Biblioteca de ambos mundos Un año entre los salvajes , viajes y aventuras del doctor Smith por don Ramón Ortega y Frías Madrid : Librería de Anillo y Rodríguez , Calle del Olivo , números 6 y 8 1875 Antes de principiar el relato de este atrevido viajero , nos parece conveniente decir algo sobre sus circunstancias y carácter , pues así se comprenderán mejor los sucesos que han de darse a conocer en este libro , sucesos extraordinarios , raros , sorprendentes hasta el punto de que muchos pudieran calificarse de maravillosos . El doctor Smith había nacido en Escocia , y sus padres poseían algunos bienes que les permitían vivir con desahogo . Estudió con mucho aprovechamiento la medicina , distinguiéndose particularmente en las ciencias naturales . Desde niño había mostrado gran afición a viajar , envidiando a esos grandes hombres que con una abnegación sin límites han sacrificado su vida en bien de la ciencia , sin aspirar a otra recompensa que a la satisfacción de haber cumplido sus deberes siendo útiles a la humanidad . Sin embargo , no pensó Smith en abandonar su patria , donde tenía todas sus afecciones ; pero las circunstancias le hicieron adoptar distinta resolución . Según las noticias que han podido adquirirse , Smith cifraba toda su dicha en el amor de una joven a quien había creído digna de ser adorada ; pero , según parece , antes de realizar su boda sufrió un horrible desengaño . Smith era uno de esos hombres de gran fuerza de voluntad y que se dominan fácilmente ; pero sufrió mucho , por más que aparentemente hubiera conseguido conservar la calma . Aún no había transcurrido un año citando su padre murió de repente . No le quedaba al joven en el mundo más que su madre , a la que adoraba , y en ella reconcentró toda su ternura ; pero como si la más implacable fatalidad se hubiese propuesto poner a prueba la fortaleza de espíritu de aquel hombre , antes de que pasase otro año , su madre , joven aún , perdió la vida al caer de un carruaje , cuyos caballos se desbocaron . Smith se encontró solo en el mundo , en esa soledad de alma que es la más horrible de todas , y le pareció que no había nada tan bello como la muerte , que no había descanso tan agradable como el de la sepultura . Tampoco entonces perdió la serenidad ; pero alguna vez pensó en el suicidio . Era cristiano , buen católico , y aun cuando no lo fuese , comprendió que el suicidio no significa más que la cobardía o la locura , y él no era ni loco ni cobarde . ¿ No había nacido para sufrir ? ¿ No era la vida una lucha constante y una serie de sacrificios ? ¿ No tenía que cumplir , como toda criatura , una gran misión , la de ser útil a sus semejantes ? ¿ Por qué no llegar al fin del penoso camino ? ¿ Qué valor tenían algunos sufrimientos más o menos ? Si la hiel del desengaño había emponzoñado su alma , si el dolor la había destrozado al perder a los seres más queridos , ¿ qué le quedaba que sufrir , qué debía temer ? Después de la última desgracia que había experimentado , buscó Smith la soledad y se instaló en una casa de campo donde no veía más que a sus dos criados , Jorge y Ana . Allí se consagró a la lectura , al estudio , y poco tiempo después volvió a pensar en los viajes , preguntándose por qué no había de abandonar entonces su patria , cuando habían dejado de existir los únicos seres que constituían su felicidad . Poco tardó en decidirse : vendiendo una parte de sus bienes reunió una cantidad sobrada para llevar a cabo su empresa . Inmediatamente , y sin participar a nadie su propósito , hizo todos los preparativos convenientes , sintiéndose aliviado , porque aquella distracción permitía descanso a su espíritu . No lo quedaba que hacer más que otorgar testamento ; pero antes llamó a sus criados , dándoles a conocer sus proyectos , y haciéndoles comprender que solo así le sería soportable la existencia . Ana , que hacía cuarenta años estaba al servicio de la familia Smith , manifestó con abundantes lágrimas su dolor ; pero prometió resignarse . Jorge no lloró , ni pronunció una palabra , concretándose a inclinar la cabeza y quedar meditabundo . El fiel criado era joven aún , puesto que no tenía más que treinta años . Estaba dotado de clara inteligencia , era ingenioso y bastante astuto , valeroso y de nobles sentimientos . había entrado muy joven en la casa , y profesaba a su señor el más tierno cariño . Al día siguiente Smith se dispuso a otorgar testamento , puesto que lo más probable era que muriese durante su largo y peligroso viaje . Entonces fue cuando el criado le dijo : — Señor , os conozco demasiado bien y sé lo que haréis al consignar vuestra última voluntad . — No haré más que lo que debo . — No tenéis parientes , ni siquiera verdaderos amigos ; nos amáis y de seguro habréis pensado en ponernos a cubierto de la miseria . — No te equivocas , mi querido Jorge , y te agradezco que hagas justicia a mis sentimientos . — Pues bien , no contéis conmigo , puesto que yo también he decidido viajar y abandonaré esta casa ; al mismo tiempo que vos . — ¡ Jorge ! ... — Mi resolución es firme . — ¿ Adónde piensas ir ? ¿ Por qué no te quedas con la pobre Ana , cuya vejez necesita apoyo ? — Iré con vos . — ¡ Conmigo ! ... Imposible , Jorge . — ¿ Y por qué ? — La clase de viaje que he de hacer por lugares donde todavía no ha puesto la planta el hombre civilizado … — Señor , con vos quiero vivir o morir . ¿ Acaso creéis que el valor , me falta para hacerlo mismo que vos ? — Ya sé que no eres cobarde . — Y si no me permitís acompañaros , Dios sabe adónde me conducirá mi desesperación , puesto que aquí no he de quedarme , y será completamente inútil que penséis en asegurar mi porvenir legándome una parte de vuestros bienes . No exageraba Jorge , porque su resolución era irrevocable . En vano se esforzó el doctor para disuadirlo , y al fin le fue preciso acceder . Mucho se alegraba Smith de que lo acompañase su fiel criado , que más bien debía ser su íntimo amigo , porque le serviría de gran consuelo , sin contar con que sería un auxiliar de muchísima importancia . Hizo el testamento , dejando por mitad sus bienes a sus dos criados , y todos a la buena Ana en el caso de que Jorge muriese también durante el viaje y antes de entrar en posesión de la parte que le correspondía . El doctor no había olvidado nada de cuanto pudiera serle útil , y una vez arreglado todo , despidiéronse de Ana y partieron . El plan de Smith era desembarcar en las costas de la Guinea meridional , en Loanda si le era posible , encaminándose después al Occidente para recorrer el territorio en gran parte desconocido del interior del África del Sur , explorando una parte del Zambezi y yendo después , bien hacia el lago Maraví para entrar en el Zanguebar y llegar a Zanzibar , o por el contrario dirigirse al Sur y terminar el viaje en el cabo de Buena-Esperanza . Si Dios le daba vida podía luego navegar por el mar de las Indias , desembarcar en Asia , visitar la Meca , Medina y Jerusalén , pasar a Damasco y a Trípoli y volver desde allí a Europa . Probablemente no saldría del África , pues era casi imposible que no muriese allí , ya por efecto del clima , ya entre los salvajes mucho más temibles que las fieras . El buque en que iban nuestros viajeros debía seguir hasta el Cabo ; pero haciendo escala en distintos puntos , y particularmente en San Luis , Fernando Póo y Loanda , que era donde debían quedarse el doctor y Jorge . La navegación no pudo ser más feliz hasta el Ecuador , y cuando el buque hacía rumbo al golfo de Guinea después de haber doblado el cabo de las Palmas , se desencadenó la tempestad tan furiosamente que era imposible gobernar la nave . Esta fue además llevada por las corrientes y después de doce horas que la tripulación apenas fue bastante para reparar averías , la tormenta empezó a calmar , si bien el buque se encontraba muy lejos del golfo y había avanzado gran distancia hacia el Sur . Los navegantes habían salvado la vida , y se había salvado también lo principal del cargamento , pero cuando se entregaban a los transportes de la alegría y daban gracias a Dios y el capitán se disponía a buscar el derrotero conveniente , se inutilizó la máquina , el horizonte se cargó de nubes y otra vez rugió la tormenta . El apuro llegó bien pronto al último extremo ; fue precioso picar todos los palos , privándose así del único recurso que les quedaba para dirigirse a la costa cuando lo permitiese el estado del mar . — ¡ Estamos perdidos ! — se oyó gritar por todas partes . Cundió el pavor . El capitán era valeroso y cumplía sus deberes sin cuidarse de su vida . Smith estaba completamente sereno . ¿ Qué le importaba el peligro , que le importaba la muerte ? Sobre cubierta , con los brazos cruzados y la cabeza erguida miraba a su alrededor , contemplando impasible , ya las negras nubes que se amontonaban o parecían desgarrarse para dar paso a las corrientes de electricidad , ya el oleaje , que se levantaba como montañas , cuya cumbre se perdía en el horizonte o se abría en insondables abismos donde el buque debía desaparecer de un momento a otro . Hubiérase dicho que el doctor se extasiaba escuchando la imponente música de los truenos , el silbido del vendaval , y el rugido sordo de las aguas . A su lado estaba Jorge con el rostro contraído , y la mirada sombría . Nada temía por él , pero sí por su señor . Todos gritaban , ya para suplicar al Omnipotente , ya para manifestar el pavor de que estaban poseídos , y nuestros dos viajeros permanecían inmóviles y mudos . Nadie se cuidaba de ellos ni ellos de los demás , porque a nadie podían prestar ningún socorro . Aún tenían que sufrir otra desgracia , y sucedió que cuando con mayor furia rugía la tempestad , inutilizóse también el timón . El barco quedó , pues , completamente a merced del oleaje . ¿ Dónde se encontraban ? No lo sabían , ni era posible que lo calculasen en aquellos momentos . Cerró la noche . Las densas tinieblas hicieron doblemente horrible la situación . Empezó a cesar la tormenta ; pero ¿ qué importaba ? Nada podían hacer más que dejarse llevar . El buque avanzó entonces con inconcebible rapidez hacia el Sur , y así pasaron toda aquella horrible noche , cambiando de dirección hacia Oriente cuando amanecía . Tres horas después tuvieron que ocuparse todos con las bombas para sacar el agua , resultando así que desatendiesen un peligro para acudir a otro . Ya era imposible toda salvación . Aunque la tormenta había cesado , el oleaje continuaba embravecido . Por fin el capitán reunió a la tripulación y los pasajeros , diciéndoles que no había más que una lejana esperanza de salvación , pasando a los botes y dirigiéndose hacia el Éste , pues creía que no estaban muy lejos de la costa . La proposición fue aprobada por todos . Abandonáronse las bombas . Echáronse al agua los botes , donde se colocaron cuantas provisiones fue posible . Inmediatamente viéronse llenas las pequeñas embarcaciones , pues todos se apresuraron a dejar el buque , que no debía tardar en sumergirse . Sobre cubierta quedaron tres hombres ; el capitán , que cumplía un deber permaneciendo allí hasta el último instante , y el doctor y su criado , que con tanta indiferencia miraba la muerte . — ¡ A los botes ! — les gritó el capitán . — Y vos con nosotros — les respondió tranquilamente Smith , puesto que aquí nada tenéis que hacer . Entonces tuvo lugar una escena tan breve como terrible : una oleada pasó sobre la cubierta , envolviendo a aquellos tres hombres . No pudieron darse cuenta de su situación . Cuando el doctor empezó a desaturdirse , y se puso en pie , vio a Jorge que se levantaba . ¿ Y el capitán ? Había desaparecido . Miró Smith a todos lados . A muy larga distancia , y en distintas direcciones , vio los botes , que eran juguete del oleaje . Nuestros dos viajeros habían quedado , por consiguiente , solos en el desmantelado buque , solos en medio del Océano , sin más amparo que el de Dios . Nada les era posible hacer para salvarse . El doctor , siempre con su inalterable calma , tomó un anteojo y miró hacia Oriente , sin descubrir más que el agua y el horizonte . Luego desplegó una leve sonrisa , miró a su criado y le dijo : — Mi querido Jorge , vamos a morir muy pronto , porque si bien es verdad que avanzamos hacia la costa , antes de llegar se habrá sumergido el buque , y tampoco se descubre otro que nos preste ayuda , sin contar que aun a vista de la tierra pereceríamos por falta de un bote . — Yo he perdido la última esperanza , señor . — Lo siento por ti , pues ya sabes lo que a mí me importa la vida . — ¿ Qué más tenéis que decirme ? — Que deseo que tu alma se salve , ya que no hay salvación para el cuerpo . Jorge miró a su señor , hizo un gesto de desdén profundo , se encogió de hombros y se sentó . No volvieron entonces a pronunciar una palabra . Smith siguió mirando con el anteojo , sin dar muestras de ansiedad ni de temor y como quien se distrae porque otra cosa no tiene que hacer . Las nubes empezaron a disiparse , y pudo verse el sol . El buque , impelido siempre por el viento y el movimiento de las aguas , avanzaba con mucha rapidez . Después de una hora , dijo el criado : — Señor , me ocurre una idea . — ¿ Cuál ? — preguntó fríamente Smith . — Me parece que todavía podemos hacer algo en el último apuro . — Desengáñate , Jorge , que lo único que podemos hacer es prolongar nuestra agonía sufriendo mucho más , y la prolongaremos , porque cuando el buque se haya sumergido , tendremos que entablar una lucha con las olas , cumpliendo así nuestro deber de defender nuestra existencia . — Os hablaré con franqueza , — repuso Jorge con perfecta calma , pues era digno criado de tal amo . — Di cuanto quieras , puesto que no tenemos que hacer otra cosa más que hablar . — Yo no estoy cansado de la vida ; pero sí juro que no me espanta la muerte . — Ya lo sé . — Me parece estúpido molestarse sin necesidad . — Por eso no hago nada . — Sin embargo , cuando el buque se haya sumergido , nadaréis , os asiréis a un trozo de tabla , haréis todos los esfuerzos imaginables para conservar la vida algunos momentos más . — Porque no hacerlo así sería como suicidarme , lo cual nos prohíbe nuestra religión , nuestra razón y hasta nuestra dignidad . — Estaremos más o menos tiempo a merced de las olas , esto es indudable . — Sí . — Y ese tiempo quiero pasarlo lo más cómodamente posible . — La idea es buena , mi querido Jorge . — Supongo que el buque ha de sumergirse antes de que nos sea posible construir una balsa ; pero podemos preparar algunos barriles o cajas , según nos parezca mejor , y así nos mantendremos a flote sin tomarnos el trabajo de nadar , y tendremos también la ventaja de llevar algunas provisiones , evitándonos los tormentos del hambre y de la sed . — Buena idea , buena idea — volvió a decir el doctor . — Pues si os parece bien ... — Manos a la obra , Jorge . Amo y criado fueron ante todo a reconocer el interior del buque para ver el agua que hacía , y calcular así el tiempo de que podían disponer . Luego se ocuparon en subir a cubierta algunos barriles vacíos , uniéndolos con cuerdas a fin de que pudieran colocarse los dos , y morir o salvarse sin haberse separado . Hecho esto , se ocuparon de las provisiones de boca , que debían llevar en zurrones , tomando lo que les pareció que había de serles más útil , ya en el caso de que permaneciesen en el mar , ya en el de que el oleaje los arrojase a la costa . Decidieron no abandonar el buque si no en el último instante , o más bien esperar a que el buque los abandonara , dejándolo sumergirse , y quedando ellos a flote sobre los barriles . Como ya nada tenían que hacer , entablaron la más tranquila conversación . Dos horas más trascurrieron así . De repente grandes olas se levantaron , yendo a estrellarse en la popa , y Jorge gritó : — ¡ Tierra ! Miró el doctor hacia Oriente , y vio una faja blanquecina . — Es posible — dijo — que hayamos trabajado en balde . No tardaron en distinguir muy claramente con el anteojo la arenosa playa , limitada en ambos lados por desiguales promontorios de roca , en cuya basé se arremolinaban las aguas , formando blancas espumas matizadas de verde . El viento , las olas , las corrientes impelieron entonces con violencia el buque , que parecía haber sido lanzado hacia la costa por la mano de un gigante . — ¿ Qué debemos hacer ? — preguntó Jorge . — El buque se estrellará muy pronto — respondió Smith . — Creo que nos conviene apelar a nuestros barriles . — ¿ Quién sabe lo que es mejor ? — Pues decidid . Reflexionó el doctor algunos instantes y luego dijo : — Me quedaré . — Pues nos quedaremos , repuso el criado . Y ambos guardaron , silencio y fijaron la mirada en la tierra , donde tal vez los esperaba la muerte . No tardaron en salir de dudas . Viéronse a muy poca distancia de la arena . Las olas se levantaron como si quisieran llegar al cielo , y el buque se elevó también sobre aquellas líquidas montañas . — ¡ Dios misericordioso , perdonad a estas pobres criaturas ! — exclamaron el doctor y Jorge . El barco descendió rápida , instantáneamente , detúvose , crujió , y su violenta sacudida hizo caer a nuestros dos viajeros . Debía creerse que estaban sobre un banco donde la embarcación acabaría de destrozarse muy pronto ; pero tenían cerca la tierra y aún podían abrigar esperanzas de salvarse aunque fuese a nado . Levantáronse tan pronto como les fue posible . Miraron a su alrededor , viendo una extensión de agua sin oleaje , pero que parecía correr hacia Occidente . Desde el buque a la seca arena no había más de doscientos o trescientos metros . — ¡ Nos hemos salvado ! — exclamó Jorge . — Así parece , porque ese pequeño espacio lo cruzaremos fácilmente sobre nuestros barriles , y aún podremos ir y venir para sacar del buque todo aquello que para nosotros tenga valor . — Está visto , la muerte huye de quien la busca . — Sí , es caprichosa . — La embarcación no se mueve , y supongo que la quilla está clavada en un banco . — Indudablemente . — Cuando bien os parezca , echaremos al agua nuestros barriles . — No tenemos prisa . — Pero como tampoco tenemos nada que hacer aquí … — Déjame calcular la distancia que hemos de recorrer . Volvió a mirar el doctor y luego dijo : — Cosa extraña . — ¿ Qué encontráis de particular ? — Juraría que ahora estamos mucho más cerca de la tierra que al encallar . — Me parece que no os equivocáis . — Observa … — Sí , parece que la tierra se nos acerca . — ¡ Ah ! Comprendo No estamos sobre un banco , sino en la playa . — ¿ En la playa ? — Que se ha inundado , y ahora el agua se retira . — No podemos pedir más a la fortuna . — Y puesto que tú eres de opinión de que debemos hacer las cosas lo más cómodamente posible .. — Esperaremos , sí , y luego saldremos del buque como quien sale de su casa . El doctor se sentó tranquilamente , encendió un cigarro y siguió contemplando el agua . Efectivamente , el buque había sido arrojado a tierra y debía quedar en seco . Los náufragos , en medio de su gran desgracia , tenían que considerarse afortunados . Habían salvado la vida , y por de pronto contaban con alimentos abundantes , pues el buque iba muy bien provisto . En tanto que las aguas se retiraban , y convencido el doctor de que nada tenían ya que temer , ocupóse en examinar el paisaje que a su vista se presentaba . A derecha y a izquierda , según ya dijimos , levantábanse desiguales promontorios de roca . Al frente se extendía la llanura cubierta de arena hasta la distancia de unos tres kilómetros , y más allá el terreno se elevaba gradualmente , formando ondulaciones . Allí estaba el suelo en casi toda su extensión cubierta de yerba , sobre la que se levantaban algunos gigantescos árboles , y hacia la derecha se divisaba la espesura de un bosque . Más lejos algunas montañuelas , áridas o cubiertas de verdura , terminaban al horizonte . No se descubría ninguna población , ni siquiera una choza . Muchas aves cruzaban el espacio por la parte donde había vegetación . Extraño era que aquella comarca que parecía tan fértil estuviese despoblada . En aquellos momentos no podía el doctor hacer ningún cálculo para averiguar la latitud en que se encontraban ; pero sí estaba convencido de que habían ido mucho más allá de Loanda . Una vez examinado el paisaje en cuanto era posible , Smith miró al lado opuesto con la esperanza de descubrir alguno de los botes ocupados por sus compañeros de naufragio ; pero no divisó más que el oleaje , que aún se agitaba violentamente . Al cabo de dos horas no pudo ya quedarles duda de que el buque estaba clavado en la playa , porque ésta había quedado seca . — Soy de opinión — dijo el doctor — de que comamos aquí , porque lo haremos con mayor comodidad que sobre esa arena y al sol , y luego , recuperadas las fuerzas y con el espíritu tranquilo , recorreremos estos alrededores para examinar mejor el terreno , y volveremos a dormir a nuestro buque , y mañana pondremos en práctica la resolución que bien nos haya parecido adoptar . — Pues bajaremos , porque aquí se siente demasiado el calor . — Y te advierto , mi querido Jorge , que desde ahora tenemos que tratarnos con la intimidad y la franqueza de dos amigos . — Señor … — De otra manera no podríamos vivir . — Sin embargo … — Así lo quiero , y así será . — Gracias … — Principiaremos por comer juntos , y entre los dos soportaremos todas las fatigas . La voluntad del doctor fue cumplida , lo cual no quiere decir que Jorge dejase de tratar respetuosamente a su señor . Aquellos dos hombres eran igualmente valerosos y serenos , como ya hemos visto ; pero no tenían el mismo carácter , y Jorge , que no había sufrido como el doctor , y que no consideraba enojosa la vida , era más hablador , más comunicativo y pocas veces se entristecía . Comieron con el mejor apetito . Smith encendió un cigarro y Jorge su pipa , y mientras hablaban de los pasados sucesos como quien habla del más sencillo asunto , vaciaron algunas copas de ron . Tomaron luego sus armas , porque sabían muy bien que por allí no debían dar un solo paso desprevenidos , y salieron del buque , que entonces lo consideraban como un palacio . Eran las tres de la tarde . Avanzaron en línea recta hacia Oriente , y media hora después entraban en el terreno cubierto de yerba . Era esta muy alta y les molestaba para andar . Esperaban encontrar agua muy pronto . Detuviéronse algunos minutos para descansar y examinar otra vez el terreno . Tampoco entonces distinguieron señales de población . Dirigiéndose hacia la derecha , se aproximaron al bosque ; pero antes de llegar encontraron un arroyo que apenas tendría tres metros de anchura y que corría de Norte a Sur . El agua era bastante clara y apagaron la sed . No debían perder mucho tiempo , y determinaron aprovechar el que les quedaba de día para volver hacia las rocas , por si desde un punto más elevado descubrían alguna aldea . Al cabo de otra hora trepaban por los peñascos hasta donde les era posible . Esto trabajo fue completamente inútil , porque solo consiguieron descubrir alguna más extensión del espeso bosque . El doctor hizo un gesto de disgusto . ¿ De qué les servían las provisiones y objetos que tenían en el buque si no contaban con medios de trasporte ? Muy triste era abandonar todo aquello que tan necesario había de serles muy pronto . No habían de permanecer a la orilla del mar y en su improvisada vivienda , puesto que habían ido al África para viajar . El sol empezaba a ocultarse cuando descendieron de las rocas y volvieron al buque . Cerró la noche , y después de cenar lo dijo Smith a su criado : — Acuéstate y duerme mientras yo vigilo , reflexiono y trazo el plan que debemos seguir . — Vos también necesitáis descanso . — Dormiré luego y tú velarás , porque en esta tierra es preciso vivir así . De otra manera nos expondríamos a ser objeto de un ataque de la gente del país , y sucumbiríamos si nos cogiesen desprevenidos . Te recuerdo que no somos amo y criado , y que por consiguiente hemos de compartir la fatiga . Jorge obedeció . El horizonte se había despejado y el doctor abrigó la esperanza de poder calcular aquella noche la latitud y longitud , averiguando así el lugar donde se encontraban . Mientras lo hacía , a hora bastante avanzada de la noche , oyó los rugidos de las fieras que se encontraban a larga distancia . Fuera de este ruido y el del oleaje , no percibió otro . Meditó con la calma que le era propia . Había emprendido su viaje para lanzarse a las más arriesgadas aventuras , y por consiguiente , decidió principiar la marcha apenas amaneciese , aprovechando la frescura de la madrugada , y descansando luego en el bosque . Su plan lo conoceremos oportunamente . A las dos se levantó Jorge , y el buen doctor entregóse al más profundo y tranquilo sueño . En aquella región el crepúsculo es muy fugaz , y aún puede decirse que no lo hay , pues el sol aparece y se oculta casi repentinamente . Smith se levantó cuando se dejaban ver los primeros rayos del astro del día . Brevemente explicó su plan a Jorge , que no hizo ninguna observación . Llenaron sus grandes zurrones con cuanto podían necesitar para alimentarse , tomaron los objetos que debían serles útiles y sus armas , y encomendándose a Dios salieron del buque . Ahora , lector , que conoces todos los antecedentes , dejaremos hablar al doctor , o lo que es lo mismo , copiaremos sus memorias o diario , sin hacer otras alteraciones que las de pura necesidad para que no resulte pesada la lectura de este libro . De mis cálculos resultaba que nos encontrábamos a los 17 ° de latitud Sur , o lo que es igual , al Norte de Cabo-Frio , resultando así que estábamos a una distancia muy respetable de Loanda . No había que pensar en dirigirse a este último punto , pues aún caminando siempre por la costa para mayor seguridad , hubiéramos necesitado muchos días , atravesando arenales donde ningún socorro , ni siquiera el del agua , debíamos esperar . Una cosa es no tener miedo a la muerte , y otra buscarla a sabiendas de que ha de encontrarse , lo cual no es sino un suicidio más o menos disimulado , y el suicidio me repugna , ya lo considere como extravío de la razón , o como una cobardía , porque falta el valor para soportar los sufrimientos que constituyen nuestra existencia . Caminar hacia el Sur y también por la costa era lo mismo que renunciar a las exploraciones que tanto encanto tenían para mí , pues con más o menos trabajo hubiésemos concluido por llegar al territorio del Cabo , encontrándonos allí desprovistos de recursos y teniendo que retroceder con mil dificultades para recorrer el interior del territorio africano , que era el objeto de mis ilusiones . Mi propósito demasiado firme no me permitía abandonar mis proyectos , y , por consiguiente , solo pensé en sacar el mejor partido de la crítica situación en que nos encontrábamos . Si conseguíamos encontrar pronto una población , no necesitábamos más . Como en aquel territorio la moneda no tiene ningún valor , determinó que llevásemos algunas de esas bagatelas que tanto estiman los negros y que podrían sernos muy útiles para halagarlos y pagarles sus servicios . En nuestros grandes zurrones habíamos colocado galleta , carne salada , grasa y algunos otros comestibles , sin olvidarnos de la sal , el café y el azúcar , y algunas botellas de aguardiente . De nada podíamos llevar grandes cantidades , pues teníamos que contar con nuestras fuerzas y y con el peso de nuestras armas , municiones , hachas y algún otro utensilio absolutamente indispensable . Aún así era bastante el peso que llevábamos , que nos fatigaría doblemente bajo aquel sol abrasador . Convinimos en no tocar nuestras provisiones sino cuando no encontrásemos nada para alimentarnos , y así nuestros recursos serían más duraderos . Parece una locura , y quizás lo es , que dos hombres , sin más auxilio que el de la Providencia , se lancen a través de aquellos lugares desconocidos donde no han de encontrar más que fieras y salvajes . ¿ Qué sería de nosotros si enfermábamos al mismo tiempo , lo cual era muy fácil ? Moriríamos en aquella soledad y sin ningún consuelo en nuestra agonía . Ni estas consideraciones ni otras más tristes nos detuvieron , y avanzamos resueltamente y con cuanta rapidez nos permitía el peso de nuestra carga . Aún no había transcurrido una hora , cuando nos sentíamos muy sofocados y teníamos que detenernos para descansar a la sombra de un pequeño grupo de frondosos árboles . No caminamos aquel día rectos a Occidente como el anterior , sino desviándonos a la derecha , porque deseábamos llegar cuanto antes al bosque , donde siquiera frescura habíamos de encontrar . Contemplamos el paisaje . Vimos entre las aves algunas palomas , lo cual era una dicha , porque podrían servirnos de alimento si no encontrábamos otro . Jorge miraba con sorpresa cuanto le rodeaba , particularmente aquella vegetación vigorosa , de la que ni remota idea pueden formar los europeos . Seguimos nuestra marcha siempre hacia el bosque , y a las diez y media llegábamos al arroyo , que allí era más ancho y llevaba más agua , porque se le unía otro que parecía proceder de las pequeñas cumbres que se levantaban a Occidente . Apenas podíamos resistir ya los abrasadores rayos del sol , que casi perpendicularmente caían sobre nuestras cabezas . En aquel lugar las orillas del arroyo tenían para nosotros una seducción irresistible , pues había trechos cubiertos por los juncos y cañaverales , entre los que crecían los convólvulos , entrelazándose y formando como un muro . Aquí y allí veíanse grupos de palmeras silvestres y de otros árboles , y algún gigantesco baobab extendía , su ramaje . La yerba no era tan crecida , pero verde y fresca , y el suelo estaba reblandecido por la humedad . Escasa sombra se encontraba allí ; pero se disfrutaba de alguna frescura , y nos pareció bien descansar entre unas palmeras , a cuyos troncos podíamos sujetar nuestras mantas , formando un toldo que nos ofreciese sombra . Ante todo dejamos nuestra carga , que entonces nos parecía doblemente pesada que al salir del buque , y cuando hubimos arreglado el toldo empezamos a examinar las orillas del arroyo y a calcular la distancia que aún teníamos que recorrer para llegar al bosque . A los pocos minutos tuve ocasión de exclamar : — ¡ La fortuna nos protege ! — ¿ Habéis visto alguna aldea ? — me preguntó Jorge . — Otra cosa que nos será muy útil y que nos hará pasar muy bien el día . Mira allí , a la otra orilla del arroyo . Tomó Jorge mi anteojo , aun cuando en realidad no lo necesitaba , y vio una manada de antílopes que pastaban descuidadamente . Eran de los que en aquella comarca se llaman lechues , y que existen en número prodigioso , así como los llamados nacongos . Siempre están en las inmediaciones de los ríos , y cuando se inundan las tierras , en la estación de las lluvias , se refugian en las cumbres levantadas por las hormigas , y de las que hablaré oportunamente . Los africanos cazan muchos de estos antílopes , pero los que veíamos no debían estar muy perseguidos , pues no se mostraban recelosos . — Ya tenemos buena carne fresca , — dije , — y por consiguiente , podremos reservar nuestras provisiones . — Si hemos de encontrar en tanta abundancia los antílopes , las palomas y otros animales buenos para el alimento , deberíamos , abandonar la carne salada , y así alivianamos considerablemente la carga que tanto nos fatiga . — No te entregues a ilusiones , pues muy pronto has de ver que todo lo que sobra en este sitio para cubrir las necesidades de la vida , falta en otros donde no hemos de encontrar ni siquiera una gota de agua . — Me parece que podíamos dejar aquí nuestras provisiones y pasar a la otra orilla del arroyo para traernos uno de esos cuadrúpedos . — Así lo haremos . Ya habíamos descansado . Tomamos nuestras escopetas y avanzamos hacia el arroyo , llegando a su orilla derecha al cabo de veinte minutos . Los antílopes nos distinguieron y muchos dejaron de comer para mirarnos . Parecía que dudaban si les convendría permanecer en aquel sitio , pero al fin decidieron quedarse , aunque sin dejar de mirarnos . Nuestras escopetas tenían sobrado alcance para herirlos desde el sitio donde nos encontrábamos , y , por consiguiente , decidimos hacer fuego desde allí para evitar que huyesen al ver que atravesábamos el arroyo . Si yo era buen tirador no lo era menos Jorge , y , por consiguiente , le dije : — Aprovechemos las municiones , que pueden hacernos mucha falta . De todas maneras tenemos suficiente con uno de esos animales , puesto que no podemos llevar lo que nos sobre . — ¿ Queréis vos disparar ? — Sí . Como si no fuesen todos iguales , quise elegir , y después de algunos minutos designé para víctima al que nos miraba con más atención y daba muestras de mayor recelo , pareciéndome que era un gran abuso matar a los que estaban descuidados y como si confiasen en nuestra bondad . Disparé . El pobre cuadrúpedo saltó , cayó pesadamente y quedó sin vida . Los demás huyeron espantados hacia el bosque , y muchos se arrojaron al agua . Bien pronto desaparecieron entre la espesura de los cañaverales . Jorge atravesó el arroyo con el agua hasta la rodilla , y volvió con el antílope . A la sombra de nuestra improvisada tienda lo desollamos y descuartizamos , y separando la parte mejor encendimos fuego para arreglar nuestra comida . Ya hacía mucho tiempo que no comíamos carne fresca y nos pareció deliciosa la del antílope . Habíamos asado mucha más cantidad de la que necesitábamos , y guardamos para la cena . Después de la comida y mientras hablábamos sentados sobre la yerba y recostados en el tronco de las palmeras , nos quedamos dormidos sin darnos cuenta de lo que nos sucedía , lo cual no era extraño , puesto que las noches anteriores , particularmente desde que principiaron las borrascas , apenas habíamos reposado . Despertamos dos horas después y sentíamos un bienestar inexplicable . Buena vida era aquella , pero no podía durar . El sol descendía , y aunque todavía el calor era sofocante , decidimos continuar nuestra marcha , suponiendo que en el bosque encontraríamos buen acomodo para pasar la noche . Desde aquel sitio el arroyo corría hacia el Sur y siempre a poca distancia de su orilla derecha avanzamos . Como no teníamos otra cosa que hacer , hablé a Jorge de los habitantes del continente africano , de sus diferentes razas , pueblos y costumbres , y le di prudentes consejos sobre la conducta que debía seguir . Durante nuestra marcha no observamos nada de particular . Habíamos calculado bien y llegamos al bosque cuando el sol empezaba a ocultarse . — ¡ He aquí el paraíso ! — exclamó Jorge , contemplando admirado aquellos árboles gigantescos , aquellas bóvedas de espeso ramaje , bajo las que revoloteaban millares de pájaros , y aquellas flores que matizaban la verde yerba . Lo que es un bosque africano no puede concebirse cuando no se ha visto . El arroyo desaparecía entre los arbustos y matorrales ; pero llegaba a nuestros oídos el dulce murmurio de otras corrientes . Por algunos sitios era imposible andar , pues no lo permitía la vegetación . Las plantas trepadoras crecían en abundancia , y entretejidas con los arbustos formaban paredes muy espesas . El terreno era bastante blando . La variedad de los árboles era infinita . La prudencia aconsejaba que no nos internásemos en el bosque para dormir , puesto que no lo habíamos reconocido , y por esta razón determinamos quedar a la orilla . ¿ Dónde descansaríamos ? Jorge no encontraba más medio que el de envolverse en la manta y dejarse caer sobre la yerba ; pero a mí me pareció mejor acomodarnos sobre los árboles , pues algunos , por la disposión particular de sus ramas , nos ofrecían espacio seguro . Colocando nuestro equipaje y las mantas , formamos un lecho bastante cómodo . Concluida nuestra tarea , cenamos , reunimos algún ramaje seco y encendimos una hoguera , que debía servirnos , yapara ahuyentar a las fieras , ya para distinguir lo que pasaba a nuestro alrededor . Subimos a nuestra improvisada vivienda . Nos pareció que podríamos dormir a la vez , pues en aquel sitio no era fácil que nos acometiesen sin darnos tiempo a la defensa . Estábamos bastante fatigados , y muy pronto se cerraron nuestros ojos al sueño . No recuerdo haber dormido nunca mejor . ¿ Se acercaron las fieras ? ¿ Nos amenazó algún otro peligro ? Lo ignoro , puesto que no despertamos sino una hora antes de que saliese el sol . — ¡ Noche deliciosa ! — exclamó Jorge . Nos incorporamos y miramos a nuestro alrededor . De la hoguera no quedaba más que un montón de ceniza . La luz empezaba a inundar el espacio . Las aves dejaron sus nidos y revolotearon a nuestro alrededor . Debían sorprenderse al vernos posesionados del ramaje que de derecho y de hecho les pertenecía . No sé lo que sucede en otras partes ; pero sí puedo asegurar que en el sitio donde nos encontrábamos , las aves cantaban , y por consiguiente no es verdad que carezcan de voz , como dicen algunos viajeros , todos los pájaros africanos . Muchos había pequeños y de bellísimo plumaje que me eran enteramente desconocidos . Apenas tuvimos que tocar nuestras provisiones para el desayuno , pues todavía conservábamos alguna carne del antílope . Quise ante todo examinar el interior de aquel bosque en cuanto me fuese posible , siquiera para estudiar algunas plantas de las que nunca había visto ningún ejemplar . Si por algunos sitios no podía transitarse , por otros había senderos bastante espaciosos y en los que encontramos las inequívocas huellas de los elefantes . Estos inteligentes cuadrúpedos abren caminos en los bosques donde habitan y los conservan perfectamente , pues apiñas empieza a crecer algún arbusto lo destruyen , no dejando más que la yerba que puede servirles para alimento y que no les molesta para andar . Estos senderos no pueden equivocarse con los que son obra de los hombres , y siguiéndolos , se tiene la seguridad de llegar más o menos tarde adónde haya agua . Después de almorzar tomamos nuestros zurrones y nuestras armas , y emprendimos el viaje por uno de aquellos caminos hacia el Sudoeste . A medida que avanzábamos era mayor el número de los pájaros , y observamos que tenían el plumaje de color más oscuro . Con frecuencia nos deteníamos para admirar las maravillas de la naturaleza . El asombro de Jorge no tenía límites al ver algunos árboles cuyos troncos de uno y dos metros de diámetro ofrecían en sus huecos espacioso albergue para dos o tres personas . — ¿ Qué más podemos desear ? — decía mi fiel criado . — Por todas partes encontramos habitación cómoda y segura a la que solo falta una puerta que la cierre . Encontré dos o tres nidos hechos de hojas vivas unidas perfectamente con hilos de la tela de araña , es decir , cosidas con tanta habilidad como pudiera hacerlo una persona . El hilo pasaba por agujeritos y parecía estar anudado ; estos nidos me recordaron los del pájaro sastre de la India . Conseguí apoderarme de uno , que guardo muy cuidadosamente . Cuando se contemplan estas maravillas , recuerda uno con desdén todo lo que hacen los hombres envaneciéndose con su talento y sabiduría . No hay persona , no hay manos delicadas de mujer que puedan con los débiles hilos de la tela de araña hacer tan perfectas y resistentes costuras . ¿ Quién ha enseñado a las aves ? ¿ Cómo hacen estos nidos no pudiendo apenas servirse más que de su pico ? El sol apenas penetraba a través del follaje , y como además la tierra estaba muy húmeda , la temperatura no podía ser más agradable . Por esta razón no nos fatigábamos tanto como el día anterior , y porque además íbamos muy distraídos con las bellezas que a cada paso se nos presentaban . No puedo decir si avanzábamos con mucha rapidez , y muchas veces ni siquiera me cuidaba de hacerme cargo de la dirección del sendero , que me parece que en general se abría hacia el Sudoeste . Caminando como entonces , por terreno llano , sobre la blanda yerba y a la sombra , podía resistirse mucho . Jorge hubiera querido matar algunas de las bellísimas aves que vimos , pero no se lo permití , ya porque no me agrada quitar la vida a ningún animal cuando no es absolutamente necesario , ya porque debíamos economizar nuestras municiones , guardándolas para defendernos de los salvajes y de las fieras , y para cazar y alimentarnos . A las diez y media percibimos un ruido sordo y continuado , cuya causa no era difícil adivinar ; debíamos estar cerca de algún arroyo o cascada . No quise cambiar de dirección . El terreno empezaba a levantarse gradualmente , aunque poco . Veinte minutos después vimos el suelo inundado de sol a la salida del sendero . ¿ Terminaba allí el bosque ? Me parecía imposible que tan pronto lo hubiésemos atravesado . Pronto salimos de dudas , pues avanzando algo más nos encontramos en una gran explanada casi perfectamente circular , y donde no había más vegetación que la yerba salpicada de bellísimas flores . El espectáculo que se ofreció a nuestra vista no podía ser más nuevo , más sorprendente ni más agradable . Aquella explanada o claro del bosque no tendría menos de un kilómetro de diámetro por término medio . Casi en el centro se levantaba un promontorio calcáreo de forma cónica , aunque no perfectamente igual en su superficie , que presentaba muchos accidentes caprichosos . En su base era la circunferencia de unos ciento cincuenta metros , y su elevación de unos veinte , rematando casi en punía . De aquella cumbre brotaba y se elevaba tres o cuatro pies una gran cantidad de agua cristalina , que cayendo sobre los accidentes angulosos de la piedra , descendía , bullendo , formando blancas espumas y borbotones y reflejando la luz con todos los colores del espectro solar . El más inspirado artista no puede concebir obra tan bella . En muchos sitios la piedra estaba matizada por el verde musgo . Al descender el agua formaba una pequeña laguna alrededor del promontorio , y luego corría hacia Occidente , atravesando la explanada y desapareciendo entre los árboles . A poca distancia del promontorio , impasible , inmóvil como la misma roca , había un elefante contemplando a sus dos hijos que jugueteaban en el arroyo . Apenas nos presentamos , levantó la trompa , dirigiéndola hacia nosotros y bajándola después de algunos momentos . Hubiérase dicho que tenía la conciencia de su gran poder , y que si la curiosidad había hecho que nos mirase , luego nos olvidaba desdeñosamente . Para el elefante no hay ningún enemigo temible , y es porque el instinto le hace comprender que sus fuerzas son superiores a las de todos los animales . Si le acometen , se defiende ; pero cuando lo dejan en paz permanece tranquilo , pues ni siquiera para alimentarse , porque es herbívoro , tiene necesidad de matar . El que contemplábamos era hembra . Pasados algunos minutos se acercó al arroyo , donde introdujo la trompa , levantándola después y lanzando el agua a gran altura . Jorge , en el último punto de su entusiasmo , no podía contener las exclamaciones . El espectáculo era nuevo para nosotros ; pero a mi criado , por su falta de instrucción , le impresionaba más vivamente . La elefanta se complacía en obligar a sus hijos a entrar en el arroyo , dejándolos allí caer y ayudándolos a levantar cuando ellos se esforzaban y revolvían inútilmente . Jorge , sin darse cuenta de lo que hacía , preparó su escopeta . — ¿ Qué haces ? — lo pregunté . — Señor , me parece que ese par de colmillos aconsejan alguna prevención . — No tengas cuidado . — ¿ Estáis seguro de que ese animalito no nos acometerá ? — Si no tienes miedo , sígueme y pronto te convencerás de lo que son los elefantes . — Miedo no tengo por mí . — Pues ven . Avanzamos hacia el promontorio . La elefanta nos miró otra vez . Agitó su trompa , y sus hijos debieron comprenderla , porque salieron del arroyo y se colocaron junto a ella casi debajo de su vientre . — Se prepara a la defensa , — dije . Llegamos al promontorio de roca , que parecía un gigante cubierto con cristalinas vestiduras que destellaban luces de todos , colores . Caía sobre nosotros una muy menuda lluvia . El ruido producido por el agua ahogaba nuestra voz y teníamos que gritar para entendernos . A pesar de que los rayos del sol caían en aquel sitio casi perpendicularmente sobre nosotros , no nos molestaba el calor . Tuve la curiosidad de hacer observaciones con el termómetro , y vi que la temperatura no pasaba de los 28 ° del centígrado , lo cual parecía imposible . Largo rato estuvimos viendo cómo el agua brotaba , subía , formaba un penacho trasparente , caía estrellándose en las cortaduras y picos del promontorio , se agitaba , se revolvía , se levantaba en espumas y al fin iba a caer a la tierra , y corría , formando caprichosas ondulaciones , hasta desaparecer entre los gigantescos árboles y los tejidos de arbustos y trepadoras . En aquel lugar encantador experimenté un bienestar inexplicable . Dilatábase mi pecho . El horizonte me parecía más puro y trasparente y más brillante la luz del sol . Mi espíritu se sublimaba . Nunca como entonces comprendí la omnipotencia divina . Y sin embargo , aquello no era nada comparado con la creación , no representaba más que el grano de arena con relación a la montaña de que forma parte . Quise sacar una copia de aquel promontorio , que colocado en una de nuestras ciudades hubiera sido un monumento maravilloso ; pero me desalenté al convencerme de que la imitación era imposible . Avanzamos más , y con el atrevimiento de que ya habíamos dado más de una prueba , nos colocamos ¿ veinte pasos de la elefanta . Esta agitó varias veces su trompa ; pero no hizo más . Pudimos examinaría a nuestro placer . También hubiéramos podido matarla ; pero ¿ qué hubiéramos adelantado ? No podíamos aprovechar más que una pequeñísima parte de su carne , porque nos era preciso abandonar el resto , y en cuanto a los colmillos , tampoco podíamos llevarlos , porque sobrada carga teníamos con nuestras provisiones . Dar la muerte a aquel hermoso animal no tenía , pues , más objeto entonces que el de complacerse estúpidamente en hacer mal y destruir . — Ya lo ves , — le dije a Jorge , — no nos teme . — Y aún parece que nos desprecia . — Probablemente . Nos movimos de un lado para otro . El gigantesco cuadrúpedo debió convencerse de que no éramos enemigos , pues concluyó por separarse de sus hijos , obligándolos otra vez a entrar en el arroyo , y no se cuidó más de nosotros . — Señor , — me dijo Jorge , — empiezo a sentir debilidad y deberíamos sentarnos a la sombra , dejar nuestra carga , descansar y comer . — Soy de tu opinión . Nos internamos otra vez en el bosque , colocándonos a la sombra , y comimos con el mejor apetito . Después , y lo mismo que el día anterior , nos quedamos dormidos . Una hora después despertábamos y percibíamos un rumor como si se agitaran los matorrales . Miramos a todos lados y nada vimos de particular , si bien el mismo ruido continuaba . Jorge iba a recostarse otra vez ; pero le dije que cometía una imprudencia , pues en aquellos lugares era menester vivir siempre prevenidos . Nos pusimos en pie y tomamos nuestras armas . Recorrimos en todas direcciones un pequeño espacio . El ruido cesó y ya nos disponíamos a tomar nuestro equipaje para continuar la marcha , cuando Jorge lanzó un grito de sorpresa y retrocedió un paso . — ¿ Qué has visto ? — le pregunté . — Allí , allí , — respondió , señalando hacia uno de los árboles más corpulentos . Miré y vi que rodeando en espiral el grueso tronco , subía una enorme culebra de color verde oscuro muy brillante con algunas manchas amarillas . El reptil se detuvo , separó la cabeza del tronco y nos miró quedando inmóvil . A nada conducía entablar una lucha , y creí que lo mejor que podíamos hacer era tomar nuestro equipaje y alejarnos ; pero al querer hacerlo así , la culebra desprendió del tronco una parte de su cuerpo , dirigiéndolo hacia nosotros . Estos reptiles acometen con la velocidad del rayo , y por consiguiente no debíamos perder un momento . — Prepárate , — le dije a Jorge . — ¿ Disparo ? — me preguntó . — Sí , a la cabeza ; pero al mismo tiempo que yo hiero su cuerpo con el hacha . — No os acerquéis , señor . — Déjame . — Esperad ... — Silencio . Abandoné la escopeta , empuñé el hacha y en dos brincos me coloqué junto al árbol . Hicimos cuanto era posible hacer , porque al mismo tiempo que yo descargaba el golpe , haciendo una profunda cortadura en el cuerpo de la culebra , Jorge disparó . Nada conseguimos . El reptil , al sentirse herido , desprendióse del árbol y sin que yo pueda decir cómo , lanzóse como una flecha hacia mi criado . Afortunadamente no calculó con exactitud , y cayó sobre la yerba y los matorrales , a tres o cuatro pasos de distancia de Jorge . Perdió éste la serenidad como le hubiera sucedido al más valeroso , retrocedió , aunque poco , porque encontró el obstáculo de los matorrales y los arbustos , y dudó entre volver a cargar su escopeta , coger el hacha o hacer uso de su cuchillo . La culebra se revolvió , enderezóse , y ya iba a caer como una barra blandida por un gigante , cuando yo me acerqué . Entonces quedó inmóvil , sin duda porque vacilaba entre los dos enemigos que se le presentaban por distintos lados . Segura era la muerte del que cogiese al dejarse caer . También nosotros vacilábamos . — Toma el hacha , — le dije a Jorge . Pero no me entendió o no acertó a obedecerme , y sacó el cuchillo , colocándolo en el cañón de se escopeta . — Haz lo que puedas y yo haré lo mismo , — grité . Y como ya era absolutamente preciso concluir , matando o muriendo , sin darme apenas cuenta de lo que hacia , me lancé hacia el reptil , blandiendo mi hacha . Quiso la culebra dejarse caer sobre mí , encorvóse , tocó con la cabeza en el suelo , descargué un golpe , y mi criado , más por instinto que por reflexión , acometió a su vez y quiso la casualidad que consiguiese clavar el cuchillo en la cabeza del reptil . Se revolvió éste furiosamente . Descargamos golpes a diestro y siniestro , y no sé cómo sucedió que no recibimos ninguno . Después de no sé cuánto tiempo y cuando nuestras fuerzas se agotaron , la culebra quedó inmóvil . Había muerto . Su cuerpo estaba cubierto de heridas del hacha y del cuchillo . Tenía la cabeza destrozada , y a esto fue debida nuestra salvación . La extendimos y la medimos : su longitud era de diez y ocho metros y veinte centímetros , y por término medio tenía un diámetro de nueve pulgadas . La cabeza era muy pequeña en proporción del cuerpo , y bastante puntiaguda . Su boca estaba armada con doblo hilera de dientes . Tuvimos que detenernos otra media hora para descansar . Nos convencimos entonces de lo peligroso que era domirse en medio de aquellos bosques sin adoptar ninguna precaución , pues si entonces despertamos más tarde , nuestra salvación hubiera sido imposible . Volvimos a la explanada , donde aún estaban los elefantes . Buscamos un sendero y continuamos nuestra marcha , olvidándonos muy pronto del peligro que acabábamos de correr . Cuando el sol tocaba a su ocaso , nos detuvimos en otro claro del bosque . — Esta noche no dormiré sobre los árboles — dijo mi criado — porque no quiero despertar entro los dientes de una culebra . — Buscaremos mejor acomodo — le respondí . Y examinando los árboles , encontramos un magnífico baobab , cuyo hueco tronco nos ofrecía seguro abrigo . No teníamos tiempo para hacer un enrejado que tapase la entrada de aquella habitación ; pero lo suplimos encendiendo una hoguera . Cenamos al amor de la lumbre , y por segunda vez cometimos la imprudencia de entregarnos los dos al sueño . Quiso Dios que nuestra imprudencia no nos costara cara . Antes de que amaneciese despertamos , volvimos ¿ encender la hoguera y tomamos algún alimento . Apenas salió el sol emprendimos la marcha . Dos horas después el sendero se presentaba mucho más estrecho y tortuoso y luego se dividía . Tomamos por el que estaba en dirección a Occidente , y al cabo de otra hora la marcha se hizo molesta por los matorrales . Seguimos avanzando , y alguna vez tuvimos que hacer uso del hacha para abrirnos paso . Comprendimos la dificultad de seguir por allí ; pero ya no debíamos retroceder , porque hubiéramos perdido un tiempo precioso . Todo aquel día tuvimos que hacer uso de las provisiones que habíamos sacado del buque , y , por consiguiente , teníamos doble interés en llegar cuanto antes donde hubiese caza . A las cinco de la tarde encontramos otro sendero , que , aunque estrechísimo y tortuoso , nos permitía caminar con rapidez . Nos sentíamos bastante fatigados ; pero no perdimos un instante , y al cabo de media hora nos encontramos fuera del bosque por su lado occidental . — ¡ Gracias a Dios ! — exclamó Jorge . Cuando caminábamos por la llanura y bajo los abrasadores rayos del sol , deseábamos llegar donde hubiese sombra , y después de dos días de disfrutar una temperatura muy agradable , anhelábamos salir de la espesura , y es que la criatura desea lo que no tiene , y es más vivo el deseo cuanto mayor es la dificultad de realizarlo . Nos detuvimos para examinar el terreno . Era bellísimo el paisaje que desde allí se descubría . Como a dos kilómetros del bosque , corría de Norte a Sur un riachuelo , cuya anchura ni profundidad era posible que apreciásemos entonces , aunque me pareció que no habría menos de trescientos metros de orilla a orilla . Al otro lado se elevaba el terreno gradualmente , y en unos sitios estaba cubierto de yerba y en otros cultivado y sembrado de maíz . Levantábanse algunas pequeñas cumbres , y , por último , frente a nosotros , y a la falda de una colina , distinguíase una aldea formada de chozas . Con el anteojo pudimos ver hombres , mujeres y niños casi desnudos , que aparecían y desaparecían entre las chozas . La fertilidad de aquel terreno me hizo suponer que encontraríamos allí bastantes recursos , salvo las dificultades que nos opusiesen el carácter de los habitantes . Seguí mirando , y a la izquierda , y más allá de la población descubrí muchas reses vacunas . Entonces mi alegría llegó a su colmo , pues abrigué la esperanza de que por bien o por mal consiguiésemos que cambiase nuestra situación , proporcionándonos ! medios de trasporte , que era lo que por de pronto me interesaba más . — ¿ Y qué haremos ahora ? — me preguntó Jorge . — No nos queda tiempo para llegar a la aldea antes de que se oculte el sol , pues no sabemos si nos será posible vadear el río o tendremos que apelar a algún medio extraordinario , y no es prudente que nos presentemos de noche a esa gente que nos es desconocida . Buscamos un árbol cuyo hueco nos ofreciese abrigo , y tuvimos la desgracia de no encontrarlo . Forzoso era pasar la noche sin otra cubierta que la bóveda celeste . Después de mucho dudar , decidimos encender una hoguera , por más que ofreciese el peligro de llamar la atención de los habitantes de la aldea . Cenamos . Dispuse que Jorge se acostara , y yo me quedé para vigilar hasta media noche . La luna tuvo por conveniente enviarnos su resplandor , que daba al paisaje un tinte melancólico y bellísimo . No se percibía más ruido que el sordo , igual y continuado de la corriente . En aquel silencio , en aquel lugar donde la naturaleza desplegaba todos sus encantos , sin que apenas se encontrase nada que diese a conocer la mano del hombre , experimenté la más dulce melancolía , sublimóse mi espíritu y se exaltó mi imaginación . Recordé las grandes capitales , morada de la civilización , donde durante la noche se agita la humanidad , se confunden las sonrisas y el llanto , hierven las pasiones y tienen lugar , en fin , dramas de todo género . Por término de mis reflexiones pensé que la criatura sería verdaderamente feliz , no en estado salvaje , si no en sociedad , y armonizando sus leyes y costumbres con la naturaleza , y sin afanarse para crearse cada di a necesidades , que son tormentos . Me disponía a despertar a Jorge cuando oí el rugido de un león . Me volví mientras tomaba mi escopeta , y gracias al resplandor de la luna pude distinguir la fiera a bastante distancia . Resonó un nuevo rugido , y mi criado se levantó sin necesidad de que lo llamasen . Podíamos desde luego trepar a un árbol para estar más seguros ; pero no quisimos hacerlo , porque el trabajo era inútil si la fiera se alejaba . Permanecimos inmóviles y silenciosos . Pocos minutos después llegó otro león . Ambos se volvían de un lado para otro como impacientados ; pero no avanzaban ni retrocedían . Supuse que eran el macho y la hembra . No podíamos hacer más que observar . De vez en cuando rugían las dos fieras , y siempre permanecían en el mismo sitio . Así trascurrió una hora . Nuestra paciencia se agotaba . Era una locura ir en busca de los leones , pues probablemente hubiéramos sucumbido , y matándolos no conseguíamos nada . A mí no me era posible conciliar el sueño al son de los rugidos , y sin embargo necesitaba descansar . — ¿ Qué haremos ? — me preguntaba Jorge . — Esperar y tener paciencia — le dije . — El caso es que necesitáis reposo . — Dormiré mañana . — Empieza a desagradarme pasar las noches al aire libre , y tal vez hubiéramos hecho mejor en ir a la aldea . — No sabemos si estaríamos peor entre los salvajes que cerca de los leones . Guardó silencio mi fiel criado . En sus gestos y ademanes revelaba su creciente impaciencia . — Probemos , — le dije al fin . — ¿ Y bien ? .. „ — Haremos un disparo y los leones se irán o nos acometerán , y así acabaremos de una vez . — ¿ Qué es lo más probable ? — Que nos acometan si están hambrientos . — Entonces … — Sea lo que Dios quiera . Disparé . El efecto lo ignoro , pues no sé más sino que los leones rugieron , y volviéndose de un lado para otro acabaron por alejarse . Cuando nos convencimos de que ningún peligro nos amenazaba , me acosté , envolviéndome en mi manta y quedándome dormido . Desperté cuando amanecía . Nos apresuramos a tomar alimento para aprovechar las primeras horas de la mañana . Bien pronto vimos a los habitantes de la aldea que salían de sus chozas . Algunos de ellos se encaminaron hacia el río . Dudé entre avanzar o permanecer junto al bosque hasta que nos descubriesen ; pero deseoso siempre de abreviar , decidí hacer lo primero . Tomamos , pues , nuestro equipaje y nuestras armas y nos encaminamos hacia la corriente . En las orillas de ésta crecían muchos árboles formando grupos , de manera que lo mismo podíamos ocultarnos que dejarnos ver . Mientras avanzábamos , le dije a Jorge : — Ni te fíes de los halagos , ni des gran importancia a las amenazas . — Lo cual quiere decir , — me replicó muy oportunamente , — que debo desconfiar de todo . — Así es preciso vivir en esta tierra . Yo suponía que el territorio en que nos encontrábamos estaba dominado por los macolocos y habitado por alguna familia de éstos que allí ejercía los derechos señoriales sobre los macalacas , en cuyo caso me sería fácil entenderme con ellos , pues su rico idioma no me era enteramente desconocido . Observábamos muy atentamente y comprendí que no nos habían visto , de lo cual me alegré , porque así tendríamos la ventaja de sorprenderlos . Antes que ellos llegamos a la corriente . Nos colocamos entre un grupo de árboles y matorrales . Era mansa la corriente del riachuelo , y sus aguas bastante cristalinas . En cuanto a su anchura , mi cálculo anterior me y pareció acertado ; pero nada me era posible averiguar en cuanto a la profundidad . Eran tres hombres los que se acercaban al río , y por su negro color , y su casi completa desnudez , deduje que pertenecían a los macalacas , vasallos o más bien siervos , y ¿ un casi esclavos , de los macolocos sus conquistadores . Los segundos se hallan esparcidos en el país que conquistaron al abandonar otras comarcas al Sur , y en cada población hay una o dos familias , cuyos jefes son verdaderos señores feudales de la tierra . Tienen el derecho de señorío sobre las tribus sometidas , que son las que se conocen con el nombre genérico de macalacas . Estas poseen terrenos que cultivan por su cuenta , y hasta cierto punto son independientes ; pero tienen la obligación de prestar ciertos servicios y pagar tributos . La servidumbre es muy suave y no puede ser otra cosa , porque cuando los macalacas se ven maltratados emigran de su comarca y van a otra donde encuentran buena acogida , sin que haya una ley que castigue estas evasiones , ni sea tampoco fácil averiguar dónde han buscado un nuevo señor los fugitivos . Los macolocos forman un pueblo con pretensiones de civilización relativamente , son aficionados a los europeos , y mu y escrupulosos en el cumplimiento de los deberos que impone la hospitalidad . Algunas de sus poblaciones son visitadas con frecuencia por los ingleses y portugueses que hacen el comercio particularmente del marfil , recibiendo éste a cambio de armas de fuego , instrumentos de labranza y muchas bagatelas de nuestra industria . Do gente así nada debíamos temer , pues podríamos tratar con ellos buenamente . En cuanto a sus siervos los macalacas , ningún interés tenían en hostilizar a los europeos , puesto que ningún derecho tenían que perder . Repito que yo hacía suposiciones y que era posible que luego nos encontráramos con una tribu de salvajes de los peores instintos . Los tres negros llegaron a la corriente , y sin vacilar se arrojaron al agua , empezando a nadar con una agilidad prodigiosa . Nosotros permanecíamos ocultos . — Los dejaremos que salgan , — dije , — y entonces nos presentaremos . Pocos minutos después habían ganado la otra orilla . Salimos de entre los matorrales , dimos algunos pasos y nos detuvimos para indicar que no intentábamos acometer . Los negros dejaron escapar una exclamación de profunda sorpresa . Dos de ellos se arrojaron otra vez al agua , alejándose rápidamente . El tercero retrocedió algunos pasos y quedó inmóvil . Yo sonreía y con ademanes procuraba hacer comprender que éramos amigos . Así trascurrieron algunos minutos . Por fin el negro avanzó , volviendo a detenerse . Entonces , y como mejor pude , le dije en el idioma de los macolocos : — Venimos de paz y somos vuestros Amigos . No puedo explicar la alegría que experimenté al ver que me comprendía , y esta circunstancia también debió inspirar confianza al negro , pues avanzando más y haciendo nosotros lo mismo , con las escopetas a la espalda por no inspirar recelo , nos reunimos . Se inclinó profundamente el macalaca , llevando las manos al pecho y a la cabeza y diciendo con grave tono : — Dios es de tranquilo sueño . Bien venidos los hombres blancos . Le dirigí las palabras más agradables y le hice algunas preguntas . Conocían allí la existencia de nuestra raza ; pero nunca nos habían visto . En la aldea habitaba una familia de los macolocos , y todos los demás eran vasallos , o sea macalacas de la raza negra pura a que pertenecía nuestro interlocutor . Después de haber satisfecho nuestras preguntas con todo el laconismo posible , el negro nos hizo otras muchas para satisfacer su curiosidad . Lo contesté y le ofrecí aguardiente en un pequeño vaso . Bebió , saboreando con verdadera delicia el espirituoso líquido , y contemplando luego con admiración profunda el cristal , que nunca había visto . — Agua , — decía palpando el vaso , — es agua y está dura como la piedra . ¿ Cómo hacéis esto ? La codicia hacia brillar sus negros , redondos y hundidos ojos . — Eso , — le dije , — y otras cosas más bellas te daré si quieres servirme . — Yo nada puedo hacer : el macoloco es mi señor ; pero rae iré contigo y te enseñaré los caminos de esta tierra , y tú me darás pólvora , y una escopeta , y hermosos collares para mi mujer . Le prometí cuanto deseaba a cambio de que nos complaciese desde luego , y sin perjuicio de servinos de guía después si lo necesitábamos . Con palabras y gestos manifestó su viva alegría . Según ya he dicho , el negro estaba casi desnudo , pues no llevaba más que una especie de pequeña falda que apenas le cubría hasta la mitad del muslo , y estaba hecha con piel de buey muy bien curtida . Principié por regalarle un pequeño collar para que se adornase su esposa , y se mostró dispuesto a todo . Seguro de que seríamos bien recibidos por los señores de la aldea , encargué al negro que fuese a participarles nuestra llegada y a pedirles hospitalidad . Partió el macalaca . Sus compañeros habían llevado ya la noticia , y vimos que de las chozas salían muchos hombres , mujeres y niños corriendo hacia el río . Media hora después volvió nuestro negro con otros , y de entre la espesura sacaron una pequeña canoa , que no habíamos podido ver , y arrastrándola lleváronla al riachuelo y la pusieron a flote . Era muy estrecha la embarcación , pero bastante larga . — Moleke te saluda y te espera , — me dijeron . El macoloco a quien nombraban había creído , sin duda , que su dignidad de señor no le permitía salir a nuestro encuentro . En los pueblos africanos los que representan algún papel distinguido se dan gran importancia y son mucho más orgullosos que los nobles europeos . Entramos en la canoa . Al desembarcar nos vimos rodeados de una multitud que nos agobiaba a preguntas . Afanábanse todos por tocar nuestra ropa y nuestras armas , contemplándolas con admiración . Las mujeres no tenían más abundancia de ropa que los hombres , pero en cambio cuidaban mucho de su cabellera que tenían peinada tan caprichosa como extravagantemente y adornada con muchas plumas de avestruz y de otras aves . El tipo no era bello en ningún sentido , y hasta las más jóvenes nos parecieron muy feas ; pero en cambio mostrábanse amables hasta el exceso y hacían lo posible para que las mirásemos con algún interés . Muy apurados nos vimos para librarnos de aquella curiosidad insaciable , y al fin emprendimos la marcha , llegando muy fatigados a la aldea . Las chozas eran bastante grandes , de forma circular y con cubierta cónica y muy elevada , que sobresalía bastante de las paredes . Su construcción de troncos , ramaje y hojas era bastante fuerte . Aquellas habitaciones esparcidas en un gran espacio de terreno no puede decirse que formaban calles . En el centro había una choza mucho más grande que las demás ; era la del jefe , que estaba sentado junto a la puerta con sus mujeres , sus hijos y sus esclavos . Maleke representaba unos cincuenta años , era de elevada estatura , bastante bien formado y vigoroso . Su color , lo mismo que el de toda su familia , se diferenciaba mucho del de los macalacas , pues era amarillento , o más bien semejante al del café con leche . Sus facciones no eran muy abultadas , ni muy deprimidas sus sienes , así como sus ojos eran grandes , expresivos y revelaban clara inteligencia . Indudablemente la raza conquistadora era muy superior a la conquistada , lo cual no me sorprendió , pues solo así tienen explicación las conquistas . Estaba Maleke sentado en el suelo , con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas . Su ropa consistía en una túnica de piel admirablemente curtida , pues por la finura y suavidad hubiera podido confundirse con el paño . Otra tira de piel sujetaba sus negros cabellos . No podía negársele varonil hermosura . Sus mujeres , que eran diez de distintas edades , desde catorce a treinta años , estaban en pie y formando hilera tras el esposo , y a los lados algunos niños de ambos sexos y distintas edades , y por último , los criados que eran macalacas . Las esposas de Maleke tenían también la túnica sin mangas y que les llegaba hasta cerca de las rodillas , quedando descubierto el resto de la pierna , gran parte del pecho y de la espalda . Sus facciones podían pasar por delicadas en aquella tierra , y la verdad es que encontré belleza y atractivos en algunas de ellas , pues particularmente sus ojos , de mirada tan ardiente como melancólica , tenían bastante encanto para conmover . Las túnicas de las unas eran de piel , y las de otras de tela de algodón fabricada en Europa . Sus peinados eran aún mucho más complicados que los que habíamos visto , y más recargados de adornos . Llevaban collares de distintos colores , brazaletes y gruesas anillas en las piernas sobre los tobillos . No podían ocultar que estaban orgullosas por pertenecer a una raza privilegiada y ser las esposas del señor . Su curiosidad era tan viva como la de sus vasallos ; pero se dominaban permaneciendo graves , porque así Jo exigía su elevada posición . Era una ventaja inmensa que con más o menos dificultad pudiéramos entendernos sin necesidad de intérpretes . Saludé a la poderosa familia , imitando en cuanto me filó posible las fórmulas pomposas que ellos usan en tales ocasiones , y me pareció que se admiraban de que yo conociese su idioma . Maleke me respondió con frases hiperbólicas , deseándome salud , diciéndome quién era y de quién descendía , y manifestando su contento , porque toda su vida había deseado ver a los hombres blancos , de quienes había oído hablar mucho . Consideraba una honra nuestra visita , y nos ofreció cuanto pudiésemos necesitar , rogándonos que permaneciésemos todo el tiempo que nos fuese posible , porque así tendrían ocasión de aprender algo de lo mucho que sabíamos . Luego me preguntó hacia donde pensaba dirigirme y si el objeto de nuestro viaje era comerciar . Le contesté que mi único deseo era conocer el país , sus leyes y costumbres ; pero que nada quería llevarme , porque yo era rico y nada ambicionaba , si bien me encontraba dispuesto a dar una parte de lo que poseía . Mi desinterés produjo gran admiración . Referí nuestras últimas desgracias y di a conocer la perentoria necesidad que teníamos de volver a nuestro buque , llevando medios de trasporte para sacar lo que habíamos dejado allí continuando luego nuestro viaje . Maleke me dijo que podía proporcionarme bueyes y hombres , y que él mismo tendría gran placer en acompañarme para ver el buque y aprovechar lo que a mí no me sirviese o no me fuese posible llevar . Ni siquiera el mar había visto , teniéndolo tan cerca . ¿ Qué idea se habría formado de nuestros buques ? Accedí gustoso a su petición , puesto que no era posible que nos llevásemos todo lo que el barco contenía , y por consiguiente había de quedar allí a merced de los salvajes de la costa o hasta que lo destruyese el tiempo . Indudablemente con lo que dejásemos sería Maleke uno de los hombres más ricos y envidiados de aquellos países . Así se lo hice comprender , y entusiasmado me dijo que me regalaría tantos bueyes que no los pudiese contar sin fatigarme . Poco a poco fue olvidándose de su gravedad , y a sus mujeres les sucedió lo mismo . La conversación llegó a ser muy cordial y franca . Principiaron las preguntas , siendo tantas que apenas me daban tiempo para responder . Quisieron examinar cuanto llevábamos . Nuestras armas fueron objeto de la codicia de Maleke . Desde luego le ofrecí una escopeta y un par de pistolas de las que había en el buque , así como buena cantidad de municiones ; Los pocos collares , brazaletes y otros objetos por el estilo que llevábamos , produjeron una verdadera conmoción entro las mujeres , y su asombro llegó al último punto cuando les enseñé un espejo y pudieron contemplar su imagen . Era de ver cómo palmoteaban , reían y gritaban . Por último les enseñé mi reloj , y al ver la máquina retrocedieron , porque creían que allí se encerraba algún espíritu maligno . Todas mis explicaciones fueron inútiles para hacerles comprender su error y tranquilizarlos , pues hasta Maleke , que era muy valeroso , siguió mirando con desconfianza la máquina para él prodigiosa . Manifesté , el deseo de descansar . Inmediatamente pusieron a nuestra disposición una choza cercana a la del jefe , y media hora después nos llevaron un buey para nuestro alimento , harina de maíz , manteca , frutas , miel y la bebida que usan con más frecuencia y que llaman bayaloa . Arreglamos la comida como mejor nos fue posible , y convidé a Maleke y su familia . Acudió él , y solo después de mis ruegos accedió a que fuesen sus esposas , pues allí las mujeres representan un papel bien triste y no alternan con sus maridos . Me agradecieron ellas muchísimo la distinción , . y para demostrar su alegría hicieron cuanto pudiese halagarnos hasta el punto de hacernos temer que su marido se enojase . A mi derecha se sentó una de las más jóvenes y la más bella . Ya se había adornado con uno de los collares que les regalé . Sus miradas eran ardientes y demasiado expresivas , y siempre que tenía ocasión y al hablarme , ponía una de sus manos sobre mi espalda o mis piernas , acariciándome muchas veces con pretexto de examinar mi rubia cabellera o mi barba , que es cosa de que carecen allí los hombres . Confieso mi debilidad : no pude permanecer del todo indiferente a tan dulces halagos ; pero conseguí dominarme , ya porque quise cumplir mis deberes , correspondiendo con nobleza a la generosa hospitalidad , ya porque ante todo debíamos evitar que se produjesen cierta clase de conflictos , cuyas consecuencias debían ser las peores para todos . Nuestra galleta la comían con avidez , pareciéndoles el manjar más delicioso . El resto del día lo pasamos muy agradablemente y cuando llegó la noche Maleke me dijo : — Puedes dormir descuidadamente , porque seréis respetados y nadie os molestará . Aquella gente me inspiraba confianza y nos entregamos al sueño . No tuve motivo para arrepentirme . A la mañana siguiente recordé la necesidad en que estábamos de ir en busca de nuestro buque , y como Maleke ansiaba lo mismo , no puso ningún obstáculo y fijó el otro día para la marcha . Recorrimos los alrededores de la aldea . Matamos algunas aves , no por necesidad , sino para que los indígenas viesen el terrible efecto de nuestras armas , y con el doble objeto de regalar algunas bellas plumas a las esposas del jefe . Aquel día tuvimos el placer de comer peces de los que abundan en el riachuelo , que son bastante grandes y pescan con redes muy bien hechas de tallos de plantas trepadoras . También nos llevaron leche en abundancia . Vimos el ganado de Maleke , que efectivamente era abundante , y bien podía regalarnos los bueyes y vacas que nos había prometido . Al amanecer del otro día notamos gran movimiento en la aldea , y al salir de nuestra choza vimos que toda la población se agolpaba en aquellos , alrededores . Maleke y los macalacas que debían acompañarnos tenían lanzas , dardos y escudos de cuero . Muchos estaban cargados con las provisiones necesarias para el viaje . En todos los rostros brillaba la alegría , pues todos esperaban una crecida recompensa . Me dijeron que para ir al sitio donde estaba el buque había un camino más corto que el que habíamos llevado , si bien no disfrutaríamos de la agradable frescura del bosque . Conteste que iría por donde me llevasen , y que me alegraría mucho llegar pronto al mar . Almorzamos . Pregunté por los bueyes y me dijeron que ya estaban en camino . Las mujeres de Maleke , y muy particularmente la que ya mencioné , y otra joven que parecía mirar con mucho agrado a Jorge , mostraron grandísimo empeño en acompañarnos ; pero como se lo prohibió terminantemente su esposo , nos suplicaron que les hiciésemos otra visita antes de continuar nuestro viaje . No quise comprometerme a nada , porque era cada vez más vivo mi deseo de internarme en el territorio africano . Partimos . Cincuenta hombres formaban nuestra escolta . Maleke entregó su escudo a uno de los macalacas y se quedó con la lanza , que le servia de bastón . Con la mayor facilidad podían cometer un abuso apoderándose de cuanto en el buque Labia , y asesinándonos ; pero nos dieron pruebas de una honradez que no es muy común en aquella tierra . Sin cesar me hacía preguntas Maleke sobre nuestro país , y comprendía bastante bien todas mis explicaciones , mostrando su admiración . — ¡ Si yo pudiera irá vuestra tierra ! — dijo muchas veces después de quedar pensativo . También me hizo muchas preguntas sobre nuestra religión , pareciéndole muy bien cuanto yo le decía ; pero muy mal lo de que no nos estaba permitido tener más que una esposa . — ¿ Y cómo podéis vivir así ? — replicaba . — No deseamos más , y estamos contentos . — Yo haría lo mismo que vosotros , y creería lo mismo , si me dejaseis tener siquiera tres mujeres , y aún así dudo que me encontrase bien . Ya has visto que para eso no soy ambicioso , pues siempre me contenté con ocho , y si tengo diez es porque me fue preciso tomar las dos que dejó mi hermano al morir . — Según eso heredáis las mujeres . — ¿ No hacéis vosotros lo mismo ? Nuestro jefe hereda también las de su padre , menos su madre , y si algunas no le agradan , nos hace el honor de cedérnoslas . — Esas uniones son criminales . — ¿ Y dónde está el crimen cuando , a nadie se hace mal ? — dijo Maleke con la mejor buena fe del mundo . Así continuamos hablando . El sol nos molestaba bastante ; pero a las diez y media nos acercamos al bosque y allí nos acomodamos para descansar hasta después de haber comido . No podíamos quejarnos de la fortuna . No había mentido Maleke , pues el camino era más recto , y por consiguiente más corto , y llegamos a la playa , habiendo dejado siempre a nuestra izquierda el bosque . El terreno que habíamos atravesado presentaba una rica vegetación y era muy bello . Encontramos bastante ganado vacuno , y hacia el Norte y Nordeste descubrimos algunas pequeñas aldeas que , según Maleke me dijo , no estaban bajo el dominio de los macolocos , y por consiguiente ni siquiera pensamos en aproximarnos a ellas . Poco antes de terminar nuestra marcha , vimos los bueyes que en cumplimiento de su promesa había hecho avanzar nuestro amigo . Eran más de los que necesitábamos y de los que podíamos llevar , puesto que entre buenos y medianos había más da cincuenta . Me sorprendió tanta generosidad , y así lo manifesté con mis gestos y algunas palabras . Maleke desplegó una sonrisa de satisfacción , y me dijo : — Nosotros también sabemos cumplir nuestros deberes . Cuando descubrimos el buque , que aún continuaba clavado en la arena , resonó un grito de admiración y de asombro . Los de nuestra escolta , impulsados por la curiosidad y la admiración , lanzáronse hacia el barco y fue preciso que Maleke hiciera uso de toda su autoridad , de todo su prestigio y hasta de terribles amenazas para contenerlos . Eran las diez de la mañana y teníamos tiempo sobrado para arreglarlo todo en el resto del día . Maleke penetró con nosotros en el buque . No puedo hacer comprender su admiración y hasta su aturdimiento , pues antes de que se repusiese de una sorpresa experimentaba otra . Todo lo examinaba minuciosamente y con afán indescriptible , y todo le daba ocasión para dirigirme mil preguntas . Con frecuencia me vi apurado para darle explicaciones que no siempre podía comprender . Cuando examinó los camarotes , vio las camas , y todos los muebles y utensilio de todas clases , dijo : — Ahora si entiendo cómo vivís en vuestras grandes poblaciones , porque vuestras casas deben parecerse a esto . Sin ceremonia alguna se acostó en la mejor cama , exclamando : — ¡ Ah ! Parece que estoy suspendido en el aire ¿ Me regalarás uno de estos lechos ? — Todos — le contestó — puesto que me es imposible llevarlos . — ¿ Y dónde dormirás ? — En cualquiera parte . Me costó mucho trabajo hacerle comprender el uso de ciertos objetos . Después de tres horas conseguí que dominase su curiosidad , y comimos , permitiendo entonces que los macalacas fuesen entrando por grupos en el buque . A pesar de nuestra vigilancia desaparecieron algunos objetos . ¿ Cómo era posible que se dominasen aquellos hambres a la vista de las riquezas deslumbradoras , de las maravillas que ni siquiera habían soñado ? Apelaron a todos los medios ingeniosos para ocultar los pequeños objetos de que se apoderaban , y yo aparenté que de nada me apercibía , pues reconozco que en su lugar hubiera hecho lo mismo . Las horas que quedaban de aquel día las ocupamos en separar lo que nos convenía llevarnos de más utilidad , menos bulto y menos peso , diciéndole a Maleke que abandonábamos todo lo demás . Llegó la noche . Dormimos con el jefe en el barco , y los demás se acomodaron en la playa y como mejor les pareció . A la mañana siguiente nos dispusimos a emprender la marcha . Maleke me ofreció cuantos guías yo quisiese ; pero teniendo en cuenta la dificultad de mantenerlos , no quise que me acompañasen más que dos hasta dejarnos fuera del territorio dominado por los macolocos . Más allá no se atrevían a ir , ni a nosotros habían de servirnos para nada . No nos era posible cuidar de muchos bueyes ; pero tomamos ocho , que conservaríamos mientras nos acompañasen nuestros guías , abandonando después los que nos estorbasen o no consumiésemos para alimentarnos . Repartimos en varios bultos nuestro equipaje donde iba todo lo necesario para vivir y comerciar con los negros , o más bien para pagarles su hospitalidad . Dejamos dos bueyes para que nos sirviesen de cabalgaduras , y una vez arreglado todo y cargados los cuadrúpedos nos despedimos de Maleke , que nos abrazó , y partimos . Les llamó mucho la atención vernos montar , y ellos probaron a hacerlo mismo , pareciéndoles muy bien aquel medio cómodo de viajar . Cuando salimos de la playa entablé conversación con nuestros guías , que se mostraban muy complacientes , y me dijeron que habíamos de pasar todavía por una de las más grandes aldeas de los macolocos , y que ellos sabían que allí habían dejado los hombres blancos un carro , que tal vez podríamos adquirir a cambio de armas de fuego , de pólvora o de otros objetos . Si esto era verdad haríamos mucho más cómodamente el resto de nuestro viaje , si bien en los sitios montañosos de nada podría servirnos el carro . Primeramente nos dirigimos hacia Occidente , y después de cuatro días de una marcha bastante penosa volvimos hacia el Noroeste , llegando por fin a la gran aldea de que nos habían hablado nuestros guías . Excusaré detalles qué no tienen interés ; fuimos muy bien recibidos , y efectivamente , encontramos allí el carro , que aunque estaba inútil por tener una rueda rota , podía servir si lo arreglábamos . Así lo hicimos entre Jorge y yo mientras los indígenas nos miraban trabajar , admirando nuestra destreza , pero sin que a ninguno le ocurriese hacer lo mismo . Una escopeta bastante mala , un frasco de pólvora , unas tijeras , dos pequeñas navajas , algunas varas de percal y unos cuantos collares de cuentas de vidrio y brazaletes de latón fueron el precio de carro . Creyeron hacer un gran negocio . Nos ofrecieron marfil a cambio de telas , collares y armas ; pero no nos convenía aumentar el peso de nuestro equipaje con lo que para nada podía servirnos . Un macalaca vino a decirme reservadamente que si lo recompensaba nos guiaría adonde pudiéramos adquirir un buen número de esclavos . No hay que decir que rechacé enérgicamente la proposición y despedí con aspereza al negro . Después de quince días continuamos nuestra marcha muy cómodamente en el carro , donde estábamos a cubierto de los rayos del sol durante el día y de la nociva humedad durante la noche . Así conseguíamos tener una morada ambulante , que nos serviría hasta de defensa contra las fieras y los salvajes . Uncidos los bueyes que el carro necesitaba , y atado los demás para que nos siguiesen , no teníamos necesidad de desprendemos entonces de ninguno , porque en último caso nos servirían para alimento . Dos días después se separaron de nosotros los macolocos . Habíamos seguido hacia el Noroeste . Nos encontrábamos a la entrada de una cortadura que dividía una pequeña cordillera . ¿ Qué había más allá ? Sólo Dios lo sabía , puesto que los europeos no habían penetrado en aquel territorio , y los macolocos no nos dieron más que noticias tan vagas como espantosas . Aseguraron que encontraríamos tribus feroces donde se comía la carne humana y que vivían poco más o menos como las fieras . Deseé que fuese verdad lo que me decían , porque precisamente yo buscaba todo lo extraordinario , y mi mayor empeño era poner el pie donde no hubiese penetrado ningún europeo . En cuanto a Jorge , estaba dispuesto a seguirme a todas partes y tampoco terna miedo a la muerte . Ya nos habíamos acostumbrado a aquella vida errante , y como disfrutábamos de completa salud , estábamos contentos . Muchas veces pensé en nuestro buque y me lo figuré saqueado y tal vez destrozado por los indígenas . Tampoco me olvidaba de nuestros compañeros de naufragio , y hubiera hecho cualquier sacrificio por averiguar si habían conseguido salvarse . Habíamos dejado a nuestra izquierda la cordillera que limita el Congo y a nuestra derecha Cazembe , y nos encontrábamos a la altura de uno de los ríos que desembocan al Norte de San Felipe y al Sur de Loanda , pero próximamente a los 26 ° de longitud Este [ 1 ] . Penetramos en la garganta de que acabo de hacer mención . Allí el terreno era pedregoso y debe inundarse y formar ancho arroyo en la estación de las lluvias , pues el agua no tiene otro sitio adonde ir a parar desde las cumbres que casi perpendicularmente se levantan a derecha y a izquierda . Una hora después habíamos perdido de vista toda vegetación , pues en aquellas escarpadas pendientes no había más que algún arbusto silvestre de tortuoso ramaje , que se escapaba de entre las hendiduras de las piedras . El calor era sofocante . El silencio y la soledad entristecían . Ni siquiera un ave atravesaba el espacio . Hubiérase dicho que allí la vida era imposible . Al arreglar nuestro carro habíamos dado bastante elevación a su cubierta , y así teníamos mayor cantidad de atmósfera aunque cerrásemos por todos lados para estar completamente a cubierto del sol . Siempre subíamos , y para evitar que nuestros bueyes se fatigasen demasiado les hacíamos alternar . Supuse que después de atravesar la cordillera nos encontraríamos en terrenos más elevados que los que habíamos recorrido y pertenecían al dominio de los macolocos , y por consiguiente abrigué la esperanza de que disfrutásemos de una temperatura menos sofocante , a pesar de que nos acercábamos al Ecuador . Durante aquel día no nos detuvimos más que dos horas para comer y dar a nuestros bueyes agua de la que llevábamos , pues por allí ninguna se encontraba . también pudimos darles algún alimento , gracias a mi previsión de llevar alguna yerba . No abandonamos nuestro vehículo , porque no había ningún espacio que recorrer ni nada que ver más que las vertientes pedregosas y los picos inaccesibles que se levantaban a nuestros costados y que en algunos sitios amenazaban caer sobro nosotros . ¿ Cuánto tiempo tardaríamos en llegar al otro lado de la cordillera ? No lo sabíamos , porque sobre este punto nada habían podido decirnos . Los macolocos , a pesar de todo su valor , horrorizábanse a la sola idea de traspasar aquellas montañas , y solo sabían que nosotros podíamos hacerlo con el carro , por la garganta que entonces recorríamos . Nuestro atrevimiento era temerario ; pero no pensábamos retroceder , sino que , por el contrario , buscaríamos los peligros para vencerlos . Cerró la noche , y aunque habíamos avanzado bastante nos encontrábamos en la misma situación . El aspecto del terreno era siempre el mismo . No podíamos encender una hoguera , porque nos faltaba combustible , lo cual era entonces una gran desgracia , pues el fuego es quizás la defensa más segura contra las fieras , y sirve además para ver y evitar una sorpresa , uno de esos ataques tan repentinos como violentos a que tanta afición tienen los salvajes . La poquísima leña de que podíamos disponer la guardábamos para arreglar nuestra comida , y aunque hubiésemos decidido gastarla se hubiera consumido en un par de horas . Por allí no se veía ni siquiera uno de los arbustos silvestres que por la mañana habíamos encontrado . Nos resignamos y decidimos alternar en la vigilancia . Este trabajo fue completamente inútil , pues ni hombres ni fieras se presentaron en aquel desierto lugar , ni siquiera percibimos el rumor de reptiles que se arrastrasen entre los peñascos . La noche no pudo ser más tranquila , pero triste , y nos pareció interminable . Experimentamos la más viva alegría cuando los rayos del sol coronaron los más elevados picos que estaban a nuestra izquierda . Las cumbres de la derecha debían proporcionarnos sombra en las primeras horas de la mañana , y mientras avanzásemos de Sur a Norte como entonces hacíamos . Empezamos a ponernos en cuidado cuando después de caminar todo aquel día nos encontramos aún en la garganta , entre la misma aridez , la misma soledad y el mismo silencio . ¿ Era interminable aquel camino ? Con variaciones de poca importancia , siempre Íbamos hacia el Norte , y aunque fuese poco , siempre subíamos ; pero también las escarpadas cumbres se nos presentaban siempre a la misma elevación . No llevábamos provisión de agua para muchos días , porque nuestros bueyes consumían bastante , y hasta el alimento había de faltarles muy pronto . Empecé a comprender las penalidades que tendríamos que sufrir . Sin embargo , no podíamos quejarnos de la fortuna . Aquella soledad , aquel silencio absoluto , aquella carencia de vida a nuestro alrededor , me entristecían hasta el punto de hacerme preferir las luchas con los salvajes y las fieras y toda clase de peligros . No he nacido para la ociosidad , para la inacción , y tengo necesidad siempre de ocuparme en algo , de dar alimento a mi imaginación y emplear las fuerzas de mi cuerpo . Condenarme a la quietud sería matarme . No comprendo la vida como he visto que la pasan muchos africanos , permaneciendo horas y horas tendidos , inmóviles , con la mirada fija en el cielo , en un árbol o en una piedra y dejando vagar por los espacios infinitos su imaginación ardiente y soñadora . Creo que así se acostumbran a vivir mentalmente en un mundo creado por su fantasía , y que por eso apenas se ocupan del mundo real . Verdad es que si fuesen activos corporalmente , como es viva su imaginación , ya serían dueños del mundo . En la naturaleza está todo compensado sabia y prudentemente . Aunque parecía que nada debíamos temer , vigilamos también aquella noche , y apenas despuntaba el día ya estábamos en movimiento , porque anhelábamos cambiar de situación . Jorge parecía conformarse mejor con aquella clase de vida , y se acostaba , bebía ron , fumaba y se dejaba conducir , unas veces callando y otras hablando . Su conversación me distraía , porque era muy aficionado a narrar cuentos alegres y lo hacía con bastante gracia . Yo no había podido conocer bien a Jorge hasta que él tuvo la libertad de tratarme como a un compañero y al mejor amigo . Ya tocaba el sol a su ocaso cuando la garganta estrechó , haciéndose muy tortuosa , culebreando por entre peñascos enormes . En algunos sitios apenas había espacio suficiente paya el carro , y más de una vez tuvimos que echar pie a tierra para guiar con más acierto en aquellas vueltas y revueltas . Volvimos a ver arbustos silvestres en alguna abundancia . Llegamos a un sitio que era un verdadero callejón . A nuestros lados se levantaba el terreno cortado a pico , y aun sobresaliendo algunos peñascos , que se sostenían milagrosamente . La luz era allí escasa . El ruido de nuestros pasos y nuestras voces se repetía en ecos muchas veces . — Señor , — me dijo Jorge , — si este no es el camino del infierno , debe paracérsele mucho . — Puede ser que encontremos el paraíso . — Temo que antes quedemos aplastados . Mirad esas peñas ; si alguna se desprende y cae sobre nosotros no habrá salvación posible . Aunque nuestros bueyes estaban bastante fatigados , los obligamos a avanzar con rapidez . Al volver uno de los recodos del callejón , no pudimos contener un grito de sorpresa y de alegría . Los últimos rayos del sol nos permitieron ver lo que para nosotros era entonces el paraíso . Procuraré hacer la descripción con toda la exactitud posible . A nuestro frente y a unos cincuenta pasos de distancia terminaba en una cortadura el callejón y el sendero , y desde allí se descubría un hermoso valle cubierto de yerba , con muchos grupos de árboles y surcado por un arroyo . Hacia Occidente el terreno se perdía de vista en desiguales ondulaciones . Hacia Oriente terminaba el valle en unas cumbres cubiertas ele vegetación . Al Norte levantábanse algunas montañas de roca . Sobro las cumbres orientales distinguíase con ayuda del anteojo algún otro grupo de chozas , por cuyas techumbres se escapaban columnas de humo . En el valle pastaban antílopes , búfalos y dantas ; pero no se veía una sola criatura . En la montaña donde nos encontrábamos y de Oriente a Occidente abríase nuevo sendero en la roca , tortuoso y descendente , de poca anchura . Siguiendo por allí , como nos era forzoso , tendríamos a nuestra izquierda la roca que se levantaba casi perpendicular , y a nuestra derecha la cortadura , también a pico , que terminaba en el valle . Un mal paso o un vértigo en aquel sitio era la muerte cierta . No era prudente continuar por allí en el carro , y decidimos marchar a pie , si bien esperando al siguiente día , porque en medio de la oscuridad de la noche hubiéramos perecido en aquel lugar que desconocíamos completamente . ¿ Conseguiríamos llegar por allí al hermoso valle ? Si encontrábamos algún obstáculo que nos obligase a retroceder , debíamos considerarnos perdidos . Con la esperanza de llegar al valle al día siguiente pasamos mejor aquella noche . Ya no economizamos el agua , porque creíamos tenerla abundante muy pronto . Nuestros bueyes consumieron la última ración de yerba . Nuestra suerte , nuestra existencia dependía de una circunstancia cualquiera . Vigilamos como las noches anteriores , y tuve el placer de oír el rugido de las fieras en el valle , y el graznido lúgubre de las aves nocturnas , y digo placer , pues el silencio me entristecía y me aburría . El resplandor de la luna me permitió contemplar un paisaje bellísimo , encantador , que no hubiera podido reproducir ningún pincel . Si nos amenazaba la muerte , estábamos al menos donde había vida , y recobré el contento . Apenas amaneció y nos desayunamos , nos pusimos en marcha , asaltándonos nuevamente el temor de que se nos presentase algún obstáculo insuperable que nos obligase a retroceder . No nos atrevimos a ir en el carro , porque si volcaba iría a parar al valle , y por consiguiente , nuestra marcha debía ser más penosa , sufriendo los rayos de aquel sol abrasador . A las diez de la mañana vimos por primera vez dos buitres que , cruzando sobre el valle , empezaron a revolotear sobre nuestras cabezas . Jorge ignoraba la fiereza de estos animales y los contempló con curiosidad . — Prepara la escopeta — le dije . — ¿ Pues qué teméis ? — me preguntó . — Esas gigantescas aves intentan hacer presa en nuestros bueyes , y aún a nosotros nos acometerán y nos destrozarán si no estamos prevenidos y nos defendemos . — ¿ Y qué han de hacer esos pajarracos ? — Tienen rancha más fuerza que un hombre , pues con el pico pueden partir una piedra , y luchan ventajosamente hasta con los leones y los tigres . — ¡ Diantre ! — murmuró mi criado mientras se arrugaba su entrecejo . Los buitres continuaban sobre nosotros y no podía dudarse de su intención de acometernos . — No debemos aguardar — dijo . Estaban al alcance de nuestras armas . — ¡ Quieto ! — grité . — Ten calma para hacer la puntería , y si no logramos herirlos no te detengas a cargar otra vez . — Pues entonces … — Pondrás el cuchillo en la escopeta , porque nos será preciso sostener una lucha cuerpo a cuerpo . Por fio Jorge comprendió toda la gravedad del caso . Hicimos la puntería y disparamos . Uno de los buitres debió ser gravemente herido , porque faltó muy poco para que cayese ; pero hizo un esfuerzo y se alejó hacia nuestra izquierda , desapareciendo entre las rocas . El otro se remontó , siguió a su compañero , retrocedió , revoloteó sobre el valle , empezó a descender , y de repente , con la rapidez del rayo , se lanzó hacia nosotros . Instintivamente había comprendido que nosotros éramos dos enemigos terribles , y no se cuidó de los bueyes . Yo acababa de cargar ; pero Jorge no tuvo tiempo más que para colocar el cuchillo en el cañón de su escopeta . Hice lo mismo , y a la vez quiso la casualidad que uno de los bueyes se espantase y retrocediese , de manera que el buitre , que no contaba con este obstáculo , tropezó con el cuadrúpedo , vaciló , se rehizo y nos dio lugar a retroceder . Así principió la lucha . Una vez que acomete el buitre , no desiste . Había perdido la mejor ocasión ; pero no se desalentó . Siempre fija la atención en nosotros , se colocó en el sendero , y entreabriendo el pico y clavando en en nosotros su mirada penetrante y fascinadora , permaneció inmóvil algunos segundos . Es mucho más difícil librarse de las acometidas de un buitre que de las de un león , y mucho más difícil también herirlo . Así me lo ha demostrado la experiencia , y sin vacilar preferiría siempre luchar con una fiera de la raza felina . El buitre se lanzó sobre Jorge , y queriendo éste recibirlo en su cuchillo y a la vez evitar el golpe , hizo un movimiento no sé cómo , perdió el equilibrio y cayó . Quise a mi vez herir , sin conseguirlo , y el ave se revolvió contra mí , revoloteando en todas direcciones con tanta ligereza que apenas me daba tiempo para seguirla con la mirada , y bien pronto no pude distinguir más que como Una confusa sombra que se agitaba sin cesar sobre mi cabeza : Jorge se levantó . El buitre siguió revoloteando , describiendo circunferencias , ascendiendo y descendiendo , y siempre amenazando con su pico y con sus garras . Empecé a sentir un vértigo que debía , concluir por inutilizarme . Amagó la fiera caer sobro nosotros ; pero se remontó . Sin darme cuenta de lo que bacía , instintivamente quité el cuchillo de mi escopeta , y sin hacer apenas la puntería disparé . La Providencia quiso protegernos , y la bala , que debió perderse en la inmensidad del espacio , atravesó el cuerpo del buitre , que se estremeció violentamente y cayó a nuestros pies . Así terminó aquella lucha . No solamente estábamos muy fatigados , sino aturdidos , particularmente Jorge , pues nunca creyó que fuese tan temible lo que él llamaba un mísero pajarraco . No es lo mismo ver un buitre en libertad y en los lugares donde nace y se cría con todos los elementos necesarios a su vigorosa organización , que verlo en nuestros establecimientos zoológicos encerrado en una jaula , aterido , debilitado , anonadado . Su fiereza no puedo comprenderse sino en los climas tropicales , ni es posible formar idea del ardor de su mirada , ni mucho menos de lo terrible , de lo imponente que es su presencia cuando se dispone a dar la acometida . Para que se dé toda la importancia que tiene al suceso que acabo de referir , repito que el buitre lucha muchas veces ventajosamente con los leones . Los indígenas son alguna vez acometidos y desdestrozados por los buitres , sin que les sirva de nada la defensa más tenaz y valerosa . Pasada nuestra fatiga , continuamos la marcha . El camino era siempre igual , y siempre veíamos el valle con su cristalino arroyo , su verde yerba , sus bellísimas flores , sus gigantescos árboles , las aves , y los antílopes , dantas y búfalos . también me pareció distinguir una hermosa jirafa . — Ya lo ves — le dije a mi fiel criado — por ese camino infernal hemos llegado al paraíso . — Todavía no hemos llegado , señor , y todavía es posible que hayamos de contentarnos con verlo . A las once el sendero se presentaba como encajonado , semejante al cauce de un río . Las cumbres de nuestra izquierda no se levantaban cortadas a pico , y a la derecha teníamos como un pretil que nos ofrecía bastante seguridad . Por allí abundaban las plantas silvestres . Nos detuvimos para descansar y preparar nuestra comida . Nuestros bueyes pudieron comer algo , pues abundaba por allí una planta que parecía ser de su gusto . Dentro del carro tuvimos sombra , y así pudimos recuperar mejor nuestras fuerzas . Permanecimos en aquel sitio hasta las tres de la tarde . Siempre descendíamos , y por consiguiente , disminuía la elevación a que nos encontrábamos del valle . Dos horas después el sendero culebreaba entre los promontorios . Perdimos de vista la llanura . El terreno empezaba a presentar otro aspecto , los arbustos abundaban más , y en algunos sitios había bastante yerba , lo cual era una gran fortuna . Ya se ocultaba el sol cuando Dios quiso que saliésemos de las montabas , encontrándonos en un terreno desigual , duro , y donde crecían algunos árboles y plantas . Eran muchas , aunque de poca elevación , las cumbres que nos impedían examinar el paisaje a larga distancia . Avanzamos hacia el Norte con la intención de volver luego a la derecha en busca a valle ; pero se acababa la luz del día y tuvimos que detenernos cerca de un manantial de agua cristalina que brotaba entre las peñas . El sitio no podía ser mejor para pasar la noche . No teníamos para qué armar nuestra tienda , porque podíamos acomodarnos y dormir en el carro . A los troncos de los árboles atamos los bueyes , y encendimos cuatro hogueras quedando nosotros en el centro . Cenamos muy bien y esperamos comer mejor al otro día , pues en el valle teníamos caza . Según habíamos hecho otras noches , Jorge se acostó para dormir mientras yo velaba y levantarse después para seguir vigilando . Tal vez Dios quiso castigarnos muy justamente , porque las noches anteriores nos habíamos quejado del silencio y de la soledad . Me envolví en una manta , tomé mi escopeta , salí del carro y empecé a vagar a su alrededor , viendo unas veces cómo los bueyes pastaban o dormían , ocupándome otras en añadir combustible a las hogueras , o sentándome y contemplando el paisaje , que no se parecía a ninguno de los que habíamos visto . Al cubo de dos horas resonaron los rugidos del león . Me puse en pie , preparé mi escopeta y miré a mi alrededor . No quise despertar entonces a Jorge , porque no vi la necesidad de hacerlo . Los rugidos se repitieran más cerca . Era indudable que los leones habían olfateado nuestros bueyes , y se disponían para acometer . No pude verlos , porque me lo estorbaban los accidentes del terreno ; pero sí tuve , la seguridad de que venían de la parte de las montañas . Espere . Bien pronto salí de dudas . Al resplandor de una de las hogueras distinguí perfectamente dos leones , macho y hembra , que avanzaban con lentitud y se detuvieron , agitando su larga cola . El macho sacudió la melena . Rugieron . Entonces Jorge despertó , saliendo presurosamente del carro y corriendo adonde yo estaba . — ¡ Quieto ! — le dije . — Tenemos diversión , ¿ no es verdad ? — Y quizás para toda la noche . — Os quejabais del silencio , de la soledad … — Me aburría . Los bueyes se agitaron poseídos de terror , y hubiesen huido a no estar fuertemente atados . Los leones se movían con impaciencia creciente , clavaban en la tierra las uñas , y rugían como desesperados . Querían acometer ; pero no se atrevían a pasar más allá de las hogueras . Además los detenía , según después he comprendido , la circunstancia de estar sujetos los bueyes , pues el instinto les hacía temer que hubiese allí alguna de las trampas que con el cebo de una res les ponen los indígenas . Debían estar muy hambrientos , porque más de una vez avanzaron como si se decidiesen a dar la acometida a pesar de todos los peligros que se les presentaban . Llegaron a estar bien cerca de nosotros , a unos cuarenta pasos . — ¿ Y qué esperamos ? — me preguntó Jorge . — Creo que debemos hacer fuego , pues ahora nos será muy fácil herir . — Como no nos acometen … — Pueden hacerlo de un momento a otro . Ni siquiera se nos ocurrió guarecernos en nuestro carro para disparar desde allí . Dudé y antes de decidir cambió la escena . Los leones se volvieron rápidamente hacia la izquierda , retrocedieron algunos pasos y quedaron inmóviles . Encrespóse la melena del macho . La hembra se agachó . Sus ojos brillaban como luces fosfóricas . ¿ Qué les había sucedido ? Pasamos algunos minutos sin que pudiésemos averiguarlo , y al fin distinguimos sobre unas piedras y junto a un arbusto , un hermoso tigre . — No podemos pedir más a la fortuna — dije — pues vamos a presenciar la lucha entre esas fieras . — ¡ Pobre tigre ! — murmuró Jorge . — Debe sucumbir , puesto que tiene que habérselas con dos enemigos a la vez . — Le conviene huir … Veremos si llega hasta ese punto su cobardía . Estábamos completamente tranquilos , puesto que por el pronto ningún peligro nos amenazaba . Nuestro papel de espectadores tenía un gran encanto para mí . Por fin el tigre avanzó con lentitud , agachándose , casi arrastrándose , y volvió a detenerse . Pudimos verlo muy bien . Agitaba su larga cola . Plegó sus orejas hacia atrás . Clara y distintamente oímos el castañeteo de sus mandíbulas . Contempláronse . Sin duda medían sus fuerzas o pensaban , permítaseme la palabra , sobre el medio de ataque más ventajoso . La leona , moviéndose también con mucha lentitud , empezó a separarse del león , sin duda para acometer por un costado al tigre . Este se volvió un poco , de manera que podía observar a la vez a sus dos enemigos . Rugió el león , escarbó con sus garras y permaneció en su actitud altiva . Largo rato pasó . Creo que las tres fieras conferenciaban y se entendían perfectamente , y lo creo así por el resultado , pues al fin hicieron lo que más les con venía , que era atacar al enemigo común para disputarse luego la presa , si es que necesidad había de que disputasen , puesto que tenían a su disposición más víctimas de las que podían devorar . Cuando con mayor entusiasmo esperábamos ver principiar la lucha , el tigre y el león se volvieron hacia nosotros , y la leona se acercó también . Si nos acometían a la vez debíamos considerarnos perdidos , y tal supongo que sería su intención . — Al carro , señor — me dijo Jorge . — Se arrojarán sobre nosotros apenas volvamos las espaldas — repliqué . — Pues entonces ... — ¡ Fuego ! ... Tú al tigre y yo al león . Hicimos la puntería con todo el cuidado de quien tiene que salvar la existencia . Disparamos . El tigre saltó a gran altura y cayó pesadamente junto a una de las hogueras . El león dio una vuelta y cayó también .