La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira Novela histórica del siglo XI José Pastor de la Roca A mi querido amigo y compatriota D . J . R . y G . Un acto espontáneo , desnudo de lisonja , me impulsa a dedicarte en esta obra un recuerdo honroso que aliente tu perseverancia , combatida por tantas decepciones . ¿ Qué importa que una pasión bastarda trate de proscribir al mérito , deprimiéndole bajo mentidas formas ? ¿ Acaso no ha sido éste siempre el destino de los grandes hombres ? Que esa funesta rémora no retraiga tu laudable propósito en esa senda difícil a que te has lanzado . Artista de inspiración , no desistas de tu noble empeño ; luce allá lejos un astro providencial que marca el rumbo a tu creador instinto , al brotar en medio de esos tenebrosos abismos : allí tu renombre artístico , ornamento y lustre de nuestra ingrata patria , brillará un día también en los anuales de la fama , coronado de los esplendores del genio . Madrid , marzo de 1863 . José Pastor de la Roca . « ¡ Santiago y cierra España ! » Este grito de guerra tan proverbial entre los cristianos , cuando se las habían en buena lid con los hijos de Mahoma , dueños a la sazón de gran parte de la caballeresca España , resonaba como un trueno articulado por millares de entusiastas héroes , victoriosos en Guadalajara , Uceda y Almería . « ¡ Santiago y a ellos ! » Y a este grito unísono , formidable , eléctrico , aliento de una nación guerrera , contestaba un destemplado alarido de coraje , y la chusma agarena , explotada por la rabia , precipitábase frenética en la refriega , malgastando a veces sus bríos en medio de un arrojo imprudente y ciego . Entonces solían empeñarse lances sangrientos , choques desesperados , rudos , salvajes , en que un millón de vociferaciones apagaba el fatídico ¡ ay ! de los moribundos , el estallido de las alabardas moriscas al resbalar sobre las partesanas y adargas de los cristianos , y que formaban , al reflejo del sol y de la luna , un cuadro animado y feroz , cuadro terrible , trazado por relámpagos fosfóricos y fugaces . Corrían los años 1053 de la Era de gracia . Hacia esta época habíase publicado por varios emires confederados esa temible cruzada que llamaban los árabes guerra santa ; y en las provincias meridionales de España sometidas a su bárbaro imperio , cundían los formidables aprestos marciales que debían sublevar el país y promover el choque decisivo y enérgico de la cruz con la medía luna . Pero con tan poca suerte por parte de esta , que además de las referidas plazas de Uceda , Guadalajara y Almería , acababa de caer en poder de D . Fernando I la villa de Madrid con sus alquerías y anexidades . Suponíase también que se trataba de conquistar la imperial Toledo , cosa no muy fácil entonces , por ser el baluarte antemural del islamismo en España , y cuyos formidables recursos de defensa desafiaran a cualquier poder , por colosal que fuese . En venganza , pues , de tamañas pérdidas que acababan de experimentar , los moros , empeñados siempre con indomable tesón en aquel juego de peligroso desquite , saciaban su coraje haciendo correrías por tierras de los cristianos , talando mieses y campiñas , quemando bosques e incendiando cortijos , después de sacrificar a su furor a todos cuantos tenían la desgracia de caer en sus manos . Hubo quien , dejándose llevar de un celo imprudente , aconsejase al rey la conquista del reino de Toledo , empezando por la capital ; pero el monarca , más cauto y sin dejarse deslumbrar por el brillo de sus repetidas victorias , comprendió que la conquista no debía ser por la fuerza de las armas , sino por medio de arte , cosa imposible , pues siendo el dinero el principal recurso o auxiliar en tales casos , y hallándose exhausto el erario , debía aplazarse la empresa por entonces . A reina , que era belicosa en extremo y que poseía en alto grado esa virtud o esa flaqueza que se llama ambición , destinó sus alhajas y joyas para aquella empresa ; y astuta y reservada , designó secretamente el instrumento de que iba a valerse en lance tan difícil , con cuyo favorable éxito lisonjeábase allá en su interior , de poder sorprender y avergonzarala vez un día el ánimo de su esposo . Ese instrumento era un joven hidalgo , llamado Veremundo Moscoso , presunto conde de Altamira , guerrero intrépido que servía a la reina en clase de guarda-mayor , y de cuyo pundonor y fidelidad estaba altamente satisfecha , habiendo recibido repetidas muestras de ello . Doña Sancha , que tal se llamaba aquella princesa , le llamó reservadamente para comunicarle sus proyectos , y el altivo infanzón , no solo se comprometió a negociar por sí solo el asunto , Dios mediante , y aun a riesgo de su propia vida , sino que además juró por la bendita cruz de su espada ensayar su política en otra plaza fuerte , cuyo resultado debía ser la conquista de ella , sin efusión de sangre . La varonil mujer le despidió afectuosamente entregándole ciertas joyas de inestimable precio , y una gran cantidad de oro , para que lo emplease todo en el mejor éxito de la empresa . - ¡ Ah señora ! , exclamó ruborizándose el noble hidalgo , siento en el alma que la pobreza de mi casa me coloque en el triste y vergonzoso compromiso de admitir esta dádiva que se resiste al carácter de un leal y pundonoroso caballero ; en cambio , señora , tengo una espada y un nombre sin tacha : este es mi principal patrimonio , y lo pongo a las órdenes de V . A . - Con ello estoy suficientemente recompensada , replicó la reina con la más cordial efusión , tendiendo la mano , al joven caballero , para impedirle que se arrodillase . - Id con Dios , prosiguió con una autoridad dulce y majestuosa , y no volváis a mi presencia si no obtenéis las llaves de ambas plazas . Y con una sonrisa afectuosamente grave lo despidió . Pocos días después el orgulloso hidalgo atravesaba con paso altivo el regio salón de audiencia , portador que era de un pliego importante , sellado con las armas reales y dirigido a la reina doña Sancha . Su contenido era el siguiente : « A vos , mi cara esposa , salud . - Sabredes ca la güena villa de Alcalá de Henares ha caído en poder de Nos , por la misericordia divina : que esto fue milagro non natural , e mu defícil de comprendello . » De mi real campo de Madrid , etc . » La reina no pudo concluir la lectura del pergamino : tan poseída se hallaba de alegría . En efecto , el ensayo de Veremundo había sido completamente feliz , y el orgulloso caballero tuvo la altivez o acaso la modestia de ocultar a su soberano que a él solo tal vez se debía el triunfo . Cierto día , a puestas de sol , entraba en la ciudad de Toledo por la antigua puerta de Visagra una pequeña y modesta cabalgata que caminaba a buen trote , con intento , al parecer , de aposentarse cómodamente antes de que se cerrasen los establecimientos de hospedaje , cuyos dueños tenían orden de no recibir forasteros después del crepúsculo de la tarde . Componían esta cabalgata un joven comerciante y dos criados árabes , a juzgar por sus vestidos a la morisca , turbante amarillo y verde , bombacho blanco y babuchas azafranadas ; llevaban también vistosos alhamares , color de naranja , a excepción del primero , que lucía un blanquísimo alquicel de lana , puro como el armiño y orlado caprichosamente de festones y ricos bordados orientales . Montaba un brioso caballo cordobés , espléndidamente encaparazonado con monturas y jaeces africanos , gualdrapa carmesí sembrada de medías lunas de plata y bridas trenzadas de seda verde con hilos de oro . La planta arrogante del noble animal le acreditaba pertenecer a esa raza pura andaluza , tan conservada y apreciada justamente por el delicado gusto de la aristocracia árabe-española . En cuanto a los dos turcos que le acompañaban , venían montados en acémilas sobre un cargamento misterioso que formaban unos cajones rotulados en idioma oriental , con este mote : « SEDERÍAS . - N . º 2 . º - Alha-Sid y Compañía . - CAIRO . » El caballero era nuestro conocido Veremundo , que acompañado de dos escuderos , iba a poner en práctica el plan de conquista ya anteriormente expresado . Al llegar a la aduana , como diríamos hoy , situada a corta distancia de la puerta , el pretendido moro principal exhibió una patente de la ciudad de Smirna , junto con la correspondiente guía de las factorías en las fronteras marroquíes . El sol , hundido ya en su ocaso , doraba débilmente con purpúreo brillo los altos minaretes de las mezquitas , las torrecillas afiligranadas de los templetes , y las agujas aéreas de las sinagogas , que se confundían en el plano inclinado de los adarves y en los techos de pizarra gris , sobre el claroscuro de la montaña . Hemos dicho que se acercaba el crepúsculo , y los fanáticos almuédanos , desde los alminares de las mezquitas , anunciaban los fieles creyentes la oración de la noche . Las medías tintas de la luz imprimían a aquella religiosa ceremonia de la fe musulmana un doble carácter de majestad y languidez imponentes ; las bulliciosas alhóndigas se cerraban ; suspendíanse los baños , y las tiendas portátiles de los bazares retirábanse a sus respectivos porches , porque lo contrario fuera una impiedad que atacara las rígidas prescripciones dogmáticas del mahometismo . Los barrios de la judería , que ocupaban la parte meridional de la ciudad , cerrábanse de orden superior y en virtud de cierta confidencia sobre sospechas de conspiración , las cuales , fundadas o infundadas , solían recaer siempre sobre los desgraciados hijos de Israel . Empezaba ya a sonar el rumor de la bulliciosa zambra morisca : agitado concierto de guzlas , chirimías y guitarras , panderetas y tamboriles , y brillaba el fuego de las hogueras allá en la cumbre de las colinas . Afluía allí el tumultuoso gentío que vomitara aquel laberinto de tortuosas calles , atraídos sus moradores por la algazara , por la armonía y por la frenética animación que reinaba en las alturas . Los mercaderes entre tanto habían atravesado con mesurada gravedad y disimulo toda la vasta extensión que comprende la primera colina , o sea desde la indicada puerta de Visagra hasta la plaza-mercado de los Jumentos o de Zocodover , en su acepción árabe , y que equivale a la actual plaza de la Constitución . Había entonces en esta misma plaza una especie de fonda u hostería , titulada de Bab-Shara , esto es : puerta del campo , aludiendo acaso al jardín con que comunicara y que se extendía en vistoso anfiteatro a la misma falda del collado , antes de desmontarse el terreno y reducirlo a caseríos , y del cual acaso ya nos ocuparemos luego . Los viajeros se hospedaron en este suntuoso establecimiento , ocupando una lujosa cámara espléndidamente ataviada , y que fue solicitada con gran empeño y a cualquier precio por Veremundo . Instalados allí , y cuando los mil ruidos de la imperial ciudad se habían ya extinguido , el pretendido mercader cerró cautelosamente la dorada puerta de su alojamiento , los ajimeces y ventanas , y practicando un escrupuloso reconocimiento , colocó de centinela a sus dos criados , completamente armados , para que vigilasen las avenidas , y conocedor al parecer , de todos los pormenores de aquella pieza , tocó en uno de sus ángulos cierto resorte simulado bajo de un marco de tapicería , y apareció un batiente que se desprendió , retirándose con un giro tácito e imperceptible y produciendo un crujido sordo que iba aumentándose a medida que el fingido moro empujaba el botón de bronce del mecanismo . Quedó entonces abierto un buque circular y sombrío . Veremundo respiró con satisfacción y asomó la cabeza por el fondo tenebroso de aquella trampa . Un rayo de luna límpido y nacarado atravesaba aquel limbo oscuro , como una cinta piramidal de plata . En aquel limbo desconocido nada se percibía , sino un fondo inmensurable de tinieblas . Veremundo encontró al tiento una cuerda : tiró de ella y sonó al punto , muy remoto , el eco de una campana invisible , como la vibración de un timbre subterráneo y mágico . Retrocedió al punto herido por un movimiento de incertidumbre , porque en efecto , la situación de aquellos hombres temerarios era en aquel punto azarosa y crítica . ¿ Acaso les era de todo punto fiel la persona que hasta allí les guiara , vendiéndoles con tanta facilidad tan profundo arcano , y con quien trataran además un asunto delicadísimo ? ¿ No podía disfrazarse una infame perfidia bajo la máscara de una aparente y falsa amistad ? El hombre que hacía traición a una causa , constituido en su innoble terreno , por afectar servir a otra , ¿ no pudiera también cambiar papeles al tiempo de la ejecución ? ¡ Ah ! y en este caso , probable por desgracia , habíanse dejado llevar de una ligereza imprudente que les colocaba en inminente riesgo . Una vibración metálica , como la que produce el escape de un muelle de templado acero , interrumpió la ansiedad de los conspiradores , que armados hasta los dientes , hallábanse dispuestos hasta a una lucha corporal , si necesario fuese . Colocados a la puerta de la trampa , desnudo el corvo alfanje y suspendida en el aire la pesada cimitarra , guardaban ambos , como fieras en acecho , el misterioso buque , resueltos , como dejamos dicho , a vender caras sus vidas ; pero esta alarma cesó de pronto cuando vieron asomar por el mismo una cabeza encanecida , bajo un capuz o turbante griego , y luego un anciano de vigorosa musculatura , que saltó hacia la pieza con una agilidad portentosa . En el rostro carnoso y rubicundo de aquel hombre lucía una indolente y fría sonrisa , signo equívoco y peligroso a primera vista y que impuso a sus testigos . - Parece , exclamó , que no os inspira entera confianza la palabra de los hijos de Israel , y en verdad que desgraciadamente ese es otro de los precedentes fatales que suelen acompañar siempre a la raza infeliz del mísero pueblo de Dios , disperso , errante , oprimido y vilipendiado . Y en aquella fisonomía indefinible brilló una llamarada de odio , sarcasmo implacable que pasó fugitivo y precoz , como esas ráfagas o exhalaciones que dejan un rasgo encendido en la zona . - Me habéis requerido con vuestra proposición , continuó , cambiando su alarma por una aparente naturalidad sincera , sutilmente reflejada en su rostro ; me habéis ofrecido un partido , y lo acepto , y por más que existan motivos dentro de la posibilidad humana que opongan una funesta rémora a vuestro plan , he aquí que acudo solicito al llamamiento , y que atropellando riesgos y contradicciones de conciencia , ocupo mi puesto y me entrego a vuestro simple albedrío . - Nunca pude yo dudar de vuestra palabra , repuso el hidalgo con marcado entusiasmo , la sana intención que dicta nuestras palabras y dirige nuestras mutuas acciones , es el punto donde converge mi vista y se ilumina de fe y sinceridad , si alguna vez la duda , ese paréntesis de la conciencia , ha tratado de eclipsar el brillo de mi esperanza . Pero hénos aquí entregados a vuestro arbitrio , pobres extranjeros , disfrazados con el traje de un mismo oprobio , y que obedeciendo tan solo a su inspiración , arrostran todo género de riesgos ; su ambición misma , cuando no otra causa más grande todavía , le presta recursos de fe y perseverancia , y vednos aquí entregados a vuestra voluntad , confundidos , comprometidos con vos , campeón ilustre de la independencia , para trabajar de consuno en llevar a cabo la obra meritoria de la extirpación del dominio musulmán , oprobio común de nuestras creencias , por medio de un golpe que debe ser la base de la emancipación de la raza hebrea , como una de las primeras exigencias de la civilización y de la política . El judío marcó un signo de amarga ironía . - ¡ Oh ! dijo después de una pausa , y sonriendo con su astuta calma , ¡ aleje Dios la tentación de la incredulidad y de la duda que me asalta bien a pesar mío ! - Es decir , repuso el magnate , como ofendido en su fe , es decir que trato yo de envolveros en un plan insidioso , precisamente cuando vengo a poner a vuestra disposición mi seguridad y la de mis consortes ; cuando os entrego el tesoro de mi reina , que veis ahí . Y Veremundo mostró a su colocutor los fingidos fardos de mercancías , que no eran realmente sino paquetes de alhajas y dinero de la corona . El anciano siguió maquinalmente la dirección del dedo de Veremundo , y su codiciosa mirada fue a clavarse como un dardo en aquellos objetos preciosos . - Basta , mi querido señor , repuso , al decir tentación , no creo haber querido ofender , ni vuestras intenciones , ni mi decisión resuelta en favor vuestro ; admitid la expresión en lo que vale , y no dudéis de un éxito que se nos muestra enteramente propicio . Los músculos del rostro del hebreo se exaltaron con la expresión de un triunfo diabólico . - Quiero , pues , creer vuestras palabras , continuó siempre con su eterna sonrisa , quiero acceder a esos deseos , en gracia al menos de la noble intención que encierran , y puesto que el destino o la Providencia nos ha aproximado en tan arriesgado terreno , utilicemos la ocasión , cooperemos a ese mismo fin tan laudable , conspiremos contra un sistema opresivo , que es el blanco común de nuestras aspiraciones , y si llegásemos a obtener el triunfo entonces . ¡ Y bien ! hombre filántropo , ¿ qué sucederá luego ? ¿ cuál será el galardón que yo obtenga para mi pobre raza proscripta ? ¿ cuál será , pues , su destino ? ¿ mejorará por ventura ? ¿ qué podremos esperar entonces ? Acaso una persecución más cruel y encarnizada , a medida que el león castellano , con su intolerante sistema , acrezca su fuerza y poderío , clavando su acerada garra en estos miembros esparcidos en rededor del tronco que yace sin vida , híbrido , yerto y mutilado , sí , pero incorrupto , mientras contenga el germen de la regeneración que en él existe . Una lágrima de odio asomó al ojo del judío , exaltado por una secreta indignación feroz ; lágrima abrasadora y fugitiva que se apresuró a enjugar con su dedo grasiento , y que huyó acaso desapercibida de su colocutor , que deslumbrado visiblemente por la calma siniestra que vagara en aquella fisonomía maligna , estrechó conmovido , y por un enérgico y maquinal impulso , la demacrada mano del judío . Oyóse entonces el tañido de una campana , la misma acaso que ya dijimos . - No son estos , dijo el anciano , la hora y punto más oportunos para la discusión y ratificación del tratado que debe poner en poder del castellano el cetro de la ciudad de Toledo , el precioso antemural del nombre árabe en España . Las bases están ya redactadas , y solo falta por vuestra parte que hagáis honor a vuestra palabra , mostrándoos generoso y agradecido ( no diré pródigo ) con los que tanto arriesgamos en la empresa , y que tan tremenda responsabilidad cargamos sobre nuestras cabezas . La mirada del hebreo , penetrante y lúcida , se dirigió oblicua y furtivamente hacia los cajones , que , apilados en un ángulo de la pieza , contenían lo que tanto codiciara : oro . - Alabo vuestra franqueza , repuso el fingido turco ; justo es recompensar el valor de vuestros servicios con un premio digno de ellos y de la alta persona que me ordena ponerlo a vuestra disposición , tan luego como hayáis cumplido con buen éxito vuestra promesa , a cuyo efecto ya veis que queda por mi parte constituido el depósito del tesoro que podéis examinar , sí gustáis , a vuestro placer . - Basta , caballero , eso sería hacer una marcada ofensa a vuestra palabra , descanso en ella , y no seré yo quien dude jamás de vuestra buena fe y lealtad . La campana repitió su lúgubre tañido e interrumpió por un momento al hebreo . - ¿ Oís ? dijo con marcada precipitación y disponiéndose a retirarse , esa campana ordena la convocatoria de los ancianos israelitas que bajo mi presidencia deben revisar y ratificar el tratado . Seguidme , pues , si os place , os ocultaré en punto desde el cual podéis observar las deliberaciones de la asamblea sin ser visto . Allí me esperaréis , quiero que deis testimonio de cuanto veáis . El asunto es crítico , y es necesario rodearse de ciertas precauciones , porque la policía no se duerme en pajas y sondea haga los más profundos designios . Y mientras el judío tornaba a introducirse por el buque , Veremundo dio una orden secreta a sus escuderos , introduciéndose también a su vez en pos del mismo por aquella cripta desconocida y lóbrega . Era esta una galería subterránea , sostenida su bóveda por medio de gruesos pilares de mampostería que se enlazaban por medio de una serie no interrumpida de arcos obtusos toscamente labrados , que describían graciosas combinaciones y cuya altura perpendicular no excedía de seis pies . El judío , provisto de una linterna sorda , caminaba delante del mercader , que le seguía como una sombra muda y silenciosa , convencido cada vez más de la buena fe de aquel hombre hábil que se abandonara a su albedrío en aquel dédalo ignorado y lúgubre , Anduvieron largo espacio por aquella mansión tenebrosa , cuya calma y silencio solo eran alterados por el rumor vibrante de los carruajes que rodaban sobre sus cabezas y parecían amenazar hundir la bóveda . Al fin lograron salir del subterráneo , y la blanca claridad de la luna iluminó la vista de ambos con su pálido y plateado brillo . Era bien entrada la noche y la luna remontaba el cenit , rodeada de qua aureola diáfana y sanguinolenta . Hallábanse en un gran patio rodeado de tapias de desigual altura , cuyos desmoronados perfiles cortaban en ángulos rectos un horizonte algo diáfano , aunque límpido y despejado de nubes . Solo hacia el Sur parecía levantarse un tenue vapor macilento que se extendía como un pabellón rojizo coronado de pintorescos celajes . Hacia la izquierda dibujábanse en lontananza las almenas del muro con sus dentadas pirámides que hundían sus delgados espectros en el espacio , y sobre los cuales descendían las plateadas brumas de la noche ; los copudos fresnos que bordaban las riberas del Tajo , y la áspera silueta de los alhamíes allá en la cúspide de un collado sembrado de ruinas postradas , cuyos blanquiscos grupos condensados por la vaporosa niebla , proyectábanse , decorando el cuadro y destacando sus formas fantásticas sobre un firmamento sembrado de estrellas . Percibíase allá en frente un gran caserón ennegrecido y casi ruinoso , precedido de una especie de pórtico sustentado por una columnata istriada de forma piramidal , al que daba ingreso una inmensa puerta de medio punto . El hebreo introdujo una llave en la cerradura , y a costa de un leve esfuerzo giró un postigo , presentando una abertura tan mezquina , que apenas cabía un cuerpo , y por el cual ambos se introdujeron . Reinaba en aquel vestíbulo un profundo silencio . Una luz invisible difundía su pálido brillo en aquella mansión solitaria , y un olor de incienso , semejante al que suele aspirarse en nuestros templos , se exhalaba del ambiente . Atravesaron el vestíbulo y varias piezas equiláteras , exágonas y triangulares , trazadas en laberinto , y cuyas ennegrecidas paredes estaban cubiertas de indescifrables anagramas y jeroglíficos . El mismo silencio , la misma calma , calma imponente y pavorosa ; solo que el resplandor , a medida que avanzaban , era cada vez más vivo y luminoso , y el grato aroma del incienso aspirábase cada vez más fuerte . Por fin halláronse junto a una gran verja de bronce , veladas sus doradas barras , en forma de culebras trenzadas , por cortinas de crespón violado , que trasparentaban una luz vívida , arrojando en la pared opuesta un matiz de sangrienta púrpura . El hebreo designó , al caballero un rico sitial de brocado que , colocado en cierto punto , permitía ver desde él parte de lo que ocurría al otro lado de la reja , y le ordenó que tomase asiento en él , diciendo : - Hasta aquí pudo llegar el hombre extraño a las creencias del pueblo de Moisés , esa es la barrera que separa al profano del santuario venerable , destinado al culto del Arca y el Tabernáculo ; el ara del sacrificio rechaza vuestra ley , como esa misma ley rechaza a su vez a aquella ; funesta represalia , cuando el mismo principio , la unidad divina , constituye en cierto modo la base sustancial de entrambos ritos . Esperad , pues , ahí , y no os mováis , porque seríais perdido sin recurso . ¿ Quién podría contener el golpe de un fanático , ciego por su propio celo ? ¡ Y bien ! , todos los ritos tienen en tales casos sus héroes . - Ni ridiculicéis , continuó , lo que veáis y oigáis , es el preliminar de ese tremendo golpe que de común concierto meditamos , y que , como ya os dije , va a sancionarse por el consejo supremo de nuestros ancianos . Para ello , pues , Dios , a quien ponemos por inspirador y árbitro , exige un holocausto , según nuestro rito ; sometamos a su voluntad nuestra inspiración él sabrá infundirnos el debido acierto , pues siempre que se reconozca su esencia única y omnipotente , poco le importa el nombre con que se le invoque . Y rápido , veloz , aun a pesar de sus años , el hebreo empujó un botón de cristal y nácar , introduciéndose por un postigo de escape que debía dar ingreso a aquella estancia misteriosa . Veremundo , accediendo al mandato del judío , y sin poderse dar cuenta de lo que ocurría , ocupó el sitial que se le indicara . Oyóse al punto un recitado lúgubre que fue animándose gradualmente , produciendo una expresiva armonía ; y aunque todo se pronunciaba en idioma hebreo , idioma que él no comprendía , creyó , sin embargo , o adivinó que , eran los salmos de la Biblia . Percibió también otra oleada de incienso mucho más aromática que las anteriores , al paso que las cortinas que trasparentaban un matiz de granate y fuego , condensábanse visiblemente a ciertos intervalos por una niebla vaporosa . Una música expresiva y lánguida alternaba con los versículos del profeta rey , cada vez más animado todo por una exaltación religiosa y patética , que descendió luego gradualmente con la última nota del cántico . Rasgáronse de improviso las cortinas , cayendo como un velo diáfano y quedando visible el interior de aquella sinagoga solemne que , a través de las doradas barras , aparecía en toda esa esplendorosa majestad de que todos los ritos suelen rodear a sus respectivas ceremonias . Allá en el fondo veíase el ara de mármol blanco enrojecida aún , y sobre la cual yacían esparcidos los restos del sacrificio ; la sangre del cordero salpicaba el altar , y en uno de sus ángulos veíase un vellón blanco como la piel de armiño . Alrededor , sentados sobre banquetas de pulido cedro , había como treinta ancianos con prolongadas túnicas y el birrete o turbante negro judaico colocado junto a cada uno respectivamente . Entre aquellas figuras venerables sobresalía el gran sacerdote vestido de pontifical con su prolongada barba gris y su hopalanda carmesí sobrepuesta a un alba de finísimo y blanco fino . Veremundo le reconoció al punto : era el mismo anciano que le había introducido , y a cuyo cargo estaba la dirección del suceso . El menaje y accesorios de aquel recinto eran de un lujo soberbio . Taburetes plateados , pesados cortinajes de tisú cogidos en pabellones flotantes , todo brillaba en torno de la imponente ceremonia , y dejábase ver al fulgor de un candelabro de tres mecheros que brillaba en el centro del santuario , reverberando en las blancas paredes estucadas sus luminarias deslumbradoras , reproduciéndose y multiplicándose en la pulimentada superficie , donde parecían incrustarse , resbalando como errantes estrellas o como facetas diamantinas y abrillantadas . Sobre un estrado de terciopelo blanco alzábanse unas gradas de jaspe negro , alfombradas al gusto oriental y sobrepuestas a la correspondiente altura de ricos toldos de oriflama y raso arabesco ; sobre aquellas gradas , figurando tronos , bajo aquellos toldos y sentados en escaños de bello pórfido , veíanse varios coros de mancebos vestidos de púrpura , que al compás marcado por uno de ellos con una varilla de oro , pulsaban en sonoro concierto las cuerdas de cítaras y harpas eolias que hacían vibrar con sus dedos suaves y levísimos . Al son de aquellos acordes lánguidos cantaban con sus aéreas voces versículos y estrofas de una cadencia sublime , dulces armonías que hacían vibrar el corazón y anegaban el alma en un abismo de deleite , como el grito de un ángel al remontarse al cielo . Aquellas notas de una poesía arrebatadora y dulcísima iban descendiendo luego gradualmente y apagaban su tierna melodía a medida que el preste , seguido de sus adláteres , abreviaba el giro de la ceremonia . Hubo entonces un momento de silencio y una breve pausa , durante los cuales prosternáronse todos y oraron . Una música expresiva y grave apagaba sus últimas cadencias , ejecutando modulaciones de una arrebatadora ternura que arrancaba lágrimas de emoción . El gran sacerdote exhibió luego un gran libro , sobre el cual impusieron todos simultáneamente la diestra , pronunciando a medía voz cierta fórmula sacramental , a la que contestaba el preste con una sola frase , y concluyendo por encerrar el libro en el Arca , cuya forma percibíase vagamente allá en el fondo de la penumbra . Abrióse después una puerta de medio punto que correspondía al vestíbulo , y por la cual empezó a salir el concurso , que hasta entonces permaneciera en un departamento invisible para el joven , y cuyas oleadas movibles sucedíanse con la mayor compostura . Iban todos envueltos en sus túnicas , oculto el rostro bajo antifaces pendientes de sus piramidales capuces , si eran hombres , o bajo el tupido velo sacro , si eran mujeres . Cayeron también las cortinas diáfanas sobre la gran verja , y tras de un crujido tenue giró el postigo , por el cual introdujérase antes el judío , y que , despojado ahora del traje de ceremonia , tornó a reaparecer , animado siempre el rostro de su habitual sonrisa . Traía en la mano un pergamino , del cual pendía un gran sello de lacre negro prendido a una cinta de pergamino , cuyos objetos entregó al fingido moro con cierto aire de marcada importancia . - Tomad , dijo , esta es la prenda de alianza que debe garantizar la promesa , cuya realización se aplaza únicamente hasta el primer momento de oportunidad : el consejo ha adoptado la idea , y desde luego estoy plenamente autorizado para anunciaros que podéis ya retiraros a vuestro alojamiento , quedando a cargo de la sinagoga la organización de esa conspiración terrible , ante cuya gravedad no retroceden los ancianos , y que en su día debe dar su fruto . ¡ Toledo ! , prosiguió inspirado por un entusiasmo ardiente , ¡ Toledo ! , orgulloso emporio del islamismo español , tu destino debe cumplirse , porque inexorable y potente , la voz profética de tus anales llama en los tiempos futuros al legítimo dueño de tu grandeza . Este debe ser un príncipe cristiano , porque así está escrito en los fastos de la Providencia . El hebreo , alucinado por su mismo rapto , hízose seguir de su colocutor , el cual fue restituido a su alojamiento por el mismo subterráneo de que ya hicimos mérito . - Oid , oid , dijo el viejo antes de separarse de Veremundo , dentro de tres días debe darse el golpe proyectado , según acuerdo del consejo . Precisamente ese es el día de sábado , día que el Dios de Israel , por medio de Moisés , se ha reservado en conmemoración de su descanso , terminada la obra prodigiosa de la creación del mundo : el Decálogo en su tercer precepto nos manda santificarlo , y ninguna ocasión más oportuna de solemnizarlo . El choque debe ser horroroso , y la sangre de esos hombres contumaces regará las calles de su metrópoli . ¡ Y bien ! , la misma ceguedad e intolerancia debe conducirles a su propio exterminio . - Por cierto que andáis diligente , repuso Veremundo , y sin que parezca una ofensa a vuestra previsión y exquisito tacto , os recomiendo calma y discreción en la empresa de un plan tan formidable . El anciano soltó una insultante carcajada de mofa . - ¡ Bah ! dejaos de observaciones y abandonad ese cuidado una mano práctica , amaestrada en ese género de riesgos ; ocupaos únicamente de vos y de los vuestros . ¿ Creéis acaso que el rayo de maldición que vibra mi brazo ha de quebrarse en el escudo de esa miserable chusma ? Desengañaos , pues , Israel ha elegido una víctima , aun en medio de su postración abyecta , esa víctima está ya herida por el anatema del cielo , y aun en medio de su situación aflictiva , alza su cabeza rebelde , como la víbora , para herir al coloso . Tranquilizaos , pues , la planta del gigante dormido aplastará esa venenosa cabeza . En la fisonomía del judío brilló una sonrisa cáustica y convulsa , y continuó después de una breve pausa : - Para ese gran día tan próximo en que debe tener lugar el desenlace , es preciso que los ejércitos del rey cristiano se hallen a corta distancia , dispuestos a acudir al socorro de la revolución , cuando se les llame , en virtud de la consigna que acordemos de común concierto ; avisad , pues , y disponed lo que creáis necesario , mañana en otra conferencia podremos explanar los pormenores , y entre tanto descansad tranquilo . El hebreo desapareció entonces , mientras Veremundo entraba en su alojamiento , donde le esperaban los suyos . El buque se cerró al punto detrás de él , sin dejar la más mínima señal de sus junturas . Cierto día al amanecer , cuando la aurora brillaba en el Oriente con su pabellón de púrpura , notábase en las calles de Toledo una extraña animación que ponía en movimiento la vida todavía dormitante y soñolienta de la gran metrópoli . Corrían por do quier oleadas impetuosas de gente , chocando , atropellando e impeliendo aceleradamente a las turbas que en movibles grupos se agitaran , y todo en medio del mayor silencio ; silencio fúnebre , siniestro , que encerraba , no obstante , un alarido mortal de angustia , mudo como el hálito de un espectro , y bajo cuya influencia fatídica gemía una gran parte de aquella población amenazada de una inevitable catástrofe . Y luego , cuando aquellas turbas llegaban a cierto punto , cuando su natural curiosidad se satisfacía con el triste espectáculo que diera alma y vida propia al misterio , volvían en su mayor número , refluyendo hacia atrás como rechazadas por una fuerza extraña , horripiladas , llenas de pavor mientras que el resto de ellas , es decir , la parte desmoralizada , proseguía alentada por ese instinto feroz que todavía no se ha borrado de las sociedades modernas , oprobio vil de la humanidad , si es que hombres merecen llamarse los que autorizan y aplauden el suplicio de sus semejantes . Y de ahí los continuos choques de que eran indistintamente víctimas los que iban y venían , semejantes al flujo y reflujo de un proceloso mar explotado . Porque no era ya un secreto para la generalidad la causa impulsiva de aquella animación tan inquieta , especie que corría de boca en boca con todo el lúgubre horror del misterio , que no se despojaba de sus tristes formas . Tratábase de la ejecución capital de varios israelitas , en un considerable número y sorteados de entre todos los que se hubiesen hallado aquella noche misma en Toledo ; medida bárbara y sangrienta , digna únicamente de la crueldad mahometana , cuyo rencor cebábase ordinariamente en las familias cristianas y hebreas , con todo el implacable rigor del águila que cae violentamente sobre su presa , alentada siempre por el cobarde estímulo de la impunidad . El fundamento de aquella sentencia , inicua por las formas de que se revestía , era bajo cierto punto de vista una medida de orden y reparación política que llevaba envuelto , según se decía , el sello de la prescripción legal . La noche precedente al tiempo del relevo de guardias , habían sido sorprendidos y asesinados en sus garitas varios centinelas , mientras un pelotón de judíos , armados y dueños de la consigna , habíanse apoderado de varios puntos fortificados , cortando hábilmente por medio de una paralela improvisada , aquella parte de muro que más resistencia pudiera ofrecerles , y colocándose en una posición ventajosa que iba robusteciendo una doble línea de paisanos armados , ingeniosamente ordenada y que se prolongaba desde la puerta de Visagra hasta el fortín aspillerado del Tajo . El resultado de este golpe revolucionario pudiera haber dado indudablemente una probabilidad de éxito , favorable , sin la circunstancia de haber precipitado vivos los conspiradores a los fosos a los soldados moros ; pero los ayes de estos desventurados que yacían moribundos , mutilados y heridos , malograron el éxito de la empresa , y un grito sostenido de ¡ traición ! que fue prolongándose con un eco eléctrico , llevó la alarma a los cuarteles , que empezaron a vomitar de tropel masas de soldados que , en medio de las tinieblas de la noche , empeñaron un sangriento combate , con dudosa suerte . En medio , pues , del estrépito de la lucha , un toque de clarín , vibrante y sonoro , dominó el universal trastorno , modulando una nota expresiva , aunque lejana . Este clamor parecía corresponder hacia las afueras , y era la señal de que el ejército de D . Fernando , a las ordenes del joven infante D . Alfonso , creyendo asegurado el golpe de la conspiración , con la cual fácil es de comprender estaba de acuerdo , dirigíase , precipitando marchas , a tomar posesión de la ciudad , cuyas puertas permanecían realmente abiertas ya por industria de los judíos . Sólo que en aquellos momentos críticos , el clamor bélico sonaba todavía muy lejano , y los conjurados que combatían con desesperación , cedían ya al número y desmayaban . Unos minutos más de tregua y su triunfo es seguro , y la plaza sucumbe . Mas la lucha continuó cada vez más desigual y encarnizada , y así trascurrió un buen rato : periodo terrible que todavía mantuvo indeciso y problemático el éxito del combate . Luego una luz azulada brilló en la cumbre de un collado que dominara todo el ámbito de la ciudad y sus afueras , como un siniestro meteoro suspendido en los aires , o como una estrella errante , resbalando sobre el espacio lóbrego de la zona . La súbita aparición de aquella luz decidió completamente el éxito de la jornada por un efecto rápido y momentáneo , semejante a un golpe mágico . Era la señal de antemano convenida para anunciar al ejército cristiano que la empresa se había malogrado y que debía retirarse a toda prisa ; los jefes directores de la conspiración estaban de antemano en el secreto , y al punto , con una pericia admirable , mandaron la dispersión de los conscriptos , que se retiraron en el mayor desorden . Consecuencia de este fatal suceso fue el suplicio ejemplar de numerosas víctimas israelitas , que al siguiente día bien temprano , según queda dicho , fueron ajusticiadas . Su suplicio llevó también ese sello de cruel ferocidad que marcan la época en que tuvo lugar y el fanatismo mahometano con su intransigente sistema ; los desgraciados fueron maniatados sin piedad , despeñados desde una colina , apedreados inhumanamente y arrojados por fin al Tajo sus cuerpos agonizantes y mutilados . Por una prudente cautela , apoyada en una experiencia amarga , los pocos cristianos que entonces contenía Toledo en su recinto , abstuviéronse de tomar parte en la conspiración , según resultó luego por las pesquisas de la policía , y con tanto mas motivo , cuanto que la naturaleza del contrato que el rey , por medio de Veremundo , celebrara , según ya dijimos , con la asamblea judaica , debía poner , a costa exclusivamente de esta , en poder de los cristianos y mediante una enorme suma convenida , la plaza entera con sus arrabales , fortificaciones y dependencias ; promesa exagerada , que por sus circunstancias mismas llevaba en sí el sello de la temeridad en cierto modo , y que tan cara costó a sus autores . Mientras tanto , desde las primeras horas de la noche Veremundo que , aunque guardando rigoroso incógnito , estaba bien lejos de contarse seguro en su alojamiento , habíase trasladado con su tesoro y criados , por vía de precaución , a otro de los aposentos de la hospedería , situado sobre uno de los siete collados que contiene el recinto de la imperial Toledo . La noche trascurrió en medio de una agitación cruel por parte de Veremundo , que permaneció en un continuo insomnio , lleno de ansiedad , asaltada su tranquilidad precaria por el estruendo de las patrullas que solían recorrer las calles , armando frecuentes escaramuzas y choques , hasta bajo de las mismas rejas de sus ventanas . Al amanecer , y con objeto de distraer su pensamiento cruelmente preocupado y triste , mientras esperaba ocasión favorable para su fuga , el joven caballero salió a pasear vestido con , su traje árabe , a la galería que rodeara la balaustrada o pretil del edificio , y que correspondiera a una especie de terraza morisca , a la cual descendíase por una escalerilla de hierro , perteneciente a un suntuoso y antiguo alcázar . Aquel era el palacio del gobernador árabe . Desde aquel punto podía contemplar un risueño paisaje la imaginación del entusiasta joven , extasiado visiblemente ante aquel panorama magnífico . Valles amenos , granjas de vistoso aspecto , hermosos y variados vergeles , vastas praderías , florestas deliciosas y armonizadas , resaltando sobre campos de musgo , sobre doradas campiñas y musgos tornasolados de verde y negro , jardines artificiales entre céspedes y cañaverales silvestres , soberbios edificios campestres , como villas romanas , escalonados en irregular anfiteatro , en las hondonadas y barrancos , y sobre todo , sobre la falda de la fragosa montaña , en la cual aparecían suspendidos como nidos de alondra , cortijos y granjas , torres y atalayas de puro lujo , destacando sus blancas formas sobre bosques de olivos y arboladura de aterciopelado verdor , masa heterogénea de frondas , minas y edificios , limitada por el undoso Tajo , como un ceñidor fosfórico de plata . De trecho en trecho las mil agujas de los minaretes de las mezquitas veíanse ender el espacio , marcándose en lontananza sobre un fondo azul zafiro , y a través de aquel tenue vapor , sobre el espacio condensado por la luminosa neblina , alzábase allá en el Oriente el penacho inflamado del sol naciente , como un pabellón de granate y púrpura , cerniéndose en el horizonte , y en torno del cual vacilaba una nebulosa alborada . Veremundo abarcó de una sola mirada aquel vistoso panorama , aspiró la brisa del crepúsculo , pura , fresca y saturada de mil perfumes , y extasiado en la contemplación del cuadro , todos los riesgos que había arrostrado y que acaso todavía le amenazaban , borráronse por un momento de su imaginación entusiasmada . Respiró como si sacudiese una pesadilla mortal , su pecho se dilató hasta lo infinito , fundiéndose , por decirlo así , el alma en aquella dulce armonía de la naturaleza y el hombre , y perdiéndose su fantasía en las esferas ideales , vírgenes y poéticas de un dulce éxtasis . En medio , pues , de aquel rapto , el ligero crujido de la persiana que cubriera uno de los ajimeces del patio , vino a despertar la atención del joven caballero , que prestó oído y púsose silenciosamente en acecho . Abriéronse las hojas de la ventana , y entre el colgante pabellón de seda amarilla , cuyos profusos pliegues agitó una mano blanca y diminuta , apareció , destacándose en el marco sobre el alféizar , semejante a una incrustación de alabastro , el perfil de una peregrina belleza , que se recatara , al parecer , de una mirada vehemente , de pupila fascinadora y tenaz . Lucía en su expresión un sello de languidez sentimental y , melancólica , de un orientalismo incitante , mucho más expresivo todavía a través de la matutina alborada . De su rostro purísimo irradiaba todo el tesoro y atractivos de una criatura ideal , en cuyo conjunto compendiábase un mundo entero de perfecciones . Aquella seductora visión desapareció como por un soplo mágico , semejante a una de esas divinizadas creaciones desertadas del Olimpo , que vagan fascinadoras por el campo de la fantasía del poeta , y cuya ilusión , al disiparse , suele siempre dejar en el alma un vacío que solo llena un dolor agudo . Veremundo cayó del cielo de su ventura al abismo del desengaño ; en vano su mirada ansiosa trató de inquirir el objeto de su admiración , que había desaparecido ya realmente un velo de gasa blanca y sedilla cubrió al punto el buque del ajimez , cuyos pliegues flotantes agitaban las brisas matutinas . Convirtió la vista entonces al flanco opuesto , y estimulado por la curiosidad , examinó con detención aquella parte del edificio y sus accesorios que con el mismo se enlazaran , formando acaso una parte integrante o dependencias del mismo . Este mismo edificio que habitara indudablemente su joven vecina , vasta aglomeración arquitectónica , sin orden ni simetría , comunicaba , al parecer , con el de su alojamiento , por medio de una galería cubierta o terraplén , que se prolongara alrededor del patio , y del cual descendía una serie de gradas de mármol blanco , hasta un bonito jardín o invernadero con laberinto de murta caprichosamente recortada y entretejida de flores . Un reducido cenador de filas con columnillas tenues que sostenían su florido toldo , ocupaba el centro entre grupos de naranjos cubiertos de azahar y fruto , y el interior , cuyo pavimento de jaspe estaba primorosamente alfombrado , contenía un riquísimo mueblaje oriental compuesto de divanes y cojines de terciopelo púrpura , con bordados y franjas de tisú y oro . De trecho en trecho , sobre consolas pérsicas de mármol perfilado de oro , había bonitos grupos de estatuas alegóricas de esa mitología pagana , que ha sido y será probablemente siempre el alma de la verdadera poesía . Eran sus árboles de vistoso follaje , cuyas variadas frondas encubrían imperfectamente sus frutos sazonados . Naranjas de Smirna de figura oval , como enormes globos de oro , limones de forma umbilical , manzanas exquisitas , como granos de arrebol o púrpura , de cuyo delicado matiz pudiera solo dar idea las mejillas de una mujer coqueta , vides rastreras que enroscaran sus sarmientos parásitos como serpientes sobre un lecho de rosas , suspendiendo opimos frutos que se disputaran bandadas de zumbadoras avispas , frutas de mil especies confundidas entre flores y aromáticas yerbas ; precioso y natural conjunto de primores vegetales artísticamente combinados por el buen gusto , y que con sobrada razón absorbieran la atención del joven . La niebla que poco antes habíase condensado hacia Levante , empezaba ya a disiparse , aclarando los objetos en un despejado horizonte : una brisa apacible agitaba las ramas y follajes , produciendo ese dulce y monótono zumbido que tanto halaga en ciertas horas . Los pájaros saludaban con armoniosos trinos y gorjeos la aparición del nuevo día , y allá en las eminencias solitarias del monte brillaban ya los primeros rayos de un sol purísimo . Veremundo , temiendo ser descubierto en tan peligrosas circunstancias , retiróse a su alojamiento , aunque con el pesar de no poder distraer de su mente la idea de aquella peregrina hermosura que sorprendiera su corazón , para dejarle inquieto al retirarse , como esos rápidos relámpagos que incendian al mundo , para aumentar luego sus tinieblas . Asomó la vista por el buque del ajimez , desde el cual percibíase casi de frente la ventana morisca , velada todavía por un crespón blanco de sedilla que flotara a impulso de la brisa sobre un búcaro de rocas y adelfas , colocado en un resalte de mármol a la altura exterior del marco de la ventana . En vano acechó todo el día desde aquel punto , la visión no se reprodujo . Llegó por fin el crepúsculo de aquella tarde . Las brumas candentes del día habían desaparecido , y un vientecillo fresco y suave refrigeraba el ambiente . Veremundo , ebrio de amor y de recuerdos , y alucinado por un entusiasmo imprudente , había hallado medio de bajar , no sin gran riesgo , a aquel vergel , separado del edificio que él ocupara por un simple vallado artificial , cerrado por una verja de laureles de bronce trenzados . Allí respiraba el aura aromático de las flores , y absorbía , por decirlo así , el espacio desde aquellas bóvedas de follaje y murta rociadas periódicamente por saltos de agua y vistosos juegos hidráulicos , que producían otras tantas cascadas artificiales en sus recipientes de mármol y alabastro estucado . Recostado en un banco de musgo y recatándose cautelosamente de cualquier mirada que pudiera descubrirle en aquel sitio peligrosísimo , nuevos pensamientos asaltaron su acalorada mente , haciéndole comprender sobre todo la gravedad de su locura al invadir aquel recinto vedado . En medio de su terror parecióle oír muy próximo el ligero crujido de una falda de seda que pasó rozando airosamente los grupos de romerales del mismo pabellón que él ocupara . Su corazón latió de pronto con una sacudida violenta , ni su pecho pareció experimentar cierta compresión sensible , como quien sacude , una pesadilla y aun duda de ella . Levantó la vista azorada por la sorpresa , concentró sus ideas , y si bien un impulso de precaución contuvo su primer impulso , se incorporó lo suficiente para inquirir sin ser visto la causa de aquel accidente . Vio en efecto a través de la enmarañada yedra , y trasponiendo las enramadas floridas , la talla elegante de una hechicera mujer que se movía graciosamente con la flexibilidad de una palma , como un ángel que se columpia en los aires , tocando la tierra por capricho . Iba envuelta en una túnica plegada , con rayas de oro y púrpura , retirado hacia atrás con dulce coquetería el velo de gasa , y rodeado a su delgado talle un magnífico chal de Smirna con franjas de tisú y brillantes . Una especie de pañoleta de encajes cruzaba negligentemente sobre su seno , cuyas mórbidas formas marcara , y un ligero turbante blanco , sembrado de ricos abalorios , coronaba su hermosa cabeza , permitiendo ver la profusión de sus rubias crenchas enlazadas con estudiada coquetería . Una y otra vez retrocedió y tornó a alejarse del pabellón del joven , como si realmente adivinara su presencia , semejante a la mariposa imprudente que atrae la luz , para precipitarla en su fuego . Veremundo , preso de mil vacilaciones , se atrevió al fin a jugar su vida al azar de su vehemente amor , si bien guardando toda la cantela posible . Aquella mujer , o por mejor decir , aquella niña , debió haberle visto , según ciertas particularidades que había tenido ocasión de poder sorprender en ella , circunstancia que alentó su osadía , resuelta a cometer tal vez otra nueva locura , más arriesgada quizás que la primera . Sacó del pecho un ramo simbólico de flores , algo ajado ya y que tuvo ocasión de componer aquel mismo día a prevención , y lo arrojó resueltamente a cierto punto junto al cenador , por donde debiera pasar precisamente la joven árabe . Contenía solo estas tres flores enigmáticas : mirto , balsamina y amigdálida [ 1 ] . El ramillete permaneció largo rato en tierra , lo cual fue un signo de desesperación para el pretendiente , cuya imprudente osadía iba acaso a costarle cara , si su empeño recibía una negativa o un desprecio . La astuta dama , a quien en realidad no se había ocultado la acción de Veremundo , y que disimulándolo solo esperaba una ocasión de no ser vista , retrocedió unos pasos afectando distracción , y arrojó sobre el ramillete una capuchina enredada en un tallo de espino blanco [ 2 ] , después de lo cual retiróse precipitadamente al otro extremo del jardín . Veremundo estaba a punto de enloquecer de entusiasmo y amor . Alucinado , fuera de sí , quiso precipitarse en pos de aquella adorable belleza , y dejándose llevar de aquel mismo rapto , postrarse a sus pies en demanda de piedad ; pero al propio tiempo parecióle oír un silbido tácito y misterioso que moduló dos notas agudas , y contúvose al punto . Siguiendo la procedencia de aquel silbido , juzgó al pronto equivocadamente si pudiera ser un amante oculto que daba a la joven árabe su consigna , y otra vez tuvo impulsos de cometer otra imprudencia , que en verdad hubiérale , perdido sin recurso . Contúvose de nuevo sin saber cómo . Un volcán de celos inflamó su pecho , brotó una llamarada intensa que cegó su vista y paralizó sus facultades al pronto . El silbido volvió a repetirse , y Veremundo , que tal vez hubiera cometido al fin una locura , pudo observar con asombro el negro perfil de un esclavo africano , que armado de un cangiar damasquino , aguardaba el regreso de la joven , de pie , inmóvil como una estatua gigantesca de ébano , y cuya elevada talla parecía marcar el buque de la entrada principal del jardín , situada al otro extremo del laberinto . Comprendió desde luego que aquél sería uno de esos desgraciados eunucos , bárbaras mutilaciones de la naturaleza , y que serviría de centinela o guardián de la joven señora . Sólo entonces , en esta creencia , y descendiendo de su amoroso vértigo , pudo apreciar la gravedad de su situación , el riesgo que había corrido al profanar con su presencia aquel sitio vedado , que los musulmanes suelen guardar como sus santuarios mismos , y al cometer , en fin , tantas imprudencias , de las cuales se arrepentía ya entonces . Ambos árabes se retiraron al punto en el mayor silencio . Luego , algo más tarde , cuando las sombras de la noche extendían su tenebroso manto , Veremundo pudo a su favor huir y retirarse a su alojamiento recatadamente , ebrio de amor y ventura , y fluctuando en un caos de esperanzas , de vacilaciones y dudas . Y pasaron luego algunos días de sufrimiento por parte del joven , y de amorosas pruebas por parte de la misteriosa dama , quien correspondía indudablemente a las galanterías de aquél , en cuanto la permitiera la rígida vigilancia de que se hallara rodeada en aquel desconocido alcázar . Durante aquel periodo , su correspondencia , sus entrevistas ingeniosas y felizmente llevadas a efecto , habían adelantado mucho , y el más acendrado amor ardía recíprocamente en ambos corazones con toda la vehemencia imaginable . Los medios de comunicación , sin alterar en lo mas mínimo el sistema de precaución establecido , habían vencido insuperables obstáculos , colocando a entrambos amantes en una posición ventajosa en este punto , atendidas las dificultades gravísimas que mediaron y que eran una amenaza constante hacia la imprudencia , si se tenía la desgracia de incurrir en ella . Tocaban , pues , puede decirse , el límite de la posibilidad en este punto , y no podía menos de suceder así , porque en tales casos , la fuerza de voluntad en el amor allana las montañas , supera los obstáculos y sabe sacar partido de sus mismas dificultades , para obtener sobre ellas un triunfo positivo . Los medios inventados de común concierto para su inteligencia , siempre indirectos , disfrazados , aunque eficaces , habían estrechado tan íntimamente el lazo de sus relaciones mutuas , el lenguaje mímico , emblemático y figurado de que se valieran habíase perfeccionado hasta tal punto , que apenas había una frase en el idioma articulado que no pudiera sustituirse por una combinación cualquiera de su vocabulario simbólico . Una cinta flotante en el friso de un ajimez , una cortinilla de variados colores , diferente en todo o parte cada día , una dulce inflección sonora de la guzla morisca , la iluminación nocturna de un minarete con trasparentes de púrpura , verde y , azul zafiro , etc . , y otras mil particularidades que hubieran pasado para cualquiera desapercibidas e indiferentes ; todo , en fin , entraba y tenía significación concertada en el lenguaje singular de entrambos , quienes entendíanse por medio de tan ingeniosa cábala , como pudieran hacerlo en su idioma nativo . Una noche paseaba Veremundo por el arriate contiguo , bajo una bóveda de frondosas vides . Era aquella bien entrada , y el cielo aparecía encapotado de nubes densas , entre las cuales solía asomar alguna que otra vez el disco de la luna que derramaba una pálida claridad momentánea : alguna ráfaga de viento impelía de vez en cuando aquellas mismas nubes , aglomerándolas en remolinos , haciéndolas tomar caprichosos e informes grupos , y tronchando las copas de los gigantescos árboles que coronaran las colinas próximas . Como dominando aquel vertiginoso cuadro de la naturaleza , el grito del centinela hendía el espacio con su lúgubre eco , que parecía ser la única señal de vida en medio de la quietud de la noche . Veremundo , que tenía fija la vista en el minarete que correspondiera al ángulo septentrional del palacio de su joven querida , y que parecía esperar una señal de antemano convenida , notó con indecible placer un punto escarlata que se destacó por un instante en la pirámide del chapitel , resaltando brillante y luminoso en el fondo de las tinieblas de la noche . Esta señal misteriosa decidió la resolución del caballero , que arrebatado y entusiasta , olvidando los riesgos a que iba a exponerse , desnudó su jabalina y dirigióse recatadamente al lugar de la cita . Atravesó la terraza y la galería , saltó el vallado , la tapia y otra pared de regular altura , y se halló luego junto a un pórtico escusado que se abrió como por encanto , y cuyo buque interior le ofrecía los primeros peldaños de una escalera secreta que se prolongaba hasta un punto remoto , e iluminada débilmente por un resplandor tenue e indeciso . Aquella escalera le condujo a una espaciosa galería con pasamanos de bronce y cubierta por una bóveda aplanada sobre columnas góticas hacinadas en grupos laterales . Un prolongado vestíbulo vivamente iluminado por arandelas de cristal tallado se presentó después , y al cual se abandonó intrépido el temerario joven , llegando finalmente a una puerta dorada con incrustaciones afiligranadas , formando lujosísimas labores , caprichosos paisajes y dibujos profanos en relieve . Aquella puerta giró silenciosamente sobre sus goznes de bronce , ofreciendo la perspectiva grandiosa de una vasta cámara oriental , verdadera mansión de hadas , cuyo pesado lujo guardaba rigurosa armonía en todos los objetos que contenía en su soberbio recinto . La figura de aquella pieza era hexagonal , y sus paredes estucadas , cubiertas de riquísimas tapicerías de Persia , con pabellones de brocado amarillo sembrados de medias lunas de plata , dejábanse ver a ciertos trechos desde su friso de mármol verde , incrustadas de pórfidos y mosaicos , hasta el cornisamento calado de rosetones y arabescos , y la ancha faja o greca que corría sobre los capiteles figurados , trazando ángulos rectos sobre el perfil superior , estaba asimismo calada de menuda crestería alicatada sobre un fondo alabastrino . La bóveda , formada por un lujoso artesonado de cedro , figuraba sostenerse sobre cabezas salientes de monstruos mitológicos , manos de gigante y grupos espirales de frutas exóticas desconocidas , puesto que solo debieran hallarse , cuando más , en el Edén de los elegidos del Profeta . Eran los muebles divanes de palo de sándalo y rosa , cojines de terciopelo carmesí y verde , espejos oblongos con marcos de oro cincelado y engastes de azul zafiro en esmalte , cuadros con versículos del Alcorán , alegorías e inscripciones en caracteres cúficos , y otros mil objetos análogos . Ardían el ámbar , aloes y mirra en braserillos de plata cincelada , y en cuyas aguas habíanse vertido esencias líquidas de clavillo , jazmín y rosa , que difundían un aroma sensual y embriagador como el deleite . Lucía por do quier el oro , la seda y pedrería en profusa abundancia , desde los muebles , con sus labores e incrustaciones , hasta las cortinas colgantes , que sacudían al moverse una lluvia de diamantes , multiplicados por la reverberación de la luz que ardía en hermosas lámparas de alabastro oriental , pendientes del artesonado por medio de cadenillas de oro casi imperceptibles , y resbalando sobre el lustroso pavimento de mosaico cubierto a trechos por muelles alcatifas pérsicas . En el fondo de aquel delicioso retrete apareció la hermosa niña , que ya conocemos , y que ahora se presentaba al noble mancebo , radiante el rostro de angelical sonrisa y retirado el velo con indecible coquetería . Adelantábase con paso majestuoso y grave , y al notar la natural timidez del asombrado joven , le cogió por la mano y condújole a un rico sitial de brocatel raso donde se sentaron . - Bien venido seáis , caballero , exclamó con un timbre de voz que conmovió todas las fibras de éste ; en vano el corazón trata de rebelarse contra el destino : he luchado contra las exigencias sociales del mundo , contra las preocupaciones morales , contra los inexplicables impulsos de mí misma y contra los riesgos a que se expone una mujer de mi clase , que puede también precipitar en su caída al hombre a quien concede una cita en su retrete mismo . Sublimada la idea hasta el principio simple y racional de la naturaleza , impelida por su fuerza potente y creadora , la voluntad ha triunfado al fin y no vacilo en admitiros a mis confidencias , no sin haber tomado previamente las precauciones que reclama el caso y dispuesta a haceros partícipe de mis afecciones más gratas . Veremundo se inclinó con un respetuoso ademán , conturbado y como sin poder darse cuenta de las confidencias de aquella misteriosa mujer , cuyo hechicero halago le fascinaba y cuya mano adorable retenía aun la suya con una presión tenaz . Todo su ser , sus potencias todas , su galantería , hallábanse paralizados ante aquel portento de hermosura y gracia , cuyo conjunto tenía para él en aquellos instantes un incentivo mágico , poderoso e irresistible . - Llegáis a tiempo , prosiguió la hechicera niña después de una breve pausa y como sorprendido el ánimo por una idea súbita ; los instantes apremian , porque ellos son los dados a cuyo azar jugamos nuestras cabezas . Necesito ante todo comunicaros un secreto , y para ello la mujer culpable reclama la indulgencia del noble cristiano . Y como ella notara la alteración de semblante del joven al oír la alusión de su pretendido incógnito , se apresuró a calmar sus temores con estas palabras : - No os inquietéis si insisto y os declaro con la franqueza que reclama el caso , que conozco vuestro nombre , la arriesgada misión que os trae a Toledo y demás proyectos ulteriores . Por eso mismo os he admitido a esta cita que aun a trueque de enormes sacrificios hemos podido realizar ; pero no es tiempo de daros amplias explicaciones sobre este asunto : los momentos urgen , necesito haceros una declaración importantísima , como ya he dicho , y esta debe ser la más inequívoca prueba de mi afecto hacia vos . - Mucha honra será para mí , señora , oír de vuestros lindos labios palabras que deben llenar mi alma de una inefable ventura que tan lejos estoy de mereceros . - Basta , no prosigáis , porque en este instante en que vuestro corazón no posee todavía la clave del misterio , dudáis de mí y os asalta la idea posible de una alevosía ; y esto es tan natural , como que la perfidia se adapta a todas , las formas y suele ensayar , con buen resultado ordinariamente todos los recursos de un artificio suspicaz y doble . Pero el tiempo es precioso y necesitamos aprovecharlo , aplazando lo demás para luego ; oid , pues : Y oprimiendo con vehemencia las manos del joven entre las suyas temblorosas , continuó con cierta agitación que en vano se esforzara en disfrazar bajo una adorable sonrisa : - Hará como dos años que una familia feliz moraba en una humilde casa de esta ciudad , en la calle de Nazaritas . Aunque no muy ricos en bienes de fortuna , Toledo entero envidiaba la suerte de aquellos dos ancianos que cifraran sus esperanzas en su única hija , niña de doce años , vivaracha y coqueta , aunque dominada por sus ideas religiosas , exaltadas hasta un grado eminente . Esta niña era yo . Pertenecíamos a esa clase de cristianos viejos estigmatizados , tenaces en sus creencias y solidificados sus corazones por la fe trasmitida con la sangre y jurada siempre con una ceremonia tradicional sobre el lecho de sus moribundos padres . Pero como nada es estable en esta vida , sobrevino una de esas imprudentes asonadas que suelen sublevar la ciudad , poniéndola en doloroso conflicto , y cuyos resultados funestos labran todos los días hierros para los bulliciosos cristianos . Eran estos los que promovieran el motín , a cuyo frente figuraba mi anciano padre , que impelido por un ciego entusiasmo , no vaciló en ponerse al frente del movimiento revolucionario . Pero esta empresa quimérica fracasó como otras muchas , y mi pobre padre fue preso y sentenciado a ser atenazado y descuartizado vivo , confiscados nuestros bienes y proscripta su familia y descendencia hasta la tercera generación . No hallando medio , pues , de desviar aquel fatal golpe , ni de conjurar la sentencia que pesaba sobre el autor de mis días : yo que te amaba con delirio y que no hubiera podido sobrellevar el dolor de su suplicio , hallé medio de parar aquel golpe , y me resigné a ello , aun a trueque de todo , aunque se tratara de mi libertad , de mi vida y acaso de mis creencias mismas , y vais a saber cómo la realicé al fin . Mi pobre y anciana madre tenía una parienta , superiora del convento o casa de asilo titulada de la Purificación , que no ha mucho se veía en la Huerta del Rey , y que la intolerancia musulmana ha hecho desaparecer . Aquí nos retiramos ella y yo durante aquellos aciagos momentos , y amedrentadas vestirnos el hábito de la regia , con el fin de burlar , si era posible , las pesquisas de la policía , bajo aquel santo disfraz que los infieles han respetado siempre . Pero el demonio de la tentación dispuso que cierto día acertase a venir al convento disfrazada de buhonera una de esas mujeres sospechosas , de bajo oficio y abastecedoras del harem , y me pidió un momento de audiencia , que me apresuré a concederla con el beneplácito de la superiora y el de mi pobre madre , que temblaba sin saber la causa . ¡ Desgraciada ! , presentiría tal vez una nueva desdicha . Yo también me estremecía de espanto instintivamente , porque la experiencia me había enseñado a sospechar de todo ; pero ¿ qué había de hacer , si aquella mujer mercenario me ofrecía noticias de mi anciano padre y de los medios de libertarle ? ¿ Cómo , pues , rehusar la audiencia ? La mujer vino de intento a hacerme una proposición indecorosa , ofreciéndome , a nombre del gobernador , salvar la vida de mi padre , a trueque de una condición que acaso llevara envuelta mi honra . Temblé , vacilé horrorizada ante la idea del deshonor . Al fin , tras una despiadada lucha entre el deber y el amor paterno , triunfó este y me resigné al sacrificio , abandonándome en manos de aquella mujer liviana y miserable . Tratábase de un padre , y este nombre no tiene equivalente en el lenguaje humano . ¿ Qué sacrificio pudiera yo rehusar por salvarle de una muerte afrentosa ? Huí aquella noche misma con ese propósito , cuando dormían ya las religiosas , dejando a mi anciana madre postrada en el lecho , devorada por la fiebre que dos días mas tarde la arrebató la vida , y sumida en un ardiente delirio que me partía el alma . La orden de libertad fue al punto notificada a mi padre , y mientras a costa de ella me constituía yo esclava del gobernador en este mismo palacio , donde reino por mí y para mí sobre todo cuanto me rodea en él , mi pobre padre , víctima del fanatismo de los alfaquíes y de la perfidia de la escolta que , lejos de protegerle , le entregó sin piedad al furor de un bárbaro y feroz populacho , moría apedreado en las calles de la ciudad . Esta circunstancia , para mí tan sensible , no impidió que Solimán , a cuyo capricho iba yo destinada , me recibiese con su natural bondad , alojándome en este mismo retrete , bien resuelto a castigar a los culpables , como lo verificó , aunque también a no renunciar a mi posesión por todos los honores y riquezas del mundo , pues que desde entonces solo yo reinaría en su corazón : éstas fueron sus mismas palabras . Más de una vez pude apreciar el valor de mi honra , de mi libertad y de mi albedrío , y adiviné desde fuego el profundo abismo que a mis pies se abriera . Me revestí de valor , resuelta a rechazar cualquier ataque indecoroso que se me dirigiera : mi generoso señor , que jamás ha traslimitado sus exigencias de la línea persuasiva : lloró mi ingratitud como un niño , y rendido , humillado por mi resistencia , maldijo su destino que le encadenara a un imposible . Pocos días ha , poseído de un acceso frenético , porque divagaba su mente , y sus potencias y sentidos caducaban a consecuencia de un extravío mental , Solimán , más apasionado que nunca , me colocó en una cruel alternativa , poniendo de nuevo a prueba mi virtud . Paseaba yo por el jardín , vigilada por uno de esos miserables eunucos , oprobio de la civilización y de la cultura . Pues bien , yo que siempre estoy rodeada de esa naturaleza degradada , imponente y muerta , y que , sin embargo , no he llegado a enervarme en medio de la molicie y del ocio , paseaba , repito , una tarde por el jardín , sumergida en amargas consideraciones , y atormentada por el recuerdo de mis desgracias y penalidades sin número . La tarde era serena , el sol poniente apenas enviaba sus postreros rayos , dorando con su pálido brillo los altos minaretes del alcázar , sobre cuya sombría mole cerníase una especie de vaporosa niebla , como un velo sangriento . Para mí fue éste un presagio cruel , y el corazón , rebotando en el pecho , respondía con sus latidos a mis temores . Una esclava africana , quebrantando la consigna que yo había dado , vino de parte de Solimán a decirme que me detuviese algún tiempo en el pabellón , porque aquella noche deseaba tener conmigo una entrevista secreta en aquel punto , y me suplicaba no se la negase . Adiviné al punto que mi honra iba a sufrir tal vez una prueba terrible , que aquel hombre , no pudiendo ya contenerse acaso , pudiera dejarse arrastrar quizás de un arrebato de su pasión volcánica para hacerme violencia . Con todo , no había medio de negarse , y acepté . Precisamente recordé entonces la Judit de la Biblia , y juré imitar en un caso extremo su varonil ejemplo en aquel generoso Olofernes . Era ya entrada la noche . Los argenteados rayos de la luna , condensados por la niebla iluminaban ya el jardín con su nacarado brillo , en cuyo fondo las masas de arbolado proyectaban sus fantásticas y verdinegras sombras en un cielo azulado . Solimán , el bravo caudillo , el general bizarro , a cuya pericia y lealtad cometiera su rey el gobierno supremo de estos estados , se improvisó ante mí : hermoso y gentil como siempre , y cuya talla arrogante y majestuosa , estaba realzada entonces por el brillante uniforme de su alto empleo y categoría . No era ya aquel turco impetuoso que aterraba con su presencia los aguerridos tercios castellanos , sino el amante respetuoso y humilde que venía rendido a deponer toda su fiereza salvaje a las plantas de una débil mujer , sorda a sus ruegos y resuelta en su caso a lavar en su sangre cualquier desacato que se la hiciera . Suplicó , lloró ... todo inútil . Comprendiendo por fin el imposible , retiróse triste y despechado , aunque jurándome que por su parte , y mientras él viviera y permaneciese yo a su lado , no peligraría jamás mi honor , puesto que nunca recurriría a la violencia . Pero ¡ ay de mí ! Ese generoso joven , en quien desde aquel día pudiera yo haber mirado mi más influyente protector , fue aquella misma noche víctima de un acceso de desesperación . Destituido de toda esperanza de poseerme , recurrió al suicidio , y al siguiente día amaneció estrangulado con la cuerda de su cangiar . Este desgraciado suceso permanece todavía oculto bajo el velo del más profundo secreto , y aun a pesar de haber trascurrido algunos días , nada se ha traslucido , al parecer , suponiéndose generalmente que el gobernador se halla ausente , con alguna misión secreta , en uso tal vez de la real licencia que por motivos de salud largo tiempo ha disfrutara . Con todo , ha llegado ya el día en que ese secreto contenido por mí misma a costa de sacrificios y ardides , deje de serlo ya , y su revelación amenaza sobre mi cabeza todas las sospechas que indudablemente atraerían mi suplicio , porque desgraciadamente estos muros no son del todo impenetrables para que dejara de ser un misterio mi negativa constante a las impetuosas exigencias del amor de Solimán . Además de los mil riesgos que me amenazan , una mujer sagaz y vengativa acecha todos mis movimientos , me espía día y noche , y siempre fatídica e implacable como una sombra rencorosa , espera la ocasión de poder beber mi sangre y de confundir mi nombre en un acta mortal . Esta mujer es la nodriza de Solimán , la que negoció mi cautiverio a trueque de la pretendida libertad de mi padre , y que poseída de ese entrañable amor que le ha profesado durante su vida , semejante a la loba a quien se han arrebatado sus cachorros , husmea el rastro , olfatea , bramando de dolor y coraje , y acaso ese instinto poderoso de su acendrada pasión por su hijo haya hallado a estas horas la clave del enigma . ¡ Desgraciada de mí ! Esa mujer es el demonio que continuamente asalta mi tranquilidad precaria , que conturba mis sueños , y de quien todo lo temo , porque su poder es diabólico . Tal es mi historia , caballero , conocéis ya la posición crítica en que me hallo : no olvidéis que , al extremo a que hemos llegado , si yo pereciera , es bien posible en estas circunstancias que os arrastrase en mi caída , porque las investigaciones descubrirían nuevo campo , y ... ¡ desdichados entonces de nosotros ! Por lo tanto , seamos previsores , y adelantándonos a las contingencias , antes que cualquier accidente rasgue ese funesto velo , apreciad mi situación y salvadla . Puesto que somos cristianos , protejámonos mutuamente , salvémonos a cualquier costa , y contad mientras tanto con la gratitud de una infeliz mujer que se coloca en vuestras manos , invoca vuestro amparo , abandonándose a los impulsos de ese corazón generoso , y entrega desde luego su honra , su seguridad , su suerte toda bajo la salvaguardia de la nobleza de un caballero como vos , en quien cifra su única esperanza de salvación . Y al expresarse así , la hermosa joven , deshecha en lágrimas , se arrojó en los brazos de Veremundo , que sintió las pulsaciones de aquel corazón entusiasta que latía bajo las formas de su turgente seno . Olvidóse entonces de sí mismo , porque las lágrimas de una mujer hermosa , hablan en ciertas ocasiones como aquélla , un lenguaje irresistible . - Pues bien , ya que lo exigís , repuso en un trasporte de entusiasmo , mi vida , mi voluntad , mis potencias ... todo es vuestro , señora : disponed de mí , que solo espero vuestras órdenes para libertaros . ¿ Qué importan las dificultades que a ello se opongan ? Mi firme voluntad sabrá vencerlas , y mi espada nos abrirá paso a despecho de todo . - No podía yo esperar otra cosa de vuestra hidalguía , generoso joven , replicó la dama con inspirado acento ; en cambio , pues , de tal sacrificio , solo tengo un corazón que ofreceros , aceptadlo , sí , y sed desde hoy el dueño absoluto de mi albedrío . Tendió entonces su blanca y diminuta mano , que Veremundo besó con delirio , diciendo al propio tiempo : - No perdamos un tiempo precioso , señora , huyamos de este sitio peligrosísimo que nos compromete , ¿ quién sabe si acordaremos demasiado tarde ? - Tenéis razón , amigo mío , lo que nos importa es la fuga ante todo ; seamos diligentes , y abreviemos : ¡ Oh ! , ¡ cuánto pudiéramos perder en un solo instante de retardo ! - Retiraos ya , prosiguió , y disponed lo que juzguéis necesario para nuestra evasión : antes que brille la aurora del nuevo día , os aguardo en la plazoleta de acacias que hay inmediata a la terraza de vuestro alojamiento . No faltéis a la consigna , y contad siempre con la eterna gratitud de una mujer que nada sabrá rehusaros en recompensa de tanta lealtad y tanto desinterés . Veremundo , todo conmovido , protestó de nuevo su fidelidad a la joven , si bien comprendiendo lo expuesto que sería salir de la ciudad en aquellas circunstancias tan críticas , en que con motivo de la conspiración reciente , redoblábase la vigilancia , se aventuró a hacer ciertas observaciones que la animosa doncella se apresuró a desvanecer , diciendo : - Nada temáis , conozco una mina subterránea que desemboca en cierto punto inmediato al Tajo , así pues , disponed una barca que nos conduzca luego a la ribera opuesta , y dejad lo demás a mi cuidado . El caballero se retiró al instante para poner en práctica las órdenes de aquella mujer misteriosa , por las mismas galerías , rampas y pasadizos que había venido ; penetró por el postigo que todavía permaneciera abierto , saltó las tapias del jardín sin ser visto de persona alguna , y llegó a la galería de su alojamiento . El mismo silencio , la misma soledad que una hora antes , reinaba en todos los sitios de su tránsito ; la oscuridad era aún más densa , y solo las luces de imaginaria brillaban allá en la distancia como puntos perdidos en medio del cuadro de la tenebrosa noche . Veremundo empleó el tiempo que restaba hasta la hora aplazada para la fuga , en reparar su armadura y pulir las armas . Cometió a sus criados la vigilancia del tesoro , comunicándoles las órdenes necesarias acerca del modo y forma en que debieran verificar su evasión , y entregar este a la reina en todo caso ; después de lo cual , y provistos de su correspondiente defensa , acudió , apenas llegó la hora oportuna , al punto de reunión designado , donde le esperaba ya la hermosa cautiva . Sin dirigirse una sola palabra , ambos fugitivos partieron . Atravesaron casi a tientas varios patios y callizos obstruidos de ruinas , en medio de los cuales solía elevarse una silueta fantástica o un paredón desquebrajado , como solitarios espectros que se destacaban sobre un limbo tenebroso y lúgubre . Aquella parte de la ciudad había sido arruinada algunos años antes por un terremoto , en lo cual el espíritu de superstición predominante alejara de aquel sitio maldecido del cielo toda idea de reedificación , persuadida la generalidad del vulgo de que pesaba sobre el mismo el anatema divino . Entre aquella masa informe de escombros percibíanse las , ruinas de un edificio de grandes proporciones , y del cual quedaban todavía en pie algunas piezas en primer piso que escaparan a la general catástrofe . La joven empujó una de aquellas puertas desquiciadas , e introdujéronse por una bóveda de mampostería y ladrillo que los condujo a una pieza destartalada , y rodeada interiormente de un entarimado de cedro . Un resplandor muy débil y amortiguado daba a esta pieza un aspecto verdaderamente fantástico ; diríase que era el lejano reflejo de un incendio . A favor de aquella luz notábanse grandes trozos rasgados de tapicería , y el ancho friso de la pared recargado de florones en relieve con labores de alicatado . Aquel brillo procedía indudablemente de alguna de esas misteriosas reuniones subterráneas que solían tener los desgraciados hijos de Israel , que buscaran siempre las entrañas de la tierra a fin de burlar la vigilancia de sus perseguidores . La joven , práctica al parecer en aquellos misteriosos sitios , tentó con su diminuta mano cierto punto saliente mal encubierto por la tapicería , y al punto crujió la ensambladura del entarimado , saltó con un ligero estallido una tabla y quedó practicable un buque sumamente angosto , por el cual introdujéronse uno en pos del otro . Entonces el buque tornó a cerrarse , pero muellemente , sin estrépito ni sacudimiento alguno . Hallábanse en una especie de corredor oscurísimo , cuyo piso húmedo y resbaladizo , a trechos , pronunciábase en declive . Todo yacía en profundo silencio , y notábase apenas la impresión del aire mefítico del subterráneo . La joven tentó en varios puntos , como buscando un objeto , y al fin halló una cuerda que se extendía a lo largo de la misma y que sirviera indudablemente de dirección o guía al que la recorriera . Apoderáronse ambos de ella y abandonáronse largo rato a aquélla infinita serie de peldaños rústicos que descendían cada vez más perpendicularmente por un terreno desigual y fangoso . Por fin llegaron junto a una gran reja enmohecida , que era el límite exterior del subterráneo , y que cedió al fin a los esfuerzos del joven caballero . Halláronse entonces junto a la ribera del undoso Tajo , cuya corriente reverberaba alguna que otra luminaria de los barrios contiguos , o las hogueras casi apagadas ya de las chotas que bordaran varios puntos de aquellas márgenes selváticas . Empezaba a rayar la aurora . Un ligero matiz de escarlata y oro iluminaba el oriente , y los contornos de la montaña dibujábanse algo confusos , como una masa aplomada y cenicienta sobre un firmamento tachonado de estrellas . A lo lejos de la dilatada vega extendíase con su verde alfombra sobre un lecho de aterciopelada vegetación a través de las nebulosas brumas matutinas , y más arriba , tendida en irregular anfiteatro , la soberbia ciudad recostada sobre la montaña gris y envuelta en un velo de nacarados vapores . Las luces , deslucidas ya por la proximidad del día , multiplicábanse en las alturas , rielando apenas en las turbulentas aguas del Tajo , que envolviera como un enorme ceñidor de plata el recinto de la imperial Toledo , con sus castillos y fortificaciones . El gran caudal de aguas que llevara el río retrajo a los fugitivos de la idea de atravesar el cauce en una de aquellas frágiles barquillas que había atracadas en la orilla , y cuyos dueños se servían con bastante destreza de ellas para hacer un contrabando activo bajo acreditados pretextos con los judíos toledanos . Determinaron , pues , ocultarse al pronto en una de aquellas miserables cabañas inmediatas a la ribera y señaladas con pendoncillos negros , distintivo obligatorio de los cristianos , esperando oportunidad de huir con el menor riesgo posible , lo cual era siempre sumamente expuesto , pues de un momento a otro pudiera ser notada su fuga , en cuyo caso estaban irrevocablemente perdidos . Tiempo ha que una epidemia maligna afligiera a la ciudad y sus poblaciones limítrofes : las víctimas del contagio eran numerosas hasta tal punto , que la policía , como una medida sanitaria , había prohibido se diese sepultura a los cadáveres durante el día , destinando a este objeto las altas horas de la noche . En aquellas mismas horas melancólicas las calles permanecían desiertas y solitarias : solo de cuando en vez oíase el monótono rumor de algún carruaje que aparecía fuego tirado por un macilento jamelgo , y en cuya delantera vacilaba una luz pálida , colocada sobre un palo algo elevado . Aquél era el carro de los sepultureros . El cementerio de los cristianos , situado extramuros y a una considerable distancia , estaba por consiguiente al lado opuesto del río , y punto fronterizo al puente de Alcántara . Una idea extraña ocurrió a Veremundo a tiempo que una pareja de sepultureros regresaba con el carruaje vacío junto a la choza y en dirección al interior de la ciudad . Aquellos hombres pertenecían a una pobre y piadosa hermandad de cristianos , y eran religiosos legos mercenarios , a juzgar por la divisa o escapulario de la orden redentora , que campeaba sobre el fondo de sus hábitos blancos talares . El pretendido árabe mandó detener el fúnebre vehículo , y mediante una corta conferencia con aquellos hombres , pudo conseguir ponerse con ellos de acuerdo para que les sacasen de la población dentro del carro mortuorio , a cuyo ardid prestáronse ellos mediante un corto estipendio y con la mayor cortesanía . Colocados allí , los sepultureros dejaron correr las cortinas del carruaje , y simulando bajo tan ingenioso equívoco un cargamento ordinario de su triste misión , estimularon al animal , que partió al trote , arrastrando con velocidad aquel carretón desvencijado , cuyas ruedas hicieron retemblar crujientes el puente de Alcántara . La salida del sol sorprendió a los profusos en las inmediaciones de Almonacid , al pie de su imponente castillo , en cuyas torres ondeaba el pendón de la media luna , y cuyos esmaltados vidrios reflejaban los rayos del sol de Oriente . Emboscáronse en los sotos de arbolado , cañaverales y arbustos que pueblan las márgenes del Guadiela , y resolvieron pasar allí el día y tomar aliento para continuar su fuga a favor de las tinieblas de la noche próxima , si es que se presentara oportunidad de ello . Algunos días después de la evasión de nuestros héroes , un edicto del rey de León refrendado por Payo Ataulfo de Altamira y Moscoso , hermano de Veremundo , condenaba a éste a extrañamiento perpetuo de los dominios cristianos en la península , con aplicación inmediata de todas las demás penas en que incurren los reos de alta traición , infidelidad y rebeldía , confiscación y pérdida de todos sus bienes , fueros e inmunidades , e inhabilitación para recobrarlos , caso de no presentarse a justificarse en cierto término . Al propio tiempo una real provisión daba el condado de Altamira , que por muerte de su padre correspondiera de derecho a Veremundo , a su indicado hermano Payo Ataulfo de Moscoso , y todo en calidad de interinidad , mientras el legítimo sucesor no se presentase a justificar su conducta y obtener su rehabilitación dentro de ese mismo plazo que se le otorgara . En honor de la verdad diremos que por industria del nuevo conde , el edicto , si bien fue expedido con tales condiciones , se comunicó y publicó en términos absolutos y sin esa restricción derogatoria que ofrecía lugar en su caso al efecto retroactivo de la sentencia , lo cual venía a cerrar la puerta a la posibilidad de que se presentase el reo a reivindicar sus derechos después de probada su inocencia , con lo cual declararíase contumaz y rebelde , convicto del crimen que se le imputara , y por consentido el fallo . En ese caso anularíase la restricción de la donación del condado , que el usurpador esperaba ver confirmada a su favor por el monarca , en calidad de título hereditario para sí y sus descendientes . Al propio tiempo , y por una coincidencia simultánea , poníase precio a la cabeza de una cautiva cristiana que desertara del harem de Toledo , a la cual imputábase también el crimen de asesinato en la persona de Selim-el-Achmet , entendido por Solimán , gobernador y generalísimo de dicho reino , siempre que fuese habida en el mismo . Y mientras tanto , ambos fugitivos eludían el rigor de estas fulminantes órdenes desde una gran distancia , entregados a los goces de un amor entusiasta y recíproco . Vagaban una tarde por la frondosa vega de Granada , a orillas del pintoresco Darro , con sus riberas selváticas y su bulliciosa corriente . El sol trasponía las cumbres bordadas de blancos caseríos , de campiñas de mieses y olivares : sus rayos oblicuos reverberaban en las crestas de las Alpujarras , coronadas de perpetuas nieves . Más lejos la oriental Granada , paraíso del Profeta y cuna de la poesía árabe-española , cuyas torres , alminares y esbeltos minaretes afiligranados y esmaltados de azulejos , reflejaban el brillo esplendente , fosfórico , del sol de ocaso . Y dominando el caserío de esa informe masa de edificios y monumentos árabes , la célebre Colina Roja con su ruinoso templo de Diana [ 3 ] , su vieja atalaya coronada de estandartes moriscos tremolando , al aire y sus achatadas torres cuadradas que hundían sus medias lunas de hierro en un horizonte magnífico ... cuadro poético , cuyos variados objetos resaltaban sobre el claroscuro de la montaña , marcando irregulares puntos que iban borrándose gradualmente a medida que disminuía la luz . Refugiados en aquellos amenos sitios e impelidos por la fuerza de su destino mismo , ambos amantes contestaban al acta de proscripción que pesara sobre ellos , con un amor casto y entusiasta , al abrigo y protección de un pobre anacoreta , deudo muy cercano de Veremundo , que habitara en cierto caserío , a la falda de la misma montaña sobre que asienta Granada la árabe , y resguardado por un salvo-conducto de aquel rey . La naturaleza de los tratados sobre extradición recíproca de criminales , celebrados entre los monarcas cristianos , no había permitido a los fugitivos acogerse a sus dominios , puesto que la especie , de coalición o liga que mantenían , a fin de contrarrestar el poder musulmán tan arraigado y fuerte en la Península , no ofrecía seguridad ni garantía a los mismos , que indudablemente hubieran sido sacrificados a esa dura condición del derecho internacional , llamada impropiamente razón de Estado . Tal era , pues , el motivo que indujera a los jóvenes proscriptos a refugiarse en Granada , donde contaban con mas elementos de simpatía que en cualquier otro punto , a juzgar por ciertos antecedentes y probabilidades que de ellos nacieran . Venían por de pronto allí completamente desconocidos , entregados el uno al otro dentro de los severos límites del decoro , olvidando la opulencia y el bullicio del mundo , y ejerciendo las prácticas de una virtud rigorosa y ascética . Habíanse desposado clandestinamente , el santo misionero había bendecido esta unión feliz , y era fruto de su amor un hermosísimo niño rubio , a quien impusieron en el bautismo el nombre de Gonzalo Rodrigo . Pero acaeció cierta noche uno de esos desmanes tan comunes en aquellos calamitosos tiempos , de esos que imprimen siempre en las generaciones una huella sangrienta y fatal . Una horda sediciosa de árabes que era el terror del reino de Granada , cayó de improviso como una tromba airada sobre el país ; incendió las campiñas , taló y quemó las mieses , los bosques y las chozas , y apresó ganados y gran número de cautivos de ambos sexos . Entre estos contábanse también los jóvenes esposos , con su hijo y el pobre religioso , el cual fue inmolado sin tregua a la barbarie de los facinerosos , que llevaron su crueldad hasta el punto de coserle en su hábito de buriel , después de maniatado , arrojándole por último al Darro en medio de su brutal algazara . Ni fue tampoco perdonado el tierno niño , a quien maltrataron cobardemente , ni respetado el pudor de su casta madre . Veremundo presenció uno de esos actos brutales y torpes , cuya simple relación ofende la moral y la escandaliza , desgarrando a la vez el corazón de un esposo honrado . Este atentado vergonzoso produjo en su pecho naturalmente un acceso de rabioso coraje , que su situación hacia impotente ; en vano provocó con virulentos apóstrofes a aquellos desalmados monstruos , en vano les amenazó , retándoles a singular combate , porque ellos , prolongando el tormento , acogían esas mismas provocaciones con una indiferencia burlesca hasta el insulto , haciendo escarnio y mofa de su dolorosa cólera . Oyó con amarga desesperación la conferencia siniestra de aquellos malvados acerca de la suerte que iba a caberles . ¡ Ah ! ¿ Qué importa que se les hiciera merced de la vida a trueque de tan ignominiosas condiciones ? ¿ No era mil veces preferible ante todo la muerte ? La religión y el amor , infundiendo en su corazón noble sus saludables impulsos , pudieron separar de la mente acalorada y febril una idea siniestra , el suicidio ; negro fantasma que sorprendiera su enardecida organización nerviosa con todo el arrebato que suele imprimir un rapto de desesperación en sus víctimas . Contúvose al fin , concluyendo por desear el mismo género de muerte que meditaban dar a aquella pobre mujer exánime , destrozada por la violencia , y a aquel hermoso niño que por un tierno instinto tendía hacia él sus manecitas suplicantes , como en demanda de socorro . Y cuando húbose convencido de que se le reservara la misma suerte , experimentó un cruel consuelo , su pecho pareció dilatarse en la esfera de una esperanza puramente egoísta , y una nube parecida al caos ofuscó su mente , perdiéndola en un devaneo sensible . Con respecto al orden que debiera guardarse en el turno , vaciló un momento : tuvo impulsos de rogar a aquellos bárbaros que le hiciesen morir a él el primero , para ahorrarse la pena de ver perecer a aquellos dos seres tan queridos ; pero al fin prevaleció la idea de sobrevivirles en todo caso , en la confianza quizás de que un acontecimiento cualquiera pudiese restituirle la libertad , en cuyo caso exigiría terrible cuenta de aquellas víctimas . Por fin los malhechores , por una especulación bastarda , resolvieron conservar la vida a aquellos tres infelices , porque , jóvenes como eran , ofrecían a su codicia una probabilidad lucrativa en los bazares turcos . Si se hubiese tratado de personas ancianas o enfermizas , hubiera sido diferente el acuerdo indudablemente , puesto que esta circunstancia hacia variar el negocio , reducido a su entidad esencialmente mercantil ; pero era todo lo contrario , y el interés y la avaricia decidieron el hecho . En virtud , pues , de esta resolución , los árabes aseguraron su presa y desaparecieron en las tinieblas , medio disipados a trechos por el brillo del incendio que todavía continuaba devorando la hermosa campiña y sus bosques . Mientras tanto los criados de Veremundo hallaron medio de huir afortunada mente , para poder dar cuenta de la ocurrencia y desvanecer ciertos errores en favor de aquél , cuyo concepto mejoró notablemente en el ánimo de sus soberanos . En su fuga , poco menos que milagrosa , no les fue posible salvar las joyas y dinero que componían el tesoro entregado por la reina a su amo Veremundo , y cuya conducción les cometiera éste , cuyo paradero no pudo averiguarse ; y agotados los medios que se emplearon en su busca , se sospechó que lo hubiesen asesinado en la refriega . Los criados que habían recibido orden de no decir palabra con respecto a él , cumplieron su promesa de no revelar cosa alguna . En cuanto a su hermano , el nuevo conde de Altamira , redobló sus pesquisas por inquirir su paradero , porque entraba , en sus designios buscarle , si es que existiera , aunque fuese en las entrañas de la tierra . Traslademos ahora al lector a la bulliciosa plaza de Bibrambla , precedida del Zacatín , sitio no menos animado en aquellos tiempos , y que enlaza dicha plaza con la Nueva , por bajo de la cual se precipita el Darro , arrastrando sus aguas minerales , y bordadas sus riberas de bosques de sauces y abedules que balancean sus verdes frondas agitadas por el susurro de las brisas . Pues bien , esa plaza , obstruida en parte por las arenas del Darro , ofrecía en ciertos días , hacia la época de que vamos hablando , un cuadro singular de animación y barbarie , presentando el relieve de ese borrón infamatorio que las luces de la pretendida civilización del siglo no han logrado extirpar todavía en nuestras colonias mismas , donde existe , como en otros puntos , oprobio de las generaciones en medio de esas nobles teorías que agitan la humanidad sensible : ¡ la esclavitud ! Celebrábase uno de esos mercados generales , especie de ferias sumamente concurridas por las poblaciones de la parte meridional de España , que componen lo que se llama Andalucía , y a las cuales el lenguaje oriental suele dar el nombre de bazares . El día era caluroso , uno de esos días abrasadores en que el solsticio estival hace exprimir sus verticales rayos en las regiones templadas . Remontaba el sol el meridiano . Una caliginosa niebla condensaba el espacio , como un velo de fuego nebuloso , a través del cual percibíase confusamente como un punto sanguinolento y mate , el espectro solar , girando su inflamado disco , cuyo foco parecía contraerse cada vez más opaco , concentrado y diáfano . Reinaba una profunda calma , y apenas el aire enviaba un ligero soplo ardiente que absorbía luego una ráfaga enroscada como una columna pirotécnica , prolongada verticalmente en remolino hasta perderse en la inflamada zona . Un torbellino de hojarasca y polvo solía interrumpir este juego cruel de la naturaleza , condensando más y más el ambiente y velando el espacio imaginario de aquel cielo encendido por la abrasadora canícula . Los habitantes de Granada la árabe , supersticiosos por principios , observaban con visibles muestras de asombro aquel fenómeno atmosférico , bajo cuya influencia parecía arder la naturaleza entera , si bien luego , dominados por el fatalismo clásico del islamismo , restituían a su continente toda la estúpida resignación que forma el tipo característico del código mahometano y sus sectarios . A una proporcionada altura hablase cubierto con telas y esterado casi todo el ámbito superior de la gran plaza , dispuesta en calles artificiales rociadas de aguas olorosas . Aquel conjunto , simétricamente trazado , formaba un pintoresco paisaje , semejante a las tiendas portátiles o pabellones árabes del desierto , improvisados por las caravanas de las tribus salvajes . Aquí , bajo esos toldos , bajo esas mismas tiendas movibles que llevaran en su lujoso atavío el sello de un verdadero atractivo , en aquella especie de retretes en que el esmero rivalizara con el buen gusto , hallábase el bazar de esclavos , separados sus departamentos con admirable simetría y con la rigorosa clasificación de sexos , bajo una numeración exacta . En esta plaza , que como queda dicho , tenía la apariencia de una bonita población árabe , aspirábase el aroma del clavillo y rosa j unto con esa incomprensible combinación de perfumes con que el genio oriental ha poetizado su vida sensual y voluptuosa , vida material , sublimada en sus goces , aunque muerta para el genio , galvanizada , o por mejor decir , enervada en el placer y el ocio ; naturaleza negativa , a la cual prestan una apariencia ficticia , artificial , los aromas de la Arabia , las perlas de la India y las sederías de Damasco , Smirna y Basora . En aquellas mismas subdivisiones , preservadas de la influencia del sol , mirábanse hacinadas varias esclavas cristianas medio vestidas con una saya corta de lana anaranjada , y acurrucadas sobre sus rodillas , con los brazos cruzados sobre el desnudo seno . Su actitud era generalmente dulce , risueña y melancólica , viéndose correr algunas lágrimas por aquellas mejillas , contraídas por una sonrisa amarga y forzada , que debiera ser el sarcasmo de un dolor sublimado o la resignación de un heroico martirio . Los mercaderes , ostentando sus alquiceles blancos , sus albornoces primorosamente bordados , sus turbantes verdes y abigarrados con medias lunas de plata , y calzados con babuchas amarillas o encarnadas , paseaban al frente de sus respectivas tiendas , con su mirada grave , compungida y benévola ; sus barbas venerables prolongadas hasta el pecho , y pendientes de su cintura el alfanje damasquino de hoja corva , el látigo de sedal blanco como la plata y el inseparable rosario de enormes cuentas . Casi todos fumaban a la oriental en lujosas pipas de elásticos y prolongados tubos con boquilla de ámbar , marfil o cristal zafiro , que usaban con graciosa indolencia , mientras que otros hacían silbar con cierta destreza en el aire sus látigos de plateado sedal con cabos de nácar primorosamente incrustados de menudos brillantes . El continente de aquellos hombres era inalterable , como ya hemos dicho : brillaba en sus facciones esa gravedad fría y severa a la vez que afectuosa , que forma el verdadero tipo musulmán , y su paso lento , sus movimientos flemáticos y su habitual silencio parecían revelar a ese verdadero , autómata , galvanizado apenas por las , exigencias de la naturaleza , y las pasiones ya amortecidas , y que ha elegido para su cuna la mas hermosa región del universo , el Asia . Estos hombres , dedicados en toda conciencia al comercio de sus semejantes , y que fijaran a su placer precio a su propia sangre mediante una cantidad convenida , ni más ni menos que si se tratara de bestias , conducíanse con cierto aire de afectada distracción , si bien aun en medio de ella , cada vez que su mirada oblicua , clavada disimuladamente y como al acaso sobre sus mercaderías , llegaba a sorprender un gemido ahogado por el terror , cada vez que esa misma ojeada suspicaz y penetrante se embotaba en cualquiera demostración que no fuese una sonrisa por parte de aquellas desventuradas bellezas , solía oírse entonces un silbido agudo , y las mallas elásticas del látigo caían crujientes sobre sus desnudas carnes , abriendo un surco acardenalado y sangriento . Preciso era , pues , que rieran en medio de su situación aflictiva , porque la tristeza , ese sello del corazón doliente y mártir podía repeler a los compradores y retraerles . ¿ Cómo llorar pues ? ¡ Bárbara antítesis , de la naturaleza , puesta en contradicción con sus principios constitutivos ! Allá en frente y al extremo opuesto veíase el bazar de esclavos , separado del de las esclavas por una distancia convenida . Aquella sección del mercado , aunque no tan preservada de los rayos del sol como la otra , al menos en cambio de esta desventaja no estaba tan concurrida de gentes disolutas que , poseídas de un cruel libertinaje , acudieran allí a insultar el pudor de las infelices mujeres , dando pábulo a sus licenciosos estímulos a vista , de aquella desnudez , culpable en que la bárbara especulación de los traficantes cifrara su mayor lucro y puesto , que hasta las cedían por cierto número de días , mediante cantidades convenidas y con las oportunas cautelas , a todo aquél fiel creyente que por el pronto careciese de medios para el desembolso siempre considerable que solía ocasionar la adquisición de una esclava de mediana belleza . Vestían aquellos una túnica corta de lienzo crudo , sujeta a la cintura con un cordón amarillo : todos iban descalzos , y en la cabeza llevaban un gorro , de buriel con madroño de lana ; especie de caperuzo que variaba de color , según la divisa mercantil consignada en la patente de su respectivo dueño . Grupos de soldados árabes recorrían los bazares por vía de simple precaución , con su holgado y pintoresco uniforme . Iban armados de gumías , jabalinas , alfanjes y puñales buidos , cuyas hojas reflejaban un fosfórico brillo . Entre ellos solía distinguirse algún santón con su manto blanco prolongado y sus enseñas sacerdotales , cuyos labios no cesaba de murmurar secretas preces al paso que repasaban una rápida regularidad las cuentas de sus enormes rosarios , y a cuyo tránsito postrábanse de hinojos los turcos , y besaban con veneración y respeto la orla de su alquicel . No obstante la continua afluencia de forasteros , el calor insufrible de aquel día había retraído a muchos traficantes de salir de las posadas , de suerte que al mediodía aún no se habían hecho sino bien pocas y desventajosas transacciones . Tal desanimación en un mercado regularmente provisto de lindas mercancías ( tal era la calificación con que las designaran sus especuladores ) , y en el cual tan insignificantes traspasos se realizaran , tenían impacientes a los mercaderes que se entretenían unos en pasar y repasar las cuentas de sus rosarios favoritos , con objeto de matar el tiempo y distraer su impaciencia misma , sentados con las piernas cruzadas sobre cojines de damasquina alfombra en la parte anterior de sus tiendas ; reclinados otros en almohadillas de brocatel raso arabesco , tras de cortinillas entreabiertas de sedilla verde , amarillo o púrpura con franjas de oro , o bien sobre el regazo de sus bellas esclavas que les abanicaran con las gasas de sus velos , a fin de ahuyentar los insectos o refrigerar su piel , que traspiraba un sudor copioso , mientras sus indolentes dueños fumaban tranquilamente en sus largas pipas de marfil y ébano . Otros limpiaban los cristales de la anaquelería , los aparadores y muestrarios de sus tiendas anejas de vajilla y sederías , los andenes poblados de puñales buidos , de alfanjes damasquillos , de jabalinas , gumías , cangiares y cimitarras , de arneses abrillantados , mallas , cascos cimerados , celadas y yelmos con penacho elástico , airones y garzotas , cotas de acero bruñido , adargas , rodelas y escudos que reverberaban algún rayo de sol furtivo , alabardas y hachas de doble golpe , capacetes , lórigas , pomos de esencias aromáticas , de olorosos espíritus volátiles o de esos venenos , narcóticos o afrodisiacos que matan , enervan o estimulan ; recursos a que suele apelar esa naturaleza artificial que vejeta en medio del desorden su disolución ; chales de Smirna , turbantes moriscos traídos del Cairo o de Alejandría , esas dos ciudades privilegiadas del Egipto ; lámparas de oro esmaltado , de varios mecheros , arandelas de cristal tallado , braserillos y pebeteros de plata , babuchas bordadas de perlas y aljófar por las odaliscas de Stambul , y blanquísimos alquiceles de lana con trenzados cordones de seda carmesí , etc . Otros , en fin , recorrían las galerías , seguidos de una turba de ganapanes , tañendo organillos con teclado de vidrio , bandurrias , cítaras , salteríos , harpas y otros instrumentos , mientras que las turbas del séquito danzaban , acompañando un concierto de guzlas y chirimías moriscas alternativamente , al paso que los negociadores o charlatanes de oficio , discurrían buscando compradores , los cuales parecían ensordecer ante sus exageraciones y palabrería . Un edicto recientemente publicado permitía a los cristianos españoles , residentes en cualquier punto de la Península , la compra o rescate de sus correligionarios esclavos expuestos en los bazares , si bien con la condición precisa de que no debieran presentarse en el mercado por sí ni por tercera persona antes del mediodía , según la señal que debiera dar una campana colocada en lo alto de la colina Roja , sobre el ruinoso torreón de la Atalaya . Esta medida envolvió un doble motivo de especulación , porque teniendo derecho los cristianos a la adquisición o redención de esclavos , no perdonarían medio ni sacrificio alguno para rescatar a sus deudos , lo cual debía producir necesariamente una competencia en los precios y un alza consiguiente . Por otra parte , quedaba a salvo la preferencia de los compradores árabes sobre los cristianos , por el estudiado medio de no permitir el concurso de éstos hasta las doce del día , pudiendo ellos surtirse hasta aquella hora sin ser perjudicados . De cualquier suerte , era un hecho innegable que este ramo de comercio debía naturalmente elevarse con esa medida a un alto grado de prosperidad . La hora de convocatoria sonó , según costumbre , para los cristianos . Terminada la última vibración de la campana se presentó entre otros un apuesto caballero leonés vestido sencillamente en traje de paisano y precedido de dos criados con librea condal . Entraron en la población por la puerta del Arenal , punto por donde el Darro , en sus frecuentes avenidas , suele salir de álveo , inundando aquella parte de la ciudad , donde rebalsa , dejando un gran depósito de arenas de oro . El caballero podría tener algo más de unos veinticinco años ; su figura era en cierto modo sombría y antipática ; pálido de rostro , en cuyas angulares facciones , en que parecía retratarse el sello de cierta autoridad , traslucíase esa ruda altivez clásica de la nobleza de la Edad media . Llamábase Payo Ataulfo de Altamira y Moscoso , nuevo conde de este título . Las puertas del bazar estaban abiertas , y una turba de dragomanes asediaba con insistencia a los señores cristianos , que extraños en su mayor parte al lenguaje árabe , no solían escasear su retribución hacia esta clase de gentes que les prestaran , no solo el servicio no despreciable de la interpretación de idioma , sino al mismo tiempo el de su defensa personal , cuya protección sostenían fielmente y con la mayor tenacidad y empeño . El conde , pues , provisto de un dragomán , dirigióse al centro del bazar de esclavos . No recordamos haber advertido al lector que los mercaderes colocaban una tablilla al frente de su tienda , en la cual exponíase y se anunciaba en ambos idiomas , castellano y árabe , los nombres , filiación , señas y circunstancias especiales de los esclavos que estaban de venta . Escusado es encarecer las exageraciones de estos anuncios , así como también la poca fe que merecieran . El dragomán dijo una palabra al oído al conde , y la designó con el índice una de las tablillas del bazar . Ataulfo se dirigió entonces al mercader a quien correspondía , hombre afable , de una fisonomía simpática y en cuyos labios vagaba una plácida y oficiosa sonrisa . Con la mayor amabilidad y finura ofreció a disposición de su bolsillo aquellas frioleras de carne blanca que tenía el honor de presentarle y recomendar a su buen gusto , por ser un género exquisito . Del fondo de aquella tienda surgió entonces una figura pálida , un espectro con forma humana , pues tal parecía serlo por la demacración de su rostro lívido y la alteración febril de sus facciones . El turco , siempre con su benévola sonrisa , suspendió su látigo de sedal sobre aquel pobre esclavo , cuya debilidad le impidiera acomodar su cuerpo escuálido a una postura airosa ; pero el dragomán , excitado por Ataulfo , detuvo el brazo del cruel mercader y demandó el precio de aquel hombre . Hasta entonces el esclavo , que por un punto de orgullosa tenacidad no había alzado todavía la vista , no había podido reconocer por consiguiente a su futuro dueño , quien por su parte sí le había conocido a él . El mercader , irritado por el orgullo de aquel hombre altivo , alzó de nuevo el látigo , que silbó en el aire y cayó crujiente sobre las espaldas del desgraciado . Fue tan rápido este movimiento , que no pudo ser evitado por Ataulfo , cuyas cejas se fruncieron de cólera . El esclavo se agitó con un estremecimiento de dolor ; temblaron sus carnes , y sus ojos azules y rasgados posaron en su verdugo una mirada indefinible de dignidad y orgullo . Aquella mirada se encontró luego con la de Ataulfo , el cual se apresuró a hacerle una señal significativa de silencio . La voz de la sangre había lanzado su grito elocuente , y aquellos dos hombres , por un instinto simultáneo y enérgico , abrazáronse y de pura alegría lloraron . El conde había reconocido en aquel pobre esclavo a su hermano Veremundo , y éste a su vez a aquel hermano generoso que venía a restituirle el pleno goce de su libertad , y con ella la vida . No en vano aquel había venido allí , atraído por una indicación respecto a la existencia de su hermano en aquel mercado , cuyo hecho acababa de confirmarse ; así que , deseando abreviar su adquisición , demandó de nuevo el precio al mercader , quien por su parte parecía andar algo remiso en ello , con el fin , sin duda , de sacar mejor partido , apelando a este ardid . La cantidad , algo exorbitante por cierto , exigida por el mercader , no obtuvo réplica por parte del conde , y Veremundo siguió poco después a su libertador , apoyado en su brazo y en el del intérprete . Ni se dirigieron una sola palabra ambos hermanos durante el tránsito del bazar de esclavos al de esclavas ; pero cuando hubieron llegado al espacio que separara a ambos , preguntó Ataulfo a Veremundo : - Me consta que esa mujer a quien llamas esposa , se halla de venta con su hijo entre las demás esclavas del bazar : ¿ quieres que sean libres ? Veremundo , por toda contestación , abrazó a su hermano todo conmovido - ¡ Oh , hermano mío ! , exclamó ; sálvanos a todos , porque no podríamos vivir separados . Ataulfo , seguido de sus criados y llevando siempre del brazo a su hermano , entró , precedido del dragomán , al pórtico anterior al mercado de las esclavas , cuya aproximación anunciábase por un fuerte aroma que impregnara el ambiente . Llegados al centro del bazar detuviéronse junto a una tienda lujosamente parada , y en la cual , rodeada de varias esclavas negras , yacía una hermosísima joven , reclinada su cabeza sobre cojines de terciopelo , y brocatel con franjas de tisú y oro . Estaba medio , envuelta en un gran velo sutil de trasparente gasa que mancara sus purísimas , formas ; y sus , brazos y piernas divinamente modelados , estaban profusamente , adornados con pulseras de oro y pedrería . Sobre la espalda y seno flotaban sus blondos cabellos trenzados en crenchas incrustadas de flores , y saturadas de fragantes perfumes , y sus diminutos pies mirábanse encerrados en unas magníficas sandalias de terciopelo negra bordadas de esmeraldas de oro . Veremundo , al verla , arrojó un grito de sorpresa , y seguramente hubiérase arrojado hacia aquel caro objeto de su amor , a no haberle prohibido el dragomán toda demostración que les hubiera comprometido acaso . Un niño de peregrina hermosura , rubio y sonrosado , jugueteaba con aquella joven , que era su madre . Era éste Gonzalo Rodrigo , de quien ya hicimos anteriormente mérito . Mirábala la joven enternecida unas veces , indiferente otras y sumergida siempre en una actitud melancólica y contemplativa . Alguna lágrima solía saltar por sus mejillas al contemplar la alegría infantil de aquel rapaz tan lindo , si bien tornando luego de nuevo a aquella profunda distracción que la daba el aspecto de una estatua pudorosa de mármol o de una casta diosa del paganismo . Veremundo , olvidando la prohibición del dragomán , dirigió a la linda cautiva un signo de expresivo amor ; pero ella parecía desentenderse , vertió una sonrisa de gracioso desdén y le rechazó con una imperiosa señal de su linda mano cuajada de inestimables joyas , volviendo luego a su distracción habitual , mientras cambiaba con el niño otra de sus amargas sonrisas . Y sin embargo , aquella mujer era la esposa de Veremundo y aquel hermosísimo niño el fruto de su primer amor . El tierno infante sonreía a su padre , a su madre y a su tío , y aun cambió balbuciente con su voz purísima algunas frases árabes con el intérprete , que quedó encantado de aquella criatura tan graciosa . - Compradle , señor , dijo al conde ; prendas de este género no son caras jamás por ningún precio . Y al mismo tiempo pintóse en el semblante brusco del buen hombre un gesto de noble conmiseración . Veremundo no podía volver de su asombro al notar la frialdad incomprensible de aquella mujer tan apasionada antes y tan impasible ahora para él . Ataulfo , por medio del dragomán , hizo preguntar al mercader el precio de aquella mujer y de su hijo , a lo cual se contestó que en cuanto a la madre , que era una de las mujeres del harem del rey de Sevilla , no podía venderse por ningún dinero , sino que únicamente se la había expuesto en el bazar por consejo de los médicos a fin de que recibiera todo género de impresiones que acaso , en concepto de ellos , pudiera , quizás , contribuir a restituirle la razón que días ha le andaba extraviada , habiendo sido desahuciada ya por los facultativos de dicha ciudad , por lo cual se la había trasladado bajo caución a Granada en la esperanza de salvarla ; pero que en cuanto al niño no había inconveniente en tratar de ajuste . En efecto ; la desgraciada , desde la separación de su esposo , estaba poseída de una grave enajenación mental , sin que los halagos , el lujo y las comodidades de que la rodeara el rey moro de Sevilla , para cuyo serrallo había sido adquirida por una fuerte suma , consiguieran su restablecimiento , ni aun su alivio , por lo cual se había recurrido a la variación de clima y de facultativos . Veremundo , cediendo a su propia debilidad y a la impresión de aquella fatal nueva tan imprudentemente aventurada por el mercader acerca de la aberración mental de su esposa y su forzosa separación , en vista de la orden prohibitiva que hiciera imposible su compra , cayó desfallecido en brazos de los criados , que por mandato del conde le condujeron a su alojamiento . Poco después el niño fue adjudicado también a su tío , mediante cierta cantidad no despreciable ; pero al separarle de su madre , despertóse la cólera de ésta como una víbora herida . Levantóse como impelida por un resorte , y precipitóse furiosa , rugiente y colérica , desnuda como estaba , hacia el dragomán , que hallándose desprevenido , vino a tierra al ímpetu de la agresión . Era en verdad un triste cuadro el que presentaba aquella pobre frenética , que en medio de su impotente cólera , mordíase y se despedazaba , arañándose sin piedad y luchando desesperadamente con aquellos hombres . El niño lloraba al notar aquel lance que tan lejos debía estar de comprender en su inocencia , y entonces la desolada madre redoblaba su furor , exaltada más y más hasta la cumbre del vértigo . Pero aquel rapto tan violento aniquiló las fuerzas de la infeliz demente , y cayó al punto aplomada en tierra . Restituida a uno de esos lúcidos intervalos de que solía gozar a veces , reparó su desnudez vergonzosa , y cruzando los brazos sobre el seno , olvidóse por un momento hasta de su propio hijo para ocuparse del pudor . Envolvióse como pudo en el velo que antes la cubriera , corrió las cortinas de crespón verde que cerraban la tienda , y sin cuidarse de la desaparición del niño que se llevara uno de los criados de Ataulfo , púsose a llorar de desesperación y vergüenza , encendidas de rubor sus mejillas y exaltadas sus hermosas facciones , a las cuales prestara el llanto dobles quilates de interés y belleza . En concepto del mercader , era aquél un precedente favorable para la salud mental de la graciosa esclava . El conde , a pesar de su dureza de corazón , no pudo menos de enternecerse ante aquel cuadro inhumano que rompiera con tal violencia esa cuerda sensible que estrecha el vínculo de una madre para con su hijo . Aun insistió en que se le vendiese aquella pobre insensata , por quien el orgulloso hidalgo sentía un vehemente amor , que surgiendo de improviso en su pecho , perdíale en un caos de deseos impuros . Ofreció pagar por ella cualquier suma por exorbitante que fuese ; pero el mercader contestó por conducto del dragomán que era inútil todo empeño , porque el rey de Sevilla mostraba una pasión decidida por aquella señora , a quien esperaba poder curar con el tiempo , y la cual , habiéndole dado una hija muy linda llamada Zaida , que se criaba en su mismo Serrallo , había salido del mismo con el referido objeto y debía ser elevada acaso en su día , apenas se restableciera , a la categoría de reina o sultana favorita . El mercader saludó cortésmente y cerró las vidrieras de su tienda , ejemplo que imitaron los demás como por un golpe simultáneo de magia . El intérprete advirtió al conde que era ya tiempo de retirarse , porque como caía ya la tarde y se acercaba la hora de practicar las abluciones , debían cerrarse de orden superior las puertas del bazar , de modo que todo aquel que fuera cristiano no podía permanecer allí sin gran riesgo . En efecto , el conde y el dragomán se retiraron . En la mente del primero flotaba el recuerdo de aquella mujer hechicera , por cuya posesión diera la mitad de su propia existencia , y cuya tentadora imagen cerníase sobre su corazón como un ángel del Edén , estimulándole en un piélago de deseos impuros y sensuales . Para esta idea seductora estrellábase en el imposible , y el orgulloso aristócrata , herido en lo más vivo del alma , mesábase los cabellos y hervíale la sangre , enardecida por su impotente cólera . Era entonces una fiera acorralada por los cazadores , una serpiente herida por el insecto que se introduce en sus escamas y la mata con sus picaduras . Ataulfo maldijo la hora en que tuvo el capricho de entrar en aquel bazar funesto , donde se exponían ángeles tentadores que mataban en fuerza de hechizos vedados al hombre y concedidos únicamente a la vista , ese sentido el más precioso y el más fatal también para la criatura . Y sin embargo , a aquel precio únicamente podía comprar la posesión de sus Estados y su tranquilidad futura . Esto al menos le consolaba en cierto modo , aunque era de todo punto necesario completar la obra . Al día siguiente , al salir el sol , Ataulfo , Veremundo y su hijo con los dos criados , salían de Granada por la puerta del Arenal , por donde habían entrado los tres primeros de incógnito en una especie de berlina cerrada y escoltados por los dos últimos . Hay quien asegura que la noche precedente departían dos hombres con gran misterio allá en las altas horas y junto a las riberas mismas del Darro , en un sillón solitario y lúgubre . Eran Ataulfo y el mercader de esclavas , atraído allí a aquella cita sospechosa por una exigencia del hidalgo , cada vez más tenaz en adquirir la hermosa esclava , y en verdad que era esto luchar con un imposible . Con todo , fue tal su empeño , que hubo de colocar al mercader en una alternativa que le obligara a tomar un partido , cuya elección no era dudosa , por más que la crónica que seguimos no ande en este punto muy explícita . Fácil es comprender también que el dinero debiera tener una gran parte en este caso , y que desempeñaría su papel importante y su influencia . Lo cierto es que allá a la madrugada hubo medio de huir el negociante , llevando consigo , a disposición del de Altamira , a la bella esclava , en lo cual jugaron ambos su cabeza . Ataulfo , pues , había logrado la primera parte de sus planes , y se creyó feliz . El verano de 1070 dejábase sentir con intenso rigor en varias provincias de España , y los zahoríes de las campiñas gallegas aseguraban la proximidad de un castigo del cielo que debía concluir con el mundo , y cuyos preludios tocábanse ya en aquellos rasgos de la insufrible canícula que agostaran las mieses y esterilizaran los campos . Los colonos elevaban súplicas a sus respectivos señores en demanda de una rebaja equitativa en sus cánones ; pero la mayor parte de ellos se desentendían con insultante altivez y despedían a los pobres villanos , lanzándoles poco menos que a puntapiés de sus alcázares , por importunos . Entre aquella orgullosa aristocracia contábase la hermosa Constanza , heredera y única poseedora de los Estados del conde de Monforte , el cual acababa de morir de mala muerte , legándola su pingüe patrimonio . Esta altiva huérfana , original y excéntrica , hacíase llamar la señora baronesa solo por un simple capricho , en lo cual verdaderamente hacía el debido honor a su sexo . Constanza o Constantina , como también solía nombrarse entre los muchachos de su edad , era la verdadera y suprema belleza del país , graciosa , gentil y traviesa , que montaba diestramente a caballo , y manejaba con igual maestría y soltura la espada y el arco que la pluma y la aguja ; hablaba con encantadora elocuencia , saltaba , brincaba con la agilidad de una ardilla y hacía vibrar los cristales de sus ventanas con el timbre argentino de su poderoso pulmón . Por lo demás , su carácter excéntrico marcaba ciertas faces singulares de su vida privada , corriendo en proverbio a porfía de las jóvenes más casquivanas del país , que iban en zaga a aquella vigorosa exaltación tan prodigiosamente desarrollada . Vestía ordinariamente con extremado lujo , lo que tampoco impedía que en uno de sus alternados periodos de volubilidad revistiera sus actos de un puritanismo que llamaba ella severo , cuando desmentido a cada paso por cualquier rasgo instintivo de su carácter propio , venía a degenerar en ridículo a veces . Así es que en medio de aquella misma aristocracia feudal , tan impertinente y brusca , brotó este incomprensible pimpollo , tipo clásico de la mujer coqueta ; pero en cuyo corazón impresionable y nervioso , reblandecido y accesible siempre a cualquier género de afecciones , germinaba un fondo de virtud rústicamente concentrada , y que solo faltaba explotarla como el diamante perdido en las entrañas del pedernal , que solo espera el instrumento del lapidario para lucir su brillantez y valor nativos , deponiendo la materia vil que lo comprime . Constanza habitaba un castillejo de arquitectura gótica , aspillerado , coronado de almenas y torreones desmoronados por el tiempo y rodeado de un murallón desquebrajado e irregular , circunvalado de fosos y contrafosos . En el interior había un pequeño jardín , un patio con caballerizas , una cisterna pluvial con agua potable y varios departamentos para la servidumbre , precedido todo de varias poternas de arte , cuyo resorte solía ser un secreto que se trasmitía de uno en otro dueño en aquella familia , según costumbre en las de su clase . Una puerta principal , llamada de honor , un postigo de escape y un rastrillo de planchas dobles de hierro que jugaba , haciendo crujir y estremecer el pontón de encina claveteado que salvara el foco durante el día ; tales eran los puntos de ingreso de esta pretendida fortaleza . Diz que este edificio , de formas tan severas , contenía un subterráneo misterioso , lo cual era una necesidad absoluta , tratándose de fortalezas de la Edad media , y aun también alguna que otra máquina impulsiva estratégica en guisa de precaución . Una triple serie de robles y encinas seculares rodeaba el pequeño parque , y se extendía , prolongándose en la anterior explanada , hasta terminar en una pendiente elíptica que se confundía luego con los restos de una antigua selva inmediata . La posición de este castillo era sumamente pintoresca y graciosa : rodeado de breñas y peñascos , cuyas crestas altísimas parecían medir el horizonte , ofrecía un golpe de perspectiva magnífico , terminado por el valle de Lemus , serpenteado por infinidad de murmuradores arroyos que se precipitan a porfía y buscan su natural confluencia : hermosas llanuras , verdaderas florestas alfombradas de verdinegras plantas , confundíanse como pequeños oasis , en una serie irregular de colinas coronadas de pinos y olivares de un verdor aterciopelado y mate . El Sil , el Cabe , el Sardiñeira , esos bulliciosos riachuelos tributarios del Miño que los absorbe , las escarpadas cumbres de Frontón , Faramontaos , San Ciprián , Lentejuel y Agualevada , irguiendo sus aplomados penachos en el espacio inflamado por la caliginosa neblina , como un velo de fuego vacilante ... Y en medio de este admirable juego de vegetación , de rocas y de horizontes puros , de agua y de llanuras , resaltaban como planchas inmensas de bruñida plata las áridas lagunas disecadas , cubiertas de polvo salitroso que reflejara a los rayos del sol de Mediodía . Digamos algo ahora sobre la servidumbre de la fortaleza . Reducíase toda ella a los individuos siguientes : Una aya algo anciana llamada Beatriz , dueña quintañona e impertinente a veces , y que por lo tanto de ser el reverso de la medalla de la castellanita , había concluido por abandonar a sus impulsos a aquella índole rebelde y tenaz que se la ponía de asas cuando en su calidad de mentora , cualquier demasía de la insolente señorita la ponía en el caso de reconvenirla , y aun amenazaba de hecho a la pobre anciana , semejante a una víbora pisada en medio del rigor de un sol cálido . Una doncellita melancólica y enfermiza servía de compañera a Constanza en sus travesuras , y venía a completar la parte femenina de aquella familia extraña por más de un concepto . En cuanto a sus individuos del sexo masculino , figuraba en primer término el honorable esposo de Beatriz , llamado Fromoso , hombre de edad provecta , bonachón y tartamudo , a cuyo cargo corría la mayordomía y administración del castillo y sus rentas ; dos criados antiguos , de una probidad tradicional , cocineros , lavanderos , etc . , completaban la servidumbre familiar , si se añaden unos pocos soldados a sueldo que mantenían la vigilancia del castillo , y cuatro o seis mastines cruzados de loba , terribles guardianes , en cuya hoja de servicios aparecieron mil proezas de su nunca desmentida y fiel bizarría , cuando se tratara de la defensa de los estados de su linda señorita , quien por su parte , a fuer de agradecida , no escaseaba por cierto sus maliciosas caricias hacia aquellos pobres animales , repartiéndoles sendos mendrugos y estimulándoles para que corriesen , mediante el premio de cualquier golosina , que era el premio ordinario del mas diligente . Constanza observaba una tarde , desde la última plataforma cubierta del castillo y a través de la especie de persiana formada por el enlace de los barrotes de bronce del antepecho , el pintoresco cuadro que dominara aquella altura , lo contemplaba con una ansiedad febril e imponente , devorada , tal vez , por una secreta inquietud . El sol replegaba sus postreros rayos , inflamando el cielo de occidente con un matiz granate y púrpura : mientras bosquejaba en otros puntos celajes cobrizos y azafranados rasgos , iluminados caprichosamente , mediante una degradación inimitable de tintas que iban degenerando en un azul opaco y ceniciento . La joven veía acercarse el crepúsculo con sus tintas fantásticas y sus vagas creaciones , vaporosas e indefinibles , el horizonte condensado por la luminosa niebla de occidente , y los valles , colinas y barrancos , esas caprichosas exuberancias del terreno que destacaban sus formas irregulares , salpicadas de manchas verdinegras y confundidas en las medias tintas del crepúsculo . Aquel día se habían presentado varios colonos del castillo en solicitud de que se les perdonase alguna parte de las rentas devengadas aquel año por la baronesa , con motivo de la pérdida de las cosechas que generalmente se experimentara , principalmente en los secanos . Constanza , por un rasgo ejemplar y que formara la excepción entre aquella clase de hidalgos territoriales , había puesto su sello condal de aprobación a aquellas demandas tan fundadas y equitativas , ofreciendo de hecho una rebaja proporcional que conciliase en lo posible sus derechos con los intereses de aquellos pobres vasallos , si bien bajo una condición precisa , cuya revelación se reservó por entonces , aplazándola para la noche inmediata al oscurecer , en que debían concurrir aquellos , armados de cualquier suerte y montados en sus respectivas cabalgaduras , reuniéndose en el patio principal del castillo . Aunque nadie puso en duda que se trataba de una empresa original y descabellada , de esas que tan a menudo cometiera la joven baronesa , todos , sin embargo , perdíanse en conjeturas acerca del misterioso objeto de aquella consigna . No faltó quien sospechara que iba a comprometerles en alguna imprudente y temeraria asonada con cualquier estado vecino , provocando una acción guerrera o por medio de un golpe de sorpresa secretamente manejado , a fin de posesionarse de grado o por fuerza de una fortaleza cualquiera . Con todo , aun a trueque de arrostrar las más delicadas eventualidades , todos fueron puntuales a la cita ; y la castellana , orgullosa de su prestigio , les veía llegar en turbas pacíficas montados en jumentos , mulos y hacaneas y grotescamente armados . El aspecto de aquella pequeña tropa producía un golpe de vista extraño , con sus abigarrados trajes , sus cabalgaduras ridículamente encaparazonadas y sus peones rústicos , sucios y derrengados , tremolando sencillas banderolas . Algunos de ellos vestían trajes completos de papel de diversos colores , sobrepuestos a los zaragüelles morunos , polainas y abarcas de cuero hervido , carátulas grasientas de tela embadurnada para precaverse de los insectos , cuyas picaduras en este país es lancinante a ciertas horas , y capellinas gallegas con caireles , rematadas en espiral . Otros iban envueltos en sus tabardos y en sus holgadas vestas , especie de hopalandas informes y embarazosas , llevando a la cabeza un casquete forrado de azul con carrilleras y sobrebarba de metal , cimerados mitológicamente a la romana , y por cuya parte inferior asomaba con negligencia algún mechón de cabellos rebeldes , mientras que otros , en fin , remedaban la proverbial chamberga , con sus sombreros de ala oblicua o pronunciada , plumaje de rizada espumilla de seda y justillos de lana sobre botas de cuero de loba . En cuanto a sus armas , era una mezcla heterogénea y confusa de mazas , picas , hondas , arcos y rodelas cubiertas de orín la mayor parte , y que solían manejar algunos con singular destreza . Todo este concurso llenaba ya el patio del castillo , cuando las sombras de la noche extendían sus velos sombríos y borraban los accidentes selváticos del paisaje . Su impaciencia cesó , luego que Constanza , por conducto del mayordomo Fromoso , les anunció que iban a dar , lo que entonces llamaban en términos técnicos de cetrería , una batida mayor nocturna . En efecto , la joven baronesa , que había esperado desde su mirador que estuviese reunida aquella porción de villanos , bajaba a la pieza de tocador , y salía luego montada en una yegua andaluza con gualdrapas y caparazón de lujosa hechura , jaeces africanos de seda , bridas de hilo dorado y collares de cascabeles de plata . Era gentil y airosa su apostura , y bizarro su porte : sobre un calzoncillo de punto llevaba una media falda de elegantes y sedosos pliegues figurando pequeños pabellones u ondas de trasparente tul cogidos con rapacejos de oro , y cuya cola prolongábase graciosamente , dejando ver , con las ondulaciones del viento , una pierna , a la que el puritanismo anatómico del artista pidiera en vano una perfección , con su leve y diminuto pie que asomaba por la orla del vestido , envuelto en un laberinto de bordados y gasas ; una chaquetilla de raso con corpiño escotado de terciopelo negro ceñía su flexible y ondulante traje , del cual brotaba un cuello de alabastro entre una profusión de encajes como el tallo de la azucena , dejando ver los contornos de sus formas divinamente redondeados ; un sombrerillo pastoral de paja cubría su virginal cabeza , de la cual descendían en simétricos hueles sus profusos cabellos blondos y perfumados que flotaban sobre aquellas formas tan seductoras perfectamente modeladas . Un arco de doble alcance y una aljaba o carcaj lleno de flechas pendían de la espalda de aquella hermosura , que tan presto daba a sus movimientos todo el marcial lenguaje de amazona , como la seducción de la cazadora Diana . En pos de ella salió la otra dama de que hemos hablado ya , que la servía en clase de camarera y confidente , llamada Elvira de Monferrato , y cuyo origen era un verdadero misterio . Estaba hermosa aun en medio de su habitual palidez , que por cierto la hacía aun más interesante y aumentaba el tesoro de sus atractivos . Montaba un fogoso potro cordobés que piafaba impaciente y caracoleaba en el patio , haciendo resonar con sus callos de acero el sonoro pavimento empedrado de guijarros . Por un capricho singular que se atribuyó desde luego a Constanza , la hermosa camarera vestía de doncel , armado al estilo gótico , con su espadón recto de tres filos acanalados , casco cerrado , cota de acero a escamas y embrazado su gran broquel de umbilical , que despedía brillantes relumbrones cuando los rayos del sol , de la luna o de las teas resbalaban , quebrándose en su bruñida superficie acerada . Esta joven y encantadora pareja se colocó al frente de aquella multitud de villanos , orgullosos por tan alto honor . Un grito entusiasta y sostenido de ovación general resonó en los aires , y todos se pusieron en marcha al punto . Una jauría de hambrientos perros salía al propio tiempo impetuosamente del castillo y lanzáronse a la carrera , precediendo siempre a la cabalgata , que en el mayor bullicio seguía gozosa a su buena señorita . Había cerrado la noche . La luna asomaba su bronceado disco sobre un trono luminoso que parecía extender su pabellón radiante , brotando en la línea de oriente . Un vapor blanquisco y plateado rodeaba el horizonte como una aureola diáfana , en torno del cual izaba el firmamento su magnífico pabellón de estrellas . El sendero que atravesara la cabalgata era sumamente difícil , casi intransitable : no era ya la hermosa y cómoda calzada del castillo con sus alamedas frondosas , sino una senda pedregosa sembrada de guijarros calcáreos que rodeara un áspero collado de cuarzo silíceo con sus breñas cortantes y resbaladizas , donde apenas había vestigio de vegetación , excepto algún que otro grupo de palmeras silvestres , y un enorme pino doncel que se elevaba com o un espectro allá en la cumbre granítica de un peñasco . Traspuesto este , halláronse en una selva oscura , obstruida por la maleza que interceptara el tránsito como una red insuperable , y en la cual internáronse desde fuego . Una porción de liebres y cervatillos saltó de improviso , brincando , corriendo , y desapareciendo luego como exhalaciones , en términos de no poderles seguir la pista . Sin embargo , Constanza , que ardía en impaciencia , mandó a Elvira que diese la señal , y la hermosa guerrera descolgó de su cuello un cuerno de plata con embocadura de nácar , que llevó a sus labios , modulando un sonido expresivo y agudo , que comprendieron todos ser la señal de embestida . Y en efecto , por un movimiento rápido y espontáneo , lanzáronse todos a la persecución de las piezas , que volaban , se escabullían y probaban saltos elásticos , con los cuales más de una vez lograban eludir la eficacia de aquellos hombres intrépidos , que llevaran no obstante la desventaja de un terreno desfavorable y apenas conocido . Fue aquello una dispersión pronunciada y completa . Los villanos disemináronse al acaso por el laberinto de arbolado y malezas : las temerarias jóvenes fueron las primeras en extraviarse en medio de aquella masa desconocida y lóbrega , sin más guía que aquellos fieles perros que las precedían infatigables por tan arriesgados senderos . Pero cuando todos vagaban errantes en el centro de la tenebrosa espesura , un clamoreo disonante que llevaba en su eco todos los accidentes de un diapasón horrible por la degradación variada de tonos , se elevó de aquella selva peligrosa : un ¡ ay ! prolongado y lastimero que se reproducía incesante , como la voz de ¡ alerta ! en una plaza sorprendida , o como el fatídico y desesperado acento del agonizante náufrago , hendió el espacio con un eco vibrante y sombrío . Por do quier aquel grito doloroso hallaba una respuesta lúgubre que alarmaba más los ánimos sobrecogidos de un funeral presentimiento , y los corazones se comprimían palpitantes en medio de una ansiedad letal y angustiosa . Constanza , animosa siempre hasta la imprudencia , preparó el arco , probó la tensión elástica de su cuerda , sacó dos flechas , y seguida de su incansable compañera , hendió la espuela en los ijares de su cabalgadura , y lanzáronse ambas a la ventura en veloz carrera . Sólo que , en medio de la rapidez de su curso , Elvira pudo notar que los perros que las precedían deteníanse a trechos , como fascinados por una causa desconocida , y luego continuaban su marcha , trémulos y sobrecogidos por un visible pánico . Poco después observaron ambas que se estremecían sus cabalgaduras , hasta el punto de suspender su carrera con una fría e inexplicable inmovilidad . Y en vano trataron de estimular a aquellos pobres animales que temblaban cada vez más , vacilando sobre sus jarretas y rebelándose contra su mismo ánimo . Parecían enclavadas allí por encanto . No se hizo esperar por mucho tiempo la causa del misterio : una hermosa cierva herida y seguida de sus cachorrillos , jadeantes , vertiendo sangre y medio exánimes , pasaron como una flecha a corta distancia , llevando una regular ventaja a un oso feroz que les seguía bramando furiosamente y haciendo retemblar los montes con su tremendo eco . De trecho en trecho deteníase la fiera , herida también , para lamerse la sangre que iba vertiendo y arrancarse algunas flechas que todavía llevara clavadas en aquella piel curtida por la naturaleza y por la inclemencia del desierto . Un rayo de luna que se deslizó por entre las frondas del arbolado , ofreció a la vista de ambas jóvenes a este carnívoro con toda su ferocidad implacable . La gritería de los villanos dejábase oír aun muy remota para que pudiesen llegar a tiempo de salvarlas , y sin embargo , las animosas jóvenes no decayeron de ánimo , aun a vista de tan inminente riesgo . La fiera , que iba también dejando un rastro de sangre , detúvose de repente , erizó el pelo de su lomo , levantóse sobre sus pies y dejóse caer , vertiendo un rugido , sobre el vientre de la yegua de la baronesa . En tal conflicto no abandonó a ésta su presencia de ánimo , antes por el contrario , impelida por una serenidad increíble en tales casos , sacó de su cintura un pequeño puñal buido que jamás abandonara y que manejaba con singular destreza , y lo hundió en el cráneo de la fiera . Cayó esta aturdida por el golpe , pero no tardó en reponerse : la sangre hervía a borbotones en la herida , que debía ser mortal , pero que todavía alentara al oso , por haber quedado dentro el puñal hasta la guarnición , circunstancia que dejaba indefensa a la joven y expuesta a una muerte positiva . Pero cuando el carnívoro , excitado por el estímulo de su dolor mismo iba a arrojarse furioso y rugiente a despedazar a la dama , Elvira , que pudo comprender el peligro que corría su compañera , arrojóse intrépida de su caballo , dispuesta a jugar por ella su propia vida . Interpúsose animosa entre la baronesa y el monstruo , y al tiempo que abría este sus horribles garras para devorarla , le introdujo por la boca su enorme espada , cuya hoja salió luego por un costado , aniquilando y postrando las fuerzas del oso , que al punto midió el suelo con un bramido bronco y supremo . Precisamente al mismo tiempo llegaban a este sitio los cazadores . Hallaron a Constanza medio desmayada , y a la animosa Elvira , ufana con su triunfo y llena de satisfactorio orgullo , por ser la heroína de la jornada que decidiera favorablemente la vida de la baronesa , y acaso también de la suya propia . Tenía su casco lleno de agua , y rociaba el rostro pálido de su compañera , quien , merced a este auxilio , volvió lentamente a la plenitud de sus sentidos . En un instante reuniéronse todos los villanos que tan involuntaria , como imprudentemente , habían acorralado al oso , poniendo en inminente riesgo la vida de su buena señorita , quien , sin el auxilio de su compañera , indudablemente hubiera sido víctima de aquella calaverada . Era admirable la solicitud con que se disputaban todos los más insignificantes servicios de la castellana ; guardaban silencio , por no incomodarla en aquel estado de debilidad , mientras que alguno que otro imbécil vengaba en el cadáver de la fiera aquel desastre sensible , hundiendo en él sendas puñaladas . Cortaron luego ramas de encina , y construyeron sobre ellas una especie de camilla portátil , muelle y cómoda , donde colocaron a la baronesa , dirigiéndose luego al castillo . Llegaron al amanecer , cuando la aurora plateaba las colinas y el planeta precursor del día brillaba en el oriente como un punto de fuego pálido . Oíase el canto perezoso y soñoliento de los villanos que repasaban el río en ágiles barquillas , entonando alegres algunas cantinelas . Silbaba un fresco airecillo que agitaba los cañaverales de la ribera , confundiéndose con las suaves y refrigerantes ráfagas de la brisa perfumada del valle . Y en medio de aquella tenue claridad vacilante , todavía condensada y vaporosa , destacábase la sombría mole del castillo con sus canzorros y góticas almenas , sus banderolas flotantes sobre los techos de pizarra como en un día de fiesta , y en segundo orden , casi a la misma raíz del muro , veíanse blanquear grupos de cabañas y caseríos informes que se borraban y confundían en las medias tintas del crepúsculo . Un toque de corneta , modulado por la joven Elvira , anunció el regreso de la baronesa y su comitiva , y al punto se oyó crujir el rastrillo y cayó el puente levadizo con atronador estrépito . Algunos días trascurrieron desde aquella extraña aventura , cuyo recuerdo horrorizaba todavía a aquellos buenos vasallos tan fieles a su señora , como solícitos por su salud , prosperidad y bienandanza . La baronesa , fiel a su carácter , no podía resolverse a renunciar a sus excursiones nocturnas y a sus originales proyectos : mal se avenía su habitual viveza e impetuosidad de carácter a circunscribirse a un completo aislamiento campestre , pues no era este su natural elemento . Amaba los peligros , no por un punto de presunción veleidosa , sino porque verdaderamente no poseía el arte de saber apreciarlos con sus consecuencias ; así es que todos los días corría inocentemente de un riesgo en otro , sin utilizar jamás una de aquellas terribles lecciones en que solía jugar a veces su vida , su reputación y aun algo más . Respecto a su compañera , era bien diferente : melancólica y flemática por temperamento , aunque dócil como la cera , accedía siempre a las exigencias de la baronesa , violentando su carácter y únicamente por complacerla hasta en sus menores caprichos . Parecía imposible la armonía que reinara entre dos criaturas tan opuestas en índole y genialidad , pues si de una parte surgía el más desenvuelto coquetismo , de otra brillaba una dulzura pacífica y prudente , moderados visiblemente sus arranques por una aquiescencia pasiva . Aquella sobrenatural armonía que venía a unir , sin embargo , dos extremos opuestos y antipáticos , debía ocultar un secreto anómalo y terrible , uno de esos sombríos misterios que preparara acaso y fermentara una de esas funestas catástrofes , tanto más graves y peligrosas , cuanto más se aplaza y comprime el punto crítico de su explosión . Tal era , pues , el concepto que alguno que otro observador había formado casi instintivamente de esta conjunción singular y extraña , dado caso que ningún antecedente contaban en que fundar un principio relativo . Una noche , a cosa de las doce , cuando todos dormían en el castillo , se oyó en los alrededores un tropel de caballos que luego cesó de pronto , y que generalmente fue poco notado . Una persona sí lo oyó . Era Constanza , quien debió tener indudablemente alguna idea anticipada de ello , porque aun a pesar de lo avanzado de la hora , no se había desnudado todavía y se ocupaba en leer un libro caballeresco a la luz de una lámpara de vidrio . Prestó oído al punto , y su impaciencia se aumentó al oír varios preludios de una música dulcísima , ejecutados prácticamente en varios instrumentos de viento y cuerda , y a cuyo sonido despertó también Elvira . El fulgor amortiguado de la bujía que ardía aun en el mechinal de la chimenea de un dormitorio , fue a reproducir su fisonomía dormitante y calenturienta en un grande espejo que pendía de la pared opuesta . La palidez de aquel rostro alterado y lívido la aterró : tocó sus cabellos húmedos de sudor , y los halló pegados a las sienes . Coordinando sus ideas , pudo recordar que había tenido un ensueño cruel ; una de esas pesadillas mortales que paralizan el curso de la sangre y oprimen las funciones del corazón transido . Estaba celosa ... Cesó el preludio , y varios instrumentos templados en acorde escala , ejecutaron un aire melancólico que tenía un no sé qué de armonía divina , poetizada por el silencio de la noche . A aquel concierto expresivo siguió una pausa grave , y luego una poderosa voz varonil , acompañada de un harpa perfectamente templada y de una guzla sutil y vibradora , cantó varias endechas con una cadencia armoniosa , apasionada y sublime . Elvira , que a este tiempo se había levantado y medio vestido apresuradamente , pudo oír los pasos de la baronesa que salía de puntillas de su gabinete ( estaba contiguo al de ella ) y luego notó que se dirigía a la plataforma superior de la fortaleza por la escalerilla secreta . En efecto , no se engañaba . Oyó luego también el ligero estallido del muelle de la trampa que tornó a cerrarse por la parte exterior con un sonido estridente . Esta conducta reservada y tan poco franca de su joven amiga , hirió vivamente el corazón egoísta de Elvira , y un presentimiento de cruel sospecha pasó abrasador e implacable , como una rápida exhalación incendiaria que deslumbró su mente . Era ésta la primera vez de su vida que se atrevía a dudar de la franqueza y lealtad de Constanza . Llegó a sospechar desde luego que esta tenía un amante , y que ambos acudían de común concierto a una cita , recatándose de ella ; idea siniestra que ponía en tortura su espíritu herido en lo más vivo de su sensibilidad . La música aumentaba sus armoniosos acordes , y Elvira , por un instinto de curiosidad , se asomó cautelosamente por una de las persianas de su ventana , desde cuyo punto podía observarse todo lo que sucediese en el exterior , que correspondía a aquel flanco de la fortaleza . Vio entonces un grupo estacionado al otro lado del foso , y del cual parecía proceder el sonido de la música . Los rayos vívidos de la luna iluminaban la estatura gentil del cantor , cuya talla elevada destacábase arrogante y majestuosa en medio de un horizonte sereno . Su acento era suave y melancólico , y adquiría a veces una cadencia nerviosa que hería con su eco estridente , sublimando sus agudas notas en un torrente de armonía , a que prestaba nuevo realce aquel cuadro solemne de soledad y silencio . Elvira , conmovida , fascinada visiblemente por aquella mágica voz que tanta poesía encerraba , experimentó un vértigo de celos que hizo brotar en sus ojos una lágrima fugitiva de odio , una gota de hiel . Vio o acaso creyó ver luego que el cantor agitó en el aire un pañuelo blanco . Otra y otra vez se repitió aquella señal , que desde luego adivinó sería contestada por su ingrata amiga ; y cuando pudo adquirir esta convicción , una violenta llamarada pareció subir y abrasarla las sienes . Nada vio ya , y se retiró maquinalmente a su dormitorio con el alma acibarada , herido el corazón y destrozado por el demonio de los celos , ese tormento inexorable que ha sido el verdugo de tantas víctimas . Un momento después el trovador y su numerosa comparsa desaparecían por la vereda escusada del castillo , mientras la baronesa se restituía a su retrete , con la mayor cautela . - ¡ Terrible noche ! , exclamaba Elvira con mortal despecho y arrojándose furiosa sobre su cama . En efecto , había asistido a un misterio , cuyo desenlace cometió a su mismo disimulo . En aquella fisonomía varonil y enérgica lució entonces un destello de fulminante amenaza , y en sus facciones exaltadas por un roedor sarcasmo , brilló algo de infernal y diabólico , como esa belleza equívoca y salvaje que se atribuye al rebelde espíritu . Aquello era el reflejo del secreto volcán que fermentara en su pecho y abrasaba sus entrañas coléricas . Para apagar aquel volcán intenso e implacable será necesario todo un diluvio de sangre y lágrimas sin cuento . ¡ Terrible noche ! , sí , muy terrible debiera ser , con sus consecuencias y resultados de aciaga memoria . Digamos algo acerca de la venida al castillo de Elvira de Monferrato , según se hacía llamar esa hermosa joven , tan melancólica , tan celosa e impresionable , y cuyo verdadero origen era un misterio . Gaston de Arriaga , conde de Monforte y barón de Stella , por parte de madre , no perdonaba medio de satisfacer los menores caprichos de su hija única Constanza , niña todavía , pero que iba ya a entrar en ese periodo de atractivos y merecimientos que inauguran un desarrollo precoz y marcan la línea que separa de la mujer a la niña . Por un principio sistemático diametralmente opuesto a las costumbres rígidas de aquellos hidalgos solariegos , el conde , lejos de aislar bajo un violento espionaje a su hija , prestábase condescendiente a todo género de exigencias por parte de aquella niña mimada , aunque se traslimitasen a veces del círculo del decoro , con tal que lisonjearan sus caprichos . Así es que Constanza , dando rienda suelta a su desenvoltura , amaba y aun provocaba los peligros ; bien es verdad que no los comprendía ni apreciaba . Alternaba con los hombres en sus empresas laboriosas y en sus penalidades , soportaba incansable las fatigas de la caza y montería , e introduciéndose en todos los negocios y conversaciones , adivinaba perspicaz las reticencias que se imponían a su candor , en todo lo cual complacíase su padre . De tal suerte , estimulada por aquella complacencia misma , fue nutriéndose de veleidosos caprichos aquella impresionable naturaleza , hasta el extremo de formar el tipo puramente excepcional de su sexo . Afortunadamente la honradez y buen ejemplo que veía en las sanas costumbres e irreprensible conducta de su padre , preservó a Constanza en la esfera de la virtud , conteniéndola en los límites de la moralidad ; de suerte que , fuera de sus excentricidades veleidosas , la severa simplicidad de sus actos no desdijo jamás del pudoroso carácter de la doncella pura . Acaeció , pues , que el conde dio una caída del caballo , de cuyas resultas , combinadas con otras causas , se declaró una fiebre maligna que le arrebató la vida violentamente , por manera que la pobre niña quedó huérfana en la época más peligrosa de su vida , y a merced de los cuidados de una pobre mujer de origen desconocido que había servido ya algún tiempo en el castillo . Esta mujer ya anciana es la misma a quien dimos a conocer en el capítulo primero del presente libro , bajo el nombre de Beatriz . Constanza , pues , altiva y exaltada por las deferencias de su padre , lejos de obedecer los preceptos de su anciana aya , la desatendía con el mayor descaro , y hollando el respeto debido a lo menos a sus canas , solo conocía por norte su voluntad propia ; verificaba sus excursiones solitarias por el bosque , aun expuesta a los mayores riesgos , a pie , a caballo , de todos modos , y siempre estaba en abierta contradicción con la dueña . Cierto día por la tarde se presentó en el castillo una joven bien parecida , algo morena de tez y vestida decentemente : pidió con instancia una audiencia de la baronesa , a cuya presencia fue conducida una vez otorgado el permiso . La conferencia fue breve , dijo llamarse Elvira de Monferrato o Benferrato ( sinónimo que no ha fijado aún la historia ) , pobre joven a quien quería violentar su familia para que tornase el velo de novicia , con el fin de apropiarse la herencia de sus bienes ; y como no era ésta su vocación , había huido de cierto pueblo de la vecina Francia , donde había nacido , y donde habiéndose también criado , poseía un reducido aunque decente patrimonio ; concluyendo por apelar a los buenos sentimientos de la baronesa , para que la acogiese bajo su protección , único medio de burlar los conatos codiciosos de su familia y salvar su porvenir y libre albedrío . Era tal el acento de convicción que dio a estas palabras tan interesantes sus episodios , que brotó del pecho de Constanza un impulso de simpatía hacia aquella pobre mujer que apelaba a su generosidad con tanta franqueza , por manera que al punto acogió la pretensión con una alegría entusiasta , y sus nobles aspiraciones halláronse pronto en contacto con aquella joven tan de su agrado , y que tan útil iba a seria en su orfandad solitaria . La vieja Beatriz dicen que palideció al ver a aquella criatura tan interesante , que tan francamente se había introducido en lo que llamaba ella su casa ; pero la baronesa así lo dispuso , y fue hecho . ¡ Ay ! aquella palidez debió responder a un remordimiento oculto , a un recuerdo tal vez amenazador y criminal . La joven advenediza , indiferente al pronto , pudo apercibirse luego , o creyó notar que la vieja la dirigía miradas oblicuas , magnéticas y escrutadoras , y aun observó que aquella mujer se retiró , ocultándose detrás de la mampara el día de su presentación en el castillo , y recatándose de ella se persignó tres veces , como si viera al mismo demonio . - He aquí , dijo para sí , la clave del misterio . Desde aquel día las voluntades de ambas jóvenes se fueron estrechando con un doble vínculo fraternal y recíproco , robustecido por la mutua simpatía de sus ideas ; bien que Elvira parecía habitualmente forzada a aquellas extravagancias de la baronesita , al paso que miraba con cierta prevención reservada a Beatriz , sorprendida a su vez siempre que se hallaban frente a frente . ¡ Extraño proceder ! Y sin embargo , no era odio , sino instinto acaso , el móvil de una y otra . Tal era , pues , esa misteriosa Elvira que figura con uno de los caracteres de primer orden de nuestra narración , y estos son también los únicos pormenores que ahora podemos adelantar acerca de ella sin faltar al plan propuesto . Desde el acontecimiento últimamente referido , Constanza , agitada por una viva impaciencia , parecía siempre sumida en profunda e indiferente abstracción respecto de Elvira , aquella Elvira adorada , para la cual nunca había tenido ella un secreto , y a quien diera en otro tiempo reiteradas pruebas de un amor y confianza sin límites . Elvira , por su parte , reservada y astuta , no pareció apercibirse de ello , encerrándose en el frío círculo del disimulo y esperando acaso que por este camino llegaría con el tiempo a aclarar aquel horizonte cargado de nubes que tanto pesaran sobre su alma combatida . No había dudo ya para ella : Constanza debía tener un amante . Y sin embargo , esta probabilidad debía trasformarse en certeza ; necesitaba además una prueba concluyente y fija . A este fin dirigió sus esfuerzos la vengativa dama : un imperioso deber se lo exigía . De esta suerte trascurrieron muchas noches de insomnio y muchos días de desesperación y afanes . Las conferencias de aquellas dos mujeres , sus juegos , sus peligrosos ensayos iban siendo cada vez más raros , e iban perdiendo a la vez el carácter de dulce intimidad que los distinguiera hasta entonces : aquella estrecha y franca familiaridad que se profesaran antes mutuamente había sido reemplazada por una actitud recelosa , en cierto modo hostil , y a fuer de cautelosa apenas dejaban traslucir el sensible disgusto interno que las devorara , sino por la fría y estudiada reserva en que iban a porfía ambas . Elvira , más experta acaso que la baronesa en este terreno , solía dejar escapar a veces alguna que otra frase aguda e incisiva , que hacía asomar a las inocentes facciones de esta esa aureola purpúrea que extiende en las mejillas de la mujer amante un velo de encendida grana , y ésta era la prueba que venía a dar nuevo pábulo a su cruel sospecha . Entonces hacíase necesaria una lucha , en la cual debía militar , de una parte la inexperiencia de Constanza , que solo obedecería en su situación a la voz de un instinto , y de otra la astucia de su antigua amiga , la cual dejaba de serlo ya desde aquella hora : lucha desigual y arriesgada , empeñada con tanta ventaja por parte de esta , como debía sacar partido de la misma inocencia y simplicidad , digámoslo así , de aquella . Tal situación , tal estado de cosas no podían prolongarse , por mucho tiempo ; debía tener un término , un desenlace nada risueño , y este momento crítico se aproximaba . Una noche ( porque ésta es la hora de los misterios que a su sombra toman la forma más caprichosa y vaga ) , Elvira terminaba de desnudar a su señorita y amiga , según se titulaban todavía , y después de haberla dejado acostada , y al parecer dormida , retirábase muda y silenciosa a su gabinete . Su natural ternura , su ardiente pasión comprimida no se habían desmentido un punto para con aquella compañera , a quien , no obstante su resentimiento de otra índole , amaba con un frenesí entrañable . La había estrechado entre sus brazos , y al acostarla en su muelle lecho , había cambiado con sus labios de rosa un ardiente ósculo que periódicamente se repitiera a la misma hora . Un recuerdo aciago vino a disipar entonces , como un soplo maléfico satisfacción tan grata , y aquella criatura sensible huyó veloz a encerrarse en su retrete y rompió allí en un fuerte llanto . Allí , sí , frente a frente consigo misma , con sus secretos , con sus recuerdos y pasiones , aquella desgraciada criatura dio curso a su desconsuelo , y en medio del vértigo de su amargura , el eco de un nombre adorado sonaba de cuando en cuando en su mente como una gota de fría nieve que repetía una y otra vez una palabra querida : ¡ Constanza , Constanza ! ... Todo yacía en silencio , y solo se oía el choque elástico del viento que azotaba los árboles del parque , produciendo un lúgubre gemido . Elvira , por un secreto e instintivo presentimiento , y no pudiendo conciliar el sueño , abrió la ventana ojiva de su gabinete y subió al pequeño torreón , casi derruido , que se alzaba sobre la plataforma oriental del castillo . El aire había aplacado , y la brisa de la noche , embalsamada por los perfumes del campo , refrigeró su rostro . Los rayos de la luna diseñaban a su vista un risueño paisaje , armonizado por el contraste de tintas que bosquejaban el fantástico panorama de una naturaleza selvática . Vestía el cielo su estrellado manto , y allá en el Oriente lucían sobre sus promontorios de vaporosas nubes , bronceados celajes y rasgos de tornasol dorado . A lo lejos grupos de arbolado como manchas de terciopelo gris , colinas , valles y prominencias del terreno , diseñando sobre el fondo azulado del cielo masas y esqueletos fantasmagóricos , que eran las ruinas de una antigua abadía , confundidas entre cañaverales silvestres , irguiendo sus mutilados paredones como flotantes lienzos . A la izquierda las pequeñas aldeas destacando sus blanquiscos caseríos irregulares con sus torrecillas y campanarios , y más lejos la aplomada línea de montañas que servían de orla al paisaje , y cuyas dentadas y ondulantes cimas perdíanse en medio de una niebla de brumas cenicientas . La campana del castillo anunció las doce . Todavía vibraba el eco del último sonido , cuando Elvira creyó percibir un grupo movible de hombres , al parecer , que se aproximaban cautelosamente hacia aquella parte de la fortaleza , defendida naturalmente por la peña cortada y resbaladiza , y que carecía de foso por ser estratégicamente inaccesible . De pronto aquel grupo , hasta entonces compacto , fue disolviéndose , desapareciendo por fin totalmente . La joven notó que arrojaban desde lo alto una escala de cuerda . Un hombre ágil y vigoroso comenzó a trepar por ella aceleradamente . El brillo nacarado de la luna hizo reflejar su luciente armadura con un resplandor fosfórico y rutilante . Una idea cruel asaltó el ánimo de Elvira con una sospecha que por desgracia se confirmó luego . Una mujer recibió a aquel hombre en sus brazos en la explanada del muro , y casi al mismo tiempo se oyó un sonoro y ardiente ósculo . Aquella mujer era Constanza . El eco de aquel beso apasionado , nervioso y frenético , inflamó más y más el volcán de celos que hervía implacable en el pecho de aquella mujer , cuya sangre se enardecía en sus venas como ardiente lava , y cuyas palabras destellaban relámpagos de venganza y llamaradas de odio ; aquel eco vibraba en su oído todavía con un martilleo estridente que estimulaba una sobrexcitación febril , arrobadora y sangrienta . Entró en su cámara , descolgó su traje de paladín , vistió aceleradamente su armadura de acero , su casco cimerado y su templado arnés : empuñó su broquel y su pesada lanza , incompatible con la delicadeza de sus brazos , y sin olvidar su inseparable puñal buido , ciñó una especie de jabalina oriental de un corte sutil y una hermosa y templada daga damasquina de puño cincelado . Echó la celada sobre el rostro , y estimulada por un rabioso coraje , dirigióse en busca de cualquier aventura , por peligrosa que fuese , siempre que rasgara el velo de su desesperada incertidumbre . Atravesó los vestíbulos , las rampas y galerías que cruzaran los departamentos del castillo . ningún ruido se oía en aquellas solitarias mansiones , sino el tenue crujido de su armadura que resonaba con el movimiento del paso , y cuyo eco era todavía mayor por la forma acústica de las bóvedas del tránsito , apenas iluminadas por el brillo opaco de varias claraboyas que había a ciertos trechos . Detúvose junto a la puerta del retrete de la baronesa , que halló entreabierta . El mismo silencio , la misma soledad : solo vio agitarse los pliegues de los pabellones del lecho , de donde salió un hombre completamente armado , el cual atravesó la antecámara y se dirigió hacia la puerta con pausado recelo , dirigiendo a todas partes miradas cautelosas . Elvira le esperaba allí , acechando desde el fondo de la penumbra , trémula y contraída por una alegría feroz . Brillaba en su rostro cierta exaltación salvaje , y sus pupilas de fuego vibraban rayos de venganza diabólica a través del hierro de la visera . Allí acechaba con implacable impaciencia a aquel hombre desconocido , cuyo nombre debía importarle bien poco , con tal que fuese , como indudablemente debía ser , amante de Constanza ; y apenas acertara a pasar por donde ella estaba , le pondría en la garganta la punta de su lanza y le arrancaría así la palabra de admitir un duelo a muerte , si es que era caballero . Y si por desgracia no lo fuese , si atolondrado por la sorpresa de aquel ataque brusco e imprevisto , el miserable se negara a admitir el reto por una vil cobardía ... ¡ y bien ! , entonces le mataría sin clemencia alguna en aquel mismo sitio . Por un movimiento maquinal y espontáneo llevó la mano al pecho como para comprimir los latidos de su corazón , y se colocó detrás de un arco apuntado , en parte que la sombra le hacía invisible . El desconocido , siempre cauteloso , salió por aquella puerta entreabierta que tornó a cerrarse detrás de él lentamente . Un destello de luz vivísimo que brotó de improviso , iluminó la alta y majestuosa talla de aquel hombre , que armado de Punta en blanco , atravesaba la extensa galería , haciendo crujir su luciente arnés de batalla , y dando a sus movimientos una elasticidad sutil , como las ondulaciones de una serpiente cubierta de escamas de acero . - Tanto mejor , murmuró Elvira con infernal sarcasmo , será un caballero que debe comprender las leyes del honor : al menos me librará de recurrir al puñal y desempeñar el innoble papel de asesino . Y en su hermoso rostro debió brillar una infernal sonrisa . A este tiempo el desconocido cruzaba por la cripta inmediata al escondite de la joven . Saltó ésta como una pantera irritada , y con la agilidad de una ardilla precipitóse frenética , colocándose de un salto delante de aquel hombre , cerrándole el paso y enderezándose con provocativa arrogancia . El desconocido , paralizado al pronto por aquel lance improvisto , detúvose un momento , y en su aturdimiento mismo dejó caer un objeto que resonó en el pavimento con un sonido metálico . Elvira recogió disimuladamente aquel objeto . Era un guantelete de acero . - Muy bien , murmuró para sí con alborozo diabólico ; tengo ya otra ventaja de mi parte ; así la provocación no será mía . - Eso no os pertenece , dijo el desconocido , apercibiéndose de la acción de Elvira y acentuando sus palabras con una voz bronca , pero visiblemente fingida ; dadme esa pieza de armadura y despejad el paso . - Os equivocáis , repuso ella con un cruel sarcasmo ; eso no os corresponde ya a vos , es prenda de honor y estoy en mi derecho reteniéndola , mal que os pese a vos , sino sois un buen caballero que sabe sostener su decoro de tal en lances de honra . Y la audaz Elvira embrazó su rodela , empuñó su espada y se colocó en ademán de provocadora insolencia . - ¡ Atrás , víbora ! gritó el incógnito , arremetiendo con un brusco ataque de puñal a aquella tenaz criatura que acogió la embestida con una sorda carcajada que heló la sangre de aquél , y se colocó en guardia al punto sin perder una sola línea de terreno . - ¡ Hola ! , exclamó el desconocido con burlesca ironía ; ¿ espadachín también ? Tanto mejor para despacharos . - Quiso ensayar otro golpe de puñal , que fue parado con igual maestría que el anterior . Comprendió entonces que el lance no podía tener fin sin notable escándalo , y trató de ensayar otro recurso más prudente . - ¿ Qué queréis , pues , quien quiera que seáis ? , preguntó convulso por la cólera que ardía en su pecho con un rugido voraz . - Medir mi espada con la vuestra y beber vuestra sangre o daros a beber la mía . Imposible . - ¿ Seríais , pues , tan miserable , que rehusaríais empeñar conmigo un lance de honra ? - ¡ Tened la lengua insolente ! , replicó aquel hombre , dominando visiblemente un arranque colérico y vertiendo una insensata blasfemia . - ¡ Cuidado , que os descomponéis , en términos que necesitaré acaso recurrir a mi espada para haceros entrar en razón ! - ¡ Oh ! ¡ Esto más ! - Abreviemos razones y concluyamos por concertar el duelo . - ¡ Un duelo ! , repitió el caballero con un acento rotundo , parecido a un eco sordo y lúgubre , ¿ Seríais tan osado ? - ¿ Y seríais , vos , tan cobarde que lo rehusarais ? Hubo un momento de silencio , en que la cólera de ambos parecía luchar en secreto con la aparente calma del uno , y el marcado asombro del otro : al fin el desconocido , haciendo , un violento esfuerzo por dominarse , exclamó : - Basta ya de provocaciones e insultos ; respetemos el honor de esta casa , y ... despejad el paso . Yo os perdono la ofensa de vuestros denuestos , que ... creedme , es la más plausible , victoria que pudiera la suerte haberos deparado sobre una persona de mi jerarquía . - ¿ Y sois vos quien habla aquí de honor , infame ? ¿ Vos que habéis venido a profanar el santuario doméstico y acaso también a arrebatar la honra de una doncella ? Pues bien ; si así es , si habéis violado a esa virgen , es preciso lavar esa mancha inmunda , y ... creedme , manchas de esa clase solo se lavan con sangre . Elvira dio a estas últimas palabras una entonación fatídica llena de venenoso sarcasmo . - ¡ Imprudente ! ¿ Y es mi sangre la que apeteces ? ¿ Ignoras que si el león alzara su mano aplastaría al reptil que lo insulta y provoca con tanta imprudencia ? - ¡ Ah ! en ese caso , guárdese el león de la picadura del reptil , porque su acción es corrosiva y mortal . - ¿ Quién sois , pues ? , interrogó el apurado caballero . - Lo habéis dicho vos ; seré tal vez , un reptil , un pigmeo acaso a vuestro lado ; pero que no por ello os cede en tenacidad y saña . Y vos , ¿ quién sois y qué derecho tenéis para preguntarme mi nombre que acaso yo mismo ignoro y que no estáis autorizado a exigirme sin revelarme antes el vuestro , al que dais tan alta importancia aplicándolo el epíteto de león ? Yo os demando a mi vez el nombre vuestro . - Imposible . - ¡ Imposible ! Alzad , pues , la celada y yo haré otro tanto ; conozcámonos al menos de rostro y reservemos lo demás . - No puede ser , creedme . - ¿ Por qué no ? - Porque al brillo de mi pupila cegaríais . - ¡ Ah ! es verdad ; he oído decir que el ojo del león brilla en las tinieblas de la noche oscura , replicó Elvira con un sarcasmo irónico hasta la insolencia ; y esto debe ser tan cierto , como que la vista del cobarde procura velarse siempre cuando tiene que encontrarse con la del valiente que le demanda su honra o su sangre . En fin , puesto que he agotado ya todos los recursos imaginables para provocar vuestro amor propio o vuestra cólera , sin conseguirlo , puesto que no circula por vuestras venas la sangre del honor caballeresco , os abandono a vuestro albedrío . Dios me ha despejado la mente de las ideas que tenía ahora mismo de asesinaros ; él me libre de esa tentación criminal . Salid , salid , pues ; éste es el guante que me habéis arrojado y que he cogido , creyendo que era el de un caballero : tomadle , pues , no quiero prendas de un cobarde vil . Y así diciendo , arrojó el guante al rostro del desconocido , produciendo un crujido sonoro en el acero de la visera . Vertió él un rugido sordo , y aún hizo un movimiento de indescriptible cólera que dominó al fin con cierta desesperación marcada . - Día llegará , exclamó con una voz convulsa , en que se cumplan vuestros deseos . Adiós , pues , y preparaos ; yo os empeño mi palabra de que os pesará el insulto de esta noche , y que no podrá perdonaros mi propio decoro . Elvira , enervada por aquella lucha que con tanta ventaja sostuviera , y perdida su mente en un caos de vacilaciones a vista de un misterio que no comprendía , permaneció al pronto aterrada , muda , fría e inmóvil , apoyada sobre la pared como una estatua contra su pedestal truncado . Sin aquel apoyo indudablemente hubiera caído anonadada bajo el peso de su propio terror . Aquella impresión pasó lentamente , como esas sombras imaginarias que sorprenden la fantasía y solo dejan luego un recuerdo vago de su quimérico ser . Poco a poco descendió de su rapto , y sus ideas recobraron gradualmente su primitiva energía : mil ideas contradictorias cruzaron por su mente , iluminada por accidentes vagos , como los fenómenos de la linterna mágica , que sorprenden la ilusión por medio de las creaciones ópticas del artista . Sacudió de pronto su hermosa cabeza , como el centinela a quien sorprenden dormido ; pasó la mano por la frente como para disipar una idea torcedora , y entonces no fue ya terror , sino un impulso vehemente de odio y venganza mucho más intenso que antes : una llamarada voraz inflamó su mente , que ardía en un infierno de celos . La víbora había refocilado sus fuerzas y recobrado toda su venenosa energía . Hasta llegó a echarse en cara su falta de ánimo , cuando la suerte o la fatalidad pusiera a aquel hombre en sus manos , y necesitó llamar en su auxilio toda su rencorosa prudencia para resistir al impulso que tuvo de salir en busca de aquella persona venturosa o maldita , para provocarla de nuevo o asesinarla , quien quiera que fuese , porque en ocasiones dadas se desconocen las jerarquías y se salta por todas las barreras . La vengativa joven concluyó por adoptar una resolución suprema que rasgara el velo del profundo arcano que existiera hasta entonces , y que iba a dejar de serlo dentro de breves instantes . La hiel que hervía en su pecho rebosaba ya , y no era fácil contenerla en tan reducidos límites . Una halagüeña esperanza , que acaso llevara envuelta su propia felicidad y su porvenir , había mantenido siempre el sello de aquel terrible arcano , cuya revelación debía causar una escandalosa impresión en el castillo . Trémula , con paso vacilante y alentada únicamente por su mismo rencor , la exaltada joven se resolvió a verter el vaso de la ponzoña hasta tanto tiempo comprimida , aun a trueque de destrozar su propio corazón . Entró , o por mejor decir , se dejó arrastrar por su misma cólera hacia aquella pieza funesta que servía de dormitorio a la imprudente Constanza , separó el batiente de su dorada moldura e introdújose con paso inseguro . Un pálido reflejo iluminaba débilmente aquella mansión silenciosa , confundiendo y borrando los dibujos asiáticos de las tapicerías , los bustos severos de familia colocados en marcos preciosos de filigrana con labores de crestería , los lujosos muebles embutidos de nácar , los mosaicos alicatados del pavimento medio cubiertos por alfombras pérsicas , y los pesados cortinajes de damasco y terciopelo recamado con orlas y franjas de tisú , medio borrado todo por el destello opaco de la oscilante lámpara , en torno de la cual flotaba una movible aureola . La alcoba donde se hallaba el lecho de la baronesa estaba cerrada por un cortinaje de brocado amarillo , cogido a pabellones sobre el cornisamento gótico del friso en tercer orden . A través de aquella cortina suntuosa oíase la agitada respiración de Constanza , que dormía o fingía dormir con un sueño profundo . Elvira descorrió , toda trémula , los pliegues de aquel velo , y detúvose a contemplar el cuadro con cierta expresión maligna y diabólica . El lecho estaba desordenado , y las sábanas de finísima batista arrastraban por uno de sus extremos , apenas sostenidas por las columnillas angulares de bronce con pomos de plata córnea . Una arandela , también de plata , alumbraba , como hemos dicho , aquel retrete , esculpiendo sobre las paredes un baño de violada púrpura . Sobre aquel lecho yacía , en una voluptuosa postura , vestida con una especie de peinador de muselina blanca , la hermosa castellana , sumida , al parecer , en un profundo sueño , y denotando en la dejadez e indolencia de sus miembros una laxitud fatigosa . Uno de sus blancos y torneados brazos colgaba del lecho , mientras que sobre el otro reclinaba su linda cabeza , orlada de profundos bucles que rodeaban el lindo perfil de su rostro semigriego , que pudiera ofrecerse por modelo a la estatuaria , así como sus demás formas mórbidas de una perfección verdaderamente académica . Elvira , en cuya mirada lúcida parecía traslucirse cierta criminal codicia , rodeó cautelosamente el lecho , practicó cierto reconocimiento escrupuloso , y cuando húbose persuadido de que ningún riesgo podría correr , volvió atrás , cerró interiormente la puerta del dormitorio y tornó luego a aproximarse al lecho de la baronesa . Al practicar nueva investigación en aquel recinto del reposo , la vengativa joven tropezó con un objeto . Cogiólo con ansia , y vio que era una garzota de cimera . Un rayo que cayera a sus pies no le hubiera impresionado tanto como aquella prueba , que venía a disipar sus dudas de una manera concluyente : sí , porque Elvira aún dudaba , y como la duda suele seguir todo el curso de la incertidumbre , tomando una parte activa en esa lucha moral en que por tanto entra el egoísmo , hasta llegar al periodo de convicción , de ahí esa impresión terrible y decisiva que disipó sus vacilaciones , fijando la verdadera faz del suceso , cuyo desenlace en cierto modo preveía . Elvira vertió una sorda aspiración de sombría cólera , y sublevada por su misma explosión , sacudió el brazo de la baronesa , oprimiéndolo por la muñeca con una fuerza convulsiva , con una crispatura nerviosa . Despertó Constanza sobresaltada , y aun trató de incorporarse y saltar maquinalmente del lecho ; pero aquella mano atarazada con una fuerza tenaz , sujetándola en aquella postura inmóvil , como si fuera un tornillo de hierro . - ¿ Quién sois ? exclamó con despavorida sorpresa y cubriéndose instintivamente con la sábana por un movimiento pudoroso . Elvira alzó entonces la alambrera que cubría su rostro , lívido por la cólera , contraídas sus facciones por una exaltación feroz , y destellando sus ojos un brillo de sarcasmo diabólico . Constanza fijó su vista , extraviada en aquella fisonomía tan dulce tan simpática en otro tiempo y alterada ahora por una descomposición infernal ... Nunca había irradiado de aquellos ojos un fuego tan fosfórico y tenaz ; nunca aquel semblante , tan gracioso y gentil se había rodeado de tan amenazadora expresión . La baronesa , respondiendo acaso a un presentimiento oculto , se estremeció de espanto . - ¡ Por piedad ! , exclamó toda trémula , fijando aquella suplicante mirada en el semblante airado de la joven ; por piedad , Elvira mía , ¿ qué me quieres a esta hora ? Apenas reconozco en ti a aquella fiel amiga que tanto me ha amado ; di , ¿ por qué me estás atarazando tan cruelmente ? ¿ En qué he podido yo ofenderte ? Suelta , me haces daño , Elvira . - Tenéis razón , no soy ya esa Elvira a quien tanto habéis amado , y que tanto os amó y ama todavía : esa Elvira se ha trasfigurado ; el odio que inflama sus venas le ha convertido en un ser abominable y monstruoso , sí ; porque en esas venas no circula ya sangre de humanidad y de misericordia ... porque una lluvia de maldición ha rociado de amargura mi alma y ha enfriado el depósito de caridad y dulzura que un tiempo vivificó mi espíritu e iluminó mi alma con la luz de la clemencia . Porque la llama del odio que me devora ha hecho descender sobre mi cabeza el anatema del cielo ... y héme aquí con el corazón vacío de fe , exhausto de afecciones , cadáver pestilente arrojado al osario de la desesperación ; ese peligroso terreno donde resbala la víctima , triste refugio a que apelamos cuando el desengaño nos precipita desde el mentido sueño de la ilusión más grata . - No te comprendo , amiga mía , exclamó Constanza cada vez más consternada por el discurso enigmático de su extraña colocutora , la cual continuó con una de esas crueles e irónicas sonrisas que deslumbraban la vista de la baronesa . - Escuchad : hubo un tiempo en que el título de amiga halló un eco simpático en mi corazón , que respondió al eco de esa palabra mágica , y que no tiene equivalente en el lenguaje de los hombres ; pero ¡ ay ! añadió , oprimiendo con mayor vigor aquel brazo de nieve ; esa misma palabra , cuya armonía difunde una plenitud inefable de goces en la vida intelectual de la criatura , se sublima a otro grado supremo que lleva en sí otro nombre divino disfrazado con la palabra amor . - Pues bien ; continuó acentuando lentamente su trémula voz , a la que gradualmente iba dando una vibración cada vez más febril y extraña ; esa palabra sublimada a ese grado eminente ardía en mi pecho con una vehemencia latente y enérgica . Porque era el soplo germinador que me animara , y sin el cual no hubiera tenido vida ... porque era , en fin , el hálito del mismo Dios , potente , ideal y sublime , que dilata el alma y la eleva a una esfera suprema e inmediata a las jerarquías celestes . Y fascinado por ese mismo vértigo que enloquece y extravía en su mismo rapto sensible , hube de apelar a un ardid para encubrir , bajo el velo de la modestia y del disimulo , ese franco y generoso afecto que concentra el primer deber impuesto por el Criador a la criatura respecto de sus semejantes ; y partiendo de un principio sistemático , el amante adoptó las formas aparentes de mujer , porque éste era el único medio que le ofreciera mejores probabilidades en la lucha ruda y difícil que iba a empeñar con un imposible . Ese desdichado fui yo . - ¡ Tú ! , exclamó toda horrorizada la baronesa . ¿ Qué es lo que oigo ? - No alcéis la voz , miserable mujer , replicó la fingida Elvira , concentrando cada vez más su odio intenso en aquellas palabras de hiel ; los días de maldición han empezado para nosotros , el astro común , que parecía sonreírnos , ha volado su disco bajo una nube sangrienta , y ha plegado sus rayos luminosos en el limbo de la desesperación más cruda . Esta grata figura de la amistad ficticia ha sido solo un lúgubre fantasma que agitó sus negras y seductoras alas durante nuestro sueño , meciéndonos en una cuna tenebrosa y maldita ; y toda esa aparente ventura que nos halagara en el periodo equívoco de nuestro letargo , ha huido como una de esas raudas parábolas que incendian de luz la zona para envolverla luego en una masa de tinieblas . - ¡ Oh , Dios mío ! , exclamó Constanza , juntando las manos y poseída de una contracción nerviosa provocada por el terror que la inspiraran aquellas revelaciones siniestras . ¡ Dios mío , Dios mío ! , es muy extraño todo eso . - Y sin embargo , continuó su interlocutor con su infernal sarcasmo , es , por desgracia nuestra , bien cierto : escuchad los pormenores de ese sangriento episodio , tenéis un derecho a ello , sí , porque luce allá a lo lejos un punto terrible y fatídico que concentra su desenlace sangriento , y todo esfuerzo se declarará impotente ante la inclemencia de esa misma fatalidad inexorable que nos persigue . Oíd , pues , y estremeceos . - Ese hombre insensato que amaba con frenesí ... a vos , que erais su vida , su porvenir , su Dios , que hubiera dado en cambio de ese amor frenético su misma existencia , y acaso también algo de su eternidad ( ¡ perdóneme Dios esta locura ! ) , ese mismo hombre tuvo la suficiente calma de esperar en medio del piélago de su desesperación cruel , la hora feliz , aunque incierta , de que una casualidad cualquiera anudara ese acto supremo y grandioso , solemne , sublime y heroico de la voluntad mutua santificada por el afecto recíproco . ¡ Ay ! , que el alma entera se fundía a impulsos de esa ilusión tan pura y halagüeña , de ese fantasma tan risueño y feliz que parecía columpiarse allá en el horizonte de la posibilidad humana , provocando deseos vagos , dulcísimos y hechiceros , y prometiendo , al parecer , una fruición de indecibles goces , cuya sola idea sumergía en un piélago de éxtasis profundos y de seductoras imágenes ... ¡ Oh ! , y abatido el espíritu , enervado , apenado el corazón por la lucha del disimulo , aunque corroído por el estímulo de tanta ventura posible , la naturaleza solía ceder al vértigo embriagador que torturaba sus resortes y aniquilaban al hombre precipitándole en el caos de la desesperación más cruda , después de haberle elevado a toda la altura de su fantasía . Y sin embargo , ese mismo hombre , perdido en medio de tanta amargura y sufrimiento , sobrexcitado por la lucha , os ha respetado , cual cumple a la lealtad de un caballero , ha saltado la barrera del amor propio ofendido , y esto es tanto más meritorio , cuanto que el hombre enamorado sale de su esfera racional , constituyéndose en una situación anómala y excepcional que le embrutece y degrada hasta el peligroso extremo de las pasiones . Pues bien , continuó con una entonación siniestra ; ese mismo hombre que ha guardado respecto de vos una línea de conducta tan honrosa , cual cumple a la lealtad de un buen caballero ; que se ha encerrado en el círculo de sus deberes de tal , aun a trueque de destrozar más cada día su corazón calcinado por tan poderoso estímulo ... oídlo bien : ese hombre que os guardaba para disfrutar algún día vuestro tesoro con el mismo interés , con la misma codicia que un avaro guarda el suyo ; ese mismo hombre , yo , he tenido el dolor de sorprenderos esta noche con vuestro amante en una cita culpable . Dios me ha infundido ' el valor suficiente para contener la explosión que debiera haber arrastrado mi vida al probar ese amargo cáliz que debiera coronar el acto de mi desesperación . Y he venido resuelto a darle de estocadas en honroso duelo o asesinarle si lo rehusaba , aplicando a este caso la frase de Alejandro a Darío , de que : dos soles no pueden , sino uno , alumbrar al universo . Porque eráis vos el sol de mi inteligencia , astro fulgente a cuyo brillo cegaban mis potencias , divagando luego sin orden , como puntos perdidos , durante su ocaso . Porque fanatizado yo por el brillo de ese fantasma de la Divinidad en la tierra , me anegaba en un mar de venturosos éxtasis y goces lisonjeros . Pero ese hombre ha eludido mi venganza , y ha sido tan miserable , que he necesitado insultarle , casi abofetearle , para que entrara en razón de honra , y aun así ha aplazado el duelo , porque indudablemente debe ser un miserable y un cobarde . Y rechazado , al fin , por esa fría impasibilidad que en ese hombre es un sistema , héme aquí frente a frente con vos , que eráis mi vida , que ahora sois mi verdugo , y que luego seréis , tal vez , la víctima expiatoria , porque tal es el decreto del destino . Y extraviado por su mismo discurso metafórico , este singular personaje exaltábase progresivamente a medida que daba mayor energía y fiereza a su duro lenguaje . Constanza temblaba bajo el peso de su misma vergüenza , confundida por aquellas revelaciones terribles : más de una vez trató de sustraerse a aquella fuerza tenaz que retenía su brazo con una presión cruel ; pero su esfuerzo hubo al fin de ceder ante aquella violenta resistencia . - ¡ Piedad ! , dijo con un aturdimiento forzado ; no prosigáis , me hacéis daño y tiemblo al ver esas facciones tan descompuestas : apelo a la generosidad del caballero que , reemplaza a la dama por medio de tan ingeniosa metamorfosis , y os perdono a mi vez , como también vos debéis perdonar a una pobre mujer que no tiene contra sí otro delito que su misma ignorancia , que nunca ha podido tener la más remota idea de ese amor , de ese ardid , o de esa locura y vuestra , y todo al menos en gracia de ese mismo afecto que nos hemos profesado , y cuyo recuerdo os aseguro que no se extinguirá en mí jamás . Lo que deseo ante todo es saber vuestro nombre propio para consagrarle una memoria grata y encerrarle dentro de mi alma . - Nada más justo , y , sin embargo , poco puede importaros el nombre de un joven oscuro y miserable , cuyo origen es , quizá para él mismo , un secreto , y cuya familia no conoce . En cuanto al nombre , dejadlo a merced de los acontecimientos y del tiempo , que se encargarán del desenlace del asunto y sus incidencias ; solo os puedo decir que amo todavía : a pesar de todo , y puesto que ya cayó la máscara y el disfraz que encubriera al amante , solo un medio os resta de conjurar el golpe de mi venganza : este medio es bien sencillo ; dadme vuestra mano de esposa o preparaos al ludibrio público . - ¡ Oh ! , ésta es una infame violencia que tratáis de ejercer con una pobre mujer indefensa , pero a quien todavía sobra valor para rechazar esa brutal coacción con que queréis humillar su orgullo ofendido . Apartaos , miserable , porque si doy una voz , os suspenderán de una almena como un traidor villano . Y explotada verdaderamente por su mismo orgullo , la altiva joven prodigó mil denuestos e improperios contra aquel hombre , herido en lo más vivo de su sensibilidad , y en cuyos labios , contraídos por una cruel sonrisa , parecía rebosar la hiel de sus entrañas . No era ya Constanza aquella estatua púdica de blanco mármol , envuelta en sus castos velos , y en cuyos labios vagara tierna e inocente dulzura , sino una furia explotada hasta el último grado de la cólera , que participaba del veneno de la víbora y de la ponzoña de la serpiente . Incorporada en el lecho , y sin reparar en su desnudez , por medio de un esfuerzo vigoroso , logró , al fin , desprender su brazo de aquella mano que la oprimiera como una tenaza ardiente . - Pues bien , exclamó el joven desconocido , retrocediendo a su pesar , aunque sin despojarse de su habitual sarcasmo , y dando a su voz una vibración sombría y cavernosa ; ya que así lo queréis , corramos un velo sobre el pasado y ocupémonos del porvenir : vela por entrambos el ángel de la maldición y preside indudablemente la marcha de los astros que deben influir de concierto en nuestro común destino . Porque si algo debe haber de común entre nosotros en lo sucesivo , será indudablemente el genio de la discordia , del rencor y de una maledicencia implacable y eterna . Adiós , pues , en cambio de tanto odio que devora mi alma y que mantiene la tea inflamada del aborrecimiento recíproco , la mujer impura , la doncella lasciva que ha manchado su lecho virginal con sus fragilidades , puede vivir tranquila , porque mis proyectos sellan mis labios , y dormirá ese arcano en mi pecho , a fe de hombre honrado y que cifra en ello el mejor éxito de sus planes . Ahora bien , prosiguió ; intrigad en buen hora , poned en juego todo el horrendo artificio del odio contra mí : ésta es una arma lícita , pero que solo debe tener un carácter simplemente privado entre nosotros ; ¿ qué adelantaríamos con dar publicidad a nuestros actos ? Atraernos el escándalo , que es sinónimo del mayor ridículo . Perseguidme , aborrecedme , estáis en vuestra línea , y no seré yo , por cierto , quien os dispute el terreno que os marquéis ; poned mano a todos los medios , a todos los ardides , por repugnantes que os parezcan : yo os ofrezco en cambio mi recíproca , y sea esta la norma reguladora de nuestras mutuas acciones . - Sea , pues , si así os place , repuso Constanza , en cuyas mejillas rodaban una o dos lágrimas de dolorosa amargura , abandonadme a la vergüenza de mí misma y libradme de vuestra odiosa presencia , que tantos recuerdos gratos pudiera evocar en mi mente para mayor tortura , y que tantos reproches y flaquezas me pondría en cara . Decís bien , la confluencia de estos dos mares de rejalgar y hiel , no podría producir ya sino desgracias mayores que acibararían más y más nuestras almas y producirían más víctimas , porque la conjunción de nuestros astros debe ser contagiosa . - Gracias , replicó aquel hombre , animado siempre de su eterna sonrisa cáustica , eco de la más sangrienta ironía : veo que nos vamos comprendiendo y que nos ponemos de acuerdo en las bases : descuidad , pues , en cuanto a lo demás , el drama será fecundo en peripecias , sí , y lejos de una acción lánguida , yo os vaticino que traerá escenas de gran bulto y que será digna en un todo de sus autores . El desconocido fulminó otra mirada infernal a aquella pobre mujer abatida que yacía sumida en un parasismo nervioso y ajeno de toda compasión hacia ella ; retiróse con una calma espantosamente glacial , desapareciendo de aquella pieza . Al salir del vestíbulo que daba ingreso a la antecámara , por muy dueño que quisiera ser de sí mismo , ahogó el más cruel sollozo que jamás se exhalara de pecho humano : tal era su amargura . - ¡ Ah ! , exclamó con una entonación dolorosa : ¡ todo cuanto he amado ! ... Al día siguiente todo eran conjeturas sobre la súbita desaparición de Elvira de Monferrato . Constanza cayó en una profunda melancolía , que le atrajo una enfermedad peligrosa y desconocida . La causa de todo se atribuyó generalmente a la ausencia de la camarera ; pero esto solo era una vaga suposición , porque la baronesa no soltó prenda ni palabra acerca de este incidente , y aun prohibió que se hablara de ello ni se hiciese comentario alguno , en lo cual fuerza es decir que no fue obedecida . E hobo un perlado mú guerrero cá reclutaba gentes a sueldo y ventura en guisa de resguardo contra los desmanes del soberano de aquellos dominios . Este animoso magnate era D . Diego Peláez , y por cierto que jugó en ello sin dignidad de obispo . ( Fastos de Compostela . ) El valle de Lemus , tan pintoresco y ameno en nuestros días , gracias al cultivo de su feraz terreno , era , en la época antigua de que vamos hablando , un vasto erial inculto , donde pacían los ganados de los muy reverendos abades y señores solariegos y jurisdiccionales del país , y cuya vegetación poderosa era una fuente inagotable de riqueza para los adelantos propagadores de la industria pecuaria . Apenas algún caminante solía atravesar aquel vasto , oasis de lozana verdura , donde las fuentes brotan por do quier a porfía , y los bullidores torrentes se deslizan con armonioso murmullo , arrastrándose sobre sus lechos de grava . Era el crepúsculo de la tarde . El sol acababa de trasponer las cumbres , y las sombras invadían ya el valle , apoderándose de la vasta llanura , donde proyectaban sus vagas formas . El aire puro y vivificador agitaba los arbustos de la campiña , y las pequeñas cascadas precipitábanse a la vez , produciendo sonoros chasquidos y vapores leves que se disipaban en el ambiente como torbellinos flotantes que velaran a trechos el espacio , condensando en perspectiva los rasgados senos de las montañas y sus barrancos . A lo lejos conos truncados , peñascos de extrañas formas suspendidos como en el aire , grupos de pinos y olivares silvestres , bojes , romerales y arbustos de aterciopelado verdor , esmaltaban el cuadro , borrándose en las medías tintas del crepúsculo y confundiéndose vagamente en la masa tenue y casi uniforme del cuadro , limitado por una línea irregular de bronceada púrpura , trazada en el cielo de occidente . Empezaban ya a brillar las hogueras de los pastores , diseminadas en la montañas de Faramontaos y Aguavelada , cuyas dentadas cúspides marcaban visiblemente el horizonte . Breñas y asperezas , precipicios intransitables que se desprendían de aquel nudo de pintorescas montañas ; prominencias de irregulares formas , gargantas , senos y barrancos , contrastaban con la planicie del terreno , y más lejos aún , trazando un rasgo oblicuo , pirámides de colosales formas alzaban sus penachos de roca y hendían la profunda cavidad de la zona , palidecida por la degradación de luz del espirante crepúsculo . Reinaba un imponente silencio , alterado apenas por la esquila de los rebaños y el lejano balido de las reses . En la falda de la montaña surgió de pronto una llamarada que se dilató en los aires como una inflamada parábola , y desapareció luego lentamente , lanzando a ciertos intervalos un pálido destello , rápido , fugaz , que se reprodujo cinco veces en progresivo descenso . Era fácil suponer que aquello fuese una misteriosa consigna concertada . En efecto , así era . El lector nos acompañará hasta aquel sitio , confundido ya en la densa oscuridad de la noche , que ha reemplazado al crepúsculo con su lóbrego y tenebroso velo . No brilla ya la fosforescente llama , ni se percibe el luminoso destello de los astros condensados por una blanca y vaporosa neblina : el cuadro adquiere mayor gravedad y resaltan sus tintas diáfanas en medio del silencio y soledad imponentes . Siempre inaccesibles riscos , gargantas y desfiladeros , asperezas e intransitables breñas . Ni un solo caserío , ni una choza , ni alma viviente : apenas algún grupo de arboladura percibíase vagamente como manchas de terciopelo : únicamente , allá en la cumbre , entre collados y derrumbaderos , viose de pronto una gruta débilmente iluminada por una tenue claridad fosfórica . Llamábase la Gruta de los abismos . Y en verdad que este nombre estaba en perfecta armonía con su misma posición topográfica , su situación entre riscos inaccesibles , y el paisaje solitario y selvático que en torno se desarrollara . Aproximémonos . A la puerta de aquella cueva , semejantes a dos estatuas inmóviles , había dos centinelas que afectaban sostener sobre sus cabezas la pesada bóveda terminada por un toldo saliente de su negra y mohosa peña , y que suspendido como en el aire , asomaba , haciendo avanzar sus atrevidos picos salientes que amenazaran venir abajo . En virtud de la consigna que dejamos ya indicada , iban llegando presurosos algunos hombres que se conducían con mesurado silencio . Sus bultos informes como errantes sombras , destacábanse confusos a través de la dudosa claridad , y rendían luego a los centinelas cierta contraseña convenida , en cuya virtud introducíanse al punto en la gruta , guardando empero la misma cautela . Y era , en verdad , cosa incomprensible la aparición tan súbita de aquellos individuos , que brotando sin saber de dónde , escalaban aquellos intransitables sitios , deslizándose como sombríos espectros y arrostrando las tinieblas y precipicios . Eran todos ellos montañeses tostados por el sol y curtidos por la inclemencia en medio de su vida aventurera y nómada ; espadachines a sueldo y devoción de quien mejor pagase , y materia dispuesta para cualquier servicio especial que se les cometiese , y cuyo buen desempeño solía responder ordinariamente a la confianza que se les exigiera , bien que en armonía siempre con el premio que se estipulara , como prenda y galardón del mismo ; instrumentos templados a son de oro , preparados siempre a una batida en cualquier encrucijada con las rondas volantes de S . A . el rey de León , con quien tenía , por cierto , graves desazones el obispo de Santiago , por motivos jurisdiccionales , según decía el vulgo , o bien con cualquiera otra fuerza de la clase que fuere , como que , según dijimos , esta pandilla independiente y rebelde , acampaba por respeto propio a sus anchas , poniendo a sueldo sus servicios , que giraban siempre en la órbita de un fuero múltiple y mercenario . Vestían de diverso modo , llevando al cinto su puñal de misericordia junto al inseparable cuchillo de monte y daga buida , amén de su espadón y adarga , y otras piezas bélicas por el estilo , en guisa de marcha siempre o de combate , por si ocurría realizar de pronto un capricho cualquiera de cuenta propia o ajena , puesto que , como ya indicamos , aquella gente no solía andar muy remisa en punto a escrúpulos ni consideraciones de cierta índole , ni acostumbraba consultar los medios de llegar a los fines , con tal de llegar a los mismos , aun a través de alguna mancha de sangre . Porque era cosa generalmente admitida en aquellos rudos tiempos caballerescos de sangre , hierro y amores entre los señores feudales , mantener además de su correspondiente guardia pretoriana , su servidumbre de rústicos jayanes y de envilecidos villanos ; sus tercios de lanzas siempre en campo abierto y su grey más o menos numerosa de aventureros o matachines asalariados , todo lo cual entraba por mucho en su omnímoda voluntad erigida en capricho , que adquiría mayores garantías y respetos , según el boato de que rodeara su jerarquía y sus actos de buena ley . Pues bien , solía suceder también con harta frecuencia que algunos de aquellos mismos hidalgos , arruinados por sus despilfarros , por los desastres de la guerra civil , o bien por cualquiera otra causa , empobrecían en términos que se veían obligados a licenciar sus mesnadas , reservando únicamente un débil cuerpo de guarnición que hacía también las veces de servidumbre doméstica en aquellos mal llamados castillos con honores de alcázares , orgullosa antonomasia admitida genéricamente entre los hidalgos solariegos y ricos-homes titulares de la Edad media . Y de aquellas huestes dispersas , mezcla heterogénea y disoluta , seres abyectos , corrompidos miembros de una sociedad viciada , abandonados al pillaje y a la indiferencia , formábanse improvisadas huestes mercenarias , o mejor dicho , pandillas sueltas de aventureros , sin otra bandera , tal vez , que la vagancia , el vandalismo , al abrigo del apoyo incondicional del magnate , y cuyos servicios solían ponerse a precio de almoneda en aquel juego innoble de potestades grotescamente ridículas , puestas siempre en choque y movimiento . Volvamos , pues , al asunto . Fijando el punto de alusión convenido , añadiremos que esos mismos hombres que indicamos concurrieran al sitio misterioso , pertenecían a distintas cuadrillas o hermandades confederadas , haciendo causa común en determinados lances de honra y provecho convencional mente empeñados , y distribuyéndose luego el botín que resultara en las empresas a ley y buen criterio de compañerismo . En el interior de aquella especie de cuenca , y en uno de sus ángulos , sobre un resalte rústico de la misma peña , ardía una tea resinosa , cuya llama azulada trazaba ondulantes destellos , arrojando corrientes de aplomado humo y un fulgor incierto y vacilante . Luego , entre aquella turba que iba reuniéndose pausada y cautelosamente , llegó un grupo como de diez personas que conducían en calidad de preso , al parecer , a un encubierto , embozado en una gran capa , por cuya orla inferior asomaba el perfil de una sotana de púrpura . Un gran sombrero de ala prolongada cubría su cabeza , todavía joven , a juzgar por el color de su prolongado cabello castaño , y al movimiento de su paso brioso , firme y seguro , crujía el sonoro choque de su espada contra las mallas de una armadura interior . Hemos dicho que aquel personaje venía en calidad de preso , y añadiremos que dos de aquellos hombres feroces , sin consideración ni miramiento hacia el carácter que revelara , conducíanle violentamente a empellones hasta la gruta , donde se detuvieron . Y ¡ cosa extraña ! , apenas el prisionero , erguida su airosa talla y con paso firme , llegó a aquel sitio ; los aventureros , al reconocer su alta dignidad , atónitos por una súbita sorpresa en su mayor parte , inclinaron sus cabezas , balbucearon algunas frases confusas y rindiéronle un profundo saludo . Formaron todos círculo en derredor del desconocido , quien a su vez , comprendiendo el efecto que produjera su presencia ante aquellas gentes sin alma y aquella especie de fascinación tan marcada , pareció verter una orgullosa sonrisa que reflejó simultáneamente un rayo vívido de triunfo en aquella mirada ardiente y serena . Y en medio del profundo silencio que guardaran todos , poseídos como de un sombrío pánico , el incógnito , por un brioso movimiento lleno de donaire y que prestara mayor autoridad a su figura , dejó caer el embozo de su gran capa de vuelo , y pronunció con su poderosa voz estas palabras , a las cuales pareció dar cierto aire burlesco : - Hénos aquí providencial mente reunidos por la misericordia de Dios , y precisamente cuando tan lejos me hallaba yo de creerlo , ni aun sospecharlo acaso : tan cierto es que los cálculos de la previsión humana caminan mucho más despacio que esas mismas leyes providenciales también , a cuya influencia no es fácil sustraerse . ¡ Y bien ! estos dos bravos , por lo menos , son dos muchachos de provecho , y me atrevo a recomendaros su buen comportamiento , como que les juzgo acreedores a un galardón proporcionado a esta hazaña , que es grande y meritoria , puesto que se refiere nada menos que a la prisión del muy reverendo en Cristo padre D . Diego Martín Peláez , obispo de Santiago , y os le han conducido poco menos que maniatado a esta gruta . Yo os pido para ellos el premio de su proeza . Era , en efecto , el mismo prelado el que así hablaba . Los aventureros le reconocieron , y cada vez más confundidos , su habitual fiereza se vio humillada , imponente ante la cáustica ironía de aquel famoso sacerdote , de cuya fama ha ocupado algunas páginas memorables la historia . Los que le condujeron allí pertenecían a otra hermandad diferente , y cuyos trajes y armaduras merecen una descripción singular . Vestían cotas de sencilla malla , arneses africanos y armaduras milanesas sobrepuestas en algunos de ellos , de elegantes vestas con cinturón de correa , sobre cuya parte anterior solía brillar una lámina o diploma con cierta cifra , que también variaba en algunos individuos , como también su armamento ; desde la maza claveteada de aceradas púas , hasta la ballesta con su templado arco de nervio de buey y la aljaba morisca ; desde la adarga de tres golpes hasta la alabarda romana y el espadón gótico , con su correspondiente broquel o rodela ; desde las dagas céltica y buida hasta el puñal o alfanje damasquino . Gruesas abarcas de cuero hervido defendían sus piernas curtidas por la inclemencia , y sus pies calzaban una especie de borceguí de la misma materia , rústicamente cerrado . Sobre sus cabezas , cubiertas de un pesado casco metálico , ondeaba una sola garzota elástica , en todos uniforme . Luengas barbas y mechones de cabellos rebeldes daban a aquellas feroces fisonomías un aspecto más repugnante , revelando la verdadera profesión de aquellos prójimos , cuya conciencia , como queda dicho , solía venderse al oro del licitador más pródigo . Y sin embargo , tal es el prestigio de la religión , aun entre la barbarie , que arrastra involuntariamente hacia su poderosa magia los resortes de la conciencia , que es el instinto omnipotente del , alma . Diego Peláez , ministro de esa misma religión tan influyente , no debiera , quizás , sino a su carácter de tal , ese triunfo moral sobre aquella pandilla , cuya pupila parecía apagada en su presencia y como anonadada visiblemente toda su fiereza ruda y salvaje . El prelado parecía paladear y gozar toda la plenitud de su triunfo ante aquel respeto soberano de que era indudablemente objeto ante los aventureros . - ¡ Gloria a Dios y a nuestro soberano pontífice ! , exclamó con su autorizada voz , produciendo un imperioso golpe de sorpresa , que concluyó de humillará aquella pandilla mercenaria , la cual , por su parte , tan lejos estaba de esperar aquel rasgo estudiado , y en cierto modo estratégico . Un ¡ Amén ! general resonó entre aquellos hombres como una descarga eléctrica , que respondió al voto de Diego Peláez , por un impulso unísono , maquinal y espontáneo . - Parece , prosiguió el prelado , cuyo acento tomaba un punto de autoridad más enérgico , que os imponen las palabras del sacerdote en Cristo , insultado en su alto carácter por vuestra malevolencia , o acaso por un conato de sórdida codicia . Ea , pues , profanos , ¡ de rodillas ! Aquellos hombres , cada vez más humildes , por un movimiento rápido y simultáneo , prosternáronse , como impelidos por una fuerza sobrenatural y extraña , como sí un soplo mágico les moviese . - Así es como yo os quiero ver , fieras medio domesticadas por la influyente savia de la civilización , que aun a pesar vuestro , acaso se os ha infundido . Ni podía menos de suceder así en vosotros , que , aunque relajados y criminales , pertenecéis por nacionalidad a esta dichosa España esencialmente católica . Me habéis sorprendido como a un cualquiera , sin retraeros , cuando no , ante determinadas consideraciones sociales , al menos ante la preeminencia sacerdotal de mi jerarquía y la santidad del sacerdocio que ejerzo , al cual no podéis dejar de rendir ahora un tributo de inexplicable respeto . Habéis dado , pues , ese paso imprudente , sacrílego , con el intento de robarme acaso , en lo cual habéis llevado un solemnísimo chasco , puesto que las necesidades del prójimo , que no en vano imploran mi caridad todos los días , y de la cual no creo puedan quejarse , se han encargado de variar hoy mi limosnera , donde no llevo ni un cornado . Callaron todos , mientras que el prelado continuó con cierta satisfacción cada vez más marcada , y que venía a revelar aquella sonrisa , no exenta de intención , que habitualmente vagara siempre en sus delgados labios . - Basta , os confunde el rubor , y leo en esa misma vergüenza la certeza de vuestro arrepentimiento , que ignoro hasta qué punto puede ser sincero y estable : ea , pues , tiempo es ya de acabar , y por cierto que , hallándome en estos momentos a merced de vuestra voluntad , me guardaré muy bien de decidir el medio , limitándome a preveniros que teniendo a mi cargo gravísimos asuntos de conciencia que están sobre todas las exigencias temporales , de suyo primeras , redoblan para mí el valor del tiempo , que es de todo punto precioso . Fijad desde luego la suma en que estiméis mi rescate , y dejadme marchar con la oportuna seguridad de poder llegar pronto y sin obstáculo a Santiago . Uno de aquellos mismos que poco antes condujera allí prisionero al obispo , y que debiera ser jefe de hermandad , adelantó respetuosamente y con dignidad un paso , y dijo , dirigiéndose al mismo , con un lenguaje franco y resuelto : - Los bravos que os han aprehendido , si bien creyeron habérselas con una persona de alto coturno , nunca pudieron llegar a preveer que pudiera rayar tan lejos la fortuna de su hazaña , y este golpe de mano debe redundar en gran lauro de su fama , célebre ya en la comarca , donde cunde en favorable sentido su nombre , bien sentado por cierto . La equivocación pudiera muy bien reducirse a un punto convencional de existencia , anulando sus efectos , en gracia al menos del sagrado carácter que os distingue ; pero , ¿ qué queréis ? , eso sería una capitulación , fácil , quizás , de llevarse a cabo , según la índole de las condiciones que se impusieran más o menos aceptables , y para las cuales deben abrirse negociaciones . - Es decir , repuso Peláez , con cierta acritud recóndita , que es fuerza abrir conferencias sobre el particular , y tratar luego , como si dijéramos , de potencia a potencia , sin conceder ventaja alguna . - No , eso no , contestó obstinadamente el caudillo ; la suerte o la casualidad os ha traído a nuestro poder , y ... - La fatalidad , diréis más bien . - Como queráis : tal vez sea eso que llaman Providencia que debe estar en vuestra cuerda por más que tratéis de desconocerla en este caso ; bien es verdad que , según parece , calzáis puntos de fatalista , lo cual , dicho sea con perdón vuestro , desdice altamente de un hombre de tal valía . Aquello era el epigrama lanzado por la insolencia a la faz de la dignidad torpemente insultada , y que parecía descifrar una intención malévola por parte de aquel hombre osado . Diego Peláez devoró secretamente uno de esos ultrajes que nunca sufriera de persona alguna , si bien desentendiéndose en la apariencia , pudo todavía alentar una esperanza sostenida por la fuerza misma de su espíritu ; él , hombre de mundo y dueño de esos resortes supremos que solamente son patrimonio de las almas de cierto temple . - Me hablabais ahora de condiciones respecto a mi soltura , y en verdad que no habiendo otro medio de obtenerla , será preciso resignarse a ellas , por duras que aparezcan , con tal que sean al menos aceptables , aunque a trueque de algún sacrificio . - Verdaderamente , pues , que comprendiendo el valor de ciertas cosas , el llevar la exigencia hasta un punto al que no pudierais vos llegar sin detrimento de vuestro carácter y de vuestra conciencia , era sentar un imposible , con lo cual ninguna ventaja reportaríamos , nosotros que en nuestra situación precaria necesitamos desviar esos mismos obstáculos para entendernos . - Veamos , pues , qué pedís vos . - ¿ A cambio de qué ? - De mi soltura . - ¿ Nada más que eso ? - Pues ¿ qué otra cosa ? , replicó encogiéndose de hombres el prelado . Aproximósele confidencialmente su colocutor . - El terreno está plagado de malhechores . - Lo sé . - Los tiempos andan revueltos . - ¡ Y bien ! Es cosa sabida . - Las gentes matan más que Dios . - Así sucede por desgracia . - Y tal es la depravación social que reina . - ¡ Oh ! - Que esos mismos delitos suelen quedar impunes con notorio escándalo . - Sí , es la falta de temor de Dios lo que más influye ; así que todas las clases se escandalizan ante ese inicuo sistema que una legislación relajada y viciosa ha establecido en estos reinos , trabajados por las discordias civiles , por la barbarie musulmana y por esa multitud de circunstancias , que derivan sus resultados de esas mismas causas radicales nacidas de las pasiones que las producen , como consecuencia necesaria de ellas . Pero volvamos a nuestro asunto , cuya idea hemos distraído : ¿ a dónde ibais a parar con vuestras observaciones ? - A nuestro centro únicamente . - ¿ Cómo , pues ? - De un modo muy sencillo . ¿ Convenís ahora conmigo en ellas , eh ? - Indudablemente , y como consecuencia de todo , en que el trecho que debo atravesar para llegar a mi casa ofrece riesgos atendibles . - Es que hay medios de atenuarlos y conjurarlos , pudiendo llegar vos salvo e ileso ; y esos medios están en mi mano y a vuestras órdenes . - ¡ Ah ! Ya voy comprendiendo , y esos mismos medios deben tener un premio proporcionado en vuestra tarifa . - Pues , lo habéis acertado . - Por consiguiente , formarán en su caso una parte proporcional , integrante y colectiva de la convención . - Precisamente , como que al sustraeros en tal caso a esos peligros , mi gente los acepta y los busca , lo cual creo que , merece un galardón para esos pobres muchachos que viven a costa de esos percances y trafican con su vida , que no tiene precio . - En fin , basta de filosofía y abreviemos . Resulta que por equivocación o por malicia me hallo en vuestro poder , y lo que es peor , a merced de vuestro capricho , que puede desplumarme , pero que por otra parte renunciáis vuestro derecho y me dais soltura , aún más , me dais escolta y me defendéis a punta de lanza , conduciéndome incólume a mi palacio a través de estos riscos y al abrigo de cualquier fechoría : ¿ no es esto mismo ? - Lo adivinasteis ; y en cambio de ese gran servicio ... - Dejadme concluir , puesto que conociendo a fondo ciertos pormenores , y comprendiendo la situación en que os halláis , no se me oculta el medio compensador que pudierais proponerme en este caso , aun llevado a su último límite . Oid pues . Y retirándose más al fondo de la gruta con su interlocutor , mientras que los demás aventureros formaban una especie de cuerpo de guardia junto a la puerta , continuó el prelado : - Dentro de breves días deben celebrarse los esponsales de mi deudo el conde de Moscoso y Altamira , Payo Ataulfo , con la baronesa Constanza de Monforte . La alianza de ambas casas va a crear un vínculo favorable a mis intereses , por más que no sea del cumplido agrado de su señoría el rey D . Alfonso , con quien no voy de acuerdo por desgracia en ciertos asuntos : y en tal caso , allá en mi conciencia pecadora , tal vez creo deber coadyuvar moralmente a la realización de esa alianza , si se me consultara sobre ella , a la vez que atendida la pobreza de ambos estados , si se les deja áislados en medio de la lucha feudal que por do quier se agita , pudieran verse aniquilados . En este caso , prescindiendo de cierto género de consideraciones que omito , y reforzada mi influencia con este paso , pudiera yo hallarme entonces en posición de seros útil , y bajo este precedente voy a proponeros un partido , si bien tomando mi recíproca os impongo a mi vez una condición indeclinable . Vuestra situación , como ya dije , es sumamente crítica y apuradísima , hasta comprometida , lo sé , y esto no podéis negarlo : debéis la vida a la justicia , puesto que habiendo levantado pendón y tomado armas contra el monarca , vasallos rebeldes , os colocasteis en una pendiente fatal , y vuestra cabeza le pertenece . No pudiendo , pues , esperar gracia de ese príncipe , cuya inflexibilidad es bien notoria , debéis procurar buscar un refugio , a cuya sombra pudierais medrar sin contingencia . En Altamira , si se obtiene la sanción de esa alianza de que os he hablado , estoy seguro de que por mi mediación se os podría admitir a sueldo en las banderas señoriales , si bien se entiende bajo la condición de todo punto precisa , que acabo de anunciaros , esto es , que habéis de variar de conducta , convirtiéndoos al buen camino , a fuer de cristianos temerosos de Dios y sus santos preceptos , amando al prójimo , no robando ni asesinando , ni cometiendo , en fin , esos repugnantes sucesos que rebajan al hombre ante sus semejantes , rasgando al propio tiempo el pacto social , tan santo e improfanable . De esta suerte podréis hallar el apoyo y protección que necesitáis , y mi influencia , más o menos poderosa , garantizará en lo posible vuestra seguridad , pudiendo tal vez crearos a su amparo , y al del nuevo señor a quien sirváis , un porvenir cualquiera , proporcionado al mérito de vuestras acciones , y convirtiéndoos por último en hombres de provecho . - Aceptamos el partido , repuso el aventurero , y no creo os arrepintáis de vuestro buen deseo , días ha que un desengaño triste , sugerido por la experiencia , me infundió una idea idéntica y desde entonces medito cómo debía combinar las circunstancias para poder dar un cuarto de conversión que ha llegado a ser una necesidad apremiante de todo punto . Creedme , este género de vida es bien triste , y aquí como nos veis , solo la necesidad de sacar un partido en medio de nuestra pobreza , nos obliga a darnos ese aire vandálico y a perpetrar actos de rapiña que no están en nuestra conciencia siempre . ¿ Qué queréis ? , el terror lleva sobre la prudencia y moderación una ventaja , puesto que deslumbrando el ánimo con sus alardes , obra como un agente enérgico que arrebata sin tregua el fruto de sus sorprendentes estímulos . - ¿ Estáis seguro de lo que decís ? - Señor , yo , en mi nombre y en el de todos estos buenos muchachos , solo espero el momento de prueba , si así no fuera , almenas tiene Altamira para colgarnos . - Basta , espero que mi proyecto se convertirá pronto en hecho , y que podréis dar al mando un buen ejemplo . Heos aquí un nuevo motivo que me obligará a redoblar mis gestiones por lograr la realización de esa alianza que ya indiqué , y que debe obtenerse a cualquier costa , aunque solo sea porque debe restituir al buen camino a 25 o 30 hombres que , vuelta la espalda a la virtud , tienen al propio tiempo comprometida su vida y arriesgada su suerte . Una señal de cordial aquiescencia por parte de todos respondió a las palabras del obispo , cuya mano besaron visiblemente conmovidos , así como también una especie de pendoncillo muy puesto en uso entonces , y que él desplegó , en el cual estaban bordadas a realce las armas del patrón de España . Diego Peláez alzó ceremoniosamente el brazo y trazó tres cruces simbólicas sobre aquel grupo de vagabundos medio convertidos , y cuyas cabezas inclináronse de nuevo para adorar la enseña emblemática del Santo apóstol . Un ¡ viva ! entusiasta y sonoro se alzó entonces entre aquella gente perdida , dilatando satisfactoriamente el pecho del prelado , el cual acababa de obtener un triunfo moral sobre aquella grey desmoralizada y díscola . - Siento , dijo , no tener dinero que daros para celebrar a mi salud este acontecimiento memorable , sin embargo , puesto que es necesario dejaros un recuerdo , sea éste , cuyo valor no es cosa despreciable por cierto . Y despojándose de una magnífica cadena con una preciosísima cruz de brillantes , la entregó al jefe de los aventureros , como se arroja un mendrugo de pan a un perro , para comprar su fidelidad . Un momento después , precedido de dos guías y escoltado por un grupo de vagabundos con su jefe , su ilustrísima libre ya y salvo , abandonaba aquellos sitios con dirección a Santiago . Ha llegado ya el caso de decir algo acerca del matrimonio de la baronesa Constanza de Monforte . Ante todo vamos a reparar un involuntario olvido , antecedente esencial para nuestro objeto y omitido hasta ahora en la narración . Gudesteo de Limia , rico segundón de una opulenta casa de Galicia , había sido nombrado tutor de la huérfana baronesa por disposición testamentaria de su difunto padre el conde de Monforte en sus últimos momentos , y cuya institución , consultada que fue a la corona , recibió la sanción regia incondicionalmente y sin reserva alguna . Este personaje , hidalgo harto desgraciado en sus ambiciosas empresas , y que cediendo al carácter clásico de aquella nobleza turbulenta y rebelde , probara suerte mas de una vez en las rencillas y colisiones que se cruzaran entre sus altivos magnates , tenaces en su sistema y orgullosos hasta el punto de no tornar en cuenta los accidentes prósperos o adversos de aquella lucha perdurable por abandonar su empeño , que por otra parte seguían tenaces y con una constancia ciegamente sistemática : este hombre , repetimos , si bien de alta alcurnia , arruinado por su larga carrera de prodigalidades y locas tentativas , sin influencia moral , reprobado , aborrecido en el concepto público y sobre cuya cabeza pesaran severas responsabilidades , casi viejo ya , achacoso y débil , hubo de ceder forzosamente al destino , y no contándose , al parecer , seguro con sus propias fuerzas ni con las de sus deudos y aliados , pobres señores como él , también arruinados por el descrédito y el desorden , aislado , solo en aquel su castillejo gótico , solía siempre retirarse con la sonrisa en sus labios y el corazón rebosando rencor y odio , guareciéndose al abrigo de su pupila y buscando un amparo en su propio castillo de Monforte . Todo esto sucedía hacia la época a que nos referimos . Sentado , pues , este precedente , volvemos a anudar de nuevo nuestra interrumpida narración . Instruido Gudesteo de las relaciones amorosas que mantenía su pupila , según se aseguraba de público , con el rey Alfonso , relaciones recatadas en un principio , y que , saltando los límites de un escándalo simplemente doméstico , no eran ya un secreto para el vulgo , trató de poner correctivo a aquellos amores culpables que tanto ultrajaran el bien sentado nombre y la notoria reputación de aquella casa . Para ello , aun a trueque de arrostrar mil , peligros , desplegó una vigorosa energía , hasta el extremo de aislar a la joven , encerrándola en una de las torres del castillo ; con cuya medida logró interrumpir sus galanteos con el rey por algún tiempo .