Doña Luz por Juan Varela Estando en casa de V . , en una noche del verano pasado , conté la sencilla historia de Doña Luz . Hallola V . bien , gracias sin duda a la indulgencia con que me mira , y me animó para que la escribiese . Prometí escribirla y dedicársela a V . ; aceptó V . la promesa , y hoy con el mayor gusto la cumplo . Lo que me desazona es el corto valer del don en sí o su ningún valer , si se atiende al de la persona a quien le dedico , por su talento y belleza tan general y justamente encomiada . Sea , con todo , mi dedicatoria muestra , aunque pobre , del respetuoso cariño que V . me inspira . Por lo demás , aunque la novela no divierta , creo yo que vale algo por las muy graves y severas lecciones que contiene . Pongo a un lado las mil y quinientas que cualquier agudo crítico puede sacar si se empeña en elogiarme y lucirse , y me limito a la lección que se da , no ya sólo a los frailes , que al fin pocos hay en España ahora , sino por extensión a todo caballero cortesano , viejo o algo machucho , que se enamora con amor vicioso . El desastrado caso del P . Enrique deberá servir de escarmiento y grabar en la mente del cortesano viejo , como moraleja principal , aquellas advertencias divinas con que el ilustre Micer Pietro Bembo hermosea y corona el libro de El cortesano Estas advertencias dicen en resumen que el cortesano « enderece su deseo a la hermosura sola , y cuanto más pueda la contemple en ella misma simple y pura , y dentro en la imaginación la forme separada de toda materia , y formándola así la haga amiga y familiar de su alma , y allí la goce , y consigo la tenga días y noches en todo tiempo y lugar sin miedo de jamás perdella , acordándose siempre de que el cuerpo es cosa muy diferente de la hermosura , y que , no solamente no la acrecienta , mas que le apoca su perdición . Desta manera será nuestro cortesano viejo fuera de todas aquellas miserias y fatigas que suelen casi siempre sentir los mozos , y así no sentirá celos , ni sospechas , ni desabrimientos , ni iras , ni desesperaciones , ni otras mil locuras llenas de rabia , con las cuales muchas veces llegan los enamorados locos a tanto desatino que aun a sí mismos quitan la vida » : como sucedió al P . Enrique , volviendo a mi cuento . Al cual Padre le hubiera estado mejor valerse de este amor como de escala para subir a más alto grado . Porque , considerando la estrecheza de estar siempre ocupado en contemplar la hermosura de un cuerpo solo , debió sentir deseo de ensancharse algo y de salir de término tan angosto , y para ello debió también juntar en su mente muchas hermosuras , y , reduciéndolas a una sola , formar aquella que sobre toda la naturaleza se extiende y derrama . Sabido es , por último , que , por cima de este concepto universal de la hermosura , hay otra excelsa , increada y de la que todas proceden . Si el amor llega a columbrarla , ¿ de qué no se olvida ? Y entonces ( y toda ésta es doctrina de micer Pietro Bembo ) , se abrasa el alma en aquella llama , simbolizada y prefigurada en la enorme pira , donde se quemó Hércules , después de todos sus trabajos , allá en la cumbre del monte Oeta , o se remonta y traspone en el ardiente carro , en que Elías abandonó la tierra y se fue volando a los cielos . Yo , señora , con el peso de los años , que ya me molesta bastante , y con no pocas saludables desilusiones , voy propendiendo , aunque pecador , a subir por este último camino . Y si bien en mis novelas se notan aún resabios y aficiones de hombre mundano , ya hay en ellas como señales de que me llaman a sí otras voces muy distintas de las del mundo . Con esto , acaso perderá en amenidad lo que escribo , pero ganará en utilidad . Ahora que está en moda lo docente , dígame V . con franqueza si mi novela no enseña algo cuando esto enseña . Dele V . , pues , su aprobación ; acéptela y defiéndala ya que le pertenece ; y créame su devoto servidor y amigo JUAN VALERA . No todas las historias que yo refiero han de ocurrir en Villabermeja . Hoy he de contar una muy interesante ocurrida , pocos años ha , en otro lugar cercano , que llamaremos Villafría , reservando para mayores cosas su verdadero nombre . Por lo demás , entre Villabermeja y Villafría no se da diferencia muy notable ; pues , si bien Villabermeja posee un santo patrono más milagroso , Villafría goza de término más rico , de más población , de mejores casas , y de más pudientes hacendados . Entre éstos descollaba el Sr . D . Acisclo , así llamado desde que cumplió cuarenta y cinco años , y que sucesivamente había sido antes , hasta la edad de veintiocho a treinta , Acisclillo y tío Acisclo después . El don vino y se antepuso , por último , al Acisclo , en virtud del tono y de la importancia que aquel señor acertó a darse con los muchos dineros que honrada y laboriosamente había sabido adquirir . Su buena fama trascendía por toda la provincia . No le estimaban sólo como a persona que tiene el riñón bien cubierto , y que no se dejaría ahorcar por dos o tres milloncejos de reales , sino que era preconizado como sujeto muy cabal , formalísimo en sus tratos y seguro hasta la pared de enfrente , y como tan recto , devoto de María Santísima y temeroso de Dios , que casi , casi estaba en olor de santidad , a pesar de las malas lenguas , que no faltan nunca . Lo cierto es que D . Acisclo había sabido conciliar su medro con la probidad y la justicia . Había sido administrador del marqués de Villafría , durante veinte años lo menos , y se había compuesto de manera que todos los bienes del marquesado habían ido poco a poco pasando de las manos de su señoría a sus manos más ágiles y guardosas . Este pase o dislocación se había realizado natural y legítimamente . Don Acisclo no tenía culpa ninguna de que el marqués hubiese sido despilfarrado y perdulario ; y más que por culpa podía y debía contarse por mérito que él fuese ingenioso , ahorrativo y aprovechadísimo . Siempre se condujo con la mayor lealtad en la administración . El marqués de Villafría habitaba en Madrid , donde gastaba mucho . Tenía necesidad de dinero . Enviaba a pedir . No había . Y entonces se apelaba a varios recursos , de algunos de los cuales hablaré aquí en breves palabras . Mandaba el marqués , que , para reunirle dos mil duros , se vendiese vino , aunque fuese malbaratándole : dando , por ejemplo , el fino y potable como de quema . Don Acisclo era muy estrecho y escrupuloso de conciencia , y se ponía a buscar con afán a alguien que se llevase el vino por su justo valor ; pero no le hallaba . Nadie daba por cada arroba sino seis o siete reales menos de lo que valía . Entonces D . Acisclo se sacrificaba ; allegaba el dinero , se le enviaba al marqués , y tomaba el vino para sí por una peseta menos en cada arroba . De esta suerte ganaba él , haciendo ganar al marqués tres reales en arroba por la parte más corta . Luego echaba D . Acisclo en madera el mencionado vino , y al cabo de un año , le ponía tan exquisito , que vendía cada arroba por siete u ocho pesetas más de lo que le había costado . En otras ocasiones , pedía el marqués , corriendo , mil duritos para salir de un apuro . « Tómalos de un comerciante de Málaga - escribía a D . Acisclo - , prometiendo pagarlos en aceite dentro de dos meses , que será la cosecha » . Don Acisclo buscaba al punto en Málaga comerciante que se allanase a dar el dinero , y resultaba que nadie quería darle sino cobrándose en aceite , dos meses o poco más después , y tomando la arroba de dicho líquido a dos reales menos del precio corriente . Ésta era una usura monstruosa ; era una usura de más del 30 por 100 al año . Don Acisclo se afligía , ponía el grito en el cielo , caía enfermo por la pesadumbre que le daban los apuros del marqués , y al fin reincidía en sacrificarse , tomando él mismo el líquido por un real menos de su precio corriente , y aprontando el dinero , del cual no venía a sacar sino a razón de 20 por 100 al año . Así hacía ganar al marqués otro 10 por 100 . Con el trigo sucedía lo propio . El marqués mandaba que le vendiesen el trigo dos o tres meses antes de la cosecha . No se hallaba quien le pagase con anticipación sino con tres reales de descuento por fanega . Entonces D . Acisclo proporcionaba el dinero , y se quedaba con el trigo por dos reales menos , pero haciendo ganar al marqués un real en fanega . El marqués gustaba de tener una reata de ocho hermosos mulos , los cuales se hubieran comido una barbaridad de cebada , sin trabajar para el marqués sino cuatro meses a lo más cada año ; pero D . Acisclo se servía de los mulos para los acarreos y tráficos , y así se ahorraba él de pagar mulero y mulos , y hacía que el marqués ahorrase sobre seis meses de piensos . Las tierras del marqués estaban muy necesitadas de abono . Don Acisclo adquirió para sí no pocas ovejas y cabras , las cuales , a trueque de algunas hierbas inútiles y tal vez nocivas y de algunos retoños bajos y viciosos , abonaban bien los mejores olivares del marqués . Necesitaba el marqués más dinero ; era menester tomarle prestado ; no había quien le diese a menos del 15 por 100 . Don Acisclo hallaba a un pariente o a un amigo suyo que le daba al 12 . Así hacía ganar al marqués un tres por ciento anual sobre la cantidad recibida . En resolución , y por el estilo mencionado , rindiendo cuentas exactísimas , y demostrando matemáticamente que hacía ganar al marqués tres o cuatro mil duros al año con administrar tan fiel y celosamente sus bienes , D . Acisclo vino a quedarse con casi todos ellos . Su señoría , sitiado por hambre , tuvo entonces que abandonar la corte , y se retiró a hacer penitencia en Villafría , donde murió , al año de estar , de unas calenturas malignas , que infundieron en su sangre la falta de metales y la sobra de bilis . Todo el caudal del marqués , a su muerte , podría producir , a lo sumo , 16.000 rs . al año . Estoy tan escamado con los críticos profundos que no atino a resolver y declarar si el marqués era tonto o discreto . En Madrid había sido el marqués el encanto de la sociedad , y había pasado por la discreción en persona . Y , sin embargo , el marqués se había quedado pobre . Tal vez consista esto en que haya dos géneros de tontería : la tontería de acción y la tontería de palabra , las cuales están en razón inversa en cada ser humano . El que no dice tonterías las hace : el que no las hace las dice . Cuando alguien hace y dice siempre tonterías , ya es tonto de capirote y goza de tontería absoluta , total , una y toda , como se expresarían los filósofos . Por dicha no es esto lo común : lo común es ser tonto a medias . Cuando alguien gasta en palabras su discreción , enamora a las gentes y hace las delicias de las tertulias ; pero , consumida toda su discreción en objetos de lujo , sólo tontería le queda para los negocios que debieran importarle . Y , por el contrario , todos o casi todos los que consumen su discreción en hacer su negocio , son insufribles de tontos o de zafios hasta que le hacen , si bien , luego que le han hecho , vuelven a brillar con su discreción en los discursos y conversaciones , o bien porque ya no tienen que emplearla en lo útil y la derivan hacia lo agradable , o bien por el prestigio seductor de que los circundan su éxito y su buena fortuna . Así me explico yo que el marqués , que buen poso haya , pasase siempre por discreto en la corte , y en su lugar por incapaz de sacramento . Razón tenían en su lugar , dirá quien me lea . Si el marqués no hubiera sido tonto , hubiera conocido que D . Acisclo le saqueaba y hubiera mudado de administrador . A esto importa contestar lo que el marqués contestaba , pues no faltó nunca quien le hiciese dichas reflexiones . Yo no trato aquí de sostener que el marqués tenía razón : me limito a repetir lo que él decía . Decía , pues , que en veinte leguas a la redonda , tomando a Villafría por centro del círculo o redondel , no había más honrado y virtuoso varón que su administrador : que el ahorro de cuatro mil duros al año que D . Acisclo se jactaba de haberle hecho era de la más rigurosa exactitud ; y que por consiguiente todavía le salía deudor , en los veinte años que había administrado sus bienes , de algo más de 80.000 duros . Otro administrador cualquiera hubiera acabado con el marqués en diez años . El marqués , por lo tanto , creía deber a D . Acisclo diez años de buena y alegre vida . Otro administrador cualquiera no hubiera hecho los adelantos por la mitad menos , y se hubiera enriquecido más pronto , y no hubiera arruinado a su señor con tantos miramientos , con tanta suavidad y pausa , y con tan severa conciencia . El propio D . Acisclo creía , allá en el fondo de su alma , aunque rara vez se jactaba de ello por su extremada modestia , que había sido para con el marqués un dechado de fieles servidores . Así es que , en el año que vivió el marqués en Villafría , ya arruinado , D . Acisclo le sermoneó bien sobre su despilfarro e imprevisión , y el marqués le oyó siempre con respeto y hasta compungido a veces . Con estos sermones y consejos póstumos , con una amistad llena de veneración , que D . Acisclo mostró siempre al marqués , más aún cuando pobre que cuando rico , y con los cuidados con que le atendió en los últimos días de su vida , sin que ni remotamente entrase en todo ello la menor idea de desagravio , pues pensaba haberle favorecido y no ofendido , don Acisclo se elevó a considerable altura moral e intelectual en el ánimo del marqués , quien al morir le dejó confiada la joya más hermosa que aún poseía en este mundo . Era esta joya una niña que acababa de cumplir quince años cuando murió el marqués . Había sido educada por un aya inglesa que había sido menester despedir por falta de dinero antes de venir a Villafría ; pero ya la niña hablaba inglés y francés con perfección y estaba muy instruida . En el lugar había acertado a hacerse querer de todas las gentes , en especial de los pobres , aunque ella también lo era y poco podía favorecerlos . Huérfana de madre desde que tenía dos años , había quedado sola en el mundo al morir el marqués . Éste , que jamás había sido casado , había tenido aquella hija en una mujer oscura , pero le había dado su nombre y la había legitimado . Don Acisclo , muerto el marqués , tuvo grande empeño en adelantar el dinero para la transmisión del título a la señorita ; pero ésta lo supo , y se opuso del modo más resuelto . Aunque de tan corta edad , pensó y dijo con discreción que hasta era ridículo ser marquesa con tan poco dinero como tenía . Don Acisclo insistió en sacar el título , pero la niña se opuso cada vez con más ahínco . Quedose , pues , sin título . Todos en el lugar dejaron de llamarla la marquesita , como la llamaban en vida de su padre , y la llamaron doña Luz , que era su nombre de pila . Doña Luz , como buena hija , lamentó y lloró mucho la muerte del marqués ; pero su humilde y cristiana resignación era grande . Con el tiempo quedó doña Luz tranquila y consolada . Vivía en casa de D . Acisclo . Conocía su triste situación , y no se atormentaba por ello . Se diría que había olvidado Madrid . Estaba conforme en pasar en Villafría la vida entera . Desde la muerte del marqués habían transcurrido doce años . Doña Luz tenía veintisiete y estaba hermosísima : mucho mejor que de quince . Su buen natural , rectamente encaminado en su niñez y en su adolescencia por las lecciones del aya , no la había abandonado nunca . Doña Luz , sin sibaritismo , con la severidad de quien cumple un deber , había cuidado , y seguía cuidando en el lugar , de su alma y de su cuerpo . Con el mismo esmero con que procuraba no manchar su inteligencia ni su voluntad con ideas o con afectos indignos , atendía a la material limpieza y al honesto adorno de su persona . Doña Luz era en todo la pulcritud personificada . Tal vez por instinto , sin darse cuenta de ello , o al menos no dejándolo sentir ni recelar , se miraba y se complacía más en este que podemos llamar aseo moral y corpóreo , por lo mismo que se veía circundada de gente algo ruda y no muy limpia ni de cuerpo ni de alma , y como si tuviese el temor de contaminarse . Era tan circunspecta , que jamás dejaba traslucir este temor ; y tan hábil sin arte , que nadie la acusaba de desdeñosa . Aunque no se bajaba al nivel de nadie , por una dulce , franca y generosa simpatía , procuraba elevar a las gentes a su nivel . Así había logrado infundir respeto y no odio : y las señoras y señoritas del lugar , en vez de tomarla por blanco de sus sátiras , solían tomarla por modelo , con lo cual los usos , costumbres y trato social , se habían mejorado bastante . Los mozos eran más reverentes con las mujeres , y algunas de éstas imitaban ya a doña Luz , no sin maña , en modales y compostura y hasta en el primor y atildamiento con que ella tenía los muebles y alhajas de su tocador , salita y alcoba . En el momento en que nos ponemos ahora con la imaginación , doña Luz era un sol que estaba en el zenit . Gallarda y esbelta , tenía toda la amplitud , robustez y majestad , que son compatibles con la elegancia de formas de una doncella llena de distinción aristocrática . La salud brillaba en sus frescas y sonrosadas mejillas ; la calma , en su cándida y tersa frente , coronada de rubios rizos ; la serenidad del espíritu , en sus ojos azules , donde cierto fulgor apacible de caridad y de sentimientos piadosos suavizaba el ingénito orgullo . Madrugadora , activa , acostumbrada a dar largos paseos , y a estar en casa empleada en algo útil , la ligereza y el brío de su cuerpo corrían parejas con su beldad y con su gracia . Cuando quería , bailaba como una sílfide ; en el andar airoso , semejaba a la divina cazadora de Delos , y montaba a caballo como la reina de las amazonas . No se negaba a asistir a los bailes , tertulias y otras fiestas que en el lugar se daban . Había ido a las ferias de los lugares cercanos y a algunas romerías , y no esquivaba la conversación de las gentes , aunque con tan juicioso y bien templado decoro , que atinaba a desechar la familiaridad excesiva , sin ofender al vidrioso y sin alentar al audaz y confiado . Esto , en vez de perjudicarle , aumentaba y extendía su buen crédito . Cuando doña Luz iba por la calle , con Juana , su anciana criada , o cuando iba a la iglesia , grave , silenciosa , vestida toda de negro , con basquiña y mantilla , decían algunos mozos estudiantes , que había en el lugar , y que entendían más hondamente que los demás de estética y de otras doctrinas de amor y poesía , que doña Luz parecía una garza real , una emperatriz , una heroína de leyendas y de cuentos fantásticos ; algo de peregrino y de fuera de lo que se usa ; el hada Parabanú ; la más egregia de las huríes . A pesar del respeto , algunos no acertaban a contenerse . Este decía : « ¡ Viva el salero ! » Aquél : « ¡ Alabado sea Dios que tan hermosa la ha criado ! » Otro : « ¡ Ahí va la gloria vivita ! » y así por el estilo . En ocasiones , por último , no faltó quien se propasase a tender la pañosa a modo de alfombra o a tirar el sombrero calañés a sus plantas para que ella le hollara y pisoteara . Pero , ¡ caso estupendo ! en medio de todo este entusiasmo , doña Luz no tenía ni había tenido novio : no hablaba ni había hablado con nadie por la reja . Lo que sí había tenido era multitud de pretendientes , sin que ella hubiese dado esperanzas a ninguno . Los jóvenes más ricos de algunas leguas en contorno la consideraban ya como inexpugnable fortaleza . La esperanza , con todo , no se pierde jamás . Los hombres , en esto de conquistas amorosas , nos las prometemos , a menudo , felices . Así es que , si los del lugar estaban ya sosegados y desengañados , no faltaban aún forasteros , con tal de que fuesen sujetos de cierto fuste , que se alborotasen al ver a doña Luz , y propusiesen , allá en sus adentros , conseguir lo que otros no habían conseguido ; pero pronto también se desengañaban . Con esta adoración resuelta , con este prurito de ser correspondidos , se habían hallado muchos , o simultánea o sucesivamente . Ninguno había llegado a explicaciones . Doña Luz se supo componer de suerte que no se había visto nunca en la dura necesidad de dar formales calabazas , ni de excitar el resentimiento que esto trae consigo . Era difícil hablar a solas con ella . Era difícil hacer llegar a sus manos carta o billete amoroso . Y si bien , merced a algunas viejas audaces , que donde quiera las hay de sobra , doña Luz había recibido papelitos en prosa y hasta en verso , constantemente los había devuelto sin abrir . En vista de estos y de otros desdenes , todos los enamorados desistían al fin de sus propósitos , sin motivo y hasta sin pretexto de queja . Y no podía haberla , porque doña Luz callaba toda razón ofensiva . No se sentía inclinada al matrimonio . No amaba . Nadie manda en su corazón . Tales eran sus razones . Alguien podría sospechar pero no probar su invencible repugnancia a todo lo vulgar y plebeyo , y el horror que de ella se apoderaba a la sola idea de poder un día tener un hijo que llevase su ilustre apellido en pos de otro apellido oscuro y rústico de algún ricacho villano . En suma : doña Luz , si no tenía esperanzas de casarse a su gusto , tampoco tenía o dejaba traslucir el menor deseo . Todo era en ella frialdad tranquila y contentamiento suave . En balde , el peor pensado de los hombres se atrevería a buscar en sus actos , en sus palabras , en sus ademanes y gesto , la más leve señal de que estuviese despechada . Doña Luz no lo estaba en realidad . Había tomado enérgicamente su partido y había trazado de antemano la senda de su vivir . Las frases burlonas de quedarse para tía o para vestir imágenes no hacían mella en su firme y acerado corazón , ni podían violentarla ni inclinarla a aceptar marido con el solo fin de no llegar a solterona . Varias parientas ricas , que tenía doña Luz en Sevilla y en Madrid , la habían invitado a que se fuera a vivir con ellas : pero , o bien porque así fuese en verdad , o porque doña Luz lo sospechaba , las invitaciones habían sido más que de corazón por cumplimiento . Además , doña Luz se consideraba muy pobre para su clase , y no quería ser gravosa , ni vivir a expensas de otros y en una especie de dependencia próxima a la servidumbre . Había , pues , rehusado todas las invitaciones . Su plan era vivir y morir oscuramente en Villafría . La misma impureza de su origen , el vicio de su nacimiento , la humilde condición de su desconocida madre , obraban por reacción en su ánimo y casi convertían su orgullo en fiereza . Para limpiar aquella mancha original , quería ser doña Luz mucho más limpia y mucho más pura . No quería pordiosear ni deber nada a nadie . Conservaba sin vender su casa solariega del lugar con sus antiguos muebles y dos criados . Si no vivía en ella , pensaba vivir más tarde , o bien porque don Acisclo podría faltar , o bien porque ya , entrada ella en años , nadie podría extrañar que viviese sola . Entretanto , vivía doña Luz en el caserón de don Acisclo , donde tenía holgada e independiente habitación , y donde había traído , para adornarla , sus más bonitos y preciosos muebles y sus libros mejores . En pago de esta hospitalidad , hacía aceptar a don Acisclo , por más que éste se había resistido , más de la mitad de sus rentas , o sea 8.000 reales al año . Con lo restante , como era económica y arreglada , tenía lo suficiente para vestirse , comprar algunos libros nuevos y hacer limosnas . El único lujo , el único regalo de doña Luz , era un magnífico caballo negro , en el cual solía ella salir a paseo con D . Acisclo o con un criado llamado Tomás , que había envejecido en el servicio de su padre . Don Acisclo estaba viudo hacía muchísimo tiempo . Tenía dos hijos y tres hijas , todos casados y con casa aparte , de modo que , en la soledad anchurosa de aquel inmenso caserón , doña Luz y D . Acisclo se daban mutua compañía . Rayaba ya D . Acisclo en los setenta años ; pero estaba recio y bien de salud . Iba derecho como un huso ; era hombre ágil y enjuto de carnes ; y , si no sabía más que leer y escribir medianamente y las cuatro reglas , y si jamás había leído un libro , tenía gran despejo natural , aunque burdo . Jamás había turbado su conciencia con sutilezas morales . Así es que no le remordía , como hemos dicho , de haber contribuido a la ruina del marqués . Si se había aprovechado de ella mejor le parecía que hubiese sido él que no otro . Mucho le hubiera dolido ver en manos extrañas el caudal de su amo . Poseíale , por lo tanto , de buena fe , con justo título , y hasta con y por cierto sentimiento de veneración a la memoria del difunto ilustre poseedor . Esta veneración se extendía , o mejor dicho , se extremaba y llegaba a su colmo , sin afectación ni servilismo , cuando se trataba de la señorita doña Luz , en quien , fascinado el viejo , creía descubrir a un ser cuyos arcanos pensamientos , móviles y resortes de acción , apenas entreveía ; a una criatura rara e inusitada , de otra casta muy diferente de la suya , y con la cual , sin embargo , comía de diario y tenía la honra de compartir la vivienda . Constaba esta vivienda , como la de muchos otros ricos hacendados de Andalucía , de dos casas contiguas , en comunicación : la de los amos y la que se llama siempre casa de campo , aunque esté en el centro de la población . La casa de los amos no tenía más habitantes que D . Acisclo en un extremo , y doña Luz en otro , con su vieja criada Juana , que dormía en un cuarto al lado del de su señora . Había un gran comedor , otro comedor pequeño para diario y varios salones de respeto , que no se abrían sino en las ocasiones solemnes , y donde , entre otras preciosidades , D . Acisclo , sus hijos , hijas , yernos y nueras , todos resplandecían retratados al óleo , de tamaño más que natural , y casi de cuerpo entero , por un pintor ambulante que acertó a pasar por Villafría , y que llevó una onza de oro por cada retrato . Verdad es que D . Acisclo le agasajó y trató a cuerpo de rey , sentándole a su mesa todo el tiempo que tardó en pintarlos , lo cual fue obra de cinco meses , y luego , al partir , le hizo presente de mil chucherías , como , por ejemplo , de un pipotillo con aguardiente de doble anís , de orejones secos y de alfajores y piñonate . Los retratos lo merecían por lo parecidos . No les faltaba más que hablar . Las blondas que figuraban en los de las damas , estaban algo confusas al principio ; pero , cediendo a las quejas de las damas susodichas , el pintor lo arregló con ingenioso artificio . Untó en albayalde un pedazo de tul , le aplicó al sitio del cuadro , ya seco , donde la blonda estaba representada , y resultó un efecto maravilloso , porque hasta los agujeritos de la blonda se veían y aun podían contarse . Todo esto era en el piso principal , donde había dos chimeneas , que allí llaman francesas , y que no se encendieron sino cuando vino el obispo , en pleno invierno , y por poco se ahoga S . S . I . con el humo que se armó . Pero en cambio había una magnífica cocina de señores , con chimenea de campana , de muchísimo tiro , donde ardía siempre , durante la estación fría , abundante leña de olivo y de encina y rica pasta de orujo ; donde rara vez se guisaba ; y donde los señores se calentaban muy a su sabor . En esta cocina adornaban las paredes varias jaulas de perdices , puestas sobre repisas , escopetas y otras armas , y algunas cabezas de ciervos , lobos , zorros , tejones y garduñas , muertos por D . Acisclo . En el piso bajo había casi tanta habitación como en el principal ; y , si se contaba con el patio con toldo , había más . Allí se vivía durante el verano . En toda estación estaba allí el despacho de D . Acisclo , donde este activo labrador y ganadero trataba con chalanes , corredores , rabadanes , aperadores , capataces y caseros : entendiéndose por caseros , no el terror de los inquilinos morosos , como en Madrid , sino los que cuidan y guardan las caserías o viviendas de cada finca rústica . En el piso bajo , en la sala de más aparato y autoridad , que se llamaba la cuadra , porque era cuadrada , había también algo que daba lustre a aquella casa . Es de saber que en no pocos pueblos de Andalucía hay multitud de imágenes benditas , que se sacan en procesión en las grandes festividades , y singularmente en Semana Santa . El número de estas imágenes suele hacer que no quepan bien en los templos , por lo cual muchas están depositadas en casas particulares hasta el único día del año en que han de salir en procesión . D . Acisclo tenía en la cuadra baja una de estas imágenes , de cuya cofradía era hermano mayor ; pero no era una imagen de tres al cuarto , sino la más complicada que se conocía y la de mayor empeño y coste , ya que en realidad no rezaba con ella aquel decir proverbial de : Aquella imagen o representación comía y bebía , o mejor dicho , cenaba : era nada menos que la Cena . Cristo y los doce apóstoles de bulto estaban sentados a la mesa ; Cristo echaba la bendición , San Juan se dormía sobre el hombro de su Divino Maestro , y el feísimo y traicionero Judas , con enmarañado pelo rojo , metía la mano en el plato del centro , porque es sabido que no tenía pizca de educación . El Jueves Santo salía en procesión la Cena , y el Miércoles Santo por la noche estaba expuesta en la cuadra a la veneración de los fieles , quienes con tal motivo tenían entrada franca en la casa , lo cual se llamaba y se llama aún visitar las insignias , y apenas quedaba en el lugar quien no las visitase en la víspera de la respectiva procesión . Y esto si contar con los forasteros . La mesa en que Cristo y los apóstoles estaban sentados , era bastante capaz , y , en tan solemnes días , se cubría con preciosos manteles alemaniscos y se adornaba con mil lindezas , flores , viandas , dulces y frutas . Aunque no había en la mesa de cuanto Dios crió , como afirmaba la gente del pueblo con encarecimiento desmedido , era innegable que había objetos raros y costosos : uvas de corazón de cabrito como acabadas de coger y que por milagro se habían conservado , claveles y tempranas rosas de olor en grandes piñas , ramos de violetas y camelias , etc . , etc . Las paredes de la sala donde estaba la Cena se tapizaban de damasco carmesí ; sobre el damasco se colgaban lindas y antiguas cornucopias con muchas velas de cera ardiendo , y también en la sala había verdes plantas , y canarios en jaulas , y una enorme cruz negra de madera , con adornos y remates de plata fina , asida a la pared por fuertes alcayatas . Era la cruz que D . Acisclo , cuando mozo , había llevado al hombro en las procesiones durante muchos años , porque había sido y era aún hermano de cruz , aunque jubilado , y aún se vestía de nazareno , para ir en la procesión como hermano mayor delante de la Cena , con una túnica de rica seda morada que había costado un dineral ; pero entonces no llevaba la cruz , sino una pértiga reluciente , signo de autoridad y mando . Su hijo primogénito iba delante con el estandarte de la cofradía . El gasto de la fiesta era grande , porque D . Acisclo costeaba toda la cera que llevaban ardiendo los que con sendas velas seguían su insignia , y en la noche del Jueves Santo , terminada ya la procesión , daba de cenar a todos los cofrades , que eran muchos , agasajándolos y hartándolos con potaje de habas , cornetillas picantes , cazón en ajo de pollo , bacalao con tomates o en albóndigas , a veces hasta serafines fritos , pues , aunque parezca extraño , serafines se llaman en aquel país los boquerones , y de postres deliciosos pestiños y vino añejo . Pagaba además con rumbo generoso a los cuarenta o cincuenta ganapanes que habían llevado en hombros las andas , y en las andas la mesa , con Cristo , Apóstoles y cuanto Dios crió ; empresa titánica , de la cual no pocos quedaban derrengados y con feroces ampollas , a pesar de las almohadillas . Aquella noche echaba D . Acisclo el bodegón por la ventana . La gente menuda fumaba a su costa los mejores coraceros que había en el estanco , y el señorío tomaba chocolate con hojaldres , empanadas , hornazos , tortas de varias clases , como por ejemplo , de polvorón y de aceite , y roscos de vino y de huevo . En cualquier día y a cualquier hora se mostraba en todo que D . Acisclo era espléndido y acaudalado . El patio de la casa era anchuroso y enlosado de mármol . En su centro lucía una taza de mármol también , donde caía el agua clara de un copioso y alto surtidor . En torno de la fuente se veían muchas macetas con flores y hierbas olorosas , y alrededor arriates con bojes , que formaban bolas y pirámides , y rosales de enredadera , jazmines y naranjos , que revestían el muro y trepaban por cima de los balcones del piso principal , tejiendo una capa o manto de flores , frutos y verdura , y embalsamando el ambiente , ya con el olor del azahar , ya con el más leve aroma de jazmines y de mosquetas . De este patio , así como de un jardín más extenso , con honores de huerta , que había a espaldas de la casa , cuidaba doña Luz con esmero . Hasta hacía venir flores y plantas , que jamás se habían conocido en Villafría , y solía aclimatarlas . De nada más cuidaba doña Luz , no por desidia , sino porque , según decía D . Acisclo , se obstinaba en sostener que estaba como de huésped , y no quería meterse en camisón de once varas . Quien lo gobernaba todo , la verdadera directora y ama de llaves , era la Sra . Petra , de edad de cincuenta años muy cumplidos . Ella entendía en el gasto diario , vigilaba la cocina y tenía las llaves de la despensa , de la repostería , de la candiotera , de las cuatro bodegas de vino , aceite , aguardiente y vinagre , y de los desvanes o graneros , donde siempre había trigo , cebada , arvejones , yeros , matalahúga y otras semillas . A las inmediatas órdenes de la Sra . Petra había cuatro criadas : dos , zagalonas aún , duras en el trabajo , de apretadas carnes y músculos de acero , las cuales eran de las que llaman por allá de cuerpo de casa , esto es , que servían para fregar , aljofifar , enjalbegar y tenerlo todo saltandito de limpio ; otra , ya más granada , aunque moza también , que cosía , zurcía y planchaba la ropa , y otra que guisaba los más castizos y sabrosos guisotes de la tierra , y que sabía hacer almíbares , cuajados , pastelillos , arrope y gachas de mosto . Toda esta tropa femenina habitaba y dormía en el piso principal de la casa de campo , donde también tenían habitación el aperador , su mujer y sus cuatro chiquillos ; pero éstos , tan apartados , que no se veían ni se entendían sino cuando el amo llamaba . Había , por último un mozo , que dormía junto a la caballeriza y cuidaba de ella , de los patios y corrales . Tal era la servidumbre doméstica , por decirlo así . Pero ya se entiende que los jornaleros , el mulero , los caseros , los viñadores , los pisadores , los del molino y la demás gente que se empleaba en las faenas agrícolas , iban y venían y hacía estancia en la casa de campo , donde había anchura sobrada , y alambique , lagar , alfarje y prensas para la aceituna y la uva . Resultaba , pues , como ya queda apuntado , que en la casa de los amos sólo vivían D . Acisclo , doña Luz y su criada Juana . Tomás , el antiguo criado del marqués , vivía en la casa solariega con un mozuelo que le ayudaba a cuidarla y a cuidar también el hermoso caballo negro de la señorita . En la casa había dos mesas : una a la que se sentaban D . Acisclo y doña Luz y algún convidado si le había ; otra para la familia ( en los pueblos andaluces se sigue llamando familia a los criados ) , y en dicha mesa se sentaban la señora Petra presidiendo , las dos mozas de cuerpo de casa , la costurera y planchadora , la cocinera , el mozo de la caballeriza , Tomás y su ayudante , y la Juana , doncella de la señorita doña Luz . El aperador y los suyos hacían rancho aparte y tenían una cocinilla moruna donde guisaba la aperadora . Esto no impedía que ella , o alguno de sus hijos , o todos , incluso el aperador , aunque no hijo , sino padre , estuviesen convidados con frecuencia a la mesa de la familia , a la cual se sentaban asimismo el mulero y otros cuando estaban en el lugar , y a la cual la señora Petra y la Juana se atribuían el derecho , y no se descuidaban en ejercerle , de hacer las invitaciones que se les antojaban . Tal era la casa en que durante doce años había vivido doña Luz , y tal la gente de que estaba rodeada en mayo de 1860 . Doña Luz , dadas las circunstancias en que se hallaba y las condiciones de su carácter , no podía menos de vivir como vivía . El orgullo es malo sin duda . ¿ Cuánto mejor y más cristiana no es la humildad ? En el orgullo hay mucho de egoísmo , mientras que la humildad es toda devoción y abandono . Y sin embargo , ¿ cómo negar que un orgullo bien dirigido es causa a veces de altas virtudes y de honrada conducta ? Sea como sea , no debemos ocultar que nuestra heroína era muy orgullosa . Quien esto escribe no tiene manías o predilecciones aristocráticas . Al contrario , siempre se ha obstinado en creer que no vale menos la gente de los lugares que la más encopetada de la corte . Mutatis mutandis , todo le parece lo mismo : la mujer del alcalde es igual a una emperatriz o reina , la del escribano equivale a la duquesa más en moda en Madrid , y el majo Fulanito se le antoja más brioso , y gallardo , buen jinete , seductor , afable y ameno , que el más perfecto dandy de cuantos ha conocido . Pero , mirándolo bien , esto no es espíritu democrático discreto , sino negro y desconsolador pesimismo . La democracia optimista y sana consiste , sin duda , en creer que la mejor educación desde la primera infancia , el buen ejemplo y nombre de padres y abuelos , la obligación de no deshonrar ni deslustrar este buen nombre y el vivir en medio más urbano y culto , deben ser escuela e incentivo eficaz para ser virtuosos o discretos , o seductores , o dignos o todo a la vez . En igualdad de índole y de luces intelectuales debe , por consiguiente , valer mucho más quien posee los dichos exteriores requisitos que aquel que no los posee : en igualdad de condiciones internas , la hija de un marqués , por ejemplo , aun cuando sea bastarda , debe conducirse mejor que la hija de un pelafustán . De entender lo contrario por espíritu democrático , se seguiría que lo que debemos desear es la igualdad bajando y no subiendo : la nivelación en la ignorancia , la abyección y la miseria , y no la nivelación y elevación posibles , en todos aquellos medios , en toda aquella acumulación de recursos hecha por las pasadas generaciones , a fin de que con su auxilio sigamos ascendiendo hacia el bien , hacia la luz y hacia la belleza . Yo comprendo como veneranda y punto menos que santa , aunque vaya por caminos extraviados , la intención del demagogo , demócrata y hasta socialista , que pugne por dar a todos los hombres educación liberal , recursos y cuantos elementos gozan los llamados aristócratas , si es que estos elementos valen , no sólo para gozar , sino para ser mejores ; pero si sólo valen para gozar y ser más débiles , corrompidos y ruines , no me explico la democracia progresista , sino la democracia de Rousseau , que procura retrotraer a la humanidad al estado salvaje . De cualquier modo que sea , conste que yo no defiendo aquí esta o aquella opinión . No es lo que escribo un tratado de filosofía política . No intento tampoco presentar a doña Luz como un dechado de excelencias , sino presentarla tal como ella fue . Doña Luz sentía profundamente la dignidad humana , pero suponía que lo claro y distinto de este sentimiento , que había en ella más que en otras personas , no dependía sólo de un don natural y gratuito , sino de una educación superior a la de la generalidad , y mucho más esmerada . Esto , más bien que orgullo , parece modestia . Ella creía tener un ideal de sí propia que había ido realizando y como trayendo fuera , merced sin duda a su misma energía , pero auxiliada de circunstancias dichosas e iniciales que debía a la Providencia , y en que no todos , sino pocos , se hallan . Se juzgaba , pues , como favorecida por Dios , y por lo mismo con más obligaciones que cumplir . Por cada favor divino , una obligación sagrada . Tenía talento , estaba obligada a cultivarle ; era bella y fuerte , necesitaba conservar su fuerza y su hermosura ; había recibido un nombre ilustre , y , ya que no acertase a ilustrarle más , no debía mancharle . Aunque ella se considerara igual por naturaleza a los demás seres humanos , los juzgaba a todos marchando en busca de mayor bien y de superior altura más luminosa y serena . Si ella , aun cuando fuese por un capricho de la suerte , iba delante y se hallaba más cerca de la cumbre , su filantropía no podía extenderse a más que a dar la mano a los que estuviesen en condiciones de trepar hasta donde estaba ella , y no a aquellos que estaban tan bajos o tan hundidos en el lodo , que en vez de alzarlos , se dejaría ella arrastrar cayendo en el lodo también . Ya hemos indicado que el orgullo de doña Luz se velaba y envolvía en el más discreto disimulo ; y esto no sólo por prudencia y por interés propio , sino por vivo sentimiento de caridad . Nada le dolía tanto como humillar al prójimo . Si tal vez se complacía en lucir alguna habilidad , alguna buena prenda de su espíritu , algún primor o elegancia de su persona , era con los capaces de sentir el estímulo de imitarla o alzarse hasta ella ; no por el prurito de excitar estéril admiración o envidia dolorosa . Doña Luz , por lo mismo que tenía tanto orgullo , no tenía chispa de vanidad . Gustaba en todo de pagar con usura lo que recibía . No anhelaba que la amasen más de lo que podía amar ella . La coquetería era , pues , para doña Luz un vicio ignorado y casi incomprensible . Su fallo , la propia sentencia que ella dictaba acerca de cualquiera calidad , acto o virtud de su persona , la lisonjeaba y complacía mil veces más que todo el aplauso de cuantos la rodeaban . Así es que sólo quería agradar de puro bondadosa : por donde resultaban en ella una naturalidad , una modestia y un olvido aparente de su propio mérito , que encantaban y pasmaban . Otras mujeres están anhelando siempre inspirar pasiones ; doña Luz huía de inspirarlas ; y , aplicando un pronto desengaño , las mataba en todo corazón antes de que naciesen . ¿ Para qué ser amada si no había de amar a quien la amase ? En amor , lo mismo que en amistad , doña Luz deseaba dar el doble . Y no pudiendo amar en Villafría , había poco a poco apartado de sí a todos los mozos del lugar , y había elegido sus amigos íntimos entre los viejos . Si era dulce en su trato con todos , usaba tan estudiada cortesía , que sin que la tildasen de soberbia , evitaba la intimidad con todos , menos con cuatro sujetos . El primero era D . Miguel , cura de la parroquia , anciano excelente aunque de cortísimos alcances , con quien se confesaba todos los meses , a quien daba sus ahorrillos para que los repartiese en limosnas a los necesitados , y con quien a menudo jugaba al tute . El corazón y la mente de doña Luz eran para el pobre cura el libro de los siete sellos . En esta oscuridad , y siendo además D . Miguel poco entusiasta , quería con moderación a doña Luz ; pero la quería con toda la fuerza de alma de que él podía disponer para el cariño , que era poquísima . Doña Luz , en cambio , idolatraba al cura de cierta manera . Se complacía en aquella transparencia , en aquella nitidez , en aquella bendita vaciedad de su espíritu , y le mimaba y agasajaba como a un niño pequeñuelo . Por medio de un contrabandista que iba y venía con telas de algodón , hacía traer de Lisboa para D . Miguel el rapé más selecto ; y , procurando que no le hiciesen mal , le enviaba confites , bizcochos y otras golosinas , a que el cura era muy aficionado . Otro íntimo de más importancia , era el médico D . Anselmo . Y digo de más importancia , por lo que él valía , no porque doña Luz le necesitase . La salud de doña Luz era insolente de buena . Ni un dolor de cabeza nunca . D . Anselmo era un hombre despejadísimo , y no sólo hábil e instruido en su profesión , sino de variada lectura y de singular facilidad de palabra . No se extrañe que con tales dotes fuese médico en un lugar . O la fortuna no le había sonreído , o su genio indómito y arisco se había opuesto a que se encumbrase . Lo cierto es que , siendo persona de valer , se había resignado a vivir y ejercer su facultad en Villafría . Doña Luz tenía encantado a D . Anselmo y D . Anselmo a doña Luz . Para esto había diversas causas . Ahora que están en moda los schemas , podremos representar los espíritus del médico y de la señorita , como dos esferas muy excéntricas , pero tocándose y compenetrándose por un lado , donde formaban sendos casquetes unidos por la base ; algo idéntico a la humanidad en el schema del ser , a la > lenteja que los krausistas han hecho tan famosa . D . Anselmo y doña Luz tenían , pues , una lenteja espiritual mancomunada , donde se entendían a maravilla , quedando el resto de la esfera de cada uno desconocida e inexplorada por el otro . Así es que jamás llegaban a saberse de memoria ; escollo en que suelen dar los entendimientos afines , y que a la larga engendra fastidio y desvío . Siempre tenían estos dos amigos campo en que hacer incursiones y descubrimientos , tratando de penetrar o penetrando el uno en la mente del otro . Nunca se hartaban de hablar , y su conversación era una eterna disputa . Doña Luz era creyente y espiritualista con su poco de misticismo ; D . Anselmo , positivista feroz . D . Anselmo era además un parlanchín de siete suelas , y nada le encantaba más que el que le oyesen . Sólo se reposaban ambos en sus discusiones cuando jugaban al ajedrez . Solían jugar uno o dos juegos diarios . Don Anselmo , contaría ya sesenta años de edad . Estaba viudo como D . Acisclo , y tenía una hija de veinte , morenilla muy agraciada , pequeña de cuerpo , soltera aún , y llamada doña Manolita , alias la culebrosa . La llamaban así por su extraordinaria viveza y movilidad . Afirmaban en el pueblo que estaba hecha y como amasada de rabillos de lagartijas . Decía y hacía a cada momento doscientos mil graciosos disparates , aunque todos inocentes y nada comprometidos , por lo cual la apellidaban también el trueno ; pero realmente no era trueno , sino tempestad de risas , de bromas alegres y de regocijados discursos , porque era no menos picotera que su padre . Por lo demás , el fondo de doña Manolita no podía ser más excelente . Era leal , afectuosa sin malicia y sin envidia , de agudo ingenio , y más juiciosa y reflexiva en lo importante de lo que prometía su exterior y superficial aturdimiento . Como doña Luz era grave y mesurada , doña Manolita le servía como para completar sus modos de ser . Por esto , sin duda , y por las otras cualidades de que hemos hablado , doña Luz hizo de ella su compañera . Doña Manolita era la única persona a quien doña Luz tuteaba en Villafría . Aún no se confiaba en ella con total abandono , porque doña Luz era muy reservada ; pero de día en día iba ganando más doña Manolita en su corazón . Juntas salían a pie de paseo , juntas iban a la iglesia , y juntas tenían costumbre de sentarse en las tertulias . Doña Manolita remedaba a doña Luz en vestido y peinado , y la seguía o acudía adonde la llamaba . Decía doña Manolita que era ella para doña Luz lo que para los galanes de las comedias de capa y espada el lacayo gracioso ; y recordando que en varias comedias de las mejores este lacayo se llamaba Polilla , decía a doña Luz : « Hija , yo soy tu Polilla » . Respecto a D . Acisclo , pensaba doña Luz como su padre , y no guardaba al antiguo administrador la más ligera inquinia , porque se hubiese alzado con casi todo el caudal de sus mayores . Si el marqués se había empeñado en arruinarse , ¿ qué pecaba en ello D . Acisclo ? Con cierta moral alambicada , que don Acisclo no podía conocer , acaso hubiera salvado los intereses del marqués , acaso hubiera hecho durar otros cuantos años más el esplendor de la casa ; pero pedir esto por aquellos lugares era pedir cotufas en el golfo . Bastaba , pues , a doña Luz , para estar profundamente agradecida a D . Acisclo , la firme persuasión que abrigaba , de que con otro cualquier administrador de por allí , la ruina de su padre hubiera sido diez años más pronto , y ella no se hubiera criado como una dama elegante , en el seno del bienestar , con aya inglesa , y con todos los cuidados debidos . Sabe Dios cómo se hubiera criado y lo que hubiera sido de ella si el marqués se arruina y muere de berrenchín , dejándola huérfana de edad de cinco años y no de quince . Doña Luz gustaba además de D . Acisclo . Simpatizaba con su actividad , con su amor al trabajo y con otras virtudes que en él resplandecían . Por el buen parecer , doña Luz había vivido , sin el menor conato de irse a su casa , en la casa de don Acisclo , hasta que cumplió veintidós años . Desde entonces en adelante , intentó varias veces irse a vivir sola a su casa ; pero D . Acisclo la retenía suave y cariñosamente . Dábale a entender que sería una tristeza quedar solo , después de haberse acostumbrado a su compañía , y apelaba también , algo grotescamente , a qué dirán , sosteniendo que doña Luz era muchacha y que no debía campar por sus respetos como vieja solterona , que buena y severa que fuese , si vivía sola , habían de decir que era una vaca sin cencerro . Doña Luz , lejos de ofenderse , se reía de esta comparación poco galante , y seguía viviendo en la casa del antiguo administrador . Por otra parte , la independencia de doña Luz era perfecta . Tres o cuatro cuartos le pertenecían exclusivamente en la casa , y estaban amueblados con el gusto más primoroso . En ellos no entraban de diario sino los cuatro amigos íntimos ya referidos : Juana la criada ; una de las de cuerpo de casa , que hacía la limpieza bajo la inspección de Juana , a fin de que no rompiese algún objeto de arte o mueble delicado ; y , por último , otros tres seres , que eran también semi-íntimos de doña Luz , y que completaban o cerraban su círculo familiar . Eran estos tres seres Tomás el criado antiguo , y ya su escudero y acompañante , cuando ella salía a caballo ; el tío Blas , aperador de la señorita , con quien se entendía para cuidar sus bienes , que ella misma administraba y que iban mejorando hasta el punto de que le producían cerca de 20.000 rs . en algunos años de buena cosecha ; y el galgo Palomo , blanco , gigantesco en su clase , y de terrible genio para quien se le antojaba a él que molestaba u ofendía a su ama , con la cual era todo blandura , docilidad y mansedumbre . A más de esta sociedad cotidiana , no se negaba doña Luz a asistir a otras de más ancha base . Los hijos , hijas , nueras y yernos de D . Acisclo , con crecida y numerosa prole , sus consuegros y consuegras , compadres y comadres , formaban una caterva con quien era menester alternar . Todos ellos eran insignificantes y poco divertidos ; no eran ni malos ni buenos , y doña Luz hacía milagros de diplomacia para no tratarlos mucho y no enojarlos tampoco . En los días de cumpleaños y del santo de cada individuo de la familia de D . Acisclo , había comida patriarcal en la casa , y mucho jaleo de baile . Doña Luz no se excusaba de asistir a tales funciones , y casi siempre acertaba a dejar prendados a todos de su amabilidad y alegría . La vida de doña Luz era , no obstante , tan regular , tan monótona , tan sin accidentes que diferenciasen unos días de otros días , que habían pasado los años , y en la memoria de ella eran como sueño fugaz , donde todo estaba confundido . Esto tiene para cualquiera el hechizo de la paz . Para doña Luz aún tenía mayor hechizo . Cuanto agitaba su mente con pensamientos , o su voluntad con deseos o pasiones , era extraño al mundo que la rodeaba : procedía de un mundo ideal , donde no hay espacio ni tiempo . Así es que , si bien doña Luz , no distinguiéndose en esto de los demás mortales , no pensaba ni sentía todo a la vez , como las causas de su pensar y de su sentir más hondo no tenían punto señalado en nuestro planeta , ni momento marcado en la cronología , los efectos se sustraían también a las leyes de la sucesión y del lugar y parecía que se daban en una eternidad inmóvil . Me pesará de no ser claro y trataré de explicarme con más llaneza , aunque peque de difuso . Doña Luz no era una soñadora mística ; distaba infinito de vivir en continuo arrobo ; veía , comprendía y apreciaba cuanto ocurría en torno de ella en el mundo real ; pero los lances y sucesos de Villafría la interesaban menos , aunque los veía de cerca , que los lances y sucesos que las historias y novelas relataban , que la poesía acertaba a presentarle o que ella misma fantaseaba en ocasiones . No tenía tampoco doña Luz un corazón de cal y canto , sino un corazón muy compasivo y afectuoso ; se dolía de los males y desgracias del prójimo , procuraba remediarlos , los consolaba a veces , y en esto consumía parte de su actividad . Pero como su actividad era grande , y se dilataba muy más allá de los límites de Villafría y aun se prolongaba de un modo infinito , venía a resultar que lo más íntimo y esencial de su vida , lo que más la afectaba no estaba en Villafría , y , por consiguiente , no estaba en ninguna parte . Por esto , sin ser ella soñadora , vivía como soñando . Por mucho que anhelemos ponderar la ternura de alguien , no iremos hasta afirmar que se marcan las más importantes épocas de su existencia por el día en que murió de viruelas el hijo del vecino de enfrente , o por la noche en que se prendió fuego el cortijo del labrador con quien se ha conversado alguna vez al ir de paseo o al salir de la iglesia . Para marcar dichas épocas , son necesarios casos que toquen más íntimamente a nuestro propio ser . Para doña Luz no había época de este orden desde la muerte de su padre . Verdad es que , muy al contrario de la generalidad de las mujeres , daba ella poco valer a multitud de cosas con que otras llenan la memoria , sin descuidar ni borrar los pormenores al parecer más insignificantes . En nada , en mi sentir , se señala más que en esto el espíritu femenino . Yo confieso que me quedo embobado oyendo referir a las mujeres sucesos , lances o conversaciones . No hay menudencia que echen en olvido . Y dijo éste ... y relatan todo lo que dijo . Y contestó el otro ... y no olvidan palabra de lo que contestó . Y luego replicó el de más allá ... y tampoco se queda traspapelada una letra sola de la réplica . Imagina el oyente que levantan acta circunstanciada y fiel de cuanto presencian y oyen . No así doña Luz . Doña Luz hacía caso de muy pocos sucesos . Lo que más la entusiasmaba , deleitaba o conmovía , lo mismo era de hoy que de ayer , lo mismo de un año más tarde que de un año más temprano : la vuelta de la primavera , un cielo lleno de estrellas , la luz de la luna , el alba , el olor y la belleza de las flores , la música , los versos y cosas así que son de siempre . Hasta las relaciones amistosas de doña Luz con el médico , con el cura y con D . Acisclo , eran invariables : estaban siempre en el mismo ser , sin crecer ni menguar . Sólo en las relaciones con doña Manolita hubo variación , aumentando la intensidad en el afecto . Partamos , pues , del instante en que crece y llega a su colmo esta amistad entre doña Luz y doña Manolita . Era una mañana de mayo . Ya hemos dicho que doña Luz madrugaba . También madrugaba la hija del médico . A las siete de la mañana vino a ver a su amiga , y penetró en su saloncito , donde tenía entrada libre . Si cualquier hombre del mundo , conocedor de la vida de Madrid o de otra capital de Europa , y conocedor del modo de vivir de nuestros lugares de Andalucía , hubiera entrado allí , se hubiera sorprendido agradablemente y hubiera dudado de lo que veían sus ojos . El saloncito de doña Luz tenía todo el confort , toda la elegancia de un saloncito de una dama madrileña de las más comm'il faut , a par de ciertas singularidades poéticas del campo y de la aldea . Dos ventanas daban al huerto , donde se veían acacias , álamos negros , flores , árboles frutales , también en flor entonces , y brillante verdura . Dentro del saloncito había asimismo plantas y flores en vasos de porcelana . Una jaula grande encerraba multitud de pájaros que alegraban la estancia con sus trinos y gorjeos . Tenía doña Luz dos primorosos escritorios antiguos , con cajoncitos y columnitas , llenos de incrustaciones de marfil , ébano y nácar ; cómodos sillones y sofás ; una chimenea francesa mejor construida que las otras que había en la casa ; espejos , cuadros bonitos y un armario lleno de libros lujosamente encuadernados . Sobre su mesa de escribir se parecía el mejor cuadro , o al menos el que doña Luz estimaba más . Figuraba varios atributos y emblemas de la Pasión ; clavos , corona de espinas , escalera , gallo y lanza de Longinos ; en el centro la cruz , y en torno de la cruz muchas flores lindamente pintadas . No era , con todo , esta pintura lo que daba a los ojos de doña Luz tanto precio a aquel objeto ; era lo que la pintura encubría . Se tocaba un resorte , se apartaba la pintura que hemos descrito , como si fuese una puerta , y dejábase ver otro cuadro de muy superior mérito ; un cuadro horrible y bello a la vez . Era la figura de Cristo , de medio cuerpo , de admirable beldad y de un trabajo delicadísimo y prolijo . Las barbas y los cabellos se podían contar . La regularidad y noble simetría de todas las facciones infundían amor y respeto ; pero las angustias del patíbulo , los horrores de la agonía , los tormentos todos estaban marcados en aquella cara flaca y macilenta , y en aquel pecho y en aquel costado herido por la lanza . Era un Cristo muerto : la hendidura lívida del clavo atravesaba su diestra que reposaba sobre el descarnado pecho ; las llagas enconadas de las espinas , vertiendo sangre aún , se veían en sus sienes ; la boca entreabierta ; amoratados los labios ; los párpados caídos , aunque no cerrados del todo , dejaban ver sus ojos vidriosos y fijos . El pintor había acertado a unir , con inspiración monstruosa , la imagen de una criatura próxima a disolverse , y la forma sobrehumana que el mismo Dios había tomado . Unos inteligentes atribuían aquel cuadro al divino Morales ; otros habían dicho que era de un discípulo de Morales y no del propio maestro . De cualquier modo , el cuadro había estado vinculado en la casa y era una de las pocas alhajas de algún valer que el marqués no había vendido . El cuadro era tal que una mujer más delicada , menos briosa que doña Luz , ni le tendría en su cuarto ni le miraría con tanta frecuencia . El amor a la divina representación de Cristo se hubiera combinado con el miedo y con una compasión tremenda que tal vez la hubieran hecho caer en convulsiones , o producido en ella ataques de nervios y hasta delirio . Pero doña Luz era muy singular y hallaba extraño deleite en la larga contemplación de aquel cuadro , donde se cifraban el más alto misterio y los dos más opuestos extremos de valer de la humana naturaleza : toda la beatificación , toda la hermosura , todo el celeste resplandor de que es capaz nuestra carne , unida a un alma pura , y siendo templo y morada del Eterno , y los dolores , a la vez , y las miserias , y los padecimientos lastimosos y la corrupción nauseabunda de esa carne misma . Doña Luz halló este espantoso cuadro prudentemente cubierto por el otro , y así le conservó , trayéndole de la casa solariega a su habitación en casa de D . Acisclo . A casi nadie se le mostraba ; pero ella , que tenía muy rara condición y muy contrarias propensiones en el espíritu activo e infatigable , tal vez después de trotar y galopar y dar saltos peligrosos en su caballo negro , durante dos o tres horas ; tal vez después de haber limpiado , bañado y frotado con complacencia su hermoso cuerpo , que del valiente ejercicio había vuelto cubierto de sudor ; rebosando ella salud , en todo el brío de la mocedad y en todo el florecimiento de la belleza plástica , se sentía llena de ímpetus ascéticos , y abriendo su cuadro , le contemplaba largo tiempo , y las lágrimas acudían a sus ojos , y acudían a sus rojos labios plegarias inefables que ella murmuraba y apenas articulaba . Aquella mañana no había en doña Luz ascetismo ninguno , o por lo menos , no había acudido aún el ascetismo . Estaba doña Luz vestida con una linda bata , y los cabellos rubios , no peinados aún , recogidos en red sutil . Recostada lánguidamente en una butaca , leía , ya en este , ya en otro , de dos libros que tenía al lado . Eran Calderón y Alfredo de Musset . Doña Luz andaba estudiando y comparando cómo aquellos dos autores habían puesto en acción dramática la misma sentencia : No hay burlas con el amor y On ne badine pas avec l'amour . No la impulsaba a este estudio la mera afición especulativa a la crítica literaria , sino un caso práctico , que hacía poco más de dos meses que se había presentado y que le interesaba bastante . Pepe Güeto , hijo de un rico labrador de Villafría , de edad de treinta años , era el hombre más grave , mesurado y formal que se conocía en toda la provincia . Las locuras y regocijos algo descompuestos de doña Manolita le chocaban de un modo atroz y siempre los estaba censurando . Había llegado a decir que si doña Manolita fuese algo de él , mujer , por ejemplo , le había de sacar del cuerpo los rabillos de lagartijas , aunque fuese menester emplear una buena vara de mimbre . Doña Manolita , en cambio , que lo había sabido todo , decía que Pepe Güeto tenía mucho jarabe de pico ; que era hombre culto hasta cierto punto y que jamás emplearía la vara con las mujeres ; y que , si llegase a ser marido de ella , en vez de pegarle , se dejaría pegar y sería el modelo de los gurruminos . Añadía la hija del médico que la exagerada gravedad , sobre todo en los mozos , se confunde con la tontería , y que , o ella había de poder poco , o había de sacarle a Pepe Güeto la gravedad , como quien saca los diablos de un endemoniado , y que , si no era tonto , había de volverle loco , obligándole a hacer mil locuras . También estas amenazas llegaron a noticia de Pepe Güeto , de donde resultó , que donde quiera que se veían él y ella , se amenazaban de nuevo , y él la reprendía de desenvuelta y alborotada , y ella se reía de la seriedad de él y le calificaba de tonto . El furor y el encono de ambos crecieron de tal suerte , que ya no les bastaban para desahogarse los encuentros casuales , y solían buscarse para mover disputa y reñir y tratarse muy mal . Estas riñas terminaban , por lo común , con que dijese Pepe Güeto : - Si yo tuviera la desgracia de ser marido de usted , ya la metería en costura - , y con que doña Manolita respondiese : - Pues si yo incurriese en el desatino de ser mujer de hombre tan fastidioso , o le había de poner más alegre que unas sonajas , o me había de borrar el nombre que tengo . Tomaron Pepe Güeto y doña Manolita tal afición a los denuestos , improperios y pendencias , que cada día las armaban tres o cuatro veces . Esto había hecho pensar a doña Luz , porque quería bien a doña Manolita , y con esta ocasión leía las citadas comedias , después de haber releído otra de Shakespeare , donde se trataba el mismo asunto de manera más magistral . Absorta en dicha lectura se hallaba doña Luz , cuando , como ya hemos dicho , entró a verla doña Manolita . Se besaron , se abrazaron , se dieron los más cordiales buenos días , y luego habló la hija del médico : - Hija mía , tú eres la primera que ha de saberlo . Lo sabrás antes que mi padre . ¡ Gran novedad ! Mis peleas con Pepe Güeto han dejado de ser escaramuzas . La ira de ambos ha llegado a su colmo . Nos hemos comprometido en un duelo a muerte . - ¿ Qué me quieres significar ? - dijo doña Luz . - Quiero significar - replicó su amiga - , que para ver si yo le vuelvo loco o si él me vuelve juiciosa , hemos resuelto casarnos . Verdad es que él se da por vencido por el momento , y dice que , pues se casa conmigo , no debe de estar en su juicio cabal , y que ya , sin casarnos , le he ganado la partida y la apuesta ; pero , por lo mismo , añade que desea casarse para vengarse y desquitarse . Yo le contesto aquello de no siento que mi hijo pierda , sino que se quiera desquitar , y le aseguro que saldrá con las manos en la cabeza si sigue jugando , y le amenazo con que su derrota será mayor cuando esté casado ; pero el insolente , atrevido , no me cobra miedo , y cierra los ojos , y arremete , y se casa . Hoy mismo , con más denuedo que el Cid Campeador , irá a pedir a mi señor padre esta blanca mano , que tomará la rienda y le obligará a salir de su paso de mula de canónigo y a brincar y a estar más avispado que tu hermoso caballo negro . Doña Luz , que no podía disimular sus sentimientos , los cuales se mostraban en su rostro como las blancas piedrecillas a través del agua transparente y mansa de un lago , más bien dejó ver pesar que alegría , al saber la nueva , ya prevista por ella , del casamiento de su amiga . - ¿ Cómo es eso ? - prosiguió esta última - . ¿ Te aflige que yo me case ? ¿ Sientes el modo informal ? ¿ No lo comprendes bien , inocentona ? ¿ No caes en que ese bárbaro , egoistón , de Pepe Güeto , presume , y no sin razón , de ser un real mozo , y todo el furor que ha tenido y tiene aún contra mí , estriba en que anhelaba que yo me hubiese enamorado de él por lo triste y por lo serio , y me hubiese puesto a suspirar y a llorar , sin pensar más que en él y no en divertirme ? ¿ No ves que él se ha enamorado y que su rabia es que no me cree tan enamorada ni tan capaz de enamorarme , porque no hago pucheros y no aburro con lágrimas y sublimidades ? ¿ Y no calculas , por último , que yo le quiero también ? Si no , ¿ me casaría ? Ya casada , vencido el natural encogimiento que debo guardar , le demostraré mi ternura , y le haré ver que hay un tesoro de ella en mi alma , aunque escondido entre burlas y alegrías ; y cuando vea el tesoro , y le goce , y conozca que es suyo , y mejor que cuanto podía él soñar , ha de conocer que no es mi corazón de corcho sino de almíbar y jalea , y se ha de poner como jalea y como almíbar , y ha de bailar y reír de gusto , declarando y confesando que se compaginan bien los regocijos con el verdadero amor , y las risas con la ventura más seria y más grave en el fondo . Doña Luz , sonriendo y suspirando a la vez , contestó entonces : - No era la preocupación por tu suerte la causa de mi tristeza : era mi egoísmo que al cabo lograré vencer . Presiento que vas a ser dichosa y esto me alegra ; pero tengo celos por tu amistad . ¿ Por qué no confesarlo ? La única persona a quien poco a poco he ido confiando mi corazón y dando todo mi cariño , eres tú . Tú , lo reconozco , me pagabas con usura ; pero ahora vas a tener marido ; pronto , quizá , tendrás hijos , y toda tu alma será para ellos . Esta pobre huérfana , sola en el mundo , quedará abandonada y sin un alma que la comprenda y que la ame . Doña Manolita , abrazando tiernamente a doña Luz , contestó con estas palabras : - Aunque no tuviese yo mil razones para alegrarme de mi boda , me alegraría , porque te ha excitado a declararme hoy tu amistad del modo más explícito y como nunca lo habías hecho . Estoy contenta y llena de orgullo de que tanto me estimes para amiga . No temas tú que ni Pepe Güeto , ni los Güetillos que puedan salir a relucir en lo venidero , te roben aquella gran parte del alma con que te amo . Pues qué , ¿ imaginas tú que el compartimiento , rincón o sitio de mi alma donde está el amor de esposa y madre , se ha llenado o se va llenando ahora y que antes estaba vacío ? ¿ Crees tú que este amor no existía en mí antes de amar a Pepe Güeto ? Vaya si existía . Lo que tiene es que entonces el novio o el marido , a quien yo le consagraba , era soñado , hecho a pedir de boca , relleno de perfecciones . Los chiquillos , que me fingía y me finjo aún , son unos querubines . Por mucho que valga Pepe Güeto , pierde cuidado que no valdrá , ni con cien leguas de distancia , el marido que yo soñé . Y en cuanto a los chiquillos , será más notable la diferencia , porque los que tenga , si los tengo , como espero y deseo , no han de ser impecables y celestiales como los imaginados , sino llorones , traviesos , sucios y tercos , y me han de armar al día mil perreras , y han de tener entre ellos mil cachetinas ; todo lo cual me hará no quererlos tanto . Infiero yo de lo dicho que , casada ya y con hijos , te he de querer más que de soltera , si sigues queriéndome tú . Aunque tú te cases , ¿ dejarás de quererme ? - Nunca dejaré de quererte - respondió doña Luz - . Yo no me casaré nunca . Esta última afirmación excitó mucho la curiosidad y el interés de doña Manolita , y como la intimidad y la confianza habían llegado a su apogeo , produjeron varias confidencias y revelaciones por parte de doña Luz , en un coloquio que por su importancia merece capítulo aparte . La hija del médico provocó las confidencias , diciendo a doña Luz : - ¿ Y por qué no has de casarte nunca ? No te lo niego : yo conozco que es difícil , pero no imposible . Es difícil porque no hay en estos pueblos novio para ti , y porque tú no has de ir en busca de novio a las grandes ciudades . No está en tu condición ni en tu carácter ir a buscar colocación , bajo el amparo de alguna tía , que ya has desdeñado , o sola e independiente , ahora que eres mayor de edad . - Inútil es que yo te conteste - dijo doña Luz - : tú misma contestas a la pregunta . Nuestra amistad , con todo , debe quedar hoy completa . Deseo poner en ella el sello de la verdad , no teniendo secretos para ti y abriéndote mi corazón . No he de recelar ni que me tengas por vana , ni que me rebajes en tu concepto : he de mostrarme a ti tal como soy . Te confesaré lo que a nadie he confesado . Ese rincón , ese pedazo de alma , donde dices tú que tenías amor para marido e hijos , aun antes de tenerlos , le tengo yo también en el alma mía ; pero un orgullo que no se funda en razones , una repugnancia nacida de la manera con que he sido educada , se opone a que yo me case ... - Con otro Pepe Güeto , por ejemplo - interrumpió doña Manolita . - Pepe Güeto es honrado , bueno , inteligente , es más rico que yo - replicó doña Luz - . Yo sería una necia si le desdeñase , fundando en algo mi desdén : pero esto no se razona , se siente , y es lo cierto que nadie , en las condiciones de Pepe Güeto , y estando en su juicio , me querrá para mujer propia , así como yo no le querré a él para marido . Entiéndase que hablo dentro de la vida ordinaria , sin nada de novela . Tal podría ser esta , que , no ya un hombre como Pepe Güeto , sino el último gañán pusiese los ojos en mí con razonable esperanza de lograrme , y yo cediese y fuese suya , no ya siendo hija de un marqués arruinado , sino siendo millonaria y princesa . Por dicha o por desgracia mía , o no hay de esos seres con prendas y excelencias superiores a su clase , lo cual probaría , en suma , que los hombres , por naturaleza , son más iguales de lo que se cree , y que tales prendas y excelencias son creadas por artificio , o , si hay de esos seres , no están reservados para mí , o yo carezco de imaginación para fingir en alguien , aunque no existan , todos aquellos primores que habrían de enamorarme . Así , pues , la energía de amor está en mí como dormida ; pero no ha muerto . No permita Dios que mate yo en mí facultad alguna de las que el mismo Dios me ha dado . Duerma el amor en mi seno . A mi razón serena y fría toca velar para que no le despierte sino quien deba . Pero , hija mía , nadie acude a despertarle , y me temo que sea eterno su sueño . - Vamos , yo me arrepiento de una tontería que he dicho - exclamó doña Manolita - . ¿ Qué tendría de feo ni de malo que tú fueses y te mostrases donde conviene para que haya quien con títulos bastantes acuda a despertar a ese precioso amor dormido ? Casi se me antoja que no sólo tienes derecho , sino que estás en la obligación de hacerlo . No es justo que tanta hermosura ( ¡ cuidado si eres bonita ! ) , no es lícito que tanta distinción y elegancia queden sepultadas en este lugar . Es cruel que tan lindo amor se consuma durmiendo , envejezca , y acaso , acaso , tenga el infortunio de que se le apolillen las alas . De seguro que hay mil galanes por ahí , por esos mundos , que caerían rendidos a tus plantas , si llegasen a verte . De seguro que habrá uno entre ellos a quien tú debes amar . Pero ¿ cómo han de adivinar que estás aquí ? ¿ Por qué has de jugar con ellos al escondite ? - En primer lugar , porque , a fin de buscar poesía , no he de empezar yo destruyendo la poesía . El amor no ha de buscarse ; ha de aparecer , ha de surgir de un modo providencial . Se busca fortuna , se buscan aventuras , se buscan negocios , y tú lo has dicho , se busca colocación ; pero amor no se busca . Además , ¿ adónde iré yo que no esté más fuera de mi sitio , más aislada que en Villafría ? ¿ Dónde me presentaré que no sea mirada como una aventurera ? Casi estoy fuera de toda clase social . Mis parientes me humillarían si me fuese con ellos . Si me fuese sola , dirían todos como D . Acisclo , que yo era una vaca sin cencerro . Pudiera ser marquesa y no lo soy ni quiero serlo , porque es ridículo el título sin las rentas convenientes . Aquí , donde todos me conocen , soy la señorita doña Luz , la marquesita que conserva aún su casa solariega , y que se ha ganado la estimación y el respeto , porque nadie ignora su vida desde hace doce años . Por esos mundos sería yo una doña Luz algo misteriosa , de quien cada cual imaginaría mil horrores . Empezarían por afirmar una verdad , para inventar y poner sobre ella millón y medio de embustes . La verdad sería que soy hija de un marqués calavera y arruinado , y de una tal Antonia Gutiérrez , soltera y costurera , con quien mi padre tuvo amores . Créeme : en parte alguna estoy mejor que aquí , aunque no me enamore ni me case nunca . ¿ Y por qué no enamorarme ? ¿ Por qué el amor ha de estar siempre dormido ? Yo me inclino a creer que no hay varios amores , cada cual para su objeto , sino que el amor es uno ; y aunque cambie el objeto , no cambia el amor . Si es así , como yo lo deseo , mi amor despertará y se empleará todo en la hermosura del cielo , en Dios que le ha criado , en las flores , en la poesía , y quién sabe si hasta en la ciencia , dado que en mi estrecho cerebro de mujer quepan sus grandes verdades , sus oscuros misterios y sus temerosos problemas . - Nada sé contestarte - dijo doña Manolita - . Veo que en mucho de lo que dices tienes razón ; pero ya que te confías en mí y me haces ver lo más escondido del alma , sácame de una curiosidad : explícame , si puedes , ciertas cosas que me parecen rarísimas en tu existencia . Por imprevisor , por descuidado que fuese tu padre , por pocos amigos y relaciones que tuviese en el mundo , ¿ no tuvo a nadie a quien dejarte confiada sino a D . Acisclo ? ¿ Tú misma , habiendo vivido en Madrid hasta la edad de catorce años , no dejaste allí alguna amiga ? ¿ No dejaste allí a nadie que se interesara por ti ? - El descuido y la imprevisión de mi padre no podían ser mayores . Harto lo ha probado su ruina ; pero además , bastará con que yo , enlazando los rotos recuerdos de mi niñez , te cuente mi modo de vivir en Madrid , para que entiendas que lo mejor , quizá lo único que pudo hacer mi padre , fue dejarme confiada a D . Acisclo . Hasta que cumplí cinco años , viví en casa de una señora , que parecía medianamente acomodada , y que se llamaba doña Francisca . He cavilado después si aquella señora sería mi verdadera madre ; pero , sí me trataba bien y hasta con mimo y regalo , se conocía o se debía conocer , juzgando yo por el confuso recuerdo , que yo le era extraña . Me tenía en su casa por favor . No era casada . Iba a visitarla con frecuencia un caballero guapo , amigo de mi padre . Mi padre iba a verme ; a veces solo , a veces con el caballero . La señora murió , y mi padre entonces me llevó consigo a su casa , y ya no me confió a nadie . A los pocos meses de estar con mi padre , donde me cuidaba una criada anciana , vino de Inglaterra el aya que mi padre encargó para mí y que ha estado conmigo hasta pocos días antes de que mi padre y yo viniésemos a Villafría . Doña Manolita , que era la mejor muchacha del mundo , y que amaba y admiraba a doña Luz , muy satisfecha de las confidencias que le hacía , y muy curiosa de saberlo todo , escuchaba sin pestañear , sentada enfrente de su amiga . Esta prosiguió : - Mi aya era el deber personificado ; pero , como el deber , sin calor , sin entusiasmo y sin afecto . Casi estoy por afirmar que no me besó nunca , que nunca me hizo una caricia . En cambio me enseñó cuanto ella sabía , y mi padre me consideraba como un portento precoz , como una sabia pequeñuela . La vida de mi padre , aunque yo entonces no lo comprendía , comprendo ahora que era disipadísima , y todo lo contrario de ejemplar . Jugaba , cortejaba , estaba fuera de casa hasta las tres o las cuatro de la mañana . Yo era como su refugio , como el medio de su purificación , como su consuelo santo en los momentos de abatimiento y de tristeza . Me llamaba a su cuarto , y ya solo conmigo , me decía ternuras , me besaba y lloraba a veces . Como yo era tan niña , ni podía averiguar por mí , ni tratar de saber de él la causa de sus pesares . Varias veces me hizo también ir a su cuarto en ocasión en que no estaba solo , sino con una mujer hermosa y elegante , aunque vestida con descuido , y esta mujer me celebraba de bonita y graciosa , y me hacía mil cariños . - Esa mujer sería tu madre - interrumpió doña Manolita . - Así lo hubiera pensado yo también - prosiguió doña Luz - , si esa mujer hubiera sido siempre la misma ; pero fueron varias . Todas se recataban de la gente ; estaban allí con cierto misterio , y nunca el aya las vio . A mí misma cuando fui grandecita , cuando cumplí nueve años , jamás volvió mi padre a enseñarme a ninguna de dichas mujeres , que , por la impresión que me dejaron , se me figuraba que habían de ser señoras y no gente vulgar . Mi padre era un galán caballero y agradaba mucho a las damas . Entonces nada infería yo de esto ; pero más tarde he inferido la inverosimilitud de que fuese yo en realidad hija de una Antonia Gutiérrez , costurera . ¿ No podría mi padre haber procurado esta madre postiza para legitimarme , sin comprometer a alguna dama ? Aun en vida de mi padre , a pesar de mi corta edad , pensé alguna vez en esto ; pero jamás me atreví , ni indirectamente , a preguntar nada a mi padre sobre el particular . Él esquivaba la conversación , si por acaso recaía sobre mi supuesta o verdadera madre Antonia Gutiérrez . Después de muerto , y después de haber cumplido yo veinte años , he buscado con empeño algo que me dé luz entre sus papeles . Él rasgaba todas las cartas de cierto interés , porque era descuidado y temía dejarlas en cualquier parte y que las leyesen . Lo que he encontrado , pues , era insignificante : ni un retrato ni una palabra escrita . Sólo , sobre su mismo cuerpo , se halló este medallón de oro , sin cifra ni signo alguno . Doña Luz sacó de su propio seno el medallón de que hablaba . - Desde entonces llevo el medallón en mi seno , como memoria de mi padre . Dentro , mira ( y abriéndole , enseñó el contenido a doña Manolita ) , mira a través de este cristal ; hay un rizo de pelo más rubio aún que el mío . ¿ Será de Antonia Gutiérrez , será de cualquiera otra mujer que fuese mi madre , o será de alguna enamorada de mi padre , que nada tiene que ver conmigo ? ¿ Quién ha de saberlo ? Los dos criados antiguos que conservo son listos ambos ; pero ambos entraron en casa con mucha posterioridad a mi nacimiento , y de fijo no saben nada . Juana vino a servirme cuando tenía yo diez años . Tres años después entró Tomás de ayuda de cámara de mi padre . - ¿ Y no sabes de ningún lance singular de la vida del marqués - preguntó doña Manolita - , por donde se aclare algo el misterio de tu nacimiento ? - Hay , en efecto , en la vida de mi padre un lance singular ; lance ocurrido a los dos años de haber nacido yo : pero lance tan misterioso que por él nada se aclara . Podría o no podría tener dicho lance alguna relación con la culpa a que debo el ser . - ¿ Y qué fue ese lance , si puedo saberlo ? - Mi padre recibió una mañana una visita , a quien nadie vio , porque mi padre mismo abrió la puerta . Los criados no podían extrañar esto . Él solía recibir visitas así , abriendo él mismo , y encerrándose con ellas . Aquella mañana , a la media hora de haber recibido la visita , llamaron desde el cuarto de mi padre con fuertes campanillazos . La puerta del cuarto estaba abierta . La visita había desaparecido . Y los criados hallaron sobre la alfombra una espada sangrienta , y a mi padre tendido también , con otra espada empuñada , y el pecho atravesado por una herida mortal . Dicen que fue milagro de la ciencia el que se librase de la muerte . Jamás se pudo averiguar quién , ni por qué le había herido . Mi padre se limitó siempre a decir que no buscasen al culpado , que la herida había sido en buena lid . Raro duelo , en verdad , sin padrinos , sin testigos , sin nadie que haya sabido jamás de él sino aquel doloroso resultado . - Todo esto me hace presumir - dijo doña Manolita - que eres hija de una gran señora . - No sé - contestó doña Luz - . Legalmente soy hija de Antonia Gutiérrez , libre cuando se unió con mi padre . Más vale esto que deber la vida a un adulterio . ¡ Ah ! mejor es que mi padre no me haya revelado nada . ¿ Cómo había de haber manchado mi mente limpia , a los quince años , con impurezas y delitos ? Harto perturbada estaba ya mi mente con la vergonzosa catástrofe de Madrid antes de refugiarnos en este lugar . Hubo que vender los muebles que allí teníamos para acabar de pagar a los usureros y acreedores . Mi padre se vino aquí humillado y melancólico , y a poco murió . ¿ Con quién querías que hubiese vuelto yo a Madrid ? ¿ Qué papel iba a hacer en Madrid la marquesita arruinada y bastarda ? Lo mejor que pude hacer es lo que he hecho , quedarme aquí para siempre . De este modo confió doña Luz todos sus secretos a la hija del médico . La amistad de ambas jóvenes se estrechó desde entonces , y en adelante todo se lo confiaron . El casamiento de doña Manolita se hizo por la posta . Un mes después de haber dado parte a su amiga estaba ya casada . Su pronóstico de que su casamiento no enfriaría la amistad con doña Luz se cumplió a la letra . Doña Manolita era gran profetisa . También se cumplió cuanto con relación a Pepe Güeto había ella pronosticado . Ni hubo vara de mimbre , ni ella entró más en costura que cuando estaba soltera ; pero en cambio , Pepe Güeto se reía como un loco , sobre todo con los chistes de su mujer , que le hacían mucha gracia , y con sus risas que tenían para él mucho de agradablemente contagioso . Para doña Luz pasaron entre tanto los meses , sin otra novedad que el cambio alternado y regular de las estaciones . Pasó la primavera , pasó el verano , y llegó el mes de Octubre , estación de la vendimia . Algo muy importante tendría que decir D . Acisclo a doña Luz , cuando una mañana , estando ya vendimiando , entró a verla y a hablarla no menos matinalmente que doña Manolita había entrado meses antes . El correo llegaba a Villafría a altas horas de la noche y se repartía al amanecer . Don Acisclo traía una carta ya abierta en la mano , y la agitaba con vivas muestras de satisfacción y de júbilo . - ¿ Qué hay ? ¿ Qué dice esa carta ? ¿ Qué grata novedad contiene ? D . Acisclo , ¿ le ha caído a V . la lotería ? - preguntó doña Luz . - Mejor que eso , hija , mejor que eso - contestó el interrogado - . Lee tú misma y entérate - y entregó la carta a doña Luz . Esta , antes de leer , conoció la letra y vio la firma que decía : « Enrique » . Era de un sobrino , hijo de una hermana que D . Acisclo había tenido , el cual sobrino era fraile dominico , residente en Filipinas . Casi todos los que se hacen ricos niegan el acaso , la fortuna , el hado o la suerte : éstos les parecen vanos nombres , detrás de los cuales procuran ocultarse la pereza , el despilfarro , el desorden y la tontería . De aquí que se tengan por las personas más prudentes , más razonables , más ingeniosas y más sabias de la tierra . Y puede que les sobre razón . Yo no lo niego ni lo afirmo . Digo sólo que D . Acisclo era así . Estaba muy contento de sí propio e imaginaba que no había merecimiento mayor que el suyo . Toda otra gloria se le antojaba inferior y de menos quilates . Sin embargo , una gloria con algo de sobrenatural y de ultramundano , si no en los medios en el fin , y adquirida por individuo de su familia , no parecía a D . Acisclo de corto valer tampoco ; y tal era la gloria de su sobrino el P . Enrique ; gloria que en cierto modo se reflejaba en él y en toda la parentela . Era , casi a par de los dineros adquiridos , timbre de nobleza para su casa . Don Acisclo idolatraba , pues , al P . Enrique , y hablaba de él con complaciente jactancia , diciendo : - Aquí servimos para todo ; lo mismo para un fregado que para un barrido ; yo quise ser millonario y lo soy ; a Enrique le dio por la santidad y aún le hemos de ver en los altares - . Para demostrarlo y hacer probable el cumplimiento de su vaticinio , D . Acisclo refería a menudo las andanzas del P . Enrique : de modo que doña Luz le tenía por conocido y amigo , aunque hacía cerca de veinte años que él faltaba del lugar y de Europa . Todo este tiempo no le había vivido sólo en Manila . Había estado en diversas tierras de gentiles , difundiendo la luz del Evangelio ; había pasado apenas creíbles trabajos ; había arrostrado graves peligros , y aun había estado dos veces a punto de alcanzar una muerte tan cruel como gloriosa , no salvando la vida sino después de sufrir prolongado martirio . Referidas estas historias por D . Acisclo , fuerza es confesarlo , aparecían grotescas en los pormenores . Por dicha , el P . Enrique escribía a su tío tres o cuatro veces al año , y el tío se deleitaba en que doña Luz le leyese las cartas en alta voz . Así conoció doña Luz que el P . Enrique , a más de ser valiente hasta el heroísmo , y entusiasta y fervoroso en todos sus actos y misiones apostólicas , era sujeto de claro ingenio y de singular discreción y prudencia . Su constitución física distaba mucho de corresponder a sus bríos espirituales , y , aunque no tenía aún cuarenta años , ya en sus últimas cartas se quejaba dulcemente de lo quebrantado de su salud , que le impedía trabajar en empresas activas , y le estorbaba algo en sus estudios . La carta recién llegada era muy corta y traía fecha de Cádiz . Doña Luz leyó , y decía así : « Mi querido tío : Mis males se agravaron hasta tal extremo en Manila , que los médicos decidieron que yo debía venir a Europa a pasar una larga temporada . Con los aires del país natal aseguraban que me repondría . Mis compañeros me echaron de allí : hasta el mismo Sr . Arzobispo me mandó que me viniese . No hubo , pues , más remedio . Salí de Manila y , a Dios gracias , hice una dichosa navegación . Tres días ha que estoy en Cádiz , bastante más fuerte ya . Pasado mañana salgo de aquí en el ferro-carril para esa villa . Expresiones cariñosas a los primos , primas , amigos y demás parientes , y a su huéspeda de V . la señorita doña Luz . Le quiere a V . mucho y desea abrazarle , su afectísimo sobrino » . Tal era la causa del júbilo de D . Acisclo ; iba a abrazar al sobrino santo , iba a vivir con él , iba a tener el gusto de lucirle en el lugar . Doña Luz quiso en seguida mudarse a su casa y dejar su habitación en casa de D . Acisclo , para que el padre habitase en ella . Don Acisclo dijo : - Nada de eso , hija mía . Tú por nada del mundo te vas de mi casa a vivir sola en aquel caserón . Además , una mudanza tan precipitada sería un trastorno . Yo tengo mi plan , y , con tu permiso , le hemos de llevar a cabo . Enrique sé yo que gusta de la soledad para sus estudios y meditaciones . Permite que vaya a vivir en tu casa . En un momento le arreglaremos allí habitación conveniente . Tu casa está cerca . Iremos a cuidarle si cae enfermo en cama , y cuando no , vendrá él a almorzar , a comer y a charlar con nosotros todos los días . Doña Luz insistió en irse a su casa ; pero D . Acisclo siguió oponiéndose , y fue menester que doña Luz cediera , ofreciendo gustosísima su casa para que en ella viviese el Padre . La estación del ferro-carril está a dos leguas muy largas de Villafría , y D . Acisclo dispuso que saliesen todos los parientes y amigos a recibir al Padre con mucha pompa . En efecto , no quedó vehículo de que no se dispusiese . Se emplearon tres calesas , una tartana , propiedad de D . Acisclo , y dos carros . Fueron de la expedición los hijos , yernos , hijas , nueras y nietos de D . Acisclo , el cura , el médico , doña Luz , doña Manolita y Pepe Güeto , y otras varias personas . Los que no cupieron en los vehículos de ruedas , fueron a caballo o en burro . El P . Enrique llegó bien y fue recibido con vivas por aquella turba , en el andén de la estación . En el lugar fue un triunfo su entrada . Para todos los primos y primas trajo regalos : para ellos puros filipinos en abundancia ; para ellas , o pañolones bordados , que llaman en mi tierra de espumilla y de Manila en Madrid , o abanicos chinescos de los más primorosos . Para D . Acisclo trajo armas japonesas , y para doña Luz un juego de ajedrez de marfil , prolijamente labrado . El P . Enrique se instaló muy cómoda y holgadamente en casa de los Marqueses de Villafría , donde Tomás se ofreció para cuidarle ; pero el P . Enrique traía consigo un criado chino , llamado Ramón , que le cuidaba con el mayor esmero . Pasado el gran acontecimiento de la venida del P . Enrique ; luego que no quedó en el pueblo nadie que no le viese , satisfaciendo así la curiosidad ; luego que le oyeron predicar en la parroquia y no hallaron que sus sermones fuesen más bonitos que los de otro Padre , sino más fáciles , más pedestres , más sencillos y con menos latines ; y luego que vieron que el P . Enrique ni contaba chascarrillos ni jugaba al billar ni a la malilla , ni era más entretenido que otro cualquiera , todo Villafría entró de nuevo en su estado normal . Como piedra que cae en estanque profundo , la cual hace muchos círculos y turba el haz del agua , y luego se desvanecen los círculos y vuelve todo a su primer reposo sin que nadie se acuerde de la piedra , así sucedió con el P . Enrique a los tres meses de estar en Villafría . Verdad es que él procuraba eclipsarse . Si hacía obras de caridad hasta donde sus cortos medios lo consentían , era tan sin estruendo , que nadie se enteraba ; si , movido a ello por compasión o porque lo juzgaba absolutamente necesario , daba algún consejo , le daba con tal llaneza y con tan pocos textos y autoridades , que nadie hacía caso , y aun había quien supusiese que no sabía aconsejar por lo fino , acostumbrado a vivir entre los salvajes allá en las Indias . En suma , el P . Enrique , o no supo o no quiso hacerse popular . También en él se cumplió la sentencia evangélica : Nadie es profeta en su patria ; también por él , si es lícito comparar lo pequeño con lo grande , pudo decirse que estuvo entre los suyos y los suyos no le conocieron . No iba al casino , no frecuentaba la tertulia del boticario , no sabía palabra de política , no visitaba a las señoras devotas del lugar , en fin , se aseguraba ya que no servía para nada . Decía su misa diaria , y casi siempre estaba encerrado en el caserón del marqués , que así le llamaban , donde andaba de continuo papeleando ; esto es , bregando con libros y papeles , ora escribiendo , ora leyendo cosas que a nadie le importaban por allí . Como Villafría era pueblo muy liberal y avanzado en ideas , acusaban muchos al P . Enrique de hipócrita , de carlistón y de neo , y en cambio , los verdaderos neos y carlistones , que tampoco allí faltaban , miraban con desdén al Padre , porque de nada les valía ni con ellos se espontaneaba , o más bien , no tenía de qué ni sobre qué espontanearse . Por fortuna era tan dulce el Padre que no podía mover a odio , y tan silencioso y modesto que no excitaba la envidia . Todo se redujo a que le olvidasen , viéndole ; género de olvido que ocurre con frecuencia . Sólo en la mayor intimidad , en medio de pocas almas escogidas , y de alguna que si no lo era se dejaba llevar por el entusiasmo de las otras , se desanudaba suavemente la lengua del P . Enrique ; y las narraciones amenas , los discursos elevados , los bellos pensamientos y nobles sentimientos brotaban de sus afluentes labios y penetraban en los corazones y en la mente del poco numeroso auditorio , aunque mejor sería decir de sus pocos interlocutores , porque el Padre evitaba , cuanto podía , monopolizar la palabra y prefería el diálogo en que todos hablasen . Sus interlocutores eran doña Luz , doña Manolita , el médico , Pepe Güeto , el cura alguna vez y don Acisclo siempre . Cuando venía más gente en casa de D . Acisclo , aquella franqueza desaparecía , y la conversación , como por ensalmo y sin poder evitarlo , bajaba al nivel villafriesco . Las condiciones de entendimiento y de carácter movían a esto al P . Enrique , no por altivez , sino por timidez . Con el humilde vulgo , allá en los pueblos más cercanos a la naturaleza , en donde había vivido , había acertado a explicarse por tan llano y persuasivo estilo que sus palabras sin arte , santas y sinceras , habían quedado grabadas en los corazones , llevando el convencimiento a las almas . Con sujetos de letras y doctrina , o que por gracia , por entusiasmo , por hondo sentir poético y por elevación de miras y de ideas , le infundían confianza y le inspiraban simpatías , su discurso le arrebataba fácil e insensiblemente a las más altas regiones ; pero con ciertas gentes medianas , que presumen de cultas , el Padre Enrique se recogía por instinto , sentía su carencia de poder y de influjo , y ni era sencillo , ni era elevado , ni conmovía por la candorosa expresión de los afectos , ni alzaba en pos de sí las inteligencias , tendiendo el vuelo de águila la suya . Villafría , población muy adelantada , producía este efecto en el P . Enrique . Nada amilanaba su corazón , ni allí tenía que temer nada ; pero su entendimiento estaba amilanado y reconocía su carencia de influjo . No afirmo yo que se establezcan corrientes magnéticas ; pero , sin decirlo como verdad , puedo decirlo como imagen ; entre sus paisanos y él no había corriente magnética alguna . La corriente magnética sólo existía entre el Padre y las pocas personas que hemos nombrado ya , y que , durante todo el invierno de 1860 a 1861 , se reunían , sin faltar apenas una noche , en torno del hogar de D . Acisclo , en la cocina de los señores , que dejamos descrita . En esta reunión se charlaba por los codos , y nadie hacía tanto gasto de palabras como doña Manolita , cuyos graciosos disparates movían a risa hasta al Padre , a pesar de su gravedad . A veces , no obstante , sin buscar tema , sin el propósito preconcebido de enredar alguna discusión sobre las más arduas materias , la discusión venía a enredarse , y entonces don Acisclo , el cura , Pepe Güeto y hasta doña Manolita , callaban y oían , y hablaban sólo el P . Enrique , doña Luz y el médico D . Anselmo . Reinaba allí la más amplia libertad de pensamiento ; y el médico , que era el constante impugnador del P . Enrique , decía cuanto se le antojaba ; pero como todo corazón generoso lleva ingénitamente en su centro la buena crianza , aunque no se la hayan dado , D . Anselmo , ni aun en la fuga del más ardiente disputar , ni en la mayor violencia de sus ataques , se olvidaba de velar y de mitigar su rudeza con la dulzura de la forma . A través de esta forma dulce se mostraba , no obstante , la negación radical de toda verdad que no venga a nosotros por la experiencia sensible . Con fe se puede creer en lo sobrenatural ; con imaginación se puede crear un mundo trascendente de ideas metafísicas y religiosas . La razón , en tanto , sólo puede saber lo que ella , en virtud de sus propias leyes , induce del estudio y observación de los fenómenos que llegan a su conocimiento por los sentidos . Esto sólo es la ciencia : lo demás será poesía , o como quiera llamarse . Y el principio de la ciencia para D . Anselmo era que hay una sustancia infinita , la cual , en virtud de la inexplicable agitación y del prurito , que constituye su esencia , produce variedad de seres , cuya perfección relativa , dentro del período en que vivimos , y hasta donde la memoria puede penetrar en lo pasado , y la prudente previsión en lo porvenir , va siendo cada vez mayor , merced a cierto proceso ascendente y a cierto desarrollo que nos parece que no termina . Cómo ello empezó y cómo habrá de acabar , sostenía D . Anselmo que se ignora y que se ignorará siempre . Era vano , en su sentir , obstinarse en ver más allá : si antes del principio de esta evolución hubo otra ; si después volverán las cosas al reposo y a la muerte , y si luego se despertarán nuevo prurito y voluntad de los átomos , que los lleven a agruparse y a crear otro universo , y vidas nuevas , y progreso , y consciencia , y lo que llaman espíritu , y por último , muerte otra vez . Sobre todo esto , sólo podían forjarse teorías y ensueños , lanzándose en especulaciones aventuradas , más allá de los términos y linderos hasta donde la razón nos sigue . Y lo que D . Anselmo afirmaba de la vida total del mundo , lo afirmaba tan bien de la vida de cada individuo . Durante dicha vida podía observarse el desenvolvimiento gradual , hasta que la vida acababa . Pero antes del nacer y después del morir , D . Anselmo sostenía que no atinaba a ver nada : eran dos profundidades tenebrosas , dos insondables abismos , en medio de los cuales se manifestaba la vida . Y las profundidades y los abismos se hallaban como cubiertos de la sustancia , de la materia , de esto que afecta nuestros sentidos , que no podemos concebir sin accidentes y sin formas , que no podemos concebir mudando formas y accidentes ; pero que en lo esencial no puede ser aniquilado por la mente humana . La única metafísica ineludible de aquel enemigo de la metafísica era la eternidad de ese ser indefinido y vago . Él era el único inmutable . Todo lo demás , esto es , sus apariencias y cambios , pues fuera de él nada hay , era perpetua mudanza y fluctuación sin sosiego . Claro está que de tal ciencia no podía nacer moral alguna , ni deber , ni responsabilidad , ni libertad de nuestros actos ; pero D . Anselmo , que era excelente sujeto , apenas se atrevía a confesar semejante diablura , ni a sí propio , y mucho menos a los demás ; y armaba un caramillo de sutilezas para probar que éramos libres y que debíamos ser buenos , y que había algo de determinado en que la bondad consistía . De aquí que , si sobre las cuestiones primeras reñía con el P . Enrique bravas batallas , en estos puntos prácticos quedaba siempre derrotado , y se hacía un lío , con aplauso general de todos , y más aún de su hija doña Manolita , quien terminó una vez exclamando : - Vamos , papá , perdona mi desvergüenza filial , pero tú no sabes lo que te pescas . Verdad es que doña Manolita dio a su padre un par de cariñosos besos para endulzar aquella mortificación de amor propio . Hasta hubo ocasión en que D . Anselmo se sintió más mortificado y vejado . Entonces el propio P . Enrique tuvo que volver por él , afirmando que el asunto era difícil y que no merece censura , sino aplauso , el que le estudia con ahínco y con amor a la verdad , aunque se equivoque : que no deben reírse los que no saben nadar , ni se echan al agua , de los que por nadar se aventuran y se ahogan ; y que sólo yerra el que aspira , y que sólo da caídas mortales el que tiene arranque y valor para encumbrarse y subir . De esta suerte , encontró doña Luz un poderoso aliado para sus perpetuas disputas con el médico , cuyo inveterado positivismo no cedía jamás ni daba lugar a una conversión , pero cuyo concepto del saber , de la elevada inteligencia y de la bondad del Padre , era mayor cada día . Si esto pensaba el adversario y el incrédulo , ¿ qué no pensarían los creyentes , los que profesaban las mismas ideas , aquellos en cuyo favor el P . Enrique tan hábil y cortésmente peleaba ? La veneración , el entusiasmo , la admiración por el P . Enrique , fueron subiendo en todas aquellas almas , y más que en ninguna en el alma entusiasta , solitaria y aislada de doña Luz . Creíale un tesoro de santidad , un dechado de todas las virtudes , y un pozo inagotable de ciencia . Cuando el Padre hablaba , quedábase ella suspensa oyéndole , y se apartaba de todo y se reconcentraba a fin de no perder ni un acento y de comprender el más hondo sentido de su discurso . Su afán de saber se despertó como nunca , comparándose con el Padre y notando cuán ignorante ella era : y , aunque el Padre no hacía ostentación de su ciencia , ella le excitaba a que hablase , con mil preguntas , a las que el Padre , por más que por modestia lo repugnara , tenía al fin que responder . La vida de las plantas , el movimiento de los astros , el sistema del mundo , la historia de los pueblos , de sus emigraciones , lenguas , creencias y leyes , todo era objeto de las preguntas de doña Luz , y a todo se veía obligado a responder el P . Enrique . A veces salía doña Luz de paseo con Pepe Güeto y doña Manolita , cuya luna de miel se prolongaba de un modo poco común , y mientras los esposos iban de burla o de risa , delante o detrás , y en interminable cuchicheo , el Padre , que los acompañaba , sostenía con doña Luz un coloquio grave , que a ella le parecía amenísimo , instructivo y sublime . Los médicos habían amenazado al P . Enrique hasta con la muerte si volvía a Filipinas antes de hallarse completamente repuesto . La permanencia , pues , del P . Enrique en Villafría , había de ser de dos o tres años . Él se había repuesto mucho , pero estaba aún delicado . Aunque era hombre de cuarenta años , sus facciones finas y algo aniñadas le hacían parecer más mozo . Era blanco , si bien tostado el cutis por el sol ; los ojos y el pelo negro ; delgado , de mediana estatura , y de hermosa y despejada frente . Su vida de peregrino y de misionero , haciéndole vencer la debilidad de su constitución con la energía del alma , había prestado a su cuerpo extraordinaria agilidad y soltura . Las mujeres son curiosísimas , y doña Luz lo era más que las otras mujeres . Nada excita tanto la curiosidad como cualquier merecimiento o habilidad que se oculta . Y como el Padre , sin afectación , por no ser propio de su estado , porque no gustaba de hacer alarde de cosa alguna , no se había mostrado nunca a sus ojos como jinete , doña Luz , sin malicia , empezó primero por cerciorarse de que lo era , de que había viajado mucho a caballo en Cochinchina y en la India , y no paró luego hasta que logró salir con él de paseo a caballo en compañía de D . Acisclo . Doña Luz se compuso de suerte que hizo galopar al Padre y hasta correr a todo escape , y el Padre galopó y corrió sin vanagloria de hacerlo bien , haciéndolo perfectamente , y sin dar el menor indicio de que lo hacía por complacencia galante , ni por lucirse , sino cumpliendo con un deber . Doña Luz se aventuró demasiado y estuvo a punto de dar una peligrosa caída al saltar una zanja . Su caballo no llevaba ímpetu bastante y hubiera caído en ella , si el Padre , conociéndolo , no hubiera llegado en sazón , excitando el caballo con el látigo , y con el ejemplo , porque saltó primero . El Padre , después del salto , con tanta dulzura y cortesía como firmeza , reprendió por sus locuras a doña Luz ; dijo que podría ser motivo de escándalo el verle correr y saltar de aquel modo ; prometió no volver a salir nunca más a caballo , y cumplió la promesa . Esta misma firmeza de voluntad encantó a doña Luz , aunque iba contra sus gustos y caprichos . La paz y serenidad de espíritu del Padre la tenía maravillada , y más aún su perspicacia . Juzgábale zahorí de corazones . Todos los defectillos de ella , todas las faltas , conocía doña Luz que el Padre las notaba , y que se las censuraba con rodeos delicadísimos ; sin dejar por eso de advertir también cuanto en el alma de ella había de noble y de bueno , elogiándolo sin el menor empeño de serle grato por medio de la lisonja . Ella , entretanto , miraba en el alma del P . Enrique , y quería verla toda , como él veía la suya . Y notaba que era clara y transparente , como la mar que circunda a Andalucía , pero con un fondo de tal hondura , que a pesar de lo diáfano del agua y de la mucha luz del cielo que en ella penetra , iluminándola toda , la vista se desvanecía y se cegaba , y quedaba a inmensa distancia de los últimos senos y capas de ondas , hasta donde se fatigaba por sumergirse y calar . En vida tan apacible llegó , para doña Luz y para sus compañeros de tertulia , la primavera de 1861 . Durante la Cuaresma , el P . Enrique predicó varias veces , con mediano éxito , no sobrepujando la fama de los otros predicadores con quienes alternaba . El número de los fervientes admiradores del padre apenas se aumentaba con alguien que no fuese de la intimidad de D . Acisclo . Aquel año , por lo mismo que su sobrino estaba en el lugar , D . Acisclo quiso echar el resto , en el Jueves Santo , y la cena algo profana , a que dio ocasión la salida en procesión de la Santa Cena , fue opípara y estruendosa . Doña Luz estuvo amabilísima con todos , y doña Manolita muy alegre y chistosa . No eran éstas , sin embargo , las reuniones que agradaban a doña Luz y a su amiga , sino las poco numerosas , familiares y frecuentes , donde ellas mismas incitaban a D . Anselmo para que provocase y contradijese al Padre , obligándole así a hablar sobre puntos de religión o de filosofía . En no pocas ocasiones , el P . Enrique había lucido , en sentir de sus oyentes , una elocuencia conmovedora ; pero jamás produjo tan honda impresión en los ánimos como la noche del Domingo de Resurrección . Incitado D . Anselmo , después de otros menos importantes ataques , llegó a decir lo que sigue : - Todo es hablar de caridad y devoción , pero , bien mirado , no se ve en vosotros sino egoísmo . No es la piedad , no es el amor a vuestros semejantes quien os mueve , sino el anhelo de la salvación propia y el miedo del infierno . - Alambicando de esa suerte - contestó el padre Enrique - , no hay amor , por desinteresado que sea , cuya raíz no esté en el amor propio . Las palabras mismas lo declaran . ¿ Qué es la compasión ? No es más que cierta cualidad , en cuya virtud padece el alma cuando ve padecer a otra como si ella misma padeciera . Todo sacrificio , por consiguiente , que haga el alma compasiva , ya del reposo , ya de la vida corporal , ya de la hacienda , será considerado como egoísmo . El alma compasiva le hace para librarse de un padecimiento ; para que el ajeno dolor no le duela como propio ; para hallar para sí la paz y el bien que apetece . Todo acto de filantropía proviene de compasión : luego proviene del amor propio ; luego nace del egoísmo . Lo más que los filántropos podréis decir en vuestro abono es que vuestro egoísmo es un egoísmo bien entendido , un egoísmo provechoso para todos . - Ya lo ven ustedes , señores - replicó D . Anselmo - , el Padre , como no puede ni sabe defenderse , ataca ; pero sus razones no tienen fuerza contra mí . Yo no vacilo en concederle que la virtud humana de la filantropía proviene de la compasión y es por lo tanto egoísmo ; pero ¿ la virtud divina de la caridad es menos egoísmo en su raíz y fundamento ? A fin de no padecer viendo padecer a otro , hago yo , por ejemplo , un acto de filantropía : le hago para ponerme bien conmigo : soy , pues , egoísta ; pero el que hace una obra de caridad , por amor de Dios , para ponerse bien con Dios , de quien toda su dicha depende ¿ se muestra acaso menos interesado ? Todavía se me antoja que vale más el filántropo que el caritativo , porque al cabo es más noble y más bella la condición natural del alma descreída que siente como propias las penas extrañas , y con el propósito de libertarse de estas penas obra el bien , que la condición algo sobrenatural del alma creyente que obra el bien por temor de castigo o con esperanza de galardón y de premio ; y no ya por amor del ser miserable a quien socorre y ampara , sino por amor del ser poderoso de quien todo lo espera . - Censurar que el alma busque siempre su bien , dijo entonces el Padre , sería tan absurdo como censurar que busquen los graves su centro . Ley es ésta indefectible , donde no hay libertad , donde no cabe ni mérito ni demérito . La voluntad va derecha a la beatitud , donde sólo puede aquietarse , como la piedra , desprendida de lo alto de la torre , cae sin detenerse hasta dar en el suelo ; como la bala , disparada por certero tirador , vuela a clavarse en el blanco . Lo importante , lo libre , lo meritorio está en poner bien la mira , en buscar el supremo bien donde en realidad reside . Una vez señalado el bien , verdadero o engañoso , ¿ quién no va a él por acto tan voluntario como necesario , ya que amar y apetecer el bien es la esencia misma de toda voluntad ? El amor de sí propio es de necesidad ; necesidad de quien ni el mismo Dios se sustrae . - No niego yo que sea así . Convengo en todo , Padre . Pero ¿ dónde está entonces la libertad , la responsabilidad de nuestros actos ? No habrá pecados ni crímenes , sino errores . La inteligencia se engañará y presentará a la voluntad lo que es malo como bueno . - Así sería , dijo el Padre , si fuese necesario todo error ; pero el error no es necesario siempre . En el error puede haber libertad , y por consiguiente pecado . A veces las pasiones , que no queremos dominar , ofuscan el entendimiento y le llevan a que yerre ; a veces el don sobrenatural de la gracia no acude a nosotros porque nos hacemos indignos de él , y entonces también se turba y se engaña el entendimiento . Pero no creo que disputamos hoy sobre el libre albedrío y la fatalidad , sino sobre si el alma al amar es desinteresada , porque busca su propio bien , aunque este propio bien estribe en el amor mismo . - Así es - dijo doña Luz . - Esa es la cuestión de hoy - añadió doña Manolita . - Figurémonos - prosiguió el padre Enrique - , a un enamorado , a un caballero a la antigua , que por complacer a su dama , y para darle gloria y contento , padece insufribles trabajos , se expone a los mayores peligros y lleva a feliz término las más dificultosas aventuras . Figurémonos que todo esto lo hace por una dama de quien recela con razón que jamás será amado . Y figurémonos , por último , que todo lo hace por servirla y sin esperanza de recompensa . Todavía según el modo de discurrir de D . Anselmo , podremos tildar este amor de interesado , ya que el alma de aquel caballero halla deleite grandísimo en hacer cuanto hace por la dama , aunque la dama sea ingrata ; o ya que , si no halla deleite , halla consolación , considerándose mil veces más infeliz si nada hiciese de lo que hace y si no diese de su amor tan valientes y generosas pruebas . Pero ¿ qué mucho si el mismo amor mal pagado suele ser causa de ventura y de gozo íntimo para el amante que prefiere amar , aun sin correspondencia , a que se desprenda y aparte el amor de su alma , dejándola solitaria , seca y vacía ? Queda , pues , demostrado así que todo es egoísmo , si bien es fuerza convenir en que hay egoísmos sublimes y merecedores de perpetua alabanza . - Acepto - replicó don Anselmo - , el ejemplo de esa dama y de ese caballero andante de los buenos tiempos antiguos que el P . Enrique nos presenta ; pero dudo mucho de que el caballero haga sus proezas con la esperanza de galardón ya perdida . La misma alta opinión en que tiene a la señora de sus pensamientos le persuade de que no ha de ser ingrata . El caballero se aventura , pues , y se afana interesadamente , esperando galardón ; pero , supuesto el caso extraño de que no le esperase , ya no podría equipararse con el cristiano caritativo , en quien jamás ha de suponerse que la esperanza fallezca . En el concepto que tiene de su Dios va implícita la idea de su bondad , de su omnipotencia y de su justicia , y en ellas libra la seguridad de la paga . Vuelvo , pues , a mi tema . Toda virtud mundana será egoísmo ; pero lo es más la caridad , ya que se funda en firme creencia y en esperanza clara y evidente de que será recompensada . A pesar de todo , no desdeñaría yo esta virtud , y juzgaría soberanamente benéficas la esperanza y la fe de que procede , si no dejara nunca de ser , aunque por fines interesados y egoístas , causa de buenas obras ; pero la caridad tiene un camino , cuando se extrema , para lograr su objeto , no ya sirviendo , sino olvidando , desdeñando y menospreciando al prójimo y a cuantos seres hay en este universo visible . El alma que se retira dentro de sí , que se hunde en el abismo insondable de su propia esencia , donde se une o cree unirse con su Dios , ¿ qué vale a los hombres ? ¿ Qué amor les consagra ? ¿ Qué criatura terrenal podrá existir por cuya suerte se interese ? El alma que así se endiosa , encastillada en su recogimiento soberano , lo desdeña todo , menos su propio centro , donde vive identificada con el eterno amante a quien adora y de quien recibe bienaventuranza completa . Con dulzura insinuante y con el reposo debido , a fin de hacerse entender bien y de poner en sus ideas orden y claridad , contestó entonces el P . Enrique a los argumentos de D . Anselmo ; mas , a pesar del dominio que tenía sobre sí y sobre su palabra , la emoción que embargaba su ánimo venía a revelarse en su acento , en el brillo de sus ojos y en el encendido color de sus mejillas , pálidas de ordinario . Todo ello contribuía a infundir en el razonamiento que hizo aquella singular persuasión que cautiva los corazones y somete a blando yugo las más soberbias y rebeldes inteligencias . ¿ Cómo reproducir , sin alterarle o sin debilitar su energía y empañar su esplendor celestial , el sencillo e inspirado discurso que entonces pronunció el Padre Enrique ? Lo que atine a poner aquí el profano , frío , escéptico y pobre narrador de esta historia , no debe mirarse , cuando más , sino como informe bosquejo de lo que dijo aquel hombre entusiasta y creyente . El P . Enrique dijo así : - A fin de dar cumplida contestación a los argumentos de D . Anselmo sería menester desenvolver ahora las doctrinas todas de una altísima ciencia . Lo que diga yo , por lo tanto , en breves palabras , no puede menos de ser desordenado y de pareceros oscuro . Voy a poner en cifra y resumen lo que requiere , para que se entienda bien , severo método y reposo . Supongamos , por un instante , que abstraída el alma de todo lo terreno , en suspensión de potencias y sentidos , en silencio maravilloso y quietud envidiable , goza del supremo bien , sin salir de esta vida mortal , y absorta y como hundida en la contemplación de su Creador , no cuida ya del prójimo ni de las otras criaturas . Pero antes de alcanzar tanta dicha , antes de subir a tanta alteza , ¿ qué pruebas de bondad no habrá dado el alma ? ¿ Por qué áspera senda no habrá tenido que trepar , activa , atenta y persistente ? Para ganarse la voluntad de su Creador habrá hecho obras de misericordia , consolando y amparando a los infelices y desvalidos , y con sus oraciones y penitencias , humildad y mansedumbre , habrá sido pasmoso ejemplo y provechoso estímulo a todo ser humano . No se conquista de otra suerte el amor de Dios . No hay otra vía más cómoda y llana para llegar a él . Claro está , pues , que , aun suponiendo que el alma es ya inútil para las otras almas al llegar a ese término , es utilísima mientras no llega . Y no obstante , cuando el alma llega , cuando se recoge en su centro , donde Dios mora , y allí le conoce y con él se une , ¿ cómo imaginar que por eso se aniquila o se hace inútil ? Tal vez , al anegarse en aquel abismo de luz , no ve sino tinieblas . Tal vez los ojos del alma no pueden resistir tanto resplandor . Tal vez la inteligencia limitada no comprende aquellas perfecciones infinitas e inenarrables . Pero si la inteligencia , en el alma que llega a Dios , no ve ni comprende todo su ser , bástale con percibir algún atributo para no quedar perdida y aniquilada en su ventura . Bástele ver a Dios , para ver en Dios el mundo y las criaturas que le llenan y hermosean , y para verlo todo , por más cabal y comprensiva manera que cuando lo veía con sólo los sentidos como apariencias fugitivas que los hieren . El alma ve entonces las cosas tales como son y no tales como aparecen ; las ve , no en su manifestación transitoria , sino en su idea pura y eterna ; no ya en lucha constante , desligadas , sin concierto , en guerra de exterminio , sino que las ve atadas por lazo de amor , subiendo en concorde armonía hacia la luz y hacia el bien , y encaminándose , por atracción suave y divina , a la justificación providencial de todo . Y como el alma ama a Dios y todo está en Dios , el alma lo ama todo amándole . Y lo ama todo , no ya interesadamente , como lo amaba antes , sino con desinterés , porque quien tiene a Dios ¿ qué más quiere ni desea ? Así el alma ama a las criaturas como Dios las ama , y quiere que todas se vuelvan a Dios y le amen , y que el tesoro del amor divino sea para todas ellas . Y entonces el amor del alma , conforme , identificado con la voluntad de Dios , abarca el universo y cuanta hermosura espiritual y corporal en sí contiene . Y lejos de quedar el alma , al unirse con Dios , inerte y como vacía y sin conciencia , logra conciencia más clara y distinta , y arde en amor más vivo que todos los amores mundanales . Y no hay excelencia en lo creado , cuyo valer no estime y pondere en lo justo ; ni beldad en quien sin concupiscencia no se complazca , porque tiene ya hartura y plenitud de deleites purísimos ; ni riquezas que no mire sin codicia , porque está agraciada y como heredada de los más preciosos dones ; y ama sin celos al amor que da Dios a las criaturas , por que las comprende en su mente e imagina que todo el amor que vierte Dios en ellas , le recibe y le guarda para sí propia . ¿ De qué sacrificio , de qué obra estupenda de caridad , de qué proeza de amor , de qué devoción , abnegación y martirio no será capaz el alma unida con Dios , y que se vuelve a las criaturas , y las contempla en Dios mismo , como si fuesen algo del ser y de la sustancia del objeto amado ? Lejos , pues , de creer que esta unión del alma con Dios la hace inerte e inútil para los demás seres , creo que la habilita y alienta para tomar en el manantial caudaloso del amor del cielo los torrentes de caridad que vierte luego en la tierra . Porque , como el Verbo , que es Dios , dio su vida mortal y humana por la salud de los hombres , el alma , si se une con Dios , adquiere la virtud divina para arrostrar y sufrir por los hombres los tormentos y la muerte , imitando a Cristo , que es el Dios a quien se une . De esta suerte se expresaba el P . Enrique , hasta donde la torpe pluma y la lengua pecadora de quien esto escribe consigue remedar su improvisada homilía ; ya que , en la sagrada ciencia , que él iba explicando , dijeron los más delgados conceptos y aclararon los más hondos misterios , no los que en los libros y en el estudio fueron a ilustrarse , sino los que por experiencia los entendían y por santidad insigne gozaron del favor divino . Y mientras que el Padre hablaba , D . Acisclo oía embelesado , aunque no penetraba el sentido de una sola palabra ; y D . Anselmo se deleitaba , sin creer , como quien saborea la más bella composición poética ; y doña Luz , doña Manolita y Pepe Güeto , escuchaban con fija atención y gran fervor religioso , lisonjeándose de que todo lo alcanzaban . Acaso no lo creyó así el Padre , allá en lo interior de su pecho , pues para aclarar y completar lo que había dicho , añadió de este modo : - Quiero asimilar vuestra filantropía mundana a un hermoso río , cuyos canales y acequias riegan y fertilizan los campos ; mientras que el alma , que se une a Dios por amor , es como el agua que el sol rarifica y levanta y que sube en vapores al cielo . ¿ Será esta agua menos útil que la del río ? No , porque luego desciende en bienhechora lluvia , más fecundante que todo riego artificial , y aun de este mismo riego artificial es causa mediata , ya que la lluvia , que viene del cielo , cuaja y forma en la cima de los montes con apretada y cándida nieve las inexhaustas urnas , de donde brotan y se desatan arroyos y ríos en cristalinos raudales . Presuma , en buena hora , el zafio y rudo agricultor , cuando riega su campo , que el agua viene de la vecina montaña , y que se deriva por ocultos caminos del seno de la madre tierra . Pero ¿ habría agua si el cielo no la hubiera depositado allí ? De esta suerte , la filantropía , la virtud meramente humana , tiene su origen , ignorándolo tal vez los mismos que la practican , en la caridad divina . El amor de Dios sube al cielo ; se diría que desprecia este bajo mundo ; pero , al descender de nuevo a la tierra , como el limpio rocío de la aurora , viene transformado en amor acendradísimo del prójimo . En nuestra verdadera religión no sucede como en algunas falsas , donde el bien supremo implica el aniquilamiento de la conciencia . Si el discurso racional no llega al ápice de la mente , Dios le adorna y reviste de prendas sobrenaturales ; en vez de destruirle , le da la fe , para que viva y entienda . Y a veces brota del centro del alma una luz interior que baña las potencias que hasta el centro no han penetrado , por donde nuestro ser individual , aun en el éxtasis , no se esfuma , ni se desvanece , ni se desmaya , sino que con más ser vive , siente , piensa , conoce y ama . Si para subir al enlace místico , se desnuda el alma de todo lo creado , si llega a entender que sólo existen Dios y ella , esta muerte es como la muerte natural , en la cual se desprende el alma de sus mortales despojos . Y así como el alma ha de revestirse de cuerpo glorioso , así también resucitan todas las potencias que , para llegar al éxtasis divino , tal vez murieron . No , no se pierde el alma de los místicos cristianos en la esencia suprema , como en el nirvana de los budistas ; no , no cae en sueño eterno , sino que logra la plenitud de la vida . El ambiente bañado y penetrado todo de rayos de sol parece luz de oro y sol y no aire ; y el hierro , que sale candente de la fragua , no es oscuro y opaco , sino refulgente como el fuego de donde sale ; y por igual manera , en cuanto la comparación material es posible , el alma que se unió con Dios parece Dios . Y por último , para el provecho que a los demás hombres puedan traer estos bienes y regalos de los espíritus contemplativos , quiero añadir una consideración de gran peso ; a saber , que en ninguna creencia , en ninguna doctrina , se ensalza tanto como en la nuestra la dignidad humana , el ser del hombre , prescindiendo de su valer accidental . Los Elíseos , los Paraísos , los Empíreos de otras religiones sólo abren sus puertas a los magnates , a los príncipes , a los sabios , a los guerreros y a los ilustres ; mientras que nuestro cielo es el cielo de los pobres , de los humildes , de los pacíficos y de los mansos . Y no es esto sólo para consolación , por la esperanza en otra vida mejor , del desdén de la fortuna y de los trabajos y miserias que en esta vida tienen que sufrir , sino que ejerce poderoso influjo en lo presente , y da precio infinito a toda alma humana , como rescatada por Cristo , e iguala con más verdad que toda ley democrática a unos hombres con otros , y reviste de majestad sagrada , y hace más que hermanas nuestras a todas las criaturas , a las más cuitadas , a las más viles , a las más abyectas y a las más pecadoras . Los oyentes del P . Enrique , que aquella noche no eran más que cuatro , entendiendo unos más y otros menos lo que dijo , quedaron todos encantados de oírle . Don Anselmo llegó a confesar que le entraban ganas de ser cristiano ; doña Manolita y su marido se sintieron más cristianos que nunca ; D . Acisclo halló que su sobrino tenía casi tanto entendimiento como él , si bien aplicado a cosas menos prácticas ; y doña Luz , embelesada , entusiasmada , añadió acaso , con su rica imaginación poética , mil quilates de hermosura , de novedad y de profundidad , al discurso del Padre , del cual no perdió ni una sola cláusula , comprendiendo el más hondo sentido del conjunto y de cada sentencia . Por tal arte fueron creciendo la afición de doña Luz al trato del P . Enrique y la fina amistad que le profesaba . Como por rápida pendiente , aunque con suave y apenas sentido movimiento , se inclinó su corazón a no desear sino aquellos coloquios con un hombre en quien hallaba ingenio , discreción y sublimidad en el pensar y en el sentir , hasta entonces no descubiertos por ella en ser humano , y de que sólo sabía por los libros que había leído . Ningún recelo empañaba la limpieza y seguridad de esta inclinación , si tranquila y serena , irresistible y declarada . Doña Luz , en su orgullo , doña Luz , en el cristal terso e incontaminado de su conciencia , no podía ver peligro , ya que por leve y remoto que le viese , sería como una mancha . El más ligero propósito de precaverse hubiera implicado temor y sospecha ofensiva . Doña Luz nada sospechaba de sí . Nada tampoco sospechaba del Padre . Le consideraba como a un santo y empezó a amarle y venerarle como aman y veneran a los santos las personas piadosas . Era tal el candor de doña Luz , que hubiera dicho al Padre los sentimientos que le inspiraba , si no hubiera temido ofender su modestia o mostrarse aduladora . Pero aunque nada le decía , harto le daba a entender su extraordinaria predilección , atrayéndole de continuo , y no hallándose a placer sino cuando le tenía a su lado , le hablaba o le escuchaba . El P . Enrique , por su parte , no manifestaba la menor extrañeza por los favores que de doña Luz recibía . Y esto no porque fuese vano y se figurase que todo le era debido , sino porque no juzgaba nada más natural que aquella buena correspondencia . Era el Padre hombre de muchísimo mundo y de poquísimo mundo , según esto se entendiese . Conocía el corazón en general , y en cuanto está más cerca de la naturaleza . Para tratar , dirigir , ganar almas y someter voluntades , había sido maravilloso allá en los pueblos del extremo Oriente ; pero como había salido de España muy mozo , y apenas había vivido en esta sociedad artificiosa y algo refinada de nuestro siglo , cuya cultura y usos convencionales se extienden hasta las aldeas , lo veía y estimaba todo con cierta sencillez selvática , interpretando las palabras y las acciones de diverso modo que el vulgo . Así es que , si bien notaba , y se sentía lisonjeado al notarlo , que doña Luz hacía de él el más alto aprecio , ni en ella , ni en él , ni en el público , acertaba a descubrir que pudiese esto ofrecer el menor inconveniente . La afición de doña Luz no se diferenciaba a sus ojos de la que le tuvieron estos o aquellos neófitos indios , chinos o anamitas , salvo en ser la afición de doña Luz más de estimar por la excelencia de la persona que la sentía , en quien el Padre hallaba un sin número de brillantes calidades : un espíritu cultivadísimo y capaz de elevarse a las esferas más encumbradas del pensamiento y un corazón lleno de afectos tiernos , nobles y puros . De sí propio tampoco recelaba el Padre . Amaba a doña Luz como el maestro ama a su discípulo ; como un alma ama a otra alma , cuando ambas coinciden en las mismas creencias y opiniones , suben a las mismas alturas , y especulan y contemplan las mismas ideas . El P . Enrique se sentía atraído por doña Luz con mayor fuerza que por todas las demás personas que en el lugar conocía , o que antes , fuera del lugar , había conocido ; pero esto se explicaba de la manera más razonable y sin malicia . ¿ Quién penetraba mejor que doña Luz el sentido de todos sus discursos ? ¿ Quién le seguía mejor , quien se le adelantaba a veces en los vuelos y raptos de imaginación , cuando pugnaba por levantarse a aquellas regiones adonde el prosaico razonamiento no llega ? Sin duda que doña Luz . Doña Luz era , pues , para el Padre un ser muy superior a cuanto la rodeaba , y digno de predilección decidida . En el agua turbia de un estanque poco cuidado , en el agua agitada y cenagosa de un torrente , nada se refleja ; mientras que en el haz limpia , tersa y tranquila de un lago de agua pura , el cielo , los montes , los astros , la luz , las flores y toda la gala y la pompa del mundo se retratan con tal primor , que el cielo parece allí más hondo e infinito , y la luz más clara , y las flores de color más vivo , y los montes más gallardos , y sus perfiles y contornos más graciosos y mejor desvanecidos en el sumo ambiente , y la verdura del prado más verde y más fresca . Por lo cual , aun el que no repara en la hermosura propia del lago y en el encanto que tiene él de por sí , tal vez se recrea en lo que refleja y duplica en su seno , y gusta más de mirar todo aquello en el reflejo del lago que en sí y tal como es . Y por estilo semejante , el P . Enrique , que a penas se fijaba en la belleza y elegancia del cuerpo y rostro de doña Luz , ni en la distinción de sus modales , ni en el reposado y majestuoso continente de toda su persona , hundía la mirada a través de estas prendas corporales y exteriores , y llegaba al alma , donde resplandecía un mundo de pensamientos , que eran los suyos propios , pero mil veces más bellos , reflejados por doña Luz , que tales como ellos eran . Casi siempre las conversaciones de doña Luz y del P . Enrique eran en la tertulia , en presencia de don Acisclo , de D . Anselmo , de Pepe Güeto y su mujer y del señor cura . En ocasiones , no obstante , se encontraron en la casa a solas los dos , o bien hablaron sin oyentes y sin otros interlocutores , cuando salían de paseo con Pepe Güeto y su mujer , y éstos se adelantaban o se quedaban atrás , embelesados en la interminable y risueña luna de miel , de que seguían gozando siempre . Entonces , en estos diálogos a solas , sin reflexionarlo ni él ni ella , sin que fuese circunspección estudiada , lo cual implicaría un temor de que ambos se veían exentos , sino por instintiva , inocente y santa delicadez , por pudor inconsciente , por recato santísimo del corazón , jamás hablaban de sus propias personas , ni de lo íntimo de las almas , aunque fuese en general , sino de la pompa exterior del material universo , y de la armonía , riqueza y orden que le adornan , proclamando la bondad , el poder y la sabiduría de quien le sacó de la nada . Ella , sin embargo , había sabido inducir al Padre , cuando había auditorio , a que hablase de sí y a que contase sus peregrinaciones . Y el Padre , si bien con modestia y sobriedad , no había podido menos de dejar entrever y de hacer que se estimasen los peligros que había corrido y las penalidades y fatigas que con valor heroico había sobrellevado . Él , en cambio , había leído en la frente y en los ojos de doña Luz hasta sus más secretos pensamientos y sentimientos . Para esto le servía su costumbre de observar y estudiar a los hombres , en tantos años de predicador , confesor y catequista . Además , si algo hubiera quedado para él en cifra , su tío D . Acisclo , aunque con términos groseros , le hubiera dado la clave , contándole , como le contaba , la vida de doña Luz en el lugar , su desdén con los galanes , su orgullo y su firme resolución de no casarse nunca . Los hombres , por mucho que se examinen y estudien , por bien que escudriñen hasta los más escondidos senos de su conciencia , por severamente que se juzguen , y por muy alerta que estén , suelen con frecuencia concebir algún plan o proyecto , el cual les deleita y seduce , envolviéndose en tan mágica niebla , que logra ocultarse o velarse y disfrazarse al juicio , cuando éste interroga para fallar y condenar acaso , quedando patente y como desnudo a los ávidos ojos de la pasión que le ha creado . De este modo confuso y como entre nubes forjó sin duda el P . Enrique , a quien el trato de doña Luz encantaba , si no un plan , una ilusión , una esperanza , algo de un porvenir meramente amistoso , aunque lleno de ternura . Apenas se daba razón de lo que forjaba , pero ciertamente lo forjaba . Lo que forjaba era , por otra parte , tan sin asomo de pecado , que no suscitaba escrúpulos . Lo que forjaba era muy sencillo . Doña Luz era casi seguro que no se casaría ya ; lo mejor , pues , de su inteligencia se emplearía en comunicar con la del Padre ; su voz en hablarle ; su oído en oírle ; su más seria preocupación sería pensar en las cosas del cielo , según el método y forma con que él pensaba ; su deleite mayor hablar con él de Dios y del alma y de toda verdad y de toda bondad y hermosura . En fin , el P . Enrique , sin confesárselo a sí mismo , vino poco a poco a persuadirse de que con su espíritu iba como a llenar y compenetrar el espíritu de doña Luz , y notó apenas que ella se enseñoreaba ya por entero del espíritu de él , aunque con cierta subordinación y dependencia de otros sentimientos e ideas de valer muy superior , los cuales prevalecían sobre aquella nueva y poderosa influencia . Provino de todo esto una fervorosa amistad , que se alimentaba en el comercio y comunicación constante de aquellas dos personas . En los lugares , ni más ni menos que en las grandes poblaciones , abundan las malas lenguas ; pero concurrían en esta ocasión mil circunstancias que evitaron que la maledicencia se cebase en tan inocentes relaciones y las interpretase en sentido avieso . Las causas principales de que se hable en seguida , dado el motivo o el pretexto o la apariencia , de toda intriga amorosa , particularmente si no tiene por fin el matrimonio , no se presentaban aquí . Por lo común , una de las causas de que se hable y se murmure es el propio deseo del galán , quien suele desear que se diga lo que es y aun lo que no es , y a veces finge que disimula con tan contraria habilidad , que más bien descubre o hace sospechar misterios y aun venturas que quizá no ha logrado . Mujeres hay asimismo no menos aficionadas a que todo se sepa , particularmente cuando son pretendidas y desdeñan y burlan a los pretendientes . Y muchas , cuando los pretendientes son muy estimados y famosos , aun echando a rodar todo respeto , con tal de hacer rabiar a las abandonadas rivales , dan , como suele decirse , un cuarto al pregonero , para que pregone y divulgue su fragilidad y sus amoríos . Nada de esto tenía lugar entre el Padre y doña Luz . Antes bien ocurría lo contrario . Los mozos del lugar o forasteros que , por más guapos e importantes , habían osado aspirar a doña Luz y habían sido rechazados con suavidad antes de una declaración que los comprometiese , tenían tan alta opinión de doña Luz y de ellos mismos , que cada cual imaginaba que era inexpugnable la que a sus encantos y buenas prendas no se había rendido . ¿ Cómo creer que gustase de un fraile enfermizo y casi viejo la que había sido fría , insensible y desamorada con un mozo galán , robusto y gallardo ? Esto hubiera sido monstruoso . Las mujeres son , por lo general , las que descubren o inventan las aventuras , caídas o deslices de sus enemigas ; pero doña Luz estaba tan por cima y tan apartada de toda rivalidad y se había ganado de tal suerte el afecto de todos , que nadie le contaba los pasos ni andaba acechando para ver si daba alguno en falso y acusarla de ello después . Por otra parte , doña Manolita , con su charla , su desenvoltura y sus chistes , era el órgano más autorizado y resonante de la opinión pública en Villafría , y doña Manolita , no ya no habiendo el menor motivo , pero aunque le hubiese , no hubiera consentido jamás en que se dijese nada contra doña Luz ; hubiera ahogado en sus burlas la voz de la murmuración más descocada . El concepto que del padre tenían en Villafría no se prestaba tampoco a que sobre el punto de que hablamos se levantasen caramillos . Los más , como no le hallaban divertido y como casi no le entendían , le tenían poco menos que olvidado , aunque si alguna vez se acordaban de él era para considerarle como un santo , fastidioso , valetudinario y nada ameno . Hombre de los que no se usan , pajarraco exótico y raro , para los volterianos del lugar , no hubiera sido difícil que alguien le supusiese conspirando en favor del restablecimiento de la Inquisición y hasta comiéndose los niños crudos ; pero a nadie le cabía en la cabeza que pudiese ser galanteador y tener buenas fortunas un señor tan pálido , enclenque , melancólico y asendereado . Por todo lo expuesto , nadie ponía malicia , nadie comentaba de modo injurioso la intimidad y convivencia de doña Luz y del Padre , quienes , por otro lado , donde se trataban , se veían , se hablaban y aun se admiraban inocentemente , con el mayor abandono , era en el seno de la pequeña tertulia , de la cual , nada trascendía , y en la cual todo se explicaba santísimamente , o mejor dicho , no se explicaba , pues ni para D . Anselmo y su hija y yerno , ni para D . Acisclo , ni para el cura D . Miguel , requería aquello la menor explicación . El cura D . Miguel , sobre todo , y el Sr . D . Acisclo , cada cual a su manera , veían en doña Luz y en el Padre dos seres sobrado singulares , las dos terceras partes de cuyos pensamientos y palabras oían como quien oye música celestial sin penetrar lo que significaban . Nada , por lo tanto , más justo ni más preciso que el que los dos se dijesen lo que ellos solos al cabo sabían entender . Entre tanto , doña Manolita , que era muy observadora y burlona , había notado que en el ánimo de D . Acisclo se iba dando una radical transformación . Doña Manolita había comunicado sus impresiones a doña Luz y a Pepe Güeto . Según dichas impresiones , D . Acisclo estaba cada día más ancho y orgulloso de que su tertulia se hubiese hecho tan sabia y pareciese una Academia de ciencias ; pero al mismo tiempo , andaba imaginativo y ensimismado , hablaba a solas , y se diría que en su mente se agitaba un enjambre de ideas , las cuales , como las abejas en la colmena , pugnaban por fabricar , en vez de panal melifluo , alguna resolución estupenda . - ¿ Qué resolución querrá tomar ? - se preguntaba doña Manolita - . ¿ Si habrá tocado su corazón el dedo del Altísimo ? ¿ Si el buen señor , edificado con las homilías del sobrino , tratará de abrazar la vida contemplativa y de ser santo también ? Pepe Güeto y doña Luz se reían de tan inverosímil suposición ; pero la verdad era que ellos notaban asimismo lo mucho que D . Acisclo cavilaba , y sentían no pequeña curiosidad por conocer el asunto de sus cavilaciones . Delante del P . Enrique no osaron interrogar a don Acisclo ; pero el Padre se iba siempre a las diez de la tertulia , porque nunca cenaba , y Pepe Güeto y su mujer se quedaban a cenar todas las noches allí . La cena solía durar hasta las once , y además casi siempre permanecían de sobremesa los señores , mientras que cenaban los criados , siendo este el momento de mayor confianza y alegría . Varias noches , estando así , ya de sobremesa y no presentes las chicas que habían servido , doña Manolita tentó el vado , a ver si D . Acisclo declaraba la causa de su preocupación . Don Acisclo , aunque negaba que estuviese preocupado , lo daba a conocer cada vez más , si bien no confesaba la causa . Una noche , por último , D . Acisclo se mostró más preocupado , pero más alegre asimismo . Alguna satisfacción le rebosaba en el pecho y pugnaba por salir de sus labios . Doña Manolita lo conoció , y le dijo : - Vamos , Sr . D . Acisclo ; no sea V . malo . No se atormente usted por el solo gusto de atormentarnos . Si rabia V . por decir lo que le pasa ¿ por qué no lo dice ? V . está maquinando alguna novedad que nos va a dejar aturdidos . La cosa va muy adelantada . Declare V . lo que es para que no nos coja de susto . - Ea , Sr . D . Acisclo , declárelo V . - añadió Pepe Güeto - . Mi mujer pretende que V . tiene comezón de ser santo como su sobrino , y que el día menos pensado traspone V . y nos planta y se larga a Sierra-Morena a hacer penitencia , metido entre matorrales o en el hueco de algún peñasco . - Todo menos eso - respondió D . Acisclo - . No me llama Dios por ese camino , y cualquier otro estado es bueno para servirle . - Eso es indudable - dijo entonces doña Luz - . Yo no he creído nunca que a V . le pudiese entrar la manía de imitar a los solitarios penitentes ; pero he pensado , como mis amigos , que usted medita y prepara , desde hace días , un cambio en su manera de ser y de vivir . - Estas mujeres son el diablo - contestó D . Acisclo - . Nada se les oculta . Todo lo penetran . No quiero ni puedo ya negarlo . Voy a ser otro del que he sido hasta aquí . Confieso que la consideración del mérito de mi sobrino me ha servido de estímulo . - ¿ No lo decía yo ? - exclamó doña Manolita - . D . Acisclo , ¿ se nos va V . a ir a la China o a la India a convertir infieles ? - Algo de eso hay - respondió el interrogado - . Infieles voy a convertir , pero sin salir por ahora de Villafría . - ¿ Y cómo va a ser eso ? - dijo doña Luz . - Muy sencillamente - continuó D . Acisclo - . Ya saben ustedes que yo he sido y soy , dicho sea entre nosotros , desechando la modestia , un hombre bastante útil para mi patria . Yo hago prosperar la agricultura ; aumento la riqueza ; doy de comer a los pobres que trabajan ; en fin , sirvo de mucho . - No es menester que V . se alabe . ¿ Quién no confiesa - dijo Pepe Güeto - , que V . es la providencia de Villafría ? - Pues bien ; todo eso lo hago con el dinero que he sabido adquirir . Yo he tenido y tengo capacidad para adquirir dinero . Pero al ver que mi sobrino ha adquirido ciencia y gloria , he comprendido que el dinero no me bastaba , y que hay otras cosas que valen tanto casi como el dinero . La ciencia , por ejemplo . ¿ Cómo adquirirla , sin embargo ? Ya está duro el alcacer para zampoñas . Ya es tarde para que yo me engolfe en estudios . Hay otra cosa que me atrae , que me seduce , y no es tarde aún para que yo la adquiera . - ¿ Qué será ? ¿ Qué no será ? - murmuró doña Manolita . - Adivínalo , muchacha ; lúcete ; muestra que ves crecer la hierba . - Confieso que soy tonta : nada adivino . Ya que no aspira usted a sabio ni a santo , ¿ a qué aspira ? - Aspiro al poder . El poder es el complemento del dinero . Quiero ser hombre político , personaje influyente , dueño de este distrito electoral , derrotando al cacique de la cabeza del distrito , que hoy lo puede aquí todo . - ¿ Quién le mete a usted en esos ruidos , Sr . D . Acisclo ? - dijo entonces doña Luz . - Mis convicciones políticas - respondió don Acisclo con suma gravedad . - ¿ Sus convicciones políticas ? Me pasma lo que le oigo decir . Pues ¿ de dónde provienen esas convicciones ? Yo creía que usted no había pensado en política en todos los días de su vida . - Entendámonos - replicó D . Acisclo - : en la política que sirve de pretexto o apariencia , es cierto que jamás he pensado ; pero en la política-verdad pienso siempre . - ¿ Y qué es la política-verdad ? - La política-verdad es que todos los que formamos la nación española damos al Gobierno cada año , por diferentes maneras , más de la mitad de lo que la tierra , nuestro trabajo y nuestro caletre producen . El Gobierno luego , ya en forma de pagas , ya en forma de subvenciones , ya en otras formas , reparte todo esto entre sus amigos . De esta suerte , lo que absorbe el Gobierno como contribución , se derrama de nuevo como benéfica lluvia . ¿ No es necedad que yo pague y no cobre ? ¿ No es bobada que yo contribuya y no distribuya ? ¿ No sería más discreto que yo imitase a Don Paco , el grande elector de este distrito , que paga diez y saca ochenta ? Pues qué , ¿ no tengo yo sobrinos , hijos y ahijados a quienes dar turrón ? ¿ Una gran cruz , no me vendría que ni de molde ? ¿ El tratamiento de excelencia se me despegaría ? En vez de pagar mucho , como pago ahora , y de no recibir nada , como no recibo , ¿ no me sentaría divinamente pagar menos , y recibir con usura lo pagado y más de lo pagado ? Pues esto es la política , y por esto quiero meterme en la política . ¿ Qué digo quiero meterme ? Metido estoy ya en ella hasta los codos . Doña Luz distaba mucho de creer que la política fuese lo que por política entendía D . Acisclo : pero , viendo lo convencido que él estaba de que no era otra cosa , y notando además que Pepe Güeto y su mujer no distaban mucho de pensar como don Acisclo , no quiso predicar en desierto ni tratar de convencerlos de que el verdadero concepto de la política era muy diferente . También le chocó sobremanera el tortuoso giro de pensamientos y discursos , por donde la mente de D . Acisclo , partiendo de las homilías , disertaciones filosófico-cristianas y demás sublimidades del Padre , había venido a parar en que debía él ser hombre político , a fin de pagar menos contribución y de tomar mucha distribución . Sobre este último punto no pudo menos de decir doña Luz : - Aun concediendo , que ya es harto conceder , que la política sea como V . la entiende , todavía me pasmo , Sr . D . Acisclo , de que , en virtud de los razonamientos de su sobrino de V . , haya venido V . a sacar como consecuencia la resolución de ser político y de derrotar a D . Paco , poniéndose en lugar suyo . - Pues mire V . , señorita doña Luz - respondió don Acisclo - , no hay nada más llano que el camino de discurrir que yo he seguido . Enrique me ha dado ánimos sin él saberlo . Por él he comprendido que en mi familia hay brío para todo . Él es santo y sabio : hombre teórico : yo soy rico . ¿ Por qué no he de ser también influyente , a fin de ser el hombre práctico por completo ? ¿ No hubo en lo antiguo , en una sola familia , Marta y María ? Pues ¿ por qué ahora , en otra familia , salvo la diferencia de sexo , no hemos de ser él María y yo Marta ; él el contemplativo y yo el activo ? - Bien por D . Acisclo - dijo Pepe Güeto . - Y vaya si tiene razón : ya sabe él dónde le aprieta el zapato - añadió doña Manolita . - No , sino pónganme el dedo en la boca - exclamó don Acisclo - , y verán si muerdo o no muerdo . Pues qué , ¿ un hombre de mis millones , y con un sobrino tan notable , ha de estar toda su pícara vida humillado por ese tunante de D . Paco , a quien da el diputado cuanto pide y más ? - Nada de eso , Sr . don Acisclo - dijo Pepe Güeto , dejándose arrebatar del entusiasmo - . Es menester sacudir el yugo . - ¡ Muera D . Paco el tirano ! - gritó doña Manolita riendo . - Ya se entiende que la muerte ha de ser meramente política y no civil ni natural - interpuso doña Luz . - ¿ Y cómo se va V . a componer para matarle políticamente ? - preguntó Pepe Güeto . - ¿ Cómo me voy a componer ? ¿ Cómo me he compuesto ? es lo que debieras preguntar . Pues qué , ¿ me duermo yo en las pajas ? Ya lo tengo todo concertado . El ministro cuenta conmigo . Yo les he probado que no es natural , sino artificial , el diputado que de aquí enviamos , y , como ahora está en la oposición , el Gobierno le derrotará con mi auxilio en las nuevas elecciones , que serán pronto . - ¿ Y quién es el nuevo candidato del Gobierno ? - preguntó doña Manolita .