Gloria , dinero y mujer Novela original Eleuterio Llofriu y Sagrera La señora Ruperta era una de esas amas de huéspedes que anuncian en La Correspondencia que necesitan un caballero o dos , tranquilos . Tenía en su casa un grupo de estudiantes bulliciosos , capaces de acabar con la paciencia de un santo , y añadíase a esta legión intranquila el hospedaje de dos redactores de periódicos políticos que se retiraban muy tarde y que con ideas opuestas armaban cada alboroto que hacía temblar los platos en el vasar de la cocina . Cuando este caso llegaba , doña Ruperta se extremecía y entraba en la habitación de los estudiantes obligándoles a que la escribieran otro anuncio para La Correspondencia indicando expresamente que los huéspedes que quería era de los de siete reales con principio y chocolate . Tenía doña Ruperta una sobrina angelical , oculta casi siempre a las miradas de los estudiantes y periodistas , educada en un convento , cándida y pura como el bello ideal de la mujer en la fantasía del poeta . Deseaban los estudiantes verla y todo era entrar y salir con el objeto de atravesar el pasillo que conducía al comedor y en el cual se hallaba la puerta del pequeño gabinete de Matilde , siempre cerrado , como si estuviese vacío . - Pero señor , - decía uno de los estudiantes de leyes , gacetillero gratis de un diario ministerial , - ¿ es un espíritu esa chica ? Cinco meses hace que estoy en la casa y no la he visto más que una sola vez . ¿ Por dónde sale ? ¿ Por dónde entra ? ¿ Cuándo come ? He pasado días enteros sin salir y ni por esas . Y cuidado que escapárseme a mí es casi imposible , a mí , que ... vamos . - Claro está , - respondió un futuro orador , poeta en ciernes y crítico a troche y moche , - pero yo voy a escribirla unas seguidillas y a introducirlas por debajo de la puerta . - Pues yo escribiré una gacetilla a la bella incógnita y en cuanto la lea , ¿ cómo ha de resistir la atracción de mis versos , la dulce suavidad con que llegan hasta el corazón ? pero oíd , compañeros , - añadió el presunto periodista , - se dice que el único que ha logrado cruzar miradas y palabras con la joven en cuestión es el paleto , ese pobre chico recién llegado del pueblo , corto , simple y desgraciado . - Ha dado en la manía de escribir versos , pero qué versos . Se habrá figurado que en Madrid la reputación se consigue de cualquier modo , y para que él llegue adonde yo , ya necesita . Para eso está siempre estudiando , como si fuera preciso estudiar para escribir versos . Así pasa la noche de claro en claro como el famoso D . Quijote con sus libros de caballería : ni va a los cafés , ni a los salones en donde nosotros descollamos . Cómo ha de ser literato , ni poeta en su vida , ni hombre de pro , si no va al café , si se retira temprano y pierde el tiempo entregado a los librotes , ¡ pobre chico ! ¡ da compasión ! Es tan singular , tiene unas ideas tan raras ... Figuraos que opina que no debe quererse más que a una sola mujer en cuanto se la crea digna de esclavizar el corazón de un hombre y me censura porque le enseño cartas de tres o cuatro que se deshacen por mí . ¿ Qué ha de hacer cuando lea versos como estos ? Y recitó una poesía con muchas palabras , perfectamente rimadas , muy armoniosas , muy dulces , pero sin un pensamiento predominante , sin un solo concepto original . Llamábase aquel vate tan aplaudido por sí mismo y por sus muchos aduladores , Rodolfo , y no tenía ni siquiera la cualidad de ser un buen amigo . No había reunión literaria , ni tertulia del gran tono a que no asistiese , ni fiesta de familia a que no fuese invitado para que después cantara en el periódico las excelencias de la dueña de la casa diciendo que hacía los honores con exquisita amabilidad que en aquel paraíso sin adanes se hacía música de muy buen gusto , aunque fuera preciso taparse los oídos para no sentirlos atacados de una descarga . Cuando el llamado paleto oía frases como la de hacer los honores y hacer música se reía sin ocultar el efecto que le producían y por eso no merecía las consideraciones de sus compañeros de habitación . Era Rodolfo de tez morena , cabellos ensortijados naturalmente , barba negra corrida , ojos de color verdoso , el labio inferior abultado como expresión de vanidad y de soberbia , nariz aguileña denunciando su perspicacia , y mirada de cobarde , incierta , hipócrita y recelosa . Era lo más a propósito su carácter para la maledicencia y la murmuración . Satisfacíanle los aplausos de sus aduladores y creíase el genio privilegiado del siglo XIX : llamaba injusto al gobierno porque no le recompensaba con un destino de 50.000 reales y hallábase tan dispuesto a ensalzar a Carlos VII como a Amadeo , a Alfonso como a cualquiera cuyas alabanzas le proporcionaran algunas docenas de duros . Elogiaba a todo aquel que leía una composición en su presencia , exagerando de tal modo el efecto que le producían los versos y dando tal carácter de sinceridad a sus palabras , que quien no advirtiese que pisaba el pie de la persona que tuviera al lado , creería que había buen fondo en el falso encomiador . Cuando el que había sido objeto de sus alabanzas volvía la espalda ; ¡ con qué cinismo le trataba , cómo le ponía en ridículo excitando la hilaridad de los que oyéndole , se hacían cómplices de aquella falta imperdonable ! Con las mujeres era lo mismo : las halagaba , las bendecía cuando las tenía en su presencia , bosquejaba el cuadro de la virtud , de la belleza , del trato cortés y delicado , con el fin de que resaltaran más los defectos cuando los enumeraba después a otras , para que gozasen con el ataque dirigido a aquéllas . El otro compañero , que sostenía el diálogo con Rodolfo era un tipo muy semejante al de éste aunque con más fondo . Engreído y maldiciente , mal amigo y de espíritu mezquino , era su atmósfera la de la adulación . Tenía siempre en los labios esa sonrisa hipócrita que quiere significar buena fe y probidad . Su cara ancha , la mirada poco franca , el continuo charlar de cosas que no sabía y la eterna crítica de todo , eran el conjunto menos simpático para los hombres que conocían su carácter y que sabían apreciar el falso brillo del oropel . Miguel era el nombre del joven a quien llamaban sus compañeros el paleto . Era hijo de unos honrados labriegos que a costa de sacrificios lograron reunir la suficiente cantidad para que aquél siguiese una carrera en Madrid decidiéndose por la de leyes , a la cual tenía decidida afición . Era una historia muy triste la de los padres de Miguel que habían descendido de una posición social por intrigas de gentes de mala fe . El padre fue funcionario público de reconocida probidad , de inteligencia no común , y dedicado a la política , sostuvo con una consecuencia intachable sus ideas en beneficio del país , pero como con frecuencia acontece , fue recompensado con la ingratitud : aquéllos a quienes había prodigado beneficios le censuraron injustamente los primeros : los que se habían llamado sus amigos escribieron artículos furibundos contra él , en los cuales se le acusaba violentamente . Había levantado de la nada a hombres como el padre de Rodolfo , que con un cinismo abominable formularon cargos , inventaron motivos de censura y llegaron a herir su corazón con el dardo emponzoñado de la ingratitud . El padre de Miguel viendo tanta miseria , tanta maldad , tanta escasez de buena fe en los círculos políticos , decidió retirarse a un pueblecito de la provincia de Alicante en donde resolvió pasar los años que le quedaban de vida entregado a las sencillas costumbres campestres para olvidar todo el torbellino de la corte . La falsa amistad había acibarado su existencia : las intrigas palaciegas habían labrado el desengaño más desconsolador en su alma y una historia de amargas desventuras grabó en su corazón huellas que no se borraron jamás . Parecía que el hijo estaba destinado a sufrir también algo de lo que el padre , y que su historia había de ser una serie de desengaños como la de éste . Don Fernando , que tal era el nombre del padre de Miguel , no veía de buen grado que su hijo fuese a la corte ni tampoco la voluntad de la buena madre favorecía los proyectos de la expedición , pero fue inquebrantable el propósito de Miguel y por no cambiar el rumbo de la inclinación de éste , los padres consintieron y lloraron la ausencia de aquel hijo tan amante de sus padres , tan ansioso de porvenir , con tanta fe y con dotes tan especiales para brillar en el mundo . Miguel estudiaba con tan buen resultado que era la admiración hasta de sus mismos catedráticos . En las academias de práctica forense descollaba de tal modo y demostraba condiciones tan singulares , que sus defensas eran presentadas como modelo de buen lenguaje , de extricta aplicación del derecho , de profundo conocimiento de la legislación antigua y moderna . Esto era motivo de envidia para Rodolfo y para Agustín , que así se llamaba el otro compañero . Rodolfo no había recibido hacía tres meses cantidad alguna de su casa para pagar al ama de huéspedes que lo asediaba de continuo , dándole lo que en esas casas se llama un mal trato . Desde una alcoba sencilla de un gabinete elegante en donde se hallaban los condiscípulos , fue trasladado a un cuartucho del comedor , sin luz y sin más espacio que el del catre adonde dormía . Dábale doña Ruperta el sobrante del almuerzo y de la comida de los demás y no le concedía el privilegio de luz por las noches . - Diga usted , don Miguel , - díjole un día doña Ruperta delante de los demás compañeros , - cuando me dará usted algún piquito , porque ya ve usted tres meses , ya es un abuso y como yo sé que usted no quiere decirle nada a su padre , pasarán así los meses y la cuenta subirá ... - No tenga usted cuidado , que ayer me ofrecieron una plaza en la redacción de un periódico ... - Periódico ... papeles ... vaya un refuerzo ... y usted que no sabe de la misa la media , ¿ qué va a hacer en esos papelotes ? ... Si fuera usted como don Rodolfo que es un joven de talento , ahí lo tiene usted , lo ha de ver usted lo menos de director de destrución pública . - Instrucción , doña Ruperta ; instrucción , - dijo Rodolfo . - Lo mismo da ocho que ochenta ; yo sé lo que me digo , y sino ahí lo ve usted , ahí tiene usted a don Agustín , qué talento , qué trastienda ; me paga con puntualidad , es un hombre de provecho : come en casa pocos días porque se va a la de su tío el que no ha querido ser ministro en esta última hornada ... Porque yo no puedo con tanto gasto ... ¡ Friolera ! tres meses a mesa puesta , regalándose como un duque . ¿ Espera usted al cartero ? Vamos a ver si hoy ... - Pero doña Ruperta , no acose usted a este pobre muchacho , - dijo Rodolfo : - que le escriba a usted una defensa del gato que el otro día se comió la carne de nuestro cocido y puede usted darse por pagada : que le explique a usted su lección de justicia distributiva o de naturatis facultas ejus , y dése usted por satisfecha . Hombres como él no deben pagar con dinero . Día vendrá en que pueda acosar a usted con millones ... - Es claro , - interrumpió Agustín : - Miguel ha de ser ministro de Gracia y Justicia , y aplaudido poeta dramático , no en sociedades de tres al cuarto ni en teatruchos de mala muerte ... Miguel sufría horriblemente . Había creído en la sinceridad de aquellos jóvenes : teníalos por buenos amigos y comenzaba a ver descorrido el velo , apareciendo la verdad con todos sus detalles . - Podré no ser nada de lo que vosotros decís , - respondió con triste acento Miguel , sentándose abatido , - pero nunca seré mal amigo ni trataré de herir a nadie con el sarcasmo que no merece . - Hombre , te picas por muy poco : contigo no valen bromas . - Tiene mucho orgullo el señor Miguel , - dijo doña Ruperta , - y ésa es condición de muchos pobres . Mejor fuera que la tuviese para cumplir como es debido con la casa , y no que se da humos de señorito y no tiene sobre qué caerse muerto ; y vaya con la oferta que me hace ... periódicos . Cómo si no supiera yo la vida de los que esperan la paga de algunos papeles de esos ... Tenía yo a un redactor de un diario que entonces le hacía la guerra al gobierno , y no me pagaba más que con la esperanza de que iban a subir los suyos , y le iban a dar ... qué sé yo , una embajada ... y la embajada fue que vinieron por él y se lo llevaron al Saladero : salió de allí , ¿ ustedes volvieron ? pues él tampoco ... Pues no digo nada de otro ... que después de deberme seis meses lo hicieron ... ¡ quién sabe ! ... en fin , una cosa grande , y cuando fui a verlo , me contestaron los porteros que no me conocía . En esta parte de su discurso se hallaba doña Ruperta , cuando se oyeron dos fuertes campanillazos . Salió María , la criada , a abrir , y entró en el comedor con dos cartas en la mano . Entregó una a Miguel y otra a Rodolfo . - ¿ Es de su señor padre ? - preguntó doña Ruperta a Miguel , - ¿ qué dice ? - Me manda una letra . - ¡ Angela María ! - exclamó el ama de huéspedes . - ¿ Y de cuánto ? - preguntó acercándose con ojos de codicia . - Cuatro mil reales . - ¡ Cuatro mil reales ! - dijo con asombro doña Ruperta , repitiendo la cantidad dos o tres veces . Rodolfo y Agustín se miraron con sorpresa . - Vamos , ya decía yo que ... - tartamudeó la vieja , - es claro , cuando los padres ven hombres de juicio y de talento , como usted que tanto promete ... ya se ve , no vacilan al enviar una cantidad gorda ... así ... Porque no hay que dudarlo , usted que tanto estudia y que si entra en un periódico , tendrá un gran porvenir ; usted que se diferencia de otros jóvenes jugadores , bulliciosos , que me gastan el aceite por las noches para jugar a las cartas , merece que sus padres hagan eso y mucho más , y yo aunque no me pagase usted en un año ... Jóvenes como usted son dignos de que una los quiera , porque todos los días no vienen muchachos aprovechados . Miguel no contestó . Rodolfo y Agustín comenzaron a querer destruir el efecto que sus sátiras habían producido y trataron de halagar a Miguel , con la esperanza , sin duda , de que les dejara alguna cantidad que necesitaban para sus distracciones . - ¿ Es a la vista ? - preguntó con afán doña Ruperta . - ¿ La pagarán hoy ? - Así lo creo , y voy en el acto . - Te acompañamos , - dijeron a un tiempo Rodolfo y Agustín , que se decidieron por aparecer amigos leales de Miguel . Doña Ruperta quedó haciendo sus cálculos sobre la cantidad que la adeudaba Miguel , y comprendió que no debía haber apurado tanto al pobre chico , porque acaso se despediría en cuanto le pagase . Miguel trató a los dos condiscípulos con el desdén que merecían y logró desprenderse de ellos antes de llegar a la casa de comercio en donde habían de pagarle la letra . - Es preciso vengarnos de ese necio , - dijo con ira reconcentrada Rodolfo . - Así lo creo : porque se va a hacer insoportable en cuanto pueda sustituir el sombrero desplumado que hoy corona su cabeza , con otro , y en cuanto el sastre le haga un levisac más decente . - Juguémosle una buena . - Ya tengo el plan ... pobre doña Ruperta ... Ya verás ... El futuro ministro ha de ser despedido ignominiosamente . - ¿ De veras ? - Por falta de pago ... si sale bien mi estrategia . - Sería cuanto habría que ver . - Pues lo verás . Pasó una hora , y doña Ruperta recibió una carta llamándola con urgencia a casa de la persona que la facilitaba fondos para el género de vida que había adoptado , y salió inmediatamente , entrando poco después en la casa Rodolfo y Agustín . No tardó mucho Miguel : buscó a doña Ruperta y supo que había salido . Observaron los dos compañeros que Miguel entraba en su cuchitril , y al salir de él , dijéronle que habían ido a buscarle , que inmediatamente se presentara en la redacción del periódico en el cual le habían indicado que entraría , y no esperó más tiempo , sino que dando las gracias a sus compañeros por habérselo participado a tiempo , salió con precipitación diciendo para sí : - Cuando una cosa va bien , todas siguen lo mismo . Puedo pagar , me vestiré para presentarme en sociedad y tendré sueldo en el periódico ... ¡ Matilde , Matilde , si llegará un día en que pueda decirte : mi porvenir se ha realizado ... ven a compartir conmigo las comodidas de una existencia cómoda y tranquila ! ... Esta última parte no fue solamente mental , sino que se tradujo en palabras que algún transeúnte pudo oír . Pasaron dos horas , y al volver de la redacción , desesperado , víctima de un engaño , entró en su alcoba después de enterarse que doña Ruperta estaba en casa , y salió con los ojos desencajados , cárdenos los labios , pálido como la cera . Los rubios cabellos en desorden , la boca entreabierta , agitada la respiración , la mirada sombría , revelaba la exaltación aterradora de su espíritu . ¡ Qué había pasado en su alma ! ¿ Qué era lo que acontecía que así le afectaba , que así desgarraba su corazón ? Terrible debió ser el golpe que recibió en aquel instante ... Cuando Miguel entró en la alcoba , abrió el baúl cuya llave había dejado en la cerradura , miró hacia el sitio en donde dejó los cuatro paquetes de cincuenta duros , y dudó un momento : levantó la ropa blanca que contenía el cofre y dudó más ; creyó que los habría dejado encima de la silla desvencijada que le servía de mesa de noche a la cabecera de la cama , miró ya con recelo : encendió un fósforo porque la alcoba era extraordinariamente oscura , y se persuadió de lo terrible de su situación . De María la criada , cuya honradez no tenía tacha y que en cuantas casas había servido respondían de su probidad , no era posible sospechar . ¿ Y de quién ? Aquella cantidad , que representaba el sacrificio de sus padres y que había de servirle para salir de la deuda para pagar el segundo plazo de matrícula en la Universidad y cubrir las apariencias que la sociedad exige , le había sido sustraída . ¿ Qué hacer en aquel trance ? - Esto es horrible , - exclamaba Miguel , volviendo a registrar el baúl y hasta los últimos rincones del cuarto . - ¡ Qué desgraciado soy ... qué desgraciado ! - ¿ Será una broma de mis compañeros ? - se preguntaba como queriendo tranquilizarse . - Vamos , me apuro por muy poco ... Eso será ... Pero es una broma muy pesada . ¡ Rodolfo , Agustín ! ... Y llamándolos cariñosamente , entró en la habitación de aquéllos , los miró con fijeza y creyó convencerse de lo que sospechaba . Aparentó calma , y fingió que sonreía . - ¡ Qué rato me habéis hecho pasar ! ... ¡ Si vosotros lo supierais ! - ¿ Cómo ? - preguntaron los dos levantándose del sofá . - Vamos , no disimuléis es inútil . - Tú te estás guaseando con nosotros , - dijo Rodolfo , haciendo uso de ese provincialismo que ha tomado carta de naturaleza en Castilla la Nueva y cuyo privilegio de introducción se debe a los estudiantes . - Mirad que es muy pesada la broma : yo tenía el baúl cerrado , pero la llave estaba puesta , y nada más que una broma vuestra puede haber sido lo que me ha sobresaltado al principio . Cruzáronse Rodolfo y Agustín una mirada de inteligencia , y el último habló así , dirigiéndose a Miguel con alguna aspereza : - Nosotros no debemos tratar con la confianza de siempre al que nos ha mirado con desdén porque acababa de recibir una letra de su casa . Nos guardaremos muy bien de considerarte como compañero . Entre nosotros no ha de haber relaciones de amistad . - Seguid adelante la broma , - replicó tímidamente Miguel . - ¿ Pero qué broma ? - preguntó con apariencias de disgusto Rodolfo . - La que me habéis jugado ... Vamos , dadme lo que habéis sacado del baúl . Así dijo Miguel , y se acercó a uno de ellos por creer que tenía en el bolsillo algún paquete . - ¡ Miserable reptil ! ... Nadie se ha atrevido a tratarnos de ladrones ... ¿ lo oyes ? y si insistes en tu propósito , verás hasta donde llega mi cólera , - contestó Rodolfo levantando los puños . - ¿ Pero es verdad que habláis seriamente ? ¿ Es verdad que no os chanceáis ? - Ya te hemos dicho que contigo no es posible la confianza , y ahora mismo acabas de convencernos de lo que mereces . Has llegado a sospechar que te trataríamos con fraternal cariño como hasta aquí y que te haríamos objeto de nuestras bromas que nunca han llegado a ser tan graves que dieran un mal rato a nuestros amigos . Así decía Agustín , mientras el pobre Miguel sentía crecer la ansiedad en su alma y los más angustiosos tormentos le asediaban . - ¡ Con que es verdad mi desgracia ! ... ¡ Dios mio ! - exclamó Miguel con los ojos humedecidos por las lágrimas . - ¿ Pero , qué ha sido ? ... - Que no encuentro la cantidad que he dejado en el cofre . - Y creíste que nosotros ... Anda , soberbio ... ¿ Nos habíamos de rebajar hasta el punto de fraternizar contigo y nos has despreciado ? ... Ya sabemos lo que son las farsas . Sabe Dios lo que habrás hecho de esa cantidad ... y por no pagarle a doña Ruperta ... - ¡ Ah ! ... desgraciado , - gritó con iracunda saña Miguel lanzándose sobre Rodolfo , que era el que así se había expresado . Por pronto que Rodolfo quiso defenderse , tuvo la nerviosa mano de Miguel en la garganta , y fue derribado al suelo sin poder dirigir ni un solo golpe a su adversario . Entonces Agustín cogió por la espalda los dos brazos de Miguel , y los separó de Rodolfo . Miguel quiso volverse para hacer con Agustín lo que con el otro había hecho , pero su contrario enredó con una de sus piernas las de aquél y cayó Miguel al suelo , levantándose Rodolfo en el acto , y acometiendo los dos al infeliz joven , que sintió sobre su pecho el pie de uno de ellos , mientras el otro le apretaba la garganta . - ¡ Cobardes ! - pudo apenas gritar Miguel . Al ruido que produjo la lucha desigual , salió doña Ruperta de la habitación contigua y vio aquel cuadro . - ¿ Qué es esto ? ... Déjenlo ustedes , déjenlo ustedes ... ¡ Dios mío ! ... Que lo van a matar ... - Es que lo merece ... doña Ruperta , lo merece ... Nos ha llamado ladrones , y me ha pegado a traición , - exclamó Rodolfo . - Miente , - replicó Miguel , - miente , señora . Son unos cobardes ... He castigado a un calumniador , y el otro me ha cogido a traición . - Vamos , vamos ... Tranquilidad caballeritos ... Podían vivir ustedes como hermanos . - Hermanos de este paleto ... de este farsante ... Cuando usted sepa ... quién es ... - ¡ Oh ! ... - exclamó con reconcentrado furor Miguel . - Lo que hay es que ha gastado el dinero antes de llegar aquí , y como no puede pagar a usted , ha fingido que le han quitado del baúl los cuatro mil reales , y venía con el papel de comedia haciéndonos ver que creía que era una broma nuestra . Esto dijo Agustín . - Mientes , infame , - gritó Miguel después de levantarse y lanzándose sobre aquél y llevándolo hasta la pared , contra la cual le sujetó con una mano , mientras con la otra iba a descargarle un golpe sobre el pecho . - ¡ Socorro ! - voceó asustada doña Ruperta . Rodolfo no se atrevió a defender a su amigo . El golpe que iba dirigido al pecho , lo descargó con el puño cerrado sobre la mandíbula del lado izquierdo de Agustín , que dio un grito horrible . - Don Miguel , don Miguel ... Por lo que más quiera usted en este mundo , por su madre ... Al oír estas palabras como un llamamiento a su corazón de hijo , dejó Miguel a Agustín que no tuvo atrevimiento para despertar de nuevo la saña de su contrario . - O él o nosotros , - dijo Rodolfo , dirigiéndose a doña Ruperta . - Mañana , no , hoy mismo nos devolverá usted lo que le hemos adelantado de la mensualidad , porque no debemos estar bajo el mismo lecho que ese alcornoque ridículo ... Y al decir esto , Rodolfo parapetóse detrás de doña Ruperta que huyó el bulto temiendo que Miguel equivocase el golpe y le asestara alguno de difícil curación . - Con que decídase usted , doña Ruperta . Nosotros vamos ahora a ver a un amigo que tiene casa de huéspedes para el caso en que usted resuelva quedarse con esa alhaja , - dijo Agustín , escupiendo aún la sangre de las encías , - iremos allí . - Pero , señores , esto es un escopetazo ; esperen ustedes ... - Nada , nada ... Lo dicho . Tomaron los dos el sombrero , y haciendo una señal de inteligencia salieron precipitadamente . Doña Ruperta temía perder lo que Miguel la debía , y no era el suyo bastante valor para atreverse a despedirlo así como así , y mucho menos hasta saber qué era lo que había sucedido . - Vamos , tranquilícese usted , - dijo aparentando calma y cariñosa benevolencia . - Siéntese usted a mi lado , y hablemos sin escrúpulos . Sentóse Miguel en el sofá a una distancia respetable de doña Ruperta , enjugando con el pañuelo el sudor que corría por su frente . - ¿ Qué ha sido eso ? ¿ Qué ha ocurrido ? - Doña Ruperta , soy el ser más desgraciado que existe . He venido esta mañana después de cobrar la letra , y he dejado los cuatro mil reales en paquetes de a cincuenta duros en el baúl ... Como usted no estaba ... la habían llamado ... - Y creo que ha de haber sido algún recurso para sacarme de casa , porque ni don Lucas mi abogado me llamaba ni cosa que lo parezca . - Pues también tuve yo que salir por otro falso pretexto : dijéronme que me llamaban de la redacción ... y no era verdad . Cuando volví , me encontré con que no estaban los cuatro mil reales en donde yo los dejé . - ¿ Pero eso es verdad ? ... ¡ Picarillo ! Acaso tenga razón don Agustín , y si usted es aficionado al juego ... - ¡ Señora Ruperta ! ... - Pero vamos , para pagarme a mí aún le quedará a usted algún piquito . - Todo me lo han robado ... - ¡ Robado ! ¿ Cómo es eso ? Y estando en mi casa ... se atreve usted a decir que le han robado esa cantidad ... Poco a poco ... Diga usted que lo ha entregado usted a una carta , y no comience por echar una mancha en la reputación de esa pobre criada , única en quien podrían recaer sospechas ... - ¡ Oh ! ... ¡ Si yo creí que era una broma de Rodolfo y de Agustín ! ... - Buenos están ellos para bromitas con usted ... Con que es decir que ha buscado usted ese pretexto para no pagarme : lo mismo , exactamente lo mismo que me pasó con otro truhán , que parecía tonto de pueblo y me la pegó con que le habían quitado el dinero ... - ¡ Señora Ruperta ! ... Por Dios , créame usted ... créame usted ... Sería mi mayor desgracia si dudara usted de mí . - Hijo , obras son amores : si para la hora de comer no me ha dado usted aunque sea el importe de un mes , cargue usted con su baúl y su sombrerera ; y en verdad que debía quedármelo aquí para obligar a usted más ... y ... sí señor , lo hago ... Vaya , vaya ... Haber podido pagarme y andarse por las ramas ... El baúl y la sombrerera se quedan en mi casa . A bien que usted tiene ese sombrerito hongo de pavero y esa levita , y no va tan mal para presentarse en donde lo reciban ... Miguel , confundido , cabizbajo , no encontró palabras con que contestar a doña Ruperta , y pasó por su mente un mundo de sombras pavorosas . La miseria y el abandono : la duda que podría caber en sus padres sobre el uso que habría hecho de aquella cantidad . Herido ya en su amor propio , acaso desprestigiado a los ojos de Matilde ... ¡ Qué situación tan violenta ! Levantóse maquinalmente , miró al techo como buscando un cielo despejado y sereno , y parecióle que una bóveda de bronce iba bajando hasta comprimirle la cabeza . - Créame usted , señora ; tenga usted compasión de un desgraciado ... - ¿ Y la tiene usted de mí ? Piedras de la calle hubiera yo arrancado por pagar a quien me diera de comer ... - Pero si yo ... - Nada , nada ... Y después tenía usted el atrevimiento de mirar a mi sobrina ... ¡ Otra que tal ! ... Vaya una pieza ... tan mojigata ... , tan ... Me enciende la sangre ver almas como las de ustedes ... - No la juzgue usted así ... - Silencio ... y a la calle , señor ... paleto ... Doña Ruperta se levantó y dio media vuelta , lanzando una mirada desdeñosa al infeliz Miguel . Desde la puerta díjole la vieja con orgulloso desprecio . - Ahora mismo , ahora mismo : si no puede usted pagarme se va usted de mi casa , y cuidadito con lo que dice usted del trato , porque no faltará quien le meta a usted en cintura ... Que no quiero que le encuentren a usted en casa cuando vengan esos dos jóvenes ... Así iba hablando por el pasillo y pasando por delante de la puerta de la habitación de Matilde , cuando oyó que ésta la llamaba . Sacó doña Ruperta una llavecita y abrió , entrando sin ver a su sobrina que la esperaba con ansiedad . Entretanto Miguel se veía acosado por los tormentos más desgarradores , y sin saber adonde dirigir sus pasos salió de la sala . María llegó entonces a la puerta y lo llamó , haciéndole una seña con la mano . - ¿ Qué tiene usted ? - le dijo la criada con interés . - La señorita me ha dicho que no se desespere usted y que no se vaya . - ¿ Por qué ? ... - Lo ha oído todo desde su gabinete , que está pared por medio de la sala ... Yo no estaba en casa cuando han podido los señoritos abrir el baúl ... pero ella los ha oído atravesar el pasillo ... - ¿ Y eran ellos ? ¿ No habrá entrado alguien aprovechándose de tu ausencia ? - Si me llevé yo el llavín ... y aquí no había nadie más que ellos y la señorita encerrada en su cuarto ... - No puede ser ... Ellos no es posible que ... - Si yo no he tardado nada en volver ... - Es increíble . De tal modo juzgaba Miguel a sus amigos que creía imposible que se hubieran atrevido a llevar hasta tal extremo la farsa . Al ver la insistencia con que la criada trataba de culpar a Rodolfo y a Agustín , llegó a pasar por su imaginación una sospecha vaga sobre la infeliz María . - La señorita me ha dicho que quiere contestar la carta de usted antes que se vaya . - No será posible , porque ahora mismo ... - Ay señorito Miguel , qué desgracia . La señora Ruperta no tiene corazón .. - Así lo creo : si ella sintiera el dolor de los desgraciados ... - Pues mire usted , que la solterona ... Si usted supiera ... Yo creo que la señorita Matilde no es más que una víctima ... Es una historia larga . Entre el tutor de la señorita y la solterona ... vaya ... me callo . - Con que tú crees . - Que los bienes que corresponden a la señorita están en manos de los dos : que la señora va a casarse con el tutor , con ese don Lucas , y los dos tienen el proyecto de casarla con un señorón muy rico que no ha de pedirles cuentas . - ¡ Qué historia ! ¡ qué historia ! - Pues ya la sabrá usted en su día . ¿ En dónde podré yo verle a usted ? - No sé , María , no sé . Yo me voy en este momento . Colocóse Miguel el sombrero hongo , abrochóse el levisac de lanilla gris y siguió andando por el pasillo hasta llegar al comedor : entró en su alcoba , tomó los libros , metió el tintero de caja de latón en su bolsillo y en otro el papel y algunos periódicos . - ¡ Pobre Matilde ! ¡ Desgraciado de mí ! - exclamó vacilante . - Pero ese dinero ... Aun no se atrevía a creer que fuese sino una broma de sus compañeros , porque había llegado a un extremo de gravedad inconcebible el hecho . - Esperaré a que vengan , - pensó con tristeza y dudando qué partido tomar . Tardaron mucho Rodolfo y Agustín , y cuando había pasado media hora sentado sobre la cama , vio llegar a doña Ruperta muy decidida y retorciendo los labios en señal de disgusto . - ¿ Aún estamos así ? - preguntó la vieja con voz que llegó hasta el corazón de Miguel , - vamos , vamos : si no ha de pagar usted que no lo encuentren aquí sus compañeros . No quiero exponerme a que se vayan . - Conste que en su casa de usted me han faltado cuatro mil reales y que han de parecer , - dijo Miguel con resolución . - ¡ Qué desfachatez ! Como le oyeran a usted personas estrañas le metía a usted en la cárcel por calumniador . - Veremos , doña Ruperta , veremos cuando se haga luz sobre este asunto . - No le dejará a usted muy bien parado esa luz . Ya enteraré yo a los cándidos padres de lo que es el mocito a quien creen un santo . - ¡ Madre mía ! - exclamó Miguel , y después tomando un tono enérgico , dijo : - Veremos si algún día se arrepiente usted de su conducta . - Yo arrepentirme ... ¡ Qué descaro ! Salga usted , salga usted de aquí . Doña Ruperta sentóse en la puerta de la alcoba y esperó con empeño a que de allí se alejase Miguel . - Dios perdone a usted el daño que ocasiona y quiera el cielo que pronto salga de su poder su desgraciada sobrina . - Cómo , cómo , ¿ qué es eso ? ¿ qué ha dicho usted caballero ? - preguntó con ansiedad doña Ruperta levantándose y corriendo hacia el punto en donde ya se hallaba Miguel . - Nada , nada , que Dios es justo y no consentirá ... - Es usted más parlanchín que yo creía , y mejor fuera que no sacrificara usted a sus padres . - ¡ Ah ! es usted un espíritu de maldición doña Ruperta , - prorrumpió Miguel abriendo ya la puerta para marcharse . - Cuidadito con lo que se habla , que es muy recto desde aquí el camino del Saladero y no está usted libre de que yo le arme una que sea sonada . María hallábase junto a la puerta y con un movimiento disimulado puso una carta en el bolsillo del levisac de Miguel . - Que no me olvide , - dijo éste al salir y mientras María cerraba la puerta . Volvió a abrir ésta para decir algo a Miguel creyendo que nadie la observaba , pero sintió que una de las manos de la vieja la agarraba el brazo derecho y la empujaba hacia adentro , dándola con la otra un bofetón . - Somos perdidos , - exclamó como para sí María . - No lo sois poco , - respondió doña Ruperta , amenazando aún a la pobre criada . Lo que pasó en la habitación de Matilde antes de que saliese de ella doña Ruperta , fue lo que se verá en el siguiente capítulo . María quedó aturdida sin saber qué decir . Temía salir de la casa porque era el único amparo de Matilde y la que consolaba a aquella infeliz víctima de la codicia de doña Ruperta . Matilde había oído todo cuanto sucedía en la habitación inmediata que era la ocupada por Rodolfo y Agustín , y desde que entró en aquella sala Miguel no perdió ni el detalle más insignificante . Lo que padeció la desdichada cuando el ruido y las palabras la hicieron comprender que había caído Miguel y que era víctima de sus dos compañeros que más cobardes lograron la ocasión de sobreponerse traidoramente , la angustia conque ella oía todos los detalles es indecible . Quiso gritar , pero como en los momentos de una horrorosa pesadilla la voz quedaba ahogada en su garganta : frío glacial recorría sus venas y latíala el corazón agitadamente . Maltrataban a un ser tan simpático para ella , tan querido , en una palabra , y no podía impedirlo . Hubiera visto con placer entonces que se desplomaban las paredes y que aparecía ella como el ángel salvador para anonadar con su mirada a los que después de injuriar y calumniar a Miguel lo golpeaban horriblemente . La pasión que unía las almas de Miguel y de Matilde , nació aun antes de verse . A los quince días de hallarse el novel estudiante en la casa de doña Ruperta , había oído hablar con cierto misterio de Matilde , acosándole tal deseo de verla y sintiendo por ella tal respeto y admiración , que quizá no habrían nacido en su alma aquellos sentimientos con mujer a quien hubiera conocido antes de oír de ella lo que se decía entre los estudiantes , por más que alguna vez trataban su memoria con irrespetuoso lenguaje y como quien no tiene la costumbre de guardar consideraciones a la virtud ni a la modestia . Había llegado a comprender Miguel que aquella niña educada en un convento , fue a parar a casa de su tía , sólo por el afán conque ésta acumulaba todos los negocios que pudieran reportarle utilidad . María lo había significado así algunas veces en conferencias particulares con Miguel , pero no había podido aclarar el misterio . Doña Ruperta hablaba siempre de Matilde tratando de deprimirla , y hasta parecía que había en su mente el propósito de que se la tuviera por loca . Murieron los padres de Matilde dejando su fortuna a su única hija , bajo la tutela de una persona nombrada por el juez correspondiente y en poder de doña Ruperta , mujer avara y capaz hasta del crimen por satisfacer la realización de su codicia . Tenía unos sesenta años . Educáronla sus padres rodeándola de un lujo superior al que de su clase podía exigirse : no cuidaron de evitar el desarrollo de los gérmenes de la vanidad , de la soberbia y de la avaricia , que nacían en su alma : toleráronle los caprichos : no tomó más ejemplos en sus padres que el desconcierto en la casa , la perpetua discordia entre los cónyuges ; el abandono del hogar doméstico . Vio Ruperta halagadas sus pasiones : si una criada contrariaba un deseo injusto de aquélla , era despedida en el acto : si la niña golpeaba a la niñera porque no le satisfacía un capricho imposible y se quejaba a su mamá , el único correctivo que tenía la mal educada niña , era la orden expresa de sus padres para que repitiese sus golpes . Así creció Ruperta , siendo el desencanto de aquella familia que rara vez se reunía : si la madre iba al teatro , el padre pasaba la noche en la casa de juego ; cuando ganaba , el jugador venía a dar a su esposa la cantidad , de la cual se apoderaba ella promoviendo un debate reñido , por lo que creía que faltaba según la cuenta . No veía Ruperta más dinero que el que se ganaba por medios inmorales , y llegó un día en que supo que parte de la fortuna de su padre la debía a un delito ; al de haber privado de su herencia a aquéllos a quienes legítimamente les correspondía . Con tal ejemplo , sin una lección práctica de virtud y de puras costumbres domésticas , formóse aquel corazón empedernido . Vinieron a desgraciada suerte los padres , murieron y la dejaron sin más que la habitación decentemente amueblada . Amores no hubo nunca para Ruperta , que no veía más que el negocio en todas partes . Su rostro antipático ahuyentaba a los hombres más decididos a galantear por costumbre a las mujeres . Ella buscaba un capitalista viejo a quien engañar , pero no hubo uno que cayera en las redes , y se quedó , como suele decirse , para vestir imágenes y murmurar y hacer todo el daño posible . Estableció una casa de huéspedes como medio de encontrar mejor lo que buscaba , y al poco tiempo se oía en las tertulias de confianza a que asistía doña Ruperta , una historia misteriosa acerca de una sobrina que vivía en compañía de aquélla , y con respecto a su capital que había llegado a sus manos por medios poco legales . Decíase que tenía doña Ruperta gran interés en conservar a la niña a su lado y darla en matrimonio a cierto banquero complicado en la historia y que no había de exigir cuentas al tutor de Matilde , también comprometido en negocios no muy limpios con el ama de huéspedes de la calle de San Opropio . Todas las apariencias condenaban a doña Ruperta . La reclusión estrecha a que había reducido a la inocente joven : las frecuentes visitas del banquero a la casa de aquélla ; las indicaciones de la tía a la sobrina ; el tratamiento cruel con que la martirizaba ; todo era motivo de terribles cargos contra la vieja solterona , cuya única afección estaba vinculada en un perro de lanas , compañero inseparable y guardián sempiterno de aquella humanidad de sesenta abriles . Atildábase doña Ruperta como joven dequince años : consultaba frecuentemente al espejo , para hacer desaparecer la nueva arruga que el cristal la denunciara . Buscaba siempre colores fuertes , promoviendo la hilaridad en las reuniones , por los cintajos que colocaba artísticamente en su cabeza teñida de negro . Reía más de lo regular por enseñar la intacta y blanquísima dentadura , natural de varios individuos , y colocada en sus encías por un dentista de los que precedieron a Rotondo , que maneja la pluma lo mismo que el instrumento propio de la profesión , a Nogués que se ha hecho propietario sacando y poniendo dientes a la humanidad que lo necesita , y a Treviño , que ha dado a luz su nombre en La Correspondencia , con una polémica interesante para los dos que la sostuvieron . Jamás llevaba consigo a su sobrina a ninguna reunión , y si alguna vez se aventuraba a hacerlo , era sentándola en la butaca inmediata a la ocupada por el banquero y no dejándola levantar de allí en toda la noche . Hacía sufrir a la infeliz Matilde amargos sinsabores , y gozábase en verla padecer . La desgraciada niña sintió el impulso con que la simpatía atrae hacia otro ser en cuanto oyó lo que los estudiantes hablaban de Miguel . Había pasado en su alma exactamente lo mismo que en la de éste . Al verle objeto de las sátiras de sus compañeros y que no merecía la falta de consideración con que le trataban : al observar el cruel comportamiento de su tía para con él , se consideró obligada a la compasión y de la compasión pasó al cariño . Cierto día en que supo Miguel por María la hora en que Matilde salía a misa con doña Ruperta , encaminóse él también a la iglesia de San Antonio y esperó en la calle . Una mirada de Matilde fue bastante para hacerle comprender que las dos almas se entendían . Ya María había sido mediadora entre los dos como hilo telegráfico por donde se comunicaban las ideas cifradas hasta que los pregoneros del alma , la pluma y la tinta revelaron secretos del corazón . ¡ Cuántas veces hubiera salido Matilde , aun siendo tan tímida y tan candorosa a contestar a los que a espaldas de Miguel se mofaban de su buena fe , de su honradez y de su talento ! Tenía Matilde en su poder unos versos de Miguel que eran la manifestación más ostensible de un genio de poeta . ¡ Qué imágenes tan atrevidas ! ¡ Qué pensamientos tan sublimes ! ¡ Qué formas tan delicadas ! Matilde había leído a nuestros clásicos y poseía ese buen gusto adquirido que perfecciona el natural . Eran los versos de Miguel dulces y sabrosos como los de Meléndez , sublimes como los de Gallego , majestuosos como los de Quintana . Oyóle Matilde discutir algunas veces cuestiones de derecho y dejar confundidos a sus condiscípulos , que por aprender algo le querían oír aun cuando después le motejasen y trataran de ponerle en ridículo . Veamos ya con estos antecedentes lo que sucedió al entrar doña Ruperta en el cuarto de Matilde . - ¿ Me llamaba usted , señorita ? - preguntó doña Ruperta a su sobrina , que la esperaba con ansiedad . - Sí , señora - respondió Matilde profundamente abatida . Era Matilde un tipo de candor virginal , de pureza infantil : blanca como las alas del ángel de la inocencia , con ese sonrosado matiz que podría copiar un pintor para expresar los primeros resplandores de la aurora en un hermoso día de primavera , esmaltando el campo de flores : los negros ojos velados por espesas pestañas tan negras como el cabello que rizado naturalmente formaba un marco encantador para aquel rostro : los labios casi siempre entreabiertos como para una queja amarga , dejaban ver la fila de blanquísimos dientes como granizo entre coral : ni elevada su estatura ni pequeña : de talle flexible , de acción elegante , de airoso andar : tenía todas las condiciones que para la gracia exige Boileau , era la belleza en movimiento : la voz dulce y melodiosa , tenía la ternura más conmovedora cuando daba paso a los sentimientos de su alma , como la energía de su corazón puro y sin remordimientos cuando contestaba a injustas inculpaciones era el complemento de su carácter . ¡ Contraste extraordinario el que ofrecían aquellas dos mujeres ! - Sí , señora , - repitió Matilde con majestad y con dulzura . - ¿ Y qué quiere la duquesita ? - dijo con sorna la vieja . - Una cosa muy sencilla . - Veamos . - Que no martirice usted más a ese pobre joven : bastante desgraciado es con lo que le ha sucedido . - Buena intercesora , elocuente abogada tiene don Miguelito . - Tenga usted compasión de un desgraciado . - Sí : la desgracia que viene del juego , de la disipación , ¡ creerás tú que efectivamente se han convertido en humo los cuatro mil reales ! Y oiga usted doña marisabidilla , ¿ por dónde sabe usted eso ? ¿ Qué espíritu santo le sopla al oído ? Di , santa Teresa , si te parecieses tú a la santa no me darías que hacer tanto . - Bien , tía , bien , supongamos que eso es verdad . Doña Ruperta oyó indignada y exclamó : - ¡ Cómo supongamos ! Mucho cuidado con esas indirectas , que a mí no me ha llamado nunca embustera una mocosuela como tú . Y diciendo esto oprimió entre los dedos pulgar e índice la carne del brazo desnudo de su sobrina . No dio ni una queja la más leve : con resignación sufrió aquel tormento conque acostumbraba a martirizarla doña Ruperta . ¡ Qué aspecto tan digno de compasión y tan admirable era el de Matilde ! Vestía una bata de batistilla azul con manga corta , dejando al aire parte del torneado brazo . Una especie de manteleta corta de crespón blanco con listas de cinta de seda azul cubría desde la garganta hasta los hombros y encerraba el diminuto pie una lindísima bota de seda blanca que abrazaba la garganta con suave opresión . - Pero tía , - dijo la joven después de un momento , - ¿ por qué no trata usted de averiguar el paradero de esa cantidad que quizá esté en la casa ? - En la casa . ¿ También tú vienes con ese enredo ? ¿ También eres tú como el estudiantillo ? por fortuna ya no está aquí aunque pierda yo lo que de todos modos perderé . - Miguel no juega . - ¿ Y cómo lo sabes tú ? curiosa . - Lo sé . - ¿ Sin salir de tu cuarto ? - Sin salir , ¿ pues que en la reunión de casa de Sánchez no se habla de Miguel ? ¿ No va a la casa un catedrático suyo y tiene muy buena opinión formada ? ... - Sí : como el hipócrita no quiere más que aparecer bueno , para sus padres es un santo barato que ni come , ni bebe ni rompe zapatos , para sus maestros será un joven aprovechado , pero que digan de él lo que sepan en la calle del Príncipe , en cierta casa , adonde muchos jóvenes acuden para perder hasta el gabán . - Tía , sea usted más justa , sea usted más desapasionada . - ¿ Qué crees tú que se han hecho los cuatro mil reales ? - Yo me lo figuro y no me engaño . - Dilo . - Hoy no es posible . - Vaya un misterio de la duquesita ... - Acaso se arrepienta usted algún día de haber despedido a ese joven . - Yo ... Pelafustanes como él siempre son un estorbo . - Pero su familia ... - ¿ Qué sabes tú ? - Pregunte usted a la familia de Sánchez que conoció a don Fernando ... - Es verdad que se llama don Fernando su padre , pero no me acordaba . La tía quedó algo pensativa . - Don Fernando ... don Fernando Díaz ... Pues ahora caigo ... Me alegro de haber despedido a ese Adán ... Me alegro con toda mi alma ... Es claro , el mismo genio del padre , tan desfacedor de agravios , como decía don Quijote . - Pues mire usted , tía , que quien haga daño a ese joven , debe tener entrañas de tigre ... - Poquito a poco con las alusiones ... pues ya sabes como aprietan mis dedos cuando te acarician . - Haga usted ... lo que quiera ... Pero la verdad es ... - Vaya , te quitaré los librotes que te trastornan los cascos ... y afortunadamente he pensado suprimir el renglón de la criada , porque hemos de economizar , hija mía , si no quieres verte en dos años sin un real de la herencia . - Ya sabe usted que para mí poco importa el trabajo de la casa , pero priva usted sin motivo a esa pobre muchacha del salario ... - No le faltarán casas en donde desempeñar el papel que a las mil maravillas ha representado entre el enamorado doncel y la duquesita ... - Nada me importa el trabajo del género a que usted quiere dedicarme , pero mis pobres padres me dejaron una cantidad respetable para que viviese con alguna comodidad , y no sería decente ni digno para usted que me viesen convertida en una criada cuando le estoy pagando mi manutención ... - Respondoncilla como siempre . ¡ Qué agradecimiento ! ... - No me falta , tía , para quien merezca la gratitud de mi alma . Matilde se colocaba a la altura de la nobleza y de la dignidad de su corazón , mientras doña Ruperta se empequeñecía y se rebajaba arrastrándose como el reptil . - Matildita , trátame con más respeto ... - No he faltado a usted , tía : me tengo en mucho para rebajarme , y aunque no debiera usted inspirarme ni cariño siquiera porque ha llegado a mí noticia lo mucho que hizo usted padecer a mi pobre madre ... - Mientes . - Lo sé , me consta : fui testigo de alguna escena que la favorecía a usted muy poco ... - Mientes . - No basta con esa palabra , si los hechos no la confirman . - Matilde , que no sabes lo que soy cuando me irrito : recuerda que soy prima de tu madre ... - Demasiado lo recuerdo ; tanto como usted se olvida de ello . - Deslenguada ... Matilde calló . Doña Ruperta sintió hervir el volcán de la cólera en sus venas : coloróse como la grana su rostro , erizáronse sus cabellos , y dio un paso hacia su sobrina dirigiendo una de sus manos a los rizos de la negra cabellera de la infortunada amante de Miguel . Matilde , lejos de huir , alzó con altivez la cabeza y dio un paso hacia su tía , ofreciéndole el rizo más cerca para que tirase de él . - Atrévase usted , señora ... Ante aquel rasgo de serenidad y de valor , quedó anonadada doña Ruperta como el cobarde que va a herir al indefenso y desiste de su plan aturdido ante la sangre fría de su contrario . Doña Ruperta vio que aquél no era el camino para lograr sus planes , y en el mismo instante ocurriósele la idea de variar de conducta , pues nada conseguía de aquel corazón de acero para sufrir los embates de la fortuna . - Vamos , Matildita , vamos ; esto ha pasado ya ... Tengo este genio : yo comprendo que hay momentos en que no podrás soportarme ... Debo pedirte perdón . La vieja comprendía que el tutor , su amigo don Lucas , tendría que atender las quejas de la pupila , y que en el caso de que él se hiciera el sordo , hasta los tribunales podrían intervenir para sacar de allí a Matilde y proceder contra el tutor . Cartas de Miguel referíanse a este punto , y habían enterado a Matilde de toda la cuestión de derecho . Apoyada en la razón , en su dignidad y en la justicia , Matilde era más fuerte para resistir que doña Ruperta para sus ataques . - Yo no tengo que perdonar a usted por nada . - ¡ Qué buena eres ! Doña Ruperta estampó un falso beso en la mejilla izquierda de Matilde . - Lo único que deseo , es que haga usted justicia a Miguel ... que no lo culpe usted . - No me hables de él , no me hables de él . - Si usted quiere recibir el dinero que la debe , la cantidad que para mis trajes entrega a usted don Lucas , quédeselo usted a cuenta de ... - ¿ Pero estás loca ? ... ¿ Qué dirían por ahí ? Tú pagándole a tu tía el hospedaje de un cualquiera ... Vamos , vamos ... No seas tonta . - Es que me da mucha lástima el pobre Miguel . - Bien , compadécelo : todo lo que quieras , pero el bolsillo ... En cuanto a lo que antes dije de la criada , lo que haré será tomar otra ... - Tía , por Dios ... Deje usted en casa a María ... - ¿ Serás buena ? ... - Como siempre , tía . - Pues no hay nada de lo dicho . - Gracias , tiíta , - dijo Matilde viéndose obligada a acariciar a su tía con tal de que no despidiese a María que era su confidente , y de quien pensaba valerse para lograr sus planes . Doña Ruperta miró al rostro de su sobrina como queriendo leer los pensamientos que cruzaban por aquella cabeza , pero se engañó . Creyó que se le había rendido con los halagos , pero en el alma de Matilde levantábanse proyectos contra la odiosa mujer que tantos males había causado . Oyó doña Ruperta el sonido de la campanilla , y tomó ese pretexto para evitar la presencia de su sobrina . Entraron Rodolfo y Agustín , y al pasar por la puerta de la habitación de Matilde , oyóse el ruido de la llave con que ésta cerraba por dentro . - Ya va la monja a sus oraciones , - dijo Rodolfo riéndose . - Las brujas tienen que encerrarse para salir a sus conciliábulos , - replicó Agustín de modo que pudiera oírlo la sobrina de doña Ruperta . Ésta les hizo una seña para que callasen . - Ya no está el paleto , - dijo con vivo interés la vieja a los dos estudiantes . - Bueno . A pesar de que los dos querían demostrar jovialidad y buen humor , había alguna sombra de tristeza que no podían ocultar . Algo grave les había ocurrido . - Hemos averiguado , - dijo Rodolfo con misterio , - cuál ha sido la inversión de los cuatro mil reales de Miguel . - ¿ Sí ? ... - Sí señora , - respondió Agustín mirando a su compañero con intención . - Hemos ido a una casa de la calle de la Montera , y allí nos han enterado de que Miguel ha perdido esa cantidad en menos de media hora esta mañana ... - ¡ Ah ! ... ya decía yo . - Como nosotros sabíamos , - añadió Rodolfo , - que él acostumbraba a visitar aquella casa , hemos podido averiguar la verdad ... - Miren ustedes el hipocritón de pueblo , el mátalas-callando . - A pesar de que no lo merece , al menos por su padre debemos desear que sepa lo que es su hijo . - No es mala idea . - Y sobre todo para que le pague a usted . Hoy mismo escribiremos con el objeto de que se lo lleve al pueblo . - Bien hecho ... Magnífica idea . A escribir , a escribir ; - dijo doña Ruperta cogiendo por el brazo a Rodolfo , - y miren ustedes si soy prevenida . Llevólos a la puerta de la reducida alcoba de Miguel y enseñóles el baúl y la sombrerera . - Ahí está la garantía . - Perfectamente , - dijo sin dejar el sombrío aspecto Rodolfo . - He ahí las huellas del genio , - exclamó irónicamente Agustín , señalando los objetos que habían quedado en poder de doña Ruperta . Y desde allí dirigiéronse los tres a la sala de los estudiantes en donde Rodolfo se sentó junto a la mesa , comenzando a escribir la carta dirigida al padre del infeliz Miguel . Como se habrá podido comprender , el plan ideado por los dos envidiosos compañeros de Miguel , fue realizado con entera libertad . Consiguieron alejar con un pretesto a doña Ruperta , enviándole con un mozo de cordel un recado de parte de don Lucas , cuyo nombre era más que suficiente para hacer viajar al ama de huéspedes , no sólo desde su casa hasta el otro extremo de Madrid , sino hasta el último rincón del mundo , si en él viviese el abogado tutor de Matilde . Procuraron también la salida de Miguel , inventando aquella noticia de que lo llamaban de la redacción , y lograron quedar solos , sin más que la criada a quien enviaron con otro pretesto a la calle , y Matilde que para ellos era considerada como si no estuviese , pues su aislamiento la ponía fuera de alcance para observarlos . Ya satisfechos de los resultados de sus primeros pasos , habíanse dirigido los dos a la alcoba de Miguel , y como encontraran puesta la llave en la cerradura del baúl , abrieron y sacaron los cuatro paquetes . - Aquí está el filón , - dijo Rodolfo , mirándolos con avidez ; - por de pronto los tendremos en nuestro poder con el objeto de que se encuentre sin este medio de pagar , y se vea obligada la solterona a despedirlo . Y cuando pase algún tiempo y ya hayamos visto sufrir bastante al genio apaletado , se los restituiremos de modo que no sepa en dónde estuvieron y cómo fueron extraídos los cuatro mil reales : sospechará de la criada ... Mejor ... que sospeche ... - ¡ Magnífico ! Está completo el plan , no le falta punto ni coma , - dijo Agustín dando dos palmaditas en la espalda a Rodolfo . - Bueno se pondrá el señor duque de Chistera pelada , - exclamó Rodolfo acompañando la palabra con una acción grotesca , y poniéndose el sombrero de copa de Miguel , cuya forma era de moda algo atrasada y que se le metió hasta las orejas . Oyeron ruido y los dos se apresuraron a colocar el sombrero en su sitio , a dejar el baúl tal como estaba y a salir de la alcoba , entrando en su habitación y preparándose a marchar . Así lo hicieron para no encontrarse allí si era posible en los momentos en que Miguel echase de menos la cantidad . Salieron , pues , llevando Rodolfo un paquete de cincuenta duros en cada bolsillo . - Toma , - díjole a Agustín , - pesan mucho , lleva tú estos dos . Podíamos haberlos dejado en casa . - No estarían muy seguros , si hubiera algún compañero que quisiera hacer lo que nosotros con el paleto . - Tienes razón , - respondió Rodolfo sonriendo con maliciosa intención . Desde la calle de San Opropio , dirigiéronse a la de Fuencarral y por ella a la de la Montera . No pasaba modistilla a quien no echaran una flor aunque fuera marchita . Era la hora en que las modistas salían de los obradores . Una de ellas recibió las flores con agradecimiento y volvió la cabeza con aire coquetón . Rodolfo tocó el codo de su compañero con el suyo , y no dejaron de seguir a la modista , que dando una vuelta airosa entró en una tienda y dejó plantados a los que la seguían . Habían quedado los dos parados junto a la puerta de la tienda , cuando se les acercó un joven , para ellos no desconocido , y que se aproximaba a cualquiera en quien veía juventud , inexperiencia o candidez , o a quien había saludado en algún punto de reunión especial . - Hola , amigos ; ¿ a dónde se va ? - preguntóles . - Estamos esperando . - Pues suban ustedes arriba : allí están los amigos , y puede pasarse el rato como aquel día que ganó usted los siete mil ... ¿ Eh ? Qué golpe ... - No fue malo , - respondió Rodolfo . - Tiene usted suerte , - dijo aquel joven que entre los del oficio se llama gancho . Si hubiera muchos como usted ... - Verdad es que tengo suerte , - respondió Rodolfo . - Casi siempre he salido o en paz o ganando ... - Vaya , pues puede usted tener queja ... Si viera usted ahora mismo , un joven acaba de entrar con dos reales , con dos reales pelados , y ha salido con dos mil ... ¡ Con qué risueños colores tentaba aquella especie de Mefistófeles a los dos jóvenes ! ¡ Qué modo de abrirles las puertas del vicio , enseñándoles la perspectiva de un jardín sembrado de flores , pero ocultándoles el abismo que debajo de las flores amenazaba su existencia ! ... - Chico , - dijo Rodolfo - ¿ subimos ? Nada se pierde con probar ... - ¿ Pero tienes tú dinero ? - preguntó Agustín , - porque yo ... - Sí , hombre ; tú y yo tenemos , y como tú eres el hombre de la suerte ... - No , y si no tienen ustedes , a mí no me falta nunca un duro para los amigos y parroquianos como ustedes , - interrumpió el gancho . - Ea , arriba con todo ; - exclamó Rodolfo , ofreciendo el brazo a Agustín , por cuya cabeza pasó una idea sombría . Paróse un poco , pero al colocar un pie en el primer escalón de la casa , oyó el ruido del dinero , ese canto de sirena que atrae a la inexperiencia y que en Madrid se presenta como aliciente para los jóvenes inducidos a la carrera del vicio . - Arriba , - contestó él . Y subieron precipitadamente la escalera . No fue novedad para ellos el espectáculo aquel . Alrededor de la mesa del tapete verde se destacaban infinidad de caras , representando la ansiedad más horrible . Allí se veía un rostro pálido con los ojos fijos en las manos que movían las cartas . Cada carta daba un color distinto a aquel rostro , hasta que llegó una que le hizo dar un puñetazo sobre la mesa , levantarse y salir precipitadamente . Era indudable que había jugado hasta lo que necesitaba para dar pan a sus hijos aquel día . Al lado de aquél veíase otra cara que se coloreó al salir la misma carta , con los ojos desencajados , tendió la mano , y recibió el dinero que había ganado . Allá se veía una cara risueña , pero con esa satisfacción del que espera motivos de tristeza a los dos segundos : más allá , un hombre de unos cincuenta años , de pie , impasible , sereno , observaba el juego : iba colocando de dos en dos duros sobre las cartas , hasta perder una cantidad considerable : después se registraba los bolsillos , sacaba el forro , y exclamaba con una serenidad catoniana : - Ni uno me queda . Mirábanle todos atónitos . Saludaba con cariñosas palabras a los concurrentes , y salía tan tranquilo como si nada le hubiera pasado . Parece imposible que existan hombres así , pero es lo cierto que los hay : que el hábito del vicio los hace tomar por costumbre perder un día y ganar otro , y el mismo efecto les hace el oro que recogen del tapete que el que sacan de sus bolsillos . Rodolfo sentóse al lado de Agustín alrededor de aquella mesa , y fue el primero de los dos que desdobló uno de los paquetes . Al mirar las monedas , pasó ante sus ojos la sombra de Miguel y la de los padres del infortunado joven , trabajando y sacrificándose por reunir aquella cantidad para enviársela a su hijo . Quedaba un resto de bondad en el corazón de Rodolfo , y respondió en aquel momento . Levantóse , hizo una seña a su amigo , y decidiéronse a salir . Rodolfo dispúsose a guardar el paquete , cuando un joven que tenía al lado le dijo : - Este duro va por los dos . Miráronle con sorpresa Rodolfo y Agustín , y esperaron . Era otro gancho . - Doblado , - exclamó el desconocido al ver la carta que acababa de aparecer . - Siéntese usted , siéntese usted , que la fortuna nos sonríe . Efectivamente , muy pronto se aumentó la cantidad , hasta que incitado por la codicia , Rodolfo sacó el paquete , después de haber repartido la ganancia el joven que tenía al lado con él . - Espere usted , - le dijo éste , - espere usted . Sigamos . La suerte volvió la espalda , y la cantidad que había ganado desapareció , viéndose obligado Rodolfo a jugar por los dos , diciéndole a Agustín : - Anda , juega tú también . Después de varias alternativas y de los vaivenes de la suerte , el primer cartucho de cincuenta duros se desvaneció entre las cartas . - Me he de desquitar , - exclamó Rodolfo , colocando una cantidad considerable sobre una carta . - ¡ Perdida ! ... Pues ahí va eso . Y sacando otro cartucho lo desdobló , jugando la cantidad que contenía y que fue a parar a mano agena . Pronunció Rodolfo una imprecación escandalosa , y díjole a Agustín : - ¿ Cómo vas tú ? ... - En paz he quedado , y debemos irnos ya . - No señor , no señor , - dijo el joven que los había incitado ; - es preciso probar hasta lo último . Éste es el momento decisivo : ha quedado usted en paz , pues ahora va a ganar ; qué demonio , traiga usted . Y cogiendo cincuenta duros , los jugó . Al verlos perdidos , Rodolfo gritó : - Los que quedan , los que quedan : al desquite ... ¡ Qué ansiedad tan horrible en los dos ! ¡ Qué afán ! ... Puede decirse que en aquellos segundos pasaron muchos años de vida para ellos . Los ojos parecían saltar de las órbitas a Rodolfo : el rostro cadavérico revelaba la tempestad que se desataba en su corazón . - ¡ Perdidos ! ... - exclamó con abatimiento Agustín , sentándose otra vez maquinalmente . - Pues yo no salgo de aquí sin llevar los cuatro mil reales que he traído . Juego el reloj . Habían llegado ya al borde del precipicio , y la pasión ciega los empujaba . Rodolfo vio pasar su reloj a las manos de uno de los que rodeaban la mesa . - No hay remedio , - exclamó , - no hay remedio ... ¡ Maldita sea la suerte ! Aquellos dos jóvenes acababan de dar el primer paso hacia el abismo . La tentación los había inducido al juego , convirtiendo en robo lo que pudiera no haberlo sido , pues ellos lo que deseaban era hacer salir de la casa a Miguel , y una vez logrado , devolverle la cantidad de modo que no supiera cómo había sido el hecho de sustraerla . ¡ Ya eran ladrones ! ... Miráronse el uno al otro , y no se atrevieron a pronunciar una palabra . Dirigiéronse hacia su casa , en donde sucedió lo que en el capítulo anterior se ha visto , llegando hasta el extremo de escribir una carta al padre de Miguel a nombre de doña Ruperta . En dicha carta hablábase de la vida de disipación que llevaba Miguel en Madrid , de garito en garito , sin mirar un libro , y habiendo , según todas las probabilidades , jugado los cuatro mil reales inmediatamente después de cobrarlos y sin pagar el hospedaje . ¡ Y no temblaba la mano , y no se estremecía el corazón del miserable Rodolfo al estampar las líneas de aquella carta ! ¡ Y su compañero permanecía impasible procurando desgarrar el corazón del padre como había destrozado el del hijo ! La carta no fue detenida ni un solo instante . Doña Ruperta dijo al ver que se disponía Rodolfo a llevarla al correo : - Así , así : que se lo lleve su padre al pueblo , y allí que las pague todas juntas . Entretanto Matilde sufría las penas más crueles . Había salido Miguel de la casa : ignoraba adónde se dirigiría . La criada , que procuraba averiguar siempre lo que se tramaba contra el infeliz Miguel o contra su señorita , oyó desde la alcoba de la sala oculta tras las cortinillas de la puerta , el contenido de la carta y lo que intentaban con aquel recurso infame . - Han escrito una carta , señorita , - dijo María a Matilde . - ¿ A quién ? - Al padre de don Miguel , diciéndole que se ha jugado el dinero y otras muchas mentiras ... Porque no puede ser , ¿ es verdad que no puede ser ? - ¿ Y no te la han entregado a ti ? ... - ¡ Ojalá ! El mismo señorito Rodolfo la ha llevado al correo . - ¡ Pobre padre ! ¡ Desgraciado Miguel ! ... ¿ Qué va a hacer ahora ? ... Cuando reciba la contestación de su padre , será capaz de ... Vamos , no lo creería ... Parece imposible que existan almas tan propensas a la infamia ... - ¿ Y no te ha dicho Miguel en dónde podrás verle ? ... - No señora ; pues si iba el pobrecito con tanta aflicción ... - Es preciso que salgamos de aquí , María ... Tengo miedo de vivir entre estos desalmados . Entre ellos y mi tía son capaces de realizar el proyecto de ella . - ¿ Qué proyecto ? señorita . - El de hacerme encerrar por loca . - Pues mire usted , hasta ahí podíamos llegar , porque yo soy muy buena cuando van conmigo con buen modo , pero si me ponen en el caso ... que se libre de mí doña Ruperta , porque ... y en cuanto a los dos estudiantes no me faltaría quien los pusiera en buen camino dándoles una paliza que los dejara sin gana de volver a las andadas . - María , ve a casa de mi amiga Javiera y dila que me espere , que en cuanto haya una ocasión propicia iré a cumplirla lo ofrecido . - Está bien , corriendo voy señorita , y yo , ¿ me quedo aquí ? - No , María , te vienes conmigo . Tú mereces el cariño que has sabido inspirarme . - ¡ Ay , señorita ! Dios le dé a usted suerte y saque a don Miguel con bien de sus enemigos . - Anda , María , no te detengas . María salió precipitadamente . En el pasillo que conducía del comedor a la puerta , la esperaba la vieja . - ¿ A dónde vas ? ¿ a algún recadito ? pues aguarda un poco , aguarda , ven . Cogióla de un brazo y la llevó a su cuarto . - Toma , - dijo sacando un duro del cajón de una cómoda mohosa y antiquísima . - Hoy has cumplido quince días del mes corriente ¿ no es eso ? - Sí , señora , - respondió vacilante la pobre María . - Pues bien , te corresponde ahora un duro y después lo que te corresponde es tomar la puerta y no volver a acercarte más en todos los días de la vida . - Pero ... - balbuceó María . - Nada , nada , cumple la comisión que llevarás sin duda de esa marisabidilla , y Dios te ayude . Volvió a coger por el brazo a María y casi arrastrando la sacó del cuarto . - Poco a poco , señora , no haga usted que la pierda el respeto , porque ... - ¡ Cómo ! amenazarme a mí , pues no faltaba más . - ¡ Tía , tía ! ¡ por Dios ! - exclamó la infeliz Matilde saliendo de su habitación al ver cómo trataba doña Ruperta a María . - ¡ Déjela usted ! ¡ déjela usted ! - ¡ Ea ! ya salió la defensora . ¡ Largo ! ¡ a la calle ! Y después de abrir la puerta dio un terrible empujón a María que la hubiese hecho rodar la escalera sino hubiera sido un rellano en donde la puerta se hallaba , con la pared de otro cuarto en frente , adonde fue a parar María . - Me las has de pagar , - murmuró ésta llorando . Cerró la tía de Matilde la puerta repentinamente y dirigióse a ésta con la expresión de la ira más reconcentrada . Matilde esperó resignada el golpe . Doña Ruperta se acordó de que era aquel mal recurso y sonrió dulcemente . - Vamos , Matildita , vamos , ya tenemos ese estorbo fuera . Se había puesto entre las dos para encender la guerra . Lleva buen castigo , así verá ella lo que ha hecho , y después que yo tengo sospechas ... Aquí no había nadie cuando han desaparecido los cuatro mil reales , más que ella , y como yo , aquí en confianza no creo que él se los haya jugado ... Matilde calló , comprendiendo todo el cieno de aquella alma corrompida . Quiso contener las lágrimas que asomaron a sus ojos pero no pudo . - ¡ Lagrimitas ! Vaya , vaya , no tienes el juicio cabal , Matilde , bien dicen los dos estudiantes . Matilde entró en su cuarto . Doña Ruperta cerró por fuera y encaminóse a su gabinete , exclamando : - Si teníais algún plan os lo he echado por tierra . Levantadlo , levantadlo . Y diciendo esto entró en su cuarto , arreglóse el cabello de modo que las canas no se vieran y sentóse , esperando sin duda alguna visita con interés . De pronto oyó un campanillazo prolongado y salió a abrir . - Gracias a Dios don Lucas , gracias a Dios . Tenemos que hablar largamente y necesitamos adoptar un recurso fuerte . - Estoy a las órdenes de usted , - dijo don Lucas arreglándose el lazo de la corbata y componiéndose la peluca que se había desorientado algo al quitarse el sombrero . Y ambos se dirigieron a la habitación de doña Ruperta . Al pasar ésta por delante de la puerta del gabinete de Matilde , señaló con misterio y dijo en voz baja : - Necesitamos encerrarla de otro modo , porque nos estorba . Miguel salió de casa de doña Ruperta sin saber adonde dirigirse . Sacó la carta que María le había puesto en el bolsillo y la leyó , llamando la atención de todos los que pasaban . No le cabía duda de que Matilde le amaba y de que aquella pasión era la primera que había germinado en su alma pura y candorosa : era el primer resplandor de la aurora de las ilusiones , ¡ pero en qué momento brillaba aquella claridad ! ¿ Sería presagio de borrasca terrible ? ¿ Anunciaba mejores días ? Estaban destinados a sufrir mucho Matilde y Miguel , porque habían encontrado en su camino seres sin corazón que gozaban con la desgracia agena . Miguel paróse en la puerta ocupada por un memorialista que anunciaba colocaciones ofreciendo no cobrar hasta que quedara satisfecho el deseo de sus clientes . Supo que en casa de la viuda de un general se necesitaba un profesor de latín y de gramática castellana para dos niños , y se resolvió a pretender la plaza . La viuda recibió a Miguel con extraordinaria amabilidad , pues su fisonomía y su porte eran simpáticos y movía a compasión la tristeza de aquella mirada con el despejo de aquella frente que revelaba inteligencia , genio . Aquella señora comprendió que Miguel era un desgraciado de los que vienen a Madrid con el objeto de seguir una carrera sin recursos , y se decidió a prestarle apoyo . La suerte favoreció entonces a Miguel . Recibió en aquella casa las consideraciones de que era digno . Los niños le respetaban y le querían . No sólo les enseñaba el latín y la gramática castellana , sino que en muy poco tiempo aprendieron las principales noticias geográficas , de historia y de física y de historia natural , sin olvidar los principios religiosos . La madre sentía ese goce indefinible que a los padres halaga cuando ven los adelantos de sus hijos y aumentó los honorarios del profesor a quien le permitía dedicarse a sus estudios . Una de las pocas veces que Agustín y Rodolfo asistían a clase , miraron con asombro a Miguel , y extrañaron verle vestido con sencilla elegancia pero sin ostentación . La envidia dominaba a Rodolfo cada vez que respondía Miguel brillantemente a las preguntas del catedrático , como sucedió aquel día . Al salir de la clase , siguieron a su condiscípulo hasta verle entrar en la casa . Investigaron cómo estaba allí y cuál era el papel que desempeñaba , sin otro objeto que el de influir para que faltara aquel recurso al estudioso Miguel . No tardaron mucho en poner en juego sus infames ardides , y logró Rodolfo ver a la viuda del general , a quien dio noticias de Miguel , manifestándola que era peligroso tenerlo en la casa , que era un jugador , que había arruinado a sus padres y que sabía otras cosas que no quería mencionar por no perjudicarle con más graves revelaciones . - Yo vengo en nombre de don Felipe Garcés , - añadió Rodolfo , - persona respetable , que aprecia a usted muchísimo , y me encarga que dé a usted estos antecedentes , porque no es el mejor maestro para los niños el que se entrega al juego y a la vida depravada . - Agradezco a usted estas noticias y tomaré la resolución conveniente ; - dijo la señora . Rodolfo se había valido de aquel medio , aprovechando el nombre de una persona a quien conocía , y salió satisfecho del resultado de su plan . - Ahora verá él si le sale caro el habernos pegado a los dos ; - dijo Rodolfo al salir dirigiéndose a Agustín . Miguel habitaba en un entresuelo de la casa , con dos rejas salientes a la calle , y desde ellas vio salir a Rodolfo y dirigirse adonde estaba su amigo . Oyó las frases pronunciadas por aquél , y retiróse de la ventana , subiendo a la habitación de la señora y preguntando a los criados si había salido de allí un joven con las señas de Rodolfo . Como le dijeran que sí , intentó ver a la señora , pero ésta se negó a recibirle , y Miguel bajó aturdido a su cuarto en donde lo esperaba el portero con una carta que el cartero había dejado para él . - ¡ De mi padre ! - exclamó al ver el sobre , y la abrió precipitadamente . Y leyó las siguientes líneas : « Miguel : Me consta cuál es tu conducta en Madrid , y no debo consentir que mi apellido se repita en las casas de juego , y que mis sacrificios sean pagados por ti con deudas como la de la casa de huéspedes , y con actos como el de los cuatro mil reales y los amores . Nada he dicho a tu pobre madre . Vente a nuestro lado ya que no sabes vivir con honradez lejos de nosotros . En casa del señor García te darán para el viaje . Has herido con un terrible desengaño a tu padre . Fernando . » Miguel sintió en el alma el dolor más terrible y comenzó a hervir en su corazón el volcánico deseo de venganza . Aún no había logrado desprenderse del espantoso pensamiento que le dominaba , cuando entró un criado de la casa con la siguiente esquela y quinientos reales . « He resuelto por ahora suspender las lecciones de mis hijos , porque pienso hacer un viaje a las provincias . Marcelo le entregará a usted quinientos reales por lo devengado y mande usted lo que guste a su afectísima . Mariana de Regiser . » - ¿ Ha salido la señora ? - preguntó Miguel abatido . - Sí , señor ... - ¿ Y volverá pronto ? - Esta mañana a las once se fue en el coche a su casa de campo y no volverá en quince días lo menos . - ¡ Ah ! ... esto es ya por demás ... Esto es inaudito . Ese miserable ha sembrado aquí la calumnia también ... ¡ Oh ! ... no hay recurso ... - Adiós , Marcelo , - dijo Miguel , saliendo de la habitación , - dentro de un rato mandaré por la ropa . - ¿ Pero se va usted ... señorito ? - Ahora mismo . - La señora tenía un disgusto ... - ¡ Oh ! ... a alguien ha de costar caro . Y salió precipitadamente . La pobre Matilde era entretanto víctima de otra superchería . Rodolfo , que sabía que era muy rica , habíase empeñado en conseguir de ella alguna esperanza . Viendo doña Ruperta que nada lograba con el banquero , había transigido con que Rodolfo presentase un plan de campaña contra la infeliz ; pero con la condición de no exigir cuentas al tutor ni a la que estaba sacrificando a la desgraciada joven . Tenía Rodolfo gran facilidad para falsificar letra y firma , y puso en juego su criminal habilidad , fingiendo una carta de Miguel en la cual decía que un compromiso grave de familia le obligaba a contraer matrimonio con una prima , evitando con eso el disgusto de su padre y su desgracia para siempre . « Perdóname , Matilde ... perdóname si he lacerado tu alma : tu corazón es noble y generoso ... no puedo continuar ... adiós , Matilde ... ten compasión de tu desgraciado Miguel . » Las cartas para Matilde eran todas interceptadas por doña Ruperta y por Rodolfo : aquélla se había escrito en combinación , y produjo sus naturales resultados . Cuando Matilde acabó de leerla , alzó al cielo la vista , oscurecieron las lágrimas sus ojos y cayó arrodillada junto a su cama , inclinando después la cabeza sobre el pecho y cruzando las manos con el más profundo abatimiento . - ¡ Mi primera ilusión ... mis primeras lágrimas de amor ! ... Amargos suspiros salieron de aquel pecho comprimido . Había perdido una esperanza , ella que estaba sola en el mundo y que no tenía más que seres que intentaban martirizarla . Quizá les convenía hacerla desaparecer . No tenía pariente alguno más que su tía , y a ella debía ir a parar la riqueza de Matilde , porque un hermano de ésta había muerto en la guerra de África , según noticias hasta del soldado que le vio caer del caballo y ser arrastrado después por los riffeños . Acaso peligraba la existencia de Matilde en aquella casa . Después de leída la carta y del terrible sacudimiento que recibió su corazón , levantóse desesperada , prestó oído , púsose la mantilla , convencióse de que estaba sola , y salió de su cuarto . - ¿ A dónde vas , hija mía ? - le preguntó con aparente calma doña Ruperta , que la esperaba escondida en una esquina del pasillo . - ¡ Ah ! ... quería respirar el aire libre ... - Y te ibas sola ... - Creí que no estaba usted ... - ¡ Pobrecita ! ... Bien le dije a don Lucas que teníamos una loca en casa . - ¿ Loca ? ... - Loca , y el médico que ha de venir esta tarde opinará como yo ... - ¡ Madre mía ... yo loca ... estoy perdida ! ... - Serénate , hija mía , serénate . Cogióla por un brazo y clavóle las uñas de sus descarnados dedos . Matilde no dio ni un ay . - ¡ Rodolfo , Agustín ! - gritó doña Ruperta . - Vengan ustedes ... Vengan ustedes ... ¿ No les decía yo que estaba loca esta infeliz ? Miren ustedes lo que acaba de hacerse ella misma en el brazo ... acaso para decir que he sido yo ... De modo que si se ofrece , ustedes dirán lo que ha pasado ... - ¡ Pobre joven ! ... - exclamó Rodolfo . - ¡ Loca ! ... - dijo Agustín . - ¡ Ampárame , Virgen Pura ! - prorrumpió Matilde , cubriéndose el rostro con las manos y yendo precipitadamente hacia su habitación . Nada había sabido Miguel de Matilde desde que salió de aquella casa . Atormentaba su espíritu el dolor de perder el cariño de sus padres , y aunque era su alma noble y generosa , pensaba en la venganza : quería poner un correctivo a la infamia de aquellos miserables , y buscaba una ocasión propicia . Habían pasado algunos meses y hallábase próximo a concluir su carrera Miguel . Los dos amigos habían sido borrados de la lista de matrícula por faltas de asistencia . Miguel seguía la práctica en casa de un famoso jurisconsulto que le protegía . Vivía en la casa de aquel ilustre abogado y trabajaba con fe , consiguiendo plácemes y satisfactorias pruebas de cariño de su protector . Por las noches solía ir al café con él . Hasta allí pensó perseguirle la envidia . Averiguaron en dónde vivía , y también quisieron llevar allí el influjo de su perversidad , pero salió vano su intento . El protector de Miguel conocía el mundo , y tenía el don de explorar con una sola mirada el corazón de la persona que por primera vez le hablaba . Oyó a Rodolfo , y le respondió : - Joven , mal camino lleva usted : sin duda es usted el mismo de quien se me han dado antecedentes . Le auguro a usted muy malas consecuencias . Le precipita a usted la envidia , y caerá bajo el peso de su propia conciencia . - Yo pensaba hacer a usted un beneficio enterándole de quién es su protegido ... - Gracias , muchas gracias , pero cuídese usted de sí mismo y no tome con tanto interés agenos cuidados . Salió de allí Rodolfo habiendo oído elogios extraordinarios de Miguel , y más arraigado aún el espíritu de la envidia . Miguel escribía artículos en un diario político , que eran reproducidos por toda la prensa : tenían las condiciones de la oportunidad , la corrección , la lógica , el aticismo , la intención profunda . Rodolfo , en el periódico en donde escribía , estampó las siguientes líneas : « Estamos en la época de las falsas reputaciones . Como comprobación de esto , podríamos citar un caso reciente . En el periódico El Siglo se han publicado artículos notables de política de actualidad , firmados por un estudiantillo que sabrá mucho de rusticidad y chaqueta de paño burdo , pero nada de política ni de lenguaje correcto . Es lo cierto que esos artículos son de un conocido jurisconsulto , en cuya casa vive como protegido esa especie de demonio que debía estar a los pies de San Miguel . » El insulto estaba lanzado en la forma más escandalosa : la calumnia no podía ser más terrible . Hasta el nombre de Miguel figuraba en lo que en lenguaje periodístico se llama suelto . Miguel leía todos los periódicos en cuanto llegaba a la redacción . Al leer aquellas líneas coloreóse su rostro , miró a los demás redactores sentados alrededor de la mesa , y les leyó el párrafo . - Eso no tiene más contestación que dar o recibir un pistoletazo , - dijo uno . - Despreciarlo , - exclamó otro más tímido . - Matarlo , - exclamó ebrio de corage Miguel . Y entró en el gabinete del director a consultar con él lo que debía hacer . A los dos minutos salían de la redacción dos compañeros de Miguel en busca de Rodolfo para que nombrase dos padrinos y se llevase a cabo el duelo . Rodolfo tembló al saber la comisión de aquellos dos jóvenes ; tuvo la cobardía de negar que eran suyas aquellas líneas , y entonces , levantándose sus compañeros , incluso Agustín , dijo uno de ellos : - Tú lo niegas , pues cualquiera de nosotros acepta la responsabilidad , y después te escupiremos al rostro con razón . No tuvo más recurso que transigir , y nombrar como padrinos suyos a Agustín y a otro redactor . Concertóse el duelo a pistola , y se fijaron las demás condiciones . Rodolfo , sin decir a nadie una palabra , escribió una carta y la puso en el bolsillo del gabán que iba a llevar a la cita . - ¿ Me matará ? - decía él , - tengo miedo ... ¡ Oh ! ... Y él después sonreirá satisfecho y se sabrá la verdad ... No se respetará ni mi recuerdo ... ¡ Oh ! ... Y si él llegara a ser algo en el mundo ... y lo será ... Pero no mientras yo viva . Si no hace más que herirme , ya sé yo lo demás para que vaya a un presidio . Si me mata ... Juro que no ha de pasarlo bien . Por de pronto , nadie le quita de encima la sospecha de que no es el autor de los artículos . Miguel estaba ciego de ira : no era partidario del duelo , no creía que era el mejor medio de dirimir una contienda , pero hay momentos en que no se da lugar a la reflexión , en que la razón se ofusca , y los mejores deseos se estrellan ante los impulsos de la ira . Ni su talento ni su bondad sirvieron de nada en aquellos instantes . El despecho sobrepujó a la prudencia , y aconsejado por la pasión más que por el raciocinio , decidióse a adoptar aquel extremo . Su protector había logrado convencer a los padres de que no existía motivo para dudar de la honradez de Miguel , y por esta parte hallábase algo más tranquilo . Al saber que Rodolfo aceptaba , la primera idea que pasó por su mente fue la de sus padres ; después pensó en Matilde . - ¿ Qué será de ella ? Logró enterarse de que ya no estaba en casa de doña Ruperta . Había oído el rumor en las tertulias a que asistía , de que con el pretexto de demencia había sido encerrada una pobre joven cuyos bienes ambicionaban los que a tal ardid acudían . Pensó en Matilde , y se propuso averiguar lo que había y si realmente era su desgraciada amante la víctima . Cuando comenzaba sus investigaciones , aconteció el incidente con Rodolfo , cuyo resultado fue muy triste . A la hora señalada acudieron los duelistas y los padrinos a la cita , en las inmediaciones del Canal . Era una mañana apacible de mayo , clara y hermosa como los ojos azules de un ángel . Miguel , al llegar al lugar de la cita , sintióse afectado profundamente . - ¿ Mataré a ese hombre ? - decía él . - ¡ Ah ! Si esto sucede , ¡ qué remordimiento para mi vida ! ¿ Sucumbiré ? ¡ Madre mía , perdona si tu recuerdo no ha sido bastante para contenerme ! Éstos eran los pensamientos que agitaban al infeliz Miguel . Bajó del coche acompañado de sus dos padrinos : vio llegar a su contrario con los suyos , y volvió a sentir el efecto de la indignación . Después de los detalles primeros del acto y designado por la suerte para disparar primero Rodolfo , colocáronse a la distancia convenida , y dada la señal por los padrinos , oyóse el primer tiro , y fue el proyectil recto al pecho de Miguel . Rodolfo estaba casi seguro de haber acertado y respiró , pero al ver que no hacía movimiento alguno , esperó el tiro de su contrario . La detonación y la caída de Rodolfo fueron casi a un mismo tiempo . - ¡ Desgraciado ! ... ¡ Qué castigo ! ... - exclamó Miguel . - ¡ Dios os perdone a los dos ! - exclamó uno de los padrinos de Rodolfo , - la herida es mortal , - añadió colocando su mano en el pecho y apartando el chaleco ensangrentado . Rodolfo pronunció dos o tres palabras que nadie pudo comprender , y desde entonces pareció que la vida había huido de aquel cuerpo que cayó desplomado . - Somos perdidos , señores , - dijo uno de los padrinos viendo correr hacia el sitio de la catástrofe una pareja de guardias civiles . Como se hallaba aún muy distante aquélla , tuvieron lugar de subir en los coches , y tomando dirección distinta , alejáronse de modo que , al llegar los guardias , ya se habían perdido de vista los carruajes . Cuando el juzgado comenzó sus diligencias , Rodolfo volvía en sí y había cesado la hemorragia ; la bala había resbalado en una costilla , y había salido sin lesionar más que la piel . Preguntado Rodolfo acerca de quién le había herido , respondió dando las señas de Miguel y de la casa en que vivía . Además enseñó la carta que él había metido en el bolsillo , y en la cual se leían estas palabras bajo la firma de Miguel . « Guárdate , Rodolfo , donde te encuentre te mato : quiero librarme de ti , porque eres un infame : batirme contigo es rebajarme , me has herido con el puñal de la calumnia , y al asesino no hay más que tratarlo como yo a ti donde te encuentre . Miguel . » Era imposible que hubiese escrito Miguel aquellas palabras que desmentían su talento y su dignidad . Conducido Rodolfo a la casa de socorro más inmediata , declaró que había salido a pasear con su amigo Agustín , y se había visto sorprendido por un grupo de jóvenes que iban con Miguel , adelantándose éste , y después de abofetearle , cuando quiso defenderse , sacó una pistola y le disparó aquel tiro . Era plan combinado aquel para el caso en que fuese herido Rodolfo y pudiese hablar , y si moría , como Agustín iba citado en la carta , afirmaría también aquellas declaraciones . Así es que no tardó mucho en dictarse auto de prisión contra Miguel , que no encontró caballerosidad en ninguno de los padrinos de Rodolfo . Los otros no querían tampoco comprometerse con sus declaraciones en el proceso criminal que se instruía . Agustín declaró en efecto lo que indicó Rodolfo en sus declaraciones , y el desgraciado Miguel , acusado de homicida , fue encarcelado inmediatamente . Su protector supo la verdad , pero , ¿ de qué servirían sus declaraciones si no podían referirse más que a lo que había oído a Miguel ? Rodolfo , que no tardó mucho en salir de peligro , veía con júbilo el resultado de sus diabólicos planes . ¿ Qué había sido de Matilde entretanto ? Con la certificación de un supuesto médico americano , logró convencer doña Ruperta a muchas personas de que Matilde estaba loca , y la preparó una casa en las afueras de Madrid , para que allí , si no lo estaba , se trastornase realmente su juicio , rodeándola de todas las circunstancias que pudieran contribuir a ello . Prepararon doña Ruperta y don Lucas el asunto perfectamente , y esperaron una ocasión favorable para conducirla a la casa sin que se moviera escándalo , pues Matilde se resistía ya a salir con su tía , y muy recelosa de la red que querían tenderle , era de esperar que no quisiese entrar en el coche aún con la farsa mejor urdida . Los padres de Miguel , convencidos de que las noticias que a ellos llegaron eran ardides de la envidia , estaban ya más tranquilos , y supieron con la satisfacción más profunda que su hijo iba pagando poco a poco la cantidad que debía a doña Ruperta . Aunque Matilde estaba aún en la casa una de las veces en que fue Miguel a pagar la deuda , la tía negó rotundamente . A los pocos días de recibir el padre de Miguel una carta del protector de éste , manifestándole que el porvenir de su hijo estaba asegurado , que había tomado el título de licenciado y que iba a conseguir para él una fiscalía , otra noticia en contraste con aquélla hízose correr por el pueblo cercano a la casa de don Fernando . Decíase que Miguel había disparado un pistoletazo a un rival suyo y que se hallaba ya en la cárcel . - Virgen Santísima lo que he oído , - gritaba la madre entrando en la casa . Don Fernando se entretenía a la sazón en leer un periódico , pues no había perdido la costumbre y oíale el cura del pueblo con gran atención . Era aquel sacerdote uno de esos tipos que honran al clero . De una virtud jamás desmentida , el cura era el consuelo de los afligidos , el socorro de los pobres , el mediador cariñoso en toda reyerta . Si un matrimonio tenía en su casa desavenencias el buen sacerdote procuraba llevar la paz al hogar doméstico . Él había aconsejado a don Fernando que no creyese a los que le hablaban mal de su hijo : que la envidia era muy poderosa , pero que no debían prevalecer sus sugestiones con los hombres pensadores y prudentes . Al oír a la buena madre de Miguel , levantóse don Fernando : el cura miró atónito a la esposa de su amigo . - ¿ Qué es eso , Vicenta , qué es eso ? - preguntó con rapidez don Fernando y con zozobra . - ¡ Santa Faz divina ! - exclamó la madre invocando a la imagen que en el pueblo se veneraba . - ¡ Dios mio ! no puede ser ... no puede ser . Y la infeliz dejóse caer sobre una silla , presa el alma de la más desconsoladora aflicción . - Pero di , Vicenta , di ... - Que dicen que nuestro Miguel está preso . - ¿ Cómo ? - dijeron a un tiempo don Fernando y el cura cuyo semblante se inmutó como el de don Fernando . - Preso , sí señor . Dicen que ha matado a un hombre . - ¿ Él ? ¡ Ah ! el periodismo , la prensa , alguna cuestión personal . ¡ Maldita política ! algún duelo . - No , no ha sido desafío , dicen que ha sido a traición . - ¡ Imposible ! ¡ imposible ! yo conozco a Miguel es muy noble y en él no cabe semejante villanía . - ¿ Y quién lo ha dicho ? - preguntó el cura . - El señor Tomás que acaba de llegar de Alicante , en donde según se dice , no se habla de otra cosa . - ¡ Pobre Miguel ! ¡ quién sabe lo que habrá sido ! - ¡ A Madrid ! ¡ a Madrid , - exclamó con enérgico acento don Fernando , - a saber la verdad ! - Quiero acompañar a usted , don Fernando . - ¡ Virgen mía ! ¡ qué angustia ! Bien me decía el corazón que Miguel no debía ir a Madrid . ¡ Oh ! el corazón de una madre no se engaña , no se engaña nunca . - Tranquilícense ustedes . Dios hará que la verdad resplandezca y que se sepa lo que ha ocurrido , que de seguro no ha de ser contrario a la inocencia de Miguel . Don Fernando comenzó a andar aturdido por la casa sin saber qué hacer ni qué resolución tomar . ¡ Qué situación la de aquellos dos corazones amantes de un hijo ! ¡ Miguel encarcelado por homicidio ! ... ¡ Él , que tenía un porvenir tan brillante , que era tan bueno , el único apoyo para la vejez de sus honrados padres ! - Nada , serenidad , don Fernando , serenidad . Recuerde usted lo que aconsejaba a los padres de aquella infeliz niña , tan sacrificados por sus parientes , cuando no sabían qué partido tomar para salir de aquella situación ... ¿ Qué les decía usted ... al ver su aturdimiento , su confusión ? ... Serenidad , amigo mío ... Así hablaba el venerable sacerdote con unción religiosa y pidiendo la calma de aquellos espíritus ... - A Madrid , padre Ruiz , a Madrid debemos ir esta noche misma . - Eso sí , y ya he dicho a usted que le acompaño y quiero contribuir a que se esclarezca la verdad , y a que el buen Miguel reciba algún consuelo en la situación desesperada en que estará sin duda . Aquella misma tarde hicieron los preparativos del viaje , y don Fernando y el cura despidiéronse de la pobre madre , que desconsolada pedía a Dios que la salvase de aquel conflicto . ¡ Qué angustia la de la infeliz Vicenta ! Entretanto en Madrid continuaban las asechanzas contra la pobre Matilde . María había intentado ir a verla por encargo de aquella amiga a cuya casa quería ir Matilde , pero fue inútil . No llegaba una sola vez a los alrededores de la casa que no viera detrás de los cristales a la vieja . La amiga de Matilde escribió cuatro o cinco cartas en las cuales la proponía el plan más a propósito para librarse de las redes que tendían con tanta habilidad sus enemigos . Estas cartas , como todas , fueron interceptadas y por ellas supo doña Ruperta los deseos de Matilde y los proyectos que combinaba con su amiga . - ¿ Qué decía yo ? - exclamó la vieja desesperada , - la mogigata estaba preparando la escapatoria y es preciso que sepa quién es su tía . ¡ Vaya con la mosquita muerta ! Tan buena alhaja como su madre , Dios la tenga en la gloria . Rodolfo estaba muy satisfecho del resultado de sus proyectos , aunque tenía remordimientos terribles . La envidia roía aquel corazón , produciendo en él una verdadera enfermedad . Es la envidia un veneno que poco a poco se va filtrando en las venas y acaba por enardecer el espíritu inspirándole el mal para el ser envidiado . Serpiente que se arrastra entre las flores de la adulación a veces o que toma los colores de la calumnia , es la envidia , el odio , la ira , el continuo tormento , la desesperación , la agonía lenta , el deseo que se satisface viendo a su semejante postergado , arruinado , perdido . Rodolfo se veía asediado por aquella abominable pasión que conduce a los terribles extremos , que guían hasta el crimen . La envidia es el monstruo que devora en nuestra sociedad reputaciones , honras , gloria a veces . Como se alberga en los corazones mezquinos y en ellos se encuentra su atmósfera , allí se desarrolla con todo su poder . La melancolía desesperante se apodera de los espíritus por la envidia dominados , y llega a influir hasta en el cuerpo . Rodolfo sentía aquella presión horrorosa : no podía desprenderse de aquel yugo . La envidia le había dictado las palabras que dieron ocasión al duelo : ella le inspiró las declaraciones que habían de perjudicar a Miguel : ella le hacía calumniador , despreciable , indigno de que su mano fuese estrechada por ningún hombre honrado . A toda costa pretendía oscurecer el nombre de Miguel y en vez de la gloria del genio quería para él el desprecio que inspiran los criminales . Cuando supo que había sido encarcelado , tuvo uno de esos momentos en que el envidioso viendo satisfecho su deseo , goza con las penalidades de la persona que en él ha despertado ese odio al bien , ese exceso de egoísmo que seca las fuentes de todo sentimiento de virtud . La caridad es el amor a nuestros semejantes : la envidia es la negación de la caridad , el odio desesperado , el insaciable deseo de deprimir a los demás . ¡ Qué días y qué noches pasaba Rodolfo , anhelando siempre igualarse a los que valían más que él y buscando los medios de sembrar el descrédito sobre aquellas reputaciones más dignas de respeto ! La murmuración , la maledicencia , la calumnia , la intriga , esas hermanas jemelas de la envidia eran compañeras inseparables de Rodolfo . Pero si a veces el envidioso escala altos puestos despreciando a los demás y llega a la cumbre de la posición social , con frecuencia se ve aplastado como un reptil , mordiendo el polvo y viviendo en la desesperación . Ambicionaba Rodolfo dinero , gloria y mujer , pues decía que eran las columnas sobre que descansa la felicidad humana . El dinero lo quería para jugar . La gloria para ser envidiado . La mujer queríala rica para que sirviera de capitel a la primera columna . ¿ Vio realizados sus deseos ? Cada día era más cruel el trato con que doña Ruperta martirizaba a su sobrina . Una noche en que Matilde se hallaba decaída visiblemente , desfallecida por haberse negado a tomar los malos alimentos que le ofrecía doña Ruperta , valiéndose de una criada a quien había buscado aquélla y que era lo más a propósito para el servicio de la casa por su carácter predispuesto al mal , entró la vieja en el cuarto de Matilde , y parándose en la puerta exclamó : - ¿ Qué es esto ? ¡ Te propones hacer ver que te mato de hambre ! ... Matilde no contestó . - ¿ Es que te ha traído algún espíritu la noticia de la desgracia de tu amante ? - ¿ Qué desgracia ? - preguntó la sobrina incorporándose con dificultad . - Casi nada , que Miguelito ha hecho una de las suyas . - ¿ Se propone usted agravar mi situación ? - No , hija , no ... Como todo lo sabes , creí que estabas al corriente de la última travesura del paleto ... Todo Madrid lo sabe : ha llegado el mocito a tomar la senda de los asesinos , y ahí tienes a Rodolfo que se ha salvado por milagro de las iras de aquel cándido joven . Nada menos que de un tiro quiso deshacerse de mi querido huésped . Doña Ruperta había pasado un mes entero sin ver a su sobrina . - ¿ Qué dice usted ? ... - Que a estas horas , Miguelito está en compañía de los criminales adquiriendo la gloria de los asesinos , y que ya ha comenzado su carrera ... - Tía , por Dios ... Déjeme usted ... déjeme usted ... Quiero morirme ... - Vamos , vamos ; tú estás empeñada en que por ahí se diga que sucumbes víctima del mal trato que te doy ... y eso es una infamia , ¿ lo oye usted , señorita ? - Míreme usted con compasión , tía , que no tengo madre , que estoy sola en el mundo ... - ¿ Ahora sales con eso ? ... Cuando digo que te has vuelto loca ... - Me hace daño ver a usted , tía : he estado mucho mejor los treinta días en que he dejado de ver a usted ... - ¡ Treinta días ! ... ¡ Loca ... loca ! ... ¿ Pues no dice que treinta días y no ha pasado uno siquiera sin entrar dos veces a hacerte mi visita de costumbre ? Mentía doña Ruperta con el objeto de ver si lograba trastornar el juicio de aquella infeliz . Y en aquella soledad , en aquel aislamiento , con una mujer como aquélla en su compañía empeñada en atormentarla , fácil parecía que doña Ruperta lograse su objeto . Habían asediado a la desventurada joven entre Rodolfo , don Lucas y su tía de tal modo , que la desesperación o el abatimiento tenían que llegar por fuerza a apoderarse de aquel espíritu . - ¿ Es cierto lo que ha dicho usted , tía ? - ¿ De qué ? ¿ Del asesinato intentado por tu amante ? Pues ya lo creo . En el saladero darán razón ... Matilde sintió que le faltaba la vista , que sus ojos se nublaban , quiso levantarse , vaciló su cabeza , y volvió a caer sobre el sofá . - Llamaremos al médico ... Matilde , tú estás muy mala . - No , al médico no ... al médico no ... Quieren ustedes envenenarme sin duda ... - ¡ Jesús , Jesús ! ... Está visto ... Eres una loca rematada ... ¡ Pobrecita ! ... - No quiero médico ... No ... no ... Aquí hay interés en hacerme desaparecer ... Doña Ruperta miró a Matilde con asombro . - ¿ Tú sabes lo que dices ? ... - Déjeme usted ... déjeme usted ... Quiero marcharme ... quiero salir ... Levantóse con un esfuerzo sobrenatural , y comenzó a quitarse la bata . - ¿ Qué haces ? - Que voy a salir . - ¡ Matilde ! ...