Gabriel Miró El abuelo del rey Ornato y dirección artística por A . Saló Editorial Ibérica . - J . Pugés ( S . en C . ) Paseo de Gracia , 62 - Barcelona Año de MCMXV Al doctor Augusto Pi Suñer Está Serosca en medio de una vega de mucha abundancia . Tiene hondas tierras oliveras de santísimo reposo . Hay josas umbrías y almendrales que , cuando florecen , visten todo el campo de blancura de una pureza y voluptuosidad de desposada . El herreñal tierno , mullido , donde duerme el viento y se tiende el sol ya cansado y se oye siempre un idílico y dulce sonar de esquilas , y los chopos finos , palpitantes , de un susurro de vuelo , dejan en el paisaje una emoción de inocencia , de frescura , de alegría tranquila . Pero los montes que pasan a la redonda parece que aprieten y apaguen la ciudad . En los días muy abiertos y limpios , desde las cumbres y las majadas de la solana , se descubre el azul inmenso del Mediterráneo . Los rebaños trashumantes , cuando llegan a los altos puertos , se quedan deslumbrados del libre horizonte . Los pastores miran la aparición de un barco de vela , un bello fantasma hecho de claridad . El barco se pierde , se deshace como una ola ; o , pasa la tarde , y sigue parado lleno de resplandores ; un vapor negro y codicioso se desliza por debajo y lo deja obscurecido de humo . Se queda solo el blanco fantasma , hundiéndose dentro del azul que parece todo mar o todo cielo . Llegada la noche , los astros bajan en el confín , al amor de las aguas . El barco debe de estar recamado de estrellas , como una joya de la Virgen de Serosca . Tiene esta comarca un lado o término abierto : el desportillo de un collado humilde ; por aquí asoma el genuino paisaje de Levante , del Levante escueto y ardiente , desgarrado por ramblas pedregosas donde crece abrasándose la adelfa . Junto a las morenas masías se tuercen y descoyuntan las chumberas ; sube una palma y abre en el cielo su copa de color de bronce ; los sembrados se crispan de sed bajo un vaho de horno ; la viña madura se va cuajando de miel ; así como la miel , de espeso y de dulce , es el zumo de sus racimos ; los olivos y algarrobos recruzan y trenzan sus raíces centenarias por el haz de los bancales ; un aire manso y cálido levanta tolvaneras de los barbechos y de las sendas , que se pierden entre la encendida calina . ¿ Qué hace aquí Serosca ? Serosca es frío , obscuro y silencioso ; parece una ciudad vestida de hábito franciscano ; tiene viejos casones de blasón en el dintel y huertos cerrados . Es como un rancio lugar de la ribera del Adaja . Por la más leve mudanza del tiempo , baja de los montes sus pañosas de nubes , y saca del hondo sus velos de nieblas y se arrebuja cegando a los vencejos de las gárgolas y veletas de las dos parroquias . Y llega hasta nevar . Son las suyas casi las únicas nevadas de la provincia ; unas nevadas virginales , purísimas y frágiles ; el menos imaginativo cree que se están deshojando y cayendo las flores de los almendros comarcanos . Le quedan a Serosca trozos de adarves , un castillo de tres cubos hendidos que parece un candelabro de oro ; y en la falda labrada del otero del hontanar , la reja desentierra , todos los años , retajillos de cerámica , y algunas veces se quiebra contra un capitel , contra una losa de tumba o de terma . Los arqueólogos han visto todo un pueblo floreciente , progenitor de Serosca , dentro de las entrañas del otero , por cuya suave ondulación van ahora subiendo , recogidos y tristes , los cipreses del Calvario . Pero el catedrático don César sostiene que la primitiva Serosca debió de hallarse más a la izquierda . Parose don Arcadio delante de un vallado ; tocó con mucha prudencia una pita valiente , erizada de púas ; y mirando la lisera , gruesa , alta , que reventaba de suco , dijo : - ¡ Qué poderío de planta , María Santísima ! ¡ Y se trata de una pitera toda pinchosa y colgada de telas de araña ! ¿ Me quieren decir ustedes para qué necesita tanta fuerza ? Hablaba el buen caballero con su nieto y con don Lorenzo , antigua amistad de la casa ; pero en sus preciosos hallazgos de observación y en todo advertimiento gustaba de tratar de usted a los más allegados . Su amigo le repuso : - Todo lo creado tiene su gracia y razón de vida . La pitera guarda bien la heredad , aparte de que me parece de un dibujo enérgico y hermoso sobre el cielo . - Bueno . ¿ Y por qué esa lozanía no ha de tenerla también esta pobre higuera ? Hagan el favor de palpar el tronco , blando , devorado por la carcoma , como un mueble viejo ; es de estopa ; podríamos quebrarlo con los dedos . ¡ Bien dicen que Nuestro Señor maldijo ya este árbol ! ... Volviose don Lorenzo , y murmuró : - Lo dirán precisamente por esa higuera seca ; en cambio , repare usted en esta otra . Era un árbol ancho , tupido y fresco . Los pámpanos , velludos , ásperos , carnosos , dejaban un denso olor de jugo , de leche vegetal ; llevaba el fruto arracimado . Verdaderamente había merecido la bendición divina . Subieron por la senda del otero del hontanar . Desde lo alto contemplaron la ciudad enrojecida de sol de ocaso . Dos ventanas resplandecían como dos ascuas avivadas por un soplo ; eran dos ascuas que miraban . De pronto , se apagaron ; y todo Serosca quedó ciego . Entonces , don Lorenzo , dijo : - ¡ Qué hará aquí nuestro pueblo ! Don Arcadio tendió su bastón hacia el noble lugar , y con pesadumbre , un puntillo tribunicia , exclamó : - ¡ Qué hace aquí Serosca , se pregunta usted ! Pues yo le respondo que lo único que ha hecho nuestra desdichada ciudad es malearse con la presencia de los extraños , esas gentes de la Marina , que han ido edificándose casas nuevas ; mírelas , todas aquéllas ... Y señalaba las fachadas modernas , pintadas o enlucidas cruda y vistosamente de verde , de añil , de rojo , que se insolentaban entre la piedra arcaica , sufrida y venerable . - ... edificándose casas nuevas , y destruyendo la raza vieja , tan pura ... ¡ Serosca , Serosca ! ¡ Otra pobre Jerusalén ! ¿ Se ríe ? - No , no ; no he llegado a reírme . Pero le juro que no me explico tanto aborrecimiento , porque a mí todas las gentes me parecen iguales de buenas y de malas . - ¡ María Santísima , don Lorenzo ! ¿ Es lo mismo un indio que un europeo ? - Casi lo mismo ; no creo que se diferencien mucho ; si acaso , en lo externo ; por ejemplo : en la piel ; mejor piel la de los indios ... Pero ¿ es que son indios los señores de la Marina ? - ¡ Mejor piel la de los indios ! ¿ Mejor ? Don Lorenzo es usted imposible de tan frío ; usted no siente nada ... Don Lorenzo sonrió con melancolía . - Usted no siente nada ; yo , en cambio , yo tengo , como este cerro , un pueblo dentro ; ¡ qué digo un pueblo : toda , toda una raza ! ¡ Yo he debido engendrar reyes ! ¡ Y ya vio usted mi hijo : lo perdí y lo perdió Serosca aun antes de su muerte ! El nieto se aburría , y pidiole el bastón a su abuelo . El bastón de don Arcadio era de caña de un color gilvo transparente , con seis nudos semejantes a seis negros anillos ; tenía el puño enorme , redondo , de hueso amarillento , pulido , tomado de una pátina dejada por las palmas de muchas manos , y debajo , dos agujeros , de los que antaño colgaría una oxidada cadenita . Cuando el nieto se cansaba de la plática de los viejos amigos , o de jugar solito en las salas , tomaba el rancio bastón y , acercándoselo a los ojos , miraba por lo horadado de la caña ; y el cielo , los montes , los árboles lejanos , los rosales de su huerto , la torre de Santa María , todo le presentaba nuevas hermosuras . Don Lorenzo lo notó , y dedujo : - A este chico le gusta lo distante . - ¿ Qué chico ? - preguntaba el abuelo . - Éste , Agustín , su nieto . - No ; de ninguna manera ; el chico se aburre nada más . Y la frente de don Arcadio se nublaba . Bajaron a un eriazo todo pedregoso de las ruinas de un antiguo casal y sus corrales . Entre los rotos muros y los techos caídos , tres muchachos apedreaban a otros rapaces que venían gritando por lo yermo . Don Arcadio , súbito y vehemente para todo movimiento de ánimo , se indignó , y les reconvino con voces terribles . Su amigo quiso apartarle de aquella intervención , advirtiéndole : - Déjelos , porque estas criaturas no tienen la culpa . La tiene don César , nuestro sabio catedrático de Historia , que los inflama , explicándoles con mucho regodeo guerras , desafíos , querellas , pendencias ... ¡ Óigame , aguarde ! ... Don César alcanzó del Municipio que se limpie y se custodie nuestro famoso castillo ; los chicos ya no pueden subir y apedrearse desde las torres ; y ahora se apedrean en las calles , donde pueden ... - ¡ Pues en ninguna parte consiento yo ... ! - ¡ Cállese y vámonos ! ¡ Quién sabe si además de don César serán culpables de las pedreas algunos de nuestros primeros padres , tan diestros en la honda ! - ¡ No tengo ahora la flema de usted para acordarme de aquellos señores , ni ... ! Interrumpió al enconado caballero un terrón de aljezar que se le deshizo en su flaca rodilla . Entonces , avanzó denodadamente , alzando sus brazos y sus gritos de amenazas . - ¡ Sois cafres , es decir , sois peores que los cafres ; los cafres cumplirían con su deber apedreándose ! ¡ No os da vergüenza ! Los chicos le miraban asustados y socarrones , y se miraban los guijarros que traían en el enfaldo del delantal . - ¡ Tiradlos en seguida al suelo ! ¡ Venga ! - ¡ Si es que nos acosan a piedras todas las tardes ! - Apártese , don Arcadio . ¡ Mire que pueden revolvérsenos todos y descalabrarnos ! El nieto quiso , también , acercarse a la contienda . Y don Lorenzo se desbrazaba por impedirlo . - ¿ Vuestros padres son de aquí ? - voceaba el abuelo a los rapaces . - Sí , señor , que son - contestole el más grande - ; nosotros somos los Corrioneros . - ¿ Y los de aquel bando ? - Allí están los Gavina . Mohínos y hartos los Gavina de tan cansada tregua , y audaces por la protección de la distancia y de los muros , rompieron el coloquio con una granizada de mendrugos de argamasa . Vacilaron los corrioneros . Uno resbaló y rodó en la tostada grama del erial . Entonces , don Arcadio cogió una piedra , caliente aún del sol , y preparándose con una carrera de brincos menudos , disparó contra los de la escombra . ¡ Verdaderamente debía de arderle una raza entera , impetuosa y heroica en sus entrañas ! Ciego , delirante , arrancaba y arrojaba terrones y guijarros , desceñido el cuello de pajarita , flotante la negra chalina , derribado el sombrero duro , castaño , de copa cuadrada , desbordándole los puños almidonados , sin lustre ... hasta que don Lorenzo se le abrazó y le dijo : - ¡ Y la austeridad de la antigua raza , don Arcadio ! ¿ Es que todos somos gavinas ? ¿ Se burlará usted ahora de nuestros primeros padres ? Y en tanto que se lo decía , le ayudaba a componerse las ropas y enjugarse la sudada cabeza . A punto de cerrar la noche entraban por los viejos arrabales de la ciudad . La madre del hondo río estaba cuajada de luces de las insignes tenerías y fábricas de fieltros . - ¡ Ya hemos llegado a nuestro urbano recinto ! - murmuró don Lorenzo . Y al pisar le subía el polvo de la calle , un polvo ardiente que hedía a estiércol . - Este hombre es seco - pensó don Arcadio - . Este hombre no quiere a Serosca ; es un descastado . Y le dio tanta lástima como la pobre higuera agotada de la maldición . Había un grupo de varones en quien todos veían reflejarse la antigüedad , la vieja Serosca . Se sentía por ellos la misma veneración arqueológica y la misma indiferencia que por el castellar de las tres torres , entre cuyas piedras mutiladas subía la ternura de una planta que llaman « trepadora de los fosos » . Es una mata briosa , de vástagos trenzados , de hojas recias , pero tiene su verdor el melancólico apagamiento de las ruinas donde vive . Don Arcadio , el catedrático don César y el señor Llanos , fabricante de sombreros , eran como los tres macizos seculares del castillo ; y don Lorenzo - un músico triunfal y aventurero en su juventud - , la verdura jugosa del presente que aún parecía lozanear sobre el antaño con una suave tristeza . Componían , además , los tres primeros y un serosquense del hábito de Santiago , que residía en Orihuela , la patricia y religiosa orden de los varales del Palio , pues sólo ellos y el juez y el corregidor podían llevar las doradas varas en los oficios del Jueves Santo . Del industrial se sabe que estaba calvo , gordo y rico , y que casose en edad provecta . Don César era alto , seco , rendido de hombros y miope . Esta cortedad de sus pupilas todavía le doblaba más el arco de su espalda para leer , para mirar su reloj , que consultaba con frecuencia , aunque no lo necesitase , y hasta para oír , gustar y tocar . Sin embargo , más que por miope y brumado , acaso se inclinase para ver la Humanidad que él siempre se fingía de una manera entomológica , una humanidad traspasada por los agujones de la filosofía y guardada en las viejas vitrinas de la Historia . Explicaba Historia de España , Historia Universal ; y los lunes , miércoles y viernes , daba las cátedras de Geografía y de Francés , entonces vacantes en el Instituto de Serosca , y aún parece que llegó , algunos días , a suplir ausencias del profesor de Agricultura . Pasmábase don Arcadio de tan copiosos estudios . Pero don Lorenzo solía tranquilizarle diciendo : - Un catedrático español es una máquina estupenda : se le echan doce o catorce mil reales , y ya puede usted pedirle cuanto se le antoje . En lo que a don César se refiere , creemos que la zona más alumbrada y firme de su sabiduría fue siempre la de la Historia . De la de España tenía escrito texto , con laudatoria censura del Ministerio de Instrucción pública . Y en la segunda edición de esta obra , humildemente titulada Apuntes para una Historia completa y razonada de España , después de un prefacio diciendo el éxito del primer tiraje , se copiaba el oficio del Gobierno francés otorgando a su autor las « Palmas Académicas » . Escribió , también , un rollizo volumen de monografías de antigüedades de Levante . Para nosotros , lo más necesario y curioso de sus peregrinas investigaciones se contiene en un libro que todavía guarda la inestimada castidad de la ineditez , y que se titula : Compendio de las hazañas de Serosca . No sólo el nombre , sino el método , y algunas atildaduras de estilo recuerdan el Compendio de las hazañas romanas , de Lucio Anneo Floro , leído , marginado y venerado en todo momento por el docto catedrático . Tal vez se le podía reprochar lo pobre , vano y seco del asunto ; pero injustamente , porque don César no tenía la culpa de que Roma fuese Roma y Serosca , Serosca . Como Floro , comienza don César por la hermosa comparanza de las edades de Serosca con las del hombre : infancia , adolescencia , virilidad , decrepitud . Sigue la Etimología y orígenes , capítulo I del libro I . « Para el estudio de la Arqueología , de la Lingüística , de la Anticuaria y otras ciencias polvorientas y apergaminadas , se necesita principalmente el impulso y llama de la Fe . ¡ Desgraciados de los nuevos Tomases que quieran hundir sus dedos en las llagas divinas de la sabiduría ! ... » . Después de un macizo de prosa exaltada , emprende don César la disección etimológica del nombre de la amada ciudad . « ... Serc , significa en hebreo reposo ; y osca , hace referencia a la naturaleza fosca de nuestra tierra . Serosca - reposo umbrío - debió de llamarse este lugar . Probablemente la c de la raíz serc , se aglutinó , desapareció por la tendencia perezosa a suavizar los vocablos ... » . Y después escribe : « ... Aunque lo rechazamos con indignado ánimo , no queremos ocultar el origen que a nuestro pueblo atribuye un erudito bárbaro , que para mengua de los indígenas ejerció cargo de autoridad en esta comarca siempre dócil , abnegada y leal . Dice así el malintencionado escritor : " Por antiguas fojas parroquiales y cédulas de alcabalas y almojarifazgo averigüé la existencia de un apellido y casa Serpcosca , que tuvo su primitivo solar en un hondo fragoso y cerril que se hace al noroeste del otero de las fuentes , llamado Soto de la coscoja . Era terreno espeso de indomables carrascas y criadero de sacres o sierpes pequeñas , muy ponzoñosas . Fundó aquel linaje un soldado enriquecido con el botín y rapacerías de sus jornadas . Descendiente suyo sería Alonso Muro el Serp . Este Serp fue ahorcado por facineroso , ladrón y abarraganado con una desventurada , a la que mató de sueño obligándola a pasar las noches delante de su yacija , desnuda , arrodillada y con los brazos en cruz ... " » . Aquí don César deja el texto forastero , y exclama : « El sonrojo de nuestra alma y el temblor de nuestra pluma nos impiden seguir copiando esas nefandas noticias . ¡ No , no conocemos ningún Serp ! Afanosamente buscamos en los archivos parroquiales , en el del Arzobispado de Valencia , en los antiguos documentos del Fisco , y no aparecen esas fojas y cédulas , que no dudamos en reputar de apócrifas . Afirmamos con resolución que una densa niebla cubre los orígenes de Serosca » . Cuando el sabio catedrático leyó este capítulo a sus amigos , recibió un aplauso de entusiasmo , de respeto y de gratitud . Acabados los plácemes , le dijo don Lorenzo : - Yo no creo que todos los cabeceros de razas y estirpes esclarecidas fueran santos varones . Rómulo parece que fue un Caín . Por eso me tiene sin cuidado que aquel bergante de la soldadesca sea nuestro abuelo , y aquel forajido de Alonso nuestro hermano mayor . El catedrático , el industrial y don Arcadio le pidieron que no dijese tan grandes blasfemias . - No son blasfemias . Yo digo que me tendría sin cuidado un parentesco que no hay ya por donde cogerlo ... Pero no somos parientes . Don César sintiose herido en sus fibras y entretelas de historiador , siquiera él también repudiase la infame ascendencia . Pero ¿ era lícito que un extraño a la sabiduría rechazase sin ningún escrúpulo los datos que él había recogido en su libro , aunque fuesen datos embusteros ? - No somos parientes - insistía don Lorenzo - , o al menos no existen pruebas . Si el soldado fue el primer poblador de nuestro solar , ¿ es posible que estuvieran ya esperándole las parroquias y el Fisco ? ¿ Quién vino antes : el párroco y el alcabalero o el primer hombre ? El historiador quedose meditando ; y sus amigos , que eran ya del parecer de don Lorenzo , le aconsejaron que quitase la cita del soldado y de Alonso Muro . Don César , después de repasarla , la defendió angustiadamente ; y como los demás porfiasen , tuvo un grito que revelaba la ingenuidad del varón sabio , diciendo : - Si suprimo lo del Serp no queda del origen de Serosca más que lo de la niebla . Y no lo suprimió . Acaba el capítulo I en la página quinta . Desde la cual , hasta la 615 , todo es un tesoro histórico y filosófico que para nada nos interesa . En cambio es imposible prescindir de las páginas 616 , 617 y 621 hasta la 640 , todas pertenecientes al capítulo X del libro IV . No trasladamos ya el texto de don César , sino que teniéndolo delante de nuestra mirada , escogeremos las noticias más preciosas . ... Un don Arcadio Fernández , abuelo del Arcadio que conocemos , trae de los Países Bajos y de Francia algunos maestros de talleres , que introducen en las tenerías de Serosca las perfecciones extranjeras . El nuevo sistema de goldrear las pieles disminuye el coste de producción . Meses después estalla la primera discordia entre el capital y el trabajo . Creen los serosquenses que con los adelantos , vino también la levadura de los peligros y calamidades . El día 3 de julio de 1804 amanecen pasados a cuchillo los copiosos rebaños de la casa Fernández-Pons , y la hermosa tenería incendiada y saqueada . Don Arcadio , vestido de clérigo , su esposa , recién parida , con traje de aldeana , y un viejo Pons , de arriero , huyen a Teruel . Un año más tarde regresan a la noble ciudad . La elocuencia de los teatinos , las pragmáticas de las autoridades y los males padecidos , han domeñado a los hombres . La casa Fernández-Pons va renaciendo de sus ahumados escombros . En los jaqueles de su blasón de piedra , tosco y roído , determina don Arcadio que se esculpa una torre entre llamas y un cordero degollado , cándido y dulce como el del sacrificio de Abraham por Isaac . Es la domus aurea maestra , defensora y mártir de la industria de Serosca . Sucede un largo periodo de quietud . Y en tanto que este lugar justifica la razón etimológica de su nombre , los jubilosos pueblos de la ribera del Mediterráneo gimen bajo el horror de la fiebre amarilla , y se defienden convulsos , demacrados , de la invasión napoleónica . La epidemia y la amenaza de los navíos franceses van dejando solitaria la costa . Gentes enriquecidas en los puertos , buscan la tierra interior ; rompen el silencio , el reposo , el arcaísmo de Serosca . Con los dineros de su tráfico audaz y de sus logros mercan casas , heredades , ganados . Pronto olvidan los trances penosos . Son gentes ligeras y bulliciosas ; hablan y se ríen con estruendo ; van muy enjoyadas ; visten ropas claras , de galanía que no se avienen con las recias y pardales de los indígenas , que parece que el frío aconseje traerlas de esas obscuras colores . Viven casi todo el día en sus portales , en las esquinas , en las plazuelas , haciendo corros divertidos y jaraneros . Observa don César que , antes , en llegando el verano , el suelo pedregoso de las calles , aun de las más pasajeras , estaba todo negro y avivado de hormigas que celebraban libremente sus ferias y acarreos desde los ejidos . La bulla y el tránsito de los hombres costaneros , quitan la gustosa soledad , y las hormigas faenan y viven en las casas . Añade el sabio catedrático que esas familias invasoras procedían de una mezcla de vestigios de razas ibérica , fenicia , de viejos latinos y berberiscos ; en tanto que la raza serosquense , acaso por las naturales defensas de la orografía del lugar , se mantuvo limpiamente ibera , y si de algo se entreveró fue de una delgadísima mixtura judaica , pero purificada por las aguas del bautismo . Y , sin embargo , los montes no son bastantes para contener la invasión mediterránea . Es verdad que los nuevos caminos suben a los puertos , bordean las laderas , se deslizan por las hoces profundas . Cuarenta años más tarde , los lugareños parecen alborozados , maldicientes , con exaltaciones y tibiezas incomprensibles . Es la fusión de la serranía y la ribera . Pero don César presagiaba que nunca se perdería la línea divisoria de entrambas razas ; y esa línea sería fuerte como un muro secular y proceroso , lleno de gloria . « ¿ Será éste el capítulo postrero de nuestra crónica ? » . Así acaba el libro . Don Arcadio abrazó al sabio catedrático en nombre de su antepasado y de toda la estirpe . Don Lorenzo mostrose frío y escaso de elogios . No estaba mal la obra ; pero le parecía demasiado vehemente ; había en ella mucho fuego y poca luz . Don César , muy pálido , le sonrió indulgentemente . - Usted ha viajado , sabe de música , de esas cosas de belleza ; permítame que yo sepa de Historia . Creo que me concederá ... - ¡ Sí , sí , concedido ! Pero yo no he tropezado en la piedra más menuda de esa muralla . - ¡ Pues , nosotros sí ! - exclamó tosiendo y con aguda vocecita el fabricante de sombreros - . ¡ Nosotros la tocamos y la veneramos ! Seremos los mantenedores de la pureza de la raza . - ¡ Y yo , al frente de todos ! - gritó don Arcadio . El catedrático le miró con asombro y enojo . ¿ Habría criado cuervos con aquella generosa cita de la casa Fernández-Pons ? Ese don Arcadio era de una petulancia insoportable . Pero ocultó su herida , y dijo : - Nuestro grupo ha de ser como el vivero del que saldrán los legítimos árboles de la vetusta heredad de Serosca . - Algo viejecitos resultan ustedes para ese reflorecimiento - apuntó el artista . - ¡ No importa ! - repuso don César - . Tengo cerca de sesenta y dos años y casi trae faldillas la menor de mis hijas . Don Arcadio confía en su nieto ... - Y usted , señor Llanos , no se apene - interrumpió don Lorenzo riéndose - . Las Santas Escrituras nos cuentan muchos casos de senectud fecunda ... Y salieron todos a pasearse por las huertas . Don Arcadio y doña Rosa se desposaron muy jóvenes , con lucida ceremonia en la parroquia mayor de Santa María . Desbordaba la muchedumbre por los viejos canceles ; y en la plaza quedó mucha gente artesana y labradora aguardando la salida de la pareja nupcial . Aunque los novios pertenecían a las familias más rancias y hacendadas de Serosca , eran bien conocidos y queridos de mozos humildes , porque , de chicos , fueron a la misma escuela y costura . Por eso , al lado del parabién pulido y del rico presente de joyas o prendas finísimas , oyeron palabras y estrecharon manos que trascendían a legón húmedo y artesa , y recibieron el rudo agasajo de alguna orza , de aceitunas aliñadas o una fuente de brescas que destilaban su dulce oro . Estaba la novia hermosa con las galas de desposada y con las ropas sencillas de señorita lugareña ; y de todas maneras parecía triste , de una tristeza blanda y amable . Decían los amigos de los padres que ese mal de mohína se curaría luego del casamiento ; y , oyéndolo se engallaba el novio , que aunque menudo y quebrada color , fue siempre don Arcadio enhiesto y de gentil soltura . Más serena y firme de lo que todos se prometían estuvo doña Rosa al empezar la boda . Bajaba del órgano una música rizada , acaracolada , hecha de villancicos y retazos de ópera y estudios de Eslava . Venían del altar unas ondas de intensos olores de ramos frescos y de cera ardiente . Y cuando llegó el instante en que el viejo párroco enlazó las manos de los novios y les puso los anillos , sucedió una maravilla en el órgano , porque , de súbito , la melodía balbuciente y ligera , compuesta de remiendos y memorias de un buen hombre , trocose en una armonía apasionada y dolorosa . Todos se volvieron , mirando hacia lo alto , y se dijeron : « ¡ Ése que ahora toca es el demonio de don Lorenzo ! » . Los sutiles nervios de la esposa tan fuertemente vibraron , que todo su delicado cuerpo comenzó a derribarse desde el reclinatorio a la alfombra . El cirio de velada cayose encendido ; la llamita prendió en sus largos tules y en el cojín de grana de la madrina . Acudieron los del cortejo para tomarla y socorrerla . El novio , emocionado por el dulce trance , no advirtió el desvanecimiento de la amada , sino después de rodarle su blando y aromoso peso por su hombro y su costado . Enmudeció el órgano como si se hubiera despedazado repentinamente . Y un joven alto , desmelenado , brioso , surgió entre las rojas empaliadas del presbiterio , y tomando las sagradas ampolletas de la misa , bañó con el agua el blanco rostro de la novia . En la iglesia difundiose un murmullo que decía : - ¡ Es don Lorenzo , don Lorenzo , el músico ! Aquella mañana desaparecía don Lorenzo de Serosca . Se auguraron males de matrimonio que empezaba con esos sobresaltos ; pero la vida del nuevo hogar fue clara y sosegada , y a los dos años recibió la gracia santísima de un hijo a quien pusieron de nombre Agustín . Hubo en la casa alegrías y fiestas ; y , sin embargo , la señora parecía tan mustia beldad de casada como lo fuera en su doncellez . Don Arcadio creíase dichoso ; decía que su mujer era callada y triste , como él era enjuto y descolorido . Pasó tiempo ; creció el hijo ; y todo sucedió lo mismo que al comienzo de las bodas . La madre , recogida en su sala de labor ; el padre , seco , agarbanzado , siempre leyendo libros de botánica y maldiciendo de las gentes de la Marina en los paseos con sus amigos , el industrial y don César , que entonces iba a la búsqueda de noticias y documentos para su preciosa Crónica . Alguna vez conversaban del amigo músico ; recibían periódicos lejanos con nuevas de sus triunfos . El historiador meneaba su pensativa cabeza ; su mirada , su gesto , todo su talante tenían la gravedad del aula , la duda melancólica del sabio : ¡ Los aplausos , la consagración ! La crítica y el público le parecían antojadizos como mujeres malcriadas . Todo pasaba . Había que preocuparse de las obras perennes . ¡ La Historia era eterna ! Y miraba al fabricante de sombreros . El fabricante asentía , murmurando : - ¡ Don Lorenzo ; ese don Lorenzo ! Y la tarde de un domingo de Carnaval , estando en las afueras por apartarse de los escándalos y licencias del « antruejo de la villanía » , según llamaba el catedrático a las pobres desenvolturas de mascarones y rapaces , olvidando austeramente que en su mocedad aprendiera a tañer el cornetín , requinto , sólo por holgarse en los bailes de Carnestolendas ; en aquella tarde , oyeron a su espalda una voz que decía : - ¿ Me conocen ustedes ? Y , volviéndose , hallaron a don Lorenzo , pero un don Lorenzo tan delicado y pálido que parecía hecho de marfil , y su cabeza , de plata , de tan canosa . ¿ De qué lugares salía el aparecido ? ¿ Cuándo llegó ? ¿ Por qué venía al apartamiento de Serosca el aclamado y deseado en las grandes ciudades , llenas de tentación y de encantos que hacen la vida placentera ? A todo fue contestando sobriamente el artista . Salía de su casa , después de reposar la siesta , lo mismo que si estuviera en tarde estival ; y aunque no le creyeran , les decía que el júbilo que al verle mostró sentir la familia que le cuidaba , y las tercas cabezadas en las rodillas y el vaho caliente en las manos , que le diera su mastín viejo y ciego , le emocionaron más que todos los aplausos de este mundo . Y don César insistía preguntándole cuándo llegara y por qué viniera . Don Lorenzo ofreció a la Historia una sutil sonrisa . Llegó en el carro cosario que aguardaba en Murta el tren de Valencia . Venía ... ¿ para qué vendría , Señor ? Todos le miraban . Quince años faltaba de su casa ; no tenía mujer ni hijos ni otro amor que le alumbrase la vida ; si era verdad que gustó la gloria , pareciole muy solitaria y pálida , con una luz fría de luna . Su mal era de cansancio de todos los nervios y de otros íntimos dolores que nunca confesó y nunca bailaron alivio ni recompensa . Ahora sonreían menudamente el historiador y el señor Llanos . Siempre le creyeron un veleidoso y desconfiaron de aquellos súbitos triunfos . Sólo don Arcadio tuvo fe en don Lorenzo , aunque nunca le comprendiese ni se cuidase de averiguar sus méritos . Llevole a su casa y le enseñó el retrato del hijo , que ya seguía estudios en Madrid . Largo tiempo quedó contemplándolo el músico . - ¡ Qué hijo tan hermoso ! - balbució enternecido ; y después aspiró devotamente el perfume de la orla de terciopelo labrada por la madre . Pasaron a la sala de la señora . La voz del viajero había llegado al plácido retiro ; y doña Rosa sintiose dulcemente desventurada y desasida de la vida del suelo como la mañana de sus desposorios , cuando en la parroquia cayó la lluvia de armonías del órgano . Calmados los latidos de sus corazones , la señora volvió medrosamente sus ojos a la quieta mirada del músico . Esforzose ; se creyó serena , y ahogándose , le dijo : - ¡ Todo lo deja , todo lo abandona para encerrarse aquí ! ¿ No es una locura , don Lorenzo ? Palideció el artista . Y su amigo , dando una sonora palmada sobre un arcaico bufetillo , que tenía los escaques de ajedrez de un precioso embutido de nácar , gritó : - ¡ Es Serosca que atrae a sus hijos , la vieja raza serosquense que le llama ! ¡ Sí , sí , aunque usted no lo crea ! Nada le replicó don Lorenzo ; miraba , a través de la vidriera , la callada tarde campesina . Pero , de súbito , Volviose : - ¡ Yo creo que sí que soy de Serosca ! ¿ verdad ? Don Arcadio se levantó espantado . - ¿ Aún lo duda , aún lo duda usted ? ¡ Por María Santísima ! Todas las noches iba don Lorenzo a la noble casa de don Arcadio . Allí descogía del dorado huso de sus memorias de artista , las amenas jornadas , las espirituales andanzas . Y bajo la sutileza de una ironía , en el silencio de una pausa , aleteaba dentro del pecho de la señora la inquieta paloma de la emoción . Y doña Rosa , inclinando los turbados ojos , tomaba de nuevo la costura . El esposo leía una vieja revista agronómica . El músico emprendía un lento paseo sobre las flores ajadas de la alfombra . Parábase , de pronto , delante del piano , y alzaba la mirada al perfil en cobre de Mozart , que le regalaron en Viena y que él ofreció a la dama . A poco , ella volvía a dejar en el cestillo la malla o el lenzuelo , y don Arcadio se anotaba alguna curiosa fórmula insecticida . Era que el artista estaba tocando . En verano , venía Agustín , y recogido en su aposento del piso alto , devoraba libros de ingeniería . En presencia de las doncellas más principales y hermosas del pueblo , parecía distraído o porfiaba exaltadamente con don Lorenzo de las óperas oídas en el Real , juzgándolas sólo como alumno de ingeniero . Las señoritas hijodalgas se aburrían y fueron casándose con hijos de caballeros de limpia casta serosquense y de otros , entreverados de familias de la Marina . Don Arcadio solía entrar enfurecido al cuarto de Agustín para aconsejarle y reprenderle ; pero el hijo le recibía entre libros y rollos de planos , y el padre no osaba acercarse a las murallas de la ciencia , y se marchaba engulléndose su santo enojo . Acabó Agustín los estudios ; quedose en Madrid un año ; después una empresa poderosa llevoselo a Barcelona ; pronto tuvieron los padres noticia de haber roto con aquella casa y de estar enamorado de una tiple cubana . Le escribió don Arcadio con tronador estilo , recordándole que se debía a la raza ; el hijo insistió en pedirle su bendición , porque no podía dejar de casarse con su novia , que por él había renunciado a sus ideales de artista apenas llegada a lo dulce y hermoso de la vida . Don Lorenzo encareció el sacrificio de esta mujer ; el padre renegó de hijo tan descastado . Doña Rosa lloraba . Y , al cabo , Agustín se casó . Y una noche el artista , al entrar en la sala , halló a la señora con los ojos enrojecidos por el llanto , y al marido con las manos crispadas sobre los riñones , tropezando en los muebles , derribando los taburetes o escañuelos de las butacas por la violencia de su paso . - ¡ Ay , don Lorenzo , qué disgusto tan grande tiene este hombre , y yo qué pena ! - gimió doña Rosa desmayadamente . Don Lorenzo sonrió , y dijo con dulzura : - En eso de sentirse enojado debe de haber algo de complacencia ; será como una picadura que nuestra misma mano irrita con el placer de calmarse el prurito . Yo , claro , lo desconozco porque nunca tuve el gusto de enojarme ; yo podré haberme sentido morir de angustia , pero no me recuerdo incomodado o disgustado . En cambio , su esposo ha merecido ese privilegio . La pena de usted , ya es distinto . - Le advierto que no entiendo nada de lo que usted va hablando - le respondió su amigo , sin mirarle . - No importa , don Arcadio . Yo digo que la mitad de los que se exaltan por un agravio , dejarían de enojarse si les quitásemos ese deleite furioso de decir lo que dicen , que torna a encenderles , y así van dándose la vuelta como una pescadilla frita mordiéndose la cola . - ¡ Reventaríamos , don Lorenzo , si no hablásemos ! - Eso usted lo imagina ; pruebe a no comentar en alta voz su despecho , a no dañar con amenazas y maldiciones a los que le rodean , y acaso se harte de estar enfadado . Parece que el malhumor o mal genio obligue al grito del pensamiento para que todos se enteren y padezcan , y que las alegrías se las guarde uno para su regodeo . - ¡ Don Lorenzo ! - prorrumpió el amigo todo encrespado de paternales iras - . ¡ Usted no sabe que llega mañana mi hijo y que trae a su mujer , a la criolla , o lo que sea ! - ¿ Y eso le enfada y le atormenta ? - ¡ Es que quiere Rosa que salgamos a esperarles ! - Ustedes y yo , si me dejan lugar en la galera . Viene Agustín , y viene con otra hija muy necesaria en esta casa , demasiado grande y callada . Doña Rosa tendrá compañía , nosotros también ; después , a prepararnos para esperar al nieto , que por fuerza ha de ser músico ... ¡ Y que murmure la catedrática y su sabio marido ! - ¡ Ah ! ¿ Usted cree que don César ... ? Y don Arcadio consultó su reloj . Ya dieron las once ; había que prevenir muchos menesteres . ¿ Se habría recogido el criado ? - ¿ Usted cree que don César confiaba en que mi hijo se prendase de su mediana ? ¿ Qué se figura don César ? Sabio es y de antigua familia de Serosca , pero casarse Agustín con Anita ... ¡ No , no ! ¡ Prefiero la cubana ! Y avisó que preparasen la galera para ir a Murta muy temprano . Un sol de alegría doraba el melancólico rosal del corazón de la esposa . No se avenían las damas de la ciudad a que Carlota , la mujer de Agustín , fuese de Nuevitas . Ni ellas ni los varones . Ni los legítimos serosquenses ni los advenedizos . Aquéllos eran reposados hasta por la raíz etimológica de la ciudad ; y los de la Marina , horbachones hasta por herencia mediterránea . Iban en mangas de camisa , los veranos , por las calles , como si todo Serosca fuese la fresca entrada de sus casas . ¡ Y ahora venía una forastera , delgada y descolorida , a recordarles su quietud , su ocio , su poco mundo ! Fantasiosa era la pobre mujer . Carlota sería de Canarias o quizá de Mallorca . Y cuando la gentil cubana recordaba con su dulce dejo las hermosuras y rarezas de la lejana patria , las señoras que la escuchaban se miraban sonriendo , y , a la salida , se decían que aquel hablar debía de ser fingido , y embuste cuanto refería , y que desde luego vendría de Mahón , si acaso . Además , no tiritaba de frío ni estaba tendida en hamacas ; nada había en ella de país remoto o tropical ; parecía también que la hubiesen conocido de antiguo . No era ninguna belleza del otro mundo ; agraciada , pero frágil ; menuda , morena , la frente chiquita , la nariz gordezuela , la boca grande , siempre gozosa , los ojos negros , que entornaba perezosamente para mirar . La catedrática dijo que se asemejaba mucho a la dueña de una tahona que hubo en la plaza de Santa María . Y ya se convino , se decidió que fuese mallorquina . En cambio , don Arcadio y doña Rosa sí que creyeron a su nuera de Cuba , y aun de sitio más apartado , según costaba en llegarles al alma , y el vaho , la bruma de distancia que cegaba su vida . Ella añoraba mucho , haciendo un plañido y regaño de criatura - que el suegro no comprendía cómo pudiera hacerse a los veinticinco años cabales - , la delicia de su baño al acostarse ; toda el agua de olores , y cuajado de olor caliente y dulce el viento de la profunda noche ; pero de su casa , de los suyos , sólo alguna vez nombraba llorando a un hermanito muerto ; y todavía sin enjugarse las lágrimas , se iba bajo los manzanos del jardín y prorrumpía en una guajira azucarada , en cuyos versos se nombraban todos los frutos y pájaros exóticos . Don Arcadio acercábase despacito a la celosía del balcón . Después volvía resoplando nervioso , y cerca de la butaca de su esposa , se detenía , plegaba los brazos , balanceaba su cabecita calva , haciendo crujir el escabel con un taconazo de su zapatilla . - ¡ Ya está tu nuera fumando ! ¡ Si te parece que eso es decente y digno de Serosca ! Del fatigado seno de la señora salía un lento suspirar , que equivalía a esta resignación : - ¡ Y qué quieres que yo haga ! Tampoco Agustín les contó de la prosapia de su mujer , ni se entretuvo en su historia . La conoció en la Rambla de las Flores , comprando las que pudo , y acariciándolas , aspirándolas todas como una abeja . No podía apartarse de aquellos fragantes macizos de los quioscos . Iba con una señora flaca y amarilla que traía una toca fúnebre de crespón , atada por una goma al rodete de cabello postizo . Agustín llegose a Carlota , atraído de su porte selecto , de su habla mimosa , de sus puericias y alegría ante la feria de plantas . La seca guarda de la joven hablaba en idioma extranjero . Escogiendo colores de jacintos comenzaron a hablarse Carlota y el ingeniero como camaradas . Ella volvía de Italia ; era cubana y estaba huérfana . Sin acabar los estudios de canto , venía a España buscando público del que recibir su bautismo de tiple ; en seguida recorrería su isla amada con una de esas farándulas brillantes que pasan a América ; quizá se quedase en La Habana , en algún lindo teatro que compraría de sus ahorros ... Agustín escuchaba embelesado ese cuento de aladas ilusiones . La enjuta aya les avizoraba , toda erizada de recelos . Ese español no tenía trazas de galán fastuoso como a las dos convenía . De sus coloquios no podía aguardarse más que un casamiento : la vida lugareña en casa hidalga y aburrida , para Carlota , y la cesantía para ella . Agustín habló también de sus afanes , de sus designios andariegos . Le atraía el mundo joven , inmenso y fuerte de América ; el amanecer glorioso de aquellos pueblos habría de ser propicio a empresas estupendas , obras ciclópeas de ingeniería , fabulosos negocios . Ahora había de reducirse a montar molinos de aceite en algunos pueblos de Cataluña y Extremadura , solo y libre para confinarse , cuando hiere su gusto , en su casa de Serosca , de honda paz , amiga del estudio . Todo le fue ofrecido a Carlota . Y la brava gallardía , el ímpetu y la nobleza del ingeniero , la promesa de una familia y la de los viajes a la dulce patria , derribaron los dorados alcázares de los sueños de gloria , y de tiple en ciernes pasó la cubanita a nuera de don Arcadio . Menos de lo que aquí se refiere contó el hijo a sus padres . Es cierto que , por entonces , recibió Agustín aviso de ir a Alemania , y tal vez no hubo vagar para un detenido relato . No bien pasaron quince días de la llegada , salió el ingeniero de Serosca . A los tres meses volvió anunciando que había de ir a Bélgica . Regresó pronto , y sin apenas descanso , tuvo que partirse a Suiza . Este hombre cruzaba vertiginosamente toda Europa ; y en sus rápidos días de hogar no hablaba más que de sus viajes y construcciones . Parecía traer los rumores , la emoción delirante de los pueblos cosmopolitas , el fragor de las maquinarias , en cuyos recintos cabía Serosca con su melancólico castillo roquero . Veía don Arcadio que Agustín se apartaba para siempre del augusto solar de su raza . Cuando estaba en Serosca , no salía , no pedía saber de sus amigos de antaño , no se interesaba ni por sus heredades donde jugara siendo chico . Nada suyo quedaba en él . Y al preguntarle el catedrático , o el señor Llanos por su hijo , el noble varón exclamaba : - ¿ Es eso tener hijo ? ¿ Diría alguien que esa criatura es de Serosca ? Don César y el industrial balanceaban sus cráneos amargamente . Y don Arcadio , herido de aquella piedad , gritaba con altivez : - ¡ Les advierto a ustedes que sigo siendo el mismo ! ¡ Tengo un pueblo en mi sangre ! - ¡ Ah , eso desde luego ! - exclamaban los otros . Y después el historiador le decía al fabricante : - ¿ Usted cree eso del pueblo ? Brillaban maliciosos los ojillos del señor Llanos ; hundía sus manos velludas en las faltriqueras de los pantalones , y murmuraba : - ¡ Ya verá , ya verá cómo acaba esta casa ! - ¿ Pero usted cree ... ? - Por lo pronto , han cerrado la tenería a pesar de su fama y de su origen casi histórico . Juan Crisóstomo , Wolfango , Teófilo , Mozart , Pertl nació en Salzburgo el 27 de enero de 1736 . Sus padres fueron famosos por su hermosura . Pero un biógrafo alemán dice que Wolfango no era de muy buen talle ni de facciones gratas . - ¡ Eso no puede ser , don Lorenzo de mi vida ! - protestó Carlota , descolgando la hoja de cobre donde estaba grabado el busto del maestro - . ¡ A mí me parece muy lindo este hombre , diga lo que quiera ese señor alemán ! Don Lorenzo sonrió con dulzura , y también contempló embelesadamente la cabeza del genio . - ... Mozart murió a los treinta y seis años , Carlota . Una tarde de abatimiento , de tristeza de artista y de predestinado , se detuvo bajo sus ventanas una carroza negra . Un hombre pálido , seco , frío , presentose delante del músico , diciéndole : « Me envía un admirador vuestro , poderoso y desventurado , para que le escribáis un Requiem . Yo os ruego que dejéis en esa obra todo vuestro genio ; será ofrecida a la memoria de un muerto que él amaba mucho . ¿ Cuánto tiempo necesitaréis para escribirla ? » . Mozart , estremecido y como traspasado por la mirada de aquel hombre , le respondió : « ¡ Cuatro semanas ; pero decidme quién os envía ! » . El hombre pálido apartó la mano del maestro , que pretendía retenerle ; puso encima de la mesa cien ducados , y murmuró : « Al cumplirse ese plazo , volveré » . Después , inclinose sonriendo heladamente , y desapareció . La impresión de aquellos dedos y de aquellos ojos penetraron en lo hondo de la vida de Mozart . Trabajó con angustioso delirio . Se retorcía , se deshacía bajo su lámpara . Una noche , Wolfango se vio en un espejo , y horrorizose de su demacración , del fulgor de calentura de su mirada , de la profundidad de sus órbitas . Se asemejaba al hombre pálido de la sonrisa , pero ya muerto . Y sonrió trágicamente , murmurando : « ¡ Me estoy escribiendo mis funerales ! » . Sus dedos de cera no podían tener la pluma . Todo su cuerpo se doblaba rendido . Su mujer había de consolarle y hablarle como a un niño enfermito . - « ¡ No acabaré la obra ! » - , gemía el maestro . Y pasado el plazo , Mozart se asomó vacilante a una ventana , esperando la enlutada carroza . Parecía que el tiempo se hubiese parado en el cauce de soledad y de silencio de la calleja dormida bajo el crepúsculo . Y el maestro confió . De pronto , llamole su mujer ; y al volverse el enfermo vio al hombre pálido que se le inclinaba . « ¡ No pude cumplir mi promesa , no pude ! ¡ Miradme cómo estoy ! » . Y el desconocido le dijo : « ¿ Cuánto tiempo pedís para acabar vuestro trabajo ? » . Y él respondió : « Cuatro semanas más » . Contó el otro cincuenta ducados , y los puso sobre la mesa . Entonces , Mozart se le acercó , preguntándole su nombre . Y apartose el desconocido , diciendo : « ¡ Vendré ! » . Mozart quiso que le espiasen , para averiguar quién era . Un criado fue siguiéndole . A poco , regresaba confesando que había perdido sus huellas . El maestro trabajó de nuevo arrebatadamente , atormentado por el recuerdo del fantasma del hombre pálido . Padeció exaltaciones y desfallecimientos dolorosos . Los últimos latidos de su corazón grabaron las notas postreras del Requiem . Esta vez oyose en la casa el pesado rodar de la carroza negra . Pero Mozart estaba tendido , lívido , muerto , bajo un manto de crespones ... Carlota dio un grito largo , de congoja y horror . Una sombra avanzaba por el hondo pasillo . Despertose don Arcadio y saltó de su butaca . - ¡ Esta criatura nos matará ! Lloraba doña Rosa , mirando a don Lorenzo , cuyos brazos acudieron a sostener el cuerpo convulso de la cubana , más frágil entonces porque se acercaba a la maternidad . La sombra que la había crispado de miedo , avanzó trocándose en lumbre gozosa . Era Agustín que de improviso se presentaba en Serosca . Le rodearon amorosamente . Llegaban las fiestas de la Pascua ; avisárale su mujer que iba a cumplirse el término de su estado . Y allí le tenían . Esto sucedió en la velada del domingo de Ramos . Acabándose la tarde del Martes Santo , parió costosamente la mujer de Agustín un hijo muy hermoso que plañía tan recio que a todos maravillaba . Don Arcadio y don Lorenzo se abrazaron junto a la vidriera de la alcoba . - Yo le juro - exclamó conmovido el abuelo - que nunca , ni siquiera al nacerme el hijo , sentí la grande , la rara emoción de ahora . ¡ Y debe de ser ese llanto , ese llanto tan poderoso , que me parece que lloren todos los míos ... ! Salió Agustín llevando en sus brazos el recién nacido , arrebujado en una fazaleja velluda . Conteniendo el aliento y oyéndose el corazón se le llegaron su padre y el artista . No podían las manos del abuelo , de tan temblorosas , descoger el embozo de la envoltura . Y al acercar las suyas el amigo , surgió entre los blandos pliegues una manita de matiz y suavidad de flores , de plumón , de seda . Nadie osaba tocarla ni besarla por si se deshacía . Apartole don Lorenzo la toalla , y apareció todo el desnudo corpezuelo con sus tiernas ajorcas de carne sonrosada , la cabecita todavía sudada y brillándole de la grosura y de una graciosa pelusa de oro . Contemplábanle con amoroso afincamiento ; y parece que el infantico lo sintió , y abrió los ojos . Entonces fue el reír , el gritar , el llorar , el pasmarse todos los que estaban en la sala . Aquellos ojos no sólo veían ya , sino que miraban , y resplandecían con malicias y luces de inteligencia . Acudieron los criados añadiéndose al placentero grupo . Camila , una sirviente antigua de la casa , llevada de su inmenso júbilo cantó , brincó como pudo , festejó y hasta fingió animales para divertir al nuevo señor . Vinieron don César y el señor Llanos y otros amigos con sus familias ; y a todos les fue mostrado el pequeño , que ya lloraba pidiendo el calor de la madre . Y don Lorenzo lo tomó y lo puso en el regazo de la abuela . Quedó lastimado de la extenuación y palidez de Carlota . Desaparecía su primoroso cuerpo en el blanco oleaje de la cama ; y sobre aquel trono de su dolorosa maternidad resaltaba la profunda negrura de sus ojos y de sus cabellos . Toda la fuerza , toda la vida la dejaron sus entrañas en el hijo . La voz , el gemido de la dulce mujer sonaban como si viniesen de un pecho lejano . Gimiendo y sonriendo le pidió al músico que fuese el padrino . Sería madrina la abuela . La marchita señora bajó su frente a la pureza del nieto . Después Carlota llamó al artista , y le dijo : - ¡ Quiero que lo haga usted músico ! ¿ Sabe ? Su blanda vocecita se quebraba . - ¡ Lo que yo quiero - exclamó don Lorenzo con apariencia de firmeza - es que le dé usted una teta a ese rapaz , que se está chupando los puños como si tuviese un año ! Oyole el catedrático desde el sofá de la sala , y le llamó . - ¡ Don Lorenzo , por Dios , los recién nacidos no maman hasta pasadas veinticuatro horas ; y entonces toman del pecho los calostros ! Es verdad que la Historia trae ejemplos de prodigios de lactancias ... El músico apartósele sin aguardar la cita , buscando remedio para el hambre del ahijado . Pronto volvió fundiendo un grumo de azúcar en una copita de agua con azahar . En tanto se hablaba y prevenía todo para el bautizo . Pidió la madre que retrasasen la ceremonia hasta que ella pudiera levantarse y salir ; quería ver la cabecita tierna y desnudita sobre la pila ; llevar agua templada ; enjugar bien a su hijo y arroparle , porque el baptisterio de Santa María estaba en el lugar menos abrigado de la iglesia . ¡ Cómo se conocía que los capellanes no eran más que padres de almas , y aunque fuesen como fuesen , no eran nunca madres ! Todo lo fue repitiendo el músico , y defendió los deseos de la parida . Y no hicieron caso de ella ni del padrino . Tampoco las cristianas costumbres de Serosca consentían esa espera . En Serosca se bautizaba a las criaturas al día siguiente de venir al mundo ; y , siendo posible , el mismo día . La tardanza era comentada muy ásperamente ; y de ese desabrimiento participaba el recién nacido , a quien apenas se le besaba , no viendo en él sino un trozo de carne , y aún menos : un hereje , un hereje pequeño , pero al fin un hereje hasta que recibía la purificación de la sal de sapiencia y de las aguas de la gracia . - Lo que me parece una herejía - repuso don Lorenzo - es que se le saque y exponga al frío del agua y del templo apenas salido a la vida del seno caliente y amoroso de la madre . - Y usted , amigo mío - dijo gravemente el historiador - ¿ usted se tiene por partidario del baño , y encomia el amor al agua , creyéndolo un culto de los pueblos adoradores de la belleza y de los pueblos modernos y fuertes ? - Yo soy partidario muy devoto del baño dentro de la casa , con agua nueva para cada cuerpo , y de que a los niños los bañe y los lave la madre . Por lo demás , no soy un trozo de carne ni un renegado . Usted sí lo parece hablando de la higiene ... Acaso el contento y la efusión de la paternidad hicieron rebrotar las secas raíces étnicas del andariego Agustín , porque sin atender razones de su compadre ni blandas querellas de su esposa , acomodose a que el bautizo se hiciese a la siguiente mañana , luego del ensayo del Miserere que había de dirigir el músico en el oficio de Tinieblas . Hablose después de los nombres del hijo . Carlota indicó el de Agustín , Wolfango y Lorenzo . - ¡ Wolfango , Wolfango ! - repetía pasmadamente don César - . ¿ Pero es católico ese nombre ? Hay en Alemania un copioso linaje de Wolf , que huele a filósofo . ¿ Con doble ve ? Con doble ve la Historia cita a Waldemaro I el Grande y Waldemaro II , III y IV de Dinamarca ; a Waldemaro de Suecia ; a Wladimiro I y II de Rusia ; a Wladislao de Polonia ; a Wenceslao de Polonia , otro de Hungría y otro de Bohemia ; a Wenceslao de Alemania , de la casa de Austria ; todos después de Jesucristo . ¡ Pero Wolfango ! - ¡ No escudriñe usted más ! - dijo el padrino - . Sea trocado por Juan Crisóstomo , que también llevaba Mozart este nombre . Condescendió Agustín , aunque porfiando que antes se le pusiera el del abuelo . - ¡ María Santísima , de ninguna manera ! Bien que se llame como yo y como su padrino , y aun como aquel señor que decían ustedes ; pero su nombre principal ha de ser el de mi padre y el suyo : Agustín . Quiero un Agustín muy mío . Y don Arcadio suspiró , añadiendo en los profundos de su alma : « ¡ Agustín III ! » . Eso acordaban , cuando vino la vieja criada diciéndoles que matasen la lámpara y mirasen por las vidrieras . Quedó obscura la sala ; abrieron los postigos de los balcones , y apareció el huerto todo blanco , sumiéndose en una nevada fina y silenciosa . No , no era posible acristianar al nieto ... Lo comprendió malhumoradamente don Arcadio . ¡ Cuán indiscretas algunas mujeres para el parto ! : ¡ en Semana Santa , y nevando ! ¡ No , no había ni que pensar por entonces en bautizo ! ¡ Qué diría Serosca , la antigua Serosca ! - que de la otra no se le daba un ardite al hidalgo . Ya estaba la rancia levita , de rico paño frisado , ahuecada en el respaldar de la butaca , exhalando la fragancia de la caoba del ropero . Después , don Arcadio sacó del escriño la hermosa botonadura de gemas , y cuando iba a enjoyar la bordada camisa , entró Agustín espantado , transido , con las manos rojas de sangre . Gritó su padre al verle . Acudieron todos a la alcoba de la puérpera . Vino el médico , y sólo pudo presenciar los últimos instantes de la cubana , que sonreía enajenada , mirando a su hijo , blanca , transparente , exhausta de la hemorragia torrencial . - ¡ Qué Jueves Santo ! - exclamó don Arcadio , contemplando el lecho empapado de la desbordada vida . Volvió a su dormitorio ; guardó las solemnes joyas familiares , y dijo que avisaran a don Lorenzo para que asistiera por él en la parroquia a la procesión del Monumento . Derretida la nevada bajo el sol grande y bueno , la ciudad , los montes y el campo de llanura y el cielo , todo se ofrecía luminoso , sereno , purificado y como vestido de la pompa sagrada y melancólica del Jueves Santo . En esta Semana Mayor , era Serosca , para don Arcadio , la Jerusalén de la luna de Nisán , y era la Serosca vetusta , cristiana y procer . Las gentes devotas que pasaban traían las galas , con las arrugas de los arcaces , de la misma época de su levita . Asomado a las rejas voladizas del escritorio , mirando la augusta mañana , fue abismándose en sus recuerdos . Se veía sosteniendo la vara del recamado baldaquino ; llevábala siempre lo mismo que su padre , imprimiéndole una leve inclinación de reverencia ; a su lado brillaba la dalmática del diácono , cuyas manos recogían la punta de la capa pluvial del arcipreste , rendido por humilde fervor y por la fastuosa pesadumbre del paño de hombros . Los místicos humos del incienso nublaban las figuras del subdiácono , del juez , del notario y de un viejo cruzado caballero santiaguista , de limpia alcurnia serosquense , que casó en Orihuela y acudía todas las semanas santas para empuñar su vara del palio , cayéndole el manto como un torrente de gloria . Les envolvía el olor de riqueza de los tisús , el olor de panal de los cirios encendidos y del romero hollado . Les rodeaban los cantores que iban dejando las lentas estrofas del Pange lingua como otro humo sonoro que se perduraba flotando sublimemente en las arquerías . Un hombre ancho , roblizo , gigantesco , apodado Goliat , acompañaba el himno con el trueno de cobre , desgarrado y profundo del serpentón que le subía por la espalda como un monstruo , se le retorcía por el cuello , y allá en lo alto abría su boca desaforada . Don Arcadio , el señor Llanos y el catedrático guiaban los varales de la diestra ; ellos eran símbolo y cifra de la varonía del abolengo de Serosca . ¡ Lo sabían todos ! ¡ Oh ceremonia excelsa , que hacía surgir , inmaculada y fuerte , la evocación de la antigua raza ! ¡ La vieja Serosca daba guardia de honor a Jesús en la Eucaristía ! Y este año , un comandante de Carabineros , enriquecido y jubilado , sabedor de que el cruzado caballero tuvo , al mediar la Cuaresma , un ataque de gota , osó pedir el varal de la sacra seda por si aquél no viniere . Pero avisado el tullido juró arrastrarse por las losas de Santa María antes que se bastardeara la orden caballeresca del Santo Palio . ¡ Y él , él desertaba ! ¡ Oh , si faltase don Lorenzo ! De allá muy hondo salía el gemido de su hijo . ¡ Ese hombre tan disipado y brioso , cómo lloraba ! Hacía un aullido de viento de otoño . Acercose a la alcoba de la muerta . Agustín , con las manos aún ensangrentadas , acababa de amortajar a Carlota . No consintió que nadie la tocase . El netezuelo dormía en el regazo de la abuela , que le iba lavando con algodones húmedos , tibios , suavísimos , la sangre de la madre . Volvió don Arcadio a su aposento . Comenzaron a tocar las campanas , delirantes , inmensas , gloriosas . Ese clamor de triunfo y despedida del gozo de la Iglesia llegaría hasta las cumbres de los montes , dejando en las abruptas soledades el latido de emoción del cristianismo . Estaba la plaza desierta y dorada de sol . Los gorriones saltaban picando la verdura recién nacida y las migas de la merienda de los chicos que , en la tarde pasada , se holgaron con sus carracas de martillo . El campaneo traspasó de ternura toda la vida de don Arcadio . ¡ Ahora se acercaría la procesión al Monumento , tan delicado y oloroso de mayos , palpitante de candelas encendidas ! Avanzaría el palio ... Y el buen caballero avanzó haciendo el paso grave , magnífico , procesional como si oyese el retumbo del helicón ... Callaron las campanas . Y todo Serosca sumergiose en silencio , un silencio que parecía caer de lo alto , de la infinita y azulada campana del cielo , muda ante el comienzo de la Pasión del Señor . Huyeron despavoridos los gorriones porque se acercaba un pisar duro , presuroso . Asomose don Arcadio a las vidrieras , y pálido , trastornado , gritó : - ¡ María Santísima , don Lorenzo ! ¡ Y la procesión arrodillada ante el Sagrario ! Entró el amigo . En lo hondo de la casa seguía arrastrándose el gemido del viudo ... El músico alzó los ojos a la augusta mañana del Jueves Santo . - ¡ Y en un día tan hermoso se desangra una madre tan jovencita que parecía una virgen ! Quiso verla . Pero don Arcadio le contuvo medroso y enfermo de ansiedad . - ¡ No fue , no fue usted a ... Santa María ! - ¡ Yo qué he de ir ! Ahora supe la desgracia , ya en las afueras , que quería ver los sembrados después de la nevada ; allí vinieron a contármela , y aquí me tienen ... Y don Lorenzo perdiose en las suaves penumbras del pasillo , mientras don Arcadio murmuraba : - ¡ Perdón , Serosca , si el comandante , ese comandante , ha llevado mi vara ! Después del Miserere diose cuenta don Lorenzo de que sus amigos , postrados por la repentina desventura , nada le dijeron del entierro . Y marchose diligentemente en busca de don Arcadio . Halló la casa silenciosa , apagada . Sólo de las habitaciones del jardín salía la claridad de las luces de la muerta . Las criadas parecía que caminasen descalzas ; respondían sigilosas y suspirando , y dentro , en la holgura de la cocina , de tiempo en tiempo , sonaba una risa reprimida , una palabra rota , bullicio de mozas y labradores que vinieron de las heredades para velar . Don Arcadio estaba paseando por la fosca sala cuando llegó el músico . El estrado , la alfombra , todos los muebles , todo el recinto , olían a ropas , a mantillas guardadas , a gente . Hasta familias enteras de escaso trato con los Fernández-Pons , descansaron allí de la visita a los Sagrarios para saber y dolerse de la desgracia . Y casi nadie conociera a Carlota . Solo estuvo don Arcadio estrechando manos y repitiendo la súbita muerte . Doña Rosa cuidaba del huérfano . El viudo se asomaba a la alcoba , salía al huerto ; desde un retorcido granado de las orillas de la alberca , miraba la ventana alumbrada ; volvía junto a ella ; se iba ; echado en el sofá comedor contaba los cuadros , los sillones , las copas rizadas , antiguas , que le miraban resplandeciendo desde las arcaicas alacenas de roble . Un crujido , una pisada hacíale acudir anhelante a la alcoba . Despabilaba los cirios y raía las arandelas con las manos ; los dedos le punzaban del latido de las quemaduras ; se le pegaban ; y huía mordiendo una bola de cera ... Don Arcadio pidió una lámpara , y respiró , complacido de la presencia de don Lorenzo . ¡ Oh , y qué harto de las gazmoñerías de las visitas y cuán cansado de su soledad ! ¡ Aquella soledad le sobrecogía como si paseara dentro de su sepulcro ! Hablole el amigo . Y de pronto le interrumpió gritando : - ¡ María Santísima ! Pero ¿ nada está hecho ? ¿ No se lo dijo Agustín ? ¡ Si es que yo confiaba en usted ! Me preguntaban , me preguntaban , y siempre decía lo mismo : Se lo encomendamos todo a don Lorenzo . ¡ Y mañana , Viernes Santo ! ... Dispuso el artista que fuesen a la parroquia y buscasen a los funerarios . Pasaron al escritorio ; sentáronse frente a la mesa . Don Lorenzo tomó pluma y papel . Puso el nombre de la muerta . Y quedose repitiéndolo : - Carlota ... Carlota ... ¿ Cómo se llamaría esta pobre criatura ? Y lo preguntó tímidamente . También don Arcadio se detuvo musitándolo : - Carlota ... Carlota ... - y se alisaba el canoso vellón de su barbilla ; se estregaba los ojos ; se pellizcaba el labio con el pulgar y el índice , se lo mordía ; tuvo tos ... - Carlota , Carlota , pero ¿ Carlota qué ? ¡ No recordaba los apellidos , o no los supo nunca ! Acucioso , sobresaltado buscó en el bufete la cédula de la inscripción del nieto . La hizo don Lorenzo ; fue en papel procesal de una escritura caducada . La encontró y decía : Agustín , Arcadio , Juan Crisóstomo , Lorenzo ... Pero llegando aquí la nota , se había abandonado el bautizo por la nevada , y no se pasó de estos nombres . Llamaron a Agustín . Sin mirarle , con apariencia de mucha presura y de estar con afanes que disculparan un olvido que tanto había de afligirle , le preguntaron los apellidos de Carlota . El viudo les miró con un aturdimiento que espantaba , y salió sollozando ; postrose de rodillas junto al lecho , y hundió la frente en el vientre hinchado del cadáver . Pero urgía disponerlo todo ; y la mano del amigo tocó su hombro . - ¡ Perdóname ! No queda tiempo ; y nos aguardan . Alzose Agustín ; llevó a don Lorenzo por los tenebrosos corredores ; atravesaron la sala familiar de labor ; fueron al huerto ; llegaron bajo el granado . Y allí refugiose en los brazos del músico . Tan de niño era su lloro , que don Lorenzo creía amparar al hijo . - ¡ No me consuele ; no me anime , que no es pena lo que ahora tengo : no me consuele ... ! - gemía Agustín retorciéndose , golpeándose - . ¡ Tan ligeramente la quise , fui tan distraído o criminal con ella , que yo no sé o he olvidado cómo se llamaba Carlota ! - ¡ Que no lo sabes ; no sabes tú cómo se llamaba tu mujer ! - ¡ Por Dios , don Lorenzo ! ¡ No lo sé ! ¡ Maldito sea yo ! ¡ Si no me acuerdo ! Acaso el primer apellido sea Enríquez ; pero ¿ y el segundo ? Y tampoco ; tampoco recuerdo lo de Enríquez . La quise , ¡ yo le juro que la quise sin fijarme en ella , sin complacerme en ella ! ... Ahora es cuando rae detengo amándola , y la veo en todos sus instantes . Y no pudo seguir por la congoja . La imaginaba apacible y sumisa , sin quejarse de su vida de abandono , ahogándose en una angostura de bondad y de indiferencia , y ofreciendo a todos la delicia de su sonrisa . Ahora , ya muerta , ya perdida , se le presentaba clara , cercana , toda la esposa palpitante de amor , con esa belleza delicada , que sus ojos aturdidos no miraron , llena de gracia , de una gracia sutil , invisible para los rudos y para los demasiado vehementes y los demasiado buenos . ¡ Señor , él la quería ahora , y la quería en la aflicción , en la exaltada angustia de su muerte porque no supo amarla viva ! Salió el padre buscándoles . El rumor de sus voces y de los sollozos le fue guiando entre los árboles , cuyas ramas cimeras comenzaban a recibir una lumbre pálida , húmeda y santa de la luna que alumbró la soledad del huerto de los Olivos . Don Arcadio pensó que le estallaba el cráneo y la garganta oyendo a su hijo . - ¿ Que no sabes los apellidos de Carlota ? ¡ Tú tampoco ! - ¡ Cállese , por Dios ! - le imploraba Agustín que se sentía arrebatado por el ansia dolorosa de culpar al padre de desvío hacia la muerta . - Pero ¿ es que no tenía ... linaje ? El hijo rugió : - ¡ Nosotros se lo quitamos ; nosotros ! Y arrepintiose de su impureza , de su injusticia acusando a otros : - ¡ Yo solo - balbució abrazándole - , yo sólo soy culpable y ruin ! - ¡ Si es que además de todo eso que dices - insistía don Arcadio en su asombro - , no entiendo , no me explico ese olvido tuyo , ni el nuestro ! , ¡ claro ! Pero ¿ el tuyo ? Quejose el hijo ; y don Lorenzo medió para mitigarle las heridas que , sin querer , le desgarraba la simplicidad del padre . - ¡ Déjeme , don Lorenzo ! Cálmate , Agustín . Vamos a ver : ¿ no tienes documentos , algo de tu matrimonio , papeles de Carlota que te enviarían de Cuba ? - ¡ Qué me importan esas cosas ! ¡ En mí , en toda mi vida debieran estar escritos ! ¡ Qué vale la pérdida de unos documentos ! - Pero ¿ los guardas , los tienes ? - ¡ Si no lo sé , Señor ! ¡ Quizá los dejara en Barcelona , o estén en aquel cofre viejo de mi cuarto de estudio ! ... ¡ Carlota ... Carlota Enríquez ... Enríquez ... debe ser Enríquez ! - Y se hincaba las uñas en la frente . Había entrado la luna llena en el huerto ; y abrió la obscuridad de la alberca que parecía un arca de plata colmada de joyas y de vestiduras blancas , purísimas , de todas las esposas que murieron tristes . Volvieron a la casa . Quería don Arcadio que su amigo subiese al estudio del hijo para escudriñarlo todo . Pero pasando junto a la alcoba , Agustín , desfallecido , contuvo a don Lorenzo y le pidió : - Venga conmigo , ¡ me da vergüenza pasar yo solo ! ¡ Que venga mi padre , que venga también mi madre ! Apareció doña Rosa con el nietecito dormido en sus brazos . Todos rodearon a la muerta , mirándola , mirándola . En los labios de Carlota quedaba una dolorida sonrisa de perdón para toda la noble casa . La veía Agustín ; la adivinaba don Lorenzo . La recogió también doña Rosa . Y la voz del catedrático , que entonces llegaba , dijo : - Ha quedado muy natural ; parece que duerma . ¡ Es lástima que le hayan apretado tanto la boca para cerrársela ! Don Arcadio llevóselo al escritorio . El sabio comenzó : - Ningún pueblo tuvo , como el egipcio , tan acabada idea de la eternidad . El embalsamamiento de sus cadáveres , sus cenotafios , sus ceremonias funerarias ... Pero don Arcadio no le escuchaba , repitiéndose : - Enríquez , de primer apellido ... Y apresurose a apuntarlo . - ¿ Qué son las pirámides , sino ... ? El huérfano lloraba . Por mandato de Agustín quedó toda la alcoba como la dejara la muerta : los colchones tendidos y desnudos ; las almohadas , con la huella de la cabecita ; la roja cobertura de damasco desplegada y caída a los pies del lecho . De un perchero de ciprés colgaba una camisa femenina , larga , amplia y cándida , como una casta túnica ; y al tocarla desprendía un leve perfume de cuerpo dormido . Bajo la butaca de seda pálida , se veían juntitas las perezosas chinelas . En el tocador brillaban , traspasados de sol , los pomos de esencias y copas de medicamentos ; dos frascos angostos , con los cepillitos levemente sonrosados de elíxir , como si aún retuviesen la frescura de la boca ; la jabonera de plata , abierta , mostrándose la pella blanca y olorosa , adelgazada por los brazos y manos de la amada . Hasta la luna del armario moderno , traído de Barcelona , parecía que esperase la descuidada imagen de ella . Agustín paseaba sombrío , hastiado , por el huerto verde , rumoroso y abundante de los favores del verano ; subía a su cuarto , y miraba con odio la vieja ciudad quemada de la lumbre estival ; y la maldecía y la acusaba de seca , de no haberla querido y llorado . Carlota le sonreía desde el azul , resignada y buena , lo mismo que al arribar él de sus viajes , perdonándole sus ausencias y premiándole la felicidad de sus rápidos momentos de amor . Don Arcadio le llamaba en la hora de las comidas . Apenas conversaban . Le daban partidos los manjares ; le escogían las frutas más sabrosas de los árboles de casa . Le decían cuantas noticias de Serosca pudieran divertirle . Tornó don Lorenzo a contar sus aventuras de artista viajero . Y Agustín permanecía frío y hosco . Buscaba un retraído sillón de la sala donde su madre hacía labor con la cunita del huérfano delante de sus ojos . Le seguían todos . El padre volvía a insinuar elogios de algunas familias . Y el viudo huía al dormitorio de la muerta , y besaba enloquecido las ropas que ciñeron su carne , las cosas que tocaron sus manos , inflamado de una tardía pasión desesperada , llena de sueños deliciosos , de horror y lacerias . Enfermó de fiebres y deliquios . Una noche culpó a su hijo de la muerte de la madre , y no quiso besarlo . Después , arrepentido , levantose de la cama , lo tomó en sus brazos cubriéndole de caricias y de lágrimas . Sus violencias , sus ternuras y su silencio atemorizaron a todos ; sentían un miedo ciego de infortunios , que parecía que ya anticipaban su sombra sobre el hogar . Una mañana pidió Agustín la galera ; dijo que iba a Valencia . Y no volvió más . Desde Génova escribió despidiéndose a punto de embarcarse para Filipinas . No podía vivir en Serosca . El reposo y el amor de su casa ; la amorosa compañía del músico ; la sonrisa de su hijo , aquel sutil aroma del bien perdido y la emoción de vida de la muerta , que al principio de su viudez le desgarraban , le hirieron después con blandeza , y quizá acabasen por ungirle las llagas y curarle , como se cura un enfermo que queda lisiado , y llegaría a ser doloridamente dichoso . ¡ Y no quería serlo ! Se hubiese despreciado viviendo en la quietud de Serosca , manteniéndose de quimeras y recuerdos , no habiendo querido las mieles de la realidad al lado de ella . Lo que no hizo en vida de su mujer no podía ahora otorgárselo a sí mismo . Se apartaba de su hijo como una expiación de su pasado . Huía ; y en la huida se entregaría rudamente al trabajo . Adivinaba una lenta decadencia de su hogar ; y él ansiaba fortalecerlo por sus padres y por el huérfano . Mucho se afligieron don Arcadio y doña Rosa . Nuevamente perdían al hijo ; pero les consolaba el artista diciéndoles que era preferible imaginarle afanoso en países lejanos , que no tenerle cerca devorado por sus pensamientos . Comentose también la carta delante del catedrático y del fabricante . Ellos la aprobaron como amigos leales ; pero las luminarias de esperanza , otra vez prendidas en el corazón de don César , que además de historiador era muy casamentero de sus hijas , quedaron casi apagadas . Sin embargo , Agustín estaba libre , y volvería . Y habló de su « Compendio » de Serosca . Asustaban sus macizos de datos . Para el último capítulo necesitaría los de los Fernández-Pons . Y don Arcadio ofreciole la casona de « El Almendral » , donde podía escribir con todo sosiego durante las próximas vacaciones . Ya en la calle , el catedrático adoleciose de la soledad del amigo . - ¡ Qué lástima ! Y ese Agustín ... - ¡ Ese Agustín - cortole el señor Llanos - no puede estar quieto en ningún sitio ; ni más ni menos ! - Yo estimo - afirmó don César - que Agustín es un temperamento eminentemente histórico . Ese hombre triunfará . Murió Agustín al tercer año de su huida . Desde Cebú enviaron un recio atadijo de revistas , planos , ropas y un arco indio . Eran los únicos bienes del ingeniero . Lloraron los padres y don Lorenzo , mientras el huérfano aplaudía gozosamente viéndose su traje de luto , el primer traje de hombrecito . La niebla de tristeza de doña Rosa durmiose para siempre encima de su alma . Oída misa de ocho , hacía don Arcadio la compra , costumbre heredada de su padre , que fue tan entendido en eso de escoger y mercar los peces más delicados y la carne más tierna , que parecía que sólo con el olor supiese el paraje del mar de donde salió un lenguado y la hora precisa de su muerte , o la pastura que mantuvo en vida a la res desollada . La uña y el vientre de vaca , o el seso y la criadilla de cordero , y otras delicadezas y enjundias , tan raras en las mesas serosquenses , porque el terrible fondista de « La Esperanza » las arrebataba para sus viajantes , casi todos de casas catalanas , nunca faltaban en la de aquel Fernández-Pons , sin costarle adehalas ni usar de arterías y adrollas como el huésped . Muerto el padre , y casado don Arcadio , quedole como vinculado y honorífico el ministerio de viandista ; y cuando la vieja ama de llaves recogía en su cesta lo que su señor pagó y apartó en puestos y garabitos , y después , en casa , se sabía el precio todo eran zumbas de las mozas , murmuraciones de la dueña y lamentos de la señora . Pero don Arcadio nunca se dejó persuadir de los avisos y protestas de las mujeres . Un mandato íntimo le llevaba al mercado . Solemnizaba los domingos y santas festividades asistiendo también a la misa conventual . Cantaba el Oficio Parro y pertenecía a la Vela Nocturna de Caballeros . Principalmente era devoto de Nuestra Señora , pero de Nuestra Señora de Serosca , que hizo su maravillosa aparición el 5 de octubre de 1715 , encima de un ciprés . Probaba el hidalgo su hiperdulía lugareña rezando el rosario antes de la cena . « ¡ Por la señal ! » , gritaba saliendo a los pasillos ; y luego de persignarse , cruzaba las manos a la espalda , pendiente el largo abalorio , y guiando el rezo con voz de novena . Desde la sala , le seguían las oraciones doña Rosa , las fámulas y , a veces , las familias del señor Llanos y don César , haciendo un rumorcito de místicas quejumbres . Y cuando el señor llegaba al Regina Sanctorum omnium , la cocinera escaldaba los huevos en la sopa de patata y cebolla , de cebolla muy quemadita . Iba siempre don Arcadio a la parroquia arciprestal , cuyos muros de un hermoso color tostado , con óvalos verdinegros de la lluvia de los tejaroces , tendían sus sombras hasta la azotea de la patricia casona . En esta amada iglesia plateresca recibió el bautismo , le confirmaron , se desposó ; hizo cristianos a su hijo y a su nieto ; en la frescura de su nave se refugiaba , siendo muchacho , aburrido de jugar al herrón o a la peonza , y se divertía mirando los exvotos de cera y tablas que colgaban a racimos en el camarín de la Patrona . Tres pinturas de milagros le emocionaban entre todas : la de un molinero cayéndose a la presa espumosa , y en el trance horrendo de ser enrodado invoca a la Virgen , y las muelas se paran súbitamente . Otra de un mercader de ganado : un toro bermejo , enfurecido , espantoso , le acomete , lo levanta sobre su cuerna descomunal ; el pobre hombre reza una jaculatoria ; el toro se amansa y humilla , y le saca las astas del chaquetón y la camisa sin dejarle daño . El tercer prodigio sucedió con un labriego perseguido por cuatro facinerosos en las afueras de la ciudad . « ¡ Nuestra Señora me valga ! » , dicen que dijo el cuitado , y quedó libre de aquellos ruines . En todas las tablitas se ve a la Virgen sentada en el blanco y rizado mullido de una nube . Apareció la milagrosa imagen en la rama de un ciprés , un ciprés que antes se erguía fuera de sagrado , y ahora prorrumpe agudo y melancólico del recinto del claustro , añadido al templo en 1814 . Todavía tiene descarnada la rama santísima saliendo entre el verdor espeso de todo el árbol . Ni el filo de los años , ni el tumulto de los vendavales han quebrado el dedo más sutil de esa mano de leña . No se cansaba don Arcadio de encarecer la perpetua maravilla de la entereza y muerte de la rama , perteneciendo a un ciprés en lo demás lozano . Igual entusiasmo sentían sus amigos , aunque don Lorenzo les dijo : - Que me perdone el ciprés , pero debiera haber quedado viva y frondosa la rama donde se sentó la Virgen , y seco todo lo que no tocó la imagen ; y aún mejor me parecería que hubiese escogido Nuestra Señora un árbol muerto para resucitarlo y cubrirlo de flores . - ¡ Me llega el tufo del racionalismo ! ¿ Y a usted , amigo Llanos ? - deslizó don César . Llanos dijo que desde luego , que también le llegaba . Pues una mañana de fiesta perdió don Arcadio la misa de ocho por la pesadumbre y contienda que le trajo el hallar dos gotas de mancha de hierro en la pechera de la camisa limpia . Se la quitó ; y le dieron otra muy áspera de puños . ¡ María Santísima , quién planchaba en su casa ! Razonábale doña Rosa ; las criadas entraron las planchas para que las viese limpias y lisas sin sospechas de descuido , y don Arcadio seguía porfiando . En resolución , el caballero salió de su portal a punto del último toque de la misa de nueve . Y ya llegaba a la verja del templo , cuando ocurriósele subir los ojos , y vio que en los gallones y hojarasca de la hornacina del hastial , colgaba la cola de arrapiezos de una birlocha . ¡ Esa irreverencia , sin duda , la cometió algún muchacho de las gentes costaneras ! Y juró averiguarlo . A su lado saltó los balaustres un mocito menudo . Había hecho un pasmoso volatín . ¿ Qué era aquello ? ¿ Qué usanza ésa de entrar en misa ? No pudo contenerse , y le llamó . - Dígame , ¿ por qué ha brincado usted de ese modo ? El saltarín le miraba , no entendiendo cómo un caballero tan grave y principal le hablase de usted y de su brinco . - ¿ Me ha oído usted ? Digo ¿ que por qué saltó la verja ? - Es que no me di cuenta - repuso encogidamente el muchacho - ; me creo que lo habré hecho por la costumbre ; en mi casa entro saltando por los balcones ; y si quisiera me subiría ahora mismo al campanario , sin escalera ni nada , sólo agarrándome a los sillares . - ¡ Sólo agarrándose a los sillares ! - repitió el señor , retrocediendo para ver toda la torre . Midió , después , con la mirada al mozuelo , y preguntole : - Pero ¿ usted es de circo ? - Yo , no , señor ; yo no he salido de Serosca . Lo que es que pasó lo menos dos años dando brincos por la mesa y la cómoda y las ventanas de mi casa , y de árbol a árbol , y haciendo corvetas y andando con las manos para que se riese una hermanica que se murió mala del pecho . - ¡ Lástima de criatura ! ¿ Y se reía de verle ? - ¡ Pues si se rió hasta en la agonía ! Don Arcadio estaba conmovido y muy ganoso de que le contase más de su vida y de su casa . - ¿ Y ahora con quién vive usted , que yo no le conozco ? - ¡ Toma , pues con mi madre ! Padre no tengo , no , señor . - ¿ Eran los dos de Serosca ? - Sí , señor , que eran ; pero mi abuelo venía de la mar ... - ¡ Ah , vamos ! Ustedes son de la Marina ; he debido imaginarlo . ¡ Esos saltos , y tanto hablar ! De seguro que la cola de la cometa la enganchó usted ahí sin ningún respeto . De súbito , se vieron rodeados de los devotos que salían de la parroquia . - ¡ Sin misa , sin misa mayor , y por culpa de un chicuelo de la raza nueva ! Soleábanse los palomos espadañándose y pisando muy gentilmente por el arimez de la azotea . Los más audaces volaban hasta las gárgolas de Santa María ; y desde allí se asomaban , volviendo la cabecita , con ligereza y donaire femeninos , a toda la ciudad apretada y umbrosa . Don Arcadio no se cansaba de mirarlos . Su blancura dejaba un copo de alegría , de ternura y de gracia en las viejas piedras . ¡ Eran verdaderamente palomos de la familia de Fernández-Pons ! ¡ Con qué elegancia y docilidad acudían apenas les señoleaba ! ¡ Con qué gravedad se renovaban en las celdas de sus hormillas ! Después de encerrarlos , vigilaba la firmeza y tupidez de los alambres de las portezuelas , porque perdiose el sosiego de los palomares desde que los hombres de la Marina se avezaron a soltar palomas a los halcones de Berna , la sierra más excelsa y fragosa . No podría preciarse esa gente de que él y sus amigos hubieran participado de tan aborrecible divertimiento . Pasó sobre la frente del hidalgo un palomo grande , azuloso , de buche grueso y erizado , y la mirada encendida . - ¡ Ése es ladrón ! - gritó furiosamente el caballero - . ¡ Nunca hubo en Serosca buchones ! Un macho de su palomar , blanco y calzado de plumoncito rizoso hasta los dedos , se gallardeaba encima del acanto de una dovela de Santa María . Agradada la hembra , que era también blanca y fina con toquecillos de color de miel , subió a la hoja de piedra del muro . Y ya se dejaba espulgar por el dulce pico del esposo , cuando hizo su aparición , estrepitosa de alas , el palomo gordo y rapaz , que dejó caer tiesamente la cola , ahuecó la plumajería de la garganta , verde , con tornasoles siniestros , y moduló un lírico arrullo lleno de falacias . Avisoles los peligros el amo ; pero el buchón no les dejaba aliento para volar . Repitió la paternal llamada don Arcadio . Y el enemigo les rendía con insolencias y embelecos . Ya no pudo contenerse don Arcadio , y arrancando una pedrezuela de la cornisa disparó contra las aves . Escapó el ladrón ; vino enloquecida la hembra , pero el palomo familiar cayó a la honda plaza . Desnuda la cabeza , descalzándosele los bordados pantuflos , saltando escalones , bajó el hidalgo ; llegó a la Parroquia . El pobre palomo estaba muerto . La piedra le había herido en los ojos ; se aplastó la blanca pechuga contra las losas , y del pico entreabierto le salía una gotita espesa de sangre . Maldijo el caballero el acierto de su mano ; y la alzó crispada y trágica contra toda Serosca la nueva . Y una tarde de febrero , de oro pálido y tibio , estando don Arcadio dirigiendo la poda de un durazno de su huerto , sintió que el aire vibraba de alaridas de cuernos , de bocinas y caracolas . Eran los avisos de que el gavilán de Berna había agarrado la paloma . Siempre oyó don Arcadio estas señales paseando por el campo con sus amigos , o conversando en una sala cerca del brasero , de copa resplandeciente , y nunca quiso mirar ni saber un lance de estos vuelos feroces . El mismo don Lorenzo , tolerante y zumbón en todas las cosas , dedicaba un silencio de desdén y lástima a estas crueldades levantinas . Pero esa tarde , esa tarde le sorprendió solo y aburrido aquel tumulto . Pensó en su palomar . ¿ Estaría firme el cierre ? ¿ Le atormentaba la sospecha miedosa , y no remediaba un posible descuido ? ¡ María Santísima , si estaba en su casa y nadie le veía ! Y subió . ¡ Qué contento tan ancho , tan leve y juvenil , sintió en la libertad de su azotea ! ¡ Qué azul tan pálido , tan inocente ! Y allá dentro del azul , ¡ qué hermosura ! ¡ subiendo , subiendo ... un blancor menudo y vivo ! ¡ La paloma , otra paloma perseguida por el dardo del halcón ! Llegaron a fundirse , a perderse en las llamas del ocaso . Bajaba un rizo de plumas ; y resonó un aplauso de triunfo , un aplauso que se oía como una lluvia torrencial sobre un bosque , y que calaba el pecho de don Arcadio . Tan grande era su emoción , que olvidose de todo recato , y se asomó a la acitara . Y de improviso le golpeó los hombros , y cayó a sus pies la paloma palpitante , victoriosa , con un surco abierto en la pechuga por el puñal de una garra . Y apenas la tuvieron sus manos , y empezaba a incorporársele el temblor de los latidos de la asustada vida , zumbó el aire junto a sus sienes por un aletazo de fuego , y el gavilán , cegado del enfurecimiento de la persecución , loco y horrendo , precipitose , desplomose hasta rasar los guijarros de la plaza de Santa María . La plaza retembló de aullidos , de patadas , de golpes ... Un tendero cojo , desgajó con su muleta un ala del pobre gerifalte . Entonces el jubiloso vocerío traspasó toda la ciudad . Una yunta saliose de la besana , mientras el labrador miraba hacia Serosca . Y don Arcadio , congestionado , amando la paloma como si fuese suya , la mostraba desde lo alto , y braceaba y gritaba . Desde otras azoteas aplaudían . Un caballero , tocado con gorrillo de borla , devoraba por el cañón del larga-vista el oleaje de la muchedumbre . Otro , asomado a su buharda pedía que le mostrasen el ala tronchada . Y sucedió que el del birrete , el de la lucera y don Arcadio se miraron . Y los tres hidalgos desaparecieron , porque eran el símbolo de la antigua raza sorprendido en el pecado de solazarse con la raza nueva . Cuando alguna labriega o lugareña menesterosa entraba suspirando en la vasta cocina , las mozas o Camila , la vieja criada , mujer de toda la confianza y de todas las llaves , le preguntaba : - ¿ Viene para hablar con la señora ? - ¡ Ay sí que quisiera ! - y se subía las puntas del delantal a sus lagrimales rojos y húmedos . Entonces Camila , volviéndose a las otras , solía decir muy paso : - ¡ Esto nunca se acaba porque la señora es como es ! Después se apartaba . Durante mucho tiempo se la oía « anda que andarás » por los pasillos , abriendo y cerrando puertas . La artesana o labradora refería a las mozas sus calamidades ; también mentaba a la señora . ¿ Verdad que debía ser desgraciada ? Se reía a veces con una risa que valiera más que no se riese . La señora tenía cara de santa , pero de santa ya muerta que hubiese pasado una vida de amarguras , como casi todas las santas . ¡ La muerte del hijo , la muerte de ese hijo ! Delante de Camila se presentaba el nieto de los señores corriendo gozosamente . Y todos le miraban suspirando de compasión . El niño tiraba de las faldas de la pobre mujer : - ¡ Anda , que mamá Rosa está esperándote ! Mamá Rosa , vestida lisamente de negro , y la cabeza como forjada de plata , lo mismo , lo mismo que la cabellera de don Lorenzo , acogía con dulzura a la necesitada . En seguida dejaba su labor y quedábase escuchando ; pero parecía que pasaba sobre ella un cristal , un humo que la nublase , que la alejase y la hiciese misteriosa . A veces , cortaban el coloquio don Arcadio y don Lorenzo , que ahora solía venir de mañana . Luego seguía el rumorcito apenado de la mujer . - ¡ Y cómo habíamos de pasarlo , con el marido malo de dolores que ni podía resollar , y yo criando los mellizos , y en la tienda negándome harina ! Pues nueve huevos de pavo que le puse a la clueca , los nueve que salieron ; y cuando ya estaban que estaban criados que daba gloria mirarlos se pusieron como aojados , y de nueve me quedaron dos ; y una tarde bajó el gavilán y desgarró a uno y se llevó al otro . Yo estaba en la acequia ; y mi marido oyendo el alboroto , y sin poder menearse ... La chica , la Agustinica , que la señora acristianó , no quiso salir de miedo , pero estuvo mirando desde la falsa ; dice que la clueca le daba con las alas al maldecío del pájaro , embistiéndole desesperada , y que dio un salto y el gavilán se fue . Y cuando pasemos al corral vimos a la gallina desangrándose , clavadica en un hincón de la pared , de ésos donde se cuelgan los legones y los aparejos ... Don Arcadio le decía con los ojos a su esposa : « Anda ; socórrela pronto » . Y la cuitada , aún con los dineros en el hueco de su mano abrasada y seca , proseguía murmurando sus agobios . El nietecito huérfano corría entre los rancios muebles ; y cuando pasaba por los vanos de los balcones , y las hebras azules de sol tocaban su cabellera , se producía en la sala un bello relámpago de oro . Don Lorenzo sentábase al piano ; subía al niño sobre sus hinojos , y tomándole las manitas , se las paseaba por el viejo marfil y con ellas tañía muy despacito , muy dulcemente unas notas que parecían de cajita antigua de música donde hay unas menuditas danzarinas que bailan una mudanza haciendo reverencias , y pellizcándose su hueco guardainfante ... La señora se hundía más en el damasco de su butaca , adelgazándose hasta semejar una doncellita romántica , con el cabello empolvado . Después iba subiendo la mirada , quedando prendida del dorado lóbulo de una cornucopia . Debajo brillaba el cobre de Mozart de un perfil femenino y entristecido . ¿ No se parecía a don Lorenzo , Señor ? Y , después , don Lorenzo aconsejaba al ahijadito : - Tú serás músico , ¿ verdad ? Mamá Rosa ¿ qué te dice ? Y el abuelo mediaba : - No , no ; déjese de música ; ha de ser magistrado muy sabio , y muy grave ; y sus hijos tendrán un óleo con un fondo de cortina encarnada , recogida por un cordón de borlas ; y en medio estará él , vestido de toga , la muceta más roja que la cortina ; una mano descansará sobre el bufete como si fuese a abrir un libro de Leyes ; la otra , cerca del pecho , brillándole este anillo ancho que yo traigo ahora en el cordal . ¿ No se ha fijado en el retrato que hay encima de mi escritorio ? Pues , lo mismo . Es de mi tío Alejandro Pons y Gumiel , hermano de mi madre , descendientes de Pedro de Gumiel , maestro mayor de obras del Cardenal Cisneros . El artista bajaba de sus rodillas al huérfano . - ¡ Conque con Dios , señora ! - decía aún la mujer despidiéndose . Don Arcadio tosía , tropezaba en la rejuela de lumbre de los pies de doña Rosa , golpeaba con los artejos en el fanal de la Virgen que estaba sobre la cómoda , una cómoda olorosa hecha de una sabina gigantesca de su heredad de Murta , ya vendida . Y la pobre mujer salía suspirando . Entonces , el caballero se llevaba las manos a su limpia calva , y así recorría todo el aposento . De pronto se detenía y plegaba los brazos lamentándose : - ¡ Te matarán , Rosa ! Te vas consumiendo de tantas desdichas de madres , de hijos , de esposas . ¡ Yo nunca te encontré sola ! ¿ Necesitan socorro ? ¡ Pues las remedias , si puedes , y se acabó ! - ¡ Déjalas que Hablen , Arcadio ! Vienen por esa expansión . - ¡ Vienen por lo otro ! ¿ Qué le parece , don Lorenzo ? Y don Lorenzo inclinaba la frente , y decía con timidez y amargura : - El decir , el contar nuestra vida consuela , alivia mucho . ¡ El silencio del dolor es otra pena tan pesada ! Y la señora volvía los ojos al horizonte campesino , y lo veía todo esfumado porque en sus pestañas temblaba un rocío de lágrimas . Mirábala el nieto desde el rincón de sus juguetes ; y trayéndole a don Lorenzo un cordero descabezado o un molinito roto para que su amigo lo encolase , decíale riendo : - Oye ¿ por qué llora la abuelita ? La Colombófilo era más rica , más nombrada y amena que el mismo Casino Viejo de Serosca . A buen seguro que nuestro parecer agraviaría a don Arcadio ; pero nos tenemos nosotros por más amigos de la verdad que de Platón , como diría don César , si bien el docto profesor lo diría en latín . Fundó La Colombófila la gente nueva , la aborrecida de los claros caballeros del lugar , y , sin embargo , casi todos pertenecían a su gremio desde la tarde que gustaron del pasatiempo de aquella liza de gerifaltes y palomas . Era tan grato este solaz y tan gustosos los comentarios de sus lances que , aun a trueque de mezclarse con los advenedizos , solía don Arcadio ir algún rato a sus reuniones . Es cierto que siempre se rodeaba de los suyos . - Eso de dar palomos a los gavilanes - les decía don Lorenzo - , no se aviene con el título de esta casa . Y el catedrático , sentido de no haberse fijado primero que todos en la etimología doméstica , le replicaba : - Le advierto a usted que no se sueltan las palomas para que las devoren los gavilanes , ni mucho menos , sino para que los venzan y sepan huir de los peligros ; y en esta enseñanza hay una manera de amor . - ¡ Vaya por tanto amor , y la que no sale comida , viene lisiada ! Y una noche , el músico fue solo al bureo de los socios trasnochadores , y les habló de los palomares de la Mancha . Daba alegría ver salir centenares de palomos de los casales , y poblarse el cielo de alas , y perderse aquel júbilo por el llano . Bajaban a comer en la sembradura ; y antes de la puesta del sol se recogían todos . Los dueños tan sólo habían de cuidarse de darles agua como si fuesen rebaños ; y de la palomina sacaban un caudal . Aquellos tornadizos meridionales se miraron , y en seguida decidieron granjear como los de la Mancha ; y para divertirse criarían palomas mensajeras . El artista sentía un íntimo contentamiento . ¿ Cómo estallaban rebeldías y contiendas entre los hombres , siendo tan dóciles y simples , que se les apartaba de sus aficiones y designios más contumaces con sólo la miel de una promesa ? He aquí que por su mediación se acababan los angustiosos vuelos de las bellas avecitas . El tesorero de La Colombófila , que había vivido en Calpe , dando una gran voz , dijo : - ¡ Hay que matar todos los halcones de la sierra ! En Calpe los acabamos subiendo a los mismos nidales . ¡ Da más gusto ! Y cuando ya no hubo , matábamos gaviotas . - ¿ Y los cazabais a tiros ? - le preguntó el secretario , macizo , reluciente , en cuya corbata de raso colorado brillaba una libra esterlina , y de la soga de oro de su reloj pendía una onza . - ¡ A tiros y con cepos ! El entusiasmo fervorizaba la sangre levantina . ¡ Eso sería hermoso ! Habían de llevar unas acémilas para el repuesto . Pedirían a Valencia polainas , gorras felpudas de orejeras , cuchillos de fusil , armadijos , escalas de cordeles ... Don Lorenzo arrepintiose de su elogio a los palomares manchegos . ¡ Señor , estos hombres sencillos eran terribles !