ! .. necesito amor ó sangre ... ¡ esto es horrible ... horrible ! .. Y se levantó y se encaminó á la puerta : Gonzalo permaneció inmóvil en su asiento . Doña Lambra se detuvo y volvió con cólera . — ¡ Y me dejais partir asi ! ¡ Ni aun se os ocurre una escusa , Gonzalo ! Esto quiere decir , no solo que os soy indiferente , no solo que me despreciáis , sino que me aborrecéis . — Dios no nos ha destinado el uno para el otro , señora ; dijo Gonzalo pronunciando con gran trabajo sus palabras . No os irritéis ... debéis agradecerme el que viéndoos en la estraña situación en que os veo ... no me aproveche de esa locura que domina vuestra razón . La mirada de doña Lambra centelleaba fija , de una manera tenaz y amenazadora en Gonzalo . — Sois tan poderosamente hermosa , señora , la dijo el jóven : vuestras palabras anuncian de una manera tan dulce y tan tentadora , que otro hombre ... otro hombre abusaria de ese estado de embriaguez y de delirio en que os encontráis . Pero yo soy hijo de Gustios Lara ... soy noble y leal y no puedo engañaros : vuestra belleza ha conmovido mi alma , la ha hecho arder . — ¡ Gonzalo ! esclamó doña Lambra en cuyo semblante apareció una espresion de ansiedad . — Pero la ha hecho arder con un fuego impuro : mi amor para vos no hubiera sido amor , sino un torbellino que os hubiese arrebatado consigo , que os hubiera arrojado lejos de sí mancillada , y se hubiera alejado de vos ... He conocido esto , y me he dominado ; he pasado junto á vos indiferente , os he respetado ... ¿ Podéis pedirme mas , señora ? — ¡ He llegado tarde ! dijo profundamente doña Lambra . — Nunca , señora , hubiera pensado en ser vuestro esposo . — ¡ Nunca ! — Nunca , no : vuestras pasiones me espantan . — ¡ Oh ! no me comprendes , Gonzalo , Gonzalo mio ... Acaso has visto en mí , el mal brotando de mi mirada , la sangre , el esterminio ... ¡ Gonzalo ! ¡ Gonzalo ! yo no era asi ... ¡ no ! pero desde el dia en que me vi desatendida por tí , tuvo celos ... creí que solamente el amor de una mujer ... — No he amado todavía , señora , dijo Gonzalo , procurando evitar con esta mentira , el peligro de que doña Larnbra sospechase sus amores con Blanca . — No importa que no hayas amado : basta con que otra mujer te haya inspirado un afecto cualquiera , uno de esos afectos que no son sino un torbellino que llega , arrastra , destroza y arroja despues á la presa que ha arrebatado ... bastaba con esto ... porque esa misma desgracia me causa envidia . ¡ Oh ! ¿ Qué me importan todos los tormentos del mundo y del infierno , si en medio de ellos puedo recordar una palabra de amor ? Doña Lambra se detuvo . — Y los celos , Gonzalo , los celos despertaron en mi alma un sentimiento terrible ; el sentimiento de la venganza ... pero de una venganza como no la han pensado los hombres : y este pensamiento , eternamente fijo en mi alma , ennegreciéndola continuamente , la cambió , la hizo brotar á mis ojos representando esas pasiones que te espantan , Gonzalo : pero si tú me amaras , si mis celos desaparecieran ... si yo supiera que era la única mujer por quien tu corazon latia ... ¡ oh ! entonces yo seria un angel sobre la tierra y te deberia mi felicidad y mi salvación . — Pues bien , señora , dijo Gonzalo : eso es imposible , porque es imposible que yo os engañe . — ¿ Es decir que desprecias mi amor ? — No os desprecio , señora ... pero ... respetad los motivos que me obligan á no aceptar un enlace que llenaria los deseos de mi padre , y ... que en otras circunstancias me haria ... muy feliz . — ¡ Tu padre ! . , sí ... tu padre se llenaria de placer ... los nobles de Castilla te mirarian con envidia ... y tú , loco mancebo , desprecias lo que tu padre miraria como un favor del cielo , lo que otros mirarian como una felicidad , tratándose de ellos ... ¿ Me desprecias ... ? Pues bien . ¡ Acuérdate , Gonzalo , acuérdate ! Un mar de lágrimas se agolpó á los ojos de doña Lambra ; quiso contenerlas por orgullo ; pero esta misma resistencia las hizo brotar con mas fuerza : se arrojó desesperada á la puerta ; pero arrastrada aun por su empeño , por sus pasiones , volvió . — Sangre y desdichas inmensas van á brotar de tu desden , Gonzalo , dijo mirándole con ojos suplicantes ... y te amo tanto , que mi venganza me aterra ... porque me vengaré , y mi venganza causará horror ... ¡ Oh ! ¡ no , no , Gonzalo mio ! añadió como cerrando los ojos al terrible cuadro que le hacia ver en el porvenir su venganza ... ¡ Tú muerto ! ... ¡ tú ensangrentado ! ... ¡ tu hermosa cabeza lívida ! ... ¡ Oh ! no , no ... ámame ... engáñame ... pero sé mi esposo ... sálvame y sálvate ... porque te mataré ... si ... te mataré ... y tu muerte llenará de hiel mi alma ... ¡ Oh ! ¡ por compasion , Gonzalo ! ¿ No te he dicho que tengo celos ? — ¡ Es imposible ! repitió con una calma glacial el jóven . — Pues bien ... mira , tú me has dicho que mi hermosura te conmueve ... que te parezco muy hermosa ... pero que me abandonarías ... pues bien ... mira , yo te amo tanto , que soy capaz de sacrificártelo todo ... seré tu esclava , tu manceba ... y luego , cuando yo te enoje ... dímelo ... dímelo sin temor ... moriré , y te dejaré libre ... ¡ Gonzalo ! ¡ Gonzalo ! tu amor es mi infierno ... pues bien , yo lo acepto ; pero engáñame ... engáñame , y mátame despues . — ¡ Vergüenza ! ¡ Infamia ! esclamó el jóven : habéis contraído en hora maldita un empeño que no comprendo , y os obstináis hasta el punto de proponerme una bajeza ... Estáis en vuestra casa , señora , y no sois vos la que debeis salir ... pero saldré yo ... yo , que no puedo tolerar que os arrastreis de ese modo ... yo , que procuraré olvidar lo que ha sucedido aquí . Y tomando su manto , fué á la puerta ; y quitando la gorra de la llave , puso la mano en ella para abrir . Doña Lambra le asió convulsivamente por el manto . — Me has despreciado como esposa , me has despreciado como manceba ... y yo ... ¿ yo he podido llegar hasta este punto ? ¡ Bien ! ¿ Qué importa ? Has querido que sea un demonio ... lo seré ... y estremécete ... tus padres , tus hermanos , tú ... tu raza entera ... y ella ... ella ... la mujer que te ama ... — Esa mujer ... — Yo sabré su nombre , esclamó doña Lambra , como si en efecto no conociese á la amante de Gonzalo . Yo la buscaré ... la encontraré ... y la haré pedazos . ¡ Oh ! tú , los tuyos , todos ... necesito inundar en sangre mi afrenta , mi rabia ... y la inundaré . — Hasta ahora , señora , esclamó Gonzalo irritado con aquella amenaza , solo os habia dicho que nuestra unión era imposible por razones vulgares ... pero ahora es preciso que conozcáis esa razón ... Hace mucho tiempo que os aborrezco , y que aborreciéndoos os desprecio , y á no ser como sois mujer , mi ódio me hubiera obligado á esterminaros . — ¿ Con que me odias , me desprecias ? esclamó con una feroz alegría doña Lambra . Pues bien , al fin te inspiro algún afecto ... esto ya os algo ... pero no me desprecies , Gonzalo , porque soy un enemigo terrible . Acuérdate de mi , acuérdate , y adios . Y revolviendo violentamente la llave en la cerradura , abrió y salió . Su paso precipitado , violento , en que se revelaba el estado de su alma , se perdió muy pronto á lo largo de las galerías . Gonzalo quedó petrificado , atónito , como aquel que acaba de ser presa de una horrible pesadilla ; pero no podia dudar de ello : aun zumbaba en su oido la irritada voz de doña Lambra , aun quemaba sus ojos su mirada impura y chispeante , tentadora á veces , á veces amenazadora . Empezaba entonces á amanecer . Gonzalo se pasó la mano por la frente como pretendiendo arrancarse de ella la impresión que le habia causado doña Lambra , y luego dijo como quien despierta de un sueño : — Es necesario librar á Blanca de la cólera de ese demonio . ¡ Oh , sí ella supiera ! .. ¡ me causa miedo esa mujer ! . , pero afortunadamente nada sabe ... y tengo tiempo ... Vamos , ya es de dia ; pronto saldrá el sol , y el honor me llama á la fuente de los Avellanos . Concluyamos con Alvar Sanchez ... y despues ... Jimeno es leal ... ella saldrá con un pretesto , acompañada del escudero , al medio día , y yo esperaré con los caballos en el prado del Rey ... Ella partirá ... y luego , para disimular , iré á comer á casa de mi tío Ruy Velazquez . Y sonriendo á su triunfo , que contaba por seguro , salió , bajó á las caballerizas , mandó enjaezar su caballo , y salió de la casa : si al salir hubiera mirado á ella , hubiera visto en uno de sus agimeces el rostro pálido de doña Lambra , que le miraba alejarse con una espresion fatal . Apenas se habia cerrado el portalon y perdídose en el silencio el sonoro ruido de la carrera del caballo del jóven , doña Lambra se arrancó con un violento esfuerzo del agimez . Detras de ella , inmóvil y silencioso , estaba el esclavo Jamrú . — Sígueme , le dijo . El esclavo la siguió . — ¿ Están preparadas la litera y los hombres de armas ? — Si señora , dijo el negro . — Pues bien , Jamrú , entra , y haz lo que te he prevenido . Doña Lambra señaló al esclavo la puerta de una habitación , junto á la que se habían detenido . El esclavo entró . Poco despues se escuchó un agudo grito de mujer , al que sucedió un profundo silencio . En seguida se oyeron pasos precipitados , y apareció de nuevo el negro , trayendo entre los brazos un cuerpo humano abandonado á si mismo , y envuelto en el manto rojo de Jamrú . Doña Lambra marchó apresuradamente la galería adelante , seguida del esclavo con su carga , bajó unas estrechas escaleras , y se detuvo antes de llegar á una pequeña puerta , á través de la cual se veia un patinillo lóbrego y en él una litera , sostenida por dos mulas . Allí se detuvo doña Lambra . — ¿ Has hecho de modo , dijo al esclavo , que los hombres de armas no sepan lo que se encierra en la litera ? — Si señora : están al otro lado de esa puerta , contestó Jamrú , señalando una situada al fondo del patio . — Bien : acaba . Jamrú fué á la litera , la abrió con llave , metió dentro el bulto que llevaba envuelto en su manto , cerró , guardó la llave en su bolsa , y se volvió á doña Lambra . — Toma , le dijo esta , sacando un frasco de plata de su limosnera . — ¿ Y qué es esto , poderosa señora ? — Cuando hayas dejado la litera en un lugar donde nadie pueda encontrarla , te vuelves . — Muy bien , señora . — Entonces , en la primera venta que encuentres , haz beber á los hombres de armas vino , al que pondrás con disimulo lo que se encierra aquí . — ¡ Señora ! ¡ noble señora ! esclamó aterrado el negro . Una ardiente mirada de doña Lambra , en que se espresaban mil impuras promesas , dominó al esclavo , que guardó temblando el pomo en su bolsa . — Despues vuelves al sitio donde hayas dejado la litera , y haces de modo que nadie sepa , ni pueda saber jamás lo que haya sido de ella . — Muy bien , señora , contestó el esclavo temblando de una manera mas visible . — Vete , le dijo dona Lambra . Y cerró la puerta por donde habia salido el negro , quedándose en observación tras sus rendijas . El esclavo fué á la puerta situada al fondo del patio , la abrió , y poco despues entraron dos jayanes á pié y armados de todas armas , que montaron en las mulas que conducian la litera . Esta se puso en marcha , cerróse la puerta ; poco antes víó doña Lambra que seguian como escolta á la litera otros cuatro hombres de armas . Doña Lambra subió precipitadamente las escaleras y se asomó á una ventana situada sobre una tristísima calleja , por donde se alejaban la litera y los soldados . Ninguno de ellos llevaba señal alguna que revelase de quien eran vasallos , y Jamrú iba envuelto en su ropon y cubierto el rostro con un antifaz . Cuando hubieron desaparecido , doña Lambra se trasladó , loca , calenturienta , á su cámara ; entró en ella , hizo pedazos al quitárselas sus magníficas vestiduras , arrojó con rabia las joyas , y se metió en el lecho murmurando : — ¡ Ahora , miserable Gonzalo , busca á Blanca ! ¡ Búscala ! Entretanto Gonzalo , fuera ya de Búrgos , caminaba con ardor por una estrecha senda , atravesando campos cubiertos de verdura , en dirección á la fuente de los Avellanos , donde se habia emplazado la tarde anterior con Alvar Sanchez . Su impaciencia le habia hecho acudir á la cita demasiado presto , y cuando llegó á la fuente de los Avellanos encontró el lugar desierto . Nada habia aun que decir de la puntualidad y del valor de Alvar Sanchez , puesto que aun no habia salido el sol . Echó , pues , pié á tierra y se sentó al pié de unos frondosos álamos junto á la fuente .. Era el lugar agreste y solitario , pero pintoresco : la tierra y los árboles engalanados con el fuerte verdor de la primavera , estaban en perfecta armonía con el lánguido , puro y fuerte azul del celage , en que flotaban algunas nubecillas , teñidas ya de púrpura con los primeros rayos del sol , que aun no habia aparecido sobre el horizonte ; murmuraba ruidosamente la fuente , rebosando de su tosco depósito de piedras berroqueñas , y estendíase en un ancho arroyo por la pradera ; pero ni cerca ni lejos se veian habitaciones humanas , ni ningun ruido estraño á aquel sitio , turbaba su soledad . Sin embargo , poco despues de haberse sentado Gonzalo Gonzalez , un hombre , con trazas de ballestero , de semblante rudo y feroz , apareció por una de las sendas , adelantó y llegó hasta el jóven , que por precaucion se levantó á su llegada . El jayan le miró profundamente y por un instante , y luego dijo : — ¿ Tendréis la dignación , señor caballero , de decirme cuál es el camino mas derecho para llegar á la buena ciudad de Búrgos ? El infante le señaló un sendero , y el rústico , despues de haberse quitado , como á su llegada , la caperuza , se despidió de él y se perdió entre los árboles . Poco despues , el sol tocó las copas de los alámos mas altos , y como si solo hubiera esperado á esto , apareció por el mismo sitio por donde habia desaparecido el montero , Alvar Sanchez sobre un poderoso caballo . Venia armado de todas armas , al par que Gonzalo solo llevaba por armas defensivas un túnico de mallas , y por ofensivas un puñal y una espada . El infante frunció levemente el ceño ante el aspecto de Alvar Sanchez , que , viniendo armado de punta en blanco , á la cita de un enemigo que se hallaba lejos de su casa y que no podia proveerse por lo mismo fácilmente de armas , cometia una felonía . Sin embargo , Gonzalo Gonzalez era valiente , contaba con su destreza y con la maestria de su caballo , y antes de que pudiese llegar Alvar Sanchez , montó y le salió al encuentro sereno , pero apercibido . — ¿ Qué es esto , mi noble primo , dijo al verle , y así os salis desarmado de Búrgos , cuando los campos hierven de bandidos ? — ¡ Oh ! ¿ Con que es decir , que en los estados del conde de Castilla , no puede un hidalgo alejarse una legua de los muros sin un arnés á cuestas ? Paréceme que exagerais , Alvar . Ayer en nueve leguas de mal camino por las montañas , y sin llevar mas armas que estas mismas , no me aconteció ningun desmán . Ahora mismo acabo de hablar con un hombre de mala traza , y nada tampoco me ha acontecido . — Pues mirad , si os ha visto un hombre de mala traza y se ha alejado sin deciros esta boca es mia , soy de opinion que busquemos otro lugar mas seguro . — ¡ Cómo ! los espero para un asunto de honra , y lo primero de que me hablais es de peligros ! — Ya veis que vengo armado y vos no lo estáis , dijo Alvar Sanchez . — Lo que me estraña en demasia , os lo confieso . — He atendido á mi seguridad por parte de los bandidos : en cuanto á vos , estoy seguro de no medir mi espada con la vuestra . — ¡ Sereis tan cobarde ! ... — Ya sabeis que nunca he retrocedido ante el peligro , y que despues de nuestro pariente Ruy Velazquez , paso por la primera lanza de Castilla . — Creo que no haríais mucho en añadir que despues de Gonzalo Gustios y de seis de sus hijos , porque no quiero contarme en el número . — Sea como queráis , quiero concedéroslo todo , porque vengo por un amigo , no por un enemigo . — ¡ Cómo ! Despues de lo que aconteció ayer ... — Estoy seguro de que estareis hoy pesaroso de palabras que solo pudo haceros pronunciar un momento de mal humor . — No creia por cierto ... — Teneis razón : yo nunca hubiera sufrido ni aceptado mas satisfacción que la sangre , acerca de un insulto de otro hombre . Pero en medio de nosotros están nuestro parentesco y doña Lambra . — ¡ Doña Lambra ! — Os lo repito , doña Lambra os ama , lo que nada tiene de estraño ; y no me perdonaria nunca el que vertiese vuestra sangre . Yo escusaré siempre tener por enemiga mia á esa dama , porque , os lo advierto , es un enemigo terrible . Ademas , yo no me perdonaria jamás el cubrir de luto , por la muerte del menor de sus hijos , á mi noble y buen pariente el conde Gonzalo Gustios de Lara . Nadie ha sido testigo de nuestra contienda , y por lo mismo me daré por satisfecho con que , hablando como parientes , me deis una ligera disculpa . Centellearon los ojos del infante . — Os vuelvo á repetir , dijo , que me avergüenzo de mi lejano y torcido parentesco con vos , y mucho mas desde que os veo tan cobarde . Alvar Sanchez palideció , y levantó su pesada lanza de roble , dejándola caer sobre la cabeza del infante ; pero este que , como hemos dicho , estaba apercibido , hizo botar su caballo ; y la lanza , no encontrando objeto , cayó y se rompió contra la tierra . Inmediatamente el infante desnudó su espada , revolvió su caballo , que era ligerísimo , caracoleó alrededor de Alvar Sanchez , sin que este pudiera alcanzarle con la espada , y le desjarretó el caballo gritando : — ¡ Hé aquí lo que yo hago con los felones ! El caballo de Alvar Sanchez cayó cogiendo debajo á su ginete , que solo tuvo tiempo para llevar á sus labios un silbato y hacerle sonar fuertemente tres veces . En el momento , por todos los senderos de la alameda aparecieron monteros-bandidos en número de siete , y avanzaron hácia el jóven , á tiempo que Alvar Sanchez , habiéndose desembarazado del caballo , se ponia de pié y embestia á Gonzalo . — ¡ Ah miserable traidor ! esclamó este acometiéndole espada en alto . — ¿ Traidor , eh ? dijo Alvar Sanchez con un gozo brutal : veamos si os las entendeis tan bien con estos buenos mozos como con la hermosa Blanca . Gonzalo se sintió cercado , abrumado , combatido por todas partes , y solo tuvo tiempo para replegarse contra un álamo . En tanto Alvar Sanchez gritaba : — Cuidado con las ballestas , hijos : al que me dispare una sola jara , le crucifico : cojédmele vivo : aquí no se trata de matar ... al menos por ahora ... no queremos sangre , señor infante ... ¡ Hola ! ¡ Hola ! Os defendeis como un león ... pero ... ¿ qué es esto ? Lo que habia causado esta esclamacion de Alvar Sanchez , eran cinco caballeros , que ginetes en corceles de guerra y armados de todas piezas , habian aparecido tranquilamente en el claro como gente que sigue su camino ; pero que , al ver la violencia que se cometia contra un hombre solo por tantos , se abrieron en círculo y avanzaron con las lanzas bajas en dirección al lugar de la contienda . — ¡ Por Cristo vivo ! esclamó el mas avanzado de los caballeros : ¿ no es aquel hidalgo que se defiende nuestro hermano Gonzalo ? — ¡ Mis hermanos ! esclamó Gonzalo con alegría . — ¡ Los infantes de Lara ! esclamó aterrado Alvar Sanchez . En cuanto á los bandidos , apenas vieron sobre sí á los cinco caballeros , huyeron cuanto deprisa les fué posible , y se perdieron entre los árboles : quedó solo Alvar Sanchez , que no podia huir á causa de lo pesado de su arnés . — ¿ Qué es esto ? ¿ Quién es el felón que se ha atrevido á insultarle , á acometerte , hermano mio ? dijo Martin Gonzalez , el segundo de los infantes de Lara . — Esto significa , dijo Gonzalo envainando su espada y limpiándose el sudor que corria por su frente , que nuestro deudo Alvar Sanchez y yo hemos venido á este sitio en demanda de un caballero con quien tuvo ciertas diferencias nuestro primo . — ¡ Oh ! ¡ oh ! ¡ Y el cobarde , el miserable , esclamó Ruy Gonzalez el quinto de los hermanos , en vez de presentar el rostro al peligro , ha enviado bandidos ! Alvar Sanchez tuvo la cobarde impudencia de aceptar la generosa disculpa de Gonzalo . — Estamos en unos tiempos , primos míos , dijo , en que hay que temerlo todo . — Afortunadamente no os han herido mas que vuestro caballo , observó Fernán Gonzalez , el cuarto hermano ; pero , por fortuna también , hemos traido nuestros escuderos , y el mio os dará su caballo . En efecto , desembocaban en la pradera seis hidalgos que llevaban en sus vestas el blasón de Lara . — Sí , si ; preciso será que Alvar Sanchez vuelva cuanto antes á Burgos , dijo Gonzalo , á calmar la inquietud de los que bien le quieren : nosotros entretanto departiremos de asuntos que me conciernen y que me interesan harto , hermanos mios . — Mucho será que aqui no se encubra alguna gran maldad , dijo profundamente Martin . — De seguro no está lejos el caballero felón , dijeron con recelo Suero y Gustios Gonzalez que habian observado hasta entonces en silencio las alternativas de palidez , de despecho y de cólera mal contenidas , que habian pasado por el semblante de Alvar Sanchez . — De todos modos , creo que debemos dejar en libertad de volver á Burgos á vuestro pariente : hacedme la merced de desmontar , señor Lope López , añadió volviéndose á uno de los escuderos que habian llegado , y de entregar vuestro caballo á este caballero . — Os doy gracias , Gonzalo , dijo Alvar Sanchez , y jamás olvidaré lo que os debo : en efecto añadió , montando en el caballo de Lope Lopez , hago una notable falta en Búrgos , primos míos . — Partid , pues , y en cuanto á ese caballo , podéis llevarlo con vos cuando vayais á la comida á que tengo que asistir , como convidado de nuestro buen tio Ruy Velazquez . Alvar Sanchez se apresuró á despedirse , picó al caballo y se alejó al galope . — Paréceme que nuestro primo se apresura mas de lo justo , dijo Gustios Gonzalez , el hijo de Gonzalez Gustios , que antecedia en edad á Gonzalo . — Alvar Sanchez ha querido asesinarme , dijo profundamente el jóven . — ¡ Ah ! traidor , esclamó Martin , picando á su caballo . — Tente , hermano . ¿ A donde vas ? gritó Gonzalo . ¿ Quieres acaso que se diga mañana por nuestros envidiosos , que los infantes de Lara han acometido en cuadrilla á un enemigo ? Martin volvió riendas . — He aquí , niño , dijo severamente , á lo que se espone el que se lanza al peligro sin esperiencia en el primer arrebato de la juventud . ¡ Oh qué noche ! ¡ qué noche nos has hecho pasar , Gonzalo ! — Solo falta que me riñas , Martin , contestó tristemente Gonzalo , para las desdichas que me suceden desde ayer . — Pero ¿ á qué venir solo ? ¿ Por qué no avisar á uno de nosotros ? ¿ Por qué no fingir un pretesto y pedir licencia á nuestro buen padre , dijo cariñosamente Suero : anoche te esperamos en vano á la hora de la cena , á la hora del rezo , á la hora de recojerse : nuestros padres quedan allá con una ansiedad mortal ... tenemos muchos enemigos y tú , el mas jóven de nosotros , eres el Benjamin de la familia como dice el capellan Pero Ponce . En fin cuando ya estábamos desesperados , pin saber qué hacer , ocurriósele á Gustios entrar en tu aposento , y en él encontramos esta carta . Y Suero sacó de su limosnera la carta que habia escrito Blanca á Gonzalo , y que aquel en su precipitación habia dejado al partir sobre la mesa . — ¿ Y sabe nuestro padre esto ? esclamó palideciendo Gonzalo . — Te hemos ahorrado ese sentimiento , dijo severamente Martin , y como sabíamos que debías estar en casa de doña Lambra , tomamos inmediatamente el camino , y por fortuna te hemos encontrado á tiempo . — ¿ Y nuestro hermano Diego ? dijo Gonzalo . — Diego , contestó Fernán , so encuentra en este momento siguiendo una aventura . — ¿ Siguiendo una aventura por estos sitios en que hierven los bandidos ? — ¡ Oh ! nuestro hermano Diego es esperimentado y prudente , dijo con cierta reserva Martin . — ¿ Y qué aventura es esa ? — ¡ Nada ! un encuentro , sin duda , con una dama andariega , dijo Fernán . Lo que importa por ahora , es volvernos . — Yo no puedo volverme tan pronto , dijo Gonzalo . — ¡ Cómo ! esclamaron los hermanos . — Estoy convidado á comer por nuestro tio Ruy Velazquez . — ¡ Convidado á comer por Ruy Velazquez , despues de haber sido emplazado por Alvar Sanchez ! murmuró sombríamente Martin . Pues bien , un convidado convida á ciento ; tan sobrinos de Ruy Velazquez como tú , somos nosotros ; ¡ romos , pues , todos ; pero antes , hermanos mios , permitidme que yo haga cierta visita á un hebreo astrólogo y embustero , que conozco , en Búrgos . — ¡ Que conoces un judio ! dijo Fernán con estrañeza . — Me curó en cierta ocasion en secreto una estocada adquirida en Búrgos por cierta noble dama que me hizo curar con recato en su casa , y el buen judio quedó tan prendado de mí , que me dijo : — Desde el momento en que conozcáis que doña T ... tiene celos ó pretende deshacerse de vos , no vayais á su casa sin una buena cota de malla bajo la túnica , ni comáis con ella sin haber bebido algunas gotas del filtro que yo os dé . Paréceme que lo que me dijo el astrólogo , de la casa de la dama , puedo decirse á Gonzalo , de la casa de Ruy Velazquez . — ¡ Ah ! esclamó Gustios . — ¡ Oh ! pronunció Fernán . Los demas hermanos guardaron un sombrío silencio . — ¡ Hola ! ¡ Pedro de Rojas ! dijo con imperio Martin . Adelantó uno de los escuderos . — Volveos al instante á Salas de Lara , y decid á vuestro señor que hemos encontrado á nuestro hermano Gonzalo en casa de doña Lambra . — Muy bien , señor . — Partid . El escudero partió . — Ahora hermanos , míos , tomemos el camino de Burgos , continuó Martin ; yo conozco , separándose hácia la derecha del camino , una venta donde hay una ventera de buenos ojos , y que sobre todo , hace un salpicón y un guisado de liebre que no hay mas que pedir . — ¿ Y nuestro hermano Diego ? dijo como obedeciendo á un secreto instinto Gonzalo . — Partamos , dijo Martin , que él nos encontrará . Los seis hermanos partieron . — Todos iban pensativos y cabizbajos , como heridos por un mismo presentimiento , por un presentimiento fatal . El orden de la narracion que nos ocupa , nos obliga á volver atrás un corto espacio . Era poco antes de la salida del sol de aquel mismo dia . Seis caballeros , seguidos de otros tantos escuderos , caminaban á buen paso y en silencio por un escabroso camino de travesía , y tan estrecho , que se veian obligados á marchar á la deshilada , esto es : uno detras de otro . Mientras anduvieron entre breñas , siguieron el sendero ; pero cuando , bajando las faldas de una vertiente , se encontraron en llano , el que marchaba delante sacó su caballo del camino , y empezó á marchar á campo atraviesa , como para abreviar la distancia que aun les separaba de Burgos , cuyos torreones se veian á lo lejos . Los de detrás siguieron al delantero , y no obligándoles ya el terreno á marchar en hilera , se reunieron en dos grupos : los caballeros delante , los escuderos á una respetuosa distancia detras . Asi se aproximaron á un espeso encinar que les cortaba el camino , y al aventurarse en uno de sus estrechos senderos , se vieron obligados á marchar de nuevo en hilera . De repente Diego Gonzalez , porque estos seis caballeros eran los infantes de Lara , refrenó su caballo , se detuvo , y volviéndose , hizo señal á los que le seguían de que también se detuvieran . Lo que habia motivado esta accion de Diego de Lara , eran pisadas cercanas de cabalgaduras , que resonaban sobre un sendero cercano que se cruzaba con el que seguían , y eran aquellos tales y tan buenos tiempos de bandidaje y de aventureros , que nada tenia de estraña tal precaución en un hombre que habia ya mandado ginetes en batalla , y que habia adquirido fama de capitan prudente , y esperimentado . No sabía , pues , con quien tendria que habérselas , y aprovechando lo escabroso y cerrado de la , senda , que podia decirse le emboscaba , permaneció inmóvil y en silencio ; los demas comprendieron que estaban en acecho y guardaron también un profundo silencio por su parte . Poco despues Diego Gonzalez , empinándose en los estribos y mirando por entre el ramaje , vió lo siguiente . Pasaron primero dos pesados hombres de armas , ginetes en fuertes caballos , descuidados y con la lanza en la cuja : poco despues otro ginete , enteramente encubierto y envuelto en un ropon rojo ; luego una litera conducida por dos muías , y sobre cada una de ellas un hombre de armas ; últimamente , cerrando la marcha otros dos ginetes armados exactamente como los anteriores . Nadie mas pasó . Cuando se hubieron perdido á lo lejos el ruido de sus pasos , Diego Gonzalez aguijó su caballo y dijo con negligencia : — Alguna bendita abadesa ó buen abad que vuelve á su monasterio . Y siguió adelante ; ni él habló mas , ni nadie le preguntó . Al fin , al poco espacio salieron del bosque , y se encontraron en un ameno campo , en el que desembocaban algunos senderos del bosque , y en el cual á lo lejos se veia una alta y frondosa alameda , por la cual atravesaba un camino . — lié aquí , hermanos mios , que ya estamos cerca de la fuente de los Almendros , y por lo tanto sobre uno de los caminos de Búrgos : ¿ qué pensáis que debemos hacer ? — Pienso , dijo Suero , que debemos esperar en un mesón de las afueras y enviar uno de nuestros escuderos á casa de doña Lambra á informarse si para allí nuestro hermano Gonzalo . — ¿ Y no seria mejor , observó Rodrigo , ir directamente á casa de nuestra prima ? — Con los arneses al hombro , ¿ no es verdad ? interrumpió Fernán : como quien dice : aquí venimos con el hierro hasta los dientas , temerosos de que no haya sucedido algún entuerto á un Lara , ni mas ni menos que si fuese una doncellica melindrosa . — Lo cierto del caso es , dijo Martin , que yo no las tengo todas conmigo : según la carta que hemos encontrado en el aposento de nuestro hermano , ama á Blanca Nuñez y es amado de ella : ella le llama para que la defienda de doña Lambra ... y doña Lambra , lo sabemos todos , lo sabe nuestro padre , y esto le hace alentar proyectos de matrimonio , ama , según todas las muestras , locamente á Gonzalo . Si nuestro hermano ha cometido una imprudencia ... doña Lambra ... y esto no lo he dicho hasta ahora ... será , capaz de todo . — Doña Lambra , hermano , dijo severamente Diego , es nuestra parienta , y aunque no podemos decir que ese parentesco sea próximo , al fin tiene en sus venas sangre de los Laras : ningun Lara ha cometido aun una traición . — Dios quiera , dijo aun insistiendo Martin , que esa mujer no nos sea funesta . En aquel momento se oyeron pasos de cabalgaduras , y por uno de los senderos apareció la misma cabalgata que habia visto pasar Diego : pero sin litera : solo venían las muías y sobre ellas los dos hombres de armas . Aquella gente pasó por los linderos del bosque sin ver , ó al menos sin demostrar que habia visto á los infantes de Lara . Este hecho torció el rumbo de la conversación de los hermanos . — ¡ Por nuestra señora de la Hoz ! esclamó Diego , ¿ qué han hecho esas gentes de la litera que llevaban ? — La habrán dejado en algún caserío , dijo Martin . — No hay por aquí caserío , ni edificio , ni pueblo , en una legua á la redonda , repuso Diego . — En ese caso , ellos sabrán lo que han hecho de ella , dijo Martin . — Escuchad , hermanos , esclamó Diego : no se por qué me interesa esta aventura y voy en su demanda . Esperadme en la fuente de los Almendros , y si tardo , id á la venta de San Cristóbal , sobre el camino de Búrgos y esperadme alli . — ¿ Y vas solo ? dijo Fernán . — ¡ Ira de Dios ! ¿ y qué ha de acontecerme ? Id tranquilos y esperadme en uno de los dos lugares que os he dicho . Y sin añadir mas , picó á su caballo y se metió de nuevo en el bosque . Pero por mas que hizo por encontrar la senda que habían seguido los de la litera , le fué imposible dar con ella ; tanto se cruzaban los senderos , las veredas y las trochas ; aquello era un laberinto : por una , dos y tres veces partió de un sitio y despues de haber dado mil vueltas , volvió á encontrarse en él ; el sol subia , y casi habia perdido la paciencia cuando escuchó cerca de sí agudos gritos de una mujer que pedia socorro ; pero por la parte por donde resonaban era tan áspero el terreno y tan espesa la maleza , que era imposible al caballo atravesar por allí : el generoso infante no dudó un momento : echó pié á tierra y se avalanzó á un estrecho sendero : de repente al bajar de una quebradura se presentó á sus ojos un espectáculo terrible . Era el estrecho centro de un enmarañamiento de árboles ; en medio de él un negro atlético , con el collar de los esclavos al cuello , con un puñal desnudo en la mano , miraba con indecisión , con espanto , y al mismo tiempo con una espresion horrible , á una hermosa jóven , que asia brutalmente de un brazo y que se revolvia aterrada á sus piés . Aquel esclavo era Jamrú , aquella jóven Blanca . En el momento en que apareció Diego de Lara , pintóse una horrible decisión en el semblante del negro , y levantó el puñal sobre Blanca , que arrojó un agudo grito de terror . — ¡ Infame ! gritó el infante con voz de trueno , poniéndose de un salto junto á ellos y echando mano á su espada : suelta esa doncella ó eres muerto . Al ver sobre sí un hombro armado , y singularmente el semblante de uno de los siete infantes de Lara , á quien tan bien conocía , Jamrú se dió por muerto , dejó caer el puñal ; y soltando á Blanca , cayó de rodillas ó inclinó la cabeza en silencio , como el reo que espera el golpe del verdugo , mientras la desdichada jóven se asia al cuello de Diego sin dejar de mirar aterrada al esclavo . — ¡ Oh ! ¡ Diego ! ¡ Diego ! esclamó ; defiéndeme de ese hombre . — ¿ Quién eres ? preguntó el infante al negro . — Yo soy el esclavo Jamrú , señor , contestó temblando . — ¡ Ah ! ¿ eres el esclavo de mi prima doña Lambra ? En otros tiempos te he visto dominar á un potro salvaje , luchar con un toro y vencerle , arrostrar sin temor el peligro , y te tenia por valiente ; pero me he engañado , un valiente no asesina mujeres , ni tiembla ante la muerte . El esclavo se alzó y miró frente á frente al infante . — Antes esponia la vida sin temor , porque me era insoportable ... dijo , y ahora ... tiemblo perderla ... porque ... porque ella me ama . Diego creyó comprender toda la horrible verdad . Vió en aquel acto brutal , ejercido contra Blanca , los celos de doña Lambra , y una promesa de amores hecha por esta al esclavo en premio de su sumisión . — ¡ Que ella te ama ! dijo : ¿ y quién es ella ? — Ella es mas hermosa que el sol que alumbra mi patria , dijo el esclavo : por ella la muerte me es horrible . — Espera , espera , pobre Blanca mia , dijo Diego llevándola á una breña y sentándola en ella : nada tienes que temer estando conmigo , y yo necesito hablar á solas á este miserable . Y apartándose á un lado con el esclavo , le dijo : — ¿ Con que doña Lambra te ha ofrecido su amor por la sangre de esa desdichada ? Una espresion de asombro difícil de describir , se pintó en el semblante del negro . — Un arcangel tentador ha tendido sobre mi sus alas , esclamó el negro , con el énfasis de los de su raza . — Hablemos claro , esclamó impaciente Diego Gonzalez : ¿ tú has traído aquí á esa dama por orden de doña Lambra ? El esclavo miró de una manera temerosa al infante y calló ; pero una amenazadora y terrible mirada de Diego le hizo hablar . — Si , señor ; dijo . — Para que la matases ... añadió el infante . — SI , señor ; contestó con doble trabajo el negro . — ¿ Y sabes qué causas han obligado á tu señora cometer esa infamia ? — Anoche la niña Blanca estaba en el huerto con el hermoso caballero : yo avisé á mi señora , y mi señora los vió : la hermosa castellana de la frente pálida , ama al bello garzón de las guedejas rubias ... y el esclavo Jamrú ama á la altiva castellana . — Es decir que doña Lambra aprovecha tu loca pasión para vengar sus horribles celos . — Doña Lambra ama y mata ... esclamó con dolor el negro , para quien era un objeto de envidia un amor tan terrible . Diego Gonzalez quedó por un momento pensativo . — ¿ Qué te ha dicho doña Lambra que hagas con la niña Blanca , despues que la hayas muerto ? dijo al fin . — Que la sepulte en un lugar donde ni aun las fieras puedan encontrarla . El frió del horror pasó á lo largo del cuerpo del infante haciéndole estremecerse de piés á cabeza . — Vete , y di á tu señora que has cumplido sus órdenes , dijo al esclavo . — No volveré á ver á doña Lambra , sin llevar mi puñal ensangrentado ... tú has salvado á la niña Blanca y tú me condenas . — Escucha , dijo Diego Gonzalez : me importa mucho que la niña Blanca no vuelva á parecer , que nadie sepa qué ha sido de ella . — ¿ Y no parecerá ? — No . — Júramelo . — Te lo juro por la vida de mi padre . Puedes volver sin temor á doña Lambra y decirla que Blanca ha muerto ... engáñala bien ... y goza sus amores ... ¡ Digno amante de tal miserable ! El esclavo se arrojó á los piés del infante . — ¿ Qué haces ? esclamó Diego . — ¡ Ah señor ! á Jamrú le desgarraban el alma los gritos y las lágrimas de la niña Blanca ... Jamrú era allá lejos , muy lejos , donde el sol arde sobre el desierto , un gran guerrero , un valiente guerrero : Jamrú nunca ha matado mujeres ... pero Jamrú ama á la dama de la frente pálida , y su espíritu está colgado de su boca ... tú , señor , me has librado de un sueño eterno de sangre , porque yo hubiera visto siempre delante de mí una sombra roja . — Alza y vete , lo dijo el infante . Jamrú se levantó despues de besar la orla de la vesta de Diego , y fué al lugar donde estaba sentada Blanca y se arrodilló ; la jóven se levantó aterrada y se amparó de nuevo de Diego Gonzalez : el esclavo se puso de pié , lanzo una profunda mirada de arrepentimiento á Blanca , y alejándose lentamente , se perdió en el bosque . — ¡ Oh hermano , hermano mio ! esclamó Blanca asiéndose convulsiva al cuello de Diego y mirándole con los ojos arrasados de lágrimas . ¡ Qué sueño tan horrible ! Porque esto es un sueño , ¿ no es verdad ? — Si , este es un sueño de sangre , dijo tristemente el infante . — ¡ Un sueño de sangre ! esclamó trémula Blanca . — ¿ Por qué me llamas hermano ? la dijo dulcemente Diego . Blanca se cubrió de rubor , y no se atrevió á contestar . — Lo sé todo , lo adivino todo , pobre Blanca mia : vuestro amor ha sido loco , impaciente ... — ¡ Oh , Diego ! — Y esa unión es imposible ... imposible de todo punto , esclamó con despecho el infante . Blanca bajó la cabeza , se comprimio su corazon , y sus lágrimas corrieron en silencio . — Imposible de todo punto , por dos razones , continuó con pena el infante : nuestro padre jamás consentiria en ese casamiento , y si Gonzalo se atreviera á hacerlo á pesar de su voluntad , " le desheredaría ... le arrojaria de su casa . — ¡ Oh ! ¡ no ! ¡ no ! esclamó Blanca , cuyo corazon se partía . — Ademas , doña Lambra , al ver á Gonzalo tu esposo , le rodearia Velazquez de asechanzas , le mataría ... — ¡ Que le mataria doña Lambra ! ¿ Y Velazquez por qué ? — ¡ Pobre niña ! tú adormida en tu amor y en tu inocencia , no has visto lo que todos hemos visto ... no has comprendido que doña Lambra ama á Gonzalo . — ¡ Que le ama ! ¡ que le ama ella ! esclamó Blanca palideciendo aun mas que lo estaba ... ¡ que le ama ! ... ¡ sí , es verdad ! Y la pobre jóven comprendió la razón de los malos tratamientos de doña Lambra , su ódio hácia ella , y su empeño en casarla con Alvar Sanchez : conoció ademas lo que hasta entonces no habia conocido : supo lo que eran celos y recordó estremeciéndose la magnifica hermosura de su rival : entonces le pareció que las corteses palabras con que Gonzalo habia encubierto su odio hácia aquella mujer , que sus dulces miradas , no eran el resultado del noble y desinteresado afecto de un pariente , sino hijas de un amor , que se lo recataba ... al que se la sacrificaba ... se creyó encañada , envilecida , abandonada y cayó sollozando en los brazos de Diego . — ¡ Sí , si , Diego ! esclamó con amargura , llévame de aquí á un lugar retirado ; que todo el mundo me crea muerta ... ellos se aman ... ¡ Dios mio ! y se me ha engañado : sí , sí , llévame : no quiero oponerme á su felicidad ... que se casen ... ¡ qué importa ! yo huérfana , abandonada ... deshonrada ... Blanca no ¡ nido decir mas : su llanto se hizo histérico , desgarrador , y la fuerza de su dolor la hizo caer al fin sin sentido en los brazos del infante . Diego de Lara fué cruel , ó por lo menos miró aquel asunto fríamente , por el lado de la razón , y no pretendió sacar de su error á Blanca . Por el contrario , se aprovechó de su desmayo , cargó con ella , buscó su corcel , la acomodó sobre el arzón , montó , y poniéndose en marcha , se perdió muy pronto entre las revueltas del bosque . La venta de San Cristóbal , situada á media legua de Burgos , sobre el camino real de Asturias , era lo que podia llamarse un modelo de avance y de civilización para aquellos tiempos . De construcción reciente , provista de estensas caballerizas , y de cómodos aposentos , tenia por objeto servir de asilo , no solo á traginantes y á viajeros sino también á los nobles castellanos , que habiéndoseles hecho tarde en el camino , no tenían tiempo para llegar á Burgos antes de que se cerrasen sus puertas , ó que bien sin este motivo , querían refrigerarse de la fatiga de un largo y penoso viaje , y quitarse el polvo , ó el barro de la caminata , para entrar de una manera conveniente y digna , en la corte de Castilla . El dueño de esta venta era un francés , que se llamaba maese Ambrosio Bec-de-Aigle , nombre que por una casualidad justificaban sus narices , que en efecto parecían un pico de águila vieja . Este señor habia venido como maestresala , entre la servidumbre de Mma . Argentina , hija del conde de Tolosa , que habia casado recientemente con el conde Garci Fernandez , y habiendo estado encargado de los gastos universales del camino , se habia dado tal maña , á pesar de no haber durado el viaje mas que un mes , que al poco tiempo del casamiento de su señora , pudo retirarse de su servicio y construir aquella venta á hostería , como él la llamaba , con todas las condiciones necesarias para llenar su alto objeto . Estaba , pues , maese Ambrosio , amorosamente recostado al sol recibiendo con delicia sus rayos matinales en su voluminoso vientre , y bendiciendo á Dios porque el dia habia empezado trayéndole numerosos huéspedes , cuando un cercano ruido de pisadas de caballos , le sobresaltó agradablemente ; y volviendo la cabeza hácia el lugar por donde sonaba el ruido , vió que este le producían seis caballeros bizarramente armados , que seguidos de otros cinco escuderos , uno de los cuales cabalgaba á grupas , á la venta se encaminaban . Púsose de pié maese Ambrosio de un salto , y quitándose la caperuza de pieles , porque ya los hidalgos echaban pié á tierra , se le regocijó el alma toda , como siempre que paraban personas ricas en su casa . — Bien haya mi buena fortuna , dijo , que me deja ver en mis umbrales á los nobilísimos infantes de Lara . — Buenos dias , maese Ambrosio , dijo Gustios Gonzalez , tomando la palabra ; nos vemos precisados á pasar algunas horas en vuestra hostería y espero que nos tratareis bien . — ¿ Cómo bien , mis señores ? Á cuerpo de rey , ni mas ni menos que si se tratara del emperador Cario Magno , respondió con énfasis el líos talero . — ¿ Tendréis guisado de conejo ? — Y de conejo con cabeza natural , que no ha sido ni pegada , ni cosida . Ya sabéis , mis nobilísimos señores , que en mi casa ni se bautiza el vino , ni se da gato por liebre . — ¡ Bien , bien ! Acomodad á nuestros escuderos en el piso bajo , dijo Ruy Gonzalez ; mandad dar un pienso á nuestros caballos , que bien lo han menester , y haced que nos abran la cámara grande . — Me es imposible , señores , dijo con cierta compunción el hostalero : á haberlo sabido ... pero esta mañana llegó un personage encubierto con muestras de principal , ó al menos asi lo demostraba su bolsillo , que se entró en mi casa con seis ginetes y se encerró con ellos en la tal cámara , de donde no ha salido nadie , á escepcion del encubierto , que aun no ha vuelto : tampoco puedo daros la cámara de la chimenea , porque en ella se ha aposentado un señor juez del consejo de la muy noble y leal ciudad de Burgos , que con un alcalde y su ronda de á caballo , vigila estos campos , que á decir verdad , no están muy seguros de bandidos . Y mientras decia esto , habia atravesado , precediendo oficiosamente á los infantes , el piso bajo , subido unas pendientes escaleras de madera y parádose en el corredor delante de una puerta que abrió con llave . — Pero si no puedo daros ninguna de las dos habitaciones antedichas , continuó el hostaiero con la locuacidad propia de los de su oficio , franqueando la puerta para que pasasen los infantes , os presento esta , que está recientemente entapizada , alfombrada y pintada , y que como veis tiene ventanas á dos caminos . — Mucho lujo es este , maese , dijo Suero Gonzalez . — Que quereis , señor : suele acontecer que este aposento se encuentre hidalgamente acompañado , y que mas de tres veces á la semana , mas de una nobilísima y hermosa dama se aposente en él , lo que os aviso para vuestro conocimiento , mis buenos señores ; y ya veis que tratándose de tales personas , es necesario tenerlas un lugar cómodo y decente . Voy , con vuestra vénia , á enviaros á mi criada Andresilla , que es una linda moza , y que os servirá cumplidamente , sin dejaros nada que desear . Y tras esto se salió , atravesó el corredor y se detuvo un momento á escuchar delante de una puerta . — Es estraño , dijo : antes de que saliera el personage encubierto , charlaban y bebian y reían de una manera brutal estos desalmados , y ahora callan como difuntos , lo que prueba la bondad y la fuerza de mis vinos . Y sin decir mas siguió adelante . Poco despues , una jóven y robusta montañesa , colorada , cari-redonda y ojialegre , de ancha cadera y de alto pecho , cubria con limpísimos manteles una ancha mesa , en derredor de la cual se sentaron los cinco infantes de Lara presentes , y empezaron á despachar con gran apetito el guiso de conejos con cabeza ( pie les habia hecho servir maese Ambrosio . Cuando salió la muchacha , se detuvo como el hostaiero á la puerta de la cámara grande y escuchó : — Yo no sé , dijo , por qué esas gentes enamoran á las mozas y las dicen requiebros , si se han de emborrachar hasta el punto de dormir como lirones . El almuerzo de los infantes fué triste : parecia que un presentimiento funesto les preocupaba : sin embargo , bebían con un aplomo admirable , y con una frecuencia maravillosa , y no hablaban sino para alentar á Gonzalo , que apenas probaba bocado : sirvióles sucesivamente Andresilla , gigote , salpicón y jamón de oso ; trájoles esquisito queso y leche caliente , y renovó por seis veces los frascos de vino : á pesar de esto , la taciturnidad de los infantes no se desterró : preocupábales el conocimiento de la pasión de su hermano Gonzalo , de la traición de Alvar Sanchez , y sobre todo el convite de Ruy Velazquez . Los generosos mancebos no podían esplicarse que nadie les aborreciese , y sobre todo les aflijia el encontrar una traición tan horrible en sus parientes . Asi , pues , terminado el almuerzo , y como les dominase aun el humor tétrico , Suero y Ruy se arrojaron en un voluminoso lecho , que habia en uno de los ángulos de la habitación , y Fernán y Gustios se asomaron cada uno á una ventana , para atalayar la venida de sus hermanos Diego y Martín ; mientras Gonzalo profundamente preocupado , permanecia junto á la mesa con los codos apoyados en ella , y la cabeza entre las manos , posicion que solo dejaba de tiempo en tiempo , para beber maquinalmente un sorbo de vino de un gran vaso de estaño que tenia delante . Pasó mucho tiempo y llegó la hora de medio día : es decir una hora despues de aquella en que Ruy Velazquez habia convidado á comer á su sobrino , cuando Gustios gritó desde su ventana : — lié allí á nuestro hermano Diego , que viene . — Y he aquí á nuestro hermano Martin , que se acerca . En efecto , por cada uno de los dos caminos , en cuyo ángulo estaba situada la hostería , adelantaba uno de los infantes . Martin venia de Burgos ; Diego de la montaña . Entrambos pasaron delante de la puerta , vieron á sus cinco hermanos asomados á la ventana que estaba sobre ella y entraron . Poco despues estaban en la cámara . — Por cierto , dijo Suero , que nos hemos olvidado de vosotros en el almuerzo , pero es de presumir que las tarteras de maese Ambrosio no hayan quedado vacias . — ¿ Y para qué comer teniendo preparada nuestra comida ? ¿ Ya os habéis olvidado que somos convidados de nuestro tio ? — No seré yo quien coma en su casa ... dijo Ruy . — Ni yo . — Ni yo . — Ni yo , esclamaron los restantes . — Recordad mi conocimiento con el médico judio , insistió Martin ; mostrándoles un frasco de arcilla cuidadosamente tapado . — Maldito yo si me fio de esos perros descreídos , dijo Suero . — No me fio yo mas que tú , hermano ; pero cuando las cosas se prueban ... — ¿ Y habéis probado ? — Ciertamente : el astrólogo mandó á una bruja que cojiese los dos gatos que tenia en su casa , despues de haber envenenado dos pedazos de carne y de haber preparado otro con este antidoto . — ¿ Y qué sucedió ? ... dijo profundamente Riego . — El astrólogo , continuó Martin , dió á comer un pedazo de carne envenenada á uno de los gatos , que le devoró inmediatamente : el animal empezó á mostrarse como ébrio y á dar vueltas sobre sí mismo : luego dió dos ó tres saltos y cayó muerto . Aquello era horrible . — ¿ Y luego ? preguntó Diego . — Luego dió al otro gato la carne preparada con este filtro , y esperamos una hora ; al cabo de ella , dió al mismo gato el otro pedazo de carne envenenada , la comio ... y nada ... absolutamente nada ... esperamos otra hora y nada aconteció al animal ... convencido de la eficacia de este filtro , le pagué ... un poco caro en verdad ... Me ha costado diez marcos de oro . — Nunca es caro lo que sirve para guardarnos la vida , dijo , sin perder su gravedad Diego ; pero no me satisfacen asas pruebas ... esos judios charlatanes y embusteros , son generalmente unos insignes jugadores de manos . — Bien : podremos probarlo por nosotros mismos . — ¿ Y con qué ? — Con dos gallinas . — Pues manos á la obra : ¡ hola ! Andrea , Andresilla . — Pero eso es inútil , dijo Suero : leñemos un antídoto , pero no tenemos un tósigo . — Y es cierto , esclamó desalentado Diego . En aquel momento apareció Andresilla . — Tráenos seis frascos de vino , dijo Diego . La muchacha salió . — Hiciste mal , Martin , dijo Diego , en no procurarte parte del tósigo para hacer la prueba por ti mismo . — Eso hubiera sido esponerse á que el hebreo tomara por una farsa lo del antídoto y nos tuviera por tan envenenadores á los Laras como á Ruy Velazquez , esclamó con repugnancia Martin . — Dices bien , hermano , observó Diego : y ¿ qué hacemos ahora ? — No irá casado Ruy Velazquez , dijo Fernán . Asi se escusa todo . — Eso seria dar á entender que sospechamos ó lo que es peor despues de lo que ha sucedido á nuestro hermano Gonzalo con Alvar Sanchez , que tenemos miedo . — Pues no encuentro un camino , dijo Martin . En aquel momento escucharon en la habitación inmediata gritos horrorosos : blasfemaba maese Ambrosio , daba alaridos Andresilla , y se oian voces roncas y desentonadas . Los infantes no pudieron menos que trasladarse á la habitación donde aquellos gritos resonaban : era la cámara grande . Y en verdad que habia motivo para las blasfemias de maese Ambrosio , para los gritos de Andresilla , y para la severa , ronca y amenazadora perorata del señor juez del consejo , que rodeado de sus soldados estaba en la cámara . Tendidos ya aquí , ya allí , y muertos , lívidos , hinchados , estaban los seis hombres de armas , que Diego habia visto pasar por el bosque acompañando la litera en que iba encerrada Blanca . Diego vió claramente que aquellas seis muertes se habian hecho para borrar el rastro de un crimen , y le aterró tanta perversidad en doña Lambra . — ¿ Qué es esto que sucede aqui ? dijo Diego , con la autoridad que le daban su linaje y su parentesco con el conde soberano . — Sucede ... noble y poderoso infante , dijo el juez , fornido y rechoncho personaje , cuya cabeza se escondia casi entre sus hombros ; lo que sucede es que estamos en casa de un envenenador , que acaso estamos envenenados , esclamó con un visible terror el juez . — ¡ Envenenador yo ! esclamó todo sulfurado y colérico , maese Ambrosio ... ¡ yo envenenador ! ... esto es una calumnia de que pediré justicia el conde soberano ... yo envenenador ¿ y por qué no ha de serlo Andresilla , que es la que ha subido los vinos ? Armóse aqui una de Satanás : Andresilla gritó , gritó el hostaiero , gritó el juez , hasta gritaron los soldados y vino á sacarse en claro de tanto grito , que Andresilla solo habia sido la descubridora del crimen , dando parte á su amo que á pesar de haber llamado y rellamado á la cámara grande , nadie habia contestado ; en consecuencia de lo cual , Maese Ambrosio habia subido y llamado , y no obteniendo contestación habia descerrajado la puerta y halládose con aquel estrago . El juez escuchó gravemente esto , y no convenciéndole los descargos de los presuntos reos , mandó redondamente atarlos y conducirlos á la cárcel , cosa que se hubiera ejecutado á no haber intervenido como fiador Diego Gonzalez de Lara . El juez desistió por lo tanto , y á beneficio de una mediana bolsa de oro que el infante le puso con disimulo en las manos , sacáronse secretamente los muertos , enterráronse por los mismos soldados de la justicia fuera de la venta , y nada se supo . El hostaiero en la efusión de su agradecimiento , se negó á cobrar á los infantes el precio del almuerzo , y fué necesario que Diego Gonzalez se incomodase sériamente para que consintiese en cobrarlo . Los infantes salieron poco despues de la hostería , con sus escuderos , y Diego de Lara que caminaba delante en dirección á Burgos murmuró : — Ello ha sido terrible , poro ya sé de qué medio valerme para saber si nos podemos fiar del antídoto del judio . Entraron en la ciudad por la puerta menos concurrida , y Diego Gonzalez encaminó á sus hermanos á un mesón solitario , eternamente desprovisto de huéspedes de dia , no pudiendo decirse lo mismo respecto á la noche . Diego Gonzalez , no sabemos por qué , era muy conocido del dueño de la posada , y hubiera bastado para darlo á entender , aunque nosotros no lo hubiéramos dicho , el especial recibimiento de este . Quitóse la caperuza de la manera mas servicial , resplandecia en su rastro picaresco una alegría inequívoca , y esclamó con efusión : — ¡ Oh , mil y mil veces feliz el dia que me deja ver en mi pobre casa á la flor , nata y orgullo de la caballería castellana ; al noble , al valiente y galán señor Diego Gonzalez de Lara ! Dejadme , señor , que tenga la honra de teneros el bridon , aunque robe este buen oficio á ese hidalgo vuestro escudero . — Supongo que tu posada á estas horas estará tan sola como de costumbre , dijo Diego de Lara desmontando . — Y aunque no lo estuviera , contestó el posadero , á quien las anteriores generosidades del infante hacían forzar su servicial carácter de dueño de casa pública ; seria cosa para complaceros , de echar de mi casa á los que se hallasen en ella , aunque se encontrase en el número el limosnero del Papa , y tanto mas cuando tan bien acompañado venís , mi noble señor . — Mejor es que no te veas obligado á recurrir á este ruinoso estremo : estos caballeros que ves conmigo son mis seis hermanos , y estos otros hidalgos nuestros escuderos . Deshízose el huesped en cumplimientos , alborotó la posada llamando á los mozos y las criadas , hizo que los primeros condujesen los caballos á las cuadras , y las segundas preparasen una habitación digna á los infantes y otra por separado á los escuderos , despues de lo cual él mismo fué á instalar á los siete jóvenes en la destartalada habitación que les habia destinado . — Verdaderamente , señores , dijo , me habéis cogido desprevenido , y por el momento no me atrevo á ofreceros viandas que para otros serian buenas , pero en las que no hay que pensar sino para cerrar los ojos y desecharlas , tratándose nada menes que de los siete nobilísimos infantes de Lara , flor , nata y orgullo . Interrumpióle Diego . — Para nada necesitamos de tus viandas , le dijo . El posadero que pensaba hacer un lucro usurario , no pulo contener , á pesar de sus picardías , un gesto de desaliento y de desagrado , que no se escapó á la penetración de Diego . — Pero si no necesitamos de tus viandas , dijo este apartan ole á un lado , necesitamos de tus servicios , y de servicios que si son bien desempeñados te producirán mas que lo que hubiera podido producirte la venta de todos tus endiablados guisos . Volvió á resplandecer la alegría en el semblante del posadero , y la sonrisa que se habia helado de una manera seria un momento antes . — Mandad cuanto gustéis , señor , dijo dando vueltas á la caperuza : ya sabéis que mi obediencia hácia vos no tiene limites . ¿ Hay que llevar alguna cita ó billete ? Diego se apartó mas . — Hay que ir á casa de doña Lambra Sanchez . — ¡ Hermosísima doncella ! esclamó el posadero abriendo enormemente los ojos . — No se trata de amores : pero tú que eres todo un sabueso con tus puntas de curioso y de entrometido , debes conocer mucha gente en casa de esa dama . — Conozco desde el mayordomo Pero Perez hasta el marmitón Lamprea , y desde la dueña Aldegunda hasta la fregona Mari-Sábelo . — ¿ Entre esa gente conoces también al esclavo Jamrú ? — Pues mirad , señor , dijo el posadero desplomándose algo de la pretensiosa altura á que se habia elevado respecto á su conocimiento con las gentes de doña Lambra : ese perro herege es para mi la persona menos conocida que tengo ; quiero decir , tan solo le conozco de vista ; debe ser moro ó trogoldita porque nunca bebe vino , ni se rie , ni deja de mirar con unos ojazos que meten miedo ; jamás ha pisado las puertas de mi casa , lo que por otra parte nada tiene de estraño , puesto que aquí no entran mas que personas nobles ; lo que nunca sucede con el señor Ruy Velazquez ni con el señor Alvar Sanchez , que cada noche de Dios , y cuanto mas oscura sea , vienen , y por cierto con tales compañías que da envidia verlas . — ¿ Pero sabes quién es el negro ? ¿ le conoces ? — ¡ Oh ! eso sí señor . — Pues entonces tienes todo lo que para el caso necesitamos . Ahora bien , es necesario que vayas al momento á casa de doña Lambra , y que por medio de cualquiera de los que allí conoces te avoques con Jamrú . — Iré , señor , y me avocaré . — Cuando le tuvieres frente á frente y en lugar en donde de nadie puedas ser oido le dirás : el caballero que os encontró cuando estábais acompañado de cierta persona , en cierto lugar esta mañana , está en mi casa y os manda que vayáis á verle . Obedeced , pues , que os importa . — Así lo diré sin faltar palabra . — Le dirás ademas : el mismo caballero quiere que llovéis con vos cierto esquisito licor que habéis dado á beber esta mañana en cierta parle á seis amigos vuestros . Obedeced también si no quereis que el caballero que os envia se valga , para obligaros , de vuestros seis amigos . — Asi lo diré , señor . — Y como es casi seguro que el esclavo se prestará á seguirte , le conducirás aquí . Asi , pues , parto y vuelve cuanto antes . El posadero aseguró que cumpliria lo mas pronto y fielmente su encargo y salió murmurando : — Maldito si entiendo ni una palabra de todo esto : pero bien , ello dirá . Diego se volvió entonces á sus hermanos : estos estaban tristes , preocupados por las impresiones que habian recibido aquella mañana , particularmente á la vista de los cadáveres de los seis hombres de armas de doña Lambra . Gonzalo singularmente se mostraba mas tétricamente pensativo que sus hermanos ; era cerca , de medio dia , la hora de su cita con Blanca en el Prado del Bey , y se mostraba visiblemente impaciente y contrariado . Diego lo sabia todo , porque todo se lo habia revelado Blanca , escepto el estado á que la habia llevado su amor , y la escandalosa escena que habia acontecido la noche anterior entre dona Lambra y Gonzalo , que ella no conocía , y que era sin embargo la causado las desdichas que empezaban á acontecer . Diego sabia , pues , que su hermano tenia una cita con su amante y una cita decisiva , y como sabia también que Blanca no podia asistir á ella , ni Gonzalo ir á casa de doña Lambra en su demanda , pensó , que este creyéndose desairado por la falta de la jóven , se ofendería , y que por pasagera que fuese su ofensa , podria servir de mucho para que pudiesen ganar tiempo y poner remedio á una pasión que no convenia de ningun modo al orgullo de los Laras . — Paréceme , hermano mio , le dijo acercándosele y asiéndole cariñosamente una mano , que luchas con un pensamiento que te contraría ... estás impaciente . — Yo confieso , Diego , dijo Gonzalo , que te agradeceria el que me dejases ir á un cierto asunto , en el cual , cuando mas podré ininvertir una hora : hasta entonces no hago falta al convite de nuestro tío , y estaré de vuelta en el momento preciso . — ¿ Y tal es ese asunto que no sufro demora ? dijo disimulando Diego . — Ninguna , hermano mio . — En ese caso vete , y puesto que nada me dices acerca de eso asunto , respeto tu secreto ; pero te aconsejaría , sí el asunto es de amor , que no fueses á rondar como un estraño la casa de doña Lambra . — ¡ Oh ! descuida , hermano mio : no me acercaré ni con mucho á la casa de nuestra prima . Y tras esto , salió apresuradamente , y poco despues Diego le vió alejarse á lo largo de la calle .. — Yen acá , Martin , dijo Diego : tú amas á nuestro hermano , ¿ no es verdad ? — ¡ Ira de Dios , Diego ! esclamó ofendido Martin ; ¿ pues por quién estoy con el arnés á cuestas desde ayer ? ¿ por quién he ido hoy á la casa de ese judío condenado ? ... ¿ Por quién estoy dispuesto á romperme la cabeza con Ruy Velazquez , con Alvar Sanchez y con todos los de su mala casta ? — ¡ Martin ! ¡ Martin ! Dios quiera que el amor de Gonzalo no traiga grandes desdichas . — ¡ Bah ! Amor de niños , amor que se cura con la ausencia . — ¿ Has olvidado tu primer amor , Martin ? — ¡ Mi primer amor ! ¿ Y cuál fué mi primer amor ? ¡ Ah ! ¡ Diablo ! Sí , ya recuerdo : ¡ una moza de cámara de la condesa viuda doña Sancha ! ¡ Una montañesa mofletuda ! ... — No se trata de burlas , Martin : una mujer vulgar , plebeya , záfia , que se vende al oro , ó que se deslumbra con los amores le un caballero , por mas que sea hermosa y ame á su modo , no puede compararse con un ángel ... y Blanca , la amada de nuestro hermano ... — Es verdad , dijo Martin , rascándose la estremidad de una oreja , y si Blanca nos amára á nosotros ... no sé , no sé ; pero es muy posible que nos encontráramos en la situación de Gonzalo . — La situación de nuestro pobre hermano no puede ser peor : su casamiento con Blanca es imposible ... imposible de todo punto ... Blanca es pechera ... la sangre de los Laras es demasiado ilustre para descenderá tal punto ... por otra parte , Martin , esos amores han dado ya terribles resultados . — ¡ Cómo ! ... ¡ el amor habrá arrastrado á la pobre Blanca ! — Si hubiera acontecido lo que pareces indicar , Martin , el mal no tendria remedio : antes que todo , era preciso evitar que pudiera decirse que un hijo del conde Gonzalo Gustios , habia cometido una infamia seduciendo á una pobre jóven ... No es de esos resultados de los que yo hablo ... sino de oíros que no son menos funestos : doña Lambra tiene celos ... doña Lambra ama á Gonzalo . — ¡ Que le ama ! ¡ imbécil ! y ha podido preferir á esa toquilla ... ¡ doña Lambra ! .. ¡ un asombro de hermosura , de gentileza ! ¡ rica como un judio , hija de un rey .. ! Mi hermano está loco , vive Dios ... y si yo me encontrara en su lugar ... — Gonzalo hace bien en desdeñar á doña Lambra , dijo profundamente Diego . — Sin embargo , nuestro padre se creeria satisfecho con que uno de sus hijos casase con ella . — Lo mismo creí yo ayer ... pero hoy ... hoy ... doña Lambra es un demonio , hermano , y un demonio esterminador . — ¿ Y dices que hoy has conocido .. ? ¿ Era olla acaso la dama de la litera ? — No . — ¿ Iba en la litera ? — Nada tiene que ver la persona que iba en la litera con doña Lambra . — Vamos ... esto es un misterio , dijo Martin . — Si , y un misterio tenebroso . Martin conocia la firmeza de Diego y no insistió . — Bien , le dijo , pero á pesar de tus juicios , en que creo que te engañas , si yo pudiera enamorar á doña Lambra me creeria el mas feliz de los hombres . — Pues prueba á hacerlo , hermano ; y si lo consigues , si un dia me dices : doña Lambra me ama , se rae habrá quitado un horrible peso del corazon . — Pues bien : hoy empiezo , y tan pronto como que voy á soltar el arnés y á presentarme en su casa . — Antes será , preciso que vayas al Prado del Bey . — ¿ Al Prado del Bey ? — SI , allí encontrarás á Gonzalo : ocúltale entre los árboles y obsérvale sin ser visto : mira con quien habla , lo que hace . Si por acaso se encamina á casa de doña Lambra , estórbaselo en nombre de nuestro padre , y sí insiste ... tú eres mas fuerte que él : nada respetes , desármale y tráele contigo . Y Diego empezó á desarmar á Martin . Los otros hermanos que , respetando á su hermano mayor Diego , habían estado hablando acaloradamente en otro estremo de la habitación , se acercaron al ver aquellos preparativos . Permítanos el lector que ya que encontramos un hueco , ó por mejor decir , una ocasion de hacerlo , hagamos la semblanza de los infantes . Diego , el mayor de ellos , tenia veinte y cinco años ; no era tan hermoso como Gonzalo , pero le aventajaba en robustez de formas y en estatura , si no en fuerzas , aunque era casi un gigante ; difícilmente se encontraria hoy un hombre que pudiese moverse , si se vistiera un arnés tal como la pesada armadura de hierro colado que llevaba sobre sí : era un tanto moreno , y en sus negros y grandes ojos , si bien se notaban generosidad y buenos instintos , habia una profunda espresion de prudencia , que casi tocaba en recelosa reserva , y una dureza y una altivez sin límites . Fanático por el honor , era muy fácil hacerle desnudar la espada por una sombra de insulto , y muy difícil , muy raro , el que aquella espada volviese á la vaina , sin haber hecho un cadáver , aunque debemos añadir que jamás la desnudaba sin la profunda convicción de que le obligaban á ello su honor y su derecho . Como hijo , respetaba ciegamente á su padre ; sentia por él una admiración orgullosa , y por él so hubiera dejado quemar vivo . Como amigo , rara vez , y á pocas personas concedia su amistad ; pero la amistad en él , tanto como el honor , como el valor , no conocia límites . Amaba á sus hermanos , con el amor de una madre y con la firmeza de un anciano que conoce que con la juventud es necesario ser á veces mas duro ó inflexible , cuando mas se la ama . Era , pues , su segundo padre , y tanto confiaba en él Gonzalo Gustios , que solia decir á sus amigos : — Mi hijo Diego me alivia del miedo de la muerte : sé que puedo entregarle mi bandera , seguro de que la sostendrá mejor que yo , porque mi brazo empieza ya á cansarse , y que me reemplazaria dignamente respecto á sus hermanos . Todos son buenos y cumplidos caballeros , y tengo orgullo de ser su padre : pero Diego une á su juventud la prudencia de un anciano , y es en fin , la piedra fundamental de mi casa . En cuanto al amor , Diego jamás le habia sentido ; el amor es un yugo , y su carácter independiente le rechazaba : no podia decirse del mismo modo que era indiferente á la mujer , pero sabia gozar de sus encantos sin enamorarse , y gastar bizarramente su oro , mas que sus palabras , con altas cortesanas . Cada cual tiene sus vicios , porque no hay hombre que no los tenga ; pero Diego de Lara sabia satisfacer los suyos de una manera hidalga , y sin daño de tercero . La dureza de su carácter le hacia indomable para todos : y si bien trataba con un entrañable afecto á sus hermanos , estos le respetaban un punto menos que á su padre , seguían sus consejos , y reconocían en él su derecho de primogenitura . Así , pues , por costumbre y por carácter ejercia una autoridad marcada sobre sus hermanos . Martin , el segundo , contaba veinte y cuatro años . Era rubio , blanco . , pálido , con hermosos ojos azules , de espresion franca y entusiasta : delgado , esbelto , pero fuerte y á propósito para la fatiga : era un verdadero calavera , espíritu loco y confiado , que se arrojaba al peligro sin verle , y salia de él sin estremecerse , sin adquirir prudencia para lo sucesivo . Lo amaba todo , con tal que fuese bello , y lo abandonaba apenas lo conseguía . Sus triunfos en amor , sin embargo , no habian hecho ningun victima , porque siempre antes de llegar al caso de una formal conquista , encontraba en la mujer á quien rendia homenage algún defecto que le alejaba de ella . Martin necesitaba una mujer especial , bastante pura para llenar su alma entusiasta , y bastante discreta para prevenir sus inconsecuencias . Una sola le habia enamorado de veras ; pero aquella mujer se habia mostrado siempre inaccesible aun á sus demostraciones . Aquella mujer era doña Lambra . Pero este amor estaba tan dominado ya por la costumbre de no ser atendido , era tan superficial en amores el carácter de Martin , y su clara razón comprendia de tal manera que su prima no estaba al alcance de sus posibilidades amatorias , que aquel amor dormia replegado en el fondo de su alma , y si alguna vez se revelaba , la rebeldía , aunque fuerte , no duraba mas que lo que dura una tormenta de verano . Por lo demás , Martin ora un cumplido caballero ; esgrimia admirablemente una espada ; sabia herir con la lanza donde mas oportunamente convenía ; jugaba con el caballo mas bravo , y en cañas y sortijas no reconocia mas rival que su hermano Gonzalo que , según afirman de buena fe las crónicas , ni en esto ni en las demas dotes que constituyen un buen caballero , tenia par en el mundo . Suero Gonzalez , el tercero de los hermanos , era uno de estos caractéres reconcentrados , melancólicos , apáticos , que necesitan de una ocasion para darse á conocer , y á pesar de que solo tenia veinte y tres años , de que era hermoso y gentil , y de estar enriquecido con cuantas cualidades son necesarias para ser bien acogido por el mundo , su prudencia y su parsimonia eran tales , que se bacía : muy difícil se presentase ocasion de que se demostrase lo que se ocultaba en el fondo de aquella mirada tranquila y dulce . Jamás so le habia visto acercarse á las mujeres mas que de una manera indiferente , ni posar en ellas sus miradas con mas interes que pudiera haberlo hecho en la cosa de fíenos valor , ya fuesen hermosas ó feas , jóvenes ó viejas . Gustaba del retiro : habia sido necesario que su padre se opusiera fuertemente á su deseo de entrar en el claustro : era , en fin , un filósofo en la acepción en que so toma vulgarmente esta palabra : hablaba ni mas ni menos que un anacoreta de las vanidades del mundo , y aun asi en pocas palabras ; no habia llegado el caso de que derramase sangre , y si por algo se sabia que era valiente , fuerte , diestro y digno de llevar el nombre de Lara , era por sus pruebas de armas en justas y torneos . Sabia medianamente latín ; rezaba sus horas en un breviario como un monge , se entregaba á paseos solitarios , y siempre que podia , hacia una vida de cenobita . Pero ni se escandalizaba de las locuras de sus hermanos menores , ni resistíalos preceptos de los mayores : era , en fin , un ángel fuerte con rivetes clericales y sus puntas de fanático supersticioso , y nada mas . Fernán , Ruy y Gustios , los siguientes , un año menos cada uno que su antecesor , eran una trinidad tan semejante en cuanto á carácter , que solo los faltaba tener una misma figura para haber pasado por una triple y perfecta reproducción . Locos de atar , estaban continuamente de aventuras , y de aventuras peligrosas ; con sus fueros señoriales , su orgullo de raza y el poder de suposición ; valientes , arrojados , emprendedores , eran el espíritu de la diablura y el único motivo para que algunas veces retumbase irritada y severa la voz de Gonzalo Gustios bajo las bóvedas de Salas de Lara ; pero eran siempre tales y tan originales las travesuras de los tres jóvenes , habia en sus almas tan noble y generoso fondo , que el buen Gonzalo Gustios se reia de buena gana de las fechorías de ellos , que nada tenian de deshonrosas , en el momento que volvia la espalda y no podian escucharle . En cuanto á . Gonzalo ya hemos hecho su descripcion : su padre le amaba , según dijimos antes , como al Benjamín de su familia , y sus hermanos ! e idolatraban . Todos conocían su superioridad en hermosura y en armas , y sin embargo ninguno le envidiaba : por el contrario , se hubieran dejado hacer pedazos por él . Tales eran los siete infantes de Lara , los siete nobles y valientes mancebos de que se llamaba con orgullo padre , el mejor caballero de su tiempo : Gonzalo Gustios de Lara . — ¿ Con que es decir , dijo Ruy ( y volvemos al punto en que rodearon los cuatro hermanos á Diego y á Martin ) que aquí hay secretos y encargos , y misterios que nosotros no podemos conocer ? .. pues , vive Dios , que tan hermano de vosotros como nuestro es Gonzalo , y que si Fernán Gustios y yo lo tomamos á pecho , pondremos los misterios mas de claro en claro que la cabeza del santo abad del Almendralejo . — Tú y tus dos camaradas , Gustios , dijo entre Agrio y dulce Diego , oiréis , vereis y callareis , cuanto sea necesario ver oir y callar , y cuando se os necesite obedecereis sin decir esta boca es mía . — Ni mas ni menos que el buen monge don Suero , que está en aquel rincón rezando sus devociones , dijo Fernán . — Paréceme , hermanos , que lo que hemos visto hoy , dijo gravemente Suero , basta y aun sobra para que pidamos á Dios por parientes que tanto se descarrian del buen sendero . — Tiene razón , dijo Martin ; hemos visto á Alvar Sanchez haciendo traición á nuestro generoso hermano Gonzalo ; sabemos que nuestro lio Ruy Velazquez ... ó creemos saberlo , pone asechanzas á su vida ; hemos visto seis miserables asesinados , y si esto no es razón bastante para rezar , porque á mí me importa muy poco de que el diablo se lleve lo que es suyo , lo es para que nos preparemos á todo evento , y aflojemos las espadas en las vainas , para que no tarden en salir cuando sea necesario echarlas al aire . — Siempre se debe levantar el corazon á Dios , antes de bajar la mano á la empuñadura de la espada , dijo profundamente Suero . — ¡ Miserere mei Domine ! esclamó con acento nasal Fernán : decididamente creo necesario echarte la cogulla , Suero , y hacerte abad del primer monasterio que fundemos en tierra de moros , para que nos dejes en paz .