Miguel de Unamuno Abel Sánchez Una historia de pasión Segunda edición Renacimiento San Marcos , 42 Madrid Al corregir las pruebas de esta segunda edición de mi Abel Sánchez : Una historia de pasión — acaso estaría mejor Historia de una pasión — y corregirlas aquí , en el destierro fronterizo , a la vista pero fuera de mi dolorosa España , he sentido revivir en mí todas las congojas patrióticas de que quise librarme al escribir esta historia congojosa . Historia que no había querido volver a leer . La primera edición de esta novela no tuvo en un principio , dentro de España , buen suceso . Perjudicóle , sin duda , una lóbrega y tétrica portada alegórica que me empeñé en dibujar y colorear yo mismo ; pero perjudicole acaso más la tétrica lobreguez del relato mismo . El público no gusta que se llegue con el escalpelo a hediondas simas del alma humana y que se haga saltar pus . Sin embargo , esta novela , traducida al italiano , al alemán y al holandés , obtuvo muy buen suceso en los países en que se piensa y siente en estas lenguas . Y empezó a tenerlo en los de nuestra lengua española . Sobre todo después que el joven crítico José A . Balseiro en el tomo II de El vigía le dedicó un agudo ensayo . De tal modo que se ha hecho precisa esta segunda edición . Un joven norteamericano que prepara una tesis de doctorado sobre mi obra literaria me escribía hace poco preguntándome si saqué esta historia del Caín de lord Byron , y tuve que contestarle que yo no he sacado mis ficciones novelescas — o nivolescas — de libros , sino de la vida social que siento y sufro — y gozo — en torno mío y de mi propia vida . Todos los personajes que crea un autor , si los crea con vida ; todas las criaturas de un poeta , aun las más contradictorias entre sí — y contradictorias en sí misma — , son hijas naturales y legítimas de su autor — ¡ feliz si autor de sus siglos ! — , son partes de él . Al final de su vida atormentada , cuando se iba a morir , decía mi pobre Joaquín Monegro : « ¿ Por qué nací en tierra de odios ? En tierra en que el precepto parece ser : " Odia a tu prójimo como a ti mismo . " Porque he vivido odiándome ; porque aquí todos vivimos odiándonos . Pero … traed al niño » . Y al volver a oírle a mi Joaquín esas palabras , por segunda vez y al cabo de los años — ¡ y qué años ! — que separan estas dos ediciones , he sentido todo el horror de la calentura de la lepra nacional española , y me he dicho : « Pero … traed al niño » . Porque aquí , en esta mi nativa tierra vasca — francesa o española es igual — a la que he vuelto de largo asiento después de treinta y cuatro años que salí de ella , estoy reviviendo mi niñez . No hace tres meses escribía aquí : Pero ¡ qué trágica mi experiencia de la vida española ! Salvador de Madariaga , comparando ingleses , franceses y españoles , dice que en el reparto de los vicios capitales de que todos padecemos , al inglés le tocó más hipocresía que a los otros dos , al francés más avaricia y al español más envidia . Y esta terrible envidia , phthonos de los griegos , pueblo democrático y más bien demagógico , como el español , ha sido el fermento de la vida social española . Lo supo acaso mejor que nadie Quevedo ; lo supo fray Luis de León . Acaso la soberbia de Felipe II no fue más que envidia . « La envidia nació en Cataluña » , me decía una vez Cambó en la plaza Mayor de Salamanca . ¿ Por qué no en España ? Toda esa apestosa enemiga de los neutros , de los hombres de sus casas , contra los políticos , ¿ qué es sino envidia ? ¿ De dónde nació la vieja Inquisición , hoy rediviva ? Y al fin la envidia que yo traté de mostrar en el alma de mi Joaquín Monegro es una envidia trágica , una envidia que se defiende , una envidia que podría llamarse angélica ; pero ¿ y esa otra envidia hipócrita , solapada , abyecta , que está devorando a lo más indefenso del alma de nuestro pueblo ? , ¿ esa envidia colectiva ? , ¿ la envidia del auditorio que va al teatro a aplaudir las burlas a lo que es más exquisito o más profundo ? En estos años que separan las dos ediciones de esta mi historia de una pasión trágica — la más trágica acaso — , he sentido enconarse la lepra nacional y en estos cerca de cinco años que he tenido que vivir fuera de mi España he sentido cómo la vieja envidia tradicional — y tradicionalista — española , la castiza , la que agrió las gracias de Quevedo y las de Larra , ha llegado a constituir una especie de partidillo político , aunque , como todo lo vergonzante e hipócrita , desmedrado ; he visto a la envidia constituir juntas defensivas , la he visto revolverse contra toda natural superioridad . Y ahora , al releer , por primera vez , mi Abel Sánchez para corregir las pruebas de esta su segunda — y espero que no última — edición , he sentido la grandeza de la pasión de mi Joaquín Monegro y cuán superior es , moralmente , a todos los Abeles . No es Caín lo malo ; lo malo son los cainitas . Y los abelitas . Mas como no quiero hurgar en viejas tristezas , en tristezas de viejo régimen — no más tristes que las del llamado nuevo — termino este prólogo escrito en el destierro , pero a la vista de mi España , diciendo con mi pobre Joaquín Monegro : « ¡ Pero … traed al niño ! » . MIGUEL DE UNAMUNO . En Hendaya . El 14 de julio de 1928 . Al morir Joaquín Monegro , encontrose entre sus papeles una especie de Memoria de la sombría pasión que le hubo devorado en vida . Entremézclanse en este relato fragmentos tomados de una confesión — así la rotuló — , y que viene a ser al modo de comentario que se hacía Joaquín a sí mismo de su propia dolencia . Esos fragmentos van entrecomillados . La Confesión iba dirigida a su hija . No recordaban Abel Sánchez y Joaquín Monegro desde cuándo se conocían . Eran conocidos desde antes de la niñez , desde su primera infancia , pues sus dos sendas nodrizas se juntaban y los juntaban cuando aún ellos no sabían hablar . Aprendió cada uno de ellos a conocerse conociendo al otro . Y así vivieron y se hicieron juntos amigos desde nacimiento , casi más bien hermanos de crianza . En sus paseos , en sus juegos , en sus otras amistades comunes , parecía dominar e iniciarlo todo Joaquín , el más voluntarioso ; pero era Abel quien , pareciendo ceder , hacía la suya siempre . Y es que le importaba más no obedecer que mandar . Casi nunca reñían . « ¡ Por mí como tú quieras … ! » , le decía Abel a Joaquín , y éste se exasperaba a las veces porque con aquel « ¡ como tú quieras … ! » esquivaba las disputas . — ¡ Nunca me dices que no ! — exclamaba Joaquín . — ¿ Y para qué ? — respondía el otro . — Bueno , éste no quiere que vayamos al Pinar — dijo una vez aquél , cuando varios compañeros se disponían a un paseo . — ¿ Yo ? ¡ Pues no he de quererlo … ! — exclamó Abel — . Sí , hombre , sí ; como tú quieras . ¡ Vamos allá ! — ¡ No , como yo quiera , no ! ¡ Ya te he dicho otras veces que no ! ¡ Como yo quiera no ! ¡ Tú no quieres ir ! — Que sí , hombre … — Pues entonces no lo quiero yo … — Ni yo tampoco … — Eso no vale — gritó ya Joaquín — . ¡ O con él o conmigo ! Y todos se fueron con Abel , dejándole a Joaquín solo . Al comentar éste en sus Confesiones tal suceso de la infancia , escribía : Durante los estudios del bachillerato , que siguieron juntos , Joaquín era el empollón , el que iba a la caza de los premios , el primero en las aulas y el primero Abel fuera de ellas , en el patio del Instituto , en la calle , en el campo , en los novillos , entre los compañeros . Abel era el que hacía reír con sus gracias y , sobre todo , obtenía triunfos de aplauso por las caricaturas que de los catedráticos hacía . « Joaquín es mucho más aplicado , pero Abel es más listo … si se pusiera a estudiar … » . Y este juicio común de los compañeros , sabido por Joaquín , no hacía sino envenenarle el corazón . Llegó a sentir la tentación de descuidar el estudio y tratar de vencer al otro en el otro campo , pero diciéndose : « ¡ bah ! , qué saben ellos … » , siguió fiel a su propio natural . Además , por más que procuraba aventajar al otro en ingenio y donosura no lo conseguía . Sus chistes no eran reídos y pasaba por ser fundamentalmente serio . « Tú eres fúnebre — solía decirle Federico Cuadrado — , tus chistes son chistes de duelo » . Concluyeron ambos el bachillerato . Abel se dedicó a ser artista siguiendo el estudio de la pintura y Joaquín se matriculó en la Facultad de Medicina . Veíanse con frecuencia y hablaba cada uno al otro de los progresos que en sus respectivos estudios hacían , empeñándose Joaquín en probarle a Abel que la Medicina era también un arte , y hasta una arte bella , en que cabía inspiración poética . Otras veces , en cambio , daba en menospreciar las bellas artes , enervadoras del espíritu , exaltando la ciencia , que es la que eleva , fortifica y ensancha el espíritu con la verdad . — Pero es que la Medicina tampoco es ciencia — le decía Abel — . No es sino una arte , una práctica derivada de ciencias . — Es que yo no he de dedicarme al oficio de curar enfermos — replicaba Joaquín . — Oficio muy honrado y muy útil … — añadía el otro . — Sí , pero no para mí . Será todo lo honrado y todo lo útil que quieras , pero detesto esa honradez y esa utilidad . Para otros el hacer dinero tomando el pulso , mirando la lengua y recetando cualquier cosa . Yo aspiro a más . — ¿ A más ? — Sí , yo aspiro a abrir nuevos caminos . Pienso dedicarme a la investigación científica . La gloria médica es de los que descubrieron el secreto de alguna enfermedad y no de los que aplicaron el descubrimiento con mayor o menor fortuna . — Me gusta verte así , tan idealista . — Pues qué , ¿ crees que sólo vosotros , los artistas , los pintores , soñáis con la gloria ? — Hombre , nadie te ha dicho que yo sueñe con tal cosa … — ¿ Que no ? , ¿ pues por qué , sino , te has dedicado a pintar ? — Porque si se acierta es oficio que promete … — ¿ Que promete ? — Vamos , sí , que da dinero . — A otro perro con ese hueso , Abel . Te conozco desde que nacimos casi . A mí no me la das . Te conozco . — ¿ Y he pretendido nunca engañarte ? — No , pero tú engañas sin pretenderlo . Con ese aire de no importarte nada , de tomar la vida en juego , de dársete un comino de todo , eres un terrible ambicioso … — ¿ Ambicioso yo ? — Sí , ambicioso de gloria , de fama , de renombre … Lo fuiste siempre , de nacimiento . Sólo que solapadamente . — Pero ven acá , Joaquín , y dime : ¿ te disputé nunca tus premios ? , ¿ no fuiste tú siempre el primero en clase ? , ¿ el chico que promete ? — Sí , pero el gallito , el niño mimado de los compañeros , tú … — ¿ Y qué iba yo a hacerle … ? — ¿ Me querrás hacer creer que no buscabas esa especie de popularidad … ? — Haberla buscado tú … — ¿ Yo ? , ¿ yo ? ¡ Desprecio a la masa ! — Bueno , bueno , déjame de esas tonterías y cúrate de ellas . Mejor será que me hables otra vez de tu novia . — ¿ Novia ? — Bueno , de esa tu primita que quieres que lo sea . Porque Joaquín estaba queriendo forzar el corazón de su prima Helena y había puesto en su empeño amoroso todo el ahínco de su ánimo reconcentrado y suspicaz . Y sus desahogos , los inevitables y saludables desahogos de enamorado en lucha , eran con su amigo Abel . ¡ Y lo que Helena le hacía sufrir ! — Cada vez la entiendo menos — solía decirle a Abel — . Esa muchacha es para mí una esfinge … — Ya sabes lo que decía Oscar Wilde , o quien fuese : que toda mujer es una esfinge sin secreto . — Pues Helena parece tenerlo . Debe de querer a otro , aunque éste no lo sepa : Estoy seguro de que quiere a otro . — ¿ Y por qué ? — De otro modo no me explico su actitud conmigo … — Es decir , que porque no quiere quererte a ti … quererte para novio , que como primo sí te querrá . — ¡ No te burles ! — Bueno , pues porque no quiere quererte para novio , o más claro , para marido , ¿ tiene que estar enamorada de otro ? ¡ Bonita lógica ! — ¡ Yo me entiendo ! — Sí , y también yo te entiendo . — ¿ Tú ? — ¿ No pretendes ser quien mejor me conoce ? ¿ Qué mucho , pues , que yo pretenda conocerte ? Nos conocimos a un tiempo . — Te digo que esa mujer me trae loco y me hará perder la paciencia . Está jugando conmigo . Si me hubiera dicho desde un principio que no , bien estaba , pero tenerme así , diciendo que lo verá , que lo pensará … ¡ Esas cosas no se piensan … coqueta ! — Es que te está estudiando . — ¿ Estudiándome a mí ? ¿ Ella ? ¿ Qué tengo yo que estudiar ? ¿ Qué puede ella estudiar ? — ¡ Joaquín , Joaquín , te estás rebajando y la estás rebajando … ! ¿ O crees que no más verte y oírte y saber que la quieres y ya debía rendírsete ? — Sí , siempre he sido antipático … — Vamos , hombre , no te pongas así … — ¡ Es que esa mujer está jugando conmigo ! Es que no es noble jugar así con un hombre , como yo , franco , leal , abierto … ¡ Pero si vieras qué hermosa está ! ¡ Y cuánto más fría y más desdeñosa se pone más hermosa ! ¡ Hay veces que no sé si la quiero o la aborrezco más … ! ¿ Quieres que te presente a ella … ? — Hombre , si tú … — Bueno , os presentaré . — Y si ella quiere … — ¿ Qué ? — Le haré un retrato . — ¡ Hombre , sí ! Mas aquella noche durmió Joaquín mal rumiando lo del retrato , pensando en que Abel Sánchez , el simpático sin proponérselo , el mimado del favor ajeno , iba a retratarle a Helena . ¿ Qué saldría de allí ? ¿ Encontraría también Helena , como sus compañeros de ellos , más simpático a Abel ? Pensó negarse a la presentación , mas como ya se la había prometido … — ¿ Qué tal te pareció mi prima ? — le preguntaba Joaquín a Abel al día siguiente de habérsela presentado y propuesto a ella , a Helena , lo del retrato , que acogió alborozada de satisfacción . — Hombre , ¿ quieres la verdad ? — La verdad siempre , Abel ; si nos dijéramos siempre la verdad , toda la verdad , esto sería el paraíso . — Sí , y si se la dijera cada cual a sí mismo … — ¡ Bueno , pues la verdad ! — La verdad es que tu prima y futura novia , acaso esposa , Helena , me parece una pava real … es decir , un pavo real hembra … Ya me entiendes … — Sí , te entiendo . — Como no sé expresarme bien más que con el pincel … — Y vas a pintar la pava real , o el pavo real hembra , haciendo la rueda acaso , con su cola llena de ojos , su cabecita … — ¡ Para modelo , excelente ! ¡ Excelente , chico ! ¡ Qué ojos ! ¡ Qué boca ! Esa boca carnosa y a la vez fruncida … , esos ojos que no miran … ¡ Qué cuello ! ¡ Y sobre todo qué color de tez ! Si no te incomodas … — ¿ Incomodarme yo ? — Te diré que tiene un color como de india brava , o mejor , de fiera indómita . Hay algo , en el mejor sentido , de pantera en ella . Y todo ello fríamente . — ¡ Y tan fríamente ! — Nada , chico , que espero hacerte un retrato estupendo . — ¿ A mí ? ¿ Será a ella ? — No , el retrato será para ti , aunque de ella . — ¡ No , eso no , el retrato será para ella ! — Bien , para los dos . Quién sabe … Acaso con él os una . — Vamos , sí , que de retratista pasas a … — A lo que quieras , Joaquín , a celestino , con tal de que dejes de sufrir así . Me duele verte de esa manera . Empezaron las sesiones de pintura , reuniéndose los tres . Helena se posaba en su asiento solemne y fría , henchida de desdén , como una diosa llevada por el destino . « ¿ Puedo hablar ? » , preguntó el primer día , y Abel le contestó : « Sí , puede usted hablar y moverse ; para mí es mejor que hable y se mueva , porque así vive la fisonomía … Esto no es fotografía , y además no la quiero hecha estatua … » . Y ella hablaba , hablaba , pero moviéndose poco y estudiando la postura . ¿ Qué hablaba ? Ellos no lo sabían . Porque uno y otro no hacían sino devorarla con los ojos ; la veían , no la oían hablar . Y ella hablaba , hablaba , por creer de buena educación no estarse callada , y hablaba zahiriendo a Joaquín cuanto podía . — ¿ Qué tal vas de clientela , primito ? — le preguntaba . — ¿ Tanto te importa eso ? — ¡ Pues no ha de importarme , hombre , pues no ha de importarme … ! Figúrate … — No , no me figuro . — lnteresándote tú tanto como por mí te interesas , no cumplo con menos que con interesarme yo por ti . Y , además , quién sabe … — ¿ Quién sabe , qué ? — Bueno , dejen eso — interrumpió Abel — ; no hacen sino regañar . — Es lo natural — decía Helena — entre parientes … Y además , dicen que así se empieza . — ¿ Se empieza , qué ? — preguntó Joaquín . — Eso tú lo sabrás , primo , que tú has empezado . — ¡ Lo que voy a hacer es acabar ! — Hay varios modos de acabar , primo . — Y varios de empezar . — Sin duda . ¿ Qué , me descompongo con este floreteo , Abel ? — No , no , todo lo contrario . Este floreteo , como le llama , le da más expresión a la mirada y al gesto . Pero … A los dos días tuteábanse ya Abel y Helena ; lo había querido así Joaquín , que al tercer día faltó a una sesión . — A ver , a ver cómo va eso — dijo Helena levantándose para ir a ver el retrato . — ¿ Qué te parece ? — Yo no entiendo , y además no soy quien mejor puede saber si se me parece o no . — ¿ Qué ? ¿ No tienes espejo ? ¿ No te has mirado a él ? — Sí , pero … — ¿ Pero qué … ? — Qué sé yo … — ¿ No te encuentras bastante guapa en este espejo ? — No seas adulón . — Bien , se lo preguntaremos a Joaquín . — No me hables de él , por favor . ¡ Qué pelma ! — Pues de él he de hablarte . — Entonces me marcho … — No , y oye . Está muy mal lo que estás haciendo con ese chico . — ¡ Ah ! ¿ Pero ahora vienes a abogar por él ? ¿ Es esto del retrato un achaque ? — Mira , Helena , no está bien que estés así , jugando con tu primo . Él es algo , vamos , algo … — ¡ Sí , insoportable ! — No , él es reconcentrado , altivo por dentro , terco , lleno de sí mismo , pero es bueno , honrado a carta cabal , inteligente , le espera un brillante porvenir en su carrera , te quiere con delirio … — ¿ Y si a pesar de todo eso no le quiero yo ? — Pues debes entonces desengañarle . — ¡ Y poco que le he desengañado ! Estoy harta de decirle que me parece un buen chico , pero que por eso , porque me parece un buen chico , un excelente primo — y no quiero hacer un chiste — , por eso no le quiero para novio con lo que luego viene . — Pues él dice … — Si él te ha dicho otra cosa , no te ha dicho la verdad , Abel . ¿ Es que voy a despedirle y prohibirle que me hable siendo como es mi primo ? ¡ Primo ! ¡ Qué gracia ! — No te burles así . — Si es que no puedo … — Y él sospecha más , y es que se empeña en creer que puesto que no quieres quererle a él , estás en secreto enamorada de otro … — ¿ Eso te ha dicho ? — Sí , eso me ha dicho . Helena se mordió los labios , se ruborizó y calló un momento . — Sí , eso me ha dicho — repitió Abel , descansando la diestra sobre el tiento que apoyaba en el lienzo , y mirando fijamente a Helena , como queriendo adivinar el sentido de algún rasgo de su cara . — Pues si se empeña … — ¿ Qué … ? — Que acabará por conseguir que me enamore de algún otro … Aquella tarde no pintó ya más Abel . Y salieron novios . El éxito del retrato de Helena por Abel fue clamoroso . Siempre había alguien contemplándolo frente al escaparate en que fue expuesto . « Ya tenemos un gran pintor más » , decían . Y ella , Helena , procuraba pasar junto al lugar en que su retrato se exponía para oír los comentarios y paseábase por las calles de la ciudad como un inmortal retrato viviente , como una obra de arte haciendo la rueda . ¿ No había acaso nacido para eso ? Joaquín apenas dormía . — Está peor que nunca — le dijo a Abel — . Ahora es cuando juega conmigo . ¡ Me va a matar ! — ¡ Naturalmente ! Se siente ya belleza profesional … — ¡ Sí , la has inmortalizado ! ¡ Otra Joconda ! — Pero tú , como médico , puedes alargarle la vida … — O acortársela . — No te pongas así , trágico . — ¿ Y qué voy a hacer , Abel , qué voy a hacer … ? — Tener paciencia … — Además , me ha dicho cosas de donde he sacado que le has contado lo de que la creo enamorada de otro … — Fue por hacer tu causa … — Por hacer mi causa … Abel , Abel , tú estás de acuerdo con ella … , vosotros me engañáis … — ¿ Engañarte ? ¿ En qué ? ¿ Te ha prometido algo ? — ¿ Y a ti ? — ¿ Es tu novia acaso ? — ¿ Y es ya la tuya ? Callose Abel , mudándosele la color . — ¿ Lo ves ? — exclamó Joaquín , balbuciente y tembloroso — . ¿ Lo ves ? — ¿ El qué ? — ¿ Y lo negarás ahora ? ¿ Tendrás cara para negármelo ? — Pues bien , Joaquín , somos amigos de antes de conocernos , casi hermanos … — Y al hermano , puñalada trapera , ¿ no es eso ? — No te sulfures así ; ten paciencia … — ¿ Paciencia ? ¿ Y qué es mi vida sino continua paciencia , continuo padecer ? Tú el simpático , tú el festejado , tú el vencedor , tú el artista … Y yo … Lágrimas que le reventaron en los ojos cortáronle la palabra . — ¿ Y qué iba a hacer , Joaquín , qué querías que hiciese … ? — ¡ No haberla solicitado , pues que la quería yo … ! — Pero si ha sido ella , Joaquín , si ha sido ella … — Claro , a ti , al artista , al afortunado , al favorito de la fortuna , a ti son ellas las que te solicitan . Ya la tienes pues … — Me tiene ella , te digo . — Sí , ya te tiene la pava real , la belleza profesional , la Joconda … Serás su pintor … La pintarás en todas posturas y en todas formas , a todas las luces , vestida y sin vestir … — ¡ Joaquín ! — Y así la inmortalizarás . Vivirá tanto como tus cuadros vivan . Es decir ; ¡ vivirá , no ! Porque Helena no vive ; durará . Durará como el mármol , de que es . Porque es de piedra , fría y dura , fría y dura como tú . ¡ Montón de carne … ! — No te sulfures , te he dicho . — ¡ Pues no he de sulfurarme , hombre , pues no he de sulfurarme ! ¡ Esto es una infamia , una canallada ! Sintiose abatido y calló , como si le faltaran palabras para la violencia de su pasión . — Pero ven acá , hombre — le dijo Abel con su voz más dulce , que era la más terrible — y reflexiona . ¿ Iba yo a hacer que te quisiese si ella no quiere quererte ? Para novio no le eres … — Sí , no soy simpático a nadie ; nací condenado . — Te juro , Joaquín … — ¡ No jures ! — Te juro que si en mí solo consistiese , Helena sería tu novia , y mañana tu mujer . Si pudiese cedértela … — Me la venderías por un plato de lentejas , ¿ no es eso ? — ¡ No , vendértela , no ! Te la cedería gratis y gozaría en veros felices , pero … — Sí , que ella no me quiere y te quiere a ti , ¿ no es eso ? — ¡ Eso es ! — Que me rechaza a mí , que la buscaba , y te busca a ti , que la rechazabas . — ¡ Eso ! Aunque no lo creas ; soy un seducido . — ¡ Qué manera de darte postín ! ¡ Me das asco ! — ¿ Postín ? — Sí , ser así , seducido , es más que ser seductor . ¡ Pobre víctima ! Se pelean por ti las mujeres … — No me saques de quicio , Joaquín … — ¿ A ti ? ¿ Sacarte a ti de quicio ? Te digo que esto es una canallada , una infamia , un crimen … ¡ Hemos acabado para siempre ! Y luego , cambiando de tono , con lágrimas insondables en la voz : — Ten compasión de mí , Abel , ten compasión . Ve que todos me miran de reojo , ve que todos son obstáculos para mí … Tu eres joven , afortunado , mimado ; te sobran las mujeres … Dejame a Helena , mira que no sabré dirigirme a otra … Déjame a Helena … — Pero si ya te la dejo … — Haz que me oiga ; haz que me conozca ; haz que sepa que muero por ella , que sin ella no viviré … — No la conoces … — ¡ Sí , os conozco ! Pero , por Dios , júrame que no has de casarte con ella … — ¿ Y quién ha hablado de casamiento ? — ¿ Ah , entonces es por darme celos nada más ? Si ella no es más que una coqueta … peor que una coqueta , una … — ¡ Cállate ! — rugió Abel y fue tal el rugido , que Joaquín se quedó callado , mirándole . — Es imposible , Joaquín ; ¡ contigo no se puede ! ¡ Eres imposible ! Y Abel marchóse . « Pasé una noche horrible — dejó escrito en su Confesión Joaquín — volviéndome a un lado y otro de la cama , mordiendo a ratos la almohada , levantándome a beber agua del jarro del lavabo . Tuve fiebre . A ratos me amodorraba en sueños acerbos . Pensaba matarles y urdía mentalmente , como si se tratase de un drama o de una novela que iba componiendo , los detalles de mi sangrienta venganza , y tramaba diálogos con ellos . Parecíame que Helena había querido afrentarme y nada más , que había enamorado a Abel por menosprecio a mí , pero que no podía , montón de carne al espejo , querer a nadie . Y la deseaba más que nunca y con más furia que nunca . En alguna de las interminables modorras de aquella noche me soñé poseyéndola y junto al cuerpo frío e inerte de Abel . Fue una tempestad de malos deseos , de cóleras , de apetitos sucios , de rabia . Con el día y el cansancio de tanto sufrir volvióme la reflexión , comprendí que no tenía derecho alguno a Helena , pero empecé a odiar a Abel con toda mi alma y a proponerme a la vez ocultar ese odio , abonarlo , criarlo , cuidarlo en lo recóndito de las entrañas de mi alma . ¿ Odio ? Aún no quería darle su nombre , ni quería reconocer que nací , predestinado , con su masa y con su semilla . Aquella noche nací al infierno de mi vida » . — Helena — le decía Abel — , ¡ eso de Joaquín me quita el sueño … ! — ¿ El qué ? — Cuando le diga que vamos a casamos no sé lo que va a ser . Y eso que parece ya tranquilo y como si se resignase a nuestras relaciones … — ¡ Sí , bonito es él para resignarse ! — La verdad es que esto no estuvo del todo bien . — ¿ Qué ? ¿ También tú ? ¿ Es que vamos a ser las mujeres como bestias , que se dan y prestan y alquilan y venden ? — No , pero … — ¿ Pero qué ? — Que fue él quien me presentó a ti , para que te hiciera el retrato , y me aproveché … — ¡ Y bien aprovechado ! ¿ Estaba yo acaso comprometida con él ? ¡ Y aunque lo hubiese estado ! Cada cual va a lo suyo . — Sí , pero … — ¿ Qué ? ¿ Te pesa ? Pues por mí … Aunque si aún me dejases ahora , ahora que estoy comprometida y todas saben que eres mi novio oficial y que me vas a pedir un día de éstos , no por eso buscaría a Joaquín , ¡ no ! ¡ Menos que nunca ! Me sobrarían pretendientes , así , como los dedos de las manos — y levantaba sus dos largas manos , de abusados dedos , aquellas manos que con tanto amor pintara Abel , y sacudía los dedos , como si revolotearan . Abel le cogió las dos manos en las recias suyas , se las llevó a la boca y las besó alargadamente . Y luego en la boca … — ¡ Estate quieto , Abel ! — Tienes razón , Helena , no vamos a turbar nuestra felicidad pensando en lo que sienta y sufra por ella el pobre Joaquín … — ¿ Pobre ? ¡ No es más que un envidioso ! — Pero hay envidias , Helena … — ¡ Que se fastidie ! Y después de una pausa llena de un negro silencio : — Por supuesto , le convidaremos a la boda … — ¡ Helena ! — ¿ Y qué mal hay en ello ? Es mi primo , tu primer amigo , a él debemos el habernos conocido . Y si no le convidas tú , le convidaré yo . ¿ Que no va ? ¡ Mejor ! ¿ Qué va ? ¡ Mejor que mejor ! Al anunciar Abel a Joaquín su casamiento , este dijo : — Así tenía que ser . Tal para cual . — Pero bien comprendes … — Sí , lo comprendo , no me creas un demente o un furioso ; lo comprendo , está bien , que seáis felices … Yo no lo podré ser ya … — Pero , Joaquín , por Dios , por lo que más quieras … — Basta y no hablemos más de ello . Haz feliz a Helena y que ella te haga feliz … Os he perdonado ya … — ¿ De veras ? — Sí , de veras . Quiero perdonaros . Me buscaré mi vida . — Entonces me atrevo a convidarte a la boda , en mi nombre … — Y en el de ella , ¿ eh ? — Sí , en el de ella también . — Lo comprendo . Iré a realzar vuestra dicha . Iré . Como regalo de boda mandó Joaquín a Abel un par de magníficas pistolas damasquinadas , como para un artista . — Son para que te pegues un tiro cuando te canses de mí — le dijo Helena a su futuro marido . — ¡ Qué cosas tienes , mujer ! — Quién sabe sus intenciones … Se pasa la vida tramándolas … Al poco de haber vuelto los novios de su viaje de luna de miel , cayó Abel enfermo de alguna gravedad y llamaron a Joaquín a que le viese y le asistiese . — Estoy muy intranquila , Joaquín — le dijo Helena — ; anoche no ha hecho sino delirar , y en el delirio no hacía sino llamarte . Examinó Joaquín con todo cuidado y minucia a su amigo , y luego , mirando ojos a ojos a su prima , le dijo : — La cosa es grave , pero creo que le salvaré . Yo soy quien no tiene salvación ya . — Sí , sálvamelo — exclamó ella — . Y ya sabes … — ¡ Sí , lo sé todo ! — y se salió . Helena se fue al lecho de su marido , le puso una mano sobre la frente , que le ardía , y se puso a temblar . « ¡ Joaquín , Joaquín — deliraba Abel — , perdónanos , perdóname ! » . — ¡ Calla — le dijo casi al oído Helena — , calla ! ; ha venido a verte y dice que te curará , que te sanará … Dice que te calles … — ¿ Qué me curará … ? — añadió maquinalmente el enfermo . Joaquín llegó a su casa también febril , pero con una especie de fiebre de hielo . « ¡ Y si se muriera … ! » , pensaba . Echose vestido sobre la cama y se puso a imaginar escenas de lo que acaecería si Abel se muriese : el luto de Helena , sus entrevistas con la viuda , el remordimiento de ésta , el descubrimiento por parte de ella de quién era él , Joaquín , y de cómo , con qué violencia necesitaba el desquite y la necesitaba a ella , y cómo caía al fin ella en sus brazos y reconocía que lo otro , la traición , no había sido sino una pesadilla , un mal sueño de coqueta ; que siempre le había querido a él , a Joaquín y no a otro . « ¡ Pero no se morirá ! » , se dijo luego . « ¡ No dejaré yo que se muera , no debo dejarlo , está comprometido mi honor , y luego … necesito que viva ! » . Y al decir éste : « ¡ necesito que viva ! » , temblábale toda el alma , como tiembla el follaje de una encina a la sacudida del huracán . « Fueron unos días atroces aquéllos de la enfermedad de Abel — escribía en su Confesión el otro — , unos días de tortura increíble . Estaba en mi mano dejarle morir , aún más , hacerle morir sin que nadie lo sospechase , sin que de ello quedase rastro alguno . He conocido en mi práctica profesional casos de extrañas muertes misteriosas que he podido ver luego iluminadas al trágico fulgor de sucesos posteriores , una nueva boda de la viuda y otros así . Luché entonces como no he luchado nunca conmigo mismo , con ese hediondo dragón que me ha envenenado y entenebrecido la vida . Estaba allí comprometido mi honor de médico , mi honor de hombre , y estaba comprometida mi salud mental , mi razón . Comprendí que me agitaba bajo las garras de la locura ; vi el espectro de la demencia haciendo sombra en mi corazón . Y vencí . Salvé a Abel de la muerte . Nunca he estado más feliz , más acertado . El exceso de mi infelicidad me hizo estar felicísimo de acierto » . — Ya está fuera de todo cuidado tu … marido — le dijo un día Joaquín a Helena . — Gracias , Joaquín , gracias — y le cogió la mano , que él se la dejó entre las suyas — ; no sabes cuánto te debemos … — Ni vosotros sabéis cuánto os debo … — Por Dios , no seas así … ahora que tanto te debemos , no volvamos a eso … — No , si no vuelvo a nada . Os debo mucho . Esta enfermedad de Abel me ha enseñado mucho , pero mucho … — ¿ Ah , le tomas como a un caso ? — ¡ No , Helena , no ; el caso soy yo ! — Pues no te entiendo . — Ni yo del todo . Y te digo que estos días luchando por salvar a tu marido … — ¡ Di a Abel ! — Bien , sea ; luchando por salvarle he estudiado con su enfermedad la mía y vuestra felicidad y he decidido … ¡ casarme ! — ¿ Ah , pero tienes novia ? — No , no la tengo aún , pero la buscaré . Necesito un hogar . Buscaré mujer . ¿ O crees tú , Helena , que no encontraré una mujer que me quiera ? — ¡ Pues no la has de encontrar , hombre , pues no la has de encontrar … ! — Una mujer que me quiera , digo . — ¡ Sí , te he entendido , una mujer que te quiera , sí ! — Porque como partido … — Sí , sin duda eres un buen partido … joven , no pobre , con una buena carrera , empezando a tener fama , bueno … — Bueno … sí , y antipático , ¿ no es eso ? — ¡ No , hombre , no ; tú no eres antipático ! — ¡ Ay , Helena , Helena ! , ¿ dónde encontraré una mujer ? … — ¿ Que te quiera ? — No , sino que no me engañe , que me diga la verdad , que no se burle de mí , Helena , ¡ que no se burle de mí … ! Que se case conmigo por desesperación , porque yo la mantenga , pero que me lo diga … — Bien has dicho que estás enfermo , Joaquín . ¡ Cásate ! — ¿ Y crees , Helena , que hay alguien , hombre o mujer , que pueda quererme ? — No hay nadie que no pueda encontrar quien le quiera . — ¿ Y querré yo a mi mujer ? ¿ Podré quererla ? , ¿ dime ? — Hombre , pues no faltaba más … — Porque mira , Helena , no es lo peor no ser querido , no poder ser querido ; lo peor es no poder querer . — Eso dice don Mateo , el párroco , del demonio , que no puede querer . — Y el demonio anda por la tierra , Helena . — Cállate y no me digas esas cosas . — Es peor que me las diga a mí mismo . — ¡ Pues cállate ! Dedicose Joaquín , para salvarse , requiriendo amparo a su pasión , a buscar mujer , los brazos maternales de una esposa en que defenderse de aquel odio que sentía , un regazo en que esconder la cabeza , como un niño que siente terror al coco , para no ver los ojos infernales del dragón de hielo . ¡ Aquella pobre Antonia ! Antonia había nacido para madre ; era todo ternura , todo compasión . Adivinó en Joaquín , con divino instinto , un enfermo , un inválido del alma , un poseso , y sin saber de qué , enamorose de su desgracia . Sentía un misterioso atractivo en las palabras frías y cortantes de aquel médico que no creía en la virtud ajena . Antonia era la hija única de una viuda a que asistía Joaquín . — ¿ Cree usted que saldrá de ésta ? — le preguntaba a él . — Lo veo difícil , muy difícil . Está la pobre muy trabajada , muy acabada ; ha debido de sufrir mucho … Su corazón está muy débil … — ¡ Sálvemela usted , don Joaquín , sálvemela usted , por Dios ! ¡ Si pudiera daría mi vida por la suya ! — No , eso no se puede . Y , además , ¿ quién sabe ? La vida de usted , Antonia , ha de hacer más falta que la suya … — ¿ La mía ? ¿ Para qué ? ¿ Para quién ? — ¡ Quién sabe … ! Llegó la muerte de la pobre viuda . — No ha podido ser , Antonia — dijo Joaquín — . ¡ La ciencia es impotente ! — ¡ Sí , Dios lo ha querido ! — ¿ Dios ? — Ah — y los ojos bañados en lágrimas de Antonia clavaron su mirada en los de Joaquín , enjutos y acerados — . ¿ Pero usted no cree en Dios ? — ¿ Yo … ? ¡ No lo sé … ! A la pobre huérfana la compunción de piedad que entonces sintió por el médico aquél le hizo olvidar por un momento la muerte de su madre . — Y si yo no creyera en Él , ¿ qué haría ahora ? — La vida todo lo puede , Antonia . — ¡ Puede más la muerte ! Y ahora … tan sola … sin nadie … — Eso sí , la soledad es terrible . Pero usted tiene el recuerdo de su santa madre , el vivir para encomendarla a Dios … ¡ Hay otra soledad mucho más terrible ! — ¿ Cuál ? — La de aquél a quien todos menosprecian , de quien todos se burlan … La del que no encuentra quien le diga la verdad … — ¿ Y qué verdad quiere usted que se le diga ? — ¿ Me la dirá usted , ahora , aquí , sobre el cuerpo aún tibio de su madre ? ¿ Jura usted decírmela ? — Sí , se la diré . — Bien , yo soy un antipático , ¿ no es así ? — ¡ No , no es así ! — La verdad , Antonia … — ¡ No , no es así ! — Pues ¿ qué soy … ? — ¿ Usted ? Usted es un desgraciado , un hombre que sufre … Derritiósele a Joaquín el hielo y asomáronsele unas lagrimas a los ojos . Y volvió a temblar hasta las raíces del alma . Poco después Joaquín y la huérfana formalizaban sus relaciones , dispuestos a casarse luego que pasase el año de luto de ella . « Pobre mi mujercita — escribía , años después , Joaquin en su Confesión — empeñada en quererme y en curarme , en vencer la repugnancia que sin duda yo debía de inspirarle . Nunca me lo dijo , nunca me lo dio a entender , pero ¿ podía no inspirarle yo repugnancia , sobre todo cuando descubrí la lepra de mi alma , la gangrena de mis odio ? Se casó conmigo como se habría casado con un leproso , no me cabe duda de ello , por divina piedad , por espíritu de abnegación y de sacrificio cristianos , para salvar mi alma y así salvar la suya , por heroísmo de santidad . ¡ Fue una santa ! ¡ Pero no me curó de Helena ; no me curo de Abel ! Su santidad fue para mí un remordimiento más . » Su mansedumbre me irritaba . Había veces en que ¡ Dios me perdone ! , la habría querido mala , colérica , despreciativa » . En tanto la gloria artística de Abel seguía creciendo y confirmándose . Era ya uno de los pintores de más nombradía de la nación toda , y su renombre empezaba a traspasar las fronteras . Y esa fama creciente era como una granizada desoladora en el alma de Joaquín . « Sí , es un pintor muy científico ; domina la técnica ; sabe mucho , mucho ; es habilísimo » , decía de su amigo , con palabras que silbaban . Era un modo de fingir exaltarle deprimiéndole . Porque él , Joaquín , presumía ser un artista , un verdadero poeta en su profesión , un clínico genial , creador , intuitivo , y seguía soñando con dejar su clientela para dedicarse a la ciencia pura , a la patología teórica , a la investigación . ¡ Pero ganaba tanto … ! « No era , sin embargo , la ganancia — dice en su Confesión póstuma — lo que más me impedía dedicarme a la investigación científica . Tirábame a ésta por un lado el deseo de adquirir fama y renombre , de hacerme una gran reputación científica y asombrar con ella la artística de Abel , de castigar así a Helena , de vengarme de ellos , de ellos y de todos los demás , y aquí encadenaba los más locos de mis ensueños , mas por otra parte , esa misma pasión fangosa , el exceso de mi despecho y mi odio me quitaban serenidad de espíritu . No , no tenía el ánimo para el estudio , que lo requiere limpio y tranquilo . La clientela me distraía . » La clientela me distraía , pero a veces temblaba pensando que el estado de distracción en que mi pasión me tenía preso me impidiera prestar el debido cuidado a dolencias de mis pobres enfermos . » Ocurrióme un caso que me sacudió las entrañas . Asistía a una pobre señora , enferma de algún riesgo , pero caso desesperado , a la que él había hecho un retrato , retrato magnífico , uno de sus mejores retratos , de los que han quedado como definitivos de entre los que ha pintado , y aquel retrato era lo primero que se me venía a los ojos y al odio así que entraba en la casa de la enferma . Estaba viva en el retrato , más viva que en el lecho de carne y hueso sufrientes . Y el retrato parecía decirme " ¡ Mira , él me ha dado vida para siempre ! , a ver si tú me alargas esta otra de aquí abajo . " Y junto a la pobre enferma , auscultándola , tomándole el pulso , no veía sino la otra , a la retratada . Estuve torpe , torpísimo , y la pobre enferma se me murió ; la dejé morir más bien , por mi torpeza , por mi criminal distracción . Sentí horror de mismo , de mi miseria . » A los pocos días de muerta la señora aquélla , tuve que ir a su casa , a ver allí otro enfermo , y entré dispuesto a mirar el retrato . Pero era inútil , porque era él , el retrato que me miraba aunque yo no le mirase y me atraía la mirada . Al despedirme me acompañó hasta la puerta el viudo . Nos detuvimos al pie del retrato , y yo , como empujado por una fuerza irresistible y fatal , exclamé : » — ¡ Magnífico retrato ! ¡ Es de lo mejor que ha hecho Abel ! » — Sí — me contestó el viudo — , es el mayor consuelo que me queda . Me paso largas horas contemplándola . Parece como que me habla . » — ¡ Sí , sí — añadí — este Abel es un artista estupendo ! » Y al salir me decía : " ¡ Yo la dejé morir y él la resucita ! " » . Sufría Joaquín mucho cada vez que se le moría alguno de sus enfermos , sobre todo los niños , pero la muerte de otros le tenía sin grave cuidado . « ¿ Para qué querrá vivir … ? — decíase de algunos — . Hasta le haría un favor dejándole morir … » . Sus facultades de observador psicólogo habíansele aguzado con su pasión de ánimo y adivinaba al punto las más ocultas lacerías morales . Percatábase en seguida , bajo el embuste de las convenciones , de qué maridos preveían sin pena , cuando no deseaban , la muerte de sus mujeres y qué mujeres ansiaban verse libres de sus maridos , acaso para tomar otros de antemano escogidos ya . Cuando al año de la muerte de su cliente Álvarez , la viuda se casó con Menéndez , amigo íntimo del difunto , Joaquín se dijo : « Sí que fue rara aquella muerte … Ahora me la explico … ¡ La humanidad es lo más cochino que hay , y la tal señora , dama caritativa , una de las señoras de lo más honrado … ! » . — Doctor — le decía una vez uno de sus enfermos — , máteme usted , por Dios , máteme usted sin decirme nada , que ya no puedo más … Déme algo que me haga dormir para siempre … « ¿ Y por qué no había de hacer lo que este hombre quiere — se decía Joaquín — si no vive más que para sufrir ? ¡ Me da pena ! ¡ Cochino mundo ! » . Y eran sus enfermos para él no pocas veces espejos . Un día le llegó una pobre mujer de la vecindad , gastada por los años y los trabajos , cuyo marido , en los veinticinco años de matrimonio se había enredado con una pobre aventurera . Iba a contarle sus cuitas la mujer desdeñada . — ¡ Ay , don Joaquín ! — le decía — , usted , que dicen que sabe tanto , a ver si me da un remedio para que le cure a mi pobre marido del bebedizo que le ha dado esa pelona . — ¿ Pero qué bebedizo , mujer de Dios ? — Se va a ir a vivir con ella , dejándome a mí , al cabo de veinticinco años … — Más extraño es que la hubiese dejado de recién casados , cuando usted era joven y acaso … — ¡ Ah , no , señor , no ! Es que le ha dado un bebedizo trastornándole el seso , porque si no , no podría ser … No podría ser … — Bebedizo … bebedizo … — murmuró Joaquín . — Sí , don Joaquín , sí , un bebedizo … Y usted , que sabe tanto , deme un remedio para él . — ¡ Ay , buena mujer ! , ya los antiguos trabajaron en balde para encontrar un agua que los rejuveneciese … Y cuando la pobre mujer se fue desolada , Joaquín se decía : « Pero ¿ no se mirará al espejo esta desdichada ? ¿ No verá el estrago de los años de rudo trabajo ? Estas gentes del pueblo todo lo atribuyen a bebedizos o a envidias … ¿ Que no encuentran trabajo … ? Envidias … ¿ Que les sale algo mal ? Envidias . El que todos sus fracasos los atribuye a ajenas envidias es un envidioso . ¿ Y no lo seremos todos ? ¿ No me habrán dado un bebedizo ? » . Durante unos días apenas pensó más que en el bebedizo . Y acabó diciéndose : « ¡ Es el pecado original ! » . Casose Joaquín con Antonia buscando en ella un amparo , y la pobre adivinó desde luego su menester , el oficio que hacía en el corazón de su marido y cómo le era un escudo y un posible consuelo . Tomaba por marido a un enfermo , acaso a un inválido incurable , del alma ; su misión era la de una enfermera . Y le aceptó llena de compasión , llena de amor a la desgracia de quien así unía su vida a la de ella . Sentía Antonia que entre ella y su Joaquín había como un muro invisible , una cristalina y transparente muralla de hielo . Aquel hombre no podía ser de su mujer , porque no era de sí mismo , dueño de sí , sino a la vez un enajenado y un poseído . En los más íntimos trasportes de trato conyugal , una invisible sombra fatídica se interponía entre ellos . Los besos de su marido parecíanle besos robados , cuando no de rabia . Joaquín evitaba hablar de su prima Helena delante de su mujer , y ésta , que se percató de ello al punto , no hacía sino sacarla a colación a cada paso en sus conversaciones . Esto en un principio , que más adelante evitó mentarla . Llamáronle un día a Joaquín a casa de Abel , como a médico , y se enteró de que Helena llevaba ya en sus entrañas fruto de su marido , mientras que su mujer , Antonia , no ofrecía aún muestra alguna de ello . Y al pobre asaltó una tentación vergonzosa , de que se sentía abochornado , y era la de un diablo que le decía : « ¿ Ves ? ¡ Hasta es más hombre que tú ! Él , el que con su arte resucita e inmortaliza a los que tú dejas morir por tu torpeza , él tendrá pronto un hijo , traerá un nuevo viviente , obra suya de carne y sangre y hueso al mundo , mientras tú … Tú acaso no seas capaz de ello … ¡ Es más hombre que tú ! » . Entró mustio y sombrío en el puerto de su hogar . — Vienes de casa de Abel , ¿ no ? — le preguntó mujer . — Sí . ¿ En qué lo has conocido ? — En tu cara . Esa casa es tu tormento . No debías ir a ella … — ¿ Y qué voy a hacer ? — ¡ Excusarte ! Lo primero es tu salud y tu tranquilidad … — Aprensiones tuyas … — No , Joaquín , no quieras ocultármelo … Y no puedo continuar , porque las lágrimas le ahogaron la voz . Sentose la pobre Antonia . Los sollozos se le arrancaban de cuajo . — Pero ¿ qué te pasa , mujer , qué es eso … ? — Dime tú lo que a ti te pasa , Joaquín , confíamelo todo , confiésate conmigo … — No tengo nada de que acusarme … — Vamos , ¿ me dirás la verdad , Joaquín , la verdad ? El hombre vaciló un momento , pareciendo luchar un enemigo invisible , con el diablo de su guarda , y con arrancada de una resolución súbita , desesperada , gritó casi : — ¡ Sí , te diré la verdad , toda la verdad ! — Tú quieres a Helena ; tú estás enamorado todavía de Helena . — ¡ No , no lo estoy ! ¡ No lo estoy ! ¡ Lo estuve ; pero no lo estoy ya , no ! — ¿ Pues entonces ? … — ¿ Entonces , qué ? — ¿ A qué esa tortura en que vives ? Porque esa casa , la casa de Helena , es la fuente de tu malhumor , esa casa es la que no te deja vivir en paz , es Helena … — ¡ Helena no ! ¡ Es Abel ! — ¿ Tienes celos de Abel ? — Sí , tengo celos de Abel ; le odio , le odio , le odio — y cerraba la boca y los puños al decirlo , pronunciándolo entre dientes . — Tienes celos de Abel … Luego quieres a Helena . — No , no quiero a Helena . Si fuese de otro no tendría celos de ese otro . No , no quiero a Helena , la desprecio , desprecio a la pava real ésa , a la belleza profesional , a la modelo del pintor de moda , a la querida de Abel … — ¡ Por Dios , Joaquín , por Dios … ! — Sí , a su querida … legítima . ¿ O es que crees que la bendición de un cura cambia un arrimo en matrimonio ? — Mira , Joaquín , que estamos casados como ellos … — ¡ Como ellos , no , Antonia , como ellos , no ! Ellos se casaron por rebajarme , por humillarme , por denigrarme ; ellos se casaron para burlarse de mí ; ellos se casaron contra mí . Y el pobre hombre rompió en unos sollozos que le ahogaban el pecho , cortándole el respiro . Se creía morir . — Antonia … Antonia … — suspiró con un hilito de voz apagada . — ¡ Pobre hijo mío ! — exclamó ella abrazándole . Y le tomó en su regazo como a un niño enfermo , acariciándole . Y le decía : — Cálmate , mi Joaquín , cálmate … Estoy aquí yo , tu mujer , toda tuya y sólo tuya . Y ahora que sé del todo tu secreto , soy más tuya que antes y te quiero más que nunca … Olvídalos … desprécialos … Habría sido peor que una mujer así te hubiese querido … — Sí , pero él , Antonia , él … — ¡ Olvídale ! — No puedo olvidarle … me persigue … su fama , su gloria me sigue a todas partes … — Trabaja tú y tendrás fama y gloria , porque no vales menos que él . Deja la clientela , que no la necesitamos , vámonos de aquí a Renada , a la casa que fue de mis padres , y allí dedícate a lo que más te guste , a la ciencia , a hacer descubrimientos de ésos y que se hable de ti … Yo te ayudaré en lo que pueda … Yo haré que no te distraigan … y serás más que él … — No puedo , Antonia , no puedo ; sus éxitos me quitan el sueño y no me dejarían trabajar en paz … la visión de sus cuadros maravillosos se pondría entre mis ojos y el microscopio y no me dejaría ver lo que otros no han visto aún por él … No puedo … no puedo … Y bajando la voz como un niño , casi balbuciendo como atontado por la caída en la sima de su abyección , sollozó diciendo : — Y van a tener un hijo , Antonia … — También nosotros le tendremos — le suspiró ella al oído , envolviéndolo en un beso — , no me lo negará la Santísima Virgen , a quien se lo pido todos los días … Y el agua bendita de Lourdes … — ¿ También tú crees en bebedizos , Antonia ? — ¡ Creo en Dios ! — « Creo en Dios » — se repitió Joaquín el verse solo ; solo con el otro — ; « ¿ y qué es creer en Dios ? ¿ Dónde está Dios ? ¡ Tendré que buscarle ! » . « Cuando Abel tuvo su hijo — escribía en su Confesión Joaquín — sentí que el odio se me enconaba . Me había invitado a asistir a Helena al parto , pero me excusé con que yo no asistía a partos , lo que era cierto , y con que no sabría conservar toda la sangre fría , mi sangre arrecida más bien , ante mi prima si se viera en peligro . Pero mi diablo me insinuó la feroz tentación de ir a asistirla y de ahogar a hurtadillas al niño . Vencí a la asquerosa idea . » Aquel nuevo triunfo de Abel , del hombre , no ya del artista — el niño era una hermosura , una obra maestra de salud y de vigor , " un angelito " , decían — , me apretó aún más a mi Antonia , de quien esperaba el mío . Quería , necesitaba que la pobre víctima de mi ciego odio — pues la víctima era mi mujer más que yo — fuese madre de hijos míos , de carne de mi carne , de entrañas de mis entrañas torturadas por el demonio . Sería la madre de mis hijos y por ello superior a las madres de los hijos de otros . Ella , la pobre , me había preferido a mí , al antipático , al despreciado , al afrentado ; ella había tomado lo que otra desechó con desdén y burla . ¡ Y hasta me hablaba bien de ellos ! » El hijo de Abel , Abelín , pues le pusieron el mismo nombre de su padre y como para que continuara su linaje y la gloria de él , el hijo de Abel , que habría de ser andando el tiempo , instrumento de mi desquite , era una maravilla de niño . Y yo necesitaba tener uno así , más hermoso aún que él » . — ¿ Y qué preparas ahora ? — le preguntó a Abel Joaquín un día en que , habiendo ido a ver al niño , se encontraron en el cuarto de estudio de aquél . — Pues ahora voy a pintar un cuadro de Historia , o mejor , del Antiguo Testamento , y me estoy documentando … — ¿ Cómo ? ¿ Buscando modelos de aquella época ? — No , leyendo la Biblia y comentarios a ella . — Bien digo yo que tú eres un pintor científico … — Y tú un médico artista , ¿ no es eso ? — ¡ Peor que un pintor científico … literato ! ¡ Cuida de no hacer con el pincel literatura ! — Gracias por el consejo . — ¿ Y cuál va a ser el asunto de tu cuadro ? — La muerte de Abel por Caín , el primer fratricidio . Joaquín palideció aún más , y mirando fijamente a su primer amigo , le preguntó a media voz : — ¿ Y cómo se te ha ocurrido eso ? — Muy sencillo — contestó Abel sin haberse percatado del ánimo de su amigo — ; es la sugestión del nombre . Como me llamo Abel … Dos estudios de desnudo … — Sí , desnudo del cuerpo … — Y aun del alma … — ¿ Pero piensas pintar sus almas ? — ¡ Claro está ! El alma de Caín , de la envidia , y el alma de Abel … — ¿ El alma de qué ? — En eso estoy ahora . No acierto a dar con la expresión , con el alma de Abel . Porque quiero pintarle antes de morir , derribado en tierra y herido de muerte por su hermano . Aquí tengo el Génesis y el Caín de lord Byron ; ¿ lo conoces ? — No , no conozco el Caín de lord Byron . ¿ Y qué has sacado de la Biblia ? — Poca cosa … Verás — y tomando un libro , leyó — : « y conoció Adán a su mujer Eva , la cual concibió y parió a Caín y dijo : He adquirido varón por Jehová . Y después parió a su hermano Abel y fue Abel pastor de ovejas , y Caín fue labrador de la tierra . Y aconteció , andando el tiempo , que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová y Abel trajo de los primogénitos de sus ovejas y de su grosura . Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda , mas no miró propicio a Caín y a la ofrenda suya … » . — Y eso , ¿ por qué ? … — interrumpió Joaquín — . ¿ Por qué miró Dios con agrado la ofrenda de Abel y con desdén la de Caín ? — No lo explica aquí … — ¿ Y no te lo has preguntado tú antes de ponerte a pintar tu cuadro ? — Aún no … Acaso porque Dios veía ya en Caín el futuro matador de su hermano … al envidioso … — Entonces es que le había hecho envidioso , es que le había dado un bebedizo . Sigue leyendo . — « Y ensañose Caín en gran manera y decayó su semblante . Y entonces Jehová dijo a Caín : ¿ Por qué te has ensañado ? , ¿ y por qué se ha demudado tu rostro ? Si bien hicieres , ¿ no serás ensalzado ? , y si no hicieres bien el pecado está a tu puerta . Ahí está que te desea , pero tú le dominarás … » . — Y le venció el pecado — interrumpió Joaquín — , porque Dios le había dejado de su mano . ¡ Sigue ! — « Y habló Caín a su hermano Abel , y aconteció que estando ellos en el campo , Caín se levantó contra su hermano Abel y le mató . Y Jehová dijo a Caín … » . — ¡ Basta ! No leas más . No me interesa lo que Jehová dijo a Caín luego que la cosa no tenía ya remedio . Apoyó Joaquín los codos en la mesa , la cara entre las palmas de la mano , y clavando una mirada helada y punzante en la mirada de Abel , sin saber de qué alarmado , le dijo : — ¿ No has oído nunca una especie de broma que gastan con los niños que aprenden de memoria la Historia Sagrada cuando les preguntan : « ¿ Quién mató a Caín ? » ? — ¡ No ! — Pues sí , les preguntan eso y los niños , confundiéndose , suelen decir : « Su hermano Abel » . — No sabía eso . — Pues ahora lo sabes . Y dime tú , que vas a pintar esa escena bíblica … ¡ y tan bíblica ! , ¿ no se te ha ocurrido pensar que si Caín no mata a Abel habría sido éste el que habría acabado matando a su hermano ? — ¿ Y cómo se te puede ocurrir eso ? — Las ovejas de Abel eran adeptas a Dios , y Abel , el pastor , hallaba gracia a los ojos del Señor , pero los frutos de la tierra de Caín , del labrador , no gustaban a Dios ni tenía para Él gracia Caín . El agraciado , el favorito de Dios era Abel … el desgraciado , Caín … — ¿ Y qué culpa tenía Abel de eso ? — ¡ Ah ! , pero ¿ tú crees que los afortunados , los agraciados , los favoritos , no tienen culpa de ello ? La tienen de no ocultar y ocultar como una vergüenza , que lo es , todo favor gratuito , todo privilegio no ganado por propios méritos , de no ocultar esa gracia en vez de hacer ostentación de ella . Porque no me cabe duda de que Abel restregaría a los hocicos de Caín su gracia , le azuzaría con el humo de sus ovejas sacrificadas a Dios . Los que se creen justos suelen ser unos arrogantes que van a deprimir a los otros con la ostentación de su justicia . Ya dijo quien lo dijera que no hay canalla mayor que las personas honradas … — ¿ Y tú sabes — le preguntó Abel sobrecogido por la gravedad de la conversación — que Abel se jactara de su gracia ? — No me cabe duda , ni de que no tuvo respeto a su hermano mayor , ni pidió al Señor gracia también para él . Y sé más , y es que los abelitas han inventado el infierno para los cainitas porque si no su gloria les resultaría insípida . Su goce está en ver , libres de padecimiento , padecer a los otros … — ¡ Ay , Joaquín , Joaquín , qué malo estás ! — Sí , nadie es médico de sí mismo . Y ahora dame ese Caín de lord Byron , que quiero leerlo . — ¡ Tómalo ! — Y dime , ¿ no te inspira tu mujer algo para ese cuadro ? , ¿ no te da alguna idea ? — ¿ Mi mujer ? En esta tragedia no hubo mujer . — En toda tragedia la hay , Abel . — Sería acaso Eva … — Acaso … La que les dio la misma leche ; el bebedizo … Leyó Joaquín el Caín de lord Byron . Y en su Confesión escribía más tarde : « Fue terrible el efecto que la lectura de aquel libro me hizo . Sentí la necesidad de desahogarme y tomé unas notas que aún conservo y las tengo ahora aquí , presentes . Pero ¿ fue sólo por desahogarme ? No ; fue con el propósito de aprovecharlas algún día pensando que podrían servirme de materiales para una obra genial . La vanidad nos consume . Hacemos espectáculo de nuestras más íntimas y asquerosas dolencias . Me figuro que habrá quien desee tener un tumor pestífero como no le ha tenido antes ninguno para hombrearse con él . ¿ Esta misma Confesión no es algo más que un desahogo ? » He pensado alguna vez romperla para librarme de ella . Pero ¿ me libraría ? ¡ No ! Vale más darse un espectáculo que consumirse . Y al fin y al cabo no es más que espectáculo la vida . » La lectura del Caín de lord Byron me entró hasta lo más íntimo . ¡ Con qué razón culpaba Caín a sus padres de que hubieran cogido de los frutos del árbol de la ciencia en vez de coger de los del árbol de la vida ! A mí , por lo menos , la ciencia no ha hecho más que exacerbarme la herida . » ¡ Ojalá nunca hubiera vivido ! — digo con aquel Caín — . ¿ Por qué me hicieron ? ¿ Por qué he de vivir ? Y lo que no me explico es cómo Caín no se decidió por el suicidio . Habría sido el más noble comienzo de la historia humana . Pero ¿ por qué no se suicidaron Adán y Eva después de la caída y antes de haber dado hijos ? ¡ Ah , es que entonces Jehová habría hecho otros iguales y otro Caín y otro Abel ! ¿ No se repetirá esta misma tragedia en otros mundos , allá por las estrellas ? Acaso la tragedia tiene otras representaciones , sin que baste el estreno de la tierra . Pero ¿ fue estreno ? » Cuando leí cómo Luzbel le declaraba a Caín cómo era éste , Caín , inmortal , es cuando empecé con terror a pensar si yo también seré inmortal y si será inmortal en mí mi odio . " ¿ Tendré alma — me dije entonces — , será este mi odio alma ? " , y llegué a pensar que no podría ser de otro modo , que no puede ser función de un cuerpo un odio así . Lo que no había encontrado con el escalpelo en otros lo encontré en mí . Un organismo corruptible no podía odiar como yo odiaba . Luzbel aspiraba a ser Dios , yo , desde muy niño , ¿ no aspiré a anular a los demás ? ¿ Y cómo podía ser yo tan desgraciado si no me hizo tal el creador de la desgracia ? » Nada le costaba a Abel criar sus ovejas , como nada le costaba , a él , al otro , hacer sus cuadros ; pero ¿ a mí ? , a mí me costaba mucho diagnosticar las dolencias de mis enfermos . » Quejábase Caín de que Adah , su propia querida Adah su mujer y hermana , no comprendiera el espíritu que a él le abrumaba . Pero sí , sí , mi Adah , mi pobre Adah comprendía mi espíritu . Es que era cristiana . Mas tampoco yo encontré algo que conmigo simpatizara . » Hasta que leí y releí el Caín byroniano , yo , que tantos hombres había visto agonizar y morir , no pensé en la muerte , no la descubrí . Y entonces pensé si al morir me moriría con mi odio , si se moriría conmigo o si me sobreviviría ; pensé si el odio sobrevive a los odiadores , si es algo sustancial y que se transmite , si es el alma , la esencia misma del alma . Y empecé a creer en el infierno y que la muerte es un ser , es el Demonio , es el Odio hecho persona , es el Dios del alma . Todo lo que mi ciencia no me enseñó me enseñaba el terrible poema de aquel gran odiador que fue lord Byron . » Mi Adah también me echaba dulcemente en cara cuando yo no trabajaba , cuando no podía trabajar . Y Luzbel estaba entre mi Adah y yo . " ¡ No vayas con ese Espíritu ! " — me gritaba mi Adah — . ¡ Pobre Antonia ! Y me pedía también que le salvara de aquel Espíritu . Mi pobre Adah no llegó a odiarlos como los odiaba yo . ¿ Pero llegué yo a querer de veras a mi Antonia ? Ah , si hubiera sido capaz de quererla me habría salvado . Era para mí otro instrumento de venganza . Queríala para madre de un hijo o de una hija que me vengaran . Aunque pensé , necio de mí , que una vez padre se me curaría aquello . ¿ Mas acaso no me casé sino para hacer odiosos como yo , para transmitir mi odio , para inmortalizarlo ? » Se me quedó grabada en el alma como con fuego aquella escena de Caín y Luzbel en el abismo del espacio . Vi mi ciencia a través de mi pecado y la miseria de dar vida para propagar la muerte . Y vi que aquel odio inmortal era mi alma . Ese odio pensé que debió de haber precedido a mi nacimiento y que sobreviviría a mi muerte . Y me sobrecogí de espanto al pensar en vivir siempre para aborrecer siempre . Era el Infierno . ¡ Y yo que tanto me había reído de la creencia en él ! ¡ Era el Infierno ! » Cuando leí cómo Adah habló a Caín de su hijo , de Enoc , pensé en el hijo , o en la hija que habría de tener ; pensé en ti , hija mía ; mi redención y mi consuelo ; pensé en que tú vendrías a salvarme un día . Y al leer lo que aquel Caín decía a su hijo dormido e inocente , que no sabía que estaba desnudo , pensé si no había sido en mí un crimen engendrarte , ¡ pobre hija mía ! ¿ Me perdonarás haberte hecho ? Y al leer lo que Adah decía a su Caín , recordé mis años de paraíso , cuando aún no iba a cazar premios , cuando no soñaba en superar a todos los demás . No , hija mía , no ; no ofrecí mis estudios a Dios con corazón puro , no busqué la verdad y el saber , sino que busqué los premios y la fama y ser más que él . » Él , Abel , amaba su arte y lo cultivaba con pureza de intención y no trató de imponérseme . No , no fue él quien me la quitó , ¡ no ! ¡ Y yo llegué a pensar en derribar el altar de Abel , loco de mí ! Y es que no había pensado más que en mí . » El relato de la muerte de Abel , tal y como aquel terrible poeta del demonio nos lo expone , me cegó . Al leerlo sentí que se me iban las cosas y hasta creo que sufrí un mareo . Y desde aquel día , gracias al impío Byron , empecé a creer » . Le dio Antonia a Joaquín una hija . « Una hija — se dijo — ¡ y él un hijo ! » . Mas pronto se repuso de esta nueva treta de su demonio . Y empezó a querer a su hija con toda la fuerza de su pasión y por ella a la madre . « Será mi vengadora » , se dijo primero , sin saber de qué habría de vengarle , y luego : « Será mi purificadora » . « Empecé a escribir esto — dejó escrito en su Confesión — más tarde para mi hija , para que ella , después de yo muerto , pudiese conocer a su pobre padre y compadecerle y quererle . Mirándola dormir en la cuna , soñando su inocencia , pensaba que para criarla y educarla pura tenía yo que purificarme de mi pasión , limpiarme de la lepra de mi alma . Y decidí hacerle que amase a todos y sobre todo a ellos . Y allí , sobre la inocencia de su sueño , juré libertarme de mi infernal cadena . Tenía que ser yo el mayor heraldo de la gloria de Abel » . Y sucedió que habiendo Abel Sánchez acabado su cuadro , lo llevó a una Exposición , donde obtuvo un aplauso general y fue admirado como estupenda obra maestra , y se le dio la medalla de honor . Joaquín iba a la sala de la Exposición a contemplar el cuadro y a mirar en él , como si mirase en un espejo , al Caín de la pintura y a espiar en los ojos de las gentes si le miraban a él después de haber mirado al otro . « Torturábame la sospecha — escribió en su Confesión — de que Abel hubiese pensado en mí al pintar su Caín , de que hubiese descubierto todas las insondables negruras de la conversación que con él mantuve en su casa cuando me anunció su propósito de pintarlo y cuando me leyó los pasajes del Génesis , y yo me olvidé tanto de él y pensé tanto en mí mismo , que puse al desnudo mi alma enferma . ¡ Pero no ! No había en el Caín de Abel el menor parecido conmigo , no pensó en mí al pintarlo , es decir , no me despreció , no lo pintó desdeñándome , ni Helena debió de decirle nada de mí . Les bastaba con saborear el futuro triunfo , el que esperaban . ¡ Ni siquiera pensaban en mí ! » Y esta idea de que ni siquiera pensasen en mí , de que no me odiaran , torturábame aún más que lo otro . Ser odiado por él con un odio como el que yo le tenía , era algo y podía haber sido mi salvación » . Y fue más allá , o entró más dentro de sí Joaquín , y fue que lanzó la idea de dar un banquete a Abel para celebrar su triunfo y que él , su amigo de siempre , su amigo de antes de conocerse , le ofrecería el banquete . Joaquín gozaba de cierta fama de orador . En la Academia de Medicina y Ciencias era el que dominaba a los demás con su palabra cortante y fría , precisa y sarcástica de ordinario . Sus discursos solían ser chorros de agua fría sobre los entusiasmos de los principiantes , acres lecciones de escepticismo pesimista . Su tesis ordinaria , que nada se sabía de cierto en Medicina , que todo era hipótesis y un continuo tejer y destejer , que lo más seguro era la desconfianza . Por esto , al saberse que era él , Joaquín , quien ofrecería el banquete , echáronse los más a esperar alborozados un discurso de doble filo , una disección despiadada , bajo apariencias de elogio , de la pintura científica y documentada , o bien un encomio sarcástico de ella . Y un regocijo malévolo corría por los corazones de todos los que habían oído alguna vez hablar a Joaquín del arte de Abel . Apercibiéronle a este del peligro . — Os equivocáis — les dijo Abel — . Conozco a Joaquín y no le creo capaz de eso . Sé algo de lo que le pasa , pero tiene un profundo sentido artístico y dirá cosas que valga la pena de oírlas . Y ahora quiero hacerle un retrato . — ¿ Un retrato ? — Sí , vosotros no le conocéis como yo . Es un alma de fuego tormentosa . — Hombre más frío … — Por fuera . Y en todo caso dicen que el frío quema . Es una figura que ni aposta … Y este juicio de Abel llegó a oídos del juzgado , de Joaquín , y le sumió más en sus cavilaciones . « ¿ Qué pensará en realidad de mí ? , se decía . ¿ Será cierto que me tiene así , por un alma de fuego , tormentosa ? ¿ Será cierto que me reconoce víctima del capricho de la suerte ? » . Llegó en esto a algo de que tuvo que avergonzarse hondamente , y fue que , recibida en su casa una criada que había servido en la de Abel , la requirió de ambiguas familiaridades mas sin comprometerse , no más que para inquirir de ella lo que en la otra casa hubiera oído decir de él . — Pero , vamos , dime , ¿ es que no les oíste nunca nada de mí ? — Nada , señorito , nada . — ¿ Pero no hablaban alguna vez de mí ? — Como hablar , sí , creo que sí , pero no decían nada . — ¿ Nada , nunca nada ? — Yo no les oía hablar . En la mesa , mientras yo les servía , hablaban poco y cosas de ésas que se hablan en la mesa . De los cuadros de él … — Lo comprendo . ¿ Pero nada , nunca nada de mí ? — No me acuerdo . Y al separarse la criada sintió Joaquín entrañada aversión a sí mismo . « Me estoy idiotizando — se dijo — . ¡ Qué pensará de mí esta muchacha ! » . Y tanto le acongojó esto que hizo que con un pretexto cualquiera se le despachase a aquella criada . « ¿ Y si ahora va — se dijo luego — y vuelve a servir a Abel y le cuenta esto ? » . Por lo que estuvo a punto de pedir a su mujer que volviera a llamarla . Mas no se atrevió . E iba siempre temblando de encontrarla por la calle . Llegó el día del banquete . Joaquín no durmió la noche de la víspera . — Voy a la batalla , Antonia — le dijo a su mujer al salir de casa . — Que Dios te ilumine y te guíe , Joaquín . — Quiero ver a la niña , a la pobre Joaquinita … — Sí , ven , mírala … está dormida … — ¡ Pobrecilla ! ¡ No sabe lo que es el demonio ! Pero yo te juro , Antonia , que sabré arrancármelo . Me lo arrancaré , lo estrangularé y lo echaré a los pies de Abel . Le daría un beso si no fuese que temo despertarla … — ¡ No , no ! ¡ Bésala ! Inclinose el padre y besó a la niña dormida , que sonrió al sentirse besada en sueños . — Ves , Joaquín , también ella te bendice . — ¡ Adiós , mujer ! — y le dio un beso largo , muy largo . Ella se fue a rezar ante la imagen de la Virgen . Corría una maliciosa expectación por debajo de las conversaciones mantenidas durante el banquete . Joaquín , sentado a la derecha de Abel , e intensamente pálido , apenas comía ni hablaba . Abel mismo empezó a temer algo . A los postres se oyeron siseos , empezó a cuajar el silencio , y alguien dijo : « ¡ Que hable ! » . Levantose Joaquín . Su voz empezó temblona y sorda , pero pronto se aclaró y vibraba con un acento nuevo . No se oía más que su voz , que llenaba el silencio . El asombro era general . Jamás se había pronunciado un elogio más férvido , más encendido , más lleno de admiración y cariño a la obra y a su autor . Sintieron muchos asomárseles las lágrimas cuando Joaquín evocó aquellos días de su común infancia con Abel , cuando ni uno ni otro soñaban lo que habrían de ser . « Nadie le ha conocido más adentro que yo — decía — : Creo conocerte mejor que me conozco a mí mismo , más puramente , porque de nosotros mismos no vemos en nuestras entrañas sino el fango de que hemos sido hechos . Es en otros donde vemos lo mejor de nosotros y lo amamos , y eso es la admiración .