Clarín ( Leopoldo Alas ) Pipá Madrid Librería de Santa Fe Carrera San Jerónimo , 2 1886 Ya nadie se acuerda de él . Y sin embargo , tuvo un papel importante en la comedia humana , aunque sólo vivió doce años sobre el haz de la tierra . A los doce años muchos hombres han sido causa de horribles guerras intestinas , y son ungidos del Señor , y revelan en sus niñerías , al decir de las crónicas , las grandezas y hazañas de que serán autores en la mayor edad . Pipá , a no ser por mí , no tendría historiador ; ni por él se armaron guerras , ni fue ungido sino de la desgracia . Con sus harapos a cuestas , con sus vicios precoces sobre el alma , y con su natural ingenio por toda gracia , amén de un poco de bondad innata que tenía muy adentro , fue Pipá un gran problema que nadie resolvió , porque pasó de esta vida sin que filósofo alguno de mayor cuantía posara sobre él los ojos . Tuvo fama ; la sociedad le temió y se armó contra él de su vindicta en forma de puntapié , suministrado por grosero polizonte o evangélico presbítero o zafio sacristán . Terror de beatas , escándalo de la policía , prevaricador perpetuo de los bandos y maneras convencionales , tuvo , con todo , razón sobre todos sus enemigos , y fue inconsciente apóstol de las ideas más puras de buen gobierno , siquiera la atmósfera viciada en que respiró la vida malease superficialmente sus instintos generosos . Ello es que una tarde de invierno , precisamente la del domingo de Quincuagésima , Pipá , con las manos en los bolsillos , es decir , en el sitio propio de los bolsillos , de haberlos tenido sus pantalones , pero en fin con las manos dentro de aquellos dos agujeros , contemplaba cómo se pasa la vida y cómo caía la nieve silenciosa y triste sobre el sucio empedrado de la calle de los Extremeños , teatro habitual de las hazañas de Pipá en punto a sus intereses gastronómicos . Estaba pensando Pipá , muy dado a fantasías , que la nieve le hacía la cama , echándole para aquella noche escogida , una sábana muy limpia sobre el colchón berroqueño en que ordinariamente descansaba . Porque si bien Pipá estaba domiciliado , según los requisitos de la ley , en la morada de sus señores padres , era el rapaz amigo de recogerse tarde ; y su madre , muy temprano , cerraba la puerta , porque el amo de la casa era un borracho perdido que si quedaba fuera no tenía ocasión para suministrar a la digna madre de familia el pie de paliza que era de fórmula , cuando el calor del hogar acogía al sacerdote del templo doméstico . Padre e hijo dormían , en suma , fuera de casa las más de las noches ; el primero tal vez en la cárcel , el segundo donde le anochecía , y solía para él anochecer muy tarde y en mitad del arroyo . No por esto se tenía Pipá por desgraciado , antes le parecía muy natural , porque era signo de su emancipación prematura , de que él estaba muy orgulloso . Con lo que no podía conformarse era con pasar todo el domingo de Carnaval sin dar una broma , sin vestirse ( que buena falta le hacía ) y dar que sentir a cualquier individuo , miembro de alguna de las Instituciones sus naturales enemigas , la Iglesia y el Estado . Ya era tarde , cerca de las cuatro , y como el tiempo era malo iba a oscurecerse todo muy pronto . La ciudad parecía muerta , no había máscaras , ni había ruido , ni mazas , ni pellas de nieve ; Pipá estaba indignado con tanta indiferencia y apatía . ¿ Dónde estaba la gente ? ¿ Por qué no acudían a rendirle el homenaje debido a sus travesuras ? ¿ No tenía él derecho de embromar , desde el zapatero al rey , a todos los transeúntes ? Pero no había transeúntes . Le tenían miedo : se encastillaban en sus casas respectivas al amor de la lumbre , por no encontrarse con Pipá , su víctima de todo el año , su azote en los momentos breves de venganza que el Carnaval le ofrecía . Además , Pipá no tenía fuego a que calentarse ; iba a quedarse como un témpano si permanecía tieso y quieto por más tiempo . Si pasara alma humana , Pipá arrojaría al susuncordia ( que él entendía ser el gobernador ) un buen montón de nieve , por gusto , por calentarse las manos ; porque Pipá creía que la nieve calienta las manos a fuerza de frío . Lo que él quería , lo que él necesitaba era motivo para huir de alguna fuerza mayor , para correr y calentar los pies con este ejercicio . Pero nada , no había policías , no había nada . No teniendo a quien molestar decidió atormentarse a sí mismo . Colocó una gran piedra entre la nieve , anduvo hacia atrás y con los ojos cerrados desde alguna distancia y fue a tropezar contra el canto : abriendo los brazos cayó sobre la blanca sábana . Aquello era deshacer la cama . Como dos minutos permaneció el pillete sin mover pie ni mano , tendido en cruz sobre la nieve como si estuviera muerto . Luego , con grandes precauciones , para no estropear el vaciado , se levantó y contempló sonriente su obra : había hecho un Cristo soberbio ; un Cristo muy chiquitín , porque Pipá , puesto que tuviera doce años , medía la estatura ordinaria a los ocho . - Anda tú , arrastrao - gritó desde lejos la señora Sofía , lavandera - ; anda tú , que así no hay ropa que baste para vosotros ; anda , que si tu madre te viera , mejor sopapo ... Pipá se irguió . ¡ La señora Sofía ! ¿ Pues no había olvidado que estaba allí tan cerca aquella víctima propiciatoria ? Como un lobo que en el monte nevado distinguiese entre lo blanco el vellón de una descarriada oveja , así Pipá sintió entre los dientes correr una humedad dulce , al ver una broma pesada tan a la mano , como caída del cielo . Todo lo tramó bien pronto , mientras contestaba a la conminación de la vieja sin una sola palabra , con un gesto de soberano desprecio que consistía en guiñar los ojos alternativamente , apretar y extender la boca enseñando la punta de la lengua por uno de los extremos . Después , con paso lento y actitud humilde , se acercó a la señora Sofía , y cuando estaba muy cerca se sacudió como un perro de lanas , dejando sobre la entrometida lavandera la nieve que él había levantado consigo del santo suelo . Llevaba la comadre en una cesta muy ancha varias enaguas , muy limpias y almidonadas , con puntilla fina para el guardapiés : con la indignación vino de la cabeza a la tierra la cesta , que se deshizo de la carga , rodando todo sobre la nieve . Pipá , rápido , como César , en sus operaciones , cogió las más limpias y bordadas con más primor entre todas las enaguas y vistiéndoselas como pudo , ya puesto en salvo , huyó por la calle de los Extremeños arriba , que era una cuesta y larga . El señor Benito , el dotor , del comercio de libros viejos , tenía su establecimiento , único en la clase de toda la ciudad , en lo más empinado de la calle de Extremeños . Mientras la señora Sofía , su digna esposa , gritaba allá abajo , tan lejos , que el marido sólo por un milagro de acústica pudiera oír sus justas quejas , Pipá silencioso , y con el respeto que merecen el santuario de la ciencia y las meditaciones del sabio , se aproximaba , ya dentro de la tienda , al vetusto sillón de cuero en que , aprisionada la enorme panza , descansaba el ilustre dotor y digería , con el último yantar , la no muy clara doctrina de un infolio que tenía entre los brazos . Leía sin cesar el inteligente librero de viejo , y eran todas las disciplinas buenas y corrientes para su enciclopédica mollera ; el orden de sus lecturas no era otro sino el que la casualidad prescribía ; o mejor que la casualidad , que dicen los estadistas que no existe , regía el método y marcha de aquellas lecturas el determinismo económico de las clases de tropa , estudiantil y demás gente ordinaria . A fines de mes solía empapar su espíritu el Sr . Benito , del comercio de libros , en las páginas del Colón , « Ordenanzas militares » , que dejaba en su poder , como la oveja el vellón en las zarzas del camino , algún capitán en estado de reemplazo . Pero lo más común y trillado era el trivio y el cuadrivio , es decir que los estudiantes , de bachiller abajo , suministraban al dotor el pasto espiritual ordinario ; y era de admirar la atención con que abismaba sus facultades intelectuales , que algunas tendría , en la Aritmética de Cardín , la Geografía de Palacios y otros portentos de la sabiduría humana . El dotor leía con anteojos , no por présbita , sino porque las letras que él entendiera habían de ser como puños , y así se las fingían los cristales de aumento . Mascaba lo que leía y leía a media voz , como se reza en la iglesia a coro ; porque no oyéndolo , no entendía lo que estaba escrito . Finalmente , para pasar las hojas recurría a la vía húmeda , quiero decir , que las pasaba con los dedos mojados en saliva . No por esto dejaba de tener bien sentada su fama de sabio , que él , con mucho arte , sabía mantener íntegra , a fuerza de hablar poco y mesurado y siempre por sentencias , que ora se le ocurrían , ora las tomaba de algún sabio de la antigüedad ; y alguna vez se le oyó citar a Séneca con motivo de las excelencias del mero , preferible a la merluza , a pesar de las espinas . Pero lo que había coronado el edificio de su reputación , había sido la prueba fehaciente de un libro muy grande , donde , aunque parezca mentira , veía , el que sabía leer , impreso con todas sus letras el nombre del dotor Benito Gutiérrez , en una nota marginal , que decía al pie de la letra : « Topamos por nuestra ventura con el precioso monumento de que se habla en el texto , al revolver papeles viejos en la tienda de don Benito Gutiérrez , del comercio de libros , celoso acaparador de todos los in-folios y cucuruchos de papel que ha o le ponen a la mano » . Sabía Pipá todo esto , y reconocía , como el primero , la autenticidad de toda aquella sabiduría , mas no por eso dejaba de tener al Sr . Benito por un tonto de capirote , capaz de tragarlas más grandes que la catedral ; que entre ser bobo y muy leído no había para el redomado pillete una absoluta incompatibilidad . Tanta lectura no había servido al dotor para salir de pobre , ni de su esposa Sofía , calamidad más calamitosa que la miseria misma , y juzgaba Pipá algo abstracta aquella ciencia , aunque no la llamase de este modo ni de otro alguno . Y ahora advierto que estas y otras muchas cosas que pensaba Pipá las pensaba sin palabras , porque no conocía las correspondientes del idioma , ni le hacían falta para sus conceptos y juicios ; digan lo que quieran en contrario algunos trasnochados psicólogos . El dotor notó la presencia de Pipá porque este se la anunció con un pisotón sobre el pie gotoso . - ¡ Maldito seas ! - gritó el Merlín de la calle de Extremeños . - Amén , y mal rayo me parta si fue adrede - respondió el granuja pasándose la mano por las narices en señal de contrición . - ¿ Qué buscas aquí , maldito de cocer ? - La señora Sofía , ¿ no está ? - y al decir esto , se acordó de las enaguas que traía puestas y que podían denunciarle . Pero , no ; el Sr . Benito era demasiado sabio para echar de ver unas enaguas . - No señor , no está ; ¿ qué tenemos ? - Pues si no está , tenemos que era ella la que estaba a la vera del río lavando ; vamos a ver dotor , ¿ cómo se dice lavando , en latín ? - ¿ Eh ? , lavando , lavando ... gerundio ... ¿ en latín ? , pues en latín se dice ... pero y ¿ qué tenemos con que estuviera lavando a la orilla del río ? ... ¡ Eh ! , ¿ qué tocas ahí ? , deja ese libro , maldito , o te rompo la cabeza con este Cavalario . - Esto es de medicina , ¿ verdá , Sr . Benito ? - Sí , señor , de medicina es el libro , y ya me llevo leída la mitad . - Pues sí señor , estaba lavando y habla que te hablarás ... ¿ cómo se dice carabinero en franchute ? , porque era un carabinero el que hablaba con la señora Sofía , y sobre si se lava o no se lava en día de fiesta ... ¡ Ay , qué bonito , dotor ! , ¿ esta es una calavera , verdá ? - Sí , Pipá , una calavera ... de un individuo difunto ... ¿ qué entiendes tú de eso ? - Está bien pintá : ¿ me la da V . , señor Benito ? - A ver si te quitas de ahí . ¡ Un carabinero ! - Sí , señor , un carabinero . Pipá sabía más de lo que a sus años suelen saber los muchachos de las picardías del mundo y de las flaquezas femeninas especialmente , pues por su propia insignificancia había podido ser testigo y a veces actor de muchas prevaricaciones de esas que se ven , pero no andan por los libros comúnmente , ni casi nunca , en boca de nadie . Sabía Pipá que la señora Sofía era ardentísima partidaria del proteccionismo y las rentas estancadas , y muy particularmente del cuerpo de carabineros , natural protector de todos estos privilegios : sabía también el pillete que el señor Benito , magüer fuese un sabio , era muy celoso ; no porque entendiera Pipá de celos , sino que sabía de ellos por los resultados , y asociaba la idea de carabinero a la de paliza suministrada por Gutiérrez a su media naranja . El dotor se puso como pudo , en pie , fue hacia la puerta , miró hacia la parte por donde la señora Sofía debía venir y se olvidó del granuja . Era lo que Pipá quería . Había formado un plan : un traje completo de difunto . Las enaguas parecíale a él que eran una excelente mortaja , sobre todo , si se añadía un sayo de los que había colgados como ex-votos en el altar de El Cristo Negro en la parroquia de Santa María , sayos que eran verdaderas mortajas que allí había colgado la fe de algunos redivivos . Pero faltaba lo principal , aun suponiendo que Pipá fuese capaz de coger del altar un sayo de aquellos : faltaba la careta . Y le pareció , porque tenía muy viva imaginación , que aquella calavera pintada podía venirle de perlas , haciéndole dos agujeros al papel de marquilla en la parte de los ojos , otro con la lengua a fuerza de mojarlo , en el lugar de la boca , y dos al margen para sujetarlo con un hilo al cogote . Y pensado y hecho - ¡ Ras ! - Pipá rasgó la lámina , y antes de que al ruido pudiera volver la cabeza el doctor , por entre las piernas se le escapó Pipá , que sujetando como pudo el papel contra la cara mientras corría , se encaminó a la iglesia parroquial donde había de completar su traje . Pero aquella empresa era temeraria . El primer enemigo con que había de topar era Maripujos , el cancerbero de Santa María , una vieja tullida que aborrecía a Pipá , con la misma furia con que un papista puede aborrecer a un hereje . Allí estaba , en el pórtico de Santa María , acurrucada , hecha una pelota , casi tendida sobre el santo suelo , con un cepillo de ánimas sobre el regazo haraposo y una muleta en la mano : en cuanto vio a Pipá cerca , la vieja probó a incorporarse , como apercibiéndose a un combate inevitable , y además exigido por su religiosidad sin tacha . Hay que recordar que Pipá iba a la iglesia en traje poco decoroso : con unas enaguas arrastrando , salpicadas de mil inmundicias , con una careta de papel de marquilla que representaba , bien o mal , la cabeza de un esqueleto , no se puede , no se debe a lo menos penetrar en el templo . Si se debía o no , Pipá no lo discutía ; de poder o no poder era de lo que se trataba . El plan del pillete , para ser cumplido en todas sus partes , exigía penetrar en la iglesia ; tenía que completar el traje de fantasía que su ingenio y la casualidad le habían sugerido , y esto sólo era posible llegando hasta la capilla de El Cristo Negro . Maripujos era un obstáculo , un obstáculo serio ; no por la débil resistencia que pudiese oponer , sino por el escándalo que podía dar : el caso era despachar pronto , hacer que el escándalo inevitable fuese posterior al cumplimiento de los designios irrevocables del profano . Cinco gradas de piedra le separaban del pórtico y de la bruja : no pasaba nadie ; nadie entraba ni salía . Pipá escupió con fuerza por el colmillo . Era como decir : Alea jacta est . Con voz contrahecha , para animarse al combate , cantó , mirando a la bruja con ojos de furia por los agujeros de la calavera : Pipá improvisaba en las grandes ocasiones , por más que de ordinario despreciase , como Platón , a los poetas ; no así a los músicos , que estimaba casi tanto como a los danzantes . Maripujitos , en efecto , como indicaba la copla , daba patadas al aire , apoyadas las manos en sendas muletas . Como los pies , movía la lengua , que decía de Pipá todas las perrerías y calumnias que solemos ver en determinados documentos que tienen por objeto algo parecido a lo que se proponía Maripujos . Era sin duda calumniarle llamar a Pipá hereje , borrachón , hi de tal ( aunque esto último , como a Sancho , le honraba , porque tenía Pipá algo de Brigham Young en el fondo ) . No era Pipá hereje , porque no se había separado de la Iglesia ni de su doctrina , como sucede a tantos y tantos filósofos que no se han separado tampoco . Pipá no era borrachón ... era borrachín , porque ni su edad , ni lo somero del vicio merecían el aumentativo . Bebía aguardiente porque se lo daban los zagales , los de la tralla , que eran , como ya veremos , los únicos soberanos y legisladores que por admiración y respeto acataba el indomable Pipá , aspirante a delantero en sus mejores tiempos , cuando no le dominaba el vicio de la holganza y de la flanerie . Sobre lo que fuera su madre , Pipá no discutía , y él era el primero en lamentarse de los desvíos de su padre , que en los raros momentos de lucidez se entregaba al demonio de la duda en punto a la legitimidad de su unigénito , que acaso ni sería unigénito , ni suyo . Quedarían pues todos los argumentos y apóstrofes de Maripujos vencidos , si Pipá hubiese querido contestar en forma ; pero mejor político que muchos gobiernos liberales , el granuja de la calle de Extremeños prefirió dar la callada por respuesta y acometer la toma del templo mientras la guardia vociferaba . Mas ¡ oh contratiempo ! , ¡ oh fatalidad ! De pronto , se le presentó un refuerzo en la figura del monaguillo a la Euménide del pórtico . Era Celedonio . El enemigo mortal de Pipá : el Wellington de aquel Napoleón , el Escipión de aquel Aníbal , pero sin la grandeza de Escipión , ni la bonhomie de Wellington . Era en suma , otro pillo famoso , pero que había tenido el acierto de colocarse del lado de la sociedad : era el protegido de las beatas y el soplón de los policías ; la Iglesia y el Estado tenían en Celedonio un servidor fiel por interés , por cálculo , pero mañoso y servil . ¡ Ah ! Cuando Pipá tenía pesadillas en medio del arroyo , en la alta noche , soñaba que Celedonio caía como una granizada sobre su cuerpo , y le metía hasta los huesos uñas y alfileres ; y era que el frío , o la lluvia , o el granizo , o la nieve le penetraba en el tuétano ; porque en realidad Celedonio nunca había podido más que Pipá ; siempre este , en sus luchas frecuentes , había caído encima como don Pedro , aunque a menudo algún Beltrán Duguesclin , correligionario de Celedonio , venía a poner lo de arriba abajo ayudando a su señor . Estas y otras felonías , a más del instintivo desprecio y antipatía , causaban en el ánimo de Pipá , generoso de suyo , vértigos de ira , y le hacían cruel , implacable en sus vendettas . Si Pipá y Celedonio se encontraban por azar en lugar extraviado , ya se sabe , Celedonio huía como una liebre y Pipá le daba caza como un galgo ; magullábale sin compasión , y valga la verdad , dejábale por muerto ; aunque muchas veces , cuando los agravios del ultramontano no eran recientes , prefería su enemigo a los golpes contundentes la burla y la befa que humillan y duelen en el orgullo . Celedonio miró a Pipá que estaba allá abajo , en la calle , y aunque se creyó seguro en su castillo , en el lugar sagrado , sintió que los pelos se le ponían de punta . Conoció a Pipá por avisos del miedo , porque , parte por el disfraz , parte por lo oscuro que se quedaba el día , no podía distinguirle ; poco antes lo mismo había sucedido a Maripujos . - Ven acá , ángel de Dios - gritó la bruja envalentonada con el refuerzo - ; ven acá y aplasta a ese sapo que quiere entrar en la casa del Señor con sus picardías y sus trapajos a cuestas . ¡ Arrímale , San Miguel , arrímale y písale las tripas al diablo ! San Miguel se tentaba la ropa , que era talar y de bayeta de un rojo chillón y repugnante , y no se atrevía a pisarle las tripas al diablo ; quería dar largas al asunto para esperar más gente . Agarrándose al cancel , por estar más seguro en el sagrado , escupió como un héroe , y no sin tino , sobre el sitiador audaz , que ciego de ira ... Mas ahora conviene que nos detengamos a explicar y razonar las creencias religiosas y filosóficas de Pipá , en lo esencial por lo menos , antes de que algún fanático preocupado se apresure a desear la victoria al ángel del Señor , el mayor pillete de la provincia ; siendo así que la merecía sin duda el hijo de Pingajos , que así llamaban a la señora madre de nuestro protagonista . Pipá era maniqueo . Creía en un diablo todopoderoso , que había llenado la ciudad de dolores , de castigos , de persecuciones ; el mundo era de la fuerza , y la fuerza era mala enemiga : aquel dios o diablo unas veces se vestía de polizonte , y en las noches frías , húmedas , oscuras , aparecíasele a Pipá envuelto en ancho capote con negra capucha , cruzado de brazos , y alargaba un pie descomunal y le hería sin piedad , arrojándole del quicio de una puerta , del medio de la acera , de los soportales o de cualquier otro refugio al aire libre de los que la casualidad le daba al pillete por guarida de una noche . Otras veces el dios malo era su padre que volvía a casa borracho , su padre , cuyas caricias aún recordaba Pipá , porque cuando era él muy niño algunas le había hecho : cuando venía con la mona venía en rigor con el diablo ; la mona era el diablo , era el dolor que hacía reír a los demás , y a Pipá y a su madre llorar y sufrir palizas , hambres , terrores , noches de insomnio , de escándalo y discordia . Otras veces el diablo era la bruja que se sienta a la puerta de la iglesia , y el sacristán que le arrojaba del templo , y el pillastre de más edad y más fuertes puños que sin motivo ni pretexto de razón le maltrataba ; era el dios malo también el mancebo de la botica que para curarle al mísero pilluelo dolores de muelas , sin piedad le daba a beber un agua que le arrancaba las entrañas con el asco que le producía ; era el demonio fuerte , en forma más cruda , pero menos odiosa , el terrible frío de las noches sin cama , el hambre de tantos días , la lluvia y la nieve ; y era la forma más repugnante , más odiada de aquel espíritu del mal invencible , la sórdida miseria que se le pegaba al cuerpo , los parásitos de sus andrajos , las ratas del desván que era su casa ; y por último , la burla , el desprecio , la indiferencia universal , especie de ambiente en que Pipá se movía , parecíanle leyes del mundo , naturales obstáculos de la ambición legítima del poder vivir . Todos sus conciudadanos maltrataban a Pipá siempre que podían , cada cual a su modo , según su carácter y sus facultades ; pero todos indefectiblemente , como obedeciendo a una ley , como inspirados por el gran poder enemigo , incógnito , al cual Pipá ni daba un nombre siquiera , pero en el que sin cesar pensaba , figurándoselo en todas estas formas , y tan real como el dolor que de tantas maneras le hacía sentir un día y otro día . También existía el dios bueno , pero este era más débil y aparecíase a Pipá menos veces . Del dios bueno recordaba el pillastre vagamente que le hablaba su madre cuando era él muy pequeño y dormía con ella ; se llamaba papa-dios y tenía reservada una gran ración de confites para los niños buenos allá en el cielo ; aquí en la tierra sólo comían los dulces los niños ricos , pero en cambio no los comerían en el cielo ; allí serían para los niños pobres que fueran buenos . Pipá recordaba también que estas creencias que había admitido en un principio sin suficiente examen , se habían ido desvaneciendo con las contrariedades del mundo ; pero en formas muy distintas había seguido sintiendo al dios bueno . Cuando en la misa de Gloria , el día de Pascua de Resurrección , sentía el placer de estar lavado y peinado , pues su madre , sin falta , en semejante día cuidaba con esmero del tocado del pillete ; y sentía sobre su cuerpo el fresco lino de la camisa limpia ; y en la catedral , al pie de un altar del crucero , tenía en la mano la resonante campanilla sujeta a una cadena como forzado al grillete ; cuando oía los acordes del órgano , los cánticos de los niños de coro , y aspiraba el olor picante y dulce de las flores frescas , de las yerbas bien olientes esparcidas sobre el pavimento , y el olor del incienso , que subía en nubes a la bóveda ; cuando allí , tranquilo , sin que el sacristán ni acólito de órdenes menores ni ínfimas se atreviese a coartarle su derecho a empuñar la campanilla , saboreaba el placer inmenso de esperar el instante , la señal que le decía : « Tañe , tañe , toca a vuelo , aturde al mundo , que ha resucitado Dios ... » ¡ ah ! , entonces , en tan sublimes momentos , Pipá , hermoso como un ángel que sale de una crápula y con un solo aleteo por el aire puro , se regenera y purifica , con la nariz hinchada , la boca entreabierta , los ojos pasmados , soñadores , llenos de lágrimas , sentía los pasos del dios bueno , del dios de la alegría , del desorden , del ruido , de la confianza , de la orgía inocente ... y tocaba , tocaba la campanilla del altar con frenesí , con el vértigo con que las bacantes agitaban los tirsos y hacían resonar los rústicos instrumentos . Por todo el templo el mismo campanilleo : ¡ qué alegría para el pillastre ! Él no se explicaba bien aquella irrupción de la pillería en la iglesia , en día semejante ; no sabía cómo encontrar razones para la locura de aquellos sacristanes que en el resto del año ( hecha excepción de los días de tinieblas ) les arrojaban sistemáticamente de la casa de Dios a él y a los perros , y que en el día de Pascua le consentían a él y a los demás granujas interrumpir el majestuoso silencio de la iglesia con tamaño repique . « Esto - pensaba Pipá - , debe de ser que hoy vence el dios bueno , el dios alegre , el dios de los confites del cielo , al dios triste , regañón , oscuro y soso de los demás días » ; y fuese lo que fuese , Pipá tocaba a gloria furioso ; como , si hubiera llegado a viejo , en cualquier revolución hubiese tocado a rebato y hubiese prendido fuego al templo del dios triste , en nombre del dios alegre , del dios alborotador y bonachón y repartidor de dulces para los pobres . Otra forma que solía tomar el dios compasivo , el dios dulce , era la música ; en la guitarra y en la voz quejumbrosa y ronca del ciego de la calle de Extremeños y en la voz de la niña que le acompañaba , oía Pipá la dulcísima melodía con que canta el dios de que le habló su madre ; sobre todo en la voz de la niña y en el bordón majestuoso y lento . ¡ Cuántas horas de muchos días tristes y oscuros y lluviosos de invierno , mientras los transeúntes pasaban sin mirar siquiera al señor Pablo ni a la Pistañina , su nieta , Pipá permanecía en pie , con las manos en el lugar que debieran ocupar los bolsillos de los pantalones , la gorra sin visera echada hacia la nuca , saboreando aquella armonía inenarrable de los ayes del bordón y de la voz flautada , temblorosa y penetrante de la Pistañina ! ¡ Qué serio se ponía Pipá oyendo aquella música ! Olvidábase de sus picardías , de sus bromas pesadas y del papel de bufón público que ordinariamente desempeñaba por una especie de pacto tácito con la ciudad entera . Iba a oír a la Pistañina como Triboulet iba a ver a su hija ; allí los cascabeles callaban , perdían sus lenguas de metal , y sonaba el cascabel que el bufón lleva dentro del pecho , el latir de su corazón . Pipá veía en la Pistañina y en Pablo el ciego , cuando tañían y cantaban , encarnaciones del dios bueno , pero ahora no vencedor , sino vencido , débil y triste ; llegábanle al alma aquellos cantares , y su monótono ritmo , lento y suave , era como arrullo de la cuna , de aquella cuna de que la precocidad de la miseria había arrojado tan pronto a Pipá para hacerle correr las aventuras del mundo . Dejábamos a Pipá , cuando interrumpí mi relato para examinar sus creencias a la ligera , en el acto solemne de disponerse a atacar la fortaleza de la Casa de Dios , que defendían la bruja Pujitos y el monaguillo , y más que monaguillo pillastre , Celedonio . Sucedió , pues , que Celedonio , bien agarrado al cancel , arrojaba las inmundicias de su cuerpo sobre Pipá , que desde la calle sufría el desprecio con la esperanza de una pronta y terrible venganza . Maripujos daba palos al pavimento , porque a Pipá no llegaba la jurisdicción de sus muletas . Miró Pipá en derredor : la plaza estaba desierta . Nevaba . Empezaba a oscurecer . Era , como César , rápido en la ejecución de sus planes el pillete , y viendo que el tiempo volaba , arremetió de pronto , como acomete el toro , gacha la cabeza . Subió los escalones , extendió el brazo , y cogiendo al monaguillo por la fingida púrpura de la talar vestimenta , arrancole del sagrado a que se acogía y le hizo rodar buen trecho fuera de la iglesia , por el santo suelo . Arrojose encima como fiera sobre la presa , y vengando en Celedonio todas las injurias que el mundo le hacía , con pies , manos y dientes diole martirio , pisándole , golpeándole con los puños cerrados y clavando en sus carnes los dientes cuando el furor crecía . Poco tardó el monaguillo en abandonar la defensa : exánime yacía ; y entonces atreviose Pipá a despojarle de sus atributos eclesiásticos ; vistióselos él como pudo , y despojándose de la careta que guardó entre las ropas , entró en la iglesia , venciendo sin más que un puntapié la débil resistencia que la impedida Maripujos quiso oponerle . Dentro del templo ya era como de noche : pocas lámparas brillaban aquí y allá sin interrumpir más que en un punto las sombras . Parecía desierto . Pipá avanzó , con cierto recelo , por la crujía de las capillas de la izquierda . No había devotas en la primera ni en la segunda . Al llegar a la del Cristo Negro como llamaba el pueblo al crucifijo de tamaño natural que estaba sobre el altar , Pipá se detuvo . Allí era . A un lado y otro del Cristo , colgados de la abundante y robusta vegetación de madera pintada de oro que formaba el retablo , había infinidad de ex-votos ; brazos , piernas y cabezas de ángeles de cera amarilla , muletas y otros atributos de las lacerias humanas , y además algunas mortajas de tosca tela negra con ribetes blancos . Valga la verdad , Pipá , olvidando por un instante que todos los cultos merecen respeto , de un brinco se puso en pie sobre el altar , descolgó una mortaja , y encima de su ropa de monaguillo , vistiósela con cierta coquetería , sin pensar ya en el peligro , entregado todo el espíritu a la novedad del sacrilegio . Cuando ya estuvo vestido de muerto volvió a acomodar sobre el rostro la careta de papel de marquilla que él creía figuraba perfectamente las facciones de un esqueleto ; y ya iba a saltar del profanado tabernáculo , cuando oyó pasos y ruido de faldas que se aproximaban . Era una beata que venía a rezar una especie de última hora a los pies del Cristo Negro . Pipá procuró esconderse entre las sombras , apretando su diminuto cuerpo contra el retablo . Las oscilaciones de una luz que brillaba en una lámpara a lo lejos , a veces dejaban en lo oscuro la mortaja de Pipá , pero otras veces la iluminaban haciéndola destacarse en el fondo dorado de la madera . Pipá permaneció inmóvil . La beata , que era una pobre vieja , rezaba a sus pies , con la cabeza inclinada . No le veía . - Esperaré a que concluya - pensó Pipá . Buena determinación para llevada a cabo . Pero la vieja no concluía ; el rezo se complicaba , todas las oraciones tenían coronilla , y de una en otra amenazaban convertirse en la oración perpetua . El pillastre no podía estarse ya quieto . Además , la noche se echaba encima y no iba a poder embromar a nadie . Se decidió a jugar el todo por el todo . Y dicho y hecho ; con un soberbio brinco , saltó por encima de la vieja y con soberano estrépito cayó sobre la tarima , y en pie de súbito , corrió cuanto pudo hacia la puerta , y dejó el templo antes de que los gritos de la beata pusiesen en alarma a los pocos devotos que aún oraban , al sacristán y otros dependientes del culto . La vieja decía que había visto al diablo saltar sobre su cabeza . Celedonio juraba que era Pipá , y contaba el despojo de sus hábitos , y Maripujos sostenía que le había visto salir con una mortaja ... Dejemos a los parroquianos de Santa María entregados a sus conjeturas , comentando el escándalo , y sigamos a nuestro pillete . Los últimos trapos blancos habían caído sobre calles y tejados ; el cielo quedaba sin nieve y empezaban a asomar entre las nubes tenues , como gasas , algunas estrellas y los cuernos de la luna . La plaza de López Dávalos estaba desierta . El jardinillo del centro sin más adornos que magros arbolillos desnudos de hojas y cubiertos los pelados ramos de nieve , se extiende delante de la gran fachada del Palacio de Híjar , de la marquesa viuda de Híjar . La plaza es larga y estrecha , y en ella desembocan varias callejuelas que tienen a los lados tapias de pardos adobes . Todo es soledad , nieve y silencio ; y la luna corre detrás de las nubecillas , ora ocultándose y dejando la plaza oscura , ya apareciendo en un trecho de cielo todo azul e iluminando la blancura y sacando de sus copos burbujas de luz que parecen piedras preciosas . Una de las ventanas del piso bajo del Palacio está abierta . Detrás de las doradas rejas se ve un grupo que parece el que forman Jesús y María en La Virgen de la Silla ; son la marquesa de Híjar , hermosa rubia de treinta años , y su hija Irene , ángel de cabellera de oro , de ojos grandes y azules , que apenas tendrá cuatro años . Irene sentada en el regazo de Julia , su madre , apoya la cabeza en su seno , y un brazo en el hombro ; y con los dedos de muñeca juega con el brillante que adorna la bien torneada oreja de la viuda . La otra mano de Irene está apuntando con el dedo índice a la fugitiva luna ; los ojos soñadores siguen la carrera del astro misterioso . Irene examina a su madre de astronomía . La marquesa , que sabe a punto fijo quién es la luna , y cuáles son las leyes de su movimiento , se guarda de contar a su hija estos pormenores prosaicos . La luna es una dama principal que tiene un gran palacio que es el cielo ; aquella noche , que es noche de Carnaval en el cielo también , la luna da un gran baile a las estrellas . Las nubecillas que corren debajo son los velos , los encajes , las blondas que la luna está escogiendo para hacer un traje muy sutil , de vaporosas telas ; porque el baile que da es de trajes , como el que Irene va a celebrar en su palacio , al cual acudirán a las nueve todos los niños y niñas de la ciudad que son sus amigos . Cuando Julia termina su fantástico relato de las maravillas del cielo , la niña permanece callada algún tiempo ; mira a su madre y mira a la luna y brilla en sus ojos la expresión de mil dudas y preguntas . - Y las estrellas , ¿ de qué van vestidas ? - Van vestidas de magas , ¿ no las ves ? , manto negro con chispas de oro ... - ¿ Y bailan en el aire ? - Sí , en el aire , sobre las nubes . - ¿ Y cómo no se caen ? - Porque tienen alas . - Yo quiero un traje con alas . - Yo te lo haré , vida mía . - ¿ De qué lo haremos ? ... - . Y la madre y la hija se entretienen en buscar tela para unas alas allá en su imaginación ; que ambas la tienen muy despierta y fustigada con el silencio y la soledad de aquella noche dulce y serena . Pero de pronto Irene hace un gracioso mohín , echa hacia atrás la cabeza , y salta en el regazo de su madre . - ¡ Yo quiero máscaras , yo quiero máscaras ! - grita la niña , volviendo a la realidad de su capricho de toda la tarde . - Pero monina mía , si ya es de noche , ¿ cómo han de pasar máscaras ? - Tú decías que hoy las había , y no he visto ninguna . ¡ Yo quiero máscaras ! - Esta noche las tendrás en casa . - Esas no son máscaras ; yo quiero máscaras ... ¡ máscaras ! ... En la imaginación de Irene , las máscaras eran cosa sobrenatural . Nunca las había visto , porque era aquel año el primero en que su conciencia se despertaba a esta clase de conceptos ; recordaba vagamente haber sentido miedo , mucho miedo , no sabía si viendo o soñando con máscaras ; este terror vago que le inspiraba el nombre de la cosa desconocida contribuía no poco al anhelo de aquella niña nerviosa y de gran fantasía , que quería ver máscaras aunque tuviese que huir de pavor al verlas . Toda la tarde había pasado Julia en la ventana esperando que un transeúnte de los pocos que pasan por la plaza de López Dávalos , tuviera la humorada de venir disfrazado , para dar contento a su adorada Irene . En vano esperaron , porque la misma tristeza y soledad de que Pipá se quejaba en la calle de Extremeños , reinaba en la plaza y en el jardinillo de López Dávalos . La marquesa recurrió al engaño de que se disfrazaran los criados y pasaran delante de la reja en que Irene aguardaba con febril ansiedad el advenimiento sobrenatural de las máscaras ; pero ¡ ay ! , que la niña conoció a la chacha Antonia y a Lucas el cochero bajo los dominós de colcha que también reconoció su perspicacia . Fue peor el remedio que la enfermedad ; Irene se puso furiosa ; aquel engaño que minaba el palacio de sus fantásticas creaciones carnavalescas , la irritó hasta hacerla llorar media hora no escasa . Ya cerca del crepúsculo pasó una máscara efectiva ... pero la niña no quiso reconocer su autenticidad . Aquello no era una máscara : era un famoso borracho de la ciudad que celebraba las carnestolendas con una borrachera mejorada en tercio y quinto y luciendo , ceñido al talle , un miriñaque de estera en toda su horrible desnudez . - ¡ Eso no es una máscara - gritó Irene - , ese es Ronquera ! - y en efecto así llamaban al borracho . Cuando salió la luna , el mal humor de Irene se distrajo un punto con las fábulas astronómicas de Julia ... pero luego volvió la niña a su tema , al capricho de las máscaras ; y volvía a llorar , y a dar pataditas en el suelo , ya del todo desprendida de los brazos de su madre . Por fortuna , del próximo callejón de Ariza se destacó un bulto negro , pequeño , que con solemne paso y tañendo una campanilla se acercó a la ventana . Irene metió la cabeza entre las rejas , cesó en el llanto y se volvió toda ojos . - ¡ Una máscara ! - exclamó estupefacta , llena de un terror que le daba un placer infinito . Julia la tenía en sus brazos y miraba también con inquietud al aparecido , que se diría procedente del Campo Santo , a juzgar por el traje que arrastraba , más que vestía . Era Pipá con su disfraz de difunto , con su careta de calavera y su dominó-mortaja . La campanilla era de su propiedad . Pipá necesitaba un instrumento , porque ya he indicado que era eminentemente músico ; todos costaban un dineral ; pero un día en que había celebrado un concordato con el sacristán de Santa María , dando tregua al culturkampf , había obtenido , en cambio del servicio prestado , que fue llevar el Señor a la aldea con el párroco , una campanilla de desecho . Y esta era la que tocaba con majestuosa y terrible parsimonia , convencido de que con tal complemento la ciudad entera le había de tomar por un resucitado . Detrás de la careta Pipá se veía , con los ojos de la fantasía , como algo colosal por lo formidable , y estaba tentado a tenerse miedo a sí mismo ; y un poco se tuvo cuando , ya de noche , se vio solo atravesando las oscuras callejuelas . Al dar consigo en la plaza de López Dávalos , sintió inmensa alegría , porque vio a la mona del Palacio asomada a la reja del piso bajo , y se decidió a darle la broma más pesada que recibiera chiquilla de cuatro años . Con esa vaga intuición que tiene el artista en sus grandes obras , Pipá al acercarse a la ventana , comprendió lo grande del efecto , de la fascinación que su presencia iba a producir en Irene . Acercose , pues , con paso cada vez más lento y majestuoso , y tocando su campanilla con el más ceremonioso aparato , con grandes pausas en el tocar , y levantando el brazo con rigidez absoluta . Irene , fascinada por el terror y el encanto de lo sobrenatural , muda de curiosidad , tenía el alma toda en los ojos ; su madre , por temor a interrumpir el encanto de la niña , callaba y esperaba el desenlace de aquella extraña escena . Todos callaban : hay momentos en que el silencio es el único lenguaje digno de las circunstancias . La luna , libre de velos , alumbraba con toda su luz el tremendo lance . Ya llegaba Pipá a la reja ; a cada paso creía que su tamaño aumentaba , pensaba crecer y tocar las nubes . Sin sospechar que su rostro no se veía , dábale la más espantable expresión que podía , como si la careta fuese a tomar los mismos gestos y muecas . Irene , al ver tan cerca la aparición escondió la cabeza en el regazo de su madre pero , enseguida , volvió a mirar sin acercarse a la reja , en la que ya asomaba la máscara de Pipá su figura de calavera . Y en aquel instante crítico , el pillete , creyendo ya indispensable decir algo digno de la ocasión solemnísima , con toda la fuerza de sus robustos pulmones gritó , ahuecando la voz cuanto pudo : - ¡ Mooo ! ¡ Moo ! ¡ Moo ! - por tres veces . Irene lanzó un estridente chillido , pero al punto se contuvo ; prefirió temblar de terror a prescindir del encanto que la tenía fascinada . Se había puesto palidilla y trémula . - ¡ Que no , que no se vaya ! - dijo a su madre , que , asustada al ver en tal estado a la niña , apostrofaba a Pipá enérgicamente y le amenazaba con la escoba de los criados . Pipá sufrió un desencanto . ¿ Cómo ? , ¡ a un muerto , a un resucitado , a un pantasma se le amenazaba con escobazos lacayunos ... ! Pero no prevaleció lo de la escoba , porque la voluntad de Irene se interpuso , reclamando nuevos alaridos a la máscara . - ¡ Moo ! ¡ Moo ! - repitió Pipá , alentado con el buen éxito . - ¡ Que entre la máscara ! - dijo entonces Irene , que se iba familiarizando con el terror y lo sobrenatural . A Pipá no le pareció bien la idea de convertirse en fantasma manso ; aquellas transacciones las creía indignas de su categoría de aparecido . Así que , al ver a Lucas el cochero que se le acercaba ofreciéndole franca entrada en el palacio , sin manifestar pizca de miedo ni de respeto , Pipá protestó con dos o tres coces que animaron más que ofendieron al criado ; y quieras , que no quieras , sujeto por una oreja , tuvo que entrar el fantasma en el gabinete donde con ansia que le daba fiebre , esperaba Irene , refugiada en los brazos de su madre . Era un camarín divino , como diría Echegaray o cualquier imitador suyo , aquel en cuyos umbrales se vio Pipá velis nolis . Pareciole el mismísimo cielo , porque todo lo vio azul y lleno de objetos para él completamente nuevos , y muy hermosos ; la segunda impresión y la más fuerte fue la de aquel aire tibio y perfumado que ni en sueños había sospechado Pipá que existiera . ¡ Qué dulce calor , qué excitantes cosquillas en el olfato , qué recreo para los ojos ! ¿ Qué mansión era aquella que sólo con entrar en su recinto el pobre pilluelo sentía desaparecer aquel constante entumecimiento de sus flacas carnes ? ¡ Librarse del frío por completo , por todos lados ! Este era un lujo que Pipá ni se había figurado . ¡ Y aquel pisar sobre tan blando ! Allí había unos muebles con botones que debían de servir positivamente para sentarse , algo como bancos y sillas . Si los fantasmas se sentaran , Pipá , sin más ceremonia , hubiese gozado el placer de sentir bajo sí aquellas que adivinaba blanduras . Aquella sí que debía ser la casa del Dios bueno . Irene , la mona del Palacio , que le contemplaba de hito en hito , cogida a las rodillas de su madre , preparada a refugiarse en el regazo a la menor señal de peligro , debía ser uno de aquellos niños que fueron pobres , que no comieron dulces en la tierra , pero que después de muertos el Dios bueno , Papá Dios , recoge en su seno y los harta de confituras . Pipá , gracias a su tremenda audacia , entraba , como Telémaco en el infierno , en la mansión celeste ; entraba vivo , sin más que vestir el traje de difunto . Él mismo empezó a creer en su calidad de aparecido . - Entra , entra Pantasma - dijo la madre - , entra que Irene no te tiene ya miedo . - ¡ Moo ! - replicó Pipá , haciendo así su entrada en el gran mundo . Y dio algunos pasos sin abdicar de su carácter sobrenatural al que evidentemente debía su prestigio . Pipá estaba convencido de que , si le conocieran los criados le echarían del palacio a puntapiés . Sabía a qué atenerse en punto a su popularidad . Cuando estuvo a dos pasos del grupo que le encantaba y que formaban madre e hija , Pipá sintió en el corazón una ternura impropia de un resucitado : se acordó de los brazos de su madre , cuando allá en la lejana infancia le acariciaba y le hablaba de los dulces del cielo . Pero su madre no era tan hermosa como esta . Si Pipá hubiera sido un creyente antojaríasele que era aquella la madre de Jesús . Pero el pobre pilluelo había aprendido a ser libre pensador en las prematuras enseñanzas de la vida ; en su cerebro , tan dado a los sueños , nadie había sembrado esas hermosas ilusiones mitológicas que muchas veces dan fuerza bastante al hombre para sufrir las asperezas del camino . Toda su mitología se la había hecho él solo , sin más orígenes que los cuentos de su madre respecto a las recompensas confitadas del Papá Dios . Todo lo demás que Pipá sabía de metafísica era cosa suya , como ya hemos visto . - ¿ Cómo te llamas ? - preguntó Julia alargando una mano blanca y fina al espantado fantasma . - ¡ Moo ! - dijo Pipá , que de ningún modo quería que se le tomase por un cualquiera . Y no correspondió al saludo . - Se llama máscara - se atrevió a decir Irene , que iba tomando confianza . Al ver que la máscara tardaba tanto en comérsela , empezó a creer que las máscaras no comían a las niñas , y de una en otra vino a pensar , que en definitiva una máscara era una muñeca muy grande , de máquina , que hablaba y andaba sola , y que servía para divertir a los niños . Se le figuró , por fin , que Pipá había costado un dineral , que era una sorpresa que le había preparado su madre . - Que se siente - añadió la mona con miedo todavía , con un acento que tenía algo de imperativo respecto de su madre , y de recelo y supersticioso respeto , en cuanto a la máscara de máquina . - ¡ Que se siente ! , ¡ que se siente ! - Mona quería probar el juego mecánico de Pipá ; si podía doblar las piernas su valor aumentaba mucho . Mas ¡ ay ! , que Pipá era de los que se rompen , pero no se doblan . - Los fantasmas no se sientan - estuvo por decir , pero toda explicación la juzgaba indigna de su categoría de muerto y dio la callada por respuesta . - ¿ No tienes lengua , máscara ? - preguntó Julia . - ¡ Mooo ! - rugió Pipá ; y sacó la lengua por mitad de la húmeda cartulina que le servía de careta . Irene estaba encantada . Pipá era el juguete más admirable que había tenido en su vida . Grandes esfuerzos costó a la viuda satisfacer el deseo de su hija que se empeñó en que Pipá hablase , por lo mismo que a ella le parecía cosa imposible . Pero dádivas quebrantan peñas ; Julia sacó dulces , frutas y mil golosinas que Pipá había visto a veces a través de los cristales en los escaparates de las confiterías , en esos grandes festines de vista que se dan los niños pobres cuando en Noche-Buena los roscones y ramilletes rebosan en los puestos de dulces , mientras los pobres pilluelos , con los desnudos pies entre el fango de la calle y la boca apretada contra el vidrio helado , se hacen unos a otros aquellas insidiosas preguntas : - ¿ Qué te comerías tú ? - Yo aquella trucha de plata con ojos de cristal . - ¿ Te gustan las peladillas ? - Sí , ¿ y a ti ? - También . - Pues , mira ... como si no te gustasen . - Pipá recordaba que de esas orgías fantásticas había salido muchas veces escupiendo por el colmillo agua que se le venía a la boca . Y ahora tenía enfrente de sí , sin cristal en medio , al alcance de la mano , todos aquellos imposibles con azúcar que habían sido su primer amor al despertar de la infancia . Todo aquello se lo podía comer él , pero con una condición : tenía que hablar . - Si nos dices cómo te llamas comes todos los dulces que quieras , ¿ verdad , mona ? - Sí ; y se guarda los demás - añadió Irene para mayor incentivo . - ¡ Yo soy un difunto ! - exclamó Pipá con la voz menos humana que pudo . Julia contuvo una carcajada para no destruir el encanto de Irene . - ¿ Y cómo te llamas , difunto ? - Pipá - replicó el pillete , echando mano a una caja de dulces , que creyó pertenecerle , cumplida su promesa de hablar . En caso de que su nombre despertara la indignación de los circunstantes , Pipá pensaba salir de allí con toda la dignidad posible y con la caja de dulces , que era suya , si lo tratado es tratado . Pero el nombre de Pipá hizo el mejor efecto posible . La mona del palacio había oído hablar de él y de sus terribles hazañas ; varias amiguitas suyas pronunciaban aquel nombre con terror , y para las niñas Pipá sonaba así como el Cid , Aquiles , Bayardo , para las personas mayores . Porque entre el bien y el mal , en cuestión de hazañas , no suelen distinguir los niños , y muchas veces tampoco los hombres : se ve que para muchos , tan grande hombre es Candelas como Fernán González , y Napoleón mucho más célebre que San Francisco de Asís . Irene sintió que el fantasma crecía a sus ojos , tomaba proporciones de gigante , y la veneración que le tributaba aumentó mucho , y con ella las muestras de deferencia que la marquesa , esclava de su hija , tuvo que tributar al enmascarado . Roto el silencio , la conversación fue animándose poco a poco , y aunque Pipá no renunció por completo al papel de ser sobrenatural que representaba , sin embargo , estuvo dignamente locuaz y comió muchos dulces y bebió no pocos tragos de licores deliciosos , que él no sabía que existiesen . Irene llegó en su audacia hasta cogerle una mano al fantasma . La marquesa viuda de Híjar quiso que Pipá se despojase de la careta , pero ni la niña ni el fantasma lo consintieron . Tener aquel objeto de sublime horror casi bajo su dominio , aquella fiera domesticada , era el mayor placer imaginable para la niña de viva imaginación . - ¡ Quiero que Pipá se quede al baile ! - dijo con ese tono especial de los que saben que sus palabras son decretos . Pipá aceptó gustoso . Ya estaba dispuesto a todo , y en cuanto al trasnochar , en él era costumbre arraigada . Por más que yo quisiera que mi héroe fuese como el más fino y bien educado de cuantos héroes crearon el cantor de Carlos Grandisson o Mirecourt o el mismo Octavio Feuillet , no puedo , sin mentir , afirmar que Pipá estuvo todo lo comedido que debiera en el comer y en el beber . Valga la verdad : estuvo hasta grosero . Porque no se contentó con tragar cuanto pudo , sino que hizo provisiones allá para el invierno , como dice Samaniego , llenando de confites de París los maltrechos bolsillos de la chaqueta , los que tenía el ropón de Celedonio y hasta en los pantalones quiso esconder dulces , pero como no tenían bolsillos , sino ventanas practicables los pantalones de Pipá , cayeron los dulces pantalón abajo rodando por las piernas hasta dar consigo en la alfombra . Este contratiempo , que hubiera desorientado a otro , Pipá lo vio sin más cuidado que el de recoger las desparramadas golosinas y acomodarlas donde pudo en siendo dentro de la jurisdicción de su indumentaria . ¿ Conque un baile ? - pensó Pipá - ; veamos qué es eso . Estaba poco menos que borracho y para él ya no había clases , ni rangos , ni convención social de ningún género . Así es que se dejó caer sobre una butaca sin pedir permiso , saboreando las delicias de su vida de difunto y la admiración , que no menguaba con la confianza , que sentía la mona con la presencia del Pipá soñado . Llegó la hora en que Irene tuvo que ir a vestirse su traje de baile , de toda etiqueta , con cola muy larga , gran escote y guantes de ocho a diez botones . Primero Irene tuvo el capricho de trocar este traje , natural en la señora de la casa , por una mortaja como la de Pipá . Julia se opuso , Irene insistió y Pipá tuvo que intervenir con el gran prestigio de su autoridad sobrehumana . - ¡ Ay qué boba ! , ¿ crees tú que este traje se puede comprar ? Muere y entonces tendrás uno . ¡ Moo ! ¡ Moo ! - Bueno - replicó la mona convencida - , pues que venga Pipá a verme vestir . - Improper - dijo la institutriz , que había venido a buscar a Irene para llevársela a su boudoir de angelillo . Pipá no sabía inglés y no entendió lo que la institutriz alegaba para oponerse a tan justa reclamación . Pero al fin venció la honestidad y Pipá quedó solo por algunos momentos en aquel gabinete azul , alumbrado por una luz muy parecida a la luna , pero más brillante , que alumbraba desde cerca del techo , colgada como las lámparas de Santa María . En la soledad se entregó Pipá , sin pizca de vergüenza , a satisfacer la curiosidad del tacto , poniendo mano en todos aquellos muebles , manoseándolo todo con riesgo de romper los objetos delicados que sobre consolas y veladores había . Su gran sorpresa fue la que le produjo el armario de espejo , devolviéndole a la espantada vista la imagen de aquel Pipá sobrenatural que él había ideado al buscar su extraña vestimenta . Pipá contempló el Pipá de cuerpo entero que tenía enfrente , y volvió de súbito a toda la dignidad y parsimonia majestuosa que manifestara en un principio ; porque la imagen que le ofrecía el azogue despertó su conciencia de fantasma . Indudablemente Irene tenía razón para tratarle con tanto respeto . Se reconoció imponente . Acercose al espejo , tocó casi con la nariz en el cristal , y tocó , sin casi , con la lengua ; y aunque esto es también indigno de un héroe , y de cualquier persona formal , cuanto más de un aparecido , es lo cierto que Pipá estuvo lame que te lamerás el espejo ; porque su contacto le refrescaba la lengua que tenía abrasada con el abuso de los licores . - ¡ Moo ! - dijo al fantasma que tenía enfrente , y gesticuló con el aparato de contorsiones que él creía más adecuado al lenguaje mímico del otro mundo . En esta ocupación fantástica le encontró Irene cuando volvió hecha un brazo de mar , convertida en una muñeca como aquellas que la niña tenía y yacían por el suelo en posturas indecorosas y no todas en la perfecta integridad de su individuo . Irene , en traje de baile , con el pelo empolvado , con la majestuosa cola , se creyó digna de Pipá , y tomándole la mano , le dijo solemnemente : - Vamos , que el baile empieza . Ya están ahí los niños , no les digas que eres Pipá , porque echarán a correr y ¡ adiós mi baile ! Pipá aceptó la mano de la muñeca , que no le llegaba al hombro , y eso que él no era buen mozo , como dejo dicho . Y seguidos de Julia entraron en el salón de baile el fantasma y la señora que recibía . Había terminado la fiesta . Pipá oía desvanecerse a lo lejos el ruido de los coches que devolvían a las familias respectivas todo aquel pequeño gran mundo en que el pillete de la calle de Extremeños había brillado por dos o tres horas . Irene le había tenido todo el tiempo a su lado ; para él habían sido los mejores obsequios . De tanto señor vestido a la antigua española , de tantas damas con traje de corte que bien medirían tres cuartas y media de estatura , de tanto guerrero de deslumbrante armadura , de tanta aldeana de los Alpes , de tantos y tantos señores y señoras en miniatura , nadie había podido llamar la atención y el aprecio de la mona del Palacio consagrada en cuerpo y alma a su máscara , al fantasma que la tenía dominada por el terror y el misterio . Pipá había estado muy poco comunicativo . Cuando se llegó al bufet , repartió subrepticiamente algunos pellizcos entre algunos caballeros que se atrevieron a disputarle los mejores bocados y el honor lucrativo de acompañar a Irene . - ¿ Quién es esa máscara ? ¿ De qué viene vestido ese ? - . A estas preguntas de los convidados , Irene sólo respondía diciendo : - ¡ Es mío , es mío ! Aunque Pipá no simpatizó con aquella gente menuda , cuya debilidad le parecía indigna de los ricos trajes que vestían , y más de las hermosas espadas que llevaban al cinto , sacó el partido que pudo de la fiesta , aprovechando el favor de la señora de la casa . Comió y bebió mucho , se hartó de manjares y licores que nunca había visto y se creyó en el cielo del Dios bueno , al pasear triunfante al lado de Irene por aquellos estrados , cuyo lujo le parecía muy conforme con los sueños de su fantasía , cuando oyera contar cuentos de palacios encantados , de esos que hay debajo de tierra y cuya puerta es una mata de lechugas que deja descubierta la entrada a la consigna de : ¡ ábrete Sésamo ! Concluido el baile , Irene yacía en su lecho de pluma , fatigada y soñolienta , acompañada de Pipá y de la marquesa . Julia , inclinada sobre la cabecera hablaba en voz baja , casi al oído de la niña . Pipá del otro lado del lecho , vestido aún con el fúnebre traje de amortajado , tenía entre sus manos una diminuta y blanca de la mona , que , hasta dormir , quería estar acompañada de su muñeco de movimiento . No habría consentido Irene en acostarse sino previa la promesa solemne de que Pipá no saldría de su casa aquella noche , dormiría cerca de su alcoba y vendría muy temprano a despertarla para jugar juntos al día siguiente y todos los días en adelante . La marquesa , previo el consentimiento de Pipá , prometió lo que Irene pedía , y con estas condiciones se metió la niña en el lecho de ébano con pabellón blanco y rosa . Pipá , en pie , se inclinaba discretamente sobre el grupo encantador que formaban las rubias cabezas mezclando sus rizos ; Irene tenía los ojos fijos en el rostro de su madre , y su mirada tenía todo el misterio y toda la curiosidad mal satisfecha con que antes la vimos fija en la luna . Pipá miraba la cama del pabellón con ojos también soñadores . Julia contaba el cuento de dormir , que aquella noche había pedido Irene que fuese muy largo , muy largo , y muy lleno de peripecias y cosas de encanto . Los párpados de la niña que parecían dos pétalos de rosa se unían de vez en cuando , porque iba entrando ya Don Fernando , como llamaba la madre al sueño , sin que yo sepa el origen de este nombre de Morfeo . Pero el pillete , acostumbrado a trasnochar , más despierto con las emociones de aquella noche , y de veras interesado con la narración de Julia , oía sin pestañear , con la boca abierta ; y aunque cazurro y socarrón y muy experimentado en la vida , niño al fin , abría el alma a los engaños de la fantasía y respiraba con delicia aquel aire de lo sobrenatural y maravilloso , natural alimento de las almas puras , jóvenes e inocentes . El placer de oír cuentos era de los más intensos para Pipá ; suspendiose en él toda la malicia de sus pocos pero asendereados años , y quedaba sólo dentro del cuerpo miserable su espíritu infantil , puro como el de la misma Irene . La fantasía de Pipá tenía más hambre que su estómago ; Pipá apenas había tenido cuentos de dormir al lado de su cuna ; esa semilla que deja el amor de las madres en el cerebro y en el corazón , no había sido sembrada en el alma de Pipá . Tenía doce años , sí , pero al lado de Irene y Julia , que gozaban el misterioso amor de la madre y el infante , era un pobre niño que gozaba con delicia de los efluvios de aquel cariño de la cuna , que no era suyo , y al que tenía derecho , porque los niños tienen derecho al regazo de la madre y él apenas había gozado de esta vida del regazo . De todo cuanto Pipá había visto en el palacio nada había despertado su envidia , pero ante aquel grupo de Julia e Irene besándose a la hora de dormirse el ángel de la cuna , Pipá se sintió sediento de dulzuras que veía gozar a otros , y hubiérase de buena gana arrojado en los brazos de la marquesa pidiéndole amor , caricias , cuentos para él . En el cuento de aquella noche había , por supuesto , bailes de máscaras celebrados en regiones encantadas , servían los refrescos las manos negras , que siempre hacen tales oficios en los palacios encantados , las mesas estaban llenas de riquísimos manjares , especialmente de aquellos que a Irene más le agradaban , y era lo más precioso del caso que los niños convidados podían comer a discreción y sin ella de todo , sin que les hiciese daño . Irene insinuó a su madre la necesidad de que Pipá anduviese también por aquellas regiones . Y decía Julia : - Y había una niña muy rubia , muy rubia , y muy bonita , que se llamaba Irene - Irene sonreía y miraba a Pipá con cierto orgullo - , que iba vestida de señora de la corte de Luis XV , con un traje de color azul celeste ... - ¿ Y con pendientes de diamantes ? - Y con pendientes de diamantes . - ¿ Y había una máscara que se llamaba Pipá ? - preguntaba Irene . - Y había un Pipá vestido de fantasma . - Aquí era Pipá el que sonreía satisfecho ... Después de ver pasar a los personajes del cuento por un sin número de peripecias , Irene se quedó dormida sin poder remediarlo . - Ya duerme - dijo la marquesa , que enfrascada en sus invenciones , que a ella misma la deleitaban más de lo que pudiera creer , no había sentido al principio que la niña estaba con los angelitos . Pipá volvió con tristeza a la realidad miserable . Suspiró y dejó caer blandamente la mano de nieve que tenía entre las suyas . - ¿ Verdad que es muy hermosa mi niña ? - dijo Julia que se quedó mirando a Pipá con sonrisa de María Santísima , como la calificó el pillete para sus adentros . El amortajado miró a la marquesa y atreviéndose a más de lo que él pensara , en vez de contestar a la pregunta hizo esta otra : - ¿ Y qué más ? - era la frase que acababa de aprender de labios de Irene ; en aquella frase se pedía indirectamente que el cuento se prolongase . Y Julia , llena de gracia , inflamada en dulcísima caridad , de esa que trae a los ojos lágrimas que deposita en el corazón Dios mismo para que nos apaguen la sed de amor en el desierto de la vida , Julia , digo , hizo que Pipá se sentara a sus pies , sobre su falda , y como si fuese un hijo suyo besole en la frente , que ya no tapaba la careta de calavera ; y eran de ver los pardos ojos de Pipá , puros y llenos de visiones que los hacían serios , siguiendo allá en los espacios imaginarios las aventuras que contaba la marquesa . ¡ Aquello sí que era el cielo ! Pipá se creía ya gozando del Dios bueno , y para nada hubiera querido volver a la tierra , si no hubiera en ella ... pero dejemos que él mismo lo diga . Fue el caso que la marquesa , loca de imaginación en sus soledades , y sola se creía estando con Pipá , continuó el cuento de la manera más caprichosa . Aquel Pipá y aquella Irene del palacio encantado , crecían , ella se hacía una mujer hermosa , poco más o menos de las señas de su madre . - ¿ Más bonita que V . ? - preguntaba Pipá dando con esto más placer a la marquesa del que él ni ella pensaban que pudiera dar tal pregunta . - Sí , mucho más bonita - . Y para pagar la galantería , Julia se figuraba que el Pipá hecho hombre era un gallardísimo mancebo , y procuraba que conservara aquellas facciones que en el pillastre eran anuncio de varonil belleza ... ¡ Qué extraña casualidad había juntado el espíritu y las miradas de aquellos dos seres que parecían llamados a no encontrarse jamás en la vida ! La imaginación de Pipá , poderosa como ninguna , una vez excitada , intervino en el cuento y la narración se convirtió en diálogo . - Irene tiene castillos , y muchos guerreros que son criados - decía Julia . - Y Pipá - respondía el interesado - es un caballero que mató muchos moros , y le hacen rey ... - . Y así estuvieron soñando más de media hora el pillastre y la marquesa . Mas ¡ ay ! , precisamente al llegar al punto culminante de la fábula , a la boda de la castellana Irene y del rey Pipá , este interrumpió el soñar , hizo un mohín , se puso en pie y dijo con voz un poco ronca , truhanesca , y escupiendo , como solía , por el colmillo : - Yo no quiero ser rey , voy a ser de la tralla . - ¡ De la tralla ! - Sí , zagal de la diligencia grande de Castilla . - Pero hombre , entonces no vas a poder casarte con Irene . - Yo quiero casarme con la Pistañina . - ¿ Quién es la Pistañina ? - La hija del ciego de la calle de Extremeños . Esa es mi novia Era media noche . Ni una nube quedaba en el cielo . La luna había despedido a sus convidados y sola se paseaba por su palacio del cielo , vestida todavía con las galas de su luz postiza . Pipá velaba en el lecho que se había improvisado para él cerca del que solía servir al cochero . Pero aquella noche la gente del servicio , sin permiso del ama , había salido a correr aventuras . El cochero y otros dos mozos habían dejado el tranquilo palacio y la puerta imprudentemente entornada . Pipá , que todo lo había notado , vituperó desde su lecho aquella infame conducta de los lacayos . Él no sería lacayo , para poder ser libre sin ser desleal . Al pensar esto recordó que la gente de la cocina le había elogiado su buena suerte en quedarse al servicio de Irene : y recordó también cierta casaca que había dejado apenas estrenada un enano que servía en la casa de lacayo y que había muerto . - A Pipá le estará que ni pintada la casaca del enano - había dicho el cocinero . Al llegar a este punto en sus recuerdos , Pipá se incorporó en su lecho , como movido por un resorte . Por la ancha ventana abierta vio pasar los rayos de la blanca luna . Vio el cielo azul y sereno de sus noches al aire libre y al raso . Y sintió la nostalgia del arroyo . Pensó en la Pistañina que le había dicho que aquella noche tendría que cantar en la taberna de la Teberga hasta cerca del alba . Y se acordó de que en aquella taberna tenían una broma los de la tralla , los delanteros y zagales de la diligencia ferrocarrilana y los del correo . Pipá saltó del lecho . Buscó a tientas su ropa ; después la que había ganado en buena lid y robado en la iglesia , y vuelto a su vestimenta de amortajado , sin pensarlo más , renunciando para siempre a las dulzuras que le brindaba la vida del palacio , renunciando a las caricias de Irene y a los cuentos de Julia , y a sus miradas que le llenaban el corazón de un calor suave , no hizo más que buscar la puerta , salió de puntillas y en cuanto se vio en la calle , corrió como un presidiario que se fuga ; y entonces sí que hubiera podido pasar a los ojos del miedo por un difunto escapado del cementerio que volvía en noche de carnaval a buscar los pecados que le tenían en el infierno . La entrada de Pipá en la taberna de la Teberga fue un triunfo . Se le recibió con rugidos de júbilo salvaje . Su disfraz de muerto enterrado pareció del mejor gusto a los de la tralla , que en aquel momento fraternizaban , sin distinción de coches . Pipá vio , casi con lágrimas en los ojos , cómo se abrazaban y cantaban juntos un coro un delantero del Correo y un zagal de la Ferrocarrilana . No hubiera visto con más placer el prudente Néstor abrazados a Agamenón y Aquiles . Aquellos eran los héroes de Pipá . Su ambición de toda la vida ser delantero . Sus vicios precoces , que tanto le afeaba el vulgo , creíalos él la necesaria iniciación en aquella caballería andante . Un delantero debía beber bala rasa y fumar tagarninas de a cuarto . Pipá comenzaba por el principio , como todo hombre de verdadera vocación que sabe esperar . Festina lente , pensaba Pipá , aunque no en latín , y esperando que algún día sus méritos y sus buenas relaciones le hiciesen delantero , por lo pronto ya sabía el aprendizaje del oficio . Blasfemaba como un sabio , fumaba y bebía y fingía una malicia y una afición al amor carnal , grosero , que no cabía aún en sus sentidos , pero que era perfecta imitación de las pasiones de sus héroes los zagales . El aguardiente le repugnaba al principio , pero era preciso hacerse a las armas . Poco a poco le fue gustando de veras y cuando ya le iba quemando las entrañas , era en Pipá este vicio el único verdadero . Todos los de la tralla , sin distinción de empresas ni categorías , estaban borrachos . Terminada la cena , habíase llegado a la serie interminable de copas que había de dar con todos en tierra . En cuanto Pipá , a quien se esperaba , estuvo dentro , se cerró la taberna . Y creció entonces el ruido hasta llegar a infernal . Pipá bailó con la Retreta , mujer de malísimos vicios , que al final del primer baile de castañuelas cogió al pillete entre sus fornidos brazos , le llenó la cara de besos y le prodigó las expresiones más incitantes del cínico repertorio de sus venales amores . ¡ Cómo celebró la chusma la gracia con que la Retreta se fingió prendada de Pipá ! Pipá , aunque agradecido a tantas muestras de deferencia , a que no estaba acostumbrado , sintió repugnancia al recibir aquellos abrazos y besos asquerosos . Se acordó de la falda de Julia que pocas horas antes le diera blando asiento . Además , estaba allí la Pistañina . La Pistañina , al lado de su padre que tocaba sin cesar , cantaba a grito pelado coplas populares , obscenas casi todas . Su voz ronca , desgarrada por el cansancio , parecía ya más que canto , un estertor de agonía . Aquellos inhumanos , bestias feroces , la hubieran hecho cantar hasta que cayera muerta . Cuando la copla era dulce , triste , inocente , un grito general de reprobación la interrumpía , y la Pistañina , sin saber porqué , acertaba con el gusto predominante de la reunión volviendo a las obscenidades . cantó la niña y el público gritó : - ¡ Fuera ! , ¡ fuera ! , ¡ otra ! Y la Pistañina cantó : - ¡ Eso , eso ! , ¡ venga de ahí ! La embriaguez estaba ya en la atmósfera . Todo parecía alcohol ; cuando se encendía un fósforo , la Pistañina , la única persona que no estaba embriagada , temía que ardiese el aire y estallase todo . Pipá , loco de alegría , viéndose entre los suyos , comprendido al fin , gracias a la invención peregrina del traje de difunto , alternando con lo mejor del gran mundo de la tralla , hizo los imposibles de gracia , de desvergüenza , de cinismo , olvidado por completo del pobre ángel huérfano que tenía dentro de sí . Creía que a la Pistañina le agradaban aquellos arrebatos de pasión soez , aquellos triunfos de la desfachatez . Tanto y tan bueno hizo el pillete , que la concurrencia acordó , con esa unanimidad que sólo inspira en las asambleas la borrachera del entusiasmo o el entusiasmo de la borrachera , acordó , digo , celebrar la apoteosis de Pipá , como fin de fiesta . Anticipando los sucesos , quisieron celebrar el entierro de la sardina , enterrando a Pipá . Este prometió asistir impasible a sus exequias . Nadie se acordó allí de los antecedentes que tenía en la historia esta fúnebre excentricidad , y lo original del caso los embriagó de suerte - si algo podía ya embriagarlos - , que antes hubieran muerto todos como un solo borracho , que renunciar a tan divertido fin de fiesta . Pipá , después de bailar en vertiginoso baile con la Retreta , cayó en tierra como muerto de cansancio . Quedó rígido como un cadáver y ante las pruebas de defunción a que le sujetaron los delanteros sus amigos , el pillastre demostró un gran talento en el arte de hacerse el muerto . - ¡ Tonino è moruto ! - dijo un zagal que recordaba esta frase oída a un payaso en el Circo , y la oportunidad del dicho fue celebrada con cien carcajadas estúpidas . ¡ E moruto ! , ¡ moruto ! , gritaban todos , y bailaban en rueda , corriendo y atropellándose hombres y mujeres en derredor de Pipá amortajado . Por las rendijas de puertas y ventanas entraba algo de la claridad de la aurora . Los candiles y quinqués de fétido petróleo se apagaban , y alumbraban la escena con luz rojiza de siniestros resplandores las teas que habían encendido los de la tralla para mayor solemnidad del entierro . La poca luz que de fuera entraba en rayas quebradas parecía más triste , mezclada con la de aquellas luminarias que envenenaban el aire con el humo de olor insoportable que salía de cada llama temblorosa . En medio de la horrísona gritería , del infernal garbullo , sonaba la voz ronca y desafinada de la Pistañina , que sostenía en sus hombros la cabeza de su padre borracho . Blasfemaba el ciego , que había arrojado la guitarra lejos de sí , y vociferaba la Pistañina desesperada llorando y diciendo : - ¡ Que se quema la casa , que queman a Pipá , que va a arder Pipá , que las chispas de las teas caen dentro de la pipa ! ... - . Nadie oía , nadie tenía conciencia del peligro . Pipá yacía en el suelo pálido como un muerto , casi muerto en realidad , pues su débil cuerpo padecía un síncope que le produjo el cansancio en parte y en parte la embriaguez de tantas libaciones y de tanto ruido ; después fue levantado sobre el pavés ... es decir , sobre la tapa de un tonel y colocado , en postura supina , sobre una pipa llena de no sé qué líquido inflamable ; acaso la pipa del petróleo . La pipa estaba sin más cobertera que el pavés sobre el que yacía Pipá , sin sentido . - Pipá no está muerto , está borracho - gritó Chiripa , delantero de trece años . - Darle un baño , darle un baño , para que resucite - se le ocurrió añadir a Pijueta , un zagal cesante ... - y entre Chiripa , Pijueta , la Retreta y Ronquera , que estaba en la fiesta , aunque no era de la tralla , zambulleron al ilustre Pipá en el terrible líquido que contenía aquel baño que iba a ser un sepulcro . Nadie estaba en sí : allí no había más conciencia despierta que la de la Pistañina , que luchaba con su padre furioso de borracho . La niña gritaba : ¡ Que arde Pipá ... ! , y la danza diabólica se hacía cada vez más horrísona ; unos caían sin sentido , otros con él , pero sin fuerza para levantarse ; inmundas parejas se refugiaban en los rincones para consumar imposibles liviandades , y ya nadie pensaba en Pipá . Una tea mal clavada en una hendidura de la pared amenazaba caer en el baño funesto y gotas de fuego de la resina que ardía , descendían de lo alto apagándose cerca de los bordes de la pipa . El pillastre sumergido , despierto apenas con la impresión del inoportuno baño , hacía inútiles esfuerzos para salir del tonel ; mas sólo por el vilipendio de estar a remojo , no porque viera el peligro suspendido sobre su cabeza y amenazándole de muerte con cada gota de resina ardiendo que caía cerca de los bordes , y en los mismos bordes de la pipa . - ¡ Que se abrasa Pipá , que se abrasa Pipá ! - gritó la Pistañina . Los alaridos de la bárbara orgía contestaban . De los rincones en que celebraban asquerosos misterios babilónicos aquellos sacerdotes inmundos salían agudos chillidos , notas guturales , lascivos ayes , ronquidos nasales de maliciosa expresión con que hablaba el placer de la bestia . El humo de las teas , ya casi todas extintas , llenaban el reducido espacio de la taberna , sumiéndola en palpables tinieblas : la luz de la aurora servía para dar con su débil claridad más horror al cuadro espantoso . Brillando como una chispa , como una estrella roja cuyos reflejos atraviesan una nube , se veía enfrente del banco en que lloraba la Pistañina la tea suspendida sobre el tonel de Pipá . Pronto morirían asfixiados aquellos miserables , si nadie les avisaba del peligro . Pero no faltó el aviso . La Pistañina vio que la estrella fija que alumbraba enfrente , entre las nieblas que formaba el humo , caía rápida sobre el tonel ... La hija del ciego dio un grito ... que no oyó nadie , ni ella ... Todos salieron vivos , si no ilesos , del incendio , menos el que se ahogaba dentro de la pipa . - ¡ Es un carbón ! - ¡ Un carbón completo ! - ¡ Lo que somos ! - ¡ No hay quien le conozca ! - ¡ Si no tiene cara ! - ¡ Es un carbón ! - ¿ Y murió alguno más ? - Dicen que Ronquera . - Ca , no tal . A Ronquera no se le quemó más que un zapato ... que había dejado encima de la mesa creyendo que era el vaso del aguardiente . El público rió el chiste . El gracioso era Celedonio ; el público , el coro de viejas que pide a la puerta de Santa María . El lugar de la escena , el pórtico donde Pipá había vencido el día anterior a Celedonio en singular batalla . Pero ahora no le temía Celedonio . Como que Pipá estaba dentro de la caja de enterrar chicos que tiene la parroquia , como esfuerzo supremo de caridad eclesiástica . Y no había miedo que se moviese , porque estaba hecho un carbón , un carbón completo como decía Maripujos . La horrible bruja contemplaba la masa negra , informe , que había sido Pipá , con mal disimulada alegría . Gozaba en silencio la venganza de mil injurias . Tendió la mano y se atrevió a tocar el cadáver , sacó de la caja las cenizas de un trapo con los dedos que parecían garfios , acercó el infame rostro al muerto , volvió a palpar los restos carbonizados de la mortaja , pegados a la carne , y dijo con solemne voz , lo que puede ser la moraleja de mi cuento para las almas timoratas : - ¡ Este pillo ! Dios castiga sin palo ni piedra ... Robó al santo la mortaja ... y de mortaja le sirvió la rapiña ... ¡ Esta es la mortaja que robó ahí dentro ! - todas las brujas del corro convinieron en que aquello era obra de la Providencia . Y dicha así la oración fúnebre , se puso en marcha el entierro . La parroquia no dedicó a Pipá más honras que la caja de los chicos , cuatro tablones mal clavados . Celedonio dirigía la procesión con traje de monaguillo . Chiripa y Pijueta con otros dos pilletes llevaban el muerto , que a veces depositaban en tierra , para disputar , blasfemando , quién llevaba el mayor peso , si los de la cabeza o los de los pies . Eran ganas de quejarse . Pipá pesaba muy poco . La popularidad de Pipá bien se conoció en su entierro ; seguían el féretro todos los granujas de la ciudad . Los transeúntes se preguntaban , viendo el desconcierto de la caterva irreverente , que tan sin ceremonia y en tal desorden enterraba a un compañero : - ¿ Quién es el muerto ? Y Celedonio contestaba con gesto y acento despectivos : - Nadie , es Pipá . - ¡ Pipá que murió quemado ! - añadían otros pilletes que admiraban al terror de la pillería hasta en su trágica muerte . En el Cementerio , Celedonio se quedó solo con el cadáver , esperando al enterrador , que no se daba prisa por tan insignificante difunto . El monaguillo levantó la tapa del féretro , y después de asegurarse de la soledad ... escupió sobre el carbón que había dentro . Hoy ya nadie se acuerda de Pipá más que yo ; y Celedonio ha ganado una beca en el seminario . Pronto cantará misa .