Galería literaria . Diego_Murcia_editor El cercado ageno novela original Ramiro_Blanco Madrid Administración de la galería_literaria Tabernillas , 2 . 1882 Los que solo conocen á V. como escritor , le declaran sinceramente el primero de los poetas cómicos , y el único que ha sabido presentar en el teatro , con la elocuencia de la verdad , las costumbres madrileñas de la actual época . Los que tienen la dicha de tratarle personalmente , saben que V. posee el secreto de captarse las simpatías y el aprecio de todos . Yo , el más insignificante y humilde de sus amigos , faltaria á los sagrados deberes de la gratitud si no demostrara á V. mi profundo reconocimiento dedicándole este desvario literario , cuyo único mérito consiste en llevar en la primera página su respetable nombre . Lo hemos dicho a el escribir algunas líneas a el frente de una novela de nuestro amigo Conrado_Solsona , y ahora lo repetimos por la razón ó razones que más adelante expondremos : novela fundamentalmente se puede dividir en dos clases ; novela filosófica , que es aquella en que el autor se propone desenvolver una tesis y busca una forma artística para realizar su propósito ; y novela histórica , ó lo que es lo mismo , novela en la cual se narran los hechos que constituyen la vida de los individuos ó la de los pueblos , ya refiriéndose á los tiempos pasados , que es la novela que generalmente se conoce con el nombre de histórica , ó bien refiriéndose á los tiempos presentes , que es la que de ordinario se llama novela de costumbres , pero que en verdad sea dicho , no se diferencia en lo esencial de la novela histórica . Es el caso que aquí presento á los benévolos ó malévolos lectores una novela que parece que no encaja en ninguno de los dos géneros antedichos . EL CERCADO_AGENO , que así se llama esta novela , recordando los conocidos versos de Garci-Lasso_: versos que en más de una ocasión pueden aplicarse aportunamente á los gustos de el protagonista de la obra ; el CERCADO_AGENO parece que no es una novela filosófica , pues el autor sabemos de buena tinta que no se ha propuesto adoctrinar a el público con reconditeces filosóficas , y mucho menos puede ser considerada como una novela de costumbres porque , lo que en sus páginas se refiere no es costumbre , esto es ; no es regla general en la vida ordinaria de los españoles de el siglo XIX . Sin embargo ; ¿ No podria suceder , que el autor se hubiese propuesto demostrar , como lo inverosímil es un elemento que puede entrar en el arte para entretenimiento y solaz de lectores ávidos de distracción y deseosos de olvidar las tristes realidades de la vida , soñando con las poéticas ilusiones que la fantasía engendra ? Si este fuese el propósito de nuestro amigo el jóven escritor Ramiro_Blanco creemos que en el CERCADO_AGENO se consigue por completo entretener , más aun , avivar la atención de los lectores sin que ni un solo momento decaiga el interés que inspira la averiguación de el desenlace y fin de los sucesos que constituyen la trama de esta novela . Cuando nosotros éramos niños , por desgracia de esto han pasado ya bastantes años , leímos con avidez una novela de quien después ha sido nuestro amigo , el señor don Manuel_Juan_Diana , tan interesante como inverosímil , y después el mismo señor Diana ha escrito otra de el mismo género que ha alcanzado un premio de la Academia_Española ; y esto prueba que el género , digámoslo así , que comienza á cultivar el señor Blanco hasta tiene la sanción de el cuerpo literario que se supone ó es , que ahora no es ocasión de discutir este punto , fiel guardador de las tradiciones clásicas de el arte y de las reglas infalibles de la preceptiva literaria . Adustos censores dirán acaso que cuando la obra novelesca no encierra enseñanza es cuando menos inútil el tiempo que en leerla se emplea ; pero habria que borrar las nueve décimas partes ( aun nos parece poco ) de las poesías líricas , comedias , sainetes y otra multitud de producciones literarias si se quisiera que la trascendencia fuese condición sine qua non de las creaciones de poeta ; y entiéndase que para nosotros entre poeta y novelista no hay diferencia , pues poeta es el que crea la belleza por medio de la palabra rimada ó no rimada . El arte , la poesía , cumple su misión cuando por medio de la emoción estética , á que se dá el nombre de belleza , elévalos sentimientos de el alma á esas purísimas regiones que la fantasía vislumbra y que son a el propio tiempo incentivo de la voluntad , que se mueve en busca de el progreso , y torcedor de el espíritu , que halla toda realidad siempre inferior á su anhelo de lo absolutamente perfecto . Sursum corda , aquí está el fin supremo de el arte . Si el Sr._Blanco comienza novelando para entretener honestamente , como se decía en el siglo pasado , á los lectores y demuestra para ello no vulgares dotes , es de esperar que andando el tiempo aspirará á más ; porque sin borrar ni una tilde de todo lo que dejamos dicho , conste que , según nuestro juicio , las obras literarias más eminentes que ha producido el ingenio humano no solo son obras de entretenimiento , sino que encierran en sus páginas altísima enseñanza y singular trascendencia . Si algún lector malicioso pone cierto reparo ea aceptar la exactitud de la aplicación de el advervio honestamente , que dejamos subrayado , le recordaríamos que las novelas de doña María_de_Zayas y Sotomayor llevaban á su frente las aprobaciones de reverendos sacerdotes , en las cuales se leia la consagrada frase de que « no encontraban en ellas nada contrario á la moral y á las buenas costumbres » y no obstante , el Prevenido engañado , y otras novelas de la misma autora , presentan pasages harto más resbaladizos que los que se hallan en el CERCADO_AGENO de el Sr._Blanco . No se debe pedir á su autor más que lo que se propone realizar en su obra . El Sr._Blanco se propuso escribir una novela llena de incidentes , de peripecias inesperadas , de movimiento , de vida , en suma , de todo lo que constituye la parte recreativa de la obra novelesca ; nosotros creemos que ha conseguido llevar á cabo su propósito , y de aquí nuestra esperanza de que cuando sean más altos los fines que se proponga , también conseguirá realizarlos . Parécenos que después de decir esto la última palabra que debemos escribir es , amen , así sea . Madrid , 14 de Octubre de 1881 . El tren correo de el Norte paró en la estación de el Escorial , de paso para Madrid , y numerosos viajeros de ambos sexos llenaron el andén ; unos que bajaron de sus coches , con objeto de aprovechar paseando los cinco minutos de parada , y otros que abandonaban la población para trasladarse á la corte ; entre estos últimos se encontraba un joven , cuya edad no pasaría de veinticinco años , el cual se acomodó en un asiento de primera clase . Este individuo vestía decentemente , y ni era feo ni hermoso , ni alegre ni grave , ni alto ni bajo , poseia , en fin , una fisonomía y conjunto tan vulgures que cualquiera a el verle por primera vez diria para sí : « Yo he visto á este joven en algunaparte . » El departamento que habia venido á ocupar lo estaba ya por un caballero grueso , de pelo rojo , nariz abultada , ojos verdes y mejillas rubicundas ; se entretenía en leer con tanta atención La Correspondencia , que no hizo alto en la llegada de su nuevo compañero de viaje , y continuó impávido la lectura . Se oyó la campana de la estación , el grito de el empleado que gritaba : ¡ Viajeros a el tren ! Y poco después el gigante de acero arrastró en pos de sí , con irresistible potencia , el numeroso convoy de coches ; nuestro joven se asomó á una ventanilla , con el objeto de observar el paisaje . De pronto se sintió fuertemente abrazado por la espalda , y a el volverse sorprendido se encontró con las narices de el caballero grueso , que pugnaba por continuar abrazándole . — ¡ Pero caballero ! — ¡ Oh ! Deja que te estreche entre mis brazos ; sí , no me equivoco , tú eres Juan . — Efectivamente , ese es mi nombre ; pero no recuerdo ... — Lo adivino , estoy muy desfigurado , ¿ eh ? Los años han pasado para mí ... — Pero en fin ... — ¿ No te acuerdas de Edmundo ? — ¿ Edmundo ? — Sí . El joven llevó sus manos á la frente , y contestó después de un momento : — No he conocido en mi vida á ningún Edmundo . ¿ Es usted acaso ? — No , mi hijo , tu amigo más íntimo . — Perdone usted ; mi amigo más íntimo no se llama Edmundo . — Tú estás loco . — ¡ Caballero ! — ¿ Pero no te llamas Juan ? — Ciertamente . — ¿ Juan_Fernandez ? — Sabe usted mi nombre y apellido . — ¿ Y dices que no conoces á Edmundo ... á Edmundo_Lelé ? — Le digo á usted que no conozco á Edmundo_Lelé , — dijo con breve acento el joven , que se iba ya cansando de la terquedad de el caballero grueso . — ¡ Pero Dios mio ! — prosiguió éste . — ¿ Si estaré yo loco ? — Lo sentiría en el alma . — ¿ Pero te quieres burlar de mí ? Juan , Juan_Fernandez , no tengo duda , eres tú ... tú , que no has abandonado ese carácter excéntrico , esa seriedad en las bromas , que desconcierta a el hombre más sereno . Pues bien ; sabe que en esta ocasión no hará efecto tu estratagema . ¿ Lo oyes ? Vuelve las espaldas , haz lo que gustes , eso no impedirá que te hable . ¡ Tantos años sin venir por España ! ¿ Abandonar á tu prima , á tu Adelfa , que tanto te quiere ! ¡ Si vieras qué hermosa está ! Tiene diez y siete años , ya ves que está hecha una mujer completa . ¿ Pues y trabajadora ? ¡ Oh ! hay pocas , no hace cuatro dias ha terminado un abanico de cañamazo , que es una preciosidad , una obra de arte . Pero dime , ¿ cómo van tus asuntos en América ? ¿ Qué hay referente á aquel negocio de los ingenios ? ... Supongo que no los habrás abandonado ... , ya comprendo , habrás venido á recoger la herencia ... ¡ Tu pobre tia ! Y á propósito , Julian está inconsolable , es necesario que le hables , que le distraigas , que le saques de su meditación ; figúrate , querido Juanita , que se le metió en la cabeza hacerse autor dramático , y por más que le dije : « No seas badulaque , hombre , tú no tienes vocación para poeta . » Nada , no conseguí sino exasperarle . Compuso un drama en siete actos , y no sé si veinte ó veinticinco cuadros ; eso sí , lo hilvanó en mes y medio ; pero ningún empresario admitía su obra , todo el dia andaba de la Zeca_á_la_Meca ... El joven hizo un movimiento de impaciencia . — Pronto acabo , — continuó el señor Lelé . — Por último , consiguió que se le admitieran en Novedades , porque les agradó el título El aparecido de la torre de Tumbetlum ó la mano sanguinolenta . Ya ves que la cosa prometía interés ; pues bueno , se ensayó , se anunció , y la noche de el estreno se caía el teatro á silbidos , no dejaron terminar el primer acto ; Julian discutió acaloradamente con el primer actor , á quien culpaba de todo , y desde entonces jura que tomará la revancha , y que hará representar sus obras en el teatro_Español . El narrador suspendió el relato para limpiar , ojos y nariz con un descomunal pañuelo de yerbas ; Juan había tomado su determinación , decidiéndose á tener paciencia , y á escuchar indiferente á aquel loco ; á su llegada á Madrid tomaría un coche , que le conduciría á la fonda , y así se vería libre de él . Con tales propósitos se arrellanó bien en los almohadones , sacó un cigarro , y después de encenderlo pausadamente , dijo a el caballero grueso : — Puede usted proseguir . — ¡ Ah ! Bien sabia yo que a el fin habías de confesar ... — Caballero , yo no he confesado nada . — Bueno , bueno , ya sabemos á qué atenernos . ¡ Siempre el mismo carácter ! En aquel instante el tren llegó á Pozuelo , y entraron en el departamento dos nuevos viajeros ; eran éstos una lindísima mujer de veinte años , elegante , aristocrática , acompañada de un joven que parecia enfermo . A el ver abrirse la portezuela suspiró el llamado Juan_Fernandez , suponiendo que su porfiado interlocutor no se atrevería á hablar en presencia de los recien llegados con la misma libertad que estando solos . Pero aún no habia tenido tiempo de terminar estas reflexiones ... cuando se sintió preso entre los brazos de la joven . A fuer de verídicos narradores , debemos hacer constar aquí que este abrazo le agradó mucho , mucho más que el de el caballero grueso ; pero como quiera que su sorpresa era grande , se desprendió lentamente de los brazos de la decidida doncella , mientras ésta decia con voz entrecortada : — ¡ Esposo ! ... ¡ Esposo mio ! — ¡ Cómo ! — gritó el señor de Lelé . — ¿ Estás casado Juan ? No me atrevo á creerlo . ¿ Y los compromisos con tu prima Adelfa ? — Señora , — se apresuró á decir Juan . — Está usted padeciendo una lamentable equivocación . — ¡ Yo ! ... ¡ Tú dices eso ! — Basta ya de bromas , Juan , — dijo el acompañante de la supuesta esposa . — Abraza á mi hermana y olvidad ambos vuestros rencores ; ya ves que ella por su parte no desea otra cosa . — Y lo conseguiré , sí , ya sabes cuanto te amo . — Señores , — dijo conteniéndose Juan_Fernandez , — vuelvo á repetir á ustedes que están equivocados ; yo no soy el esposo de usted señora ; á usted caballero , no le conozco y les suplico que me dejen en paz , pues mi paciencia no es ilimitada . — Señora , — exclamó el señor Lelé dirigiéndose a la jóven . — ¿ Está usted segura de ser esposa de este caballero ? — ¡ Ah , segurísima ! Pero ya lo vé usted no quiere hablarme ; yo que le busco hace seis meses , acompañada de mi hermano Jaime . Jaime se inclinó y el caballero grueso continuó diciendo : — Señora , yo creo , de el mismo modo que mi amigo Juan , que le confunde usted con otro .... , quizás un extraño parecido . — ¿ Y en qué se funda usted para asegurar eso ? — En que , si mal no recuerdo , dijo usted que hacia seis meses que le buscaba ... ¿ Por España acaso ? — Sí , señor . — Pues bien , Juan , mi querido amigo Juan , acaba de llegar de América donde ha permanecido algunos años y además es soltero . — Poco á poco , señor mio , — dijo interviniendo Jaime , — yo también estoy seguro de que ese joven es el esposo de mi hermana , de la cual se ha separado , no hace muchos meses , por una insignificante cuestión de familia . Acercándose después a el oido de Juan le dijo en voz baja : — Comprendo que tendrás algún motivo para ocultar tu matrimonio á este caballero , pero ya me explicarás esa historia más adelante . Iba_Juan á replicar cuando se acercó á él la hermosa joven , que le tomó una mano mirándole con ternura y sonriéndole dulcemente . — No seas rencoroso , — le dijo , — ¿ has de estar siempre pensando en las necedades de mi tia ? Olvídala y ámame siempre , es todo lo que te pido ; para contentarte viviremos desde hoy separados de ella , y para disipar tu mal humor seré capaz de quererte aun más ... ¡ Bien que esto no es posible ! Asaz crítica era la situación de Juan_Fernandez ; tenia á su lado una joven encantadora que estrechaba cariñosamente sus manos , le sonreía , se acercaba á él con insistencia y susurraba en su oido estas palabras : « ¡ Déjate querer ! » — ¡ Señorita ... señora ! — dijo Juan aliviando su pecho con un profundo suspiro . — Tengo el corazón oprimido ... ¡ Créame usted ! Daria mi vida porque fuera verdad lo que usted afirma ... ¡ Es usted tan hermosa ! ¡ Esperimento una sensacion tan agradable cuando se acerca usted á mí ! Yo no he amado nunca , pero ... — ¡ Ingrato ! ¿ Con que no has amado nunca ? De modo que cuando me jurabas ... ¡ Oh ! pero tú mientes . — Mi deber me obliga á sacarla de ese error . — ¡ Aun insistes y mencionas tus deberes ! ¡ Dios mio , qué desgraciada soy ! — ¡ Señora ! — Sí , está bien , llámame señora y trátame de usted en vez de llamarme Elisa y tratarme de tú ... A el decir estas palabras el llanto bañaba sus mejillas ; Juan creia estar soñando y dejándose llevar de un irresistible impulso se apoderó de las manos de la joven diciendo : — ¡ Ah_Elisa ! — Qué alegría ! A el fin vencí . Y acercando sus labios á los de Juan estampó en ellos un beso . Mientras duraba este extraño diálogo sostenían otro el caballero grueso y Jaime ; la discusión habia sido llevada á tal extremo que daban fuertes y destempladas voces , lo cual llamó la atención de Elisa y Juan . — ¡ Está usted en un error ! — decia Jaime . — Y yo le juro á usted que tengo la seguridad de lo que digo . — Juan nunca ha estado en América . — Usted se confunde , caballerito . — Y usted tiene telarañas en los ojos . — Supongo que no habrá dicho usted eso con intención de insultarme . — Puede usted creer lo que guste , señor mio . — ¡ Caballero ! — ¡ Silencio señores ! — interrumpió Juan , vuelto ya á la realidad . — Estoy verdaderamente disgustado de el giro que va tomando el asunto . Los dos están ustedes equivocados , puesto que á ninguno conozco . — ¿ Otra vez con el tema ? — dijo Elisa . — Es necesario que confundas á este caballero , — gritó Jaime , — confiesa de una vez que eres marido de mi hermana y déjate de tonterías . — Juanito , — repuso el señor Lelé cogiéndole por un brazo . — Corta estas discusiones diciendo la verdad . — Me dará á mí la razón . — No señor , á mí . — ¡ Juan_! — ¡ Juanito_! — ¡ Esposo mio ! Parecía el coche un congreso mal avenido , cuando el tren detuvo su marcha y un empleado abrió la portezuela y pidió los billetes . — Ya estamos en Madrid , — se dijo Juan asomandóse á una ventanilla . — Mi posición se complica , estas gentes son testarudas y no habrá me dio de convencerlas . ¿ Cómo me evadiré ? ¡ Oh que gran idea ! Juan acababa de ver el puño de una muleta asomando por una ventanilla de el departamento inmediato ... y en el momento en que Elisa y los dos caballeros reanudaban con nuevo impulso la interrumpida discusión , alargó una mano , arrebató la muleta y abriendo la ventanilla de el lado contrario dijo : — Buenas tardes señores . Y bajó a el anden apoyado en la muleta . — ¡ Calla ! — dijo el caballero grueso . — ¿ Estás cojo Juan ? — Desde mi nacimiento , — dijo y se alejó cojeando todo lo rápidamente que pudo . — ¡ Ay Dios_mio_! ¿ Si no será él ? — exclamó Elisa . — No hay duda de que es cojo , — advirtió Jaime , — y no habíamos reparado en la muleta . — ¡ Es una cojera graciosa ! — ¡ Qué percance ! — Estoy por creer que nos hemos equivocado . — Ahora vuelve la cabeza y se rie . — Esa risa no es de el Juan que yo conozco . — ¡ Y yo que le he dado un beso ! — pensó Elisa ruborizándose . — Buenas tardes caballero , — dijo Jaime dando el brazo á su hermaDa . — Felices ; á los pies de usted señora . — ¡ Qué parecido más extraordinario ! Juan se apresuró á salir de la estación y viendo á su puerta un agente de policía le entregó la muleta diciéndole : — Désela usted a el primer cojo que se la reclame , pues sin duda la ha perdido entre la confusión de viajeros . Tomó luego un coche de alquiler , diciendo a el simon : — Fonda de Oriente . — ¡ Pardiez ! — se decia por el camino . — La manera que he tenido de evadirme ha sido original y hasta inverosímil . ¡ Qué terquedad ! ¿ Se querrían burlar todos de mí ? Pero ... ¿ y aquel beso ? Ha sido una aventura extraordinaria ... ¡ Elisa_! Hermosa mujer por vida mia ... y empeñarse en que yo era su marido ... Sumergido en estos pensamientos sacó distraídamente la cabeza por la ventanilla ... y exhaló un grito que fué contestado con otro ; acababa de tropezar su vista con la cara de el caballero grueso que asomaba por la ventanilla de otro coche . — Este maldito es capaz de no dejarme vivir si averigua mi domicilio ... ¡ Eh , simón , simón ! — ¿ Qué quiere usted , señorito ? — Te tomo por horas , no me lleves ya á donde te he dicho antes , quiero dar un paseo ; pero un paseo muy largo ; daremos una vuelta por la Castella y luego por Chamberí y por el barrio de Pozas , ¡ arrea ! — Muy bien , señorito . Juan corrió las cortinillas y se hundió en el fondo de el carruaje ; pero después de media hora , tentado por la curiosidad , se asomó segunda vez : el cabellero Lelé envió a el joven una de sus más cariñosas sonrisas , y como los dos coches marchaban paralelos , pudo gritarle : — He comprendido tu extratagema ; yo soy muy largo , Juanito , y no te me escaparás . — ¿ Y con qué derecho me viene usted siguiendo ? — ¡ Oh , qué gracioso ! ¿ Con qué derecho ? — Sí , señor ; esa es la pregunta ; le he dicho ya cien veces que no le conozco á usted ; esto va siendo ya pesado . — ¡ Já , já , já ! Pues bien , ya noa conoceremos con el tiempo . Juan se ocultó lleno de rabia en el coche , prometiéndose no volver á entablar conversación con su obstinado perseguidor . El vehículo en tanto rodó por paseos , plazas y calles ; hacia ya la friolera de dos horas y media que Juan ocupaba su ambulante domicilio , y no se atrevía á observar si aún era perseguido . Pero comenzó á sentir ciertos síntomas alar » ¿ mantés ; su estómago le hablaba muy alto en favor de una detención definitiva , pues hacia ya diez horas que no entraba en él ningún alimento , El carruaje continuaba su marcha y Juan aún tuvo paciencia para esperar obra media hora ; pero a el pasar por la calle_Mayor se decidió á sacar por tercera vez la cabeza ; el caballero le saludó con amabilidad . Pasaban entonces por delante de un restaurant . — ¡ Eh , simón ! — gritó Juan . — Mande usted , señorito . — Párate en frente de esa fonda . El auriga obedeció . Toma dinero y compra unos pasteles que estén rellenos , un trozo de ese jamón en dulce que hay en el escaparate y una botella de Jerez . — Será usted servido , caballero . Entró el cochero en el establecimiento á cumplir su encargo , a el mismo tiempo que entraba el conductor de el otro coche , a el parecer con el mismo objeto . Fué nuestro joven colocando á su lado las provisiones á medida que se las entregaba el simón , y luego le dijo : — Llévame otra vez á la Castellana y párate enfrente de el obelisco . Sus órdenes se cumplieron , y llegado a el punto convenido se dispuso Juan á devorar sus provisiones ; á pocos metros de distancia ejecutaba la misma operación el caballero grueso , que habiendo metido una de las puntas de su gran pañuelo de yerbas por el cuello de la camisa , á manera de servilleta , comia á dos carrillos como un bienaventurado , con lo cual demostraba que si el sitiado no quería entregarse por hambre , el sitiador procuraba no perder fuerzas para volver a el ataque conventaja . — ¿ Parece que hay apetito ? — gritó . — Estos pastelillos son excelentes . — Yo he comprado embutido catalán , estoy por lo sólido . ¡ Hola ! Veo que sigues tan aficionado a el jerezano . — Es el rey de los vinos , caballero . — Soy de la misma opinión ; pero mi cabeza no es muy fuerte , ya lo sabes . — ¿ Yo ? No , señor ; ignoro si su cabeza es ó no aerte , solo puedo dar ié de que es dura . — ¡ Oh , que gracioso ! Juan concluyó de comer y se bajó de el coche on objeto de pasear un rato ; el señor de Lelé se cercó á él inmediatamente ; aquello pasaba ya de astaño oscuro . — Señor mio : — dijo Juan encarándose con él . — lengo fama de ser hombre pacienzudo , y efecfciamente es así ; pero en esta ocasión va concluéndose ya mi dosis de paciencia , y solo el reseto que me inspira su edad me detiene . ¿ Es poible hallar hombres que sean testarudos hasta el unto que usted lo es ? No dudo que mi fisonomía endrá un admirable parecido con la de la persoia con que usted me confunde ; pero eso no es una azon para ... — Bueno , bueno ; te conozco y sé que no salrás de ese tema en todo el dia ; basta ya de brotas y vente á mi casa . ¿ Por qué has de privar de na verdadera satisfacción á mi familia , y sobre de á tu prima Adelfa ? — Pues bien , — dijo Juan después de reflexionar n momento y tomando ya una determinación . — vé á donde usted guste , me presentaré á su imIII a ; pero desde ahora pongo en su conociliento que no cargo con ninguna responsabiliad ; tengo además la esperanza de que esa señorita y Edmundo no padecerán el mismo error que usted . — ¡ Por fin ! Ea , vamos : espera que pague a el cochero . Dejó obrar Juan a el testarudo caballero , ocupó el carruaje en su compañía y se decidió á esperar tranquilamente los acontecimientos . Después de un cuarto de hora de marcha , durante la cual el señor Lelé habló por los dos , se detuvo el vehículo delante de el núm. 40 de la calle_de_Santa_Catalina ; subieron las escaleras de el brazo uno de otro , y sin darse cuenta de lo que la pasaba , se encontró Juan manos á boca con un joven que le abrazó con efusión , luego advirtió dos manos muy blancas que le pedían las suyas ; eran las de Adelfa que con los ojos bajos trataba de ocultar la emoción que en ellos se descubría . — ¡ Por vida de el rey_David ! — gritó el señor Lelé . — ¿ Os andáis ahora con esos dengues ? Vamos , Juanito , abraza á tu prima , pardiez , puesto que es tu prometida . — Ciertamente , — exclamó Juan cada vez más aturdido , — la abrazaré ... ¡ Oh ! Adelfa ... efectivamente , esta es Adelfa ... ¿ Y usted es mi querido amigo Edmundo ? — ¡ Que bromista ! Me trata de usted . — Es verdad , dispensa chico , no se lo que me pasa ; la emoción , el placer de veros ... — Gracias á Dios que te suavizas , — dijo el padre de Edmundo . — ¿ Querréis creer que me ha costado mucho trabajo traerle ? Empeñado estaba en hacerme ver que no era Juan y primo de Adelfa ... — Siempre es el mismo . — ¡ Pero no habernos anunciado tu venida ! — se atrevió á decir la joven . — Querida prima , mis ocupaciones eran muchas , — contestó Juan decidido á seguir la aventura . — Además , quería daros una sorpresa ... y me felicito de hallaros á todos buenos y reunidos ... — Todos , sí , — exclamó tristemente Adelfa . — Todos menos nuestra tia . — ¡ Ah ! ¡ Es verdad , pobre tia ! — No se olvidó de tí en sus últimos momentos . — ¡ Era tan buena ! — ¡ Tan cariñosa ! Aquí no tuvo Juan más remedio que sacar el pañuelo y enjugar con él una lágrima imaginaria . — ¡ Eh ! No hablemos de cosas tristes . ¡ Qué diablo ! — dijo el señor Lelé . — Ahora tenemos aquí á Juanito y por el pronto solo debemos pensar en obsequiarle y procurar que no se aburra en nuestra compañía . — Con vuestro permiso me le llevo á mi cuarto , — dijo Edmundo . — ¡ Tengo tantas cosas que decirle ! Y tomando á Juan de el brazo le arrastró por las habitaciones de la casa , dejando solos a el señor de Lelé y á Adelfa . — Ya ves hija mia , — dijo el primera , — que a el fin vas á ser feliz , puesto que la causa de tu tristeza no era otra que la ausencia de Juan ; ensancha tu corazón y cese tu perpetua melancolía . — Sí , efectivamente , — contestó Adelfa suspirando . — Y sin embargo , no advierto en tu semblante la satisfacción que debiera haberte producido su llegada . ¿ No le amas ya ? — Con toda mi alma . — En ese caso no comprendo la causa de tus suspiros , á no ser que tengas ese modo de demostrar tu alegría . Juan es ün excelente muchacho , trabajador , económico , de un carácter algún tanto excéntrico ; pero de nobles sentimientos é incapaz de una bajeza . — Ciertamente . — Luego su posición es brillante ; ha hecho una fortuna en América ; además tu tia le ha nombrado su heredero con las condiciones que tu sabes , es decir , si se casa contigo , ó de lo contrario la heredarás tú . Así pues , reunidas estas circunstancias con la de que tu difunto padre anhelaba ese enlace ... y que tú le amas ... Pero , ¿ qué veo ? ¿ Por qué lloras ? — ¡ Ay ! ¡ Soy muy desgraciada ! — Explícate , caramba , me pones en gran cuidado . — Sí , querido protector , todo lo sabrá usted ; pero me ha de jurar guardar el secreto . — Te lo juro , habla pronto . — Usted es para mí un segundo padre , y creo que á nadie mejor podría descubrir mis penas . Yo íiiflo á Juan con todo mi corazón , daria por él mi vida ; pero ... — ¿ Te figuras que él no te ama ? — No es esa la causa de mi aflicción ; sino que Juan no es lo que parece . — ¡ Concluirás ! — Hace ya seis meses que está en España . — ¡ Imposible ! — Nada más cierto , por desgracia ; todas las noches nos hablamos por la reja , él me jura que seré suya ... — ¡ Ea ! Tú estás loca . — Crea usted que digo la verdad ; más de cien veces le he dicho : ¿ Por qué no quieres presentarte en casa ? ¿ Qué motivos tienes para ocultarte ? Él me deeia que era un secreto que á su debido tiem po me daria á conocer . Pensé muchas veces descubrir á usted lo que pasaba ; pero él me exigía un silencio absoluto . — ¿ Será verdad ? — En una palabra ; Juan está muy lejos de observar una buena conducta . — Eso es imposible . — Su fortuna está menoscabada . — Tu deliras . — Es jugador . — No quiero escucharte más , hoy te has propropuesto volverme loco . — ¿ Quién sabe si la perspectiva de la herencia le habrá impulsado á presentarse á usted ? — Se obstinaba en no venir ; además di con él casualmente ... — ¡ Y sin embai-go , yo le amo ! ¡ Soy muy desgraciada ! En aquel momento apareció una - criada que entregó una carta para el señor de Lelé , el cual a el mirar el sobre exclamó : — Hé aquí un acontecimiento que no me puedo explicar . ¡ Veamos ! — Yo me retiro , — dijo Adelfa . — No , no ; quédate , porque más que nunca me es necesaria tu presencia . ¿ Ves esta carta ? — Sí . — Pues bien , procede de América y el sobre me parece escrito de letra de Juan . — Eso no puede ser ... — Pronto saldremos de dudas , — dijo el señor de Lelé abriendo la carta y mirando la firma . — ¡ Es de Juan ! — gritó lleno de asombro . — Pero la fecha será anterior á los seis ó siete meses en que no hemos recibido noticias suyas , porque está en Madrid . — ¡ No , no ! — decia el buen señor abriendo desmesuradamente los ojos . — Fecha reciente , de el 23 de Marzo ; estamos á últimos de Abril . Los dos interlocutores se miraron con admiración . — Veamos su contenido , — dijo el padre de Edmundo leyendo la carta . — ¡ Esto es incomprensible ! — exclamó despuésde un momento . — ¿ Qué dice ? — preguntó Adelfa . — Escucha : " ... y la semana próxima parto para Nueva-York , en donde daré cima á un asunto que acabará de consolidar mi fortuna . No puedo fijar el diaen que podréabrazarámi querido Edmundo y á mi adorable prometida Adelfa ; pero me figuro que será para el mes de Agosto ... Perdonadme si he estado sin escribiros tantos meses , etc. " — Por manera , — dijo Adelfa , — que mi primo escribe desde América y está en Madrid . — Eso no tiene pies ni cabeza ... y yo voy á perder la mia . — Aquí hay algún misterio . — Lo más conveniente será que él mismo explique ... Y el señor de Lelé se dirigió seguido de Adelfa á la habitación de Edmundo ; éste se ocupaba en escribir algunas cartas . — ¿ Y Juan ? — le preguntó su padre . — ¿ No estaba ahora con vosotros ? — No por cierto , y veníamos con objeto de hablar con él . — Ha salido un instante mientras yo escribía esta carta ... ¡ Juliana ! — gritó Edmundo . Se presentó la criada . — ¿ Has visto a el caballero que estaba conmigo ? — la preguntó . — Sí , señor ; se ha marchado no hace aún cinco minutos . Edmundo miró á su padre y á Adelfa que permanecían inmóviles , y dijo : — Volverá . — ¡ No volverá ! — exclamó el anciano entregándole la misiva . Adelfa se arrojó sollozando en un sofá . La misma noche de el dia en que sucedió lo que acabamos de referir , cruzaba por la calle de el Sombrerete un sugeto , embozado hasta los ojos en una capa . Aunque á últimos de Abril , la temperatura se sostenía baja , sobre todo por las noches , pero los elegantes solo usaban para abrigarse un ligero sobretodo . El referido embozado se detuvo enfrente de una casa de un solo piso y miserable apariencia , en uno de cuyos balcones había un farol en el que , merced á una agonizante luz de aceite , se leia esta palabra : Préstamos . Convencido sin duda de que no se equivocaba , penetró nuestro hombre en el estrecho portal , que parecía por sus densas tinieblas la boca de un pozo , y no pasaron cinco minutos sin que volviera á salir á la calle . Solo que venia más ligero de ropa ; la capa se habia quedado alojada en aquel tugurio á cambio de cuatro duros que alegremente hacia sonar en su bolsillo el que de esta manera saludaba la proximidad de Mayo . Tiempo es ya de que digamos que este sugeto tenia una asombrosa semejanza con el joven á quien hemos presentado a el lector en los anteriores capítulos y que se llamaba Jorge_Juan_Fernandez , si bien sus más íntimos amigos acostumbraban á llamarle por su segundo nombre . ¿ Se conocían ambos ? Jamás se habían visto ; más adelante explicaremos esta rara coincidencia , baste saber que el que acabamos de presentar en escena parecía algo más joven y que su traje era bastante más descuidado , única circunstancia que nos haria diferenciarlos , pues su estatura , su fisonomía , su escaso bigote castaño , sus ojos y en fin su conjunto parecía copia uno de otro . Estaba muy lejos este segundo Juan_Fernandez de frecuentar una sociedad escogida ; sin embargo , en sus maneras se descubría un resto de distinción que probaba haber conocido mejores épocas ; era en fin , en la actualidad , lo que el vulgo ha dado en llamar un calavera , que se hacia llamar por distintos nombres , según las circunstancias lo exigieran , si bien la mayor parte de sus conocidos le dieran el nombre de León , el cual usaremos para evitar confusiones . . León , pues , dirigió sus pasos hacia la plaza de el Progreso y miró la hoi-a en el reloj de una botica ; eran las diez y media . — Tengo tiempo , — dijo para sí . — Nunca se asoma á la reja antes de las doce y puedo dar un par de golpes en casa de el Pego . ¡ Esta noche voy á copar ! La última vez no jugaban limpio , pero lo que es hoy ya echaré bien el ojo ; esa capa era el último resto de mi antigua opulencia ... ó mejor dicho , de mi antigua esclavitud . Yo estaba bien en casa de ese ricacho de don Melquíades , pero ¡ ah ! eso de trabajar cinco horas diarias sin levantar la cabeza , no entraba en mi programa ; verdad es que el buen señor me habia tomado cariño ... pero luego se empeñó en casarme y yo cometí la barbaridad de obedecerle . No hay duda de que mi mujer es muy bonita , muy elegante , muy mimosa . ¿ Pero qué ? Tenia un_millón de dote y ya me he gastado la mitad en la ruleta ; luego su tia siempre me estaba sermoneando porque don Melquíades la decia que yo no mojaba el pico á la pluma desde que me había casado . ¡ Era , una cócora ia tal tia Zeaona ! Una mañana de el mes de Octubre abandoné el lecho conyugal y esto me lo debe de agradecer mi cara esposa , porque hubiera acabado por dejarla sin un cénti mo . Tenia algunos billetes de Banco en el bolsillo , y me vine á la capital de España . ¡ Qué bien se pasa aquí la vida ! Yo no conocía á Madrid . Siempre metido en aquel poblachon .... porque Zamora es un poblachon horroroso , no sé como hay gentes que dicen que no se ha hecho en una hora . Pero heme ya en casa de el Pego . Aquella casa no se parecía á la de préstamos ; era nueva , grande y suntuosa ; en el portal habia un portero de librea y las escaleras eran cómodas y espaciosas . Subió León tarareando entre dientes un aire popular y no tardó en hallarse delante de un tapete verde y en compañía de un par de docenas de individuos en cuyas caras se reflejaba la lueha que sostenían en su interior según que la fortuna les era favorable ó adversa ; por todas partes se veian ojos brillantes y codiciosos , manos escuálidas y engarabitadas que recogían la ganancia ó clavaban sus uñas en el pecho . Cuando la bolita comenzaba á girar con vertiginosa rapidez en la ruleta solo se oia su ruido característico y el producido por la respiración anhelante de los jugadores . No seguiremos á León en sus alternativas de alegría y de despecho ; ocasiones hubo en que se quedó con una sola peseta y otras veces acaparaba delante de sí un montón de monedas de oro y de plata que no tardaba en pasar á poder de sus vecinos ó de el banquero . Sufrió aquella lucha durante hora y media a el cabo de la cual , y viéndose más que nunca ganancioso , hizo una imperceptible seña á uno que le observaba con gran atención desde el principio , recogió el dinero y ambos salieron á la calle . — ¡ Buena noche , Eduardo ! — dijo León alborozado . — ¡ Y si no fuera que tengo que ir á la calle_de_Santa_Catalina ! ... — ¿ Cuánto has ganado ? — Lo ignoro , pero no importa , recogí cuatro puñados de monedas de oro ; esta noche vamos á cenar opíparamente . — ¿ Y por qué no hacerlo ahora ! No asistas hoy á tu cita . — ¡ Imposible ! Ese es un negocio de gran importancia ... que ya te explicaré en otra ocasión . — ¡ Siempre tan misterioso ! — Además la muchacha me gusta , es en cantadora ... ya sabes tú que soy un gran admirador de el bello sexo ... — Sí , pero aún más de el bello dinero , — exclamó Eduardo soltando una carcajada . Cuando llegaron á la Carrera de San_Gerónimo dijo León á su acompañante : — Toma dinero y espérame bebiendo unas cuantas copas de ron en el café de Madrid . , así te parecerá más corto el tiempo . Los dos amigos se separaron . León llegó á ln calle de Santa_Catalina y a el pasar cerca de el número 4 ¡ 0 hizo oír un silbido particular y no tardó en abrirse una reja de la casa señalada , con el indicado número . El joven se acercó y pasando las manos por entre las rejas estrechó las de Adelfa , que no tuvo fuerzas ni para contestar a el cariñoso saludo que la hizo León . — ¿ Qué te sucede ? — dijo éste observando que la joven no hablaba una palabra . Adelfa suspiró . — ¿ Estás enfadada conmigo ? — ¡ Y me lo preguntas , Juan_! — Sí , te lo pregunto . — ¿ Me quieres explicar de una vez tu extraña conducta ? — Ya te he dicho ... — ¡ Oh ! Basta ya ... ¿ Qué significa tu presentación de hoy en esta casa ? — ¿ Mi presentación ? — ¿ Cómo me explicarás la carta de América ? — ¿ De América ? ... — ¿ Y por que te escapaste hoy sin despedirte de nadie ? — ¿ Sin despedirme ? ... León no sabia qué decir . — ¡ Diablo ! — pensó . — Aquí debe de suceder alguna cosa extraordinaria . — No me engañaba , — continuó Adelfa , — cuando supuse que aun te atreverías á venir esta noche ; pero quiero que esto termine de una vez , yo no puedo vivir en esta incertidumbre . ¿ Qué objeto te propones ? ¿ Por qué has venido hoy con el señor Lelé , mi tutor ? — He venido porque ... es muy largo de explicar . — ¿ Y qué significa la carta de América , escrita por tí y que esta tarde hemos recibido ? — Para tí debe ser fácil comprender el misterio ... la he escrito en Madrid , y se la he remitido aun amigo de ... de allá , á fin de que él ... ¿ comprendes ? — ¡ Dios mio ! sólo comprendo que no me amas , que me ocultas algo muy grave ... — Pero Adelfa . — Adiós_Juan , mucho te amo ; pero no esperes hablar conmigo una palabra más por la reja ; todo se lo he contado á mi protector , y casi se ha vuelto loco por descifrar tantos enigmas ; cuando entres en esta casa y des una sincera explicación de tu conducta , me encontrarás tan amante como siempre . Adiós . Los sollozos apenas la permitieron terminar estas últimas palabras , y se retiró , cerrando las puertas vidrieras . Quedóse_León en medio de la acera reflexionando sobre lo que acababa de oir , cuando sintió una mano que le cogia por un brazo , y a el volverse se encontró frente á frente de el Sr._Lelo . — Decididamente eres un canalla , — exclamó lleno de ira . — ¡ Caballero ! — Un tunante , — dijo otra voz que no era otra que la de Edmundo . — Midan ustedes sus palabras , — contestó desasiéndose León . — Ahora sabremos á qué atenernos . — No te escaparás sin explicarnos ... — ¡ Atrás ! — gritó León , sacando una descomunal navaja . Y aprovechando el momento de asombro que produjo su inesperada acción , apeló á la fuga , y no se halló tranquilo hasta encontrarse en la plaza_de_el_Ángel . — ¿ Qué diablos de enredo es este ? — pensó mientras bajaba por la calle_de_Carretas . — Que me ahorquen si comprendo una palabra de todo esto ; se conoce que mi tocayo de América ha escrito ó ha venido ... ¿ Qué sé yo ? Ahora lo mas conveniente será ir á cenar con Eduardo , llevo los bolsillos bien repletos , y por hoy sólo debo pensar en divertirme , más adelante buscaré la solución de el problema . Llegó León bastante agitado a el café de Madrid , y condujo á su amigo á una tienda de andaluces de la calle_de_las_Huertas . Sentáronse delante de una mesa , y pidieron una opípara cena , y sobre todo , diversidad de vinos ; durante la comida no cesó Eduardo de dirigir epigramáticas preguntas a el anfitrión sobre su cita de aquella noche , y aunque en un principio se mantuvo discreto León , á medida que hacia desaparecer el vino de las botellas , se le iba soltando la lengua , hasta que a el fin dijo : — Yoy á darte una prueba de confianza , enterándote de un negocio que persigo hace seis meses . — ¡ Gracias_á_Dios que a el fin to portas conmigo como debes ! Echa esos cinco . — Allá van . — Esta copa por tu salud . — Y esta botella por la tuya , — dijo León , agotando casi el contenido de una , que fué rodando luego por la habitación — Has de saber , — prosiguió , — que yo me llamo — ¿ De_verass — Como lo oyes , tina noche pasaba por la calle_de_Santa_Catalina , cuando oí un grito de mujer , y luego mi nombre ; volví naturalmente la cabeza , y vi asomada á una reja muy baja una lindísima joven , que me miraba con asombro , y no cesaba de repetir : " ¿ Pero eres tú ? — Sí , 30 soy , — la contesté acercándome . — ¿ Pero cuándo has venido ? — Hace cuatro dias . — ¿ Y por qué no has traído aquí el equipaje ? ¿ No sabes que el señor Lelé no te permitirá estar en - ana fonda ? Comprendí a el instante que me confundía con algún otro Juan , y para continuar la farsa , porque la muchacha es encantadora , la contesté : — Hija mia , eso es un secreto que no te puedo explicar ahora , por el pronto no digas nada á la familia ... Obedeció_Adelfa , que éste parece ser su extraño nombre , y comencé á ir todas las noches á la citada reja . No pasó mucho tiempo sin que la declarase mi amor , á lo cual ella contestó admirada : ¿ Dudas de mí ? ¿ No eres tú mi prometido ? Viendo , pues , que ya había hecho otro el trabajo por mí , cerré el pico , y dejé correr la bola . ¿ Qué te va pareciendo mi historia ? — Que hasta el presente no veo ni sombra de negocio : adviertes que te llama una joven nada fea , te acercas , te confunde con su novio , os decís muchas tonterías todas las noches ... ¡ Y qué ! — Déjame concluir , — repuso León , vaciando una copa . — Cierta noche encontré á mi amada muy triste , y con mucho trabajo logré averiguar dos novedades ; primera , que se estaba muriendo una tia que me nombraba heredero de todas sus riquezas , por cierto nada escasas , y segunda , que Adelfa era una prima , con quien me habia do unir , si deseaba entrar en posesión de la herencia . ¿ Vas comprendiendo ? — Eso ya es más interesante . — Pero ha ocurrido una catástrofe . — ¿ Se ha muerto tu prima acaso ? — No ; pero mi otro yo , ya comprendes , el de América , ha venido , y ha escrito ; en fin , no entiendo este galimatías . — ¿ Y cuál era tu idea ? — Muy sencilla ; casarme con Adelfa y heredar á la tia . — ¡ Soberbio plan ! — Pero hay un inconveniente , — continuó León , apurando otra copa , y empezando á no ver claro , — hay un grave inconveniente . — ¿ Cuál ? — Que soy casado . — ¡ Casado ! — Sí ... casado con mi mujer . ¿ Pero qué diablo de ruido es ese ? — gritó León levantándose . Eduardo , que tenia la cabeza por lo menos tan segura como su compañero , se levantó á su vez tartamudeando : — ¿ Con que eres casado ? Pero producían tal ruido en la habitación contigua , que no podían entenderse ; Eduardo comenzó á decir en tono melodramático : — Vamos á decirles que ... que se callen , — murmuró León , saliendo a el pasillo . — Vamos . León asomó la cabeza á la habitación , donde seis individuos de fea catadura discutían acaloradamente . — Caballeros , — les dijo , — son ustedes unos indecentes ... alborotadores . — Sí , — apoyó Eduardo , — unos zanguangos ... No se necesitó más para que salieran á relucir garrotes y navajas ; comenzó una encarnizada pelea , á cuyo descomunal estruendo aparecieron los dueños de la fonda , que no consiguieron otra cosa que un garrotazo ; para que la función terminara de el peor modo posible , una botella , disparada por uno de los contendientes , vino á estrellarse contra la bomba de cristal , que encerraba un mechero de gas , cuya luz se apagó , convirtiendose aquel lugar en campo de Agramante ; León fué derribado a el suelo , y sirvió de alfombra durante algunos minutos á los furibundos peleantes . No tardaron éstos en escabullirse a el saber que venian algunos municipales , y León , sin fuerzas para ponerse en pié , se halló completamente sólo ; de repente se llevó la mano á los bolsillos : no habia en ellos ni un céntimo . — Esto es más grave , — se dijo . Y haciendo un supremo esfuerzo se levantó , y tentando por las paredes dio con la falleba de una ventana , que se apresuró á abrir , saltando luego á la calle con tanta agilidad como si no tuviera en su estómago el contenido de algunas botellas . — ¿ Qué habrá sido de Eduardo ? — murmuró alejándose . — ¡ Eh ! ¡ Portero , portero ! ¿ Donde diablos está usted metido ? — ¿ Qué se le ofrece ? — Las llaves de el quinto piso . ¿ Qué renta ? — Tres duros mensuales . ¡ Quieto Pepito ! — Me conviene , vengan las llaves . — No , yo lo acompañaré . ¡ No enredes Pepito ! — Como usted guste , don ... ¿ Cómo se llama usted ? — Don_Calixto , para servirle ; espere usted que voy á atar á Pepito . — ¿ Quién es Pepito ? — Mírele usted . — ¡ Uf ! ¡ Qué monazo más horrible ! — Es muy inteligente , ayer me descuidé y se tomó mi chocolate ; cuando usted guste , caballero , mió signore . — Me parecen muchas escaleras , — dijo el futuro inquilino , — he contado jTa ciento_doce y aún no llegamos . — También pagará usted poco dinero , sesenta reales , es casi de valde . — Me V1GHG ñi salir á medio real cada escalón a l cabo de el mes ; por fin ya estamos en el cuarto . — ¿ Qué le parece á usted ? — Medianillo . ¿ Y dígame usted , no hay cocina ? — ¿ Por tres duros mensuales quería usted tener cocina ? — Efectivamente que eso es pedir gollerías ; de modo que una ... dos y dos , cuatro piezas . — Sí , señor ; una sala , una alcoba , un cuarto para ropa y un gabinete . — ¿ Con qué esto es un gabinete ? — Naturalmen te . — No lo veo yo tan natural , porque , . , más falta hace otro cuarto ... que no veo por aquí . ¡ Bien que por sesenta reales mensuales ! Pero me inge » niaré , abriré una brecha en la sala y por medio de un tubo comunicante ... — ¿ Qué dice usted ? — Nada , nada . ¿ Qué tai vecindad hay ? — Excelente . En el cuarto de la derecha viven : un matrimonio sin hijos , un memorialista en compañía de un individuo de el orden público , una señora de edad con una sobrina , una lavandera viuda con cinco hijos y ... — ¡ Basta ! — jQué juzga usted de la vecindad ? — Que es todo lo que se puede pedir de una vecindad de dos reales diarios . — Pues en el de la izquierda viven ... — Suprímalo usted , don Calixto . ¿ Qué tales vistas tiene ? ¡ Hombre que estrecha es esta calle ! Casi se toca el tejado de esta casa con el de la de enfrente ... Si alargo el brazo puedo muy bien arrancar una flor de esas macetas . ¿ Y quién habita ese aposento ? El portero guiñó un ojo maliciosamente , diciendo : — Eso es bocato di cardincde . Don_Calixto habia sido acomodador en un teatro de opera italiana , y solía intercalar en sus discursos alguna que otra frasecilla de este idioma . — Me quedo con el cuarto ; mañana ó pasado pagaré la primera mensualidad ; ya puede usted volver á su cuchitril . — Pero ... ¿ Se queda usted aquí ? — Sí . — Pero ... ¿ Y los muebles ? — Ya los traerán . — Pero ... — ¡ Qué pero ni que ciruelo ! He dicho que vendrán ; hay poco que trasladar y lo puedo traer á la mano ; más adelante avisaré á mi tapicero ... — Pero ... — ¿ Aún más ? — Suo servitore , — dijo don Calixto saliendo de el cuarto . El nuevo inquilino echó el cerrojo á la puerta y pareció que respiraba con más libertad a el verse solo . — Parece que estoy en plena Inglaterra , — se dijo . — Esta mañana he dado de narices con una_docena de acreedores , y el último tan pesado que he creido conveniente mudar de domicilio y de nombre ; sí , desde hoy ya no me llamo León , sino Facundo ó Enrique , cualquier cosa . León , nosotros continuaremos dándole este nombre , comenzó á pasear por su nueva casa . — Estoy en un mal paso , — continuó diciéndose . — Esta noche he sufrido una serie de alternativas que me han desesperado ; empeño la capa , gano en casa de el Pego , tengo un disgusto con la familia de Adelfa y se lleva el diablo mi negocio , ceno expléndidamente y termina la función dejándome aquellos perillanes sin un cuarto ; me recojo á mi cuchitril con idea de dormir algunas horas . . - . Sí , si ; aquella campanilla parecía la de los apuros ... Me vi en la precisión de huir como de las chinches de aquellos malditos ingleses . Yo necesito dinero , pero ¿ dónde hallarlo ? Yolver a el lado de mi mujer ... no , aún me queda un resto de conciencia ... y además es demasiado melosa , demasiado dulce ... y yo necesito emociones fuertes y mucha variedad , por ejemplo ; ya me inspira interés mi vecina de enfrente . León dirigió una visual hacia la ventana de la joven ; pero no vio más que unas cortinillas que impidieron á su mirada penetrar en el interior . Hé aquí como nuestro héroe pasaba insensiblemente de la más negra preocupación á los pensamientos más frivolos ; no quería tomarse el trabajo de pensar en el porvenir . ¿ Qué le importaba el mañana si le brindaba hoy la juventud con mil diversos placeres ? León sintió la necesidad de el sueño y no dudó en aceptar por cama los duros ladrillos de su nueva vivienda ; a el verle entregado con toda tranquilidad á Morfeo cualquiera juzgaría que descansaba en un lecho de finísima pluma . A las doce le despertó el apetito , bajó las escaleras y dijo a el portero : — Adiós , don Calixto ; ahí tiene usted las llaves , no se olvide usted de quitar algunas telarañas por allá arriba ; mañana traeré los trastos . Abur . — Addio , mio caro . Aquel dia comió en un bodegón a el fiado , y durmió por la noche en casa de el Pego ; por la mañana subió á su antigua casa para recoger algunas cosas y se dirigió á su nueva habitación presentándose en el cuchitril de el portero . — Bon giorno , — exclamó éste a el verle . — Vengo á tomar posesión decididamente de el cuarto . — Está bien , don ... — Enrique_Zambrano . — Hace una hora preguntó por usted un caballero . — ¿ Y cómo me nombró ? — preguntó León alarmado . — No le nombró á usted , tan solo me dijo : — Portero , déme usted las llaves de el piso quintot número seis . ¿ No ha sido ayer alquilado ? — Sí , señor , le respondí . — Está bien , yo soy amigo de el nueva inquilino . — Por muchos años , mió signore . — Y le entregué las llaves sin desconfianza . ¡ Cómo aun no ha traído usted nada no temí un robo ! — ¿ Quién será ? — se preguntaba León . — ¿ Qué trae usted en ese lio ? — Esto es un colchón , un par de camisas , unas botas , un pupitre , una palmatoria ... y otras frio leras ... — ¿ Y todo viene ahí ? — Sí , es de muelles ... — Nuevo sistema . ¿ Y esa jaula ? — Me servirá de cocinilla cuando piense tomar chocolate ú otra cosa ligera . Con permiso de usted don Calixto , me llevaré esta silla que á la mayor brevedad le devolveré , traerán una sillería mañana ó pasado ... — Io non posso . ¿ Dónde me voy á sentar ? — Escuche usted ... ¡ Si ya está arriba ? — No suba usted tan deprisa ... ¡ Silencio_Pepito_! El portero se quedó gritando en el portal mientras el joven llegó sofocado a el quinto piso . La puerta estaba abierta de par en par , y antes de entrar atisbo con prudencia para evitar la desagradable escena que resultaría de hallarse vis á vis con un acreedor , pero observando que el visitante le era completamente desconocido entró resueltamente , colocó silla y lio en un rincón de la estancia y exclamó : — Caballero , no le conozco á usted , sin duda se ha equivocado . — No , señor , — contestó el otro impasible . — ¿ Qué no se ha equivocado ? — No , señor . — ¿ Me conoce usted ? — No , señor . — En ese caso tendrá usted la bondad de dejarme solo . — No , señor . — ¿ Qué hace usted aquí ? — Estar de pié . — De pié ó sentado á mí me estorba usted . — No , señor . — ¿ Con que no me estorba usted ? ... Es decir que será necesario enseñarle á usted á no usar bromas insípidas con un desconocido . — Yo tengo absoluta necesidad de habitar este piso ... ; ayer pusieron los papeles ... me apresuré ¿ í venir , pero usted se habia adelantado y me dije : Este joven no es un obstáculo para la realización de mis deseos . — Pues hombre , yo veo muchos obstáculos . — Ninguno . — ¡ Hola ! — Usted paga el alquiler de esta habitación y como no creo que haya artículo alguno « en el contrato que prive a el inquilino de vivir en compañía de otro ... — Sí , pero ... — No me interrumpa usted . — Adelante . — Usted realquila á su vez el cuarto ; yo le pagaré , porque vivamos juntos , seis duros mensuales y correré además con algunos gastos de la compra . — Casi me va usted convenciendo . — ¿ Quedamos conformes ? — Conformes . ¿ Pero no puedo saber qué motivo le impulsa á vivir en mi compañía ? — Tan solo una sospecha . Por ahora le diré á usted que me llamo Bárbaro_Collares , y le enteraré de algunos pormenores de mi vida , conocidos los cuales sabrá usted qué razones tengo para habitar este cuarto . — Tome usted asiento , — dijo León ofreciéndole la silla de el portero . — Gracias . Empezaré por decirle á usted que hace tres años tuve la desgracia de casarme con una mujer muy bonita .... demasiado bonita . Vivíamos modestamente en la calle_de_las_Urosas y los primeros meses de nuestro matrimonio , como siempre sucede , nada turbó la paz de nuestra casa ; pero después ... hace dos años , me vi en la precisión de ausentarme de Madrid por algunos días , me despedí de mi esposa , monté en el tren y ... ¿ Comprende usted ? — Sí , que se marchó ust_ed. — Pero lo que no habrá usted adivinado es que a el llegar á Aranjuez me encontré con la persona en cuya busca iba . Como es natural , regresé á Madrid después de haber evacuado mi comisión y llegué mucho antes de lo que mi mujer se figuraba ... — ¿ Acaso ella ? ... — Continúo . Eran las once de la noche cuando volví á mi casa , entro de repente en el comedor y encuentro á mi mujer ... ¿ No lo adivina usted ? ¡ Abrazada por un hombre ! — ¿ Y qué sucedió ? — Él , aprovechando mi turbación tomó las de Villadiego y entonces yo ciego por la ira me abalancé á mi mujer ... ¡ Ay amigo mio , me horroriza el recordarlo ! Oreo que la maltraté cruelmente , que la arañó ... y hasta la mordí ... no se donde ; de lo que estoy seguro es de que me encontré en la boca algo que me tragué sin saber lo que hacia . Bárbaro se limpió con un pañuelo el sudor de que estaba empapada su frente y continuó : — Cuando pasó aquel momento de furor , dirigí una mirada á mi esposa , y ... ¡ Calcule usted cuál seria mi asombro a el observar que le faltaba la nariz ! León soltó una estrepitosa carcajada a el escuchar estas palabras , y comenzó á mirar á su interlocutor , creyendo descubrir en sus ojos algún síntoma de demencia ; pero Bárbaro habia recobrado su impasibilidad , y prosiguió su historia de este modo : — Después de consumar aquel acto de antropofagismo , abandoné á mi mujer , desvanecida en una butaca , y salí corriendo á la calle ; iba medio loco , y la gente me miraba de una manera burlona ; no sé las calles que recorrí hasta epie , rendido de cansancio , me encontré en la Plaza_de_Oriente , en uno de cuyos asientos de piedra me arrojé inconscientemente . ¿ Cuánto tiempo permanecí en aquel sitio ? No lo sé ; pero me habia quedado dormido después de tantas emociones ... cuando me despertó un terrible dolor de vientre , que en pocos minutos tomó tan alarmantes proporciones , que me vi en la preeision de levantarme y dar un paseo , con la esperanza de que aquello me aliviaría ; mas los dolores eran cada vez más frecuentes y agudos . ¿ Qué hacer ? Recordé que no lejos de allí vivía un amigo mio , dirigíme hacia su casa ; pero en el trayecto aún aumentó la gravedad de tan tremendo cólico ... — Creo adivinar que se le habia indigestado á usted la nariz de su mujer . — ¡ Maldita nariz ! á eso lo achaqué entonces ... — Y tenga usted la seguridad de que no seria otra la causa ; la poca costumbre de hacer esa clase de comidas ... — Finalmente , llegué á donde deseaba , y di dos golpes bien fuertes con el aldabón ; mi amigo vivia en el cuarto piso ; pero con la precipitación y el dolor no me acordé de dar cuatro golpes . Después de un momento , que me pareció un mes , franqueóme la entrada una soñolienta doméstica , casi la atropello , subí las escaleras , encontré una puerta abierta , y por allí me introduje , sin ver ni pensar en nada , pues me encontré en profunda oscuridad . — ¡ Ventura ... Ventura ! ... — exclamé , tropezando en un sillón , y dejándome caer en él . — ¡ Socórreme ! — ¿ Qué te sucede ? — dijo una meliflua voz , que no debia ser la de mi amigo ; pero que mi aturdimiento me privó de conocer . — ¿ Estás malo ? — ¡ Ah ! Pero muchísimo . — ¿ Pero qué tienes ? — TJn cólico . — No comprendo qué pueda ser . ¡ Ah ! ya di en el quid , te empeñas en comer pepinillos , y ahí tienes el resultado . — ¡ Qué pepinos ni qué Calabazas ! — murmuré , tratando de desabrochar un botón . — No sé , entonces ... — Pues yo sí lo sé , prepárate á una sorpresa . — ¡ Estás envenenado ! — ¡ No me extrañaría , porque he mordido á una culebra de cascabel ! En fin , sabe que me he comido , ¿ querrás creerlo ? la nariz de mi mujer . — ¡ Mi nariz ! ¡ já , já ! Pero esa muchacha no sube , nos quiere tener á oscuras . — Tienes razón , Venturita , necesito luz ... y necesito que me ayudes á quitarme los pantalones ... y necesito , además , que me cedas tu lecho por esta noche ... y necesito ... No pude proseguir ; sentí dos robustas manos , que me apretaban la garganta con tal fuerza que me sentí asfixiar . — ¡ Infame seductor ! — dijo una voz ronca y hueca . — ¿ Con que te aprovechas de losmomentos en que yo estoy fuera de casa para venir ? ¡ Y tú , mujer adúltera ! ... ¡ Ah ! la ira pone mi sangre en efervescencia . En esto entró la criada con la luz , y lo primero que vi fué una joven desmayada en un sofá . — ¡ Con que ayúdame á quitarme los pantalones ! — gritó el enfurecido esposo , descargando una banqueta sobre mis costillas ; volvíme hacia mi ofensor , y lancé á mi vez una exclamación de rabia ... habia reconocido a el seductor de mi esposa . — ¿ Con que eres tú ? — exclamé , arrojándome á él . — ¡ No te escaparás de mis manos ! — ¿ Y tú eres don Bárbaro_Collares ? — ¿ Me conoces ? — Sí , y á tu mujer ... y voy á beberme tu sangre , y á ella dejarla sin nariz . — ¡ No te tomes ese trabajo , porque la tengo en mi estómago ! Parecíamos dos atletas romanos ; aumentaba mi furor el maldito cólico que continuaba hacien . . de extragos en mi vientre , además como me habia desabrochado los pantalones , no tardaron éstos en hacerse un lio entre mis pies , y me dificultaban los movimientos , hasta que caí en el suelo como un fardo ; la criada salió gritando de la habitación , y alborotó la vecindad ; vino una pareja de orden público á tiempo que yo rodaba por ! as escaleras ... y me llevaron á la prevención ... ¡ Qué noche , amigo mio , qué noche ! A el dia siguiente me tomaron declaración , y dije la verdad : que habia equivocado aquel cuarto con el de mi amigo Ventura_López , el cual tuvo que venir á justificar mis palabras ; me dieron libertad , y me fui á una fonda , donde me apresuré á meterme en la cama , mandando llamar á un médico ; diez dias permanecí en el lecho , y apenas me sentí convaleciente , corrí á buscar a el seductor de mi mujer , con objeto de desafiarle ; pero habia mudado de domicilio , sin dejar las señas . Pensé el volver á mi casa . ¿ Pero cómo entrar en ella después de lo ocurrido ? Regresé á la fonda , y en ella vivo desdo entonces . Estaba muy lejos de ser feliz ; trataba de olvidar á , la infame adúltera ; pero siempie que me aquejaba algún cólico ( desde entonces los padezco con mucha frecuencia ) , recordaba aquella fatal noche , y mis recuerdos iban acompañados de remordimientos . ¿ Qué seria de ella sin nariz ? Yo siempre habia admirado en su cara los rasgos más perfectos , la expresión , más seductora ... ; pero me horrorizaba ante la idea de una cara sin nariz . Otra reflexión : ¿ de qué viviría ? ¿ cuál seria su suerte , después de mi abandono ? Porque no era posible que su pérfido amante la hubiera acogido después de tan horrible mutilación . En una palabra ; me decidí á buscarla por todo Madrid , y hasta perdonarla , si venia a el caso . Heme aquí errante por la capital , observando todas las fisonomías dotadas de poca nariz ; algunas veces doy un grito de alegría a el encontrarme con alguna chata no despreciable ; pero ¡ oh desengaño ! a el acercarme se desvanecen mis esperanzas , y vuelvo la espalda tristemente . En este momento de su relato se llevó ambas manos a el vientre é hizo una mueca particular , diciendo : — Perdone usted si interrumpo mi historia ; pero siento un malestar ... ¿ No hay por aquí ? ... — No , señor . — Pues hasta mañana ... ahí están diez duros ... esto aprieta ... Y salió precipitadamente de la habitación . — ¿ Qué relación existirá , — pensó el joven , — entre la historia de este sugeto y mi buhardilla ? A las dos de la tarde de el siguiente dia estaba León apoyado en el alféizar de su ventana , y observaba con interés el cuartito de enfrente , cuya ventana también abierta , permitía ver todo su interior . Algunas sillas de reps , una cómoda , en la que se veian dos bonitos jarros , con flores naturales , un espejo , un reloj de pared , y una estera de paja en el suelo ; hó aquí el modesto , pero limpio mobiliario de aquella habitación . ¿ Y ella donde estaba ? No pasó mucho tiempo sin que sintiera León algún ruido en casa de su vecina y poco después apareció ésta en escena . — ¡ Buen tipo ! — murmuró entusiasmado el observador ; y en efecto , unos ojos negros , brillantes , maliciosos ; una boca algo grande , pero de labios húmedos y frescos ; un pelo castaño que caía en descuidados bucles sobre el nacimiento de un seno de alabastro , y el carmín de la juventud tiñendo una fisonomía animada y picaresca formaban un conjunto agradable , cuyos atractivos fascinaron a el enamoradizo León . La vecina , que no debia gustar de exámenes muy detenidos y hechos sobre todo por un extraño , cerró tranquilamente la ventana . No se desanimó por un saludo tan brusco el nuevo amante y á la misma hora de el dia siguiente estaba en su puesto . Volvió la vecina á cerrar su ventana , pero antes se quitó la mantilla y arregló algunos muebles ... que estaban en su lugar . El tercer dia sacudió el polvo á una sobrefalda , clavó en la pared una punta de París , trasladó de un lugar á otro un florero y dirigió algunas miradas a el vecino . El cuarto dia permaneció abierta la ventana y la vecinita se asomó á ella con el solo objeto de observar el estado de la atmósfera ; esta era la ocasión oportuna , que debia de aprovechar nuestro joven , y en efecto , saludó ceremoniosamente siendo contestado de el mismo modo . Dado el primer paso lo demás vino por sí solo ; primero hablaron de la temperatura , dos dias después de los temperamentos , luego de lo picaros que son los hombres ... y las mujeres , más adelante de el amor y después ... ¿ De qué se ha de hablar ? Siempre de lo mismo . León apenas salia de su cuarto ; sin que ningún recuerdo lograra hacer germinar en su mente un pensamiento formal , entregábase por completo á la frivolidad de su carácter , olvidándose de Adelfa , y trazando los planes de su nueva conquista . Leonor , que así se llamaba la vecina , era costurera y apenas salia de el taller , corría á entablar conversación con el joven . En tal estado las cosas recibió León la visita de una persona que casi había ya olvidado . Bárbaro_Collares . — Sin duda usted creería , — dijo a el entrar , — que no nos volveríamos á ver , á pesar de nuestro contrato , pero ¡ el maldito cólico ! usted no sabe lo que padezco ; pues bien , ya que por ahora me ha abandonado tan funesto mal , vengo definitivamente á instalarme aquí . No pudo reprimir León un gesto de disgusto a el ver que un tercero vendría á enterarse de sus amores , pero contestó simulando satisfacción : — Ya le echaba de menos . — Gracias . Yo deseo , cuanto antes mejor , terminar mi historia y podré , de este modo , explicar la razón que me obliga á vivir en su compañía . — Estoy lleno de curiosidad . — Le decia que buscaba á mi mujer por todas partes , sin que mis pesquisas dieran resultado alguno y ya desesperaba de encontrarla , cuando una tarde distingo delante de mí á una señora que camina muy deprisa , mi corazón late con fuerza porque me figuro que es mi esposa y aprieto el paso con el objeto de verle la cara ; ella corre y se esquiva ... yo corro también y no la pierdo de vista ... En el momento en que voy á colocarme á su lado se mete en un portal y sube ligera las escaleras ; trato de seguirla , pero me detiene el portero que me pregunta á donde voy , y como no sé qué contestarle me vuelvo atrás confundido . Mas luego se me ocurre una idea ; coloco en la mano de el portero una moneda de plata y le pregunto : — ¿ En qué piso vive esa señora que acaba de entrar ? — Piso quito . — ¿ Cómo se llama ? — Leonor . — ¡ Leonor ! — interrumpió León . — Sí , — dijo Bárbaro . — ¿ Y su esposa se llama así ? — No , pero ¿ quién sabe si habrá cambiado de nombre ? Todo es posible ; por su talle , el color de su pelo , su modo de andar , sus movimientos , etc. , me pareció que era Enriqueta , que este es el nombre de mi esposa . La esperé algunos dias paseando esta calle y dos veces tuve ocasión de acercarme á ella , pero lleva una mantilla tan espesa que no pude distinguir sus facciones ; además ella no contestó ni una palabra á mis preguntas ; estabadesesperado cuando vi que se desalquilaba esta habitación , y como la suya está completamente delante de esta ventana , hé aquí por qué razón deseo vivir en compañía de usted ; de este modo me cercioraré positivamente de si es ella ó no . — Amigo mio , tengo un especial placer en sacarle de dudas anunciándole que la joven que vive en esa casa no es la joven que busca . — ¿ Y en qué se funda usted para asegurar tal eosa ? — En una razón sencilla y lógica . — ¿ Cuál ? — La de que nuestra vecina posee una nariz de lo más perfecto en su clase ... , nariz griega . — ¿ Griega ha dicho usted ? — Sí , señor . — ¡ Hombre ! Pues la nariz de Enriqueta creo que tenia algo de griego ... — Pero en la actualidad su esposa debe de carecer de nariz , según lo quo me ha contado usted , por lo cual vengo á sacar en consecuencia que no debe ser esta . — Es cierto . ¿ Está usted seguro de que tiene nariz ? — Segurísimo . ¿ De qué le servirían esas flores sino pudiera gozar de su fragancia ? — Esa no es una razón y quisiera que usted me asegurara ... — Le digo á usted que nuestra vecina tiene nariz . — Yo soy partidario de Santo_Tomás , ver y creer . — En cuanto á eso es usted muy dueño . La insistencia de Bárbaro contrariaba algún tanto á León , pero se decidió á tener paciencia esperando á que su nuevo amigo se desengañase , lo cual no tardaría en suceder . — ¿ Sabe usted á qué hora se recoge nuestra vecina ? — preguntó Bárbaro . — A el anochecer . — ¿ Y está todo el dia fuera de casa ? — No ; sale á las ocho de la mañana , vuelve á la una y almuerza ; á las dos ya está otra vez en el almacén . — ¿ En el almacén ? — Sí , un almacén de ropa blanca . — Parece que está usted bien enterado . — Sí ... ¿ Por qué lo he de negar ? Leonor es una joven lindísima de la que estoy enamorado . — ¡ Joven ! Mida usted sus palabras . — Puedo hablarle con franqueza , puesto que esa señorita tiene nariz , — contestó León sonriendo . Bárbaro bajó pensativo la cabeza , dirigió luego algunas miradas a el cuartito de enfrente y dijo : — Que yo la vea una sola vez y mis dudas se disiparán ; si usted no se engaña queda desde luego anulado nuestro contrato y puede usted habitar esta casa con entera libertad y sin temor de que yo venga á ... estorbarle ; pero exijo que me deje usted solo esta tarde . — No tengo inconveniente ; entregue usted a el retirarse las llaves a el portero . — Servidor de usted . — Estoy á sus órdenes . Bárbaro se sentó cerca de la ventana dispuesto á comenzar su espionaje y León bajó las escaleras diciéndose : — ¡ Qué hombre más original ! Eran las seis de la tarde , hora en que la modista solia regresar á su casa ; León se encaminó hacia la calle de el Carmen en una de cuys tiendas trabajaba Leonor , á la cual deseaba explicar su ausencia aquella noche , y tuvo la fortuna de encontrarla precisamente a el desembocar en la Puerta_de_el_Sol . — ¿ Usted aquí , vecino ? — dijo ella . — Sí , encantadora Leonor , me he querido proporcionar la satisfacción de estrechar por primera vez su mano , ya que es usted tan cruel ... — ¿ Yo cruel ? — Sí . ¿ Y la cita que le pido hace ya una semana ? — ¿ No nos hablamos todos los dias ? ... Pero suelte usted mi mano . — ¡ Nos hablamos todos los dias ! Sí , pero hay un abismo entre nosotros ... ¡ Qué mano más suave ! Un abismo decinco pisos .... yo deseo estar á su lado , decirla á usted a el oido muchas cosas que ... de puro guardadas se van á echar á perder . — Se conoce que está usted hoy de broma , pero no se acerque usted tanto . — Pero bien ¿ Y la cita ? ... — Ya veremos . — Con esa frase salen todas las mujeres de el compromiso : déme usted algunas esperanzas . — Un dia de estos ... — ¡ Oh felicidad ! Pero ahora que recuerdo , ignoraba que usted se llamase Enriqueta . La modista palideció intensamente , pero se repuso a el momento y contestó : — No comprendo lo que usted me dice . — Es una historia inverosímil . Figúrese usted vecina , que yo he alquilado el cuarto en compañía de otro , un pobre diablo que se empeña en verla á usted . — ¿ A mí ? — Sí , porque cree que usted es su esposa , una linda mujer á quien ha dejado sin nariz de un mordisco . A el decir esbo León se reia á carcajadas , mientras la joven sentía un temblor nervioso que apenas la permitía tenerse en pié . — Pues bien , — continuó el aturdido joven , — es necesario que usted le enseñe su bien perfilada nariz ó no seremos felices . — ¿ Y cómo se llama ese extravagante ? — Bárbaro . — ¿ Y le ha dejado usted en su casa ? — Asomado á la ventana esperando á que usted llegue . — Hasta mañana , — exclamó Leonor . — Decididamente esta usted muy bromista . Y sin esperar á más desapareció la joven en tre la muchedumbre apresurando el paso para llegar cuanto antes á su casa ; iba nerviosa , agitada , y a el doblar la esquina de su calle la primera mirada fué para la ventana de León , ocupada entonces por Bárbaro . A la vista de éste latió su corazón de un modo violento , y decidida sin duda á llevar á cabo una idea , en vez de penetrar en su casa se dirigió a el portal de la de enfrente , subió con precipitación las escaleras y llegando sofocada a el quinto piso , llamó á la puerta dando dos golpes con la mano . Oyóse ruido de pasos y un momento después resonaron dos exclamaciones de sorpresa . — ¡ Enriqueta_! — ¡ Bárbaro ! — ¡ Silencio ! — dijo éste cogiendo á su mujer por una mano , — los vecinos pueden oirnos ... entremos . El asombro , el terror , si así podemos decir , que sintió Bárbaro , llegó á su colmo a el mirar á su mujer provista de la nariz que in illo tempore le pertenecía . Y no habia duda , era ella ... Bárbaro la hizo sentar en la ¡ silla de don Calixto y se restregaba los ojos para convencerse de que no soñaba . — ¡ Eres tú ... tú ! — repetía . — Sí , yo soy , soy Enriqueta , á quien juzgaste bien mal y á quien has abandonado ignominiosamente . — ¡ Calla ! — decia Bárbaro lleno de ira , — ¡ Mujer pérfida ! ¡ Infiel ! Y después se apretaba las sienes entre las manos diciendo : — ¿ Pero y esa nariz , Dios mio , y esa nariz ? ... — Sosiégate y ya te explicaré ... — ¿ Pero y tu nariz que estoy seguro de haberme comido ? — ¡ Ah ! Bien me ha hecho sufrir . — ¿ La nariz ? — Sí . — Voy á volverme loco , habla ... habla . — Perdóname el único secreto que hasta ahora te he ocultado ... — ¿ Secreto ? — interrumpió bruscamente el ofendido esposo . — No lo era para mí , señora . ¿ Acaso estaba yo ciego cuando te sorprendí ? ... ¡ Ah ! No quiero pensar en ello ... — Tus celos son injustos . ¡ Líbreme_Dios de fal tarte á la fidelidad que te juré en el altar ! Mi delito es de otro género , ó mejor dicho no es delito ; es tan solo un sentimiento de coquetería natural ... — ¡ Ira de Dios_! Estas mujeres llaman sentimiento de coquetería natural á las cosas más graves . — Todo te lo explicaré ; quizás vas á aborrecerme ... pero no importa . Has de saber que cuando tenia doce años padecí una enfermedad , un cáncer que me arrebató por completo la nariz ... — No comprendo ... — No me interrumpas : habitaba yo entonces en el pueblo de residencia de mis padres , y por eso muchas ó todas las personas que me tratan en Madrid ignoran esta circunstancia . Tomó , pues , mi fisonomía un aspecto tan desagradable que mi padre vino á Madrid en busca de un médico célebre , el cual , luego que me reconoció , propuso el tratamiento de la rinoplastia ... ¿ Sabes lo que es esto ? — Lo ignoro por completo . — ¡ Ah ! Yo estoy muy enterada de todo lo que se refiere á la nariz ; consiste esta operación en restaurar una nariz destruida por cualquiera circunstancia ; pero para esto era necesario ó bien que se me trasplantara la nariz de otra persona ó que sacrificase yo misma un trozo de mi epidermis . Respecto á lo primero , mi padre se empeñó en eer el destinado a el sacrificio , pero desgraciadamente el autor de mis dias posee una nariz de tan exageradas dimensiones que se desistió de tal método ; el segundo era doloroso para mí . ¿ Qué hacer ? Por fortuna aquel cirujano era de grandes recursos , inventó una pasta especial , parecida a el caoutchouc , con la cual modeló una nariz tan perfecta y con tal arte la colocó en mi cara , que más parece obra de la naturaleza que invención humana ... ¿ Meperdonas que te haya ocultado esto ? — Cuando me expliques que venia á hacer aquel hombre á mi casa durante mi ausencia ; aquel hombre que sorprendí á tu lado . ¿ Quién era ? — ¡ Era el médico ! — gritó Enriqueta con exaltación . — El médico , que cada tres meses me visitaba á fin de asegurar mi nariz ; yo aprovechando tu viaje le llamé y en el momento en que me hacia la cura llegaste tú ... — Comprendo ; yo arrebatado por los celos me arrojé sobre tí y mi venganza consistió en manducarme unas narices de cartulina , como las de Carnaval ¡ Voto a el chápiro ! Yo buscaba sin descanso una mujer sin nariz y calcula mi admiración a el mirar la tuya . — Aquella noche fatal , — continuó Enriqueta , — me desmayé a el verte entrar y a el volver en mí busqué por todas partes , en vano , la artificial nariz ; supuse que te la habrías llevado sin saber con qué objeto , y me figuré que mi fealdad te habría inducido á no volver á casa . — Ahora me explico mis continuos dolores de vientre ; se conoce que en la composición de tu na riz entra alguna materia venenosa ... Ya iba á abrazar á su esposa Bárbaro , cuando exclamó de pronto : — ¿ Y el vecina ? — ¡ Bah ! No te preocupe tal cosa . — Es que él me ha dicho ... que te ama . — ¿ Y qué ? — Me gusta tu tranquilidad , yo no puedo consentir ... — Ni yo tampoco y por eso mismoestoy dispuesta á ... — No estés dispuesta sino á seguir mis consejos , tengo una idea que te explicaré ; quiero castigar su pedantería porque él se cree amado por tí , — ¡ Hay hombres tan fatuos ! — ¿ Hablas con él ? — May poco ... — Está bien , concédele una entrevista en tu casa para una de estas noches . — ¡ Bárbaro ! — Yo me entiendo y te diré en la fonda , á donde iremos ahora á comer , mi plan . Y ambos esposos salieron á la calle procurando no ser vistos de el portero , que por su parte se entretenía en enseñar el ejercicio á su mono Pepito . Tiempo es ya de que nos ocupemos de uno de los personajes que figuran en esta novela ; de el joven cuyo viaje en ferro-carril estuvo tan lleno de peripecias : de Juan_Fernandez . Ya sabe el lector que aprovechando un descuido huyó de casa de el señor Lelé , donde sin duda usurpaba inocentemente la personalidad de otro individuo que , por una rara coincidencia , tenia su mismo nombre y apellido y debian de parecerse además de un modo extraordinario . Huyó Juan de aquella casa , poco deseoso de continuar una aventura que podría acarrearle enojosos disgustos , y se instaló en la Fonda_de_Oriente . Apenas se encerraren su departamento consultó el reloj y se dijo : — Por fortuna aun he llegado á tiempo ; en la carta me cita para las seis y son las cinco y media . Después encendió un cigarro y se puso á pensar en lo que le habia sucedido durante el dia ; pero en medio de todas las hipótesis que aprobó y desechó sucesivamente para explicarse aquella rara aventura , á través de la oscuridad en que flotaban sus ideas se destacaba la hermosa y simpática figura de Elisa ; aun creia sentir en sus labios la impresión amorosa de los suyos , aquel beso que jamás habia de olvidar . A semejanza de eso3 volcanes aparentemente extinguidos que , en un momento dado , arrojan por su inflamado cráter un mar de incandescente lava , así también el corazón despierta de su letargo á impulsos de una pasión naciente . ¿ Habría comenzado para él una nueva vida ? Solo podemos asegurar que Juan sentía un placer y una tristeza á la par : el primero recreándose con el recuerdo de Elisa , la segunda pensando en aquel afortunado marido , cuya existencia derribaba por su base cuantas ilusiones se forjara nuestro joven . Interrumpió su pensamiento la llegada de el amigo que le habia citado y que apenas entró en el aposento se apresuró á estrechar amistosamente entre las suyas las manos de Juan . — Aquí me tienes , — exclamó éste , — dispuesto á admirar tu maravillosa invención y á declarar í Losada un nuevo Ful ton ó Edisson . — ¿ Tú estás decidido á verificar el viaje ? — ¿ Por los aires ? — Sí . — ¿ Hablas formalmente ? — Reitero lo que en mis cartas te he dicho . — Te confieso ingenuamente que no me seduce la idea de que mañana escriban mi nombre a el lado de el tuyo como mártires ambos de la ciencia . — No seremos mártires , sino héroes ; Napoleón en Egipto , no en Waterloó . — ¡ Si tanta fé tienes en tu invención ! — ¡ Oh ! Estoy seguro de haber despejado esa incógnita fatal , nuevo polo Norte cuyo descubrimiento tanto ha preocupado á los sabios de todas las épocas y de todos los países ; sí amigo mio ; la dirección de los globos es ya un hecho ... y á mí se deberá la gloria de este maravilloso adelanto . — A el escucharte no puedo menos de sentir en mi pecho la esperanza que nace y el excepticismo que muere ; además yo te conozco ; has sido mi compañero en el árido estudio de las matemáticas y sé cuan vasta es tu instrucción , cuan profundos tus conocimientos y cuan despejada tu inteligencia . — Acabarás por avergonzarme . ¿ Y tú ? Ingeniero mecánico á la temprana edad de veinte años , llevas ya tres en que has demostrado ... — ¡ Já , jáf — interrumpió Juan soltando una carcajada . — Si alguien nos ojera diria que lo éramos todo menos modestos . Pero volviendo á tu invención , permíteme que te haga una pregunta . — Estoy á tus órdenes . — Para la construcción de un areóstato en cuya barquilla puedan ir hasta seis personas , se necesita invertir una gran cantidad de billetes de banco , en cuya posesión no te creía . ¿ Han sido subvencionados acaso los gastos de tan enorme globo ? — Hé ahí precisamente uno de mis descubrimientos más notables . — ¿ Has dado con alguna mina ? — Sí , solo que esta mina ha sido la casualidad , que más adelante te explicaré ; bástete por ahora saber dos eosas : la primera que poseo un gas infinitamente más ligero que el hidrógeno , y la segunda que he inventado una tela de superiores condiciones que la gutapercha y mucho menos pesada , que tiene la propiedad de no dejar escapar por sus poros ni un átomo de el precioso gas que ha de llevar el globo ; cuyo globo será de tan pequenas dimensiones que te parecerá increible que pueda soportar el gran peso que haré viajar por el espacio . — Me llenas de admiración . — ¡ Oh ! Te aseguro que he hecho adelantar á la ciencia un gran paso , — dijo Losada restregándose las manos con verdadera alegría . — Desde luego , yo coloco sobre tu frente la corona inmortal de los genios . — No volvamos á las andadas , caballerito . — Te hablo de corazón ; pero á todo esto aun no he preguntado por tu familia . — Buena , está buena , — contestó el inventor , que iba á hacer una pregunta análoga , pero que se contuvo a el observar que Juan bajaba tristemente la cabeza . — La mia , — dijo éste pasado un momento , — continua para mí tan desconocida como siempre . Losada sabia que su amigo , educado en un colegio , desde la edad de tres años , habia ingre sado en la escuela de ingenieros a el cumplir los catorce , sin saber otra cosa que su nombre y apellido y que alguien pagaba su carrera sin darse á conocer ; á los veinte años habia sido nombrado director de una fábrica fundada recientemente en el Escorial , continuando siempre en la misma ignorancia respecto á su familia . Mientras Losada pasaba revista á la pasada historia de Juan recordaba éste por segunda vez sus aventuras de aquel dia , pero una nueva idea vino á fijarse en su imaginación . ¿ Quién seria el marido de Elisa , que tanto se parecia á él ? Era preciso averiguarlo á toda costa . — ¿ Por qué no te casas ? — preguntó de pronto Losada . — Antes necesito hacer yo un descubrimiento , — contestó Juan sonriendo de un modo particular , y luego preguntó á su vez : — ¿ Conoces á alguno que se llame Juan_Fernandez ? — Muchos . — ¿ De veras ? — Sí , porque tu nombre y apellido no es difícil hallarlos unidos . — ¿ Me puedes hablar de ellos ? — Te citaré un capitán de húsares , un comerciante , dos médicos , cuatro abogados y veinte propietarios . — Pero bien . ¿ Has observado si alguno se parece á mí ? — No . ¿ Por qué me haces esa pregunta ? — Por nada , — contestó Juan reflexionando , y luego se dijo : — ¡ Báh_! Es una locura pensar en eso , y sin embargo ... es particular . ¿ Si tendré yo algun hermano ? — Favor por favor , — exclamó de repente dingiéndose á su amigo , — Yo ensayaré á tu lado las condiciones de el globo ... — Desde luego . — Y tú me ayudaí buscar ... ¿ Por qué he de ocultártelo por más tiempo ? á mi familia ... Sí , mi querido amigo , mi hermano ; no puedo ser feliz ignorando quienes son los que me han dado el ser . ¡ Si vieras cuánto envidio á los que , como tú , pueden decir : hé aquí mis padres , mis hermanos ! ... Hace ya tiempo que acaricio tan dulce idea y hoy se ha despertado en mí con nuevo ímpetu . Losada estrechó cariñosamente las manos de su amigo diciendo : — Haces bien en contar conmigo , pero ¿ qué probabilidades tienes para llevar á feliz término tu proyecto ? — Voy á contarte la extraña aventura que hoy me ha sucedido y por ella verás que no es aventurado suponer que pueda darnos alguna luz que disipe las tinieblas de mi pasado . Contó Juan á su compañero de estudios los acontecimientos que ya conoce el lector , y a el terminar dijo Losada : — Ahora conozco tu intención ; quieres averiguar si el esposo de Elisa es ... — ¡ Mi hermano ! — ¿ Y de qué manera ? — Buscando_á_Elisa por todas partes . — Pero si ella á su vez busca á su marido . — ¡ Oh ! Pero me hablará de su familia , no tengas duda ; por ahí debemos empezar si han de dar fruto nuestras pesquisas . — ¿ Y la otra familia ? — replicó Losada . — ¿ Qué familia ? — La de el señor Lelé ... — ¡ Es verdad ! — ¿ Cómo te explicas esa otra equivocación ? — No lo sé . — ¿ Cómo es posible que ese otro tú , pues os parecéis tanto que también os confunde Adelfa , tenga tu mismo nombre y apellido ? — Amigo mio , si continuamos pretendiendo resolver el problema por medio de palabras , vamos á volvernos locos . — ¿ Por qué no vuelves á casa de el señor Lelé . — Jamás ; no es posible convencerles de que no soy yo el que se figuran , esa gente es sistemática y sí haces memoria de mi relato no podrás menos de darme la razón . — En efecto , pero en último resultado ... — ¡ Oh ! ahora no soy solo , con tu ayuda mis esperanzas son fundadas ; empezarépor pedir un mes de licencia y podremos dedicarnos unidos á tu invención y á mi descubrimiento . — Pues bien , por el pronto viviremos juntos , mañana mismo vendrás á mi casa , donde te hará preparar una habitación a el lado de la mia . ¿ Qué te parece mi idea ? — ¡ Qué bueno eres ! — Mientras otra cosa no disponga el destino , mi familia será i a tuya . Juan abrazó á su buen amigo y aquella noche comieron juntos , hablando cada cual de su proyecto . A el dia siguiente trasladó Juan el equipaje á casa de su amigo , instalándose definitivamente á su lado ; pudo entonces comprender el mecanismo de que se valia el inventor para imprimir una dirección determinada a el globo y visitó el taller , situado en una casa aislada de Chamberí , desde la cual habia de verificarse la primera ascención después de algunos dias . No por esto abandonaban sus pesquisas encaminadas á encontrar á la hermosa viajera y su hermano , pero el tiempo se pasaba sin que Juan hubiera dado con el rastro de aquellos . Una mañana salió solo nuestro joven y no tardó en volver más animado que otras veces ; la esperanza brillaba en sus ojos . — ¿ Qué hay de nuevo ? — preguntó Losada . — Creo que estoy en camino de encontrarla . — Explícate . — Lee este anuncio , — contestó Juan sacando un número de La Correspondencia y señalando con el dedo un lugar en la cuarta plana . Losada leyó : — nSi el señor D._J._F. que ha hecho un viaje desde Aranjuez á Madrid hace ocho dias , se sirve presentarse en la calle_de_el_Fúcar , número 74 , se le enterará de un asunto que le interesa . Puede preguntar por D._J._Artes , n — ¿ Y bien ? — interrogó Losada . — Que corro á presentarme á D._J._Artes , que es el hermano de Elisa , creo que es á mí á quien citan ... — De eso no hay duda alguna ; J._F. procedente de Aranjuez , llegado hace ocho dias . — Amigo mio , ponte el sombrero y vamos pronto . — ¿ He de acompañarte yo ? — Sí , estoy seguro de que aun me creerá su esposo y tú podrás identificar mi persona . ¡ Oh ! Por esta vez voy á saber algo ... ¡ Cómo me late el corazón ! Media hora después llegaban ambos amigos á la calle de el Fúcar y entraban en la casa número 74 . — ¿ Don_Jaime_Artes ? — preguntó Juan á la criada . — Pasen ustedes . ¿ A quien debo de anunciar ? — A D._J._F. La doméstica miro soípíenáida a el caballero que se llamaba por iniciales y se retiró . No pasaren dos minutos sin que se abriese nna puerta y apareciese en su umbral la simpática figura de Elisa , que a el ver á Juan corrió hacia él con los brazos abiertos . — Señora , — exclamó éste levantándosey extendiendo las manos , — ruego á usted que me escuche , con tranquilidad ; esa misma equivocación que usted padece ha sido causa de que yo la haya buscado por Madrid desde mi llegada , y que me haya apresurado á venir apenas he leido el anuncio de La Correspondencia . Elisa se dejó caer abatida en un sofá y meneaba la cabeza como no dando crédito á las palabras de Juan . — Tengo el honor , — prosiguió éste , — depresentar á usted á mi compañero de estudios Miguel_Losada , que me conoce desde hace mucho tiempo y sabe que soy incapaz de una felonía . La joven tendió la mano a el inventor , el cual la estrechó respetuosamente . Hubo un instante de embarazoso silencio ; Juan contemplaba á Elisa , ésta le dirigía algunas tímidas miradas y Losada se preguntaba en qué vendría á parar aquello . — ¿ Y Jaime ? — preguntó Juan por fin . — ¿ Que ha de hacer mi hermano , — contestó Elisa , — sino buscarle ... á usted ? — ¿ Qué otra cosa hemos hecho desde que salimos de Zamora ? — Zamora ... ¿ Usted es de Zamora ? — ¡ Qué pregunta Dios_mio_! No nos hemos casado allí ? — Señora , salga Usted de una vez de ese error que la ciega , yo he venido para tratar con usted de un asunto grave que á ambos nos interesa ; fije usted sus ojos en mi fisonomía y reconozca usted que en algo me debo de diferenciar de su esposo ... ¿ Quiere usted contestar ingenuamente á mis preguntas ? — Estoy dispuesta á ello . — Empecemos por el nombre , ¿ Está usted segura de que su esposo se llama Juan_Fernandez ? Elisa pasó sus manos por la frente y contestó luego : — Mehace ... usted recordar una circunstancia ... — ¿ Cuál ? — preguntó anhelante el joven . — Sí ... en efecto ... mi marido se llama Jorge_Juan , pero siempre le hemos llamado por su segundo nombre . — Ya tenemos un dato . Elisa se atrevió á mirar francamente á ¡ su interlocutor . — ¿ Tendría usted inconveniente , — prosiguió éste con temblorosa voz , — en hablarme de la familia de Jorge_Juan ? — ¡ Áh ! no la conozco , — ¿ Es posible ? — Sé que es huérfano . — ¿ Pero no conoce usted á alguno de sus parientes ? — A ninguno ... Pero ¿ será verdad que usted no es mi marido ? — ¡ Tanto me parezco á él ! Pues bien , señora ... ó mejor dieho hermana , sí , permítame usted que la dé tan cariñoso nombre ; yo también ignoro quién es mi familia , por conocerla , por gozar de su cariñosa intimidad daria la mitad de mi vida . Juan se calló embargado por la emoción y Elisa también muy conmovida empezaba á comprender algo . — ¿ No puedo creer , — continuó Juan , — que estoy en camino de encontrar á mi hermano en su esposo de usted ? — ¡ Ah ! ¡ Si ... ! Usted me habla con el lenguage de la verdad ; — dijo Elisaconexaltación estrechando las manos de Juan , — nos uniremos para encontrar esa persona tan querida para los dos ; quiera el cielo darnos la dicha a el encontrarle ... — ¿ Y por qué no ? — ¡ Es tan frivolo su carácter ! Pero usted su hermano quizás podrá conseguir lo que yo no he podido , porque Juan es bueno en el fondo ... sí , quiero creerlo ; algunos deslices de la juventud no son argumento suficiente para gnzgar á un hombre . — Te felicito , — dijo Losada interviniendo por primera vez , — por haber encontrado las huellas de un hermano , pero ... ¿ Y la demás familia ? — Es cierto , — exclamaron á un tiempo ambos jóvenes . — No me queda otro recurso que ... — ¿ El señor Lelé ? — preguntó Losada . — Sí , vamos á su casa . En aquel momento entró Jaime , y su hermana se apresuró á enterarle de lo ocurrido . — ¿ Y cómo se explican ustedes , — preguntó el recien llegado , — la manía de aquel caballero que viajó con nosotros y que se empeñaba en reconocer á Juan , como prometido esposo de cierta señorita ? — ¡ Oh ! eso no me extraña , — dijo Elisa bajando los ojos . — ¿ Orees acaso que era tu mismo marido ? — Sí . — ¿ Y su procedencia de América ? Los que sostenían esta conversación se miraron unos á otros sin comprender aquel enigma que cada vez los confundía más . — Amigos mios , — dijo por último Juan , — Quien ha de sacarnos de dudas es precisamenteel señor Lelo . — Es verdad , — contestaron Jaime y Losada . — Por lo tanto vamos á su casa . — ¿ Ahora mismo ? — Sí . — Yo voy también , — dijo Elisa preparándose á salir . Dirigiéronse todos hacia la calle_de_Santa_Catalina , pero a el llegar cerca de el número 40 se paró Joan desalentado ; acababa de ver papeles en las rejas de el piso en que vivia Adelfa . — ¿ Qué sucede ? — preguntó Jaime . — Que la casa de el señor Lelé está desalquilada . ¡ Otra esperanza perdida ! — Preguntemos a el portero , -- añadió Jaime . Juan se acercó á la portería , y dijo : — ¿ A qué calle se ha mudado el señor Lelé ? — ¿ El que vivia en el piso bajo ? — Sí . — Se ha ausentado de Madrid . — ¿ Y dónde ha fijado su residencia ? — No sé si ha dicho cerca de Estrago ... o Buentrago ... en fin , no sé . — ¡ Buenas explicaciones me está usted dando ! — Espere usted , creo que en este cajón he metido un papelito cen el nombre de el pueblo ! ... pero cá ! ¡ se ha perdido el papel ! mire usted es una cosa así como de trago . Juan se mordía el bigote de impaciencia . — En resumen , ¿ no sabe usted el nombre de ese pueblo ? — No señor .